Ensayo Por Una Rearticulación Antipatriarcal

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Ensayo por una rearticulación antipatriarcal

Con la revuelta del 2019, la clase trabajadora en Chile abrió un proceso de politización de
masas con protagonismo feminista, que tras el rechazo vía plebiscito en 2022 al proyecto de
la Convención Constitucional, ha sido frenado por la burguesía y sus grandes medios de
prensa. La derecha, luego de superar el peligro de una carta fundamental que consagrase
derechos sociales, se ha volcado a un proyecto de restitución del orden y la moral en todo
ámbito. Sin embargo, los años recientes nos han entregado grandes experiencias históricas
sobre las cuales reflexionar, y un aprendizaje evidente es que la clase trabajadora puede
mejorar sus condiciones de vida abrazando un proyecto antipatriarcal.

El presente ensayo surge en un contexto de avance de las agendas patriarcales y autoritarias


como un doble esfuerzo: realizar un diagnóstico de la última década del movimiento anti
patriarcal en Chile con énfasis en la corta vida de los colectivos de hombres, y esbozar una
propuesta para la activación de las fuerzas sociales latentes que carecen de un espacio para
convertirse en acción política antipatriarcal.

Colectivos de hombres

Hace diez años, cuando las marchas del 8 de marzo aún no estaban entre las más grandes de
la historia del país, aquellas protestas solían convocarse de manera abierta y, en ellas,
también marchábamos hombres que no teníamos problema en declararnos feministas.

A mediados de la década el panorama se volvió distinto. Se fue instalando el separatismo


en las reuniones y en las calles, las manifestaciones feministas se volvieron cada vez más
masivas, y la retirada de los hombres de esos espacios se tradujo en la creación de
colectivos de varones, organizados en función del separatismo, y en ellos nos disponíamos
a hacer nuestra parte del trabajo.

Estos grupos se fueron constituyendo a partir de miembros de organizaciones de izquierda


que no encontraban en éstas un espacio lo suficientemente receptivo para su emergente

1
inquietud militante. Nacieron así en múltiples regiones los círculos, asambleas y colectivos
de hombres por el antipatriarcado.

En estos espacios se buscaba, por un lado, facilitar las transformaciones personales hacia
formas de ser que, o bien prefigurasen mejores modelos de masculinidad (las llamadas
“nuevas masculinidades”), o bien condujeran a la superación (nombrada a veces como
“destrucción”) de la masculinidad, apuntando a la creación de un nuevo sujeto, liberado de
la violencia del género; y por otro lado, pretendían contribuir a que el conjunto de los
movimientos sociales tomase la superación del patriarcado como una causa propia.

Éramos militantes del antipatriarcado, pasábamos de reflexionar juntos a socializar las


problematizaciones que hacíamos de la masculinidad en múltiples espacios. Talleres en
colegios, encuentros con sindicalistas, ciclos de cine, y una serie de acciones
socioeducativas que nos constituían como un proto movimiento social. No alcanzamos a
serlo, la duración de estos grupos fue efímera. Aun así, quedaron antecedentes de
articulación.

ELVA en Chile

La instancia en que más significativamente estuvo en juego alcanzar un mayor estadio


organizativo fue el sexto Encuentro Latinoamericano de Varones Antipatriarcales (ELVA),
realizado por primera vez en Chile el año 2017, luego de cinco encuentros acontecidos en
Argentina. El evento convocó alrededor de 200 personas, con presencia de varios países de
la región, en miras de hacer un diagnóstico latinoamericano sobre el cual proyectar nuestro
trabajo1.

Anecdóticamente, aquel fin de semana de octubre llegaron a la sede del evento, con
intención de funarlo, militantes de Capitalismo Revolucionario, un emergente grupo de
jóvenes ultraderechistas. Esta colectividad de hombres, que hizo grupos de choque el 2020
en el marco de la campaña por el Rechazo a iniciar un proceso que cambiase la

1
El programa de actividades del evento puede encontrarse en el sitio web: Encuentro Latinoamericano de
Varones Antipatriarcales - Publicaciones | Facebook o en
https://web.facebook.com/encuentrolatinoamericanodevaronesantipatriarcales/posts/
pfbid0yddxAXp9BW6JKehFRKKxxsid8W4R4FAP6j6vzCbqpTXa3SycmJXLo6amt5dXLWKKl

2
Constitución de Pinochet, ejemplifica la animadversión de la ultraderecha hacia el
antipatriarcado.

El ELVA 2017 hizo de corolario a una serie de pre-encuentros interregionales en Chile, en


un esfuerzo de coordinación entre las organizaciones de hombres anti patriarcales que
mantenían un funcionamiento estable en el país. Unos esperaban que fuese el momento de
dar discusiones con miras a mediano y largo plazo, en las que claramente se anticipaban
diferencias, mientras otros esperaban que fuese un evento iniciático, que facilitase el
comienzo de una (auto)crítica con perspectiva de género para aquellos que asistieron por
primera vez a un espacio de hombres con estas preocupaciones. Sin embargo, la instancia
no alcanzó para concretar estas intenciones, y si bien hubo colectivos que estrecharon lazos
con otros grupos latinoamericanos, lo cierto es que con el encuentro en Chile no avanzamos
a un mayor nivel organizativo.

