Furia Udusus

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Fury's Kiss

Beso de Furia

KAREN CHANCE

SERIE: DORINA BASARAB #3

Dorina Basarab es una dhampir, medio vampira, medio humana. La mayoría de los dhampirs tienen
una vida corta y muy violenta. Hasta ahora, Dory ha logrado mantener la cordura descargando su
furia en los demonios y los vampiros que merecen morir.
Dory se emplea para luchar duro y desagradable. Así que cuando se despierta en un laboratorio
científico extraño con un extraño hombre de pie junto a ella, su primer instinto es tomar su cabeza.
Por suerte, el hombre es en realidad el maestro vampiro Louis-Cesare, así que no es una presa fácil.
Resulta que Dory había estado trabajando con un equipo de trabajo del Senado Vampiro sobre el
contrabando de objetos mágicos y armas de Faerie cuando fue capturada y llevada al laboratorio.
Pero cuando Louis-Cesare la rescata, ella no tiene ningún recuerdo de lo que le pasó.
Para saber lo que le hicieron, —Y quién está detrás de ella— Dory tendrá que enfrentarse con
ángeles caídos, el más loco de los científicos locos, y una nueva raza de vampiros que son mucho
peores que muertos vivientes ...
Capítulo 1

El disparo no era el problema, ni siquiera el hecho de que alguien había aparentemente decidido
vencer a la mierda que me protegía de antemano, o quizás después… O, considerando lo que yo
sentía, posiblemente ambas cosas.
No estaba segura, ya que no era capaz de recordar la pelea que me había dejado ensangrentada y
magullada, con un agujero de bala en el muslo derecho y otro en el hombro izquierdo. Parecía que no
podía recordar nada de cualquier otra cosa, cualquiera, incluyendo quién diablos era. Pero ese
todavía no era el problema.
No, el problema era que me había despertado al lado de un vampiro.
Uno que era exasperantemente difícil de matar.
—Si pudieras escucharme un momento, —dijo él, mientras le golpeaba la cabeza contra el bonito
piso rojo por sexta vez para ser exactos.
—Está bien, —jadeé, preguntándome de qué demonios estaba hecho su cráneo. ¿Granito? —vamos a
conversar.
Por supuesto, eso sería difícil, ya que yo acababa de cambiar de táctica, agarrando su cuello y
apretando con toda la fuerza que tenía.
No estaba tratando de ahogarlo hasta la muerte. Eso no funciona con seres que no respiran, y el
cuello del bastardo era demasiado musculoso para cerrar mis manos a su alrededor de todos modos.
Pero la mayoría de los vampiros tienen instintos que quedaron de sus días humanos, y a ellos no les
gusta que los agarren de allí. Eso los distrae, les estropea su concentración, y los hace entrar en
pánico.
Al menos, realmente esperaba que lo hiciera, ya que de lo contrario estaba jodida.
Él no tenía los colmillos puestos en mí todavía, pero no los necesitaba. Porque Hollywood había
conseguido interpretarlo mal. Incluso los simples viejos vampiros podrían chupar moléculas de la
sangre a través de la piel con un simple toque. Como un maestro, éste podría probablemente hacerlo
sin siquiera eso, sólo por estar en mi entorno, asumiendo que él pudiera concentrarse. Lo cual, a
juzgar por sus ojos saltones, probablemente no era el caso.
Pero luego puso una pierna sobre la mía y nos volcó.
Bien, entonces, pensé sombríamente. Parecía que la cosa de la asfixia no estaba proporcionando
suficiente distracción. Afortunadamente, me había dejado las manos libres.
Así que las usé para romper su nariz.
—¡Maldita sea! —él realmente parecía sorprendido.— ¡Deja de pelear conmigo!
—Claro cosa, —gruñí, luchando por un punto de apoyo. —Yo voy a quedarme aquí y dejar que me
drenes.
—¡No te voy a drenar!
—Entonces, ¿por qué me siento como una mierda?
Él bajó la mirada hacia mí, en sus líquidos ojos azules brillaba la exasperación y lo que
extrañamente parecía como preocupación.
—¿Porque recibiste dos balazos en la última hora?
Oh, sí.
Por un segundo, los mareos combinados con una extraña sensación de familiaridad se metían en mi
cabeza. Yo miré fijamente al desconocido, tratando de ubicarlo. Esto debería haber sido fácil; él no
era exactamente el tipo de persona que se olvida.
Su cabello era en realidad más castaño que rojo, y fluyendo por encima de sus hombros tenía una
cantidad absurda y larga para un hombre. Lo que debería haber hecho que se viera afeminado, pero
por alguna razón no lo hacía. Tal vez porque enmarcaba una fuerte, aristocrática cara, pómulos altos,
labios sensuales, y una dura línea de la mandíbula que lograba llamar la atención incluso cubierto
por la sangre de su nariz rota. Una nariz que ya estaba en su lugar, como la mancha de color rojo que
se hundía de nuevo en la perfección de su pálida piel, dejando que él la mirara como si nunca hubiera
sido herido en absoluto y…
¡Maldita sea!
Así es como ellos operan, me dije con dureza. Ellos te drenan hasta que tu cerebro no funciona bien,
entonces encienden la inocencia, la belleza o el encanto, confundiéndote como el infierno hasta
perder el conocimiento y terminaban el trabajo. Sólo que esto no estaba pasando este momento.
Por supuesto, eso sería mucho más fácil de manejar si tuviera una estaca, o un cuchillo. O algo
remotamente parecido a un arma, porque el mano a mano contra este hijo de puta estaba empezando a
parecer un gasto de…
Hice una pausa, observando el grillete que colgaba de mi muñeca derecha. Oh, bueno.
—Estoy tratando de ayudarte, —dijo jadeando, de alguna manera consiguiendo poner una mano por
debajo de la cadena antes de que lo decapitara.
—Seguro que lo estás. —Gruñí, realmente poniendo mi espalda en ella.— A continuación tú me
dirás que eres mi novio, que ha venido a sacarme de esto.
Él se echó a reír, era evidente que él estaba mal de la cabeza. O tal vez ésa era yo, porque ahora
estaba escuchando voces.
—Estatus. —La palabra sonó en mi oído tan claramente como si alguien estuviera mirando por
encima de mi hombro. Mi cabeza dio vueltas, pero los únicos ocupantes de la jaula de hierro
prohibido que habían despertado conmigo eran el vampiro y una rata disecada.
—Tengo... Ugh... su localización
—¿Tiempo de extracción estimado?
—Eso está... aún por determinarse.
—¿Hay algún problema?
La mano del vampiro se sacudió y agarró uno de los barrotes de la jaula. Aplastó mi pie, con el
único eslabón que estaba hacia abajo. Él maldijo y me dejó ir. —Sí, bueno... unos pocos.
—Muéstrame.
Y repentinamente las cosas fueron de raro a súper-ultra-raro como una imagen destellando por mi
cabeza, tan real como una película. Estaba boca abajo y balanceándose, pero lo mejor que pude
hacer fue mostrarle una chica cubierta con un tanque de sangre salpicada y una expresión
enloquecida. Su pelo corto y oscuro era puntiagudo lleno de sudor, su rostro estaba lívido por
contusiones y sus extraños ojos dorados estaban entrecerrados con esfuerzo… como yo.
Oh. Supuse que era yo.
Wow, me veo como la mierda, pensé, justo antes de que me diera cuenta de algo más. Yo serpenteaba
la floja cadena alrededor de la barra detrás de mí para hacer palanca y…
Oh, sí. Eso funcionaba mejor.
—¿Qué diablos está haciendo ella? —Esa fue una persona nueva, una voz malhumorada con un
acento Inglés.
—Con todo respeto, Lord Marlowe, —el vampiro espetó,— ¿qué es lo que parece?
—¿Qué ella está tratando de quitarte la cabeza porque...?
—No me reconoce. Creo que las drogas pueden estar involucradas. Ella…
—Las drogas no tienen efecto sobre un dhampirs.
—Me aseguraré de decirle eso a ella, mi Lord. ¡Tan pronto como mis cuerdas vocales se suelden
de nuevo juntas!
—¿Qué pasa con Lawrence? —Eso fue la primera voz de nuevo.
—Lo encontré en el muelle. Él está muerto.
—¿Estás seguro? Él es de primer nivel.
—Muy seguro. Era la voz mental del vampiro seco. Tengo otro destello… esta vez de un vampiro, o
lo que quedaba de uno, las piezas dispuestas casi artísticamente en un trozo de hormigón con sangre y
luego se había ido.
Alguien maldijo. Tal vez uno de ellos, tal vez yo. No podía decir nada más. Cuanto más hablaban,
más me dolía la cabeza. Por ahora las ondas de dolor me apuñalaban el cerebro con cada palabra,
como agujas a través del ojo.
—¿Dónde están? —preguntó la voz. —Nosotros los rastreábamos, pero se perdió la señal.
—Porque ellos la llevaron a uno de sus laboratorios.
Y repentinamente me encontraba en una extraña visión número tres, corriendo a través de lo que
parecía la escena de una película antigua de una ciudad por la noche. Durante un par de segundos, mi
cerebro me llevó en un viaje loco con vallas destrozadas, debajo de puentes llenos de basura
esparcida y a través de un laberinto de callejones que relampagueaban tan rápidos, todo junto a un
largo obsceno gruñido de fondo. Esto terminaba en lo que parecía un almacén de una pesadilla
distópica , salvo incluso por las ruinas post-apocalípticas que por lo general no cuentan con un
(1)

brillante naranja como la boca del infierno arremolinándose en la mitad de una pared.
— ¿Qué es eso? —demandó el chico Inglés.
—El otro problema, —gruñó el vampiro mientras imagen de la jaula parpadeaba de nuevo.
La transición me dejó mareada, con náuseas, y seriamente cabreada. Independientemente del tipo de
truco que fuera, esto no lo iba a permitir. Gruñí y me puse seria.
—Es por eso que hemos tenido dificultades para encontrar sus sitios de prueba, —dijo la voz
número uno.— han comenzado a ocultarlos fuera de nuestro mundo.
—Sí, —el vampiro al que había estrangulado.— Parece que el Círculo Negro... es algo más
ingenioso... de lo que habíamos pensado.
—¿Están doblando el espacio? —preguntó el chico Inglés. —¿O es que realmente pasan a través de
otros?
—¡Tú sabes, mi lord, de alguna manera que yo no he tenido tiempo de mirar!
—No uses ese tono conmigo cuando nosotros estamos tratando de….
—Nosotros vamos a tener agentes en su ubicación en diez minutos, —la voz número dos cortó sin
problemas.—Trata de contener la situación hasta entonces.
—Enten...dido.
Genial. El tipo estaba volviéndose loco como Teflón; cada vez que yo pensaba que lo tenía en un
agarre, él se deslizaba fuera. Debería haber estado muerto un par de veces más por ahora, pero él ni
siquiera parecía estar cansado, mientras yo jadeaba como un motor de vapor y sudaba como un
cerdo. ¿Y ahora estaba a punto de tener apoyo?
Por supuesto, eso no podría ser importante, porque iba a estar muerta por un aneurisma pronto si
ellos no cerraban la boca.
—Y Louis-Cesare… ten cuidado. —Esa fue la voz de número uno de nuevo, sonando triste. —Yo
puedo controlar sus ataques, pero no hasta que ella vuelva a entrar en nuestro mundo. Y el hecho
de que ella no te reconoce es una mala señal…
—Oh, ¿tú realmente piensas eso?
— ¡Escúchame! Las dos mitades de su naturaleza no se comunican. Por lo tanto el hecho de que
ella no te reconozca puede indicar que su naturaleza vampiro está peligrosamente cerca de
asumir el control...
—Sí, lo he visto antes. Soy capaz de manejarlo.
—¡Tú no lo has visto antes! Tú la has visto más cerca de la superficie, tal vez, pero aún
parcialmente diluida por su lado humano, que tiende a ser...
—¡Lord Mircea…!
—…dominante mentalmente. Pero cuando ella se percibe en peligro mortal, su mitad vampiro…
—¡Lord Mircea! —El vampiro se las había arreglado para graznar en voz alta, pero eso no sirvió de
nada. La hostilidad ahora era un picahielos, golpeando alegremente por el interior de mi cráneo. Yo
emití un sonido entre un gruñido y un maullido, la cabeza del vampiro se rompió en el suelo otra vez.
Eso no sirvió de nada, tampoco.
—…puede asumir el control total y es físicamente mucho más fuerte. También es despiadada,
astuta y con quinientos años. Tú no debes…
—¡Lo que debo hacer, mi lord, es ser capaz de concentrarme!
—¡Escúchalo, idiota arrogante! —gritó el chico Inglés. —¡Él está tratando de decirte que nadie
sabe lo que una dhampir de esa edad puede hacer porque ellos siempre están reprimiéndose! Pero
si no tienes cuidado, lo vas a descubrir rápidamente.
—¡FUERA DE MI CABEZA! —grité, incapaz de soportarlo más. Eso fue mentalmente, porque yo no
tenía aliento suficiente para nada más. Pero tuvo un efecto de todos modos. Me llegó un destello de
un par de vampiros morenos sentados en una mesa; uno con una mueca de dolor, mientras que el otro
soltó una maldición y se tambaleó hacia atrás, golpeándose con su silla.
Pero la mayor reacción vino del vampiro a mi lado. Él se quedó repentinamente inmóvil. Yo no sabía
si estaba muerto o simplemente asustado como yo, y en ese momento no me importaba. Sólo quería
salir de allí.
Afortunadamente, la puerta de la jaula en la que nosotros estábamos estaba medio colgaba de sus
goznes, las barras de hierro retorcido en formas que no se suponía que debían curvarse. Yo aseguré
la cadena alrededor del cuello del vampiro otra vez, a través de la barra más robusta que pude
encontrar. Luego tiré apretando, rompiendo la cerradura y corriendo como el infierno.
No pude ver mucho; la habitación sin ventanas estaba oscura y había un montón de basura en el
camino, cajas de envasado, trozos de metal y maquinaria, cubiertas con lona, cajas amontonadas y
apiladas como un laberinto. La única luz provenía de una bombilla desnuda colgando de un alambre
encima de mi cabeza, arrojando sombras contra la pared. Eso habría sido un accidente esperando a
suceder incluso si no hubiera sido por mi asombroso estado como un viejo borracho.
Como era esto, eso tomó unos cinco segundos para apuñalarme en la cara con algo, y mi espinilla
gritaba por el golpe. No es que importara; incluso la respiración enviaba señales ardientes rodando a
lo largo de mis nervios, iluminando una constelación de oh…puntos de mierda. Agarré el lado de la
jaula, el pulso latía con fuerza, náuseas enturbiando en mis entrañas, y preguntándome si la luz estaba
realmente debilitando el sonido entrante o si esa era yo.
Y entonces lo vi.
Como puerta, esto dejaba mucho que desear. Como todo, era simplemente un rectángulo oscuro en
una pared desconchada y putrefacta. Esto parecería perfecto en una de esas viejas películas clase B,
del tipo con la nerviosa rubia tonta que lentamente va hacia su perdición.
Sólo que yo lucía como una morena. Y ya había conocido al monstruo. Y ahora mismo, yo lo tomaría.
O, ya sabes, tal vez no.
Me detuve abruptamente después de un par de segundos, pero no porque el vampiro me hubiese
atrapado. Eso fue sólo el tiempo que me tomó rodear el lado de la jaula. Y encontrarme a mí misma
en la sala de operaciones del mismísimo diablo.
La poca luz se reflejaba en una mesa de metal oxidado situada solo en un espacio despejado cerca de
la puerta. Parecía extrañamente como si montones de basura estuvieran tratando de escapar de ella…
Yo no los culpaba.
Tenía un borde elevado, probablemente para atrapar órganos que se deslizaban y pesadas correas de
cuero como para haber detenido a Frankenstein. Él no estaba en ella en ese momento, pero había
manchas extrañas en las restricciones, alrededor del desagüe de abajo, y esto apestaba como un
zorrillo sumergido en azufre. Y si eso no era suficiente para hacer el punto, había sierras, pinzas y
una variedad de cosas desagradables apiladas en un extremo. También había más jaulas amontonadas
alrededor, muchas de ellas con marcas de garras en los barrotes.
Oh, sí. También había algunas criaturas.
Parecía que no todo lo que había estado en las jaulas había tenido demasiado éxito en salir. Debido a
que los frascos con sus partes del cuerpo no tan disponibles se alineaban estante tras estante en la
habitación de las pesadillas en forma de hado. La mayoría eran solo garabatos oscuros contra el
cristal, o glóbulos pálidos de lo que diablos conservara alguien que probablemente dormía con las
luces encendidas. Pero unos pocos...
Algunos miraban hacia atrás.
Biiiien, pensé, sorprendida frente a algo que parecía un ojo en un tallo. Las cosas muertas en tarros
eran claramente de un nivel siete en el medidor de repugnancia. Pero la palabra clave aquí era
muerta, y yo no pensé que algo flotando alrededor en forma de hado era exactamente un enorme…
El ojo de repente giró y me miró.
Y entonces el iris lechoso se volvió negro como el humo volando lejos.
Y entonces no sé lo que pasó, porque yo y mi repentina vejiga llena cojearon como una loca hacia la
puerta.
—¡Dory! —alguien gritó un nombre detrás de mí, pero eso no significaba nada. No cuando mi
cerebro estaba ocupado haciendo un montaje de escenas de la clase de películas que se muestran a
las dos de la mañana. Y aparentemente, el que yo estaba en ella, me gustó la forma del viejo
monstruo de las películas más de lo saludable, porque había un montón de pensamiento.
—¡Maldita sea! ¡Escúchame! —dijo la voz al mismo tiempo que una mano se pegó a mi tobillo. Me
estaba moviendo demasiado rápido para detenerme, no es que yo lo hubiera hecho de todos modos,
hay cosas peores que golpear primero el piso con la barbilla. Pero todavía dolía como una perra, y
mi lengua mordida inundó mi boca con cobre.
Eso fue extrañamente apropiado, una neblina roja había descendido sobre mis ojos, tal vez me había
cortado en la frente, también. Pero no parecía interferir con mi visión, cuando volteé bruscamente el
pie hacia atrás, después se enterró en esa cara bonita del vampiro y le rompí la nariz.
Nuevamente.
Él maldijo y yo reí, porque era divertido. Y porque yo estaba un poco tensa. Lo cual no ayudó cuando
me di cuenta de la larga mano blanca que estaba todavía envuelta alrededor de mi tobillo.
Bueno, mierda.
El bastardo dio un tirón, deslizándome debajo de él en un movimiento tan rápido que apenas me di
cuenta de lo que había sucedido. Hasta que miré la cara ensangrentada de la muerte, rápida y segura,
mirando hacia mí. Por un segundo, antes de que yo hiciera lo único que podía.
Darle un rodillazo de muerte en las bolas.
La muerte, resultó, que conocía un montón de malas palabras francesas. Fui tratada por la mayoría de
ellas mientras que nosotros rodábamos por el suelo, yo tratando de quitármelo de encima, él con la
intención de drenarme. Y parecía que él estaba ganando. Por lo menos, yo asumí que era la razón por
la que la sala seguía intentando salir gris en los bordes, y por qué mis ataques fueron bateados a un
lado como las travesuras de un cachorro demasiado enérgico.
Hasta le di una estocada repentina en un costado, y cogiendo un extintor de incendios de un montón
de basura se lo estrellé en su dura cabeza. Lo que habría sido genial, excepto que le dio al vampiro
la oportunidad de conseguir poner un pie en el suelo. Él hizo algo de ballet que fue demasiado rápido
para que mis ojos lo siguieran, pero esto terminó conmigo moviéndome de un tirón encima de su
cabeza y luego volcándose sobre mí, sólo a cinco o seis metros de distancia de la tierra.
De pie, frente a mí.
—¿Quién diablos eres tú? —Exigí. —¿El hombre araña?
—No. —Él se pasó una mano por la cara ensangrentada. —¡Tu novio, y vamos a sacarte de esto!
—¡En tus sueños!
—Con frecuencia, —él gruñó a una pulgada de distancia.
Mierda. Yo ni siquiera había visto que se moviera. Y luego el puño de una mano en la frente de mi
camisa sin mangas, me tiró a su cara y… ¿me besó?
Tan loco como suena, eso es lo que el lunático estaba haciendo. En medio de laboratorio de un
científico loco, observados por todas las cosas espeluznantes en sus frascos pequeños. Y parecía que
el loco estaba atractivo, porque por un segundo yo lo estaba besando de vuelta, chupando su labio
ensangrentado inferior que sabía a gloria, sabía a dulce, sabía a lo mejor del mundo. Hasta que llegué
a mis sentidos y bruscamente arranqué distancia, anormalmente fuera de mí, furiosa, encendida, y…
—¿Qué diablos te pasa?
—Tú me pasas. ¡Tu me rends fou!
—¿Qué?
—Fou, fou! —Él hizo algunos gestos extraños en el aire. —¡Me vuelves loco!
Me quedé mirándolo.
—Amigo, tengo noticias para ti. No creo que tú necesites mi ayuda.
El vampiro parecía ofendido, pero no tuve la oportunidad de responder. No con lo que tendría lugar
ese momento para comenzar a correr. El suelo retumbó bajo nuestros pies, un montón de pequeños
frascos se sacudieron en su camino fuera de los estantes y una gran luz roja comenzó a girar por la
puerta.
Porque, sí. Lo que este lugar había necesitado realmente era un estroboscopio con sangre.
Pero eso no fue tan malo como la estridente alarma que partió el aire un segundo después. O el hecho
de que una lona cercana que cubría la jaula empezó a temblar violentamente. Algo realmente quería
salir, y yo realmente quería irme antes de que eso lo consiguiera.
Pero no parecía que la puerta fuera una opción, desde que ya estaba siendo utilizada por un grupo que
parecían las imitaciones de GI Joe. O lo habrían sido, si Joe vistiera con una armadura negro y
bandoleras de pociones colgadas sobre las partes de él, que no estaban ya ocupadas por las armas.
Magos de guerra me di cuenta medio segundo antes de que todo el infierno se desatara.
Capítulo 2

Me sumergí en la mesa de operaciones, ya que era la única fuente de armas, y agarré un par de
cuchillos deslizándolos por debajo. Mientras tanto, el vampiro era atacado por la mitad de los
guardias, quien inmediatamente lanzó a la otra mitad. Los magos golpearon la cubierta, las balas
empezaron a volar, frascos empezaron a romperse y a temblar, sintiendo el conflicto.
El problema era que yo no sabía si los magos eran los chicos malos, viniendo a lanzarme otra vez en
mi jaula, o los chicos buenos intentando un rescate. Y entonces uno que había caído cerca alzó la
vista y me vio. Y apenas tuve tiempo para empujar la mesa encima de mí antes de que un par de
docenas de abolladuras en forma de balas hicieran ping en el metal frente a mi cara.
Bueno, ok entonces.
El chico dejó de disparar después de unos segundos, probablemente pensando que el calibre que
estaba usando no era suficiente para atravesar el espesor del metal. Así que él utilizó cuchillos en su
lugar. Y ellos debían estar encantados, porque mientras que las balas solo habían picado la
superficie, los cuchillos se deslizaban a través de la superficie.
Pero ellos no cortaban a través de mí, porque yo ya no estaba allí. Las balas se estrellaron contra la
pared por encima de mi cabeza y rompieron los barrotes de la jaula lanzándome detrás. Pero sólo una
me golpeó, y esa era una herida menor en la pantorrilla de la que apenas me di cuenta porque estaba
demasiado ocupada observando el contenido de uno de los frascos, que había sido destrozado por el
terremoto o las balas o quien-infiernos-sabe.
Y, bueno, tal vez eso no era formaldehido , pensé, cuando la mano con la que aterricé en el líquido
(4)

se me adormeció hasta el codo. Pero parecía que el efecto se disipaba rápidamente. Porque la
criatura que había estado en el frasco, algo que parecía un pulpo, si ellos tuvieran colmillos de seis
pulgadas, repentinamente se reanimó. Y se abalanzó sobre mi cara.
Grité y le corté con un cuchillo, que no parecía hacerle una mierda.
Eso venía detrás de mí mientras, yo corría y me tropezaba agachándome detrás de las jaulas y cajas,
no sería difícil, para las balas y los colmillos. Y entonces caí, tropezando con algo que nunca vi,
porque estaba demasiado ocupada rodando hacia un lado para evitar a la criatura, la cual golpeó el
hormigón a mi lado con un sonido viscoso, el que pensé me podría perseguir en mis sueños,
asumiendo que sobreviviría para tener alguno.
Y luego se abalanzó sobre mí otra vez y le di una patada.
Aunque, no. Para ser justos, lo pateé con fuerza suficiente como para haber enviado un balón de
fútbol a unas cincuenta yardas de la zona de anotación. Sólo que no había zona de anotación, sólo
estaba el rostro del mago, que había aparecido sobre la jaula cercana, con un brillo de anticipación
en su ojo derecho antes de que la criatura lo mordiera.
Al menos, eso es lo que supuse que estaba haciendo. Era un poco difícil de ver, considerando que los
pálidos tentáculos se habían envuelto alrededor de toda la cabeza y el cuello del hombre. Pero los
sonidos de alguien digiriendo parecían indicar…
Parpadeé y me tambaleé hacia atrás mientras algo pequeño se deslizaba bajo mis pies. Podría haber
sido una rata o una cucaracha, pero yo no estaba de humor para correr riesgos. Estaba de humor para
conseguir llegar a la maldita puerta. A la cual hubiera llegado, si otro diluvio de magos no hubiera
estado bloqueándola a medida que entraban en el interior, tomando mi cuota de locura de un plan
simplemente tonto.
—¡Dory! ¡Fuera de aquí! —Me tomó un segundo darme cuenta de que el vampiro estaba hablado,
sobre todo porque estaba un poco sorprendida de que él aún estuviera vivo. Y más aún cuando él me
tiró una pistola. —¡Vete!
La cogí en el aire. Era una Glock 18, negra brillante de 9mm. Linda.
Y luego rocié balas, —pero no a los magos. Porque la munición de la pistola probablemente no
conseguiría traspasar su blindaje corporal y porque no me sentía caritativa justo ahora. Si vas a ser
una perra, mejor que seas una gran perra, pensé, un poco histéricamente.
Y disparé al estante detrás de ellos.
Repentinamente, fue como la galería de tiro en una feria, el arma estaba totalmente en automático y
los patos no se movían. No voy a decir que rompí cada botella, pero si quedaban más de dos o tres
cuando terminé de vaciar el cargador, me sorprendería. Las balas rebotaban, tarros explotaban,
pedazos de vidrios volaban y la metralla golpeó otros frascos, y el formaldehido llovió sobre los
magos. Cuyos rostros se fueron cayendo, y sus manos entumecidas dejaban caer sus armas, incluso
cuando ellos miraban a su alrededor tratando de encontrar el origen del bombardeo. Lo que nunca
lograron hacer, ya que rápidamente pasaron de la confusión a enojados homicidas...
Bueno, cualquier emoción puede ser mejor descrita como "almuerzo".
Las únicas excepciones fueron los que habían sido lo suficientemente ágiles para evadirse detrás de
la puerta antes de que la diversión comenzara. O los que se habían arrojado contra el vampiro,
supongo que bajo la impresión de que podrían durar más tiempo. O el único que había estado
delante, pero que se había agachado detrás de un montón de cajas.
Ya sabes, el único que yo no había visto.
Él salió gritando un hechizo que me despegó los pies a través del aire, antes de estrellarme contra la
pared lo suficientemente duro como para romperme un hueso. Lo suficientemente duro para licuar mis
entrañas. Lo suficiente para hacer que la habitación entera sangrara.
Rojo.
Me desperté en el medio de una batalla, lo que no era inusual. Un humano estaba arremetiendo
contra mí con un cuchillo, tratando de destriparme. Parpadeé.
Él estaba gritando algo que no pude oír por el rugido en mis oídos, a los cuales siempre le tomaba
unos momentos para calmarse. Pero el sonido rebotaba en el interior de mi cráneo como rocas.
No me dolía, pero era molesto, como un insecto zumbando en mis oídos hasta que extendí la mano
y…
Sí.
Eso estaba mejor.
Me aparté de la pared y miré alrededor.
Esto estaba... colorido. El olor sustancioso de sangre nueva pintaba la habitación con
salpicaduras, resplandeciente carmesí brillando en la oscuridad. El olor de la magia contaminada
procedía del fuego consumiéndose en el suelo, quemando a lo largo de todos los colores del
espectro mientras consumía viejas manchas de pociones. Y un familiar, erizamiento-de-piel
almizclado que dejaban algunos seres humanos, un verde enfermizo que quedaba como secuelas
cada vez que uno de ellos se movía.
El hedor combinado era malo, pero me había despertado en peores, en los días antiguos, en los
campos de batalla, llenos de cadáveres hinchados. No estaba del todo bien.
Pero qué cosa lo estaba. Algo andaba mal.
No eran las cosas extrañas que corrían por debajo de mis pies. Una se dirigió a mí, y luego hizo
una pausa, levantando largas tenazas como un cangrejo frente a él, antes de girar bruscamente y
correr lejos. Lo dejé ir.
Sorprendentemente, tampoco era el vampiro. Había algo aquí, levantando cada pelo de mi cuerpo
con el poder que irradiaba. Primer nivel. Viejo. Tal vez cuatrocientos años, quizás más. Pero la
sed de sangre estaba fresca en él, su contorno no era más que una vaga sombra azul, sólo la
pálida niebla empañaba su cuerpo y las delgadas venas plateadas debajo de la piel mostraban la
diferencia entre él y los humanos.
Saciado o atiborrado. Irrelevante.
Dejé a mis ojos moverse alrededor.
La habitación estaba fría, azules, grises, oscuridad en los rincones, una pequeña fuente de luz
encima de nuestras cabezas. Mi nariz tembló, llamándome, sólo para ser inundada con el sabor de
ozono de la electricidad. Gruñí y luego la ignoré.
Pero algo más brillaba, en brillantes destellos aquí y allá. Caminé a través de la masa retorcida
de humanos hacia él. Uno me agarró del brazo; lo lancé contra la pared. Otro levantó un arma
hacia mí, lento, muy lento, ellos se movían tan lentamente que podría haber arrancado sus
gargantas antes de que terminaran el movimiento. Me conformé con tomar su rifle y arrojarlo
junto a él a través del cuarto.
Llegué a la fuente de luz, pero todavía no podía ver claramente. Me volví gruñendo, y algo
respondió esta vez. Un extraño, e inquietante grito, y luego una mano, brillante, brillante como
una llama, surgió de la nada. Y empecé a sentir todo alrededor del suelo.
Incliné mi cabeza hacia un lado, perpleja. Había visto muchas manos de vampiros rotas o
cortadas moverse por su cuenta, o espasmos de los próximamente-humanos-muertos. Pero ellas no
brillaban.
Sólo yo brillaba.
Gruñí y lo agarré.
Algo dio un grito, y la mano se echó hacia atrás. Y no había músculo detrás de eso, oh sí lo había.
No como los de los humanos, dos de los cuales saltaron para agarrarme, me forcé para liberarme
un segundo después de golpear sus cráneos juntos. Al tiempo que los hacía a un lado y me daba la
vuelta, la mano se había ido.
Gruñí.
Algo gimió.
Algo más se movió, y vi un destello de nuevo, como una vela detrás de una cortina.
Tiré de lo que revoloteaba y se deslizó con facilidad a través de mis dedos. Tela; encerada. Saqué
un poco más y algo en el otro lado lo agarró y tiró hacia atrás. Pero yo era más fuerte, y cuando
me di un tirón, llegó a mis manos.
Y el resplandor inundó la habitación.
Luz dorada, como mirar al sol, se derramaba por todas partes, tan brillante que yo quería
proteger mis ojos. Se hacía difícil ver las características, era difícil ver nada. Pero las
características no importaban; yo normalmente apenas me fijaba en ellas. Yo creaba la energía.
Bajé en cuclillas para tomarlo, pero había algo en el camino.
Verjas. Hierro nuevo. Todavía podía oler la soldadura. Las hice a un lado y busqué a tientas en la
caja, ¿por qué estaba en una caja?, y, finalmente la agarre.
Mordió mi mano.
—No, —le dije. —Malo.
Y luego la saqué.
Todavía no podía ver muy bien; de hecho era más difícil acercarse a la luz, hería mis ojos. Pero
olía mal. Lo atraje más cerca y lo olí, filtré mentalmente el hedor de la sangre, la orina y el miedo
picante que irradiaba de él, pero por una vez, el olor no ayudó. Le palmeé, comprobando sus
extremidades. Se quejó de nuevo, y la luz parpadeó.
—¿Daño? —Demandé, porque no pude encontrar ninguna herida sin cerrar.
No hubo respuesta.
—Daño —le dije de nuevo, más fuerte, porque tal vez era sordo. Pero no. Se estremeció; me había
escuchado. Y entonces algunos disparos golpearon la jaula, sacando chispas en los barrotes, y se
estremeció de nuevo. Y siguió haciéndolo, con pequeños movimientos que parpadeaban en contra
de la lona como luz del fuego.
Oh. No le gusta el ruido. Me puse de pie y lo puse bajo mi brazo. Lo llevaría lejos de los ruidos, y
entonces estaría mejor.
Escaneé la habitación.
Los humanos estaban muertos o tan bien como podían estar. El vampiro, por supuesto, no lo
estaba. Herido, pero no mortalmente, lo que lo hacía más peligroso. Entrecerré los ojos en él.
Ahora había un débil matiz de color rosa alrededor del azul, mezclando las corrientes de poder en
zarcillos malva que humeaban hacia arriba desde la superficie de su piel.
Me quedé con la cosa pequeña cerca mientras bordeaba el campo de cuerpos. El vampiro se
volvió cuando nosotros lo hicimos, pero no hizo ningún movimiento de ir hacia adelante. Pero las
corrientes tiritaban a través de sus venas aumentaron, así como aumentaba su poder.
Me gruñó una advertencia.
El vampiro no estaba feliz; yo podía sentir el calor que repentinamente emanaba, en la forma en
que el aire se cargaba de ozono. Arrugué mi nariz. Yo odiaba ese olor. Cómo vivían los humanos
en ciudades impregnadas de la esencia de los que los cazaban, nunca lo entendería. ¿Cómo no
sabían que los estaban acosando, cuando cada casa apestaba a los cazadores? Cuando cada
farola zumbaba como la energía robada de sus venas, ¿era imposible notar la diferencia?
Pondría a la pequeña cosa en algún lugar sin luces falsas. Con nada más que árboles y el viento y
cosas corriendo aún más pequeñas de lo que era. Con los sonidos de la tierra que no lo harían
temblar y maullar.
El vampiro no se había movido.
Me miró con recelo. Su poder se había desvanecido, la corriente de plata apenas visible ahora,
pero sólo se estaba frenando y cerrando sus heridas. La única grave estaba en su estómago, donde
lo había salpicado un poco de poción y lo estaba comiendo a través de la carne. Pero las
habilidades de curación del vampiro eran más rápidas que la poción destructiva. Pronto estaría
completo de nuevo. Y si se alimentaba de los pocos seres humanos cuyos con pulso que aún latían
débilmente, aquí y allá, estaría de nuevo a pleno rendimiento.
Si yo iba a atacar, debía ser ahora.
—¿Dory? —El vampiro hablaba, bajo y suave. El nombre no era el mío, pero me miraba. También
sus ojos tenían trazos de plata, como las venas. Me miraban, profundos, vacíos y horribles.
Gruñí y renové mi dominio sobre la pequeña cosa, que se debatía. Podría matar al vampiro si me
forzaba, pero también estaba herida, y necesitaba proteger a la pequeña criatura. Esta era una
pelea que evitaría si podía.
—Dory… —Tendió una mano.
Retrocedí, señalando la pequeña cosa conmigo.
—Mía, —le dije, bajo y gutural, y el vampiro pareció sorprendido.
Probablemente lo estaba. Ellos siempre asumían que yo no hablaba. Que no podía. Muchos
habían planeado mi muerte, discutido, reído sobre eso, incluso cuando estaba en la misma
habitación, porque ellos asumieron que yo era ciega. Como uno de los fracasos de su género, que
había nacido loca.
Pero no era un fracaso. Yo era lo que se suponía que debía ser. Yo era una dhampir.
Y ellos nunca vivían para contarle a nadie que estaban equivocados.
— ¡Mía! —dije, en tono desafiante esta vez. Si quería pelea, que así sea.
Pero el vampiro dio varios pasos hacia atrás, las manos en alto.
—Oui. Si. Tuya, —convino. Las palabras no significaban nada, porque los vampiros mentían, Pero
también cambiaban de color. El rosado pareció colapsarse sobre sí mismo. Del negro al azul, al
gris, el negro se oscureció y empequeñeció de repente, en lugar de brillar con el poder. Lo vi por
poco.
A diferencia de los más jóvenes, Los antiguos y tan fuertes como este podían convocar el poder en
un instante, con poco o nada lo acumulaban si lo requerían. Pero se echó para atrás. Se negaba al
desafío.
Pero los vampiros mentían.
Mis músculos se tensaron, la adrenalina ahogando mi sistema, el poder y — la velocidad rasgando,
lagrimeando, ardiendo, siiiii. La sed de sangre me inundó mientras me preparaba para la pelea,
siempre la prefería, siempre la gozaba. Y entonces me lancé…
…a la puerta, cerrándola de golpe un segundo antes de que algo se estrellara en el otro lado.
El vampiro dio un salto.
—¿No sentiste el cambio? —le desafié, empujando contra la garra que quedó atrapada en el
hueco entre la puerta y la pared. Era más larga que la de un hombre, con los nudillos enormes y
exagerados bajo una cubierta de pelo negro, y espesas garras amarillentas que rayaron el metal
pesado.
—Estaba… distraído.
—Ese tipo de distracción puede hacer que te maten, vampiro.
—Ya veo. —Le dio con la culata de un arma que tomó del suelo sobre los dedos de la criatura, lo
bastante fuerte para romper varios de ellos, y el resto se retiró con un aullido. —Cambiantes.
—Sí. Yo olí su almizcle cuando me desperté. ¿Tú no?
—No. —La voz era entrecortada. —Ellos huelen como humanos para mí.
—Lástima.
Eso debió haberle picado, porque el poder pasó por sus venas por una fracción de segundo antes
de que tirara de las riendas de nuevo.
—Hay trece, dos de ellos heridos, —dijo, luciéndose. —Las probabilidades son aceptables.
—No con la cosa pequeña.
—La cosa pequeña ¿Quieres decir la niña?
Miré hacia abajo. La pequeña me había agarrado la pierna con un apretón que habría desafiado
incluso al de un vampiro. Eso estaba bien. Dejaba mis manos libres.
—Niña. —Usaba esa palabra tan poco, a veces las palabras no salían. Pero está...
—Sí.
—Voy a protegerla.
No le respondí. Yo estaba mirando las marcas de garras en la puerta. Tenían el mismo hedor
nauseabundo que las criaturas malas y anti-naturales y estaban haciendo burbujear la pintura
verde a medida que caía por la superficie. Un momento después, la cerradura de la puerta empezó
a chisporrotear, humeando como si un soplete estuviera del otro lado.
Miré hacia el vampiro.
—¿Qué decías?
Él frunció el ceño. Lo hacía mucho. Pero un momento más tarde, me uní a él cuando la habitación
se sacudió bruscamente a la derecha, como un barco en el mar, y feas grietas corrieron por las
paredes. Una dividió el techo hasta llegar a la luz, causando que las llamas entraran en una lluvia
de chispas. Más luz atravesó por las grietas, cruzando la oscuridad en astillas de naranja
infernal.
Una iluminó una de las barras de la jaula, y el metal se fundió como en un horno. Pero yo nunca
había visto un horno convertir una barra al rojo vivo en un instante. O hervir hasta hacer humear
a las otras.
No me molesté en ver lo que el resto de los rayos estaban haciendo. Mis ojos se fijaron en una
mesa rota, no muy lejos. Estaba en mal estado, pero tenía las ruedas. La usaría.
Me enderecé y empecé a apilar cosas encima.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó el vampiro. Parecía que quería interferir, pero la cerradura
había desaparecido y su espalda contra la puerta, la mantenía cerrada.
Más o menos.
—No es evidente. ¿Dónde estamos?
—En ninguna parte. Los magos oscuros que utilizaron este lugar plegaron un pedazo de una Línea
Ley, creando una bolsa en el no-espacio… —Se interrumpió con un sonido de disgusto. —¡No hay
tiempo para esto! Nosotros tenemos que…
—Hay tiempo, —le dije, metiendo la nariz en un frasco grande. Pequeñas bolas redondas de metal
grasiento. Las añadí a la pila.
El vampiro hizo otro ruido molesto, pero contestó. —Una Línea Ley es un río de gran poder
metafísico. Entre otras cosas, que separa los mundos…
—Sé lo que es una Línea Ley.
—Entonces sabes que están destinadas para viajar a través de ellas rápidamente, como cuando
entras en un portal. ¡No están diseñados para ser utilizados como residencia permanente!
—Sin embargo, alguien lo ha hecho.
—Aquellos que tienen un amplio conocimiento de la magia y una urgente necesidad de ocultarse
han utilizado el truco desde hace siglos, pero conlleva un gran riesgo. Si el hechizo que ellos
utilizaron como ancla falla, el escudo burbuja que mantiene fuera la energía de la Línea Ley
también fallará, y en ese caso… —Gesticuló salvajemente a la habitación. —¿Entiendes?
Miré hacia arriba. En los pocos segundos que había trabajado, la escena había cambiado. Ahora
parecía como si la habitación fuera de cristal y alguien hubiera tirado una bola en ella. El punto
de impacto era un sólido corazón de llamas, hirviendo de color rojo-anaranjado de energía que
irradiaba hacia el exterior en rayos dentados. Encendiendo las piezas restantes de la habitación,
como el sol a través de vidrios de colores, haciendo que la pólvora en el aire brillara como oro en
polvo.
Tanto poder. Tan hermoso. Aparté mis ojos.
—Entiendo que tenemos que salir
— ¡Sí, sí! ¡Tenemos que salir! Por eso hacer una barrera nos servirá de poco…
—No estoy haciendo una barrera.
El vampiro miró las pesadas piezas de basura que había reunido en la mesa. —Entonces, ¿qué es
eso?
No me molesté en contestar.
—Abre la puerta, —le dije en su lugar.
—¡Efin! —Levantó sus manos, y luego tuvo que bajarlas rápidamente cuando la puerta se dobló
detrás de él. —Sí, sí, d'accord. Ahora tú y la niña, quedaos detrás de mí, ¿Entiendes?
Lo miré. Le gustaba fruncir el ceño, le gustaba ordenar cosas, y le gustaba hablar. Me recordaba
a alguien.
—Entiendo.
—Bien. Tomó un respiro. Luego otro, lo que no tenía mucho sentido ya que no respiraba. Y
entonces se giró a un lado.
La puerta se abrió de golpe y un gruñido de piel y salvajismo desenfrenado hirvió en la
habitación. Se detuvieron varios metros dentro, con la boca abierta y babeantes. Que es cómo la
mayoría de las criaturas hacían frente a la materia sólida en llamas en la que se había convertido
la mitad trasera de la habitación.
Ellos se recuperaron en un segundo. Yo no les di ni una oportunidad. Hice girar la mesa hacia
fuera, poniendo toda mi fuerza en ello, la pesadez del metal aumentada por la torre de cosas en la
parte superior. Las cosas se derramaron cuando su base se estrelló contra la espalda de los
cambiantes, o estómagos para aquellos que tenían reflejos ligeramente mejores, no es que
importara; no importaba nada. Ni dándoles con mil libras de acero, hierro y pequeños trozos de
metal laminado los mataría.
Entonces el vampiro me echó hacia atrás. Sus dientes estaban fuera y su sed de sangre
aumentando. Pero yo no pensaba que fuera a alimentarse con las llamas lamiendo hacia nosotros.
—Sube, —dije con impaciencia, empujando la mesa hacia él.
—¡Vosotras primero! —gruñó, y me tiró a mí y a la pequeña en la mesa en picada. Atravesamos la
puerta. Y luego por un pasillo, que se derrumbaba detrás de nosotros.
Me di la vuelta a tiempo para ver que varios de los cambiantes, de alguna manera, también
habían logrado salir, pero ellos no estaban interesados en atacarnos. Ellos barrieron a dos de los
suyos que se habían quedado atrás al salir corriendo, los aplastaron con el pánico por salir.
Cayeron en una bola de pelo y en un enjambre de extremidades y al segundo siguiente fueron
consumidos por las fauces de la energía detrás de nosotros.
Ahora no era como el cristal, pensé, sosteniendo la cosa pequeña gimiendo mientras el corredor
ondulaba, hormigón, ladrillo y yeso, todo a la vez. Como si la escena no fuera más que una
imagen dibujada en un papel y que se sostenía.
Era extrañamente irreal, la expresión de la cara del vampiro mientras corría, empujándonos a
una velocidad inhumana, corriendo lo imposible hasta que el fuego lamía sus talones y lo tiré
sobre la mesa con nosotros. Las llamas nos seguían, crepitando como un rayo a través del ancho
del túnel, quemando a través de la chaqueta del vampiro y la herida punzante en mi brazo. Humo,
olor a carne quemada y tela, inundó el aire. El pasillo corcoveó y se dobló. La electricidad
levantaba el vello de mis brazos y picaba en mi piel expuesta, el espacio que nos quedaba
chisporroteaba como revoloteando hacia atrás, como un túnel flameado a nuestro alrededor,
como una hermosa muerte llegando con manos ardientes por nosotros.
Y falló.
El piso se resistió violentamente por última vez, y de repente estábamos saltando en la oscuridad,
la mesa humeaba como un cohete, el portal detrás de nosotros ardía no en naranja, pero sí
brillante, incandescentemente blanco por un breve instante. Antes de que explotara como una
bomba, que nos alcanzó y nos lanzó por el aire sobre un gran grupo de personas que corrían a
través de lo que parecía la puerta de un almacén.
Pero ellos no eran personas, eran vampiros. Docenas de ellos, algunos salieron del camino a
tiempo, otros dieron volteretas junto con nosotros cuando caíamos y rodábamos hacia una calle,
recogí al mismo tiempo a la pequeña, que con el impacto se había arrancado de mis brazos y un
cuchillo al mismo tiempo, porque la lucha no había terminado todavía. No, la lucha apenas
comenzaba, rodé hasta pararme en pie y…
—¡NO!
La voz me atravesó como un centenar de cuchillos, sacándome el aire a medio camino a través de
un salto y enviándome contra el suelo. Mi cuerpo se retorcía, pero el poder no me dejaba
levantarme. No el vampiro, no ese vampiro. Sólo había uno que podía hacerme esto, lo miré sin
ninguna sorpresa en absoluto, y vi el contorno difuso de un ser hecho de luz de la luna, brillando
en el aire por encima de mí.
—No, —le dije. —Espera… la niña.
Pero no me hizo caso. Nunca escucha.
Y entonces la luz se desvaneció, y no había nada más que oscuridad.

Capítulo 3

Algunos días no vale la pena levantarse de la cama. Pero cuando un terremoto está haciendo su mejor
esfuerzo para sacudir tu habitación, no tienes muchas opciones. Parpadeé abriendo mis pestañas para
encontrar la luz del sol asomando sus alegres rayos dentro de mis ojos, un aspirante a Pavarotti en
forma de pájaro fuera de mi ventana, y al menos un 5,0 en la escala de Richter.
El tarro de mermelada de margaritas en mi tocador estaba bailando. Pequeñas nubes de yeso se
zarandeaban por debajo de mi techo. Y mi cama estaba migrando lentamente a través de las tablas de
madera desgastadas del piso. Miré alrededor con total confusión porque estaba medio dormida, y
porque los golpes en la puerta eran casi exactamente iguales a los golpes en mi cabeza. Por un
momento, yo no estaba segura si era la habitación la que temblaba o era yo.
La habitación, decidí, cuando el frasco de margaritas bailo al borde de la cómoda y saltó a su
perdición.
—Mierda, —dije, y me caí de la cama. El terremoto se detuvo.
Unos segundos después, una mano nudosa, con cicatrices, grande como un cubo, apretó alrededor del
marco de la puerta. Fue cuidadoso, porque las pequeñas cosas como puertas de roble macizo eran
muy endebles. Pero luego se detuvo sin llegar a entrar.
El dolor en mi cabeza era asombroso, pero eso no me impedía reconocer la mano. Pertenecía a uno
de mis compañeros de casa, porque con quienes convivo no es nada más normal que el resto de mi
vida. Ymsi, el donador de las margaritas, tenía la ligera desventaja de ser un troll. No es que fuera
una desventaja para él, por lo que parecía, pero sí causaba problemas para el resto de nosotros de
vez en cuando.
Como cuando decidió despertarme suavemente llamando a la puerta.
—Adelante, —grazné, sólo para que nada ocurriera. Bajé mi cabeza. Por supuesto que no.
Ymsi tenía el usual amor troll por la belleza, y por alguna razón, había decidido que yo cumplía esos
requisitos. Y aunque él y su hermano gemelo, Sven, habían estado en la tierra desde hace tiempo,
todavía conseguían meter la pata cuando se trataba de lo que ellos consideraban los aspectos más
extraños de la cultura humana. Como todas esas cosas de la privacidad.
Esto fue el resultado de una mirada que le lancé cuando un día en medio de un baño encontré a Ymsi
de pie, encorvado en la puerta, mirándome fijamente con esa mirada absorta de su rostro, la misma
que utilizaba cuando se enfrentaba a una nueva especie de flor. O jugaba con la ardilla bebé que
había rescatado del patio trasero después de una tormenta y la mantuvo como mascota. O se introdujo
en las maravillas del chocolate por primera vez.
Aparentemente, en términos troll, ese tipo de cosas se consideraba entrañable.
Desafortunadamente para Ymsi, yo no soy un troll.
Y supongo que mi reacción había sido memorable. O tal vez Olga, una amiga que también tenía la
persuasión troll, había tenido una charla con él. Porque de pronto él había adquirido un nivel de
mojigatería de la época victoriana donde a las mujeres se las respetaba. En esos días, no se
atreverían a entrar en el dormitorio de una dama, mi cielo no. Lo que significaba que si quería saber
lo que traía, iba a tener que llegar a la puerta.
De alguna manera.
Terminé arrastrándome a través de las margaritas escurridas, porque me pareció más fácil. Pensé,
tratando de empujarme a mí misma hacía la puerta, en responder a la puerta como una persona
normal, pero ¿a quién demonios estaba tratando de engañar? En su lugar, me conformé con abrirla de
una patada, sólo para ser confrontada por una sólida montaña de... bueno, montaña.
El olor acre o algo como a carne de troll no se ocultaba en un par de andrajosos pantalones cortos y
una camisa verde marrón de andar por casa, con la consistencia de un pastel de tierra, como si se
hubiera petrificado de alguna manera con el paso del tiempo. Lo empujé, con la rodilla, que era lo
más alto que podía alcanzarlo. La piel no hizo nada tan normal como un hoyuelo, pero la montaña se
movió atrás unos pocos metros, lo que permitió que una enorme cabeza apareciera por la puerta.
Tenía el pelo rubio flexible que le caía sobre la prominente frente, una nariz del tamaño y forma de
una cabeza de coliflor, y pequeños ojos azules, como guijarros. Ellos me miraron de soslayo
miopemente.
— ¿Sí?
Ymsi no dijo nada.
Suspiré y apoyé mi cabeza contra la pared. Las conversaciones con los gemelos podrían prolongarse
durante horas sino días, hasta el punto que a menudo olvidaba lo que habíamos estado hablando. A
veces me preguntaba si las antiguas leyendas eran ciertas, las que decían que la gente de la antigua
Escandinavia a veces se habían sorprendido cuando la pequeña colina en la que ellos habían
acampado de repente se levantaba y avanzaba pesadamente. Al parecer había sido un troll, esperando
a un amigo, y poco a poco fue cubierto por el musgo y la hierba durante el intervalo de tiempo.
Pero Ymsi no solo estaba callado. También había desviado la mirada, lo que me pareció bastante
extraño. Hasta que mire hacia abajo.
Y vi lo que llevaba puesto.
Con mi cerebro tratando de forjar su camino a través de mi cráneo y todo, no me había dado cuenta
antes, a pesar de que era mucho más bonito que mi ropa de noche habitual. Demonios, era más bonito
que mi usual ropa diaria, excepto que, no podía recordar que alguna vez hubiera sido dueña de nada
en ese tono en particular de... ese tono descolorido… ese tipo no muy… Oh, diablos. ¿A quién estaba
engañando?
Era de color rosa.
Por alguna espantosa razón, llevaba un camisón rosa.
Parpadeé, pero no se fue. Todavía era de color de rosa, seguía sedoso, y algo pomposo con lo que
parecía encaje hecho a mano en torno a la V del profundo escote. Tenía mangas transparentes, gasa o
algo así, grandes y voluminosas con abundantes puntas de encaje. También tenía un gran arco flojo de
raso bajo la V, porque 99.999 en el medidor de chicas obviamente no había sido lo suficientemente
bueno.
¿He mencionado que era de color rosa?
Hubiera sospechado que pertenecía a mi antigua compañera de habitación, Claire, que había estado
de visita por las últimas semanas. Sólo que ella era pelirroja y odiaba el rosa en todas sus variadas
tonalidades, casi tanto como yo. Pero es seguro que no era mío.
Era, más bien ajustado y más bien corto, lo que explicaba la reacción de Ymsi. Cogí mi vieja bata
gris de la parte trasera de la puerta, cubriendo mi extravagancia, y lo intenté de nuevo. —¿Querías
algo?
—Olga quiere, —corrigió Ymsi, sin atreverse a mirarme. Esperé, pero no dijo nada más.
—¿Olga quiere qué? —Le pregunté finalmente, pero no conseguí nada. Los diminutos ojos de Ymsi
se habían obsesionado con la pequeña cantidad de tobillo que había dejado al descubierto, con la
expresión escandalizada de una niña del siglo XIX. Rápidamente lo cubrí con un poco de terciopelo.
—Ymsi, ¿qué pasa con Olga?
Sus ojos volvieron a los míos, pero la información no llegó. Lo que era razonable, ya que él había
agotado una semana de palabras para un troll.
—Ven, —agregó, en un gran despliegue de locuacidad, antes de retumbar por el pasillo, moviendo
unas cuantas fotos de las paredes en el proceso.
Cerré la puerta y me apoyé contra ella.
Olga claramente quería algo, pero yo no tenía ni idea de qué. Y en ese momento, no me importaba. La
habitación estaba nadando de dentro a fuera, me sentía como si me hubiera caído por una escalera
hacia atrás y mi estómago estaba amenazando con una revuelta. Lo peor de todo, no era capaz de
recordar cómo llegué aquí.
El vino Fey, supuse. El letal brebaje Fey era lo único que había descubierto que podía noquear
incluso a una dhampir directamente en su culo. Había descubierto esto después de mi primera resaca
hacía poco más de una semana, lo que se podría pensar que habría evitado una segunda.
Pero aparentemente no.
Y ésta era peor, porque mi memoria no había sido afectada la última vez. Lo cual era irónico, ya que
los apagones de los dhampirs eran algo regular. Cada vez que el tren va por la loca ciudad, perdemos
todo recuerdo de lo que pasó, despertando horas o días más tarde, a menudo de mala manera y por lo
general rodeados de gente en peores condiciones. Sólo que no pensaba que fuera eso lo que había
ocurrido aquí. Porque tampoco podía recordar nada anterior al apagón. De hecho, tenía en blanco la
mayor parte del día de ayer, lo que era condenadamente triste.
Quinientos años de edad es un infierno de tiempo para descubrir que no puedes controlar el licor.
Estuve tendida ahí por un momento, mirando el calcetín negro que llevaba puesto por alguna razón, y
contemplé el levantarme. El suelo era duro, pero no tenía ganas de moverme. O respirar o vivir, no
es que pudiera hacer mucho acerca de los dos últimos. Así que me decidí a quitarme las galas que
vestía.
No estaba haciendo nada tan burdo como rascar mi cuello, por supuesto, porque también era sedoso.
Era lo que se espera de algo que lleva el nombre de un diseñador parisino. Un diseñador parisino
muy famoso que yo ni siquiera sabía que hiciera camisones, pero supongo que sí.
Pensé en eso por un momento, y luego entré en pánico al pensar que podría fácilmente estar usando
algo que probablemente costaba más que mi coche.
Me lo quité y lo tiré sobre la cama, donde latía dentro y fuera como el resto de la habitación, miré mi
poco lavado y surrealista edredón. Al menos cubría la mancha de aceite de la última vez que había
limpiado mis armas. Supuse que eso ya era algo.
No había necesidad de preguntarse de dónde había venido. Podría haber tenido el nombre de Louis-
Cesare bordado en él, sólo que probablemente no lo tenía porque eso sería de mal gusto. En la forma,
que al parecer, los putos y gigantescos lazos de satén, no lo eran.
Me quedé mirándolo fijamente durante unos minutos, mi cabeza palpitante, mi estómago agitado. Y
decidí que era totalmente incapaz de manejar las consecuencias del camisón más impresionante del
mundo en estos momentos. En su lugar, me arrastré al baño, donde me abracé a la porcelana y esperé
que mi estómago se uniera a la diversión.
Que hoy estaba siendo un bastardo un poco perezoso, el contenido solo se retorcía bajo mis costillas.
Pero la luz era tenue aquí, gracias a mi olvido de encenderla cuando entré. Y mientras el azulejo
estaba frío, la alfombra de baño era gruesa y cómoda y la túnica que había arrastrado conmigo,
hicieron un montón caliente agradable a mis pies. Mi frente encontró un lugar fresco a lo largo del
borde que le gustó y, en general, decidí, que las cosas se veían un poco…
—¡Dory!
—¡Augghh! —Reaccioné antes de pensar, lo que demostraba que reaccionar en una fracción de
segundo no era siempre una buena cosa. Como cuando el resultado era yo saltando y golpeando a mi
otra compañera de piso contra la pared del baño.
Los grandes ojos verdes de Claire me miraron por encima del brazo que yo había empujado contra su
tráquea, pero ella no parecía asustada. Posiblemente porque la pequeña pelirroja era perfectamente
capaz de revertir nuestra posición en cualquier momento que le diera la gana.
—¿Estás bien?
Considerando que ella era la única clavada en la pared, pensé que era una pregunta extraña. Pero yo
no estaba teniendo un buen día, así que decidí que tal vez era yo.
—Me sorprendiste, —le dije, dejándola ir.
A Claire no pareció gustarle esta respuesta.
—¡Ymsi ha dicho que estás herida!
—¿Qué? No, sólo… —Me detuve, justo a tiempo, porque Claire no era una fanática del vino fey.
Claire estaba, de hecho, en estos días inclinándose fuertemente hacia la prohibición, por lo que
explicar que de alguna manera me había caído del vagón no era probablemente la mejor manera de
que mi día mejorara.
—¿Sólo qué? —preguntó.
—Sólo un poco entumecida, —lo sustituí.
—¿Un poco entumecida? ¡Estás negro y azul!
Miré hacia abajo. Y después me subí la toalla, maldiciendo mi metabolismo, que ya debería haber
suavizado las evidencias de lo que había sucedido la noche anterior. La curación rápida era una de
las pocas ventajas de mí condición con un infierno de un montón de cosas negativas, sólo que eso era
un poco difícil de decir en este momento.
—¿Y bien? —demandó Claire.
—Um, —le dije porque mi cerebro estaba todavía medio cocido.
Las manos de Claire fueron a sus caderas, nunca era una buena señal. —Me dijiste que ibas a una
misión de rutina. Me dijiste que no era nada de qué preocuparse. Me dijiste que no te espere
despierta. Y ahora te encuentro medio muerta.
—No estoy medio muerta. Es sólo estética…
Claire agarró mis hombros y me dio vuelta hacia el espejo.
—¿Estética?
Y bien. Tuve que admitir que había tenido mejor aspecto. Mi cabello corto era un manojo
enmarañado, había círculos oscuros debajo de mis ojos y la piel generalmente pálida estaba blanca
cadáver, las partes que no estaban de color verde, amarillo o de un rico púrpura. Más preocupante
aún, mis colmillos de bebé estaban fuera, lo que solía ocurrir sólo cuando estaba peligrosamente
cerca de caer en el territorio del Sr. Hyde.
Rápidamente los llevé hacia dentro. Eso no ayudó mucho. Todavía parecía la hija de Drácula.
Lo cual era totalmente injusto, ya que sólo había sido mi tío.
—Claire…
—Me lo prometiste, —dijo ella, mientras me daba la vuelta para mirarla. Su tono era mortalmente
silencioso, pero en realidad eso era peor que uno de sus famosos ataques. Con los ataques se puede
razonar; la tranquilidad de Claire era la que establecía la ley. —Tú prometiste cuidar mejor de ti
misma
—Lo hago…
—¡Sí, realmente lo parece! —Su gesto recorrió toda mi lastimera imagen, donde la toalla no estaba
haciendo un gran trabajo cubriéndome, ya que era sólo una de manos. Y el espejo sobre el lavabo
estaba ocupado reflejando mis costillas magulladas y la parte trasera.
Pero estaba moviéndome bien, y nada por dentro estaba hinchado, picado o punzado, o daba
cualquiera otro signo revelador de una lesión grave. Yo había sanado; mi cuerpo tendía a priorizar el
daño, y todavía no había tenido tiempo de preocuparse por lo bonito. Pero Claire no parecía entender
eso.
O tal vez lo hacía, porque su frente se arrugó, haciendo patinar sus gafas hasta la punta de la nariz.
—¿Priorizar?
Mierda. ¿Había dicho eso en voz alta?
—Entonces, si es así como te ves ahora...
Mierda mierda.
—… ¿de qué forma te veías anoche?
Maldita sea. Me dolía la cabeza, pero yo solita me había metido directa en ésta. Y lo peor, no era
capaz de pensar con la claridad suficiente como para llegar hasta una buena mentira.
—Estoy bien, —le dije sin convicción.
— ¡Tú podrías estar acostada en un charco de sangre, faltándote la cabeza, y me dirías lo mismo!
—En realidad, si me faltara la cabeza, no sería capaz de… —Me detuve, porque parecía que Claire
no pensaba que eso fuera gracioso. Lo intenté de nuevo. —Tú me has visto golpeada antes…
— ¡No así!
—Sí, —Me volví hacia el lavabo, mojando una toalla con la esperanza de que algunas de las
manchas en mi cara fueran de tierra. —Soy una mercenaria a sueldo, Claire. Tengo que meter mi
nariz donde la gente no quiere y la trataran de cortar. Va con el territorio…
— ¡Mierda! —dijo con furia. —He vivido contigo durante dos años y te he visto menos golpeada que
durante el último maldito mes. Hace dos semanas, ¡casi te vuelan en pedazos! Casi una semana
después de eso, fuiste traída a casa en terribles condiciones por ese vampiro…
—Su nombre es Louis-Cesare y yo estaba mayormente con resaca.
—…y ahora te encuentro ¿así?
La toalla se sentía bastante bien, pero cuando me la quité, la cara se veía casi igual. Aún púrpura,
pero... más húmeda.
—Bueno, últimamente he tenido un poco de mala suerte.
—¡Eso no es suerte, Dory! Son esas cosas.
—¿Qué cosas? —pregunté, porque soy estúpida.
—¡Sabes qué cosas! Vampiros. —Fue sólo una palabra, pero el tono lo hizo sonar como un insulto.
Tendía a olvidar que Claire era un poco racista con las especies. Parecía dispuesta a aceptar a los
Fey en todos sus tipos y variantes, pero los vampiros eran otra cosa.
Por supuesto, un Fey no la había secuestrado y casi la había matado.
—Los chicos que te agarraron estaban en el lado equivocado, —le recordé.
—¡No hay un lado, Dory! Y si lo hay, es el suyo propio, — sus intereses y su bienestar. ¡Yo ni
siquiera sé cómo llegaste a casa tal como estás!
—Yo la traje, —dijo alguien en voz baja. Y Claire y yo saltamos, porque ninguna de nosotras había
oído aproximarse al guapo vampiro de cabello castaño-rojizo a la puerta.
Claire también dio un pequeño grito, pero eso sonaba más como indignación que shock.
— ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Caminé, —dijo Louis-Cesare, no ayudando con el asunto.
Pero parecía no importarle mucho. De hecho, su expresión era de bastante desconfianza, aunque
desconfianza no era realmente la emoción primaria que yo sentía cuando él vino a mí. Con una mano
en mi rostro, girándola a la luz.
—Aquí hay guardas, —dijo Claire, mirándolo.
—MM.
—¡Y un jardín lleno de feys!
—Sí, están ahí. —Las palabras en sí no eran insultantes, pero el tono tenía la misma arrogancia
ocasional que regularmente lo metía en problemas con todo tipo de personas. Como con cierta
pelirroja medio Fey, que parecía que estaba a punto de golpear su mano lejos de mí.
Pero no lo hizo, tal vez porque vio lo mismo que yo sentí, la hinchazón en mi boca magullada bajando
mientras su pulgar encallecido barría a través de ella, el labio volviendo más o menos a su forma
correcta, el calor fusionándose lenta e intensamente en mi…
Bueno, quizás no la última parte.
Pero no era la emoción lo que me preocupaba mientras nuestros ojos se encontraron en el espejo. Sus
manos se acercaron a enmarcar mi cara, grandes, cálidas y relajantes, con los pulgares acariciando a
lo largo de mis mejillas. Debería estar realmente molesta, la petulancia, más que un indicio de
posesión, la presunción de que solo él podía entrar en mi cuarto de baño en cualquier momento que
él quisiera y…
Y no me importó. Quería entregarme a la sensación de esas manos, quería hundirme en todo ese
calor, quería pavonearme como un gato frotándose, quería…
Quería.
Y eso me asustó como el infierno.
Capítulo 4

No me di cuenta cuando Claire se fue. Ni siquiera estaba segura de que ella se hubiera ido. Me
resultaba difícil concentrarme con esas grandes manos ahuecando mi cara, suavizando mis moretones
tan fácilmente como alguien limpiando maquillaje.
—Pensé que me había hecho cargo de esto anoche, —murmuró, con calientes y ásperos dedos que
quitaban el dolor. —Pero no soy tan bueno en esto.
Quería preguntarle qué quería decir, quería preguntar sobre anoche, pero no lo hice. Porque él estaba
equivocado. Él era muy, muy bueno en esto.
Un toque de sus pulgares y me veía como si estuviera usando pintura de guerra al revés, mostrando
franjas de piel más pálida a través de los morados. Otro pase y sólo un tenue rubor malva se mantuvo
a lo largo de mis mejillas. Uno más y se habían ido, mis mejillas rosadas florecientes de salud, o tal
vez con algo más.
Todo el proceso debería haber sido fascinante. Había sido sanada una o dos veces en el pasado, pero
no había estado, en un estado para darme cuenta de los detalles. Y ahora no estaban recibiendo toda
mi atención. Estaba demasiado ocupada queriendo agarrar uno de esos talentosos dedos entre mis
dientes, morderlos y sentir la carne ceder, chupar la mordida, para…
Para hacer un montón de cosas estúpidas que solo harían empeorar las cosas, pensé, al ver
derramarse el lustroso rosa en el espejo.
El sol entraba a raudales a través de los visillos de mis ventanas, iluminando las motas de polvo en
el aire y brillando en el extravagante raso sobre mi cama. Enmarcado contra el desteñido algodón
azul de mi edredón, que bien podría haber sido iluminado con luces de neón. Maldita sea.
¿Por qué la lencería? Pensé con resentimiento. De todas las cosas que él podría haberme comprado,
¿por qué tenía que ser?…
Pero por supuesto, sabía el por qué. Era el tipo de regalo que un chico hacia a una chica cuando
esperaba tener la oportunidad de verla con ella. Y entonces tal vez arrancársela; y eso habría estado
bien, eso habría sido maravilloso. Algo pequeño, picante, rojo o uno largo, negro y ceñido, algo
barato así no me importaría si terminaba en un par de piezas al día siguiente, no había problema…
¿Pero esto?
Esto tenía expectativas por escrito por todas partes.
Expectativas que me jodían magníficamente porque yo no era el tipo de chica que vestía ropa de
noche de diseñador y que sabía para qué eran todos los tenedores. Era el tipo de chica que pensaba
que el cajón donde estaban los camisones era el lugar donde las camisetas viejas iban a morir y que
había comenzado a usar el tenedor solo el último siglo. Y quien francamente continuaba pensando
que era un tipo de desperdicio cuando había cuchillos perfectamente buenos a mano.
Mierda.
Tragué saliva y cerré los ojos, pero no sirvió de nada. Tal vez porque los pulgares callosos seguían
manteniendo una lenta caricia, alisando mis mejillas hasta mi mandíbula, y luego de nuevo hacia la
línea del cabello, masajeando mi cabeza palpitante hasta que el dolor se rindió y se desvaneció lejos.
Y luego migrando a zonas donde no había dolor, donde nunca había habido alguno, como si hiciera
un mapa de mis características: el arco de mis cejas, mis pestañas, el puente de mi nariz, y de vuelta
a mis labios.
Con lo cual fue como terminé chupando los dedos de un vampiro cuando esa era la última cosa que
debería estar haciendo.
¿Cómo me había metido en esto?
Por supuesto, sabía cómo. Él me había atrapado en un momento de debilidad. Estaba herida y él
había sido amable, por no hablar del calor abrasador, y por un minuto en el que en realidad me había
permitido creer que esto podría funcionar, al menos por un tiempo... tal vez....
Sólo que no podía. Porque los dhampirs no tienen relaciones. Los dhampirs tienen una noche
ocasional en medio de los combates de locura, en la que ellos esperan que su pareja no los cabree y
terminen comiéndose su cara. Creo que mi máxima relación había durado cinco días, y había sido una
aberración. Y ésta ya había durado más tiempo que esa, si por el término relación podía entenderse
como dos personas que pasan la mayor parte del tiempo discutiendo y tratando de matarse el uno al
otro.
No es que me sintiera particularmente homicida en este momento. Me sentía extrañamente sin huesos,
con una extraña sensación de calor, a la deriva, sin ataduras, como si sólo pudiera flotar. Hasta que
él agarró mis hombros, regresándome.
Cuando abrí los ojos otra vez, mi cara estaba limpia, mis pupilas oscuras, mi piel enrojecida y los
labios rojos y llenos. Parecía drogada, pero yo había estado allí suficientes veces cómo para saber
que esto no lo era. Esto era mejor.
Y no ayudó nada cuando unas manos me tiraron contra un pecho cálido y duro. Nunca había pensado
en mí como delicada antes de conocer a Louis-Cesare, pero yo me veía así junto a 1.90 mts. de
músculo apenas contenido por un jersey azul marino y pantalones vaqueros. La tela oscura hizo que
mi palidez se destacara claramente, como una silueta inversa, y las líneas duras de su cuerpo
causaban que mis curvas se sintieran más suaves, dulces, extrañamente vulnerable…
Y el disco rayado de nuevo, porque ésta no era yo, de grandes ojos vulnerables en el espejo. Yo no
era vulnerable. Nunca lo había sido. No necesitaba que un tipo viniera a encargarse de mí, porque,
era perfectamente capaz de hacerlo por mí misma, lo había estado probando por, oh, cinco siglos. No
necesitaba camisones escandalosamente caros que ni siquiera se parecían a mí. Ésta no se parecía
completamente a mí, era como si él ni siquiera hubiera pensado en ello, como si no le hubiera pasado
por la cabeza lo ridícula que podría verme con el maldito lazo de satén y…
Yo no necesitaba esto.
—¿Qué pasa? —preguntó Louis-Cesare, mientras yo luchaba fuera de su alcance, buscando mi
túnica.
—Nada.
—Entonces, ¿por qué te vistes?
—Tal vez no me gusta ser la única desnuda en la habitación, —dije sarcásticamente.
E inmediatamente me arrepentí.
—Eso es fácil de remediar, —me dijo, y se quitó el suéter. Y maldita sea, eso no era lo que quería
decir.
Pero Louis-Cesare no era un hombre que medias tintas. Él estaba totalmente dentro o totalmente
fuera, y era bastante obvio qué lado había tomado en esta cuestión en particular. Antes de que yo
pudiera decir nada, se quitó el cinturón, los zapatos con punta y de alguna manera se deslizó fuera de
esos pantalones vaqueros-aprieta-traseros.
Y resultó que no eran sólo los pantalones vaqueros los que estaban apretados. Él se inclinó para
poner su ropa en la bañera, haciéndome contener mi aliento. Era una vista deliciosa, y luego se dio la
vuelta y me dio una mejor. Completamente consciente, de la forma que todos los vampiros lo son
después de unos años, porque cuando la gente puede escuchar cada pensamiento, el pudor adquiere
un significado totalmente nuevo.
No es que él lo necesitara.
Se rumoreaba que su padre había sido en realidad el duque de Buckingham, en lugar de alguien con
"de Borbon" por apellido. Éste fue el Buckingham que había comenzado con un simple y viejo
señorío en el reinado de Jacobo I y terminó como un maldito duque, la persona más poderosa del
país fuera de la familia real, sobre todo por la forma en que él llenaba un par de medias. Había sido
llamado el hombre más guapo en Inglaterra, algo de lo que no había oído hablar hasta que conocí a
Louis–Cesare y comencé a buscar un par de cosas. Pero no tuve problemas para creerlo.
Ningún problema en absoluto.
Louis-Cesare estaba sonriendo, sólo un breve toque en sus labios, pero fue suficiente para excitarme.
—¿Estás escuchando mis pensamientos otra vez? —le pregunté, porque eso era un efecto secundario
del vino Fey, activaba mis capacidades mentales normalmente inactivas.
—No.
—Mentiroso.
Se estiró en una ondulación de músculos, y me dirigió una sincera sonrisa-por-Dios.
—No es necesario leer tú mente cuando está por todas las partes de tú cara.
Y bien, eso era todo, decidí, y me dirigí hacia la puerta, sólo para que atrapara mi mano y me girara
hacia él. —Me gusta cuando está en tu cara, —murmuró.
—Bueno, no debería, —le dije con dureza, tratando de arrastrar la maldita bata al mismo tiempo.
—¿Y por qué no?
—¡Sabes por qué! Es una mala idea.
—Quizás me gustan los retos.
—¡Tal vez eres masoquista!
—Tal vez estoy enamorado.
Dejé de anudar el lazo de la bata y miré hacia arriba. Y me encontré sus claros ojos azules, que de
repente eran mucho más serios de lo que yo podía manejar.
—Eso es... Tú... —Me detuve y lamí mis labios. —Así no es como se supone que deba ir.
—¿Y cómo se supone que debe ir? —él parecía genuinamente curioso.
—Cambiamos bromas ingeniosas durante otro minuto y luego yo salto fuera.
—¿Quieres saltar fuera?
—¡Sí! —Y no era mentira. En ese momento, realmente, realmente quería salir de allí. No tenía
espacio en mi cabeza para esta batalla en estos momentos. No era estúpida; sabía lo que iba a venir.
Pero este no era el momento. No me había dado cuenta de lo que quería decir todavía. Y estaba
cansada, herida y confundida, y sus brazos envolviéndose alrededor de mí se sentían realmente bien,
al igual que el fuerte pecho cuando me tiró contra él, calor humano bajo mi mejilla desafiando todas
las leyendas.
—Entonces, por lo menos permíteme terminar de curarte.
Yo no dije que sí. Pero tampoco dije que no, y cuando me giró hacia el espejo, se lo permití. Y
cuando sus manos fueron a la bata, lo dejé manipular eso también, desanudándola, tirando de ella
hacia fuera apartándola, separando el suave terciopelo viejo, pero dejándolo colgando sobre mis
hombros como un marco para mi cuerpo.
De alguna manera eso me hizo verme aún más desnuda, y como barrera, la bata era menos que inútil.
Atrapada entre los pliegues aterciopelados aumentando el calor que irradiaba el cuerpo detrás de mí,
y el material fino no hizo nada para disimular las líneas duras del pecho, las caderas y las piernas
apretadas contra las mías. En todo caso, se magnificaban las diferencias entre nosotros, blando y
duro, pequeño y grande, frío y oh, tan cálido.
Maldita sea, debería haber cogido una toalla, pensé con resentimiento cuando sus grandes manos se
deslizaban alrededor de mi cintura.
Oscuros moretones se alineaban en mi caja torácica, como si alguien hubiera estado pisando fuerte en
ella con una bota. A pesar de todo, todavía era increíble ver el cambio de piel bajo sus dedos, ver
las huellas pálidas que dejaba, perfectas cuando él los movía. Poder, así como el mío, pero tan
diferentes, empujando en mí con cada toque, ondeando, como si estuviera masajeando directamente
sobre mi piel. Pude sentir que se mezclaba con el mío, cálido y hormigueando mientras aceleraba un
proceso que debería haber tomado horas o días en solo un momento de desnudez, hasta que rozaba
los moretones tan suave como telarañas.
No debería haberme sorprendido. Louis-Cesare y yo surgimos de la misma línea —primos hermanos,
en términos de vampíricos— Siendo su creador el hermano de mi padre. Y esa línea había sido
siempre conocida por sus dones curativos. Lo pensé entre otras cosas, mientras sus manos se movían
desde el enrejado de mis costillas hasta la cuna de mis pechos, rodeando la dureza de mis doloridos
pezones, empujando hacia abajo del torso hasta marco de mi sexo.
Y de repente, ya no se sentía tan calmante.
Traté de girarme para salir, o tal vez para tocarlo, también, no estaba muy lúcida sobre los motivos
de este momento —pero no me dejó. Él tiro uno de mis brazos alrededor de su cuello, causando que
mi cuerpo se arqueara hacia fuera. Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo, desafiándome a
mirar hacia otro lado mientras sus dedos suavizaban por encima de mi estómago, alrededor de mi
ombligo, y luego comenzó a marcar posesivamente a través de mis rizos.
Él no dijo nada. Yo tampoco, a pesar de que sabía que tenía que parar esto. Teníamos entre manos
todo un mundo complicado aquí, y no sólo a causa de mis variadas obsesiones. De alguna manera no
creía que la comunidad vampírica fuera a estar demasiado contenta cuando su antiguo chico de oro
apareciera con una novia dhampir. No cuando él ya estaba colgando de un hilo.
Hasta hace unas semanas, Louis-Cesare había sido un destacado miembro del Senado europeo, uno
de los organismos que rigen la comunidad de vampiros, al igual que el Senado norteamericano era el
nuestro. Y no sólo era un antiguo miembro, había sido su Ejecutor, posición que le dio exactamente
lo que su nombre implica. Poder, respeto, incluso era temido, en términos de vampiros, él lo había
tenido todo.
Incluyendo un secreto que, hace dos semanas, cayó por su propio peso.
Resultó que la amante que había tenido durante siglos no era su amante en absoluto. Ella era un
revenant, una mujer que él había tratado de salvar de una muerte temprana haciéndola vampiro, sólo
que el proceso fue terriblemente, trágicamente mal. Se había vuelto peligrosamente loca y él con la
obligación legal como su creador de acabar con su vida. En cambio, atormentado por la culpa, la
había mantenido con él, violando una de las leyes más importantes de los vampiros en el proceso. Y
cuando su odio hacia su propia especie finalmente la llevó a tratar de destruir al Senado, la verdad
salió, y Louis-Cesare había estado en un mundo de problemas.
Un vampiro menor probablemente habría conseguido el hacha, literalmente. Louis-Cesare sólo la
consiguió en sentido figurado, perdiendo su posición en el Senado y permaneciendo bajo una nube de
sospecha. Pero en términos de vampiros, ya era bastante malo, porque ellos no son famosos en dar
terceras oportunidades. Lo último que él necesitaba era otra amante inadecuada.
Lo último que necesitaba yo.
Pero no parecía que él lo viera de esa manera, a juzgar por cómo apretaba su agarre. Una rodilla
extendió mis piernas por detrás, y una mano agarró mi pierna, tirando de ella hacia arriba y por
encima de los pliegues de la bata. Sus ojos se oscurecieron, azules con sombras negras como el
carbón cuando sus dedos empezaron a acariciar, explorar, haciéndome ver cómo me complacía hasta
que mis ojos se cerraron otra vez con desesperación.
La única razón por la que los dhampirs no eran el peldaño más bajo de la sociedad de vampiros era
porque nosotros ni siquiera estábamos en la escalera. No se supone que existamos —toda esa cosa
de la muerte jugando al infierno con la fertilidad— y fuimos concebidos sólo a través de algunas
extrañas y bonitas circunstancias. En mi caso, mi padre había sido maldecido con el vampirismo, en
vez de ser mordido, y la maldición tomó unos días para completar la transformación. Dejándole
mucho tiempo para engendrar una abominación que, como los odiados revenant, debían ser
sacrificadas tan pronto como se enteraran de su existencia. Afortunadamente para mí, Mircea tenía
una fijación familiar mayor y el mal hábito de ignorar las reglas que encontraba inconvenientes.
También tenía la suerte del diablo para librarse de cosas que otros pagarían muy caro. Otros, como
Louis-Cesare, quien se las había arreglado para encontrar a la única novia que al Senado le gustaría
menos que la última.
Sus manos se deslizaron sobre mí, sobre mis pechos, mi vientre, mi montículo, moviéndose
fácilmente a través de mi sudorosa piel. Su lengua recorrió mi cuello hasta mi oído, su aliento
caliente agitando mi cerebro, dientes tirando de mi lóbulo. Él me mordió mientras sus dedos se
movían dentro de mí disparando chispas hacia arriba de mi columna. Mi cuerpo se arqueó contra él,
apretando desesperadamente por el deseado placer.
Me retorcí, mi mano apretó su cabello, aferrándome mientras que la confusión en mi mente y el
placer en mi cuerpo se esforzaban para volverme loca. Yo quería tirarlo por la ventana por su propio
bien, quería arrastrarlo a la cama por el mío. Quería cerrarle la puerta en las narices y nunca
volverlo a ver; quería hundir mis dientes en su cuello, marcándolo, poniéndole un reclamo que todo
el mundo pudiera ver. Quería gritarle por ser estúpido y terco, y por no entender que sí, que sí
importaba lo que la gente pensara si esa gente podía matarte. Que a veces las reglas eran aplicables,
incluso a los ex-senadores, tal vez especialmente a los ex-senadores. Quería acurrucarme con él bajo
las sábanas y olvidar que el mundo existía y susurrar mierdas estúpidas que no importaban, porque la
vida no es un cuento de hadas de mierda, que nunca tendría un final feliz y… y…
Y mis pensamientos se fracturaron, la habitación giró, y me vine con un sonido de pura
desesperación.
Lo cual, en retrospectiva, probablemente no era la mejor idea, cuando se vive con un montón de
criaturas sensorialmente dotadas. Quién, al parecer, no podía saber la diferencia entre un grito de
pasión y un grito de dolor. Como se demostró cuando la puerta de la habitación de repente estalló de
sus bisagras y Louis-Cesare voló hacia atrás y desapareció.
Dejándome parpadeando con confusión al ver el nuevo agujero en forma de vampiro en mi tocador.
Y mi armario. Y mi pared.
Los cuáles eran menos notables de lo que tú podrías pensar con un dragón de ochocientos kilos
ocupando la mayor parte del espacio en la habitación.
Por un momento, me miró, y yo la miré, y una docena de rubios feys entraron por la puerta de la
habitación mirándonos a las dos. Y luego un ligero tinte de amatista lentamente impregnó las
delicadas escamas, cubriendo las mejillas de la bestia, cuando notó mi falta de ropa, sin
derramamiento de sangre o falta de extremidades.
—¿Oops? —dijo bruscamente, antes de convertirse de nuevo en mi muy avergonzada pelirroja
compañera de piso.
Cogí mi ropa y me lancé a través de mis destruidos muebles y revoloteos de pedazos de papel
pintado, del armario que ahora era una ruina de yeso colgando de dos por cuatro. Y encontré que, sí,
el agujero traspasaba completamente la casa. Partes de mi armario estaban esparcidos por todo el
jardín lateral, con la mayoría de mis sujetadores, que por alguna razón decoraban la valla del vecino.
Pero eso era mejor que lo que le había pasado a mi novio, que había ido a parar…
Oh, mierda.
—Dory, qué…oh, —dijo Claire en voz baja, llegando a mi lado.
Siendo de dos pisos, teníamos una vista perfecta del coche que había aparcado en el césped a lo
largo del costado de la casa, probablemente porque no cabía en ningún otro lugar, ya que era una
limusina. Una limusina que ahora tenía a un vampiro desnudo sobresaliendo del parabrisas en ruinas,
firmemente encajado entre los limpiaparabrisas y el espejo. Justo en frente de un conductor cuya
habitual sangre fría había sido destrozada por una visión cerca-y-personal del mejor culo del mundo.
Por lo menos no puede ser peor, pensé, y luego otros tres vampiros más salieron del asiento trasero.
Y dieron la vuelta al coche. Mirando a Louis-Cesare, que los estaba ignorando a favor de mirarme a
mí, con una expresión indescifrable en su rostro.
—¿Debo pedir disculpas? —preguntó Claire, sonando preocupada.
—Eso... probablemente no sea la mejor idea en este momento, —le dije con calma, mirando a dos
miembros del Senado y al hermano de un senador.
Estaba debatiendo las posibilidades que tenía de llegar a conseguir alguna historia que explicara la
ropa interior esparcida y a un maestro vampiro desnudo, cuando el hermano levantó la vista.
—Oh, ellos hacen este tipo de cosas todo el tiempo, —dijo, en respuesta a una pregunta que no había
escuchado. Él protegió sus ojos, y entonces una sonrisa estalló sobre sus hermosos rasgos. —¡Oh, ahí
estás! ¡Hola, Dory!
Él saludo.
Los otros vampiros se giraron hacia mí, y me rendí. Volví a la habitación, que milagrosamente estaba
despejada de feys. A excepción de la única que estaba detrás de mí, mordiéndose el labio.
—Dory…
—Está bien.
—Pero la habitación.
—Está bien.
—Y tú ropa.
—La recogeré más tarde.
—¿Más tarde? —Ella frunció el ceño, mirándome subir a la cama que nunca debería haber dejado,
por el condenado terremoto. —¿Qué vas a hacer ahora?
—Volver a dormir, —le dije, arrastrando la almohada sobre mi rostro.
Y un momento después oí cerrar la puerta con suavidad.
Capítulo 5

Por supuesto, en realidad no había conseguido dormir nada. Eso habría sido un poco complicado con
un agujero bastante grande en la pared, que dejaba entrar los sonidos bajos de la radio del coche, un
vecino cortando su césped, un montón de voces melodiosas y los Feys riendo entre ellos mientras
perseguían mi ropa interior. Y alguien gritando… ¡sangriento asesinato!
La almohada permaneció sobre mi cara durante unos minutos de todos modos, porque realmente no
quería saber. Pero finalmente enfrenté la realidad. Si no bajaba pronto, alguien vendría, y prefería
tratar con quien fuese vestida adecuadamente.
Elegí el negro, camiseta, pantalones vaqueros y botas. Porque eso era lo que el cataclismo me había
dejado y porque parecía apropiado. Y entonces tomé una copa, o dos, de la botella escondida debajo
de la cama, ya que esto no iba a ser nada divertido.
Ese había sido un hecho desde el momento en que vi a cierto vampiro de pelo rizado saliendo de la
parte trasera de la limusina. Los otros podían explicarse como visita familiar, a pesar de que era algo
irregular. Pero Kit Marlowe era el jefe de espías más temido por el Senado Vampiro de América del
Norte, y no cumplía con visitas sociales.
Así que sabía que esto iba a chupármela incluso antes de encontrar a un vampiro fumando en el
pasillo.
No era Marlowe, o uno de los otros tipos ilustres que, por el sonido de los cacharros, acamparon en
la cocina. Por un lado era alrededor de un pie más bajo, y por el otro, carecía totalmente de
esplendor en el vestir por el otro. La nariz era demasiado grande y la cara puntiaguda demasiado
parecida a la de una rata.
Y luego estaba el humo, que no venía de un cigarrillo.
Él me vio bajando las escaleras, de inmediato se dio la vuelta y me mostró su trasero.
—¿Está mi culo en llamas?
—Buenos días a ti también.
—¡A la mierda eso y mira mi trasero!
—¿Tengo que hacerlo?
—Maldita sea, ¡Sí! ¡Me estoy muriendo aquí!
Revisé la parte en cuestión, porque hoy ya me habían enviado al infierno, y lo encontré cubierto por
un par de pantalones de color caqui quemados. Se veía un poco raro, y finalmente me di cuenta de
por qué. El fuego abrasador venía desde el interior.
Sonreí. No era la peor de las situaciones en que le había visto, el nombre del vampiro era Ray, y
había sido dueño de un miserable club nocturno cuando le conocí, y poco después lo decapitaron, por
orden del Senado, al que no le importaba si se tomaban las bebidas, pero le importaba mucho que
tuviese que ver con armas de contrabando ilegales de Faerie. Esa debería haber sido toda su historia,
pero uno de los elementos que recientemente había traído, pasó a ser el talismán que ahora decoraba
el cuerpo regordete del joven hijo de Claire.
Era por eso por lo que ella estaba de visita. El talismán había sido robado de la casa real, Claire
tardó poco en unirse, ya que había venido persiguiéndolo, porque daba a su portador una
invencibilidad casi completa. Y a pesar de que por fin había conseguido recuperarlo, por un tiempo,
Ray había sido su dueño. Sólo parecía que toda la ayuda residual que había conseguido había
desaparecido.
—Tu culo está en llamas, —estuve de acuerdo, y me lanzó una asesina mirada azul por encima del
hombro.
—¡Bueno, no te quedes ahí! ¡Haz algo!
Le rodeé y me dirigí a la cocina, donde, efectivamente, cuatro vampiros maestros estaban pasando el
rato, tratando de fingir que les pertenecía. Eso a pesar del hecho de que uno de ellos llevaba el
albornoz de felpa de Claire, que era largo hasta la rodilla y espacioso en ella, pero que a él le
quedaba a la mitad del muslo y mostraba distraídamente una abertura grande en el pecho. No
importaba, ya que sólo uno de ellos tenía una esperanza en el infierno de armonizar de todos modos,
y Louis-Cesare no era ese tipo.
Tampoco lo era el vampiro que lo estaba mirando por alguna razón. Kit Marlowe tenía el citado
rizado cabello castaño, barba de chivo un poco pretenciosa y un problema de actitud. En la
actualidad estaba apoyado en el fregadero, con los brazos cruzados, el rostro pegado en una mueca
que mostraba un poco de colmillo. Eso podría haber tenido algo que ver con el hecho de que estaba
visitando a una dhampir, una criatura que era clasificada ligeramente por debajo de los roedores. O
porque en la ventana frente a la que él mismo se había colocado entraba la luz del sol a raudales,
dándole en la parte posterior de la cabeza, tostando su cerebro lentamente.
Pero él no se movió porque era un tipo duro.
—¿Hay alguna razón por la que Ray esté humeando en el pasillo? —le pregunté, llenando una jarra
del grifo.
—¿Debido a que es un idiota? —espetó Marlowe.
—¡Yo no soy el que se ha arrastrado hasta aquí en medio del maldito día! —Salió flotando por la
puerta.
—No, tú eres el que entró en pánico y corrió gritando por medio de la maldita carretera.
—¡Porque alguien rompió el maldito parabrisas!
—Con su cuerpo, que conectó en el agujero malditamente bien, —observando a la criatura fabulosa
en la mesa de la cocina. A diferencia de Marlowe, estaba sentado muy lejos del sol, porque no era
duro en absoluto y no le importaba que se supiera. Aceptó una taza de café de Claire, que estaba
mirándolo vagamente horrorizada.
—Gracias, querida.
No estaba segura de si la expresión de Claire tenía más que ver con el miedo de que un huésped
estuviese a punto de combustión o por la admiración ante el espectáculo que era mi tío Radu. ¿Cómo
si fuese una cosa para emparejarse? ese realmente no era el estilo de Radu.
No es que su indumentaria actual le estuviese mostrando en su mejor momento. Parecía como si le
hubieran arrancado de su laboratorio en “HQ ” vampiro; donde se hacían cosas viles de las que no
(8)

se le permitía hablar, sin darle tiempo para cambiarse. Porque él estaba con su vieja y aburrida ropa
de trabajo. Por supuesto, para él, se traducía en satén zafiro de la cabeza a los pies para que
combinase con su pelo oscuro y brillante, medias de seda blanca para mostrar sus finas pantorrillas,
y sin duda originales hebillas de diamantes en sus zapatos de tacón alto. Parecía un “Blue Boy ” (9)

crecido y fabuloso.
Su atuendo era el último grito de la moda masculina de mediados del siglo diecisiete, que fue la
última vez que Radu se había tomado la molestia de actualizar su guardarropa. Pero sentado en
medio de una cocina de los años 50, bebiendo “Sanka ” en una taza de los Gigantes de Nueva York,
(10)

estaba increíblemente fuera de lugar. Como un curioso pavo real entre las palomas barriobajeras de
Central Park.
—Y cuando él se bajo, ¿qué se supone que debía hacer? —exigió Ray.
—Preferiblemente algo que no implicara correr en medio de la vía pública encogiéndote debajo de
tu chaqueta con el culo al aire, —dijo Marlowe secamente.
—¡Hey! No todo el mundo es un ser todopoderoso de primer nivel, ya sabes. ¡Algunos de nosotros
todavía nos quemamos con la luz del sol!
—Si solo fuese eso.
—Oh, claro, insúltame mientras estoy quemándome. Y mientras, esperamos a que mi amo, venga a
matarme. Y si eso no funciona…
—Yo te mataré, —murmuró Marlowe.
—¡Hey, ven a mí, hermano! —dijo Ray, apareciendo en la puerta, todo el pelo de punta negro y una
expresión ultrajada. Y luego resguardándose de nuevo en la sala oscura, antes de que nada más
comenzase a arder.
—¿Qué tienes? ¿Eh? ¿Qué tienes? —comentó pasando alrededor del marco de la puerta.
—Estás solo alentándote, —dijo Mircea, mirándolo divertido. Y como en casa, porque a diferencia
del resto de nuestros visitantes, nunca parecía fuera de lugar en ningún sitio.
Era un buen truco, ya que Daddy Dearest tenía el mismo color oscuro y hermosos rasgos que su
(11)

hermano, menos la delicadeza de Radu, y tenía unos impresionantes ojos color turquesa. Pero Mircea
se destacaba sólo cuando le convenía. En este caso en cuestión: había dejado en el coche el traje azul
marino similar al rojizo que Marlowe llevaba. Con una mirada al ruinoso estado de la casa
victoriana, pudriéndose lentamente sobre su jardín ahogada por maleza, se había dado cuenta de que
el caso no lo merecía. El resultado era un atuendo sin chaqueta ni corbata, con el cuello de la camisa
abierto, y las mangas subidas hasta los codos.
Y su actitud coincidía con la nueva imagen. A diferencia de Radu, quien estaba mirando alrededor
como un turista con una exposición sobre "El Hábitat de la moderna Brooklyn estadounidense",
Mircea podría haber sido cualquier zángano corporativo descansando con su familia después de un
largo día de trabajo de oficina. Una impresión que aumentó cuando giró al joven hijo de Claire en su
regazo.
Para ser justos, había sido idea del chico. Aiden se había tambaleado desde su nido de juguetes
cobijado en la esquina tirando de la pierna de los pantalones del recién llegado. Y ahora estaba en
equilibrio sobre sus muslos, mirándole con viva curiosidad, dos pequeños puños agrupados en lo que
era sin duda una camisa dolorosamente cara.
No me sorprendió, por alguna extraña razón, a los niños les gustaba Mircea. Al igual que a sus
madres, como lo demostraba el hecho de que Claire estaba todavía como si la hubiesen golpeado
contra un muro a pesar de su indudable aversión a los vampiros. Lo extraño era que Mircea parecía
corresponderles.
La indumentaria era pura mierda, pero la sonrisa indulgente que estaba destinada al pequeño de pelo
rubio era un verdadero trato. No tenía ningún sentido en absoluto, porque él era un hijo de puta
despiadado y calculador con una actitud de no tomar prisioneros a la hora de conseguir lo que quería.
Pero había que verlo. Los seres humanos eran raros, y los vampiros solían ser humanos también. Y
seguro como el infierno que no perdió ninguna de sus rarezas durante la transición.
—Es un buen muchacho, —dijo Mircea a Claire, que había metido las manos detrás de la espalda,
probablemente para evitar quitarle a su bebé. Pero entonces Mircea transfirió su sonrisa a ella, sus
ojos oscuros de whisky con pequeñas arrugas en las esquinas, honestos, y con humor autocrático, el
tipo de mirada que le había hecho el negociador más exitoso que el Senado había tenido. Y Claire
parpadeó.
Fue divertido, porque se relajó casi hasta el punto de sonreír. Y luego se enfadó consigo misma por
ello y se tensó de nuevo, mordiéndose el labio en la confusión como dos fuertes instintos de un
verdadero combate. Pensé que había una posibilidad de que el gran negociador en realidad pudiese
perder esta ronda, ya que Claire había entrado en sobreprotección a un nivel completamente nuevo.
Pero entonces…
—¿Le importa a alguien por aquí que me esté muriendo?
Suspiré, cerré el agua y volví a entrar en la sala, sólo para encontrarme a Ray frotándose
lascivamente sobre el papel pintado. Todavía estaba muy chamuscado y ennegrecido, pero eso era
una preocupación menor ante esa obsesión sexual.
—¡Deja eso! —le dije, y lo agarré por la corbata.
—No empieces, —jadeó. —Tengo hemorroides que no dejan de doler.
—Los vampiros no sufren de hemorroides.
—Ellos no, no, pero si ya las tienes... en cuando te mueres, se pegan la vuelta, y he estado
cuidándolas durante estos cuatrocientos años. Así que no me digas que no conozco el dolor, ¿de
acuerdo? Sé lo que es el dolor, y esto…
—No voy a decir nada si tú dejas de hablar. —Le di la vuelta, me incliné sobre él y dejé caer la
mitad de un galón de agua sobre su culo humeante.
Lo que acabó haciendo que se consumiese más y empezase a chisporrotear.
— ¡Ay! ¡Ay, ay, ay, ay, ay! ¿Qué demonios estás haciendo?
—Tratando de apagar el fuego, —le dije, empezando a preocuparme, porque debería haber
funcionado. Pero entonces, ¿qué sabía yo? Había estado con un montón de vampiros en llamas a
través de los años, pero esta era la primera vez que trataba de apagarlo. Y no parecía ir bien.
—Un poco de ayuda aquí, —grité, metiendo la cabeza en la cocina.
—Prueba esto, —dijo Claire, agarrando algo de un armario. —Yo lo guardo para quemaduras de
cocina y por lo general funciona.
Se detuvo porque había llegado lo suficientemente cerca para avistar a Ray, en el suelo con el trasero
al aire, como el peor stripper del mundo. Los pantalones estaban todavía en su lugar, gracias a Dios,
pero el trasero se había quemado en dos pequeñas lunas, al igual que los tangas. La imagen
empeoraba por el hecho de que estaba moviéndose de tal manera que habría conseguido hacerlo en
una sala llena de absolutamente nada porque nadie iba a pagar por ver eso
—Te dije que ya basta, —le dije, señalando para que se levantase.
—Y yo te dije que hicieras algo, y no he visto que lo…—Se detuvo cuando puse el pequeño frasco
de pomada en sus manos. —¿Qué es esto?
—La cura para lo que te pasa.
—Bueno, ¿qué estás esperando? cúbreme con ella, —me dio la espalda y se inclinó de nuevo.
Miré esperanzada a Claire, que se había formado como enfermera. Pero parecía que el gen de
“Florence Nightingale (12)” se detuvo justo antes, porque ella estaba comenzando a retirarse.
Estupendo.
Consideré las dos lunas giratorias, que actualmente estaban tan lisas como el culito de un bebé ya que
la mayor parte del pelo se había chamuscado. Justo cuando crees que el día no puede ser peor,
pensé sombríamente. Y entonces le di una palmada con la palma de la mano llena de una sustancia
pegajosa verde pálido.
—¡AY! ¿Qué demonios?
—No te muevas, —le dije, golpeando en otra ampolla. El material era resbaladizo y siguió
rezumando fuera de la parte quemada.
—¿Cómo puedo permanecer quieto cuando te estás cebando conmigo? ¡Hey, hey, alguien, que ella me
está golpeando!
—En cualquier momento, —me quejé, y lo agarré cuando trató de correr.
Pero él estaba humeando, y en pánico, ahora también resbaladizo, y era como tratar de atrapar un
cerdo engrasado.
—¡Déjame ir, perra loca!
—Estoy tratando de ayudarte, estúpido ¡Uf! —clavé un tacón en el estómago y un codo en la barbilla
antes de arreglármelas para luchar en el suelo y sentarme en sus piernas. Lo que me dio la
oportunidad de terminar de embadurnarlo mientras él gritaba, maldecía y se resistía como un toro de
rodeo.
Y de pronto se detuvo y estiró la cabeza por encima del hombro para ver la zona dañada. Estaba
brillante, rosada y llena de ampollas, las partes que no estaban ligeramente verdes. Pero por lo
menos ya no estaba humeando.
—Hey. Hey, eso se siente muy bien.
—Me alegro de que lo apruebes.
—Sí, está bien. —Pensó en ello por un momento. —Pero creo que todavía siento un poco la
quemadura. Tal vez deberías darle un poco más de masajes. Sabes, realmente yo no puedo llegar
allí… —Cortó, notando unos pies descalzos parados enfrente a él. Los cuales iban unidos a unas
pantorrillas, unos músculos fuertes y un torso vestido de felpa de un hombre que miraba hacia él.
—O, ya sabes… No.
Le di una palmada final con la pomada, sólo para oírle chillar, y luego me bajé. —Tus cosas están
donde las dejaste, —le dije a Louis-Cesare, quien asintió con la cabeza, se volvió y me dio un
infierno de vista mientras se abría camino por las escaleras.
—No puede ser que en realidad, se vea así, —dijo Ray con envidia. —Probablemente sea sólo
glamour. Apuesto a que realmente tiene granos y una barriga caída de tanto comer bollos.
Me mordí el labio. Personalmente podía garantizar que ninguna parte de Louis-Cesare estaba
cayéndose.
—Sabes que te escucha, ¿no?
—Para lo que me importa. Quiero decir, ¿qué va a hacerme? ¿Qué puede hacerme nadie? Ya soy un
hombre muerto.
—Sí. Tú eres un vampiro.
—No esa clase de muerto. No de la buena especie
—¿Hay un buen tipo?
—No últimamente, mi vida es un infierno, —dijo melodramáticamente. Y entonces se detuvo,
obviamente esperando que le preguntase por qué.
Dejé que esperara.
La escena en la cocina no había cambiado, excepto que mi hijo o pupilo o, posiblemente, mascota, el
jurado todavía estaba deliberando, también había dejado su cobijo y se encaramó a la silla al lado de
Mircea. Y lo estaba mirando con desconfianza, como si no confiara en él.
Chico inteligente.
Me senté y cogí a Stinky (13) en mi regazo.
—¿Y quién es este... joven? —Mircea conjeturó, porque el pelaje marrón de Stinky estaba asomando
por los lados de un pañal y una camiseta azul pálido. Los botines a juego no se veían por ningún lado
posiblemente se los había comido, o simplemente los dejo en algún lugar porque no habían sido
diseñados para adaptarse a sus largos dedos de mono de sus pies.
Claire lo notó casi al mismo tiempo que yo.
—¿Dónde están tus botas? —exigió.
Stinky parpadeó con sus enormes ojos grises de bebé hacia ella, e intentó parecer inocente. Pero
tenía un aire satisfecho de sí mismo el que no presagiaba nada bueno para el calzado despreciado.
Contuve una sonrisa.
—A él le gusta estar desnudo, —le recordé.
—Bueno, pues él va a aprender a disfrutar de la ropa, —dijo rotundamente. Stinky y yo
intercambiamos miradas. Teníamos nuestras dudas sobre eso.
Mircea seguía mirándome, así que me encogí de hombros.
—Lo has visto antes.
—¿Lo he hecho? —elevó una elegante ceja para arriba. Mircea no estaba acostumbrado a olvidar
una cara. Mucho menos una como la de Stinky.
—Estuviste un poco fuera de ello entonces, —le dije, y lo dejé así. La naturaleza de los
acontecimientos que condujeron a la muerte de su otro hermano y de Radu, arruinaría cualquier
estado de ánimo, y éste era bastante problemático como estaba.
Afortunadamente Mircea no siguió.
—¿Es un Fey?
—Duergar-Brownie (14), —le dije, con la barbilla apoyada en la piel suave sobre la cabeza de
Stinky. —Es uno de los cruces híbridos que el Círculo Oscuro ha estado tirando a la basura
alrededor. Lo encontré en una subasta hace algún tiempo.
—Fascinante, —interrumpió Marlowe con dureza. —Pero, ¿podemos seguir con esto?
—Depende de lo que sea, —le dije, bastante segura de que no quería saberlo. Mircea estaba siendo
demasiado agradable. Esto realmente iba a chupármela.
Si hubiera tenido alguna duda acerca de eso, las miradas que los otros intercambiaban por la
habitación me habrían puesto al tanto.
—En una escala del uno al diez, ¿qué tan grave es? —le pregunté a Radu, porque era menos probable
que me mintiera.
Frunció los labios esculpidos. —¿Siete? ¿Tal vez ocho?
Maravilloso.
Pero yo me temía que estaba por encima de eso. —Mientes, —le dije.
—Sí, bueno, es un poco comprometido. Tal vez podrías empezar por decirnos lo que recuerdas de
anoche.
—Ella no recuerda absolutamente nada, —dijo Marlowe bruscamente. —No hubiera hecho esa
pregunta si lo hiciese, —dijo.
—Cualquier cosa podría ser útil, —agregó Radu, haciendo caso omiso de Marlowe con facilidad
aristocrática. —Incluso los pequeños detalles.
Y entonces todo el mundo me miró.
Claire había puesto un vaso de jugo de naranja a mi lado, porque la llegada de los invitados no
deseados no iba a interrumpir su rutina de la mañana. Me tomé un momento para disfrutar, como si
recorriese mis pensamientos, cosa que no estaba haciendo porque no había ninguno que recordar.
Pero de alguna manera no pensaba que esto fuese a ir bien.
—Sabemos lo que hiciste hasta la marina(15). — comenzó Radu, antes de que Marlowe lo
interrumpiese.
—¡No la ayudes! ¡Si comprometes los recuerdos, no son de ninguna utilidad para nosotros!
—La Marina, —repetí inexpresivamente, y entonces algo se revolvió. Algo sobre mí y un vampiro…
y un trabajo que nosotros íbamos a… —Mierda.
—¿Qué es? —preguntó Claire.
—Dolor de cabeza. —Lo cual fue decir poco. Una puñalada acababa de recorrerme de oreja a oreja,
como un punzón a través del cerebro. ¿Y por qué eso me sonó familiar?
—Necesitamos todo lo que nos puedas dar, Dory, —dijo Radu. —Los traficantes son bastante malos,
pero con el Círculo Negro…
—¡Maldita sea, Radu! —explotó Marlowe.
—Oh, phis. Ella ya sabe que están trabajando juntos.
—¡Pero los demás no!
—¿Por ejemplo?
—¡Algo así como un patio lleno de Fey, ninguno de los cuales sabe nada al respecto!
—Ellos son mi seguridad, —dijo Claire con indignación. —Y parte de la guardia real.
—¿Ah, sí? —brillaron los ojos oscuros. —Y esos serían la misma guardia real que te traicionó y que
casi mató a tu hijo, ¿cuánto? ¿Hace dos semanas?
—¡Yo respondo por ellos!
—¿Y quién va a responder por ti?
—Kit, por favor. Esta joven encantadora no va a decir nada, —dijo Radu, acariciando su mano. Y
así ahorrando a Marlowe un mundo de dolor sin siquiera saberlo.
No es que él estuviese agradecido. —¿Cómo diablos puedes?
—Ella es la nuera de uno de nuestros mayores aliados Fey, —murmuró Mircea. —¿No es verdad?
Marlowe no parecía calmado, tal vez porque la primera vez que se conocieron, Claire le había
echado de la casa. Y a juzgar por los ojos esmeralda entrecerrados, ella estaba pensando en hacer un
bis.
—Sin mencionar que esta zona no está asegurada, —continuó. —¡Podría haber dispositivos de
escucha por todo el lugar!
—¿Igual a los que usted puso por aquí y que tuvimos que quitar? — Replicó Claire.
—¿Por qué molestarse en quitarlos si no había nada que escuchar? —replicó Marlowe a su espalda.
Claire se sonrojó casi tanto como su pelo. Pero antes de que pudiera decir nada, Radu interrumpió:
—¿Y qué si la gente está escuchando? Nuestros aliados ya saben lo que estamos haciendo y nuestros
enemigos... Bueno, después de anoche, creo que es seguro decir que nos hemos descubierto.
—Está bien. ¿Qué pasó anoche? —le pregunté, dejando caer la pretensión. Debido a que estaba
empezando a parecer que tal vez yo tenía que saberlo.
—Bueno, eso es lo que se supone que nos tienes que decir, —dijo Radu razonablemente. —Pero voy
a ver qué puedo hacer para refrescarte la memoria, sin comprometer nada, —añadió antes de que
Marlowe pudiese intervenir de nuevo.
Esperó un momento, pero el espía en jefe no dijo nada más. Eso provocó una fugaz sonrisa alrededor
de los bordes de la boca de Radu que no debería haber estado allí, porque Marlowe era
perfectamente capaz de darle un bofetada por lo bajo si le daba la gana. Pero parecía como si
quisiera la información más de lo que quería quejarse de la seguridad.
—Ahora, —dijo Radu satisfechamente,— has estado trabajando con nosotros en un equipo de trabajo
para destruir una red de portales ilegales
—Eso ya lo sé. He perdido un día, no un mes, ´Du.
—Silencio. —Él se inclinó para aplastar mi rodilla. Y luego procedió a decirme un montón de otras
cosas que ya sabía, porque la Gran Cacería de los Portales, ya que había empezado a pensar en ello,
era la cosa más grande en el vicio del otro mundo en este momento.
Todo tipo de basura peligrosa de Faerie estaba siendo objeto de contrabando a través de portales
que no debían existir. Pero lo hacían, y un montón de peces gordos habían estado haciéndose
notablemente más gordos como resultado. El más gordo de todos ellos había sido un idiota llamado
Géminus, que había utilizado sus portales para el contrabando de Fey Oscuros para una serie de
peleas clandestinas por las que había recibido una gran cantidad de dinero y un montón de muertos.
Esto continuó hasta que recientemente se reunió con su creador, y no en el sentido de la palabra
vampírica. Quien estaba probablemente muy asustado como el resto de nosotros si lo hubiéramos
conocido.
Pero tan malo como Géminus había sido, las cosas no estaban mejor con él muerto. De hecho, todo lo
contrario, ya que posibles sucesores salieron de la nada para repartirse el pastel bastante grande que
quedaba. Últimamente, las luchas internas habían estado recibiendo a bastantes depravados, ya que
cada delincuente con delirios de grandeza luchaba para convertirse en el nuevo rey de la colina.
Sólo había un problema, y es que Géminus no había sido un tipo confiado, y no había querido
compartir la ubicación de sus portales con la chusma. Y no era como si sólo pudieran salir y
reemplazarlos. Incluso los pocos contrabandistas con dinero y conexiones suficientes para
gestionarlos tenían que lidiar con el hecho de que cada vez que un nuevo portal era creado, se
iluminaba el horizonte metafísico como un reflector. Lo cual tiende a ser malo para los negocios que
se ejecutan en secreto.
Por lo tanto, el elemento criminal estaba tratando de encontrar los portales de Géminus con el fin de
superarse unos a otros en el juego del contrabando. El Círculo Negro, un grupo de magos oscuros,
estaba tratando de encontrar cómo traer más armas para la guerra que se libraba en el Senado
Vampiro. Y el Senado estaba tratando de encontrar la forma de cerrarlos antes de que cualquiera de
los otros grupos tuviese suerte. Pero la única persona que realmente sabía dónde estaban era el
teniente de Géminus, o el que había sido una vez teniente Géminus, que no había sido lo
suficientemente inteligente como para adivinar cuánta diversión le depararía la vida con todo el
mundo respirando tras su cuello.
—Varus, —le dije, interrumpiendo a Radu como si mi memoria tosiese un nombre.
—Sí, bueno, yo estaba allí, —dijo ‘Du.
—¿Qué pasó con él? —preguntó Mircea suavemente.
—Estuvo de acuerdo en dar al Senado la ubicación del sistema de portales a cambio de inmunidad,
—le dije, tratando de concentrarme en los resbaladizos y suaves recuerdos que se deslizaban fuera
de mi alcance cada vez que cogía uno.
—Pero eso no ocurrió.
—No. Debido a que fue secuestrado anoche.
—¡Sí! —Marlowe miró con aire de suficiencia a Radu. —Sí, lo fue. Y, por supuesto, tan pronto
como nos enteramos, tuvimos que crear un equipo de trabajo para ir tras él. Pero nuestros enemigos
lo esperaban y pusieron un sendero lleno de pistas falsas en todas las direcciones, que nos obligó a
desplegar numerosos equipos. Al igual que en el que te encontrabas.
—¿Yo estaba en un equipo? — pregunté, porque yo suelo trabajar sola. Y porque yo no recuerdo en
absoluto.
Radu asintió. —Ya sabes lo que es en estos días. Nadie puede ir solo a ninguna parte, sobre todo no
para algo como esto. Y Lawrence te fue asignado a ti.
—Entonces, ¿por qué no le preguntáis qué pasó? —pregunté, temiendo saber la respuesta.
—Porque está muerto, —dijo Marlowe salvajemente. —Todos están muertos. Se enviaron
exactamente once malditos maestros de alto nivel y ninguno de ellos regresó. Nos los enviaron
cortados en pedazos, los que llegamos a ver antes que el sol se hiciese cargo de ellos. —
Masacrados cada uno de ellos. —Sus ojos marrones se clavaron en los míos. —Todo el mundo
excepto tú.

Capítulo 6

Me quedé allí sentada, atónita, mientras que Claire se encendió con el espía jefe.
—¿Qué estás insinuando?
—No insinuo nada, —dijo Marlowe, sus ojos nunca dejaron los míos. —Lo estoy declarando
abiertamente. Once maestros y una dhampir salieron y regresó sólo la dhampir. Y quiero saber por
qué.
—¿Sabes por qué? —era la voz de Louis-Cesare, desde la puerta. No sabía cuánto tiempo había
estado allí, pero al parecer había sido el suficiente, a juzgar por su expresión.
—¡No, yo no! —dijo Marlowe, volviéndose hacia él. —Yo no sé cómo consiguió salir de ese
infierno. No sé cómo entró, ni por qué… Mataron a Lawrence, alguien con conocimiento del
funcionamiento interno de mi familia, del departamento de inteligencia, del propio Senado y sin
embargo, ¿dejaron a una dhampir viva?
Unos enfadados ojos oscuros volvieron su vista hacia mí, pero no respondí porque estaba tratando de
comprender ese numerito tan ridículo.
—¿Once? —repetí, segura de que había oído mal.
—Kit está exagerando, —me dijo Mircea. —Pero sólo un poco. La mayoría se hallaron como él les
dijo, sin embargo dos equipos siguen desaparecidos. Ellos no se han reportado y nadie puede
contactar con ningún integrante, incluidos sus antiguos maestros.
Y eso no era bueno. La comunicación mental dentro de la familia era un hecho. Incluso después de
que un “Niño” alcanzaba un estado lo suficientemente alto para ser emancipado del control de su
maestro. Sus responsables deberían haber sido capaces de llegar a ellos, si quedaba algo que
alcanzar.
—Por “maestros de alto nivel” ¿qué quieres decir? —le pregunté, dándole vueltas al asunto en mi
cabeza.
—Ninguno por debajo del segundo nivel. La mayoría eran del primero.
Me quedé perpleja. —¡No!
—No me lo creí, —dijo Radu en voz baja. —Cuando me lo dijeron. Parecía... —Se interrumpió con
un aleteo de la mano, porque no tenía palabras suficientes para ello.
Por desgracia, alguien más lo hizo.
—¿Parecía qué? —Claire preguntó, mirando a su alrededor, obviamente confundida. —Es una
tragedia, sí, pero sólo estamos hablando de once.
Marlowe hizo un sonido de arcadas, como si alguien le hubiera dado una patada en el estómago,
probablemente porque no podía atacarla.
—Claire, —le dije. Provocarle en este momento no era una buena idea. No es que yo pensase que lo
hiciese deliberadamente, en circunstancias normales, era mucho más sensible a los sentimientos de
los demás que yo. Pero Marlowe probable no se lo tomase de esa manera. Si los ojos marrones
pudieran quemar, los suyos lo estaban haciendo.
Pero Claire no se dio cuenta o no lo entendió. —Pero once hombres.
—No hombres, —le dije, cuando Radu se trasladó al lado de Marlowe. —Maestros mayores.
—¿Y eso hace la diferencia?
—Yo... Sí, —dije sin poder hacer nada, porque tratar de explicarlo llevaría demasiado tiempo y yo
quería volver al punto.
Pero claramente no iba a suceder.
Algo crujió, fuerte como un disparo, yo salté, antes de darme cuenta que era el mostrador bajo las
manos de Marlowe. —Cuéntaselo, —dijo con dureza.
—No creo…
—¡Explícale a ella!
Eché un vistazo a Mircea, quien no lo vio porque sus ojos estaban puestos en el espía jefe. Al igual
que la mano de su hermano, que se había deslizado sobre el hombro de Marlowe. Probablemente por
si perdía su control de mierda y trataba de llegar hasta Claire a través la mesa.
No es que eso fuese posible. Él no era un idiota, a pesar de las apariencias, en realidad no sufría
falta de control de sus impulsos. Estaba más que furioso. Y sólo una cosa causaba ese tipo de rabia
impotente en un maestro de alto nivel.
—Lawrence era uno de los suyos, —supuse.
No hubo confirmación hablada; Marlowe parecía que podría estar fuera de su sitio a estas alturas.
Pero su cabeza se sacudió hacia abajo en un medio gesto. Y por lo menos un par de cosas
comenzaron a tener sentido.
Miré a Claire, que se había dado cuenta de que la conversación se había intensificado en torno a ella,
pero no estaba segura de cómo explicárselo.
—Los “maestros sénior” son como... tanques sobrenaturales, —le dije, a pesar de que se trataba de
una analogía pésima. En una competencia entre los dos, el tanque sería pan tostado. —Ellos tienen
habilidades que son difíciles de explicar.
—Sé lo que los vampiros pueden hacer, —dijo en voz baja.
—No. En verdad no lo haces. —Miré a mi alrededor, pero nadie me estaba ayudando a explicárselo,
y esto no era precisamente fácil de comprender. Lo básico, sí, pero transmitiendo la escala... Era
como tratar de describir un billón de dólares. Los noticieros hablaban de ello todo el tiempo, pero
era difícil obtener un control sobre la noticia, hasta que estuviera de pie en medio de un bloque de la
ciudad profunda con un montón de billetes de cien dólares.
—Sabes que un vampiro maestro es más fuerte que uno normal, ¿no? —finalmente le pregunté.
—Por supuesto.
—Mucho más fuerte.
—Sí.
—Bueno, toma esa diferencia, y auméntala en una cantidad exponencial, cada vez que un maestro
sube un nivel. No es sólo es un escalón más alto, es... un mundo diferente, —le dije, vacilante,
porque realmente no había manera de transmitir la diferencia.
Pero Claire parecía entender algo, porque tenía los ojos entrecerrados.
—Estás diciendo que, ¿cuál es el lado más bajo nivel de maestro? ¿El Sexto?
Asentí con la cabeza.
—¿Estás diciendo que un maestro de sexto nivel en comparación con el séptimo es como un séptimo
nivel, en comparación con alguien como... como Ray?
—¡Hey! —se oyó en el pasillo.
—No, —le dije, mordiéndome el labio. —Ray es un maestro.
—Por difícil que sea de creer, —murmuró Radu.
—Él no es uno muy bueno.
—Está bien, ¡ya basta! —dijo Ray, apareciendo en la puerta. Y luego esquivando la luz de nuevo
gritando: —¡Mierda, mierda!
Claire miró tras él, frunciendo el ceño ligeramente. Claramente, él no estaba etiquetado dentro de su
catálogo en su ordenado archivo mental como “VAMPIRO", que no debía contener nada tan patético.
—Está bien, así que ¿podemos comparar un séptimo nivel con un viejo vampiro normal?
Lo pensé y decidí que estaba en realidad bastante cerca. —Algo así.
—Así que cada nivel... —Claire arrugó la frente. —¿Es como si fueran lo suficientemente fuertes
como para ser un maestro en el nivel inmediatamente inferior?
—Eso depende de la persona. La potencia varía mucho dentro de los niveles, incluso antes de llegar
al primero.
—Y ¿qué sucede al principio?
—No es realmente un nivel. Es más un cajón de sastre para cualquier persona que es demasiado
poderosa para encajar en el sistema. Esto significa en esencia…
—Muy, muy poderoso.
—Sí.
—Así que estos maestros que enviaron ayer por la noche, estás diciendo que eran el equivalente a
qué ¿Once magos de la guerra?
Louis-Cesare resopló.
Claire frunció el ceño.
—Más bien como once ejércitos, —le dije, ya que ella me estaba mirando.
—¿Entonces por qué están muertos? Si eran tan fuertes
—Esa es la pregunta, —dijo Mircea, cortando a Kit, que había estado a punto de decir algo grosero,
por lo que decía su mirada.
—No sólo enviamos a algunos de nuestros mejores agentes, les enviamos de dos en dos, cada uno
seleccionado para complementar sus puntos fuertes y débiles. Se les ordenó localizar a “Varus” y
luego pedir ayuda, si era necesario, de un grupo de agentes adicionales que había en espera. Nadie
llamó.
—Entonces, todo lo que pasó, pasó muy rápido, —le dije, pensando en los reflejos relámpago de un
vampiro.
Mircea asintió. —Yo asumiría una trampa o emboscada, aunque hay algunos que serían insuficientes.
Y nuestro pueblo ha sido entrenado para reconocerlas y evitarlas. Pero incluso aunque estuviese
dispuesto a aceptar que todos los agentes de un equipo olvidaron su formación, o de alguna manera
se vieron desbordados por algo, ¡no puedo creer que le ocurriese a los seis! Tampoco puedo
explicarme por qué ninguno de ellos logró enviar una advertencia.
Y, sin embargo, iba a tener que hacerlo, me di cuenta. Mircea estaba a cargo de la coordinación de la
cruzada de la lucha contra el contrabando del Senado, que atrajo la asistencia de familias de otros
senadores. Otros senadores estaban probablemente ya exigiendo saber qué había pasado con su
gente. Y si él no les podía decir... Bueno, en realidad no sé lo que pasaría si no podía decírselo, pero
dudaba que fuese algo bueno.
Me pregunté qué pensaría hacer al respecto.
—Si ellos no enviaron una advertencia, ¿cómo supieron que Dory estaba en problemas? —preguntó
Claire.
—Yo no lo sé. —Mircea miró a Louis-Cesare.
—Escuché su grito, en mi mente, —dijo brevemente Louis-Cesare. —Fue cortado, casi de inmediato,
pero la voz era inconfundible. Yo sabía aproximadamente dónde estabas la última vez que tu equipo
se había reportado, y fui capaz de seguir tu rastro desde ahí.
—Pero pensé que no podía... no a menos que ella estuviera…— Claire me miró, el ceño cada vez
más fruncido. —Pensé que no tomarías esa cosa nunca más.
No había necesidad de preguntar a qué “cosa” se refería, ya que sólo había una cosa que
intensificaba mis capacidades mentales. También ayudaba a controlar mis ataques, por el hecho de
vivir con una nulidad mágica como Claire. Y el vino tenía un montón de otros efectos secundarios,
como la disminución de mi ventaja en la batalla, que me tenía preocupada.
Yo no había pensado en una solución a largo plazo, tampoco, en lo que iba a hacer cuando ella
volviese a Faerie. Pero el uso que hacía últimamente era muy, muy bajo. Demasiado para explicar
cómo Louis-Cesare había sido capaz de sintonizar con mi cerebro como una maldita radio de onda
corta.
—Yo no soy capaz de leer tu mente, —dijo, leyendo mi mente.
—¡Qué demonios!
—Pero cuando estás en problemas, proyectas...
—¡No a media ciudad de distancia!
—Yo no estaba a media ciudad, —dijo con calma. —Estaba dirigiendo el equipo de respuesta, lo
que significa que estaba en Manhattan.
—¡Está bien, no a través de dos millas, entonces!
No sabía por qué estaba tan molesta, pero de repente sentí como si las paredes estuviesen cerrándose
y me levanté bruscamente, a pesar de que no había ninguna posibilidad de ir a ninguna parte hasta que
terminasen conmigo. Pero era como Marlowe y el mostrador, que había tenido que romperlo, eso o el
cráneo de alguien, y yo tenía que moverme ahora…o salir corriendo por la carretera como Ray.
Stinky gruñó y escupió en mis brazos, no porque yo le estaba apretando demasiado, sino porque
estaba tratando de escapar. Teníamos mucho en común, y quería hincarle el diente a alguien. Los Fey
son formidables casi desde el día en que nacen, hasta donde yo sé, pero mientras él no podía lastimar
a nadie en este grupo, lo contrario podía suceder.
—Está bien. —le dije, acariciando su suave pelo de bebé, pero no estaba segura de a quién estaba
hablándole a él o a mí.
—No está “bien”. Estás molesta, —dijo Louis-Cesare, deshaciendo todo lo que las cualidades
calmantes de Stinky habían impartido.
—¡Deja de hacer eso!
—No es necesario leer tu mente para saberlo, Dorina. Estás retrocediendo…
—No lo estoy, —le dije, justo antes de que mi trasero chocara contra el mostrador. —¿Y cómo sé yo
que no lo estás haciendo?
—Porque te lo acabo de decir. ¿Y qué diferencia habría si lo hiciera? ¿Por qué estás tan molesta?
—¡Tal vez no me gusta andar por ahí con alguien paseando dentro de mi cabeza!
—¿Pasear por dónde? —frunció la frente.
—¡Por el amor de Dios! —él tenía problemas de inglés en los momentos más convenientes. —Esto
significa…
—Sé lo que significa. Lo que no entiendo es por qué es un problema.
—¿Por qué? —sólo me quedé mirándolo. —¿Cómo no lo sería? ¿Te gustaría que te lo hiciese a ti?
—No me importa, —dijo, y realmente parecía que lo decía en serio. —Y en cualquier caso, ha
sucedido antes
—¡Rara vez! ¡Y no a voluntad!
—Y no es necesario hacerlo conmigo. Tienes mis recuerdos. Todos ellos.
Parpadeé, porque no me había dado cuenta de lo que sabía sobre eso. Un accidente metafísico se
había traducido en un vertedero de información colosal poco después de encontrarme con él,
cuatrocientos años de recuerdos de Louis-Cesare directamente en los míos. Yo no los quería, no los
había pedido, no los quería ahora. Y no sabía cómo deshacerme de ellos.
Tampoco sabía por qué estaba allí de pie como si no fuera gran cosa. En todo caso, parecía
impaciente, como si yo fuera el único ser extraño aquí. También parecía que quería una respuesta,
cosa que era un poco difícil porque no estaba segura de cuál era la pregunta.
—Eso es... diferente, —dije finalmente.
—¿Cómo diferente?
—Eso fue un accidente. Y de todos modos, nunca miro tus recuerdos.
—Sé que no lo haces.
Me tomó un segundo retirar a Stinky hacia atrás, ya que todavía estaba tratando de agarrarse a los
ojos de esta criatura extraña que me había ofendido.
—¿Y cómo lo sabes, si no estás en mi cabeza?
—No sabías nada de Christine, —dijo, refiriéndose a la resucitada que lo había llevado al lío actual.
—Tenías mis recuerdos, todos ellos, a tu alcance. Sin embargo, no la reconociste cuando la viste.
Y por alguna extraña razón, parecía casi insultado por eso.
—Son tus recuerdos, —le dije, como si de alguna manera fuera necesario señalar esto. —Yo no
tengo derecho.
—Si lo tienes, —dijo él, viniendo hacia mí.
—Yo no.
—Te lo doy libremente.
—¡Yo no lo quiero! —le dije, y mi espalda chocó contra la puerta.
Louis-Cesare se detuvo. Por un momento nos miramos el uno al otro. Y luego frunció el ceño.
—Me sorprendió, —dijo finalmente, —cuando me di cuenta de la verdad.
Pero supuse que era debido a tu miedo a la intimidad
—No tengo miedo a la intimidad.
—O tú falta de deseo de intimidad conmigo. Pero luego se demostró que ese no era el caso.
Claire hizo un pequeño sonido, ya fuese de indignación o simpatía, yo no lo sabía.
—Naturalmente me pregunté por qué no habías intentado conocerme mejor. En ese momento, lo
atribuí al hecho de vivir con los humanos y sus formas secretas.
—Es mejor que lo contrario, —murmuró Claire, y trató de tomar a Stinky, probablemente para
dejarme las manos libres por si quería ahogar a un vampiro determinado.
Pero me aferré a él. Las menos que perfectas habilidades sociales de Stinky estaban manteniendo a
Louis-Cesare con el brazo extendido. Y ahora mismo, era donde lo quería.
—Pero ahora me veo obligado a concluir que tal vez yo estaba en lo cierto al principio, —dijo
secamente. —A pesar de no oponerte a la intimidad física…
—¡Cállate! —le supliqué, pero por supuesto no lo hizo. Los vampiros no tienen el mismo concepto
de intimidad que los seres humanos, y Louis-Cesare había mantenido obviamente las cosas
reprimidas ahora él iba a hacerlo.
—No deseas nada más sustancial que eso. ¿O me equivoco?
Se quedó allí, con los brazos cruzados y los ojos azules parpadeando. Completamente ajeno a la
audiencia, ninguno de los cuales estaba mirando a otro lado o incluso pretendiendo estar en sus
propios asuntos. Radu incluso parecía que podría estar tomando notas mentales.
—No estamos hablando de eso ahora, —le dije, reprimiendo el impulso de rechinar los dientes.
—Entonces, ¿cuándo?
—¡Otra vez será! En este momento estamos hablando de que escuchaste algo de mi cerebro que no
deberías haber sido capaz de oír.
—Yo, naturalmente asumí que era porque habías ingerido recientemente vino Fey, —dijo Louis-
Cesare. Por su expresión se hizo evidente que no había terminado.
—Ella no hace eso, —dijo Claire, mirándolo. De alguna manera, ella y yo habíamos ido a parar a un
lado de la habitación y los vampiros, al otro, un hecho que no pasó desapercibido para Louis-Cesare.
El frunció el ceño en una mueca.
—Por supuesto que sí. Aunque no veo ninguna razón por la que te concierne.
—¡Me preocupa porque yo soy su amiga! ¡Y es peligroso!
—Y eso ha echado para atrás a Dorina ¿cuándo? —exigió.
—¿Podemos volver a la parte de que lee mi mente? —le pregunté, porque esto estaba derivando
hacia un terreno peligroso. —Dices que no puedes, pero hace una semana me escuchaste desde el
final de Chinatown, y estabas en Brooklyn.
Me había metido en una polvareda cortesía de Ray, y Louis-Cesare había venido a ayudar. En ese
momento, había estado agradecida. Por supuesto, en ese momento también había bebido hasta el culo,
lo que dio lugar a una toma de decisiones no muy buenas.
—Ese es mi argumento, —dijo con impaciencia. —Te habías bebido una gran cantidad de vino Fey
esa noche, lo que aumentó tus capacidades mentales…
—Y ese es mi argumento, ¡porque yo no había bebido la noche anterior!
—Si no puedes recordar la última noche, ¿cómo lo sabes?
Porque sabía el nivel que había tenido la botella esta mañana. Yo no dije eso, que no necesitaba ese
tipo de infierno. —Como dijo Claire...: Yo no me dedico a eso, —le dije con dulzura.
Él entrecerró sus ojos, pero antes de que pudiera decir nada, Marlowe, de todos, vino a mi rescate.
—Tengo un escuadrón de agentes muertos, —dijo con dureza. —Y una dhampir viva. Y aún tengo
que saber por qué.
—Es evidente por qué, —dijo Louis-Cesare, sus ojos en los míos. —Hemos estado presionando a
los contrabandistas más difíciles en los últimos tiempos, y han decidido contraatacar. Cuanto de más
operativos nos privan, más tiempo consiguen.
—Entonces, ¿por qué dejarla? En las circunstancias adecuadas, es tan peligrosa como otro maestro.
En algunas incluso más, ¡ya que tiene habilidades que nos faltan!
Y eso, pensé, era probablemente lo más parecido a un cumplido que nunca obtendría de Marlowe.
No es que fuera a sentirme muy halagada cuando lo próximo que salió de su boca fue: —¡Deberían
haber derramado sus tripas por todo el muelle, justo al lado de Lawrence!
—Típico, —dijo Claire, mirando disgustada. A Louis-Cesare al parecer no le gustó el comentario
mucho más, porque con la cara enrojecida se volvió hacia el jefe de espionaje. Pero entonces
intervino Radu.
—No pueden haber sabido lo que es, —señaló.
—Ella huele como los humanos, y los otros signos reveladores son difíciles de detectar. ¿Y por qué
iban a estar buscándola? No solo hay pocos dhampirs, sino que además no son lo que nadie espera.
—No hay ninguna diferencia, —dijo Marlowe, estando de lado. —Ya crean que ella es humana,
maga o algún tipo de mutante Fey.
Oh, sí, pensé, mirando a Claire. Esto iba bien.
—¿Por qué mantener a alguien vivo que pudiera identificarlos?
—No parece que ella pudiera identificarlos, —sostuvo Louis-Cesare. —Ni siquiera sabía quién era
yo cuando me la encontré. Ella puede no saber nada.
—Oh, ella lo sabe, —dijo Marlowe, buscándome con ojos implacables. —Y nos lo va a decir,
aunque tenga que arrancárselo de su cerebro,
—Kit, —ese fue Radu de nuevo, pero esta vez fue demasiado tarde.
Capítulo 7

