Desmotivados Improductivos

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Resumen del libro

Desmotivados =
improductivos
por Inmaculada Cerejido
Las verdaderas razones de la falta de productividad

Introducción

El trabajo satisface nuestros profundos anhelos de ocupar


un lugar en la sociedad o en el grupo en el que vivimos.
Aceptando como cierta esta afirmación, cabe
preguntarse: ¿cómo hemos convertido una actividad tan
necesaria para el bienestar del ser humano en un
castigo?, ¿hemos creado entornos laborales en los que el
ser humano no quiere participar? La respuesta a estas
preguntas es la clave para entender la desmotivación y para conocer las razones por las que la
mayoría de los empleados no cree en las organizaciones para las que trabaja.

No podemos hablar de gestión de personas ni de compromiso cuando tan solo podemos gestionar
tiempo y presencia. Los trabajadores que no traen su “alma” al trabajo no son más que un
instrumento incapaz de aportar el más mínimo valor a lo que hace.

Este libro ayudará a descubrir el punto en el que se rompe la conexión que hace posible que el
trabajo sea una realidad que alimenta a la persona y pase a convertirse en el elemento que lleva al
individuo a la angustia existencial.

La desmotivación laboral acaba generando problemas psíquicos de envergadura que, en muchos


casos, finalizan en enfermedades físicas y emocionales. Las consecuencias de la automatización, de la
sobreespecialización en tareas simples y repetitivas, la deshumanización del trabajo, la monotonía, la
falta de interés hacia el trabajador, los salarios inadecuados, un estilo de dirección y gestión
erróneo… son el origen de la poca rentabilidad de muchas organizaciones y de un excesivo gasto
social.

Debemos tomarnos en serio este asunto si deseamos convertirnos en profesionales y en


organizaciones capaces de sobrevivir en un futuro cada vez más exigente y competitivo.

© 2014 Leader Summaries. Resumen autorizado de: Desmotivados = improductivos, por


Inmaculada Cerejido, © 2012 Empresa Activa.

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Resumen del libro: Desmotivados = improductivos

La motivación laboral

Una de las mayores preocupaciones de los directivos es cómo motivar a sus colaboradores. La
motivación es el combustible que genera el movimiento en los profesionales, como la propia palabra
indica, es “motivo para la acción”. Entre las competencias del rol directivo están aquellas que hacen
posible generar un entorno de trabajo que posibilite el compromiso y la satisfacción de los
colaboradores. Conviene, por tanto, no olvidar que la tarea fundamental de un directivo no es
motivar, sino no desmotivar, es decir, no impedir que el profesional haga uso de sus motivos de
acción.

El ser humano, en origen, es un animal cazador, territorial y jerárquico: necesita retos para
mantenerse sano emocional y mentalmente. Las organizaciones convierten a los cazadores en
animales de granja que viven día a día sin más reto que continuar igual que ayer, con el único
objetivo de mantener el statu quo.

Decir que nuestro equipo está desmotivado es una afirmación poco concreta que encierra multitud
de realidades y nos ofrece una definición muy difusa del problema. Entre los equipos de los que
están desmotivados conviven cuatro tipos de profesionales: insatisfechos, frustrados, cansados y los
realmente desmotivados.

Los profesionales insatisfechos son aquellos que han trabajado bien y que no han recibido lo
que esperaban tanto en lo material como en lo intangible (ascenso, reconocimiento, consideración o
flexibilidad).

La gestión inadecuada de las expectativas es la mayor fuente de insatisfacción profesional. Para


evitarla es importante gestionar desde la claridad y ser un empleado capaz de expresar claramente lo
que se espera y solicitarlo. La sinceridad siempre genera satisfacción, aunque se requiera valentía
para practicarla.

Los profesionales frustrados son aquellos a los que les gustaría hacer más de lo que se les
permite en su puesto, aquellos que sienten que poseen una mayor capacidad de la que ponen en
juego en su práctica diaria. Por lo general, son profesionales mal dirigidos, suelen ser ambiciosos y
con iniciativa pero con un jefe que no sabe ofrecerles un proyecto donde puedan canalizar su
abundante energía profesional.

También hay personas cansadas o profesionales que necesitan tomarse un tiempo para
mirarse a sí mismos. En muchas ocasiones el cansancio procede de un ritmo excesivamente alto
de trabajo, de demandas que no contemplan los límites de los profesionales. En otros casos, el
cansancio es el resultado de la suma de actividades profesionales y personales. El cansancio produce
desilusión, confusión, desinterés y algunos otros síntomas que podrían confundirse con la
desmotivación.

El último tipo, los profesionales que realmente están desmotivados, son aquellos que no
tienen ningún motivo para actuar, que han perdido la perspectiva y el sentido de su tarea, de su
aportación y de su valor. Muchos de ellos fueron uno de los tres tipos anteriores durante bastante
tiempo, otros tienen un problema de enfoque vital y otros sufren unas condiciones laborales que no
hacen posible hablar de motivación.

