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Niño Diablo 76

Niño Diablo Número 76, año 5 Octubre 2023 Distribución gratuita ISSN 2735-6639 Colaboraron: Gamalier Bravo Leonel Huerta María Teresa Pérez Domínguez Hatu Contacto: [email protected] La reproducción total o parcial de esta obra es permitida siempre y cuando no se realice con fines comerciales o de lucro, y se cite al autor y a las personas involucradas.

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Niño Diablo Número 76, año 5 Octubre 2023 Distribución gratuita ISSN 2735-6639 Colaboraron: Gamalier Bravo Leonel Huerta María Teresa Pérez Domínguez Hatu Contacto: [email protected] La reproducción total o parcial de esta obra es permitida siempre y cuando no se realice con fines comerciales o de lucro, y se cite al autor y a las personas involucradas.

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NIÑO DIABLO

Número 76
octubre 2023
Niño Diablo
Número 76, año 5
Octubre 2023
Distribución gratuita
ISSN 2735-6639

Colaboraron:
Gamalier Bravo
Leonel Huerta
María Teresa Pérez Domínguez
Hatu

Contacto: [email protected]

La reproducción total o parcial de esta obra es permitida siempre y cuando no se realice


con fines comerciales o de lucro, y se cite al autor y a las personas involucradas.
DESDE EL FONDO

