Una Psico-Tecnologia para La Crisis El C
Una Psico-Tecnologia para La Crisis El C
Una Psico-Tecnologia para La Crisis El C
EL CASO DE LA RESILIENCIA
Eduardo Apodaka
Jordi Morales i Gras
Mikel Villarreal 1
Resumen:
1
Sección departamental de Psicología Social, Bizkaia, UPV/EHU. Esta investigación es parte del programa
de investigación de InnoLab: Innovación, Cambio y Complejidad, grupo de investigación del sistema
universitario vasco 2013-2018
PRESENTACIÓN
Con el supuesto fin de disipar los efectos negativos de los fenómenos que amenazan
la auto-eficacia de las personas se han diseñado, inventado y fabricado numerosas psico-
tecnologías (i.e. según Nikolas Rose [2007], formas de trabajo eminentemente prácticas que
devienen dispositivos de para la intervención en los cuerpos, emociones, creencias y
conductas de los individuos para su transformación y rectificación), para el apoyo
psicológico que en algunos casos sirven de sustitutos psico-funcionales de las redes y
dispositivos socio-comunitarios. Entre ellos en contextos de crisis destaca la resiliencia,
una supuesta capacidad psicológica para afrontar situaciones de crisis y traumas, que se
presenta de manera que pueda ser medida, evaluada, aprendida y entrenada.
Partimos de una idea central: la resiliencia objeto de cursos, libros y otras formas de
distribución, eje de terapias, entrenamientos, capacitaciones, etcétera, se “vende” bajo la
forma de “disposición personal” que puede ser elaborada y capitalizada por el sujeto
psicologizado. De ese modo, la resiliencia se convierte en una habilidad o competencia
personal conseguida o elaborada en entrenamientos ad hoc, en cursos de asesoramiento, en
coaching especializado, en terapia psicosocial, en libros de autoayuda y otras formas de
"mercantilización" del apoyo psicosocial. Una forma, en definitiva, de acrecentar el vacío
social y cultural de un sujeto supuestamente autosuficiente, pero al mismo tiempo
necesitado de psico-expertos. No obstante, el concepto de resiliencia puede ser útil siempre
que se entienda como característica de ciertos sistemas socioculturales.
Esta comunicación presenta un análisis contextual de esta expresión tecnológica de
la psico-ideología del emprendurismo en el marco de la crisis y dentro del paradigma de la
sociedad hipermoderna. Analizaremos su origen, función y sus formas de distribución y
comercialización, con particular hincapié en el mundo del trabajo.
•Vivimos también una época de alta atomización social dónde imperan la creciente pérdida
de capital social, con los problemas psicosociales, políticos y económicos que tal cosa
implica (Putnam, 2002) y la desincronización de las relaciones sociales (Beck et alia, 1997;
Bauman, 2002; Apodaka, 2012).
•En ese marco la pérdida de las redes de apoyo social y comunitario se intenta compensar
por medio de psicotecnologías ad hoc, que son en buena parte productos de consumo que
hay que publicitar y propagar para que sean rentables, y por medio de instrumentos de
poder, que redundan en los proceso de pérdida de autonomía personal.
Por tanto, la resiliencia objeto de cursos, libros y otras formas de distribución, eje de
terapias, entrenamientos, capacitaciones... se “vende” bajo la forma de “disposición
personal” que puede ser elaborada y capitalizada por el sujeto psicologizado. Una
disposición personal, en contraste con un dispositivo social, sociocultural o semiótico-
material, es una práctica usual en el complejo de la “psicología positiva”, que desplaza
sistemáticamente las bases estructurales y su influencia en la conducta social hacia las
disposiciones psicológicas, dejándolas en el aire, como si pudieran sustentarse en sí
mismas, o en última instancia reduciéndolas a lo biológico, lo neurológico y en general lo
fisiológico. De ese modo, la resiliencia ser convierte en una disposición, en una
estructuración de las actividades de interacción, que puede ser entendida como capacidad,
es decir, como recurso y capital. A lo que se suman las tecnologías varias de descripción,
medición y evaluación de esa capacitación, de su resultados y de su valor. Toda esa
"construcción" psico-tecnologica propicia que se pueda considerar la resiliencia como
habilidad o competencia personal conseguida o elaborada en entrenamientos ad hoc.