Y de repente fue como decía el viejo dicho, “se podía oír caer un alfiler”. Lo cual era mucho más
fácil con la audición de un vampiro, todo hay que decirlo.
—¿De eso se trata? —le pregunté, pero Marlowe se negó a hablar. No es que importara, él no era el
que ejecutaría este programa.
Él nunca lo habría sido.
—Los trucos mentales no funcionan en mí, —le dije, mis ojos se encontraron con Mircea.
—Algunos sí, —dijo en voz baja.
Y sí, algunos lo hacían. En concreto, lo hacían, porque funcionaban en casi todo el mundo.
Había una cosa que no había tenido tiempo de explicarle a Claire en esas veinte preguntas sobre
vampiros que me había estado haciendo. Principalmente porque no me habría creído. Nadie lo haría
a menos que lo vieran por sí mismos, y solo unos pocos afortunados extraños lo hicieron.
Cada maestro mayor, a veces incluso antes de llegar al primer nivel, desarrollaba habilidades
especiales. Era una de esas cosas locas que las viejas leyendas asignaban a todos los vampiros, pero
que la mayoría no vivía lo suficiente o tenía suficientemente potencia como para ver. Como
convertirse en niebla o transformarse en un animal, el tipo de cosas que impresionan a la gente en las
fiestas. El tipo de cosas que a menudo era menos útil que espectacular o impresionante.
Salvo en el caso de Mircea.
Los dones de Mircea no eran así. Los dones de Mircea no eran para nada llamativos, eran, de hecho,
completamente invisibles, y tanto más peligrosos a causa de ello. Los talentos de Mircea yacían en su
mente.
—Es por eso que vine aquí, por lo que tuvo que traerme de vuelta Louis-Cesare, —le dije. —Me
querías en un entorno familiar.
—Por lo general funciona mejor de esa manera.
—Tú sabrás.
—¿Qué es? —preguntó Claire, recogiendo el cambio repentino en la atmósfera. —¿Qué está
pasando?
Pero esta vez Mircea no respondió. Este era el punto decisivo, y él lo sabía. Sus ojos nunca dejaron
los míos. —¿Lo harás?
Yo no dije nada, porque estaba un poco sorprendida de que se tomase la molestia de preguntar. Tal
vez lo que él estaba planeando necesitaba mi cooperación. Tal vez tenerme peleando con él
disminuiría la posibilidad de adquirir algo útil. Realmente quería creer eso. Porque creerme la
preocupación en sus ojos de terciopelo marrón, —falsa, falsa, sabía condenadamente bien que era
falsa,— era siempre una mala idea. Si ya tenía un problema al que hacer frente a la avalancha de
emociones que Louis-Cesare despertó en mí, eso no era nada comparado con el tsunami llamado
Mircea.
Había sido así desde que podía recordar, una extraña danza que nos acercaba y nos alejaba al uno
del otro, una sospecha, un gruñido, y la danza se rompía, lo que supongo que tenía sentido teniendo
en cuenta que fuimos diseñados genéticamente para desgarrar la garganta el uno del otro.
Últimamente, había estado en uno de los mejores ciclos, dando vueltas cerca, todavía enseñando los
dientes y garras porque —nunca se sabía, no, nunca, jamás se sabía,— pero sin embargo estábamos
más cerca. Y admito abiertamente que eso había sido en mayor parte obra suya.
Yo no quería estar más cerca. No necesitaba un paseo más hacia otra “dulce ronda”, un viaje más
para nuestro rodeo particular, cuando siempre terminaba de la misma manera.
¿Por qué jugar cuando no se puede ganar? ¿Por qué intentarlo cuando se sabe de antemano que no va
a resultar? ¿Cuándo nunca funciona? Después de siglos de la misma historia de siempre, me había
dado por vencida. Yo no quería bailar más.
Fue entonces cuando Mircea había decidido hacerlo.
Y tenía que admitir que había aprendido algunos pasos nuevos desde la última vez. Tal vez más de
unos pocos, y no habían sido meras variaciones sobre un mismo tema, tampoco. Cuando Mircea hacía
algo, lo hacía a todo gas, y eso incluía vuelta a una nueva página.
Había empezado matando a la criatura que había asesinado a mi madre, a pesar del hecho de que el
hijo de puta en cuestión era su propio hermano. También me había dicho unas cuantas cosas, muy
pocas, acerca de la mujer que había sido, una plebeya con la que se había casado a pesar del hecho
de que no era un buen partido y que podía hacer daño a sus ambiciones. Me había arrojado dentro de
su órbita uniéndome a la brillante nueva escuadra del Senado para la demolición de los portales, que
pasó a dirigir. Había colocado a Louis-Cesare, de mala gana, el poco convencional, apasionado
Louis-Cesare delante de mí, como un cebo delante de un pez hambriento.
Bueno, tal vez esto último no fuese así, ya que Louis-Cesare era un gran activo potencial para la
familia, si es que alguna vez tuviéramos una mierda juntos. Lo que él no haría si seguía visitando los
barrios bajos conmigo. Así que no sabía qué, o si algo, había tenido que ver Mircea con esto, o solo
había sido una coincidencia. Pero ese era el problema con Mircea, nunca se sabía nada a ciencia
cierta con él.
Estaba sentado en silencio, esperando a que yo trabajara con él. Otras personas estaban hablando,
oía los tonos agudos de Claire, el soplo suave de Radu, un flash como un trueno de Marlowe, pero no
podía concentrarme en nada de eso. Todo lo que podía ver eran sus ojos oscuros, tan parecidos a los
míos, y sin embargo tan diferentes. Muy, muy diferentes.
Parte de la razón por la que había asustado a Louis-Cesare no había tenido nada que ver con él.
Accidentalmente me topé con uno de mi cierto número nada despreciable de puntos calientes, y éste
era el más caliente de todos. O tal vez más agudo, porque eso es lo que se siente, los bordes afilados
como vidrios rotos donde antes estaban los recuerdos.
Mircea había utilizado su “don” en mí cuando yo era una niña, seleccionando dentro de mi cabeza,
sacando mis recuerdos de su hermano, de lo que le había sucedido a mi madre, de quién sabe qué
más, porque segura como el infierno que yo no lo había hecho. Pero podía sentirlo, incluso ahora, el
lugar donde todos los recuerdos deberían haber estado, ya que brillaban por su ausencia como un
diente perdido recientemente.
O un agujero en la cabeza. Porque eso es lo que era: un agujero, una herida, una fisura. Podía sentir
como los bordes crudos en mis recuerdos habían sido cortados en pedazos, espacios en blanco donde
la película se rompía repentinamente y me dejaba tambaleante al borde de un pensamiento. Un buzo
caminando al borde de un acantilado y mirando sin ver... nada.
Supuestamente, la idea había sido mantenerme a salvo, ya que en mi mente de dhampir bebé se había
establecido la venganza, y nadie en mi familia era una presa fácil. Especialmente no cuando estaba
rodeada por un ejército de guardias armados hasta los dientes. Es cierto que eran humanos y yo no lo
era, pero también me habían superado en número por unos pocos cientos a uno y a Mircea no le había
gustado la proporción. Tampoco le había gustado la idea de una muerte rápida y fácil para su
hermano en caso de que tuviese suerte.
O al menos eso dijo. Pero había un problema con eso. Debido a que la idea de Mircea del justo
castigo había sido una reclusión perpetua, aislar a su hermano loco en la distancia durante siglos
después de hacer de él un vampiro para que no pudiera morir y salir de ella. Así que él nunca podría
olvidarlo. Era una sinfonía de venganza en lugar de las pocas notas que yo había previsto impartir, y
lo hizo perfecto excepto por un pequeño detalle.
Nadie menor del nivel de maestro puede crear a un vampiro.
Así que Mircea había conseguido dar un salto a por lo menos el séptimo nivel de maestría cuando
cambió a Vlad, y a mí que no era más que un bebé dhampir en ese momento, casi literalmente, sin
embargo, ¿no podría haberme controlado sin la cirugía mental? ¿No podría haber encontrado otra
manera sin tener que dejarme casi sin ningún maldito recuerdo de mi vida temprana, incluyendo todos
los recuerdos de mi madre? ¿No podría haber hecho algo, cualquier otra cosa? ¿No?
Yo no me lo tragaba.
De hecho, cuanto más pensaba en ello, menos compraba esa idea, y por eso es por lo que estaba
teniendo problemas con todo esto de la reconciliación. Y ahora ¿él quería volver dentro de mi
cabeza para la segunda ronda? Me miró en silencio y no dijo nada.
No, no dijo nada.
Tal vez porque no había nada que decir. No le pregunté si ya había comprobado otras pistas porque
no tenía que hacerlo. Mircea no habría venido aquí, no por mí, no con esto a menos que ya hubiese
intentado todo lo demás. A menos que se hubiese quedado sin opciones.
Así que estaba sentado allí, con Aiden saltando en sus rodillas, siendo paciente con Claire,
manteniendo a Marlowe bajo control de alguna manera, y a la espera. Por el trato, por los términos,
por los negocios que eran el motivo real de su vida, por el que latía su corazón de vampiro.
Y de repente estaba harta de él, total y absolutamente. Había cosas que podía haber pedido, cosas
que podía haber usado, pero ya no quería saber nada de él. Nunca más.
Nada de lo que fuese a conseguir, al menos.
—Está bien, —me oí decir con voz ronca.
Y el dique reventó.
El color, la luz y el sonido de voces subían a mí alrededor. Se sentía como si un velo se hubiese
levantado encima de mi cabeza, y me dejase parpadeando. Y una mueca de dolor, ya que al parecer
Stinky había estado tratando de llamar mi atención hundiendo sus perversas afiladas uñas en mi
muslo.
Por el momento arranqué sus garras de mi carne, la fiesta se había trasladado a la sala de estar,
porque era más oscura. Y Mircea necesitaba concentración para lo que pensaba hacer a mi cerebro
en lugar de estar extinguiendo incendios por la luz del sol. No lo seguí porque necesitaba unos
minutos.
Y debido a Claire.
Claire no estaba contenta.
—No me gusta esto, —susurró ella, sin molestarse en mantener la voz baja. No es que importara. La
sala de estar estaba solo al otro lado del pasillo y muy poco retirada. Lo que significaba que podría
muy bien haber estado de pie junto a ellos en cuanto a audiencia de vampiros se refiere. Pero a
Claire no parecía que le importara.
—No lo entiendes, —le dije, pasándole a Stinky para poder tomar una toalla de papel para la pierna.
Tanto como otro par de pantalones vaqueros.
—¡Entonces explícamelo! —dijo ella con furia, de alguna manera logrando intimidarme a pesar de
mantener a un bebé en equilibrio en la cadera. —¡Explícame por qué se te ocurriría!
—Debido a que Varus no se encontraba entre los cadáveres, —espeté. Maldita sea, Stinky estaba
desarrollando garras locas. —Lo que significa que nos tendió una trampa…
—¡Él se la preparó a ellos. No tú! ¿Por qué tienes que…?
—Claire, si el elemento criminal consigue la idea de que ellos pueden masacrar a voluntad a los
agentes del Senado, todos vamos a estar en problemas. El Senado tiene suficiente en sus manos con
la guerra, no es necesario abrir otro frente aquí. —Especialmente uno que conocía sus debilidades y
Varus probablemente lo hacía...
La razón de que Géminus se hubiese salido con la suya, con su pequeño hobby, durante tanto tiempo
era que no era un viejo vampiro. Había sido un senador, y lo que es más, el capitán de armas del
Senado, que incluía la localización y desarrollo de nuevas formas de matar a las cosas. Eso le había
dado carta blanca para entrar en Faerie cuando quisiera, y establecer su red de portales. Pero
también significaba que Varus, como su mano derecha, tenía demasiados conocimientos sobre el
funcionamiento interior del Senado y su arsenal.
—Tenemos que encontrarlo, —le dije a Claire. —Encontrar a Varus significa encontrar sus
contactos, que pueden ser algunas de las mismas personas que causan problemas en casa.
—Eso no es una casa.
—¿Qué?
—Nada. —Ella negó con la cabeza, el pelo rojo volando por todas partes. Estaba soleado el día de
hoy, pero había estado lloviendo mucho últimamente, y el pelo de Claire se rizaba cuando llovía. Se
tambaleaba al borde del territorio Afro ahora mismo, la que no era su mejor imagen. Pero era mejor
que los círculos oscuros bajo los ojos y la piel pellizcada en las comisuras de su boca.
Había estado un poco fuera de mí últimamente, recuperándome de un desastre y, al parecer entrando
en otro, y en realidad no había estado prestando atención. Pero tal vez debería haberlo hecho; Claire
parecía que podía usarlo. —¿Estás bien? —le pregunté, pensando si había un problema.
—Esto no es sobre mí, —dijo con voz aguda, los ojos verdes parpadeando.
Y bien, sí. Un problema. Por supuesto, podría golpear a alguien a través de una pared, debería
saberlo mejor. Claire tenía el temperamento estereotipado del pelirrojo, pero por lo general no
llegaba a tener que redecorar por la fuerza.
—¿Cómo puedes dejar que lo haga,... andar de puntillas alrededor de tu cerebro así? —exigió.
—No será la primera vez.
—¡Y eso es aún peor! Él ya ha alterado tus recuerdos una vez. ¿Qué hay de eso que decías de que no
lo volvería a hacer?
Se veía que Mircea tenía menos éxito con los Fey que con los seres humanos, pensé, porque Claire
claramente no era una de sus fans.
—Es como te dije, —dijo ella severamente. —Ellos sólo se entienden de sus propios asuntos, ¡y no
son los tuyos!
—Soy parte vampiro, Claire, —le recordé, ya que ella parecía empeñarse en olvidar eso.
—Eres parte humana, también. Y estoy empezando a creer que la parte humana es la mejor parte en
todos nosotros.
—¿Qué significa eso?
Ella apartó la mirada. —Nada. Es sólo que... últimamente siento como si todos los que amo están
colgando de un hilo, mientras que un loco anda con unas tijeras. Y algunos días, sólo quiero…
—¿Tirar a alguien a través de una pared?
Su cabeza giró. —¡Maldita sea, Dory!
—Está bien, lo siento. Soy así, también, ¿recuerdas?
—Entonces ayúdame. —Unos flameantes ojos esmeralda se encontraron con los míos. —No puedo
tomar nada más de estrés en estos momentos. Yo sólo quiero saber que estás a salvo. ¿De acuerdo?
—¿Estás estresada por…?
—¿Todo bien?.
Yo no dije nada, porque Louis-Cesare había aparecido en la puerta.
—Ellos están listos.
Claire me miró acusadoramente.
—Voy a estar bien, —le dije con firmeza.
—¿Por qué te molestas en decir eso? —se quejó ella, y me siguió al otro lado de la sala.
Los visillos habían sido echados en la sala de estar, y cerradas las cortinas. Había electricidad, pero
no servía de mucho ya que solo alimentaba un aparato antiguo que colgaba del techo, las lámparas
debían haber sido retiradas por los gemelos troll para su apartamento en el sótano. No los echaba
mucho en falta porque vivía principalmente en la cocina y en el porche de atrás, pero sí hacía las
cosas un poco tristes en este momento.
Supongo que Ray se había cansado de pasar el rato en el pasillo, y había venido aquí, sólo para ser
desterrado a una percha en la mesa de juego. Yo todavía no sabía lo que estaba haciendo aquí, pero
este no parecía ser el momento de preguntar, no con el ceño fruncido de Marlowe, con los brazos
cruzados, casi en la misma postura que había usado en la cocina. Como un rayo de sol, pensé
ácidamente.
Mircea y Radu habían tomado asiento en el sofá de la vieja dama, que Claire había heredado junto
con la casa. Era de brocado rojo con la espalda alta arqueada, y siempre me pareció que debería
estar adornando un burdel geriátrico. Pero con ellos dos en él, su habitual estridencia andrajosa
desvaneció en un segundo plano.
Una butaca a juego había sido arrancada delante de él, la que supuse era para mí. Me dirigí hacia
ella, lo que habría funcionado mejor si Louis-Cesare me hubiese soltado el brazo. Miré hacia arriba
para encontrarlo con el ceño fruncido que se había establecido allí con residencia permanente. Esto
coincidía con la sombra de sus ojos, una oscuridad que se había profundizado hasta el índigo.
—No tienes que hacer esto, —me dijo rápidamente.
—¡Como el infierno que no tiene que hacerlo! —espetó Marlowe.
—No lo hagas, —reiteró Louis-Cesare, y Marlowe de repente se quedó inmóvil.
Esto se debía probablemente a que Louis-Cesare había hecho exactamente lo que podría haber sido
interpretado como un desafío directo. Y podría haberlo sido, si hubiera siquiera mirado de alguna
forma a Marlowe. Pero sus ojos estaban puestos en mí, y ellos estaban preocupados. Cerré
brevemente los míos.
Cuando los abrí, él seguía mirándome, todavía afectado. Aún así totalmente ajeno al hecho de que,
básicamente, había cuestionado al jefe de espionaje del Senado a un duelo. Eran días como éste, los
que me hacían preguntarme cómo, a pesar de su capacidad de lucha, el hombre había sobrevivido
tanto tiempo.
Era honesto, honorable, ético y generoso, en una cultura que no tenía ninguna de esas cosas. Eso ni
siquiera se valoraba, porque “bueno” era un término relativo y ser un vampiro bueno era ser como
Marlowe: astuto, engañoso, implacable, abrumador. O como Mircea: calmado, paciente, lleno de
recursos, implacable. “amable” no estaba en la descripción del puesto, “compasivo”, menos aún.
Maldita sea, el hombre necesitaba un guardaespaldas.
Sí, claro que lo hacía. Una morena, con hoyuelos, una guardián dhampir, cosa que no iba a suceder,
así que cállate. A veces creía que no importaba lo que Mircea hizo en mi cabeza, porque yo ya
estaba loca de todos modos.
—Es como si alguien hubiese inventado esto sólo para meterse conmigo, —le dije con resentimiento.
—¿Quoi?
Suspiré. —Estoy bien, —le dije, —sólo quiero terminar con esto.
—Veo lo que quieres decir, —dijo secamente Claire, y ella parpadeó en lo que parecía ser una
sorpresa.
No tenía sentido estancarse, por lo que me acerqué y me senté, muy contenta de haber tenido algo que
beber antes. Incluso con la presencia de Claire descargando la energía frenética de mi piel, como una
especie de imán sobrenatural, todavía estaba llena de ella. En cualquier otro momento, me habría
estado arrastrando por las paredes, también, o, más probablemente, perforando a través de ellas. Así
estaban las cosas, yo quería hacer esto ya.
Me aclaré la garganta. —Bueno, ¿y ahora qué ?— le pregunté... a Radu, porque todo el mundo había
desaparecido rápidamente.
Capítulo 8

No sé lo que esperaba, pero no era eso. O tener las luces apagadas. O tener la habitación sustituida
de repente por imponentes rascacielos cubiertos de vidrio por un lado y por el otro de ondulantes
aguas oscuras.
Maestros de primer nivel, me recordé a mí misma con gravedad. Nunca se llegaba a ninguna parte
subestimándolos, y Mircea conocía mi cerebro como la palma de su mano. No solo eso, sino que
básicamente lo había diseñado.
Pero por lo menos él no había tenido ningún problema en encontrar la memoria adecuada. Las olas
espumadas iban contra un muro de contención como un encaje en un dobladillo. O tal vez un escote,
porque una docena de barcos cabalgaban las olas, brillando bajo la luz de la luna como un collar de
perlas.
El viento agitaba los reales encajes en la garganta y las muñecas de Radu cuando miré hacia él, y
alborotaba su pelo largo y oscuro que no siempre mantenía tan fuertemente confinado como su
hermano.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Exigí saber, casi esperando oír mi voz de eco, ya que estábamos
hablando en el interior de mi cabeza.
Radu no respondió. Parecía un poco preocupado, posiblemente por la imagen increíblemente realista
que Mircea había conjurado teniendo algunos agujeros en ella. Literalmente, me di cuenta, siguiendo
la mirada de 'Du hacia las piezas de las cosas, los edificios, el extremo más alejado de la carretera,
franjas enteras del cielo, que simplemente no estaban allí. Lo más extraño fue un rascacielos cercano
que desapareció a media altura, como si King Kong hubiera pasado y hubiera tenido un aperitivo.
—¿Qué pasa? —Le pregunté, agarrando su brazo.
—Yo... Nada. —Él me miró parecía un poco más pálido que de costumbre. —Supongo que esas son
áreas que tú simplemente no notaste.
— ¿Qué?
—Bueno, ¿no lo hacemos, todos, verdad? —preguntó, con un poco más de fuerza. —Aun cuando
estamos en estado de híper-alerta, no podemos observarlo todo.
— ¡Pero mi memoria no se parece a esto! —Hice un gesto a la luna, que era visible en el agua pero
notablemente ausente del cielo. O tal vez estaba sólo detrás de algunas nubes, yo no estaba
entusiasmada cuando seguí en busca de ella por el cielo, tenía muchas lagunas, con áreas enormes
llenas de nada más que niebla negra hirviendo.
—Bueno, lo harías, —dijo Radu. —Pero tu cerebro por lo general llena los espacios en blanco.
— ¿Con qué?
—Con conjeturas. Es por eso que muchos de ellos trabajan ilusiones ópticas. ¿No lo sabías?
—No. —Y yo podría haber vivido sin saberlo. —Entonces, ¿por qué no lleno los espacios en blanco
ahora?
Radu inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera escuchando algo que yo no podía oír. —
Mircea dijo que lo harías, pero él está intentando que no. No podemos hacer que la fantasía o
manipulación mental rellene las zonas en que puede llenarlas mal, ¿ves?
—Sí. —Reprimí el impulso de abrazarme a mí misma. —Sí, supongo. —Estaba segura que no quería
tener que hacer esto de nuevo porque había soñado la información incorrecta. Lo miré. —¿Por qué
estás aquí otra vez?
—Mircea no puede mantener la conexión y también te serviré como su guía. Ese es mi trabajo.
—Está bien, guía, —dije, mirando alrededor. —¿A dónde?
—Bueno, ¿cómo voy a saberlo? Es tu memoria. Sólo estoy aquí para sacarte si algo sale mal.
Yo había estado mirando un barco cercano flotando sobre las olas, o mejor dicho, la mitad de un
barco, ya que al parecer nunca había tenido tiempo de darse la media vuelta. Pero en eso volví los
ojos hacia 'Du.
—¿Qué podría salir mal? Estoy sentada en la sala de estar. ¿Cierto?
—Bueno, sí, tu cuerpo lo está. Pero es tu mente lo que nos importa aquí, Dory.
Me tomé un momento para procesar eso. —¿Me estás diciendo que algo podría ir mal con mi mente?
—No, no, no, en absoluto. Nada que ver.
—Bien. —Por un momento, había estado un poco preocupada. No era exactamente un poster infantil
para la estabilidad mental tal como estaba. Lo último que necesitaba…
—Por supuesto, ha habido unos pocos incidentes.
Radu estaba jugando con el encaje de la manga.
— ¿Incidentes?
—De las personas que, bueno, fueron demasiado lejos. Pueden perderse, ya sabes, andando de un
viejo recuerdo a otro, hasta que te olvidas de dónde viniste y… —se detuvo, con retraso, notando mi
expresión— casi nunca sucede. Y, en cualquier caso, es por eso que estoy aquí. Para ver que no sea
así.
— ¿Y has hecho esto cuantas veces antes?
— 'Du…
—Conozco la teoría, Dory, —dijo con irritación. —Y estoy relacionado con los dos, lo que me hace
más... en sintonía... si quieres, y el mejor puente que nadie más podría tener. Es más seguro que yo
haga esto que un desconocido, aun sin experiencia. Es por eso que Mircea me trajo.
Me quedé mirándolo. —Eso me hace sentir mucho mejor.
—Sí, pensé que lo haría, —dijo Radu. —Pero los problemas son más frecuentes cuando el sujeto
está cansado, y este tipo de cosas te está drenando bastante. Tenemos que seguir adelante.
Genial. Así que no sólo estaba en Wonderland (17), estaba en un temporizador freaking(18). —¿Cuánto
tiempo tengo?
—No lo sé. Eso depende de ti. ¿Unos pocos minutos?
— ¿Unos pocos minutos? ¿Cómo se supone que voy a encontrar algo útil en…?
Me detuve, porque acababa de ver una imagen de mi bastante rara en mí, deslizándose entre las
sombras de los barcos y pilotes. Yo llevaba mi uniforme de trabajo habitual la chaqueta de cuero
negro, vaqueros negros y botas negras, llegando a ser casi invisible contra la noche. Pero yo no
estaba haciendo un trabajo tan bueno como quien fuera el que estaba conmigo.
Por más que lo intenté, no pude obtener una visión clara de él. Ni siquiera lo podía hacer para traerlo
al centro a menos que se recortara contra el contorno fantasmal de un casco. E incluso entonces no
era más que vagamente la forma de un hombre una nube, o una sombra tenue de alguien que no era en
realidad…
—Allí. —Lawrence hizo una pausa, con las partículas coalescentes (19) suficientes para permitirle
el habla. —El negro.
Miré el buque en cuestión, un largo y elegante, torpedo de ébano en uno de los muelles más
grandes, mezclando entre la noche casi tan perfectamente como Lawrence lo hacía, luciendo
exótico junto al multitud de aparatosos, especímenes más claros amarrados alrededor. Pero yo no
había visto nada más de interés. O el olor, ya que Lawrence había estado siguiendo un rastro de
olor.
— ¿Estás seguro?, —le pregunté, porque todo lo que podía oler era salmuera, pescado y gasolina,
y el olor persistente de la colonia que él, ahora durmiente, vigilante había estado usando.
—No.
Lawrence parecía sorprendido, lo que tenía sentido. Antes de que él pasara al ilustre cargo de
Maestro de Primer Nivel, había sido un Sabueso, un vampiro dotado del mejor sentido del olfato
que el resto, lo que estaba bastante bien. Era por eso que había sido elegido para esta tarea, ya
que se requería rastrear un pequeño hilo de olor a través de una ciudad no conocida por la
calidad de su aire prístino.
—¿Qué quieres decir con 'no'? —Dije en voz baja, a pesar de que estábamos usando un escudo de
sonido. Era este tipo de lugar— ¿Varus está allí o no lo está?
Lawrence no respondió, pero se unió un poco más, las partículas de niebla de su ser se unieron en
la forma de un vampiro alto y delgado, con espeluznantes ojos rojos. No fiebre roja, no como
resaca en rojo. Ni siquiera un yo-soy-el-Dios-rojo-ahumado-de-la-noche. Eran el carmesí sólido
de un semáforo, con la misma calidad tenue que brillaba intensamente con ellos. Aunque los
semáforos no enviaban escalofríos por mi espalda cuando me miraban.
La mayoría de los vampiros pueden pasar por humanos, incluso sin el glamour, pero Lawrence
claramente no era uno de ellos. Y él no podía usar un glamour y su especial maestra de la
brillante energía, al mismo tiempo, lo que me dejaba corriendo con lo que parecía ser el engendro
de Satanás. Lo que habría estado bien, si el hijo de Satanás hubiera sido capaz de hacer el
trabajo.
—Él estuvo aquí, —me dijo Lawrence, inclinando la cabeza hacia atrás y luego hacia un lado,
percibiendo algunos olores demasiado débiles como para detectarlos yo. —Y se ha ido.
— ¿Fue hacia allí y no salió, pero él no está allí ahora? —Le pregunté, para aclararme.
Lawrence asintió.
—¿Quieres decir que alguien lo trajo aquí y lo mató?
—No. No hay hedor de la sangre o de descomposición.
—Entonces, ¿cómo funciona eso?
—Como he dicho, no lo sé. Pero voy a saberlo. —Y antes de que pudiera detenerlo, se había
desintegrado en lo que parecía un enjambre de abejas negras, las abejas eran demasiado
pequeñas para verlas y no tenía más sustancia que cenizas cuando volaron cerca de mi cara. Y
fueron hacia el barco, donde desaparecieron debajo de una puerta.
¡Maldita sea!
Esto era por lo que trabajaba sola. Porque estúpidos pendejos con problemas de control de
impulsos me daban dolores de cabeza. Por un momento, contemplé dejarlo mirar a su alrededor
por su cuenta, ya que una nube de niebla o ceniza era mucho más probable que se colara a través
de los agujeros que yo. Y esto se parecía más una trampa cada segundo. Pero, irónicamente, en su
estado desarticulado Lawrence tenía menor percepción sensorial que yo, su aparentemente súper
nariz no era capaz de hacer su trabajo cuando se disolvía en mil pedazos.
Así que si esto era una trampa, él había ido a ciegas.
Me deslicé por el muelle hasta el barco, que era más grande de lo que parecía a la distancia. No
había puente, sólo una extensión ultramoderna y una brillante cúpula de plexiglás de obsidiana, y
ninguna pasarela conveniente dejada al estilo Hollywood para que yo la usara. Así que estiré mi
espalda, por lo que podría ir sin caer en el agua, corrí y salté—sobre la barandilla, bajé
corriendo por el muelle y una pequeña área, donde tendría que haber una pasarela si mi vida
hubiera tenido un guionista decente.
Debido a que no era así, he tenido que desarrollar algunas habilidades a través de los años, y de
alguna manera logré el aterrizaje. Y entonces me di cuenta de que no me había hecho mucho bien,
ya que, por supuesto, la maldita puerta estaba cerrada. Me quedé allí, en equilibrio sobre la
mejor una y media pulgada de borde, gruñendo en voz baja e indagando a través de mis bolsillos
en busca de algo que pudiera abrir la puerta ya que no podría evitar que algunos…
—Perdón por la interrupción, —dijo una cabeza, abriendo la puerta. Lo que me hizo saltar de
sorpresa. Lo que habría estado bien si hubiera habido algo detrás de mí.
Yo me agitaba fuera incluso al caer, tratando de encontrar un asidero o un punto de apoyo o cualquier
tipo de retención para evitar el agrietamiento de mi cabeza contra el maldito muelle de hormigón. O
los pilotes. O lo que estaba bajo el agua que no podía ver, pero estaba a punto de experimentarlo de
la manera difícil, cuando mis dedos lograron agarrarse al borde en el que había estado de pie. Mi
cuerpo golpeó el costado de la nave lo suficiente para entrechocar los dientes, mientras mis dedos se
torcían casi fuera de las órbitas tratando de mantener mi peso entero.
Me quedé allí por un segundo, mirando las olas chocar contra el costado del buque y tratando de
convencerme de que no debía tratar de asesinar al hombre cuyo largo cabello estaba casi rozando mi
rostro.
—¿Qué? —le dije, mirando hacia Radu. Quién estaba mirándome bastante satisfecho por alguna
razón.
—Oh, bueno. Debe ser capaz de verlo desde allí.
—¿Ver qué?
—El nombre.
—¿El nombre?
—De la nave. Tenemos que saberlo.
Dije una mala palabra y comencé a luchar para volver a levantarme.
—¡Sólo hay un maldito barco negro en toda bahía! ¿Qué tan difícil puede ser…?
—Pero de eso se trata. No había ningún barco, de cualquier color, esta mañana. Y Kit quiere…
—Kit puede besar mi culo, —gruñí. Debido a que las yemas de los dedos se enganchaban al borde al
que estaba agarrada y no se encontraban bien, incluso cuando tenía más de un centímetro y medio
para trabajar. —¡Y si quieres el nombre del barco, búscalo tú mismo!
—Esta es tu memoria, Dory, —me dijo, con una voz que decía que estaba admirado por mi rudeza
porque era generoso con eso. —Sólo veo lo que ves. Y, por cierto, Mircea dice que te estás
cansando. Tenemos que darnos prisa con esto.
—Yo también... tengo algunas cosas... que le puedes decir a Mircea, —jadeé, volviendo de alguna
manera a estar en su posición. Y luego tener que romper algo prácticamente para mantener el
equilibrio mientras observaba el casco del barco en ambas direcciones. —Dile que no hay nombre.
—¿Nada en absoluto?
—¡No! Y si quieres que me diera prisa con esto, es necesario…
—¿Qué estás haciendo?
—¡Augghh!
Una cabeza me empujó a través de la puerta, pero de alguna manera mantuve el equilibrio.
Incluso ante la vista de esos malvados ojos rojos que me miraban a una pulgada de distancia. Lo
que era lo de menos ante el hecho de que mi cuello terminara en una masa negra, como un millón
de hormigas que estuvieran tratando de consumirme.
Tragué saliva.
—Si me hubieras dado un momento, te habría abierto la puerta, —dijo Lawrence suavemente.
—Sí, bueno. No mencionaste eso.
—No dejaría a un compañero atrás, —me dijo. Y habría sido más reconfortante si las hormigas en
aquel momento no hubieran empezado a pulular por su cara, moldeando de las facciones hasta
que fueron más que protuberancias nariz-boca y una máscara horrible, retorciéndose. Hasta que
terminó y la puerta se abrió tan bruscamente que me tropecé con su cuerpo al otro lado.
Hice todo lo que podía hacer para no acabar frenéticamente con aquella negra masa hirviente en
mi piel girando en torno a mí. Y luego se aglutinó a unos pocos metros en la forma un vampiro con
un traje de colores oscuros. Parecía que tenía todas las piezas necesarias, pero mi boca todavía
se sentía llena de ceniza, mi garganta obstruida y mi corazón latía el doble, maldita sea.
—Ve por la parte de atrás, voy a cubrir el frente, —me dijo, como si nada hubiera pasado. Me
limité a asentir. Cuanto antes se hiciera, mejor.
No había mucho que ver en el salón, que estaba decorado en negro y blanco. Felpudos sofás
blancos con dura madera negra, al lado de un piano de cola, blanco también. Cuadros en blanco,
negro y rojo estaban esparcidos por las paredes, aunque no había ninguno con la clase de fotos
personales que se podría haber esperado. No había ningún toque personal en todo lo que estaba
viendo, a excepción de un cuervo tallado sobre una puerta, sus brillantes plumas de obsidiana
capturaban la luz.
Muy literario, pensé, mirándolo. Pero no era muy tranquilizador. También que no hubiera signos
de un buscado ex ejecutor, así que seguí adelante.
Al bajar un tramo de escaleras estaban las habitaciones, cinco de ellas enfrentadas entre sí a lo
largo de un pasillo corto, con la principal al final. Traté de capturar algún tipo olor fuera de
lugar sin tener que ir a las habitaciones, porque si había una trampa, probablemente estaría
dentro. Pero todo lo que olía era la teca y la cera de abejas, limpiador con olor a limón y vinagre
y brillante como un esmalte de uñas, un sabor a capa de ozono, perfume caro y…
Nada.
Me detuve ante la puerta de una de las habitaciones más pequeñas cerca del final del pasillo. A
diferencia de las demás, no parecía que se hubiera utilizado recientemente, sin olores de vida
atravesando una capa de polvo. Esto no habría sido un gran negocio, tal vez los propietarios lo
utilizaban para el almacenamiento o simplemente no tenían muchos invitados. A excepción de la
Nada: había un enorme agujero en el medio de la historia de olor de la habitación, como si
alguien hubiera aparecido con un par de tijeras gigantes y simplemente lo hubiera cortado.
Había un par de cosas que podrían hacer esto, incluyendo un escudo que escondía el olor. Era
empleado con frecuencia por contrabandistas de cervecería para ocultar pociones ilegales y
personas que almacenaban ingredientes de otro mundo o mercancías, cuyos olores eran tan
distintivos que le diría a alguien con una buena nariz que algo estaba pasando. Y teniendo en
cuenta que estábamos tratando con un montón de contrabandistas, probablemente eso era todo,
simplemente un escudo en caso de que la Corporación de Guerra Mágica tuviera curiosidad por
el alijo de alguien. Pero, no había otra cosa que dejara un gran agujero en blanco en el mundo.
Estaba a punto de llamar al experto cuando sentí una mano insustancial materializarse en mi
hombro. —Encontraste algo.
—Tal vez. Podría ser simplemente alguien ocultando vino de los Fey. —Lo cual, por supuesto, hay
que confiscar para enseñarles respeto por la ley.
Pero Lawrence negó con la cabeza. —No.
—Tú eres el experto, —dije, y di una patada en la puerta.
Y bueno. Eso no era el vino. El problema era que no estaba segura de lo que era, y a juzgar por su
cautela, cuando él se acercó y se arrodilló junto a eso, tampoco lo estaba Lawrence.
No se veía particularmente amenazador, sólo un agujero cuadrado en el suelo, como una
trampilla. Pero la puerta estaba abierta, y una columna cuadrada de luz bajo el agua salía
extrañamente disparada por la parte superior y formaba de charcos en el techo de la habitación.
Lawrence metió la cabeza en el agujero, la luz salpicando su capa oscura y rasgos finos. Me tomé
mi tiempo, comprobando el espacio por las trampas no existentes, antes de unirme a él.
La trampilla resultó ser... una trampilla. Lo que estaba por debajo de eso era lo interesante. Un
agujero había sido tallado a través del piso de la cabina y en un espacio pequeño, y luego seguía
su camino hasta el casco. Pero en lugar de que el agua brotara e inundara la habitación, no era
más que una película de luz en la parte superior, inquietantemente similar a las olas de fuera que
formaban pequeñas ondas bañando toda la superficie.
En realidad no se parecía en nada al portal que había estado esperando, que debería haber sido
invisible cuando está cerrado o una masa arremolinada de color cuando se abre. Sin embargo, no
se parecía a ninguna otra cosa, tampoco. Asimismo, todavía despedía algún olor que podía
nombrar, pero parecía que Lawrence podría tener mejor suerte. Porque él había saltado hacia
abajo y metido la nariz a una pulgada de la superficie brillante azul, lo que era poco aconsejable.
Y luego, a través de él, lo que era una locura.
Lo seguí y tiré de él hacia atrás. —¿Qué estás haciendo?
Él me miró suavemente sorprendido, era la primera que lo había visto usar esa mirada. —Ir al
interior.
— ¿Ir al interior de qué?
—Se trata de un portal.
—Lo sé, ¿y?
—A través del cual Varus fue junto con otros tres, dos vampiros y un humano. El último era un
mago, por el olor.
Genial. Eso era todo lo que necesitábamos, uno de los involucrados. —¿Oscuridad o luz?
—No es fácil de decir. Las diferencias no son tan grandes como los seres humanos tratan de
hacernos creer. No había olor a magia de la sangre en él, lo que significa que podría ser mago de
la luz.
—O uno oscuro que no ha cortado la garganta de nadie recientemente.
—No en los últimos diez días, —él estuvo de acuerdo. —Qué es lo más lejos que mi récord de olor
va.
Lo miré, pero no estaba bromeando. Y entonces ya no estaba allí, tampoco. Debido a que el loco
bribón de mierda se había disuelto y fluía directamente a través del portal.
—Lawrence —susurré, pero ya era demasiado tarde.
Él se había ido.
No estaba loca, bueno, no por el momento, así que busqué en mi chaqueta abierta y saqué mi
llavero. Apague el Ojo mágico de Argos enroscado a través de mi cinturón y lo saqué la
superficie, tratando de mirar a mí alrededor. Mirando el lado positivo, la cinta no se incendió o
se cortó, destrozó o destruyó de otra manera. En el lado negativo, no podía ver una mierda,
incluso después de ajustar el encanto, a excepción de unas pocas rocas desmoronadas. El portal
de luz en el otro extremo estaba bloqueando todo lo demás.
Me senté sobre los talones por un segundo. Si hubiera sido sólo los dos vampiros que estábamos
hablando, yo no habría estado demasiado preocupada. Cualquier cosa que un vampiro, —bueno,
cualquier cosa que fuera un vampiro normal, —podría sobrevivir, por lo que yo podría. Pero la
presencia del mago era sospechosa. Los magos tenían trucos y hechizos y las trampas y un montón
de porquerías a su disposición, y no sabía si era precisamente de la luz. Realmente, realmente no
me gustaba la idea de ir a través de un portal desconocido hacía un lugar oscuro que solo el-
infierno-conocía con un posible mago oscuro por ahí.
Pero no iba a dejar a Lawrence por su cuenta. Podía llamar, explicar lo que había sucedido y
esperar a los refuerzos, —que es lo que la gente cuerda hacía, Lawrence—, pero para cuando
llegaran aquí, podría estar muerto. No habría ningún pedazo que recoger, suponiendo que
pudiéramos encontrarlos, que en su caso no sería probable.
—Nunca dejo un compañero atrás, —había dicho. Excepto que lo había hecho. Excepto que
hubiera asumido que la loca dhampir estaría pisándole los talones. Y creo que tenía razón, porque
lo siguiente que supe es que estaba deslizándome hacia abajo a través del centro del portal y
sintiendo el cierre de la no-agua sobre mi cabeza.
Capítulo 9

—¿Qué estás haciendo? —exigió una voz, causando que me mordiese la lengua en un grito. Era un
momento extraordinariamente malo, porque golpeé el suelo un segundo más tarde, sacudiendo mi
mandíbula y provocando que mis colmillos saliesen. Y luego se clavaran en mi propia carne.
Lo cual era mejor así, ya que me impedía pronunciar ninguno de los comentarios que estaban
temblando en la punta de mi destrozada lengua. Desencajé los dientes y escupí sangre. Esto tomó
unos pocos segundos, debido a que había un montón de esta, y entonces alcé la vista para encontrar a
Radu cerniéndose sobre mí.
Literalmente, ya que sus pies no tocaban el suelo.
—¿Cómo haces eso? —le exigí cuando pude hablar.
—¿Cómo voy a saberlo? —preguntó, pareciendo como un ángel irritado con ese pelo largo flotando
alrededor de aquel hermoso rostro. —Te lo dije, esto también es nuevo para mí. Pero en una
suposición, las leyes de la física no se aplican cuando todo esto está dentro de tu cabeza.
—Díselo a mi mandíbula, —dije, frotándola.
—Bueno, lo siento, pero Mircea quiere…— se detuvo, inclinando la cabeza. —Mircea me quiere
para sacarte fuera, pero Kit esta argumentando contra eso. —Hizo una mueca.
—¿Qué es eso?
—Louis-Cesare está…objetando…a algo que dijo Kit, —me dijo Radu diplomáticamente.
Yo esperaba que la objeción no hubiera implicado ningún golpe, porque el día que pasara quería
estar condenadamente allí para verlo. Pero ahora mismo había algo que quería más. —necesito
terminar esto.
Radu negó con la cabeza. —esto no es una buena idea, Dory. Podemos volver…
—¿Y los vampiros perdidos?
—Sabes que están…— Radu parecía incómodo. —Bueno, conoces las probabilidades.
—Y tú sabes cuán astutos los maestros de primer y segundo nivel pueden ser.
Él suspiró. Considerando que su hermano lo era, sí, lo sabía. —Sería mejor ser capaz de ir tras ellos
más pronto que tarde, —admitió. —pero…
—Entonces a salir de aquí. —Me puse sobre mis pies e intenté pasarle, pero una pálida mano de
largos dedos agarró mi brazo. Siempre era sorprendente el recordar que ´Du era también un vampiro,
y además de segundo nivel. No lo parecía, no actuaba como uno. Pero la fuerza de su mano era
inconfundible.
—Hay cuatro hombres desaparecidos, ´Du, —dije, porque no podía romper su agarre. Podría
hacerlo, en un buen día, ya que la lucha no es solo fuerza y yo sabía un infierno más de lo que Radu
siquiera se molestó en aprender. Pero él tenía razón —yo estaba cansada—. Intentar luchar mi
camino afuera solo terminaría todo esto más temprano.
Pero Radu no me soltó. —¿Cuándo se convirtieron en hombres?
—¿Qué?
—Son vampiros, Dory. No hace demasiado tiempo, ellos habrían sido cosas para ti. Todos éramos
simplemente cosas.
—No.
—Sí. —Los ondeantes haces de luz arrojaron extrañas sombras a través del hermoso rostro, haciendo
difícil leer su expresión. —Matabas a nuestra gente…
—Mataba a los tipos malos, ´Du, —dije impacientemente, porque realmente estaba cansada. Y
dolorida. Todos los pequeños dolores que Louis-Cesare había sofocado estaban regresando, no con
toda su fuerza, pero la suficiente para recordarme que él era mejor matando cosas que curándolas. —
Nunca fui tras alguien que no lo mereciese.
—No herir es una cosa diferente de salvar, —replicó en voz baja. —hubo una vez en que tú habrías
dejado a Raymond arder en tu camino. Cuando tú no te habrías preocupado si cuatro vampiros
extraños morían. Cuando tú habrías sido como tu amiga Claire, quien dice todas las cosas correctas
pero nos mira como si fuéramos cucarachas que se arrastran por el suelo de su cocina.
—Tú…no actuabas como si lo hubieras notado.
—Por supuesto que no, soy encantador, —señaló Radu.
—Sip, —dije, porque a su manera, extremadamente extraña, el tipo lo era. El tenía también algo de
razón, pero no creí que fuera el momento para entrar en eso.
—¿Puedes ir a Oprah por mi más tarde?, —pregunté. —si voy a hacer esto, realmente necesito….
—¡Mierda!
La caída fue una perra. Catorce pies (4,2 metros) no era divertido de ningún modo, pero aterrizar
sobre un montón de piedras puntiagudas lo era incluso menos todavía. Afortunadamente, las
puntas eran bastantes pequeñas, dejándome golpeada y ensangrentada en lugar de empalada.
Desafortunadamente, estaban calientes como la mierda.
—¡Mierda! ¡Mierda!
Salté para ponerme en pie, poniendo las duras botas de cuero entre el suelo y yo. Este se veía
perfectamente normal —beige y rocoso, excepto por los trocitos más claros aquí y allí cubiertos
de arena— pero la impresión de Ray que actualmente estaba haciendo decía lo contrario. Las
rodillas de mis vaqueros estaban quemadas, una de las mangas de la chaqueta de cuero que había
estado llevando estaba fundida en mi brazo, y mis manos….
—¡Maldita sea!, —la luz del portal me mostró mis palmas llenas de ampollas, lo cual no habría
sido tan malo excepto por la media tonelada de grava incrustadas en ellas. Y la maldita cosa
continuaba ampollando las zonas de su alrededor incluso mientras mi cuerpo intentaba sanarse.
Era como coger un puñado de brasas, solo que estas no parecían inclinadas a apagarse.
Después de un segundo, golpeé las balas y limpié mis manos en mis vaqueros, dejando sangre y
piel detrás junto con la grava, porque no tenía tiempo para sacar cada trozo individualmente. Las
plantas de mis pies ya estaban empezando a humear, y cuando lo estaban, fue el momento de
levantarlas. Y desde que esto parecía como si fuera a tomar otro minuto o así, encaré la realidad y
saqué la artillería pesada.
O para ser más precisos, la gran trampa.
Ser una dhampir tiene ciertas ventajas —mejores sentidos, rápida curación, mayor fuerza,
velocidad, etc. Lo que no tiene es magia, de ningún tipo, especie o variedad, lo cual es un
problema considerando muchas de las cosas con las que lucho. Pero lo que las chicas de pecho
plano y los chicos calvos aprendieron hace mucho, lo que la naturaleza no te dio, algunas veces
puedes comprarlo. Y los magos tienen que ganarse la vida también.
Pero los juguetes frescos no son baratos. Mentalmente tomé otro giro sobre la cuenta por la
pequeña excursión de esta noche, y saqué un saquito de un bolsillo interior de la chaqueta. Dentro
estaba un brazalete de apariencia barato, de bronce y como un puño de camisa, como las pulseras
magnéticas de mierda que están siempre intentando endorsar a los enfermos de artritis en el
comercio.
Solo que este en realidad funcionaba.
No para sanar, pero se aseguraba de que no te pasara nada. La cosa era un escudo temporal,
bueno como el que cualquier mago de guerra podía proyectar, lo cual era justo, ya que se lo había
comprado a uno. Pero como todos los escudos, se come la magia como caramelos. Y no era como
si pudiera generar más cuando el embalse se secara —quince minutos bajo las condiciones
ideales, lo cual era estúpido cuando la parte principal de tener la maldita cosa era que no estabas
en condiciones ideales.
De cualquier modo, podía esperar aquí, tal vez, quince minutos. También esperaba que nadie con
audición superfina estuviera prestando atención, porque el niño grande no jugaba bien con otros.
Especialmente, por eso requeriría dejar caer todos los otros escudos, lo cual interfería con éste
por alguna razón que no comprendí debido a que la teoría de la magia me da dolor de cabeza.
Pero las instrucciones del mago habían sido específicas, así que el escudo sonoro tenía que
seguir.
El nuevo hechizo se cerró sobre mí, una burbuja de aire de protección moldeando la piel quemada
como vidrio de aire acondicionado. Di un —muy breve— suspiro de alivio mientras la
temperatura caía unos buenos 50 grados, permitiéndome respirar. Me tomé también unos
preciosos segundos para disparar una cuerda con un gancho de regreso a través del portal y
sobre el barco, asegurándome de que se enganchó. Era retráctil, así que durante el tiempo que me
tomase volver aquí, y la cuerda no se hubiera quemado, y nadie fuera disparándome en el camino,
yo estaría bien.
Sip.
Así pues.
Lo única cosa buena era que no tenía que elegir direcciones. Detrás de mi había un muro, y
mientras había una oportunidad de que Lawrence hubiera encontrado un modo de atravesarlo, yo
no lo haría. Él estaba en algún lugar por delante o no, y yo tenía sobre cuatro minutos y medio
para encontrarle. Comencé a moverme.
El SOP (Procedimiento estándar de operaciones.) en casos como éste es; tomar un par de pasos,
comprobar si hay trampas, tomar otro par de pasos, repitiendo mientras fuera necesario. Pero A)
eso me llevaría 9 metros, antes que mi protección se agotara. B) no veía el cuerpo mutilado de
Lawrence por ninguna parte y C) ¿Por qué en el infierno se molestarían en poner una trampa
aquí? El corredor de los condenados, era suficiente barrera por sí misma.
Y no solo por el calor. El túnel era de naturaleza ocurrente por su apariencia, con algunas áreas
elevadas —como la del portal que había dejado— pero cabeza arriba el techo descendía lo
suficiente como que parecía que tendría que arrastrarme. Era también desigual y caliente y
completamente carente de compañeros, chicos malos, o cualquier cosa sobrante de interés excepto
de algunas luciérnagas alrededor de la oscuridad y sobre mi cabeza.
Estas no eran las únicas fuentes de luz. Una vez que conseguí alejarme del portal, empecé a notar
brillantes manchas en las paredes, como moho si éste fuera del color del fuego y enviara olas de
calor tan intensas que eran casi visibles. Encontré estas cuando me topé con una, provocando que
el borde del escudo a medida cayese como una piedra. Golpeé el suelo y di la vuelta para ver la
sala oscilante a través de la banda intensa de calor por encima de mí.
Divertido.
Yo era un poco más cautelosa después de esto, agachándome y esquivando para evitar drenar el
escudo incluso más rápido, hasta que llegué a la parte de arrastrarme. No había tanto de ese
moho extraño pero tampoco tenía un suelo tras de sí de 12 yardas (10,8 metros) o así, gracias a
que dejaba salir directamente dentro de una enorme cueva.
Que fue cuando todo comenzó a acelerarse.
En rápida sucesión vi a Lawrence al fondo en la parte inferior, cerca de grietas llenas con algún
tipo de cosas redondas agrupadas, como caviar dorado. Un hombre —o un maniquí, a juzgar por
el modo en que la cabeza cayó cuando Lawrence le tocó— estaba en una silla en frente de él. Y un
enorme enjambre de lo que supuse no eran luciérnagas, después de todo, estaba fluyendo de las
aberturas de las paredes y de las fisuras de las piedras dando vueltas en un tornado brillante en
el aire entre nosotros.
Me desmarqué a la derecha antes de dirigirme directa hacia Lawrence.
Tuve medio segundo para verle girar, su cara y cuerpo iluminados con cientos de brillantes
puntos dorados, como una bola de discoteca. Y entonces él la hizo añicos, apartándose en el
tiempo que toma un parpadeo. Y maldición, eso fue impresionante. Tanto como que por un
segundo pensé que él estaría bien. Pero entonces la nube dorada notó la oscuridad en aumento a
través de su centro. Y se juntaron como un puño cerrado.
En un instante había dos remolinos, oscuros y luminosos, dando vueltas cada uno en un agradable
ballet en el aire, un ying&yang viviente. Y entonces Lawrence se alejó, lanzándose a sí mismo en
un amplio arco, lo cual no comprendí hasta que lo noté. Las partículas oscuras estaban ardiendo.
Era como un fuego a la inversa —ceniza capturando la luz y prendiendo dorado, luego naranjado,
entonces rojizo y entonces nada mientras ardía, desintegrándose completamente.
Lawrence esparció más allá, tal vez perdiendo el control, tal vez intentando minimizar el daño, no
sabría decir. Pero incluso si estos fueran los últimos, allí había demasiados de estos y él estaba
demasiado lejos para ir y …
Él no lo conseguiría.
Rompí el brazalete de mi muñeca, echó un vistazo al obstáculo —y mierda. Esto parecía como si
incluso mi cínica estimación hubiera sido un poco optimista. Porque no fueron ni 30 segundos del
todo cuando lo lancé al centro del enjambre y grité,— ¡Lawrence!
No esperé a ver si él lo cogía, yo ya estaba girando al instante en que éste salió de mi mano. Yo
había hecho lo que podía y mi único trabajo ahora era informar y dejar saber a los otros grupos
en lo que se estaban metiendo. Pero para eso, tenía que escapar. O gatear y arrastrar y golpear y
tropezar, porque sin el escudo...
Dios. Esto no era como un horno. Los hornos tenían un calor uniforme y este no lo era ni de lejos.
Ese maldito liquen o lo que fuera estaba formando una red mortal a través del túnel, brillando en
tiras donde el aire a 130 grados de repente se disparaba en 20, 50, 100 grados en olas casi
invisibles.
No había muchos en la zona baja del túnel, pero había casi menos espacio para evitarlos. Tropecé
con una de las bandas ‘más frías’ con la cara y sentí que estas abrasaban mi piel, no acabe
errando con uno de los más calientes y olí que mi pelo comenzaba a quemarse. Pero no me
molesté en apagarlo porque no tenía tiempo. Alcancé la parte del corredor donde finalmente
podría ponerme en pie y dirigirme adelante, mis suelas medio derretidas apenas tocaban el suelo.
No me esforcé por estar guapa, no me preocupaba por la forma. Me agaché y rodé y corrí hacia
arriba a medio camino una pared antes de arrojarme al odioso suelo y rodar otros pocos metros
más allá, por debajo de lo peor de las bandas. No es que eso pareciera ayudar.
En segundos, mis manos eran una masa de ampollas, mi chaqueta estaba humeando, mis ojos
estaban lagrimeando tanto que apenas podía ver el mortal brillo del calor. Infiernos, la
habitación al completo estaba brillando. Incluyendo una mancha acuosa del suelo al techo,
brillando como un faro y ondeándose como un espejismo en medio del desierto.
Mi mano quemada se cerró sobre la cuerda quemada que yo había dejado atrás, y un segundo más
tarde estaba volando a través del portal y golpeando la cara en primer lugar contra el suave y
ondulante casco. Y tambaleándome afuera. Y dándome cuenta del todo de que si yo podía pasar,
algo más podría, también, lo cual era un problema desde que no sabía cómo cerrar este portal en
particular.
No perdí el tiempo esperando a Lawrence. Si él estaba escapando, había estado sobre mis talones.
Y si no lo estaba…
Entonces no lo estaba. Compañero o no, liberar ese enjambre ardiente sobre la ciudad no estaba
en el plan de trabajo. Yo no habría esperado que él se arriesgase por mí, y yo no lo iba a hacer
por él.
Hay explosivos que trabajan específicamente sobre los portales, pero no tenía ninguno. Lo que sí
tenía era una escopeta de cañón recortado y un montón de munición de repuesto, y las usé,
disparando a los barcos de alrededor del portal bala tras bala, a casi una distancia a
quemarropa. Los plexiglás volaron, algún tipo de tripas de apariencia a la espuma de polietileno
fueron arrancadas y mis oídos se sentían como si pudieran haber sangrado. Pero en pocos
momentos, el agua comenzó a burbujear y entonces a derramarse. Más rápido de lo que yo habría
creído, yo estaba sobre mis rodillas y allí había lo que parecía como un pozo haciendo todo lo
posible para desviar el Atlántico a cualquier lugar –del- infierno.
Lo cual era bueno, porque algo estaba haciendo todo lo posible para venir desde el otro lado. Me
aparté de la trampilla, viendo como algo floreció debajo del agua, algo enorme y brillante. Pero
mientras que atravesar un portal es casi instantáneo, lo que fuera parecía estar teniendo un poco
de dificultad. Tal vez porque el tsunami actual le golpeó en la cara.
Quemad eso, pensé ferozmente, y disparé de nuevo, enviando ambos cañones directos al brillante
corazón.
Y entonces intenté esquivar cuando algo voló afuera hacia mí, algo enorme y negro y humeante.
Me tambaleé de espaldas, golpeando el suelo inundado con un chapoteo y un grito, porque lo que
sea que fuera estaba sobre mí y estaba caliente, caliente, tan jodidamente caliente. Pero no podía
ver porque el vapor se elevaba desde al agua y el maldito barco estaba hundiéndose y la explosión
tuvo que haberle hecho algo a la electricidad, porque las luces estaban parpadeando y se
apagaron….
Pero no las necesité cuando me encontré mirando a un par de brillantes ojos rojos.
— ¡Lawrence!
—¿Tenías que disparar esa jodienda sobre mi?, —gruñó, y entonces estábamos corriendo y
chapoteando y medio ahogándonos —o al menos yo casi lo estaba— de vuelta al camino y
atravesando la superficie, y saliendo sobre el muelle, lo cual era una distancia fácil de alcanzar
ahora que medio barco estaba bajo el agua.
Me detuve, jadeando y ahogándome, habiendo tragado casi tanto como el portal, y me arrastré
sobre el muelle. Mi chaqueta medio derretida estaba aún humeando, pero al menos el remojón
había apagado mi cabello. Arranqué el condenado pellejo, las partes que ya no estaban soldadas
a mi piel, mientras Lawrence colapsaba al lado mío.
—Esto era una trampa, —gruñó.
No jodas, no lo dije, porque él se veía mal. No mal del tipo herida de bala, lo cual él no tenía pues
había estado medio disuelto cuando le disparé. Pero estaba jadeando y vomitando y en general
luciendo como un tipo que ha tenido que dejar algunas partes importantes detrás.
Y se llevó algunos pocos otros a lo largo del trayecto. El traje se había quemado en su mayoría,
permitiéndome ver manchas brillantes moviéndose por debajo de la pálida piel, como si alguien
estuviera haciendo brillar diminutas linternas a través de él. Un muslo se desintegró en una
cascada de ceniza negra, aislando algo que se retorcía y enroscaba en un charco de agua del mar
por un instante antes de prenderse. Otros parpadearon dentro de él, probablemente ahogados por
los fluidos de su cuerpo, pero uno…
Un breve olor a quemado fue toda la advertencia que tuve antes de que algo reventase hacia fuera
de la carne de su brazo. Esto brilló contra el azul oscuro de la oscuridad como una brasa viviente
por un segundo, aun ahumando por la sangre candente sobre su cuerpo. Salté hacia arriba,
consiguiendo un vistazo, alas de trazos iluminados de fuego, un sólido caparazón dorado y negro,
ojos opacos —antes de que se desintegrara debajo de lo que quedaba de mi tacón de la bota
izquierda.
—¡Mierda!, —dije, respirando agitadamente mientras Lawrence forcejeaba para sentarse.
—Eso era… la ropa de Varu…— dijo con voz áspera. —Pero sobre…un maniquí. Estábamos…
—Cállate, —le dije, comprobando mi teléfono móvil porque él no estaba en condiciones de llamar
por ayuda para sí mismo. Y tampoco yo lo estaba, gracias a la última de una larga lista de piezas
de mierda que se habían ahogado conmigo.
—Tengo que… advertir a los demás…
—¡Dije que te callaras!— gruñí. Él necesitaba su fuerza si él iba a durar hasta que yo regresará.
—voy a encontrar un teléfono y llamar. Solo permanece…
—¡Dorina!
No necesité la advertencia. La expresión de su rostro me dijo que no iba bien antes de que una
bala se estrellase en mi hombro. Era de un calibre lo suficientemente grande como para enviarme
desmadejada sobre Lawrence por medio segundo, antes de que estuviera rodando, intentando
levantar una pistola con un brazo que no funcionaba, y entonces cambiarla de mano y aun no
conseguir disparar una bala porque la pólvora estaba…
Otra bala arrancó el arma de mis manos mientras retrocedía hacia atrás, intentando con mi mano
izquierda encontrar un arma que no estuviera empapado, lo cual habría sido más fácil si pudiera
alcanzar mi maldita chaqueta. Pero no podía siquiera verla, alguien tenía una luz destellando en
mis ojos, brillando como una…
—¡Dory!
…linterna, cegándome mientras agarré a Lawrence, intentando arrojarle al agua porque si él era
capaz de desintegrarse de nuevo lo habría hecho ya y necesitábamos…
—Radu, ¡Sácala!
—Lo estoy intentando.
…y yo estaba lejos de armas, excepto por el cuchillo de mi bota, el cual arrojé casi a ciega, solo
enfocando sobre la localización de esos disparos. Escuché a alguien maldecir.
—¡Ahora Radu!
…y no escuché el sonido de otro disparo —demasiado sordo— pero sentí cuando éste golpeó en
casa, triturando mi muslo, lo cual dolió menos que la bota de alguien en mi cara…
—¡Radu!
…y no había tiempo…
—¡Dorina!
…no hay tiempo…
—¡Lawrence!

Capítulo 10

Terminé de regreso en la cama, después de todo. Me desperté tirada sobre unos bultos familiares,
almohada desaparecida, sábanas desaparecidas, el edredón arrugado en una bola tipo almohada que
yo estaba abrazando en su lugar. Estaba oscuro, y por un minuto no supe qué infiernos había pasado.
Y entonces nadé de regreso a la plena consciencia, y aún nada.
El sonido del agua venía desde algún lugar cercano…tenue, suave, horrible. Miré alrededor, aún
medio convencida de que estaba siendo esculpida a piezas sobre ese maldito muelle. Hasta que
finalmente me di cuenta de ese barboteo a través de la pared detrás de mi cabeza.
Me dejé caer contra la cama, respirando con dificultad.
Eso era solo alguien lavando los platos o intentando tomar un baño. Y sonaba como si estuvieran
tratando de llenar una piscina, porque esto pasaba siempre por aquí para que el agua se calentara.
Era un desperdicio ridículo cada vez que alguien quería estar limpio, pero cuando ésta fue
construida, no se preocuparon por cosas como el respeto al medio ambiente. Cuando esta casa fue
construida, ellos estaban más cercanos a preocuparse sobre ataques de los indios y esto era
Brooklyn.
Los ataques de indios habían aflojado en estos días, al menos que contaras el curry de Bawa de
comida para llevar —y habiendo experimentado éste, no vi ninguna razón de por qué no debería.
Pero la instalación de las cañerías se mantuvo. Intacta e ineficiente, se tomaba su propio y dulce
tiempo y probablemente siempre lo haría porque vivía en una casa mágica.
Bueno, técnicamente, no era que la casa fuera mágica, pero las Líneas Ley que corrían por debajo lo
eran. Ríos de poder metafísico, cruzaban y se agrupaban justo debajo de la base, abasteciendo la
fuerza de un hechizo de limpieza del hogar permanente que mantenía las cosas exactamente como
ellos lo habían dejado cuando fue echado, hace muchos años. Creo que la idea había sido la de
limpiar la casa y entonces fue echado el hechizo, pero supongo que el soltero que había poseído el
lugar había pensado que esto parecía lo suficientemente bueno.
De acuerdo, suficientemente bueno significaba que las manchas sobre mi techo nunca iban a
desaparecer, no importaba cuantas veces pintase sobre ellos. Los desgastes sobre el piso de madera
dura nunca conseguirían pulirse. Y si intentaba hacer algo radical como cambiar los visillos
amarillentos por algo que pudiera en realidad bloquear la luz del sol, algunas de mis pertenencias
personales poco después terminaban desapareciendo.
La casa era así de vengativa.
Pero el hechizo también significaba que no necesitaba preocuparme por cosas como la limpieza del
anillo de la bañera, porque nunca se iba a marchar a ninguna parte, o barrer el suelo, el cual siempre
permanecería exactamente tan polvoriento como siempre ha estado y siempre estará. O arreglar la
pared que de repente recordé que tenía un agujero, debido a la luz de un coche al pasar —puesto que
demostró ser tan sólido y deprimente cubierto con repollos de rosas algunas veces.
Un destello de otra escena —carmesí y negro y blanco incandescente y cegador— arrasó atravesando
mis ojos por un segundo. Hasta que lo aparte lejos, junto con las malditas rosas. Y me desperté para
no tener que mirarlos.
El armario tenía un montón de sujetadores, algunos complementos con trozos de hierbas y abrojos.
Pasé unos minutos ordenándolas para darme a mí misma algo que hacer. Para ahogar la voz de
Lawrence gritando mi nombre desde el muelle, el tono diciendo que él sabía que ahí no había nada
que ninguno de nosotros pudiera hacer.
Tragué saliva y me dije a mí misma la mierda de siempre: Lawrence había sido un profesional.
Lawrence sabía en lo que se estaba metiendo. Lawrence tomó lo que sintió como un riesgo aceptable.
Y como siempre. Eso no era exactamente ni malditamente confortable en absoluto. Y tampoco era mi
decepción normal post-misión, reparar cada oportunidad perdida, cada diminuto error, cada ‘debería
haber’.Porque esta vez, nada de eso haría la diferencia.
Debería haber llamado. Pero solo habríamos estado en ese otro lugar por minutos, y una capacidad
vampírica de la que no había oído nunca era la teletransportación. Incluso si hubiera llamado por
apoyo tan pronto como pusimos los ojos sobre el portal, no hubieran estado allí a tiempo.
Debería haberle impedido a Lawrence entrar en primer lugar, o seguirle más rápidamente. Excepto
que allí no había habido nada tangible a lo que agarrarse una vez que él hizo su desaparición
rutinaria, y adentrarse en un portal desconocido sin ninguna idea de lo que estaba al otro lado estaba
más allá de la locura. Era un poco menos para él, dada su capacidad, pero yo podría haber estado
encaminándome hacia dentro de un volcán o de un acantilado.
Debería haberme dado cuenta de que, sip, alguien quien se preocupa en colocar una trampa tan
cuidadosamente también habría diseñado un plan B. Excepto que no habría actuado de modo
diferente, incluso si lo hubiera sabido. Al final, habría sido más peligroso no acercarse al portal que
preocuparse sobre una posible emboscada.
Debería haber…
Hice exactamente lo que tenía que hacer. Había seguido el manual. Y había fracasado
estrepitosamente. De cualquier modo. ¿Cómo se puede matar a un antiguo maestro de un modo fácil?
Pues no matándole tú mismo. Prueba atraparle en algún lugar con una atmosfera hostil, donde si él
permanece de una pieza demasiado tiempo o golpea el parche de aire equivocado, él ardera sin nada
que le atacase del todo. Y entonces cerca de estar seguro de que algo malditamente bueno le atacará
al colocar tu trampa justo debajo en el medio de… ¿qué? ¿Los huevos de esas criaturas?
No sabía. Pero algo les había despertado, algo había hecho que fueran a por él como una colmena de
avispas agitada. Y ¿Cómo luchas contra algo que nunca habías visto con un total de 30 segundos para
averiguarlo? ¿Mientras estás hasta la mierda en el fuego?
La respuesta era, que no podías. Corres como el infierno, si tenías algo de cerebro, lo cual Lawrence
había hecho. Lo que ambos habíamos hecho, que fue lo que ellos habían esperado. Probablemente
habían esperado que aquellas cosas nos capturaran antes de que regresáramos a nuestro mundo, pero
hey, ningún problema de cualquier modo. Incluso si escapamos, estaban seguros que estaríamos
débiles y heridos y confundidos, siendo un blanco mucho más fácil lo cual nunca debería haber sido
el caso.
Sentí las uñas clavándose en mi palma, lo suficientemente fuerte para romper la piel, y ni siquiera
traté de sacarlas. Eso era lo que me enfurecía en mayor parte. No que él hubiera muerto — habíamos
sabido que era una posibilidad en este tipo de cosas. ¿Pero morir así? No ser capaz de defenderte a ti
mismo, o escapar, o hacer nada excepto estar tirado allí y ser destripado como un animal por algunos
hijos de puta cobardes quienes no tuvieron las agallas de enfrentarle…
Esa era la razón principal por la que trabajaba sola. Así si no regresaba, solo yo tenía la culpa. Y no
había ningún compañero que dejar sobre el suelo detrás de mí.
No me molesté con un baño, ya que el único lugar al que había ido estaba dentro de mi cabeza. Corrí
los dedos a través de mi cabello en lugar de un cepillo, me cambié por una camisa sin mangas con
menos arrugas y decidí ver los rasgones de mis vaqueros como una declaración de moda.
Entonces bajé las escaleras.
No podía haber sido demasiado tarde, porque los niños aún estaban despiertos, y Claire era una
purista de que las 9 de la tarde era hora de acostarse. Estaban en el suelo del salón, encajados entre
dos pedazos de troll, ya que no hay modo de que el sofá aguantara todo eso. Asomé la cabeza para
decir hola, pero no conseguí mucho de una respuesta porque Bob esponja estaba encendido y Bob
esponja es la hostia.
No me uní a ellos —mi estómago estaba comenzando a protestar ante la falta del desayuno. Y el
almuerzo. Y por el modo en cómo lo sentía encogerse ahora mismo, posiblemente la cena de ayer
también.
Me adentré en la cocina, y encontré a Claire en el fogón. Estaba moviendo algo en la enorme olla que
ella usaba para cocinar a sus guarda-espaldas Fey, quienes parecían ágiles gacelas jóvenes y comían
como hipopótamos hambrientos. Ella tenía el cabello recogido en una brillante cola de caballo roja,
tenía un delantal de la década de los 50 puesto y toda la escena parecía como Amo a Lucy en una
comedia domestica. Era encantador, imágenes de la moda pasada —o lo habría sido si un vampiro no
hubiera estado encaramado sobre un taburete a su lado.
— ¿Que estás haciendo aun aquí?, —le pregunté a Ray, quien estaba frunciendo el ceño a la olla.
—Intentando decirle a tu amiga que eso es demasiada pimienta.
—Es pollo y arroz, —dijo Claire, empujándole su enorme nariz del camino así ella podía moverse.
—se supone que es picante.
—Picante, Sip. Abrasar tu lengua, no.
—¿Qué sabes de eso? Tu gente no come.
—Mi gente come muy bien, y soy un maestro, cariño. Puedo incluso catarlo. No que vaya a probarlo
ya que lo estás arruinando.
—Solo estás cansado de moler la pimienta.
Él no lo negó.
Ray me echó un vistazo cuando me coloqué a su lado, atraída por el maravilloso olor. Sus manos
estaban espolvoreadas con pequeñas manchas negras, como si hubiera estado en el campo de tiro
todo el día.
—Ya era hora de que te mostraras. Estaba comenzando a pensar que estabas muerta.
—No, solo de hambre. —Miré sobre el hombro de Claire y me estomago gruño de acuerdo. —
¿Cuánto queda para que comamos?
—No mucho tiempo, —dijo ella. Dándome un vistazo de arriba abajo. Supongo que tenía que haber
pasado la revista porque todo lo que dijo fue: —Estoy pensando que tal vez… ¿añado algunos
guisantes?
—Los guisantes estarían bien. —Ahora mismo todo sonaba bien. En realidad podría comer casi tanto
como un Fey.
Me acerqué al fregadero para lavarme, incluso a pesar de que no lo necesitaba, porque Claire era
una purista de eso también. —Tu padre me pidió que lo llamaras cuando despertaras, —me dijo ella.
—Ya sabes, si sobrevivías. —Una bolsa de guisantes helados golpeó el mostrador, un poco más
fuerte de lo necesario.
—Aquí vamos de nuevo, —dijo Ray con un suspiro.
—Él es un idiota, —dijo Claire con fuerza.
—Él es un senador, —dijo Ray encogiéndose de hombros. —Todos ellos son idiotas. Es un requisito
del trabajo.
—Bueno, ¡él debe tener el empleo seguro entonces!
—No noté que le arrojaras fuera de la casa como al otro, —dijo Ray maliciosamente.
—¿Qué otro?, —pregunté.
—Marlowe, —dijo Claire, dando la vuelta. —Él no volverá a entrar aquí, Dory. He tenido
suficiente. Quiero decir. Ese hombre es…— murmuró algo que tenía que haber escuchado mal
porque Claire no habla de ese modo.
Parpadeé. —¿Qué hizo ahora?
—Oh, ¡nada! ¡Él solo quería ponerte de vuelta adentro!
—¿De vuelta adentro?
—¡De vuelta adentro en tu memoria! ¡Después de que ellos casi te perdieron y estabas tan cansada
que no podías siquiera estar sentada derecha, él quería volver dentro de ti!
—¿Porqué no lo hicieron?, —pregunté, debido a que la última noche había estado un poco borrosa
de nuevo, pero sabía que no había conseguido un vistazo de la cara de nadie. Ni siquiera del tipo que
había estado pisándome. Ese maldito reflector se había asegurado de tanto de eso, o lo que fuera que
ellos estuvieron usando. Probablemente algún nuevo tipo de hechizo que tendría que buscar puesto
que podría ser…
—¿Qué?— pregunté, porque Claire estaba mirando fijamente.
—¿Por qué no?
—Claire, necesitamos saber…
—Una polla que no se le permitió, —estalló Ray. —Supongo que eso es por lo que él acabo siendo
escoltado a la puerta en lugar de arrojado fuera.
Me quedé paralizada, mis manos con jabón. —Mircea… ¿consiguió que le escoltasen a la puerta?,
—repetí, no segura de haber escuchado correctamente.
—¡Debería haberles arrojado afuera a todos ellos cuando aparecieron!, —dijo Claire severamente.
Maldita sea. Habría pagado dinero por ver eso, pensé con admiración. Como un montón de dinero.
—Necesitas permanecer lejos de esos vampiros, Dory, —me dijo ella, frunciendo el ceño. Porque
obviamente yo no estaba tomándome esto suficientemente en serio. —Necesitas permanecer lejos de
todos ellos.
—Eso es un poco difícil cuando estoy trabajando para ellos, —señalé.
—Tal vez se trata sobre conseguir un trabajo más fácil.
—¿Qué?
—Nada. —Ella se dio la vuelta hacia el fogón. —solo… algo que tu padre dijo.
—Algo como…
—Como que él planea despedir tu culo, —me informó Ray, hurgando dentro de la nevera. —¿Qué?
¿Ustedes no tienen cervezas?
—¿Qué?
—Cerveza. Alcohol. Booze. Diablos, estoy desesperado. Incluso bebería esa mierda Light…
—Tú no, —dije, y lo tiré sacándole antes de que encontrase la Guinness. Y me di la vuelta para ver a
Claire pareciendo testaruda.
—¿Quieres repetir eso para mí de nuevo?
—Él no dijo eso… solo que estaba de acuerdo conmigo.
—¿Sobre qué?
—¡Sobre el hecho de que podrías haber muerto, Dory!, —dijo ella, golpeando la cuchara de madera.
—¡Si ellos pueden matar a un maestro, pueden matarte a ti!
—Ellos no mataron a un maestro, ‘ellos’ nos emboscaron como a dos los patéticos desechos de
carne…
—Ellos lo consiguieron... —dijo Claire, sacando la barbilla.
—Sip. Y yo voy a conseguir un poco de algo tan pronto como averigüe…
—Él dijo que dirías eso.
—Va a ser difícil ir sobre un alboroto sin apoyo, —señaló Ray, subiéndose de nuevo en su taburete
con una de mis cuellos largo.
—Tendré apoyo, —dije gruñendo, buscando mi teléfono antes de recordar: que el mío fue
recientemente ahogado. Así que agarré el teléfono de casa de la pared y marqué un número que no
debería tener.
—¿Qué infiernos?, —exigí.
El vampiro al otro lado de la conexión resopló. Al menos, eso es lo que el sonido habría sido
denominado si yo lo hubiera nombrado. Pero cuando llevas trajes de Brioni porque Armani era
demasiado común, eso era llamado —expresar desaprobación.
—Dorina. ¿Cómo obtuviste este número?
—Estoy cansada de ir a través de tus chicos. Según ellos, estas siempre fuera o estas siempre
ocupado.
—Lo cual es frecuentemente el caso. Y no respondiste a mi pregunta.
—Cuando tú respondas primero.
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo ¿Cómo que yo te dejo entrar en mi cabeza y ahora estoy despedida?
—Por supuesto que no.
—Bueno, porque tengo unas pocas ideas sobre…
—Estas suspendida.
—¿Estoy qué?
—Es meramente temporal
—¿Por qué?— pregunté duramente. —¿Porque dejé a Lawrence morir?
—Tú no ‘dejaste’ a Lawrence hacer nada. Lawrence era el miembro antiguo del equipo, si acaso, él
te dejó…
—¿Cómo? ¿Por morir?
—Por permitir que el exceso de confianza en sus habilidades le cegaran de los peligros de la
situación, —dijo Mircea, un poco mordiéndose en su tono.— Tener tres habilidades maestras le
hacía inusual, no invencible. Como descubrió —después de ponerte en la posición insostenible de
abandonarle o correr detrás de él. Y por supuesto, elegiste la última…
—¿Qué se supone que tenía que hacer?
—Se supone que no tenías que estar en esa posición en primer lugar. Y no lo estarás de nuevo, no
hasta…
—Ok, déjame ver si lo he entendido bien. ¿Estoy siendo despedida por no dejar a Lawrence morir?
—No estás siendo despedida…
—Divertido, así es como suena.
—Estas siendo suspendida hasta que determinemos…
—¿Determinar qué?
—¡Porque estas aún viva!, —gruñó Mircea.
Ok, eso era un nuevo record. Normalmente me tomaba dos minutos completos el conseguir meterme
debajo de su piel. Me parece justo, esto le toma a él sobre unos cuantos segundos para adentrarse
debajo de la mía.
—¿Quieres explicarte?, —le pregunté después de una pausa.
—Si me das una oportunidad, —dijo cortante.
—Por más pobre que la elección de frase que Kit pudo haber sido, lo que dijo esta tarde tuvo mérito
—en el que cualquier escenario que puedo imaginar, tu deberías haber sido asesinada tanto como
Lawrence. Ése fue el punto, al parecer, aquel ejercicio era el de privarnos de tantos agentes como
fuera posible…
—Como Radu dijo, tal vez ellos no hicieron…
—… y claramente, nosotros no enviamos apropiadamente nada menos que lo mejor detrás de un
testigo tan importante como Varus. Si ellos supieran lo que tú eras o no, deberías haber muerto esta
noche. No tenían ninguna razón siquiera para mantenerte con vida — y sin embargo lo hicieron.
—Tal vez ellos…
—… y no solo desangrándote sobre el muelle. Te cogieron. Te llevaron lejos, a algún agujero
perdido en la pared donde nosotros no pudimos encontrarte. Eres Mía, pero no como un Hijo nacido
de sangre debería ser. No puedo rastrearte, y estúpidamente no pensé en ponerte un rastreador….
—Espera. No recuerdo nada…
—¡Sé que no lo haces! Pero lo vi. A través de los ojos de Louis-Cesare, lo vi todo, y estaba muy
claro que ellos tenían algún tipo de plan para ti. Y hasta que sepa lo que ese plan es, es demasiado
arriesgado….
—¿No lo es para todo el mundo? Por lo que estás diciendo, parece como si yo estuviera en menos
peligro que nadie más. Donde fuera que yo acabase, estoy viva…
—Y así seguirá siendo.
Fue implacable —seco, frío, y duro como el acero— en su tono que más odiaba de él. Era uno que
decía que él ni siquiera estaba escuchándome, que él nunca lo había estado, que nunca lo haría. Era
el tono que decía que podría más bien colgar ahora mismo, porque esta conversación iba exactamente
a ninguna parte. Pero algo de la terquedad malvada de Mircea había descendido hacia abajo en la
línea familiar en mí, y yo no había terminado aún.
—Mi compañero está muerto. —Dije rotundamente. —¿Realmente esperas que yo…?
—Tu compañero. ¿A quien conocías por la totalidad de una hora, y cuya existencia habrías olvidado
por completo esta tarde?
—Sabes malditamente bien que no…
—Lawrence no solo era un hombre de Kit. Era el tercer Hijo que jamás tuvo. Si piensas que alguien
no va a sangrar por esto, muchos alguienes, es que no le conoces tanto como yo.
—¡Entonces déjame ayudar!
—No.
—Si estabas corto de agentes antes, ¡esto es el doble de malo ahora! ¿Por qué en el nombre de…?
—Porque eres Mía. —Espetó la voz como un látigo. —Mientras que Lawrence era de Kit. Más
cercana incluso, nacida no sólo de mi sangre sino de mi carne y huesos, y no me arriesgaré…
—¡No estás arriesgando nada!
—Eso es correcto. No lo estoy. No esta vez.
—¡Maldita sea, Mircea! —Agarré con firmeza el teléfono, enojada como el infierno de no ser capaz
de renunciar. Necesitaba este empleo. Y no solo por el dinero, a pesar de que un ingreso estable era
algo que pensé que podría acostúmbrame. Lo necesitaba por lo que yo era. No podía solo no cazar.
Esto no funcionaba de ese modo. Incluso con Claire aquí, ésto no lo hacía. Su presencia me hacía
más fácil posponer episodios, manteniendo algún nivel de control. Pero yo era lo que era. Una vida
carente de violencia podría ser lo normal para la mayoría de la gente, pero para mí era el único
ticket de ida a al manicomio, y no solo por una breve visita. La criatura que vivía dentro de mis
venas demandaba sangre, la única cosa que nunca fui capaz de decidir era la de quién.
Y ahora estaba tomando el sentido contrario.
—Ese Duergar cruzado tuyo, —dijo Mircea después de un momento. —¿Estás encariñada con él, no?
—¿Qué tiene eso que ver con nada?
—¿Cuánto te gustaría verlo encaminarse de cabeza a un peligro que ni siquiera puedes nombrar?
—Eso no es… —Agarré el teléfono con fuerza así no lo arrojaba contra la pared. —eso es diferente.
Él es una cría.
—¿Y cuando no lo sea?, —preguntó Mircea suavemente. —Cuando sea un adulto, cuando haya
desarrollado las habilidades que fuera que el destino decidió para él, ¿crees que te sentirás un ápice
diferente de cómo te sientes hoy? ¿Crees que de repente no te importará si alguien se lo lleva, si le
amenazan, si le hieren?
—Tú nunca...— Tragué saliva, porque él estaba haciéndome lo de nuevo. Como cada jodido…
maldita sea. —nunca te preocupaste antes.
—Siempre me he preocupado.
—Entonces déjame cazar.
—No.
—Mircea. Puedo encontrar a los que lo hicieron. Puedo…
—Lo que puedes hacer es obedecerme, —dijo la voz fría de nuevo. —¡por una vez en tu vida, harás
lo que diga! —Y el teléfono murió.

Capítulo 11

—Eso salió bien, —dijo Ray, sorbiendo cerveza.


Claire se puso detrás de mí, sin decir nada pero deslizando una blanca y delgada mano sobre mi
hombro. Y recordándome que sus normales habilidades pasivas no eran nada comparado como lo
que ella realmente podía hacer. Como cuando abruptamente sacó la rabia de mí, tan rápido como
alguien agitando una capa.
—Detenlo, —dije ahogadamente. No me quería sentir mejor. Quería romper algo. Pero en cambio,
me vi a mí misma lentamente reemplazando al receptor, y mi mano ni siquiera se agitó.
—Es mejor que tener que reventarte un vaso sanguíneo, —dijo ella secamente, su mano deslizándose
lejos. Sus mejillas estaban un poco sonrosadas, pero por todo lo demás parecía perfectamente
normal. Intenté ponerme algo enfadada sobre esto, pero también fracasó. En cuanto ella hacía un
esfuerzo, Claire era como una docena de Prozac en un trago de whisky. Si hubiera estado llevando
puesto un anillo de los estados de ánimo, la piedra se habría vuelto de un azul suave.
—Maldita sea, Claire, —dije, intentando cabrearme y solo consiguiendo calidez.
—Él tiene razón, —dijo simplemente. —Sabes que la tiene.
—No sé nada de eso.
—Puedes cazar a otras cosas.
—No quiero cazar a otras cosas.
—Te acostumbrarás a esto, —me dijo, con cero simpatía. Claire no era grande en simpatía. Claire
era grande poniendo tu mierda junta y poniéndotela encima, como demostró cuando tomó una pila de
platos de la encimera y las empujó en mí estomago. —¿Puedes poner la mesa?
La miré fijamente, ojos negros contra verdes, y ella entrecerró los suyos en respuesta. Ella no se
movió. Excepto el poner los platos sobre mi estómago de nuevo, un poco más fuerte esta vez. Me
mordí el labio en una sonrisa, divertida y enojada al mismo tiempo porque no debería estar
sintiéndome divertida.
—Vamos a necesitar más platos que esos, —pinchó Ray.
Claire le miró. —¿Por qué?
—Tienes compañía.
Llevaba los malditos platos a la ventana, y vi un desfile viniendo hacia nosotros desde la carretera.
—¿Qué compañía?, —preguntó Claire. Estaba ciega como un murciélago sin sus gafas, las cuales
como de costumbre había extraviado.
—Son solo los tíos de la puerta de al lado.
Había una marchita monstruosidad victoriana similar atravesando la carretera, solo que ésta era
incluso más grande que la nuestra, una reliquia de cuando la gente de por aquí podía permitirse
dependencias para los sirvientes. Eso lo hacía difícil de vender estos días, con demasiado aire
acondicionado y demasiado calor, no es que la casa pareciera tenerlos tampoco. Pero los artistas
quienes la habían ocupado no parecían preocupados, y las muchas pequeñas habitaciones eran
perfectas para la vida comunal.
— ¿Solo tíos?, —preguntó Claire bruscamente.
—No, algunas de las chicas están con ellos. —Una pareja de rubias, una pelirroja y dos morenas
estaban sosteniendo guisos y platos cubiertos de lo que parecía podrían contener galletas —o, si yo
fuera afortunada, algún tipo de Brownie medicinal
Pero Claire no parecía tan entusiasmada. —¡Mierda!, —dijo, buscando por su ropa en busca de sus
gafas.
—¿Cuál es el problema? Arroja otra bolsa de arroz en la olla, unos pocos guisantes más…
—¡No es la comida lo que me preocupa, Dory!
—¿Qué entonces?
—Son… las mujeres de dudosa moral.
Me reí a carcajadas ante eso. —¿Qué?
—Me escuchaste.
—Claire. Te das cuenta de qué siglo es, ¿no?
—¿Y tú te das cuenta de lo que tenemos en la parte trasera, no?, —me espetó de regreso.
—¿Qué? ¿Quieres decir tus guardaespaldas?— Los Fey habían puesto tiendas de campaña allí detrás
en lugar de quedarse en la casa, porque no había suficientes habitaciones dentro para todos y había
algún tipo de no en su cultura para tratar a la gente del mismo rango. Afortunadamente, parecían
disfrutar de la vida al aire libre. No había razón para no hacerlo. Recuperar mi ropa interior había
sido la mayoría del trabajo que habían hecho en dos semanas.
—No, —dijo ella, finalmente localizando las gafas en el bolsillo de su delantal. —Me refiero a un
montón de jóvenes feys machos que están actualmente sin supervisión.
—¿Dónde está Heidar?, —pregunté, hablando del novio de Claire, quien se suponía estaba a cargo
de la variada tripulación.
—Se marchó esta mañana. Algo de que su padre quería, —que sé yo— pero que los dejó, ¡maldita
sea! —ella se había ido a la puerta de la cocina en el momento en que vio al grupo siendo saludado
calurosamente por lo que parecía como el equipo de natación masculina noruego. Una docena de
altos y bien formados chicos con sus cabellos rubios largos estaban cerniéndose sobre la cerca
trasera, sonriendo como si la navidad hubiera llegado temprano.
Los artistas estaban sonriéndoles de vuelta. —Nos quedamos escuchando esta locura de música, —
dijo Jacob, sosteniendo en alto su guitarra. Él era una de los altos con el cabello Jewfro y la barba de
Grizzly Adams. —¿Tu gente toca?
—Sí. Tocaremos contigo, —le dijo uno de los Fey, sus ojos sobre la bella hispana al lado de Jacob.
—Oh, me encanta tu acento, —dijo una de las otras de chicas al acercarse al noble de la Casa Real
de los Blarestri de la Alta Corte de los Fey. —¿Eres sueco?
—Sí, —aseguró solemnemente. —Soy de Suecia
—Oh, guay.
Claire puso los ojos en blanco.
—No son niños, —le recordé, sonriendo.
—Eso es lo que me preocupa.
—No crees que estas exagerando un poco…
—¿Por qué crees que hay todas esas leyendas sobre los Fey secuestrando a humanas, mujeres?, —
exigió. Dándose la vuelta hacia mí. —¿Qué crees que hicieron con ellas?
—Lo sé, pero…
—Las mujeres fértiles son como el oro en Faerie, Dory incluso más raro. Y los Fey pueden olerlas.
Es como… abejas a la miel. No los has visto. Yo lo he visto.
—Bien, ¿así que? Son todos adultos. Si ellos quieren…
—Mujeres fértiles.
—Oh. Oh, —dije, finalmente captándolo. —¿Es eso lo que estás…?
—¡Sí! Sé lo que se siente estar atrapada entre dos mundos. No le desearía eso a… bueno,
¡ciertamente no a un puñado de jóvenes indefensos!
—Pero incluso si… quiero decir, los Fey son notoriamente infértiles, ¿no?
—Con sus mujeres, sí. Pero ¡no son sus mujeres!
—Ok, Claire, ok. Cálmate, —le dije, sintiéndome un poco rara porque esa era su línea. —Tú eres la
novia de su comandante. Solo ordénales…
Ella ya estaba meneando la cabeza. —Sobre algo más —todo lo demás— sí, podría. Pero no sobre
esto. ¿Por qué crees que los he mantenido tan estrechamente confinados? ¿Por qué Heidar los tenía?
Ellos solo se escabullirán de esta casa en la noche cuando me duerma. Es como ser niñera de una
docena de cachondos jovencitos, y no puedo vigilarles todo el…
—Así que ¿Por qué no les consigues algunos condones?, —lanzó Ray.
Claire se detuvo. Y entonces se giró para mirarle. —Yo… no creo que sepan lo que son, —dijo
dubitativamente. —no tienen en Faerie. La tasa de natalidad es tan baja como para eso, no hay razón
para descubrir algo para hacerla bajar incluso más.
—Bueno, no es una ciencia exacta, —señaló. —¿Podrían aprender no?
Claire estaba asintiendo, obviamente gustándole esta nueva idea.
—Sí. Sí, pueden. —Ella me miró. —¿Cuántos condones tienes?
—¿Qué?
—¡Condones, Condones! ¡Tienes que tener alguno!
—¿Por qué tendría?— no creo que sexo una vez cada década lo justificara. Y de cualquier modo, el
único tipo con el que estaba liada en este momento no era del tipo que los necesitara. No es que
nosotros los tendríamos de cualquier modo, considerando que he pasado gran parte de las últimas
dos semanas recuperándome. Y que probablemente eso no iba a cambiar, ya que solo lo haría más
difícil cuando…
—¡Dory!
—Estoy despierta, —le dije.
—Bueno, ve a la tienda, —dijo Claire, agarrando su bolso y empujándolo hacia mí. —yo….yo
sacaré la comida. Tendrán que comer primero. Y para cuando hayan acabado, tú estarás de vuelta.
—Con los condones.
—Exacto.
—Para la gigantesca orgía que estás convencida que vamos a tener en el patio trasero.
—¡Dory! ¡Solo ve!
—Iré con ella, —dijo Ray, poniéndose en pie. —Necesito un aperitivo.
Lo cual fue como terminé de compras a por condones con un vampiro.
—¿Ella siempre está tensa?, —preguntó Ray, mientras nos alejábamos de la casa en mi viejo
Firebird.
—No. Ella solo está… bajo mucha presión ahora mismo.
—¿Qué presión? Su bebé está bien, ¿sí?
Asentí. En realidad, no tenía ni idea de cuál era el problema de Claire. Tal vez solo era residual. En
apenas un año, había pasado de una empleada mal pagada en una casa de subastas a princesa Fey, a
madre primeriza, a mujer a la fuga con su bebé en peligro, quien también se daba el caso era el
heredero al trono Blarestri. Eso era suficiente para poner a cualquiera sobre el borde.
Pero Aiden realmente estaba bien, con la conspiración que había amenazado su vida y el instigador
muertos. Y él estaba ahora en posesión de un talismán que prácticamente aseguraba que él
permanecería de ese modo, incluso si alguien se las arreglaba para atravesar las guardas, las tropas
del jardín, y a la tensa madre medio-dragón. Francamente, no suponía que alguien tuviera alguna
oportunidad.
—Se calmará con el tiempo, —le dije a Ray. —Así que ¿Qué estás haciendo aquí de nuevo?
—Vivir, —dijo, lo cual habría tomado por una observación inteligente, excepto que él había sonado
muy enfático. Pero no tenía tiempo de seguir sobre eso. La tienda más cercana estaba solo a un par de
manzanas, y ya habíamos llegado.
Sangay, hermano de Bawa de los currys más mortíferos del mundo, la manejaba, excepto que él se
marchó a su casa a las seis y una nueva chica estaba al servicio. Sorteamos los pasillos de los
Ramen, las uñas postizas y las torres de laca para el pelo que constituían los objetos esenciales de
diario en Brooklyn, y finalmente localizamos el pasillo de los condones. También albergaba los
pañales y la comida para bebés. No estaba segura si esa colocación era producto del azar o de una
brillante advertencia, pero de cualquier modo, había una buena selección.
—¿Así que de qué tipo estamos manejando por aquí?— preguntó Ray, examinando una muestra
cuidadosamente apilada.
—No lo sé. Solo pilla uno.
—Bueno, hay un montón para elegir. Quiero decir, tienes de sabores, con estrías, pre lubricado,
finos, súper-ultra-fino, súper-ultra-fino-pre lubricado,….uhh.
—¿Uh Qué?
—¿Mirarías éste?, —preguntó, examinando una pequeña caja. —Dice que brilla en la oscuridad.
—¿Y?
—¿Y de qué sirve eso a nadie? Quiero decir, ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Escribir su nombre
en el aire con esto?
—Prefiero no pensar en lo que haces con ellos de cualquier modo, —dije honestamente.
—Además, los Fey ya brillan, así que creerías que esto es una pérdida de…
—¡Ray!, —miré alrededor, pero no había nadie al alcance del oído.
—Bueno, perdóname si no estoy habituado a comprar condones para aliens, —dijo más bajito.
—No son aliens.
—Bueno, no son humanos. Quiero decir, podrían tener cualquier cosa debajo de esas túnicas,
¿sabes?
—¿Como qué?
—Como… no lo sé. Podría tener púas o algo.
—¿Púas?
—Bueno, no lo sé. —Me lanzó una mirada. —¿tú has…?
Yo solo le miré.
—No, por supuesto que no. Estás demasiado tensa.
—No estoy tensa.
—Eres la definición de tensa. Apuesto que tú y Sr Músculos Prensados no lo han hecho aún siquiera.
—Ok, suficiente con lo personal…
—Atiné, —asintió. —No le habrías abandonado esta tarde en caso contrario. Oh, alguien en mi
cabeza durante cinco segundos, incluso si esto salvó mi vida…
Fruncí el ceño. —No lo cojo. No se supone que él sea capaz de hacer eso.
—Él es un maestro de alto nivel. Tiene habilidades, —dijo Ray encogiéndose de hombros. —De
cualquier modo, no sé de qué estás quejándote. Tan pronto como un bebé vampiro se levanta, él solo
tiene dos clases de gente en su cabeza.
—No soy un vampiro, —dije, pero Ray no escuchaba.
—Está su maestro, pinchando alrededor, diciéndole qué es qué y qué línea es la mejor a seguir. Están
los señores vampiros de la familia, comprobando los nuevos talentos, solo en el caso de que quieran
recluirles a sus camarillas más adelante. Están los bebés más viejos, intentando cavar el suelo para
asegurarse de que permanecen en el fondo de la pila, y así sucesivamente. Y nunca se callan. Bla,
bla, bla, bla, bla, bla. Me condujo a la locura durante años.
—¿Eso es lo que pasó?
—Pero me acostumbré. Así que lo harás.
—Tal vez no quiera acostumbrarme, —murmuré, examinando una caja que prometía vibraba.
Pensaba que era mi trabajo. Lo coloqué de regreso.
—Oh, lo quieres, es así, —dijo Ray. —Los dos prácticamente derriten las paredes cada vez que
estáis a un metro de…
—Eso no es lo mismo, —le dije irritada. No era el sexo lo que me preocupaba. Había tenido sexo.
Nunca había tenido una relación con un vampiro al menos que cuentes a Mircea, y mira lo bien que
había ido. Si ni siquiera podía manejar la cosa entre padre-hija, ¿Cómo se suponía que manejaría
algo mucho más complejo con alguien a quien no conocía ni la mitad de bien?
Las relaciones no era lo mío. Nunca lo habían sido. Incluso las más fáciles. Y nada sobre Louis-
Cesare era fácil.
—Es lo que tiene salir con un maestro. Tienes que tomar el paquete completo, ¿lo sabías?, —dijo
Ray. Entonces se detuvo, se giro para mirarme. —Hey, es eso, ¿no?
—¿El qué?
—Nunca has salido con un maestro antes.
—Nunca he estado con vampiros.
—Sip seguro. Cualquier viejo y regular vampiro, puedo ver eso. Quiero decir, eres más fuerte que él,
eres la única que tiene la voz cantante, la única que dice cuando has tenido suficiente y de que es
hora de escapar.
—Cállate y coge algo.
—Pero no es lo mismo con un maestro mayor, ¿no es así? Alguien que podría ser más fuerte que tú.
Alguien que podría querer tomar la delantera en algunas ocasiones, también. Alguien que no solo se
deshiciera cuando tú…
Yo volqué todo el expositor dentro de la cesta que él había cogido en la puerta. Él parpadeó. —
bueno, eso debería bastar.
Agarré la cesta de los condones y fui a hacer cola, ignorando las miradas de una pareja delante de
mí, quienes aparentemente no estaban acostumbrados a ver a alguien comprando 20 cajas de una vez.
Ray fue a apoyarse sobre el mostrador, supuestamente impresionado por el despliegue de máquinas
de cortar uñas, pero en realidad estaba almorzándose a la dependienta.
Y, como era previsible, mi estomago se cerró con un nudo. Esa era una de las cosas —una de
muchas, muchas cosas— sobre salir con un maestro que no iban a funcionar. Ray lo hacía parecer
fácil, como si eso fuera solo algún tipo de tira y afloja, algún juego extraño de poder, de que yo
necesitaba pasar de eso y estaría bien. Como todos los otros humanos quienes entusiasmados se
alineaban para vincularse a sí mismos a una gran familia. Mircea probablemente convirtió a 50 en un
mes, y eso solo porque era lo suficientemente arrogante para intentarlo. Louis-Cesare, como favorito
durante mucho tiempo del Senado Europeo, podría difícilmente atraer ninguno menos.
Ray probablemente pensaba que yo debería sentirme honrada al haber captado su atención. Que
debería sentirme agradecida. Que debería sentirme… lo que fuera que esos otros humanos sentían.
Él se olvidaba de una cosa.
Yo no era humana.
Hay siempre había existido una relación amor/odio —Ok, mayoritariamente odio— conmigo y la
comunidad vampírica. Había intentado mantenerme alejada, había gastados años intentándolo. Como
dijo Claire, había otras cosas que cazar y la mayoría de éstas mucho menos propensas a cazarme de
respuesta. Pero ahí no había nada que hiciera a mi sangre cantar, a mis sentidos correr, a mi corazón
bombear lo bastante como al perseguir a mi presa natural.
Excepto tal vez follar.
Era crudo, pero era la verdad. Los vampiros no eran solo presas para mí, nunca lo habían sido.
Había un extraño tipo de anhelo en el fondo de todo, y resentimiento y celos y un profundo dolor de
huesos que no comprendía. No del todo. Solo sabía que, de vez en cuando, el deseo conseguía
hacerse más profundo y era o luchar o follar, y la mayoría era esta primera pero a veces… a veces
había sido esta última. Solo lo suficiente para sacarlo de mi sistema, para mantenerme a mí misma de
volverme más loca de lo que ya lo estaba.
Y entonces, Sip, lo hacía. ¿Por qué en el infierno no lo habría de hacer? Si permanecía así, siempre
terminaba del mismo modo, y loca o no, no me gustaba particularmente la idea de estacar a un antiguo
amante. No importa cuánto de unos pocos de ellos lo habían merecido.
Pero esto no era una aventura de una noche. Esto era… bueno, realmente no sabía lo que era, ya que
había estado evitando discutirlo. Hablar sobre esto significaba encarar el hecho de que este pequeño
y extraño interludio o experimento o lo que quiera que fuera en el infierno que yo creí que había
estado haciendo, había corrido su curso.
Porque ¿Cómo podrías preocuparte por alguien cuando la mayoría de sus medios de existencia te
hacían doler el estomago?
No es que Louis-Cesare necesitara almorzar al azar de los dependientes cuando él probablemente
tenía un establo entero alineado y dispuesto para ser usado. Yo sabía eso. Pero aún así. Eso era lo
que él era.
Y yo mataba a los que eran como él.
—¿Qué talla crees que usan?— preguntó Ray.
Alcé la mirada, parpadeando, para ver que era mi turno. —¿Acaso importa? Tenemos un montón.
—Bueno, Sip. Pero ellos son de diferentes tamaños, —dijo, apilando las cajas sobre el mostrador.
—¿Y qué si ellos… que si necesitan algo extra pequeño?
—No son de extra pequeños, —le dije irritada. —no necesitan extra pequeños.
—Pensé que dijiste que no lo sabías.
—¡Son de 2 metros de altura!
—Eso no importa, —argumentó.— un montón de tíos grandes tienen un Diminuto Tim. Algunas veces
creo que todos lo tienen. Quiero decir, ¿Por qué más pasarían todo el tiempo en el gimnasio? ¿Para
qué conseguir todos esos músculos? Si lo tuvieran donde cuenta, las damas lo sabrían. No necesitas
anunciarlo.
La dependienta de piel color moca, quien fácilmente podría haber sido dos Ray, resopló.
—Bueno, no hay modo de saberlo, —le dije, —así que solo vamos a tener que correr el riesgo.
—Podrías llamarla y preguntar.
—Llamar…, —me detuve. —¿Quieres decir a Claire?
—Bueno, esto fue su idea.
Tuve un repentino destello de la cara de Claire si la llamaba para preguntarle que tamaño de condón
usaba su novio. Eso era del tipo impactante.
—¿Quieres que pase esto o no?, —preguntó la cajera.
—Si no le quedan bien, ¿podemos devolverlos?
—No se aceptan devoluciones en los condones.
—Solo llámala, —dijo Ray.
—No llamaré a Claire y le preguntaré… no la llamaré.
—Por mi bien. Quiero decir, No me preocupa. Pero si son demasiados pequeños y ellos lo estallan, y
si son demasiados grandes y ellos se deslizan fuera, de cualquier modo, bebes de orejas
puntiagudas…
—¡Ray!
—Quiero decir, supongo que ellos irán muy bien en una convención de Star Trek , pero el resto del
tiempo…
—¡De acuerdo! ¡Detente! ¡Ahora mismo!
—No es solo Claire quien está un poco tensa, —dijo, mientras yo buscaba por mi teléfono móvil y no
lo tenía, y entonces requisé el suyo. No perdí el tiempo intentando encontrar el modo de cómo
expresar esto porque algunas cosas eran mejor solo dejarlas salir.
—Si no vas a comprar nada, deberías salir de la fila, —me dijo la cajera.
—No hay nadie más en la tienda.
—No importa, son las reglas. Alguien podría entrar, y soy la única que está.
—Entonces empieza a pasar los códigos de las cosas. Esto no me tomara mucho tiempo.
—¿Cuáles?
—No me importa, —empujé algunos hacia ella. —éstas.
—¿Éstas? —Ella parecía dudosa.
El teléfono estaba aún llamando, pero nadie lo cogía. —¿Por qué no?
Ella echó un vistazo a Ray. —Porque si este es tu hombre, te diría que puedes dejar estos, —y apartó
tres de los tamaños más grande a un lado.
—Oh, no, no lo hiciste, —dijo Ray.
—Esto es tu culpa, —le dije. Ella podría haberlo pensado, pero probablemente no lo habría dicho si
él no la hubiera picado antes. Pero esa suerte de cosas pone a la gente de mal humor, normalmente
aquellos con la suficiente sangre mágica para reconocer el robo pero no el nombrarlo. Y la rabia
tiende a volverse una aversión generalizada del vampiro en cuestión.
Y entonces alguien lo cogió. —¿Oui?
Maldita sea. Pensé en colgar, pretendiendo ser un número equivocado, tan cobarde como habría sido.
Pero supongo que reconoció mi respiración o algo, “lo cual era bastante perturbador ahora mismo”
porque él dijo. —¿Dory?
—¿Qué estás haciendo ahí?, —dije, más duro de lo que pretendía.
—Estaba por preguntarte a ti lo mismo, ¿Dónde estás?
—Comprando condones, —dije, viendo a la dependienta pasando el código de una caja de talla
mediana y tendiéndosela a Ray.
—¿Por qué?
—¿Hay más de una razón?, —pregunté, “Porque Tenemos un jardín lleno de feys cachondos”. No
estaba sobre la lista de aprobados en la conversación.
Hubo silencio en el otro lado del teléfono.
—¿Qué es esta mierda?— exigió Ray, mirando a la dependienta.
—Cariño, la verdad duele, pero no hay modo de que seas un Magnum.
—Bueno, ¡no soy un mediano!
La dependienta se rió. —Sip, pero es que estaba siendo generosa.
—Dorina, —dijo finalmente Louis-Cesare. —¿Te das cuenta… creí que tú habías estado con los de
nuestro tipo antes?
—Lo he estado.
—Entonces ¿Por qué…? —él se detuvo. Y cuando él habló de nuevo su voz había cambiado. —
¿Quiénes son?
—¿Qué estás haciendo?— exigió la cajera, mientras Ray agarraba otra caja.
—No los he pasado por el código aún.
Ray sacó un paquete de aluminio y tiró la caja de vuelta sobre el mostrador. —Así que pásalos.
Ella arqueó una ceja, pero ni se molestó, tal vez porque ella estaba viéndole desabrocharse la
bragueta. Le cogí la muñeca. —¿Qué estás haciendo?
—Probando un punto.
—No en medio de la tienda, no.
—No hay nadie aquí, —me recordó la cajera, sonriendo. —y no hay modo de que él llene esa cosa.
—¿Dorina?, —la voz de Louis Cesare sonó más fuerte en mi oreja. La que yo había apretado contra
el teléfono, el cual estaba apretado contra mi dolorido hombro, porque yo estaba usando ambas
manos para mantener el punto de Ray en sus pantalones.
—¡Los Fey, maldita sea!, —le dije, —Son para los Feys.
—¿Cuál?— preguntó Louis Cesare, su voz volviéndose suave aterciopelada.
—Todos ellos… No, ¡Ray! ¡Ray, córtala!
—¿Todos ellos?
—No, eso no es lo que yo…

Ray dio un grito repentino, y él teléfono se deslizó hacia el suelo. Y yo me deslicé detrás de éste,
porque era eso o arriesgarse a un incidente inter-especies. Pero no lo cogí. Porque mi mano aterrizó
sobre éste al mismo tiempo que un pie lo hizo —un pie de talla 48 en una bota que pertenecía a un
tipo lo suficientemente grande para necesitarla.
No, no un tipo, pensé, alzando la vista cuando el teléfono no se movió. Un vampiro. Y no uno de los
agradables.

Capítulo 12

—Mmm. Ahora eso es un Magnum, —dijo la dependienta detrás de mí. Sonaba impresionada.
Yo también lo estaba, pero por una razón diferente. —No te escuché entrar, —le acusé, poniéndome
en pie. Y continuación poner unos pocos pies de distancia entre nosotros.
El vampiro sonrió, todos dientes blancos y grandes en una guapa cara asiática, lo cual perturbó al
tigre tatuado durmiendo sobre su mejilla izquierda. Éste se enderezó, se estiró, y onduló los músculos
del cuello abierto de su polo negro, mirándome todo el tiempo a través de ojos entrecerrados de
color esmeralda. Parecía como si estuviera pensando en saltar sobre mi yugular. A diferencia de su
propietario, quien estaba de un preocupante buen humor.
Él cambió el palillo de dientes que había estado masticando al otro lado de su boca. —Toma talento,
—dijo suavemente. Y entonces se lanzó.
Un puño con la suficiente fuerza detrás para atravesar una pared fue silbando hacia mi cara. Pero este
no perforó una pared “o cualquier otra cosa más” porque hice una maniobra como de limbo que me
tuvo casi doblada en dos en la dirección contraria. Y ese impulso no se detiene en una moneda de
diez centavos. Esto le robó medio segundo para recuperarse, y eso fue un medio segundo muy largo.
Me di la vuelta, puse mi bota en su culo y empujé. Él fue lanzado directamente a la caja registradora,
provocando que la dependienta saltase hacia atrás, que la máquina golpeara el suelo y el cajón se
abriera. Las monedas para los cambios se dispersaron, las facturas revolotearon y él se dio la vuelta
sonriendo, porque estaba loco y siempre lo había estado.
Intenté recordar su nombre, ya que eso ayudaba si intentabas dirigirte a alguien. Pero “Scarface” era
lo único que me vino a la mente. Ese era el apodo que le di la primera vez que nos conocimos ya
sabes, un par de minutos después de que intenté reventarle la cabeza.
En mi defensa, él había estado intentado matarme en ese momento. En su defensa, yo había estado
robando algo, llamado Ray, que pertenecía a su maestro, al que el Senado había querido para que
delatara a su jefe de la Triada del Tigre Blanco y su red de portales ilegales. Así que podrías decir
que nosotros habíamos estado sobre la escala del fallo cuando la bomba decidió temporalmente
hacer presencia, porque el tipo era un maestro de primer nivel.
Una pequeña cosa como una bomba arrojada prácticamente sobre él no le habría retrasado durante
mucho tiempo. Le había dejado con una cara llena de cicatrices, sin embargo, y una actitud. Las
cicatrices se habían desvanecido, y creí que la actitud también lo había hecho, cuando acabamos del
mismo bando “más o menos” un poco más tarde. Así que yo no estaba exactamente encarando a un
enemigo.
Por supuesto, no era un amigo tampoco. Al menos, no en el sentido convencional. Como en lo de
arrancar la máquina de granizados de la pared y arrojarla a mi sentida cabeza.
Me agaché, lo cual evitó la decapitación pero no hizo nada para prevenir que el hielo congelado de
azul neón me empapara cuando el tanque se estrelló contra la pared. Él sonrió. —No es tu color.
—¿Cuál es tu problema? —le pregunté, sacando el pringue congelado de mi escote.
—Tenemos asuntos pendientes, —me recordó.
—Mi nombre no es Bill.
Él se rió entre dientes. —Sip, me encanta esa película. Debería haber traído una katana, pero eso me
parecía una desventaja injusta.
Y entonces él sacó una escopeta y disparó la mierda a los accesorios detrás de mí.
Eso habría reventado un agujero a través de mí también, excepto que ya estaba de camino al suelo.
Rodé, clavándome en el estómago un bote de champú, me puse en pie y me deslicé detrás de una
hilera de accesorios. Los cuales fueron una línea de explosiones justo en mis talones, porque los
reflejos vampiros recargados convertían cualquier arma de fuego en una automática.
Hasta que el jodido loco se quedara sin balas, de cualquier modo.
Me agaché detrás de un montón de espejos sobre un tablero, lo cual me ganó un montón de oh, la
mierda haciéndome frente. Me debatí en disparar por la espalda, pero eso no habría servido de nada.
Yo tenía una M1911. 45 en mi brazo y una Glock 17 de 9 mm; en una pistolera oculta en mi cintura,
además de una pequeña y linda .22 que mantenía de reserva en mi bota. Ninguna de las cuales haría
más que cabrear a este payaso.
Pero parecía como si mejor que saliera con algo, juzgando por la culata de la pistola que hizo
desaparecer los espejos un segundo después.
Me lancé hacia atrás, girando y lanzando tres cuchillos a su corazón, uno detrás del otro. Los cuales
no me compraron nada de tiempo, al menos que tú cuentes el segundo que le tomó hacer la imitación
de Arnold Schwarzenegger y flexionar un pectoral hacia mí. Y haciendo estallar las malditas cosas.
—¿No odias cuando ellos hacen eso?, —me preguntó en simpatía.
—Ellos… normalmente no hacen eso, —admití.
—Sip, —parecía satisfecho. —Pero he estado recibiendo un montón de práctica últimamente. Ya
sabes con los juegos.
—Eso he oído.
Todos lo habían oído. Todos en la comunidad vampira, de cualquier modo. Gracias a la guerra “y el
reciente fallecimiento de Géminus” el Senado tenía actualmente 7 miembros de los trece. Dejándoles
vulnerables como el infierno y seriamente con exceso de trabajo, pero era una oportunidad sin
precedentes para los maestros ambiciosos de primer nivel. Debido a que por tradición los asientos
eran, como el gran Alejandro Magno hubo dicho una vez sobre su imperio, “para el más fuerte”.
Había una serie de duelos, con los ganadores “o mejor conocidos como los sobrevivientes”
tomándolos.
Para el mundo vampiro, esto eran las Olimpiadas, la Copa Mundial y la Súper Bowl todo en uno, con
contendientes como Cara Marcada teniendo la ocasión de que sus muertes le dejaran avanzar a través
del ranking. Y puesto que él aún estaba aquí, asumí que estaba avanzando muy bien. No me
sorprendía, que no hubiera conseguido matarle, y lo había intentando malditamente bien.
—¿Has visto algunos de los encuentros?, —preguntó, sosteniendo mi mortalidad el tiempo suficiente
para conseguir que su ego se suavice.
—Mi invitación tiene que haberse perdido en el correo.
Él se rió entre dientes. —Es una lástima. Yo apostaría por ti al lado de algunos de esos payasos. No
pueden si quiera recibir un puño, pero creen que deberían ser un senador.
—Es un escándalo.
—¡Malditamente de acuerdo! —Meneó la cabeza. —Tú sabes, estaba destripando a ese perdedor el
otro día, y pensé, sería más divertido con la pequeña dhampir. Me pregunté si ella estaría
recuperada ya. Y aquí estás.
—Afortunada yo, —dije.
Cara Marcada sonrió. —Sabes, podría incluso dejarte vivir. Eres divertida.
Tenía una buena réplica para eso, pero no conseguí usarla, estando demasiado ocupada esquivando a
la izquierda, derecha, izquierda una docena de veces o así, tan rápido como los puños de fuego
golpeaban el aire alrededor mío, como algún tipo de martillo automático. Al menos, ellos lo hicieron
hasta…
—Es una maldita vergüenza, —dijo alguien, y otro disparo de escopeta desgarró a través de la
tienda.
Esa no fue la escopeta de Cara Marcada, la cual había abandonado cuando comenzó a intentar usarme
como saco de boxeo. Miré detrás de él para encontrar a la dependienta allí, con una calibre 12 en la
mano, y los ojos de par en par. Tal vez porque estábamos mirándonos la una a la otra a través del
agujero que ella acababa de hacer en el esternón de Cara Marcada.
Él miró hacia abajo al agujero y luego hacia atrás sobre su hombro hacia ella. —Eso pica, — dijo.
Ella no le respondió, estando demasiado ocupada mirándole con la boca abierta. Él se dio la vuelta y
se la cerró con un dedo. —¿tienes un nombre?
—D-Delisha
Él la desarmó. —Sí, lo eres. ¿Tienes un hombre, Delisha?
—Tenía uno. El idiota me engaño así que pateé su culo a la acera.
Cara Marcada sacó una tarjeta y se la guardó en el bolsillo de unos vaqueros verdaderamente
magníficos. —Sálvame del problema. —entonces él tomó la escopeta lejos de su alcance, giró la
culata hacia los lados como una raqueta de paddel y golpeó su gran trasero con esta. —Vete, —le
dijo a ella.
Ella se marchó.
Él volvió su atención de vuelta en mí. —¿Dónde estábamos?
—No puedes hacer cosas así en frente de las normas, —le recordé.
Él se encogió de hombros. —Ella trabaja para Singh. Él alquila la mitad de la maldita tienda a los
trolls.
Y sí, sí, él lo hacía. Olga y un compañero llevaban un salón de belleza/imperio de las armas en la
parte trasera, porque a los trolls les gusta comprar en una sola parada. Por alguna loca razón, eso se
había deslizado de mi febril cerebro. Pero ahora que pensaba en eso, eso podría cambiar…
No conseguí terminar el pensamiento, estando demasiada ocupada evitando otro golpetazo con la
escopeta de Delisha, porque Cara Marcada había dejado la suya tirada. En medio de un pasillo
lateral. Ni a 5 metros desde donde estaba yo.
Él vio la dirección de mi mirada y sonrió. —¿Qué vas hacer? ¿Golpearme con eso?
—Parece ser la opción popular.
—Sip, pero eso no me hará daño. Y la escopeta esta sin munición, dulce mejillas.
No respondí. Solo me abalancé por ella. Él ni siquiera vino detrás de mí, tan seguro de que no
tendría munición para un arma que no había estado llevando.
Pero solo porque esta estaba en un muelle de alguna parte, o lo más probable en el fondo del mar. Lo
cual no había sido cuando empaque esta chaqueta hace unos pocos días. Mis dedos se cerraron sobre
el arma, las balas golpearon dentro y me di la vuelta, aún sobre el suelo.
—Bueno, que me aspen, —dijo.
Y entonces disparé a su cara.
Al menos, lo asumí, puesto que no esperé para comprobarlo, si una bomba no le hubo detenido, esto
tampoco lo haría, no por mucho tiempo. Corrí hacia la puerta, no gritando por Ray debido a que
supuse él se había largado hace mucho.
O mejor dicho, no lo hice hasta que él corrió de regreso adentro.
—¿Qué…?
—¡Augghh!, —dijo él, lo cual no explicó nada, y entonces miré sobre su hombro y vi un montón más
de tipos con tigres tatuados, y eso si lo hizo.
Parecía como si ellos hubieran estado afuera en el frente, fumando cigarrillos y esperando por su
colega a que terminara de destrozarme. Ahora estaban mirando con esos cigarrillos colgando de sus
bocas, debido a que claramente mi supervivencia no había estado en el plan de juego. Y aún así
podría no ser, porque había cinco de ellos y mientras que dudaba de que fueran del mismo nivel que
Cara Marcada, eran maestros. Y ahora mismo, eso sería lo suficientemente bueno.
—Um, —dije de modo creativo.
Ellos no dijeron nada.
Lamí mis labios, intentando pensar. Y lo encontré realmente difícil por alguna razón. Tal vez la
misma razón de que estaba balanceándome sobre mis pies.
—¿Qué te pasa?— siseo Ray, porque no estábamos presentando un frente muy intimidante ahora
mismo.
—Olvidé cenar, —murmuré, deseando no haber saltado mi última comida. Y la anterior a esta. Y la
anterior a…
—¿Qué?
—No comí.
—¿Qué diferencia hace eso?
—No soy como tú. No puedo recargarme alimentándome de alguien. Necesito comida.
—¡Sé eso! ¿Cuándo fue la última vez que comiste?
—¿Ayer?
—Ayer… ¿por qué infiernos no comiste?
—Teníamos que comprar condones, ¿recuerdas?
—¿Y no pudiste agarrar algo para el camino?, —dijo histéricamente.—¿voy a morir porque no
pudiste coger un sándwich?
—No, vas a morir porque querías un aperitivo. Podrías haber permanecido en casa.
—Bueno, ¡discúlpame infiernos! Pero el Senado no me alimentó, ¿vale? No había comido tampoco
como en ¡dos semanas! ¿Y qué iba a comer de la casa? Todo lo que tienes son Fey y todos saben
como a mierda. Y su sangre ni siquiera hace nada…
—¿Puedo decir algo?, —uno de los vampiros preguntó educadamente.
La voz era culta, con un débil acento Británico. Sonaba un poco extraño viniendo de un tío con el
pelo rubio casi blanco de punta al estilo de los punk de los ochenta, con una chaqueta de cuero con
más cremalleras incluso que la mía y unos ojos tan pálidos que parecían ciegos. Si él estaba por
molestar, él estaba justo sobre el dinero. Pero supuse que él era muy importante, porque el agarre de
Ray sobre mi muñeca se había repentinamente vuelto doloroso.
—Seguro, —le dije.
—Este concurso, es entre usted y el exaltado Zheng-zi. No estamos aquí para interferir.
—¿En serio? —Es bueno saberlo. Bueno, posiblemente genial. —así que… ¿Por qué estáis aquí?
—Por el traidor. —Esos ojos incoloros se lanzaron hacia Ray, quien probablemente no los veía
debido a que estaba ocupado intentando ocultarse detrás de mi espalda. —Dánoslo y puedes
marcharte.
—Él está mintiendo, —dijo Ray rápidamente. —Zheng va por el asiento del Senado. No va a dejarte
ir. No puede. Le hiciste quedar mal y él no puede permitirse el lujo…
—¡Silencio!, —susurró el otro vampiro, y ahí tuvo que haber algún tipo de poder detrás de la orden,
porque Ray hizo un sonido como de hipo y se calló.
—Me gustaría saber cómo lo haces, —le dije al vampiro honestamente.
Él sonrió, y eso fue sorprendentemente atractivo. O no tan sorprendentemente. La mayoría de los
vampiros podían recurrir al encanto cuando querían algo.
Solo que no podía entender qué quería de Ray.
—Así que ¿Qué es lo que querías de Ray? —pregunté, porque infiernos. —él ya escupió todo lo que
sabe sobre vuestra operación. El Senado no le habría liberado de otro modo.
—Tal vez queremos pagarle por eso, —dijo el vampiro, dejando al descubierto los colmillos. Los
cuales habían sido afilados en sus puntas de aspecto malvado.
Ok, entonces. Eso era otro modo de camuflar los colmillos, supuse.
—No es por llamarte mentiroso, —dije, —pero mierda. No dudo que tu jefe quiera venganza, pero
¿tanto? Cinco señores maestros y un tanque, detrás… detrás de Ray?—Me corregí, porque si el tío
estaba a punto de ser destrozado, no necesitaba insultarle primero.
—Tal vez sabíamos que estaba contigo.
—Gracias por el cumplido, pero mierda de nuevo. Yo no sabía que él estaría conmigo. No podríais
haberlo supuesto antes de salir a buscarle. Así que ¿Qué hay de la verdad?
Preferiblemente rápidamente, considerando que Zheng estaba haciendo unos ruidos no tan muertos
detrás de los tableros.
Esos deben haber distraído al vampiro también, porque Ray de repente recuperó el poder del habla.
Y chico, lo usó. —Me quieren para hackear un portal para ellos, solo que no puedo. Les dije que no
podía porque el Senado dijo que una cosa más, sabes, solo una cosa más y ellos me estacarían por
seguridad. Y se lo dije a Lord Cheung y él dijo…
—¡Dijo que eres un llorón, sin valor, despojo de carne y que lamenta el día que te tomó! —Estalló el
vampiro, hablando sobre su jefe y el de Zheng.
—¡Trozo de mierda!, —le dijo Ray. Lo cual habría sido más impresionante si no hubiera estado
escondiéndose detrás de mía. —Porque estoy aquí ahora.
—No por mucho tiempo.
—Sip. Bueno. ¡Dory podría tener algo que decir sobre eso!
—¿Tú lo tienes?, —preguntó el vampiro, arqueando una delgada Ceja blanca hacia mí.
—¡Por supuesto que ella tiene! —dijo Ray, empujándome en la espalda.
No dije nada. Porque algo interesante acaba de ser mencionado por segunda vez. Y finalmente, mi
cerebro hambriento de energía se las había arreglado para aferrarse a eso.
Olga había estado haciendo conexiones en las Líneas Ley hundidas que alimentaba los hechizos de la
casa para hacer más fácil a su gente el desplazarse. La mayoría de las especies pueden pasar por
humanos con un glamour barato, pero eso era más difícil cuando eres un caminante de la montaña.
Por supuesto que hay hechizos que funcionaban, pero eran caros y, ellos sumaban después de todo.
Mientras que un portal alimentado por una Línea Ley hundida que nadie conocía era libre.
Y, por supuesto, uno de los primeros lugares que Olga había vinculado era su lugar de trabajo.
Su lugar de trabajo en la parte trasera de esta tienda.
—Todo lo que tienes que hacer es echarte a un lado, —murmuró el vampiro, poniendo poder detrás
de esta orden.
Él probablemente pensaba que estaba influenciándome, lo cual no era lo suficientemente fuerte para
hacerlo. No sé si mi resistencia venía por mi naturaleza o de mi trato de mierda con Mircea durante
tanto tiempo, pero yo no soy fácil de manipular.
Pero supuse que Ray tuvo que haber pensado de otro modo, porque pisoteó mi empeine. —¿Qué
infiernos? —le grité.
—¡No le escuches! Está intentando…
—¡Sé lo que está intentando hacer!— dije, resistiendo la urgencia de rebajarme a maldecir. Maldita
sea, eso había dolido.
—¡Dánoslo…! —me dijo el albino, y una ola de sugestión me golpeó como un mazo. O más
exactamente, como un centenar de púas intentando hundirse en mi cerebro. Me las quité de encima,
gruñendo.
—Muérdeme.
—Creí que tenía que dejar al maestro Zheng hacer eso, —dijo suavemente, mientras su colega salía
tambaleante desde detrás de un tablero destrozado.
Cómo se puso en pie, no lo sé, su pelo estaba en llamas, su cara era un desastre ennegrecido, y uno
de los ojos estaba colgando en su mayormente desaparecida mejilla izquierda. Pero al menos el
nombre encajaba de nuevo, pensé histéricamente, mientras los dedos de Ray se clavaban en mi
muñeca.
—Oh, mierda, —dijo muy, muy, muy bajo.
—Corre, —le dije.
—¿Qué?
—¡Corre!
—¿Adónde? ¡Están protegiendo la parte trasera también, ya lo comprobé!
—Portal, —dije, empujándole mientras Cara Marcada agarraba mi chaqueta. Desde 36 metros de
distancia.
¿Qué cojones?
—¿Portal?—;dijo Ray, como si nunca hubiera escuchado hablar de tal cosa.
No respondí. Estaba demasiado ocupada absorbiendo la visión del brazo enormemente largo que,
como Gumby , había acabado serpenteando a través de la sala. Tenía todas las partes normales de
(36)

un brazo, incluyendo los músculos, a juzgar por el agarre que tenía en la parte frontal de mi chaqueta.
Pero era… bueno, esto era una estupidez. Como ser arrojada a través de la tienda por algo que no
podía ser real pero Gumby que obviamente lo era. Como el puño de hierro fundido que esperaba
(36)

por mí si no lograba…
Me retorcí en mitad del aire, incapaz de detenerle pero siendo capaz de alzar mis pies. Así que le
golpeé con la punta de acero de las botas en lugar de mi cara. Lo cual habría funcionado mejor si el
hijo de puta hubiera perdido su agarre.
—¿Qué portal?, —gritó Ray.
—¡En lo de Olga… en la parte trasera!, —Jadeé, intentando liberarme y consiguiendo ser arrastrada
de vuelta por mi chaqueta.
—Oh, ella tiene… ¡oh! —Se dio la vuelta y escapó. Y yo conseguí meter una mano en una de las
doce o así cremalleras, las cuales no eran tanto una declaración de moda como una declaración de
salvar-mi-cuello, como se demostró cuando empujé hacia abajo la del hombro derecho y la manga se
cayó. Esto dejó a Cara Marcada sosteniendo cuero y a mí quemándome mientras me alejaba.
Durante un segundo, hasta que algo se enrolló alrededor de mi cintura como una pitón peluda. No
intenté quitármela, probablemente no habría funcionado de todos modos, y además, no había tiempo.
Porque el hijo de puta estaba drenándome, sanándose a sí mismo al socavar lo que fuera que quedaba
de mi energía, y si no conseguía alejarme ahora, ahora mismo estaría enloqueciendo, eso sería todo.
Así que me mantuve adelante, arrastrando la serpiente elástica de un brazo conmigo, rodeando un
pilar y algunos estantes, entonces golpeando el pasillo principal y corriendo como el infierno hacia
la puerta trasera.
En el camino, conseguí un vistazo de los vampiros de fuera. Habían dejado caer la pose de
indiferentes para presionar sus narices en el cristal del frente de la tienda, sus caras a su vez ansiosas
y temerosas y preocupadas como yo mientras me mantuve avanzando.
Y entonces pulsando adentro y hacia fuera junto con mi latido de corazón mientras la sala comenzaba
a ponerse gris y la puerta parecía retroceder en la distancia y esto comenzó a sentirse como si tal vez
algún bastardo se hubiera colado y de algún modo envuelto mis pies en cemento, y….
Y entonces Cara Marcada me dejó ir.
Pero no por mí.
No sabía si eso fue a propósito, o si la tensión que había estado acumulándose había acabado siendo
demasiada. Pero cualquiera que fuera la razón, 1,95 cm y 100 kilos de vampiro hacían un infierno de
proyectil cuando de repente venía disparado. Mientras encontraba la estaca cuando él irrumpió a
través, llevándose hacia abajo buena parte del techo. Y entonces hubo un pinball entre algunos
accesorios pesados. Y entonces dio vueltas una segunda estaca y…
Whummmp!
No tuve tiempo para prepararme, no tuve tiempo para hacer nada antes de que él me golpeara, lo
suficientemente duro sacar el aire de mis pulmones y enviarnos a ambos inclinados a través del aire y
pasar la puerta balanceante y descender por un corto pasillo y atravesar otra puerta que Ray por
suerte había dejado abierta porque de lo contrario yo habría sido una pequeña mancha en la madera.
Pero él lo hizo y yo no lo era y un segundo más tarde el portal me cogió, un gran remolino dorado
sobre una descascarillada pared blanca que nunca había parecido más bienvenida.
Al menos no lo hizo hasta que choqué con algo a medio camino.
La abertura de un portal no solo da acceso al no-espacio entre mundos. También te propulsaba
violentamente a través de estos, agarrándote y dándote un demonio de empuje tan pronto como
rompes la superficie. Siempre había asumido que era así para que no quedaras atrapado a medio
camino, con nada que proveyera la tracción suficiente para llegar a tu destino. Esa era aún la teoría,
pero obviamente no funcionaba todo el tiempo.
Porque el algo con lo que acababa de chocar resultó ser alguien.
Pero la violencia del empuje que había recibido estaba fresco y no particularmente molesto por una
pequeña cosa como remolcar los 100 kilos de pasajero. La colisión a medio portal fue solo un
tropiezo en el camino, ni siquiera me ralentizó. Tuve medio segundo para vislumbrar la cara de un
extraño con la boca abierta, y entonces él y yo estábamos saliendo disparados hacia el otro lado,
directos en el sótano dormitorio casi oscuro de los gemelos.
Ray estaba allí, mirándome fijamente con los ojos azules convertidos en luces de neón al reflejar la
luz del portal. Pero lo gemelos no estaban. Lo cual era una lástima, puesto que podría realmente
haber usado un ancla justo sobre ellos.
Porque el testarudo hijo de puta detrás mío no me dejaba ir.
Cara Marcada tenía agarrado algo, “tal vez uno de los secadores de pelo de pared, tal vez la propia
pared, no lo sabía, pero algo sólido” de regreso al salón. Porque en lugar de caer al suelo junto con
la autopista que yo había bloqueado desesperadamente con las piernas, esto salió disparado del
remolino dorado, vi a Ray por medio segundo, y luego fui tirada hacia atrás con la suficiente fuerza
para darme un latigazo. Lo cual supuse había sido el punto, pero que con el agujero del esternón y la
cara media perdida y la impresión de Gumby, mi oponente no fue capaz de aprovechar el momento.
Al menos, no creí que su plan fuera estar en este lugar cuando yo y el que fuera que yo había
remolcado regresamos disparados a través del túnel. Y golpeamos el otro lado. Y usáramos de
trampolín una membrana de carne de vampiro elástico antes de que abruptamente se revertiera el
curso de nuevo.
Estaba un poco mareada y más que un poco fatigada, pero me las arreglé para conseguir despegarme
de mi pasajero antes de dispararme adentro del cuarto de los gemelos de nuevo. Lo que me dejó
sacando el culo en primer lugar, lo cual no era lo ideal hasta el aterrizaje, pero fue lo suficientemente
bueno para permitir a Ray obtener un improvisado lazo alrededor de uno de mis tobillos. Solo que no
estaba segura si eso era una buena cosa o no cuando terminé siendo tirada hacia atrás dentro del
vórtice, donde un vampiro medio loco estaba al acecho.
Y juzgando por la expresión de su cara rápidamente sanada, pensé que él podría estar
reconsiderando todo esa cosa de dejarme-vivir. Pero entonces él obtuvo un vistazo de mi antiguo
pasajero, quien la corriente había llevado flotando de nuevo hacia nosotros desde algún lugar por
encima. Sabía que eso era la corriente, porque el tío claramente no iría a ninguna parte por sus
propios medios nunca más.
El cabello negro y largo hasta el hombro flotaba alrededor de una cara blanco muerto, sus ojos dando
la ilusión de vida por las bandas brillantes de luces psicodélicas del portal. Pero la ilusión era todo
lo que era, a juzgar por el destello de negro que atravesaba su garganta. Tenía costra y él estaba bien
desangrado o tan cerca de ello que no hacia la diferencia, así que asumí que esto no era reciente.
También, o una de dos que él era un vampiro o alguien había decidido ser exhaustivo, porque había
una estaca profundamente enterrada en su pecho. Él parecía vagamente familiar, pero no podía
ubicarle. Algo que obviamente no fue cierto para Cara Marcada. —mierda, dijo con voz ronca.
Y entonces dijo, —Varus.
Y entonces me dejó ir.
Capítulo 13

—¿Estás segura de que él dijo ‘Varus’? —exigió Marlowe, y entonces metió su cabeza dentro del
portal antes de que pudiera decir nada.
No es que hubiera pensado en hacerlo. Ya había respondido esa cuestión, y un montón de otras, lo
mejor que pude. Si, pensé que eso era lo que Cara Marcada había dicho. No, no estaba al cien por
ciento segura. Si, el tipo muerto tenía semejanza con la circular informativa que me habían dado la
noche anterior. No, yo no podía positivamente ID. Había tenido un segundo completo para mirarlo, y
él no había estado exactamente en su mejor momento.
Y para el caso, yo tampoco.
Estaba desplomada en la parte inferior de las escaleras del sótano, sosteniendo un vaso de whisky y
deseando que fuera más fuerte, o algo totalmente distinto. Sip, otra cosa habría estado mejor, porque
incluso el decente Bushmills era bastante inútil contra el latigazo cervical de todo el cuerpo. Cada
parte se sentía como si hubiera sido sacada de su sitio por un gigante vengativo y luego colocadas
“más o menos” hasta el punto de que solo sentarse dolía como una puta.
Mucho menos sentarse y tener que escuchar a Marlowe.
Pero no tenía mucho donde elegir, ya que él y un par de sus sirvientes se habían presentado justo en
los talones de la agitación, tan pronto que ellos tenían que haber estado viniendo de camino aquí de
todos modos. Lo que no fue una gran sorpresa, realmente no había creído que él hubiera terminado
con la única testigo del Senado. Pero tenía que admitirle un punto a la curiosidad.
Roté mi cuerpo para no tener que mover mi cuello, y miré a Claire, quien estaba de pie en el escalón
por encima de mí. —creí que no le permitirías entrar de nuevo.
Ella no respondió. Solo me miraba, los ojos abiertos y en shock, el modo que habían estado siempre
desde que conseguí regresar. Claire no parecía encontrarme bromista ahora mismo.
Eso estaba bien: yo tampoco me encontraba demasiado bromista.
O tal vez, solo no podía comprenderme. Mi voz sonaba perfectamente clara en mi cabeza, pero lo
que había salido de mi boca estaba un poco más cercano al sonido wah-wah-wah como los
personajes Peanuts se oyen cuando un adulto está hablando. Eso probablemente tenía que ver con el
crack que mi mandíbula hizo cuando Ray me atrajo de la gravedad del portal, la cual era más o
menos inexistente, de regreso a la nuestra, a la cual no le gustaban los seres humanos flotando por
alguna razón.
Mi cuerpo había golpeado una pila de ropa sucia de los gemelos, pero mi mandíbula había golpeado
el hormigón. Así que junto con el latigazo, yo era la personificación de Popeye en el lado derecho.
Eso no habría sido tan malo, teniendo en cuenta lo que podría haber pasado esta noche, excepto que
esto se aseguraba de que aún no pudiera comer. Así que además de la debilidad por la pérdida de
sangre y el generalizado ayy que atravesaba cada articulación, también tenía el extra de los dolores
de estómago arañando.
Así que no estaba realmente emocionada cuando Marlowe se empujó de vuelta y me miró fijamente.
—¡Descríbelo!
—¡Déjala en paz! ¿No puedes ver que está herida?, —dijo Claire, poniendo una mano sobre mi
hombro. Lo cual habría sido más reconfortante si no fuera por todos los moratones.
—Ay, —dije instintivamente, y ella se apartó.
Marlowe estaba aún mirándome, y no parecía estar mejor que yo. En una suposición, él había estado
funcionando durante 48 horas, y a diferencia de la mayoría de los vampiros, no se preocupaba en
ocultarlo. Sus ropas estaban arrugadas, sus zapatos estaban cubiertos de barro apelmazado, y su
greña normalmente curvada estaba sobresaliendo de un modo que habría sido cómico si no fuera por
la fiera cara blanca que la acompañaba. Parecía como que podría haber estado al frente de la
búsqueda de Varus desde que él salió de aquí, y ahora yo le estaba diciendo que el tipo había estado
muerto todo el tiempo.
Pero yo no podía con eso.
—Ya te dije todo lo que sé, — dije, tan claramente como pude. —si no me quieres creer…
—Te creo, —gruño, —ese es el problema.
—¿Qué más?
—No eres la primera persona que encuentra un cuerpo hoy, —me dijo, intentando avanzar. Pero los
gemelos no habían comprendido bastante el concepto de limpieza del hogar, y casi inmediatamente se
topó contra otra pila de cosas. Las cuales pateó violentamente contra una pared. —¡Han estado
apareciendo como restos flotantes en los portales de toda la ciudad!
—¿Qué?
—Abrí uno en mi apartamento ni hace dos horas, solo para encontrar un cadáver aplastado contra el
escudo de seguridad. ¡Al igual que un insecto espachurrado sobre un parabrisas!
Parpadeé. —¿Quién era?
—Uno de los principales competidores de Varus. Como lo eran los otros. Hemos recuperado a
miembros de tres familias diferentes hasta el momento “que sepamos”. —Sus labios se torcieron. —
Los propietarios de los portales ilegales todavía no han informado.
Fruncí el ceño. —Así que ¿Qué estás diciendo? ¿Qué Varus estaba limpiando la casa? Atacándonos
la noche pasada y entonces se fue a…
—Esa es la teoría inicial, sí. Se creyó que él estaba tomando ventaja de la preocupación del Senado
con la guerra para asentarse a sí mismo como el líder indiscutible del mundo del contrabando. Y que
las… llamadas tarjetas… adentrarse en el sistema de portales fue su modo de anunciar el hecho.
Mi ceño creció. —¿Cómo funciona eso? Incluso si el Senado ignoraba una bofetada en la cara como
la última noche…
—Eso no fue una bofetada. Era un desafío directo, y ¡Será contestado!
—Pero eso es el punto, ¿él pensaba que tú solamente le dejarías salirse con…?
—No sabemos lo que él estaba pensando, —dijo Marlowe, dulcemente cruel. —intentábamos
preguntarle, pero de algún modo, ¡no creo que vaya a responder a muchas preguntas ahora!
No, supongo que no. También suponía que sabía de lo que Olga había querido hablarme más
temprano. Probablemente preguntándose quién era el cadáver que yo había tirado en el portal.
—¿Así que cuál es la teoría?, —pregunté. —¿Que hay un nuevo jugador en la ciudad? ¿O que uno de
sus subordinados…?
Los ojos de Marlowe destellaron. —Gracias a ti, ¡no tenemos una teoría!
Comencé a señalar que la muerte de Varus era difícilmente mi culpa, pero no lo hice. Porque
Marlowe había arrojado una mano como si puntuase su sentencia, y algo golpeó la pared como un
disparo. Salté y Claire gritó, y entonces ambas vimos como una grieta de dos pulgadas (5,08 cm)
corría de arriba abajo, del suelo al techo, desde un punto de impacto del tamaño de una bala de
cañón hecha por absolutamente nada porque nada había allí.
Miré fijamente sin comprender. La bodega había sido construida de nuevo cuando la gente tomó esa
mierda en serio, y las paredes eran de al menos de 60 cm de espesor. Sabía eso porque eso es cuán
lejos la impresión de los ladrillos estaba.
Todo correcto entonces.
Mi boca se cerró con un pequeño pop. Mi mandíbula dolió como una perra, de todos modos, y bueno,
podía preguntar más tarde. Pero aparentemente alguien no se estaba sintiendo demasiado intimidada.
—¡Quiero saber lo que vas a hacer sobre esos hombres quienes atacaron a Dory!, —dijo Claire
vehementemente.
—Ellos no eran hombres, —corrigió Marlowe, cruzándose de brazos. Probablemente para que así él
no terminara demoliendo la casa.
—¡Vampiros pues!
—Maestros seniors.
—¿Y eso que significa?
—Eso significa que tú tienes tu respuesta.
—¡Como el infierno que la tengo! —Dijo, dejando las escaleras para plantarse en su cara.
—Um, Claire…— dije, solo para ser completamente ignorada.
—¡Tienes testigos!
Comencé a levantarme, porque Marlowe estaba de un humor de perros. Pero para mi sorpresa, sus
ojos se suavizaron un poco ante la vista de la pelirroja enfurecida invadiendo su espacio personal, y
sus hombros se aflojaron un poco. —Tu lealtad hacia tu amiga te honra, —le dijo brevemente. —
Pero eso no altera el hecho.
—¿El cual es?
—Que mis únicos testigos son un humano que se largó muy pronto y un vampiro ya puesto en
entredicho por una variedad de crímenes. Y eso difícilmente es…
—¡Tienes a Dory!
—Una Dhampir no está legitimada bajo la ley. Ella no es vampiro, ni humana, ni mago, ni ninguna
otra criatura reconocida…
—¿Estás diciendo que nadie la creería? —Demandó Claire incrédulamente.
—Estoy diciendo que ella nunca será permitida para testificar. Bajo la ley de los vampiros, ella no
es una persona…
—El infierno que ella…
—…mientras al otro lado están un maestro de primer nivel y un puñado de los de segundo y tercer
nivel, de diferentes cortes, lo que podría añadir, hace esto más difícil de presionarles. Ninguno de
los cuales probablemente recordarán nada de sus actividades de esta noche.
—Estuvieron en una tienda al instante, —dijo Claire tercamente, —allí tenía que haber vigilancia…
Ahogué una risa. Y por primera vez Marlowe me lanzó una mirada con algo parecido a la
comprensión. Ambos sabíamos qué SOP era para estos casos.
(38)

Esperaba que Singh tuviera seguro.