Monstruos. Pie a pie, caminando, como un expatriado con espinazo de


fierro. Avenida Vicuña Mackenna, el museo Violeta Parra, la Sociedad
de Escritores de Chile. La celebración de un año más por el nacimiento
del poeta macho y anciano. Mendigos, perros y carpas. La cultura, de
ser válida tal nomenclatura arcaica e imperial, no existe en un lugar sin
espacio para la caridad ni el sentido del humor. La burla, como dijera
Baudelaire, es la risa con diente pelado del perro que ataca. El verdade-
ro estado sagrado de la risa es un compromiso que agrede a quien com-
prende lo irónico como un espejo que deforma. Por otra parte, el autén-
tico acto revolucionario debe estar amparado en el compromiso para
con el otro, aunque me parezca extraño, es más, como extrañado debo
entenderlo. Pablo de Rokha, en Teoría de la Diatriba y exégesis del hu-
mor, el sarcasmo, la sátira, el panfleto y lo pornográfico: «El hombre y
su imagen, la voluntad y el espejo roto, trizado, muerto, de la voluntad
desenganchada, el hombre y su designio, el hombre y su destino, su
origen, su caos, su sueño de poder, su sueño y su sexo, su mito, su ser
contradictorio, antiestético, antinómico…» etc., etc. El autor libidinoso,
asegura, no alcanza, en la oscuridad, la claridad trágica del sarcasmo.
Benjamín Vicuña Mackenna, en Los Lisperguer y la Quintrala, en el
prólogo, escrito por su mano irónica-histórica, sobre el mito fundante
de la conciencia excluyente, no de una clase, sino que toda una psicolo-
gía fantasiosa nacional, que siempre se creyó otra cosa, advierte: «Y así
como sin pasión ni propósito de secta iremos vengando el pasado depu-
rándolo, así correrá la pluma feliz y casi ufana al trazar las páginas
honrosas de esa extraña raza, generatriz de la nuestra, que produjo a la
vez héroes y monstruos, ángeles y harpías». «Pluma feliz», afortunada,
con su labor sanitaria, en que Vicuña Mackenna encuentra y entiende,
describiendo como nadie, el espejo desperdigado en el mestizaje de la
seudoariostocracia. Pedro Lisperguer y Bittamberg, rico y menestero-
so, como su tocayo Valdivia. Casado con la mestiza Ágatha Flores
(Blumenthal), hija de la cacica Elvira de Talagante. Abuelos de la Catra-
la; la mano que después tortura, maldice y desprecia al mestizo y al de
rulo. Representante primera de aquella «raza generatriz» de monstruos
y ángeles. Ser contradictorio. Amargo humor aquel que se inaugura, co-
mo posibilidad siempre fundante, con Vicuña Mackenna y su sinceri-
dad, siendo creador de «cuadros mal bosquejados e imperfectos». Pero
«fiel y curioso de esa misma era». «Documentos para historiadores de
meditaciones y enseñanza de filósofo social», asegura. Honestidad de
autor. Cuadros diferenciados, vaciados sobre un solo lienzo. Matriz de
toda la novelística posterior. Un ejemplo: «Una década llena de mons-
truos. Las fechas son inexactas», parte el inicio formal de Caja negra,
por Álvaro Bisama. La exactitud del tiempo no importa; sería casi un
exceso aclarar el punto con fechas y cuadros, como pretendiera Vicuña
Mackenna, pero la cuestión es la misma. El espacio fundante es una re-
petición exacta en aquel espejo trizado en que se observa el rostro que
se asoma. Lo deforme que no ofrece sino dos posibilidades: el horror o
el sarcasmo. Humor verdadero y no barruntadas de guagua empachada,
como ocurre con los sociólogos y los cultores del stand up; también de
los escritores de la maña y la patraña, en su queja constante por haber
estado bien cuidados y protegidos en aquellas décadas llenas de mons-
truos, de las que habla Bisama. Progreso inverso, de doble cola, como la
bestia de Tagua-Tagua, tan real que tiene su domicilio bien agendado:
calle de Carretas N.º 8
Musátrapa
LA CABEZA
«Y escribiré libros. Libros que ex-
pondrán lo grotesco de la muerte,
lo risible de la religión, lo mugro-
so de la familia y nauseabundo
del amor, de la piedad, del pa-
triotismo».
El fantasma de la literatura me- tos más célebres: «El mico»,
xicana: Francisco Tario; tario en «Ragú de ternera» y «Entre tus
lengua purépecha quiere decir helados dedos». Retraído, huraño,
«lugar de ídolos»). El escritor al- llamado excéntrico; fue un escri-
guna vez dijo que no había pensa- tor que se alejó del centro, pues
do en el significado del seudóni- los temas de sus escritos no eran
mo, sino en el sonido, que era más afines con los de sus contemporá-
musical que Peláez, su apellido neos, más interesados en describir
original. Nace en Ciudad de Méxi- la realidad nacional; eran los tiem-
co en 1911, y fallece en Madrid en pos del nacionalismo, del indige-
1977. Fue arquero en el equipo de nismo y de la novela de la revolu-
fútbol Asturias; su figura, en pleno ción. Vecino y amigo de Elena Ga-
vuelo bajo el travesaño, sirvió co- rro y Octavio Paz, disfrutaba la
mo publicidad en las cajetillas de compañía de ambos, pero disfruta-
fósforos «Campeones». Se casó en ba aún más la soledad. Tario fue
1935 con Carmen Farell, tuvo dos un escritor que se mantuvo al
hijos; en 1967 muere Carmen. El margen. Dueño de una escritura
deceso de su esposa lo hundió en inquietante; hizo hablar a anima-
una profunda tristeza. Publica, en les y objetos inanimados, y por su-
1968, Una violeta de más, titulo en puesto a los muertos, convertidos
honor a las violetas que acompa- en fantasmas. En su obra explora
ñaban la correspondencia entre la locura, la soledad, lo grotesco,
Francisco y Carmen, su mujer, du- lo absurdo, y lo maravilloso.
rante su noviazgo. Una violeta de Leonel Huerta
más contiene alguno de sus cuen-
QUERIDA CHUSMA
Extracto de «La noche del perro»

Mi amo se está muriendo. Se está


muriendo solo, sobre su catre duro,
en esta helada buhardilla, adonde pe-
netra la nieve.
Mi amo es un poeta enfermo, joven,
muy triste, y tan pálido como un ci-
rio.
Se muere así, como vivió desde que lo
conozco: silenciosamente, dulcemen-
te, sin un grito ni una protesta, tem-
blando de frío entre las sábanas ro-
tas. Y lo veo morir y no puedo impe-
dirlo porque soy un perro. Si fuera un
hombre, me lanzaría ahora mismo al
arroyo, asaltaría al primer transeúnte
que pasara, le robaría la cartera e iría
corriendo a buscar a un médico. Pero soy perro, y, aunque nuestra alma
es infinita, no puedo sino arrimarme al amo, mover la cola o las orejas,
y mirarlo con mis ojos estúpidos, repletos de lágrimas.
Quisiera al menos hablarle, consolarle, pues sé que, aunque es muy des-
graciado, ama la vida, las cosas bellas y claras, el agua, los árboles…
Está tísico y morirá irremediablemente. Yo también lo estoy, pero ello
importa poco. Él es un poeta, y yo un perro de la calle. Un perro —como
hay tantos— a quien el poeta mantiene y cuida a costa de tremendos sa-
crificios; un perro que, una cruda noche de invierno, lo asaltó a la puer-
ta de un tugurio, medio muerto de hambre y de fiebre. Me tomó enton-
ces consigo, me condujo a su casa, encendió la estufa y se asomó a mis
ojos intranquilamente.
Francisco Tario
EL ASALTO