Por un lado, podemos considerar que los psico-expertos ayudan a sujetos que se
encuentran en un entorno altamente desocializado, con una atomización social enorme; y
que sus intervenciones sirven como medidas paliativas para hacer frente a las
consecuencias perversas de esas tendencias. Pero, por otro lado, sus intervenciones y en
general, las prácticas de la psicotecnociencia y la cultura del "complejo psi" (Ingleby, 1985)
son prácticas performativas que acrecentan el vacío social y cultural de un sujeto
supuestamente autosuficiente, pero al mismo tiempo necesitado de psico-expertos. Es
círculo vicioso en el que el sujeto sin referencias, certidumbres, ni soporte psicosociales
claros, se vinculan a prácticas y relaciones "sustitutivas" que incrementa su dependencia de
las mismas asilándole aún más del trabajo y del aprendizaje psicosocial que tiene lugar en
las interaccione sociales no formales. Tanto la desinstitucionalización sociocultural como la
desregulación económica y política precisan un nuevo sujeto que cargue con algunas de las
vinculaciones “socializantes” de la Modernidad Institucional (Dubet 2002), por lo menos
durante el interludio que probablemente tenga lugar entre las generaciones socializadas en
la Modernidad institucional u organizada y las que se socialicen en la Hipermodernidad.
Estas últimas seguramente aprenderán a vivir sin esas cargas (o programas) socializantes.
Pero, de momento, estamos en tal interludio y vivimos rodeados de ofertas de
“seguridades” y “certidumbres” con las que hacer frente a las necesidades psicosociales de
confianza y esperanza. Aunque que como señala Frank Furedi (2003) son los promotores de
dichas ofertas los que se encargan de extender el miedo, la desconfianza y la desesperanza.
Las formas de hacer frente al fracaso varían. En la época del carácter, la institución
socio-comunitaria proveía de seguros y de medidas paliativas ante el fracaso. A medida que
se fue "individualizando" el carácter los seguros se trasladaron al interior del sujeto
psíquico: héroe o villano de su propia salvación mundana. El ascetismo se trasladó como
ejercicio de superación desde la comunidad (i.e. institución o empresa) al psico-capital
propio (i.e. a la capacidad o habilidad para transformar los fracaso en prueba hacia el éxito).
En la época de la auto-ayuda esas capacidades no pertenecen al sujeto que se va
"despsicologizando" (o descargando), ya que no puede adquirir habilidades o competencias
basadas en entrenamientos de larga duración y empeño personal, no hay tiempo para
inversiones en psique, en carácter—hay que recurrir a dispositivos externos y todo tipo de
psico-prótesis. Se produce una descarga en dispositivos externos:
Medido desde los mecanismos disposicionales que compondrían la época del carácter, el
fracaso en la esfera de la actividad individual humana marcaría en cierta medida el límite
de la actividad individual, la distancia entre los objetivos que se pretenden adquirir y los
objetivos alcanzados. Un individuo psicológicamente sano superaría sus fracasos; si bien se
contemplaría también que en determinados individuos los fracasos marcarían tan
profundamente al sujeto de forma que se dispararían lo que se podría denominar como
“conductas de fracaso”.
Esta formulación de esta disposición interna de las personas pondría en serio aprieto
y peligro a las personas a quienes se aplica. De hecho deja al sujeto en situación de
anhaltecimiento, de alta autoestima ante el éxito o de depresión, de hundimiento ante el
fracaso. Sugiere, como propone Richard Sennett (2003), que si la gente fracasa en el
aprendizaje es por incapacidad, o, esencialmente, por falta de voluntad o de deseo. “Si
fracaso algo malo tiene que haber en mí, aunque ese algo pueda ser difícil de definir” (ibid:
77).
