México: Centralidades Históricas y Proyectos de Ciudad

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CENTRALIDADES www.flacsoandes.edu.

ec
V olumen 2

René Coulomb, coordinador

México: centralidades
históricas y proyectos
de ciudad

°LACCHI
y d á Caribe de Centros Histéricos
Editor general
Fernando Carrión M.
Coordinador editorial
Jaime Erazo Espinoza
Comité editorial
Eusebio Leal Spengler
Fernando Carrión M.
Jaime Erazo Espinoza
Mariano Arana
Margarita Gutman
Rene Coulomb B.
Coordinador
Rene Coulomb B.
Editor de estilo
Santiago Vizcaíno
Diseño y diagramación
Antonio Mena
Impresión
Crearimagen
ISBN: 978-9978-370-09-4
© OLACCHI
El Quinde N45-72 y De Las Golondrinas
Telf: (593-2) 246 2739
[email protected]
www.olacchi.org
Primera edición: febrero de 2010
Quito, Ecuador
Contenido

Presentación..................................................................................... 7
Prólogo............................................................................................ 9
Rene Coulomb
Los centros históricos: ¿espacios posmodernos?
(De choques de imaginarios y otrosconflictos)............................. 23
Daniel Hiernaux
Usos y desusos en la ciudad vieja-
centro histórico de Puebla.............................................................. 47
Elsa Patiño Tovar
Confrontación de intereses inmobiliarios en
el centro histórico de la ciudad de México.................................. 87
Carlos Morales Schechinger
La ciudad central: un espaciodisputado............................................ 117
Emilio Duhau y Angela Giglia
Ciudades históricas en México:
rehabilitación y desarrollo..................................................................155
Salvador Díaz-Berrío Fernández y Alberto González Pozo
Producción de los centros y formas de acción pública................203
Patrice Melé
Modelos financieros para el rescate del
centro histórico de la Ciudad de México.....................................241
Manuel Peñó Cohén y Juliette Bonnafé
El centro histórico de Querétaro:
gentrificación light y vida cultural.................................................. 283
Carmen Imelda González Gómez
El centro histórico de Morelia: una buena práctica
de revalorización del patrimonio....................................................305
Luis Felipe Cabrales Barajas
Nuevos enfoques para el ordenamiento de los
centros históricos. El caso de Puebla..............................................347
Guadalupe Milián Avila
Constrviyendo utopías desde el centro...........................................369
Rene Coulomb
Del centro histórico de Tlalpan al centro comercial
Cuicuilco: la construcción de la multicentralidad urbana. 399
María Ana Portal Ariosa
Presentación

L
o urbano, entendido como una forma específica de organiza­
ción socio-territorial, adquiere en la sociedad contemporánea
una especial relevancia en tanto, a inicios del presente siglo, más
de la mitad de la población mundial habita en ciudades. Las tenden­
cias en las que actualmente se enmarca el proceso urbano —donde las
lógicas de la globalización, condicionadas, entre otros factores, por la
consolidación de una nueva fase de acumulación territorial del capi­
tal, por realidades mediatizadas a través de sofisticadas tecnologías de la
comunicación y por paradigmas culturales de impronta posmoderna
estructurados alrededor de la dicotomía global-local- han determina­
do que su sentido se redefina desde una noción de concentración
demográfica y de urbanización, hacia la idea de estructuras socio-espa­
ciales dispersas y fragmentadas.
Esta concepción implica entender que, si bien la dinámica de las
ciudades se genera a partir de un conjunto de interrelaciones de
carácter endógeno entre los diferentes sistemas que la conforman, no
es menos cierto que los flujos informacionales determinan una serie
de articulaciones externas que configuran la emergencia de una orga­
nización suprafísica sobre la cual se redefinen los procesos sociales,
políticos, económicos y culturales donde converge y se reproduce lo
urbano.
En esta perspectiva, se vuelve necesario identificar desde el debate
académico las distintas entradas teóricas del campo disciplinar de los
estudios de la ciudad, con el objetivo de entender esta suerte de rees­
calamiento conceptual de la condición urbana, incorporando además
una lectura transversal de carácter multidisciplinario que más allá del
hecho espacial per se permita dar cuenta de la complejidad de esos
procesos. El análisis de la problemática urbana, en otrora enmarcado
en el aspecto morfológico-funcional de las ciudades, ha incorporado
-tanto teórica como metodológicamente—temáticas relacionadas por
ejemplo con la interacción Estado-sociedad en los procesos de demo­
cratización y sus consecuencias en el gobierno de la ciudad; con la
dialéctica cultural del espacio a través de la comprensión de los ima­
ginarios urbanos; con las implicaciones socio-políticas de la seguridad
ciudadana frente a la violencia urbana; con la movilidad sustentable y
la gestión del riesgo como respuesta a los impactos ambientales en las
estructuras urbanas, con el hábitat popular y la inclusión social; entre
otros. La interpelación de estos temas permitirá construir una visión
de conjunto del fenómeno urbano.
La colección Centralidades nace para aportar profundas descripcio­
nes a la literatura urbana, no solo del entorno urbano histórico y
reciente sino de la hondura psicológica de quienes lo habitan. Esta
colección presenta para el debate las lecturas de reconocidos académi­
cos y académicas provenientes de diversos países de Latinoamérica,
quienes reunidos en torno a un país, muestran de varias formas esos
“centros” de los que habla cada uno de los doce libros.

Fernando Carrión M.
Presidente de la Organización
Latinoamericana y del Caribe de
Centros Históricos (OLACCHI)
Prólogo
René Coulomb 1

Ai transformarse en histórica, la ciudad pierde su historicidad


Françoise Choay

Problemática de las centralidades urbana e históricas

E
l 7 de julio de 2008, San Miguel de Allende, Guanajuato, que­
dó inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO,
en la categoría de Bien Cultural, bajo el rubro de Ciudad
Histórica. Así, se elevaron a diez las ciudades históricas con este reco­
nocimiento en México12. Estos centros históricos forman parte, asimis­
mo, de las cincuenta y seis Zonas de Monumentos Históricos, decre­
tadas como tales en el marco del artículo 37 de la Ley Federal sobre
Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos3, y que
totalizan 17.240 monumentos históricos, en 6.290 manzanas urbanas,
sobre una superficie de alrededor de 182 kilómetros cuadrados.
Si bien se puede considerar que estos espacios patrimoniales son
productos de una construcción jurídica (Melé 1995), importa también
1 Sociólogo y urbanista. Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco.
2 Las otras nueve ciudades históricas son: Campeche, Guanajuato, ciudad de México,
Morelia, Oaxaca, Puebla, Querétaro,Tlacotalpan y Zacatecas.
3 Publicada en el Diario Oficial de la Federación el 6 de mayo de 1972.
René C oulomb

considerarlos como resultado de una “construcción social”, cuyos pro­


cesos, conflictos y productos económicos, políticos y culturales están
todavía por ser investigados en profundidad. En efecto, lo que
Françoise Choay conceptualiza como “invención” social del patrimo­
nio urbano histórico (Choay 2007: 161 y ss.) constituye un proceso
reciente, y, por lo tanto, también lo son los estudios de la dinámica (de
la historicidad) de los centros urbanos históricos, entendidos en su
totalidad y no como mera suma de edificios históricos aislados, aun­
que estén reunidos por decreto en una “zona de monumentos” para
su protección.
En México como en América Latina, la revalorización de las ciu­
dades y centros históricos, así como la puesta en práctica de programas
de “rescate” de los mismos, son prioridades cada vez más presentes en
las agendas programáticas de gobernadores y presidentes municipales.
Entre otras razones que pueden explicar este interés se encuentran, por
lo menos, tres fenómenos que parecen caracterizar la problemática ac­
tual de nuestras sociedades urbanas. Por una parte, el abandono y dete­
rioro que conocieron durante varias décadas los barrios y colonias de
más antigua urbanización, representan des-economías incompatibles
con la búsqueda de la sustentabilidad del desarrollo urbano de nues­
tras ciudades. Su despoblamiento sostenido implica una sub-utilización
de la infraestructura y de los equipamientos ahí acumulados a lo largo
del proceso de urbanización, mientras que el financiamiento público
de la urbanización periférica es cada vez menos sostenible. La mayoría
de los Planes de Desarrollo Urbano plantean hoy en día la necesidad
de “re-urbanizar”,“re-fimcionalizar”, “re-densificar” o “reciclar” las es­
tructuras urbanas existentes.
Por otra parte, este “regreso al centro” es también impulsado por la
creciente valoración que distintos sectores sociales y ámbitos políticos
hacen del patrimonio cultural de los centros históricos para la identi­
dad colectiva de una ciudad o de una nación; particularmente, los de­
clarados por la UNESCO “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. En
ello juegan un papel importante los medios de comunicación así como
instituciones tales como el Banco Interamericano de Desarrollo, la
Prólogo

Unión de Ciudades Latinoamericanas, la Organización de Ciudades


del Patrimonio Mundial (OCPM), el Consejo Internacional de Sitios
y Monumentos (ICOMOS), la Asociación Nacional de Ciudades
Mexicanas del Patrimonio Mundial o, más recientemente, el Consejo
Nacional de Centros Históricos de México, A.C.
De hecho, este renovado interés por las ciudades históricas se da
cuando el proceso de globalización de los intercambios financieros,
comerciales y culturales tiende a uniformizar los patrones de consumo
y a cuestionar la afirmación de la diversidad cultural de las identidades
locales. La valoración cada vez más internacionalizada de los centros his­
tóricos introduce y legitima los procesos, políticas e inversiones que se
proponen revalorizarlos mediante proyectos de “rescate” de su imagen,
de renovación urbana y habitacional, de desarrollo de nuevas activida­
des económicas vinculadas al tiempo libre, al turismo y a la cultura.
Pero, al mismo tiempo, nuestras ciudades, es decir nuestras socieda­
des urbanas, y notoriamente las grandes áreas metropolitanas, viven un
proceso de redimensionamiento de esta función socio-espacial estruc­
turante que es la centralidad, y sin la cual es prácticamente imposible
que se construya y se reproduzca la sociabilidad urbana. En el proceso
de obsolescencia física y socioeconómica de sus centros históricos, las
ciudades se enfrentan a la posible pérdida, no solo de un conjunto de
monumentos históricos, sino de espacios que hasta hace poco asumían
las distintas dimensiones de la centralidad urbana. La consolidación de
la pluricentralidad urbana, que se suele leer como el impacto territorial
de la globalización, acompaña la segregación urbana y la polarización
socio-espacial que han caracterizado desde hace tiempo el proceso de
urbanización periférica de la gran mayoría de las ciudades mexicanas.
Los nuevos “centros” o las nuevas “plazas” son, como su nombre lo
indica, “comerciales”: falsas centralidades homogéneas y segregadas.
En las últimas décadas, la gestión de las ciudades ha puesto especial
énfasis en la recuperación de sus centralidades urbanas históricas4
4 En América Latina existen 34 centros y ciudades históricas reconocidos por la UNES­
CO como Patrimonio de la Humanidad desde 1978. Esta nominación representa,
aspectos positivos como el de ostentar un privilegio en el contexto mundial, dinamizar
René C oulomb

mediante políticas de conservación, programas de desarrollo urbano,


planes de manejo y normativas que regulan el uso del suelo y la edi­
ficación, acciones de mejoramiento de la infraestructura urbana y de
rehabilitación de espacios públicos, seguridad, vivienda e imagen ur­
bana. Se buscaron nuevos instrumentos de gestión y {mandamiento,
incluyendo subsidios y estímulos dirigidos a favorecer la inversión pri­
vada, la generación de nuevos empleos, la permanencia de la pobla­
ción residente, y la atracción de nuevos vecinos para garantizar la sos-
tenibilidad de estos espacios de alta significación cultural y simbólica.
En este proceso, no pocos centros históricos se ven confrontados
con la incursión de redes globales del turismo masivo y con inversio­
nes significativas que no van en beneficio de sus habitantes, a riesgo
de generar una centralidad ajena a la dinámica de la ciudad. Pero, al
mismo tiempo, son presos de una serie de dinámicas endógenas, eco­
nómicas, inmobiliarias y comerciales, políticas y culturales, muchas ve-
zces superpuestas y enfrentadas, y que evidencian la enorme hetero­
geneidad social, económica, política y cultural concentrada en un
espacio delimitado, que en algunos casos reproduce, en pequeña esca­
la, la heterogeneidad conflictiva de la ciudad o del país.
Los cambios que se han operado en las ciudades con la globaliza-
ción están transformando las áreas históricas, que hace unos años pade­
cían de deterioro físico, eran el albergue de familias de escasos recur­
sos o sin techo, tenían baja plusvalía y espacios considerados peligrosos,
marginales y fuera de los circuitos hoteleros y turísticos internaciona­
les. Ante el cambio, se hace necesario indagar y reflexionar sobre las
dinámicas que se han generado con la incursión de agentes externos
que ponen en conflicto la tradición, que se despoja de lo que conside­
ra caduco e incorpora elementos que la renuevan, o, en otros casos,
acumula e interactúa entre redes, en una transmutación constante.
Es necesario conocer también cómo los espacios patrimoniales
interactúan hoy en día con su contexto urbano que es la ciudad y se
las competencias profesionales en el campo de la conservación del patrimonio tangible
e intangible, y captar recursos económicos, sobre todo hacia el turismo.
Prólogo

convierten en una ciudad dentro de la ciudad, una ciudad “otra”, o,


por lo contrario, en una centralidad conectada con la ciudad contem­
poránea, entre otras alternativas. No está del todo claro si el interés por
rescatar los centros históricos está guiado solamente por la rentabilidad
de su “gentrificación” habitacional y su explotación turística, o si está
en juego también la intuición (¿la convicción?) de que la recuperación
de la convivencia social y de la urbanidad pasa por la reconstrucción
colectiva de la centraHdad urbana e histórica de las ciudades.

Objetivos del proyecto editorial


Cada centro histórico constituye una centraHdad urbana singular, de
alta significación histórica y cultural, en la que las soluciones y proce­
sos de transformación son diferentes. De ahí el interés de conocer las
experiencias de inserción y exclusión de las dinámicas sociales y eco­
nómicas contemporáneas en los espacios históricos de las sociedades
urbanas. Y, por ello, el Programa de Estudios de la Ciudad de la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO sede Ecua­
dor), la Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Histó­
ricos (OLACCHI), conjuntamente con el Municipio del Distrito
MetropoHtano de Quito, se pusieron a la tarea de llevar a cabo el pro­
yecto editorial denominado “Centralidades Urbanas e Históricas”. El
proyecto consiste en la pubhcación de 12 Hbros, uno por país, organi­
zados alrededor de la temática de las centraHdades urbanas e históricas
de ciudades de distintas latitudes del mundo con énfasis en Ibero­
américa.
La colección busca construir un fondo bibhográfico que divulgue
aquellos trabajos académicos que den a conocer el estado de la cues­
tión sobre el tema en las ciudades seleccionadas, con el fin de compa­
rar los casos de estudio y contribuir al debate actual sobre las dinámi­
cas contemporáneas en las centralidades urbanas e históricas de distin­
tas ciudades del mundo. Entre sus principales objetivos, el proyecto se
propone:
René C oulomb

• Producir una bibliografía comentada y un registro ampliado de


textos que den cuenta del estado actual de la producción académi­
ca sobre el tema.
• Identificar los diferentes enfoques teóricos desde los que se realiza
investigación urbana con enfoque de centralidad histórica en dis­
tintos países.
• Sistematizar y clasificar los debates sobre centralidades históricas
. urbanas en los países y ciudades seleccionados.
• Identificar un conjunto de actores, y contactos, tanto personales
como institucionales, para que se involucren en una red de cono­
cimientos relacionados con la problemática de la conservación de
centros históricos.
• Promover el intercambio y la réplica de las experiencias académi­
cas exitosas implícitas en los diversos proyectos de investigación
recopilados.

Investigaciones en ciudades mexicanas


El presente volumen, dedicado a las investigaciones en ciudades y cen­
tros históricos de ciudades mexicanas, está integrado por una compila­
ción de doce artículos, la gran mayoría de los cuales han sido publica­
dos en años recientes y que ofrecen enfoques y métodos investigativos
contrastantes pero complementarios. Nos propusimos presentar una
selección de textos, y también de autores, que, sin pretender ser
exhaustivos, pusieran en evidencia la diversidad de problemáticas, patri­
moniales, urbanas, socioecómicas, políticas y culturales de los centros
históricos, que hicieran referencia tanto a las políticas públicas aplica­
das como a la intervención de la iniciativa privada, y que aportaran ele­
mentos al debate en torno a las dinámicas contemporáneas de las cen­
tralidades urbanas e históricas.
En el primer texto de este libro, Daniel Hiernaux confronta dos
formas de concebir los centros históricos: una,“patrimonialista”, cen­
14 trada en la conservación y preservación del legado histórico de cultu­
Prólogo

ras urbanas anteriores; y la otra, “posmoderna”, centrada en el presen­


te, la fragmentación de la continuidad histórica que “conlleva una pér­
dida de memoria y de las tradiciones históricas”. Para el autor, es a par­
tir de la coexistencia y confrontación de estos dos “imaginarios” y de
la confrontación entre estas dos temporalidades, el presente y el lega­
do del pasado, que pueden interpretarse las transformaciones de mu­
chos centros históricos en ciudades latinoamericanas. En esta confron­
tación, están enjuego dos asuntos de importancia: a) el sentido mismo
de la historia de los pueblos y b) el sentido de lo público (los centros
históricos como patrimonio de todos) y de lo privado (la valorización
del patrimonio cultural urbano como nuevo soporte de la vida eco­
nómica).
Lo que hoy se suele denominar en México como “centros histó­
ricos” son espacios que, en algún momento de la historicidad de la
ciudad, constituían la ciudad en su totalidad. Así lo entiende Elsa
Patiño Tovar al analizar los cambios de uso del suelo que se dieron en
lo que es hoy, para la autora, la “ciudadvieja-centrohistórico”. Du­
rante mucho tiempo y hasta el día de hoy, la conservación o el mal
llamado “rescate” de los centros históricos se ha centrado de forma
dominante sobre la problemática física de los monumentos y de los
espacios abiertos, y muy poco sobre la dimensión socioeconómica de
su uso y disfrute por parte de la sociedad urbana. No son pocos los
pronunciamientos de distintos organismos internacionales en el sen­
tido de que la conservación y desarrollo de los centros históricos debe
llevarse a cabo en beneficio de sus habitantes, de su vivienda, de sus
actividades económicas, así como de su patrimonio cultural, “intangi­
ble” pero muy concreto, de cuya riqueza poblana Elsa Patiño nos da
cuenta con agudeza: gastronomía, medicina, festividades, música, bai­
les, trajes típicos, etc. Pero resulta que, así lo subraya también la auto­
ra en el caso de la ciudad de Puebla, los centros históricos están
sumergidos en un proceso “paulatino y generalizado de pauperiza­
ción de la población”. ¿La revalorización de los centros históricos
puede darse teniendo como beneficiarios prioritarios, no únicos, a la
población residente?
René C oulomb

Con una preocupación cercana, Carlos Morales analiza los distin­


tos actores e intereses que compiten —a través de la renta inmobilia­
ria— por apropiarse del centro histórico: culturales, viviendistas y
comerciales. El autor subraya la necesidad de este tipo de análisis si se
quiere tener éxito en el objetivo de rescatar los centros históricos “co­
mo parte del espacio público que conforma el patrimonio colectivo”.
Para ejemplificar, el autor plantea como posible estrategia la descen­
tralización de una parte significativa de la actividad comercial fuera
del Centro, con el fin de permitir un reequilibrio de los usos del suelo
dentro del centro histórico, en beneficio de los usos que no compiten
con la renta comercial: la vivienda y la cultura.
Las centralidades históricas, que en varias ciudades abarcan espa­
cios más allá del perímetro declarado como “centro histórico”, se
caracterizan por un alto grado de complejidad y heterogeneidad, pro­
ducto de su propia historicidad, y porque viven dinámicas inmobilia­
rias, sociales, económicas o culturales no pocas veces divergentes. Para
Emilio Duhau y Angela Giglia, estas dinámicas son “las que generan
un estado de permanente disputa por el espacio” entre una multipli­
cidad de usos, y de usuarios: propietarios, residentes, comerciantes
establecidos y en la vía pública. Al final de su investigación, los auto­
res llegan a la conclusión de que esta conflictividad estructural de las
centralidades urbanas e históricas está exacerbada por una gestión ur­
bana que se apoya sobre “un marco jurídico minucioso y al mismo
tiempo deficiente y deficientemente aplicado”.
Y es que los centros históricos se fueron constituyendo, como lo
argumenta en su trabajo Patrice Melé, en un “campo específico de in­
tervención por parte de los poderes públicos mexicanos”. De ahí, por
una parte, la necesidad de evaluar la eficacia de las políticas públicas
dirigidas al patrimonio cultural urbano. El autor, en un texto que cons­
tituye las conclusiones de una muy extensa y densa investigación, seña­
la un conjunto de insuficiencias entre las que el lector podrá anotar: la
tendencia a la reducción de los espacios intervenidos, la superposición
de atribuciones y funciones entre distintos niveles de gobierno, la difí­
16 cil permanencia de los usos populares del patrimonio urbano, o la
Prólogo

ausencia de estrategias que responda a la “crisis de los centros” frente a


las mutaciones que vive la ciudad en su conjunto en torno a sus cen-
tralidades urbanas e históricas.
Una de las razones de las deficiencias mostradas por las interven­
ciones de los poderes públicos en los centros históricos de México
debe buscarse, para Salvador Díaz-Berrio Fernández y Alberto
González Pozo, en la existencia de dos familias de leyes, reglamentos
autoridades: las referidas al desarrollo urbano y ordenamiento del te­
rritorio, y las que conciernen la protección del patrimonio urbano-
arquitectónico. Sin negar la necesidad de actualizar el marco legal y
normativo vigente, los autores sostienen que es posible hacer conver­
ger los criterios de los distintos actores hacia políticas y acciones uni­
ficadas, probablemente en torno a objetivos compartidos.
En el estudio realizado para la Secretaría de Desarrollo Social,
SEDESOL, Díaz-Berrio y González Pozo analizan un complejo
conjunto de problemáticas, políticas, estrategias, acciones e instru­
mentos que deberían estructurar los planes o programas parciales de
desarrollo urbano integral para los centros históricos de México. Este
importante trabajo de dos connotados arquitectos urbanistas ejem­
plifica -en el caso mexicano- el importante trabajo de reflexión y
planeación que muchas instituciones, gobiernos locales, ONGs y
expertos han llevado a cabo en torno al patrimonio cultural urbano
de las ciudades y centros históricos. Son más de treinta ciudades lati­
noamericanas y del Caribe que han invertido tiempo y recursos en
debatir en torno a cuáles son los modos de gestión y financiamien-
to más adecuados y exitosos, de cara a algunos principios de actua­
ción que a veces plasmaron en “declaraciones” finales de sus encuen­
tros5.
5 Estas ciudades se agruparon entre 1998 y 2005 en la “Red de alcaldes y autoridades de
ciudades de América Latina y el Caribe con centros históricos en procesos dinámicos
de recuperación”, la cual produjo las Declaraciones de Lima (1997), La Habana (1998)
y México (2000). El 20 de abril de 2005, en un encuentro en la ciudad de Quito, se
decidió institucionalizar esta Red con la formación de la Organización Latinoamérica
y del Caribe de Centros Históricos, OLACCHI (www.olacchi.orgj).
René C oulomb

En relación a este amplio debate que está lejos de haberse concluid


do, en parte por la gran diversidad de contextos patrimoniales, políti­
cos, socioeconómicos y culturales, la investigación de Manuel Perló y
Juliette Bonnafé plantea, como hipótesis a profundizar, que el mode­
lo tradicional de intervención basado en la inversión pública, incenti­
vos fiscales y subsidios para atraer una (escasa) inversión privada, se está
invirtiendo en un nuevo modelo, en donde es la iniciativa privada que
-de alguna forma- conduce el proceso, motiva y orienta la acción gu­
bernamental. Así pareciera comprobarlo el proceso resultante de la in­
tervención del sector privado a partir de la muy mediatizada acción
del empresario Carlos Slim en el centro histórico de la ciudad de
México. Según los autores, el riesgo de una posible “gentrificación”
del centro histórico se vincula con los riesgos inherentes “al dejar el
sector privado liderar el ‘renacimiento’ de una zona urbana”.
Carmen Imelda González plantea, por su parte, que el proceso de
“gentrificación” no debe analizarse solamente en términos de vivien­
da, de cambios de uso del suelo o de composición del origen del capi­
tal de los habitantes, sino también en relación a las actividades cultu­
rales. La autora muestra cómo, en el caso de la ciudad de Querétaro,
si bien se dan cambios significativos en la propiedad y uso de las anti­
guas casas y casonas del centro, acompañados de fuertes apoyos guber­
namentales al comercio, los servicios y la hotelería, incluyendo políti­
cas de “Empieza” o de “mejoramiento urbano”, también se observa
que las calles principales y plazas públicas ofrecen un amplio abanico
de opciones culturales tanto para los turistas como para los mismos
residentes del centro, e incluso para los habitantes de las periferias que
se desplazan desde sus colonias, fraccionamientos y nuevos desarrollos
hacia el Centro. Es decir, para Carmen González, el centro histórico
de Querétaro no ha llegado a desdibujarse del imaginario colectivo
local o a adecuarse solo para el disfrute de unos cuantos. Por el con­
trario, el Centro se mantiene como un núcleo relevante con altos
niveles de socialización por parte de la población residente.
Sin embargo, como se sabe, la confrontación de intereses se ha
18 cristalizado en muchos centros históricos en torno a la actividad en las
Prólogo

calles y plazas del mal llamado comercio “ambulante”, y el reclamo de


su reubicación por parte de distintos sectores de la iniciativa privada.
Para las políticas públicas, la reubicación de los comerciantes fuera del
perímetro patrimonial suele presentarse no solo como una acción de
“rescate” del disfrute de los espacios públicos. Se ha vuelto también,
para los gobiernos locales, a la vez un reto y una demostración de su
voluntad de “rescate” de un centro histórico y de su capacidad de go­
bernar. El éxito de la empresa puede proyectar al gobernante local
hacia más altas responsabilidades políticas.
En su minucioso trabajo, Luis Felipe Cabrales documenta las estra­
tegias, arreglos y mecanismos utilizados para retirar en el año 2001 a
más de 1.500 comerciantes en vía pública del centro histórico de la
ciudad de Morelia. El autor reflexiona asimismo sobre los límites de la
apuesta turística, plantea la necesidad de una acción integral y subraya
el papel del Patronato Pro Rescate del Centro Histórico de la ciudad
en el proceso en una nueva forma de gestión que asocia el sector
público y el sector privado.
Se podría afirmar sin exageración que los centros históricos juegan
hoy en día en varias ciudades el papel de “laboratorio” para el diseño
y la aplicación de nuevas formas de gestión urbana. Así lo conceptúa-
liza Guadalupe Milián Avila en el caso de la ciudad de Puebla. La au­
tora nos reseña, primero, cómo las movilizaciones de amplios sectores
de la sociedad, en desacuerdo con un proyecto de “internacionaliza­
ción del patrimonio”, lograron una reformulación del proyecto; y en
segundo lugar, cómo las estrategias sociales desplegadas en tres distin­
tos barrios del centro histórico demuestran “el poder que tienen los
grupos sociales en la transformación de su entorno”.
El papel que puede llegar a jugar la movilización social en los pro­
cesos de transformación de los centros históricos se muestra en toda su
dimensión y complejidad en la cuestión de la vivienda y de la perma­
nencia de la población residente, en particular la de bajos ingresos. Baste
recordar aquí la gesta urbana de los damnificados en los sismos de 1985
en la ciudad de México y el programa de reconstrucción de más de
45.000 viviendas en el corazón histórico de la metrópoli mexicana. 19
René C oulomb

Sin embargo, no se pueden desconocer los debates que animan en


Europa y Estados Unidos distintos espacios académicos, en torno al
llamado proceso de gentrijication6, como tampoco el hecho de que
algunos investigadores piensan poder observar un proceso similar,
aunque muy incipiente, de “aburguesamiento” en ciertos barrios cén­
tricos de ciudades latinoamericanas. Pero el debate concierne también
la pregunta: ¿es posible emprender un proceso de revitalización de las
áreas centrales de una ciudad, y en particular de su centro histórico,
sin que el proceso de revalorización generado signifique una “recupe­
ración” económica, social y culturalmente excluyente?
El penúltimo texto de la presente compilación da cuenta de una
propuesta desarrollada desde hace muchos años por distintas ONGs
en coordinación con gobiernos locales en varias ciudades de la Re­
gión (La Habana, Montevideo, Quito, Ciudad de México) para la
operación de programas habitacionales dirigidos al “Hábitat popular
en los centros antiguos de Iberoamérica”.7 Los centros antiguos cum­
plen hoy en día la función de alojar a una población de escasos recur­
sos. Su permanencia apunta hacia la utopía de contraponer la inclu­
sión social, la heterogeneidad y la pluralidad, a la seudofatalidad de la
exclusión, de la creación de zonas homogéneas y segregadas, que pare­
ce imponer —como “orden” urbano—la ley del mercado inmobiliario
y de la renta del suelo.
Los debates teóricos y los conflictos sociales vinculados al uso
habitacional de los centros históricos, remiten a la organización so­
cio-espacial de las ciudades y a la disputa por el acceso a los territo­
6 Se suele reconocer que fiie Ruth Glass quien utilizó primero el término de gentrijica­
tion en su obra London: Aspect of Change, para definir el cambio de la estructura social
del mercado habitacional en los barrios céntricos de renta baja de Londres. El enfoque
del análisis utilizado por Glass se inscribe en la línea de los trabajos de la llamada
“Escuela de Chicago” y sus conceptos de succession, domination e invasión para analizar
el crecimiento de la ciudad (Ernest W. Burgués) o los cambios en la organización social
de una determinada comunidad urbana (Roderick D. McKenzie).
7 Título de una publicación de la Red XIV. F de CYTED “Tecnologías sociales para la
producción social del Hábitat”, del Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología
para el Desarrollo.
Prólogo

rios privilegiados de las centralidades urbanas e históricas. Como re­


cuerda María Ana Portal en su trabajo: “el territorio no es sólo una
determinante geográfica, es fundamentalmente una construcción
histórica y una práctica cultural”, y en este sentido todas las centra­
lidades urbanas están cargadas de historicidad, por ser producto de
una construcción social, como propusimos al principio de este pro-
logo.
El texto de María Ana Portal cierra esta compilación de estudios
sobre centralidades urbanas e históricas en México, abriendo las pers­
pectivas investigativas en dos direcciones. Por una parte, hacia las múl­
tiples centralidades históricas representadas por un conjunto de asen­
tamientos (pueblos y hasta ciudades) prehispánicos y/o coloniales que
han sido incorporados a lo largo del proceso de urbanización a las
áreas urbanas actuales de las ciudades. El caso de Tlalpan, para la ciu­
dad de México, que analiza la autora es ejemplar al respecto. Por otra
parte están las “nuevas centralidades”, producto a su vez del actual pro­
ceso histórico de globalización financiera, comercial y cultural del
capitalismo mundial; dos formas históricas de centralidad en donde
parecen contraponerse heterogeneidad vs. homogeneidad de usos, plu­
ralidad vs. exclusividad de usuarios, espacio abierto vs. espacio cerrado,
dimensión pública vs. lógica mercantil privada.

Coda
Agradecemos la encomienda recibida de Fernando Carrión para la
integración de este volumen de la colección “Centralidades Urbanas e
Históricas”. Nos resta desear, por una parte, que la difusión de esta
compilación de trabajos académicos enriquezca los debates en torno
al futuro de los centros históricos, no solo en México sino también en
América Latina y el Caribe. Por otra parte, quisiéramos que la lectura
de este libro contribuya a colocar la problemática de las centralidades
urbanas e históricas en su justo lugar, dentro los “proyectos de ciudad”
que en la actualidad concitan las distintas visiones y estrategias de pía-
René C oulomb

nificadores urbanos, organizaciones vecinales, historiadores, inversio­


nistas inmobiliarios, representantes populares o ejecutivos locales.

Bibliografía
Choay, Françoise (2007). Alegoría del patrimonio. México: Editorial
Gustavo Pili.
Glass, Ruth (1964). London: Aspect of Change. London: Centre for
Urban Studies & MacGibbon and Kee.
Melé, Patrice Melé (1995). “La construcción jurídica de los centros
históricos: patrimonio y políticas urbanas en México Revista
Mexicana de Sociología, LVII, 1, enero-marzo: 183-206.

22
Los centros históricos:
¿espacios posmodernos?
(De choques de imaginarios y
otros conflictos)1

Daniel Hiernaux2

n título como este puede parecer una contradicción. Hemos


mezclado, en efecto, dos registros que, aparentemente, no
pueden convivir: los centros históricos son, en ojos de la
mayoría de sus espectadores y de quienes pretenden vivirlos, un rema­
nente de un legado histórico; en otros términos, un patrimonio colec­
tivo. Por otro lado, los espacios de la posmodernidad refieren a esta
fase, posterior a la modernidad, de la cual no es necesario en este
momento describir las características, en la cual los tiempos y espacios
se atropellan entre sí, como si viviéramos como ciegos desafortunados.
El propósito de este ensayo es convocar a una suerte de confronta­
ción entre dos formas de concebir los centros históricos. Para ello,
introducimos la espacio-temporalidad de dos tipos de imaginarios: los
imaginarios posmodernos y los patrimonialistas, bajo el supuesto de
que es a partir de la coexistencia, confrontación y particularmente de
su conflicto, que pueden interpretarse las transformaciones aparentes y
visibles de los centros históricos actuales. Nuestros análisis siguientes
1 Este artículo fue publicado en “Cuadernos” de la Universidad Autónoma Metropolita­
na en 2006.
2 Profesor-Investigador titular del Departamento de Sociología de la Universidad
Autónoma Metropolitana, campus Iztapalapa, México, profesor de la Licenciatura en
Geografía Humana y del Posgrado en Ciencias Sociales. Miembro del área de investi­
gación Espacio y Sociedad, del Departamento de Sociología de la UAM. Miembro del
Sistema Nacional de Investigadores, [email protected]
D aniel H iernaux

no provienen de un caso en particular, sino de muchos, particular­


mente las ciudades latinoamericanas y las europeas. El caso de las ciu­
dades estadounidenses es sensiblemente diferente, por ello difícilmen­
te cabrían en nuestras propuestas analíticas.3
Como se ha observado recientemente en las ciencias sociales, la
dimensión espacial se ha tornado ineludible en cualquier análisis que
pretenda recuperar la complejidad. No obstante, las formas de tratar la
espacialidad son variadas, y nuestra propuesta no es hacerlo desde las
perspectivas urbanísticas (sin negarles valor analítico y reconociendo
su progresivo acercamiento a las ciencias sociales desde hace por lo
menos tres décadas), sino desde un enfoque que sitúa el tema del sen­
tido del lugar en el centro de las preocupaciones.
Este interés en la espacialidad es parte del denominado giro geo­
gráfico experimentado por las ciencias sociales, que, aunque fuera difí­
cil en un principio, con el paso del tiempo ha mostrado su carácter
benéfico. En última instancia, esto ha impulsado una compenetración
de conceptos derivados de la geografía humana con los de las otras
ciencias sociales. Si bien este proceso no ha escatimado dificultades
(como las relacionadas con el diálogo entre miradas aparentemente
distintas), enriquece tanto a las otras ciencias sociales como la misma
geografía humana. En este artículo nos ubicamos en esta perspectiva
para contrastar las lecturas tradicionales de los centros históricos con
nuevas orientaciones en cuanto a la percepción de la espacio-tempo­
ralidad.
Nuestro planteamiento sobre los centros urbanos toma como
punto de partida la confrontación entre temporalidades: el presente y
el legado del pasado. Retomamos, así, una perspectiva benjaminiana.
Esta visión exige la introducción de los imaginarios urbanos.
3 Ciertamente que no todos los centros históricos de Estados Unidos y Canadá demues­
tran las mismas tendencias. Por ejemplo, los centros de las ciudades del Noreste del sub­
continente -cuna de la colonización inglesa y francesa, tanto en Canadá como en los
Estados Unidos- con frecuencia se asemejan a las ciudades europeas, por lo menos en
cuanto al interés marcado en preservar y revitalizar sus centros históricos de reconoci­
do valor patrimonial.
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmopernos?

En la parte inicial de nuestro trabajo, realizamos una primera apro­


ximación al tema de los imaginarios, para después presentar las dos
líneas de fuerza sobre la toma de posición de los diversos actores sobre
los centros históricos.

De los imaginarios urbanos


El tema de los imaginarios urbanos se ha puesto de moda, como bien
lo señala Armando Silva en su libro seminal de 1992. Las “proyeccio­
nes fantasiosas” sobre el tema, como él las denomina, han recibido una
gran acogida por dos motivos decisivos: por una parte, la articulación
de la política latinoamericana con un fuerte ingrediente imaginario,
“(...) como forma de confrontar el poder” (Silva, 1992: 14). Por otra,
y más importante desde nuestro punto de vista, surge el hecho de que
“América Latina ha visto nacer en los últimos años una auténtica
pasión cultural por lo urbano y comprender lo que significa eso” (Sil­
va, 1992: 15).
Finalmente, la ciudad es reconocida por las sociedades latinoameri­
canas como el espacio principal, protagónico, donde se realiza todo y
aun lo demás, producción, distribución, consumo y, sobre todo en el
mundo actual, la ciudad también es el espacio del espectáculo. Nos
podemos remitir a los trabajos precursores de los situacionistas y en pri­
mer lugar a los de Guy Debord (Debord, 1995), quien, más que otros
autores, supo anticipar la transición acelerada del mundo actual desde
una sociedad de la producción marcada por la rígida doctrina tayloris-
ta y por el espíritu protestante descrito por Max Weber a inicios del
siglo XX, hacia otra que entremezcla lo anterior con una dosis poco
común de desorden, instantaneidad, reagrupaciones sociales con sustra­
tos culturales ligeros, y un sentido creciente del ocio y de lo lúdico.
La sociología reciente en la voz de autores como Michel Maffesoli
ha rendido el testimonio de una recomposición de las sociedades capi­
talistas que supera el nivel de las apariencias, para ir hasta el fondo del
potencial humano que le permite resistir y enfrentar el poder, sea poli- 25
D aniel H iernaux

tico o económico, y crear así nuevas formas de socialidad. En estas


nuevas formas de socialidad, las apariencias, la fiesta y el mismo desor­
den son manifestaciones esenciales y sugestivas (Maffesoli, 1993,
2003).
Se podría objetar que las corporaciones económicas nunca habían
sido tan fuertes ni los gobiernos tan belicosos y represivos, ciertamen­
te, pero también nunca la llamada sociedad “civil” había manifestado
intereses tan divergentes, contribuyendo a perfilar una sociedad dife­
rente. Lo belicoso, lo lúdico, lo creativo y lo explosivo de las socieda­
des actuales expresan una circunstancia histórica en la cual no solo hay
expansión global sino resistencia y actuación social.
Podemos definir entonces al imaginario urbano como una crea­
ción incesante de figuras/formas/imágenes, a partir de las cuales so­
lamente puede uno referirse a algo (Castoriadis, 1985: 7). Esta defi­
nición preliminar pone el acento en la creación de elementos que
escapan a la materialidad dominante y que remiten a una compo­
nente de lo humano que ha sido con frecuencia menospreciada: la
subjetividad social.
Lo imaginario, por ende, está relacionado con procesos cognitivos
y de memoria, sin que ello niegue su expresión en formas materiales,
tanto de tipo arquitectónico, como en los grafitis, los performances u
otras manifestaciones efímeras. Aunque estos procesos también se ma­
nifiestan en otras cuestiones como el atuendo de las personas, resulta­
do del deseo de evidenciarse y ser reconocido/admirado/rechazado a
través de comportamientos que buscan mostrarse como extravagan­
tes.4 En otras ocasiones, la búsqueda de ser reconocido como diferen­
te a las masas informes que suelen poblar las ciudades recurre a las
marcas físicas duraderas o efímeras.
4 Hoy la figura del “metrosexual” parecería imponerse como la de una persona que busca
el extremo refinamiento en su apariencia, pero no deja de ser significativo que este tipo
de extravagancias se había presentado por lo menos desde inicios del siglo XIX con los
“Incoyables” en Francia; posteriormente, la figura del dandy (personificada en el “Beau
Brummel” como figura paradigmática) o del “Pachuco” en el mundo latino de la
segunda posguerra.
Los CENTROS históricos: ¿espacios posmodernos?

La incorporación de lo subjetivo entre los elementos fecundos para


analizar la ciudad de hoy debe asociarse con el rechazo creciente a los
análisis realizados unilateralmente desde las formas materiales o desde
las imposiciones de la economía y la organización social. Esta incor­
poración de lo subjetivo que había sido tocada ya por Georg Simmel,
y posteriormente reforzada en parte por los estudios de la Escuela de
Chicago, desafortunadamente se fue diluyendo en el tiempo, sin que
por ello no haya dejado huellas importantes en la sociología y la psi­
cología social, y en menor grado también en los estudios de la ciudad.
Para comprender la ciudad a la que nos confronta el presente, te­
nemos entonces que echar mano de la dimensión subjetiva que es
constitutiva de las ciudades. Y una forma de hacerlo es a través de la
comprensión de la construcción simbólica individual y colectiva de
los territorios urbanos. Esto no implica solo remitirse a las dimensio­
nes psicosociales, sino a todo lo que puede significar nuestra relación
con la ciudad desde la subjetividad.
La construcción de los imaginarios, es decir de un conjunto de fi­
guras, formas e imágenes por medio de las cuales nos representamos la
ciudad pero también la construimos, deviene entonces en un material
esencial para la empresa de comprender la dimensión subjetiva de la
ciudad, aunque no sea la única.
Quizás podamos hablar de “imaginario urbano”, en sentido gené­
rico, cuando nos enfrentamos a un conjunto de elementos que apun­
tan a una construcción subjetiva particular que tiene características
propias y se distingue de otras. Pero, en términos generales, debemos
reconocer la pluralidad de las construcciones imaginarias sobre la ciu­
dad, por lo que consideramos más oportuno hablar de “imaginarios
urbanos” en plural.
La complejidad misma de los imaginarios urbanos es, al mismo
tiempo, el reflejo de la selva subjetiva que habita el mundo urbano y
la manifestación de una riqueza social con potenciales formidables: no
hay una lectura, un pensamiento único que suija y se modele a partir
de los imaginarios urbanos, sino una pluralidad de sentidos que se
transmiten también en la extraordinaria complejidad de las manifesta- 27
Daniel H iernaux

dones de estos imaginarios en la vida cotidiana; lo anterior, de paso,


representa un reto muy fuerte para la investigación urbana.
Los imaginarios urbanos no son estables, como ya se afirmaba an­
teriormente. Son una creación constante, a la imagen de todo el tra­
bajo de la mente urbana, que teje y desteje constantemente, a diferen­
cia de aquellos animales que construyen rutinariamente de forma
irreversible y con patrones muy precisos sus redes para atrapar a las
presas. Afortunadamente, los imaginarios urbanos no operan de la
misma forma, ya que la subjetividad social actúa permanentemente
para recomponer las figuras, cambiar las formas, repensar las imágenes,
de tal manera que los imaginarios suelen ser precarios.
Por otra parte, es necesario reconocer que existen dos niveles
sociales de construcción imaginal: el individual, basado en las inter­
pretaciones -siempre sociales—de una persona, y el colectivo, que se
construye cuando las interpretaciones individuales logran encontrarse
para confluir hacia un imaginario colectivo que integra -sin por ello
desvanecerlas—las diversas construcciones individuales. Los modelos
de imaginarios sociales pueden entonces ser entendidos como fuerzas
transversales en el pensamiento social, que imprimen una direcciona-
lidad sólida hacia ciertos comportamientos colectivos.
Pero también se debe tener en mente que los imaginarios se de­
construyen con cierta frecuencia: tanto en la confrontación con otros
imaginarios como por la permanente interacción cotidiana entre lo
que se ha asimilado subjetivamente por el pasado con las nuevas figu­
ras-formas-imágenes que emergen o literalmente brotan de la reali­
dad. Por ende, la construcción-deconstrucción-reconstrucción de los
imaginarios urbanos es un proceso permanente que muestra una gran
capacidad de adaptación a la innovación social vehiculada en las prác­
ticas de la vida cotidiana.
Podríamos concebir los imaginarios como construcciones subjeti­
vas cuyas componentes son esenciales ideas, por ende, cuerpos men­
tales sin realidad concreta y también sin espacio y sin tiempo. Es una
forma de interpretarlos, quizá la forma más frecuente en la literatura
actual sobre el tema, forma que tiende a situar los imaginarios en la
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

esfera de la ideología. Lo significativo de esta postura es negarle a los


imaginarios todo tipo de vitalidad (vida). Dicha interpretación podría
ser el resultado de la forma tradicional de pensar el desarrollo de las
ideas y, también, podría resultar de la supervivencia de concepciones
estructuralistas que relegan las ideas a un plano estrictamente etéreo.
Nos parece, por el contrario, que los imaginarios urbanos sean per­
fectamente identificables en su dimensión espacio-temporal. Esto no
quiere decir que la espacialidad de los imaginarios sea susceptible de
ser relacionada con un espacio absoluto, medible en términos de la
geometría euclidiana. De manera similar, tampoco referimos a un
tiempo lineal, igualmente medible y especializado, propio de la con­
traparte temporal del mismo mundo espacial convencional.
Más bien, nos referimos a otra espacio-temporalidad: el imaginario
se engarza en un espacio subjetivo, no medible, (de)formado por con­
sideraciones no racionales, susceptible de mutaciones que tienen poco
que ver con su materialidad. De la misma forma, el tiempo de los ima­
ginarios urbanos es algo diferente al tiempo medido. Puede trastocar
el orden tradicional, es decir, el del pasado-presente-futuro, reorgani­
zándose desde criterios y apreciaciones no lineales, sino curvadas por
las presiones ejercidas por la subjetividad y las sensaciones, a partir de
las cuales se aprecia buena parte de la realidad cotidiana. Los imagina­
rios operan entonces desde lo mental, pero toman cuerpo y se pueden
entender solo si se intuye su espacio-temporalidad que forma parte del
mismo imaginario, pero, al mismo tiempo, derivan en su materialidad
inmediata o mediata.
La espacio-temporalidad de los imaginarios implica que no pue­
den ser analizados solamente desde su dimensión mental, sino también
a través de los tiempos que los generan, de los espacios que los inspi­
ran, de las nuevas temporalidades que hacen emerger y de los espacios
que contribuyen a crear.
Detrás de las manifestaciones materiales de los imaginarios, a veces
escondidos en el discurso sobre la ciudad del individuo anónimo,
emergen los motores profundos de las transformaciones materiales de
nuestras ciudades. Más que analizar los “hechos”, la realidad “concre­ 29
D aniel H iernaux

ta” (que también merece una lectura desde lo subjetivo y los imagi­
narios), el gran desafio del analista es interrogarse acerca de, por ejem­
plo, una expresión verbal aparentemente secundaria, una expresión
pictórica que parecería no trascender (la pinta, como un tatuaje no
permanente), un performance individual o social, no solo en su sentido
artístico actual sino si admitimos que todos representamos un papel en
el gran escenario que son nuestras ciudades actuales.
Estos interrogantes deben ser de acompañamiento y no de trans­
gresión de la actuación verbal o comportamental, ni tampoco de im­
posición de una trama de análisis preestablecida, como solía hacerse en
el pasado y se hace todavía en ciertos contextos de las ciencias so­
ciales.
Podemos realizar muchos estudios sobre los imaginarios urbanos y,
sin embargo, todos serían insuficientes si quisiéramos conocerlos “to­
dos”. Nuevos imaginarios se construyen en el momento mismo en
que intentamos, tales Sísifos intelectuales, construir el modelo del
imaginario estudiado, pensando —con cierta cuota de idealismo o de
ingenuidad- que quizás construimos un tipo ideal weberiano.
En las páginas que siguen tratamos de reconstruir las características
centrales de dos modelos de imaginarios, que consideramos esenciales
para entender los centros históricos actuales: estos son los imaginarios
patrimonialistas y aquellos que se derivan del asalto posmoderno a
nuestras ciudades latinoamericanas. Como ya lo mencionamos en la
introducción, estas construcciones que hacemos son a la vez resultados
del seguimiento de las transformaciones recientes de los centros histó­
ricos de las ciudades latinoamericanas y europeas, pero también son
una suerte de modelo que hemos intentado construir en diálogo con
dichas transformaciones. Su valor no se deriva entonces tanto de su ca­
pacidad de adaptación precisa para la comprensión de algún caso par­
ticular, sino porque pueden ser figuras de referencia con las cuales las
diversas realidades concretas pueden confrontarse.
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

Los imaginarios patrimonialistas: dimensión espacio-temporal


La modernidad, en su afán por distanciarse de las sociedades tradicio­
nales, ha sido ávida de destrucciones en sentido material. Desde los
albores de la nueva revolución urbana, ahijada de la modernidad en
ciernes en los inicios del siglo XIX, hasta nuestros días, la historia de
las destrucciones urbanas parecería superar en intensidad y extensión
el relato de las construcciones nuevas.
En los últimos tiempos se ha asistido a un interés creciente por
comprender algunas formas espaciales de la modernidad incipiente,
tan bien apodada por Walter Benjamin como “ur-modernidad”
(Benjamin, 1996). La aparición de las galerías cubiertas en Europa y
casi simultáneas en Estados Unidos desde principios de siglo XIX, el
surgimiento de las tiendas departamentales en la segunda mitad del
mismo, la multiplicación de las exposiciones universales y las grandes
ferias coloniales, son algunos de los temas que han interesado a geó­
grafos, sociólogos, filósofos o estudiosos de la cultura en los últimas
veinte años (Gregory, 1994; Pred, 1991).
De paso, esto ha obligado a una nueva lectura de la obra de Walter
Benjamin que, sin lugar a dudas, fue pionera en la materia, con su inol­
vidable e inconcluso Passagenwerk que se ha vuelto un libro de “culto”
para este género de estudios.
También el análisis de las formas urbanas del pasado y de las gran­
des transformaciones de las ciudades es sin lugar a dudas el paradigma
que ha florecido en la literatura sobre el tema (Harvey, 2003). Como
antecedente empírico de estas transformaciones siempre resulta ilus­
trativo recordar la visión de Napoleón III, materializada en la traza
parisina por el barón Haussman.
Esta situación seguramente es la consecuencia de un interés genui­
no hacia las formas de reconstrucción impulsadas por la modernidad,
de las cuales están pendientes de analizar muchas facetas. Este interés
también parecería corresponder a un estado de espíritu que nos gene­
ra la necesidad de mirar hacia el pasado, cuando el presente se ha ace­
lerado a tal grado que parecerían haber desaparecido los referentes 31
D aniel H iernaux

temporales tradicionales a los cuales las sociedades modernas se remi­


tían.
La mirada al pasado es entonces una forma de entender cuáles son
los imaginarios sociales que han conducido el mundo actual al estado
en el que se encuentra.
El tema de nuestras ciudades se ha vuelto crucial. La proliferación
de centros comerciales, la privatización del espacio, la segregación o
dualización creciente o inclusive la mundialización de las ciudades,
son temas actuales que invitan a recorrer la historia de las ciudades en
busca de elementos explicativos, y quizá de analogías fecundas. Las
añalogías entre las galerías cubiertas y los centros comerciales actuales
parecen hoy cobrar gran interés, y seguramente constituyen una línea
próspera de análisis.
A pesar de este aspecto en particular, queremos destacar una ten­
dencia más intensa. Hoy en día nos encontramos en una verdadera
boga de regreso al pasado que afecta a todas las esferas de la vida social
del planeta. La mirada sobre el pasado puede ser asimilada como una
forma de enfrentar la angustia profunda que se deriva de la contempla­
ción de un mundo que pretende negar su pasado (el fin de la historia)
y que transforma radicalmente la faz de la tierra, los paisajes tradicio­
nales del mundo de la modernidad.
En este sentido, el pensamiento de David Lowenthal (1998), quien
consideró al pasado como un país extraño, está lleno de enseñanzas.
Para entender la sociedad de hoy, y su forma de enfrentar el presente,
debemos asumir que nuestra mirada hacia el pasado puede ser una
suerte de viaje a tierras desconocidas pero con gran capacidad para
explicarnos, por analogía, el presente. No es tema de este trabajo pro­
fundizar sobre la necesidad de este viaje al pasado que deben realizar
las sociedades actuales. Solo abordaremos una faceta de él: la mirada al
pasado del imaginario patrimonialista que anunciábamos en el título
de este acápite.
El imaginario patrimonialista sería entonces el conjunto de figu-
ras/formas/ imágenes a partir de las cuales la sociedad actual, o por lo
32 menos una parte de ella, concibe la presencia de elementos materia­
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

les o culturales del pasado en nuestro tiempo y nuestro espacio de hoy.


También el imaginario patrimonialista es la guía de ciertos programas
sobre los centros históricos en particular, pero también sobre otras
manifestaciones de las espacialidades del pasado todavía presentes en la
actualidad.
Podemos calificar al imaginario patrimonialista como el sustrato
que guía el intento individual y colectivo de algunos para imponer al
resto de la sociedad la preservación de las marcas físicas y de las mani­
festaciones culturales que estuvieron en boga en épocas anteriores.
Por ende, el imaginario patrimonialista se ha vuelto una fuerza
potente que no solo marca el pensamiento actual sobre las ciudades y
particularmente sobre sus centros históricos; ha devenido en un ver­
dadero referente al cual se remiten constantemente aquellas personas
o grupos que tienen alguna capacidad y poder para transformar de raíz
las formas materiales de las ciudades; entre ellos contamos a los políti­
cos, los promotores inmobiliarios, ciertos empresarios modernos, pero
también aquellos sectores profesionales cuyas actividades están fuerte­
mente enlazados con la historia materializada en huellas espaciales:
arqueólogos, arquitectos, historiadores urbanos, entre otros.
El imaginario patrimonialista tiende a plantear que las manifestacio­
nes materiales de las culturas urbanas del pasado deben ser rescatadas,
preservadas y enarboladas por las sociedades actuales. Esto proviene de
la perspectiva que busca revalidar un pasado de fuerte presencia para la
producción actual de identidades y formas de cohesión social.
Se defiende la idea de que el pasado es parte de nuestro presente y
que, a la manera de lo expresado por el geógrafo brasileño Milton
Santos, el pasado se encuentra, en cierta manera, cristalizado en las for­
mas materiales del presente, bajo la forma de las llamadas “rugosida­
des” (Santos, 1990:20). Así, para entender nuestro presente, es ineludi­
ble comprender nuestro pasado y, en particular, reconocer y valorizar
sus formas materiales cristalizadas en el espacio actual, nuestro espacio
de vida.
Los defensores de un imaginario patrimonialista, aquellas personas
o grupos que se han encargado de circular socialmente (difundir) este 33
D aniel H iernaux

constructo, no dejan de utilizarlo como sustento de su actuar cotidia­


no sobre los centros históricos. Ya sean empresarios o asociaciones
civiles que se construyen en torno a la defensa del patrimonio mate­
rial urbano, todos sin excepción “operativizan” su imaginario en la
concreción de sus acciones. Por ende, este imaginario tiene un papel
significativo en las transformaciones actuales y en el futuro de los
espacios urbanos fuertemente marcados por el pasado.

El Centro “revisitado”: el asalto posmoderno


La otra vertiente de los imaginarios urbanos sobre los centros históri­
cos se impone a partir de la deconstrucción de la concepción moder­
na del tiempo y el espacio. Los nuevos imaginarios urbanos resultan­
tes irrumpen en los centros históricos a partir de las consideraciones
espacio-temporales progresivamente impuestas por la modernidad
acelerada: este es el imaginario posmoderno sobre el centro histórico.
Iniciemos por esclarecer los rasgos esenciales de este imaginario a
partir de sus fundamentos espacio-temporales. Como ya lo han ma­
nejado varios autores (Giddens, 1997), el punto clave es la transfor­
mación en la concepción del tiempo a partir de las potencialidades
ofrecidas por la tecnología. Las consecuencias inherentes a un mode­
lo marcado por la fragmentación de la linealidad temporal es la pér­
dida de la continuidad del tiempo lineal, propio de la modernidad
pero construido a lo largo de varios siglos. Así, la pedacería del tiem­
po, esta atomización de la duración en momentos sin continuidad
(Bachelard, 2002), conlleva una pérdida de memoria y de las tradi­
ciones históricas.
Cada momento es valorizado en sí mismo, es concebido como un
fragmento presente, un momento vivido, pero sin la profundidad ni la
textura insertas en la referencia temporal de largo plazo. Esta vida del
-y para—el instante, esta fragmentación de la vida cotidiana, se tradu­
ce simultáneamente por una desestructuración de las formas espacia­
les propias de la modernidad.
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

El espacio pierde, pues, su sentido de lugar, cargado de historia, de


referentes identitarios y de memoria colectiva. Se hace solo un espa­
cio genérico, que puede diferenciarse de otro gracias a cualidades físi­
cas distintas, a localizaciones evaluadas como interesantes o en virtud
de potenciales complejos.
Estamos asistiendo a lo que Henri Lefebvre había advertido en tér­
minos de la indiferenciación del espacio a medida que avanza el capi­
talismo (Lefebvre, 1974). Este espacio absoluto es una suerte de espacio
indefinido, moldeable según las necesidades, fragmentado según reque­
rimientos particulares.
No es de extrañar entonces que este espacio no integre la profun­
didad histórica anterior, y que los imaginarios susceptibles de construir­
se en torno a él no reflejen más que conjeturas sobre el sentido “pre­
sente” de este espacio. Sentido del espacio que no es, indudablemente,
un sentido de lugar. Pero también es un sentido del espacio susceptible
de modificarse en cuanto se modifiquen los intereses, se desplacen las
imágenes acerca de los ideales de belleza, de valorización estética, de
sentido para hacer posible un nuevo instante presente.
El imaginario que se construye en este contexto no manifiesta el
mismo interés por el pasado y su cristalización espacial en sitios y
monumentos, que aquel que suele plantearse el imaginario patrimo-
nialista. No por ello destruirá estos sitios y monumentos, sino que no
dudará en refimcionalizarlos para necesidades ingentes, ligadas con la
percepción que en un momento dado se hace de este espacio al cual
se encuentra confrontado.
Por ende, no existe el sentido del estilo —como advertía también
Henri Lefebvre a fines de los sesenta (Lefebvre, 1972)—; se pueden
mezclar los géneros arquitectónicos, se pueden confrontar en un
mismo conjunto marcas de un pasado dejadas por el paso del tiempo,
con creaciones nuevas (Jameson, 1996). La nueva concepción de la
armonía estética no viene de una adaptación de lo nuevo a lo viejo,
sino de un choque, frecuentemente voluntario, entre elementos pasa­
dos en su inserción con rasgos nuevos, con muestras de la más refina­
da posmodernidad arquitectónica. 35
D aniel H iernaux

La yuxtaposición de estilos, vista como incongruente por el ima­


ginario patrimonialista, es percibida por el imaginario posmoderno
como una forma, una acumulación hic et nunc de lo que ha sido deja­
do por otros presentes. La diferencia entre periodos de edificación no
alcanza a tener sentido ya que cada uno de ellos fue “presente” en un
momento dado: el momento actual solo recoge la “presentación” (la
puesta en exhibición en la actualidad) o sea el hecho de insertar en el
momento actual, vivido, restos de un presente pasado que perdió su
sentido como tal.
No existe pues incongruencia de estilo si todos los presentes ante­
riores se han vuelto actuales, por lo que la vida urbana puede apro­
piarse de estos restos, de estas ruinas que testifican otros presentes.
Los usos que pueden darse a los edificios dependen entonces tam­
bién del instante vivido: los usos se desprenden de la piedra, solo la
ven como un recipiente desprovisto de historia; así, la casa patricia se
transforma en “antro”; luego, el antro deviene oficina de diseñadores,
o ésta en un café de franquicia; todo es posible, porque las porciones
del pasado cristalizadas en el espacio de hoy se yuxtaponen sin por
ello integrarse forzosamente (en el sentido de lograr una integración
de estilo, uso y sentido) con el resto de las edificaciones.
La tradición de las escuelas estéticas no es entonces primordial,
más bien puede imponerse como confrontación, como voluntad de
jugar con estilos y momentos en collages espaciales de temporalidad
limitada.
La vida urbana que se puede reinsertar en los centros históricos, y
en ese patrón espacio-temporal, no podrá nunca adquirir las caracte­
rísticas de la urbanidad tradicional, donde la pertenencia se tejía entre
espacios conexos, por las tradiciones y costumbres ancladas en la pie­
dra y en la memoria colectiva, con la certeza del actuar de manera
“adecuada” y avalada por la costumbre. Este modo de vida urbano tra­
dicional se ha desmoronado progresivamente por la embestida de la
modernidad que insertó progresivamente, en un proceso de décadas,
piezas de un nuevo juego ajeno a la vida tradicional de los barrios
centrales. Los comercios nuevos, las actividades recreativas no tradicio­
Los CENTROS históricos: ¿espacios posmodernos?

nales, las nuevas pautas constructivas y la destrucción progresiva del


patrimonio para fragmentarlo en piezas sueltas, inconexas, todas ellas
fueron algunas de las estrategias modernizadoras que llegaron progre­
sivamente para imponerse y transformar de fondo los barrios tradicio­
nales.
Sabemos que algunos barrios pudieron “resistir”, en ciertos casos
por la calidad de su patrimonio protegido por las autoridades, otros
por la fuerza de su economía local, algunos otros por ofrecer anticipa­
damente servicios a la modernidad, sin olvidar aquellos que por la
marginación y pobreza fueron mantenidos como espacios de reserva
para la modernidad en expansión. La mayoría de los barrios tradicio­
nales fueron progresivamente perdiendo su vida urbana o protegién­
dola con suma dificultad.
Los cambios actuales, entonces, no son el resultado de un pasado
reciente, de los últimos años de hipermodernización, de la llamada
“globalización”, son el fruto de años de una transformación que suele
ser lenta pero no por ello menos drástica (aunque en algunos casos se
hayan dado programas de “renovación urbana” con una reconstruc­
ción radical y de temporalidad acelerada). Hoy se vive algo que no
puede comprenderse de manera profunda sin considerar el proceso
que llevó a la degradación de la vida urbana anterior.Y en esos proce­
sos, los imaginarios fueron y son centrales.
Así, la vida urbana que se pretende reconstruir es diferente a la que
mencionamos antes en varios sentidos. En primer lugar, porque ha
perdido esta profundidad histórica que citamos; en segundo lugar, por­
que no pretende recrear una vida tradicional, aun cuando se instale en
espacios tradicionales y construya escenarios teatrales miméticos de
ciertas pautas de la vida urbana anterior (los cafés con terrazas al aire
libre, las vías peatonales); y finalmente, porque no hace realmente “ciu­
dad” sino que introduce el espectáculo urbano en la vida de quienes
no conocieron pero anhelan nostálgicamente una vida urbana desapa­
recida desde décadas atrás.
La dimensión espectacular es ciertamente la clave. En eso, los cen­
tros históricos no son muy distintos de los parques de diversión, par­ 37
D aniel H iernaux

ticularmente aquellos que han usado la dimensión estética e históri­


ca como atracción. La temporalidad del escenario es diferente, pero
el uso suele ser similar. Por ende, entre Las Vegas y el Centro de Cra­
covia o de la ciudad de México, la diferencia no es esencialmente el
símil de vida urbana que se constituye, sino la presencia de actores
institucionales que producen este espacio y lucran con su uso, en
forma evidentemente más intensa y “comodificada”5 en los parques
de diversión.
Pero la “comodificación” del espacio es ahora parte inherente del
uso de los centros históricos. El estacionamiento pagado o los par­
químetros fueron las primeras expresiones de ese carácter monetario
(aunque la venta sea efímera) de fragmentos del espacio urbano; el
café se paga más caro en la terraza y el mismo dueño del sitio paga
impuestos para usar el espacio público en su beneficio, en una suer­
te de privatización temporal.6 Las actividades pagadas se multiplican:
ferias, museos, exhibiciones de cualquier tipo, esculturas humanas
requiriendo de su cooperación voluntaria (cuasi pago) así como los
organilleros. El transeúnte parece apreciar y justificar el precio que
debe pagar para usar este espacio y “jugar a ser un urbanita” tradi­
cional.
El imaginario posmoderno permite así que un Ersatz7 de vida ur­
bana tradicional sea parte de la vida espectacular a la cual nos invitan
en todos los rincones de nuestra existencia. El centro histórico es un
espacio privilegiado para ello, un reservorio de imágenes que también
puede llamar a la superficie a aquellos recuerdos transmitidos por las
5 Usamos los neologismos “comodificar” y “comodificación” para traducir los términos
anglosajones referidos al proceso de transformación de un bien o una idea en algo
“vendible”.
6 En un aspecto se asemeja a aquello que Goffinan planteaba con el ejemplo de la
apropiación efímera que una persona puede hacer de una banca en una plaza, con
la diferencia de que en el ejemplo goffmaniano no entraba el pago por esa apropia­
ción efímera.
7 Ersatz es la palabra alemana para referirse a sucedáneo, un producto de reemplazo que
se aplicó particularmente a ciertos sustitutos de bienes de consumo escasos como el
38 cafe, durante la Segunda Guerra Mundial.
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

tradiciones familiares o reflejadas en el cine local. Por ejemplo, pode­


mos preguntarnos si el imaginario posmoderno acaso no juega más
sobre las imágenes acumuladas en la historia mental de las personas, o
si usa prioritariamente aquellas imágenes vehiculadas por los medios
masivos de comunicación.
Todo parecería indicar que es lo segundo, tanto más que las recons­
trucciones históricas o los escenarios tradicionales suelen ser frecuen­
tes en las producciones televisivas, como las telecomedias y las series
históricas, para los cuales el recurso a asesores historiadores es frecuen­
te. La “historia” (con “h” minúscula) de algunos historiadores es la dis­
ciplina que hace verosímil las reconstrucciones “pseudo”, y ofrece así
un nuevo derrotero profesional a quienes no parecían tener lugar en
un mundo que pierde cada vez más la memoria.
El límite entre la “ciudad espectáculo” y la “ciudad farsa” es muy
estrecho8: las necesidades de la rentabilidad y el deseo de producir ac­
tividades “comodificables” a corto plazo conllevan a emprender ma­
niobras tales como disfrazar las actividades “mal vistas” con el color y
estilo del barrio (el McDonalds del Barrio Latino en París, disfrazado
de cultura con falsos libros y un busto de Voltaire, presumiblemente
de plástico).También, en la ciudad de México, un falso tranvía turís­
tico (un bus disfrazado) recorre el Centro Histórico.
Los centros históricos se vuelven así, concretamente, lugares apro­
vechables para imponer nuevos imaginarios de vida urbana, suscepti­
bles a su turno de engendrar prósperas actividades.

