Dios SI Nos Libera de La Adicción
Dios SI Nos Libera de La Adicción
Dios SI Nos Libera de La Adicción
SIEMPRE VAN DE LA
MANO
Últimamente he
escuchado con
bastante frecuencia
a muchos líderes
cristianos afirmar
que la fe en Cristo
es lo más
importante de todo y
que todo lo demás
es secundario. De
varias maneras ellos
afirman que la
salvación o lo
espiritual es más
importante que lo
terrenal o social. De
acuerdo a este
racionamiento, la
función principal de
los cristianos es
proclamar el
mensaje de
salvación espiritual
a través de
Jesucristo sin
perder el tiempo por
acciones sociales
que nos pueden
distraer de lo
realmente
importante. No es
que lo social no
tenga valor, sino
que de acuerdo a
esta forma de
pensar no es lo
esencial y puede
servir como un
distractor. Como un
predicador
recientemente
afirmó: “si uno se
preocupa por la
justicia social, pero
no comparte el
evangelio, las
personas a las que
servimos de todas
maneras se van a ir
al infierno”.
Sin embargo, me
parece que esta
manera de pensar
refleja una
dicotomía falsa
entre lo espiritual y
lo terrenal. La fe y
las obras no son
enemigas, sino que
siempre van juntas.
Ambas son parte de
la gracia de Dios en
nuestras vidas y
nunca se
contradicen en los
verdaderos
creyentes. La gracia
divina nos ofrece el
perdón de nuestros
pecados solamente
por la fe en Cristo
(Efesios 2:8-10).
Este regalo no
depende de
nosotros y se recibe
solamente por la fe.
Las buenas obras
que podamos hacer
también son el
resultado de la
gracia divina quien
produce en nosotros
tanto el querer como
el hacer por su
buena voluntad (Fil.
2:13). Así que, la
obra de Cristo en
nuestras vidas
incluye de manera
inseparable tanto lo
espiritual como la
manifestación
terrenal de nuestra
fe. Tanto un
evangelio espiritual
sin acción terrenal
como un evangelio
social sin la fe en
Cristo son
incompletos y
degradan la obra
redentora de Cristo
en el mundo.
Esta unión entre lo
espiritual y lo
terrenal es
claramente
explicada por el
apóstol Santiago en
la carta bíblica que
lleva su nombre. En
Santiago 2:14-26 la
Palabra de Dios nos
enseña nuestra fe
en Cristo y nuestras
acciones para servir
a otros siempre
deben de estar
unidas de manera
inseparable. No se
puede afirmar que
un área es más
importante que la
otra ya que
deberían de ser
áreas indivisibles en
las que no se
encuentra ninguna
contradicción. La fe
y las obras no
pueden separarse
como algunos
sugieren ya una fe
que no se
manifiesta en
buenas obras no es
una fe verdadera.
Lamentablemente
existe la tendencia a
enfatizar solamente
la fe o las obras y
de esta manera
caemos en
extremos
equivocados como
lo hizo Martín Lutero
al menospreciar la
carta a Santiago y
relegarla a un
apéndice en su
traducción bíblica
porque pensaba que
la fe era más
importante y
Santiago no lo
afirmaba como él
pensaba.
Irónicamente al
querer ser bíblicos
algunos como
Lutero
menosprecian el
mensaje de las
Escrituras que
afirma el evangelio
completo de Cristo.
Santiago no enseña
un evangelio
diferente al del
apóstol Pablo en su
carta a los
Romanos, por
ejemplo. Santiago
simplemente
enfatiza que la fe y
las obras son
elementos
inseparables de la
obra salvífica de
Cristo en nuestras
vidas. Santiago nos
advierte acerca de
escondernos en una
fe meramente
teórica sin
relevancia práctica.
En este pasaje,
Santiago empieza y
concluye con la
afirmación que la fe
y las obras siempre
están unidas y de
tres ejemplos, uno
cotidiano, uno
teológico y uno
práctico para apoyar
su punto central.
