T.F.G. Alison Gonzalez
T.F.G. Alison Gonzalez
T.F.G. Alison Gonzalez
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Alison González
5068798-5
Abril, 2020
Montevideo - Uruguay
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1. DISCAPACIDAD
1.2 sordos
3. APEGO Y DISCAPACIDAD
4.1 El papel del lenguaje como fundante en la estructuración psíquica y social del niño.
5. CONCLUSIONES
RESUMEN
Se tomará a la sordera con sus particularidades para conocer cómo se dan los
procesos de apego en niño sordos.
Se explora sobre la población sorda en nuestro país, especialmente los niños sordos,
qué características tienen, qué aspectos psicológicos los caracteriza para así visualizar las
necesidades psicológicas y los aspectos de riesgo y poder saber cómo atender a dicha
población.
El tercer eje que vincula los dos primeros temas, se encargará de especificar qué
sucede con el apego cuando hablamos de niños con discapacidad y responderá ésta
pregunta ¿los procesos de apego se dan igual en personas que no poseen discapacidad?
Se mencionan las reacciones y movilizaciones que se producen en la familia y cómo esto
condiciona la función materna. Se realizará este apartado para introducir el 4rto eje, el cual
dará cuenta sobre las diferentes concepciones que existen sobre el proceso apego en niños
con discapacidad auditiva ya que de una forma u otra esta discapacidad va a influir en este
proceso. Y por último daremos cuenta de la importancia del lenguaje como fundamental para
la estructuración psíquica del individuo.
Este trabajo tiene como finalidad, ser un instrumento más para aquellos quienes
interesados en la temática puedan seguir profundizando sobre estos aspectos. Es esencial
seguir construyendo materiales que aporten a la Psicología como fuente de reflexión y crítica.
1. DISCAPACIDAD
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) define
a éstas como:
Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas,
mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas
barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad
de condiciones con los demás. (Artículo 1: Propósito)
Por otra parte, el modelo social propone a la discapacidad como un fenómeno que se
centrará en la completa integración de las personas en la sociedad. No será la discapacidad
un atributo de la persona sino un conjunto de condiciones, complicado, de las cuales muchas
de ellas son creadas por el ambiente social. Por lo tanto “el manejo del problema requiere la
actuación social y es responsabilidad colectiva de la sociedad hacer las modificaciones
ambientales necesarias para la participación plena de las personas con discapacidades en
todas las áreas de la vida social” (O.M.S, 2001, p.18).
Por otra parte, se destacan los planteos de la psicoanalista Marta Schorn (2008), que
resultan esclarecedores a la hora de posicionarnos ante una persona en situación de
discapacidad. La autora señala que la discapacidad no se cura porque no constituye una
enfermedad: “(…) Es una marca real, que va a acompañar a este niño, adolescente u adulto
a lo largo de la vida” (p.12). Asimismo, argumenta que considerar a estos sujetos como
enfermos genera tratos relacionados a la caridad y la lástima, afectando también la manera
en que ellos se ven a sí mismos.
Los datos del censo realizado en nuestro país por el I.N.E (2011), revelan que el 15.9%
aproximadamente de la población presenta algún tipo de discapacidad. De este porcentaje,
un 9,2% se da en niños y adolescentes. Es en el interior del país donde se visualiza más
porcentaje de personas con discapacidad. Las discapacidades intelectuales son las que
prevalecen.
Existe un total de 714.962 niños y niñas entre 0 y 14 años de los cuales 37.953 (5%)
posee algún tipo de discapacidad permanente. Siendo la franja etaria entre 10 y 14 años
(8,1%) la que presenta el mayor registro de discapacidad (Meresman, 2013).
Según el tipo de discapacidad, el censo dio como resultado que el 46% del total de
los niños/as con discapacidad presentan una patología intelectual, siendo el porcentaje más
elevado, el 36% poseen discapacidad visual y el 9% corresponde a los niños/as presentan
alguna discapacidad motriz y auditiva.
La primera causa tiene que ver con que muchas veces los padres son portadores de
causas genéticas que son ignoradas. Ejemplo de esto, padres que son primos hermanos.
Luego dentro de las causas congénitas más comunes están la rubéola materna y la
toxoplasmosis. En este caso suele suceder dos escenarios, uno es que se dé un mal
diagnóstico de Rubéola confundiéndola con un sarpullido y cuando el niño nace, es
diagnosticado con alguna deficiencia auditiva a causa justamente de esta rubéola materna
mal diagnosticada. Mientras que en el otro escenario suele suceder que a la madre se la
diagnostica con esta enfermedad en los primeros meses de embarazo y desea igualmente
continuar con el mismo aun conociendo las consecuencias de dicha enfermedad. Las
hereditarias son aquellas que algún integrante de la familia, por ejemplo, padres, abuelos
tiene algún déficit auditivo. Los padres sordos tienen un mayor porcentaje de posibilidad de
que sus hijos sean sordos. La tercera causa, la perinatal, corresponde a aquellos niños que
debido a nacimientos prematuros son sordos, o puede ser por incompatibilidad sanguínea o
aumento de la bilirrubina al nacer o por falta de oxígeno en el parto. Acá sucede que los
padres frente a estas situaciones en donde su hijo puede llegar a morir, cuando son
informados de un diagnóstico de sordera la angustia disminuye.