El conflicto inevitable
Suele considerarse a los centros históricos como espacios del conflic­
to entre un sector tradicional de la población que vive en —y del—
mismo y un sector “moderno” que desea recobrar ese espacio. Vende­
8 Aquí cabe la referencia a Armando Silva que habla de periodo de producción, consu­
mo, espectáculo y farsa. 39
D aniel H iernaux

dores ambulantes, población residente (con frecuencia envejecida) e


intereses meramente locales, formarían entonces un primer grupo,
mientras que jóvenes en busca de nuevos espacios de calidad para vi­
vir, empresarios ilustrados, funcionarios y políticos bien intencionados
que desean mantener el patrimonio, formarían el segundo grupo en
conflicto.
Esta forma de enfocar la situación social de los centros históricos
plantea, en forma simplista, que el problema central de los centros es
la presencia de los sectores débiles, aquellos que forman parte del “cir­
cuito inferior de la economía urbana” (Santos, 1975). Son vistos como
invasores en el caso de los ambulantes, o como un residuo de un pasa­
do inaceptable, como personas incapaces de preservar el valor patri­
monial de los centros históricos; por ende, se les presenta como ele­
mentos negativos. Este discurso es elaborado no solo por las cámaras
del comercio o agrupaciones empresariales, sino también por los polí­
ticos que comparten esta interpretación. Para consolidar aún más este
enfoque, se opera una asimilación entre la informalidad y la baja inte­
gración social y económica con la peligrosidad; el referente renovado
de las “clases peligrosas”, discurso propio de fines del siglo XIX, se ha
reactivado últimamente.
Los estudios de Neil Smith sobre Nueva York evidencian que lo
anterior es una estrategia muy clara de ciertos grupos económicos
asociados con una parte de la clase política local, lo que se hizo evi­
dente durante el mandato como alcalde de esta ciudad de Rudolf
Giuliani (Smith, 1996).
Tal enfoque no solo es limitado, sobre todo descarta o esconde de
tajo que los intereses sobre el centro histórico son antagónicos. Este
antagonismo se refleja entonces, en primera instancia, entre quienes
suelen ocupar el centro histórico de una ciudad y quienes desean rea­
propiarse de él. Podemos afirmar que estamos frente a una visión
endógena de quienes viven o trabajan en el centro (es decir que tie­
nen ya una presencia fuerte, aun si no es una residencia permanente)
confrontada con la visión y los intereses de aquellos grupos que ma­
40 nifiestan una visión transformadora del Centro, lo que incluye tanto
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

los enfoques patrimonialistas más convencionales como los “posmo­


dernos”.
Se detectan serias contradicciones entre los dos imaginarios recién
citados, pero también en el seno mismo de cada uno. Los intereses son
suficientemente complejos como para justificar su desmenuzamiento.
Esto es justamente lo que permite dilucidar un abordaje desde los ima­
ginarios. En este caso solo hemos confrontado dos imaginarios, los que
consideramos más significativos o de fuerte emergencia. Son aquellos
que remiten a las visiones exógenas sobre el centro histórico, es decir
aquellos que sustentan una postura de conservación y los que deman­
dan una reforma radical del sentido mismo del patrimonio en un con­
texto netamente más emprendedor.
Debemos ubicar el sentido mismo del conflicto, es decir, cuáles son
las llaves para entenderlo. Por una parte, parece que detrás de estas pos­
turas está el sentido mismo de la historia: historia-recurso para los
emprendedores versus historia-patrimonial para los otros. La apuesta
no es menor ya que es el sentido mismo de la historia de las naciones,
de los pueblos, la que está en juego. ¿Podemos permitir que la histo­
ria se vuelva un elemento más de la búsqueda exacerbada de ganan­
cias, con el riesgo de destruir los fundamentos de la identidad? ¿Es más
importante, en esta fase en la cual nos encontramos, pensar en patri­
monio histórico o en historia “comodificada”?
Por otra parte, el sentido de lo público y lo privado se ubica en el
meollo de la discusión. No solamente lo público como propiedad, lo
que de por sí es relevante, sino la idea misma según la cual los centros
históricos son un patrimonio vivo que pertenece a todos y no debe
ser sujeto de una nueva producción para fines privados. Este es el sen­
tido mismo de la preservación patrimonial y su transformación en un
capital cultural colectivo. La otra postura recupera los elementos rele­
vantes de los centros históricos para transformarlos en nuevos sopor­
tes privatizados de la vida económica.
Finalmente, nos inquieta más cuál es el sentido mismo de la vida
social y particularmente del tiempo libre que se encuentra en tela de
juicio con estas transformaciones. Mientras que el imaginario patri- 41
Daniel H iernaux

monialista no ha pensado a fondo en las implicaciones sociales de la


preservación patrimonial y se ha justificado esencialmente a partir de
la preservación de un capital cultural colectivo, la visión posmoderna
va mucho más allá.
Esa visión posmoderna transforma los centros históricos en espa­
cios privilegiados para el turismo y la recreación, por ende, intervie­
ne en el impulso fuerte de visiones mucho más integrales de la vida
social que el imaginario patrimonialista. De tal suerte que el tiempo
libre queda cada vez más sometido a la presión del consumo, ya no en
el contexto de sus espacios tradicionales (tiendas departamentales,
centros comerciales) sino en un entorno renovado susceptible de ser
más atractivo para la población (Judd, 2003). La posibilidad de ejercer
una cierta transgresión9 (Giannini, 1987) o pequeña subversión, como
la llamamos en otro contexto (Hiernaux, 2000), frente a las presiones
sistémicas, se ve reducida a nada.
En este sentido, parecería que el centro histórico como paisaje no
es lo esencial en la lucha de ambos imaginarios por el espacio central.
Como lo hemos notado, es posible para el imaginario emprendedor
recuperar las formas materiales del pasado para reconvertirlas. Es ade­
más uno de los elementos clave de su aceptación en el interior de la
clase política. Entre no poder preservar a secas un elemento patrimo­
nial y aceptar un uso comercial que sirva a la preservación u otorgar
recursos para la misma, la elección parecería evidente.10
El conflicto se centra entonces en el modelo de vida que se quie­
re integrar en el centro. Este modelo implicaría eliminar las formas
tradicionales (residentes pauperizados, comercios de mala calidad con
Adherimos a la definición de transgresión de Giannini, como “...cualquier modo por
el cual se suspende o se invalida la rutina” (1987:73).
Ha sido particularmente notoria esta discusión en el seno de las autoridades a cargo del
patrimonio en México: han afluido las demandas de grupos de poder económico para
usar sitios arqueológicos para eventos comerciales más o menos culturales (por ejem­
plo, un concierto de Jean-Michel Jarre con luz y sonido) o para “comodificar” la ofer­
ta en torno a otros centros, o simplemente para reconvertir un edificio. Lo anterior ha
generado fuertes polémicas en el seno mismo de la comunidad relacionada con el patri­
monio.
Los CENTROS históricos: ¿ espacios posmodernos?

dominante de ambulantaje). Se exacerba la lucha abierta entre las dos


propuestas.
Regresando al tema de las temporalidades, son pocos los casos en
los cuales la eliminación del modelo tradicional puede hacerse de una
vez, por lo que la convivencia suele ser larga y conflictiva.
Por ello, los centros históricos recuperados tienden a ser lugares de
alta vigilancia, con pautas de consumo y de comportamiento muy
definidas y de represión a la transgresión. La vigilancia y la represión
son entonces dos condiciones fundamentales para la reconquista —cali­
ficada como “revanchista”, según Smith (1996)- del entorno físico, y
para la transformación de su uso. La asociación entre la esfera política
y la económica se vuelve esencial; así, da lugar a la aparición de regí­
menes urbanos particulares para los centros históricos.11 El caso de La
Habana es particularmente ilustrativo en este sentido, donde la extra­
territorialidad del centro histórico está plenamente reflejada en las
modalidades de su gestión actual. En otros contextos, donde la capaci­
dad autoritaria es menos notoria, como es el caso de las ciudades
mexicanas, la mezcla social es más fuerte, aunque la tendencia es a una
progresiva separación o dualización entre espacios “reconvertidos” y
“espacios en transición”.
Por su parte, el imaginario patrimonialista, sostenido por las instan­
cias de gobierno (a veces a regañadientes por la presión de los empre­
sarios) podría permitir un uso socialmente más equitativo del espacio,
un nivel de libertad mayor para las personas, una integración de las
poblaciones residentes en los centros históricos. Pero esto sería posible
solo si se desprendiera de su manto de virtudes estrictamente restric­
tivas y conservacionistas, para ofrecer propuestas con sentido para1

11 Un aspecto interesante es que el régimen urbano constituido por el modelo de asocia­


ción público-privado para la gestión de los centros históricos puede aparecer como
fuertemente diferente del resto del imaginario y del discurso público sobre la ciudad
en general, situación particularmente evidente en la ciudad de México, donde el dis­
curso sobre el centro es de tipo represivo-posmoderno (inclusive se llamó a Giuliani
para asesorar los temas de seguridad pública) mientras que es más de centro izquierda
(apoyo a los desfavorecidos) en el resto de la ciudad, aunque, aun así, con matices.
D aniel H iernaux

transformar a los centros históricos en espacios que posibiliten un


modelo distinto de ciudad y de sociedad.
El conflicto abierto no es menor: tampoco remite solo al centro
histórico, sino al sentido mismo de la vida urbana y a su gestión desde
lo político. Resulta particularmente ilustrativo que las posiciones de
gobiernos de izquierda reflejen, en no pocos lugares, un total acuerdo
con la visión de la recuperación del espacio para su comodificación a
favor de intereses privados.
Queda por construirse una reflexión sobre cómo evitar la degra­
dación de los centros, en la que se conjuguen los diversos imaginarios
en una visión unificada de los centros históricos, menos excluyente
pero también dinámica.

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46
Usos y desusos en la ciudad
vieja-centro histórico de Puebla1
Elsa Patiño Tovar1
2

1 18 de noviembre de 1977, por decreto presidencial, se deli­


mitó un área de 6,99 kilómetros cuadrados que se denominó
Zona de Monumentos Históricos de la Ciudad de Puebla.
Dentro del perímetro delimitado se incluyeron 391 manzanas y, según
se afirma en el documento, ahí existen 2.619 inmuebles, de los cuales,
798 son coloniales (siglos xvi, XVIIY xvill) y 1.821 son del siglo xix,
en donde 95% eran de uso civil de particulares (Suplemento del
Periódico Oficial, 41: 1-12).
Sin embargo, para acreditar las cifras que ahí se mencionan, debe­
mos movernos en el campo de lo imaginario reglamentado porque, si
bien la declaratoria hace alusión a edificios provenientes del periodo
colonial, el catálogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) habla de construcciones con “elementos” de siglos anteriores.
La precisión nos parece indispensable porque evita confusiones y nos
permite observar el problema en su magnitud real: por ejemplo, cuan­
do se habla del siglo xvi, lo único que existe es algún elemento arqui­
tectónico sin edificio del siglo correspondiente (del conjunto de
inmuebles coloniales, 1,2% tiene elementos del siglo xvi); lo mismo
sucede ya con muchas de las construcciones históricas, en donde
1 Este artículo fue publicado en “El pasado en el presente: pobreza, centro histórico y
ciudad” de la UAP de México en 2002.
2 Universidad Autónoma de Puebla/DIAU. Correo: [email protected] 47
Elsa Patiño T ovar

19,8% tiene elementos predominantes del siglo xvil, 45% tiene ele­
mentos predominantes del siglo XVIII y 26,3% tiene elementos predo­
minantes del siglo xix.
Por otro lado, al hacer un reconocimiento físico de la ciudad vieja-
centro histórico nos encontramos con gran cantidad de edificios que
ya habían sido destruidos y en su lugar se habían levantado nuevos
edificios o, bien, el terreno que los albergaba permanecía como lote
baldío utilizado y, a veces, como estacionamiento a descubierto; a pe­
sar de ello, seguían apareciendo como parte de nuestro patrimonio.
Los edificios que quedan en esquina, por ejemplo, se registran con
un número oficial diferente al que tenían como inmuebles cataloga­
dos.3 De esta manera (como una de tantas que existen), se “oculta” la
destrucción, visible a simple vista, de nuestro imaginario patrimonio;
y, bajo la figura de una nomenclatura abstracta, se preserva en nuestra
memoria un inmueble que, las más de las veces, nadie puede descri­
bir, sea porque ya no recuerda su fisonomía o porque nunca fue visto
(pues, además, casi no existen registros fotográficos de la mayoría de
los inmuebles considerados patrimonio).
El abandono en que se encuentran las construcciones históricas
sigue garantizando su destrucción paulatina. Esto hace evidente la
inexistencia de una práctica coherente con los ya desgastados discur­
sos que, con pocas variaciones, las diversas administraciones han venido
repitiendo por lo menos desde 1964. Un discurso de “salvaguarda del
patrimonio construido” que sólo cambia de interlocutor según los
intereses enjuego y que se mantuvo circunscrito por muchos años a
las edificaciones religiosas, mientras las edificaciones civiles se trans­
formaban en vecindades4 que daban pavor.Y cuando, por fin, file ine­
3 Como sucedió con el actual edificio que se encuentra sobre la 7 poniente esquina con
privada de la 5 poniente (hasta 1987 todavía estaba ocupado en su planta baja por el
comercio Salinas y Rocha, pero por lo menos a partir de 2000 se encuentra desocupa­
do), este edificio se encuentra catalogado con un número oficial sobre la Privada de la
5 poniente y el edificio nuevo tiene su número oficial sobre la 7 poniente.
4 Cuando hablo de las “vecindades” siempre haré referencia a las viviendas que se
encuentran en los edificios catalogados como patrimonio y cuyas características prin­
48 cipales son: la falta de servicios de infraestructura (usualmente las instalaciones de agua
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDAD VIEJA-CENTRO HISTÓRICO DE PUEBLA

vitable voltear los ojos hacia las casonas convertidas en vecindades, se


hacía alusión a la destrucción que ponía en peligro al que fue “reli­
cario de América”, sin mencionar la contradicción social inherente al
nacimiento de este núcleo de la ciudad. Un discurso por demás inú­
til no solo porque no hacía referencia a la población, sino porque,
tampoco, defendía a la ciudad vieja, como objeto material, de ser des­
truida.
No es raro, por tanto, que los inmuebles coloniales representen
acaso 20% del total de edificaciones existentes en nuestra zona de estu­
dio (cuya delimitación exponemos más adelante); pero, igualmente,
podríamos decir que, aunque los edificios provenientes del siglo xix se
mantienen en mucho mayor proporción, también han sido destruidos
total o parcialmente para albergar bancos, comercios, estacionamientos
o edificios de oficinas, consultorios y despachos, que muchas veces
solo conservan una fachada que, en ocasiones, ni siquiera coincide con
el número de pisos del edificio nuevo.
Por ello, nos pareció pertinente centrar este texto en los cambios
de uso de suelo que se dieron en nuestra zona de estudio durante el
período 1984-2000, dado que esas intervenciones marcan definitiva­
mente lo que es hoy la ciudad vieja-centro histórico pues han coad­
yuvado a la evicción masiva de sus pobladores y a la destrucción del
patrimonio.
A tal efecto, delimitamos nuestra zona de estudio en función de las
intervenciones municipales y estatales que tuvieron como eje al cen­
tro histórico, y de las manifestaciones de conflictuahdad social en tér­
minos de las dos actividades fundamentales que, hasta hace poco, han
caracterizado a la ciudad vieja (habitar y comerciar), en donde los pro-
tangonistas han sido los vendedores ambulantes y los inquilinos de las
potable y drenaje se encuentran en el patio y son colectivos), la carencia de equipa­
miento interior (baños colectivos y sin espacio específico para cocinar), la deficiente
ventilación e iluminación (instalación eléctrica insuficiente y pequeños vanos para ilu­
minación natural), la restricción de espacio (usualmente se componen de uno o dos
cuartos que deben ser utilizados para la realización de todas sus actividades) y bajo pre­
cio de sus rentas en relación al nivel general prevaleciente en la ciudad (en algunos casos
se trata implícitamente de rentas congeladas). 49
Elsa Patino T ovar

vecindades (básicamente, habitaron en edificios de los siglos xvn y


XVIII).
Bajo estos criterios, nuestra zona de estudio quedó constituida por
129 manzanas que ocupan una área aproximada de 123,2 hectáreas;
esta área, además de contener un porcentaje altamente representativo
de los inmuebles coloniales (82,1%), abarca el área total de lo que fue
la ciudad original5, 17,6% de la Zona de Monumentos y 38,7% del
área que la ciudad tuvo hasta principios del siglo xx.6
Los límites de nuestra zona de estudio, grosso modo, son los siguien­
tes: al norte: avenida 24 poniente-oriente; al sur: avenida 15 poniente-
oriente; al oriente: calle 16 norte-sur; al poniente: calle 9 norte-sur.
Además, respetamos la subdivisión oficial que hizo el Departamento de
Catastro en cuatro cuadrantes/regiones: Cuadrante/Región I: noroes­
te; Cuadrante/Región II: noreste; Cuadrante/Región III: sureste; Cua-
drante/Región IV: suroeste (en el Plano 1 puede apreciarse nuestra
zona de estudio encuadrada en la Zona de Monumentos).
Una cuestión que nos parece importante remarcar, antes de entrar
en materia, es que, desde la Ley sobre Protección, Conservación y
Restauración de Monumentos Históricos y Artísticos, Poblaciones
Típicas y Lugares de Belleza Natural del Estado de Puebla expedida
en la década de los años sesenta, las intervenciones que se dieron en
el marco del Programa Regional de Ordenamiento Territorial Ange-
lópolis (nos referimos al Programa Parcial de Desarrollo Urbano,
Mejoramiento, Conservación e Integración del Paseo del Rio de San
Francisco) en 1999, hasta las acciones encuadradas en el Plan Parcial
de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de la Ciudad de Puebla
de 1980, el discurso mantiene un formato que hace énfasis en lo téc­
nico y se refiere poco a lo social. Sin embargo, incluso dentro de la
muy reducida visión en la que se encuadran las intervenciones reali­
zadas, se pueden encontrar acciones muy cuestionables; por ejemplo,
5 Al finalizar el siglo XVI, la ciudad tenía 16 calles de oriente a poniente y 9 de norte a
sur que formaban un damero de 120 calles (Marín, 1962:21).
6 De acuerdo a Hugo Leicht (1967: XXl), la ciudad de Puebla tenía una extensión de 333
manzanas para 1902.
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Plano 1. Zona de estudio y cuadrantes/regiones en los que


se divide en centro histórico de la Ciudad de Puebla.

Fuente: Instituto Nacional de Antropología e Historia.

cuando, dentro del programa municipal de “regeneración” del centro


histórico de 1984, se eliminaron las marquesinas con las que original­
mente habían sido concebidos los nuevos edificios que ocuparon el
lugar de las casas coloniales derrumbadas a partir de 1965.7 La idea de
ese programa de “regeneración” era homogeneizar el paisaje urbano,
según se dijo, y aunque pueda parecer una minucia, expresa bien la
falta de referentes para definir lo que debe ser considerado como pa­
trimonio, así como de una visión que rebase las coyunturas adminis­
trativas.
7 Véase los diversos números de Nuestra Ciudad, Organo Informativo del Comité
Defensor del Patrimonio Cultural Poblano, Segunda Epoca, de acuerdo a los cuales, es
en ese año en el que se inicia el proceso de derrumbre de casas coloniales. Aunque, de
acuerdo a Pedro Angel Palou (1976: 2), la riqueza de la ciudad de Puebla permitió la
continua destrucción de sus edificios desde el periodo colonial hasta 1930 que se ini­
ció la última etapa de destrucción masiva, siempre con un afan de progresismo mal
entendido. Podemos ver que tal destrucción ha sido permanente y se mantiene hasta
nuestros días.
Elsa Patiño T ovar

Resalta ahí la carencia de un ejercicio lúdico y holístico que pueda


superar la mera práctica de mutilación o agregados; además, cuando se
estaba a tan pocos años del fin de siglo, podía haberse considerado que
la historia no se consume en el pasado, está en permanente construc­
ción y sus testimonios son las acciones y materializaciones, objetiva­
ciones y subjetividades, de ayer, hoy y mañana, como uno solo, del
cotidiano devenir:“(...) no cesamos de rehacer la historia, y a la inver­
sa, la historia no cesa de estar hecha por cada uno de nosotros, sobre
su propio cuerpo” (Deleuze y Parnet, 1997:126).
¿Cómo se asume la recuperación de un paisaje urbano que se ha
autorizado destruir (con la política de dejar pasar y dejar hacer) y que,
evidentemente, sigue sin interesar proteger? ¿Bajo qué criterios se
hará la valoración (si es que interesara hacerse, por supuesto) de este
mutilado patrimonio del siglo xx en este nuevo siglo? ¿Cuáles serán
los referentes de salvaguarda cuando la pobreza arquitectónica, del
concepto y su obra, son tan evidentes? Montero plantea:
la tendencia (...) es hacia la defensa de los edificios singulares (los
monumentos). Sin saberlo, implícitamente avalan la destrucción de
edificios modestos (...) Olvidan que el sitio al que ahora llamamos
centro histórico (...) no es una simple zona de monumentos, es la
traza y la extensión de la ciudad de una época de la conformación
actual (...) (Montero, 1996: 256).

En fin, mutilar, derrumbar, modificar, preservar, restaurar, recuperar,


rehabilitar, regenerar, o no hacer nada, ¿qué sentido tienen sin una
contextualización de lo que devenimos de manera permanente?

52
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Cohabitación y rechazo, algunas cifras8


Podemos decir que los cambios radicales que sufrió la ciudad vieja-
centro histórico durante el periodo analizado, afectaron a toda ella,
pero, principalmente, a su área más pauperizada (Cuadrantes/Regio-
nes I y II), pues se refieren básicamente a la salida del conjunto de ter­
minales de autobuses foráneos, la eliminación de pulquerías en su
totalidad y la reducción de bares y cantinas (aunque en los años pos­
teriores vuelven a aumentar su número bajo otras modalidades).
Pero estos cambios también tienen que ver con otra cuestión fun­
damental y de mucha mayor trascendencia que la anterior: la expulsión
de los locatarios del mercado La Victoria y de los vendedores ambu­
lantes, que, en su mayoría, se localizaban en la Región/Cuadrante I.
Estamos hablando del Plan Sectorial de Desconcentración Co­
mercial aplicado a mediados de los años ochenta y que tuvo como
antecedente el programa municipal de “regeneración” de 1984; y si
bien este plan estuvo centrado en los puntos antes mencionados,
lógicamente, afectó al conjunto de usos en la ciudad vieja-centro his­
tórico.

Terminales
Respecto a las terminales de autobuses foráneos, a pesar de que, en
1984, solo constituían 0,46% del total de establecimientos con este
uso, ocasionaban grandes problemas de tráfico y algunos de tipo social,
pues 93,7% de las terminales se encontraba en igual proporción en las
Regiones/Cuadrantes I y II (solo una terminal se encontraba localiza­
da en la Región IV).

8 Los porcentajes que aquí se presentan fueron calculados con base en los resultados de
los censos de usos de suelo aplicados, bajo la coordinación de la autora de este trabajo,
en 1984 y en 2000. Véase PatiñoTovar (2002). 53
Elsa Patiño T ovar

Las doce terminales de autobuses foráneos que todavía en 1984 se


resistían a salir (solo se habían trasladado cinco en ese año) dejan defi­
nitivamente la ciudad vieja-centro histórico para irse a la central
camionera (CAPU) localizada en la periferia más alejada al norte de la
ciudad, y, para el año 2000, ya no encontramos ninguna en nuestra área
de estudio, aunque se mantiene una de ellas en la denominada “zona
de protección” de la Zona de Monumentos. El traslado de las termi­
nales a la periferia comienza a determinar una serie de actividades que
también se habían derivado de ellas en la ciudad vieja-centro históri­
co (prostíbulos, hoteles de paso, pulquerías, bares, cantinas, restaurantes,
comercios), saturándose rápidamente toda el área circundante.

Borracherías
En cuanto a las pulquerías, en 1984, constituían 14,4% del total con­
formado junto con los bares y las cantinas (0,6%). Del total de estas
actividades (pulquerías, bares y cantinas), 67,2% se encontraba en las
Regiones/Cuadrantes I y II casi en igual proporción, pero, en 2000,
ya no encontramos una sola pulquería, y los bares y cantinas disminu­
yen a 0,26% distribuidas mayoritariamente en las Regiones/Cuadran­
tes III y IV (52,6%) en proporciones iguales (solo 10,5% en la Re­
gión/Cuadrante I, que es la más pobre de la ciudad vieja-centro his­
tórico, y le seguiría en pobreza la Región/Cuadrante II).
En relación a las pulquerías, Ernesto Licona planteaba lo siguiente:

La pulquería es un lugar fundamental dentro de la vida cotidiana de


los sectores populares. Es el sitio de reunión antes y después del tra­
bajo y en los momentos de ocio. Allí se conversa con los amigos, con
compañeros ocasionales y se bebe el néctar de maguey. Se comenta la
jornada laboral, la tragedia de la vida, los éxitos y fracasos; se tejen
leyendas, se ejercita la imaginación en la broma y el relato, en lo sagra­
do y en el albur. Así lo religioso, el albur, el lenguaje transgresor y el
54 pulque, todo, recrea una atmósfera especial, un conjunto de imágenes
USOS Y DESUSOS EN LA CiUDADVIEJA<ENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

y conductas; una rica y muy propia mentalidad popular urbana. De


esta forma, la pulquería es un recinto de valor etnológico, histórico y
arqueológico (Licona, 1988: 58).

Planteado de esa manera, resulta sin duda controversial, porque no


podemos negar que hasta en lo socialmente estigmatizado (y sus bue­
nas razones hay), como las pulquerías, encontramos ese algo que solo
la vida cotidiana puede construir positivamente, como la recreación
mítica o los lazos de solidaridad, o el cultivo colectivo de los sueños
en donde se comparten los malos y los buenos momentos. De igual
manera, es evidente que las pulquerías constituían un eslabón impor­
tante en donde se entretejía la vida de la ciudad vieja-centro históri­
co, como en la “Bella Elena” en el Barrio de Los Sapos, tan conocida
en toda la ciudad que, al modificarse el barrio, mantuvo su nombre y
hoy es restaurante-bar para estratos sociales acomodados.
De paso, habría que decir que el pulque, en la Puebla de épocas
anteriores, era una bebida que no se encontraba confinada a lugares
específicos ni al sexo masculino; por el contrario, era una bebida de
calidad muy apreciada por ambos sexos en reuniones de todas las cla­
ses sociales y se preparaba con diferentes sabores. Como cualquier be­
bida de calidad se valoraba por su cuerpo, aroma y sabor. Cierta­
mente, su origen prehispánico hizo que al principio de la colonización
fuera una bebida cuya distribución y consumo se circunscribía a la po­
blación indígena pobre de los barrios periféricos; pero, durante el siglo
xviii, surgieron haciendas que se dedicaban exclusivamente a la pro­
ducción de pulque. Dentro de este circuito, Puebla, Tlaxcala e Hidalgo
eran lugares privilegiados y, en un primer momento, su producción se
dirigió básicamente al entorno circundante de las haciendas (hacenda­
dos incluidos); pero, posteriormente, al establecerse el ferrocarril, su
distribución alcanzó a las ciudades y rompió el cerco popular estable­
cido por los españoles.
Pero, como quiera que haya sido, la eliminación total de pulque­
rías en la ciudad vieja fue fulminante, mientras que la reducción de
bares y cantinas ha sido un proceso paulatino que les ha permitido 55
Eis a Patino T ovar

permanencia. Un dato significativo es que, en 1984, había tantos cen­


tros de este tipo como escuelas.

Centros educativos
Ir a la escuela sigue siendo una obligación que muchos prefieren eva­
dir, y que encuentra campo de cultivo en los bajos recursos de una
mayoría de la población que prefiere evitarse gastos y tener más bra­
zos para trabajar.
Por ello, es doblemente loable que las instituciones educativas
“centradinas” hayan pasado de representar 0,8% en 1984 a 1,4% en
2000, del total de establecimientos ahí localizados. Aunque también
debemos decir que el aumento se debe, en buena parte, a la expansión
de las instalaciones administrativas de la Universidad Autónoma de
Puebla, que se realizó gracias a la entrega en especie del subsidio
gubernamental, es decir, parte del subsidio fue completado con la
compra de edificios históricos, cuando, contradictoriamente, se redu­
jo drásticamente la matrícula (casi en 40%).
Con ello, la universidad pública coadyuvó a justificar la política
gubernamental de desalojo de los más pobres y, obviamente, fue pre­
miada por su liderazgo en la “salvaguarda del patrimonio” (a pesar de
que el financiamiento para su mantenimiento fue escaso y el temblor
de 1999 exhibió su deterioro con bombos y platillos).
Si se toma en cuenta lo anterior, habría que valorar que el aumen­
to más significativo se dio en la Región/Cuadrante II, en donde los
centros educativos observaron un incremento de 2,5 veces; mientras,
en la Región/Cuadrante III, disminuyeron en aproximadamente 25%.
Es importante marcar que, en poco más de la tercera parte, cuan­
do hablamos de centros de enseñanza se trata de academias secreta­
riates, comerciales, en computación, corte y confección, belleza y
música.
56
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓR1CO DE PUEBLA

Transporte
Respecto al transporte colectivo, los resultados fueron patéticos por­
que siguió concentrando sus rutas en la ciudad vieja-centro histórico,
a pesar de todas las políticas gubernamentales supuestamente contra­
rias (decimos supuestamente porque ya se sabe que lo importante han
sido las chentelas; para el caso, el Consejo Taxista y la Alianza de Ca-
mioneros).
Así, 77 rutas con 1.544 unidades de combis y 92 rutas con 1.038
unidades de autobuses circulaban, en 1984, en el mismo perímetro de
cuatro a seis calles en torno al zócalo gracias al programa oficial de
“desconcentración” (antes pasaban a una o dos calles del zócalo). La
flota de autobuses era en su mayoría chatarra rodante (solo 150 unida­
des eran nuevas) con deficiente o nulo mantenimiento, verdaderos
focos de infección carentes de todo confort y que, para colmo de
males (¿o para nuestra fortuna?), resultaban insuficientes en número.
Por otro lado, generaban una fuerte contaminación por emanación de
gases (sobre todo en el caso de los que utüizan diésel) y producción de
ruido que contribuía al desequüibrio ambiental ya existente en la ciu­
dad vieja-centro histórico (Patiño Tovar, 1990:12-13).
En el Programa Parcial de Desarrollo Urbano y Conservación del
Centro Histórico de la Ciudad de Puebla se menciona que
(...) la distribución de la red de transporte está formada en su mayoría
por rutas irregulares (...) lo que provoca un sistema muy denso en la
parte central (...) el centro urbano experimenta serios problemas (...)
de disfimcionalidad en su estructura vial y de transporte (Ayun­
tamiento de Puebla, 1993-1996: 48).

Y, como ejemplo, un párrafo más adelante, proporciona datos de fina­


les de 1993 y principios de 1994 que se refieren al hecho de que diez
Eneas de autobuses y veinte rutas de combis circulan tan solo en el
Boulevard 5 de Mayo, así como 18 líneas de autobuses y 37 rutas de
combis circulan tan sólo en la 11 norte-sur. No proporcionan el
Elsa Patiño T ovar

número de unidades por línea pero, seguramente, el total sería apabu­


llante; tampoco desmenuzan el número de unidades que penetraban a
dos o tres calles del zócalo, pero, también seguramente, se hubiera
hecho todavía más evidente que no había desconcentración alguna.
Para 2002, las condiciones no habían cambiado grandemente, pues
existía un parque de 5.419 vehículos, de los cuales, 61% (3.303 uni­
dades) había sido adquirido entre 1990 y 2002 (podemos suponer que
la mayoría era de principios de los noventa pues se habla de un esfuer­
zo de trece meses que permitió renovar alrededor de 950 unidades en
2001), y se consideraba “nuevo” aunque resultara obvio que un vehí­
culo con más de diez años y sin buen mantenimiento no es precisa­
mente nuevo ni el transporte ideal; el restante 39% era chatarra. De
ese parque vehicular, 2.310 eran microbuses, 843 autobuses y 2.266
combis. Los vehículos que tenían más de doce años (es decir, de plano
chatarra) eran 112 microbuses, 392 autobuses y 1.612 combis (El Sol
de Puebla, 3 de abril de 2002:1A y 9A).
Como puede apreciarse, el mayor deterioro se encuentra lógica­
mente en el más inadecuado medio de transporte: las combis, que, al
no estar diseñadas para la transportación masiva, sufren un rápido pro­
ceso de deterioro, congestionan el tráfico por el elevado número de
ellas que se requiere para sustituir a un autobús (la relación es de 4 a
1) y siempre van sobrecargadas, por lo que su índice de accidentes es
alto. ¿Por qué, entonces, no pensar en suprimir ese medio y sustituir­
lo con una red periférica de metro y metrobuses con enlaces hacia la
ciudad vieja-centro histórico a través de algún tipo de vehículo no
contaminante ni congestionante?
En fin, por un tiempo, el conjunto del transporte público se man­
tuvo en el nuevo perímetro (cuatro a seis calles en torno al zócalo),
pero, pocos años después (y hasta la fecha), varias líneas de autobuses
y combis se encontraban circulando nuevamente a dos calles del
zócalo.

58
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Vivienda
Otro cambio, que por su significado y magnitud resulta radical, es la dis­
minución de vivienda (ver plano 2). En efecto, en 1984, el uso vivienda
constituía 61,5% y, para 2000, este porcentaje se había reducido sustan­
cialmente (47,9%). En la Región/Cuadrante I, el uso vivienda se redu­
jo en 40,3%; en la Región/Cuadrante II, en 45.8%; en la Región/
Cuadrante III, en 36.7%; y en la Región/Cuadrante IV, en 52.7%.
Plano 2. Aumento-disminución del uso vivienda
en la zona de estudio entre 1984 y 2000

Fuente: Elaboración propia en base al censo de usos del suelo levan­


tado por el DIAU-UAP bajo la coordinación de la autora.

Por ello, la población que era “residente del centro” (es decir, que cam­
biaba de vivienda pero siempre buscaba dentro de la misma área) pasó
de representar 81,6% a 32,9%. En algunas declaraciones de especialis­
tas, se afirmaba que habían salido alrededor de veinte mil “centradi-
nos” entre 1985 y 2001, y que existían unas 4.000 viviendas desocu­
padas.9 Lo cierto es que, en nuestra área de estudio, encontramos que
42,6% de los inmuebles (24,3% no catalogados y 18,3% catalogados)
estaban desocupados y, de hecho, completamente vacíos; en esa misma
9 Declaración del arquitecto Miguel Rivero Pavón para Síntesis: “Se quiere hacer funcio­
nal el centro pero en quince años han salido 20 mil vecinos” (Síntesis, 16 de julio de
2001:4). 59
Elsa Patiño T ovar

lógica, se comprende que solamente 18% de inmuebles catalogados y


28,1% de los no catalogados estuvieran dedicados de manera exclusi­
va al uso de vivienda.
Podemos suponer que, entre esos inmuebles desocupados, existían
casos en que los propietarios no tenían la posibilidad real de reutiliza­
ción porque estaban intestados o no contaban con los recursos eco­
nómicos para repararlos y reinsertarlos en la oferta habitacional, pero
creemos que la mayoría formaba parte de los circuitos especulativos
generados por las propias intervenciones públicas. Sin embargo, pode­
mos ver que, a pesar de todas las expulsiones de inquilinos, el uso
vivienda seguía siendo hegemónico dentro del conjunto de usos de la
ciudad vieja-centro histórico (ver cuadro sobre usos del suelo).
Tabla 1. Cam bio en el uso del suelo en la zona de estudio 1984-2000
Tipos de 1984 2000
establecimientos Absoluto % Absoluto %
Bar 121 0,6 38 0,26
Comercio 2.677 13,6 T900 13,4
Vivienda 12.059 61,5 6.807 47,9
Escuda 155 0,8 195 1,4
Bodega 1.078 5,5 303 2,1
Industria 36 0,2 41 0,3
Oficina pública 76 0,4 87 0,6
Taller 707 3,6 543 3,8
Servicios 303 1,5 305 2,1
Clínica 20 0,1 16 0,1
Estacionamiento 86 0,4 83 0,6
Restaurante 380 1,9 483 3,4
Banco 48 0,2 46 0,3
Cultura 34 0,2 47 0,3
Consultorio 351 1,8 236 1,7
Despacho 604 3,1 2,7
00

Recreación 38 0,2 30 0,2


Total establecimientos 19,613 100,0 14.213 100,0
Fuente: Censo de usos del suelo DIAU-UAP.
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Esta población que ahí se mantenía era, básicamente, de extracción


popular (44,9% tenía un ingreso máximo de 2,5 salarios mínimos; para
7,5% era de 3, y para 8,6% era de 3,5) y en su mayoría (87,6%) renta­
ba la vivienda y le dedicaba más de 40% de su ingreso en 67% de los
casos. Por otro lado, en un porcentaje significativo (43,2%), la vivien­
da tenía como máximo dos cuartos, pero el hacinamiento era caracte­
rístico en 51,9% de las viviendas.
Del stock global de vivienda popular en la ciudad vieja-centro his­
tórico, sólo 28,6% de los edificios podía considerarse que estaba en
buen estado (es decir, que contaban con los servicios básicos, con espa­
cios adecuados, y que no tenían ni humedades ni cuarteaduras de
importancia).Y a pesar del deficiente estado del restante 71,4% de los
edificios (del cual 27,8% estaba en malas o pésimas condiciones)10, sólo
33,1% de la población manifestó su deseo de buscar mejores viviendas
fuera del centro de la ciudad.
Sin embargo, lo obvio es esa tendencia a desertificar y mantener los
usos esporádicos, en detrimento de las actividades que animan la ciu­
dad vieja-centro histórico por su continuidad en el ciclo vital. Al res­
pecto, De Certeau y Giard, al referirse a las intervenciones de este tipo,
que se han hecho en París, plantean:
(...) la “sustracción” museológica (edificaciones arrebatadas a la vi­
vienda para ser transformadas en instituciones teatrales públicas) es
reemplazada por una desapropiación económica (edificaciones retira­
das a los habitantes menos favorecidos para ser mejoradas y vendidas a
adquirientes más afortunados). Varios ejemplos de estos últimos años
lo muestran: el barrio de Les Marais, la calle Mouffetard, Les Halles,

10 El que un edificio fuera considerado en malas condiciones implicaba que tenía diver­
sas grietas en los elementos de soporte, que existían deformaciones y filtraciones en el
techo y diversas áreas, humedad permanente en gran parte de muros y techos, y dete­
rioro avanzado en las partes complementarias. Un edificio en pésimas condiciones sig­
nificaba amplias grietas o rajaduras, derrumbes parciales o totales en los elementos de
soporte, grandes deformaciones y derrumbes parciales o totales en muros y techos,
humedad generalizada y acumulación de agua en diversas áreas, fuerte deterioro o pér­
dida total de las partes complementarias (Gómez Consuegra, 25 de marzo de 1995:3).
Elsa Patiño T ovar

etcétera (...) los “legrados” inmobiliarios se convierten así en “opera­


ciones de segregación” (...) Por su movimiento propio, la economía
de la restauración tiende a separar de los lugares a quienes los frecuen­
tan. Una desapropiación de sujetos acompaña la rehabilitación de
objetos. Más que intenciones malignas, este movimiento resulta de la
lógica misma de un aparato (técnico y científico) que se constituye al
aislar de la consideración de los sujetos el tratamiento de los objetos.
En este caso particular, no resulta sorprendente que las administracio­
nes técnicas se interesen tanto en los edificios y tan poco en los habi­
tantes o que (...) otorguen a las cosas capaces de resistir el tiempo, un
valor que niegan a las personas (De Certeau y Giard, 1999:141).

Y, ciertamente, es paradójico que se expulse a los inquilinos pero se


sostenga al comercio (encontrado en 44,6% de los inmuebles con uso
vivienda) y a su uso complementario, las bodegas, que prácticamente
mantienen deshabitados los inmuebles (parcial o totalmente) y contri­
buyen a su degradación.

Comercio y bodegas
Bajo las consideraciones anteriores, el uso comercio, visto en general
y en términos cuantitativos, mantuvo su presencia casi intocada, pues
los giros privilegiados siguieron siendo los mismos con ligeras varia­
ciones en sus porcentajes: venta de prendas y accesorios para vestir
(21,7%), venta de productos alimenticios y bebidas (14,5%), venta y
consumo de alimentos preparados (12,9%) y venta de artículos para el
hogar (12,8%).
Respecto a su correlato, las bodegas, y de acuerdo a la propuesta
gubernamental, no se trataba de la disminución en su número que es
real (han bajado su presencia de 5,5% en 1984 a 2,1% en 2000), sino
de su evicción de la ciudad vieja-centro histórico, dado que son des­
tructoras del patrimonio y congestionantes del tráfico; sobre todo, en
las regiones/cuadrantes más pobres de la ciudad vieja-centro históri­
co (I y II) que eran las que mayoritariamente concentraban este uso
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

en 1984 (54,6% y 32,8%, respectivamente) y lo siguieron haciendo en


2000 (40,9% y 31,7%, respectivamente). Sin embargo, a pesar del dis­
curso gubernamental, solo se logró su relativa reducción y seguramen­
te volvieron a aumentar su número, dado que la actividad comercial se
mantuvo prácticamente igual durante todo el periodo de estudio,
como muestran las cifras siguientes.
En 1984, el comercio representaba 13,6% del total de estableci­
mientos “centradinos” y, en 2000, este porcentaje se mantuvo casi igual
(13,4%). Además, hubo un incremento en su número dentro de las
Regiones/Cuadrantes I y II (en 5,9% y en 0,8%, respectivamente), que
de por sí eran las regiones en las cuales se concentraba con mayor peso
en 1984, por lo que se mantuvo la tendencia al aumento en la con­
centración en 2000 (pasaron de 45,5% del total de establecimientos a
68% y de 31,1% a 44,2%, respectivamente), y disminuyó en las
Regiones/Cuadrantes III y IV (2,4% y 25,8%, respectivamente), que
son las regiones de la ciudad vieja-centro histórico con mejores nive­
les de ingreso y un comercio con mayor inversión.
La reducción general que sufrió el comercio podría atribuirse a
esta política gubernamental en específico que ha coadyuvado a la evic-
ción de la población con menos recursos, mientras que la reducción
en las Regiones/Cuadrantes III y IV puede referirse más bien a las
sucesivas crisis económicas que ha vivido la ciudad, de las cuales, sola­
mente planteamos a continuación algunos datos relevantes para dar
una idea de la situación.
En efecto, mientras el PIB industrial del estado de Puebla pasó de
una base 100 en 1960, a 1.479 en 1980, el empleo industrial pasó de
una base 100 en 1960 a 153 en 1980 (Melé, 1994: 80). De acuerdo al
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), durante los tres prime­
ros meses de 1995, se dieron de baja 6.143 trabajadores de la industria
textil y de transformación, del comercio, de las instituciones de crédi­
to, de las instituciones de seguros, de las finanzas y de la industria de la
construcción (La Jornada de Oriente, 25 de marzo de 1995:3). El pre­
sidente de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación en
Puebla aseguraba que, de finales de 1994 a principios de 1995, en la 63
Elsa Patíño T ovar

industria textil habían cerrado 60 empresas, lo que dejó sin trabajo a


cerca de 3.000 personas. Calculaba que para fines de 1995, solo esta­
rían funcionando entre 5% y 10% de las 400 industrias existentes en
esta rama, pues eran las que habían logrado exportar. El propio
gobierno reconocía que los 190 empleos generados por la industria
textil, durante 1994, no contrarrestaban los 498 empleos que se per­
dieron en ese mismo año (Manuel Bardett Díaz, 15 de enero de 1995:
14). Esta situación es de tomarse en cuenta porque, después de Volks­
wagen (VW) es la segunda rama generadora de empleo (la Secretaría
del Trabajo calcula que son 15 mil trabajadores en este sector) (El Sol
de Puebla, 28 de marzo de 1995: 1).
En fin, que en este contexto de crisis que se inicia con fuerza
desde principios de los años ochenta con la apertura de fronteras (en
donde la industria textil era de las menos favorecidas para competir
internacionalmente), y que coadyuva al aumento exponencial de la
venta ambulante en torno al mercado La Victoria (el centro popular
comercial más importante de la ciudad), se decide, en 1986, cerrar
este centro de abasto y expulsar a los locatarios junto con los vende­
dores ambulantes, como parte del programa oficial de “desconcentra­
ción” ya mencionado (se tiene como antecedente el programa muni­
cipal de “regeneración” de 1984, como ya se dijo también); y aunque
a algunos de los locatarios (los que ocupaban las accesorias)11 se les
había prometido el regreso una vez remodelado el inmueble, pero no
fue así.
El inmueble fue ocupado por grandes cadenas como la de los res­
taurantes VIP’s y la tienda departamental Suburbia, a pesar de las
declaraciones oficiales que afirmaban que se mantendría el carácter
popular del mercado que antes contenía artesanías, ropa y calzado tra­
dicional, herbolarias y perecederos, entre muchos otros giros. A los1
11 Las accesorias son un espacio que en realidad se refiere al concepto de vivienda colo­
nial, pero cuya localización en el mercado La Victoria corresponde a esa idea.Véase en
Anexo 1: Características de la vivienda residencial, en donde se plantea un cuadro sinópti­
64 co con los pocos datos encontrados al respecto y en donde se ubica el papel de las acce-
sor las.
Usos Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

expulsados locatarios se les reubicó en un improvisado mercado en el


Barrio de La Acocota que, finalmente, se volvió permanente.12
De hecho, este plan de “desconcentración” comercial (en realidad
referido al ambulantismo que ya oscilaba entre 7.500 y 12.500 perso­
nas), ha constituido la mayor y más ineficaz de las inversiones en la his­
toria reciente del municipio de Puebla.
Además de lo ya mencionado en rubros anteriores, se trató de la
construcción de la central de abasto, la central de autobuses y siete
mercados, todos en la periferia, pero se abordó en términos de la rea­
nimación del sector comercial y no como un problema de desempleo;
es decir, la cuestión no se restringía a la construcción de mercados
periféricos, sino que se necesitaba dinamizar la economía local en su
conjunto para romper el círculo vicioso creado por el desempleo. Por
ello, las acciones que se comenzaron a implementar desde 1985 y que
culminaron con la expulsión de los vendedores ambulantes y locata­
rios del Mercado “La Victoria”, no fue la solución.
Más bien contribuyó a la pauperización de este sector de la pobla­
ción, porque, aunado al fuerte golpeteo desestructurador de las princi­
pales organizaciones (con la consecuente deserción masiva para ejercer
la actividad), los mercados se ubicaron de la peor manera y la acredita­
ción de muchos de ellos fue un proceso sumamente difícil (sólo el
Mercado Hidalgo logró una acreditación “rápida”, pues tardó entre seis
y siete años para estabilizar una clientela que garantizó su permanencia).
Había mercados localizados de tal manera que implicaban saltar
una barranca o brincar por encima de varias casas que bloqueaban el
acceso para poder llegar a ellos, porque no existía vialidad. Era total­
mente ilógico ponerse en la situación de tener que construir vialida­
des, porque resultaban más caras que la construcción misma de los
mercados (y, en realidad, debieron anteceder a los mercados o, por lo
menos, hacerse al mismo tiempo).
Por eso, los mercados quedaron inconclusos y aislados, a pesar de
lo cual, los vendedores ambulantes tuvieron que dejar las calles y ocu-
12 Véase el trabajo más amplio de Barbosa (1989: 60-73). 65
Elsa Patiño T ovar

parios. El gobierno no pensó en una localización que potenciara la


utilidad de las vialidades existentes y una localización en donde los
mercados representaran una alternativa al problema de abasto para el
conjunto de la población. Tampoco aceptó el plan de los vendedores
ambulantes para hacer un retiro organizado y paulatino que les per­
mitiera mantener sus niveles de venta (e ingreso), porque la coyuntu­
ra les exigía medidas drásticas en tiempos cortos.
Es decir, la coyuntura se aprovechó electoralmente (en Puebla hay
elecciones casi cada año) y no para poner en práctica una visión glo­
bal de lo que se pretendía que fuera la actividad comercial en la ciu­
dad, lo cual hubiera implicado pensar el reordenamiento comercial no
solo para los vendedores ambulantes y como medida política, sino
para el conjunto de los circuitos comerciales que operan en la ciudad
y como eje orientador del crecimiento urbano junto con las vialida­
des necesarias a tal efecto (hay muchas posibilidades para planear la
expansión de una ciudad y esta pudo ser una de ellas).
A lo que nos referimos es a que toda política de planeación
comercial requiere de tomar prioritariamente como punto de partida
el abasto para la población; para el caso concreto, se debió suponer que
cada barrio, cada colonia, cada fraccionamiento, etcétera, debe contar
con un espectro amplio de alternativas de compra en diferentes nive­
les, de acuerdo a la composición social de cada uno de ellos, o, por lo
menos, regionalizar el servicio de abasto para cubrir el conjunto. Lo
normal sería que la gente no tuviera que desplazarse distancias largas
a puntos lejanos de su domicilio para abastecerse de lo que necesita,
porque esto aumenta los costos de lo que compra. Seguramente hay
sectores de la población a los que no les afecta grandemente, pero
podemos asegurar que para una mayoría de la población se convier­
ten en gastos onerosos de transporte para sus exiguos ingresos. Si agre­
gamos que las rutas de transporte están planteadas para alargar lo más
posible los trayectos, podemos ver que no solo se aumenta el costo de
la compra, sino el tiempo que se requiere para hacerla.
Un punto de partida que tenga como eje a los habitantes propor­
ciona suficientes elementos para definir la localización y número de
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHJSTÓRICO DE PUEBLA

giros comerciales, y para cuáles entre ellos se hace realmente necesa­


rio regular la competencia y en qué términos, lo cual permite, tam­
bién, establecer las posibilidades a implementar en el tráfico de pro­
ductos, que no forzosamente están restringidas a la circulación de
valores de cambio como nos lo demuestra, por ejemplo, el tianguis de
San Martín Texmelucan (Castillo y Patiño, 2001).
En fin, que habiendo construido siete mercados, es paradójico que
no representaran una solución porque obligaron a los vendedores am­
bulantes a ocuparlos sin que siquiera estuvieran terminados, sin que
contaran con la infraestructura necesaria para su funcionamiento y,
además, con la pésima localización que obstaculizó la llegada de los
compradores, para los cuales, los mercados no forzosamente represen­
taron la respuesta a sus necesidades, pero tampoco fueron la respuesta
esperada para un ordenamiento que la ciudad pedía a gritos para seguir
creciendo (o no) y la realización de estas obras aisladas se convirtieron
más bien en elementos de desestructuración del territorio urbano.
En cuanto a los siete mercados en concreto, la consecuencia es ob­
via: si un mercado no tiene una clientela garantizada, los locatarios no
pueden obtener el ingreso que requieren para adquirir y mantener sus
lugares dentro del mercado, y para sobrevivir regresan a las calles, sobre
todo, a las calles de la ciudad vieja-centro histórico.
Junto con lo anterior, se adoptan políticas financieras que no dife­
rencian a los vendedores ambulantes. Se actúa como si todos los ambu­
lantes estuvieran en posibilidades de pagar todo lo que haya que pagar
(sin tampoco plantearse los plazos en que tendrían que cumpbrse
determinadas metas, porque, por supuesto, nada de esto responde a una
planeación, mucho menos, a una concertación). Entre los ambulantes
habrá quienes puedan pagar porque manejan un giro de venta referi­
do a necesidades básicas o porque han logrado localizar y estabilizar un
sector de mercado, pero son una minoría. En su mayoría, los ambulan­
tes venden cosas que no son básicas, o bien, se trata de personas que
recién ingresan a las filas de los desempleados o que ni siquiera hablan
bien el castellano por ser indígenas que acaban de llegar a la ciudad, y
cuyos ingresos son de verdadera sobrevivencia. 67
Elsa Patiño T ovar

Estos últimos tendrían que ser considerados dentro de una políti­


ca financiera diferente, porque de otra manera jamás podrán estabili­
zar su fragilísima economía doméstica. Ahora bien, el factor funda­
mental por el que la construcción de mercados no ha jugado el papel
de estabilizar el empleo entre los vendedores ambulantes, es porque
continuamente el sector formal del empleo se reduce, aumenta las filas
de los vendedores ambulantes y desborda la capacidad construida.
Finalmente, además de la inexistente planeación, la rivalidad —no
explícita- entre los ex gobernadores Jiménez Morales (1981-1986) y
Pifia Olaya (1986-1992) hizo aún más lesiva la llamada “desconcen-
tración/modernización comercial”. Mariano Pifia Olaya minimizó la
obra de su antecesor, no hizo obras complementarias, tampoco imple­
mento medidas para regular los usos del suelo para el desarrollo de las
actividades comerciales y creó un clima de polarización y enfrenta­
miento entre los comerciantes. Su indisposición a respetar acuerdos
entre el pequeño comercio y el ambulante (para usufructuar la más
importante inversión realizada por el municipio en los últimos trein­
ta años) es parte de la ineptitud y de esa larga trayectoria que tiene la
entidad poblana cuando de autoritarismo se habla.
Estos conflictos, suscitados por la oficial “modernización y descon­
centración comercial”, hacen evidente la incoherencia que hay entre
el discurso de la modernización y las prácticas corrientes de subsisten­
cia, sólidamente ancladas en modalidades de comercialización de los
productos de grandes y pequeñas empresas que han producido múlti­
ples beneficios, sobreganancias obtenidas como resultado de las pési­
mas condiciones de vida y de trabajo de vendedores ambulantes y se-
mifijos. La resistencia al desalojo y a las políticas de contención13 para
restringir su organización independiente es uno de los factores de
conflicto que arroja la “desconcentración/modernización” comercial,
13 Esta política de contención incluye el encarcelamiento de sus líderes, la compra de con­
ciencias, el amedrantamiento a través de la permanencia del cuerpo policiaco en los
mercados independientes y las órdenes de aprehensión, la confrontación permanente a
través de grupos de ambulantes corporativizados al que fue partido en el gobierno
durante 71 años, etc.
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADV1EJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

muy bien cobijada por la desestructuración salmista de toda posible


oposición al neoliberalismo.

Otras minucias de igual importancia

Contra toda política de “desconcentración”, las instalaciones de los go­


biernos municipal y estatal (este último es el que tiene dos tercios de los
establecimientos), así como las que albergan al poder legislativo, se man­
tuvieron dentro de la ciudad vieja-centro histórico, lo cual explica que
todas las manifestaciones de descontento de los diferentes sectores socia­
les, habiten o no ahí, las tomen como escenario privilegiado y como
mecanismo de presión (por los efectos de disturbio en el tráfico vehicu­
lar y peatonal, por la reacción del comercio establecido, por el impacto
en el ciudadano común y corriente que ahí se aglutina de manera mul­
titudinaria cotidianamente, y por la presencia de los medios14 -en su
mayoría también localizados aquí—que así difunden las demandas de los
sectores en cuestión, es decir, a partir del conflicto).
Pero no sólo eso, también aumentó el número de oficinas públicas
en la ciudad vieja-centro histórico, pasaron de 0,4% a 0,6%; y aunque
14 Los principales periódicos locales, a pesar de haberse modificado en importancia, se
mantienen en la ciudad vieja-centro histórico (en 1984, los principales periódicos loca­
les eran El Sol de Puebla, Cambio y Momento, todos ubicados en un radio no mayor a
cuatro calles del zócalo pero, también, la ciudad vieja-centro histórico o muy cerca de
él, están los periódicos: El Heraldo, El Universal y El Financiero; actualmente, los princi­
pales periódicos son El Sol de Puebla, que no ha cambiado su ubicación, y Síntesis, que
se localiza en la 18 oriente y 4 norte, es decir, a doce calles del zócalo. La Jornada de
Oriente nunca estuvo en el centro y apenas tiene una decena de años pero es uno de
los periódicos más importantes en el medio local). De las cuatro principales estaciones
de radio (XEPA; XEHR, XEZT y Muzac/Stereo Rey/Ultra), que también se locali­
zaban en una área no mayor de cuatro calles en 1984, tres han salido del centro y ha
quedado ahí solamente una (Radio Principal/XEZT) de las diez que actualmente son
de importancia (en los últimos años ha habido fusiones con radiodifusoras de la ciudad
de México, y otras de esa ciudad han establecido una sucursal aquí, siendo muy pocas
las que son locales. Las radiodifusoras a las que hacemos alusión, además de las ya men­
cionadas, son: La Radiante 105, que en 2004 fue comprada por Pedro Ferriz de Con,
Radio Oro, Grupo ACIR, Radio Fórmula, Radionota,VOX FM).
E lsa Patiño T ovar

ni la cifra ni el aumento resultan de envergadura, es un hecho signifi­


cativo porque nos habla de cómo el peso simbólico de la ciudad vieja-
centro histórico es fuente de legitimación frente a una incapacidad
descentralizadora (o, por lo menos, realmente desconcentradora) que
implicaría la reasignación del papel que juega la ciudad vieja-centro
histórico dentro del conjunto urbano.
Tal incapacidad tiene su origen en la forma en que históricamen­
te se ha estructurado el poder político en Puebla. Así tenemos que en
la Región I, estas oficinas aumentaron en 42,8%, en la Región II en
16,1%, en la Región III en 6,6%, y solo en la Región IV disminuye­
ron en 16,6%. Sólo años después, el poder judicial se trasladó, prime­
ro, hacia una plaza comercial privada, localizada en la periferia sur. Y
creemos que en tal movimiento pudo incidir el hecho de que la men­
cionada plaza no resultó competitiva y quebró (haciendo más com­
prensible el problema de los mercados periféricos a los que habían
sido confinados los vendedores ambulantes, pero el gobierno ni si­
quiera intentó relacionarlo). Posteriormente, se construyen nuevas
instalaciones en una de las periferias del sureste para albergar sus ins­
talaciones que se supone estarían ya ocupadas para 2000, pero fueron
puestas en funcionamiento hasta 2004 y realmente comenzaron a fun­
cionar de manera total hasta 2007.
¿Pero qué sucede con las otras fuentes de empleo, además del
comercio, la venta ambulante y el gobierno?
Las industrias que para 1984 todavía quedaban en la ciudad vieja-
centro histórico, representaban 0,2% del total de inmuebles (básica­
mente de alimentos que es la mayoritaria con 60% aproximadamente,
le sigue con casi 30% la maquila de prendas de vestir, en tercer lugar y
muy de lejos encontramos la fabricación de muebles y, finalmente,
están las curtidurías, la fabricación de veladoras y productos afines). De
las cuales, 33,3% se localizaba en la Región II, otro porcentaje igual en
la Región III; 21,2%, en la Región I, y 12,1% restante, en la Región
IV Para 2000, aunque se suponía que muchas de ellas se habían trasla­
dado a alguna de las periferias de la ciudad nueva (siendo la ciudad
70 nueva, a su vez, la periferia de la ciudad vieja-centro histórico), los esta­
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA<ENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

blecimientos con este uso aumentaron a 0,3%. En la Región I desapa­


recen completamente, pero aumentan en 82,6% en la Región IV y dis­
minuyen en las Regiones II y III (8,3% y 46,1%, respectivamente).
Y bien visto, no solo los vendedores ambulantes eran reacios a dejar
la ciudad vieja-centro histórico; también los industriales se han resisti­
do por décadas ya que, de hecho, desde la construcción de la autopis­
ta México-Puebla en 1962 habían sido conminados a establecerse en
el corredor que iba de Puebla a San Martín Texmelucan. Nuevamente,
la Ley de Fomento Industrial y Promoción de Conjuntos, Parques,
Corredores y Ciudades Industriales del Estado de Puebla (octubre
1972) intenta alentar esta salida a través de estímulos fiscales. Posterior­
mente, en 1982, la construcción del Parque Industrial Quetzalcoatl,
localizado en Huejotzingo, es encuadrada dentro de la política de “des­
concentración” que solo desalojó con lujo de fuerza a los vendedores
ambulantes.
Los industriales pudieron contar con mucho más tiempo para es­
tablecer las condiciones de su traslado pero, tal vez, tampoco partici­
paron grandemente en esa decisión (o, tal vez, solo unos cuantos, los
de mayor capital, pudieron hacerlo) y por ello los de menos capital
decidieron quedarse y, algunos, regresar.También se comenzó a hablar
de la “Ciudad Textil”, que ha avanzado muy lentamente hacia su con­
solidación. Al parecer, la difícil tarea de convencer a los industriales
para que salieran de la ciudad vieja-centro histórico, no había con­
cluido todavía; por lo que el consumo de agua como si fuera de uso
doméstico y la sobreutilización de la red de drenaje (por las descargas
industriales) seguirían siendo una realidad cotidiana en la ciudad
vieja-centro histórico.
Respecto a las demás actividades, encontramos que las institucio­
nes financieras (casi 90% es “banca múltiple”, el resto son casas de
cambio, cajas de ahorro, el Monte de Piedad y Bonos del Ahorro Na­
cional) aumentan su porcentaje y pasan de 0,2% a 0,3% a pesar de que
numéricamente disminuyen (y no creemos que la tecnología haya
reducido la necesidad de una mayor implantación territorial). Esta
aparente contradicción entre aumento porcentual y disminución nu­ 71
Elsa Patino T ovar

mérica es explicable porque el total de establecimientos era mucho


mayor en 1984 (27,5% más que en 2000).

Balance final entre usos y desusos

La disminución en el total de establecimientos se encuentra básica­


mente en los inmuebles que eran vivienda colectiva15 y pasaron a ser
instalaciones universitarias o gubernamentales; pero, también, en los
pequeños comercios, los despachos, los consultorios, etcétera, que
cerraron y permiteron la expansión de otros con mejores condiciones
económicas o simplemente dejaron el lugar vacío (los locales e in­
muebles vacíos y semivacíos aumentan de 7,6% a 13,4%).16 La reduc­
ción del número total de establecimientos se registró en todas las
regiones de la ciudad vieja-centro histórico con las proporciones y
usos que a continuación se plantean.
En la Región I disminuyeron en 24,3% y se trató fuertemente de
vivienda, aunque las bodegas, cantinas (pulquerías) y talleres también
reducen su número de manera visible. En la Región II, en 24,7%,
vivienda en la mayor proporción, y después bodegas y consultorios;
en la Región III, en 29,6%, también se reduce el número de vivien­
das mayoritariamente y en un lejano segundo lugar los despachos y
talleres. Finalmente, en la Región IV la reducción file de 36,9% y se
trató drásticamente de vivienda y, después, despachos y bancos.

