Tarea Academica 2 - Transacción

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FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA DE DERECHO

ÁREA CURRICULAR “DERECHO DE OBLIGACIONES”

TEMA:

TRANSACCIÓN

INTEGRANTES:

RENTERÍA FERNÁNDEZ GIUSTINA FIORELLA

DOCENTE
JAVIER ARMANDO URDAY FERNANDEZ

CHICLAYO-PERÚ
2023

1
INTRODUCCIÓN .............................................................................................................. 3

TRANSACCIÓN ................................................................................................................ 4

1. DEFINICIÓN ...................................................................................................... 4

2. LA TRANSACCIÓN EN EL DERECHO COMPARADO ..................................... 5

3. CARACTERISTICAS ......................................................................................... 8

4. CLASES DE LA TRANSACCIÓN .................................................................... 13

5. REQUISITOS DE LA TRANSACCIÓN............................................................. 14

6. LA SUPUESTA NECESIDAD DE QUE LA TRANSACCIÓN CONTENGA


RENUNCIA EXPRESA DE CUALQUIER ACCIÓN FUTURA .................................................. 14

7. FORMA DE LA TRANSACCIÓN ...................................................................... 16

8. DERECHOS SUSCEPTIBLES DE TRANSACCION ........................................ 17

9. NULIDAD Y ANULABILIDAD DE LA TRANSACCION ..................................... 18

10. TRANSACCIÓN SOBRE RESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DE


DELITO 20

11. TRANSACCIÓN EFECTUADA POR REPRESENTANTES LEGALES DE


AUSENTES O INCAPACES …………………………………………………………
…………………………………………………………………………………………………..............21

CONCLUSIÓN ................................................................................................................ 24

REFERENCIAS BIBLIORAFICAS .................................................................................. 25

2
INTRODUCCIÓN

El presente trabajo trata de la transacción en el Perú, la cual según diversos autores es un mecanismo

utilizado por las partes involucradas en un litigio como una forma de poner fin a la controversia fuera de

los tribunales. La transacción se puede realizar en cualquier momento del proceso y puede tener

diferentes formas, como el pago de una suma de dinero, la entrega de un bien o la realización de una

determinada acción. Se encuentra regulado en el articulo 1302, el cual lo define como aquel medio por

el cual las partes resuelven un asunto dudoso o litigioso, haciéndose concesiones recíprocas. Esta, sin

embargo, es una noción restringida de la transacción, que, en su acepción más amplia, puede ser

entendida como un negocio o acuerdo entre las partes.

Por otro lado, La transacción puede ser judicial o extrajudicial. La primera, que versa sobre asuntos

litigiosos, no genera controversia en tanto es el acto por el cual las partes ponen fin a un litigio, que

tendría que ser homologado por el juez o tribunal arbitral para que goce del carácter de título ejecutivo.

Por su parte, la segunda, en la que nos centraremos en el presente trabajo, busca prevenir que se

llegue a sede judicial o arbitral y se incurra en todos los costos que esta implica; en otras palabras, la

transacción extrajudicial es aquella por la cual las partes resuelven sus pretensiones sin necesidad de

acudir al juez.

Por ultimo, a diferencia de los demás medios de extinción de obligaciones, la transacción, puede crear

o modificar nuevas obligaciones, incluso a través de nuevos negocios jurídicos. Asimismo, puede

incluirse dentro de los acuerdos materias externas a la relación jurídica inicial, siempre y cuando sean

disponibles, sea por voluntad de las partes, y sirva para resolver controversias.

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TRANSACCIÓN

1. DEFINICIÓN

La Real Academia de la Lengua Española define el término transacción como aquel trato, convenio o

negocio. En otras palabras, como aquella acción y efecto de transigir. Este último término es entendido

como “consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero, a fin de acabar con una

diferencia. Sin embargo, otra acepción lo define como “ajustar algún punto dudoso o litigioso,

conviniendo las partes voluntariamente en algún medio que componga y parta la diferencia de la

disputa. Como es lógico las definiciones brindadas por dicha enciclopedia son correctas. No obstante,

la que se adecúa mejor al concepto de transacción en nuestro ordenamiento jurídico es la segunda.

Toda vez que, consideramos a la transacción como un medio eficaz de solucionar conflictos de manera

sencilla, mediante la cual, las partes auto componen sus diferencias, a través de concesiones

recíprocas, con ahorro de tiempo y gastos, aliviando la carga procesal. En otras palabras, es uno de

los mecanismos ágiles de solución de conflictos, cuya finalidad está orientada a resolver un conflicto

por las propias partes mediante concesiones recíprocas. Todo ello en virtud, a que siendo las partes

quienes conocen mejor la situación controvertida, son ellas las llamadas a dar solución al conflicto,

resultando más beneficioso y productivo, que la intervención de un tercero que no conoce de los

hechos que suscitaron la discusión y que, podría dar una solución que beneficie sólo a una de las

partes, perjudicando o desfavoreciendo a la otra.

Por otro lado, el artículo 1302 del código civil indica lo siguiente:

Por la transacción las partes, haciéndose concesiones recíprocas, deciden sobre algún

asunto dudoso o litigioso, evitando el pleito que podría promoverse o finalizando el que

está iniciado. Con las concesiones recíprocas, también se pueden crear, regular,

modificar o extinguir relaciones diversas de aquellas que han constituido objeto de

controversia entre las partes. La transacción tiene valor de cosa juzgada.

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Este articulo lo define como aquel medio por el cual las partes resuelven un asunto dudoso o litigioso,

haciéndose concesiones recíprocas. Esta, sin embargo, es una noción restringida de la transacción,

que, en su acepción más amplia, puede ser entendida como un negocio o acuerdo entre las partes

Walter Vásquez, señala que el carácter contractual de la transacción es una constante, mientras que

su naturaleza como modo de extinción de las obligaciones no es de carácter constante, concluyendo

así en su naturaleza contractual. Por otra parte, para Raúl Ferrero Costa indica que la transacción es

un “acuerdo mediante el cual las partes, haciéndose concesiones recíprocas sobre algún asunto

dudoso o litigioso, lo resuelven haciendo innecesaria la intervención judicial que podría promoverse o

finalizando la ya iniciada”.