Algunos mencionan que los médicos no les informaron sobre las consecuencias de la
enfermedad, siendo posible esto en algunos casos, pero en otros puede ser un recurso
defensivo de negación utilizado por estos para poder libidinizar a este hijo y no pasar por otro
duelo que sería difícil de admitir y aceptar (Schorn 1997). Las causas posnatales tienen que
ver con enfermedades tales como meningitis, encefalitis o enfermedades infecciosas del oído.
1.2. Sordos
Diferentes autores (López, 2007; Paz, Salamanca, 2009; Peluso, 2010; Pérez, 2014)
coinciden en que los trabajos de Stokoe (1960) sobre la comunidad sorda, implicaron un giro
en la visión hegemónica médico-clínica, estableciendo una forma de verla y entenderla que
posibilitó los desarrollos de diferentes ciencias sociales y humanas. Un punto clave fue el
establecimiento de la lengua de señas, como un sistema verbal, que permitió que se
reconociera la posición de los sordos como sujetos y seres sociales, su relación con el
lenguaje y las dinámicas grupales que se ponen en juego (Peluso, 2006).
Así pues, a partir de esta perspectiva, es considerada la sordera como “el rastro que
deja la diferencia biológica oír/no oír tanto en el ámbito discursivo, psicológico, social e
institucional, como en el conjunto de creencias” (Peluso, 2010).
Adoptar esta visión implica no solamente tomar una postura teórica, sino que también
adoptar una postura política, de lucha donde se promuevan cambios sociales, reivindicando
el reconocimiento de la comunidad sorda como colectivo minoritario con su cultura y lengua
propia.
Los sordos son un grupo de personas que tiene una lengua que le es propia y se
caracteriza por ser visogestual, esta lengua es la lengua de señas. Comparten costumbres y
valores como por ejemplo la manera de saludar, felicitar y aplaudir y poseen sus propias
reglas de interacción social (De la Paz y Salamanca, 2009). “Los sordos señantes y sus
comunidades sueñan en lenguas de señas y piensan con cosmovisiones centradas en la
mirada” (Fridman, 2009).
Es desde estos planteos que se afirma que a la hora de referirse a los sordos
simplemente hay que hacerlo como “sordos”, y no como sordomudo, sordo no oralizado,
sordo silente o discapacitado. Muchos son los sordos que no hablan de manera fluida la
lengua oral por lo que incluso desde discursos científicos son considerados como
“sordomudos” (Fridman, 2012).
Los sordos, como se menciona, hablan lengua de señas por lo que llamarlos
“sordomudos” es una contradicción. Si bien se sabe que no hablan una lengua oral, si hablan
una lengua de señas.
1.3 La lengua de señas como lengua natural de los sordos
Las lenguas de señas tienen la misma estructuración lingüística, los mismos principios de
organización y las mismas propiedades que las lenguas habladas, pero la forma superficial
en que dicha estructuración se manifiesta está influenciada por la modalidad viso-gestual en
que estas lenguas se desarrollan. El uso del espacio con valor sintáctico y topográfico, la
simultaneidad de los aspectos gramaticales son algunas de las restricciones impuestas por
el tipo de modalidad viso-espacial en que estas lenguas se desarrollan y que hacen a su
diferencia estructural con las lenguas auditivo-vocales (Skliar, Massone, Veinberg 1995)
Cabe preguntarse ¿Qué sucede con aquellos sujetos que nacen en una familia de
oyentes?, ¿es posible que su lengua materna, sea una lengua oral?
La lengua natural es “aquella cuyo canal no presenta obstáculos a los hablantes de la
misma de acuerdo con sus características psicofisiológicas” (Peluso, 2010, p. 50). Al sordo le
es imposible adquirir de manera natural la lengua oral a causa de una imposibilidad
psicofisiológica, su única lengua natural será entonces la lengua de señas ya que se actualiza
en el canal viso-espacial donde no se haya ningún tipo impedimento. Esto no significa
que los sordos no vayan a adquirir nunca la lengua oral pero las posibilidades de que esto
suceda dependerá de las características articulatorias y los movimientos del aparato
bucofonador de cada sujeto en particular, así como también de sus habilidades en lectura
labial para la comprensión.
Según Pérez de Arado (2011) la dificultad que el sordo tiene en adquirir la lengua oral
no está dado por las dificultades psicofisiológicas, si bien no las niega, sino que la razón la
ubica en cómo se aplica el método de enseñanza de dicha lengua. Con esto no se quiere
tomar una postura definida sino demostrar que existen diferentes puntos de vista dentro de
una misma temática.
En nuestro país la Lengua de Señas Uruguaya (LSU) fue reconocida en el año 2001
como lengua natural de las personas sordas.
En pocas palabras, la lengua de señas promueve y habilita en el sordo una imagen positiva
de sí mismos, sintiéndose parte de un grupo en el cual se reconocen y comparten la misma
lengua lo cual le es propia. “Sus integrantes se sienten sordos en tanto son hablantes de la
misma. Funciona, así como patrimonio del grupo y es fuente de cohesión e identidad psico-
sociolingüística” (Peluso, 2007, p.77).
1.4. Psicología y sordera
Por otro lado, Benito (2008), desde la psicología Cognitivo-Conductual, toma una
postura de modelo cultural donde reconoce a los sordos como un grupo minoritario social,
cultural y lingüístico. Desde esta concepción promueve el empoderamiento de las personas
sordas. Sostiene, también, que la sordera es de alguna forma una discapacidad auditiva.
