No Me Iré Sin Ti - Tu Amigo de Cuatro Patas - Giovanni Velasco - 2022 - Anna's Archive
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GIOVANNI VELASCO
©NO ME IRÉ SIN TI
Copyright © 2022 Giovanni Velasco
Por Amazon
Mayo de 2022
PARA VIERNEZ
Mi peludo y fiel amigo
CAPÍTULO 1
BIENVENIDOS
SAN MIGUEL
No sé por qué Kristen tuvo que pedir macarrones con queso, si pudo
pedir una pizza de pepperoni o unas costillas de cerdo en salsa barbacoa.
Lamentablemente tuve que comer lo mismo, no quería que pensara que era
un ser carnívoro. Lo que uno hace por amor.
—¿A ti también te gusta los macarrones con queso? —me dijo.
—Me encantan…
—Me traen recuerdos nostálgicos de la niñez. Mamá siempre me los
preparaba cada vez que me sentía triste y eso me animaba.
—Ahora dile a tu mamá que te prepare unos macarrones para la
felicidad.
—No entendí, aunque eso no se va a poder, ella murió…
Demonios, por poco escupo los macarrones, y comencé a toser sin
parar, sentía que me ahogaba.
—Perdón, lo siento… yo no quería…
Ella comenzó a reírse. No le veía la gracia.
—Solo estaba bromeando… Qué ingenuo eres.
Yo también empecé a reírme, por lo que agarré un poco de macarrones
y se lo embarré en la cara, en su risa mordaz.
—¡MALDITO IDIOTA! ¿QUÉ HACES?
Me eché para atrás al ver su furia, creo que no fue buena idea.
—Perdón, yo pensé que…
No sabía que decir, nunca estuve tan avergonzado.
—¿TÚ PENSASTE QUÉ?
—Pensé que estábamos jugando.
—Cuántos años tienes… ¿cinco?
—Traeré algo para limpiarte…
De nuevo Kristen comenzó a reírse, y no paraba de hacerlo. Creo que
volví a caer.
—Eres una desgraciada, lo sabías —le dije, y no pude evitar sonreírle.
—Lo sé…
Después nos besamos bajo la luna. Se oyó muy cursi… Solo nos
besamos.
Sin embargo, no todo era perfecto… Entre Kristen y yo, se interpuso
un fastidioso personaje. Su nombre era Joss, su exnovio, y seguro todavía
pensaba que seguía siendo importante para Kristen, pero probablemente a
ella ya no le interesaba su existencia. Buddy estaba con la lengua floja y
suspendida, señal de que nada estaba mal en nuestro entorno. Hasta que vi a
Joss descender de su camioneta de doscientos mil dólares. Sujetaba en una
de sus manos un bate, al aparecer no venía con buenas intenciones. Buddy
empezó a gruñir, mostrándole los dientes.
—Quédate aquí, no es tu problema —le dije.
Solo era un universitario enfermo de celos, qué podía hacerme.
Además, fui el capitán del equipo de la secundaria y nadie pudo vencerme.
Voltee a ver a Buddy y él me ladeaba la cabeza, como diciéndome: eso no te
ayudara. Si, lo sé… pero no iba a huir como un cobarde.
No contaré la paliza que me propinaron, es desfavorable para mi
imagen de hombre rudo. Solo diré que Buddy por poco le arranca el pene a
Joss, fue una mordida letal. Debo admitir que terminé en el hospital, con
algunas costillas rotas, pero nada grave.
—Buddy me salvo la vida —le dije a Kristen.
—Lo sé, la policía me lo dijo…
—¿Dónde está? ¿Él está bien?
—Está en el auto con tu mamá, esperándote.
Lo que me preocupaba no eran mis costillas rotas, sino la posibilidad
de que me quitaran a Buddy. Las Instituciones de Control Animal eran muy
estrictas por lo que hubo una minuciosa investigación en mi caso, pero todo
indicaba que fue en defensa propia, mi perro solo trataba de defenderme.
Además, descubrieron que Joss sufría de problemas mentales, por lo que, si
Buddy no lo hubiera atacado, probablemente estaría muerto.
Buddy se acomodó en mi cama, mirándome a los ojos mientras lo
acariciaba. No pude evitar que mis ojos se aguaran y uní mi cabeza con la
suya…
—Tú me cuidas, yo te cuido —le dije.
