Este documento describe varios principios rectores del procedimiento administrativo en Venezuela según la Constitución. Estos incluyen el principio de legalidad, que requiere que toda actividad administrativa se realice conforme a la ley; el principio de eficacia, que requiere que los procedimientos logren su objetivo de manera rápida y sin trabas innecesarias; y el principio del debido proceso, que garantiza la igualdad de oportunidades y defensa de los derechos para todas las partes en un procedimiento administrativo.
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Este documento describe varios principios rectores del procedimiento administrativo en Venezuela según la Constitución. Estos incluyen el principio de legalidad, que requiere que toda actividad administrativa se realice conforme a la ley; el principio de eficacia, que requiere que los procedimientos logren su objetivo de manera rápida y sin trabas innecesarias; y el principio del debido proceso, que garantiza la igualdad de oportunidades y defensa de los derechos para todas las partes en un procedimiento administrativo.
Este documento describe varios principios rectores del procedimiento administrativo en Venezuela según la Constitución. Estos incluyen el principio de legalidad, que requiere que toda actividad administrativa se realice conforme a la ley; el principio de eficacia, que requiere que los procedimientos logren su objetivo de manera rápida y sin trabas innecesarias; y el principio del debido proceso, que garantiza la igualdad de oportunidades y defensa de los derechos para todas las partes en un procedimiento administrativo.
Este documento describe varios principios rectores del procedimiento administrativo en Venezuela según la Constitución. Estos incluyen el principio de legalidad, que requiere que toda actividad administrativa se realice conforme a la ley; el principio de eficacia, que requiere que los procedimientos logren su objetivo de manera rápida y sin trabas innecesarias; y el principio del debido proceso, que garantiza la igualdad de oportunidades y defensa de los derechos para todas las partes en un procedimiento administrativo.
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PRINCIPIOS RECTORES
El procedimiento administrativo comprende una serie de principios rectores,
de bases fundacionales que los caracterizan, y como los que sin ellos, el procedimiento administrativo no sería procedimiento administrativo, estos principios están establecidos en el artículo 141 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Artículo 141. La Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y ciudadanas y se fundamenta en los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas y responsabilidad en el ejercicio de la función pública, con sometimiento pleno a la ley y al derecho. Los procedimientos sobre la Administración Pública se deben someter plenamente a la ley y al derecho, el principio de la legalidad debe ser el primero de los principios del procedimiento administrativo a estudiar. PRINCIPIO DE LA LEGALIDAD El principio de la legalidad es el primero, y el más importante, de los principios rectores, no solo del procedimiento administrativo, sino de toda la actividad administrativa. El postulado del principio de la legalidad radica en el absoluto sometimiento de la Administración Pública al ordenamiento jurídico, y del mismo se genera una doble obligación; 1. La necesidad de obrar tal como lo exige el ordenamiento jurídico. 2. La prohibición expresa de actuar en contra del ordenamiento jurídico. Se tiene que los procedimientos administrativos deben ser iniciados y sustanciados por la Administración Pública tal cual lo describe la norma procedimental. No puede la Administración realizar procedimientos administrativos no establecidos en la ley. Así, la legalidad de la actividad administrativa implica que toda conducta de la Administración se realice conforme a las normas positivas. El principio de la legalidad implica que la Administración Pública solo puede hacer lo que expresamente le permite la ley. Suerte de límite funcional a la actividad administrativa, ya que la enmarca dentro de lo estrictamente consagrado como potestad a la Administración Pública. Así, el procedimiento administrativo debe someterse de manera efectiva a lo estrictamente señalado en la ley: no podrá la Administración Pública solicitar más recaudos que los establecidos en la ley o generar cargas que la norma no consagre. Por otra parte, el principio de legalidad implica un tercer elemento fundamental: todo procedimiento administrativo debe ser establecido en normas de rango legal, todo ello por ser estos de reserva legal. PRINCIPIO DE EFICACIA La eficacia como principio, consagrado en el artículo 141 de la Constitución de la República de Bolivariana de Venezuela y en el artículo 30 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, implica que el procedimiento administrativo debe lograr su finalidad, con el máximo ahorro de tiempo y con el máximo rendimiento, implicando la preponderancia sobre los formalismos cuya realización no incida en su validez ni disminuyan las garantías de los administrados. Es decir, el procedimiento administrativo debe alcanzar el objetivo para el cual fue activado. Por ejemplo, si