Obligatorio - Fallo Santiago Dugan Trocello SRL C Poder Ejecutivo Nacional

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Autos: “Santiago Dugan Trocello S.R.L.

c/ Poder Ejecutivo Nacional-Ministerio de


Economía s/amparo”. CSJN. 30/06/2005

Índice
PROCURACIÓN GENERAL DE LA NACIÓN......................................................... 1
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACION............................................... 6

PROCURACIÓN GENERAL DE LA NACIÓN

Buenos Aires, 19 de noviembre de 2004


Suprema Corte:

A fs. 246/251, la Cámara Federal de Apelaciones de Paraná confirmó lo resuelto en la


instancia anterior y, en consecuencia, ratificó la declaración de inconstitucionalidad del
art. 39 de la ley 24.073, del art. 41 de su similar 25.561 y del art. 51 del decreto 214/02,
así como de toda otra norma que impida aplicar el mecanismo de ajuste por inflación
establecido en los arts. 94 y siguientes de la ley 20.628 (t.o. por decreto 649/97) para
liquidar el impuesto a las ganancias del ejercicio fiscal iniciado el 11 de agosto de 2001
y finalizado el 31 de julio de 2002.

Recordaron los jueces que el principio de capacidad contributiva impide gravar con ese
impuesto rentas nominales, inexistentes o ficticias, como asimismo que él hace a la
validez del gravamen pues, en caso contrario, se afectaría el derecho de propiedad, al
incidir sobre otros bienes que no integran su hecho imponible y a los que el
contribuyente deberá recurrir para satisfacer el pago. Por ello, agregaron, el título VI de
la ley 20.628 admite el ajuste por inflación, como forma de obtener un resultado
impositivo de base real, no desnaturalizado por la incidencia de variaciones en los
precios.

Precisaron que el decreto 1269/02 ya había reconocido la significativa alteración


producida por la inflación en los estados contables durante el primer semestre del 2002
y, consecuentemente, permitió su reajuste, ante el peligro de desaparición -por pérdida
del capital social- de las sociedades comerciales.

Sin embargo, concluyeron que en los resultados impositivos se verifica idéntico


fenómeno, sin que exista una respuesta acorde a la plasmada en aquel reglamento.
Por el contrario, el art. 39 de la ley 24.073 impide actualizar con posterioridad a marzo
de 1992, mediante una solución que pudo ser adecuada a la realidad del momento en el
cual fue instaurada, pero no al período sub judice.
En tales condiciones, valoraron que el actor había arrimado abundante prueba de su
objeto social y de sus posiciones en el impuesto a las ganancias, en aras a demostrar las
diferencias que -a la hora de abonar la gabela- resultaba de liquidar el tributo con y sin
ajuste por inflación, de lo cual surgía sumariamente que, sin el empleo de este último
mecanismo, el gravamen podría afectar su capital neto, en violación de los principios
que prohíben la confiscación y que declaran inviolable la propiedad.

Por ello, entendieron que la prohibición de aplicar el ajuste por inflación, según lo
ordenan los arts. 39 de la ley 24.073, 41 de su similar 25.561 y 51 del decreto 214/02,
viola los principios constitucionales citados en el párrafo anterior y no guarda
razonabilidad con la situación de hecho verificada en el período sub lite, por lo que debe
readmitirse la aplicabilidad del título VI de la ley 20.628 para impedir que se tribute
sobre ganancias inexistentes o ficticias.
Disconforme, la demandada interpuso el recurso extraordinario de fs. 254/265, que fue
concedido a fs. 276/277 en cuanto se puso en tela de juicio la interpretación y alcance
de normas de carácter federal, al tiempo que se lo desestimó en lo referente a
arbitrariedad y gravedad institucional.

Ante esta decisión, la apelante presentó recurso de hecho que corre agregado por
cuerda.

En primer lugar, se opuso a la procedencia formal de la acción, ante la inexistencia -a su


criterio- de arbitrariedad o ilegalidad manifiesta en las normas atacadas.
También agregó que las afirmaciones de la actora, relativas al impacto de la inflación en
sus resultados, solo se fundan en la prueba documental que ha acompañado, elaborada
sin posibilidad de control por parte del Fisco Nacional.
Negó, por lo tanto, que se encuentre acreditada la existencia de un daño concreto y
grave, requerido para que proceda el remedio intentado y aseveró que su demostración
necesita de un amplio margen de debate y prueba, ajeno a este tipo de procesos.

