28 de Diciembre 2021 Latin

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28 DE DICIEMBRE DE 2021

LA MADRE, LA MEJOR Y SELECTA FLOR

P. Sergio A. Donoso

María había respondió libremente a los designios de Dios, y José con gran respeto hacia ella, en quien el Espíritu
Santo ha obrado grandes cosas, deja todo en las manos de Dios. Así fue que en el momento decisivo, se le apareció
en sueños un ángel del Señor y le dijo: «No temas recibir en tu casa a María, tu esposa» (Mt 1,20). José, no es el
padre carnal del hijo de María, él recibe la misión de hacer de padre a Jesús. José, acogiendo la voluntad de Dios,
actúa como esposo de María y como padre legal de Jesús.

En José, encontramos un hombre sencillo, de gran respeto, humilde, que supo acoger en secreto este misterio de
la acción de Dios en María y así fue que el hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, recibir a su esposa,
respetarla, cuidarla, acompañarla siempre y participar del nacimiento del Hijo.

Pero María de Nazaret, también es una mujer sencilla, campesina, y digo llena de sabiduría, no por mucho leer o
aprender, porque sabiduría es sabor, y quien ha probado el sabor de la presencia de Dios, se llena de
sabiduría, ahora la amada, favorecida, y encinta en espera del Hijo de Dios.

María se mira a sí misma, ella fue mujer consciente, de forma libre asumió esta responsabilidad ante Dios,
respondiendo ante El, con todo su yo humano, femenino, en la misión más importante encomendada por Dios
a una persona y cuenta con un esposo que la respeta, cree y confía en ella.

Solo Dios sabe por qué y para qué y cómo de qué manera enteramente libre actúa para escoger a la
madre de su Hijo, de entre tantas mujeres, «bendita es entre todas las mujeres.»

Que gran orgullo para la Joven María, mujer del pueblo judío, de un pueblo pequeño como Nazaret, de la
región de Galilea, sin riquezas, y viviendo bajo la ocupación romana. Esta mujer campesina que expresa «Proclama
mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque se ha fijado en su humilde
esclava» (Lc. 1,46-48-49). Nos enorgullece que sea nuestra amada madre, y nos contenta que sea una
mujer de pueblo, y humilde, es por todo esto por lo que María da tanta confianza a los pobres para expresar sus
penas y sus alegrías, ella nos conoce.

Ahí está María, preparando su ropa, la de su hijo que pronto va nacer y la de su esposo, hay que ir a Belén para
asistir al censo, el viaje será agotador, por caminos desérticos, pero la confianza en Dios Padre, y el deseo de
someterse a la voluntad de El, le permite hacer sus preparativos con alegría, buena ocasión para cantarle a Dios,
Salmos de Alabanzas.

Mientras José, su leal y tierno esposo, prepara el asno, noble animal que a paso suave llevará sobre si a la
Joven Virgen Madre, por cerros y quebradas, prepara la montura lo más suave posible, ata algunos botijos con
agua, carga algunos dátiles y otros frutos para el camino.

¡Vamos María!, exclamó José, al entrar a buscarla, y agregó, ¿estas dispuesta a este duro viaje?, María, siguiendo
esa inspiración divina tan especial, asienta con su cabeza la aprobación de partir.

José, lamentándose un poco por el sacrificio que tendrá que hacer su esposa embarazada, comenta, María,
tenemos que obedecer el decreto de César Augusto que ordena un empadronamiento general, allá vamos.

El empadronamiento, había atraído a multitud de extranjeros a Belén, María y José sufrían las consecuencias de
tanto visitante y no encuentran alojamiento, pero hay que encontrar un lugar para descansar, y proteger a
María por avanzado embarazo, así, fue como llegan a alojarse en una gruta que servía de refugio para los animales.
En una de esas noches, «Estando allí, se cumplieron los días de su parto» (Lucas 2:6); alrededor varios
pastores «estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño» (Lucas 2:8). José fue por una comadrona y
elementos de ayuda, y luego regreso junto a su amada, tomo un paño, y secó el sudor de su esposa y le entregó
su confianza como esposo, y rezó para pedir a Dios protección.

Algo especial se notaba de nuevo en esa noche, las estrellas entregaban todo su resplandor, entre ellas
había una que se destacaba más que las otras, de pronto el viento dejo de ulular, se oía el silencio, María recordó
el día en el cual se le presentó el Ángel, por su parte José, se apoyaba en su vara y recordaba como salió la paloma de
entre la vara que era la suya, y presintiendo la presencia de Dios, elevó su mirada al Cielo, como buscado
hablar con el Padre, para ratificar su lealtad y fidelidad.