se inició un procedimiento administrativo disciplinario según la Ley del Estatuto de la Función Pública, el principio de eficacia obliga a la Administración Pública a continuar el procedimiento administrativo hasta lo último, todo ello con la finalidad de determinar si el funcionario público implicado efectivamente se encuentra incurso o no en la causal de sanción disciplinaria, que es el objetivo ulterior del procedimiento disciplinario. Tal principio se encuentra consagrado en el artículo 19 de la Ley Orgánica de la Administración Pública: Artículo 19. La actividad de los órganos y entes de la Administración Pública perseguirá el cumplimiento eficaz de los objetivos y metas fijados en las normas, planes y compromisos de gestión, bajo la orientación de las políticas y estrategias establecidas por el Presidente o Presidenta de la República, por el gobernador o gobernadora, el alcalde o alcaldesa según el caso. La actividad de las unidades administrativas sustantivas de los órganos y entes de la Administración Pública se corresponderán y ceñirá a su misión, y la actividad desarrollada por las unidades administrativas de apoyo técnico y logístico se adaptará a la de aquellas. Vale decir entonces que cada vez que la Administración Pública ordene la iniciación de un procedimiento administrativo, el mismo deberá lograr el cometido por el cual se inició. Para ello, la Administración Pública debe pasar por encima de cualquier traba que la burocracia coloque. En efecto, el cumplimiento de la finalidad del procedimiento administrativo debe prevalecer sobre aquellos formalismos intrascendentes que no determinen la invalidez de la decisión final, ni afecten las garantías establecidas a favor de los administrados. Así, para cumplir este cometido, la Administración Pública debe utilizar instrumentos tales como el Decreto con Rango y Fuerza de Ley de Contrataciones Públicas, que establecen los mecanismos para hacer los procedimientos administrativos más ágiles y eficaces. De este principio de eficacia se derivan otras notas esenciales al procedimiento administrativo: la celeridad, la economía procesal y la sencillez. Como señaló Escola, los procedimientos administrativos “deben ser simples, sencillos y directos, deben alcanzar su objeto sin necesidad de recurrir a recaudos excesivos, sin complicaciones innecesarias y sin las inútiles dilaciones que ellas acarrean”. Así, la eficacia de los procedimientos administrativos se resume en que estos deben ser resueltos con rapidez, sin trabas, siempre buscando cumplir la finalidad esencial del procedimiento iniciado, imprimiéndole la máxima dinámica que sea posible, claro está, respetando todos los derechos de los ciudadanos, para que él acto administrativo definitivo sea dictado en un tiempo razonable, que nunca podría pasar del lapso de cuatro meses que consagra el artículo 60 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos. Dentro del mismo principio de eficacia, podría advertirse que la utilización de la prórroga a que hace referencia el mismo artículo es de carácter restrictivo, siempre que exista una justificación realmente razonable para ampliar ese lapso procedimental. Lo que si hay que dejar muy claro es que la eficacia no puede ser excusa para la violación de derechos y garantías de los ciudadanos. Así, la eficacia no puede suponer la ruptura de la obligación de notificar del inicio del procedimiento administrativo o de la formulación de cargos o del acto administrativo definitivo. Tampoco se puede obviar la suficiente motivación de los actos administrativos basados en la supuesta eficacia de la Administración Pública. PRINCIPIO DEL DEBIDO PROCEDIMIENTO Establece el artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela que el debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y administrativas. Así, se constituye la obligación constitucional en cabeza de la Administración Pública de garantizar la situación jurídica de los ciudadanos en el marco de los procedimientos administrativos, conforme a las reglas del debido proceso, entendiendo que esta figura significa que ambas partes en el procedimiento administrativo, como en el proceso judicial, deben tener igualdad de oportunidades, tanto en la defensa de sus respectivos derechos como en la producción de las pruebas destinadas a acreditarlos. Para determinar si en un procedimiento administrativo se ha cumplido con el debido procedimiento, ha determinado la Sala Política Administrativa que debe constatarse al efectuar el análisis del derecho al debido proceso, si todos los actos previos a la imposición de una sanción, por parte de la Administración, en uso de su potestad sancionatoria y disciplinaria, es decir, con anterioridad a que ésta emitiera la resolución respectiva, permitieron la oportuna y adecuada defensa del funcionario sancionado, así como la libre presentación de las pruebas establecidas en la ley. Tal y como ha notado el profesor Canónico Sarabia de la Universidad de Margarita, del artículo 49 constitucional dimanan elementos que deben estar presentes en todos los procedimientos administrativos. En primer lugar, el numeral 1 del artículo 49 constitucional establece el derecho a la defensa. El derecho a la defensa se concentra en el derecho a ser oído