Kristeller, Humanismo y Escolasticismo

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PAUL OSKAR KRISTELLER

EL P E N S A M I E N T O
R E N A C E N T I S T A Y SUS
FUENTES
Compilador
M ic h a e l M o o n e y

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO
Segunda Pa r t e

EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA


V. EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO
EN EL RENACIMIENTO ITALIANO

D e s d e 1860, cuando Jacob Burckhardt publicó su famoso libro sobre la


civilización del Renacimiento en Italia,1 ha habido una controversia
entre los historiadores respecto al sentido y a la importancia del Rena
cimiento italiano.2 Casi todos los eruditos que han participado en esta
discusión pensaron que era su deber proponer una teoría nueva y dife
rente. Tal variedad de puntos de vista tuvo como causa, en parte, el
peso dado por los especialistas a diferentes personalidades o corrientes
históricas o a diferentes aspectos y desarrollos del Renacimiento italiano.
Sin embargo, la razón principal de esta controversia acerca del Renaci
miento — por lo menos, la causa principal en las fases más recientes—
ha sido el progreso considerable conseguido en las últimas décadas en
el campo de los estudios medievales. No se piensa ya que la Edad Media
fuera una época oscurantista y, en consecuencia, hay muchos especia
listas que no ven la necesidad de esa luz nueva y de ese resurgimiento
que el nombre mismo de Renacimiento parece sugerir. Por ello, ciertos
medievalistas han puesto en duda la existencia misma del Renaci
miento y gustarían de borrar completamente ese nombre del vocabulario
de los historiadores.
Dado ese ataque poderoso, los estudiosos del Renacimiento han adop
tado una nueva línea de defensa. Han demostrado que la idea encarna
da en el término “Renacimiento” no fue una invención de ciertos entu
siastas historiadores del siglo pasado, sino una idea expresada de modo
general en la literatura del Renacimiento. Los humanistas mismos ha
blaban continuamente del resurgimiento o renacer de las artes y de la
erudición conseguido en su tiempo, tras un largo periodo de decaden
cia.3 Acaso se objete que también en la literatura medieval tenemos

1 Die Cultur der Renaissance in Itallen, Basilea, 1860, trad. por S. G. C. Middlemore como
The Civilúation of the Renaissance in Italy, Londres, 1878; hay muchas ediciones poste
riores en ambos idiomas.
2 Hans Barón, “Renaissance in Italien”, Archiv fur Kultur geschichte, 1927, núm. 17, pp.
226-252 y 1931, núm. 21, pp. 95-119. Johan Huizinga, “Das Problem der Renaissance”,
IPege der Kulturgeschichte, trad. por Werner Kaegi, Munich, 1930, pp. 89-139. Véase
también la discusión publicada en el Journal of History of Ideas, 1943, núm. 4, pp. 1-74.
Wallace K. Ferguson, The Renaissance in Historical Thought, Boston, 1948. Véase la nota 1
de la introducción a la Primera Parte.
3 Konrad Burdach, Reformaüon, Renaissance, Humanismos, 2a. ed, Berlín-Leipzig, 1926.
115
116 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

afirmaciones ocasionales de un renacimiento intelectual.4 Sin embargo,


queda el hecho de que, durante el Renacimiento, los intelectuales y los
escritores hablaron de tal resurgimiento y renacer con mayor persisten
cia que la presente, en cualquier otro periodo de la historia europea.
Incluso aunque estuviéramos convencidos de que se trataba de una
afirmación vacía y de que los humanistas no consiguieron un Renaci
miento verdadero, forzados nos veríamos a admitir que esa ilusión fue
característica del periodo, y que el término Renacimiento posee, por
lo menos, un significado subjetivo.
Sin cuestionar la validez de tal argumento, pienso que hay razones
más objetivas para defender la existencia y la importancia del Renaci
miento. El concepto de estilo, en el sentido con que tan afortunada
mente lo aplican los historiadores del arte,6 podría ser empleado de un
modo más general en otros campos de la historia intelectual, permitién
donos esto, quizá, reconocer los cambios importantes producidos por
el Renacimiento, sin que ello nos obligue a despreciar la Edad Media o

Wallace K. Ferguson, “Humanist Views of the Renaissance”, American Historiad Revieto,


1939-1940, núm. 45. pp. 1-28; id., The Renaissance in Historiad Thought, pp. 1 y ss. Véase
también Herbert Weisinger, “The Self-Awareness of the Renaissance”, Papers of the M i
chigan Academy oj Science, Arts, and Letters, 1944, núm. 29, pp. 561-567; id., “Who began
the Revival of Leaming”, ibid., 1945, núm. 30, pp. 625-638; id., “Renaissance Accounts
of the Reviva] of Leaming”, Studies in Philology, 1948, núm. 45, pp. 105-118; id., “The Re-
naisaance Theory of the Reaction against the Middle A g es...”, Speculum, 1945, núm. 20,
pp. 461-467; id., “Ideas of History during the Renaisaance”, Journal of the History of
Ideas, 1945, núm. 6, pp. 415-435. Franco Simone, La coscienza delta Rinascita negli Umanisti
fntncesi, Roma, 1949. Eugenio Garin, “Umanesimo e Rinascimento" en Problemi ed orienta-
mentí crítici di lingua e di letteratura italiana, ed. por Attilio Momigliano, vol. 3: Queslioni
e correnti di storia letteraria, Milán, 1949, pp. 349-404. Una mayoría de los pasajes que estos
eruditos citan son posteriores a los comienzos del siglo XV. Sin embargo, ya en 1330 el
hermano Guido da Pisa, en su comentario a Dante, escribió: “Per istuin enira poetam resus-
citata egt mortua poesis [...] Ipse vero poeticam scientiam suscitavit et antiquos poeta»
in mentibus nostris reviviscere fecit”, Orazio Bacci, La Critica letteraria, Milán, 1910,
p. 163. “Ipse enim mortuam poesiam de tenebris reduxit ad lucem, et in hoc fuit imitatus
Boetiutn, qui philosophiam mortuam suo tempore suscitavit”, Guido da Pisa, Expositiones
et glose super Comediam Dantis, Vincenzo Cioffairi, Albany, N. Y , 1974, p. 4.
* Los intentos que hace Burdach de derivar el concepto de Renacimiento de las tradi
ciones religiosas o místicas ya no me convencen. Sin embargo, un poeta caroÜngio escribió
la siguiente línea: “Aurea Roma iteirum renovata renascitur orbi” (E. K. Rand, “Renais
sance, why not?” Renaissance, 1943, núm. 1, p. 34). Milo Crispinus dice en sa biografía
de Lanfranc: “quem latinitas in antiquum acientiae statum ab eo restituta tota supremum
debito cum amore agnoscit magistrum” (Migne, P. L., CL, 29). En cuanto al aspecto polí
tico del concepto, véase P. E. Schramm, Kaiser, Rom und Rmovatio, 2 vols., Leipzig,
1929. Véase también el juicio de Agustín sobre Ambrosio (Soliloquia, II, 14, 26): “ ille in
quo ipsam eloquentian quam mortuam dolebamus perfectam revixise cognovimus.”
* Enrin Panofsky, Renaissance and Renascences in Western Art, Estocolmo, 1960.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 117

a disminuir la deuda que el Renacimiento tiene con la tradición me


dieval.
A más de lo anterior, me gustaría volver a examinar la relación exis
tente entre la Edad Media y el Renacimiento a la luz de la siguiente
consideración: los estudiosos se han acostumbrado tanto a subrayar el
universalismo de la Iglesia y de la cultura medievales, y a considerar
el Renacimiento como un fenómeno europeo, que tienden a olvidar
las profundas diferencias regionales presentes incluso durante la Edad
Media. No hay duda de que Francia fue el centro de la civilización
medieval, y que los demás países de la Europa occidental siguieron su
liderazgo, desde la época carolingia hasta los comienzos del siglo XIV.®
Desde luego, Italia no fue una excepción a esa regla; pero si los otros
países — y en especial Inglaterra, Alemania y los Países Bajos— par
ticiparon activamente en las principales exploraciones culturales del
periodo y siguieron un mismo desarrollo general, Italia ocupó una
posición un tanto peculiar.7 Antes del siglo xm, su participación activa
en muchos aspectos importantes de la cultura medieval iba muy atra
sada de la de otros países. Se observa esto en la arquitectura y en la
música, en el drama religioso y en la poesía en latín y vernácula en
lo general,8 en la filosofía escolástica y* en la teología" e incluso, pese
a la opinión usual, en los estudios clásicos.
Por otra parte, Italia poseía una tradición propia estrecha pero
persistente, que remontaba a la Roma antigua y encontró su expresión
• Étienne Gilson, “Humanisme medieval et Renaissance” , Les Idees et les lettres, París,
1932, pp. 171-196. E. R. Curtius, Europ&sche Lileratur und lateinisches Mittelalter, Berna,
1948, pp. 41 y ss.. y pp. 387 y si., trad. por Willard R. Trask como European Literature and
the Latin Middle Ages, Nueva York, 1953.
7 Karl Vossler ha comentado el aislamiento de Italia en la Edad Media y la relativa
escasez de antecedentes italianos en Dante en su libro Medioeval Culture, trad. por W. C.
Lawton, vol. 2, Nueva York, 1929, 1960, p. 4 y ss. Cf. Vossler, Die gottliche K ornodie, vol. II,
Pairte I, Heidelberg, 1908, pp. 582 y ss.
8 Hay excepciones notables — como Guido de Arezzo, Alfano de Salemo y Henrico de
Settimello— , pero no cambian e l cuadro general. Respecto a la participación de Italia
en la cultura latina medieval anterior a l siglo X III, véase Franceso Nov a ti y Angelo Monte-
verdi, Le O rigini, Milán, 1926. Antonio Viscardi, Le Origini, Milán, 1939. Maximiliam
Manitius, Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters, 3 vols., Munich, 1911-1931.
9 Si bien varios de los representantes más famosos de la teología escolástica fueron ita
lianos — como Lanfranco, Anselmo, Pedro Lombardo, Tomás de Aquino y Buenaventura—,
llevaron a cabo gran parte de sus estudios y enseñanzas en Francia. Respecto a Lanfranco,
véase Francesco Novati, “Rapports littéraires de l’Italie et de la France au xie siécle",
Académie des iTucriptíons et BcUcs-Lettres, Comptes Rendas des Séances de Fannie ¡910,
pp. 169-184. Pedro Damián fue un representante típico de la teología italiana del siglo xi;
su preparación era más bien jurídica y retórica que filosófica; véase J. A . Endres, Petrus
Damiani und die weltliche Wissenschajt, Miinster, 1910.
118 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

mejor en ciertas ramas de las artes y de la poesía, de la educación


laica y de las costumbres legales, así como en el estudio de la gramá
tica y de la retórica.10 Italia estuvo expuesta a la influencia bizantina
más directa y continuamente que cualquier otro país de la Europa occi
dental. Finalmente, a partir del siglo xi, Italia desarrolló una vida pro
pia, cuya expresión tenemos en el comercio y en la economía, en las
instituciones políticas de sus ciudades, en el estudio de la ley civil,
del derecho canónico y de la medicina, en las técnicas epistolares
y en la elocuencia secular.11 La influencia de Francia ganó poder en el
siglo xiii, cuando surgen sus huellas en la arquitectura y en la música,
en la poesía vernácula y en latín, en la filosofía y la teología y en
el campo de los estudios clásicos.11 Por lo mismo, podrán comprenderse
muchos productos típicos del Renacimiento italiano como resultado de
las tardías influencias medievales recibidas de Francia, pero injerta
das y asimiladas por una tradición nativa menos amplia, más terca y
diferente. Puede afirmarse lo anterior de la Divina Comedia de Dante,
del drama religioso que prosperó en Florencia durante el siglo xv y de
la poesía caballeresca de Ariosto y de Tasso.
Se nota un desarrollo similar en la historia de la erudición. Por
tanto, no deberá examinarse el Renacimiento italiano únicamente en
sus contrastes con la Edad Media francesa, sino también en sus rela
ciones con la Edad Media italiana. La rica civilización de la Italia
renacentista no brotó directamente de la igualmente rica civilización
de la Francia medieval, sino de las tradiciones mucho más modestas de
la Italia medieval. Es hacia principios del siglo xiv cuando Italia pasa
por un aumento tremendo de todas sus actividades culturales, lo que le
permite, por un tiempo, arrebatar a Francia el liderazgo cultural de
la Europa occidental. En consecuencia, no hay duda ninguna de que
existió un Renacimiento italiano; es decir, un Renacimiento cultural de
Italia no tanto en contraste con la Edad Media en general o con la Edad
Media francesa sino, muy definitivamente, en contraste con la Edad Me
dia italiana. Una carta de Boccaccio permite suponer que algunos ita
10 En lo que toca a la historia de la educación en Italia, véase Giuseppe Manacarda,
Storia della scuola in Italia, 2 partes, Milán, s. i Gunzo de Novara y Anselmo el Peripaté
tico son representantes típ ic o s d e la retórica italiana de los siglos x y X I. Piénsese que la
biblioteca de Bobbio, del siglo X , era rica en tratados de gramática, pero racaseaha en
poetas clásicos, Gustav Becker, Coíalogi Bibliothecarum antiqui, Bonn, 1885, p. 64 y ss.
11 Charles H. Haskins, The Renaissance of the Twelfth Century, Cambridge, Mass., 1927.
12 Respecto a las influencias francesas en el siglo xni, véase Giulio Bertoni, 11 Due
cento, 3a. ed., M ilán, 1939. Muchos poemas y obras en prosa de autores italianos fueron
escritos en francés; asimismo, de modelos franceses deriva mucha de la poesía y la prosa
vernáculas primeras escritas en italiano.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 119

lianos de aquella época comprendían a fondo este desarrollo general,13


y debemos tener en cuenta constantemente ese desarrollo si queremos
comprender la historia de la erudición durante el Renacimiento italiano.
El movimiento humanista es el aspecto más característico y general
del Renacimiento italiano en el campo intelectual. Innecesario es decir
que el término humanismo cuando es aplicado al Renacimiento italiano,
no significa esas nociones vagas y confusas que hoy suelen ir asocia
das con él. En el Renacimiento tenemos tan sólo unas cuantas huellas
de ellas. Por humanismo queremos significar simplemente la tendencia
general de esa época a darle la mayor importancia a los estudios clá
sicos, a considerar a la Antigüedad clásica como norma y modelo común
para guiar todas las actividades culturales. Será nuestra tarea com
prender el significado y el origen de este movimiento humanista, usual
mente asociado con el nombre de Petrarca.
Entre los historiadores modernos tenemos dos interpretaciones del
humanismo italiano. La primera lo considera como el simple surgi
miento del estudio de lo clásico, logrado durante el periodo del Re
nacimiento. No es muy popular hoy en día este punto de vista, que
defendió una mayoría de los historiadores de la erudición clásica. El
resurgimiento de los estudios clásicos no es, desde luego, un hecho que
impresione a una edad como la nuestra, que prácticamente ha abando*
donado la educación clásica; resulta fácil, por tanto, alabar la sabi
duría clásica de la Edad Media en un momento en el cual, excepto por
un diminuto grupo de especialistas, se sabe menos de la Antigüedad
clásica que en la Edad Media. Además, en una época como la presente,
menos interesada en la erudición que en los logros prácticos, en la escri