Un actor se retira de las tablas; la lectura es reemplazada por la escri-


tura en El mar, el mar (1978), novela de Iris Murdoch, donde el prota-
gonista, luego de su vida como director de teatro, se aleja del mundo
decide vivir en la costa —un primero de septiembre, anota Juan Emar
en Un año (1935) lo siguiente: «Me he sentado entre rocas: a mis pies
las olas y todo cuanto cantan los poetas»; ya Margarita García Robayo
pide que: «al próximo poeta que proponga un verso sobre el mar, córten-
le los dedos de un tajo y que lo escriba con sangre»—. El escritor es dra-
maturgo, (caso curioso sería hoy: la industria editorial funciona alrede-
dor de la novela) y nos miente con recursos y descaro. La ficción de la
autoficción en sus memorias: no se ha retirado —En Tercer Reich, de
Roberto Bolaño, el protagonista, ludópata entusiasta, es enviado a es-
cribir para pulir ocio por ocio—. Aún lejos de las tablas, el personaje de
Murdoch piensa en el género: el drama —ese término ocupa un jubilado
Charles Arrowby en el relato de Murdoch que protagoniza— debe crear
un momento presente, irreal y fascinante para aprisionar al espectador
(la relación de arte y cliente es más inmediata, dicen). El protagonista
odia la ópera (alaba el ruido, rechaza la música); envidia a Wagner, o
sea, admira de forma siniestra al diletante alemán —solo Nietzsche po-
día ser quién midiera tan largamente su refranero contra el brujo de
Bayreuth—. ¡Qué curioso que el compositor favorito del Führer se advir-
tiera a sí mismo lo que era atacar e idolatrar, en Ópera y drama (1851)!
La paradoja de que el arte más desarraigado —el teatro, el circo pobre—
haya producido a Shakespeare (otra invención, dirían esos especialis-
tas: ¿un pastiche autoral creó lo humano, señor Harold Bloom?) es
planteada (seguimos comentando el diario de Arrowby), pero, el teatro,
incluso el más realista, está en el nivel de las mentiras; los dramatur-
gos son tremendos mentirosos —¿será Brecht un mentiroso al plantear-
se como adelantado y novedoso en modelos que ya se encuentran en li-
teraturas anteriores?—; el teatro es lo que más se aproxima a la poesía.
Así, un ensayo en verso de Lope de Vega, que de representar sabe, dice
en Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609): «Siempre el ha-
blar equívoco ha tenido, / y aquella incertidumbre anfibológica, / gran
lugar en el vulgo, porque piensa / que él solo entiende lo que el otro di-
ce». Para no caer en aurisecularismos, vayamos a un pervertido, tam-
bién hombre de letras, es H.H —Humbert Humbert, gran lector de
Proust y sus plantas (Lolita, de Nabokov)— quien desprecia el teatro —
serán los celos al ver a la nínfula actuar, con otros ojos— al considerarle
baja literatura, mala herencia de otras edades primitivas —tan afrance-
sado ese Humbert; se reiría de la deconstrucción, ese contemporáneo
sustituir—, aunque rescata las aportaciones individuales.