en el procedimiento administrativo. Así, se impone la llamada audiencia del interesado en todos los procedimientos administrativos. Se establece el derecho de todos los interesados directos e indirectos en el procedimiento administrativo de conocer las razones jurídicas del inicio de este, y los hechos en los que los puede afectar o no. A los efectos que pueda ejercer su defensa en beneficio de sus derechos e intereses. Así, al ciudadano hay que llamarlo siempre a participar en el procedimiento administrativo. El derecho a la defensa en sede administrativa, como corolario del principio del debido procedimiento derivado de la aplicación del artículo 49 constitucional al procedimiento administrativo, trae como consecuencia la necesaria obligación en cabeza de la Administración Pública de notificar a los interesados de los cargos o de la causa por el cual se instruye determinado procedimiento. El ciudadano, como se dijo, tiene derecho a ser oído, es decir, presentar sus alegatos y razones, y que estos sean sometidos a consideración de la autoridad decisoria, tal y como se establece en el numeral 3 del artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. PRINCIPIO DE OFICIALIDAD La Administración Pública no tiene que esperar que los ciudadanos soliciten su intervención para actuar en beneficio del interés general. Ella misma puede actuar de oficio a los fines que las leyes establezcan. En efecto, la Administración Pública no puede esperar a que los ciudadanos se acerquen a ella, para ejecutar la actividad administrativa que conlleve a la defensa de interés general. El Estado Social de Derecho implica que la Administración Pública debe resguardar en todo momento los intereses públicos, actuando unilateralmente cuando sea necesario. El principio de oficialidad, entre otras cosas, implica la posibilidad que el procedimiento administrativo se inicie, además de la instancia de parte, de oficio por la Administración. Así, la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos consagra en su artículo 48 que el procedimiento se iniciará a instancia de parte interesada, mediante solicitud escrita, o de oficio. En este caso, que la Administración Pública decida iniciar un procedimiento administrativo motu proprio, según el artículo señalado, al ordenar la apertura del procedimiento, deberá notificar a los particulares cuyos derechos subjetivos o intereses legítimos, personales y directos pudieren resultar afectados, concediéndoles un plazo de diez días para que expongan sus pruebas y aleguen sus razones. Pero es que el principio de oficialidad no solo consagra la potestad de la Administración Pública de iniciar procedimientos administrativos sin que se lo soliciten los particulares. También acarrea este principio el carácter inquisitivo de la Administración Pública. Establece el artículo 53 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos que la Administración Pública, de oficio o a instancia del interesado, cumplirá todas las actuaciones necesarias para el mejor conocimiento del asunto que deba decidir, siendo de su responsabilidad impulsar el procedimiento en todos sus trámites. Como señala Brewer-Carías, el procedimiento administrativo es ante todo un asunto de la Administración, por lo que lo lógico es que ella sea la que impulse e instruya los procedimientos. La conducción del procedimiento, la prueba y las medidas que puedan adoptarse a lo largo del mismo deben ser iniciativa de la Administración, y no requieren, especialmente en los procedimientos iniciados de oficio, el impulso procesal de los ciudadanos, sin perjuicio que estos puedan participar. Es de hacer que el principio de oficialidad se desprende otro elemento básico de los procedimientos administrativos: la carga de la prueba la tiene la Administración Pública, en especial en los procedimientos administrativos sancionatorios. En los procedimientos administrativos iniciados de oficio, es la Administración quien tiene la carga de la prueba, relevando de toda obligación al interesado de probar mayor elemento que lo favorezca, ya que es justamente la Administración Pública la que está afirmando que los hechos sucedieron tal y como ellos lo afirmaron en un primer momento. Si la Administración Pública es quien imputa, debe ser ella misma quien prueba lo imputado. De hecho, dada la posición de la Administración, es lógico que recaiga sobre ella la carga de la prueba, pues si es una parte interesada pero que goza de las prerrogativas propias del régimen administrativo, debe utilizar tales prerrogativas no sólo en orden a la decisión, sino también en orden a la instrucción del procedimiento. PRINCIPIO DEL CONTROL INTERNO El procedimiento administrativo se divide en dos fases; 1. Una primera fase, que sirve para que la Administración Pública sustancie todos los elementos de hecho y de derecho para lograr un primer acto administrativo que será favorable o desfavorable al ciudadano. A esta primera fase se le denomina procedimiento administrativo en primer grado o de cognición. 