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PERSONA Y

FORMACIÓN UNIVERSITARIA

Francisco Felizardo Reluz Barturén


Mirtha Flor Cervera Vallejos
Luisín Antonelli Taboada Montaño
PERSONA Y FORMACIÓN UNIVERSITARIA

Descriptores:

DOCENCIA UNIVERSITARIA/ FILOSOFÍA DE LA PERSONA/ ANTROPOLOGÍA DEL CUIDADO/ HUMANIDADES

Puede reproducirse con fines de investigación citando o referenciando a los autores.


Reservados todos los derechos.

Autores:
© Francisco Felizardo Reluz Barturén
© Mirtha Flor Cervera Vallejos
© Luisín Antonelli Taboada Montaño

Edición
© Grupo Expresión SRL
7 de enero 438 – Chiclayo
Telef. (074) 209010 - 952979580

[email protected]
Chiclayo – Perú

1a. Edición Digital, diciembre 2020

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú


Nº 2020-09984

ISBN: 978-612-46930-6-9
“La tendencia es a olvidar rápidamente las enseñanzas
recibidas, pero a conservar permanentemente las verdades
personalmente descubiertas”.
(Carlos E. Martín Cabrejos Fernández, 2018)

In memoriam a William Tapia.

A todos los educadores de las ciencias de la persona.


ÍNDICE

PRESENTACIÓN 7

PRESENTACIÓN EDITORIAL 9

PRÓLOGO 11

REFLEXIÓN PRELIMINAR 17

PROPUESTA METODOLÓGICA PARA LAS CIENCIAS DE LA PERSONA 23

CONCEPTO DE PERSONA Y PROCESO FORMATIVO 50

DEL CUIDADO HUMANIZADO AL CUIDADO PERSONALIZADO 67

LA PERSONA, SER ESENCIALMENTE CRECIENTE 78

LA PERSONA Y LOS ENFOQUES DE EDUCACIÓN DE LA SEXUALIDAD 84

6
PRESENTACIÓN

La universidad como institución académica e


investigativa por excelencia, no solo tiene un rol
profesionalizante, sino también formativo de las personas
y propositivo a las sociedades, lo que implica de manera
ineludible, la comprensión multidimensional e integral de
quienes recurren a ella para ser personas, adquirir
competencias relacionadas a su profesión, pero
principalmente formarse en aquellas competencias
trasversales que lo hacen íntegro.
Conscientes de este propósito de la institución
universitaria, los autores asumen la tarea de investigar y
brindar experiencias de aprendizajes en esta línea, desde
reflexiones de carácter andragógico en clave de la filosofía
de la persona presentando en un solo volumen sus
reflexiones aparecidas en diversas publicaciones que
dispersas pueden aportar, pero que unidas con un hilo
conductor reflexivo consolidan una comprensión del

7
quehacer formativo de las personas desde el pensamiento
y el quehacer de la vida universitaria.
La sociedad global altamente tecnologizada y
científicamente estructurada, con la experiencia de la
pandemia SARS-CoV-2, ha comprendido lo que aún le falta
lograr: humanizarse, o mejor como lo propone Francisco
Reluz, uno de los autores, “personanizarse”, lo que significa
investigar, enseñar, aprender y vivir en esa clave. A través
de estas reflexiones esperamos aportar a ello.

Los autores

8
PRESENTACIÓN EDITORIAL

La pandemia por el SARS-CoV-2 ha puesto a prueba


el sentido humanista de la sociedad, tocando quizá fibras
profundas que permiten reflexionar, en circunstancias,
unas más complejas que otras, si la persona ha sido en los
últimos tiempos el propósito real de las mejoras e
innovaciones logradas con la tecnología.
Lo ocurrido a nivel global nos motiva a mirar con
atención y pensar sobre aquellos aspectos que muchas
sociedades dejaron de lado, sobre la formación del
individuo desde su espacio más íntimo, que es el hogar,
hasta el más colectivo, como es el superior o profesional.
¿Qué se ha privilegiado y por qué importa responder
a ello desde una óptica filosófica? Esto es lo que nos
plantean los autores de esta publicación, a quienes como
grupo editorial agradecemos la confianza y el interés de
hacernos partícipes de esta iniciativa académica.
Expresión, en sus 28 años de trabajo editorial, ha
tenido el privilegio de canalizar el aporte investigativo,

9
académico y cultural de muchos autores lambayecanos. Sin
embargo, esta es la primera vez que nuestra casa recopila
artículos científicos que tienen como hilo común a la
filosofía.
Nuestro agradecimiento y reconocimiento a los
autores Reluz, Cervera y Taboada, por tan notable trabajo,
resultado un apasionado apostolado académico y un alto
sentido de interés por el bienestar social.

Rosa Amelia Chambergo Montejo. Periodista


Directora del Grupo Expresión.
Lambayeque, Perú.

10
PRÓLOGO

La noción de “Persona” dice mucho. Nos hemos


acostumbrado a emplearla, pero no comprendemos
suficientemente bien la radicalidad y relevancia de su
significado. Me atrevería a decir que la prevalencia de la
racionalidad matemática propia de la modernidad y un
cierto materialismo presupuesto a su base, impulsaron en
la modernidad, es decir, a partir del siglo XV el
ensombrecimiento de los alcances de dicha noción.
En su lugar, cobró fuerza la noción de “hombre”,
propia de la Ilustración o la de “individuo” de la especie
humana, propia de las ciencias de la vida contemporáneas.
Tras cinco siglos de influencia de tales lógicas,
especialmente en occidente, vamos avizorando sus límites
y vamos comprendiendo que hace falta recuperar para las
dinámicas contemporáneas de la sociedad y de la cultura
una mejor manera de asumir lo esencialmente humano,

11
que la síntesis de pensamiento grecolatino y judeo-
cristiano plasmó en la noción de persona humana.
En este contexto, el esfuerzo filosófico plasmado por
los autores Reluz, Cervera y Taboada en este texto es
altamente pertinente y valioso.
“Persona” dice mucho más que “ser humano”.
Persona es una noción que indica que lo igual de la especie
“humana” es solo un aspecto necesario pero insuficiente
del ser nombrado. Hace falta incluir la diferencia y lo
diferente, que en el caso que tratamos es incluso más
importante que el de la igualdad.
La noción de “Persona” apunta simultáneamente a lo
singular, único, radicalmente distinguible y distinto de esos
seres que somos los humanos y a lo igual e indistinto de los
mismos. La noción de “Persona” apunta a una naturaleza
común que es capaz de radical individualidad.
En este sentido, la noción de “Persona” apunta a ese
fuero exclusivo de cada quien que es la intimidad, la
interioridad de la conciencia y que la exterioridad corporal
trasluce. Esa intimidad es el ámbito en el que se conjuga la
libertad con la naturaleza. De modo que no prevalece ni la
sola naturaleza ni la sola libertad.
Pero más aún, la noción de “Persona” apunta a la
dimensión relacional de los seres bajo ella cobijados. La
persona humana es “intimidad” -en- “relación”. Es así
como ella supera la clausura del individuo “indiviso” y

12
atómico. La “Persona humana” no se realiza en soledad. Al
contrario, requiere del “otro” para ser plenamente ella.
“Persona” sugiere, por tanto, el carácter de ser-
vinculado; de ser que “coexiste” y que solo se realiza en
dicha “dependencia”. La perspectiva autorreferencial del
ser humano es siempre insuficiente. Solo dialógicamente se
alcanza la verdad de su ser y de su no ser.
Finalmente, mas no por ello menos importante, la
noción de “Persona humana” pone de relieve la dimensión
creatural. Ciertamente, las tendencias secularizantes de la
modernidad han resaltado el carácter de “absoluto”, o de
“absuelto” que respecto de Dios tenemos los humanos.
Han insistido estas tendencias en poner la autonomía
individual por encima de cualquier otra dimensión. Sin
embargo, la experiencia de los siglos transitados nos pone
de relieve que la autonomía absolutizada deja a los
individuos sin norte y que, más aún, la ausencia de su
referencia al origen amoroso que el Dios de los cristianos
conoce, es la mayor y más dolorosa pérdida. La obra que
hoy prologo ofrece signos importantes de esta situación.
Como bien anuncian los autores en este libro, la
universidad debe hoy repensarse para contribuir a la
construcción de una sociedad global que manifiesta signos
de crisis profunda.
Difícilmente las mayorías (que son las que deciden el
decurso de la historia) saben hoy a dónde van, cuál es el

13
deber ser (si es que se acepta la existencia del “Deber” y
del “Bien”), y más profundamente, quiénes son.
La injusta distribución de los bienes, el dolor ante la
desnutrición, la ausencia de patria, los desajustes
ambientales, la extendida corrupción en las instancias de la
vida pública, las guerras y guerrillas, la vida vivida desde el
miedo y la inseguridad, la tristeza y la desesperanza, son
rasgos indiscutibles de nuestro presente. Se advierte,
claramente, que el “progreso” ha sido un mito sin
suficiente sentido de realidad en cuanto se ha impulsado
desde criterios puramente materiales.
Y de modo llamativo la prevalencia de la técnica sobre
la naturaleza ha conducido a una profunda desorientación
en torno al sentido de la corporalidad humana.
Por tanto, la universidad, en cuanto espacio
protagónico del saber maduro y responsable de la
sociedad, debe contribuir hoy, con sentido de urgencia, a
la reorientación de sus dinámicas.
Ya no es propio de la universidad ser mero canal de
formación profesional, pues para esto bastan los centros de
formación técnica y tecnológica. Tampoco la universidad se
realiza hoy como ámbito para el intercambio de ideas entre
expertos y aprendices, pues las redes y los medios digitales
abren cada vez más espacios para ello. Ni siquiera es la
universidad el lugar donde se transmiten las ideas, pues
estas son ya de dominio público y abierto.

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La universidad está llamada a ser el lugar donde se
incrementa el “saber superior”. Es decir, la universidad ha
de potenciar la “reinvención” de los saberes humanísticos,
no subordinados a la eficiencia tecnológica.
La universidad ha de ser el puente por el que transiten
todos aquellos que deseen descubrir lo más propio de su
ser personal: aquello que jamás podrá ser reemplazado ni
por la máquina, ni por los androides ni por los ciborgs.
Desde esta perspectiva, la universidad ha de cultivar
no los “temas” ni los “contenidos”, sino la toma de
conciencia, y la reflexión y el ejercicio de los hábitos
intelectuales, morales y estéticos que posibilitan el
crecimiento armónico de la persona humana y su
fecundidad operativa: la apertura de la inteligencia al ser
de lo real, la conciencia de la fe como luz de la razón, la
capacidad de prometer o la experiencia de lo bello y lo
sublime, la posibilidad de entregar el tiempo propio como
don son solo algunos ejemplos de lo que la universidad
como institución tendrá que potenciar y proyectar en la
sociedad y en la cultura de la actualidad.
En este contexto, ciertamente, cobra un valor cada
vez más evidenciado el valor antropológico del “cuidado” y
su alcance integrador. Me atrevería a decir que el ethos del
cuidado es el que hace posible el verdadero desarrollo y el
verdadero progreso de la persona humana.
Por esto, quizá la universidad está llamada también,
en nuestra actualidad, a rescatar este ethos, para que

15
quienes lo asimilan y lo hacen propio, lo lleven luego a cada
instancia en la que se proyectan con su presencia y con su
acción.
En los cinco capítulos del libro que hoy se pone en
manos del público intelectualmente inquieto y buscador de
alternativas de largo alcance a los problemas y retos del
presente, se ofrecen reflexiones orientadas todas ellas por
la centralidad de la “Persona humana”. Gracias a sus
autores por el trabajo intelectual que ha implicado el libro,
y por el positivo influjo que sus propuestas tendrán en los
lectores, no solo del Perú sino de todo el mundo
hispanohablante.

Ma. Elvira Martínez Acuña. Ph.D.


Profesora Titular Universidad de La Sabana.
Colombia

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REFLEXIÓN PRELIMINAR

La gran pregunta que plantea este libro es: ¿El ocaso


de la metafísica, la filosofía y la cultura moderna representa
el final de las ciencias de la persona y su reducción a mera
historiografía hermenéutica?
Una modernidad centrada obsesivamente en el
crecimiento del conocimiento técnico-científico derivó
hacia la desintegración del sentido de la persona. ¿Pero,
por qué ha ocurrido semejante acontecimiento metafísico
en medio del imperio de la era antropológica? Desde que
se impulsó el maquinismo en el siglo XVIII la humanidad se
ha sentido orgullosa de su poder técnico. Con el tiempo la
era técnica terminó avasallando la era humanística.
En realidad, las humanidades venían heridas de
muerte desde que la modernidad instauró la hegemonía
del diosecillo terrestre a través de la razón autónoma. Ese
regnum hominis o reino del hombre llevaba en su propio
corazón la desintegración de la persona. Pero por qué.
Porque en realidad el pensamiento moderno ha paralizado

17
el pensamiento respecto al sentido de las cosas. Y ello
ocurre por responder hegemónicamente al saber
científico-técnico, el cual no es comprensión del mundo,
sino manipulación efectiva de las cosas a través de leyes y
regularidades. De modo, que lo que se extravió en la
modernidad fue el sentido de la vida.
En este declive de lo humano queda demostrado que
el hombre no puede vivir de pura inmanencia. Renunciar al
absoluto, lo eterno, a Dios, a lo trascendente, resultó fatal
para el hombre, la persona y cultura misma. Acaso, ¿Puede
la hegemónica cultura técnica salvar a la Cultura de la
tragedia? La cultura objetiva de la era técnica predomina,
enajena y empobrece constantemente la cultura subjetiva
de los individuos. Y justamente esto era lo que pensaba
Simmel. La hegemonía de la cultura técnica se da en la
modernidad secularizada de occidente. Es decir, acontece
con el ocaso de la metafísica, la filosofía y la religión. Por
otro lado, la esencia de la técnica es el control y
manipulación del objeto.
Entonces, ¿será posible esperar que el paso hacia la
orgánica y finalista fase neotécnica de la era técnica, pueda
repotenciar a la alicaída cultura subjetiva? ¿La
repotenciación de la cultura, que otrora estuvo a cargo de
la religión, puede ahora estar a cargo de la cultura
neotécnica? ¿Existe, acaso, en la esencia de la cultura
neotécnica algo que pueda satisfacer los más profundos
anhelos humanos de eternidad, absoluto y trascendencia?

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¿La fase neotécnica representa una mutación en la esencia
de la técnica que de calculadora la vuelva finalista? ¿O al
contrario dicha fase será la profundización del
inmanentismo y el olvido absoluto de toda trascendencia?
Quizá sea temprano en la historia para dar una
respuesta convincente. Pero mientras se despeja el
horizonte de la técnica en su nueva mutación, seguirán
siendo los valores absolutos, eternos y religiosos los únicos
capaces de sacar a la cultura de su tragedia y ocaso. ¿Pero
se está despejando el horizonte para que la religión sea una
tabla de salvación o al contrario se están cerrando todas las
posibilidades en este sentido? La avasalladora
secularización de la moderna civilización occidental parece
confirmar lo último. Y con ello se estaría consolidando la
tragedia completa de la cultura en medio de la decadencia
de la civilización moderna.
La universidad tampoco quedó intocada por el
fenómeno de la secularización y desgarramiento del ser. Al
contrario, vemos por todas partes que ha sucumbido a la
hegemonía de la razón funcional sobre la razón substancial.
De hecho, en la modernidad decadente la universidad ha
muerto porque ha dejado de ser un saber educarse para el
saber, para convertirse en marioneta de las descoyuntadas
especialidades. La universidad tiene un desafío enorme
delante de sí. Pues ir hacia el sentido de persona exige a la
universidad romper los esquemas de la racionalidad
instrumental moderna.