—Destruido, —confirmó Marlowe. —e incluso si no lo hubiera estado, eso le permitiría al
propietario demandar por daños y perjuicios, nada más. Una Dhampir no tiene protección bajo la ley.
Ella no puede…
—¿Entonces cualquiera puede atacarla a simple vista?, —dijo Claire con incredulidad.
—Sí. Lo cual es por lo que su padre la quiere fuera de esto. —Él me disparó una mirada resentida.
—Pero ella parece incapaz de estar un solo día sin…
—¡Ellos la atacaron a ella! —dijo Claire, furiosa de nuevo. —¿Qué en el infierno estás pensando?
Las cejas de Marlowe descendieron una vez más, y por un momento parecía como que estuviera
considerando que decirle. Lo cual era el porqué no le dejaban manejar los asuntos diplomáticos.
Decidí que podía vivir sin ver qué ocurriría si esos dos realmente se enfrentaban.
—Uh, una pregunta, —dije, empujando esos ojos oscuros hacía mi.
—¿Qué?
—Dijiste que los cuerpos habían estado apareciendo en los portales de toda la ciudad, como restos
flotantes.
—¿Si?
—Pero los portales no son como… como un sistema fluvial, ¿no? Son unidades autónomas. Así que
¿Cómo los cuerpos consiguieron entrar allí?
Él solo me miró. Y su expresión decía claramente que él no sabía cómo consiguió atascarse
trabajando con estos incompetentes. Fruncí el ceño, porque era una pregunta válida.
—Alguien tuvo que haber ido a cada portal a plantarlos allí, —insistí. —Así que tal vez alguien
viera…
—No tuvieron que plantarles allí.
—¿Qué quieres decir?
—Pregúntale a tu sirviente, —dijo sardónicamente.
—¿Mi qué?
No recibí una respuesta, porque la puerta de arriba de las escaleras se abrió de golpe y Ray se
tambaleó adentro. Al menos, asumí que era Ray. Todo lo que vi era una mata de pelo oscuro sobre
una pila de platos que olían tan bien que hicieron gruñir mis tripas.
—¡OH, por… ve a comer! —dijo Marlowe con disgusto, y se dio la vuelta para gritar a un
desafortunado vampiro quien acababa de ser escupido afuera del portal.
—Vamos, —dijo Ray. —estoy poniéndolo en el porche.
Él y su montón de platos se fueron, y conseguí ponerme de pie, las articulaciones crujiendo en
protesta. Sentada por demasiado tiempo me había dejado exhausta, y cuando intenté estirar mi
espalda, se sintió como un tiro, sacando la mierda afuera de vampiro. La expresión de Claire vaciló
más cercana a dar paso a las lágrimas.
Suspiré. —No es tan malo como parece.
—¡Por supuesto que no! ¡No serías capaz de soportarlo de otro modo!
—Deberías haber visto al tipo; —le dije, sonriendo un poco ante el pensamiento de la jodida cara de
Zheng-zi. Y entonces algo se me atraganto. Después de un segundo de rebuscar, escupí parte de un
diente en mi palma.
Maldición. Odio cuando eso ocurre.
Alcé la vista para encontrar a Claire mirándome con algo parecido al horror.
Comencé a decir algo, pero el horror se convirtió en un resplandor tan brillante, que juro que podía
ver pequeña llamas en sus pupilas. —Si dices que estás bien, —me dijo con voz trémula, —¡te voy a
matar!
Mi boca se cerró abruptamente, y humildemente la dejé ayudarme a salir al porche.
Ray, por alguna razón, había hecho de todo. La pequeña mesa que usábamos para picar ahora tenía un
brillante y blanco mantel que alguien dobló para ocultar las últimas obras de arte de Stinky. En la
mitad había un florero con un ramo de hortensias púrpuras de los vecinos metidas sin orden en la
parte superior. Una silla había sido levantada y empujada a un lado, cerca del viejo y molesto
columpio. A pesar de que era la más vieja e incómoda y de mimbre, pero una almohada había sido
puesta en el asiento y una chenilla había sido arrojada y plegada sobre la parte superior.
Era sorprendentemente cómoda, pero no me habría preocupado si hubiera estado sentada sobre el
suelo, no con las cosas que Ray estaba apilando sobre la mesa y sobre la amplia barandilla del
porche cuando se quedó sin espacio. —No puedo comer todo esto, —dije, insegura de que pudiera
comer nada.
—No lo has intentado, —señaló. —además, tomé cosas blandas.
Y lo había hecho. La extravagante noche incluía restos de pollo y arroz, puré de guisantes,
esponjosos y blancos panecillos, cerveza y algún tipo de mezcla de pastel de bayas. Yo miraba
fijamente a esto con algo de asombro.
—Llamaremos a tu padre, —me dijo Claire, mientras miraba como untaban mantequilla sobre un
rollo. —Veremos lo que él tiene que decir sobre…
—Claire. No hay nada a lo que perseguir, ¿vale?, —dije, con dificultad.
—Nada… ¡mírate!
Miré impotente a Ray, porque no estaba por explicar las complejidades de la vida de los vampiros
en este momento. Él suspiró, —Es así, —le dijo él. —Zheng-zi, bueno, el tipo a sueldo que Dory
acabó esta noche.
—¿Qué?
—Mira. Él tenía a sus chicos con él. Él podría haberlos lanzado sobre nosotros, y eso habría sido el
final. Dory está bien y yo estoy… bueno, Dory está bien, pero de ningún modo ella lo estaría si
cargara contra muchos maestros sénior con solo un par de pequeñas pistolas y sin comida. Eso no
estaría pasando, ¿bien?
—Bueno, obviamente hicieron que pasara. ¡Ella aún está viva!
—Ella está viva porque él les dijo a ellos que no interfirieran. Está viva porque él mostró a ella el
respeto de enfrentarla en duelo como el que habría tenido hacia otro maestro, con reglas y toda esa
mierda.
—¡Intentaba matarla!
—Los maestros intentan matarse unos a los otros todo el tiempo, —señaló Ray. —Están retándose en
duelo unos a los otros todas las noches hasta en la casa del Cónsul. Es uno de los grandes embrollos
acerca de estar encerrado; no he conseguido ver ninguno de los encuentros.
—¿Podrías siquiera conseguir entradas? —pregunté, con mi boca llena de diosa mantequilla.
—Hey, conozco a gente, —dijo Ray.
—¿Como quién?
—Como timadores que quieren un brazo y una pierna, —admitió. —te iba a preguntar si el palco de
tu padre tenía algún asiento extra.
Negué con la cabeza. —lleno.
—Maldición. Quiero decir, que las compraría y todo…
—¿Podemos hablar sobre el hecho de que Dory casi muere? —preguntó Claire, lívida.
—Pero ella no lo estaba, ¿lo estabas?, —señaló Ray. —ella ganó. Y Zheng probablemente no la
habría matado de ningún modo. Él dijo…
—¿Probablemente?, —los ojos verdes de Claire relampaguearon.
Pensé que Ray debería ser cuidadoso. Claire era del tipo que parecía que quisiera una excusa. Pero
él inclinó la cabeza a un lado. —Hey, ¿no es eso el llanto de un bebé?
—¡No!, —dijo ella. Justo antes de que un gemido distintivo fue escuchado claramente resonando a
través de la noche. —¡Maldita sea! — dijo. Y entonces se mordió el labio. Y entonces se apresuró
salir.
—Tienes una suerte del demonio, —le dije.
—No tienes que preocuparte, —me dijo de vuelta. —Nadie puede entenderte, y tu lengua se mantiene
flotando fuera y es un poco desagradable.
Le respondí con un gesto, porque mi lengua estaba ocupada con el pollo por el momento. Encontré
que si masticaba muy cuidadosamente con el lado opuesto de mi boca, solo era doloroso en lugar de
insoportable. A pesar de que habría sido totalmente penoso, de todos modos. Si había un cielo,
estaba hecho de estas cosas.
—Y no es suerte, —me dijo Ray, vertiendo mi cerveza en un vaso. Normalmente no me preocupaba,
pero era agradable, todo fresquito y helado y esas cosas. Él me la entregó y mis dedos hicieron un
poco de impresión de calor sobre los lados. —hay una fiesta en el patio trasero y la docena de
hombres de Marlowe entrando y saliendo, dando portazos y los pisoteadas alrededor de la planta
baja. ¿Quién podría dormir con todo eso?
—Eso fue brillante, —le dije sorprendida.
—Puedo ser brillante, —me miró ofendido. —te lo dije, no hables.
Decidí que podía ser lo mejor, y me conformé con verle intentando limpiar el tablero de ajedrez de
los niños. Lo asentó en el suelo con el fin de tener un lugar donde poner la comida, lo cual habría
estado bien si esto fuera un juego normal. Pero era uno que Olga había encantado para los niños, y la
magia de un troll tendía a ser un poco…. Peculiar.
Las piezas, las cuales parecían como trolls y ogros en miniatura, estaban bien siempre y cuando se
mantuvieran en el tablero. Encerrados en su propio y pequeño mundo, donde ellos pudieran acechar y
emboscar y golpear el infierno fuera los unos a los otros con toda su alma. Pero Ray había golpeado
a unos afuera del tablero cuando lo movió, y ahora estaban dando vueltas en confusión.
Uno se había metido dentro de uno de los zuecos de jardinería de Claire, donde estaba asentando lo
que parecía una posición defensiva. Otro estaba hundiéndose alrededor de las garras de la mopa,
cortando las hebras grises con una diminuta espada. Y un tercero, un compañero de aspecto moteado
con el pelo salvaje, una expresión de locura y solo un par de harapientos pantalones de su una vez
bonito uniforme, estaba haciendo un descanso en las escaleras.
Ray colocó una taza de plástico sobre el hombre salvaje con una mano, y con la otra agarró al que
luchaba contra la monstruosa mopa. Y rápidamente retrocedió esa mano de regreso. Una diminuta
gota de sangre estaba brotando de su dedo.
Él lo sostuvo hacia mí. —¿Qué en el infierno es esto?
—Tienes que dejarles permanecer en el tablero, —le dije entre bocados.
—¿O qué?
—O ellos se pondrán… a luchar.
—¡A la mierda con eso!, —dijo, agarrando al tipo de la fregona. —Van de vuelta a la caja.
Me encogí de hombros. La mayoría de las veces les dejaba salir. Era más fácil.
Pero Ray atrapó a dos de los tres de regreso en sus formas troll y ogro recortables, donde el
encantamiento les congeló en el lugar. Y entonces se giró hacia el salvaje de debajo de la taza, quien
estaba haciendo una serie de gestos familiares. Ray se agachó al nivel de los ojos y le parpadeó.
Una diminuta cara se presionaba contra el lado del plástico, distorsionando los rasgos por un
momento, mientras dos cosas se alzaron a los lados de este. Pequeños puños estaban alzados, y
entonces la pequeña criatura se dio la vuelta y algo fue bajado. Y un par de cosas fueron presionadas
firmemente contra el plástico.
—¿Esto es…él está…está mostrándome el culo?, —exigió Ray.
Sonreí, rápido porque dolía. —Él es un poco raro, —le dije.
—¡Él va estar a punto de ser papilla!, —dijo, agarrándole y sacándole de su prisión temporal. —
¿Qué está mal con este de todos modos? Parece como si hubiera sido pintado.
—Algo así, —dije secamente.
—¿Qué?
—Stinky se lo tragó hace un par de semanas.
—¿Tragó?, —frunció los labios —entonces como…
—Vino de regreso, pero nunca ha estado bien desde entonces.
Ray lo dejó caer como si quemara. —Tienes una casa extraña, —me dijo, colocando la taza boca
arriba y limpiando su mano sobre sus pantalones.
Me encogí de hombros. Realmente no podía discutir su punto. Colocó una lata sobre la taza,
vertiendo cerveza y se apoyó en el columpio, mirándome tragar. El chirrido de la cadena se mezcló
con el sonido de la música y las suaves risas del jardín, lo cual no podía ver demasiado bien porque
provenían desde la casa de detrás de mí. Pero era agradable.
—Así que, —dijo él de modo casual, después de unos pocos minutos. —Estás, uh, estás de mejor
humor ahora, ¿No?
Lo estaba, creo, mirándole con recelo. —¿Por qué?
—Porque, uh, podría haber algunas cosas sobre las que necesitamos hablar.
—¿Cómo qué?
—Oh, esto y, uh…
—¿Cosas buenas?— pregunté, sabiendo malditamente bien que no lo eran. Mi vida no funcionaba de
ese modo.
—Bueno, tú sabes…
Mierda.

Capítulo 14

La mesa y los vasos y las malditas flores deberían haberme alertado, pensé con amargura. —¿Qué?
—Mira, ya estás enloqueciendo. Sabía que esto iba a pasar, —se quejó Ray.
—Entonces ¿Por qué lo mencionas?
—Porque no tengo elección. Tenemos que hablar. Pero no soy bueno en eso y no quiero molestarte,
porque pareces un poco… tensa. Así que probablemente no es el momento adecuado, pero si no lo
hago pronto, alguien más lo hará y eso podría ser malo dependiendo de quién sea el que hable….
—Bolígrafo, —dije, tan claramente como pude, lo cual aparentemente no fue lo suficiente.
—¿Qué?
—Bolígrafo.
—Oh. Yo no… espera. Tengo una pluma, —dijo, sacando una de su chaqueta.
La cogí y escribí CALLATE sobre el mantel.
—Oh, bueno, eso está bien, —dijo, girando la cabeza para ver. —la pluma no sale, sabes, y ese es
uno de los últimos manteles decentes que tus chicos tienen. Y de cualquier modo, ya te lo dije, no
puedo. Tengo que averiguar cómo comenzar esto, y no estás ayudando con los cállate. Sé que
probablemente estés cansada, pero hay algunas cosas de las que necesitas saber y… ¿Qué es eso?
Él giró la cabeza un poco más para ver mi último garabato.
—¿Eso es un culo? ¿Me estás llamando cara culo? Porque eso es genial; es realmente maduro. Estoy
intentando hablar en serio aquí y tu estas…
—Portal, —dije, con la boca llena de pollo.
—¿Qué?
Tragué saliva. —Es un portal, maldita sea.
—¿Eso es un portal?, —entrecerró los ojos. Y entonces ¿Por qué tiene ese trazo en medio?
—Eso es una persona. Yendo a través.
—¿Una persona?, —él pasó el estrabismo desde el garabato hacia mí. —¿Dónde está la cabeza?
¿Dónde están las piernas? Creo que estas cagando con…
—¡Es abstracto!
—Sip. ¿Sabes quienes hacen arte abstracto? Las personas que no pueden dibujar, esas…
Ray, decidí, tenía una suerte del demonio, porque necesitaba el tenedor demasiado para apuñalarle el
ojo con él. —Cuéntame sobre la piratería que Cheung quiere que hagas, —dije.
—Oh, Sip. Bueno, eso…Sip. Supongo que podría funcionar, —dijo. —podemos comenzar con eso.
—¿Comenzar?, —pregunté, pero me ignoró.
—Así que bien. Sabes sobre los portales, ¿sí? ¿Cómo que cuando los abres consigues ese whoosh (39)

de poder?
Me encogí de hombros y seguí comiendo.
—Sip, Sip, tú no, —dijo con envidia. —tu mantienes el tuyo abierto todo el tiempo, desperdiciando
un montón de energía porque tienes una maldita Línea Ley pasando debajo de la casa y no te
preocupa. Pero eso le tomó años a la comunidad de contrabandistas el darse cuenta de eso.
—¿Para darse cuenta de qué?
—De que si mantienes tus portales abiertos todo el tiempo, no consigues la gran explosión. O, lo
consigues, pero solo la primera vez, y si hay un montón de Líneas Ley en el área escupiendo un
montón de energía mágica, los Cuerpos no son tan buenos para que lo localices a la primera, es a la
tercera o a la cuarta o a la décima cuando lo hacen, estrechándola un poco más cada vez, ¿lo ves?
—Pero la mayoría de la gente no puede mantener un portal abierto todo el tiempo, —dije, drenando
mi copa y agarrando la botella.
Era una botella más del tipo de a litro, de todos modos.
—No estamos hablando sobre la mayoría de la gente, —dijo Ray, mirándome con desaprobación. —
y tu gente no son los únicos que tienen hincada una Línea Ley. Estos aparecen cada vez que dos
Líneas Ley se cruzan. Líneas Ley no como las de New York, las cuales les encantan, especialmente
Manhattan. Estos están serpenteando alrededor de todo los lugares como los mapas de metro.
—Sip, yo…
—Dejé las normas de no preguntarme por qué hay esta enorme y sobrecargada ciudad sobre una
diminuta isla de apenas de 2 millas (3,2 km) de largo— dijo, meneando la cabeza. —El cual también
ocurre es unos de los lugares más duros en el mundo para edificar. Quiero decir, es de locos. El
tráfico de Manhattan es una pesadilla a causa de que es una isla, lo cual es lo bastante malo, excepto
que cada nuevo túnel del metro tiene que perforar a través de un bloque de granito sólido que se
come a pedacitos los taladros como si fueran caramelos.
—Ray. Sé todo eso.
—Sip, pero estoy llegando a cosas que tal vez tú no sepas. Solo cómete tu postre.
No creía que pudiera aguantar el postre. Lo engullí de todos modos. Mmm, hojaldre.
—Pero las normas son atraídas por las Líneas Ley, —continuó, —incluso a pesar de que no saben
eso, y así es que las ciudades tienden a crecer donde hay montón de éstas. Pero a diferencia de la
mayoría de los lugares con muchas líneas, Manhattan no tiene un maldito vórtice. Las líneas se
cruzan, seguro, pero no se mezclan en una gran maraña. Ese tipo de cosas inútiles causan que escupa
demasiado poder. Cada vez que intentas abrir un portal alrededor de una de éstas, consigues un
kerblammy …(40)

— ¿Kerblammy?
—… y eso no es bueno para los negocios. Pero por aquí, las líneas son más como… como esto. —Él
sostuvo sus manos en alto, entrelazando sus dedos. —se cruzan, pero no todas en el mismo lugar. Así
que obtienes un montón de líneas, un montón de Líneas Ley clavadas en portales de poder, y un
montón de energía de fondo, haciendo que encontrarlas sea una pesadilla para los así-llamados
buenos chicos.
—¿Así-llamados?
—Él me disparó una mirada. —Vamos. Te gusta tu vino, ¿no? ¿Quién crees que los trae?
—No estamos tras los portales por el vino, —le recordé.
—Ahora no, tal vez, no con la guerra. Y no por el Senado; ellos no se preocupan de cosas como esa.
¿Pero los Cuerpos?, —el frunció el ceño. —Son un enorme dolor en mi culo.
—También tienen un punto. Un montón de cosas malas vienen a través de esas cosas…
—Y lo mismo ocurre con un montón de cosas buenas. Así que ocurre un montón de cosas que pueden
ser malas o buenas, dependiendo de cómo se use, pero el Círculo solo declara a todos ilegales,
debido a que es más fácil de ese modo.
No dije nada, porque estaba de acuerdo allí con él. El Círculo de Plata era la organización mágica de
luz que gobernaban los magos como el Senado lo hacía con los vampiros. Los Cuerpos eran su
unidad de Policía, y en general, hicieron un muy buen trabajo de contraataque contra los
contrabandistas, ladrones y rufianes del Circulo Negro. Pero si tienden a ser un poco…anal…sobre
algunas cosas. Incluyendo la mayoría de las cosas que venían a través de portales ilegales.
—Quiero decir, es completamente una mierda, —Ray se quejó. —En cuanto los Fey se volvieron
locos y tiraron todos los portales, nadie pensó en una parte de la gente, ¿no? Nadie pensó en todos
esos a ambos lados que tienen amigos y negocios y vidas que dependen de ser capaces de ir y venir.
Algunos de sus líderes se enfadan por alguna razón, y todo de-repente-nada. Y no se sobreponen por
haber sido herido a tope después de un tiempo, como la gente normal. ¡Han sido cientos de años y los
caminos aún bloqueados y los comercios más en la mierda y a nadie parece importarle una mierda!
—Excepto por los heróicos contrabandistas.
—Exacto, así es. Pero cuando quieres algo —cuando los malditos magos quieren algo— que no se
supone esté disponible fuera de Faerie, ¿a quién vas a ver?
—Así que ¿tú eres de los tipos buenos?
—Sip, —dijo definitivamente Ray. Y entonces se removió en su asiento. —Más o menos. De todos
modos, mi punto es, que Manhattan es una mierda. Si eres un contrabandista, aquí es donde quieres
estar.
Pensé sobre eso mientras engullía mi postre. —Así que estás diciéndome que solo puedes abrir otro
portal aquí, y ¿que nadie lo notará?— no estaba muy segura de que no hubiera estado en la reunión
informativa en la que estuve.
Él negó con la cabeza. —No si estás intentando deslizarte todo el camino a través de Faerie, no. Eso
toma demasiado poder. Pero cosas pequeñas, sip, puedes conseguir salir con eso. Como el portal de
Olga —que no alzó ninguna ceja, ¿no?
—Porque va entre dos bloques. Y eso no te haría ningún bien.
—Ves, eso es lo que la mayoría de la gente pensará, —dijo, inclinándose hacia delante. —Pero he
estado en los negocios durante mucho tiempo. Y un día, el portal que estábamos usando fue
descubierto por los malditos Cuerpos y lo cerraron, justo antes de que un gran cargamento viniera a
través de él.
Eso es duro, —le dije, preguntándome si había más postre.
—No bromees con lo de que es duro. Al jefe no le importan mis problemas. El jefe solo quiere sus
cosas. Él se las había prometido a muchas personas a tiempo y va a quedar mal si no puede
entregarlas. Así que me puse a pensar.
—Uh-Oh.
—Sip, eso viene después. Pero en este momento, no creo que ‘uh-oh’. En este momento, creo que,
hey, y conseguir descubrir cómo salir de este problema. Así que empiezo a preguntarme, ¿qué
ocurrirá si abro un portal? ¿Pero no a Faerie? ¿Qué ocurrirá si abro “pilla esto” esté dentro de otro
portal?
Esto tomó un momento para que calara dentro, porque lo había dicho con tanta indiferencia. Y porque
mi mente estaba mayormente ocupada en cosas importantes, como el postre. Y porque eso era
estúpido.
Real, realmente estúpido.
Yo siempre había pensado en las Líneas Ley del modo en que la mayoría de la gente ve la energía
nuclear. Podían ser útiles —las Líneas Ley hincadas alimentaban de poder a todo tipo de cosas, y las
corrientes dentro de las líneas eran lo suficientemente fuertes para hacer de transporte rápido
virtualmente en cualquier lugar. Pero esa comodidad venía con un tiquet de precio muy alto para
cualquiera que no mostrase el debido respeto.
No es que hubiera mucho de eso. Los peligros que envolvía intimidaban incluso a los magos de
guerra, quienes tenían una reputación de patea-culos que rayaba la locura. Pero se aventuraban solo
en las líneas con los escudos más pesados, y cualquiera de los portales que abrían lo hacían
extremadamente con cuidado.
Los vampiros “los del tipo cuerdo, de cualquier modo” los evitaban casi por entero. Si algo salía
mal, su inflamabilidad les aseguraba que ni siquiera tendrían los pocos segundos que los magos
tendrían para escapar. Los transportes humanos eran más lentos, pero venían sin posibilidad de su
propio Chernobyl personal si algo iba mal.
Pero mi mandíbula dolía cada vez que intentaba hablar, así que me conformé con un resumen de lo
obvio. —no puedes hacer eso.
Ray sonrió. —¿Qué te apuestas?
—No, quiero decir, que no puedes….
Me corté, porque uno de los Fey estaba subiendo las escaleras. No estaba brillando, habiendo
disminuido las suaves sombras que su gente arrojaba en nuestro mundo pues eran nuestros huéspedes.
Pero se las arregló para parecer de otro mundo de todos modos, el cabello largo y rubio-blanco
sostenía un brillo de luz de luna; la estructura ósea sutilmente diferente de la de un humano; los ojos
en forma de almendra indicando de otras costas, excepto por su sorprendente y casi vívido azulado.
Estaba sosteniendo una pequeña y sucia criatura que estaba pataleando y agitándose y dando toda la
apariencia de intentar matar los dos largos dedos que le agarraban del pescuezo. —¿Has perdido
algo? —preguntó, arqueando una elegante ceja.
—Maldición, —dijo Ray, irguiéndose en el asiento. —Yo creí, mierda.
Asumí que él se estaba refiriendo a la taza de plástico, la cual estaba aun boca abajo en la parte del
borde del jardín donde él la había colocado. Pero que ahora tenía un corte del tamaño de un agujero
de ratonera en un lado. Presumiblemente por la diminuta espada que el artista del escape estaba
agitando amenazadoramente.
—Parece estar defectuoso, —dijo el Fey secamente. —¿te gustaría un nuevo encanto?
—¿Un nuevo encanto?, —Ray alzó la vista desde donde examinaba la taza. —¿Qué es lo que hace?
—Reemplaza al viejo.
—¿Cómo lo reemplaza?
El Fey miró hacia mí. —Elimina. ¿Es esa la palabra correcta?
Maldición si yo lo sabía. Claire había estado ayudándoles con su inglés, pero ella conocía lo
bastante de su lenguaje para saber lo que estaban intentando decir. —Es una palabra, —estuve de
acuerdo.
—¿Quieres decir matarlo?, —Ray parecía horrorizado.
—No está vivo, por lo que no puede morir, —razonó el Fey. —pero tendría una nueva…
personalidad, si lo deseas.
—No lo deseo, —dijo Ray agarrándolo. —Está bien. —Los ojos del Fey bailaron en la luz de la
casa, obviamente divertido. En particular cuando el hombre salvaje apuñalo la palma de Ray. —
¡Maldición!
Él Fey meneó la cabeza y comenzó a marcharse. Pero entonces hizo una pausa en las escaleras y miró
hacia atrás hacia mí. —oh, y podrías decirle a Lady Claire que sus…regalos…aunque bien pensados,
no serán necesarios.
—¿Regalos?
—Los condones, —dijo Ray, chupando su palma.
—¿Te las arreglaste para conseguirlos?, —pregunté, incrédula.
—Hey, es para lo que fuimos. No sé si agarré los tamaños adecuados, sin embargo.
Ambos miramos al Fey, cuya sonrisa se ensanchó. Pero solo dijo:
—Hay encantamientos para eso. Y en cualquier caso, las ladies parecen tener… venir preparadas.
—Bueno, diviértete, —le dije.
Su sonrisa era resplandeciente. —Lo haré.
Se fue y Ray arrastró a su cautivo de 2 pulgadas (5,08cm) sobre el tablero de ajedrez. —Ellos me
repugnan, —me dijo en voz baja, después de un momento.
—¿Quiénes?
—Los Fey. Siempre lo han hecho. “Nueva personalidad” mi culo.
—Están bien, —dije, porque era verdad, y porque no me extrañaría que esas orejas aún pudieran ser
capaces de oírnos. —¿Qué estás haciendo?— pregunté, viéndole meter a su prisionero por la
hendidura forrada de fieltro.
—¡Poniéndole de regreso!, —dijo, mientras el hombre salvaje aparecía de nuevo, enojado como el
infierno. Ray le había confiscado la espada, pero su prisionero era ingenioso. Y mordió la punta de
su pulgar.
—Hijo de…
—Eso no va a funcionar, —le dije, mientras Ray empujaba a la cosa retorcida hacia abajo de nuevo
y ajustaba la cubierta de plástico de arriba. Estaba limpio y se amoldaba a la forma de las piezas, lo
cual dejaba al tipo atrapado. Hasta que sacó un cuchillo de su bota y comenzó a serrar lejos de él.
—¿Por qué está haciendo eso? —exigió Ray.
—Él no se apaga nunca.
—¿Qué? ¿No, nunca?
Meneé la cabeza. —Ese es el porqué normalmente dejamos fuera el juego. Los niños quieren que él
tenga compañía.
—Entonces ¿Por qué no lo dijiste?, —exigió.
Porque pensé que no te ibas a preocupar por un juguete de niño, no lo dije, ayudando a Ray a
quitar los platos así que pudiera asentar el juego de nuevo en la mesa.
Terminamos y fuimos a cuidar de sus heridas al columpio. Las piezas estaban de regreso explorando
su pequeño mundo, el cual supuse era parecido a Faerie. O al menos a la parte de donde provenía
Olga.
El tablero había comenzado siendo uno de ajedrez del tipo simple y viejo, y demasiado grande. Pero
el familiar tablero de ajedrez era invisible ahora, invadido de hierba y árboles y cuevas y un río en
miniatura.
Todo era demasiado grande para ceñirse sobre el tablero, así que el escenario cambió mientras ellos
se movían alrededor, asentando emboscadas y posiciones defensivas, puliendo armas y armaduras, o
solo sentándose sobre una roca, en el caso del hombre salvaje. Algunos de los otros pequeños ogros
estaban comenzando una fogata por sobre un bosquecillo de árboles, y se mantuvieron lanzándole
miradas, pero él no pareció notarlo. Estaba demasiado ocupado mirando el cielo.
—No me parece que quieran mucha compañía, —dijo Ray, mirando la escena. “Mira” no le quieren
ahora.
—No creo que ese sea el problema, —murmuré. ¿Qué fue lo que dijo Platón? Algo sobre un montón
de tipos nacidos en una cueva, quienes nunca habían visto el mundo exterior. Solo las sombras de las
cosas reflejadas sobre las paredes en algunas ocasiones, distorsionadas e irreales. Hasta que uno de
ellos estalló un día, y comenzó a explorar un mundo más grande. Podía haber regresado a su vieja
vida, pero él no fue la misma persona nunca más.
Su mundo se había expandido, y las cosas nunca iban a ser lo mismo de nuevo.
Pero Ray no estaba de acuerdo. —Nop, él está diferente ahora— me dijo. —A la gente no le gusta lo
diferente.
Hubo algo en su tono que me hizo alzar la mirada. Él estaba colgado sobre el asiento, envuelto en la
oscuridad ya que la luz del porche no estaba encendida y la luz de la casa había disminuido, gracias a
alguien que había apagado el interruptor en el hall. La iluminación principal provenía de las linternas
que los Fey habían encendido en el campamento, solo pequeños haces de luz en la oscuridad, y el
parpadeo azul-blanquecino de la cadena de dibujos animados de la salita que nadie se había
molestado en apagar.
Él se había encendido un cigarrillo, y con solo la punta rojiza iluminando su cara, debería haber
parecido siniestro. Pero los rasgos de Ray no funcionaban así. Los ojos eran demasiados grandes y
demasiado azules y demasiados extrañamente cándidos. Las mejillas eran demasiados redondas, y la
barbilla estaba inclinada un poco demasiado desafiante hacia fuera. Como él esperaba conseguir en
todo momento, pero sin que tuviera que inclinar su cabeza de ningún modo.
Era el rostro de un tío que había sido golpeado antes y quien tenía toda la expectación de ser
golpeado de nuevo, pero que no iba a acobardase. Y él había tenido muchas oportunidades para
aprender. Yo no sabía mucho sobre su pasado, pero sabía lo suficiente para suponer que él no había
encontrado el estilo de vida vampiro todo lleno de diversión y juegos.
Nació siendo el hijo mestizo de un marinero holandés y una mujer de una villa indonesia durante los
viejos y malos tiempos del colonialismo. El marinero se había esfumado antes de que Ray hiciera
aparición y su madre murió cuando él era un adolescente. Dejándole, un monstruo de ojos azules
entre los habitantes de la villa, y uno que les recordaba a la gente un poco demasiado a sus odiados
amos coloniales.
No les había tomado mucho el abandonarle, dejándole valerse por sí mismo. Lo cual hizo
enrolándose a un grupo de piratas justo antes de que estos decidieran atacar a un premio gordo de
aspecto. Eso podría haber sido un buen plan, si dicho premio no hubiera sido el buque insignia de
Zheng Zhilong, el líder de una de las flotas de piratas más grandes que nunca surcó los mares.
Zheng —sin relación que yo supiera con el amigo del tatuaje del tigre— había salvado la vida de
Ray, solo para cambiar de idea y tomarla cuando decidió transformarle en un vampiro. Tal vez pensó
que teniendo a alguien que pudiera pasar por un europeo en un apuro podría ser útil. Pero
aparentemente eso no había funcionado tan bien, porque él había negociado a Ray a un compañero
pirata solo unos pocos años más tarde. Quien le había cambiado a su vez, porque parecer europeo no
te confería automáticamente un conocimiento del lenguaje que Ray nunca había escuchado o
costumbres que él nunca había experimentado.
De algún modo, eventualmente había terminado con Cheung. Quien en lugar de negociarlo,
prontamente le había enviado afuera a un puesto avanzado de la familia en nueva York. El cual
parecía menos extraño para mí ahora que había tenido un resumen de Ray sobre la importancia del
lugar para el contrabando del otro mundo.
Lo que seguía siendo extraño era que él estuviera aún aquí.
A pesar de ser corto de miras, corto de poder —nunca había avanzado más allá del estatus de
maestro de quinto nivel— y corto en la habilidad de cualquier tipo, lo que él había hecho bien. Él
había tenido éxito cuando aquellos con unos curriculums mucho más impresionantes habían
fracasado. Había sobrevivido cuando aquellos con mucho más poderes habían muerto.
Era como la cucaracha del mundo vampiro.
Por supuesto, ahora que pienso en eso, y lo estaba. A la gente podríamos no gustarles, podrían
incluso detestarnos. Pero aún así estaríamos aquí cuando ellos fueran polvo.
Había cosas peores.
—Lo diferente puede ser bueno, —dije y le pasé otra cerveza. —Ahora cuéntame sobre tus portales.
Capítulo 15

Ray abrió la tapa con el pulgar, —una de las ventajas de ser vampiro era tener las uñas fuertes, —
tomó un trago. —Es como te dije. Me di cuenta de cómo hackearlos.
—Así me dijiste. —Pero esto no tiene sentido, así que obviamente me había perdido algo.— ¿Te
refieres a usar la misma entrada para diferentes portales? —Porque la gente lo hacía todo el tiempo.
Olga se había apañado con el que está en el sótano hasta ahora que podía ir a tres o cuatro lugares, a
lo largo de dos líneas diferentes, y yo no creo que ella lo hiciera.
Pero Ray sacudió la cabeza. —Sólo puedes hacer eso si estás en una conjunción de un montón de
líneas diferentes. Olga tiene dos que se cruzan aquí, así que ella puede ciclarlas si ella lo prefiere
antes que tener dos puertas abarrotando el lugar. Pero tú aún necesitas acceso a la puerta para hacer
eso.
—Está bien. Te sigo hasta ahora.
—Bien, es como dije. Necesitaba entrar en Faerie, pero todos protegen sus puertas como locos.
Entonces, ¿cómo iba yo a conseguir una? ¿Mucho menos traer un montón de cosas a través de ella sin
que nadie se diera cuenta? Sería como necesitar entrar en Internet y decidir entrar en un edificio de
alta seguridad para utilizar uno de sus ordenadores. No vale la pena, ¿no?
—Pero todavía necesitas entrar en Internet, —dije lentamente.
—Sí. Así que hice lo que todo el mundo hace.
—¿Hackeaste una señal?
Él asintió con la cabeza. —Sólo que la señal en este caso era un portal que alguien más había
cortado ya en Faerie. Yo solo corté dentro de la suya. Es fácil una vez que sabes dónde está.
—¡Pero no lo sabías! —le dije, consiguiendo enojarlo. —Ninguno de nosotros lo sabe. Es por eso
que hemos estado corriendo por toda la ciudad como unos locos.
—Sí, pero yo conocía a los otros jugadores, ¿no? —Interrumpió él. —El Círculo, El Senado, ellos
no siempre saben quién está haciendo qué. Pero yo conocía a la competencia. Así que puse a mis
chicos a espiarlos y averiguar dónde estaban trayendo sus cosas. Y honestamente, ni siquiera era tan
difícil. La mayoría de ellos tienen su puerta de entrada en un almacén o algo así, por lo que no tienen
que transportar la mercancía demasiado lejos.
Le fulminé con la mirada. —Y una vez que supiste dónde estaban.
—Supe qué línea luminosa estaban usando. Y después de eso, era pan comido.
—Define pan comido, — exigí.
—Fue fácil, — dijo Ray, tratando de soplar un anillo de humo y fallando. Frunció el ceño ante la
cosa uniforme por un momento, y luego me miró. —Los portales tienen un aspecto como el de las
líneas. Sólo pequeñas ondulaciones que se pueden ver a través de ellos, por lo que son casi
invisibles. Son muy difíciles de detectar, especialmente si tienes kilómetros y kilómetros para
explorar y no tienes idea de dónde están. Es por eso que el cuerpo de élite nunca intentaron cerrarlo
de esa manera, es como una aguja en un pajar, si la aguja era transparente y el pajar era un océano.
—Pero una vez que sabemos dónde están.
Él se encogió de hombros. —Tú acabas de hacer otro portal. Sólo que en lugar de cortar a través de
la línea, has cortado en el portal que ya está cortando a través de la línea. Gasto mínimo de energía,
mínima posibilidad de quedar atrapados.
—¡A menos que los dueños averigüen lo que estás haciendo y te maten!
—Sí, pero eso no sucederá. Muchas personas tratan de atacar los portales de otras personas; es como
empiezan la mayoría de las guerras de territorio, y por qué las malditas cosas son custodiadas tan
duramente. Por esto. Ellos ni siquiera saben que se supone que están buscando esto. No es una cosa.
—¡No es una cosa porque es estúpido! —le dije con dureza.— ¿Qué pasaría si hubieras perdido el
portal? ¿Qué pasa si hubieras hackeado en el medio de una línea luminosa, y hubieras terminado sido
bombardeado? ¿Y si…?
—¿Y si nos hubiéramos disparado en la cabeza nosotros mismos? —dijo sarcásticamente.— Quiero
decir, vamos. Tuvimos cuidado. El único problema real era que no había forma de saber dónde te
estaba llevando un portal en particular. No era como yo si pudiera preguntar: Hey, este portal es
ilegal, así que ¿dónde va de nuevo? No. Y muchos de ellos no iban a donde queríamos.
Era completamente sincero, como si fuera literalmente todo de lo que había tenido que preocuparse.
La audacia era... bueno, era casi impresionante. Lo que probablemente era por qué se había salido
con la suya, me di cuenta. Alguien, en alguna parte, a través de los siglos había tenido la misma idea,
posiblemente incluso varios. Pero justo en sus talones lo-que-yo-estoy-pensando había sido una
bofetada, y eso había sido todo.
Hasta Ray. Ray justo había pensado, Guay. Ray había pensado, “Vamos a hacer esto para que me
saque del apuro con mi jefe”. Eso era como... como tener una espina en el dedo del pie y tomar la
decisión de cortarse el pie. Se ha resuelto un problema, pero chico, esto abre un montón más.
Pero Ray no lo veía. Ray estaba mirándome con engreimiento. Ray estaba orgulloso de sí mismo.
Ray estaba posiblemente loco.
—Así que cortaste un poco más, — le dije, porque por supuesto que lo había hecho.
Él asintió con la cabeza. —Sí, y luego un poco más y, bueno, tomó un tiempo para encontrar uno lo
suficientemente cerca de nuestra ubicación anterior para trabajar. Y aún así, terminamos en este
pantano de aspecto escalofriante en el otro extremo. Y nos encontramos con todo tipo de problemas.
—¿Cómo qué?
Ray no respondió. Pero recibí un repentino destello de un pantano, viejo, maloliente y oscuro como
la noche, a excepción de unos pocos rayos de luz al azar derramándose hacia abajo desde muy arriba.
Poniendo de relieve agua aún negra, corteza de moho cubierto y un montón de sombras silenciosas
zigzagueando a través de los árboles.
Estábamos corriendo al lado de las sombras, las cuales supuse eran los vampiros que Ray había
traído con él. Aunque yo no estaba muy segura de hacia dónde estábamos yendo. ¿O por qué
algunos árboles parecían estar creciendo hacia los lados?
Y entonces me di cuenta de que estábamos corriendo a lo largo de los troncos, golpeando el suelo
sólo de vez en cuando en una piedra o una raíz o quién-sabe-qué, porque pasábamos demasiado
rápido para verlo, al igual que todos los demás. Como si estuvieran jugando una especie de loco
pantano. Y eran malditamente buenos. Ni un solo pie tocó el agua oscura de abajo.
Hasta que lo hicimos. Nuestro pie chocó contra una piedra particularmente viscosa y se deslizó
fuera de control, sólo por un segundo, y apenas agitó el agua. Pero un segundo fue suficiente.
Algo enorme, viejo y agrietado como el tronco de un roble, salió a la superficie, demasiado rápido
para verlo, además de unas cuantas toneladas del terror que venía hacia nosotros. Una cola
enorme recortó hacia abajo, enviando un arco de agua verdosa a diez metros por el aire, unos
enormes dientes amarillentos brillaron y embistieron; estuvimos a un pelo de perder un pie
delante de otro cuando un vampiro nos agarró, nos elevó alto, alto sobre el agua…
Y luego estaba de vuelta, respirando con dificultad, a pesar de que no me había movido ni un
centímetro.
—Oh, —tragué. —Ese tipo de problemas.
Los ojos de Ray se abrieron como platos. —Hey. ¿Acabas de ver a…?
—Entonces, ¿cuántos portales hiciste? — Interrumpí. Porque no me gusta hablar de los vistazos que
el vino me daba ocasionalmente a la cabeza de otra gente. Ray podía actuar como si no fuera gran
cosa, pero yo no estaba acostumbrada a eso y no me gustaba.
—Yo… —Ray se detuvo. —¿Te refieres al total o sólo a esta vez?
—¿Esta vez? ¿Cuántas veces has estado allí?
—Bueno, es como esto.
—Mierda.
—Una vez que conseguí el embarque, por supuesto, el jefe quería saber cómo. Quiero decir, tú
podrías, ¿no podrías?
—Y se lo contaste. Y él pensó: ¿por qué detenerse con uno?
—Así es. Porque los Fey, no viajan mucho. No los que tienes por aquí, son raros o algo así, no lo sé.
Pero la mayoría de los Fey, no quieren moverse mucho de donde nacieron. Así que si quieres sus
cosas, tienes que ir a ellos. Y el jefe quería, oh, un montón de cosas.
—Así que te tenía cortando portales como una comadreja loca, le dije con gravedad.
¿Y por qué no? Ray no estaba exactamente arriba en la estructura de poder en las empresas Cheung.
Así que Cheung no estaba realmente arriesgando nada. Ray podía vaporizarse y eso no era ninguna
gran pérdida. Si Ray era atrapado, Cheung negaría todo conocimiento de sus actividades.
Lo que probablemente era exactamente lo que había hecho, o el Senado le hubiera atrapado ya. Las
últimas personas que ellos querían que tomaran algunos de esos escaños vacantes en el Senado eran
Cheung y su amigo con la cara de desquiciado. Ellos eran una incógnita con posibles vínculos con la
emperatriz de china, la líder del Senado de Asia Oriental. Quién acaba de pasar a ser el mayor rival
por el poder que la Cónsul norteamericana tenía.
No, si Ray hubiera dado algo al Senado sobre Cheung, lo habrían utilizado. Por otra parte, era el
mayor interés de Cheung permanecer lo más lejos posible de su deshonrado criado como fuera
posible en esta vital coyuntura. Sin embargo, allí estaba, tratando de atraerlo de vuelta al redil.
Yo no sabía qué estaba planeando traer Cheung, pero obviamente lo que él quería era bastante malo.
Miré hacia arriba para encontrar Ray de mal humor. —¿Qué?
—¿Podemos parar con los nombres? — exigió.
—Yo no te llamé ningún nombre.
—¿Qué pasa con “comadreja”?. ¿Eso se supone que es un elogio?
—Fue más de una expresión.
—¿Y “tonto del culo”?.
—Eso fuiste tú. Tú te llamaste así a ti mismo. —Yo cerré los ojos. —No importa. Sólo dime lo que
pasó.
—¿Qué crees que pasó? — preguntó de mal humor. —Yo estaba cortando portales y llegando a
acuerdos con las personas que encontré en el otro extremo.
—¿Y nadie ha notado algo? ¿Ninguno de los otros contrabandistas alguna vez vio un puñado de gente
cargando camiones llenos de mercancía de aspecto sospechoso al otro lado de su calle?
—Bueno, claro, lo podrían haberlo notado. Si hubiéramos sido tan tontos como para estar al otro
lado de la calle.
—Pero acabas de decir…
—Dije que tenía que estar cerca de su portal para introducir la mercancía. No dije que tuviera que
estar allí.
—Entonces, ¿cómo…? —me detuve. Porque justo en ese momento una horrible sospecha se me había
formado. Una sospecha muy, muy horrible. Pero tenía que estar equivocada. Tenía que ser. Porque ni
siquiera Ray podría haber... ¿verdad?
—Ray — le dije con cuidado. —¿Cómo sacas el material fuera?
Él levantó la mirada de la contemplación de su ombligo o lo que había estado haciendo, y me miró
parpadeando. —De la misma forma que la consigo. Algunos maestros tienen más chicos, ¿sabes?
Para que puedan patrullar más. No podían ser vistos moviendo un montón de cosas por donde tenían
un portal. Estos chicos no son demasiado brillantes, la mayoría de ellos de todos modos, pero son
paranoicos. Si me sorprendieran con un montón de cosas cerca de su puerta, podría haber sido
sospechoso.
—Así que...
—Así que a veces he tenido que unir otro portal al primero, —dijo, tan razonable. —Así podía
cortar en otra línea y desviar el material fuera de la zona.
—¿Pegas un corte, desde el hackeo (sabotaje) que acababas de hacer, en otro portal? —Pregunté, seguro
de que había entendido mal.
—Sí, — dijo alegremente. —O, a veces dos, porque es como el metro, todos los trenes no va donde
se necesita. Pero si vinculo suficientes de ellos, tarde o temprano…
—¿Vincular suficientes de ellos? ¿Cuántos de los portales en Manhattan has arrastrado a este
sistema corrupto tuyo?
—No lo sé. ¿Tal vez la mitad?
—¿La mitad? —Le miré fijamente con incredulidad.
—Bueno, no es como si los hubiera usado todos, pero como he dicho, no siempre era posible saber
donde estaba yendo un portal cuando uno lo hackeaba. Había una cierta cantidad de ensayo y error
en.
—¿El Senado lo sabe? — Interrumpí.
—Por supuesto que sí. Quiero decir, yo tenía que decírselo, ¿no? Estaban planeando hacer estallar
los portales ilegales, pero algunos de ellos estaban vinculados a los legales a través de algunos de
mis trucos, y eso podría haber causado... oh, un montón de problemas. Quiero decir, ¿puedes
imaginarte sus caras si hubieran volado uno de los suyos?
Ni siquiera reaccioné a eso. Ni siquiera estaba más sorprendida. Tal vez estaba entumecida.
Vacié el resto de mi cerveza.
—Hackeaste portales del Senado, — le dije rotundamente.
—Bueno, no es como si estuviera usando sus puertas, ¿no? — dijo, frunciendo el ceño. Como si él
hubiera esperado que le diera unas palmaditas en la espalda por su ingenio, y lo todo que estaba él
consiguiendo era una aburrida mirada de horror. —Tienen demasiadas protecciones en esas cosas, un
tipo tiene que estar loco para tratar de forzar la entrada. E incluso si dijeras que lo hiciste, ¿qué
conseguirías? Un grupo de maestros cabreados que te terminan antes de que pudieras parpadear. Y yo
no necesitaba sus puertas de todos modos, sólo una parte del espacio de en medio. Ya sabes, para
cerrar la brecha entre algunas de mis otras líneas.
Le miré fijamente durante un momento, realmente sin palabras. —¿Por qué sigues vivo? —
Finalmente exigí.
—Porque ése era el trato. Yo dije todo, derramé mis tripas, no guardé nada. Y entonces no me
mataron. Y tuvieron que cumplir su parte, nunca lo habrían encontrado todo por su cuenta. Quiero
decir, en serio, estamos hablando de años.
—Y simplemente dejaron que te fueras.
Él rodó los ojos. —Por supuesto. ¿Por qué no? Asumieron que Cheung me iba a matar, de todos
modos, en cuanto me arrojaran a su lado de la acera. Se deshicieron del problema.
—Pero no te tiraron al otro lado, —le dije, recordando cierto viaje en limusina esa misma mañana.
Es cierto, nadie parecía demasiado interesado en ayudar a Ray para que no fuera pasto de las llamas.
Pero teniendo en cuenta todo, me habría esperado que ellos le rociaran de gasolina y encendieran una
cerilla.
Pero él no escuchaba.
—Esto realmente me muerde el culo, ¿sabes? —me dijo… Estoy por qué Cheung terminó un gran
negocio a tiempo en el comercio de contrabando en primer lugar, cuando solíamos ser poca cosa. Fui
yo. Todo fui yo. Pero, ¿obtengo algo de crédito, algo de respeto, por algo de ello? Por supuesto que
no. Sigo siendo el mete patas de Ray, Ray el hazmerreír, Ray el tonto del culo. Sólo soy el
hazmerreír ahora, porque tengo un nuevo maestro, y él me puede morder.
—¿Un nuevo maestro? —Fruncí el ceño. —Pensé que habías estado bajo la custodia del Senado
durante todo este tiempo.
—Sí, bueno. — Él se removió y apagó el cigarrillo, a pesar de que estaba sólo hasta la mitad. —Ya
sabes cómo es. Yo quería ir a casa. Volver a poner las cosas como estaban. Pero eso es un poco duro
con el maestro tratando de matarme así que no podía revelar la ubicación de todos los hacks que
había hecho. Y posiblemente le incriminarían en el negocio. Entonces, ¿dónde podía ir? Tuve que ir
al Senado.
—Sí, dijiste que ibas a cantar como un canario. —Recordé yo.
Cheung sólo había permitido a Raymond caer en manos del Senado, en primer lugar porque había
asumido que su antiguo empleado, había sido la cabeza de turco del momento, no iba a durar lo
suficiente como para decir nada a nadie. Pero una vez que se dio cuenta de que Ray, que había
resultado ser extraordinariamente resistente gracias a talismán desaparecido de Claire, todavía
estaba vivo, la caza había sucedido. Él se había visto envuelto con él una semana o así, y Ray me
había utilizado para sacarlo del apuro.
Lo último que había visto, excepto el pájaro que me había disparado como agradecimiento, era a él
arrojando la dudosa protección al Senado tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Había sido
una decisión inteligente. No es que el Senado fuera más amable que su antiguo jefe, pero había tenido
una razón para seguir con vida Ray, Cheung no. Por lo menos no entonces. Y, como dice el viejo
refrán, la vida significa esperanza, y esquemas e intriga y margen de maniobra. Lo que supuse que
Ray había utilizado, desde que él estaba allí.
—Oh, sí, — confirmó. —He cumplido mi parte del trato. Tal como yo pensé, si no hablaba, el jefe
iba a matarme para asegurarse de que yo nunca lo hiciera, y si hablaba, me mataría por traicionarlo.
De cualquier manera, terminaría con mi muerte. Y puesto que el Senado me tenía... bueno, ellos
ganaron esa ronda.
—¿Y entonces uno de ellos decidió recogerte?— le pregunté con incredulidad. Me estaba costando
ver un Senador, cualquier Senador, tomando un destartalado tren como Ray.
—Mierda, no, —dijo con amargura. —¡Se rieron en mi cara cuando me entregué! De todos modos,
me dijeron que me tenían que enviar de vuelta a mi señor. Cheung nunca me liberó, por lo que
todavía era de su propiedad, y si no me iba a liberar, me tenían que regresar. Esa es la ley.
Y sí, así era. Era el tipo de cosas que a menudo no se mencionan a todos los seres humanos
esperanzados, haciendo cola para unirse al club de la eternidad: que la mayoría de sus miembros
nunca llegaban a niveles superiores. Que la mayoría de ellos se quedaban esencialmente como
esclavos de por vida, ya que a nadie le importaba mucho lo que un maestro hiciera con sus esclavos.
—O, por la ley vampiro, no podían hacer nada al respecto si lo hicieran.
—Pero no volviste, —le dije, preguntándome por qué de repente tuve una sensación extraña.
—Maldita sea, no lo hicieron. Pero sólo porque encontré una salida. Al igual que con el lío del
portal. —Él se echó hacia atrás, frunciendo el ceño, meciéndose locamente. —Ya sabes, cuando eres
un maestro de nivel bajo, se mantiene la esperanza de que, un día de estos, vas a subir un rango. Es
como un tipo bajito que sigue mirando a los jugadores de baloncesto y pensando, “uno de estos días,
seré yo”. Yo puedo ser cinco… en este momento, pero en un año, o dos, o tres, yo seré Michael
Jordan.
Sólo que en un año, o dos, o tres, tú todavía eres cinco…. Y un día, te das cuenta de que es todo lo
que alguna vez vas a ser.
—Ray.
—Así que aprendes a lidiar con ello. Te dices, bueno, tal vez no podré ser una estrella del
baloncesto. Pero tal vez pueda ser Bill Gates y ganar más dinero que todos ellos. O tal vez.
—Ray.
Traté de cortarle de nuevo, pero Ray estaba en un roll, las palabras le inundaban.
—Eso es algo que los tipos grandes no tienen que hacer, como Zheng-zi. Él tiene más poder en su
dedo meñique que el que me dieron en todo mi cuerpo, pero daña tanto como ayuda. Mira esta noche.
Él no se molestó en pensar, ¿cómo voy a acabar con esta chica que me pateó el trasero un par de
veces? No te preocupes por eso, porque es Zheng-maldito-zi y él no tiene que hacerlo. Él asume que
te dominará. Pero tú como yo, usas la cabeza. Así que ¿quien termina en pedazos y quién no?
Tenemos mucho en común, tú y yo. —Por fin se detuvo, muerto todavía, y se quedó mirando el suelo.
—Tal vez eso es lo que me hizo pensar en ello.
—¿Pensar en qué?
—Que el Senado no podía entregarme a Cheung, porque él no era mi amo ya. Porque un maestro
puede vender un siervo a alguien que necesite sus talentos, o comerciar con él por alguien que les
guste más, o, infiernos, perderlo en un maldito juego de cartas. —Levantó la mirada, y sus ojos
azules se encontraron con los míos. —O... él puede tirarlo a la basura.
—¿Tirarlo a la basura? —Repetí, sintiéndome un poco mareada. Pero estaba equivocada, yo no
estaba pensando claramente tampoco, porque él no podía estar diciendo lo que yo pensaba que estaba
diciendo.
Ray no respondió. Se levantó y cogió mi botella de cerveza vacía.
—Se te ha acabado. ¿Voy a conseguir otra de éstas para ti... maestro?
Capítulo 16

Veinte minutos o así más tarde, estaba sentada con la cabeza en mis manos, una segunda botella de
cerveza vacía a mi lado y un dolor de cabeza palpitante en mis sienes. Sentí más que oí a alguien
venir detrás de mí y no tuve que preguntarme quien era. Mi vagina acababa de tener un latido.
Grandes palmas se extendieron a lo largo y calentaron mis hombros y yo dejé caer la cabeza hacia
delante, porque parecía que algo bueno podría ocurrir si lo hacía.
—¿Una noche dura? —murmuró Louis-Cesare, los pulgares siendo infalibles en los peores lugares
con la cantidad justa de presión.
—Me parece que he adquirido a un siervo vampiro, —murmuré sobre el tablero. —Quien creó por
toda la ciudad un sistema de Frankenportal. Los cuales alguien está usando como un vertedero para
los contrabandistas muertos.
Él había estado trabando su camino hacia arriba a la parte trasera de mi cuello, haciendo que la piel
de gallina se elevase por todas partes en mis brazos. Pero eso le detuvo. —¿perdón?
Suspiré.
—¿Tienes un sirviente vampiro? —preguntó, aparentemente decidiendo acabar con el masaje.
—Ray, —confirmé, sin alzar mi cabeza. Porque tuve el tipo de tener la esperanza de que él
empezaría de nuevo. —¿Sabes como Cheung nos dijo que podíamos tomarle, por todo lo que le
importaba, y de que nunca quería verle de nuevo?
—Vagamente.
—Bueno, Ray recordaba palabra por palabra. Y convenció al Senado que eso significaba que
Cheung le había regalado. A mí.
—Pero… no eres un vampiro.
—Sip, lo mencioné. Pero Ray lo comprobó y no hay nada en los libros de reglas sobre de qué
especies el obsequiado tiene que ser.
—Posiblemente debido a que eso es entendible.
—mm-Hmm, —dije, porque él había comenzado el masaje de nuevo, y se sentía realmente, realmente
bien. Pecaminosamente bueno. —pero entendible no es indicado, pues quiere decir que el Senado
puede interpretar las reglas según les guste.
—Y ellos eligieron interpretarlas a favor de Raymond debido a su conocimiento del sistema de
portal.
—Lo cual pensaban que podrían posiblemente necesitar de nuevo, Sip. —Manteniéndome como
niñera sin cobrar debido a que Cheung no podía reclamarle como su propiedad.
—Típico.
Louis-Cesare estuvo en silencio por un momento. —¿Dónde está Raymond ahora?
Me encogí de hombros. —Marlowe de lo llevó hace unos minutos.
—Pero él acababa de liberarlo esta mañana.
—Sip, pero eso fue antes de que los cuerpos empezaran a aparecer en los sótanos de las personas. El
Senado quiere a Ray para ayudarles a rastrear las corrientes y averiguar dónde fueron vertidos en el
sistema. Tienen la esperanza de un testigo ocular.
—Eso parece… improbable
—Uh-huh —lo menos importante de esto porque no creía que Ray realmente recordara todos sus
túneles. No me parecía el tipo de persona organizada. Me parecía como el tipo de persona que es un
buen fumeta, si no le gustase el dinero y quejarse tanto.
Louis-Cesare no preguntó nada más, los cual estaba bien para mí desde que no me sentía habladora.
No con sus nudillos presionando nudos de dolor ardiente a cada lado de mi cuello. Hacia arriba y
hacia fuera, dejando detrás una extensión de ausencia de dolor que era mejor que el placer.
Y él gemía junto conmigo.
Eso debería haberme cabreado, porque eso casi seguro quería decir que él estaba recogiendo mis
sentimientos, si no más. Pero estaba teniendo problemas para conseguir trabajar sobre eso. Tal vez
porque estaba oscuro y los Fey estaban cantando algo suave y dulce lejos al otro lado del patio y el
olor de la hierba iba a la deriva sobre el aire, probablemente de la misma fuente. O porque los
músculos de mi columna estaban lentamente licuándose mientras más dolor del que ni siquiera sabía
que tenía estaba siendo cazado hacia abajo y empujado afuera.
Permanecí donde estaba.
Eso fue cierto incluso cuando una mano hizo su camino hacia arriba a través de mi pelo y sobre mi
mejilla herida. Me quedé quieta en anticipación de más dolor, pero el toque fue tan suave, que no
hubo ninguno. Y él no movió sus dedos, así que no hubo fricción. Estaban más fríos que mi piel esta
noche, tal vez porque él no se había alimentado recientemente, o porque la herida estaba más caliente
que la temperatura normal de mi cuerpo. De cualquier modo, se sentían bien.
Permanecieron en lugar por un gran rato, como si estuviera recogiendo información a través del tacto.
Y por todo lo que sabía, podría estar haciéndolo. Entonces, sin mover los dedos, inclinó la cabeza
sobre mi hombro y besó el lado de mi cuello.
—No, —susurré, sin convicción alguna.
No estaba demasiado sorprendida cuando él me ignoró. Besaba otro lugar, y luego otro, ninguno de
ellos demasiado cerca de la inflamación, todos desesperadamente sensibles y por mucho tiempo
ignorados, porque había un montón de cosas que podías hacerte a ti mismo, pero no podías
mordisquearte a ti mismo el cuello. Nada de eso fue diseñado para estar excitando con suaves labios,
sin lengua, arrimándose cerca de alguna frontera de comodidad que él había intuido, pero que estaba
de todos modos. También era extraño, por alguna razón que no podía nombrar, hasta que de repente
me di cuenta.
La gente simplemente no venía y tocaba a una dhampir.
Seguro, los enemigos me agarraban en un combate, y Claire me tocaba en casos de emergencia. Pero
el contacto casual y amistoso había sido siempre escaso. Incluso mis antiguos amantes habían sido
cautelosos, y no solo los vampiros. Los humanos también podían sentir, eso, que había algo extraño
sobre mí, algo diferente, algo mal. Y tendían a mantener las distancias.
La única criatura que apenas nunca había parecido notarlo era Stinky. Sus largos y pegajosos dedos
de las manos y de los pies le permitían escalar a la gente tan fácilmente como árboles, muebles y
cualquier cosa que no corriera lo suficientemente rápido. Y le gustaba el contacto humano, incluso el
mío. Tal vez especialmente el mío, porque regularmente se metía en mi regazo o invadía mi cama,
con la inconsciencia arrogante de los niños y de los cachorros de todo el mundo.
Louis-Cesare no era un niño. O un cachorro. Pero él siguió haciéndolo de todos modos. Y no solo en
las ocasiones íntimas como esta mañana. Él tocaba la parte baja de mi espalda cuando le precedía a
través de una puerta. Tocaba mi mano o mi hombro cuando estábamos hablando. Alisaba una mano
hacia abajo de mi pelo en cualquier momento que le diese le gana y entonces actuaba como si nada
hubiera ocurrido.
Y eso me hacía perder el equilibrio cada maldita vez. No era agresivo; no era doloroso; no era un
reto. Era solo eso, sutil e inconsciente y rápidamente devastador porque tampoco era indeseado.
Lo peor de todo era que me encontraba a mí misma aminorando cuando nos acercábamos a una
puerta. No por ninguna buena razón, solo para asegurarme de obtener ese toque. O permanecer de pie
un poco más cerca para hacer que el alisar el pelo fuera mucho más probable. O —y eso fue cuando
realmente supe que estaba en problemas— en realidad considerando dejarme crecer el cabello, solo
porque sabía que a él le gustaría. Incluso a pesar de que la razón para mantenerlo corto —negarle a
los malos un fácil agarre— era significativamente más importante para mi jodida supervivencia.
Así que, teníamos un problema. Y no creía que el método que empleaba con Stinky, es decir, dejarle
salirse con la suya, fuera una gran idea aquí. Louis-Cesare no era un niño descuidado o un cachorro
que me había encontrado en un contenedor. Era un maestro vampiro y los maestros vampiros no te
seguían a casa y pasaban el rato en tu porche.
Ok, excepto Ray. Pero él estaba claramente demente y de todos modos, estaba en el quinto nivel y
tenía una buena razón. Mientras que Louis-Cesare era de primer nivel con su propia familia y su
propia corte, probablemente casi tan lujosa como la de Mircea puesto él había sido Senador,
también, hasta hace unas pocas semanas. Y eso hacia a nuestros mundos casi tan distantes como
podían ser.
No le quería aquí.
No le necesitaba aquí.
Necesitaba que se fuera. Fuera de mi vida antes de que me acostumbrara a tenerlo cerca. Antes de
que me doliera más de lo que ya lo hará cuando finalmente yo me vuelva una mujer…
—No te relajas fácilmente, —murmuró.
—Soy una dhampir. Esto es relajado, —dije. Se suponía que fuera duro, un manotazo verbal, pero
salió cansado y del tipo de dormida.
Louis-Cesare no hizo comentario. Solo colocó esas manos grandes alrededor de mi cara, y se deslizó
más, más abajo. Recorriendo con los labios entreabiertos sobre mi mejilla y mi mandíbula como si el
ser permitido tocar mi piel fuera un privilegio.
Y bueno, eso no estaba ayudando. Y tampoco lo estaban los brazos que se envolvían alrededor mío,
empujándome lejos de la mesa y hacia atrás contra en cálido cuerpo dentro del suéter rizado. Ni la
boca que encontró mi oreja y mi mejilla, las cuales se habían desinflado en algún punto que yo no
había notado. Ni el modo en que su aliento fue capturado cuando finalmente se encontró con mis
labios.
Y entonces la puerta trasera se abrió de golpe y un torrente de luz amarilla nos golpeó. Y una voz
familiar dijo, —lo siento
Alcé la vista para ver a Claire, recortada en la luz, sin parecer siquiera un poco arrepentida. Tal vez
porque su pelo estaba alborotado y su delantal empapado y ella olía a jabón. Tenía un gran cubo de
plástico negro en sus manos, del tipo que usamos para limpiar las mesas del jardín.
Lo cual, me di cuenta demasiado tarde, no había hecho todavía.
Y ella no iba a recibir ninguna ayuda de los Fey. Sus guerreros podrían dar su vida por Claire, pero
no recogerían los platos y los cubiertos por ella. Ni pelaban las patatas, ni sacaban la basura, ni
ayudaban con cualquiera de las otras tareas domésticas, las cuales se habían multiplicado en número
y en dificultad con una docena extra de bocas que alimentar.
Los gemelos eran más tolerantes, pero los trolls no son conocidos por un tacto suave, y preferíamos
no tener que reponer todos los platos. De nuevo. Así que todas las noches nos turnábamos, y era mi
turno el limpiar las mesas, solo que con todo lo que había ocurrido, lo había olvidado.
—Dame eso, —le dije, alcanzando el cubo mientras ella intentaba rodearnos. Y alejarlo.
—No harás nada esta noche, —me dijo, apartándose el pelo sudoroso de su cara.
—¿Por qué no? Te estás apegando a los platos.
—¡Yo no estoy medio muerta!
—Yo tampoco. —En realidad estaba sintiéndome un poco mejor ahora que tenía algo de comida
dentro de mí. El hambre era siempre un gran problema con algunos tirones musculares o una
mandíbula magullada. Mi metabolismo podía cuidarse de estos muy rápidos por sí mismos, incluso
sin la asistencia vampiro. Pero eso no podía alimentarse. Y la sanación tomaba un montón de energía.
—Necesitas dormir un poco, —dijo enojada.
—Dormí la mayor parte del día. Y no voy a dejarte con toda la limpieza por hacer.
—Lo harás si lo digo, —me dijo. Porque Claire nunca conoció a ninguna persona que ella no
intentara mangonear.
Y la mayoría de las veces, funcionaba. Pero no esta noche. —Las mesas o los platos, Claire. Uno o
lo otro.
Ella suspiró de repente, y se rindió. Demasiado cansada para discutir, probablemente. —Las mesas,
entonces. No hay necesitada de que ambas nos mojemos.
Pero a Louis-Cesare no le gustó la idea. —Yo lo haré, así vas a descansar. —Me dijo.
Claire parpadeó hacia él, como si ella hubiera escuchado mal, y me reí. —¿Tú lo harás?
—¿Por qué no?
Lamí mis labios, pues muchos, y muy numerosos comentarios batallaban por ser los primeros en
salir. Pero Claire le miraba críticamente. Por supuesto, él no estaba vestido para los trabajos
domésticos.
Llevaba el mismo pantalón caqui y el suéter azul de esta tarde. Llevaba un montón de suéteres, no
sabía el por qué. Los vampiros podían regular sus temperaturas mucho mejor que los humanos, pero
un suéter en agosto parecía extraño. Supongo que tal vez le gustaba el modo en que se sentía contra su
piel.
Eso era compresible. El tejido “de algún tipo de suave y limpia angora” solo enfatizaba los duros
músculos de debajo, y casi parecía imposible el no tocarlos. Ni siquiera me di cuenta de lo que lo
había estado haciendo hasta que sentí en pezón endurecerse abruptamente debajo de mi mano.
Y hasta que un paño de cocina me golpeó en la cara.
—He cambiado de idea, —me dijo Claire secamente. —Tienes que estar en la cocina.
—¿Por qué?
—Necesitas refrescarte.
—Estoy bien, —dije, sintiendo mis mejillas coloradas, y arrojé de vuelta el paño.
—Por supuesto que lo estás, —dijo, rodando los ojos. Pero entonces nos dejó.
La parte trasera de la casa es una de las razones por las que el viejo lugar era preferible a cualquier
nuevo y resbaladizo apartamento. Sí, el agua tenía que correr diez minutos para conseguir que se
acercara remotamente a caliente. Si, la mitad de los desagües golpearían el infierno fuera de ti si
hacías algo tan radical como intentar arreglar alguno. Sí, la puerta del jardín chirriaba como una
víctima de asesinato al menor toque.
Pero entonces estaba esto.
Era una reliquia de un tiempo cuando la gente en realidad usaba los patios traseros para algo como
tender la ropa y plantar un jardín, e, infiernos, jugar una liga de béisbol, dado el tamaño. Pero
entonces los Fey se habían mudado. El frente de la casa había tenido que permanecer igual, ya que
daba a la calle y la gente podría haberse preguntado por lo que había hecho que de repente se hubiera
convertido en el país de la hadas literalmente fairyland.
Pero la parte trasera estaba vallada y completamente privada, y los Fey habían estado aburridos y…
bueno.
La vieja valla había estado a punto de caerse, con juntas podridas y/o faltantes y obstruidas con
malas hierbas. Pero ahora las malas hierbas habían sido reemplazadas por vides que se habían
enlazado juntas, llenando los agujeros y entonces fluyendo a lo largo de los viejos tablones como
olas. La ilusión estaba acentuada por los rocíos pulverizados de algún tipo de flor blanca que
espumaba hacia arriba aquí y allí, como rompeolas.
Había más flores salpicando el patio, a pesar del hecho de que la mayoría de estas no eran de
temporada. Unas de éstas eran las hortensias púrpuras del vecino, las cuales habían puesto el espíritu
de las cosas. El aspecto normalmente enfermizo del matorral hacía de todo excepto salir de la tierra,
como una cascada sobre la valla como un charco y formando un oleaje púrpura a lo largo de un lado
del patio.
En el medio de todo esto una ciudad en miniatura se había levantado, un semicírculo con tiendas de
campaña de aspecto vagamente medieval salpicadas de oro por las cadenas de las linternas colgadas
entre éstas. Un montón de enormes raíces se habían alzado desde el suelo en el centro, haciendo un
área de descanso alrededor de una fogata, donde los artistas y los Fey estaban hablando y cantando y
riendo y aparentemente llevándose bien como un viento a toda vela.
Por supuesto, eso podría tener algo ver con la mencionada nube de tabaco. (malas hierbas).
Ésta no afectaba a los Fey, quienes eran prácticamente inmunes a la debilidad de las plantas de los
humanos. Pero se aseguraba de que sus invitados no notaran ciertas cosas. Como el parche cercano
de las no-campanillas, las cuales sonaban con un tono débil cada vez que el viento soplaba a través
de estas. Ni las cadenas de luciérnagas que festoneaban los arbustos y brillaban en los árboles, como
diminutas luces de navidad. Ni la vieja mesa y las sillas del jardín las cuales estaban a la altura de su
nombre, habiendo sido completamente cubiertas, hasta los listones individuales de los asientos, por
una cubierta de brillante musgo verde.
Era hermoso y extraño y del tipo inquietante y…
—Encantador, —dijo Louis-Cesare, mirando a su alrededor mientras nos aproximábamos a tres
nuevas mesas de picnic puestas en medio del camino entre la casa y el campamento.
—Sip, literalmente, — dije, dejando el cubo en el borde de la mesa más cercana y sacudiendo el
interior de la bolsa de basura.
Las mesas sentaban a seis en cada una, lo cual normalmente era suficiente, incluso cuando la familia
y los Fey comían todos juntos. Pero ésta noche había habido más gente de lo normal, y las sillas
estaban descolocadas, asentando lugares adicionales y los platos y las charolas de los visitantes
llenaban el área, haciendo la limpieza más trabajosa que de costumbre. Cerré un par de sillas
plegables y las apilé contra un árbol, y entonces me volví hacia la mesa número uno, solo para tener
a Louis-Cesare tomando el primer plato de mi mano.
—Dije que lo haría.
—Excepto que nosotras necesitamos los platos de una pieza, —dije, cogiéndolo de regreso. —
Gracias.
—¿Crees que no sé cómo se hace? —preguntó, y la temida ceja de la fatalidad vago hacia el norte.
—Creo que no sabes cómo se hace, —estuve de acuerdo.
Y lo siguiente que supe, mi mano estaba vacía. Y los ocho platos, cuencos y vasos estaban dentro en
el cubo, cada uno perfectamente apilado en su propia pequeña pila, con ocho juegos de cubiertos de
plata apilados a un lado. Y un vampiro estaba apoyado contra el lateral de la mesa, luciendo
satisfecho.
—Creí que tenías sirvientes que te hacen esto, —dije, intentando no parecer impresionada. Porque su
ego era ya lo suficientemente grande.
—Ahora. Pero hubo años cuando no los tenía.
Sip, siempre olvidaba eso sobre él. Porque por un extraño conjunto de circunstancias yo no lo
comprendía por completo, Louis-Cesare no había pasado sus años de formación en el seno de una
familia de vampiros, siendo acosado y molestado y ordenado, pero también siendo enseñado contra
las cuerdas. Tal vez eso era el por qué era un vampiro poco convencional, incluso ahora.
Bueno, eso y más que terco. En algún lugar en todos estos años sin maestro, se había formado sus
propias ideas sobre el funcionamiento del mundo. Y por el momento nadie se acercó alrededor a
señalarle, por ejemplo, que los señores maestros no recogían mesas, como había estado haciendo en
su pasado.
—Pero estoy sorprendido de que tus amigos no lo hagan,—dijo Louis-Cesare. —¿Los Fey no ayudan
a la princesa?
—Si por “ayudar” quieres decir marchitando a las mujeres de la nobleza quienes arrugan la nariz
ante todo y no levantan ni una mano. —Habían durado menos de un día. Claire no jugaba a eso.
—¿Los Fey no tienen ayudante de cocina, servicio?
Suspiré. —Sí. Pero esa cosa al completo de la jerarquía. Los soldados estaban bien con las mujeres
de la nobleza siendo hospedados dentro de la casa, puesto que son al parecer demasiados delicados
para encarar los rigores del patio trasero. —Él sonrió. —Excepto que los sirvientes no pueden estar
ocupando un mejor hospedaje que los soldados, porque los soldados están por encima. Y no
podíamos meter ajustados a los soldados dentro de la casa, incluso si ellos se doblaban, ya que no
hay suficientes habitaciones libres. Así que…
—Así que no ayudan.
—No.
Louis-Cesare se quedó pensativo.
—Bueno, excepto por los gemelos.
—¿Los gemelos?
—Sven y Ymsi. Pero mientras son buenos cogiendo y alzando los sofás para que podamos aspirar, no
son buenos con las tareas más delicadas. Hemos perdido ocho ventanas cuando intentaron lavarlas y
terminaron obligándonos a reemplazarlas. Y no son mejor en la cocina.
—Teniendo en cuenta su tamaño, lo encuentro sorprendente, —dijo secamente.
—Sí, bueno. No es tanto que ellos no puedan cocinar, sino lo que cocinan. Los trolls comen, bueno,
nunca he encontrado nada que no se coman, al menos no hasta ahora.
—¿Quiero saber lo que significa eso?
Pensé en una memorable cena hace unas pocas de semanas. Y me estremecí. —No.
Por suerte, él no preguntó, solo se trasladó a la mesa número dos. La cual no duró más que la mesa
uno. En un parpadeó, los nuevos platos estaban apilados correctamente en la parte superior de los
antiguos de la uno, con la cubertería acuñados perfectamente a su lado. Si la cosa como maestro
vampiro no funcionaba, sabía de algunos restaurantes que le enchufarían en un segundo. Y entonces
se puso gallito y trasladó el cubo rebosando a la mesa numero tres.
Como si…
—¿Dónde están tus sirvientes? —Le pregunté con una sonrisa, preguntándome si haba una familia de
locos vampiros al completo por ahí fuera.
—Algunos están trabajando con el señor Marlowe. El Senado anda corto de manos, y fui preguntado
para tener a mis maestros prestando una mano.
—¿Y los otros?
—Algunos están en Les Pléiades, mi corte en Francia. Y algunos están aquí, en Nueva York.
—¿Aquí? ¿Entonces por qué no he visto a ninguno?
—Están ocupados buscando una casa para mí.
—¿Vas a comprarte una casa aquí?
—Mmm. Por alguna razón, encuentro a Nueva York más… atractiva… de lo que la recordaba.
No estaba segura de cómo responder a eso, así que no lo hice. Solo seguí detrás de él, metiendo
artículos de papel en la bolsa de basura y cerrando las bandejas a medio comer con rollos de
pastelería. Algunos de estos ni siquiera habían sido abiertos, pero los otros probablemente estén
duros mañana. No es que eso fuera malo. El budín de pan de Claire con whisky era casi tan bueno
como un orgasmo.
Casi.
Sonreí ante eso, y Louis-Cesare lo vio. —¿Qué fue eso?
—Nada.
Y no lo era. Nada importante, de cualquier modo. Ni peligroso. Ni desafiaba la muerte ni, bueno,
nada.
¿Así era como la gente normal vivía todo el tiempo? Me pregunté. No lo sabía. Nunca había sido
normal. Nunca seré normal. Pero lo visitaba de vez en cuando, y era… agradable.

—Por cierto, —me dijo. —A mi mayordomo le gustaría saber tu color favorito.


Parpadeé. Ambas porque eso era del tipo sacado de la nada y porque él de algún modo acababa de
apilar cada maldito plato de la tercera mesa sobre la tambaleante pila.
—¿Por qué?
—Le informé que me gustaría que la decoración fuera agradable para ti.
Solo permanecí allí de pie, empujando más allá la basura mientras intentaba procesar eso. —¿Por
qué?, —repetí finalmente.
—Para cuando me visites, —dijo, como dando por supuesto que lo haría. Y como si me preocupará
la decoración si lo hacía. Nunca había poseído muebles, y él estaba preocupado de que ¿no me
gustara el esquema del color?
Era extraño.
Pero él estaba allí de pie, mirándome fijamente como si esperara una respuesta. La cual no tenía
porque nunca pensé sobre eso. —Yo… no tengo uno.
Él frunció el ceño. —Pero todos tiene uno. Él mío es el azul. El de Radu es el amarillo. El de tu
amiga Claire es el verde, a juzgar por la cantidad que lleva de este color.
Y sí, sonaba razonable cuando él lo puso así, excepto que eso no cambiaba el hecho de que no lo
sabía. Y la elección de vestuario no era probable que me ayudase, porque la mía había sido siempre
más que otra cosa sobre la conveniencia. No me preocupaba sobre lucir bien. Estaba preocupada por
el coste, pues mi estilo de vida tendía a ser duro para la ropa. Estaba preocupada sobre el mejor
camuflaje posible para hacer el trabajo, porque mientras más difícil eres de ver, más difícil puede
ser golpeada. O disparada. O apuñalada. Y eso normalmente se reduce al azul oscuro, lo cual es el
más difícil de ver en la noche que cualquier otro color, o el negro, porque ese es el uniforme urbano
más práctico en todas partes.
— ¿Dory?
—Yo… ¿el negro?, —Supuse, porque tenía que decir algo. Ni Dios me ayude, él podía decir que era
el rosa.
—¿Negro?
—¿Qué le pasa al negro?
Sus labios temblaron. —Nada. Esto debe proveer a Georges con un… interesante desafío.
Él había terminado de apilar el resto de los platos mientras hablaba, en una elevada y temblorosa
montaña, como la preparación de algún raro espectáculo de circo. De algún modo, todos estaban allí,
o encima de allí, ya que la mayoría no estaban en realidad tocando nada excepto otros platos y el
aire. Pero eso no iba a hacernos ningún bien, puesto que claramente no iban a ningún lugar más.
Louis-Cesare vio mi expresión. —¿Piensas que no puedo conseguir meterlos sanos y salvos en la
casa?
—Sé que no puedes. —Por una cosa, dudaba de que encajaran a través de la puerta.
La ceja hizo su reaparición. —¿Estás dispuesta a apostar sobre eso?
—¿Apostar qué?
Él me dio una lenta sonrisa, del tipo que decía que el dinero no era lo que estaba envuelto aquí.
Lo cual era bueno, desde que Mircea acababa de despedirme. Pero ese no era el punto, desde que
podía ofrecer otras cosas incluso menos.
—No lo creo, —abrí mi boca para decir eso, solo que mi lengua tenía otras ideas, mi lengua sonó
con un alegre, —Ok, —antes de pudiera detenerla.
Y Louis-Cesare no me dio oportunidad de retractarme. Salió para la casa, danzando a través de los
obstáculos del patio como un bailarín “o como lo que era, un experto espadachín” con esas ridículas
pilas de platos sobre un hombro. Y de algún modo él no dejó caer ni uno solo.
Y realmente no había esperado que lo hiciera.
Capítulo 17

Él se había ido hace mucho. Bueno, está bien, probablemente fue más como hace cinco minutos, pero
se sentían como mucho tiempo cuando estás ocupada discutiendo contigo misma por lo estúpida que
eres y no consigues llegar a nada. Mi cerebro estaba molesto, pero mi cuerpo claramente no estaba a
bordo. Mis dedos siguieron intentando tocar y mi cara seguía intentado hacer una mueca y en general,
creo que el cuerpo podría estar ganando.
Decidí acercarme a los Fey, así al menos tenía una razón para mirar como una idiota.
Las cosas habían llegado a la etapa empalagosa, y ellos realmente estaban en ello. Los vecinos
habían traído lo normal —baterías, panderetas y la guitarra de Jacob. Los instrumentos Fey eran un
poco diferentes, pero aún así del tipo familiar— unas cosas tipo flautas, cosas tipo laúdes, y alguna
colección de rarezas que se parecían como si un pulpo se hubiera apareado con algunas gaitas.
Lo que me tomó unos pocos minutos fue el darme cuenta de que los Fey sin instrumentos también
estaban tocando.
La brisa se agitó a través de las copas de los árboles como un cepillar de platillos. El agua goteaba
de una fuente de bambú con la regularidad de un metrónomo. Las campanas repicaban en los límites
de la casa con un ritmo sospechosamente conveniente. El batir de la bandera de un vecino, el
retumbar de un trueno distante, y los grillos sonando afuera de los límites consiguieron adentrarse en
el acto. Incluso el molesto pájaro de ésta mañana, el cual debería haber estado dormido hace rato,
estaba ocupado gorjeando una melodía.
Esto no era obvio, no a la primera. Pero después de fijarse unos pocos minutos, era difícil no notarlo.
El patio entero se había convertido en un instrumento.
—¿Cómo lo hacen?, —le pregunté a Claire, quien se había colocado a mi lado, las líneas de
cansancio de su cara suavizándose mientras miraba a los bailarines.
Ella negó con la cabeza sin poder hacer nada. —¿Magia?
Ah, Sip, eso era. No del tipo que estaba acostumbrada, del tipo que comprabas a distribuidores de
callejones sombríos, del tipo que se usa para herir. Pero era magia no obstante. Feliz y alegre y
zumbando sobre mi piel. Cortaba a través de la fatiga, haciéndome querer bailar como algunas de las
chicas que ya lo estaban haciendo, sus cuerpos bloqueando la luz del fuego en intervalos,
parpadeando como imágenes en un carrete de cine mudo.
Solo que ellos no eran imágenes descoloridas en blanco y negro, solo glorioso y vivo color.
Brillantes bufandas revoloteando, cabellos largos flotando, ojos resplandeciendo, y la joyería
captando la luz en destellos deslumbrantes que también, de algún modo, parecía estar al ritmo de la
música. O de la magia, porque todo el patio respiraba con ella, adentro y afuera, adentro y afuera,
como el corazón de una criatura gigante que reía y daba vueltas y silbaba en la noche,…
Y entonces yo estaba bailando. Alguien deslizó un brazo alrededor de mi cintura y alcé la vista para
ver los ojos de Louis-Cesare brillando hacia mí, brillando como zafiros —por un segundo. Y
entonces se apagaron.
Y fue mágico, o algo parecido. Mis pies parecían saber los pasos, complicados como eran, y el ritmo
estaba latiendo a través del suelo en lugar de al revés, como si la tierra misma dirigiera el baile. Y la
tierra parecía estar de buen humor, porque pronto casi todos estaban involucrados, incluso Claire,
quien se estaba riendo y sacudiendo la cabeza y retrocediendo del Fey que intentaba coaccionarla
para bailar.
Lo cual solo garantizó que cayera en los brazos de otro detrás de ella.
Él la barrió adentro de su amplio círculo antes de que le pudiera decir que no. Su brillante pelo rojo
rebotaba alrededor de sus hombros mientras se reía y daba vueltas y saltaba en pasos que yo no sabía
que ella conociera, tampoco, pero que de repente fueron instintivos. Era como respirar o — no, me di
cuenta.
Era como si fuéramos parte de la música.
La magia que había en el jardín nos había esclavizado a no parar, también, nos agregó el ritmo sin
perder una nota. Nuestros pies pisando, nuestras risas, incluso nuestro pulso sordo todo se adentró en
la melodía, como si eso hubiera sido la intención todo el tiempo.
Como si eso hubiera estado escrito.
Y entonces cambió, desacelerando de vibrante energía a un zumbido, de ritmo pesado que estremecía
subiendo por mis pies, levantando piel de gallina sobre todo mi cuerpo. Lo otro habría sido difícil de
transcribir, de tomar todas las sensaciones múltiples y ponerlas en una página. Eso habría sido
imposible.
No hay notas que pudieran capturar la sensación de Louis-Cesare tensándose y relajándose contra mí,
el lento rechocar de piel contra ropa y piel contra piel que juro que podía sentir por todas partes,
incluso en los lugares donde no nos tocábamos. O la mano en mi cadera, guiándonos a ambos, o el
pecho caliente y duro contra mí, o el beso con la boca abierta que robó mi aliento antes de
devolverlo, todo a la vez que el ritmo de la música.
Me gustaría echarle la culpa a la magia, pero no era un hechizo lo que tenía a mis brazos rodeando su
cuello, atrayéndole para otro beso lento, o a mi cuerpo arqueándose contra él, con cada cambio de
nuestros músculos enviando chispas hacia arriba de mi columna. No era magia, a pesar de que se
sentía como eso. Pero esto era mejor, empujándole de vuelta para ver ojos dilatados, oscurecidos y
hambrientos con emoción de verdad.
Mis brazos habían estado rodeando su cuello, pero ahora se dejaron caer para que mis manos
pudieran rastrillar a través de su pelo, mis uñas acariciando sus mejillas, antes de alejarse, y que los
dedos se enrollasen con los suyos. Lo saqué del círculo de la luz, y lo adentré en la oscuridad debajo
de un pequeño grupo de árboles. No tuve que empujar muy fuerte.
Los árboles eran ornamentales y no muy grandes, pero uno era un sauce y daba buena sombra. Y
decidí que era lo bastante bueno. Empujé a Louis-Cesare en las sombras, y lo siguiente cosa que
supe, es que estaba presionada contra el tronco, y un hambriento vampiro lamiendo una raya hacia
arriba en el lado de mi garganta, lamiendo un beso en mi oreja, y atrapando el lóbulo entre sus
dientes.
Respiré con dificultad, pero no fue una mordida de vampiro. Era la línea de contacto de un amante
humano quien había perdido un poco de control, y eso estaba bien. Me sentía un poco imprudente. O
tal vez más que un poco.
Mis manos recorrían su pecho, describiendo sus costillas y pectorales y la piel demasiado fina para
un soldado. Él se echó atrás, solo el tiempo suficiente para quitarse el suéter, antes de atacar mi
cuello de nuevo. Y si por casualidad o apropósito, él había encontrado exactamente el abordaje que
más me gustaba.
Eso era parte de porque yo había estado atacando a los vampiros en el pasado, al borde del peligro,
el conocimiento de que ellos podían añadir emoción a la emoción. Louis Cesare no me heriría, sabía
eso. Pero podía. ¿Un maestro sénior tan cerca? ¿Dentro de mis defensas? Gemí y enganché una pierna
alrededor de él, acercándole más.
Su cuerpo era pesado, y enorme y caliente. Nada de lo cual era nuevo. El tipo media bastante más de
1,80 cm de alto, y sólido como una roca. Pero se sentía como distinto, como nuevo, con toda esa
fuerza presionando contra mí, todo ese poder zumbando desde su piel a la mía.
Y eso fue antes de que las imágenes golpearan.
Su boca aplastando la de ella, separando sus labios en un beso machacón que ella devolvió con
igual intensidad. Sus manos en su cintura, descomprimiendo esos vaqueros tan ajustados, los
cuales él juraba que ella los llevaba solo para volverle loco. Dedos gentiles sobre los muslos de
ella mientras él deslizaba el material hacia abajo, el calor de su boca desvaneciéndose mientras
él los seguía, dejándose caer sobre sus rodillas, dedos ágiles deslizándose debajo de su ropa
interior y haciendo una pausa para acariciar su tersura. Antes de apartarla lejos. Y entonces la
dulce humedad entre sus piernas, fue perseguida por su lengua, sintiéndola arquearse contra el
árbol, escuchándola venirse con su nombre en sus labios…
Parpadeé y me deslicé fuera de eso, jadeando y sin aliento. E insegura de lo que había ocurrido, ya
que mis vaqueros seguían puestos. —Yo… ¿Qué fue eso?
Traviesos ojos azules se encontraron con los míos mientras mi camisa flotaba hacia el suelo. —Yo
soy el camarero esta noche, ¿no?
Me tomó un segundo, pero lo cogí. —¿Y eso era el menú?
—De primer plato. A menos que la señorita tenga otra preferencia…
—No, creo… creo que estará bien, —dije, mi voz un poco alta. Tal vez porque mi sujetador acababa
de ser desenganchado y cálidos labios habían comenzado a lamer un camino descendente hacia mi
pecho. Donde una perversa lengua daba vueltas a un tenso pezón con agonizante lentitud. Comencé a
preguntar si éste era el aperitivo, pero se perdió en el gemido cuando él finalmente tomó la
protuberancia dolorida en su boca. Y entonces pasó su lengua de atrás a adelante hasta que jadeé en
señal de aprobación.
Yo… definitivamente iba a tener que elogiar al chef, pensé salvajemente, y empujada en las
sensaciones.
Él se rió. —Y pensar que casi no regresé.
—¿Regresar?, —repetí sin comprender, antes de recordar. Yo había estado al teléfono con él cuando
Cara Marcada apareció. Y él había estado en la casa.
—Creí que estarías durmiendo, —murmuró, rozando el borde de sus colmillos a lo largo de la piel
delicada.
—¿Don…dónde fuiste?
—Actualmente soy capaz de decirte todos los lugares donde comprar condones dentro de un radio de
8 km, —dijo con ironía.
—¿Fuiste a buscarme?
—¿Después de que nuestra conversación terminase de modo abrupto? Por supuesto. — Se deslizó
hacia la protuberancia gemela descuidada. —pero a diferencia de lo que pareces creer, no puedo
leer tu mente a voluntad, particularmente a distancia. Y Claire no tenía ni idea a donde habías ido.
—Siempre vamos a donde Singh.
—Sí. Pero está conectada a ésta casa por un portal y tú habías cogido el coche. Por lo tanto asumí…
—No me gustan los portales.
—Como descubrí… eventualmente. Llamé a Claire cuando no podía localizarte, y fui informado de
que acabas de llegar de regreso aquí. También me dijo algo de lo que te había ocurrido, pero ella no
conocía los detalles.
—Pero… tuvo que ser hace dos horas. ¿Dónde fuiste mientras tanto?
—A obtener los detalles, —dijo, viniendo para un beso.
Yo extendí una mano en su pecho. —¿Qué?
—Meramente fui a su casa…
—Parpadeé. —¿Qué casa?
—La de Zheng-zi.
—¿Fuiste a la casa de Cara Marcada?
—Cara marcada, —musitó. —Es buen nombre para él. Al menos, por ahora.
—¿Qué le hiciste?, —pregunté “llena de temor” porque la última cosa que Louis-Cesare necesitaba
era conseguir meterse en otra lucha desautorizada. Especialmente con alguien fuertemente favorecido
para llegar a ser un Senador. El que estaría entonces en posición de causarle un mundo de dolor.
—Dime que no le atacaste.
—Él sonrió con tristeza. —La tentación fue…mucha. Pero a juzgar por su apariencia, ya te ocupaste
de eso.
—¿Así que? ¿Solo fuiste para decir hola?
—Fui para informarle que la próxima vez que te rete a duelo, me presentaré como segundo.
—¡Entonces él no me retará!
—Esa fue más bien la idea, —dijo, comenzando a fruncir el ceño. Mientras que finalmente registraba
que algo estaba mal.
Y lo estaba; solo que no sabía qué.
No era como si quisiera que Cara Marcada anduviera por ahí, siguiendo mis pasos, esperando por
otra oportunidad. Y mi victoria de esta noche había sido suerte tanto como habilidad, y la suerte era
una perra voluble que no siempre me gustaba mucho. Debería estar agradecida de que Louis-Cesare
hubiera manejado esto de un modo que funcionaba para todos.
Fue una hazaña diplomática digna de Mircea. Conseguí protección, Louis-Cesare evitaba una pelea,
o tres con el Senado, y Cara Marcada no perdía la cara más de lo que ya la tenía. Porque nadie
quería retar a duelo a Louis-Cesare. Eso era una sentencia de muerte y todos lo sabían. Nadie
culparía a Zheng por dar marcha atrás.
Debería estar feliz. Infiernos, debería estar encantada.
Así que, ¿Por qué estaba tan enfadada que mis manos estaban temblando?
Esto se sentía casi como lo hacía yo antes de volcarme en el modo Hulk. Mi respiración había
comenzado a acelerarse, mis latidos del corazón habían llegado a ser un pulso visible alrededor de
mi visión, y mis colmillos habían descendido, perforando mi labio inferior. Solo que también ésta
vez era distinto.
Hace un minuto, el campamento Fey había estado envuelto en sombras, las únicas personas realmente
visibles eran las que estaban dentro del anillo de fuego parpadeante. Ahora de repente podía verlos a
todos, incluso a aquellos quienes, como nosotros, ya habían desaparecido en las sombras o se
colaron lejos en las tiendas. Los Fey eran cegadoras columnas de blanco, los humanos más oscuras,
más rojo, más variada. Pero todos eran perfectamente visibles, el calor que se alzaba de sus cuerpos
daba su ubicación con mayor precisión que un reflector.
No he tenido visión como ésta. Nunca la he tenido. Pero se hacía difícil concentrarse en ésta con la
ira surgiendo a través de mis venas.
—Tus ojos, —dijo Louis Cesare, su voz sonando lejana a pesar de estar allí mismo.
—Mi sangre, —gruñí, mi voz gutural, mis manos clavándose en su carne. —Mi matanza.
—Dorina…
—Dory, me voy a la cama, —dijo Claire, viniendo a través de los árboles. —Puedes tu comprobar…
Se detuvo en seco, hasta el punto de que parecía casi como si hubiera topado con un muro. Y no sé lo
que vio, pero al siguiente segundo estaba corriendo hacia mí, incluso mientras yo intentaba
retroceder lejos. No quería que nadie me tocara, ni siquiera ella. Estaba temerosa, porque no sabía
que estaba pasando. Y estaba enojada, tan podridamente enojada que apenas podía ver.
Y entonces el paisaje se inundó de rojo, como si un balde de sangre hubiera sido salpicado sobre la
lente de una cámara. Y oh dios, eso no era bueno.
Claire agarró mi brazo, pero apenas lo sentí, la usual corriente calmante de su poder casi toda se
perdió en la tormenta que se avecinaba.
—¿Qué le hiciste?, —exigió, girando sobre Louis Cesare.
—Cometí un error, —dijo, su voz hueca. O tal vez esa era yo. Los sonidos estaban también
distorsionados, magnificados. La risa de una chica cerca del fuego, algunos leños crujiendo,
diminutos murmullos del viento susurrando a los árboles todo estaba igualmente claro, igualmente
audible. El jardín de repente era ensordecedor.
—¿Qué tipo de error?, —dijo Claire, su voz áspera. —¿Qué hiciste?
—Est… es difícil de explicar a un humano…
—Inténtalo, —apretó Claire, ejerciendo poder real ahora, tratando de sacar la rabia afuera de mí.
Pero ésta vez, por primera vez, no funcionó. O, más bien lo hizo, yo la podía sentir saliendo de mi
cuerpo, como un viento caliente vertido en el bendito frescor de su ser, vertiéndose y siendo
absorbido. Pero mientras eso normalmente me dejaba pálida y débil y muy, muy calmada, ésta noche
era apenas perceptible. Solo lo suficiente para mantenerme en el lado de la cordura, luchando y
agarrando y balanceándome sobre el borde.
Algunos Fey aparecieron a través de los árboles, y aquí y allí la hoja brillante de una espada captó la
sangrienta luz de las linternas, brillando seductoramente. Tuve un repentino impulso, un deseo loco
de volar hacia ellos, para averiguar si eran tan buenos con armas afiladas como siempre había
escuchado, para ver si podían hacerme sangre antes de que yo…
¿Qué en el infierno estaba mal conmigo?
—¿Qué le hiciste?, —gritó Claire.
—Yo… no estaba pensando, —dijo Louis Cesare. —Estaba furioso de que él se atreviera… quería
protegerla.
—¿Entonces porque está así?
—No le pedí permiso.
—¿Qué?
—Para ser su campeón. No le pregunté.
—¿Por qué importa eso?
—Porque, al hacerlo, la traté de un modo que no habría hecho a mi propia especie, —dijo con
tristeza. —al asumir que ella necesitaba protección estaba implicando que ella es inferior, que no
puede protegerse por sí misma. Es… —Él se lamió los labios. —Otro maestro de primer nivel me
habría destripado por eso.
—Pero Dory no es un maestro ¡no es un vampiro del todo!
—Parte de ella lo es. Y esa parte reconoció el insulto.
Más Fey se habían reunido alrededor mientras hablaban, y a pesar de que alguna parte loca de mi
cerebro pensaba, que los había visto luchar antes, y que definitivamente no estaba interesada en
verlo de nuevo. Pero estaba contenta de que estuvieran aquí, si me iba, si perdía mi lucha interna, no
estaba segura de que Louis-Cesare pudiera sostenerme solo. No es que él no tuviera la habilidad,
pero el monstruo que vivía en mis venas no conocía la piedad, no comprendía la compasión.
Él lo hacía.
Eso podría ser una debilidad fatal.
Y no solo para él.
—Aléjate de mí, —le dije a Claire, mi voz espesándose.
—No comprendo, —dijo ella francamente. —debería de ser capaz de absorber esto, debería ser
capaz de ayudar…
—¡Aléjate!, —la agarré de los brazos, sacudiéndola lo suficientemente fuerte como para causar que
la cola de caballo colapsara y los brillantes rizos rojos rodearan su rostro. Lo suficientemente duro
para hacerla escuchar. —Entra en casa. Coge a los niños… no me dejes entrar. ¡Promételo!
Asintió, sus ojos verdes salvajes y asustados. Porque nunca antes la había hecho daño. Porque nunca
antes había comprendido que yo podía hacerlo.
La aparté lo suficientemente abrupta que la sorprendió. Y tan pronto como perdí ese toque, las nubes
que habían estado construyéndose sobre el borde de mi visión se acumularon. Yo no iba a ganar.
Había estado demasiadas veces para no saberlo. Yo no iba a…
—Mis disculpas.
Las suaves palabras cortaron a través de la tormenta que me sorprendió, como si alguien hubiera
pulsado el botón de pausa. La ira aún estaba allí, una masa hirviente y bullendo, solo en el borde de
mi visión. Y ahí es donde permaneció, el suficiente tiempo, al menos para mí, para mirar hacia abajo
y ver a Louis Cesare de rodillas “¿de rodillas?” sobre una rodilla en el suelo en frente de mí.
Él parecía algún tipo de guerrero medieval, esperando para ser nombrado caballero. O tal vez un
musculoso ángel renacentista en particular. Su cabeza estaba inclinada, el brillante cabello castaño
cayéndole a cada lado de los fuertes hombros, la nuca dejada vulnerable y desprotegida. Eso era el
signo arcáico vampiro de penitencia, resto de otro tiempo, de cuando ellos habían dramatizado sobre
las cosas. Nunca había sido alterado, aunque no se vía mucho en estos días. Cuando lo hacía, era
hecho por un sirviente a un maestro, si el maestro era particularmente antiguo o particularmente
tradicional.
O entre iguales, cuando el delito era particularmente grave.
Eso era, en esencia, dándole al otro una clara ventaja si él o ella quería herirte, o incluso matarte.
Porque el cuello era una de los pocos puntos vulnerables que los vampiros y los humanos tenían en
común. Pero no quería herirle, pensé, incluso aunque mis ojos se fijaron sobre esa carne indefensa.
Prácticamente podía sentir la sangre corriendo a través de él, podía casi saborearla, cálida y fresca y
de un dulce cobrizo sobre mí…
¡Dios!
Tropecé dando un paso hacia atrás, pero Louis Cesare no se movió. Él permaneció en la misma
posición, la cabeza gacha, los ojos gachos.
—Zheng. Zi te trató con más respeto ésta noche que yo, —dijo en voz baja. —y se supone que él es tu
enemigo. Tienes razón al estar enfadada. Era tu sangre y yo no debería haber interferido. —Él
finalmente alzó la vista, ojos azules, oscuros, sombríos y completamente sinceros. —No cometeré el
mismo error de nuevo.
Y solo con eso, el mundo se estrelló de nuevo a la normalidad, tan rápido que me dejo sin aliento.
Y no fui la única.
—¿Qué demonios acaba de pasar?, —chilló Claire. Justo antes de que se cayera al suelo,
aferrándose al suelo que se hinchaba debajo de sus dedos. Y entonces siguió hinchándose, una masa
hirviente de suciedad e hierbas y hojas, y un vaso de plástico solitario fue rápidamente hecho
pedazos.
No comprendí lo que estaba pasando hasta que la luz comenzó a brillar a través de las grietas del
suelo, rayos luminosos que apuñalaban la oscuridad y iluminaron la cubierta sobresaliente de los
árboles en algunos puntos, como diminutas luces estroboscópicas. Pero no eran eléctricas, no eran
nada que hubiera visto antes. Excepto, me di cuenta, en las Líneas Ley.
Era poder, energía de pura magia, y ya que los nulos no hacían nada, no había necesidad de suponer
que. Los Dhampirs no hacían magia, pero éramos mágicos, tanto como los son las criaturas que nos
engendraron. Solo que nunca había imaginado que eso estaba dentro de mí —o había estado, antes de
que Claire decidiera intentar engullir un océano.
Y fracasó. Se estaba haciendo más grande, enrollándose en una bola de poder, saliendo de ella
porque no podía absorberla toda. Y supongo que ella se dio cuenta también, porque de repente gritó y
perdió su agarre, y algo enorme se evaporó debajo del suelo, como un torpedo a través del agua.
Que se dirigió directo al campamento Fey.
La gente gritó, los cuerpos de la paz, hippies, o saltaron o fueron echados fuera del camino, y el pozo
de fuego ardió como una bomba, explotando en pedazos ardientes mientras lo-que-sea-que-fuera
corría bajo tierra. Se mantuvo avanzando por otros 108 metros, en busca de todo el mundo como
algún tipo de enorme y radiactiva mole. Justo hasta que se estrelló contra la valla.
No sé por qué se detuvo allí, por qué no se mantuvo avanzando, haciendo no sé sabe qué tipo de daño
en el vecindario. Tal vez fue porque los Fey habían encantado la valla, o al menos las vides que
fluían a lo largo de ésta. O tal vez solo había golpeado con exactitud, como un rayo en una varita.
Pero cualquiera que fuera la causa, se estrelló contra la valla como un tren de carga, en un estallido
de luz blanca violenta y sonora.
Y entonces la cosa explotó.
Las vides se hincharon como globos inflados, yendo del tamaño de un dedo al tamaño de troncos de
árboles en un instante. Los racimos de flores salpicaban aquí y allá detonando en una línea, como
petardos vivientes. De repente fuimos duchados con lo que parecía como confeti, cubriendo la mitad
del patio con pétalos voladores y flotantes. La parte que no fue cubierta ya con madera quemada o
tiendas quemadas.
Miré a Claire, quien me devolvió la mirada, y entonces ambas miramos a los visitantes, quienes
estaban de pie dentro de una tormenta de nieve arremolinada, mirando a su alrededor con asombro. Y
no dijeron nada. Le tocó a Jacob resumir la noche.
—Whoa, —dijo, sus ojos abiertos detrás de sus gafas. —Realmente saben cómo divertirse.
Capítulo 18

Oscuridad, nubarrones furiosos bullendo entre los edificios, y sin luz eléctrica la cual había sido
cortada hace mucho tiempo. No es una buena parte de la ciudad. No es una parte donde a la gente
les gustara ser enfocados con luz en sus actividades.
No importaba. La naturaleza se burlaba de las preferencias humanas, enviando rayos de luz que
destellaban sobre sus cabezas, luz estroboscópica sobre la calle oscura y el pequeño callejón que
se bifurcaba de ésta con un blanco marchito. Y provocando que el grafiti de las paredes
prácticamente destacase sobre los viejos ladrillos.
Los efectos remanentes permanecían, desplazando el pequeño espacio con extraños símbolos de
brillante neón. Colgando en el aire por un momento, como banderas brillantes, bellas, etéreas,
casi tangibles. Y entonces lentamente se desvanecían.
No me preocupaba.
No los necesitaba.
El callejón no era oscuro para mí. Él moho crecía sobre los viejos ladrillos, marcándolos con
manchas de luminiscencia verde azulada que estaba lentamente consumiendo la pintura, borrando
las letras con más que un sutil mensaje. Un rastro de agua turbia corría hacia abajo hacia el
centro, como un lazo de luz esmeralda, con capas de comida descompuesta que se remontaban a
varios días. El gato acurrucado abajo a unos pasos era una masa de vibrante color carmesí. Las
rayas que algún humano en la prisa había goteado sobre una pared eran de un púrpura ahumado,
como los tejados de los edificios a ambos lados, liberando lentamente el último calor del día.
Todo era invisible, todo era luz.
Pero nada era tan brillante como las pequeñas y brillantes pisadas, como charcos de oro, las
cuales yo estaba siguiendo. Éstas se tejían a través del ancho del callejón fangoso, tan claras, que
pensé que podía alcanzarlas y tocar una. Podría haber cogido y sacado una de la suciedad y
sostenerla en mi mano. Podría haber…
Una puerta se abrió más adelante, enviando un rayo brillante y artificial adentro de la noche, un
río de ozono maloliente que ahogaba todas las luces más débiles. Como una limpieza de ácido a
través del suelo. Esto me hacía querer estremecerme, sisear como el gato de debajo de algunas
escaleras estaba haciendo, antes de dar vueltas a la cola peluda y saltar adentrándose en la
noche.
Pero no lo hice. No me moví en absoluto. Estaba apretujada contra una pared, ya en las sombras,
y la luz solo servía para aumentar estas. La cuña de un profundo azul grisáceo alrededor mío
profundizaba el negro como la tinta, la puerta abierta proveyendo de un contraste adicional.
No es que eso importara. El humano estaba de pie silueteado en el rectángulo de luz que era tan
brillante en la noche como todos ellos lo eran, engreídos. Tanto como que un cigarrillo colgaba
en sus labios, la punta tan profundamente roja brillaba incluso contra el campo eléctrico detrás
de él. Podría también haber tenido una diana en su pecho.
Pero no tomé ventaja de eso. No era el que yo quería. Pero olía como él.
Un recuerdo se agitó.
Una mano agarró mi barbilla, fría, dura, ajena. Siseé e intenté morder, y fue alejado. Alguien hizo una
mueca; no podía verlo, pero podía escucharlo en su voz. —¿qué es esto? ¿Estás loco?
—Creí que podías encontrarlo… exótico.
—¿Exótico? —Ahora la voz era de incredulidad. —¿qué estas tratando de hacer?
—Nada, mi señor, nada. Pero siempre dices que quieres lo inusual, para mantener un ojo…
—Para luchadores, guerreros. Alguien para alejar a las multitudes de ese maldito Géminus. ¡No
niños!
—Pero creí…
—Deja lo de pensar por mí. ¡Véndeselo al chulo y hazte con eso, y muéstrame algo que pueda usar!
La puerta de la jaula había sonado abajo, y ellos se habían ido. El mismo olor que estaba
aferrándose a la piel del guarda ahora.
Entonces pienso. Enviado afuera para asegurarme de que muchos de los enemigos del maestro no
estaban al acecho. O si ellos lo estaban, actuar como uno de los canarios que los humanos usaban
para bajar a sus minas.
Nada más que una pequeña señal de alarma, alguien cuya sangre derramada serviría como una
alarma que ninguno vampiro podía ignorar.
Pasaron minutos. Un coche se detuvo al fondo del callejón, focos se apagaron, y se deslizó hasta
detenerse. El humano alzó una mano en señal de saludo y descendió los pocos escalones cortos
hacia el suelo del callejón.
La puerta del coche se abrió; el conductor salió y se apoyo contra el lado del vehículo, piernas
cruzadas, cuerpo relajado. —¿Tienes repuesto?
Él también era humano. La voz áspera, discordante. No era el verdadero conductor, entonces.
Solo alguien que traía el coche y ahora estaba esperando para entregarlo.
—Seguro. —El primer guardia tiró medio paquete de cigarrillos a través del aire, el celofán a un
lado destelló por un segundo en la luz de la puerta.
—Qué tío tan divertido, —dijo el otro hombre. —¿con qué se supone que lo encienda? ¿Con mi
dedo?
—No vienes demasiado preparado, ¿no?, —el primer guarda se quejó, alcanzando algo en su
bolsillo.
—Intentaba dejarlo.
Y entonces, por una fracción de segundo, ambos hombres estaban mirando un mechero que siguió
el mismo arco que los cigarrillos. Y me moví, el instante antes de que fuera recogido, solo un
borrón en la noche, invisible, inaudible. A través de la puerta de detrás del humano, y más allá
dentro del brillo.
Extraño pero cierto, esas criaturas que mayormente gustaban de la noche, que preferían ocultar
sus acciones en secreto, querían brillante luz alrededor de ellos. Tal vez no confiaban en sus
compañeros, y querían ver todas las manos a la vez. O tal vez era más profundo. Un conocimiento
instintivo de que ellos no eran la única cosa oculta en las sombras.
Como yo que me fundí en una figura alta que descendía las escaleras.
Él era un humano grande, con una pisada pesada: Otro guardia lanzó una mirada desinteresada
alrededor de la sala, comprobando todo, viendo nada. —Limpio, —dijo, y yo articulé con la boca
con él.
Truco viejo, mi latido del corazón sincronizado con el suyo, nuestras respiraciones a la vez, la
misma lenta y constante aspiración. Un reloj marcaba en una pared, pesado, fuerte. Afuera, el
humano fumando terminó su cigarrillo y lo aplastó bajo su pie, esparciendo un olor rancio a
química en la brisa.
Entonces hubo más pisadas sobre las escaleras, tranquilas esta vez, suaves. Casi silenciosas.
Tres, dos que iban delante eran jóvenes, brillantes, calientes. La tercera que iba atrás era
antigua, oscura, como una piscina de aguas profundas y frías.
Y extrañamente vacilante, como si él supiera que algo iba mal.
Ellos no cogieron al antiguo por ser estúpido.
Los dos guardas vampiros se detuvieron abruptamente, a medio camino entre un paso y el
siguiente. Pero nadie habló, era como si el tiempo en si mismo se hubiera detenido.
Un segundo, dos.
— ¿Maestro? —dijo el humano, confundido.
El maestro no respondió.
Yo no había cometido ningún error, nunca cometo errores. Pero algunas veces eso no importa. El
reloj marcaba.
Afuera las nubes se rompían y la lluvia comenzó a caer. Suave al principio, y entonces más
pesada, repiqueteando contra el techo, haciendo ruido sobre el metal de los cubos de basura,
causando que uno de los humanos maldijera. Dentro, el maestro habló.
—Danil.
El guarda humano alzó la mirada. —¿Maestro?
—Déjennos.
La confusión del hombre aumentó. —Pero, maestro, el coche…
—Ahora.
Danil se marchó.
Los dos guardas vampiros saltaron sobre los escalones y, un segundo más tarde, golpearon el
suelo. Uno aún gruñendo, el otro con una extrañamente expresión en blanco. Sorprendido.
Como el maestro cuando habló de nuevo.
—Alguien pagó bien. Dime quién lo hizo, y haré esto…
Le corté cuando mi mano encontró su garganta. Por su expresión, no me había visto moverme.
Agarré su carne, mis uñas atravesando la piel. La sangre rezumando, tan roja que era casi negra,
rezumando por su cuello en riachuelos sobre mis dedos. No me importaba.
No quedaba nadie para olerla.
—¿Sin dolor?, —suspiré, y él palideció. Su temor inundaba mi nariz cuando él me reconoció —no
quién yo era sino el qué. Sonreí. Me gustaba eso. Quería más, quería cerrar mi mano, sacudirla,
para arrancarle la garganta en el mismo momento que le apuñale…
Pero todavía no.
—Te haré la misma oferta, —siseé, tirando de él más cerca. —nómbrale y esto será rápido.
—¿Nombrar? ¿Nombrar a quién? Yo no…
Empujé dentro de su mente, la escena al completo. Su cara mientras la puerta de la jaula se
cerraba de golpe, y la cara del que le hacía la oferta. Del que yo necesitaba.
—¿Pero eso es todo?, —parecía incrédulo. —eso es por lo que estas…
Las uñas se hundieron más, hasta el primer nudillo. Estaba disfrutando de esto. Él lo vio.
Él lo vio y esto le rompió.
—¡No lo sé! Nunca tuve un nombre. Ellos no…
—Una localización entonces.
—Un almacén, en Jersey. Puedo darte la dirección, pero eso no ayudará. Solo nos encontramos
allí unas pocas veces al año, para pujar por los lotes más inusuales, y solo cuando recibimos una
llamada…
Le arrebaté la dirección de su mente. Un lugar viejo, abandonado, cubierto de maleza. Inútil.
Gruñí.
—¡Por favor! No sé nada más…
—Eso es… desafortunado.
—… Pero ¡puedo darte cualquier cosa que quieras!
—No, —dije, mirando dentro de las sombras. Donde algo dorado brillaba contra la oscuridad. —
no puedes.
Volví en mí, retorciéndome, atrapada en una trampa que amenazaba con asfixiarme. A medio camino
de un grito. Corté este de modo abrupto, pero hizo eco en mis oídos, como el pulso en mi garganta
mientras luchaba para liberarme de las garras de…
¿Mi confortable edredón?
La vieja, blanca y húmeda cosa golpeó el suelo como un cuerpo, y me senté erguida, respirando con
dificultad.
Mis ojos se movían alrededor, intentando encontrar el origen de la amenaza, solo que no había nadie.
Solo mi dormitorio, el montón de sujetadores todavía en el armario, junto con una pistolera y más
flores machitas de Ymsi. Todo iluminado por los rayos de sol llenos de polvo.
Lo cual estaba mal… ¿no? Tenía que haber estado oscuro. Tenía que haber estado….
Tenía una imagen fugaz de una raya de sangre golpeando una pared, un cigarro cayendo sobre el
sucio hormigón, y pequeñas pisadas doradas brillando contra una calle oscura. Y entonces una ráfaga
de dolor me golpeó, lo suficientemente fuerte para arrancar un grito de mi garganta. Hijo de…
Me sacudí violentamente, agarrando mis sienes.
Y me caí de la cama por segunda mañana consecutiva.
Mi culo golpeó la madera, la suficientemente fuerte para hacer daño, porque me las había arreglado
para perder el edredón. Por supuesto. Lo arrastré, pero por lo demás no me moví. Solo me tumbé allí
por unos pocos minutos, apretando la suavidad familiar, sintiéndome débil y desorientada y
escuchando a ese maldito pájaro de nuevo.
Mi cabeza estaba latiendo como la peor resaca del mundo, y los pequeños trinos alegres no estaban
ayudando. Con los ojos legañosos pensé en dispararle, pero nuestros visitantes Fey probablemente
objetarían. Decidí que no valía la pena y empecé a tratar de ver la el despertador sobre mi mesilla de
noche a la vista.
Y obtuve un segundo impacto: 3:45.
No tan mañana alegre, después de todo, más como una tarde alegre.
Miré el reloj fijamente y este me devolvió la mirada obstinadamente, insistiendo en que sí, que
realmente era tan tarde. Que realmente había dormido algo así como dieciséis horas. Y todavía no me
sentía particularmente descansada. De hecho, me sentía un poco con ganas de gatear de regreso a la
cama.
Hasta que recordé la noche pasada.
Los zarcillos de lo que había estado soñando se habían disipado, pero mi pequeño show monstruoso
de ayer estaba claro como el cristal. Mi frente estaba a medio camino del suelo de cualquier modo,
así que solo dejé que se hundiera el resto del camino hacia abajo. Oh, Dios. ¿Por qué?
Dios aparentemente no tenía una opinión sobre el asunto. Tampoco el suelo. Pero las viejas y lisas
tablas estaban frías contra mi mejilla, así que permanecí allí de todos modos, trabajando a través de
la vergüenza y la culpa y la generalmente más-que-jodida de mi vida. Lo cual pensarías que usaría
después de siglos de este tipo de cosas.
Pero no lo hice.
Porque no estaba suponiendo el recuerdo.
Siempre me desmayaba durante mis pequeños episodios. Siempre. Me despertaba, algunas veces
semanas o meses más tarde en diferente e inesperados países, sin idea de dónde estaba o cómo había
llegado allí. O lo que había hecho entremedio.
Y eso era aterrador, eso era malo. Pero acaba de descubrir algo peor: estar consciente en el
recorrido. Permanecer despierta durante la completa y aterradora escena, sabiendo qué tan fuera de
control había estado, cómo de cerca había llegado…
Me interrumpí, respirando con dificultad.
Una de las pocas cosas que siempre había sido capaz de decir sobre mi condición era que esta era
constante. Algunas veces me preguntaba sobre eso, sobre el hecho de que la edad no me había
concedido ningún poder o privilegio extra como a los vampiros. Los años habían pasado, pero mis
ataques nunca habían llegado a disminuir lo más mínimo en su frecuencia, nunca la mínima cantidad
de control.
Pero entonces, nunca se habían vuelto peores, tampoco.
Hasta ahora.
Y la parte realmente aterradora de esto era que no tenía a quién preguntar, sin modo de averiguar qué
en el infierno estaba pasando. Porque nadie sabía nada sobre los dhampirs. Y no querían saber, ya
que experimentar sobre algo que podría ir como una bala y matarte en cualquier momento no estaba
en lo más alto de la lista de prioridades de la mayoría de la gente.
Los curanderos habían cerrados de golpe sus puertas en mi cara o se encogían hasta que me
marchaba. Los timadores sin escrúpulos me habían vendido el equivalente mágico de aceite de
serpiente para luego correr por las colinas. Los pocos magos no ortodoxos con suficiente
credibilidad para que me molestara en cazarles se habían dado por vencidos con disgusto cuando sus
encantos se deslizaban afuera de mí. Y nadie realmente había sabido qué en el infierno estaba
pasando de todos modos.
Y eso incluía a los otros dhampirs.
No es que hubiera conocido a muchos, ya que eran una especie muy rara. Y la mayoría de éstos con
los que había tropezado o bien no estaban lo suficientemente cuerdos o no habían vivido el suficiente
tiempo para preguntarse por qué estábamos como estábamos. La única excepción fue con algún tipo
de gurú indio, que finalmente rastreé en los desiertos de Rajasthan. También era el único que había
conocido que había durado tanto como yo- meditando y alejando la rabia, o…
Al menos eso afirmaba. Yo había sospechado que vivir a cientos de kilómetros de cualquier posible
presa podría haber ayudado.
Y sin embargo él había demostrado que era tan ineficaz como el resto. Había sugerido que
aprendiera meditación para mejorar mi karma. Y que alejara el infierno de su territorio antes de que
me arrancara la cabeza y le arruinara. No me había dado ningún consejo de cómo solucionar mi
problema.
Me quedé con la mirada fija en las motas de polvo debajo de la cama y me pregunté si era así como
esto terminaba. Si esto era el por qué nunca había conocido ningún dhampir realmente antiguo. Si tal
vez nos autodestruimos, asumiendo que no logramos escapar con tiempo, como algún tipo de bomba-
temporal metafísica.
No lo sabía. Siempre había asumido que seguiría el ejemplo vampiro y viviría hasta que molestara a
la persona equivocada. Pero tal vez no. Porque yo era medio humana, también. Y los humanos
envejecían y tenían todo tipo de achaques, ¿no?
Como las enfermedades mentales que empeoraban con el tiempo, por ejemplo.
El miedo arañó mi vientre, mientras todos los elementos de peores pesadillas se enrollaban en una.
La sensación de impotencia que odiaba, de no ser capaz de controlar lo que hacía, a quién hería. El
temor de llegar a ser como las cosas que yo cazaba, de ver el horror en la cara de la gente mientras
yo destrozaba todo lo que querían y amaban, innecesariamente, inútilmente. El terror de descender en
una jaula de mi propia mente, gritando, pidiendo que me dejen salir, mientras algo más tomaba el
control.
Y me obligaba a mirar.
Me estremecí con fuerza y me senté erguida, envolviendo mis brazos alrededor mío. Quería empujar
los pensamientos lejos, pero no podía permitírmelo. No ahora. No cuando no sabía qué había
causado esto.
Y no cuando había ocurrido dos veces ya.
La primera había sido durante una lucha hace seis semanas. Había sido golpeada con un aturdidor
diseñado para eliminar a un pelotón de magos de guerra, lo cual también debería haberme eliminado.
Pero mi alter ego era más fuerte y supongo que había decidido que tomar una siesta en ese momento
no habría sido una gran idea, puesto que probablemente no habríamos despertado.
Mi naturaleza dhampir había tenido el control por solo unos segundos, pero que habían sido
suficientes para permitirnos luchar contra el hechizo. Y para aterrarme como el infierno. Pero
entonces, viéndome a mí misma en modo completo Hulk no fue nada, no fue la cosa más extraña que
pasó ese día. Y más tarde, me las había arreglado para hacer caso omiso de eso, atribuyéndolo al
estrés extremo, o la suerte, o la desesperación.
Esa teoría había sido reforzada cuando las semanas pasaron y no había ocurrido de nuevo. Lo había
archivado lejos como un hecho aislado, solo otra cosa extraña en una vida no completamente
desprovista de lo bizarro. Solo que aparentemente no. Aparentemente mi control había tenido menos
que ver con una psique estable y más que ver con otras cosas. Como el regreso de Claire.
O como mi nueva y favorita bebida.
Podía verla ahora, debido a que nunca entendí el punto de tener una falda de cama. La botella era de
un grueso vidrio azul, desigual y burbujeante, y casi opaco, como el tipo de mezcla en el fondo de los
cristales de colores de las ventanas. Había rodado hasta el lado de una de las patas en algún
momento, dejando un rastro de polvo. Alcancé por debajo y tiré de esta afuera, y se derramó un poco
de líquido en un lado.
No parecía gran cosa, clara como el vodka sin el tinte proporcionado por la botella. Y sabía incluso
menos, solo vagamente a flores e hierbas con las que fue hecho, si las flores y las hierbas tenían la
costumbre de probarte de vuelta. Y apurándote. Y poniéndote en pie sobre tu cabeza porque la fauna
Fey podía ser aterradora, pero honestamente pensaba que la flora Fey valía por su dinero.
Pero mientras que el vino tenía una patada como la de un hipopótamo enfurecido, era también la
única cosa que había encontrado que ayudaba a controlar mis ataques. O no, eso no era exactamente
correcto. No ayudaba. Ayuda era lo que el whisky barato humano, o Mary Jane , y vivir con un
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poderoso nulo que se había hecho para mí. Ayudaba a darme menos episodios, o ayudar a que fueran
más cortos, o darme más tiempo para escapar de la gente inocente quien no necesitaba conocer al
Huracán Dory cuando yo la sintiera venir.
El vino Fey no hacía eso. El vino Fey los desactivaba, los detenía en frío, los acallaba. Era el elixir
mágico que había estado buscando la mayor parte de mi vida, y me había parecido un sueño hecho
realidad cuando lo descubrí por primera vez a principios de este verano.
Hasta que comencé a notar unas pocas cosas.
Como que dejaba a los vampiros estar en mis pensamientos. O como que erosionaba mi ventaja en el
combate, casi consiguiendo matarme en unas pocas ocasiones. O como que estaba rápidamente
creciendo en la dependencia de esta droga. Había cortado con ésta alejándola después de ver cómo,
incluso después de que Claire volvió y de que realmente no necesitaba nada más, aún así lo había
querido.
Realmente, realmente quería más.
Como ahora mismo, de hecho.
Saqué el tapón de la botella, la cual no era de corcho porque la droga se la comía, y la cerré de
nuevo después de un par de tiros. Puedo tragar whisky puro y no pestañear, pero un trago de esta
droga era suficiente para tenerme desgarrada, sin aliento. Pero tragué otra justo después, de todos
modos.
Y eso era bueno. No el gusto, sino la sensación extendiéndose por mi torso, a través de mis
miembros, a través de mi cuerpo era un enorme alivio. No porque quitara el dolor “no lo hacía” sino
porque me aseguraba, al menos por un rato, que no iba a estar infligiendo nada a nadie.
Puse el tapón de nuevo, me arrastré hacia arriba y fui al armario. Mis ropas habían sido devueltas
por quien las había recuperado después del cataclismo. Lo que quiere decir que la mitad había sido
cuidadosamente doblada y colgada “Claire” y la otra mitad estaba apilada en una bola colorida sobre
el suelo “los Fey”. Tiré el puñado a un lado, abrí la puerta sobre mi alijo de armas y arrojé la
mayoría de lo que tenía dentro de una mochila grande que usaba para las misiones. Entonces la
rellené que algunas ropas, metí la botella de vino en el lado, agarré una chaqueta en mi camino
atravesando la habitación y abrí la puerta.
Y casi choco de lleno contra la persona enfadada que estaba de pie al otro lado de ésta.
Capítulo 19

—¿Vas a alguna parte?— Preguntó Claire con gravedad.