Cada uno de estos cuatro tipos requiere de acciones de liderazgo diferentes para recuperar la ilusión

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y la fuerza profesional. Confundir estos cuatro estados nos garantiza un fracaso total en la
implantación de las mejores prácticas motivadoras.

• Para un “desmotivado”, invitarle a tomarse un tiempo de descanso empeoraría aún más su


situación.

• Para un “insatisfecho”, participar en acciones de carácter “lúdico-motivador” puede ser


entendido como un insulto.

• Para un “profesional frustrado”, el seguimiento basado en la proximidad, olvidando darle el


espacio profesional que necesita, resulta una ofensa.

• Ofrecer proyectos o retos a un profesional cansado le llevará a un mayor nivel de abatimiento.

Estos errores, aunque parecen tan de bulto que resultaría difícil cometerlos, son más comunes de lo
que pensamos.

Los profesionales frustrados, aunque no lo parezca, están motivados, únicamente necesitan espacio
profesional; los insatisfechos necesitan reconocimiento real tanto en lo material como en lo
intangible; los cansados necesitan tiempo para el descanso y reorganizar sus prioridades; y los
desmotivados proyectos o razones para actuar.

La importancia de los objetivos. La evidencia de que los profesionales son autónomos y


responsables es que asumen sus objetivos, así como la evaluación de su rendimiento en función de su
cumplimiento. Una de las principales causas de desmotivación es la falta de objetivos o el carácter
inalcanzable de estos.

Muchos de los profesionales que parecen desmotivados en realidad son víctimas de un jefe que ha
confundido las funciones con los objetivos. Confundir funciones y objetivos significa que no se
materializan los objetivos, que se piden tareas sin indicar el para qué, el cuánto o el hasta cuándo.

Imaginemos que tuviéramos en nuestra plantilla a un atleta. No deberíamos decirle que su tarea es
correr, sino qué carreras debe ganar y cuáles son los tiempos que debe mejorar. Él ya sabe que su
función es correr, lo importante es que sepa para qué lo hace y, sobre todo, hacia dónde.

Tipos de motivación. Actuamos porque recibimos algo a cambio o por la satisfacción que nos
produce la propia acción. Estos dos tipos de motivación han recibido el nombre de motivación
interna y externa.

Los modelos empresariales basados en profesionales motivados por elementos externos como
dinero, viajes, coche de empresa, cenas y una multitud de sofisticados paquetes retributivos son
paradigmas cortoplacistas que dañan la autonomía del empleado y requieren mejoras continuas.

La motivación intrínseca tiene un valor y durabilidad mayores. Es la que únicamente depende del
individuo. Nos motiva lo que nos hace sentirnos bien y nos desmotiva aquello que nos hace sentirnos
mal, independientemente del valor que posea externamente. Los directivos que impiden la iniciativa,
la aportación o el movimiento en sus colaboradores hacen imposible que en ellos se desarrolle la
motivación intrínseca.

Lo que coloquialmente llamamos desmotivación no es sino una forma de estar motivado por otra
cosa. Deberíamos revisar hacia dónde dirigimos nuestro comportamiento y prestar atención a malas
razones de lo que boicoteamos, sin juzgarnos y penalizarnos por lo que hacemos.

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No existen personas desmotivadas sino personas motivadas por otras razones distintas a las que
dicen tener, pero por las que no se atreven a luchar.

La motivación desde el punto de vista de las personas

Sin tener una imagen clara de uno mismo es prácticamente imposible estar motivado y alcanzar un
buen desempeño. El individuo necesita saber quién es para saber cómo optimizar su rendimiento,
qué competencias tiene para hacer frente al entorno y qué le moviliza para mantener el esfuerzo y el
compromiso que la tarea requiere. Un profesional que no sabe quién es sufre fuertes subidas y
bajadas de entusiasmo y es excesivamente dependiente de los elementos externos para sentirse
satisfecho con lo que hace.

Autoconcepto: cómo llegamos a conocernos. Solo desde un concepto adecuado de sí mismo es


posible un individuo centrado, motivado y emocionalmente inteligente. El autoconcepto se va
desarrollando en la persona a lo largo de toda su vida.

Dedicamos multitud de esfuerzos a organizar, formar, motivar, alinear... al capital humano. Pero si la
persona no posee una identidad clara de sí misma, no logrará alcanzar éxito.

La falta de conocimiento de nosotros mismos es un mal que comparten colaboradores y directivos.


Cuando un profesional se conoce, se acepta y se aprecia es capaz de llevar a cabo un comportamiento
profesional motivado y basado en el compromiso.

El proceso de autoconocimiento no es sencillo ni breve, tenemos que luchar contra la imagen ideal
que hemos ido construyendo a lo largo de nuestra vida y sustituirla por una imagen real.