Las manos de José terminaban de preparar con la paja de los animales un humilde pesebre, cuando escuchó el
llanto del niño recién nacido, entrelazó los dedos junto a su pecho como tratando de calmar los latidos del
corazón, y se acercó a María, su joven y Virgen esposa, quien cansada como toda mujer que ha tenido un
parto, pero sin ninguna muestra de dolor y debilidad, ella con ese don de su condición femenina y de
Madre, le sonríe, y le enseña al Hijo.

Después de dar a luz a su Hijo, María «le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre» (Lucas 2:7).

Mientras José y María, contemplaban al niño, se oyeron unas voces que se acercaban, y unos pequeños borregos
que balaban, eran los pastores que hacían vigilia en los alrededores cuidando su rebaño y que habiendo sido
avisados por los ángeles, se acercan al pesebre a dar «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra Paz a los hombres de
buena voluntad.»

Mira, mira es un niño, exclamó al llegar un pastorcillo cerca, las candelas de la gruta alumbraban intensamente, y
el resplandor que había casi los encandilaban.

Es una noche de Júbilo exclamó alguien casi cegado por la luz, me invade una alegría desmesurada dijo
otro.

Pasados ocho días, María y su esposo, llevaron al Recién nacido a la Sinagoga para proceder a la circuncisión, y
le dieron el nombre de Jesús.

María había comenzado a cumplir ahora su rol de Madre, entregando toda la natural ternura de mujer madre a su
Hijo, preocupándose de la alimentación, de la muda y de cariño al recién nacido.

Cómo te sientes, preguntó José, muy bien, le responde María, y agrega, he observado que esa estrella que
está al oriente, brilla y brilla más que todas las otras, así es le responde José, pero nada brilla tanto como el
Niño, y tu estás bellísima, eres la más hermosa flor del jardín del Señor, ella sonríe, mira al niño, luego a su esposo
diciendo gracias José, adoremos al Hijo de Dios.

Arrodillados junto al Niño se encontraban José y María, cuando se escuchó la llegada de visitantes, alguien dijo
¡son reyes de oriente!, ¡vienen a adorar al recién nacido! ¡Son tres y le traen regalos!

María y José, sabían que toda madre judía de un varón hebreo tenía que presentarse cuarenta días después de su
nacimiento para su purificación legal, costumbre judía, el primogénito tenía que ser presentado en esa misma
ocasión, ellos acataron la ley, y como pobres en vez de ofrecer un cordero, presentaron el sacrificio de los
pobres, este consistía en un par de tórtolas o de pichones.

Terminaban los ritos de la ceremonia, cuando sorprendido, Simeón toma al Niño en sus brazos y da
gracias a Dios por el cumplimiento de sus promesas, hace una llamada de atención sobre la universalidad de
la salvación que iba a venir a través de la redención mesiánica «la que has preparado ante la faz de todos los
pueblos; luz para iluminación de las gentes y gloria de tu pueblo, Israel» (Lucas 2:31).
María y José comenzaron ahora a conocer más plenamente a su divino Hijo; ellos «estaban maravillados de las
cosas que se decían de Él» (Lucas 2:33).

Sin embargo, como si quisiera preparar a su Bienaventurada Madre para el misterio de la cruz, el santo
Simeón le dijo: «Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción; y
una espada atravesará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones» (Lucas 2:34-
35).

Al oír estas palabras, María entristeció, experimentó un gran dolor en el corazón, y se retiró triste junto a José,
estaba asombrada, ¿que habrá querido decir Simeón? Algo estaba ocurriendo en el reino de Herodes, oscuros
propósitos se vislumbraban, así fue que mientras dormía María, se acercó hasta ella José, diciéndole, ¡María
tenemos que partir lejos!,

Sucedió que Poco después de la partida de los magos, José recibió el mensaje del ángel del Señor, había que huir:

«Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y partió para Egipto» (Mateo 2:14).

Así fue, rápidamente, José obedeciendo al Ángel, hizo los preparativos para la huida, María tomó a Jesús en
brazos, en actitud de protección, y comentó que los judíos perseguidos siempre habían buscado refugio en Egipto (cf.
III Reyes 11:40; IV Reyes 25:26); ¡Vamos José, son numerosos los judíos que habitan en el Nilo!