En cuanto al fondo del asunto, puntualizó que la fijación del valor de la moneda es un
acto reservado por la Constitución al Congreso Nacional, en cuya virtud lo decidido por
el a quo configura un grave peligro para el orden de la República, pues altera el
principio de división de poderes.
Negó que el fenómeno económico vivido en el 2002 responda técnicamente al término
“inflación” en cuanto a alzas generalizadas de precios, sino que lo circunscribió a
alteraciones puntuales de aquéllos, en términos relativos y durante un tiempo acotado.

Por último, rechazó la supuesta afectación del capital neto de la accionante y la


confiscatoriedad del impuesto a las ganancias en el período de autos, ante la inexistencia
de prueba cabal que permita demostrar la absorción -por parte del Estado- de una parte
sustancial del capital o de la renta, en las condiciones requeridas por la jurisprudencia
de la Corte.

Estimo que, por razones de economía procesal, es conveniente tratar de manera conjunta
lo referido a la apelación extraordinaria de fs. 254/265 y a la queja que corre por cuerda
y, por la índole del planteo y sus efectos propios, en primer término los agravios de la
demandada referentes a la aptitud de la vía escogida por el actor.

Ya desde sus orígenes, ha sostenido el Tribunal que es elemental, en nuestro sistema


constitucional, la atribución que tienen y el deber en que se hallan los tribunales de
justicia, de examinar las leyes en los casos concretos que se traen a su decisión,
comparándolos con el texto de la Ley Fundamental para averiguar si guardan o no
conformidad con ésta, y abstenerse de aplicarlas si las encuentran en oposición con ella,
siendo esta atribución moderadora uno de los fines supremos y fundamentales del poder
judicial nacional y una de las mayores garantías con que se ha entendido asegurar los
derechos consignados en la Constitución, contra los abusos posibles e involuntarios de
los poderes públicos (Fallos: 33:162).
Esta doctrina no se debilita ni desvirtúa por la necesidad de que tal función
jurisdiccional se lleve a cabo en la vía procesal adecuada, de conformidad con los
hechos e intereses que juegan en el caso concreto, incluso en el amparo.

Ha sido claro el Tribunal al puntualizar que la aparente rigidez del art. 21, inc. d), de la
ley 16.986 no puede ser entendida en forma absoluta, porque ello equivaldría a destruir
la esencia misma de la institución que ha sido inspirada en el propósito definido de
salvaguardar los derechos sustanciales reconocidos por la Constitución, cuando no
existe otro remedio eficaz al efecto (Fallos: 267:215; 306:400). Este principio, que ya
había sido sostenido por la Corte con anterioridad a la sanción de la ley citada (Fallos:
252:167; 253:15, entre otros) fue aplicado, por otra parte, a las normas legales y
reglamentarias de alcance general, categorías entre las que V.E. sostuvo que no cabe
formular distinciones a este fin (Fallos: 252:167).

Por ello, es asentada doctrina que el art. 21, inc. d), de la ley 16.986 halla su quicio en
tanto se admita el debate de inconstitucionalidad en el ámbito del proceso de amparo,
cuando al momento de dictar sentencia se pudiese establecer si las disposiciones
impugnadas resultan o no clara, palmaria o manifiestamente violatorias de las garantías
constitucionales que este remedio tiende a proteger (confr. doctr. de Fallos: 267:215;
306:400, entre otros). Impedir este análisis en el amparo -como se enfatizó en Fallos
313:1513 (cons. 13)- es contrariar las disposiciones legales que lo fundan al establecerlo
como remedio para asegurar la efectiva vigencia de los derechos constitucionales,
explícitos o implícitos, así como la función esencial de la Corte, de preservar la
supremacía constitucional (arts. 31 y 117, Constitución Nacional). Este criterio no ha
variado, sin más, por la sanción del nuevo art. 43 de la Constitución Nacional, pues
reproduce -en lo que aquí importa- el art. 11 de la ley reglamentaria, imponiéndose
idénticos requisitos para su procedencia (Fallos: 319:2955; 323: 1825, entre otros).

En tales condiciones, no advierto que se configure en autos el supuesto de procedencia


examinado anteriormente, en las condiciones fijadas por la jurisprudencia del Tribunal,
dado que la restricción consagrada por los arts. 39 de la ley 24.073 y 41 de su similar
25.561, así como por el art. 51 del decreto 214/02, no se evidencia -en mi criterio- como
clara, palmaria o manifiestamente contraria a las disposiciones constitucionales
invocadas.

En efecto, el art. 39 de la ley 24.073 dispuso –a los fines de las actualizaciones de


valores previstas en la ley 11.683 y en las normas de los tributos por ella regidos, no
alcanzados por las disposiciones de la ley 23.928- que las tablas e índices que a esos
fines elabora la Dirección General Impositiva para ser aplicados a partir del 11 de abril
de 1992, deberán, en todos los casos, tomar como límite máximo las variaciones
operadas hasta marzo de 1992 inclusive.