2. LA TRANSACCIÓN EN EL DERECHO COMPARADO

En el derecho comparado, por su parte, también se tiene la visión contractualista de la transacción.

Para una doctrina italiana, cuando surgen conflictos de intereses entre dos o más sujetos, que pueden

desembocar, o ya lo han hecho, en una litis judicial, la ley atribuye a las partes mismas la posibilidad

de poner fin a la discrepancia con un contrato que contemple recíprocas concesiones y que, por medio

de éstas, formule un punto de encuentro de las pretensiones respectivas, en cuyo ámbito los intereses

de las partes dejen de contrastar y encuentren una, si bien parcial, satisfacción. (Miccio, 2007, p. 453)

En un aspecto elemental, y del todo general, la transacción no se diferencia de todo otro contrato,

porque ella también constituye un medio de reglamentación de determinadas relaciones jurídicas,

atribuido por la ley a la autonomía privada en relación con aquellos derechos de los cuales los sujetos

pueden disponer válidamente. Sin embargo, con un examen más atento, no es difícil percatarse de

que frente al objeto normal de los contratos, la transacción presenta una diferencia: ella constituye una

reglamentación de segundo grado, un régimen ulterior de relaciones o situaciones ya existentes, y que

han dado lugar al conflicto ya descrito.

La autonomía de los particulares ejerce en la transacción, entonces, un poder modificativo de la

situación preexistente, a fin de eliminar los conflictos en mención. Empero, y según la ley, dicho poder

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es ejercido sólo en una dirección determinada, es decir, hallando un punto de encuentro, a medio

camino, entre las pretensiones opuestas de las partes.

Estima esta doctrina italiana, que en la transacción el acuerdo celebrado entre las partes está

encaminado a modificar una situación preexistente pero esta modificación solo puede tener como

objetivo poner fin a una discrepancia surgida entre las partes. Objetivo único que lo diferenciaría de los

contratos en general, constituyendo por ello una reglamentación de segundo grado.

Según otra doctrina del mismo país, en lugar de confiar en el juez estatal o en un árbitro, para la

solución del pleito, las partes renuncian cada una, a algo de sus pretensiones originales, y componen

la litis mediante un acto que es expresión de la autonomía de los particulares, el cual tiene la misma

eficacia extintiva (de la litis) que una sentencia devenida cosa juzgada. Con la celebración del contrato

de transacción, cada parte manifiesta que prefiere una solución (tal vez no plenamente satisfactoria,

pero) cierta, y no un juicio, cuyo resultado podría serles desfavorable, además de lejano en el tiempo,

y cargado de gastos y fastidios. (Bonilini, 2007, p. 461)

De acuerdo con este otro sector de la doctrina italiana, la transacción reduciría los “costos de

transacción” (tiempo y dinero) en los que incurrirían las partes de llevar su pleito a instancias judiciales

o arbitrales y si bien el hacerse concesiones recíprocas implica el no satisfacer al 100% sus respectivas

pretensiones, más oneroso e ineficiente podría resultar el prolongar y ventilar la discusión ante un juez

o árbitro sumándose a ello el riesgo de ser vencido en alguna de las sedes mencionadas.

Pontes de Miranda ya advirtió, en primer lugar, que la transacción extingue una incertidumbre, una

controversia, una disputa obligacional, y no necesariamente la obligación en sí misma, que puede

mantenerse sin la inseguridad que anteriormente la amenazaba. En segundo lugar, observó que, en

sus concesiones recíprocas, para resolver una incertidumbre obligacional, las partes, en realidad,

siempre actuaban para modificar una situación jurídica, de modo que en el mundo jurídico siempre se

aumentaba algo para eliminar la disputa. Por lo tanto, se admite que la transacción está configurada

como un verdadero contrato, en el que las partes acuerdan sobre un objeto determinado cambiando

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el status jurídico anterior para eliminar una incertidumbre obligacional, incluida la transmisión de

derechos, incluso reales.

En cualquier caso, agrega, nunca hubo dudas de que la transacción constituyese un negocio jurídico

bilateral, cuyo propósito es prevenir o eliminar una incertidumbre obligacional, es decir, una

controversia, una duda que las partes hayan vinculado a una obligación, que resuelven mediante

concesiones recíprocas y mutuas. (Bdine, 2010, p. 856)

Sostiene esta doctrina brasileña que la transacción es un negocio jurídico bilateral que modifica una

situación jurídica anterior con la finalidad de prevenir o eliminar una incertidumbre jurídica a través de

las concesiones recíprocas más que perseguir la extinción de la obligación misma.

Autorizada doctrina nacional concibe a la transacción como un medio extintivo de las obligaciones muy

especial, pues se trata de un acto jurídico, un contrato, cuyo objetivo fundamental es lograr que un

problema se solucione. Tal problema puede tener como origen un conflicto nacido de una relación

contractual o de una relación obligacional; aunque puede que su fuente sea otra. Conforme se

encuentra regulada en el Código, la transacción no es la solución de cualquier problema, es la solución

de un asunto que debe tener carácter dudoso o litigioso. (Castillo, 2018, p. 135)

Por ejemplo, vendido un automóvil, se discute si determinados aparatos electrónicos instalados en el

mismo estaban o no incluidos en la venta. Si las partes acuerdan que el comprador se queda con los

accesorios pagando al vendedor una cantidad inferior a su valor, estamos ante un contrato de

transacción: el vendedor ha cedido los aparatos electrónicos muebles que, según él, le correspondían

porque no los había vendido; y el comprador ha cedido una cantidad de dinero que, según él, no le

correspondía pagar. (Arnau, 2009, p. 346)

Si bien casi todas las legislaciones la contemplan y su utilidad es evidente, no faltan autores que

califican a la transacción como inmoral, ya que los poderosos se aprovechan de su posición y del miedo

que se tiene a los juicios para imponer sus condiciones y lograr ventajas. (Escobar, 1997, p. 493)

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3. CARACTERISTICAS

3.1. ASUNTO DUDOSO O LITIGIOSO

En realidad, la definición de un asunto dudoso es sencilla. Un asunto resulta dudoso cuando es

susceptible de más de una interpretación que lleve a soluciones jurídicas distintas y por lo cual

podría suscitarse una controversia judicial o extrajudicial. Por tanto, el que un asunto sea dudoso

no es obstáculo para que sea litigioso, ya que puede revestir ambas características. Basta, en

consecuencia, que el asunto sea dudoso, sin que sea necesariamente litigioso. De mantenerse la

duda, no es difícil que devengue en un asunto litigioso. En efecto, puesto que la transacción puede

recaer sobre derechos y obligaciones meramente dudosos, no hace falta que haya pleito

pendiente, sino que se dé el elemento de incertidumbre en la relación jurídica entre las partes.