13 Tiras elabar a Dante y a Petrarca como restauradores de la poesía, Boccaccio agrega:


“inspice quo Romanum corruerit imperium [ ...1 quid insuper philiaophonim celebres títulos
et poetarum myrthea laureaque serta meditari [...] quid in memoriam revocare milita
ren! disciplin&m [ . . . ] quid legum auctoritatem [ .. . 1 quid morum conspicuum specimen.
Haec omnia [ ...] una cum Italia reliqua et libértate caelesti a maioribus nostris [ .. .1 ne-
glecta gunt et a nationibus exteris aut sublata aut turpi conquinata labe sordescunt [ ...]
et si omnia resarciri nequeant, hoc saltem poetici nominis fulgore [ ... ] inter barbaras
nationes Roma saltem aliquid veteris maiestatis possit ostendere” (carta a Jacopo Pizzmghe
en Le lettere edite e inedite d i Messer Giovanni Boccaccio, Francesco Corazzini, Florencia,
1877, p. 197). Véase Konrad Burdach, Rienzo und die geisúge Wandlung seiner Z eit / Vom
Mittelalter a a Rejormation, vol. 2, Berlín, 1913-1928, pp. 510 y ss. Incluso Salutati, en su
carta a Pedro de Mantua y tras haber admitido que Roma ha perdido su poder militar,
dice que ninguna excusa hay para que otras naciones la superen en distinción literaria.
“Gaudebam igitur apud nos emergere qui barbaria illis quondam gen'tibus saltem in hoc
palman eriperet, qualem me tibí (léase: te mihi) fama et multorum irelatio promittit”, dice
aludiendo a los logros de Pedro de Mantua en el campo de la lógica. <Epistolario d i Coluc-
cio Salutati, Francesco Novati, vol. 3, Roma, 1896, pp. 319 y j¡s.)
120 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD M EDIA

tura “creadora” y en el pensamiento “ original”, un simple cambio de


orientación, incluso un incremento de conocimiento en el campo de la
erudición no parece tener importancia histórica ninguna. Sin embargo,
la situación era muy distinta en el Renacimiento, cuando adquirió una
importancia tremenda el crecimiento de los estudios clásicos y el inte
rés por ellos.
A decir verdad, varios hechos históricos dan apoyo a esa interpreta
ción, que considera el movimiento humanista como un surgimiento de
los estudios clásicos. Los humanistas eran especialistas en lo clásico
y contribuyeron al surgimiento de los estudios clásicos.14 En el campo
de los estudios latinos volvieron a descubrir un cierto número de textos
importantes, que apenas habían sido leídos durante la Edad Media.18
En el caso de autores latinos generalmente conocidos en la Edad Media,
los humanistas les dieron mayor difusión mediante numerosas copias
manuscritas1* y ediciones impresas, mediante sus estudios gramaticales
y anticuarios, mediante sus comentarios y mediante el desarrollo y la
aplicación de una crítica filológica e histórica.
Fue incluso más notable el impulso dado por los humanistas al estu
dio del griego. A pesar de las relaciones políticas, comerciales y ecle
siásticas tenidas con el Imperio bizantino, era comparativamente pe
queño el número de personas que en la Europa occidental de la Edad
Media conocía el griego, y prácticamente ninguna de ellas estaba inte
resada en la literatura clásica griega o familiarizada con ella. En
las escuelas y universidades de Occidente apenas existía la enseñanza
del griego, no habiendo casi manuscrito griego alguno en las bibliote
cas occidentales.17 En los siglos xn y xm se tradujo al latín un gran
número de textos griegos, fuera directamente o a través de traducciones
árabes intermediarias; ahora bien, esa actividad estaba confinada casi

Respecto a los estudios clásicos de los humanistas, véase Georg Voigt, Die Wieder-
belebung des cLudschen Alterthums, 3a. ed., voL 2, Berlín, 1893, pp. 373 j ss. Sir J. E.
Sandys, A History of Classical ScholarsMp, vol. 2, Cambridge, 1908, pp. 1 y ss.
16 Esos descubrimientos incluyen a Lucrecio, Tácito, Manlio, varias obras de Pía uto y
varios discursos y obras retóricas de Cicerón. Véase Remigio Sabbadini, Le scopette dei
codici latini e greci n ¿ secoli X IV e X V I, 2 vols., Florencia, 1905-1914. Maximilian Mani-
tiua, Hanischriften antüter AtUoren in miuelaltertichen BibUotkekskatalogen, Leipzig, 1935.
14 En general no se está al tanto de que los manuscritos del siglo xv sobre autores clá
sicos latinos son probablemente más numerosos que los de todos los siglos anteriores en
conjunto. Los editores modernos hacen de lado esos manuscritos, y tal vez sea menor su
valor para establecer un texto critico. Sin embargo, su existencia misma es un fenómeno
importante, pues refleja cuán amplia difusión tenían los autores clásicos durante el Re
nacimiento.
17 Louise R. Loomis, Medieval HeUenism, Lancaster, Pa., 1906.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 121

por completo al campo de las matemáticas, de la astronomia, de la


astrología, de la medicina y de la filosofía aristotélica.18
En el Renacimiento cambió rápidamente tal situación. El estudio de
la literatura clásica griega, cultivada en el Imperio bizantino durante la
tardía Edad Media, comenzó a difundirse por el Occidente pasada
ya la primera mitad del siglo xrv, ocurriendo esto gracias a los eru
ditos bizantinos que fueron a Europa occidental por una corta estan
cia o para radicarse en ella, y gracias a eruditos italianos que fueron
a Constantinopla en busca de la sabiduría clásica griega.18 Como resul
tado de esto, el idioma y la literatura griegos tuvieron un lugar
fijo en los planes de estudio de los colegios y las universidades de
Occidente, lugar que no perdieron ya sino en nuestro siglo. De las
bibliotecas del Oriente vino a las de Occidente un buen número de ma
nuscritos griegos, que constituyó la base de una mayoría de nuestras
ediciones de los clásicos. En una etapa posterior, los humanistas pu
blicaron ediciones impresas de los autores griegos, escribieron comen
tarios acerca de éstos y ampliaron sus estudios gramaticales y anti
cuarios, as! como sus métodos de crítica filológica e histórica de la
literatura griega.
Igual importancia tuvieron, aunque ahora se las aprecia menos, las
numerosas versiones al latín de textos griegos, versiones debidas a los
humanistas del Renacimiento. Gracias a esto se tradujo por primera vez
la casi totalidad de la poesía, la oratoria, la historiografía, la teología
y la filosofía no aristotélica griegas, quedando remplazadas por nue
vas traducciones humanistas las traducciones medievales de Aristóteles
y de los científicos griegos. Esas versiones al latín hechas en el Rena-

ia Respecto , a las traducciones del siglo x i i , véase Charles H. Haskins, Studies in the
History of Mediaeval Science, 2a. ed., Cambridge,‘Mass., 1927. En lo que toca al siglo x m ,
véase Maurice De W ulf, Histoire de la philosophie médiévale, 6a. ed., vol. 2, Lovaina, 1936.
El tener una bibliografía de las traducciones al latín de textos griegos sigue siendo un desi
derátum muy importante, si bien recientemente se han hecho algunas contribuciones par
ciales. Véase en especial J. T. Muckle, “Greek Works translated directly into Latín before
1350”, Medioeval Studies, 1942, núm. 4, pp. 3342, y 1943, num. 5, pp. 102-114. Catalogas
Translationum et Commentariorum, P. O. Kristeller y F. Edward Cranz, 3 vols., Washington,
D. C., 1960-1976. Respecto al estudio del griego en la Edad Media, véanse los artículos de
Roberto Weiss citados en la nota 11 del capítulo i.
19 En lo que toca al estudio de la literatura clásica griega en la Constantinopla medieval,
véase Karl Krumbacher, Geschichte der byzantinischen Literatur 2a. ed., Munich, 1897,
pp. 499 y ís. No hay duda posible sobre la influencia directa de esta tradición bizantina
en los estudios griegos de los humanistas italianos. Aparte de lo anterior, acaso se haya
dado alguna influencia bizantina indirecta en los estudios latinos de los humanistas. La
amplitud de intereres de los humanistas se parece a la de muchos eruditos bizantinos.
Véase el capítulo Vil.
122 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

cimiento fueron la base de casi todas las traducciones vernáculas de los


clásicos griegos, y se las leyó con mucha mayor amplitud que los textos
originales. Porque, a pesar de ese notable incremento, el estudio del
griego no alcanzó, ni siquiera durante el Renacimiento, la misma im
portancia general que el estudio del latín, pues este último estaba
enraizado en la tradición medieval de Occidente. No obstante, sigue
siendo un hecho notable que los humanistas de Europa occidental to
maran en sus manos el estudio de los clásicos griegos justo cuando
en el Oriente lo afectaba la declinación y caída del Imperio bizantino.
Si nos preocupamos de recordar estos hechos tas impresionantes,
de ninguna manera podremos negar que los humanistas italianos fueron
los antepasados de los filólogos e historiadores modernos. Incluso un
historiador de la ciencia no podrá despreciarlos, excepto si elige recor
dar que la ciencia es su tema de estudio, olvidando que la historia
es el método que está aplicando a ese tema.
Sin embargo, los humanistas italianos no limitaban su actividad a
lo clásico; por tanto, esa teoría que interpreta el movimiento humanista
simplemente como un surgimiento de los estudios clásicos no es del
todo satisfactoria, pues no explica ese ideal de elocuencia persistente
mente buscado en los escritos de los humanistas, no explicando tam
poco la abundante literatura de tratados, cartas, discursos y poemas
producidos por los humanistas.20 Esas obras son mucho más numerosas
que las contribuciones de los humanistas al campo de lo clásico, y no
se las puede explicar como una consecuencia necesaria de los estudios
clásicos. No se espera de un especialista moderno en lo clásico que
escriba un poema en latín alabando a su ciudad, que dé la bienvenida
a un distinguido visitante extranjero con un discurso en latín o que
escriba un manifiesto político para su gobierno. Suele hacerse de lado
este aspecto de la actividad de los humanistas con uri comentario sar
cástico sobre la vanidad de éstos o sobre su fantasía para componer
discursos. No niego que eran vanos y amaban el echar discursos, pero
me inclino por darle una explicación diferente a este aspecto de su
actividad. Los humanistas no eran eruditos de lo clásico que, por razo
nes personales, tenían el ansia de la elocuencia, sino al contrario: eran
retóricos profesionales, herederos y sucesores de los retóricos medie
vales,21 personas que creyeron, algo por aquel entonces nuevo y moder

20 Respecto a la producción literaria de los humanistas, véase Voigt, Die Wiederbelebting


des classüchen Alterthams, vol. 2, pp. 394 y ss. Vittorio Rossi, II Quattrocento, 2a. ed., Milán,
1933.
21 Muy pocos especialistas — entre ellos Francesco Novati, Helene "Wíeruszowski y Emst
Kantorowicz— han reconocido el nexo entre los humanistas y los retóricos medievales. Sin
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 123

no, que el mejor modo de lograr la elocuencia estaba en imitar los


modelos clásicos; por tanto, se vieron obligados a estudiar los clásicos
y a fundar la filología clásica. Tal vez sus ideales retóricos y sus logros
no correspondan ya a nuestros gustos, pero esos ideales fueron el punto
de partida y la fuerza motriz de su actividad, quedando como inci
dental su preparación en lo clásico.
Más ambiciosa, aunque en mi opinión menos sólida, es la otra inter
pretación del humanismo italiano, que prevalece entre los historiadores
de la filosofía y es aceptada, también, por muchos otros especialistas.
En ella se considera el humanismo como la nueva filosofía del Rena
cimiento, surgida en oposición al escolasticismo, la vieja filosofía de la
Edad Media.22
Desde luego, existe el hecho innegable de que varios humanistas
famosos — como Petrarca, Valla, Erasmo y Vives— fueron críticos
violentos de la sabiduría medieval, y tendían a remplazaría por la clá
sica. Más aún, no hay duda que los humanistas poseían ideales de
aprendizaje, educación y vida diferentes a las maneras de pensar me
dievales. Escribieron tratados sobre cuestiones morales, educativas, po
líticas y religiosas que diferían, por su tono y su contenido, de los tra
tados medievales dedicados a temas similares.
Pese a todo esto, esa interpretación del humanismo como una nueva
filosofía deja sin explicar varios hechos obvios. Por una parte, vemos
a lo largo del Renacimiento italiano la supervivencia terca de la filo-

embargo, esos especialistas notaron sobre todo que los retóricos medievales manifiestan
algunas de las características personales que suelen atribuirse a los humanistas. Me gustaría
ir más allá y suponer un nexo profesional y literario directo, del cual serían meros
síntomas las similitudes personales. La opinión común es muy diferente, y una mayoría de
los historiadores hab^p del ars dictaminis como si no hubiera una retórica humanista o vice
versa. Véase la nota 38 del capítulo xm.
22 En lo que toca a las contribuciones de los humanistas a la filosofía, véase Friedrich
Ueberweg, Grundriss der Geschichte der Philosophie, 12a. ed, vol. 3, Berlín, 1924, pp. 6 y s í .
Guido De Ruggiero, Storia della filosofía, Tercera Paite, 2a. ed, 2 vols., Bari, 1937. Gio
vanni Gentile, Storia della filosofía italiana, Eugenio Garin, 2 vols, Florencia, 1969, vol. I,
pp. 111-216. Emst Cassirer, Individuum und Kosmos in der Philosophie der Renaissance,
Berlín-Leipdg, 1927. Si se desean más lecturas sobre el tema de la filosofía renacentista,
véase P. O. Kristeller y J. H. Randill J r , “The Study of the Philosophies of the Renais-
sance”, Journal of the History of Ideas, 1941, núm. 2, pp. 449496. Eugenio Garin, La
filosofía / Storia dei generi letterari italiani /, voL 1, Milán, 1947, pp. 169-274; id., Der italie-
nische Humanismus, Berna, 1947; id., Filosofi italiani del Quattrocento, Florencia, 1942.
Cleto Carbonara, 11 secolo XV, Milán, 1943. Giuseppe Saitta, 11 pensiero italiano nelT-
umanesimo e nel rinascimento, vol. 1, L ’Umanesimo, Bolonia, 1949. Véase también Charles
Tirinkaus, A dversas Noblemen, Nueva York, 1940; id., In Our Image and Likeness, 2 vols.,
Chicago, 1970.
124 EL PENSAMIENTO' RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

sofía escolástica, hecho incómodo que suele explicarse hablando de la


inercia intelectual de los filósofos respectivos, a quienes casi nadie
ha leído por siglos y cuyo número, cuyos problemas y cuya produc
ción literaria casi todos los historiadores desconocen por completo. Por
otra parte, una mayoría de las obras de los humanistas es ajena a la
filosofía, incluso en el sentido más vago posible que pueda dársele
al término. Si lo leemos, veremos que incluso sus tratados sobre temas
filosóficos parecen, en la mayoría de los casos, bastante superficiales e
inconcluyentes si los comparamos con las obras de los filósofos clásicos
o medievales, hecho que acaso le resulte indiferente a un historiador
general, pero que de ninguna manera podrá pasar por alto un historia
dor de la filosofía.
Pienso que, debido a los últimos avances y a la influencia de la
aversión hoy día manifestada contra el escolasticismo, se ha dado la ten
dencia a exagerar la oposición de los humanistas a aquél, y a adjudi
carles una importancia en la historia del pensamiento científico y filo
sófico que ni podían lograr ni lograron. Fue inevitable la reacción
contra tal tendencia pero ha resultado igualmente equivocada. Los
eruditos que, al leer los tratados de los humanistas, notaron la ausen
cia relativa de un pensamiento científico o filosófico, llegaron a la con
clusión de que los humanistas eran malos científicos y filósofos, inca
paces de cumplir lo que pretendían o lo que de ellos esperaban sus
defensores modernos. Me inclino por sugerir que los humanistas italia
nos no eran ni buenos ni malos como filósofos; simplemente no eran
filósofos.23
El movimiento humanista no surgió en el campo de los estudios filo
sóficos o científicos, sino en aquel de los gramáticos y retóricos.24 Los
humanistas continuaron en esos campos con la tradición medieval, re

