Imagenes y Representaciones de Mexico y Los Mexica

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 6

María del Rosario Rodríguez Díaz et al. [coords.

], Imágenes y
representaciones de México y los mexicanos, México, Porrúa-
IIH-UMSNH, 2008, 150 pp.

El libro reseñado contiene los trabajos presentados en el Seminario “Imágenes


y representaciones de México y los mexicanos”, celebrado durante el mes de
septiembre de 2008 por los miembros del cuerpo académico de Estudios Me-
xicanos del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoa-
cana de San Nicolás de Hidalgo. El tema analizado se inscribe en la generosa
corriente historiográfica dedicada a los temas de creación identitaria y del ca-
rácter del mexicano, que existió casi todo el siglo pasado con muy buena
salud. En este caso particular, se investiga la creación y las representaciones
de la identidad nacional a partir del triunfo del movimiento revolucionario de
1910. Lamentablemente, no se hace el debido hincapié en lo ocurrido durante
las tres décadas anteriores, cuando el régimen porfirista creó las efemérides
y la parafernalia patriótica que distinguen desde esa fecha a la nación mexi-
cana, sin dejar de reconocer que se trata de un asunto aún no explorado a ca-
balidad. Una aportación clave del libro comentado es la utilización de distintas
fuentes hemerográficas, de cuya riqueza y densidad informa para obtener
una visión de conjunto de las diferentes coyunturas que, en los ámbitos na-
cional y regional, ocurrieron en nuestro país durante la época estudiada.
El primer ensayo se propone rastrear el problema de “La identidad ima-
ginaria femenina durante el México porfiriano”1 a través del análisis del dis-
curso manifestado en la prensa de la ciudad de Morelia. Como es obvio
suponer, en los medios de comunicación se repiten los prejuicios culturales
de carácter patriarcal propios de la época, expresados en forma magistral
en las grandes novelas decimonónicas como La Regenta, Ana Karenina y
1
María del Rosario Rodríguez Díaz et al. [coords.], Imágenes y representaciones de México
y los mexicanos, México, Porrúa-IIH-UMSNH, 2008, p. 1.

194 (MÉXICO 2010/2): 194-199 51


IMÁGENES Y REPRESENTACIONES DE MÉXICO Y LOS MEXICANOS

Madame Bovary, por mencionar algunas de ellas. Con todo, admitamos que el
papel femenino en la sociedad de entre siglos no era deleznable: bastión de la
honra familiar, transmisora de los valores que moldeaban a la niñez y a la juventud,
preservadoras del orden establecido, eran parte importantísima del engranaje de
dominación clasista y de género. “De acuerdo a la perspectiva prevaleciente en
el periodo, en la mujer predominaban las emociones sobre las facultades inte-
lectuales, lo que la hacía proclive por naturaleza a las cuestiones afectivas, a la
delicadeza, la sensibilidad, la pasividad y a la debilidad”.2 Por otra parte, desafiar
el libreto de lo establecido la sumía en la abyección social y en el abandono fa-
miliar; las “malas mujeres” eran prácticamente la representación de lo diabólico.
Con la lectura del trabajo “Representaciones e identidades imaginarias acerca
de la buena y la mala mujer en la prensa moreliana del cambio de siglo (XIX-
XX)”, de Lisette Griselda Rivera Reinaldos, caemos en la cuenta de que la verda-
dera revolución del siglo XX fue la encabezada por las mujeres.
Por su parte, Leticia Bobadilla González, en su análisis intitulado “La prensa
mexicana y la guerra del 98: de xenofobias, nacionalismos y otras batallas”, ilustra
las polémicas surgidas en la prensa nacional con motivo de la guerra hispanoa-
mericana, así como la aplicación de la neutralidad por parte del gobierno porfi-
rista, el cual se enfrentó al dilema de apoyar a España o a la independencia
cubana, puesto que conocía la ambición estadounidense de abalanzarse sobre
las Antillas al terminar el conflicto, como efectivamente lo hicieron después de
derrotada la metrópoli. En la ciudad de México había una importante colonia es-
pañola, cuyo dominio comercial era conocido, así como su adhesión a la causa
peninsular; pero también existían diarios que manifestaban una ardiente postura
pro independencia de Cuba, junto a los que, más moderados, seguían los seña-
lamientos oficiales. De igual manera, se examinan las caricaturas alusivas al tema:
“Las opiniones y representaciones gráficas de dibujos publicados por la prensa
mexicana sobre el conflicto hispano-cubano, que derivó en la intervención nor-
teamericana en el 98, reflejan parte de las aspiraciones e intereses puestos en
juego por los países contendientes”.3
2
Ibid., p. 5.
3
Ibid., p. 32.