Entonces las partes, si así libremente lo desean, pueden prevenir el eventual litigio por medio de

la transacción. (Osterling y Castillo, 2008, p. 781)

En otras palabras, un asunto dudoso es aquel que aún no ha sido llevado a sede judicial o arbitral

y sobre el cual no se tiene una opinión clara sino dividida y con varias posiciones al respecto. Aquí

la transacción evitaría que este asunto dudoso llegue a oídos del juez o árbitro.

Para la existencia del litigio es necesario que al menos la demanda se haya interpuesto y que haya

sido contestada, es decir, que la litis se encuentre trabada. En el caso de la transacción esto no

es necesario. Puede existir un pleito pendiente, o tan sólo una demanda interpuesta, o inclusive

que ningún paso se haya dado por las partes para iniciar proceso alguno, pero si el asunto pudiera

ser materia de proceso (y no meramente dudoso), ya encaja dentro del concepto de asunto

litigioso, como complemento a los asuntos meramente dudosos. De esa forma no queda ningún

aspecto que produzca incertidumbre o malestar a las partes que les imposibilite transigir. (Osterling

Parodi y Castillo Freyre, 2008, p. 783)

En otras palabras, un asunto litigioso será aquel que aun ha no sido llevado a sede judicial o

arbitral pero que potencialmente pueda ser materia de proceso. Aquí la transacción evitaría que

este asunto litigioso llegue a oídos del juez o árbitro.

3.2. CONCESIONES RECÍPROCAS

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La valoración de las concesiones es realizada por las propias partes. Por otro lado, la ley no exige

que las concesiones mutuas sean de igual valor; la exigencia en una transacción es que haya

concesiones recíprocas, no siendo relevante el que una de las partes transija (o ceda) más o

menos que la otra. Basta que cada una lo haga voluntaria y espontáneamente, con la finalidad de

dar por terminado el conflicto y evitar el litigio que podría promoverse o terminar el ya iniciado. En

ese sentido, la transacción no necesariamente va a recaer en un punto medio, equidistante de las

posiciones de origen de las partes. (Osterling y Castillo, 2008, p. 784)

En estricto y en definitiva, lo importante no es que ella recaiga en un punto medio, sino que ella

recaiga en un punto intermedio acordado por las partes. Lo relevante, entonces, es que se ceda

en algo con respecto al otro, no importando que aquello que se cede sea de la misma magnitud

que lo que cedió la parte contraria. (Ídem)

En otras palabras, las concesiones recíprocas implican que las partes deban ceder en sus

pretensiones originales por lo que en ningún caso verán satisfechos sus intereses al 100%. Siendo

irrelevante que una ceda más o menos que la otra en tanto y en cuanto ambas hayan estado de

acuerdo en lo cedido aun así lo cedido por una no sea equivalente a lo cedido por la otra.

3.3. ACTO FORMAL

De acuerdo al artículo 1304 del Código Civil (en adelante CC).

“La transacción debe hacerse por escrito, bajo sanción de nulidad, o por petición al juez que

conoce el litigio.”

La transacción como negocio jurídico bilateral requiere para su validez la forma escrita bajo

sanción de nulidad, es decir, si este negocio es celebrado sin respetar dicha forma impuesta por

ley será reputado nulo. No cabiendo duda entonces de que se trata de un negocio jurídico cuya

forma es ad solemnitatem.

El Código Civil de 1936 prescribía que la transacción debía constar por escritura pública. El Código

de 1984 eliminó este requisito porque se entendió que el mismo desalentaba su celebración, en la

medida en que no todas las transacciones recaen sobre materias de importancia patrimonial. El

legislador de 1984 comprendió que existen casos en los cuales los costos de celebrar la

transacción por escritura pública superarían el monto que constituye materia de la propia

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transacción. De aquí que optara por exigir sólo que aquélla conste por escrito. (Osterling y Castillo,

2008, p. 785)

3.4. SUPUESTO VALOR DE COSA JUZGADA

La última parte del artículo 1302 del Código Civil señala:

“La transacción tiene valor de cosa juzgada.”

¿Que es lo que debemos entender por cosa juzgada? A decir del artículo 123 de nuestro Código

Procesal Civil (en adelante CPC):

Una resolución adquiere la autoridad de cosa juzgada cuando:

1.- No proceden contra ella otros medios impugnatorios que los ya resueltos

2.- Las partes renuncian expresamente a interponer medios impugnatorios o dejan

transcurrir los plazos sin formularlos.

La cosa juzgada sólo alcanza a las partes y a quienes de ellas deriven sus derechos. Sin

embargo, se puede extender a los terceros cuyos derechos dependen de los de las partes

o a los terceros de cuyos derechos dependen los de las partes, si hubieran sido citados

con la demanda.

La resolución que adquiere la autoridad de cosa juzgada es inmutable, sin perjuicio de lo

dispuesto en los Artículos 178 y 407.

Es decir, en contra de la transacción celebrada entre las partes no procede ningún medio

impugnatorio ya que ellas al celebrar dicho negocio jurídico habrían renunciado expresamente a

interponerlos.

Asimismo, este artículo del CPC resulta de ineludible interpretación sistemática con el 1303 del

CC el cual reza:

“La transacción debe contener la renuncia de las partes a cualquier acción que tenga una

contra otra sobre el objeto de dicha transacción.”

Esto es, las partes luego de haber evitado el posible litigio, o dado por terminado el litigio que

venían siguiendo a través de la transacción, están vedados de ventilar el pleito ante instancias

judiciales o arbitrales. Ya que teniendo este negocio jurídico celebrado (transacción) la calidad de

cosa juzgada, lo decidido en él resulta inmutable.