Hatu
SPAM
A LA LARGA NOS DEJA SIN OJOS EL INDIVIDUALISMO

sistencia, amamos al muerto. Lo


amamos de veras, pues, hacia el
muerto van las rogativas, casi
siempre para descargar temores,
desdoblar pasos en un mal día, pe-
dir compartir el cuerpo enfermo y
agobiado, en un contar hasta diez
no se pueden enumerar las heri-
das.
Surge agregar, conscientemente,
que nos alimentamos de
cadáveres. Es cosa de mirar una
alacena, oler también cuando se
entra a una cocina. Abra sus senti-
dos sobre esta página. Hay gente
que se va de nosotros, están los
Entrar con luto a cualquier par- que ni siquiera se despiden, pena
te, llevamos en efecto, al menos por aquello que amamos, también
uno que armoniza con la sensibili- dejamos, pena de nosotros, dolor
dad de un otro que llega a enten- sin terminaciones planas, comer
der el apartado en la sonrisa y nos llorando.
recibe, somos algo de entera ver- Vivir mutila o atrofia el éxtasis,
dad hasta cierto punto, no esta- según coincidan las definiciones
mos solos ni perdidos en los luga- personales, a la larga nos deja sin
res supuestos que habitamos. ojos el individualismo, más fuerte-
Por mera enseñanza, y apenas re mente que un sistema vigilante,
tan rápido destruimos cuando
queremos, negamos bajo sombra
intermedia aquello que nos impor-
ta, reales afectos cotidianos.
Disimuladamente, una vez que se
arranca de la siembra la concien-
cia, ya estamos solos.

Invierno, 20 de julio, 2023


María Teresa Pérez Domínguez: Pasar por el corazón, es decir, reconectando...
EL PUEBLO DE LOS MALDITOS
STALKER. PICNIC EXTRATERRESTRE

La lámpara de Aladino o el camino amarillo en el Mago de Oz o las


tres patitas de virtud y quién sabe cuántas historias más sobre el cum-
plimiento de los deseos es lo que se busca en la novela Picnic extrate-
rrestre, de los hermanos Arkadi y Boris Strugatski. Más conocida como
Stalker, título de la versión cinematográfica, de Andrei Tarkovski. La
novela fue censurada por la Unión Soviética, por el uso de palabras «no
correctas»; es cierto, el protagonista ocupa un vocabulario fuerte y des-
carnado, que se debe tanto a su origen social como a su decepción de la
vida. El stalker, el que acecha, el clandestino, es un tipo de trabajo que
nace después de la visita de extraterrestres a diferentes lugares de la
tierra. La Zona tiene leyes propias, ha quedado llena de desperdicio
alienígena, se entra en la Zona para buscar en la basura esos objetos
que se pueden vender a un buen precio; no parece una imagen muy
inactual. La Zona es peligrosa y prohibida, pero los «regalitos» que se
pueden hallar en ella justifican la posibilidad de morir, o de una infec-
ción personal o generacional, así como lo vive el protagonista del libro
con su hija; una niña que nace enferma.
El mito de la Bola Dorada, en el libro, o el Cuarto de los deseos, en la
película, es lo que mueve al Stalker (Redrick Schuhart, nombre en la
novela) a penetrar nuevamente en la Zona, hacer realidad sus sueños,
pero la Bola Dorada no cumple los deseos expresados, los superficiales,
sino que realiza los que están en el interior de cada ser, los deseos más
ocultos. Quizás esta premisa, el deseo que no se puede cumplir, sea lo
que llevó a Tarkovski a filmar la película. Mientras el libro recorre par-
te de la vida de Redrick, el protagonista, la película toma en cuenta el
último viaje del Stalker a la Zona; no solo para buscar el Cuarto de los
deseos, sino también porque es en aquel espacio donde se siente en ca-
sa. No es extraño, al igual que en el Mago de Oz, que la película comien-
ce en blanco y negro, mostrando una realidad oscura; pero cuando se
llega a la Zona aparece el color: el lugar de la fantasía, el lugar de los
sueños. Del mismo modo, los personajes en el filme no tienen nombres
propios, y Tarkovski prefiere universalizar a los tres visitantes que en-
traran al lugar prohibido: el Stalker, el hombre desesperanzado, pero
lleno de fe, que busca la cura de su hija; el Profesor, que representa la
razón y que solo quiere destruir ese cuarto ilusorio; y por último, el Es-
critor, quien lo cuestiona todo, la contradicción humana, y que busca la
inspiración perdida. Mientras que el libro termina con la Bola Dorada
en manos de Redrick diciendo: «Mira dentro de mi alma, ahí tiene que
estar todo lo necesario. Debería estar. No le he vendido mi alma a na-
die, jamás. Es mía, es humana. Saca de mí lo que deseo, porque no pue-
de ser que yo desee el mal». Tarkovski no termina ahí: los tres visitan-
tes quedan en el dintel del Cuarto de los deseos. Ninguno se decide por
entrar, pero la cámara del director sí. Somos nosotros, los espectadores,
que vemos desde la habitación a los tres viajeros; y entonces comienza
a llover, y el agua nos envuelve y nos limpia. Pero todavía queda espa-
cio para una última escena: en un mundo en blanco y negro se puede
encontrar el color.