51 (MÉXICO 2010/2): 194-199 195


RESEÑA

María del Rosario Rodríguez Díaz, en su trabajo intitulado “Una elección pre-
sidencial anunciada. Tomás Estrada Palma, primer presidente de Cuba. Una mirada
desde México”, revisa los editoriales y opiniones del relevante periódico porfirista
El Imparcial, el cual alcanzaba un gran tiraje y fue de los primeros —sino el
primero— que utilizó la maquinaria moderna que lo hacía posible. Además de re-
presentar el punto de vista oficial y de contar con colaboradores de primera
línea, como Ángel del Campo, Amado Nervo, Luis G. Urbina, Justo Sierra, José
Juan Tablada, por mencionar algunos nombres de los intelectuales más impor-
tantes de la época.
El Imparcial dio cabal cuenta de los acontecimientos ante la intervención
norteamericana de 1898 y las elecciones que dieron posesión de la presidencia
de la República de Cuba a Tomás Estrada Palma, sucesor de José Martí en la
dirección del Partido Revolucionario Cubano. Como no podía ser menos tratán-
dose del tema de la intervención norteamericana en la Gran Antilla, la autora peca
de incomprensión ante el contexto histórico en que se desenvolvieron los per-
sonajes estudiados. La prosperidad de Cuba dependía del cultivo azucarero, y su
principal cliente era precisamente la potencia del norte. Si querían superar los es-
tragos dejados por la guerra, y emprender el crecimiento económico y el estable-
cimiento de algo parecido a un Estado tenían que acordar con su padrino, quien,
a través de la Enmienda Platt, se aseguraba el buen comportamiento de su ahijado.
Por su parte, Claudia González Gómez escribe sobre “Miradas desde Cuba
en torno a la disputa del poder en México durante la lucha de facciones”, enfocán-
dose principalmente en las medidas de control tomadas por las diferentes faccio-
nes revolucionarias —sobre todo la carrancista— sobre los exiliados en Cuba,
debido tanto a la cercanía de la Gran Antilla como a su interés geoestratégico por
ser el destino de numerosos expulsados de las luchas partidarias desatadas a partir
de 1910. Como escribe la autora, “El control que debía mantenerse fuera de las
fronteras de México era importante para aquel grupo que pensara acceder al
poder.”4 Se señalan las posiciones del gobierno cubano y de la opinión pública
insular respecto a la situación mexicana, así como las intrigas y diferendos de las
diversas facciones políticas asentadas en Cuba, y sus esfuerzos por regresar al país.

4
Ibid., p. 61.

196 (MÉXICO 2010/2): 194-199 51


IMÁGENES Y REPRESENTACIONES DE MÉXICO Y LOS MEXICANOS

La mirada española está dada por el eminente escritor Vicente Blasco Ibáñez,
quien vino a nuestro país en la primavera de 1920 por invitación expresa del go-
bierno carrancista. La intención era que evidenciara “la pacificación del país, así
como los progresos que se habían alcanzado gracias a la revolución”,5 escribe
Martín Pérez Acevedo. Sobre todo, se quería diera fe del proceso electoral a ce-
lebrarse por aquellas fechas; “Sin embargo, la marcha de los acontecimientos en
el país, aunado a la aguda percepción social del escritor valenciano, dieron lugar
a una de las controversias más significativas sobre la esencia del movimiento
armado, como lo era el papel desarrollado por los militares triunfantes.”6 Su libro
se intituló El militarismo mejicano. Estudios publicados en los principales dia-
rios de los Estados Unidos, y desató una polémica por las expresiones vertidas
en él. Si bien en ocasiones campea la verdad objetiva de las matazones y la
impunidad de los hombres armados, que eran prácticamente los amos del país,
a despecho del civilismo de don Venustiano, quien quiso imponer a un civil en la
presidencia de la República con los resultados conocidos por todos, también tie-
nen cabida los prejuicios y los estereotipos, hecho que, por otra parte, son natu-
rales. Recordemos que la moda de lo políticamente correcto y del relativismo
cultural es reciente, y que don Vicente tenía la razón en muchas de sus apreciacio-
nes. Por otra parte, después de diez años de sangrienta lucha era utópico pedir una
realidad color de rosa, lejos del México bronco que, según don Porfirio, la Revolu-
ción despertó. Blasco Ibáñez asegura que la intención de su obra fue la siguiente:

como conocedor de los males que causa el burdo militarismo surgido de la revo-
lución, supuse que podría prestar un gran servicio al verdadero pueblo mejicano
denunciando cuanto antes las demasías de estos tiranuelos de pistola y haciendo
ver cómo la revuelta que acaba de derribar a Carranza no tenía más alcance moral
que el de un movimiento militarista y personalísimo.7

