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La Isabelina

La Isabelina fue una sociedad secreta fundada por Eugenio de Aviraneta para asegurar la sucesión al trono de Isabel II tras la muerte de Fernando VII y establecer una constitución liberal. La sociedad planeó un levantamiento el 24 de julio de 1834 pero fue descubierta por un infiltrado. Muchos de sus miembros, incluyendo Aviraneta y el general Palafox, fueron arrestados aunque la mayoría fueron liberados poco después debido a las confusas declaraciones de Aviraneta durante el interrogatorio. Aunque deb

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La Isabelina

La Isabelina fue una sociedad secreta fundada por Eugenio de Aviraneta para asegurar la sucesión al trono de Isabel II tras la muerte de Fernando VII y establecer una constitución liberal. La sociedad planeó un levantamiento el 24 de julio de 1834 pero fue descubierta por un infiltrado. Muchos de sus miembros, incluyendo Aviraneta y el general Palafox, fueron arrestados aunque la mayoría fueron liberados poco después debido a las confusas declaraciones de Aviraneta durante el interrogatorio. Aunque deb

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La Isabelina

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Eugenio de Aviraneta, litografía de Imp. d'Aubert & Cie. Bibliothèque nationale de


France.

José Ribelles, Alegoría de España con la reina María Cristina e Isabel II, Madrid,
Museo del Romanticismo.
La Isabelina o Confederación general de los guardadores de la Inocencia fue una
sociedad secreta fundada por Eugenio de Aviraneta,1 en la que se integraron en su
mayor parte funcionarios y militares liberales como el general José de Palafox,
duque de Zaragoza, Cayetano Cardero, Juan Van Halen, Juan Romero Alpuente, Álvaro
Flórez Estrada, Lorenzo Calvo de Rozas o Juan Palarea y Blanes, muchos de ellos
también masones, como lo era el propio Aviraneta, o antiguos carbonarios,2 llegando
el número de sus afiliados, según Antonio Pirala, hasta diez mil solo en Madrid.3

La Isabelina comenzó a organizarse en los últimos días del reinado de Fernando VII
para asegurar la sucesión al trono en la persona de Isabel II, de solo tres años, y
proclamar una Constitución liberal, dotándose de una estructura clandestina en la
que «los afiliados formaban triángulos para ayudarse mutuamente y escalar las más
altas posiciones».4 Muerto Fernando VII un pequeño grupo de afiliados protagonizó
un improvisado atentado contra Cea Bermúdez, frustrado al cambiar el cochero el
camino que le conducía de vuelta de palacio.5 En enero de 1834 Aviraneta fue
detenido en Guadalajara, cuando iba camino de Barcelona, acusado de conspirar
contra el gobierno de Cea Bermúdez, y fue desterrado a Santiago de Compostela, pero
logró escapar de la diligencia que lo conducía antes de llegar a Valladolid y
regresó clandestinamente a la corte para reanudar la actividad conspirativa.6

El 1 de marzo de 1834 se firmó el acta de constitución de la asociación, dirigida


por un directorio formado por siete miembros.7 Contrarios al Estatuto Real aprobado
como carta otorgada en abril de 1834, los isabelinos presentaron a la reina
gobernadora un proyecto de Constitución, según Pirala inspirado en la belga,
redactado por Juan de Olavarría,8 y conspiraron para promover una insurrección el
24 de julio, el mismo día en que estaba prevista la apertura de las cámaras.9 El
plan consistía en que los procuradores afiliados a la Isabelina apoyados desde las
tribunas del público, cuyos asientos habrían sido copados por los afiliados a la
sociedad, presentasen una moción para que el Estamento de procuradores se
constituyese en Cortes presuntas. Inmediatamente, secundando el paso dado por los
procuradores, se formarían barricadas en las calles por los elementos civiles de la
sociedad y los militares comprometidos se levantarían en armas al mando del general
Palafox, que se proclamaría capitán general de Madrid.10 Uno de los militares
conjurados, el capitán F. Civat, que se decía edecán de Espoz y Mina y emigrado en
1823, al finalizar el Trienio Liberal, y que había logrado ganarse la confianza de
los dirigentes de la sociedad, que lo habían enviado a Barcelona a organizar allí
la conspiración, resultó ser, sin embargo, un infiltrado de la policía, más tarde
pasado a las filas carlistas. La víspera de la insurrección, delatado por Civat,
Aviraneta fue detenido en su refugio y a continuación lo fueron también de
madrugada Palafox, Romero Alpuente, Calvo de Rozas y Olavarría, entre otros, y,
fuera de Madrid, José María Orense.11