Los planes de formación están centrados en capacitar a los profesionales en nuevos conocimientos y
habilidades. Sin embargo, las políticas de formación y desarrollo deberían incluir acciones
orientadas a mejorar el autoconocimiento de los profesionales facilitándoles fichas de recogida de
datos personales y profesionales, test, cuestionarios, dinámicas de grupo, análisis de situaciones,
sesiones de puesta en común, evaluaciones de 360 grados que incluyan un adecuado y completo
feedback. Conocerse mejor garantiza un mayor aprovechamiento de los recursos formativos y de las
herramientas, así como un mejor manejo de las situaciones profesionales. Antes de adquirir nuevas
habilidades hace falta conocer con certeza las que ya se poseen o las que se necesitan.

Autoestima: cómo llegamos a querernos. Además de conocernos tenemos que querernos. Al


hecho de querernos lo llamamos autoestima, que es la evaluación positiva de uno mismo. La
autoestima es más que un sentimiento, es el filtro con el que percibimos y pensamos. Por eso
podemos afirmar que la autoestima regula nuestra conducta, convirtiéndose así en la clave de
nuestro éxito social y personal.

La autoestima debería considerarse una competencia profesional, pues determina el desarrollo


exitoso de otras muchas competencias, como las vinculadas con la comunicación, relación,
innovación, compromiso y calidad o autoexigencia.

La autoestima no debemos entenderla solo como un fenómeno personal e íntimo de cada individuo,
sino desde una perspectiva más amplia a la que podemos acuñar como “autoestima organizacional”.
Este término hace referencia al autoconocimiento y autoestima que tiene la organización de sí misma
y cada uno de los profesionales que la componen. Cuando intervenimos en las organizaciones en

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programas de implantación de valores y cultura, en la alineación de los profesionales con los


objetivos corporativos o en programas formativos y de desarrollo, en realidad estamos trabajando
sobre la autoestima de la organización.

Una organización que se conoce a sí misma y se valora positivamente tiene incorporadas políticas de
funcionamiento y comunicación claras y transparentes, además de potenciar en sus profesionales
similares sentimientos.

La buena autoestima es incompatible con el miedo y con permanecer en la zona de confort más allá
de lo saludable. Los profesionales con autoestima positiva de sí mismos, muestran una actitud
abierta y optimista, participan activamente en la consecución de los objetivos de la compañía,
solicitan y emiten a sus superiores impresiones acerca del trabajo que desempeñan, leen, investigan,
son flexibles y comprometidos. Una organización sin miedo tiene herramientas de recogida y análisis
de la información, premia la innovación y la participación, incentiva la formación interna o el
compartir conocimiento y posee organigramas abiertos.

Tener buena autoestima profesional, no quiere decir que podemos hacerlo todo y hacerlo siempre
bien. Significa que reconocemos nuestras habilidades y limitaciones, asumimos responsabilidad,
riesgos y tomamos decisiones, pedimos ayuda, no nos molestan las criticas, tenemos expectativas
realistas, confiamos en nuestro esfuerzo, nos adaptamos a los cambios y tratamos de ser originales y
creativos.

El pensamiento positivo es el producto de la autoestima; modificar el pensamiento de un individuo


que no se quiere, que no se valora, que no se acepta, es un acto estéril.

Los colaboradores pueden perder su autoestima por el hecho de ser víctimas de actitudes
autoritarias, críticas, rígidas o de desprecio. En tal caso no sólo trabajan mal y se sienten mal, sino
que buscan desquitarse provocando problemas.

Por otra parte, tan nocivo resulta en las organizaciones la baja autoestima como la autoestima
inflada. En palabras de san Agustín: “La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está
hinchado parece grande, pero no está sano”. Muchas organizaciones tienen su autoestima hinchada
y, por tanto, son entornos enfermos incapaces de generar espacios profesionales donde puedan
trabajar profesionales sanos, donde no es posible hablar de motivación ni de automotivación.

La autoestima inflada de la organización hace que se descuide la información de lo que hace la


competencia, que no se controlen los procesos de producción, que se generen ambientes de maltrato
y abuso de los profesionales, que se menosprecie el talento, que se asuman riesgos con menos
recursos de los necesarios y que los clientes tengan la percepción de ser engañados.

Cuando la autoestima es buena, la organización y el profesional se sienten seguros de sí mismos. No


tienen necesidad de demostrarlo continuamente y no necesitan que los demás se lo reconozcan,
generan y poseen expectativas realistas.

Si un profesional no se siente con capacidad para hacer bien su tarea, no dispone de autonomía para
tomar sus propias decisiones, no tiene área sobre la que ejercerla o no hay un proyecto en la
organización que integre su trabajo, su autoestima será inevitablemente baja. Son necesarios los tres
factores descritos para sentirnos bien.

Para mejorar el nivel de autoestima en una organización es importante que los directivos realicen un
trabajo personal sobre su propio autoconcepto y posteriormente lleven a cabo un plan de acción para

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el desarrollo de la autoestima en todos los niveles de la organización.