A su turno, el art. 41 de la ley 25.561 modificó -en lo que aquí interesa- el texto de los
arts. 71 y 10 de la ley 23.928. Con su nueva redacción, el art. 71 dispone: “El deudor de
una obligación de dar una suma determinada de pesos cumple su obligación dando el
día de su vencimiento la cantidad nominalmente expresada. En ningún caso se admitirá
actualización monetaria, indexación por precios, variación de costos o repotenciación de
deudas, cualquiera fuere su causa, haya o no mora del deudor, con las salvedades
previstas en la presente ley”.
Por su parte, el art. 10 ahora establece: “Mantiénense derogadas, con efecto a partir del
1º de abril de 1991, todas las normas legales o reglamentarias que establecen o autorizan
la indexación por precios, actualización monetaria, variación de costos o cualquier otra
forma de repotenciación de las deudas, impuestos, precios o tarifas de los bienes, obras
o servicios. Esta derogación se aplicará aun a los efectos de las relaciones y situaciones
jurídicas existentes, no pudiendo aplicarse ni esgrimirse ninguna cláusula legal,
reglamentaria, contractual o convencional -inclusive convenios colectivos de trabajo- de
fecha anterior, como causa de ajuste en las sumas de pesos que corresponda pagar”.

Es evidente, en mi criterio, que tanto el art. 39 de la ley 24.073 como el art. 41 de la ley
25.561 –que sustituyó el texto de los arts. 71 y 10 de su similar 23.928- representan una
decisión clara y terminante del Congreso Nacional de ejercer las funciones que le
encomienda el art. 67, inc. 10, de la Constitución Nacional (texto anterior a la reforma
de 1994, vigente a la promulgación de la ley 24.073. Actual art. 75, inc. 11).

Creo necesario recordar que, con sustento en idéntico precepto constitucional, V.E.
ratificó la competencia del Congreso Nacional para dictar la ley 23.928 y aclaró que, a
partir de tal acto legislativo, no sólo habían quedado derogadas disposiciones legales
sino que, además, debían ser revisadas las soluciones de origen pretoriano que admitían
el ajuste por depreciación, en cuanto, precisamente, se fundaron en la falta de decisiones
legislativas destinadas a enfrentar el fenómeno de la inflación (Fallos: 315:158, 993).

Desde esta perspectiva, no cabe sino reafirmar aquí que la prohibición al reajuste de
valores así como de cualquier otra forma de repotenciar las deudas, ordenada por los
preceptos cuestionados, es un acto reservado al Congreso Nacional por disposiciones
constitucionales expresas y claras, pues es quien tiene a su cargo la fijación del valor de
la moneda y no cabe pronunciamiento judicial ni decisión de autoridad alguna ni
convención de particulares tendientes a su determinación (Fallos: 225:135; 226:261 y
sus citas).

En mi postura, entonces, el reconocimiento de tal facultad impide -dentro del limitado


marco del presente proceso- acceder a lo peticionado por el amparista, no sólo porque la
decisión legislativa así adoptada no puede ser tachada de “manifiestamente” arbitraria o
ilegítima (cfr. Fallos: 314:258, cons. 21), sino también porque la declaración de
inconstitucionalidad es la más delicada de las funciones susceptibles de encomendarse a
un tribunal de justicia, configurando un acto de suma gravedad que debe ser
considerado como ultima ratio del orden jurídico (Fallos: 260:153; 286:76; 288:325;
300: 241 y 1087; 301:1062; 302:457 y 1149; 303:1708 y 324:920, entre otros); por lo
que no cabe formularla sino cuando un acabado examen del precepto conduce a la
convicción cierta de que su aplicación conculca el derecho o la garantía constitucional
invocados (Fallos: 315:923; 321:441), principio que debe aplicarse con criterio estricto
cuando la arbitrariedad e ilegalidad invocada requiere mayor debate y prueba.

La arbitrariedad “manifiesta”, a mi modo de ver, tampoco encuentra sustento en el


incremento de la carga tributaria que supuestamente trae aparejada la prohibición de
emplear el mecanismo de ajuste establecido en el título VI de la ley 20.628, a poco que
se repare -aún para el caso de verificarse tal aumento- que las leyes cuestionadas
emanan del único poder del Estado investido de la atribución para el establecimiento de
impuestos, contribuciones y tasas (Fallos: 155:290; 248:482; 303:245; 312:912;
316:2329; 319:3400, entre otros) y han cumplido también con el requisito del art. 52 de
la Constitución Nacional (ley 24.073, aprobada por la Cámara de Diputados en la sesión
del 11 y 18 de marzo de 1992 y por el Senado en la sesión del 1 y 2 de abril de 1992;
ley 25.561, aprobada por la Cámara de Diputados en la sesión del 5 de enero de 2002 y
por el Senado en la sesión del 6 del mismo mes y año).