19
La filosofía moderna al tomar la percepción como
originaria y no admitir la cosa fuera de la percepción
concluyó rechazando el problema del conocimiento
(basado en la separación entre objeto y sujeto), sepultando
el problema de la metafísica (no hay sentido fuera de lo
humano) y soslayando el problema de la persona (no hay
persona sin sentido del espíritu).
Desde la perspectiva inmanentista de la filosofía
moderna el sentido depende de la percepción y no del ser.
Más aun, no hay ser sin percepción. Pero esto no es más
que una ilusión epocal de una humanidad antropocéntrica
que eliminó el horizonte de la trascendencia en sentido
metafísico.
La distinción entre persona y cosa no puede
desestimarse porque compete a lo real. Y aunque su
demostración racional sea problemática, su aceptación
existencial es irrebatible. Es decir, no es por medio de la
razón lógica sino de la razón existencial que se recupera el
problema del conocimiento, el problema de la metafísica y
el tema de la persona. Esta razón existencial es también
mito, fe, creencia, porque lleva a lo incondicionado e
intemporal. Y, además, liga la inmanencia con la
trascendencia.
No se puede seguir por el camino tecnológico de la
domesticación del ente para recuperar el sentido de
persona. La persona tiene su propio camino. Hay que
volverse sobre el camino de la domesticación del ser. Pero

20
este camino no es científico sino mítico. Es el mito, la
religión y la metafísica los que crean el sentimiento de la
domesticación del ser, del enigma, del misterio, de lo
incondicionado e intemporal. Lo técnico-científico crea el
sentimiento de la domesticación del ente, lo útil, lo
secularizado, lo condicionado y temporal. La diferencia
entre ambos es enorme. Porque mientras el mito
proporciona sentido a la existencia, lo técnico-científico
otorga sentido al dominio de las cosas en orientación a lo
útil.
El hombre mítico teme a la nada y a la muerte, a lo
que amenaza el ser. En cambio, el hombre técnico-
científico teme cuando las cosas salen de su control y
dominio, pero al mismo tiempo guarda un optimismo ciego
en el maquinismo arrollador. El hombre mítico tiene una
metafísica primera que da unidad a la existencia concreta.
El hombre tecnológico tiene una metafísica segunda que
trata de suplir el desarraigo del ser. La filosofía antes de ser
ordenación de conceptos fue comprensión de la existencia
real rodeada de enigmas. La crisis logocrática de la
modernidad que ha deshecho el sentido de la vida, lleva
nuevamente a conceder importancia a la metafísica del
mito y a las filosofías con intención mítica.
De ahí la urgencia de prestar atención al presente
libro, que busca iluminar metodológica y conceptualmente
el tema de la persona. Las investigaciones de sus tres
autores -Reluz, Cervera, Taboada- nos llevan por el camino

21
de la meditación de la imperiosa necesidad de reconocer la
metafísica de la persona. Sin ello se sucumbe nuevamente
en la racionalidad instrumental y su aparataje funcional que
asfixia las recónditas realidades substanciales.

Gustavo Flores Quelopana


Instituto de Investigaciones para la Paz, Cultura e Integración
de América Latina.
Presidente emérito de la Sociedad Peruana de Filosofía.

22
Alexa Di Blois, 2017

PROPUESTA METODOLÓGICA PARA LAS CIENCIAS


DE LA PERSONA

Francisco F. Reluz Barturén

Hoy en día las ciencias humanas, en las que se pueden


incluir las disciplinas filosóficas, están siendo relegadas en
el ámbito del conocimiento, donde predominantemente se
ha enfatizado en el modelo pragmatopositivista (Castaldi,
2013). Lo cual ha traído detrimento de su presencia no sólo

23
en la disminución laboral de las profesiones humanísticas,
sino también en la formación integral personalista de los
científicos y tecnólogos. La inter y transdisciplinariedad
contemporánea exige la superación de esta dañina
contraposición para el saber y la persona. Por eso, en la
línea reflexiva de pretensión por las que las Ciencias
Humanas se transformen en Ciencias de la Persona, se hace
necesario proponer una propuesta metodológica
integradora que haga viable esta transformación, y que -al
mismo tiempo- incremente las posibilidades laborales de
los profesionales de las ahora transformadas ciencias de la
persona, porque junto a los científicos y tecnólogos son
requeridos para solucionar los diversos problemas
contemporáneos.

La lectura negativa del recorrido epistemológico

En la actividad reflexivo-investigativa de la
antigüedad clásica greco-latina no había distinción entre
filosofía y ciencia, ésta última como episteme –
conocimiento verdadero- en su sentido de saber racional e
incontrovertiblemente demostrado por la lógica permitía la
unicidad epistémica; situación que posteriormente se fue
‘resquebrajando’ por el advenimiento del progreso
científico desde el surgimiento de nuevas metodologías
que a su vez generaron nuevas comprensiones del
quehacer científico y tecnológico, llegando a su punto

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álgido con el positivismo y el neopositivismo. Estas
tendencias han permitido el avance tecno científico, pero
al mismo tiempo el olvido de sí mismo y la distorsión de su
propia comprensión (Reluz, 2011).
Actualmente, la lectura sobre el quehacer
metodológico y científico se ha dado en términos de
ruptura paradigmática, lo que ha traído
consecuentemente, la separación entre las ciencias
humanas, las ciencias formales y las ciencias
experimentales, cada quien con su propia concepción
fuerte desde sus cimientos comprensivos y metodológicos
asumiéndose como saberes separados que han hecho del
hombre un ser escindido en el conocimiento sobre si y
sobre su realidad. Además de tratarse de una comprensión
artificiosa de la manera como la persona conoce la realidad
y se conoce a sí mismo como parte de ella. Es pernicioso
para el ser personal, su conocimiento de sí y aplicación
práctica, dar lectura a la comprensión del quehacer
científico-metodológico en términos de ruptura. Lo es, en
primer lugar, en un sentido fenomenológico existencial,
porque lo conduce a un reniego de su pasado, a una suerte
de “parricidio fallido” porque lo evita reconocerse como
heredero de todo un bagaje cultural y de vida.
El hombre de hoy impreca de su pasado y no lo
discurre como parte de sí. Considera que lo pasado debe
dejarse de lado pensándolo en términos de obsolescencia;
¿qué genera esto? La búsqueda de novedad sórdida

25
cayendo en las adicciones como muy bien lo estudia J.
Cañas (2004) en su comprensión antropológica de la
rehumanización. La búsqueda de novedad dejaría de ser
sórdida y le sería beneficiosa si en lugar de obsoleto ve el
pasado no en ruptura con él sino en sintonía de conciencia:
Aprendo de mi pasado para afrontar mi presente y
proyectarme al futuro con criterio y sentido. Entre mi
pasado consciente y mi hoy debo descubrir la línea de
continuidad que permita orientarme en nuestro contexto.
En segundo lugar, entender lo científico epistémico
en términos de ruptura, es pernicioso al conocimiento de
la persona en sentido tanto gnoseológico como óntico.
Desde lo gnoseológico, lo que supone conocer la realidad y
lo humano acontece en términos de relación holística,
donde lo analítico sólo constituye una parte metodológica
para una mejor comprensión de lo parcial que, sin
embargo, reclama la unidad cognitiva para que sea
entendida de forma más íntegra, completa.
La realidad se nos presenta como un todo, y nos exige
ser conocida como tal, caso contrario se da un
conocimiento disgregado, parcializado, donde se enfatiza
un aspecto del conocimiento en detrimento de otro…
conduce, por ejemplo a pensar que sólo puede ser
conocida la realidad fáctica obviándose la realidad
espiritual (Fortea, 1987); o que metodológicamente es
mejor para acercarse al conocimiento de la persona verla
como objeto en términos cuantitavo experimentales, en

26
vez de sujeto vivencial con sus cualidades entendidas desde
su ser existencial. En ambos casos la comprensión óntica
del ser persona apuntará a disgregarlo, a conocerlo desde
un aspecto… y sabemos que él es un todo y como tal debe
ser abordado para un conocimiento mejor de su naturaleza
y de su condición. En tercer lugar, la comprensión
disruptiva de lo científico-epistémico, es una forma de
interpretar artificial y artificiosamente su funcionamiento
neurosistémico (Gonzáles, 1998).
La actividad neuronal del cerebro humano está de tal
manera organizada que su disposición natural se orienta
hacia la comprensión de la complejidad integrada; es decir,
cuando se enfrenta a un problema cualquiera que este sea,
siempre ‘lo visualiza’ como un todo que necesita ser
solucionado y emplea los distintos mecanismos y
estrategias para alcanzarlo. Por otro lado, los recientes
estudios sobre la asombrosa neuroplasticidad cerebral
demuestran que esta capacidad latente se hace más
extensiva cuando se la ejercita.
Como puede comprobarse, entender en clave de
ruptura, como hasta ahora se viene dando, la comprensión
de lo científico-epistémico (del mito al logos, realismo-
idealismo, fe y razón, racionalismo empirismo,
experimental-existencial, objetivo-subjetivo, cuantitativo-
cualitativo, etc.,) ha contribuido a entender a la persona de
una manera escindida desde la antropología filosófica,
originándose corrientes contrapuestas dentro de ella

27
incluso yendo al extremo de comprenderla como realidad
sólo corpórea y biológica que coadyuvan a vivencias
denigrantes de lo humano desde una perspectiva ético-
moral, o a enfoques de exacerbación subjetivo-
espiritualizada que desvirtúan a la persona
condicionándola a un manojo de culpas y complejos más de
las veces infundados muy lejos de una auténtica
espiritualidad digna de la persona y de su relación con lo
trascendente.
En medio de ello se encuentra la compleja trama de
la existencia contemporánea que subordina la dignidad de
la persona al vil interés monetario y que lo convierten en
un ser manipulable, objeto de deseo, gusto y placer,
cosificándolo y desacralizándolo (Livi, 1997). Tratamiento
de la formación enfatizada por la educación
contemporánea Por otro lado, esta inadecuada
comprensión de la persona a partir de la interpretación
disruptiva de lo científico epistémico (Osorio, 2014) que ha
degenerado en incomprensibles tendencias dentro de la
antropología filosófica vuelcan sus transgresiones
metodológicas al principal quehacer humano: su formación
educativa… tanto se dice sobre la educación, y qué tan
poco se hace para que sea integralmente eficaz.
Siendo mal entendida esta por los tecnócratas y
‘especialistas’ de la educación como la formación (de-
formación, digo yo) para el trabajo en términos de
productividad sin criterio. En primer lugar, hay que

28
distinguir entre el proceso de enseñanza-aprendizaje y la
educación. El sicario experto puede ‘enseñar’ a matar por
dinero y el iniciado en la delincuencia puede ‘aprender’, lo
cual es instrucción mas no educación, pues la educación
exige perfeccionamiento de la naturaleza y la condición
humana, no de su denigración. Lo mismo ocurre con la
instrucción en tecnologías, lo que no capacita para que sea
utilizada con criterio para el bien. Esto es lo que –con el
respeto que se merecen- los tecnócratas y tecnólogos de la
educación, han obviado quizá sin intención, pero que
conducen a minusvalorarla y entenderla más como proceso
instructivo, ¡craso error!, veamos por qué. Quien enseña
necesita estar informado en su especialidad, pero también
formado en ella. Parte de su información está en que
trasmita su asignatura de tal manera que le sea significativa
al estudiante, y saber cómo hacerlo es la didáctica, las
técnicas y herramientas a utilizar han cambiado y
cambiarán conforme a los tiempos; sin embargo, la
formación en la materia implica el compromiso de vida del
ejercicio docente, investigar uno mismo, ser responsable
de mejorarse continuamente de tal manera que el
aprendizaje a su estudiante no sea solo significativo en la
adquisición de datos para una profesión, sino también para
la vida en buen obrar.
El problema surge desde el predominio enfatizado en
la información tecnológica de los futuros docentes y ahora
también del estudiante, olvidando de su formación

29
personal. La educación como formación integral, así como
la adecuada disposición para el aprendizaje viene de casa.
Cada docente que podamos tener es diferente en su
didáctica, algunos con mayor formación que otros, ninguna
persona es igual, y desde esa perspectiva tal vez algunos
con auténtica vocación de maestros, pero de todos
aprendemos y tal vez de muchos de ellos nos formamos
con sus esfuerzos y enseñanzas de vida. Por otro lado, las
Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), que
ahora tanto se preconizan en la educación desde edades y
niveles más tempranos es una herramienta, y como tal
debe saberse cómo deben ser utilizadas (Knight, y Col,
2014). Un martillo es una útil herramienta al carpintero,
pero puede ser utensilio mortal para un niño, o como lo
expresa Pierre Laurent: “La computadora no es más que
una herramienta. El que sólo tiene un martillo va a terminar
pensando que todos sus problemas son clavos… La
motivación y la participación tiene que ver con el contacto
humano, el contacto con el maestro, con los pares”
(Richtel, 2011).
Existen ciertos mitos al respecto de las TIC, por
ejemplo: mejoran o generan aprendizajes significativos,
que el 99 % de información y el ‘conocimiento’ se
encuentra en internet, entre otros; y, por lo tanto, el
docente actual, ‘moderno’, debe seleccionar links para que
sus alumnos ‘lean’ o ‘investiguen’ la información. Aunque

30
sobradamente sabemos los docentes que muchas veces los
alumnos hacen es copy page.
Ante estos mitos hay que manifestar, que la mayor
parte de los aprendizajes significativos se adquieren en
contacto con la realidad y no a través de un filtro como lo
es la computadora. Si se quiere aprender geometría hay
que visitar no páginas web, sino conocer espacios físicos, la
frase “una imagen vale más que mil palabras” es válida, sin
embargo, la imagen de una web resulta ínfima ante la
observación de la realidad y su comprensión. La aplicación
de información a la realidad no sólo es cognitiva, es
también afectiva. Los éxitos personales no sólo se miden
por el dinero, sino por la satisfacción de realización
personal.
Es sabido también que la visualización de imágenes en
pantalla perturba el aprendizaje, disminuye las
experiencias físicas y emocionales, encoge la creatividad.
Puede ser perturbadora del aprendizaje en cuanto
distorsiona los conocimientos procedimentales donde se
requiere entender procesos secuenciales de
discernimientos y de su concienciación, en palabras
sencillas: el educando termina por convencerse que es
cierto lo expresado en el internet o por los medios
comunicativos, sin entender por qué es así, si es adecuado
o cómo se logra el resultado, favoreciendo el pensamiento
convergente (estar de acuerdo, asumir algo pasivamente,
por lo tanto ser fácilmente manipulables) en detrimento

31
del pensamiento divergente (analizar críticamente, disentir
con fundamentos).
Nunca un celular, o una tablet puede ser considerada
una extensión de nuestro cuerpo, aunque los estudiantes
así lo crean, por eso es que una manera moderna de plagiar
en los exámenes -así sean estos de análisis y síntesis o
basados en problemas- es que obtengan la conocimientos
no adquiridos por estudio reflexivo a través de su utensilio
electrónico… recuerdo un día en que dialogando con un
estudiante sobre un texto recomendado que
comprendiese, le pregunté al respecto “¿y dónde está tu
memoria?” y lo que hizo fue mostrarme fue su USB.
Las TIC son herramientas de gran ayuda y hay que
verlas como tales, pues si es que no se comprenden en su
real dimensión, pueden disminuir las experiencias físicas y
emocionales hasta el extremo de despersonalizar a quien
las usa sin criterio, sin formación, puesto que generan lo
que los sicólogos llaman ‘fragilidad perceptiva’, en lenguaje
fácil: no se dan cuenta de su entorno vivencial, por ejemplo,
asumir que una labor encomendada es una carga absurda,
o crearse identidades de acuerdo a sus redes sociales e
intereses, despersonalizándose.
Además, respecto a que encoge la creatividad, lo es
en cuanto la creación de posibilidades mentales por propio
esfuerzo neuronal es agotada por la visualización
inmediata. Por estas razones es que prestigiadas escuelas
como la Waldorf School en California, en que

32
paradójicamente estudian los hijos de los ejecutivos y
genios informáticos, apliquen una nueva tendencia
“tecnoeducativa”: la desconexión: Su metodología es
motivar a los niños y adolescentes a aprender sin
computadoras ni prototipos informáticos, sino a formarse
en criterios de reflexión, la conciencia y la creatividad
mediante juegos, dibujos y experimentos (Richtel, 2011).
En este mismo sentido, expertos informáticos como
Richard Stallman prefieran trabajar sin conexión
informática al igual que Fred Stutzman, investigador de
Carnegie Mellon University, quien ha creado un programa
que bloquea su computadora durante ocho horas,
inutilizándola por ese tiempo. No dudo de algunas ventajas
de las TIC, pero no las interpongamos como la panacea de
la educación contemporánea, como toda herramienta
didáctica tiene sus pros y contra. ¿Por qué los expertos
informáticos quieren una enseñanza desconectada para
sus hijos? La respuesta puede tener perspectivas diversas
tanto económicas y políticas, pero tal vez coincidan en que
ellos saben muy bien que las tecnologías son pasajeras y lo
que se mantiene es formarse en cómo utilizarlas. No hay
que destruir la observación, el cuestionamiento, el ingenio,
la creatividad y la toma de conciencia de nuestros hijos y de
las futuras generaciones asumiendo por moda parcializada
la exacerbación en el uso de las tecnologías informáticas al
ámbito educativo.