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No obstante, lo expresado, advierte una autorizada doctrina nacional que la expresión «cosa

juzgada» es de orden procesal; sin embargo, el Código Civil, en materia de transacción

extrajudicial, no la utiliza en su sentido más estricto. El carácter de cosa juzgada de la transacción

extrajudicial se encuentra fundado en que ella es irrevisable, esto es, se basa en el hecho de que

lo acordado por las partes, lo transigido por ellas, no puede ser revisado. Sin perjuicio de aquello,

lo cierto es que en tanto la transacción extrajudicial es en definitiva un acto jurídico común y

corriente, resulta susceptible de ser atacado si adolece de algún vicio. (Osterling Parodi y Castillo

Freyre, 2008, p. 785)

Así, como cualquier acto jurídico, contra la transacción extrajudicial se puede interponer una acción

de nulidad. Igualmente, al ser también un contrato, es posible que una de las partes solicite, de

existir una causal que lo justifique, su rescisión o su resolución. Una transacción extrajudicial bien

podría resolverse ante el incumplimiento de lo pactado, y es que, cuando se transa, además de

ponerse punto final a los problemas pendientes en relación a la materia objeto de la transacción,

usualmente se generan nuevas obligaciones que deben ser asumidas por una de las partes o por

todas. (Ibídem, p. 786)

Efectivamente, al ser la transacción un contrato y también un negocio jurídico (bilateral) es

susceptible de ser atacado por las causales de nulidad, de anulabilidad, por resolución y por

rescisión.

3.5. LA TRANSACCIÓN COMO ACTO COMPLEJO

El segundo párrafo del artículo 1302 expresa:

“Con las concesiones recíprocas, también se pueden crear, regular, modificar o extinguir

relaciones diversas de aquellas que han constituido objeto de controversia entre las

partes.”

La posibilidad de que con la transacción se creen, regulen, modifiquen o extingan relaciones

jurídicas diversas de aquellas que han constituido objeto de controversia entre las partes, significa

que la ley les otorga la suficiente flexibilidad requerida a fin de que solucionen sus controversias o

problemas entre ellas mismas. El Derecho es consciente de que con frecuencia las partes no van

a poder llegar a solucionar sus problemas recurriendo únicamente a aquellos elementos que

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constituyen el objeto de la controversia, pues el margen de acción podría resultar reducido.

(Osterling y Castillo, 2008, p. 787)

Entonces, dentro de una transacción podemos encontrar diversas figuras extintivas, como la

compensación, la novación, la condonación, todo ello, evidentemente, dentro de un marco

contractual que a su vez crea nuevas obligaciones. La transacción engloba, pues, una serie de

actos, siendo ante todo un contrato cuyo objeto es solucionar dificultades que han emergido de

una relación jurídica obligacional preexistente, es decir, extinguir (por medio de las concesiones

recíprocas) las obligaciones materia de conflicto. (Ídem)

Es decir, dentro de la transacción no solo se podrían encontrar otras figuras extintivas distintas al

pago, sino que también podrían surgir de ella nuevas obligaciones. Las cuales de resultar

incumplidas habilitarían al acreedor a demandar su resarcimiento ya sea en la vía contractual o

extracontractual. Aplicándose las reglas relativas a las obligaciones, los contratos y la

responsabilidad civil.

3.6. CAPACIDAD PARA TRANSIGIR

De conformidad con el artículo 3 de nuestro Código Civil:

“Toda persona tiene capacidad jurídica para el goce y ejercicio de sus derechos. La

capacidad de ejercicio solo puede ser restringida por ley. Las personas con discapacidad

tienen capacidad de ejercicio en igualdad de condiciones en todos los aspectos de la

vida.”

De acuerdo con el artículo 42 de nuestro Código Civil:

“Toda persona mayor de dieciocho años tiene plena capacidad de ejercicio. Esto incluye

a todas las personas con discapacidad, en igualdad de condiciones con las demás y en

todos los aspectos de la vida, independientemente de si usan o requieren de ajustes

razonables o apoyos para la manifestación de su voluntad. Excepcionalmente tienen

plena capacidad de ejercicio los mayores de catorce años y menores de dieciocho años

que contraigan matrimonio, o quienes ejerciten la paternidad.”

El ordenamiento jurídico nos concede a todos, sin distinción alguna, desde que nacemos la

personalidad jurídica, es decir, la aptitud e idoneidad para ser titulares de situaciones jurídicas

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subjetivas como los derechos y las obligaciones (capacidad de goce). Sin embargo, lo que sufre

restricciones o limitaciones es la capacidad de ejercicio, o sea, la aptitud e idoneidad para ejercer

autónomamente esos derechos y contraer, de la misma manera, obligaciones. No cabe duda que

al momento de crear, regular, modificar o extinguir obligaciones tiene que estar presente la

capacidad de ejercicio de lo contrario el negocio jurídico celebrado resultaría nulo por carecer de

uno de sus elementos esenciales: “el agente capaz”. En el caso materia de análisis tiene que

presentarse la capacidad de contratar o sea contar un agente capaz que puede celebrar contratos,

disponer de derechos y contraer obligaciones.

Ciertamente sólo puede transigir quien puede disponer de los objetos de la transacción. Entonces,

la persona con plena capacidad sobre los bienes comprendidos en la transacción es quien puede

realizar los actos de disposición correspondientes. Esta capacidad se traduce en aptitud para

desprenderse, gravar, limitar o modificar los derechos comprendidos en la transacción. Se ha

manifestado que la transacción es un acto complejo y por ello señalado que comprende

concesiones recíprocas de diversa y variada índole (en cada una de las cuales puede haber un

desprendimiento, una renuncia, o una limitación a un derecho), por lo que se deberá analizar la

capacidad en función del acto en sí mismo, así como en torno a los bienes que abarca la

transacción respecto a los cuales se harán concesiones (es decir, enajenaciones). (Osterling y

Castillo, 2008, p. 788)

Entonces, la capacidad de disposición de los bienes comprendidos en la transacción se refiere a

cada uno de ellos en forma individual y autónoma, siendo nula la transacción si una de las partes

no podía disponer de alguno de dichos bienes. (Ídem)

4. CLASES DE LA TRANSACCIÓN

La transacción como acuerdo de voluntades admite dos clases: judicial y extrajudicial.