—¡Maldita sea! —Traté de empujar para sobrepasarla, y acabé golpeándome contra la pared.
—No lo creo.
Miré fijamente la delgada capa de cachemira del brazo con el que me había agarrado, porque Claire
no daba portazos. Por supuesto, ella no solía lanzarme miradas asesinas a mí tampoco, así que hoy
era obviamente un día de nuevas experiencias. Lástima que no tenía tiempo para ello.
Me aparté de ella a un lado y di un paso hacia las escaleras.
Y rápidamente terminó haciendo lo ya conocido del Sr. Pared otra vez.
Mis ojos se estrecharon, los suyos se entornaron hacia mí. Dejé caer la mochila, que había terminado
entre nosotros, dándome espacio para deslizarme debajo de su alcance. Y eso funcionó muy bien —
durante un segundo. El cuál fue el tiempo que tardó un guante cubierto de escamas en agarrar mi
hombro y volver a vapulearme, esta vez con un poco más de entusiasmo.
—Eso es hacer trampa, — le dije a mi compañera de cuarto todavía en su mayoría con aspecto
humano.
Claire me gruñó, o posiblemente a los restos de la manga de su bonito vestido envolvente, que no
había sido diseñado para acomodar el antebrazo de un dragón. —¿Y lo que estabas tratando de hacer
tú no lo era?
—Yo estaba tratando de salir de aquí.
—Sí, ¡me he dado cuenta!
—Sabes que es necesario, — le dije, luchando inútilmente, porque cuando un dragón te pone en
algún lugar, tú te quedas allí.
—¡Esto es un infierno! ¡Tienes un vampiro enloquecido detrás de ti!
—No, ya no. — Probablemente.
—¡…y una banda de contrabandistas o quién sabe qué te secuestró hace dos días! ¿Estás tratando de
hacer que te maten?
—¡Estoy tratando de hacer lo que debiste hacer la última noche! —Espeté, empezando a enojarme.
—¿Y qué era eso?
—¡Echarme fuera! En lugar de eso me dejas aquí, en el interior de los pabellones malditos, donde
fácilmente podría tener.
—¿Hacer qué? ¿Herirme?— Ella le miró incrédula.
—¡Tú no eres la única aquí!
—Creo que tu novio puede cuidar de sí mismo, — dijo ella secamente.
—¡Él no es mi… eso no es lo que quise decir!
—También los guardias pueden.
—Maldita sea, Claire. ¡Sabes a quién me refiero!
—No, realmente no. —Vi cuando se dio cuenta, cuando sus ojos se agrandaron. Como si literalmente,
no la hubiera ocurrido todo a ella a pesar mío pero saliendo a la luz la última noche.
—Tú no te vuelves loca cuando te transformas, — dije con coraje. —Yo sí. Es como si yo no
pudiera garantizar que no atacaré a alguien que no puede defenderse, estoy fuera de…
Me callé porque algo había pasado volando sobre nosotros, moviéndose tan rápido que no era más
que una mancha de color.
Empecé a preguntar qué infiernos era, pero antes de que pudiera pronunciar las palabras, el borrón
había golpeado un espejo de la pared, lo cogí un par de pulgadas sobre el suelo, lo puse de nuevo a
donde pertenecía, deslizándolo el resto del camino hacia abajo al hall y finalmente se reveló como un
hombre pequeño con un pequeño bigote. Era de mediana estatura y delgado, con ojos oscuros y el
pelo negro peinado hacia atrás y un atuendo oscuro intenso. Le hacía parecer como un maître de uno
de esos tipos de restaurantes que no requieren reservas, porque si no eres lo suficientemente
importante como para que te reconozcan, no serás recibido de todos modos.
Se veía un poco incongruente al lado del desbordado cesto de la ropa que había escondido bajo el
brazo.
—¿Quién…? — Lo intenté de nuevo.
—La otra razón por la que me duele la cabeza, — murmuró Claire, ya que el maître alzó el cesto de
la ropa, donde llevaba meticulosamente dobladas sábanas y toallas, en un parpadeo los disparó
rápidamente en del armario de la ropa, como un veterano jugador de póquer repartiendo cartas.
Si hubiera yo intentado eso, habrían terminado en un lío arrugado, y probablemente apilados en el
fondo del armario. En su caso, obedientemente se constituyeron en montones perfectamente
cuadrados con precisión militar, permitiéndole cerrar la puerta, pateándola la cerró con su par de
brillantes zapatos de charol, deslizarse por el pasillo hasta el hall, meter algo en el bolsillo del
delantal de Claire, y desaparecer por las escaleras.
Todo había tomado unos diez segundos.
—Eso... era un vampiro, —dije estúpidamente.
Claire suspiró. —Dime algo que yo no sepa.
—¿Qué te dio?— le pregunté, cuando ella lo sacó. Abrió la palma de la mano para mostrarme un
paquetito de pastillas.
—Es como si supieran lo que necesito antes de que lo necesite.
—No, a menos que vayas a tragártela en seco. No tienes un poco de…— Me detuve porque había
parpadeado. Y ahora ella tenía en la mano un vaso de agua.
—Ellos incluso doblan las sábanas, —dijo. Y entonces ella me dejó ir el fin de tomarse la aspirina.
—Eso es imposible.
—Es lo que siempre he pensado, pero puede hacerse. ¿Y los utensilios de cocina de cobre viejo, ya
sabes, los que tenían ese brillo precioso?
—Creo que sí, — dije, porque yo cocinaba una vez por década.
—Bueno, están luminosas y brillantes ahora. —dijo ella con acritud. —Por lo menos estaban la
última vez que me permitieron entrar en mi propia cocina, que fue hace una hora, así que Dios sabe
lo que ha hecho en…
—¿Quiénes son ellos?
—Tú lo has dicho, —dijo ella haciendo una mueca. —Vampiros.
—¿Pero de quién?
—¿De quién crees tú?
Maldita sea.
—Voy a hablar con Ray, —le dije. —Sé que su gente necesita probablemente un sitio donde pasar la
noche hasta que este desastre esté resuelto, pero nunca les dije que podrían…
—Ellos no son de Ray, — dijo Claire, mirándome divertida.
—¿De quién entonces?
Se llevó las manos, los cuales volvieron a la normalidad, lo cual me sentí realmente aliviada de ver,
a las caderas. —¿Lo dijiste o no liste a Louis-Cesare que necesitaba ayuda doméstica?
—Yo... no con tantas palabras, no.
—Bueno, él lo interpretó de esa manera. Aparecieron hace un par de horas y se hicieron cargo. Hasta
el momento, han hecho la colada, segado el césped del jardín y limpiado la casa hasta la última
pulgada, —a pesar de que sigo diciéndoles que el hechizo lo acabara de volver todo a como era, de
todos modos, —¡lavado el pelo a los gatos y replantado mis caléndulas!
—¿Tus caléndulas?
—¡Dijeron que las líneas no eran lo suficientemente rectas!— Dijo mirándome enojada. Nadie
consigue puntos diciéndole a un Virgo que ella no sabe cómo mantener la casa.
—¿Por qué simplemente no los despediste?— le pregunté.
—Oh, mira ¿por qué no se me habrá ocurrido eso? ¡Porque no me dejan! Ese vampiro los envió para
ti y tú eres la única que puede decirles que se vayan. ¡Y eso es exactamente lo que vas a hacer! Y
luego te vas a marchar tú también y vas a darte un baño.
—No voy a hacer nada de…
—…y entonces te vas a vestir y vas a desempaquetar esa bolsa ridícula y bajar las escaleras de
nuevo y nosotros vamos a tomar una buena comida, ¿de acuerdo?
—No, no estoy de acuerdo. No es seguro…
—Pamplinas. —Jurando Claire era lo suficiente rara como para hacerme callar. —Vivimos juntas
desde hace casi dos años, ¿no es así?
—Sí, pero.
—Y ¿cuántas veces ocurrió algo como lo de la pasada anoche?
—¡Una vez es suficiente! Y también ocurrió hace un mes…
—¿Y qué más pasó hace un mes?
—¿Qué estás…?
—¡Maldita sea, Dory! —Sus ojos se habían centrado en mi bolso, que estaba todavía en el suelo, y
ella se inclinó y tiró de algo.— Ya lo tienes.
—Por supuesto que lo tengo, —le dije, arrebatando de sus manos mi botella azul.— ¿Qué esperabas
después de…?
—Yo esperaba que te tomaras un momento y me preguntaras si éste no era el problema, —dijo
Claire, y lo arrojó violentamente contra la pared.
No se rompió en mil pedazos, pero sólo porque el cristal era grueso. Sin embargo, se incrustó a
medio camino en la pared y permaneció allí. Volví los ojos a la nueva decoración del vestíbulo y de
nuevo a Claire, que estaba prácticamente incandescente.
—¡Mis habilidades sacan tu poder, lo libera, y lo destruye!— me dijo con enojo. —Eso es lo que lo
anula. Pero el vino no lo anula.
—Bueno, está haciendo algo.
—¡Sí! ¡Sí, eso es! Detiene tus ataques, pero no elimina la causa. Es como el cierre de la válvula de
un motor de vapor. Puede permitir que el vapor se escape, pero no hace nada por la presión.
Había estado a punto de decir algo, pero en ese momento me detuve.
Y sólo la miré durante un momento. —¿Eso es lo que crees que está pasando?
—No lo sé, —dije, exasperada. —Eso es lo que he estado tratando de decirte. Nadie sabe lo que
hacen las cosas cuando son ingeridas por un dhampir. Todo lo que sabemos es que se ponen de
manifiesto habilidades mágicas latentes en el ser humano. Pero tú no eres humana.
—Pero tú crees que ha estado poniendo una especie de tapón en mis ataques.
Ella empujó el pelo rojo fuera de la frente. —Bueno, tiene sentido, ¿verdad? Tú lo bebes, y se
detienen tus ataques, ya que apaga cualquier válvula de escape para esa parte de ti. Pero no hace
nada para dejar salir la presión. Por lo tanto, sólo sigue creciendo y creciendo. Y tarde o temprano.
—Bum.
—Un gran bum.
Asentí con la cabeza. —Gracias, —le dije, y hablaba en serio. Arranqué la botella de la pared.
—¿Qué estás haciendo?
—Incluso si tienes razón, todavía puede ser útil en situaciones de emergencia. —Le dije, metiéndola
de nuevo en mi mochila.
—Pero... ¿a dónde vas?— Exigió ella, cuando me encaminé hacia las escaleras de nuevo.
—Al mismo lugar al que iba antes. Fuera.
—Pero te acabo de explicar.
—Que el vino no funcione, no es a largo plazo.
—¡Dory!— Ella me agarró por el brazo de nuevo, pero esta vez yo estaba lista, y lo dejé fuera de su
alcance. —¡Maldita sea, vuelve aquí!
—No puedo.
Ella alargó la mano hacia mí otra vez, pero yo la agarré esta vez, empujándola de cara contra la
pared. No lo suficientemente fuerte para herirla, pero ella no se veía muy feliz. Por supuesto, yo
tampoco.
—Se está volviendo peor, de acuerdo, —le dije con dureza.—Seamos realistas. No puedes
controlarme más. Y el vino es un recurso provisional en el mejor de los casos. Lo que quiere decir
que no soy…
Me revolví porque mi espalda de repente golpeó la pared. Hasta el otro lado del pasillo. Lo cual fue
una sorpresa, ya que yo no recordaba el movimiento.
—¿Sabes lo que no es seguro? —Exigió Claire furiosa, acechando hacia mí. —Yo no estoy segura.
Tú no eres la única que tiene que ver con que la presión esté controlada. ¡Estoy bajo ella todo el día,
todos los días, sin un final a la vista! Y no importa lo que trate de decirle a nadie, nunca…
Se cortó bruscamente, y miró hacia otro lado. —¿Qué es eso?— Exigí.
Ella no dijo nada.
—Claire…
—No, —dijo ella, mirando hacia mí, con los ojos cerrados. —Ya tienes suficientes problemas. No
puedo solucionártelos, pero puedo evitar que sigan aumentando.
—Pero puedo ayudarte.
El pelo rojo voló. —¿Cómo? Pensé que te ibas.
Yo la miraba a ella, porque Claire nunca se había enojado por mucho tiempo. Y esta resultó ser una
excepción. Se desinfló de repente, viéndose miserable. —No te va a gustar.
—Si te ha hace verte así, realmente no me va a gustar.
—No, quiero decir. — Se detuvo, y se lamió los labios. Y entonces ella puso rígidos los hombros y
me miró a los ojos directamente.
Y dejó caer la bomba.
— Æsubrand no ha sido visto desde hace casi una semana.
Parpadeé. Bueno, si algo pudiera distraerme de mi propio infierno, era eso. Æsubrand era un poco
del infierno en sí mismo.
E, irónicamente él también iba a ser pronto primo de Claire por matrimonio. Parecía que la familia
Fey que estaba a punto de conseguir con esa boda era casi tan ruinosa como la mía. De hecho, podría
llevarse el premio, ya que ninguno de mis parientes estaban activamente tratando de matarse unos a
otros.
Bueno, no en ese momento.
Por desgracia, eso no era cierto para Claire. Su padre político era Caedmon, rey de los Blarestri, una
de las tres divisiones principales de los Fey Luz. Él tenía una hermana, Efridís, la cual había estado
casada con el rey Svarestri, el líder de uno de los otros grandes clanes, para sellar un tratado o algo
así. No tenía muy claros los detalles. Lo que tenía claro era que ella había tenido un hijo, que había
resultado ser un hijo de perra homicida.
También era ambicioso como el infierno, hasta el punto de que sólo heredar un trono no era lo
suficientemente bueno para él. Oh, no.
Æsubrand quería dos. En concreto, quería el de Caedmon, el cual había tenido que concedérselo
hasta que Heidar, también conocido como Caedmon Jr., conoció a un cierta dragona medio pelirroja.
Y tuvieron un hijo.
Heidar no había sido un problema para Æsubrand, porque la ley exigía a sus reyes Blarestri tener la
mayoría de la sangre Fey y su madre había sido humana a secas. Pero Claire, que era más del
cincuenta por ciento Fey, había colocado a su hijo directamente en la línea de sucesión. Y la línea de
fuego.
La existencia de Aiden había metido en serios problemas a su primo por la unificación Fey, la
creación de la dinastía, los gloríficos planes Æsubrand, y él no lo había tomado bien. Al igual que, él
había tratado de matar a Claire cuando ella aún estaba embarazada, y cuando eso no funcionó, había
ido después a por el bebé, Aiden. Pero, “suerte mía” había conseguido ponerme en su camino, no
una, sino dos veces. No es que yo hubiera sido la única razón por la que no pudo, ni siquiera la
principal, pero por alguna razón, él parecía culparme.
Uno de estos días, iba a tener que trabajar en mis habilidades de comunicación con la gente.
—¿Crees que está aquí? —le pregunté, porque era justo lo que necesitábamos.
—Caedmon no lo sabe, —dijo Claire distraídamente, pasándose una mano por los rizos ya
desordenados. —Pero él no parecía... Él dijo que estaría más inclinado a pensar que Æsubrand
estaría de vuelta aquí si no se parecía al que se fue.
Traté de analizar eso y fracasé por completo. —¿Volver de nuevo?
—¿Conoces la capacidad de su madre con el glamour?
Asentí con la cabeza. La mayoría de los Fey podían cambiar su apariencia hasta cierto punto, incluso
sin las pociones que a veces se nos vende. Pero Efridís se dice que es especialmente dotada, hasta el
punto de incluso ser capaz de engañar a su colega fey. Ella había usado sus habilidades haciéndose
pasar por su querido hijo, ayudándolo así a salir de la versión fey de la cárcel, según había oído.
Y entonces me di cuenta de lo que Claire estaba diciendo. —¿Crees que ella está cubriéndole?
—Caedmon piensa que sí, — dijo ella, frunciendo el ceño. —Dijo que los Svarestri saben que los
espiamos, al igual que hacen con nosotros. Y que si Æsubrand estuvo aquí, su madre estaría haciendo
todo lo que estuviera en su poder para hacer que se viera como si estuviera todavía en la corte.
Había sido visto montando a caballo, cazando, cetrería, —cualquier cosa para hacerlo muy visible.
Pero él no lo está.
—¿Qué significa eso?
—De eso se trata— ¡No lo sé! Caedmon piensa que Æsubrand probablemente está fuera de la corte,
pero no aquí. Así que él no necesita a nadie para cubrirle. Dijo que podría estar patrullando la
frontera, o bien dirigiendo juegos de guerra, o en una maldita misión de comercio. —Ella alzó las
manos con disgusto.
—Pero estás asumiendo lo peor.
—¿Tengo alguna opción? —preguntó salvajemente. —¿Después de todo?
No. En realidad, ella no la tenía. El talismán de Aiden lo protegía, pero sólo hasta cierto punto. Eso
significaba que alguien podría no ser capaz de ir hacia él y matarlo, ya que ellos lo había intentado
una vez antes. Pero no haría absolutamente nada para detener un secuestro. Y si alguna vez Æsubrand
tenía a Aiden en sus elegantes manos, yo no sé si pasaría mucho tiempo antes de que él encontrara la
manera de deshacerse del problema, de forma permanente.
Eso era, por lo que yo sospechaba, por lo que Claire todavía estaba aquí en lugar de volver a Faerie.
Había recuperado el talismán hacía dos semanas pero no había mostrado señales de marcharse. Tal
vez porque Æsubrand no conocía la Tierra del todo bien, por lo cual estaba en desventaja aquí.
No es que no hubiera logrado resarcirse antes, al menos en cierto modo, pero Faerie había
demostrado no ser seguro. Algunos de los propios cortesanos de Caedmon parecían pensar que un
rey Light Fey completo sonaba mejor que uno parte humana y parte chucho Dark Fey. Era lo que
probablemente hacía parecer a Claire como si estuviera a punto de explotar.
—Tiene que haber alguna manera de comprobarlo, —empecé.
—Heidar lo está tratando. —Retorció las manos en el delantal, y a pesar todo su poder, ella de
repente era tan sólo otra madre ansiosa, desesperada por garantizar la seguridad de su hijo. —Es por
eso que él volvió. Está haciendo un reconocimiento a las tierras de Svarestri.
—¿Qué?
Ella asintió con la cabeza frenéticamente. —Le rogué que no lo hiciera, pero él dijo que solía
hacerlo por diversión cuando era niño. Que él conocía algunos senderos antiguos, que tenía algunos
contactos. Que él era capaz de aliviar mis temores...
Y en lugar de eso los había duplicado. Ahora Claire estaba preocupada por su hijo y su prometido.
No es de extrañar que ella hubiera estado tan abstraída.
Y yo realmente no estaba ayudando, ¿verdad?
—¿Qué puedo hacer?—, le dije simplemente.
—Puedes permitirme devolverte el favor que me hiciste, —dijo ella severamente. —¡Cuando llegué
aquí, en medio de la noche con un bebé en la cadera y la mitad de los Faerie detrás de mí! Lo más
inteligente hubiera sido echarme fuera.
—Ésta es tu casa.
—…y dejarme con mis propios problemas, pero no lo hiciste. Te negaste a dejarme salir corriendo y
hacer que posiblemente yo y mi hijo fuéramos asesinados. Tú hiciste lo que hacen los amigos cuando
otros amigos actúan estúpidamente y asustados, y tú me lo dijiste entonces. Igual que te lo estoy
diciendo yo ahora.
—Esa fue una situación completamente diferente, y tú lo sabes. Tus enemigos estaban fuera.
— ¡Tú no eres un enemigo, Dory!
— Yo no soy un enemigo ahora.
A Claire no le gustaba eso. —¡Ayer por la noche, la única persona que estaba en peligro era tu
Louis-Cesare!
—¿No está aquí todo el tiempo? —Y podría no estar de nuevo. —Tus ojos, —le había dicho,
parecían un poco ido. Y sip, lo adiviné también. Yo sólo me entreví en el modo total dhampir en una
ocasión, en esa pelea de hacía un mes, y no había sido bonito. No había, de hecho, parecido
particularmente humana, — gruñendo, colmillos reluciendo y brillantes, ojos demoníacos...
Mierda.
—¡Él no tiene por qué estar! —dijo Claire con fuerza. —Yo iba a decir que si él no hubiera sido
capaz de tener cuidado, tenemos un jardín lleno de fey. ¡Y a la élite de la guardia real en eso!
—Quiénes no podrían haber sido suficientes.
—¡Oh, por favor! —Ella me miró de arriba abajo críticamente, y no parecía impresionada. —Si no
pueden manejar a una solitaria dhampir, patearé sus culos. Y entonces lo haré.
—¿Harás el qué?
—Manejarte.
—¿Vas a manejarme?
—¿Crees que no puedo?—, preguntó ella, levantando de barbilla.
—Creo que no podrías.
—Entonces no me conoces tan bien.
Di la vuelta a mis ojos. —Te conozco bastante. Eres vegana. Cortar carne para las comidas de los
Fey casi hace que te enfermes. ¡Tienes todas esas caléndulas, porque ni siquiera te gusta lastimar a
los insectos!
—Faerie cambia a las personas.
—No tanto. Y mi otra mitad es despiadada…
—Yo también lo soy. He tenido que aprender a serlo. Y si te hace sentir mejor, si te vuelves loca, y
por alguna razón insondable decides atacar a Aiden o a Stinky, —y por el amor de Dios dale ese
niño un nombre mejor…
—Te lo dije, los Duergars tienen que ganarse el sustento…
—…entonces te mataré yo misma.
Me detuve. Porque Claire había sonado como si lo dijera en serio. Parecía que hablaba en serio,
demasiado, con esos ojos verdes claro generalmente duros y constantes en los míos.
—¿Lo harás?
—Sí. Yo lo haré.
—Podrías dudar.
—No. No con la vida de un niño en peligro. No con la vida de Aiden. Voy a matar a cualquiera que
lo toque.
Y eso último era tan frío, tan implacable, que en realidad envió un escalofrío por mi columna
vertebral. En ese momento yo sinceramente creía que mi suave compañera de piso podría ser capaz
de asesinar. Incluso a mí.
—Bien, —le dije.
Ella asintió con la cabeza, dejando escapar un suspiro. —Bien, — ella estuvo de acuerdo, secándose
las manos en el delantal. —¡Ahora ve allí y deshazte de esos malditos vampiros!
Capítulo 20

Me encontré a los vampiros en el comedor formal que nunca usábamos, el cual normalmente olía a
cerrado y estaba y lleno de polvo, pero que ahora olía como si un camión lleno de limones se hubiera
estrellado contra un lateral de la casa. Eran cinco. Y me había equivocado.
No parecía que acabaran de salir de un restaurante de alta categoría, a menos que el restaurante de
postín fuese del siglo XIX. Había tres hombres y dos mujeres, todos con el pelo liso y oscuro,
zapatos perfectamente lustrados y atuendo negro propio de una doncella o de un mayordomo. Parecía
como si Mattel hubiera lanzado un nuevo producto para coleccionistas de Casa de Campo, la edición
de los sirvientes. Sólo que alguien había sido descuidado con las caras, porque los sirvientes
perfectos tenían aspecto de estar un poco sobrecogidos.
Tal vez porque estaban agrupados alrededor de los gemelos trolls.
O, no, realmente se trataba más de una línea que de un agrupamiento. El vampiro junto al brillante
aparador, que había cubierto su elegante atuendo con un delantal largo blanco de chef, pasó un plato
al que estaba a su lado, quien se lo pasó a su vez al siguiente y así sucesivamente, hasta llegar a los
chicos. Quienes lo consumieron como siempre lo hacían… de un solo trago. Y luego cortésmente
esperaban por más.
Los vampiros no estaban aparentemente acostumbrados a ver como un pastel Bundt era devorado
como un donut, de ahí que tuvieran los ojos como platos. Los cuales se agrandaron aún más cuando
uno de ellos levantó la vista y me vio. Y luego, todos estaban mirando, alzando sus cabezas como
marionetas movidos por una cuerda, mientras las noticias se transmitían rápidamente, en silencio,
entre ellos.
Y entonces uno de ellos sonrió.
Fue entonces cuando las cosas se pusieron un poco surrealista.
No es que fueran difíciles. Oh, no. Yo me puse en la piel de la Mujer Maravilla y entré para explicar
la situación y ellos rápidamente se pusieron de acuerdo en "cogerse un permiso" tan pronto como
terminaran de llenarle el buche a los gemelos. Pero ellos lo dijeron con sonrisas desbordantes.
Grandes y genuinas sonrisas, que hicieron que sus ojos oscuros se iluminaran y que aparecieran
hoyuelos en sus mejillas.
Esto me hizo doler los dientes.
Vampiros ampliamente sonrientes… no eran precisamente frecuentes en mi experiencia, a menos que
tuvieran un cuchillo listo para deslizarlo entre mis costillas. Así que pensé que podría perdonárseme
por vacilar un poquito cada vez que uno de ellos se movía. Los cuales, para darles crédito, se habían
percatado bastante rápido. Pero mientras la mayoría de los vampiros se hubieran divertido un poco a
costa mía, como por ejemplo moviéndose a diferentes partes de la habitación, para que yo tuviera
problemas para mantenerlos a todos a la vista, estos sólo parecían perplejos. Y disgustados. Como si
ellos pensaran que tal vez estaban haciendo algo malo.
Así que trataron de arreglarlo ralentizando sus movimientos. Haciendo movimientos muy deliberados
y sólo cuando era estrictamente necesario, lo que me puso aún más la piel de gallina, porque los
vampiros no se movían así. Y así continuó hasta que ellos casi no se movían en absoluto, hasta que
fue como hablar con un grupo de estatuas determinadamente sonrientes.
—Yo, eh...— Me lamí los labios. —Me tengo que ir, —les dije un poco desesperadamente. Y luego
me lancé a buscar algo de comer antes de desmayarme.
No sabía por qué estaba tan hambrienta, teniendo en cuenta que había comido la pasada noche tanto
como una docena de estibadores, o un Fey, pero lo estaba. Por desgracia, la cocina no parecía muy
prometedora.
De hecho, era tan bueno que los vampiros hubiesen estado manteniendo a Claire de permiso, porque
ella iba a ponerse como una fiera cuando viese esto. Armarios vacíos con las puertas abierta por
todas partes, el fregadero estaba lleno de platos sucios, y más de lo mismo estaban apilados sobre
cada superficie disponible. Excepto en un extremo de la mesa. Ésta estaba cubierta por una pila
menguante de alimentos, sobre todo postres, preparados para su sacrificio con los dos pozos sin
fondo que había allí fuera.
Mi metabolismo no funciona tan bien con el azúcar, por lo que pasé de ellos en favor de un viaje a la
nevera. La cual estaba generalmente atiborrada, teniendo en cuenta el número de bocas que teníamos
que alimentar. Pero hoy parecía más como en los viejos malos tiempos, cuando Claire se había ido y
yo había estado viviendo la vida de la despreocupada y hambrienta soltera.
Hubo un tiempo en que me había considerado afortunada si tenía una lata de atún y un par de esos
pequeños paquetes de mayonesa en casa, pero Claire me había echado a perder. Mi estómago rugió
con consternación ante los estantes casi vacíos. Pero una mirada al congelador dio sus frutos, un
poco más generoso, y los viejos instintos carroñeros se hicieron cargo.
De hecho, estaba tan ocupada preparando el almuerzo, o la cena, o un sustitutivo entremedias de
ambos, o como se llamara una comida a las cuatro de la tarde, que apenas me percaté de que el
cocinero estaba entrando en la cocina. Hasta que me volví desde el lugar donde estaba la tostadora
para coger algo de la nevera esquilmada y casi tropecé con él. Era un poco más bajo que el maître y
un poco más rechoncho, con papada y una curva de felicidad bajo toda esa ropa arduamente
almidonada.
Lo cual era digno de mostrar, porque a pesar del estado de la cocina, no había ni una mota en él. Pero
algo le había disgustado, el hombre parecía estar al borde de las lágrimas.
—No queda pan, —confesó trágicamente, con un marcado acento francés, al igual que alguien
admitiendo brujería a la Inquisición.
—Está bien. —Mis gofres ya estaban listos. Los saqué, les puse encima algo de fiambre y un par de
rodajas de pepinillo en vinagreta que había pescado de un tarro casi vacío y lo apretujé todo en un
sándwich. Y levanté la mirada para encontrar al vampiro completamente paralizado a causa del
horror
—Ussted... no puede comerg ezzó, —susurró, obviamente consternado.
Miré mi sándwich. —Tienes razón. —Pero no había mantequilla, así que cogí la mayonesa y unté uno
de los gofres, todavía caliente. Se fundió perfectamente colándose entre todas las ranuras, pero mi
creación todavía necesitaba algo. Me alcanzó la inspiración y metí la cabeza de nuevo en la nevera,
abrí un cajón y…
Eureka. Me volví hacia mi sándwich, sólo para descubrir que ya no estaba allí. Tal vez porque había
sido incautado.
—Dame eso, —le dije al vampiro, que lo sostenía firmemente contra su pecho, con una mirada
determinada en su rostro.
—¿Qué ees essó?, —Exigió, mirando mi captura.
—Queso. —Lo sostuve en alto.
—Essó no ees quesso.
—¿Cómo lo sabes?
—Ess de colorg nagganjá.
—Un montón de queso es de color naranja.
—¡Non! Ningún quesso ees de esse colorg. El quesso prroviene de la leche. La leche ees blanca.
¿Cuando ha visto que la leche sse parezzca a essó?
Levanté el paquete de rodajas pequeñas y señalé la etiqueta en negrita. —Queso Fundido
estadounidense.
Agarró el paquete, sin soltar a su rehén. Y lo miró con recelo. —Disse “cheese food”. —Levantó la
vista, obviamente perplejo. —¿Qué ssignifica “comida para quesso”? El quesso no come.
—“Comida de queso”…creo que la idea es que tú te lo comas.
—¡Non!— Fue enfático. —Mi sseñorg… él no me pergdonaría.
Lancé un gancho para agarrar el queso, pero el hombre era más rápido de lo que parecía. Se
escabulló rodeando a la mesa. Me deslicé detrás de él.
—¡Dame eso!
—¡Ussted no puede comerg essa bassofia!
—¡Mírame!
—¡Non, non, esstá mohosso!
—Buen intento, —gruñí. Esas cosas no criaban moho. Creo que el moho les tenía miedo.
Hice una finta y luego otra, y finalmente recuperé mi sándwich. Estaba un poco aplastado, pero
estaba bien. Le di un mordisco desafiante.
—¡Porg favorg!.... —Él recurrió a los grandes ojos marrones de cachorrito. —Sse lo rguego.
Tragué, pero no fue fácil. Me acordé de mis habilidades de forajida, yo era mejor que esto. —Bueno,
tengo que comer algo, —señalé. —¿A dónde fue toda la comida?
—Los feyss, —susurró, mirando por encima de su hombro.— Ellos no sson humanos.
—No puedo debatir eso.
—Non, no lo entiende. Alimentamos a los que esstán fuejra en el jargdín, ¿ssí? Y ellos comen. —
Puso los ojos en blanco.— ¡Oh, ellos comen! Pegjo finalmente, ellos pajran de comer.
—Y luego os envalentonasteis y decidisteis atiborrar a los gemelos, —supuse.
Él asintió con la cabeza. —Pejro hay algo mal en ellos. Ellos comen y comen, y ellos no pajran.
—Yo podría haberte dicho eso.
—¡Mais c'est ne pas posible! ¿Dónde meten ellos todo essó?
—¿En sus piernas huecas? —Ofrecí, oliendo mi sándwich. Definitivamente había algo rancio en él.
Tal vez el pan de oliva...
El chef me miraba astutamente. —Ssi no come essó, —él me engatusó, —yo le pgrepararé algó
mejorj.
—¿Con qué?
—Con…, —miró a su alrededor con desesperación. Y vio una caja medio vacía de huevos. —De les
oeufs. ¡Yo hajré una torjtilla!
—¿Una tortilla?
—¡Ssí, ssí! ¡Tjremenda tortilla le voy a hasserg!— Él movió la mano con el menospreciado queso en
ella. —Como no sse ha vistó nunca. ¡Sejrá una torjtilla de los dioses!
—¿Vas a utilizar eso?
Miró el pequeño paquete en su mano. Su rostro se arrugó.
—Es broma, —le dije. —¿Cómo puedo rechazar una tortilla divina?
No creo que jamás haya visto a un vampiro más feliz en mi vida.
Y entonces me di la vuelta y vi a su opuesto, atisbando con recelo a través de los cristales de la
puerta de la cocina. Suspiré. Brevemente consideré abrir la manguera y dirigirla hacia él, como
solíamos hacer con el perro del vecino, que continuaba excavando en el jardín de césped de Claire.
Pero yo dudaba que eso funcionase en este caso.
En vez de eso, abrí la puerta y asomé la cabeza.
—¿Qué?
—Déjame entrar, —dijo Marlowe, tratando de abrirse camino empujándome. Y de esa forma zafarse
de la mierda. —¡Joder!
—¡Esa lengua!, —le amonesté. —Hay niños en la casa.
—Entonces ven fuera, —dijo maliciosamente.
Consideré eso. —¿Sabes?, estoy bastante cómoda donde estoy.
Él miró a mi espalda. —¿Qué está haciendo aquí Verrell?
—¿Quién?
—¡El chef de Louis-Cesare!
—Oh. —Miré por encima de mi hombro al vampiro, que estaba tarareando alegremente para sí
mismo y batiendo algunos huevos con saña. Me volví hacia Marlowe. —Me está haciendo una
tortilla.
—¿Por qué?
—No le gustaba mi sándwich.
—Él no…, —Marlowe se detuvo y miró hacia el cielo, olvidando que aún era de día fuera. Lo que
supongo debió haber quemado sus retinas, porque maldijo violentamente.
—Si continúas así…, —le dije, —voy a tener que pedirte que…
—¿Quién es éste?, —exigió, empujando una foto delante de mi cara.
No contesté, porque estaba a un milímetro de distancia de mi globo ocular. Pero di un paso atrás y le
eché un vistazo, porque parecía la forma más fácil de deshacerme de él. Mostraba a un hombre que
parecía un cruce entre el maître y el chef, sólo que no tan agradable de aspecto. Tenía un pequeño
bigote negro que estaba tratando en vano de agregar carácter a una cara redonda como un pudín,
espesas cejas negras y ojos pequeños y con mirada sospechosa que él había centrado con desprecio
en quienquiera que hubiera hecho la foto.
—No tengo ni idea, —le dije a Marlowe.
—¿Estás segura?
—Tan segura como puedo estarlo de una foto. ¿Por qué?
—Porque tú estabas en su yate hace dos días.
Pensé en eso por un segundo. Y luego lo dejé entrar. Porque su carácter era lo suficientemente volátil
cuando sus sesos se estaban friendo, y dudaba que pudiera conseguir alguna información de otra
manera.
—¿El yate que está en el fondo del mar?, —le pregunté, mientras pasaba por mi lado empujándome.
—No está en el fondo del mar, —dijo, golpeando sus rizos ligeramente humeantes. —Debe haber
sido succionado por ese maldito portal.
—Entonces, ¿cómo sabes que pertenecía a este tipo?, —le pregunté.
Marlowe se guardó la foto de nuevo bajo su chaqueta, la cual estaba humeando un poco, también. Eso
era extraño para alguien de su nivel, a menos que él todavía no hubiera dormido nada. Lo que
también explicaría su humor.
—Tenía algo mejor, —me dijo en breve. —¿O has puesto tú el cuervo sobre la jamba de la puerta?
Me llevó un segundo recordar la horrible estatua que proyectaba un aspecto cutre a un cuarto, aparte
de eso, de buen gusto. —No, él ya estaba allí.
—Entonces, a menos que existan dos yates negros con cuervos por mascotas, ese era el Corvus.
—Eso es la palabra en latín para 'cuervo', ¿no es así?
—Sí, —dijo Marlowe, con aspecto vagamente sorprendido de que yo supiera eso. —Más aún, fue el
nombre otorgado por los soldados romanos a los tablones que utilizaban para abordar los barcos que
estaban atacando. Tenían un 'pico' en un extremo para agarrarse y hundirse en la cubierta del otro
barco.
—¿Así que, ese tipo era romano? —No lo había advertido.
—No, pero la persona que se lo vendió lo era. El barco perteneció a Géminus, antes de que él
ascendiese de categoría hace unos pocos años. Él vendió su viejo yate a su buen amigo Slava, que
quiero que tu identifiques. Si lo viste en ese muelle, podría ser la brecha que necesitamos.
—Pero no lo hice.
—¡No sabes lo que viste!, —Dijo Marlowe con irritación.
—Mircea te sacó en el peor momento posible, y se niega a ponerte de nuevo dentro.
—¿Y tú esperas que yo lo convenza de lo contrario?, —le pregunté escépticamente. Porque yo no
estaba teniendo mucha suerte con ese tipo de cosas últimamente.
—No. Espero que vengas conmigo esta noche a la casa de Slava, y a ver si hay algo que estimula tu
memoria. Un olor, un gesto, una…
—¿Esta noche?
—¡Sí, esta noche! ¿A menos que tengas un compromiso previo? —El sarcasmo rezumaba. No hice
caso, porque la tortilla de los dioses acababa de ser deslizada bajo mi nariz.
Me senté y le di un mordisco. Mis ojos se dilataron. —Esstá buena, ¿no? —Preguntó Verrell, con
aspecto satisfecho.
—¿Cómo puedes hacer esto tan sólo con huevos?, —le pregunté, contrayendo los músculos de mi
cara con asombro.
—Oh, hay otjras cosas también, —dijo con altanería. —Asseite de oliva, algunos ssebollinos, un
poco de pimienta, sólo una pisca, ya me entiende…
La mano de Marlowe cayó bruscamente sobre la mesa y Verrell se sobresaltó. —¿Cuál es el
problema, esta noche? —exigió.
Tragué el huevo. —Nada, si no hubiera sido despedida...
—Tú no estás trabajando para nosotros. Tú estás simplemente identificando a un sospechoso.
—Así que, ¿tú lo ha aclarado con Mircea, entonces?
Él parecía evasivo.
Sí, me lo imaginaba.
—Tú tienes la reputación de cierta... falta de preocupación... por los deseos de tu padre, —señaló
Marlowe.
Eso era cierto. También era cierto que tenía un interés personal en este enredo de contrabando. Pero
yo no creía que fuera a ayudar mucho a mi cuenta bancaria el admitirlo.
—Digamos que yo estoy recobrando mi libertad, —le dije. —¿Cómo debo vestir para la ocasión?
—Sólo ponte un vestido. Algo sexy.
Levanté una ceja. —Yo no tengo ningún vestido, ni sexy ni de otro tipo.
—¿No? ¿Por qué no?
—Me traban en combate. Uno casi logra que me maten hace poco, así que tiré el resto.
—¡Entonces, coge prestado uno de tu compañera de casa!
Apreté los labios. Claire medía más de un metro ochenta de altura. Su vestido más corto se
arrastraría por el suelo puesto en mí. Por no hablar de que no eran en absoluto de mí estilo.
—¿Así que, vamos a ir entonces una feria del renacimiento?
Marlowe se pasó una mano por el pelo y murmuró algo. Y entonces él me miró de arriba abajo. —
¿Qué talla usas? ¿La dos?
—Depende del vestido. Casi siempre llevo una cuatro, pero todo depende de lo ajustado que sea el
vestido.
—De busto… sí, —dijo pensativo.
Parpadeé. —Eso es... muy perturbador... viniendo de ti.
Él frunció el ceño. —¡Voy a enviarte algo! ¡Sólo quiero que estés en la Central a las nueve! —Me
dijo, refiriéndose a la oficina local del Senado de Vampiros.
—Dame una buena razón por la que deba ayudarte.
—Te pagaré el triple.
Le sonreí y me comí la tortilla. —Esa es una buena razón, —para lucir moretones y sin ninguna
respuesta.

Capítulo 21

—No puedo creer que me acicalara para esto, —le dije, ocho horas después. Y me saqué una cáscara
de plátano de mi pelo.
Marlowe ni se molestó en decirme que me callara, que no era una buena señal. No es que yo pensara
que estuviera en algún peligro real. Los chicos de Slava sabían cuál era la pena por matar a un
senador, y ellos no iban a arriesgarse, con órdenes o sin ellas. Pero él parecía no sentirse bien.
Yo, en cambio, no tenía ni un rasguño, a menos que cuente la carrera en mis medias. Supongo que
ellos asumieron que yo era sólo su tentempié para la noche o algo así. Porque no se habían molestado
en tratarme con rudeza antes de que nos tiraran a los dos a un contenedor de basura.
Que es donde me abandonaron.
Slava había estado en el radar de Marlowe, mucho antes de que comprara un yate a la persona
equivocada. Él era famoso por ofrecer una mezcla heterogénea de vicio a la comunidad local
paranormal, incluyendo la explotación de una de las redes más grandes de prostitución de Manhattan.
Y por regentar un notorio club de sexo, apropiadamente llamado el Aerie, situado en el ático de
arriba.
Por supuesto, eso no era lo que había molestado al Senado. Ellos no tenían la costumbre de vigilar el
vicio y creían que lo que hacía dos adultos en privado, o no tan en privado, en el lugar correcto, era
cosa de ellos. A menos que dijéramos que los adultos no fueran exactamente humanos, no estuvieran
precisamente aquí legalmente, y no lo hicieran voluntariamente.
Se rumoreaba que Slava había cambiado completamente el habitual tráfico de humanos esclavizados
por los feys para proporcionar placeres inusuales para sus más hastiados y adinerados clientes. Lo
que sin duda era ilegal, solo que nadie había sido capaz de precisar nada sobre él. Lo cual era la
parte que yo no entendía. ¿Por qué un hombre que había estado fuera de la vista del Senado y del
Círculo durante décadas, de repente se vuelve un chalado cuando Marlowe se presenta para hacer
algunas preguntas? Sin duda, una visita del jefe de espionaje no hacía feliz a nadie, especialmente a
alguien que era culpable como el infierno. Pero si la mitad de los rumores eran ciertos, Slava había
estado viviendo así durante años. ¿Por qué entrar en pánico ahora?
Saqué algunos granos de café de mi escote y deslicé otra mirada en dirección a Marlowe. Pero él no
parecía que quisiera hablar de ello. Estaba simplemente sentado allí, como el Buda de la basura, su
chaqueta de noche de terciopelo color burdeos salpicada de sangre y mostaza, esta última de un
Reuben de alguien que, a juzgar por su olor, tenía más de un día. Arrugué la nariz y lancé uno de
(47)

los dispositivos de tortura de más de doce centímetros de satén negro que él me había proporcionado
sobre el borde del contenedor de basura.
Éste rebotó en el bordillo de la acera y cayó en un charco de algo desagradable.
Por supuesto que lo hizo.
Suspiré y me lancé fuera del contenedor tras él. Eso fue más difícil de hacer que de decir, gracias al
vendaje elástico en forma de vestido que constituía la idea de Marlowe de “sexy”. Pero al menos el
color era bonito. El carmesí no era mi color habitual, pero disimulaba una multitud de “pecados”,
por no hablar de la salsa de tomate…
Aunque no pude dejar de notar que yo olía un poco... raro.
Chanel Nº5, obviamente, no estaba pensado para las trincheras.
Me sacudí la ropa, rescaté el zapato, y levanté la mirada para encontrar a “Buda” haciendo muecas
hacia el cielo. No le pude ver bien pues aunque el bajo Manhattan estaba bastante bien iluminado por
la noche, nosotros estábamos a la sombra de un edificio. Pero parecía como si él estuviera teniendo
un ataque de apoplejía.
O lo habría tenido, si hubiera sido humano. Puesto que era un vampiro, supuse que estaba teniendo
una conversación con algunos de sus muchachos, haciendo el equivalente telepático de romperlos en
pedacitos. Así que no fue un verdadero ataque cuando menos de un minuto después, un montón de
pequeños pies de gato vinieron corriendo por la acera, y se convirtieron en un grupo de silenciosos
vampiros, vestidos de negro.
Uno de ellos cometió el error de tratar de ayudar al jefe a salir del contenedor de basura, sólo para
tener un puño golpeándole en el cuello.
—¿Y bien?— Gruñó Marlowe.
—No hay actividad de ningún portal, mi señor. Si Slava tiene uno en la casa, no está activo en la
actualidad.
—Entonces él no tiene uno. —Marlowe saltó y aterrizó en la calle junto a mí.
Alguien más debió haber dicho algo, porque Marlowe respondió. Pero él era el único que se molestó
en articular en consideración hacia la pequeña dhampir. Así que yo escuché sólo su lado de la
conversación mientras se desnudaba, lanzando la camisa cubierta de mostaza, siguiendo a la chaqueta
embadurnada, de vuelta al contenedor de basura.
— ¡Por supuesto que estoy jodidamente seguro! Él sabe que nosotros vendríamos a por él. ¡Si tuviera
una salida fácil, la usaría! ... ¡Maldita sea, dije que no! Una estampida en masa sería la diversión
perfecta…. No vamos a darle eso.... Quiero este edificio sellado, ¿lo entendéis? Cada puerta, cada
ventana, cada grieta. ¡Lo tenemos, y vamos a continuar con nuestra posición!
Marlowe había despojado de su ropa al vampiro más cercano a su tamaño para poder cambiarse, y
se las puso mientras él me miraba. —Voy a regresar, ¿estás dispuesta?
—Acabamos de ser expulsados a patadas.
—Eso no es lo que pregunté, —me espetó, empujando los gemelos por los ojales de los puños de la
camisa.
—Pero es relevante. No llegamos a pasar del vestíbulo. Y ahora él probablemente estará colocando
a su gente vigilando las salidas, además. ¿Cómo esperas…?
Me detuve, porque un camión de bomberos eligió ese momento para arrastrarse doblando la esquina.
Eso no habría sido tan inusual, excepto por las luces que estaban destellando, la sirena sonando a
todo volumen, y estaba patinando en lo que parecía ser sólo la mitad de sus ruedas. Y luego se
enderezó y salió rodando calle abajo, sobre la acera, y a través de las puertas dobles del ostentoso
edificio de Slava al que llamaba hogar en una explosión de luz y ruido y cristales rotos.
Lo cuál era o bien la mayor coincidencia jamás habida o el intento de Marlowe para generar una
distracción.
De acuerdo, puntos por el esfuerzo, pensé, mirando al camión quemando las ruedas traseras sobre la
acera, levantando una nube de humo, mientras trataban de hacer entrar su abultada parte posterior a
través de la abertura. Pero yo no veía modo alguno de que eso sucediera…
Y luego explotó.
Bueno, sí. Eso está mejor, pensé, agachándome detrás del contenedor para evitar la masa de
escombros en llamas que volaba alrededor que actualmente estaba iluminando la mitad de la
manzana. Marlowe dijo algo, pero yo no podía oír más allá del pitido de mis oídos, y la estruendosa
sirena, la que de alguna manera estaba todavía sonando. —¿Qué?
—¿Dentro o fuera?— Gritó él, tendiéndome una mano.
Qué demonios. —Dentro. —Y lo siguiente que supe fue que estábamos yendo a toda velocidad a lo
largo de la acera, pasando junto a un vampiro en llamas que corría hacia otro lado, subiendo unas
escaleras de poca profundidad y a través de un agujero de fuego que solía ser la puerta.
Y nos adentramos directamente en un muro de humo. El maldito camión debía haber estado cargado
de gasolina, porque todo el vestíbulo estaba ardiendo. No es que yo pudiera ver mucho de él, pero el
calor era fenomenal y prácticamente no había aire respirable.
Por supuesto, esto último no molestó a los vampiros que se abalanzaban hacia nosotros a través de
las nubes de humo. Parecían algo salido de una pesadilla: contornos oscuros y humeantes y con ojos
brillantes.
Pero no parecía que hubieran sido heridos gravemente, porque tres saltaron sobre Marlowe, y un
montón más allá de nosotros surgieron para atacar a sus muchachos que estaban entrando por la
puerta principal.
Yo estaba empezando a sentirme abandonada cuando una mano de hierro se cerró alrededor de mi
muñeca.
La agarré con mi otra mano, tiré de su dedo pulgar y lo giré bruscamente, hasta que hubo un gruñido y
el ruido sordo de unas rodillas golpeando las baldosas del suelo. Miré hacia abajo para ver un
confuso vampiro mirando hacia mí. No era uno de los más fuertes, tal vez de sexto nivel supongo, lo
cual fue el motivo por lo que había decidido ser valiente y saltar sobre la humana. Sus ojos fueron de
su mano fracturada hacia mí, una y otra vez, como si él no pudiera entender por qué él no podía
ponerse en pie.
Hasta que lo ayudé a averiguarlo, dejando al descubierto mis colmillos.
Sus ojos se dilataron, y cuando lo dejé ir, se alejó arrastrándose sin ni tan siquiera ponerse de pie,
directo a través de una pared de cristal.
Y entonces Marlowe tomó mi mano y nos fuimos de nuevo.
Corrimos a través de los escombros de la recepción, más allá de una pared con una variedad de
piezas de camión que sobresalía de ella, por un pasillo hasta un ascensor que estaba justamente
abriéndose. Una joven pareja se bajó confusa, sólo para vacilar ante la visión del infierno detrás de
nosotros. —¡Sacadlos de aquí!, —Espetó Marlowe, confundiéndome por un momento, hasta que me
di cuenta de que uno de sus chicos estaba justo pisándonos los talones.
Y entonces estábamos dentro y en movimiento.
—¿Cómo estoy?— Exigió Marlowe, lanzando una corbata prestada alrededor de su cuello.
—Como el infierno, —me atraganté. Entre el humo y el polvo de yeso, los dos estábamos bastante
sucios.
Comencé a golpear el botón de parada, pero él me agarró la muñeca.
—No hay tiempo.
—Bueno, no podemos... ir allí... de esta guisa, —jadeé, y luego volví a toser para aclarar mis
pulmones. —No, si la idea es agarrar a Slava sin que nadie lo note.
—Así es. —Marlowe sacudió su chaqueta salvajemente. —El hijo de puta tiene demasiados
invitados importantes. Si algunas personas equivocadas quedan atrapadas en el fuego cruzado las
consecuencias no serán bonitas.
—Bueno, ahora mismo tampoco nosotros lo somos.
—Haz lo mejor que puedas, —me dijo tercamente. —Si yo hubiera sabido que era probable que
salga corriendo, habría convenido esto de manera diferente. Pero nos tenemos que avenir a esto
ahora.
—Quizás no. Si él no tiene un portal, está atrapado. Podríamos…
—¡Hay otras maneras de salir además de un portal!
—¿Por ejemplo?
—Como el helicóptero que pidió hace cinco minutos.
—¿Y cómo sabes eso?
Él sólo tocó una oreja antes de agacharse meneando ambas manos por su cabello rizado, lanzando
polvo volando por todas partes, incluyendo sobre todo mi cuerpo. Pero no me molesté en cabrearme
al asumir que el gesto de tocarse la oreja significaba que él había escondidos micrófonos en la casa
de Slava en algún momento. Lo que me recordó que tenía que comprobar la cocina cuando llegara a
casa.
Reparé el daño lo mejor que pude con sólo las puertas de metal brillante por espejo. Por suerte, el
polvo no se adhirió al material liso más de lo que la basura lo había hecho. Maldita sea, tenía que
conseguirme algo para ponerme.
Marlowe se enderezó y me miró. —Lo lograrás. ¿Qué tal estoy yo?
Él todavía parecía un poco polvoriento y un poco arrugado, y el chico que le había prestado la ropa
era mucho más delgado de pecho. Así que ni la camisa ni la chaqueta le abrochaban correctamente.
Marlowe había resuelto el problema al permitir que las dos permanecieran desabrochadas, y al dejar
la corbata sesgada debajo de una de sus orejas. Y sutilmente alterando su expresión.
Un minuto antes, había sido un maestro vampiro centrado y furioso ansiando un poco de venganza.
Ahora era un alegre y ligeramente ebrio playboy, listo para terminar su noche de desenfreno con un
poco de... bueno, lo que sea que Slava tenía en el menú. En realidad era bastante impresionante.
Sobre todo porque él estaba prescindiendo de su glamur. Los rasgos eran los mismos: el mentón
obstinado, la nariz demasiado afilada, los ojos de color marrón oscuro que por lo general se veían
pequeños debido a su rictus de sospecha. Ahora ellos eran grandes y ligeramente vidriosos, los
pómulos y la nariz arrebolados con un color rosado, y los rizos castaños artísticamente desaliñados.
En cuestión de unos pocos segundos, y sin ningún tipo de magia que yo fuera capaz de detectar, él
había pasado de ser 007 a ser Arthur.
—No está mal, —admití. —Si nadie se acerca demasiado. Los dos olemos como sin nos hubiéramos
caído en la parrilla de una barbacoa.
—No por mucho tiempo, —dijo, sacando un frasco del bolsillo de su cadera. Tomó un trago, y luego
lanzó un puñado de whisky sobre mí.
Genial.
Se roció un poco sobre la chaqueta, y dio unas palmadas en la cara esparciendo más como si de
colonia se tratase. —¿Y ahora?
—Ahora olemos como una barbacoa borracha.
—Así tiene que ser, —me dijo, mientras el ascensor se detuvo.
Me dirigí hacia la puerta, pero Marlowe pulsó el botón, manteniendo las puertas cerradas.
—¿Qué pasó con eso de que no hay tiempo?, —Le pregunté, mientras él alargaba un brazo,
atrapándome en un rincón.
Él no contestó, y sus ojos oscuros eran serios.
—Recuerda. Nada de cometer errores.
—¡Fuera de mi camino!
Empecé a empujarle para abrirme paso, pero él me agarró del brazo.
—Lo digo en serio.
—¿Y tú crees que yo no?
—Creo que eres buena matando cosas. Pero muerto, él no es bueno para mí. Necesito saber quién
está detrás de esto, y no es un chulo de pacotilla como Slava.
—Sus chicos lo sabrán…
—Él siempre fue una mierda de desconfiado, —dijo el rey Paranoia, cortándome. —Nosotros no
podemos saber lo que compartía con su gente, si es que lo hacía. Si él muere podríamos criar todos
malvas.
—Está bien, lo entiendo.
—Por tu bien, espero que sí. Ayúdame a sacarlo de aquí con vida y habrá una buena gratificación en
esto para ti. Mátalo, y voy a convertirlo en un proyecto personal hasta ver que nunca trabajes de
nuevo para nosotros.
—Suéltame, —le dije rotundamente, porque yo no tenía ganas de tratar de explicarle a Marlowe que
esto no era sólo por el dinero.
—Esto no es sólo por el dinero, —añadí, porque soy así de perversa.
—Entonces, ¿de qué se trata?
—Sabes de qué se trata.
—Debe de haberse escurrido de mi mente.
Fruncí el ceño. Revisar fracasos personales no es una de mis cosas favoritas. En particular, fracasos
personales que habían dejado a alguien muerto.
Y por supuesto, sí, yo no había hecho en términos reales que mataran a Lawrence. Yo lo sabía. Él era
un maestro de nivel superior y ellos hacían lo que les complacía.
Pero todavía sentía como si fuera mi culpa.
Siempre lo sentí así desde que Mircea me deja revivirlo en glorioso color en mi cabeza. Tal vez por
eso yo no podía sacármelo de encima. Lo podía ver tan vívidamente como si justo acabara de
suceder: el muelle azul-negro, la sangre de color rojo oscuro y los brillante y desesperados ojos de
Lawrence, mientras yo trataba de arrastrarlo hasta el agua, para sacarlo de la línea de fuego.
Lo intenté sin éxito.
Así que, sí, sentía que era mi culpa. Y no me gustaba esa sensación. Yo no sabía si me iba a sentir
mejor una vez que me lanzara contra los chicos que se había arrojado sobre él, pero yo tenía ganas de
averiguarlo.
Al menos, eso sería si Marlowe salía alguna vez de mi camino.
—¿Y bien?, —Exigió.
—Lawrence, ¿vale?— Espeté.
La cara de Marlowe abruptamente se puso blanca, y algo cambió en sus ojos. Por un momento, pensé
que en realidad iba a atacarme. Creo que tal vez él también lo pensó porque se quedó inmóvil, y
cuando volvió a hablar, su voz había cambiado, se había profundizado, se había vuelto más rugosa.
—¿Se supone que debo creer que te importa una mierda un vampiro que apenas conocías?
—Él era mi compañero…
—¡Él era un vampiro! Al igual que miles de otros que tú has matado. No insultes mi inteligencia…
—¿Es eso posible?
—¡…diciéndome que estás aquí por él!
—Está bien. No lo haré. —Por qué demonios había tratado de explicar nada a Marlowe, yo no lo
sabía. Debo estar volviéndome senil. Me dirigí a la puerta de nuevo, pero el brazo no se movió.
—Es posible que hayas engañado a Mircea, —me dijo, metiendo su cara delante de la mía. —Podrás
haberte ganado a Radu, podrás haber seducido a Louis-Cesare. Pero yo sé lo que eres.
—Entonces sabes que no debías mosquearme.
—¡Maldita sea! ¡Quiero una respuesta!
—¿Sobre qué?— Exigí. —¿Sobre el hecho de que yo debería haberle impedido entrar allí? ¿O que
debería haberlo seguido más rápidamente? ¿O haber hecho algo más que estar allí mientras ellos lo
llenaron de agujeros? Porque ya sé eso, ¿vale?
Di un tirón para librarme del agarre de Marlowe.
—Si hubiera estado con una vampiresa que conociera, qué demonios, incluso una que no conociera,
él no se hubiera ido así, —dije con amargura. —Él hubiera esperado por ella, le hubiera explicado
lo que estaba haciendo, la hubiera incluido. Pero él no estaba con otro vampiro, ¿verdad? Él estaba
con una dhampir. Y él no esperaba que guardase su espalda de todos modos, así que ¿por qué no ir
por su cuenta? Probablemente él pensó que estaría más seguro de ese modo. ¡Probablemente pensó
que la tenías tomada con él, por ponerle de compañera a una criatura tan peligrosa como lo que fuera
que él estaba cazando!
Pasé a con un empujón junto a él, furiosa, culpable, humillada, y me encontré arrastrada de vuelta al
rincón del ascensor. Estaba a punto de registrar mi malestar, violentamente, cuando Marlowe me
detuvo diciéndome las últimas palabras que esperaba oír. —Él te solicitó.
Le fulminé con la mirada. —¿Qué?
—Él pidió ser asignado a ti. Varios de ellos lo hicieron.
—¿Por qué?
—Tendrías que preguntárselo a ellos. Mi conjetura sería... curiosidad. Hasta hace poco, muchos de
ellos ni siquiera creían que los dhampirs existieran. Pensaban que los de tu clase no eran más que un
mito. A continuación, se dan cuenta de que no sólo existen sino que uno de ellos está en medio de
ellos, y en la línea familiar de Mircea....
—¡Entonces, la curiosidad lo mató!
—No. El orgullo lo mató. Tendría que haber esperado por ti, tendría que haberlo hecho…— Su
mandíbula apretada. —Yo sabía que era un problema cuando recibió un segundo don importante
antes de llegar al primer nivel.... Eso no suele ser una buena cosa.
—Él era todopoderoso.
—¡No es suficiente! Como traté de decirle a él, en más de una ocasión. Pero él nunca había estado en
una posición que sus habilidades se vieran superadas. Lo que físicamente no podía manejar, lo hacía
mentalmente, y viceversa. Él nunca tuvo su espalda contra la pared. Nunca…
Se interrumpió, pero yo sabía lo que quería decir. —Él nunca había fallado.
—No. Y, a veces, se necesita fracasar. Se necesitan las lecciones que el fracaso enseña. ¡O la
primera vez que lo hagan puede ser la última! —Me miró, sus ojos oscuros e implacables. —Pero no
esta noche. Nosotros no fallaremos esta noche.
—Vas a tener a Slava vivo, —le dije simplemente.
Él me miró durante unos largos segundos, buscando en mi cara por algo que supongo encontró. O
quizás simplemente se nos agotaba el tiempo. —Entonces vayamos a por él.
Capítulo 22

Las puertas del ascensor se abrieron y nosotros nos deslizamos hacia fuera, sobre el piso
equivocado. Al menos, eso es lo que yo pensé al principio. Porque de todo lo que había estado
esperando, no era esto.
La comunidad humana de S&M puede en ocasiones cansarte del estereotipo Gótico, pero que
(sado-maso)

juegan con él con la suficiente frecuencia. Mucho negro y rojo, un montón de látigos y cadenas,
muchos accesorios de miedo terroríficos exponiéndose deliberadamente para aterrar a la gente. Lo
que tenía sentido. Supuse. Si la idea era poner a prueba los límites, para empujar las fronteras, para
viajar en el filo de la navaja entre el dolor y el miedo y el placer, y luego tú te ibas con todo lo
trabajado.
A menos que fueras Slava, aparentemente.
Slava se había ido con maderas claras muy pulidas, muebles modernistas de cromo y cristales
artísticos, con accesorios muy blancos y dorados flotando sobre un área de recepción, y una fuente de
agua goteando en la pared opuesta. Parecía como un día en un spa Noruego. Y lo más extraño era,
que su versión era en realidad más intimidante. Como si estuviera diciendo "yo no necesito los
apoyos, tengo la cosa real."
Sólo que la cosa real debe de estar en el interior, porque el tipo que estaba detrás del mostrador no
daba en absoluto miedo.
Tampoco era un vampiro. Él estaba en el jardín de la variedad humana, de buena presencia, de modo
tranquilizadoramente suave para acoger a los más asustadizos, pero yo apostaba a que había un botón
de llamada situado debajo del escritorio. Y que quien respondiera no sería agradable, humano o en
particular la acción de dar la bienvenida. O particularmente acogedor.
Pero el botón no fue presionado porque Marlowe se tambaleó en el vestíbulo con su brazo alrededor
de mi cintura, mostrando algún tipo de tarjeta al hombre. Él lo hizo tan rápido que no vi lo que era, y
dudo que el hombre lo hiciera, tampoco. Pero lo suficiente para una sugerencia ondulada en el aire
para que él se recostara en su silla, indiferente.
Y entonces nosotros estábamos empujando más allá de unas puertas de vidrio esmerilado y
entramos…
Maldición.
El ático o bien había venido con un semicírculo de ventanas de quince pies, o ellas habían sido
añadidas después. Probablemente al mismo tiempo que había sido reconstruido, dejando un gran
espacio abierto para los huéspedes tal vez un par de cientos. Había un grupo de artistas en lugar de
candelabros, ejecutando fluidas y sensuales acrobacias con lentejuelas, en el cuerpo y cuerpos con
algunas plumas no tan estratégicamente colocados.
Los pájaros en el nido, asumí.
En cualquier otro lugar, ellos habrían sido la atracción principal, y algo más. Pero en Slava ellos
aparentemente, cuentan como decoración. El verdadero espectáculo estaba teniendo lugar abajo,
sobre una plataforma giratoria rodeado por una multitud de gente que parecía que estaban asistiendo
a la ópera.
Yo supongo que los dos trajes de gata de PVC podrían tener que enfrentarse con la decoración,
porque ahí no había nadie más a la vista. En cambio, los vestidos brillantes de noche y esmóquines
parecían ser la norma, con algunos trajes caros y tipo LBD en los más jóvenes. Las personas que
(49)

bebían champán estaban contra una impresionante vista de Manhattan de ciento ochenta grados,
incluyendo una pequeña Lady Liberty fuera sobre el extremo izquierdo, que también parecía estar
(50)

viendo el show.
Sólo "mirando" no era la palabra adecuada, me di cuenta un segundo después.
Esto definitivamente era una participación pública. El látigo pesado agrietó y encogió un poderoso
cuerpo. Pero el gemido que emanaba de los labios perfectamente esculpidos no era de dolor. Yo lo
que pude ver es que lo sentía bien contra él: la caricia cortante del látigo, el aguijón dulce de sudor
goteando en la herida, el dolor oscuro de la excitación.
—Más duro. —El gruñido bajo causo que las dos doms vestidas de PVC a cada lado de la
(51)

plataforma intercambiaran miradas. Tal vez porque ellas ya habían dejado rayas en la parte posterior
del fuerte músculo, en la suave piel bronce del sujeto con el látigo, los muslos se tensaron.
Eso fue bastante impresionante, considerando las alas que lo mantenían en el camino.
—Maldición, —dijo Marlowe entre dientes.
Yo no había dicho nada. Estaba ocupada buscando una respuesta visceral, reaccionando a ese
estiramiento que tenía mi piel, mi respiración se redujo y el sudor en mi piel empezó a gotear debajo
de la tela de seda del vestido. Y porque yo no podía tenerlo de cualquier modo.
La mayoría de la familia de Slava estaba abajo, tratando con el desastre, pero aquí no había
suficiente para hacer incluso una conversación susurrada fuera de la cuestión.
Específicamente, hay dos de ellos guardando una puerta en el extremo derecho de la habitación. Y
desde que era la única con accesorios, yo no necesitaba inclinarme a Marlowe para saber cual era
nuestro objetivo.
No había ninguna razón para no encarar mientras hacia mi camino alrededor de la habitación, ya que
eso era lo que todos los demás estaban haciendo. Uno pensaría que ellos nunca habían visto un
hombre desnudo de dos metros de altura con largas alas negras y plata consiguiendo golpear la
mierda fuera de él, antes. Y a otro que le había dicho algo sobre mear fuera de los doms, o ellos
estaban sólo en el hábito de dar valor al dinero. Porque estaban realmente trabajando sobre él.
Una de las chicas había cambiado de un látigo regular a uno para gato, y un movimiento de su muñeca
envió las cintas cortando del aire a la tierra casi con suavidad contra su ancha espalda. Pero la grieta
se hizo eco por toda la habitación, y un margen de verdugones lívidos floreció contra la carne bañada
por el sol. El sujeto murmuró su aprobación y se centró en los golpes que siguieron, hasta que estos
cruzaron su espalda y decoraron sus costados.
Cuando la plataforma giró de vuelta, ella empezó a adornar sus abdominales de manera similar, él
temblaba ligeramente, pero seguía sin gritar. Pero el resto de nosotros lo hizo.
El látigo agrietaba, esta vez llegando alrededor del lado, golpeando sobre el pezón, y el resplandor
de la sensación fue suficiente para hacerme succionar un asustado aliento. Y toda la sala se quedó sin
aliento junto a mí. El Irin sonrió con tristeza, su labio inferior dividido debajo de sus dientes y la
sangre filtrándose hacia fuera. Él lo tocó con su lengua, disfrutando de la deliciosa humedad de la
misma. Y un hombre cercano se estremeció y se deslizó por la pared.
Y eso era el por qué los Caídos, también conocidos como los Vigilantes, alias el Irin, estaban altos
en mi lista de evitar a toda costa.
Yo realmente no sabía si eran ángeles caídos, mientras que ellos lo afirmaban, o si se tratara de otra
raza demonio con mejor promedio de relaciones públicas. Pero su poder era tan espantoso como
extraño, algo lo suficientemente cerca al control mental para hacerme realmente infeliz. Pero ahora
yo no podía hacer nada al respecto excepto estar bien fuera de la línea de visión de la criatura,
mientras yo trabajaba en torno a mi destino.
Yo no tenía que preocuparme por nadie más.
En el momento que conseguí atravesar la multitud, eso había dejado de ser un grupo de individuos
que miraban la actuación y se habían transformado en una entidad única que gemía, se retorcía y
sudaba sobre la experiencia correcta junto con el Irin. Esto era como si él fuera un conductor y
nosotros fuéramos su orquesta, no sólo era el que estaba tocando notas en una página sino que eran
las sensaciones en la piel. Y él era malditamente bueno en ello.
Tuve que detenerme y hacerme una limpieza mental antes de acercarme a los guardias, desprendiendo
los zarcillos de esa sensación que quería terminarse, tiré hacia atrás, para hundirme en la ola
colectiva de placer que se construía detrás. Y me obligué a enfrentar la tarea que tenía delante.
Porque los vampiros que custodiaban la puerta eran dos maestros.
No es que importara en este caso. Incluso un vampiro bebé podía sentir la presencia de otro,
especialmente uno tan poderoso como Marlowe. Razón por la cual él estaba pendiente detrás,
esperando por mí para abrir la puerta antes de subir.
Desde que yo tenía que manipularla a la vista de la sala principal, la única idea era dividir un
guardia lejos del otro guardia y tratar con ellos por separado. El vestido debería haber ayudado a
eso, estaba cortado hasta aquí y hacia allí y encajaba en mí como un guante. Junto con los extras yo
había gastado la mitad de un día, pelo oscuro liso, ojos fuertemente delineados de negro y brillantes
labios rojos, yo esperaba que eso fuera suficientemente indecente para proporcionar distracción.
Yo esperaba un error. Gracias al espectáculo que el Irin proporcionaba, nadie me estaba prestando la
menor atención, incluyendo a los dos guardias. Yo actualmente tenía que aprovechar el hombro para
llamar la atención.
—¿Tienes un cigarrillo? —pregunté, un poco más dura que lo normal. Pero, maldita sea, yo podría
haber usado jeans.
—¿Qué? Oh, sí. —Él capturó un estuche fuera de los pantalones y lo pasó por encima, sus ojos nunca
dejaron el espectáculo.
Yo subí el vestido y puse un stiletto, que vestía el pie en una silla cercana, mostrando más que un
poco de muslo.
—¿Qué tal una cerilla? Yo pregunté roncamente.
—En un tazón, en la barra.
—¿Qué tal si tú consigues una para mí?
—¿Qué si la consigues tú misma?
—¿Qué si yo golpeo tus dientes?
—¿Qué?
Suspiré y me di por vencida. Puse la caja de cigarrillos en su bolsillo, tomé la llave maestra y entré
atravesando la puerta. El tipo ni siquiera parpadeó.
Mi nuevo teléfono sonó. Lo saqué de mi bolso y comprobé la lectura. Marlowe. Por supuesto.
— ¿Qué demonios fue eso? —él demandó.
—Tú querías entrar, nosotros estamos dentro. Ahora vamos, o voy a hacer esto por mí misma.
No recibí una respuesta, a excepción de un clic irritado en mi oído. Pero unos segundos después me
deslicé por la puerta que se mantenía abierta con un pie dolorido. Y un segundo después de eso, yo
fui empujada contra la pared, un duro cuerpo se apretó contra mí y una boca prácticamente cayó
sobre la mía.
Por un segundo, me congelé. El beso fue tan loco como todos por su cuenta. Pero entonces estaba
empujando la rodilla entre las piernas y la mano subiendo mi muslo, deslizando los materiales lisos
del vestido fuera de su camino así él podía envolver mis piernas a su alrededor. Su pelo era fresco y
suave, su boca estaba caliente y dura, y él olía a whisky, humo y electricidad. Y podía besar; no tan
bien como Louis-Cesare, pero más que competente.
Lo qué iba a hacer una mierda de todos conservando su virilidad en tres, dos…
Una porción de sonido empujó hacia el pasillo silencioso: la conservada risa de algún programa de
televisión, el zumbido de una bebida de la máquina, el roce de un talón contra el marco de una
puerta. Y entonces…
—Hey, —dijo alguien. —Tú no puedes estar aquí atrás.
Marlowe no respondió, y yo no podía, desde que parecía que él iba de la autenticidad. Lo que me
preocupaba menos que el hecho de que estaba haciendo absolutamente nada para mí. Y bien, éste era
Marlowe, pero aún así. Considerando la, uh, intensidad de la situación, yo habría esperado sentir
algo.
Pero no lo hice. Nada ni una maldita cosa. Nada solo ira, molestia y un extraño tipo de tristeza,
porque él no era lo que yo quería.
Oh, Dios, pensé con horror. Louis-Cesare me ha arruinado para otros hombres.
— ¡Oye, te estoy hablando a ti!
Marlowe no reaccionó, ya que la voz estaba todavía demasiado lejos. Y tampoco lo hice yo, excepto
para enloquecer un poco y envolver mi otra pierna alrededor de él, escalando su cuerpo, agarrando
su pelo y metiendo la lengua hasta su garganta, todo ello al mismo tiempo. Él hizo un sonido
estrangulado, pero valientemente aguantó, apoyando sus piernas y apretando mis muslos. Y sin
embargo yo seguía sintiendo exactamente nada.
Hasta que de pronto él apretó el infierno fuera de mí.
—¿Quién te dejó aquí? —otra voz preguntó, más cerca. Esta era de un hombre, literalmente. Porque
ni él ni su compañero eran vampiros.
No venía de ellos el hormigueo, sin comezón, nada de la electricidad que el vampiro que apretaba
contra mira mí estaba derramando como pequeñas explosiones de rayos. Eso dolía como ser
manoseada por un puercoespín eléctrico. Pero no tanto como cuando el hijo de puta se apretaba en mí
otra vez.
Yo rompí, sin aliento y furiosa. —¡Hijo de puta!
—Esta es un área restringida, —el primero de dos trajes de negocios nos informó.
—También lo es mi muslo, —gruñí, tirando mi cabeza para poder examinar mi pierna izquierda. Y
por supuesto, bajo la escala en mi media había una marca roja tan larga como mi pulgar. Eso
definitivamente iba a ser un moretón. —Hijo de puta.
—Tú ya has dicho eso, —dijo Marlowe aduladoramente. —Y yo no veo nada. ¿Y tú? —Él miró al
segundo sujeto. Quien dio la vuelta para encararlo.
—Estas medias cuestan cuarenta dólares, —le dije con furia. —¡Y estoy añadiéndolos a la cuenta!
—Y yo los tomaría de nuevo.
—¿En qué se basa?
—Sobre la base de que ellos ya se han procesado las escaleras.
—Ustedes dos tienen que volver al frente, —dijo el primer sujeto, viniendo por mi derecha. Yo miré
a Marlowe. —Si este es su momento, tienes una moneda de diez centavos.
—¿Y quién decidió eso?
—¡Se llama gastos!
Él miró hacia mi considerando mientras él me bajaba. —Voy a ir mitades.
—Hecho. —Ellas sólo me costaron veinte, de todos modos.
—¿Me has oído? —el primer sujeto demandó, finalmente llegando dentro con el brazo extendido.
Y consiguiendo una fría inclinación por un revés de mi puño en su mandíbula.
—Alto y claro, —le dije, mirando a Marlowe liberar sus nudillos en la cara del segundo sujeto. —
¿Qué eran todos los pellizcos? —yo demandé.
—No más sangre.
—¿Qué?
—Quería recordarte que tú debes asegurarte de tener moretones antes que lo sangriento. Este
corredor está protegido por un escudo de sonido, pero ellos no bloquean los malos olores. Y nada
está calculado para llamar la atención de un vampiro más rápido que… Él se dio cuenta de mi
expresión y se detuvo.
—Gracias, Capitán Obvio.
—Estoy en el Senado, —me recordó. —Eso es Señor Obvio. Y no quiero ningún error esta noche.
Yo podría haber dicho un montón de cosas a eso, pero nosotros no teníamos tiempo. —Yo veré lo
que puedo hacer, —le dije con dulzura, y poniéndome de cuclillas cacheé a mi hombre.
Pero aparte de una .45 que yo escondí en el frente de mi vestido, no había nada de interés. Igual que
los planes detallados de las intenciones de los contrabandistas. O un mapa de su sistema portal. O
incluso una identificación con foto, lo que ninguno de los chicos malos que yo había conocido
parecía lo suficientemente considerado de proporcionar.
—Nada, —dijo Marlowe, disgustado, lanzando a su hombre al lado y luego agachándose a su lado.
—Pero humano.
—Magos, —él confirmo.
—¿Oscuro o de Luz?
Él se concentró por un segundo, luego sacudió su cabeza. —No lo puedo decir.
—Hay mucho de eso por ahí. —Yo miré sus ojos, y su expresión se oscureció. Y yo sabía que
nosotros dos estábamos pensando acerca de Lawrence y el mago que él había seguido al infierno.
—Magos, demonios, vampiros, contrabandistas— ¿qué sigue?
—Vamos a averiguarlo, —él gruño. Averiguar significaba encontrar la oficina de Slava, que
consistía en un proceso de eliminación que implicaba un montón de habitaciones que mirar como si
en ella debería haber actividades interesantes, —por lo tanto el hechizo de silencio, yo lo asumí—
pero eso estaba inexplicablemente vacío. Al igual que la puerta de donde los hombres habían estado
viniendo de afuera, lo que resultó ser una sala de descanso. Y el corredor.
Y todo excepto una puerta al final del pasillo con una luz debajo de la misma. Fruncí el ceño a eso.
Nosotros habíamos estado aquí seis, tal vez siete minutos por ahora, con otra pareja en el ascensor.
Eso fue suficiente tiempo para que Slava hubiera preparado una bienvenida, incluso si él no contaba
ya con algo en su lugar. Y desde que ésta había sido su base de operaciones durante años, eso
parecía poco probable.
Él sabía que estábamos aquí. Él sabía que había una posibilidad de que nosotros podríamos
conseguir pasar más allá de sus hombres. Sin embargo, no había guardias, sin trampas, nada para
mantenernos bailando derecho hacia su despacho salvo un par de magos despistado que ni siquiera
había tenido sus escudos arriba. Esto era suficiente para darme calambres estomacales.
—Espera, —le dije.
Nosotros estábamos pegados a ambos lados de la puerta de la oficina, cerca de entrar, así que
Marlowe no parecía muy contento por la interrupción. —¿Y ahora qué? —él demandó, al igual que
los retrasos anteriores había sido mi culpa.
—No estoy segura, —admití. Pero no era sólo la paranoia saliendo a jugar. Algo había provocado un
"oh, mierda" en respuesta en el fondo de mi mente.
No podía precisar nada más que eso, porque no había nada que ver salvo el corredor vacío y, gracias
al hechizo, nada que escuchar. Y los únicos olores que venían del espacio delante eran bastante
estándar para una oficina: tinta de impresora, limpiador industrial, un cenicero lleno y felino, porque
aparentemente incluso los malos proxenetas tienen mascotas. Aquí no había nada para explicar por
qué el cabello se había levantado de repente a lo largo de la parte posterior de mi cuello.
Pero lo tenía, y eso era un problema. Particularmente cuando mis grandes bolsas de trucos habían
sido confiscadas en la primera ronda. Todo lo que tenía era un arma sin clips adicionales robada y ni
idea de qué había detrás de esa maldita puerta.
Y de repente yo me encontraba a mí misma menos curiosa.
—¡Jodidamente bien! —Marlowe siseó, mientras yo solo me quedaba allí.
— ¡Se supone que tienes que ser una profesional!
—Lo soy, —le dije. —Y en mi opinión profesional, hay algo.
Pero Marlowe no quería mi opinión, profesional o de otra manera. Marlowe quería entrar en la
habitación. —Recuerda, atenta, —él gruño. Y antes de que yo pudiera detenerlo, él había agarrado el
picaporte, abrió la puerta y echó el cerrojo por dentro con la rapidez de un vampiro.
Lo que puso las cosas un poco confusas.
Una mancha en mis ojos no pudieron rastrear el disparo que salió de la habitación y entonces disparó
de nuevo, cerrando la puerta detrás de eso. Eso tomó menos tiempo del que se tardaba en decir, casi
menos que asumir un pensamiento —tal vez un segundo en absoluto. Eso me llevó a notar a otro que
Marlowe estaba ahora al otro lado de la sala, extendido contra la pared.
Clavado en un fondo de oro de buen gusto por el cuchillo enterrado en su corazón.
Eso habría matado a un ser humano, y un serio inconveniente para un vampiro regular. Pero ese tipo
de cosas no funcionaba tan bien en maestros de alto nivel. Ni siquiera con la madera, y las manos
ensangrentadas de Marlowe se deslizaban sobre una empuñadura de metal. Pero eso no parecía que
había servido de nada, tampoco.
Un delgado hilo de sangre corría por la comisura de su boca cuando él la abrió para jadear, —¿Qué?
Yo no le respondí, porque no lo sabía. Y porque la puerta se abrió de repente otra vez, si se le puede
llamar así cuando un cuerpo es arrojado a través de él, astillando la madera y enviando a alguien
volando de vuelta a Marlowe. Y hundiendo el cuchillo que él acababa de tirar bruscamente fuera de
su caja torácica derecho de vuelta al interior.
A juzgar por su expresión, eso no había sido muy saludable, pero yo no tenía tiempo para
preocuparme por ello. O del hecho de que el vampiro que se había aplastado contra él ya no estaba
en una pieza, o incluso dos.
O que uno de esas piezas gritaba en un agudo silbido, como una niña pequeña.
Porque La cosa en la habitación ahora era una cosa mía. Lo que siguió no fue exactamente una pelea,
ya que una pelea implicaba una planificación y estrategia y ejecución y esto era sólo el último paso,
impulsado por instinto puro porque no había tiempo para nada más. Yo bloqueé una ráfaga de
cuchillos que era realmente sólo uno pero era ejercido por un rápido maníaco con esa velocidad
sobrenatural que solo se encontraba de un vampiro de primer-nivel. Pero este no era uno, porque se
sentía equivocado; la sensación era extraña, pero era extrañamente familiar, también, en una forma
que no tenía tiempo de agarrar antes.
Antes de que yo lo haya hecho.
Amagué hacia la izquierda y luego tiré a la derecha con un movimiento líquido que sacudió a mi
agresor que había estado esperando. Porque eso me permitió agarrar el cuello que seguía al cuchillo
dirigido a mi corazón. Me aferré a éste con una mano mientras sostenía el maldito cuchillo lejos de
mí con la otra. Y miraba más allá de él para ver…
Mierda.
El lado brillante del cuchillo temblaba entre nosotros fríamente reflejando una apuesta cara, tan
pálida que eso no parecía humano… —lo cual era justo, puesto que eso no lo era. Una masa cabello
rubio plata oscureciendo la mayoría de las características, pero yo no los necesitaba a ellos. Los
ojos brillantes entre las hebras que eran más que suficientes. Como estrellas gemelas, ellos eran del
más inusual color que había visto —sólido peltre opaco. Y el estrechos y enojados y terriblemente
familiares a medida mientras ellos se reunían con los míos.
Por un segundo, hasta que él quitó mi agarre, saltó de nuevo a la oficina y se deslizó sobre el
escritorio.
—¿Qué diablos? —Marlowe maldijo —detrás de mí, porque yo ya estaba en movimiento,
lanzándome a través de la habitación y llegando. Y desapareciendo, porque el maldito gato corría
por debajo de mis pies. —¡Mierda!
—¡Te he hecho una pregunta! —Gritó Marlowe, y una sangrienta mano se posó sobre mi hombro
mientras yo me asomaba por la ventana— el primero de sus atacantes acababa tirarse completamente.
Y también Marlowe había olvidado que él no manejaba al otro vampiro, o que a él no le importaba si
él se fracturaba un hueso.
Por suerte para él, yo estaba demasiado ocupada escaneando la calle lejos, muy abajo para hacer
algo más que sacudirlo. Pero no había abollado gravemente el coche, sin un cuerpo pintando de rojo
la acera, sin señales del atacante en absoluto. Hasta que yo miré hacia arriba.
Y era cortada en la barbilla por el extremo duro de la bota de alguien.
Hijo de puta.
Yo fui tambaleándome de nuevo hacia el escritorio, rebotando y dirigiéndome a la ventana de nuevo.
Sólo me detuve al descubrir al fey encaramado en lo alto de una lucha haciendo una chuleta de cerdo
con la impresión de Superman. La chuleta de cerdo era Slava. El fey era Æsubrand. Y ellos estaban
levitando por la ventana como si no fuera gran cosa.
Capítulo 23

Por un momento, me quedé mirando. No porque algo flotara en el aire. Los hechizos de levitación no
son exactamente raros, aunque su utilización a plena vista, según las normas, es una posibilidad
inexistente. Pero las leyes humanas no son tan fáciles de aplicar a un príncipe fey, y de todos modos,
ése no era el problema.
No, el problema era que este príncipe en particular no había colocado su hechizo en una silla, un
libro o una alfombra como Aladdin. No, él lo había colocado en Slava. Lo que significaba que los
dos estaban a punto de ser atropellados por la magia que estaban utilizando y la magia no funciona de
esa manera.
Pero Æsubrand obviamente no sabía lo suficiente sobre hechizos humanos para darse cuenta de eso.
O que necesitaría un sistema de propulsión, o por lo menos un buen empuje, si quería ir a alguna
parte. Cosa que no había conseguido porque él había estado demasiado ocupado dándome patadas en
la cabeza.
Dejándolos atrapados, por el momento.
Dejé de mirar arriba y comencé a buscar alrededor de la oficina, con la esperanza de encontrar un
gancho, preferiblemente uno conectado a una M16.52. Pero supongo que Slava mantiene las armas en
otros lugares, porque no la encontré. Por supuesto, había otra opción.
—Súbenos en cuando aparezca, —le dije a Marlowe, que se acababa de tambalear detrás de mí.
—¿Agarrar a quién? —dijo con voz áspera y luego se detuvo, mirando con incredulidad la locura
que había fuera de la ventana.
—A Æsubrand, —le dije murmurando, tirando hacia abajo de las persianas de la oficina y
desprendiéndole la cuerda. Y afortunadamente, las impresionantemente altas ventanas de Slava, que
se extendían hasta aquí, tenían las cuerdas a juego.
— ¿Qué? ¿Hay un fey aquí? —exigió Marlowe, indignado.
Y tuve que admitir, parecía un poco injusto.
—Se ve de esa manera, —dije y me tiré por la ventana.
Ignorando la secuencia de maldiciones que escuchaba detrás de mí, porque solo tenía un segundo de
tiempo para ponerme derecha, o sería una mancha de grasienta en la acera. Por suerte, parecía que
Æsubrand no espera la compañía. Por lo menos él no lo hizo hasta que agarré a Slava por la correa y
lo sostuve para salvar su vida.
Un par de ojos de plata brillantes se encontraron por un segundo con los míos, sobre una montaña que
rayaba lo diplomático, antes de que su dueño lanzara un puño que acabó estrellándose en mi
mandíbula. Parece que también me recuerda , pensé sombríamente, escupiendo sangre. Y luego el
puño estaba de vuelta para dar un segundo golpe.
Me agaché y entonces regresó algo de holgura de la cuerda que había atado alrededor de mi muñeca
y pasando por la correa de Slava. Espero a que Marlowe la sacuda una vez más y después podré
plantar un puño en la cara de Æsubrand. Y sigo esperando, porque no pasa nada.
Tal vez porque los guardaespaldas de Slava habían finalmente conseguido una pista que, bueno, tú
sabes, de que quizás había un problema con el jefe. Un vistazo a la oficina demostró que tres de ellos
se habían sumado a la diversión. Y algo que normalmente no me habría importado, probablemente
eran los únicos chicos altos que quedaban todavía arriba. Y Marlowe no estaba teniendo una gran
noche.
Por supuesto, tampoco yo.
—Hay una razón, —uf—, para no utilizar los hechizos de levitación en las personas, —di un grito
ahogado, retorciéndome para evitar el puño de la fatalidad, y que nos enviaría a hacer un trompo, y
entonces tendría a Slava maldiciéndome en ruso y tratando de morderme. —No con los vivos, de
todos modos. Cada vez, que el aura fluctúa, existe la posibilidad…. —Maldita sea, ¡escúchame!
Pero no era Æsubrand. Y no pensé que podía cambiar. No tengo mucha capacidad persuasiva y no
tenía un gran respeto por los seres humanos, o ninguno en absoluto.
Pero parecía que alguien si lo tenía.
Slava detuvo su intento de lanzarnos a los dos al vacío, el tiempo suficiente para mirarme. —¿Qué
has dicho? —Exigió, en inglés con un fuerte acento.
—Estoy diciendo que cada vez que su aura fluctúa, hace hincapié en el hechizo, —le dije claramente,
esperando que el imbécil tratara de darme una patada en la cabeza para poder oír. —Tenemos que
conseguir bajar de aquí, o en cualquier momento…
—En cualquier momento ¿qué?
—Plop, —dije, indistintamente en esta ocasión, porque sólo había una manera de terminar, con un
bocado de cuero sucio.
Agarré la maldita bota, tratando de enviar la honda y su dueño contra el lado del edificio o hacia el
techo, donde por lo menos podría dispararle al hijo de puta. Y podría haber funcionado, si Slava no
hubiera empezado a golpearme alrededor como un pez globo de agua.
— ¿Qué demonios es lo que te pasa? —Exigí, cuando casi me envió volando.
—Sé que esto, sé que es plop, —me dijo con violencia. —¿Crees que no lo sé? He estado en este
país treinta años ¡Sé que esta palabra!
—Entonces, ¿por qué me estás golpeando?
—Me pesas, caeremos los dos. ¡Fuera! —Él consiguió esquivar el codazo que le dirigí
violentamente hacia el cuello.
Y entonces alguien comenzó a dispararnos.
Por supuesto que sí.
Miré hacia arriba para ver a Marlowe colgando por la ventana de la oficina, pero no era el que
disparaba. Era el único que estaba de espaldas siendo ahogado por el empeine de un vampiro, que
trataba de empujarlo hacia su perdición, mientras que dos amigos del vampiro disparaban contra
nosotros. Sólo que probablemente no conseguirían ningún punto del pastel de chocolate del tipo al
cual acababan de pegar un tiro en el trasero.
—No a miii—gritó Slava. —Dispararles. ¡Dispárales a ellos!
Pero Æsubrand no parecía gustarle la idea. O, más bien, no le gustó dónde estaba, así no llegaríamos
a él. Lo cual fue fácilmente subsanado mediante las sacudidas que Slava daba alrededor, conseguí
agarrarme por completo a los tiradores de la ventana.
Que rápidamente me perforaron a través del hombro.
Probablemente habría sido a través del corazón, pero Marlowe les estaba dando el infierno. La
cabeza del ahogador de repente estalló, como una sandía bajo el martillo de Gallagher, Marlowe
gruñó y lanzó el muñón sangriento del tirador. Pero entonces un escuadrón musculoso de seguridad
apareció en la puerta y decidí que tal vez era hora de regresar el favor.
Saqué la pistola que había robado del mago y perforé a uno de los guardias justo entre los ojos.
Pero no con una bala.
Al menos, no del tipo normal.
Una sola bala no mata a vampiro, incluso ni a uno bebé, pero los molestaba seriamente hasta
retirarlos. Así que esperaba que perdieran el interés en Marlowe y empezaran a disparar contra
nosotros. Razón por la cual nos había enviado de vuelta, para que nos enfrentáramos a Æsubrand.
No esperaba que se volviera un extraño, todo blanco y congelara el lugar.
Literalmente, me di cuenta de eso un segundo más tarde, cuando Marlowe estrelló de golpe la culata
de un rifle contra la cabeza del individuo y éste se rompió en una docena de piezas. Varias de las
cuales cayeron por la ventana y se rompieron abajo contra el suelo. Y la cabeza de Marlowe se
sacudió.
—¿De dónde sacaste eso? —exigió, mirando envidioso, aunque fue golpeado en la cabeza con una
silla.
—Del mago, —le grité, contemplando mi nuevo juguete con incredulidad.
Y entonces Æsubrand intentó patearlo para sacarlo fuera de mi mano.
No tuvo éxito, pero sólo porque me estaba agarrando con el fervor de un santo sosteniendo una
reliquia sagrada. Pero el golpe aún dolía muchísimo, cambiando mi mano entera a un
entumecimiento. No tuve la oportunidad de tomar represalias, sin embargo, porque el viento, que
había sido inusualmente tranquilo, repentinamente decidió acometer.
Y ¿por qué no pensar que fue una coincidencia?
Tal vez porque había visto lo que podía hacer Æsubrand con los elementos.
La mayoría de los Fey eran buenos con uno, tal vez dos. Pero por lo que yo sabía, él era bueno con
todos ellos. Su herencia mezclada podía haber sido la razón, dos grandes casas de luz Fey se habían
unido en una. O tal vez no era más que talento. Pero yo no creo que tuviese buenas noticias para mí.
Y entonces supe que no… lo hice cuando lo que sonaba como un tren de carga recorría el espacio
entre edificios, ganando impulso en el camino.
Empecé frenéticamente a tratar de disparar con la mano entumecida, ya que tenía que aguantarme con
mi mano buena. Que hubiera funcionado mejor si él no hubiera tomado ese momento para empezar a
darme patadas en la cabeza otra vez. Se convirtió en una carrera para ver si él podía ponerse en
marcha antes de que yo pudiera alinear un tiro que no podía sentir y llevarlo a cabo.
Perdí.
Mi cuello colgó, por lo que me pregunté si estaba roto. Y entonces me lo pregunté un poco más, ya
que se dejó caer sobre la cornisa cuando atacó de nuevo y salí volando, por un segundo, hasta que el
cordón me tiró y tiró de los pantalones de Slava hacia abajo y nos encontramos en el medio del
edificio, conmigo colgando de la muñeca, posiblemente dislocada, de la correa y de un pantalón que
se le había deslizado alrededor de sus piernas regordetas hasta sus agitados pies.
Y esta vez no tenía un vampiro conveniente para esconderse detrás. Esta vez no tenía nada más que
un miembro de cual se había encariñado bastante, dejándolos vulnerables y expuestos e inútiles. Y un
cuerpo que colgaba alrededor como un periódico atrapado en una tormenta, como dos corrientes de
aire en conflicto se encontraron, mezclaron y crearon un ciclón en miniatura fuera del salón de baile
de Slava.
Y un arma que todavía no podía sentir.
Lo cuál iba a tener que hacer, decidí, cuando Æsubrand dijo algo que sonó como una maldición y
levantó un talón. Me las arreglé para conseguir que el arma señalara más o menos en su dirección. Y
disparé.
Funcionó. Más o menos. O tendría, si Æsubrand no lo hubiera esquivado en el último segundo, por lo
que el disparo destinado a él solo lo golpeó.
Bien, mierda.
Fruncí el ceño, Æsubrand maldijo y Slava estaba blanco, frío y helado.
Y luego la tormenta nos golpeó con una fuerza de un puño cerrado. Y cuando digo a nosotros, me
refiero a Marlowe, también, que finalmente logró coger a Æsubrand cuando se golpeó contra el
edificio. Justo a tiempo para ser arrastrado por la ventana cuando entraba un golpe de corriente
ascendente.
Por el lado positivo, conseguí golpear en la cara un par de decenas de veces al vampiro principal,
que parecía echar a perder el control de Æsubrand sobre el clima. En lo negativo, hizo nuestro paseo
salvaje incluso más salvaje, con ninguna dirección, el perro malvado, que decidió que nos tirara para
arriba, arriba, arriba y otra vez arriba. Y ya estábamos en la azotea del edificio.
Donde un grupo de vampiros derrumbaban la puerta de la azotea y corrían directamente hacia
nosotros.
—¡Oh, vamos! —grité, porque no eran de Marlowe. Y no se veían muy felices por tener un jefe se
había convertido en un cono helado. O ser soplados contra la puerta por un príncipe fey cabreado.
Pero eso habría hecho mejor nuestras posibilidades, si un helicóptero negro brillante no hubiera
elegido ese momento para surgir en el edificio. Yo asumí, o sólo me pareció que los chicos a bordo
habían sido traídos por alguien. Porque, en lugar de aterrizar, comenzaron a tratar de maniobrar para
que los vampiros del interior pudieran nivelar las ametralladoras en contra de nosotros.
Y eso fue suficiente para que incluso llamara la atención del dúo dinámico. Se detuvieron de luchar
entre sí lo suficiente como para mirar con la boca abierta, a esta nueva amenaza. —¿Son idiotas? —
preguntó Marlowe. —Si llegan a Slava, muere.
La cara ensangrentada de Æsubrand dio media vuelta. —¿Él no está muerto?
—No. La carne de vampiro no se comporta del mismo modo como la de un ser humano.
—Pero él está congelado…
—Puede ser descongelado, —dijo Marlowe, limpiando su rostro sangriento. —Mientras no termine
hecho pedazos antes de ser descongelado.
—Eso no sería un riesgo si no tuviera a tantas personas disparándole.
—Yo no estaba tratando de matarlo a él, yo estaba tratando de matarte. —Le dije a Æsubrand
furiosamente.
—Entonces usted tiene extremadamente mala puntería.
—¡Me esquivaste!
Me miró como si yo fuera lenta. —¿Y qué esperabas que me quedara quieto?
—¡No te esperaba aquí nada en absoluto! ¿Qué demonios…?
Æsubrand no tuvo la oportunidad de responder, suponiendo que él hubiera planeado responderme,
porque el helicóptero había abierto fuego desde hacia aproximadamente un segundo. Una explosión
estalló en un punto concreto, pero estaba lejos de nosotros, gracias al viento que golpeó el
helicóptero como un puño gigante, cogiéndolo y lanzándolo por los aires. Directo a la torre de agua.
La reliquia de madera era lo suficientemente antigua como para ser considerada una antigüedad,
construida al mismo tiempo que el edificio. No parecía como si hubiese sido restaurada, no siempre
se veía desde la calle y cumplía la ordenanza requerida para los edificios de tener una fuente
independiente de agua. Sólo que ésta iba a ser violada, pensé, mientras el helicóptero se estrellaba
en la torre, la torre cayó sobre el suelo y una ola gigante de agua fue derramada hacia fuera y se
estrelló contra los vampiros de Slava, que habían conseguido volver a sus pies sólo para ser lavados
de nuevo.
Y decidí mantenerlos de esa manera. Por fin había conseguido que mi muñeca estuviera libre, lo que
me permitía apuntar con las dos manos levanté el arma del mago. Y disparé.
Pero no a ellos.
Había muchos de ellos, se multiplicaban, eran demasiados y de todos modos, no había una opción
mejor. La creciente ola se abalanzaba sobre ellos con un rugido y en forma de una avalancha. Y eso
iba a fragmentar por encima de ellos durante un tiempo, hasta que alguien los sacara fuera. Porque de
repente estaba viendo una ola gigantesca congelada con pequeñas piezas de vampiros que salían de
ella.
Parecía una escultura modernista extravagante: una fusión de la torre y la gran sensación de líquido,
con el helicóptero todavía ardiente volaron a un lado. Aunque el fuego se había congelado, el vapor
de agua coagulada alrededor de ella, y me daba por un momento la extremadamente rara visión de las
llamas que bailaban detrás del hielo. Antes de que la falta de oxígeno las apago, dejando un humo
negro atrapado en su lugar.
Bueno, pensé aturdida, fue mejor de lo esperado.
O quizás no. Porque cuando me di la vuelta y traté de disparar a Æsubrand, y no pasó nada. Salvo
que su rostro maltrecho adquirió una sonrisa malévola, Marlowe frunció el ceño y se volvió otra vez,
cayendo sobre él, en concreto sobre una pila gruñona de extremidades por la paliza.
Marlowe pensó que se le había agotado demasiado su súper poder principal para que estuviera
disponible, pero no había nada malo con su cerebro. Y él había averiguado lo mismo que yo temía en
ese viaje salvaje sobre el poder de Slava, la energía de Æsubrand no funciona tan bien de cerca, por
lo que también lo atrapó,
Y hablando de Slava,
¿Dónde diablos estaba Slava?
En los pocos segundos que había desviado mi atención, había desaparecido. Lo que era estúpido, ya
que no era como si él pudiera levantarse y marcharse. Sólo que era eso exactamente lo que había
hecho.
Más o menos.
Después de un par de segundos de pánico mirando a su alrededor, por fin lo divisé. Un, vampiro sin
pantalones y congelado a la deriva a lo largo del vacío entre los edificios, como el globo de un niño
que acaba de dejar ir. Uno que se está retirando más lejos a cada segundo.
Pero todavía no estaba lo bastante lejos.
Metí la pistola vacía en mi cintura, me subí la falda y corrí, directamente hacia el borde del techo. Oí
gritar algo a Marlowe, pero se perdió en la ráfaga masiva de viento que estaba corriendo por detrás
de mí, tratando de ganarme a mi objetivo, para enviarlo deslizándose hacia el vacío por delante de
mí. Pero ya sea que Æsubrand estaba cansado o yo estaba teniendo mi segundo aire, porque por una
vez, mi suerte había cambiado. La ráfaga me golpeó casi al mismo momento que mis pies se
quedaron sin techo y efectivamente trabajaba en mi favor, ya que me propulsó hacia arriba y hacia
fuera más lejos y más rápido de lo que posiblemente podría haber esperado por mi cuenta, casi
haciéndome llegar a mi objetivo.
Pero no del todo.
Mis dedos agarraron la superficie helada, resbaladiza, mis brazos y piernas se envolvieron alrededor
de él y con mi cabeza metida bajo Slava me tiró por delante, como una bala de forma extraña que
disparaba a través del cielo de Manhattan.
Era una loca carrera, navegar por la cresta de una ola de viento a través de la ciudad. No, era más
que loco, era impresionante y desafiaba a la muerte, lo estúpido es que hizo que me doliera la
cabeza. Pero era difícil de evitar con el silbido del viento más allá de mis oídos, la ciudad de vapor
por abajo y la rápida construcción de Slava retrocediendo en la distancia.
Le agarré más fuerte, oí pequeños jadeos enloquecidos de algo, finalmente me di cuenta de que la
risa salía de entre mis labios, porque, loco o no, era que estaba funcionando.
Por lo menos fue hasta el encanto de repente dejó de funcionar.
Me tomó un segundo darme cuenta de lo que había pasado, porque yo había asumido que el proceso
de congelación se habría estabilizado. Y tal vez lo había hecho. Tal vez había durado más de lo que
debería tener un cuerpo, a pesar de que era poco consuelo teniendo en cuenta que en un momento
habíamos pasado del desgarro a través del cielo a la caída hacia el suelo.
Battery Park se acercaba, el verdor de una franja oscura en contra de los edificios más brillantes, con
las luces de la ciudad más allá del agua oscilante en negro. Pero no parecía que íbamos a llegar tan
lejos. E incluso si lo hiciéramos, golpear el océano desde esta altura y a esa velocidad sería
prácticamente lo mismo que golpear hormigón.
Traté de pensar, en los pocos segundos que me quedaban, para recordar todas esas reglas acerca de
qué hacer en caso de caída de altura. Pero lo que pasa con esas reglas es que fueron hechas por
alguien con la seguridad sobre el terreno. Y es un poco difícil de tomar en serio cuando sus ojos se
están destrozando, el viento está rugiendo en tus oídos y el suelo se apresura hacia a ti a un ritmo que
no es claramente para sobrevivir, a menos que de pronto te crezcan alas. Y aunque tengo un buen
número de habilidades que llamar en caso de emergencia, el número de volar no está entre ellos.
Afortunadamente, alguien lo hizo.
Slava y yo nos estábamos dirigiendo directamente a una cinta de dura vereda que serpenteaba por el
parque cuando algo me atrajo. Por un segundo pensé que el hechizo de repente se había reactivado,
hasta que la fuerza nos envió bruscamente hacia el cielo otra vez, casi me deja dividida en dos, y me
hizo perder el control sobre la bala congelada. Que continuó en nuestra anterior trayectoria, surcando
el aire y luego…
— ¡No!— Le grité, pero ya era demasiado tarde. Slava golpeó el suelo en algo así como a 80 millas
por hora, como el sonido de un arma al disparase. Y no se rompió al igual que el otro vampiro ni
siquiera se desintegro. Algunos pedazos más grandes llegaron al suelo aquí y allá, pero un buen
tercio del cuerpo se colocó en una nube de partículas gaseosas, hielo que se derretía en la brisa
caliente de agosto, brillando en la nada mientras yo lo veía.
Maldije en silencio, porque estaba sin aliento por nada, pero alguien me había oído.
—Bienvenida, —dijo una voz rica detrás de mí.
Mis pies aterrizaron suavemente en la hierba mullida, un momento después, me giraba borracha
alrededor para ver a la demostración de Slava de pie delante de mí.
Parecía un poco diferente, con esas enormes alas extendidas, bloqueando la mitad del cielo. Hasta
que se plegaron en la espalda una vez más, de alguna manera se las arreglaron para no enredarse en
el pelo largo y negro.
Los ojos eran del mismo color, más oscuros que los míos, hasta el punto que no parecían tener una
pupila, y me miraban con curiosidad.
—Para ser una criatura tan pequeña, causas muchos problemas.
—Eso es lo que la gente... me dice, —dije, mareada y sin armas, preguntándome qué era este nuevo
infierno.
Pero el infierno no era particularmente amenazador. En todo caso, el infierno me miró vagamente
divertido. —Esas personas estarían en lo correcto, pero no estás tú, si me perdonas, jugando un poco
fuera de tu liga?.
—Y ¿qué Liga... sería?
Pero él se limitó a sacudir la cabeza. —Esto es más peligroso de lo que puedes manejar, dhampir.
—Yo puedo manejar mucho.
—Y eso va para tu gente, también. —Me sonrió con suavidad. —Diles que lo dejen en nuestras
manos.
—¿Quiénes son nosotros? —Le grité… a nadie. Porque de repente estaba en el aire otra vez, sus
enormes alas golpeaban la dura noche lo suficiente fuerte como para derribarme. Y cuando volví a
ponerme muy débil en pie, se había ido.
Dejándome con un vampiro muerto, un montón de golpes y sin respuestas.
Capítulo 24

—Ok, muy divertido. ¡Ahora déjame entrar!


Nada. Bien podría haber estado hablando con la pared de ladrillos en lugar de con el conjunto de
altavoces. Y eso no me hacia feliz.
Estaba lloviendo, la tortilla de Verrell se esfumó hace mucho, y tenía a un vampiro muerto en mi
maletero. Y considerando que el maldito Senado era uno de los que le habían querido tan
frenéticamente, lo menos que podían hacer era abrir la puerta. Pulsé el botón de nuevo, un largo y
sostenido zumbido que en realidad me daba la esperanza de darle a alguien de ahí dentro un dolor de
cabeza, pero el resultado fue el mismo.
Genial.
Salí, dejando mi coche bloqueando la entrada al garaje, y bordeé el edificio. La Oficina de la Costa
Este del Senado Vampiro de América del Norte, Sucursal Central de Manhattan, también conocida
como la Central, estaba localizada en una mansión edificada alrededor del cambio de siglo por algún
magnate-ladrón con más dinero que gusto. Con los años se habían hecho mejoras desde entonces,
pero la mayoría de estas habían estado relacionadas con la privacidad. Lo cual era el porqué, de que
a pesar del vidrio insertado dentro de la ornamentación de las puertas de caoba, solo veía mi propia
cara devolviéndome la mirada: pálida, piel amoratada, la máscara de pestañas corrida por todas
partes, y la lluvia goteando de la punta de mi nariz.
Se estaba manchando mi nueva chaqueta de cuero.
Maldita sea.
Debería haber dejado la chaqueta en el coche, pero la necesitaba por el bien de la modestia, ya que
la tela mágica de Marlowe no había demostrado ser tan mágica después de todo. Por supuesto,
podría haber estado bien si no hubiera comenzado a llover a mitad de camino a través del largo
regreso a lo de Slava. Lo cual es lo que había elegido explicarle a un taxista del por qué yo estaba
paseando por Manhattan pareciendo una víctima de la guerra.
Así que además de estar golpeada y desangrándome y descalza, estaba cerca de la indecencia para el
momento en que anduve penosamente los diez bloques bajo el aguacero.
Y encontré que Slava al completo estaba desierta.
Los invitados habían huido, Æsubrand se piró inmediatamente después de mí, y Marlowe y sus
vampiros seniors se habían pirado detrás de él. Los OPS más jóvenes habían sido dejados para,
(54)

pacificar a las autoridades humanas, quienes estaban afuera en un dispositivo policial para el
momento en que regresé, y para sacar los cubos de hielo de la escalera de arriba, los cuales estaban
siendo acarreados lejos para interrogar ante la más remota posibilidad de que supieran algo. Y para
enfrentarse conmigo.
Solo que ellos no parecían que supieran como enfrentarse conmigo. No habían dicho nada mientras
uno de ellos traía mi coche, y otro me daba su teléfono —porque el mío estaba en mi bolso y mi
bolso estaba dios sabe dónde— probablemente para que el jefe pudiera llamar y maldecirme más
tarde. Y luego un tercero me entregó un par de bolsas de basura, porque Marlowe quería un envío.
O si, él lo hizo.
Miré fijamente al vampiro y éste tuvo la decencia de parecer avergonzado, porque ambos sabíamos
lo que esto era. Ok, sí, algún nigromante de primer nivel, como los que el Senado tenía de guardia,
podría ocasionalmente extraer información del cerebro de un vampiro recién muerto. Pero “recién”
no era igual que la hora y media que Slava había estado fuera de servicio para el momento en que le
arrastraba de vuelta.
Los nigromantes que habían rondado los campos de batalla en los viejos y malos tiempos, buscando
cerebros de cadáveres importantes por un botín, sabían que tenían poco minutos a lo sumo. Y eso los
cadáveres que no habían sido congelados, rotos en pedazos y medio vaporizados.
Así que, sí, yo estaba por la teoría de la venganza.
Pero había tomado las malditas bolsas de todos modos, porque dudaba que consiguiera cobrar esta
noche —y estaba intentado que me pagaran esta noche— si no lo conseguía.
Y porque esto era del SOP para limpiar su propio desorden, especialmente cuando estaba
involucrado un montón de partes de vampiro ensuciando una zona popular de turistas. Y ahora todo
lo que quería era dejarles caer esto y hacer que esta pesadilla de noche finalmente terminase.
Solo que no podía si nadie me dejaba entrar.
Saqué mi teléfono y marqué con fuerza el número de Marlowe, incluso a pesar de que ya estaba
programado, solo por la satisfacción. Pero también podría haberme ahorrado la molestia. Limpié la
lluvia que caía en el frente del pequeño teléfono y el misterio se resolvió: ninguna barra (sin
cobertura). Lo agité, a pesar de que sabía que eso no ayudaría.
No era el momento, tampoco.
¿Vas a hacerme hacerlo, verdad?— exigí.
Aparentemente, lo hizo.
Me rendí y realicé el tradicional baile a los dioses de los teléfonos móviles, sosteniendo en alto,
dándole vueltas, girándolo, haciendo el Hokey Pokey (56)

Y conteniendo el fuerte impulso de estrellarlo contra la pared. Y nada. Al menos que quieras contar
un triste y diminuto blip, lo cual asumí era la versión electrónica de un dedo (57) …
Empujé la inútil cosa de vuelta a mi bolsillo y alcé la vista hacia la discreta cámara que se ocultaba
dentro de alguna elaborada piedra, sabiendo que alguien estaba echándose unas carcajadas a mi
costa. No me molesté en fruncirle el ceño. El problema de medir 5,2 pies (155,6 cm), tener hoyuelos
y ser mujer es que no importaba la reputación, la mayoría de la gente iba a subestimarte.
Incluso la gente que debería saberlo mejor.
Chapoteé de regreso hacia mi coche y entré.
Había ventajas, reflexioné mientras regresaba, el conducir un pedazo de mierda. Como que no te
preocupabas por dejar anillos de café sobre el tablero o manchar de barro la alfombra, y encontrar
los ocasionales fritos fosilizados franceses era más una fuente de asombro que una razón para flipar.
Tampoco dejabas que el pensamiento de unas pocas y nuevas abolladuras te preocupe. Como cuando
te pones a conducir y aceleras, pulverizando agua y barro mientras sales disparado directo a la
asquerosa puerta de seguridad que nadie se había preocupado de reemplazar. Porque ¿quien estaría
lo suficientemente loco para irrumpir en una mansión llena de vampiros?
Supongo que lo averiguarían, pensé, sonriendo mientras mi antiguo Firebird atravesaba el viejo
casco de endeble madera de la entrada y voló por el pasillo, goma quemada dirigida directamente
hacia el bien-mantenido interior.
El cual por algún motivo olía como el culo.
Patiné hasta detenerme justo al lado de alguna vieja y bella pared de ladrillo al aire. Como siempre,
el lugar parecía más como la cochera del siglo XIX que una vez fue que a un aparcamiento de coches,
con vigas de madera oscura y tachuelas originales sobre las paredes. A diferencia de siempre, olía
como si los caballos aún estuvieran en la residencia.
Caballos Descompuestos y enfermos, pensé, arrugando la nariz mientras salía.
Las luces estaban parpadeando, ya que la tormenta estaba causando problemas eléctricos. Pero no lo
suficiente que no pudiera ver que el daño fue mínimo. Y hey, el parachoques había estado deformado
de todos modos.
Di la vuelta y abrí el maletero.
Y querido Dios.
Parecía como si les debiera a los caballos una disculpa, porque había encontrado el hedor y el olor
que era yo. O al menos mi acompañante, quien aún estaba más o menos congelado cuando lo recogí,
pero ya no más. Slava estaba chapoteando alrededor de su pequeña bolsita, un ojo de pálido azul
mirando fijamente a través de la película como un pez de colores al ser arrastrado a casa desde la
tienda. Y apestando como un cadáver de hace tres días dejado al sol.
Tragué saliva, de repente menos preocupada por la cena. Parecía como si la loca carrera hubiera
roto la bolsa, y algo absolutamente asqueroso estuviera escapándose. Y Sip, los vampiros se
deterioran más rápido que los humanos, teniendo una ventaja principal sobre aquella cosa de la
muerte. Pero maldición.
Y ahora iba a tener que arrastrarle todo el camino escaleras arriba.
Alcé la mirada, con la esperanza de que algunos de los funcionarios indignados vinieran a quejarse
conmigo sobre lo de la puerta, con la completa intención de darles a cambio al Sr Fangoso a ellos.
Pero tampoco estaban con ánimo o habían sido advertidos sobre lo que llevaba en el maletero,
porque yo no lo hice. Murmuré algo poco halagüeño sobre sus ancestros y me incliné para agarrar la
bolsa #1 y estaba por agarrar de nuevo la bolsa #2
Por un segundo, solo me quedé allí de pie, años de experiencia no podían competir ante la visión de
un brazo medio licuado tratando de ahogarme hasta la muerte. Pero me solté de éste antes de que me
rompiera, y agarré la superficie viscosa…solo que tenía el remanente de piel que se deslizó como la
muda de una serpiente. Me atraganté por las nauseas y me tambaleé hacia atrás, desgarrando las
venas y los tendones y los protuberantes huesos, mientras que los fríos y gelatinosos dedos me
agarraron como garras.
No parecía ser capaz de conseguir un agarre sobre la carne viscosa, así que saqué un cuchillo de mi
chaqueta y corté a través de la muñeca, causando que la cosa asquerosa diera espasmos alejándose
de mi cuello. Cayó como una araña ensangrentada sobre el suelo, o tal vez una mano con un guante
sin dedos. Porque las puntas carnosas se habían desprendido, dejando solo los huesos al desnudo.
Lo cual supongo es por lo que hizo un ruido de clic sobre el hormigón cuando de repente se abalanzó
hacia mí de nuevo.
Saqué la mágica 45, la cual había vuelto a cargar en el coche porque no es una paranoia cuando la
mierda está sucediendo todo el maldito tiempo. Y la clavé a través de la maldita palma. Y entonces
disparé de nuevo. Y de nuevo. ¡Y entonces una vez más porque gah!
No me detuve hasta que era un montón de diminutas piezas inconexas, dando espasmos inútiles sobre
el suelo y yo estaba jadeando y temblando y seriamente asqueada.
Y entonces me di cuenta de que mis manos estaban en llamas.
No literalmente, pero seguro como el infierno que se sentían de ese modo, y no era mi enloquecida
imaginación. Ampolladas rojas e inflamadas se elevaban desde mi piel mientras yo miraba. Y yo no
necesitaba sentir mi cuello para saber que la misma cosa estaba ocurriendo allí, como si me hubiera
salpicado acido donde la cosa había tocado.
Y no solo yo. El suelo debajo de los restos de la mano estaba ennegreciendo, mientras que un
nauseabundo líquido amarillo se filtraba desde la carne y se hervía en el aire, aumentando el hedor.
Y para aquella cosa horrorosa de piel tiesa nosotros teníamos que seguir el mismo camino aquí.
Y eso era antes de que mi maletero comenzase a escupir los restos de la bolsa#2 en trozos
sangrientos.
Uno quedó atrapado en una mancha de aceite del coche de alguien y se retorcía alrededor, como una
anguila en el agua – excepto que las anguilas normalmente no se azuzaban como aceite al fuego. Pero
otros estaban haciendo más avances, dejando ennegrecidos y ensangrentados rastros sobre el suelo
mientras se retorcían, se agarraban como garras y se deslizaban en mi dirección. Y bueno, pensé,
retrocediendo del infierno, el dinero era una cosa buena, pero en general me parecía que el Senado
podría tener esta cosa.
Me di la vuelta y me dirigí a la rampa — y a la puerta y a la calle empapada de lluvia, la cual, sip,
me parecía muy bonita justo ahora.
Solo que no iba a verla a corto plazo, como descubrí cuando comencé a subir la rampa. Y golpeé
directamente algo que no pude ver, pero que se comprimió de golpe, enviándome rodando hacia atrás
y hacia abajo por la pendiente de nuevo, echando humo y blasfemando. Y alcé la mirada para ver una
impresión de mi cuerpo en el punto de impacto, la cara extrañamente invertida, las extremidades
agitándose y todo, grabado en lo que parecía ser fino aire, la nada.
No lo era. La resplandeciente y azulada yo, se desvaneció en segundos, dejando solo un esquema
fantasmal parpadeando en la siniestra luz. Pero la razón de que esto permaneciera: alguien había
encendido las guardas del Senado, la cual probablemente explicaba el por qué las luces estaban
estropeadas y por qué mi teléfono no había funcionado. Las Guardas tan grandes como las que
manejaba el Senado hacían estragos con los dispositivos eléctricos.
También mantenían efectivamente las cosas afuera.
Como los Firebird del 89, por ejemplo.
Así que, o alguien las había levantado justo coincidiendo después de mi llegada, o alguien las había
dejado caer permitiéndome pasar y entonces las alzó de nuevo justo después. Y por alguna razón, ni
una ni otra opción me estaba haciendo sentir de lo mejor. Y eso fue antes de que alguien gritara, un
alto y ensordecedor sonido que me envió de nuevo sobre una rodilla antes de que hubiera conseguido
ponerme de pie.
Miré alrededor, mareada y desorientada, intentando averiguar la dirección. Pero era un poco difícil
cuando todo lo que podías ver era un lodo líquido de ladrillos y coches y horrores imposibles todos
deslizándose juntos en una corriente devastadora de qué-infiernos. Y entonces qué-hizo-eso de
nuevo.
Desde el interior de mi cabeza.
—¡Cállate!—, grité, golpeando mi mano llena de ampollas en el suelo, esperando que el dolor
ayudara a aclarar mi caótico cerebro. No lo hizo, pero algo más sucedió, aunque no estaba segura de
que esto fuera una mejora.
Porque de repente estaba escuchando voces.
—¿Qué…quien? ¿Hay alguien ahí? ¿Quién es? ¿Quién es ESA?
—Deja.de.gritar, —dije entre dientes, porque la voz casi había sido tan ruidosa como el grito inicial.
—¡Quienesesaquemehahabladoahoramismo!
—¡Augggh! —le contesté, porque una mancha rosada había tomado ese momento para venir volando
hacia mí a través del aire.
Me las arreglé para poner una bala en ella, y esta voló de regreso, chapoteando contra algo fuera de
la vista. Lo cual no me hizo sentir mucho mejor, porque las otras cosas se habían dado cuenta de que
podían saltar, también, —supuse por mi contracción muscular, a pesar de que realmente no estaba
analizándolo en ese momento. Estaba no dejándoles alcanzarme, lo cual quería decir disparándoles
en el aire mientras me arrastraba hacia atrás a través de una habitación que aún estaba en el divertido
garaje a mi alrededor.
Y mientras una voz histérica exigía que salvara su culo.
—¿Te callarás hasta que salve el mío?— susurré, y abruptamente esta se cortó.
Con la reducción del sonido vino una relajación de la atracción de feria de mi cerebro,
permitiéndome trepar detrás de una barrera de hormigón. Me acurruqué allí, mirando la
aproximación de los montones de partes del vampiro con incredulidad e intentando golpear en casa,
un nuevo clip. Era el segundo de los únicos dos que había tenido en mi kit de emergencia, porque no
usaba la 45 demasiado.
O en absoluto, si no podía conseguir una de estas, lo cual estaba tomando para siempre debido a las
ampollas.
Y tal vez debido a que pedacitos aleatorios de Slava acaban del piso y se estrellaron contra la
barrera. Y entonces otro y otro, salpicando el otro lado como una maldita lluvia de ácido. Hasta que
uno se perdió, volando sobre mi cabeza y sacando el parabrisas de un BMW.
Me quedé mirando fijamente las grietas en forma de araña que atravesaban el vidrio supuestamente
irrompible. Y decidí que en realidad podía vivir sin saber cómo se sentía eso. Golpeé el clip a casa
y me moví.
Tap,tap,tap.
Juro, que esto se sentía como si un dedo golpeara el interior de mi cráneo. Tuve una repentina y
vivida imagen del molesto clip sujeta papeles del tipo que Microsoft creó para atormentar a la gente.
Parecía como si estuvieras teniendo un ataque de nervios. ¿Te gustaría alguna ayuda? Pensé
salvajemente, y me lancé detrás de un coche.
—¿Qué? ¿Qué dijiste? —la voz estaba de vuelta.
La ignoré, estando en el modo ocupado para no morir. Era como si las malditas cosas supieran dónde
estaba. Estaba haciéndolo todo bien —manteniéndome abajo, usando los coches como cobertura—
pero donde quiera que fuese, eliminando ventanas, abollando puertas y enviando el olor de goma
quemada al aire cuando chocaban con los neumáticos.
Era como estar como estar en la galería de tiro más grosera del mundo.
Era casi imposible.
Dejando a un lado que ningún vampiro podría seguir con vida después de ese tipo de daño, era el
hecho de que incluso las criaturas mágicas tenían reglas físicas. Vapuleaba las reglas físicas, sin
embargo. Y sin algún tipo de órgano sensorial, simplemente no había modo de que…
Tap,tap,tap.
¿Qué es esa cosa? Pensé irrelevantemente.
—¡Para! ¡Detente ahora mismo! Oh dios mío, esto es tan típico. Es tan… ellos finalmente me
mandan a alguien detrás mío y ella está loca.
—Solo una parte del tiempo, — dije, porque por alguna razón, hablar conmigo misma no parecía del
todo extraño ahora mismo.
Hubo un repentino silencio. Y entonces las compuertas se rompieron.
—¿Dory? ¿Dorina? Oh dios, oh dios mío, ¿eres tú?
—Sí, y estoy un poco ocupada…
—¡No me vengas con eso! Ven a buscarme, ¿me oyes? Ven ahora mismo a buscarme…
—¿Radu? —incliné la cabeza, porque esa marca particular de control cerebral pertenecía solo a un
tipo.
—¡POR SUPUESTO QUE SOY YO! ¿Quién más ha estado gritando por ayuda estos últimos veinte
minutos? ¿Dónde infiernos has estado?
—¿Veinte minutos? —repetí, con incredulidad.
Porque cualquier otra cosa que podrías decir sobre el Senado, es que reaccionaban rápido ante una
crisis. —¿A quién llamaste?
—¡A todos! ¡A todo el mundo! ¿Es que crees que voy a ser exigente cuando estoy enfrentándome a
ESO?
Y de repente, obtuve en mi cabeza no solo los sonidos sino también las imágenes. Hubo un momento
de estómago revuelto y de desorientación mientras mi cabeza permanecía completamente erguida y
aún así estaba echando un vistazo alrededor, y entonces estaba mirando fijamente a una pared de
cristal dentro de lo que parecía ser un laboratorio. Y al otro lado…
—¿Qué demonios son? —exigí, mirando a través de los ojos de Radu un montón de… bueno, eran
vampiros. Lo sabía porque los había visto hace menos de dos horas, congelados en la parte superior
de un edificio. Lo cual era el por qué era un poco extraño encontrarles actualmente de pie y
moviéndose y arañando el cristal, incluyendo a uno de ellos que estaba medio encerrado en el
hielo…
—¿QUÉ ES LO QUE PARECEN?
Sabía lo que parecían, pero eso no era posible, era una locura, porque los vampiros no….
Algo se dejó caer sobre mi espalda y grité y tiré de la chaqueta, arrojándola tan lejos como podía y
sacando la mierda fuera de ella al mismo tiempo. Me quedé allí, jadeando, mis ojos escaneando el
alrededor de la sala por el próximo objetivo, y decidí que tal vez, tal vez podría cortar a Radu un
poco. Porque los vampiros no se transformaban en granadas de carne y volaban alrededor,
tampoco…
Me detuve, habiendo cogido un vistazo de la bolsa que dejé caer cuando el brazo del muerto me
agarró. De algún modo se había mantenido intacto, tal vez porque la mayoría de las partes con
músculo estaba en la otra bolsa. Pero la cara estaba aún presionada contra el plástico, y el ojo azul
ahora estaba mirando…
Me miraba a mí.
Hijo de puta.
—¿Hola? ¿Hola? ¿Qué pasa? ¿Por qué no estás hablando? ¿Estás viniendo a sacarme?
—Dame un segundo, —dije, intentando alinear un disparo a través del parabrisas agrietado. Debería
haber sido fácil— excepto que el aire en frente de mi estaba de repente lleno de carne volando.
Parecía como si un huracán hubiera golpeado en una carnicería, lo cual me asustaba menos ese hecho
que lo que sabía.
—¡NO TENGO UN SEGUNDO!
—¿Dónde estás? —pregunté, esperando por una abertura mientras una granizada de lluvia
ensangrentada repicoteaba en el coche.
—¿Dónde más? En la morgue del sótano.
—¿Y eso cuán lejos está del garaje?
—¡No lo sé! ¡Nunca entro de ese modo!
—Entonces búscalo, —rechiné, mientras algo crepitó contra la pared de al lado mío.
—Mi ordenador está afuera. ¡Pregúntale a uno de tu equipo!
No dije nada.
—Tú… tú tienes a un equipo… ¿no?
—No exactamente.
—¿No exactamente? ¿NO EXACTAMENTE? ¿Qué quieres decir con no…?
El resto de la diatriba se perdió con el sonido de una 45 borrando un globo ocular. Y tan pronto
como lo hice, todas las pequeñas cosas cayeron al suelo, retorciéndose sin rumbo. Y entonces
finalmente se quedaron inmóviles.
Ok, pensé. Todo está bien. Parecía como si todos esos videos juegos hubieran tenido su utilidad,
después de todo.
Así que, sí. Fácil.
Tragué saliva. —Radu. Dime en qué nivel estás.
—Yo no…es…es el siguiente al más bajo. Creo…sí, debería ser el catorce en el ascensor, —un
ominoso eco rompió a través de cual fuera la loca conexión que él había sido capaz de establecer.
—Dory, —su voz de repente era muy bajita. —date prisa.
—Voy, Du, solo… permanece tranquilo. Ya Voy.
Capítulo 25

Debido a que tenía exactamente una pistola a mi nombre y estaba casi sin munición para ésta, mi
primera parada fue el coche y la maltrecha caja de herramientas del suelo de la parte trasera.
Contenía suministros de emergencia. Incluyendo una pareja de agradables cuchillos de 10 pulgadas
(25 cm) que guardé en los bolsillos y uno incluso más agradable, munición para una magnum del 44
que no tenía. Porque tenía una hemorragia de armas últimamente, y había tenido que presionar en
servicio justo a tiempo de que los chicos de Slava se las llevaran.
Tomé la caja de la munición del 44 de todos modos, solo en caso de que me tropezara por casualidad
con un arma utilizable. Pero incluso asumiendo que lo hiciera, no iba a llegar a Du solo con eso.
Necesitaba más armas, un montón más de munición y algunos trucos sucios.
Desafortunadamente, estaba en el lugar acertado para estas tres cosas.
—‘Du. ¿Sabes dónde está el escondite de armas más cercano?—pregunté, cogiendo una vez cara mi
chaqueta de cuero, la cual ahora parecía un objeto de una galería de tiro. Pero no tenía elección;
gracias a la idea de ropa de noche de Marlowe, no tenía nada más para contener toda la…
De repente me di cuenta de que Radu no había respondido.
— ¿’Du?
Nada.
Sentí una mano fría apretando mi pecho cuando él no respondió, cuando ni siquiera le sentí en mi
cabeza. Pero eso no quería decir nada. Mis habilidades mentales no eran exactamente fiables. Yo era
como una radio que normalmente solo podía recibir, y que ni siquiera funcionaba la mitad del
tiempo.
Así que ‘Du podría estar bien. No, él estaba bien, me dije a mi misma ferozmente. Él era un maldito
maestro de segundo nivel y un Basarab. Había pasado quinientos años luchando en la distancia,
engañando y simplemente sobreviviendo a la mierda que salía de todo el mundo. Aguantaría.
Ahora solo tenía que llegar a él.
Considerando el nivel de paranoia del Senado, probablemente habría múltiples escondites de armas
por los alrededores, a pesar de que se habían negado a compartir sus localizaciones conmigo. Pero
cuando aparecí para unirme la pasada noche, había visto a un par de los chicos de Marlowe salir de
una puerta de la sala principal de recepción, con armas aún no enfundadas en sus fundas. Eso
necesariamente no quería decir nada, pero era la única pista que tenía. Así que me dirigí al vestuario,
esperando que tuviera razón y que los chicos de la guardia no lo hubieran vaciado ya.
Y…no lo habían hecho, pensé, deteniéndome justo junto a la puerta.
O si lo hicieron, no les había servido de mucho.
Las columnas de mármol gris de buen gusto, del impresionante escritorio de ónix, y alegres escenas
del viejo mundo que normalmente saludaban a los visitantes no se verían tan alegres nunca más.
Cubiertas con las vastas rayaduras y golpes y pegotones como una pintura modernista. La sangre
salpicaba las paredes, donde las armas de fuego ya habían estropeado la pintura azul suave,
moldeado la superficie de una antigua mesa y salpicado los pétalos de un arreglo ornamental.
No era tanto un problema en el suelo, sin embargo.
Puesto que la mayoría de éste estaba desaparecido.
Me aproximé al ennegrecido e irregular agujero, de lo que una vez había sido una estrella incrustada
en el mármol, con precaución ya que los bordes aun estaban humeando. Y miré hacia abajo al suelo.
A un lado. Al otro. Y otro lado después de ese. Algo había cavado un agujero del tamaño de un
Volkswagen a través de cuatro historias y estaba trabando en una quinta.
Y no había ninguna necesidad de preguntarse qué era ese algo: el enfermizo charco de verde neón en
la parte inferior estaba enviando hacia arriba humos que me hizo sacar hacia atrás la cabeza de modo
abrupto, los ojos llorosos y la garganta agarrotada. ¿Alguien acababa de utilizar una poción de
armamento y tú metes tu cabeza en el humo? Genial, Dory. Tontamente genial.
Me eché rápido hacia atrás, mis ojos parpadeando alrededor, en caso de que alguien estuviera
planeando el sacar provecho a mi estupidez. Pero no vi a nadie. Solo un ennegrecido candelabro por
encima de la cabeza, cristales campanilleando suavemente en el aire acondicionado, papeles
esparcidos bajo los pies y el té desparramado de alguien. Y un tío clavado en la pared por cuatro
enormes cuchillos.
Había rodeado la mesa de recepción y casi llego nariz con nariz con él antes de retroceder, la pistola
en alto y el corazón perdiendo un latido. Estaba detrás de un pequeño muro que separaba la
recepción del resto de la sala, y estaba encarando las puertas principales. Como una macabra especie
de bienvenida.
Le miré fijamente durante un segundo, insegura de si mis ojos borrosos y las luces desatinadas me
estaban jugando algún truco. Y lo estaban haciendo, más o menos. Porque la parte baja del cuerpo no
estaba en las sombras como primero pensé. No era eso en absoluto, al menos que contases la
columna vertebral de una serpiente brillando contra la pared más oscura.
Y se retorcía hacía arriba y hacia abajo como si su dueño aún estuviera vivo.
Después de un momento, tragué saliva y comencé a bordear alrededor, solo para obtener un rayo de
luz sobre la cara. Y obtuve un segundo de shock. Porque él parecía horriblemente familiar.
La cabeza estaba gacha, con la barbilla descansando sobre el pecho, así que no podía ver la cara.
Pero el pelo era oscuro y de la longitud correcta. Así como el peso y la altura, por lo que podía yo
estimar, considerando el daño, y…
Y de repente, no podía respirar porque pensé que era Du.
Tomé unos pocos pasos hacia delante, y lo hice. Incluso cuando ahuequé suavemente una mejilla,
para evitar la sangre oscura que había estado goteando hacia abajo cubriendo la barbilla. Y empujé
la cabeza hacia arriba, a la luz. Y sentí que mi columna se volvía agua.
Porque no era él.
Los rasgos eran bien parecidos, pero carecían del toque exótico de Du. Y el cabello era ligeramente
rizado en lugar de su cascada brillante. Y las ropas, ahora que las miraba más de cerca, eran
equivocadas: un traje oscuro, bien hecho pero no tanto como los exigentes estándares de la familia.
Me lamí los labios, sintiendo mi corazón latiendo lejos de la zona de peligro.
Hasta que la cabeza de repente se movió en mi mano.
Y los ojos —fríos y oscuros y muertos— se fijaron en mí.
Me quedé helada, porque no había vida en ellos, ninguna chispa, mucho menos el resplandor de un
vampiro en la miseria. Todo lo contrario, no obstante, era frío con una inteligencia calculadora. No
tanto dentro de estos como detrás de estos. Como si alguien estuviera usando la cara del hombre
muerto como una máscara.
Y solo había una criatura que yo supiera que podía hacer esto.
Nigromante, pensé, mirándole fijamente a través de sus ojos poseídos. Lo cual tenía sentido, dado a
lo que Radu estaba enfrentándose escaleras abajo. Pero aún así parecía imposible.
Técnicamente, un cuerpo muerto era un cuerpo muerto. Y los nigromantes pueden ejercer control
sobre cualquiera que no estuviera ya en control sobre sí mismo —como un vampiro— y a veces ni
siquiera entonces. Ese era el porqué una vez habían sido asesinados en el acto, y el por qué a veces
cualquiera con un poder importante aún lo era, a pesar de que el Senado proclamara lo contrario. Los
vampiros de nivel bajo podían ser poseídos por un nigromante poderoso y usarlos como espías
contra su propia especie. Eso había ocurrido con bastante frecuencia en los malos y viejos tiempos,
si los rumores eran ciertos.
Pero este no era un vampiro de nivel bajo. No habría estado en la recepción —considerada la
primera línea de defensa— si él lo fuera. Así que ¿Qué infiernos?
No tenía una respuesta, al menos que contara los ojos repentinamente entrecerrados y la boca
arrugada. Me eché a un lado, lo suficientemente duro como para torcer fuertemente algo. Pero eso
aseguro que la saliva destinada hacia mi cara golpeara mi hombro en su lugar, salpicando contra el
pesado cuero con un silbido ácido. Y entonces yo estaba fuera de rango, rodando y dando vueltas y
poniendo tres balas a través de los ojos de la maliciosa cosa.
Lo cual no le impidió reírse.
Me saqué la chaqueta, jadeando y maldiciendo. Y vi el cuero burbujear y quemarse y entonces
desintegrarse en un agujero del tamaño de una bola de béisbol. Saqué un cuchillo y corte la manga,
deseando tener la munición de sobra para borrar esa horrible risa.
Pero no la tenía, porque acababa de anunciar mi presencia a todos los de aquí. O si no lo había
hecho, esa cosa probablemente lo hizo. ¿Eso era el por qué él había sido dejado aquí? ¿Algún tipo de
sistema de alarma, un CCTV mágico?
(58)

No lo sabía, pero no tenía intención de esperar y averiguarlo.


Me levanté, navegando sorteando los charcos de sangre aun pegajosa en caso de que cualquiera de
esos aun pudiera quemar mis pies. Pero imposible pasar por alto esas cosas por completo. Incluso se
habían topado en la lechada entre los azulejos, del hueco del ascensor, colocando una red roja
(59)

sobre el suelo. Infiernos, incluso las macetas estaban salpicadas con eso.
Lo cual era del tipo inquietante, ya que parecían estar moviéndose.
¿Ahora qué? Pensé, agarrando con más fuerza la pistola. Pero no retrocedí porque no podía. Las
malditas plantas estaban enmarcando el pasillo que corría entre la zona de recepción y los
ascensores.
Y por supuesto, eso era lo que yo necesitaba. Así que lo que o quien fuera estuviera allí estaba a
punto de conseguir.
—¡Augghh!
Me aparté de una frondosa (conjunto de ramas y hojas) temblorosa, solo para tenerla apartándose
hacia atrás. Y gritando. Y entonces corriendo locamente por el pasillo alejándose de mí, arrojando
trozos de hojas y musgos y haciendo extraños chillidos y resoplidos. Justo hasta que se quedó sin
vestíbulo.
Rebotó alrededor por un segundo, como si intentara encontrar una ramificación en el corredor que no
estaba allí. Y entonces pareció que iba un poco más loco, dando vueltas y retrocediendo de nuevo.
Lo cual era menos desconcertante que el hecho de que parecía que le estaban brotando granadas de
manos como una especie rara de fruta.
Una de las cuales cayó y se fue rebotando a lo largo del zócalo…
No esperé para ver si el pasador estaba todavía en ella o no. Me tambaleé hacia atrás unos pocos
pasos y entonces me di la vuelta y corrí, de vuelta al camino del que había venido, a través del
vestíbulo y a través de un pasillo y hacia debajo de un tramo de escaleras, cerrando la puerta del
garaje detrás de mí. Solo para tener puños frenéticos bateando una granizada entrecortada un segundo
más tarde y alguien comenzó a gritar un asesinato sangriento.
Dudé un segundo, pero me pareció que los gritos sonaban un poco familiares. E incluso si me
equivocaba, quien quiera que fuera no parecía interesado en atacarme tanto como en conseguir sacar
el infierno de evasión. Me aparté abriendo la puerta y algo voló a través, solo un borrón verde contra
el garaje oscuro, justo hasta que golpeó la parte inferior de la rampa.
Ante lo cual cayó como una piedra, chillando y agitándose como algún tipo de Banshee (60) en pánico.
Un sordo fragor llegó desde el otro lado de la puerta y espere unos cuantos latidos de corazón,
aguantando la respiración. Pero no hubo otros sonidos, como de pisadas corriendo por el camino.
Parecía como si lo que fuera que estaba abajo estuviera también sordo o estuviera esperando a que
yo fuera. Lo cual habría estado bien si eso no hubiera sido exactamente lo que yo estaba por hacer.
Pero al menos me dio alguna opción.
Me aparté de la pared y fui a ver lo que estaba haciendo esa cosa lloriqueante.
Estaba lloriqueando. Y se retorcía. Y crepitaba un poco porque había corrido adentrándose en la
Guardas a toda velocidad.
Además no era tanto un eso como un él, y un él familiar.
Me agaché sobre este y le empujé boca arriba, y estaba vez no trató correr o incluso responder,
excepto que continuó con una letanía de —no lo sé, no lo sé, no lo sé, no lo sé, sé, sé, sé, sé, sé…
—hasta que le di una bofetada.
Eso le calló. Durante aproximadamente un segundo. Y entonces comenzó a temblar con todo el
cuerpo y a chillar, y a lanzar pedazos de sí mismo a las guardas, arrancando hojas y frondas de lo que
parecía como media docena de diferentes plantas, piezas de las cuales habían sido clavadas y
grabadas en torno a un par de pantalones sin culo de aspecto familiar.
—¡Ray!— dije bruscamente, solo para ser ignorada. —¡Ray!
Solo me miró fijamente con su cara ennegrecida, como un tipo de loco comando que no había ido a la
escuela de camuflaje. Sus ojos azules estaban muy abiertos y vidriosos, su pelo negro estaba
sudoroso y pegado por todas partes, y se le caía la baba ligeramente. Parecía totalmente fuera de sí, y
eso en realidad no iba a valer ahora mismo.
Así que le di una bofetada de nuevo.
Solo para tenerle abofeteándome de vuelta.
Después de lo cual siguió una perra de bofetadas que yo gané en virtud de un rodillazo en sus
gónadas.
—Oh. Oh Dios. Oh Dios. Oh Dios. ¡Oh dios, oh dios, oh dios!
—¡Levántate! —le dije impacientemente, porque no le había pegado tan fuerte.
Pero solo siguió gimiendo y rodando, hasta que contemplé seriamente en dejarle allí. Pero Ray había
estado aquí pegado durante un par de semanas mientras el Senado le bombardeaba por información, y
había una posibilidad de que él conociera más este lugar que yo. Difícilmente podría saber menos.
Así que le agité de nuevo.
Y estaba vez fui recompensada por un poco mas de cordura, si la completa furia era un indicio. —
¿Qué mierda fue eso? —gritó.
—Eso fue para llamar tu atención. Necesitaba…
—¡Me golpeaste en las bolas!
—Y quizás lo haga de nuevo si no…
—¡No puedes ir golpeando a los chicos en sus bolas!
—Ray…
—Solo no, ¿vale? Eso no está bien. Eso no. Eso no…
—¡Ray!
—…incluso, incluso… ¡Dios! Tiene que haber algún maldito límite…
Así que lo hice de nuevo.
—¿QUÉ MIERDA?
—Ray. Consigue un agarre…
—¡Tengo un agarre! ¡Tengo un maldito y buen agarre! Si no lo tuviera, ya habría estado muerto, y no
sé por qué no lo estoy y no gracias a ti y ¿Dónde infiernos has estado?
—Eso es lo que estoy intentando…
—Tenemos que tener una charla, —me dijo, su voz temblando ligeramente. —Sobre tus
responsabilidades como maestro.
—No soy tu maestro.
—Una de las cuales es la protección, ¿vale? ¡De la cual no he visto malditamente mucho ni
demasiado! —se quitó su sombrero parecido a un arbusto y lo arrojó al suelo. Por un segundo él solo
le miró, una masa arrugada de hojas y cinta de celofán Scotch deslizándose sobre una mancha de
aceite, y entonces su rostro se arrugó también.
Me agarró en un abrazo de oso que amenazaba mis costillas. —Oh Dios, —dijo entrecortadamente.
—¡No creí que conseguirías llegar aquí!
Me quedé allí por un segundo, completamente desconcertada… de todas las cosas locas que habían
ocurrido hoy, creó que en realidad ésta podría encabezar la lista. Tenía a un vampiro maestro
llorando en mis brazos y sin idea de que hacer al respecto.
Excepto lo obvio.
—¿Ray? —le dije, acariciando su sucio y desaliñado pelo.
—¿Hmm?
—Sé que estás molesto…
Él asintió en mi cuello.
—… y has pasado probablemente por mucho hoy…
Él asintió más fuerte.
—Pero ahora mismo te necesito para que me hagas un favor.
Él alzó la mirada. —¿Qué?
Apreté un puño en su melena y empujé su cabeza hacia atrás. —¡sé un hombre de una puta vez!
—¡Oh, eso es precioso! dijo, alejándose. —¿Tienes una idea de por lo que he pasado?
—No, y no me importa.
—Eres una mierda como maestro.
—¡No soy tu maestro! —dije, tirando de un porta rifle escondido sobre su cabeza y revisando el
arma que este traía. La cual había supuesto él había estado usando como un garrote, ya que no
contenía balas. —¿dónde está la munición?
—Cómo voy a saberlo. La conseguí de un ayudante muerto, —dijo, hablando de uno de los
empleados humanos del Senado. —Pero no me pude quedar a cachearle debido a que había más de
esas cosas viniendo…
—¿Qué son? ¿Dónde está la gente del Senado?
—¡Ellos son la gente del Senado! ¿No lo entiendes? —él miró con los ojos muy abiertos a su
alrededor completamente aterrado. —Es como La Noche de los Muertos Vivientes por aquí, excepto
que ellos no están vivos.
—Solo dime lo que sabes, —dije, y comencé a rellenar mis bolsillos con granadas. Y a cortarme un
dedo con un maldito cuchillo que él se había guardado hay dentro.
—No sé nada, ¿vale? Solo…—se detuvo y dio una profunda respiración, supongo que para el efecto.
O tal vez porque en tiempos de estrés, los viejos hábitos reaparecen.— Yo estaba en la sala de
descanso, intentando hacerme una maldita taza de café. Debido a que Marlowe tenía que hacer algo
esta noche y no tuvo tiempo para gritarme algo más que —perdona, interrogación, hasta mañana. Pero
no me dejaron ir, ni siquiera regresar a tu casa para cambiarme de ropa, asumiendo que el estúpido
conductor nunca trajo mi equipaje. Incluso con mi camisa por fuera, obtenía un poco de corriente
en…
—Ray.
—Sip. Así que me dejaron aquí. Y yo estaba por hacerme algo de café y luego hacer algo de
navegación por Internet, o tal vez ver la televisión. Pero estaba en la cocina y escuché esa conmoción
saliendo del vestíbulo. Así que abrí la puerta y uno de los guardias consiguió ser golpeado contra la
pared por ese tipo. Y el tipo estaba… estaba en mal estado. Sangre y cosas por todas partes, todo
rezumando y agujereado y… y él estaba muerto, ¿vale? No nuestro tipo de muerto, tampoco, pero
muerto MUERTO. Y pronto el guardia lo estuvo también…
—¿Y entonces él tipo vino detrás tuyo?
—No, entonces ellos vinieron detrás de mí. El guardia se levantó, estacado, con los sesos salpicados
por toda la pared y todo, pero él malditamente se levantó, y entonces me vieron y son rápidos. Pero
conseguí cerrar la puerta y conozco el lugar como la palma de mi mano, ¿sí? Así que me las arreglé
para… Hey, ¿Qué estás haciendo?
—Voy a necesitar algo de ayuda, —dije, agarrando su brazo y arrastrándole hacia la puerta.
—¿Qué? —sus ojos se desorbitaron. —¿Estás loca? ¡No voy a volver allí!
—Te protegeré.
—¡Sí, claro! —él retrocedió de un empujón. —tienes un rifle sin balas, una pistola y algunas
granadas. Y déjame decirte algo sobre las grana….
—No funcionan muy bien en cuartos cerrados.
—¡No funcionan bien en absoluto! —Dijo, tirando hacia atrás tan fuerte como pudo —lo cual era
muy malditamente fuerte.— para nada contra esas cosas. ¡Solo se mantendrán viniendo! Y entonces
tendrás pedazos y sangre, exudando y… Augghh
Lo arrastré hacia la puerta y la abrí de una patada, en preparación para arrojarle a través, pero él se
agarró a una de las vigas de madera más cercanas y se aferraba a todo lo que pudiera. —¡NO! No,
no, no! Yo, no…
—¡Escúchame! Solo necesito que me ayudes durante un minuto. Entonces puedes esconderte mientras
consigo ir a por Radu.
—¿Radu?
—Está atrapado en el sótano. Es por él porque necesito bajar allí. Así puedo…
—Hacer nada, —dijo Ray salvajemente. —Porque entonces estarás atrapada, también, en un sótano
lleno de… qué infiernos. ¿Por qué no lo llamamos por lo que son? ¡Se están transformando en
zombies! Vampiros zombies, lo cual no significa exactamente eso… quiero decir, ¿Quién hace eso?
—Un nigromante. Uno poderoso…
—No. Uh-uh. Ellos tratan de cooptar (61) de bebés (62) cuando pueden, o usaban antes de todos modos,
pero esto es diferente.
—¿Por qué los tipos de allí son maestros?
—¡Porque los tipos de allí están muertos! Te lo dije, MUERTOS muertos. Y sabes cuán rápido
nuestros cuerpos decaen. ¡Creamos zombies terribles! Todo el mundo sabe eso. Estamos cayéndonos
en pedazos en cuestión de horas.
Parpadeé, porque algo finalmente tenía sentido. —SIP. Pero ¿Qué pasa si alguien necesitaba solo
horas, o al menos no mucho de estas? También son mucho más fuerte, y más rápido, que un humano.
—Pero los zombies toman un montón de poder para ser creados, como MUCHA energía. ¿Vas a tirar
eso por un par de horas?
—Si el premio es lo suficientemente grande. —Solo que no sabía cual se suponía que era el premio.
Esto era una base de trabajo, no una casa del tesoro. E incluso si lo hubiera sido…el Senado
prácticamente definió venganza. ¿Qué había aquí que valía la pena el riesgo?
—Mira, lo que sea, ¿vale? —dijo Ray. —el punto es, que hay un montón de ellos hay abajo. Nunca
vas a llegar a Radu, y si lo haces, nunca conseguirás…
—Hay también un portal, —le dije.
Él dejo de forcejear. —¿Qué?
—Eres el rey del portal. Tienes que saber sobre él.
—Saber sobre…espera. ¿Qué?
—El portal del Senado…
Sus ojos se abrieron. —¿El gran chico está aquí?
—¿Qué gran chico? —Ray me miró fijamente como si fuera lenta.
—¡Es solo el maldito portal más grande que existe! ¡Se conecta a ni siquiera sé cuantas líneas! ¿Y me
estás diciendo que ha estado aquí todo el tiempo?
—No sé nada…
—Espera. Eso no puede ser correcto. —Sus ojos se entrecerraron. —necesitarían una Línea Ley
hundida para algo así, y no consiguieron una aquí. Ese es el por qué todos siempre asumían que
estaba ubicada en la casa de la Cónsul del estado del norte.
—¡Lo que probablemente sea! —dije, exasperada. —No dije que tuvieran ese portal, dije que tenían
un portal. Que conecta la Central con la residencia de la Cónsul en caso de una emergencia. —y si
algo se había clasificado…
—Pero… —me miró indignado. —¡Esos viscosos hijos de puta! ¡Me dijeron que no tenían uno aquí!
¡Dijeron que era por razones de seguridad!
Le di una mirada, y le arrastré fuera del pilar. —¿Tú dirías que estaba aquí?
Ray lo pensó por un segundo. —OK, buen punto. —Me miró y su comportamiento se volvió más
serio. Como si hablando sobre algo que él comprendía le hubiera calmado. —Pero eso no importa,
debido a que no vas a llegar a él.
—Lo haré una vez que consiga llegar a un depósito de armas.
Negó con la cabeza. —Eso no va a hacer ningún bien. Están detrás de Guardas.
—¿De qué tipo?
—Del tipo que sacó la mierda afuera de mí cuando traté de forzar la entrada. Se necesita del toque de
un guardia para abrir. Y no hay ningún guardia más. O si lo hay, está realmente quieto. No he
escuchado a nadie por unos quince minutos cuando tú… ¿Por qué sigues arrastrándome allí?
—Tengo una idea.
—OH, genial. —Él miro hacia el techo. —ella tiene una idea. ¿Habéis escuchado? ¡Nos van a matar!
—No si nosotros les matamos…—comencé, solo para cortar cuando un repentino ruido de carrera
llenó el aire. Y Ray agarró mi pistola y se puso como un basilisco sobre algo de encima de la pared
por encima de nuestras cabezas.
—¡Muere! ¡Muere! ¡Muere! —gritó, vaciando el cargador y causando que los casquillos llovieran a
nuestro alrededor. Y bueno, tal vez había estado equivocada sobre la cosa de calmado. Porque él
estaba justo allí de pie, temblando y jadeando y mirando fijamente… a la salida del aire
acondicionado que él acababa de disparar para sacar la mierda fuera.
—…primero, — tomé mi pistola humeante de sus dedos flácidos y le di unas palmaditas en la
espalda. —¿Ves? Ése es el espíritu.