2. La segunda fase es la que permite al ciudadano defenderse de ese acto administrativo emanado del procedimiento administrativo en primer grado, cuando el mismo le es desfavorable. A esta fase se le llama procedimiento administrativo en segundo grado o recursivo. El procedimiento administrativo en segundo grado consta de recursos administrativos, que son los medios procedimentales que la ley otorga a los ciudadanos para recurrir de los actos administrativos de primer grado que de alguna manera afectan desfavorablemente los derechos e intereses de los ciudadanos. Los actos administrativos una vez emanados del procedimiento administrativo de primer grado, al ser eficaces, pueden ser ejecutados, de conformidad con el artículo 8 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos. Sin embargo, esta potestad administrativa de ejecutar sus actos de inmediato no significa que los derechos de los particulares cesen frente a la Administración Pública, y que no puedan ejercer ningún tipo de defensa contra los actos administrativos que estimen ilegales. Por el contrario, la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos otorga a los ciudadanos diversos medios jurídicos de impugnación de los actos administrativos bien ante la propia Administración Pública o bien ante los tribunales con competencia en lo contencioso administrativo. Así, ante la propia Administración Pública, el ciudadano puede atacar los actos administrativos que considere que de alguna manera lesiona sus derechos e intereses jurídicos. Los medios para ello son los recursos administrativos. Señala la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos en su artículo 85 que los interesados podrán interponer los recursos administrativos contra todo acto administrativo que ponga fin a un procedimiento, imposibilite su continuación, cause indefensión o lo prejuzgue como definitivo, cuando dicho acto lesione sus derechos subjetivos o intereses legítimos, personales y directos. La Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos consagra entonces tres tipos de recursos administrativos: el recurso de reconsideración, el jerárquico y el extraordinario de revisión, en los artículos 94, 95 y 97 de la ley. Tales recursos tienen sus lapsos para ser contestados por parte de la Administración Pública, y de no ser contestado en dichos tiempos, el ciudadano interesado podrá considerar esa omisión como una negativa, y acudir a la fase judicial, esto es, al contencioso administrativo. Esta figura se denomina silencio administrativo, y está establecida en el artículo 4 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos: En los casos en que un órgano de la administración pública no resolviere un asunto o recurso dentro de los correspondientes lapsos, se considerara que ha resuelto negativamente y el interesado podrá intentar el recurso inmediato siguiente, salvo disposición expresa en contrario. Además de ello, también como principio, la propia Administración Pública puede volver sobre sus propios actos administrativos, cuando considere que estos son ilegales. El artículo 83 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos destaca que la Administración podrá en cualquier momento, de oficio o a solicitud de particulares, reconocer la nulidad absoluta de los actos dictados por ella. Si bien es cierto que los actos administrativos declarativos de derechos a favor de los particulares, una vez que adquieren firmeza por haberse vencido los lapsos para su impugnación, se tornan irrevocables aún en el caso de que adolezcan de algún vicio que los haga anulables, en función de la cosa juzgada administrativa, como lo han reconocido la doctrina y la jurisprudencia, no es menos cierto que la única posibilidad mediante la cual se le ha permitido a la Administración la revisión de un acto que ha adquirido firmeza es a través de la utilización de la potestad revocatoria de la cual gozan los entes públicos, la cual se encuentra expresamente regulada en el artículo 83 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos. De acuerdo con lo antes expresado, se explica la rigurosa delimitación del artículo 19 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, cuando taxativamente indica los vicios que afectan de nulidad absoluta el acto administrativo. Aparece así la potestad que a la Administración Pública reconoce el artículo 83 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, sin límite, sin restricción, en virtud de la gravedad del vicio que afecta al acto de que se trate, al cual por lo demás priva de cualidades para producir modificaciones en la esfera jurídica del administrado, negándole o reconociéndole, o haciendo surgir para este derechos o intereses legítimos, personales y directos. Supera esta ilimitada potestad administrativa, que ópera también como garantía del administrado puesto que le permite solicitar en cualquier momento la eliminación del mundo jurídico de un acto que ostente uno de los vicios que reseñan los cuatro numerales del artículo 19 de la Ley que se comenta, a la ordinaria potestad de revisión de la Administración que surge solamente por el ejercicio del particular interesado en los recursos que la Ley le reconoce para solicitar se revoque o modifique una decisión administrativa que lesiona sus derechos e intereses. Asimismo, el artículo 82 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos establece la potestad revocatoria de la Administración Pública: Artículo 82 “Los actos administrativos que no originen derechos