Un Nuevo Nacimiento

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Un nuevo nacimiento

Texto bíblico: Juan 3:1-21


Tema: La necesidad del hombre de nacer de nuevo.

Introducción
Si te preguntaran cuales son los problemas más grandes de la sociedad actual
¿Qué responderías? ¿dirías que es la falta de buena educación en el país o de
educación gratuita? ¿o la pobreza? La ACNUR (La Agencia de la ONU para
los Refugiados) resume los “grandes problemas” del mundo en la actualidad
como sigue:
• El hambre
• La pobreza
• El racismo. Ahora se incluye en este punto el rechazo a la diversidad.
• La violencia de género
• Los conflictos
• La emergencia climática
Por supuesto, que estos son grandes problemas que quejan a la humanidad
en nuestro tiempo. Y por supuesto que hay muchas cosas que podemos hacer
para aliviar en grande manera estas problemáticas. Pero ¿por qué no se han
solucionado aun? ¿Por qué a pesar de que hoy día existen muchos más
recursos para lidiar con estos males aún siguen empeorando? La respuesta es
que el problema más grande del ser humano es su propio corazón
pecaminoso y corrupto. El libro de Santiago lo resume acertadamente: «¿De
dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras
pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis;
matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero
no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.» (Stg 4:1-2).
Hoy quiero que hablemos acerca de la naturaleza del hombre, de su mayor
necesidad y de cómo ha de ser suplida esta necesidad.
El capítulo tres de Juan nos relata la historia de un hombre llamado
Nicodemo quien era un miembro del Sanedrín, que era como el tribunal
supremo de justicia en asuntos religiosos en Israel. Este va a Jesús de noche
para conversar con él. Nicodemo había escuchado las enseñanzas de Jesús y
había visto muchos de sus milagros, además, en el capítulo dos de este libro
vemos que Jesús ya se había hecho notar entre los judíos por sus enseñanzas
desafiantes y sus obras prodigiosas. Por tanto, al igual que muchos,
Nicodemo estaba convencido de que Jesús era un profeta porque las obras
que él hacía solo podían venir de parte de Dios.
Nicodemo, entonces, se acerca a Jesús e inmediatamente le reconoce como
un maestro diciendo sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Sin
embargo, Jesús no esperó a que Nicodemo le preguntase nada pues él
conocía ya sus pensamientos, y entonces le responde abruptamente De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el
reino de Dios. Esta respuesta desconcertó al fariseo quien de inmediato
preguntó ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Esto por supuesto es
imposible, pero lo que Jesús le estaba diciendo no tenía que ver con el
nacimiento físico, sino más bien con una regeneración espiritual. Jesús
nuevamente le responde a Nicodemo y le dice que para ver el Reino de Dios
él debía nacer de agua y del Espíritu, refiriéndose a un tipo de purificación
y renovación espiritual la cual es simbolizada por el agua limpia que purifica
el cuerpo (cp. Eze. 36:24-27). De nada vale —dice Jesús— si fuera posible
un nuevo nacimiento natural, porque Lo que es nacido de la carne, carne es,
es decir, lo que nace por la naturaleza humana, sigue siendo naturaleza
humana, pecadora y corrupta. Se necesita una regeneración espiritual.
Pero Jesús no solamente le habla de la necesidad de una renovación
espiritual, sino que, además, le dice que esta no es lograda por el esfuerzo
humano, sino que es una obra soberana de Dios. Esto fue confrontador para
Nicodemo al menos por dos razones:
1. Porque le hacía ver que, sin importar su posición religiosa o sus
esfuerzos por obedecer la Ley, él también era un pecador y necesitaba
ser transformado por Dios para poder obtener la vida eterna.
2. Porque esta regeneración no provenía de sí mismo. Jesús dice El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde
viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. No
había nada que pudiera hacer para ser salvo pues es una obra del Señor.
Ni todas sus obras de justicia lo podrían salvar. Solo la obra soberana
de Dios.
Nicodemo sigue desconcertado y escéptico, y entonces le pregunta
nuevamente a Jesús: ¿Cómo puede hacerse esto? A lo que Jesús le responde
que él debía saberlo pues era un maestro de la Ley. Nicodemo conocía el AT.
Por tanto, debía conocer las profecías donde se hablaba de que en el nuevo
pacto que Dios haría con el hombre, este convertiría el corazón de piedra del
hombre por un corazón de carne, sensible a sus mandamientos. Y los
limpiaría de todas sus transgresiones. Esto lo vemos, por ejemplo, en pasajes
como Ezequiel 36:24-27
«Y yo os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os
traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis
limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un
corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis
en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra.» (Ez.
36:24-27)
Jesús no le estaba diciendo nada nuevo a Nicodemo, pero en su incredulidad
él se rehusaba a aceptarlo. Entonces Jesús le dice que, si él no era capaz de
creer estas verdades terrenales, cómo recibiría las celestiales las cuales solo
pueden ser conocidas y reveladas por medio de Cristo mismo.