15 Los porcentajes, que son los más grandes de todos los usos registrados, en que dismi­
nuyó la vivienda en cada una de las regiones que componen la ciudad vieja-centro his­
tórico se han mencionado ya en el rubro anterior.
16 En relación al total de inmuebles semivacíos, 44% corresponde a edificios catalogados
y 56% a no catalogados. Es en la región 02 en donde se concentra el mayor porcen­
taje de edificios semivacíos y totalmente desocupados (alrededor del 36% del total);
mientras que en las tres regiones restantes, la concentración es sumamente homogé­
nea: varía entre el 18% y el 24% de los edificios. La destrucción es la causa fundamen­
tal de abandono y afecta al 44% en promedio; este porcentaje es mucho mayor para
los edificios catalogados que, en general, se encuentran en proceso de destrucción
72 (77,8%).
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Esto permite matizar el conjunto de porcentajes que hemos mane­


jado y relativizar el aumento o disminución de un uso dado.
Pues en los casos en los que la reducción en el número de estable­
cimientos no fiie demasiado grande (bancos, estacionamientos, talleres,
recreación), se nos proyecta un aumento proporcional. Por ejemplo, en
el caso de los talleres que sufrieron una reducción en números abso­
lutos de 23,2%, proyecta un crecimiento proporcional de dos décimas
(de 3,6% a 3,8%); y en el caso de los establecimientos de recreación en
donde la disminución fríe de 21% mantiene el mismo porcentaje
(0,2%).
Pero en el caso de las instituciones financieras, su distribución en
territorio “centradino” tendió a hacerse más homogéneo, pues antes
eran la Regiones I (37,5%) y IV (43,7%) las que concentraban el ma­
yor número de ellas, y en la Región III no había ninguna (el 18,7% se
encontraba en la Región II). En 2000, las mayores concentraciones se
encuentran en las Regiones I y II en igual proporción (34,8%), en la
Región III está el 6,5% y en la Región IV disminuye a 23,9%.
Las instalaciones culturales17 aumentan con los mismos porcentajes
de las instituciones financieras, lo cual significa un porcentaje y un
aumento (en este caso el aumento también es en números absolutos)
sumamente bajo, pero no por ello deja de ser loable y merecedor de
un mayor impulso. Aunque la cultura (culta o popular, esta última sólo
es valorada al referirse a nuestro glorioso pasado) es algo que no se ve
como prioritario y menos aquella que se produce en la vida cotidia­
na... O, tal vez, no se sabe bien a bien lo que sería trascendente recrear
y cultivar como política cultural generalizada a los poblanos. Porque,
tanto los libaneses como los españoles, alemanes, italianos y demás
mantienen sus centros propios en donde danzas, comidas, festividades
-y, en general, toda su vida social y cultural- son mantenidos y recre­
ados en términos de su país de origen, como forma de retroalimentar
una identificación que les permite preeminencia social (de hecho, un
17 Como instalación cultural incluimos: pinacotecas, museos, salas de exposición, biblio­
tecas, hemerotecas, fonotecas, salas de conferencias y teatros.
Elsa Patiño T ovar

buen número de integrantes de las clases acomodadas poblanas siente


un gran orgullo de su mexicanidad siempre y cuando se reconozcan
sus antecedentes extranjeros sean ciertos o no).
A su vez, organizaciones surgidas de los estratos sociales de bajos
ingresos recrean, la mayor parte de las veces en las periferias más leja­
nas de la ciudad vieja-centro histórico, los ritos y tradiciones de la cul­
tura nahua (los Encuentros de Curanderos, el Festival del Papalote, los
Danzantes del Sol, la Feria del Nopal), como parte de las acciones que
reivindican su existencia y reconocimiento social. Es una idea que
recupera el orgullo y dignidad de pertenecer a la raza originaria de
estas tierras (a pesar del mestizaje) y se opone a la tendencia folclori-
zante que tan bien aceptada es entre los que no se reconocen en ella.
El resto de la gente mira a unas y otras, y retoma lo que está a su
alcance, lo que le resulta atractivo; hace una simbiosis de ambas o no
retoma ninguna; pero, de alguna manera, como todas existen en sus
raíces, las recrean de cierta forma y agregan lo que sigue estando afue­
ra pero introducen en sus vidas a través del cine y, sobre todo, a través
de la televisión por cable o satelital.
Ernesto Licona plantea que:
(...) una política cultural debe tener claro qué es el Patrimonio
Cultural de un barrio (...) su historia, su memoria,la vida cotidiana,
arquitectura, lenguajes, arte, tradiciones, costumbres, símbolos, cono­
cimientos, [es decir] el Patrimonio Cultural no estaría restringido a las
huellas materiales de los antepasados como documentos escritos o
edificios monumentales, sino que habría que fijar la atención en el
complejo de la producción simbólica (...) que moviliza para Hacer y
Ser diario, que es eficaz para el presente y para imaginar su futuro (...)
(Licona, 2000: 7).
La gente que habita en el barrio “ciudad vieja-centro histórico” man­
tiene todo ello como práctica y también quienes se encuentran en las
periferias. ¿Podrá el gobierno acompañar este sentir social?
Porque la cultura permea todas y cada una de nuestras actividades
74 y, entre muchas otras cosas, nos habla de la mayor o menor conciencia
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

social, ecológica, política, etcétera, y la respuesta que tal conciencia ha


tenido en el nivel del mundo objetivado (cuando sea el caso porque,
como ya se dijo, el patrimonio intangible prescinde de este referente y
no por ello es menos palpable, al contrario, es sumamente sólido y con­
sistente, y vale la pena subrayar que tampoco está forzosamente referi­
do a la conciencia). Nuestros gobiernos son expresión de eso, al igual
que lo son nuestros hábitos alimenticios.
En relación a este último aspecto, Luce Giard nos dice:
(...) las conductas alimentarias constituyen un dominio en donde la
tradición y la innovación importan de igual modo, en donde el pre­
sente y el pasado se mezclan para atender la necesidad del momento,
proporcionar la alegría del instante, adecuarse a la circunstancia (...)
Estas cosas de la vida reclaman tanta inteligencia, imaginación y
memoria, como la música o el tejido. En este sentido, tales cosas cons­
tituyen por derecho uno de los puntos más importantes de la cultura
ordinaria (Giard, 1999: 154).
Ciertamente, como cualquier otra actividad humana, la preparación de
alimentos para su venta dice mucho acerca de un orden cultural, de las
diferentes maneras de proceder de una clase a la otra (Giard, 1999:
158-159), de las vidas anteriores que hicieron costumbre de una forma
de preparar y consumir alimentos, de las mujeres anónimas que inven­
taron los platillos típicamente poblanos y toda una suerte de confite­
ría que, hoy, se mezcla con la comida proveniente de otros países.
Es una actividad que, con todos los matices antes mencionados,
creció de 1,9% en 1984 a 3,4% en 2000 (predomina en la Región II
en donde experimentaron un aumento de casi 30%) y mantiene el ca­
rácter tradicional náhuatl que constituye la comida típica mexicana:
En las calles, hombres y mujeres ofrecían a los transeúntes, guisos,
bebidas y antojitos, como los elotes con chile, jicamas y frutas frescas
ya partidas y listas para comer, dulces de camote y de pinole, esquites,
chicle y bebidas refrescantes de chía (...) La mayoría de las comidas
aztecas son todavía muy comunes en M éxico y no sólo entre la pobla­
ción indígena (Leander, 1972: 202). 75
Elsa Patiño T ovar

En Puebla, a esta variada oferta se agregaron los platillos locales crea­


dos básicamente en los conventos, como el pipián, el mole poblano, el
mole de espinazo, los chiles en nogada, los dulces de almendra y de
pepita, los buñuelos y los muéganos, entre muchos otros; pero con una
población que por generaciones ha sido fundamentalmente de origen
popular encontramos que la mayoría de establecimientos de comida
(43%), del total mencionado, son “antojerías” (memelas, pozole, datlo-
yos, tamales, chalupas, tacos, pollos rostizados, tortas, mariscos) que
básicamente se encontraban instaladas en los zaguanes de los inmue­
bles con uso vivienda (88,6% en 1984). Al disminuir sustancialmente
este uso, unido a la petición para eliminarlos (“porque afean los edifi­
cios”), también se redujo drásticamente la costumbre de utilizar los
zaguanes a tal efecto (15,1% en 2000), que se mantuvieron fundamen­
talmente en la Región I (51% del total de antojerías en todas las
regiones). Después de las “antojerías” siguen los restaurantes (27%), las
fondas, cocinas económicas y loncherías (20%) y, finalmente, las cafe­
terías, fuentes de sodas y juguerías (9,8%).
Otro aspecto más de la cultura poblana es el predominio de la
medicina alópata sobre la homeópata (solamente 2,1%); hay que decir
(aunque tal vez no fuera necesario) que la medicina homeópata no nos
habla de nuestras tradiciones en herbolaria y medicina natural, sino más
bien se trata de la idea de medicina no alópata que campea en los paí­
ses desarrollados y que encuentra campo de cultivo en nuestras tierras
gracias al desprecio que mostramos frente a nuestros propios saberes.
Esta actividad en general disminuye ligeramente su participación de
1,8% a 1,7%.
En fin, lo que calificamos como servicios18 pasa de 1,5% a 2,1% y
predomina en la Región II (42,3%); los estacionamientos tienen un
ligero aumento (de 0,4% a 0,6%) y se mantiene su carácter privado en
18 Lo que se consideró dentro del rubro “servicios” constituye una amplia gama de acti­
vidades tales como: asilo de ancianos, casa de estudiantes, casa de huéspedes y pensio­
nes, lavado de coches, baños públicos, lavanderías, tintorerías, peluquerías, salones de
belleza, correo, telégrafo y paquetería, audio-grabaciones, bolerías, decoración, labora­
torios de análisis clínico, rehabilitación de alcohólicos.
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADV1EJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

60% de establecimientos que se encuentran mayoritariamente en las


Regiones I y II en igual proporción (33,7%). Las clínicas, hospitales y
sanatorios mantienen su proporción (0,1%) y localización mayoritaria
en la Región I (68,7%); los despachos (casi 60% de profesionistas libe­
rales: arquitectos, abogados, ingenieros, etc.) disminuyen de 3,1% a
2,7% y ahora pasan a ser mayoría en la Región II con 42,2% (en 1984
era la Región IV la que concentraba esta actividad con un porcentaje
similar).
Así mismo, el barrio “ciudad vieja-centro histórico” no sería tal si
no mantuviera su organización territorial (socialmente construida) y
no tuviera como eje a la catedral, que es una edificación estructurado-
ra del conjunto de pequeñas iglesias que se encuentran profusamente
diseminadas en toda esta área, y que consutituyen, a su vez, puntos de
referencia en cada región “centradina” que permite a cada quien tener
su propio lugar. Pero, ojo, también se debe decir que, si bien la abru­
madora mayoría de poblanos “centradinos” son católicos, la iglesia en
su edificación materializa literalmente una referencia, no se trata de
una creencia practicada, sino sentida y guardada en lo más profundo,
por lo que no se apega forzosamente a todos los rituales que la profe­
sión religiosa exige.
Se trata en realidad de una festividad que de una práctica religiosa:
La religiosidad oficial no tiene mucho peso (...) Los bautizos, bodas o
xv años son eventos sociales, ocasión para comidas y compadrazgo,
con los que se refuerzan las redes familiares, se cultivan nuevas amis­
tades y refuerzan el estatus social (...) La muerte sí es expresión de reli­
giosidad (...) rezan el rosario, se quedan velando el cuerpo, acompañan
al cementerio, colaboran con los gastos del entierro, están presentes en
la misa de aniversario y, por supuesto, en el rito de levantamiento de
la cruz a los nueve días que es una liturgia enteramente laica. Algún
anciano de la vecindad hace las veces de rezandero, pues es el que se
sabe las oraciones. El día de muertos ponen altares de ofrendas a sus
difuntos (...) El pensamiento mágico es dominante: hay convicción
sobre la eficacia de la brujería, de los encantamientos y de los apare­
cidos (Gimate-Welssh y Marroquín, 1985: 217 y 218). 77
Elsa Patiño T ovar

La casa está muy destruida y es que tiene años, años. Aquí hubo mon­
jas, porque esto fue convento (...) figúrese que allá atrás encontraron
al diablo emparedado, con sus botas, su sombrero (Ayala, 1984: 7).
Cierto día llegó como a las tres de la mañana todo tomado, abrió la
puerta del zaguán y al pasar por el primer patio (...) pudo observar los
dos lavaderos (...) en uno se hallaba lavando Doña Mariquita que
hacía como un año que había muerto, la esposa del cobrador de los
autobuses urbanos (...) como a la semana volvió a llegar tarde (...)
nuevamente volvió a ver a Doña Mariquita lavando ropa (...) desde
esa ocasión no ha vuelto a tomar y (...) entra rezando (Pacheco, 1997:
116).

Vemos, entonces, que la iglesia como referencia material es muy im­


portante pero que, a pesar de todos los esfuerzos colonizadores, las raí­
ces indígenas se mantienen presentes en la vida cotidiana de los pobla­
nos, en un sincretismo en donde es difícil separar unas creencias de las
otras y, seguramente, hoy en día ya tampoco es necesario. Los coloni­
zadores imponían esa separación (y eliminación de todo lo indio) co­
mo punto de partida; y esa visión se unió a una tradición autoritaria
que en la Iglesia poblana se mantuvo con mucha fuerza hasta la déca­
da de los setenta, pero ya no es hegemónica.
La nueva Iglesia, que comenzó a surgir en esa misma década y que,
incluso, hoy se denomina “Teología India”, aunque minoritaria, está
convencida de que el respeto a la cultura de las comunidades es bási­
ca. Transformar esa cultura en instrumento para la superación de la
pobreza que los subsume es el reto que enfrentan quienes decidieron
ponerse del lado de los más desfavorecidos, pero, ¿aceptarán esa sen­
sualidad india que se expresa en lo popular y que forma parte esen­
cial de sus juegos de intercambio?19

19 Recomendar el excelente trabajo de Luz alejandra Cárdenas Santana (1999), que nos
78 habla poéticamente sobre esta característica fundamental de la cultura india/negra
mexicana.
Usos Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Algunas ideas

Quisiéramos concluir pero, en realidad, es apenas el inicio de algo que


comenzamos hace casi quince años y que continúa sin respuesta.
Desde el inicio fue claro que era necesario retomar lo evidente que,
por lo mismo, se había banalizado: la ciudad no tiene sentido si no es
porque responde a las necesidades humanas. Lo humano que ahí se
objetiva debe constituir el soporte de su propio proyecto o, de otra
manera, está destinado al fracaso. Una ciudad no puede vivir matando
a quienes la habitan: siempre morirá junto con sus víctimas.
Cosas tan elementales como estas parecen olvidadas en la Puebla de
los Angeles, que se desbarranca arrasando con todo lo que encuentra a su
paso. Sus habitantes parecen confundidos y se dejan arrastrar por su pro­
pia creación; olvidan que son ellos quienes la mueven y le dan sentido, y,
por lo tanto, los únicos que pueden cambiar radicalmente su rumbo.
La similitud de condiciones en cuanto al hacinamiento, se trate de
edificios catalogados o no, pudiera referirse, tal vez, a la exigua cantidad
de edificios provenientes de la colonia que siguen en pie: un centenar
fueron demolidos entre 1937 y 1992 y 1.500 han sufrido intervencio­
nes en detrimento de su valor histórico (Germain y Lessard, 1996:
147). Pero, en donde el siglo de origen del inmueble sí tiene inciden­
cia definitiva, es en lo relativo a la degradación de las condiciones de
vida de la población debida al deterioro de los edificios que, indudable­
mente, es mucho más fuerte en los inmuebles que provienen de la
época colonial que, por sus mismas características constructivas, son más
vulnerables frente al paso del tiempo y la acción de los elementos y fe­
nómenos naturales (sobre todo humedad que se une a suelos salitrosos
y temblores que se ligan a estructuras resquebrajadas).
Naturalmente, esto no obvia el hecho de que existe desde siempre
un proceso paulatino y generalizado de pauperización de la población;
en donde la pobreza no se limita a las carencias materiales de los secto­
res populares (que cada vez engrosan más sus filas), sino que abarca la
mentalidad de sus gobernantes y clases pudientes, que no han encontra­
do mejor salida que dejar a su suerte a la población de bajos recursos. 79
Eis a Patiño T ovar

Lo que, traducido en acciones, se refiere al fortalecimiento de toda


intervención coadyuvante de la concentración del ingreso en pocas
manos, acentuando las debilidades y debilitando las cualidades de la
ciudad vieja-centro histórico (aceptar que su mayor cualidad está en
su población ¡vaya que les cuesta trabajo!).
El centro de convenciones que se construyó en el marco de un
Paseo del Rio inacabado se inserta en esa idea de “modernización de
los centros históricos que implica la construcción de nuevos inmue­
bles que, instalados como objetos autónomos, inducen (...) el deterio­
ro de los antiguos tejidos” (Germain y Lessard, 1996:150); además de
que “al querer unificar la zona de antiguo dividida de la ciudad de
Puebla, marcada por el Rio San Francisco, se está reconstituyendo una
nueva división económica y sociocultural a costa de los sectores que
se prevé incorporar al nuevo espacio” (Flores et al., 1995: 163).
No está por demás decir que es una idea de “modernización” que
solo concibe la parte formal (visible); y si hasta la fecha los resultados
de tal idea han sido tan mediocres, es porque no se entiende que tiene
que venir de abajo hacia arriba y de adentro hacia afuera. Es decir, no
logran captar que el aspecto de una ciudad es producto de su historia.
Por ello, nos preguntamos si realmente se preveía la incorpora­
ción de la población en todos los planes que han concernido al cen­
tro histórico (nos cuesta trabajo creerlo) y agregaríamos que ese tipo
de acciones también induce especulación (que siempre tiene efectos
excluyentes) porque, al hecho de ser una obra aislada, se agrega otro
hecho de importancia: se trata de una obra suntuaria innecesaria para
el uso predominante en la ciudad vieja. La revalorización de mane­
ra discriminatoria de ciertas áreas se hace sin establecer un control
sobre los precios del suelo, lo que afecta a la ciudad vieja-centro his­
tórico en su conjunto, porque ahí se ha generado ya una renta de
monopolio.20
20 Ejemplos existen muchos: bancos, hoteles y restaurantes que destruyen buena parte de
los interiores de los edificios catalogados como patrimonio pero que, incluso, son toma­
dos como ejemplos de “rescate”; el uso comercial que siempre ha sido muy bien acep­
tado cuando, curiosamente, se ha demostrado que es causa de deterioro en mayor pro-
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

Por otro lado, son cuestionables porque, siendo “obras de impac­


to”, significan un fuerte despilfarro del presupuesto público, ya que no
solamente no han respondido a necesidades sociales mayoritarias, sino
que han estado enmarcadas como elementos de propaganda electoral
para los candidatos del que fue partido oficial por setenta y un años,
lo cual se ha traducido en que lo realizado por un gobernante ha sido
abandonado por el siguiente, retomado por el que llega posteriormen­
te y vuelto a abandonar, y así sucesivamente hasta el infinito.
Dentro de esa lógica, obtener más por menos es lo que ha hecho
aceptable el mantener vacíos 24,3% de los inmuebles no catalogados y
18,3% de los catalogados; en esa misma lógica se restringe, en la ciu­
dad vieja-centro histórico, a solamente 18% de inmuebles catalogados
y 28,1% de los no catalogados, el volumen de inmuebles dedicados de
manera exclusiva al uso de vivienda (4,5% unifamiliar en catalogados
y 11,3% en no catalogados, 13,5% vivienda colectiva en catalogados y
18,3% en no catalogados). El resto del stock se combina con tres, cua­
tro o más usos; pero si tomamos el uso predominante podemos ver lo
obvio: en los edificios catalogados, la combinación entre vivienda y
comercio es la más frecuente (44,6%); le seguirían de lejos, con 26,8%,
los que combinan vivienda taller; después, 5,3% es viviendas despacho,
el 1,4% viviendas oficina pública, el 1,8% vivienda educación; el uso
vivienda bodega solo existía en el cuadrante 03 con porcentajes infe­
riores a la unidad. En los edificios no catalogados las combinaciones
que se presentan son similares.
Esos usos alternativos (sobre todo el comercial) son los que, tal vez,
representan un verdadero interés para los propietarios y lo que nos
podría explicar que la tenencia de la vivienda en la ciudad vieja-cen­
tro histórico se mueva a contracorriente de lo que sucede en la ciu­
dad nueva-sucesión de periferias, en donde menos de la mitad de la
población (40,9%) renta una vivienda (Germain y Lessard, 1996:144).
Tal situación es la que vuelve interesante el traer a colación lo que las
porción que el uso vivienda colectiva, debido a los amplios espacios requeridos para
embodegar los productos generando, de hecho, el abandono de esos espacios y el ini­
cio de la degradación del inmueble.Véase Gilíes H. (1988: 43-48). 81
Elsa Patíño Tovar

multicitadas Marie Lessard y Annick Germain plantean sobre esta


parte de la ciudad después de haber realizado un estudio pormenori­
zado:
Los usos más apropiados [en la ciudad vieja] son el de la vivienda y el
de los servicios complementarios a ésta, es decir, pequeños comercios,
escuelas, servicios de salud, entre otros. Si éstos son dominantes, es
posible la implantación de un mínimo de actividades de servicio su-
pra-local (...) Éste [el centro histórico] no puede ser al mismo tiem­
po barrio residencial, centro turístico y distrito central de negocios
(...) Debemos subrayar que el centro histórico debe ser de uso habi-
tacional (...) (Germain y Lessard, 1996:150 y 153).

Importante es decir que, por la forma en que encuadran su propues­


ta, existe una ambigüedad porque, primero, se preguntan si el centro
será capaz de atraer a la clase media compuesta por personas solas o
parejas sin hijos, dado que los propietarios que se mudaron a la peri­
feria seguramente no regresarán a vivir ahí. Pero, más adelante, propo­
nen una solución de tipo cooperativo dado que la vivienda en su
mayoría es colectiva y sus habitantes pertenecen a las clases económi­
camente más desfavorecidas (Germain y Lessard, 1996: 151 y 154).
Este último planteamiento es el que nos parece debe ser eje de una
política de vivienda popular para la ciudad vieja.
Su presencia, y esto es un hecho, la haría doblemente atractiva para
el turismo (sin que se vuelva el objetivo porque todavía no demues­
tra ser un elemento sustancial para el sostenimiento de la economía
local), si logramos aprehender cómo exponer nuestra cotidianeidad
(nuestra cultura) sin necesidad de un aparador, como pretenden nues­
tros gobiernos que nada han comprendido.

82
USOS Y DESUSOS EN LA CIUDADVIEJA-CENTROHISTÓRICO DE PUEBLA

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85
Confrontación de intereses
inmobiliarios en el centro histórico de
la ciudad de México1
Carlos Morales Schechinger1
2

L
a recuperación de espacio público de interés arquitectónico o
cultural como parte de los bienes patrimoniales colectivos es un
tema que levanta pasiones, particularmente cuando se trata de
centros históricos de características monumentales que además alber­
gan una complejidad económica y social muy amplia y juegan un pa­
pel importante dentro de una gran metrópoli como es el caso del cen­
tro histórico de la Ciudad de México.

Antecedentes

México es uno de los países más importantes a nivel mundial en lo que


se refiere a patrimonio cultural. En efecto, México ocupa el séptimo
1 El presente trabajo se inserta dentro de una línea de investigación más amplia denomi­
nada “La renta del suelo, las finanzas urbanas y el municipio mexicano”. Este artículo
fue presentado como ponencia en el VII Simposio Internacional de Avalúos “El valor
de los bienes patrimoniales colectivos, efectos producidos por la generación y recupe­
ración del espacio público y del medio ambiente”, Bogotá, octubre 2001.
2 Académico especializado en políticas y gestión de suelo urbano del Institute for
Housing and Urban Development Studies (IHS) de la Universidad Erasmus en Rotter­
dam, Holanda. Miembro del profesorado del Lincoln Institute o f Land Policy, de
Cambridge, Mass, EUA. Ex secretario académico del Programa Universitario de Es­
tudios sobre la Ciudad (PUEC), y ex profesor de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM). Maestro en Desarrollo Urbano por la Universidad de Edimburgo
en Gran Bretaña y Arquitecto por la UNAM .
C arlos M orales S chechinger

lugar como país con el mayor número de zonas patrimoniales decla­


radas por la UNESCO; dentro de ellas se encuentra el centro históri­
co de la Ciudad de México, declarado como tal el 8 de diciembre de
1987.
En el espacio del centro histórico, se asentó en 1321 la antigua
Tenochtidán, que habría de volverse sede del Imperio Mexica y for­
mó una de las ciudades más impresionantes en tamaño y esplendor del
mundo en un lapso de dos siglos. En 1521 fue casi totalmente arrasa­
da por los españoles y reconstruida rápidamente como la sede de la
Nueva España con una traza renacentista pero con edificaciones aus­
teras que reflejaban un espíritu todavía feudal.
Después de la gran inundación de 1629, la Ciudad tuvo que ser
prácticamente reconstruida pues quedó sumergida por casi cinco años
y, cual el ave fénix, resurgió como una impresionante ciudad barroca
llena de iglesias y palacios que poco a poco se mezclaron en estilos al
resurgir los cánones neoclásicos de la época de la Ilustración y del
México independiente formado a partir de 1821.
En 1856, la desamortización de los bienes de las corporaciones,
incluyendo los edificios de las distintas organizaciones religiosas, llevó
a la destrucción de muchos templos y conventos de la Ciudad y a su
transformación en vecindades, talleres y locales comerciales. La desa­
mortización también preparó el camino para la apertura de calles e in­
troducción de edificios eclécticos de la época porfirista que alberga­
ron grandes oficinas públicas, tiendas departamentales y pasajes
comerciales. Posterior a la Revolución de 1910, se inicia la transfor­
mación económica del país y con ella la Ciudad que, además de ini­
ciar su expansión, se transforma con edificios modernos incluso den­
tro del centro histórico, particularmente para oficinas y mercados
públicos.
Para mediados del siglo XX, la Ciudad de México se erige como
un asentamiento con un centro al que no le discuten su supremacía
las nuevas áreas en expansión, pues mantiene una cornucopia de acti­
vidades que incluyen: las de gobierno, no solo local sino nacional; las
de los servicios financieros y de empresas, con todo tipo de oficinas,
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

desde las corporativas hasta las que se resuelven en pequeños despa­


chos que densifican la ciudad histórica; la turística, con numerosos
hoteles que se mantienen en el centro con restaurantes y tiendas de lu­
jo; el comercio tanto básico como especializado a menudeo y a mayo-
reo se mantiene también; los principales equipamientos públicos de
salud y educación se erigen en sus inmediaciones; la vivienda, si bien
se expande entorno al centro, mantiene un importante número de re­
sidentes en la ciudad antigua; incluso las actividades industriales se
resisten a salir, especialmente los talleres artesanales, que se mantienen
en lo que después se denominará el centro histórico de la Ciudad de
México.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, la ciudad se expande
aceleradamente para formar una metrópoli reconocida como la de
segundo lugar en población del mundo con 17,8 millones de habitan­
tes3, antecedida solo por Tokio con 27,9 millones (Garza, 2000: 319).
Este proceso se acompañó de una descentralización que incluyó a mu­
chos de los grandes usuarios del centro histórico:
• La industria que consume mayores superficies de terreno se con­
centra en nuevos distritos industriales, sobre todo en la zona de Va-
llejo y de Naucalpan, a lo largo de ejes carreteros que llevan a Pa-
chuca, Querétaro y Puebla o se dispersa en varios puntos por toda
la Metrópoli.
• Los grandes equipamientos de salud y educación, fundamental­
mente públicos, que se modernizan y amplían y de cualquier ma­
nera requieren grandes espacios, salen paulatinamente hacia las su­
cesivas periferias de la creciente Metrópoli, principalmente hacia el
Sur y el Norte.
• El distrito financiero y de negocios se desplaza del centro hacia el
Suroriente de la Ciudad, primero por las avenidas de Reforma e
3 17’786.983, según INEGI, GDF y GEM (2000: 43). Otras fuentes consideran para el
2000 cifras superiores: Garza y Ruiz (2000: 234): 17*948.313 habitantes; FEECM
(2000: 30): 18,4 millones de habitantes; POZMCM (1996: 62): 18,7 millones de habi­
tantes.
C arlos M orales S chechinger

Insurgentes, en un proceso modernizador de corredores anterior­


mente residenciales, y después hacia nuevos polos periféricos im­
pulsados por obras gubernamentales, como Periférico Sur y Santa
Fe. Detrás de las oficinas corporativas salen muchos despachos que
se acomodan en las colonias vecinas a los nuevos corredores y dis­
tritos prestigiados.
• El centro de poder político, sobre todo federal, se descentraliza en
el entorno inmediato del centro histórico y en otros puntos de la
Ciudad, aun cuando se mantienen los símbolos supremos como el
Palacio Nacional en dicho centro; el Presidente despacha en Los
Pinos junto a la prestigiosa zona del Bosque de Chapultepec. Se
mantiene, sin embargo, el Gobierno de la Ciudad en el centro his­
tórico como su guardián simbólico más importante.
• El abasto alimentario que se concentraba en la zona de La Merced,
dentro del centro histórico, es descentralizado con la construcción
de una nueva Central de Abastos en una zona intermedia al
poniente de la Ciudad en 1982.
• La vivienda de todos los estratos sociales también abandona el cen­
tro seguido del comercio minorista básico que le sirve. Cada es­
trato se acomoda segregadamente, forma la Metrópoli y adopta
nuevos modos de producción y circulación de vivienda muy dis­
tintos de los que formaron el inventario de viviendas del centro
histórico.
Así, surgen fraccionamientos residenciales con viviendas a la medida
para población de ingresos altos hacia el Sur y el Suroriente; promo­
ciones comerciales para la población de ingresos medios hacia el Sur
y Nororiente y grandes extensiones de terrenos irregulares con auto­
construcción para ingresos bajos hacia el Norte, el Oriente y el Sur-
oriente.
Al momento del inicio del éxodo, la vivienda del centro histórico
era predominantemente de promociones comerciales en renta de altas
densidades para una amplia gama de estratos económicos, denomina­
90 das genéricamente vecindades; esquema que sólo alcanzó a reprodu-
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

cirse durante las primeras expansiones entorno del centro histórico


pero abandonada a partir de la década de los sesenta.

Situación actual

El resultado del proceso que se ha descrito es la formación de nuevas


centralidades en la metrópoli con funciones especializadas, unas finan­
ciero-corporativas, otras industriales y otras de abasto básico, en torno
a las cuales se acomoda la vivienda y se dispersan los equipamientos de
salud, educación y gobierno.
Esta descentralización paulatina con nuevos centros y la formación
de una gran metrópoli disminuye no solo la importancia relativa del
centro histórico, sino la de una amplia zona central que abarca cuatro
demarcaciones de las 57 que constituyen la Zona Metropolitana del
Valle de México (ZMVM).4
Sin embargo, no nos enfrentamos a un centro histórico vacío o
inactivo. Si bien las cuatro demarcaciones centrales5 han perdido
importancia, el fenómeno presenta diferencias en su interior. Una de
las características principales ha sido la de la formación de distritos
especializados dentro del centro de la Ciudad y ciertamente el centro
histórico es uno de ellos.
En efecto, el centro histórico6 no se encuentra abandonado; no
hablamos de una zona patrimonial que haya perdido valor, no se trata
4 La ZMVM está formada por 57 demarcaciones locales, 16 delegaciones (subdivisiones
administrativas fuertemente dependientes del Distrito Federal, DF, pero en proceso de
transición hacia una autonomía que las asemejará más a los municipios) del DF (casi
totalmente independizado del Gobierno Federal a partir de 1997), 40 municipios del
Estado de México y uno del Estado de Hidalgo.
5 Las cuatro demarcaciones centrales son las delegaciones del DF de Cuauhtémoc (la más
central), Venustiano Carranza, Benito Juárez y Miguel Hidalgo.
6 La definición del Centro Histórico de la Ciudad de México tiene diversas acepciones
según distintos ordenamientos jurisdiccionales; la mayoría de la información que se
presentará proviene del Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico
del Programa Delegacional de Desarrollo Urbano de la Delegación Cuauhtémoc
(PPDUCH) expedido por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal el 7 de septiem-
C arlos M orales S chechinger

de un centro que haya perdido importancia, sino que se ha transfor­


mado y mantenido con importantes valores de uso que son clave para
el funcionamiento de la metrópoli. Muestras de que no está abando­
nado están en los siguientes indicadores:
• La población residente estimada es de 71.615 habitantes, que ocu­
pa sólo 447 ha7, es decir, el 4,0% de la población vive en 3,1% del
área urbanizada de la ZMVM8. Ello resulta en una densidad pro­
medio de 160 hab/ha superior a la media de 122 hab/ha de la
Metrópoli.
• Más significativo que la concentración de población está el hecho
de que solamente el Zócalo9 y las manzanas que lo rodean atraen
más de m edio millón de los viajes que se generan en la ZMVM.10
• Si consideramos todo el centro histórico, se estima que la población
flotante asciende a 1,2 millones de personas al día (PPDUCH, 2000:
bre de 2000. El área de aplicación del programa abarca 4,5 km2 (446,56 ha), 336 man­
zanas y 4.527 predios, y contiene en su totalidad al denominado Perímetro “A” del
Decreto que declara la existencia del centro histórico de la Ciudad de México del 11
de abril de 1980; en este perímetro se concentra la gran mayoría de monumentos his­
tóricos de dicha zona y abarca el 62,5% de las manzanas. Además, la totalidad de dicha
área está comprendida en la Delegación Cuauhtémoc, que es la demarcación más cen­
tral de la ZMVM. Este programa no comprende el perímetro denominado “B”, que
rodea al otro perímetro con una superficie semejante y que también fue declarado en
1980 como parte del centro histórico. En la mayoría de la literatura y la documenta­
ción oficial relativa al centro histórico, no se aclara si los diversos indicadores socioeco­
nómicos corresponden al área de aplicación del PPDUCH, al perímetro “A” o a los dos
perímetros “A” y “B”; ello implicará imprecisiones en este trabajo, sin embargo confia­
mos en que la mayoría de las conclusiones a las que llegamos son válidas y haremos las
aclaraciones pertinentes que eviten sesgos cuando tengamos elementos que permitan
ver que ello puede suceder.
7 Estimación de PPDUCH (2000:17) para el año 2000.
8 146,034 ha de superficie urbanizada de la ZMVM en 1997 (Grajales, 2000:515). Otras
estimaciones superiores llegan a considerar 154,400 ha en 1995 (POZMVM 1998:76).
9 La plaza principal de la Ciudad, que contiene la estación del metro con el mismo nom­
bre. Adicionalmente, otras 7 estaciones del metro correspondientes a tres líneas se
encuentran dentro de la zona o en su perímetro.
10 En 1994: 567.167 viajes diarios (PPDUCH, 2000: 11); es decir, el 3,5% respecto de
92 16’018.000 de la ZMVM (Islas, 2000: 376).
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

11), es decir que por cada residente hay 17 no residentes en la zona.


Ello representa el 7,5% de los viajes persona que se generan diaria­
mente en la ZMVM.
• Lo anterior también implica una densidad de 2.687 personas/ha
adicionales a los que residen en la zona, equivalentes a 1,1 m2 por
persona circulando por las plazas y calles u 11 m2 por persona en
el interior de los edificios.11
• Su radio de influencia lo representa el hecho de que el 41,0% de
los visitantes del centro histórico proviene del Estado de México y
el 3,8% del resto del país (PPDUCH, 2000:11).
• La zona alberga al 4,1% de los establecimientos mercantiles y
emplea al 2,2% de la población; ello representa 1,2 empleos por
cada residente.1112
• Una prueba adicional de actividad la representa la generación de
basura, que es una de las más altas de la Ciudad, a razón de 1,2 kg
por visitante (población flotante) equivalentes a 19,2 kg de basura
por residente.13
Es evidente que el centro histórico mantiene atractivos que generan
esos movimientos de personas y toda esa actividad. En efecto, mantie­
ne atributos que siguen siendo muy valorados, al menos tres pueden
distinguirse: el valor histórico cultural de los edificios, la superficie
construida que aunque esté deteriorada está plenamente servida y la
accesibilidad que su ubicación central y el transporte público le provee.
Estos atributos son valorados por tres conjuntos principales de
interesados que compiten por apropiarse del espacio mismo. Podemos
11 Para el cálculo de área pública por población flotante se consideró que la zona tiene un
30% de la superficie dedicada a calles, plazas y jardines. Para el cálculo de área construi­
da por población flotante se consideró un COS (Coeficiente de Ocupación del Suelo)
de 3,0, a partir de la información de volumetría de los edificios del PPDUCH
(PPDUCH, 2000: 71).
12 22.903 establecimientos y 86.333 empleos en 1994 que incluyen 3.724 ambulantes
(conteo conservador en 1998) según PPDUCH (2000: 18 y 24) versus 565.456 esta­
blecimientos y 3’853.596 empleos en 1998 según INEGI, GDF y GEM (2000:123).
13 Derivado de información de 1996:1.452 toneladas diarias (PPDUCH, 2000:13). 93
C arlos M orales S chechinger

denominar estos como los intereses culturales, los viviendistas y los


comerciales. Cada conjunto de intereses usa reglas propias que no han
podido conciliarse a pesar de que unas aprovechan a otras para poten­
ciar sus intereses. Así, en el centro histórico interactúan, por un lado,
la regulación estricta que dificulta la remodelación de los monumen­
tos históricos; por otro lado, las políticas públicas del gobierno local
actual que impulsan la vivienda popular; y, finalmente, las reglas del
libre mercado inmobiliario con las cuales operan los propietarios, los
locatarios y los bodegueros de la zona. Nos explicaremos mejor abor­
dando sucesivamente cada grupo de intereses.

Los intereses culturales


Estos intereses buscan que el uso preeminente del centro histórico sea
el que aproveche sus valores culturales, que se reflejan en museos, mo­
numentos, edificios antiguos, calles y plazas que encierran símbolos his­
tóricos, políticos y artísticos de importancia incluso internacional. Estos
intereses con frecuencia enfatizan la visión escenográfica del centro his­
tórico y logran que documentos de política pública la adopten de ma­
nera preeminente al dedicarse más a establecer reglas de diseño que un
conjunto más amplio de normas y acciones integrales para la zona.14
Dentro de los intereses culturales quedan comprendidos los inte­
reses del turismo y otras formas de recreación que se asocian con el
atractivo visual que proveen los edificios, plazas y zonas antiguas. Estos
intereses incorporan valores de uso de los inmuebles del entorno para
traducirlos en valores de cambio mediante edificios dedicados básica­
mente a hoteles y restaurantes.
La importancia inmobiliaria del interés cultural es innegable pues
el centro histórico concentra 1.681 inmuebles históricos, que signifi­

14 Como el Programa de Desarrollo Urbano de la Delegación Cuauhtémoc (1997:119),


que es la demarcación territorial que contiene al centro histórico y mediante el cual se
establece el carácter general que debe tener el centro histórico.
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

can el 37,1% de los predios de la zona15 y en términos de superficie


posiblemente un porcentaje muy superior pues en ella están incluidos
los edificios de mayor tamaño como son la Catedral, el Palacio Na­
cional, el Palacio de Justicia, el Palacio de Bellas Artes, el Colegio de
las Vizcaínas y el Convento de San Jerónimo que por sí solos abarcan
una manzana entera cada uno.
Sin embargo, la importancia innegable de estos valores de uso no
se traducen en valores de cambio equiparables a los de otros intereses
y ello los pone en desventaja cuando imperan las reglas del mercado
incluso por encima de las regulaciones estéticas. Una prueba lo cons­
tituye el hecho de que en 1934 el centro histórico contaba con 798
inmuebles catalogados y casi 50 años después, en 1980,422 de ellos ya
se habían perdido (Coulomb, 2000: 538) y habían sido sustituidos por
nuevos edificios más rentables.
Debe destacarse que a esa fecha aún no se había tenido la pérdida
de más edificios con valor arquitectónico debido al catastrófico sismo
de 1985. Este sismo bien dañó 370 inmuebles, pero 261 de ellos fueron
rescatados total o parcialmente (al menos la primer crujía o la fachada)
y los 99 que tuvieron que demolerse fueron reconstruidos con reglas
de diseño que armonizaran con el contexto eminentemente colonial
(Connolly et al., 1991:140). Sin embargo, dichos inmuebles, casi todos
habitacionales, fueron rescatados mediante la intervención del Gobier­
no, expropiados los predios, rehabilitados y adjudicados a precios muy
subsidiados a los pobladores originales.
De cualquier manera, sea por la vía de las medidas proteccionistas
o del subsidio, el mantenimiento de estos valores no encuentra muchas
fuentes propias para preservarse y se rinde a las fuerzas del mercado.
Los usos que así tienen acceso no necesariamente se establecen con
conciencia y pueden peijudicar a los edificios; tal es el caso de comer­
cios y bodegas, que trataremos más adelante.

15 Total: 4.527 predios, de los cuales 1.330 contienen edificios que están oficialmente
catalogados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INHA) (PPDUCH,
2000: 68), dependencia encargada del control de dichos bienes patrimoniales.
C arlos M orales S chechinger

Hay interés por establecer más museos en el centro histórico16,


pero difícilmente pueden ser autofinanciables y requieren subsidios o
patronatos altruistas que los sostengan. Las pocas fuentes propias se
encuentran en tres mecanismos que las autoridades han experimenta­
do y que evaluaremos brevemente:
• El primero es el de los incentivos fiscales que se han introducido
bajo la forma de reducciones o incluso exenciones totales de los
impuestos locales, fundamentalmente al impuesto predial y al
pago de derechos por permisos y Ucencias asociados a obras de
rescate de los edificios17, todos ellos dentro de la hégira del go­
bierno local. Estos estímulos han sido llevados casi a sus límites y
sin embargo son limitados; en 9 años de aplicación han represen­
tado un sacrificio fiscal de 9 millones de USD aplicándose a 547
inmuebles a los que se han invertido 234 millones de USD (Cou­
lomb, 2000: 533).
• Estos estímulos representan solo el 3,8% de las inversiones y han
beneficiado a propietarios e inversionistas que los habrían rehabi­
litado de cualquier manera por la alta rentabilidad que esos casos
específicos significaban. Para una mayor efectividad se requeriría
adicionar otros estímulos fiscales provenientes de la Federación,
con ellos se podría marcar una diferencia importante. En efecto, de
la masa fiscal recaudada en el Distrito Federal, el 50,7% es recolec­
tado por la Federación y el 49,3%% restante por el Gobierno del
Distrito Federal (Morales, 2001: 205)18, es decir que el estímulo se
duplicaría.19
16 Se han presentado a las autoridades el establecimiento de 26 museos en la última déca­
da (Eibenshutz y Rébora, 2000: 230)
17 Véase CFDF (2001, capítulo XI, “De las Reducciones”, artículos 265-A a 265-C bis).
El PPDUCH (2000:169-173) mantiene esta como una política importante para apo­
yar la preservación de los edificios.
18 El caso del D.F. es excepcional en el panorama fiscal de México, pues la proporción
entre lo que se recauda por la Federación y lo que recauda el propio D.F. es bastante
equitativa a diferencia del resto de las entidades del país; a nivel nacional, la Federación
recauda el 94,7% de la masa fiscal y el conjunto de los gobiernos locales sólo el 5,3%,
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

• Otro mecanismo que se ha intentado es la transferencia de poten­


ciales de desarrollo, consistente en la venta de derechos para desa­
rrollar un volumen determinado de construcción por parte de los
propietarios de los inmuebles del centro histórico por encima de
lo que actualmente tienen construido. El excedente de construc­
ción puede ser comprado por propietarios de edificios en otras
partes de la ciudad, donde existe una importante demanda de espa­
cio, a los que se les autoriza un incremento de la densidad permi­
tida para que puedan aplicar dichos derechos adicionales. El esque­
ma permite que los recursos sean depositados en un fideicomiso
que los aplica a la restauración y mantenimiento del inmueble del
centro histórico tanto en su interior como en su entorno inmedia­
to (Gamboa, 1994: 205-206).
• Sin embargo, el esquema ha sido aprovechado poco, pues desde
que se implantó la autoridad local ha mantenido abierta, con
mayor o menor facilidad, la posibilidad de gestionar el cambio de
densidades, que si bien implica trámites largos, resulta menos cos­
toso que comprar derechos a altos precios en el centro histórico.
En épocas recientes, la autoridad actual ve con suspicacia el meca­
nismo y no lo promueve, incluso es prácticamente ignorado por el
Programa que regula el centro histórico.20
• El mecanismo más evidente de recursos proviene de dedicar los
edificios a actividades turísticas, estas pueden pagar rentas altas y
llegar a competir frente a los comercios y las bodegas. Ello encuen­
tra cierta lógica en el hecho de que el centro histórico ya es el pri­
mer lugar de preferencia de los visitantes nacionales y extranjeros
(Morales, 2001:203); no obstante, el incremento del incentivo podría llegar a duplicar­
se, resultaría significativo y ayudaría a inducir conductas favorables de rehabilitación del
patrimonio.
19 Recientemente se ha creado un amplísimo Consejo Consultivo del Centro Histórico
(14 de agosto de 2001) que reúne a 125 miembros e incluye a la sociedad civil y a las
autoridades federales y locales; sin embargo, por parte de la Federación, no está repre­
sentado en el mismo la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
20 En efecto, sólo dedica un renglón donde ligeramente refiere la necesidad de crear un
mecanismo de control de dichos recursos (PPDUCH, 2000:168).
C arlos M orales S chechinger

que llegan a la ciudad; en efecto culminan allí el 28,8% de las visi­


tas21. Además, el centro histórico concentra el 12,4% de los hote­
les y el 23,0% de los cuartos de la ZMVM.22
• Sin embargo, estas cifras no son suficientes para basar un rescate de
una zona tan amplia en la reutilización de los edificios con usos
turísticos. En efecto, los visitantes representan una fracción muy
menor de la población flotante (posiblemente el 2,1%)23y los em­
pleados de tiendas de artesanías, restaurantes y hoteles representan
solo el 0,8% de la población flotante y el 11,2% del total de emple­
os en el centro histórico (PPDUCH, 2000: 21-31); en suma, los
intereses culturales generan solo el 2,9% del movimiento de esa
zona. En complemento, los 91 hoteles solo representan el 2,0% de
los predios del polígono que estudiamos.
Como se puede ver, los intereses culturales, si bien son válidos, no
pueden por sí solos constituir la estrategia de rescate del centro histó­
rico. La tendencia que a nivel mundial aún persiste de confiar en el
turismo como motor del rescate de zonas patrimoniales24 tiene lími­
tes estrechos, pues, aun cuando se duplicase la actividad turística en la
zona, quedaría un espacio importante donde las reglas con las que
operan otros intereses podrían imponerse y seguir afectando los valo­
res de uso de tipo cultural.
21 Según FEECM (2000: 51), los lugares turísticos más visitados se asocian al centro his­
tórico con 15,3% en el Zócalo y 13,5% en el resto de dicho centro.
22 91 hoteles y 12.007 cuartos, en 1997 (Hiernaux, 2000: 430-431).
23 N o hay cifras precisas al respecto. Este porcentaje parte de suponer que todos los visitan­
tes hospedados en la Ciudad de México, 9’123.994, tanto nacionales como extranjeros,
en 2000 (STGDF, 2001), visitan al menos una vez el centro histórico durante su estancia.
24 El Dr. René Coulomb, director del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de
México, manifiesta que ha encontrado un sesgo en algunos de los organismos financie­
ros internacionales que consideran al turismo como el motor ordenador del desarrollo
de los centros históricos, pues sus valores culturales y monumentales atraen a visitantes
que precisan de servicios turísticos, y se opone a dicha visión unifuncional (Eibenschutz
y Rébora, 2000); sin embargo, Fojas reseña proyectos recientes del Banco Interameri-
cano de Desarrollo en Quito, Montevideo y en algunas ciudades de Brasil donde se han
llevado a cabo co-inversiones con capitales privados para desarrollos comerciales, de
vivienda y de oficinas en centros históricos.
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

Los intereses viviendistas

Este interés se engloba dentro de una preocupación más general de


expansión de la mancha urbana de la ZMVM que ha conllevado la
pérdida de población de las demarcaciones centrales. Ello implica la
subutilización de la infraestructura de las áreas centrales25 y altos cos­
tos de la extensión de los servicios en la periferia, además de otros
efectos en cuanto a la reducción de áreas naturales, largos recorridos,
segregación socio-espacial, excesiva especialización de zonas, centro
vacío de noche con delincuencia y demás.
La preocupación es más notoria en el centro histórico y ello se
refleja en los siguientes indicadores (PPDUCH, 2000: 17):
• La población residente ascendía en 1970 a 141.246 habitantes y en
30 años ha bajado a la mitad: se cuenta en 2000 con 71.615 habi­
tantes, es decir que se redujo al 50,7%.
• El proceso ha ido acompañado tanto por el empuje de otras acti­
vidades, como bodegas y talleres, como por el abandono de vivien­
das, pues en 1970 estas eran 29.259 y en 2000 se redujeron a
18.375, es decir, al 62,8%.
• Después del sismo de 1985 hubo un importante fomento a la
reconstrucción y rehabilitación de vivienda; el balance del quin­
quenio que siguió registró la menor pérdida de viviendas, sólo el
5% de las que se perdieron entre 1970 y 2000; sin embargo, suce­
dió lo contrario en cuanto a habitantes, pues ese mismo quinque­
nio registró una pérdida de población del 25,4%.
• Después de ese período no han existido programas significativos de
recuperación de población y vivienda, aun cuando se buscó fo­
mentarlas a través de promociones privadas.

25 Se estima que el 70% de la infraestructura del centro histórico está subutilizado


(PPDUCH, 2000: 87). 99
C arlos Morales S chechinger

El problema es complejo pues hablamos de vivienda en condiciones


deterioradas26, con complejos problemas de tenencia27, habitada por
población de bajos ingresos28y en hacinamiento29, incluso por grupos
en pobreza extrema apoyados con asistencia social30 o lumpen asocia­
do a actividades ilícitas. La vivienda en peores condiciones se concen­
tra en el norte y oriente del centro histórico.
Contrasta el hecho de que también hay vivienda abandonada y de­
socupada, al menos 358 inmuebles, es decir el 9,7% del total concen­
tradas en la zona que alguna vez albergó a la población rica en el po­
niente y el sur del centro histórico (PPDUCH, 2000: 65 y 86).
La preocupación por detener este proceso ha sido manifestada por
varios de los gobiernos que ha tenido la Ciudad durante los últimos
15 años y se ha reflejado en diversos documentos de política pública.
Sin embargo, no ha sido sino hasta el presente gobierno del D.F. que
se ha expedido un bando de gobierno conocido como Bando #231
(GDF, 2000), que expresa con mucha contundencia la intención de
repoblar el centro de la Metrópoli. A través de este bando se prohíbe
terminantemente cualquier nuevo desarrollo en la periferia y se esta­
blece la meta de construir 10 mil viviendas en un primer año para la
“gente humilde de la ciudad”, con lo que se densifican las cuatro
demarcaciones centrales.32
26 El 25,2% se considera en mal estado y el 26,7% en regular estado (PPDUCH, 2000:57).
27 N o pago de rentas, intestados, apropiación ilícita, subarriendos ilícitos, desactualización
de registros, rentas no descongeladas, etc. (PPDUCH, 2000: 64-65).
28 El 24,0% gana menos de 129 USD al mes y el 45,6% gana entre esa cantidad y 258
USD al mes (PPDUCH, 2000: 33).
29 Existen 18 organizaciones sociales demandantes de vivienda en el centro histórico; tan
sólo 9 agrupan a 1.292 familias hacinadas en 678 viviendas, a razón de 1,9 por vivien­
da (PPDUCH, 2000: 33).
30 Operan 38 organizaciones no gubernamentales (ONG) en la zona que apoyan funda­
mentalmente a ancianos, indígenas, niños de la calle, mujeres violadas, minusválidos e
indigentes (PPDUCH, 2000: 34-35).
31 Dicho bando está constituido jurídicamente pero lo respalda una voluntad política tal que
tiene más impacto que muchos de los planes y programas de desarrollo urbano que se
hayan expedido para la Ciudad y que cumplen todas las formalidades legales aplicables.
32 Debe destacarse que el efecto buscado será relativo pues el Gobierno del DF sólo con­
trola una cuarta parte de la periferia de la ZMCM y el Gobierno del Estado de México
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

Para el centro histórico, y de hecho para casi toda el área central,


esto implica que la construcción de dichas viviendas tiene que hacer­
se a través de proyectos gubernamentales o a través de promotores pri­
vados, para lograr las densidades inherentes a los espacios centrales. Las
viviendas producidas de esta manera implican la introducción de cré­
dito formal, el uso de constructoras y labores de corretaje que supo­
nen modos de producción y acceso a la vivienda ajenos a la mayoría
de la población, la humilde, sea por las dificultades históricas para que
accedan a crédito o por el nivel de ingreso que ello les requiere, pues
el 69,6% tendría que dedicar entre el 50% y el 100% de su ingreso para
pagar las mensualidades correspondientes.33
En efecto, no resultará factible, y menos en un espacio con tanto
patrimonio histórico, impulsar programas de autoconstrucción que
es la forma como esta población resuelve su carencia de vivienda.
Tampoco es factible que el 40% de los residentes pueda costear por
sí mismo la rehabilitación de sus viviendas, particularmente si casi
un tercio accedió a ellas mediante la invasión directa o aprovechan­
do intestados, huelga de renta o subarriendos ilícitos (PPDUCH,
2000: 87).
Para el centro histórico, el Gobierno de la Ciudad pretende dete­
ner la pérdida de viviendas prevista para los siguientes 10 años (1.067
viviendas entre 2000 y 2010) y recuperar al menos una cantidad de
viviendas similar (3.266 viviendas) a la que se ha perdido en la última
década (2.775 entre 1990 y 2000). Sin embargo, lo anterior implica

que controla el resto no ha adoptado esta política sino más bien ha abierto la puerta a
los promotores de vivienda para que inviertan dentro de su jurisdicción. Debe anotar­
se que la ZMVM no cuenta con una autoridad que controle la estructura global de
usos del suelo; aun cuando existe una Comisión Metropolitana de Asentamientos Hu­
manos (Cometah), sus facultadas están limitadas a establecer una mesa de negociación
que a la fecha ha tenido muy poca eficacia.
33 La vivienda más barata de promotores privados con crédito subsidiado implica pagos
mensuales de 128 USD al mes, estimado propio que parte de datos de ingreso deriva­
dos de PPDUCH (2000:33), paridad $9,50 por USD y de datos de vivienda derivados
de condiciones imperantes de crédito FOVI (Fondo Nacional para la Vivienda de
Interés Social) para vivienda terminada tipo A.
C arlos M orales S chechinger

tener que adoptar cualquiera o varias de las siguientes medidas, den­


tro del sector de la vivienda:
• Que los promotores de vivienda rehabiliten y/o construyan vi­
vienda en renta. Los inversionistas inmobiliarios se han retirado de
la vivienda en renta en el D.F. a lo largo de la segunda mitad del
siglo XX por el alto impuesto predial que ella paga, las proteccio­
nes legales a favor del inquüino, el subsidio que ha habido al cré­
dito hipotecario y por la baja rentabilidad frente a otras formas de
inversión (Coulomb, 1985). Si el centro histórico ha mantenido un
alto porcentaje relativo de vivienda en renta, 41,6% (PPDUCH,
2000: 87), es porque allí se han acumulado con el tiempo inquili­
natos protegidos, porque el crédito para adquisición de vivienda
de segunda mano ha sido escaso y porque el deterioro ha desvalo­
rización la vivienda volviendo su venta poco atractiva.
• Que el gobierno rehabilite y/o construya vivienda en renta. El Es­
tado mexicano se ha resistido a volverse arrendador y solo se han
presentado casos aislados que sobreviven de los primeros proyec­
tos de vivienda que construyó en la primera mitad del siglo XX.
Desde la década de los sesenta, el mayor impulso ha sido para la vi­
vienda en propiedad apoyada con diversos esquemas de crédito
(Barragán, 1994).
• Que se subsidie la rehabilitación de la vivienda que en muchos de
los casos será necesario por los altos costos que implica el reacon­
dicionar inmuebles viejos y adjudicarlos a población de altos in­
gresos. Por el contrario, se podría dirigir la vivienda a estratos su­
periores de ingresos que sí podrían absorber los altos costos de la
rehabilitación; para ello se requerirá eliminar del centro histórico
la inseguridad y el comercio ambulante, fomentar el estableci­
miento de escuelas y comercios propios de dichos estratos e im­
pulsar que la banca comercial abra crédito a vivienda de segunda
mano en zonas históricas. Sin embargo, esto contradiría la política
de apoyar a la gente humilde con vivienda central.
102
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

Pero más importante aún que dichas acciones, se requiere resolver la


confrontación que se presenta vis a vis los intereses comerciales. La pre­
sión es fuerte por parte de los comercios, así como por las bodegas y los
talleres que se le vinculan. Abordaremos esta cuestión a continuación.

Los intereses comerciales

Es evidente que la actividad comercial paga rentas de niveles tales que


deben permitir su aplicación a la rehabilitación y mantenimiento de
edificios patrimoniales. Sin embargo, la morfología de las edificaciones
históricas no necesariamente se presta para que la actividad comercial
se desarrolle como pretende; las normas que establecen los organismos
protectores del patrimonio dificultan esto aún más y los diseñadores
que formulan proyectos de reglamentos para regular la preservación
no logran plantear normas flexibles que acomoden adecuadamente
nuevos usos y mantengan la esencia de los viejos edificios.
A pesar de lo anterior, el comercio ha ganado espacio en el centro his­
tórico, a veces cumpliendo normas de diseño y rescatando edificios cata­
logados, otras violentando las normas y las más acomodándose a los edifi­
cios tal y como se encuentran. La actividad comercial en la zona es de tal
magnitud que los espacios que le impone lo antiguo de los edificios no le
hace mella alguna y los tolera sin mucho detrimento de su actividad.
Hay innumerables evidencias de la arrasadora importancia del co­
mercio en el centro histórico, así como de los servicios y talleres aso­
ciados a ella. Analicemos varias de ellas:
• El empleo en comercio, servicio e industria representa el 7,2% de
la población flotante, es decir, más del triple de los turistas que se
estima visitan la zona. Entre ellos destacan el 59,8% correspondien­
te a la actividad comercial; le siguen los servicios con el 25,3% y la
industria con el 14,9%. Sólo 11,2% está asociado con el turismo.34
34 Según datos del censo económico de 1994 (PPDUCH, 2000:18) 103
C arlos M orales S chechinger

• El centro histórico abastece de productos eminentemente especia­


lizados a una población mayoritaria de la Metrópoli. El 19,0% de
los empleos es en giros asociados con ropa y calzado, que además
representan el 44,5% del valor agregado; los giros de plata y relo­
jes, electrónica, papelería, libros y perfumes representan el 9,7% de
los empleos y el 30,9% del valor agregado; el resto de lo giros tam­
bién significan comercio especializado (anteojos, juguetes, plantas
artificiales, artículos para el hogar, muebles, cristalería, etc.). Los
giros relacionados con consumo básico están prácticamente ausen­
tes, pues ellos se encuentran descentralizados en múltiples zonas de
la ZMVM (PPDUCH, 2000: 21-22).
• La población que consume estos productos es mayoritariamente
de los sectores de bajos ingresos proveniente de las demarcaciones
del norte y del oriente de la ZMVM35 que encuentran opciones
para este tipo de comercio. Hablamos de aproximadamente el 50%
de los habitantes con ingresos promedio de 11,7 USD diarios por
hogar. En cambio, la población de ingresos superiores (promedio
de 42,44 USD diarios por hogar)36 ha dejado de acudir al centro
pues a lo largo de los últimos 40 años se han establecido 26 cen­
tros comerciales especializados hacia las zonas residenciales y de
clase media en las demarcaciones del sur y poniente de la ZMVM
(FEECM, 2000: 54).
Existe una alta accesibilidad que permite que la población de
bajos ingresos llegue a la zona. La accesibilidad la articulan nueve
estaciones del metro que representan 4,8% del total de las estacio­
nes de la ZMVM (Bacelis y Navarro, 2000: 381) concentradas en
solo 3,1% del territorio urbanizado.
• Aun y cuando en 1982 se reubicó el abasto y la venta de mayoreo
de alimentos, la zona central ha mantenido la venta a mayoreo de
productos especializados identificados arriba; si bien esto represen-

35 Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Nezahualcóyotl y Ecatepec, según estudio reportado en


PPDUCH (2000:11).
104 36 Elaboración propia con datos de Garza y Fajardo (2000: 203-204).
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

ta sólo 18,1% de los empleos en el centro histórico, el registrado


como venta a menudeo realiza también ventas a medio mayoreo
(PPDUCH, 2000: 21).
• Hay una importante concentración de comercio en inmuebles his­
tóricos. El 64,7% de los inmuebles históricos, es decir, 1.087, con­
tienen comercios, la gran mayoría ocupa las plantas bajas
(PPDUCH, 2000:68-69). Además, el 64,0% de los empleos del co­
mercio de mayoreo se concentra en la zona con los inmuebles de
mayor valor patrimonial (PPDUCH, 2000: 23). Respecto del total
de predios, el comercio se encuentra presente en el 56,9% de ellos
y el 19,8% está ocupado exclusivamente por esta actividad
(PPDUCH, 2000: 41).
• El comercio ambulante en la zona es de proporciones muy gran­
des; entre los ambulantes de la ZMVM, los del centro histórico son
considerados como la aristocracia por sus altos volúmenes de ven­
ta; en época navideña pueden llegar a agregar hasta el 28,5% adi­
cional a los establecimientos formales.37Entre 1992 y 1993 se cons­
truyeron 12 plazas comerciales para reubicar a varios grupos de
ambulantes, lo que sólo ha venido a anclar aún más a la actividad
comercial en la zona.
• Los servicios que se prestan en el centro histórico se concentran en
hoteles y restaurantes, con solo el 10,9% de los empleos totales pe­
ro 48,4% del sector servicios; no obstante, solo representan el
28,4% del valor agregado, en cambio, los servicios de otras ramas
que representan actividades también muy especializados de seguri­
dad, contaduría, jurídicos, consultoría, notaría y demás, representan
el 51,6% de los empleos y el 71,6% del valor agregado, la mayoría
organizados en microempresas que ocupan básicamente despachos
en planta alta (PPDUCH, 2000: 31).
• La industria consiste fundamentalmente en talleres vinculados con
el comercio de la zona o la maquila vinculada a otras industrias en
37 El conteo mínimo se registró en mayo de 1998 con 2.250 puestos y el máximo con
13.665 en diciembre de 1999 (PPDUCH, 2000: 24-25). 105
C arlos M orales S chechinger

la ZMVM. Al igual que el comercio, el giro textil es el más impor­


tante y representa el 63% del empleo y el 72,1% del valor agrega­
do (PPDUCH, 2000: 32).
• La mayoría de las bodegas está muy vinculada con los comercios
formales y el ambulantaje y ocupa el 23,2% de los predios del cen­
tro histórico; la mayoría, el 89,0%, en las plantas altas (PPDUCH,
2000: 42). En complemento, diariamente entran en la zona 400
camiones para abastecerse de productos (Eibenschutz y Rébora,
2000: 225).
Un cartel resume la importancia del comercio especializado del cen­
tro histórico de la Ciudad de México y es el que lo promovía como
el mayor centro comercial de América Latina, donde lo que no se
encuentra en él es que aún no se ha inventado (PPDUCH, 2000:
238).
La actividad comercial y de servicios junto con los talleres asocia­
dos al centro histórico ha encontrado en las reglas del mercado inmo­
biliario la mejor manera de asegurar una presencia apabullante. En
efecto, su capacidad de pago superior a la de los intereses culturales y
viviendistas le ha permitido pagar alquileres superiores que no podrán
alcanzar los otros usuarios salvo de manera marginal. Como indicado­
res generales que demuestran lo anterior tenemos los siguientes pro­
medios ponderados de rentas mensuales por m2 de los distintos de­
mandantes de espacio38:
• El arrendamiento promedio de departamentos habitacionales se
encuentra a nivel de 4,17 USD por m2 al mes, en términos de
recámaras equivalen a 139 USD cada una al mes. Las familias cons­
38 Investigación directa del autor. Se investigaron rentas de 63 inmuebles fundamental­
mente de un monitoreo realizado y /o actualizado a precios de septiembre de 2001.
Agradecemos a Manuel Perló y Angelina Cruz por facilitarnos información comple­
mentaria de ofertas de departamentos habitacionales obtenidos entre julio y septiem­
bre de 2000. Los indicadores son promedios ponderados y se utilizó la paridad de $9,50
por USD.
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

tituyen al demandante con una de las menores capacidades de


pago, no solo reflejado en el promedio de las ofertas sino particu­
larmente por el nivel de ingresos predominante. En efecto, el
24,0% de la población activa en la zona gana menos de 129 USD
al mes y el 45,6% gana entre esa cantidad y 258 USD al mes
(PPDUCH, 2000: 33).
Estos altos precios hacen inalcanzable la vivienda para la mayoría
de la población residente y, por un lado, hacen notar que muchos
no cuentan con el excedente suficiente para competir con otros
usuarios y por ello pierden frente a ellos, y, por otro lado, explican
la alta incidencia en vivienda ocupada irregularmente como defen­
sa operativa para contrarrestar la agresividad de las rentas diferen­
ciales de la zona. Adicionalmente, confirman los planteamientos
que hacemos en la sección correspondiente a los intereses de vi­
vienda, en cuanto a subsidios o en cuanto a apuntar a proyectos a
población más solvente con la inherente “gentrificación”39 del cen­
tro histórico.
• Para talleres y bodegas tenemos un nivel de 4,79 USD m2 al mes,
es decir, 14,9% superior a la demanda habitacional. Se puede con­
siderar que estos precios son altos respecto de bodegas en otras
partes de la ZMVM. Nos indica que la fuerte conexión con la ac­
tividad comercial hará que la demanda para bodegas y talleres siga
presionando a la vivienda de manera ventajosa.
Es probable que como aún existe espacio en plantas altas en cier­
tas zonas, los bodegueros y artesanos no se hayan visto en la nece­
sidad de presionar con precios más altos. Es evidente que cuando
tengan que hacerlo podrán ofrecer mayores precios que la gran
39 Proceso mediante el cual nueva población de altos ingresos entra a una zona en la que
se han efectuado inversiones para mejorarla, generalmente vía subsidios gubernamen­
tales y obra pública, y que desplaza a la población residente de bajos ingresos a través
del pago de precios superiores que adquiere la zona una vez valorizada. En un estudio
realizado por Manuelo Perló (1990: 48), se encontraron evidencias de este fenómeno
con las viviendas reconstruidas por el gobierno después del sismo de 1985, que con el
tiempo salieron a la venta a precios superiores a los que podría pagar la población a la
que originalmente se adjudicó la vivienda.
C arlos M orales S chechinger

mayoría de las familias de escasos recursos que predominan en la


zona. También podemos pensar que no renunciarán a la zona, pues
se encuentran estrechamente vinculados con el comercio especia­
lizado que domina la actividad del centro histórico.
• En el caso del espacio para despachos, este se ofrece a 5,75 USD
m2 al mes, es decir, 37,9% por encima de las viviendas y 20,0% por
encima de los talleres y bodegas.
Este uso, evidentemente, compite mejor por el espacio; sin embar­
go, a diferencia de las bodegas y talleres, no se encuentra vinculado
con el comercio y ello le permite una mayor libertad de ubicación.
Hay evidencias de casos específicos en que calles con un giro muy
predominante, como el de las ópticas sobre la calle de Madero, están
articuladas con talleres de anteojos en las plantas altas y que el cre­
cimiento de estos giros están permitiendo competir frente a despa­
chos que se ven desplazados hacia otras colonias de la ciudad.
De hecho esta tendencia ya es vieja, la salida de oficinas corpora­
tivas de instituciones financieras desde que el sismo de 1985, que
pegó duramente a este sector, se ha acompañado de la salida de
pequeños despachos. Hoy en día, en materia de grandes usuarios
de oficinas, solo quedan las de dependencias gubernamentales; sin
embargo, también han iniciado una marcha fuerte hacia los corre­
dores y centros corporativos de prestigio. Esta tendencia se de­
muestra con la existencia de edificios de oficina que anteriormen­
te albergaban a empresas importantes y que hoy sé encuentran
vacías pero no son ofrecidas en el mercado.
• En el nivel de precios más alto encontramos a los comercios. El
arrendamiento se encuentra en promedio a 11,49 USD m2 al mes,
es decir, a 2,8 veces el nivel de la vivienda, 2,4 veces del nivel de
las bodegas y talleres y 2,0 del nivel de las oficinas. Es evidente que
el demandante con mayor capacidad de pago está constituido por
el grupo de los locatarios y es el que está dispuesto a pagar los ma­
yores precios por ubicaciones específicas.
Este promedio es general y sobre un conjunto limitado de ofertas;
108 sin embargo, se tiene conocimiento de que hay variaciones muy
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

importantes en determinadas calles o plazas que concentran giros


específicos. En efecto, dos de ellos son los que concentran la venta
de equipos de computación y de joyas tanto auténticas como de
fantasía: allí los precios pueden llegar a ser varias veces superiores a
la mayoría de los locales comerciales del centro histórico.40
Desde luego que los precios del arrendamiento de las plantas altas son
menores que los de las plantas bajas y ello hace suponer la posibilidad
de repartir el espacio del centro histórico de manera vertical entre usos
con distintas capacidades de pago. Sin embargo, en determinadas zonas
se dan círculos de interrelación con bodegas y talleres asociados a estos
locales, por consiguiente es difícil asegurar que por la vía del mercado
vayan a ganar el espacio las viviendas que como se ha visto no tiene
margen para competir adecuadamente.