Define a la comunidad sorda como “la colectividad constituida principalmente por un conjunto
de personas Sordas con pérdida de audición en distintos grados y por diversas causas.
Vinculadas fuertemente entre sí por un conjunto de valores y experiencias en función de un
contacto visual con la realidad y el uso de un lenguaje común y sumamente expresivo”
(Benito, 2008, p. 48).
A diferencia de Lewis (1991) el autor tiene presente el componente social que está
implicado en los sordos, visualizando también una relación entre la sordera y la patología.
Menciona que si bien la sordera no es un factor determinante y negativo para el desarrollo
cognitivo, en el caso de los sordos profundos, este desarrollo será más lento debido a que
está perdida los hace enfrentarse a diferentes obstáculos y problemas, que en el caso de
personas oyentes no se presentarían. La mejor forma para sortear estos problemas será la
temprana adquisición de la lengua de señas. Estos obstáculos o problemas que enfrenten los
sordos pueden ser variados y graves de acuerdo al grado de pérdida auditiva, ya que les
provoca un retraso de la adquisición de la lengua oral en relación a los oyentes. Según Benito
(2008) “la manera en que las personas Sordas pueden manifestar trastornos mentales
depende de un número amplio de factores, tales como la inteligencia, la personalidad, la
historia previa, el tipo de sordera, el método de comunicación y el nivel de funcionalidad del
mismo” (Benito, 2008, p. 59).
Benito (2008) plantea que la sordera, como condición, supone dos tipos de trastornos
mentales, los que se relacionan con los trastornos de conducta y adaptación y aquellos
trastornos del estado de ánimo. Principalmente en los niños y jóvenes se pueden visualizar
problemas conductuales, de adaptación y ajuste al medio social. Dificultades en cuanto a la
asimilación de normas, agresividad, pérdida de control, aislamiento y retraimiento social. Si
bien dice que estos trastornos no son características que solo le pertenece a la persona sorda,
esta condición potencia y complejiza la situación.
Schorn (2002) desde el psicoanálisis, plantea como sería el desarrollo psíquico de los
niños sordos y a partir de casos clínicos teoriza cuales son las diferentes particularidades que
se visualizan en la clínica con este tipo de pacientes. “¿Qué sería la ausencia de voz para
un niño sordo? La no presencia de unos ojos que le hablen o de unas manos que le
conversen. El soporte de la estructuración psíquica en estos niños será pues un entramado
entre madre e hijo centrado en imágenes visuales, en conjunción con lo táctil y lo olfativo”
(Schorn, 2002, p. 64). Es por esto que para el niño sordo la ausencia de la palabra acústica
no supone una falta ya que no es reconocida como tal. Será suplantada la voz de su madre
por otros recursos, principalmente los sentidos táctiles y visuales que van a determinar los
primeros organizadores perceptuales psíquicos del bebé. Esto permite que la estructuración
psíquica pueda desarrollarse y metabolizarse desde otros organizadores. “Es así como los
bebés sordos, al igual que cualquier otro bebé, irán construyendo su aparato psíquico en el
interjuego de ese vínculo materno pues esto no diferirá en nada a la de cualquier otro bebé”
(Schorn, 2002, p. 60).
El niño sordo accederá al lenguaje y a la cultura por otras vías que estarán
centralizadas en lo visual, que funcionará como elemento estructurante de la personalidad, el
lenguaje y las propias estructuras inconscientes.
Es importante conocer cuáles son los primeros pasos que lleva a cabo un infante para
la formación de su psiquismo, para así luego dar cuenta de las dificultades que un bebé con
discapacidad tendrá al recorrer este camino.
Todo ser humano, en los tres primeros años de vida realizará una serie de tareas, las
cuales una vez superadas, sentarán las bases de lo que será en un futuro. Principalmente en
estos primeros años de vida, el desarrollo del ser humano se da en el marco de las relaciones
afectivas, del apego que va a establecer con sus cuidadores principales (Sanz Andrés, 2010)
El apego se entiende como un lazo afectivo que desarrolla un bebé con su cuidador
principal. Es un proceso que no es aprendido y está asociado a la supervivencia. Se da desde
el nacimiento donde el bebé se encuentra totalmente indefenso y dependerá de un otro, por
lo que buscará apoyo y contención. Cuando este otro satisfaga sus necesidades el niño lo
elegirá y lo asociará como figura de apego. Altmann (2015) plantea que “(…) el apego es el
proceso mediante el cual el niño establece y mantiene un sentido de seguridad, que se
convertirá en la base para las separaciones futuras de su madre y la exploración cognitiva de
su entorno” (p. 38). Estos vínculos le funcionarán como guía y modelo para que el niño pueda
establecer futuras relaciones.
Es entonces como la teoría del apego ha sido y sigue siendo una de las construcciones
con mayor importancia para la Psicología. Su origen se ubica en el año 1935 con el
psicoanalista Spitz (1965) quien realiza una serie de observaciones en relación al desarrollo
de niños que llegaban a diferentes centros debido a que habían sido abandonados por sus
madres. Llegó a la conclusión que para el niño la madre va a representar el medio externo,
es quien le proporcionará todo aquello que carece de pequeño y va a atender
complementariamente todas sus necesidades. Es a partir de este cuidado y esta relación que
se formará una diada, que funcionara como herramienta para la supervivencia y la adaptación
al medio.