Capítulo 26

—Oh, bueno. Eso es... Sí, —dijo Ray, cayendo contra la pared tal como había caído el escudo que
protegía el gabinete.
Me sentí un poco mareada, también, porque las armas eran bien reales. No muchas, alguien había
estado allí antes que nosotros, pero cualquier cosa era mejor que lo que teníamos.
—Deshazte de ella, —le dije a Ray, pasando por encima de la cosa repugnante que habíamos
utilizado como llave.
—Eres inhumana, —me dijo. Y lo recogió.
Y tan pronto como estuvo fuera de la vista, dejé caer mi cabeza en el frío y brillante metal de la caja
por un segundo. Todavía podía sentir vagamente que se retorcía en mi mano, al igual que lo estaba
haciendo su cuerpo en la pared del vestíbulo. Traté de decirme a mí misma que el guardia había
proporcionado la huella de su mano, y la mano, era lo que nosotros necesitábamos para pasar. La
criatura que se lo había llevado no era él, y si él hubiera estado allí, habría querido que hiciéramos
lo necesario para vengarlo.
Conocía a los vampiros lo suficientemente bien como para saberlo, aunque no lo conociera a él.
Pero mi cerebro seguía preguntándose quién había sido. O si lo había conocido antes. O acerca de
cómo me sentiría si alguien hubiera cortado una parte de Louis-Cesare con el fin de engañar a un
idiota.
Me estremecí con fuerza ante tanto horror.
Y miré hacia arriba para ver Ray observándome.
Él no dijo nada y yo tampoco, me lamí los labios y volví a trabajar, porque la debilidad en estos
momentos no estaba jodidamente bien. Empecé a rebuscar en el armario, en busca de algo mejor que
el maldito 22… ¿Por qué demonios incluso tienen un 0.22?, que alguien había rechazado. Otra
persona que probablemente estaba muerta, porque lo que habían recogido no había sido lo
suficientemente bueno.
Y quería el doble de lo que habían dejado. Agarré un par de cargadores la 45, guardándolos en los
bolsillos. Y luego me quedé allí, deseando a mi escopeta favorita, de calibre 10 con dos cañones
cargados con proyectiles de tres pulgadas y medias. Cada vez que apretaba el gatillo, era el
equivalente a cuatro explosiones de uno calibre 12 estándar o una ráfaga de metralleta de 9.
Era gloriosa.
Sólo por esto, me hubiera gustado tener dos. O tres, en caso de que terminara rompiendo una sobre la
cabeza de algo. Lo que encontré en cambio, fue una poco triste 41, solo en la parte de atrás, porque
nadie caza zombis, mucho menos malditos vampiros zombis, con un arma de matar conejos.
Nadie, excepto yo, ya que no había otra alternativa y me estaba quedando sin tiempo.
La arrojé sobre mi hombro, cogí toda la munición que se ajustaba a ella y me volví hacia Ray. Él me
había dado el diseño de las plantas inferiores, y ayudado a distraer al chico que habíamos utilizado
para usar como llave lo suficiente para que yo hiciera lo que había sido necesario. Si salía de aquí,
le debía mucho.
—Mantén tu cabeza abajo, —le dije. —Voy a enviar ayuda tan pronto como esté fuera.
Él sólo me miró. No tuve tiempo para averiguar cuál era su problema, por lo que sólo le di una
palmada en el hombro. Y desconecté los ascensores.
Fueron a la izquierda de la recepción, hacia un pequeño nicho propio, pero aún había muchos lo
suficientemente cerca de la habitación principal para mis propósitos. De hecho, las cosas se veían
casi tan bien como podían, dadas las circunstancias, hasta que vi uno de los paneles del elevador.
Salí y miré el otro ascensor, pero era la misma historia.
Hijos de puta.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Ray preguntó, asomando la cabeza por la puerta.
—Hay sólo doce niveles, —le dije.
—¿Qué?
—Hay sólo doce niveles, pero Radu dijo que él estaba en el catorce.—Miré hacia arriba. —¿Por qué
diría eso?
—¿A quién diablos le importa? —Ray me miró como si estuviera loca.
—No se puede usar el ascensor, ¿estás loca?
—¿Por qué no?
—¿Por qué no? —Las luces parpadearon y él agitó los brazos.
—¡Es por eso que no! ¿Qué pasa si te quedas atascada entre los niveles? ¿Qué pasa si te oyen venir?
¿Qué pasa si…?
—Se supone que me tienen que oírme venir.
—¿Qué?
—Esto es justo lo divertido, —le dije, mirando a la entrada principal. Y a la criatura sangrienta que
todavía estaba pegada a la pared. —Para mandar a algunos de los vampiros lejos de las escaleras.
—¿Y cómo ayuda eso? Tú todavía tienes…
—Y para hacer estallar un montón de ellos. He manipulado un cable a través de la puerta. Ellos se
abrirán camino hacia el ascensor, y nuestras probabilidades serán mucho mejores.
Al frente de Ray se frunció mientras miraba hacia abajo, a la ausencia total de dicho cable. —Pero
yo no lo veo…
Le puse una mano sobre la boca, le di la vuelta y le señalé al maldito vampiro. Que ahora era ciego,
y le falta una mano, pero no sordo. —Van a escuchar el ascensor, supondrán que estoy tan loca como
para venir de esa manera, y se meterán volando.
Ray se liberó de mis manos y se dio la vuelta para mirarme. Y a continuación, al ascensor. Y luego a
mí otra vez. Y entonces empezó a sacudir la cabeza gesticulando y articulando algo que ni siquiera
traté de interpretar porque podía adivinar bastante bien.
—Mientras tanto, voy a correr por las escaleras del otro lado del edificio y alcanzaré a “Du”, —le
dije. —¿Lo entiendes ahora?
—Sí. Sí, lo entiendo, —dijo salvajemente, cuando las puertas del ascensor se empezaron a cerrar.
Conmigo en el interior, porque independientemente de lo que acababa de decir a Ray, no tenía la
munición o el poder del fuego para luchar los doce pisos. La idea era sólo para hacerles creer que lo
haría, y comprarme algo de tiempo para lo que realmente esperaba que fuera un viaje rápido.
Y sí, Ray tenía razón. Esto era una locura, una estupidez y una larga lista de otras cosas, pero también
era el único plan que podría funcionar. Sólo que no parecía tan bueno como él creía.
Me observó fijamente durante medio segundo, mirándome furioso por alguna razón en particular que
no entendía. Y al parecer se había vuelto loco, también. Porque se puso de lado y se deslizó a través
de la estrecha grieta, justo antes de que se cerraran las puertas. Dejándome sin nada que hacer más
que mirarlo, porque manteniendo pulsado el botón del duodécimo piso y el botón de cierre de puertas
al mismo tiempo, no tenía ninguna mano libre para darle una bofetada.
Era un viejo truco que funcionaba para que una gran cantidad de ascensores te llevaran directamente
a su piso, independientemente de quién más pudiera haber pulsado un botón. En otras palabras, era
una ruta expresa hacia abajo. No es que esperara que fuera todo el camino, pero si a la mitad, así
podrían mejorar mucho nuestras probabilidades.
Por lo menos, así sería si no hubiese maestros de alto nivel en el servicio de esta noche. Se suponía
que era el caso, debido a la velocidad de la toma de posesión. Parecía que el nigromante había
utilizado los chicos de Slava como una especie de Caballo de Troya, y no podría haber llegado hasta
allí más de media hora antes que yo. Y Radu había estado en peligro diez minutos después de eso.
Cosa que el Maestro Mayor no me había dicho.
Por lo menos, realmente no esperaba que esto fuera un viaje muy corto.
Por supuesto, podría serlo de todos modos.
Un brazo de pronto dio un puñetazo a través del panel de la puerta cuando estábamos en el nivel seis,
sólo para ser retirado, faltándole una buena cantidad de carne, cuando llegamos a las siete. Cuando
varios más trataron de ampliar la brecha, mantuve mi dedo en el botón y Ray agarró mi .45, la metió
por el agujero y siguió disparando. No creo que pudiera ver lo que estaba apuntando, pero no
importaba, sino que los mantuvieran detrás de la puerta, que era todo lo que necesitábamos.
O más o menos los detuviera. Por el nivel ocho, la puerta estaba abollada por todas partes debido a
los puños y los pies que se habían hundido en el pesado metal, ya en el nueve estaba cediendo y en el
diez hubo caras mirándonos a través de huecos lo suficientemente grandes como para pasar partes del
cuerpo en el once y suficiente de éstas partes estaban dentro del ascensor cuando este se estremeció
llegando a su fin. Todavía podía oír los engranajes crujiendo, tratando de llevarnos abajo, pero no
pasaba nada, y eso no era bueno.
—Hay un plan para esto, ¿verdad? —Dijo Ray, sin mirarme porque estaba demasiado ocupado en
cortar partes de cuerpos con su cuchillo. Lo que no estaba funcionando tan bien, ya que el ácido se
había comido la mayoría de la hoja.
—¡Fuera de mi camino! —Le dije, haciendo click en el botón para volver a subir.
El repentino cambio, junto con algunas ráfagas de la escopeta para limpiar la puerta, trabajó para
ponernos en marcha de nuevo. Pero en la dirección equivocada. Y algunos de nuestros nuevos amigos
pensaron que nos íbamos demasiado pronto, porque ahora el suelo comenzaba agujerearse, también,
cuando los puños y los pies se clavaron en él desde abajo.
—¿Cómo se aferran de esa manera? —Gritó Ray, disparando su rifle de nuevo, porque ya había
vaciado mi .45.
—Vampiros —dije, dejándolo a un lado y agarrando dos granadas. Las arrojé por la puerta
destrozada en el nivel diez, subimos hasta nueve, toqué botón de parada y esperé.
—¿Qué…? —comenzó a Ray, pero lo interrumpí.
—¿Cuántos maestros de nivel superior estaban aquí?
—Qué… yo… —Su cabeza se sacudió cuando alguien aterrizó en el techo. Y alguien nos miraba a
través de las barras de la puerta, sólo dos ojos muertos que no brillaban en un pasillo oscuro.
—Ray —Mi voz dirigió su atención de nuevo a mí.
—No lo sé. No sé. No muchos. La mayoría se encuentran en los juegos, todo el mundo con suficiente
influencia cambió turnos y bajó.
—Bueno, —le dije, cuando una explosión en la planta de abajo sacudió el ascensor que nos rodeaba.
Pero aún funcionaba cuando pulsé el botón para volver al nivel diez, las puertas dieron a una humosa
zona de guerra de metal retorcido, paredes de ácido y partes de cuerpos que seguían avanzando. Al
igual que los que quedaban intactos intentaban pasar a través del suelo del ascensor detrás de
nosotros. Y por el techo por encima de nosotros.
—¿Y ahora qué? —Ray preguntó mientras yo tomaba dos de las últimas tres granadas, tiré de las
clavijas y las arrojé en el ascensor cuando salimos de él, justo después pulsé el botón del nivel once.
Las puertas se cerraron, el ascensor de la condenación cayó, y corrió a toda máquina. Al final del
pasillo oscuro había una escalera ahora desierta, ya que la mayoría de los chicos malos en este nivel
eran actualmente marcas de grasa en las paredes. La mayoría pero no todos.
Le corté la garganta a uno que salía por una puerta, seccionándosela hasta el hueso. Tuve que
dispararle a otro en la curva de las escaleras, porque tenía una fuga de ácido y no podía acercarme
demasiado, el sonido llamó la atención de tres vampiros en el pasillo a las once. Quienes habían
dado la vuelta y empezado a avanzar hacia donde estábamos, mientras que el ascensor explotaba
detrás de ellos. Terminaron el viaje en pedazos, cayendo contra la puerta del vestíbulo con golpes
carnosos y una salpicadura de color rojo contra la pequeña ventana cuadrada.
Ray miró hacia atrás mientras corríamos, tal vez porque las partes del cuerpo de los vampiros ya
estaban golpeteando contra el zócalo metálico. Y luego a mí cuando me detuve para recargar fuera de
la puerta del nivel doce. Pero no dijo nada, simplemente volvió a cargar su arma con las manos
ligeramente temblorosas, sus ojos parpadearon de ida y vuelta entre las escaleras detrás de nosotros
y la puerta de delante.
Y entonces di una patada y entramos.
Nada dentro.
Nada extraño, de todos modos. Sólo un pasillo silenciosamente vacío, limpio, fresco y con un ligero
olor a algún tipo de limpiador de pino, raro porque no había nada. No había partes de cuerpos
homicidas, ni cadáveres, ni sangre derramada.
Y nada de Radu.
Le di una patada a las puertas abiertas en un lado de la sala, mientras que Ray iba a por la otra. Pero
todo lo que encontramos fue unas pocas oficinas, un par de celdas de detención y lo que parecía una
sala de interrogatorios con espejo de dos vías. Era una frialdad clínica, completamente diferente a la
fachada barroca de arriba o al lujo de las salas de reuniones en las plantas superiores.
Supongo que nadie que estuviera aquí necesitaba ser impresionado.
—Está bien, está bien, está bien, —dijo Ray, mirando alrededor de la sala de interrogatorios vacía.
—Está bien. No está aquí…. Entonces, ¿dónde diablos está?
—Nivel catorce.
—¡No hay un nivel catorce!
—Tiene que haberlo. No hay ningún laboratorio en esta planta.
—Pero has visto….
—Si se trata de un nivel limitado, es posible que no lo pusieran en el panel de botones del ascensor.
Eso no quiere decir que no esté aquí. Probablemente necesitemos una llave para encontrarlo.
—Lo que nosotros no ten…
Puse una mano sobre su boca cuando la puerta se abrió de una patada. En una las mitades de la sala,
había una mesa tipo conferencia rodeada de sillas y luces fuertes. Vimos a través del espejo como un
par de cadáveres de pelo largo entraban.
Muchos de los vampiros más viejos tenían el pelo largo, porque les gustaba, porque tendía a ser la
norma en los siglos anteriores o porque los caprichos humanos también los alcanzaban. Pero la
mayoría de ellos lo mantenían recogido, evitando que cayera sobre sus caras de ácido picadas. La
cabeza más cercana se volvió lentamente en nuestra dirección, y vi que la mitad de la mejilla se
había ido, dejando sólo una cavidad roja cruda que parecía que cada vez más grande mientras la
miraba.
¿Y cómo diablos se hizo eso? Si el ácido los corroía, también, ¿por qué estaban aún en pie? ¿Por qué
no había un montón de huesos ennegrecidos en el suelo?
Y entonces me di cuenta, el que peor lucía era uno que yo conocía. No personalmente, pero lo había
visto de guardia un par de veces cuando fui a recibir el pago. Pero el otro, bueno, a juzgar por el
esmoquin, tuve que asumir que él era uno de los chicos de Slava.
Y él se veía un poco diferente.
Una buena parte de su cara había desaparecido, dándole el aspecto de un náufrago que llevara un año
en una isla desierta. Pero la parte de abajo la piel, aparte de ser blanco cadáver, estaba bien. Y
aunque tenía un poco de sangre en él, no vi ninguna herida obvia, lo que significa que probablemente
no era la suya.
Así que solo los chicos de Slava estaban perjudicados por lo corrosivo que fluía por sus venas, pero
todo el resto no.
Y eso no significaba una coincidencia para mí. Esa previsión escrita, la planificación, la
deliberación y…
Y configuración.
Mis ojos se abrieron cuando el entendimiento me golpeó. Acabábamos siendo los jugadores. Una vez
más.
Pero no por Slava, que había sido tan tóxico como el resto de ellos. Y quién tenía las habilidades
para jugar con un poco de ADN vampírico. Así que el nigromante, obviamente, y en lo que fuera que
estaba trabajando, de repente le estaba dando dificultades, tanto como para creer que era sólo un
grupo de contrabandistas.
Pero no había tiempo para resolverlo ahora, no sin que el del esmoquin alcanzara el pomo de la
puerta.
Metí a Ray por la puerta que daba al pasillo, disparando a través de la ventana y lanzando la última
granada. Luego me arrojé detrás de él, sólo para encontrarlo mirando desde el hueco del ascensor a
una horda de vampiros que bajaban las escaleras. Y al parecer decidiendo sobre esto último, porque
él gritó y comenzó a correr como un loco antes de que lo agarrara de su cuello y tirara de él hacia al
otro lado.
—¿Qué vamos a hacer? —Gritó. —¡No se puede subir!
—Bueno. Por eso vamos hacia abajo, —le dije. Y lo empujé hacia el hueco del ascensor.
La granada explotó cuando caímos, haciendo vibrar las paredes a nuestro alrededor y enviando una
nube de humo en el aire sobre nuestras cabezas. Lo que probablemente me habría molestado más,
excepto que lo había adivinado bien. El eje no se detuvo en el nivel doce.
Y aunque eso era genial en lo que se refería al plan, una caída de dos pisos, no era divertida, incluso
cuando uno está en su mejor momento, que sin duda no lo era. Y aún menos cuando la tierra era una
masa de metal retorcido del ascensor, podrías acabar en pedazos. Y aún se ponía peor cuando miré
hacia arriba y encontré un montón de vampiros sangrientos mirando hacia abajo por la puerta que
acaba de hacer saltar. A pesar de que me preocupaba menos por el momento de los restos humeantes
del ascensor que por el piso encima de ellos, que estaban despertando, meciéndose y mirando como
si estuviera a punto de…
—¡Mierrrrdaaa! —Dijo Ray, resumiendo las cosas. Justo antes de empezar a disparar contra los
vampiros y yo me pusiera en pie, me cayera, levantara y comenzara a luchar por abrir las puertas del
nivel catorce. Había un dolor punzante en mi pantorrilla izquierda, el tobillo seguía tratando de
colapsar con la otra pierna, y luego un vampiro saltó.
Justo encima de mí.
Él estaba lleno de los daños causados por balas, esquirlas de Ray o lo que hubiera sido la lucha que
había tenido lugar antes de llegar aquí. O tal vez por los tres. Era menos que un vampiro en el punto,
era un montón de agujeros que podían reflejar una forma vaga de vampiro, lo cual no le impidió
hundirme sus dientes en el hombro.
Solté un gruñido de dolor, porque dolía como un infierno. Y lo peor era que ese agarre no era fácil
de romper. El instinto de alimentación se hacía cargo tan pronto como se aferraban, y la sangre que
drenaban les daba más fuerza aún, ya que debilitaba a su víctima.
Sólo que no estaba sucediendo en esta ocasión.
El vampiro levantó la cabeza después de apenas un segundo, mirando vagamente desconcertado,
como si yo no le gustara mucho. O como si su cuerpo no pudiera procesar lo que estaba chupando
fuera de mí, cuando ya no estaba, en ningún sentido del término, viva. Él no lo sabía todavía.
Le ayudé a salir de eso arrojándolo contra el muro de cemento del pozo, y luego conseguí salpicarlo
todo con partes de vampiro cuando le disparé a quemarropa. Me di cuenta un segundo más tarde
cuando estaba al descubierto que él era uno de los de Slava, y que la salpicadura de la supuración
por la cara y el escote no me estaba quemando. Pero yo gritaba de todos modos, porque me daba la
gana, y porque no era como si todo el mundo supiera donde estábamos.
Y todos ellos estaban por llegar, probablemente, en cualquier momento.
Agarré el brazo de Ray. —¡Vamos!
Y lo intentó. Pero se había quedado sin munición, y en el segundo que le llevó recargar con un nuevo
clip, otros tres vampiros cayeron por el hueco, como balas oscuras. Aterrizaron en formación de V,
el que estaba delante agarró el otro brazo de Ray y se echó hacia atrás, extendiéndolo entre nosotros.
Todo el mundo se quedó helado.

Capítulo 27
Ray me miró con sus grandes ojos, pero no dijo nada. Finalmente averigüé lo que se necesitaba
para que se callara, pensé. Y luego levanté mi arma una pulgada por lo que apuntaba directamente
entre los ojos de su captor.
—Detener a los tres con un arma, —preguntó el vampiro. —Eso sería impresionante.
—Al igual que sus cerebros cuando salpiquen por toda la pared.
Yo sospechaba que no estaba hablando con el chico al que me estaba enfrentando, que perecía un
poco, no sé, muerto, para una conversación animada. Pero si estaba segura de cuando él sonrió.
—No soy yo, dhampir. Se te olvida que no estoy allí. No me vas a cortar esta vez.
—¿Esta vez? ¿Te conozco? —Porque yo no conozco a muchos nigromantes. Y sólo uno lo
suficientemente poderoso como para lograr algo como esto. Pero se suponía que debía estar tan
muerto como el vampiro que estaba enfrentando, quemado hasta las cenizas en un voraz incendio.
O, Tú ya sabes, no.
No parecía que fuera a obtener la confirmación, sin embargo. Debido a que el nigromante se limitó a
sacudir la cabeza de su muñeco. Y los otros dos vampiros hicieron lo mismo al mismo tiempo, como
si estuvieran en una cadena.
Así que no es de tres pares de ojos, entonces.
—No, no, nada de eso, —el chasqueó. —No es que espere que puedas salir de esto, pero has
demostrado ser... resistente. Creo que voy a guardar mis explicaciones.
—Bueno, eso va a hacer que esto esté muy aburrido.
Él sonrió más amplio.
—No creo que encuentres que así sea.
Y sí. El tipo hacía esa parte de los comentarios, espeluznantes de parte de esa cosa de villanos al
dedillo.
—Pero me gustaría darte las gracias por dejarnos saber dónde se esconde tu tío. Ha resultado difícil
de encontrar.
No lo dije nada, pero ese tipo de comentario me animó. Un buen número de personas sabía que yo
era una dhampir, pero condenadamente pocos de daban cuenta de quién era mi padre. Mucho menos
mi tío.
Uno lo hizo, sin embargo. Un viejo y poderoso nigromante lo hizo. Porque la última vez me había
atacado en la finca de Radu.
—Él es así, —le dije de manera uniforme.
—Pero ahora, me temo, nuestro pequeño juego ha terminado.
—Puede que quieras hacer un recuento, —le dije. Soltando la mano de Ray.
—¿Q… qué estás haciendo? —Ray exigió cuando le tiré bruscamente contra el vampiro.
—Lo siento. —Tomé algo de mi bolsillo. —Pero sabes demasiado. No puedo dejar que ellos te
tengan.
—¡Mierda! —Me miró, herido, desconcertado y furioso. —¿Qué estás, ¡Augghh!?
Se detuvo en un autentico grito de terror, mientras yo sacaba la mano de mi bolsillo y tiraba algo en
el suelo. Porque supongo que él no sabía que yo ya estaba fuera de las granadas, al igual que los
vampiros hacían. Se lanzaron, escarbando en la basura, y levanté la pistola hacia el techo. Y le
disparé al último cable que soportaba el ascensor.
No había tiempo para salir, no tuve tiempo para hacer nada más que agarrar a Ray, que me miraba
como si me hubiera vuelto loca. Y tirarlo nuevamente hacia un lugar seguro, cuando la humeante,
destrozada y sangrienta cabina del ascensor se estrellaba alrededor de nosotros como una tonelada
de ladrillos o — dos toneladas, ya que eso es lo que pesaba la cosa. La parte restante de la planta
machacada a las tres marionetas, mientras el orificio de la izquierda cayo donde Ray y yo estábamos
de pie en medio de una ruina humeante.
Mirándonos fijamente el uno al otro.
—¿Qué demonios has tirado? —preguntó Ray después de un momento.
—Un cartucho gastado.
Él sólo me miró un poco más.
Y entonces sonó la campana y la parte de las puertas que todavía estaba intacta se abrió.
Un grupo muy cabreado de vampiros apareció.
—Está fuera de servicio, —gruñó Ray y se lanzó a una de sus cabezas.
Saltó, pero yo todavía estaba en el agujero, gracias al eje que se extiende por debajo del nivel
puerta.
Lo que hizo que fuera difícil ver las caras, pero me puso en una línea con las piernas de todos. Así
que eso fue lo que me fijé como objetivo, destrozando las rótulas de cada vampiro que podía ver. Y
mientras que los vampiros normales, mucho menos maestros, podrían haber curado la lesión al
mismo tiempo, estos no se trataban de vampiros normales.
Y no se estaban curando.
Ver películas de terror debían de haberme dado una pista en el que, si mi cerebro no hubiera estado
ocupado enloqueciendo. Parecía que lo que se le hiciera a sus cuerpos, una vez dañados, se
quedaban así. ¿Lo cuál fue la primera pieza de la mitad de una buena noticia que había tenido, y lo
que explicaba por qué se fueron abajo como patos en una macabra galería de tiro?
Y el por qué me puse a pensar que podría tener una oportunidad en este sentido.
Hasta que Ray volvió a gritar. No era su grito de pánico habitual, al que ya me había acostumbrado a
este punto. Fue un grito lleno de agonía, tal vez debido a que dos vampiros le habían agarrado y
estaban haciendo todo lo posible para hacerlo pedazos.
Puse una bala en la cabeza de uno de los vampiros, descubrí que era la última de la 0.45 y saqué la
escopeta. Descubriendo que también estaba vacía. Así que me levanté de un salto, agarré un cuchillo
y me fui al hombro del otro vampiro.
Con el cual le había hecho una llave a Ray y no soltaba cuando lo lance lejos con la mano y el brazo
todavía agarrándolo. Un puñetazo en el plexo solar hizo al vampiro doblarse, un gancho le había
enderezado de nuevo y luego una patada en el estómago le había hecho volar de vuelta sobre varios
otros. Y luego nos tropezamos a través de una pesada puerta de acero, porque no había otro lugar
adonde ir, salvo detrás de nosotros.
Ray cayó al suelo, chillando, y golpeó el maldito brazo fuera de él con el cañón de mi arma, ahora
inútil. Y luego miró alrededor buscando algo para atrapar la cosa ensangrentada. Y vio una fila de
armarios de acero que recubren la pared.
Qué apropiado, pensé, tirando de un cajón abierto y arrojando la cosa horrible dentro. Yo cerré de
golpe y ni siquiera escuché ruidos alrededor. No era demasiado sorprendente el panel frontal tenía
que ser un pie de espesor.
Nadie sabía mejor que el Senado que "muerto" es un término maleable.
—Estamos en la morgue, —dijo Ray débilmente, mirando la fila de refrigeradores con ojos
vidriosos.
—Sí.
—Montaje, —dijo, y trató de decir algo más, pero consiguió la boca llena de burbujas de sangre en
su lugar.
Moví abriendo su camisa, y sí, que estaba en mal estado. Tal vez porque el maldito vampiro había
sangrado por todo su cuerpo, y él había sido uno de los chicos de Slava, por lo que el resultado fue
similar a tener un baño de ácido. O bien porque había aterrizado mal, rasgando su pierna abierta en
algo que había dejado una herida de diez centímetros de largo.
Se las había arreglado para cerrarla, la curación vampiro siendo lo que era. Pero no podía sustituir a
la sangre que había perdido, y había perdido mucha. Y ahora que alguien estaba intentando cavar en
la puerta detrás de nosotros y terminar el trabajo.
No les hice caso y me arrodillé a su lado, no tenía tiempo para mi aprensión habitual. Y empujé el
brazo debajo de su nariz. No es que lo hiciera del todo bien, aparte de que él me dio otra mirada
extraña, confuso, lleno de esperanza, cautela y asombro, todo en uno. Le hacía parecer estreñido.
—¿Qué estás esperando? —Exigí.
—Yo, ¿qué?
—Aliméntate, ¡maldita sea!
Se quedó mirando mi brazo, y luego me miró.
Él no se movió.
—¿Por qué haces esto?
—Perdí un compañero esta semana. Esa es mi cuota.
—¿Compañero?
—Bueno, ya lo dijiste. Soy un pésimo maestro.
Ray me miró durante un momento, y la mirada estreñida empeoró. Y luego sus dedos se cerraron
sobre mi antebrazo, lentamente, delicadamente. —Sí, también. Voy a tener que repensar eso. —dijo,
y comenzó a tirar.
No estaba mordiendo, simplemente tiraba las moléculas de sangre directamente a través de la piel.
Pero tuve que tragar y mirar hacia otro lado, para no mostrar lo mucho que realmente, realmente odio
esto. Pero supongo que no lo hice tan bien, porque Ray empezó a hablar de nuevo. Sólo que esta vez
no le importaba tanto.
—Así que supongo que esto me hace, su compañero, ¿no? —se preguntó. —Como si pudiera ser...
—¿Robin?
Él frunció el ceño. —Yo no soy Robin.
—¿Qué le pasa a Robin?
—¿Qué pasa? —Ray rodó los ojos. —Dos palabras: bañador verde. Y él era cojo. Y Batman
siempre ha tenido que salvar su culo.
Yo no he dicho nada.
—Hey, Yo lo estaba haciendo bien antes de que aparecieras. ¿De acuerdo?
Decidí no hacer comentarios al respecto, sobre todo porque no lo había estado haciendo mejor.
—Así que Robin está fuera.
—Sí, sí. De todos modos, Siempre pensé que sería más bien... Q.
—¿Q?
—De James Bond. Ya sabes.
Lo miré. —Pero Q tenía cosas.
—Tengo cosas.
—Sí, pero Q tenía cosas chulas.
Ray frunció el ceño. —Tengo cosas chulas, —me dijo. —Pero nosotros no deberíamos necesitarlas.
¡Esto es la Central! Tendría que haber un montón de basura de defensas construido adentro.
—Sí, —dije, mirando a su alrededor. Pero yo no he visto nada que se viera particularmente útil. Sólo
unas pocas mesas de examen, algunas huellas sucias y las filas de refrigeradores integrados en la
pared.
Uno de los cuales parecían estar vibrando. Y no era aquel al que yo había lanzado el brazo dentro.
Grandioso.
—Oh, mierda, —dijo Ray, mirándolo. Luciendo como un tipo que había casi alcanzado la inclinación
y no podía tomar una pieza más de malas noticias.
Yo no sentía diferente, sobre todo cuando me puse de pie y enredé un poco mis pies por un mareo.
Pero era mejor hacerle frente a lo que fuera ahora, mientras estaba atrapado, que tenerlo que hacer en
medio de la lucha que se avecina.
Agarré el rifle de Ray y me acerqué furtivamente a su lado, tratando de no pensar en algunas de las
cosas que el Senado podría tener sobre hielo. O que Ray tenía las últimas tres balas — las últimas. O
que ninguno de los dos estaba exactamente en forma para un mano-a-mano en este momento.
Me limité a asentir hacia él, agarró y tiró, respirando profundamente.
Y abrió la gaveta.
Sólo para tener algo saltando sobre mí, tan rápidamente que me cegó, y no pude ni siquiera verlo con
claridad. La cosa agarró el arma, alzó el cañón y provocó el disparo que conseguí desviar para que
golpeara el techo.
La Cosa con un abanico de pelo oscuro, un puño de porcelana, y un destello de ojos color turquesa.
—Y pestañas largas como las mías, pensé, el alivio hiso mis rodillas débiles. —¡Radu!
—No seas ridícula, —dijo Ray. —Yo soy Q.
Me dejé caer al lado de los refrigeradores. —¿Podrías haberme dicho dónde estarías?
—Bueno, yo no lo sabía, ¿verdad?, —Se preguntó, soltando el arma para que pudiera salir. —Tuve
que improvisar.
—¿Así que te escondiste en la morgue?
—Los zombis son estúpidos, Dory.
—¡Pero el nigromante que los controla no lo es!
—Pero incluso el mejor de los nigromantes no puede controlar más de dos o tres marionetas a la vez.
O ver a través de los ojos de todos. Y lo que estabas haciendo era mantener su atención muy bien, —
explicó Radu.
—Me alegro de poder ayudar.
Radu asintió con aire regio. —El único inconveniente era que, una vez dentro, no podía ponerme en
contacto contigo o cualquier otro vampiro en la zona podría haberlo sentido. Pero yo sabía que me
ibas a encontrar. —Él me dio una mirada severa. —Aunque debo decir, que te tomaste tu tiempo.
—De nada, —dijo Ray con amargura.
Radu lo miró. —¿Por qué estás tú aquí?
—Él es mi compañero.
La puerta se sacudió cuando algo golpeó desde el lado pero no cedió.
—¿Y qué es eso?
—Los chicos malos.
Radu puso las manos en sus caderas impecablemente diseñadas.
—¿Qué clase de rescate es éste?
—Uno del tipo hazlo-tú-mismo, le dije, mis ojos se toparon con un par de extintores. —¿Dónde está
el portal?
—En el piso de abajo, por supuesto.
—Por supuesto. ¿Y cómo llegamos allí?
—Hay una rampa al final del pasillo. Pero no servirá de nada, me temo.
—¿Por qué no?
—Bueno, en realidad, Dory, —Radu me miró con impaciencia, —si fuera tan fácil simplemente
hubiera arreglado las cosas por mí mismo, ¿no crees?
—No sé. Podría haber estropeado tu manicura, —murmuró Ray.
Radu no le hizo caso.
—¿Qué pasa con el portal?— pregunté, cogiendo los extintores de la pared. Y bendiciendo la
paranoia de los vampiros por el fuego, ya que eran enormes.
—No le pasa nada malo. Yo simplemente no sé la contraseña.
Me detuve a medio camino de la puerta. —¿Qué?
—Mierda, —dijo Ray violentamente.
—¿Qué contraseña?— exigí.
—Bueno, para el escudo, por supuesto, —me dijo Radu.
—Deja de decir eso. ¡Nada de "por supuestos" cuando no sé una mierda sobre este lugar! ¿Y qué
escudo?
—El que fue diseñado para evitar que cualquiera utilice el portal para poder entrar sin autorización,
de…— Se detuvo ante mi mirada. —Bueno, ¿no esperabas que el Senado tuviese algo? Teniendo en
cuenta el número de enemigos…
—¡Yo esperaba que tú supieras cómo apagarlo!
—Bueno, lo sabría, si generalmente trabajara aquí. Pero no es así y las contraseñas se cambian una
vez por semana. Y, por supuesto, siempre tengo escoltas...
—¡Deja de decir eso!
—Bueno, lo siento…
—Ahórrate las disculpas, —gruñí. —¡Tienes que hacer memoria!
—Bueno, no puedo…
—¡Tienes que hacerlo! ¡Tú estabas allí cuando ellos la dijeron!
—Dory. Uno tiene personal para no tener que recordar.
—Maldita sea, Radu, ¡eso no me vale!
—Bueno, ¡dispárame, entonces!
—¡No tengo ninguna bala!
Sólo que no era cierto en realidad, me di cuenta un segundo después. Yo tenía balas, tenía una caja
llena de ellas para una Magnum calibre .44. Lo que no tenía era la Magnum.
Pero yo tenía la calibre .41.
La cogí y saqué la caja de munición, metiendo balas sueltas en los bolsillos de mi abrigo y una en el
cargador automático de la pistola. Y sí, encajaban. Pero esas no eran necesariamente buenas noticias.
El problema era el paquete de balas Magnum con una exagerada fuerza de impacto, y no sólo en
aquello contra lo que hiciera blanco. También ponían una enorme presión en el cañón de la pistola
que las disparaba. Incluso más de lo recomendable para un .410.
Algo así como, demasiada.
No intenten esto en casa, chicos y chicas, pensé, y llené el cargador automático, con otros tres
proyectiles, que era tantos como cabían. Y, ¿no iba a ser esto divertido?
—Mierda, mierda, mierda. —Ese fue Ray de nuevo, sólo que estaba mirando al arma esta vez. Como
si él pensara que esto era una locura, también.
—¿Puedes hackearlo? —Le pregunté, mientras mis latidos aumentaron su ritmo a un crescendo.
—No sé. No sé. —Él negó con la cabeza. —El de cualquier otro, por supuesto, con tiempo
suficiente, pero…
—No vas a tener un montón de tiempo, —le advertí.
—¿De cuánto estamos hablando?
Revisé mi munición. —Dos, tal vez tres minutos.
—¿Qué?
Agarré sus hombros. —Eres el mejor. Tú lo dijiste. Has hackeado portales por toda esta ciudad…
—¡Pero no el del Senado!
—Has hackeado alguno de los del Senado.
—¡Pero no la entrada!
—Ray. —Le miré con seriedad. —No vamos a volver arriba, ¿de acuerdo? Yo tan solo lo estoy
exponiendo. Vamos a cruzar el portal, o simplemente no vamos a ninguna parte.
—Pero tú, tú eres buena.
—No soy tan buena.
—Pero en el mejor de los casos…
—Morimos en un piso más alto, eso es todo. Son demasiados.
Se me quedó mirando.
—Tú puedes hacer esto.
—Yo… tú no entiendes, —susurró. —Soy un desastre Yo siempre he sido un... Yo no puedo…
—Sí que puedes. Puedes y Radu va a ayudarte. —Yo le miré. —¿No es así?
Y eso fue un testimonio de lo jodidos que estábamos que incluso Radu tenía un aspecto serio. Él
asintió sobriamente. —Sé las viejas contraseñas, y el tipo de cosas que utilizan. Puedo... tratar de
adivinar... ésta.
—Él puede tratar de adivinar, —dijo Ray anonadado, mientras yo los empujaba hacia la puerta.
Y miré a Radu. —Cuando consigan cruzar, diles que creo que estamos tratando con Jonathan. Díselo
a Louis-Cesare. —Porque él y el nigromante tuvieron un pasado, y él tiene que saberlo.
—Tú puedes decírselo, —dijo Radu quietamente.
—Sí, bueno. No esperen por mí. Si logran abrir el portal y no estoy lo suficientemente cerca…
Ray dijo algo realmente obsceno.
—No tengo tiempo para discutir, —les dije, mi cabeza latía con tanta fuerza que la habitación estaba
latiendo dentro y fuera. —Sólo acuérdate, ¿de acuerdo?
Radu asintió, Ray me miró con enojo y yo me lamí los labios.
Y entonces abrí la puerta.
El pasillo estaba lleno de vampiros, pero sólo dos se habían desplomado, los que habían estado
tratando de derribar la puerta, presumiblemente. Y se encontraron con dos pesados extintores
clavados en sus estómagos para su disgusto. —Agárrenlos, —les dije, mientras Radu los empujaba
violentamente hacia el pasillo. Ellos se tambalearon hacia atrás y yo saqué mi “escupe bolas”(63)

Lo que provocó una explosión más grande con balas de una Magnum en su interior.
Sobre todo porque yo había apuntado a los extintores.
Los cilindros explotaron como bombas blancas, más espectacularmente de lo que yo podía haber
esperado. Al instante, todo el corredor desapareció bajo la densa nube de gas helado, gruesa como
una tormenta de nieve y muy fría. Entró en ebullición por todas partes, congelando el sudor en mi
pelo y el reguero que corría por mi espalda, y colmando de escarcha mis pestañas. Pero no antes de
que yo alcanzara a ver otro grupo de vampiros saltando por el hueco del ascensor.
Parece que el nigromante había perdido su sentido del humor, pensé yo.
Y entonces alguien cogió mi mano y tiró de mí en dirección contraria.
Sabía que nos estábamos moviendo rápido como un rayo, Radu nos había agarrado a Ray y a mí, y no
estaba malgastando el tiempo. Pero de repente nada parecía lo mismo. Me había pasado esto
ocasionalmente en batalla, cuando el tiempo parecía invertirse, y cuanto más loco se volvía todo,
más lento parecía transcurrir. Sentí los cristales de hielo en mi pelo medio congelado golpear mi
mejilla suavemente cuando volví la cabeza. Vi un montón de figuras oscuras en erupción saliendo de
la niebla justo detrás de nosotros. Sentí las balas rasgar el aire, tan cerca que una rozó los diminutos
pelos de mi sien, como una caricia suave y esquiva.
Y entonces llegamos hasta la rampla y las cosas se aceleraron de nuevo.
Giré soltándome del agarre de Radu. —¡Marcharos! ¡Marcharos!— Y les empujé a él y a Ray hacia
el remolino de colores que yo no podía ver porque el corredor se doblaba en una esquina a unos tal
vez diez metros detrás de mí. Y entonces yo estaba colocándome en posición detrás de la pared.
Tres vampiros nos siguieron doblando la esquina, dejando atrás al resto por un amplio margen, como
si acabaran de salir de la nada. Mis primeras balas hicieron explotar la cabeza del primero antes de
que Radu y Ray pudieran escapar, salpicándolos con un rocío fino de niebla, sangre y nieve. Y
gracias a Dios que era uno de los nuestros, porque nadie comenzó a desintegrarse. Entonces eliminé
al segundo, golpeé la barbilla del tercero hacia atrás con el cañón, mientras yo cargaba de nuevo el
arma, y luego volé la mitad de su tórax, en la detonación.
Eso no lo mató, pero lo frenó lo suficiente para que yo fuera capaz de clavar un cuchillo en su
garganta, dejando su cabeza colgando inútilmente de su cuello. Y a él tambaleándose ciegamente
doblando la esquina. Y chocando con tres de sus amigos.
Eso habría sido suficiente para hacer que un ser humano aminorara su velocidad o, posiblemente, se
replantease su aproximación completamente, pero los zombis no piensan. Sólo obedecen, como lo
habían hecho los del hueco del ascensor. Y el nigromante estaba enojado.
Pero yo no tenía tiempo para pensar en lo mal que estábamos. No tenía tiempo para pensar en otra
cosa excepto en cargar y disparar, tan rápido que mis dedos eran un borrón de movimiento, tan
rápidos que yo apenas podía apuntar. Tan rápido que, a pesar de la distancia, algunos disparos
acabaron siendo balas perdidas, impactando en los hombros, o torsos, o piernas en vez de en sus
cabezas. Lo cual les ralentizó, pero no los detuvo porque eran zombies.
Y el nigromante no era estúpido, él estaba reteniendo a los que tenían armas en la parte de atrás, así
yo no podía robarles ninguna de sus cuerpos. No es que yo tuviera la munición para ellas si lo
hiciera. Unos pocos disparos y serían tan inútiles para mí como piedras.
Pero había una ventaja, porque parecía que Radu había tenido razón. El nigromante no podía
controlar más de dos o tres a la vez a no ser en piloto automático. Al menos, esos eran los efectivos
que continuaban asediando mi posición, usando la velocidad vampírica en mi contra, mientras los
otros sólo seguían viniendo, empujando gradualmente hacia adelante, entrando en posición para ser
de utilidad al maestro.
Y ellos estaban haciendo un trabajo malditamente muy bueno.
En menos de un minuto, tuve que recurrir a la primera curva de la escalera mecánica, disparando a
otro tropel mientras yo seguía adelantes, el cual alcanzó la bastante pronunciada pendiente y bajaron
rodando hacia mí, uno de ellos aún en movimiento y tratando de atacar incluso mientras yo
retrocedía, dando traspiés sobre los casquillos de las balas y tratando de recargar mientras camina
hacia atrás. De alguna manera lo hice sin caer sobre mi trasero, pero no sirvió de mucho. Porque la
escalera mecánica era más corta que el corredor, y porque cada paso que daban significaba que el
siguiente grupo en avalancha estaba más próximo.
El grupo principal iba a llegar aquí en cualquier momento, y eso sería todo, pero yo no podía
preocuparme por eso ahora. Todo lo que podía seguir haciendo era cargar y disparar. Y tratar de
respirar a través de la niebla de la pólvora, CO2 y rocío de sangre, y tratar de escuchar más allá de
los disparos resonando contra las paredes y el pitido en mis oídos, y tratar de recargar un arma que
se había vuelto tan caliente que estaba abrasando mis dedos porque el cañón no estaba pensado para
soportar este tipo de presión.
Y entonces, de repente, eso dejó de ser un problema.
Sólo disparé a dos vampiros atravesando sus cabezas con una misma bala, lo que había detenido esa
particular avanzadilla. Pero ese golpe de suerte parecía haber tocado el fondo mi suministro. Porque
un vampiro que no había visto salió de la nada y agarró la pistola, moviéndose en un borrón que yo
no entendí hasta que alcé la mirada…
Y…mierda.
Uno de los maestros de alto nivel de Marlowe, uno que yo había apodado como Frick porque él y su
socio, Frack, nunca se habían molestado en presentarse a sí mismos, debían haber sido enviados con
los novatos. Porque él arrancó el arma de mis manos en un movimiento cegador y luego supongo que
me golpeó en la cabeza con ella. Todo lo que sabía era que yo golpeé la pared, el dolor
relampagueando a través de mi cráneo. Y por un segundo, lo único que pude ver fue el pasillo
girando a mí alrededor, y una imagen de Frick girando mi propia arma hacia mí.
Me lancé a por lo más cercano que tenía para escudarme, otro zombie, aún sabiendo que no lo
lograría. O que si lo lograba, no importaría. Porque un proyectil de una Magnum podía atravesar un
par de cuerpos, tal vez más, sobre todo a quemarropa, justo lo que éste era.
Hasta que el arma explotó en su cara.
Hubo un destello cegador de luz y un restallido tan fuerte que incluso atravesó el pitido de mis oídos,
tan alto que por un minuto pensé que había sido una bala. Pero la bala había terminado alojándose en
el recalentado y destemplado cañón, que acabó partiéndose por la mitad.
Fragmentos llameantes salieron volando en todas direcciones, como una pequeña bomba, dejando a
los vampiros cercanos en llamas. Frick se llevó lo peor, con lo que para un humano hubieran sido
quemaduras por llamarada pero que a él le incendió todo su brazo. Pero él era un maestro, por lo que
continuó avanzando, rajando al vampiro que yo estaba usando como escudo en pedazos incluso
mientras las llamas se extendían hasta su torso y le envolvieron su cabeza, aquellos ojos muertos en
llamas todavía mirando fijamente a los míos, mientras el maníaco que los controlaba se reía una y
otra vez.
Y entonces alguien me estaba agarrando rodeándome por la cintura, desde detrás, y el tiempo volvió
a paralizarse. Sólo que yo podría decir a duras penas la diferencia, porque era Radu quien me había
agarrado, y él no estaba perdiendo el tiempo. Frick se abalanzó sobre nosotros dos, Radu tiró de mí
violentamente hacia atrás y algo azul y débilmente resplandeciente nos alcanzó y nos atrapó como en
un puño.
Y entonces ya nos habíamos ido.
Capítulo 28

Las personas estaban apiñadas juntas en un pequeño grupo muy por debajo, en el centro del
espacio cavernoso. No era un almacén como algunos de los otros. Había grandes piezas de
maquinaria oxidada y encorvada en las sombras, como gigantes durmientes, visibles contra la
filtración de la luz de las estrellas por un hueco del techo. La débil luz también se reflejaba en las
vigas que atravesaban el aire justo por debajo, como en la que yo estaba balanceándome.
Una fabrica, entonces. Pero una largamente abandonada y desusada, sin las manchas o el olor del
aceite o el áspero sabor de la gasolina. Solo polvo, moho y podredumbre. Y una hebra brillante de
vida corriendo a través de estos por las hierbas que se empujaban hacia arriba a través de las
grietas del suelo de hormigón.
No había eco de la mayoría de las personas, a pesar del hecho de que estaban de pie y algunos
estaban bastante animados.
Si eso hubiera sido cierto para todos, podrían haberse reunido mentalmente y ahorrarse el peligro
de una asamblea. Pero había humanos en la mezcla, más calientes y de luces más brillantes al
lado de los colores más fríos de los vampiros. Y para mi sorpresa, incluso unos pocos fey,
ardiendo como velas contra la oscuridad. Y la mayoría de los humanos y algunos fey eran ciegos-
de-mentes, requiriendo una reunión cara a cara.
No parecían estar disfrutándolo.
El aire brillaba a su alrededor con colores altamente fluctuantes, púrpuras nerviosos, rojos
furiosos y de enfermante amarillo verdosos del miedo, integrándose en una nube del color de un
hematoma que apestaba a sospechas, recriminaciones, pánico. No, era más o menos como un
moretón que una tormenta que se avecina, con las chispas como hilos de rayos de la atmósfera
pesada.
Y entonces alguien se rió entre dientes.
—¿Crees que esto es una broma?—, uno de los vampiros atacó a otro. Era un hombre alto, de tez
morena, con duros ojos negros y una nariz descentrada que él no se había preocupado de intentar
ocultar. Estaba vestido en vaqueros, un polo genérico y un corta viento, lo barato de la vestimenta
desmentido por el caro reloj en su peluda muñeca. Era uno de los más poderosos de los vampiros
de la asamblea, tercer nivel fácilmente, tal vez un débil segundo nivel. Y estaba enfadado.
—SIP—, dijo otro vampiro, aplastando un cigarro debajo de su talón. —Sip, eso es exactamente lo
que pienso de esto. —Era más pequeño, más delgado, más hermoso, y vestía tan bien como para
parecer vanidoso al lado del otro hombre más grande. Pero era el único que le rivalizaba en
poder.
—Entonces comparte la broma. ¡El resto de nosotros podríamos reírnos!
—¡Es el omnipotente Senado y sus reglas en las conferencias más-santas-que-tú. Reglas que no se
molestan en seguir cuando es más fácil cortar nuestras gargantas y volcarnos dentro de un portal!
—¿Y eso a lo que tú llamas divertido? —demandó uno de los otros vampiros. Su poder se
arremolinaba alrededor suyo en una nube de azul oscuro, pero fue atravesada por vetas carmesí
del vampiro más grande. Un siervo sénior, entonces.
—Se llama ironía, genio. Búscalo.
—Si fuera el Senado, —dijo uno de los fey suavemente, su luz y su voz melodiosa en desacuerdo de
los tonos ásperos de los vampiros.
—¿Y qué se supone que significa eso?— demandó el primer vampiro.
—Creo que lo sabes. Que podría ser uno de los nuestros.
—¡Chorradas!
—No, chorradas no, —dijo él, haciendo que la fea palabra fuera casi musical. —Somos
competidores. Una fuerza mayor ha sido removida. Alguien tiene que llenar ese vacío.
—Estoy de acuerdo, —dijo otro vampiro. Corto, rubio, de aspecto inofensivo. Y vestía como el
adolescente que pretendía ser. —¿Por qué debería el Senado recurrir al asesinato cuando pueden
tener un gran juicio, mostrando lo poderosos que son? No es como si alguna vez dejen pasar la
oportunidad.
—No es uno de nosotros, —dijo el primer vampiro impacientemente.
—¿Tan seguro estás?
—Lo suficientemente seguro para reunirnos a todos nosotros. Si creyera que uno de nosotros era
algún tipo de Jack el destripador de esta época…
—Naw, él está en el Senado, —dijo alguien. Y esta vez un pequeño grupo dio una genuina y
nerviosa risa.
—… ¿Os habría reunido juntos? ¿Así que pudierais matarme más fácilmente?
—Podrías si supieras que estabas a salvo, —señaló uno de los humanos. Un hombre pequeño y
oscuro, que se correspondía a los otros dos que se había traído con él lo suficientemente cerca
que parecían familiares. Casi estaban envueltos en una niebla de bronce grisáceo, un lío de
colores para confundir debido los diferentes dispositivos mágicos que estaban usando, cada uno
de los cuales probablemente habían sido originados de una fuente diferente. Se arremolinaba
alrededor de ellos como un manto prestado, pero no lo suficientemente servible.
Lo cual probablemente explicaba por qué nadie había intentado drenarles.
—Y exactamente ¿Cómo iba a saber eso?— el gran vampiro demandó.
—Si el asesino está entre nosotros.
El poder de su siervo llameó, pasando del azul marino al cerúleo en un instante. Pero con la
misma rapidez, las rayas carmesí del poder de su maestro brillaron, y entonces se iluminaron
alrededor suyo como un puño cerrado. El siervo se puso pálido y se echó hacia tras, y el maestro
miró fijamente al mago.
—¡Cállate!— los humanos arrogantes no eran populares, aún cuando los ánimos no estuvieran
caldeados.
Pero el humano no se calló. —No, no creo que lo haga, —dijo amablemente.— y deberías saber
que he tomado precauciones. Si fuera a sufrir algún… desafortunado accidente de camino a casa,
no durarías más de una semana.
A diferencia de su siervo, el vampiro no reaccionó visiblemente, aparte de rodar sus ojos. Ni
siquiera su poder flameó. Había esperado la acusación. —Por supuesto. Claro, —Extendió su
mano. —soy culpable como el infierno. Solo… que si obtuve los recursos para matar a 50 tipos…
50 tipos jodidamente buenos…en un par de días, ¿Por qué no tomar el control ahora? ¿Por qué
estoy siquiera hablando contigo? Debería estar sentado en casa, con un vaso en mi mano y una
sonrisa en mi cara, esperando a que mis superhombres vinieran a decirme que han quitado a otro
grupo de la competición. ¿Pero, me ves en casa? ¿Ves una bebida en mi mano?
—Entonces ¿Por qué nos reuniste aquí? —demandó el segundo vampiro. —casi no vengo.
—Pero lo hiciste. ¿Por qué?
—Porque tenemos un problema.
—Y ése es el por qué os llamé aquí. Debido a que noté algo sobre esos muertos. Ninguno de estos
era alguien de narcóticos o de magia o de armas o de mierda cualquiera. No. Todos estaban en
nuestra línea de trabajo. Así que me gustaría saber… —su mirada fue alrededor del pequeño
círculo — …cuál de ustedes perdedores trajo algo que no debería tener?
La habitación explotó por un momento en arrebatos violentos de color y sonido y recriminaciones.
Pero yo ya no estaba escuchando.
Estaba mirando a uno de los fey.
Ocasionalmente, un zarcillo del poder de alguien se restregaba contra el de otro y chispea en el
aire, como las palabras que sus maestros estaban intercambiando. Uno de los zarcillos se
restregó a un fey macho aumentando un poco más la altura que el resto, como un remolino de
humo escapando de un fuego, si el humo brillaba desde dentro. Podría haber sido el azar, pero no
lo creía. Di un paso hacia atrás, y otro, y otro, ya que aumentó, en silencio, siniestro, buscando.
Pero no me encontró.
Pero algo más lo hizo.
—No escuchas muy bien.
Las palabras fueron suaves, no amenazantes. Pero eran algo más que eso. Estaban en mi cabeza.
Salté lejos, me impulsé y di un salto mortal hacia atrás, casi rozando al zarcillo buscador en el
proceso. Pero apenas lo suficientemente bueno. Y aterrizando firmemente sobre la viga de metal
picada fue lo mejor, y el cuchillo fue arrancado de mi agarre… por detrás.
Salté de nuevo, y esta vez, vi…
Algo nuevo.
Fue lo suficientemente raro para hacerme hacer una pausa, aunque solo fuera por una fracción de
segundo. Pero eso fue todo lo que se necesitó. El borde de mi cuchillo encontró el camino debajo
de mi barbilla, dentando la piel sobre la yugular mientras me la empujaba hacia arriba, forzando
mi cabeza hacia atrás.
—Yo no tengo el hábito de repetirme. —Una rica voz masculina hizo eco en mi mente mientras yo
estaba absorta ante la vista de una criatura hecha de luz.
Flotando en el aire.
Eso era el por qué no le había visto. Había estado buscando a alguien detrás de mí,
balanceándome sobre el estrecho haz como estaba, porque la gente no andaba sobre el aire. Pero
entonces, la gente no ardía como plata brillante contra la noche, o bien, como una estrella caída.
Era tan intenso que muy bien podría haber sido invisible, porque no podía mirarle directamente.
Pero no pensé que eso fuera a ayudarme.
Nunca había conocido nada que emitiera tanto poder como eso.
—Entiendo el interés de tu Senado en estas criaturas, —me dijo,— pero tu hábito de interferir en mis
asuntos se está convirtiendo…molesto. Tiene que parar.
Escuché las palabras, pero apenas las registré. Estaba demasiado ocupada intentando mantener
el equilibrio contra las olas de energía que repicaban sobre mi piel. Se sentía como un Cónsul. Se
sentía como el fin del mundo. Y entonces se movió más cerca y me agarró, enrollándose alrededor
mío como un torno.
Y grité, poniendo todo mi poder detrás de esto.
La criatura se cayó, dando vueltas en espiral hacia el suelo como un pájaro herido, y agarré la
viga, apenas capaz de evitar seguirle. Me tambaleé durante un largo momento, jadeando,
extrañamente mareada y terriblemente débil. Odiaba sentirme débil.
Estaba empezando a odiar las nuevas experiencias, pero se estaban volviendo…bastante…
normales…
El mareo de mi cabeza estaba alcanzando mis extremidades de modo rápido, así que salté,
dándome tiempo de llegar a tierra a mi manera. Era más de lo que debería haber arriesgado, pero
un vampiro frenó la caída. Él no se quejó, al estar inconsciente como el resto de ellos.
Y a medida que la luz estaba tumbándose y desplomándose sobre el suelo, a menos de 45 metros de
distancia.
Sabía que debería largarme. Estaba débil y él era poderoso, y había sido lo suficientemente
afortunada para cogerle con la guardia baja. No debería presionarle.
Pero el grito psíquico lo dejaría inconsciente por unos pocos minutos al menos, y yo quería
saber…
Porque él se parecía a ella.
Su luz se había atenuado. Estaba adornando con puntos de luz las paredes curtidas y salpicando
el feo suelo con un blanco puro luminiscente. Había aterrizado su costado, enormes alas se
extendían detrás de él, y yo había estado equivocada. Había pensado que estaban hechas de luz,
alguna protección de su aura, pero eran reales. Suaves pero fuertes debajo de mis manos, como el
hombro que finalmente agarre, y la cara que revelé cuando tiré de él.
Una cara con los ojos muy abiertos, y oscuros iris reflejando mi propio rostro sorprendido.
—Eso fue un buen truco—, me dijo suavemente. —¿quieres ver otro?
Y se deslizó en mi mente, suave como vidrio.

Rayos relampagueaban, truenos retumbaban,, y yo me senté de golpe, succionando un duro trago de


aire dentro de los pulmones que gritaban. Sentí el taladro todo el camino a través de mi cabeza, un
destello de agonía atravesó mis sienes, el dolor explotó detrás de mis ojos. No sabía dónde estaba y
estaba muy oscuro y algo estaba moviéndose a mi lado.
Grité mientras eso me tocaba la cara, una suave caricia que de algún modo era más aterradora que un
golpe. Y entonces lo agarré, mucho más lenta que mi velocidad normal, pero lo suficientemente
rápido para… capturar la delicada pureza de una ventana. No podía ver la ventana, no podía ver
nada, pero la tela sedosa estaba fría con la brisa de la noche, y olía un poco a una suave llovizna
caída afuera del lugar. De lo que estaba segura, es que no había nada de lo que preocuparse. Era solo
un estúpido trozo de tela.
Así que déjalo ir, Dory, me dije a mi misma, mientras mis dedos permanecieron tercamente aferrados
y cerrados.
Finalmente abrí mi puño y dejé caer la cortina en su lugar. Mis ojos se habían acostumbrado, y podía
ver un rectángulo alto de gris oscuro que podrían haber sido las ramas de árboles de fuera,
azotándose en la brisa. Decidí quedarme con ese pensamiento, porque no creía que mi corazón
pudiera tomar otro asalto. Ya estaba amenazando con golpear su camino a través de mis costillas así
como estaba.
¿Dónde infiernos estaba yo? Acababa de estar en la Central con Ray y Radu. ¿No? Y algo había
salido mal, algo sobre vampiros y nigromantes y…
Dios, mi cabeza dolía.
Bajé mis temblorosas manos y cerré los ojos, pero eso no ayudó. Pedazos de realidad y fragmentos
rotos de un sueño cayeron en mi mente como la basura en un torbellino, imposible de descifrar.
Particularmente cuando estaba dolorida.
Mucho de eso, me di cuenta, ya que mi pulso enviaba latidos de destellos relampagueantes
intermitentes de ida y vuelta entre el tobillo y mi cabeza, deteniéndose amablemente de camino para
iluminar una docena de puntos calientes en todo mi cuerpo. Como un tren de mercancías del dolor. O
como si un gigante me hubiera agarrado y retorcido, tratando de partirme… y malditamente cerca de
conseguirlo.
Todo heridas, de golpes que podía recordar haber conseguido, como el dolor palpitante en mi
pantorrilla del trozo de metal que había dejado caer en el ascensor, y de los que no podía recordar,
como la piel ennegrecida de mis manos y mis brazos, nueva y muy suave, como la piel quemada
recién curada. O el dolor de mi mandíbula, como si hubiera sido dislocada en algún momento y luego
puesta en su lugar. O la herida de bala en….
Decidí dejar de contar.
Pero tal vez fue porque me sentía tan encadenada, deshecha. Mis mejillas estaban calientes, y cuando
puse una mano, se humedeció. Froté la humedad entre los dedos, confundida. El dolor no era lo malo.
Y no podía recordar la última vez que había llorado. No podía recordar…
—¿Dory?
Mi cabeza se sacudió, mi corazón en la garganta, pero aún no podía ver mucho. Solo la aterciopelada
oscuridad, sin fisuras y sin roturas, excepto por una cuña de niebla gris que se filtraba a través de una
puerta abierta. Parecía como si tal vez hubiera una ventana sin árboles en la habitación de al lado y
haces difusos de la luz de luna estuviera extendiéndose en ella.
Solo lo suficiente para discernir la forma de un hombre.
No podía distinguir los rasgos, pero no lo necesitaba.
No necesitaba la anchura de los hombros o el brillo líquido de los ojos sea todo lo que la tenue luz
mostraba. Él dio un paso al lado de la cama y el olor era la suficientemente rico, dulce, y
completamente adictivo….
—Butterscotch , —murmuré, y alcancé por él.
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—¿Qué?
No respondí, solo seguí tirando de él con toda la fuerza de un cachorrito anoréxico. Pero él vino de
todos modos, deslizando una rodilla sobre las suaves sabanas de algodón y luego acostándose al lado
mío. Llevaba un albornoz, de algo sedoso. Se la quité. Necesitaba calor y piel y….
Sí.
—No se supone que estés despierta, —me dijo suavemente. Y entonces intentó levantarse. Pero eso
no era lo que yo quería.
—No. —Me empuje hacia él, inútilmente.
—¿Qué tienes?
—Quiero Cucharita. (67)
—¿Estas hambrienta?
No respondí, porque no tenía sentido. Solo me fijé a él del modo en que quería, necesitaba. Una gran
almohada cálida y musculada que podía arreglar y cubrir alrededor mío, como un niño con su juguete
favorito.
Un juguete con un montón de pelo. Una masa como la seda me golpeó en la cara, haciendo difícil el
respirar. Lo empujé hacia arriba y sobre el montículo suave de la almohada, y entonces me acurruqué
hacia arriba detrás de él, presionando mi cara hacia un cuello que olía como….
Sí.
Sí.
Tome una profunda respiración, y suspiré en su oreja.
—Ah, —dijo, una mano cubriendo la que yo había colocado sobre su estomago, mientras la
empujaba de vuelta contra mí. —Ya veo.
Suspiré de nuevo, todo mi cuerpo relajado. El dolor, la confusión, todo liberado y escapándose lejos.
Como la habitación. Y entonces un pensamiento se me ocurrió, justo en el filo del sueño.
—Si no se supone que esté despierta, ¿Por qué estás aquí?—murmuré.
—Para estar cucharita.
Y bueno, eso tenía sentido.
Le acerqué más cerca y me caí por el precipicio. Y esta vez, no soñé.
Capítulo 29

Me desperté por segunda vez a la luz del sol que se escurría sobre la cama, la cual me sobrecogió
hasta que me di cuenta de que Louis-Cesare no estaba allí. No había nadie. Me quedé en el centro de
una cama del tamaño idóneo para una orgía pero sin la orgía, y sin nadie por compañía, salvo una
mariposa coqueteando con las trasparencias sobre la ventana.
Yo estaba abrazando un edredón, que era grande y suntuoso, pero mucho menos satisfactorio de lo
que su propietario hubiera sido. Y Louis-Cesare era su propietario, pensé entre legañas, mirando a
mí alrededor. Porque si alguna vez una habitación había igualado al hombre...
Las paredes eran de color crema, rematadas por una moldura elaborada hecha de pequeñas rosas,
florituras y guirnaldas, para que coincidiera con la repisa y los laterales que envolvían la chimenea y
con la delgada franja en las sillas Louis… algo de color azul en frente de ésta. Hubiera sido un poco
demasiado precioso, un poco demasiado femenino, a excepción de las pesadas cortinas que
enmarcaban los altos ventanales franceses.
Éstas eran gruesas, de terciopelo azul medianoche, una enorme exageración, tranquilamente de unos
tres metro y medio de largo, y no de material sintético, tampoco. Lujoso, suave y vagamente
medieval, parecía como si debiera haber estado adornando una tienda de un emperador romano, o la
cámara de algún rey bárbaro. Al igual que las vigas de madera del techo y el tosco entarimado del
suelo.
La habitación me recordaba a su dueño, todo modales gentiles del viejo mundo en la superficie, pero
algo más primitivo por debajo de ellos. Yo prefería lo primitivo, pero no podía negar que aquel
revestimiento tenía sus encantos. Al igual que la vista al otro lado de la ventana, donde guirnaldas de
las más exquisitas rosas blancas se mecían arriba y abajo con la brisa. Posiblemente inspirada por
las mariposas amarillas que estaban festejando en la abundancia, en tan elevado número en algunos
lugares que parecían otro tipo de flor.
Era... bueno, era estúpidamente hermoso.
También era muy raro.
No la escena en sí, sino el hecho de que yo la estuviera contemplando. Yo habría esperado
despertarme en la casa de la Cónsul, a pesar de que eso no habría sido divertido por demasiadas
razones. Al igual que la última vez que había ido de visita, cuando pensé que mi cabeza iba a
explotar. El gran número de vampiros, fuertes y de alto rango, murmurando alrededor había puesto mi
sangre de dhampir a hervir, y me hizo sentir como si unos cuantos miles de hormigas estuvieran
corriendo a través de mi piel.
Hormigas furiosas mordiéndome.
Pero nos habíamos dirigido allí, ya que hasta donde yo sabía, ese era el único lugar a donde el portal
de la central conducía. Y ya que no estaba muerta, supuse que lo habíamos conseguido. Así que ¿por
qué estaba acostada en una cama que olía a Louis-Cesare? ¿En una habitación que parecía como si
hubiera sido diseñada para él?
Yo no lo sabía, y en ese momento no me importaba. Posiblemente porque me estaba muriendo de
hambre. O tal vez por otro motivo. Me senté y el mundo volvió a marearme, un borrón de color
amarillo, blanco y azul medianoche que habrían sido hermosos si yo no hubiera pensado que tal vez
iba a vomitar.
Me dejé caer sobre las almohadas, preguntándome ¿qué demonios? Porque no había sido herida tan
seriamente, ¿verdad? No podía recordar nada después de haber sido derribada por Radu, pero yo no
lo creía. Y todo mi cuerpo parecía estar respondiendo, lo cual era siempre una buena señal. Y
mientras mi colección de cardenales había adquirido otra capa, podría vivir con ello. Yo podría
vivir con muchas cosas si la habitación simplemente dejara de girar ya.
Pero no había nada que hacer excepto yacer allí y admirar la vista mientras el mareo hacía lo suyo,
hasta que finalmente se aburrió y remitió. Me quedé quieta unos minutos más, sólo para asegurarse,
porque vomitar en la cama de alguien no es la manera de lograr que te inviten de nuevo. Pero mi
estómago se sentía bien, de repente. De hecho, estaba incorporada y lista para hacer ruido, o para
gritarme a mí misma para que le metiera algo de comer en él, ya.
Me bajé de la cama, ya que se estaba convirtiendo en una especie de hábito ahora. Y porque el
colchón me dio un apoyo para ayudarme a ponerme en pie. Y porque mi estómago me estaba
exigiendo que siguiera el olor de la mantequilla para freír que se filtraba desde... alguna parte.
Olía tan bien que estaba a medio camino de la puerta antes de que me diera cuenta de que estaba
desnuda.
Agarré la única cosa disponible, una enorme túnica de brocado azul que había arrojada en el suelo a
los pies de la cama y luego mis pies una vez que me la puse. Pero cubrió los moretones y olía mejor
que lo que fuera que venía del piso de abajo. Lo que quería decir algo, teniendo en cuenta el hambre
que tenía.
Entonces fui en busca del desayuno.
No me encontré a nadie en el camino, lo que no era demasiado sorprendente. A juzgar por la vista
fuera de la ventana, era mediodía y lo más parecido al infierno en el día a día de un vampiro. La
mayoría estaría durmiendo, esperando a que caiga la noche, sobre todo los más jóvenes. Algunos de
los maestros estaban, sin duda, en pie por razones de seguridad, pero ellos deben haber estado
patrullando en otro lugar, porque yo no los vi.
Lo que sí vi fue un montón de habitaciones que no parecían que estuvieran involucradas en una
renovación. No a menos que por defecto un “palacio” aquí sea considerado un estado de
conservación negligente. No había una pared mal pintada, ni un trapo fuera de lugar, ni una caja de
embalaje medio llena a la vista. Sólo una habitación tras otra llenas de flores frescas y cuadros
antiguos y brillantes lámparas de araña y alfombras tan lujosas que mis desnudos dedos de los pies
eran apenas visibles sobre el pelo de su tejido.
Y los espejos. Montones y montones de espejos, todos y cada uno mostrándome una imagen que no
pertenecía a este lugar, que no pegaba con nada de lo anterior. Así que fue una especie de alivio
seguir mi nariz a través de una pequeña escalera de acceso hacia una enorme cocina bajo tierra.
Donde un par de vampiros estaban discutiendo en torno a una cocina.
—Esstó ees una abominasión, —decía Verrell, todo su cuerpo vibrando de indignación.
—Ni siquiera lo has probado todavía, —dijo Ray, revolviendo algo en una sartén. Finalmente él
había adquirido algo de ropa nueva, me sentí aliviada al verlo, unos sencillos vaqueros, mocasines y
un polo de color naranja brillante, pero mucho mejor que el atuendo del hombre de la jungla. —Y de
todos modos, tú lo dijiste. Si hubiera algo para comer por aquí, no habría tenido que llamar a mis
chicos para…
—¿No hay nada que comerg? —Verrell gesticuló ostensiblemente señalando a su alrededor hacia las
largas filas de armarios y la despensa y las dos neveras metidas entre las viejas encimeras de piedra.
—¡Hay de todoo!
—Morcilla. Callos. Paté raro, hombre...— Ray sacudió su cabeza.
—¿Y qué tiene de malo essé paté?
—¿Qué tiene de malo? Coge un pato, mete maíz por su garganta hasta que vomite, ¿y lo llamas alta
cocina?
Verrell se irguió. —Erres un filisteóo, —lo acusó, apuntando hacia lo que fuera que estaba en la
sartén. —Y essó no ees comida. Essó no ees ni siquierra…— Él me vio parada en la puerta. —Ah,
¿ves? ¡Ella eestá levantada y nada esstá listó!
Ray miró por encima de su hombro, y agitó una espátula grasienta hacia mí. —No le hagas caso. Ya
casi está. Coge una cerveza, ¿quieres?
Él asintió con la cabeza hacia un par de bolsas de papel marrón de un ultramarinos que estaba en la
encimera, y me acerqué sin prisa para echar un vistazo. Había cerveza. De tres tipos diferentes. Y
bocadillos, la mayoría de los cuales no pensé que fueran a durar mucho en este mundo si la expresión
de Verrell era algo a lo que había que atenerse. Al parecer, los Slim Jims no contaban como
alimento, tampoco. Lancé una cerveza a Ray y conseguí una para mí, y me senté ante una mesa de
madera grande, mi estómago rugiendo.
—Estoy introduciendo a Verrell en las maravillas de los sándwiches de huevo frito, —dijo Ray,
arrojando uno de los componentes sobre un pedazo de pan tostado con mantequilla. Puso un poco de
Velveeta y otra rebanada de pan tostado en la parte superior y aplastó todo el revoltijo
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maravilloso y pegajoso con la espátula en la sartén por un minuto. Luego lo deslizó en un plato y
colocó el plato delante de mí.
Sentí un poco de recelo, porque yo no sabía que Ray supiera cocinar. Pero era perfecto, la parte del
sándwich crujiente y con mantequilla y la yema de huevo derramándose un poco con el blanco
dorado en los bordes. Me lancé.
—¿Ves? —dijo Ray a Verrell, pareciendo satisfecho.
—Ella eestá muergta de hambré. No ees una prueba justáa.
—Creo que voy a poner algunas patatas fritas en el próximo, —dijo Ray, entrecerrando los ojos.
Verrell lo miró de soslayo en respuesta. Y de pronto las benditas bolsas de papel habían
desaparecido, el regordete chef las sacó fuera de la cocina con una debajo de cada brazo.
—¿No le vas a dar caza? le pregunté con cierta ansiedad. Porque ésta no era una mañana para pasar
con un solo sandwich.
—Relájate, —me dijo Ray, y tiró del borde de un paño de cocina. Tengo más.
Y, por supuesto, había más queso de imitación allí debajo, pero no patatas fritas. Es una pena. Había
sonado bastante interesante.
Ray no perdió tiempo en ponerse a trabajar en un reemplazo, y volví a hacer espacio para él. Así que
no hubo mucha charla hasta que él deslizó el plato número dos ante mis narices. Y se sentó frente de
mí con uno propio para él.
—¿Así que tus chicos están aquí? —le pregunté, con mantequilla chorreando por mi barbilla.
Ray lo vio y sonrió. —Sí. Louis-Cesare dijo que no le importaba, y ellos están más seguros aquí, al
menos hasta que pueda conseguir que las cosas vuelvan a su sitio.
—¿Y dónde está Louis-Cesare?
Ray puso los ojos en blanco. —Logrando que le muerdan su culo, probablemente.
—¿Por qué?
Miró hacia arriba, a medio camino de un bocado. —Oh, hombre…
—Oh, hombre ¿qué?
—Oh, hombre, yo sabía que no recordabas.
—¿Recordar qué?
—De lo que pasó después de que llegamos a través del portal. —Me miró con asombro. —Tú no te
acuerdas, ¿verdad?
No, y de pronto estaba pensando que eso podría ser lo mejor. Yo normalmente no obtenía una
descripción de uno de mis estados ausentes que me hiciera feliz. O, en realidad, nunca.
Pero Ray estaba ya contándomelo.
—Fue una locura. Yo estaba tratando de hackear el portal y Radu estaba probando contraseñas
tratando de averiguarla, y no estoy seguro de cuál de los dos tuvo éxito pero creo que tal vez ambos
lo hicimos. O tal vez esa cosa es tan condenadamente poderosa, quiero decir, ¿lo has visto en el otro
lado?
—No.
—Oh, sí. Bueno, de todos modos, es enorme. Y cuando rompimos el sello éste simple y limpiamente
nos atrapó y no sólo a nosotros, sino también a la mitad de los chicos en el pasillo.
—¿Atrapó a los zombies, también?
—Oh, sí. Fuego y todo. Y a ese maldito maestro, ya sabes, ¿el chico de Marlowe?
Frick. Asentí con la cabeza.
—Bueno, él simplemente no se dejó arrastrar. Él te agarró a mitad de camino a través del portal y
luego nosotros estábamos dando tumbos alrededor y Radu estaba tratando de golpearle para que te
soltara, pero no hubo tiempo, entonces todos nosotros salimos disparados hacia el otro extremo. Y
quiero decir disparados, pues debimos haber recorrido dos o tres docenas de metros, luchando,
gritando, rodando y humeando. —Ray blandió una botella de cerveza. —¡Fue una locura!
—Apuesto que sí.
—Y yo golpeé una pared y casi rompí mi cabeza contra ella, y en el momento en que volví a ponerme
en pie, la gente estaba llegando allí de todas partes, y tú y el maestro zombie estabais siendo
arrastrados a través de él, tus ojos se había vuelto completamente resplandecientes, le habías
arrancado su maldito brazo y le estabas golpeando con él…
—No lo hice.
—Oh, sí. Lo hiciste. Aunque fue más el fuego lo que lo derrotó al final. Le diste una patada
semicircular de artes marciales y él golpeó la pared y puf, simplemente se desmoronó…
—¿Y eso fue todo?, —le pregunté, esperanzada, porque la expresión de Ray era algo así como si
aquello no hubiera sido todo.
—Oh, infiernos, no. Quiero decir, podría haberlo sido, pero tú no te detuviste. Estabas
completamente volviéndote loca, simplemente atacabas a todo el mundo.
Dejé de masticar, mi apetito de repente se evaporó. —¿Entré en modo dhampir en la casa de la
Cónsul?
—Oh, sí. Fue increíble. Fueron necesarios una docena de ellos para reducirte y yo ni siquiera sabía
si eso iba a ser suficiente. Tú continuaste quitándotelos de encima y ellos estaban golpeando las
paredes y volando por los aires, tú deberías haber visto algunas de sus caras. Eso no tiene precio.
Sí. No tenía precio.
Cogí otra cerveza. —Pero eso terminó, ¿no? Quiero decir, cuando los guardias llegaron…
—Oh, los guardias no estaban haciendo una mierda, —dijo despectivamente.— Ellos lo intentaron,
pero las únicas personas que estaban llegando a alguna parte eran los maestros de nivel superior que
te vieron machacar a los guardias y comenzaron a echar una mano. Sólo que ellos estaban teniendo
problemas, también. Creo que algunas personas estaban empezando a preocuparse, porque un par de
ellos sacaron armas. Entonces Radu empezó a gritarles, y entonces Loui-Cesare entró corriendo…
—¿Por qué estaba él allí?
—No lo sé. Dijo algo más tarde sobre que él deseaba hablar con tu padre, tal vez sobre Zheng. No
sé. No tuve la oportunidad de preguntarle mucho, porque vinimos en diferentes coches…
—¿Vinimos a dónde?
—Aquí. La finca que se acaba de comprar. Está como a unos doce kilómetros de la casa de la
Cónsul, así que no fue un largo…
—Pero ¿por qué estamos aquí?
—Si me das un minuto, voy a llegar a eso, —dijo Ray. —Así que él entra corriendo, ¿vale? Y aquí
es donde empieza la parte insensata, porque él comienza a ayudarte a…
—¿Ayudarme a hacer qué?
—A atacar a los guardias del Senado. —Ray vio mi expresión y asintió con la cabeza. —Sí. Como
dije, insensato. Y entonces la gente realmente comenzó a alucinar, como si estuvieran más
preocupados por vosotros dos que por los malditos zombies en llamas que estaban todavía
deambulando a nuestro alrededor. Y aún más estaban brotando del portal a cada minuto que pasaba,
hasta que finalmente alguien se espabiló y lo cerró, y luego tu padre se dejó ver…
—Genial. —Esto en cuanto a mostrarle cuán bajo control estaba yo en estos días.
O por conseguir ser recontratada.
—Y luego él hizo algo, no sé qué, pero te desmayaste. Eso fue cuando la Cónsul entró y ordenó que
te llevaran a las habitaciones de Lord Mircea. Supongo que él tiene una suite allí o algo, porque por
supuesto ellos van a querer interrogarte sobre lo que pasó en el Central…
—Entonces, ¿por qué estoy aquí y no allá?, —pregunté, interrumpiéndolo. Porque yo realmente no
quería más detalles.
—Porque Louis-Cesare les dijo que no.
Yo estaba a medio camino de un trago y casi me ahogué. Y entonces Verrell estaba de vuelta,
dándome una fuerte palmada en mitad de la espalda entre los omóplatos. Lo cual habría sido genial,
si no fuera porque la única cosa que yo tenía atravesada en la garganta era la sorpresa.
—¿Qué?— Finalmente logré jadear.
—Sí. —Asintió Ray. —Eso fue algo que provocó un alboroto en todo el mundo.
—¿Está loco?, —susurré. —Ya está en suficientes problemas…
Verrell hizo algún tipo de sonido típico francés, y fue a buscarme un poco de agua. —Él ees Louis-
Cesare de Borbón, —dijo, con un encogimiento galo de hombros.
—¡Él es un idiota! ¡Debería haberme dejado allí!
—Él nunca habrría hecho tal cosá. Tú estabas lesionada, ¿no?
—¡Él va a estar más lesionado! —La Cónsul era una perra vengativa, y eso en un buen día. Y si ella
acababa de tener su casa destrozada por cortesía nuestra y de la brigada de zombies, era justo decir
que este no era un buen día. E incluso si ella pasa por alto eso, el ser contrariada en su propia casa…
Maldita sea. A veces pensaba que el maldito vampiro tenía algún tipo de deseo de morir.
Verrell hizo otro de esos sonidos, de esos que desafían cualquier posible traducción. Pero éste
sonaba divertido. —Ellos lo nessesitan.
—¡No siempre lo harán! Y si él sigue así…
—Y él tenía rrassón. La atmosfèrra te esstaba volvienla locá. Si tú te hubierras despergtado allí, es
possiblé que te hubierras vuelto locá otra vess. Y ¿cómo podrrías descansarg, dormir y sanarg en
essé lugar?
—Me las hubiera arreglado, —le dije con severidad.
—Pero ¿por qué deberrías? Él tiene hombros fuergtes, —dijo Verrell, agarrando los míos, sus manos
gentiles. —Y tú errés tan pequeña, tan delicada. No puedo creerg lo que dissén…
—Oh, créelo, —dijo Ray secamente.
—Yo no necesito que pelee mis batallas por mí, —le dije, y liberé mis hombros de sus manos con
una sacudida.
El pequeño cocinero parecía triste. —Perró tal vess él lo nesessita.
—¿Qué?
Suspiró y se lamió los labios rosados. "Yo nuncá debería dessir estó, perró... tú sabe sobre la salope
, ¿no?
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—¿Qué?
—Essá bruja, essá Christine. —Su expresión parecía como si acabara de coger un trozo de carne
con gusanos arrastrándose.
—¿Supongo que no te gustaba Christine?
El chef hizo una “fuga” de gestos, poniendo los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza, agitando las
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manos. Como si él estuviera teniendo un pequeño ataque. —¿Gustargme? ¿gustargme? ¡Non! No nos
gustaba. No errá buena para él. Ella lo utilissaba. Durante años y años, —e hizo otro ruido. —Perró
él se sentía culpable, ¿comprrrendes? Él pensaba que ella lo nessesitaba. Y ella dejó que él pensarra
essó, para atarrrlo a ella. Perró no fue de ninguna ayuda. Ella estaba locá. Ella sólo querría hasserg
daño, y le hissó daño a él, tanto…
—No veo qué tiene eso que ver conmigo.
—¿No?— Verrell ladeó su cabeza. –Pues tú deberrías hasserrlo. Él no pudo ayudarrrla. No
imporrrta lo mucho que lo intentó. Perró a ti…
Ray se aclaró la garganta. —Uh, Verrell…
Me quedé mirando al chef. —¿Qué estás diciendo?
Él me miró. —Tú errés como ella, ya sabes. Bonita y pequeña y con prrroblemas.
Ray se puso de pie. —¡Verrell!
—…perró no errés malvada. Él no pudo ayudarg a Christine, perró…, —Verrell asintió alegremente
mientras la cocina comenzó a dar vueltas y el mundo se venía abajo. —Él te puede salvarg.

Capítulo 30

—Yo no creo que te hayan vestido correctamente para la ocasión, —dijo Ray, lanzándome una
mirada furtiva.
No le respondí. Yo estaba mirando por la ventana de un brillante coche negro, que ni siguiera me
había molestado en fijarme de qué tipo era, que estaba llevándonos de vuelta a la casa de la Cónsul.
Su gente había llamado hacía una hora más o menos, rescindiendo mi permiso y ordenándome
regresar, para ese interrogatorio, supuse, aunque no me importaba en realidad.
No me importaba nada en este momento.
Lo cual era, probablemente, la razón por la que había dejado que la gente de Louis-Cesare me
vistieran como a una muñeca Barbie francesa… y también porque, o bien era eso o llevar un maldito
albornoz. Y porque yo sabía que no lo estaban haciendo por mí. Ellos estaban tan contentos de
ayudar a su amado maestro con su último drama que habían sido casi patéticos.
Maldita sea, pensé. ¿Qué tan mala había tenido que ser Christine para que una dhampir parezca
buena?
—Tú, uh…—dijo Ray, y luego se detuvo para estirar su chaqueta de tela a rayas diplomáticas azul
intenso. Que independientemente de lo que él creyera, le sentaba perfectamente. Al igual que el traje
de chaqueta y falda gris Dior en el que yo estaba embutida, rematado con guantes de seda negra.
Porque podría ser agosto y hacer calor como en el infierno, pero maldita sea, ellos iban a juego con
el conjunto.
No debería haberme sorprendido. Por supuesto Louis-Cesare tenía su propio sastre. Por supuesto que
lo tenía…
—Um, así, —dijo Ray de nuevo, mientras el bello paisaje de las Adirondack transcurría al otro lado
de los cristales fuertemente tintados, con aspecto vagamente moteado debido al velo de mi
sofisticado sombrerito.
A la mierda. Me lo quité y lo arrojé sobre el asiento, haciendo caso omiso a la mirada de
desaprobación que recibí del chofer. Había destrozado la casa de la Cónsul medio desnuda y
descalza. No pensaba que no llevar sombrero fuese a escandalizar a nadie.
Y no me importaba si lo hacía.
—Sabes, cómo es esto, —dijo Ray.
—¡Cállate!
—Sí, sí. Lo sé. Debería callarme. Y lo haré…
Recosté mi dolorida cabeza contra el asiento.
—…tan pronto como te comente una cosa.
Por supuesto.
—Él es un cocinero, ¿vale? Quiero decir, que él no sabe nada.
—Él es un maestro. Y ha estado con Louis-Cesare durante años, —dije a Ray.
—¿Y? Yo soy un maestro, y he estado con Cheung durante años. Y él nunca me dijo una mierda. Y
dudo que Louis-Cesare se confesara con el personal de cocina. El tipo probablemente estaba sólo
hablando, ¿sabes? Como la gente suele hacer.
—¿Como las personas que dijeron que iban a mantener la boca cerrada?
—Bien. Vale. Pero él se comporta como un estúpido con respecto a tí. Y no es porque él quiera
algún tipo de redención para Christine.
—No lo entiendes. Él cree que la mató, —le dije.
—Él la mató, pero sólo tratando de salvarla. Y si él no hubiera hecho nada, ella habría muerto de
todos modos. Esos malditos magos oscuros casi la habían dejado seca.
—Magos oscuros que ella nunca habría conocido si Louis-Cesare no la hubiera enviado a la persona
que se la vendió a ellos.
Ray entornó los ojos. —¿Le estás echando la culpa? Porque él no podía haberlo sabido. Ese mago se
suponía que era de fiar.
—Yo no lo estoy culpando, —le dije con cansancio. —Te estoy diciendo lo que él piensa.
Él había tratado de ayudar a Christine, una extraviada y enferma bruja que no tenía ni idea, con la que
sus vampiros se habían tropezado, proporcionándole sus cuidados hasta lograr curarla. Y entonces
enviándola a un mago supuestamente honrado para su formación e integración en la comunidad de
magos. Había nacido en una familia humana que veían a la magia como cosa del demonio, y que
había sido posteriormente educada en un convento, ¡imagínate!. Así que ella no había tenido ayuda
alguna para aprender a controlar sus dones.
Él había hecho todo lo correcto, pero de alguna manera se había ido todo al infierno de todos modos.
El mago estaba desesperado por dinero, y la había vendido a algunos tipos infames que la habían
drenado rápidamente arrebatándole toda su magia y la mayor parte de su vida antes de que Louis-
Cesare la localizara. Y se dio cuenta de que sólo había una manera de salvarla.
Pero ella ya había llegado demasiado lejos, y el cambio no había funcionado. Se había transformado
en un espectro, una desquiciada máquina de matar que había convertido su temprana formación
religiosa en un ferviente odio hacia toda la raza vampírica. Ella estaba completamente loca y debería
haber sido asesinada en el acto. En cualquier otra familia, ella lo habría sido.
Al igual que yo.
Un montón de vampiros consideraban a los dhampir básicamente como espectros medio-humanos, y
creían que el remedio para ambos debería ser el mismo: una estaca rápida y una inmediata cocción
en la hoguera más cercana, sólo para estar seguros de que nunca regresáramos. Pero Mircea me había
dejado vivir, al igual que Louis-Cesare había seguido tratando de salvar lo insalvable. Justo como él
estaba haciendo ahora.
Bueno, al menos ahora entendía mejor su interés en mí. Nunca le había encontrado sentido realmente
hasta ahora. Cenicienta encontrando a su príncipe era una buena historia, pero rara vez ocurría así en
la vida real. En la vida real, nos sentimos atraídos por personas que eran como nosotros.
Y no hay dos personas que puedan ser más diferentes que yo y… Louis-Cesare.
—Él es estúpido con respecto a ti, —dijo Ray, mirándome. —Y tú eres estúpida con respecto a él.
Los dos sois estúpidos el uno respecto al otro, lo cual sería genial si tú no estuvieras también
jodidamente estúpida…
—¡Ray!
—…y no puedes verlo. Eso es todo. Es todo lo que estoy diciendo.
Y por una vez, él realmente se calló. Tal vez porque estábamos girando hacia el largo y curvilíneo
camino de entrada, y estábamos a punto de llegar. Y al fin hubo una cosa buena que decir de este
asqueroso día, pensé mientras miraba por la ventana hacia la tarta nupcial de mármol que la Cónsul
tenía por casa. Después de la pasada noche, la imagen de ésta debería haber estado produciéndome
nudos en el estómago.
Y yo no sentía nada.
Al igual que no sentía nada con respecto a Louis-Cesare.
Nada con lo que yo no haya tratado ya un par de veces, al menos.
Nada que yo no haya sabido desde el momento en que lo conocí, con aquel aspecto de un maldito
modelo de Armani que vivía en mansiones y tenía un sastre personal y que no necesitaba los
problemas insignificantes arrojándole mierda de forma regular. Mierda de la que él se ocupaba por
algún extraño sentido de noble obligación que yo no necesitaba y seguro como el infierno que yo no
quería. Iba a hacerse matar tratando todavía de arreglar lo de Christine, cuando nunca iba a estar bien
porque ella estaba muerta y se había ido y todo había terminado.
Al igual que todas las ideas locas que yo alguna vez haya tenido.
Ray dijo algo entre dientes que sonó como "estúpidos", a lo que yo no hice caso ya que el coche
acababa de detenerse. Dejándome sin nada que hacer excepto salir, así que lo hice.
Y entré sin esperar por él porque había alguien que yo necesitaba ver.
Un par extra de atmósferas me golpeó tan pronto como traspasé la puerta principal, pero nadie más
me asaltó, así que supuse que realmente estaba invitada. Me sorprendió que no hubiera ningún comité
de bienvenida, probablemente armados hasta los dientes, pero tal vez esperaban que yo me
comportara como una dama y permaneciera sentada en el coche hasta que llegaran a abrirme la
puerta. Puesto que me conocían, no podía imaginar por qué habían hecho esa suposición, pero ya que
salí, decidí no perder el tiempo.
Un criado me indicó que fuese hacia un salón de baile que dejaba el de Slava en evidencia, una
monstruosidad enorme de mármol y espejo que ocupaba al menos una tercera parte de la planta baja
de la casa principal. Parecía que podía albergar a unos pocos miles de personas sin que tuviesen que
rozarse los codos. Solo que la mayoría de ellos habían desaparecido ya que era mediodía y querían
estar frescos para la lucha de esta noche.
Pero no todos.
Había un par de docenas de vampiros haciendo maniobras circenses.
Efectos luminosos que recordaban los rayos del sol dentro y alrededor de las cuatro grandes
lámparas de araña que brillaban a un par de pisos de altura sobre sus cabezas. Me sorprendió que no
las hubieran retirado, a pesar de la falta de ventanas, ya que parecía que probablemente habían
costado una fortuna. Y puesto que parecía que ya estaba comenzando.
O tal vez no. Varios vampiros rebotaron en las paredes, dando saltos mortales, golpeando el suelo y
lanzándose de nuevo al aire. Y saltaron chispas de sus espadas mientras ellos las hacían chocar a
unos dos, y a veces incluso tres, metros sobre del suelo. Y sin embargo, de alguna manera se las
arreglaban para no hacer ni tan siquiera temblar los cristales de las preciosas antigüedades de la
Cónsul.
Era muy impresionante.
También era mentira. Lo cual era posiblemente la razón por la que el tipo parado junto a la pared del
fondo tenía una expresión de burla en su rostro mientras observaba a sus muchachos en acción. Zheng
sabía mejor que nadie que las peleas reales no parecían haber sido coreografiadas por Hollywood.
Las luchas reales son feas, brutales y cortas.
Pero él no parecía demasiado interesado en demostrar eso en este momento.
Estaba apoyado contra uno de los espejos que se hacía pasar por una ventana y no se molestó en
enderezarse mientras yo me acercaba. Pero ya que él tampoco hizo ademán de alcanzar un arma,
decidí que no importaba. Y no era que no tuviera suficientes a mano. Una mesa a su lado contenía una
de casi cualquier tipo de arma imaginable con hojas cortantes, todas alineadas y brillando como
espejos bajo las luces.
—Estás muy guapa, —me dijo, mirando mi atuendo. —Aunque tengo que decir que me gustó más el
traje de anoche.
—¿Lo viste?
—Era difícil no verlo. —Él asintió con la cabeza hacia el otro extremo de la habitación, donde una
enorme pared de espejo reflejaba las travesuras de los acróbatas.
—¿Ahí es donde se abre el portal? —Le pregunté, con mi estómago cayéndose hasta mis pies.
—¿Qué esperabas?
—Yo... en realidad no había pensado en ello. —Pero si lo hubiera hecho, habría estado esperando un
bonito y oscuro sótano, o un apartado rincón, cualquier cosa que no fuera en pleno centro y en
primera fila. Literalmente, ya que había filas enumeradas de asientos alineadas en la habitación en
aquel extremo.
Supuse que así los tipos importantes podrían ver los acontecimientos con comodidad.
O verme hacer el ridículo de cerca y al detalle.
—No me sorprende que no lo recuerdes—, dijo Zheng, sonriendo. —Tú estabas un poco ocupada.
—Espero que no interrumpiera la actuación de nadie.
—No, estábamos en un descanso— dijo, mientras uno de sus chicos, el albino con el pelo de punta,
se dejó caer de la nada para apropiarse de otra arma del montón. Y para dedicarme un siseante ceño
fruncido antes de volver a la refriega.
Zheng se rió. —No le hagas caso. A él todavía le duele el trasero por lo de la otra noche.
—Tus chicos se ven bien, —le dije, ya que estábamos siendo tan amable.
—Más les vale. Ellos van a hacer una exhibición esta noche, antes de la gran final.
—¿Es esta noche?
Él inclinó la cabeza afirmativamente. —Supongo que pensaron que sería apropiado, tener a mis
chicos entreteniéndolos. En vistas de que estoy a punto de unirme a su precioso Senado.
—Estoy segura de que están encantados.
Sus dientes blancos brillaron en contraste con su cara bronceada. —Estoy seguro.
Vislumbré a Ray parado junto a las puertas del salón de baile, mirando adentro, y me imaginé que el
momento había llegado. —He venido a decirte una cosa, —le dije a Zheng. —No estoy bajo la
protección de Louis-Cesare. Yo peleo mis propias batallas.
—Eso haces.
—Si tienes un problema conmigo, ven a verme.
—Nuestro problema no era contigo, —dijo, mirando a Ray, quien se había apostado sigilosamente
junto a la puerta y estaba ahora escabulléndose más cerca, con la espalda contra la pared, los ojos
muy abiertos sobre los letales artistas.
—O con Ray, —le dije, con un suspiro. Porque alguien tenía que mirar por él.
Zheng se percató de la falta de entusiasmo y sonrió más ampliamente.
—Lord Cheung dijo que te dijera que encuentra que Raymond ha dejado de ser de su interés.
—¿Por qué ese cambio tan repentino?
—Pregúntale a él. A ver lo que averiguas.
—Ya sé lo que me voy a encontrar.
Ray emprendió una repentina ráfaga de velocidad y me agarró la mano. —Ellos están esperando. Fui
enviado a buscarte.
—Un minuto.
—No, ahora. —Él disparó una mirada a Zheng. —Y ellos saben dónde está ella, no creas que no lo
saben. Ellos saben con quién está hablando. Así que si estás pensando en venganza…
Sin embargo, Zheng sólo puso los ojos en blanco. —Creo que todo el mundo está de acuerdo. Tener
que aguantarte es castigo suficiente.
—No sé en qué demonios estás pensando a veces. —Ray siseó, mientras seguíamos a un par de
guerreros con casco por un pasillo muy pulido. —Después de lo que pasó la pasada noche, ¿tú
simplemente les haces esperar? ¿Como si no les fuera a importar?
—Necesitaba hablar con Zheng-zi.
—Necesitaba hablar con Zheng-zi, —imitó él. —¡No, no lo necesitabas! Debes mantenerte alejada
de ese tipo. Él sólo trae consigo malas noticias, ¿vale? Toda la familia lo hace.
—Es tu familia.
—Ya no, nunca más. Y no voy a llorar por la pérdida, ¿de acuerdo?
No le respondí porque no había sido una pregunta. Y porque yo estaba ocupada tratando de no
caerme de culo. Las elegantes sandalias grises que me habían dado para ponerme tenían sólo una tira
con un cierre, puntera puntiaguda a la moda, y las suelas rojas de una famosa casa de diseño. Por
desgracia, también tenían tacones de diez centímetros y sin adherencia, aunque eso podría no haber
sido un problema si la Cónsul no hubiera estado intentando impresionar.
No a mí, obviamente, sino a los maestros de alto nivel de la ciudad para que los desafíos fueran
obviamente más vistosos. Incluyendo suelos tan brillantes que resultarían cegadores si a alguna luz
solar le estuviese permitido penetrar hasta aquí. Asimismo, eran resbaladizos como el infierno, y
caerse no era una opción.
Después de mi desvío no autorizado, cuatro guardias habían sido delegados a velar por que yo
llegara a mi destino. Y ellos no estaban perdiendo el tiempo. Tuve la impresión de que si
desacelerara mi paso, los dos que iban detrás de nosotros simple y llanamente me atropellarían.
Y probablemente podían hacerlo, también. Cada uno de ellos era un maestro de alto nivel, de
segundo y tercer nivel, deduje.
Razón por la cual fue un poco impresionante que la Cónsul los hubiera persuadido para usar los
disfraces de Halloween que en este momento llevaban puestos.
Por supuesto, yo había oído que la persuasión era su especialidad.
O tal vez simplemente disfrutaban vistiéndose como centuriones romanos, con brillantes petos de
oro, grebas a juego y cascos rematados por enormes plumas rojas de avestruz.
Y ellos no eran los únicos tipos abrillantados en evidencia.
Casi todo el mundo que yo vi tenía algún tipo de vestimenta especial, hasta el punto que decidí que
debía a la gente de Louis-Cesare una disculpa.
Éste no era la clase de lugar en el que querrías ser atrapada usando un suéter.
—Realmente lo montaron todo a lo grande, ¿verdad? —Dijo Ray, mirando con asombro la superficie
de mármol abrillantada como un espejo.
O tal vez fueron los estandartes de seda que enmarcaban cada puerta los que capturaron su atención,
adornados con el emblema del Senado en vibrante rojo y oro. O las parejas de guardias, emanando
poder, que custodiaban los estandartes. O los techos altos en arco, o los suelos con mosaicos del
emblema personal de la Cónsul en lapislázuli y coral, o las antiguas estatuas y jarrones valiosos
metidos despreocupadamente en vitrinas, como artículos de arte.
Pues, sí. Tuve que reconocerlo…
No podía recordar estar tan impresionada la última vez que estuve allí. Pero entonces, había estado
tratando de no colapsar bajo el peso del poder que prácticamente atravesaba las paredes.
Lo cual no era precisamente divertido ahora, tampoco, así que fue un alivio cuando finalmente nos
detuvimos frente a una puerta.
La cual rápidamente se abrió ante mis narices.
—Cuando tú dijiste Jonathan, ¿te referías a Waldron?
Parpadeé al ver a Marlowe, quien estaba teniendo peor aspecto cada vez que lo veía y que ahora
parecía haber sido atropellado por una cosechadora. Todavía llevaba la misma ropa robada de la
noche anterior, a pesar de haber tenido mucho tiempo para cambiarse. Además de no ser de su talla,
ahora estaba sucia, rota y ensangrentada. Me quedé mirando la rótula peluda de una de sus rodillas,
que se asomaba a través de una rasgadura de la pernera del pantalón. Tenía el aspecto de un
vagabundo.
—¿Qué? —Le pregunté estúpidamente.
—El nigromante, —dijo, y entonces regresó de nuevo al interior antes de que yo pudiera responder.
Supongo que la idea era que yo lo siguiera, lo cual habría hecho si no hubiera dos tipos de rostro
sombrío y aspecto de soldado todavía delante de mí.
Uno de los cuales estaba exactamente mirándome…Y acariciando el pomo de la espada que tenía a
un lado. Ya sabes, la espada que él parecía como si estuviese deseando mostrármela personalmente
tan pronto como le diera la menor excusa…
Como tratar de empujarlo fuera de mí camino, por ejemplo.
Se me ocurrió que este nivel de animosidad era un poco inusual. No es que nos hubiésemos
encontrado en algún lugar al azar. Un montón de vampiros la han tomado contra mí a lo largo de los
años por el terrible crimen de existir. Y eso fue antes de mi fracaso diplomático ocasional. Pero
aquí. Ahora. En la casa de la Cónsul, a poca distancia de un montón de gente que no sería feliz de
verme en pedazos.
No hasta que me hayan interrogado, al menos.
Por supuesto, a menos que hubiera estado entre aquellos cuyos sentimientos había herido anoche…
Pero no. Todavía tendría que tener el permiso de su señora para provocarme, ya que cualquier otra
cosa acabaría con él como objetivo de tiro al blanco para esta noche. Y, por supuesto, ella no se lo
daría. Ella tenía más clase que eso.
Seguro que lo tenía.
Él todavía estaba mirándome, y yo no me había dado cuenta antes de que los cascos tenían
protectores: protección para la nariz y enormes protecciones para el mentón que ocultaban la mayor
parte de la cara. Sin embargo, su postura era suficiente para dejar claro que él se estaba poniendo un
poco tenso. Como si no pudiera esperar por esa provocación.
Lo cual sería una lástima, ya que si yo estaba a punto de recibir un golpe, me gustaría por lo menos
merecerlo.
—Me gusta tu falda, —le dije, sonriendo suavemente. Y sentí a los otros dos guardias apiñándose
detrás de mí.
Sí. Esto iba a ser divertido.
O tal vez no.
—¡Hey! ¿Holaaaaa? —dijo Ray en voz alta, pasando apretadamente entre los dos maestros,
cualquiera de los cuales podría haberle aplastado como a un insecto. —Ya estamos aquí. ¿Dónde
diablos están vuestros modales? Dejad pasar a la dama.
Y por extraño que parezca, lo hicieron. Tal vez porque Ray había simplemente alertado a todo el
vestíbulo ante un posible problema. O tal vez porque ninguno quería la ignominia de atacar a un tipo
de tres o cuatro rangos por debajo del de ellos. Eso no mejoraba exactamente la reputación de una
persona, por no hablar de que entonces hubiera estado en mi derecho de exigir la reparación de
cualquier daño causado a mi sirviente.
Y yo no estaría exigiendo una compensación económica.
Los usos y costumbres de los vampiros de niveles superiores eran bastante intrincados, pero Ray
parecía conocerlos al dedillo. O eso, o él se había vuelto afortunado. Pero, bueno, yo no seguiría
jugando con fuego.
—Eso fue muy hábil, —le dije, al pasar por el pasillo, sin impedimentos.
—No me hables, —susurró salvajemente.
—Lo siento. Yo sólo quería decir…
—Nada. No digas nada.
Le froté su hombro, y recibí la mirada de la muerte. —Había una pelusa.
—Dios, simplemente no puedo llevarte a ninguna parte.
Y entonces ya habíamos llegado…
Capítulo 31

Mientras las salas de interrogatorio se sucedían, no estaba mal. Se parecía mucho a la casa que
acababa de dejar, pero en vez de la campiña francesa, se trataba de una biblioteca Inglesa. O quizás
biblioteca francesa, ya que las alfombras eran Aubusson y los cuadros trataban de reducidas partidas
de caza o perros.
Me dejé caer en un sillón de cuero rojo grande, ya que era el único que quedaba libre. Ray se
apropió del taburete a juego. Eso nos dejó frente al pelotón de interrogatorios, que se había puesto en
formación frente a la chimenea.
Mircea era el que estaba sentado más cerca, y con aspecto perfectamente sereno como siempre, o tal
vez sólo si se le comparaba con Marlowe. Radu, por su parte, aparentaba como si nada hubiera
pasado. Se había puesto una espumosa camisa y pantalones color champán por la rodilla, éste último
reflejaba las llamas que alguien había atizado, porque este lugar siempre estaba frío. Por una vez,
coincidía con la habitación, aunque Mircea vestía de oscuro, el traje moderno parecía un
anacronismo.
Louis-Cesare no estaba a la vista, y por alguna razón, alguna muy estúpida razón, sentí que mi
estómago se encogía un poco con la decepción. Y entonces él entró a través de una puerta lateral con
una bandeja de café, con aspecto apetecible, con una camisa azul claro y pantalones beige. Y, de
repente me acordé de todas las razones que tenía para no querer verlo.
A veces no muestro sentido común alguno, ni siquiera para mí misma.
Pero eso no era realmente un problema en ese momento, porque Marlowe no tenía intención de darme
tiempo para charlar. —¿Podemos comenzar? —Dijo secamente, y me arrojó algo.
Me eché hacia atrás, pero se detuvo en el aire, un pequeño destello de luz que se convirtió en la
cabeza nauseabunda de un hombre. No era una simple imagen digitalizada, sino una sólida en 3D,
como una de las piezas de Madame Tussaud que de repente había cobrado vida. Era espeluznante
como el infierno.
Por supuesto, considerando el asunto era un hecho constatado.
Los pálidos ojos grises, cabello rubio platino y la expresión maníaca habría sido suficientemente
preocupante. Jonathan ni siquiera trataba de parecer cuerdo. Pero eso no habría importado. El tipo
podría haber tenido el aspecto más amable del planeta, y el recuerdo de la última vez que lo había
visto, y de su rostro mientras metía sus dedos y luego toda su mano en el costado de Louis-Cesare,
habría bastado para producirme un mal sabor de boca.
No parecía estar haciendo a Marlowe demasiado feliz, tampoco. Su expresión neutral anterior había
caído en una mueca de disgusto. —¿Es éste el hombre al que te referías?
—Yo…,sí.
—¿Estás segura?
—Él no dijo su nombre, pero no conozco a muchos nigromantes. Y sólo he herido a uno.
—¿Herido?
—Me dijo que lo había rajado.
—Bueno, pensaba que habías hecho más que eso, —dijo Radu, sonando ofendido. —¡Se suponía que
el hijo de puta debía estar muerto hace meses!
—No es tan fácil de matar, —dijo Louis-Cesare en voz baja.
Él estaba mirando la repugnante cabeza totalmente inexpresivo. Como si él no estuviera mirando a la
cara del hombre que lo había mantenido prisionero durante meses, llevándolo al borde de la muerte
noche tras noche, con el fin de drenar de él hasta la última gota de energía mágica. Y luego lo
alimentaba, persuadiéndolo, confiando en que las capacidades de Louis-Cesare como un poderoso
maestro de primer nivel fueran suficientes para traerlo de vuelta desde el límite.
Pero sólo para poder hacerlo de nuevo. Una y otra vez.
Y sin embargo, Louis-Cesare se quedó allí, con tanta calma como si estuviéramos hablando del
tiempo. Yo no me creía ser capaz de hacer eso, si estuviera en su lugar. De hecho, no me sentía tan
tranquila de todos modos. Tuve un real y profundo deseo de agarrar esa cara presuntuosa y
repugnante, y hundir los dedos en esa carne pastosa, para aplastarlo entre mis manos y verlo explotar
como una…
De repente me di cuenta de que todo el mundo me miraba raro. Pero nadie dijo nada. Me senté en mi
silla y entrelacé las manos.
—Si eso es todo lo que ella tiene para su identificación, el bien podría ser…—, dijo Marlowe a
Radu amargamente, después de un momento. —Es condenadamente poco para seguir adelante.
—Él no tenía un carácter conversador, —le dije, manteniendo mi voz calmada. —Pero sabía que
Radu era mi tío. Y no mucha gente lo sabe.
—Y ese es uno de sus recursos favoritos, —agregó Louis-Cesare, —fingir su muerte. Asumir una
nueva identidad y empezar de nuevo, sacándose de encima a sus perseguidores. Él es Waldron en
este siglo, cuando lo conocí, él era VanLeke.
—¿Este siglo?
—Nació, por lo que hemos podido comprobar, en algún momento de la Edad Media, —dijo
Marlowe escuetamente.
Parpadeé, pensando que había oído mal. —¿Qué?
Louis-Cesare asintió. —No sé el año exacto, y no estoy seguro de que él mismo lo sepa. Sin
embargo, mencionó una vez, mientras yo era su prisionero, que se acordaba de su padre llevándolo a
Córdoba cuando España estaba todavía bajo el dominio musulmán.
—Pero... eso significaría que él tendría….¿cuántos? ¿Quinientos o seiscientos años?
—Por lo menos, sí, —dijo, con la voz firme. Como lo estaba su mano cuando él me dio una taza de
café. —Yo diría que más. No tuve la impresión de que la Reconquista estuviera amenazando la
ciudad en aquel momento. Él y su padre habían huido allí específicamente porque estaba muy
tranquilo.
—Córdoba fue reconquistada en 1236, —dijo Mircea. —Lo que significa que podría tener 800 años
o más, en el supuesto de que estuviera diciendo la verdad.
—No tenía ninguna razón para mentirme, —dijo Louis-Cesare. —En aquel momento, él creía que yo
jamás lograría escapar de sus manos.
Todo el mundo se quedó en silencio por un momento, por respeto a lo que él había vivido. Todo el
mundo excepto yo. Yo no estaba interesada en el duelo por lo que había pasado. Yo estaba interesada
en asegurarme de que no volviera a ocurrir.
Y podría, si un maldito nigromante todavía estaba vivo. Louis-Cesare había caído en manos de
Jonathan porque él se había entregado a cambio de Christine, para ser drenado en su lugar. Y Jonatán
nunca había olvidado su ilimitada fuente de poder ni cesado en su empeño de atraparlo de nuevo.
—No entiendo, —dije con dureza. —Sé que es posible prolongar la vida con magia, pero ¿tanto?
—Se puede hacer, —dijo Marlowe siniestramente.
—Entonces, ¿por qué no lo hace todo el mundo?
—¡Porque no todo el mundo quiere volverse loco! —Él hizo un gesto brutal, y la cabeza sin cuerpo
desapareció.
Él parecía un poco tenso, así que miré a los demás en busca de una explicación, que Radu estuvo
encantado de proporcionar. A 'Du le encantaba dar conferencias.
—Los seres humanos con poderes mágicos son criaturas simbióticas, —me dijo amablemente,
cruzando una de sus piernas, cubierta por calzas de seda, sobre la otra y sorbiendo su café. —A
diferencia de los vampiros y los humanos normales, obtienen energía a partir de dos fuentes
diferentes. En efecto, son talismanes humanos, alimentándose de la energía natural mágica del mundo,
al igual que de los alimentos.
—Pensé que hacían magia.
—Sería más exacto decir que la procesan, transformándola de su forma natural y salvaje en algo que
puedan utilizar. Algunos de ellos son mejores en eso que otros, por supuesto, y esos son los que
tienden a vivir más tiempo. Ellos pueden confiar más en su magia mientras sus cuerpos humanos
comienzan a debilitarse. Es bastante fascinante, en realidad.
—Cuanto más fuerte es el mago, más larga es su vida, —dijo Ray, citando un viejo dicho. El cual era
un error, pues recordó a Marlowe que él estaba allí.
—Tú, fuera, —dijo él, señalando con el pulgar por encima de su hombro.
—¿Por qué? Yo estuve allí…
—Y tú hiciste tu declaración anoche. No sé qué diablos estás haciendo aquí.
—Apoyando a mí maestro.
—Apoyando…. ¡Ella no es tu maestro!
—Sí, bueno. Estamos en negociaciones.
Y de repente algo cambió en el fondo de los ojos de Marlowe. El rico color marrón se volvió
oscuro, apagado y muerto, y yo puse una mano sobre el brazo de Ray porque no necesitaba hacer un
movimiento en falso justo ahora. No es que yo pensara que eso fuera muy probable. Él se había
congelado en su sitio, los huesos de su muñeca se pusieron completamente rígidos. Era como si
estuviera agarrando una estatua.
Hasta que Marlowe dijo: —Sal. Fuera.
Ray salió.
A veces él podría ser inteligente.
Hubo una pausa momentánea mientras las tazas de café fueron llenadas de nuevo y Marlowe
presumiblemente ahogaba su deseo de matar a todo el mundo a la vista.
—Si eso es algo que ellos pueden hacer de forma natural, entonces ¿por qué los vuelve locos?—
Finalmente pregunté.
—No hay nada natural en lo que Jonathan hace, —dijo Louis-Cesare.
Pero Radu negó con la cabeza. —Un mago consumiendo la magia de otra persona no es más
antinatural que un humano tomando drogas. El problema es la cantidad.
—¿Jonathan se está excediendo en la dosis? —Conjeturé.
—En cierto modo, sí. Pero en realidad no tiene otra opción en este momento. Es posible prolongar la
vida de un mago, pero requiere de una gran cantidad de energía. Y a medida que pasan los años, la
cantidad necesaria aumenta, ya que su lado humano se descompone y se vuelven más y más
dependientes de la magia para sobrevivir. Teniendo en cuenta su edad, es seguro decir que Jonathan
recibe la totalidad o casi la totalidad de su energía vital de la magia, y su cuerpo no puede producir
tanta por sí mismo.
—Pero todavía es simplemente magia.
—Sí, pero no es suya, ya ves. Y los magos, se supone, que se alimentan de una combinación de
alimentos y recursos mágicos. Cuando comienzan a alimentar sus cuerpos sólo de magia, eso echa a
perder ese equilibrio. Y cuando ellos comienzan a alimentarse de diferentes tipos de magia, ya que
no suele ser posible obtener todo lo que necesitan de una sola fuente, y cuando algunos de estos tipos
ni siquiera son humanos...
—Ellos cortocircuitan sus cerebros.
—Algo así. Es muy parecido a un humano tomando demasiados medicamentos, y mezclándolos de
maneras que no fueron diseñados para ser mezclados. Rara vez termina bien.
—Nada de lo cual es el quid de la cuestión, —dijo Marlowe severamente.
—El quid de la cuestión es, ¿de dónde la está consiguiendo?—, Dijo Mircea.
Marlowe asintió. —Está perdiendo magia como en una hemorragia a cada momento, simplemente por
existir. Por no hablar de todos los hechizos que pueda hacer, y si él era el que está detrás del fiasco
de anoche…— Él levantó las manos. –Aún bajo la premisa de que fuese él…
—No fue él, —le contesté. —Por lo menos, eso es lo que dijo.
—Él es probable que estuviera diciéndote la verdad. No es del tipo que arriesga su propio cuello, —
dijo Louis-Cesare amargamente.
—Lo que significa que tuvo que proyectarlo a distancia, —dijo Marlowe.
—Lo que requiere aún de más energía. Alguien, en algún lugar, le está alimentando con una gran
cantidad de energía. Una muy grande.
—Lo que bien puede ser la razón de que no hayamos sabido nada de él, —señaló Radu. —Él no
necesita a Louis-Cesare si se está alimentando, por así decirlo, de otra persona.
—Pero ¿por qué? —le pregunté. —¿Qué necesita una red de contrabando de un antiguo y loco
nigromante?
—¡No se trata de una red de contrabando! —Espetó Marlowe.
Mircea estuvo de acuerdo. —Los contrabandistas trabajan mejor en secreto, tratando de ocultar sus
huellas y evitar a las autoridades. Rara vez les provocan, y ciertamente no de esa manera.
—Entonces, ¿quién lo está haciendo? —le pregunté.
—Alguien que quiere hacerles quedar mal.
—¿Qué?
Marlowe asintió. —Ese podría ser el quid de todo este fiasco, hacernos parecer tontos. Finalmente
persuadimos a los senados para formar una alianza para la guerra, una alianza, debo añadir, que es
fina como el papel y pende de un hilo…
—¿Crees que esto tiene que ver con la guerra?
—¿Qué si no? Si alguien quisiera hacernos parecer débiles, difícilmente podría hacerlo mejor que
matar a nuestros agentes a voluntad, atacarnos en nuestra propia base…
—Nosotros creemos que es por eso que ellos, sean quienes sean, necesitaban a Jonathan, —explicó
Radu. —Para atacar la Central. No hay demasiadas maneras de entrar allí, ya sabes.
—Y luego está la cuestión de lo que hicieron cuando entraron, —dijo Marlowe, y lanzó otra cosa al
aire.
Esta imagen era plana, en blanco y negro y granulada. El registro de una cámara de seguridad,
supuse. Flotaba en el aire como la otra, sólo que ésta era lo suficientemente transparente para poder
ver a Radu mirándome con los ojos entornados desde el otro lado. Cambié de posición ligeramente
mi silla, poniendo la pared como telón de fondo, y vi las puertas principales de la Central. Frick
estaba entrando a la cabeza del grupo de los chicos de Slava, que entraron desfilando en el vestíbulo
y…
—¿Qué están haciendo?—, pregunté, sorprendida.
—Rajando sus gargantas, —dijo Marlowe, mientras el grupo hacía exactamente eso, casi al unísono.
Y, como cualquier persona haría, los vampiros de la recepción corrieron para tratar de detener la
masacre y terminaron siendo parte de ella. Frick tiró algo al suelo, enviando una oleada de humo al
aire que hizo desaparecer las imágenes en la grabación de la cámara por un momento. Y cuando se
despejó, los guardias se habían ido y la enorme abertura que yo había encontrado cuando llegué
estaba en su lugar.
Parecía como un pozo del infierno, los bordes aún humeaban y estaban en llamas. Lo cual no impidió
que los zombis de Jonathan saltaran de su interior en filas ordenadas. No mostraban tener ningún
miedo, sin vacilación alguna, a pesar del fuego y de la inflamabilidad de los vampiros y de la
resistencia que estaban a punto de encontrarse. Yo los observé, fascinada, el vello de mis brazos se
erizó, el misterioso silencio haciéndolo todo aún más perturbador.
—Ellos esquivaron las principales defensas al entrar por el suelo, —Me dijo Mircea. —Y entonces
procedieron a matar a todos los que se encontraban a su paso. El compuesto de ácido de sus venas lo
hizo fácil.
Asentí con la cabeza. La pelea con Slava me había dado ventaja, yo había aprendido a mantenerme
fuera de su alcance. Pero los vampiros de la Central no. Y aún en caso de que ellos ganaran una
pelea, la sangre corrompida que salpicaban a su alrededor empezara a comérselos vivos,
haciéndolos más lentos, y entonces, el siguiente grupo con el que se encontraran, cuando ellos
estaban ya confundidos, debilitados y doloridos…
Me estremecí. Y al parecer yo no era la única.
—Apágalo, —dijo Radu con voz áspera.
—Ella tiene que ver…
—¡Ella ya ha visto suficiente! ¡Apágalo!
El horror electroestático parpadeó hasta apagarse, como la señal de una televisión pasada de moda, y
Radu se levantó y se dirigió al bar. Y así es como terminé con una copa de un excelente oporto.
No sirvió de mucho.
—¿Mataron a todas las personas que se encontraban allí?— pregunté. —Pensaba que quizás alguien
había logrado esconderse...
—No, —dijo Louis-Cesare. —Sólo Radu y Ray sobrevivieron, gracias a ti. Esas criaturas mataron a
todos los demás.
Se produjo un breve silencio. Muy corto, porque Marlowe no estaba de humor para la introspección.
Marlowe estaba de humor para nadar en sangre.
—¡Pero eso es todo lo que hicieron! —Dijo con voz áspera. —¡Ni siquiera se molestaron en apagar
las malditas cámaras! Hemos visto todo lo ocurrido ahora, varias veces, y no hubo ningún intento de
copiar archivos, ni tentativa de acceder a la bóveda, ni prisioneros liberados. Ellos entraron,
mataron a todos, y eso fue todo.
—¿Por qué? —le pregunté, perpleja. —Y ¿cómo se consigue a todo un grupo de personas dispuestas
a morir por ti? Sobre todo de esa manera.
—Creemos que probablemente ya estaban muertos cuando llegaron, —dijo Mircea en voz baja. —Y
eso del degollamiento no era más que una distracción. En cuanto al por qué... Es posible que la idea
fuera dar a todos una razón para cuestionar si la alianza debe mantenerse. Y, en caso afirmativo, bajo
qué liderazgo.
Me llevó un momento procesar eso. —¿Estás diciendo que esto podría estar orquestado por alguien
de nuestro lado?
—Es posible. Había un gran número de Cónsules que deseaban liderar la alianza. Ellos estaban todo
menos encantados de tener a nuestra Cónsul al mando. Y si a ella la hicieran parecer lo
suficientemente débil...
—Pero el otro bando en esta guerra tiene aún más razones para oponerse a nuestra unión, —señaló
Marlowe. —Si se han enterado de la alianza, querrían aplastarla rápidamente, antes de que ésta nos
aventaje. Por no hablar…
—No, —dijo Mircea tercamente. —Se trata de una conspiración de vampiros.
—¡No lo sabemos!
—Es demasiado intrincada para ser otra cosa.
—Pero... espera, —le dije, mi cabeza empezando a doler de nuevo. Lo cual era lo que solía ocurrir
cuando la política salía a colación. —Jonathan está con el Círculo Negro. Él es un mago oscuro.
—Y estamos luchando contra el Círculo Negro.
—Sí, pero... el Círculo Negro siempre ha estado involucrado en el tráfico de esclavos con los Feys.
Y, ¿no era esa la suposición que estábamos contemplando, que alguien está tratando de controlar el
comercio de contrabando, ahora que Géminus está fuera de circulación? ¿Por qué no ellos? Sería
mucho más fácil conducir la situación hacia la guerra si ellos controlaran la mayor parte de los
portales.
—Sí, pero Dory, —dijo Radu dulcemente, —es una cuestión de habilidad, no de deseo.
—¿Otra vez?
—El Círculo Negro no puede manejar el tipo de bloqueo de las comunicaciones que vimos anoche,
—dijo Marlowe sin rodeos. —Ningún mago puede.
Mircea asintió. —Los teléfonos, ordenadores, ese tipo de cosas, sí. Simplemente activando las más
poderosas protecciones se harían cargo de eso. Y si no, hay hechizos. Pero ningún hechizo puede
apagar la capacidad de un vampiro para comunicarse con otros vampiros.
—Ningún hechizo que tú conozcas.
—Ningún hechizo en absoluto, —dijo Marlowe rotundamente. —Hay límites para la magia, como
con todo lo demás, y sabemos cuáles son esos límites. Hemos vivido con los magos, y hemos luchado
contra ellos, durante siglos. Sabemos lo que pueden hacer y lo que no, ¡y no pueden hacer lo que
Radu describió que sucedió ayer por la noche!
'Du asintió. —Yo no es que me crea tan poderoso, pero yo soy de segundo nivel. Y yo estaba, eh,
motivado. Sin embargo, no pude contactar con ninguna persona.
—Tú te comunicaste conmigo.
—Sí, una vez que tú entraste dentro de la esfera de influencia que estaba siendo utilizada, cualquiera
que fuera. Pero no antes de eso. No me escuchaste desde fuera.
—No.
—Y, sin embargo, créeme, yo estaba gritando mentalmente.
—Eso nos lleva a la pregunta, —dijo Marlowe con gravedad.—¿Quién demonios está trabajando con
Jonathan?
—¿Un maestro mayor? —ofreció Radu, mirando a su hermano.
—Tendría que ser alguien más poderoso que Radu para bloquearlo, —coincidió Mircea. —Alguien
con importantes capacidades mentales.
Pero a Marlowe no pareció gustarle esa idea. —Hay sólo un puñado de maestros en el mundo capaz
de ese tipo de demostración.
—Que nosotros sepamos…
—¡Y no me agrada la idea de acercarnos a ellos y acusarlos de traición! En ningún momento, y
mucho menos especialmente ahora.
—No serviría para fortalecer la alianza, —dijo Mircea secamente.
—Es por eso que querías que Ray se fuera, —le dije, entendiéndolo al fin. —Estás preocupado por
Cheung.
—No por Lord Cheung en persona. No. Sus dones se encuentran en otras áreas. Más bien por su
señora…
—Pensé que él y Ming-de no tenían una buena relación, —dijo Radu, hablando de la líder de la
Corte de Asia Oriental.
—Eso dicen, —dijo Mircea con ironía. —Pero podría ser un montaje. Y Ming-de es una mentalista
poderosa. Fui seleccionado para ir a su corte como nuestro embajador por una disputa hace algunos
años, porque ella había logrado influir en todos los demás que habíamos enviado.
—Ray no es un espía, —les dije. —¡Cheung ha estado tratando de matarlo!
—Y tal vez ahora él está tratando de usarlo.
—Entonces, ¿por qué lo quería de vuelta? Ray dijo que Cheung lo quería para ayudarle en algo
grande. Sin embargo, Zheng acaba de decirme que no lo necesitaban más.
—Podría no estar relacionado, —dijo Marlowe. —A diferencia de Lord Mircea, yo no estoy
convencido de que esto forme parte de nuestro problema. Cheung podría haber estado planeando
traer un cargamento en una ocasión, pero estar ahora tratando de distanciarse del asunto del
contrabando.
—¿Por qué? ¿Qué ha cambiado?
—Lo que cambió es que más traficantes han aparecido muertos. Mis hombres han estado tratando de
hacerles preguntas, pero sólo encontraron casas llenas de cadáveres.
—Alguien está atando los cabos sueltos, —dijo Louis-Cesare.
—Pero ese alguien no tiene por qué ser un vampiro, —señaló Marlowe.
—¿Qué otra alternativa hay? —Preguntó Radu. —Simplemente no hay muchas criaturas capaces de…
—Æsubrand, —le interrumpí. —Él estaba allí. En la casa de Slava.
—Sí, pero él es un Fey, —protestó Radu.
—¿Y?
—Los Fey son conocidos por sus habilidades con el mundo natural, no con la mente.
—Caedmon tiene habilidades mentales.
—Sí, bueno, ese es el caso de Caedmon, —dijo Radu sardónicamente.
—Estamos hablando de…
—Su sobrino, que podría haber heredado todo tipo de…
—Podría no significa que lo haya hecho.
—Es un Fey. Es posible.
—No dejes que tu animosidad hacia esa criatura nuble tu juicio, —me dijo Mircea. —Es posible que
él estuviera allí por una razón completamente diferente.
—¿Por ejemplo?
—Como por ejemplo el hecho de que los Fey son pequeñas mierdas vengativas, —dijo Marlowe con
impaciencia. —Se rumorea que Slava iba a importar esclavos feéricos…
—Algo que ha estado haciendo durante años y a nadie ha parecido importarle.
—…y luego está la pistola que encontraste anoche, que tenía magia feérica impresa por todas partes.
O al menos eso parecía.
—¿No la examinaste?
—¡Podría haberlo hecho si hubieras logrado traer esa cosa de vuelta!
—O podrías haber preguntado a Æsubrand acerca de eso, si le hubieras atrapado, —murmuró Louis-
Cesare suavemente, pasándole a Marlowe otra taza de café, y recibiendo una mirada mordaz en
respuesta.
—¿No estaba el arma en la Central? —pregunté.
—No, —dijo Marlowe brevemente. —Por supuesto, teniendo en cuenta la cantidad de ácido
derramado sobre el lugar, podría haberse fundido en un charco antes de que nosotros llegáramos
hasta ella. Sin embargo, no hemos encontrado ningún casquillo de una 45 impregnado de un hechizo
de Feys.
Negué con la cabeza. —Creo que era sólo una pistola normal. He utilizado munición estándar en ella
sin ningún problema. Parecía que eran las balas las que…
—Sí, pero como no la tenemos, no lo podemos saber a ciencia cierta, ¿no? —preguntó Marlowe
dulcemente.
Uno de estos días, juro por Dios...
—Así que crees que era algo raro feérico ¿que supuestamente no tenemos? —le dije, apretando los
dientes. —Porque estamos hablando de balas, no de algunas runas o….
—¡No tengo ni puta idea! Me limitaba a señalar meramente que Æsubrand podría haber tenido una
razón para estar allí y que podría no tener nada que ver con nosotros. Y efectivamente, ese era
probablemente el caso, ya que ¡él estaba atacando a Slava, no ayudándole!
Y por supuesto, él tenía razón en eso.
—¡Pero eso no importa, porque él no es a quien buscamos!
Parpadeé. —Entonces, ¿a quién buscamos?
—Oh no, otra vez no. —Suspiró Radu, y se levantó para hacerse con otro trago.
—¿Qué? —Le pregunté.
—¿Lo has olvidado? —Preguntó Marlowe. —El Irin.
—Ahora, ¿quién está dejando que sus prejuicios nublen su juicio? —Murmuró Mircea.
—Pero, ¿qué interés podría tener un demonio en el contrabando de los humanos? —Exigí.
—Por última vez, ¡no se trata de contrabando! —Replicó Marlowe. —Y si la actuación de esa
criatura en la casa de Slava fue sólo la puesta en marcha de algo, él es perfectamente capaz de
provocar el tipo de trastorno psíquico…
—¿Con qué finalidad? —Interrumpió Mircea. —Los Lords de los demonios…
—Tienen todas las razones para mantenernos desunidos. Cuanto más fuertes seamos, más
restricciones les ponemos. No les gustaba nuestra alianza con los magos y, ¡dudo que disfruten ni una
pizca viendo una coalición fuerte y unida entre vampiros!
—¿Y con ese noble fin, envían un operativo? —preguntó Mircea secamente, con aspecto de un
hombre que había discutido sobre esto todo lo que estaba dispuesto.
—Ellos enviaron a un Irin, y vosotros sabéis lo que…
—Um. —Dije, y me detuve.
Todos se volvieron a mirarme. Suspiré. Había esperando mantener esa parte en particular del trabajo
menos-que-estelar fuera de esto, pero debería haberlo sabido. Simplemente mi suerte no estaba
ayudando.
—Él me ayudó en la casa de Slava, —admití.
—¿De qué estás hablando?— Exigió Marlowe.
—El encantamiento se rompió, —le dije sin rodeos. Porque como lo expresara no iba a suponer
ninguna diferencia.
—Sabíamos que era probable que sucediera eso.
—Sí... pero no a veinte pisos de altura.
—Veinte…— Dijo Mircea escuetamente con voz apagada, pero su expresión hablaba volúmenes
enteros. Nunca volvería a ser contratada.
Así que podría también confesar. —Yo estaría muerta ahora, pero él me agarró, —les dije. —Y si él
estaba trabajando en nuestra contra, ¿por qué molestarse en hacer eso?
—Para asegurarse de que tú regresabas a la Central con el cadáver de Slava, —dijo Marlowe,
mirándome. No sé por qué. Para echar a perder, y hacer agujeros en su teoría favorita, o simplemente
porque le dio la gana.
Yo le devolví la mirada por esa misma razón. —Sí, excepto que Slava no era necesario. Sus chicos
estaban haciendo un trabajo bastante bueno al destrozar el lugar por su cuenta.
—Y, sin embargo, te dejaron entrar…
—…para conducirlos hasta 'Du. La pregunta debería ser ¿por qué lo querían a él?
Todos se volvieron hacia Radu. —Bueno, yo no lo sé, —dijo enojado.
—Ya hemos pasado por esto, —dijo Marlowe salvajemente.
—¡Hemos pasado por todo esto, una y otra vez, y nada de esto nos lleva a ninguna parte! Radu sabe
demasiado sobre demasiadas cosas incluso como para prever nuestros movimientos, suponiendo que
fuera su conocimiento lo que buscaban en primer lugar.
—Bueno, ¿para qué más le querrían? —le pregunté.
—Muchas gracias, —me dijo Radu.
Marlowe soltó un taco. —¡Podemos especular toda la jodida noche y no llegar a ninguna parte! Hay
demasiados sospechosos y demasiados posibles motivos. No necesitamos conjeturas, necesitamos
saber. Y sólo hay una manera de hacerlo.
Y de repente todo el mundo me estaba mirando de nuevo.
Mierda.
Capítulo 32