33
Por eso, a modo de conclusión, traigo a colación lo
que preconizaba en mi libro titulado Filosofía que debe
permanecer en la Educación Actual (Reluz, 2008), que los
problemas que surgen en la temática educativa se debe a
la incomprensión del sentido y la finalidad de la educación,
así como a una visión sesgada y parcializada del ser
humano. La finalidad de la educación no es informar,
brindar conocimientos ni plantear problemas a los
estudiantes, estos son sólo medios. Lo que busca la
educación es que la persona desarrolle todas sus
potencialidades naturales y eleve su condición de dignidad.
Esto es lo que debe permanecer, aunque necesariamente
cambien las tecnologías: formar la observación, el
cuestionamiento, el ingenio, la creatividad y la toma de
conciencia de las personas.
Propuesta metodológica para una ciencia de la
persona Los esfuerzos que han realizado los filósofos que
han buscado una comprensión integral y completa de la
persona, fundamentando su dignidad, son muy valiosos, sin
embargo tienen como contracorriente la comprensión
disruptiva de lo científico-epistémico, que trae consigo a su
vez la disyunción de lo propiamente humano,
distorsionando su comprensión incluso desde las propias
canteras de la antropología filosófica; y esto es –a mi
opinión- por asumir criterios metodológicos sesgados o
ajenos por tratar de emular a las ciencias experimentales.
Hoy más que nunca se hace necesario comprender mejor

34
la naturaleza y condición de la persona con los datos que le
brinda las ciencias experimentales ¡qué duda cabe! Pero al
mismo tiempo con una metodológica propia que, al mismo
tiempo, tenga un carácter inter y transdisciplinar.
Esta honda preocupación metodológica para la
comprensión de la persona en nuestro tiempo la propone
Karol Wojtyla (Persona y acción, 2007), y que muy bien
explica Juan Manuel Burgos (Repensar la naturaleza
humana, 2007). La antropología filosófica puede ser
comprendida como una ciencia de la persona en tanto
tenga un método y objeto de estudio propio; sin embargo,
no hay que comprenderla ni reducirla al sentido positivista
que se la ha dado a la comprensión de lo que es ciencia. Y
esto porque su ‘objeto’ de estudio es más que complejo y
dinámico, además de ser al mismo tiempo sujeto de su
propia comprensión. Además, porque el método que se
propone, aunque surge de la reflexión filosófica, apunta a
ser la estructura arquitectónica de un método que bien
podría ser aplicado en las distintas ciencias en las que tanto
hoy se exige se impliquen inter y transdisciplinarmente,
siendo a veces el método su impedimento de relación.
La metodológica para la investigación interdisciplinar
propuesta, se fundamenta con criterios epistémicos,
educativos y sicológicos, teniendo por hilo conductor los
estudios dentro de la neurociencia; y al mismo tiempo se
constituye en un elemento demostrativo de superación a la
lectura de ruptura epistémico de la ciencia y su método.

35
Para la construcción de este método no asumo de modo
exclusivo a una teoría filosófica en particular, sino que me
adscribo a distintos aportes en la medida que nos ayudan
en la comprensión y explicación de la persona:

Primero: Partir de una fenomenología existencial.

Como se sabe la fenomenología, es un método


filosófico cuyo precursor es Kant y que lleva a su mayor
comprensión en Hegel al escribir en 1807 Fenomenología
del Espíritu, para quien la historia constituye la
manifestación (fenómeno) de una racionalidad universal
que conduce a los hombres a mayor conocimiento y mayor
libertad (1985), y que Husserl en su Introducción general a
la fenomenología pura (2013), lo usa como método de
conocimiento permitiéndonos describir las estructuras de
la experiencia tal y como se presentan en la conciencia, sin
recurrir a teoría, deducción o suposiciones precedentes en
su intento de conocer esencialmente yendo a ‘las cosas
mismas’. Sin embargo, dentro de la comprensión
fenomenológica nos acercamos más a la línea existencial de
Martin Heidegger, crítico de Husserl, para quien la
fenomenología debe de poner en manifiesto qué hay
oculto en la experiencia común diaria al describir lo que
llamaba la ‘estructura de la cotidianidad’, o ‘ser en el
mundo’, que pensó era un sistema interrelacionado de
aptitudes, papeles sociales, proyectos e intenciones.

36
Eso es lo que realizamos al observar la realidad
cotidiana de lo que llamamos la existencia de la persona,
tanto si se trata de las ciencias humanas, como de las
ciencias experimentales, e incluso formales. Pero aún más,
para Heidegger (2012), la situación dentro del mundo entre
las cosas en el momento de realizar proyectos es un tipo de
intencionalidad más trascendente y fundamentante, no se
trata pues sólo de conocer el contexto, el mundo, sino que
situándonos en él lo comprendamos transformándolo, esto
nos diferencia del fenomenologismo husserliano, pues no
sólo buscamos describir conociendo, sino dar una
propuesta intencionada a hacerse efectiva. De esta manera
nos planteamos la crucial pregunta de la filosofía y de Sein
und Zeit, - ¿Qué es el ser? -, que aplicada al ser humano
devendría en ‘¿quién es la persona?’, pregunta no dada a
un nivel conceptual, sino vivencial, porque al igual que
Heidegger (2012) lo que nos formulamos como pregunta
fundamental supone un reconocimiento vivencial y de
sentido antes que teórico. Digo además que, lo
denominado ‘olvido del ser’ (Seinsvergessenheit) por
Heidegger, entendido como dejar de lado la importancia
del cuestionamiento por la pregunta filosófica
fundamental, consideramos sucede lo mismo con nuestra
pregunta fundamental ya que muchos filósofos se han
extraviado en descripciones históricas respondiendo desde
su carga de prejuicios.

37
Estas reflexiones reivindican nuestra pregunta
‘¿Quién es la persona?’ como ser situado (Dasein, para
quien le es esencial la comprensión de su ser), y pueda
intentarse responderla al mismo tiempo vinculando
presente y posibilidad; después de todo, es el futuro como
proyección el tiempo más importante para el Filósofo de
Baden. Finalmente, consideramos pertinente asumir
algunas estructuras conceptuales usadas por Heidegger y
que sus estudiosos llaman ‘existenciarios’ (existenzialien),
tales como: - La situación fáctica (denominado por
Heidegger proyecto, entwurf) que lo aplicamos como
contexto del cual ‘debemos hacernos cargo’ como parte
constitutiva de nuestro propio ser. - El disponible para algo
‘ser-ala-mano’ (zuhandensein), en cuanto que
ocupándonos de los entes intramundanos (besorgen), los
asuntos de nuestra realidad, las comprendamos y
utilicemos realizando así una relación útil (zeuge),
disolviendo la escisión entre teoría y praxis. - El ‘ser-con’
(Mit-sein), en tanto que la comprensión y proyección del
ser personal depende de acciones conjuntas, de mi ser-ahí
con otros, en el encontrarse (Befindlichkeit) en función de
nuestra propia comprensión integral.
Todos los existenciarios se estructuran unitariamente
en la noción de ‘cura’ o ‘cuidado’, ‘preocuparse’ (sorge)
expresando, por tanto, que el mundo es el horizonte de las
propias y comunes posibilidades; y, al estar situados en él,
nos exige atención cognitiva y fáctica, un estado de estar al

38
pendiente de nuestro entorno para transformarlo con una
vida auténtica.

Segundo: Aplicar la analógica Tomista

Generalmente la analogía consiste en la correlación


de términos o ideas entre dos o más sistemas de
pensamiento, no en el sentido de búsqueda de similitudes,
sino sobre todo el de proporciones o relaciones
comparativas como la analogía platónica del bien con el sol
y la verdad en el proceso de ascensión al conocimiento en
el libro VI de La República (2005), o que incluso pueden ser
diferenciadas, tal como lo asume el estagirita cuando
afirma en Metafísica (Lib. IV; cap. II. 1003b) que ‘el ente
puede decirse de muchas maneras’. Particularmente, la
analógica tomista se basa en los criterios de
proporcionalidad y sentido; es decir, que existe una
relación de semejanza extrínseca entre nociones o sistemas
(De veritate, 21, 4c, ad.30), para lo cual la analogía se
convierte en una herramienta útil de distinción de sentidos
que evitan oposiciones contradictorias irreconciliables, y
que permiten la aclaración comprensiva que es una de las
funciones del conocimiento: buscar la claridad y evitar la
confusión.
La abstracción desde la observación fenomenológica
existencial puede suscitar tropos cognitivos, pues un
conocimiento sobre algo o sobre alguien nunca es único,

39
más aún si se trata del estudio investigativo y compresivo,
tal como se busca desde las ciencias de la persona. Todo
estudio sobre la persona ha de serlo desde lo
fenomenológico existencial, sí; y este paso metodológico es
de por sí intersubjetivo; sin embargo, como toda ciencia no
busca perderse en las interpretaciones, sino que hay
necesidad de objetividad cognitiva y conceptual, bien le
viene la clarificación de la analogía, cuya virtud es la de
relacionar distinguiendo para ver lo común en las
diferencias. Por otro lado, el tomismo se constituye en una
arquitectónica sólida que sintetiza presupuestos diversos,
y esto es lo que pretendemos con nuestra propuesta
metodológica.

Tercero: Realizar una crítica constructiva

Desde el campo general de la filosofía se considera


que se somete a crítica, a la actitud evaluativa de todo
cuanto puede llegar a ser objeto de estudio de la razón, tal
como lo hizo Kant en sus tres obras clásicas (Crítica de la
Razón Pura, Crítica del Juicio, Crítica a la Razón práctica).
Particularmente en su Crítica de la razón pura (2004),
somete al tribunal de la razón a la razón misma, en una
labor de autocrítica, con la finalidad de determinar cuáles
son sus posibilidades y sus límites; este aporte kantiano
hace que consideremos la crítica como actividad reflexiva y
razonada que se ejerce sobre cualquier objeto de estudio

40
con procedimientos racionales, tanto que se ha llegado a
considerar como una de las características fundamentales
de la filosofía en general.
Dos filosofías contemporáneas destacan el uso del
criticismo filosófico: La crítica según la Escuela de Frankfurt
y el racionalismo crítico de Karl Popper. La primera,
inspirada en los principios marxistas aplicados al análisis de
la economía política, la asume como teoría crítica,
entendiéndola como intervención de la razón para analizar
negativamente la realidad social a fin de poner en
manifiesto sus estructuras injustas e irracionales de
dominio del hombre con miras a su liberación; mientras
que el racionalismo crítico de Karl R. Popper en Conjeturas
y refutaciones (1983), la destaca como característica propia
del conocimiento racional de confrontación y debate
propio de la filosofía y el quehacer científico. Sin embargo,
asumo una crítica de nuestro medio, más apropiada a la
aplicación nacional, no conocida en la filosofía universal,
pero no por ello poco interesante: el criticismo de Manuel
Zevallos, expuesta en su libro Crítica Histórica y educación
social (1958), que la asume como capacidad juzgadora,
valioso instrumento y método del conocimiento que, como
tal, dependerá de la actitud con que se use de tal manera
que sea bien aprovechada y aplicada con la objetividad
requerida pues, no siempre, por desgracia, los hombres le
han sacado todo el partido posible.

41
Zevallos (1958), distingue las siguientes actitudes
críticas: Crítica negativa, que se propone sólo a buscar
defectos, errores y desaciertos; crítica positiva, que se
ocupa sólo en resaltar las bondades, méritos y aciertos. Por
su parte, la crítica ecléctica busca encontrar una posición
central, pero corre el riesgo, como todo eclecticismo, de
conducirnos a evadir las propias responsabilidades;
mientras que la crítica pura es una actitud idealizada que
asume ‘la crítica por la crítica’ sin dar explicación y
aplicación práctica; peor aún se encuentra la actitud
acrítica que nos da el papel de simples espectadores. Don
Manuel considera de todas ellas sus potencialidades, pero
también sus lados perniciosos. Nos recomienda que la
verdadera crítica debe cumplir con los siguientes
ineludibles requisitos: Señalar tanto lo positivo como lo
negativo, señalar las causas de las fallas y de los aciertos,
señalar la proyección social; y, apoyarla con una praxis
coherente.

Cuarto: Asumir los criterios de un Humanismo personalista

Se considera humanismo a toda comprensión que se


interesa básicamente por el sentido y el valor del hombre y
de lo humano, tomándolo como punto de partida de sus
planteamientos. Teniendo diferentes concepciones
humanistas en la historia, nos aplicamos particularmente a
los humanismos de nuestra época contemporánea,

42
quienes basados en sistemas filosóficos más generales
tienen una orientación fundamentalmente ética,
teniéndose por objetivo principal es destacar el valor y la
dignidad de la persona como sujeto que construye su
propio sentido. Particularmente se asume el humanismo
personalista en tanto que consideramos ineludible dar una
primacía al valor, la libertad y la autonomía de la persona
por encima de cualquier otra realidad, de tal manera que el
ser humano en cuanto persona se constituye en sujeto
central de nuestra comprensión, irreductible a ideologías y
a sistemas políticos que intenten anularlo o atenten contra
su dignidad.
Considero que la persona no se reduce a fenómenos
psicofísicos materiales ni a determinadas formas
espiritualistas, sino que exige una comprensión integral
bio, psico, socio, espiritual. Además, como sujeto integral
tiene subsistencia e independencia en su ser, ejerciendo
una adecuada y responsable libertad, adherido a valores
libremente adoptados, asimilados y vividos en compromiso
de mejora y perfeccionamiento constante con los otros,
abierto a la trascendencia; unificando así nuestra
integralidad constitutiva.

Quinto: Ir a la vida en acción: Praxiofilosofía

Lo que denominamos praxiofilosofía se relaciona con


el término praxiología que generalmente se designa al

43
estudio de las acciones humanas, entendida en el sentido
de la acción moral, por ello se dice que toda ética es una
forma de praxiología.
Sin embargo, como concepto se aplica
específicamente, a planteamientos teóricos que sustentan
acciones, como por ejemplo el sistema praxiológico de las
condiciones de acción máximamente eficaz propuesto por
el filósofo polaco Tadeusz Kotarbinski (Praxiología y
economía, 1987), que analiza los actos simples y la
composición de actos complejos en distintas situaciones
(solidaridad, cooperación negativa, etc.) sugiriendo ciertas
normas para conseguir la máxima eficacia de una acción
asumiendo la noción de ‘justo medio’ aristotélico; o a los
planteamientos de la teoría económica de Ludwig Von
Mises (La acción humana, 2007), para quien la economía se
realiza en elecciones humanas en base a las necesidades e
intereses (costo, beneficio, conveniencia) de la acción.
Llamo ‘praxiofilosofía’ al análisis de las acciones
humanas contextualizadas; pero también, a la observación
de una realidad para comprender, interpretar y brindar
propuestas filosóficas como sustento plausible a ser
aplicadas. De nada vale pensar a la persona, si no se busca
aclarar las situaciones contradictorias vivenciales en las
cuales se enfrenta en el mundo contemporáneo. La tarea
del filósofo y del científico personalista no solo ha de
pensar y conocer sobre la persona, sino también debe
tener un ejercicio práctico sobre ella, participando en la

44
transformación de bienestar en la vida socio-política en
función de la búsqueda de soluciones prácticas de las
necesidades. En efecto, las ciencias de la persona, han de
conocerlo en su contexto y tratar de entender su
problemática existencial: Conocer bien para hacer con
excelencia el bien debido.