Disolución de los colectivos


Al observar la trayectoria de los esfuerzos eficaces por transversalizar el antipatriarcado,
destaca la vía adoptada por el movimiento feminista de mujeres y disidencias que, con
articulaciones frecuentemente separatistas, ha logrado ocupar un rol de movimiento social
protagónico para la política del país.

Agrupando mujeres y disidencias sexuales, en abril del 2018 la Coordinadora Feminista 8


de Marzo (CF8M) se propuso transversalizar el feminismo de manera tal que permease
todos los movimientos sociales2, desplegándose hasta el presente con perspectiva
interseccional entre sindicatos, organizaciones de pobladoras, estudiantes, ambientalistas,
de DD.HH., pueblos originarios, artistas y migrantes.

En línea con este objetivo, la marcha del 8 de marzo de 2019 en Santiago fue inédita en su
masividad en comparación a cualquier otra en el Chile de la postdictadura; posteriormente,
en la revuelta iniciada en octubre del mismo año, el movimiento feminista irrumpió a modo
de “revuelta dentro de la revuelta” en todo el país 3; y el 8 de marzo de 2020 volvió a
2
Este objetivo puede encontrarse en la declaración pública del 17 de abril de 2018 de la CF8M, titulada
“Hacia una agenda común de movilización contra la precarización de la vida” (La Huelga General Feminista
¡VA! Historias de un proceso en curso, 2021, pág. 228).
3
De este fenómeno da cuenta la globalización de la performance “Un violador en tu camino”, del Colectivo
LASTESIS, en un periodo en que las protestas en Chile concitaban gran apoyo internacional.

3
demostrar su potencial movilizador de masas, con la última protesta de gran convocatoria
antes de que iniciase la cuarentena voluntaria a la que se sometió el pueblo frente a la
llegada del coronavirus, dada su desconfianza hacia el manejo de la pandemia que tendría
el gobierno de Piñera en medio de la mayor ola de violaciones a los DD.HH desde la
dictadura.

Como señalamos en el apartado precedente, los círculos de hombres también apuntaban a la


transversalidad, aunque sin éxito, y cabe preguntarse por qué.

Ante la ola de denuncias por violencia de género -fenómeno que se tornó mundial el 2017-
los colectivos de hombres se vieron interpelados con acusaciones a sus integrantes.
Carentes de herramientas para gestionar a la interna estos asuntos, o bien con protocolos de
violencia de género que nunca lograron resolver satisfactoriamente las acusaciones 4, estos
grupos se desarticularon, así como un sinnúmero de colectividades de izquierda.

En aquel periodo de algidez, no lograron responder satisfactoriamente al cuestionamiento


de porqué estaban generando espacios excluyentes, solo para hombres, en la búsqueda de
soluciones para un problema social en que los hombres mismos aparecían, intuitivamente,
como un homogéneo universo de victimarios. En tal circunstancia, su ethos agrupador de
hombres quedó en contradicción irresoluble con su telos creativo de espacios disidentes
libres de machismo. La lectura que se instaló fue que cualquier espacio de hombres es
intrínsecamente patriarcal, en un contexto donde se normalizó definir la identidad de una
persona en función de cualquier comentario o conducta equivocado. Si hiciste algo
machista, eres machista.

Masculinidad fuera de la izquierda

Para los hombres y diversidades que hacen activismo fuera de la izquierda las cosas se
dieron bastante diferente. Fundaciones y agrupaciones como Iguales o el MOVILH,
recurrentemente criticadas desde nuestros colectivos tanto por su liberalismo como por su
composición de género y clase (hombres de sectores acomodados, típicamente de derechas
convencionales), no vivieron esta crisis. Por su parte, y en medio de la revuelta, nació un
4
Cabe destacar, eso sí, que los esfuerzos por elaborar protocolos ante la violencia de género siguen siendo
recogidos por organizaciones de diverso tipo que pretenden abordar esta problemática con lógicas no
punitivistas.

4
partido de hombres: el Partido De la Gente (PDG), y tras la insistencia del actual gobierno
el 2022 de llevar a cabo un segundo proceso constitucional, ahora liderado por la derecha,
ha retomado su protagonismo para la política nacional el ultraderechista Partido
Republicano (PR).

Tanto el PDG como el PR son partidos de hombres: liderados por hombres, con rasgos
machistas, y votados principalmente por hombres. Este perfil, coincidentemente, es el de
los partidos de ultraderecha en el mundo.