Más adelante Freud, Klein, Winnicott, entre otros continuaron con estos estudios ya
que para la Psicología el estudio de los vínculos tempranos ha sido un eje central.
Los diferentes aportes psicoanalíticos sostenían que este vínculo entre el bebé y su
madre se establecía con el fin de satisfacer las necesidades fisiológicas y de gratificación oral
del infante. Dice Freud (como se citó en Bowlby, 2012, p.249) “El amor tiene su origen en el
apego que crea la necesidad satisfecha de alimentos”.
Bowlby (1958) crea una teoría sobre el apego, sus estudios difieren de otros autores.
Para él el vínculo que se establecía entre el niño y su madre era producto de un conjunto de
conductas que los hacía aproximarse, es decir el bebé ya nace con una condición y
necesidad de vincularse innata, y lo lleva desde un primer momento a mantener vínculos
emocionales con otras personas.
La principal diferencia entre los aportes freudianos y lo que postula Bowlby está, en
que este último emplea un enfoque conductual. Por su parte a Fonagy (2004), haciendo
énfasis en la teoría de apego, la mentalización y el psicoanálisis, dice que el punto de vista
de las teorías freudianas supone una importante base para el desarrollo de la teoría del
apego, pero para Bowlby estos aportes no le resultaron del todo completos, ya que encuentra
contenidos reducidos en cuanto a los factores culturales y sociales que inciden en el
desarrollo. Ambos igualmente han coincidido que tanto la sensibilidad materna y la
instauración de este vínculo son importantes para el posterior desarrollo de la personalidad y
seguridad del infante.
Bowlby define la conducta de apego como “cualquier forma de conducta que tiene
como resultado el logro o la conservación de la proximidad con otro individuo claramente
identificado al que se considera mejor capacitado para enfrentarse al mundo” (Bowlby, 2012,
p.40).
En relación directa con esta teoría, Ainsworth realizó una investigación a la que llamó
“situación extraña” la cual “valora la respuesta del infante a separaciones muy breves de su
madre, en grados crecientes de intensidad de angustia, y luego del comportamiento que
presenta al reunirse con la misma” (Bleichmar, 2005, p.112).
Ainsworth concluyó que los niños exploraban el ambiente y jugaban mucho más
cuando su madre estaba a su lado, utilizándola como base segura para explorar el ambiente
y ante situaciones que los hacen sentir amenazado, se activan las conductas de apego y
disminuye las de exploración (Delgado, 2004).
La autora estableció tres tipos de apego, el apego seguro, el apego inseguro evitativo
y apego inseguro ambivalente.
Esta teoría de la cual se viene hablando, cuenta con distintos momentos, ya que el
psiquismo del niño se va constituyendo lentamente. El primero, es un momento de pre-apego
que va desde el nacimiento hasta las seis primeras semanas. El bebé realiza todo tipo de
conductas, como es la sonrisa, el llanto, la mirada, conductas que radican en reflejos que son
determinados genéticamente. Estas conductas tienen por finalidad la supervivencia del
infante. El segundo es un momento el cual el apago se va formando, va desde las seis
semanas hasta los seis meses de edad. El bebé va a ir orientando estas conductas y
respondiendo a su madre de manera más contundente. Si bien la reconoce perfectamente,
al separarse de ella no presenta ansiedades. El tercer momento es lo que se denomina como
apego, propiamente dicho y lo podemos ubicar entre los seis meses hasta los dieciocho o
veinticuatro meses aproximadamente. Se puede observar un vínculo afectivo claro hacia su
madre por lo que cuando se los separa puede presentar conductas de enfado y ansiedad. El
último momento, va desde los dieciocho o veinticuatro meses en adelante y se da la formación
de relaciones recíprocas acompañado de la apropiación del lenguaje y la capacidad del niño
en representar mentalmente a su madre. Esto lo ayuda a que cuando ella se encuentre lejos
puede predecir su retorno, saber que la ausencia de ésta no es definitiva, haciendo que la
ansiedad disminuya. El vínculo, luego de estos momentos, ya se encuentra consolidado, esto
quiere decir que ya no es imprescindible el contacto físico ni la búsqueda permanente del
niño hacia su madre. El niño sentirá la seguridad de que su madre responderá cuando él la
requiera (Bowlby, 1998).
El sujeto dice Díaz (2014), “supone un amplio juego de proyecciones, pero también
de interrogantes y de supuestos que parten desde el deseo parental hacia el niño” (p.17).
Para eso es necesario, que exista otro que:
cree las condiciones para que el pequeño pueda ir tomando la palabra con
respecto a aquellos significantes que lo irán representando en tanto sujeto y no
que los mismos queden abrochados a su ser sin ningún tipo de movilidad ni de
cuestionamiento. (pág.18)
Es decir que para dar inicio al proceso de constitución subjetiva en el niño es condición
necesaria que Otro accione sobre éste una operación que implica pensarlo como sujeto
deseante con proyectos propios. Díaz (2014) expresa que cuando esta operación no se lleva
a cabo, el sujeto queda “arrastrado y arrasado por un destino cuya historia estará
permanentemente escrita por los otros” (pág. 19).