En tales condiciones, no puede desconocerse que el acierto o el error, el mérito o la


conveniencia de las soluciones legislativas no son puntos sobre los que el Poder Judicial
deba pronunciarse (Fallos: 313:410), por lo que la declaración de inconstitucionalidad
de una ley –acto de suma gravedad institucional- exige que la repugnancia de la norma
con la cláusula constitucional sea manifiesta, clara e indudable (Fallos: 314:424;
320:1166). Y que quien tacha de inconstitucional una norma tributaria aduciendo que
viola sus derechos de propiedad e igualdad debe probar de modo concluyente cómo tal
afectación ha tenido lugar (arg. Fallos: 314:1293 y 320:1166).

También se ha cuestionado el art. 51 del decreto 214/02, el cual dispuso que el


coeficiente de estabilización de referencia, aplicable a los depósitos y deudas
especificados en el art. 41 del mismo reglamento, no deroga lo establecido por los arts.
7º y 10º de la ley 23.928 (texto
según art. 4º, ley 25.561) y ratificó que las obligaciones de cualquier naturaleza u origen
que se generen con posterioridad a la sanción de la ley 25.561 no podrán contener ni ser
alcanzadas por cláusulas de ajuste.

Entiendo que el análisis de la inconstitucionalidad de este precepto deviene abstracto,


atento a lo dicho más arriba respecto del art. 39 de la ley 24.073 y 41 de su similar
25.561, en cuyas disposiciones encuentra fundamento suficiente la restricción
cuestionada por la actora (Fallos: 293:708; 312:995).

Para finalizar, creo necesario destacar que las consideraciones anteriores no importan
abrir juicio definitivo sobre la legitimidad de la pretensión sustancial de la amparista en
orden a los derechos que entienden le asisten, la que podrá -entonces- ser debatida y
dilucidada por la vía pertinente.

Por lo expuesto, opino que corresponde dejar sin efecto la sentencia de fs. 246/251 en
cuanto fue materia de apelación extraordinaria y rechazar in limine la demanda de
amparo.
ESTEBAN RIGHI
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACION

Buenos Aires, 30 de junio de 2005.


Vistos los autos: “Santiago Dugan Trocello S.R.L. c/ Poder Ejecutivo Nacional -
Ministerio de Economía s/ amparo”.

Considerando:
Que las cuestiones planteadas han sido adecuadamente consideradas en el dictamen del
señor Procurador General de la Nación, cuyos fundamentos son compartidos por el
Tribunal, y al que corresponde remitirse a fin de evitar reiteraciones innecesarias.

Sin perjuicio de ello, se estima pertinente agregar que el mero cotejo entre la liquidación
del impuesto efectuada sin el ajuste por inflación, y la suma que correspondería abonar
por el tributo en caso de aplicarse tal mecanismo de ajuste no es apto para acreditar la
afectación al derecho de propiedad alegado por la actora. En efecto, pese a que en el
segundo supuesto el importe sería sensiblemente inferior y al margen de que se trata de
cálculos presentados por la demandante sobre una materia compleja, como lo es la
determinación del impuesto a las ganancias, efectuados sin intervención y sin haberse
dado oportunidad de un adecuado control al organismo recaudador resulta aplicable lo
expresado al respecto por el Tribunal en un caso que guarda cierta analogía con el sub
examine (Fallos: 320:1166) en el sentido de que “tal compulsa no trasciende el ámbito
infraconstitucional, y sólo podría derivar de ella la mayor o menor bondad o equidad de
un sistema por sobre el otro, pero no la demostración de la repugnancia de la solución
establecida por el legislador con la cláusula constitucional invocada”, máxime habida
cuenta de que para que proceda la declaración de inconstitucionalidad se requiere que
tal repugnancia sea “manifiesta, clara e indudable”.

Por ello, de conformidad con lo dictaminado por el señor Procurador General, se declara
procedente el recurso extraordinario, se revoca la sentencia apelada y se rechaza la
demanda. Con costas. Agréguese el recurso de hecho a los autos principales, y
reintégrese el depósito de fs. 74.
Notifíquese y devuélvanse las actuaciones al tribunal de origen.
ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI - AUGUSTO CESAR BELLUSCIO - JUAN
CARLOS MAQUEDA - ELENA I. HIGHTON de NOLASCO – CARMEN M.
ARGIBAY.

Tribunal de origen: Cámara Federal de Apelaciones de Paraná


Tribunales que intervinieron con anterioridad: Juzgado Federal de Primera Instancia
de Paraná

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