23 Esta afirmación no significa, como ha insinuado Eugenio Garin (Giomale critico, 1952,
p. 99), que niego la importancia filosófica del periodo renacentista. Véase capítulo i.
Richard McKeon ha señalado correctamente este punto en “Renaissance and Method
in Philosophy”, Studies in the History oj Ideas, 1935, núm. 3, pp. 37-114. “Este cambio de
subrayado en las tres artes, ese paso de la dialéctica a la gramática, basta en sí para
explicar los cambios que, se dice, el Renacimiento provocó” (p. 87). No me convence el
intento de McKeon de diferenciar en el Renacimiento dos tendencias separadas: un interés
en la gramática, representado por Erasmo, y otro en la retórica, representado por Nizolio.
El carácter gramático del humanismo italiano inicial, así como su surgimiento antes de la
época de Petrarca, han quedado ilustrados en los estudios de Roberto Weiss, The Dawn
of Humanism in Italy, Londres, 1947; id., “Lineamenti per una storia del primo umanesimo
fiorentino”, Rivista storica italiana, 1948, núm. 60, pp. 349-366; id., II primo secolo delF-
umanesimo Roma, 1949.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 125

presentada, por ejemplo, por el ars dictamini y el ars arengandi, pero


dándole una dirección nueva, que buscaba las normas y los estudios
clásicos, posiblemente debido a la fuerza de las influencias recibidas de
Francia mediado ya el siglo xm. Tras ese nuevo desarrollo del campo
vino un crecimiento enorme, tanto en cantidad como en calidad, de
la enseñanza y de la producción literaria. Como resultado de ese cre
cimiento, aumentó considerablemente, asimismo, lo que los humanistas
reclamaban para su campo de estudios. Pedían, y por un tiempo consi
guieron, el predominio categórico de su campo en la educación pri
maria y secundaria, y una participación mayor en la profesional y uni
versitaria. Esa tendencia en el campo de los estudios gramaticales y
retóricos terminó por afectar otras ramas del aprendizaje, aunque sin
desplazarlas. Pasada la primera mitad del siglo XV tenemos ui^ número
creciente de juristas, médicos, matemáticos, filósofos y teólogos profe
sionales que cultivaron los estudios humanísticos junto con sus campos
de estudio especializados. Fue consecuencia de esto que en todas esas
ciencias comenzara a notarse la influencia humanista. La tenemos en la
estudiada elegancia de la expresión literaria, en el uso creciente de
materiales clásicos, en un conocimiento mayor de la historia y de los
métodos críticos y, ocasionalmente, en la importancia dada a los pro
blemas nuevos. No cabe duda de que esa influencia del humanismo en
las otras ciencias fue importante, pero no afectó ni el contenido ni la
sustancia de las tradiciones medievales que esas ciencias incluían. Ocu
rría que los humanistas, por ser aficionados en todos esos campos, nada
podían ofrecer en substitución del contenido y la temática tradicionales.
La crítica humanista a la ciencia medieval suele ser arrolladora, pero
nunca toca los problemas ni los asuntos específicos. Sus cargos prin
cipales consisten en atacar el mal estilo latino de los autores medie
vales, la ignorancia de éstos en cuestiones de historia y literatura anti
gua y su interés en cuestiones supuestamente inútiles. Por otra parte, ni
siquiera los científicos profesionales más influidos por el humanismo
sacrificaron nunca la tradición medieval existente en su campo. Es muy
significativo que Pico, representante de la filosofía humanista, y Al-
ciato, representante de la jurisprudencia humanista, consideren nece
sario defender a sus predecesores medievales contra las críticas hechas
por los retóricos humanistas.18

M Véase la defensa que Pico hace de los filósofos medievales ante la critica de Ermolao
Barbaro en P. 0 . Kristeller, “Florentine Platonism and its Relations with Humanism and
Scholasticism”, Church History, 1939, núm. 8, pp. 203 y ss. Quirinus Breen, “Giovanni Pico
della Mirandola on the conflict of Philosophy and Rhetoric”, Journal of the History of Ideas
1952, núm. 13, pp. 384-426, reimpreso en su libro Chrisdanity and Humanism, GTand Rapids,
126 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

Ahora bien, si los humanistas eran aficionados en la jurisprudencia,


la teología, la medicina y hasta la filosofía, eran profesionales en varios
otros campos. Dominaban el de la gramática, el de la retórica, el de la
poesía, el de la historia y el del estudio de los autores griegos y latinos.
Además, invadieron el campo de la filosofía moral y de vez en cuando
intentaron pasar al campo de la lógica, intentos que consistían sobre
todo en reducir ésta a la retórica.28
Sin embargo, ninguna contribución directa hicieron a las otras ramas
de la filosofía o de la ciencia, Además, gran parte de la polémica hu
manista contra la ciencia medieval no tenía como propósito criticar el
contenido o los métodos de dicha ciencia, sino que simplemente repre
senta una fase de la “ batalla de las artes” ; es decir, una propaganda
ruidosa en favor de la erudición, que los humanistas lanzaron para
neutralizar y vencer las pretensiones de las ciencias rivales.27 De aquí
que me incline a considerar a los humanistas como retóricos profesio
nales poseedores de una idea nueva y clasicista de cultura, quienes
intentaron afirmar la importancia de su campo de actividad e imponer
sus normas a otros campos del aprendizaje y la ciencia, incluyendo la
filosofía, y no como filósofos en quienes una curiosa falta de ideas fi
losóficas iba acompañada de una peculiar inclinación por la elo
cuencia y por el estudio de los clásicos.
Trataremos de apoyar este bosquejo con algunos hechos más especí-
Mich., 1968, pp. 1-92. Respecto a la defensa de los juristas medievales contra Valla, hecha
por Alciato, véase Remigio Sabbadini, Storia del ciceronianismo, Turín, 1885, pp. 88-92.
Biagio Brugi, Per la sloria della giurisprudenza e delle umversita ilaliane: Nuovi saggi
Turín, 1921, pp. 111 y ss.
aa Valla, Agrícola, Nizolio y Ramus representan esta lógica humanista. Respecto a Nizolio,
véase Richard McKeon, ‘ Renaissance and Method in Philosophy”, Studies in the History of
Ideas, 1935, núm. 3, pp. 105 y ss. Mario Nizolio, De veris principüs, Quirinus Breen, 2 vols.,
Roma, 1956. Para Ramus, véase Perry Miller, The New England M ind, Nueva York, 1939,
pp. 154 y ss. ~Walter J. Ong, Ramus, Method, and the Decay o/ Dialogue, Cambridge, Mass.,
1958.
27 Respecto a la batalla de las artes, véase The Battle of the Seven A r ts ... by Henri
ÍA n d e li, L. J. Paetow, Berkeley, 1914. Existió una rivalidad entre la medicina y las leyes,
en la que no intervinieron directamente los humanistas. Véase Lynn Thomdike, “Medicine
versus Law at Florence”, Science and Thought in the Fifteenth Century, Nueva York, 1929,
pp. 24-58. Tras este tipo de literatura tenemos la rivalidad de las varias facultades y cien
cias que componían las universidades, rivalidad expresada en las conferencias iniciales
con que cada año cada profesor abría su curso, alabando su propio campo de actividad.
Una de esas conferencias, del humanista Filippo Beroaldo el Viejo, quien fue profesor
en Bolonia, lleva por título “Declamatio philosophi, medici et oratoris” (en su libro Varia
Opuscula, Basilea, 1513). Desde luego, el premio va a manos del orador. Véase también
Coluccio Salutati, De nobilitate legum et medicinae, ed. por Eugenio Garin, Florencia, 1947,
pp. xlvi y ss.; id., La Disputa delle A rti nel Qualtrocento, Florencia, 1947.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 127

ficos. Cuando investigamos acerca de los humanistas, a menudo oímos


afirmar que se trata de escritores que trabajaban por cuenta propia y
crearon en la sociedad renacentista una clase social totalmente nueva.28
Tal afirmación es válida, si bien matizándola en ciertos sentidos, para
un número muy reducido de humanistas sobresalientes, como Petrarca,
Boccaccio y Erasmo. Sin embargo, éstos constituyen una excepción: la
vasta mayoría de los humanistas ejercía una de dos profesiones, y en
ocasiones ambas. 0 eran secretarios de príncipes o de ciudades, o eran
maestros de gramática y retórica en universidades o escuelas secunda
rias.29 Esa opinión, tan a menudo repetida por los historiadores, de que
el movimiento humanista tuvo su origen fuera de las escuelas y univer
sidades es un mito, al que ningún apoyo dan las pruebas concretas.
Más aún, en tanto que cancilleres y maestros, los humanistas, lejos de
representar una clase nueva, eran herederos y sucesores profesionales
de los retóricos medievales, los llamados dictatores, que seguían una
carrera exactamente en esas dos profesiones. El humanista Coluccio
Salutati ocupó en la sociedad y en la cultura de su tiempo justo el
mismo puesto que, ciento cincuenta años antes, ocupara el dictator
Pedro de Vineis.30 No obstante, entre ellos había una diferencia impor
tante. El estilo literario de Salutati es muy diferente al de Pedro de
Vineis o al de Rolandino Passageri. Además, el estudio y la imitación
de los clásicos, de tan poca o de ninguna importancia para los dictatores
medievales, fue uno de los principales intereses de Salutati. Finalmente,

58 Jacob Burckhardt, Die Kultur der Renaissance in ¡tallen, 13a. ed., Stuttgart, 1921,
p. 151.
28 Respecto a las carreras de los humanistas, véase Voigt, Die IFiederbelebung des
clasischen Allerlkums, y Rossi, II Quattrocento.
90 En lo que toca a la relación de Salutati con la tradición medieval del ars dictaminis
y el ars notaría, véase Francesco Novati, La giovinezu di Coluccio Salutad, Turín, 1888,
pp. 66 y ss. Se reprodujo este capítulo, si bien con omisiones importantes, en su libro
Freschi t m inü del Dugento, Milán, 1908, pp. 299-328. H a ; en Nápoles un manuscrito de
principios del siglo xv, transcrito para un joven estudiante de retórica, que incluye las cartas
de Pedro de Vineis, junto con las de Salutati y las de Pellegrino Zambeccari, contemporáneo
de este último (Ludovico Frati, “L’epistolario inédito di Pellegrino Zambeccari”, Atti e
Memoríe della R. Deputadone d i Storia patria per le provincie di Romagna, 4* ed., 1923,
núm. 13, pp. 169 y ss.). Existe otio manuscrito con el mismo contenido en La Haya (Episto
lario di Pellegrino Zambeccari, Ludovico Frati, Roma, 1929, pp. xvii y ss.). Debo esta infor
mación a Ludwig Bertalot. Aunque tenemos que rechazar el intento de Burdach por hacer
de Cola di Rienzo la figura central del Renacimiento italiano, es de señalar que Cola fue
notario de profesión, y debe mucho de su reputación al estilo de sus cartas y sus discursos.
Burdach, quien subraya la influencia de las ideas joaquinistas en Cola, no logra refutar la
objeción de que Cola se familiarizó con esas ideas después de su huida de Roma (Rienzo
und die geistige Wandlung seiner Zeit, Berlín, 1923-1928, p. 10).
128 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

mientras que los dictatores medievales tuvieron una importancia consi


derable en la política y la administración, los humanistas — gracias a
su preparación clásica— consiguieron para su clase un prestigio cul
tural y social mucho mayor. De esta manera, los humanistas no inven
taron un campo de estudio o una actividad profesional nuevos, sino que
introdujeron en las tradiciones de la retórica italiana medieval un estilo
nuevo, clasicista. El culparlos de no haber inventado los estudios de
retórica equivaldría a culpar a Giotto de no haber inventado la pintura.
Confirma ese mismo resultado un examen de la producción literaria
de los humanistas, cuando tratamos de identificar los antecedentes me
dievales de los tipos de literatura que cultivaban.31 Si hacemos de lado
las ediciones y las traducciones de los humanistas, sus intereses en lo
clásico están representados, sobre todo, por sus numerosos comentarios
de los autores antiguos, así como por cierto número de tratados misce
láneos y sobre la Antigüedad. Son muy frecuentes las obras teóricas
sobre gramática y retórica, en su mayoría escritas para usarlas en la
escuela; más numerosa es la literatura dedicada a la historiografía
humanista. Los diálogos y los tratados sobre cuestiones de filosofía
moral, educación, política y religión han atraído gran parte de la aten
ción de los historiadores modernos, pese a tan sólo representar una
proporción relativamente pequeña de la literatura humanista. Con mu
cho, los poemas, los discursos y las cartas representan la parte mayori-
taria de esa literatura, aunque estén relativamente olvidados y en parte
inéditos.
Si buscamos los antecedentes medievales de esos varios tipos de lite
ratura humanista, tendremos que volver, en muchos casos, a los gra
máticos y retóricos italianos de la tardía Edad Media. Esto resulta de lo
más obvio en los tratados teóricos sobre gramática y retórica.” Igual
mente obvio, aunque menos reconocido en lo general, es el nexo entre
la epistolografía humanista y el ars dictaminis medieval. Desde luego,
el estilo es diferente y en el Renacimiento ya no se utilizaba el tér
mino medieval dictamen, pero la función literaria y política de la carta
era básicamente igual; a la vez, la capacidad de escribir una carta en
latín correcto y elegante seguía siendo una de las metas principales de