McClelland encuentra una fuerte correlación entre las personas con alta Motivación
de Logro y el patrón de conducta que caracteriza la actividad empresarial independiente
(i.e. innovación y mejora). A su vez Atkinson (1957, 1964) va un punto más allá,
proponiendo que las conductas de logro se guiaban no sólo por la tendencia de
aproximación al éxito, sino por la tendencia a evitar el fracaso. La tendencia a evitar el
fracaso movilizaría a la persona a defenderse de la pérdida de auto-estima y de respeto
social, y a defenderse del castigo social y de la vergüenza pública. La evitación del fracaso,
por lo tanto sería una fuerza disposicional de las personas tan poderosa como el motivo de
logro.
La Psicología nos proporciona otros constructos con los que abordar el fracaso
individual. Lo hace desde la Teoría de la Atribución de Causalidad. En relación con esta
teoría nos topamos con la noción de “Locus de Control” (Rotter, 1966), un término general
en Psicología Social que se refiere a una fuente de control percibido sobre la conducta de
uno mismo. Se mediría “el sentimiento de control percibido” en un rango cuyos polos se
situarían de un alto control percibido interno a un alto control percibido externo. Las
personas de alto control interno serían aquellas que tienden a tomar responsabilidad de las
propias acciones y que se verían a sí mismas como tenedoras de su propio destino. Por el
contrario, las personas de alto sentimiento de control externo serían aquellas que tienden a
creer que el control está fuera de ellos mismos y que tienden a atribuir los éxitos o los
fracasos a fuerzas exteriores (situación, suerte, poderes fácticos, fuerzas mágicas). La
cuestión que se plantea en el Locus de Control, no está en el análisis del control objetivo de
su conducta, o de las situaciones, sino en las percepciones individuales. Los estudiantes de
alto nivel académico que han llegado a cursar estudios en universidades prestigiosas
tenderán a alcanzar puntuaciones altas en el “Locus de Control Interno” frente a los
estudiantes de estudios medios o de formación profesional, que se destacarían por medidas
más cercanas al “Locus de Control Externo”.
Seligman destacó, por su parte, que las personas que tienden a considerar sus
propios eventos, sus situaciones y conductas negativas y adversas como causados por
factores internos, estables y generales, presentan un estilo atributivo “depresivo” e insidioso
respecto a sí mismos. Las personas con esta disposición a realizar estilos atributivos
“insidiosos” se atribuyen a sí mismo los fracasos y todas las consecuencias negativas de sus
circunstancias, mientras que tienden a atribuir cualquier cosa positiva que se relacione
consigo mismo a factores externos o situacionales. Estas personas tienden a padecer
trastornos depresivos, somatización de su estado psíquico, mala salud de origen psicógeno.
Los psicólogos sociales tardíamente han vinculado estos estilos atribucionales a las culturas
“inidividualistas”. En contraposición, esta línea de conocimiento psicosocial propone un
“estilo atribucional egótico”, como el propio de la “normalidad”, de las personas sanas y
capaces de adaptarse al mundo social competitivo en el que viven. El estilo atribucional
“egótico”, tiende a atribuir los éxitos de su vida y de sus circunstancias positivas a factores
internos (habilidad, capacidad, voluntad, autorreponsabilidad), mientras tienden a atribuir
sus propios fracasos y circunstancias negativas a factores externos a su persona.
Las atribuciones acerca del fracaso social están afectadas también por la
autoeficacia social. Si realizamos un comportamiento social determinado y obtenemos unos
resultados negativos, los individuos de elevada autoeficacia percibirían la causa como algo
externo (i.e. la situación, circunstancias sociales o de otro tipo adversas, etc.), mientras que
los individuos con una baja autoeficacia hacen atribuciones internas (i.e. baja capacidad,
poca voluntad de entrenamiento, etc.)