4.1. TRANSACCIÓN JUDICIAL
Es aquella llevada a cabo dentro de un proceso judicial, en pleno litigio o controversia puesta
en conocimiento del órgano jurisdiccional para decidir sobre el conflicto sin esperar la
sentencia. Esta transacción, por lo tanto, debe ser homologada (aprobada, confirmada) por el
juez que conoce la causa concluyéndose el asunto litigioso. Así lo dispone el Art. 1312º C.C.
al prescribir: “La transacción judicial se ejecuta de la misma manera que la sentencia y la

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extrajudicial, en la vía ejecutiva.” y el Art. 337º del C.P.C: "El Juez aprueba la transacción
siempre que contenga concesiones recíprocas, verse sobre derechos patrimoniales y no
afecte el orden público o las buenas costumbres, y declara concluido el proceso si alcanza la
totalidad de las pretensiones propuestas. (...)."
4.2. TRANSACCIÓN EXTRAJUDICIAL
Es aquella producida antes o fuera del litigio judicial, precisamente, su importancia radica para
evitar el pleito a promoverse. En gestión paralela al pleito puede darse la posibilidad de una
transacción extrajudicial, si producida extra proceso, abandonan posteriormente el litigio o
también se presentan mutuos desistimientos.
En la transacción judicial hay homologación del juez que conoce su causa (litigio) y en la
transacción extrajudicial no hay homologación del juez (extra proceso) pero los efectos son
idénticos, siendo iguales las reglas. La transacción extrajudicial es un título ejecutivo (Art. 688º
C.P.C.) y se promueve a través del Proceso Único de Ejecución (Decreto Legislativo 1069º).

5. REQUISITOS DE LA TRANSACCIÓN

Andres Cusi(2019), indica los siguientes requisitos:


• Las partes deben tener plena capacidad de goce y de ejercicio, o estar debidamente
autorizadas por autoridad judicial competente.
• Es bilateral y onerosa. Las partes se hacen concesiones reciprocas sobre asuntos
dudosos o litigiosos (presentes o futuros).
• La renuncia de las partes a cualquier acción que tenga una contra la otra sobre el objeto
de dicha transacción.
• Debe hacerse por escrito, bajo sanción de nulidad y contener los mismos elementos del
acto jurídico (Art. 140º C.C.).
• Sólo los derechos patrimoniales pueden ser objeto de transacción.
• La transacción es indivisible. La nulidad de una de las estipulaciones determina la nulidad
de la transacción.

6. LA SUPUESTA NECESIDAD DE QUE LA TRANSACCIÓN CONTENGA RENUNCIA EXPRESA DE


CUALQUIER ACCIÓN FUTURA

El artículo 1303 del Código Civil nuevamente deja en claro la relevancia del elemento reciprocidad

en esta figura extintiva. Ambas partes se hacen concesiones recíprocas y renuncian a cualquier

acción sobre el objeto de la transacción. Se trata de una renuncia recíproca, esencial para la

existencia de la transacción. Ambas partes deben perder algo y ganar algo con la pérdida de la

otra y, por último, ambas renuncian expresamente a accionar en contra de la otra respecto al punto

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materia de la transacción. La onerosidad y bilateralidad (sinalagma) se encuentran presentes

como elemento eje de este acto.

El texto del referido artículo es el siguiente:

Artículo 1303.- «La transacción debe contener la renuncia de las partes a cualquier acción

que tenga una contra otra sobre el objeto de dicha transacción».

Ahora bien, el sentido del artículo bajo comentario resulta evidente, tomando como punto de

partida la finalidad de la transacción, su razón de ser, la misma que consiste en no reabrir el asunto

que dejó de ser controvertido, dudoso o litigioso o terminar el pleito judicial en curso o evitar iniciar

uno. La eficiencia y practicidad, que constituyen las ventajas de la transacción, giran alrededor de

esta economía en términos de tiempo, recursos e incertidumbre. Tales beneficios se tornarían

estériles si la transacción no tuviera la calidad de definitiva, es decir, si pudiera iniciarse, reiniciarse

o proseguir un proceso judicial sobre el mismo tema, al cual las propias partes encontraron

solución y convinieron en ella.

Puesto que los efectos de no revisar dicho acto se deducen de la naturaleza misma de la

transacción, siendo ésta irrevisable, no se requeriría, en estricto, efectuar la precisión que este

artículo prescribe imperativamente. En cualquier caso, habiéndose señalado en la norma que

define a la transacción su valor de cosa juzgada, resulta incuestionable que las partes ya no podrán

promover acción alguna sobre el asunto transigido.

Nos parece que el requisito establecido por el legislador de consignar en la transacción la renuncia

de las partes a cualquier acción que tenga la una contra la otra sobre el objeto de dicha

transacción, es más de carácter recordatorio para las partes respecto del punto final que están

poniendo a la discusión, que un verdadero imperativo legal.

Además, puesto que habiendo impuesto la ley una forma, mas no sancionando con nulidad su

inobservancia, entonces no se trata de una formalidad ad solemnitatem, sino ad probationem, que

constituye el supuesto bajo comentario.

Por ello, ante la posible interrogante respecto a lo que podría ocurrir si al celebrarse una

transacción las partes no expresaren por escrito dicha renuncia, consideramos que tal omisión no

acarrearía necesariamente la nulidad o ineficacia del acuerdo transaccional, por más que la norma

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sea de carácter imperativo (emplea el término «debe»). La renuncia constituye, a nuestro

entender, un agregado menos necesario para el Derecho, que útil para las partes contratantes, en

el sentido de sólo recordarles que la transacción celebrada no podría impugnarse en el futuro (esto

en términos psicológicos, ya que tales seguridades de todas formas existen, puesto que la

renuncia está implícita en la transacción misma). Parece conveniente, sin embargo, no omitir tales

expresiones en una transacción, porque un juez rigorista podría pretender fulminarla de nulidad.

7. FORMA DE LA TRANSACCIÓN

De acuerdo con su formación, los contratos pueden ser consensuales, formales o reales. La

transacción es un contrato formal, ya que la ley le impone una forma, bajo sanción de nulidad (ad

solemnitatem).

De esta manera, en el artículo 1304 del Código Civil Peruano se dispone lo siguiente:

«La transacción debe hacerse por escrito, bajo sanción de nulidad, o por petición al juez

que conoce del litigio».