81 En lo que toca a la producción literaria de los humanistas, véase Voigt, Die Wieder-
belebung des classischen Alterthums, y Rossi, II Quattrocento. Respecto a la historiografía,
véase Eduard Fueter, Geschichte der neueren Historiographie, 3a. ed., Munich, 1936.
32 Sobre los estudios de gramática de los humanistas en su relación con la Edad Media,
véase Remigio Sabbadini, La scuola e gli studi di Guarino Guarini Veronese, Catania,
1896, pp. 38 y ss.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 129

la instrucción escolar del Renacimiento, como lo había sido durante la


Edad Media.83
Ese nexo entre los humanistas y los retóricos italianos medievales,
que vemos en el campo de lo epistolografía, aparece también en el de
la oratoria. Una mayoría de los historiadores de la retórica da la im
presión de que la retórica medieval se interesaba exclusivamente por
el género epistolar y los sermones, representados por el ars dictaminis
y el un tanto más joven ars praedicandi, y que en la Edad Media no
había una oratoria secular.3* Por otra parte, una mayoría de los histo
riadores del humanismo renacentista piensa que la abundante produc
ción de oratoria humanista, aunque de valor un tanto dudoso, era una
innovación conseguida en el Renacimiento gracias al esfuerzo de los
humanistas por revivificar la oratoria antigua, así como debida a la
vana fantasía que tenían para la preparación de discursos.3' Ha sido en
años recientes cuando algunos especialistas comenzaron a darse cuenta
de que en la Edad Media había un considerable volumen de oratoria
secular, especialmente en Italia.30 No dudo en sacar como conclusión
que la elocuencia de los humanistas fue una continuación de la ars
arengandi medieval, tal y como su epistolografía continuaba la tradi
ción del ars dictaminis. Cierto es que, al tomar en sus manos un tipo
de producción literaria desarrollado por sus predecesores medievales,
los humanistas modificaron el estilo de acuerdo con su gusto y con las

33 Hay mucho9 tratados humanistas de epistolografía, así como muchas colecciones de


“salutations” en los manuscritos humanistas. Las cartas de una mayoría de los principales
humanistas fueron reunidas e imprimidas, ante todo, como modelo para la imitación lite
raria.
34 Charles S. Baldwin, Medieval Rhetoric and Poeüc, Nueva York, 1928, pp. 206 y ss;
pp. 228 y ss, en especial la p. 230. Richard McKeon, “Retharic in the Middle Ages”,
Specu.lu.rn, 1942, núm. 17, pp. 27 y ss. Respecto al ars dictaminis en Italia, especialmente
durante el siglo Xii, véase Charles H. Haskius, Studies in Medieval Culture, Oxford, 1929,
pp. 170-192. Véase también Emst Kantorowicz, “An ‘Autobiography’ of Cuido Faba”, Me
dieval and Renaissance Studies, 1943, núm. 1, pp. 253-280; id., “Anonymi ‘Aurea Gemma’ ”,
Medievalia el Humanística, 1943, núm. 1, pp. 41-57. Helene Wieruszowski, “Ars dictaminis
in the time of Dante”, ibid., pp. 95-108. Respecto al ars praedicandi, véase Harry Caplan,
Medieval Artes Praedicandi, 2 vols., Ithaca, N. Y., 1934-1936. Thomas M. Charland, Artes
praedicandi, París-Ottawa, 1936. Al parecer, la contribución de Italia a la literatura sobre
la predicación fue pequeña y tardía.
as Voigt, Die ¡f'iederbelebung des classischen Alterthums, pp. 436 y ss. Se tiene una
colección típica de discursos humanistas en Ludwig Bertalot, “Eine Sammlung Paduaner
Reden des xv. Jahrhunderts”, Quellen und Forschungen aus italienischen Archiven und Ri-
bliotheken, 1936, núm. 26, pp. 245-267.
38 Véanse los estudios de Emst Kantorowicz y Helene Wieruszowski, así como, en espe
cial, Alfredo Calletti, L'eloquenza dalle origini al X V I secolo, Storia dei generi litterari
italiani, Milán, 1904-1938, pp. 430 y ss.
130 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

normas clásicas. Sin embargo, la práctica de elaborar discursos no fue


una invención de los humanistas, claro está, pues difícilmente estará
ausente en alguna sociedad humana; en la Italia medieval se la puede
retrotraer por lo menos al siglo X I.37
Incluso la teoría de la oratoria secular, representada por reglas e ins
trucciones, así como por modelos de discursos, aparece en Italia ya
en el siglo xm. A decir verdad, prácticamente todos los tipos de oratoria
humanista tienen sus antecedentes en esta literatura medieval: discursos
para bodas y funerales, discursos académicos, discursos políticos por
parte de funcionarios o embajadores; discursos decorativos en ocasio
nes solemnes y, finalmente, discursos jurídicos.88 Desde luego, algunos

37 Galetti, L'eloqtienza.
38 Galletti examina algunos de los tratados y modelos de retórica del siglo xm en
L’eloguenza, pp. 454 y ss. El libro de Guido Fába Parlamenli ed epistole, ed. por Augusto
Gaudenzi, I suoni, le forme e le parole delüodiemo dialetto della cittá di Bologna, Tuirín,
1889, incluye varios discursos modelo. Se han insertado modelos de discursos políticos y
funerales en el anónimo “Oculus Pastoralis" y en otros tratados escritos para instruir a
funcionarios de la ciudad (Fritz Hertter, Die Podestáliteratur Italiens in 12. und 13.
Jahrhtinden, Leipzig-Berlín, 1910). Se tiene un ejemplo de la primera oratoria académica
en Hennann Kantorowicz, “The Poetical Sermón of a Mediaeval Jurist”, Journal of the
Warburg Institute, 1938-1939, núm. 2, pp. 22-41. En lo que toca al discurso de un embajador,
véase G. L. Haskins y Ernst Kantorowicz, “A Diplomatic Mission of Francis Accursius and
his Oration before Pope Nicholas III”, English Historical Review, 1943, núm. 58, pp. 424-
447. Francesco Brandileone estudió los antecedentes legales medievales de los discursos nup.-
ciale9 de los humanistas en Saggi sulla ttoria della celebrazione del matrimonio in Italia,
Milán, 1906, pero no menciona ningún discurso nupcial prehumanista. En algunas de las
primeras instrucciones dadas a los abogados se incluían reglas y modelos retóricos; véase
M. A. von Bethmann-Hollweg, Der Civilprozess des gemeinen Rechts in geschichtlicher
Entwicklung, vol. 6, Bonn, 1874, pp. 148-159. La Rhetorica Novisdma, de Boncompagno,
Augusto Gaudenzi, Bibliotheca iuridica medii aevi: Scripta Anécdota glossatorum, vol. 2,
Bolonia, 1892, no es un tratado sobre el dictamen, como parecen suponer muchos eruditos,
sino un instructivo retórico para los abogados. También el tratado de Jacques dej Dinant,
publicado por André 'Wilmart, Analecta Reginensia, Ciudad del Vaticano, 1933, pp. 113-151,
cubre la oratoria judicial.
Suele afirmarse que los humanistas no cultivaron la oratoria judicial (Rossi, I I Quattro
cento, p. 154) ; sin embargo, contradice tal idea un pasaje de Jovio (Burckhardt, Die Kultur
der Renaissance, p. 176), y hay unos cuantos ejemplos de discursos judiciales compuestos
par humanistas (Leonardo Bruni Aretino Humanistisch-Philosophische Schrijten, Hans
Barón, Leipzig, 1928, p. 179; Jules Paquier, De Philippi Beroaldi Junioris vita et icriptis,
París, 1900, pp. 96-113). No se ha llevado a cabo una investigación sistemática de la ora
toria humanista y de sus antecedentes medievales. Deberá incluir un estudio de las rela
ciones mutuas entre la elocuencia sagrada y la secular, así como de las posibles influencias
bizantinas. Véase Krumbacher, Die Geschichte der byzantinischen Literatur, pp. 454 y ss, y
pp. 470 y ss. A veces aparecen en los títulos el respaldo legal de los discursos nupciales; v. g.,
“contractus matrimonialis compillatus per Manfredum de Justis Veronensem” (cod. Laur.
Ashb. 271; cf. Cesare Paoli, I codici Ashbumhamiani della R. Biblioteca Mediceo-Lauren-
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 131

de esos tipos tenían su modelo clásico, pero otros — por ejemplo, los
discursos académicos pronunciados al comienzo del año, de un curso
en lo particular o cuando se confería o recibía un grado académico—
no tenían ningún antecedente clásico, y todos ellos estaban enraizados
en costumbres e instituciones de la Italia medieval muy específicas.
Difícilmente habrán inventado los humanistas alguno de esos tipos de
discursos; simplemente se limitaron a aplicar sus normas de estilo y
de elegancia a una forma de expresión literaria ya existente, satis
faciendo con ello una necesidad, tanto práctica como artística, de la
sociedad de su tiempo. Los eruditos de hoy en día tienden a comentar
desdeñosamente esta oratoria humanista, exponiéndola como una retó
rica vacía y carente de “pensamientos profundos”. Sin embargo, los
humanistas se proponían tan sólo el hablar bien, de acuerdo con sus
gustos y con la ocasión, y queda por verse si tuvieron menos fortuna
en este sentido que sus predecesores medievales o que sus sucesores
modernos. Aunque muestras de “retórica vacía”, sus discursos nos pro
porcionan una sorprendente cantidad de información sobre la vida per
sonal e intelectual de aquellos tiempos.
Los humanistas sucedieron a los cronistas medievales mediante su
historiografía; se. diferencian de estos últimos tanto en los méritos
como en las deficiencias.8* Caracteriza la historiografía humanista
el interés retórico por manejar un latín elegante, así como por la
aplicación de la crítica filológica a los materiales que servían de fuente
a la historia. En ambos sentidos, son predecesores de los historiadores
modernos.40 El combinar los requerimientos de un buen estilo con los
de una investigación cuidadosa era tan raro y difícil entonces como
ahora. Sin embargo, ese nexo entre la historia y la retórica, que parece
tan típico del Renacimiento, fue obviamente una herencia medieval.
No ocurre tan sólo que en las escuelas medievales la enseñanza de la
historia estuviera subordinada a la de la gramática y la retórica, sino
que tenemos bastantes historiógrafos y cronistas que eran gramáticos y

d a ñ a d i Firenze, Roma, 1887-1917, núm. 195, p. 296); “contractus Cuarini Veronensis piro
comité Jacopino, Ric”, 421 f. 43. El título de otro discurso modelo indica que también el
famoso discurso de Pico pertenece a un tipo formalmente establecido: “ad colligendo9
audientium ánimos in disputatione fienda”, Ric, 421 f. 28.
a® Fueter no examina las relaciones entre la historiografía medieval y la humanista.
40 Quisiera mencionar a Carolus Sigonius debido a su examen maestro de la cédula falsifi
cada de Teodosio I I para la Universidad de Bolonia ( O pera Om nia, vol. 6, Milán, 1787,
pp. 985 y ss.). Su comentario sobre la tarea de la historia, hecho en relación con la donación
de Constantino, es una cita tomada de Cicerón: “Primam legem histariae esse ut ne quid
falsi audeat, ne quid veri non audeat” (ibid., p. 985: cf. De Oratore, II, 15, 62).
132 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

retóricos profesionales/1 Incluso la costumbre renacentista de que prín


cipes y ciudades nombraran historiógrafos oficiales, que escribieran su
historia, parece tener algunos antecedentes en la Italia medieval.*2
Una mayoría de les tratados y los diálogos filosóficos de los huma
nistas no pasa de ser, en realidad, tratados morales; y muchos de
ellos están dedicados a temas ya estudiados en la literatura moral de la
Edad Media. Desde luego, hay diferencias importantes en el estilo,
en el tratamiento, en las fuentes y en las soluciones. Sin embargo, no
conviene pasar por alto los rasgos comunes que tienen los temas y los
patrones literarios. Hasta donde yo sé, todavía no se lleva a cabo un
estudio comparativo total de los tratados morales medievales y renacen
tistas, aunque en algunos casos específicos se ha señalado la relación
existente.13 Una vez más, es necesario agregar que el nexo mismo habi
do entre retórica y filosofía moral, tpn claro en el Renacimiento, tiene
sus antecedentes en la Edad Media. En no menor medida que la retó
rica antigua, la medieval citaba e inculcaba continuamente sentencias
que interesaban a autores y lectores debido a su contenido y a su forma.
Más aún, hay algunos casos en que los retóricos medievales escribieron
tratados sobre temas de la filosofía moral, o discutieron las mismas
cuestiones morales en que ejercitaron sus plumas y sus mentes sus
sucesores, los humanistas del Renacimiento.44
Es menos claro el nexo entre los humanistas y los retóricos italianos
medievales en el campo de la poesía en latín. Con base en las pruebas
existentes, se diría que, hasta el siglo xm, la composición de versos se
cultiva menos en las escuelas italianas que en las francesas. En la tem
prana Edad Media se compusieron en Italia épicas históricas y pane
gíricas, así como epitafios en verso, en abundancia, pero, al parecer,

