Semblanza Rev Mex
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“La libertad no se conquista de rodillas, sino de pie, devolviendo golpe por golpe,
infringiendo herida por herida, humillación por humillación. Que corra la sangre a
torrentes, ya que ella es el precio de nuestra libertad, estas fueron palabras que
Ricardo Flores Magón, gran pensador de la Revolución mexicana, dirigió al pueblo
de México, para que tomaran conciencia de que debían luchar por sus derechos y
por una vida mejor.
A este llamado se unieron hombres y mujeres muy valiosos como fueron los
hermanos Serdán, iniciadores de la revolución mexicana y cuyo valor quedó
labrado a tiros en la fachada de su casa ubicada en la ciudad de Puebla.
Durante el gobierno del gral Porfirio Díaz el pueblo de México sufría mucha
pobreza e injusticia y en 1910 ya había llegado a su límite.
Principales causas
2. El latifundismo
3. El imperialismo
sociales.
Principales hechos
Después de dos años de caos político y social, a fines de 1915 tomó el poder
Venustiano Carranza, quien en 1917 promulgó la Constitución de Querétaro,
donde se implantaban importantes reformas como: la jornada laboral de 8 horas,
la indemnización por accidentes de trabajo, la libertad de creencias, la reforma
agraria y la nacionalización del petróleo.
Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con
gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte fco villa
La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que
rebaños de esclavos para la tiranía. Emiliano zapata
"Madero ha soltado al tigre, a ver si puede domarlo" Porfirio diaz
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Indice
1. Introducción
2. Don Francisco I. Madero en la decena tragica la decena infame
3. Cronología de los hechos
4. El Maximato 1928-1934
1. Introducción
La primera de las grandes revoluciones sociales del siglo tuvo lugar en la América
Latina. México estaba bajo el férreo control del dictador Porfirio Díaz y aunque su
política económica favoreció el progreso comercial y la producción mexicana, los
beneficios se repartían entre los miembros de una oligarquía excluyente. Para
1910, el 85% de la tierra mexicana le pertenecía a menos del 1% de la población.
Los campesinos se quedaron sin tierras y sin trabajo y sufrían a diario los efectos
del hambre y la pobreza.
Luego de más de 30 años en el poder, Díaz hizo un simulacro de apertura
democrática y llamó a elecciones ese año. Surgió un oponente poderoso,
Francisco Madero, que simpatizaba con la causa de la reforma agraria, contaba
con el apoyo del campesinado y postulaba el principio de la no-reelección. Madero
fue encarcelado y Díaz obtuvo una victoria electoral por la vía del fraude.
Las protestas y la insurrección campesina no le permitieron al viejo dictador
mantenerse en el poder y optó por exiliarse a Francia. Las esperanzas que
muchos mexicanos tenían cifradas en Madero se vieron frustradas por su
incapacidad para mantener el orden. Su asesinato en 1913 fue el detonante que
sacudió al país y desató un torrente de pasiones y cruentas pugnas por el poder
que se extendieron por varios años.
De los ejércitos campesinos surgieron grandes líderes militares como Francisco
"Pancho" Villa y Emiliano Zapata que se hicieron famosos por sus hazañas. En
1917 se redactó una nueva constitución que promulgaba el control público de los
recursos naturales, la educación gratuita y compulsoria y la formación de uniones
laborales. México recuperó su estabilidad en 1920 con el gobierno de Alvaro
Obregón.
La revolución mexicana tuvo muchos caudillos, se garantizó el 20 de Noviembre,
pero ya se había iniciado el día 17 en la casa de los hermanos Serdán, dentro de
la revolución brillaron infinidad de planes, uno de los que más eco tuvo dentro del
grueso de la población campesina fué la frase de Emiliano Zapata, TIERRA Y
LIBERTAD , dicha frase se puede decir que fué el himno de muchos de los
campesinos que tomaron parte en la lucha contra la dictadura, se puede localizar
dentro del famoso PLAN DE AYALA, formulado por Emiliano Zapata, que en su
punto cinco dice:
"En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no
son dueños ni de la tierra que pisan, y sin poder mejorar en nada su condicion
social, ni poder dedicarse a la industria o la ganadería por estar monopolizadas
por unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esa causa, se
expropiarán previa indemización de la tercera parte de esos monopolios, a los
poderosos propietarios de ellas, a fín de que los pueblos y ciudadanos de México,
obtengan ejidos, colonias, feudos legales para pueblos o campos de sembradíos o
de labor, y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad para los
mexicanos.
