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Miguel CARBONELL
I. INTRODUCCIÓN
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5 “ La Constitución como fuente del derecho” , cit., p. 87; Francisco Balaguer Callejón re-
cuerda que “ democracia, garantismo y normatividad se configuran como las tres fuentes principa-
les de las que surge el caudal histórico del constitucionalismo” , Fuentes del derecho, t. II, Ma-
drid, 1992, p. 31.
6 Sobre los vínculos entre el concepto de Constitución y el constitucionalismo como doctrina
política, de forma breve, Rubio Llorente, “ Constitución” , Enciclopedia jurídica básica, Madrid,
1995, p. 1525.
7 Sobre la confección de este artículo y los respectivos debates parlamentarios cfr. Duguit,
León, La separación de poderes y la Asamblea Nacional de 1789, presentación y traducción de Pablo
Pérez Tremps, Madrid, 1996.
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39 Idem, p. 64; cfr., además, Zangara, V., “ Rigidita della Costituzione” , Studi in onore di G.
Chiarelli, Milán, t. II, 1973, pp. 1943 y ss., entre otros.
40 De hecho, Karl Loewenstein afirma que la distinción entre Constituciones rígidas y Constitu-
ciones flexibles ha sido “ completamente superada” en la actualidad, Teoría de la Constitución, 2a.
ed., Barcelona, 1976, p. 177. Javier Pérez Royo señala que “ La clasificación de las Constituciones en
rígidas y flexibles, que tenía un sentido en el siglo pasado, cuando,... el constitucionalismo monárqui-
co-liberal era en gran medida del segundo tipo, pierde todo su sentido con la generalización del cons-
titucionalismo democrático. La propia clasificación sufre un proceso de obsolescencia irreversible. A
lo sumo sirve para poner de manifiesto la especificidad tantas veces señalada desde distintos puntos
de vista del constitucionalismo británico y para nada más” , La reforma de la Constitución, Madrid,
1987, pp. 71-72.
41 Vega, Pedro de, La reforma..., cit., p. 50.
42 Aragón, ult. op. cit., pp. 23-26; Otto, Derecho constitucional..., cit., p. 62.
43 Otto, Derecho constitucional..., cit., p. 63.
44 Guastini, Riccardo, Le fonti del diritto e l’interpretazione, Milán, 1993, pp. 73-74.
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49 Este punto de vista ha sido defendido, con muy buenos argumentos, por Carlos de Cabo en
su ensayo Sobre la función histórica del constitucionalismo y sus posibles transformaciones, Sala-
manca, 1978, passim (ahora incluido en la recopilación de trabajos del autor Contra el consenso.
Estudios sobre el Estado constitucional y el constitucionalismo del Estado social, México, 1997).
50 Guastini, Le fonti del diritto e l’interpretazione, cit., pp. 69-71.
51 García de Enterría, La Constitución como norma..., cit., p. 49; a esta relación jerárquica
Guastini la llama “ jerarquía estructural” , Le fonti..., cit., p. 37.
52 Vid. Carpizo, Jorge, “ El artículo 133” , Estudios constitucionales, 3a. ed., México, 1991,
pp. 1-31.
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Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y
todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se
celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, se-
rán la Ley Suprema de toda la Unión...
V. PROPUESTAS
53 Fix-Zamudio, Héctor, Ensayos sobre el derecho de amparo, México, 1993; id., Justicia
constitucional, ombudsman y derechos humanos, cit.; para una exposición de algunos de esos proce-
sos con posterioridad a la importante reforma de 1994, vid. Fix-Fierro, Héctor, “ La reforma judicial
de 1994 y las acciones de inconstitucionalidad” , Ars Iuris. Revista del Instituto de Documentación e
Investigación Jurídicas de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana, número 13
(monográfico sobre la reforma judicial), México, 1995.
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1. La técnica legislativa
Aún así, también Klaus Stern tiene razón, varias décadas después del
tiempo en que escribió Posada, cuando señala que “ precisión y claridad
aseguran más bien la inviolabilidad y la durabilidad que pueden esperarse
de una obra humana” .55
En cualquier caso, y lamentablemente, los responsables de los pro-
yectos de reforma constitucional tienen pocas fuentes nacionales a las que
acudir para orientarse sobre la técnica legislativa, pues los estudios sobre
esa materia son prácticamente inexistentes en México.56
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se integra como una formación vital sobre el esqueleto de la conducta abstractamente definida. En la
garantía institucional la ausencia de garantía de un contenido esencial significa, por el contrario, que
hay tan sólo constitucionalización de la institución abstractamente definida, pero no garantía de una
concreta configuración. Mientras que la garantía del contenido esencial lleva de lo abstracto a lo con-
creto, de la definición simple a la articulación compleja, la sola garantía institucional ampara la exis-
tencia de instituciones, no su configuración concreta” , “ La regulación del ejercicio de los derechos y
libertades...” , cit., p. 101. Vid. también Baño León, José Ma., “ La distinción entre derecho funda-
mental y garantía institucional en la Constitución española” , Revista Española de Derecho Constitu-
cional, Madrid, núm. 24, 1988, pp. 155-179.
63 La libertad fundamental..., cit., p. 352.
64 Bolaños, Bernardo, El derecho a la educación, México, 1996, passim.
65 Otro tanto se puede decir del artículo 26 (referido, entre otras cuestiones, a la “ planeación
democrática del desarrollo” ), carente de la más mínima aplicabilidad práctica por lo que a los ciuda-
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danos se refiere. Lamentablemente, tampoco la doctrina se ha mostrado muy crítica con la poca cohe-
rencia que ha mostrado el proceso político con los mandamientos constitucionales; Carbonell, Mi-
guel, “ La eficacia de las normas constitucionales en México: notas para el estudio de una disfuncio-
nalidad” , Jueces para la democracia, Madrid, núm. 25, marzo de 1996, pp. 111-114.