Sexto: Elevar la dignidad de la persona y contribuir a su fin


Trascendente

De nada vale el pensamiento, la reflexión y la acción


de una antropología ni de una ciencia en general, ni las
ciencias de la persona en particular, si no contribuye a
dignificar su ser y su condición, si no lo comprende en su
dimensión sagrada que apunta hacia el sentido de la
trascendencia. El método que se propone no tiende sólo al
proceso del conocimiento objetivo desde las ciencias de la
persona para la comprensión de ella, ni tan sólo a la
aplicación práctica de la participación por y para el
compromiso social. Todo ello carece de sentido sin la
dignificación de la persona, y esto adquiere un auténtico
significado desde los ojos de la fe, la esperanza y la caridad,
desde el descubrimiento de la sacralidad del ser persona.
Aquí radica la diferencia entre los otros humanismos y el
personalismo. A manera de conclusión Este artículo es el
esbozo inicial de una investigación mayor que he titulado
“Metodológica para la investigación interdisciplinar

45
científico-técnica, filosófico-teológica. Una comprensión
desde la neurociencia” como propuesta de un filósofo
creyente, que brinda una arquitectónica integradora desde
la metodología de investigación. En tal sentido, lo que
pretende esta investigación macro es demostrar lo
pernicioso que es para el hombre, su conocimiento y
aplicación, dar lectura a la comprensión del quehacer
científico-metodológico en términos de ruptura. Además,
se propone una arquitectónica metodológica de talante
filosófico, que bien podría ser aplicada estructuralmente en
las distintas ciencias en las que tanto hoy se exige se
impliquen inter y transdisciplinarmente, siendo a veces el
método su impedimento de relación. La metodológica para
la investigación interdisciplinar propuesta, se fundamenta
con criterios epistémicos, educativos y sicológicos,
teniendo por hilo conductor los estudios dentro de la
neurociencia; y al mismo tiempo se constituye en un
elemento demostrativo de superación a la lectura de
ruptura epistémico de la ciencia y su método.
Considero que en nuestra contemporaneidad se hace
necesario que sean superadas las escisiones metodológicas
y epistémicas que devienen de una comprensión sesgada
del proceso de conocimiento de la persona; por eso, para
terminar estas reflexiones, se espera que esta
metodológica contribuya a que la antropología filosófica
vaya teniendo un mayor sustento epistémico-
metodológico como ciencia de la persona.

46
REFERENCIAS

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Cristianos.

49
Monina Wirkes, Disfrutando la feria de artesanías. s.f.

CONCEPTO DE PERSONA Y PROCESO FORMATIVO

Francisco F. Reluz Barturén

El tema del humanismo y los retos que hoy plantea,


es tan interesante como complejo. La complejidad radica
en primer lugar, en el recorrido vivencial-histórico de la
humanidad, y en segundo lugar en su comprensión

50
reflexiva diversificada, ambos en retroalimentación
constante con la consecuente subjetividad interpretativa,
por eso se considera necesario hacer una preliminar
aclaración fenoménica-conceptual del concepto persona,
aplicado al proceso formativo desde una perspectiva
filosófica, siendo un factor necesario para la educación
humanista (Cervera & Reluz, 2019).
Desde lo cotidiano es común designar con su nombre
de cada singular humano: Juan Pérez o Claudia Ferrendez,
pero si se quiere omitir su identidad, se apela al uso
indistinto de denominaciones como humano, individuo,
sujeto y persona. Estas denominaciones, sin embargo, se
han visto enfatizadas en su comprensión de manera
distinta en las diferentes épocas; y desde un análisis
filosófico, aunque puedan entenderse unívocamente
desde lo cotidiano. Es importante diferenciarlos a fin de
clarificar su sentido que retroalimente y oriente
positivamente lo vivencial.
En primer lugar, al usar el término humano, cabe
comprender que tiene su origen en el término latino homo,
que lo define en primera instancia como especie: la especie
humana. A su vez, homo tiene filiación etimológica con
humus, tierra fértil, por lo que puede inferirse que el
significado del término humano tiene un sentido
enfáticamente material y al mismo tiempo como capacidad
de dar fruto, designando en tal sentido en la corporalidad
como especie (Definiciones de Oxford Languages, 2020).

51
Así fue comprendido desde los inicios de las grandes
civilizaciones, puesto que todas las mitologías aluden
análogamente a que la divinidad ha creado a la humanidad
desde lo material y le dota de una cualificación específica
vinculando al mismo tiempo lo humano con lo divino, en
comprensión de trascendencia; sentido que en
comprensión actual ha ido escindiéndose, incluso
negándose totalmente, en detrimento de una comprensión
integral como seres humanos. El sentido biológico en
perspectiva de especie alejada del sentido de
trascendencia se enfatizó desde los aportes de los
naturalistas modernos como Linneo, Buffon y Darwin y sus
intérpretes posteriores.
Yendo al término individuo atribuido también al ser
humano se sabe que proviene de la clásica definición de
Boecio (1918) quien lo delimita como substancia individual
de naturaleza racional, al referir que el ser humano es algo
completo, un todo unitario cuyos aspectos fundamentales
son la individualidad y la subsistencia. Es decir, tiene su ser
en sí mismo y una naturaleza que vincula en características
necesarias a todos y cada uno de los miembros de la
especie; teniendo por diferencias específicas la
racionalidad y la individualidad, que al mismo tiempo hace
a cada quien único. Así, lo substancial (naturaleza) y lo
individual (singular), refieren que el ser humano es al
mismo tiempo naturaleza general y condición propia.
Empero, este sentido integrado se escinde con el

52
advenimiento de la modernidad y se arraiga la total ruptura
y separación en lo postmoderno, donde lo individual pasa
a ser no características singulares que en naturaleza se
corresponden, sino a características creadas por la
condición aunque esto sea contrario a la propia naturaleza
de lo humano, incluso en sus sentido más netamente
biológico, extremando lo individual hacia el individualismo,
incluso en sus aspectos más absurdos y
contradictoriamente antihumanos.
Algo similar sucede con el término sujeto, atribuido al
ser humano. Se vincula etimológicamente al latín
subjectum y este a su vez con substantiae, substancia-
subsistencia, en el mismo significado abordado líneas
arriba, pero por su terminación le dota de un sentido
ligeramente distinto: lo que subsiste con capacidad de
proyectarse, de donde se infiere que el ser que subsiste con
capacidad de proyección es capaz de dirigir sus actividades
sobre las cosas, los objetos, por eso el ser humano es un
ser de acciones proyectadas que orienta su vida a dar
sentido a las cosas.
Sin embargo, este sentido cambia durante la
revolución industrial desde la segunda mitad del s. XVIII
hacia el s. XIX, donde el optimismo de la modernidad se
centra en la producción tecnológica, donde los inventos
sobre todo las máquinas que efectivizaban los procesos
productivos de las fábricas, empiezan a condicionar la
actividad del sujeto en su inteligencia y voluntad,

53
suscitándose hasta hoy un proceso de cosificación del ser
humano, hasta la más profunda degradación o pérdida de
su dignidad de sujeto.
Ante estas comprensiones, de cada época, sobre el
ser humano, paulatinamente distorsionadas en su historia,
lo que se agudiza con las situaciones ideologizadas de
postguerra mundiales, es que se propone entender ya en
pleno s. XX al ser humano como persona (Mounier, 1972;
Maritain, 1999; Wojtyla, 2017). Tales pensadores retoman
el sentido del término griego prosopon (máscara) y del
término latino personare (resonar) para indicar que el ser y
aparecer atribuido ontológicamente al ser humano están
integradas en su vivencia, así como el carácter relacional,
espiritual, participativo, multidimensional del ser humano,
equilibrando al mismo tiempo sus características
individuales particulares y sus vínculos comunitarios. Así
enfatiza que la persona es un fin en sí mismo. Se considera
particularmente que la comprensión del personalismo
expresa de manera integrada y completa las características
del ser humano como persona.

Humanismo en sus conceptos y contextos

Se parte de dos premisas diferenciadoras. Como


acepción, en primer lugar, se entiende por humanismo al
movimiento intelectual ocupado en la comprensión de lo
humano y la revalorización de sus cualidades específicas de

54
racionalidad y libertad desde distintas comprensiones y
tendencias que han acontecido a lo largo de la historia. En
segundo lugar, el humanismo refiere a las disciplinas que
provienen del trívium medieval abarcando diversos saberes
dentro de la gramática, la dialéctica y la retórica y que en el
renacimiento se convierte en la panacea de realización
humana como expresión de sí mismo a través de la
literatura, la pintura, la arquitectura, y por supuesto la
filosofía, como saberes derivados del trívium.
Sin embargo, Kristeller (1986), afirma que en la
actualidad el término humanismo se aplica con mucha
confusión filosófica e histórica, tan es así que cualquier
clase de interés por los valores humanos recibe tal
calificativo, de allí que converjan diversidad de tendencias
humanistas de corte religioso, antirreligioso, científicos o
anticientíficos, para promover la moralidad o
entendiéndola que puede ser transgredida, convirtiéndose
en lo que él llama un marbete de alabo bastante vago
Por eso, se debe tener en cuenta lo afirmado por
Elgegren (2010) quien considera que estudiar
filosóficamente al hombre en perspectiva histórica puede
llevarnos a una encrucijada que desubique en vez de
aclarar sobre la comprensión multidimensional de la
persona, para él los estudios sobre la humanidad,
históricamente han seguido tres caminos: Camino de lo
metafísico, camino de lo psíquico y camino de lo
fenomenológico. Particularmente se agregaría uno más: el

55
camino de lo pragmato-contradictorio, que es una vía
apasionadamente irreflexiva y antihumana, por ser
denigratoria.

Los orígenes del humanismo

Desde una lectura histórica, el humanismo es ubicado


como movimiento intelectual que se inicia en el
Renacimiento durante el s. XV alcanzando hasta el s. XVI,
en detrimento del inadecuadamente llamado
‘oscurantismo medieval’ para reactualizar los
planteamientos grecolatinos anteriores, trayendo
nuevamente los valores universales del hombre
conquistados por sus capacidades, siendo antesala
intelectual de la época moderna.
Sin embargo, se puede afirmar que la propia
antigüedad griega tuvo su humanismo con la preocupación
socrática de conocer lo humano, que a su vez remite a la
afirmación del gnóthi seautón (Conócete a ti mismo) del
mitológico Oráculo de Delfos, como lema de vida que el
propio Sócrates siguió, y -por otro lado- las valoraciones
subjetivas y circunstanciales del éxito humano promovida
por los sofistas. Más aún, cabe la posibilidad de un
humanismo medieval cuando Tomás de Aquino refirió que
el hombre es lo más perfecto que hay en la naturaleza o
reactualizando a Aristóteles, llegar a afirmar que no es el
alma sino el hombre en su totalidad quien lo es todo, es

56
decir: el hombre es de alguna manera todo, lo que
revaloriza las virtudes intelectuales como proceso de
perfeccionamiento humano (Girau, 1995).
Un hito en los orígenes del humanismo lo constituye
el Discurso sobre la dignidad humana publicado en 1486 de
Giovanni Pico Della Mirandola (1463-1494), dedicado a la
comisión eclesiástica encargada de evaluar la ortodoxia de
su autor, es interpretado constantemente de manera
sesgada, incluso como bandera de lucha por los humanistas
postmodernos para sustentar la preeminencia de la
condición por encima de la naturaleza bajo los criterios de
la libertad y la voluntad propias, en vez del equilibrio que
debe haber entre ambas. Della Mirandola (2006) refirió:
Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni
un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin
de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que
conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención
obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros
seres está constreñida por las precisas leyes por mí
prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez
alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te
he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para
que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te
he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el
fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo,
te informases y plasmases en la obra que prefirieses. (p. 5)

57
Al analizar el párrafo citado, sacado fuera de
contexto, en efecto pareciera que Della Mirandola diera al
hombre la cualidad de decidir ser lo que quisiese según lo
que considerase arbitrariamente, sin embargo lo que viene
a continuación y que muchas veces es obviado, enfatiza
que esa decisión puede ser denigrante y/o dignificante:
“Podrás degenerar en los seres inferiores que son las
bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las
realidades superiores que son divinas” (Della Mirandola,
2006, p.6), concediendo a la propia persona esa gran
responsabilidad.
Lo expuesto de manera general en el acápite
evidencia que, aunque el humanismo, históricamente
surge a la par que el Renacimiento, ha sido preocupación
de cada época, junto a la necesidad y el interés del hombre
por conocer y valorar la dignidad humana, por motivar esa
capacidad de alcanzar logros que, en sus orígenes, tuvieron
un carácter integrador y que con el desarrollo social se han
obviado paulatinamente, sin prever consecuencias.

Diversificación del humanismo en lo contemporáneo

En Los otros humanismos (Choza, 1994) hace uso de


pertinentes ejemplos tanto de la Grecia clásica como de la
hodiernidad, pasando por civilizaciones, pueblos y
situaciones históricas, para explicar y analizar los diversos
humanismos que al parecer se han dado cita en la época

58
contemporánea: humanismo civil, humanismo científico,
humanismo religioso, humanismo ilustrado, humanismo
ecológico, humanismo feminista, humanismo migratorio,
humanismo fundamentalista, cuya explicación está en su
misma definición.
En la actualidad existe, también, el humanismo
mercantilista: que ve al humano como capital dentro de la
empresa, es decir, que el valor corporal, la inteligencia y
fuerza de trabajo se reduce a lo monetario, cosificado a
cuánto se produce eficientemente, contra esta concepción
reductiva de lo humano en la empresa se encuentran Llano,
Pérez, Gilder & Polo (1990) quienes consideran que el valor
de lo humano dentro de ella no se encuentra en lo que
produce, sino en lo que expresa, lo humano en la empresa
refiere a la creatividad y lo que llaman acciones
prudenciales que dignifican a colaboradores, directivos y
propietarios. Por eso consideran que una empresa es ante
todo un sistema de relaciones que debieran ser
auténticamente humanas, desechándose la cosificación y
la explotación.
Esto mismo puede aplicarse al humanismo político
sesgado, en donde el humano no es persona ni ciudadano,
es un voto, es un impuesto, es alguien de quien se puede
aprovechar y abusarse por el mal ejercicio del poder
político, por medio del timo encorbatado, ante lo cual bien
cabría la prudencia política a gobernantes y gobernados.
Asimismo, coexiste el humanismo psicologista, en sus

59
diferentes enfoques; algunos de los cuales enfatizan la
valoración de la autoestima como criterio de madurez
contrario a la peligrosa infravaloración, como refiere Frankl
(2002) llamando al equilibrio entre estos extremos por
medio de la psicoterapia:
La afirmación de que no ha de mantenerse una
concepción demasiado elevada del hombre presupone que
es peligroso valorarle en exceso. Pero es mucho más
peligroso infravalorarle. (…) El hombre, y sobre todo la
generación más joven, puede corromperse si se le
infravalora (p.31).
Existe otra perspectiva de humanismo psicologista
que promueve los múltiples logros para la consecución de
la felicidad parcial o total como el psicologismo coach,
muchas veces comparado con los sofistas de la antigua
Grecia. Concurre también un humanismo postmoderno
cuya bandera es la libertad sin límites y su afectación. Este
humanismo se enarbola al extremo, a la antípoda del buen
criterio, proponiendo el sentimiento apasionado, el
razonamiento contradictorio, una obstinada voluntad
sumergida en la debilidad… en resumida cuenta, un
humanismo antihumano.
Sin lugar a dudas existen diversas manifestaciones del
humanismo, las que -como evidencia de la subjetividad de
su interpretación- exaltan desde la perspectiva que se
defiende, lo relevante de lo humano y es ahí donde
justamente emerge la limitación: enfatizar tanto en un

60
aspecto que lo hace sesgado. Al mismo tiempo cada uno de
estos humanismos puede constituirse en un aporte, si se
cumple los criterios de: Prudencia conceptual, no
contradicción denigrante y coherencia multidimensional;
en aras de contribuir a concientizar las personas. Posición
en la que la universidad, como importante exponente de
cultura y dada su directamente proporcional relación con
la sociedad puede contribuir al desarrollo conjunto de una
auténtica humanidad, sin contradicciones antagónicas,
digna.