D iscu sió n final

Los intereses comerciales valoran mucho el centro histórico. La amplí­


sima población flotante que llega a él, propiciada por la centralidad y el
transporte público más la escasa oferta alternativa a la que se enfrentan
millones de personas de la Metrópoli, establece las rentas diferenciales
suficientes para que el comercio y sus bodegas y talleres compitan con
las reglas del mercado y ganen el espacio de la zona.
Esto no es sorprendente; la literatura especializada ya ha señalado
la manera en que el comercio gana el lugar en condiciones como las
descritas41; lo sorprendente es que se pretenda buscar la revitalización
de patrimonios colectivos eliminando al comercio y pretendiendo
con ello valorizar la zona. Desde luego que ello nos lleva a la discu­
sión de lo que se entiende por valorización y por revitalización y en

40 Hay reportes de que en el corazón de la zona de venta de computadoras los locales se


llegan a cotizar en $200 USD el m2
41 Véase por ejemplo Alonso (1974). 109
C arlos M orales Schechinger

ese momento surgen las pasiones a las que nos referíamos al princi­
pio; en términos de lo que hemos planteado en este análisis, al menos
tendríamos tres concepciones, cada una abanderada por cada grupo
de interés.
Con las reglas del juego que actualmente imperan en México, el
mercado es el que al final del día señalaría lo que se debe entender por
estos dos conceptos. Su argumento más contundente se apoyaría en las
evidencias ofrecidas; por un lado, una vitalidad de 1,2 millones de visi­
tantes al día y, por el otro, los comercios que valoran ese tipo de vita­
lidad al grado de ofrecer precios casi tres veces (2,8) por encima de su
competidor: la vivienda, y de su “no competidor” (al menos en tér­
minos de mercado inmobiliario): la cultura.
Los m ecanism os externos al m ercado, es decir, el control de usos
del suelo o de normas de preservación de los edificios, no han podi­
do contrarrestar lo anterior, tampoco han podido hacerlo los subsi­
dios que por diversas vías se han otorgado a la vivienda y a la cul­
tura.
El Programa Parcial de Desarrollo Urbano para el Centro Histó­
rico, que tiene por objetivo establecer la política pública sobre la zona,
es cauteloso y evita plantear la revitalización y la revalorización, antes
bien propone una serie de lincamientos generales y específicos en los
que no subyace una resolución del conflicto de intereses que hemos
planteado aquí sino más bien una coexistencia de los mismos. En efec­
to, establece mezcladamente el rescate de la centralidad simbólica de
la ciudad, la regeneración de las condiciones de habitabilidad en la
vivienda en los espacios públicos y el desarrollo económico ordenado
sin reducir en nada el tamaño de la actividad comercial (PPDUCH,
2000: 91).
Este enfoque que discrimina poco no es reciente, pues había sido
adoptado parcialmente desde principios de la década de los noventa42
y ha sido retomado de manera más clara desde 1997 con el cambio
42 Acciones como la construcción de 12 plazas comerciales dentro del centro histórico
10 para alojar a los ambulantes en 1992 y 1993 lo ejemplifican (PPDUCH, 2000: 27).
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

político que experimentó el Gobierno del D.F. en ese año43, es decir


que ya ha tenido oportunidad de probarse y los cambios son más bien
casuísticos que generales.
Cabe pensar qué sucedería si se tomara un enfoque opuesto, qué
pasaría si para que se mantuvieran y renovaran las cualidades históri­
cas, artísticas y culturales del centro histórico, se desvalorizara y se le
quitara algo de la vitalidad excesiva. Simplificando la teoría de la renta
urbana44, encontramos que es la demanda la que mayormente deter­
mina la renta del suelo y al eliminar a uno de los actores que pujan por
un precio alto, la renta del suelo disminuirá. Esto nos lleva a pensar que
los precios bajarán si se logra plantear la salida al menos de algunos de
los giros comerciales para que puedan acceder a mejores espacios los
siguientes usuarios. Estamos conscientes de que esto tiene muchas im­
plicaciones, aquí solo planteamos algunas, no pretendemos agotar la
discusión sino apenas iniciarla:
• Para hacer salir a ciertos giros habría que crear centros alternativos
en las zonas intermedias de la parte norte y oriente de la ZMVM
y redirigir las inversiones en transporte público para que lleven ha­
cia esos nuevos centros; esto implica un esfuerzo muy importante
pero que tiene antecedentes con la descentralización del abasto
básico que se dio en 1992 por el gobierno y la propia descentrali­
zación del comercio especializado de la población de mayores in­
gresos. Incluso ya hay indicios de unas primeras descentralizaciones
de comercio especializado hacia las zonas de menores ingresos
organizadas con inversiones privadas.45
• Los giros a descentralizar deberían ser preferentemente aquellos que
tienen asociados bodegas y talleres, como es el caso del sector tex­
til, que presenta una de las mayores integraciones espaciales en el
centro histórico: la acción tendría que hacerse con cautela para no
43 Se dio la primera elección democrática en el D.F. después de casi 70 años de control
por el partido oficial.
44 Véase, por ejemplo, Topalov (1984).
45 En las demarcaciones de Ixtapalapa, Ecatepec y Cuautitllán Izcalli (FEECM, 2000:259).
C arlos M orales S chechinger

romper los círculos virtuosos de vivienda-taller-bodega-comercio,


lo que implica un diseño cuidadoso de nuevos centros integrados
en el sentido de “hacer ciudad” y no de segregar por usos. Para ello
se requiere también flexibilizar la política contundente que existe
en la actualidad sobre la Ciudad de México: la de regresar a la cen-
tralidad histórica a ultranza en lugar de formar nuevas centralidades
más integradas que lo que se ha dado hasta el momento.
• Al descentralizar giros clave con sus actividades conexas, se redu­
ciría la presión de la población flotante, pues, si bien ella es la que
le da vitalidad, es evidente que también le da congestionamiento
con riesgos importantes.46A su vez, los precios de los arrendamien­
tos se moderarían y se reduciría la competencia de talleres y bode­
gas frente a la vivienda en las plantas altas. Desde luego que la
vivienda requerirá de cualquier manera subsidio si se mantiene la
prioridad de repoblar el centro con la gente humilde; sin embar­
go, tendríamos al menos una reducción de los costos al reducirse
la presión de la renta del suelo.
• Por otro lado, la reducción de población flotante reduciría el am-
bulantaje y el centro histórico volvería a ser atractivo para la pobla­
ción de ingresos superiores. El espacio es suficiente para acomodar
a varios grupos sociales y se lograría una mayor integración de los
mismos o al menos un menor distanciamiento del que la metró­
poli ofrece hoy al conjunto de las clases sociales. Es probable que
el centro mantenga su subdivisión interna que históricamente ha
tenido con el oriente y norte alojando a los pobres, y el sur y
norte, a los ricos, pero al menos habrá proximidad, es decir, estarán
“juntos pero no revueltos”.
• Finalmente, todo lo anterior establecería condiciones mejores para
que el patrimonio construido pueda rescatarse sin la presión excesi­
va de giros comerciales clave. Desde luego que al igual que con la
vivienda popular se seguirán requiriendo estímulos, sean fiscales u
46 El propio PPDUCH (2000: 83) reconoce los riesgos de accidentes por el congestio-
namiento excesivo de varias calles y plazas.
C onfrontación de intereses inmobiliarios en el centro histórico de la ciudad de M éxico

otros, como los que permiten transferir derechos de desarrollo de


otras zonas de la ciudad hacia el centro histórico. Debe contemplar­
se que hasta la expropiación en casos espaciales comenzaría a ser fac­
tible al encontrar que las indemnizaciones se reducen cuando se eva­
lúan con un entorno de mercado sin el competidor más agresivo tan
presente, es decir, el comercio. Pero también, una vez llegado a este
punto, nos encontraremos que los valores de cambio de algunas
zonas del centro histórico comenzarían a subir por el regreso de usos
que los abandonaron como podría ser el de las oficinas corporativas.
• En ese momento convendrá a todos respetar normas de diseño en
el rescate del patrimonio colectivo que de todas maneras tendrán
que ser más sensibles a la realidad de los usuarios factibles de esta­
blecerse en la zona y no de una preservación a ultranza de las ca­
racterísticas originales. Es curioso cómo el fundamentalismo que
en ocasiones invade a los encargados de custodiar patrimonios co­
lectivos pretenden ignorar que dicho patrimonio es de por sí muy
ecléctico y combina lo barroco con lo neoclásico, lo porfirista, el
art nouveau y el art decó.
Con este estudio, hemos querido hacer un planteamiento en sentido
contrario del que ha imperado en muchos medios al discutirse el resca­
te de centros históricos como parte del espacio público que conforma
el patrimonio colectivo, no sólo de los mexicanos sino de la humani­
dad. Hemos planteado desvalorizar y desvitalizar para poder contar con
una plataforma de arranque mejor para reordenar los intereses enjuego
y dar cabida a aquellos que la fiereza del mercado no ha permitido que
subsistan.
Al mercado hay que conocerlo bien para saber mediatizarlo cuan­
do sea necesario. La regulación de usos urbanos y diseño arquitectóni­
co no sobrevivirá si no se reconocen estas fuerzas, si no reconocen los
intereses en juego y las reglas con las que operan.
El patrimonio cultural de una colectividad simboliza, entre otras
cosas, la acumulación y articulación de conocimiento y entendimien­
to y debe articularse con el entendimiento y el conocimiento de los
C arlos M orales S chechinger

actores y sus intereses en juego, sólo así sobrevivirá, cuando el patri­


monio colectivo ha muerto.

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116
La ciudad central:
un espacio disputado
Emilio Duhau1y Angela Giglia1
2

E
n relación con una ciudad-metrópoli como la Zona Metro­
politana de la Ciudad de México, con más de 18 millones de
habitantes censados en el año 2005, es común sostener que se
ha convertido en una metrópoli policéntrica, en parte por la difusión,
sobre todo desde los años noventa del siglo pasado, de nuevas concen­
traciones, muchas veces periféricas, de funciones terciarias. Pero es
necesario tener en cuenta que, mientras esta nuevas centralidades consis­
ten básicamente en núcleos comerciales y de servicios al consumidor y,
en menor medida, de servicios al productor, desarrollados como pro­
yectos inmobiliarios desde cero y en plazos más o menos breves, las
centraHdades históricas constituyen reaHdades urbanas mucho más
complejas y heterogéneas producidas a lo largo de siglos o al menos de
1 Sociólogo y Doctor en Urbanismo. Es desde hace más de dos décadas miembro del
Area de Sociología Urbana de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM),
Unidad Azcapotzalco, donde junto con René Coulomb ha sido fundador del Obser­
vatorio de la Ciudad de México (OCIM), sus investigaciones y publicaciones tienen
como interés central los procesos de producción, organización y gestión de la metró­
poli. Correo electrónico: [email protected]
2 Doctora en Antropología Social por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias
Sociales (EHESS) de París. Es profesora investigadora en el Departamento de Antro­
pología de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Iztapalapa. Sus
intereses de investigación se centran en la antropología del espacio y de la forma de
habitar, la cultura urbana y la reflexión epistemológica sobre el método etnográfico.
Correo electrónico: [email protected]
Emilio D uhau y A ngela G iglia

décadas, y afectadas por sucesivas y a veces coexistentes y divergentes


dinámicas a nivel inmobiliario, cultural, social y económico.
Son precisamente estas dinámicas divergentes las que generan un
estado de permanente “disputa por el espacio” entre los residentes y
una multiplicidad de actores y actividades, desde los transeúntes hasta
las más diversas actividades económicas formales e informales que si
bien, en muchos casos, han coexistido durante mucho tiempo con los
habitantes, en muchos otros ostentan una presencia más o menos
reciente y, ya sea porque producen saturación o abuso, se convierten
en factores disruptivos de los siempre inestables equilibrios estableci­
dos entre actividades y funciones urbanas heterogéneas.
En la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, la centralidad
histórica o, más bien, las centralidades históricas comprenden no sólo
la ciudad colonial, definida oficialmente como Centro Histórico de la
Ciudad de México, sino un área más vasta que en general suele ser
denominada como “Ciudad Central”. Esta se considera habitualmen­
te conformada por cuatro de las 16 delegaciones en la que está divi­
dido el territorio del Distrito Federal: Cuauhtémoc —que comprende
el Centro Histórico—,Venustiano Carranza, Miguel Hidalgo y Benito
Juárez (véase mapa 1). Estas cuatro delegaciones conformaban oficial­
mente la Ciudad de México hasta 1970. Desde nuestra perspectiva, la
ciudad central, a la que denominamos como “ciudad del espacio dis­
putado”, comprende prácticamente la totalidad de las delegaciones
Cuauhtémoc y Benito Juárez, parte de las delegaciones Miguel Hi­
dalgo y Venustiano Carranza, y abarca no solo la ciudad construida
antes del despegue del vertiginoso crecimiento urbano del siglo pasa­
do asociado al proceso de industrialización, es decir hasta fines de los
años veinte del siglo pasado, sino también algunas áreas nacidas como
residenciales hasta mediados de dicho siglo, así como algunas antiguas
cabeceras o villas coloniales incorporadas actualmente a la aglomera­
ción metropolitana, y comprende por lo tanto porciones de otras
delegaciones colindantes con las llamadas delegaciones centrales, en
particular de las delegaciones Coyoacán y Alvaro Obregón al sur y
18 Azcapotzalco al norte.
La ciudad central : un espacio disputado

En todo caso, debe destacarse que en lo fundamental se trata de una


centralidad resultante de la expansión progresiva de la centralidad ori­
ginal (el centro histórico de la Ciudad de México) desarrollada si­
guiendo en gran medida las vías de comunicación que ya hacia fines
de los años veinte vinculaban al centro histórico con otras zonas urba­
nas, como San Angel al sur, la Villa de Coyoacán al sur-oriente y la
Villa de Azcapotzalco al norte.
En este texto retomamos un anáfisis de la problemática de esta
“ciudad del espacio disputado” realizado en el contexto de una inves­
tigación más amplia (Duhau y Giglia, 2008) y en la cual esta parte de
la metrópoli fue abordada como uno entre los distintos tipos de con­
textos urbanos coexistentes en ella y analizados en dicha investigación.
Se trata de un estudio a escala metropolitana basado entre otras fuen­
tes, en evidencias resultantes del trabajo realizado en un conjunto de
20 “áreas testigo”, localizadas en diferentes zonas de la metrópoli
E milio D uhau y A ngela G iglia

(mapa 2 y cuadros 1,2 y 3)3, que representan los diversos tipos de con­
textos urbanos coexistentes en la metrópoli, así como los estratos
socio-espaciales en que a los fines de la mencionada investigación, cla­
sificamos estadísticamente el conjunto del espacio habitado de la
Zona Metropolitana de la Ciudad de México.

3 Incluimos estos cuadros y mapas en los que se muestra la división política administra­
tiva de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México y la localización e información
estadística de todas las áreas testigo, a fin de que los lectores cuenten con un conjunto
de referencias básicas respecto tanto de la ciudad central como -comparativamente- de
La ciudad central : un espacio disputado

Así, en las áreas testigo estuvieron representadas colonias4 populares,


fraccionamientos periféricos de clase media, unidades habitacionales de
interés social, colonias de nivel medio y alto situadas en la ciudad cen­
tral, pueblos conurbados y una antigua cabecera administrativa (Azca-
potzalco). Estas áreas testigo fueron clasificadas mediante la aplicación
de la técnica de conglomerados en seis estratos socio-espaciales defini­
dos con base en cinco variables5construidas a partir de indicadores cen­
sales disponibles para el año 2000 a nivel de áreas geoestadísticas bási­
cas6. En todas ellas se aplicaron diferentes instrumentos destinados a
estudiar los usos y las representaciones de diferentes espacios urbanos y
de la ciudad en su conjunto, entre otros, etnografía de prácticas en el
espacio público, entrevistas en profundidad y una encuesta domicilia­
ria7. Las cuatro áreas testigo, que presentamos más adelante y que inclui­
mos en nuestra investigación, como otros tantos ejemplos de este tipo
de contexto urbano o ciudad, son las colonias Nápoles, Polanco, Nueva
Santa María y el centro de Azcapotzalco.

las características socio-demográficas de las áreas testigo mediante las cuales se ilustra la
problemática general de dicha parte de la metrópoli.
4 En la Ciudad de México se denomina “colonia” al tipo de subdivisiones que en otras
ciudades latinoamericanas suelen ser denominadas barrios, en tanto que se reserva el
apelativo de barrio a algunos antiguos barrios populares cercanos al centro histórico o
colindantes con algunas de las que fueron antiguas villas coloniales como los centros de
las actuales delegaciones del Distrito Federal, Coyoacán y Tlalpan.
5 Las cinco variables utilizadas son: porcentaje de viviendas con disponibilidad de agua
entubada al interior, porcentaje de viviendas que cuentan con calentador de agua, por­
centaje de viviendas que disponen de computadora, porcentaje de la población ocupa­
da que recibe más de cinco salarios mínimos y porcentaje de la población de 18 años
y más que cuenta con educación superior.
6 A partir del Censo General de Población y Vivienda de 1990, el Instituto Nacional de
Geografía, Estadística e Informática divide el territorio, para fines de los levantamien­
tos censales, en polígonos a los que denomina “áreas geoestadísticas básicas” (ageb), las
cuales abarcan una población promedio de 3933 habitantes.
7 La encuesta tuvo como propósito recoger evidencias susceptibles de ser analizadas esta­
dísticamente respecto, entre otras cosas, de las prácticas socio-espaciales de los habitan­
tes residentes en las áreas testigo.
¡3
Cuadro 1. Áreas testigo - estrato socio-espacial (2000) y población (1990 y 2000)
AGEB Población
Área Testigo Delegación o Tipo Estrato socio-espacial
Municipio N % % 2000
San Isidro Valle de Chalco CP 7 MB 100 23776
Concepción Valle de Chalco CP 5 MB 82.1 B 17.9 11518
San Agustín N etzahualcóyod CP 3 B 100 23479
La Perla Cuatitlán Izcalli CP 1 B 100 1336
Lomas de la Hera Alvaro Obregón CP 1 B 100 6576

E milio D uhau
San Pedro Xalpa Azcapotzalco CP 4 B 53.1 MEB 46,9 22038
Sta. Rosaxochiac Alvaro Obregón PC 1 B 100 5546
Reforma Netzahualcóyotl CP 7 MEB 100 42982
Pueblo Nuevo Alvaro Obregón CP 2 MEB 64.0 B 36.0 9381

y
Isidro Fabela Tialpan CP 4 MEB 74.7 M 25.3 14222

A ngela G igua
Santa Fé Alcaro Obregón PC 2 MEB 54.2 M 45.8 7144
Azcapotzalco Azcapotzalco CC y CP 3 M 59,2 MEB 40.8 14537
El Rosario Azcapotzalco CH 7 M 100 33266
Villa Panamericana Tialpan CH 6 MA 61.9 A 38.1 15821
Rinconada de Aragón Ecatepec FH 4 MA 67.3 A 32.7 16735
Cumbna Guarnirían Izcalli FH 4 MA 67,3 A 32.7 16735
Nueva Sta. María Azcapotzalco FR 4 MA 75.8 A 24.2 14770
Ñapóles Benito Juárez CC 5 A 100 13732
Polanco Miguel Hidalgo RA 12 A 75.0 Ma 25.0 30434
Referencias: CP= colonia popular; PC= pueblo conurbano; CC= ciudad central, CH= conjunto habitacional; F= fraccionamiento; RA= Residencial
alto; MB= medio bajo; B= bajo; MEB= medio bajo; MA= medio alto; A= alto.
Fuente: Duhau y Giglia (1990). Cuadro 7.1, p. 193
Cuadro 2. Áreas testigo - Indicadores socio-demográficos
Población (%)
Areas Testigo De 0 a 17 años De 18 años De 65 años No residen­ De 18 años Ocupada con Coeficiente de
y más y más te en la jurisdi­ y más con Inst. mas de 5 dependencia
cción en 1995 Superior Sal. Min.
1990 2000 1990 2000 1990 2000 1990 2000 1990 2000
San Isidro 52.8 46.1 47.2 53.9 1.2 1.8 14.8 2.1 3.0 4.1 2.61 1.98
Concepción 52,7 46.5 47.3 53.5 1.7 1.7 12.7 20 4,0 5.8 2.57 2.10

La
San Agustín 50.4 42.9 49.6 57.1 1.5 2.1 7.3 3.7 6.2 6.8 2.44 1.97

ciudad central: un espacio disputado


La perla 48.8 43.0 51,2 57,0 2.8 3.4 4.2 1.9 3.5 4,8 2,31 2,08
Lomas De La Hera 46.9 42.0 53.1 58.0 1.6 1.8 9.4 3.0 3.8 4.1 2.12 1.8
San Pedro Xalpa 40.7 36.6 59.3 63.4 2,7 4.3 9.8 8,6 10.4 8.8 1.86 1.65
Reforma 42.4 36.0 57.6 64.0 2.7 4.6 7.0 7.1 10.3 8.7 2.10 1.83
Pueblo Nuevo 43.7 38.4 56.3 61.6 2.4 3.6 4.0 7.5 6.8 8.1 2.06 1.62
Isidro Fabela 37.6 33.4 62.4 66.6 3.9 6.2 7.8 12.2 15.2 10.3 1.77 1.65
Santa Fe 36.7 32.1 63.3 67.9 4.9 6.9 8.2 10,2 13.0 12.4 1.80 1.64
Sta. Rosa Xochiac 40.4 35.1 59.6 64.9 4.8 5.3 4.1 10.0 10.9 8.5 2.22 2.04
Azcapotzalco 36.1 31.5 63.9 68.5 5.5 7,4 8,8 15.3 19.4 15.7 1,76 1,58
El Rosario 36.9 26.0 63.1 74.0 2.1 5.1 7.0 16.2 17.6 14.7 1.86 1.48
Villa Panamericana 36.6 24.9 63.4 75.1 2,6 5.2 18.3 30.1 42.3 41,1 1.69 1.23
Rinconada de Aragón 46.1 41.1 53.9 58.9 1.4 2.0 15.2 20.7 24.2 23.5 1.9 1.56
Cumbrta 39.5 29.1 60.5 70.9 2,8 4.9 6.8 31,1 40.4 38.0 2.03 1.85
Nueva Sta. María 27.6 23.2 72.4 76.8 10.9 12.6 10.1 35.0 43.9 43.1 1.56 1.45
Nápoles 28.1 22.3 71,9 77.7 8,9 10.4 20.5 42.4 52,5 52.7 1.25 1.02
Polanco 26.4 24.3 73.6 75.7 10.6 12.5 24.3 35.8 44.5 46.2 1.22 1.11
Fuente: Duhau y Giglia (2008). Cuadro 7.2, p. 194
£
Cuadro 3. Áreas testigo - Viviendas: número, formas de tenencia y servicios y bienes disponibles
Número de viviendas Forma de Tenencia (%) Servicios y bienes disponibles (%)
Área Testigo años Dife­ Propias {%) Rentadas (%) Agua entubada Calen­ Auto­ Compu­ Telé­
rencia interior de agua tador móvil tadora fono
1990 2000 90- 1990 2000 1990 2000 1990 2000 2000 2000 2000 2000
2000(%)
San Isidro 3034 4901 61.5 86.7 77.5 5.0 13.3 0.1 21.7 26.1 14.2 2.4 25.7
Concepción 1357 2302 69.6 85.7 79.0 4.9 11.4 0 27.8 26.2 14.5 2.2 25.0
San Agustín 3417 4895 43.3 80.5 70.5 10.3 15.8 33.7 44.0 46.0 25.2 5.3 35.5
La Perla 216 294 36.1 81.9 86.4 9.7 8.8 41.7 53.7 42.9 25.5 3.4 24.5

Emilio D uhau
Lomas De La Hera 487 1479 203.7 92.4 80.4 2.7 10.6 5.34 39.0 38.1 15.5 3.3 38.6
San Pedro Xalpa 5213 5239 0.5 48.0 53.7 42.2 34.2 38.0 59.4 53.3 25.3 9.7 46.5
Reforma 8217 9324 13.5 73.7 71.1 18.1 16.8 58.0 70.6 65.7 28.0 8.6 51.3
Pueblo Nuevo 1604 2120 32.2 66.3 72.5 19.7 16.2 52.9 69.1 62.4 21,6 8.2 48.5

y
A ngela G igua
Isidro Fabela 3056 3373 10.4 69.5 72.3 15.9 14.5 53.9 73.3 68.7 28.8 14.6 61.5
Santa Fé 1577 1742 10.5 60.1 64.0 29.1 25.2 62.1 78.8 74.9 32.7 14.8 59.8
Sta, Rosa Xochiac 852 1193 40.0 86.7 86.2 8.6 8.7 30.6 46.6 52.9 29.3 9.7 50.4
Azcapotzalco 3453 5458 0.1 54.9 61.2 35.0 27.7 75.1 83.7 78.6 32.7 19.0 67.1
El Rosario 7553 7445 -1.4 92.1 88.5 4.4 6.5 98.0 99.1 95.0 36.9 21.0 85.0
Villa Panamericana 3778 4557 20.6 : 85.2 76.9 9.1 17.3 97.9 99.1 97.2 63.9 43.4 93.0
Rinconada de Aragón 2472 3737 51.2 86.2 81.0 7.8 12.5 87.0 92.7 86.1 48.5 29.4 74.4
Cumbna 3876 3929 1.4 88.2 88.6 8.3 8.0 97.8 98.8 97.7 73.9 46.8 90.1
Nueva Sta. María 4400 4243 -3.6 60.5 65.3 34.4 29.8 96.2 97.9 96.1 63.5 39.5 90.5
Ñapóles 49.46 47.6 -3.8 45.9 48.0 43.10 43.8 93.4 97.7 96,8 69.2 46.4 91.6
Polanco 10263 9545 -7.0 55.3 55.0 33.0 34.3 95.1 97.6 97.2 78.9 50.3 94.6
Fuente: Duhau y Gigjia (2008). Cuadro 7.3, p. 195
La ciudad central : un espacio disputado

A diferencia de los otros tipos de contextos urbanos en los que se or­


ganiza el espacio metropolitano, los espacios centrales que definimos
como “ciudad del espacio disputado” no han sido el producto de una
sola modalidad de producción del espacio urbano, sino de varias.8 Lo
que tienen en común es básicamente el hecho de que su localización
relativa y la multiplicidad de actividades, y por consiguiente de usos
del suelo que en ellos tiene lugar, los han convertido en áreas urbanas
que al mismo tiempo que conservan el uso habitacional operan como
áreas “centrales”, a escala metropolitana o al menos de una zona o área
de la metrópoli. Destacan al respecto un conjunto de colonias9 en las
cuales los conflictos por el espacio que en ellas han tenido y tienen lu­
gar han trascendido en distintos momentos a los medios y han dado
lugar a dispositivos específicos de regulación urbana.101
En conjunto, la ciudad del espacio disputado se caracteriza por ser
“la más urbana” o, más bien, por ser la parte de ciudad donde el urba­
nismo moderno —basado en la institución y valorización del espacio
público (Duhau y Giglia, 2008: cap. 2)- encontró su realización más
coherente y completa. Hoy en día resulta ser la ciudad con la mejor
ubicación, los servicios más completos y diversificados y las mejores
vialidades de conexión con el resto de la metrópoli. Por regla general,
todas las áreas correspondientes a este tipo de hábitat cuentan con
estructuras urbanas cuya traza fue planeada a partir de ideas específicas
y elaboradas de ciudad. Con excepción del centro histórico (que no
será aquí abordado de modo específico11) y de los actuales centros his­
8 Aunque predominan las que han sido producto de lo que denominamos como “urba­
nismo moderno o ciudad moderna”.
9 Entre estos céntricos barrios, destacan las colonias Juárez, Cuauhtémoc, Roma,
Condesa e Hipódromo, en la delegación Cuauhtémoc; Irrigación, Polanco y Lomas de
Chapultepec, en la delegación Miguel Hidalgo; Lindavista en la delegación Venustiano
Carranza; Del Valle, Ñapóles e Insurgentes Mixcoac, en la delegación Benito Juárez; San
Ángel, en la delegación Alvaro Obregón, y el centro histórico de Coyoacán, en la dele­
gación del mismo nombre.
10 Nos referimos al hecho de que fueron definidas a principios de los años noventa como
Zonas Especiales de Desarrollo Controlado (ZEDEC) y actualmente están sujetas a
“Programas Parciales de Desarrollo Urbano”.Véase Hernández Esquivel (1998).
11 Si por un lado el centro histórico se encuentra formando parte de lo que denomina-
Emilio D uhau y A ngela G igua

tóricos de las delegaciones Coyoacán, Tlalpan y Azcapotzalco, que


fueran villas coloniales separadas de la Ciudad de México, esta parte
de la metrópoli se fiie construyendo a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, por medio del asentamiento de las clases medias urbanas en
los fraccionamientos residenciales que se fueron desarrollando alrede­
dor de la ciudad colonial, especialmente a raíz de la utilización de los
terrenos adyacentes a la avenida denominada Paseo de la Reforma,
concebida desde sus inicios como un eje monumental inspirado en los
bulevares haussmanianos, para vincular la cede del poder político con
el Castillo de Chapultepec.
La denominación de “colonia” que se da en México al tipo de divi­
siones urbanas a las que en otros países latinoamericanos se llama
barrio, se debe precisamente a uno de los primeros de estos fracciona­
mientos, situado a un lado del Paseo de la Reforma, que era habitado
exclusivamente por familias francesas, de allí el nombre de “colonia
francesa”, que luego se convirtió simplemente en “la colonia”. Este tér­
mino pasó a indicar “... todas las áreas fraccionadas fuera de la traza
hecha por Cortés o de los cascos de las antigua villa y pueblos, inde­
pendientemente del origen y nivel social de sus habitantes. Así “(...)
desde 1859 ya existía una oficina de colonias dentro del Ayuntamiento
de México encargada de atender los asuntos de las nuevas áreas urba­
nas” (Rosas Cadena, 2005: 45). Tres de las colonias representativas de
este tipo de ciudad que formaron parte de nuestras áreas testigo
-Polanco, Nápoles y Nueva Santa María—son de orígenes más recien­
tes y fueron desarrolladas entre las primeras décadas y mediados del
siglo pasado.

mos ciudad central, por otro lado sin duda presenta aspectos específicos, por el alto
valor patrimonial e histórico que posee y por la magnitud con la que los fenómenos
de la disputa por el espacio se presentan en él. Por ello ameritaría un tratamiento espe­
cífico que no es nuestro propósito realizar aquí. Entre los estudios sobre las prácticas
urbanas y los usos contemporáneos del espacio en el centro histórico de la ciudad de
México caben mencionar aquí los trabajos de Monnet (1995),Wildner (2005), espe­
cialmente dedicado a la Plaza de la Constitución; Rosales Ayala (1991) y Reyes
Domínguez y Rosas Mantecón (1993), sobre el barrio deTepito.
La ciudad central : un espacio disputado

Cuatro ventanas sobre la ciudad central

La mayor parte del área correspondiente a la actual colonia Nápoles,


situada en la delegación Benito Juárez, estaba ya incorporada al catas­
tro de la ciudad de México en 1929. Sin embargo, la realidad actual de
esta colonia corresponde en lo fundamental a una traza y un desarro­
llo edilicio que proviene fundamentalmente de los años cuarenta y
cincuenta del siglo pasado. Como forma de producción del espacio
urbano, corresponde desde nuestra perspectiva a la ciudad moderna:
traza regular amanzanada, jerarquía vial organizada por varias avenidas
que atraviesan la colonia, un jardín público -el Jardín Esparza Oteo-
que ocupa una manzana completa, entre otros elementos.
Su traza, el hecho de haber sido producida antes de que se impu­
sieran normas de usos del suelo12 de corte funcionahsta13y su localiza­
ción (entre otras cosas su límite oriente está definido por la avenida
Insurgentes, la más importante del Distrito Federal y su límite norte
por el viaducto Miguel Alemán) determinaron que albergara progre­
sivamente diversos usos no habitacionales, inicialmente comercios y
servicios de proximidad, seguidos por restaurantes y el arribo de ofici­
nas públicas y privadas en los años setenta. A pesar de la proliferación
de estos usos y de que todavía en los años noventa su población dis­
minuyó, en el año 2000 tenía una densidad urbana bruta cercana al
promedio metropolitano, de 117 habitantes por hectárea.

12 En el lenguaje de la planeación y regulación del desarrollo urbano utilizado en México


y otros países, se denomina usos del suelo a las distintas funciones y actividades a las que
distintas áreas, calles y predios están o pueden estar destinados.
13 Se denomina funcionalismo o urbanismo funcionalista a la perspectiva de organización
del espacio urbano que postula que las distintas funciones y actividades urbanas deben
estar espacialmente separadas y diferenciadas. En contraste con el funcionalismo, en
todas las ciudades, si una zona o barrio ocupada fundamentalmente por viviendas no
está sujeta a restricciones de “usos del suelo” que lo impidan, tenderán a instalarse loca­
les destinados a satisfacer la demanda de al menos bienes servicios básicos (abarrotes,
papelería, ferretería, frutas y verduras, tintorería, peluquería, etc., y, en general, tenderá
a producirse una mezcla de usos del suelo.
E milio D uhau y A ngela G igua

Fotografía 1. Avenida Insurgentes Sur, al fondo a la izquierda,


edificio del World Trade Center, situado en el límite oriente de
la colonia Nápoles.

Fotografía: Carlos Ruiz, 2004

La urbanización de la parte más antigua del área a la que aquí nos refe­
rimos como Polanco, pero que en realidad de acuerdo con la nomen­
clatura oficial abarca varias colonias, data de los años treinta del siglo
XX. Polanco está situada donde se localizaba la Hacienda de los Mo­
rales, la cual comprendía precisamente el rancho “Polanco” (González
Gamio, 2006). De acuerdo con una conocida cronista de la ciudad:
Ese fiie el sitio escogido por José G. de la Lama y Raúl Basurto, visio­
narios fraccionadores que ya habían desarrollado exitosamente, entre
otras, la colonia Hipódromo. La traza y la urbanización son sin duda
de las mejores de la ciudad, lo que se advierte en sus amplias calles
con generosas banquetas jardinadas, zonas verdes y varios parques.
(...) Destaca el conocido como Parque de los Espejos; de gran exten­
sión, lo divide la avenida Julio Verne y se distingue por los espejos de
agua que lo bautizaron (González Gamio, 2006: 28)

En efecto, Polanco es desde nuestro punto de vista un destacado ejem­


plo de lo que llamamos la “ciudad moderna”. En la actualidad, en sus
128 extremos poniente y oriente predominan los edificios de departamen­
La ciudad central : un espacio disputado

tos y los destinados a oficinas, aunque sobre algunas de sus vialidades


principales como Mazarik, Homero y Horacio, se conserva un buen
número de las residencias construidas durante las primeras décadas de
existencia de la colonia, muchas de ellas transformadas en usos no ha-
bitacionales (restaurantes, tiendas de ropa de diseñador, locales de dise­
ño y decoración, mueblerías, galerías de arte).
Al igual que la colonia Nápoles, Polanco ha perdido población des­
de los años setenta del siglo pasado, y también al igual que ella está ex­
perimentando un proceso de renovación del uso habitacional caracte­
rizado por la producción de departamentos de lujo. Durante los años
noventa, Polanco perdió casi 17 % de su población pero solo 7% de sus
viviendas particulares habitadas. La actividad edilicia destinada al uso
habitacional que se ha observado durante la primera mitad de la pre­
sente década permite augurar que si la población sigue disminuyendo,
esto se deberá a cambios en el tamaño de los hogares, tanto de los pre­
viamente residentes como de los que han estado llegando, y ya no a la
pérdida de viviendas.
Fotografía 2. Las llamadas Torres Gemelas en Polanco.

Fuente: http://images.google.com.mx/images?hl=es&source=hp&q=polan-
co&btnG=Buscar+im%C3%Algenes&gbv=2&aq=f&oq=, [visitada el 15 de
septiembre de 2009]
129
Emilio D uhau y A ngela G igua

Entre las cuatro áreas testigo correspondientes a nuestro tipo “ciudad


del espacio disputado”, Polanco es sin lugar a dudas la más céntrica,
en el sentido no solo de su localización próxima al centro histórico,
sino por las actividades que actualmente alberga, las cuales determinan
que funcione como un verdadero polo metropolitano.
La tercera área testigo considerada dentro de este grupo es la colo­
nia Nueva Santa María. Desarrollada en la primera mitad de los años
cuarenta del siglo pasado, en una superficie de 40 hectáreas, como un
fraccionamiento supuestamente inspirado en el modelo de la “ciudad
jardín” , se localiza en la delegación Azcapotzalco en colindancia con
la delegación Miguel Hidalgo. Al igual que las colonias Nápoles y Po­
lanco, la Nueva Santa María incorporó en su diseño una estructura
vial jerarquizada y elementos como camellones en sus calles principa­
les y un parque en su parte central —el Parque Revolución—, que en
conjunto le confieren el carácter de una colonia con características
excepcionales en el contexto de la delegación Azcapotzalco. Así, su
nivel socio-espacial, en el sentido que aquí hemos otorgado a este tér­
mino, es reconocido y constituye un elemento de distinción asumido
como tal tanto por sus propios habitantes como por los que habitan
en otras colonias de la misma delegación. Este elemento de distinción
tiene un papel en los conflictos por el espacio que se tejen actualmen­
te en torno a la tensión entre la conservación de su carácter “residen­
cial”, sumamente apreciado por sus residentes propietarios y el atrac­
tivo que revisten áreas como las que rodean al parque, para la instala­
ción, por ejemplo, de restaurantes y cafés.
Cabe aclarar que en comparación con la colonia Nápoles y más
aún con Polanco, la Nueva Santa María presenta sólo de modo inci­
piente las características de espacio urbano multifimcional en el cual14
14 La propuesta original de la ciudad jardín se debe al planificador británico Ebenezer
Howard (1850-1928), quien la concibió como comunidades suburbanas autosuficien-
tes alejadas de los males y el esmog de Londres. En realidad, ni la colonia Nueva Santa
María ni muchos otros proyectos urbanos desarrollados bajo la invocación de la ciudad
jardín tienen gran cosa que ver con la propuesta de Howard. Al respecto véase Hall
30 (1996), capítulo 4.
U CIUDAD CENTRAL: UN ESPACIO DISPUTADO

el uso habitacional se presenta en franca confrontación con usos co­


merciales y recreativos. Sin embargo, esta colonia comparte con Ñ i­
póles y Polanco una serie de características que son en la metrópoli del
valle de México y en otras metrópolis distintivas de las zonas más ple­
namente urbanas y centrales: alta proporción de viviendas en arrenda­
miento, elevada movilidad residencial, hogares pequeños en relación
con el promedio metropolitano15 (véase cuadros 2 y 3).
La última área testigo incluida en este grupo, el centro de Azcapo-
tzalco, constituye un caso sui géneris, ya que el área donde se encuen­
tra había sido antes del arribo de los españoles cabecera del señorío
Tepaneca y posteriormente una villa española iniciada con edificacio­
nes eclesiásticas en 1528 y organizada mediante la característica traza en
damero del urbanismo ibérico del Renacimiento. Pero, además, en la
villa de Azcapotzalco se introdujeron tempranamente, como parte de la
modernidad urbana del Porfiriato, una serie de obras y mejoras como
durante la última década del XIX el Jardín Hidalgo frente a la parro­
quia central de Felipe y Santiago, la red de energía eléctrica en 1900 y
de agua potable y drenaje en 1904, dos rutas de tranvía eléctrico en
1905 que la comunicaron con la actual delegación G. A. Madero y con
San Angel, Coyoacán y Xochimilco, y con la entonces “Ciudad de
México”; y la remodelación de la avenida Centenario, en la cual se in­
trodujo el alumbrado público y pavimento de asfalto para su reinaugu­
ración en 1910, en ocasión, precisamente, de los festejos del centenario
del inicio del proceso de independencia de México.
Con el despegue del proceso de industrialización y la urbanización
de áreas aledañas a la que fue la villa de Azcapotzalco, esta se conver­
tiría a partir de los años cincuenta del siglo pasado en el lugar donde

15 El menor tamaño promedio de los hogares obedece en estos contextos a la conver­


gencia de dos tipos de hogares: los conformados por individuos o parejas cuyos hijos
ya han formado sus propios hogares y residen en forma independiente, e individuos
y parejas jóvenes todavía sin hijos o parejas del mismo sexo o personas que viven
solas; este segundo grupo constituye la fracción más residencialmente móvil de los
habitantes y está compuesto de arrendatarios de la vivienda en una elevada propor­
ción.
Emilio D uhau y A ngela G iglia

se concentran los servicios públicos y las funciones administrativas


para todo el territorio de la actual delegación Azcapotzalco, y en el
centro de dicha delegación. Luego de lo que podríamos considerar
como un período de transición durante los años ochenta, a finales de
esa década el arribo de la línea 7 del metro y específicamente la im­
plantación de la estación Camarones, sobre la avenida del mismo
nombre, en conjunción con los ejes viales producidos en años previos,
incorporaron al centro de Azcapotzalco a la dinámica de fuerte rees­
tructuración y renovación del comercio y los servicios que se ha
venido dando desde fines de los años ochenta. Aparecen así diversas
cadenas y franquicias de tiendas y restaurantes de comida rápida y un
buen número de sucursales bancarias, entre otras cosas, así como en
particular un restaurante y tienda Sanborns, cuya implantación se
podría decir que simboliza el estatuto de “centralidad”16 reconocido
a la antigua villa.
En comparación con las tres colonias a las que nos referimos pre­
viamente, el centro de Azcapotzalco conforma un hábitat mucho más
popular, con una presencia mucho menor de clases medias con estu­
dios de nivel universitario. Este queda de manifiesto en la mucha
menor proporción, de población de 18 años y más con ese nivel edu­
cativo, de viviendas que disponen de computadoras y de individuos
ocupados que ganan más de cinco salarios mínimos, así como en la
presencia de un porcentaje significativo de viviendas (poco más de 16
por ciento) que no dispone de agua entubada en su interior.
No obstante lo anterior, Azcapotzalco comparte con los otros tres
exponentes del espacio disputado una elevada proporción de vivien­
das arrendadas, un coeficiente de dependencia económica un poco
más alto pero reducido para tratarse de un área con gran presencia de
hogares de clase trabajadora, y un proceso de renovación habitacional
durante los últimos años que ya se advierte en los datos correspon­
dientes al censo de población y vivienda del año 2000: la población
16 La cadena de restaurantes y tiendas de conveniencia Sanborns destinadas a un público
de clase media, tiene una estrategia de localización basada en ubicarse o bien en áreas
con funciones centrales o en centros comerciales.
La ciudad central: un espacio disputado

disminuyó 10% durante la década de los noventa pero el número de


viviendas se mantuvo constante, lo que es indicativo tanto de un pro­
ceso de cambio en cuanto al tipo de hogares residentes como del ini­
cio del proceso de renovación del inventario habitacional.17
En conjunto, tres de estas cuatro áreas testigo —Nápoles, Polanco y
Santa María—muestran la fuerte presencia de clases medias18que carac­
teriza gran parte de las colonias que conforman la ciudad central. Esta
condición se refleja en la elevada proporción de habitantes de 18 años
y más con educación superior, así como de población ocupada que
obtiene más de cinco salarios mínimos. Una condición, por lo demás,
que se presenta generalmente junto con un tipo de activismo vecinal
relacionado con los conflictos por el espacio y la defensa del entorno
local, que también caracteriza a buena parte de estas colonias.

Cuando el espacio habitado es un espacio central

Nuestra investigación nos permitió comprobar que en general, con


cierta independencia del tipo de área donde residen, los habitantes de
la metrópoli tienden a tener mayoritariamente una imagen positiva de
su lugar de residencia. Pero esta tendencia resultó mucho más marca­
da en el grupo de áreas testigo que forman parte de la “ciudad del
espacio disputado”. Así, más del 90 por ciento de los habitantes de
Polanco, Nápoles y Santa María que contestaron el cuestionario res­
pondieron afirmativamente a la pregunta sobre si consideran que su
colonia es un lugar céntrico, y en una proporción aún mayor a la pre­
gunta acerca de si “es bonita”. Al mismo tiempo, la consideraron en

17 Dado que en este tipo de áreas urbanas antiguas y centrales siempre existe una pérdida
de antiguas viviendas debido ya sea a obsolescencia, ya sea al desplazamiento del uso
habitacional, el que el número total de viviendas no disminuya durante una década
implica con seguridad que durante ella se construyó un número proporcionalmente
significativo de nuevas viviendas.
18 Cabe señalar que Polanco cuenta también con una significativa presencia de población
de altos ingresos.
Emilio D uhau y A ngela G igua

proporciones similares, como un lugar “seguro” o “muy seguro”. Esto


último es tanto más remarcable si se que en general los habitantes per­
ciben a la ciudad-metrópoli en conjunto como insegura.
Los habitantes de la ciudad central realizan un uso intensivo del
espacio de proximidad, en el que disponen de una oferta variada de
comercios, servicios y equipamientos recreativos. Por ejemplo, en Po-
lanco, Nápoles, Nueva Santa María y Azcapotzalco, los resultados de la
encuesta arrojaron que 52%, 52,7%, 52% y 37%, respectivamente, de
los entrevistados señalaron como primera opción para salir a comer su
propia colonia. Igualmente, entre los lugares a los que acostumbran
salir a pasear, invariablemente resultaron con el mayor número de
menciones, o bien la propia colonia, como en Azcapotzalco, o algún
lugar ubicado en ella, por ejemplo, un parque o centro comercial.
(Nápoles) Es una colonia donde hay muchas cosas, o al menos en el
lugar donde estoy yo, que puedes hacer a pie, y se hacen a pie, en el
sentido de que se te olvidó algo y vas al Superama, ¿no?, o al Sams, a
la farmacia. Además, todos los negocios de aquí tienen servicio a
domicilio, entonces en 10 minutos te traen las medicinas de la farma­
cia si es en la noche y no quieres ir, sin necesidad de recurrir al auto­
móvil. Entonces, yo diría que sí hace uno un uso intenso de tiendas,
restaurantes, los cafés, ahora que están en auge... Digo, aquí hay dos
juntos, para acá hay uno chiquito, y además ya compiten por la cali­
dad del café..., cosa que se agradece. Entonces, todo eso lo puedes
hacer caminando, la papelería, la peluquería... (Hombre, 50 años, aca­
démico, colonia Nápoles).

En la ciudad central es posible (y comparativamente agradable) para


sus habitantes salir a pie de la casa y caminar a algún lugar cercano. En
la Ciudad de México en la actualidad la experiencia de permanecer
en el espacio público abierto no es parte de la vida cotidiana de los
niños de clase media y alta, especialmente para aquellos que viven en
los conjuntos y fraccionamientos residenciales cerrados. Pero en la
ciudad central, un muchachito de clase media sí puede caminar solo a
34 la tienda o a la tienda de autoservicio de la colonia para algún man­
La ciudad central: un espacio disputado

dado, o al parque más cercano, de preferencia con algún hermano o


amigo. Abundan los espacios y lugares públicos donde poder estar y
pasar el rato, como parques, centros deportivos, cafés, tiendas. Espe­
cialmente las iglesias y los parques son utilizados intensivamente como
lugares de encuentro, casi como una extensión del hogar, ya que se
usan diariamente o los fines de semana. Los usuarios que no residen
en estas colonias usan sus parques para pasear a sus perros o llevar a sus
niños a jugar y hacer un “día de campo”. Una entrevistada de Polanco
que vive en un rascacielos con vista hacia el Auditorio Nacional y la
explanada de las instalaciones del ejército denominadas Campo Marte,
define a este último como “su césped”. No es un espacio que ella pue­
da utilizar, pero el simple hecho de poderlo admirar desde lo alto de
sus ventanas hace que lo considere como algo propio o como un espa­
cio apropiado simbólicamente.
Para este entrevistado de la colonia Nápoles, el parque frente a su
casa es contemplado como un espacio utilizable dentro de las activi­
dades familiares, especialmente las de sus tres hijos, hasta el grado que
lo define como el “salón” de su casa:
(El parque) funciona también como salón, como salón de tu casa, co­
mo jardín de tu casa, en el sentido de que luego vienen amigos de mis
hijos y, pues, como el departamento no aguanta, cuatro o cinco niños
lo usan. Ahí se necesita apoyo logístico, tenemos que ir mi mujer o yo,
o tienen que bajar conmigo para poder cruzar. Pero nada más aquí en
el parque. Sí funciona como desfogue de la casa, ¿no? Entonces yo no
siento que haya ningún problema; de hecho, cuando compramos el
departamento, a mí lo que me gustaba era que tenía el parque en fren­
te.Yo vivía aquí a la vuelta, tampoco me quedaba lejos, pero sí era muy
interesante.Y la vista es bonita (Hombre, académico, 50 años, colonias
Nápoles).

En el centro de Azcapotzalco, el Jardín Hidalgo, situado en el corazón


del antiguo casco urbano originado en la época colonial, es invocado
por los residentes como núcleo a partir del cual se organiza el espacio
local y las prácticas de consumo y recreativas que en él desarrollan. En
Emilio D uhau y A ngela G iglia

este caso, a pesar del rechazo genérico manifestado invariablemente


por los vecinos entrevistados a la proliferación del comercio en la vía
pública, el cual tiene una presencia conspicua precisamente en el
mencionado jardín, en realidad la oferta del denostado “ambulantaje”
ha sido incorporada a las prácticas de consumo y recreativas asociadas
al espacio local.
A veces, cuando ya llega mi hijo le digo: “Oye hijo, fíjate que la seño­
ra de las blusas”. O dice “Mamá, vamos a comprar, ¿me acompañas a
comprar un CD al jardín?”, o una cosa de esas (...) Lo acompaño y
ya veo a la señora de las blusas y él se va a comprar sus cosas y yo me
voy a ver las mías y así salimos. Sí, salimos a veces a dar la vuelta al jar­
dín, también nos vamos a comer una paleta y nos sentamos en el jar­
dín, en el atrio (Mujer viuda, empleada, 56 años).
En los discursos de los habitantes de la ciudad central se fusionan el
elogio del carácter “urbano” de la colonia y al mismo tiempo de su
carácter “residencial”. Se exaltan su centralidad y su heterogeneidad,
el hecho de tener “todo a la mano” —es decir que no hay servicio o
infraestructura que no esté a su alcance—y al mismo tiempo la tran­
quilidad y la seguridad, la presencia de aceras y parques que hacen
posible el transitar a pie o permanecer cómodamente en el espacio
público local. El hecho de que esta parte de ciudad sea representada
al mismo tiempo como muy urbana y muy residencial, es una contra­
dicción solo aparente. En esta parte de la metrópoli se pueden apre­
ciar las ventajas de vivir en un entorno que en gran parte de los casos
efectivamente en sus orígenes fue pensado como exclusivamente resi­
dencial, y que ahora se encuentra inserto en una ubicación muy favo­
rable en el tejido urbano de la metrópoli.
El privilegio de quienes habitan este tipo de espacios consiste jus­
tamente en eso: poder vivir en un lugar “tranquilo” (léase “adecuado
para habitar”) y al mismo tiempo “con todo a la mano” (es decir, un
espacio céntrico y con muchas funciones urbanas). Esta vinculación
del espacio local con la centralidad metropolitana permite habitar
136 tanto la ciudad como la colonia, mediante un conjunto de prácticas
La ciudad central: un espacio disputado

cotidianas y rutinarias regidas por una suerte de círculo virtuoso. Co­


mo todo está a la mano y por lo tanto no se pierde mucho tiempo en
desplazarse, se tiene más tiempo para vivir el espacio local. A su vez, el
practicar asiduamente el espacio local permite y favorece que se desa­
rrollen en él la mayoría de las actividades recurrentes de la vida urba­
na. Terapias, peluquería, gimnasio, curso de yoga, cancha de básquet o
de fútbol, clase de flauta, café donde quedarse a leer en la tarde o jun­
tarse con los amigos, el restaurante donde ir a desayunar con las ami­
gas, todos estos lugares pueden estar cercanos a distancias que en mu­
chos casos pueden ser atravesadas caminando desde la casa. Es lo
opuesto con respecto a aquellos que usan su vivienda (y su localidad)
solo como dormitorio después de largos traslados diarios de la casa al
trabajo (como en el caso de la vivienda insular peri-urbana) o de los
que salen de su casa siempre en automóvil, y cuya experiencia de la
ciudad se realiza predominantemente en el centro comercial o en el
club.
En otras palabras, a diferencia de lo que sucede en otros tipos de
hábitat, los habitantes de la ciudad central pueden fácilmente “habitar
la metrópoli desde su espacio local”, es decir que desde el entorno
donde residen pueden no solo utilizar y apreciar los muchos servicios
a su alcance, sino vincularse fácilmente con el resto de los lugares valo­
rizados de la metrópoli.
Al mismo tiempo, los habitantes de la ciudad central son, sin lugar
a dudas, en comparación con quienes residen en otros contextos urba­
nos, quienes frecuentan, por diversos motivos (pasear, visitar parientes,
salir a comer) una mayor diversidad de lugares en la metrópoli. Una
característica en la que sin duda se combinan la buena accesibilidad
hacia múltiples lugares de interés desde el lugar donde residen, como
la relativa holgura en el ingreso disponible. Los habitantes de la ciudad
central consideran justamente que gozan de importantes privilegios en
comparación con otras zonas de la urbe, por la posibilidad de tener
todo a la mano, por el poder desplazarse a pie y por poder llegar fácil­
mente a muchos otros lugares de la ciudad.
Emilio D uhau y A ngela G kbua

Es una colonia, también, que con las transformaciones urbanas que ha


sufrido tiene medios de comunicación que te han permitido ir a cual­
quier lado de la ciudad, rumbo al Estado (de M éxico), a los centros
urbanos que hay aquí en la ciudad y que de alguna manera te puedes
trasladar de un lado a otro con mucha facilidad; hay metro, hay camio­
nes, hay colectivos, hay taxis; hay muchas vías de comunicación y te
pueden llevar a cualquier lado de una manera fácil... (Hombre, edu­
cación universitaria, 46 años, centro de Azcapotzalco).
¿Y respecto a la colonia, qué cree que distinga a la Nueva Santa María de
otros lugares de aquí Azcapotzalco?
El buen trazo que tiene la colonia, los años que tiene ya de antigüe­
dad, el ambiente de la gente y que estamos bien comunicados para los
cuatro puntos de la ciudad. Porque, por ejemplo, yo aquí, ven go por
acá de Tlatelolco, puedo venir de acá por este lado de las Armas,
puedo venir por la Normal, por los cuatro puntos llega uno aquí a esta
colonia. También esa es una gran ventaja. Hay colonias donde nada
más llega usted por un lugar o por dos lugares. Por otro lado no ya
me queda muy lejos o no ya no puedo llegar. Y no, aquí está bien.
Bien situada, a la mano de todo (Hombre, 60 años, escolaridad secun­
daria, Nueva Santa María).

Vivir en este tipo de espacio permite una organización compleja y


relativamente bien articulada de los desplazamientos y de las rutinas
diarias o semanales, sin emplear, comparativamente, mucho tiempo y
aprovechando las ventajas que derivan de la buena localización y de
la disponibilidad de diferentes medios de transporte. Pero, para
lograrlo, hay que ponderar cuidadosamente los tiempos, las rutas y los
lugares de destino, para escoger la mejor solución entre diferentes op­
ciones. Lo que es importante destacar, a propósito de estas tácticas
para moverse, es el hecho que desde el espacio disputado la metró­
poli aparece manejable y hasta amable, a condición de saber cómo
tratarla, cosa que desde este tipo de espacio resulta relativamente fácil.
La relación con el resto de la urbe es de razonable confianza. Las per­
138 sonas entrevistadas dicen que no entienden quiénes se quejan o no
La ciudad central: un espacio disputado

disfrutan de la ciudad de México, porque ellos sí saben que pueden


disfrutarla.
De aquí para allá son 20 minutos, de allá para acá es un poco más pesa­
do, pero no, no le batallo mucho. Como tengo mis ejes y no me arries­
go con horarios y tiempos, si tengo que hacer una cita, casi siempre
calculo y nunca llego tarde por cuestiones de tráfico... (Hombre, 50
años, académico, Nápoles).

Nuestro entrevistado, para evitarse problemas cuando se trata de visi­


tar zonas poco conocidas de la metrópoli, siempre toma un taxi. Es de
notar la confianza en este tipo de transporte y la imagen de la metró­
poli como un tejido compacto, con distancias dominables, en contras­
te con el urbanismo californiano, que cita en comparación:
Yo si no sé muy bien adonde voy, o si no sé si hay lugar para estacio­
narse, tomo un taxi. Porque lo que me hace sentir inseguro y vulne­
rable es el no saber bien dónde me voy a estacionar o cuánto voy a
tardar en encontrar un estacionamiento (...). Automáticamente razo­
no así (...) Trato de acomodar los horarios para que me convengan en
términos de desplazamientos. En esta ciudad, si estuviera fluido, llega­
rías a cualquier lugar; no es como Los Angeles, que toda la costa de
California es Los Angeles, no, aquí es bastante más compacto de lo que
se puede imaginar (Hombre, 50 años, académico, Nápoles).

La pregunta que hicimos sobre los lugares preferidos para pasear en la


ciudad obtuvo en este tipo de espacio respuestas que evidencian la
presencia de centros comerciales situados muy al alcance de los habi­
tantes, los cuales, junto con el espacio local y otras colonias de carac­
terísticas semejantes a la propia, constituyen los lugares preferidos para
el desarrollo de actividades como salir a comer o pasear. Sin embargo,
esta aparente convergencia en el tipo de lugares frecuentados por los
habitantes de las áreas testigo correspondientes al “espacio disputado”,
muestra algunas diferencias que, desde nuestro punto de vista, se expli­
can en gran parte por el hecho de que si bien se trata de contextos 139
Emilio D uhau y A ngela G iglia

socio-espaciales que guardan un conjunto de semejanzas entre sí en


cuanto espacios centrales, no se ubican en el mismo estrato socio-es­
pacial. Así, por ejemplo, mientras los habitantes de Polanco y Ná-
poles, colonias situadas en el estrato socio-espacial alto, prácticamente
no hicieron referencia, al contestar el cuestionario de la encuesta, al
centro histórico como un lugar en el cual realizan una o más activi­
dades de consumo o recreativas; los de Nueva Santa María, situada en
el estrato socio-espacial medio-alto y los de Azcapotzalco, situada en
el estrato socio-espacial medio, lo cuentan indudablemente entre sus
principales referentes urbanos, tanto en calidad de lugar emblemático
de la ciudad como en relación con sus prácticas urbanas.
Estas diferencias en el aprecio “práctico” por el centro histórico no
tienen que ver, cabe señalarlo, con diferentes grados de accesibilidad a
él desde el lugar de residencia, ya que desde cualquiera de estas cua­
tro colonias el trayecto requerido para arribar al centro histórico no
demanda, ya sea en automóvil o en transporte colectivo, más de media
hora. Refleja probablemente, en cambio, el rechazo imperante a fre­
cuentarlos, entre las clases media-alta y alta, las cuales tienen una im­
portante presencia en las colonias Polanco y Nápoles, en la medida
que lo consideran como un lugar peligroso e invadido por el comer­
cio ambulante.19 Desde luego, se trata, como es en general el caso en
relación con las prácticas socio-espaciales y su relación con la estrati­
ficación socio-espacial de la metrópoli, de “tendencias dominantes” y
no de “normas universales”.