—¿Quieres que vaya de nuevo abajo, ¿no?— Le pregunté. —Para ver si recuerdo algo más.
Era bastante obvio. No era como si me hubieran invitado a estas reuniones de alto nivel a menudo.
Debería haber sabido que estaban tramando algo.
Pero Mircea me sorprendió. —No… precisamente.
Él y Louis-Cesare intercambiaron una mirada y por alguna razón, casi parecía que Louis-Cesare era
el agresor. Apretó los labios, bajando las cejas y se veía... bueno, parecía enojado. Lo cual no era
una expresión a la cual Mircea estuviera acostumbrado a recibir de muchas personas.
Aún más extraño, él no se opuso. Él simplemente se sentó allí y lo dejó estar, sin decir nada, al
menos no de forma audible y sin mirar hacia atrás. Era extraño.
Pero no tanto como cuando rompió el contacto visual para mirarme. Y su expresión, entonces... nunca
había visto esa expresión. No de Mircea. Era... cruda. Afligida. Casi... temerosa.
¿Por qué Mircea parecería temeroso? ¿De mí?
—Hay algo que tu padre tiene que decirte, —dijo Louis-Cesare convincentemente.
Mircea no dijo nada.
—Hablamos de esto, —incitó Louis-Cesare después de un momento.
—¿Hablásteis de mí? —Le pregunté. —¿Cuándo?
—Después de tu... después de los acontecimientos en el jardín, —explicó Louis-Cesare. —Estaba
confundido...
—¿Sobre qué? —Le pregunté con dureza. Mis pequeños descensos hacia la locura no era mi tema
favorito. —Lo habías visto antes.
—Sí, pero tú no. Y tenías miedo.
—Yo no.
Él sólo me miró.
Miré hacia atrás. Quería otro tema. —Si quieres que intente regresar al muelle, a ver si recuerdo algo
más…
—Sí, pero todavía no, —dijo Mircea, hablando finalmente.
—¿Por qué? Estoy dispuesta a correr el riesgo. —No había disfrutado del último viaje, pero
Marlowe tenía razón. Necesitamos hechos y los necesitamos ahora.
—Yo... no estoy seguro de que lo estés. —Mircea se levantó y se acercó al bar, pero no se sirvió
nada. Se giró, con las manos sobre la madera pulida detrás de él, con el rostro inexpresivo. Y me
miró. —No estoy seguro de que sepas cuál es el riesgo.
Eché un vistazo a los demás, pero no obtuve ninguna ayuda. Todo el mundo estaba mirando a Mircea.
Todo el mundo, pero Louis-Cesare. Él me miraba, pero no dijo nada.
Obviamente, esta tenía que ser la historia de Mircea para contar.
Y él la contó.
— ¿Recuerdas cuando nos conocimos por primera vez?
Sólo lo miré fijamente. Fue bastante inolvidable. Yo había intentado apuñalarlo, confundiéndolo con
su hermano, el hombre que había ordenado la ejecución de mi madre.
Mircea había huido del país después de convertirse en vampiro, horrorizado por su transformación y
por el miedo a herir a los seres que amaba, incluyéndome. Él no sabía que ella estaba embarazada en
el momento en que se fue y se enteró cuando volvió y vio una inconfundible semejanza en las
características de la niña que trataba de destriparlo. Había entrado en mi historia, lo poco que yo
sabía. Ella había ido a pedir ayuda al Señor del lugar, que era el hermano de su marido
desaparecido.
Y fue brutalmente asesinada por su molestia.
—Por supuesto que sí, —dijo Mircea, mirándome. —Fue una pregunta estúpida.
Empezó a pasearse. Si no lo hubiera conocido mejor, habría dicho que él estaba paseándose,
nervioso. Pero Mircea no se ponía nervioso. O si lo hacía, nunca lo demostraba.
—Te llevé a Italia, —dijo, mirando por la ventana. —No sabía qué otra cosa hacer. Vlad sabía que
era sólo cuestión de tiempo antes de que descubriera su traición y él tenía la intención de matarme
antes de que pudiera matarlo. Si yo hubiera tenido un maestro, un familiar, en quien confiar, no habría
sido un problema. Pero no lo tuve.
Asentí. Mircea había sido maldecido con el vampirismo, no realizado a través de la mordedura de un
vampiro, por lo tanto había estado por su cuenta desde el primer día. A menudo me preguntaba si eso
era lo que le había hecho tan cauteloso como era, tan poco dispuesto a confiar en nadie.
Tal vez nunca había tenido la oportunidad de adquirir el hábito.
—No recuerdo Italia, —le dije.
—No. No lo haces. —Mircea había borrado de mi mente todo lo relacionado con Vlad, para que yo
no volviera y tratara de terminar el trabajo. Y por alguna razón, había tomado un montón de otros
recuerdos también.
—Sí, —dijo Radu de repente. —Teníamos un chalet encantador. No es que yo estuviera allí,
entonces por supuesto, pero más tarde... —Se calló cuando todos lo miraron. —Eh, yo... creo que
voy a ir a tomar un café. ¿Kit?
—No quiero café, —en breve dijo Marlowe.
—Sí, pero me vendría bien la ayuda.
—Obtén un sirviente para que te ayude.
—Kit…
—No te preocupes, —le dije a Radu. —Probablemente nos dieron la habitación con micrófonos, de
todos modos.
Marlowe no se molestó en negarlo.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —Le pregunté a Mircea.
—Es... algo relevante para nuestra situación actual. Pero si prefieres privacidad…
Parecía casi esperanzado.
—Yo preferiría saber de lo que estás hablando.
Mircea nunca hablaba sobre el pasado o casi nunca. Estaba consiguiendo lo que podía, mientras
pudiera.
Antes de que él cambiara de opinión.
—Muy bien. Fuimos a Italia, —dijo y luego se detuvo. Pero esta vez fue al parecer sólo para ordenar
sus pensamientos, porque siguió un momento después. —No teníamos un chalet, —me dijo. —O un
palazzo, mientras estuvimos en Venecia en aquel tiempo. Había tenido que dejar Valaquia con muy
poco dinero y la mayor parte de éste había sido gastado en los años antes de conocernos. Pero me
ganaba la vida como tahúr…
— ¿Un tahúr?
Una ceja arqueada. —¿Eso te sorprende?
—No, —dije lentamente. Podía verlo, aunque parezca extraño. Mircea siempre sonaba como la voz
de la razón, un mar de calma en comparación con la tempestad de Marlowe. Pero él se arriesgaba
cuando lo necesitaba. Él simplemente no apostaba por las cosas pequeñas.
—He descubierto que es fácil cuando eres un vampiro, —dijo con ironía. —Aunque no lo hice tanto
como me hubiera gustado. Venecia no era tan grande en esos días y se corría la voz cuando alguien
no perdía nunca
—Pero lo hicimos bien, —supuse.
—En lo económico, sí. Pero hubo problemas....
—¿Qué tipo de problemas?
—Lo habitual. Era un extranjero, y aunque Venecia era una ciudad portuaria, había una cierta
cantidad de prejuicios en la comunidad humana. Y entre los vampiros, siempre hubo aquellos que
desean añadir un vampiro solitario, sin amo a su redil, si pensaban que podría ser de utilidad, si él lo
deseaba o no. Y luego estaba la dificultad de vigilar la situación de regreso a casa desde la distancia
y los problemas de salud con mi viejo tutor, que estaba conmigo, y todas las cosas acerca de mi
condición todavía relativamente nueva que aún tenía que averiguar y… —Él miró hacia arriba. —Y
luego tú.
—¿Qué pasaba conmigo?
—Fuiste manejable, al principio. Hostil a veces y suspicaz, aislada en una ciudad nueva en la que no
hablabas el idioma y resentida por la ropa que te hice llevar y los modales que Horatiu trataba de
inculcarte.
—¿Cómo comer con un tenedor?
—No eran comunes en la época, por suerte. A pesar de que no eras mejor con las cucharas,
prefiriendo simplemente inclinar la taza y beber de ella.
—Tenías a una pequeña bárbara en tus manos, —le dije, avergonzada. Aunque no estaba exactamente
pulida hoy en día.
—Era comprensible. Habías vivido por tu cuenta, sobrevivido por tu cuenta, desde hace años. No
fueron tus modales los que me preocupaban.
—Fue que yo era dhampir.
Se quedó en silencio por un momento. —No, —dijo finalmente. —Fue que te estabas muriendo.
Parpadeé hacia él. —¿Qué?
—No entendía el problema, al principio, —dijo en voz baja, sentado en el cojín que Ray había
dejado vacante. —Yo apenas sabía lo que era un vampiro en aquellos días y mucho menos un
dhampir. Pero algo estaba claramente equivocado. No estabas comiendo. No estabas durmiendo. Me
desperté varias veces para encontrar que no estabas y tuve que recorrer la ciudad por ti. Una vez te
encontré, inconsciente, rodeada de perros salvajes. Si hubiera llegado unos minutos más tarde…
—¿Estaba enferma? —Le pregunté, confundida. Porque yo nunca estaba enferma.
—No. O, mejor dicho, no de una manera humana.
Se levantó nuevamente, como si no pudiera permanecer sentado y luego se sentó de nuevo, como si
no encontrara nada útil en el pasearse.
—Finalmente me di cuenta de que los dos lados de tu naturaleza estaban fuera de equilibrio y que
competían entre sí. Tu mitad vampiro estaba creciendo en poder tan pronto como el mío lo hizo,
como alguien que estaba en la vía rápida para convertirse en un maestro. Sin embargo, tu lado
humano... era humano. Te estabas convirtiendo inundada por tu otra mitad, consumida, socavada. Y,
tenía mucho miedo, pronto estarías totalmente superada.
—¿Por qué no dejarlo? —Le dije con dureza. Dios sabía que lo había intentado más de una vez.
Pero él negó con la cabeza. —Tú no eres vampiro, Dorina. No eres humana. Eres ambos y ninguno.
Así como los magos se vuelven locos tratando de alimentar a una parte de su propia naturaleza, tú no
puedes existir sin tu mitad vampiro. Y esa no puede existir sin ti. Se necesitan la una a la otra. Pero
también se estaban matando una a otra. O, para ser más precisos, te estaba matando. No
intencionadamente, pero eso no importaba. Se estaba haciendo demasiado fuerte, demasiado rápido y
no podías mantener el ritmo.
—Pero, obviamente, lo hice.
Mircea volvió a levantarse. Tuve ganas de gritarle para que aplacara su maldita mente, porque el
movimiento constante no estaba haciendo ningún bien a mis nervios. Pero no lo hice. No parecía
como si se estuviera divirtiendo con esto, tampoco.
—Traté de encontrar ayuda, —me dijo. —Pero no había nadie para ayudarme. Nadie que supiera lo
suficiente sobre dhampirs para decirme algo. Dondequiera que iba, el mensaje era el mismo: ella no
vivirá. Ellos nunca viven. ¡Hazle un favor y ponle fin a su vida, antes de que el proceso la conduzca a
la locura y ella acabe con la vida de todos a su alrededor!
Sus ojos destellaban en brillante ámbar, como solían hacer cuando su poder se levantaba y su rostro
tenía pegado un gruñido. Parecía enfadado, de repente, furioso, como rara vez lo había visto. Y no
envidié a quien fuera quien le había dicho eso.
Yo no dije nada, pero él se volvió hacia mí de todos modos. —Pero tú eras Mía. Mi hija. Y yo no te
dejaría.
—¿Qué hiciste?
—Te salvé. De la única manera que sabía hacerlo. Se necesitaba tiempo. Tiempo para que tu mitad
humana madurara, para ponerse al día con tu lado vampiro. Pero como estaban las cosas, no tendrías
ese tiempo, nunca esa oportunidad.
—Mircea. ¿Qué hiciste?
Se lamió los labios y a continuación lo que salió de ellos. No fue nada de lo que había esperado y
todo lo que había sabido siempre. —Yo... las separe. No físicamente, por supuesto, las mitades
gemelas de tu naturaleza comparten un cuerpo. Pero mentalmente. Usé mi habilidad en crecimiento
con tu mente... poniendo una barrera entre las dos partes de tu naturaleza, en tu conciencia. Para que
no estuvieran despiertas, no conscientes, al mismo tiempo. Para que no interfirieran en su desarrollo
entre sí.
Me quedé mirándolo fijamente, pero él no se detuvo. No me dio tiempo a asimilarlo. Como si tuviera
miedo de que si dejaba de hablar, no empezaría de nuevo.
—Y luego borré las partes de tu memoria que estaban estropeadas. Donde las grietas habían
comenzado a formarse a causa de tu consciencia compartida. Al principio, pensé que perderías sólo
unos meses, los peores, cuando habías comenzado a deteriorarte tan rápidamente. Pero una vez que
empecé, me di cuenta de que la mente no es tan simple. Que los recuerdos no son tan simples. Se
conectan de manera extraña, entrelazados por una miríada de cosas, un olor, un sonido, un sabor.
Tuve que sacar un mes completo de tus recuerdos de cuando eras niña, porque el sonido de la
campana de un barco, tocando al aire libre durante uno de tus ataques, había tenido el mismo tono de
una campana de iglesia en la ciudad que estábamos pasando entonces....
—Me dijiste que borraste mis recuerdos a causa de Vlad, —le dije aturdida. —Dijiste…
—Sí, y eso no fue mentira. Pero eliminar tu interés en obtener venganza contra mi hermano era algo
relativamente menor. No hacía falta borrar años de tu memoria. Pero ganaste un elemento de paz, un
respiro de paz, lo hiciste.
—¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué nunca me lo dijiste?
—Pensé en hacerlo, innumerables veces…
—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? —Pregunte, incrédula. —¿No pensaste que me merecía saberlo?
— ¡Por supuesto que merecías saberlo! Algunos de los recuerdos que tuve que quitarte eran de tu
madre. ¡Nunca te hubiera privado de esos! Nunca…
Él se dio la vuelta.
—Tenía miedo, —me dijo, después de un momento. —Estaba... esto no era algo que me enseñaran a
hacer. No tuve un maestro cuyo consejo pudiera pedir. Había hecho lo que había hecho por
desesperación y había funcionado. Pero por cuánto tiempo permanecería en duda. Y la mente es
ingeniosa. Cuanta más información tenga, más fácilmente puede tender puentes entre y alrededor de
las áreas dañadas. Cuanto más rápido puede poner las piezas juntas. La idea era darte tiempo…
—Pero has tenido tiempo. Has tenido quinientos años. No crees…
—¡Sí! Pensé. Una y mil veces, pensé. Pero estabas viva. Estabas cuerda. No del todo feliz, tal vez,
pero muchísimo mejor que la gran mayoría de los dhampirs que han vivido. Estaba mortalmente
aterrado de hacer cualquier cosa para alterar ese equilibrio. Pero te las arreglaste para encontrar una
manera de hacerlo tú misma.
Me tomó un momento comprender lo que acababa de decir, porque mi mente —y lo que quedaba de
ella— aún estaba conmocionada. —El vino Fey.
Él asintió con la cabeza.
Lamí mis labios. —Claire piensa... Ella dijo que era como cerrar una válvula en un motor y dejar que
la presión se acumule.
—Una analogía apropiada. Y una de la que me di cuenta demasiado tarde. No fue sino hasta después
de los eventos en el muelle, cuando entré en tu mente para recuperar tus recuerdos, que entendí... y
las grietas eran demasiado grandes, demasiado grandes para que yo las reparara. No sabía cuánto
tiempo más la presa que puse en su lugar habrían durado, pero... ahora se está desmoronando.
—¿Desmoronando? —Había estado mirando mis manos, pero ahora alcé la vista.
—Pero lo hiciste una vez, —interrumpió Radu. —Sin duda…
—¡Era una niña entonces, Radu! Ella ya no lo es y es poderosa.
—Bueno, sí, pero también lo son cualquier número de otros y nunca has tenido ninguna dificultad
con…
—Radu. —Fue Kit.
—Sí, bueno. Aún así.
—Dorina ha heredado mis habilidades, hasta cierto punto, —dijo Mircea, mirándome a los ojos, y
luego mirando a otro lado. —No sé hasta qué punto, pues nunca se les ha dado expresión adecuada.
Eso requiere una mente entera, algo que nunca ha tenido.
—Por eso nunca... no ganó nada... —le dije, pensando en los poderes que todos los maestros
vampiros adquirían, si vivían lo suficiente. Algunos más de uno. Pero yo nunca había desarrollado
ninguno de ellos.
—Sí. Por eso, cuando aparecieron grietas en la separación entre las dos partes de ti, empezaste a ser
capaz de hablar con la mente. No lo podías hacer con tu mitad vampiro aislada, ya que esa es la parte
de ti que tiene esa capacidad.
Me quedé en silencio por un momento, pero fue inútil. Ni siquiera podía empezar a procesar todo o
incluso a formar las preguntas correctas. A excepción de una.
—¿Por qué me dices esto ahora?
Mircea no dijo nada, pero Marlowe tomó la palabra.
—Crees que es por eso que ella no puede recordar lo que sucedió después de ser atacada, ¿verdad?
Que ella se metió en su naturaleza vampírica. Que esa es la parte de ella que tiene los recuerdos que
necesitamos.
Mircea asintió. Y entonces él me miró. —No quiero hacer esto. No puedo reparar el daño a la
división que puse en marcha, pero no puedo evitar que cause más.
—¿Y esto causará daño?
—No lo sé. Tampoco tengo nadie a quien preguntarle. Pero incluso si no es así, es la otra parte de
ti... —Sus ojos se encontraron con los míos y eran graves. —Y no creo que quieras cumplir con ese
papel.
—¿Por qué? —preguntó Louis-Cesare. —Yo la conozco. Ella es Dory…
—Ella es Dorina, —corrigió Mircea bruscamente. —Ella no usa el diminutivo. Nunca. Y es
peligrosa.
— ¿Qué maestro de primer nivel no lo es?
— ¿Primer? —Dijo Marlowe bruscamente.
—Mi contacto con... Dorina... ha sido limitado, —dijo Mircea. —Ella no confía en mí. Soy lo que
ella caza. Pero sí. Esa sería mi estimación de su poder.
—Un maestro loco de primer nivel, —murmuré. —¿No hemos estado aquí antes?
—No. —Ese fue Louis-Cesare.
—Sí. Supongo que tengo más en común con Christine de lo que pensaba.
—¡Tú no eres como Christine!
—Es curioso. Eso no es lo que mis víctimas dicen.
— ¿Qué víctimas?
—O bien, supongo que debería decir, las víctimas de Dorina. Ella ha acumulado un vasto número de
cuerpos.
—Al igual que todos nosotros, cuando es necesario. Si no hubiera “apilado” los cuerpos anoche, mi
Maestro estaría muerto. Es eficaz en matar, pero eso no es en sí mismo un mal. O si no todas las
naciones de la tierra con un ejército serían malvadas. Todo oficial de policía que ha matado en el
cumplimiento de su deber…
—¡La policía mata para proteger!
— ¿Y cómo sabes que ella, que tú, no lo haces?
—¡Deja de llamarme así! ¡No soy ella! Yo no mato por deporte.
—Y otra vez más me pregunto, ¿por qué crees que lo hace? ¿Cuándo la has visto…?
—¡No la veo! Nunca la he... casi nunca... la he visto.
—Entonces, ¿cómo lo sabes? —Insistió. —Te despiertas rodeada de cadáveres, pero no estuviste
despierta cuando fueron atacados. No sabes qué pudo haberlo provocado. Sólo que ellos están
muertos. Si Dorina de repente despertó anoche en la Central, después de que entró, ella podría no
haber pensado.
—¡Esto no es lo mismo! ¡No tuve otra opción!
—Y tal vez ella tampoco. No lo sabremos hasta que hablemos con ella.
—¡Yo no voy a hablar con ella!
—Entonces yo lo haré, —dijo simplemente Louis-Cesare.
—¿Qué?
—Lo he hecho antes. He hablado con ella una vez, quizás dos veces.
—¿Cuando?
—La última vez fue en tu jardín, hace dos noches. Cometí un error y ella estaba... disgustada...
—Quería atacar a esos fey, —dije, recordando.
—Quería... averiguar si podía ganarles.
—¿Y quién no lo haría? Mucha de nuestra gente, dada la oportunidad, le gustaría una experiencia así.
Se sabe tan poco de ellos... un nuevo enemigo, cuyas habilidades no están del todo o ni siquiera
entendidas en primer lugar. Habilidades cuyo conjunto pueden ser iguales a las nuestras y cuyas
vidas son lo suficientemente largas para haber sido…
Se detuvo, probablemente porque todo el mundo lo estaba mirando.
—No he dicho que tenga la intención de hacerlo.
—Eso sería lo mejor, —dijo Mircea, secamente. Entonces él me miró. —Es tu elección.
Necesitamos la información y es posible que Dorina la pueda tener. Pero no voy a forzar la situación.
Marlowe comenzó a estallar, y la voz de Mircea se agudizó.
—Es tu decisión. Tu riesgo. No puede ser de otro.
Radu se aclaró la garganta. —Hay, bueno, una cosa, —dijo tímidamente.
Mircea lo miró.
—Yo... nunca he conocido a Dorina. Ella no me conoce, no tiene razón alguna para confiar en mí. Y
sin confianza, un ancla es inútil.
Louis-Cesare me miró. —Yo iré, —dijo simplemente. —Seré tu ancla, si me lo permites.
Y entonces todo el mundo me miraba.
Una vez más.
Capítulo 33

Me quedé en la silla. Mircea se recostó sobre el cojín, frente a mí. No sé exactamente lo que había
estado esperando, probablemente algo así como lo de la última vez, sólo cayendo la pared, sin
previo aviso y sin advertencia. Pero no había funcionado exactamente así. Saqué mis pies para darle
espacio, y luego alcé la vista.
Y encontré que sus normalmente ojos marrón oscuro se habían vuelto completamente negros.
Me tiró por un segundo, porque el cambio de color habitual que viene con su poder va en la
dirección opuesta hacia la luz brillante —llena de color ámbar. Pero ahora era más como mirar en
dos fondos negros como la tinta. Excepto que incluso la tinta refleja algo de luz en la superficie y sus
ojos no estaban haciendo eso. Se parecía inquietantemente como si no estuvieran allí nunca más, sólo
oscuridad, la nada oscura detrás de sus pestañas, al igual que la niebla hirviendo sobre el acantilado
en los recuerdos en mi mente.
Y entonces todo a mí alrededor, se tornó como si la habitación se hubiera incendiado.
Y a continuación cerrándose por encima de mi cabeza mientras él cogía mis muñecas, para que no me
pusiera de pie, alarmada.
Y entonces saliendo a borbotones delante de mí mientras caminaba a través del espacio y hacia el
otro lado.
Tropecé ligeramente teniendo que adaptarme al encontrarme súbitamente de pie en lugar de sentada,
y al estar en un muelle oscuro en lugar de en una acogedora biblioteca. Sin embargo, sólo me tomó un
segundo, y entonces estaba buscando en el mismo lugar de antes. Excepto por la niebla.
En lugar de evaporarse, fluctuó hacia fuera sobre el suelo, girando a mi alrededor y luego surgiendo
hacia el exterior, hasta que toda la escena estuvo cubierta con ella, a la altura de la cintura. Zarcillos
alcanzando aún más alto, como si se aferran a la oscuridad, llenando de nubes el cielo, las estrellas
intermitentes, y los yates flotando en el anclaje. O el muelle, se sentía tranquilo y libre de sangre.
Obviamente, la diversión no había comenzado aún.
—Parece que llegamos temprano, —dije —a nadie. Porque cuando me di la vuelta, Louis-Cesare no
estaba allí.
Pero había algo más.
Parpadeé estúpidamente en él. Y está bien. Tal vez había sido un poco precipitada con ese
comentario en la-misma-escena.
¿Debido a eso? No era lo mismo en todos.
Estaba mirando a una enorme extensión de piedra gris, lisa en algunos lugares como si el viento y la
lluvia hubieran limado las agudas esquinas, otras donde las marcas de cincel de siglos de antigüedad
permanecían visibles. Se parecía a millares de paredes que había visto, en bordes de carreteras o
ciudades circundantes o parecidas al tipo de pared en toda Europa. Ninguna de las cuales había
parecido cortar a través de la mitad de un SUV en un extremo y un yate en el otro.
Pero eso es lo que esté hacía, dividiendo en dos el puerto desde el estacionamiento a la línea de
flotación y más allá. Miré hacia arriba, sintiéndome mareada debido a que las piedras más altas
estaban a unos cincuenta metros de altura. Te segregué, había dicho Mircea.
Sí. Esa fue una manera de decirlo.
Maldita sea, no es de extrañar que estuviera loca.
Pero, sorprendentemente, el tamaño no era lo más extraño de la pared -que-no-debería-estar-ahí.
Tampoco el enorme barranco abierto en el centro que parecía que alguien había conducido un
autobús de tamaño gigante a través de él. O los añicos dentados que habían estallado antes de la
explosión, el interior de los cuales no eran por completo grises, rocosos y pétreos, optando en
cambio por un rosa palpitante y...vivido.
No, lo que había estirado la piel por todo mi cuerpo eran las hebras de algo viscoso y pegajoso y
brillante que había estallado hacia fuera de la pared, dejando un bosque de vid —con filamentos
rosados detrás. Algunos yacían deformados y retorcidos entre los escombros, increíblemente
dañados. Otros devueltos de regreso a la piedra más cercana, adhiriéndose a ella y luego
hundiéndose en el interior, sólo para mezclarse por debajo sin a dónde ir, como las varices.
Excepto por unos cuantos. No habían muerto ni tampoco encontrado un nuevo punto de apoyo, pero
también eran incapaces de cerrar la gran brecha en el muro. Como resultado, sólo estaban agitándose
en el aire como algas horrible en una corriente inexistente.
O como agarrándose las manos, pensé, tropecé un paso atrás.
Y directamente a los brazos de alguien.
—Estás bien, —Louis-Cesare me dijo, agarrando mis brazos preventivamente.
—¿Todo bien? —Lo sacudí, y dio un paso hacia atrás. Porque de ninguna manera algo de esto estaba
bien así.
—Va a estarlo. —Él miró más allá de mí por un momento, a la pared, pero no parecía tan
horrorizado como yo. Tal vez había sido advertido de antemano, había dicho que él y Mircea habían
hablado. O tal vez no era lo mismo cuando no era su locura expuesta.
Extraño, golpe-hacia afuera, una exposición realmente brutal. Envolví mis brazos a mí alrededor, y
me dije que el frío que sentía era la niebla. O mi imaginación, que parecía estar lo suficientemente
sana.
Me alegró que algo lo fuera.
—¿Dónde estabas?— Exigí, más áspera de lo que había planeado.
Miró de nuevo hacia mí. —¿Quoi?
—Tú no estabas aquí. Cuando llegué, —añadí, porque él me miraba sin comprender.
—Salimos al mismo tiempo.
—¡Bueno, no llegamos al mismo tiempo! He estado aquí durante cinco minutos. —Tal vez más. Sentí
como si hubiera estado mirando esa pared durante un tiempo.
A Louis-Cesare no pareció gustarle esa respuesta. —¿Estás segura?
—¡Bueno, no es como si tuviera un reloj!— Le dije, sólo para que uno apareciera en mi brazo.
Era de oro, con un poco de madre-perla en la carátula —y no era lo mío. De alguna manera me
recordó una posesión de Claire, pero que está en desuso porque la completa transformación de estas
cosas son difíciles en la joyería. Pero eso no explicaba lo que estaba haciendo aquí.
—¿Qué?— empecé.
—Es tu mente. Puedes tener lo que quiera, —Louis-Cesare me informó. Lo cual era genial, excepto
que lo que me gustaría en este momento era una puerta fuera de aquí.
—¿Hay una forma para que aceleremos esto? —Le pregunté firmemente.
Él no respondió por un momento. Tenía la cabeza inclinada hacia un lado y tenía una mirada
distraída, como si estuviera tratando de hablar y escuchar a la TV al mismo tiempo. —Tu padre dice
que está teniendo dificultades... —finalmente me dijo.
—¿Qué tipo de dificultades?
—Manteniendo la conexión. Dice que tenemos que darnos prisa.
—Eso es lo que acabo de decir, —señalé. —¿Cómo puedo acelerar esta cosa?
—Yo...él...no está seguro. Él estaba tratando de ponerte en el momento del apagón que
experimentaste antes. Pero como observador. Deberías de haber sido capaz de ver e informar, sin
tener que experimentar todo de nuevo. O dirigirte a alguien.
—Suena bien, —le dije con fervor.
—Sí, pero no funcionó. Él no sabe por qué.
—Eso es... tranquilizador.
—No lo es, de hecho, —dijo él, mirando hacia arriba. Y no parecía feliz. Estaba frunciendo el ceño
como si Mircea estuviera allí en alguna parte y pudiera verlo. No dije nada porque tenía esperanza
que él tuviera razón.
Por desgracia, eso me dejó con nadie con quien hablar, y mis ojos se aburrieron. Y comenzaron a
serpentear alrededor. Y parecían fascinados por la luz rosácea enfermiza procedente de la incisión
que inundaba el paisaje oscuro, como un reflector.
No sé por qué. No es como si pudiera ver algo. Era lo suficientemente brillante, pero al igual que un
flector real, no funcionaba tan bien en la niebla. Excepto para resaltar protuberancias extrañas,
espirales y destellos en la niebla, enviados de Rorschach —como crías de monstruos silenciosos por
todas partes.
De pronto tuve un severo caso de piel de gallina, y giré mi cabeza alrededor, convencida que sólo lo
había vislumbrado…
No había nada.
La única cosa que estaba detrás de mí era una larga sombra de una farola, parpadeando dentro y fuera
de la vista en la niebla agitada.
Miré por un momento de todos modos, incluso después de que lo había identificado, porque de
repente me di cuenta de que no quería mirar alrededor más. No quería ver algo más sustancial que
una sombra. No quería saber lo que podría haber llegado a través de esa brecha.
Porque seguro había algo. Y teniendo en cuenta que el muro probablemente estaba en mí no-muy-
original cerebro, no era difícil adivinar qué. Y a pesar de que era una especie del objeto de esta
expedición, ahora que llegaba el momento, me di cuenta de que no estaba tan interesada en el
funcionamiento de esa otra parte de mí. Esa funesta, parte retorcida y enferma que había hecho todo
lo posible por ignorar, evitar y reprimir generalmente en el infierno por todos estos años.
Y yo estaba bastante bien con mantener el status quo.
Pero mi cerebro, mi tan-desordenado y tan-servicial cerebro, tenía otras ideas. Siguió mostrando
destellos de algo encorvado a través de la niebla, parpadeando en los bordes mismos de mi visión,
pero permaneciendo cerca del suelo. Cómo ocultándose. Poniéndose a cubierto, pero aún visible en
destellos, como con la sombra del poste de luz. Vislumbres encorvados y deformes que me miraban
con terribles ojos rojos de demonios.
No podía ver muy bien, ya que no era capaz de forzar mis ojos para enfocarse. O girar mi cabeza; de
repente parecía gustarme este trozo de tierra bastante, gracias. Pero lo que pude ver no parecía
humano.
Por supuesto que no, pensé, sintiendo que el sudor empapaba el cuerpo que compartíamos, y mi piel
empezó a erizarse. Quería gritar y retroceder y girar como alguien que tenía un insecto horrible en el
brazo. Sólo que este insecto no caería porque este insecto era yo, era parte de mí, y se arrastraba a
través de la niebla, como por lo general se arrastraba debajo de mi piel. Siempre al acecho, nunca
dejándome, nunca dejándome simplemente vivir, simplemente ser, como una persona normal, porque
yo no era una persona normal y gracias a él yo nunca lo sería y lo odiaba, odiaba, ODIABA…
—¡Augghh!
Lancé un brazo cuando algo de la niebla me cogió, enviándolo tambaleante hacia atrás.
Y luego, tardíamente lo reconocí Louis-Cesare.
—¿Estás... bien? —Me preguntó con cautela.
—Por supuesto que estoy bien, —le espeté, mirando alrededor, enojada porque yo no lo estaba. No
lo suficiente, de todos modos. Podía sentirlo, una marea roja caliente, fuego lento en algún lugar en el
fondo de mi mente —o lo que quedaba de ella. Pero no podía alcanzarme, no podía evitarme, ni
siquiera podía acercarse.
Porque había algo en el camino.
Algo que enfriaba mi carne y hacía que mi aliento llegara más rápido.
Algo que se sentía mucho como el miedo.
Y no podía permitir eso. La ira era calor y luz y una fracción de segundo, tiempo cargado de
adrenalina. Pero el miedo no lo era. El miedo era frío, oscuro, debilitante y paralizante. La gente que
está demasiado enojada a veces perdía la pelea, pero la gente que está demasiado asustada siempre.
Enroscándose en lugar de atacar, rogando por su vida en lugar de luchar por ella.
Y yo no era así. No me acostaría y simplemente sería absorbida por ésta...esta cosa. Al igual que
hace siglos no lo había hecho.
No la dejaría ganar.
Moriré primero, susurré ferozmente, demasiado bajo incluso para los oídos de un vampiro. Moriré y
te llevaré conmigo.
Louis-Cesare miró alrededor nuevamente. Pero ahora estaba de regreso mirándome. —Yo no lo
estoy, —me dijo rotundamente.
—¿Qué?
—Yo no estoy de acuerdo. Aquí hay algo mal.
Una risa estalló fuera de mí antes de que pudiera detenerla, fuerte y un poco loca. —¿Eso crees?
Él frunció el ceño. —Sí, creo. También creo que debemos salir de aquí.
—Sabes lo que está en juego.
—También sé lo que está en juego para ti.
—¿Cómo?— Exigí, desconcertada. —Yo no lo sé.
Y no lo hacía. No sabía lo que pasaría cuando yo-y-mi-otra-mitad tuvieran una reunión largamente
esperada. No sabía lo que iba a cambiar.
Tal vez nada. Tal vez no sería más que una repetición de esa escena en el jardín —aterradora por
unos minutos, porque sí, sí, podría admitir ahora que Louis-Cesare tenía razón, había estado muerta
de miedo esa noche. Pero no había muerto, no había cambiado, no había ido a más en la locura— no
que yo lo hubiera notado.
Pero claro, no lo fuera, ¿lo haría?
Por supuesto, todo había sido por pocos segundos, y esto probable fuera por mucho más tiempo, pero
la idea era la misma. Si la otra vez no me había hecho daño, tal vez esta no lo haría tampoco. Tal vez
estaba trabajando encima de todos sus estados para absolutamente nada.
Sólo que no se sentía nada.
Se sentía como si estuviera por ahí, todo lo que me estaba acechando a través de la niebla, era
malévolo. Aterrador. Temeroso. Como si no le gusta más de lo que me gustaba esto. Al igual que le
gustaría que me retirara, incluso me matara.
Como si no estuviera más cómoda conmigo dentro de su piel como a la inversa.
Y eso no era tan sorprendente, ¿verdad? Cuántas veces había pensado, ¿si esto simplemente
muriera? Si solo no estuviera allí, tal vez estaría bien. Tal vez con el tiempo podría aprender a ser
normal, o puede que aprendiera a fingir lo suficientemente bien como para llevar una vida normal.
Mi vida, en lugar de la distorsionada de tiempo compartido que habíamos pasado.
¿Sería tan extraño si hubiera pensado lo mismo?
—¡Dory!
Salté, y miré hacia atrás hacia Louis-Cesare, que ahora estaba a unos pocos metros a la izquierda. Se
había movido o había sido yo, inconscientemente siguiendo las corrientes en la niebla. ¿Y no era sólo
una idea genial para tener en este momento?
—¿Qué?
—Te llamé por tu nombre varias veces, no respondiste.
—Yo estaba... distraída. —Y entonces conseguí un buen vistazo de su cara. —¿Qué está mal ahora?
—No sé por qué, pero...estoy teniendo dificultades para comunicarme con tu padre.
Miré a mi alrededor. —No me digas.
—¿Qué?
Me lamí los labios y le devolví la mirada. —Recuerdas lo que dijo Mircea. Que heredé sus
habilidades mentales, pero son llevabas por su... en su lado del cerebro, por así decirlo. Estamos
bajo su control, no el mío.
—Pero, ¿qué tiene eso que ver?
—Así que si ella quisiera bloquear...
—¿Crees que ella es más poderosa que tu padre?
—No necesariamente...— le dije, no sintiéndome segura sobre esto.
—Pero ellos son casi de la misma edad, y él ha tenido que dividir su tiempo entre muchas cosas
diferentes a lo largo de los años. Tuvo que usar un montón de sombreros. Ella no lo hizo. Ella podría
haberse especializado…
—Pero aún así.
—…y ésto es su cerebro. Ella lo conoce mejor que él. Ella tiene que hacerlo.
—Ella —Louis-Cesare se detuvo. —¿Por qué estamos hablando de ella como una persona
independiente? No hay ella. Sólo estás tú.
—¿Estás seguro sobre eso?— Le dije, mirando a su alrededor otra vez.
—¡Sí! Ella es...eres...lo mismo. En cualquier forma. Estás… —Se interrumpió, como si tratara de
poner lo imposible en palabras. Y parecía estar teniendo algunos problemas con ello.
Únete al club, pensé sombríamente. Era mi cabeza y yo no sabía qué diablos estaba pasando. ¿Y por
qué creo que no me iba a gustar cuando lo descubriera?
—Dorina...ella es como tú hubieras sido, si hubieras nacido completamente vampiro, —dijo
finalmente. —Por lo tanto hay... variaciones... en el enfoque, en la manera de pensar, reaccionar, de
luchar.
—Así que, prácticamente idénticas, entonces.
Él me miró con el ceño fruncido. —En esencia, sí. En su sentido del honor, su humor, su innata
bondad.
Me eché a reír.
Frunció el ceño más. —Es verdad. En todas las formas en que importa, eres la misma.
Sí. Eso era lo que yo temía.
—Ahora, por favor. Permanece cerca mientras trato de contactar a tu padre.
—Okeydokey.
No iba a ninguna parte. Pero la cosa era, que no pensé que tuviera que hacerlo. Tuve la clara
sensación de que lo que por ahí afuera venía por mí.
Y supuse que no debería haber sido una sorpresa.
Yo nunca había pensado en ello antes, pero tal vez obstaculizó también su estilo. Tal vez ella resintió
ser despertada en medio de un alboroto agradable por alguien demasiado horrorizado para terminar
el trabajo. Tal vez ella odiaba mi debilidad, mi humanidad, tanto como yo odiaba a su maldad-
vampiro, su perversidad. Tal vez en lugar de un insecto arrastrándose, ella me veía más como una
especie insidiosa —una sanguijuela, tomando su fuerza, su energía, su habilidad y derrochándolos.
Viviendo una vida sin maestro vampiro habría considerado para tanto como un momento, sin familia,
sin siervos, sin respeto.
Sí. Eso probablemente con agallas.
Si había una constante en la sociedad de vampiros, una cosa que lo definía más que cualquier otra,
era la jerarquía.
Todo el mundo conocía su lugar y se quedaban condenados en él. A menos que estuvieran dispuestos
a luchar —posiblemente hasta la muerte— por uno más alto.
Algunas personas pensaban que valía la pena el riesgo, porque el status decidía todo, desde a quién
sirves a quién te sirve. Desde qué se tendría en cuenta para una alianza hasta los aspirantes —o si no
— para casarse. Desde donde puedes vivir a qué puestos de trabajo podrías llegar o quién pasaba
por una maldita puerta primero. El estatus lo era todo.
Pero los dhampirs no tenían estatus.
Los dhampirs ni siquiera estaban en la escala.
Me pregunté cómo se había sentido ella sobre eso. Cómo se habría sentido teniendo incluso bebés
vampiro menospreciándonos viendo hacia abajo sobre nosotras, viendo que ellos nos insultan, nos
denigran, nos relegan a las puestas de atrás a la entrada de la servidumbre “como el resto de la
basura.” ¿Cómo se había sentido sabiendo que nosotras —que ella— era perfectamente capaz de
destruir a una gran cantidad de ellos.
¿Y cuánto tiempo había pasado antes de que el resentimiento burbujeara a través del odio, del odio
hacia ellos, al odio a mí? La cobardía, la parte débil y humana de ella que desempeñaba los
reglamentos que otros habían puesto y compactado por los bordes de la sociedad vampírica por
cualquier migaja que le lanzaba, ¿cómo un perro enfermo? No era de extrañar que se volviera loca de
vez en cuando, matando todo a la vista de pura rabia porque no podía matar a la que ella realmente
quería.
Yo.
Sólo que ahora ella podía, ¿no podía ella? Eché otro vistazo a esa pared en ruinas al enredo
sináptico o lo que sea que fuera, y se dio cuenta intelectualmente lo que en mi piel se arrastra había
(76)

sabido desde el primer vistazo. El vino fey había soltado dejado al tigre fuera de la jaula.
Y tenía hambre.

Capítulo 34

A fin de cuentas, en realidad no fue una gran sorpresa cuando Louis-Cesare repentinamente levantó la
vista, con el rostro perplejo.
—Pasa algo…— Yo empecé, y me detuve.
Por un segundo, veía como una señal de TV anticuada yendo a descompuesta. Todo el color drenado
de su cuerpo y en líneas irregulares borrosas por un momento. Y luego simplemente se apagó. Era
casi un alivio.
Ella había tomado lo suficiente de mí, a través de los años. Familia, amigos, sensatez. Y alguna
posibilidad de pertenencia en cualquier lugar. Ella no iba a tenerlo a él, también.
—Él no es como nosotras, —le susurré, en continua confusión. —Él es honesto y obstinado y
estúpidamente valiente. Y piensa que nosotras somos iguales. Pero nosotras sabemos que no es así.
¿Lo hacemos... hermana?
No hubo respuesta. Qué sorpresa.
Eché un vistazo al Wharf. Yo lo había visto como era ahora, tendido inmaculado y limpio, esperando
bajo la luz de la luna por la escena que estaba a punto de desarrollarse. Louis-Cesare lo había visto
después, manchado de sangre y ceniza lo que quedaba de mi compañero. Lo que nosotros
necesitábamos era lo que había sucedido en el medio, y sólo una persona que yo conocía lo sabía.
Me fundí en la niebla, dando vueltas alrededor de la pared que tenía la sangrienta herida.
Y los recuerdos que se encontraban en el otro lado.
No había otra opción. Yo no sabía cómo salir, no habría hecho ningún bien y si yo lo hiciera. Dejarlo
sería sólo posponer lo inevitable. Yo iba a tener que enfrentarme a ella, tarde o temprano, en su
territorio o en el mío. Porque yo no hice ese muro que pensaba juntarnos. Yo no sabía cómo
repararlo, y Mircea ya había dicho que yo no podía hacerlo, no a su nivel de poder.
Lo que significaba que él ya me había comprado ese tiempo mientras yo pudiera. Y de alguna
manera, mirando el gran tamaño de la cosa, de la maldita fortaleza que él había tenido que construir
para encarcelarla, yo sentí mi ira contra él evaporándose. Podría resentirlo por no decirme, por no
haberme dado la opción, pero por una vez, yo lo entendía. Él había dicho que él había estado
diciéndome que la preocupación podría debilitar la separación, y que no sería capaz de para
compensarlo. Yo no lo dudaba.
No sabía cómo él había construido la maldita cosa en absoluto.
Miré hacia las paredes por una fracción de segundo mientras me ponía en el hueco. No pude salvar
más que eso, y no mantener un ojo acechando. Pero yo no lo necesitaba. El tamaño de ellos, el gran
peso, se levantaron a mi alrededor, más masivo incluso de lo que me di cuenta, por encima de mi
cabeza como riscos y desapareciendo en la distancia como un barranco.
No había ningún final a la vista, la niebla que oculta todo más de diez, doce yardas por delante. Pero
eso no importaba. El costo en el poder, la única moneda real del mundo de los vampiros, por lo que
yo podía ver lo que debía haber sido...
Dios. Debió haber sido asombroso.
No había manera que lo había hecho todo a la vez. Mircea había estado en la vía rápida para el
estatus de maestro, alimentado por la inteligencia, ambición y pura rabia desenfrenada en una vida
que había sido cualquier cosa menos justa. Pero el nuevo maestro no había hecho esto, tampoco.
O incluso uno viejo. No todos a la vez. Eso debe haberle tomado años-siglos-de verter la fuerza
dentro de mí. De empujando de vuelta el poder de una criatura tan sólo unas décadas más joven que
yo, una cantidad trivial en términos de vampiros. De seguir constantemente y adicionar la protección
que había construido, piedra a piedra, centímetro a centímetro, siempre sabiendo que un error podría
liberarla.
Y destruirme.
La niebla era más espesa aquí, atrapado entre los lados de la grieta, el encharcamiento en el centro
hasta el punto que estaba casi exactamente a la altura de los ojos. Los zarcillos rozaron mis mejillas
y se acurrucaron alrededor de mi cara, por lo que era difícil de ver, y la calidad amortiguada no
estaba ayudando a mi oído, tampoco. Pero me resultaba difícil concentrarme en el peligro.
Yo estaba demasiado ocupada concentrándose en algo más.
¿Por qué yo había hecho esto? Esto no tenía ningún sentido. Ningún maestro con ese tipo de poder
vampiro pierde, particularmente cuando no eran jóvenes y vulnerables. Él lo había dicho, y yo no
tenía ninguna razón para dudar de él: otros vampiros habían estado tratando de añadirlo a sus
colecciones. ¿Y por qué no? Tales regalos mentales eran raros.
Acoplado con su apariencia y encanto y yo podría nombrar... teniendo de hecho un adorno para
cualquier tribunal. Eso debió de ser una constante lucha para mantenerse independiente, para
permanecer fuera de su alcance, para mantener un sentido de sí mismo en vez de subsumirse en
alguien con más ambiciones, con otras necesidades.
Entonces ¿por qué perder el poder que él necesitaba tan malamente?
¿Por qué desperdiciarlo en mí?
— ¡Dory!
Yo escuché algo a través de la niebla, pero era débil, como un eco distante. O posiblemente no
existía en absoluto. El barranco atrapaba el sonido, desviándolo, haciéndolo parecer como que venía
de todas las direcciones a la vez. Y la niebla era cada vez más espesa, casi como si estuviera
empujándose hacia mí, tratando de cerrar mi camino.
— ¡Deja de pelear conmigo!
La voz llegó de nuevo, pero eso no tenía sentido.
—No estoy peleando contigo, —yo murmuré. Y no lo estaba. No estaba haciendo nada, mi mente
confundida por el miedo y la confusión y... y algo más.
Algo imposible.
Pero no había otra explicación. Yo había sido una niña, acercándose rápidamente a la locura y uno en
eso. Yo no podría haberlo ayudado. Yo no podría haber sido otra cosa que una perdida. Él debería
haberme dejado, debería haber hecho lo que cualquier otro maestro habría hecho y reducirme. O
seguido el consejo de los llamados especialistas y humanamente ponerme abajo antes que me incline
sobre el borde completamente.
Pero él no lo hizo.
Y lo intenté mientras pude, yo podía venir con una sola explicación para eso.
Yo pasé una mano sobre la textura suave y carnosa de la pared. Esto ya estaba sanando los daños,
incluso si eso no podía cerrar el hueco. Y de alguna manera, no parecía tan horrible ya.
No parece fea en absoluto, de hecho.
Rápido y cálido, se sentía como lo que era: una cicatriz de curación. No es que yo tuviera un montón
de experiencia con ellos. Los Dhampirs tenían cicatrices, por la misma razón que nosotros no
podíamos conseguir tatuajes o piercings o tantas otras cosas. Nuestras habilidades curativas las
eliminaban, las borraban de nuestra piel en cuestión de días o semanas, como si nunca hubieran
existido. Dejando sólo la fresca, nueva piel detrás.
Pero la mente no sanaba de esa manera. La piel podía olvidar, pero la mente... recordaba. Hasta el
punto que a veces sentía que mi cabeza estaba llena de cicatrices. Otros no las podían ver, pero yo
podía.
Y cada vez que me acercaba demasiado a alguien, tropezaba con una.
La niebla era más espesa ahora, empalagosa, asfixiante. Sin el velo nunca más, ni siquiera me
gustaba el gas. Más como hojas húmedas regaban mi abofeteada cara, como si yo estuviera tratando
de empujar a través de un campo ropa húmeda. Y sirviendo como él perfecto telón de fondo para las
docenas de imágenes.
Ellos aparecieron fuera la niebla, sólo el más elemental de los parpadeos al principio, y entonces
más y más, amontonándose en torno a todas partes. La mayoría eran desconocidos, aunque era difícil
de decir.
Ellos se veían como destellos de viejas películas mudas proyectadas que fueron hojas erráticamente
sopladas en el viento. Yo vislumbré una visión de un salón de baile, de enormes vestidos girando
contra espejos intermitentemente, vi siluetas de ramas de árboles quemados contra surcos llenos de
cuerpos, vi caras, tantas caras.
Y entonces vi algo que no conocía en absoluto, pero que me atrajo hacia delante como una mano. No
era la escena más dramática. En realidad era una de la más plebeya. Sólo en la habitación con
paredes de estuco y pintura escamada, y una gran ventana abierta a la noche.
Polvorientos rayos de luz de luna en cascada en un sucio suelo de madera, que estaba oscureciendo
un poco en el camino de los muebles. Unos pocos bancos simples en torno a una elaborada mesa
tallada, sus brillantes patas de madera oscura y sacacorchos haciendo que se vea como si
estuviésemos en otra habitación. O tal vez otra casa.
Un caballete estaba puesto junto a la mesa y una vela, parpadeaba en la brisa de la ventana, asentada
en la parte superior de la misma. La luz tartamudeaba pareciendo increíblemente luminosa y cálida
en contra de los tonos azules fríos de la habitación, derramando un halo de oro sobre el piso y parte
de la mesa. E iluminando la esquina…
…de un lienzo.
Eso estaba puesto en el lugar de siempre, con vistas al canal y el agua oscura debajo brillando yo
nunca supe por qué, eso no era mucho de una vista sólo las ventanas cerradas del frente de la
casa y las fijas, silenciosos barcos establecidos fuera, atados a una lista de postes para la noche.
¿Por qué quien necesitaba transportarse a estas horas?
Tal vez las bellas damas y caballeros que poblaban los palacios y bares y burdeles, pero no por
aquí. Este era un barrio de clase trabajadora, lleno de hombres que podrían levantarse al
amanecer, embarcando y desembarcando buques o trabajando en los equipos de construcción. Las
mujeres podrían ir los mercados a regatear sobre el pescado o para comprar las especias para
avivar un estofado para la cena de sus hombres. Y los niños, los niños podrían estar en todas
partes.
Harapientos y sucios y descalzos y piojosos, de acuerdo a Horatiu, mi tutor. Él estaba en su
mayoría equivocado acerca de eso, aunque yo no le dije eso. Y de todos modos, ellos estarían
felices, riendo y charlando y poniendo en escena un simulacro de batallas en los puentes, al igual
que sus padres lo harían más seriamente en los días festivos.
Ellos eran increíbles, esos niños, marchando derecho a lo largo del borde de los canales, pero
nunca cayendo adentro. Yo podría hacer eso también. Y saltar de barco, cruzando el agua
necesitando de un puente sin embargo, siguiéndolos sobre su loco, circuito de rodeo por la
ciudad, riéndose de extranjeros y dándoles malas direcciones y recogiendo sus bolsillos cuando
ellos no estaban mirando.
Y usando las monedas para comprar alimentos obtenidos de los vendedores, quienes sabían donde
nosotros conseguíamos el dinero y no les importaba. Y, oh, la comida. Nunca había conocido nada
igual. Hígado de ternera frito en aceite de semilla de uva y servido sobre pequeños palos. Crías
de calamares rellenos nadando en caldo de pescado. Enormes platos de polenta picante con
pescado frito y berenjena.
Y entonces estaban “los dulces, OHHH ¡los dulces!” Diferentes de cualquier cosa que jamás
había conocido. Los gitanos quienes habían planeado encontrar a mi padre antes que yo me haya
asegurado de comer, pero la comida para ellos era sobre todo duro pan negro y estofado de
verduras, con el recorte ocasional de carne de cerdo salada. Pero dulces... esos eran raros en el
campo, y ellos no iban conmigo.
Mi padre me había comprado mi primer dulce poco después de que nosotros “Desembarcáramos”,
poniéndose de pie en estas extrañas ciudades pero no realmente en la tierra, por eso flotaba. O
eso me parecía a mí en el tiempo. Un lugar imposible, mágico, e incluso el nublado, lluvioso día
no hacía empañar mi espíritu, o los brillantes colores del mercado que vadeaba la ribera.
Yo nunca había visto tanta gente, todo en un solo lugar, todo a las once. Rudos marineros con olor
a aceite de pescado y sudorosos obreros cubiertos de polvo de yeso se codeaban con muy jóvenes
esclavas siguiendo a sus dueñas con cestas, manchadas con los trucos que hacían los hombres las-
habilidades-de-manos sobre crédulos agricultores, niños huérfanos en túnicas brillantes
temblando en pobres cajas, y viejas abuelas curvadas, las palmas extendidas para pedir monedas.
Por no mencionar las mujeres pintadas en las puertas, con su pelo recogido en tirabuzones y sus
brazos con pulseras tintineantes, diciendo en voz alta las ofertas para los hombres pasando. Y
haciendo gestos groseros a quienes se negaban.
Padre me apartó de uno de ellos, diciéndole algo afilado a ella en un idioma que yo no entendía.
No me importaba, yo no había estado interesada en ella de todos modos, pero en el vendedor al
lado de ella. Él estaba vendiendo platos apilados endulzados con pasteles de arroz, buñuelos
cubiertos con almendras de miel de jengibre, racimos de frutas cocidas con miel, y lo que los
venecianos llamaban calisconi “maravilloso mazapán” ravioles rellenos que se derretían en la
lengua. Yo no había conocido lo que nada de eso era entonces, pero el olor.
Oh.
El olor.
Yo me había parado, paralizado, el paquete de ropa que yo llevaba golpeó el suelo inadvertido.
Comenzó con Horatiu regañándome por eso, pero padre lo hizo callar. Y yo compré uno de todo. Y
luego escandalizó completamente a Horatiu por dejarme comer en la calle.
—¡Como si ella fuera algún niño común! —El viejo resopló, sobre su pelo gris en una repentina
brisa flotando.
—Todos nosotros somos comunes ahora, — Mircea le decía desde el interior, de su capucha, una
mano enguantada alisando mi corto pelo oscuro.
—Habla por ti mismo. —Horatiu olfateó, y se fue a encontrarnos alojamientos, mientras yo comía
y comía y comía.
Yo pensaba que ellos pensaban que yo podía llenarme, tarde o temprano. Yo nunca lo hice. Hubo
muchas noches después de dejar Roma, llena solo con los arañazos de hambre, demasiados días
tropezando débil; demasiados golpeada por robar.
No me habían importado las palizas tanto, pero ellos usualmente tomaban la comida de vuelta,
también.
Pero nadie me golpeaba ahora y siempre había comida. Padre regresó de la barra con las
brillantes monedas tintineando en su bolso. Y Horatiu fue a los mercados en la mañana y trajo a
casa lubina y mariscos, patos y pollos, vino y aceite, fruta y pan. Pero no mucha carne, como
carne de res y cerdo, que los venecianos importaban en buques de nuestra patria, los cuales eran
demasiado caros.
Y nada de dulces.
Pero eso estaba bien.
En estos días yo conseguía los míos.
—¿Te gusta eso? —le preguntó Mircea, retrocediendo desde el lienzo.
Él debió de haber estado trabajando en ello durante un tiempo, a juzgar por que él había envuelto
la sábana alrededor de su cintura, como los delantales que las ancianas llevaban. Y por la misma
razón su ropa tenían que quedarle bien. Él no podía separar a los ricos turistas de sus monedas si
parecía que él necesitaba el dinero.
Y él siempre hacía un desastre. Él dijo que era el signo de un gran artista. Yo pensé que él tenía
que ser el más grande de todos entonces, porque sus manos estaban manchadas de un arco iris de
colores. Al igual que la sábana y el pelo suelto sobre sus hombros y la piel de su pecho, porque él
había estado sin camisa.
Él me vio mirando sus pecas multicolores y levantó una ceja, desafiándome a decir nada. Yo iba a
decirlo de todos modos, “yo siempre lo hacía” pero entonces él me hizo a un lado.
Mostrándome el lienzo.
Y yo tuve que contener una de las palabras que los niños de la calle me habían enseñado.
Porque eso era un retrato, y el retrato era de mí. Esa era la sorpresa, —Mircea me había pintado
antes. Pero eso había sido una pintura regular y esto... bueno, esto simplemente no lo era.
Las pinturas normales tenían a gente con la espalda rígida y posaba y todos los vestidos. Él había
hecho uno de esos en mi último año, sentada en una silla, mis tobillos cruzados, mi agradable
vestido esparcido alrededor de mí. Eso era lo que las pinturas eran, o de lo contrario ellas eran
frutas o flores pintadas en las paredes, como lo que yo había visto en algunas de los palacios sin
terminar cuando me asomaba en ellos.
Pero esto no era ninguna de esas cosas.
Esto era yo y algunos de los niños de los vecinos, agachándome debajo del nivel de la calle, en la
base de un puente, los dedos de los pies descalzos agarrando las rocas percebes como los que yo
había visto en un mono artista callejero, mientras que de alguna manera nosotros permanecíamos
constantes nuestros rostros con los bienes mal habidos. Mis ojos eran brillantes, el pelo estaba en
mi cara, y una mancha de suciedad o de barro en mi mejilla. Más barro mojado en el borde de mis
faldas andrajosas, el único vestido demasiado corto con el que yo había crecido.
Pero cuando yo seguí a Horatiu a la siesta al sol después del almuerzo y salí para el postre.
—¿Y bien? —preguntó Mircea, levantando una ceja.
—Me gusta el agua, —le dije desafiante.
Era realmente agradable. Él de algún modo había conseguido atrapar las ondulaciones de
nuestras reflexiones sin pintarlos exactamente, con sólo tirar pequeños toques de color en medio
de las ondas. Por alguna razón, eso parecía realmente de esa manera.
—Gracias, —él dijo con sarcasmo.
Él empezó a lavar sus pinceles. Ellos eran de la clase regular y no le habían costado mucho No
como los minerales que él aplastó para hacer algunas de las pinturas. Pero él siempre era muy
cuidadoso con ellos.
—¿No tienes nada más que decir? —él por fin incitó.
—No se supone que tú tienes que estar despierto durante el día.
—Oh, ya veo. Esto es sobre lo que yo no tengo que hacer.
Por un momento no había más que el pequeño pling-pling-pling del cepillo contra el lado de un
relleno tazón de agua. Estaba haciendo difícil concentrarse, para llegar a una buena historia.
Y esto que ya no era fácil. Yo sabía que no debía correr por ahí con chicos de la calle. Horatiu
podría... bueno, él podría tener un ataque al corazón él siempre estaba amenazando con ello, si él
lo sabía. Mircea no hablaba mucho acerca de la familia, pero eso parecía importante para
Horatiu, que yo supiera quién era yo. Y que actuara como una dama.
Yo no sé por qué. Como Mircea dijo, nosotros no iríamos allí nunca más, y eso estaba bien
conmigo. Yo no quería ser una dama y usar demasiadas capas y aprender un adecuado italiano. Yo
quería llevar ropa cómoda y correr descalza y hacer barcos de palos y pedazos de tela y correr
con ellos en los canales.
Y comer cosas dulces.
Mircea puso los pinceles en la ventana a secar. —Esa es una razón por la cual existen las reglas.
—Yo puedo cuidar de mí misma.
—Contra Pandillas de rateros y delincuentes, no tengo ninguna duda. Clink, clink, clink. —Tú
sabes que ellos no me conciernen.
Yo suspiré. Porque nosotros habíamos tenido esta conversación antes. Nosotros la habíamos
tenido mucho.
A veces yo pensaba que Mircea se preocupaba por los vampiros más que por mí.
Eso fue lo mejor y tanto lo peor de Venecia. Al ser un puerto “ser EL puerto” significaba que la
ciudad no estaba bajo un mismo tribunal. No podía ser; esto era demasiada riqueza y tanto poder,
fluyendo a través de él para que a cualquier familia que se le permitiera dominar. Había sido
nombrado territorio libre, es decir cualquier vampiro podría venir aquí, independientemente de la
conexión de la familia.
O falta de ella, en nuestro caso.
Y porque cualquier vampiro podría comer, muchos lo hicieron. Pero no era una tonta, me quedé
fuera de las zonas de la ciudad que ellos frecuentaban. No es que ellos fueran usualmente activos
cuando yo me aventuraba a salir de todos modos.
—¿Cuántos de los Otros van al mediodía? —yo pregunté, usando nuestra palabra en clave para el
resto de su especie.
Mircea no dijo nada durante un largo rato. Él puso lejos las cosas de la pintura y luego se
acomodó a mi lado en el banco. La brisa que soplaba a través de la abertura era fresca, pero
estaba caliente. Su mano todavía tenía lunares cuando la puso alrededor de mi hombro,
tirándome. Pero hacía calor, también.
Siempre tiraba de mí. Ellos no se suponían que estuvieran calientes. Alguien me había dicho eso...
Yo no podía recordar quién. Algunos de los gitanos tal vez. Pero ellos se habían equivocado.
Ellos habían estado equivocados en muchas cosas.
Yo puse mi cabeza en su hombro y miré la pintura. Yo decidí que me gustaba. No era una pintura
adecuada, pero entonces, yo no era todo lo adecuada, tampoco.
Y me gustaba el agua.
La mano de Mircea subió a mi cabeza, alisando los rizos allí. Ellos estaban por todas partes,
ahora que él había hecho que crezcan. —Yo sé que es solitario para ti aquí, —él me dijo. —Yo
sólo puedo prometer que no vamos a estar aquí para siempre.
Puse mi barbilla en su pecho y lo mire. Esta era la primera vez que había yo escuchaba hablar de
eso. —¿A dónde iremos?
—Eso está aún por determinarse. Pero yo no siempre seré débil. Y cada vez que gano en poder, mi
negociación mejora mi posición.
— ¿Para qué?
—Muchas cosas. Algún día, voy a ser capaz de hacer servicios.
Me quejé con fingido horror. —¡No más Horatius!
Él sonrió. —Sólo hay un Horatiu. Pero habrá personas que nos pueden ayudar. Dándonos los
medios para irnos.
—Pero me gusta estar aquí.
—Te gustarán otros lugares, también. Bonitos lugares. Lugares seguros.
— ¿Lugares con dulces?
Mircea se rió. —Sí. ¡Sí, muchos dulces, que puede comer hasta que tú no tengas un diente que
quede en tu boca!
—Yo no creo que me vea muy bien sin dientes.
Mircea besó el lado de mi cabeza. —Tú siempre serás hermosa. Y siempre estarás a salvo. Te lo
juro.
Fruncí el ceño, porque su tono estaba siendo raro cuando él dijo al final. —¿Por qué no
habríamos de estarlo? Qué podría hacernos daño.
La escena se congeló de pronto, exactamente como en una película alguien había pausado. Yo
parpadeé, volviendo a mí misma pero esperando que continuara. Sólo que no lo hizo.
—¡Empieza! —yo dije estúpidamente, secándome las lágrimas incluso más estúpidas. Yo no sabía
por qué estaba llorando. Yo no recodaba esa escena, —nada de eso. Ni la habitación, ni la pintura, ni
la visión y los sonidos y los olores de una ciudad que, hasta donde yo estaba interesada, yo había
visitado por primera vez varios cientos años más tarde. Y no había estado muy impresionada por
eso.
Yo no había caminado a través del mercado o corrido pasando esos canales. Yo no había mirado esa
casa, para ver si todavía se mantenía, o buscado ese puente. O comido los dulces con los que yo
parecía tan obsesionada.
Porque yo no recordaba nada de eso.
—¡Comienza! —grité, furiosa y desesperada. Pero no lo hizo. La pequeña niña permaneció mirando
a su padre, desgarbada y cómoda en sus manos, los rizos marrones cayendo sobre el blanco vestido,
desnudos pies asomando por debajo del dobladillo, ojos negros traviesos y adorando a…
¿Y cuándo demonios yo lo había mirado de esa manera? ¡Yo nunca había jodidamente mirando así!
Yo solo lo tuve.
Yo la tenía y la había perdido, me di cuenta, mientras algo rebanaba la escena. Como garras a través
de una pantalla de cine, destrozando la imagen delicada, cortándola en pedazos. Al igual que los
recuerdos que ella había robado de mí. Como todo lo que ella alguna vez había tocado.
Traigan a la perra, pensé yo salvajemente, justo antes de un aplastador golpe me enviara volando.
Capítulo 35

Golpeé el suelo de espaldas fuera de la grieta, patiné, volqué —y golpeé de nuevo antes de que
siquiera me pusiera sobre mis pies. Y de nuevo. Y de nuevo. Gruñí y me agarré a una sombra oscura
lanzándome hacia la izquierda, pero solo agarré aire.
No estaba segura de si lo había perdido o si allí no había nada en primer lugar. No lo podía decir
porque la niebla era cada vez peor. Ahora estaba a la altura de la cabeza, también, con solo piezas de
puzzle del puerto visible detrás del velo vaporoso. Todo lo demás era nubes ondulantes iluminadas
por el proyector de luz de la grieta, con la niebla dando a las vigas una apariencia casi sólida.
Como el pesado pie con bota que me pasó rozando.
Me habría roto la mandíbula, a juzgar por la explosión de aire que golpeó mi cara al pasar, pero lo
esquivé justo a tiempo. Solo que mis pies fueron barridos debajo mío un segundo después,
dejándome sobre el suelo de nuevo. Y en medio de un bombardeo que parecía venir de todas partes.
Eran implacables, imposible de hacer frente a los golpes, que me tuvo dando vueltas alrededor del
camino y aún así solo evité la mitad de los golpes. Y me hicieron recordar un pequeño hecho que
había olvidado —nunca había sido más fuerte. Sana, sí, tal vez. La mayoría del tiempo. Pero nuestra
fuerza… siempre había provenido de ella.
Era por eso que el bloqueo temporal que el vino fey había creado me había costado tanto en batalla.
Había estado mejor que la media —se lo debía todo a ella. Pero las reacciones en fracciones de
segundo, el equilibrio al filo de la navaja, el gran poder de la ira berseker…. Eso se había perdido.
Pero obviamente en ella no, pensé, mientras la bota descendía hacia mi oído derecho, lo
suficientemente fuerte como para romper el hormigón.
Rodando hacia la izquierda, me deslicé al mismo tiempo, y aterricé un puño que finalmente conectó.
Pero ella se disolvió en niebla antes de que pudiera seguir, solo una sombra entre sombras, no más
sólida que cualquier otra. Salté de nuevo sobre mis pies y di vuelta alrededor, intentando ver todas
las direcciones de una vez. Eso habría ayudado si hubiera sido capaz de concentrarme, pero no
podía.
Porque una comprensión grande y gorda me acaba de golpear, más fuerte que sus puños.
No iba a salir de esta.
No lo haría ni aunque ella no consiguiera matarme. No lo haría ni siquiera si de algún modo
conseguía regresar sin un guía. No lo haría ni aunque Marlowe no hubiera estado en la habitación.
Él había escuchado cada palabra que se dijo antes de que yo entrara adentro —o abajo o lo que fuera
en el infierno que Mircea había hecho para tenerme aquí. E indudablemente él había conseguido un
todo-por-el-todo de todo lo que había sucedido desde entonces.
Su entrometimiento natural habría insistido en eso mucho, incluso sin su paranoia de los eventos
ocurridos para ayudar.
Pero incluso si no, incluso si Mircea se había dado cuenta de la implicación de esa pared destrozada
y evitaba las preguntas, eso no importaba. Marlowe no era estúpido. Estaría dándose cuenta justo
ahora mismo. Y tan pronto como lo hiciera…
Tan pronto como lo hiciera, yo estaría muerta.
Hasta ahora, solo había sido una dhampir. Con una esperanza de vida más larga, tal vez, y un poco
más sana, pero una dhampir no obstante. Y tanto como el Senado odiaba a los de mi tipo, yo había
sido tolerada porque Mircea era quien era. Y porque yo era quien era: lo bastante fuerte para ser de
utilidad a veces, y lo bastante débil para ser controlada a veces.
Pero Dorina…Dorina no era débil. Y Dorina no sería controlada fácilmente o de otro modo. Dorina
era una maestra loca de primer nivel con cinco siglos de experiencia en su haber y una estaca para
matar vampiros.
Y ahora ella estaba afuera.
Al igual que Christine.
Y sabemos lo que le pasó a ella, ¿no? Pensé sombríamente.
No obtuve una respuesta, excepto por una ráfaga de golpes que provenían de la nada. Incluyendo uno
que pensé que había esquivado y que me enganchó en la boca, enviando una ráfaga de gotas
voladoras. Y sorpresa —era posible hacerme sangrar aquí.
Demasiado malo que pareciera ser la única en hacerlo.
“¡Dorina!”
La voz llegó de nuevo, más cerca esta vez, y eso tuvo que haberla sorprendido tanto como a mí.
Porque hubo un medio segundo de pausa en los golpes. Y yo grité y usé la única ventaja que tenía, y
me imaginé una magnum 44 en mi mano.
Funcionó muy bien —el duro y frío acero se materializó en mi mano sin ningún problema en absoluto.
Durante un segundo— hasta que alguien más lo imaginó quitándolo de nuevo.
¡Joder!
Y antes de que pudiera pensar cualquier idea más brillante, esa maldita bota estaba de vuelta,
pisoteando hacia abajo todo alrededor mío. Lo cual no habría sido tan problemático si hubiera algo
para cubrirse. Pero no lo había, excepto por una de las farolas. Y entonces ni siquiera eso después de
que la bota se lanzara de nuevo, y golpeara a la lámpara.
O más exactamente, destruyera el poste de la luz. El metal gruñó y se dobló en dos, dirigiéndose
hacia mí como árbol cayendo. Salté hacia atrás para perderlo…
Y logré perder el suelo en su lugar.
Alguien me abordó a mitad de la caída, pero en lugar de golpear la suciedad, no golpeamos nada,
conmigo arañando y luchando y golpeando contra los brazos que me rodeaban hasta que escuché la
voz de Louis-Cesare. Y luego siguió peleando porque aún seguíamos cayendo, incluso a pesar de que
no había nada en lo que caer fuera, excepto la parte del muelle de la que estábamos lejos. Y de
cualquier modo, eso habría sido una caída de una o dos yardas, no lo varios pisos que se parecían
que estábamos cayendo cuando….
Whummmp
Aterricé en la superficie de algo duro, frío y como de madera, y Louis-Cesare aterrizó encima mío.
No fue tan malo como podría haber sido, porque pensé que él estaba intentando perder. Pero aun así
terminé con mi barbilla hacia abajo y mis ojos cruzándose y nada tenía sentido.
Y entonces se descruzaron y aún así no lo tenía.
—¿Qué…?
—Te introduje en mis recuerdos, —me dijo, un poco histérico, y entonces me puso sobre mis pies. Y
dentro del fragor de una multitud.
Una realmente rebelde. La gente corría y se resbalaba y se deslizaba sobre la madera helada, y antes
de que pudiera preguntarle a Louis-Cesare qué quiso decir, un tipo de un abrigo de piel largo se
estrello contra mí. Y mi respiración —la poca que me quedaba— salió de un silbido. Y entonces se
condensó en una nube en frente de mi cara.
Donde fuera que estuviéramos, estaba helado.
—¿Que hiciste qué? —finalmente logré jadear, después de ser remolcada a través de lo que tenía que
ser un par de cientos de personas.
—Mircea me envió de regreso a sacarte, —me dijo rápidamente Louis-Cesare. —Pero no funcionó y
no había tiempo y estabas…— él me miraba fijamente, la mandíbula apretada. —Tenía que hacer
algo.
—¿Así que me empujaste dentro de tu mente?
—No. No tengo la habilidad de tu padre.
—Entonces ¿Qué…?
Me corté porque la multitud de repente había enloquecido. Estábamos en la cubierta de algún tipo de
barco —uno grande— rodeado de gente en trajes muy mullidos de la antigüedad. Quienes parecían
tener un ataque colectivo. Porque un puñado de ellos gritaban, y un puñado más venía en estampida
desde la dirección opuesta, amenazando con dañarnos.
Louis-Cesare me metió en las escaleras antes de que ellos lo lograran, y le agarré. —¿Qué hiciste?
—Necesitaba sacarte del muelle, pero yo no conozco tu mente, —me explicó rápidamente. —No
sabía a dónde iba. Necesitaba algo más familiar…. Y solo había una cosa disponible.
Por un segundo, no supe sobre lo que hablaba. Y entonces recordé el accidente metafísico de hace un
par de meses. Y la lluvia que me había dejado en posesión de un pedazo de la conciencia de Louis-
Cesare.
Era fácil de olvidar, debido a que había permanecido donde se había asentado, en un pequeño bulto
duro en una esquina de mi cerebro que yo evitaba como a la peste. Si no me acercaba a ella, no la
molestaba. Y para la mayoría, viceversa era igual de cierto. De vez en cuando tenía un destello de
algo —de gente que nunca había conocido, lugares en los que nunca había estado— pero parpadeaba
y los olvidaba. Porque no era asunto mío, y porque no necesitaba nada que me trazara más cerca de
él de lo que ya lo estaba.
Pero parecía como si fuera a conseguir el tour de todos modos.
—Así que ¿estamos dentro de una parte de tu mente, dentro de mi mente? —Pregunté, sintiendo como
mi cabeza estaba a punto de explotar.
Lo cual era posiblemente el caso.
Él asintió, mirando alrededor de la multitud.
—¿Por qué? ¿Por qué no solo me ayudas? Juntos podríamos haberla cogido…
—No hay un ella, —Dijo tensamente. —solo hay un tú. Cualquier cosa que ocurra a una le ocurre a
ambas. Si la hieres, te hieres a ti misma. Si la matas…
—¡Pero estamos dentro de tu cabeza! Mi cabeza. Algo. ¡Lo que sea, de todos modos nada de esto es
real!
—Está en tu cerebro, y reaccionará en consecuencia.
—¿Qué significa eso?
—No comprendo completamente todas las implicaciones, —dijo, girándose para encontrarse con mis
ojos. El frío había azotado un poco el color de su cara, y su pelo se había soltado de su
confinamiento y estaba volando por todas partes. Una hebra se introdujo en su boca y la escupió,
antes de empujarla hacia atrás y meterla en el cuello de su abrigo largo que de algún modo había
adquirido.
Y entonces se lo quitó y lo puso alrededor de mis hombros, cuando notó que estaba temblando.
Llevaba un esmoquin antiguo debajo de esto —corbata y cola blanca— pero no me molesté en
preguntarle el porqué. —Da lo mejor de ti, —le dije.
—Tu padre no tuvo mucho tiempo para explicarme. Pero tiene que ver con el hecho de que tu cerebro
controla a tu cuerpo, tu respiración, tus latidos del corazón, tu sistema nervioso autónomo…
—¿Podría tener la versión resumida?
—Si tu cerebro cree que estás muerta, estás muerta.
Le miré fijamente por un momento, esperando que fuera una broma pesada. Pero esos ojos zafiros
estaban haciendo esa cosa inocente de nuevo, la única que siempre me arrojaba porque los ojos de
los vampiros no se veían así. A menos que fueran de Louis- Cesare, lo cual es ahora mismo, estaban
abiertos y eran honestos, estaban preocupados y completamente serios.
—Déjame ver si lo entiendo, —dije, apretando la fina lana del abrigo.— Si muero aquí, muero. Pero
si la enfrento…
—También mueres.
—Entonces ¿qué demonios..?
—Mircea necesita tiempo. Tiene que encontrar un camino alrededor de la obstrucción, para llevarte
de vuelta al mundo físico.
—¿Y qué hacemos mientras tanto?
—Desaparecer, —dijo Louis-Cesare con gravedad. —pensé que sería más fácil hacerlo en mis
recuerdos. Ella no los conoce como a los tuyos. Simplemente tenemos que evitarla hasta que Mircea
solucione esto.
Me quedé mirando fijamente las placas de hielo de debajo de nuestros pies, y no dije nada. Porque
esconder-y-buscar no funcionaba, no para mí. No con Marlowe probablemente poniendo dos y dos
juntos ahora mismo. Pero entonces, no era solo sobre mí para pensar, o ¿sí?
Louis-Cesare había sido tan insistente, al regresar a la biblioteca del Cónsul, que mis victimas no
habían sido víctimas en absoluto. Tal vez porque él no había estado allí. No se había despertado
rodeado de cadáveres una y otra vez. No había visto a la gente estremecerse o en algunos casos
corriendo y gritando tan pronto como yo llegaba a la ciudad.
Porque ellos pensaban que yo era ella.
Él no había estado allí; él no lo comprendía. Y ni siquiera si él lo hiciera, incluso si pudiera
convencerle de que ella le mataría para llegar a mí, no serviría para nada. De hecho, probablemente
haría lo contrario. Louis-Cesare solo no me abandonaría. Sabía eso, tanto como sabía algo.
Así que tenía que evitarla hasta que Mircea nos trajera de regreso. Y tenía que mantener mi boca
cerrada mientras tanto. Porque Louis-Cesare podría estar lo suficientemente loco para oponerse a
Marlowe si supiera del acuerdo, y eso no terminaría bien. No cuando un hombre luchaba limpio y el
otro…no.
Regresa, y entonces lidiaras con las consecuencias, me dije a mí misma.
De algún modo.
—Así que esconder-y-buscar, —dije, mientras la cubierta se movía debajo de nuestros pies. Louis-
Cesare no respondió. Alcé la mirada para encontrarle inclinado contra la columna, pareciendo
asustado, y vagamente enfermo. —¿Estás bien?
—Yo…por supuesto, —me dijo con frialdad.
—¿Entonces porque estás verde? —eso no iba tan bien con el pelo.
Tragó saliva. —Yo… no me gustan los barcos.
—Eres un vampiro. No puedes marearte.
—Esa no es la cuestión.
—Entonces, ¿Cuál es?, —le pregunté, justo cuando una mujer muy mullida decidió mandar al infierno
el tour en el Ártico en que parecíamos estar y nos mandó de regreso adentro. Y dejó un lugar vacío
en la pared. O lo que habría sido un lugar que no había tenido un salvavidas colgando allí, ocupando
espacio.
Un salvavidas que dije…
—Tenemos que irnos, —Louis-Cesare me dijo, tomando mi brazo.
—¿Por qué no te gustan los barcos?, —pregunté de modo estridente, mirando por encima de mi
hombro mientras me empujaba lejos.
—Tuve una mala experiencia una vez.
—¿Una mala experiencia? —grité, a la vez que la cubierta se tambaleaba, lo suficientemente fuerte
como para causar que un montón de sillas y un tipo en un traje de marinero se resbalaran sobre ésta.
Se sacudió de nuevo antes de que pudiera conseguir equilibrarme de nuevo, y Louis-Cesare perdió su
agarre en mi brazo cuando una mujer se tambaleó hacia él. Lo cual habría estado bien si un muchacho
marinero no me hubiera agarrado al mismo tiempo, intentando ponerse sobre sus pies. Y terminó
arrastrándome a mí.
Y a pesar de ser solo un recuerdo o un producto de la imaginación de Louis-Cesare o lo que
demonios fuera, él lo sentía lo bastante real, y su agarre era duro por la desesperación. Y el ángulo
estaba empinado y la cubierta estaba helada y una vez que comenzamos a deslizarnos, solo nos
mantuvimos yendo. Tomando impulsos y golpeando a los tipos caídos fuera del camino a la derecha y
a la izquierda, dirigiéndonos directamente a…
—OH, mierda.
Una masa agitada de agua, como olas rompiendo contra la costa, hervía debajo nuestro, viniendo
hacia nuestro camino tan rápido que la cubierta de repente pasó de estar inclinada a oblicua. Y me
encontré a mi misma siendo lazada por la avalancha de gente que ahora caía desde arriba. Estaban
gritando, y la fría ráfaga nos estaba empapando, y el marinero fue presa del pánico y me usó como un
escudo, con el brazo alrededor de mi cuello amenazando con ahogarme.
Y entonces Louis-Cesare, que de algún modo había conseguido ponerse delante de mí y agarrar una
barandilla, y lanzar una mano. —¡Dory!
Me tiré a agarrarla, y la habría cogido, si tres personas que iban a lo loco y rápido no hubieran
elegido ese segundo para tirarse en tobogán entre nosotros. Él lanzó la mano hacia atrás para evitar
ser barrido lejos y yo me fui deslizando, dando codazos al marinero y arrojándole y entonces de
nuevo peleando y alcanzando…
Y finalmente alcancé la mano de Louis-Cesare porque él se había abalanzado hacia mí al mismo
tiempo, con los pies enganchados debajo de la baranda, con el cuerpo colgando cabeza abajo, como
una cuerda de salvamento.
Era una acrobacia un poco muy impresionante, y aparentemente todos los demás pensaron eso
también. Porque de repente la gente estaba abalanzándose hacia el único asidero disponible para
agarrar de cualquier parte de él que estuviera más cercana.
Incluso algo que hizo que sus ojos hicieran pop y su cara se pusiera roja y…
Y entonces una nube enojada de oscuridad apareció detrás de su cabeza, tapando las estrellas.
Tópico, eres esto, pensé pero no lo dije, porque él no podría haberme escuchado por encima del
griterío y el estruendo y la sirena del barco. Pero tuvo que haberse mostrado en mi cara, porque él
movió su cuello para tomar un vistazo…
Y entonces él dejo ir a la barandilla.
No fue tanto un golpe en esta ocasión como una caída. El barco estaba acercándose rápidamente a la
perpendicular, dejándonos caer y sin más remedio que agitarnos como presas de la gente y de los
muebles alrededor de un bote de un salvavidas. Y a continuación sobre él, cuando el golpe nos
arrojó al aire y a través de alguna ráfaga y dentro de…
Una gran puerta de acero que no había estado allí hace un segundo.
Y tampoco lo había estado la calle oscura y la acera agrietada, y el coche negro, brillante y grande
que la lluvia golpeteaba sobre él.
—¿Palabra?
Pasé de mirar mareada la calle a mirar mareada al tío grande con dientes amarillos por la nicotina
quien había aparecido desde detrás de una pequeña ventana en la puerta
—Titanic, —Louis-Cesare le dijo con gravedad, y la puerta se abrió y la atravesamos.
Había una preciosa chica asiática en al guardarropa en un ajustado vestido rojo al otro lado, pero no
llevábamos ningún sombrero. O zapatos, en mi caso —no es que alguien pareciera notarlo. Tal vez
porque el lugar estaba tan lleno de humo; apenas podía ver mi mano en frente de mi cara, mucho
menos mis pies.
Pero aún podía hablar, así que lo hice, tirando de Louis-Cesare, “quien ahora estaba llevando un
traje negro estándar por alguna razón” hacia la pared. —¿Qué infiernos estás haciendo?
—Intentando la segunda opción.
—¿Qué?
Él se lamió los labios. —Una vez que nos dimos cuenta de que yo no te podría sacar, tu padre me
dijo que la evitara hasta que él pudiera llegar con un plan. Dijo que había tres maneras de hacerlo.
—¿Las cuales son?
—Ocultarse…
—La cual no funcionó tan bien.
—No, —Hizo una mueca. —Por ello estamos tratando de perderla. Si ella no está justo encima
nuestro cuando hacemos la transición de un recuerdo al otro, o si ella se distrae por algo más que
sucede, no sabrá dónde estamos.
—Pero ¿y si se lo imagina?
—Entonces vamos con la tercera opción.
—¿La cual es?
Él dijo algo que no oí porque la puerta se abrió de nuevo y un gato gordo con un montón de chicas
chillando explotó dentro. Junto con una ráfaga de lluvia y el sonido de rayos. Y Louis-Cesare tuvo la
oportunidad para empujarme a la sala principal.
Era alta, con alguien tocando un mal jazz y alguien más intentando cantar sobre el sonido de las
carcajadas ebrias, la llamada de un croupier y el clic clic de la ruleta rodando. Y todo era
absolutamente y completamente real, como mi primer viaje mental al muelle. Solo que no había
huecos estropeando la imagen.
No había habido ningún barco, tampoco, pero yo no había estado en un espacio superior para notarlo
entonces. ¿Tal vez era porque los sentidos vampiros eran mejores? Me pregunté, mirando a la plata
brillante del traje de una bailarina en un pequeño escenario. Así que sus memorias sensoriales lo
estaba también. O tal vez ¿él estaba llenando los espacios en blanco?
O tal vez yo estaba loca por pensar en eso ahora.
Sí, eso sonaba bastante bien.
Louis-Cesare había enganchado dos copas de la bandeja del camarero que pasaba, y me dio una, la
cual resultó ser un Bourbon solo. —Podrías querer beberte eso ahora, —dijo con gravedad, y vació
la suya.
Ni siquiera le pregunté. Solo me eché hacia atrás, haciendo bajar la mayoría antes de que una
campana sonara, áspero y discordante. Y me hizo saltar irreflexivamente y derramando el resto.
Y yo no fui la única. Por todos lados, la gente se sacudió en atención, copas chapotearon, cigarros
cayeron desde las boquillas y las manos desaparecieron dentro de los abrigos. Y entonces todo se
detuvo la música, la charla, el juego, la bebida. Y todas las cabezas en el lugar se giraron.
Y miraban hacia nosotros.
—¿Ahora qué?, —murmuré a Louis-Cesare, quien había agarrado mi brazo.
—Rien.
—Entonces ¿porque están mirándonos?
—No lo están, —dijo, empujándome hacia un lado cuando un puño comenzó a golpear la puerta.
Fue lo bastante fuerte como para corta a través del ruido y haciéndome saltar de nuevo, a pesar de
que no soy asustadiza. Pero mis nervios estaban un poco desgastados por el momento. Un hecho que
no ayudaba cuando una línea de balas de ametrallaba de repente era disparada contra la puerta desde
el otro lado.
—¿Así que supongo que iremos con lo de la distracción, eh?, —grité, cuando la sala se volvió loca.
Louis-Cesare no respondió; solo agarró mi mano y me empujó a través de una horda de camareros
golpeando con las bandejas de bebidas alcohólicas ilegales, buen momento en que las chicas
lucharan con los croupiers por el efectivo y los tipos duros sacan las pistolas. Y entonces la puerta
cedió y un grupo de policías de abrigos azules entraron, gritando órdenes que no podía oír por
encima del ruido.
Louis-Cesare agarró mi mano y nos empujó sobre el escenario junto con el grupo, quienes habían
guardado sus instrumentos y estaban desapareciendo detrás de una barata cortina roja. Y hacia abajo
por un pasillo. Y detrás de un conjunto de escaleras.
Hasta que conseguimos colgarnos detrás del bajista, quien no podía conseguir que su enorme
instrumento atravesara una salida estrecha.
Miré detrás de nosotros, pero allí no había nada. Ni siquiera los policías, quienes probablemente
asumieron que la cortina enfrentaba a una pared. “creo que los perdimos”, le dije a Louis-Cesare sin
aliento, quien no parecía convencido.
Tal vez porque la luces tomaron ese momento para parpadear hasta apagarse.
—¡Mierda!
Él no dijo nada. Solo levantó el bajo, con el músico aún unido, y lo arrojo detrás de nosotros. Y
entonces me arrojó a través de la puerta. Y luego me tiró por la puerta. Y luego en un viaje sin
aliento a través de una corriente de recuerdos que pasó tan rápido, que me daba náuseas.
Encontré que la única manera de hacerle frente era concentrarme solo en mis pies, los cuales estaban
corriendo sobre superficies que cambiaban a cada paso, piso de madera a piedra musgosa a
hormigón sembrado de cigarrillos a mármol a rocas de la costa rocosa a…
—¿Suelo iluminado por fuego?
Alcé la mirada, parpadeando, cuando la escena se mantuvo constante durante unos segundos. Y vi una
mancha de verdoso oscuro y estrellas brillando que no tenían sentido porque estaba mareada y
realmente confundida. Como si parte de mi cerebro estuviera aún intentando ponerse al día.
—¿Dónde estamos?, —dije arrastrando las palabras, agarrando a Louis-Cesare por información y
por equilibrio.
Y no obtuve ninguno. No respondió, y entonces nos tambaleamos y casi nos caemos. Miré hacia el
estúpidamente por un minuto, porque Louis-Cesare era un maestro de las espadas; él no tropezaba. El
hombre prácticamente parecía como si estuviera bailando en lugar de andando a través de una
maldita habitación.
No poniéndose sobre una rodilla.
Ni apoyándose pesadamente contra mí.
Ni desvaneciéndose sobre el suelo en mis brazos.
Capítulo 36

Lo hice bajar a la tierra, y entré en una postura defensiva, mirando frenéticamente alrededor a por
nuestros atacantes. Pero lo único que vi fue una ladera sembrada de árboles bajo un enorme cielo
negro, la Vía Láctea brillando encima de sus cabezas como un arcoiris lleno de estrellas. Una cabaña
pequeña y destartalada estaba cerca de la parte inferior de la colina, y una hoguera ardía en la parte
superior. Pero nada se movía, excepto una brisa fresca que hacía crujir la copa de los árboles, un
meteoro ardiendo a lo largo del horizonte y la luz vacilante del fuego que había abajo en la colina.
Parecía que habíamos corrido más rápido que ella, por el momento.
La hoguera estaba en vías de apagarse, pero todavía era lo suficientemente brillante como para
enviar sombras y para jugar con el rostro de Louis-Cesare, dando la ilusión de movimiento. Pero eso
era todo lo que era. Debido a que solo él estaba allí, incluso cuando lo sacudí.
Empujé hacia arriba su camisa, que había pasado de fino lino a un áspero tejido, pensando que tal
vez ella lo había atrapado entre una transición y otra. No se necesita mucho tiempo para deslizar una
estaca entre las costillas, o para hacer correr el borde de un cuchillo sobre el cuello. Y no era como
si ella no hubiera tenido suficiente práctica.
Pero no había ninguna herida, ni sangre. No había problemas evidentes en todo lo que podía ver.
Pasé mi mano por su cuello, luego a través de los cordones por el frente de su camisa.
Y solo encontré piel fina, sin romper. Me senté abruptamente, sintiéndome mareada de nuevo de puro
alivio.
Por un segundo, pensé seriamente en perder el conocimiento. Pero no podía permitirme el lujo de
hacerlo. No cuando parecía que me había adelantado.
Lo cual no tenía sentido. Los Maestros vampiros no se desmayaban. Los Maestros vampiros se
mantenían viviendo hasta que se les cortaba en trozos pequeños, y en ocasiones incluso entonces.
Pero la gente corría alrededor de los recuerdos de otras personas, por lo que, lo de esta noche fue
obviamente una nueva experiencia.
Miré hacia arriba de nuevo.
Había gente dando vueltas alrededor de la hoguera. Podía ver sus cuerpos si entrecerraba los ojos,
las siluetas contra la luz. Se podían oír sus risas cuando el viento iba hacia la derecha y sentir el eco
de sus pies si me concentraba. Estaban golpeando al ritmo de los tambores, una flauta y lo que podría
haber sido una lira. Era casi hipnótico, figuras oscuras girando alrededor de una torre de llamas,
chispas volando alto en el cielo, un derroche de color, luz y movimientos en el lado oscuro de la
ladera.
No se veía como algo que debería estar en la memoria de Louis-Cesare. O incluso en el consulado.
Se veía como un caleidoscopio pagano, algo que le precedió en la historia… violento, primitivo,
peligroso y crudo.
No me daban ganas de ir y decir hola.
Y no sabía que podían hacer ellos por él, si lo hacía. Los Vampiros se curaban, en su mayor parte.
Había pociones que podrían contrarrestar los efectos de las maldiciones, y nigromantes de bajo nivel
que podrían acelerar la curación en caso de heridas particularmente desagradables. Pero ninguno de
ellos era probable que estuviera disponible aquí, y de todos modos, no era aplicable. Louis-Cesare
no había sido maldecido o herido. Louis-Cesare estaba solo fuera de combate.
Lo que me dejó en un lío.
No podía trasladarnos fuera de aquí, porque no sabía cómo hacerlo. Y con mi inconsciente guía, no
tenía manera de contactar a Mircea para averiguarlo. Además, yo había sido una buena chica y había
evitado fisgonear, por lo que no conocía los recuerdos de Louis-Cesare mucho mejor que mi otra
mitad. Aun suponiendo que pensara las cosas por mi cuenta, el único lugar que podía mirar era
dentro de mis recuerdos.
Donde ella estaría en aproximadamente un segundo.
Cerré mis ojos por un momento, y solo respiré.
Yo tenía un plan, al comienzo de este loco viaje. No era más que uno, es cierto, pero era lo mejor
que había podido hacer bajo estas circunstancias. Y todavía lo era.
Sácalo. Todo el resto de los centenares de cosas podían esperar por su atención. Solo sácalo.
Sácalo antes de que ella lo encuentre.
Sácalo antes de que ella lo mate.
Solo jodidamente. Sácalo.
Abrí mis ojos.
Necesitábamos empezar a movernos, poner un poco de espacio entre nosotros y donde habíamos
entrado. No importa dónde, solo que la perra tendría que buscarnos, en lugar de tropezar con
nosotros. A algún lugar donde podría tener una advertencia unos segundos antes de que apareciera. Y
algún lugar cubierto, para que pudiera esconder a Louis-Cesare fuera de la vista.
Yo sabría donde él estaría, si ella venía, yo le dejaría aquí y correría, porque era a mí a la que ella
quería. Si me escapaba, podría decirle a Mircea donde recuperarlo. Y si yo…
Bueno, me gustaría tener un incentivo realmente bueno para asegurarme de que lo hiciera, ¿o no? O
esperar a que Mircea lo pudiera encontrar de todos modos. O que despierte por su cuenta y encuentre
una salida. Nada iba a ocurrir si ella lo encontraba primero.
Puse mis manos bajo sus brazos y comencé a arrastrarlo hacia atrás, hacia la choza.
No estaba muy lejos, y era cuesta abajo, gracias a Dios, a través de un camino de hierba pisoteada
que estaba resbaladizo como para minimizar la fricción. Lo que debería haber sido un viaje bastante
fácil, a pesar de los seis pies y cuatro pulgadas de puro músculo que estaba arrastrando. Pero no fue
así.
Cualquiera de estas cosas mentales era agotador, o la semana que tuve finalmente se estaba poniendo
al día conmigo, pero yo estaba jadeando como un tren a vapor y sudando como un cerdo. Y eso fue
antes de haber hecho la mitad del camino. Me detuve a descansar en cuclillas en el suelo, deseando
que Dios tuviera algo para usar como un….
Me detuve, maldiciéndome a mí misma por ser una idiota. El maldito lugar parecía tan real, era fácil
olvidar que estaba en mi cabeza. Podía imaginar una camilla del infierno, podría soñar con una silla
de ruedas, y si yo quisiera, podría sanar mi espalda, las piernas y los muslos, todo lo cual había
comenzado a protestar en serio.
Sólo que yo no pude.
Traté nuevamente, y de nuevo no pasó nada. No podía recordar lo que había hecho antes, pero
mirando el suelo y con la esperanza realmente fuerte, obviamente, no era suficiente. Claro que no.
Gruñí y agarré a Louis-Cesare otra vez, preparándome para continuar con mi viejo camino difícil.
Era demasiado soñar con una bazooka si alguien nos amenazaba.
Al igual que con el monstruos que había en la hierba alta, por ejemplo.
Me quedé inmóvil, esperando que fuera un truco de la luz. Porque yo estaba bastante cerca de
enloquecer ahora mismo, y no necesitaba otro problema. Especialmente uno con dos enormes ojos
entrecerrados mirándome desde el lado del camino. Pero allí estaba de todos modos, malvado,
oscuro y sin alma, reflejándose a la luz de la hoguera como las llamas del infierno.
Y Luego, lentamente cruzándola.
Vaaaale.
Con mucho cuidado puse a Louis-Cesare en el suelo otra vez. No hubo reacción. Me acerqué a su
alrededor y lentamente me moví hacia el lado del camino. No hubo reacción. Poco a poco extendí
una mano. No hubo reacción.
Salté hacia adelante y aparté el pasto.
Y no tenía idea de lo que estaba mirando.
Estaba tumbado sobre un lado, grande, de color café y robusto, vagamente como un burro, si los
burros fueran del tamaño de un Clydesdale Y cubierto de rastas. Y con una mente simple, ya que
(77).

no era solo que sus ojos estuvieran cruzados, sus labios eran enormes y estaban hacia atrás de sus
igualmente masivos dientes y la lengua colgando.
Y entonces me di cuenta de lo que miraba y se tiró un pedo.
Me miró por un momento, perplejo.
—Baudet de Poitou —dijo Louis-Cesare con voz ronca detrás de mí.
Me di la vuelta —¿Qué?
—Una antigua raza de burros. Los llamábamos Jehan después de su bramido y el borracho local les
puso el nombre.
Me lamí mis labios, tragué mi corazón hacia abajo. —¿Qué pasa con él?
—Rien. Él lleva haciendo eso por años. —Louis-Cesare puso un brazo por debajo de él. —Alguien
podría limpiar la cubeta y volcar los residuos bajo el árbol.
Me di cuenta demasiado tarde de que el camino se separaba, con una vía yendo hacia la choza y otra
a una bañera grande y redonda de madera con manchas sospechosas alrededor de ella. Rojizas y
Moradas. Al igual que los aros en la boca del burro como un lápiz labial mal aplicado.
—Lo hacía inútil en esos días, —agregó Louis-Cesare, mirando con desaprobación a la gran criatura.
—¿Debido a que lo ponía enfermo?
Louis-Cesare parecía sorprendido. —Non. Debido a que fermenta. —Sus labios fruncidos. —
Supongo que podemos decir que es ahora... un borracho fuera de su culo.
Jehan rugió en acuerdo y soltó otro pedo. Me puse en cuclillas en el camino y puse mis manos sobre
mi cabeza. Y solo me quedé ahí por un minuto.
—¿Qué pasó? —Louis-Cesare finalmente me preguntó.
—Perdiste el conocimiento.
—No lo hice. —Lo dijo con tanta convicción que casi me lo creí.
Giré mi cabeza y lo miré por el hueco de mi codo. Le debatiría argumentando, pero decidí que no
estaba a la altura en estos momentos.
—Está bien. Entonces, ¿Qué es lo que recuerdas?
—Solo que se estaba poniendo... difícil.
—¿Y?
—La transición entre los recuerdos.
Levanté mi cabeza. —Pero eso no es difícil. Lo hacemos todo el tiempo. Normalmente, quiero decir.
—Esto no es normal.
Y en eso, al menos, estábamos de acuerdo.
Empujaba hacia atrás con sus pies mientras hablaba. No lo ayudé porque algo me decía que no sería
apreciado, y porque me sentía un poco inestable. Pero me dejó que le pasara un brazo alrededor de la
cintura mientras terminábamos el senderismo hacia la choza, apoyándose en mí como yo me apoyaba
en él. Y cuando llegamos dentro, rápidamente se hizo visible una pila de mantas que cubrían la paja
del suelo.
Miré a mi alrededor, no es que hubiera mucho que ver. Una mesa, pero no sillas. Un piso de tierra.
Tres paredes de piedra, vieja, áspera y más o menos soportando el techo de paja. Lo cual era
bastante irrelevante ya que estaba dejando entrar la luz de las estrellas a través de por lo menos
cinco agujeros diferentes.
Pero al menos se podía ver. Entre las estrellas y la luz de la hoguera parpadeando a través de las
piedras, yo podía verlo mucho más bonito todo. Y para ser una choza en ruinas en medio de la nada,
estaba muy bien surtida.
—¿Tú hiciste esto? —Le pregunté a Louis-Cesare, mirando a lo extendido sobre la vieja mesa.
No era nada lujoso, grueso pan negro, vino, queso, mantequilla. Y parecía que muchos de ellos ya
habían desaparecido, a juzgar por los platos grasientos de madera llenos de migas y el barril de vino
vacío acostado de lado. Pero aún así.
Louis-Cesare negó con la cabeza, y luego se detuvo, haciendo una mueca. —No. Es demasiado
difícil. No creo que pueda imaginar algo a la existencia en este momento.
—¿Tú piensas que no puedes? —Repetí, mi corazón se hundía.
—No, ¿Por qué?
—No porque mi mente está pensando en es una bazooka.
—Porque no puedo, tampoco.
Él frunció el ceño. —Pero ésta es tu mente.
—Pero estos son tus recuerdos.
Se quitó la camisa sucia, ahora que había llegado al final de lo peor del camino. Se quedó con los
ásperos pantalones marrones y se ató los cordones de la parte delantera, un pañuelo grasoso estaba
alrededor de su cuello y un par de botas desgastadas. —Pero tú eres talentosa. Al igual que tu padre.
—No, —le recordé con amargura. —Dorina es superdotada. Y por suerte, ella no está aquí. —Miré
a mi alrededor otra vez.
—Donde quiera que aquí sea.
—Francia, —me dijo, reclinándose contra el heno. —Alrededor de unos diez kilómetros de Saumur.
Cerca del pueblo donde crecí.
—¿Y la fiesta que está organizada afuera?
—Vendanges .

—¿La cosecha de la uva?


Él asintió con la cabeza. —Cuando era joven, antes de… —Se pasó la lengua por los labios. —
Antes de que decidieran mandarme fuera, yo vivía en una granja en el país. Cada año, el viñedo local
contrataba a gente joven para ayudar a recoger la uva, y para pisar fuerte el vino. Y una vez que la
cosecha se había terminado, se hacía una fiesta.
—¿Sólo una palabra para describir todo eso? —Me volví de nuevo a la mesa y empecé a cargar una
bandeja, la comida podría ser solo imaginaria, pero yo tenía hambre.
—Se convirtió en una costumbre para las parejas jóvenes irse temprano. —Agregó Louis-Cesare. —
Y encontrar uno de estos. El agricultor tenía cuatro o cinco dispersos sobre el viñedo para facilitar el
proceso. Las uvas no estaban muy lejos para ir.
—Menos mal, —le dije, mirando a Jehan a través de la pared que faltaba. Quien se quedó
bombardeándome con la mirada. Pero por lo menos no cortó el viento de nuevo.
Supuse que era algo así.
Me uní a Louis-Cesare y puse la bandeja entre nosotros. Soprendentemente, la manta no olia. A
excepción de heno, el cual no debería haber sido cosechado mucho tiempo antes de esto. Puesto que
solo emitía el olor de la tierra y las flores, que se mezcla bien con el olor vinagre del vino.
—¿Cuánto tiempo hasta que Mircea nos saque? —le pregunté, colocando un poco de mantequilla en
el pan.
—Él... no estaba seguro.
—¿No puedes solo preguntárselo?
Su rostro respondió para mí.
Suspiré. —¿Por qué no puedes preguntarle?
—Tan pronto como entré en mis recuerdos, perdí el contacto con tu padre, —admitió. —Por
supuesto, lo contrario no puede ser cierto, teniendo en cuenta su habilidad. Él puede ser capaz de
sacarnos de aquí, una vez que se solucione el problema.
—O puede que no.
—Si no lo hace, entonces cuando yo... dentro de un rato, podemos regresar al muelle y contactar con
él desde allí. Él debe ser capaz de ayudar, o al menos darnos una actualización.
Sí, siempre y cuando podamos evitar la evisceración en primer lugar, no lo dije, porque no habría
ayudado. —¿Pero hasta entonces estamos por nuestra cuenta?
—Sí.
Louis-Cesare apoyó su cabeza contra la pared, sus ojos se cerraron. Y yo comí en silencio por un
rato, mis pensamientos yendo a todas esas transiciones, espalda contra espalda, que había hecho. Lo
cual no fue muy saludable, pero puede haber valido la pena. Mi gemela malvada podría haber
heredado los dones mentales de Mircea, pero ¿Cuánta experiencia puede ella obtener de las personas
a través de los recuerdos?
Tal vez estábamos bien.
Tal vez la perdimos.
O tal vez se está tomando un tiempo para seguir el rastro.
¿Cuánto tiempo le habrá llevado aparecer en esa nave? ¿Diez minutos? ¿Quince? Yo no estaba
segura. Pero no creo que hubiera sido más tiempo que eso. ¿Y cuántas transiciones hemos hecho en el
camino hasta acá?
Hice los cálculos, y no me gustó la respuesta. Pensé que habían sido seis, quizás siete. No puedo
estar segura ya que las primeras habían sido borrosas. Pero eso era lo suficientemente cerca.
Así que digamos que diez minutos cada una, o quince, asumiendo que ella no estaba mejorando con la
práctica y acortando el tiempo…
Fruncí el ceño.
Tenía la esperanza de que Louis-Cesare descansara rápido.
Él me miraba cuando levanté la cabeza.
—Así que esto era como el Día de Mayo por aquí, —le dije, para llevar a mi mente fuera de esto.
—Algo así, —estuvo de acuerdo.
Por supuesto, en Mayo, había un poste agradable para bailar alrededor, pensé, viendo a las sombras
saltar y girar. Un símbolo fálico, agradable para molestar a la iglesia, que no le había gustado el
simbolismo, obvio. O el hecho de que un gran número de adolescentes locales se adentraran en el
bosque para celebrar el regreso de la fertilidad de la tierra en la forma consagrada.
Pero supuse que una hoguera y una cuba de vino servía igual.
Louis-Cesare no lo negó. —Había un gran número de niños de cumpleaños todos los años, nueve
meses a partir de ahora.
Lo apuesto.
Tomé un sorbo de vino que había encontrado en una jarra que había sido de alguna manera pasada
por alto. Era robusto, brillante y de una manera que el vino moderno no lo era, pero lleno de frutas
caídas que le daban un toque de dulzura. Al igual que una versión francesa de la sangría. Me gustó.
—¿Y cuántas veces has traído a alguien aquí? —le pregunté. Lamiendo mis labios.
—No lo he hecho.
Lo miré por encima de la copa, y levante una ceja escéptica.
Porque seguro…
—Es cierto. —Insistió.
—¿Y qué edad tenías?
—Lo suficientemente viejo.
—Entonces por qué...
Él se encogió de hombros. —Era considerado… diferente. Nadie sabía la verdad de mi nacimiento,
pero sabían mucho. La mayoría de la gente supuso que yo era un noble bastardo que había sido
sacado de la vista.
—Pensé que a los bastardos más nobles se les mantenían alrededor, puestos a trabajar.
Él arqueó una ceja. —¿Dónde has oído eso?
—Mi abuelo nació en el lado equivocado de la manta, —le recordé, entre crujidos de pan. Estaba
bueno, pero de gruesa costra, y de semillas con granos apenas rotos. —Y lo hizo bien. Terminó como
un corredor de recados para el rey Húngaro, quien le prestó un ejército para conquistar el trono que
no podía ganar por nacimiento. Así que todo salió bien. —Pensé en ello. —Bueno, por un tiempo.
—Ah, pero era un hombre bastardo, ¿No?
Asentí.
—Funcionaba un poco diferente para las mujeres —me recordó. —Particularmente en Francia.
—El bueno y viejo doble estándar.
—Oui. La mayoría de los nobles tenían amantes, incluso los reyes oficiales. Pero de sus mujeres se
esperaba que fueran puras como la nieve recién caída.
—Y cuando no lo eran, ellos lo pretendían.
—Y removían la evidencia.
Miré a la evidencia, y me pregunté cómo alguien lo pudo encontrar una carga. —Eso es una mierda.
Se acercó a mí por el vino, un murmullo de músculo fino debajo de la piel más fina. —No… del
todo. Pero mi nacimiento me hizo sobresalir.
—¿Cómo alguien lo pudo saber?
Él se encogió de hombros. —Se extendieron los rumores de que una dama vino a verme, toda
enfundada, un par de veces cuando era un niño. Y luego estaba el dinero que se enviaba, cada mes,
para pagar mis estudios. Se pensaba que estaba siendo educado por una razón, y que algún día sería
convocado. Y volvería.
—¿Y las chicas no querían irse con una hermosa especie de príncipe?
—No era una cosa que querían. Sus padres habían puesto el temor de Dios en ellos. Para lo mejor,
como se vio después.
No dio más detalles, pero no tuvo que hacerlo. Yo sabía lo que era eso, vivir en un grupo pero nunca
realmente ser parte de él. Para que la gente te encuentre útil pero extraña, foránea.
Para hacer que automáticamente te excluyan, sospechando de ti, despidiéndote. Para dejar de hablar
cuando te acercabas, no porque fuera nada importante, ni siquiera porque tenían miedo de que
pudiera decírselo a alguien.
Pero debido a que eras diferente.
Qué extraño era pensar que alguien como Louis-Cesare también lo sabía.
Eché un vistazo alrededor del poco atractivo y pequeño cobertizo de nuevo. Y me pregunté sobre el
joven que se acordaría de un lugar como éste tan vivamente, y por tantos años. Y las chicas tontas,
tontas que se habían ido con alguien más.
Y giré para encontrarlo mirándome de nuevo.
Estaba tendido en un rayo de luz del fuego alrededor del lado de la pared que estaba mayormente
desaparecida. Se estaba bañando esa parte de la habitación en un misterioso crepúsculo jengibre. Lo
bañaba a él también, con halos de luz en su pelo, oscureciendo sus ojos, calentando su piel a un
húmedo terciopelo dorado. Lamí vino de mis labios y vi que sus ojos seguían mi movimiento.
—¿Hay alguna razón por la cual me trajiste aquí? —Finalmente le pregunté.
—A medida que los seres vivos se destaquen en el fondo de los recuerdos que visitamos, —dijo en
voz baja. —Para alguien dotado para las artes de la mente, es como si estuviéramos en color y todo
el mundo en blanco y negro. Pero cuanto más nos hundimos en la memoria, mejor nos entremezclamos
en él. Si nos hundimos lo suficientemente lejos, Mircea pensará que tal vez aparentamos ser parte del
fondo, y así ser pasados por alto.
—Esa es la opción número tres. —Supuse.
Él asintió.
Bebí del vino. —¿Y cómo hacemos esta cosa Fade, exactamente?
—Yo... no tuve tiempo para obtener instrucciones completas. —Lo miré. —O alguna. —Admitió.
—Pero tú tienes una idea.
Terminó su propio vino de un trago largo. Y entonces se levantó y se inclinó ligeramente. Y maldito
si no se sale de su cortesía a pesar de lo sucio, medio desnudo y cubierto de paja.
—Si me lo permites, sería un honor mostrártelo.
Y tendió una mano.
Yo me lo quedé mirando.
Hace una hora, ni siquiera hubiera dudado. Hace una hora, yo hubiera tenido que decir que no.
Debido a que era lo que siempre decía, lo que yo siempre tenía que decir. Así que no le haría daño a
nadie, así no me haría daño. No, tú no puedes tener a esa persona, no, no puedes quedarte en esta
ciudad, no, no puedes vivir esa vida.
No, no, no.
Hace una hora, me hubiera recordado que yo no iba a estar con alguien que estaba conmigo por las
razones equivocadas, y cuya vida probable se la arruinaría en un grado gigantesco. Me han señalado
que probablemente ni siquiera necesito esto, porque yo había estado a lo largo de este loco viaje y no
podría haberlo recreado, así que ¿Cómo saberlo? Me hubiera dicho a mí misma relájate, tomate otra
copa, espera a que Mircea trabaje en su magia.
Pero las cosas cambiaron en esa hora. ¿No es verdad?
Había pasado de pensar que algún día podría encontrar una manera de conquistar a mi demonio, a
tener casi mi conquista. Desde luchar para conseguir por fin una vida juntos, viendo todo
desmoronarse. Desde el anhelo de estar sola en mi piel, para preguntarme si iba a vivir mi antigua
pesadilla, atrapada en una prisión de mi propia mente, sin poder salir, para detenerla, para…
De tener un futuro, a vivir un tiempo prestado.
Y de repente un montón de cosas ya no parecían tan importantes.
Me quedé mirando la mano. Era de huesos finos para un hombre tan grande, dedos largos y delgados.
La mano de un esgrimista, si hubiera tal cosa, la mano de un duelista. La mano de Louis-Cesare.
Esperando. Ofreciendo...
Una oportunidad que nunca podría volver.
Vacié mi vino. A la mierda. Había tenido una vida de no. Y no puedes, y no debes, y no hagas.
Estaba harta de no. Esta noche, por una vez, quería un poco…
—Sí, —le dije, y cerré mis dedos con los suyos.
Capítulo 37

Pensé que toda la cosa de pararse y hacer una reverencia pertenecía sólo a Louis-Cesare, bueno, es
Louis-Cesare. Pero no. Él tomó la garrafa de vino, la manta y salimos por la puerta perdida. Jehan
me dedicó una sonrisa de reconocimiento mientras pasamos, como si ya lo hubiese visto todo. Y
luego atravesamos los árboles y nos adentramos al siguiente campo, hacia una agradable alfombra de
tréboles.
La Vía Láctea era un río plateado suspendido, brillando entre oscuras nubes encajadas con distantes
relámpagos. El trébol era suave y frío, y tan grueso que pudimos dejar la manta atrás. Los bailarines
estaban aún tambaleándose alrededor del fuego, sombras rojas anaranjadas en la colina sobre
nosotros, como llamas oscuras. Pero pensé que serían menos sombras.
Como si no fuésemos los únicos que se escabullen en la noche.
Pero los músicos parecían haber ganado un segundo aire, o posiblemente un segundo barril, y estaban
realmente dejándose llevar, golpeteando un vibrante ritmo que hacía parecer que las estrellas
pulsaban, las llamas saltaban, las sombras brincaban, como si toda la ladera estuviese bailando. Me
recordó a aquella noche en el jardín de Claire, sólo que había sido magia fey. Y lo que sea que fuese
lo de esta noche… no era magia.
Primitivo, terrenal, humano, no había nada místico en ello. O siquiera necesariamente mágico, al
menos no en la manera en la que los humanos lo definen. Pero yo lo sabía bien. La gente de aquí
estaba vanagloriándose en las cosas simples, no en imponente mansiones y finas ropas, sino en la
comida en sus vientres, el sabor del vino nuevo en sus labios, y un amante a su lado, bajo ellos.
Y no había magia más grandiosa que esa.
Era todo lo que siempre deseé, y de alguna forma nunca logré encontrar, un lugar de aceptación, de
paz interior, alguien a quien amar. Tal vez nunca obtenga los dos primeros, no ahora. Pero esta
noche… esta noche, tengo lo tercero. Y pretendo sacar el mayor provecho. Empujé a Louis-Cesare
bajo la ladera.
Él parecía un poco sorprendido, como si esperara acelerar las cosas. Y entonces lo intentó,
derribándome para quedar sobre él. Me alejé. El comenzó a seguirme pero lo derribé poniéndole un
pie en el pecho.
No. Mi noche. A mi manera.
Él se tumbó de espaldas otra vez, mirándome con ojos encendidos.
Su camisa podía haberse ensuciado, pero su piel estaba limpia. Lucía incongruente al lado de mis
sucios dedos, pero se sintió bien, y el ruidoso latido bajo ellos se sintió mejor. Dejé el pie en su
lugar mientras desabotonaba mi chaqueta.
Era de manga corta que no requería camiseta, una del estilo Jackie-O-en-los-sesenta. Pero tenía
aquellos guantes. Hice una pausa para quitármelos.
Y Louis-Cesare hizo un sonido de decepción con la garganta.
Arqueé una ceja, pero me los dejé.
Eran lo único que hice.
Chaqueta, sujetador, falda, tuve que mover el pie para lo último, porque era del tipo tubo y no podía
sacármela de otro modo. Simplemente. Es más fácil retorcer de esa forma las bragas.
Él fue a por mí de nuevo, antes de que siquiera terminase, pero mi pie volvió a su sitio y le detuve.
Me miró con ojos dilatados y una sonrisa que se iba desvaneciendo. Bien, empezaba a comprender.
—A mi manera, —le dije toscamente, y le volví a tumbar.
Cogí la jarra de vino y me incorporé sobre él con ella, sentándome a horcajadas en sus muslos
mientras sumergía mis dedos dentro del vino y sacaba la empapada fruta de él. Dulce con el agudo
sabor fuerte del licor, tibio por pasar la tarde expuesto al sol, más caliente en mi cuerpo.
Riachuelos bajaron por mi brazo, escurrieron en mi codo, manchando la tela de sus pantalones cual
fuese sangre. Me tome un tiempo para lamer el vino de mi palma, mi muñeca. Luego empuje la
pretina con mi taco. —Quítatelos.
Sus manos temblaban ligeramente mientras deshacía los lazos. O quizás yo estaba imaginando cosas.
Louis-Cesare era un duelista, sus manos no temblaban. Pero parecía que le tomase mucho tiempo
liberarse, quizás porque no me moví. Él se arqueó para bajarse los pantalones hasta los muslos, y
luego se inclinó para bajárselos por las piernas.
No lo logró.
Él se detuvo, su cara cerca de mi cadera, y los pesados parpados sobre sus ojos los cerraron. Y él
respiró. No de la manera en lo hacen los humanos, para tomar oxigeno, porque él no lo necesitaba.
Sino en la forma en que un vampiro lo hace, un respiro que casi fue tacto, casi gusto, casi una visión,
y daba más información que los tres. Se detuvo y simplemente me inspiró.
Mi mano bajo, enredándose en la melena de pelo que se desparramaba, libre, sobre sus amplios
hombros y bajo su espalda. Siempre tuve un problema con su cabello. Era mucho, y muy largo, y la
ligereza de sus rizos aseguraba que constantemente se escapase del discreto clip que lo sujetaba. A
menudo me pregunté por qué no se lo cortaba.
Muchos antiguos vampiros no lo hacían, pero parecía que el campeón de duelo del Senado Europeo
lo encuentra un riesgo en la batalla. Y después de todo, era una cosa pequeña, este destellante río de
satín rojizo a la luz del fuego. Pero de pronto estaba, perversamente, contenta de que lo mantuviese.
Mi mano se tensó, queriendo sentir la suavidad que apretaba, y su cara cambio con el gesto. Un
momento después, sus cálidos labios hallaron los botones en mi muñeca, desabotonándolos sin
mover la fuerte mano que curvó alrededor de mi pantorrilla o alzando la otra. Uno, dos, tres botones,
desabotonados por una hábil lengua, y luego un beso depositado en mi muñeca, donde el pulso latía
fuerte y rápido.
Más fuerte ahora, mientras bajaba besando el suave grano en mi palma, para luego morder el
montículo bajo mi dedo, y después succionar uno en su boca. Y luego blancos dientes se incrustaron
en la piel tibia y tiraron. Y los sacó de mí en un solo movimiento.
Tragué saliva, y sentí mis rodillas tratando de doblarse.
Hizo un camino de besos de regreso a mi cálidamente y húmeda piel, pero dejó el otro guante en su
sitio, no estaba segura del por qué. Tal vez le gustaba el contraste, cuero negro contra piel pálida, o
quizás era algún tipo de fetiche. Nunca hablamos de eso, nunca hablamos acerca de qué hacer con la
intimidad que no hemos tenido. Pero debí de haber hecho algo bien.
Cuando de pronto alzó la mirada, sus ojos estaban vidriosos, un poco extraños, un poco salvajes.
No estaba segura qué provocó ese aspecto en su rostro, sólo sabía que quería mantenerlo así lo más
posible.
Le tumbé, sin permitirle liberarse de los pantalones aún enrollados en sus piernas. Pasé un segundo
admirándolo, firmemente desnudo, músculos flecados, ya semi erecto. Y entonces me arrodillé,
extendiéndome por su cuerpo, apartando la mano que puso alrededor de mi pierna en el suelo junto a
la otra. Y las anclé a ambas con mis rodillas.
—A mi manera, —le dije otra vez, esta vez un poquito jadeante.
Él no respondió. Pero sus ojos llamearon ante mí. No estaba segura si era de pasión o de frustración,
pero dudo que Louis-Cesare estuviese acostumbrado a recibir órdenes. Imagino que Christine nunca
lo hizo, su forma de manipular había sido con creces más sutil. Por fuera, ella era la perfectamente
elegante pequeña vampiro, toda dulzura y suavidad y complacencia.
Muy mal. Porque yo no soy suave. Rara vez era dulce. Y de complaciente…
Bueno, depende como definas el término.
Hice presión, rodillas firmes contra las palmas que las rodeaban, resaltando mi punto sobre quién
estaba a cargo. Los ojos de Louis-Cesare destellaron de nuevo, peligrosamente, pero no se movió. Lo
tomé como un buen signo y cogí la jarra.
Otra zambullida, otra mano llena de fruta remojada en vino. La comí mientras me miraba con ojos
lascivos, mientras el ritmo de los tambores resonaba en nuestra piel, mientras el jugo chorreaba por
mi pecho e iba hacia mi estómago. Pero me aseguré de flexionar mis muslos, asegurándome de aún
cernirme fuera de su alcance. Como la fruta a la que no le convidaba.
Otro puñado y el vino bajaban como riachuelos por el pecho de él, por las curvas de sus
abdominales, hacia su ombligo. Debió de lucir extraño, pero no era así. Él combinaba con la noche
ahora, con los juerguistas de arriba y con el festival que, quería apostar, ya era antiguo cuando la
iglesia local era un huerto pagano dirigido por sacerdotes disfrazados de negro. Y defendida por
variopintos guerreros.
Louis-Cesare habría sido un buen guerrero ancestral, con la luz del fuego jugando con sus pómulos,
la orgullosa nariz, los labios sensuales. Incluso la ladera parecía pensarlo. Una salvaje vid se
enroscó entre el ardiente cabello, como la coronilla de un fey.
Pero no. Era muy musculoso para un fey, muy sólido, muy ancho. Por alguna razón, su enorme tamaño
no era usualmente aparente, a pesar del hecho que tenía la estatura de la mayoría de los hombres, y un
pie más que yo. Era algo sobre cómo se llevaba a sí mismo, o cómo se paraba o… no sé. Pero su
estatura no lo era todo.
Me lo guardé.
Su cuerpo estaba caliente y pesado, musculoso y fuerte, lo memoricé con labios, lengua y dedos.
Memorizado para más adelante mientras su respiración se aceleraba, su piel se sonrojó y su abdomen
se apretó con inevitables y pequeños espasmos. Pero no se movió. Ni siquiera cuando reculé, cuando
mis manos se posaron en mis rodillas, apenas conteniéndole mientras lamía la derramada dulzura
bajo su ombligo.
Gruñó, pero no se movió, incluso cuando dejé de simular y solté sus manos. Pudo romper mi agarre
en este ángulo de todas maneras, joder, pudo hacerlo antes, si la experiencia pasada fuese algo con lo
que continuar. Pero parecía determinado a tomar lo que fuese que le diese.
Sonreí contra su piel.
Podía dar mucho.
Más fruta, más vino goteando en el desnudo, extenso estómago, abdominales, pecho y barbilla de
Louis-Cesare, porque comí mientras me arrastraba por su cuerpo. Y luego hice una pausa, a pocas
pulgadas sobre su sofocado rostro, a lamer los residuos de mi palma. Él abrió la boca, su lengua
asomándose de nuevo, como las extrañas vibraciones de sus abdominales, las que no podía controlar.
Decidí ser indulgente con él, ligeramente, inclinándome hacia esa perfecta, notable boca para
compartir un beso con sabor a vino. Intentó profundizarlo, pero me retiré. No aún.
Primero él necesitaba aprender algo de paciencia. Necesitaba retorcerse, serpentearse y gemir. Mis
enguantados dedos se hundieron en su cadera mientras bajaba, dejando a mi boca ir a donde quisiera,
trazando cada músculo, cada línea. Porque quiero que él recuerde esto.
Sin importar que sucediese, sin importar si esto terminaba como algo más que un recuerdo en algún
recoveco de la loca mente de Dorina, no olvidaría esto. No lo olvidaría a él. Duros músculos
brillando contra la luz del fuego, brillando con el vino derramado, mis besos carmesíes en su piel. En
todas partes.
Y algo en sus ojos que nunca pensé ver en nadie más. Y de pronto descubrí que no me importaba
porqué estaba ahí. Estaba ahí. Era suficiente.
Reseguí su estómago con una mano enguantada en cuero, bajo su cadera, luego tracé su longitud. Ya
no lo contenía más, pero se mantuvo en su sitio, mirándome con ojos entrecerrados. Aún
determinados.
Hasta que lentamente reseguí las manchas que dejó mi dedo con la punta de mi lengua, lamiéndolas.
Y luego su respiración se atoró, jadeó y su cuerpo se arqueó, pero no lo suficiente. Porque retrocedí
mientras se alzaba, aún sobre él, sólo tocándole con mi respiración. O el vino tenía más grados
alcohólicos de lo usual, o me estaba emborrachando con toda la experiencia. Porque de repente me
reí, bajito, eufórica, y tomé una vez más la garrafa.
Y de algún modo terminé de espaldas.
Pasó tan rápido, ni siquiera le vi moverse. Pero entre un pestañeo y otro, yacía tendida en los suaves
tréboles. Y él estaba…
Sobre mí, pesados músculos… sólido como un roble, y más desnudo que yo, siendo que aún tenía un
guante y él no llevaba nada más que la luz del fuego. Brillo en su pelo, jugando con su firme cuerpo,
oscuro en sus ojos. Pero no tenía más tiempo para disfrutar del escenario. Porque ahuecó la jarra de
vino, y luego lentamente, grácilmente, se arrodilló arriba de mí.
Y fue más generoso de lo que yo fui, ofreciéndome un cuenco de vino, sosteniéndolo en mi boca. La
abrí automáticamente, inclusive cuando sentí que ya había tenido suficiente. Quizás un poquito
demasiado, pensé, mientras sentí que el mundo giraba sobre mí.
Y entonces pasó de nuevo, esa rara conexión que siempre tuvimos, fijándose en el lugar aunque no
era cosa del vino. Pero justo ahora, no parecía sentirla. Quizás porque ya estaba en su mente, ¿o él
estaba en la mía? No sabía. No me importaba, atrapada en el flotante, surrealista sentimiento de
alimentar y ser alimentada, todo al mismo tiempo.
Sentí mis suaves labios separarse, restregando dedos que eran míos y suyos al mismo tiempo. Sentí
el calor de mi propia lengua mientras se enrollaba alrededor de su dedo, me vi en un flash de ojos
oscuros brillando, labios llenos, manchados de rojo y abriéndose hambrientamente de nuevo.
—Más, —alguien dijo. Y no estaba segura si fue él o yo.
Pero él fue quien se sentó, enseñándome la longitud de su cuerpo, casi cada pulgada mostrando
signos de mi posesión. Un mordisco que dejé en su hombro izquierdo, que deliberadamente no estaba
sanando. Esbozos gemelos de mis manos, como impresiones color ocre encontradas en una cueva de
pinturas, en sus pectorales. Una impresión perfecta de mis labios, atrapada en un semi beso, en su
bajo vientre.
Mío, pensé, pero no lo dije. Porque no era él. Excepto por esta noche. Y si esto era todo lo que
tendría, todo lo que nunca tendría, entonces necesitaba tocar…
Mis dedos se doblaron bajo sus rodillas, pero él no amainó. Debió enfurecerme, pero en su lugar
sentí algo en mi torcerse, desenroscarse, liberarse. Me sentí ebria de algo más que vino, mientras su
pulgar recorrió la curva de mi boca, persiguiendo algo del rebelde jugo, y recibí un mordisco. Una
silenciosa orden por más.
Y había más, más fruta, más vino, más rara visión doble, mostrándome mi rostro superpuesto en las
danzantes llamas azules, ojos azules. Mas emociones, más de lo que no podía, o debía, nombrar. Pero
detrás del calor había una extraña vulnerabilidad que era muy familiar, y una terrible simpatía que
rastrilló mi alma, sin agitar los bordes afilados del orgullo que acarreaba como un escudo.
Porque él entendía. Lo que era ser indeseado, ser abandonado, ser evitado. Nuestra aislación puede
haber sido causada por distintas cosas, orgullo por mi lado, política por el suyo.
Pero el resultado… el resultado había sido el mismo.
Y de pronto era demasiado, como algo que se quebraba desde adentro. Dejé mis ojos entrecerrados,
pero aún podía ver a través de ellos, aunque casi deseaba no haberlo hecho. Porque mis párpados
podían haberse cerrado, pero mi rostro estaba abierto, demasiado abierto. Él tomó mi mandíbula y
me volteé hacia su palma. Y cuando se inclinó lo suficientemente cerca como para lamer el vino de
mis mejillas, lo saboreé junto con él, y el leve borde de sal entre la dulzura.
Mi voz sonó extraña cuando hablé, áspera, cruda, y así de bajo pude sentirla en mi vientre —Más.
Llenó su mano de frutas, llevándola a su boca, antes de inclinarse sobre mí, una gorda, remojada en
vino frutilla sostenida entre sus duros y blancos dientes, goteando un rastro de sangrientas gotas
alrededor de mi torso, mi garganta, mi…
La tomé de sus labios a pesar que no era lo que quería. No más. Pero los besos que le siguieron —
Sí… SÍ.
Era lento, más dulce que el vino, y gentil, pero no cuidadoso. Lamí el sabor de las cerezas aplastadas
contra sus labios, encontrando a Louis-Cesare entre el vino. Quise besarlo hasta que pasara la
mañana, lamer cada parte pero por mí misma. Gemí alrededor de su lengua y el sonido hizo que me
besara más fuerte. Y descubrí que cuando pierde el control, Louis-Cesare besaba de la misma forma
que peleaba, salvaje y apasionadamente, y con su cuerpo entero. Besaba como si nunca fuera a
detenerse.
Hasta que de pronto, paró y me dejó respirar… recoger más aire, mientras sus suaves labios, sus
duras manos y su suave cabello bajaban por mi cuerpo. Podía sentir el latir de mi corazón fuerte en
mis oídos, en mi ingle, aleteando en el fondo de mis pies que presionarían sobre sus muslos. Me
estaba marcando ahora, también, dejando marcas y rayas en mi piel mientras trabajaba abajo,
mientras separaba mis piernas, mientras…
Suspiré su nombre mientras se situaba entre mis muslos, acaricié su mejilla, enterré mis manos en su
helado, sedoso cabello como una lengua cálida. Y podría jurar que su camino combinaba con el
pulso de las estrellas, el latido de las baterías, el sonido de la noche, todo se volvió más fuerte y
brillante, más real mientras era acariciada por sus manos duras, labios suaves y lengua húmeda.
Dejé que mis manos se agarraran a su cabeza para afirmarme más que para guiarlo donde necesitaba
ir. Porque él ya parecía haberlo entendido juzgando por el modo en que mi aliento se iba volviendo
más acelerado. Mi cuerpo temblaba y mis muslos se contraían involuntariamente. Y mis dedos se
enterraban en los músculos de sus hombros donde goteaba cuando la ladera comenzó a sacudirse y
las estrellas a girar.
Hasta el punto que noté, apenas, cuando una tormenta se esparcía alrededor del horizonte, haciendo
desaparecer la mitad del cielo.
Barrió en esta dirección, amplia, como alas de la noche andrajosas, pero no parecía importar. No en
comparación con los dedos hundiéndose en mis caderas, o los ruidos que hacia Louis-Cesare con su
garganta, o la calidez de su lengua arrastrándose por mi cuerpo. Y luego eché la cabeza hacia atrás
y…
Y vi el cielo abrirse.
No con luces, o truenos, o algo que tuviera sentido. Pero se redujo. Como si un talón gigante hubiese
quedado atrapado y arrancado de su camino entre las estrellas.
Era cerca de la hora en que la tormenta barrió el paisaje, escupiendo en las colinas, en los bailarines
y en la hoguera.
Y luego cabeceando derecha hacia nosotros.
—Creo… creo que ella nos encontró —suspiré, sólo para tener a Louis-Cesare agarrando mi rostro,
volviéndose.
— ¡No! —Sus ojos azules se anclaron a los míos —Mírame, mírame.
Y me besó, incluso cuando estamos sumidos en un torrente de azotante viento y lamentos de
indignación. Y fue malditamente un buen beso. Mi estómago hizo una extraña voltereta, mis manos
apretadas reflexivamente en sus hombros, y una de mis piernas alrededor de él empujándolo hacia
mí, en mí, en lo que sonó como miles de gritos lamentándose sobre mi cabeza.
Apenas los escuché. Si me cayera en el momento en el que nos ayudó, entonces deberíamos ser casi
invisibles, pensé, mientras él gruñía y me cubría con su cuerpo. Tomándome como me había sacado
el guante más temprano, suave y seguro, en un solo empuje.
Dolía, ser dilatada tan abruptamente, llenada del todo.
Pero la pura satisfacción animal que me dio fue más grandiosa. Esto era mío, el cuerpo firme sobre
mí, la dulzura en mi lengua, las manos sosteniendo mis caderas. Y lo recorrí camino a camino,
arqueándome mientras él se flexionaba en mí, en profundidad, con poderosos movimientos que
generaban calor en mi estómago, derritiendo mi espina dorsal.
Mío, pensaba delirante, mientras una sombra se posaba sobre nosotros, como una capa que había
sido lanzada sobre el cielo.
Mío, mientras mis manos bajaban por su fuerte espalda, aterciopelada y cálida, donde cada
sumergimiento y línea de sus músculos se alineaba perfectamente a mis dedos.
Mío, mientras la tormenta temblaba en el aire alrededor de nosotros y sacudía la tierra bajo nosotros.
—Mío, —murmuré, mientras sus ojos azules encontraban los míos, abiertos. Y luego se cerraron
mientras él tomaba mi aliento en un beso tan consumidor que apenas había notado que la tormenta
continuaba en el horizonte, las alas de medianoche mostrando una luz de estrellas vaga pasando sobre
nuestras cabezas.
Y nos extrañó.
—Tuyo. —Gruñó Louis-Cesare, hundiendo su rostro en la curvatura de mi cuello mientras sus
movimientos se tornaban erráticos dentro de mí, mientras mi cuerpo se acoplaba a él, mientras la
tormenta se volvía, como una gran ave, de alguna forma reduciéndose a cero en nuestro lugar a pesar
de todo.
Y luego la colina se abrió, la tierra cayó sobre nosotros y estábamos cayendo.
Capítulo 38

Aterricé por mi cuenta, mientras Louis-Cesare continuaba ausente e inerte como un plomo. Y toqué
tierra violentamente. Choqué contra lo que parecía ser hormigón, sólo para escuchar el golpe y sentir
una sensación como la abrasión del papel de lija al rozar hueso sobre el hueso debajo de mi piel.
Era mi mano. Y, por supuesto, era la derecha. No es que importara, ya que nadie me estaba dando la
oportunidad de continuar con el ataque de todos modos.
Un golpe me pilló mientras trataba de levantarse, y una patada en las costillas me hizo vomitar. Y
luego esa maldita bota estaba de vuelta, visible por una fracción de segundo antes de hacer contacto
con mi cráneo. El impacto fue lo suficientemente fuerte para enviarme dando tumbos, y el instinto me
había empujado a echar mi mano lesionada para amortiguar mi caída.
No fue la mejor idea, me di cuenta, mientras una ola de dolor que me producía nauseas me golpeó.
Vamos. ¡Eres mejor que esto! Me dije con dureza, mientras me volteé tratando de levantarme. Pero
no parecía estar escuchando.
Tal vez porque algo, ya sea la brecha en la cabeza o los poderes mentales que yo realmente estaba
empezando a envidiar, estaba añadiendo otra infierno más a la lucha. De repente, incluso parpadear
requería un esfuerzo, y cualquier cosa más ambiciosa se sentía como si tuviera un peso de noventa
kilos adjuntos a cada extremidad.
Por desgracia, mi agresora no parecía tener ese problema. Ella me estaba pateando una y otra vez en
las costillas, en casi el mismo punto, porque yo estaba demasiado ovillada y demasiado dolorida
para moverme fuera de su camino lo suficientemente rápido. Eso no era bueno, pensé, mientras el
dolor punzante de una costilla rota repentinamente afloró en mi costado.
Gruñí y di una patada con un pie, alcanzando lo que parecía la parte blanda de un estómago. Pero eso
me compró un segundo en el mejor de los casos, lo que ni siquiera era suficiente para volver a
ponerme sobre mis pies. Y luego otra costilla se fue, y otra, y yo coceé de nuevo, a ciegas, porque no
podía ver absolutamente nada. La oscuridad era completa, tanto como si realmente hubiera caído en
un hoyo en la tierra, y lo único que vi fueron las estrellas explotando detrás de mis ojos.
Hasta que una única lanza de luz atravesó la oscuridad.
Era pequeña, como la luz de una linterna muy tenue, pero empecé a gatear hacia ella de todos modos.
Hasta que una dura patada en la barbilla me lanzó por el aire, y otra me destruyó una rótula. Y si no
hubiera conseguido rodar a un lado, la bota que se clavó donde mi pecho había estado podría
haberme matado.
Aunque ese resultado parecía bastante inevitable en este momento, de todos modos. Porque yo
simplemente no podía moverme lo suficientemente rápido para evitar los golpes que estaban
rápidamente reduciéndome a una masa sanguinolenta. Grité de nuevo, del dolor y de pura furia…
Y el punto de luz se convirtió en una inundación.
Parpadeé, apenas capaz de ver más allá del resplandor, pero logré distinguir la figura de un hombre.
—Louis…, —comencé con voz espesa, tratando de alcanzarlo…
Pero no era él.
La silueta oscura era alta pero que no tan alta, ancha pero no lo suficiente, familiar... y aún más
familiar. Cabello oscuro, traje oscuro, pero los ojos que brillaban incluso más brillantes que la
iluminación detrás de él. Como las estrellas gemelas en la oscuridad, más brillantes que ninguna que
yo nunca hubiera visto.
Mircea, vocalicé, porque al parecer yo no era capaz de respirar. Pero él comenzó a caminar hacia
adelante de todos modos, un poco fuera de curso, pero en la dirección general correcta. Y cada paso
que daba separaba la oscuridad más, como una cortina que es descorrida en un escenario. Hasta que
pude ver de nuevo.
La luz detrás de él se resolvió por sí misma dando lugar a la nebulosa vista de la bahía que estaba
empezando realmente a odiar. Pero también era la única salida. Y si pudiera alcanzarla...
Y a lo mejor podría. Porque, de repente, no estaba siendo atacada. Luché para incorporarme con mi
brazo bueno, rota, ensangrentada, mirando alrededor en busca de un asaltante que ya no estaba allí.
Tal vez porque había encontrado un nuevo objetivo.
Volví a mirar a Mircea, justo a tiempo para verlo tropezar. Y una raja sangrienta, como el corte de
una espada, apareció en la parte delantera de su otrora camisa blanca. Él la ignoró, avanzando otro
par de pasos, sólo para ser golpeado de nuevo. Y otra vez. Yo miraba, horrorizada, como las
incisiones que parecían casi negras en la extraña luz aparecían en su cara, sus manos, en el brazo que
él mantenía erguido por delante de él, cubriendo sus ojos.
Y luego un duro golpe lo envió tambaleándose.
—¡Mircea!— Fue apenas un susurro casi inaudible, incluso para mí. Pero nunca se debe subestimar
la audición de un vampiro. Porque su cabeza se irguió, la cuña de luz a su alrededor se redujo, se
centró y derramó alrededor de mí.
Era la cosa más hermosa que jamás había visto, un reluciente salvavidas de color azul pálido.
O tal vez no.
Porque Mircea no estaba acercándose más. Él debería haber sido capaz de cruzar la distancia entre
nosotros en un santiamén. En cambio, él apenas caminaba hacia adelante, y estaba siendo triturado en
el proceso, su chaqueta estaba ya hecha un andrajo, su camisa empapada de color rojo. Y el pánico
se apoderó de mí como nada que hubiera conocido.
Porque yo nunca lo había visto resultar herido con tanta facilidad. Porque no parecía que él pudiera
verme, ni sabía exactamente dónde estaba yo. Pero sobre todo porque él no se estaba defendiendo.
Y luego volvió a tropezar, cayendo sobre una de sus rodillas.
—¡Vete!— Grazné, porque yo no podía gritar. Pero si pudo escucharme, no dio ninguna señal. Y él
no se iba.
Por supuesto que no lo iba a hacer, pensé salvajemente, arrastrándome sobre mis pies. Cuándo
había sido él otra cosa que no fuera un obstinado hijo de…
Mi rodilla cedió, derrumbándome en el suelo. Estúpidamente, yo intenté ponerme de pie de nuevo, y
por alguna razón, funcionó esta vez. Cada paso era una agonía, mis oídos me pitaban demasiado
fuerte como para oír nada y no podía respirar una mierda. Y la luz de la pequeña cuña que Mircea
había abierto siguió moviéndose alrededor, como si estuviera jugando al píllame, aunque eso era
probablemente debido más a mi zigzagueante y alocado rumbo.
Pero yo estaba en pie.
Yo estaba en movimiento.
Y él también lo estaba.
Cómo lo estaba él haciendo yo no lo sabía, pero su oído no era la única cosa que nunca debes
subestimar de los maestros vampiros.
O de los dhampirs, pensé, apretando los dientes mientras puntitos bailaban delante de mis ojos y una
de mis propias costillas me apuñaló en el costado y la maldita pierna colapsó de nuevo. Así que me
arrastré, porque no había nada entre mi meta y yo, excepto dolor y el más jodido dolor. Porque
Mircea podía no estar defendiéndose, pero él estaba haciendo un buen trabajo manteniendo la
atención de la puta sobre él.
Un demasiado buen trabajo, pensé, mientras él se derrumbaba sobre ambas rodillas, sus ropas un
desastre sanguinolento, su rostro irreconocible.
No grité de nuevo, porque yo no tenía el aliento necesario, porque no habría ayudado y porque no
quería advertirla a ella. Yo simplemente iba a matarla. No me importaba lo que me hiciera a mí,
joder, yo iba a matarla, pensé ferozmente, mientras la luz fluctuaba y la cuña de luz se estrechaba y
Mircea no me miraba.
Él continuó sin hacerlo, incluso mientras la paliza más salvaje que jamás había visto continuó,
lanzándolo alrededor de la luz azul centelleante, machacándole las extremidades y haciendo añicos
los huesos y enviando salpicaduras de sangre formando un arco en el aire como rubíes mientras yo
me arrastraba y me deslizaba acortando la distancia. Pero no completamente. No antes de que la
perra de alguna manera percibiese algún indicio y una sombra oscura giró en mi dirección mientras
ella de pronto recordó que, oh, sí, yo no estaba muerta todavía.
Todavía no, gruñí para mis adentros, posicionando mi pierna buena debajo de mí mientras ella se
lanzaba en mi dirección. Y luego cayendo y rodando y arremetiendo y agarrando…
Una mano resbaladiza por la sangre y fría, demasiado fría.
Y luego cayendo de nuevo, en la nada que de pronto floreció en luz tan brillante que arrancó un jadeo
de mi garganta.
O tal vez fue Radu. Yo no podía verlo porque había algo en mis ojos, pero identifiqué su colonia. Y
entonces él estaba tirando de mí hacia atrás y yo esta forcejeando y luchando sin llegar a ninguna
parte porque no me quedaba fuerza.
Hasta que de repente él me soltó, y sé que me caí como un saco de arena, golpeando mi barbilla en
algo que identifique como el borde de la barra. Pero me las arreglé para pasar una temblorosa mano
sobre los ojos a tiempo para ver a Louis-Cesare, que yacía inconsciente en el suelo; Marlowe,
gritando a la media docena de guardias que acababan de invadir la habitación, y Mircea…
Mircea en un charco de sangre cada vez más amplio, los ojos, la boca, las orejas, la nariz, todos
manando sangre que confluía en su traje oscuro y en el sofá pálido y…
Y por un momento, pensé que estaba muerto.
Y pensé que Marlowe también lo estaba, porque tan pronto como él había limpiado la habitación, le
agarró el brazo de Radu. –Vamos, —dijo él, con el rostro terrible. —Espera a que el sanador…
Y luego Radu… Radu… Alzó bruscamente a Marlowe y lo arrojó por la ventana, haciendo que su
cuerpo se estrellara a través de las pesadas cortinas y el vidrio detrás de ellas. Esto hizo que las
cortinas se mecieran, adelante y atrás, como el péndulo de un reloj, intermitentemente resaltando la
impresionante escena del sofá con haces de luz llenos de polvo.
—Cógelo, —me gruñó Radu, su voz nada parecida a sus tonos dulces habituales.
Yo ya estaba en movimiento mientras él hablaba, caminando con dificultad por el suelo, porque mi
pierna parecía funcionar ahora. A diferencia de mi cerebro, que sólo podía concentrarse en aquel
rostro pálido. Pero yo agarré a Mircea, quien como yo, parecía estar sólo físicamente. Pero la
sangre, Dios, había tanta sangre y él era un peso muerto ahora…
—¡Presta atención!, —Espetó Radu, tirando de la manga mientras Marlowe saltó de nuevo a la
habitación.
Y se detuvo, porque había averiguado lo que estaba sucediendo al mismo tiempo que yo lo hacía.
—¿Lo logrará?— Yo resollé, mi voz extraña en mis oídos.
Radu me ignoró. Y luego se desnudó un brazo que no se parecía en nada a su habitual regordete y
bien tonificado ser. Estaba pálido como un cadáver, con músculos correosos y las venas prominentes
corriendo azul violáceo bajo la superficie. Y las uñas que de repente eran más puntiagudas, mucho
más como garras, en vez de la manicura perfecta que había tenido un segundo antes. Al igual que el
rostro que era de repente más viejo, más flaco, y el pelo que era más fino, más apagado, con rayas
anchas de plata listando el marrón.
Le miré fijamente, y luego miré alrededor de la habitación, porque era eso o mirar hacia abajo. Y yo
no quería mirar hacia abajo.
No quería ver aquella cara por lo general tan bien equilibrada salpicada de sangre, aquellos ojos tan
agudamente inteligentes cerrados, la preciosa boca floja y entreabierta. Todo se volvería muy real,
esta extraña y polvorienta habitación, con el tic tac del reloj y las cortinas y los muebles de buen
gusto, yo no necesitaba recordar porque nada iba a pasar aquí hoy de importancia. Nada.
Y luego Radu se abrió un tajo en su brazo desde el codo hasta la muñeca, usando una de esas uñas
afiladas como cuchillos. La sangre brotó, no roja como la de un humano o la de un joven vampiro,
sino oscura, muy oscura, casi negra con débiles destellos carmesí cuando la luz intermitente la
golpeaba. No manaba como la sangre humana, tampoco, rezumaba por debajo de su piel, espesa
como melaza con la edad y el poder.
Él llevó su brazo ensangrentado a los labios pálidos de su hermano, presionándolos con fuerza
alrededor de la herida, forzando el fluido a su interior.
Sangre de familia, pensé mareada, mi propia sangre helándose en mis venas. El último recurso para
un vampiro moribundo. La propia fuerza de Mircea, destilada en el cuerpo de cada vampiro que él
había creado. Y reforzada en el caso de Radu por quinientos años de amor, dolor compartido, lucha y
sacrificio…
Nada de lo cual le haría ningún bien si él no la tomara.
—Su boca está ya llena de sangre, no sé si...— balbuceó alguien, y cerré de golpe mis labios cuando
me di cuenta de que era yo.
—Bebe, —jadeó Radu, una mano con garras clavándose en el hombro de su hermano. —Bebe.
Pero Mircea no lo hizo.
Marlowe estaba junto al sofá, mirando fijamente. Con la cara blanca, ojos oscuros y ardientes. Por
una vez, la máscara se había ido, y él parecía tan aturdido como yo me sentía. Y también tan
horrorizado. Y otra cosa más que finalmente reconocí, tardíamente, porque nunca había visto esa cara
antes.
Me vio mirándolo y se quedó en blanco de nuevo, pero su voz era áspera cuando habló. —¿Cómo?
—Yo... Él no se defendía, —le dije, mi voz todavía sonando extraña. Alta y débil y estridente por el
miedo. Pero a diferencia de Marlowe, yo no parecía ser capaz de disimularlo.
Ni lo más mínimo, me dije salvajemente.
—¿Contra qué? ¿Qué le hizo esto?
—Dorina. —No tenía sentido negarlo ahora. —Ella venía a por mí, pero él se puso en su camino…
— No, —dijo Radu, sin levantar la vista de la cara de su hermano.
—¿Qué?
—Mircea dijo que tú no eras ella. Fue todo lo que alcanzó a decir antes de…
—Entonces, ¿por qué no se defendió?— Exigió Marlowe, antes que yo pudiera hacerlo. —Si él no
estaba preocupado por lastimar a…
—Esa es una de las razones para usar un guía, —Radu le dijo bruscamente. —Incluso un maestro
talentoso no puede mantener abierta una conexión y también defenderse de un ataque. Se requiere de
demasiada concentración…
—¡Él tenía un guía!
—Louis-Cesare estaba inconsciente, —espetó Radu, haciendo un gesto hacia él. Dónde él todavía
yacía, porque nadie se había molestado en ayudarle.
De algún modo yo no creía que le importara.
—Él nunca fue entrenado para esto, —agregó Radu. —Y no es fácil, en el mejor de los casos. Y lo
que él hizo…me sorprende que aguantase tanto como lo hizo.
—¡Entonces Mircea debería haber esperado condenadamente hasta que él despertara!
Radu lo miró con enojo. —Dory estabas siendo atacada…
—Estamos siendo atacados. ¡Todo nuestro maldito grupo! ¡No podemos darnos el lujo de perderlo,
¡Radu!
—Al igual que él no podía permitirse el lujo de perderla a ella— Radu atusó el pelo de su hermano.
—Hemos perdido a demasiados, a través de los años.
—¡Ella era quien lo atacaba!.
Radu levantó la vista, con los ojos brillando de miedo o de ira o de dolor o los tres a la vez. —Ya lo
has oído. Él dijo que no.
—Él lo haría, —dijo Marlowe, mirándome. Y haciendo que me preguntara si esto no habría sido un
desperdicio. Si alguna vez lograra salir de aquí con vida.
En este momento no me importaba gran cosa. No me importaba nada más que la sangre chorreando en
el sofá. Despilfarrada.
—No fuiste tú, —dijo en voz baja Radu, ojos color turquesa encontrándose con los míos.
—Entonces, ¿quién?— Le pregunté, mi voz más débil ahora.
Porque yo estaba sangrando también. Apenas me había dado cuenta, pero regueros resbaladizos
estaban goteando de mis oídos escurriendo por mi cuello, empapando el material una vez fino de mi
traje. Otro estaba llenando mis ojos, junto con alguna otra cosa que apartaba parpadeando.
—Entonces, ¿quién?— Le pregunté, más fuerte.
—Mircea no lo sabía, —dijo Radu suavemente, su mano descarnada cubriendo la mía, donde yo
agarraba el hombro de su hermano.
No. El de mi padre. Donde yo agarraba el hombro de mi padre, pensé con rabia, sujetándolo con más
fuerza. Y de alguna manera llegando a estar furiosa conmigo misma, con todos, con nadie, todo al
mismo tiempo.
—Él dijo que creía que alguien te estaba usando como ancla, —Radu me dijo. —Que ellos estaban
estrechándose en torno a ti como si tú fueras su guía. Con el fin de atacarte.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Él no lo dijo. Estaba concentrado en buscarte; sus informes eran... esporádicos. Lo siento, Dory,
yo no sé nada más. Cuando se despierte…
—Si se despierta, —dijo Marlowe, y luego se detuvo.
Como si no hubiera nada más que decir.
No. NO, pensé, y sacudí el cuerpo sin vida en mis brazos, haciendo que la cabeza le cayera sobre mi
hombro. Las lágrimas mojaron su cara, mezcladas con sangre, dibujaron sus senderos sobre sus
perfectas facciones que eran como de mármol en su belleza. Y en su frialdad. Las lágrimas eran mías,
no me importaba.
—Bebe, —le supliqué, mientras la habitación se volvió gris y el pitido de mis oídos se hizo más
fuerte y él simplemente se quedó allí, envuelto en mi regazo, la sangre de Radu cayendo en cascada
por su barbilla.
Tanto poder, tanta vida, allí mismo, y él no la aceptaría.
Mi ira de repente encontró un blanco, y fue el hombre sangrando en el sofá. —Marlowe tiene razón.
Tendría que haberme dejado, —dije con dureza.
—Tú sabes que él no haría eso, —advirtió Radu.
—Entonces es un tonto. —Mi cabeza daba vueltas, mis sienes palpitando, pero no me importaba.
Sólo me preocupaba el hombre en el sofá. Y la ira. Tanta ira reprimida durante tantos años, y
finalmente estaba exteriorizándose.
—Cobarde, —escupí. —¡Insensato y cobarde!
—¡Dory!
—Es la verdad. ¿Cinco siglos de vida, de lucha, conspirando y maquinando y clavando sus garras
para esto? ¿Así es como termina?
Nada.
Y eso absolutamente me enfureció. Como todos aquellos años, amándolo y odiándolo, y siendo
atraída hacia él, pero teniendo miedo a acercarme demasiado, porque siempre, siempre terminaba de
la misma manera. Con él marchándose. Ya sea alejándose físicamente, o retirándose detrás de una
fachada de hielo hasta que era yo la que se alejaba.
Y ahora él estaba haciéndolo de nuevo.
Ahora lo estaba haciendo de forma permanente.
Pero el muy cabrón no iba a salirse con la suya esta vez.
Yo ya lo tenía en mis brazos, y entonces lo zarandeé. Un gran coágulo de sangre, suyo a juzgar por el
color, cayó de sus labios, manchando mi camisa ya ensangrentada. Como si me importara.
—¿Es así como termina, Mircea? ¿Es así?
Nada.
Lo tiré en el sofá, me senté a horcajadas sobre él, le di una bofetada, con fuerza. —¿En serio?
—Seguridad, —oí murmurar a Marlowe, detrás de mí.
Al diablo con él.
—Voy a matar al primero que me toque, —gruñí.
Y entonces abofeteé a Mircea de nuevo.
—Cinco siglos, cinco jodidos siglos, sólo para morir como un cobarde, entre gimoteos mientras esta
cosa se escapa. ¿Qué hay de la venganza? ¿Qué pasa con el orgullo? ¿No te importa?
Nada.
—Tantos años, y para nada, —le dije con desprecio. —Si fueras a morir así, si fueras a rendirte, tú
deberías haberlo hecho. Tú deberías haber muerto con ella.
Radu me miraba, horrorizado. Y luego pareció recordar lo que él estaba haciendo, y pegó el brazo
ensangrentado a los labios de Mircea de nuevo. No es que importara.
—Ella te esperaba, —le dije, mirándolo fijamente, la sangre latía en mis oídos,— pero tú no fuiste.
Ella se desangró a causa de las estacas de tu propio hermano, peor que una maldita crucifixión, sólo
que era tu nombre el que salía de sus labios mientras rezaba. Y mientras ella moría, todavía te
llamaba. Sollozando, suplicando... pero tú no estabas allí. ¡Nunca estuviste allí!
Lo sacudí de nuevo, a él y a Radu juntos, porque tan aterrorizado como parecía, Radu no se movió.
—Ella te necesitaba, y tú no acudiste. Ahora te necesito. ¿Vas a abandonarme, también? ¿Vas a
dejarme, también?
Nada, excepto el tic-tac del reloj y mi respiración agitada.
Nada.
Hasta que... un movimiento. Diminuto, diminuto. Sólo un tick en su garganta. O quizás... un trago.
—Mircea, Mircea..., por favor, —susurré mientras la luz de la habitación, brillante sólo unos
segundos antes, se atenuaba, se redujo a sólo su rostro.
Por favor.
Y luego nada.
Capítulo 39

Yo traté de empujarlo, pero el grito había tomado toda mi fuerza, no es que yo tuviera mucha para
empezar. Y él era fuerte. Tan fuerte, esta extraña criatura de la luz.
—¿Por qué estás haciendo esto? —La voz era cálida, profunda, apacible. Inevitable. —Tú estás
herido y exhausto. Y hasta el momento, más débil que las cosas que tú acechas. Esto no es sobre el
Senado... ¿lo es?
Yo me defendí, sabiendo que era inútil. No tuve éxito llevándolo a cabo, pero por el momento, él
no empujó más allá. Él estaba esperando a que yo le contestara.
Estaría condenada si yo le dijera.
Pero algo debe haberse filtrado a través, al menos.
—¿La niña? —Él parecía sorprendido. Luego amenazante. —¿Qué quieres saber?
Yo no le respondí.
—¡Dime!
Era fuerte, la tolerancia había desaparecido por completo de su voz mental. Pero yo seguía sin
decir nada. No podía.
—Entonces muéstrame, —él dijo gravemente.
Y la oscuridad se hizo deslumbrante.
El salón de baile era un remolino de luz y color y sonido, impresionante, abrumador. Yo estaba casi
contenta de que no podía ver mucho de eso, sin embargo yo anhelaba más. Yo saqué mis dedos un
poco más lejos de las líneas de mortero entre los ladrillos, enganché mis dedos de los pies un poco
más altos en el borde de un friso ornamental, y se quedó mirando. La pose me dejó aferrándome al
lado del palacio como una lapa en un barco, y el dolor después de sólo unos pocos minutos. Pero no
había otras perchas seguras. La gente alegremente disfrazada constantemente iba y venían en el
balcón alrededor de la esquina, o llegando al muelle en góndolas debajo de éste. Y había luces en
todas las ventanas.
No había luz aquí, la sombra de otro balcón directamente sobre la cabeza ofreciendo un pedazo de
oscuridad en la que ocultarse. Me gustaba la oscuridad. Eso me permitió ver a los otros antes de que
ellos me vieran. Estaba fresca y reconfortante y seguro.
Pero la luz...
La luz era irresistible.
Ellos eran irresistibles, las mismas cosas que Mircea había advertido acerca de mí. Terrible y
hermoso, extraño e inquietantemente familiar, repelente y oh tan seductor. Yo nunca podía tener
suficiente de ellos.
Y ellos me habían enseñado cosas, cosas que él no haría. O no podía, porque yo no pensaba que él
sabía mucho acerca de ellos, tampoco. Mi juego favorito se llamaba Familia, donde yo trataba de
adivinar cómo ellos encajaban juntos.
Al principio pensé que era fácil. Vampiros de una sola línea todos quemados con el mismo fuego
sobrenatural. Si el maestro llevaba las llamas, como una capa, entonces sus hijos lo hacían, también.
Sólo en menores, más pequeños, de tonos más oscuros: musgo en lugar de esmeralda, oliva en vez de
jade.
Pero luego empecé a notar que esto no siempre era verdad. A veces podía haber de colores
diferentes, algunos discordantes también, dentro de la misma línea familiar, y eso me confundía.
Hasta que yo escuché una conversación, y comprendí que algunos vampiros eran adoptados de otras
líneas en las familias. O los negociaban o vendían o adquirían de cientos de maneras diferentes.
Y a través del poder del sangrado del nuevo amo sobre el viejo, eso nunca lo borraba del todo. Así
que algunos de los más formidables, —aspectos vampíricos tenían halos de color púrpura a rayas
rojas punteadas de verde o gris, o, mí favorito, un anciano astuto cerca que caminaba con un esquema
brillante de color rosa-azul-marrón-con manchas de color naranja.
Al principio fue divertido. Y luego me hizo dudar. Mi aura era azul. La de Mircea era blanca. ¿Por
qué no era la mía blanca, también?
—¿Y qué te dijo él? —la voz preguntó suavemente.
—Que yo era parte de su familia física, pero no de la vampira. Ningún dhampir lo es. Mircea
podría controlarme en un punto con sus regalos mentales, pero no había ningún vínculo de
sangre. No había un lazo formal.
—¿Y cómo te sientes sobre eso?
Yo no le respondí.
—Los vampiros son, por naturaleza, criaturas sociales, algunas de los más que yo me he
encontrado, —él reflexionó. —Ellos viven en familias numerosas y activas, constantemente en
compañía de otras, hasta el intercambio de ideas. Nunca he conocido a un vampiro solitario. Yo
no creo que ellos existan, otros que no sean revenants.
—Y dhampirs, —yo le dije con voz ronca.
Las visitas a los palacios se habían vuelto menos y menos frecuentes con el tiempo, no debido a la
prohibición de Mircea sino por mi propio dolor. El anhelo creció a medida que yo envejecía,
hasta el punto que se convirtió en tortura verlos reír y bailar y proyectar y pertenecer de una
manera que yo nunca podría. Porque yo no era vampiro; yo no podía tener un hijo. Y la parte
humana de mí...
—No puedes tener un hijo, tampoco, —él adivinó en voz baja.
—No.
—Y entonces tú estás sola. Los vampiros son orientados a la familia por naturaleza, impulsados
para unirse con otros, para formar lazos de unión. Pero eso es lo único que tú no puedes hacer.
No le respondí, pero no tenía que hacerlo. Yo lo sentí voltear a través de mis recuerdos, como si
alguien hojeara un libro. Escena tras escena de fracasos, de observar amantes salir, amigos
huyendo.
—Incluso la otra parte de ti, —él murmuró.—Cortada. Amurallada lejos.
Yo me volví hacia él, impotente, furiosa. —¿Por qué haces esto? ¿Los de tú clase toman placer en
el dolor de los demás?
—Algunos lo hacen, —él admitió. —Pero yo no estoy entre ellos.
—Entonces, ¿por qué?
—Yo necesito que tú entiendas. Que reconozcas que querías a la niña. Y yo estoy convencido de
que no era como un arma, o para tú Senado. Pero para la familia, la conexión... la soledad.
—¿Qué importa? —yo le pregunté duramente.
—Porque tú posiblemente seas la única que me puede ayudar a encontrarla.