41 Por ejemplo Boncompagno de Signa (Líber de obsidione Anconae, G. C. Zimolo,


Bolonia, 1937) y Rolandino de Padua (Crónica, Antonio Bonardi, Ciita di Castello, 1905-
1908).
42 Giulio Bertoni, II Duecenlo, p. 263. Maquiavelo estaba en la nómina de la Universi
dad de Pisa para escribir su historia floreniina.
4S Ali an H. Gilbert, Machiavelli s Prince and lis Forerunners, Durham, N. C., 1938. La
cuestión De nobilitate, tan apreciada por los humanistas del siglo XV, fue explorada ya en
el siglo X III (Giulio Bertoni, “Una lettera amatoria di Pier della Vigna”, Giomale storico
della lelteralura italiana, 1911, núm. 58, pp. 33 y ss.). En los tratados humanistas Sobre la
dignidad y la felicidad del hombre se continuaron, también, los debates medievales (Gio
vanni Gemile, “II concetto dell’uomo nel Rinascimento”, II pensiero italiano del Rinasci
mento, 3a. ed, Florencia, 1940, pp. 47-113).
44 Boncompagno de Signa escribió dos tratados morales: Amicitia, ed. por Sarina Nathan,
Roma, 1909, y De malo senectulis ed senii ed. por Francesco Novati, Rendiconti della Reale
Accúdemia dei Lincei, Classe d i Scienze Morali, Storiche e Filologiche, 5a. serie, 1892,
núm., 1, pp. 50-59.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 133

hasta el siglo x i i i fue bastante modesta su participación en la poe


sía rítmica y didáctica.4’ Es ya pasada la primera mitad del siglo X III
cuando percibimos en Italia notable aumento de la producción de poe
sía en latín, así como el surgimiento de la enseñanza de la poesía en
escuelas y universidades. Este desarrollo coincide con las primeras hue
llas del humanismo italiano, y grande es la tentación de atribuirlo a
la influencia francesa.46
Lo mismo puede decirse, aunque con mayor confianza, de los comen
tarios sobre los clásicos latinos, que son resultado directo de la ense
ñanza escolar. A menudo se afirma que, a lo largo de la Edad Media,
Italia estuvo más cerca de la tradición clásica que cualquier otro país
europeo. Sin embargo, cuando tratamos de encontrar en la Edad Media
huellas del tipo de comentario humanista existente, en Italia apenas
tenemos comentarios sobre un poeta o un prosista latino antes de la
segunda mitad del siglo xiii; por otra parte, a partir del EX tenemos
muchos comentarios de esa clase en Francia y en los otros países occi
dentales que siguieron el desarrollo francés.47 Fue después de 1300

*s Novati y Monteverdi, Le Origini, Francesco Novati, L'influsso del pensiero latino sopra
la civilta italiana nel Medio Evo, 2a. ed., Milán, 1899. Umberto Ronca, Cultura medioevale e
poesía latina d’Italia nei secoli X I e X II, 2 vol9.:, Roma, 1892. F. J. E. Raby, A History of
Secular Latín Poetry in the Middle Ages, 2 vota, Oxford, 1934.
** En Italia, el surgimiento de la poesia en latín se da con el grupo paduano de I 09
“prehuman¡9tas”. Véase Bertoni, II Duecento, pp. 272 y ss. Natalino Sapegno, // Trecento,
Milán, 1934, pp. 149 y ss.
*T Es un desiderátum de primer orden un estudio totalizador de la literatura medieval
y renacentista compuesta por los comentarios sobre los autores clásicos. Se tiene mucha
información dispersa respecto a los comentarios acerca de autores particulares. Manitius
enumeró los comentarios escritos antes del año 1200 en Geschichte der lateinischen Lite
ratur des Mitlelalters. Hay un interesante panorama de esos comentarios, hasta 1300, escon
dido en el libro de B. H. (Hauréau), Histoire Uttéraire de la Franee, 1885, núm. 29,
pp. 568-583. Hauréau enumera un solo comentario que considere proveniente de Italia.
También son de origen italiano ciertas glosas legales sobre Séneca, escritas en el si
glo xn (Cario Pascal, Letteratura latina medievale, Catania, 1909, pp. 150-154). Existen
asimismo algunos 'comentarios italianos sobre Marciano Capella pero más se refieren a la
enseñanza de las “artes” que de los “autores”. Los paduanos comenzaron a estudiar las
tragedias de Séneca y, terminado el siglo xin, comenzó a aumentar el número de comen
tarios eobre los clásicos. Que esos primeros comentadores italianos estaban familiarizados
con la obra de sus predecesores franceses ha sido demostrado, en el caso de Giovanni del
Virgilio, por Fausto Ghisalberti ( “Giovanni del Virgilio espositore delle ‘Metamorfosi’ ” ,
Giomale Dantesco, 1933, núm. 34, pp. 31 y ss.). Eva M. Sanford notó que hay relaciones
entre los comentarios medievales y los humanistas (“The Manuscripts of Lucan: Accessus
and Marginalia”, Speculum, 1934, núm. 9. pp. 278-295). En lo que toca a la historia y la
forma de los comentarios medievales, véase E. A. Quain, “The Medieval Accessus ad
auctores”, Traditio, 1945, núm. 3, pp. 215-264. R. W . Hunt, “The Introductions to the
‘Artes’ in the Twelfth Century”, Studia Mediaevalia in honorem admodum Reverendi Patris
134 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

— o sea, tras la primera fase del humanismo— cuando Italia produjo


un número creciente de esos comentarios. Además, muy pocas pruebas
existfen de que en Italia se hicieran estudios del pasado antes de la
segunda mitad del siglo xm.44
Si contamos con información abundante sobre la lectura de poetas
y prosistas latinos en las escuelas medievales de Francia y otros países
occidentales, y si centros tales como Chartres y Orleáns debieron mu
cha de la fama que tenían en el siglo x i i y principios del x m al estudio
de los clásicos latinos/8 las fuentes italianas están calladas durante
ese mismo periodo, y únicamente comienzan a hablar pasada la pri
mera mitad del siglo xm.60 Fue a comienzos del siglo xiv cuando en las
escuelas y universidades italianas quedó firmemente establecida la
enseñanza de la poesía y de los autores clásicos, enseñanza que conti
nuó sin interrupciones durante todo el Renacimiento.61 Excepto por la

Raymundi Josephi Martin, Brugis, c. 1949, pp. 85-112. R. B. C. Huygens, “Accessus ad


Auctores”, Lalomus, 1953, núm. 12, pp. 296-311, 460-484. Cf., también Ludwig Bertalot,
Deutsche Literaturzeitung, 1911, núm. 32, pp. 3166-3169.
El manuscrito 404 de la Biblioteca Pierpont Morgan, de Nueva York, es una excepción
importante, que merece mayor estudio, pues fue escrito en la Italia del siglo xn y contiene
las obras completas de Horacio, con glosas muy tempranas (Meta Harrsen y George K.
Boyce, Italian Manuscripts in the Pierpaint Morgan Library, Nueva York, 1953, núm. 7,
p. 6. Luisa Banti me ha confirmado la fecha del manuscrito.. Véase también Catalogus
Translationum et Commentaiiorum, ed. por P. O. Kristeller y F. Edward Cranz, 3 vols,
Washington, D. C , 1960-1976. Der Kommentar in der Renaissance, ed. por August Buck y
Otto Herding, Boppard, 1975.
48 Véase Sabbadini, Le scoperie.
19 Jules Alexandre Clerval, Les icoles de Chartres au moyen age, París, 1895. Leopold De-
lisle, “Les écoles d’Orléans au douziéme et au treiziéme siécle”, Annuaire-Buüetin de la So-
ciété de Fhistoire de France, 1969, núm. 7, pp. 139-154. Véase también The Battle of the Seven
Arts, ed. por Paetow. En lo que toca al contraste entre artes y authores, véase Eduard
Norden, Die antike Kunstprosa, vol. 2, Leipzig, 1898, pp. 688 y s í . , pp. 724 y s í . Al material
ya muy conocido que se tiene sobre el estudio de los authores en la Francia medieval,
me gustaría agregar el siguiente pasaje, tomado del cronista Landulfo Júnior, al que al
parecer nadie le ha prestado atención: “revocare Yordanum de Clivi a provincia que
dicitur Sancti Egidii in quá ipse Yordanus legebat lectionen auctorum non divinorum sed
paganorum” (Histora Mediolanends, Cario Castiglioni, Bolonia, 1934, p. 18). El aconteci
miento debe tener una fecha ligeramente posterior a 1100 d.c.
80 Tal vez la prueba más antigua de que en una escuela italiana .de la Edad Media sí
leía a los autores clásicos sea un registro criminal del robo de “tres libros de Ovidio”
sufrido por un profesor de gramática de Bolonia (1294); véase O. Mazzoni Toselli, RacconU
storici estratti dalFarchivio crimínale di Bologna, vol. 3, Bolonia, 1870, pp. 39 y ss.
61 En 1321 Giovanni del Virgilio fue nombrado profesor en Bolonia, siendo sus materias
versificación, Virgilio, Estacio, Lucano y Ovidio ’ ( Ghisalberti, “Giovanni del Virgilio",
pp. 4 y ss.). L. J. Paetow comenta ese documento de la siguiente manera: “Era un buen
principio [ ...] pero aquella promesa no llegó a cumplirse” ( The Arts Course at Medieval
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 135

de Montecasino, las bibliotecas italianas estaban peor abastecidas de


los poetas clásicos latinos que algunas de Francia y Alemania; se
ha notado que los humanistas del siglo xv descubrieron una mayoría
de sus manuscritos en otros países, no en Italia. Parece inevitable sacar
en conclusión que el estudio de los autores latinos clásicos estuvo com
parativamente descuidado en Italia en la temprana Edad Media, y que
se lo trajo de Francia en la segunda mitad del siglo xm.52 De esta
manera, los humanistas italianos tomaron en sus manos la labor de sus
predecesores franceses medievales justo cuando en Francia comenzaba
a declinar el estudio de los clásicos. Y si bien la erudición clásica de
los primeros humanistas estaba, por su alcance y su metodología, más
cerca de la tradición medieval, la del Renacimiento posterior fue mu
cho más allá de cualquiera de los logros conseguidos en la Edad Media.
En consecuencia, si tomamos en cuenta toda la producción literaria de
los humanistas italianos, llegamos a la conclusión de que el movi
miento humanista parece haberse originado de una fusión entre el
interés novedoso por el estudio de los clásicos, importado de Francia
hacia fines del siglo x i i i , y las tradiciones muy anteriores de la retó
rica italiana medieval.
Hemos visto que los humanistas no vivieron fuera de las escuelas
y universidades, sino que estuvieron íntimamente ligados a ellas. Los
humanistas solían encargarse de las cátedras de gramática y retórica;'8
es decir, las mismas ocupadas por sus predecesores medievales^ los
dictatores. De esta manera, es en la historia de las universidades, de
las escuelas y de sus cátedras donde se vuelve más clara la relación
de los humanistas con la retórica medieval. Sin embargo, dada la in
fluencia del humanismo, esas cátedras sufrieron un cambio que afectó
sus nombres, así como su contenido y sus propósitos. Hacia comienzos
del siglo xiv la poesía aparece en las universidades italianas como un
tema de enseñanza especial. A partir de allí, se consideró que la ense
ñanza de la gramática era, sobre todo, tarea de los profesores de los
primeros niveles, quedando en manos de los humanistas las cátedras

Universities, Urbana-Champaigne, 1910, p. 60). A decir verdad, la promesa sí se cumplió


en la evolución del humanismo italiano. En Italia nunca cesó la enseñanza de los autores
clásicos a partir de esa fecha memorable que coincide con la ¿poca aproximada en que
Petrarca estudiaba en Bolonia.
62 Respecto a las influencias francesas en el humanismo italiano del siglo XIV, véase
también B. L. Ullman, “Some Aspects of the Origin of Italian Hutnanism”, Philological
Quarterly, 1941, núm. 20, pp. 20-31. Es de fecha incluso anterior (1277) la correspondencia
entre dos notarios respecto al préstamo de un manuscrito de las Metamorfosis, de Ovidio
(II Notariato a Perugia, Roberto Abbondanza, Roma, 1973, núm. 199, pp. 252-254).
53 Burckhardt, Die Kultar der Renaissance in Italien, p. 154.
136 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

mucho más avanzadas de poesía y de elocuencia. Esta última era el equi


valente de la escritura en prosa y del discurso. La enseñanza de la
poesía y de la elocuencia era a la vez teórica y práctica, pues el profe
sor humanista instruía a sus alumnos en la composición de versos y de
discursos mediante reglas y modelos. Como se consideraba a los auto
res latinos clásicos los principales modelos por imitar, su lectura estaba
inseparablemente relacionada con la enseñanza teórica y práctica de la
poesía y de la elocuencia.
De esta manera, podemos comprender por qué los humanistas de los
siglos xiv y xv prefirieron llamar poesía a su campo de estudio, y
por qué a menudo se los consideraba poetas, aunque no componían obras
que, en el sentido moderno de la palabra, permitieran clasificarlos
como tales.54 Con ayuda de este telón de fondo es como debe compren
derse la coronación de poetas hecha en el Renacimiento.65 Al principio
se la tomaba como una especie de grado académico, y no se la concedía
tan sólo porque se hubieran escrito composiciones poéticas originales,
sino además porque se hubiera hecho un estudio competente de los
poetas clásicos.66
No se enseñaba la historia como un tema separado, sino que formaba
parte del estudio de la retórica y la poesía, ya que los historiadores

61 Karl Vossler, Poetische Theorien in der itaUeniscken Friihrenaissance, Berlín, 1900.


August Buck, Italienische Dichtungslehren vom Mittelalter bis zum Ausgang der Renais
sance, Tubinga, 1958.
85 La obra de Vincenzo Lancetti Memorie intorno ai poeti laureati d’ogni tempo e iTogni
naúone (Milán, 1839) resulta ya anticuada, pero no hay ninguna que tome su lugar. Fran
cesco Novati hizo algunas contribuciones importantes: “La suprema aspirazione di Dante”,
Indagini e postille dantesche, Bolonia, 1899, pp. 83 y ss.; también E. H. Wilkins, “The Corona-
tion of Petrarch”, Speculum, 1943, núm. 18, pp. 155-197. Creo que la ceremonia de la
coronación surgió de los recitales públicos y de las aprobaciones de libros ocurridas en las
universidades medievales (respecto a tales aprobaciones, véase Lynn Thorndike, “Public
Readings of New Works in Mediaeval Universities”, Speculum, 1926, núm. 1, pp. 101-103, y
notas adicionales por Hanskins y Thorndike, ibid., pp. 221 y 445 y ss.). Tenemos el eslabón
intermediario en la coronación del libro aprobado, como en el caso de Boncompagno en Bolo
nia, en 1215 (Novati, Indagini, pp. 86 y s.). Hay pruebas definitivas de que a Mussato no
sólo lo coronaron por su tragedia Eccerinis, sino también por su obra histórica sobre Enri
que II. También el diploma otorgado a Petrarca en su coronación se refiere a él, una y otra
vez, como poeta y cótaio historiador (Opera Omnia, Basilea, 1581, Cuarta Parte, pp. 6-7),
y hay casos posteriores en que se coronó a personas como poetas y oradores.
56 Petrarca fue examinado por el rey Roberto de Ñapóles, y llevó a Roma las cartas
testimoniales de éste; es decir, siguió en buena medida el procedimiento usado en el
reino de Ñapóles para otorgar los grados académicos. Su diploma se parece a los de
doctorado y le da autorización “tam in dicta arte poética quam in dicta histórica arte [ . . . ]
legendi, disputandi atque interpretandi veterum scripturas et novas (léase-, novos) a
seipso [...] libros et poemata componendi”. (Opera Omnia, IV, 6-7.)
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 137