Leonel Huerta
IMPROMPTU
Una academia que gira sobre sí
misma. Es el fundamentalismo
multifónico. Academia y radio se
parecen tanto, la historia los sepa-
rará. Lo egregio exige, más de lo
que citar en un «paper», de la téc-
nica extendida para validarse.
Componer sonidos más que músi-
ca. Saturación de los eólicos. Antes
era el problema de una facultad de nos dirá que eduquemos: proseli-
estudios musicales, donde su cuer- tismo sonoro de la audición del
po docente, al presentar sus piezas pueblo; metafísica sobre otra —
con electrónica, al buscar tanto al que salga al baile el nombre de la
señor Anton Webern como a un ra- comuna más pobre de la región
tón bajo la alfombra, basta que pa- para llevarles tubas y violines—.
se una micro afuera y devore el ¿Es problema del compositor como
pianísimo de composición en su intelectual? ¿O sigue en crisis —
propio juego, sin entrar a él. volver a mentar a Becerra-
¡Pensamos que el ratón alumbra! Schmidt— la educación de la com-
Pero basta, es la gravedad de las posición en occidente? El primer
aulas; Pierluigi Billone: una escue- profesor de análisis musical en
la del gesto y Helmut Lachen- Chile en el ámbito universitario
mann, oficio del multifónico. En fue Domingo Santa Cruz, hombre
Chile, a un compositor que no sea de letras. Sí, quizá volver a las
de buen apellido, o solo se dedique analogías y metáforas. La música y
a la música, lo confundirán con un sus períodos como versos; sonido
componedor de huesos. ¿¡Qué son discursivo como prosa. Sí, pensar
esas cosas de Becerra-Schmidt!? a Domingo Santa Cruz como el jo-
¿¡León Schidlowsky se volvió lo- ven que destruía partituras de
co!? Es difícil así, que una anciana, ópera italiana en vía pública
anhelante de cultura, salga viva de (nunca fue un situacionista; siem-
la sala Isidora Zegers. Y fenecido pre wagneriano).
tal auditor, un grupo de estudiosos Hatu
INDIGNOS

Pandemónium, de Lautaro Silva (Editorial GLEM. Buenos Aires, 1957).