subjetivos o intereses legítimos, personales y directos para un particular, podrán ser revocados en cualquier momento, en todo o en parte, por la misma autoridad que los dictó, o por el respectivo superior jerárquico” Puede también la Administración corregir errores materiales o de cálculo en que hubiere incurrido en la configuración de los actos administrativos, porque el artículo 84 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos se lo permite. El artículo en cuestión no establece un régimen jurídico suficientemente completo, pues simplemente habilita a la Administración Pública para volver sobre sus propios actos y corregir los errores de hecho que encuentre, no prevé procedimiento ni plazo alguno de ejercicio; así, la ausencia de trámites facilita enormemente la rectificación de errores materiales o de hecho. A causa de ello (en la medida en que permite modificar la exteriorización de una resolución administrativa en cualquier momento y sin necesidad de procedimiento administrativo ordinario), la posibilidad de que mediante el procedimiento de rectificación de errores se proceda a una auténtica revocación o revisión de oficio de los actos administrativos está siempre abierta y la realidad muestra que es un hecho no infrecuente. Por todo ello, y ante la falta de previsión legal de garantías procedimentales en el ejercicio de esta potestad correctora, la interpretación de ésta debe ser siempre restrictiva. PRINCIPIO DE PUBLICIDAD Es un imperativo evitar que la Administración Pública actúe en secreto. Así, el principio de publicidad de los procedimientos administrativos garantiza la transparencia de la actividad administrativa, de modo de posibilitar su pleno conocimiento por parte de los ciudadanos, especialmente de los interesados y posibles afectados del acto administrativo definitivo. La regla general es que las leyes de procedimiento administrativo establezcan que la actividad procedimental administrativa es pública, salvo que una norma expresa disponga lo contrario. Tal situación se establece en la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos: Artículo 59. Los interesados y sus representantes tienen el derecho de examinar en cualquier estado o grado del procedimiento, leer y copiar cualquier documento contenido en el expediente, así como de pedir certificación del mismo. Se exceptúan los documentos calificados como confidenciales por el superior jerárquico, los cuales serán archivados en cuerpos separados del expediente. La calificación de confidencial deberá hacerse mediante acto motivado. De esta norma se deriva lo siguiente: el procedimiento administrativo es público, y solo excepcionalmente, mediante acto motivado se podrá negar el acceso a un expediente administrativo. Siempre, se insiste, que las condiciones fácticas de verdad exijan la necesidad de limitar el acceso al expediente del público. PRINCIPIO DE INFORMALIDAD El principio de informalidad, o del informalismo como también se le ha llamado funciona excusando al administrado de la observancia de las exigencias formales no esenciales del procedimiento, que puedan ser cumplidas o subsanadas posteriormente. Incluso, la Administración Pública podría sanearlas en la medida que no se afecten derechos de terceros o el interés general. La informalidad rige siempre a favor del ciudadano, quien puede invocar la flexibilidad de las normas procedimentales en su beneficio, más no aplica para la Administración Pública quien sí está en la obligación de actuar estrictamente ceñido a las formalidades que la Ley establece. En otras palabras, existe el principio de formalidad de la actividad de la Administración Pública y el de informalidad a favor del ciudadano. En efecto, la Administración sí debe cumplir de manera escrupulosa todo lo previsto en la Ley, ya que al seguir esta un modelo de conducta preestablecido, el ciudadano puede prever cual será la próxima actuación de la Administración Pública, dándole oportunidad de preparar su defensa. Así, el principio de informalidad a favor del ciudadano implica que en caso de duda respecto del cumplimiento de determinadas formalidades por parte del ciudadano, la Administración debe resolver de la manera más favorable al ciudadano. Por ejemplo, si a un ciudadano le corresponde ejercer el recurso jerárquico, pero intenta el de reconsideración, la Administración no podría determinar la inadmisibilidad de esa pretensión por el error en la calificación del recurso, sino que procederá a enviar el recurso al cargo competente. Asimismo, por el principio de informalidad a favor del ciudadano, los lapsos procedimentales no son preclusivos, es decir, si se pasa el lapso de contestación, el ciudadano igual podría introducir el recurso a destiempo, y la Administración estaría obligada a valorar sus alegatos. Principio de informalidad que incluso opera en materia de documentos poderes, toda vez que a tenor de lo dispuesto en el artículo 26 de la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, no es necesario que los ciudadanos para poder otorgar representación en otra persona lo hagan mediante poder autenticado, ya que podrá ser otorgada por simple designación en la petición o recurso ante la administración o acreditándola a por documento registrado o autenticado.