de la Antigüedad contaban entre los prosistas que era usual estudiar


en las escuelas. La filosofía moral tuvo siempre una cátedra aparte,
y solía estudiársela con base en la Ética y en la Política de Aristóteles.
Sin embargo, comenzado ya el siglo XV, muy a menudo eran los huma
nistas quienes ocupaban la cátedra de filosofía moral, por lo común
combinándola con las de retórica y poesía.57 Dicha combinación refleja
la expansión del saber humanista al campo de la filosofía moral. Tam
bién eran los humanistas quienes comúnmente impartían las cátedras
de lengua y de literatura griegas, que fueron una innovación llevada
a cabo en el siglo xiv. Esta enseñanza no se encontraba tan íntima
mente unida al aspecto práctico de la composición de versos, discursos
o cartas como el estudio del latín y, por consiguiente, era de índole más
estrictamente erudita y filológica. Por otra parte, a partir del siglo XV
tenemos varios casos en que los humanistas que enseñaban griego daban
asimismo cursos sobre textos filosóficos y científicos griegos, invadien
do así el territorio de campos rivales.58
Más tarde se dio un nombre nuevo y más ambicioso al campo de
estudio cultivado por los humanistas. A partir de ciertas expresiones
halladas en Cicerón y en Gelio, ya en el siglo X iv los humanistas comen-
2aron a llamar a su campo de actividades estudios humanos o estudios
dignos del ser humano (studia humanitatis, studia humaniora) Desde
luego, ese nombre nuevo conlleva posiciones y programas nuevos, pero
abarcaba un contenido que había existido desde hacía mucho tiempo,
si bien designado entonces con los nombres más modestos de gramática,
retórica y poesía. Aunque algunos eruditos modernos no estuvieran
conscientes de este hecho, los humanistas sí lo estaban, y varios testi
monios de aquellos tiempos prueban que los studia humanitatis eran
considerados equivalentes de la gramática, la retórica, la poesía, la
historia y la filosofía moral.60
57 Por ejemplo, Barzizza y Filelfo ocuparon la cátedra de filosofía moral.
58 Marsuppini, Argyropulos y Politian dieron en Florencia conferencias sobre los textos
griegos o latinos de Aristóteles y otros autores filosóficos; en Bolonia hizo lo mismo Codro
Urceo, y en Padua Leonico Thomaeus.
09 Respecto a las humanitas en la antigüedad romana, véase Wemer Jaeger, Humanism
and Theology, Milwtukee, 1943, pp. 20 y ss., y pp. 72 y s. Max Sajineidewin, Die antike
Humanitüt, Berlín, 1897, pp. 31 y ss. Richard Reitzenstein, Werden und Wesen der Hu-
maniuit im Altertum, Estrasburgo, 1907. I. Heinemann, “Humanitas", en Pauly-Wissowa,
Real-Encyclopadie der classischen Altertumswissenschaft, Supplementband 5, Stuttgart, 1931,
col. 282-310. Joseph Niedermann, Kuitur, Florencia, 1941, pp. 29 y ss.
,0 Se tiene el enunciado más claro en el famoso canon bibliotecario que Nicolás V com
puso en su juventud para Cosme de Médicis, tras enumerar muchos libros sobre teología;
las obras de Aristóteles sobre logicis, physicis, metaphysica y moralibus; los comentarios
árabes y griegos a Aristóteles; otras obras filosóficas traducidas del griego y obras de mate-
138 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

Estas afirmaciones prueban, asimismo, otro punto en el que han


causado confusión la mayoría de los historiadores modernos: los hu
manistas, al menos en Italia o antes del siglo xvi, nunca proclamaron
que estuvieran sustituyendo la enciclopedia de saber medieval por otra
nueva;®1 a la vez, estaban conscientes de que su campo de estudio ocu
paba un lugar bien definido y limitado en el sistema de enseñanza de
aquellos tiempos.82 Claro está que procuraban subrayar la importancia

míticas, continúa así: “de studiis autem humanitatis quantum and grammaticam, rethori-
cam, historicam et poeticam spectat ac moralem.. (Giovanni Sforza, “La patria, la famiglia
ed i parenti di papa Nicoló V”, Ata. della Reate Accademia Lucchese di Scienze, Lenere
ed Arti 23, 1884, pp. 1-400 y 380).
Una carta de privilegio educativa de los jesuítas, de 1591, habla de “studia humanitatis,
hoc est grammaticae, historiae, poeticae et rhetoricae” (citado por Karl Borinski, Die Antike
in Poetik und Kunsttheorie, vol. 2. Leipzig, 1924, p. 327). Pierre Bersuire llama a Petrarca
“poetam utique et oralorem egregium in omni morali philosophia nec non et histórica et
poética disciplina, eruditum” (Fausto Ghisalberti, “L’Ovidius moralizatus di Pierre Ber
suire”, Studi Romanzi, 1933, núm. 23, p. 90). A la muerte de Leonardo Bruni, según dice
su epitafio en S. Croce, “historia luget, eloquentia muta est, ferturque Musas tum Graecae
tum Latinas lacrimas tenere non potuisse”. En 1456 Peter Luder anunció en Heidelberg
cursos públicos de “studia humanitatis id est poetarum oratorum ac hystoriographorum
libros”, y en Leipzig, en 1462, de “studia humanitatis, hiystoriographos, oratores scilicel et
poetas” (Ludwig Bertalot, “Humanistische Vorlesungsankündigungen in Deutschland im 15.
Jahrhundert”, Zeitschrift für Geschichte der Erziehung und des Vnterrichts, 1915, núm. 5,
pp. 3-4).
La fuente manuscrita de Giovanni Sforza para el “Inventarium Nicolai pape V quod
ipse composuit ad instantiam Cosme de Medicis ut ab ipso Cosma audivi die xn novembr.
1463 ego frater Leonardus Ser Uberti de Florencia O. P. presente R. o patre fratre Sante
de Florentia priore Sancti Marci Flor(entini) eiusdem ord(inis)” es cod. Conv. Soppressi
J. V II 30 (S. Marco) de la Biblioteca Nazíonale de Florencia, f. 180-185v (la referencia
dada por Sforza, “La patria...”, p. 359, es engañosa). También es característico el título
dado por Filelfo a uno de sus discursos: “oratio de L&udibus historie poetice philosophie et
que hasce complectitur eloquentie” (cod. Vallicell. F. 20 f. 213v). Charles Trinkaus, “A
Humanist’s Image of Humanism: The Inaugural Orations of Bartolommeo della Fonte”,
Studies in the Renaissance, 1960, núm. 7, pp. 90-147.
81 Sin embargo, Vives intentó esto en el siglo xvi, en su obra De tradendis disciplinis.
®2 Al comparar a Dante con Petrarca, el humanista Leonardo Bruni atribuyó al primero
mayores conocimientos de filosofía y matemáticas: “perocché nella scienza delle lettere e
nella cognigzione della lingtia latina Dante fu moho inferiore al Petrárca” {Le Vite di Dante,
Petrarca et Boccaccio, ed. por Angelo Solerti, Milán, s. f., pp. 292 y ss.). Para Bruni, la prepa
ración de Petrarca no es universal, y no incluye la filosofía. En su primera carta a Antonio da
S. Miniato, Ficino habla de abandonar su anterior estilo retórico y expresarse como filósofo
( “deinceps philosophorum more loqoamur verba ubique contempnentes et gravissimas in
médium sententias adducentes”, Forli, Biblioteca Comunale, Autografo Piancastelli, núm. 907;
véase P. O. Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, Roma, 1956, p. 146).
En su prefacio a De regimine sanitatis, Antonio Benivieni relata que pasó d é l a “oratorie
artis studia” a la filosofía y la medicina (Luigi Belloni, Turín, 1951, p. 19). Alamanno
Rinuccini, en carta a su hijo Filippo —carta que es un datado de educación^, insiste en que
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 139

de su campo en comparación con el de otras ciencias e invadir el te


rritorio de éstas, pero, en términos generales, no negaban la existencia
o la validez de dichas ciencias.
Ese lugar de los studia humanitatis tan bien definido queda reflejado
en el nuevo término humanista, al parecer acuñado durante la segunda
mitad del siglo x v , y que fue ganando popularidad a lo largo del XVI.
Parece ser que el término surgió de la jerga hablada por los estudiantes
universitarios y que gradualmente penetró en el uso oficial.” Se lo
acuñó siguiendo el modelo de términos medievales tales como legista,
jurista, canonista y artista y designaba al maestro encargado de los
studia humanitatis. Así, el término humanista, en este sentido limitado,

es necesario ir del estudio de la gramática y la retórica ( “ubi nogtrorum hominum plerique


gradum sistere consueverunt” ) al de la filosofía (Lettere ed Oradoni, ed. por Vito R. Giusti-
niani, Florencia, 1953, p. 97). En su diálogo Aegidius Pontano habla de la declinación de la
elocuencia cuando termina el Imperio Romano: “cum tamen disciplinae ipsae in honore
essent habitae, id quod physicorum theologorumque multitudo qmae pogt Boetium extitit plañe
declarat, tum in Hispania, tum in Gallüs Britaniisque ipsaque in Germania” (/ diaioghi,
Carmelo Previtera, Florencia, 1943, p. 259).
43 Rossi, II Quattrocento, pp. 6 y 15, cita un poema de Ariosto (1523) como primer
punto donde aparece el término umanista en italiano, así como un epigrama de finales del
siglo xv como primera aparición del término humanista en latín. No he podido verificar este
último pasaje, pero sí encontré el siguiente en una carta en vernáculo, escrita en 1490
por el rector de la universidad de Pisa a los funcionarios de Florencia: “avendo le S. V.
condocto quello Humanista che non é venuto”, esto será una decepción para muchos estu
diantes extranjeros que han venido “per udire humanitá” (Angelus Fahronius, Historia
Academice Pisarte, I, Pisa, 1791, pp. 369 y ss). La carta original (Archivo di Stato, Florencia,
Studio Florentino e Pisano, X I, f. 14) fue enviada por Andreas dal Campo notarius studii a
los Officiali dello Studio el 4 de diciembre de 1490. El original incluye “non essendo
venuto” y otras variantes ajenas a nuestro tema.
En el siglo x v i el término latino humanista aparece en los documentos de las universi
dades de Bolonia y Ferrara. En su diccionario italiano-inglés Juan Florio tiene la siguiente
entrada: “Humanista, un humanista o profesor de humanidades” (A Worlde of Wordes,
Londres, 1598, p 164). Augusto Campana da otros ejemplos de tal uso (en “The Origin
of the Word ‘Humanist’ ”, Journal of the Warburg and Courtauld Instílales, 1946, núm. 9,
pp. 60-73); llega a la misma conclusión respecto al origen y significado del término. Este
aparece repetidamente en Epistolae obscurorum viorum (Karl Brandi, Das Werden der
Renaissance, Gotinga, 1908, p. 23). El significado original seguía vigente en el siglo X V ili.
Salvino Salvini (Fasti Consolari deltAccademia Fiorentina, Florencia, 1717, p. xiv) men
ciona a Francesco da Buti, llamándole “dottore in grammatica, come allora si decevano gli
Umanisti” ; y Leibniz afirma de Valla “qu’il n’étoit pas moins Philosophe, qu’Huma-
niste” (Essais de Théodicée, §405). Como ejemplo español perteneciente a finales del
siglo XVI o principios del x v n tenemos el siguiente título: “Discurso de las letras humanas
llamado el humanista, compuesto por el maestro Francisco Cespedes, Cathedratico de prima
de Rhetorica en la Universidad de Salamanca” (Pedro Roca, Catálogo de los manuscritos que
pertenecieron a D. Pascual de Gayangos hoy en la Biblioteca Nacional, Madrid, 1901,
p. 227; núm. 643, hoy tiene el cod. 17736, según informe recibido de Ramón Paz).
140 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

fue creado durante el Renacimiento, mientras que el término humanis


mo fue usado por primera vez por los historiadores del siglo X IX .M
Si no me equivoco, el nuevo término humanismo refleja la concepción
moderna y falsa de que el humanismo renacentista fue, fundamental
mente, un nuevo movimiento filosófico; debido a la influencia de tal
idea, el viejo término humanista ha sido erróneamente interpretado,
creyéndose que designa al representante de un nuevo Weltanschauung.
Por otra parte, el viejo término humanista refleja el punto de vista
contemporáneo más modesto, pero a la vez correcto, de que los huma
nistas fueron los maestros y los representantes de una cierta rama del
saber que en aquel entonces se aplicaba y estaba en boga, pero a la vez
tenía un tema bien limitado. El humanismo no representaba la suma
total de la sabiduría existente en el Renacimiento italiano.
Si procuramos ir más allá del campo de las humanidades y pasar
a aquellos otros que se cultivaban durante el Renacimiento italiano; es
decir, si pasamos a los campos de la jurisprudencia, la medicina, la
teología, las matemáticas y la filosofía natural, encontramos una obvia
continuación de la actividad intelectual medieval, a la que, por lo
mismo, bien pudiera llamarse escolasticismo. Como el término ha sido
causa de controversia, deseo aclarar que no le atribuyo ninguna con
notación desfavorable. Como característica de dicho término no tomo en
cuenta ninguna doctrina en lo particular, sino más bien un método
específico o, en otras palabras, el tipo de argumentación lógica repre
sentada en el Questio.
Es bien sabido que, a partir del siglo xm, el contenido de la filosofía
escolástica tenía como base, en buena medida, las obras de Aristóteles
y que, a partir del siglo xn, el desarrollo de la citada filosofía estuvo
relacionado con las escuelas y las universidades de Francia e Ingla
terra, y especialmente con las universidades de París y de Oxford.
Sin embargo, el lugar ocupado por Italia en la historia y el desarrollo
de la filosofía escolástica se conoce menos. Entre los más famosos
filósofos y teólogos de los siglos xn y xm tenemos varios italianos,
pero casi todos ellos estudiaron y enseñaron en Francia. Si bien Italia
tenía florecientes escuelas de retórica, jurisprudencia y medicina en
el siglo xn y principios del xm, no tuvo un centro dedicado a los
estudios filosóficos. Después de 1220 la nuevas órdenes mendicantes

64 Al parecer, F. J. Niethammer acuñó el término HumanUmus en 1808 para designar


la teoria educativa que defendía el lugar tradicional dado a los estudios clásicos en los
planes de estudio (Walter Rüegg, Cicero und der Humanismus, Zürich, 1946, pp. 2 y a .) .
Goethe (Dichtung und Wahrheit, libro X III, publicado en 1814) emplea el término en el
sentido de humanitarismo (Dino Bigongiari trajo a mi atención este pasaje).
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 141

establecieron escuelas de teología y filosofía en muchas ciudades ita


lianas; mas, a diferencia de las francesas y las inglesas, esas escuelas
italianas fundadas por frailes carecieron por mucho tiempo de nexos
con las universidades de Italia. En las universidades italianas no hubo
cátedras regulares de teología antes de la primera mitad del siglo XIV
e, incluso después de dicho periodo, la enseñanza universitaria de la
teología continuó siendo circunstancial e irregular.
Si bien no del todo desconocida en Salerno hacia finales del si
glo xil, la filosofía aristotélica hizo su aparición regular en las univer
sidades italianas en la segunda mitad del siglo xm, en íntima relación
con la enseñanza de la medicina.86 Creo1que no hay peligro ninguno
en suponer que la filosofía aristotélica vino de Francia por aquel enton
ces, sucediendo lo mismo con el estudio de los autores clásicos y muchas
otras variedades de actividad intelectual.®6 Comenzado ya el siglo XIV ,
este aristotelismo italiano tomó una forma más definitiva.87 La ense-