La famosa literatura del autor miserable, que planteara Bolaño, al refe-
rirse en realidad a aquellos escritores de la órbita estalinista y los del
silencio ante los horrores del nazismo, es una censura a priori, por su-
puesto; una mezquina posición de aleccionamiento para sus lectores.
Más honesto el análisis de Enrique Vila-Matas y varios otros escritores
españoles en El descrédito: Viajes narrativos en torno a Louis-Ferdinand
Celine. Desprestigiado creador de uno de los libros más influyentes de
la literatura de todos los tiempos: Voyage au bout de la nuit. Aquel anti-
semita, admirador de Hitler y cooperador del gobierno fascista de Vi-
chy. El trabajo de Vila-Matas y compañía es un homenaje consciente.
Celine es influyente desde la obra. Los narradores que lo han leído y
asumido no realizan distinciones ajenas a lo dicho por el francés, en to-
das sus posibilidades. Tampoco juzgan. Esto siempre es un error a la
hora de abordar una creación de tales dimensiones ¿Deja esto al crea-
dor fuera de lo escrito? «El autor y su obra», se titulaba en los manua-
les de antigua crestomatía, cuando la referencia pretendía ser compleja.
Lautaro Silva, autor de Pandemónium, subtitulada como «novela santia-
guina», fue uno de los constructores de la tesis de violencia política in-
herente a lo que él llamaría «la herida roja de América Latina»; es de-
cir, el PC y cualquier movimiento o partido cercano a Marx o Lenin.
También sería uno de los artífices del Plan Z, ese invento que justificó
el actuar represivo y persecutorio, con todas las consecuencias consa-
bidas, por la dictadura de Pinochet y todo su séquito cívico militar.
Pandemónium es una novela que se mueve por Santiago, la capital de la
república, de manera ágil y certera. También se podría decir que los lu-
gares que visita son más que visibles y reconocibles, no solo por la des-
cripción de los espacios, sino también por lo afortunado de la tipología
eterna de personajes, donde por supuesto están los vendedores, ofici-
nistas, prostitutas, escritores, periodistas, pelusas y un cuanto hay.
Más todos los lugares en que se reúnen: cafés, plazas, transporte públi-
co, etc. El protagonista es Ricardo, un periodista que tiene su vida, se-
gún cree, más que solucionada, con una prometida, un buen empleo,
pero con su cuota de desconformidad, ya que entiende así debe de ser,
debido a su oficio. Se hace de un amigo: Gandarillas, apodado «El Lo-
co», por sus excesos con el alcohol, las drogas y las prostitutas. Aun-
que, eso sí, periodista de «diarios grandes». Pronto el protagonista
acompañará a su nuevo camarada en sus salidas y desbandes. Ricardo
conocerá a Licha; una hetaira común, sin grandes atributos, ni siquiera
tan joven, pero llena de simpatía. Beberán café, luego vino, después la
intimidad y un paseo nocturno. Algo ocurre entonces; un mundo nuevo
se abre para el periodista. Se obsesiona con la pobre Licha, y todo se
convierte en un vendaval de sensaciones contradictorias: lo humilla su
compañía, pero la necesita cada vez más. Ricardo es además un exper-
to sobre la historia de Santiago; evoca sus acontecimientos pasados,
cuestiona sus cambios. Se relaciona con los personajes de la época: Pe-
dro Sienna, el poeta Alberto Rojas Jiménez, Arturo Bürhle, el cineasta
Nicanor de la Sotta Fraga. Pandemónium es un homenaje amargo a la
capital; Licha es la ciudad y su eterna entrega sin concesiones, que el
protagonista ama, pero desprecia. El lenguaje duro, altivo y soez, más
el uso de una narrativa psicológica y descarnada describen al autor,
por supuesto. Su posterior consecuencia está en lo escrito.
Gamalier Bravo
CRÓNICAS DE COMBATE
Leonel Huerta
lugares, en busca, quizás, de los
mismos fines. Hay un cambio que
ya no existe, o lo que existe no
quiere cambiar. Santiago se ha
convertido en la inamovilidad.
Ya era tarde cuando decidimos vol-
ver casa, volver por un camino
distinto, tomamos la ruta más lar-
ga, fumamos un cigarrillo dentro
del auto: igual se siente raro. No
importa que durante el viaje no
conversemos, lo estamos haciendo
sin decirnos una palabra, llegare-
mos a casa y estará a oscuras y po-
siblemente helada, y seguramente
ordenada, los platos estarán don-
Fuimos a cenar a casa de unos de mismo, y las camas seguirán
amigos. La comida estuvo buena, hechas; y no habrá olor a cigarrillo
la conversación también. Reímos y o a marihuana o a pies transpira-
recordamos. Quedamos de juntar- dos, y encenderemos las luces, y
nos pronto. La noche sin estrellas, entraré antes e iré al baño; orinaré
iluminada por una ciudad que pa- y luego veré que no queden gotas
rece dormida siempre, una ciudad en el piso, y ella dejará las llaves
sonámbula, que se mueve sin sa- del auto en un recipiente que aho-
ber hacia dónde, una ciudad que ra solo tiene un par de manojos, el
se ha quedado en un letargo, o una mío y el de ella; y después del ba-
actividad que parece ser siempre ño abriré el refrigerador para mi-
la misma. Los mismos caminantes rar lo que hay adentro, y me dirá
a la misma hora por los mismos que ya cominos, y le diré que me
gusta mirar aunque no vaya a co-
mer, y ella pondrá el agua y se to-
mará un té; y yo de todas maneras
sacaré del refrigerador una cerve-
za, saldremos al patio a fumar un
cigarrillo; no importa la hora, lo
haremos porque hay que hacerlo
antes de ir a la cama, y hablare-
mos sobre mañana, mañana do-
mingo, que se parece al mañana
lunes y ahora también al mañana
sábado.
Leonel Huerta
QUÉ ME PASA CON...
el Concierto para violín «A la me-
moria de un ángel», de Alban Berg,
por la muerte de Manon Gropius,
hija de Walter Gropius y Alma
Mahler. Morboso traer a colación
lo del bebé en El señor presidente,
de M. A. Asturias; pretencioso ha-
blar del hijo ausente, en el cuen-
to «Los tíos», de María José Na-
via. Diván del Tamarit (1936), de
García Lorca, inicia: «Todas las
tardes en Granada, / todas las tar-
Los niños que mueren. Fatalidad des se muere un niño». ¿Se discute
del inocente. Tragedia en ensue- hoy qué teatral o sensible resulta
ño (1901), de Valle-Inclán, relata a tras unas lecturas la obra del an-
una abuela que, muertos sus hijos, daluz? Breath (1969), de Samuel
cuida del último nieto, un lactante. Beckett, sería el nacimiento de
Tres hermanas ven a esta anciana una criatura muerta. En 1905
llorar; intrigadas, con la excusa de Mahler dirige
saludar a la familia, llevan flores. su Kindertotenlieder (Canciones de
Cuando ven que, inmóvil, el crío los niños muerto, poemas de Frie-
«sonríe a los ángeles», huyen. En drich Rückert), anunciando la fu-
Chile es el velorio del angelito, tura pérdida de la hija. ¡Cómo pe-
tradición fúnebre, donde encami- só esa ansia de trascendencia! En
namos la película de Patricio Kau- Calderón de la Barca con su auto
len, Largo viaje (1967); mencio- sacramental El gran teatro del
nar No es permitido de dios que mundo, donde tenemos al autor,
esa flor permaneciera (2013), fo- como personaje, condena a un ni-
nograma de canto a lo poeta (por ño: «Tú, sin nacer morirás». Ese
el Museo campesino en movimien- limbo llamado ficción, donde ter-
to) que reafirma lo religioso. Con- mina todo.
suelo que no es puro opio, revela Hatu
HOSTILIDAD PÚBLICA
1