Dicho autor habla sobre una especie de “ignorancia” necesaria en los padres hacia su
hijos, y que no surge de cualquier lugar la posibilidad de interrogar al niño sino que es posible
cuando éstos puedan soportar y sostener la vacilación acerca de lo que puede llegar a ser su
futuro. Es a través de ésta ignorancia que el niño podrá constituirse, como un sujeto activo,
deseante y con soportes identificatorios lo que le permitirá ir construyendo su propio camino.
Y no como una prolongación de un Otro (Díaz 2014).
Es así como, una actitud de interrogación, será unas de las condiciones para que
devenga la subjetividad del niño.
“La subjetividad supone múltiples nacimientos que se irán produciendo como efecto
de sucesivas operaciones que deberán darse a partir del momento en que el cachorro
humano nace. Estas operaciones se producirán dentro de su entorno…” (Diaz, 2014, p. 19).
Los padres son lo que juegan un papel fundamental, ya que son los encargados en lo que
respecta a las funciones que le posibilitará al niño llevar a cabo las operaciones que irán
moldeando su subjetividad.
Pero, ¿qué sucede cuando la imagen del bebé idealizado por estos padres no se
cumple? ¿Qué ocurre cuando se enteran de que ese hijo presenta alguna discapacidad?
Uno de los motivos en que la felicidad por el nacimiento de un hijo se vea truncado es
que éste nazca con alguna discapacidad, siendo un factor de vulnerabilidad, que influirá en
su identidad, su forma de estar en el mundo y sus relaciones con los demás. También incidirá
esta situación sobre los padres (Rodríguez de la Rubia 2013). Los padres se verán inmersos
en una situación de desconcierto, provocando así una desestabilidad en ellos y un riesgo para
la constitución subjetiva del niño. Las reacciones en los padres pueden ser varias cuando
reciben la noticia de que su hijo tiene una discapacidad, desde el shock y la negación hasta
la ilusión inconsciente de cura. Estos padres comenzarán a transitar un proceso de duelo por
ese hijo idealizado, donde sentirán dolor por ese hijo, dolor por ellos mismo, sentimiento de
inadecuación y enfado hacia los demás, depresión, etc. (Girón, 2015).
El trasfondo de todo ello es la necesidad de integrar la imagen real del bebé recién
nacido frente a las expectativas previas al nacimiento, y enfrentar un proceso de
elaboración que debería concluir en la aceptación de la realidad de lo ocurrido, y
en poder proporcionar la vinculación afectiva necesaria para el desarrollo y
adaptación del niño. (Girón, 2015, p.10)
El ser humano nace con una serie de capacidades y recursos los cuales servirán para
demandar y mantener el contacto de los adultos que tendrán la tarea de cuidar. Éstos sentirán
también, el interés por la supervivencia de la persona a quien cuidarán por razones tanto
conscientes como inconscientes. Entre las capacidades iniciales se puede resaltar la mirada,
el llanto, la imitación de muecas o gestos, la sonrisa y la atención selectiva de la voz humana.
La sonrisa social y las vocalizaciones se irán agregando en las semanas que siguen. Pero
cuando un niño nace con algún déficit puede verse alterada algunas de estas capacidades,
ya sea no pudiendo manifestar alguna de ellas o la totalidad de éstas. Esto provoca que se
condicione la respuesta de proximidad de los cuidadores y el establecimiento relacional entre
ellos. Los padres no sólo tendrán que “adaptarse” a esta situación, sino que también a los
rasgos temperamentales que serán “interpretados” por otras claves dando lugar a nuevas y
varias reacciones y vivencias emocionales. El camino que cada padre tendrá que vivir para
“aceptar” a su hijo discapacitado será variado y dependerá también de los tipos de relaciones
que han experimentado o vivenciado especialmente con sus propios padres ya que será el
modelo que inconscientemente guiará el comportamiento cuando interactúen con su hijo
(Rodríguez de la Rubia, 2013).
Existen situaciones que son más frecuentes que interfieran en el vínculo afectivo del
bebé con su madre o cuidador principal. Estas se pueden agrupar en tres grandes factores:
1. los relacionados con los padres, 2. los relacionados con el recién nacido y 3. los
relacionados con el medio ambiente.
El primer grupo tiene que ver con que cualquier condición que obstaculice el primer
contacto entre la madre y el bebé, va a interferir inicialmente con la vinculación afectiva.
Ejemplo de esto puede ser que la mamá se encuentre en una situación de salud tanto física
como mental desfavorable, trastornos sensoriales como ceguera o sordera, problemas de
adicción, madres adolescentes. El segundo grupo relacionado a las condiciones del bebe,
podemos ubicar aquellas relacionadas a la salud, imposibilitándole la permanencia de este
con su madre fundamentalmente aquellas que son más largas en el tiempo como por ejemplo
haber nacido prematuro o haber pasado por alguna cirugía o situaciones permanentes tales
como malformaciones, genopatías o enfermedades que generan alguna discapacidad. Y por
último, aquellas condiciones que se dan en el medio ambiente, que están relacionadas con
el hospital, por ejemplo, equipos médicos poco sensibles, la utilización de lenguaje técnico,
poca o excesiva información, etc. Están también las relacionadas con el medio social y
cultural como por ejemplo carencias económicas importantes, madre soltera, adicciones en
el ambiente familiar, etc. Y por último la falta de redes de ayuda social accesibles a la familia
(Girón, 2015).