Las amenazas de una centralidad revalorizada

Debido precisamente a su buena ubicación y calidad urbana, los espa­


cios disputados son objeto de diferentes intervenciones que tienden a
alterar la condición de privilegio relativo de sus habitantes, basada en
la co-presencia de la centralidad con la vivienda y la percepción, apa­
140 19 Véase Sabatier (2006).
La ciudad central: un espacio disputado

rentemente paradójica, de habitar un lugar “tranquilo”. De modo que


estas características del espacio de proximidad resultan tanto más ame­
nazadas cuanto más “de moda” se pone una colonia y por consiguien­
te se convierte, como ha ocurrido sobre todo a partir de los años no­
venta con un número importante de colonias, en locus privilegiado
para la inversión inmobiliaria, o es objeto de intervenciones urbanas
relacionadas con su localización en el espacio metropolitano. Así, de ser
espacios cuya centralidad se fue constituyendo a lo largo de décadas,
en muchos casos se han convertido de modo vertiginoso en lugares de
paso de vialidades importantes o en metas de un público cada vez más
numeroso en busca de calidad urbana y de diversión.
En este tipo de espacios más que en otros en la metrópoli, los
habitantes perciben con angustia los cambios en su entorno inmedia­
to que resultan de la intervención de diferentes actores económicos
interesados en aprovechar su centralidad y calidad urbanas, lo que los
convierte precisamente en “espacios disputados”. Uno de los casos
que destaca a este respecto es el de Polanco, cuyo uso residencial ha
sido fuertemente afectado en varias de sus secciones en favor de la
proliferación de oficinas, comercios y servicios, debido a su posición
estratégica entre las zonas residenciales de más alto prestigio, como las
Lomas de Chapultepec y el centro histórico. Su ubicación en la
metrópoli la ha convertido en un área de negocios y de centros de
diversión nocturna. Es una de las zonas más exclusivas y dinámicas del
país y, sin embargo, para muchos de sus habitantes, “está cerca de la
decadencia”, una visión que impulsa sin duda su movilización en de­
fensa del espacio local. Es este el sentido del llamado plan Vive Po­
lanco, promovido por una asociación civil cuyo objetivo declarado es
el mejoramiento de la “calidad de vida” en la colonia y “propiciar un
beneficio para todos los que viven, trabajan o tienen su negocio en la
zona” (Olivares, 2005: 42).
El plan Vive Polanco se formó a partir de una iniciativa de intelec­
tuales y periodistas residentes en la zona, quienes sostienen que su
colonia, mientras genera alrededor de 20 mil empleos para personas no
residentes, redujo sus habitantes de 70 mil a 35 mil. Esta asociación 141
Emilio D uhau y A ngela G iglia

sostiene que “solo persigue el bienestar común de quienes habitan, de


los que trabajan, vienen de compras o paseo, y quienes asentaron sus
negocios allí” (Olivares, 2006). Como otras asociaciones de la misma
naturaleza,Vive Polanco tiene ideas muy definidas acerca de lo que es
bueno y lo que es malo para su colonia, y busca espacios en los medios
de comunicación para hacer saber su punto de vista acerca de las in­
tervenciones más apropiadas. En particular se opusieron al proyecto de
construir un estacionamiento subterráneo debajo de la avenida presi­
dente Masarik, lo que implicaría dejar fuera de uso por un tiempo esta
lujosa y muy transitada avenida comercial de la zona. En cambio pro­
ponían establecer parquímetros en las calles. “Sería un gasto de 30 a
40 millones de pesos, en lugar de los 100 millones de dólares que cos­
taría la construcción del estacionamiento subterráneo de Mazaryk.
Los recursos de los parquímetros se destinarían a servicios públicos del
lugar” (Olivares, 2005: 42).
Como lo muestra este ejemplo y muchos otros que se podrían
traer a colación, la ciudad del espacio disputado es el lugar donde más
se discute acerca del espacio local y donde las asociaciones de habi­
tantes se confrontan públicamente con las autoridades de la ciudad en
torno al uso, las transformaciones y el futuro del espacio donde resi­
den. En realidad, más que padecer efectos externos, estos espacios se
encuentran afectados por el hecho de estar profundamente “dentro”
de la dinámica metropolitana, por ser en suma los espacios con el más
alto valor metropolitano.
En la medida en que los habitantes pueden movilizar su capital de
relaciones para llamar la atención del público sobre sus problemas,
reducen la posibilidad de imponer intervenciones no deseadas sobre
su entorno urbano. El caso de la intervención dirigida a colocar los
ductos de gas natural en la Nueva Santa María ejemplifica estas diná­
micas que en Estados Unidos se llamarían de tipo “nimby”.20 Un
grupo de vecinos de la colonia Nueva Santa María se opuso a la intro­
20 Nimby, acrónimo de not in my back yard (no en mi jardín trasero), sintetiza este tipo de
movimientos locales en contra de intervenciones desde arriba dirigidas a resolver pro­
blemas de alcance general.
La ciudad central: un esw cio disputado

ducción del gas natural, una infraestructura considerada normal y hasta


indispensable en muchas ciudades del mundo. En este caso, los vecinos
alegaron que estaban en contra por temor a que la introducción de la
red subterránea para la conducción del gas natural implicara el riesgo
de explosiones, como ya había sucedido en el pasado21, lo cual es en
realidad poco probable22, como la misma empresa se esforzó en demos­
trar. Lo que sí resultaba mucho más probable era que los trabajos de la
obra se quedaran a medias o que la empresa concesionaria dejara las
calles en muy mal estado, con restos de escombros o sin repavimentar.
La insistencia de los vecinos organizados llegó a detener la obra, y los
pocos vecinos que sí querían el gas entubado tuvieron que acatar la
voluntad de la mayoría, pese a que los trabajos de introducción de la
red habían sido autorizados siguiendo las instancias reglamentarias
correspondientes.
En este caso, la fuerte reacción de los vecinos de la Nueva Santa
María frente a la introducción de la red de gas natural, puede enten­
derse si se toman en cuenta intervenciones previas cuyos efectos fue­
ron especialmente resentidos por los habitantes. En particular, a co­
mienzos de los años ochenta, esta colonia fue literalmente partida en
dos por la construcción de un eje vial que trastocó por completo su
configuración originaria. La presencia del eje implica también una
21 La más devastadora explosión de este tipo relacionada con gas se dio en San Juanico,
municipio de Tlalnepanda, el 19 de noviembre de 1984, cuando la explosión de varios
tanques destinados al almacenamiento de gas licuado provocó más de 600 muertes y
miles de heridos (El Porvenir, 20 de noviembre de 2005).
22 Aunque no imposible; de acuerdo con un informe de la Cámara de Diputados “El mar­
tes 15 de agosto del 2000, Comercializadora Metrogas, S.A. de C.V., sufrió la fractura
de un ducto que conduce gas natural y la fuga del combustible, lo que provocó el acor-
donamiento de la esquina de Av. Peñón con Gran Canal y de las colonias Tres Mos­
queteros y Aztecas, esto en la delegación Venustiano Carranza. El 18 de octubre de
2002, la Empresa Comercializadora Metrogas, S.A. de C.V., sufrió otra fuga de gas en
la colonia La Joya de la delegación Gustavo A. Madero y tardó en ese entonces casi el
día completo para poder controlar la fuga. Nuevamente los accidentes se presentan: el
pasado 4 de noviembre (de 2003) se suscitaron los penosos acontecimientos de la
explosión por la fuga de gas natural en los ductos de la empresa denominada
Comercializadora Metrogas, S.A. de C.V., en el Pueblo Santa María Tepepan, Xochi-
milco” (Cámara de Diputados, 2003).
Emilio D uhau y A ngela G iglia

afectación cotidiana permanente, debido al ruido y a las vibraciones


que se advierten en las casas colindantes. Pero tal vez lo que más mor­
tifica a los vecinos es la sensación de que “todos pasan por aquí”. En
suma, de ser un lugar de circulación local, la colonia se transformó en
un espacio de tránsito para la movilidad metropolitana.
Esta circulación y movilidad crecientes de bienes y personas que
“no pertenecen a la colonia” es lo que lleva a los habitantes de la ciu­
dad central a una representación en términos de ser invadidos por el
resto de la ciudad. Es como si la metrópoli se introdujera subrepticia­
mente en “su” colonia. Esta invasión puede darse por medio de un
eje vial pero también de edificios de oficinas, de restaurantes, de la
proliferación del comercio ambulante en las calles, o la rápida reno­
vación del inventario habitacional vía la construcción en un corto
lapso de un gran número de edificios, o de todos estos fenómenos
juntos.
El carácter “residencial y tranquilo” tan apreciado por muchos ha­
bitantes es justamente una de las cosas que “ya no son como antes”,
junto con el riesgo de perder la tranquilidad y la relativa seguridad del
espacio local, y la transformación en algo distinto, más heterogéneo,
más transitado, visitado por población externa, donde la relación de
los residentes con “su” espacio ya no puede ser exclusiva sino que
tiene que ajustar cuentas con nuevos usos y usuarios. En estos últimos
años, la colonia Ñapóles ha sido afectada por un proceso importante
de renovación urbana que ha significado la construcción de numero­
sos edificios de departamentos allí donde había viejas casonas a menu­
do deshabitadas.
Desde que llegué a vivir aquí hacia 1986 o 1987, la colonia ha cam­
biado..., más automóviles..., y en los últimos dos o tres años, más edi­
ficios. Que forman parte... por supuesto que estaba subutilizada la
colonia ¿no? Casas muy grandes... Hay muchas casas donde viven
ancianos solos. U n anciano que se quedó ahí en una casota por su­
puesto no aguanta el cañonazo.Y entonces no hay tampoco una gran
144 arquitectura que cuidar. N o hay algún..., como pasa en Polanco, que
La ciudad central: un espacio disputado

dicen que hay que inmolarse por el modelo colonial californiano,


espantoso para mí. Mejor uno quiere que desaparezca. Entonces, ha
cambiado (Hombre, 50 años, académico, Ñapóles).

Cuando una asociación vecinal como la asociación pro vecino de la


colonia Ñapóles se propone objetivos como preservar y defender las
casonas en el estilo “colonial californiano,, amenazadas, según dicen,
por la especulación edilicia de los constructores de edificios de depar­
tamentos, lo que subyace a la reivindicación es la permanencia de la
identidad social y de clase. Lo que los habitantes están dispuestos a
defender enérgicamente en estas colonias es su calidad de vida asocia­
da con el carácter “residencial”, vinculado a la configuración origina­
ria de este tipo de espacios, en oposición a lo que algunos describen
como “colonia popular”, es decir, la llegada de comerciantes ambulan­
tes y otros establecimientos comerciales.
¿A usted qué le gusta de vivir aquí, en esta colonia?

De mi colonia... [se ríe]. Me gustaba antes, porque antes era muy boni­
ta, porque se oían hasta los grillos, porque a las ocho ya todo el mundo
estaba adentro, ya no salía uno. Ahorita me preocupa mucho, porque
se está haciendo ya una especie de colonia popular (...) ya, tanto
comercio y tantas cosas que hay, tanta inseguridad sobre todo, porque
hay hechos muy lamentables, en la actualidad muy lamentables (Mu­
jer, ama de casa, 65 años, Nueva Santa María).

Quienes se involucran en las asociaciones que se forman para resolver


los problemas del espacio local, lo hacen porque advierten el riesgo de
una degradación que podría afectar su calidad de vida. Y porque des­
confían de los nuevos giros comerciales y servicios que llegan a esta­
blecerse en su espacio de proximidad. Esta ama de casa entrevistada,
comprometida con el comité vecinal de la Nueva Santa María, dice
que lo hace con mucho amor para su colonia, porque yo la ve cada día
“como más caidita, más caidita, más..., no es la de antes, no es la de
antes”. Ella considera que los restaurantes y los cafés que desde hace 145
Emiuo D uhau y A ngela G ígua

algunos años han proliferado en la zona, traen “gente extraña”, que


eventualmente puede tener la intención escondida de espiar para ver
quién vive en la tal casa y querer planear un robo; en esta misma tóni­
ca, considera que los cafés pueden disfrazar y encubrir la venta de al­
cohol, de drogas o incluso actividades de prostitución.
Y sobre esa misma cuestión del comercio, ¿cómo lo ve aquí en el Parque
Revolución, los nuevos cafés que se han abierto, los restaurantes, ¿usted esta­
ría de acuerdo?

No. Para nosotros es el único problema; claro que la gente tiene nece­
sidad de trabajar y de ganar dinero, ¿no? Pero es que... la apariencia de
la colonia se va disminuyendo, se va haciendo más, más..., cómo le
diré,más pobre, no sé como se va disminuyendo la colonia (...).
¡Pero tantos cafés, no! Cada vez están abriendo cafés, comercios. Y
además disfrazados, porque también ahí venden cerveza, venden dro­
gas..., no sé que tanto (Mujer, 40 años, empleada, NSM).

En la Ciudad de México, en el contexto de la “ciudad del espacio dis­


putado”, se observa una desconfianza generalizada de las asociaciones
de vecinos no solo respecto de intervenciones públicas, sino también
respecto de las intenciones y acciones de los particulares, comprendi­
dos los propios vecinos, en relación con la evolución de los usos del
suelo y del espacio público. Adicionalmente, en lo que se refiere a los
funcionarios encargados de la aplicación de las normas reguladoras de
la organización y los usos del espacio privado y el espacio público, los
vecinos los perciben casi siempre como portadores de intenciones
diferentes al propósito de hacer cumplir las normas y de hacer valer
los legítimos intereses y necesidades de los residentes (legítimos en
tanto que apoyados en las normas vigentes). Así, podría decirse que en
este contexto, la desconfianza de cada uno respecto de los demás es
acrecentada por la percepción de que se enfrentan, por decir lo me­
nos, a un umbral poco eficiente de aplicación de la coerción legítima
146 (Medjad, 2000:126).
La ciudad central: un espacio disputado

El espacio disputado y la dinámica metropolitana


El malestar vecinal observable en la “ciudad del espacio disputado”
debe ser situado en el contexto del reflorecimiento y la reacentuada
importancia económica y urbana experimentada a partir de los años
noventa, por los espacios centrales.23 De modo que los conflictos en
torno a los usos del espacio público, la inserción de nuevas actividades
y la proliferación de proyectos habitacionales se han exacerbado para­
lelamente al auge inmobiliario que comenzó hacia fines de los años
ochenta de la mano de la transformación y expansión de las activida­
des vinculadas al consumo y la recreación —centros comerciales, res­
taurantes, franquicias de todo tipo, cadenas cinematográficas- . Este
auge, interrumpido abruptamente con la crisis económico-financiera
de 1994, se reanudó hacia fines de los años noventa y resultó acompa­
ñado, con apoyo en un bando del gobierno de la capital mediante el
cual se buscó promover la llamada “redensificación” de la ciudad cen­
tral, de una rápida renovación y recuperación del inventario habitacio-
nal. Este proceso afectó en particular a un conjunto de colonias que,
aunque forman parte de la ciudad central, cuentan con la mejor acce­
sibilidad a escala metropolitana, debido a su localización, su vincula­
ción con vialidades importantes y medios de transporte colectivo y
una traza urbana que permite acceder y transitar por ellas con facili­
dad desde diferentes puntos y por diversas vialidades.
El importante peso económico de la “ciudad del espacio disputa­
do” se ve claramente reflejado en los resultados arrojados por la
encuesta metropolitana de origen y destino realizada en 2007 por el
Instituto Nacional de Geografía, Estadística e Informática. De acuer­
do con dichos resultados para el año mencionado, 34,8% de todos los
viajes que se realizan en la metrópoli -exceptuados los desplazamien­
23 Un proceso que se ha venido dando, por lo demás, en paralelo con la producción de
nuevas centralidades a través del desarrollo de grandes proyectos inmobiliarios -Santa Fe
e Interlomas, fundamentalmente- en la periferia poniente de la aglomeración, los cuales
responden a un modelo urbanístico radicalmente diferente al que orientó la producción
de la mayor parte de lo que aquí denominamos como “ciudad del espacio disputado”.
Emilio D uhau y A ngela G iglia

tos a pie—motivados por la asistencia al trabajo e iniciados tanto en la


misma jurisdicción de origen como en una diferente, tienen como
destino las delegaciones Cuauhtémoc, Miguel Hidalgo, Benito Juárez
y Coyoacán; una participación que se eleva a 42,6 % si solo se consi­
deran aquellos viajes iniciados en una jurisdicción diferente a la juris­
dicción de destino.
Pero, además, estas delegaciones, donde reside menos del 10% de la
población metropolitana, junto con algunas áreas de otras delegaciones,
han experimentado desde los años noventa fuertes procesos de reno­
vación urbana y una reacentuada centralidad relacionadas con los equi­
pamientos y las prácticas de consumo, incluidas las relacionadas con el
consumo cultural. De acuerdo con datos provenientes de la misma
encuesta, las cuatro delegaciones mencionadas constituyen entre sema­
na el destino de 34,3% de los viajes cuyo propósito es ir a comer y de
37,9% de aquellos motivados por actividades recreativas y sociales.
Por otro lado, de acuerdo con información actualizada al primer
semestre de 2006, estas mismas cuatro delegaciones concentran casi
40% —30 de 106— de multicinemas comerciales existentes a escala
metropolitana; poco más de 30% —30 de 109- de supermercados de ti­
po hipermercado y más de 57% -32 de 56—de las tiendas de autoser­
vicio Superama y Sumesa; casi 36% —29 de 82—de las plazas y centros
comerciales; y dos terceras partes -40 de 60- restaurantes/tiendas de la
cadena Sanborns. Una concentración, por lo demás, que se muestra
mucho mas pronunciada en lo que respecta a equipamientos cultura­
les: casi tres cuartas partes —111 de aproximadamente 150—de teatros
existentes en toda la conurbación; casi 90% -142 de 160- de galerías
de arte y salas de exposición; y más de tres cuartas partes —165 de 215—
de librerías.24 Una concentración de los equipamientos de consumo y
24 Consideramos aquí sólo los establecimientos que aunque no vendan exclusivamente
libros, cosa que no siempre es el caso, llevan la denominación “librería” y se encuen­
tran especializados en la venta de libros. Dejamos fuera por lo tanto otros tipos de esta­
blecimientos como los supermercados, las tiendas Sanborns y tiendas departamentales
como El Palacio de Hierro y Liverpool, que poseen una sección dedicada a la venta
148 de libros.
La ciudad central: un espacio disputado

culturales que, además, debe subrayarse, ha ido acompañada de la cons­


trucción durante el período 2001-2006 de 116.000 viviendas en las
cuatro delegaciones centrales, es decir 77,8% de las 149.000 legalmen­
te construidas en todo el Distrito Federal durante dicho período.
Estas evidencias, esquemáticamente reseñadas, permiten en parte
delinear el contexto dentro del cual se explica la relevancia adquirida
por los conflictos en torno a los usos legítimos del espacio público, el
impacto de los proyectos inmobiliarios y los usos del suelo en la ciudad
central. Y decimos que en parte, porque muchos de esos conflictos no
se explican solo por los impactos del proceso de renovación urbana y
los cambios en los usos del suelo que han transformado rápidamente la
ciudad central en un conjunto de “espacios disputados”, sino que están
relacionados con prácticas socio-espaciales y modalidades de gestión
urbana sui géneris que exacerban la incertidumbre y fragilidad propias
de la convivencia en las metrópolis contemporáneas.
Así, dentro del contexto del “espacio disputado”, se observan en el
caso de la Ciudad de México dos formas dominantes de “manipula­
ción de las reglas” establecidas para la gestión del espacio urbano, que
a su vez están vinculadas al carácter endémico de los conflictos por el
espacio. La primera de estas formas remite a un conjunto de violacio­
nes generalizadas del orden reglamentario urbano, que se caracterizan
por el desarrollo de iniciativas e innovaciones que se anticipan a la ca­
pacidad de reacción de las autoridades y hacen costosas su regulación
y control. Para utilizar un refrán popular muy en uso en México, po­
demos decir que se trata de una manipulación de la ley que responde
al principio del “más vale pedir perdón que pedir permiso”; es decir,
se trata de poner a la autoridad frente a una situación defacto obligán­
dola a reconocerla de jure.
Estos han sido en años recientes los casos de nuevas modalidades
no reglamentadas o insuficientemente reglamentadas de publicidad en
vía pública, como los gigantescos carteles publicitarios instalados en
inmuebles situados a lo largo de las principales vialidades; o la prolife­
ración de los llamados valet parking utilizados por los restaurantes para
recibir a su clientela y acomodar sus automóviles, en gran parte de los 149
Emilio D uhau y A ngela G iglia

casos no en estacionamientos propios sino en las calles aledañas; y,


desde hace ya un buen número de años, el cierre de calles y el con­
trol del acceso a las mismas establecidos por grupos de vecinos. En
todos estos casos, y otros en los que no nos detendremos aquí, la ten­
dencia a que estas iniciativas tiendan a imponerse y perdurar aparece
marcada por una manifiesta incapacidad de las autoridades para actuar
de forma expedita y unívoca.25
La segunda modalidad, muy importante en relación con los abu­
sos, las actuaciones francamente ilegales y la imprevisión en el mane­
jo de los impactos urbanos en los procesos de renovación de la ciudad
central, se vincula con lo que se presenta como la manipulación de las
normas destinadas a la regulación de los usos del suelo y los impactos
de los proyectos inm obiliarios, debido a una complejidad que va au­
nada a la amplia discrecionalidad de la que gozan quienes deben apli­
carlas. Por ello, la producción inmobiliaria formal, incluidos los gran­
des desarrolladores, no escapa a las tendencias propias de una gestión
urbana apoyada en un marco jurídico minucioso y al mismo tiempo
deficiente y deficientemente aplicado tanto por las instancias adminis­
trativas como por el poder judicial.
El sobredimensionamiento reciente de ciertas formas de la pro­
ducción inmobiliaria y la saturación extrema de usos específicos en
determinadas áreas, ejemplificados, por la expansión subrepticia de
instalaciones de una universidad privada en una colonia como Insur­
gentes Mixcoac, que padece desde hace años los efectos de una fuer­
te concentración de equipamientos educativos26, la hiperconcentra-
ción de restaurantes en la colonia Condesa o de escuelas privadas en
25 Esta incapacidad, cabe señalarlo, se debe en cierta medida a la forma en que a su vez el
poder judicial interpreta ciertas garantías individuales a través del derecho de amparo y
bloquea la intervención de la autoridad administrativa en relación con la violación del
orden reglamentario urbano.
26 Durante el año 2006, a partir de la denuncia de una organización vecinal, se puso en
evidencia que la Universidad Panamericana había estado extendiendo subrepticiamente
sus instalaciones en esta colonia por medio de la adquisición progresiva de numerosos
inmuebles sin que al parecer los usos a los que estaban siendo destinados hubieran sido
150 autorizados.
La ciudad central: un espacio disputado

la colonia Del Valle (todas ellas situadas en la delegación Benito Juá­


rez), se explican en gran medida por unas administraciones locales per-
meadas por prácticas corruptas que resultan habilitadas por procesos
deficientes de control y seguimiento de los procedimientos adminis­
trativos. De acuerdo con el testimonio de un connotado arquitecto en
torno a la indisciplina urbanística en el Distrito Federal:
De nada sirve que las autoridades prohíban obras; los propietarios se
amparan y se van a un litigio larguísimo mientras siguen construyen­
do. N o hay estado de derecho: cualquiera puede sobornar a un emple­
ado menor o a un juez. Los mandos medios autorizan licencias y desa­
parecen archivos como les conviene. Cuando el delegado pregunta en
su oficina de licencias cómo autorizaron una obra que rebasa la altu­
ra permitida, le responden: “El proyecto que me presentaron sólo tenía
dos pisos, por aquí estaban los planos, pero ya se perdieron”. El DF
tiene dos problemas específicos: crece con un dinamismo incontrola­
ble y está sobre-reglamentado. Hay tantas normatividades que la ley es
asunto de interpretación (Citado por J.Villoro, Reforma, Nacional, 2
de febrero de 2007).

En suma, si actualmente en muchas grandes ciudades el centro y la


centralidad vuelven a ser atractivos no solo para las actividades tercia­
rias sino también para residir, dentro de un movimiento al que se suele
aludir como “regreso al centro”, en el caso de la Ciudad de México,
este recuperado atractivo de la centralidad da lugar a efectos particu­
larmente conflictivos debido en gran medida a una reducida capaci­
dad de arbitraje de las autoridades públicas. Sin embargo, cabe señalar
que existen algunos indicios, como por ejemplo los esfuerzos en curso
en materia de transporte público, que apuntarían hacia cierta recupe­
ración de dicha capacidad, así como a un mayor interés por la dimen­
sión pública de la ciudad. Una dimensión, precisamente, cuya gestión
resulta tanto más compleja cuanto más central es el espacio urbano.
Emilio D uhau y A ngela G igua

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153
Ciudades históricas en México:
rehabilitación y desarrollo
Salvador Díaz-Berrio Fernández1y
Alberto González Pozo12

Introducción

el total de bienes de México inscritos en la Lista del Patri­


monio Mundial, Cultural y Natural desde 1987 a la fecha,
diez se refieren a centros históricos y dos más a regiones con
asentamientos históricos. Estos centros forman parte de las 56 Zonas
de Monumentos Históricos con declaratoria oficial correspondiente y
son los más importantes de más de un centenar de asentamientos
humanos de indudable valor cultural.
Para proteger este importante legado cultural, quizá el más rico de
América Latina, se cuenta con un marco jurídico, unas autoridades
encargadas de administrarlo y recursos -siempre insuficientes- que se
aplican a su conservación. También existe ya una sociedad civil cada
vez más consciente de la riqueza que ha heredado.
Son muchas las acciones que se realizan cada año para conservar
monumentos individuales, pero no puede decirse lo mismo de las in­
1 SDB. En el INAH fiie Jefe de Zonas de Monumentos Históricos, Experto de Naciones
Unidas, de UNESCO y representante de México en el Comité del Patrimonio Mun­
dial de UNESCO. Autor de 7 libros, 60 artículos, 20 capítulos de libro, es ahora profe­
sor-investigador UAM-X.
2 AGP Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana -Xochimilco.
Consultor en temas de arquitectura, desarrollo urbano y conservación del patrimonio
cultural, particularmente en materia de centros históricos. Autor de 8 libros, 10 capítu­
los y 50 artículos.
S alvador DIaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

tervenciones de conjunto en centros, poblados y barrios históricos.


Las razones para ello son diversas, pero hay una sobresaliente: en
México hay dos familias de leyes y reglamentos (de desarrollo urbano
y de conservación de patrimonio), de autoridades y de expertos (ur­
banistas y restauradores) que actúan simultáneamente en el campo de
la conservación de los centros históricos, con las mejores intenciones,
pero que no han logrado unificar criterios aplicables al campo de in­
terés que comparten.
En este trabajo se parte de la hipótesis de que es posible hacer
compatibles muchos de esos criterios al reunirlos en un conjunto de
políticas de conservación de centros, poblados y barrios históricos que
permita orientar los estudios y acciones que se realizan en todo el país
en materia de conservación. Consecuentemente, el trabajo propone
adaptar el estudio a la secuencia metodológica de los trabajos de pla-
neación urbana que emplean las autoridades que administran el desa­
rrollo urbano del país.
Por ello, este artículo se organiza de la siguiente forma:•
• El apartado que sigue a esta introducción describe el marco jurí­
dico, normativo e institucional para las acciones de conservación
de centros históricos.
• Posteriormente se examinan los temas más frecuentes abordados
en el diagnóstico-pronóstico, punto de partida en planes de con­
servación de centros históricos.
• Con esos resultados, se formula la gama de objetivos de conserva­
ción urbana para planes parciales, así como la integración de polí­
ticas que pueden alimentar la fase de estrategias de conservación
integral.
• Finalmente, se exponen los principales instrumentos jurídicos,
administrativos, financieros y de participación social que se deben
reforzar para implementar las políticas de conservación propuestas.

156
C iudades históricas en M éxico : rehabiutación y desarrollo

Marco normativo y operativo


Leyes, reglamentos y normas de desarrollo urbano
- Base constitucional de las leyes urbanísticas
La fortaleza de las disposiciones legales y reglamentarias en materia de
desarrollo urbano en México reside en las formas y adiciones que se
hicieron en 1976 a los artículos 27 y 115 de la Constitución mexica­
na. Al incluir al suelo urbano en lo relativo a las atribuciones del Esta­
do, el Artículo 27 puso los cimientos de la Ley General de Asenta­
mientos Humanos. (González Pozo, 1997:113-114)
Por su parte, el artículo 115 agregó a las facultades de los gobier­
nos municipales la relativa a ordenar y administrar el uso del suelo en
su territorio. Así, la Constitución consolidó notablemente la presencia
del Municipio Libre en todas las acciones de desarrollo urbano. Una
vez modificados, los Artículos 27 y 115 constitucionales dejaron libre
el camino para que la Ley de Asentamientos Humanos tuviera una
fuerza innegable.
- Ley de asentamientos humanos
La Ley General de Asentamientos Humanos (LGAH) fue un esfuerzo
legislativo (Congreso de la Unión, 1975) que se hizo paralelamente a
la celebración de la Primera Conferencia Internacional sobre los
Asentamientos Humanos (HABITAT) celebrada en Vancouver en
1976. Promulgada en ese mismo año, la Ley sufrió reformas menores
en 1993. En ella se alude directa o indirectamente a los temas de con­
servación del patrimonio cultural.
Entre las disposiciones legales más importantes de la LGAH relati­
vas al tema de conservación están las siguientes:
Artículo 2. Fracciones V,VIII y XXL Definen lo que la Ley entien­
de por conservación, por desarrollo urbano y zonificación. El tér­ 157
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

mino conservación se refiere tanto al ambiente natural como a


valores históricos y culturales.
• Artículo 3. Fracción VIII. Establece que el ordenamiento territo­
rial de los asentamientos humanos persigue la protección de asen­
tamientos tradicionales indígenas (un tema que ahora se ve con re­
novado interés), la conservación del medio ambiente y la preser­
vación del patrimonio cultural de los centros de población.
• Art. 31. Es muy importante e indica que: “Los planes y programas
municipales de desarrollo urbano señalarán las acciones específicas
para la conservación (...) (y) la zonificación aplicable...”
• Artículo 35. Fracción IX. Indica que en la zonificación que aprue­
ben los municipios en su territorio deben incluirse “las zonas de
conservación (...) de los centros de población”.
La Ley de Asentamientos es de tipo general, es decir, no pretende re­
gular todo, sino que establece principios básicos y conserva para la
Federación solo atribuciones normativas generales, al tiempo que des­
concentra funciones normativas particulares a los estados y munici­
pios.
- Leyes estatales de asentamientos humanos (o desarrollo urbano)
Una vez promulgada la Ley General en la materia, todos los Estados
promulgaron sus propias leyes estatales de asentamientos humanos; las
variaciones entre estas Leyes son pocas, y las de algunas entidades,
como Guanajuato, Michoacán o Jalisco, con más patrimonio cultural,
cuentan incluso con más referencias sobre conservación del patrimo­
nio cultural que las que tiene la Ley General.
- Reglamentos estatales o municipales de desarrollo urbano
Las leyes estatales de desarrollo urbano dejan al nivel reglamentario la
normatividad detallada de algunos aspectos urbanísticos. Como el te­
ma del uso del suelo es uno de estos aspectos, algunos estados cuen­
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

tan con reglamentos de zonificación o similares, que establecen tipos


de uso y compatibilidad, intensidades o coeficientes de uso, fracciona­
miento, subdivisión o fusión de predios, porcentajes de donación para
destinos públicos y otras cuestiones de este tipo. Algunos de estos ins­
trumentos normativos, como el Reglamento de Zonificación del
Estado de Jalisco, recomiendan la delimitación de “áreas de protección
del patrimonio histórico patrimonial” como parte de las tareas de pla­
nificación urbana.
- Normas de elaboración de planes de desarrollo urbano
La antigua Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas
(SAHOP) elaboró a principios de los años 80 dos manuales que tuvie­
ron una edición y difusión limitadas. Ambos se comentan a continuación:
• Manual de elaboración de planes de desarrollo urbano en centros
de población (SAHOP, 1981). Establece la secuencia básica de cin­
co etapas que hasta la fecha contiene este tipo de estudios: Antece-
dentes (con el diagnóstico-pronóstico, como la parte principal), un
Nivel Normativo (que incluye objetivos), un Nivel Estratégico (y
políticas que lo acompañan), un Nivel Programático y de Corres­
ponsabilidad, y un Nivel Instrumental.
Esta metodología recogió buena parte de la experiencia que se
había acumulado en los años setenta en materia de planeación es­
tratégica, aplicada al campo particular de la planeación urbana. El
manual parece dejar implícito que el valor histórico de la zona
central es parte o componente de un concepto más amplio que lo
abarca: la imagen urbana. Así invierte los términos, ya que la ima­
gen urbana es solo una parte de lo que se abordaría en una visión
integral de la conservación del patrimonio cultural.
• Manual de elaboración de planes parciales de desarrollo urbano
(SAHOP, 1982). Este segundo manual tenía como objetivo profun­
dizar en los aspectos que debía cubrir un Plan Parcial dirigido a
cualquiera de las tres modalidades del desarrollo urbano: creci­ 159
S alvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

miento, mejoramiento o conservación. Su parte más útil se refiere


al especto del crecimiento, porque en los años setenta los incre­
mentos demográficos eran muy veloces y justificaban la urgencia
de encontrar áreas para la expansión urbana, pero no cumplió con
su cometido en la parte relativa a Planes de Conservación. Incluso
cayó en el mismo error conceptual y metodológico que su prede­
cesor y confunde el problema de la conservación con el control de
la imagen urbana.
La confusión conceptual y metodológica de ambos manuales respecto
de la forma de abordar el problema de conservación del patrimonio
dejó su huella en la forma en que las autoridades federales, estatales y
municipales y sus consultores abordaron de ahí en adelante el trata­
miento del patrimonio urbano-arquitectónico en todo el país. Solo
algunos se percataron de sus insuficiencias y modificaron el método en
consecuencia.
Leyes y reglamentos en materia de protección del patrimonio
urbano-arquitectónico
La genealogía de la actual legislación en materia de protección del
patrimonio se remonta a 1825, cuando los primeros gobiernos repu­
blicanos comenzaron a prestar atención al patrimonio arqueológico;
pasa por las Leyes de Reforma, que hicieron que los bienes del clero
pasaran a ser del dominio del estado entre 1856 y 1859, y tiene un
antecedente importante en 1934, cuando el interés por la protección
del paisaje como “belleza natural” y de las ciudades históricas como
“poblaciones típicas” motivó una Ley para la Protección y Conserva­
ción de Monumentos Arqueológicos e Históricos, Poblaciones Típicas
y Lugares de Belleza Natural. (H. Congreso de la Unión, 1934) Lue­
go, se crean, en 1939, el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) y, en 1946, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y se
establece una división artificial de las tareas de protección entre ambas
instituciones, lo que dio lugar a que se manifestaran ambigüedades y
duplicidad en las acciones de ambos institutos. (Díaz-Berrio, 1990:
160 83-97)
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

- Base constitucional de la Ley de Monumentos


La legislación actual se desprende de la facultad que el Artículo 73.
Fracción XXV de la Constitución mexicana asigna al Congreso de la
Unión para legislar sobre las zonas y monumentos arqueológicos,
artísticos e históricos. Es una base suficiente, pero menos sólida que
aquella de la que se desprenden las leyes urbanísticas.
- Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e
Históricos y su Reglamento
Desde su promulgación en los años setenta (H. Congreso de la Unión,
1972 y 1975), ambos instrumentos jurídicos han tenido reformas me­
nores. En su capítulo V, la ley estableció claramente —aunque su termi­
nología sea inadecuada- las competencias entre el INAH y el INBA:
al primero atañe la atención a los monumentos históricos erigidos de
los siglos XVI al XIX, y los de los siglos XX son competencia del se­
gundo, lo que no impide que puedan ser declarados históricos bienes
del siglo XX, en casos especiales.
El mismo problema que surge por la división entre lo histórico y
lo artístico, si se pone como límite entre ambos el cambio del siglo
XIX al XX, se tiene cuando la ley define en su Artículo 28 a los mo­
numentos arqueológicos como “los bienes muebles e inmuebles, pro­
ducto de culturas anteriores al establecimiento de la hispánica en el
territorio nacional”, cosa que no sucede en un solo día. Además, el
valor de los monumentos históricos no solo debe conferirse por estar
vinculados con la historia del país -como indica el Artículo 35- sino
en razón de otros valores inherentes a los mismos bienes muebles e
inmuebles.
Otra debilidad de la ley consiste en que limita la declaratoria de
monumento histórico a “las obras civiles relevantes de carácter priva­
do” (Artículo 36. Fracción I) y de monumento artístico solo a aque­
llos que revistan “valor estético relevante” (Artículos 33 y 40) sin defi­
nir cómo se establece esa relevancia. Además, este principio es contra­ 161
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

dictorio con lo establecido desde 1964 en la Carta de Venecia, donde


se enfatiza que pueden ser monumentos “aun las obras más modestas
que han adquirido con el tiempo un significado cultural”.
También hubo aportaciones positivas, como lo relativo a la parti­
cipación de la sociedad civil en la conservación del patrimonio y la fi­
gura de las zonas de monumentos. Así, hoy tenemos 56 zonas de mo­
numentos históricos en el país.
La principal debilidad de la Ley de Monumentos es que carece de
facultades para incidir en asuntos relativos al uso del suelo. En cuanto
a su Reglamento, también tiene un fallo serio, porque si bien su
Artículo 9 señala que “las declaratorias de zonas arqueológicas, artísti­
cas e históricas determinarán específicamente las características de esas
y, en su caso, las condiciones a las que deberán sujetarse las construc­
ciones que se hagan en dichas zonas”, estas condiciones nunca se han
incluido en declaratorias de zonas de monumentos históricos, y solo
en algunas zonas de monumentos arqueológicos, donde han demostra­
do su utilidad, como en Teotihuacán, por ejemplo. (Díaz-Berrio, 1992)
- Legislación estatal y local en materia de protección del patrimonio
Solo algunas entidades federativas y muy pocos municipios han pro­
movido Leyes o Reglamentos relativos a la protección de su patri­
monio. Están animados de buenas intenciones, pero su efectividad es
restringida, ya que en cuestiones decisivas tienen que respetar las atri­
buciones que la Ley Federal les otorga al INAH y al INBA. No obs­
tante, merecen consignarse las disposiciones legislativas de los gobier­
nos del Distrito Federal ( y Jalisco, por ejemplo.
Las autoridades: atribuciones e interacciones
- El ámbito federal
En el ámbito federal actúan principalmente las siguientes autoridades,
162 según el campo de sus atribuciones:
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

• El Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través de la


Coordinación Nacional de Monumentos Históricos o por con­
ducto de alguno de los 30 centros INAH que existen en las capi­
tales de las entidades federativas, se ocupa principalmente de admi­
nistrar la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas,
Artísticos e Históricos. El INAH cuenta con especialistas para in­
vestigación, catalogación, licencias y obras de rescate importantes,
así como cuerpos colegiados para recomendar las acciones a tomar
en casos más complejos.
• El Instituto Nacional de Bellas Artes, a través de la Dirección de
Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble
limita su actuación al ámbito de la Ciudad de México ya que no
cuenta con oficinas en los estados. Sus recursos son reducidos y las
facultades que le otorga la ley también son insuficientes. Cuenta
con un organismo colegiado: el Consejo Nacional de Monumen­
tos Artísticos, integrado por autoridades, expertos y académicos de
los campos de la arquitectura y de la historia del arte.
• La Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL, sucesora de
SAHOP y SEDUE), a través de la Dirección General de Desarrollo
Urbano, se ocupa de administrar la aplicación de la Ley General de
Asentamientos Humanos y las normas técnicas que de ella se deri­
van. Entre otras actividades vigila y supervisa la ejecución de pla­
nes de desarrollo urbano y de planes parciales de conservación de
centros históricos.
- El ámbito estatal
En cada una de las entidades federativas, el panorama es distinto.
Algunos estados grandes y con recursos cuentan con alguna dirección
o departamento de protección del patrimonio cultural o con alguna
dependencia descentralizada equivalente. Sin embargo, pocos cuentan
con un órgano especializado en conservación del patrimonio cultural
inmueble.
163
S alvador DIaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

- El ámbito municipal
Sólo los municipios más grandes y poblados cuentan con oficinas es­
pecializadas en conservación de sitios y monumentos dentro de su te­
rritorio, con personal mínimo destinado a ese propósito, y no necesa­
riamente con experiencia conjunta en conservación y en desarrollo
urbano.

Identificación de problemas y oportunidades y su evolución:


el diagnóstico-pronóstico

Un buen diagnóstico-pronóstico es el mejor punto de partida para


conseguir con las etapas de formulación de objetivos de objetivos y
elección de estrategias de un plan de conservación de un centro his­
tórico. (González Pozo, 2001) En este apartado se intentan reunir los
principales antecedentes, problemas y oportunidades a que se enfren­
ta la conservación de centros poblados y barrios históricos del país.
Interacción con el medio natural
- Componentes fisiográficos: clima, relieve, hidrológica, geología, suelos
Las combinaciones de altitud, insolación, régimen térmico, régimen
pluvial, humedad relativa, régimen de vientos y otros se reflejan en
alguna de las clasificaciones tradicionales con las que se caracteriza el
clima local dominante.
Varios de estos factores, tales como los trayectos solares, la lluvia o
el viento, influyen en la orientación de la traza, pero también en la
durabilidad y el deterioro de los materiales de construcción y permi­
ten explicar las tipologías tradicionales que prevalecen en los centros
históricos: por ejemplo, los tipos de cubiertas, aleros y voladizos, di­
mensiones de vanos para la iluminación y ventilación, espesores de
164 muros y cubiertas de otros rasgos. La combinación de altas y bajas
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

temperaturas o precipitaciones contribuye al deterioro gradual de ele­


mentos pétreos y recubrimientos en edificios históricos. (Rodríguez
Viqueira et al., 2001)
La combinación de realidades topográficas y geológicas aparece
dramáticamente en Real de Catorce, donde diversos movimientos de
la corteza terrestre ocurridos entre el terciario y el cuaternario dieron
origen a un “pilar”, formación que emergió entre dos fallas hace mi­
llones de años en la sierra donde se encuentra, lo que ha generado el
único sitio apropiado para el asentamiento en esa accidentada zona.
Finalmente, los aspectos hidrológicos también deben indagarse,
porque algunos asentamientos tradicionales, como Mexcaltitán, en
Nayarit, están inmersos en un sistema hidráulico cuyas crecidas modi­
fican a tal grado al asentamiento que convierten temporalmente en
canales algunas de sus calles.Tlacotalplan, enVeracruz, es otro ejemplo
de asentamiento emplazado frente a una de las corrientes hidráulicas
más importantes del país: el río Papaloapan.
- Componentes bióticos: vegetación y fauna
No menos importante es el anáfisis de las asociaciones vegetales (natu­
rales e inducidas) dentro y en las proximidades del asentamiento huma­
no. Hay plazas, avenidas, patios, parques y centros de manzana donde
aún surgen árboles podados o descuidados, arbustos, prados, zacatales,
flores silvestres o bien cuidadas, etc. Junto a los cuerpos de agua o en
sus inmediaciones crecen especies vegetales frondosas o desprovistas de
hojas. Y si el clima es árido o semiárido no faltan las asociaciones de
cactáceas, nopaleras, mezquites y otras especies similares. Nuevamente,
su identificación, ubicación y caracterización es importante si logra
establecer nexos entre estos rasgos y el patrimonio histórico.
- El patrimonio natural
Los componentes medioambientales que forman conjuntos o asocia­
ciones con características estéticas o ecológicas significativas se con­ 165
Salvador DIaz -B errio Fernandez y A lberto G onzález Pozo

vierten en patrimonio natural, y deben protegerse con la misma ener­


gía que se pone en preservar el patrimonio cultural.
Por ejemplo, la zona de Xochimilco ejemplifica el acierto de la
UNESCO al inscribir en la Lista de Patrimonio Mundial un sitio
donde se conserva un excepcional y antiquísimo sistema hidráulico
definido por las condiciones naturales de un lago de poca profundi­
dad y la acción humana que formó el sistema de parcelas cultivables y
canales de las chinampas. (Díaz-Berrio, 2001)
- Las alteraciones del medio ambiente y sus consecuencias
Los diagnósticos sobre el medio natural no deben limitarse a identi­
ficar alteraciones y deterioros en sus componentes: también deben
demostrar su impacto sobre el universo de bienes culturales que se
desea conservar. Sin esta parte del diagnóstico, todo estudio de pla-
neación en un centro histórico pierde sentido. Por ejemplo, en la
Ciudad de México es imposible ignorar que la extracción de agua
potable de las capas profundas del subsuelo ha promovido hundi­
mientos generales y diferenciales en toda la zona urbana ubicada en
partes bajas, con efectos desastrosos sobre los edificios históricos más
importantes; o que la lluvia, cuando se combina con la atmósfera
contaminada por las emisiones como el bióxido de azufre de los mo­
tores y las fabricas, se convierte en lluvia ácida que erosiona las can­
teras que se empleaban para labrar los detalles decorativos de la arqui­
tectura histórica.
Aspectos socioeconómicos y culturales
- Dinámica demográfica
La mayoría de los centros históricos de México sufre un descenso
demográfico acelerado, con disminuciones entre 10 y 20% en los últi­
mos lapsos decenales. Ese descenso es proporcional al incremento de
usos comerciales y de servicios en áreas centrales a expensas de usos
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

habitacionales. Son muchas las viviendas que se transforman en hote­


les, comercios o almacenes. (González Pozo, 2001:117)
En otros centros históricos como el de Ciudad de México o Pue­
bla, se registran tendencias al envejecimiento relativo de la población
residente y, en general, la presencia de estratos de medios y bajos ingre­
sos, mientras que en otros, como San Miguel de Allende, se observa un
crecimiento sostenido de inmigrantes extranjeros, con niveles de
ingreso comparativamente más elevados.
- Aspectos económicos
Hay diferentes agentes que inciden en la vida económica de los cen­
tros históricos. Están los individuos, grupos famiHares, empresas y cor­
poraciones (incluyendo al estado en sus tres niveles) que son propieta­
rios de bienes raíces en el centro histórico. La propiedad raíz en manos
de particulares predomina en los centros históricos, pero la proporción
de superficie en poder del estado es importante.
También se encuentran los empresarios: pequeños industriales,
comerciantes o prestadores de servicios, que establecen sus empresas
en el centro histórico y crean puestos de trabajo. Por supuesto, están
los trabajadores, empleados independientes, que pueden llegar a inte­
grar un patrimonio a través de mecanismos de ahorro pero en la ma­
yor parte de los centros históricos mexicanos predomina la población
de bajos ingresos, con muy escasa oportunidad de ahorro.
Aspectos socioculturales
México cuenta con una tradición de organizaciones vecinales muy
antigua. De ellas proviene la energía para defender colectivamente los
signos de identidad del patrimonio urbano-arquitectónico. Esto se
comprobó en las movilizaciones que siguieron a los sismos de 1985,
cuando se dañaron más de 90 mil viviendas en áreas centrales de la
Ciudad de México. La presión que ejercieron las organizaciones de
vecinos obligó al gobierno a expropiar más de 1.500 inmuebles, mu­ 167
S alvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

chos de ellos monumentos históricos, para rehabilitar las viviendas y


evitar que sus ocupantes fueran expulsados a otras partes de la ciudad.
- El patrimonio intangible asociado
Los asentamientos históricos no solo cuentan con valores culturales
tangibles (edificios, plazas y espacios públicos) sino también con pa­
trones de comportamiento que forman el patrimonio cultural intan­
gible tales como festividades cívicas y religiosas, peregrinaciones,
danzas, preparación y degustación de comida típica, vestimentas tradi­
cionales y otras manifestaciones de las culturas locales. El patrimonio
cultural tangible sólo es el recipiente donde el patrimonio intangible
adquiere su valor y sentido, como contenido. Ambos son signos de
identidad insustituibles (UNESCO, 1982).
Estructura urbana y patrimonio cultural
- El contexto urbano y regional
En muchos casos, los centros y barrios históricos y patrimoniales for­
man parte de un asentamiento humano mayor, por lo que se deben
observar las características de las relaciones entre el centro histórico y
sus barrios contiguos, con el asentamiento en su conjunto y con el
territorio inicrorregional o regional.
También hay zonas densamente pobladas como en los Valles Cen­
trales de Oaxaca, donde la cercanía entre varios, o muchos, pequeños
asentamientos tradicionales, llega a formar constelaciones de poblados
donde es indispensable adoptar un enfoque de conservación de alcan­
ce inicror regional.
- El patrimonio cultural urbano-arquitectónico
La identificación del patrimonio cultural en los centros históricos
168 fundamenta el resto de las acciones que buscan su conservación. Ade­
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

más de la información aerofotográfica y cartográfica histórica, se iden­


tifica cada inmueble de valor mediante cédulas individuales (con do­
cumentación asociada). A pesar de avances sistemáticos en los años se­
tenta cuando se logró establecer un solo formato de cédulas común al
INAH, INBA y la antigua SAHOP, cada institución empleó después
formatos distintos. Cuando se define una masa crítica de monumentos
individuales identificados, se puede formular una delimitación de la
zona de monumentos, con lo que se inicia un proceso que concluye
hasta que se publica el decreto de la zona. En esta etapa, son impor­
tantes las categorías y criterios que alimentan este proceso. Por ejem­
plo, desde 1972, la Unidad de Estudios de Zonas Monumentales del
INAH había identificado cincuenta zonas de monumentos históricos
potenciales, con base en los siguientes criterios:
• Conjuntos más importantes, según la opinión general, a nivel na­
cional.
• Conjuntos más amenazados por un desarrollo acelerado, el turismo
o la ejecución de grandes obras públicas o privadas.
• Conjuntos en los que existe mayor interés de la comunidad y de
las autoridades locales, hacia el patrimonio cultural.
Y en segundo término:
• Conjuntos en los cuales predomina la arquitectura del siglo XX,
habitualmente despreciada y desprotegida por las leyes anteriores,
situada además bajo la jurisdicción del INBA, claramente a partir
de la Ley de 1972.
• Conjuntos situados en un marco natural de especial interés, ame­
nazados por proyectos de grandes obras (Díaz-Berrio, 1973).

169
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Para 1976, la lista se amplió con otros 40 casos más, con estos mismos
criterios.
Un trabajo previo de estudio y delimitación de este tipo es indispen­
sable para avanzar con rapidez en la formulación de planes parciales
de conservación. Si la zona está claramente delimitada y posee infor­
mación completa de cada monumento, es posible hacer diversas ope­
raciones y análisis donde se muestran tipologías, densidades relativas
del patrimonio, épocas, géneros, estado de conservación y otras carac­
terísticas útiles. Sin embargo, los trabajos de catalogación y delimita­
ción han proseguido, pero no siempre con la misma calidad o con va­
riaciones en los formatos y en los criterios de delimitación, lo cual
obliga a revisar cuidadosamente ese tipo de información en campo.
Al analizar la presencia del patrimonio cultural inmueble en un
centro histórico, es importante identificar los elementos francamente
discordantes (edificios o anuncios espectaculares) porque obligan a
adoptar estrategias respecto a su tratamiento. También debe identifi­
carse la presencia de edificios contemporáneos razonablemente bien
integrados, que además son importantes para fundamentar después
lincamientos específicos de diseño.
- Usos del suelo
Tipos de usos. En la gran mayoría de centros históricos de media­
na o gran magnitud, se registra gran dinámica de cambios de usos,
ya que muchos inmuebles que originalmente fueron habitaciona-
les sufren modificaciones para adaptarlos a usos comerciales o de
servicio. En pequeños poblados de interés patrimonial, los proble­
mas son distintos, ya que por lo general se registran procesos de
emigración a otros centros urbanos o al extranjero, que dejan vi­
viendas sin uso o abandonadas.
También es común el destino inapropiado que se da a la vía públi­
ca, a través de permisos o simple tolerancia de las autoridades a
comerciantes -fijos o ambulantes—para instalar puestos provisiona­
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

les en plazas, aceras e incluso arroyos de vialidad. Buscan contrarres­


tar la falta de empleo ocasionada por la situación económica gene­
ral del país, pero no se puede ignorar que esto origina también mu­
chos problemas para la conservación del patrimonio cultural.
• Intensidades de uso. La mayoría de los centros históricos son resul­
tado de procesos de graduales de edificación que los han ido den­
sificando. Los coeficientes de ocupación y utilización del suelo
(COS y CUS) reflejan situaciones que posiblemente han empeo­
rado en las últimas décadas. Por eso es conveniente tomar en cuen­
ta las densidades originales y compararlas con la densidad actual.
• Traza y parcelación. La traza es uno de los elementos más caracte­
rísticos de un centro histórico, y se reconoce que ella misma tiene
valor patrimonial, por lo que es importante su preservación. En
casos como la Ciudad de México o de Oaxaca, todavía se recono­
cen los solares de la parcelación original del siglo XVI. A pesar de
su gran valor histórico, no se toman medidas para evitar que esos
testimonios sean fraccionados y desaparezcan. Un caso frecuente
es la subdivisión de predios ocupados por una casa tradicional en
dos o más fracciones. Cuando eso ocurre, casi siempre se fraccio­
nan también patios porticados y vestíbulos (González Pozo, 1997:
121- 122).

-Vivienda
La vivienda es el género de edificio predominante en todos los cen­
tros y barrios históricos y su importancia se comprueba al ver que más
del 90% de los inmuebles patrimoniales en estas zonas son o fueron
viviendas. Por lo tanto será útil precisar su proporción en las diversas
áreas históricas y patrimoniales así como sus características tipológicas,
según épocas de construcción, soluciones arquitectónicas, dimensio­
nes, materiales y sistemas constructivos, deterioros, formas de ocupa­
ción y de tenencia.
Los diferentes gobiernos, así como los organismos internacionales
especializados han prestado poca atención y recursos a las viviendas en 171
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

zonas históricas urbanizadas. Solo la eventualidad de grandes catástro­


fes naturales ha sido capaz de generar programas de vivienda en cen­
tros históricos.
- Infraestructura y servicios urbanos
En la elaboración de diagnósticos para analizar la situación de centros
históricos, se suele caer en un análisis mecánico de oferta-demanda de
los diferentes sistemas de infraestructura y de servicios urbanos. Algo
que normalmente se relega a segundo término o se olvida y que, sin
embargo, tiene una importancia capital es la identificación y valora­
ción de las infraestructuras históricas. También ellas presentan proble­
mas y oportunidades para su conservación.
• Sistemas de vialidad y transportación. Las vialidades históricas,
como las calles empedradas o embaldosadas de Guanajuato, Real
de Catorce y muchas otras deben ser valoradas, justamente porque
corren peligro. Es muy fácil que la autoridad municipal ignore su
valor patrimonial y decida suprimirlas y reacondicionarlas con sis­
temas modernos de rodamiento y tránsito peatonal (asfalto, con­
creto hidráulico, etc.) completamente ajeno a la naturaleza histó­
rica del sitio. Hay gran número de puentes históricos en gran
número de ciudades y muchos cuentan con valiosos elementos de­
corativos.
• El problema principal de las redes viales en los centros históricos
es que su análisis no puede circunscribirse a los perímetros delimi­
tados de interés patrimonial. La vialidad y el transporte forman sis­
temas que atraviesan toda la ciudad, incluido el centro histórico.
Sin embargo, al hacer los estudios técnicos propios de un diagnós­
tico de vialidad y transporte no se analizan con cuidado los resul­
tados que arrojan los estudios de origen y destino, los aforos en
horas pico y el cálculo de las velocidades promedio de trayecto.
También ocurre que los expertos en ingeniería de tránsito y tras­
172 porte olvidan que las peculiaridades físicas de la red vial en un
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

centro histórico son parte del patrimonio a proteger y aplican cri­


terios mecanicistas al tratar de resolver esos problemas.
Entre las cuestiones principales que surgen en diagnósticos de este tipo
aparecen una y otra vez las siguientes:
• En centros históricos de gran y mediana magnitud se detecta que
muchos de los movimientos que ingresan al centro no lo tienen
como destino final. Son cruces innecesarios debidos a la falta de
alternativas para rodear al centro.
• Se ha vuelto una moda considerar que los visitantes a un centro
histórico deben tener la oportunidad de dejar su vehículo estacio­
nado en el centro mismo de la zona de monumentos, de preferen­
cia bajo la plaza mayor. Lo que ocurre es que los espacios que dejan
las vialidades históricas centrales se ven saturados simultáneamente
por vehículos y peatones, sin oportunidades de estimular vías pea­
tonales en las zonas patrimoniales de mayor densidad, donde el
flujo de habitantes y visitantes es de especial importancia.
El caso de Guanajuato es muy particular ya que la marca de la trans­
formación de un elemento natural hidrológico (el río que pasaba en­
cañonado por la ciudad) en un importante sistema vial de penetración
al centro histórico. Es una solución interesante, que no le ha restado
valor al patrimonio cultural de esa ciudad, también inscrita en la Lista
de Patrimonio Mundial.•
• Transporte. El transporte público es un servicio que tiene como es­
cenario el sistema de vialidades. Como en el caso de los estaciona­
mientos, hay que preguntarse si es necesario que las líneas de trans­
porte penetren en el corazón mismo del centro histórico o si,
como ya sucede en la Ciudad de México, pueden acercarse bastan­
te a él sin penetrarlo forzosamente. En general, es preferible contar
con un sistema integrado de líneas que evite duplicar recorridos y
paraderos innecesariamente. En los centros históricos, en particu- 173
Salvador DIaz -B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

lar, se requiere identificar estas disfunciones que se transforman en


deseconomías.
• Infraestructuras hidráulicas. Hay valiosos ejemplos de infraestruc­
turas hidráulicas históricas: los acueductos y sistemas de fuentes
públicas en Querétaro, de Morelia y de Oaxaca, los vasos y repre­
sas del río que atraviesa Guanajuato (ciudades en la lista del patri­
monio mundial) y las cajas de agua de San Luis de Potosí son
ejemplos valiosos de infraestructuras hidráulicas antiguas que de­
ben conservarse.
• Eso no quiere decir que el diagnóstico desatienda el estado que
guardan las infraestructuras hidráulicas más modernas. Son subte­
rráneas y muchas ya han concluido un periodo razonable de vida
útil. Suelen registrar fugas o tienen conductos que ahora son de
materiales prohibidos, como el plomo o el asbesto. Por supuesto,
es importante analizar la cobertura efectiva y el nivel de servicio
que prestan.
• Infraestructura de energía y alumbrado. Por su parte, las infraes­
tructuras de energía, alumbrado y comunicaciones presentan con
frecuencia un rasgo problemático común: como son más econó­
micas si se construyen como redes aéreas, muchos centros históri­
cos padecen su presencia en forma de bosques de postes, telarañas
de cables, transformadores y luminarias, totalmente inadecuados
para un ambiente histórico. El diagnóstico tiene que registrar estas
deficiencias, particularmente en las zonas de mayor densidad patri­
monial, donde el contraste entre las redes aéreas y los monumen­
tos más importantes es mayor.
- Equipamiento urbano
Este sector, formado por edificios de servicio público, también forma
subsistemas que se deben analizar por su tipo de cobertura, su capaci­
dad, su radio de influencia y otros factores. Pero también hay que dis­
tinguir aquellos equipamientos que ocupan inmuebles de valor histó­
rico o artístico, verificando si su uso se adapta a las características y
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

valores del inmueble. Cuando se elaboran diagnósticos de este tipo, en


México recurrimos al Manual de Normas de Equipamiento Urbano
(Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, 1984). Los parámetros
que recomienda permiten calcular el déficit o superávit de equipa­
mientos respecto a una población y un radio de influencia determina­
dos. Sin embrago, se deben hacer algunas adaptaciones a estas normas
cuando se analizan inmuebles de valor histórico que difícilmente pue­
den ajustarse a esas disposiciones y es necesaria cierta flexibilidad.
En general, los centros históricos mayores y de mediana magnitud
están equipados en exceso, porque fueron núcleos iniciales de desarro­
llo donde se concentraron los primeros servicios con un área de cober­
tura que trascendía a la ciudad y llegaba hasta las poblaciones circunve­
cinas. Al crecer el asentamiento, siguió la tendencia a ubicar más equi­
pamientos en el centro, aunque el área urbana se hubiera extendido
considerablemente. Llegó el momento de considerar más conveniente
crear subcentros urbanos y de barrio en el resto de las áreas urbaniza­
das y desconcentrar así muchas funciones que estaban en los centros.
- Riegos y vulnerabilidad
La historia del patrimonio cultural de México muestra que es el resul­
tado de muchas etapas de prueba y error que ya fueron superadas en
distintos eventos destructivos, de manera que el legado de generacio­
nes anteriores ya tiene un grado de vulnerabilidad menor ante riesgos
conocidos. Así, en los terremotos de 1957 y 1985, en la Ciudad de
México hubo mucho más daños en inmuebles contemporáneos que
en edificios históricos.
Ello no debe ser pretexto para eludir o simplificar un diagnóstico
sobre los riesgos y vulnerabilidad de los inmuebles considerados patri­
moniales. Hay muchos edificios que soportan sobrecargas (otros pisos
y agregados, resultados de procesos de crecimiento abusivo) para las
que no fueron concebidos, y el menor evento sísmico los pone en
riesgo de colapso. A ello debe agregarse la falta de mantenimiento co­
mo otra de las causas más comunes de daños severos. 175
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Los estudios sobre riesgos y vulnerabilidad deben atender, según la


región de que se trate, a la eventualidad de destrucción por inunda­
ción, deslizamientos de tierra y exposición a vientos huracanados.
También es importante descartar la presencia de riesgos causados por
la acción humana, por ejemplo: riesgo químico presente en lugares de
almacenamiento, venta o producción de combustibles.
Un estudio elaborado por el Centro de Hábitat de Naciones Uni­
das para el Departamento del Distrito Federal sobre riesgo y vulnera­
bilidad ante eventos sísmicos después del terremoto de 1985 es ejem­
plar, ya que llegó a un modelo de simulación digitalizado en un grupo
de manzanas del Centro Histórico de la ciudad de México donde se
analizaron los posibles daños destructivos en eventos sísmicos futuros
de la misma o mayor magnitud que el ya experimentado.

Objetivos, políticas y estrategias de conservación del patrimonio

Formulación de objetivos de desarrollo y de conservación


Se proponen los siguientes objetivos:
• Elaborar planes de conservación y adecuada utilización del patri­
monio cultural como parte integrante del desarrollo urbano, para
que las autoridades locales contengan las herramientas necesarias
para regular y ordenar el desarrollo urbano y la atención a los cen­
tros y barrios históricos y patrimoniales del país.
• Fortalecer la raíz educativa y cultural del patrimonio cultural urba­
no mediante su adecuada conservación y utilización, en beneficio
de la población de nuestras ciudades y con el fin de mejorar su
calidad de vida.
• Integrar el desarrollo urbano y la adecuada utilización del patri­
monio cultural de los centros de población al desarrollo regional y
nacional, en congruencia con los objetivos del Programa Nacional
de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio 2001-2006.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

Políticas en materia de desarrollo y conservación


A continuación se proponen políticas generales para atender el con­
junto de situaciones que enfrenta la conservación de centros históri­
cos. Quizá no todas puedan aplicarse en ciertos casos, pero sirven de
orientación para formular estrategias aplicables a cuestiones concretas.
En la Recomendación relativa a la salvaguardia de los conjuntos
históricos y su función en la vida contemporánea (UNESCO, 1976)
se asentó:
35. la acción de salvaguardia debería asociar la contribución de la
autoridad pública a la de los propietarios particulares o colectivos y de
los habitantes y usuarios, aislados o en grupo, cuyas iniciativas se esti­
mularán. Se debería establecer, pues, una cooperación constante en
todos los niveles entre las colectividades y los particulares, sobre todo
por los medios siguientes: información adaptada a los tipos de perso­
nas de que se trate; encuestas preparadas con la participación de las
personas interrogadas; formación de grupos consultivos en los orga­
nismos de planificación; representación de los propietarios, los habi­
tantes y los usuarios a título consultivo en los organismos de decisión,
de gestión y de animación de las operaciones relacionadas con los pla­
nes de salvaguardia; o creación de organismos de economía mixta que
participen en la ejecución

Políticas de bienestar social vinculadas a la reutilización del patrimo­


nio cultural
Frecuentemente se confunde el Bienestar Social con la Beneficencia
Social, lo que implica que la población espere que las cosas se realicen
a partir de iniciativas gubernamentales, como gestos de generosidad.
En la Carta Internacional del para la Conservación de Ciudades His­
tóricas (ICOMOS, 1988), se indicó lo siguiente:
La participación y el compromiso de los habitantes son imprescindi­
bles para llevar a cabo la conservación de las Ciudades Históricas (...) 177
Salvador D íaz-B errkd Fernandez y A lberto G onzález Pozo

para asegurar la participación e implicar a los habitantes se debe esta­


blecer una información general, comenzando desde la edad escolar.
Deberán facilitarse las asociaciones para la conservación y adoptarse
las medidas financieras apropiadas para asegurar la conservación y res­
tauración (...)

Como acciones concretas en cada zona urbana histórica se propone


establecer en algún inmueble histórico ya rehabilitado un centro de
atención a la población residente, para apreciar así las ventajas de su
conservación y mostrar los avances de las obras de rehabilitación en
esa y en otras zonas. También se requiere asegurar a la población resi­
dente en áreas que estén en proceso de intervención su permanencia
en estas zonas, proporcionándole alojamiento temporal en inmuebles
históricos ya rehabilitados (Díaz-Berrio, 1986).
Políticas de uso del suelo
Es necesario emprender las siguientes acciones:
• Controlar tipos, compatibilidades e intensidades de uso en áreas de
alta densidad patrimonial, y evitar usos exclusivos de comercio,
servicios o industria en zonas tradicionalmente habitadas.
• Establecer la transferencia de potencialidades de uso a proyectos
inmobiliarios con coeficientes de ocupación y uso limitado por la
tipología o el valor histórico de los inmuebles.
• Imponer límites, en los Planes de Conservación, a la subdivisión
de predios ocupados por inmuebles históricos y evitar su división
física. Para ellos se ofrecerán a los propietarios y a sus herederos
alternativas de tenencia -como la de condominio- para preservar
patios y otros elementos como áreas comunes del condominio.
• Revalorizar la propiedad raíz en centros históricos, para estimular
usos mixtos (comercio-servicios-habitación) que impidan su des­
poblamiento.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

• Promover talleres de avalúos a la propiedad raíz, cursos y conferen­


cias, con información sobre técnicas y principios de evaluación de
inmuebles patrimoniales.
Políticas de vivienda
Considerando que las ciudades históricas constituyen un “patrimonio
habitable”, como se denominó uno de los programas de la Comunidad
Europea (URBAL, 2003), y que la función prioritaria debe ser la
vivienda, se requiere lo siguiente:
• Actualizar el padrón de viviendas actuales y potenciales de cada
centro histórico, e indagar su tipología, sus dimensiones y su rela­
ción con las necesidades de sus ocupantes actuales.
• Mantener en centros históricos mayor número de habitantes jóve­
nes en alojamientos colectivos, para matrimonios jóvenes y solte­
ros, así como viviendas individuales o colectivas para personas de la
tercera edad.
• Aplicar mecanismos de estímulos fiscales que favorezcan usos prio­
ritarios y básicamente la vivienda en centros y barrios históricos y
patrimoniales, en función de la adecuada conservación de las cons­
trucciones.
• Instituir secciones especializadas en los institutos estatales y locales de
vivienda que brindan asistencia técnica (con pasantes que prestan
servicio social en las escuelas de arquitectura y en las maestrías de
conservación arquitectónica) para habitantes de medianos y escasos
ingresos que deseen hacer mejoras a sus viviendas, para evitar el ries­
go de que cometan atentados contra la conservación del patrimonio.
Políticas de conservación integral del patrimonio
Como sustento de la formulación de políticas coherentes e integrales
de conservación, es inútil recordar varios enunciados de los acuerdos
internacionales sobre la materia:
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

La conservación de las Ciudades y los barrios históricos, para ser efi­


caz, debe ser parte integrante de una política coherente de desarrollo
económico y social y ser tomada en cuenta en los planes de ordena­
ción y de urbanismo en todos los niveles (ICOMOS, 1988).