Santiago 2:14
afirma lo siguiente:
“Hermanos míos,
¿de qué le sirve a
uno alegar que tiene
fe, si no tiene
obras? ¿Acaso
podrá salvarlo esa
fe?” Santiago se
refiere a creyentes y
les pregunta si es
posible afirmar tener
una fe en Cristo sin
mostrar buenas
obras. Quizá
algunos que querían
seguir a Cristo
estaban contentos
con mantener su fe
privada y alejada de
cualquier
responsabilidad
social. Santiago
enseña que esto es
imposible y primero
responde en los
versículos 15-17 a
las preguntas del
versículo 14 con un
ejemplo de la vida
diaria para sus
lectores:
Supongamos que
un hermano o una
hermana no tiene
con qué vestirse y
carece del alimento
diario, y uno de
ustedes le dice:
«Que le vaya bien;
abríguese y coma
hasta saciarse»,
pero no le da lo
necesario para el
cuerpo. ¿De qué
servirá eso? Así
también la fe por sí
sola, si no tiene
obras, está muerta.
Si los creyentes no
ayudamos a otros a
nuestro alrededor
con necesidades
físicas nuestra fe
carece de
significado.
Santiago afirma que
la fe sin obras está
muerta. En los
versículos 18-19
Santiago da ahora
un ejemplo teológico
para continuar
explicando la
relación entre la fe y
las obras:
Sin embargo,
alguien dirá: «Tú
tienes fe, y yo tengo
obras».
Pues bien,
muéstrame tu fe sin
las obras, y yo te
mostraré la fe por
mis obras. ¿Tú
crees que hay un
solo Dios?
¡Magnífico! También
los demonios lo
creen, y tiemblan.
Aunque algunos
pueden tomar
partido entre la fe o
las obras, la
realidad es que
ambas siempre
están unidas. La fe
no es solamente un
ejercicio intelectual
sino práctico. La fe
no es meramente un
conocimiento
teológico ya que
aun los demonios
conocen a Dios,
sino que la fe se
manifiesta en
nuestras acciones
que reflejan el
carácter de Dios.
Los versículos 20-
25 muestran dos
ejemplos bíblicos
sobre la relación
inseparable entre la
fe y las obras:
¡Qué tonto eres!
¿Quieres
convencerte de que
la fe sin obras es
estéril? ¿No fue
declarado justo
nuestro padre
Abraham por lo que
hizo cuando ofreció
sobre el altar a su
hijo Isaac? Ya lo
ves: Su fe y sus
obras actuaban
conjuntamente, y su
fe llegó a la
perfección por las
obras que hizo. Así
se cumplió la
Escritura que dice:
«Le creyó Abraham
a Dios, y esto se le
tomó en cuenta
como justicia», y fue
llamado amigo de
Dios. Como pueden
ver, a una persona
se la declara justa
por las obras, y no
solo por la fe. De
igual manera, ¿no
fue declarada justa
por las obras aun la
prostituta Rajab,
cuando hospedó a
los espías y les
ayudó a huir por
otro camino?
Tanto en Abraham,
el padre de la fe,
como en Rajab
podemos ver que su
fe actuaba
conjuntamente con
sus obras.
Evidentemente su fe
en Dios originó y
motivó sus acciones
y no al revés. Pero
no existe una
brecha o jerarquía
entre su fe y su
accionar. La fe
siempre es práctica.
La ortodoxia
(enseñanza
correcta) debe
siempre estar
unidad a la
ortopraxis (la
práctica correcta).
Santiago concluye
su argumento en el
versículo 26 de esta
manera: “Pues,
como el cuerpo sin
el espíritu está
muerto, así también
la fe sin obras está
muerta”. Nuestra fe
en Cristo y nuestras
acciones en
beneficio de los
demás son partes
indivisibles de la
gracia de Dios en
nuestras vidas. No
podemos conocer a
Dios si no le
servimos y no
podemos servir a
Dios si no le
conocemos.
Cualquier
inconsistencia entre
el cristianismo que
profesamos y
nuestras acciones el
resultado de un
evangelio
incompleto. Todo lo
que somos es
gracias a la gracia
de Dios y nuestras
acciones son la
manera en la que
también
anunciamos el
aroma de Cristo a
todos a nuestro
alrededor (2 Cor.
2:15)