El Gral. don Porfirio Díaz envejece, pierde sus facultades de mando, control y
energía, que en algo servían con su íntimo espíritu de mexicano para amenguar
las exageradas ambiciones de sus protegidos, que como nuevos encomenderos y
esclavistas arrecian su desconsideración sobre el pueblo humílde: el trabajador y
el campesino de México.
Eran los tiempos de don Porfirio Díaz en los que su corte de favoritos sometían y
acallaban a las inteligencias más relevantes con la violencia brutal o con el
soborno más descarado, corrompiendo a aquella generación que floreció en el
último tercio del siglo pasado, y, cuyos hombres a principios de este siglo
quedaron eunucos en sus razonamientos, y seducidos con el halago del poder y
del dinero se convirtieron en los más groseros cómplices de sus depredaciones
con el pueblo.
Ellos habían abolido toda posibilidad del voto democrático, del sufragio efectivo y,
desde el Jefe Político de cualquier pueblo hasta los gobernadores de los Estados,
eran designados por don Porfirio Díaz bajo la presión que el ejercía aquella corte
de favoritos. Las nefastas "tiendas de raya" en las que el campesino era obligado
a adquirir lo poco que consumía, fueron el medio para obligarlos a vivir siempre
subyugados bajo la afrenta pública de una deuda irredimible. El alcohol se les
vendía en abundancia para embrutecerlos y para apretar más el lazo a aquellos
desventurados labradores rústicos. Pero, en esa hora, dentro de aquel ambiente
asfixiante e irrespirable, supieron surgir espíritus valientes, para protestar y luchar
incontaminados. Entre ellos, como cabeza indiscutible, surge cimera la figura
precursora de Ricardo Flores Magón, que secundado por Antonio I. Villarreal, Juan
Sarabia y Librado Rivera, son persegidos, encarcelados, y desterrados hasta
Allende el Bravo, con sus almas siempre impulsadas por su aleteo rebelde contra
los vientos de la dictadura que azota y diezma a la Patria.
La revolución Maderista del 20 de noviembre de 1910 derrotó al dictador Porfirio
Díaz y logró sentar en la Presidencia con sufragios efectivos a don Francisco I.
Madero. En Coahuila don Pablo González, el viejo magonista, y estando de
acuerdo con don Francisco I. Madero y con Venustiano Carranza para lanzarse
contra la Dictadura Porfirista, lo hizo pronunciándose al grito de "!Viva Madero!" el
22 de enero de 1911 en el Puerto del Carmen, del Municipio de Nadadores,
Coahuila, al frente de muchos después connotados jefes como Francisco Murguía,
Cesáreo Castro, Idelfonso V. Vázquez, Teodoro Elizondo y muchos más.
Hecho el Gobierno de don Francisco I. Madero, el primer gran traidor fue Emiliano
Zapata quien, obedeciendo órdenes de latifundistas como Felix Díaz e Ignacio de
la Torre y Mier, sobrino el primero y yerno el segundo del Dictador Porfirio Díaz,
lanzó el 28 de noviembre su fraudulento Plan de Ayala significando como Jefe al
traidor Pascual Orozco Jr., y según documentación comprobatoria, actuó siempre
como fiel instrumento de los terratenientes, de las compañías petroleras
extranjeras y de la Casa Blanca en Washington.
El 20 de Noviembre de 1910
Los treinta años de dictadura de Porfirio Díaz significaron una profunda
transformación para el país. La propiedad comunal se disolvió y muchos
campesinos se quedaron sin tierras, obligados a trabajar para las grandes
haciendas. Como consecuencia de esto, se inició la emigración hacia la frontera
del norte del país.
La introducción del ferrocarril favorecía la integración del mercado interno y, con
ello, la incipiente industrialización. A medida que se articulaba dicho mercado y la
hacienda agroexportadora entraba en su etapa de auge y expansión, las
relaciones de trabajo se fueron transformando. El campesino aparcero y mediero,
privado de sus tierras, se convirtió en jornalero agrícola, mientras que, por otro
lado, se inició la expulsión de la mano de obra rural hacia los nuevos centros de
industrialización, formandose así los primeros grupos de trabajadores fabriles.