Luego de esto, Jesús se revela ante Nicodemo como el Mesías a través del
cual él podría experimentar ese nuevo nacimiento. Le dice qué él debía ser
exaltado al igual que la serpiente en el desierto a fin de que todo aquel que
creyera en él obtuviese la vida eterna. Esta es una referencia al libro de
Números 21:4-9 donde se relata cómo el pueblo de Israel estando en el
desierto se quejó contra Dios y contra Moisés porque tenían sed y porque
estaban hartos de la comida que Dios les proveía. Entonces Dios se enojó
con ellos y envió serpientes venenosas para que los mordieran. Por esta causa
muchos fueron mordidos por serpientes y murieron. Pero luego el pueblo se
arrepintió y pidió a Moisés que intercediera por ellos al Señor. Moisés lo
hizo y Dios le dijo que elaborara una serpiente de bronce y la pusiera sobre
una asta para que todo aquel que la mirara fuera sanado. Moisés lo hizo así
y Dios tuvo misericordia del pueblo.
Jesús dice a Nicodemo que él es como esa serpiente que fue levantada para
salvación de todos aquellos que miren a él con fe. Y todo aquel que mire a
Cristo con fe y arrepentimiento será salvo y tendrá vida eterna.
A manera de resumen, esto es lo que ocurrió en esa conversación entre Jesús
y Nicodemo. Y ¿Qué podemos aprender de esto?
Aplicando el pasaje
Hay algunas verdades importantes en todo este relato que vale la pena
resaltar y que espero confronten sus vidas hoy:
1. Todos somos pecadores: «De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios». Nicodemo era un
hombre devoto a Dios y observador de la ley y, sin embargo, estaba
tan apartado de Dios como el resto de los judíos y gentiles.
El problema más grande del ser humano desde que nace es que se
encuentra apartado de Dios y esto debido a su propio pecado. «por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,» (Ro.
3:23)
El mayor problema del hombre y la causa final de toda la maldad en
el mundo no es la falta de educación o la pobreza, sino el pecado que
corrompe el corazón del hombre desde el vientre de su madre.
2. Nuestras obras no nos acercan a Dios: «...el que no naciere de agua
y del Espíritu...» Este es uno de los puntos más críticos en nuestra
comprensión del evangelio, que no solo estamos separados de Dios,
además de esto, es imposible que nos acerquemos a él por medio de
nuestras propias obras. No son tus obras de justicia o bondad, sino una
verdadera transformación espiritual. No es ser una buena persona, un
buen padre o esposo. No es ir a la iglesia regularmente y hasta
comprometerte con la iglesia ocasionalmente. Ni siquiera es leer tu
biblia diariamente o incluso orar constantemente. A menos que hayas
experimentado una verdadera transformación en tu vida, entonces,
estás separado de Dios y nada de lo que hagas puede permitirte ganar
el favor divino y una entrada al reino de los cielos ¡Necesitas ser salvo!
«Os es necesario nacer de nuevo». Puesto que somos pecadores y
nuestros esfuerzos no nos acercan a Dios, entonces necesitamos ser
regenerados y salvados. Y esto es algo que no podemos lograr por
nosotros mismos, sino por la obra de Dios. El apóstol Pablo resume en
Efesios este estado natural del hombre para con Dios.
«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros
delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo
la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del
aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre
los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos
de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los
pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los
demás.» (Ef. 2:1-3)
3. Dios es quien nos provee esta salvación: «para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Solo por medio de la
fe en Jesús el hombre puede entonces, acercarse a Dios y experimentar
una verdadera salvación eterna. No se trata de cuan buenos intentemos
ser o cuanto aprendamos acerca de Dios. Se trata de acercarnos a Jesús
con una actitud de sincero arrepentimiento por nuestro pecado y con
una firme convicción de que Él y solo él es el Señor de nuestras y
aquel que por su sacrificio en la cruz nos da una verdadera entrada al
Reino de los cielos. Ser hijo de Dios es haber rendido tu vida a Cristo
el Señor, haber renunciado a tu pecado y haber confiado en la eficacia
de su obra redentora. Si eres incrédulo aún esto es lo que necesitas. Y
si te caracterizas como un fiel creyente, entonces, lo necesitas aun más.
No puedes vivir la fe cristiana sin vivir una vida que se caracterice por
el arrepentimiento continuo y la fe en Jesús. Básicamente la vida
cristiana se puede resumir en una constante actitud de arrepentimiento
y odio por nuestro pecado, por el mal que aun yace en nuestros
corazones. Y por una confianza rendida a Jesús como el único que
puede restaurar nuestras vidas y acercarnos a la vida eterna.
Estas verdades son necesarias tanto para incrédulos como para los creyentes.
Tanto creyentes como no creyentes somos llamados a reconocer a diario
nuestra condición pecaminosa, nuestra necesidad de salvación y a creer en
Aquel quien nuestra justicia y redención.
Conclusión
Culmino haciéndoles un llamado a no seguir resistiendo a aquel que los llama
al arrepentimiento y a la fe en Cristo. Nuestra eternidad depende de ello.

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