Vamos, María, contestó José, el Señor está con nosotros, confiemos en El, hasta que llegue el día del retorno, Él
ya debe saber para cuándo y nos dará la señal para regresar.

María vuelve a subir a su asno y con su Hijo en brazos, como toda buena Madre, le da calor y protección, José
sonríe, la mira y le dice ¡María, buena Madre, Selecta Flor! porque para él es considerada la mejor en relación
con todos, es la Elegida de Dios.

ORACIONES DEL ROSARIO TRADICIONAL


Las Intenciones por la Iglesia, Nuestra Nación y el Mundo son las siguientes:

Dios Padre nuestro, por favor envíanos sacerdotes santos, todos por el Sagrado y Eucarístico Corazón de
Jesús, todos por el Doloroso e Inmaculado Corazón de María, en unión con San José
Rogamos por la Restauración de la Fe Católica en el mundo
Por la Libertad Religiosa en todo el mundo
Por la Paz y la Libertad en todos nuestros países
Por el Fin del aborto y el Respeto a la Vida

Deus meus, in te credo, te adoro, tibi confido, te amo! Pro illis qui non credent, non adorant, non confident,
et non amant veniam supplico.

Deus meus, in te credo, te adoro, tibi confido, te amo! Pro illis qui non credent, non adorant, non confident,
et non amant veniam supplico.

Deus meus, in te credo, te adoro, tibi confido, te amo! Pro illis qui non credent, non adorant, non confident,
et non amant veniam supplico.

Sanctissima Trinitas, te adoro! Deus meus, Deus meus, te amo in Sanctissimo Sacramento.

Sanctissima Trinitas, te adoro! Deus meus, Deus meus, te amo in Sanctissimo Sacramento.

Sanctissima Trinitas, te adoro! Deus meus, Deus meus, te amo in Sanctissimo Sacramento.
Sanctissima Trinitas, Pater, Filius et Spiritus Sanctus, profunde te adoro; tibi offero pretiosissimum corpus,
sanguinem, animam et divinitatem Iesu Christi praesentem in totis tabernaculis mundi in reparatione
contumeliarum, sacrilegiorum, et neglegentiarum, quibus offenditur. Per infinita merita Sacratissimi Cordis
Iesu et Immaculatae Cordis Mariae conversionem peccatorum peto. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus
Sancti. Amen.

MYSTERIA DOLOROSA ROSARIUM VIRGINIS MARIAE

(✝) Per signum (✝) Sancte Crucis


(✝) de inimicis (✝) nostris
(✝) libera nos (✝) Deus noster.

In nomine Patris, et Filii,


et Spiritus Sancti. Amen.

Symbolum Apostolorum

Crédo in Déum,
Pátrem omnipoténtem,
Creatórem cáeli et térræ.
Et in Iésum Chrístum,
Fílium éius únicum,
Dóminum nóstrum,
qui concéptus est
de Spíritu Sáncto,
nátus ex María Vírgine,
pássus sub Póntio Piláto,
crucifíxus, mórtuus, et sepúltus.
Descéndit ad ínferos:
tértia díe resurréxit a mórtuis:
ascéndit ad cáelos:
sédet ad déxteram Déi Pátris
omnipoténtis:
índe ventúrus est
iudicáre vívos et mórtuos.

Crédo in Spíritum Sánctum,


sánctam Ecclésiam Cathólicam,
Sanctórum communiónem,
remissiónem peccatórum,
cárnis resurrectiónem,
vítam ætérnam. Amen.

1 Pater Noster

Páter nóster, qui es in cáelis,


sanctificétur nómen túum.
Advéniat régnum túum.
Fíat volúntas túa,
sícut in cáelo et in térra.

Pánem nóstrum
quotidiánum da nóbis hódie,
et dimítte nóbis débita nóstra,
sícut et nos dimíttimus
debitóribus nóstris.
Et ne nos indúcas in tentatiónem:
sed líbera nos a málo. Amen.

3 Ave Marías

Áve María, grátia pléna,


Dóminus técum;
benedícta tu in muliéribus,
et benedíctus frúctus véntris túi,
Iésus.

Sáncta María, Máter Déi,


óra pro nóbis peccatóribus,
nunc et in hóra mórtis nóstræ.
Amen.

Gloria

Glória Pátri, et Fílio,


et Spirítui Sáncto.
Sícut érat in princípio
et nunc et sémper
et in sáecula sæculórum. Amen.