Políticamente, el Estado Mexicano fue centralizándose y los intereses regionales
se supeditaron a un proyecto de desarrollo nacional moderno. Ante las
consecuencias sociales de este proceso, gran parte del país opuso resistencia.
Desde los primeros años fueron frecuentes las sublevaciones campesinas, las
huelgas en fábricas y minas y, antes de que terminara el siglo, amplios sectores
del antiguo artesanado se movilizaron también, formando grupos de oposición.
A la una de la mañana del 9 de Febrero de 1913, en la escuela militar de San
Fernando, todo era movimiento: los jóvenes aspirantes habían recibido órdenes de
los oficiales, para enlistarse de momento y marchar a la Capital de la República,
disque a reprimir una asonada. Poco después de la hora mencionada, los artilleros
del 2o Regimiento de guarnición en Tacubaya, despertaban al toque de diana.
Escucharon la consigna de tomar equipo de combate y emprender salida rumbo a
la Ciudad de México. Ambas corporaciones fueron escogidas por el Gral. Manuel
Mondragón, está perfectamente probado que el menguado General fue el autor
intelectual del cuartelazo del 9 de Febrero, el mismo individuo que prostituyó al
ejército, mediante procedimientos arteros, a la deslealtad. Habiendo perdido el
patrocinio del General Díaz, necesitaba encumbrarse por cualquier medio a un
sitio gubernativo en el que el oro manara a raudales y le concediera todo el poder
que años atrás había disfrutado.
Así fue como al las 7:20 a.m. dichos Generales a las órdenes del Coronel Juan C.
Morelos; los mismos generales nombrados, procedieron a distribuir a leales en
sitios estratégicos, con el objeto de repeler la agresión de los amotinados. Al
presentarse estos, capitaneados por el General Reyes, fueron recibidos con
nutrido fuego de fusilería. Los bravos García Peña, Villar y Bassó, disparaban
certeros la dotación de sus revólveres. En los primeros momentos de la terrible
refriega, perecieron el Gral. Bernardo Reyes, por una parte, y por la otra el
Coronel Morelos. Heridos los Generales García Peña y Villar, la continuación de la
defensa quedó encomendada al General José María de la Vega. Los aspirantes
que ocupaban la Catedral depusieron las armas, poniéndolas a las órdenes del
Supremo Gobierno; Félix Díaz y Mondragón, tomaron el rumbo de la Ciudadela.
Tan pronto como la noticia detallada del cuartelazo llegó a Chapultepec,
residencia privada del Señor Madero, éste dispuso su violenta salida al lugar de
los sucesos. Después de transmitir las órdenes más urgentes se encaminó a
caballo hacia el Palacio Nacional, acompañado de sus hermanos D. Ernesto y D.
Gustavo, del Ministro de Comunicaciones Ingeniero Manuel Bonilla y del Mayor
López Figueroa. Formábanle escolta los alumnos del Colegio Militar.
Caminando por la Avenida Juárez a la altura del Teatro Nacional, una patrulla de
revoltosos, disparó sus armas sobre el grupo que rodeaba al Ejecutivo, más con
tal precipitación, sólo se tuvo que lamentar la desgracia de algunos heridos. Los
revoltosos desaparecieron y la comitiva presidencial continuó su marcha por la
Avenida de San Francisco llegando al fin, al Palacio, sitio en el que pocos
momentos después se les reunieron la mayor parte de los Secretarios de Estado.
Donde en Consejo extraordinario se llegó a las resoluciones siguientes:
Enviar a la Ciudadela al Mayor López Figueroa pidiendo la rendición de los
rebeldes. Detenido éste por los sublevados, lo sustituyó en la Inspección de
Policía el Mayor Benjamín Camarena.
Suspender el servicio particular de telégrafos para el interior y el telefóno
suburbano. Llamar al General Vasconcelos, al traidor Blanquet de Toluca,a
Medina Barrón, al 30 Batallón situado en Teotihuacán, al numeroso cuerpo de
voluntarios que comandaba en el Estado de Puebla el Coronel Ocaranza y por
último, a Rubio Navarrete.
Ese día como a las seis de la tarde, me mandaron llamar a los salones de la
Presidencia y hablé con mi General Mondragón, quien me dijo: "Sabemos,
Cárdenas, que usted es hombre y sabe hacer lo que se le manda. El que mató a
un Santanón, debe con facilidad matar a un Madero." El General después de
escuchar mi contestación afirmativa, me indicó que podría retirarme y que
estuviera listo con mis hombres, escogiéndolos de confianza, pues el primero que
dijera una frase de lo que se iba a hacer sería fusilado.