CAPÍTULO 4
ESTÁ SALIENDO
DE SAN MIGUEL
HOSTAL NOVO
No voy a negar que me causa curiosidad saber un poco más sobre esta
fotografía, pero mi objetivo principal es hallar a Buddy lo más rápido
posible. Necesito salir de aquí, pero necesito a Buddy conmigo. Así que
entro a…
CAN TONI
Oculto mi Ford Mustang entre unos arbustos secos que hay al borde de
la carretera, aunque tuve que echar un poco más de maleza para cubrir la
parte superior del auto. Luego de un par de horas de estar caminando, veo
venir un camión de carga de color rojo, por lo que alzo los brazos con
exasperación. Sin embargo, creo que su intención es ignorarme. Cuando
parece que todo está perdido, he suspirado de alivio al ver que el camión de
carga se detiene.
—Para donde se dirige, muchacho —me dice el camionero,
observándome con sus gafas oscuras.
—A San Miguel…
—Suba, lo dejaré cerca.
Mientras el camionero escucha música country, pienso en lo que haré,
al menos tengo un plan, eso creo. Lo primero, descubrir quién está detrás de
la desaparición de Buddy, luego… luego no sé. No hay plan.
De repente, respiro hondo; soy plenamente consciente de que si me
descubre lo empeoraría todo. El camión pasa despacio por el lado de su
coche patrulla estacionado al costado de la carretera, por lo que trato de
ocultarme. De inmediato, miro por el espejo retrovisor y me doy cuenta de
que no está solo, lo acompaña una mujer y su...
—Es un Beagle.
—¿Qué cosa?
—Su perro…
—¿Cuál perro?
—No me haga caso
Vuelvo a respirar hondo, pero esta vez de alivio.
—Noté que te pusiste nervioso al ver al comisario King, espero que no
seas un prófugo de la justicia.
—Espera, ¿el comisario qué…?
—No eres un criminal o algo así…
—No… por supuesto que no. Perdón, ¿cuál es el apellido del
comisario?
—¿Por qué la pregunta?
—Me acaban de robar el auto y supongo que él es la ley de San
Miguel.
—El oficial King es muy eficiente y honorable, te puede ayudar.
—Lo esperaré en la comisaria para darle la descripción de esos
malnacidos.
Recuerdo con una claridad casi perfecta como ese apellido salió en
varias ocasiones de la boca del señor Morris. El doctor King fue el causante
de que asesinaran cruelmente a los perros que habitaban en San Miguel.
Todo es muy extraño, pero inesperadamente, y sin aún entender, tengo
a mi primer sospechoso.
Le ato las manos y los pies con cinta adhesiva, pero la señora King
sigue maldiciéndome y no deja de hablar. Lo más sano para mi tranquilidad
sería taponarle la boca con la cinta, pero todavía no. Creo que estoy
perdiendo mucho tiempo, por eso me inclino hacia delante, luego la levanto
y nuestras caras se topan. De inmediato, puedo oler su aliento por lo que me
doy cuenta de que ha exagerado en su enjuague bucal.
—Lo lamentarás, ya estás muerto —me dice, mirándome a los ojos
con una expresión de odio.
—Cierra la boca, bruja.
—Cuando mi hermano te atrape, te hará picadillo y luego se lo dará a
los perros.
—Lamento haberte dañado la cita con Josiah, creo que hacían una
buena pareja… bueno; aunque algo dispareja.
La mujer me escupe la cara en cuanto se lo dije, y de inmediato, la
suelto.
—Creo que me rompiste un hueso, desgraciado —me dice,
escupiéndome de nuevo.
—Solo fue uno, de los doscientos seis que tienes —le digo, mientras
me limpio la cara con la camiseta—. Así que no llores.
Vuelvo y la levanto, pero esta vez la subo a la vieja camioneta azul que
conducía el mecánico, y por suerte había dejado las llaves en el auto.
—Muy pronto anochecerá y mi hermano se dará cuenta de lo que has
hecho, así que date prisa si quieres ver a tu Buddy vivo por última vez.
—Mejor dime cuál es el camino, y espero que no me mientas o sino
cuando tu hermano se dé cuenta será demasiado tarde, porque encontrará a
su querida hermanita en medio de la carretera con un tiro en la cabeza. Miro
a través del parabrisas mientras conduzco, y noto que el sol ya está casi a
punto de ocultarse en una espesa nube negra. Enseguida niego con la
cabeza, observando a la mujer lucir una amplia sonrisa. Luego me mira
como si supiera algo sobre mí, como si estuviera jugando, como si
tuviéramos una broma privada. Retiro la mirada y me concentro en la
carretera.
—¿Qué te causa tanta gracia? —le digo.
—La forma en cómo vas a morir…
—Ahora resulta que eres vidente.