Fundado por burgueses embaucadores decididos a sacar provecho de las aflicciones


económicas de la población, y organizado en torno al dos veces candidato a presidente,
deudor alimenticio y denunciado por acoso sexual en EE. UU., Franco Parisi, el PDG se
diferenció de los demás partidos por tener un presidente de partido de clase trabajadora. Lo
cual es expresivo de un partido que creció condensando institucionalmente sectores
masculinizados del proletariado que, entre otras cosas, sienten afectada su hombría por los
avances del feminismo en los últimos tiempos.

Ingresando a la disputa del Estado capitalizando deseos neoliberales de la población, el


PDG se ha aliado con el PR para impulsar una agenda legislativa que tiene en su núcleo
atacar los pequeños avances contrarios a la violencia de género de los años recientes. Esto,
que en lo inmediato nos aparece como una apuesta por aumentar la precarización de las
mujeres, disidencias y niños/as, es también una manera de regresar el protagonismo de la
política a los hombres de siempre, históricamente promotores del patriarcado.

El 2021, en la segunda vuelta presidencial entre Boric y Kast, fue evidente la importancia
del manejo comunicacional acerca de los migrantes que hizo el PR, un partido que se
afirma en el racismo (la variable que más votos le entregó a Kast fue su posicionamiento
antinmigración). Sin embargo, en la sociedad hubo un sector significativo de derecha que
no votó por Kast debido a sus declaraciones discriminatorias hacia las madres solteras, así
como por su intención de cerrar el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género. Estos
votantes, a pesar de ser de derecha, identificaron una frontera de género o antifeminista que
no estaban dispuestos a cruzar, demostrando lo transversales que son hoy estas
preocupaciones.

5
La ultraderecha en Chile, así como sucede globalmente con las ultraderechas, es combatida
principalmente por mujeres, en lo social y también en lo electoral, donde fueron un actor
clave para impedir la llegada de Kast a La Moneda. Hoy en el Congreso tenemos fuerzas
legislativas que, por y para los hombres, sostienen un proyecto patriarcal. Entretanto, los
hombres y disidencias masculinizadas afines al antipatriarcado permanecemos
políticamente disgregados y, salvo excepciones, en silencio.

Un vacío político

Los colectivos de hombres, posicionados fuera de la institucionalidad estatal, funcionaron y


se coordinaron sin una dirección clara o unívoca. Nuestras colectividades se disolvieron,
incapaces de gestionar denuncias de violencia de género dirigidas a sus miembros (factor
interno), en medio de cuestionamientos desde otros sectores antipatriarcales hacia los
espacios conformados exclusivamente por hombres (factor externo) en los que, ciertamente,
manteníamos una praxis reactiva, pues tendimos al inmovilismo político siempre que nos
faltó la certeza de que nuestro quehacer recibiría una valoración positiva de las feministas.

Con su disolución, la postura política que encarnábamos quedó -casi al tiempo de su


nacimiento- sin posibilidades de disputarse en los espacios masculinizados del pueblo.
Aquella era la postura según la cual el patriarcado no es inherente a la humanidad, sino
que la perjudica a ella toda, dañando inclusive a los hombres, y para superarlo nos
encontraremos inevitablemente enfrentados al capitalismo y su racismo.

No obstante, quienes por aquel entonces integramos estos círculos, nos seguimos
encontrando en otras instancias frecuentemente: en las luchas ambientalistas, en las luchas
por la vivienda, salud y condiciones laborales dignas, DD.HH., por una mejor educación,
contra el racismo o la discriminación a migrantes, etc. Como se hace evidente, estuvimos y
seguimos estando en los movimientos sociales, y nos enfrentamos hoy a la tarea de
prefigurar en ellos un proyecto antipatriarcal. Las organizaciones de izquierda ya
descubrieron las consecuencias de no hacerse cargo del patriarcado, han cuestionado sus
reticencias a despatriarcalizarse, por lo que hoy existe una madurez colectiva diferente,
fértil para discusiones estratégicas y orgánicas con perspectiva de género.

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La energía y disposición para enfrentar el patriarcado no solo permanece en muchos de
quienes otrora participamos en colectivos, sino que se encuentra extendida más allá, en
amplios sectores masculinizados de la clase trabajadora que han sufrido la precarización de
la vida en un periodo histórico de crisis sanitaria, política, ecológica y económica. El
presente nos invita a pensar bajo qué formas podríamos reunirnos, más ampliamente,
quienes hoy no tenemos un espacio para militar el antipatriarcado.