En la misma línea, afirman que un niño con discapacidad puede tener una evaluación
psíquica similar a la de un niño sin discapacidad, aunque es necesario que se dé con mayor
frecuencia relaciones de apego seguro que lo ayuden a enfrentar las diferentes dificultades
que tendrá que vivir. Estudios han demostrado que mientras las primeras relaciones se
establezcan positivamente los bebés con discapacidad pueden tener un desarrollo emocional
sano (Sanz Andrés, 2012).
Siguiendo esta misma línea existen dos investigaciones realizadas en los años 2005
y 2010 por la Universidad de Amsterdam, Holanda que afirman que aquellas personas con
una discapacidad intelectual no logran con sus padres un vínculo seguro, sino al contrario
desarrollan vínculos de apego inseguro ya que sus conductas son más difíciles de interpretar,
lo que dificulta el contacto y el vínculo con estos (De Schipper & Schuengel, 2010). No
obstante, se piensa que de ocurrir esto, el desarrollo de un apego seguro resulta fundamental
para la persona con discapacidad, por lo que dicha investigación plantea que un entorno que
brinde al niño cuidados especializados, con ayuda de profesionales que le otorguen la
protección y el apego seguro que necesita compensaría las dificultades vinculares con los
padres (De Schipper & Schuengel, 2010).
La relación con un otro es una condición necesaria, para la constitución psíquica del recién
nacido como sujeto singular. Al nacer el niño se encuentra desamparado, indefenso. Casas
de Pereda (1992) menciona que:
La indefensión es la marca a fuego de la ontogenia que organiza las múltiples y sutiles redes
donde el sujeto para acceder a su propio deseo, necesita ser deseado y sostenido
metafóricamente y literalmente por sus padres. (Casas de pereda, 1992)
Esta manera de ver al niño, dice la autora, puede llegar a “desconocer su lugar como
sujeto activo en los procesos interactivos con el adulto desde el inicio de la vida” (Ulriksen de
Viñar, 2005, p.3), por lo que invita a pensar en su sujeto activo, donde su desarrollo de manera
positiva le permitirá obtener diferentes capacidades, como por ejemplo un pensamiento
inteligente, el cual se realice de manera creativa e independiente y que además estará
integrado al mundo en el cual está inmerso. Esto es posible si el sujeto es capaz de
“interiorizar los aportes cognitivos y afectivos de los primeros vínculos, y afirmarse en ellos
para transformar el desamparo inicial y la dependencia extrema en capacidad de separarse...”
(Ulriksen de Viñar, 2005, p.3).
Desde esta mirada, se menciona que es necesario, para el niño, un otro que lo
sostenga, lo desee, que experimente con él diferentes experiencias para que pueda
configurar su estructura psíquica. Es importante entonces hablar de los primeros vínculos y
la función materna.
El vínculo temprano ha sido objeto de múltiples estudios dentro del psicoanálisis. Han
sido varios los autores que han trabajado en relación a este tema. Es a través de autores
como Freud y Winnicott que se subraya la condición necesaria de la presencia de un otro,
que contribuya al desarrollo del recién nacido.
Para Freud (1933) la madre, aparece como una madre nutricia, como objeto de las
pulsiones de autoconservación y las pulsiones sexuales, que servirá de estimulación para la
libido. El recién nacido será para Freud (1950) un sujeto que estará en total dependencia
respecto a su madre, por lo que esta va a influir en la estructuración de su psiquismo. Es
necesario un otro para satisfacer sus necesidades, poner fin a la tensión interna y para dar
lugar a la acción específica que lo podrá investir narcisisticamente.
Zimerman, A. (1999) parafraseando a Freud (1926) expresa que “la primera vivencia
de angustia y en consecuencia la fuente y el modelo del afecto de angustia” (p.925) es el
nacimiento del bebe. Por lo que aquello que se pierde al nacer se va a recuperar cuando
exista el primer contacto con su madre. A partir del nacimiento Ulriksen de Viñar. (2005) va a
decir tomando las ideas de Viñar, que “el niño nace en un estado de desamparo y
dependencia absolutas”, por lo cual “no se hablará de niño sin incluir al otro de quien depende
totalmente, representado en el comienzo por la madre” (p. 4) o quien cumpla el rol de
cuidador.
Ulriksen de Viñar (2005) señala que la fragilidad del bebé, lo hace poner un lugar
central que obliga a su entorno a transformarse para hacer aquello que él bebe no puede
hacer por sí mismo y que indispensable para su vida. La madre es quien se va a transformar
de sujeto a objeto y va a renunciar a su autonomía para transformarse en lo que el niño
necesita. El niño se vuelve "his majesty the baby". (p. 4)
Otro de los planteos importantes que teoriza el autor, es cuando se refiere a la función
materna en torno a tres categorías:
Siguiendo esta línea Mannoni habla sobre aquellos condicionamientos con los cuales
el bebé carga ya desde antes de su nacimiento. Menciona que no solo es la función materna
que condiciona al bebé, sino también las expectativas que con las que se lo espera: “...un ser
humano, desde su vida prenatal está ya marcado por la forma en que se lo espera, por lo que
luego representa su existencia real para las proyecciones inconscientes de los padres...”.