Como a las ocho y media de la noche y cuando ya tenía mis hombres listos, se me
mandó llamar por el mismo General Mondragón, quien me ordenó que sacásemos
a los Señores Madero y Pino Suárez de los alojamientos donde se encontraban y
los lleváramos a la Penitenciaría para que allí, en uno de los patios,
procediéramos a su ejecución. Despues de recibida esta orden, yo y mis hombres
nos dirigimos a tomar a los reos del lugar en que se hallaban. El Señor Madero
incorporándose, me dijo encolerizado: "Qué van a hacer conmigo, cualquier
atropello que se haga, no será a mí sino al Primer Magistrado de la Nación". Nada
contesté, me limité a poner al Presidente entre los rurales y poco después hacía lo
mismo con el Licenciado Pino Suárez quien no protestó, pidiendo solamente se
avisara a su familia sobre el sitio a donde se le llevara.
Salimos yo y mi gente con los prisioneros, cuando al pasar por uno de los pasillos
que hay en el patio de honor, el Sr. Madero protestó con energía y hubo un
momento en que dio un bofetón en el rostro a uno de los guardias que estaba más
cerca de él. Los gritos de protesta continuaban y entonces me apresuré a
participarlo al General, comprendiendo que era expuesto sacarlo de allí con
escándalo. En uno de los salones de la Presidencia, creo que fue en el Amarillo,
me encontré a los generales Victoriano Huerta y Manuel Mondragón, así como a
otras personas que no conocía y en seguida expuse lo que pasaba. Mi General
Mondragón mesándose con ira los cabellos, se levantó de su asiento y me dijo:
"Llévelos a una caballeriza y allí los remata." Esta orden la aceptaron las personas
que con él estaban, agregando Huerta esta frase: "Lo que ha de ser.... que sea".
Esperaba nuevas órdenes cuando el General Mondragón, encolerizado, exclamó:
"Sobre la marcha"; luego salí de allí y poco después entrábamos a una de las
caballerizas. Los prisioneros, al ver aquéllo, comprendieron lo que les esperaba y
protestaron con frases duras para mi General Huerta. Más como la orden tenía
que cumplirse, a empellones los hice entrar al interior de la caballeriza donde los
puse al fondo para que mis muchachos tiraran. El Vicepresidente fue el primero
que murió, pues al ver que se le iba a disparar comenzó a correr, di la orden de
fuego y los proyectiles lo clarearon hasta dejarlo sin vida, cayendo sobre un
montón de paja. El Sr. Madero vio todo aquéllo y cuando le dije que a él le tocaba,
se fue sobre mí, diciéndome que no fuéramos asesinos, que se mataba con él a la
República. Yo me eché a reir y cogiéndolo por el cuello, lo llevé contra la pared,
saqué mi revolver y le disparé un tiro en la cara, cayendo en seguida
pesadamente al suelo. La sangre me saltó sobre el uniforme.
Muertos los dos, así lo participé al General Mondragón, quien metió la mano al
bolsillo y me dio un rollo de billetes agregando: "Eso es para usted y su gente".
Después los pusimos en el automóvil y al llegar a las calles de Lecumberri, bajé a
mis guardias y ordené que dispararan sobre el vehículo. Los muchachos así lo
hicieron y poco después entregué los cadáveres al director de la Penitenciaría.
¡Baldón para el menguado que esgrimió el arma homicida!
¡Maldición eterna para los directores intelectuales de tamaño delito!
4. El Maximato 1928-1934
De 1928 a 1934 hubo tres presidentes: Emilio Portes Gil, Pascual Ortíz Rubio y
Abelardo Rodríguez. Ninguno de ellos cubrió un periodo completo. A este periodo
se le conoce como el Maximato, porque durante ese tiempo el poder se concentró
en el Jefe Máximo. La influencia de Calles terminó cuando el siguiente presidente
de la República, el general Lázaro Cárdenas, lo expulsó del país.
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Junto con Arriaga y Sarabia, los hermanos Flores Mag�n (Ricardo, de lentes e
inclinado, y Enrique, atr�s suyo) fueron los precursores ideol�gicos de los
movimientos sociales mexicanos de principios de siglo.
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