Me desperté en otro suntuoso dormitorio, a juzgar por la sensación de la ropa de cama. Pero no era
de Louis-Cesare. Yo podía sentir la presión de la casa del Cónsul manteniéndome aprisionada, como
una docena de manos tratando de empujarme a través de ropa de cama, incluso antes de abrir mis
ojos. Y entonces parpadee en la habitación para ver y lo había confirmado.
Era una habitación bonita, azul, marrón y beige, con un montón de iridiscentes satenes y terciopelos y
unas pocas pieles gruesas calentando el “siempre” presente mármol. Todo sobre mis lustrados ojos
porque ellos estaban demasiado concurridas mirando otra cosa. Pero no tenía ganas de levantarme, o
incluso moverme, por lo que por algunos minutos yo sólo estuve allí.
Y vi ET flotando en mi pared.
La extensión frente a la cama estaba mayormente sin adornos, excepto por sutiles estrías en el
mármol. Y unas cuantas piezas de calidad de museo de arte. Y algunas gotas brillantes de eso, sí,
algo parecido a ET.
Volví mí cabeza, —lentamente, porque eso hizo que la habitación se haga complicado— para mirar
el hilado en la pared a la izquierda. Las manchas me recordaron reflejos, como la gente pasando por
delante de las vidrieras. Y teniendo sus sombras distorsionadas antes ser proyectada en la pared
opuesta.
Sólo había un problema: no había ventanas.
No era demasiado sorprendente. Los viejos vampiros habituales tenían que conformarse regularmente
con casas antiguas y modificarlas para que se adapten. Pero la Cónsul no tenía que soportar esa
mierda.
Yo no había tenido la oportunidad de hacer mucha exploración la última vez estuve aquí. Pero por lo
que yo había sido capaz de decir, su casa fue construida como una cebolla, con una piel más externa
abriéndose en pasillos largos y poco profundos, lo que impedía que cualquier extraño mire lo que
pudiera suceder y preguntándose por qué alguien construiría una casa sin ventanas. Pero eso es
esencialmente lo que era después de que penetrabas en la primera capa.
Y supongo que me había pasado eso. Porque todo lo que yo vi fue un estante y un combo de mesa-y-
lámpara. Nada que podría estar lanzando sombras de luz, incluyendo la lámpara, que no estaba
encendida.
Yo giré mi cabeza hacia atrás de nuevo —despacio, despacio y miré hacia la pared. Pero ET debe
haberme encontrado bastante aburrida, porque él se había ido. O tal vez mi cerebro había decidido
no ir a la esquizofrenia por en el momento, aunque yo no sabía por qué. Ya había hecho todo lo
demás.
Incluyendo la posibilidad de matar a Mircea.
Esa escena de terror volvió a mí en una carrera, lo suficientemente duro como para dejarme sin
aliento. Me incorporé bruscamente, y con la misma rapidez me arrepentí cuando la habitación
telescópicamente, amenazó con derrumbarse. Pero yo no iba a acostarme de nuevo abajo.
No hasta que encuentre qué había sucedido.
Aparté las mantas y avancé casi un metro antes de que mis rodillas cedieran, lanzándome sobre una
alfombra muy agradable que probablemente no necesita ninguna mancha de vómito. Me quedé abajo
por un momento, respirando, esperando que mi cabeza aceptara la idea de eso, si, nosotros
estábamos haciendo esto. Y entonces me puse de pie y me tambaleé hacia la puerta otra vez.
Y llegué a mitad de camino antes de darme cuenta que yo estaba desnuda.
Por supuesto que lo estoy, pensé con rabia, y fui de nuevo por una sábana de la cama. Dios no lo
quiera que yo realmente despertara vestida alguna vez.
Me hice con una de ciento-dieciséis-hilos-contados un pareo y me tambaleé hacia la puerta. Y asomé
la cabeza. E inmediatamente agradecida de que hubiera tenido suficiente células cerebrales
trabajando para pensar en la sábana. Porque había no menos de seis vampiros enormes afuera, todos
ensalivados y pulidos en brillantes artes de imitación romana, ojos inexpresivos como piscinas en
desaprobación incluso sin estar expuestos a una desnuda dhampir.
Pero uno de ellos de todos modos arrugó su nariz, como si oliera algo malo.
Sí, bueno, vete a la mierda, también, amigo, yo no lo dije, porque quería ver a Mircea más de lo que
yo quería enojarlos.
Empecé a salir por la puerta, sólo para que dos lanzas largas cruzaran en frente de mi cara, uno de
cada uno de los chicos enmarcando la puerta. Yo los miré, pero ellos ni siquiera se molestaron en
mirar hacia atrás. Ellos miraban hacia adelante, sólo como los dos en el lado opuesto de la sala, que
aparentemente encontraron algo fascinante en la puerta por encima de mi cabeza.
—¿En serio? —yo grazné, no gesticulando hacia mi sabana—cubriendo mi forma o la sangre seca
escamando mi labio superior o el hecho de que mis ojos seguían tratando de rodar en mi cabeza.
Porque temía que si me dejaba llevar por el marco de la puerta, yo iba a terminar de rodillas otra
vez.
Y porque nadie estaba mirándome a mí de todos modos.
Me aclaré la garganta y decidí volver a intentarlo. —Yo sólo quiero ver a mi padre.
Y bien, eso tuvo una reacción. No verbal, porque yo no valoraba eso. Pero la mirada pétrea en los
ojos de los vampiros estaba un poco pedregosa.
—Lo siento, —yo les dije secamente. —Se me olvidaba que es de mal gusto mencionar que él es mi
padre, pero ahí lo tienen. Y voy a verlo.
Yo empecé a pasar por debajo de las lanzas, sólo para que los dos vampiros en la otra pared
aparecieran de repente en mi cara. O, al menos, sus entrepiernas lo hicieron. Otro día, yo podría
haber cortado sobre su tensión y con un lindo comentario gracioso, pero yo no estaba sintiéndome
realmente linda justo ahora. Aparentemente, ellos no lo estaban tampoco, porque la siguiente cosa
que supe, las lanzas se habían ido, la puerta estaba cerrada y yo estaba de vuelta en la habitación, a
pesar de no ser capaz de recordar cómo había llegado allí.
Bien, entonces.
Me quedé mirando la puerta, balanceándose suavemente, por lo que probablemente fue un minuto. Me
gustaría decir que me quedé de pie allí planeando mi próximo movimiento, pero sobre todo yo estaba
de pie justo. Mi cabeza se sentía realmente... extraña.... Mi boca estaba seca y yo realmente,
realmente quería meterme en la cama.
Pero yo quería ver a Mircea más. Y yo iba a hacerlo. Tan pronto como me diera cuenta.
Mi tren de pensamiento, tal como estaba, quedó desbaratado con la aparición de otro visitante de
otro mundo. Sólo que ésta era un poco diferente. En lugar de ET, ese tipo de aspecto como de mancha
eso usaba pegote por el interior de las lámparas de lava, redondas y sin forma visible y en un espejo
de cuerpo entero a la derecha de la puerta.
Yo me di la vuelta. Eso estaba en la misma pared frente a donde la cama estaba, la única que se
mantenía a lo largo, de una ornamentada chimenea y un par de sillas. Y, por el momento, algunas
manchas azules borrosas pegajosas a lo largo hasta que ellos golpearon el mantel. Y luego fluyó a lo
largo de su enorme tallado hasta que ellos cayeron del otro lado.
Yo parpadeé con ellos por un momento, y luego se tambalearon de nuevo.
Ellos no habían esperado. Cuando yo llegué allí, ellos habían atravesado la longitud completa de la
habitación y desaparecieron. Pero antes de eso, ellos se habían vuelto un poco más claro por un
momento. Y en vez de manchas aleatorias, ellos se habían formado en una persona vagamente —en
forma de cosa, con una cabeza distinta, torso, y un par de trozos más pequeños que podrían haber
sido brazos o tentáculos.
Yo supuse que el primero era más probable, pero teniendo en cuenta donde estaba, yo no descartaba
la segunda. Pero aquí está la esperanza, pensé, y saqué mi cabeza en la chimenea. O, más
precisamente, a través de la chimenea, porque el hijo de puta no estaba realmente allí.
No debería haberme sorprendido —¿qué hace un vampiro realmente necesitando una chimenea? Y
sin embargo, estaban por todas partes del edificio. Y ahora que pensaba en ello, me recordó
vagamente la última fuga del Cónsul en la última vez que estuve aquí, cuando ella había pensado que
yo era demasiado para darme cuenta.
Como acababa de hacer.
Tomó un momento para que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad, y entonces darme cuenta de
que yo estaba de pie en un pasillo, rodeada por una porción de luz brumosa. Esta venía de una sala
diáfana sobre la superficie de una abertura cuadrada en la pared. La chimenea, yo supuse, lo que
aparentemente era sólo para camuflar. Podía ver toda la habitación desde aquí, incluyendo la cama,
lo que era espeluznante.
Pero no tan espeluznante como el otro monstruo de luz viniendo en mí camino.
¿Qué es esto, la Gran Central? pensé, mirando estúpidamente la niebla por un segundo, la que
rápidamente estaba haciéndose más brillante. Y entonces me encontré rápidamente en la dirección
opuesta.
No era exactamente una carrera, porque correr en la absoluta oscuridad no era divertido, y yo no
estaba realmente arriba justo ahora mismo de todos modos. Lo mejor que pude hacer fue evadir, con
una mano en la pared para mantener el equilibrio. Pero por lo menos no había nada para tropezarme
otra vez, porque nadie se había molestado en la decoración de aquí. Esto sólo era un piso de
hormigón, frío contra mis pies descalzos, la igualmente fría pared blanca.
O eso era una luz rojiza comenzando a venir hacia mí desde la otra dirección. Yo me di la vuelta,
pero la monstruosa luz púrpura todavía estaba allí y aún subiendo fuerte detrás de mí, a juzgar por la
forma en que saltaban las sombras en el techo. Bueno, mierda, pensé, apoyándome, tratando de
conseguir una pared detrás de mí.
Lo que habría funcionado mejor si una hubiera estado allí.
Pero mi mano buscando solo encontró aire, sólo mis oídos registraron una diferencia en el eco. Yo
estaba de pie delante de otra abertura. Y luego estaba a través de esta y dentro de una habitación casi
negra.
Me tiré a un lado de la abertura, lo suficientemente fuerte para ajustar mi cabeza dando vueltas, así
que no vi mucho mientras las manchas pasaban por el exterior. Sólo parpadeando un efecto
estroboscópico de diferentes colores en medio de la apertura por un segundo. Y luego ellos fueron
pasando y todo estaba oscuro otra vez.
Excepto por algo que brillaba en el extremo derecho de la habitación, desplazando un poco de
oscuridad.
Mis ojos fijos en eso, y después de un momento, eso entró en enfoque.
Era una vela.
Sentí a mi columna relajarse, y dejé escapar un aliento que no me había dado cuenta estaba
sosteniendo.
Estaba puesto en una pequeña mesa junto a la cama. La cama era grande y pasada de moda, con un
dosel y cortinas para apartar el frío, y el túnel de espionaje del Cónsul, supuse. Fue suerte que había
pasado de moda con los seres humanos cuando las cosas como la calefacción central se pusieron de
moda, pero estuvo retenido en su popularidad debido a la comunidad de vampiros que le ofrecía una
mayor protección contra el sol.
Por supuesto, eso no era necesario aquí. Una habitación sin ventanas dentro de una fortaleza vampiro
estaba tan lejos de la luz solar como era posible de conseguir. Pero la cama estaba allí de todos
modos. Esto probablemente pertenecía a uno de los vampiros más viejos, que tendían a ser más
tradicionales.
Y quienes probablemente no estarían encantados de despertar y encontrar una dhampir que se cierne
sobre él o ella.
Hice una pausa, porque lo último que necesitaba era otra lucha. Y si el que estaba allí era viejo, el
probablemente era poderoso y bien descansado y yo... no lo era. Entonces no sólo podía ser un
inconveniente.
Yo debería regresar a la cama.
Por una vez, o debería hacer lo más inteligente y volver y dormir un poco. Para el tiempo en que
despierte, alguien alrededor podría probablemente decirme qué estaba haciendo Mircea. Quién
probablemente estaba bien porque él era un maldito tanque y la gente había estado tratando de
matarlo durante cinco siglos y usualmente terminaban muertos en su lugar. Él estaba bien y yo no lo
hice incluso sabiendo que ésta era su habitación y él estaba bien.
Me acerqué más.
¿Qué demonios, pies? Yo pensé, pero sí los pies no comentaron. Excepto para enviar señales sobre
las repugnantes alfombras y la suavidad de los parches de madera entre ellos. Los cuales estaban
cortos porque esto parecía que alguien había asaltado una caravana, con una docena de invalorables
alfombras esparcidas descuidadamente alrededor.
Pero al menos ellas amortiguaban mis pasos, no es que yo me estaba preocupando al respecto para el
momento en que yo llegué al otro lado del cuarto. Porque junto con el cuero fino y los libros viejos y
el tenue humo de la vela había un olor aún más débil. Oscuro y almizclado y pino y…
—Mircea.
Él estaba tumbado sobre su lado, pálido y frío y blanco, y por un segundo, mi corazón se detuvo.
Hasta que yo me dije que no fuera estúpida. Él era un vampiro. Y cuando ellos descansaban, no
siempre se molestan en guardar las apariencias. Especialmente si ellos necesitaban sus fuerzas para
otras cosas.
Pero yo no respiré otra vez hasta que me incliné sobre él, y aparté mechones de pelo suelto y oscuro
de su cara. Y vi que sus hermosos rasgos pálidos, lo que a diferencia de los míos estaban limpios. Y
los vampiros no perdían el tiempo en cadáveres que no van a levantarse de nuevo. Así que si yo
estaba aquí.
Yo sentí algo en mi aflojarse en mí propio pecho.
Yo debería haber sabido. Mircea era un maestro mentalista. Él podía reparar cualquier cosa con su
mente.
¿Podría él?
Miré alrededor. Sería de gran ayuda si él ya hubiera comido, pero si es así, la cena ya habría salido.
Yo fruncí el ceño ante eso. ¿Qué pasa si él se despertara con hambre? ¿Qué si sus habilidades
mentales estaban dañadas después de todo lo que había pasado? ¿Por qué demonios nadie estaba
aquí? El tipo era un maldito senador. ¿Él no había valorado a la enfermera?
Yo miré hacia la puerta, y pensé en levantar algún infierno, incluso si iban a patearme de vuelta a mi
habitación. O a una celda, más probablemente, porque de ninguna manera Marlowe me estaba
dejando salir de aquí. El número de guardias había dicho que mucho.
Pero, por supuesto, Mircea hizo razonar a la enfermera, él lleno la habitación entera de ellos. Así
que si él estaba solo, era por elección. Pero aún así no me gustaba. ¿Qué si esa cosa estaba todavía
por aquí en alguna parte? ¿Qué si eso lo atacaba otra vez?
Sólo que no lo haría, ¿verdad? Si Radu estuviera bien y si no hubiera sido Dorina, entonces es casi
seguro que fue alguien con un interés personal en que yo no recordara lo que pasó en ese muelle. Y
eso significaba que si eso viniera de nuevo por cualquiera, esa sería yo.
Yo sentí mis labios retroceder por mis dientes ligeramente. Bien. Eso me ahorraría el problema de
tener que rastrearlo bajo el infierno.
Porque lo haría.
El hijo de puta había lastimado a Mircea.
Y nadie podía hacer eso más que yo.
Yo lo miré un momento más, pero él no estaba buscando una conversación real. Metí la mano en mi
cabello, y luego lo ahueque en la parte posterior de mi cuello. Los músculos estaban tan tensos allí,
se sentía como si yo pudiera chasquear un dedo contra mi nuca y escuchar el sonido. Como si no
hubiera sido capaz de relajarme, incluso durmiendo.
Qué sorpresa.
Pero aquí estaba tranquilo, pacífico. Quizás por eso yo no tenía ganas de salir, a pesar de que no
había razón para quedarme. Mircea ya estaba en un trance de curación, a juzgar por el hecho de que
no se había despertado tan pronto cuando yo entré en la habitación.
Él no necesitaba ayuda médica, más allá de lo que él podía darse a sí mismo, y en cuanto a lo
mental...
Bueno, cualquier habilidad que yo tenía estaba encerrada con mi otra mitad, y ella no estaba
hablando.
Pero todavía no tenía ganas de ir a ninguna parte.
La mano de Mircea apartó la sábana, hacia el colchón a su lado. Yo empecé a recogerlo, para
ponerla de nuevo en su lugar. Y entonces yo me detuve, mis dedos flotaron a unos cuantos
centímetros por encima de los suyos.
Incluso en un trance de curación, algo así como un toque podría despertar a un maestro. De hecho, en
algún nivel, él probablemente ya estaba despierto, al menos lo suficiente para tenerme identificada
como una no-amenaza. Pero un toque puede activar las alarmas, podría hacerle preguntarse si él me
identificó correctamente.
Y yo no quería eso. Muchas veces Mircea lograba correr círculos a mí alrededor en una
conversación incluso cuando yo no estaba sobre una caída. Nosotros teníamos que hablar, acerca de
un montón de cosas, sobre una vida de cosas. Pero éste no era el momento.
Y luego estaba el hecho de que esto era... agradable. Raro, porque nunca recordé haber estado con él
sin los pelos de mi cuello de punta, sin estar tensa, en guardia y vigilante. Yo no lo estaba, por
supuesto; en esa escena en Venecia probaba eso. Pero le había parecido casi... surrealista. Esa chica
con los dedos de los pies desnudos y sus adorados caramelos-robados y su evidente adoración a su
padre... sólo... Yo no podría...
Tiré mi mano de vuelta.
No quería molestarlo cuando él se veía relajado. Esa no es una expresión que haya visto muy a
menudo. O alguna vez, en realidad.
Pero entonces, tal vez él nunca había tenido mucho sobre lo que relajarse.
Me preguntaba lo que había sido para él, en los primeros años. Para alguien entrenado toda su vida
para ser el líder, el proveedor, el protector, para repentinamente ser incapaz de hacer nada de esas
cosas. Para ser un príncipe sin patria, sin tesoros, o un ejército, o incluso un cuerpo que él podría
entender. Porque su exilio había llegado al mismo tiempo que él había estado lidiando con esta
existencia completamente nueva que había sido impuesta sobre él.
Él había pasado de tener todo a no tener nada, casi sobre la noche. Y sin embargo, de alguna manera
él se las había arreglado. Y en Venecia, de todos los lugares, que había sido un nido de víboras de
intrigas vampíricas, de vuelta en el día. Y no sólo lo logró, tomo el cuidado de otros al mismo
tiempo.
No siempre seré débil…
Y él nunca lo había sido. Él nunca…
Yo tragué saliva y parpadee para contener las lágrimas. Dios, yo no sabía qué demonios me pasaba.
Ese ataque debió de tenerme en un lío más de lo que yo pensaba. Entonces yo decidí al infierno con
eso y me incliné, colocando un suave beso en su frente.
Y oí un ruido detrás de mí más suave.
Giré bruscamente, porque yo no había oído abrirse la puerta. Pero eso debió hacerlo, porque la cena
estaba esperando en el umbral. El sabroso bocado de esta noche era joven y pálida, con
desordenados rizos rubios y ojos azules brillantes inquietos. Ellos parecía un poco fuera de foco,
como si ella estuviera mirando a través de mí y en mí al mismo tiempo. Ella era un poco
espeluznante.
Ella también era inútil en estos momentos.
—Él no te necesita, —le dije, aferrándome a mi sabana, la cual se estaba deslizando.
— ¿Q…qué? —Por alguna razón, ella parecía bastante atónita.
—Él duerme, —Repetí pacientemente. —Y yo le puedo dar lo que él necesita.
Ella solo se quedó allí, con su boca abierta. Pensé que había una posibilidad de que pudiera ser un
poco lenta. —Te puedes ir, —repetí. —Vamos apúrate, fuera de aquí, haz como un árbol ¿Lo(80).

entiendes?
—Sí. —La voz se había vuelto plana y fría. —Lo entiendo.
Y la siguiente cosa que supe fue que estaba sentada sola en el medio de un campo lleno de barro y
una muy asustada vaca. Quien no estaban ni la mitad de asustada que yo. Me levanté, deslizándome
en un pastel de vaca y yendo hacia abajo, cayendo en un charco y barro salpicando por todas partes.
Y en algún lugar a lo lejos, como el eco de un eco, yo podría jurar que escuché a alguien reír.
¿Qué mierda?
Capítulo 40

Un par de horas más tarde, estaba conduciendo una camioneta robada dejando atrás el
estacionamiento del supermercado desmantelado de Singh. Yo todavía olía a vaca, debido a que
había tenido que atravesar un campo lleno de ellas por cortesía de una bruja con un gran sentido del
humor. O tal vez yo estaba simplemente loca, en ese momento, no estaba dispuesta a descartar nada.
Pero estaba convencida de que había robado una camioneta y de que estaba conduciendo pasando por
lo de Singh, así que iba a ceñirme a eso por ahora. También pensaba que una ligera lluvia estaba
cayendo, enviando la cinta de la escena del crimen batiendo contra la puerta principal y
embadurnando las paredes manchadas de hollín de un tono más oscuro. Pero no tanto que yo no
pudiera ver las dos sombras que acechaban cerca de un contenedor de basura.
Seguí conduciendo, sólo deteniéndome ante un semáforo en rojo en la calle.
Dos vampiros, incluso dos de los de Marlowe, normalmente no habrían sido un problema. Infiernos,
dos vampiros normalmente hubieran sido un insulto. Pero esta noche... esta noche, pensé que podrían
ser un exceso.
No es que matarme fuera el plan de Marlowe, probablemente. Pero eso no era mucho consuelo
teniendo en cuenta lo que probablemente tenía en reserva. Yo tenía la clave de este lío a buen
recaudo en mi cabeza y él lo sabía. Y el asalto a Mircea le había dado todas las excusas que
necesitaba para retenerme hasta que...
¿Qué? ¿Ya sacó los aplasta-pulgares y el potro de tortura, o lo que el Senado estuviera usando en
estos días? ¿O algún otro mentalista había sido contratado para hurgar dentro de mi cabeza?
Y, sí. ¿No sonaba eso simplemente divertido?
Así que tenía que esconderme hasta que Mircea se despertara. Y sólo había un lugar que conocía
para hacer eso, donde Marlowe no podría llegar hasta mí. Desafortunadamente, él también lo
conocía, y no tenía intención de dejarme llegar a él.
Dejé que mis dedos tamborilearan sobre en el volante.
Dos vampiros eran algo malo, pero había casi con toda seguridad aún más alrededor de la casa.
Convirtiendo el portal de Olga en mi mejor opción, en el supuesto de que siguiera allí. Pero sólo
porque había guardias en el lugar no significaba que Marlowe no lo hubiera clausurado. O que el
fuego no lo hubiera destruido. O que el escudo que acabábamos de instalar en la casa no estuviera
alzado en el otro lado, convirtiéndome en una dhampir muy aplastada si…
Maldita sea.
El semáforo se había puesto verde y no me había dado cuenta. Y ahora una de las sombras se había
separado del edificio y estaba viniendo en esta dirección, materializándose en un hombre de traje
oscuro con el pelo rubio peinado hacia atrás. No estaba corriendo, todavía no, pero lo estaría en un
momento tan pronto como identificara al fugitivo número uno. Y con la vista de vampiro, eso sólo le
llevaría…
Hasta justo ahora mismo.
Él se convirtió en un borrón, con su amigo justo detrás de él, y puse el coche en marcha atrás,
quemando caucho volando hacia atrás y obligándolos a dispersarse. Me hubiera gustado dar la
vuelta, pero no había tiempo ya que sólo había golpeado a uno y que había sido un golpe de refilón
que se había limitado a proporcionarles incentivos. Tampoco podía perder tiempo para salir del
coche y dirigirme a la puerta, porque si me atrapaban en mi forma actual, eso sería todo.
Así que sólo pisé el acelerador y continué yendo justo hacia el ultramarinos Singh. Y por suerte, el
fuego que Scarface y sus chicos que habían puesto, habían sido una buena idea. La pared se
desintegró en una caída de vidrio sucio y ladrillos agrietados, y un montón de vigas medio quemadas
que cayeron del techo, enviando una nube negra al aire, oscureciendo la poca visibilidad que había
habido.
Tuve que dirigirme al lugar correcto guidándome por mi memoria, con cero segundos de margen para
equivocarme, maldita sea. Me había olvidado del recibidor. El cual no estaba en mejor forma que la
fachada de la tienda, y que no era lo bastante amplia para el SUV. Convirtiéndose éste en mi arado a
través de las paredes a ambos lados, como un fuera borda en alta mar, enviando una ola de paneles
de madera falsa estallando contra el parabrisas trasero y ralentizándome.
Pero no tanto como la mano que yo no podía ver que justo acababa de agarrar el parachoques
delantero.
De pronto, todo se detuvo.
Hasta que puse el SUV en tracción a las cuatro ruedas y se deslizó hacia atrás lo suficiente como
para arrancar la defensa, e irrumpir en la sala todavía con los restos de la pared, desparramada
alrededor, y golpear la cabeza contra la puerta mientras pisaba los frenos, planeando seguir recto
para…
Para nada. Porque la mano que había estado en el parachoques estaba ahora en mi hombro. Y no
estaba bromeando.
Pero tampoco lo estaba yo, así que aceleré de nuevo. Y eso, además de un codazo con saña directo a
la cabeza del vampiro colgado de la ventana del lado del conductor, que rompió su agarre por el
tiempo suficiente para que el SUV se lanzara a través del portal. Y saliera en el otro lado. Y ya me
estaba moviendo antes de que el SUV se detuviera, saltando por la puerta, tambaleándome hacia la
pared y cerrando de golpe la mano hacia abajo sobre…
¡Ah, ah—sí! El escudo se cerró de golpe, rebanando el SUV como un cuchillo cortando mantequilla.
Su extremo trasero aplastado permanecía en la bonita tienda de comestibles en ruinas, mientras que
el resto…
Bueno, maldita sea, pensé, mi euforia desvaneciéndose mientras la parte frontal diseccionada se
despegaba de la pared y caía al suelo.
El sonido era ensordecedor, metal raspando, cristal rompiéndose y la radio todavía sonando con los
grandes éxitos de Rammstein. Por un momento, hasta que el motor hizo un último jadeo y murió a
causa de la falta de un depósito de combustible que ahora estaba a varios bloques de distancia. Las
luces delanteras se apagaron, un segundo después, sumiendo en la oscuridad el sótano. Y la música
se desvaneció con un último grito ahogado.
Y, finalmente, todo se quedó en silencio.
Pero no por mucho tiempo, pensé implacablemente.
Eran pasadas las once, lo que significaba que había estado fuera más de veinticuatro horas sin una
llamada telefónica. Yo había esperado recibir una de Claire en la mañana, pero al menos para
entonces estaría limpia, vestida y algo así como preparada. En vez de cubierta de hierba y sudor,
oliendo a mierda de vaca, envuelta en una sábana, y sin una sola pista.
Suspiré.
Y se produjo un eco de una pequeña nota aguda desde algún lugar cercano.
Mi corazón saltó a mi garganta, ya que había sido desde muy cerca de cualquier modo, hasta que
identifiqué el sonido: como uno de los extraños trinos de Stinky. Suspiré de nuevo, esta vez de alivio,
y me recosté contra la barandilla. Pero sólo por un segundo. Claire estaba probablemente atándose el
cinturón de su bata en este momento, y puesto que no podía salvarme a mí misma, yo podría rescatar
a un cierto bribón de medianoche.
Empecé a subir las escaleras.
Los Duergars eran principalmente nocturnos, aunque esa no era la razón por la que Stinky era
encontrado a menudo merodeando por la casa en mitad de la noche. Eso tenía más que ver con su
convicción de que casi todo pertenecía a su pequeño vientre peludo, incluyendo mi cerveza. Lo cual
era una preocupación menor que algunas de las pociones que mantenía por todas partes y que él
podría fácilmente confundir con un nuevo tipo de bebida. Su sangre duergar le hacía resistente al
veneno, pero resistente no significaba inmune, y él iba a aprender a quedarse en la cama, maldita sea.
Uno de estos años.
—Déjalo, muchacho, —le dije, abriendo la puerta. —Sabes lo que Claire va a decir si…
Me quedé inmóvil, con la mano todavía en el pomo de la puerta.
—No creo que tu amiga vaya a decir nada, —comentó una voz amable.
Era familiar, aunque era lo último que necesitaba. La luz no estaba encendida en la sala de estar,
pero la luz de las estrellas se filtraba por una brecha en las cortinas, proyectando un irónico halo en
torno a una determinada cabeza rubia platino. Ojos grises mirando de reojo se encontraron con los
míos, duros como el acero, y una leve sonrisa curvó una esquina de una boca esculpida.
Æsubrand.
La puerta de las escaleras estaba abierta detrás de mí, ya que yo ni siquiera había llegado al último
escalón. Podría cerrar la puerta de golpe, saltar por las escaleras, golpear el escudo y zambullirme a
través del portal. E incluso en mi estado, había una decente posibilidad de lograrlo.
No me moví.
Y él había sabido que yo no lo haría, porque no se había movido, tampoco. Excepto para apretar una
fuerte mano un poco más alrededor de la parte inferior en pañales de su cautivo. Aiden,
profundamente dormido y con sus extremidades colgando, el pelo rubio y sedoso despeinado y
colgando sobre su cara.
Y Stinky no estaba muy lejos. Él estaba pateando impacientemente entre los brazos de una mujer al
otro lado de la habitación, pero sin hacer ningún progreso. Él parecía indeciso, sus grandes ojos
medio cerrados, un calcetín azul aferrándose precariamente a unos dedos de los pies con aspecto de
palitos. A diferencia de la mujer, cuya mirada similar a las estrellas era aguda como un cuchillo.
Ella era alta, incluso más que Claire, con un ondulante cabello dorado que caía en cascada sobre su
vestido azul oscuro, que casi llegaba hasta sus zapatos de raso bordado. Tenía una cara pueril,
mejillas sonrosadas, ojos azules y sorprendentes. Aparentaba unos dieciséis años.
No los tenía.
A menos que yo fuera mucho, mucho más afortunada de lo normal, yo creía saber por qué mamá no
había estado encubriendo a Æsubrand.
Porque ella había estado con él.
—Hemos estado esperándote. —me dijo Æsubrand, su boca arqueándose mientras yo seguía de pie
allí.
—¿Esta es la criatura de la que me hablaste? —Le preguntó su madre, mirándome. Ella no parecía
impresionada. Me hubiera gustado poder decir lo mismo.
—Ella puede ser sorprendente, —murmuró él, pasando la mano por el pelo suave del bebé que tenía
como rehén.
—¿Cómo has llegado hasta aquí? —Dije con voz áspera, para ganar tiempo. ¿Dónde diablos estaban
los gemelos? ¿O el jardín lleno de terribles guerreros que se suponía que teníamos? O Claire.
Sentí mi estómago entrar en caída libre.
¿Dónde estaba Claire?
—C'est pas difficile, —dijo una voz familiar, haciéndome saltar. Pero no había llegado nadie nuevo.
Una mirada a través de la habitación me mostró a Stinky que estaba retenido en el mismo lugar, en la
misma posición. Pero ahora estaba acunado en los brazos de un francés con sobrepeso vestido de
blanco como un chef.
—Mi madre es experta en hechizos, —dijo Æsubrand casualmente. —Y en clarividencia. Ella ha
estado vigilando la casa a través de los ojos de una de sus criaturas pájaro, y vio a los siervos del
vampiro llegar ayer. Fue bastante simple adoptar la forma de uno de ellos, y persuadir a la mestiza
para que le permitiera entrar a través de las protecciones…
—Una madre aburrida rara vez rechaza un ofrecimiento de ayuda, — dijo la voz de la mujer, sonando
extraña viniendo de la garganta del hombre.
—Así que tú la evitaste... ¿cómo? —Le pregunté, temiéndome que ya sabía la respuesta. No pensé
que Efridís había optado por hacerse pasar por el chef por casualidad.
—Me ofrecí a cocinar la cena, —dijo ella, la voz joven y clara tornándose divertida.
Se me heló la sangre.
—Pero éste, es en parte Duergar. —Continuó ella, mirando al dormido Stinky. —Los de su clase son
resistentes a las drogas.
—¿Drogas? —dije bruscamente, no permitiéndome tener esperanzas. Había un montón de drogas
letales, después de todo....
—Están vivos, —dijo Efridís escuetamente, convirtiéndose de nuevo en ella. —Mi hijo cree que
necesitamos tu ayuda.
—Mi... —miré a Æsubrand, quien se había puesto cómodo en el gran sillón de orejas de color rojo.
Como si él estuviera aquí para una agradable charla.
Si. Eso era probable.
Pero Stinky todavía estaba vivo, y Aiden. Y Claire…
—Quiero ver a Claire, —le dije.
Él frunció el ceño. —No tenemos mucho tiempo. Esperaba que regresaras hace horas. Hay…
—¡Quiero verla! —repetí. E incluso para mí, mi voz sonaba un poco... alta.
A la mierda. Había sido un largo día.
Los dos fey intercambiaron miradas, entonces Efridís asintió. —Ven.
La seguí hasta la sala, y luego a través de una casa totalmente en silencio. El lugar solía ser una sutil
sinfonía: la ligera risa feérica desde el patio trasero, el sonido metálico de las ollas y las sartenes de
la cocina, Bob Esponja gritando desde la sala de estar, trozos de conversación viniendo de todas
partes, y la música country que a uno de los gemelos inexplicablemente le gustaba llegando a la
deriva desde el sótano. Esta noche, todo lo que escuchaba era el tintineo de un carrillón siendo
meneado en todas direcciones por una suave brisa mientras Efridís abría la puerta de atrás.
Fuera había más de lo mismo, el porche oscuro y vacío, el jardín en total quietud a excepción de un
fuego llameando en el campamento de los fey. Había unas pocas personas a su alrededor, siendo
salpicadas por la tenue luz rojiza, pero nadie estaba hablando. O moviéndose.
Uno de los guardias tenía un palo en la mano, como si hubiera estado usándolo para remover las
brasas. Tenía los ojos abiertos, con reflejos de las llamas bailando en sus iris. Más llamas estaban
devorando lentamente el palo, la mitad inferior del cual ya estaba negro. Un segundo después, el palo
se redujo a la nada, siendo arrastrado por el viento. Él no se inmutó.
Ni siquiera cuando una repentina ráfaga de viento atrapó la puerta trasera de la casa, golpeándola
contra las viejas tablas como un disparo de una pistola.
Yo salté y Æsubrand me agarró del brazo. —¿Estás satisfecha?
—¿Con qué? —Exigí con rudeza. —¿Qué les has dado?
—Una droga feérica, —dijo Efridís, encogiéndose de hombros. —Tú no debes conocerla.
—Entonces, ¿cómo sé que no los has matado? —Finalmente había localizado a Claire, desplomada
sobre una de las mesas de picnic, su brillante pelo de color rojo en cascada sobre la madera curtida
por la intemperie como un derramamiento de luz de una hoguera. Quería correr hacia ella, sentir que
su pulso latía bajo las yemas de mis dedos. Pero eso significaría escabullirme del agarre de
Æsubrand, y en este momento, yo no estaba segura de que pudiera hacer eso.
Y la debilidad no era algo que él admirara.
—Si yo los hubiera querido muertos, no habría utilizado veneno, —se burló él. —Es un arma de
cobardes.
—¡Eso es verdaderamente convincente viniendo de alguien que hace la guerra a los niños!
Sus ojos plateados brillaron. —No fue mi obra la que puso la vida del niño en peligro. Él nunca
debió haber nacido.
—De acuerdo con tu opinión.
—De acuerdo con el tratado, —dijo Efridís, su voz, una nota dulce en el aire.
—¿Vamos a empezar de nuevo? —le dije, tratando de no parecer como si estuviera explorando el
entorno en busca de ayuda. Marlowe debería tener un maldito montón de sus chicos por la casa. Así
que, ¿dónde diablos estaban?
¿Y por qué te importa? Me pregunté con amargura. Ellos no podían pasar a través de los escudos de
la casa, y yo no podía llegar al encantamiento que les derrumbaba. No con dos fey vigilándome y
vidas en juego. No podía hacer nada más que estar aquí, tratando de no tambalearme sobre mis pies,
y escuchar. Y esperaba que ellos necesitaran algo que yo pudiera ofrecerles.
Aunque me aspen si podía pensar en lo que eso podría ser.
—Hubo una gran guerra, una vez, entre las dos casas principales de los Feys, —dijo Efridís. —¿Tú
sabes algo sobre esa guerra?
Asentí con la cabeza. Yo había visto una breve revelación de aquélla una vez, en la mente de su
hermano. Un hecho que no vi la necesidad de mencionar nunca a estos dos. —Entiendo que fue... muy
grave.
—Casi nos aniquiló a ambas casas, —dijo rotundamente. —Pero la tregua fue finalmente arreglada,
sellada por una alianza matrimonial. Mi hermano Caedmon, como tú lo llamas, me ofreció a Aeslinn
de los Svarestri como esposa. Aeslinn aceptó, pero no sólo para poner fin a la guerra. Él estaba
esperando un hijo que algún día podría unir a todos los fey bajo un único gobernante, un solo trono.
—¿Y esto no le preocupó a Caedmon?
Efridís sonrió ligeramente. —Mi hermano especuló con la posibilidad de que yo fuera estéril como
lo era él mismo. Él sólo engendró en toda su vida a un niño, y eso con un ser humano.
—Heidar. —El novio de Claire.
Efridís inclinó su cabeza.
—Sin embargo, a su nacimiento, mi tío empezó a hacer planes, —Æsubrand interrumpió
airadamente. —¿Y si él utilizara a su mestizo en un enlace con otro? Su sangre humana los haría más
fértiles de lo que él habían sido alguna vez. Y si pudiera encontrar a alguien que poseyera más de la
mitad de su sangre feérica, tendría un sucesor de su línea sanguínea directa. ¡Y eso me apartaría a mí!
—Dejándote con un solo trono. ¡Qué tragedia!.
—¡Bien podría resultar una tragedia para todos nosotros!
—Me resulta difícil de creer.
—Porque tú eres tan corta de vista como el resto de ellos.
—Di más bien mal informados, —dijo Efridís suavemente, haciendo un inciso.
—¿Y tú estás aquí para informarme sobre...?. —Le pregunté.
—Mi esposo, —dijo Efridís simplemente. —Yo descubrí que no estaba tratando de unir a todos los
fey meramente por razones dinásticas. Él es lo que yo creo que tú llamarías… ¿un fanático religioso?
—Ella echó la cabeza hacia un lado con encanto. —¿Es esa la palabra?
—Es una palabra. Yo no sabía que los Feys teníais una religión.
—Ya no la tenemos.
—Pero la tuvisteis alguna vez.
—Sí. Es por eso que se libró la guerra. Los antiguos dioses fueron desterrados de la Tierra, junto con
los feys, hace miles de vuestros años, por un hechizo que es mantenido por vuestro Círculo de Plata
de magos. Mi marido desea destruirlo.
—Y de esa forma traer de regreso a sus dioses.
Ella asintió con la cabeza. —Estaba tratando de invadir la Tierra en el momento de la guerra con el
fin de atacar vuestro Círculo, el cual era mucho más vulnerable por aquel entonces, pero Caedmon se
opuso a él. Los dos bandos estaban casi igualados y la batalla fue por lo tanto…
—Espera. ¿Caedmon se opuso a él? ¿Por qué?
Æsubrand dijo aquella palabra que podría ser una maldición de nuevo y me miró. —¿Es que no
sabes nada?
—¿Acerca de esto? Sí. Nada es más o menos lo que yo sé.
Efridís le envió una mirada de “deja que yo me encargue de esto”, lo que sorprendentemente tuvo a
junior reculando. Era un poco surrealista, ver al titán de los feys abruptamente cerrar la boca cuando
su diminuta mamá le dijo que lo hiciera, pero eso era exactamente lo que sucedió. Entonces ella me
miró, sonrió y volvió a intentarlo.
—Es... complicado. Demasiado para abordar en este momento. Todo lo que necesitas entender es
que una generación de guerreros feéricos murieron por su fe, por un lado, y por el derecho a vivir
libre de aquella fe, por el otro.
—¿Y tú me estás diciendo esto porque…?
—Porque la guerra en la que actualmente estás luchando no se ha iniciado recientemente. Comenzó
hace miles de años, en aquel campo de batalla.
—Comenzó antes que eso, en la guerra entre los dioses que ellos…—Æsubrand enmudeció ante otra
mirada de mamá.

—Mantengámoslo así de sencillo, ¿vale?— Le preguntó ella, con una sonrisa frágil. Ella me miró. —
Las dos partes sólo dejaron de luchar por puro agotamiento. Después, los caminos entre la Tierra y el
Faerie fueron cerrados, la facilidad de desplazarse de un lugar al otro como en los viejos tiempos se
fue para siempre. Y una tregua fue establecida, sellada con mi matrimonio, entre las dos grandes
casas. Pero la tregua es todo lo que es. La paz era imposible. Porque ambas partes todavía creían que
estaban en su derecho. Y ahora, la guerra está a punto de ser reactivada.
—¿Por qué ahora?— Exigí. —¿Qué ha cambiado?
—El número de guerreros disponibles. Eso es lo que frustró los planes de mi marido todo el tiempo.
Como ya he dicho, las dos partes estaban muy igualadas, e intentarlo hasta el límite de sus
posibilidades, no les conduciría a ganar la mano. Y Caedmon dejó claro que si mi marido quería
invadir la Tierra en el futuro, tendría que hacerlo a través de un ejército Blarestri.
—Lo que él sólo había demostrado que no podía hacer.
—Sí.
—Es por eso que mi padre estaba dispuesto a resolver el asunto, temporalmente, a cambio de una
novia real Blarestri, —expuso Æsubrand, con más calma. —Supuso que cualquier vástago que
resultara de la unión sería capaz de reclamar ambos tronos un día, uniendo así los dos ejércitos más
poderosos feéricos bajo el control de los Svarestri. Y dándole los efectivos que necesitaba para
combatir a vuestro Círculo.
—Sólo que no ha funcionado demasiado bien, —señalé.
—Eso está por verse. Pero el intento exitoso de Caedmon para ganar un heredero planteó la
posibilidad de una ininterrumpida línea de oposición. E incluso si no lo hiciera, mi padre estaba
empezando a dudar de la profundidad de mi devoción por su dogma.
—¿Tú no eres un verdadero creyente?
Eso provocó un destello en aquellos ojos extraños. —Yo soy un rey, o lo seré en breve. ¡No un
lacayo para un grupo de seres que pueden ser desterrados por un hechizo humano!
Bueno, eso me lo podía creer. Una objeción moral de la que me habría reído, ya que estaba bastante
segura de que Æsubrand no tenía moral alguna. Pero ser rey de todos los feys no significaba mucho si
aún tenía que inclinarse, restregar y besar traseros devotos todo el tiempo.
—Está bien, digamos que te creo. Digamos que estás de pronto de nuestro lado. Entonces, ¿qué
diablos estabas haciendo en la propiedad de Slava?
—Tratando de advertirte.
—¿Advertirme? ¡Casi me mataste!
—Tú estabas en medio, —dijo, quitándole importancia a mi casi-muerte. —Y no me refiero a
avisarte a ti específicamente, sino a tu gente. Cuando me enteré de que mi padre estaba preparando un
ataque, mi madre y yo decidimos avisar al otro lado. La dificultad estaba en cómo lograr que nos
creyeran. Debido a... ciertos incidentes... en el pasado, pensamos que alguna prueba podría ser
necesaria…
—¿Eso crees?
Sus ojos color peltre (82) entrecerrados. —Y el vampiro la tenía.
—¿Y es prueba era?
—Tú deberías saberlo. Tú lo mataste con ella.
Me llevó un minuto, ya que técnicamente, yo no había matado a Slava en absoluto. Pero le había
disparado. Y supongo que convertirlo en un cubo de hielo no había mejorado sus posibilidades.
—Estás hablando de la pistola.
—Las balas, para ser más precisos, —dijo Efridís. —Están impregnadas por un hechizo de batalla
de los feys, dando a cualquier persona que las empuñe el poder de un fuerte guerrero feérico.
—Casi, —dijo Æsubrand firmemente. —Es necesario algo más que un solo hechizo para ser un
guerrero.
—Tal vez, pero es uno devastador. —Ella me miró. —Mi esposo sabía que necesitaba tres cosas
para tener cualquier esperanza de éxito: la superioridad numérica, una forma de evitar el bloqueo que
Caedmon había promulgado y aliados. Él ha obtenido todos ellos. Y está a punto de convertirlos en
los mayores defensores del Círculo. Esta noche, a menos que les adviertas, los seis senados caerán.
Esta noche, a menos que lo detengas, la guerra puede estar perdida.

Capítulo 41

—Esto es una mierda, —dijo Ray, cuando el chofer de Louis-Cesare se detuvo en la larga fila de
coches que esperaban para entrar en la impresionante casa del Cónsul.
—¿Qué es?— Le pregunté, tratando de arrastrar uno de mis muslos en alto en la oscuridad sin
partírmelo o patear Ray.
Logré una de ellas.
—¡Ay!— chilló, mirándome airadamente a través del orificio del cuello en su camiseta, se
encontraba a mitad del proceso de desnudarse.
—No seas un bebé. Apenas te toqué. —Miré a mi alrededor.—¿Dónde están mis zapatos?
—¿Los dejaste? ¡Dime que no los dejaste!
—Yo no los dejé. —Por lo menos, estaba bastante segura de eso. No es como si yo no tuviera como
mil otras cosas en las que pensar correctamente.
Como llegar a aquí con todos. No lo habría conseguido si Ray no se hubiera mostrado más de media
hora después que nuestros invitados indeseables. Había estado sosteniendo la cabeza de Claire con
una mano, mientras que ella lanzaba un par de días de alimentos, y gritando inútilmente en el teléfono
con la otra, cuando el tropezó a través del portal. Y puteando hacia fuera sobre el escudo que tuvo
que hackear para su camino a través de él.
Él había venido para advertirme sobre la generosa recompensa que solamente habían ofrecido por mi
captura. Entonces él estaba menos feliz al escuchar que estaba a punto de caminar hacia los brazos
del que la había publicado. Él había estado aún menos feliz cuando averiguó que esperaba que el
tuviera el privilegio de acompañarme.
Pero no había otra alternativa.
A pesar de lo que Æsubrand parecía creer, no tengo una gran cantidad de influencia sobre el mundo
del vampiro. O, tú sabes, sobre cualquiera. Lo que tenía eran contactos, entre ellos algunos que
realmente podrían escuchar la loca historia, que tenía que decirles a pesar de que no tenía
exactamente ninguna prueba para que vinieran con ella.
O que tendrían si hubieran estado conscientes.
Pero Mircea y Louis-Cesare todavía estaban aun fuera de sí, y que habían tomado gran energía de sus
maestros junto con ellos. Un maestro mayor in extremis tirará del poder de la familia, y la necesidad
de Mircea había sido grave. Los Maestros de Louis-Cesare vagaban alrededor en un estado de
estupor, parecían como si hubieran sido golpeados por un camión grande, pero Mircea ni siquiera
estaba vertical.
Eso dejaba a Radu como la única persona que sabía que podía ser capaz de obligar a alguien a
escuchar. Por suerte, había estado emancipado desde hace siglos del dominio de Mircea, por lo que
no estaba, desmayado. Desgraciadamente, estaba, junto con el resto del mundo de los vampiros, en
las peleas.
¿Por qué estaba en las luchas?, no sé. Sí, esta era la última noche y, sí, que estaban eligiendo nuevos
senadores esta noche. Pero habría pensado que él habría tenido mejores cosas que hacer lo correcto
ahora. Pero al parecer no. Y eso lo puso detrás de sala masiva del Cónsul, donde los dispositivos
electrónicos estaban tan muertos como sus propietarios.
Por lo tanto, si quería conseguir su atención, iba a tener que ir a él. Y eso significaba caminar
directamente a través de la puerta de entrada del Cónsul. Sin nadie para proteger mi culo en medio
del fuego si se oponía.
A veces realmente pensé que necesitaba que mi cabeza fuese examinada, sólo que no lo habían hecho
tan bien últimamente.
Como la caza de este zapato. Donde es… allí.
—¡Ay!— Ray y yo fuimos por el al mismo tiempo y golpeamos nuestras cabezas. Duro.
—A este ritmo, los malos no van a tener que sacarnos, —dije, frotando mi último nudo.
—¡No hay ningún malo!— Ray dijo colocándose de un tirón una camisa de vestir de blanca. —Es
una mierda. ¿Cómo es que alguien va a atacar a eso?
Hizo un gesto hacia el inmenso edificio por encima de nosotros, que estaba ardiendo con la luz de
todas las ventanas. Era un acre de brillante mármol costoso y una gran cantidad de banderas de seda
y un ejército de guardias de honor con corazas de oro en el pecho en doble fila que recubrían la
amplia escalera. Era una exhibición ridículamente excesiva que sin embargo había logrado ser
condenadamente impresionante.
Y que las palmas de mis manos sudaran.
Por supuesto, lo estaban haciendo de todos modos. Al igual que mis rodillas se empeñaban en
colapsarse y mis manos seguían queriendo temblar, y si el plan hubiera sido luchar, yo habría tenido
problemas. Afortunadamente, eso no estaba en la orden del día.
Por lo menos, yo realmente esperaba que no.
—Nada va a pasar, —dijo Ray, como si me hubiera oído. —Estás siendo paranóica.
—Está bien, —dije, logrando colocar la otra media en su lugar. —Entonces ¿qué pasa con la historia
de Æsubrand?
Ray rodó sus ojos. —¿Qué historia? La antigua guerra, bla, bla, algo pasa con algunos dioses, bla,
bla, el ejército fey llegando a matar a todo el mundo, bla, bla, bla. No. Simplemente no.
Y sí, yo sabía cómo sonaba. Sea cual fuera la razón por la cual el único de los muchachos de
Marlowe que había sido capaz de contactar por teléfono me colgó. Pero lo que dijo Æsubrand había
respondido a muchas preguntas.
—Lo que dijo contestó muchas preguntas, —le dije a Ray, que estaba luchando con sus gemelos.
—¿Cómo qué?
—Como lo es el trato con todos los híbridos que seguimos encontrando. Mestizos como Stinky que
han acudido a todas partes-raras que no tienen sentido, raro que no tienen sentido. Había un montón
en esa subasta, donde lo encontré, y el Senado tiene un conjunto de colección entera.
—Los esclavos se escapan todo el tiempo, —dijo despectivamente Ray. —Y hay algún psicópata de
vez en cuando tratando el cruce para conseguir ejemplares más fuertes para las peleas. Al igual que
Géminus los utilizaba para ejecutar.
Y tal vez ahí es donde se le ocurrió la idea, —señalé. —Era maestro de armas para el Senado. No
sería demasiado exagerado para alguien como él que se preguntarse qué ocurriría si combinara la
magia humana y magia fey…
—No puedes, — Ray me interrumpió malhumorado. —Todo el mundo lo sabe. Es por eso que no ves
los magos entrar en Faerie sin permiso y un escolta, la mitad del tiempo sus hechizos no funcionan, o
son débiles como el agua cuando lo hacen. Y los fey no viene aquí, ya que sus hechizos, igual, diez
veces la fuerza que regreso.
—Lo que es mi punto. Æsubrand dice que los experimentos sobre humanos y fey son criaturas
mágicas para llegar a uno cuya magia pueda funcionar en ambos lugares de cruce. Y entonces para
cosechar sus capacidades.
—Si fuera tan fácil, ¿por qué alguien no lo hizo hace mucho tiempo?
—Los fey no lo hicieron porque la única razón que tratarían de hacer tal cosa es que si se plantea la
lucha contra una guerra aquí, —le dije, en busca de paciencia. —Algo que la mayoría de ellos no
tenían ningún interés. Los Svarestri eran los únicos que lo hicieron, y eran feys fanáticos. Pensaron
que todo el mundo, especialmente todos los de la tierra, eran inferiores y nunca se cruzaron con ellos,
mucho menos experimentados.
—¿Y nuestro lado?— exigió Ray. —El círculo tuvo un montón de riñas con los fey, pero nunca viene
nada de porque los seres humanos no pueden combatir allí y los fey no puede luchar aquí.
—No digo que fue fácil, —me interrumpí, a causa de que ser paciente no es realmente lo que me
gusta. —¡Y el círculo no tuvo un nigromante de mil años trabajando para ellos!
—Todavía tienen que verlo para creerlo.
—Bueno, lo verán, —dije secamente, cepillado sin piedad en los enredos en mi pelo. —Y la pistola
que empleó ese Mago en de Slava fue aterradora.
Ray no respondió a eso, pero frunció la frente. Como si estuviera realmente pensando en ello lo que
era un cambio. Aproveché para deslizarme en los relucientes stilettos de charol que el sastre de
Louis-Cesare me había proporcionado.
Hacían juego con el corte bajo, del vestido negro de noche, de gasa con pequeños trozos oscilantes
que yo llevaba. Que debían moverse cuando se camina, creando un efecto que fluye-como-el-mar a
medianoche. O por lo que él había dicho, después de que Ray y yo aparecimos pidiendo ayuda,
puesto que ninguno de nosotros tenía el armario para algo como esto. Él parecía como un tío majo,
así que no le había informado que el agua oscura no hubiera sido real, por suerte para mí
últimamente.
Pero al menos tenían lo necesario. A diferencia del traje de Ray, porque incluso los sastres vampiros
se resisten a azotar encima de un esmoquin a medida con todos los cinco minutos de antelación. Y no
había habido nadie en personal con uno del tamaño adecuado. En su desesperación, el chico había
cortado uno de los suyos, pero el resultado fue... menos que perfecto.
Ray frunció el ceño y tiró de la chaqueta, que apenas logró abrochar.
Menos mal que los vampiros no necesitan respirar.
—Sí, bueno, —dijo finalmente. —Dicen que llegó con algún tipo de super-arma. ¿Alguien todavía
tiene que usarla, No? ¿Y cómo va a conseguir aquí un ejército de feys sin que nadie lo note?
Especialmente un ejército Svarestri?
—¿Qué diferencia hace qué es?
Él rodó sus ojos. Iba a marearse a este ritmo. —Tú lo has dicho. A los Svarestri no les gusta la
tierra; creen que está por debajo de ellos. Así que casi nunca vienen aquí. Entonces, ¿cómo vas a
ocultar unos pocos miles de personas que no hablan el idioma, no conocen las leyes, no puede
conducir un coche y se visten completamente loco? "
—¿En Nueva York? Cheque ellos en la Y.
Él miró a mí. —¿ Estamos siendo serios, bien? Y en serio, ¿cómo ¿se esconden algo parecido justo
debajo de la nariz del Senado?
—No.
Ray asintió, mirándome presumido. —Eso es correcto.
—Lo lleva sobre todo a la vez.
Su sonrisa se desvaneció. —Qué?
—Æsubrand dijo que la idea era utilizar la red portal de Géminus acercarles a todo el mundo en la
noche del ataque. Pero luego fue asesinado, y de repente nadie sabía dónde estaban los portales.
Bueno, salvo Varus y él no estaba hablando.
—Y ¿cómo lo sabes?— Ray exigió, enfadado, porque esto empezaba a sonar plausible y no quería
que fuese verdadero, nada de eso. —Él habría tenido que estar en ello. ¡Él era el segundo de
Géminus!
—Sí, pero ser un sinvergüenza y un traidor son dos cosas diferentes, y es posible que el viejo y
astuto Géminus no hubiera dicho a su amigo exactamente lo que estaba planeando hacer. O eso, o
Varus pies fríos. De cualquier manera, sabemos porque Varus estancó y contactó con el Senado, una
vez que comprendió lo que estaba sucediendo.
Ray comenzó a decir algo más y luego se detuvo. —Pero Varus no iba a decir cualquier detalle hasta
que llegara a un acuerdo,— dijo lentamente.
—Sólo que alguien lo consiguió primero, y lo utilizó para configurar los chicos sólo capaces de
tropezar en todo este lío todo, lo mataron y lo aventaron en un portal.
—No sabiendo que era uno que había hackeado.
Asentí. —Así que en vez de ir a un lugar que nunca se encontrarían, propuso sobre el de Olga. Pero
un cadáver nos no dice mucho, y alguien ha estado haciéndolo condenadamente bien y me impide
recordar lo que vi en el muelle. Dándole el tiempo a los chicos malos para encontrar otra manera de
traer en su ejército.
—Pero no podían, — Ray argumentó. —Ninguno de los otros jefes sabía dónde estaban los portales
de Géminus, ¡y no se pueden utilizar si no los encuentras!
—Exacto. Lo que fue la razón por la cual se decidió utilizar el tuyo.
Yo casi podía oír la grabación cero como Ray se levantó lentamente de tirar un par de calcetines de
vestir y me miró fijamente. —¿Qué?
Asentí. —Sí.
—No.
—Sí.
—No, ¡Maldita sea! ¡Esto... nada de esto tiene algo que ver conmigo!
—Bueno, por supuesto que lo tiene, —dije con impaciencia.—¿Cuántas personas conoces que tienen
una la red de portales de los feys? ¡Es como si no tenían mucha opción!
—Pero nunca yo... nadie... No contacté.
—Porque estaba en el abrazo de amor del Senado. Nadie podría llegar a ti. Que era la razón por la
cual tuvieron que atacar Central.
—Ellos… —Se detuvo y simplemente me miró parpadeando durante un minuto.— Ya sabes, la gente
siempre está diciendo que eres el cuco. Looney Tunes. Que estás fuera del borde, jodida. Pero yo les
digo 'em, no, está bien. Ella acaba de conseguir algunos... problemas para controlar la ira. Pero
¿sabes qué? Tienen razón. Estás loca.
—Con frecuencia. Pero eso no cambia el hecho de que los malos entraron Central para conseguirte a
ti.
—¡No hicieron lo!— dijo Ray, la ira ahora mezclada con una buena dosis de miedo al recordar. —
¡Eso fue por Radu! Todo el mundo sabe que el hombre es una especie de genio loco. Hasta si alguien
fuera averiguar lo que eran.
—Podría haber sido Du, sí. Pero piensa en ello. Radu iba y venía a la Central a través del sistema de
portales. Nunca usó la puerta. Tuvo un tiempo duro incluso diciéndome en qué nivel se encontraba
esa noche, porque casi nunca había usado los ascensores. Así no hubiera sido posible para ellos
saber si estaba o no.
—Podrían haberlo... asumido. —Ray frunció el ceño.
—Atacar la Central fue un acuerdo de una sola vez. Quién iba después, tuvo que ser alguien que
sabía que estaba allí. No sospechaba. Sabía.
—Pero yo no estaba allí, —señaló. —O no debía de estar. Yo había sido liberado…
—E ido corriendo hacia mí y la primera vez que salimos alrededor de mi casa, ¿qué pasó? ¿Qué
sucedió inmediatamente? Fuimos atacados.
—Por Zheng.
—¿Quién trabaja para su antiguo jefe. Quién, como me dijiste, es un jugador importante en el
comercio de contrabando. ¿Y quién deseaba que trajera algo grande.
Ray había estado desarrollando los pantalones del esmoquin, pero se detuvo para mirarme con
incredulidad. —Algo grande como un montón de cajas. ¡No grande como un ejército!
—Bueno, por supuesto que diría eso.
Ray meneó la cabeza con furia. —No tengo ninguna lealtad hacia el chico, ¿sabes? Pero Cheung... no
jugaría de esa manera. Es como tú dices, hay una diferencia entre un ladrón y un traidor y él no es
ningún traidor.
—Él es un contrabandista y un líder de la tríada.
—¿Sí? Así soy yo. ¿O lo era. Ahora me estoy volviendo el loco de Batman.
—Pensé que yo era Batman.
—Sí, claro. Quién desembolsó las ganancias de un año en los revendedores esta noche, ¿eh? Bruce
Wayne tenía el dinero, Bruce Wayne financió la operación. Y Bruce Wayne era el Batman.
El Batman actualmente tenía una rodilla en el asiento y el culo en el aire, tratando de subirse los
pantalones de esmoquin sin poner ninguna arruga más en ellos. Que me dejó mirando su culo huesudo
cubierto de seda alegremente rayada de rojo y azul. No sabía de qué tipo de ropa interior llevaba
Batman, pero me apuesto que no era esa.
—Te lo dije, te pagaré por las entradas.
—Seguro, como tienes esa cantidad de dinero. Como tú tienes nada de dinero. Diablos, yo debo
estar subvencionándote.
—Bueno, eso es correcto. Si yo soy tu maestro, me lo debes.
—Nada. Ese no es el tipo de acuerdo que tenemos.
—No recuerdo que nos especificaran qué tipo de acuerdo tenemos.
—Exactamente.
Nos estábamos acercando a la parte delantera de la línea, donde la luz de la casa empezaba a
iluminar el interior del coche, incluso a través de los vidrios polarizados. Así que tan pronto como
Ray con cremallera arriba, tiró hacia abajo. —Está bien, dices que Cheung no es un chico malo. Que
si sólo le ofrecieron una tonelada de dinero por dejar que algunas personas utilizan su sistema de
portales.
Asintió. —Eso yo lo podría comprar.
—Está bien. Así que cuando él no pudo llegar a ti, ¿sus clientes iban a querer saber por qué, cierto?
Otro guiño.
—Y Cheung probablemente les dijo que no lo podía hacer, porque tú estabas bajo el control del
Senado. Debe haber tenido gente mirando la casa, esperando otra oportunidad para agarrarte después
de que Zheng falló. Y te vieron a ti salir con Marlowe. Que te llevó a la Central. Que fue cuando los
malos decidieron que iban a tener que ir y conseguirte.
—Atacaron la Central. Por mí —Ray todavía no podía creerlo.
—Sí.
—Entonces ¿por qué dijo ese espeluznante nigromante del culo: que querían a Radu?
—Porque necesitaban conseguir a alguien que pasara a través de ese portal, por supuesto.
Ray lentamente se inclinó, basaba sus codos sobre sus rodillas y puso su cabeza en sus manos. —Sé
que voy a lamentar esta pregunta. —dijo. —¿Pero por qué ese portal?
—El de la central. Que se conecta aquí.
—No.
—Sí. Mira, —dije, impidiendo otro argumento, porque nos estábamos quedando sin tiempo. —
Necesitaban una manera de conseguir su ejército de feys aquí y una manera para entrar en la casa del
Cónsul sin conseguir ser fritos por las defensas.
—Parada. Solo... parada. ¿Está bien?
—No. Y de hecho, no me extrañaría que atacar la Central no era el plan desde el principio. Era un
poco demasiado bien planeado para ser ese tipo de cosa. Y con el foco en la casa del Cónsul y los
juegos, no estaba bien vigilado, como de costumbre y sería un objetivo mucho más fácil que luchar su
camino hasta aquí.
—No estoy escuchando esto.
—Y con un senador de su lado... bueno, infierno. Podría no haber tenido que luchar por él en
absoluto. El bueno y viejo Géminus podría haber ofrecido a sus muchachos de personal para el lugar
la noche de la final, como un favor a los chicos de turno. Para que así pudieran ver las luchas. —Y
entonces apenas pedirle a su gente hacerse a un lado cuando un ejército de fey inaugure en la puerta.
—¿Te oyes a ti misma?
—Así que tal vez su muerte fue un golpe por más de una razón. Pero sus aliados buscaron otra forma
de entrar, y debe haber parecido como un sueño que el Senado fuera realmente a mantenerle allí
mismo. Sin duda, fue un hipo cuando repentinamente fue liberado, que fue la razón por la cual
contactaron a Cheung, pensando que todavía era tu maestro y serías entregado a él. Pero llegaste a mí
en su lugar, y luego Marlowe te dio atrás.
—Te lo ruego.
—y así todo estaba en su lugar una vez más. Portal para entrar en la casa del Cónsul y que traiga a su
ejército. Todo lo que tenían que hacer esa noche era encontrarte y a Radu, por supuesto.
Hice una pausa para comprobar mi maquillaje y luego saqué la compacta en mi pequeño bolso de
noche moldeado negro. Si queríamos combinar con el tipo de personas que podían pagar el precio de
un jet privado por un boleto, tuve que mirar a mitad de camino decente. Que habría sido más fácil si
yo no hubiera intentado ponerme la máscara de pestañas durante el accidentado viaje hasta aquí.
—Géminus debe haber tenido la contraseña, —añadí. —Como senador, no habría habido ninguna
razón para no dársela a él. Pero él estaba muerto. Y ésta se ha cambiado semanalmente, por lo que
incluso si él la hubiera compartido con sus aliados, lo cual dudo, la que hubieran tenido no
funcionaría. Y siendo la persona de mayor rango presente, asumieron que Radu sabría la nueva.
—¡Pero acabas de decir que ellos no sabían que Radu iba a estar allí esa noche!
—Pero alguien tenía que tenerla, ¿no? Un portal no sirve de mucho si nadie puede usarlo.
—Así que, ¿por qué no obtener la contraseña de la persona al mando de servicio?
—Ellos probablemente habían planeado hacerlo. Pero él debe haber sido asesinado en el asalto
inicial, posiblemente vaporizado cuando irrumpieron a través del suelo. Pero alguien les dijo que
Radu estaba allí, o alguno de los zombies lo vio, recuerda que el nigromante podía ver a través de
los ojos de sus títeres.
—Sí. —Ray se estremeció.
—…y así fueron a por ‘Du.
—Pero ellos no lo atraparon. No atraparon a ninguno de nosotros. ¡Mostraron sus cartas y no tenían
nada!
—Es por eso que están intentándolo de nuevo esta noche, al menos según Æsubrand.
—¿Y supongo que él no te habrá dicho cómo?— Ray preguntó sarcásticamente.
—Él no lo sabía. —Yo fruncí el ceño hacia él, pero no por su actitud. Me estaba acostumbrando a
eso. Sino porque nosotros estábamos en la tercera fila ahora y él parecía como... bueno, poco menos
que un modelo de alta costura.
Poco menos. Tenía el pelo de punta por la parte de atrás, sus mangas de la chaqueta casi cubrían sus
manos, y luego estaba esa corbata. Esa corbata no encajaría.
La agarré y tiré de él hacia delante.
—¿Qué? —dijo, tirando hacia atrás por un segundo, y luego rindiéndose. —¿Quieres decir que el Sr.
sabelotodo no sabía lo único que necesitamos para detener esto? ¡Qué conveniente!
—Los chicos malos no fueron los únicos que revelaron su mano de cartas ayer por la noche, —le
recordé, intentando recordar si era arriba-abajo-arriba o al revés. —Æsubrand lo hizo, también,
cuando se presentó en lo de Slava…
—¡Y echó todo a perder! Si él quería ayudar, tan sólo debería habernos permitido capturar al gordo
bastardo.
—Él dijo que lo haría, pero asumió que yo estaba allí para asesinarlo, y necesitaba a Slava para
respaldar su historia. Así que... intervino. Y ahora él no está al día de lo que está pasando.
—Y nosotros tampoco. ¡No tenemos ni maldita idea de lo que están haciendo!
Ray parecía enojado, y yo no podía culparlo. Entrar allí ya era en sí bastante malo, pero entrar sin un
verdadero plan era... no muy brillante. Pero las únicas pistas estaban en el interior, y si yo iba a
resolver esto, era allí donde tenía que estar.
Y rezar pidiendo alguna inspiración
—No sabes lo que estás haciendo, ¿verdad? —Preguntó Ray.
Me llevó un segundo darme cuenta de que estaba hablando de la corbata.
—Las mujeres no usan estas cosas, —le recordé.
—Sí, pero sus hombres lo hacen.
Pensé en todas las aventuras de esa noche, la mayoría de las cuales no habían sido con la clase de
tipos que poseían esmoquins. Y ninguno de ellos habría sido probable que me permitiera acercarme a
su garganta, si la tenían. A no ser un cierto vampiro de cabello castaño rojizo, cuya única reacción a
mis labios sobre su cuello había sido abrázame más fuerte. Antes de que yo friera su cerebro, así fue.
Cerré los ojos. Él iba a estar bien. Él era Louis-alucinante-Cesar. Era el ex—ejecutor del Senado
Europeo, el único hombre, que se recuerde, capaz de mantener a otro maestro de primer nivel como
su siervo, el tío que hace que otros tipos duros de repente recuerden sus modales.
Él puede parecer ornamental, pero él era duro como una roca y él iba a estar bien. Y así era Mircea.
Porque si las cosas se vinieran abajo, yo tenía toda la intención de agarrarlos a los dos y correr como
el infierno. Al Senado que lo jodan, yo estaba aquí por la familia.
—Ellos no se quedaron el tiempo suficiente para que yo lo descubriera, —le dije bruscamente, y le
dejé ir.
Y al segundo siguiente, el chofer estaba abriendo la puerta y estábamos allí.

Capítulo 42

Esa fue la más larga subida de una escalera de mi vida. No miré a la izquierda, no miré a la derecha.
No sé qué demonios estaba mirando yo, porque en realidad no registraba nada. Si no lo hubiera visto
desde el coche, yo no habría sabido siquiera en qué dirección ir. Lo único que logré hacer fue poner
un pie delante del otro y seguir adelante.
Contra el PODER, como nada que jamás había experimentado. Esto no eran hormigas corriendo por
mi piel, ni tampoco unas atmósferas extra de presión. Esta era una marea implacable golpeándome,
entrando de golpe en mí, ola tras ola y más con cada paso, hasta que lo único que podía hacer era
concentrarme en mis pies y tratar de mantenerse erguida.
Me di cuenta cuando Ray deslizó una mano bajo mi brazo, como un atento compañero de citas, uno
que estaba ejerciendo mucha presión hacia arriba para que yo no me fuera de bruces. Yo no sabía lo
que él estaba sintiendo, tal vez no tanto como yo, ya que él era también un vampiro. Pero yo, en todo
momento, me sentía como si hubiera recogido un par de pesas de cuarenta y cinco kilos cada vez que
me acercaba a este lugar, y mi extenuación esta noche sólo empeoraba las cosas. Yo iba a acabar con
mi cara en el suelo en cualquier momento si las malditas escaleras del infierno no terminaban ya.
Yyyyyyyyyyy no lo hicieron.
Me tambaleé, pero Ray me agarró a mitad de caída. —¿Estás bien, querida? —preguntó, pero con un
cierto deje que lo hacía sonar como "levántate o voy a dejar tu culo aquí, lo juro por Dios."
Me levanté.
—Estoy bien, —grazné. Y seguimos adelante.
Y más adelante, y más adelante…
Pero era como si de alguna manera nos hubiéramos tropezado con una escalera mecánica
descendente. Porque no importa lo lejos que subíamos, el final nunca parecía estar más cerca. Y
estaba empezando a parecerse menos a subir una escalera y más a escalar una montaña, una de las
realmente altas, sin oxígeno y sin sherpas para ayudar a llevar la carga.
Y entonces, de repente me encontré al Sherpa, y él estaba montando sobre mis hombros. Junto con un
par de sus amigos y tal vez un yak. Porque la Cónsul era una puta patológica y había organizado a los
guardias por rango.
Eso dejaba a los más débiles, en términos relativos, en la parte inferior y en la parte superior...
bueno, eso explicaba por qué las ráfagas de poder que venían de ambos lados ya no estaban
arrasando sobre mí. Estaban cortando a través y entrando en el interior de mi cráneo. Y amenazando
con partirlo en dos.
Di un grito ahogado a causa de una ráfaga particularmente fuerte y el agarre de Ray se hizo más
fuerte. —Te dije que no te pusieras esos zapatos, —dijo, con la voz tensa. Y entonces, —Te
conseguiré un trago cuando logremos estar dentro.
—Suena bien, —grazné, aún sabiendo que era una mentira. “Dentro” era una ilusión que nunca había
existido y nunca lo haría porque la vida consistía sólo en esta infernal escalera y él tenía que estar
tomándome el pelo con eso de “dentro”.
Pero yo apreté los dientes y seguí adelante, ya que las otras opciones eran exactamente cero,
continuando con mi camino con esfuerzo a través del aire que ya no parecía aire, sino líquido.
Primero agua y luego melaza y luego algo que se acercaba rápidamente a algo sólido. Y entonces ya
no me movía en absoluto, y estaba tan ida que me llevó un segundo darme cuenta de que acababa de
chocar con algo.
Resultó ser Ray, quien se había detenido bruscamente delante de mí.
—Un momento, querida, —dijo, dando un pequeño relincho de risa. —Tengo que darle al hombre
nuestros tickets.
Asentí con la cabeza, tratando de parecer despreocupada... y entonces me di cuenta de que yo no
tenía que intentarlo. El asunto de los tickets tendría que haberme preocupado, porque significaba que
ya no éramos sólo dos rostros en la multitud, sino que estábamos siendo examinados individualmente.
Este era el momento de la verdad, cuando yo iba a ser reconocida o no, dependiendo de quién estaba
de servicio, algo sobre lo que yo no tenía absolutamente ningún control. Era el tipo de cosa que yo
odiaba, el peligro al azar en cada misión que normalmente tenía mi columna envarándose y mi pulso
acelerándose y mi respuesta luchar-o-salir-pitando dando patadas a lo grande.
Salvo esta noche.
Esta noche, simplemente permanecí allí, demasiado extenuada para preocuparme por el escrutinio
que no podía observar a propiamente de todos modos. Miré a mi alrededor, porque habría parecido
raro hacer cualquier otra cosa ante un espectáculo como aquel, pero mis ojos no estaban funcionando
bien. Todo lo que vi fue un borrón de color rojo oscuro y un centelleo dorado, y un resplandor
blanco, y negro azabache. Hasta que comenzamos a movernos de nuevo, y el negro cambió
bruscamente a una luz deslumbrante.
Y vacilé, pero por una razón totalmente nueva.
—Oh... oh, Dios, —exclamé maravillada, con asombro, mientras Ray me arrastraba lejos de lo que
supuse era la puerta de entrada.
—Por aquí, por aquí, por aquí, —salmodió con los dientes apretados, mientras yo iba como en
volandas alrededor, sintiendo como si pudiera flotar. Porque la presión, la horrible, horrible presión,
de repente simplemente se había… ido.
—¡Basta!— Siseó Ray, mientas nos topamos con una pared en alguna parte.
—¿Qué basta? —Le pregunté con voz espesa.
—¡Eso! —Y él me dirigió hacia algo que resultó ser un espejo. Y supongo que mis ojos funcionaban
ya, porque logré identificarme a mí misma, con aspecto acicalado y ligeramente afrancesada, y
bebida hasta el culo. Yo estaba arrebolada y con los ojos brillantes, sonriendo como una idiota y
todavía flotando un poco. Y la única razón por la que no habíamos sido ya apresados era el gran
número de personas que parecían más o menos igual que yo.
El lugar estaba atestado.
—Qué…— empecé.
—Un hechizo para hacer que los magos se sientan más cómodos, —dijo Ray, permaneciendo de pie a
mi lado y pretendiendo estar jugando con sus gemelos. —Pueden sentir el poder de los vampiros si
hay suficientes de nosotros, y eso les hace sentirse... nerviosos.
—¿Los magos?
—Chica tonta. Tú no creerías que los vampiros eran los únicos que querían ver las peleas, ¿verdad?,
—preguntó, todavía dentro de su personaje, porque sí, no podíamos hablar ahora.
No es que yo estuviera por la labor. Yo estaba ocupada recuperando el aliento, y viendo las idas y
venidas de la muchedumbre a mis espaldas, como una marea resplandeciente. Yo estaba viéndolos en
el espejo, aunque era un poco innecesario. Todo el lugar parecía haber sido sumergido en barniz en
las horas que había estado ausente. Las paredes y los pisos y el techo destellaban, casi como un
brillante espejo, reflejando las arañas brillantes como diamantes sobre nuestras cabezas,
extendiéndose en una larga fila a lo largo del ancho pasillo principal que conducía al salón de baile.
La casa de la Cónsul generalmente, parecía salida de finales del siglo XVIII, cuando el estilo greco-
romano se había casado a la fuerza con el barroco, en un matrimonio forzado que no hizo ningún
favor a nadie. Pero esta noche lucía impresionante. Lo cual proporcionaba un marcado contraste con
una buena parte de la muchedumbre.
Yo no había enmascarado mi identidad porque había asumido que los conjuros anti encantamientos
estarían vigentes por razones de seguridad. Y lo había dado por sentado acertadamente. Porque el
gentío parecía... un poco desquiciado.
Los magos estaban bien, aproximadamente como se podía esperar, tal vez con unas pocas más de
arrugas e imperfecciones de lo habitual. Los vampiros, no obstante, eran harina de otro costal. La
ropa era de alta costura, las joyas eran deslumbrantes, los peinados el sueño de un estilista. Pero las
caras...
Ray parecía más o menos el mismo, a excepción de un gran grano en la nariz, posiblemente porque no
lo había disimulado mucho. Pero eso no era el caso del individuo que pasaba por detrás de nosotros,
quien debía haber sido privado de alimento en algún momento como Radu. Sólo que o bien había
sido durante un tiempo más largo o él no había tenido un hermano con importantes habilidades de
curación, porque parecía... bueno, como un cadáver. Un palo seco y curtido, con el cuello y los ojos
hundidos, descolorido, con la piel con aspecto momificada, músculos correosos, y una borla de
cabello entrecano en erupción en su cráneo, lo que quedaba de su pelo.
Los seres humanos estaban dispersándose a su paso, miradas de terror mal disimuladas en sus
facciones, un hecho que no pasó desapercibido para él. Una comisura de su curtido labio levantada a
modo de sardónico reconocimiento de su miedo. O tal vez a sabiendas de que él podría tener
cualquiera de ellos fuera de estos muros, donde el trabajo de un momento lo devolvería a la belleza
juvenil.
Aunque él probablemente se las arreglaría bien sin ella, pensé, mientras su poder me alcanzaba,
como la cola de su túnica esmeralda que se arrastraba por el suelo. Y a pesar del hechizo que la
Cónsul que estaba usando para evitar que sus invitados magos cayeran desvanecidos al suelo, y a
pesar del hecho de que él ni siquiera lo estaba pretendiendo, la fuerza de su poder era como una
bofetada con la mano del revés. Tuve que apretar los dientes para contener un gruñido indignante
hasta que él pasó, y su poder fue disipado por el zumbido de fondo del resto de la habitación.
—Hassani, —murmuró Ray. —Cónsul de África.
Genial, pensé, tragando y sintiéndome un poco como un insecto aplastado. Por suerte, él no me
conocía. Por desgracia, ese no sería el caso con otros.
Teníamos que empezar a movernos.
—¿Dónde están nuestros asientos?, —Le pregunté a Ray.
—En ninguna parte. Nos vamos a quedar de pie.
—¿De pie?
—Hey, tuve suerte de conseguir algo tan tarde, —dijo, mientras nos uníamos al flujo de personas que
transcurría por el pasillo principal.
Y nosotros no fuimos los únicos en llegar tarde, tan a la moda, el enorme pasillo estaba atestando
chocando hombros con hombros. O chocando hombros con cabeza, en mi caso, y codo con cabeza y
rodilla con muslo, pues la multitud que avanzaba a empujones me sacaba por lo menos treinta
centímetros. Si era así dentro, yo no sabía cómo se suponía que íbamos a encontrar a nadie.
A Ray no le estaba yendo nada mejor, siendo golpeado y empujando por mí, hasta que le agarré del
brazo, empujándolo hasta el hueco de una escalera. —Esto no va a funcionar. Tengo que ser capaz de
ver.
—Bueno, sí, pero eso es lo que todo el mundo quiere, también, —señaló.
—Tiene que haber algún lugar…. —Miré arriba a las escaleras.
—¿A dónde conducen estas escaleras?
—A los palcos, supongo. Pero nuestras entradas no nos permiten…
Él se detuvo, porque yo ya estaba en movimiento, colándome por debajo de una cuerda de terciopelo
y subiendo las escaleras, que a diferencia de la cañada de ganado de abajo, estaba completamente
despejada. Y luego doblando una esquina y subiendo un poco más. Hasta que fui detenida por dos
guardias que paseaban por un pasillo de mármol que conducía a una fila de pequeñas habitaciones.
Los palcos, supuse, a juzgar por el vislumbre que percibí de uno de ellos mientras un hombre salía.
Un hombre muy familiar.
Era el último chico-juguete de Radu, un tío macizo rubio cuyo nombre se me escapaba, pero que no
parecía tener el mismo problema. —¿Dory?, —preguntó, incrédulo.
—Esa soy yo. Y este es Ray. —Yo lo empujé hacia adelante. —Lo siento, llegamos tarde.
—Yo... tú... sí...
—Pero lo logramos, así que eso es lo que cuenta, —le dije, empezando a caminar hacia delante. Sólo
para encontrar a otro pedazo de tío en mi camino, esta vez de la variedad vampírica. Uno con cara de
disculpa, porque cualquiera que pudiera pertenecer a este lugar apreciaría el trato de guante blanco.
—Me temo que necesitaré ver su ticket, señorita...
Hice caso omiso de la insinuación para que le diera mi nombre completo, ya que no creía que fuera a
ser muy popular. —Oh, sí, está bien. Dale las entradas, Ray, —le dije, y me escabullí alrededor del
vampiro, quién me dejó ir, porque era eso o forcejear conmigo, y él no estaba preparado para eso.
Todavía.
—Las entradas, yo... sí, ¿dónde las puse?, —Oí decir a Ray débilmente, mientras me deslizaba a
través de una cortina roja. Y en lo que debía ser el palco de la familia.
Mircea estaba distraído. Al igual que Louis-Cesare. Yo realmente no había esperado encontrármelos,
no obstante. Pero teniendo en cuenta al hermoso George, o Ted, o Harry, o como fuera que se
llamaba, yo esperaba encontrarme a Radu.
Quién no estaba allí, tampoco.
Un montón de otras personas sí estaban, sin embargo, quienes habían estado hablando y bebiendo y
charlando y que ahora estaban en silencio mirándome fijamente, como si me hubieran crecido de
pronto dos cabezas.
No les hice caso en vez de eso me volví hacia el rubio, que acababa de entrar detrás de mí. —
Radu…
—Le dijeron que sustituyera a tu padre en el palco de la Cónsul. Para la ceremonia de apertura.
—¿Y el palco de la Cónsul sería…?
Él me miró con los ojos entornados, como si yo pudiera ser lentita. —Allí.
Seguí su mirada al otro lado de la barandilla, y cruzando la anchura del enorme óvalo que brillaba
abajo, hacia la pared del fondo. Donde un balcón enorme ocupaba la longitud de todos los palcos de
nuestro lado. Éste todavía estaba prácticamente vacío. Una gran cantidad de sombras se movían
alrededor en una arqueada cámara, hablando y bebiendo y esperando a que la plebe se acomodara
antes de tomar sus asientos, pero sólo unos pocos se había desplazado hacia la balconada
propiamente dicha. Radu no era uno de ellos.
Pero adivina quién lo había hecho.
Marlowe parecía el mismo de siempre, incluso sin el encantamiento que él utilizaba generalmente.
Un poco más pálido, tal vez, y había líneas de cansancio entorno a su boca y círculos oscuros bajo
sus ojos, probablemente porque éste era algo así como su quinto día consecutivo sin dormir. Pero sus
sirvientes debían haberlo derribado finalmente por pura desesperación, porque él estaba actualmente
llevando un esmoquin negro de corte perfecto sin una sola arruga. Se veía un poco incongruente junto
a los rizos castaños todavía desarreglados y el pendiente de oro brillando en su oreja, pero encajaba
perfectamente con los ojos penetrantes y oscuros, los cuales estaban ocupados examinando a la
multitud de abajo.
Pero a pesar del hecho de que estábamos el uno en la línea visual del otro, él no me vio. Supongo que
la gente en los palcos se consideraba a salvo, más o menos. Yo sólo esperaba que él continuara con
ese pensamiento, porque éste era el mejor lugar que probablemente yo pudiera conseguir.
Y había mucho a dónde mirar.
El gran espejo en el otro extremo de la habitación reflejaba la enorme multitud que se estaba
congregando en al otro lado. Aunque “congregando” no era exactamente la palabra correcta para
definir como eran apiñados en la zona donde solo se podía permanecer de pie como sardinas en lata,
sin tener en cuenta las ropas caras ni los sentimientos delicados. O el peligro, porque el
desbordamiento estaba siendo canalizado a lo largo de los lados de la amplia zona abierta de la
planta donde la acción pronto iba a comenzar.
Si fuera yo, habría querido un escudo anti salpicaduras.
Pero nadie parecía preocupado, tal vez porque estaban ocupados mirando hacia arriba, a la galería,
donde Ming-de acababa de salir de debajo de uno de los arcos. La emperatriz de la corte china
estaba rodeada por sus asistentes, todos y cada uno de los cuales empequeñecían su diminuta figura
de uno veinticinco de altura.
Pero no había duda de quién estaba al mando: ella estaba rodeada por una ráfaga de energía como un
tornado.
Éste estaba en este momento manteniendo varios abanicos en el aire, revoloteando alrededor de su
cabeza como mariposas enjoyadas, que hacían juego con el esplendor en movimiento del resto de su
atuendo. Brillantes dragones azules se enroscaban alrededor de los anchos puños de sus mangas,
tigres blancos rondaban alrededor de su dobladillo, tortugas de ébano brillaban en cada hombro, y un
brillante ave fénix rojo pavoneaba sus plumas en su cintura. Yo sabía lo suficiente como para
reconocer antiguos símbolos del poder imperial, aunque no lo que éstos significaban.
Y luego estaba el gran contraste que ofrecía Hassani, acercándose a su izquierda, sus movimientos
elegantes en desacuerdo con los arruinados rasgos de su rostro. Ellos estaban charlando mientas sus
asistentes se daban empujones rondándoles de trasfondo, celosamente resguardando el sitio para sus
respectivos amos. Algunos de los de Hassani también eran exóticamente hermosos, vestidos con
sedas de tonos de gemas y collares de perlas. Ellos estaban ajetreados a su alrededor, trayendo
montones de cojines para hacer más mullidos los ya excesivamente atiborrados divanes que la
Cónsul tenía en lugar de las habituales sillas de anticuario. Pero el resto...
Los sirvientes de Hassani de aspecto más... interesante, no estaban corriendo a su alrededor y no
vestían de seda. También habían declinado aparentemente llevar esmoquin, traje o incluso las
elaboradas vestimentas de los vampiros de la Cónsul. En vez de eso, continuaban llevando lo que
parecía ser su vestimenta cotidiana, puro y duro cuero, envejecido y con arañazos y vagamente
polvoriento, sobre finas camisas y pantalones de algodón y botas descoloridas. Ellos no iban acorde
con la decoración ni con los llamativos tejidos resplandecientes y brillantes joyas de su alrededor.
Ellos iban bastante acordes con los fusiles colgados a su espalda y las espadas en sus cinturas. Y con
la expresión de sus caras mientras escudaban a su jefe.
Y por primera vez, empecé seriamente a dudar de mí misma. Sería un suicidio para cualquier grupo
tratar de abrirse paso por aquí. Aun suponiendo que superasen las defensas exteriores y las
interiores, y los guardias que te erizaban el vello con sus armas. ¿Entonces qué? Habría simplemente
más infierno aguardándoles en forma de la crème de la crème del mundo de los vampiros.
El plan original se había basado en la sorpresa: una carrera a través del portal, un golpe con una
fuerza abrumadora contra una multitud que en gran parte eran civiles, en los que se podía confiar que
se volverían locos a la primera señal de peligro y correrían en cualquier dirección ciegamente. Eso
complicaría cualquier intento de contraataque por parte de los guardias de la Cónsul durante unos
vitales minutos, durante los cuales el otro bando podría ser capaz de ganar la mano. Era una jugada
arriesgada, pero con probabilidades decentes.
A diferencia de esto.
De repente me empecé a preguntar qué estaba haciendo aquí.
No es que pareciera que yo tuviera ese problema por mucho tiempo.
—Te lo dije, deben de habérseme caído en las escaleras, —estaba diciendo Ray, mientras él era
empujado sin miramientos a través de la cortina.
Había dos guardias ahora, y ya no parecían tan serviles. Aunque, sorprendentemente, ninguno parecía
haberme reconocido todavía. Era sólo una cuestión de tiempo, sin embargo, y si no había nada más
que ver desde aquí arriba, no había ninguna razón para…
Ray entró en mi línea de visión, pareciendo desgreñado, mal humorado y tan gruñón como siempre,
flanqueado por los dos guardias.
Y contorneado por el brillo plateado del gran espejo detrás de él.
Ya sabes, el que ocultaba el portal de la Cónsul.
Y así de rápido, lo comprendí.
—Sé que nos registramos, pero te estoy diciendo que alguien debe haberlas cogido, —decía él,
mirando al vampiro que tenía la mano en su brazo. —¿No tenéis personal de limpieza? ¿Lo habéis
comprobado con ellos? Porque vosotros estáis cometiendo un gran error aquí. Yo debo deciros que
Lord Mircea y yo, somos así. —Él levantó una mano con los dedos cruzados. —Él me dio una vuelta
en su limusina, el otro día, y yo le estaba diciendo…
No oí la historia que Ray había inventado, que no parecía estar funcionando con los guardias, de
todos modos. Uno de los cuales agarró mi bolso, supongo que para comprobar si estaban allí las
entradas. Le dejé que lo cogiera para luego agarrar a Ray por el brazo. —La contraseña, —le dije
con firmeza.
Él sólo me miró.
—Para el portal. Tú dijiste que Radu la había averiguado.
—Sí, ¿y?
—Y si los chicos malos estuvieran justo allí. ¿Qué pasa si la oyeron…
Sus ojos se agrandaron, pero antes de que pudiera responder, los guardias se enderezaron. Y uno
miró a la derecha mostrándome por qué. Parecía que Marlowe levantaba la vista de vez en cuando,
después de todo. Porque él estaba prácticamente colgando del balcón, clavando su mirada
directamente en mí. Y finalmente entendí el dicho “si las miradas pudieran matar...."
Sólo que éstas no tenían que hacerlo, porque sus muchachos habían sido simplemente instruidos para
hacerlo por él.
—Mierda, —dijo Ray, y dio un codazo en el estómago del vampiro junto a él.
Yo le di una patada al que estaba a mi lado, escuché crujir algo, y lo vi avanzar tambaleándose por la
galería. Y entonces Ray estaba tirando de mí a través de la puerta y hacia las escaleras, sólo para
hacer un giro de ciento ochenta grados y arrastrarme en cambio a través de la cortina del palco de al
lado.
—Se están acercando más a toda velocidad, —me dijo rápidamente, mientras el rubio de Radu habló
desde el pasillo.
—Acaban de saltar por el balcón, —le dijo a alguien lacónicamente. —Están de nuevo en la planta
baja.
Se oyó el sonido de unos pies calzados con botas golpeando el mármol, pero sólo algunos de ellos.
Otros comenzaron a comprobar los asientos de los palcos, porque ellos no habían nacido ayer, y eso
incluía el palco en el que estábamos. En el cual yo había percibido que había sólo dos personas.
Una de las cuales me estaba haciendo gestos.
Agarré a Ray y me sumergí detrás de un sofá de baja altura, justo en el momento en que las
abrazaderas metálicas de las cortinas se deslizaron a lo largo de su barra. Y, presumiblemente, un
guardia asomó la nariz dentro y vio lo que yo acababa de ver, a saber, la pierna y el muslo velludo
del hombre flagrantemente desnudo encima de una guapa y morena senadora cuyo nombre se me
escapaba, pero que una vez había estado vinculado con el de Géminus.
Sólo que parecía como si ella hubiera conseguido el mejor trato. Porque el tío que continuaba
moviéndose perezosamente sobre ella no era otro que Anthony, el Cónsul europeo. Que obviamente
tenía su propia manera de celebrarlo, y que no incluía beber juntos ni codearse con un grupo de sus
rivales.
Afortunadamente, espantar a los intrusivos guardias estaba obviamente en su lista. O tal vez él sólo
estaba devolviendo un favor que yo le hubiera hecho alguna vez. De cualquier manera, él estaba
echando una buena mirada sobre el respaldo del diván.
—¿Sí?— Dijo arrastrando las palabras, la voz rezumando el privilegio de contar con unos pocos
miles de años.
—Yo... eh... yo...— Bien entrenado o no, el guardia había sido invitado evidentemente a que se diera
una vuelta. Supongo que la casa de la Cónsul era por lo general de ambiente un poco más mojigato,
un adjetivo que nunca se había aplicado ni una sola vez a Anthony.
Quien de repente le sonrió al vampiro sonrojado. —Si te quedas aquí por más tiempo, voy a asumir
que quieres unirte a nosotros.
El guardia huyó.
Anthony me miró. —¿Divirtiéndote?
—Ni por asomo, —le dije, esforzándome por ponerme en pie de nuevo.
Sólo para tener a Ray agarrándome —Lo has malinterpretado.
—¿Cómo?— Exigí, esperanzada. Porque nada me haría más feliz justo ahora.
—Ellos no estaban tan cerca, —dijo rápidamente, porque ninguno de los dos tenía la impresión de
que Anthony nos había comprado mucho tiempo. —Nosotros abrimos el portal antes de que tú
doblaras la última esquina, pero no pudiste oírnos porque había tanto ruido allí. Así que Radu tuvo
que ir a buscarte. Ellos no podían haber oído…
—Zombies vampiros, —le recordé siniestramente. —Su fuerza y velocidad no se agota, aún después
de que empiecen a decaer…
—No me lo recuerdes.
—Así que ¿por qué lo tendría que hacer su sentido del oído? Y el nigromante oía todo lo que sus
títeres oían. ¿Recuerdas al tipo medio extraviado en el piso de arriba?
—Te he dicho que no me lo recuerdes, —siseó Ray, y luego: —Marlowe probablemente la habrá
cambiado ya de todos modos.
—¿Cambiado el qué?
—¡La contraseña! Ya sabes lo paranóico que es el tío…
—También sé que no ha dormido en cinco días y tiene cerca de un millar de otras cosas en que
pensar. Él no puede…
—¿Puedo decir algo?, —Preguntó Anthony suavemente.
—¿Qué?— Ray y yo exigimos al unísono.
—El está de pie detrás de vosotros.

Capítulo 43

Siempre me he preguntado cuál sería el aspecto de Marlowe si alguna vez realmente perdía el
control. Al fin lo supe. Dio un gruñido no muy humano y saltó sobre mí, enviando un brasero rodando
por el suelo y el aceite caliente de su interior derramándose y Anthony y el trasero desnudo de su
pasatiempo corriendo hacia el pasillo cuando el aceite envolvió su diván en llamas.
Marlowe ni siquiera parecía darse cuenta. Sus ojos estaban fijos en mí, y eran más negros de lo que
jamás los había visto. Era como mirar en dos agujeros negros, sólo que no tan amistosos.
—Espera, —le dije.
Y entonces yo estaba en volandas por el aire.
Lo que no habría sido tan malo, pero Marlowe también lo estaba. Percibí una imagen durante una
fracción de segundo de sí mismo lanzándose sobre el balcón a través del cual yo acababa de volar, y
luego mi espalda chocó contra el piso del terreno de lucha. Fuertemente.
Y, oh, sí. Eso es lo que yo necesitaba esta noche, pensé, dándome la vuelta. Y de ese modo
perdiéndome como el vampiro aterrizaba de pie con la ligereza de un gato justo a mi lado. Y yo era
aplastada por el que se estrelló sobre mí como un saco de patatas un segundo más tarde.
—Está bien, está bien, —dijo Ray, desde lo alto de mi trasero. —No seamos…
Y entonces él estaba deslizándose hacia atrás, también, como en un tobogán, sólo que sin el trineo,
por el suelo brillante. Y yo estaba saltando hacia atrás para evitar el puño de un maestro vampiro
enfurecido. Quien parecía haber olvidado que él necesitaba mi cerebro intacto con el fin de
examinarlo a fondo.
—¿Es este el primer encuentro del programa?— Escuché a alguien decir, mientras yo me agachaba y
esquivaba e intentaba explicar lo que estaba pasando, sólo que yo no tenía aliento para ello.
—¡Díselo! —le dije entre jadeos a Ray, quien se apresuró a incorporarse mientras yo me movía
convulsivamente bajo un puño de hierro.
—Dory está aquí porque ella cree que los malos tienen la contraseña del portal de la Cónsul, —dijo
rápidamente. —Y que ellos van a traer un ejército de feys a través de él. Esta noche, —añadió, ya
que Marlowe no parecía realmente impresionado.
Yo asentí con la cabeza y me lancé detrás de un hombre de aspecto confuso que estaba consultando
su entrada para el evento.
—¿Estoy en el lugar equivocado? —me preguntó.
—No, tú estás bien aquí, —suspiré, evitando los golpes que Marlowe estaba dirigiendo a ambos
lados de él. Y luego me dejé caer al suelo y me escabullí detrás de algunos espectadores asustados,
cuando Marlowe gruñó y alzó al tipo, poniéndolo a un lado como si no pesara nada.
—Sólo estoy tratando de decirle a ella que ellos no tienen la contraseña, —agregó Ray. —O que no
importaría si la tuvieran.
—¿Qué no importaría?, —pregunté, deteniéndome para fulminarlo con la mirada a través de las
piernas de alguna niñata.
Sólo para lograr que Marlowe se arrojara de cabeza entre ellas y me agarrara por el cuello.
Bueno, eso fue rápido, pensé con resignación, cuando el ultrajado acompañante de la muchacha, que
claramente no sabía con quien estaba tratando, le dio una patada a Marlowe en la cabeza. Eso no hizo
mucho más que distraerlo, pero mi tacón de aguja de charol fue un poco más efectivo, y me soltó. Y
yo me deslicé lejos con tan sólo la pérdida de unos pocos trocitos de gasa.
No hacen vestidos de noche como los de antes, pensé, mientras Ray llamó mi atención.
—No importa, porque nadie va a volver a entrar en la Central, —me gritó. —Está cerrada a cal y
canto, por lo tanto ellos no tienen acceso al portal. ¡No podrán usar la contraseña en caso de que la
tuvieran!
—¡Sí, pueden! —Insistí, furiosamente escabulléndome a través de la multitud. Y aún así, de algún
modo, encontrándome con Marlowe que venía en dirección contraria.
Mierda.
—¿Y exactamente cómo esperas que hagan eso? —Exigió Ray, mientras una mano dura me agarraba
por la garganta.
Pero no tan fuerte que yo no pudiera hablar.
—¿Y si a Cheung se le ocurrió mencionarles a sus aspirantes a jefes, simplemente, cómo llegaste a
lograr tu red?, —Le pregunté a Ray, mientras yo era alzada. —Y ¿qué pasa si ellos decidieron
arrancar y apropiarse de una página de tu libro de jugadas? Tú mismo lo dijiste, es bastante fácil una
vez que lo piensas, sólo que nadie lo hizo...
La mano de Marlowe apretó más fuerte, casi hasta el punto de estrangulación. Lo cual no le impidió
exigir más información. —¿Qué estás diciendo?
Levanté la vista hacia el espejo, que se veía enorme en el otro extremo de la habitación, y un
escalofrío recorrió mi espina dorsal. O tal vez no era sólo yo. Porque por un segundo, parecía como
si la habitación entera estuviera temblando. Y entonces me di cuenta de por qué, cuando otra onda,
muy, muy pequeña, como una simple gota de lluvia sobre la superficie de un lago, se movió
temblorosamente a través del cristal supuestamente duro.
—Estoy diciendo... ¿y si lo hacen añicos? —Jadeé, justamente mientras toda la superficie explotó
hacia afuera.
Marlowe me lanzó al suelo y cayó encima de mí, mientras fragmentos de vidrio duro fueron
arrojados a lo largo del óvalo de combate, desgarrándome la piel y enviando a la multitud a un
estado de pánico. O tal vez eso era un anticipo de lo que estaba a punto de venir a través del portal,
ahora completamente visible. Por debajo del brazo de Marlowe, vi a cinco criaturas enormes y
peludas separándose de la horda y dirigiéndose directo hacia nosotros.
Ellos parecían en cierto modo hombres lobo, del mismo modo que los tigres dientes de sable
parecían de alguna manera gatitos. Eran enormes, por lo menos dos veces el tamaño de los hombres
lobos normales, pero sin ninguna de las elegantes líneas y la porte digna de los Clanes. Quienes
probablemente habrían salido corriendo y gritando nada más verlos.
Yo también me sentí el impulso de salir corriendo, hasta que Marlowe extendió una mano.
Y sus cabezas explotaron, una tras otra, como petardos sangrientos.
Los cuerpos golpeaban el suelo, todavía deslizándose hacia delante sobre su propia sangre y con
movimientos reflejos, casi alcanzándonos antes de que Marlowe me echara hacia atrás. —¿Cómo de
segura estás?, —Gritó, para hacerse oír por encima de las exclamaciones y los gritos y el siseante
zumbido de los guardias vampiros descendiendo sobre el resto de la horda como una ola borrosa.
—¿Sobre qué?
—Los Fey.
—Estoy bastante segura. Pero…, —miré al problema más inmediato. —¿Qué son?
—Carne de cañón, —dijo Marlowe torvamente. —El verdadero ejército estará detrás de ellos.
—Y, ¿cuándo piensan hacer su entrada?
—No lo harán. Tengo a un grupo en el acceso al sótano ahora.
Mantente fuera del camino, esto no llevará mucho tiempo.
—En el sótano, ¿qué? —Le pregunté, pero él ya se había ido.
No tuve la oportunidad de perseguirlo, porque tuve que golpear el suelo de nuevo para evitar la
araña que se vino abajo como una bola de hielo. Literalmente, me di cuenta, mientras se hacía añicos
contra el suelo, y algunos de los trozos volaban y golpearon mi brazo. Y dejaron marcas en mi piel,
porque estaba lo suficientemente frío como para quemar.
Y yo no tuve que preguntar por qué. Las balas volaban por todas partes, lo que me llevó a echar a
Ray al suelo mientras varios proyectiles silbaban por encima de nuestras cabezas. Porque un nuevo
grupo se había unido a la fiesta. Y si yo había pensado que los otros weres eran extraños, no eran
nada en comparación con los recién llegados.
Se parecían a la idea de Hollywood del hombre lobo, con las manos grotescamente alargadas, zarpas
como garras y caras extrañamente distorsionadas. Y con cuerpos vagamente humanos, porque yo
supuse que era difícil llevar semejante equipamiento en un cuerpo completamente lobuno. Y ellos
estaban armados hasta los dientes.
Afortunadamente, la carne de cañón no parecía apuntar demasiado bien. Por desgracia, no tenía
importancia. Porque cada lugar donde uno de sus disparos alcanzaba se convertía en un paraíso
invernal.
El suelo era de repente en su mayoría hielo, crepitando alrededor de mis zapatos y amenazando con
congelar mis pies a través de las suelas. Los espejos se agrietaron y se hicieron añicos por todas
partes, aparecieron fisuras en las paredes donde las losas de mármol habían sido adheridas a la
superficie, y unas pocas se desprendieron para detonar un ruido atronador contra el suelo. El balcón
de la Cónsul fue golpeado, arrancándole un buen trozo, y provocando que uno de los sirvientes de
Ming-de chocara abruptamente contra el suelo. Y entonces se rompió en mil pedazos, porque él
debió haber sido atrapado en el hechizo, también.
El hechizo feérico estaba causando estragos, y las protecciones estaban haciendo exactamente nada
de nada al respecto. Así que, o habían caído, lo que parecía imposible tan rápido, o el hechizo era
tan extraño que no lo reconocían. Y en cualquier caso, nosotros estábamos…
—¡Vamos!, —Dijo Ray, tirando de mi mano. —No hay nada que podamos hacer. ¡Tenemos que salir
de aquí!
—¿Cómo?— Le grité, para hacerme oír por encima del estrépito.
Ya estaba amenazando con convertirse en una estampida en masa, con la gente que no había
resbalado en el suelo helado empezando a pisotearse unos a otros en un intento desesperado por
salir. No ayudaba nada los que había llegado tarde que obviamente no se daban cuenta de lo que
estaba pasando. Ellos todavía estaban abriéndose camino desde la dirección opuesta, tratando de
entrar antes de que se perdieran la animación y arreglándoselas para crear aún más agitación.
Y entonces las luces se apagaron, y todo quedó a oscuras.
La multitud emitió un grito colectivo y entró en pánico.
Y el caos resultante hizo imposible escuchar cualquier instrucción que pudiera darse. No es que
nadie pareciera estar molestándose en darlas.
Todavía podía ver, después de un momento, debido a la brillante luz azul que provenía del portal. No
era mucha, pero iluminaba a los Cónsules, que observaban los acontecimientos que estaban
ocurriendo abajo como si fueran espectadores de un juego. Uno no muy interesante.
Hassani parecía aburrido y vagamente irritado, y no estaba haciendo nada que yo pudiera ver, aunque
algunos de sus vampiros estaban usando a las criaturas como dianas para sus prácticas de tiro. Pero
Ming-de debía estar molesta por su sirviente hecho trocitos. Porque ella estaba mirando por encima
del borde del balcón, con una leve sonrisa en sus hermosas facciones mientras ella observaba a sus
admiradores aparentemente cortantes como cuchillos, decapitar criatura tras criatura.
Por su parte, Marlowe había delegado algunos de sus muchachos para tratar de acorralar a la
multitud enloquecida hacia la salida y para dar caza a las criaturas que estaban agitándose por aquí y
por allá. El resto estaban agrupados en torno al portal, sistemáticamente diezmado la carne de cañón
que seguía llegando a través de él. La mayoría de los cuales ni siquiera lograban salir completamente
antes de ser rajados.
A pesar del caos inicial, las cosas poco a poco volvían a estar bajo control y yo solté un breve
suspiro de alivio. Parecía que tal vez Marlowe había tenido razón después de todo, esto no llevaría
mucho tiempo. Alguien incluso parecía haber logrado que las luces regresaran de nuevo, aunque
fueran las de emergencia, pues eran azules, también.
Azules y giratorias, me di cuenta, un segundo antes de que arrojara a Ray al suelo helado y me
lanzara tras él, ya que lo que se parecía un montón a otro portal se abrió casi encima de nosotros.
Tiré de él hacia atrás, hacia la brecha de aproximadamente un metro entre el portal y la pared,
mientras un aluvión de materia viscosa comenzó a manar desde el otro lado.
—¿Qué demonios es eso?— Gritó Ray, lo que podría haber sido un problema si las cosas que
estaban saliendo delante de nosotros hubieran tenido oídos. Pero no los tenían, ni manos, ni pies, ni
cualquier otra cosa excepto cuerpos gelatinosos con aspecto de calamar que segregaban chorritos
viscosos a su paso por debajo de sus pies sin causar daño de momento, hasta el punto que me
pregunté qué estaban haciendo aquí.
Hasta que uno de ellos, a unos pocos metros de distancia, comenzó a temblar. Y a sacudirse. Y a
explotar, enviando una ráfaga de, ya conocidos, disparos de pus impregnados de ácido al aire e
inflamando en llamas las ropas de un guardia que estaba cerca.
Y ese fue sólo el primero, como el grano inicial en una bolsa de palomitas de maíz. Un minuto más
tarde, las bombas gelatinosas se estaban dirigiendo en todas direcciones provocando pequeños
incendios a través de la oscuridad. Lo que habría puesto a los vampiros normales en pleno ataque de
histeria, pero la zona más cercana estaba en su mayoría repleta de guardias, que habían sido mejor
entrenados que eso.
Hasta que se dieron cuenta de que el fuego no se apagaba.
Con lo malo que la sangre de los vampiros de Slava había sido, los cuerpos con aspecto gelatinoso
de las criaturas eran peores. Porque ellos se adherían como pegamento, y el fuego ardía como
fósforo, y cualquier guardia que no pudiera arrancarse cualquier pieza de ropa afectada antes de que
el veneno alcanzase su piel empezaba a arder como velas con vida.
Uno corrió por delante de nosotros, gritando, en llamas y agitándose y lanzándose directo hacia la
multitud. La cual también estaba compuesta en gran parte por vampiros. Y a pesar de que fue
abordado por dos de sus compañeros guardias una fracción de segundo más tarde, ya era demasiado
tarde. “Pánico" no era la palabra para definir lo que se desencadenó, con gente enajenada incluso
saltando al balcón de la Cónsul presas del terror, sólo para ser golpeados y obligados por los
guardias a bajar de nuevo.
Hasta que uno de los hombres de Hassani golpeó a un guardia en respuesta y dio un salto mortal
sobre el balcón, decapitando a un hombre lobo con un golpe de espada y agarrando a una chica que
estaba cerca que había estado a punto de ser el almuerzo. Él la lanzó a uno de sus compañeros
soldados, y luego comenzó a agarrar invitados al azar, alzándolos en el aire y lanzándolos en la
misma dirección que a la chica, sin tener en cuenta la ropa fina o los sentimientos heridos. No es que
nadie pareciera quejarse, de hecho, después de un segundo él estaba casi completamente rodeado,
aunque sus compañeros soldados no parecían realmente interesados en…
—Dory.
La voz venía de arriba, y miré hacia arriba para ver al rubio de Radu colgando sobre el borde del
balcón, haciendo balancear algo. Era de color rojo y estaba enrollado, las cortinas, me di cuenta, una
fracción de segundo antes de que yo las agarrara. Y luego Ray me agarró y acto seguido ambos
estábamos en el aire otra vez.
Fuimos izados sobre el borde de la galería, no por el rubio sino por Anthony. El estaba de nuevo
vestido con una toga púrpura brillante en este caso, y de nuevo estaba al mando. —¡Vamos, vamos,
vamos!
Él tenía una espada en una mano y utilizaba la otra para dar palmadas en los hombros de una doble
línea de vampiros que estaban dejándose caer por un lado de la galería y directos a la refriega, los
guardias de fuera, supuse.
Él llamó mi atención. —¿Todavía divirtiéndote?
—¡No! ¿Qué demonios está pasando? ¡Pensé que sólo teníamos un portal de qué preocuparnos!
—Yo también. Acabo de enviar al hombre de Radu tras él para hacer algunas averiguaciones. Radu
sabe de portales.
—¿Y qué hay de ti?
—Yo sé de matar cosas, —dijo, antes de ser alzado del suelo por las garras de una criatura enorme
con aspecto de pájaro que salió de la nada.
La espada de Anthony destelló, destripando a la bestia a medio camino del ruedo y entonces ambos
cayeron. No vi lo que pasó después de eso, a causa de la oscuridad, y porque la lucha se había
recrudecido alrededor de un mil por ciento. Y entonces Ray me estaba arrastrando hacia un lado.
—No necesitamos a Radu, — me dijo rápidamente. —Yo sé lo que está pasando.
—Al menos alguien lo sabe, —le dije, cogiendo la espada de un vampiro herido. Parecía como si
alguien hubiera designado los palcos privados, el pasillo y la escalera detrás de ellos como el área
de triaje, porque los vampiros de niveles inferiores estaban corriendo escaleras arriba con camillas
improvisadas llenas de víctimas. La mayoría parecían de otros niveles inferiores, junto con algunos
humanos en traje de noche, personas atrapadas en la estampida, supuse.
Yo no vi a ningún maestro.
Entonces me di cuenta, a parte de los guardias, yo no había visto a muchos maestros en la lucha,
tampoco.
Pero, ¿qué demonios estaban haciendo?
—Es el escudo, —Ray estaba diciendo. —El lugar estaba seguro hasta que cayó. Después de eso,
cualquier cosa es posible.
—¿Puedes repetirlo?
Él suspiró. —El escudo... Mira, no se limita a proteger un portal. Protege un área de una línea.
Porque un portal es sólo un túnel que atraviesa un alineamiento de lugares de interés, y sin un
escudo…
—Ellos pueden abrir tantos como les apetezca.
—Sí.
—Entonces, ¿por qué estaban ellos tan concentrados en este portal?
—Porque era el único camino a través del escudo. Es como... una puerta en un muro, ¿vale? ¿Por qué
crees que en esos viejos castillos siempre se complicaban tanto para proteger a sus puertas? Porque
ahí es donde eran vulnerables. El muro, o el escudo en este caso, mantienen a los chicos malos al
otro lado. Pero tenía que haber una puerta para que los buenos puedan entrar.
—Y nuestra puerta es el portal.
Él asintió con la cabeza. —Es por eso que lo llaman una puerta.
Me dolía la cabeza. No era buena con toda esta mierda metafísica. Yo era como Anthony, era buena
matando cosas. O rescatando cosas, sólo que no tenía ni idea de dónde estaba Louis-Cesare, y yo
nunca había visto la habitación de Mircea ni desde el exterior. Podía estar en cualquier lugar en el
laberinto de pasillos que recorrían el interior de la casa de la Cónsul.
E incluso si pudiera encontrarlos, ellos tal vez estarían mejor dónde se encontraban. En lugar de ser
arrastrados inconscientemente a través del grosor de la pelea por alguien que no era probable que
fuera de mucha protección en estos momentos. Especialmente con una espada que mi brazo no se
sentía lo suficientemente fuerte para blandir.
Se la pasé a Ray y cogí una pistola de un guardia que acababa de ser traído al piso de arriba, el
primer maestro que había visto. Algo casi le había partido en dos, y sin embargo, todavía estaba
tratando de arrastrarse fuera de la camilla, para volver a la lucha. A diferencia del resto de ellos.
¿Dónde estaban?
—Quédate ahí, —alguien le dijo, y miré hacia arriba para ver a la senadora morena con la que
Anthony había estado poco antes. Ella había encontrado su ropa, también, sólo para haber manchado
la parte delantera de su vestido de noche azul pálido de sangre oscura, puesto que ella parecía ser la
que ejercía como directora del hospital.
—¿Tú eres Dory?, —Preguntó.
Asentí con la cabeza.
—Kit dijo que te dijera que los hombres que envió al sótano antes no han dado señales de vida. Él
quiere que tú compruebes qué ha sido de ellos.
—Él quiere...— La miré con incredulidad. —¿Qué está pasando? ¿Dónde están vuestros maestros?
—Aquellos que juraron lealtad al Senado norteamericano están en la lucha, los que estaban aquí, en
cualquier caso. Y más han sido convocados. Pero ellos no pueden utilizar el portal, y por lo tanto les
llevará algún tiempo llegar.
—¿Y los otros senados? ¿Qué están haciendo, sentándose sobre sus manos?
—Sí, —dijo ella con amargura. —A excepción de los de Anthony. Pero él tenía pocos maestros con
él, como la mayoría de los suyos fueron eliminados de la competición muy pronto. Él está haciendo
lo que puede, pero no tiene sus efectivos…
—¡Pero hay una tonelada métrica de vampiros maestros aquí!
—Pertenecer a otros senados. Quienes no quieren desperdiciar sus recursos en una lucha que no es
suya.
—No... Entonces, ¿de quién es esta lucha?— Exigí. —Los fey vienen a masacrarlos, ¿o no recibieron
el memorándum?
Marlowe habría tenido tiempo más que suficiente a estas alturas para enviar algún mensaje telepático
en todas direcciones, diciéndoles a todos lo que estaba pasando.
—Ellos lo oyeron, pero no lo creen. Los feys nunca nos han atacado, dicen, ¿por qué lo habrían de
hacer ahora? ¿Y sin una declaración previa?
—¿Porque esa es la mejor manera de ganar?
—No creo que un rey de los feys pueda ser tan deshonroso.
—Entonces, ¿qué es lo que ellos piensan que está sucediendo?
—Que nuestra Cónsul está organizando esto, para obligarlos a hacer lo que ellos han estado
evitando, y para poner sus efectivos bajo su control.
Yo me limité a mirarla por un momento. —¿Qué?
Ella asintió con la cabeza. —Los de nuestra especie podemos ser a veces demasiado desconfiados.
Eso nos ha hecho daño antes.
—¡Puto daño…esto está a punto de mataros!— Gruñí, antes de que Ray me llevara a rastras.
—Creo que sé lo que hay en el sótano, —me dijo.
—¿Qué?
—La fuente de alimentación del escudo. Marlowe debe haber enviado a su gente para reactivarla,
una vez que la otra parte la hizo caer.
—Pero no la han reactivado. —Y yo no podía pensar en una sola razón para que eso no implicara
algo desagradable.
—No. Pero tan pronto como lo hagan, o tan pronto como alguien lo haga, el escudo vuelve a
levantarse.
—¡Atrapándonos aquí con el escuadrón de mutantes!" Señalé.
—Pero manteniendo al ejército feérico al otro lado, —apuntó enseguida en respuesta.
Él ganó.
Y aún mejor, esto era algo que yo podía hacer.
Exhausta o no, yo podría activar un hechizo rarito para activar el escudo.
Nosotros teníamos uno en el sótano, eso no era difícil.
—Está bien, voy para allá, —le dije. —Quédate…
—Vamos allá, —dijo, interrumpiéndome.
—Tú…— Dejé de comprobar los bolsillos del maestro en busca de munición. —Tú no tienes que
hacerlo.
—Sí, tengo, —dijo, malhumorado como siempre. —¿Qué pasa si hay un problema con el escudo? Tú
no sabes nada de esas cosas. Pero yo soy mañoso y puedo reparar casi cualquier cosa.
Eso era cierto.
—Podría ser peligroso.
—¿Como no lo es esto?
—Vale, podría ser más peligroso.
Ray se cruzó de brazos y estrechó sus ojos en mí dirección. —Yo voy a ir. Lisa y llanamente.
Había algo más, también.
Pensé en todos los maestros más antiguos, sentados sobre sus manos o tomando unos pocos brebajes
aquí y allá, y negándose a unirse a la lucha. Yo pensé en cuánto más poder tenían ellos en
comparación con un pequeño, regordete e insignificante individuo de bajo nivel, quién estaba no
obstante dispuesto a poner su cuello en juego. Luego pensé que quizá el método del Senado de elegir
a los nuevos miembros era una mierda.
—Supongo que tal vez eres Batman, —le dije con brusquedad. —Vamos.
Capítulo 44