En el ensayo “Inventando al mexicano. Identidad, sociedad y cultura en el


México posrevolucionario”, Eduardo N. Mijangos Díaz y Juana Martínez Villa des-

5
Ibid., p. 77.
6
Loc. cit.
7
Ibid., p. 85.

51 (MÉXICO 2010/2): 194-199 197


RESEÑA

tacan la afirmación y el conocimiento que los mexicanos tuvieron entre sí con


motivo de la Revolución. Octavio Paz afirmaba que México se conoció a sí mismo
y se afianzó la personalidad nacional a través de los diez años de lucha y las mo-
vilizaciones populares a que dio lugar; señalemos que, por otra parte, dicha per-
sonalidad ya venía bastante consolidada por los treinta años anteriores. Si bien
es cierto que las élites eran portadoras de un claro afrancesamiento —en la
época, Francia era el faro de la cultura occidental, como lo es ahora el american
way of life—, también lo es que durante la dictadura porfirista se conciliaron los
extremos enfrentados durante casi toda la centuria decimonónica y se teorizó
acerca de la identidad mestiza del mexicano. Por lo tanto, no considero una no-
vedad la conclusión emitida por el Congreso Pedagógico Nacional reunido en La
Piedad, Michoacán, en febrero de 1920: “La escuela mexicana debe organizarse
de conformidad con nuestro modo de ser social, con la psicología del pueblo y
con las fuentes principales de la riqueza nacional”, conclusión que hubiera ava-
lado Justo Sierra. Quizá el problema resida en que todavía no se admite que el
movimiento social desatado a partir de 1910 y su institucionalización posrevo-
lucionaria tiene más del porfirismo de lo que se quiere admitir, sin dejar de re-
conocer que el liberalismo de la Constitución del 57 fue modificado para dar
cabida a los compromisos históricos asumidos por los líderes de la contienda ar-
mada, especialmente por el general Álvaro Obregón. “La heterogeneidad cultural
de la sociedad mexicana evidenciada con el movimiento de la revolución, cons-
tituyó un dilema para la gobernabilidad del país, por lo que uno de los primeros
intentos de cohesión se fincó en la reconstrucción de un imaginario nacional en
el que prevalecieran ciertos elementos de identidad equivalentes para todos los
mexicanos”,8 cohesión y conciliación que constituyó una de las principales tareas
llevadas a cabo por la dictadura porfirista. Eso sí, se agregó un nuevo panteón
cívico, entre los que figuraban no pocos de los enemigos de la facción triunfante,
inclusión que moderaba y pulía las aristas más peligrosas de disrupción social.
Por último, María del Pilar Schiaffini Hernández escribe sobre “La prensa
frente a la radiodifusión. Perspectivas sobre la significación y posibilidades
ideológicas del periodismo político en los años 20”. Su texto examina la influencia

8
Ibid., p. 126.

198 (MÉXICO 2010/2): 194-199 51


IMÁGENES Y REPRESENTACIONES DE MÉXICO Y LOS MEXICANOS

de la radio en la construcción de la nueva identidad nacional surgida de la Re-


volución y su utilización por los poderes establecidos de la misma, así como su
enfrentamiento con algunos medios impresos, como Excélsior. Pero, sobre todo,
da cuenta de la labor de la periodista María Luisa Ross, también “pedagoga so-
cialista, eugenesista, feminista, victoriana” [sic],9 quien abogó a favor de la utili-
zación cultural de este nuevo medio de expresión; aunque las autoridades lo
utilizaron básicamente como elemento de propaganda oficial, o como concesión
para allegarse recursos económicos.
En conclusión, el libro reseñado ofrece un amplio panorama de la batalla
por la construcción identitaria con base en la nueva situación revolucionaria, así
como los vínculos que desde siempre nos han unido a la Gran Antilla, tanto por
la cercanía geográfica como por su significación histórica. Desafortunadamente,
el mismo no está exento de errores tipográficos, la página 43 aparece en blanco,
se nota carencia de atención a la corrección de estilo y alguna que otra falta de
ortografía, algunos ensayos tienen bibliografía al final y otros carecen de ella,
además de evidenciarse que más de uno no está elaborado con el cuidado re-
querido para este tipo de trabajos.
Felícitas López Portillo T.
CIALC-UNAM

9
Ibid., p. 137.

51 (MÉXICO 2010/2): 194-199 199

También podría gustarte