La necesidad de comprensión integrada

De lo expuesto emerge la necesidad de una nueva


comprensión de lo humano y del humanismo. Lo nuevo no
significa eliminación del pasado, sino su reactualización;
pues novedad es ante todo creatividad y esta exige
reflexión, dinamismo y acción que contribuyan a la
integración de conocimientos cognitivos y afectivos, a
través de actividades propia y naturalmente humanas
relacionadas con nuestro cerebro. Por ejemplo, la actividad
intelectiva como propia capacidad del espíritu humano
permite volver sobre los propios actos y caer en cuenta de
los errores e insuficiencias volviendo a ellas para
superarlas, mejorándose constantemente. Además, es
sabido que el cerebro tiene actividad eléctrica, magnética
y química causantes de aprendizajes, pero al mismo

61
tiempo, como persona se tiene la capacidad de ejercer un
control voluntario sobre la emisión de las ondas cerebrales,
cambiando el propio estado subjetivo, produciendo
estados de serenidad, contemplación e incluso felicidad,
por ejemplo; como cuando se practican técnicas de
meditación y relajación.
Desde los estudios de psicología cognitiva de Mayer
(2008) se concluye que la influencia multisensorial como
estrategia didáctica mejora la capacidad de resolver
problemas, orientándonos hacia la creatividad y refiere:
Selecting words and selecting images involve
attending to relevant incoming material entering the ears
and eyes, respectively... refers to building appropriate
connections between the verbal and pictorial
representations in working memory as well as relevant prior
knowledge activated from long-term memory (p.762).
Desde lo investigado, de manera conclusiva se infiere
que el humanismo partió desde sus orígenes por una
sincera comprensión de lo humano, apuntando siempre a
una integración multidimensional, idea que ha ido
obviándose en las posteriores comprensiones sobre la
persona y lo humano. Hoy en día se trabaja con una amplia
y diversa maraña de humanismos, algunos de los cuales,
tanto en su discurso como en su práctica, son nocivos para
la propia dignidad de la persona. Ante esta observación
fenoménica se clarifica que la comprensión del ser humano
como persona resulta más integral en tanto que armoniza

62
sus características individuales como comunitarias. El
humanismo de antaño con mayor propiedad ha de ser
personalismo contemporáneo, o mejor un proceso de
personanización.
El educador humanista debe volver la mirada a las
características esenciales del ser humano, en cuanto a
persona ubicándose en el propio contexto, sin imitar
prototipos que sólo apuntan a la condición de lo humano,
brindando libertades contradictorias que atentan contra lo
propiamente humano, despersonalizando la humanidad, y
queriendo que vaya en extensiva. Como docentes ligados
al quehacer universitario en la tarea de educar y cuidar, es
imprescindible construir permanentemente el
conocimiento atendiendo a lo que dignifica y posicionarlo
en cada escenario concreto: las instituciones educativas,
las clínicas y hospitales. El reto es integrar el conocimiento
que, generado en otros tiempos y espacios, apuntaron
siempre a un humanismo integrado que dignifica y suscitar
nuevas construcciones, contextualizadas en tiempo y
espacio actual.
En el ámbito de la educación la noción de persona se
encuentra vinculada al criterio de formación integral al que
está vinculada de modo necesario. Esto implica que todo
educador debe tener en cuenta el aspecto
multidimensional de la persona que es cada estudiante;
que su quehacer educativo debe apuntar equilibradamente
tanto a lo cognitivo como afectivo, a lo inmanente y

63
trascendente, ayudándoles a mejorar la praxis de lo
concreto como encaminarlo a lo comprensión de lo
abstracto, lo lúdico y lo creativo, todo en función de
desarrollo integral, del reconocimiento y valoración de su
dignidad. Esto debe ser eje transversal en la formación
profesional de los futuros educadores de todos los niveles
y modalidades de enseñanza. Los profesionales de la
educación deben formarse desde las aulas universitarias en
criterios filosóficos, éticos y axiológicos de manera
contextualizada, revalorando la dignidad de cada persona
entendiendo que sin educación integral no hay dignidad,
sin dignidad lo humano es infravalorado.
Esta nueva comprensión ha de pasar por un proceso
de concienciación mediante la evaluación si aquello que se
realiza integra la propia humanidad y hace del ser humano
persona o desintegra denigrándonos. Sin toma de
conciencia no hay progreso ni proceso formativo, lo que
imposibilitaría la educación. Para que esta toma de
conciencia sea posible, hay que decidir elevar las ondas
alpha del cerebro para que en estado de serenidad se
orienten a la creatividad a fin de revertir los procesos
denigratorios de la humanidad. La disposición ha de ser
motivada desde la percepción sensorial adecuada en
medio de una maraña de distracciones.
La humanidad postmoderna ha condicionado al
humano al estado zombi, serenidad muerta, sin vida, sin
dinamismo, sin creatividad. Menudo reto de los

64
educadores auténticamente humanistas de la actualidad
tanto en el ámbito formativo como el ejercicio del cuidado
y atención de la salud. Se considera que los aportes de los
distintos humanismos serán válidos si se asumen tres
criterios como principios de recta intención pro dignidad:
Prudencia, no contradicción denigrante y coherencia
multidimensional. Hoy los pensadores, educadores y
profesionales de la salud y del cuidado, tienen este reto
para aplicarlo en la vida diaria y el quehacer profesional
cotidiano contrarrestando la teoría y praxis de los
desgastados humanismos despersonalizadores que,
desafortunadamente, aún se enfatizan.

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Wojtyla, K. (2017). Persona y acción. Ediciones Palabra.

66
Iván Arévalo, Mural de Unidad, 2020

DEL CUIDADO HUMANIZADO AL CUIDADO


PERSONALIZADO

Mirtha Flor Cervera Vallejos

Los profesionales de la salud, particularmente los de


enfermería, en la diaria labor según la especialidad,
constantemente se encuentran con situaciones límite de
las personas: cuidados de emergencia, tratamiento de

67
enfermos crónicos y cuidados de pacientes terminales;
pero también, situaciones cotidianas de cuidado como el
nacimiento y la prevención. A través de la experiencia
profesional los distintos casos en la que la dinámica vida y
muerte se hace más patente, incluso a veces hasta
dramática. Por eso, en esta reflexión se analiza desde los
aportes de la Antropología del cuidado en función a la
sensibilización del ejercicio profesional: un pasar del
cuidado humanizado al cuidado personalizado
Existen muchos sectores poblacionales que no son
atendidos por el Estado en sus necesidades básicas, y viven
en condiciones infrahumanas, atentándose contra su
dignidad de personas, complicándose aún más respecto a
los problemas de salud. Frente a tal situación, asumimos la
importancia de la reflexión de Lejeune (S/F) cuando afirma
que, para disertar y atender desde el ámbito biomédico,
debe ‘irse más allá de la medicina’ se debe entrar en el
campo político e incluso moral, para velar por los derechos
de las personas y brindarles atención con el respeto que se
merecen. Sin embargo, esto no se cumple en las
poblaciones vulnerables, complicándose aún más sus
problemas y conflictos personales, al que se añade la
dinámica de la salud, la vida y la muerte.
Muchas veces, desde la propia experiencia
profesional, me he encontrado ante situaciones en las que
uno se cuestiona e interpela: “¿Qué debo hacer como
profesional del cuidado ante esta situación que muchas

68
veces escapa a las propias posibilidades de intervención?”
Respecto a esta interrogante, más de las veces sin
respuesta, es aclarada por la reflexión de índole filosófica,
después de todo, como afirma Polo (1992), ella (la
filosofía), ayuda a salir de lo cotidiano y encamina a lo
trascendente, puesto que en el hombre existe algo distinto
que lo saca del desgaste del tiempo y a la extinción, y es
cuestionarse en el sentido, por eso remarca Polo que la
filosofía es el triunfo humano sobre lo temporal.
La primera respuesta que obtengo es que la persona,
cualquiera que sea su situación y contexto no es un ser que
se limita a ello. Hay en el ser personal características que
trascienden lo circunstancial y efímero asumiendo la
enseñanza de Leonardo Polo. Si esto se tiene claro, se
encontrará motivaciones para afrontar los problemas por
difíciles que sean y poder superarlos. Teniendo en cuenta
esto, sí sé lo que está a mi alcance en relación con la
situación de mi paciente lo atenderé valorando su vida,
cuidando con esmero y al mismo tiempo, darle a conocer
qué la debe motivar para superar sus dificultades, o al
menos aprender a sobrellevarlos.
Al respecto, G. Castillo (2019 a) refiere que de alguna
manera en la vida uno debe aceptar los límites tanto
externos e internos, especialmente del yo; aceptación que
no significa resignación, pues el reto es seguir siendo leales
a los compromisos adquiridos (religiosos, familiares,
sociales, laborales, etc.), y acceder a la vida interior.

69
Leonardo Polo, reflexionando sobre Aristóteles
respecto a la enérgeia, refiere que esta es “operación vital”,
es decir –lo interpreto- el desarrollo de la acción humana
que es realizada en cada momento. En ella, una realidad
como la muerte, como por ejemplo la de un ser querido, no
ha de significar frustración sino un encaminarse hacia la
superación en todo aspecto, aunque en un primer
momento nos embargue el dolor, la desesperación y la
angustia. El ser humano no solo realiza ‘kínesis’
(movimientos físicos), sino ‘energeia’ (acciones como
razones decisivas) (Polo, 2002 p. 11). La vida humana exige
sea considerada como lo que es, no solo movimientos
físicos, sino acciones por las cuales, incluso si llegan a
término o finalizan, se razona, se decide y se afirma que
vale la pena haber sido realizada. Esto es lo que debe tener
en cuenta el profesional del cuidado, lo que se debe
enseñar desde los estudios iniciales e insistir en la
formación continua de cada profesional.
Por lo expuesto, siguiendo a G. Castillo, el ánimo que
le pueda dar a mi paciente, no ha de ser una imposición,
sino un consejo, pues refiere que “La verdad racional no se
puede imponer a nadie, sino aconsejar que se busque.
¿Cómo se realiza tal búsqueda? Pensando, estudiando,
rectificando con fortaleza la conducta, no maltratando a
nadie, etc., pero hablando claro cuando sea oportuno,
puesto que al abrirse a la Verdad divina uno se diviniza”
(Castillo, 2019b).

70
Cuando uno profundiza en las teóricas del cuidado, se
descubre la profundidad del razonamiento imbuido de
contenido de lo que se puede llamar una antropología
filosófica que sustenta la praxis del cuidado, hagamos un
recorrido reflexivo en esta perspectiva, siguiendo la línea
de razonamiento del ensayo anterior de F. Reluz que
analiza los humanismos en la historia para fundamentar la
persona, así recorremos las teóricas del cuidado en sus
sustentos-base.
Comencemos con Florence Nightingale (1820-1910)
quien se preocupaba por la atención profesional de la
asistencia sanitaria del cuidado. El trato a los pacientes
debe ser altamente profesional, después de todo el centro
de sus numerosos escritos es la persona en relación con el
entorno (Young, Hortis, Chambi & Finn, 2011), y en esa
línea Nightingale escribió centenares de escritos entre
informes y pequeñas obras de importante repercusión en
la sanidad militar, la asistencia social, los hospitales civiles,
las estadísticas médicas y la asistencia a los enfermos. Su
mayor aportación educativa fue la creación de nuevas
instituciones para la formación tanto de médicos militares
como de enfermeras de hospital, pero incluso algunos de
sus proyectos educativos menos conocidos están llenos de
enseñanzas.
Entre las teóricas del cuidado, comprender la
multidimensionalidad del ser al que atienden, es casi una
generalidad (Raile, 2018); por ejemplo y además de

71
Nightingale, se puede citar a Hildegard Peplau (1909-1999)
cuya comprensión teórica más importante en función a la
complejidad de la persona es la vinculación entre
enfermería-psicología y psicoanálisis, pero como
comprensión instrumental de lo que denominó teoría de
las necesidades humanas pues, el aprendizaje del paciente
respecto a su enfermedad se encuentra en función del
profesional enfermero que lo atiende; y, que el quehacer
enfermero aplica principios y métodos de resolución de
problemas necesariamente interpersonales (Quintero &
Gómez, 2010). También se tiene a Lydia Hall (1906-1969)
con sus presupuestos teóricos de concatenación circular
cuidado-núcleo-cura por los cuales la dinámica de atención
resulta armoniosa en cada particularidad de relación
enfermera-paciente (Leocadio, 2010), donde cuidar es
hacer que el paciente se sienta cómodo y nutrirlo tanto en
su sentido biológico como educativo, es decir,
proporcionarle enseñanza concientizando al paciente
sobre su estado de salud (Seguel, Valenzuela & Sanhueza,
2012).
De igual manera destaca Martha Rogers (1914-1994)
con su propuesta teórica de los seres humanos unitarios
para quien la pandimensionalidad es lo propio de la
interacción entre profesional del cuidado y paciente, pues
para ella cada persona es un sistema abierto en constante
interacción con otros y con el entorno (Clark, 2012).
Prudente y oportuno resulta referenciar a Callista Roy

72
(1939) con su teoría Modelo de adaptación (a lo fisiológico,
al autoconcepto, al rol y a la interdependencia),
enfatizando la capacidad de la persona para adaptarse a
diversas situaciones en función de sus necesidades y
revaloración de su ser (Moreno-Fergusson & Alvarado-
García, 2009). Más cercanas a nuestro tiempo se
encuentran las muy difundidas teorías del cuidado
transcultural de Madeleine Leininger (1925-2012) quien
pone de relieve la interacción entre grupos humanos en el
abordaje del quehacer enfermero, valorando las relaciones
interpersonales y la teoría del cuidado humanizado de Jean
Watson (1941) que resalta por su comprensión ética y
axiológica del quehacer enfermero (Vandenhouten,
Kubsch, Peterson, Murdock & Lehrer, 2012).
Por otro lado, la atención a la persona concretizada
en cada paciente es lo esencial y propio en el quehacer del
ámbito de las ciencias del cuidado. En efecto, el profesional
de la salud y del cuidado debe considerar que cada
paciente, en la etapa de desarrollo vital en que se
encuentre, es sujeto de atención y de respeto en el
abordaje y tratamiento de su corporalidad, sin descuidar lo
afectivo y lo espiritual; pues se trata de una realidad
personal psicosomática y espiritual única. Sin esta
consideración y valoración del ser personal, el ejercicio de
la salud y del cuidado resultarían una labor no tan diferente
del profesional o técnico cuya función está vinculada a la
producción y arreglo de objetos. Si así fuera, cuán lejos se

73
estaría -bajo este contexto- la valoración de la vida desde
su concepción como lo afirma la Asamblea del Consejo de
Europa cuando refiere que “la ciencia y el sentido común
prueban que la vida humana comienza en el acto de la
concepción y que en este momento están presentes en
potencia todas las propiedades biológicas y genéticas del
ser humano"(Resolución nº 4.376, Asamblea del 4-X-82).
A manera de conclusión, puede afirmarse que el
profesional enfermero debe de saber que su profesión
consiste en cuidar la vida, respetándola, a pesar de
circunstancias y situaciones adversas. El trato enfermero ha
de ser siempre de respeto, de empatía y cordialidad,
teniendo en cuenta los valores y virtudes en atención a la
dignidad de la persona. El profesional de enfermería debe
educarse constantemente, como dice Reluz (2014) en su
sentido de perfeccionamiento continuo, siendo ‘energeia’,
desgastando la vida con sentido, de tal manera que no ‘deje
morir el alma’ ni la propia ni la del paciente, pues ello
supone “aceptar la ignorancia en la inteligencia y el vicio en
la voluntad” (Castillo, 2019a).
Lo que se denomina atención y cuidado humanizado,
al que solo en sentido estricto implicaría atención en lo
somático, debe llamarse atención y cuidado personalizado,
pues el paciente no solo es un ser humano individualizado,
sino es ante todo persona. Numerosas son las
investigaciones que revaloran la formación de los futuros
profesionales del cuidado y la enfermería, incluso desde

74
sus teóricas quienes afirman la importancia del cuidado
humanizado intrahospitalario, pero que debe empezar
desde la formación inicial del enfermero; trato humanizado
y personalizado que es lo que esperan recibir los propios
pacientes y para lo cual los enfermeros deben estar
debidamente preparados.

REFERENCIAS

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Enfermería. Asignatura de Antropología Filosófica
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo
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fallecimiento. Revista Médica de Chile,139(6), 807-
813.