Maria Mater gratiæ,


Mater misericordiæ,
Tu nos ab hoste protege
Et hora mortis suscipe.

O Iésu mi, ignósce nóbis,


libera nos ab ígne inférni,
ad caélum tráhe ómnes ánimas,
praesáertim máxime indigentes
misericordiæ tua.

Prímum mystérium est:

Orátio in horto Dómini nostri Iésu Christi

1 Páter nóster,
10 Ave Marías,
Gloria.

Maria Mater gratiæ, Mater misericordiæ.


Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

O Jésu mi, ignósce nóbis, libera nos ab ígne inférni, ad caélum tráhe ómnes ánimas, praesáertim máxime
indigentes misericordia tua.
Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la resignación
a la voluntad de Dios y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Secúndum mystérium est:

Flagellátio Dómini nostri Iésu Christi

1 Páter nóster,
10 Ave Marías,
Gloria.

Maria Mater gratiæ, Mater misericordiæ.


Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

O Jésu mi, ignósce nóbis, libera nos ab ígne inférni, ad caélum tráhe ómnes ánimas, praesáertim máxime
indigentes misericordia tua.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la
mortificación y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Tertium mystérium est:

Coronátio spinis Dómini nostri Iésu Christi

1 Páter nóster,
10 Ave Marías,
Gloria.

Maria Mater gratiæ, Mater misericordiæ.


Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

O Jésu mi, ignósce nóbis, libera nos ab ígne inférni, ad caélum tráhe ómnes ánimas, praesáertim máxime
indigentes misericordia tua.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la humildad y
humildemente pongo este ramo a tus pies.

Quartum mystérium est:

Bajulátio Crúcis Dómini nostri Iésu Christi

1 Páter nóster,
10 Ave Marías,
Gloria.

Maria Mater gratiæ, Mater misericordiæ.


Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

O Jésu mi, ignósce nóbis, libera nos ab ígne inférni, ad caélum tráhe ómnes ánimas, praesáertim máxime
indigentes misericordia tua.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud de la paciencia
en la adversidad y humildemente pongo este ramo a tus pies.
Quintum mystérium est:

Crucifíxio et mors Dómini nostri Iésu Christi

1 Páter nóster,
10 Ave Marías,
Gloria.

Maria Mater gratiæ, Mater misericordiæ.


Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

O Jésu mi, ignósce nóbis, libera nos ab ígne inférni, ad caélum tráhe ómnes ánimas, praesáertim máxime
indigentes misericordia tua.

Santa Madre de Dios, uno estas rosas rojas como la sangre, con mi petición por la virtud del amor de
nuestros enemigos y humildemente pongo este ramo a tus pies.

Salve Regina

Sálve Regína, máter misericórdiæ:


víta, dulcédo, et spes nóstra, sálve.
Ad te clamámus, exsúles fílii Hévæ.
Ad te suspirámus, geméntes et fléntes
in hac lacrimárum válle. Éia érgo,
Advocáta nóstra, íllos túos
misericórdes óculos ad nos convérte.
Et Iésum, benedíctum frúctum véntris túi,
nóbis post hoc exsílium osténde.
O clémens, O pía, O dúlcis Vírgo María

V. Óra pro nóbis sáncta Déi Génitrix


R. Ut dígni efficiámur promissiónibus Chrísti.

Orémus:

Deus, cuius Unigénitus per vitam,


mortem et resurrectiónem suam
nobis salútis ætérnæ præmia
comparávit: concéde, quæsumus:
ut hæc mystéria sacratíssimo
beátæ Maríæ Vírginis Rosário
recoléntes, et imitémur quod cóntinent,
et quod promíttunt, assequámur.
Per eúndem Christum Dóminum nostrum.
Amen.

Concede nos famulos tuos,


quaesumus, Domine Deus,
perpetua mentis et corporis sanitate gaudere:
et gloriosa beatae Mariae semper Virginis intercessione,
a praesenti liberari tristitia,
et aeterna perfrui laetitia.

Per Christum Dominum nostrum. Amen.


Maria mater Dei, Mater nobis et nobis illos
Ora pro nobis, Amen.

Precatio Ad S. Michaelem Archangelum

Prínceps gloriosíssime coeléstis milítiae, sancte Míchael Archángele, defénde nos in proélio et
colluctatióne, quae nobis est advérsus príncipes et potestátes, advérsus múndi rectóres tenebrárum
hárum, contra spirituália nequítiae, in coeléstibus (Eph 6,12). Véni in auxílium hóminum; quos Deus creávit
inexterminábiles, et ad imáginem similitúdinis suae fécit, et a tyránnide diáboli emit prétio mágno (Sap 2,1;
Cor 6).