Es requisito indispensable para su formación o celebración el que se haga por escrito, en el caso

de transacción extrajudicial o por petición al juez (evidentemente también por escrito) en el caso

de la transacción judicial. Esto no obsta, naturalmente, para que, existiendo juicio, las partes

puedan transigir por convenio privado y cualquiera de ellas presente un ejemplar del mismo en el

litigio, con lo que concluiría el proceso.

Resulta interesante observar cómo el criterio de formalidad o solemnidad para este acto tiene

diverso tratamiento, en función al tipo de obligación que se contraiga por medio de las concesiones

recíprocas. Al examinar la solución adoptada por el Código Civil de 1984, es claro que, habiendo

considerado la existencia previa de un contrato o relación jurídica obligacional, además de un

conflicto respecto de algún punto interno de ésta, sumado a los actos de disposición que implican

las concesiones recíprocas y al carácter de cosa juzgada de la transacción, el legislador de 1984

llegó a la conclusión de que era indispensable otorgar seguridad plena a las partes, exigiendo una

formalidad ad solemnitatem.

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Conviene subrayar que esto se da tanto en la transacción judicial como en la extrajudicial. Ello

quiere decir que, en el caso de la transacción, la forma es constitutiva del acuerdo; sin la forma no

existe transacción. Es de relevante importancia que las concesiones mutuas consten por escrito,

a fin de que ambas partes tengan a su alcance un medio accesible para probar la existencia del

acuerdo transaccional.

8. DERECHOS SUSCEPTIBLES DE TRANSACCION

El Art. 1305º del C.C. se ocupa de ellos en la forma siguiente:

“Solo los derechos patrimoniales pueden ser objeto de transacción.”

El sentido de esta disposición es claro: los derechos extrapatrimoniales, esto es, los derechos

inherentes a la persona, no son susceptibles de renuncia por las partes. En este punto la doctrina

no tiene resquicios de discrepancia, admitiendo como materia de transacción a todos los derechos

dudosos o litigiosos que, siendo de interés privado y estando en el comercio, sean susceptibles

de disposición y renuncia por los particulares.

Sabemos que los derechos extrapatrimoniales no pueden formar parte del contrato,

encontrándose fuera del comercio de los hombres, por lo que se infiere claramente que no pueden

ser objeto de transacción. Y ello porque la transacción, siendo un medio para la extinción de las

obligaciones, es básicamente un mecanismo contractual.

Los derechos extrapatrimoniales son irrenunciables, por lo que no constituyen objeto de

transacción. Por ejemplo, todo lo concerniente a la persona humana (como el derecho a la vida, a

la salud, al trabajo), a la personalidad (como la capacidad, nacionalidad, estado civil), a la

organización de la familia, a la filiación, a las obligaciones o deberes y a los derechos o facultades

que la ley confiere a los padres, tutores, curadores o a los cónyuges, comprometen al orden

público. Son obligaciones y derechos intransferibles y, por ende, intransigibles.

Al interior del ámbito de los contratos, como se conoce, las personas pueden obligarse de las más

variadas formas, sin poder, claro está, contraer obligaciones respecto de los bienes y derechos

que se encuentran fuera del comercio de los hombres. Por ello es que los contratos y, por ende,

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la transacción, no pueden versar sobre esta clase de bienes y derechos.( Osterling y Castillo,

2008,p.13)

El articulo 1305º del mismo C.C. es complementario de artículo 1306:

“Se puede transigir sobre la responsabilidad civil que provenga de delito.”

La transacción en buena cuenta es un acto de enajenación, aunque se le atribuya efectos

meramente declarativos. Esta enajenación se patentiza en la renuncia de ciertos derechos

formulada por una de las partes en favor de la otra. La enajenación solo es posible respecto de

los derechos patrimoniales, porque los extrapatrimoniales son inalienables, no están en el

comercio de los hombres y no pueden ser afectados por convenio, por ejemplo, la paternidad, la

patria potestad, entre otros, no pueden ser objeto de una transacción. En general no se puede

transigir sobre el estado civil de la personas, porque se trata, sin duda, de cuestiones de orden

público y de interés social. (Cusi,2019)

9. NULIDAD Y ANULABILIDAD DE LA TRANSACCION

Podría ocurrir que la obligación sobre la cual se transija fuera nula o anulable. Según establece el

artículo 1308 del Código Civil: “…Si la obligación dudosa o litigiosa fuera nula, la transacción

adolecerá de nulidad. Si fuera anulable y las partes, conociendo el vicio, la celebran, tiene validez

la transacción…”. Al analizar la presente norma, resulta necesario distinguirla nulidad de la

anulabilidad en las transacciones.

La nulidad, como bien sabemos, tiene lugar de pleno derecho, independientemente de la voluntad

de las partes. En caso de anulabilidad, la nulidad existe potencialmente (el acto tiene una «validez

actual», pero una «invalidez pendiente»); sólo se requiere, conforme señala el artículo 222 del

Código Civil, que el magistrado la compruebe y la declare. Una vez pronunciada la sentencia que

declara la nulidad, ya no es posible transigir, porque la transacción se refiere a la acción que

pueden intentar las partes respecto de una obligación o un asunto que existe, y la nulidad lo ha

eliminado; ya no existe. No se puede transigir sobre lo que ya no existe. Por ello la transacción es

también nula.

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Entonces están excluidas de la transacción las obligaciones que adolezcan de nulidad absoluta y

las obligaciones anulables que han sido judicialmente declaradas nulas. Ahora bien, la primera

parte del artículo 1308 es, en realidad, una norma que fluye de la lógica jurídica, de modo tal que

sin ella también podríamos llegar asimilar conclusión planteada. Un acto nulo tiene esta calidad y

la tendrá siempre. No cabe convalidarlo porque no existe (independientemente de la distinción

teórica entre inexistencia y nulidad, ajena a nuestro Derecho positivo). Y de admitirse principio

contrario al establecido en la norma bajo comentario, se estaría dejando abierta una vía para que

lo nulo, bajo la forma de una transacción posterior, pudiese llegar a tener algún valor para el

Derecho y, por tanto, surtir efectos, solución que, además de absurda, sería muy peligrosa. No

olvidemos que la transacción se celebra necesariamente (cuando tiene como base actos y no

hechos jurídicos; en el caso de la responsabilidad extracontractual) a partir de actos jurídicos

previos que hayan dado origen a las obligaciones o materias ahora controversiales.