77
José Chávez Morado, La conquista de la energía

LA PERSONA, SER ESENCIALMENTE


CRECIENTE

Mirtha Flor Cervera Vallejos

El hombre es una esencia, pero una esencia abierta, y


abierta en una línea que es el crecimiento: el hombre es un
ser esencialmente creciente, estas expresiones de
Leonardo Polo (2007) significan que toda persona siempre

78
puede ir a más, no solo hacia la autorrealización que sería
poco, sino, hacia el crecimiento del espíritu y en este
aspecto puede crecer siempre, por ejemplo: mejorar en el
conocimiento propio, adquirir hábitos buenos, crecer en
creatividad o rectificar errores.
Nuestras facultades espirituales, según Polo (2013),
no son facultades fijas, no son principios operativos fijos,
sino principios perfeccionables justamente por su
actividad. En este sentido, con nuestros propios actos
podemos mejorar siempre; es un grave error considerarnos
solamente como seres capaces de producir resultados, y
nosotros mismos contribuimos a esto, cuando solo nos
interesa lo cuantificable, lo tangible, por el contrario,
nuestra mayor plenitud debe ser conseguir nuestro último
fin: la felicidad en la propia realización interpersonal.
Y esta felicidad, la logramos cuando hay orden en
nuestra propia vida, sabiendo aprovechar el tiempo,
ejerciendo dominio y señorío, sobre nuestra propia
temporalidad. El tiempo pasa irremediablemente, el día
solo tiene 24 horas y ocho debemos dedicarla a dormir,
necesario para reparar nuestro sistema orgánico, luego, al
vislumbrar el panorama que nos espera cada día, no nos
queda otra decisión, sino la de priorizar , esforzándonos
con firmeza en crecer en la virtud del orden, de tal forma
que logremos hacer todo con puntualidad, intensidad,
empeño, sin desconciertos ni atrasos, siguiendo un plan
bien organizado, que nos permita dedicar, de modo

79
ecuánime, los horarios convenientes a cada uno de
nuestros deberes: vida espiritual, familia, profesión y
relaciones sociales Y esto tanto en cualquier profesión y
más aún en los y las profesionales del cuidado.
Si vivimos así, el deber de ser cada vez más humano,
formara parte de nuestra praxis diaria, tendremos como
afirma Polo (2007), una esencia cada vez de mayor alcance,
por tanto, no dejaremos de crecer, nos convertiremos en
ese ser que, precisamente porque está finalizado, alcanza
a conseguir el fin, o alcanza algo que ya no tiene un más
allá.
Y donde no dejamos de crecer, si tú y yo estamos
inmersos en el mundo laboral sea intelectual o manual,
pues allí, justo y preciso, porque nuestra vida está hecha de
horarios, exigencias, presiones, investigaciones, ilusiones,
enfermedad, contrariedades, etc. Acciones
experimentadas cada día, en ese contexto sociocultural
heredado, donde nos relacionamos con las otras personas
y en conjunto aportamos lo mejor de nosotros mismos para
ir a lo irrestricto.
Además, cada uno de nosotros somos fundamento de
la sociedad y allí surge el razonamiento sin el trabajo, la
persona no mejora en humanidad, porque trabajar es
añadir al mundo más perfección de la que él ofrece. Por
otra, trabajar es perfeccionarse como persona en relación
con otra persona de la misma naturaleza (Sallés, 2006).

80
Es así como, en la esencia misma del trabajo, existe
una verdad no explorada, y la ética por ser vida nos ayuda
a descubrir cómo es nuestra conducta en su realización y
es lo que constituye su objeto material, es decir, los actos
humanos libes y voluntarios que desarrollamos en nuestra
labor diaria, no contentándonos con una tarea cómoda,
sino que halla, en la profundidad de nuestro ser, un afán
de mejorar con visión de conjunto, competencia
profesional que asuma la perfección porque trabajamos
para los demás, entonces seremos ordenados, con un
horario exigente aprovechando cada hora, cada minuto
porque detrás de cada labor hay resultados
trascendentales y nunca nos dejaremos llevar por la
improvisación sino con voluntad y libertad responsable una
inteligencia guiada por la ética que permite que las manos
se adecuen hacia la perfección, con esfuerzo y fortaleza
pero con grandes satisfacciones cuando se busca el bien
común.
También, la ética nos impele a ver ¿cuál es la
intención que tenemos al trabajar?; estas pueden ser
múltiples desde quedar bien con el jefe inmediato hasta
conseguir prestigio a como dé lugar, a esto, se denomina
objeto formal de la ética, aquí su aporte significativo esta
en distinguir un trabajo bien hecho con un trabajo que
salga bien.
El trabajo bien hecho puede no salir como lo espera
el otro, sin embargo, está bien hecho, por la recta

81
intencionalidad al ejecutarlo, por el cuidado que se tiene
en los detalles, porque se desarrolló con espíritu de
servicio, en cambio en un trabajo que solo interesa que
salga bien, sin pensar en las personas, sin medir las
consecuencias, solo queda en eso, no tuvo mayores
repercusiones, lo primero genera paz en el alma, lo
segundo produce ansiedad, siempre estamos con cara de
velocidad, ya no tenemos tiempo para el trato con los
amigos y en la realidad laboral desaparece la alegría y el
entusiasmo, surgiendo reclamos y quejas continuas
internos o externos, que merecemos cosas mejores
porque trabajamos mucho cuando en realidad solo nos
hemos movido y bastante.
Si interesa considerar finalmente que en el mundo
sanitario el trabajo bien hecho atravesado por la ética nos
conduce a centrar nuestro cuidado en la persona y/o
familia, mirándolas como un bien en sí mismas, con
relaciones de amistad, con el deseo de poner a su servicio
la mejor competencia científica que poseemos y
desarrollar un profundo sentido de humanidad porque
practicamos las virtudes que constituyen la plenitud
humana y como afirma Sisón (2012) el mejor capital moral,
es el capital más genuino, humano que debemos poseer y
dejar en herencia a la nueva generación, para impulsarles a
crecer mediante el cultivo de las virtudes, valores y buen
carácter que tanta falta hacen hoy en día en una sociedad
plagada de individualismo y hedonismo.

82
REFERENCIAS

Alejo, S. (2012). Liderazgo y capital moral. EUNSA.


Polo, L. (2007). Ayudar a crecer. EUNSA.
Polo, L. (2013). Lecciones de ética. EUNSA.
Sellés, J. (2006). Antropología para inconformes. RIALP.

83
https://www.santotomas.cl/formacion-e-identidad/quienes-somos/capsulas/la-educacion-
sexual-i/

PERSONA Y ENFOQUES DE EDUCACIÓN DE LA


SEXUALIDAD

Luisín Antonelli Taboada Montaño

La persona humana es un ser sexuado por naturaleza,


por lo que existen diferencias reales en el ser varón y ser
mujer; esto significa que el varón tiene cualidades que la
mujer no tiene, y viceversa. Estas diferencias indican que el
uno está hecho para el otro; es decir, que ambos están
llamados a complementarse mutuamente. Por esta razón,
la sexualidad es algo inherente al ser de la persona humana,

84
cuyo sentido último está en el amor de donación que existe
entre dos personas que están llamadas a unirse,
donándose su ser para formar una sola realidad por el
matrimonio (Von Hildebrand, 1998).
También se afirma que en la sexualidad humana se
encuentran tres elementos esenciales: el apetito sexual, el
placer y el amor que hace posible que la sexualidad se viva
de manera humana, con la intervención de la inteligencia y
la libertad. Solo una sexualidad vivida en este nivel,
humaniza a la persona humana y le ayuda a conseguir su
plenitud y felicidad tan anhelada.
Sin embargo, existen personas que en su vida sexual
solo buscan el placer, sin importarles atentar contra la
dignidad de la persona humana, olvidándose del amor
como sentido pleno de la sexualidad; cayendo en el uso
egoísta de esta realidad tan digna, cosificando así, al ser
humano. Evidencia de ello es el acoso sexual, la
prostitución, la pornografía, la masturbación; y el
contenido de algunos medios de comunicación, lo
pregonan implícita y explícitamente, trasmitiendo
ideologías contrarias a la dignidad de la persona. Estos
medios son tan efectivos, que son capaces de cambiar el
modo de pensar de una persona; por ello, es necesario
promover una educación sexual integral para lograr una
persona íntegra.
Actualmente, se infiere que la sexualidad se
minusvalora, reduciéndola a un acto de puro placer. Los

85
jóvenes de hoy practican el sexo sin compromiso porque
dicen que “se aman”. Esto se refleja en la consabida frase
"hacer el amor", ampliamente usada por adolescentes y
adultos. Es más, la sexualidad es vista como un medio de
lucro empresarial legal e ilegal, pero igualmente
denigrante. Como evidencia, el Ministerio de Salud (2017)
manifiesta que, en el porcentaje del uso de métodos
anticonceptivos modernos, hasta el 2015, se observa un
incremento de su uso entre las mujeres de 15 a 19 años, de
44.6 % a 51.6 %. Y que en el embarazo adolescente es seis
veces más alto entre las adolescentes de Educación Básica
Regular con respecto a las que tienen nivel educativo
superior de 37.9 % y 6.1 % respectivamente, para el 2015.
Estos datos coinciden muy bien con los de la Organización
Mundial de la Salud (2014), donde establece que
anualmente alrededor de 16 millones de niñas entre 15 y
19 años dan a luz, lo que representa aproximadamente el
11 % de todos los nacimientos en el mundo.
Esta situación es consecuencia de la promiscuidad
sexual en los adolescentes y jóvenes, llevándolos también,
a asumir conductas de riesgo que conducen a
enfermedades de transmisión sexual (ETS), siendo el SIDA
la más catastrófica de ellas. Prueba de esto, son las
estadísticas del MINSA (2017), que hasta el 2016, se ha
notificado un total de 65,657 casos de infección por VIH, y
34,438 casos de SIDA en el Perú. De los casos notificados
de SIDA, el 2.6 % fueron diagnosticados cuando los

86
pacientes tenían entre los 10 y 19 años de edad, y el 29.3
% cuando tenían entre 20 y 29 años de edad.
Además, en un estudio hecho sobre la pornografía
por el canadiense Challies (2017), muestra que el 96 % de
los jóvenes promueven, aceptan o son indiferentes a la
pornografía; es decir, solo el 4 % lo asume como
moralmente nocivo. La descripción de esta realidad hace
pensar en la necesidad de educar a la sexualidad con una
actitud realista y personalista hacia el hombre, lo que lleva
al respeto y la apreciación de la dignidad humana y su
sexualidad como una dimensión esencial de su ser.
Es posible que la educación sexual en las escuelas
secundarias del Perú, haya pasado desapercibido por
mucho tiempo, orientándose exclusivamente según uno de
sus enfoques, el anatómico-biológico, debido a la edad en
que se los estudiantes experimentan cambios físicos y
psicológicos. En los planes de estudios se han añadido
temas de educación de la sexualidad, pero con objetivos
contrarios al respeto fundamental de la persona humana; y
más aún, en la actualidad con el nuevo enfoque propuesto
denominado “enfoque de género”. Por lo tanto, es
necesario insistir en que esta educación se realice sobre
bases antropológicas y éticas, con el monitoreo primordial
de los papás, quienes son los responsables de la formación
de sus hijos. Esta realidad se contextualiza en las
instituciones educativas de todos los niveles, desde donde

87
se reconocen una diversidad de enfoques acerca de la
educación sexual.
Estas reflexiones provienen ante la necesidad de
orientar el pensamiento tergiversado sobre la sexualidad,
pensamiento extraído de su contexto real, que no es otro
que el amor, que lleva a todas las facultades a orientarse al
bien del otro. No puede ser bueno ver al otro solo como
objeto para el placer, ni amor puede ser definido solo como
un sentimiento que conduzca a la sexualidad a un solo
aspecto, el biológico, olvidándose de su dimensión
psicológica y espiritual, requiriéndose educar
integralmente el sentido de la sexualidad,
fundamentándose en la dignidad personal.
En consecuencia, los problemas mencionados, son
circunstancias que evidencian la falta de una correcta
educación y la urgencia de ubicarla bajo fundamentos
antropológicos y éticos. Por ello, es importante ubicar la
percepción con la que es formada esta importante
dimensión desde las escuelas, aunque es necesario que
comience en casa. Pues, aunque la escuela y el estado
influyen, son los papás junto a los docentes los que
eduquen en materia sexual. El rol de los padres es
irreemplazable; pues, la familia es la primera escuela.
Finalmente, se espera que estas reflexiones ayuden a
esclarecer muchos detalles a las personas interesadas
respecto a la temática educativa de la sexualidad.

88
La totalidad de la persona como criterio fundamental para
entender la sexualidad

Como parte del estudio se presenta y explica las


principales bases teóricas de la persona humana, sus
características, su unidad sustancial, el fin último y la
dimensión principal de estudio, que es la sexualidad
humana y sus enfoques.

La persona humana

Demasiado son las cosas ocultas que están en el


universo, pero nada es tan recóndito como el hombre, lo
expresó desde la antigüedad Sófocles, y es porque el
hombre es un ser tan profundamente complejo, que sólo
se le puede comprender mejor desde una aspecto unitario
y metafísico, es decir, desde una filosofía de la persona. ¿Y
por qué necesitamos reflexionar sobre la persona humana?
por las siguientes razones:

• Anhelo de bien y felicidad: “La felicidad del hombre


depende de sus respuestas que logre sobre sí
mismo”. (Yepes, 1996, p. 105)
• Anhelo de claridad: “El ser humano necesita aclararse
respecto de su ser, porque de lo contrario es muy
desgraciado; necesita tener unos puntos de

89
referencia verdaderos sobre qué y cómo es la vida y
qué sentido tiene”. (Castillo, 1996, p. 213).
• Fidelidad al proyecto de vida: “Si no acertamos a
definir el proyecto de vida, en fidelidad a lo que
somos esencialmente, el riesgo es que en lugar de
tener una vida lograda tengamos una vida
estropeada”. (Bobadilla, 1997, p. 203).
• Búsqueda de respuesta y orientación: “De la
respuesta que se dé el hombre a las preguntas
fundamentales, que anidan en su corazón, en efecto,
depende la orientación que se dé a la existencia”.
(Juan Pablo II, 1998, p. 139)

Pero ¿Qué es o quién es la persona? Primero, diremos


que la persona tiene una naturaleza humana común y
compartida con sus parecidos, es un ser vivo con facultades
inteligibles, conciencia, autonomía y emociones. Esta
naturaleza conlleva a un requisito ético: que siendo tal se
espera que actúe de acuerdo con lo que es, como la
filosofía lo enseña: la acción sigue al ser y la forma de actuar
sigue la forma de ser.
No obstante, en la experiencia no siempre ocurre así,
el hombre sabe que tiene que obrar el bien, muchas veces
termina haciendo el mal que no quiere. Ante esto, surgen
una serie de preguntas: ¿el hombre está mal creado?,
¿acaso es natural errar?, ¿vivimos bajo dos principios, uno
el bien y otro el mal?, ¿Se justifica el mal desempeño de los

90
seres humanos debido a su indigencia? Por el momento
hay preguntas que aún deben aclararse, pero se espera que
estas brechas se cierren más tarde. (Díaz & Hoyos, 2015)
Segundo, el hombre es una unidad sustancial de un
cuerpo material y un alma espiritual, esto significa, que es
una unidad metafísica y no física o mecánica, como algunos
filósofos modernos, como Descartes, Leibniz y
Malebranche han intentado demostrar reductivamente. La
materialidad y la espiritualidad son dos coprincipios
constituyentes de una realidad única que es el hombre, de
tal manera que la separación o pérdida de esa unidad causa
la muerte. Estos son dos principios compartidos en
estrecha dependencia: el uno (cuerpo) depende del alma
para vivir, y el alma depende de él para manifestarse como
hombre y darse a conocer. La unidad sustancial también
implica que el hombre tiene una dimensión corporal, pero
no es un cuerpo puro, y también que tiene un alma
inmaterial, cualitativamente distintas a las almas
vegetativas y sensibles de plantas y animales. Las almas
humanas, siendo espirituales y teniendo a sí mismas, son
inmortales y subsistentes; mientras que las almas de
animales y plantas se destruyen junto a la finitud de sus
cuerpos.
Tercero, la persona en sus facultades exclusivamente
propias, como la inteligencia y la voluntad, pero al mismo
tiempo corpóreo. Visto y concebido así, la persona
constituye el fundamento de la familia. Melendo (2009)

91
afirma: “Para comprender a las personas hay que hacer
compatibles su excelsa grandeza y su fragilidad”. (p. 189).
Cuarto, la persona humana es un ser que nace
biológicamente, que perennemente es el mismo, pero
jamás lo mismo; es decir, tiene dos niveles, uno ontológico
y el otro operativo; responde a su ser y a su obrar,
respectivamente.
Ontológicamente, la persona humana es tal desde el
momento de la concepción. Esta esencia, que subsiste en
el tiempo por medio de los cambios, compone el principio
de las operaciones dinámicas y no el principio de
operaciones fijas como asumen algunos existencialistas
contemporáneos tanto teóricos como en sus versiones
pragmáticas e ideologizadas al negar en la persona humana
su dimensión ontológica tergiversando su comprensión. La
persona en su dinamismo no se construye en lo que “quiera
ser” destruyéndose o pensándose contrariamente, sino
que en su ser ontológico está llamado a perfeccionarse en
lo que es desde el inicio de su existencia, también
espiritualmente. Al respecto, Melendo (2009) manifiesta:
“Por tratarse de una criatura grandiosa pero imperfecta
ningún varón o mujer llega al mundo «Totalmente hecho»
sino que debe completarse y alcanzar su plenitud a que
está destinado. El hombre se construye a sí mismo
asumiendo y concretando los ideales o fines que le
corresponden según su peculiar modo de ser”. (p. 209).