(Mannoni, 1979, p.14)
Según la autora la madre, es el primer otro con quien el niño establecerá una relación,
por lo que su discurso va a determinar la constitución psíquica del niño y el relacionamiento
que esta tenga con los otros determinará también la constitución en la historia del niño.
“Cada mujer, ante la falta de las señales de identificación de su niño enfermo, va a sentir
angustia en función de aquello que la ha marcado en la historia”. (Manonni, 1990)
La madre siente como suyo el sufrimiento de su hijo por lo que sentirá indirectamente
que ella también es discapacitada. Coincidiendo con Aulagnier (1997) la función maternal
puede verse afectada por el discurso con el que el Otro (mamá) va a estructurar la psiquis del
bebé. Es decir que si la madre se siente de esta forma va a condicionar su discurso
modificando el lugar que se le había adjudicado al bebé dentro del contrato narcisista.
Desde Winnicott (1975) se puede decir que lo importante es que la madre tenga la
capacidad de transitar y elaborar el duelo para que pueda cumplir con las funciones de
manipulación y sostén adecuado, así como también propiciar una mirada adecuada al bebé.
Lo primero que necesitan los padres frente a la noticia de que su hijo será sordo es
una apoyo social y una adecuada información de esta condición (Mesa, 2013). El
reconocimiento y la aceptación por parte de la familia serán importante ya que está ligado al
tipo de apego que se establezca con el niño.
No solo será importante el apoyo social para la familia sino también para el niño a fin
de que pueda tener un buen desarrollo integral y una adecuada autoestima. Pasa por lo
general que las personas que tienen problemas en su audición o pérdida total de ella poseen
dificultades en cuanto a la autoimagen por eso el desarrollo de su identidad personal y social
será de gran importancia.
Girón (s/f) menciona que los niños sordos o que tienen algún tipo de dificultad en su
escucha tienden a establecer un apego inseguro con su principal cuidador ya que por ejemplo,
las madres oyentes con hijos sordos o déficit auditivo no logran ajustar la comunicación con
hijos con este déficit y tienden a controlar las interacciones en función de esa sordera, lo que
hace que la misma no pueda comprender o tener una comprensión pobre de las necesidades
o deseos de su hijo.
Otros (A.P.A.S.U, 2008) por ejemplo mencionan que no es lo mismo nacer en una
familia que es oyente que nacer en una donde sus integrantes son sordos. Él porque está, en
que por ejemplo en el primer caso los padres esperan que la comunicación con su hijo sea
de manera oral. Se puede ver al niño como irritable e intolerante cuando se enfrenta a
situaciones que le provocan frustración y además estará en estado de alerta y vigilia debido
a que tiene un pobre acceso a la información (Salamanca & Guadalupe, 2009). A diferencia
de esto, los niños sordos que nacen en familias sordas, por lo general el tipo de apego que
desarrollan es adecuado, ya que los padres tiene un mayor conocimiento y comprensión de
esta situación (Mesa, 2013).
Según Tejera (2003) (como se citó en Mesa, 2013), esta situación genera por lo
general estrés y los tipo de apego ansioso, evitativo y ambivalentes pueden generar en los
niños aislamiento, depresión y ansiedad. Frente a eso es importante que aprendan
tempranamente la lengua de señas ya que se logrará a través de ésta una mayor participación
e integración social, le permitirá comunicarse, expresarse, pensar y desarrollarse social y
afectivamente.
Schorn (2009) menciona que ni nosotros ni nuestros padres pueden recordar cómo
es que aprendimos hablar, se da casi de manera automática por el contacto comunicativo
entre hijos y padres. Plantea que la especie humana es la única que tiene la capacidad innata
de aprender un lenguaje simbólico, pero esta capacidad tiene que ser puesta en marcha por
otro ser humano, generalmente por el contacto que surge entre la madre y el hijo. “Es el
lenguaje de la madre interiorizado por el hijo el que permite pasar a este la sensación al
sentido y alcanzar el punto conceptual” (Schorn 2009, 101p).
4.1 El papel del lenguaje como fundante en la estructuración psíquica y social del niño.
Schorn (2009) hace referencia a los postulados de Vigotsky el cual dice que para que
el infante pase de una sensación al pensamiento debe haber no solo una conversación, sino
que esta tiene ser adecuada, es decir una conversación propia, personal e irrepetible entre la
mamá y su hijo. En este intercambio mutuo va apareciendo el qué, el quién, el cómo, el
dónde, el porqué. Preguntas que son hechas por padres a sus hijos y viceversa que tienen
el sentido de ampliar y dar significado al mundo sonoro que nos rodea y a las acciones. Es
decir, los padres le permiten a sus hijos la apertura del pensamiento, no quedándose esté
solo ni atrapado en el mundo perceptual sino dándole la posibilidad de entrar al mundo
simbólico.
Esta capacidad debe aprenderse lo antes posible ya que si se atrasa puede que el
proceso se lentifique, se retrase o quede trastocado. Es decir que “si la comunicación falla y
el lenguaje no surge, esta falla afectará el desarrollo intelectual, el intercambio social, la
estructuración misma del lenguaje. Todo esto a la vez simultánea e inseparablemente”
(Schorn 2009, pág. 102).
Schorn (2009) menciona que será por otras vías, seguramente centralizadas en lo
visual. La sordera va a dificultad la adquisición temprana del lenguaje ya que no va a permitir
el “disfrute de la captación de la sonoridad que surge de las músicas, canciones, gritos y
ruidos” (Schorn 2009, p.10).