Solo unos días antes había tenido lugar en Madrid el asesinato de varias decenas de
frailes, a los que la población de los barrios bajos, los más afectados por la
enfermedad, acusaba de haber extendido el cólera, y el gobierno de Martínez de la
Rosa, creyendo ver un fin político en esos desórdenes, acusó a la Isabelina de
estar detrás de los tumultos.12 Aviraneta siempre rechazó esta acusación y sostuvo
que la matanza de frailes no convenía a sus objetivos, que se habían visto al
contrario perjudicados al alarmar y poner en guardia a la policía contra ellos.13

A los ocho días o poco después la mayor parte de los detenidos habían sido puestos
en libertad,1415 gracias, al parecer, a las contradictorias y confusas
declaraciones de Aviraneta, que tan pronto acusaba a los infantes Luisa Carlota y
Francisco de Paula de estar implicados en la conjura como afirmaba que todo eran
proyectos fantásticos imaginados por él o amenazaba con sacar a la luz documentos
comprometedores, enmarañando de tal modo la investigación que el fiscal no pudo
probar nada.16

Aviraneta permaneció hasta mediados de agosto de 1835 en la Cárcel de Corte, donde


los presos políticos eran todos o en su mayor parte carlistas, «trabucaires
catalanes y valencianos, curas, frailes, abogados y guerrilleros de la Mancha» que,
contando con la connivencia del alcaide, absolutista fanático, controlaban la
prisión.17 Incómodo y desilusionado con sus antiguos amigos, que no hacían nada por
aliviar su situación,18 escribió al Gobierno denunciando una conspiración carlista
en la cárcel y, aunque no se le diera entero crédito, logró la detención del
alcaide y el traslado de los presos carlistas a la cárcel de la villa, ganando así
en tranquilidad el tiempo que aún estuvo preso. El 16 de agosto, aprovechando un
conato de motín, pudo finalmente fugarse y escapar a Zaragoza.19 La Isabelina no se
extinguió por ello. En 1836, ahora dirigida por Antonio Nogueras, la sociedad se
encontraba implantada en Andalucía occidental y Aviraneta, desterrado a las
Canarias, extendió la sociedad a las islas.20 Su fin llegó con el triunfo del motín
de los sargentos de La Granja —en el que es dudosa la participación de la Isabelina
— que, con la restauración de la Constitución de 1812, dejó a la sociedad sin
objetivos definidos, enfrentada a la masonería y dividida por rencillas internas.21