En tal sentido, apoyará todos sus fundamentos en estos actos primigenios. Y por lo tanto, su

eficacia o posibilidad de eficacia estará en relación directa con la de dicho acto. Así, los vicios que

afecten al primer acto, afectarán también al segundo. Aquí tenemos dos actos que si bien parecen

independientes uno 15 del otro, no lo son en realidad. De allí que, si el acto primitivo fuese nulo,

la transacción que versa sobre dicho acto también lo sería, siendo irrelevante el hecho de que las

partes hubiesen conocido acerca de esta nulidad. Distinto es el caso en que el acto primigenio no

fuese nulo sino anulable.

En este supuesto, el Código brinda una solución distinta: si las partes conocían de la anulabilidad

del acto y, a sabiendas, celebran una transacción sobre el mismo, dicha transacción sí revestirá

validez, debido a que la ley supone que a través de la realización de este segundo acto se está

produciendo una confirmación tácita del primero. Decimos confirmación tácita, ya que en virtud del

artículo 231 del propio Código establece que el acto queda confirmado si la parte a quien

correspondía la acción de anulación, conociendo la causal, lo hubiese ejecutado en forma total o

parcial, o si existen hechos que inequívocamente pongan de manifiesto la intención de renunciar

a la acción de anulabilidad; y, sin lugar a dudas, la celebración de la transacción, sabiendo que el

acto originario era anulable, configurará un supuesto de confirmación del acto jurídico.

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En tal sentido, la transacción celebrada en estas circunstancias tendría un doble efecto: por una

parte, confirmar un acto jurídico y, por otra, constituirá una transacción propiamente dicha, que

solucione controversias suscitadas o derivadas del acto originario. Insistimos en que la solución

dada por el Código Civil a los supuestos de transacciones que versen sobre actos nulos o

anulables es distinta, en razón de que mientras el acto nulo es un acto sin vida, con invalidez total

y perpetua, el acto anulable, como hemos manifestado, es un acto de validez actual, pero de una

invalidez pendiente, latente, como «en suspenso», la misma que podrá o no tener lugar,

dependiendo de si la parte que tiene derecho a ejercitar acción al respecto decide anularlo a

través de la vía judicial, o si lo confirma posteriormente.( Moreno,2018, p. 13)

10. TRANSACCIÓN SOBRE RESPONSABILIDAD CIVIL PROVENIENTE DE DELITO

Sabemos que no se puede transigir sobre derechos que se encuentren fuera del comercio de los

hombres, incorporándose dentro de este rubro a las acciones penales, por interesar al orden

público y escapar, por tanto, del ámbito de los particulares. Sin embargo, caso distinto es la

responsabilidad civil que proviene del delito, ya que trata de intereses puramente económicos, es

decir, susceptibles de disposición y, en consecuencia, transigibles. En la mayoría de delitos,

ocurrirá que de ellos se derive cierta responsabilidad civil, ya sea titular de ésta el Estado o algún

particular. El artículo 1306 del Código Civil señala claramente que sobre esta materia sí cabe

transigir: Artículo 1306.- «Se puede transigir sobre la responsabilidad civil que provenga de delito».

El Estado no considera de interés público la responsabilidad civil derivada de actos delictuales.

En este aspecto los particulares tienen la más amplia libertad para concertar una transacción. Este

tema es regulado en forma muy similar por los Códigos Civiles Uruguayo, Ecuatoriano,

Venezolano, Chileno, Boliviano, Guatemalteco, Español, Brasileño de 1916 y Argentino. Resulta

evidente, por lo demás, que si cabe transigir acerca de la responsabilidad civil proveniente de

delito o falta, con mayor razón será posible transigir sobre la responsabilidad civil proveniente de

cualquier acto ilícito que no llegue a revestir tal carácter en el ámbito del Derecho Penal, como

sería el caso de las faltas.

20
11. TRANSACCIÓN EFECTUADA POR REPRESENTANTES LEGALES DE AUSENTES O
INCAPACES.

El artículo 1307 del Código Civil Peruano regula la transacción celebrada por los representantes

de ausentes o incapaces:

«Los representantes de ausentes o incapaces pueden transigir con aprobación

del juez, quien para este efecto oirá al Ministerio Público y al consejo de familia

cuando lo haya y lo estime conveniente».

La norma regula supuestos especiales, ya que los ausentes e incapaces requieren la máxima

protección por parte del ordenamiento jurídico. Puesto que la transacción supone concesiones,

las cuales pueden consistir en verdaderas renuncias o disminución de derechos, resulta

indispensable cautelar el interés de los ausentes e incapaces, mediante la exigencia imperativa

de que sus representantes legales 16 obtengan la aprobación del Juez, quien por su parte debe

oír previamente al Ministerio Público y al consejo de familia (si lo hubiere).

Siendo ésta la regla general para el caso de todos los incapaces y ausentes, es menester

armonizarla con los preceptos específicos que a cada uno de ellos destina el Código Civil.

Así, en el caso de los ausentes, son de aplicación los artículos 52 y 56 del Código Civil, que

establecen que quienes hubiesen obtenido la posesión temporal de los bienes de los ausentes no

pueden gravarlos ni menos aun enajenarlos, salvo casos de necesidad, en la medida de lo

indispensable y previa autorización judicial.

En cuanto a los incapaces, se entiende que dentro del término «incapaces» el artículo 1307

comprende tanto a los incapaces absolutos como a los relativos, ya que no cuentan con capacidad

de ejercicio plena y ambos, por disposición del propio Código, deben tener representantes. La

norma general sobre representantes legales prescribe que requieren autorización expresa para

disponer de los bienes del representado o gravarlos; celebrar transacciones; celebrar compromiso

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arbitral y celebrar los demás actos para los que la ley o el acto jurídico exigen autorización especial

(artículo 167 del Código Civil).