En este mismo sentido, la Carta Italiana de la Restauración de 1972


expresa lo siguiente:
Para que un organismo urbano pueda ser salvaguardado adecuada­
mente en su continuidad durante el tiempo y para el desarrollo de
una vida civil y moderna dentro de él, es preciso sobre todo que los
Centros Históricos sean reorganizados en su más amplio contexto
urbano y territorial y en sus relaciones y conexiones con desarrollos
futuros; esto es, con el objetivo de coordinar las acciones urbanísticas
en tal forma que se logre la salvaguardia y la recuperación de los
Centros Históricos a partir del exterior de la ciudad, a través de una
programación adecuada de las intervenciones territoriales. (Díaz-
Berrio, 1986: 91-105)

Con este mismo carácter integral, en la Recomendación de la UNES­


CO de 1976, encontramos lo siguiente:
20. Además de la investigación arquitectónica, se necesitan estudios
detallados de los datos y de las estructuras sociales, económicas, cul­
turales y técnicas, así como del contexto urbano o regional más
amplio. Estos estudios deberían incluir, de ser posible, datos demográ­
ficos y un análisis de las actividades económicas, sociales y culturales,
los modos de vida y las relaciones sociales, los problemas del régimen
de la propiedad del suelo, la infraestructura urbana, el estado de las vías
urbanas, las redes de comunicación y las relaciones recíprocas entre la
zona protegida y las zonas circundantes. Las autoridades competentes
deberían atribuir suma importancia a esos estudios y comprender que
sin ellos no cabe establecer planes válidos'de salvarguardia (...)

Deben unificarse los esfuerzos aislados de identificación del patrimo­


180 nio de interés mundial, nacional y local que realizan distintas autori­
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

dades, entidades académicas y grupos interesados con objeto de acele­


rar ese proceso, ya que después de siete décadas no se ha concluido,
por el gran volumen de patrimonio cultural del país y la ampliación
de los criterios para la consideración de los elementos de valor cultu­
ral. Por ello, conviene establecer un sistema integral de identificación
y registro del patrimonio inmueble (urbano-arquitectónico) y mueble.
Se pueden reunir, sin necesariamente mezclarse, diferentes acervos
e información sobre características urbanas y arquitectónicas de cen­
tros, poblados y barrios históricos. Algunas instituciones ya aplicaron
antes mecanismos de este tipo. No se parte de cero al plantear una
solución más amplia en esa dirección y un solo organismo tomaría a
su cargo, entre otras, las siguientes tareas:
• Identificar el patrimonio cultural por etapas históricas y topologí­
as funcionales y estilísticas.
• Identificar y evaluar periódicamente perímetros de conservación,
áreas de amortiguamiento y otros componentes de la distribución
territorial de sitios y monumentos. Pueden distinguirse perímetros
con densidades de monumentos históricos de rango estatal y un
tercer tipo de áreas para monumentos de interés local.
• Prestar asesoría y asistencia técnica a organismos estatales y muni­
cipales de catálogo, inventario y registro.
• Identificar individualmente elementos de arquitectura e ingeniería,
espacios abiertos históricos y patrimoniales públicos y privados,
incluso plazas, jardines, parques y vías públicas, de acuerdo con el
lincamiento de protección legal vigente, que es el registro, ya que
la variedad de catálogos elaborados hasta ahora son ilustrativos y
permiten ampliar conocimientos, pero carecen de fuerza legal.
• El conocimiento y definición de los elementos individuales es
requisito para formular declaratorias de zonas de monumentos, his­
tóricos o artísticos, y permite establecer no solo etapas constructi­
vas históricas, sino niveles de deterioro y de protección, así como
tipos y prioridades de intervención, con base en la evaluación del
estado de conservación de los inmuebles. Esto permite cuantificar 181
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

los volúmenes, tiempos y recursos que se requieren para progra­


mar y llevar a cabo las intervenciones necesarias.
El organismo propuesto, así como su rama relativa a los aspectos finan­
cieros, formaría parte de una Comisión Nacional de Ciudades Histó­
ricas -con la participación de los Institutos Nacionales de Antropología
e Historia (INAH) y de Bellas Artes (INBA), la Dirección General de
Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural (DGSYMPC), y la Se­
cretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), así como las principales ins­
tituciones académicas- que reúna y coordine las atribuciones norma­
tivas y ejecutivas de cada institución y resuelva las concurrencias entre
sus competencias respectivas en situaciones específicas. También ten­
dría como objetivos resolver las cuestiones de coordinación interins­
titucional que se presentan en cada centro histórico y propiciar la for­
mación de Consejos Locales, con propósitos y estructuras semejantes,
integrados por instituciones y autoridades locales, incluida una repre­
sentación del Estado en el que ubique cada ciudad, y coordinados por
la sección correspondiente del Programa de Hábitat de la SEDESOL.
Adicionalmente se debe impulsar en estas zonas la presencia de so­
luciones arquitectónicas claramente contemporáneas, que se integren
en forma armónica en los contextos históricos y patrimoniales exis­
tentes. Los diferentes tipos de edificios y otros elementos (pavimentos,
mobiliario urbano y equipamientos) deben respetar el contexto, sin
caer en imitaciones, copias o falsificaciones. Por otra parte, es impor­
tante conservar elementos no patrimoniales pero no discordantes, con
la atención de propuestas de modificaciones aceptables de estos ele­
mentos. También se debe estimular y cuidar la ocupación y edificación
en baldíos y en forma particular plantear mecanismos para eliminar
elementos discordantes, con alternativas y plazos para lograr este pro­
pósito.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

Gráfico 1. C om isión N acional de Ciudades Históricas


íj£
Acordar formas de
catalogación y registro
Comité de Cuitara Urbanismo • Acordar criterios de
Promoción coservación
Financiera Academia Evaluación periódica de
tó;,.. M? perímetros de protección
Evaluar planes de desarrollo
urbano y planes parciales de
conservación
Resolver cuestiones de
coordinación interinstitucional
Otros

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Elaboración: autores

Políticas de reactivación económica y reutilización del patrimonio


cultural
En la recomendación de la UNESCO de 1976 se indica que:
43. Para aumentar los medios financieros disponibles, los Estados
Miembros deberían fomentar la creación de establecimientos financie­
ros públicos y privados para la salvaguardia de los conjuntos históricos
y de su medio, dotados de personalidad moral y que pudiesen recibir
donaciones particulares, de fundaciones y de empresas industriales y
comerciales. Los donantes podrían disfrutar de exenciones fiscales,\
Salvador DIaz -B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Con referencia en lo anterior se plantea lo siguiente:


• Impulsar la desagregación y sistematización de estadísticas nacio­
nales relativas a la inversión pública y privada en materia de man­
tenimiento, rehabilitación, reutilización, ampliación y conserva­
ción de inmuebles. Esta desagregación ya se hace en la Unión
Europea y es muy útil para analizar el impacto económico de las
actividades relativas a la conservación, ya que se las distingue de la
construcción nueva.
• Registrar y realizar seguimiento de inversiones y empleos genera­
dos por acciones de mantenimiento, rehabilitación y conservación,
y por construcción nueva compatible con el patrimonio, en los
años 90, con la finalidad de formar artesanos para tareas de conser­
vación.
• Identificar la potencialidad turística de cada centro histórico, ima­
ginando su impacto una vez rehabilitado, en términos de demanda
de cuartos de hotel, inversiones y generación de empleos directos
e indirectos.
• Promover programas digitalizados sencillos de evaluación financie­
ra, accesibles a empresarios inmobiliarios, interesados en invertir en
operaciones en centros históricos, con datos básicos de valor, insu­
mos, tasas de interés y otros, que permitan conocer con facilidad
la rentabilidad de cada proyecto.
Adicionalmente:
• La conservación de los centros históricos debe fundamentarse en
acciones que generen, por una parte, recursos suficientes para
amortizar los costos operativos de los organismos encargados de
esta labor y, por otra parte, beneficios para los inversionistas y par­
ticipantes involucrados en ella.
• A la infraestructura y los recursos del sector público deben sumar­
se los de los sectores privado y social, en aras de un desarrollo que
convenga a todos.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

• Cada centro histórico debe contar con una organización que pro­
mueva el financiamiento e involucre a los protagonistas significativos
en la ciudad, que llamaremos “Comité de promoción financiera del
centro histórico”, dependiente de la “Agencia Hábitat” local y a su
“Comisión del Centro Histórico”.
• Cada estado de la República que albergue uno o más centros histó­
ricos debe apoyar y participar en la labor de los organismos promo­
tores o “Comités de promoción financiera” de los centros históricos
situados en su territorio.
Además de esto, los siguientes principios deben regir las políticas eco­
nómicas y financieras:
• Establecer políticas claras que normen el uso y gastos de los recur­
sos. Se debe establecer con claridad cuánto capital estará permiti­
do intervenir en qué tipo de acciones, para no generar excesos en
algunos rubros en detrimento de otros.
• Proponer el tipo de acciones prioritarias para el uso de los recur­
sos. En función de los remanentes, una vez atendidas las funciona­
lidades básicas, los esfuerzos derivarán hacia otras tareas catalogadas
como complementarias.
• Lograr la conciliación entre la obtención de recursos y su aplica­
ción, para que el gasto (corriente, a corto, mediano y largo plazos)
sea financiado sin interrupción junto con el ritmo de las fuentes y
de los créditos de los proveedores.
• Utilizar para el gasto los mecanismos más seguros, económicos, ági­
les y transparentes para efectuar pagos, con uso prioritario de la
banca electrónica.

185
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Políticas de infraestructura y servicios urbanos


Sobre las vías de circulación, la Recomendación de UNESCO (1976)
indica:
32. Dado el conflicto que existe en la mayor parte de los conjuntos
históricos entre el tránsito automóvil (...) y la escala del tejido urba­
no y las cualidades arquitectónicas (...) los Estado Miembros debe­
rían incitar y ayudar a las autoridades locales a buscar medios de
resolver este problema. Para lograrlo y para favorecer el transito de
peatones, conviene estudiar con sumo cuidado la ubicación y el
acceso a los estacionamientos periféricos e incluso centrales y esta­
blecer redes de transporte que faciliten la circulación peatonal, el
abastecimiento y el transporte público. Numerosas operaciones de
rehabilitación (entre otras, la instalación subterránea de redes eléctri­
cas) muy costosas si se hacen por separado, pueden entonces coordi­
narse fácil y económicamente con el ordenamiento de la red de vías
públicas (UNESCO, 1976).

Por consiguiente, se propone:


• Revisar las vialidades primarias en los centros históricos, procuran­
do sustituir trayectos que cruzan las áreas centrales innecesaria­
mente por circuitos de autobuses.•
• Rehabilitar redes hidráulicas antiguas con más de medio siglo de
existencia, o aquellas otras que muestran síntomas verificables de
fugas o contaminación.
Políticas de equipamiento urbano
• Reutilizar y reorientar la oferta utilizada de unidades básicas de
equipamiento en centros históricos, generada por la tendencia a
sobreequipar áreas centrales y por éxodo de habitantes hacia nue­
vos barrios periféricos.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

• Dar prioridad a la utilización, reutilización, acondicionamiento y


conservación como equipamientos urbanos de edificios y espacios
de valor patrimonial. Los inmuebles históricos, bien utilizados, son
espacios muy adecuados para muchas funciones de equipamiento,
mediante proyectos de adaptación bien fundamentados, si se respe­
tan los valores históricos y estéticos de los inmuebles.
• Sistematizar, en todos los centros históricos, la formación de un
museo de arquitectura doméstica tradicional, que funcione como
vehículo para revalorizar el patrimonio habitacional local en la
conciencia de los habitantes u de los visitantes. Un equipamiento
así puede exhibir, en su exposición permanente, planos, maquetas
y elementos significativos, tanto de los elementos urbanos más
característicos como de arquitectura habitacional de valor patrimo­
nial, mientras que en exposiciones temporales se pueden mostrar
procesos completos de rehabilitación de los monumentos, para que
se entienda que los estados de deterioro actuales, en muchas
viviendas, son reversibles.
Políticas de mitigación de riesgos y vulnerabilidad
• Instrumentar adecuadamente en los centros históricos el mínimo
de elementos técnicos de medición según el tipo de riesgo al que
estén expuestos (sismógrafos, estaciones hidráulicas o meteorológi­
cas, etc).
• Prohibir dentro de las zonas históricas la presencia de instalaciones
donde se procesen, almacenen o expendan combustibles de cual­
quier tipo, pinturas y barnices sintéticos, explosivos y otros mate­
riales que incrementan los riesgos.

187
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Políticas de administración urbana en centros, poblados y barrios his­


tóricos
La Recomendación de la UNESCO de 1976 nos dice:
37. El conjunto de los créditos debería administrarse en forma cen­
tralizada por los organismos de derecho público, privado o mixto en­
cargados de coordinar en los niveles nacional, regional o local todas
las formas de ayuda financiera y orientarlas hacia una aplicación gio-
bal (...)
45. Los estados miembros y las autoridades (...) podrían facilitar la
creación de asociaciones sin fines lucrativos que se ocuparán de
adquirir los inmuebles y, eventualmente, de venderlos previa restaura­
ción, empleando fondos evolventes especialmente destinados a man­
tener los conjuntos históricos.
A partir de la capacidad de las administraciones municipales y or­
ganismos regionales, es posible plantear no un modelo único sino
niveles y formas de gestión, acordes con las características de los dife­
rentes centros urbanos o barrios, aun así caben señalar elementos co­
munes de trascendencia comprobada que se deben considerar, como
por ejemplo:
Plantear soluciones que superen plazos “políticos” trienales o sexe­
nales, aunque se tomen en cuenta para las fases operativas —como los
presupuestos anuales- ya que los trabajos de conservación y desarro­
llo urbano son de largo plazo. Por lo tanto, los organismos dedicados
a esta labor deben establecerse en forma permanente, con importan­
te participación social, carácter técnico colegiado y con capacidad
operativa, no solo consultiva.
La planeación debe considerar en igualdad de circunstancias la
necesidad de programar acciones y recursos para que los centros his­
tóricos, con todos sus componentes, tales como vivienda, infraestruc­
tura, equipamiento, servicios, vialidad, transporte, mobiliario urbano,
etc., no solo sirvan a los intereses del turismo, sino para que los habi­
188 tantes sean quienes los sigan conservando vivos y atractivos, primero
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

para ellos y también para los visitantes. Por ello, la actualización de pla­
nes de desarrollo urbano, que una vez aprobados se convierten en ley,
debe considerar de forma especial las zonas patrimoniales.
Asimismo, por lo atractivos de estas zonas, es necesaria una partici­
pación importante de las áreas del gobierno encargadas de la seguri­
dad. Debe asegurarse atención especializada y rápida cuando se trate
de controlar un siniestro donde, además de las personas, los monumen­
tos constituyen un valor importante.
Por todo esto, la administración urbana es más compleja cuando se
trata de conservar el patrimonio y se requiere de la normatividad, co­
nocimiento y voluntad política para lograrlo. Las políticas que se pro­
ponen abarcan diversas áreas de la administración:
• Utilizar los planes de desarrollo urbano, como base para la conser­
vación patrimonial.
• Impulsar proyectos que integren vialidad técnica, económica, ins­
titucional, financiera, ambiental y social.
• Conservar el patrimonio cultural para promover adecuadamente el
desarrollo turístico y cultural.
• Buscar la colaboración de instituciones internacionales que man­
tengan fines acordes a la conservación patrimonial, tales: agencias
de cooperación internacional, Banco Mundial, UNESCO, BID,
fundaciones culturales, etc., para la realización de proyectos de im­
pacto social y cultural, y el apoyo de organizaciones no guberna­
mentales como el ICOMOS.
• Frenar la desaparición de los usos habitacionales y la aceptación de
usos no sostenibles para los habitantes de las zonas de monumentos.
• Generar estímulos y normas específicas para conservar el patrimo­
nio en beneficio, ante todo, de los residentes del centro histórico.
• Evitar que el centro de población se divida en una ciudad históri­
ca y otra periférica, con obligaciones y atribuciones que no sean
equitativas.
• Reactivar bienes patrimoniales y destinarlos a usos es una deman­
da social y de mercado pero acordes con los planteamientos de la 189
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

conservación patrimonial y que no impliquen el despoblamiento


habitacional en áreas interiores o contiguas a la zona de monu­
mentos.
• Propiciar nuevas actividades económicas en el centro histórico que
representen nichos de oportunidad para los habitantes de la zona.
• Involucrar en los programas de conservación del centro histórico
a dependencias tales como el Instituto Nacional del Fondo para la
Vivienda de los Trabajadores (INFONAVIT), el Fondo de la Vi­
vienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Tra­
bajadores del Estado (FOVISSSTE), el Banco Nacional de Obras
y Servicios Públicos (BANOBRAS), etc.
• Promover la realización de convenios interestatales o intermunici­
pales, cuando se busque realizar programas de conservación de
conjuntos, zonas y grupos de características regionales.

Instrumentación de los procesos de conservación urbana


Instrumentos jurídicos
En forma general, todos los especialistas coinciden en que es posible
mejorar la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicos Ar­
tísticos e Históricos de 1972, pero no hay acuerdo para afirmar que
sea oportuno ni conveniente hacer modificaciones por ahora. Se en­
tiende que la labor de ajustar y mejorar esta ley en particular se rela­
ción con los planteamientos actuales de reformas más amplias del
Estado en su conjunto. Con más de tres décadas de existencia, se co­
nocen sus aciertos y sus debilidades y, ante todo, se hace cada vez más
necesario evaluarla con gran cuidado y por un amplio conjunto de
especialistas.

190
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

Instrumentos administrativos
• Realizar concursos de obra pública para intervenciones en el cen­
tro histórico, mediante convocatorias precisas sobre perfil de parti­
cipantes, especificaciones y alcances de los proyectos.
• Analizar el modo de establecer el Sistema de transferencia de po­
tencial, de acuerdo con los planes de desarrollo urbano, los códigos
financieros y los instrumentos jurídicos necesarios, para beneficiar
con recursos económicos a los habitantes y a las zonas históricas y
de preservación ecológica.
• Establecer convenios de colaboración con las instituciones dedica­
das a la seguridad pública.
• Organizar campañas de capacitación permanente para colaborado­
res de las instituciones de los ámbitos de gobierno, para dar a cono­
cer la importancia de conservar adecuadamente al centro histórico
y todos sus componentes.
Instrumentos de participación social y difusión
En la Recomendación de la UNESCO de 1976, se encuentra lo si­
guiente:
36. Se debería estimular la fundación de agrupaciones voluntarias de
salvaguardia y asociaciones de carácter no lucrativo, y la institución de
recompensas honoríficas o pecuniarias para que se reconozcan las
obras ejemplares en todos los aspectos de salvaguardia.

Los procesos de planeación hacen obligatoria la consulta pública como


requisito previo a su aprobación, pero es importante instituir talleres
donde se informe a los cuerpos que toman decisiones legislativas (ca­
bildos, congresos estatales y federal) sobre los derechos y deberes ciu­
dadanos en esos procesos.
También deben aprovecharse los instrumentos como las juntas de
vecinos y asociaciones civiles definidos por la Ley Federal de 1972, 191
S alvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

para la conservación del patrimonio cultural, que poco se han utiliza­


do. Las instancias de participación deben incluir organizaciones no
gubernamentales (como el ICOMOS) que rara vez se han incorpora­
do a esta labor.
Adicionalmente pueden hacerse algunas propuestas, que deben
adecuarse para cada caso:
• Diseñar y oponer en práctica actividades a largo plazo que sean
autosustentables, como negocios de organizaciones comunitarias
para venta de objetos artesanales, elaboración de productos básicos
como dulces y panes tradicionales, etc.
• Establecer fideicomisos o agencias sin fines de lucro para captar
recursos tanto públicos como privados, en beneficio de proyectos
específicos como: museos, restauraciones de obras de arte o de in­
muebles de gran valor arquitectónico o histórico, oferta de servi­
cios, restauración de edificios de interés popular como las vecin­
dades, rehabilitación de espacios públicos como plazas, parques,
jardines, calles, instalación de inmobiliario y nomenclatura, progra­
mas de mejoramiento barrial, etc.
• Fomentar la cultura del patrocinio entre los empresarios e indus­
trias de la zona, que reciben beneficios de todo lo que le ofrece la
ciudad y su centro histórico y retribuyen poco de lo que reciben.
• Promover actividades que refuercen la identidad de la colectividad
como: fiestas, tradiciones, muestras gastronómicas, exhibiciones de
vestuarios, publicaciones de autores regionales.
• Poner a disposición de la comunidad, en todos sus grupos, el co­
nocimiento acerca del patrimonio cultural que les pertenece.
• Conservar las tradiciones orales, ritos, mitos, artes plásticas, archi­
vos y otras formas de información acerca del pasado histórico de
la comunidad.

192
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

Instrumentos de información y capacitación


México representa un caso de gran interés en al ámbito de la forma­
ción de técnicos y especialistas en materia de conservación del patri­
monio cultural. En 1968 funcionaban tres cursos ya formales en mate­
ria de conservación; dos en la capital de la República (INAH y
UNAM), y otro en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de
Guanajuato, donde impartieron conferencias los expertos de la
UNAM y Churubusco.
Veinte años después había ya ocho programas de maestría de los
cuales siguen en operación los tres iniciales (INAH, UNAM y Guana­
juato), además de los que se establecieron en Guadalajara, Morelia,
Oaxaca, Puebla y Yucatán.
Como caso de especial interés, cabe destacar el de la UAM, no solo
por el postgrado con maestría y doctorado en Azcapotzalco, y en
Xochimilco, desde 1999, sino por los programas de reutilización arqui­
tectónica y urbana en algunos trimestres de licenciatura, que se inicia­
ron a finales de los años setenta y se han mantenido y fortalecido desde
entonces hasta la fecha (en Xochimilco).
En esta Universidad, como sucedió en la UNAM y en Guanajuato
desde los años setenta, se ha entendido la gran importancia del estudio
del patrimonio construido para la formación general de los arquitectos.
Por otra parte se han realizado trabajos prácticos de rehabilitación y de
reutilización de elementos de valor patrimonial en acuerdo con las
comunidades y usuarios de estos inmuebles.
En el caso de la labor formativa del INAH, se ha puesto especial
énfasis en el desarrollo de trabajos interdisciplinarios y se ha avanzado
en el estudio y protección del patrimonio intangible, asociado al tra­
bajo con el patrimonio natural urbano, arquitectónico, arqueológico y
de los bienes muebles, como sucede actualmente en el caso del Cerro
de la Estrella de Ixtapalapa, en el D.F.
A pesar de lo anterior, las necesidades en todo el país se han cubier­
to parcialmente, aun tomando en cuenta la formación de especialistas
en instituciones del extranjero que, de un número muy reducido en la 193
Salvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

década de los setenta, han aumentado notablemente en los últimos


veinte años.
Instrumentos financieros y fiscales
- Concepto general
• Con el fin de proponer las instancias, procesos e instrumentos fi­
nancieros que se requieren para la conservación y mantenimiento
de los centros históricos en general, se debe precisar el universo
que abracarán los diversos proyectos, sus prioridades y etapas, y en
su caso, los planes piloto a ejecutar, a fin de ajustar el ingreso con
el gasto de recursos.
• En diversos casos y países se ha introducido a una escala o diferen­
ciación de las tasas de impuestos en función de las acciones y acti­
vidades que se desea estimular o evitar en los diversos sectores o
zonas urbanas, manzanas, predios o tipos de edificaciones. En for­
ma paralela se pueden condicionar distintos tipos de recursos, en
función de las acciones o actividades que se realicen en ámbitos
urbanos y arquitectónicos.
• Debe asimismo definirse si deben plantearse acciones a partir de
una recaudación estimada, o en función de los alcances pretendi­
dos y habrá entonces que generar los recursos que faciliten dichas
acciones.
• Los aspectos básicos a considerar son los siguientes: concepto (por
ejemplo, conservación), afectación (edificios), propiedad (privada),
uso (habitacional), políticas (definir y priorizar el ingreso y el
gasto) e instrumentos financieros (fideicomiso en administración,
etc.).
-Instancias participantes
Deberán considerarse diferentes instancias: aportadores de recursos,
organismo de concentración, control y vigilancia (para definir políti-
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

cas de gasto, funciones de fideicomiso en administración y acciones de


los receptores de fondos) y ejecutores de acciones derivadas de la
recaudación de las políticas de gasto (retorno de créditos).
- Instrumentación financiera
• Planteamiento general. Las acciones específicas de conservación y
mantenimiento de los centros históricos son muy numerosas y
variadas. Conviene contar con un Manual de Orientaciones Gene­
rales para los rubros más comunes: acciones (restauración, limpie­
za), afectaciones (edificios, monumentos), propiedad (pública,
privada), usos del suelo (vivienda, comercio), apoyos (gobierno,
particulares). A partir del marco de referencia de este Manual, será
viable que cada comité de promoción financiera local determine
los participantes, métodos de recaudación y operación, nombra­
miento de responsables, ejecución de obras, vigilancia e informes
específicos para los involucrados.
Los Comités estarán facultados para apoyar y llevar adelante ini­
ciativas de índole popular (atención a sitios arqueológicos, sitios
naturales, eventos culturales, monumentos, etc.) con apego a la
normatividad federal, general y estatal vigentes.
Funcionamiento de los Comités de Promoción Financiera. Formados
por representantes de instancias gubernamentales de cobertura nacio­
nal, de organismos estatales, municipales, académicos y de asociaciones
civiles o juntas vecinales locales, funcionarían de la forma siguiente:•
• Aportadores: Pueden ser de naturaleza pública, particular, social e
internacional. También se pueden hacer aportaciones en recursos o
en especie, como en el caso de las universidades, por ejemplo.
• Integración: con participación de personal perteneciente a instan­
cias públicas, particulares y sociales, contarán con infraestructura y
equipamiento de las oficinas públicas. Parte de los siguientes que se
generen se aplicarán al pago de emolumentos del personal, al sos- 195
S alvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

tenimiento de las instalaciones y a planes de difusión y publicidad.


• Funciones del Consejo Directivo: cada Comité contará con un
consejo directivo integrado por los participantes o sus representan­
tes, donde tendrán voz y voto los aportadores de ingresos y se
encargarán de funciones como la elaboración de políticas genera­
les y particulares, la dictaminación de prioridades, contratación de
un fideicomiso bancario para la administración de recursos y el
establecimiento de un comité técnico que ejecute acciones.
• Funciones del comité técnico. Formado por miembros del Comité
directivo o representantes, se encarga de aplicar los recursos según
las políticas y prioridades, y de formular convocatorias, contratar
obras y realizar su seguimiento y vigilancia.
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

Gráfico 3. Organismo promotor: diagrama global


Comité de Promoción Financiera

-A partir de un marco de referencia global, como Manual de Políticas


Generales, cada Comité de Promoción local determinará los participantes,
métodos de recaudación y operación, nombramiento de responsables,
ejecución de obras, vigilancia y reportes específicos para los involucrados,
con apego a dicho marco de referencia.
-Habrá un Comité en cada ciudad histórica, formado por representantes de
instancias gubernamentales de cobertura nacional, así como personal de
organismos estatales municipales y de la sociedad.
Elaboración: autores

- Funciones del fideicomiso en administración e instrumentos finan­


cieros
Por último deben definirse con precisión las funciones del fideicomi­
so, contratado por el Consejo Directivo con un banco comercial, así
como los instrumentos financieros que pueden utilizarse y que podrán
ser gubernamentales, privados o empresariales e incluso internaciona­
les o intergubernamentales.
Actualización o modificación del marco legal y normativo
La Recomendación de la UNESCO, relativa a la “Salvaguardia de los
conjuntos históricos y su función en la vida contemporánea” de 1976,
nos dice:
Salvador DIaz -B errio Fernandez y A lberto G onzález Pozo

10. Las disposiciones que establezcan un sistema de salvaguarda de los


conjuntos históricos deberán enunciar los principios generales relati­
vos al establecimiento de los planes necesarios y, en particular: las con­
diciones y las restricciones generales aplicables a las zonas protegidas
y sus inmediaciones (...)
12. La legislación de salvaguardia debería ir acompañada, en princi­
pio, de disposiciones preventivas contra las infracciones al reglamento
de salvaguardia y contra toda alza especulativa de los valores inmobi­
liarios en las zonas protegidas, que pueda comprometer una protec­
ción y una restauración concebidas en función del interés colectivo.
Podría tratarse de medidas de urbanismo que influyen en el precio de
los solares para construir, tales como el establecimiento de planes par­
ticulares de ordenamiento, la concesión del derecho preferente de
compra a un organismo público, la expropiación en beneficio de la
salvaguardia o la intervención de oficio en caso de incapacidad o in­
cumplimiento por parte de los propietarios, e instituir sanciones efec­
tivas como la suspensión de las obras, las obligaciones de reconstruir,
y/o una multa adecuada. (UNESCO, 1976)
La Ley federal de 1972 contiene aportaciones útiles para la conser­
vación del patrimonio cultural urbano que han permitido un avan­
ce significativo, pero presenta problemas para lograr los objetivos
deseados.
Los problemas principales no se refieren tanto a la ley en sí misma
sino a carencias o vacíos. El primero es la falta de aplicación adecua­
da, tanto de la ley como de su Reglamento. El segundo reside en la
dificultad para incidir en forma más directa en los usos del suelo, ya
que estos son la causa principal para el deterioro o la conservación de
los centros y barrios históricos. Es posible lograr algo mediante la
regulación del uso de las construcciones, tal como se propuso en el
texto “Condiciones a las que se sujetarán las construcciones”.
La falta de aplicación de la ley tiene efectos importantes en va­
rios ámbitos. En el que tratamos aquí, además de la ausencia de la
definición de condiciones para las construcciones, cabe destacar dos
198 aspectos:
C iudades históricas en M éxico : rehabiutación y desarrollo

• La ausencia de juntas de vecinos y de asociaciones civiles, según la ley


y los ocho artículos iniciales de su reglamento, para canalizar recur­
sos y labores de conservación y de rehabilitación, en las zonas de mo­
numentos históricos en general y particularmente en viviendas.
• La ausencia de declaratorias conjuntas (zonas de monumentos a la
vez históricos y artísticos), que es posible para todas las zonas ya
declaradas y para todas las ciudades del país. Hay también un nú­
mero significativo de sitios que pueden poseer, además de los dos
componentes de valor requeridos (histórico y artístico), una decla­
ratoria conjunta o asociada de zona de monumentos arqueológi­
cos, como Cholula en el Estado de Puebla, Izamal, en Yucatán.,
Tepoztlán y Tlayacapan en Morelos, y especialmente Oaxaca y
Monte Albán en el Estado de Oaxaca, con una zona intermedia de
especial atención, amortiguamiento y restricción de obras.
• La aplicación adecuada de las sanciones señaladas en la misma ley,
como la que indica la reparación del daño causado, que puede
tener costos elevados, en lugar de tomar la vía fácil de aplicar mul­
tas de poca importancia, que no solo no evitan sino que estimulan
la destrucción de edificios históricos.
En lo relativo a las modificaciones, las tres principales se refieren a los
aspectos ya citados, que dificultan la aplicación de la ley. Por una parte,
la necesidad de precisar mejor el periodo del “patrimonio histórico”
(INAH) y “el contemporáneo” (INBA), sin atribuir ya la calidad de
“artístico” solo a las obras del siglo XX. En segundo lugar, es eviden­
te la necesidad de establecer una mejor definición de las zonas de
monumentos y de no pensar que son solamente zonas “que compren­
den varios monumentos” (Artículo 41).
En tercer lugar, es evidente la conveniencia de contar con textos
de “Condiciones a las que se sujetarán las construcciones” para todos
los casos, no solo “en caso necesario”, según la ambigua formulación
actual. Puede ser un documento con aspectos generales válidos para
todos los conjuntos urbanos y otros particulares según la tipología ur­
bana y arquitectónica de cada caso. 199
S alvador D íaz-B errio Fernández y A lberto G onzález Pozo

Además, en el texto del Reglamento y más aún en el de las “Con­


diciones”, se debe indicar que las obras nuevas en las zonas históricas
sean claramente actuales y se integren armónicamente en el contexto
histórico existente. Por último, un elemento de gran importancia con­
sistiría incluir, en cada declaratoria de zona, la indicación de un sector
prioritario para ser intervenido —de una manzana, manzana y media-
de uso mixto y primordialmente habitacional.
En conclusión, la vía recomendable para contar con un marco le­
gal más adecuado y eficiente es la de realizar modificaciones específi­
cas para precisar o fortalecer ciertos aspectos imprecisos o débiles del
texto legal actual. Es más oportuno agregar algunos elementos e intro­
ducir ciertos cambios conservando la mayor parte de la ley actual
—que ha mostrado su utilidad y su eficacia—en lugar de proponer un
texto legal nuevo. Puede aplicarse el mismo principio de reutilizar o
seguir usando elementos existentes que son válidos y permiten un
funcionamiento adecuado para alcanzar los objetivos deseados.
Lo anterior no implica que no se pueda modificar el tipo o rango
de la ley para ser General en lugar de Federal, con una clara y cuida­
dosa asignación de competencias a cada uno de los niveles de Go­
bierno (federal, estatal y municipal), si se mantienen los lincamientos
de la ley actual (artículos 7 al 11) y se señalan las competencias en el
Reglamento de la Ley, ya que esto no aparece en el Reglamento ac­
tual. En todo caso, es importante recordar el fallo de la Suprema Corte
en 1932 para anular la Ley del Estado de Oaxaca, afirmando que lo
relativo a los monumentos interesa a toda la nación y no solo a los ha­
bitantes del lugar y corresponde a la Federación legislar sobre ellos.
En el caso de la Ley General de Asentamientos Humanos, debe
ante todo extenderse en criterio de la conservación y no limitarse al
tema de la imagen urbana, como ahora sucede (Artículo 33.III).

200
C iudades históricas en M éxico : rehabilitación y desarrollo

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202
Producción de los centros y
formas de acción pública
Patrice Melé1

La construcción de un campo específico de intervención

E
l análisis de la política del patrimonio y de las modalidades de
acuerdo con las cuales la acción pública toma en cuenta los
espacios centrales de las ciudades de México, Guadalajara, Mon­
terrey y Puebla, nos ha permitido evidenciar la progresiva constitución
del centro de la ciudad y del centro histórico como campo específico
de intervención por parte de los poderes públicos mexicanos.
Es cierto que, en todas las épocas, los ediles locales han (re)acondi­
cionado los espacios públicos centrales y renovado los edificios de los
poderes políticos. La plaza central y las calles cercanas fueron los pri­
meros lugares de inscripción de las acciones de embellecimiento y de
desarrollo de un urbanismo de vialidades. Sin embargo, la institución
del espacio central como objeto de una acción pública, expresada en
1 Geógrafo. Profesor investigador de la Universidad deTours (Francia). Director del equi­
po de investigación, construcción política y social del territorio (UM R CITERES). Ha
trabajado sobre el papel de las políticas patrimoniales y ambientales en las dinámicas de
los espacios urbanos y más recientemente sobre los conflictos urbanos de proximidad
que movilizan valores patrimoniales y ambientales. Ha publicado en español: (2005). La
producción del patrimonio urbano. México D.F.: Ed. de la Casa Chata: CIESAS, 425 pp., y
(1994). Puebla urbanización y políticas urbanas. México D.F.: Universidad Autónoma de
Puebla: Universidad Autónoma Metropolitana-Azcatpotzalco, 229 pp. Este texto fue
publicado como conclusión del libro La producción del patrimonio urbano: 365-391.
Patrice M elé

el lenguaje de las políticas urbanas, fue posterior a los intentos por


controlar el crecimiento urbano y al establecimiento de una zonifica-
ción funcional en la periferia de las ciudades.
Tanto en el caso de la ciudad de México como en el de Puebla,
hemos puesto de relieve la progresiva institucionalización de este
espacio, el cual no solo constituye el espacio de referencia de los pro­
cesos de protección del patrimonio, sino también de la reorganización
de los flujos y usos de la calle, como espacio de referencia de los docu­
mentos de planeación, como espacio de organización de la adminis­
tración local desconcentrada y como subespacio particular que debe
tomarse en cuenta en el marco de la gestión urbana cotidiana. Parale­
lamente a la difusión de los procesos de control del patrimonio y
usando las delimitaciones precisas del centro histórico realizadas por
los organismos encargados de la aplicación de la política del patrimo­
nio, las autoridades locales y federales promovieron la reorganización
de las funciones centrales instaladas en el centro de las ciudades mexi­
canas. La normalización de los usos de la calle se presenta como el
complemento de las políticas de imagen y de revitalización. Algunos
planes de zona dieron una coherencia a posteriori de estas medidas.
Estos elementos contribuyen a individualizar la cuestión del centro
dentro de la agenda de los actores públicos. Sin embargo, aunque la
legislación de protección al patrimonio resulta particularmente ambi­
ciosa en su voluntad de acondicionamiento urbano, ningún proceso
de intervención inmobiliaria o de ayuda para la rehabilitación de las
viviendas viene a completar las prácticas de control. La eficacia de la
política del patrimonio parece limitarse, para la trama urbana menor
y los barrios populares, a una “historización del espacio urbano”
(Choay, 1988).
Un espacio delimitado estrictamente se vuelve objeto de política,
de discursos y de prácticas que van mucho más allá de la política del
patrimonio. En las ciudades que no cuentan con declaratorias de zona
federal, la delimitación del centro histórico es menos precisa; cada ciu­
dad tiende a proveerse de un espacio central identificado mediante
políticas de imagen y que, tanto por su traza como por la atención
Producción de los centros y formas de acción pública

prestada a los espacios públicos, a los servicios y a la imagen urbana, se


distingue claramente de las periferias y del resto del espacio consoli­
dado.
La progresiva constitución de un campo particular de intervención
permitió reunir tipos de espacios diferentes: espacios comerciales valo­
rizados, centro comercial popular, espacio de inscripción de los pode­
res políticos y barrios populares que, tradicionalmente, se tomaban en
cuenta separadamente en el marco de acciones aisladas de acondiciona­
miento. Tanto los discursos como las acciones de los poderes públicos
contribuyen a reforzar la identidad de este espacio. El centro histórico
producido carece de unidad, aun cuando se percibe, en comparación
con el resto del espacio urbano, como un espacio en el cual deben apli­
carse las mismas políticas. Los barrios populares se señalan como espa­
cios degradados, no solo en comparación con la grandeza pretérita de
ciertos edificios históricos, sino también con la parte valorizada del
centro. Estos distintos subespacios deben ser objeto de políticas simila­
res de imagen urbana. En algunos casos, su tratamiento diferenciado se
justifica por la necesidad de llegar a una homogeneización de las fun­
ciones e imágenes urbanas.
Persisten fuertes tendencias a la reducción de las áreas de interven­
ción y a la puesta en marcha de políticas específicas, adaptadas a cada
uno de estos espacios. Aunque en la actualidad la cuestión del centro
aparece claramente delimitada en el orden de la acción pública, su
espacio de inscripción espacial es objeto de conflictos reales o simbó­
licos. Sin embargo, el espacio de acción -definido específicamente
para el inicio de procesos de protección del patrimonio- ha adquiri­
do una consistencia y un peso dentro de la percepción de la estruc­
tura intraurbana, los cuales van más allá de una simple zonificación
operativa, para arraigarse simbólicamente y, de cierto modo, “natura-
fizarse” como un espacio cargado, en su totalidad, de valores particu­
lares. En este sentido, lo mismo que para las políticas sociales territo-
rializadas que han sido analizadas por Jacques Ion (1990: 51), no es el
centro histórico el que es objeto de una intervención específica, sino
que la producción (la invención) de un centro histórico constituye el 205
Patrice Melé

medio para poner en marcha la política mexicana de protección al


patrimonio, cuya especificidad ya hemos señalado.
Asimismo, los procesos analizados ponen de manifiesto las moda­
lidades progresivas de constitución de un ámbito de legitimidad para
la intervención pública. En México, lo mismo que en otros países, la
intervención pública en ámbitos que limitan el uso de la propiedad no
cae por su propio peso. La aplicación de normas que, si bien no se res­
petan integralmente, condicionan no obstante los usos o las modifica­
ciones de los terrenos y edificios del centro de manera mucho más
estricta que en la periferia, tuvo que contar con la resistencia y las
prácticas de numerosos actores locales. La elaboración progresiva y
conflictiva de una legitimidad específica que reposa sobre valores de
historicidad, así como de una publicidad del patrimonio y de la iden­
tidad local, y de la preservación de un espacio poseedor de una fuer­
te carga simbólica, constituye uno de los resultados de los discursos,
de las políticas y acciones sobre la ciudad y el centro. La construcción
de un ámbito particular de intervención pública se fundamenta tanto
en la búsqueda de una legitimidad como en la progresiva elaboración
de un dispositivo operativo; en el sentido en que “(...) postular que la
intervención pública cae por su propio peso oculta, en efecto, toda la
labor que realizan los actores de este proceso para presentar la inter­
vención pública como legítima y, en última instancia, como la única
susceptible de responder a los problemas que se plantean”, ya que la
definición de una política constituye tanto “la búsqueda de una legi­
timidad, como la progresiva elaboración de un dispositivo operativo”
(Ballain y Jacquier, 1989: 246).
El anáfisis no ha separado la determinación de los problemas urba­
nos que deben tomarse en cuenta de las modalidades de la acción
pública, sino que ha privilegiado el anáfisis conjunto del estableci­
miento de específicas modalidades de acciones y de la construcción
de su objeto. La acción pública que aparentemente se hace cargo de
un problema o de una situación, de hecho contribuye a la construc­
ción social de ese problema; tal es el caso, como hemos .visto, de la
política del patrimonio, o de la constitución de respuestas “adaptadas”
Producción de los centros y formas de acción pública

a los elementos constitutivos de la “crisis” y de la saturación de los cen­


tros definidos previamente en los discursos de los responsables de la
planificación. Sin embargo, como lo propone Michel Péroni, cabría
“analizar en términos de proceso la manera como estos ‘problemas’ se
construyen socialmente”; además, “problema e instancia (político-
administrativa encargada de abordarlo) no solo coexisten, sino que se
constituyen mutuamente: los ‘problemas’ se construyen socialmente, en
cuanto son actuables, en cuanto implican tal o cual tratamiento insti­
tucional como solución” (Péroni, 1993: 6). En efecto, se trata de un
proceso de construcción social de la acción pública, que requiere de
una operación de construcción del sentido (Lepetit, 1993:188), y bien
podría decirse: de construcción de una percepción de la ciudad, de un
modelo de ciudad ligado a un modelo de acción pública.
El proceso que se lleva a cabo en los centros podría asimilarse a la
construcción de una formación socio-espacial, en el sentido que a esta
expresión da Guy Di Méo, para quien una formación socio-espacial
constituye la superposición de los “espacios vividos individuales y gra­
cias al esfuerzo organizativo de aparatos políticos e ideológicos [...]
que retoman por su cuenta, cuando no modifican a su antojo, el dis­
curso histórico”. La producción de los centros constituye un “ordena­
miento socio-espacial”, entendido este no tanto como “una realidad
objetiva perfectamente delimitada”, sino más bien como una “tenden­
cia organizativa del espacio social” (Di Méo, 1991:211). La formación
socio-espacial constituye, para cada individuo “que se inscribe durade­
ramente dentro de sus límites (con frecuencia muy imprecisos), un
campo de influencia al cual se someten sus esquemas estructurales de
representaciones y de acciones” (Di Méo, 1991:291). En el caso de los
centros históricos, se construyen progresivamente como referencias
para el conjunto de los actores urbanos, y no sólo para los vecinos.

207
Patrice M elé

Los usos populares del patrimonio urbano

La atribución de valores patrimoniales, no solo a los edificios sino


también a la estructura del espacio urbano integrado en las zonas de
monumentos, no deja, sin embargo, de modificar las tradicionales rela­
ciones sociales dentro de los barrios populares. El deterioro de las
vecindades ya no es un problema que se limita a un modo particular
de relación entre propietarios y locatarios, codificado en el derecho
civil. La legislación del patrimonio, al proteger el edificio clasificado
como monumento histórico, modifica la naturaleza misma de una
parte de las vecindades; el espacio construido adquiere una nueva cali­
dad. Locatarios y propietarios deben, teóricamente, adaptar sus prác­
ticas a este nuevo estatuto. El lento deterioro de las vecindades ante el
incumplimiento de los propietarios ya no es susceptible de sanción
únicamente en caso de peligro comprobado para los habitantes. Aun­
que la institución responsable de la protección del patrimonio no
cuenta con los medios para sancionar con eficacia los atentados al
mismo, la multiplicación de los reglamentos y de los discursos estig­
matiza los comportamientos de los propietarios respecto al patrimo­
nio de la nación, e incluso de la humanidad.
La atribución de un valor histórico a ciertas vecindades tiene va­
rios impactos contradictorios. Para muchos, la referencia a una gran­
deza pretérita, la de los palacios y residencias particulares, obliga a per­
cibir los usos populares como presiones incompatibles con la calidad
patrimonial. En ciertas ciudades, las autoridades locales reivindican
abiertamente la restitución de los usos tradicionales de las residencias
históricas como morada particular. Para los inmuebles de alquiler y
para la arquitectura menor de fines del siglo XIX o principios del XX,
que adquieren valor histórico o un simple valor de ambiente urbano,
el cambio de estatuto ha retrasado su rápido proceso de destrucción e
introducido la posibilidad de otros usos que acompañan a la restaura­
ción e introducción de signos de la historicidad.
Pese a los discursos de militantes, investigadores y ciertos represen­
208 tantes de los organismos de protección, que se refieren a la conserva­
Producción de los centros y formas de acción pública

ción de las funciones tradicionales y de las formas específicas de la cul­


tura popular en los barrios centrales, la política del patrimonio solo
toma en cuenta a los edificios y la imagen urbana. Las propuestas para
usar la legislación del patrimonio con el fin de proteger aquello que
en México suele llamarse “patrimonio intangible” (Trabajadores aca­
démicos del INAH, 1995), no para evocar alguna intangibilidad de las
construcciones, sino para subrayar la existencia de elementos del patri­
monio no físicos, constituidos por las relaciones sociales específicas de
los barrios populares y de la vecindad, no aparecen sino como un dis­
curso periférico con respecto a la realidad de las acciones de protec­
ción del patrimonio. Los usos de los edificios solo se califican en fun­
ción de sus impactos sobre los monumentos y la imagen urbana. Ante
la ausencia de procedimientos de rehabilitación o de políticas de
vivienda que tomen en cuenta la antigua vivienda deteriorada, las res­
tauraciones o rehabilitaciones suelen impulsar un cambio de uso de los
edificios históricos. Fuera de la situación excepcional de la reconstruc­
ción que se llevó a cabo a raíz de los terremotos en la ciudad de Méxi­
co, los reglamentos específicos de los espacios históricos suelen cons­
tituir un freno para el inicio de programas de rehabilitación de las
vecindades. Sin embargo, la creciente complejidad de todo tipo de
intervención protege a los barrios populares de destructivas interven­
ciones y permite la conservación del statu quo, aun cuando las auto­
ridades responsables de la protección no cuentan con los medios nece­
sarios para imponer el respeto total a los reglamentos.
Hoy en día, este sistema de protección del patrimonio se encuen­
tra en crisis. Desde 1991 no se ha delimitado ninguna nueva zona. Las
zonas más recientes se concentran de manera más precisa en los anti­
guos centros históricos valorizados e integran áreas de protección mu­
cho más reducidas. Se cuestiona el carácter centralizado de las compe­
tencias en materia de patrimonio, se critica la rigidez de los peritajes
técnicos del INAH por contribuir a la degradación del espacio urba­
no histórico. Los poderes locales desean reconquistar una autonomía
de acción sobre los espacios centrales; privilegian el mejoramiento de
la imagen de la parte valorizada del centro histórico y buscan impul­
Patrice M elé

sar un cambio de uso en los barrios populares con gran valor históri­
co. Todo hace pensar que las intervenciones sobre las antiguas tramas
en México se asemejarán a las prácticas prevalecientes en numerosos
países, que consisten en delimitar reducidos sectores históricos en los
cuales se concentran la intervención sobre la imagen y la restauración
de monumentos importantes y permiten, en los barrios populares, el
recurso a modos de intervención más diversificados, con obligaciones
menos rígidas. La flexibilización de las legislaciones que reglamentan
la ubicación y los procedimientos de ayuda para la adquisición de las
viviendas por parte de los locatarios, se orientan en el mismo sentido,
hacia la mutación de la situación de bloqueo, característica de los ba­
rrios populares centrales. Estas tendencias impulsan una trivialización
de la situación en las zonas centrales, caracterizadas por el desarrollo
de pequeños programas de vivienda colectiva en copropiedad, una
forma de acceso a la propiedad adaptada a una reducción del poder
adquisitivo de una gran parte de las clases asalariadas -aun cuando, en
la actualidad, la población de los barrios populares se preocupa bási­
camente, una vez más, por su supervivencia, a raíz de la grave crisis de
1995 que paralizó las inversiones privadas, las capacidades de ahorro,
las posibilidades de financiamiento de la acción pública de vivienda y
los incentivos bancarios—.
La utopía de la perennidad de la ciudad histórica dentro de las me­
trópolis modernas solo habrá sido una etapa particular del pensamien­
to sobre la ciudad y el patrimonio en México, que impuso desde cier­
tos sectores de la administración federal una legislación ambiciosa que
ha dejado una profunda huella en los espacios centrales de las ciuda­
des mexicanas, sin lograr establecer las modalidades de una interven­
ción específica sobre los barrios populares.

Funciones centrales y dinámica de los espacios centrales

El modelo urbano implícito en las acciones dispersas de reorganiza­


210 ción de los flujos a escala de las conurbaciones consistió en crear un
Producción de los centros y formas de acción pública

nuevo espacio a partir del espacio central histórico. Una vez libre de
los elementos de saturación mediante la reorganización de los flujos a
escala de la ciudad, el centro puede adquirir una nueva identidad a
partir de la afinación de ciertas funciones comerciales, político-admi­
nistrativas, culturales. Hoy en día, las ciudades mexicanas son polinu­
cleares, se caracterizan por la distribución de elementos de atracción y
centralidad en el conjunto del espacio consolidado.
Asistimos a la modificación de las relaciones entre ciertas funcio­
nes y el espacio urbano. Las funciones de abastecimiento y de tránsito
llenaban en ciertas áreas el conjunto del espacio disponible; esta den­
sidad de ocupación se veía reforzada por el incremento de la pobla­
ción y el crecimiento urbano. Este tipo de inscripción espacial y de
extensión hacia el espacio de la calle de las actividades tradicionales
había impulsado la privatización de una parte de los espacios públicos,
la transformación de ciertos espacios privados en espacios de comer­
cialización, la utilización de locales de vivienda para un uso funcional
de almacenamiento y venta. Esta apropiación del espacio urbano por
parte de ciertas actividades ha quedado en tela de juicio y ha pasado a
primer plano la imagen del centro, así como la preservación de las
construcciones. Sin embargo, en ciertas zonas se perfila —como en el
caso de las dinámicas propias del barrio de La Merced—la posibilidad
de un deterioro por abandono, después de un deterioro debido a un
uso demasiado intenso.
Este desfase entre el centro geométrico y los polos de atracción es
constitutivo de una mutación del funcionamiento de los espacios cen­
trales, que tradicionalmente eran asimilables a la “confluencia entre
densidad residencial y comunicacional” (Bordreuil, 1994). A la salida
de la población acomodada del centro a fines del siglo XIX y princi­
pios del siglo XX, sucedió la expulsión de ciertas funciones centrales,
ya fuera en el marco de reorganizaciones funcionales impulsadas por
los actores privados conjuntamente con las autoridades locales, a par­
tir de los años sesenta en ciertas ciudades, o bajo la forma de interven­
ciones voluntaristas de los poderes públicos, en relación con el surgi­
miento de una política patrimonial en los años ochenta. 21
Patrice M elé

Como hemos visto, el análisis, en términos de “crisis de los cen­


tros”, de la necesidad de reducir los flujos hacia el centro puede indu­
cir a ciertos planes a preconizar la supresión de todas las funciones
centrales -en el sentido de su capacidad para impulsar flujos- del cen­
tro histórico. De hecho, al deslocalizar ciertas funciones, las autorida­
des no desplazan solo comerciantes o transportistas: al eliminar ciertas
formas de apropiación del espacio, realizan una selección dentro de las
prácticas de frecuentación del espacio central por parte de la pobla­
ción. Una de las funciones del centro, considerado como dispositivo
espacial que establece una síntesis entre diferentes usos y prácticas de
la ciudad, tiende a desaparecer, así como su capacidad para constituir­
se y reforzar su consistencia, a partir “de efectos de entorno” construi­
dos mediante la interacción de diferentes usos, prácticas y funciones
dentro de un mismo espacio. Se desplazó una parte de las funciones
tradicionales; sin embargo, desde el punto de vista de los responsables
del ordenamiento, no solo se ha reforzado el carácter exclusivo del
centro, sino que se han reactivado las “suprafuncionalidades” políticas
y culturales, las cuales deben dar sentido al espacio central como sím­
bolo de la historicidad de la ciudad y la nación. Mediante la regula­
ción de los flujos, la accesibilidad del centro se ha reforzado, aunque
la frecuentación del centro ha disminuido.
El efecto de entorno o de contexto, que tradicionalmente era cen­
trípeto, se ha convertido en el símbolo de la congestión, de las crisis
del centro, volviéndose por lo tanto ampliamente centrífugo (Bor-
dreuil, 1986). De hecho, la especialización, tanto entre los espacios
internos del centro como entre los tipos de comercios ubicados en el
centro y en la periferia, se ha llevado a cabo a través de la selección
entre las actividades que privilegian la calidad del acceso para las cla­
ses medias, y aquellas que favorecen el efecto de mercado o de reu­
nión, la cercanía y la interacción de todas las actividades. Ciertos acto­
res económicos particularmente apegados al centro experimentaron la
imposición de la reubicación como un exilio lejos de la muchedum­
bre; y a pesar de la mejoría teórica de su accesibilidad, muchos consi­
deraron haber perdido la cercanía con la mayor parte de sus clientes.
Producción de los centros y formas de acción pública

En las mutaciones de los espacios centrales cabe advertir la volun­


tad de invocar un nuevo orden de funcionamiento de la ciudad, una
nueva ciudad, mediante la construcción de los elementos que deben
permitir y celebrar su advenimiento. El espacio central se modela en
función de referencias a otras situaciones urbanas, ya sea a una imagen
de la ciudad histórica o a modelos extranjeros “utopizados”2 o deslo­
calizados. Para decirlo de manera más exacta, la mutación del espacio
central puede percibirse como resultado de una tensión conflictiva
entre esta visión del sentido de la acción pública y las apropiaciones
del suelo por parte de los actores locales.
Ciertas operaciones de urbanismo (por ejemplo, el river walk de San
Antonio) en ocasiones se erigen en modelo, sin tomar en cuenta las
modalidades de su realización. Esta fascinación por la reintroducción
del agua en el corazón de las ciudades mexicanas (en Puebla, Mon­
terrey, así como bajo la forma de jardines en Guadalajara) constituye
también una fascinación por la ciudad europea, aquella de las relacio­
nes entre la ciudad y el río. Entre parque de diversiones y reconstruc­
ción de una actividad callejera evocadora de la ciudad ya sea españo­
la, europea o mexicana -de acuerdo con una visión tejana-, el river
walk aparece hoy en día como un éxito de ingeniería financiera, aun­
que por muchos años esta operación de urbanismo iniciada a fines de
los años treinta se consideró como un fracaso.
Se desplazaron ciertas funciones, se reforzó la imagen de los espa­
cios heredados, así como su legibilidad como espacios específicos den­
tro de la ciudad. De cierta manera, estas tendencias van a la par con la
trivialización de este espacio a partir de la extensión de la parte valo­
rizada del centro. Se destruyeron los centros populares comerciales co­
mo medio específico, los barrios populares se ven sometidos a inten­
tos de mutación de la imagen y de las funciones urbanas. Los centros
de la ciudades ya no constituyen un espacio central multifuncional,
2 En el sentido en que los modelos de funcionamiento de la ciudad, explícitos o implí­
citos en las acciones de acondicionamiento, no constituyen referencias a las ciudades
reales, sino a imágenes, conceptos, representaciones. Como observa Augustin Berque
(1993: 62), para convertirse en modelo una ciudad particular debe ser deslocalizada.
Patrice M elé

caracterizado por la presencia de usos populares y la inscripción de


ciertas formas de las relaciones ciudad-campo, sino un espacio urbano
donde es posible llevar a cabo, dentro de otro marco, ciertas prácticas
de la ciudad antes limitadas a los espacios periféricos; tal es el sentido
de la integración de espacios del tipo plaza periférica en el centro de
ciertas ciudades mexicanas, así como del desarrollo de restaurantes o
cafeterías para una clientela acomodada en el interior de ciertos edi­
ficios históricos. La historicidad del sitio remplaza en este caso las áreas
verdes acondicionadas en los espacios comerciales periféricos. En
Puebla, así como en la ciudad de México, se está desarrollando este
tipo de enclave, incluso en las inmediaciones de los barrios populares.
El retorno de las actividades culturales al centro de la capital puede
percibirse de la misma manera (Panabiére, 1993). El festival del centro
histórico, celebrado desde 1994, que propone espectáculos en 21 sitios
del centro, refuerza la imagen de la especificidad del espacio central
histórico.
En las ciudades de provincia, la recalificación del centro permite a
ciertos tipos de inversionistas poner en marcha las mismas estrategias
en el centro, en el espacio urbano consolidado y en las periferias valo­
rizadas. La eliminación de la saturación, de la muchedumbre y de las
dificultades de acceso permite integrar el centro a un espacio urbano
caracterizado por la “isoaccesibilidad” (Bordreuil, 1994).

El cambio de la plaza central

En el caso de Guadalajara y Monterrey se modificó la escala de las pla­


zas centrales. Al modificar de manera tan espectacular la escala y el
acondicionamiento de las plazas centrales, ¿podemos decir que se ha
cambiado el centro de la ciudad y su percepción, que se ha modifica­
do la estructuración del conjunto del espacio urbano3y su percepción?
3 Adaptamos aquí una interrogante de Françoise Paul Lévuy y Marion Ségaud, quienes
214 se inspiran en Georges Perec: ¿Equivale el cambio de sitio de una plaza a un cambio
Producción de los centros y formas de acción pública

Para empezar, recordemos que en ambos casos no ocurre un cam­


bio de lugar de la plaza central, sino una reafirmación del centro de la
ciudad como lugar de inscripción de la operación de renovación. Los
diseñadores de las macroplazas adaptaron modelos de urbanismo y re­
novación a la manera específicamente mexicana de concebir la ciudad
y su evolución. Las nuevas plazas deben ser Central Business District
(CBD), malls, centro comercial o perspectiva urbana, pero se promue­
ven en la forma tradicional del acondicionamiento de la plaza central.
Al parecer, en ambos casos este tipo de intervención constituyó una
readaptación de proyectos de inspiración modernista, que se habían
multiplicado bajo la forma de propuestas de arquitectos desde los años
cincuenta y que aliaban renovación y acondicionamiento de las plazas
centrales. Se trataba de crear, mediante la magnitud de los proyectos,
una plaza a escala de la ciudad moderna, de recalcar la obsolescencia
de la escala tradicional de las plazas existentes, las cuales habían perdi­
do su capacidad para organizar simbólicamente el conjunto de la trama
urbana de la ciudad. Cada una de estas dos ciudades poseía varias pla­
zas en su centro; las operaciones de habilitación también constituyeron
la producción de un centro único. Los nuevos espacios creados se rela­
cionan directamente con el conjunto de la ciudad; así, las macroplazas
se encuentran comunicadas mediante vías rápidas y cuentan con esta­
cionamientos subterráneos. El nuevo espacio creado puede integrarse
a las prácticas de la ciudad, caracterizadas por la vivienda unifamiliar y
el desarrollo de bulevares urbanos que concentran actividades accesi­
bles en automóvil. Para decirlo en el lenguaje del urbanismo, median­
te la apertura de un espacio vacío en el centro, estas plazas intentan dar
un sentido al mosaico urbano de la ciudad.
Aunque constituyen una operación de urbanismo a escala del con­
junto de la ciudad, las nuevas plazas fueron concebidas, sin embargo,
para impulsar la mutación de los espacios centrales. Ahora bien, hemos
visto que su impacto sobre la revalorización de la trama urbana cen-
dentro de la ciudad o a un cambio de ciudad? Georges Perec se interrogaba acerca del
cambio del lugar de la cama dentro de una habitación: ¿puede decirse que se cambia
de habitación, o de qué? Véanse Françoise Paul-Lévuy y Mario Ségaud (1983:19) 215
Patrice M elé

tral permanece limitado. La construcción de nuevas plazas se ha tra­


ducido en la producción, en el centro de la ciudad, de un nuevo tipo
de espacio, que permanece claramente identificado y separado del
conjunto de la trama urbana central, por el tipo de espacio creado, por
el modo de tratamiento y el cuidadoso mantenimiento de los espacios
públicos, por la separación de las vías de circulación y de las vialida­
des que con frecuencia son subterráneas. Por cierto tiempo, la dura­
ción de las obras y las condiciones de su financiamiento congelaron
los espacios cercanos. A escala del conjunto de la ciudad, aun cuando
fue reactualizada la “centralidad” del centro, no parece ser que la per­
cepción de este último se haya modificado significativamente. Es el
espacio de la renovación el que ha aparecido como tal dentro de una
tipología de los espacios urbanos con un importante potencial de ima­
gen. Debido a su imagen, pero también a sus funciones, los espacios
de renovación siguen siendo espacios específicos. En el orden de las
prácticas urbanas, la población se ha vuelto a apropiar de estos espa­
cios en una menor escala, como espacios de paseo, y los ha transfor­
mado enjardines públicos densamente frecuentados.
Las nuevas plazas son espacios “sobreexpuestos” (Chelkoff y
Thibaud, 1992: 8) en relación con el resto de la trama urbana de los
centros de las ciudades; esta valorización establece una jerarquización
dentro de los espacios centrales, al crear de cierto modo un espacio
situado fuera del piso, que si bien está arraigado en la ciudad como su
nuevo corazón simbólico, se encuentra al mismo tiempo distante de
los barrios cercanos, debido a su monumentalidad misma. Para el pea­
tón, la transición entre las calles cercanas y las plazas resulta a menu­
do problemática. Las macroplazas tienden a neutralizar el espacio co­
mún del centro, aun cuando en Monterrey las políticas de construc­
ción de imagen y de prosecución de la renovación provocan el surgi­
miento de otros espacios con una fuerte legibilidad dentro del centro
tradicional (Barrio histórico, Santa Lucía) y aun cuando, en Guadala­
jara, se mantienen otros sectores valorizados del centro.
El sentido de la acción sobre la ciudad puede percibirse de mane­
216 ra diferente. En Guadalajara, se trata de la continuación de una anti­
Producción de los centros y formas de acción pública

gua tradición de señalamiento mediante la constitución de espacios


públicos en el centro, de modificación de la estructura de la ciudad a
través de un nuevo tipo de espacio vacío que une a las dos partes del
centro. En Monterrey, se trata de un intento de reconquista, de nuevo
centramiento de la ciudad, que ha desembocado, pese a tener una
intención diferente, en la creación de un polo fuerte para la inscrip­
ción de los poderes públicos en la ciudad. Las dificultades de constitu­
ción de un CBD se tradujeron en esta ciudad en la creación de una
ciudad administrativa y cultural. En Guadalajara, se trató ante todo de
crear un centro comercial y de poner en perspectiva los principales
monumentos. La Plaza Tapatía puede analizarse como un dispositivo
que permite colocar en el mercado un producto inmobiliario del
mismo tipo que los locales que se ofrecen en los nuevos centros co­
merciales periféricos, como una “calle” peatonal renovada, más que
como el afán de realizar un centro directivo a escala de la ciudad.
El lenguaje urbanístico usado es el mismo -la apertura de nuevas
plazas como marco de una operación de renovación—y en ambos casos
se trata de un proceso de significación en el sentido de la semiología,
es decir, de una unión entre un significante, el nuevo espacio creado y
un significado: la puesta en escena de la memoria y de la identidad lo­
cal y su reactualización dentro de un espacio que a la vez encarna la
modernidad y la continuidad de la ciudad. La intención, así como las
formas arquitectónicas, pueden ser diferentes: la constitución de un
CBD o de una operación de renovación con una base comercial y ter­
ciaria. Sin embargo, como lo señala Roland Barthes, los “significados
son como seres míticos de una extrema imprecisión [...], los significa­
dos pasan, los significantes permanecen” (Barthes, 1985: 267). En el
caso de Monterrey, la intencionalidad, la del CBD, del significado frus­
trado, ha desaparecido, y ha permanecido el significante: el nuevo espa­
cio que puede ser reasumido por nuevas significaciones, que vuelve a
inscribir en la ciudad las actividades político-administrativas y cultura­
les, con el lenguaje de un CBD de los años 1960-1970.
Nos encontramos lejos del supuesto funcionalista característico de
la legitimidad planificadora: “la función crea la forma” (Ostrowetsky, 217
Patrice M elé

1994). Para decirlo en términos más exactos, se observan las vicisitu­


des de una nueva puesta en orden funcionalista de la ciudad, así como
la complejidad de las relaciones entre dinámicas de los espacios cen­
trales y proyectos de los urbanistas y responsables del acondiciona­
miento.