Quién y dónde soporta el hambre un poema


Siento dos veces la casa abandonando sus palabras.
Mis costillas por caléndulas pintadas en un florero
Es el primer vacío.
Apago el fuego con repetidas variaciones de mis versos,
Los libros nunca existieron
Debajo de los amuletos quebrados y brotes de sábanas amarillas
Que no durarían a pesar de los recuerdos,
Las malas lenguas susurrantes y extenuadas
Detectan el sonido,
La casa resuelta a contrariar el vientre con mi carne
Ama unos segundos
Inicia con su tinte el deseo,
Algo decisivo supo antes a madera el deseo,
Vamos de un lado a otro, estrechos
Que ninguna parte se compone siquiera
De sólo tocar la ceniza con los dedos.

Es aquí todo el tiempo más de lo mismo,


El patio trasero teme al moho y a la fe revuelta
Tironeando mi falda.
El viejo cordel reposa. Está más flaco.
Un habitante más y se descuelga la ropa.
Ambos nos convencemos de hacer guiñar gotas lavadas en el pavimento,
Se recuperan las ofensas
El patio trasero miente y sale
Atrapo vigas metidas en sus retazos,
Atrapo moscas.
Fastidian momentos residuales
Y conversaciones mirándose a los ojos.
Tantas hebras han notado antepasados brumosos
Que esperan.
Antes, el alma caía sola en el agua jabonada
De las puntas se tendían los vientos
Junto al improvisado cabello
Las manos y su lenguaje partido,
Olvidamos qué era morir esperando,
Un herir profundo
La mañana que pasa.

Y en tanto,
Hasta que mi cuerpo no resista el polvo
El costo es para los huesos únicamente arqueados.
A mí la memoria se lee o escribe
En ediciones de largas horas
Escudriñando las ollas y su olor a legumbres remojadas.
Un hueso a la vez desprendido
No se puede estar solo
Hay al reflejo lugares comunes entre el pan y un hervor de cobre.
Textos marcados hacen del silencio infinito
Hondas aspiraciones… oler a grito,
Yo, perdiendo las manos clavadas
Al margen de cualquier error en los gestos,
Divergencia que opaca la humareda y es toda la palabra,
Distante como antes de mi esfera,
La vieja estructura asoleando las ventanas
Los platos de greda servidos.
Yo, sin estrechar los vínculos con la madera,
Arder con lo que se lleva puesto y compartirlo.
La corteza, su mixtura
Conozco los latidos de algún lado cuando llegan.

María Teresa Pérez Domínguez

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