La capacidad emocional. Sabemos que el conocimiento y control de uno mismo, así como la
capacidad para relacionarnos de manera positiva generando relaciones constructivas, son elementos
diferenciadores tanto en la toma de decisiones como en el nivel de rendimiento y en la satisfacción
personal y de quienes nos rodean. Por tanto, la capacidad emocional es una parte importante de
nuestra capacidad productiva.

Las acciones y actitudes que constituyen la capacidad emocional son las siguientes:

• Aceptarnos y respetarnos tal y como somos.

• Tener habilidad para expresar y defender los propios derechos, teniendo en cuenta a los demás
y procurando no hacer daño (asertividad).

• Reconocer las emociones de los otros.

• Ser capaz de adaptarse a las circunstancias, aunque estas no nos gusten.

• Tener capacidad para sufrir y aceptar situaciones imprevistas sin venirse abajo.

• Controlar la expresión de las emociones y de la intensidad de las mismas.

• Tener la habilidad de disfrutar y sentirse satisfecho con lo que se tiene y se ha conseguido.

El control emocional no es cuestión de esfuerzo, sino de sustitución de las percepciones que hacemos
de la realidad. En psicología se describen los pensamientos distorsionados como los filtros que
habitualmente usamos para experimentar sentimientos negativos. Las emociones negativas no están
relacionadas con la personalidad o las circunstancias, sino con el tipo de pensamiento que aplicamos
para interpretar la realidad.

Los pensamientos distorsionados nos ofrecen una visión del mundo y de nosotros mismos que nos
emborronan la autoestima y la motivación. Es necesario identificarlos y desactivarlos. Son auténticas
bombas contra nosotros mismos.

Entre los pensamientos distorsionados más comunes están estos:

• Centrarse en lo negativo olvidando lo positivo.

• Valorar los acontecimientos como buenos o malos, olvidando los aspectos intermedios.

• El considerar que un hecho puntual sucederá siempre.

• Atribuir a los demás los propios sentimientos y motivaciones.

• Adelantar acontecimientos de forma catastrofista.

• Relacionar sin base suficiente los hechos del entorno con uno mismo. Todo se interpreta como
algo personal.

• Valorar como injusto todo lo que no coincide con nuestros deseos.

• Creer que el bienestar de uno mismo depende de manera exclusiva de los actos de los demás.

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• Atribuir por completo la responsabilidad de los acontecimientos a uno mismo o a otros sin
tener en cuenta otras circunstancias que concurren en los hechos.

Estos pensamientos provocan un gran padecimiento emocional; en su presencia es imposible hablar


de inteligencia emocional, de adaptación profesional, de eficacia personal. Por ello, es necesario
como primer paso para la intervención en la mejora de la motivación una revisión de los
pensamientos irracionales que habitan nuestra mente y su desactivación.

La psicología nos ofrece alternativas para afrontar las emociones negativas provocadas por los
pensamientos irracionales, además de enseñarnos a desvincular y modificar el discurso interno y,
por lo tanto, las emociones que sentimos. Separar las valoraciones subjetivas de las percepciones
sensoriales sirve para fomentar un comportamiento maduro y centrado en la eficacia.

Controlar las emociones no significa inhibirlas, sino cambiarlas por otras más positivas. Necesitamos
cambiar los filtros que provocan los pensamientos irracionales para que cambien nuestras
emociones. Cuando procesamos adecuadamente el mundo que nos rodea, nuestras emociones
siempre son positivas.

Los comportamientos profesionales automotivados y productivos precisan personas capaces de


dominar su percepción y, por tanto, su emoción.

El calor de las emociones es necesario para hacer vibrar al grupo de colaboradores que rodea al
directivo. Es lo que entendemos por ser “racionalmente apasionado”. Cabe hacer una distinción en lo
que a emoción y pasión se refiere. Hablar de emoción en el entorno laboral es más bien hablar de
pasión. ¿En qué se diferencia la pasión de la emoción? Cuando nos emocionamos nuestro cerebro se
ve abrumado y es incapaz de pensar. En cambio, la pasión estimula la acción, las ideas, la energía...
La emoción es una respuesta puramente visceral, difícilmente controlable por la razón y poco
aprovechable para lograr nuestros objetivos. La pasión es la concentración de nuestros deseos, de
nuestros intereses, de nuestra ilusión en una energía que nos impulsa a no centrarnos en las
dificultades y en el cansancio del esfuerzo. Pasión es un impulso estable, emoción es un estado de
ánimo pasajero.

Un comportamiento racionalmente apasionado es aquel capaz de defender con ardor nuestras


propuestas, pero que escucha atentamente las razones contrarias y admite la parte de verdad que les
corresponde. La persona emotiva se ve inundada por las emociones que le colapsan el razonamiento,
pero la persona capaz de apasionarse domina la emoción y la encauza con sus pensamientos.

El directivo con pasión es un directivo que tiene poder para cambiar e inspirar la actividad de otros.