®6 Respecto a la relación entre teología, medicina y filosofía en Italia, véase Hastings


Rashdall, The Universities of Europe in the Middle Ages, 2a. ed., ed. por F. M. Powicke y
A. B. Emden, vol. 1, Oxford, 1936, pp. 261 y ss. Hay cierto aristotelismo en las obras de
Urao y de otros maestros de Salerno (cf. Kristeller, Studies in Renaissance Thought and
Letters, pp. 517-519), y en el siglo X II hubo en Bolonia un grupo de teólogos canonistas
influido por Abelardo. Sin embargo, la relación regular entire medicina y filosofia aristo
télica, que sería característica de la ciencia italiana, aparece por primera vez en los
escritos de Tadeo de Florencia (finales del siglo x m ). Véase Bruno Nardi, “L’averroismo
bolognese nel secolo x m e Taddeo Alderotto”, Rivista di Storia ddla Filosofia, 1949, núm. 4,
pp. 11-22.
*® Es necesario investigar más a fondo la influencia de la escuela de Paiis en los prime
ros aristotélicos italianos. A l parecer, el primer dato tangible es que Centile da Cingoli,
quien sería maestro de lógica y filosofía en Bolonia hacia 1300, asistió a un curso sobre
Aristóteles impartido por Johannes Vate, quien estuvo en París por 1290 (Martin Crabmann,
ftfittelalterliches Geistesleben, vol. 2, Munich, 1936, pp. 265 y ss). Es bien sabido que Pedro
de Abano, supuesto fundador de la escuela de Padua, estudió en París y tuvo relaciones
personales con Jean de Jandun. Se dice que en fecha tan posterior como 1340 el médico
Centile da Foligno aconsejó al regidor de Padua que enviara doce jóvenes a París, para que
estudiaran arte y medicina (Heinrich Denifle y Émile Chatelain, Chartiílarium Universitaris
Parisiertsis, II, Paria, 1891, p. 558).
,T Martin Grabmann, “Studien Über den Averroisten Taddeo da Parara”, Mittelatterliches
Geistesleben, vol. 2, pp. 239-260; id., “Der Bologneser Averroist Angelo d’Arezzo”, ibid.,
pp. 261-271. Al mismo periodo pertenecen Pedro de Abano y Centile da Cingoli. Urbano
de Bolonia parece pertenecer a la segunda mitad del siglo xiv. Anneliese Maier, “Eine
italienische Averroistenschule aus der ersten HSlfte des 14. Jahrhunderts”, Die Vorlüufer
Galileis im 14. Jahrhundert, Roma, 1949, pp. 251-278; Martin Grabmann, “Gentile da
Cingoli, ein italienischer Aristoteleserklárer aus der Zeit Dantes”, Sitzungsberichte der
bayerischen Akademie der Wissenschaften, Philosophisch-llistorische Abteüung, Jahrgang
1940, Heft 9 (publicado en 1941). P. O. Kristeller, “A Philosophical Treatise from Bologna
142 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD M EDIA

ñanza de la lógica y de la filosofía natural se volvió una parte bien


establecida de los planes de estudio universitarios, e incluso se di
fundió a algunas escuelas secundarias. Un número creciente de comen
tarios y planteamientos acerca de las obras de Aristóteles refleja esta
tradición pedagógica; la misma tendencia general y los mismos antece
dentes manifiestan numerosos tratados sistemáticos sobre temas filo
sóficos. En los siglos XIV y XV se recibieron más influencias de París
en el campo de la filosofía natural, así como de Oxford en el campo
de la lógica.68 De la última parte del siglo xiv en adelante contamos con
una tradición continua de aristotelismo italiano, que abarca los si
glos XV y XI y buena parte del x v i i .®9
Una vez más, los hechos desnudos refutan la idea general de que
el escolasticismo, en tanto que filosofía venida del pasado, fue substi
tuido por la nueva filosofía del humanismo. El escolasticismo italiano
surgió hacia fines del siglo x i i i ; es decir, más o menos al mismo tiem
po que el humanismo italiano. Ambas tradiciones se fueron desarro
llando lado a lado a lo largo de todo el Renacimiento e incluso ya
concluido éste.
Ahora bien, las dos tradiciones tienen su lugar y su centro en dos
sectores distintos de la actividad intelectual: el humanismo en el cam-
''po de la gramática, la retórica, la poesía y, en cierta medida, en la
filosofía moral, y el escolasticismo en los campos de la lógica y de
la filosofía natural. Todo el mundo conoce los elocuentes ataques que

Dedicated to Cuido Cavalcanti”, en Medioevo e Rinascimento; Studi in Onore di Bruno


Nardi, vol. 1, Florencia, 1955, pp. 425-463. Véase también Zdzislaw Kuksewicz, Averroisme
Bolonais au XIVe siécle, Wroclaw, 1965; id^ De Siger de Brabant a Jacques de Plaisance,
Wroela w, 1968.
88 Pierre Duhem, “La tradition de Buridan et la Science italienne au xvie siecle”, Etudes
sur Léonard de Vinci, vol. 3, París, 1913, pp. 113-259; id., “La dialectique d’Oxford et la
scolastique italienne”, Bulletin ltalien, 1912, núm. 12; 1913, núm. 13. Marshall Clagett,
Giovanni Marliani and Late Medieval Physics, Nueva York, 1941. Curtís Wilson, WiUiam
Heytesbury, Madison, Wis., 1956. Theodore E. James, “De primo et ultimo instanti Petri
Alboini Mantuani” (tesis doctoral, Columbia University, 1968).
En lo que toca a este aristotelismo italiano, véase Friedrich Ueberweg, Grundriss der
Geschichte der Philosophie, 12a. ed., voL 3, Berlín, 1924, pp. 22 y ss. Jakob Brucker,
Historia critica philosophiae, vol. 4, Primera Parte, Leipzig, 1743, pp. 148 y ss. Cari von
Prantl, Geschichte der Logik im Abendlande, vol. 4, Leipzig, 1870, pp. 118 y ss., pp. 176
y ss., pp.. 232 y ss. Emest Renán, Averroes et Vaverróísme, París, 1852; ed. rev., 1861.
Clagett, Giovanni Marliani. Eugenio Garin, La filosofía, Milán, 1947, vol. 1, pp. 338-352 y
vol. 2, pp. 1-65. Bruno Nardi, Sigieri di Brabante nel pensiero del Rinascimento italiano,
Roma, 1945. P. O. Kristeller, “Renaissance Aristotelianism”, Greek, Román and Byzantine
Studies, 1965, núm. 6, pp. 157-174. Carlos B. Schmitt, A C ridad Survey and Bibliography
of Studies on Renaissance Aristotelianism, Padua, 1971.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 143

Petrarca y Bruni lanzaron contra los lógicos de su tiempo; en general


se cree que dichos ataques representan un nuevo y vigoroso movimiento
de rebelión contra viejos y endurecidos hábitos del pensamiento. Sin
embargo, el método dialéctico inglés era tan novedoso en las escuelas
italianas de aquellos tiempos como los estudios humanistas defendidos
por Petrarca y Bruni.70 Así pues, ese ataque humanista era en igual
medida cuéstión de rivalidad entre dos departamentos, que un choque
de ideas filosóficas opuestas. Bruni llega a insinuar en un punto, in
cluso, que no habla del todo en serio.n
Esas controversias, por interesantes que resulten, no pasan de signi
ficar meros episodios de un largo periodo de coexistencia pacífica entre
el humanismo y el escolasticismo. A decir verdad, los humanistas pe
leaban entre sí tanto como con los escolásticos. Más aún, equivocado
sería pensar que esas controversias fueron batallas serias respecto a
principios fundamentales; muchas de ellas significaron meros feudos
personales, simples torneos intelectuales o simples ejercicios de retó
rica. Finalmente, fracasará cualquier intento de reducir esas controver
sias a una cuestión única, ya que las discusiones abordaban temas
muy diversos y sobrepuestos.72 Por tanto¡, no debe sorprendernos que el
aristotelismo italiano sobreviviera callada y vigorosamente a los ata
ques de Petrarca y de sus sucesores humanistas.

70 Suele atribuirse a Pablo de Venecia la introducción de la dialéctica inglesa en Italia,


en Padua después de 1400. Sin embargo, Pedro de Mantua, a quien Prantl y Duhem con
sideran un autor del siglo XV en razón de la fecha de publicación de sus tratados, vivió en
el XIV y probablemente murió en 1400. Enseñó e n Bolonia y pudo haber sido el primer
italiano en seguir la escuela de Oxford. Véase la carta que le dirigiera Salutati (nota 13)
y la nota al pie de página de Novati, que da varios datos biográficos y referencias de
manuscritos, todos ellos desconocidos por los historiadores de la filosofía. En las Bibliotecas
de la Columbia University hay un manuscrito con obras de lógica de Pedro. El texto del
“loyca Ferebrigh” se encuentra en la biblioteca de los franciscanos, en Asís, donde apareció
ya en 1381 (cf. Giuseppe Manacorda, Stoiria della scuola in Italia, Milán, s. f., Segunda
Parte, p. 361). Sin embargo, se sabe que Pedro de Mantua estudió en Padua antes de co
menzar a enseñar en Bolonia en 1392. Véase Roberto Cessi, Athenaeum, 1913, núm. I,
pp. 130-131. A. Segarizzi, Atti della 1. R. Accademio di Scienze, Lettere ed Arti degli Agiaü
in Rovereto, 3a. serie, 1970, núm. 13, pp. 219-248. Cesare Vasoli, “Pietro degli Alboini da
Mantova ‘scholastico’ della fine del Trecento e un’Epistola di Coluccio Salutati”, Rinasci
mento (s. e. 3), 1963, núm. 14, pp. 3-21. James, “De primo et ultimo instanti Petxi Alboini
Mantua ni”.
71 Tras bromear con los nombres bárbaros de loa lógicos Ingleses, Bruni continúa:
“Et quid Colucci ut haec ioca omittam quid est inquam in dialéctica quod non Britannicis
sophismatibus conturbatum sit?” (Leonardi Bruni Areáni Dialogas de tribus vatibus Floren-
tiras, Karl Wotke, Viena, 1889, p. 16).
72 Se tienen algunas de las controversias humanistas en Remigio Sabbadini, Storia del
ciceronianismo, Turín, 1885.
144 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

Sin embargo, el aristotelismo del Renacimiento no quedó virgen de


la influencia nueva del humanismo. Los filósofos comenzaron a apro
vechar abundantemente los textos griegos y las nuevas traducciones lati
nas de Aristóteles, de sus antiguos comentadores y de los otros pensa
dores griegos. El renacer de las filosofías antiguas que el movimiento
humanista trajo como cauda — y en especial el renacer del platonismo
y del estoicismo— dejó una huella profunda en los filósofos aristoté
licos del Renacimiento.78 Mas, a pesar de esas modificaciones impor
tantes, el aristotelismo renacentista continuó la tradición escolástica
medieval sin ninguna brecha visible. Mantuvo su firme dominio de las
cátedras universitarias de lógica, filosofía natural y metafísica, e in
cluso los profesores humanistas de filosofía moral siguieron basando
sus conferencias en Aristóteles. La actividad literaria de esos filósofos
aristotélicos está representada por un gran número de comentarios,
planteamientos y tratados. Esta literatura es de difícil abordaje y de
lectura ardua, pero a la vez es rica en problemas y doctrinas filosó
ficos. Representa el grueso y el cogollo del pensamiento filosófico de
aquellos tiempos, pero ha sido muy olvidada por los historiadores mo
dernos. Los eruditos hostiles a la Edad Media la consideran una triste
supervivencia de las tradiciones medievales, que no hay peligro nin
guno en hacer de lado; sin embargo, sucede que en la literatura de los
humanistas tenemos el verdadero espíritu moderno del Renacimiento.
Por otra parte, los medievalistas se han concentrado en las primeras
fases de la filosofía escolástica, sacrificando sin pena alguna a los
escolásticos posteriores, tan criticados por los humanistas y los seguido
res modernos de éstos, tendencia todavía más acentuada por el hábito
actual de identificar el escolasticismo con el tomismo.
En consecuencia, casi todos los eruditos modernos han condenado a
los filósofos aristotélicos renacentistas sin oírlos, calificándolos de per-
geñadores vacíos y de seguidores de un pasado muerto, de seres incapa
ces de comprender los problemas reales de su tiempo. Por ello, trabajos
recientes sobre la civilización del Renacimiento repiten a menudo los
cargos hechos contra los filósofos aristotélicos por los humanistas de
aquellos tiempos, e incluso dan a dichos ataques un significado mucho
más extremo de lo que originalmente se intentaba. Otros eruditos que
se muestran igualmente desfavorables a los humanistas incluyen a esco
lásticos y humanistas en una sentencia sumaria que refleja los juicios de

73 Respecto a los elementos estoicos en Pomponazzi, véase Léontine Zanta, La renaissance


du Stoiásme au XVle siecle, París, 1914. En lo que toca a los elementos platónicos en
Pomponazzi, véase el capítulo II.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 145

los científicos y filósofos del siglo x v i i . Sólo unas cuantas figuras famo
sas — como Pietro Pomponazzi— parecen resistir este veredicto general.
Se ha dado la tendencia a presentar a Pomponazzi y otros cuantos
pensadores como, en esencia, distintos de los otros aristotélicos de su
tiempo, y como íntimamente relacionados con los humanistas o con
científicos posteriores. Se trata de un mero intento de reconciliar el
respeto que se tiene por Pomponazzi con los prejuicios modernos contra
los aristotélicos del Renacimiento. En realidad, Pomponazzi no perte
nece a los humanistas o a los científicos posteriores, sino a la tradición
del aristotelismo medieval y renacentista. Es comparativamente peque
ño el número de especialistas modernos que ha leído algunas de las
obras de los aristotélicos italianos. El estudio más influyente y com
pleto de este grupo aparece en el libro que Renán dedica a Averroes y
el averroísmo, libro de considerable mérito para su época, pero que a
la vez incluye varios errores y confusiones que se han venido repitien
do desde entonces.74 Si queremos juzgar los méritos y las limitaciones
del aristotelismo renacentista, deberemos llevar a cabo una nueva inves
tigación directa de los materiales que sirven de fuente, y no seguir
repitiendo juicios ya anticuados. Será necesario estudiar en detalle
las cuestiones examinadas por esos pensadores, entre ellas la doctrina
de la inmortalidad y su demostrabilidad, el problema de la doble ver
dad y el método de la prueba científica.75 Además, debe prestarse la
atención debida a las contribuciones que los filósofos aristotélicos
hicieron a la medicina y la historia natural, así como a la influencia