Proeliáre hódie cum beatórum Angelórum exércitu proélia Dómini, sícut pugnásti ólim contra dúcem
supérbiae lucíferum et ángelus éjus apostáticos; et non valuérunt, néque lócus invéntus est eórum ámplius
in caélo. Sed projéctus est dráco ílle mágnus, sérpens antíquus, qui vocátur diábolus et sátanas, qui
sedúcit univérsum órbem; et projéctus est in térram, et ángeli éjus cum íllo míssi sunt (Apoc 12).

En antíquus inimícus et homicída veheménter eréctus est. Transfigurátus in ángelum lúcis, cum tóta
malignórum spirítuum catérva láte círcuit et invádit térram, ut in ea déleat nómen Dei et Christi éjus,
animásque ad aetérnae glóriae corónam destinátas furétur, máctet ac pérdat in sempitérnum intéritum.

Vírus nequítiae suae, támquam flúmen immundíssimum, dráco maléficus transfúndit in hómines
depravátos ménte et corrúptos córde; spíritum mendácii, impietátis et blasphémiae; halitúmque mortíferum
luxúriae, vitiórum ómnium et iniquitátum. Ecclésiam, Ágni immaculáti spónsam, vaférrimi hóstes
replevérunt amaritudínibus, inebriárunt absínthio; ad ómnia desiderabília éjus ímpias misérunt mánus. Úbi
sédes beatíssimi Pétri et Cáthedra veritátis ad lúcem géntium constitúta est, ibi thrónum posuérunt
abominatiónis et impietátis suae; ut percússo Pastóre, et grégem dispérdere váleant.

Adésto ítaquae, Dux invictíssime, pópulo Dei contra irrumpéntes spiritáles nequítias, et fac victóriam. Te
custódem et patrónum sáncta venerátur Ecclésia; te gloriátur defensóre advérsus terréstrium et infernórum
nefárias potestátes; tíbi trádidit Dóminus ánimas redemptórum in supérna felicitáte locándas. Deprecáre
Deum pácis, ut cónterat sátanam sub pédibus nóstris, ne últra váleat captívos tenére hómines, et
Ecclésiae nocére. Óffer nóstras préces in conspéctu Altíssimi, ut cíto antícipent nos misericórdiae Dómini,
et apprehéndas dracónem serpéntem antíquum, qui est diábolus et sátanas, ac ligátum míttas in abýssum,
ut non sedúcat ámplius géntes (Apoc 20).

Hinc tuo confísi praesídio ac tutéla sácra Sánctae Mátris Ecclésiae auctoritáte, ad infestatiónes diabólicae
fráudis repelléndas in nómine Jésu Chrísti Dei et Dómini nóstri fidéntes et secúri agrédimur.

V. Écce Crúcem Dómini, fúgite pártes advérsae.


R. Vícit Leo de tríbu Júda, rádix Dávid.
V. Fíat misericórdia tua Dómine, super nos.
R. Quemádmodum sperávimus in te.
V. Dómine, exáudi oratiónem méam.
R. Et clámor meus ad te véniat.

Orémus

Deus, et páter Dómini nóstri Jesu Christi, invocámus nómen sánctum tuum, et clemántiam tuam súpplices
expóscimus: ut per intercessiónem immaculátae semper Vírginis Dei Genitrícis Maríae, beáti Michaélis
Archángeli, beáti Jóseph ejúsdem beátae Vírginis Sponsi, beatórum Apostolórum Pétri et Páuli et ómnium
Sanctórum, advérsus sátanam, omnésque álios immúndos spíritus, qui ad nocéndum humáno géneri
animásque perdéndas pervagántur in múndo, nóbis auxílium praestáre dignéris.
Per eúmdem Chrístum Dóminum nóstrum.
R. Ámen.

Consecratio a la beatae Virginis Mariae

O Dómina mea! O Mater mea! Tibi me totum óffero, atque, ut me tibi probem devótum, consécro tibi hódie
óculos meos, aures meas, os meum, cor meum, plane me totum. Quóniam ítaque tuus sum, o bona Mater,
serva me, defénde me, ut rem ac possessiónem tuam. Amen.

O Dómina mea! O Mater mea! Meménto esse me tuum. Serva me, defénde me, ut rem ac possessiónem
tuam.
Amén.

In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

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