66 Ofreciendo, claro está, “ un marco jurídico eficaz para su garantía” , Prieto Sanchís, Estu-
dios..., cit., p. 140.
67 Aragón, Manuel, “ El juez ordinario entre legalidad y constitucionalidad” , Anuario de la Fa-
cultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, núm. 1, 1997, p. 184.
68 Rubio Llorente, La forma del poder, cit., pp. 617 y ss.
69 Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, 1993, capítulo III.
70 García de Enterría es contundente en este punto: “ Desde el momento en que ha quedado
claro que debemos operar directamente con valores, la operación aplicativa es todo menos mecáni-
ca” , “ La democracia y el lugar de la ley” , Revista Española de Derecho Administrativo, Madrid,
núm. 92, octubre-diciembre de 1996, pp. 619-620.
71 Alexy, op. cit., pp. 160 y ss.; Sobre la razonabilidad, Carrasco Perera, A., “ El juicio de razo-
nabilidad en la justicia constitucional” , Revista Española de Derecho Constitucional, Madrid, núm.
11, 1984.
72 Constitucionalismo y positivismo, México, 1997, p. 38.
73 Idem, p. 39.
74 Rodríguez Bereijo, Álvaro, “ La libertad de información en la jurisprudencia constitucional” ,
Claves de razón práctica, Madrid, núm. 72, mayo de 1997, pp. 2-7.
75 Alexy, op. cit., p. 161. El Tribunal Constitucional español impone “ una exigencia de razona-
miento complejo que huya de la mera subsunción; no se trata de imponer el triunfo de la libertad de
expresión o del derecho al honor, sino sólo de mostrar y justificar el camino argumentativo que con-
duce a una u otra solución” , Prieto, Constitucionalismo y positivismo, cit., p. 41. La jurisprudencia
del Tribunal Constitucional español en esas materias ha sido muy bien reseñada por Rodríguez Berei-
jo, “ La libertad de información en la jurisprudencia constitucional” , cit.
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se hace del razonamiento una exigencia constitucional y, por ello, cabe de-
cir que los valores, principios y derechos fundamentales contribuyen a ha-
cer más dificiles los casos fáciles, esto es, obligan a un planteamiento siem-
pre más problemático de las soluciones sencillas basadas en la subsunción.
En otras palabras, el modelo paleopositivista de interpretación se muestra
incapaz de dar cuenta del tipo de interpretación requerido por el constitu-
cionalismo.76
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ral, por lo cual pudiera parecer un poco irresponsable discutir sobre los
problemas de los derechos fundamentales de segunda y tercera genera-
ción. Por otro, existen grandes zonas opacas, llenas de discrecionalidad
—o arbitrariedad, según se vea— en las que no se controla el ejercicio
del poder público y, en consecuencia, existe una tendencia fuerte a la co-
rrupción (impune casi siempre).
Aun así, el hecho de que siga luchando por afianzar en la práctica
derechos tan indispensables como la libertad de circulación, las garantías
del debido proceso legal (particularmente en el orden penal), de legalidad
de la administración, de inviolabilidad del domicilio, etcétera, no obsta
para exigir —junto a aquellos— la actuación de los derechos sociales;
como señala Carlos de Cabo, “ no cabe separar... los derechos sociales de
los individuales, en cuanto el desconocimiento de los primeros provoca el
de los segundos y, por tanto, la lucha por los derechos y libertades es si-
multáneamente la lucha por los derechos sociales” .89 Sin derechos socia-
les y prestacionales de poco sirven las libertades individuales:
Si las clásicas libertades fundamentales han de ser hoy algo más que liber-
tades sin probabilidad de realización —escribe Hans Peter Schneider—, su
contenido debe ser también algo más que una simple veda contra las inter-
venciones del Estado: debe consistir en derechos a prestaciones sociales
que comprenden —desde el punto de vista subjetivo— tanto una puesta en
marcha de la actividad general del Estado, cuanto la pretensión de aprove-
char servicios ya prestados o instalaciones ya existentes.90
Las tres propuestas que se han hecho, así como los primeros aparta-
dos de este trabajo, se dirigen a poner de manifiesto la importancia de
tener una Constitución normativa, por un lado, y de tratar de poner las
condiciones para que los derechos fundamentales sean realidades actuan-
tes en el proceso político nacional.
La realidad cotidiana de un México hundido en una terrible crisis
económica desde hace varias décadas no permite vislumbrar un horizonte
muy promisorio para el constitucionalismo ni —lo que es todavía peor—
para la Constitución mexicana. Desde luego que muchos de los proble-
mas que les afectan tienen su raíz en cuestiones que difícilmente pueden
ser superadas por las normas jurídicas solamente, cualquiera que sea su
89 “ Democracia y derecho en la crisis del Estado social” , Sistema, Madrid, núms. 118-119
(monográfico sobre el futuro del Estado), 1994, p. 72.
90 Democracia y constitución, Madrid, 1991, pp. 144-145.
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rango. Ni tampoco es que la culpa de todos los males del país quepa atri-
buírsela a la Constitución y a su poca observancia cotidiana: “ sería inge-
nuo —apunta Alejandro M. Garro— atribuir a los textos constitucionales
los defectos resultantes de la conducta cívica de los factores reales de po-
der... que no supieron o no quisieron dar cumplimiento a la letra y el espí-
ritu de la ley fundamental” .91