Esta autora menciona a Brenner para dar cuenta qué pasa cuando hablamos de niños
sordos, que al no poder oír a sus padres no son capaces de poder captar las primeras
comunicaciones verbales y pre-verbales.
Dicha autora dice que para cada ser humano el lenguaje tiene una doble referencia, una que
es histórica y privada que involucra los significantes verbales que marcaron nuestro oído de
niños antes de poder hablar y otra que tiene que ver con las leyes mismas del lenguaje y la
variedad de opciones posibles debido al juego de palabras. Dice que el niño sordo “en los
primeros meses de vida, esto no lo logra a través del lenguaje verbal” (Schorn, 2009, p.104).
Dolto (1986) decía: "la comprensión de la palabra depende tanto del esquema
corporal, como de la imagen inconsciente que de ella se tiene a partir de los intercambios
vivientes que la secundan" (p.39). Es decir que una persona puede oír una palabra, entender
su significado por comprender un mismo código lingüístico, pero puede que evoque en ella
algo diferente a otra persona. Schorn (1997) dice que esto mismo lo podemos pensar en la
persona sorda
“Si no hay significación en lo que lo rodea al niño, hay vacío. Si hay vacío no hay
simbolización, no hay deseo, hay simplemente un estar sin presencia.” (Schorn, 1997, p. 111).
Es decir que el niño se verá atrapado en un hacer concreto, pasando a ser un objeto real puro
donde el lenguaje se entreteje o se teje fallidamente, lo que puede provocar cuadros de
aislamiento. Dice Schorn (2009) “El lenguaje que se hace presente en estos casos es el
lenguaje del silencio o de una presencia sin lenguaje” (p.111).
La falta de audición en los niños hace que sean fundamentalmente visuales. Las
expresiones que realiza su madre serán interpretadas por este niño como equivalente
deíctico. Diferentes palabras como por ejemplo hola, veni, adiós se acompañaran
probablemente con gestos. Schon (2009) dice “por ello considero y quiero subrayar que para
mí la madre del niño sordo, aunque nos parezca extraño es un hablante espontánea de una
lengua de señas comunicacional, aunque no hable ninguna lengua de señas formal” (p.115).
CONCLUSIONES
Varias investigaciones mencionan que las personas que presentan algún tipo de
discapacidad tienden a desarrollar un estilo de apego inseguro. Esto se debe a que muchas
veces en la familia, principalmente en los padres del recién nacido, un shock emocional. Éstos
no se encuentran preparados para afrontar esta nueva realidad, lo cual conlleva que el vínculo
que se establece entre los padres y su hijo se construya sobre una base inestable.
Será importante desde el comienzo, como la familia lleve adelante esta situación ya
que estas primeras experiencias vividas marcarán el desarrollo social del niño y moldearán
su capacidad para formar relaciones íntimas y saludables.
Frente a esto podemos mencionar que existen diferencias bien marcadas en las
diferentes teorías y puntos de vistas, por lo que no se llega a obtener respuestas
contundentes, debido también a la falta de mayores investigaciones en cuanto a la temática.
Pensar en estos sujetos hace que se tenga que tener presente en primer lugar su
subjetividad y también las particularidades que hacen a esta discapacidad, como cada
persona la vive y qué herramientas tiene para enfrentarla y asimilar.
Cuando nuestro trabajo sea con niños, adolescentes y adultos con discapacidad, Díaz
(2014) dice: “que será necesario retomar el rumbo que orienta la ética del psicoanálisis en lo
concerniente a la dirección de la cura” (p.14). Ya que menciona que es algo que suele
olvidarse cuando se trabaja con esta población. Tomar este rumbo, dice que es:
tomar la senda trazada por Freud cuando sostiene que el psicoanálisis se basa
en la cura a través de la palabra, sin perder de vista que en el orden simbólico
nada es absoluto debido a que ninguna palabra puede cerrarse a una significación
que lo defina todo; ni siquiera podemos agregar, cuando existe algo tan
contundente y real como la discapacidad. (Díaz, 2014, p.14)
Es por esto que ella toma como importante a la hora de trabajar con personas con
discapacidad, este rumbo, donde se podrá favorecer en palabras de Díaz (2014) “la
dialectización de lo que la enfermedad tiende a transformar en signo y a eclipsar al sujeto
detrás de ellos” (p.14) Es decir favorecerá a que se asimile los discursos en torno a la
discapacidad para que así el sujeto no se encuentre encapsulado en esa condición.
La autora nos convoca a pensar en este camino, atender y ser capaces de escuchar
las particularidades en tornos a la discapacidad. Esto será imprescindible para el proceso
psicoanalítico que lo que busca es rescatar la subjetividad, ya que esta se encuentra afectada
por lo general, por los discursos técnicos. El atender y escuchar no solo a lo visible sino que
también a lo que hay más allá de ella, será el camino ideal, ya que se encuentra allí, el deseo
de vivir, donde el psicoanalista “deberá distinguir la cura para encontrar al sujeto del
inconsciente” (Díaz, 2014, p.14).
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- http://www.apasu.org.uy/
- https://www.asse.com.uy
- http://www.ine.gub.uy/
- https://www.unicef.org/uruguay/