Poderes locales y acción pública

Como gran parte de la acción local en México, las intervenciones pú­


blicas sobre los centros con frecuencia se asimilan a decisiones perso­
nales de los gobernadores, quienes controlan a la vez los canales de
financiamiento y la escena política local. Pero resulta que la figura de
un gobernador “empresario” tiende a remplazar aquella del político
que fundamenta su capacidad para desarrollar la ciudad y el territorio
en la posición que ocupa dentro del sistema de poder del PRI; más
exactamente, hoy en día los actores políticos locales deben expresarse
y ser de mucho peso en ambos ámbitos. Sin embargo, los gobernado­
res siempre aparecen como “demiurgos” o “príncipes constructores”
(Solinis, 1984) que buscan inscribir su mandato en la morfología urba­
na y marcar la historia de la ciudad. Sin embargo, su capacidad de
acción propia es limitada, e incluso en el caso de las macroplazas con­
cebidas durante el período de prosperidad anterior a la crisis de 1982,
intentaron recurrir a un financiamiento privado.
Además, el poder federal es omnipresente; así, una de las bases de
la capacidad de acción de los gobernadores consiste en que encarnan
la inscripción local de la voluntad presidencial, o en que pueden
demostrar la magnitud del apoyo presidencial, garantía de financia­
miento y posibilidad para eliminar todos los obstáculos políticos.
Fueron los presidentes de la República los que inauguraron las macro­
plazas, lanzaron solemnemente el programa Angelópolis en Puebla,
firmaron los decretos de declaratoria de zona de monumentos histó­
ricos. En el caso de la administración de la ciudad de México, el peso
218 de la federación y del gabinete presidencial es importante, no solo
Producción de los centros y formas de acción pública

durante la reconstrucción, sino también en las negociaciones políticas


en torno a conflictos localizados en el centro histórico.
En México, la acción pública sobre los centros se caracteriza a la
vez por una importante centralización de los recursos, así como por
una normalización relativamente débil de los procedimientos y formas
de intervención. Fuera de la política del patrimonio, la acción sobre los
centros no puede estudiarse como la proyección sobre el territorio de
procedimientos o de herramientas nacionales de financiamiento.
Federación, gobiernos estatales y municipios ni siquiera son actores
formalmente iguales, las diferencias en cuanto a recursos y peso polí­
tico son omnipresentes. Estamos lejos de una situación de contractua-
lización a la francesa, gracias a la cual el Estado reconstituye su acción
territorial a partir de la creación de un espacio de negociación y con-
certación entre actores teóricamente iguales. Sin embargo, el carácter
federal de la república mexicana refuerza la capacidad de acción, real
o simbólica, de los gobiernos estatales. Por otra parte, las medidas de
descentralización, la atribución a los municipios de competencias ge­
nerales de urbanismo y la nueva situación de competitividad electoral
refuerzan el peso de la institución municipal, el formalismo y la estruc­
turación de las relaciones entre distintos niveles de poder.
Estas tendencias no son específicas de la acción pública sobre el
centro. Sin embargo, la acción sobre el centro histórico aparece como
un campo de relaciones particulares entre las distintas instancias; nin­
guno de los niveles de poder puede abandonar estos espacios, que
poseen una importante carga simbólica para la identidad de la ciudad.
En torno a la intervención y definición de una acción pública sobre
los centros se han creado organismos de consulta y de concertación
entre los actores federales y locales; estas distintas formas de consejo
del centro histórico integran un gran número de asociaciones corpo-
rativistas (colegio de arquitectos, cámara de comercio y de industria),
las universidades y ciertas asociaciones locales. Este tipo de órgano
consultivo también existe a escala de la ciudad, bajo la forma de ins­
tancias de concertación establecidas por el municipio para integrar
asociaciones locales o comités consultivos del PRI, que asocian acto­ 219
Patrice M elé

res y personalidades no “institucionales”. Las instancias de concerta-


ción entre los distintos actores sobre el centro histórico no parecen
constituir verdaderos organismos de poder, sino que instituyen y for­
malizan una escena informal conformada mediante la interacción de
los diferentes actores que tienen la responsabilidad del ordenamiento
del centro.
Las relaciones entre los poderes públicos se caracterizan por cierta
opacidad; tradicionalmente, las instancias oficiales encargadas de la
concertación y la coherencia entre los distintos niveles de poder solo
desempeñan un papel menor ante las relaciones políticas. El regateo
generalizado que parece prevalecer en las relaciones entre actores no
equivale al establecimiento de una acción pública contractualizada
(Gaudin, 1995); con todo, este suele inscribirse directamente en el
orden de lo político: se trata de una gestión negociada de las afianzas
y oposiciones, tanto en el interior del sistema de poder del PRI como
con los partidos de oposición.
En el orden del anáfisis político, el aporte de la presente investiga­
ción consistió en evidenciar ciertas modalidades del específico con­
texto de acción construido para el acondicionamiento de los centros
de las ciudades mexicanas y en analizar las modalidades de la acción
pública y de ciertos “procesos de organización de los contextos de
acción empíricos” (Friedberg, 1988) específicos de la acción pública
sobre los centros. En cada situación local, pudimos delimitar las moda­
lidades de estructuración de contextos de acción siempre específicos
de las ciudades y del tipo de acción de que se trate. Las tendencias na­
cionales de las relaciones entre actores o grupos de sociales se distin­
guen en cada situación local mediante aquello que ha recibido el
nombre de “efectos de territorio” para caracterizar las dinámicas his­
tóricas de las formaciones sociales localizadas (Gaudin, 1989: 274), o
ciertas modalidades particulares de las formaciones socio-espaciales
(Di Meo, 1985: 681).
Cada ciudad puede analizarse como una entidad caracterizada por
un sistema de acción local, por una red de actores que intervienen
220 dentro de un campo de acción local, definido por las posiciones y las
Producción de los centros y formas de acción pública

correlaciones de fuerzas entre cada uno de los actores implicados. El


ámbito local de intervención sobre los espacios centrales no es un sim­
ple reflejo de las relaciones entre los actores locales, sino que también
intervienen en él fuerzas exteriores: el poder de los discursos, posicio­
nes y textos reglamentarios nacionales, las acciones internacionales de
cooperación, así como el peso de ciertos modelos culturales. Los siste­
mas locales de acción poseen la capacidad de determinar las modali­
dades de arraigo territorial de las políticas públicas. En Francia, las
ciencias políticas han estudiado este tipo de proceso en el marco de la
instrumentación de la política de descentralización, y han demostrado
que incluso dentro de un contexto en el que el peso de los procesos
nacionales es más importante que en México, “el poder local no
puede considerarse como un simple instrumento de transmisión de las
políticas elaboradas a nivel nacional. Posee su propia densidad, su di­
mensión específica, no es la simple traducción espacial de conflictos
de clases nacionales, sino el resultado de una historia local particular”
(Briquet y Sawicki, 1989: 8). En el caso de México, al parecer son las
condiciones y la legitimidad de la acción pública las que deben rene­
gociarse en cada situación local.
Hemos estudiado un modo de territorialización específico de las
ciudades mexicanas, así como las modalidades específicas de esta terri­
torialización, de acuerdo con Jean Rémy (1988: 75), para quien la
territorialidad consiste en compartir diariamente un espacio, con todo
lo que esto supone en cuanto a la regulación de los intercambios. Por
consiguiente, cada centro se caracteriza por un modo de territoriali­
zación de los distintos actores y actividades urbanas, específico en el
tiempo y el espacio; pero también por un modo de territorialización
de la acción pública, como resultado de una capacidad de acción local
sobre la ciudad.
Las relaciones entre actores dentro de un espacio concreto institu­
yen una capacidad de acción colectiva sobre la ciudad. El nivel, las
temporalidades, el interés por los espacios centrales o heredados difie­
ren según las ciudades. Esta capacidad de acción colectiva sobre la ciu­
dad condiciona la evolución de los espacios concretos. 221
Patrice M elé

Al parecer, el surgimiento del interés por los espacios centrales por


parte de los poderes públicos reposa en parte sobre su voluntad de
hacer visible la acción pública, sobre su deseo proclamado de volver a
poner en orden la ciudad, con lo cual demuestran su voluntad de rup­
tura con las situaciones de laisser-faire y de incapacidad de acción debi­
da a los problemas del rápido crecimiento urbano. Sin embargo, aun­
que el espacio político local tiende a ser cada vez más competitivo,
parece ser que la acción pública local en México no reposa en una
adaptación fina a la popularidad o a las dificultades de instrumenta­
ción de las medidas tomadas. En el contexto europeo, Pierre Henri
Derycke intentó construir un modelo de interacciones político-eco­
nóm icas y de regulación del sector público local que evidencia una
función de popularidad del gobierno local, que caracteriza la adhesión
o el rechazo a las políticas instrumentadas; una función de reacción de
los mandatarios locales, quienes adaptan sus discursos y prácticas a las
reacciones de los potenciales electores para asegurar su reelección y la
reproducción del sistema local (Derycke 1992:106). La no reelección
desactiva en México este ciclo de adaptación, el cual es sustituido por
la demostración de una voluntad política que debe plasmarse rápida­
mente dentro de los espacios concretos.
El urbanismo y el acondicionamiento se perciben como herra­
mientas que permiten arraigar en el territorio la voluntad de algún
político y como el medio para iniciar grandes obras y proclamar la efi­
cacia del sistema de gobierno del PRI. Sin embargo, la crisis de legi­
timidad del régimen y la necesidad de una muy rápida intervención
sobre la ciudad refuerzan el carácter conflictivo de toda intervención
urbana. Estos conflictos son manejados esencialmente por los poderes
públicos en el orden de lo político, aunque también conducen a redi-
mensionar los proyectos y adaptarlos a la situación local. Si bien el
campo de intervención específico sobre los centros, estructurado me­
diante los textos reglamentarios y las posiciones de los “especialistas”,
refuerza el papel de la gestión urbana, la gestión negociada del con­
flicto sigue predominando ampliamente sobre el urbanismo de parti­
cipación, de mediación y sobre el proyecto urbano. Sin embargo, po­
Producción de los centros y formas de acción púbuca

dría afirmarse que la situación mexicana se caracteriza por una ten­


dencia al desarrollo de una gestión urbanística del conflicto que viene
a completar, y no a remplazar, las formas tradicionales de gestión polí­
tica. Tal es, al parecer, el papel que desempeñan los estudios y progra­
mas realizados tanto en Puebla como en la zona sur de la Alameda en
la ciudad de México.

Disposiciones locales y orden jurídico

El ejemplo de la juridicización de la política del patrimonio no solo


muestra la progresiva producción de normas y reglamentos que permi­
ten afinar la intervención estatal sobre los bienes cuya protección fue
declarada de utilidad social, sino también revela que la juridicización
del culto a los monumentos y la progresiva institucionalización de los
especialistas (conservadores o restauradores) contribuyen a la identifica­
ción, valorización y producción de un espacio urbano específico. Sin
embargo, persisten otras legitimidades: la de los propietarios, de los po­
deres locales y de la planificación urbana, así como la de los habitantes,
usuarios y comerciantes. En numerosos casos, a partir de estas lógicas,
se cuestiona la legislación federal de protección, criticada por ser dema­
siado estricta y por impulsar la lenta destrucción de los centros históri­
cos, en la medida en que introduce ciertas limitaciones a la voluntad de
reinversión de los actores privados. Se considera que esta reinversión es
susceptible de romper con la imagen de centros deteriorados, caracte­
rizados por vecindades históricas en muy mal estado.
Existen numerosas entidades creadoras de derechos: la federación,
los estados federados, los municipios, así como ciertas instancias inter­
nacionales. Las modalidades precisas de las intervenciones públicas
sobre los centros no son el resultado de la ley de 1972 y de su regla­
mento, sino de la construcción de prácticas por parte de los actores
locales, a partir de este conjunto de normas y de reglas a las cuales pue­
den recurrir para legitimar y apoyar sus acciones. El pluralismo de las
formas y discursos jurídicos o normativos a disposición de los actores 223
Patrice M elé

constituye un elemento clave de estas transacciones, negociaciones y


adaptaciones locales. Si bien la ley federal otorga al Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) el monopolio del peritaje legíti­
mo por encima de los expertos y eruditos locales, este monopolio
puede ser cuestionado mediante el recurso a una normativa interna­
cional que viene a introducir otro nivel de legitimidad de las acciones
y políticas sobre el patrimonio.
Dentro del funcionamiento de la gestión local urbana, estos cen­
tros creadores de normas y prácticas jurídicas y reglamentarias gene­
ran reglas que pueden competir unas con otras y ser utilizadas por
actores locales en negociaciones o reivindicaciones políticas. Esta plu­
ralidad de las referencias jurídicas introduce una mayor complejidad
en el funcionamiento de la relación poder local/poder federal, una
complicación del juego político local que permite a los poderes loca­
les delimitar espacios de intervención incluso en un ámbito en el cual
la instancia local parecía haber quedado totalmente marginada por la
ley de 1972. Al parecer, el peso de la legislación federal es inversamen­
te proporcional al nivel de la legislación local anterior a la ley. En las
ciudades históricas importantes, capitales estatales, donde el pasado de
la ciudad es fuertemente constitutivo de la identidad y grandeza local,
la valorización de los principales monumentos, así como del espacio
urbano (traza) en su volumetría e imagen, es con frecuencia añeja, y
los gobernadores anhelan inscribirse en la historia local como protec­
tores del patrimonio. Si bien las modalidades de adaptación o de con­
flicto entre las instancias federales y locales son diferentes, como lo
hemos analizado, precisamente, en el caso de Michoacán y de Zaca­
tecas, e incluso de Puebla, en todas partes las autoridades locales ambi­
cionan conservar cierta competencia sobre el patrimonio. Por el con­
trario, en el estado deTlaxcala, que no posee ciudades “históricas” im­
portantes ni tradición de protección, el gobernador instrumenta la
legislación federal para llevar a cabo la protección del aspecto típico
de las pequeñas ciudades.
Estas complejas modalidades de relación entre los estados y la fe­
deración, que tienden a la especificidad de cada situación local, no son
Producción de los centros y formas de acción pública

privativas del funcionamiento de la protección del patrimonio, sino


que constituyen una característica de la “gestión cotidiana del Estado
sobre el territorio [...] combinación compleja del funcionamiento del
gobierno federal y de los estados, que se encuentra cada vez más ale­
jada de los marcos constitucionales” (Azuela, 1993:87). De hecho, cabe
cuestionar la hipótesis, demasiado apresurada, de un puro formalismo
del federalismo mexicano: pese al poder del presidente y del partido
hegemónico, México no es un país totalmente centralizado. La capa­
cidad de los estados para legislar no es una simple ficción que serviría
para integrar ciertas evoluciones federales a las leyes locales; es un espa­
cio de poder que los gobiernos pueden utilizar con el fin de reforzar
las competencias de las administraciones locales frente a los represen­
tantes del poder federal e incrementar su influencia durante las nego­
ciaciones entre niveles de poder.
El gobierno federal no posee el monopolio de la producción de
normas jurídicas, pese a que las leyes federales no suelen tomar en
cuenta esta capacidad de producción de leyes locales -una situación
que puede conducir a trabar las relaciones “legales” entre poder fede­
ral y poder local-. Dos evoluciones contradictorias parecen haber teni­
do lugar en el ámbito de la protección del patrimonio: por una parte,
el paso de una ley de 1934, que solo otorgaba una competencia a la
federación en el Distrito Federal y sobre los monumentos de los que
era propietaria, a una ley de 1972, que oculta las competencias de los
estados; por otra, una situación más diversificada donde se recurrió a
distintas fórmulas jurídicas para integrar las prácticas locales de protec­
ción al ámbito del derecho: un decreto federal que instaura una con-
tractualización entre la federación y el estado en el caso de Michoacán,
una integración de los criterios federales en una ley local en el caso de
Zacatecas y el reconocimiento de monumentos y zonas típicas de la
competencia del gobierno estatal en el caso de Puebla y algunos otros
estados.
La hipótesis de la existencia de un pluralismo jurídico parece con­
firmarse a través del anáfisis de la juridicización del patrimonio; no
solo existe una pluralidad de derechos rivales, estatales, infraestatales, 225
Patrice Melé

supraestatales (Carbonnier, 1992), sino también distintas formas de


instrumentación de las regias de derecho y prácticas jurídicas o para­
jurídicas por parte de los actores locales. El concepto de pluralismo
jurídico, desarrollado por la sociología y la antropología jurídica y
reintroducido en los análisis urbanos latinoamericanos por Antonio
Azuela (1995), parece particularmente esclarecedor para comprender
las relaciones entre las normas y la realidad de las intervenciones de
los poderes públicos, así como la complejidad de las prácticas de los
sistemas de actores locales en México. Tal concepto permite ir más allá
de la simple comprobación de la ineficacia de la ley y de los planes
para acceder a una comprensión de las complejas modalidades de las
relaciones “cotidianas” entre distintos niveles de poderes y de la ges­
tión de las interacciones entre los diferentes tipos de actores y el espa­
cio urbano. Asimismo, permite ampliar el concepto del derecho dog­
mático, que sólo integra las leyes y reglamentos del derecho objetivo,
para tomar en cuenta al conjunto de las prácticas o acuerdos resultan­
tes de negociaciones locales entre actores.
Para los habitantes, las referencias al patrimonio constituyen un
argumento en las negociaciones para impedir la destrucción de las
vecindades y la puesta en marcha de los programas de renovación. El
carácter federal de la legislación y la existencia de instancias interna­
cionales a las cuales pueden recurrir las asociaciones de vecinos o de
protección del patrimonio, contribuyen a reducir el carácter discre­
cional de las acciones de los propietarios o de los poderes locales. Lo
mismo que dentro de una organización, la regia, la norma y el regla­
mento no solo constituyen una imposición por parte de la jerarquía,
sino también “un instrumento en manos de los ejecutantes” (Fried-
berg, 1993), en este caso: la población, las organizaciones o los actores
económicos.
La multiplicación de las referencias jurídicas concede la posibilidad
a algunos grupos o movimientos urbanos de expresar su oposición a
ciertas decisiones locales con base en la ley federal o en recomenda­
ciones internacionales, y de intentar encontrar una solución median­
te derecho, y no por la vía de la negociación política y de la gestión
Producción de los centros y formas de acción pública

negociada de los conflictos. El orden jurídico se utiliza para definir la


legitimidad de la posición de cada uno de los actores involucrados; las
asociaciones de propietarios o locatarios intentan arraigar su afán de
permanecer en el centro dentro de un conjunto de reglas y discursos
sobre el patrimonio, a los cuales se otorga la capacidad de preservar
algunas comunidades sociales que ocupan el centro de la ciudad (patri­
monio intangible). El derecho a la ciudad, el derecho reivindicado a
permanecer en el centro, ya no es solo la conciencia de tener un dere­
cho dentro de una juridicidad subjetiva (Carbonnier, 1994: 313), sino
el intento por hacer valer este derecho subjetivo al utilizar elementos
del derecho objetivo de protección del patrimonio, tal como aparece
a través de los discursos de las instancias nacionales e internacionales
de protección. Sin embargo, el sistema normativo mexicano no con­
cede derechos objetivos a la población, sólo el monumento se consti­
tuye en sujeto del derecho de protección. Además, la valorización de
los monumentos se instrumenta casi siempre para lograr impulsar un
cambio de uso o de apropiación de los monumentos por parte de cier­
tos tipos de usos considerados como no legítimos o responsables de
desvalorización.
Hoy en día, una parte significativa de las prácticas urbanas de cons­
trucción y de los trabajos dentro de los edificios existentes no solo se
rige por las normas jurídicas del sistema de protección, sino que estas
normas también se han integrado a las modalidades de la gestión urba­
na cotidiana por parte de los poderes locales. Sin embargo, no hay que
analizar esta situación como una evolución lineal que afirmaría que las
instancias jurídicas tienen cada vez mayor importancia para abrir el
campo de funcionamiento de un derecho urbano generalizado, dentro
del cual el poder de la ley se constituiría en árbitro entre el Estado y
los ciudadanos y entre los poderes de las distintas formas de actores
locales. No hay que oponer la multiplicación de las formas e instan­
cias de juridicización de lo urbano a la gestión política del espacio
urbano, sino subrayar que el orden jurídico ocupa un sitio cada vez
más importante en la gestión política del espacio urbano y en los con­
flictos urbanos, en la medida en que constituye una de las principales 227
Patrice Melé

instancias de legitimación de la posición de los diferentes actores y un


recurso que se puede usar para hacer valer su posición en la negocia­
ción. El conjunto de reglas, leyes, normas y prácticas desarrolladas en
torno al culto a los monumentos se halla en el centro de los conflic­
tos por la apropiación real o simbólica de los espacios centrales. Los
conflictos en torno a los espacios centrales también son conflictos para
interpretar el derecho, los derechos de los monumentos, del espacio
público, de la población y de los propietarios, es decir, las modalida­
des de la construcción conflictiva, no solo de un derecho urbano, sino
también de los derechos a la ciudad.

Acción pública y actores privados

Los espacios centrales son espacios cargados de valores particulares:


valores de uso, de historicidad, de posición. Los poderes públicos in­
tentan actuar sobre esta valorización diferencial e impulsar mutacio­
nes en los usos, imagen y percepción de ciertas zonas, destinadas a salir
de una situación calificada como “crisis” de los centros. Este tipo de
práctica tiene como finalidad dar inicio a mecanismos de valorización
por medio de intervenciones con efectos catalíticos (Ascher, 1995).
Sin embargo, la percepción y la valorización de los centros de las
ciudades constituyen un complejo proceso, que se construye durante
largo tiempo a través de las prácticas, los discursos y las imágenes de
la ciudad. En numerosos casos, los intentos por utilizar la acción públi­
ca como “detonador” de la inversión privada han fracasado. Aunque
existen ciertas formas de inversión privada, esta no se debe a un tipo
de actor valorizado por el poder público, sino a una multitud de
pequeños inversionistas, propietarios y comerciantes que construyen
la dinámica de los espacios urbanos, incluso en los barrios populares.
El comportamiento de estos actores de la ciudad es poco conocido;
tanto los analistas como los poderes públicos, temiendo o tratando de
impulsar la participación de grandes inversionistas en bienes raíces e
inmobiliarios, no los toman en consideración. Al igual que los propie-
Producción de los centros y formas de acción pública

tarios-arrendadores, identificados por René Coulomb (1995), sus


comportamientos pueden escapar a una estricta lógica de rentabilidad
monetaria e inscribirse dentro de lógicas patrimoniales, de arraigo en
un barrio o de conservación de su posición a largo plazo. Estos peque­
ños inversionistas/especuladores no existen como grupo, su interven­
ción no se encuentra organizada en forma de una política pública es­
pecífica.
Mediante políticas de contra-imagen, los poderes públicos se es­
fuerzan por modificar la imagen y la reputación de ciertos lugares. La
mutación de la imagen de los espacios concretos debe modificar las
percepciones, las cuales suelen considerarse como susceptibles de im­
pulsar las prácticas. No obstante, si bien pudo modificarse la imagen de
los centros, las prácticas, tanto de las clases medias como de los inver­
sionistas, no siguieron este cambio. Se observa cierta independencia
entre la (re)valorización de ciertos barrios durante un tiempo largo, las
mutaciones de los espacios concretos, las dinámicas de frecuentación y
las estrategias de inversión.4
Fuera de ciertas medidas que permiten la venta en forma de con­
dominios, fuera de ciertos préstamos bancarios y de las reglamentacio­
nes sobre la vivienda de alquiler, hemos observado que las acciones de
los poderes públicos tienen un impacto relativamente limitado sobre
la producción y la dinámica de los mercados de la vivienda en los espa­
cios centrales. Esto constituye una importante diferencia con respecto
a lo que ocurre en Francia y en numerosos países europeos, donde las
medidas gubernamentales desempeñan un papel clave en la construc­
ción de un sector de la rehabilitación y las dinámicas del antiguo par­
que. Sin embargo, en México como en otros países, “las medidas
gubernamentales forman parte íntegra de las contradicciones estruc­
turales de los sistemas de producción y de circulación de las viviendas”
(Topalov, 1987: 25) y tanto la situación del antiguo parque como el
comportamiento de los actores se encuentran ampliamente determi­
4 AndréVant (1971) llegaba a conclusiones similares en el caso de la ciudad de Saint-
Etienne. 229
Patrice M elé

nados por el marco jurídico, las situaciones de bloqueo reales o su­


puestas, la ausencia de incentivo para la constitución de un sector
dinámico de la restauración y rehabilitación. Las leyes del patrimonio
delimitan ciertas obligaciones de los propietarios, sin inscribirlas en el
marco de políticas públicas.
Los poderes públicos parecen encontrarse en una perpetua espera
de la inversión o reinversión de actores privados. Se considera que la
acción pública debe canalizar una parte de los inversionistas privados
hacia los centros de las ciudades, mientras que estos últimos se intere­
san en otras partes de la ciudad. En el contexto particular de Monte­
rrey, hemos podido analizar el fracaso de la Gran Plaza y la incapaci­
dad de los poderes públicos para encauzar las prácticas de los grandes
grupos industriales. Las intervenciones públicas intentan modificar el
tipo de actores privados implicados en las dinámicas de los espacios
centrales. Hemos visto que una parte de los actores económicos que
toman a su cargo las funciones centrales tradicionales fueron expulsa­
dos de los centros. Además, a los propietarios actuales se los conside­
ra como incumplidos, incapaces de mantener en buen estado el par­
que habitacional, de llevar a cabo las mutaciones esperadas de imagen
y de funciones. Los programas de mejoramiento de la imagen urba­
na, a través de los incentivos para mantener las fachadas, implican una
constante reconstrucción; no existe un procedimiento de alineación
y de mantenimiento obligatorio que asegure un control permanente
de la acción de los propietarios. En la ciudad de México, después de
los terremotos, solo la expropiación y la posterior instrumentación
de programas de compra por parte de los locatarios hicieron posible
la reconstrucción y la rehabilitación. Posteriormente, el Fideicomiso
del centro histórico otorgó ayudas particulares a los nuevos compra­
dores de inmuebles en el centro. El programa Alameda creó un espa­
cio excepcional, atribuido a grandes inversionistas internacionales. En
Monterrey, la Gran Plaza intentó realizar una transferencia entre los
propietarios de los terrenos y los grandes grupos industriales, al ofre­
cerles la posibilidad de construir sus sedes monumentales; pero de
hecho, este proyecto se tradujo en una transferencia de la propiedad
Producción de los centros y formas de acción pública

del suelo hacia los poderes públicos. En Puebla, el programa del Paseo
de San Francisco intentó impulsar la inversión de grandes grupos
internacionales, negando a los propietarios, en una primera etapa, la
capacidad para participar en el proyecto de rehabilitación.
El programa de transferencia de potencial de desarrollo pretende
resolver esta contradicción entre las prácticas de la promoción inmo-
büiaria y el centro, al volver obHgatoria una “inversión” en la restaura­
ción del centro para los promotores de proyectos de gran altura que se
implantan en los nuevos espacios de centrabdad.
Unicamente la Plaza Tapatía se presenta como un dispositivo de
movilización de los propietarios, pero estos se ven obligados a parti­
cipar en un programa de renovación cuyo marco se encuentra estric­
tamente definido, incluso en la imagen urbana, por los poderes pú­
blicos. Asimismo, puede considerarse que los propietarios del centro
participan en el reacondicionamiento del espacio central mediante
los impuestos de plusvalía que se les impusieron, tanto en Monterrey
para la realización de la Gran Plaza como en Guadalajara para la rea­
lización de las nuevas infraestructuras. Se trata de una modalidad tra­
dicional de financiamiento de las infraestructuras, característica de un
acondicionamiento de la ciudad por y para los propietarios, que
podría oponerse a un acondicionamiento con fondos públicos por y
para los ciudadanos. La solicitud de “cooperación” por parte de los
usuarios o propietarios constituye una forma de financiamiento
generalizada para la introducción de servicios en las periferias. Sin
embargo, la crisis de legitimidad de los poderes públicos y el carác­
ter conflictivo de los proyectos públicos Emitan hoy en día el recur­
so a este tipo de proceso para financiar la intervención pública en los
centros.
El único caso observado de intervención masiva de capitales priva­
dos para la recaHficación de un espacio central es el de Puebla. Durante
un tiempo, las fundaciones Jenkins y Amparo intervinieron en simbio­
sis con los poderes públicos e hicieron posible el inicio de los progra­
mas de cambio de imagen del centro promovidos por el municipio.
Como hemos visto, se trata de una acción que se sitúa entre la Ínter- 231
Patrice M elé

vención subsidiada y la apropiación, bajo el control de un hombre de


negocios de envergadura nacional.
Por consiguiente, las relaciones entre actores públicos y privados
son complejas. Los proyectos públicos intentan canalizar la inscripción
territorial de una parte de los inversionistas privados y ponerse al ser­
vicio de sus supuestas necesidades. El acceso a la plusvalía y a la muta­
ción de las valorizaciones relativas del espacio urbano introducida por
las inversiones públicas, se considera como susceptible de atraer las in­
versiones privadas, al ofrecerles la expectativa de beneficios derivados
de una valorización del espacio central. Sin embargo, “la iniciativa pri­
vada” se caracteriza por un doble “incumplimiento”. Por una parte, se
critica a los actores privados implicados en el centro por su incapaci­
dad para mantener en buen estado sus propiedades y, por lo tanto, el
espacio urbano central. Por otra parte, los nuevos inversionistas, que
deberían movilizarse a través de las intervenciones públicas, permane­
cen alejados del centro. No obstante, ninguna medida ha intentado
modificar las condiciones de producción y de mejoramiento del par­
que antiguo para impulsar la implantación de un nuevo sector econó­
mico. La rehabilitación y la restauración no se construyeron como un
mercado gracias a subsidios a los propietarios o a medidas destinadas
a hacer solvente la demanda.5 Los empresarios, promotores sociales u
organizaciones populares que intentan realizar programas de vivienda
en el centro o desarrollar la rehabilitación, se enfrentan a dificultades
para relacionarse con el sector bancario, con ciertos sectores de la
administración local o con los organismos de protección del patri­
monio.
Por primera vez en México, las sucesivas crisis, las mutaciones eco­
nómicas y el cuestionamiento de las bases económicas tradicionales
plantean el problema de la atracción, no solo en términos de infraes­
tructura disponible, de disponibilidad de terrenos o de capacidad local
para imponer la paz social, sino también en términos de imagen urba­
na; tal es el caso, no solo de los proyectos analizados en las ciudades de
232 5 Como es el caso en Francia desde los años 1975.Véase DAEI (1989).
Producción de los centros y formas de acción pública

México, Puebla, Monterrey y Guadalajara, sino también de las políti­


cas de recalificación de los espacios centrales impulsadas a escala nacio­
nal por el programa de las 100 ciudades. Una buena imagen urbana se
convierte en símbolo de atractivo económico, de capacidad para atraer
capitales extranjeros en el marco del TLC. Se supone que la existencia
de proyectos elaborados de acuerdo con el vocabulario de la acción
sobre la ciudad de los inversionistas de Estados Unidos, debe asegurar
su llegada masiva y la valorización de sectores enteros del espacio
urbano. Sin embargo, las vicisitudes del proyecto Alameda ponen de
manifiesto las dificultades que implica la puesta en marcha de este tipo
de programa en el centro de la ciudad.

Interés general y territorialización de la sociedad

El espacio central ya no constituye el sitio exclusivo de inscripción de


la centralidad; quizá debería proponerse un valor de urbanidad, carac­
terizado por la densidad, la diversidad6 y la historicidad. La acción de
producción de los centros consiste también en una producción de la
ciudad, de la urbanidad, frente a las tendencias a la fragmentación y
atomización del espacio urbano. Ordenar, valorizar el centro históri­
co es, al mismo tiempo, reforzar la identidad local, la cohesión de la
sociedad local en torno a la imagen de la ciudad, sus especificidades
o su grandeza pretérita. Esta cualidad de diferenciación, de distinción
—que poseen los espacios centrales heredados—no se encuentra pre­
sente de la misma manera en el ordenamiento de la periferia. El auge
del reconocimiento de los centros por parte de la acción pública re­
fuerza la identificación colectiva de los habitantes de la ciudad.

6 Jacques Lévy propone sustituir el concepto de centralidad por el de urbanidad, con hin­
capié en la distribución de los valores de densidad y diversidad, y no solamente en el
de atracción; para él, la totalidad del espacio urbanizado puede describirse y estratificar­
se en función de la distribución de este valor de urbanidad. Véase Jacques Lévy (1994:
320). 233
Patrice M elé

Sin embargo, en los discursos de los poderes públicos sobre el cen­


tro y durante la instrumentación de las políticas de gestión del espacio
urbano, el “mito de la sociedad mixta” rara vez se encuentra presente.7
En México, las oposiciones y luchas en torno a los espacios centrales
se centran en la conservación de lo existente y el carácter popular de
ciertos barrios, por oposición a una aspiración abierta por impulsar una
gentrification, un retorno de los actores que han abandonado el centro.
Si bien ciertos proyectos se presentan como una integración de los
barrios populares (Plaza Tapada, Paseo de San Francisco), de hecho
constituyen intentos por ampliar la parte valorada del centro.
En los discursos sobre el acondicionamiento del centro suelen es­
tar ausentes las referencias a la necesidad de conservar los espacios
públicos frecuentados por el conjunto de la población. Las oposicio­
nes a los intentos de renovación adoptan la forma de movilizaciones
que luchan por conservar las “comunidades” específicas que constitui­
rían los barrios populares. Las luchas de los comerciantes de los mer­
cados o de los vendedores ambulantes son luchas por mantener, en
cierta forma, su apropiación del espacio central. En Puebla, tanto los
propietarios y comerciantes como los locatarios se oponen al proyec­
to de renovación. Pese a una afianza entre las organizaciones, una parte
de los propietarios desea conservar el control de las evoluciones urba­
nas y obtener el apoyo de los poderes públicos para impulsar el cam­
bio de pobladores. En el caso de las restauraciones o rehabilitaciones,
es el discurso de la reconquista el que legitima la acción pública ante
las clases medias y ciertas clases asalariadas: una reconquista que se
propone acabar con las funciones que ocasionan la congestión del
centro de la ciudad y la alteración de sus edificios.
La calle, y en particular la calle del centro, suele percibirse de
manera negativa, como el espacio de contacto obligado entre los dife­
rentes tipos de población; únicamente la población con un elevado

7 Mientras que, en otros contextos, este tipo de referencia constituye uno de los funda­
mentos de las políticas y de los discursos sobre los espacios públicos centrales.Véase Jean
Paul Laborie (1993:119).
Producción de los centros y formas de acción pública

nivel de vida cuenta con los medios para limitar sus prácticas urbanas
a un espacio de intimidad y mantenerse alejada de los usos populares
de la ciudad, distancia a la cual aspiran las clases medias y gran parte
de la población.
Contrariamente a otras situaciones urbanas, los discursos sobre los
espacios centrales de las ciudades mexicanas no incluyen referencias
obligadas al lazo social y a su deterioro. Más bien se trata de referen­
cias a una antigua ciudad “utopizada”, donde el conjunto de la socie­
dad “cabía” dentro de la traza; una época en la que el centro era el
lugar de inscripción, exposición y representación de las burguesías lo­
cales. El rápido crecimiento urbano se percibe como una masificación
de la ciudad y la pérdida de sus referencias y de su identidad.
En las ciudades de provincia, el centro de la ciudad todavía es el
sitio de inscripción de una “esfera pública política”, en el sentido de
Jürgen Habermas (1986). Los cafés y restaurantes del centro constitu­
yen el escenario de la vida política, donde se reúnen, cerca de los luga­
res de poder, los miembros de los distintos grupos políticos del PRI o
de oposición, artistas y eruditos locales, periodistas de numerosos dia­
rios, folletines de opinión o panfletos locales; las calles del centro tam­
bién son el escenario de manifestaciones de apoyo al régimen o de
opositores. Salvar el centro es ante todo liberar del peso de la masifi­
cación, de la presión de la congestión y del crecimiento urbano al es­
pacio privilegiado de las prácticas políticas de una parte de los actores
locales. En los discursos no parece existir vínculo alguno entre las aspi­
raciones a la democratización de la escena política local y la conserva­
ción o el acondicionamiento de los espacios públicos del centro como
lugar de encuentro, de convivencia social. Las mutaciones del sistema
político que se están presenciando, el surgimiento de una escena elec­
toral más competitiva y de una nueva relación con lo político sobre la
base de la creación de una opinión pública electoralmente activa, no
parecen tener traducción espacial alguna, fiiera de la conservación del
libre acceso al centro para las manifestaciones y de la inscripción físi­
ca de los partidos de oposición y de sus privilegiados sitios de encuen­
tro en el centro. 235
Patrice M elé

El centro tiende a ser percibido como un “bien común” para el


conjunto de la ciudad, gracias a la difusión de interés hacia el patri­
monio o hacia los monumentos intencionales. Sin embargo, la noción
de interés general que legitima las acciones de los poderes públicos
sobre la ciudad parece encontrarse poco presente. Es cierto que esta
situación no es privativa de México; pero hoy en día la dificultad que
experimenta este país para definir el interés general así como un espa­
cio de concertación, refuerza el carácter conflictivo de toda interven­
ción pública sobre la ciudad. La capacidad de los poderes públicos para
encarnar el destino de la ciudad y construir la ciudad como actor de
su desarrollo (Demesteere y Padioleau, 1992: 39), o bien para movili­
zar a los actores locales en torno a estos temas, se encuentra en crisis.
Además, la multiplicación de los actores públicos involucrados en el
ordenamiento de los espacios centrales pone de manifiesto la existen­
cia de varias legitimidades “públicas” distintas, que pueden oponer
entre sí a ciertos representantes de intereses “generales”, que también
son “particulares” (Janvier, 1995: 7), como son los de instituciones o
de colectividades distintas. El carácter público de la acción sobre la
ciudad de los poderes territoriales parece estar en crisis.
Pese a la escasa presencia de los discursos sobre el carácter mixto
de la sociedad y el carácter público de los espacios centrales, la crea­
ción de un ámbito de intervención, de negociación y de discusión
sobre el futuro de los centros parece ser uno de los pocos terrenos en
el que los actores públicos de hecho se enfrentan con estas nociones.
El “poder del centro” no solo consiste en que expresa el poder de
quienes se apoderan del mismo, sino también en que revela estas apro­
piaciones y las cuestiona, suscitando reacciones y tomas de posición
por parte de numerosos actores.
Para Claude Soucy, la fragmentación de las funciones centrales y
en particular la “desterritorialización” de las “suprafuncionalidades”
políticas y culturales de los centros, constituye la expresión de una cri­
sis de regulación de las sociedades (Bordreuil, 1986: 61). Me parece
que las tendencias que se observan en México evidencian el dinamis­
mo de estas “suprafimcionalidades” o, para decirlo en términos más
Producción de los centros y formas de acción pública

precisos, la conservación de ciudades ampliamente centradas, pese a las


tensiones contrarias y a la deslocalización de las funciones centrales. En
ciertos ámbitos, se perciben tendencias a la “(re)centralización”, con
base en la producción de un nuevo tipo de espacio urbano.
Las dinámicas observadas en los espacios centrales van, en mi opi­
nión, más allá del simple señalamiento del centro por parte de los
representantes del gobierno federal y de una sujeción del poder al
“poder del centro”. Ni el funcionalismo económico —la función crea
la forma—ni la puesta al descubierto del poder del centro y de su
apropiación, real o simbólica8, son capaces de dar cuenta de las diná­
micas y mutaciones en marcha dentro de los espacios concretos. La
dinámica urbana, aprehendida en su complejidad y sus contradiccio­
nes, da cuenta de las modalidades complejas de territorialización de
una sociedad, construidas a partir de las tensiones contradictorias en­
tre los distintos actores de la producción de la ciudad. Los espacios
concretos y su dinámica no son resultado de alguna intencionalidad
consciente o inconsciente de los actores (económicos, políticos o ad­
ministrativos), sino de las tensiones conflictivas entre las posiciones de
los distintos tipos de actores dentro de un ámbito de acción local. La
dinámica de los territorios traduce las modalidades de la inscripción
espacial de una sociedad, en el sentido en queYves Barel consideraba
que el cambio social podría aprehenderse bajo la forma de una diná­
mica territorial.9
El anhelo de la presente investigación ha sido el de dar cuenta de
un momento particular de la dinámica de territorialización de la
sociedad mexicana, de su relación con su historicidad y su devenir.

8 Véanse las conclusiones del estudio de Jéróme Monnet (1993:193) sobre la ciudad de
México; este autor considera que “para asegurar su propia reproducción, el poder esta­
blecido en el centro busca necesariamente controlar el acceso al mismo, para dejarlo
abierto únicamente a las fuerzas que contribuyen a su conservación”.
9 En la medida en que el territorio constituye lo “no-social, en lo cual lo social puro debe
sumergirse para acceder a la existencia” (Yves Barel, 1985:137). 237
Patrice M elé

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Modelos financieros para el
rescate del centro histórico
de la Ciudad de México
Manuel Perló Cohen 1y Juliette Bonnafé1
2

Introducción

1 centro histórico de la Ciudad de México comenzó a gene­


rar una atención creciente de las autoridades federales y loca-
í les hacia principios de los años setenta. D esde aquel entonces,
se aplicaron distintos programas y financiamientos públicos para res­
catar y desarrollar esta zona patrimonial ubicada en el corazón de la
capital del país. Estas acciones, aplicadas bajo el concepto de la recto­
ría del Estado (en algunos casos del gobierno federal, en otras del
gobierno local) han tenido diversos resultados cuya evaluación defi­
nitiva aún está por hacerse. En años recientes, sin embargo, el rescate
1 Investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM . Economista
por la UNAM y Doctor en Planeación Urbano-Regional por la Universidad de
California- Berkeley. Ha impartido la docencia en las Universidades de California,
Stanford, Javeriana, Autónoma Metropolitana de México y la UNAM . Ha realizado
investigación y publicado ampliamente en temas de vivienda y políticas urbanas, mer­
cados inmobiliarios, el sistema hidráulico de la Ciudad de México y finanzas y fiscali-
dad urbana. Actualmente desarrolla una investigación para conocer el impacto de la cri­
sis económica sobre las ciudades mexicanas.
2 Maestra en Planeación y Urbanismo, y en Comunicación por el Instituto de Estudios
Políticos de París, ha trabajado en temas vinculados al urbanismo y la educación (reha­
bilitación del centro histórico, bosques urbanos, problemáticas metropolitanas, comer­
cio ambulante y espacio público), tanto en el sector público como privado, en particu­
lar en la ciudad de México.
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

del centro histórico ha experimentado un nuevo modelo de inter­


vención que se caracteriza por el liderazgo que promueve la inter­
vención del sector privado, en particular de un grupo reducido de
empresarios entre los que destaca la figura del Ing. Carlos Slim, el
hombre más rico de México, principal accionista de Teléfonos de
México, Inbursa y otras empresas mexicanas.
Nuestra hipótesis central es que en el caso de la ciudad de Méxi­
co, tanto el Ing. Slim como otros inversionistas son los que han domi­
nado el sentido y la orientación del programa de financiamiento de
rescate del centro histórico en años recientes (2001-2006), y que sus
iniciativas y lincamientos han establecido la pauta que ha seguido el
sector público y otros actores que son partícipes de los esfuerzos de
rescate, lo que prefigura un m odelo de intervención en el financia­
m ien to de los centros históricos que m erece ser conocido, discutido
y evaluado.
En este ensayo analizaremos el modelo de intervención público
que precedió al aplicado en los últimos años y se revisarán las razones
de su relativo fracaso a pesar de aspectos experimentales y novedosos
en los instrumentos aplicados.Veremos el cambio de actitud del actor
público a raíz de la inversión privada en la zona en estos últimos cinco
años. Procuraremos explicar este cambio y evaluarlo en términos tan­
to urbanísticos como políticos.

Planteamientos del modelo clásico de financiamiento

Desde la descentralización de varias competencias del gobierno fede­


ral al gobierno local en México, como en la mayoría de los países de
América Latina, el gobierno local tiene a su cargo, entre otras cosas, el
buen funcionamiento de la ciudad en su territorio, y la revitalización
de su centro histórico. Esto significa, en la zona que nos interesa, la
rehabilitación de sus espacios públicos, el adecuado funcionamiento
de los servicios públicos, la incitación a vivir en el área, la conserva­
242 ción de su patrimonio (responsabilidad compartida con el gobierno
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

central). Esto implica que el gobierno local trabaje para su centro his­
tórico en materia de planeación y programas, asigne los presupuestos
correspondientes para poder llevar a cabo de manera exitosa las polí­
ticas de rehabilitación y desarrollo de sus barrios antiguos, y asigne
recursos fiscales para la rehabilitación de su centro histórico.
En este sentido, el gobierno local debe estar dispuesto a sobrellevar
pérdidas con el objeto de generar las externalidades requeridas para la
conservación sustentable del centro histórico. La conservación de un
área histórica en general requiere recursos financieros significativos, en
su mayor parte públicos (aún cuando en ocasiones se forman socieda­
des público-privadas). Las intervenciones se justifican con base en el
valor de existencia del patrimonio urbano, aunque también se subraya
el impacto que tiene sobre el turismo. La racionalidad económica de
estos proyectos es difícil de establecer en los corto y mediano plazos,
dados los beneficios difusos que genera (aun cuando no sean necesa­
riamente pequeños).
El Gobierno Federal también tiene una responsabilidad que asumir
frente a la comunidad nacional e internacional, al haber promovido
que el centro histórico de la Ciudad de México sea declarado zona de
monumentos históricos y patrimonio cultural de la humanidad. Esta
responsabilidad puede expresarse en inversiones federales directas, así
como a través de dos vías: el otorgamiento de incentivos fiscales a tra­
vés de subsidios en impuesto sobre la renta; el apoyo y aval a las soli­
citudes que hace el Gobierno del Distrito Federal ante los organismos
bilaterales y multilaterales de cooperación (Banco Mundial, UNES­
CO, Agencia Internacional de Cooperación Española, etc.).
Los sucesivos gobiernos mexicanos, tanto locales como federales,
han asumido estas responsabilidades de manera desigual y con resulta­
dos discutibles a lo largo de las tres últimas décadas. Esto explica en
parte el estado deplorable en el que se encuentran amplias zonas del
centro, tanto arquitectónica como socialmente. Sin embargo, existieron
esfuerzos de reflexión y experimentación de instrumentos financieros,
como lo veremos en el caso de la transferencia de potencialidad. Eva­
luaremos si los experimentos financieros han tenido o no un impacto 243
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

relevante en la zona. El contexto internacional ha contribuido, con su


estimulante emulación, a la puesta en obra de financiamientos en el
centro histórico de la capital mexicana.
El modelo mexicano ha seguido en sus grandes líneas el siguiente
y clásico proceso (las áreas históricas urbanas, tanto en ciudades euro­
peas como latinoamericanas, han conocido y/o conocen una evolu­
ción similar): en un primer tiempo se toma conciencia del valor del
patrimonio edificado para la memoria colectiva, la identidad nacional,
el desarrollo turístico. Esto suele suceder cuando los monumentos ya
conocen cierto estado de degradación física y social. Se catalogan
entonces y se inicia un largo proceso de integración a la planeación
urbana, de objetivos de rescate y mantenimiento de edificios y zonas
históricas. Una vez plasmadas las intenciones de rehabilitación y even­
tualmente desarrollo de los centros históricos en la planeación y nor-
matividad oficial, surge un serio riesgo de inercia y de no aplicación
de medidas que permitan llegar a los objetivos planteados. La razón es
en general la misma en toda ciudad: la planeación no considera sufi­
cientes mecanismos de gestión y financiamiento del rescate del cen­
tro histórico.
El financiamiento surge así como preocupación previa a las accio­
nes previstas y se buscan diversas fuentes, principalmente, en el caso
latinoamericano, recursos internacionales, mientras se lamenta la insu­
ficiencia de los recursos públicos. La cuestión de la gestión de los
recursos obtenidos o asignados suele ser un problema adicional, ya que
sin las estructuras institucionales adecuadas y los funcionarios prepa­
rados para administrar correctamente importantes recursos, se desper­
dician los esfuerzos para el rescate.
Se pueden considerar varios tipos de capitales en el centro histó­
rico: el capital físico, tanto privado como público (edificios, infraes­
tructura), el capital social, el capital nuevo, inyectado en la zona por
los distintos actores. Los inversionistas son múltiples, y el inversionis­
ta público es el más transparente, por los mecanismos de rendición de
cuenta y la voluntaria visibilidad de los programas de gobierno. Dis­
tinguiremos:
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

• el inversionista público: gobierno federal, gobierno local, ya sea de


manera directa o indirecta;
• el inversionista privado: tanto grupos inmobiliarios como peque­
ños propietarios;
• el inversionista social: la iglesia, las universidades, las organizaciones
privadas no lucrativas.
Considerando esta variedad de capitales, el centro histórico de la
Ciudad de México tiene un enorme potencial de desarrollo y es una
zona de extrema vitalidad. Este potencial es visto de la siguiente mane­
ra por el actor público: la zona tiene todavía una fuerte carga de la
centralidad que tuvo por el pasado, y su potencial económico es real,
en particular en los sectores del turismo y del comercio, e incluso con­
siderando el sector terciario en su totalidad. Dispone de numerosos
servicios y equipamientos públicos. El área tiene posibilidades, no sola­
mente de regeneración sino también de desarrollo, cuyas consecuen­
cias serían positivas a nivel metropolitano e internacional: una metró­
poli dotada de un centro atractivo y dinámico constituye sin lugar a
dudas un factor de atracción y posicionamiento a importante escala.
Pero rara vez es analizado, o siquiera considerado, el impresionan­
te capital inmobiliario y comercial del centro histórico. Los locales
comerciales y las bodegas (generalmente ilegales) representan una
riqueza considerable; los flujos de dinero debidos a la compra y venta
de todo tipo de productos (legales e ilegales) son testimonio del área
de influencia de lo que es un centro comercial de atracción nacional.
Este capital inexistente en los análisis académicos y de gobierno es
indudablemente un factor de atracción para el sector privado en esta
zona.

Los desafíos del centro histórico para las autoridades

El centro histórico de la Ciudad de México fue declarado, por decre­


to presidencial del 11 de abril de 1980, Zona de Monumentos Histó­ 245
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

ricos, subdividida en dos perímetros concéntricos, el perímetro “A”


con una superficie de 3,1 km2 que es el área de mayor concentración
de edificios catalogados y el perímetro “B” con una superficie de 6
km2, considerado zona de amortiguamiento. El 11 de diciembre de
1987 fue inscrito por el Comité del Patrimonio Mundial de la
UNESCO en la lista del patrimonio mundial. Cuenta con más de
1.500 edificios catalogados por el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Mapa 1. Ubicación del centro histórico de la Ciudad de México.

Fuente: FCHCM, 2000.

Estas particularidades de gran valor patrimonial, equipamientos y ser­


vicios públicos en la zona justifican ampliamente una atención espe­
cífica del gobierno. Así es como, desde los años 1980, el centro histó­
rico de la Ciudad de México fue objeto de múltiples programas y
acciones públicas, desde la creación de organismos específicos hasta
diversos planteamientos acerca del financiamiento de su rescate.
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Sin embargo, los esfuerzos realizados han tenido hasta la fecha


resultados muy desiguales. El centro histórico de la Ciudad de México
reúne también, en sus 9,1 km2 que representan aproximadamente el
1% de la superficie del Distrito Federal, la casi totalidad de los princi­
pales problemas de la metrópoli: desempleo y subempleo, marginali-
dad y exclusión social, inseguridad, drogadicción, congestión vial,
bajos niveles educativos de la población, déficits habitacionales, con­
flictos entre sectores sociales como es el caso entre comerciantes for­
males e informales, etc. El deterioro físico y social de los antiguos
barrios populares del centro y el abandono de sus espacios públicos,
coadyuvan al desarrollo de la violencia urbana. Una proporción
importante de los grupos más vulnerables (indígenas, indigentes, niños
de la calle, personas de la tercera edad), se concentran en el centro de
la ciudad. Constituyen los principales grupos que ocupan los edificios
insalubres y de alto riesgo de la zona.
Por otra parte, en el transcurso de los últim os 30 años, la zona ha
perdido casi la mitad de su población.3 La com petencia por el control
del espacio urbano tiende a resolverse a favor de los usos más renta­
bles, principalmente el uso comercial. Este proceso de despoblamien­
to significa la subutilización creciente de la infraestructura, el equipa­
miento y los servicios públicos históricamente acumulados en ese
espacio central; también tiende a convertir al centro histórico en una
zona fantasma de noche. Es un hecho que el abandono y el deterioro
de las áreas centrales representan deseconomías incompatibles con la
búsqueda de la sustentabilidad del desarrollo urbano y metropolitano.
Finalmente, el sistema de vialidad, transporte y estacionamiento se
encuentra obsoleto frente a la enorme atracción que ejerce la activi­
dad comercial y la oferta turístico-cultural concentrada en el centro, lo
que cuestiona fuertemente la función de centralidad y accesibilidad
que todo centro debe de cumplir, y genera condiciones ambientales
críticas.
3 Entre 1970 y 1995, el centro histórico perdió el 40% de su población (118.609 habi­
tantes). 247
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

Una línea de análisis del presente artículo será ver qué sectores han
considerado las autoridades en el rescate del centro histórico desde los
años 1980, cuáles fueron los instrumentos financieros empleados, con
qué objetivos y en qué límites sectoriales y espaciales. Partiremos del
anáfisis de la acción pública en materia de financiamiento, ya que re­
sulta imprescindible la responsabilidad del gobierno en el rescate de
sus barrios patrimoniales.

La inversión pública directa en el centro histórico hasta 2000

Una inversión pública directa escasa y acotada


Es difícil evaluar los montos y los destinos de la inversión pública en
el preciso perímetro del centro histórico en las últimas décadas: los
montos de estas inversiones provenían de varias áreas sectoriales de los
gobiernos federal y del Distrito Federal, sin emnarcarse dentro de un
programa integral para el centro histórico, lo que explica la falta de se­
248 guimiento y evaluación de las mismas. Las autoridades de la ciudad
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

invirtieron, desde los setenta hasta el 2001, en el mantenimiento de los


servicios básicos, sin que existiera un proyecto urbano y una acción
gubernamental estructurada en el mediano y largo plazo. Las tres ex­
cepciones fueron las obras del METRO, el ensanchamiento de impor­
tantes ejes viales y la reconstrucción habitacional después de los sismos
de 1985 (FCHCM, 2000).
De 1969 a 1979 el centro histórico se benefició de 13 estaciones,
a lo largo de las tres primeras líneas del sistema de transporte colecti­
vo METRO que lo atravesaban. En 1989 inició su funcionamiento la
línea 4 con dos estaciones en el Centro, y en 1994 se agregó otra línea
con tres estaciones en la zona. En total, 18 estaciones se localizan en el
centro histórico.
Las obras de vialidad realizadas a finales de los sesentas y principio
de los ochenta, si bien permitieron aliviar la congestión del tráfico
automotor en algunas áreas del centro histórico, provocaron también
fuertes discontinuidades en la estructura y la traza urbana de la antigua
ciudad de México, deshaciendo la unidad del tejido social de no pocos
barrios del centro.
La tercera intervención urbana de importancia se dio a partir de
una situación no planificada: los sismos de 1985. La respuesta file el
Programa de Renovación Habitacional Popular, una acción emergen­
te de reconstrucción de vivienda para sectores de bajos ingresos cuyo
origen se atribuye a la presión y organización de los habitantes del
centro de la ciudad para no ser desalojados de sus lugares de residen­
cia (Coulomb, 1995). De los 4.075 inmuebles intervenidos por el
Programa, 796 se localizaron dentro del Centro histórico (benefician­
do a 13.562 familias). Sin embargo, la reconstrucción postsísmica no
tuvo -como se especuló en un inicio- un efecto significativo en cuan­
to a la regeneración integral del centro histórico.
Los años ochenta y noventa fueron marcados a nivel nacional por
una sucesión de crisis económicas y financieras, altos niveles de infla­
ción y devaluaciones monetarias sucesivas. Este marco macroeconómi-
co desfavorable explica sin dudas la escasa inversión pública en el cen­
tro histórico, en materia de infraestructura y vivienda. Las excepciones 249
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

fueron las obras de rescate de importantes conjuntos patrimoniales. En


primer término, las obras de rescate arqueológico del Templo Mayor,
a raíz del descubrimiento, en 1978, de un monolito prehispánico: la
diosa mexica Coyolxáuhqui. En el financiamiento de las obras parti­
ciparon la Fundación Jenkins y la Fundación Amparo Ruiharcia de
Espinoza. Otras Fundaciones, como la Fundación Cultural Banamex,
o bien el Banco de México financiaron de igual forma el rescate y res­
tauración de importantes monumentos coloniales, en particular habi­
taciones palaciegas e iglesias.
Este esfuerzo de restauración del patrimonio monumental prosi­
guió en los últimos años. El Gobierno Federal ha invertido en la res­
tauración de monumentos como el Palacio Nacional, la Catedral, la
Biblioteca de México. Así es como, por ejemplo, la inversión directa
total del gobierno federal ha sido de 162 millones de pesos en obras
de rescate de bienes inmuebles y promoción turística para el centro
histórico, entre 2001 y 2003.
En síntesis, el gobierno invirtió de manera directa en determina­
dos campos: transporte, vivienda, patrimonio edificado. Estos son efec­
tivamente los tres ejes definidos como urgentes o importantes en los
documentos analíticos tanto del gobierno como de la academia en las
décadas de los ochenta y de los noventa:
• La riqueza patrimonial de la zona y su pésimo estado son los que
suscitan el interés del gobierno a finales de los setenta.
• El congestionamiento vehicular y la fuerte carga de centralidad
llevan a la inversión en transporte público.
• El alarmante despoblamiento de la zona conduce naturalmente a
poner en marcha programas de vivienda popular.

Una tarea demasiado costosa para el sector público


El actor público, en México como en cualquier otro país, difícilmen­
te puede asumir el costo completo de una rehabilitación exitosa de
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

zona patrimonial. Existen casos, como en Salvador de Bahía o Santo


Domingo, en los cuales se llevó a cabo la rehabilitación con la inter­
vención y el financiamiento directo del sector público. Sin embargo,
las intervenciones públicas que caracterizan estos casos son difíciles de
sostener en la magnitud necesaria para conservar el gran número de
edificios existentes. Además, enfrentan complejos desafíos para asegu­
rar la sustentabilidad a largo plazo del proceso de conservación. Estos
programas no solo encuentran dificultades para obtener el gran volu­
men de los recursos públicos requeridos para mantener los sitios, sino
que no contribuyen a revitalizar de forma significativa la economía de
los barrios históricos, requisito necesario para asegurar la sustentabili­
dad a largo plazo del esfuerzo de conservación.
En consecuencia, es poco probable que el sector público pueda
enfrentar solo el financiamiento de la conservación sustentable del
patrimonio urbano (Bonnafe, 2000).Tampoco es probable que el sec­
tor privado encuentre rentable el emprender la tarea dados los ries­
gos, incertidumbres y costos extras de la rehabilitación patrimonial
cuando se compara con nuevos emprendimientos inmobiliarios. Esto
es particularmente cierto en las primera etapas del proceso de con­
servación.
Si el sector privado se integra activamente al proceso de desarrollo
del centro histórico, entonces se genera el siguiente círculo virtuoso
halagado por los grandes organismos internacionales. La plena partici­
pación del sector privado en la formulación de prioridades, la defini­
ción de los planes de conservación, el financiamiento y la ejecución de
las obras de conservación y, en última instancia, en la ejecución de las
inversiones y en la operación y el mantenimiento de los monumen­
tos, es otra garantía de la sustentabilidad del esfuerzo además de que
releva al gobierno gran parte de la carga que involucran las activida­
des de conservación.
Esto explica los esfuerzos de las autoridades para atraer a nuevos
capitales privados en el centro histórico en las últimas décadas. La
necesaria inversión privada se transforma en un “credo”, tanto de los
organismos internacionales como de los gobiernos, y se experimentan 251
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

numerosas fórmulas para lograr este nuevo objetivo, el cual no es nada


obvio, dados los obstáculos que generan reticencias del sector privado.
A continuación se exponen los clásicos planteamientos al respecto,
que han sustentado la creación de varios instrumentos, desde incenti­
vos fiscales hasta patronatos.