En el inconsciente colectivo existe la idea de que las personas que dirigen son aquellas que más
impacto provocan, es decir, las que más actúan. La actuación es fundamental, pero aún lo es más la
contemplación del escenario en el que se actúa. Si existe una diferencia clara entre las personas que
tienen éxito profesional y las que no lo tienen, es su capacidad para inhibir la acción inmediata y
sustituirla por una acción meditada y orientada a un objetivo bien definido. Es clave para el éxito
directivo el aprender a “no hacer”, a posponer decisiones, a abrirse a la crítica de los demás, a
escuchar y reflexionar, a considerar que los puntos de vista de otros le ofrecen una información de
gran relevancia. El hecho de que el directivo deba ser reflexivo no supone pasividad, frialdad o
mostrarse imperturbable, al contrario. Un directivo que no sea capaz de apasionarse difícilmente
liderará un grupo humano.

La motivación y la automotivación son síntomas de equilibrio emocional, autoconocimiento,

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autocontrol, actitud de servicio y comunicación adecuada con los demás.

Los profesionales con capacidad para motivar a otros y mantenerse automotivados tienen un buen
conocimiento y aceptación de sí mismos y de sus capacidades. Tienen clara su identidad y saben
transmitirlo en sus relaciones con los demás. Son conscientes de sus puntos débiles, admitiéndolos e
integrándolos en su personalidad. Están a gusto consigo mismos, y con los demás. Integran su
mundo personal, profesional, familiar y social, y saben decir no sin temor a perder la estima de los
demás. Por el contrario, el directivo mediocre muestra escaso conocimiento de sí mismo. Trivializa o
ignora sus puntos débiles, sobrevalora sus puntos fuertes, es frágil ante las amenazas y suele estar
desalineado con la organización. Los directivos con estas características son dañinos para la
organización por su excesiva necesidad de reconocimiento y autoafirmación.

Los directivos con talento no se dejan dominar por sus emociones; aunque, si son apasionados —no
viscerales ni irreflexivos—, poseen una gran capacidad para enfrentarse a situaciones difíciles que
implican confrontaciones o fuertes desgastes emocionales. En ellos emociones, pensamiento y acción
están integrados y en razonable equilibrio. Los directivos desmotivados o que desmotivan
desconocen sus propias motivaciones e ignoran su mundo emocional.

Los directivos con talento entienden lo que sienten los otros. Comunican sentimientos y opiniones.
Comparten logros y reconocimiento. Tienen una clara orientación de servicio y se anticipan e
identifican con las necesidades de los demás. Preguntan mucho y escuchan mucho más.

Los directivos con escaso talento emocional muestran un liderazgo con mensajes ambiguos y
contradictorios, su comunicación es pobre y no muestran interés por integrar un equipo. Establecen
dos categorías entre sus colaboradores, “aquellos con los que me llevo bien” y “aquellos que me caen
mal”, y caen en filias y fobias irracionales.

La motivación desde el punto de vista de las organizaciones

Al igual que el ser humano, según acabamos de ver, las organizaciones tienen herramientas
derivadas de su propia naturaleza que permiten crear entornos de trabajo motivadores. Solo cuando
desnaturalizamos su esencia se generan espacios profesionales altamente nocivos y desmotivadores.

Entender la naturaleza de las organizaciones nos permite conocer los mecanismos que tienen para
nutrir a quienes las integran. La palabra “organización” se define con tres acepciones. Por su origen
etimológico, proviene de organon, palabra griega que significa ‘instrumento’. Toda organización es
un instrumento para lograr un objetivo. De esta acepción se deduce que hay que definir con claridad
el objetivo a cada una de las partes que conforman la organización y fragmentarlo en subobjetivos
que den el sentido al “para qué”. Porque conocer el motivo por el que realizo mi trabajo es una de las
herramientas más potentes de motivación.

La segunda acepción de la palabra organización se refiere a su naturaleza social, es decir, hace


referencia a la organización como grupo social, pues una organización representa una pequeña
sociedad donde cada individuo ocupa un lugar.

Los grupos sociales a los que pertenecemos nos conforman, nos refuerzan y nos dan identidad. Las
personas necesitamos pertenecer a grupos sociales que nos permitan sentirnos orgullosos de ser uno
de sus miembros. La organización que invierte en generar cultura compartida, que respeta y valora a

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todos los individuos que la constituyen cuenta con un nivel mayor de motivación entre los miembros
de su plantilla. Acaparar el orgullo de pertenencia excluyendo a parte de la plantilla y permitir
relaciones frías y distantes entre las personas que conforman la organización son excelentes
herramientas para destruir las palancas motivacionales.

La tercera acepción de la palabra organización hace referencia a la organización como un proceso. En


ella se dan procesos que regulan el ordenamiento y coordinación racional de todos los recursos que
forman parte del grupo social. Las organizaciones regulan las relaciones, las transacciones entre los
miembros, los tiempos... siempre en función de los objetivos que deseen conseguir ¿Cuántas
organizaciones tienen procesos ineficientes que dificultan o hacen más trabajosa la consecución de
los objetivos?

