Imagenes y Representaciones de Mexico y Los Mexica
Imagenes y Representaciones de Mexico y Los Mexica
Imagenes y Representaciones de Mexico y Los Mexica
], Imágenes y
representaciones de México y los mexicanos, México, Porrúa-
IIH-UMSNH, 2008, 150 pp.
Madame Bovary, por mencionar algunas de ellas. Con todo, admitamos que el
papel femenino en la sociedad de entre siglos no era deleznable: bastión de la
honra familiar, transmisora de los valores que moldeaban a la niñez y a la juventud,
preservadoras del orden establecido, eran parte importantísima del engranaje de
dominación clasista y de género. “De acuerdo a la perspectiva prevaleciente en
el periodo, en la mujer predominaban las emociones sobre las facultades inte-
lectuales, lo que la hacía proclive por naturaleza a las cuestiones afectivas, a la
delicadeza, la sensibilidad, la pasividad y a la debilidad”.2 Por otra parte, desafiar
el libreto de lo establecido la sumía en la abyección social y en el abandono fa-
miliar; las “malas mujeres” eran prácticamente la representación de lo diabólico.
Con la lectura del trabajo “Representaciones e identidades imaginarias acerca
de la buena y la mala mujer en la prensa moreliana del cambio de siglo (XIX-
XX)”, de Lisette Griselda Rivera Reinaldos, caemos en la cuenta de que la verda-
dera revolución del siglo XX fue la encabezada por las mujeres.
Por su parte, Leticia Bobadilla González, en su análisis intitulado “La prensa
mexicana y la guerra del 98: de xenofobias, nacionalismos y otras batallas”, ilustra
las polémicas surgidas en la prensa nacional con motivo de la guerra hispanoa-
mericana, así como la aplicación de la neutralidad por parte del gobierno porfi-
rista, el cual se enfrentó al dilema de apoyar a España o a la independencia
cubana, puesto que conocía la ambición estadounidense de abalanzarse sobre
las Antillas al terminar el conflicto, como efectivamente lo hicieron después de
derrotada la metrópoli. En la ciudad de México había una importante colonia es-
pañola, cuyo dominio comercial era conocido, así como su adhesión a la causa
peninsular; pero también existían diarios que manifestaban una ardiente postura
pro independencia de Cuba, junto a los que, más moderados, seguían los seña-
lamientos oficiales. De igual manera, se examinan las caricaturas alusivas al tema:
“Las opiniones y representaciones gráficas de dibujos publicados por la prensa
mexicana sobre el conflicto hispano-cubano, que derivó en la intervención nor-
teamericana en el 98, reflejan parte de las aspiraciones e intereses puestos en
juego por los países contendientes”.3
2
Ibid., p. 5.
3
Ibid., p. 32.
María del Rosario Rodríguez Díaz, en su trabajo intitulado “Una elección pre-
sidencial anunciada. Tomás Estrada Palma, primer presidente de Cuba. Una mirada
desde México”, revisa los editoriales y opiniones del relevante periódico porfirista
El Imparcial, el cual alcanzaba un gran tiraje y fue de los primeros —sino el
primero— que utilizó la maquinaria moderna que lo hacía posible. Además de re-
presentar el punto de vista oficial y de contar con colaboradores de primera
línea, como Ángel del Campo, Amado Nervo, Luis G. Urbina, Justo Sierra, José
Juan Tablada, por mencionar algunos nombres de los intelectuales más impor-
tantes de la época.
El Imparcial dio cabal cuenta de los acontecimientos ante la intervención
norteamericana de 1898 y las elecciones que dieron posesión de la presidencia
de la República de Cuba a Tomás Estrada Palma, sucesor de José Martí en la
dirección del Partido Revolucionario Cubano. Como no podía ser menos tratán-
dose del tema de la intervención norteamericana en la Gran Antilla, la autora peca
de incomprensión ante el contexto histórico en que se desenvolvieron los per-
sonajes estudiados. La prosperidad de Cuba dependía del cultivo azucarero, y su
principal cliente era precisamente la potencia del norte. Si querían superar los es-
tragos dejados por la guerra, y emprender el crecimiento económico y el estable-
cimiento de algo parecido a un Estado tenían que acordar con su padrino, quien,
a través de la Enmienda Platt, se aseguraba el buen comportamiento de su ahijado.
Por su parte, Claudia González Gómez escribe sobre “Miradas desde Cuba
en torno a la disputa del poder en México durante la lucha de facciones”, enfocán-
dose principalmente en las medidas de control tomadas por las diferentes faccio-
nes revolucionarias —sobre todo la carrancista— sobre los exiliados en Cuba,
debido tanto a la cercanía de la Gran Antilla como a su interés geoestratégico por
ser el destino de numerosos expulsados de las luchas partidarias desatadas a partir
de 1910. Como escribe la autora, “El control que debía mantenerse fuera de las
fronteras de México era importante para aquel grupo que pensara acceder al
poder.”4 Se señalan las posiciones del gobierno cubano y de la opinión pública
insular respecto a la situación mexicana, así como las intrigas y diferendos de las
diversas facciones políticas asentadas en Cuba, y sus esfuerzos por regresar al país.
4
Ibid., p. 61.
La mirada española está dada por el eminente escritor Vicente Blasco Ibáñez,
quien vino a nuestro país en la primavera de 1920 por invitación expresa del go-
bierno carrancista. La intención era que evidenciara “la pacificación del país, así
como los progresos que se habían alcanzado gracias a la revolución”,5 escribe
Martín Pérez Acevedo. Sobre todo, se quería diera fe del proceso electoral a ce-
lebrarse por aquellas fechas; “Sin embargo, la marcha de los acontecimientos en
el país, aunado a la aguda percepción social del escritor valenciano, dieron lugar
a una de las controversias más significativas sobre la esencia del movimiento
armado, como lo era el papel desarrollado por los militares triunfantes.”6 Su libro
se intituló El militarismo mejicano. Estudios publicados en los principales dia-
rios de los Estados Unidos, y desató una polémica por las expresiones vertidas
en él. Si bien en ocasiones campea la verdad objetiva de las matazones y la
impunidad de los hombres armados, que eran prácticamente los amos del país,
a despecho del civilismo de don Venustiano, quien quiso imponer a un civil en la
presidencia de la República con los resultados conocidos por todos, también tie-
nen cabida los prejuicios y los estereotipos, hecho que, por otra parte, son natu-
rales. Recordemos que la moda de lo políticamente correcto y del relativismo
cultural es reciente, y que don Vicente tenía la razón en muchas de sus apreciacio-
nes. Por otra parte, después de diez años de sangrienta lucha era utópico pedir una
realidad color de rosa, lejos del México bronco que, según don Porfirio, la Revolu-
ción despertó. Blasco Ibáñez asegura que la intención de su obra fue la siguiente:
como conocedor de los males que causa el burdo militarismo surgido de la revo-
lución, supuse que podría prestar un gran servicio al verdadero pueblo mejicano
denunciando cuanto antes las demasías de estos tiranuelos de pistola y haciendo
ver cómo la revuelta que acaba de derribar a Carranza no tenía más alcance moral
que el de un movimiento militarista y personalísimo.7
5
Ibid., p. 77.
6
Loc. cit.
7
Ibid., p. 85.
8
Ibid., p. 126.
9
Ibid., p. 137.