No oigo lo que me dice porque mi mente ha ido a otro lugar
completamente distinto y ya no presto atención a las palabras que está
diciendo la asesina de perros, sino recordando cuando Buddy y yo no
quedamos solos en casa escuchando Rude. Decidí hacer la cena mientras
agarraba sus patas delanteras y bailábamos por toda la casa. Jugábamos a
las escondidas, pero Buddy tenía la mágica habilidad de encontrarme tan
rápido, que tuve que decirle que estaba haciendo trampa, pues yo no poseía
su gran olfato. De repente, vuelvo a oír risas, o quizá sea un grito.
—¡Oye, imbécil! ¡Es ahí! —me dice.
Detengo la camioneta y mi corazón me late a toda velocidad, no puedo
creer que este tan cerca de encontrarme con Buddy. Me presiono las
cuencas de los ojos con las palmas de las manos para reprimir las lágrimas e
intento concentrarme, porque no sé con qué me encontraré después de que
ponga un pie fuera del auto.
—Te recuerdo que el señor Smith fue un gran cazador, y si fuera tú,
tendría mucho cuidado. No vaya que inesperadamente una bala atraviese tu
maldito cráneo.
—¿Cazador?
—Y de los buenos. Muchas cabezas de animales decoran su casa.
—No intentes nada, voy a entrar…
Por si las dudas, le cubro la boca con la cinta adhesiva. No vaya a
ponerse histérica.
—Ya, no quiero que hables —le digo.
Es una elegante casa de madera, y parece muy cómoda, rodeada de un
espeso bosque, además, tiene una vista para ver pasar la tarde, pero que me
importa la casa y cargo la escopeta. Seguro que detrás de esa puerta no hay
nada bueno, pues alguien que compra perros para hacerles daño, debe ser
alguien que está mal de la cabeza.
Siento un poco de desconfianza al ver la puerta entreabierta, pero sin
dudar entro a la casa. Solo se oye el silencio, y el corazón sigue latiéndome
con fuerza, debe ser la adrenalina. En efecto, hay muchas cabezas de
animales: cebras, venados, lobos, coyotes, zorros, leones y no sigo, porque
siento las pulsaciones del flujo sanguíneo en la cabeza de observar tanta
crueldad, sin duda, estoy ante un psicópata que mata por placer.
Desde aquí puedo ver el jardín trasero, pero de pronto, llegan a mis
oídos ladridos. Pienso en Buddy, no he podido pensar en otra cosa. Necesito
verlo… Así pues, por más peligrosa y temeraria que sea, me dirijo hacia los
ladridos.
—Bienvenido a mi casa, muchacho —oigo una voz detrás de mí.
—No me haga nada, solo vengo por mi perro —le digo.
—Vaya, por fin encontró a su desagradable animal.
Mantengo la mirada al piso y respiro lentamente mientras intento
desentrañar ese tono de voz, pues creo reconocerla.
—Deja el arma en el suelo.
Lo obedezco, de lo contrario, me considerará una amenaza.
—Camina… ¡Muévete!
Temo decir algo equivocado o que se me escape algún movimiento
indebido. Así que camino despacio.
—Solo quiero irme con mi perro… le doy dos mil dólares por él.
—Camina, no hables.
No he levantado la cabeza en ningún momento, pensando en cómo
escaparme de esto, aunque no sé por qué me está llevando hacia el jardín
trasero. Mi respiración se va volviendo cada vez más rápida, como si el aire
pareciera escasear en la sala de estar, pues no puedo evitar tener la
sensación de que no me llegara suficiente oxígeno a los pulmones.
—¿Para dónde me llevas?
—Acaso no quieres ver a tu perro…
Veo que tiene un amplio patio trasero rodeado de un verdoso bosque,
aunque por qué diablos estoy viendo su enorme jardín, si lo que quiero
saber es quién está detrás de mí, pero lo único que puedo ver es una sombra
que avanza con la mía, una silueta no tan alta de movimientos lánguidos y
desgarbados.
—Señora King, traiga a ese maldito perro.
Han desatado a la desagradable mujer, ahora sí estoy en problemas.
—Será un placer —me dice con una sonrisa.
Al parecer se dirige hacia aquel granero de madera de color rojo, es
allí donde provienen los ladridos desesperados. Necesito saber de una vez
quien está detrás de mí, así que giro la mirada ágilmente sin que él lo
esperara, encontrándome con su rostro y un escalofrío ha recorrido toda mi
columna vertebral...
—¿Es usted?