Aldo Melillo, Mirta Estamatti y Alicia Cuestas (2001: 86-87) concluyen que todas
las distintas perspectivas sobre la resiliencia psicológica convienen en enfatizar las
siguientes características del sujeto resiliente: “habilidad, adaptabilidad, baja
susceptibilidad, enfrentamiento efectivo, capacidad, resistencia a la destrucción, conductas
vitales positivas, temperamento especial, habilidades cognitivas”, al igual que en señalar
que ésta depende tanto de procesos sociales como intrapsíquicos, y que no se trata de un
rasgo congénito ni transmisible genéticamente, de adquisición contingente . En el marco
general de la psicología del desarrollo, la profesora Edith Henderson Grotberg (2001)
destaca ocho descubrimientos que suscitan enfoques y aproximaciones diferentes hacia la
resiliencia psicológica:
Sin embargo, existe una mirada alternativa que concibe el riesgo y la adversidad no
como un factor social objetivo a gestionar desde la ingeniería social tradicional, sino como
un factor subjetivamente experienciable. La perspectiva fenomenológica concibe riesgo,
vulnerabilidad y protección como experiencias inherentemente subjetivas (Soulet, 2003).
Desde esta perspectiva, experienciar vulnerabilidad implica: 1) el deterioro de los
escenarios futuros de acción de una persona y el consiguiente aumento de la incertidumbre
y la impredecibilidad sobre el propio futuro, lo que nos lleva a una pérdida de auto-
confianza, 2) la percepción creciente de ausencia de recursos disponibles para cambiar la
situación, y 3) la imposibilidad de actuar dentro de este marco experiencial (Lacharité,
2005). En éste marco analítico, la resiliencia psicosocial se entiende como la
reinterpretación personal o también comunitaria de la situación, y como el esfuerzo para
reconocer, validar y reforzar la nueva interpretación de lo experienciado. Conceptos clave
en la narrativa resiliente serán la “conversión” (más allá de la “movilización”) de recursos,
la “revitalización” de recursos latentes o sin explorar, la “rehabilitación” de los recursos
desacreditados, y la “actualización” de los mismos para resultar útiles en el nuevo contexto.
Los individuos psicosocialmente resilientes son aquellos que se empoderan y redefinen así
su propio marco de acción; de éste modo, se deriva del pensamiento más fenomenológico
que la “victoria-superación” o la “derrota-hundimiento” ante la adversidad no depende
tanto de una adaptación positiva a las condiciones que esta impone sino de la
(re)construcción de un universo de significado donde es posible actuar y desplegar los
recursos de los que se dispone.
«El fracaso es una parte casi inevitable de probar cosas nuevas, pero nuestra
cultura lo ha estigmatizado. Day for Failure es un encuentro internacional
que reivindica el fracaso como vía para aprender, una propuesta que se
celebró también en Bilbao.»
Así como la modernidad trató de construir psiques al amparo del ideal del yo-mundo, del
yo autosuficiente, conduciendo las disposiciones y competencias psíquicas desde el espacio
psicosocial al "interior" imaginado de la persona, la hipermodernidad balancea entre la
psicoideología moderna y una exteriorización de esas disposiciones psíquicas, no de vuelta
a las redes y estructuras sociales, sino a lo que hemos denominado dispositivos
psicotecnológicos, entre los que abundan "constructos" como el que hemos analizado
someramente.
CONCLUSIONES
Entendemos que el concepto de resiliencia puede ser útil siempre que se entienda como
característica de ciertos sistemas socioculturales. Como característica sociocultural la
resiliencia “habilita” sujetos psicosociales. Por tanto, no es tanto que los sujetos
psicológicos deban trabajar sus disposiciones a fin de ser resilientes, como que deban
construir estructuras socioculturales que les doten de resiliencia.
La psicología positiva puede convertirse en psico-tecnología porque supone que las
actitudes, marcos de percepción-cognición, sentimientos, prácticas... son disposiciones
personales, intra-psíquicas, cuya modificación ad hoc capacita al sujeto en nuevas y más
eficaces estrategias de afrontamiento. Sin embargo, cualquier disposición psíquica es una
forma de relación, es una estructura psicosocial. Un “dispositivo” psicosocial resiliente es
un conjunto de estructuras socioculturales capaces de resurgir y retomar su forma previa
para afrontar traumas, o bien de utilizar dicha forma, para innovar y crear estrategias de
afrontamiento nuevas.
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