Habíamos llegado a la curva en el hueco de la escalera cuando Ray de repente agarró mi brazo, su
férreo control suficiente para herirme.
—Espera.
Me quedé inmóvil, mirando alrededor por un peligro que no veía. Sólo paredes de mármol desnudas,
con lo que sonaba como una batalla épica aconteciendo al otro lado. —¿Qué?
—Sólo... espera... —Estaba tanteando en su abrigo con la mano libre, y finalmente sacó su billetera.
Y de ahí tomó...
—¿Qué es esto? —Le pregunté, mirando fijamente a la barra de granola machacada que me dio.
—Sólo cómela.
—¿Por qué?
—¿Has cenado?
—¿Cenar?
—Sí, cenar, ¡cenar! ¿Comiste? —Él hizo un gesto con la mano. —No, no te molestes en contestar a
eso. Ya lo sé. Nunca comes.
—¡La comida en mi casa estaba drogada!
—Sí, tú siempre tienes una excusa. Pero entonces terminas tocando fondo con la energía y casi nos
morimos. —Señaló con una mano temblando ligeramente la barra.
—¡Cómela!
Me la comí.
Estuvo buena.
Levanté los dedos pegajosos. —¿Feliz?
—No por mucho más tiempo del que puedo recordar, —dijo Ray con fervor, y me dio un pequeño
empujón. —Vámonos.
Nos fuimos.
Y encontré aperturas de portales en todas partes, cuando llegamos a la gran sala, y me refiero en
todas partes. Una apareció en el piso, casi debajo de nuestros pies, incluso antes de que nos las
arregláramos para salir del hueco de la escalera, tragando los últimos pasos y casi tragándonos.
Saltamos a través mientras criaturas empezaban a arrastrarse, evitándolos por unos centímetros, sólo
para golpear el piso de la pista de patinaje sobre hielo en que se había convertido y deslizarnos en el
fragor de la lucha.
Lo cual, irónicamente, fue lo único que nos salvó.
Los chicos de Marlowe habían estado luchando espalda contra espalda contra una multitud de las
cosas tipo aves que habían atacado a Anthony. Ellos estaban perdiendo, lo que yo no podía entender,
ya que parecían superan en número a las criaturas. Hasta que uno de los guardias se volvió hacia mí.
Me quedé inmóvil, en parte de pie, mirando a la cara de un vampiro llevando los hombros de un
pectoral de oro. Era todo lo que le había quedado después de que lo que parecían como garras
gigantes habían arrancado el resto, y la mayor parte de la carne por debajo. Su corazón se había ido,
su pecho sólo una caverna áspera de costillas rotas y pulmones destrozados, su garganta arrancada.
Sin embargo, él estaba de pie.
Pero no debido a su propio poder.
—¡Dory! —Exclamó Ray, y tiró de mí hacia atrás. Pero Ray no pudo conseguir ningún arrastre, y yo
todavía tenía los malditos tacones porque había tenido miedo de que mis pies se congelaran en el
suelo, de lo contrario. Así que en lugar de alejarnos, golpeamos el suelo de nuevo, mientras el
zombie se abalanzaba...
Y había una masa desastrosa de hombres lobo cayendo sobre su cabeza.
A juzgar por sus expresiones, no creo que hubieran esperado que su portal se abriera a una caída de
casi cinco metros. Y los lobos asustados tuvieron exactamente una reacción. Ellos la demostraron
atacando todo a la vista, dándoles a nuestros chicos un momento para reagruparse y a nosotros la
oportunidad de salir fuera del camino.
Y agacharnos en un rincón oscuro, porque no había otro lugar a donde ir.
Bustos y estatuas estaban agrietadas y caídas en grandes trozos. Las luces estaban estallando y
lloviendo cristal brillante. Las balas pasaban zumbando alrededor densas y rápidas, y creando una
carrera de obstáculos imposibles de atravesar por toda la longitud del corredor. Y luego estaban los
portales, los que me preocupaban más que el resto, ya que no parecía haber ningún sentido o razón
para ellos, ninguna manera de predecir dónde aparecería el próximo.
Debido a que no parecía que a la otra parte le importaba.
Uno surgió a la existencia frente a la pared, justo debajo de nosotros, lo que habría sido malo.
Excepto que quizás estaba a treinta centímetros del mármol y lo enfrentaba. Eso dejó a las cosas del
tipo vagamente lagarto dentro arañando inútilmente contra la superficie plana y brillante mientras
más y más trataban de empujarse a través, hasta que los de adelante, finalmente se dieron la vuelta y
se lanzaron hacia los que amenazan con aplastarlos desde atrás.
Ninguno de ellos logró salir.
Pero las criaturas en un segundo portal lo tuvieron peor, cuando su entrada al mundo se abrió en lo
que habría sido un lugar privilegiado en el centro del salón, si otro portal no hubiera estado ya
ocupándolo. Y no, nunca me había parado a preguntarme qué pasaría si un portal trató de abrirse en
el interior de otro. Pero me habría imaginado que tal vez terminarías con dos “tubos” metafísicas
corriendo uno dentro del otro.
Sólo que aparentemente no.
Lo qué conseguías a cambio, era una mancha de color mientras los dos portales se encontraban, pero
no se fundían. Las corrientes comenzaron a luchar, lo que a su vez comenzó a sacarlos de forma,
distorsionando las habituales aberturas redondas en formas extrañas y conflictivas. Lo cual
probablemente no era bueno para ellos, pero era aún peor para las criaturas tratando de salir.
—¡Agáchense! — Gritó Ray, mientras un compuesto de huesos, piel y carne destrozada estaba de
repente volando alrededor, como si alguien hubiera clavado un cuchillo en una licuadora.
Pero aparte de caer en una posición en cuclillas, no nos movimos, simplemente porque no había a
dónde ir. Si un equipo de maestros vampiros no podían salir de este corredor, Ray y yo de aseguro
que no lo íbamos a hacer. Pero las probabilidades de volver a las escaleras no se estaban viendo
mejor, tampoco, ya que la batalla había cambiado y la lucha se estaba llevando a cabo justo en frente
de ellas ahora. Pero no podíamos quedarnos aquí por mucho más tiempo sin...
Me detuve, mis pensamientos patinando hasta detenerse mientras un tercer portal llamó mi atención.
No por lo que salió esta vez, puesto que ya estaba abierto.
Sino debido a lo que entró.
No mucho. Sólo un par de cientos de casquillos gastados rodando bajo los pies, lo cuales habían sido
expulsado de esta manera en la refriega. Y que habían caído en el portal, porque el fondo de este
estaba cortando el piso.
Caídos dentro y no habían llegado a salir.
Miré a Ray. —¿Viste...?
—No.
—Pero creo que es...
—¡Yo sé lo que es! — Dijo él febrilmente. —Y no estamos saltando en ningún portal aleatorio
cuando no sabemos a dónde va. ¡No vamos a terminar en ningún escalofriante lugar! No estamos
haciendo esto, ¿lo entiendes? Por una vez no vamos a tomar la posibilidad más loca...-
No traté de convencerlo. Yo no tenía que hacerlo. Los hombres del Senado habían estado siendo
aplastados por un ejército de criaturas, acerca de cuyas habilidades ellos no podían haber sabido
porque no se suponía que existieran. Y por las probabilidades, constantemente empeorando, mientras
portal tras portal escupía refuerzos que nuestro lado no tenía. Y por el hecho de que cada vez que
ellos perdían a un compañero, él o ella terminaba abruptamente en el otro lado.
Frente a ellos.
Los chicos de Marlowe estaban bien entrenados, pero no estaban acostumbrados a tener que apartar
los cuerpos de sus amigos caídos. O, a ser abandonados por su propia especie. O a tener un portal
lleno de criaturas gelatinosas, llenas de ácido, abierto en el techo directamente sobre sus cabezas y
comenzando a llover muerte ardiente.
La primera masa chisporroteante apenas se había aplastado contra el suelo cuando ellos se apartaron
y corrieron.
Yo no los culpaba.
Sólo que no podían retroceder, debido a la masa de civiles detrás de ellos, la mayoría de los cuales
no había logrado salir de la sala de baile. Así que siguieron hacia delante, corriendo hacia el campo
de minas de portales al frente. Porque ellos durarían más ahí que lo que lo harían parados en una
lluvia de fuego inacabable.
Y ellos se llevaron a las criaturas con las que habían estado luchando con ellos.
No había ocultamiento de esos tipos de cifras, no parados y enfrentándolos. Sólo había una opción
que de seguro no igualaba la muerte, y yo supongo que Ray sintió lo mismo. Porque cuando yo salté
por las fauces del portal sospechoso, saltó junto conmigo.
Algo agarró mi brazo, otra cosa arrancó mi vestido, y un aliento caliente como el fuego rozó a lo
largo de mi cuello, por un instante. Y luego, el portal nos agarró, nos lanzó y escupió hacia fuera. A
un balcón largo, rectangular, en lo que parecía una especie de cueva, con una línea de ardientes
remolinos azules salpicando la ladera de una pared de roca cortada al lado de nosotros.
Y un montón de hombres y fey que parecían de alguna forma sorprendidos de vernos allí.
Por un segundo, los miramos y ellos nos miraron, y sí, eran Svarestri, está bien. Al menos, los fey lo
eran. Los magos de guerra con ellos eran típicos, viejas trincheras de cuero, botas de patear culo y
una tonelada de basura de armas. Se veían un poco sucios al lado de las Fey, con sus ojos plateados,
pelo plateado y expresiones altivas, aunque lo último de algún modo estaba exagerado por la
sorpresa del momento.
—Bueno, yo no sé qué esperaba, —dijo Ray sin comprender.
Y luego volvimos a zambullirnos en el portal, al revés, porque no había tiempo para girar, o para
evitar la lluvia de balas que venía detrás de nosotros. Pero aterrizamos mientras caíamos, sobre
nuestras espaldas, a menos de un segundo antes de que el bombardeo pasara zumbando por encima de
nuestras cabezas, una bala atravesando mi pelo en mi camino hacia el piso. Entonces yo estaba
rodando, saltando y volviendo a estar de pie...
Y agachándome, porque estaban disparando en este lado, también.
Terminábamos de regresar a la gran sala, cuando un nuevo grupo de guardias salió de la sala de
baile. Ellos comenzaron a lanzarse hacia adelante en una andanada mortal, que voló sobre nuestras
cabezas, mientras estábamos abrazando el suelo. Pero eso no sería de gran ayuda en un segundo,
porque estaban viniendo en nuestra dirección.
Y no parecía que planearan detenerse.
Ray y yo nos sumergimos de nuevo en el portal mientras una sólida ola de pies calzados con botas
pesadas golpeaba hacia nosotros, ya que el fuego amigo te mataba tan muerto como los del otro tipo.
Encontramos al mismo grupo de chicos malos de pie a unos tres metros por delante de nosotros en el
otro lado. Sólo que estaban de espaldas a nosotros esta vez, teniendo una conversación animada, creo
que en el supuesto de que no volveríamos a salir por el mismo portal.
Y ya sabes lo que dicen de los supuestos.
Tumbé a tres de ellos con el arma de fuego del vampiro antes de que el resto incluso se diera vuelta,
y luego nos echamos hacia atrás, esperando como el infierno que la carga hubiera terminado.
Lo estaba, sólo que no parecía como si hubiera sido demasiado exitosa. Debido a que los vampiros
estaban volviendo por este camino, ahora, perseguidos por lo que parecía la mitad del corredor, y
ese mismo truco no era probable que funcionara dos veces. Supongo que Ray no lo creía, tampoco,
porque me recogió y me lanzó fuera del camino, lo que habría estado genial si yo no hubiera
golpeado la pared de mármol del Cónsul tan duro.
Y si él hubiera sido capaz de salir, también.
Y podría haberlo hecho, si cuatro manos fey no hubieran alcanzado a salir del portal y lo hubieran
arrastrado de regreso de nuevo. No, no lo creo, pensé salvajemente, pegándome a la pared mientras
los guardias y las cosas golpeaban pasando, ignorándome en su prisa. Y luego dando tumbos por el
portal de nuevo.
Sólo para encontrar algo en mi camino.
Algo grande. Miré hacia arriba para ver una cara guapa, salpicada de sangre, con los ojos y el pelo
oscuro y un tigre merodeando al lado de este. Zheng.
—¿A dónde crees que vas? —Exigió él.
—Allí, —gruñí, tratando de empujar, pero me agarró con un brazo enorme, muy musculoso. Podía
verlo porque había perdido la chaqueta de su esmoquin y su camisa había recibido una paliza. Pero
no tanto como él estaba a punto de recibir. —¡Déjame ir! —Le dije con furia. —¡Tienen a Ray!
—¿Quién lo tiene?
—¡Los fey!
—¿Dónde?
—¡Allí!
Zheng miró el portal. —Hijo de puta.
Y luego me soltó y ambos estábamos sumergidos de cabeza. Caímos al suelo y rodamos sobre
nuestros pies para encontrar al mismo grupo, menos tres, de espaldas a nosotros otra vez.
Porque algunas personas nunca aprenden.
—Sorpresa, hijos de puta, —gruñí, y agarré a mi vampiro.
—Justo a... tiempo, —se atragantó Ray, porque uno de los magos habían estado tratando de cortarle
la cabeza. Él no había tenido éxito ya que esta había sido cosida muy bien la última vez, y porque las
cabezas no sólo saltaban.
No que Zheng parecía estar teniendo ningún problema.
—Eso fue muy satisfactorio, —me dijo, mientras otros tres cuerpos destrozados caían al suelo.
Y entonces lo golpeamos justo después de ellos, cortesía de Ray, que acababa bruscamente de
tumbarnos a los dos.
—¡Shh! —Dijo él, pareciendo desesperado.
—¿Qué...?
—¡Shh! ¡Shh!
Miré alrededor, en busca de una razón para entrar en pánico. Pero no vi una. Sólo la caída, con un
montón de lo que parecían cuevas oscuras más allá, una puerta de arco de un lado y la pared del
portal iluminándonos con luz extraña desde atrás. Y algunas viejas jaulas de barrotes de hierro que
no había notado antes, debido a que estaban balanceándose en el aire por encima de la cabeza, de vez
en cuando goteando algunos de los más desagradables fluidos corporales sobre nosotros y
manchando el ya muy dañado suelo.
Yo no tuve que preguntar lo que había estado en ellas, ya que apestaban como las criaturas que
acabábamos de combatir. Parecía como que había algún tipo de sistema de polea que llevaba a las
jaulas hasta el nivel de la pared, donde podían ser abiertas justo en la boca de un portal. Supongo
que a los fey no le gustaba ocuparse de sus experimentos más de lo que nosotros lo hacíamos.
Pero las jaulas estaban vacías en este momento, habiendo ya enviado sus contenidos. Y aunque había
otra fila detrás de ellas, gruñendo y escupiendo en el aire sobre el borde del balcón, estaba lejos de
alcance. Así que no veía el problema.
—¿Cuál es el prob...? —Comencé.
—¿No sabes lo que significa shh? —Siseó Ray. —¡Y ése es el problema!
Sus ojos fueron a través de la cornisa.
Era una ancha, y ya que yo casi estaba de nariz en el suelo sucio, no podía ver nada más allá de esta.
No podía oír nada, tampoco, pero no porque el lugar estuviera en silencio. El rugido de lo que
sonaba como todos los océanos rebotaba en las paredes, sirviendo bien como un maldito ruido
blanco.
Así que decidí echarle un vistazo.
Oí a Ray maldecir a mis espaldas, pero Zheng no dijo nada. Y lo siguiente que supe, es que estaba a
mi lado, deslizándose por el suelo tosco en un movimiento sinuoso que desmentía su tamaño. Y
entonces Ray también estaba allí, supongo que en el supuesto de que había fuerza en los números.
Sólo que no éramos los únicos que los teníamos.
—Aiyaaaa, —dijo Zheng suavemente.
Y si eso significaba “mierda,” estaba de acuerdo.
Un piso de piedra se extendía tal vez unos seis metros por debajo de nosotros, cubriendo lo que
parecía cerca de un acre. Lo que no habría sido tan notable.
Excepto que estaba lleno de una masa sólida de cabezas con cascos.
Sentí escalofríos salir de mis brazos, porque las cabezas pertenecían a los fey. Fila tras fila de ellos,
abarrotados y apretados juntos en brillantes armaduras de batalla negras y alineados en frente de un
enorme muro a la derecha. Una pared llena de portales enormes.
Las abiertas fauces azules podían fácilmente acomodar a dos o posiblemente tres personas a la vez.
Y tenía que haber por lo menos veinte de ellos, tal vez más. Era difícil de decir, dado que la luz
vacilante enviaba ondas de color rodando sobre una multitud que parecía ser de sólidos dos, tal vez
tres mil.
La única buena noticia era que no parecía que nadie se estaba moviendo a través de los portales
todavía. Así que tal vez las puertas no habían sido abiertas al otro lado. Pero tan pronto como lo
fueran...
—Estamos jodidos, —suspiró Zheng.
Sí. Eso más o menos lo resumía.
Estábamos apenas sosteniéndonos por nuestra cuenta con los experimentos basura, los harapientos
mercenarios y las armas biológicas que los Fey nos habían arrojado en la primera ola. No íbamos a
durar ni diez minutos con este grupo, ni siquiera si los Cónsules finalmente se bajaban de sus traseros
y le ordenaban a su gente entrar en la lucha. Habían demasiados y estaban mejor armados, y hasta un
Cónsul puede tener un momento difícil luchando después de ser convertido en un carámbano.
Así que sí.
Jódidos.
—Vamos, —susurró Zheng, y comenzó a arrastrarse hacia la línea más pequeña de portales detrás de
nosotros, apenas una sombra oscura en la parpadeante luz. Ray y yo éramos menos impresionantes,
pero lo hicimos porque nadie estaba prestando atención a donde la gentuza estaba siendo lanzada.
Excepto, posiblemente, por las sombras saltando en la pared bajo el arco, como si alguien con una
luz estuviera subiendo algunas escaleras.
—Mierda, —dijo Ray, congelándose en el lugar.
—Coge los cuerpos, —ordenó Zheng, lanzando dos al portal. Ray y yo nos miramos el uno al otro, y
luego hicimos lo mismo, cogiendo uno cada uno y arrastrándolos con nosotros hacia aquel azul
salvaje. Zheng siguió con un cadáver sujeto debajo de cada brazo fornido, tirándolos en el suelo del
gran vestíbulo y volviéndose hacia mí.
—¿Qué demonios? —Exigió.
—Tú debes saber. ¿O tu jefe estaba nervioso?
—Lord Cheung no tenía nada que ver con...
—Te lo dije, —dijo Ray.
—…sea lo que sea...
—¿Qué te parece? —Le pregunté.
—¡Parece una maldita fuerza de invasión! Pero, ¿quién corta un portal de doble sentido en su área de
organización?
—Alguien que cometió un error, —dije, pensando en el otro problema de los portales que habíamos
visto.
—Eso es lo que consigues por aliarte con idiotas, —dijo Ray, desarmando al mago oscuro más
cercano. Y pasándome un montón de pociones con las que yo no sabía qué hacer, y una pistola y la
cartuchera que hice.
—Bueno, es un error que va a costarles, —dijo Zheng con saña.
—Nosotros...
—¿Costarles, cómo? —Le pregunté, envolviéndome en el plomo. —Incluso si pudiéramos conseguir
agruparnos, solo moriríamos allí en vez de aquí. No hay manera de que tengamos la gente para...
—¡Entonces vamos a morir en la ofensiva!
—¿Cómo eso es una mejora?
—¡Dada la alternativa! No voy a quedarme aquí y ser masacrado como...
—¡Ayúdanos y tú no tendrás que hacerlo! Marlowe me quería y a Ray para chequear a los chicos que
envió a colocar el escudo de nuevo, pero no podemos bajar al condenado...
Zheng maldijo. —¿Tú y Ray?
—Sí, ¿por qué?
—Tú apenas eres capaz de ponerte de pie y Ray es... ¡Ray! ¿Dónde diablos están los chicos de
Marlowe?
Hice un gesto a su alrededor. —¿Ocupados?
—¡Los que él envió!
—Él no sabe, —dijo Ray en voz baja. —No puede comunicarse con ellos.
—Y sabemos lo que eso significa, ¿no? —Preguntó Zheng con saña.
—No lo vamos a saber hasta que los encontremos, —le espeté, el pánico erosionando ya mi tenue
paciencia. —Tal vez cayeron en un portal; tal vez están demasiado heridos para responder...
—¡Tal vez ellos están muertos! Acéptalo, si los chicos de Marlowe no pudieron conseguir volver a
poner el maldito escudo de nuevo, cuando conocen cada centímetro de este lugar, no vamos a hacerlo
nosotros. Y si perdemos el tiempo tratando, los fey pasará a través de...
—No estás escuchando. ¡Están viniendo cada vez que ellos quieren, maldición! ¿Viste...? Maldición.
Eso último fue en respuesta a un grupo de cosas cabreadas, en su mayoría weres, que habían
comenzado a dirigirse hacia nuestro camino.
Y con la misma rapidez se arrepintieron.
—Maldita sea, se siente bien ser un mafioso, —murmuró Ray, mirando a Zheng dejar escapar un
poco de frustración.
—Eres un contrabandista.
—Lo suficientemente cerca.
Pero bueno como era Zheng, las probabilidades no eran geniales. Y ellas estaban a punto de
empeorar a medida que el olor de carne fresca llamaba la atención de varias de las cosas were. Un
grupo grande al final del pasillo había terminado destrozando algo en el suelo, y ahora se volvieron
como cabezas de perro hacia nosotros, las fauces húmedas, rojas y goteando.
—¡Pide refuerzos! —Le grité, tratando de agacharme algo para cubrirme del fuego mientras ellos
cargaban, pero eran demasiado rápidos y habían demasiados de ellos. Además, las balas no les
hacían mucho más daño a ellos que a Zheng.
—No hay respaldo, —gruñó Zheng. —Marlowe está jodido allí, como está.
—¿Y cuál es tu valoración de nosotros aquí fuera? —Le pregunté, mientras nos rodeaban en un
espacio sin portales.
—He estado mejor, —dijo, empujándome detrás de él, porque los cuerpos de los vampiros
manejaban el daño mucho mejor que el mío.
Pero yo no sé por cuánto tiempo más probablemente eso iba a durar, cuando seis saltaron hacia él y
otro vino detrás de mí y Ray, y vacié dos armas de fuego sobre éste a quemarropa. Voló hacia atrás,
sólo para ser reemplazado por otras fauces abiertas llenas de dientes que se lanzó hacia mí mientras
yo salté hacia atrás y golpeé la pared, porque no había un maldito espacio para maniobrar aquí. Sólo
que no parecía molestar mucho al were. Me di la vuelta hacia un lado y él golpeó el muro donde yo
acababa de estar, cortando y mordiendo el mármol, antes de volverse hacia mí con velocidad líquida,
más rápido de lo que yo podía sacar un arma...
Y de pronto se detuvo.
Y puso una cara muy extraña.
Y cayó al suelo como un juguete roto.
Un juguete sin cabeza, me di cuenta un segundo después, cuando cayó y rodó a unos metros de
distancia. Y a pesar del hecho de que había huesos, tendones, venas y una variedad de otras cosas
allí, la herida era tan limpia que ni siquiera sangró al principio. Como si una espada hubiera cortado
a través de una vela.
Y luego las cabezas fueron apareciendo en todas partes, todo alrededor del círculo, y los cuerpos
estaban cayendo y me estaba preguntando si la Cónsul tenía alguna malvada nueva guarda de la que
nunca había oído y a la que no le gustaban los weres.
Pero no. Debido a que un momento después de que el último y enorme cuerpo peludo colapsó en la
pila, una muy familiar cabeza pelirroja salió tambaleándose de absolutamente ningún lugar. Era como
si él acabara de salir de un portal, sólo que allí no había portal. Sólo una oscilación de aire y luego
un maestro vampiro que parecía muy confuso.
Su pelo estaba por todas partes, estaba descalzo y balanceándose ligeramente, y parecía estar vestido
sólo con un albornoz azul. Pero él estaba sosteniendo una espada tan delgada y fuerte que apenas
incluso estaba ensangrentada. Y está bien, pensé.
Supuse que sabía cuál era el poder maestro de Louis-Cesare.
Me miró, las pupilas dilatadas, enormes, oscuras y distraídas, como las de sus vampiros habían
estado antes. —¿Quién...? —Él tragó saliva, y finalmente logró centrarse en mi cara. —¿Quién soy
yo?
Sonaba un poco desesperado.
—Mi novio, ¿que vino a sacarme de esto?
Louis-Cesare parpadeó. —Eso es correcto.
Y luego me atrajo hacia sí y me besó.
Por un segundo, hasta que Ray nos empujó apartándonos. —¿Puedes hacer eso de nuevo? —Exigió.
Louis-Cesare lo miró con altivez. —Por supuesto. —Y me dio otro beso, esta vez con la lengua.
—¡No! Quiero decir esa cosa que acabas de hacer.
—El velo, —añadió Zheng con envidia.
—Sí, sí, eso. ¿Puedes hacer eso otra vez?
Louis-Cesare miró, entrecerrando los ojos azules. —¿Por qué?
—Porque creo que tengo una idea.

Capítulo 45

El balcón estaba ocupado cuando nos deslizamos a través del portal, pero sólo por un par de magos.
Parecían sorprendidos al no ver nadie allí. Pero ni la mitad de sorprendidos como cuando lo
hicieron.
—Está bien, —dijo Zheng, después de que ellos cayeran al suelo. —Vamos a escucharlo.
Ray pasó la lengua por sus labios, pareciendo de repente menos seguro de sí mismo. Pero luego
enderezó los hombros y se encontró con los ojos de Zheng. —Está bien, —dijo enérgicamente.
—Los fey tienen que pasar por los portales para llegar a nosotros, ¿verdad?
—Obviamente.
—Pero ellos no han usado el camino hasta el otro lado aún, o no habríamos estado viendo un montón
de puertas sin nadie saliendo de ellas, y yo no lo he hecho.
—Por supuesto que no, —dijo Zheng con impaciencia. —Ellos no quieren telegrafiar de dónde
vienen, en caso de que nosotros entrampáramos el área.
—Así es. Lo cual es lo que nos da una oportunidad.
Yo estaba mirando a Louis-Cesare, que seguía balanceándose y parecía un poco bizco.
Él llamó mi atención. —¿Dónde estamos?
—En algún lugar en Faerie. Tierras Svarestri, creo.
—Oh.
—¿Qué oportunidad? —Zheng era exigente. —A menos que puedas contraer un montón de portales
sobre la marcha…
—Bueno, sí.
—¿Qué?
—Cerrar un portal es fácil, —dijo Ray con impaciencia. —Es cortarlo para empezar lo que es
difícil. Pero eso no va a hacer ningún bien, porque si los cerramos, ellos solo van a abrir más.
Tenían que tener a la gente aquí para hacer eso, teniendo en cuenta cuantos…
—Pardon, —interrumpió Louis-Cesare cortésmente. —¿Pero dijiste Faerie?
—¿Qué pasa con él? —Exigió Zheng.
Suspiré. —Él tiene el cerebro frito. Ni siquiera debería estar aquí.
—Eso hace dos de nosotros. —Zheng miró a Ray. —Vamos al grano.
—¡Estoy tratando! Mira, destruir los portales no va a funcionar, porque entonces sabrán que algo
pasa y solo abrirán más. Pero ¿y si los redirigimos?
—Redirigirlos ¿cómo?
—Con esto. Yo…
Zheng le arrebató el pequeño dispositivo que Ray acababa de sacar de su billetera. —¿Qué es esto?
—Mi propio invento, —dijo Ray, cogiéndolo de nuevo. —Yo lo uso para cortar portales. Y para
vincularlos.
—Mierda, —dije, poniéndome al día.
El pequeño dispositivo no parecía gran cosa. Sólo un encanto básico, del tipo que la gente utiliza
para todo, desde la apertura de puertas con guardas a colgar alrededor sus cuellos para un rápido
glamour: plano, de oro, vagamente redondo, como un antiguo reloj de bolsillo. Sólo que éste tenía un
par de dientes de metal sobresaliendo del mismo.
Ray parecía satisfecho. —Corté en la línea del Senado, ¿recuerdas? Para enlazar algunos de mis
portales. Así que está en mi red, por así decirlo.
—¿Así que vas a hacer qué? —Pregunté, queriendo estar segura de que entendía esto.
—La misma cosa que Olga hace cuando quiere hacer más de una parada en la misma línea, —explicó
Ray. —Tienes que decirle al portal cual destino quieres, ¿no? O podrías terminar en cualquier puerta
a lo largo de la línea.
—¿Así que vas a usar esa cosa para decirle a los portales de los fey que vayan a... algún otro lugar?
Él asintió con la cabeza.
—¿Como a dónde?
—¿Te importa? A algún lugar que no esté en la Tierra, ¿de acuerdo? Tengo un montón de
localizaciones preestablecidas…
—Espera, —dijo Zheng, su frente arrugada. Yo no creo que fuera por falta de inteligencia; él siempre
me había parecido bastante brillante. Pero no parecía que los portales fueran lo suyo más de lo que
ellos eran lo mío. —¿Estás diciendo que puedes enlazar los portales de los fey... y entonces...
desviar a su ejército a otro lugar?
Ray suspiró. —Por como la tercera vez. Sí, eso es lo que estoy diciendo.
Zheng se mostró escéptico, pero asintió. —Está bien. No te lo pienses.
—Bueno, yo no puedo hacerlo desde aquí, —dijo Ray, como si fuera obvio.
— ¿Por qué no?
Ray rodó los ojos. —¿Ves esa línea de portales? Tiene que haber una veintena de ellos…
—Veinticuatro.
—… así que voy a necesitar toda la concentración para vincularlos, no para forzarlo a través de
medio acre de espacio. Tengo que estar cerca.
—¿Qué tan cerca?
—Cuanto más cerca, mejor. Preferiblemente, justo al lado de uno.
—Justo…— Zheng lo miró como si estuviera loco, lo que, está bien. Realmente no se puede discutir
con eso.
—No podemos ir allí, —le dije a Ray, preguntando cómo esto no era evidente. —Los fey están
frente a los portales.
Él frunció el ceño. —¿Parece que yo no veo eso? ¿Qué soy, ciego?
—No, pero tú pretendes que ellos lo sean, —dijo Louis-Cesare, sonando un poco más alerta.
Ray asintió. —¿Ves eso? El loco sabe de lo que estoy hablando.
—Habría una razón para eso, —murmuró Zheng.
—No estoy loco, —le dijo Louis-Cesare a Ray. —Pero tu plan puede funcionar.
—Pero acabas de decir que puedes hacer lo…
—Puedo, por un periodo limitado de tiempo.
—Espera, —dije, mirando a Ray. —¿Quieres que él trabaje esa cosa para ti? ¿Cuándo nunca lo ha
hecho y en su condición?
—¡No, yo quiero que él me lleve hasta allí, así yo puedo…!
—Lo cuál es el problema, —dijo Louis-Cesare. —Yo puedo proteger a otro, pero esto disminuye la
cantidad de tiempo que puedo mantener el velo aún más.
—¿Cuánto? —Preguntó Ray, empezando a parecer preocupado.
—¿Bajo las circunstancias? —Frunció los labios esculpidos. —Treinta segundos.
—Treinta…
—Tal vez. De seguro, no más.
Ray parecía indignado. —Bueno, ¿qué tipo de mierda de poder maestro es ese? ¿Qué de bueno es eso
para nadie?
—¿En un duelo? —Preguntó con sorna Zheng. —Bastante.
—Sí, ¡pero no estamos en un duelo! Y no lo vamos a estar, incluso si ellos nos ven. Una masacre
sería más parecida…
—¿Cuánto de los treinta necesitas? —Corté yo. Porque este no era el momento para Ray ponerse en
marcha.
Me miró con incredulidad. —¿Cuánto? ¿Cómo todos esos? Más si puedes incluso…
—Podría funcionar, —dije, mirando de Zheng a Louis-Cesare y de nuevo a Ray. —Justo.
—¿Cómo?
Les dije.

—Yo no sé quién está más loco, —murmuró Ray unos minutos más tarde. —Tú o yo.
—Yo.
—Entonces, ¿por qué estoy haciendo esto?
—¿Porque tú eres el único que sabe cómo?
—Dios. Odio ser útil.
—Hay una primera vez para todo, —dijo Zheng.
Ray ni siquiera se molestó en responder, lo cual fue como supe que él estaba mal. Y realmente no
podía culparlo. —Sólo... concéntrate en lo que estás haciendo y deja el resto a nosotros, —le dije,
tratando de sonar confiada.
—Sí, claro. Voy a... voy a hacer eso, —dijo él, mientras Louis-Cesare colocaba un brazo alrededor
de él. Y luego Zheng puso uno en torno a los dos. Debido a que no había una ruta obvia a los portales
desde aquí, y no había tiempo para recorrerlo si hubiera estado.
Ray necesitaba la cantidad óptima de tiempo en las puertas, e íbamos a dárselo.
—Sólo... trata de aterrizar calladamente, —le dije, y conseguí una mirada feroz a cambio.
—El velo enmascara el sonido, —dijo Louis-Cesare.
Miré hacia arriba. —¿En serio?
Él asintió con la cabeza. —Sería bien poco de lo contrario, siendo la audición vampiro como es.
Pero cuando bajo el velo, no puedo ser visto, oído u olido. Incluso las guardas tienen dificultades
para percibirme. He oído que se especula que esto me coloca ligeramente fuera de fase con nuestro
mundo, y por eso es que…
—¿Podemos simplemente hacer esto? —Preguntó Ray duramente, aferrándose al brazo ya
ligeramente alargado de Zheng. Debido a que Louis-Cesare no era el único con poder maestro por
aquí.
—Vamos, —le dijo Zheng. —Yo soy la banda de goma, tú eres la bolita de papel mascado. Y las
bolitas de papel no se aferran a las bandas de goma.
—Muere en un incendio, —le dijo Ray ferozmente. Pero lo dejó ir.
Y la analogía de Zheng fue, a pesar de toda su extrañeza, bastante acertada. Él se agarró de un
saliente en la roca cerca de uno de los portales y se acomodó, y yo me escabullí por encima tan cerca
de la bajada como me atreví, sosteniendo su mano algo como unos seis metros de distancia. Y
entonces Louis-Cesare comenzó a retroceder, a lo que habría sido el codo si Zheng hubiera tenido
algo que se pareciera a uno.
En cambio, de repente sentí como si estuviera sosteniendo un tubo grueso de goma con un guante en
forma de mano, al final, ninguno de los cuales me estaba dando mucha tracción. La idea era utilizar a
Zheng como un tirachinas humano para lanzar a Louis-Cesare y Ray sobre las cabezas de los Fey y a
la línea de los portales. Pero para hacer eso, necesitamos tensión, un montón de esta. Y no había nada
más para suministrarla que nosotros.
Eso normalmente no habría sido un problema, pero en este momento yo estaba sudando, luchando y
todavía apenas aguantando mi posición. Y luego, casi la pierdo de todos modos. Porque de repente
llegó una nueva complicación.
Los portales ocupaban tal vez el cuarto inferior de la enorme pared, con la parte superior habiendo
estado vacía hace unos segundos. Pero supongo que era hora del show, porque una imagen
rectangular larga acababa de aparecer en la cara de la roca. Era tan grande como una pantalla de cine
antigua, pero si había un proyector, yo no lo vi.
Lo que hice fue ver el interior del salón de baile del Cónsul, donde un número masivo de portales
había emergido a la vida en todos lados.
Y parecía que algo al fin había conseguido la atención de los otros Cónsules. Porque los pequeños
fanáticos de Ming regresaron con su amante, y Hassani se puso en pie, entrecerrando los ojos y su
mano agarrando la empuñadura de la espada a su lado. Los otros Cónsules estaban allí ahora,
también, y estaban levantándose: un chico del sur de Asia vestido como un maharajá de Bollywood, y
un tipo español en terciopelos y encajes suficientes para darle a Radu competencia por su dinero. No
vi a Anthony, pero yo no tenía una vista de toda la habitación.
Y no habría importado si yo lo hacía.
Debido a que la Cónsul acababa de salir a su balcón, y de pronto era imposible mirar a otro sitio.
Ella estaba cubierta de oro, de la cabeza a los pies, en un traje que hacía parecer al de Cleopatra de
Liz Taylor como un mendigo. Y finalmente entendí cómo ella había logrado dirigir exitosamente un
Senado por siglos, cuando un montón de otros vampiros más fuertes habían fracasado. Puede que no
te guste, incluso puedes detestarla. Pero había algo allí. Llámalo como quiera, autoridad, mando,
liderazgo, era esa cosa indefinible que hace que los hombres se lanzan a probabilidades imposibles
debido a lo que su comandante les dice. Y ella lo tenía en abundancia.
Por supuesto, ella también tenía algo más: los vampiros nunca han tenido el mismo problema con el
soborno como los seres humanos. Es considerado como un todo, desde un potenciador del
rendimiento hasta un inductor de lealtad, dependiendo del tamaño del regalo. Y la Cónsul tenía uno
de los más grandes de la historia.
Y ella lo sabía.
Dura, fría, sublimemente hermosa, ella contempló la escena con frialdad. Y luego, esos ojos oscuros
brillaron, y el labio perfecto se curvó. Y las palabras bajas, sibilantes fueron directo al punto. —Si
quieren un asiento en mi Senado, entonces tráiganme la cabeza… ¡de un fey!
Y así de rápido, se puso en marcha.
Un ejército de Fey se precipitó a través de los portales, un ejército de vampiros les salió al
encuentro. Y me volví para echar un vistazo una fracción de segundo a dos vampiros más disparados
en la refriega, Louis-Cesare sumergido en una elegante voltereta y arrastrando a un Ray pareciendo
muy asustado junto con él. Y luego se habían ido, brillando en la nada entre un latido y otro.
Fue impresionante, pero ni la mitad como el número de fey derramándose a través de esos portales.
Supongo que Zheng debe haber pensado lo mismo, también, porque de pronto estaba detrás de mí. —
Están llegando demasiados.
—Ray tendrá los portales redireccionados en pocos segundos. — Tenía yo la esperanza.
—No tenemos unos segundos.
—Sí, pero ¿qué podemos hacer?
—Esto, —me dijo, y la próxima vez que parpadeé, estaba sosteniendo a un guerrero fey.
Yo ni siquiera le había visto sacudirse, mucho menos serpentear un largo brazo gomoso hacia el foso
y atrapar uno, como un tipo pescando en un muelle. Lo vi la segunda vez, sin embargo, y vi a los dos
fey tambalearse y colapsar, su cabello un derrame brillante contra las rocas oscuras. Zheng los había
agarrado por el cuello, y él no se había molestado en ser amable.
Tampoco lo fui yo mientras los registraba por las armas que sabía iba a encontrar: sospechosamente
humanas al estilo pistolas, porque ellos eran mucho mejores entregándose a una carga explosiva en el
combate cuerpo a cuerpo que de arcos y flechas. Especialmente cuando se completa con tres rondas
cada uno de lo que sólo podría asumir que eran balas encantadas. Al menos, yo realmente esperaba
que así fueran, porque esto iba a parecer bastante estúpido de lo contrario.
No parecía estúpido.
Disparé un tiro a los portales, y de repente ese extremo completo de la habitación fue envuelto en una
tormenta de nieve que…
—Vaya, —dijo Zheng.
—Creo que el fey no confiaba en la ayuda para las cosas buenas, — dije, mirando las bandas
enceguecedoras de nieve azotando las líneas fey. —Demasiado miedo de que pueda caer en nuestras
manos.
—Sí. Eso sería una vergüenza, —dijo Zheng, y disparó una ronda directamente a la pared, justo
debajo de nosotros.
No tuvimos una tormenta de nieve esa vez, pero el efecto del mismo fue bastante espectacular. Toda
la larga extensión de roca helada se levantó, como si estuviéramos de pronto encaramados en lo alto
de un glaciar. Y lanzó al par de docenas de rubios, que nos habían visto y comenzado a escalar el
acantilado como cabras monteses, deslizando de nuevo hacia la multitud.
Zheng disparó otra ráfaga detrás de ellos, pero yo no vi qué bien hizo. Debido a que tuve que parar y
hacer frente a un grupo que venía a través del arco. De verdad no te puedes quejar de su tiempo de
reacción, pensé, y le disparó al líder directo en la cara.
Su piel se volvió azul y se tambaleó hacia atrás, lo que yo había esperado. Y entonces comenzó una
tormenta de hielo en los confines estrechos del pasillo, lo que no había esperado. En segundos, toda
la puerta tenía hielo por encima, con una losa de color blanco azulado tan espesa que parecía que un
glaciar de pronto había decidido estacionar ahí.
Me reí, porque si estás loco, puedes también vivir conforme a ello, y me volví hacia Zheng. Quién no
pareció entender la broma. O tal vez era que sólo le preocupaba el hecho de que la mitad del
maldito ejército se había separado y venían por nosotros.
Porque sí, no podían vernos y no sabían cuántos estábamos aquí, me di cuenta, mientras Zheng
disparó su última bala directamente contra la multitud.
Quienes, sin perder el ritmo, levantaban escudos largos, brillantemente negros por encima de sus
cabezas, como si hubieran estado esperándolo. Y a lo mejor lo habían hecho. Debido a que los
escudos se agruparon, creando una superficie lisa y sólida que le dio el hielo ningún lugar a dónde ir
sino hacia fuera. Y así hizo, esparciéndose como la escarcha sobre las oscuras aguas de un estanque
y creando una superficie plana, casi dura.
A la cual otro grupo de fey rápidamente saltó encima.
— ¡Mierda! —Dijo Zheng, agarró mi pistola y disparó de nuevo.
Pero no a ellos. Porque a pesar de que estaban subiendo rápidamente, otra cosa era más urgente.
Louis-Cesare y Ray estaban en problemas. Me di cuenta porque yo podía verlos, no claramente, pero
en espacios intercalados, pequeños destellos como un par de fantasmas, si los fantasmas ponían caras
de “Oh, mierda” de un lado y agitados gestos franceses por otro. Y ese tipo de mierda no iba a pasar
desapercibido por mucho tiempo.
Yyyyy no fue así.
Uno de los Fey en la línea para el portal más cercano dejó salir un graznido muy poco elegante, y
señaló. Y Louis-Cesare y Ray levantaron la vista de la discusión sobre el dispositivo de Ray para
mirar al soldado en estado de shock, como si no se hubieran dado cuenta de que podían ser vistos. Y
gritó. Y disparó, sólo que lo último no fue tan bien a causa de bala de Zheng, la que cayó al suelo
cerca de la línea de los soldados en la que el señalador estaba parado y…
Sí, eso es mejor, pensé, mientras una nueva tormenta de nieve atravesó la alineación.
Excepto por el hecho de que había sido nuestra última bala. Y que el fey debajo de nosotros había
alcanzado ahora algo que parecía una torre de animadoras, compuesta de tres niveles de guerreros
con armaduras negras con la muerte en sus caras. Y que la tormenta de nieve que se suponía estaría
ayudando a Louis-Cesare y Ray se estaba apagando por alguna razón, al igual que la otra lo había
hecho.
Yo no entendía el por qué hasta que me di cuenta de los escudos de los fey agrupados en torno a
ellos. Los cuales en lugar de ser de color negro brillante, eran ahora de un aireado blanco nevado,
mientras una tormenta rugía, bajo sus superficies. De alguna manera ellos la habían atrapado, o casi
toda. Los vientos locos y la nieve de hace un segundo se habían aligerado a algunas bandas delgadas
soplando a través de mi visión, lo que no hacía nada para ocultar la visión de Louis-Cesare y Ray
luchando por sus vidas.
Louis-Cesare estaba mostrándoles a los Fey que él no había sido el campeón de duelo europeo por
nada. Su forma era de gracia fluida, movimiento líquido. Si hubiera sido más lento, se hubiera visto
como una danza exótica. Pero a la velocidad era fácil ver los movimientos por lo que eran, la
violencia repartida con precisión mortal.
Pero no era suficiente, a pesar de que los Fey no le habían disparado. No sé por qué. Tal vez no
querían perder la munición o tal vez él estaba demasiado cerca de los portales, y no querían
arriesgarse más a salirse de la misión.
O tal vez simplemente no querían admitir que un solo guerrero podía mantenerlos a raya.
Pero él no podía, no para siempre. Había demasiados y no se veía como si pudiera manejar el truco
de desaparecer de nuevo. Ya estaba defendiendo en lugar de atacar, esquivando, sorteando y
torciendo, sin encontrar ninguna apertura, porque no había nada que encontrar. Sólo un sólido muro
de escudos acercándose, y espadas relampagueando y…
Y Louis-Cesare mirándome, abrasándome con su mirada, por un largo segundo.
Antes de que cayera.
Una ola fría de incredulidad me atravesó, mientras la sangre de repente había dejado mi cuerpo todo
al mismo tiempo. Y si alguna vez había tenido alguna duda acerca de cómo me sentía, se había ido en
ese segundo. Cuando no podía hacer nada al respecto, sino gritar en mi aturdimiento, un sonido
desesperado, horrorizado que hirió mis oídos con la intensidad del mismo.
Pero no tanto como parecía lastimar a los demás.
De pronto toda la habitación se quedó en silencio. Los portales todavía estaban en curso, todavía
murmurando para sí mismos, como dos docena de ríos caudalosos. Las bandas delgadas de hielo
seguían soplando, haciendo sonidos de shush-shush contra la piedra. Pero nada más hablaba o
peleaba o se movía. Incluso los fey viniendo sobre el precipicio, los que habían estado a punto de
abrumar a Zheng, estaban congelados en el lugar, como si todos hubieran sido golpeados por una de
sus propias armas.
Pero yo no lo creía. No estaban fríos y azules, sino que simplemente estaban detenidos. O aturdidos,
me di cuenta demasiado tarde, cuando uno de ellos cayó de la pared y se estrelló contra el suelo, y
solo se quedó allí, mirando hacia arriba con el resplandeciente portal de luz en sus ojos muy
abiertos.
Me quedé mirando al fey caído por un segundo, y luego a Zheng, quien estaba tan inmóvil junto a la
pared, la cara mostrando un gruñido, el puño levantado. Y entonces me moví. Por encima del muro y
abajo por lo que parecía un divertido tobogán, tres niveles de escudos pulidos y helados y luego una
lluvia de nieve sobre un suelo frío, muy frío. Y entonces a través de un ejército de obstáculos
congelados, ninguno de los cuales tenía menos de dos metros de altura, con cascos que los hacían
incluso más altos.
Era como estar en un bosque de color negro brillante, uno que pronto podría venir a la vida y
matarme en cualquier momento, porque no tenía ni idea de lo que acababa de hacer o cuánto tiempo
duraría. Pero algo me decía apúrate, apúrate, apúrate, hasta el punto de que yo estaba empujando a
través de soldados, saltando más allá de sus cuerpos, luchando y arañando y… y encontrándolos. A
los dos, Louis-Cesare inclinado sobre Ray, todavía tratando de defenderlo, incluso con no menos de
cinco espadas saliendo de su cuerpo.
Pero ninguna estaba atravesando el corazón, ninguna había cortado la garganta. Él viviría si solo yo
pudiera…
Y yo no podía. Si había sido débil antes, no era nada en cómo me sentía ahora. Ese grito se había
llevado cada pedazo de energía que tenía.
E incluso si no lo había hecho, Louis-Cesare era una columna de músculo sólido y no podía moverlo.
Y luego ahí estaba Ray....
—¿Qué demonios ha pasado?
Alguien gruñó detrás de mí, y me di vuelta, con las manos todavía en el escudo que estaba tratando
de poner en el lugar para hacer una camilla. Pero yo no la necesitaba ahora, porque Zheng estaba allí
y…
—¡Agárralos! —Le dije con desesperación, incluso mientras las pestañas empezaban a revolotear a
nuestro alrededor y los miembros comenzaban a temblar. Y para su haber, los agarró, sin hacer más
preguntas que yo no podría haber contestado de todas formas.
—Hablaremos más tarde, —amenazó él, lanzando a Louis-Cesare sobre un hombro fornido y asiendo
a Ray por debajo de un brazo, como un paquete que estuviera llevando a casa de la tienda. Y
entonces estábamos moviéndonos, a través de la multitud que se parecía más a un bosque que nunca,
pero el viento a través de estas copas de los árboles era suspiros, gemidos y palabras vagas y
arrastradas…
Y entonces la acción, cuando el bosque cobró vida incluso mientras nos acercábamos al deslizador
no tan divertido. El qué había sido fácil bajar pero era una perra subir incluso para mí, y yo no
estaba llevando dos. Pero las botas de Zheng fueron hechas para caminar, y pisar fuerte y patear, y
llegamos hasta el primer nivel, y luego al segundo, antes de que nuestro puente peatonal se diera
cuenta de lo que estaba pasando y todo el infierno se desatara.
Pero para entonces, Zheng fue capaz de volcar bruscamente sus dos cargas por encima del borde de
la plataforma de roca, y entonces era sólo conseguir que nosotros dos subiéramos. A pesar de que era
más difícil de lo que sonaba con una montaña de fey desintegrándose a nuestro alrededor. Y luego
surgiendo desde debajo de nosotros mientras Zheng agarraba la repisa y nos balanceaba por encima,
formando un arco justo por delante de las manos prensiles…
Eso nos atrapó de todos modos.
Pero nos pillaron en la parte superior del arco a medida que caíamos sobre la cornisa, no por la
borda, y eso hizo toda la diferencia. O lo haría si yo pudiera…
¡Ya está! Luché para sacar la pistola del vampiro de su funda mientras alguien me agarraba la pierna.
Y me eché hacia atrás, tratando de alejarme de la cornisa o de que él subiera, no estaba seguro de
cual. Y no importó, ya sea porque era igual de malo para mí y tampoco estaba sucediendo. Me
retorcí, tratando de alinear un tiro, mientras se sentía como si estuviera siendo desgarrada en dos.
—¡VE! —Grité, mientras Zheng lanzó a tres Fey que le habían saltado encima, enviando a dos sobre
la cornisa.
Su cabeza giró hacia mí, y luego a los dos cuerpos que yacían tan quietos en el suelo.
Pero estaban en el suelo cerca del portal porque Zheng no era estúpido, y los había arrojado tan lejos
como pudo. Y ahora se lanzó tras ellos, porque los dos sabíamos que yo no podía arrastrarlos
conmigo o protegerlos en el otro lado si lo hacía.
Pero él tiró a su último atacante hacia los míos mientras seguía, comprándome tal vez dos segundos
de libertad en el proceso. Pero no corrí. Debido a que correr no ayudaría, al igual que las pocas
viejas balas regulares que había dejado no harían mucho en contra de las decenas de fey ahora
surgiendo sobre la cornisa.
Pero algo más podría hacerlo.
Rodé sobre mi espalda, apunté y disparé, a las jaulas justo por encima de la cornisa. Casi me había
olvidado de ellos, a pesar del hecho de que el contenido había estado agitando sus barras y aullando.
Y supongo que ellos se habían escurrido de las mentes de la fey, también, porque estos parecían un
poco sorprendidos cuando una ola de odio, gruñendo y atacando, cayó sobre ellos tan pronto como
las cerraduras se abrieron.
No esperé a ver quién ganó. Ni siquiera me volteé. Salté de nuevo en un círculo azul, mientras el
tercer fey que Zheng había lanzado se recuperó, retorció y se lanzó…
Y perdió.
Porque el tirón familiar del portal me atrapó.
Y yo estaba desmayada.

Capítulo 46

El lugar del Cónsul era una zona de desastre.


Por supuesto, había estado así antes de cruzarme en su camino. Pero después de la lucha, una hora
que era lo que se necesitaba para limpiar la casa y encerrar a los Fey que habían conseguido pasar a
través del portal, habían evitado ser destripados, el lugar había terminado su descenso en un costoso
montón de escombros. No es que esto pareciera molestar a Zheng.
Tiró lo que pudo haber sido una vez un sofá de calidad a un lado, y buscó en la parte de abajo de los
escombros. Y siguió con…
—¿No crees que ya tienes suficientes? —exigió Ray.
Zheng lo ignoró y desempolvó su hallazgo, antes de que se le separase la correa restante y así
agregarlo a su colección. —Ella dijo… —comenzó a decir.
—Yo sé lo que ella dijo, —Ray lo interrumpió con irritación. —Y era una cabeza. ¡No siete cabezas!
—Él miró con asco la colección que rebotaba en la cintura de su antiguo socio, allí estaba atada por
el sangriento pelo rubio platinado.
—Sí, pero no me gustó mucho lo que me dijo —señaló Zheng. —Y no se pierde nada con tener un
seguro. No es que yo lo necesite, después de guardar a los senadores colectivos… —Se interrumpió
cuando un vampiro joven acelerado apareció, agarrando fuertemente un trofeo sangriento contra su
pecho.
Estaba mirando a su alrededor en estado de shock, cuando se dio cuenta de repente que lo que
buscaba ya no estaba allí.
—¡Oh, vamos! —dijo Ray, ya que el joven vampiro vio la cabeza de oro que estaba atada
firmemente en la cintura de Zheng.
Zheng le sonrió. Los hombros del vampiro más joven se desplomaron y se alejó a toda prisa.
—No iba a durar ni un día frente a la competencia de todos modos, —dijo Zheng. —Cualquiera que
no consiga un lugar y piense que debería tenerlo, lo tomara como un reto para él durante semanas, tal
vez meses. Tiene muchas más peleas por delante. —Él parecía satisfecho.
Ray miró hacia el cielo, literalmente, ya que parte del techo había desaparecido. —¡Yo no estaba
hablando de él!
—¿Ah, sí? Entonces, ¿de quién?
—¿Tú salvaste sus culos colectivos? ¡Pensé que tenía un poco que ver con eso, también!
—Oh, sí. —Sonrió Zheng. —Eso fue muy bueno. ¿Dónde los enviaste, de todos modos?
—A un pantano, que conozco, —replicó Ray.
—¿Pantano?
—En Faerie.
Zheng lo miró desaprobadoramente. —Eso no parece tan malo.
Tuve un breve destello de una visión que Ray y yo habíamos compartido una vez, sobre un pantano
de aspecto primitivo sacado directamente de Jurassic Park, y no estuve de acuerdo.
Sólo que yo no tenía tiempo, porque Anthony salió tambaleándose de un agujero en la pared,
abrazado a una linda rubia de un brazo y un ánfora de vino en el otro. Su toga se había ido, la túnica
estaba ensangrentada y lucía lo que se parecía mucho a un ojo morado a la antigua. Pero él parecía
feliz.
Miró a su alrededor en el fuego irregular, las nubes a la deriva de humo y el mármol envejecido de lo
que había sido un hermoso atrio hace apenas horas.
—Ella realmente sabe cómo hacer una fiesta, —me dijo, con aparente satisfacción. —Hay que
reconocerle eso.
Se tambaleó fuera.
Zheng negó con la cabeza, frunció el ceño y miró a su alrededor una vez más. —Creo que eso es todo
para ellos.
—¿Qué? —Preguntó Ray. —Tenían que ser, como un par de cientos de fey los que consiguieron
pasar a través de él antes de que secuestrara sus portales.
—Sí, pero la Cónsul hizo trampa. Su tormenta de arena se ha desatado en medio de ellos, luego el
fuego de Hassani ha cocinado a la mayor parte del resto y luego Ming-de se apoderó de lo que
quedaba.
Nos estremecimos colectivamente.
—... y entonces ella tiene el descaro de decir que no puedo tomar nada de ellos a menos que estén en
buena forma. —Él chasqueó sobre su colección, todas se ven bastante bien para mí.
Para ser cabezas cortadas, eso es.
—Sí, pero yo todavía no lo entiendo, —dijo Ray impacientemente.
—¿Qué más se puede conseguir? —Preguntó Zheng. —Quiere que la gente se vaya a luchar por ella.
¿Cuál es el uso de los miembros del Senado, si no van a hacer nada?
—No, quiero decir que no entiendo esto, —dijo Ray, señalando a su entorno. —Yo sé cómo los Fey
han hackeado el escudo, ¿de acuerdo? Pero no debería haber importado. Debería haber podido
retroceder en cuestión de minutos…
—Y hubiera sido así, si alguien no hubiese liquidado a los hombres de Marlowe. Ya lo has oído, los
cinco terminaron...
—Muertos, sí. Y ese es mi argumento. ¿Quién los mató?
—¿Qué quieres decir, quien los mató? Los condenados fey los mataron. O sus mutantes lo hicieron.
Esas cosas eran fuertes y rápidas. ¿Has visto...?
—Sí, lo vi, —dijo Ray bruscamente. —Vi un montón de… esas cosas... que vinieron a través del
portal. Pero Marlowe habló con Dory justo después de que... cómo puede ser que en menos de un
minuto después de las historias, él había enviado a los hombres al sótano. Así que debió haber
enviado a la práctica al segundo equipo y vio que nada se interpondría a través de él.
Asentí con la cabeza. —Él me dijo que había gente que tenían cuidado de él.
—Pero ellos no lo habían cuidado. Y un par de minutos más tarde, Halcyon me pidió que verificara
sobre ellos, debido a que el escudo no tenía respaldo y porque no se habían comunicado.
—Sí. —Yo estaba empezando a ver a dónde iba esto.
—Así que las cosas mutantes estaban de vuelta en el salón de baile y luego unos minutos más tarde,
comienzan a aparecer en el pasillo. Pero los chicos de Marlowe estaban muertos para entonces,
porque tú y yo, lo comprobamos. Así que de nuevo, ¿quién los mató?
—No podrían haber sido los experimentos de Jonathan, —dije lentamente. —Los chicos de Marlowe
deberían haber estado por delante de ellos.
Ray asintió.
—A menos que hubiera un portal abierto en el sótano, —señaló Zheng.
—No lo hemos visto, así que no lo sabemos.
—Está bien, supongamos que sucedió de esa manera, —respondió Ray. —Alguien pensó que
Marlowe enviaría a un grupo para arreglar el escudo, y abrió un portal allí, incluso antes de que nos
diéramos cuenta de que podían hacer eso. Eso todavía deja un montón de otras cosas inexplicables.
— ¿Cómo qué?
—Igual que lo de Slava. —Él me miró. —Me ha estado molestando desde nuestra procesión en el
coche. Los chicos malos, consiguieron este plan perfecto para entrar en la Central, ¿no? Pero eso
requiere arrestar a un grupo de chicos de Slava y llevarlos allí. Subieron tan fácil, porque se lo
permitieron, y ellos los dejaron entrar porque se les esperaba.
—Te estás preguntando cómo los Fey y sus aliados sabían que íbamos a aparecer donde Slava, —le
dije, preguntándome por qué no se me había ocurrido.
Ray asintió. —No podían solo esperar, sino que esperaban a que llegaras tarde o temprano. Fue
también elaborar un plan para solucionar los problemas sobre la marcha. Y de todos modos, Slava se
conoce como un chulo, no como un conspirador grande. ¿Por qué pensarían que Marlowe iría allí?
—Fue allí a causa de la embarcación, —dije lentamente, mi dolor de cabeza empeoraba. Estaba
demasiada cansada para esto, demasiado cansada para pensar. Pero Ray tenía razón, había algo...
fuera de lugar. —Mircea lo vio en mi cabeza, y luego Marlowe lo rastreó por la descripción que él
le dio. Y descubrió que pertenecía a Slava.
—Sí. Así que si estaba en tu cabeza, ¿quién más lo podía saber?
—¿A quién se lo dijo Marlowe? —dijo Zheng.
Ray rodó los ojos. —Sí, porque todos sabemos que es un chico que está próximo, ¿verdad?
—Nadie estaba en la cocina cuando me lo dijo, solo nosotros y el cocinero de Louis-Cesare, —le
dije a Ray. —Y de alguna manera no puedo ver que Verrell esté involucrado en la conspiración.
—Yo tampoco, pero eso todavía no explica cómo lo supieron los malos.
—Hay que pensar que Marlowe sabía que podía haber un problema, —le dije. —Y algunos cabos
sueltos en alguna parte.
Él asintió. —Voy a ver si de una vez lo encuentro. Es probable que esté fuera interrogando a los
Fey...
Zheng asintió. —He oído que van a traer en Jack para eso. En tal caso va a ser divertido.
—...pero, sí, creo que tenemos un problema. Es decir, que el propio ataque fue un poco raro,
también, si se piensa en ello. ¿Quién aparece y ataca a la central y a los pocos segundos asume que
van a encontrar la contraseña? ¿Y si el chico alto de servicio se queda fuera con sus máquinas de
matar locos? ¿Entonces qué?
—¿Sabemos el qué? —señalé.
—Sí, lo hacemos. Una metedura de pata total. Si no hubieran escuchado de nosotros la contraseña,
Marlowe y yo no habíamos podido cambiarla...
—Ya lo has oído, —dijo Zheng. —Se había cambiado el día anterior. Por una corazonada.
—…entonces habrían sido SOL. Parece una forma muy chapucera de hacer las cosas.
—Bueno, ya sabes es el Círculo Negro, —dijo Zheng, obviamente, perdió el interés. —De todos
modos, voy a ir a buscarlos, ¿Qué hay de ti?
Él me miraba, pero Ray respondió. —Voy a ir a buscar a Marlowe. Y unos zapatos diferentes. Estos
me han estado matando los pies toda la noche.
Zheng seguía mirándome.
—Creo que voy a ir a pasar el rato por ahí, —le dije, pareciendo indiferente.
No funcionó.
Sonrió. —Ese curandero va a querer tener tu culo, si te vas de nuevo antes de la mañana.
—Louis-Cesare va a estar bien, —Ray me dijo irritado. —Bueno, físicamente, de todos modos, yo
no sé lo que le hiciste a mi cabeza. Todavía no me siento muy bien.
Yo tampoco. Yo tenía un dolor de cabeza que no se iba, y estaba tan cansada que se sentía como si
estuviera borracha. Lo cual es probablemente la razón por la que Zheng se apiadó de mí y se llevó a
Ray a distancia, para todavía quejarse.
Miré a mi alrededor. Ese doc había sido un hijo de puta, pero tenía un punto. La clínica improvisada
se había derramado desde los palcos a los restos carbonizados de la sala de baile y el espacio
utilizable era un bien escaso. Y puesto que Louis-Cesare estaba en un trance de curación, no podía
hacer nada por el momento, pero me senté a su lado y así estaría en su camino.
Pensé que tal vez me iría a hacer algo útil, como dormir un poco...si pudiera encontrar una cama que
estuviera intacta. O un sofá. O una silla. O teniendo en cuenta lo que sentía en este momento,
cualquier superficie plana que no estuviera llena de escombros o vidrios rotos se...
Algún sexto sentido interrumpiendo en mis pensamientos me hizo girarme. Y esa fue la única
advertencia que tuve antes de que algo se estrellara contra mí con un whummmp casi audible, golpeó
mis pies y me lanzó al suelo.
En una escena terriblemente familiar.
De repente, las paredes medio destruidas del antro fueron reemplazadas por relucientes rascacielos,
los montones humeantes de escombros se convirtieron en agua rompiendo contra los costados de los
barcos, la nube de humo y polvo en el aire se convirtió en una inundación de la luz de la luna
plateada sobre...
No.
¡No! Me puse de pie y me di la vuelta, con la esperanza de que estuviera alucinando. Y tal vez lo
estaba…
Porque de alguna manera yo estaba de vuelta en mi cabeza una vez más.
Y peor aún, estaba de vuelta en ese maldito muelle.
Esta vez no había Louis-Cesare, ni Radu, ni Mircea. No había ni siquiera un misterioso asaltante
tratando de destriparme. Pero había un grupo de hombres de pie en el centro con sangre, con linternas
en las manos y sosteniendo armas humeantes.
O no, pensé, mirando. Debido a que uno de ellos no era un hombre. Lo que podría explicar por qué
de pronto me vi mirando una memoria que no parecía familiar.
Al oír una voz mental que no era mía.
—Date prisa, —dijo con urgencia el idiota del abrigo oscuro. Él miraba a su alrededor, pistola en
mano, se puso tenso, como si esperase una pelea. Y no era de extrañar.
Una marca negra de quemadura estropeaba el hormigón, y la pólvora quemada flotaba en el aire
como una nube. Incluso los disparos amortiguados estaban lejos de ser silenciosos y esto no era
exactamente remoto. Los tontos probablemente habían despertado a la mitad de Manhattan.
Era típico del “Círculo Negro”, pensó Lawrence con saña. Un grupo de los mayores drogadictos y
perdedores que jamás se había encontrado, también encadenan a la magia para recordar la más
simple de las instrucciones, y demasiado incompetentes para llevarlas a cabo si lo hicieran…. Él
le dio al hombre la respuesta que merecía...ninguna...y se arrodilló a por la chica.
Estaba tumbada de lado, sangrienta, arrugada, y por un momento pensó que lo habían jodido del
todo. Sus colmillos descendieron, sintiendo su sangre, el miedo, los latidos del corazón que se le
aceleraron mientras la observaba. La decisión fue instantánea. Si la hubieran matado, morirían...
Pero entonces lo vio, una leve aspiración, siempre tan amable, y él aflojó la mano que no podía
recordar que hubiera cerrado. Él la empujó sobre su espalda y comprobó el daño. Dos heridas de
bala, algunas…. demasiadas contusiones...maldita sea, él les dijo que evitaran… ¡la cabeza! Pero
ella viviría. El tiempo suficiente para hacer el trabajo, de todos modos.
Ya era hora de que algo saliera bien.
Había sido el plan, su plan perfecto calculado hasta el último detalle. Otros habían desempeñado
su papel... Géminus había llegado con la idea de las armas, el Círculo Negro maldito lo había
puesto en contacto con el hombre capaz de llevar la idea a la vida, la vidente le había
proporcionado el ejército para usarlos. Pero él había sido el que cosió todo el conjunto, el Kit de
ver como un halcón, para dirigir la investigación fuera de sus actividades durante lo que pareció
una eternidad.
Y él estaba a punto de lograr el mayor golpe en la historia de los vampiros.
Pero la incompetencia absoluta de los idiotas que lo rodeaban amenazaba con llevarlo todo al
traste. Géminus logró hacerse matar después de dos milenios tratando de evitarlo, justo cuando el
vago hijo de puta era realmente útil para algo. Entonces Varus de pronto ganó una conciencia y
Mircea... que el diablo se lo lleve... fue puesto a cargo de la investigación de contrabando en el
Senado en lugar de Kit.
Mircea, cuya familia Lawrence no sabía nada y sobre cuyas acciones no tenía ninguna influencia.
Mircea, cuyas habilidades con la mente rivalizaban con la suya, y cuyos secretos estaban
cerrados para él. Mircea, que había encantado a distancia a los mejores investigadores de una
docena de familias y les formó en una unidad que estaba cerrando el lazo más fuerte cada maldito
día...
A veces, Lawrence pensó que era un milagro que aún estuviera cuerdo.
Lo único que le hacía seguir adelante era la idea de lo que le iba a hacer a sus aliados una vez
que todo hubiese terminado. Sintió que su cara se grietaba en una sonrisa, sintió la tensión de los
hombres y un cambiar incómodo. Y luego se deslizó en la mente de la chica tan fácilmente como
un pez en el agua.
Los caminos fáciles y patrones complicados del cerebro humano se abrieron ante él, como una
flor que se abre. Este alivio después de los oscuros caminos sinuosos, de la mente del vampiro,
donde las barreras se encontraban por todas partes y trampas ocultas podría repentinamente
embestirlo hacia fuera y agarrarlo, amenazando con destruir tu conciencia si no fueras lo
suficientemente ágil como para escapar.
Como Varus, que había sido imposible de leer. O Mircea, que casi lo había atrapado la primera y
única vez que se había aventurado en ese lodazal de cerebro. Él pensó que apropiándose del
monstruo que Mircea había engendrado e inexplicablemente seguido y del escudo era la manera
de Lawrence salir del lío que su bastardo padre había hecho. Todo lo que Lawrence tenía que
hacer era plantar algunos recuerdos, ajustar unos a otros y…
¿Qué demonios?
Lawrence se detuvo bruscamente, mirando con incredulidad la... cosa... en el centro de su mente.
Si, la mente, era aún la palabra correcta. Pero todo lo demás, laberinto, selva y laberinto, que él
había usado para describir algunas de las mentes más inusuales que se había encontrado cayó
completamente en corto. Fue un rugido enorme de patrones imposibles, barreras masivas, lugares
oscuros raros, extrañas sinapsis duplicadas y...
Y fue como nada de lo que jamás se había encontrado.
No era humano. Ni siquiera era vampiro. No sabía dónde diablos estaba, ni cómo funcionaba él en
absoluto. Era... una locura, pensó, horrorizado.
Y luego saltó al sentir una mano en el brazo físico.
Se apartó bruscamente, el revoltijo en marcha se retiraba, para ser reemplazado por otro lío, la
forma de una de las caras de sus aliados. —¿Está casi terminado? —preguntó el idiota, mirando
ansioso.
Lawrence se recordó a sí mismo que no podía matarlo. Todavía no. —Si ya estuviera hecho, yo te
lo habría dicho, —dijo entre dientes en su lugar.
—Es sólo que... te necesitan en el tercer sitio. Jonathan está teniendo problemas con uno de los
maestros.
Lawrence miró al hombre, furioso. —¡Di instrucciones de que me esperara!
El hombre negó con la cabeza y miró a su compañero. —Jonathan no toma bien las instrucciones.
No es de nadie. Él hace lo que quiere.
—Entonces es un tonto, y él puede morir como uno. Danieli tiene dones mentales. Él va a resistir
la compulsión.
—Él se resiste. Eso es lo que estoy tratando de decirte. Tienes que salir de allí o todo esto se va al
sur esta noche.
— ¡Ya! ¿Y le dejó recuerdos a la mujer intactos?
La pareja del hombre, que era un poco más inteligente, si no más capaz, profirió una palabrota.
—¿Qué le está tomando tanto tiempo? Usted dijo que no sería un problema.
—No lo es.
—Entonces, ¿qué…?
—Su padre, —dijo Lawrence con saña. Por supuesto que había sido Mircea, por supuesto que
tenía que improvisar de alguna forma la conciencia de su bastarda mascota. ¿Por qué, Lawrence
no podía ni imaginar….? El hombre le dio…
—Ese vampiro no está aquí —dijo el socio bruscamente, lo desafió.
Y haciendo que Lawrence tuviera que apretar el puño para no dejar caer el HP, en ese momento.
—Le ha hecho algo, —dijo en voz baja. —Algo que nunca he visto antes. No sé lo que es, o cómo
luchar contra ello.
— ¿Estás diciendo que no se pueden manipular sus recuerdos?
—Estoy diciendo que no puedo hacerlo ahora, con vuestras críticas feroces en un muelle —
Lawrence replicó, apartándose el cabello húmedo de sus ojos.
La mitad de ella era agua salada, la otra mitad salpicaduras de sangre de la niña mezclada con la
suya, porque tenía que parecer real. Diez a uno, si Mircea le hubiese extraído sus recuerdos, se
reconocería una implantación mayor. Así que Lawrence había tenido que tomar unas cuantas
balas, después de que ya había tomado un portal a una de las dimensiones infernales más
desagradables. Y ahora pensó que podría haber sido todo en vano...
Dios, quería matar a alguien.
—Pero tiene que recordar el barco, o no irá a donde Slava de vuelta. —Y eso que murió, o si
Marlowe cambia las contraseñas y entonces realmente seremos….
—Vamos a ser atornillados de todos modos si no nos vamos idiota —dijo con un teléfono a la
oreja. —Jonathan dice ahora…
—Jonathan puede… —Lawrence se desvinculó. Pronto. Muy condenadamente pronto, él se
ocuparía de Jonathan y del resto de ellos. Él se ocuparía de ellos lentamente. Se puso de pie. —
Llévatela.
— ¿Llevarla? ¿Llevarla a dónde? Si ella no nos sirve, tenemos que limpiar la escena. Tenemos
que…
Lawrence mantuvo la mano del hombre a distancia, él se había criado con la pistola en ella. —¡La
necesitamos!
—No, si puedo…
—Ponla en uno de los laboratorios. Tengo que esperar aquí durante unos minutos, por si alguien
viene, y luego rescatar a ese tonto de nigromante. Luego me ocuparé de ella.
— ¿Y si se despierta antes de eso?
—No lo hará. E incluso si lo hace, va a estar débil debido a la pérdida de sangre y mentalmente
confundida. Hice lo suficiente cuando le llamé para eso. Ella no se irá a ninguna parte hasta que
la liberemos.
—Pero se supone que se encuentra aquí, —el hombre argumentó—sangrando. Si nos vamos,
¿cómo se supone que vamos a explicar…?
— ¡Déjame eso! Haz lo que te digo; yo me encargo del resto. Se trata de un pequeño contratiempo.
—Y lo había sido, —dijo Lawrence, tiritando a mi lado. —Excepto por ti y tu padre. Y mi viejo
maestro, que cambió las contraseñas de todos los malditos modos, sin razón.
—Tiene buenos instintos a veces —le dije, maldiciéndome a mí misma.
Yo no leo mentes, y mucho menos igual que los mentalistas poderosos. Debería haber sabido que no
estaba recogiendo el cerebro de alguien más por mi cuenta. Debería haberme dado cuenta de que
Lawrence me estaba mostrando la escena en el muelle, la escena que había retenido durante tanto
tiempo, por una razón.
Así tendría tiempo para encontrarme.
—Yo lo destriparé, —dijo Lawrence cruelmente. —Tan pronto como termine con…
Conmigo, asumí, a juzgar por su expresión. Por lo menos, la que había tenido hace un segundo. Antes
de que el arma que había convocado a la existencia volara lejos.
Había olvidado que yo había aprendido mucho, por lo menos, de nuestros encuentros anteriores. O
tal vez él no se había dado cuenta, ya que yo no había sido capaz de utilizarla de manera muy eficaz.
Y no parecía que había cambiado, porque él estaba curado antes de caer al suelo, hacer creer balas
que aparentemente no llevas es bastante el golpe de la cosa real. O tal vez él sabía un truco para
minimizar el daño aquí.
Lástima que no lo hice.
Y no me dio tiempo a llegar a nada. En un movimiento líquido se puso borrosa mi visión, él se puso
de pie y agarró mi muñeca. Y luego me la partió con tanta saña que pensé por un segundo que me
había arrancado la mano.
Él no lo hizo, pero el dolor era tan insoportable que todo el muelle vaciló, cuando vacié el cargador
en él de todos modos, como me encontré de nuevo, mientras yo miraba alrededor para buscar un
lugar para correr y llegue con las manos vacías. Yo no sabía cómo acceder a los recuerdos de Louis-
Cesare, y además, no había trabajado en nada tan grande la última vez. Y no había nada más a la
vista, excepto la escena en el muelle, congelado en su lugar, el horizonte con sus trozos faltantes del
cielo y…
Y la grieta.
La brecha en el muro entre la conciencia de Dorina y la mía estaba todavía allí, y era aterradora.
Pero no lo dudé, porque las cosas no podían ir peor. Tiré el arma hacia él y corrí, directamente a las
nubes que se envolvían alrededor de la entrada. Pasando directa a las fauces rosas abierta, el aleteo
de un tentáculo me cepilló suavemente la cara. Directamente a través de las escenas parpadeantes de
una vida que había vivido, pero que no lo sabía. Directamente en…
Oscuridad.
Capítulo 47

No estaba totalmente oscuro.


La rosada luz de antes se había desvanecido, pero otras brillantes fuentes de luz habían ocupado su
lugar. Piezas de memoria parpadeaban contra la oscuridad, pero no como la última vez. Antes,
habían sido vagas, desvaídas, extrañamente vacilantes. Como cien proyectores dando vueltas sobre
la colada de alguien. Ahora era más como caminar por una calle oscura de Chinatown, era como ser
atacados por brillantes letreros de luces de neón por todos los lados. O tal vez hologramas podrían
ser una mejor analogía, ya que flotaban en el aire, como aferrándose a la fisura, como adorando
portales de otros lugares, otros tiempos.
Y había más de ellos—mucho más.
Eché un vistazo detrás de mí, tratando de localizar a Lawrence, y vi trozos y piezas que reconocí, así
como una gran cantidad que no. Parecía como si los recuerdos hubieran colonizando esta nueva
tierra, lavando en ambos lados para mezclarse en el medio, creados de una carrera de obstáculos de
luz y sombra siempre cambiante.
Un poco de demasiada luz, considerando todas las cosas, con las más brillantes escenas derramando
una niebla de iluminación de varios metros alrededor de ellos. Pero era todavía mejor que fuera. Me
lancé detrás del más oscuro que pude encontrar, estrellándome de espaldas contra la pared de textura
resbaladiza de la fisura, y vi a un joven que me arrastraba a través de una zanja, hundiendo las
rodillas en el barro.
La visual era exagerada, casi como una película rodada en blanco y negro, a pesar de que no lo era.
Esa es justo la forma en que el lugar se veía: bobinas oscuras de alambre de púas que empujaban
hacia arriba en un cielo descolorido. Un árbol muerto. Y un hueso desenterrado, posiblemente
animal, posiblemente humano, que sobresalía del barro.
Flandes, Primera Guerra Mundial.
Y no, no hay manera de que me estuviera escondiendo en éste.
O en cualquiera del resto de ellos. ¿Qué había dicho Radu?. Algo sobre la gente que se pierde en su
propia mente, ¿vagando sin rumbo de recuerdos en recuerdos, atrapado para siempre en su pasado?
Tragué saliva, sintiendo ondular un escalofrío involuntario sobre mí.
Mi pasado no había sido tan fantástico, francamente.
—Buen intento. —La voz de Lawrence se filtró sobre mí en extraños ecos. —Pero las balas no tienen
absolutamente el mismo efecto en mí como en la mayoría de los de mi especie.
No, no lo creo así. Como si no fuera un problema simular la muerte cuando tú viniste por separado
de todos modos. Hijo de puta.
Pero había habido más que una única razón para sospechar de él. Mircea me había dicho que
Lawrence tenía tres habilidades de maestro, pero yo lo había visto utilizar sólo dos: los sentidos
Hound y el truco de disolución. Nunca había pensado preguntar por la tercera, a pesar de Marlowe
decía que las habilidades mentales habían conseguido que Lawrence se librara del problema antes.
Y yo con él.
—Es posible que también salga de éste. —La voz de Lawrence llegó de nuevo, sonando tan cerca
que me había sacudido la cabeza violentamente. Sólo para no ver nada allí. —Tú puedes detener
todo lo que quieras, pero olvidas que nosotros estamos en la mente. Fuera el tiempo no tiene sentido.
Podrían pasar semanas aquí antes de que alguien se diera cuenta de que estás en peligro.
No le respondí. Él podría estar diciendo la verdad, por lo que yo sabía. Pero podría estar fácilmente
mintiéndome. Yo no sabía cómo funcionaba esta cosa mental. Sólo sabía que tenía que estar cerca del
muelle, o lo más cerca que pudiera, donde Mircea podría eventualmente llegar a buscarme. Si yo me
iba demasiado lejos en…
—Y luego está el pequeño detalle de que no tienes otra opción, —me informó Lawrence. —Ninguno
de nosotros la tiene. Yo soy tu única salida, al igual que tú eres la mía.
Okey, eso me llamó la atención. Pero él no dio más detalles. Incluso cuando lo esperaba, no lo hizo.
Él estaba provocándome para hacerme preguntar, estaba intentando usar la conversación como un
modo para localizar mi posición.
Yo no apostaba mucho por sus probabilidades. Las paredes parecían atrapar algunos sonidos y
magnificar otros. Su voz era a la vez cercana y distante, con algunas palabras tan lejanas que apenas
podía hacerlas salir, mientras que otros sonidos parecían como si estuvieran viniendo de sólo a unos
metros de distancia. Era espeluznante como el infierno pero también podría ser útil.
— ¿Qué quieres decir? —Demandé con dureza, y oí mi propia voz volviendo hacia mí en
desvanecidos ecos.
—Que ninguno de nosotros tiene un guía; que ninguno de nosotros tiene una manera de resurgir. A
menos que uno de nosotros muera.
—Y luego el superviviente se despierta.
—Sí. Así habría sucedido la última vez, si tu padre no hubiese hecho trampa y no te hubiese
perseguido, —dijo él en tono molesto.
Y por un momento, lo único que pude ver fue la cara ensangrentada de Mircea, fría, blanca y resuelta
mientras dejaba que este bastardo la cortara en pedacitos para darme tiempo a escapar. Todo lo que
pude ver fue a Louis-Cesare tendido en el suelo, inconsciente y destrozado, porque podía ser el
campeón de Europa, pero él no sabía cómo luchar de ese modo.
Yo tampoco, pero quise hacerlo. Sentí mis colmillos extenderse, y por primera vez, no me molestó.
Se sentían bien, al igual que su carne se sentiría bajo mis dientes, la forma en que su sangre sería
probada por mis labios, la forma en que sus gritos.
Tragué saliva y miré hacia otro lado.
—Pero eso no importaba. Tuvieron que apartarlo en cualquier caso, —añadió Lawrence, y se detuvo
de nuevo.
Haciéndome picar el anzuelo.
Me dije a mí misma que me callara. Que me concentrara en encontrar una manera de salir de esto.
Sólo que no veía ninguna.
Incluso si Lawrence estaba mintiendo, y un competente mentalista podría sacarme de allí, ¿dónde se
suponía que debía encontrar uno?. El único que conocía era Ming-de, y no tenía manera de contactar
con ella. O razones para creer que ella me ayudaría si lo hiciera.
Y dicen que él estaba haciendo esas cosas con el tiempo que se perciben de manera diferente en el
cerebro. Todavía pude quedarme allí entre los escombros un largo tiempo antes de que nadie se
fijara en mí. Y aún así, si mi rescatador no era una de las pocas personas que me conocían, él
acababa de asumir que yo era uno de los invitados humanos y me puso donde quiera que ello
mantenían a los otros. Puede ser que sea hora antes de que alguien se diera cuenta de que no había
sido noqueado.
Y yo no creí que tuviera horas.
—¿Fue ése tu trabajo? ¿Traicionar al Senado?—le pregunté, picando el anzuelo. Y empezando a
buscar en las sombras al que me estaba buscando.
— ¿Traicionar? —La voz de Lawrence era burlona. —¿Fue la traición para esos tontos que se
destripan entre sí todas las noches en el suelo de la arena? Los tontos luchan; los ganadores piensan.
— ¿De modo que te planteas conseguir el Senado de ese modo? —le pregunté con incredulidad.
—No, yo pensaba gobernar el Senado de ese modo, —dijo Lawrence. Porque él estaba obviamente
más loco que yo.
—Si eres tan fuerte, podrías hacerlo de cualquier modo, —le dije, viendo una sombra escabullirse a
lo largo de una pared. —Desafía a la Cónsul. Por lo que yo sé, ella no es una mentalista.
—No, pero tu padre sí lo es.
—Ahh. —Las cosas empezaban a tener sentido. La Cónsul podía luchar sus propias batallas, pero
también podía convocar a un campeón cuando era desafiado. Y, obviamente, Lawrence no creía que
pudiera tener a Mircea.
Así que había decidido asesinarlo en su lugar.
— ¿Es eso lo que los fey te prometieron? —Dije con voz áspera. —¿El consulado?
—No, eso es lo que prometieron a Géminus. Él había descubierto que un escaño en el Senado no es
más que otra forma de esclavitud. La única manera de salir de la esclavitud en nuestro mundo es
gobernar.
— ¿Y eso es lo que crees que vas a hacer? —Exigí. —¿Gobernar? Porque tengo la impresión de que
es lo que quieren los Fey. Y sus devotos amigos.
—Los Fey se preocupan por Faerie, no por la Tierra. ¿Y los dioses?
—¡Los dioses del plano Fey vuelven! ¿O es que ellos no comparten ese cotilleo?
Él se echó a reír. —Oh, sí. Creo que ha sido mencionado un par de veces. Pero se te olvida, los
dioses no están aquí. Y no lo van a estar hasta que el círculo caiga.
—¿Y no es esa la idea? ¿Eliminar al Senado, después de destruir el Círculo?
—Ese es el plan de ellos, —dijo condescendientemente. —El mío es eliminar a los Cónsules y
consolidar el gobierno de los seis senados en mis manos. Una vez que lo tenga... Bueno, ambas partes
tendrán mi favor entonces, ¿no querrán ellos? Y con las probabilidades de la guerra cerca, incluso
los vampiros estarán preparados para marcar la diferencia.
—Y tú lanzarás tu peso detrás del Círculo, —dije lentamente.
—Quiénes serán entonces los que me deberán su victoria, consolidando más allá mi posición.
—Así que esto es tan sólo otro juego de poder vampiro. —No debería haberme sorprendido. Mircea
lo había adivinado, y no era nada nuevo. En lo concerniente a los vampiros, era la historia más vieja
de la historia y había visto miles de ejemplos. Pero por alguna razón, ésta parecía particularmente.
Me di cuenta demasiado tarde de que mi recuerdo había empezado a subir la zanja que ella había
estado atravesando penosamente. Y que la zanja había estado a la sombra y el exterior era por
completo más brillante. Y de repente, como era yo, como la luz de la escena se extendió dentro de
los alrededores.
—El juego del poder, —dijo Lawrence, materializándose de la nada, justo en frente de mí. —E
incluso para un novato, eso era patético.
Detrás de él, mi recuerdo hizo una expresión de "oh mierda" y se lanzó de nuevo dentro de la zanja.
—¿En serio? ¿Cómo es esto? —le pregunté, y le pateé con saña hacia atrás.
Porque puede que no sea lo suficientemente fuerte como para matar a Lawrence por mí misma, pero
tenía un montón de recuerdos letales que podrían.
Como él estaba descubriendo.
Lo vi caer en la escena, le vi aterrizar en un salpicón de barro y sangre y partes de burro medio
podridas. Pero no lo vi levantarse. Tal vez porque a una andanada de fuego de artillería arrasó la
escena un segundo más tarde, blanqueándolo todo.
O tal vez porque yo estaba corriendo como el infierno.
No regresé hacia la entrada, pero fui más lejos, lo más alejado. Esquivando alrededor, en busca de
otros recuerdos, unos peores, porque el hijo de puta no estaba muerto. No, todavía no, o yo estaría
fuera de aquí. Corrí pasando disparos de ametralladora y una estampida de caballos y rompe olas
y…
Y directamente un puño salió de la nada.
Se veía un poco diferente de lo que había sido hacía un momento, ennegrecida y sangrante, con los
huesos de los nudillos desnudos sobresaliendo de la carne maltratada. Hacía juego con la cara de por
encima de ella, que era casi irreconocible. Ojos rojos de demonio miraban desde una máscara de
piel quemada que tenía parcialmente desprendida, incluyendo la parte que una vez había cubierto el
cráneo ahora sin pelo. Una mejilla estaba abierta, el uniforme de guardia que llevaba estaba cubierto
de quemado, y la mitad de la coraza se había fundido con el torso quemado.
Parecía que Lawrence no había llegado lo suficientemente rápido esta vez. Pero él no había muerto,
tampoco. Un hecho que él demostró por enviarme tambaleante hacia atrás contra el suelo. Trató de
patear una bota a través de mi cráneo, pero le cogí —caliente, goma fundida, mierda—y retorcida.
Escuché su rodilla crujir antes de sentirlo, antes de que él gritara y me agarrara del pelo, me
empujara hacia arriba y me tirara de bruces contra la pared.
Justo antes de que me diera la vuelta y me lanzara con todo lo que me quedaba, mandándolo a volar
de nuevo dentro de otro recuerdo. De un terremoto de la tierra cayeron rocas que casi me habían
hundido la cabeza una vez, hace unos cientos de años. Y entonces me di la vuelta y escapé, tratando
de mirar hacia adelante y atrás, al mismo tiempo, con los ojos mirando media montaña desprenderse
a lo lejos en una nube de polvo, mientras mis pies…
Salpicaron en un charco.
El charco estaba en el cemento húmedo. El cemento estaba en un almacén. Y el almacén parecía estar
al borde de lo que pasaba por la civilización.
Mierda. Inmediatamente me di la vuelta, buscando la manera de salir, ya que debía haber caído
accidentalmente por uno de los parpadeos de recuerdos que se formaban fuera de la carrera de
obstáculos. Pero no había ninguna puerta, ni plaza de oscuridad en ebullición, ni perseguidor furioso.
Sólo una pared manchada de agua gris, un par de paletas rotas y el charco. El charco era agua. Miré
hacia arriba.
Y una gran gota de lluvia me golpeó en plena cara.
Genial.
Miré hacia abajo, sosteniendo mi mirada y me pregunté: ¿Y ahora qué?
Sinceramente, no tenía ni idea. Yo jadeaba de cansancio, mi muñeca estaba en llamas, y ahora estaba
medio ciega. No iba a ganar una pelea como esta. Si Lawrence me encontraba, estaba frita.
Por supuesto, probablemente iba a estarlo de todos modos. No reconocí este lugar, por lo que debía
ser uno de los recuerdos de Dorina. Y ya que ni siquiera sabía cómo navegar por los míos, las
posibilidades de averiguar una manera de salir de los suyos no parecían tan geniales. Así que me
quedé en el lugar, ya que era eso o esperar a morir.
A pesar de que olía a algo que ya tenía.
Tal vez una gran cantidad de algunas cosas, a juzgar por el olor. Pero no era el viejo, hedor familiar
de putrefacción que me llamó la atención al pasar detrás de una pared de cajas. Era el hecho de que
todo lo que habían muerto aquí no era exactamente…
Humano.
Me detuve bruscamente, mirando los restos de lo que parecía cientos de criaturas, apiladas contra la
pared del fondo de las jaulas de tres cuartos de alto.
La mayoría eran varias especies de Fey que había encontrado a lo largo de los años, junto con lo que
podrían haber sido cambia-formas. Otros... yo no sabía nada de los otros. Y dudaba de que alguien
más lo hubiera hecho, tampoco. Los monstruos que habían diseñado éstos cruza-razas no se habían
preocupado por la viabilidad o la calidad de vida ni nada, ni por el resultado previsto.
Me pregunté cuántas criaturas habrían matado en el camino.
Me pregunté por los que no habían sido afortunados.
Porque parecía que acabaran de abandonar este lugar, una vez que habían finalmente logrado el
resultado que querían. O tal vez el Círculo se había acercado demasiado, y los conspiradores habían
decidido irse, dejándonos otra memoria caché para buscar. Sólo que no hubiéramos aprendido mucho
de éste.
Porque no se habían molestado en abrir las jaulas antes de irse.
Y lo que contenían no lo habían logrado ellos mismos. Había señales de que un gran número lo
habían intentado, mordiendo y arañando las barras, antes de sucumbir al hambre o la sed. O, en
algunos casos, a sus compañeros de experimentos. Sin embargo, no parecía que ninguno hubiera
logrado salir.
O tal vez yo hablé demasiado pronto.
Un montón de cajas formaba una línea de altura frente a las jaulas, bloqueando la vista de al menos la
mitad de la pared de los horrores. Eso era cierto incluso cuando me acerqué, dibujado por una
curiosidad mórbida y una sensación extraña de esperanza. Y encontró una mujer arrodillada en el
suelo.
Tenía la cabeza inclinada, pero no en la sombra. Un haz de luz de la luna se filtraba por una ventana
alta, iluminando como si fuera un centro de atención. Como resultado, su cara estaba sobre todo
visible.
Y su rostro era el mío.
Tenía un asesino detrás de mí y, dados sus antecedentes, no le llevaría mucho tiempo encontrarme.
Debería ponerme en movimiento, debía tratar de encontrar una posición defendible. Debía tratar de
encontrar la manera de luchar contra algo que podría sacar lejos el polvo en un abrir y cerrar de
ojos.
Pero yo no me moví. Ella no parecía fijarse en mí, ni siquiera levantó la vista. Pero yo... no podía
buscar otro sitio.
Parecía un vampiro.
No sé lo que había estado esperando, pero no éramos gemelas, a pesar de las semejanzas. Tenía el
pelo corto y oscuro, mis rasgos, mi altura, incluso mi estilo básico de la ropa. Por lo menos, el tipo
que llevaba cuando yo no iba a la fiesta del infierno: vaqueros negros, una camiseta sin mangas
negro, una chaqueta de cuero negro. Llevaba zapatos de suela de goma en vez de mis habituales botas
patea-culos, tal vez porque no necesita ninguna ayuda en ese departamento.
Y, sin embargo, si es que la hubiera visto desde el otro lado de la habitación, habría jurado que era
un vampiro.
Era algo en la forma en que resistió, tan sobrenatural todavía. Algo en la forma en que se puso en
cuclillas allí, sin esfuerzo, balanceándose con sólo los dedos de los pies en una pose de bailarina
que podría haberla cansado muy rápido. Algo en la forma en que parecía no respirar o parpadear lo
bastante el número correcto de veces por minuto.
Aunque esto último podría haber tenido algo que ver con las lágrimas silenciosas que rodaban por su
rostro, desapercibido y sin marcar.
Yo nunca antes había visto un llanto de vampiro. Y aunque no estaba viendo ahora, parecía que era
yo, y me sacudió. Al igual que esta noche, como toda esta semana, no había hecho eso suficiente.
Estaba empezando a preguntarme si podría llegar tan lejos fuera de balance que te gustaría nunca
hacerlo de nuevo a realidad. Yo estaba empezando a sentirme así, y luego miró hacia arriba. Pero no
a mí.
Ella estaba acunando algo que yo no podía ver porque mis ojos no habían abandonado su cara. Algo
con un fino pelo rubio, sucio y enredado, una forma leve, una camisa azul sucia o un vestido. Algo…
Alguien.
Niña.
Las imágenes se estrellaron contra mí, la mayoría de ellas demasiado rápido para procesarlas, pero
me dieron la esencia. Ella había encontrado a la niña; ella había perdido a la niña. Y la había estado
buscando desde entonces. Buscando en la parte más vulnerable de la ciudad, lugares como aquel en
el que se habían encontrado, lugares como este. Y cortar una franja a través de toda una cadena de
tratantes, traficantes y el Círculo Negro había sido una guerra civil en la comunidad de contrabando.
No se habían atacado salvajemente entre sí y luego tirado los cuerpos dentro de los portales. Eso
había sido Dorina desmandada, cada vez que yo iba a dormir, buscando a la niña que había perdido.
Y finalmente encontrado.
—Demasiado tarde, —articulé junto con ella.
Ella abrazó a la niña fuertemente, y su rostro era tan abierto, tan fácil de leer. Más aún de lo que el
mío lo había sido nunca. Ella no ocultaba sus sentimientos, no los escondía detrás del sarcasmo o de
chistes malos. No fingía. Ella sufría; ella lloraba.
Y sentí la tierra desplazarse un poco más bajo mis pies, siglos de prejuicios desmoronándose bajo
los cimientos.
Yo no sabía quién era yo ahora. No sabía quién era ella. Era extraño estar frente al final de mi vida,
y darme cuenta de que yo realmente nunca me conocería a mi misma del todo.
O el recuerdo que yo estaba viendo de repente.
Los dorados pasos que había seguido por toda la ciudad acababan en su cuerpo.
Ella se desplomó en el suelo, cerca de la línea de las jaulas donde ella debía haber colapsado. Yo
no sabía por qué había venido. ¿Tal vez con la esperanza de liberar a los otros? Si es así, ella
había llegado demasiado tarde.
Al igual que nosotros.
—No exactamente, —la criatura de dentro de mi murmuró, sus largas alas barrieron el suelo
mientras se arrodillaba a pocos metros de distancia.
Y tendió una mano.
Y desde el cuerpo rosa... un niño dorado, feliz y sonriente, saltando sobre el que brilla, el cual
abrió sus brazos para ella.
Me quedé mirando como él la cogió en brazos, esta criatura hecha de luz. Al igual que él, me di
cuenta. No lo dije en voz alta, pero él asintió.
—Ellos la robaron a mi pueblo.
— ¿Por qué? —le pregunté, con voz ronca.
—Por la misma razón por la que robaron todo esto. —Él miró a su alrededor. —Ellos querían
hacer un arma, para tener una ventaja en una guerra. Necesitaban algo que funcionara con los
Faerie y en la Tierra. Pero hay algunas cosas que andan la División lo suficientemente bien para
sus propósitos.
—¿La División?
—La Tierra es el más alto de los infiernos; Faerie es lo más bajo de los cielos. Mi gente se
originó en un reino y... se trasladaron... al otro. Por lo tanto nuestra magia funciona en ambos.
Yo no entendía. Justo alcancé a la niña, pero él mantuvo una mano en el brazo de ella. Ella lo
miró, con los ojos brillantes, curiosos.
Pero él negó con la cabeza. —Ella tiene que volver con su pueblo.
— ¿Entonces... no está muerta?
—El cuerpo lo está. Pero un día será lo suficientemente fuerte como para hacer otro, ya que su
esencia no estaba dispersa. Gracias a ti.
Yo no entendí eso, tampoco. Yo no entendía nada. Salvo que la niña no estaría aquí.
No iba a tener familia.
—Tú tienes una familia, —dijo en voz baja. —Más de lo que sabes.
Negué con la cabeza. No podía hablar. La niña tampoco, pero ella se apartó de él. Y esta vez, la
dejó ir.
Se acercó a mí, y miró abajo el cuerpo que yo todavía sostenía. Y luego a mí. Y sonrió.
Y le dio un beso suave, ligero, ligero como el aire, en la mejilla.
—Por ayudar a salvar su propia división, —murmuró el Irin.
Lo miré, herida, derrotada. —No entiendo—, le grité.
—Lo harás.
Algo cayó al suelo detrás de mí, sonando fuerte en el silencio. Salté y giré y no vi a nadie. Sólo un
eco, un almacén oscuro, frío y vacío y completamente inmóvil.
Y lo mismo ocurrió cuando me di la vuelta un momento después.
Y me encontré sola.
La mujer “Dorina” se había ido. Y así lo hicieron la niña y el Irin. Sin señales de ellos, ningún un
olor, ni siquiera una impresión en el polvo. Lo miré, preguntándome si mi cerebro febril lo había
soñado.
Al igual que el tapacubos que de repente que cayó al suelo a mis pies, brillante y metálico y
reflectante…
—Maldita sea.
Empecé a moverme mientras el total de la línea encumbrada de cajas comenzó a volcarse, viniendo
después hacia mí en una oleada tras otra de cartón. Y la caída de piezas de la máquina, que parecían
constituir la mayor parte del contenido de las cajas. Las piezas estaban brillando a la luz de la luna y
golpeando contra el hormigón y sobre la cueva donde estaba mi cabeza si no me salgo del camino.
Lo que habría sido más fácil si no hubieran venido desde ambas direcciones.
Me detuve, volví y me dirigí hacia el otro lado, pero no encontré ninguna vía de escape. A excepción
de una. Me sumergí en una jaula vacía, tratando de evitar ver lo que había en cada lado en favor de
ver lo que tenía delante. Porque yo sabía quién iba a venir a través de esa caída de la destrucción, y
yo que tenía que salir de aquí antes de que me atrapara en…
Y después no era un problema más. Cuando de repente se materializó de la nada delante de mi bunker
improvisado y me atrapó. Y aunque su cara era todavía un desastre ennegrecido, debía haber estado
muy ocupado sanando partes más importantes. Debido a que mis pies no estaban aún tocando el
suelo.
—Sólo quiero que sepas, —dijo Lawrence amablemente—, que cuando sea Cónsul, tu padre será el
primero en morir.
—Entonces va a vivir mucho tiempo, —me quedé sin aliento, porque la mano que me sostenía estaba
alrededor de mi garganta. —El Senado se mantendrá.
—Por el momento, —dijo Lawrence, frunciendo el ceño, porque yo supuse que no estaba en el guión.
Yo estaba supuestamente siendo intimidada y mendigando o asombrada y abrumada por su brillantez.
En cambio, me decidí a salir como había vivido, una perra hasta el final, y materialicé una estaca en
la mano. Sólo para ser lanzado en los cuadros restantes. Los cuales no se habían movido porque
contenían lo que parecía ser roca sólida.
Me deslicé y me tiré de vuelta dentro del notable rango, porque Lawrence no tenía miedo de mí. ¿Y
por qué debería de tenerlo? Yo estaba destartalada, magullada y ensangrentada, y tenía el uso de una
sola mano. Aunque me las arreglé para deslizar la astilla de madera en la que el frío, corazón muerto,
no habría manera de cortarle la garganta antes de que él rompiera la mía.
Y él lo sabía.
Una sonrisa agrietó esos labios quemados, causando un poco de sangre rezumar por la barbilla. —
Creo que esto es lo que se llama jaque mate.
Y lo habría sido. A excepción de la figura que de repente se levantó detrás de él, muy real en la
oscuridad. Vestía de negro, ojos negros que se encontraron con los míos. Y bloquearon.
Tragué saliva, y Lawrence se relajó un poco, esperando mis súplicas finales, supuse.
Esperaría un tiempo.
—No creo que... este sea un juego... para tres, —dije en voz baja, y vi sus ojos como platos.
Justo antes de que me tirara, tratando de conseguir espacio para girar.
Pero las cajas que me ahogaban hicieron lo mismo con él, y no había ningún sitio donde ir. Golpeé el
suelo, pero volví a tiempo de ver un trozo brillante de hoja atravesar limpiamente su yugular. Golpeó
a su agresor lejos, enviando su vela a medio camino a través de la longitud de la nave, pero ya se
estaba moviendo.
Me lancé fuera de la tierra, me metí debajo de un puño que se desintegró antes de que me pudiera
tocar, como truco patentado por Lawrence propagándose hacia el interior de las extremidades. Él
estaba desintegrándose, pero no tan rápido como antes, sus heridas haciendo estragos. Y el objetivo
que necesitaba era todavía sólido. Él se tambaleó hacia atrás, tratando de comprarse un segundo más,
mientras se desvanecían en la nada.
A pesar de que caí sobre él, gruñendo.
Y se estrelló sobre mi estaca.

Epílogo

Era increíble lo que veinticuatro horas podían hacer, pensé, mirando por encima de la ahora prístina
sala de baile.
No es que no hubiera todavía signos de la batalla. Había tapices cubriendo las paredes, ocultando los
desaparecidos paneles de mármol y los disparos de las armas, y prestando a la habitación un extraño
ambiente Gitano. Las plantas en maceta habían brotado aquí y allí, también, cubriendo los huecos en
el suelo donde las baldosas rotas habían sido sacadas fuera y aún no sustituidas. Y una de las grandes
lámparas de araña que faltaba, obviamente, demasiado dañada para ser reparada, dejando una
extraña mancha de luz tenue en el centro de la pista, donde yo estaba.
Eso estaba bien, sin embargo. Ese fue en realidad mi único salvador. No es que una sombra hiciera
mucho para ocultarme de los cientos de agudos ojos de vampiro repartidos por todo lo que quedaba
de la sala de baile, pero eso era mejor que nada. Especialmente desde que yo tuve la vaga impresión
de que podría estar inclinándome ligeramente a la izquierda.
Me enderecé, tratando de parecer indiferente, y atrapé los ojos en blanco de Ray en el palco de la
familia.
Él era fácil de ver porque estaba colgando a un lado, vestido para matar en un traje tan elegante que
simplemente tenía que ser a medida. No sabía de dónde había sacado eso, pero sospecho que el
sastre de Louis-Cesare estaba siendo aprovechado. No sabía, sin embargo, ya que no había visto a
Ray. Yo no había visto a nadie más, desde que me desperté una hora atrás, después de aparentemente
estar fuera durante la mayor parte del día.
Y casi estaba bastante bonita. Me había despertado, todavía medio dormida y soñando con pequeñas
huellas de oro que me llevaban a salir de un túnel largo y oscuro. Y entonces vestida con una túnica
escarlata, el sesgo de corte que parecía llamar la atención —para mi gusto, sólo que nadie me había
preguntado
Ellos no me habían preguntado cuando ellos me arrastraron aquí, tampoco, rodeada por un grupo de
guardias que yo no necesitaba, excepto como accesorios para mantenerme en pie. Sólo entonces, los
guardias habían desaparecido, mezclándose de vuelta entre la multitud y dejándome sola. Y frente a
un balcón lleno de caras nuevas.
Los nuevos senadores habían sido iniciados mientras yo dormía, supuse. Reconocí el viejo equipo,
los muy astutos o demasiado fuertes o demasiados condenadamente difíciles de matar que la guerra
había eliminado. Estaba Marlowe, luciendo como un hombre en su camino hacia un baile de
disfraces, en su totalidad —en galas Isabelinas—. O tal vez era Stuart; siempre tenía los estilos
mezclados. Pero los terciopelos y encajes no lo hacían parecer algo menos letal, tal vez debido a la
mirada abrasadora que él me estaba enviando.
No era su mirada habitual; no sabía lo que eso era. Lo miré con ojos legañosos por un minuto, y
luego decidí que no me importaba. Porque a su lado estaba Louis-Cesare.
Él estaba en un traje tan fino como Ray, probablemente debido a que el mismo hombre los había
hecho. Esto era una ruptura con la tradición, asumiendo que él estaba en el Senado una vez más —
que es lo que parecía para mí, prohibición o no. Él estaba en una de las sillas carmesí con respaldo
que todo el mundo estaba usando, las únicas que parecían más como tronos. Había doce de ellos en
el balcón, seis a cada lado del enorme-sin-duda trono del Cónsul.
Él también se veía un poco... inquieto. Sus manos seguían cerrándose y abriendo en los brazos
tallados de la silla, como si él estuviera promocionado el consumo de cafeína o algo así. Sólo que él
no podía estarlo, porque la cafeína no tenía efecto sobre los vampiros. Yo no sabía lo que afectaba a
los vampiros, pero parecía que muchos de ellos la habían tenido. No en el Senado, pero en la
multitud, que estaban menos que perfectamente integrados. El público estaba actualmente pareciendo
una clase de fans como en un estadio de fútbol justo antes que los puntos decisivos se anotarán.
Nerviosos, ansiosos, sin aliento.
Yo podría tener que ponerme nerviosa si no hubiera estado a punto de caer.
La Cónsul no estaba en su trono todavía, y dos de las otras sillas estaban vacías. Pero todos los otros
senadores parecían estar en su lugar.
Y supuse que Cheung y Zheng lo habían logrado, porque ellos dos estaban allí, y ambos parecían
engreídos como el infierno.
El primero me dio una pequeña inclinación, que probablemente fue todo lo que pudo con su atuendo,
que supuse era de elegantes piratas chinos medievales. O algo. Cuero labrado y sedas brillantes y
una espada reluciente, de todos modos. Zheng, en cambio, optó por un moderno esmoquin. Y él fue el
que rompió la tradición y me disparó una sonrisa.
Nadie más parecía tan inclinado. Lo que estaba bien, desde que Jack, el eufemísticamente llamado
Persuador, me descolocaba incluso con una cara de póker. Él estaba sentado a la izquierda de
Cheung, al lado de una hermosa mujer asiática que no conocía, pero parecía que ella olía algo malo.
Posiblemente Jack, teniendo en cuenta que estaba usando alguna cosa podrida de terciopelo que
parecía que él había robado de uno de los cadáveres con los que él jugaba. O posiblemente yo,
teniendo en cuenta que me estaba dando una mirada de muerte.
Yo le di un discreto resoplido.
Nop, debía ser Jack.
Los otros senadores eran desconocidos para mí —excepto por la diversión de Anthony: Halcyone,
Ray la había llamado. Supuse que ellos eran o nuevos o simplemente tipos quienes no hablaban con
dhampirs. Pero alguien estaba a punto de estar en serios problemas, porque las sillas disponibles
todavía estaban vacías, y ella misma acababa de entrar de la terraza.
La emoción hervía a fuego lento intensificándola a un nivel superior, con un murmullo audible
corriendo a través de un grupo que no necesitaba hablar en voz alta. Y tuve que admitir que ella valía
eso, una columna brillante de un plegado oro de mala calidad que debía haber parecido de mal gusto
como el infierno, pero de alguna manera no lo hacía. Pero a pesar de la ostentación, yo apenas lo
noté.
Porque Mircea salió a su lado.
Radu estaba con él, una mano en su brazo, a pesar de que nadie más tenía un sirviente en el balcón. Y
nadie dijo nada acerca de su presencia allí, lo cual era mejor así, porque Radu no era de tomar
ninguna mierda. La hermosa máscara estaba de vuelta, en toda su perfección impresionante. Pero la
expresión... la expresión decía, no me importa quién eres, toca a mi hermano y yo te arrancaré la
cara.
Y una mirada a Mircea me dijo por qué.
Él se acomodó en el asiento del Senado a la derecha del Cónsul, pareciendo más que un poco
delicado. No había nada que pudiera poner un nombre al pulcro pelo, el caro esmoquin, los gemelos
de la familia en la cima eran todos iguales y todos eran perfectos. Pero su rostro estaba demacrado y
sus ojos eran de dolor cuando él me miró, y había una extraña expresión en su rostro: desafío y feroz
orgullo y algo que parecía extraño, todo revuelto.
Y de repente, quería apuñalar a Lawrence de nuevo.
Lo maté por ti, pensé, mirando hacia arriba.
—Lo sé.
La Cónsul tomó el último asiento, el cual aparecía atrás para mí, pero ¿qué sé yo de protocolo de la
alta corte? O mucho de nada más, qué demonios estaba yo haciendo aquí. Me hubiera gustado que
ellos se dieran prisa y me hablaran de lo-que-era, porque yo realmente, realmente necesitaba
sentarme. O arrodillarme. O simplemente caer sobre mi cara en el brillante, brillante mármol.
Lo veo un poco duro pensé, mirando mi reflejo en el piso.

Maldita sea, ¿qué hicieron ellos para conseguir pulirlo para que se vea como….
Alguien se aclaró su garganta, y me miró, parpadeando. Y yo vi a la Cónsul mirándome. Al menos,
así lo supuse, desde que no parecía haber nadie más alrededor.
De repente, se puso muy, muy tranquilo.
Me lamí los labios, preguntándome si estaba en problemas. Yo en realidad no podía recordar haber
hecho nada... bueno, tan malo. Por supuesto, la forma en que mi cabeza se sentía, sólo Dios sabía lo
que había olvidado. Me preguntaba si accidentalmente maté alguno de los chicos buenos. Como tal
vez alguien a quien a la Cónsul le gustaba. Porque ella estaba pareciendo un poco... feroz... y no en el
tipo supermodelo habitual de pasarela. Pero en el yo-podría-colgar-un-montón-de-su tipo de
pasarela, y que probablemente no era un gran…
—DETENTE.
El sonido resonó en mi cabeza mientras una voz hablada. Como la voz del Cónsul, sólo que yo no
creía que ella hiciera esas cosas mentales. A menos que fuera con otro vampiro de alto nivel y, por
supuesto, que me dejaran salir. Pero tal vez alguien le estaba dando un estímulo, o tal vez yo estaba
alucinando. Y en realidad, no me extrañaría que me pase
—Dorina, por favor.
Ese fue Mircea. Pareciendo medio divertido, medio horrorizado, lo cual era raro. Porque su
expresión nunca dio mucho sentido. Pero entonces, él no solía llegar a mi cerebro Roto-Aficionado
tampoco, así que...
—Estás proyectando.
Me detuve, parpadeando. ¿Era yo? Huh.
Yo no sabía cómo lo podía hacer…
—Me encuentro en una situación sin precedentes, —dijo el Cónsul con gravedad, hablando en voz
alta. —Ante mí se encuentra una dhampir, una siempre considerada por nuestra poca amabilidad no
mejor que a un revenant. Poderosa, pero incapaz de ser controlada por la voz de un maestro, y sin
someter la rabia que amenazaba la vida de un sinnúmero de nuestros niños. Estas criaturas son
odiadas, nos burlábamos y con frecuencia los pusimos fuera de la vista.
Me mordí el labio. Mierda. Lo que sea debía haber hecho fue un verdadero…
—Pero anoche, —la Cónsul siguió adelante, mirando hacia mí—, esta paria luchó y casi murió en
nuestra defensa, mientras que muchos de los nuestros supuestos partidarios se pusieron a un lado y no
hicieron nada. Ella vino aquí para advertirnos de los planes de nuestros enemigos, a pesar del riesgo
para sí misma al hacerlo. Ella encontró un camino en su bastión, y logró lo que ninguno de los
nuestros. Ella ayudó a un pequeño grupo de nuestros leales, —el énfasis en la palabra era feroz—
siervos para cerrar la brecha que nuestros enemigos habían creado a través de nuestras defensas. Y
luego ella mató, en combate mental, al traidor que había hecho gran parte de esto posible.
Un murmullo se había dado la vuelta a la habitación ante el comentario del "combate mental"; yo no
estaba segura de por qué. Pero Ming-de, sentada con los otros Cónsules en solitario esplendor a la
izquierda del balcón, de pronto se inclinó hacia delante. Las largas, uñas cubiertas de joyas que
llevaba hizo un pequeño sonido en la balaustrada de mármol mientras ella me miraba.
Y sonrió.
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral lo suficientemente duro para que me estremeciera.
Por suerte, nadie se dio cuenta porque el Cónsul estaba hablando de nuevo.
—Se nos ha ocurrido que la concepción tradicional de la esencia del dhampir pudo haber sido...
equivocada. Se ha sugerido que, tal vez, en lugar de ser mitad vampiro y mitad humano, como se ha
creído siempre, ellos son en cambio dos seres en uno: una conciencia totalmente humana que reside
junto a un vampiro completamente único.
Y bien, si eso llamó la atención de la multitud. No llegó a la mía, al menos no tanto como lo merecía,
porque de repente yo sentí clavos de punta metálica deslizándose suavemente, gentilmente por mi
pelo, y por encima de mi cabeza. Y a través de ella, como si ellos pudieran acariciar la masa
cerebral propiamente dicha. Yo sentí como un estremecimiento, pero no conseguí la oportunidad
antes de atacar de carmesí salpicado a través de mi visión, y los clavos se retiraron rápidamente.
Parpadeé, y puse una mano en mi frente, esperando encontrarme sangrando profundamente. Pero no
había nada allí. Nada excepto la piel fría y húmeda y el pelo sudoroso, lo cual había estado bastante
bien con los pequeños temblores de mi cuerpo que había comenzado a hacer.
Bueno, ellos realmente necesitan darse prisa con esta mierda, pensé. Porque yo no me iba a...
—Y ahora me encuentro ante un dilema, —dijo el Cónsul rápidamente. —Por un lado, yo tengo una
criatura a la que me han asegurado es el equivalente a un maestro de primer nivel, quien fue
engendrada por un consejero de confianza, y que tiene conexiones útiles con nuestros aliados entre
los fey. Por otro lado, yo tengo una serie de maestros de primer nivel que no hicieron nada mientras
ella luchó, sangró y casi murió por nosotros. Y entre ellos, —ella hizo un gesto elegante, con una
larga mano marrón— tengo el último escaño en el Senado.
Yo había oído la frase "Usted podría haber oído caer un alfiler" muchas veces. Pero yo nunca entendí
lo que significaba. Hasta ahora.
Toda la sala, la que debería tener un par de miles, por lo menos, se cayó de repente, tranquilidad
sepulcral. Y nadie hace lo tranquilo como un vampiro. Ni un soplo se exhaló, a excepción de mis
únicas respiraciones. Ni una pieza de ropa crujió, excepto por el susurro casi inaudible de mi
dobladillo cepillando el piso mientras me balanceaba ligeramente de lado a lado. Ni un pie rozó el
suelo, con excepción de mis talones, mientras luchaba por mantenerme en pie.
Y para averiguar lo que estaba pasando, porque claramente ahora, yo estaba alucinando.
—Después de una cuidadosa consideración del hecho de que nosotros estamos en guerra, y que, en
tiempos de guerra, la lealtad, la capacidad y el coraje son más para ser apreciados que todos los
otros factores… Y eso es lo que ella tiene.
La sala estalló con furia, y el limpio sonido y el pensamiento me golpeó como un puño, haciendo que
mis manos ya tenues en la posición vertical se tambalearan. Vi levantarse a Louis-Cesare de su silla,
vi a Mircea inclinarse hacia adelante. Pero nadie sabía cómo captar la atención como el Cónsul,
quien cortó a través del caos con sólo siete palabras.
—Ven y toma tu asiento, Lady Dorina.
Y bien, pensé. Eso es todo. Si iba a tener alucinaciones, bien podría hacerlo sobre mi maldita cara.
Así que lo hice.

Me desperté un charco de oscuridad en las esquinas de un techo alto, un incendio bajando en los
bancos persiguiendo sombras en la pared, y un vampiro desnudo en mi cama.
Una de estas cosas no es como las demás, pensé vagamente, y nadé lentamente a la conciencia.
Yo estaba desnuda, también —por supuesto— pero, por una vez, no me importó. Yo hice una especie
de mente extraña, borrosa, encadenando fuera la sensación que estaba teniendo, sin embargo. Así que
yo me quedé allí durante unos minutos, demasiado aturdida para hacer mucho más que mirar el
moldeado elaborado en el techo.
Después de un rato, esto se puso un poco mejor, y me di la vuelta y vi al vampiro en su lugar. Él era
más interesante —mucho más—, decidí, mientras la luz del fuego danzaba sobre fascinantes colinas y
valles, músculos duros y pliegues suaves, y brillos de fuego destellaban en la masa oscura de su
pelo. Y en los ojos brillantes azules que se abrieron lentamente parpadeando hacia mí.
Un brazo se estiró y me tiró encima, y yo fui sonriendo, extensamente encima de él sin fuerzas. Y el
placer de descubrir que, sí verdaderamente, él no llevaba nada más que un edredón de satén. Por
supuesto, eso era una especie de problema, también, porque sábanas de seda y ropa de cama de satén
y el vampiro elegante llegaba a ser un poco resbaladizo. Yo empecé a deslizarme al otro lado, pero
las manos se acercaron para agarrar mi cintura. Sonreí torpemente hacia su dueño.
Él me devolvió la sonrisa por un segundo, un breve, giro irónico de sus labios, hasta que yo decidí
sentarme. Y la sonrisa se desvaneció, reemplazada con algo más cuando sus ojos se deslizaron por
mi cuerpo. Esa mirada fue más caliente que el calor de la chimenea en mi espalda, aunque yo suponía
que mi cuerpo no lo creía, a juzgar por la forma en que ciertas cosas se animaron arriba.
Él cerró los ojos con lo que parecía dolor.
Me incliné sobre él. —Hola, —le dije, sintiéndome amistosa.
Esos ojos de zafiro se abrieron de nuevo. Ningún hombre debería tener pestañas tan largas, yo pensé,
o un labio inferior tan tentador. Eso solo estaba mal. Se merecía ser castigado, ser mordido... de
verdad... duro....
Finalmente me di cuenta de que no estaba más cerca, a pesar de mis mejores esfuerzos. Tal vez
porque sus manos habían llegado de mi cintura hasta mis bíceps, sosteniéndome en su lugar. Yo traté
de empujar en contra de ellos, lo que no sirvió de nada en absoluto. Y por alguna razón yo lo
encontré realmente sexy.
Por supuesto, que más o menos aplicado a todo ahora mismo.
—Dory. —Él tragó saliva mientras yo me retorcía alrededor por encima de él, enviando su nuez de
Adán moviéndose deliciosamente. Yo tuve un fuerte impulso repentino de morderlo, también.
—¿Hmm?
—Nosotros no podemos.
—¿No podemos qué? —Yo seguía viendo ese pequeño bache, no sé por qué. Sus pectorales eran
obras de arte, su estómago tipo tabla de lavar subía y bajaba suavemente bajo mi culo estaba
completamente lamible, y luego estaban aquellos labios. Ellos eran labios de supermodelo, labios de
un Ángel del renacimiento, y yo tenía toda la intención de conseguirlos alrededor. Pero ahora mismo,
ellos no eran lo que yo quería.
—Yo voy a morderte, —le advertí, y lo sentí gemir. —Haz eso otra vez, —le dije porque eso había
resonado en lugares interesantes.
—Nosotros no podemos, —él repitió en su lugar.
De repente me di cuenta de lo que él estaba hablando, y me reí. —¿Quieres apostar? —Desafié, y me
moví unos centímetros.
Oh, sí. No había problema.
—No lo hagas, —él dijo con fuerza, agarrando mis caderas antes que yo pudiera arreglar las cosas
correctamente. Lo que era un poco decepcionante, pero luego me di cuenta que era una deliciosa
garganta sin protección. Yo fui a matar.
Bueno, no literalmente; incluso me aseguré de no utilizar los colmillos. Y después del primer
bocado, era realmente más de un movimiento de succión, porque me gustaba la forma en que vibraba
debajo de mi boca cuando yo...
Dedos duros se clavaron en mis caderas y eso era más que eso.
—Dory, por favor.
O puede que no. Hice una pausa para mirarlo. —Dame una buena razón de por qué no.
—En cualquier momento, tú vas a recordar. Y una vez que empiece a complacerte, yo no tengo la
intención de ser interrumpido.
Fruncí el ceño, y me senté. —¿Recordar qué?
Y entonces me di cuenta.
—Eso, —él dijo con sarcasmo, mientras yo miraba hacia él.
Durante un largo momento, no dije nada. Y luego traté de saltar arriba, con la intención de hacerme
de la puerta porque yo realmente había perdido esta vez, y cuando no necesitaba estar rodeada de
gente. Louis-Cesare me abordó.
Mi espalda golpeó el colchón, y mi frente golpeó al vampiro, o supongo que él me golpeó, porque él
cayó encima. —Tú no estás loca, —él me dijo, mientras yo luchaba, y daba patadas y lo mordía, Y
terminé inmovilizada con mis brazos sobre mi cabeza y satinados músculos calientes deslizándose a
lo largo.
Bien, eso fue injusto.
—No es una locura, ¿Huh? —Exigí, mientras él deliberadamente lento me bajaba. Y comenzó a besar
mi cuello.
—Mmm.
—Entonces, ¿por qué creo que me acaban de nombrar senadora?
—Posiblemente porque tú lo fuiste.
—Ahora que tú estás tan loco como yo, —le dije, mientras aquellos labios se deslizaban lentamente.
—No. Estoy seguro de ello. Estoy en el Senado, también. Ellos exigen que nosotros sepamos estas
cosas.
— ¡Y yo necesito que tú dejes de ser un culo! ¿Qué demonios?
Él levantó la vista de lamer su camino alrededor de un pezón. —¿Ves por qué yo no quiero empezar
con esto?
—Solo dime.
Él apoyó su barbilla en mi esternón y sonrió ligeramente. —Es cierto. Extraordinario, lo reconozco,
pero luego, estos son tiempos extraordinarios. Y la Cónsul no estaba contenta por la reacción de la
mayoría de los maestros que habían venido a competir por las posiciones abiertas del Senado. Se
trata de un Senado en tiempos de guerra; se necesitan guerreros. Sin embargo, cuando llegó el
momento, fue como ella dijo. Pocos estaban dispuestos a poner sus vidas en peligro y sin certeza de
la recompensa.
—Sí, pero... soy una dhampir. ¡Ni siquiera soy una persona en el derecho vampiro! —¿Por qué era la
única que parecía tener esto?
—No es cierto. Pero tu padre es capaz de argumentar con éxito lo que es Dorina. Y desde que son
inseparables...
—Dorina. —Me detuve, y sentí la piel ir a fría. —Eso es todo, ¿no es así? Ellos la quieren a ella y
sus habilidades mentales.
Él asintió. —Ellos son raros y, basados en el destino de Lawrence, parecería que has heredado
mucho de la habilidad de tu padre.
—Entonces... ¿ellos van a tratar de traerla fuera? —Agarré sus brazos. —¿Ellos van a tratar de…?
—Dory. —Él se apoderó de mí de nuevo. —Tú eres Dorina. Y ella es tú. Tú puedes sentirte
separada por el momento, porque tú la has cortado durante tanto tiempo desde el otro lado de la
misma. Pero tú eres una persona.
—Pero Mircea dijo…
—Él hizo el argumento que hizo porque era el único que la mayoría de los vampiros pueden aceptar.
Nuestra especie es notoriamente xenófoba; ellos necesitaban verte como uno de ellos.
Síp, como si eso fuera probable.
—Y porque la Cónsul les dijo eso.
— ¿Qué? —Ahora yo estaba realmente perdida.
Su boca se torció en una mueca, pero yo no pensé que fuera por mí. —Tú tenías razón, tus
habilidades son raras, y muy apreciadas. La Cónsul las quería a su lado, antes de que tú te inclinaras
por algún rival. Ella también quería que tus conexiones con los Blarestri, a quien parece que ahora
necesitamos malamente. Y quería un Senado firmemente bajo su control, algo mucho menos seguro
con algunos de los otros candidatos principales.
—Pero... un escaño en el Senado... —Eso no era una locura. Era completamente imposible.
—Si te hace sentir mejor, es sólo por la duración de la guerra. Como es el mío. Entonces mi siglo de
prohibición volverá a la práctica, y tú... Bueno, puedes hacer lo que quieras. Por supuesto, puedes
hacerlo ahora, si insistes. Yo no puedo recordar a nadie rechazar un puesto en el Senado, pero debe
ser técnicamente posible....
Me quedé allí, ya no luchaba, ya que la cabeza me daba demasiadas vueltas. Y porque no iba a ganar
de todos modos. Y porque me gustaba la sensación sensual de cautiverio, al menos por este carcelero
particular.
Pelo suave y cálidos labios se arrastraron bajando, y yo miraba arriba, a un gordo querubín en el
friso techo quien estaba sonriendo hacia mí. Él sabía que yo no pertenecía a este lugar. Él sabía que
yo no podía durar.
Pero yo quería. Doblé mis dedos en el pelo de Louis-Cesare, apretando inconscientemente, porque
no quería dejarlo ir. Y tal vez no tengo que hacerlo, una voz insidiosa insistió. Si tú estás en la
Senado —loco, tonto, absurdo— tú estarías de igual a igual. Y nadie les diría a los senadores que no
y no puedes y no debes, salvo la Cónsul. ¿Y qué le importa a ella quién de su gente está durmiendo
con...?
Yo podía contar con él , pensé, y eso parecía más irreal que cualquier otra cosa que había sucedido
últimamente. Podía contar con él…
Sí, ¿por cuánto tiempo? Otra, ligeramente más sana voz. Recuerda a Christine. Recuerda como él
realmente piensa de ti. Como una especie de sustituto de ella, como alguien que él puede salvar…
—¿Es eso lo que tú piensas? —Miré hacia abajo para ver Louis-Cesare descansando entre mis
muslos, pero con una gran mueca en su rostro. —¿Lo es?
—¿Cómo hiciste…? —pregunté, confundida.
—Tú te estás proyectando, —él dijo enojado. —Mircea dijo que es el resultado de tener la mitad de
tu mente inundada con este nuevo poder a la vez. O nuevo en esto. —Él empujó la explicación lejos.
—Va a estar bajo tu control con el tiempo.
—Es bueno saberlo. —O yo podría prever una gran cantidad de problemas en el futuro.
Como ahora, por ejemplo.
—¿Te refieres a eso? —él preguntó de nuevo.
—E… eso es lo que yo he oído
—¿De quién?
—Yo no…
—Verrell, —él dijo entre dientes, y me estremecí.
— ¡Deja de hacer eso!
—Él es, —Louis-Cesare maldijo duramente en francés, antes de meterse bajo control. —Él es un
buen chef. ¡Él no es mi confidente!
Él se levantó bruscamente y comenzó a caminar, y me dio un infierno de una vista, pero no lo
disfruté. Parecía que realmente me las arreglé para conseguirlo esta vez. Había rabia escrita en cada
línea de su cuerpo.
—He existido durante cuatrocientos años. He vivido… —él se dio la vuelta— ¡He vivido
malditamente poco! Escondido en el país como un pequeño y sucio secreto; impresionado cuando yo
no morí de alguna plaga antes de la mayoría de edad. Años encerrado, antes de escapar con Radu —
quien me dejó inmediatamente antes de que pudiera aprender a vivir esta nueva vida mía. El tener
que averiguarlo por mí mismo, y una vez que finalmente lo hice, una vez que empecé a construir una
familia, una vez que empecé a pensar que por fin, tal vez el futuro sería brillante— Christine ¡Fue
sólo otro tipo de prisión!
—Y ahora yo. —Porque seguro que no había hecho su vida más fácil.
—No eres nada como Christine, —dijo él, en mi cara.— ¡Ella era una responsabilidad, un error que
cometí cuando era joven y tonto, y de quien llegué a creer que nunca sería libre!
—Entonces, ¿qué soy yo? —Lo desafié, mirando para arriba a sus brillantes ojos color zafiro.
—Una alegría.
Su boca se aplastó en la mía, separando mis labios en un beso abrazador que devolví con la misma
intensidad. Mis manos atraparon los lados de su rostro, cavando en ese pelo ridículo. Las ocho libras
de eso, suave y brillante como una mujer, que había empezado a odiar y de alguna manera aprendí a
amar. Solo como yo amaba…
Él se echó hacia atrás, y la expresión de sus ojos me dijo que yo debí haber estado proyectando de
nuevo. Encontré que no me importaba tanto. Encontré que me gustaba. Al igual que la boca
presionando en la curva de mi cuello, mi pecho, mi pelvis, los dientes y la lengua alternando entre
lamer y mordisquear, mientras yo miraba al techo y me preguntaba si realmente me había vuelto loca.
Cuando me permití pensar en ello, lo mucho que había cambiado, cuánto estaba cambiando, me
aterrorizaba. Nosotros no éramos lo que habíamos sido, no cualquiera de nosotros. Y no sabía lo que
íbamos a ser en el momento en que terminara la guerra, o incluso si nosotros todavía estaríamos
vivos. Pero en este momento, yo no lo cambiaría. No cambiaría nada de eso.
No sabía si él había escuchado ese momento, no sabía si todavía estaba lo suficientemente coherente
mentalmente como para que mis pensamientos tuvieran sentido. Todo lo que sabía era que él hizo
cosas que ni siquiera sabía cómo ponerle un nombre. Hasta que me retorcía y suplicaba y amenazaba
y...
Él tomó los dedos y los llevó a sus labios, y luego más allá, para extenderme para abrirme sólo que
mucho más, para él. Deslicé los nudillos —profundo, tan lista— había estado preparada. Y entonces,
sus ojos nunca dejaron los míos, sacó los dedos de su boca y los lamió limpiándolos.
Se sentía como si algo se rompiera dentro, pero no podía apartar la mirada. Ni siquiera decir más
por favor. Sólo curvar mis dedos en su boca y llegar a él con la mano que no estaba sosteniendo. Me
agarré y tiré sin fuerza real, pero él vino, trepando por mi cuerpo, dejando que su gloriosa cabellera
se arrastrara sobre mí, el sudor pegajoso en mi piel amplificaba la fricción.
Hasta que se colocó en mi contra, sacó mi muslo sobre sus caderas y al suelo, en pequeños
movimientos que me tenían sollozando y parpadeando hacia el techo mientras me había olvidado que
era que, y lo hacía gemir y hablar en mi cuello. Yo no podía entender ni una palabra, ni una palabra,
porque todo a mí alrededor se había —vuelto ruido blanco; el flujo y reflujo de sus movimientos
contraponiéndose con los míos así que sinceramente no podía decir cuáles eran míos y cuáles eran
suyos.
Hasta que él se deslizó dos centímetros y se detuvo.
—¿Q…qué estás haciendo?
—Sólo he hecho esto físicamente una vez, —me dijo él, aparentemente serio. —Quiero recordar
todo, cada movimiento, cada olor, cada suspiro....
Yo gruñí y nos di la vuelta, sentándolo completamente, todo en un solo movimiento, el ardor solo de
la forma que a mí me gustaba. —Créeme. Tú tendrás un montón de recuerdos.
1 Distópica: es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. como una «utopía negativa» donde la realidad transcurre en términos
antitéticos a los de una sociedad ideal
4 NdeT: Formaldehído: Es el metanol (aldehído que procede del metano). Es un gas de olor penetrante, venenoso para las bacterias. Por eso se usa como desinfectante y antiséptico. Se vende con el nombre de formol, que es una disolución de
metanol en agua al 40 %.

8 NdeT: La abreviatura HQ puede referirse a: Headquarters; que significa sede o organización.

9 NdeT: Blue Boy “El joven azul” es una pintura al óleo realizada por Thomas Gainsborough. Quizá la obra más famosa de
Gainsborough, se cree que es un retrato de Jonathan Buttall, hijo de un rico comerciante, aunque esto nunca ha sido demos.

10 NdeT: Sanka es una marca de café instantáneo descafeinado, que se vende en todo el mundo, y fue una de las primeras variedades
descafeinadas.

11 NdeT: Daddy Dearest: que significa “Padre Querido" una analogía usada por Dorina al ser también una serie televisión americana de
1993, comedia donde el protagonista no se lleva bien con su padre.

12 NdeT: Florence Nightingale, fue una enfermera, escritora y estadística británica, considerada una de las pioneras de la enfermería
moderna y creadora del primer modelo conceptual de enfermería.

13 NdeT: Stinky “significa apestoso” es el nombre que le dio Dorina a su protegido mitad Duergar mitad Brownie

14 NdeT: El Duergar se nombran en la mitología nórdica, Los duergar son los enanos de Northumbria; tienen una constitución parecida al
resto de enanos aunque son más delgados y fibrosos, con una marcada musculatura. Su piel es de un tono gris claro u oscuro con ojos
negros. Suelen ser calvos y tener largas barbas y bigotes de color gris. Un brownie/brounie o urisk (en las Tierras bajas Escocia) o
brùnaidh, ùruisg o Gruagach (en gaélico escocés) es una criatura legendaria popular en el folclore alrededor de Escocia y de Inglaterra,
un brownie es similar a un duende. Se dicen que habitan y ayudan en las tareas de la casa. Sin embargo, no les gusta ser vistos y
trabajarán solamente en la noche, tradicionalmente a cambio de pequeños obsequios de comida

15 NdeT: Marina o puerto deportivo.

17 NdeT: Se refiere a un mundo de fantasía.

18 NdeT: Procede del inglés freak, específicamente freaky, que significa raro, extravagante, estrafalario o fanático.

19 NdeT: Propiedad o capacidad de ciertas sustancias y cosas para unirse o fundirse con otras en una sola:
36 NdeT: Gumby : es una figura de arcilla humanoide de jade creado y modelado por Art Clokey. Fue objeto de una serie de 233 episodios de televisión estadounidense que se extendió durante un período de 35 años y una película basada en la
serie.

38 NdeT: SOP: Standard Operationg Procedure, Procedimiento Estándar De Operar

39 NdeT: whoosh: Salir con fuerza

40 NdeT: kerblammy Una explosión asombrosa

44 NdeT: marijuana, marihuana

47 NdeT: sándwich caliente de pan de centeno con carne curada, queso suizo y chucrut

49 NdeT: Little black dress: pequeño vestido negro

50 NdeT: Lady liberty : Se refiere a la Estatua de la Libertad

51 NdeT: doms: dominatrices

52 NdeT: Es la designación de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos para el fusil AR-15

54 NdeT: operaciones especiales

56 NdeT: es una danza de la participación con una melodía distintiva que la acompaña. una danza en círculo con un sincronizado temblor de las extremidades, a su vez, acompañada de una simple canción.

57 NdeT: corte de manga, dedo corazón alzado.

58NdeT: CCTV circuito cerrado de televisión

59 NdeT: masa de agua y cal, y eso o cemento, puesta entre los azulejos

60 NdeT: Banshee: Espíritu femenino del folclore gaélico que gritaba el presagio de la muerte en una familia.
61 NdeT: cooptar: captar la adhesión de alguien

62 NdeT: Se refiere a vampiros de bajo nivel

63 NdeT: Peashooter: se tradujo como “Escupe bolas” a falta de traducción al español, el Peashooter: juguete que consiste en un tubo por el que se sopla con fuerza para lanzar guisantes secos o bolas de papel mojado o de cualquier otro
material sólido o fuertemente comprimido, para hacer blanco en algo o alguien. En este caso se refiere a la Pistola calibre 41 cargada con balas de la Mágnum 44.

65 Caramelo de azúcar con mantequilla

67 Little spoon: Cucharita, se refiere a Dormir abrazados en cucharita.

68 NdeT: Velveeta: sustancia naranja, semisólida que se funde a altas temperaturas y que se usa como sucedáneo de queso

69 NdeT: Salope: Cabrona o puta en francés

70 NdeT: Fuga: Recurso musical, en el que se superponen distintas voces o líneas instrumentales, reiterativas de una melodía en distintas tonalidades

76 NdeT: Sinapsis es una unión intercelular especializada entre neuronas o entre una neurona y una célula efectora (casi siempre glandular o muscular). En estos contactos se lleva a cabo la transmisión del impulso nervioso. La palabra sinapsis
viene de sinapteína, que Sir Charles Scott Sherrington y colaboradores formaron con las palabras griegas sin-, que significa —juntos—, y hapteina, es decir —con firmeza—.

77 NdeT: Cly desdale: raza de caballo. El Cly desdale, es un animal atractivo y fuerte, de temperamento tranquilo y amistoso. En sus orígenes se lo conocía como un caballo de trabajo. Hoy su reputación es de un caballo de exhibición y
concurso. Es un caballo de tiro bello y bien construido, que posee una enorme presencia. No es excesivamente musculoso y un ejemplar perfecto debe dar impresión de gran actividad y fuerza sin ser demasiado corpulento.

80 NdeT: En el original dice: Vamoose, amscray …. Lo que en el inglés urbano se utiliza como salir apresuradamente y ¡Lárgate de aquí!

82 NdeT: Aleación de estaño, cobre, antimonio y plomo, maleable y blando, de color blanco con cierta similitud a la plata.

Sobre la autora

KAREN CHANCE

Esta licenciada en Historia trabajó dos años a Hong Kong como profesora antes de volver a su
Florida natal para dedicarse por entero a la literatura.

Debutó con El aliento de las tinieblas, todo un fenómeno editorial en Estados Unidos, que inaugura la
serie de aventuras de ‘Cassie Palmer’.

Ahora, con el primer libro de la serie de ‘Dorina Basarab’, La hija de la medianoche, la autora
vuelve con la fuerza de siempre, completada con la experiencia acumulada, y nos trae una trepidante
historia de aventuras y romance con una heroína que sorprenderá a todos.
Serie Dorina Basarab

LA HIJA DE LA MEDIANOCHE

KAREN CHANCE

SERIE: DORINA BASARAB #1

Dorina Basarab es una dhampir, medio vampira, medio humana. La


mayoría de los dhampirs tienen una vida corta y muy violenta. Hasta ahora, Dory ha logrado mantener
la cordura descargando su furia en los demonios y los vampiros que merecen morir.

Pero las cosas cambian cuando el padre vampiro de Dory regresa a su vida. Su tío Drácula (sí,
Drácula), el más cruel de los vampiros, ha escapado de prisión; y su padre quiere que Dory trabaje
con el guapísimo maestro vampiro Louis-Cesare para mandarlo de nuevo a la cárcel.

Los vampiros y los dhampirs son enemigos mortales y Dory prefiere trabajar sola. Pero Drácula es lo
único que teme en este mundo, así que cuando tiene que ir en su busca, aceptará toda la ayuda que
pueda obtener...
AMA DE LA MUERTE

KAREN CHANCE

SERIE: DORINA BASARAB #2

Tras la desaparición de su tío Drácula, Dory espera recuperar la paz. Pero recibe dos visitas: una
amiga quiere que la ayude a buscar una reliquia mágica fey y el atractivo vampiro Louis-Cesare está
como loco por encontrar a su antigua amante, Christine.

Cuando el vampiro al que Christine está ligada, el mismo que está en posesión de la reliquia, aparece
muerto, ambos se dan cuenta de lo que hay en juego: alguien se dedica a matar a los miembros del
Senado de los vampiros y quizá ellos sean los siguientes.

BESOS FURIOSOS

KAREN CHANCE:

SERIE: DORINA BASARAB #3

Grupo de traducción VALHALL

Agradecemos a cada una de las participantes en este proyecto, Traductoras, correctoras, traductoras
SOS, Diseñadora, y muy especialmente a Kyra; Gladius; Fangtasy; gracias chicas por todo su trabajo,
por tu tiempo y dedicación, a este proyecto.

Felicitaciones por un excelente trabajo.

Moderadora

Arhiel y Achlys

Traductoras

Kyra; Gladius; Fangtasy; Apollymi; Achlys; Alhana; SYE; Kralice Khalida; Kerstin;
Ophira

Correctoras

Achlys; Iris; Naty: Maxiluna; Nyx; Arhiel; Angel

Correctora General y Recopilacion

Arhiel

Diseño

Red

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