92
Lo que es peculiar del hombre, es la autorrealización,
pero esta sólo se admite en el plano del accionar y no en el
plano del ser, puesto que la persona no se da el ser a sí
mismo. Por eso Díaz (2001), describiendo la grandeza
humana sostiene que: “Somos el único animal demasiado
pequeño para el tiempo grande y demasiado grande para
el tiempo pequeño. ¡Qué inmensa paradoja la de este
animal racional, caña pensante, microcosmos débil y
quebradizo en su noche, pero macrocosmos dominador y
destructor en su día; ángel y bestia a un mismo tiempo
también causa de aflicción y fuente de admiración!” (p.
105).
Una vez que se ha formulado la pregunta filosófica
esencial: ¿qué es el hombre? Es hora de realizar otra
cuestión: ¿quién es el hombre? Esta última interrogante
insta en lo más característico del hombre: su ser personal.
El hombre es alguien y no solo algo, es una persona
humana; el hombre y la mujer constituyen dos
modalidades diferentes y complementarias de la persona.
Debido a su dignidad, la persona humana tiene autonomía
y autoestima que no dependen de la posesión o la
capacidad de ejercer ciertas cualidades. Toda persona es
digna, solo por ser una persona, incluso si carece de las
características específicas de los humanos. Radicalmente
se es persona, no puede ser más o menos una persona. Por
esta razón, el aborto y la eutanasia, son incorrectos, porque
limitan la personalidad y la dignidad correspondiente. En

93
cuanto a este tema, García (2001) sostiene que: “La
dignidad humana como tal no es un logro ni una conquista,
sino una verdad derivada del modo de ser. Lo que sí se
puede conquistar es el reconocimiento por parte de la
sociedad del valor y dignidad de la persona humana. Por
tanto, la dignidad no es algo que se deba alcanzar: ya se es
digno desde el momento en que «es» ontológicamente
hablando”. (p.78).
La dignidad hace que la persona tenga un valor en sí
misma y no pueda ser explotada. Nadie, ni siquiera su
creador, puede instrumentalizarla. Además, la dignidad
hace que la persona tenga un valor no intercambiable, no
manipulable o sustituible. La dignidad es la base de los
derechos humanos, siendo el hombre un sujeto de
derechos y no un ser que esté sujeto a la ley como algunos
políticos intentan hacernos creer. Estos derechos no son
concesiones que hace el Estado, sino solicitudes internas
que emanan del ser personal y que el Estado, si funciona
correctamente, solo puede reconocerlo.
La persona humana, es una unidad esencial de cuerpo
y alma, cuya constitución según el realismo educativo es
física como los animales; y espiritual, lo que respalda su
racionalidad. Todas las acciones del cuerpo o del espíritu
pertenece a la persona, porque son una unidad existente
(Rhonheimer, 2004).
Con esta naturaleza, tiende a un amor de tipo
espiritual, que según Wojtyla (1978) es lo correcto para su

94
ser; un amor, el sujeto y objeto del que es, que le permite
controlar las tendencias sensuales que posee a través de la
composición. Así es como el amor se convierte en un
fenómeno físico y espiritual; el espíritu tiene el idioma del
cuerpo, y el cuerpo es ese "yo" que se considera sujeto del
amor espiritual y no como un medio (Rhonheimer, 2004).
Es por eso que debemos hablar sobre la constitución del
ser personal, porque esto nos permitirá comprender que la
persona está hecha para amar en su corporalidad y su
espiritualidad.
Por todo ello se afirma que el alma humana es la clave
de la nobleza del ser espiritual, puesto que la persona
humana posee un alma que es la forma substancial del
cuerpo frente a las otras potencias operativas (García,
2003). El alma no es accidental en el hombre, es un
principio esencial. Dado que el alma es el acto primero,
según el realismo aristotélico, es que se diferencia de otras
operaciones, no es algo añadido al cuerpo, sino que es la
forma substancial del cuerpo, es principio remoto y final,
no próximo (Arregui y Choza, 2002), es decir, que
permanece más que las otras operaciones. El alma tiene
facultades operativas, que son orgánicas, si dependen de
algún órgano corporal, o espirituales cuando no es así.
Dentro de las últimas encontramos en el ser humano la
inteligencia y la voluntad (García, 2003). Es esto lo que
separa el alma humana de los otros seres vivos, un algo que

95
nos permite conocer, amar y que da nobleza al ser humano
frente a los otros seres.

Dignidad del cuerpo humano. La persona como fin en sí


mismo.

La persona humana posee también, un cuerpo, es el


medio por el cual cada uno de nosotros va a otro, lo
humaniza. Recordemos que la nobleza del cuerpo humano
mora en establecer una unidad intrínseca con el alma, no
separada de ella, el alma amina al cuerpo, y el cuerpo
también es la persona, es así como disfruta de la misma
dignidad que el alma, no puede tratársele de cualquier
modo. El cuerpo es la mayor expresión de la materia y el
más cercano al alma. Es por eso que Gabriel Marcel, citado
en Urabayen (2001, p.47) dice “yo soy mi cuerpo”, porque
la persona existe en su territorio gracias a su cuerpo, esta
existencia de la persona humana en el mundo lo hace ser
consciente de su ser corporal, la existencia de las cosas que
nos rodean y de los demás seres vivientes.
El respeto por otra persona es lo más apropiado y
digno para todos, lo que significa que nadie puede usarlo
como instrumento o manipularlo a su conveniencia sin
pasar por alto el estado de ser racional y libre.
Por esta razón, "la persona humana es una realidad
absoluta que no está condicionada por ninguna realidad
inferior o igual" (Yepes, 2003, p. 70). La posesión de un ser

96
individual, racional y apropiado similar a un ser superior
implica que siempre debe ser respetada y nunca puede ser
utilizada como un medio. Cada persona exige el
reconocimiento de su dignidad y esto a su vez debe
comportarse en consecuencia. Del mismo modo, la
persona no puede ser despojada de lo que le pertenece, lo
que la convierte en quien es, dándole su propia identidad,
de ahí la razón por la cual no se puede llamar a las personas.
por números, pero por nombre.

Características de la persona

Inmanencia: Se refiere a todo lo que se almacena y


queda. Esta es una de las características más
importantes de los seres vivos en general. Los
animales actúan en ellos, como comer, dormir; las
plantas también, por su naturaleza, realizan actos
inmanentes, como la fruta. Pero en los humanos, las
acciones que realizan conllevan un alto grado de
inmanencia, que se logra a través de su inteligencia.
La inmanencia constituye intimidad y confirma que
existe un "interior que crece y del que surgen nuevas
realidades" (Yepes, 2003, p. 62), que es conocido solo
por sí mismo y por nadie más y es posible conocerlo
en esa medida. que profundizan en tu alma. De esta
intimidad proviene la creatividad, las ideas, los
pensamientos que llevarán al hombre a la sociedad

97
externa. Convertirse en algo del hombre para cambiar
o crear cosas nuevas.

Singularidad: Ninguna intimidad es igual a otra, pero


es irrepetible, incompatible. "Nadie puede ser yo
como soy, la persona es única, irrevocable para
cualquier otra cosa" (Yepes, 2003, p. 65). "Por lo
tanto, el nombre de la persona no solo se conoce
como existente, sino que es una condición por la cual
es diferente e incomunicable, cada persona es única
e irrepetible" (Melendo, 1999, p. 94); existe una
estrecha relación entre la singularidad y la persona. La
singularidad de las otras criaturas es inferior o
insignificante, porque están interesadas en los demás
solo en función de su naturaleza porque sus
actividades están ordenadas para sí. Tiene un mayor
grado de perfección que otros seres, porque es
valioso en sí mismo y para sí mismo, cuando una
persona necesita a otra, busca a sí mismo, es valioso
porque es único. “En el nivel de la dignidad personal,
lo estimable, lo valioso para ser contemplado o para
entrar en diálogo o comunión de vida, es el individuo,
el ser singular que posee la naturaleza racional”
(Melendo, 1999, p. 101). La persona, aunque tiene el
mismo carácter que cualquier otra persona, nunca
será el mismo que otro.

98
Manifestación: Como se vio anteriormente dentro del
hombre, sus pensamientos, ideas, creaciones, etc.,
aunque surge en él infinidades de cosas, no se quedan
allí solo, porque gracias a la manifestación la persona
es capaz de transmitir al aprovechar lo que hay en él.
Su dimensión corporal juega un papel esencial, el
cuerpo es el medio entre su interioridad y lo externo,
es decir que la manifestación se expresa a través de
lo corpóreo.

Libertad: Yepes (2003) la llama una de las


propiedades más fundamentales, ya que la persona
humana es la única que tiene sus acciones y es capaz
de elegir el bien, la dueña de sí mismo y el desarrollo
de su vida. Es ella quien escoge su objetivo. La libertad
es autodeterminación para siempre. No es cuántos lo
interpretan normalmente; ser capaz de hacer lo que
quieras; literalmente significa que tengo que
convertirme en lo que soy. Es lo que permite al
hombre ser el mismo. La persona humana es libre,
señala el Vaticano II, “cuando tiende al fin con la libre
elección del bien" La libertad no es hacer cualquier
cosa, sino que es escoger el bien.

Capacidad de dar: La persona humana es el único ser


capaz de dar, y al mismo tiempo de darse a sí mismo
en el cual desarrolla su capacidad de amar "se da

99
cuenta de sí mismo como persona cuando extrae algo
de su intimidad y se lo da a otra persona como valioso
y recibirlo como propio" (Yepes, 2003, p. 68). Dar es
lo que nutre la privacidad de cada persona, por eso
nos sentimos obligados a devolver lo que recibimos,
aislando el egoísmo sin buscar mis propios beneficios.

Diálogo: La persona humana es un ser dialógico, a


través del diálogo el hombre manifiesta lo suyo, lo
que requiere una persona de conversación, alguien
que escuche y entienda lo que está diciendo. Por lo
tanto, el lenguaje permite encuentros con uno que da
lugar a la apertura a los demás. La comunicación es
crucial para que exista una vida social real.

La sexualidad humana

Es necesario precisar desde el inicio que cuando se


habla de sexualidad, se hace referencia no sólo a una
realidad biológica, sino multidimensional, que trasciende
en el amor que envuelve todo su ser espiritual y corporal,
representando un valor digno de su propio ser. Por ello la
sexualidad no se agota en el placer, ni debe ser vista ni
como instrumento egoísta ni como un mal en la naturaleza
humana. Por eso Lorda afirma que “la sexualidad afecta a
todos los estratos de la persona” (2004, p.168) e indica que,

100
no se limita a la función de los órganos sexuales ni a una
relación de cuerpos.
En estas mismas líneas, la Congregación para la
Educación Católica (1983, parr.6) señala que, la sexualidad
“es un elemento básico de la personalidad; un modo propio
de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de
sentir, expresar y vivir el amor humano”. Por lo mismo,
Lucas (2005, p.45) sostiene que la sexualidad “es elemento
fundamental de la propia identidad como individuo de la
especie humana, identidad que viene determinada por el
conjunto de componentes biológicos y espirituales. A causa
de esta unidad-identidad psico-física la sexualidad
impregna toda la persona”. Estamos tratando con un don
valioso, que impregna toda la persona, como varón o
mujer, en su corporeidad y espiritualidad, y que le permite
amar.

Teorías o Enfoques de la sexualidad

Enfoque biologicista: La persona humana crece y se


desarrolla a partir de la herencia genética, bajo la
influencia de sustancias excitantes e inhibidoras,
llamadas hormonas. Por eso Lucas (2008) afirma que
hay que tener en cuenta que, en la formación del
organismo, masculino o femenino, las hormonas
sexuales tienen una importancia fundamental; es
decir, en condiciones normales, el organismo está

101
conformado en sus componentes genéticos,
anatómicos, morfológicos y fisiológicos de una
manera diversa y complementaria. Es por eso que se
afirma que el organismo femenino es capaz de todas
las funciones de la maternidad y que el masculino, en
silencio, puede desarrollar las funciones de la
paternidad (p. 368). Como diría Rivas (2017, párr. 8)
esto “corresponde al sexo con el que se nació,
determinado por cromosomas, genitales, hormonas y
gónadas”. Hechas estas precisiones referentes a la
sexualidad, se puede decir que se reduce solo al plano
biológico; por lo que se tendría como consecuencia
que los actos sexuales obedezcan a una saciedad
natural biológica en el ser humano y, por ende, el
supuesto “sexo seguro” ayudaría a advertir males de
transmisión sexual; entonces, el mejor medio para la
prevención de trasmisión sexual y de los embarazos,
es el uso de anticonceptivos y preservativos.

Enfoque hedonista: El hedonismo comprende que el


sentido de la vida se resume en la búsqueda del placer
y la sustracción del sufrimiento. Parece ser una teoría
clara, pero presenta demasiadas dificultades: placer a
diferentes niveles, conflictos que imponen elecciones
y renuncias; la fricción o colisión entre tus propias
alegrías y las de los demás. Una de las alegrías más
importantes e incluso la mejor de la alegría sería el

102
erotismo, y dado que el conocedor es el objeto de la
sexualidad, tomaría la actitud más barata hacia él.
(Moa, 2008, párr. 1). Entonces, desde que se pensó
solo en el placer se ha construido toda una teoría
tergiversando la sexualidad, desligándola totalmente
de su naturaleza y basándose en el egoísmo. Es decir,
el hedonismo, no admite esfuerzo, sacrificio y mucho
menos quiere el bien del otro, sino que cosifica a la
persona humana, la instrumentaliza para poder
satisfacer el placer de sí mismo.

Enfoque utilitarista: El enfoque utilitarista de la


sexualidad la reduce al plano rentable de lo útil de la
persona humana para poder obtener un fin. Tiene
consideraciones como, el materializar a la persona
humana, establecer que la mujer pueda hacer uso de
su cuerpo como quiera, por ejemplo, en una
publicidad. Supone también que para llamar la
atención de los chicos es necesario lucir el cuerpo. Y
manifiestan que las relaciones sexuales permiten
conocer más al enamorado, que antes del
matrimonio aumentan el amor entre varón y mujer.
Por último, La mujer puede prostituir su cuerpo
cuando tiene alguna necesidad económica.
Finalmente, Estela (2017, p.30), en su artículo
¿Hombre o mujer? El significado de la diferencia
sexual y antropología de la identidad, concluye su

103
primer apartado cuestionándose acerca de la
finalidad o utilidad de la sexualidad humana como
“¿Cuál es la razón de ser de la sexualidad humana?”.

Enfoque desde la ideología de género: Este


pensamiento presenta una separación radical e
independencia entre el sexo y el género, entre la
dimensión biológica y psicocultural del hombre, de
modo que la identidad sexual en sí misma se deja a la
elección de la persona. Por eso Pardo (2014), lo define
como “una revolución cultural, una de la más
insidiosas y destructoras que puedan pensarse, para
la que no existe naturaleza humana, verdad objetiva
sobre el ser humano”. (p. 219).
Por lo tanto, el hombre "será el resultado de una
cultura que se construye independientemente de la
naturaleza humana y las leyes universales inherentes
a su condición" (Pardo, 2014, p. 20). En otras
palabras, esta ideología no permite que la sexualidad
humana sea constitutiva de los seres humanos
porque es solo el resultado de su propia voluntad,
elección y construcción cultural y social. Este
equivocado pensamiento se ha presentado en los
últimos años como la propuesta de pasar de la
dualidad sexual al género y trata de abandonar la
bipolaridad sexual de la persona humana. También
afirma que las diferencias entre hombres y mujeres,

104
además de las anatómicas, no corresponden a
nuestra naturaleza, por el contrario, mantienen que
las diferencias en la forma de pensar y actuar son
producto de ciertas culturas y épocas; entonces, sería
el ambiente sociocultural el que atribuye
características específicas a las personas. También se
puede decir que el género es una construcción
independiente del sexo y que el género en sí mismo
es un dispositivo libre de cualquier vínculo; cada uno
puede elegir el tipo de sexo al que quiere pertenecer.
(Lucas, 2008, p.379).