En muchas organizaciones, los procedimientos están al servicio de las necesidades de la jerarquía


más que de las necesidades de los objetivos. Este hecho frecuente convierte a la organización en un
lugar “penoso” para muchos profesionales, en el que se dan unos elevados niveles de desmotivación y
desvinculación del sentido de su trabajo.

Una organización sin objetivos, sin vínculos y con procesos absurdos se parece más al reino de un
tirano que a un centro de desarrollo de negocio. Estas premisas son la piedra angular de la utilidad
de las herramientas de gestión de recursos humanos.

Los nueve principios clave para motivar en las organizaciones:

1.-Objetivos: este principio se refiere a que todas las actividades establecidas en la organización
deben estar relacionadas con los objetivos y propósitos de la empresa. Esto nos dice que un puesto
solo existe porque se justifica desde su contribución a objetivos.

La letra pequeña de este principio es que si la persona que ocupa el puesto no conoce su objetivo o no
recibe incentivo por el logro de dicho objetivo, ni penalización por la no consecución, el principio
queda invalidado. La organización se llena entonces de personas que únicamente vienen a trabajar
con la intención de cumplir el horario y aquello que explícitamente se les solicita.

2.-Especialización: este principio afirma que el trabajo de una persona debe limitarse a la
realización de una única actividad. Se entiende que cuanto más específico y menor sea el campo de
acción de un individuo, mayor será su eficiencia y destreza.

Este principio se cumple siempre y cuando la persona esté satisfecha con la tarea y con la parcela de
poder que le ha sido asignada. La gestión de personas implica reducir o ampliar la especialización no
tanto por el nombre del puesto, sino por los intereses de la persona.

En lo que a motivación se refiere, se deduce de este principio que debemos ofrecer más espacio a
quien lo pide y reducírselo a quien no lo necesita, siempre que ambos movimientos vayan
acompañados de las recompensas, reconocimientos o reducciones convenientes, además de hacer
públicos en la organización los acuerdos de ampliación o disminución. La fuerza de la costumbre nos
lleva a hacer rígidos los puestos y a obligar a aquellos que quieren aportar más a permanecer en su
pequeña parcela y a los que desean hacer lo justo a taponar cualquier iniciativa. Es conveniente hacer
evidente que hay personas distintas con aportaciones distintas y con consecuencias profesionales
distintas, sin que este hecho suponga tensión en la organización.

3.-Jerarquía: este principio se refiere a la necesidad de establecer figuras de autoridad de los que
emane la comunicación necesaria para lograr los objetivos. Autoridad y responsabilidad deben ir en

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paralelo, desde el más alto ejecutivo hasta el nivel más bajo. Este principio establece que toda
organización es una jerarquía.

Las jerarquías son necesarias. Un jefe que no ejerce como tal es un elemento muy desmotivador.
Todos necesitamos saber quién conduce y si conduce bien, siempre en función de unos criterios
claros y conocidos. Pero las jerarquías también pueden ser muy desmotivadoras.

En las jerarquías desmotivadoras, los jefes se muestran maleducados y descorteses, haciendo


sentirse incómodos y temerosos a los subordinados. Los directivos y aquellos que deseen serlo deben
interiorizar la máxima “Mandar es servir” y completarla con “Información es responsabilidad, no
poder”.

Hacer una carrera directiva no significa ocupar posiciones por encima de otros, sino organizar y
dirigir su trabajo, tomando decisiones que hagan posible conseguir un objetivo que es imposible
lograr solo. Muchos confunden la carrera directiva con el prestigio, el poder, la notoriedad y el
aumento de sueldo. La búsqueda de estos motivos es lícita y forma parte de la ambición del ser
humano, pero si no está acompañada del deseo de ayudar a otros, se trata de la motivación de una
carrera de superespecialización profesional y no de una carrera directiva. Pongamos el ejemplo de un
comercial que desea notoriedad, prestigio, estatus... Estas motivaciones son palancas excelentes para
el rendimiento, pero el acceso al puesto de director comercial no es el único camino para lograrlo. Es
posible conseguir todo esto desde la posición de vendedor de grandes cuentas y dejar que ocupe el
puesto de director comercial otra persona a la que le motive el acompañar, ayudar y brindar éxito a
otros. Este nuevo modo de entender el desarrollo profesional pasa por el entendimiento por parte de
la organización de que hace falta dar autonomía y reconocimiento social y económico a los
profesionales que desean tenerlo y, por parte de los profesionales, pasa por la comprensión de que el
crecimiento en una organización puede ser en horizontal.

Los directivos que no ponen en primer lugar sus ambiciones entienden que el papel de la dirección y,
por tanto, de la jerarquía es un servicio dirigido al crecimiento de todo aquello que dirigen. Esta
creencia se produce en personas a quienes les mueve la ambición de contribuir al desarrollo de otros.
Todas las ambiciones son buenas, pero deben estar en consonancia con el puesto que se ocupa.