Referencias
La documentación es escasa y casi toda ella tiene a Aviraneta como fuente,
comenzando por Antonio Pirala, que trabajó sobre manuscritos proporcionados por
aquel, y Pío Baroja, pariente lejano, por lo que no se puede descartar que el
protagonista principal de las Memorias de un hombre de acción se otorgara un papel
más destacado del que realmente le pudiera haber correspondido. La utilización
hecha por Baroja de la documentación manuscrita fue ya criticada por José Luis
Castillo Puche en Memorias íntimas de Aviraneta o Manual del Conspirador (Réplica a
Baroja). Véase sobre todo ello, Busquets (1990), p. 79.
Busquets, pp. 79-80.
Pirala, t. I, p. 442. La cifra resulta «difícil de creer» para Claude Morange
(estudio preliminar a Olavarría, p. 130), para quien el número de conspiradores, al
contrario, debió de ser muy pequeño, recordando al respecto la opinión de Fermín
Caballero, que reducía la grandísima conspiración a la reunión de un puñado de
jóvenes románticos como Espronceda, sin programa y sin probabilidades de éxito,
utilizada por el Gobierno para desviar la atención de la opinión pública tras la
matanza de frailes del 17 de julio de 1834 en Madrid.
Baroja (1947), p. 131.
Baroja (1947), p. 133.
Baroja (1947), pp. 136-137.
«Les sociétés secrètes en Espagne», Revue de Paris, t. XXXV (1836), p. 228-294. El
artículo, sin firma, presentaba a los Isabelinos como una de las más influyentes de
las nuevas sociedades secretas españolas, organizada en decurias, centurias y
legiones y la decía relacionada con la Joven España de José de Espronceda, a la que
pertenecían también gran parte de sus miembros. Para el articulista eran sus
principales cabezas, Aviraneta, su fundador, Olaverría (sic), a quien tenía por
hombre de talento, y el general Palafox, calificado, al contrario, de «mediocre»,
p. 292.
Claude Morange en el estudio preliminar a las Reflexiones a las Cortes de
Olavarría, pp. 130-131, advierte, sin embargo, mayores semejanzas con la francesa
de 1830 y con el Acta constitucional redactada en 1819 posiblemente por el propio
Olavarría con el seudónimo de Beitia. El «Proyecto de Constitución para "La
Isabelina" (1834)», tomado de Pirala, se encuentra reproducido en las páginas 401-
407.
Pirala, t. I, p. 443 y nota 2.
Pirala, t. I, p. 444.
Pirala, t. I, pp. 443-445; Busquets, pp. 83-84. El Journal des débats politiques
et littéraires del 6 de agosto de 1834 publicaba una nota fechada en Madrid el 27
de julio con una relación de los más significados de los detenidos por su
implicación en la conspiración ultra liberal encabezada por Palafox, citando con él
al general Llanos, José García de Villalta, Alejandro O'Donnell, Van Halen, Calvo
de Rozas, Olavarría, Romero Alpuente y Avilaneta: Journal des débats, 6 de agosto
de 1834, Gallica, BnF. Sobre la detención de Orense, véase el comunicado redactado
por él mismo y publicado en El Eco del Comercio del 17 de enero de 1835, en el que,
al ser puesto en libertad provisional tras cinco meses de prisión, protestando por
la injusticia y dureza de la detención, afirmaba que los «cargos que acaban de
hacérseme versan sobre declaraciones de un tal Aviraneta, a quien no conocía ni de
nombre, ni de vista, y que dicen ser el gefe de una conspiración que debía estallar
el 24 de julio»: El Eco del Comercio, 17 de enero de 1835, p. 2.
El presidente del Consejo de Ministros, interpelado por la detención de Palafox,
declaró en la cámara que «después de los tristísimos sucesos del 17 y 18 de julio,
los ministros creyeron ver en ellos un síntoma, un anuncio de los medios que se
practican en todas las revoluciones: vislumbraron en aquellos desórdenes un fin
político, sospecharon que no habían sido más que un ensayo, al que no se había
podido dar toda la estensión necesaria por no haber parecido oportuna la ocasión y
las circunstancias. En vista de esto, sin duda, los conspiradores eligieron el
mismo día en que iba a abrirse el santuario de las leyes para conseguir su criminal
intento». Pirala, t. I, p. 445.
Baroja (1947), p. 140; Busquets, p. 83. Pirala, p. 442, afirma, sin embargo, que
la matanza de los frailes no fue preparada por la Isabelina, pero que luego esta
sociedad trató de aprovecharse de ella. Le Courrier Français del lunes 4 de agosto
de 1834, informando de las detenciones de «un certaine Aviraneta, secrétaire
général de la société des Isabelinos», Palafox, Palarea, Van Halen, Calvo de Rozas,
O'Donnell y otros, quienes habrían intentado proclamar la Constitución de 1812
aprovechando la reunión de las cámaras estamentales, se hacía eco también de la
información publicada en la Gazette de France en la que se relacionaba a las
sociedades secretas constituidas en España en el último año y las detenciones de
los isabelinos con la «masacre» de los conventos, responsabilizando a Van Halen
como «l'agent le plus actif». Le Courrier Français, n.º 216, 4 de agosto de 1834,
Gallica. BnF.
Pirala, t. I, p. 446.
Según Baroja (1947), p. 142, seguido por Busquets, «a las dos o tres semanas no
quedaban en la cárcel más que Beraza, Romero Alpuente y Aviraneta»; Beraza, que
tenía una elevada posición en el Gran Oriente, salió poco más tarde, y Romero
Alpuente, conocido por su radicalismo pero de muy avanzada edad, podría haber
permanecido algún tiempo más. A ellos ha de añadirse a Orense, que pasó cinco meses
en prisión.
Baroja (1947), p. 142.
Baroja (1947), p. 141.
En El escuadrón del Brigante, p. 28, Baroja pone en palabras de Aviraneta, preso
en la cárcel de Corte, una amarga queja dirigida contra el general Palafox, al que
tachaba de ser «hombre que une la ineptitud con la ambición, [y] cuya vida pública
y privada ha sido sospechosa» por su «conducta artera», tanto al comienzo de la
guerra de la Independencia como en su relación con la Isabelina, acusándolo de
falta de compromiso: «Sabía lo que pasaba, dejaba que los demás se comprometiesen.
¿Salía el movimiento bien? Pues el duque se aprovechaba. ¿Salía mal? Él no tenía
nada que ver».
Baroja (1947), pp. 144-145.
Busquets, p. 86.
Busquets, p. 87.
Bibliografía
Baroja, Pío, Aviraneta o la vida de un conspirador, Madrid, Espasa Calpe, col.
Austral, 1947.
Baroja, Pío, El escuadrón del Brigante, Madrid, Editorial Caro Raggio, 1992, ISBN
84-7035-001-3
Busquets, Julio, «Las sociedades secretas militares en la primera transición
española. La Isabelina (1833-1836)», en Ferrer Benimeli, José Antonio (coord.),
Masonería, revolución y reacción, vol. 1, 1990, ISBN 84-404-7606-X pp. 79-90.
Olavarría, Juan de, «Reflexiones a la Cortes» y otros escritos políticos,
selección, presentación y notas de Claude Morange, Bilbao, Servicio Editorial de la
Universidad del País Vasco, 2007, ISBN 978-84-8373-980-8
Pirala, Antonio, Historia de la guerra civil, y de los partidos liberal y carlista,
t. I, 2ª edición, Madrid, 1868
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