Enfoque desde el puritanismo: El enfoque del


puritanismo pregona que la persona humana debe
desarrollarse espiritualmente y evitar todo lo
relacionado con el cuerpo porque éste es malo, que
solo debe ser usada para la procreación, evitando el
placer porque también es malo. Y que el deseo sexual
debe ser reprimido porque las relaciones sexuales son
dañinas para las personas. Por lo tanto, la castidad
consiste en la represión sexual y que los cónyuges
deben evitar mirar sus cuerpos desnudos para vivir la
virtud del pudor. (García, 2003)

Enfoque Personalista: La sexualidad como realidad


inherente al Ser personal humano a diferencia de los
anteriores realiza una defensa de lo más sublime que

105
posee la persona humana. Pues considera que, la
sexualidad radica en todo el ser de la persona
humana, no solo en el cuerpo, abarca tanto,
elementos biológicos, psicológicos y espirituales. Por
ende, en la persona humana, solo hay dos modos de
ser: varón y mujer, el ser masculino o femenino es
propio de la naturaleza humana, y no una
construcción cultural.

Cada persona humana tiene un modo de ser sexuado que


le caracteriza en su singularidad, como varón y como
mujer. De ahí que se defina a la sexualidad humana como
aquella realidad que configura intrínsecamente y en su
totalidad al ser humano; es decir en su corporalidad, en su
psicología y en su espiritualidad; constituyéndolo un modo
de ser masculino o en un ser femenino, con características
específicas que lo distingue y complementan realmente
como persona.
Por lo tanto, varón y mujer sexualmente son
diferentes y complementarios, y la sexualidad está
presente en toda la personalidad de todos los seres
humanos e incide en sus relaciones interpersonales y que,
a pesar de sus diferencias biológicas, psicológicas y
espirituales, los varones y mujeres son iguales en dignidad
y derechos. Varón y mujer están llamados a realizarse
plenamente en la paternidad y maternidad, de manera
distintiva.

106
Persona masculina y femenina

Ser sexuado es un hecho original para hombres y


mujeres. La persona humana, en su constitución
psicosomática, es un ser sexual, y esta característica
especifica su ser. La sexualidad se especifica de una manera
que trasciende lo puramente biológico, por eso Fernández
(2001) afirma que "ser hombre y mujer está en lo más
profundo del espíritu", de modo que el sexo humano no
solo permanece en el nivel somático. Y Castillo (2003) dice
que los hombres y las mujeres se complementan entre sí y
pueden lograr una mayor unidad en comparación con lo
que ocurre entre personas del mismo sexo, esta unidad es
mayor porque es una función de la fertilidad, que ocurre
solo en personas heterosexuales (p.56).
Es obvio que el hombre solo existe de dos maneras, a
saber, en el modo masculino y en el femenino. Tanto el uno
como el otro modo de existencia humana muestran un
enfoque específico de cada uno, en la diversidad o
integridad también se puede decir que cada modo
manifiesta una cierta lógica, tienden a su propia forma de
proyectar el mundo y son inconfundibles. de su trabajo. Por
lo tanto, es necesario saber y analizar en qué consisten
ambos tipos de seres y cómo se produce la relación entre
ellos. “La diferencia de sexos, hombre y mujer, manifiesta
que la plenitud humana reside en la relación, en el ser-para

107
el otro que impulsa a salir de sí mismo, a buscar al otro y a
alegrarse en su presencia” (Burggraf, 2001, p. 232).
Por lo tanto, ser una persona femenina o ser una
persona masculina es constitutiva de la persona, el género
no solo habla de la individualidad biológica, sino que define
su identidad personal y, en última instancia, su ser
concreto. Por otro lado, la sexualidad, con su masculinidad
y feminidad, expresa la comunidad como una parte central
del don recíproco, en su personalidad, tal como lo afirma
Juan Pablo II (Citado en Burgos, 2011):
La masculinidad y feminidad, que son como dos
encarnaciones de la misma soledad metafísica frente a Dios
y al mundo como dos modos de "ser cuerpo" y a la vez
hombre, que se completan recíprocamente, como dos
dimensiones complementarias de la autoconciencia y de la
autodeterminación, y al mismo tiempo como dos
conciencias complementarias del significado del cuerpo. (p.
282)
De esta manera, podemos afirmar que la sexualidad
no es un modo de ser accidental, sino una dimensión
esencial de la persona; el hombre como cualquier otro ser
creado tiene su propia forma de existir en el mundo, de la
forma en que fue dada por la naturaleza y no por la cultura.

108
La sexualidad como dimensión y estructura constitutiva del
hombre

Merleau-Ponty (1993) dice que “no hay sexualidad


cerrada en ella misma” (p. 188), porque la sexualidad es
siempre algo diferente de sí misma y, si lo desea, todo
nuestro ser. La sexualidad es uno de los elementos básicos
de la identidad. Es un componente esencial de la persona,
una forma de ser, manifestarse, comunicarse con los
demás, sentir, expresarse y vivir el amor humano. (Lucas,
2008). El hombre debe confrontarse con este dato
constitutivo. Es decir, el hombre es un ser tan integrado
que su modo de ser, sea masculino o femenino, lo hace ser
de una manera tal que pueda generar su propia identidad
ante el resto, esto puede ser en el lenguaje y modo de vivir
ante el resto. También debemos tener en cuenta que la
identidad sexual del hombre está determinada por el
conjunto de componentes biológicos, psicológicos y
espirituales.
De hecho, la persona es un ser esencialmente
interpersonal, es constitucionalmente relacional. En su
constitución esencial, el hombre no está aislado, sino que
ya lleva su sexo en el hecho de que es un hombre o una
mujer, la referencia al otro, a la mujer o al hombre.
Realmente no puede entenderse en su totalidad sin tener
en cuenta esta apertura estructural a otro que,

109
simplemente porque es múltiple, lo califica en su identidad.
Como diría Lucas (2008):
El yo se constituye solamente en relación con el tú y
la sexualidad es la realidad que manifiesta esta comunión
del nosotros. La esencia de la sexualidad humana está
precisamente en esta relación de un yo hacia un tú, diverso
en sus componentes biológicos, psicológicos y espirituales,
que encuentra su fundamento en la constitución relacional
de la persona. (p. 398).

Tridimensionalidad de la sexualidad humana

En el sexo radican características que constituyen a


las personas como hombres y mujeres tanto en el plano
biológico, como psicológico y espiritual, estas tres
dimensiones son de suma importancia por ser parte en la
evolución individual y en su inserción en la sociedad.
Lucas (2008) confirma que esta tridimensionalidad
está estrechamente vinculada a eros, philia y ágape y, por
lo tanto, implica valores físicos, psicológicos, intelectuales
y arbitrarios, así como valores espirituales y religiosos.
Tanto los hombres como las mujeres son estructuras
biológicas, psicológicas y espirituales, que se expresan en
ciertos individuos y que, en segundo lugar, también pueden
abrirse al otro para encontrarse y unirse; es decir,
complementarse. Y gracias a esta apertura y
complementación con el otro, surge una diversidad que,

110
gracias a estas realidades propias del varón y mujer,
pueden hacer que la sexualidad integralmente llegue a su
fin, el amor. (p. 400)
La sexualidad es, por lo tanto, la forma de ser
constitutiva de los humanos. No es algo que esté sujeto al
tiempo y determine ciertas funciones, sino que es una
forma permanente, que por lo tanto está necesariamente
configurada en masculinidad y modo femenino.

Diversidad y complementariedad

Los sexos son distintos, pero complementarios. Los


contrastes no solo tocan la dimensión biológica, sino
también la dimensión psicológica y cultural. Esta oposición
ocurre en una igualdad de dignidad y derechos derivados
de la misma naturaleza del ser humano. Entre los sexos, se
puede decir que hay interdependencia, correspondencia,
corresponsabilidad y complementariedad.
Con estos indicios, se puede preguntar uno, ¿cuáles
son las semejanzas o diferencias psicológicas o culturales
entre hombre y mujer?, entonces Lucas (2008) lo dejaría
claro con este ejemplo: “Si se dice que el hombre es más
racional y la mujer más intuitiva, se encontrarán también
hombres intuitivos y mujeres racionales”. (p. 389)
Bajo este ejemplo, se puede comprender el
tradicional estereotipo del hombre esclavizado en su
trabajo para sostener el hogar, argumento racional válido;

111
mientras la mujer asume el cuidado de la familia, y esto, no
es que carezca de argumento, el hombre, también ama,
pero la mujer quiere sentirse amada más que el hombre. El
hombre, en cambio, está más interesado a buscar una
posición o una reputación. El varón siente más la exigencia
de una actividad externa, en la que plasmar los propios
proyectos y desarrollar la propia personalidad. Esto,
también puede darse en el caso de la mujer hoy en día,
mujeres que desean buscar una posición o reputación
dentro de la sociedad dejando de lado el cuidado de la casa
y el varón con el deseo de velar por sus hijos y su bienestar
dentro de la casa. Esto aclara muy bien, lo que Lucas
plasmaba como ejemplo una diversidad entre varón y
mujer, pero a la vez tan complementaria, mientras uno
protegiendo el frente, el otro velando por su interior.
Lucas (2008) continúa contribuyendo opiniones a esta
complementariedad, afirmando que ambos tienen la
misma naturaleza, dignidad y valores humanos porque
derivan de la naturaleza ontológica. La diversidad sexual y
la complementación de hombres y mujeres es importante,
pero no indica una diferencia en los valores entre los dos
géneros. También influyen en el desarrollo de la
personalidad y no son superiores entre sí. Para los
humanos, la dualidad sexual es un complemento y
perfección para el sexo opuesto. Como ejemplo diríamos
que, el hombre no está completo sin la presencia de la
mujer, ni es exhaustivamente humana sin la adición del

112
hombre. El hombre y la mujer se proyectan como seres
correspondientes en el mismo nivel; y se enfrentan en el
diálogo, en el trabajo, en el sufrimiento, en la alegría, en el
conocimiento y en el amor. (p. 395)

La sexualidad ordenada al amor

La sexualidad conduce naturalmente al sexo opuesto,


y cuando esto ocurre, podemos personalizar la inclinación,
es decir, seleccionar y proyectar responsablemente en
función de una atracción única, especialmente a una sola
persona; para decidir rendirse a su servicio y poner la
sexualidad en el ámbito del amor. Porque el amor según
Hildebrand (1998, p.86) tiene esta función unificada, en la
que el amante busca la unidad espiritual con el ser querido.
Ante esta unión espiritual, la sexualidad permite la
transmisión de este amor que yace dentro de ella. Por eso,
la sexualidad es aquella parte:
Integrante de la concreta capacidad inscrita por Dios
en la humanidad masculina y femenina, y comporta la
capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en
el que el hombre-persona se convierte en don y – mediante
ese don- realiza el sentido mismo de ser y existir. (García,
2003, p.178).
Pero el lugar correcto para practicar la sexualidad es
en el matrimonio y es impulsado por el amor matrimonial,
porque solo entonces encontrarán el verdadero

113
significado. Si alguien se casa solo para satisfacer el instinto
sexual, será infeliz por el resto de sus vidas porque el sexo
sin amor desaparece de inmediato. En el matrimonio, la
sexualidad ayuda a los cónyuges a expresar su amor. Si el
amor sentó las bases para esta entrega en alma y cuerpo,
para entregarse completamente a la otra persona,
entonces la sexualidad sin amor caería exactamente en lo
contrario: el egoísmo y el uso de la otra persona.
Por eso, Lucas (2008) hace una diferencia entre el
varón y la mujer, manifestando que la sexualidad humana:
No es un simple dato biológico, sino que expresa la
forma de amor orientada a la comunión de personas
abierta a la transmisión de la vida. La fecundidad no está
solamente predispuesta en la estructura biológica y
psicológica masculina y femenina, sino que reviste también
una dimensión interpersonal, que es la instauración de un
nuevo diálogo con un nuevo ser mediante la procreación.
(p. 401), lo que implica también la virtud de la castidad.
Una virtud se entiende como un buen hábito
repetitivo. Tomás de Aquino señala que la virtud es la
potencia máxima, es decir, la más alta a la que el hombre
puede aspirar, en otras palabras, la realización de las
posibilidades humanas en lo natural y sobrenatural (Pieper,
2003, p. 15); Por lo tanto, se puede expresar abiertamente
que la virtud es un hábito que le permite al hombre
alcanzar la máxima perfección correspondiente a su ser
personal.

114
La castidad como virtud hace a la voluntad y sobre
todo al apetito concupiscible apto para moderar los
movimientos de los sentidos y los de la concupiscencia, que
nacen en el hombre como reacción de la sensualidad (y
también de la afectividad) ante el sexo. (Wojtyla, 1978,
p.187).
Esta posición ve la castidad como una fuerza que
enriquece nuestra voluntad para guiar las tendencias en la
dimensión sexual del hombre. Sin embargo, la castidad
implica mucho más, debe considerarse una auténtica virtud
porque está vinculada al amor. Por eso, García (2002, p.25)
manifiesta que la castidad es esa “virtud que ennoblece la
sexualidad del ser humano, manteniéndolo limpio de alma
y cuerpo a fin de que las tendencias sexuales no desborden
los límites del amor verdadero. Castidad es pureza de
cuerpo y alma en el amor”. Es la forma de defender el amor
humano, que controla el amor y el amor ennoblece esta
tendencia, cuyos frutos reales serán: el autocontrol y,
sobre todo, la capacidad de amar.
Melendo y Millán (2008, p.108), afirman que la
castidad “sería aquella que enraíza, hace crecer y da vigor
al amor en la medida exacta en que éste implica a la
sexualidad humana”, pues con la castidad la persona
decide amar, y ama viviendo su sexualidad con la razón.
Cuando se ejerce la sexualidad, la voluntad tiende al bien
del acto sexual, por eso la facultad sexual sigue al
movimiento voluntario, se integra en él, y así “la

115
integración de la facultad sexual en la voluntad, y, por
consiguiente, en la persona, es la virtud moral de la
castidad: la persona se orienta hacia la bondad inteligible
de la sexualidad haciéndose casta” (Cafarra, 2000, p.68), la
sexualidad al integrarse en la voluntad tiende hacia el amor
personal.
Por lo tanto, dar forma a la castidad significa dar
forma a la voluntad y fortalecer este gran regalo de amor
en la persona humana, siendo el único capaz de dar y
recibir amor en este mundo. Es más, esto también significa
la formación de inteligencia para iluminar el querer de la
voluntad y descubrir el verdadero valor de la sexualidad y
la dignidad personal. Todo esto para lograr un buen hábito
que forme una fuerza permanente de devoción en la
persona que busca actualizar el carácter del don, que es el
llamado del hombre, y rechazar el mero apetito sensual.
Lucas (2008) también afirma que la relación afectiva
entre varones y mujeres es el modelo único de castidad
para los hombres, independientemente de su situación de
vida, solteros, casados, viudos o divorciados. Esta forma de
vivir la sexualidad sin usar la función de género es lo que
sucede cuando se crea una relación entre personas de
diferentes géneros caracterizadas por el aprecio, el
respeto, la amistad, la afectividad. Por lo tanto, es
necesario considerar esta condición final de perfección
como el modelo definitivo de nuestras acciones morales en
esta vida (p. 407). Ante esto debemos, considerar un

116
cuidado al elaborar una crítica, puesto que muchos
tomarían esta idea, como la prohibición de la sexualidad,
por un tanto aspecto idealista, o incluso religioso. Esta idea
que Lucas resalta, no es más que la confirmación del poder
vivir afectivamente, sin necesidad de la aplicación un plano
biológico de la sexualidad.

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