Otra manera errónea de entender la jerarquía es como control y sometimiento de aquellos a los que
se dirige. Nadie necesita ser “verdugueado” para ser más eficiente. El miedo y la desconfianza son
malas compañeras de los buenos resultados.

Las organizaciones con estructuras jerárquicas controladoras tienen colaboradores poco


comprometidos, asustados y en muchas ocasiones nada motivados. En las organizaciones no hacen
falta capataces, hacen falta grandes capitanes.

4.-Paridad de autoridad y responsabilidad: cada grado de responsabilidad debe corresponder


al grado de autoridad necesario para cumplir dicha responsabilidad. Por ejemplo, no se le puede
hacer responsable de un trabajo a una persona si no se le otorga la autoridad para poder realizarlo; y,
de igual manera, no se le puede dar autoridad a un empleado sobre determinado trabajo si no se le
hace responsable de los resultados.

Este es un principio conocido y aplicado en todas las organizaciones. Pero que en algunos casos se
deteriora hasta producir un efecto demoledor en aquellos que quedan atrapados en su
incumplimiento. En este caso no hablamos de desmotivación, hablamos de destrucción. Un
profesional que no tiene la autoridad para tomar las decisiones o la autonomía necesaria para actuar
en la búsqueda del cumplimiento de sus funciones y objetivos, literalmente enferma emocional y

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físicamente. Por otra parte, un profesional que tiene más autoridad de la que es capaz de
responsabilizarse hace que enfermen aquellos que le sufren.

5.-Unidad de mando: este principio establece que debe asignarse un solo jefe, de manera que los
subordinados no deberán dar cuentas a más de un superior.

Siendo este un principio clásico de las organizaciones, nuestro complejo mundo ha hecho triunfar
modelos empresariales basados en organizaciones matriciales. Estas organizaciones han permitido
un gran avance en la domesticación del deseo de poder injustificado que a veces nos invade a los
humanos.

Las organizaciones que cruzan el mando jerárquico con el mando funcional son magnificas
oportunidades para demostrarnos que somos capaces de poner nuestros egos al servicio de los
objetivos. Las organizaciones que permiten el egocentrismo directivo son altamente ineficientes e,
inevitablemente, entornos nada compatibles con la motivación profesional.

Actualizando este principio y vinculando sus efectos a sus motivaciones, podemos hacer alusión a la
coherencia. La falta de coherencia en el mando, entre los valores y las acciones, entre los hechos y las
palabras, entre los objetivos y los recursos, entre las responsabilidades y la autonomía, la exigencia y
las recompensas, es la raíz de la desmotivación. La incoherencia resulta incómoda y peligrosa para
los colaboradores, les lleva a trabajar en balde, a no entender la razón de sus esfuerzos y a sentirse
siempre en riesgo.

Las empresas coherentes tienen profesionales motivados. La coherencia nada tiene que ver con los
valores que en ellas se practican. Las empresas con estilos directivos poco orientados a la persona,
pero que se muestran muy coherentes en sus políticas, decisiones, acciones, etc., tienen mejores
ratios en motivación que las que tienen políticas de recursos humanos centradas en las personas,
pero con altos niveles de incoherencia en sus decisiones y en sus actuaciones.

6.-Difusión de puestos, organigramas, bandas salariales: se trata de hacer públicos la


descripción de los puestos, la elaboración de organigramas y planes de comunicación, valores,
sueldos, etc. y colgarlos, por ejemplo, en la intranet de la empresa. Pero en la mayoría de los casos
los documentos que se hacen públicos no acaban de reflejar la realidad y son sentidos y vividos como
“documentos para cumplir el expediente”.

Asumir como máxima que los principios que rigen las organizaciones son teoría y que la práctica es
una cosa distinta tiene algunas implicaciones nada positivas. Algunas de las implicaciones negativas
que tiene resignarse a esta idea es la sensación de vivir a merced del capricho más que de la
coherencia, haciendo sentir al profesional que está pisando un terreno nada estable y poco
predecible.

Nadie se compromete ni trabaja de manera eficiente en un entorno no predecible. Las


organizaciones son espacios profesionales que debemos profesionalizar en todos sus aspectos.

7.-Amplitud o tramo de control: debe haber un límite en cuanto al número de subordinados que
deben dar cuentas a un directivo. El pensador y consultor de negocios Lyndall Urwick decía que un
gerente no debe ejercer autoridad directa en más de cinco o seis subordinados.

Cuando se le pide a un directivo que represente en un diagrama de porcentajes el tiempo que dedica
a cada una de sus tareas, el espacio que ocupa el tiempo dedicado a atender a sus equipos es uno de
los más pequeños. Si ser directivo implica ocuparse de que otros trabajen, pero además hay que

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Resumen del libro: Desmotivados = improductivos

ocuparse del trabajo que nos asigna el directivo que nos dirige, está claro que esta confluencia
provoca grandes colapsos de tiempo. Es un hecho probado que ante la escasez de tiempo, las tareas
relacionadas con el apoyo y supervisión de los colaboradores son las que más se ven afectadas.