Las políticas de identidad

Organizar colectivos de hombres fue un ensayo, un intento generacional, si bien manchado


por la autocomplacencia y el moralismo de estos espacios, por colocarnos a la altura de las
circunstancias en torno a una ética feminista, según la cual a los hombres no nos
correspondía un rol protagónico en la lucha antipatriarcal. Fallamos, pero tal vez
descubrimos que el conjunto de la militancia antipatriarcal estaba, y sigue estando, envuelto
por un problema mayor: el paradigma liberal de las políticas de identidad. Las políticas de
identidad, tan válidas como sentido común en la izquierda, establecen que en las luchas
sociales los únicos sujetos válidos -ya sea como miembros, voceros o líderes- son aquellos
directamente violentados por la opresión de la que se trate. Resulta evidente que operan en
el plano individual, pues descartan de facto proyectos fundados en identidades colectivas,
transformadoras, como pudiesen serlo alianzas antipatriarcales o de clase trabajadora.

Dentro del antipatriarcado, las tendencias identitarias expandieron rápidamente la idea de


que los hombres no pueden ser feministas, y más allá de lo poco que debe importarnos
tener o no este adjetivo para combatir el machismo en los hechos, lo hicieron instalando un
paradigma que en su momento no supimos ver: esencializar a quienes pueden integrar una
lucha social es adoptar un criterio que en los hechos conduce al sectarismo.

Bajo las políticas identitarias, las luchas sociales no buscan popularizar una posición o
incorporar más gente. Según su lógica solo pueden abrazar una misma bandera quienes
comparten las mismas experiencias particulares de opresión. Lo anterior genera en las
organizaciones un moralismo divisionista que se vale de un falso manto interseccional, un
ánimo de permanecer en una posición de superioridad moral, cuestión que hoy podemos ver
en colectividades que, sin hombres en sus filas, constantemente deben lidiar con el riesgo

7
de atomizarse por criterios de exclusión de género, raciales, de migración, capacitismo, y
un infinito etc. Aunque no lo parezca, nos hemos acostumbrado a que mientras más culpa
tenga un activista, mejor, a que sentirse mal es signo de comprender las cosas, de tomarlas
en serio. Por eso urge recordar que nadie es esencialmente nada, que las identidades son
deseos o intereses siempre cambiantes.

Propuestas para el presente

Mientras tanto, la ultraderecha politiza a su favor los malestares masculinos, de los cuales
no se ocupa ningún sector político antipatriarcal. Podríamos estar develando cómo el
mandato de ser el hombre proveedor, en medio de una crisis económica, es un verdadero
martirio para los trabajadores; cómo, en un Estado subsidiario, los derechos sexuales y
reproductivos tampoco están garantizados para los hombres; los porqué de sus mayores
tasas de suicidios, de la frustración sexual en los jóvenes, etc. Pero no, estamos dejando
pasar la oportunidad de hablar sobre el daño que el patriarcado hace a los hombres y
disidencias masculinizadas que no ostentamos el poder político y económico en una
sociedad capitalista y racializada.

El identitarismo liberal y sus elucubraciones nos distraen de algo evidente de la vida social:
no hay dominantes sin dominados y viceversa. Mujeres y disidencias no pueden liberarse
de la opresión de género sin que lo hagan también los hombres, pues es la estructura la que
debe ser superada. Y sucede lo mismo con el racismo, que debe ser combatido
independientemente de la nacionalidad o color de piel que se tenga; y con la clase, pues el
objetivo es terminar con la estructura de clases. Estos son descuidos de los que la
ultraderecha se alimenta para crecer, ofreciéndoles nacionalismo y un patriarcado sin
fisuras a los hombres aporofóbicos que han sentido atacados los pilares de su identidad con
los cuestionamientos feministas a la masculinidad hegemónica.

Para reorganizarnos social y políticamente, debemos reconocer la importancia de los


hombres en la lucha contra el patriarcado, pues no es un problema sectorial que incumba
solo a mujeres y disidencias, quienes por supuesto han conseguido los mayores logros en
esta lucha. Personalmente, considero que lo ideal sería organizarnos transversalmente
mujeres, hombres y disidencias, superando orgánicamente el binarismo genérico con un

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proyecto feminista de horizonte emancipatorio. La estrategia nos demandaría, asimismo,
combatir el relato punitivista y racista que deja tanto a la población migrante enfrentada a
las peores caras del patriarcado, como a la ultraderecha en disfraz de vanguardia.

Conviene reaprender a construir camaradería y solidaridad, de manera tal que los


desacuerdos, inevitables para quienes encarnan cualquier proyecto político, se puedan tratar
sin miedo a la exclusión. Entreguemos también a los hombres y disidencias masculinas un
proyecto emancipatorio, hagámonos cargo fraternalmente de las resistencias que
acompañan naturalmente a los procesos de cambio. Así romperemos otro techo de cristal de
los movimientos antipatriarcales y avanzaremos en trasladar nuestra utopía al terreno de lo
posible.

Aníbal Romo Hepp


Julio 2023

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