En el caso de menores sujetos a patria potestad, para transigir se exige a los padres obtener

autorización judicial (inciso 3 del artículo 448 del Código Civil). En concordancia con el artículo

447, los padres no tienen la facultad de enajenar ni gravar los bienes de los hijos, ni contraer en

nombre de ellos obligaciones que excedan los límites de la administración, salvo por causas

justificadas de necesidad o utilidad y previa autorización judicial. Entonces el juez deberá verificar

y evaluar la existencia de necesidad o utilidad.

Para los menores sujetos a tutela, el artículo 532, inciso 1, del Código Civil establece que los

tutores no podrán obtener la aprobación judicial si no se da audiencia previa del consejo de familia,

en resguardo de los intereses del menor.

12. ANÁLISIS DEL PRIMER PLENO CASATORIO CIVIL

En el caso del Primer Pleno Casatorio Civil acerca de las transacciones extrajudiciales, la empresa

Minera Yanacocha alega que celebró transacciones extrajudiciales con la demandante Giovanna

Angelica Quiroz Villaty, por derecho propio y en representación de sus menores hijos Walker Steve

Cuenca Quiroz, Euler Jonathan Mendoza Quiroz y José Ronny Mendoza Quiroz. La Minera

Yanacocha opone la excepción de conclusión de proceso por transacción. Cuando la Minera

opone esa excepción no hay una resolución homologatoria; es decir, estamos frente a

transacciones extrajudiciales no homologadas judicialmente. Consideramos que en el caso del

Primer Pleno Casatorio el voto en mayoría entendió erróneamente la figura jurídica de la

transacción extrajudicial con la resolución homologatoria dada por un juez cuyo soporte fáctico es

una transacción. Era necesario que estas transacciones extrajudiciales sean homologadas

judicialmente para que se justifique que se declare fundada la excepción procesal de conclusión

de proceso por transacción. No obstante, el voto en mayoría de la Corte Suprema no tomo en

cuenta que no hubo una resolución homologatoria por la transacción extrajudicial celebrada entre

la demandante y la Minera Yanacocha y aun así declaró fundada la excepción.

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El voto en mayoría de la Corte Suprema en el Primer Pleno Casatorio Civil para efectos de la

excepción procesal, no entendió la diferencia entre transacción y resolución homologatoria cuyo

soporte fáctico es una transacción. Asimismo, señala que una resolución homologatoria realizada

por un juez en base a la existencia de una transacción en el contexto de un proceso judicial

equivale a la minuta que se firma en una transacción extrajudicial y es por ello que declara fundada

la excepción de conclusión de proceso por transacción extrajudicial y da argumentos para

equipararla con la transacción judicial; sin embargo, evidentemente son documentos que de

ninguna manera equivalen a lo mismo. En el Primer Pleno Casatorio Civil era muy relevante y

necesario que se realice un análisis más profundo respecto de la relación entre la transacción

como contrato y la resolución homologatoria para efectos de entender el trámite de las

excepciones procesales porque la transacción sea que se celebre en el contexto de un proceso o

no es un contrato, la naturaleza de esta es la misma, por eso diferenciar a una transacción como

judicial o extrajudicial es un lenguaje poco preciso porque la diferencia entre ambas es la existencia

de resolución homologatoria que concluye el proceso, esa resolución homologatoria es una

sentencia. El artículo 337° del Código Procesal Civil señala que la resolución homologatoria es

una sentencia que tiene efectos de cosa juzgada. Para todos los efectos es una sentencia con

cosa juzgada que dada las circunstancias fue originada en el contexto de una transacción.

La transacción es un negocio material celebrada en el contexto de un proceso que da origen a

una resolución homologatoria, si se tiene una resolución homologatoria, no es lo mismo oponer

una sentencia (la resolución homologatoria dada por un juez) que mostrar un contrato de

transacción extrajudicial. Una resolución homologatoria realizada por un juez en base a la

existencia de una transacción en el contexto de un proceso judicial no es equiparable a una minuta

que se firma en una transacción extrajudicial.

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CONCLUSIÓN

• Es un contrato bilateral en el que las partes acuerdan concesiones recíprocas para extinguir
obligaciones litigiosas o dudosas. Este acuerdo permite a las partes resolver directamente, de
manera amistosa y por mutuo consentimiento, las obligaciones que surgen de una controversia.
El objetivo es evitar litigios costosos y prolongados en el tiempo, permitiendo a las partes llegar a
una solución justa y satisfactoria para ambas partes.
• La transacción extrajudicial es un acuerdo o arreglo entre dos o más partes para resolver una
disputa sin tener que pasar por un juicio o proceso judicial. Este tipo de transacción puede referirse
a diferentes ámbitos, tales como el civil, comercial, laboral, entre otros. A diferencia de la
transacción judicial, la extrajudicial no requiere de la intervención de un juez o tribunal para su
homologación o validación, sino que las partes involucradas pueden acordar los términos y
condiciones del acuerdo por sí solas. Cabe señalar que los acuerdos extrajudiciales pueden tener
efectos similares a los de una sentencia judicial, siempre y cuando las partes cumplan con las
obligaciones acordadas.
• Derechos susceptibles de transacción son aquellos derechos patrimoniales que pueden ser objeto
de renuncia o negociación entre las partes. La transacción es un acuerdo o contrato mediante el
cual las partes en conflicto deciden poner fin a una controversia existente o futura), extinguiendo
obligaciones litigiosas o dudosas y concediéndose recíprocamente beneficios o renuncias. Por lo
tanto, cualquier derecho patrimonial que pueda ser objeto de una renuncia o concesión por parte
del titular es susceptible de ser negociado o transado entre las partes mediante la celebración de
un contrato de transacción.
• La nulidad de una transacción puede surgir cuando se han vulnerado requisitos formales o
sustanciales de la misma, tales como la falta de capacidad de las partes o el objeto que es materia
de la transacción es ilícito o contrario a las leyes imperativas. Si una transacción es declarada
nula, se entenderá que nunca existió y sus efectos serán anulados retroactivamente. La
anulabilidad, por otro lado, se refiere a una situación en la que alguna de las partes fue víctima de
algún vicio del consentimiento, como el dolo, la violencia, el error o la lesión. En estos casos, la
transacción será anulable y podrá ser impugnada por la parte perjudicada. Si la transacción es
anulada, sus efectos serán eliminados a partir del momento en que se decretó la anulación.

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