14 Ernest Renán, Averroes et Faverroisme, 2? ed., Paría, 1861. En lo que toca al siglo X III,
la obra de Renán ha sido superada por la de Pierrd Mandonnet, Siger de Bmbant et Fave-
rrmsme latín au X llle sísele, 2a. ed., 2 vols., Lovaina, 1908-1911. Existe la creencia general
de que ‘Mandonnet superó a Renán por completo, pero esto resulta obviamente falso res
pecto a los siglos xiv y posteriores. Tampoco elimina a Renán un articulo más reciente,
de M. M. Gorce, “Averroísme”, Dictionnaire iTHistoire et de Géographie Eccléüaslique,
1931, núm. 5, pp. 1032-1092, aunque sí lo completa en unos cuantos detalles. Gorce sigue
a Renán en el periodo último y no corrige ninguno de sti3 principales errores. Hay una
literatura bastante extensa dedicada a Pomponazzi, así como una monografía sobre Cesare
Cremonini, escrita por Léopold Mabilleau, Étude hxstorique sur la pkilosophie de la Re
naissance en ¡talle, París, 1881. Véase también Bruno Nardi, Saggi sulTAristotelismo paio-
vano dal sécalo XIV al XVI, Florencia, 1958. M. A. Del Torre, Studi su Cesare Cremonini,
Padua, 1968.
78 J. H. Randall, jr. ha publicado una importante contribución al último problema:
"The Development of Scientific Method in the School of Padua”, Journal of the History
of Ideas, 1940, núm. 1, pp. 177-206, reimpreso en The School of Padua and the Emergen-
ce of Modem Science, Padua, 1961, pp. 13-68. Giovanni di Napoli, L’immortalitá deWanima
nel Rinascimento, Turín, 1963; Martin Pine, “Pietro Pomponazzi and the ImmorUlity
Controversy” (tesis doctoral, Columbia University, 1965).
146 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

que ejercieron en científicos como Galilei y Harvey.7® Será necesario


volver a exaipinar y posiblemente abandonar nociones sobre la perma
nencia del tomismo entre los aristotélicos, sobre la controversia entre
los averroistas y loa alejandristas, sobre la continuidad y la uni
formidad de la escuela de Padua e incluso el concepto mismo de ave-
rroísmo. También habrán de investigarse los orígenes y la validez de
una creencia muy difundida: que los aristotélicos italianos eran ateos
y librepensadores que, simplemente, no se atrevían a expresar su pen
samiento.77

76 Respecto a las contribuciones de los aristotélicos a la ciencia del siglo xvi, véase Lynn
Thorndike, A History of Magic and Experimental Science, vols. 5-6, Nueva York, 1941. En lo
que toca a los nexos de Galilei con el aristotelismo italiano, véase Randall, “The Development
oí Scientific in the School of Padua”. Quiero agregar el siguiente detalle: todos
conocen la afirmación hecha por Galilei, que la nobleza de una ciencia depende más de la
certeza de su método que de la dignidad de su tema {Opere, Edizione Nazionale, vol. 6, 1896,
p. 237 y vol. 7, 1897, p. 246). Al recordar esa afirmación, me sorprendió encontrar entre las
cuestiones de Pomponazzi sobre el primer libro de anima de Aristóteles la siguiente: “Nobili-
tas scientiae a quo sumator. Quaestio est a quo sumatur magis nobilitas scientiae, an a
nobilitate subiecti an a certitudine demonstrationis vel aequaliter ab ambobus” (Luigi Ferri,
“Intorno alie dottrine psicologiche di Pietro Pomponazzi”, Atti della Reaie Academia dei
Linci, 2a. serie, 3, 1875-1876, Tercera Parte, p. 423). A diferencia de Galilei, Pomponazzi no
da una respuesta clara; pero es obvio que la afirmación de Galilei no constituye un aforismo
aislado, sino una respuesta consciente dada a una cuestión tradicional que se debatia en las
escuelas de filosofía aristotélica. Véase Eugenio Garin, La Disputa delle Arti nel Quattro-
cento, Florencia, 1974, pp. xiii y ss.
TT Una mayoría de estas ideas llegan a Renán, y ha sido repetida desde entonces, en
especial por los eruditos franceses. Como espero haber demostrado en otro sitio, no hay
pruebas de que en el siglo xvi existiera una escuela alejandrina; apenas tenemos una
tradición averroista uniforme, especialmente en el sentido dado al término por Renán, quien
no consigue diferenciar entre el uso hecho por Averroes como comentador y la aceptación
de doctrinas averroistas especificas, como la de la unidad del intelecto. En Padua no hubo
una escuela distintiva, sobre todo en el siglo xiv; hubo meramente un amplio movimiento
de aristotelismo italiano, en el cual la universidad de Padua tuvo un papel de primera linea
en el siglo XVI. Muchos de los filósofos «^numerados por Renán como representativos de la
escuela paduana nunca vivieron, de hectó, en tal ciudad. La tradición de que los aristoté
licos paduanos eran ateos y librepensadores tiene como base, mayo mente, anécdotas e in3Í-
nuacipnes surgidas en Francia durante los siglo x v ii y x v iii, cuando los librepensadores de
ese periodo buscaban antecesores, y cuando sus oponentes ortodoxos no tenían razón alguna
para defender la memoria de aquellos pensadores que habían intentado un compromiso
entre la razón y la fe de un modo que ninguno de esos grupos consideraba ya permisible
o posible. P. 0. Kristeller, “Petrarch’s ‘Aver oists’ ”, Bibliotheque ctHumanisme et Renais
sance 14, Mélanges Augustin Renaudet, 1952. pp. 59-65; id., “The Myth of Renaissance
Atheism and the French Tradition of Free Thought”, Journal of the History o¡ Phüosophy,
1968, núm. 6, pp. 233-243; id., “Paduan Averroism.and Alexandrism in the Light of Recent
Studies” en Aristotelismo Padovano e Filosofía Aristotélica: Atti del X II Congresso Interna-
zionale di Filosofía, Florencia, 1960, núm. 9, pp. 147-155.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 147

Por tanto, podemos sacar en conclusión que el humanismo y el esco


lasticismo del Renacimiento surgieron en la Italia medieval por la mis
ma época; es decir, hacia finales del siglo xm. Que coexistieron y se
desarrollaron durante el Renacimiento y más allá como ramas distintas
de la erudición de aquella época. La controversia entre ellos existente,
mucho menos persistente y violenta de como suele representársela,
es una simple fase en la batalla de las artes y no una lucha por la exis
tencia. Podemos compararla con los debates sobre las artes presentes
en la literatura medieval, con las pretensiones rivales de la medicina
y de la ley en las universidades o con la afirmación hecha por Leo
nardo en su Paragone, donde proclamaba la superioridad de la pin
tura respecto a las otras artes. Desde luego, el humanismo tenía la
tendencia a influir en las otras ciencias y a crecer a costa de ellas, pero
entre el humanismo y el escolasticismo eran posibles todo tipo de
ajuste y combinación. Y se los llevó a cabo con fortuna. Fue después
del Renacimiento, al surgir la ciencia y la filosofía modernas, cuando el
aristotelismo se vio gradualmente desplazado, ocurriendo que el huma
nismo perdiera poco a poco sus antecedentes retóricos y se convirtiera
en la filología y la historia modernas.
Así pues, tanto el humanismo como el escolasticismo ocupan un lugar
importante en la civilización del Renacimiento italiano, sin que nin
guno de ellos dé una imagen unificada y sin que ambos, juntos, repre
senten la totalidad de la civilización renacentista. Tal como el hu
manismo y el escolasticismo coexisten como ramas diferentes de la
cultura, tenemos otras ramas importantes y acaso hasta más importantes.
Pienso en el desarrollo de las bellas artes, en la literatura vernácula,
en las ciencias matemáticas, en la religión y en la teología. Muchas
interpretaciones equivocadas han resultado de los intentos de interpre
tar o criticar el humanismo y el escolasticismo a la luz de esos otros
desarrollos. Demasiados historiadores han tratado de realizar el papel
de las bellas artes, de la poesía vernácula, de la ciencia o de la religión
en oposición a la “ erudición de las escuelas” . Es necesario rechazar
tales intentos. Los problemas religiosos y teológicos de las Reformas
protestante y católica difícilmente se relacionan con las cuestiones exa
minadas en la literatura filosófica de ese periodo, y tenemos de
fensores y enemigos de la erudición humanística y de la filosofía
aristotélica en los seguidores de ambos grupos religiosos. En Italia, el
desarrollo de la poesía vernácula no sufrió oposiciones o demoras
a causa de los humanistas, como afirma la mayoría de los historia
dores de la literatura. Desde luego, algunos humanistas insistieron en
la superioridad del latín, pero pocos de ellos, si hubo alguno, pensa
148 EL PENSAMIENTO RENACENTISTA Y LA EDAD MEDIA

ron seriamente en abolir el volgare del habla o de la escritura. Por otra


parte, entre los defensores del volgare tenemos muchos humanistas, y
un buen número de autores continuó escribiendo en ambos idiomas.
Una vez más, los historiadores modernos han querido interpretar como
una lucha por la exisíencia lo que no pasa de ser una rivalidad entre
formas de expresión diferentes.78
El desarrollo admirable de las bellas artes, gloria principal del Re
nacimiento italiano, no surgió de ninguna idea exagerada acerca del
genio creador del artista o acerca de su papel en la sociedad y en la
cultura. Esas ideas son producto del movimiento romántico y de sus
antecesores del siglo x v i i i , resultando en gran medida ajenas al Rena
cimiento italiano.79 Los artistas del Renacimiento fueron, ante todo,
artesanos, y si a menudo acababan en científicos, no era porque gracias
a su genio superior anticiparan el destino moderno de la ciencia, sino
porque ciertas ramas del conocimiento científico — como la anatomía,
la perspectiva o la mecánica— eran consideradas un requisito indispen
sable en el desarrollo de su arte. Si algunos de esos artistas científicos
hicieron contribuciones considerables a la ciencia, ello no significa que
se mostraran por completo independientes o despreciativos de la ciencia
y de la erudición existentes en su tiempo.
Finalmente, durante el siglo xvi las matemáticas y la astronomía
lograron avances notables y adquirieron cada vez más importancia en
sus aplicaciones prácticas, en la literatura de su tiempo y en los planes
de estudio de escuelas y universidades. Si tal desarrollo no afectó de
inmediato la filosofía, nada tiene que ver ello con la estupidez o
la inercia de los filósofos contemporáneos, y sí con el hecho de que la
física o la filosofía natural eran consideradas como parte de la filo
sofía, no habiendo casi ningún nexo tradicional entre las ciencias ma
temáticas y la filosofía. Galileo fue un estudiante y un maestro de
matemáticas y astronomía, no un filósofo. Su afirmación de que la

78 En lo que toca a la cuestión del latín y el volgare desde el punto de vista: humanista,
véase Remigio Sabbadini, Storia del ciceronianismo, pp. 127-136. No estoy de acuerdo con
el modo en que presenta el problema. Los discursos de Romolo Amaseo y el similar de
Sigonio fueron, ante todo, defensas del latín como campo de estudio, sin que hubiera inten
ción ninguna de abolir el volgare. Seguimos a la espera de una historia del lenguaje lite
rario italiano que muestre la expresión gradual de éste a costa del latín y, asimismo, de
los dialectos locales; que lo haga por las varias regiones de Italia y según las distintas ramas
de la expresión literaria. Burckh&rdt formuló el problema en Die Kulíur der Renaissance,
p. 418. Véase Kristeller, Studies in Renaissance Thought and Letters, pp. 473-493.
n P. O. Kristeller, “The Modera System of the Arts”, Journal of the History of Idea*,
1951, núm. 12, pp. 496-527 y 1952, núm. 13, pp. 17-46; reimpreso en Renaissance Thought
I h Papen in Humonism and the Arts, Nueva York, 1965, pp. 168-227.
EL HUMANISMO Y EL ESCOLASTICISMO 149

física debía tener como base las matemáticas y no la lógica era algo
más que una mera idea novedosa, pues vino a revolucionar los conceptos
mismos que servían de fundamento a los planes de estudio de escuelas y
universidades. Lógico resulta que se le opusieran los físicos aristoté
licos de su época, quienes consideraron su método una invasión llevada
a cabo por los matemáticos del dominio que por tradición le correspon
día a ellos. Por otra parte, no hay prueba de que Galileo encontrara
una resistencia seria en su propio campo — el de las matemáticas y la
astronomía— , cuyas cátedras principales fueron ocupadas pronto por
sus discípulos. Sí queremos comprender y juzgar estos desarrollos, nece
sitamos conocer los temas y las tradiciones profesionales existentes
en la alta Edad Media y en el Renacimiento.
La erudición moderna ha sido demasiado afectada por todo tipo de
prejuicios: contra el uso del latín, contra el escolasticismo, contra la
Iglesia medieval; además, también la afectaron los intentos sin base
por ver en el Renacimiento el origen de ciertos acontecimientos poste
riores, como la Reforma alemana, el libertinaje francés o el liberalis
mo y el nacionalismo del siglo xix. Un estudio directo y, posiblemen
te, objetivo de las fuentes originales es el único modo de comprender
el Renacimiento. No tenemos ninguna justificación real que nos per
mita tomar posiciones en las controversias del Renacimiento y realzar
el humanismo a costa del escolasticismo, éste a costa de aquél o la
ciencia moderna a costa de ambos. En lugar de esforzarnos por reducir
todo a una o dos cuestiones, que es el privilegio y la maldición de las
controversias políticas, debemos intentar desarrollar una especie de
pluralismo histórico. Es fácil alabar todo aquello del pasado que se
parezca a nuestras ideas favoritas del presente, o el ridiculizar y redu
cir al mínimo lo que con ellas no esté de acuerdo. Pero ese método no
es ni justo ni útil para comprender adecuadamente el pasado. Igual
mente fácil es caer en una especie de idolatría del éxito y hacer de lado,
con un encogimiento de hombros, ideas derrotadas o rechazadas; pero,
al igual que en la historia política, ese método no hace justicia ni a
los vencidos ni a los vencedores. En lugar de culpar a cada siglo por
no haber anticipado los logros del siguiente, la historia del intelecto
debe registrar pacientemente tanto los errores como las verdades del
pasado. Probablemente sea imposible una objetividad total, pero ésta
debe seguir siendo la meta y la norma permanentes de los historia
dores, de los filósofos y de los científicos.

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