—Me alegra verte de nuevo, muchacho.
Cómo es posible, alguien que irradia una paciente amabilidad; aunque
puede que alguien inocente, confiado o simplemente sin experiencia no sea
capaz de ver más allá de eso y advertir que detrás de esa tranquilidad se
esconde un lobo.
—¿Por qué no tiene puesto sus pantalones de gatos? —le digo, al
observar que viste ropa de color verde.
—No sabía que te gustaran tanto mis pantalones.
Cuando deja a la vista los dientes porque comienza a reírse, se puede
percibir el asesino que hay en él. Se me ha hecho un nudo en el estómago,
el pulso se me ha vuelto a acelerar pues no podía soportar la idea de que un
simple anciano fuera un maldito lunático.
—Te voy a mostrar algo —me dice, apuntándome con su fusil M40.
La frialdad con la que me trata seguro es porque piensa asesinarme en
un lugar más apartado, pero me detengo, pues había dicho que traerían a
Boddy. Entonces permanezco un momento quieto…
—¿Por qué te detienes? —me dice.
—¿Dónde está Boddy?
—Ya, lo verás. No hay prisa. ¡CAMINA!
Voy pensando con la mirada puesta en el césped cuando paso al borde
de un…
—¡Quieto! —me dice.
Levanto la mirada, solo es un lago. Al parecer es lo que quiere que
vea, aunque no es muy grande, pero al parecer las aguas son algo negruzcas
y profundas.
—¿Por qué me traes aquí? —le digo— ¿Me vas a enseñar a pescar?
—Muy gracioso, pero ya te darás cuenta…
Se oyen los ruidos de los pájaros, y soy incapaz de hablar ante la
sonrisa estúpida del anciano, por lo que permanezco en silencio, sin saber
qué hacer, como un inútil. Hasta que de repente oigo un leve ladrido, y
vuelvo en mí. Dejo de mirar aquel fusil que no deja de señalarme, no sé si
lo que estoy viendo es real o no, imaginación o recuerdo. Cierro los ojos
con fuerza e intento volver a ver para saber que no se trata de un espejismo,
y no lo es… Es Buddy, mi Buddy.
Sin importarme nada, salgo tras Buddy; pero el maldito anciano golpea
mi rostro con la culata del fusil, por lo que caigo al suelo, quedando algo
aturdido. Me levanto, y me doy cuenta de que comienzo a sangrar por la
nariz.
—¿Deja que lo abrace? —le digo, casi que le ruego.
—Claro, que no. ¡ATRÁS!
—Por favor…
—La piedad no va conmigo.
Al verlo tengo la sensación de que Buddy ya no es el mismo, ya su
cola no está levantada como siempre, sino que la tiene escondida entre sus
patas. Cada vez que se acerca comienzo a oprimir mis lágrimas, pues quiero
tenerlo entre mis brazos. Además, noto que cojea y tiene su pelaje sucio y
desgastado. La mujer ha rodeado su cuello con una cadena oxidada, y lo
hala de una manera violenta mientras se ubica al lado del anciano.
—Que desagradable huele este animal —dice la mujer— ¿Por qué no
los matas de una vez? Quiero irme a descansar.
—No sea tan ansiosa, señora King.
Me siento fatal al verlo en ese estado, así que me arrodillo
queriéndome aproximar. Su hocico está a unos escasos metros de mi cara;
pero el anciano me aparta con su bota. Quisiera tumbarme a su lado hasta
quedarnos dormidos, sin embargo, la realidad es otra…
—Levántate imbécil —me dice el anciano.
—Buddy, soy yo… ¿No me recuerdas?
Buddy levanta lentamente la mirada al escuchar mi voz, y sus ojos que
parecen dos canicas ya no tienen ese brillo intenso con que me miraban.
Mueve sus orificios nasales e intenta acercarse, y de repente, empieza a tirar
más fuerte de la cuerda acompañado de quejidos y leves aullidos de alegría.
Entonces es cuando me doy cuenta de que ya sabe quién soy, y quiere estar
a mi lado para acariciarme con su lengua y darme su habitual baño de
babas. Anhelo abrazarlo y escuchar los latidos de su corazón; pero el
desgraciado anciano golpea sus costillas con la culata del fusil para que no
siguiera moviéndose e intentara venir hacia mí.
—¡No lo golpees, infeliz!
—Qué más da, si va a morir.
—Tranquilo Buddy, esto acabara pronto e iremos a casa y comeremos
la mejor pizza del mundo.
—Algo si comparto contigo, esto acabará pronto.
CAPÍTULO 10