Para crear entornos profesionales motivadores hace falta que los directivos tengan tiempo para
atender a sus equipos.

8.-Coordinación: siempre deberán mantenerse en equilibrio las áreas de una organización. Para
ello debe buscarse el equilibrio adecuado entre todas las funciones.

El cumplimiento de este principio en términos de motivación significa asumir que las organizaciones
son sistemas que marchan gracias a la aportación adecuada, tanto en función como en tiempo y
forma, de cada una de las áreas que la componen. El equilibrio entre las unidades significa que
ningún área en solitario es capaz de lograr los objetivos de la organización.

Muchos de los principios que rigen las organizaciones son verdades que todos asumimos en la teoría,
pero en el día a día nos comportamos como si no los conociéramos.

Pertenecer al equipo ganador resulta muy motivador, de igual manera que formar parte del equipo
perdedor no es nada estimulante. En nuestras organizaciones dividimos las áreas en ganadoras y
perdedoras o en productivas y de coste. Todas las divisiones, incluidas “las improductivas” aportan al
negocio, por ello pueden y deben cuantificar su aportación en la cuenta de resultados. Resulta muy
motivador para quienes trabajan en el back office ver reflejado en las cifras de la compañía el
resultado de su esfuerzo.

Medir lo que aporta la sonrisa de quien atiende el teléfono o la actualización de la información en la


intranet o la organización y clasificación de las facturas es difícil. Sin embargo, la dificultad de la
medición de estos elementos no es razón para no preguntarnos lo siguiente: ¿cuánto perderíamos si
estas funciones no se desempeñaran?, incluso ¿cuánto perderíamos si se hicieran de forma
inadecuada? Para mejorar la motivación no es necesario llegar a implantar un complejo sistema de
medición de intangibles, basta con pedir al resto de departamentos que valoren el porcentaje de las
ventas que creen que puede imputarse a las acciones de las áreas consideradas como centro de
costes.

9.-El principio de la continuidad: las organizaciones nacen para mantenerse, mejorarse y


ajustarse constantemente a las necesidades del mercado. Evidentemente existen organizaciones que
nacen con la intención de cumplir una función durante un periodo determinado de tiempo. Sin
embargo, una auténtica organización tiene vocación de perpetuidad, es decir, nace para permanecer
en el tiempo, siempre de manera rentable y demostrando crecimiento.

El concepto de sostenibilidad debe aplicarse al modelo de gestión, al modelo de relación con los
clientes, al modelo de producción, a la capacidad de aportación de los profesionales, al ritmo de
crecimiento... Las empresas que trituran y exprimen los recursos materiales y humanos para obtener
un máximo beneficio en periodos cortos de tiempo son organizaciones poco sostenibles.

Hay organizaciones que resultan espacios capaces de mantener a los profesionales motivados y otras
que parecen ser auténticos agujeros negros de la motivación. La razón de esta diferencia se
encuentra en multitud de factores, como hemos venido analizando hasta aquí, pero probablemente
hay un elemento que determina la presencia de muchos de estos factores y es la planificación y
diseño de políticas que dan la espalda al principio de continuidad.

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Resumen del libro: Desmotivados = improductivos

Actualmente, las organizaciones necesitan profesionales comprometidos; sin embargo, las cifras
demuestran que un porcentaje muy alto de trabajadores se mantiene en búsqueda activa de un nuevo
proyecto profesional de manera continua. Los colaboradores no perciben un proyecto personal de
continuidad a largo plazo en la organización para la que trabajan. ¿Esto es inevitable para las
organizaciones del siglo XXI? ¿O es la consecuencia de una gestión inadecuada de las expectativas y
oportunidades para los colaboradores?

Como se deduce del análisis de los principios y elementos que componen una organización, existen
herramientas derivadas de su propia naturaleza que pueden utilizarse para ayudar a mantener los
niveles de motivación. No se trata de hacer cosas excepcionales, ni acciones singulares, sino de
aplicar integralmente los principios que rigen el funcionamiento óptimo de las organizaciones.

fin del resumen

Inmaculada Cerejido es licenciada y doctora en psicología por la Universidad Complutense de


Madrid. Experta en recursos humanos, ha trabajado como directora de formación y desarrollo,
consultora de recursos humanos y como profesora en la facultad de Psicopedagogía de la
Universidad de Castilla-La Mancha. Es autora de multitud de artículos y libros sobre gestión
empresarial. Actualmente es colaboradora de Pysa Asistencia.

Ficha técnica
Biblioteca de libros
Editorial: Empresa Activa empresariales resumidos
Fecha de publicación: 26/11/2012 Un libro resumido nuevo cada 15 días para tu
ISBN: 9788496627611 éxito personal y profesional

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