El planteamiento clásico:
reticencias y ventajas de los inversionistas en el centro histórico
Un obstáculo importante que señalan tanto los propietarios como los
inversionistas en el centro histórico de la ciudad de México son los
costos de la rehabilitación y/o restauración ya que, dependiendo de las
características del patrimonio, en general son superiores a los de una
obra nueva. En estos costos, entendemos también los trámites y tiem­
pos de aprobación de proyecto adicionales por tratarse de una zona o
un inmueble patrimonial.
Cuando existe el interés por intervenir el patrimonio edificado, la
segunda reticencia que vencer refiere a la inversión en el campo de la
vivienda, en particular cuando se trata de intervenir en los edificios y
áreas patrimoniales que tienen un uso habitacional. El rescate de edi­
ficios patrimoniales tiende a significar la sustitución del uso habitacio­
nal por usos más rentables.
Otro obstáculo importante en el rescate del patrimonio es la falta
de financiamiento y/o de accesibilidad a los créditos habitacionales, lo
cual ha generado la expulsión de los estratos de menores recursos. No
existe actualmente, por parte de las distintas instituciones financieras,
públicas y privadas, una política crediticia específica que favorezca las
acciones de rescate inmobiliario en las áreas patrimoniales.
Otro obstáculo a la inversión privada en el centro histórico de la
ciudad de México, de no menor importancia, es la poca valoración
que propietarios y desarrolladores inmobiliarios hacen del patrimonio
cultural urbano. El valor de las áreas patrimoniales y su necesaria par­
ticipación en su rescate y conservación suelen ser secundarios frente a
Modelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

las exigencias de rentabilidad empresarial. Si bien la legislación vigen­


te establece la obligación de los propietarios de conservar debidamen­
te los monumentos históricos y hacer en ellos las obras necesarias, esta
obligación se quedó -en la práctica—en letra muerta. La insuficiente
valoración social del patrimonio edificado se refleja incluso a nivel de
las instituciones públicas, pues estas tampoco cumplen a cabalidad con
su obligación, manteniendo en estado de deterioro, ¡a veces de com­
pleto abandono!, algunos inmuebles históricos que integran su patri­
monio inmobiliario (Coulomb, 2000).
Finalmente, el riesgo, calculado por los inversionistas, es alto en el
centro histórico: se trata de una zona en proceso de desvalorización por
lo que la expectativa de beneficios a largo plazo es incierta, mientras en
el corto no existen, ya que la inversión inmobiliaria tiene una tasa de
recuperación lenta (De Moura y Rojas, 1998). En este sentido, a nadie
le conviene ser el primero en invertir. Esto explica la inversión privada
relativamente escasa hasta la intervención de Carlos Slim en la zona.
A pesar de estos obstáculos a la inversión privada, existen también
factores favorables y susceptibles de interesar al sector privado, el cual
invierte en la conservación, aun cuando por diferentes motivos. En
ocasiones las empresas eligen edificios patrimoniales como sedes por
razones de prestigio o de relaciones públicas. El edificio es usualmen­
te un monumento muy conocido y su conservación se puede presen­
tar como una inversión en la comunidad. Pero estos factores no son
suficientes para garantizar una plena participación del sector privado
en el rescate. Es la razón por la cual el sector público tiene interés en
crear instrumentos que incentiven la presencia activa del actor priva­
do en el centro histórico.
En resumen, las exenciones y los subsidios para el centro histórico
se originan por un lado, en la responsabilidad del gobierno de crear las
condiciones para que no continúe la declinación urbana, y en particu­
lar, el deterioro del patrimonio histórico en el centro, y por el otro, en
la imposibilidad, también del gobierno, de proporcionar una solución.
El estímulo también se justifica porque la inversión inmobiliaria en el
centro histórico es más arriesgada y menos productiva a lo normal. Es 253
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

costosa por la naturaleza histórica de los inmuebles que imponen gas­


tos de rehabilitación mayores a los costos nuevos de producción; exis­
te cada vez menos demanda de espacios inmobiliario en el centro,
como consecuencia del deterioro físico y social y la caída de su fun­
cionalidad económica. Es la razón por la cual los incentivos fiscales
pueden influir de manera muy concreta en la decisión de los actores
privados, ya que contribuyen a:
• reducir el riesgo y los tiempos de recuperación de la inversión,
• reducir los costos de la rehabilitación y/o restauración,
• aumentar la transparencia del mercado inmobiliario,
• facilitar el acceso al suelo a actividades económicas,
• castigar el uso inadecuado, la falta de mantenimiento y la especu­
lación.
Se puede llegar así a la etapa más avanzada del proceso de rescate, cuyo
círculo virtuoso es el siguiente: la conservación del patrimonio urba­
no se convierte en preocupación y responsabilidad de una amplia
variedad de actores sociales obteniendo impulso y dinamismo de la
interacción de diversos grupos de intereses y del mercado inmobilia­
rio. En esta fase, la filantropía privada, las organizaciones de la socie­
dad civil y las comunidades locales participan en el proceso y asumen
funciones complementarias. El sector público proporciona un am­
biente regulatorio propicio y estable e invierte en la rehabilitación de
los espacios públicos y la infraestructura para atraer inversionistas pri­
vados. En la medida en que las comunidades aumentan su aprecio por
el patrimonio urbano, el valor comercial de algunos edificios y distri­
tos históricos mejora y su conservación se convierte en prioritaria
para los intereses comerciales y atrae inversionistas privados que reha­
bilitan edificios a fin de cubrir la demanda de espacio de una varie­
dad de actividades económicas. En esta etapa del desarrollo conserva­
cionista, los problemas más críticos que enfrenta la conservación del
patrimonio urbano se resuelven mediante la fructífera colaboración
de los diferentes actores (Rojas, 2002).
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Los instrumentos utilizados en el modelo público para atraer la


inversión privada

Los tibios incentivosfiscales en el centro histórico


- Incentivos otorgados por el gobierno local
En 1991, el entonces Regente del Distrito Federal expidió un acuer­
do en el que se establecían un conjunto de estímulos fiscales respecto
de las contribuciones previstas en el Código Financiero del Distrito
Federal. Este acuerdo se firmó a favor de las personas propietarias o
poseedoras de inmuebles que estén catalogados o declarados como
monumentos por el INAH o el INBA. Este acuerdo se ha renovado
anualmente.
Se ampliaron los incentivos, en 1999 y 2000. En el 2000, se exten­
dieron ciertas reducciones, antes reservadas a los edificios catalogados
por el INAH o el INBA, a edificios no catalogados y a obras nuevas.
Desde entonces, los incentivos fiscales a nivel local no han evoluciona­
do mucho. Los incentivos fiscales establecidos en el Código Financiero
del Distrito Federal permiten promover inversiones privadas (propieta­
rios) y sociales (en particular las organizaciones sociales de inquilinos y
las ONGs). Las exenciones fiscales otorgadas por el gobierno local en
el centro histórico de la Ciudad de México se encuentran en el Código
Financiero del Distrito Federal. Los artículos 290,291, 292 del capítu­
lo XI, Título Tercero, Libro Primero, del ordenamiento citado prevén
las hipótesis normativas para poder obtener reducciones o beneficios
fiscales, los cuales conciernen los impuestos siguientes:•
• El Impuesto Predial, según el tipo de inmuebles (catalogados o no
catalogados),
• El Impuesto sobre Adquisición de Inmuebles según el tipo de
viviendas,
• Los Derechos por expedición de licencias (construcción, etc.), de
inscripción en el Registro de la Propiedad. 255
M anuel Perló C ohén y J uliette Bonnafé

Incentivos para edificios catalogados


Los propietarios o adquirentes de inmuebles con la calidad de monu­
mento histórico o artístico pueden beneficiarse de una reducción del
100% sobre diversas contribuciones tales como impuesto predial,
impuesto sobre adquisición de inmuebles, pagos de derechos sobre la
utilización de agua y drenaje, pago de derechos por la expedición de
licencias de construcción para obras nuevas, así como de otra natu­
raleza como bardas, andamios, modificaciones o construcciones, ta­
pias, prórroga de licencias; así como por la expedición de licencias de
subdivisión, relotifícación o fusión de predios, por expedición de di­
versos tipos de constancias relacionadas al uso de suelo, entre otras.
La condición para el disfrute de estos incentivos es que los bienes es­
tén en proceso de remodelación o restauración y que el monto de la
inversión sea superior al 10% del valor comercial del inmueble (Art.
290).
Los propietarios que habiten inmuebles considerados como mo­
numentos históricos tienen derecho a una reducción del 50% sobre el
pago del impuesto predial (Art. 291). Las personas que desarrollen
proyectos inmobiliarios de servicios o comerciales o que los rehabili­
ten o reparen, tienen derecho a una reducción del 100% sobre diver­
sas contribuciones tales como el pago de derechos por reconstruc­
ción, instalación o ampliación de tomas dé agua; ampliación, cambio
de lugar, reducción de instalaciones para desalojo de aguas, pagos de
derechos sobre la utilización de agua y drenaje, pago de derechos por
la expedición de licencias de construcción para obras nuevas así como
de otra naturaleza como bardas, andamios, modificaciones o construc­
ciones, tapias, prórroga de Ucencias; pago por expedición de Ucencia
de conjunto condominio, así como por la expedición de Ucencias de
subdivisión, relotifícación o fusión de predios, pago de derechos por
servicios de alineamiento de inmuebles sobres la vía púbUca, por el
pago de señalamiento de número oficial de inmuebles, así como por
expedición de diversos tipos de constancias relacionadas al uso de
suelo, entre otras. La condición es que los bienes estén dentro de pro­
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

yectos inmobiliarios catalogados de servicios o comerciales o que los


mismos se encuentren en proceso de reparación o rehabilitación (Art.
292).
Incentivos para la vivienda
No existe un programa habitacional específico para el centro históri­
co, por lo que los proyectos habitacionales que ahí se desarrollan se
inscriben -con alguna excepción que se señala- dentro de la estructu­
ra de financiamiento y de subsidios que el Gobierno del Distrito
Federal aplica para el conjunto de la ciudad. Las Reducciones para la
Vivienda, definidas en el Código Financiero del Distrito Federal, se
aplican para promover inversiones privadas (propietarios) y pueden
apoyar la política de rescate de centralidad y de regeneración habita­
cional del centro histórico. Eso es para enfrentar el proceso actual de
despoblación y aprovechar el potencial de las infraestructuras y de los
equipamientos urbanos.
Existen varias reducciones fiscales en materia de vivienda, inclui­
das en el Código Financiero del Distrito Federal (Art. 309):
• Impuesto sobre Adquisición de inmuebles: para la vivienda popu­
lar4y de interés social5, reducción de respectivamente 80% y 100%.
• Respectivamente, los mismos porcentajes de subsidios para los
Servicios de Alineamiento y Señalamiento de Número Oficial, de
Expedición de Constancias de Zonificación y de Uso de Inmue­
bles, del Registro Público de la Propiedad y del Comercio y del
Archivo General de Notarías.
El extracto del artículo 312 concierne las viviendas dentro de las zonas
contempladas en los Programas Parciales de Desarrollo Urbano:
4 Se considera vivienda popular aquella que no excede de 25 veces el salario mínimo
en el DF anualizado.
5 Se considera vivienda de interés social aquella que no excede de 15 veces el salario
mínimo en el DF anualizado.
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

Las personas físicas y morales que adquieran un inmueble dentro de


las zonas contempladas en los Programas Parciales, para ejecutar
proyectos de desarrollo industrial, comercial, de servicios y de vi­
vienda específicos, tendrán derecho a la reducción equivalente al
50% por concepto de Impuesto sobre Adquisición de Inmuebles, e
Impuesto Predial (...) La reducción por concepto del Impuesto
Predial se aplicará durante el periodo de un año contado a partir
del bimestre siguiente a la fecha de adquisición del inmueble de
que se trate.

El Código Financiero del Distrito Federal considera también la regu-


larización de las construcciones de viviendas irregulares. Extracto del
Art. 289:
Los propietarios de vivienda cuya construcción se encuentre irregu­
lar, tendrán derecho a una reducción equivalente al 75% por concep­
to de los derechos correspondientes a las licencias relativas a las cons­
trucciones, ampliaciones o modificaciones que se regularicen, y al
100%, por concepto de Derechos por la Autorización para Usar las
Redes de Agua y Drenaje.

Otras reducciones fiscales


El Código Financiero propone también otras reducciones para apo­
yar el desarrollo social y promover inversiones privadas y sociales, que
pueden contribuir a la regeneración del centro histórico. Es así como
los inmuebles incluidos en los programas de regularización territorial
del Distrito Federal tienen derecho a una reducción equivalente al
100%, respecto a las contribuciones siguientes (Art. 288):•
• Impuesto predial,
• Impuesto sobre adquisición de inmuebles,
• Derechos de expedición de Ucencia de construcción,
• Derechos de expedición de Ucencias de subdivisión, relotificación
o fusión de predios,
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

• Derechos de alineamiento, por los servicios de alineamiento de


inmuebles sobre la vía púbUca,
• Derechos por número oficial, por los servicios de señalamiento de
numero oficial de inmuebles,
• Derechos por la Prestación de Servicios de las autoridades admi­
nistrativas y judiciales del Distrito Federal y por la Procuraduría
General de Justicia del Distrito Federal,
• Derechos de inscripción en el Registro Público de la Propiedad o
del Comercio y del Archivo General de Notarías.
Se puede señalar también que las organizaciones que apoyen a secto­
res de la población en condiciones de rezago social y de extrema po­
breza, y las instituciones de asistencia privada, legalmente constituidas
tendrán derecho a una reducción equivalente al 100 %, respecto de las
contribuciones siguientes (Art. 301):
• Im puesto predial sólo por el plazo que dure la restauración o
remodelación,
• Impuesto sobre adquisición de inmuebles,
• Derechos por la autorización para usar las redes de agua y drenaje,
o modificar las condiciones de uso que fueron autorizadas,
• Derechos de expedición de Ucencia de construcción,
• Derechos de expedición de Ucencias de subdivisión, relotifícación
o fusión de predios.
Finalmente, las personas físicas y morales que adquieran un inmueble
dentro de las zonas contempladas en los Programas Parciales, para eje­
cutar proyectos de desarroUo industrial, comercial, de servicios y de vi­
vienda específicos, tendrán derecho a la reducción equivalente al 50%
por concepto de Impuesto sobre Adquisición de Inmuebles e Im­
puesto Predial (Art. 312).

259
Manuel Perló C ohén y J uliette Bonnafé

- Incentivos otorgados por el gobierno federal


Actualmente y desde el 2001, los incentivos fiscales federales son los
siguientes (FCHCM, 2005), emitidos en el decreto presidencial “DE­
CRETO por el que se otorgan estímulos fiscales y facilidades admi­
nistrativas para el rescate del centro histórico de la Ciudad de México.
D.O.E 8-X-01 y Decreto modificatorio publicado en el D.O.E del 4-
IV-02”:
Para los contribuyentes al Impuesto sobre la Renta:
• Deducción inmediata y hasta por el 100% de las inversiones que
efectúen en los bienes inmuebles; así como de reparaciones y
adaptaciones que impliquen adiciones o mejoras al activo fijo.
Cuando se trate de propietarios que restauren o reparen fachadas,
la inversión deberá ser mayor a 100 mil pesos.
• 40% de deducción del monto total en caso de enajenación de bie­
nes inmuebles. El término es de dos años a partir de la protocoli­
zación del acto.
Para los contribuyentes obligados al pago del impuesto al activo, con
inmuebles en los que se estén realizando obras de restauración o reha­
bilitación: el valor de dichos activos según la fracción II del Art. 2 de
la Ley del Impuesto al Activo, se multiplica por el factor 0,1 y el
monto que resulte, lo utilizará el contribuyente para determinar el
valor de esos activos en un plazo de 5 ejercicios fiscales.
- Análisis del limitado impacto de los incentivos fiscales
Cabe señalar que, a pesar de la larga lista de conceptos involucrados
en los incentivos fiscales otorgados por el gobierno local, estos son
mínimos en comparación con la inversión en un edificio de una zona
histórica. Los derechos para obtención de las distintas licencias, todos
exonerados, representan una suma muy pequeña. El incentivo local
que podría ser el más interesante para el inversionista potencial es el
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

relativo al impuesto predial, pero la exoneración se aplica únicamente


durante el tiempo de la obra. Esto significa que un propietario de un
edificio deteriorado, que paga un predial relativamente bajo dada la
desvalorización de su inmueble, va a empezar a pagar justo después de
su obra de restauración un predial mucho más alto, ¡casi castigando su
iniciativa de obra!
Entonces, si bien se demuestra así que con un esfuerzo fiscal rela­
tivamente bajo se pueden favorecer las inversiones en el centro histó­
rico, se evidencia también que este apoyo es insuficiente. Comparando
con incentivos en barrios patrimoniales a nivel internacional (Núñez
Arratia, 2000), el esfuerzo realizado por el gobierno local mexicano es
bastante bajo: representa menos del 3% de la inversión, cuando se con­
sidera internacionalmente que para realmente influir en la decisión del
inversionista, el incentivo fiscal debe de llegar a cerca del 10% del
monto total de la inversión.
¿Cómo explicar la timidez de los instrumentos fiscales empleados?
• Parece que el gobierno local aceptó diseñar los instrumentos habi­
tualmente empleados en el mundo para atraer la inversión privada,
como la creación de un Patronato del centro histórico cuyos
miembros entregarían voluntariamente recursos para salvar monu­
mentos en peligro, o de un Fondo de Salvamento basado en la mis­
ma lógica, o de incentivos fiscales, esperando que entonces cayera
del cielo la inversión privada. Los medios financieros necesarios
para que los incentivos fiscales funcionen son sumamente mayores,
premisa que no tomó en cuenta el gobierno local. Los casos en los
cuales han funcionado la clásica atracción del sector privado han
implicado una inversión inicial fuerte por parte del sector pú­
blico.
• El gobierno local también se confió al pensar que bastarían estos
incentivos para compensar una serie de dificultades que impedían
el acceso al capital privado y no trabajó paralelamente en aplanar
estas dificultades: interminables trámites para conseguir permisos, 261
M anuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

arbitrariedad del Instituto Nacional de Antropología e Historia y


rehusó a establecer criterios claros de elegibilidad de los proyectos
propuestos, espacio público invadido por el comercio ambulante,
fueron también frenos a la inversión privada, que no esconderían
unos cuantos incentivos fiscales.
• El escaso involucramiento del gobierno federal es de destacar tam­
bién. Ya sea por razones partidistas o por tener otras prioridades, el
gobierno federal nunca otorgó fuertes incentivos fiscales, aun
cuando hubiera sido el más idóneo para semejante instrumento:
los impuestos locales no llegan a sumar un porcentaje importante
de la inversión. El impuesto predial podría influir, pero obviamen­
te en un rango mucho menor al impuesto sobre la renta, por citar
uno.

Otros instrumentos destacables del sector público en el modelo clásico


- El sistema de transferencia de potencialidad
Principios de funcionamiento:
En los últimos 25 años, el Gobierno del Distrito Federal ha experi­
mentado diversas fórmulas que permiten generar recursos para la res­
tauración de los edificios del centro histórico (Patronato del Centro
Histórico, Fondo de Salvamento, etc.). Ha creado fideicomisos que
han actuado como administradores de gasto público o gestores de re­
cursos privados, con resultados diversos. Entre estos experimentos se
encuentra el sistema de transferencia de potencialidad, un mecanismo
interesante y creativo aunque con un impacto muy limitado. En tér­
minos generales, consiste en la compraventa de densidades entre par­
ticulares, etiquetada para la restauración de edificios históricos.
El sistema de transferencia de potencialidad permite la generación
de recursos económicos para la recuperación del centro histórico de
262 la Ciudad de México. El Decreto publicado en 1988 por el entonces
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Departamento del Distrito Federal considera que el centro histórico


contiene las infraestructuras y los servicios suficientes para permitir
una intensidad de construcción de seis veces el área de los terrenos,
cuando el reglamento de la zona autoriza construir solo 3,5 veces el
área del terreno. En efecto, los edificios catalogados del centro históri­
co no pueden utilizar todo el potencial de edificación en altura, que
autoriza la normatividad urbana en materia de densidad de construc­
ción por superficie de terreno.
Esta pérdida de potencial del desarrollo inmobiliario en el centro
histórico puede revertirse a su favor mediante un sistema de “trans­
ferencia de potencialidad”. Los propietarios o inversionistas que re­
habiliten un inmueble pueden vender el potencial no utilizado de edi­
ficación en altura, a favor de una mayor densidad de edificación en
proyectos localizados en ciertas áreas del Distrito Federal. Los recursos
obtenidos deben servir a la restauración y/o rehabilitación de edificios
en el centro histórico. El Gobierno del Distrito Federal autoriza una
densidad mayor siempre y cuando el precio pagado sea depositado en
un fideicomiso (cuyo contrato adquiere el carácter de marco norma­
tivo de la operación) con instrucciones para que una parte se dedique
a la restauración del edificio histórico, otra parte a su mantenimiento
y otra parte a la renovación de las áreas públicas que lo rodean. El sis­
tema es operado por el Fideicomiso de Transferencia de Potencialidad.
En síntesis, se trata de una venta entre particulares pero sujeta a que los
recursos se apliquen a un interés colectivo, el rescate del centro histó­
rico (Bistrain Reyes, 2000).
Un instrumento poco utilizado
El impacto real del sistema fue el siguiente: entre 1988 y 1995, el sis­
tema generó más de 47 millones de pesos para la restauración de edi­
ficios en el centro histórico. Fueron 24 operaciones, de importancia
variable, que totalizaron alrededor de 165.000 metros cuadrados. El
sistema después dejó de utilizarse, por varias razones expuestas a con­
tinuación.
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

La figura se concibió de una manera pragmática sin un marco jurí­


dico claro, y la falta de coordinación con instrumentos creados poste­
riormente contribuyó a la escasa utilización del sistema de transferen­
cia de potencialidad. Por ejemplo, González Esquivel (2003) encuentra
que con la denominada Norma 26, que permite la construcción de
una mayor densidad cuando se quiere desarrollar vivienda de interés
social, resulta menos costosa que la compra vía la transferencia de po­
tencialidad. (González Esquivel, 2003). Después de 1994, los incentivos
a la construcción de vivienda a mayor densidad de la permitida tam­
bién contribuyeron al desuso de la transferencia de potencialidad,
incluso al extenderse su aplicación a otro tipo de zonas de la ciudad.
A partir de 1995, una larga recesión en la construcción frenó la de­
manda de cambios de uso del suelo y consolidó la caída de la deman­
da por transferencia de potencialidad. A la mitad de la recesión, en
1997 se reforma la Ley de Desarrollo Urbano del Distrito Federal y
se formaliza el sistema de transferencia de potencialidad, se amplían las
posibles zonas de expulsión y se concibe su aplicación dentro de una
misma zona con la idea de densificar y optimizar las infraestructuras
zonales.
¿Qué futuro para este original instrumento?
Una vez que las actuales autoridades del Gobierno del Distrito Federal
han pasado por su etapa inicial de aprendizaje y ante las limitaciones
presupuéstales con las que se enfrenta, la transferencia de potencialidad
ha sido revalorada y se tiene conocimiento de que será reactivada nue­
vamente. En el reglamento de la Ley, expedido en 2002, el mecanismo
es detallado. Además, en el nuevo Programa General de Desarrollo Ur­
bano se señalan zonas receptoras y expulsoras de transferencia de po­
tencialidad que se precisan en los programas delegacionales. Estos ante­
cedentes crean una posibilidad para que el mecanismo se desarrolle
(Morales, 2004). Sin embargo, se requiere armonizar el sistema con
otros instrumentos de gestión urbana. Así es como actualmente y con
264 mayor intensidad que en el pasado, diversos inversionistas privados
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

están rescatando edificios históricos, sin vínculo con la transferencia de


potencialidad.
En síntesis, se trató en un principio de un caso aislado con enfo­
que financiero. Con el tiempo se ha ampliado para concebirse como
un mecanismo de regulación urbana, aunque más en la intención que
en la práctica. En efecto hoy se refleja en una ley, en un reglamento,
en un fideicomiso maestro y en planos con zonas receptoras y emiso­
ras; no obstante, no existen casos recientes. Con voluntad política y
con la adecuada formación de los funcionarios involucrados (se trata
de un instrumento bastante técnico y especializado), podría volverse a
utilizar este valioso sistema.
- Subsidios en materia de vivienda
El Instituto de Vivienda del Distrito Federal contempla varias modali­
dades específicas para los inmuebles catalogados por el INAH o el
INBA como monumentos históricos. De los tres componentes de su
sistema de financiamiento: ahorro, crédito y ayudas de beneficio social,
el tercero tiene, entre otros objetivos, formulado el de “contribuir a la
conservación de inmuebles habitacionales con valor patrimonial, his­
tórico o artístico” (INVI, 2004).
Para proyectos de rehabilitación y/o restauración de viviendas en el
centro histórico, el INVI aplica la medida específica de no cobrar a los
acreditados el monto de las obras realizadas en las áreas comunes de los
inmuebles. En su Programa de Vivienda en Conjunto, contempla la
modalidad de “adquisición y rehabilitación de vivienda en inmuebles
catalogados”. Los techos de financiamiento para esta modalidad son más
altos que en las otras modalidades propuestas, y son los siguientes:•
• estudios y proyectos: 180 veces el salario mínimo diario,
• dictamen de factibilidad 80 veces el salario mínimo diario de sub­
sidio,
• áreas comunes y fachadas 1.920 veces el salario mínimo diario de
subsidio.
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

Por otra parte, el Instituto de Vivienda del Distrito Federal ofrece sub­
sidios al crédito en ciertas condiciones, que se aplican en todas sus zo­
nas de actuación, ya sea patrimonial o no, y por ende también en el
centro histórico. De la misma manera que estas facilidades de crédito
contribuyen a la producción y el mejoramiento de viviendas en el
Distrito Federal, también constituyen una ventaja indirecta en el cen­
tro histórico.
La dificultad de este tipo de fínanciamiento reside en lo siguiente:
El INVI financia sólo a posteriori los estudios de factibilidad de los
proyectos: promoción social, asesoría legal para la adquisición de los
inmuebles, estudios legales, proyecto arquitectónico. El INVI paga
estos estudios sólo al momento de aceptarse el fínanciamiento del
proyecto. Por lo general, tanto las organizaciones de inquilinos como
las ONGs que las asesoran no cuentan con los recursos necesarios para
prefinanciarlos.
La segunda limitación estriba en que el INVI tiene dificultades en
asumir que los proyectos habitacionales en el centro histórico son más
complejos (mayor tiempo de gestión, diseño de soluciones arquitec­
tónicas más complejo, etc.), por lo que los aranceles pagados no cu­
bren el costo real de los estudios y proyectos, a pesar del monto máxi­
mo un poco superior en el caso de inmuebles catalogados (Coulomb,
2000).
El sistema de fínanciamiento habitacional tiene entonces que
mejorar todavía en varios aspectos para responder al desafío que re­
presenta la regeneración habitacional en el centro histórico. La res­
ponsabilidad no puede descargarse solamente sobre el Gobierno del
Distrito Federal y su organismo de vivienda, el INVI. Los subsidios
habitacionales deben también ser asumidos por las instituciones fede­
rales, en particular en lo que concierne a los subsidios al rescate y
conservación de los inmuebles catalogados como históricos con uso
habitacional.

266
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Conclusión sobre el modelo:


unos resultados a la altura del compromiso del gobierno
Los intentos de atraer a los inversionistas privados en el centro histó­
rico de la ciudad de México en los años ochenta y noventa no han
tenido destacables resultados. La creación del Patronato del Centro
Histórico en 1990 tenía como objetivo juntar inversionistas alrededor
de un objetivo común: la rehabilitación de edificios del centro histó­
rico. Se esperaban donativos y patrocinios por parte de los miembros
del organismo. Sin embargo, el Patronato del Centro Histórico jamás
funcionó como tal y se transformó casi desde su creación en una ins­
titución fantasma. No existió en aquel entonces una voluntad del sec­
tor privado para invertir en una zona deprimida y riesgosa (Bonnafe,
2000). No contribuyó la institución al financiamiento del rescate de la
zona.
Los incentivos fiscales, como lo hemos visto, tampoco constituye­
ron una razón de peso en la decisión de invertir o no en la zona. Esto
no impidió la participación de algunas empresas inmobiliarias. Así es
como el grupo inmobiliario DEMET constituye una destacable ex­
cepción, al haber invertido en vivienda, por ejemplo en los alrededo­
res de la plaza de Santo Domingo, desde antes de 2000.
Entre el 2000 y el 2002, el panorama inmobiliario en el centro his­
tórico de la ciudad de México era el siguiente (Perlo, 2002): el total de
ofertas en la colonia Centro fue de 81 en el 2000 y 156 en el 2002, es
decir, una oferta que va aumentando pero que sigue débil. También
destaca que es una oferta bastante baja, al representar únicamente el
0,33% del stock de inmuebles. Los precios por metro cuadrado en la
zona eran muy bajos: aproximadamente 4.200 pesos por metro cua­
drado a la venta en el 2000, contra 6.600 en el 2002.

267
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

La inversión privada desde el 2001

La inesperada intervención de Carlos Slim en el centro histórico


En el caso del centro histórico de la Ciudad de México, es difícil defi­
nir si se realizó el círculo virtuoso analizado y recomendado por los
expertos nacionales e internacionales, en el cual el actor público gene­
ra un ambiente de confianza para atraer a la inversión privada, gracias
a inversiones fuertes y visibles en el espacio público. Si bien, efectiva­
mente, desde el 2001 ha aumentado la inversión pública, tanto en
inversión directa como en incentivos fiscales, esta evolución coincide
también con el interés anunciado del empresario Carlos Slim Helú
para la rehabilitación de la zona, lo cual nos llevará a proponer una
interpretación distinta de los hechos recientes.
El inversionista tomó públicamente la decisión de activar el resca­
te de la zona, con objetivos y medios cercanos a los que podría tener
el actor público, como lo dejó ver en numerosas entrevistas. Así es
como, en conferencias de prensa, define su interés principal como
“rescatar el centro, revertir la extracción excesiva del agua, mejorar el
nivel de vida de los habitantes de esta zona e incentivar la economía”,
y agrega que “la recuperación de la zona ha tenido el apoyo de los
gobiernos federal y local que han dado un importante apoyo a las acti­
vidades de mejora en servicios urbanos y seguridad pública”.
¿Porqué decidió Carlos Slim invertir en el centro histórico? ¿Qué
le hizo ver la zona como una inversión rentable? Varias razones pue­
den explicar su intervención:•
• Por un lado, la progresiva rehabilitación del patrimonio edificado
de centros históricos en América Latina, así como las políticas de
densificación de las zonas centrales de las ciudades en varios con­
tinentes, contribuyen a la valorización inmobiliaria y la ya muy
descrita gentrijication de numerosos centros urbanos. El centro his­
tórico de la Ciudad de México difícilmente escaparía a esta lógi­
268 ca, a pesar de los escasos esfuerzos gubernamentales. La incógnita
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

reside en el tiempo de la valorización, que pocos inversionistas


pueden aguantar sin sufrir pérdidas, pero no es el caso del hombre
más rico de América Latina.
• Por otro lado, podemos suponer que Carlos Slim supo tomar en
cuenta en sus cálculos, el considerable capital privado existente en
el centro histórico, cosa que el gobierno nunca consideró. El capi­
tal inmobüiario y comercial de ciertas zonas del centro histórico
representan una riqueza importante que contribuirá sin duda al
movimiento general de valorización (para no decir especulación)
de la zona. El actor púbbco nunca ha sabido integrar en sus análi­
sis este componente fuerte del área, en parte por la ilegalidad de su
forma (solamente las plantas bajas de ciertas calles tienen un uso de
suelo comercial, de ninguna manera las plantas altas actualmente
utihzadas como bodegas y caramente cotizadas en el mercado in­
mobiliario), en parte también porque consideró el comercio como
indeseable en un centro patrimonial que hubiera querido transfor­
mar en la vitrina turística de una capital desarrollada.
• Finalmente, Carlos Slim sabía, al tomar su decisión de invertir en
la zona, que tendría la suficiente fuerza económica como para obli­
gar a los gobiernos local y federal a acompañar el proceso de la
mejor manera. Las constantes presiones de las asociaciones de co­
merciantes del centro, de profesionales inmobiliarios, de residentes
de las últimas décadas no habían logrado un compromiso rotundo
del gobierno, ni un trabajo conjunto entre los diferentes niveles de
gobierno. Carlos Slim lo consiguió en un tiempo récord.
En agosto del año 2001, el Gobierno Federal y el Gobierno de la Ciu­
dad de México anunciaron la instalación del Consejo Consultivo para
el Rescate del centro histórico, cuyo presidente sería el magnate Car­
los Slim. En este grupo han venido participando autoridades federales
y locales, intelectuales, académicos, empresarios y representantes de
diversas organizaciones sociales.
Por su parte, Carlos Slim constituyó la Sociedad Centro Histórico,
con 66% propiedad de grupo Carso, Inbursa y una compañía de bie­ 269
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

nes raíces filial de Teléfonos de México. Esta sociedad invirtió, entre el


2001 y el 2003, 906.359.300 pesos en la compra de 46 inmuebles.
Según la directora general del Fideicomiso del Centro Histórico, Ana
Lilia Cepeda, en febrero de 2004 las empresas de Carlos Slim han ad­
quirido 62 edificios con una inversión de 600 millones de pesos.
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores autorizó la emisión
de obligaciones, las cuales se podrán eventualmente convertir en ac­
ciones. La intención es que cualquier persona podrá invertir en esta
zona de la ciudad, ya que la idea es que esta sociedad utilice sus recur­
sos para adquirir, restaurar y usar los edificios. Las obligaciones tienen
la categoría de convertibles, es decir que en un lapso de cinco años, si
aumenta la plusvalía del centro y si los inmuebles valen más, los vuel­
ve acciones. De lo contrario, se afirma que a los inversionistas se les
devuelve su dinero.

El impacto de la intervención de Carlos Slim


- Impacto en la inversión privada
La aparición en el 2001 del famoso empresario Carlos Slim en el esce­
nario del centro histórico de la ciudad de México fue probablemen­
te el verdadero impulso de la transformación de algunas determinadas
zonas del centro histórico en estos últimos cuatro años.
Si comparamos las cifras mencionadas en la segunda parte del artí­
culo con un desarrollo reciente en el centro histórico, resulta muy
claro que hasta el 2001 el mercado estaba deprimido, cuando hoy día
está en progresión: en la Alameda, la Desarrolladora del Bosque cons­
truyó aproximadamente 500 departamentos de 60 m2 a 110 m2. Las
primeras preventas en el 2003 alcanzaban $8.500 por m2, cuando en
el 2005 el precio por metro cuadrado de los mismos departamentos
está en aproximadamente $13.000. El ritmo de ventas es bueno: en
promedio, 8 departamentos por mes en el 2005. En el 2003, el precio
promedio de la construcción nueva en el centro histórico era de
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

9.200 por metro cuadrado. Esto corresponde, comparando con seg­


mentos equivalentes para tener un referente, a los precios de las colo­
nias Escandón, Narvarte, San Rafael, Santa María de la Ribera.6
El gobierno local se atribuye el éxito de la inversión privada en estos
últimos años: “Durante esta administración, la iniciativa privada ha
emprendido proyectos de industrias, hoteles, comercios, oficinas corpo­
rativas, escuelas, hospitales y vivienda, que suman 13.953.000 metros
cuadrados de construcción, con una inversión estimada de
80.827.000.000 de pesos y se han generado alrededor de 580 mil
empleos directos e indirectos”.7Pero tanto la seriedad de las cifras (véase
el número de empleos “generados”) como el verdadero detonador de
estas inversiones quedan por demostrarse. Por otra parte, la escasa inver­
sión pública en los edificios catalogados propiedad del gobierno en el
centro histórico es otro revelador del relativo compromiso del gobier­
no. En este sentido, parece que la inversión pública no detonó en los
últimos cinco años la inversión privada en el centro histórico de la ciu­
dad de México. Fue más bien la intervención del célebre empresario.
Avanzamos aquí la hipótesis de que al contrario, fue la presencia de
Carlos Slim quién detonó la inversión pública en el centro histórico.
- Impacto en la inversión pública
En febrero del 2002, el jefe de Gobierno del Distrito Federal anunció
un presupuesto de 500 millones de pesos destinado a rehabilitar un
núcleo urbano de 34 manzanas y más de 500 predios delimitados por
las calles de Donceles y Venustiano Carranza, Eje Central y 5 de Fe­
brero (FCHCM, 2005). Este presupuesto fue destinado para invertirse
este año y sólo en ese núcleo.
Se inició la acción en este núcleo urbano en un afán declarado de
demostrar una fuerte voluntad política, avalada por recursos importan­
tes y generar de esta manera la confianza de la sociedad en el proyec-
6 Entrevista con Gustavo Gómez, Grupo Frarosa, 11 de diciembre 2005.
7 Cuarto Informe de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. 271
M anuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

to en particular, evidentemente, la de los inversionistas potenciales.


Esto explica también la elección del primer perímetro de acción, en
el llamado “corredor financiero” del centro histórico, la zona mejor
conservada y con menos problemas sociales y arquitectónicos de la
zona. La misma acción en un barrio como La Merced hubiera sido
menos visible y no hubiera convencido los inversionistas de interesar­
se a la zona; en cambio una calle como 5 de Mayo fácilmente genera
seguridad, al ya ser la sede de distintas agencias bancarias, tiendas de
ropa, restaurantes de nivel medio y medio alto, y al albergar muy
pocos vendedores ambulantes en su espacio público.

Mapa 3. El corredor turístico cultural en el centro histórico.

| Teatros y « p tc t nocturnos Q Estacionamientos Perímetro A


— subterráneos
} Espect. nocturnos «entujies ^ ^ -------Perímetro B
•- limite delepdonal
■ Museos o espiaos culturales
Programa Para el Desarrollo Integral
I Templo I Restaurantes del Centro Histórico de la Cmdid de México

Fuente: FCHCM, 2000.

Se planteó la intención de invertir cada año en la rehabilitación del


espacio público de núcleos bien definidos, procediendo así por fases y
perímetros progresivos. El programa consiste esencialmente en la re­
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

habilitación de las redes hidráulicas, sanitarias, y en la renovación de


pavimento y guarniciones. Simultáneamente en los mismos núcleos, se
aplicó un programa de rehabilitación de fachadas en 34 manzanas con
un monto de 30 millones de pesos.
Ha sido aplicado de la siguiente manera (se detalla a continuación
únicamente los trabajos de la primera fase a modo de ejemplo; las si­
guientes fases respectaron el mismo proceso):
• Primera etapa (agosto a noviembre de 2002), en las calles de: 5 de
Mayo, Isabel La Católica/República de Chile, Francisco I. Ma­
dero, Allende/Bolívar. En la primera calle de Guatemala fueron
rehabilitados los pavimentos y banquetas (solo se realizaron accio­
nes de desazolve).
• Segunda etapa (enero a marzo del 2003): 16 de Septiembre,
Donceles (desde Eje Central hasta República de Argentina), dos
tramos de Palma (entre 16 de septiembre y Venustiano Carranza;
entre 5 de Mayo y Francisco I. Madero).
• Tercera etapa (marzo a mayo de 2003): Venustiano Carranza (de
Eje Central a Pino Suárez), los tramos restantes de Palma, un tra­
mo de 5 de Febrero, entre 16 de Septiembre y Venustiano Carran­
za, y en la calle de Motolinía fueron rehabilitados los pisos y las
jardineras y, a petición de los vecinos de dicha calle, se peatonali-
zó el tramo ubicado entre Tacuba y 5 de Mayo; también se desa­
zolvó el drenaje de Motolinía.
• Cuarta etapa (inició el 27 de julio y terminó en octubre del 2003):
se desarrolla en la calle de Tacuba.
En total, esto significó: 8.416 metros lineales de drenaje a base de po-
lietileno de alta densidad, 692 descargas domiciliarias, 427 tomas
domiciliarias de agua potable; se colocaron 53.400 metros cuadrados
de relleno fluido como base para la pavimentación, se construyeron
9.996 metros de guarniciones, 31.864 metros cuadrados de banquetas,
47.282 metros cuadrados de concreto estampado en arroyo. La inver­
sión ha sido 113.772.300 pesos. 273
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

El siguiente perímetro abarcó, a partir de 2003, las calles colindan­


tes al Palacio Nacional: Corregidora, Correo Mayor, Moneda y la por­
ción correspondiente de la Plaza de la Constitución. Actualmente se
está trabajando en la plaza de Seminario. La presencia del ambulanta-
je significaba un gran reto para poder rehabilitar el espacio público de
estas calles sumamente monumentales. Los primeros resultados indi­
can que los ambulantes han retomado “su” espacio. Así es como poco
se puede apreciar de las nuevas banquetas y de las fachadas recién pin­
tadas, dada la sobreocupación del espacio por el comercio informal.
En este sentido, la inversión pública directa del Gobierno del Distrito
Federal ha sido de poca utilidad, al no acompañarse de medidas polí­
ticas de mayor envergadura, que abordaran la integralidad de los pro­
blemas sociales de estas calles.
Finalmente, se crearon agrupamientos especiales, como la Policía
Turística, la Policía Charra y la de Protección Ciudadana y se instaló
un centro de mando con cien cámaras de video.8 El Gobierno del
Distrito Federal anunció en el 2003 una inversión de más de 175 mi­
llones de pesos en la seguridad del “corredor financiero”. La Secretaría
de Seguridad Pública (SSP) reivindica un promedio diario de más 800
policías vigilando la zona. La Primera Unidad de Protección Ciu­
dadana, elementos de la Policía Bancaria e Industrial, de los sectores
Centro y Alameda, además de la Policía Típica y 124 cámaras, junto
con 15 centinelas son la fuerza para combatir la criminalidad. A fina­
les de 2002, la SSP puso en marcha la primera Unidad de Protección
Ciudadana, que vigila la zona financiera del centro histórico; en ella
invirtió cerca de 85 millones de pesos (Sierra, 2003).
Todo parece indicar que el gobierno local supo aprovechar la
oportunidad ofrecida por la presencia de Carlos Slim para llevar a
cabo una acción de comunicación política a partir del centro históri­
co. La inversión anunciada, la visible obra en el espacio público, la
elección de la zona de intervención (la que estaba en mejor estado de
todo el centro histórico), son elementos que apuntan más hacia un
274 8 Cuarto informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

aprovechamiento político de una coyuntura que hacia un programa


urbanístico cuyo objetivo sería el rescate del centro histórico.

Balance: ¿hacia un nuevo modelo privado de rehabilitación?


Si bien parece que el centro histórico conoce ciertos factores particu­
larmente favorables desde el 2001, también es necesario matizar ciertas
cifras. Existen alrededor de 9.000 predios en el perímetro declarado
patrimonio mundial por la UNESCO, de los cuales el grupo encabe­
zado por Carlos Slim habrá comprado aproximadamente 70, lo cual
significa mucho menos del 1% de los inmuebles del centro. Las mediá­
ticas y amarillistas alusiones de la prensa nacional al “Slim Center”, que
revelaban el temor a una privatización del centro, carecen de sustento.
El impacto de Carlos Slim y sus inversiones en la zona es indu­
dable, en el sentido de que generó la confianza del sector privado y
fungió como motor de la participación privada al rescate del área,
papel que el actor público ha sido incapaz de asumir en los últimos
30 años a pesar de los múltiples intentos y experimentos en el tema.
Esta reciente evolución se distingue claramente, tanto por la cober­
tura mediática del centro histórico como por la alza de los precios
inmobiliarios y las interrogantes académicas acerca de una posible
gentrijication del centro histórico. Pero si bien existen ciertos indica­
dores que podrían ser los primeros indicios de una relativa gentrijica-
tion (en particular en el sector inmobiliario), cabe recordar que con­
ciernen una mínima parte del área patrimonial y que está lejos de
estar consolidada.
Existen riesgos al dejar el sector privado liderar el “renacimiento”
de una zona urbana. Por ejemplo, esto implicó que se dejara a las leyes
de la rentabilidad la definición tanto de la localización de los inmue­
bles como del uso de los espacios intervenidos. Las inversiones públi­
cas directas favorecieron abiertamente la zona mejor conservada del
centro histórico, postergando la difícil tarea de rehabilitar urbana y
socialmente a la parte este del perímetro declarado patrimonio mun­ 275
Manuel Perló C ohen y J uliette Bonnafé

dial. El resultado ha sido que las inversiones se concentraron en el lla­


mado “corredor financiero” (desde el Eje Central hasta el Zócalo, por
las calles de Madero, 5 de Mayo,Tacuba). El proceso dejó fuera el 90%
del área urbana del centro histórico.
Nos parece que el sector público, además de acompañar hábilmen­
te con gran visibilidad el proceso de valorización de una parte del
centro histórico (ver también las obras realizadas en la Alameda), po­
dría buscar orientar la inversión privada hacia metas que beneficien a
la sociedad en su conjunto. En este sentido, consideramos que es fun­
damental acentuar el esfuerzo financiero del Gobierno del Distrito
Federal en varias direcciones:
• La creación de una reducción significativa del impuesto predial
para los propietarios que invierten en la rehabilitación o restaura­
ción de su inmueble catalogado por el INAH o en INBA. Hemos
visto como la reducción actual, únicamente durante el tiempo de
la obra, fungía casi como un castigo a la inversión. Sugerimos una
reducción del 100% del impuesto predial durante mínimo dos
años a partir del inicio de la obra.
• La inversión pública directa en los edificios propiedad del gobier­
no, ya sea local o federal, en el centro histórico. Es poco creíble el
pedir al sector privado que invierta con incentivos fiscales limita­
dos cuando el propio actor público deja en abandono sus propie­
dades en la zona, incluso sus inmuebles catalogados.
• Más allá del centro histórico, se plantean cuestionamientos respec­
to a la planeación urbana y a la validez de aprobar leyes y progra­
mas que no están vinculados a un presupuesto específico. El ejem­
plo más contundente es el del INAH: muchos requisitos y respon­
sabilidades pero sin un peso. Acabamos con la trágica situación de
inmuebles del centro histórico que están a punto de derrumbarse,
porque el INAH rechaza las propuestas financieramente factibles
de restauración, y sus exigencias hacen huir a cualquier inversio­
nista público o privado potencial.
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Pero más allá de las medidas propiamente financieras, la seguridad jurí­


dica es un preliminar indispensable para generar una coparticipación
del sector privado en la zona. También es necesario definir quién cons­
tituye la iniciativa privada en el centro: los inversionistas potenciales
son un grupo de actores importantes, sin duda. Pero también lo son
los pequeños propietarios que poseen un solo inmueble o incluso de­
partamentos en el centro histórico. Este último grupo de actores
requiere de apoyos públicos específicamente diseñados para ellos, que
incluyan no solamente incentivos fiscales, sino asesoría técnica e inclu­
so identificación de las personas involucradas. Se podrían diseñar tam­
bién castigos fiscales para los que dejan su inmueble en mal estado y o
desuso, existen interesantes experiencias internacionales al respecto.
Finalmente, cabe recordar también que alrededor de un tercio de los
predios del centro histórico están en una situación jurídica indefinida
(intestados por ejemplo). Un programa de identificación y regulariza-
ción de predios sería un fuerte e útil compromiso por parte del
gobierno.
En este sentido, sugerimos varias medidas sin las cuales pensamos
que nunca despegará el centro histórico de la ciudad de México:•
• La puesta en obra de un programa de actualización del catastro del
centro histórico. Es indispensable un catastro actualizado como ins­
trumento que procure validez a los impuestos locales como el pre­
dial y que garantice una valorización del predio después de una
inversión. Por otra parte, un catastro actualizado genera confianza
del sector privado y confirma un involucramiento serio (y no pun­
tual) del gobierno en la zona.
• La regularización de la tenencia de la tierra en el centro histórico.
Es difícil fomentar la inversión privada en la zona cuando aproxi­
madamente un tercio de los predios son intestados. La seguridad
jurídica es indispensable también para una participación del sector
privado.
• La publicación de criterios claros por parte del INAH y el INBA
sobre rehabilitación de edificios catalogados. Por el momento, la 277
Manuel Perló C ohén y J uuette Bonnafé

decisión de acordar el permiso a un proyecto de rehabilitación


descansa en el criterio discrecional del arquitecto responsable del
expediente, lo cual genera inseguridad para los inversionistas, ya
sean pequeños propietarios, grupos de inquilinos, ONGs o desa­
rrolladores inmobiliarios.

Conclusión

En este artículo hemos realizado un intento de describir la evolución


de las estrategias de varios actores en el centro histórico de la ciudad
de México en las últimas décadas, siendo estos actores: el sector públi­
co y los grandes inversionistas privados. El caso mexicano es intere­
sante, entre otras cosas, por la inesperada evolución del modelo de
intervención y por los cambios operados en los equilibrios entre sec­
tor público y sector privado.
En un primer momento, el centro histórico conoció el modelo
clásico de intervención pública frente a una escasa inversión privada:
aparición de un marco legal de protección, creación de organismos
específicos, algunas inversiones públicas directas, débiles incentivos fis­
cales. Estos componentes del modelo, así como algunos instrumentos
novedosos mencionados en el artículo (ver el caso detallado de la
transferencia de potencialidad), aparentemente no han logrado escon­
der un sistema administrativo desalentador para los inversionistas
potenciales, y este primer modelo no consiguió logros espectaculares
en el centro histórico de la ciudad de México.
En un segundo momento, el equilibrio público-privado parece
transformarse completamente: a raíz de la intervención de Carlos
Slim, las inversiones se despliegan en el centro y la zona aparenta vivir
el inicio de una segunda juventud, por lo menos en una parte geográ­
ficamente delimitada y limitada del centro histórico. El cambio se ma­
nifiesta con tal fuerza que los analistas prevén un círculo virtuoso de
más inversiones generando más inversiones, gentrification y especula­
278 ción en una zona antes visiblemente deprimida.
M odelos financieros para el rescate del centro histórico de la C iudad de M éxico

Lo interesante de esta nueva dinámica en el centro histórico, y es


uno de los elementos del modelo en formación que quisimos desta­
car, es que la aparición de Carlos Slim en el área no solamente deto­
nó a nuevas inversiones privadas, sino también a consecuentes inver­
siones públicas que ya parecían poco probables después de tantos años
de recursos públicos escasos en el centro. Estamos así frente a un mo­
delo invertido en comparación con el anterior, con una locomotriz
privada que es capaz de generar los círculos de atracción a la inversión
esperados, capaz de despertar al sector público y de obligarlo a reac­
cionar con una nueva estrategia de intervención.
Si bien hemos intentado describir estos procesos recientes, estos
planteamientos no son más que posibles líneas de investigación a futu­
ro, ya que es todavía muy pronto para poder establecer con claridad los
pormenores de cada modelo y las implicaciones del cambio que se
esbozó a partir del 2001. Hace falta evaluar más a profundidad los dos
modelos perfilados y sus consecuencias en cada tipo de actores y de
aspectos urbanos de la zona. Esperemos que los análisis vertidos aquí
sirvan para abrir el debate respecto a las formas de intervención más
adecuadas para el desarrollo de los centros históricos.

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281
El centro histórico de Querétaro:
gentrificación light y vida cultural*
Carmen Imelda González Gómez1

Introducción

esde hace más de dos décadas, en gran parte de las ciudades


mexicanas con raíces novohispanas -entre ellas la que nos
ocupa- existe un marcado interés por el patrimonio urbano-
arquitectónico. El ejercicio de adecuar el centro histórico para poder
insertarlo en modelos económicos dominantes ha pasado por múlti­
ples fases que van desde las acciones puntuales de recuperación de
ciertos edificios, hasta las estrategias que tienden a reforzar su carácter
histórico e identitario local. Parece ser que el esfuerzo menos desafor­
tunado es este último, por lo menos en el caso de Querétaro.
Si bien reconocemos que el centro es un lugar en constante trans­
formación en el que se expresan múltiples tensiones, en esta participa­
ción trataremos de exponer cómo se ha resuelto -a favor de los que-
retanos—una de las más importantes resistencias, la que se refiere a la
exclusividad versus usos colectivos mediante acciones dirigidas a refor-

* Ponencia presentada en el Foro Internacional sobre Centros Históricos “Los centros


históricos de ayer y hoy. Una retrospectiva”, Universidad Autónoma del Estado de
México, Toluca, 16-18 de octubre 2008.
1 Doctora en Ciencias Sociales, profesora-investigadora de la Universidad Autónoma de
Querétaro, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Correo electrónico: carmenimel-
[email protected]. 283
C armen Imelda G onzález G ómez

zar la cultura, el entretenimiento y la socialización. En este sentido,


pretendemos avanzar nuestra reflexión con la indicación de que si
bien el centro está siendo ocupado y modificado por un grupo de
nuevos actores y capitales que tienen las características que ya varios
autores han señalado como típicas de la gentrificación, el Estado, a tra­
vés de los gobiernos estatales y municipales, ha mantenido un papel
privilegiado en ese proceso, en el que ordena una serie de interesan­
tes ofertas de servicios culturales y recreativos para atender a la socie­
dad queretana; a su vez, la valorización del espacio y las alternativas
que en el centro se ofrecen lo han reconvertido en un nodo urbano
relevante con múltiples funciones: por un lado, no se retrae de la fun­
ción económica ni de la atención al turismo, pero tampoco está ajeno
al comercio callejero, a la prestación de servicios o a los espacios de
socialización tanto para los residentes como para los externos.
Aunque el Estado asume un rol preponderante, no soslayamos su
sumisión ante inversiones privadas que afectan los intereses del patri­
monio local; observaciones sobre ello fueron avanzadas en su momen­
to por Manuel Castells (1974) y secundadas más adelante por David
Harvey (2004), al considerar que las intervenciones realizadas en edi­
ficios, la presencia de estratos superiores y la modificación de los usos
del suelo en los primeros cuadros de las ciudades acentuaban la segre­
gación; por ejemplo, citamos el caso de Nueva York, en el barrio de
Chelsea o en el de Harlem, sitios en los que la clase media con poder
adquisitivo desplazó a los habitantes tradicionales al reutilizar la arqui­
tectura y dirigirla a nuevos usos, como librerías, cafeterías, bibliotecas,
etcétera. Sin embargo, para el caso en análisis podemos suponer que
las acciones emprendidas por el Estado han sido precedidas también
por presiones internas y, como una forma de respuesta, el Estado se ha
reservado la atención de las cuestiones de cultura y preservación de la
identidad.
Entendemos entonces que la participación del Estado conlleva una
doble intención, por un lado, ofertar el espacio del centro histórico
como mercancía; por otro, regular su ocupación y sus usos mediante
la cultura y el esparcimiento. Sin embargo, presumimos que asume
El centro histórico de Q uerétaro: gentrificación lig h t y vida cultural

también que el espacio de lo que ahora es considerado —y hasta deli­


mitado físicamente—como centro histórico no ha permanecido dis­
tante, mucho menos aislado, de los procesos de diversas índoles que
tienen lugar en Querétaro. Por el contrario, está presente el hecho que
históricamente el “centro”, además de las diversas actividades econó­
micas y de administración -que contenía hasta hace unos años-, ha si­
do el sitio de socialización y cultura por antonomasia, de manera que
los esfuerzos del Estado se dirigen a preservar esta misma tradición.
Asimismo, si bien en el desarrollo de este trabajo se reconoce que
el proceso de modernización de la ciudad llevó a la formación de nue­
vos subcentros urbanos, y advertimos de la tendencia a comercializar
el espacio como signo inequívoco de la gentrificación, creemos nece­
sario también mencionar que existen ciertos matices a esos procesos,
del tal suerte que el centro sigue funcionando como tal, aún conside­
rando —mas no justificando—las importantes exclusiones y segregacio­
nes, las campañas de limpieza, etc., que en él se realizan; así, pensamos
que gran parte de la sociedad queretana apuesta a seguir disfrutando
del espacio monumental mediante tres elementos que son sustantivos
para el desarrollo del ser humano: la cultura, la socialización y el espar­
cimiento.

De los modos diferenciados de atención urbana en Querétaro

En forma similar a otras ciudades medias mexicanas, el proceso de cre­


cimiento de Santiago de Querétaro ha sido objeto por lo menos de dos
tendencias distintas, la primera sustentada en una sola centralidad en la
que la ciudad y las actividades de la población giraban en torno al casco
urbano; este modelo se mantuvo vigente por un extenso período que
podemos afirmar que va desde la fundación de la ciudad (en 1531), has­
ta la década de los sesenta del siglo pasado. Durante este tiempo, Que­
rétaro se consolidó como un centro de población relevante que se ca­
racterizada por la multiplicidad de funciones desde los servicios, co­
mercios, administración, justicia e industrias, hasta las viviendas. 285
C armen Imelda G onzález G ómez

Precisamente, fue a partir de los años medios de 1960 cuando la


ciu-dad comenzó a responder a la necesidad creciente de adecuar el
territorio en función de nacientes espacios y actividades que dieran
cabida tanto a las funciones económicas como al crecimiento de la
población, ya que la naciente industria provocó un aumento demo­
gráfico no experimentado previamente, por tanto, podemos señalar
que a partir de esta década se inició el proceso de expansión de la
ciudad.
A partir de ese momento, las autoridades municipales y estatales
comenzaron a adecuar la ciudad para dar cabida a ciertas tendencias:
la primera, que respondiera a los conceptos de “modernidad”, expre­
sados en fraccionamientos residenciales —al principio, abiertos, y ac­
tualmente, cerrados- servicios de hotelería, tiendas departamentales,
bancos y finanzas, edificios de altura, etcétera2; es decir, implementar
en Querétaro fórmulas urbanísticas de las que emergen progresiva­
mente nuevas centralidades (Hiernaux y González, 2008).
La otra tendencia fue mucho menos urgente, incluso menos pre­
cisa, y se dirigió a atender los problemas mediatos del centro tradicio­
nal como el estado de las banquetas, la sustitución de arbotantes, el
mantenimiento de los servicios de agua o cuestiones de drenaje; pero,
al mismo tiempo, el centro comenzó a articularse con las nuevas peri­
ferias, mediante la habilitación de arterias de circulación hacia la ciu­
dad industrial y las flamantes áreas habitacionaies, en síntesis, hacia la
ciudad moderna. En este sentido coincidimos con García Espinosa al
mencionar: “El desinterés surgido por las zonas centrales, pese a la dis­
ponibilidad de infraestructura y equipamiento instalados, llevó a con­
siderarlos nodos conflictivos para la integración funcional de la “nueva
ciudad” (García Espinosa, 2005).
En este proceso de evolución hubo cambios en los que la “gente
bien” abandona su céntrica residencia para trasladarse hacia los nue­
vos conceptos de vivienda y modos de vida que se ofertaban en los
2 A partir de la inclusión de la ciudad en esquemas “modernos” se rompió con la estruc­
tura original de la ciudad con sentido oriente-poniente y comenzó un crecimiento sos­
tenido con sentido norte-sur.
El centro histórico de Q uerétaro: gentrircagón u g h t y vida cultural

suburbios; las clases sociales con menor posibilidad de modificar sus


preferencias se quedaron en el centro, mientras que otras se desplaza­
ron hacia los desarrollos habitacionales de reciente creación. De modo
que el centro comenzó a transformarse y a degradarse. De tal manera,
las grandes casonas de larga tradición que incluso albergaron en oca­
siones oficinas o talleres modificaron su arquitectura y uso original pa­
ra convertirse en vecindades, bodegas o comercios. Al mismo tiempo,
algunas calles y plazas públicas se convirtieron en los espacios para
ejercer ocupaciones alternativas como el comercio informal, la prosti­
tución o la vagancia, de modo que la atracción natural que cotidiana­
mente ejercía el centro comenzó a extinguirse.
Con esta forma de funcionamiento, a principios de la década de los
ochenta -como parte del esfuerzo de planeación e integración urba­
na- se pretendió reforzar tres nodos urbanos: el primero consistió en
la reutilización del casco urbano tradicional, el segundo y el tercero
fueron la formación de dos subcentros urbanos, uno al norte y otro al
sur de la ciudad. Esta medida tripartita intentó, por un lado, unificar
los dos modelos de crecimiento utilizados en Querétaro y, por otro,
limitar el crecimiento oriente-poniente e impulsar el desarrollo hacia
el sur y norte de la mancha urbana.3Sin embargo, se apostó a la segun­
da y tercera opciones y, sin cortapisas, se impulsó al sector inmobilia­
rio con la consecuente formación de nuevas unidades urbanas (Ar-
vizu, 2005: 251) que, si bien resolvieron el problema de la oferta de
viviendas, comercios, servicios educativos, financieros y administrati­
vos, estimamos que no logran satisfacer las necesidades de cultura; lo
mismo sucede en los espacios de socialización y recreación que que­
dan parcialmente resueltos, en tanto que las áreas comunitarias que se
crearon, se limitaron a centros comerciales de corte globalizado y ma-
sificado que dan cabida a ciertos servicios gastronómicos y financieros,
pero que en cuestiones de cultura, estos subcentros y centros comer­
ciales no ofrecen alternativas, por lo que la vida cultural intensa sigue
3 Al norte quedaron las grandes áreas dedicadas al esparcimiento (estadio, lienzo charro),
los servicios y el comercio (centrales de abasto y de autobuses).
C armen Imelda G onzález G ómez

dependiendo de las actividades que se generan en el centro histórico.


Precisamente la década de los ochenta —en consonancia con lo su­
cedido en otras ciudades mexicanas con perfil virreinal—marca un
parteaguas importante en el que cobran relevancia los centros históri­
cos. En Querétaro se estableció una delegación del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH), organismo que avaló el primer
Plan Parcial de Desarrollo del Centro Histórico, que incluyó la pri­
mera delimitación formal, definida en una superficie de 4,2 km2 e in­
tegrada por 236 manzanas que contienen 1.400 edificios con valor
histórico-patrimonial (croquis 1).4

4 El perímetro “A”, que comprende las construcciones novohispanas hasta la guerra de


independencia, y el perímetro “B”, que corresponde al crecimiento de la ciudad hasta
288 el siglo XIX.
El centro histórico de Q uerétaro: gentrircación lig h t y vida cultural

Con base en esta demarcación, el municipio comenzó a financiar los


primeros trabajos de rescate arquitectónico, como el Palacio de la
Corregidora y algunos inmuebles adyacentes para ocuparlos como ofi­
cinas de gobierno y de gestión, por ejemplo, la Casa de Ecala, el Pa­
lacio Conín, el Claustro de San Felipe Neri o el Monte de Piedad; asi­
mismo, se rescataron dos relevantes edificios con vocación turística, el
Mesón de Santa Rosa y el hotel Aguila Roja. En paralelo se continuó
con la tendencia hacia el establecimiento de algunos circuitos peato­
nales, la densificación de viviendas multifamiliares en los corazones de
manzana y el remozamiento de algunos edificios patrimoniales
(Arvizu, 2005: 255).
Hacia mediados de la década siguiente, en 1996, las instancias y de­
legaciones enfocadas a la conservación del patrimonio construido pro­
movieron la nominación del centro histórico de Querétaro como
Patrimonio Cultural de la Humánidad (UNESCO, 2001). Esta medi­
da, la más importante de los esfuerzos mencionados, ha servido de aci­
cate para la recuperación de varios edificios más, así como de la Ala­
meda Hidalgo, la antigua terminal del ferrocarril, fuentes públicas,
esculturas, entre otros.
Pareciera ser que a partir de la intervención de estas instancias de
gestión nacional e internacional es cuando convergen los intereses de
los gobiernos de turno, de las empresas privadas y de los actores que
pertenecen a la élite económica para ordenar el rumbo del centro his­
tórico, donde los acuerdos de inversión atienden al turismo, al comer­
cio y priorizan la cultura, el patrimonio monumental y folclórico,
pero, a la vez, desplazan parte de lo establecido (García Canclini,
1994).
Nuestra interpretación a lo que sucede en Querétaro es que si bien
las instancias de gobierno nacionales y locales en cierta forma ordenan
el rumbo del centro histórico para incluirlo en esquemas de regula­
ción internacionales, esta práctica induce a mantenerlo dentro de es­
quemas, si no de sujeción, sí de puesta en observación permanente por
parte de las mismas instancias internacionales, lo que obliga a las auto­
ridades locales a seguir parámetros que insertan al centro histórico en 289
C armen Imelda G onzález G ômez

una lógica de explotación de bienes en función de las demandas de


un turismo internacional aparentemente en ascenso; pero también es­
ta práctica puede entenderse desde la lógica de la recuperación de in­
versiones, toda vez que el perímetro patrimonial y lo que contiene se
convierten cada vez más en mercancía.
A manera de ejemplo podemos señalar la participación que han
tenido dos importantes fuentes de financiamiento. Durante en el año
2007, la Secretaría de Turismo federal (SECTUR) y el Consejo Na­
cional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) integraron una
bolsa de 100 millones de pesos que canalizaron a nueve ciudades pa­
trimoniales del país —entre ellas, Querétaro—para ser utilizados en pro­
gramas de mejoría de la imagen urbana (Diario Noticias de Querétaro,
10/06/2007:1A).

Gentrificación ligth y vida cultural

A nuestro entender, Querétaro se caracteriza por tener varios proce­


sos encontrados, entre ellos, el que nos ocupa, que atiende la evolu­
ción de la vieja centralidad (Hiernaux y González, 2008), ya que si
bien consideramos que las viviendas, industrias y servicios son los
soportes que configuran la ciudad contemporánea, pensamos también
que una parte sustantiva escapa a esta tríada, la que trata sobre las ex­
presiones culturales y, como soporte de esta vida cultural activa, pode­
mos ubicar el caso del centro histórico que, a pesar de ser un nodo en
constante transformación, sostiene gran parte de la oferta y del ejer­
cicio de la cultura actual de la ciudad.
Si bien el centro histórico de Querétaro no escapó al abandono, a
la decadencia de los edificios, al envejecimiento de la población, a la
sustitución de la presencia de las familias por el ejercicio de activida­
des subalternas, a los cambios de uso de suelo —la mayoría de las veces
no compatibles con los originales—, a la desconcentración administra­
tiva en un contexto de la carencia de políticas urbanas integrales de
290 regulación, etc., como en la mayoría de los centros históricos, hoy esta
El centro histórico de Q uerétaro: gentrificagón lig h t y vida cultural

tendencia parece revertirse tanto por las políticas de intervención de


los diferentes niveles de gobierno como por las medidas dictadas a
nivel internacional con la “puesta en valor” del patrimonio histórico y
cultural, pero, sobre todo, por la utilización del espacio en forma per­
manente por la población local; en este sentido, la reestructuración del
territorio y, por tanto, la configuración que adquiere colocan al cen­
tro histórico como referente de políticas públicas y redituable en tér­
minos económicos, políticos y simbólicos, redefiniéndose sus usos y
funciones.
Es en esta redefinición que cobra sentido el proceso de gentrifica-
ción caracterizado por la ocupación de nuevos actores que pertenecen
a grupos sociales generalmente homogéneos en cuestiones económi­
cas, es decir, individuos, grupos o firmas económicamente más solven­
tes que los habitantes tradicionales, capaces de ejercer la presión sufi­
ciente como para cambiar los usos del suelo o desplazar a quienes
cuentan con posibilidades económicas restringidas.
La ocupación del centro por parte de estos nuevos agentes sociales
puede tener diferentes modalidades, entre ellas la conversión de casas
viejas y deterioradas a unidades unifamiliares o en condominio con
acabados de lujo5, servicios culturales, turísticos, comercios o galerías;
incluso, transformarlo hasta llegar a ser el lugar preferencial para ave­
cindados extranjeros o, por lo menos, no locales (Sargatal, 2001). En
este sentido, en el mismo Plan Parcial de Desarrollo Urbano de la Zo­
na de Monumentos y Barrios Tradicionales (2008), se anuncia que el
ejercicio de las actividades comerciales no debe ser un impedimento
para que existan zonas habitacionales en el área declarada dentro del
perímetro patrimonial. A pesar que existe un marco normativo, la
reconversión de usos y edificios provoca una tensión permanente, ya
5 En este tema la oferta es muy amplia, va desde pequeñas unidades que antes fueron
accesorias -parte de la construcción de las viejas casonas destinadas al comercio o a ser­
vir como almacenes de la casa señorial- pasando por casas relativamente bien conser­
vadas, hasta condominios verticales. De estos conceptos el que llama más la atención es
el de la verticalidad, dado que en Querétaro históricamente se había privilegiado la
horizontalidad.
C armen Imelda G onzález G ómez

que si bien hay una definición de usos y un acuerdo implícito por


preservar patrones de vivienda familiares, el INAH recibe por lo
menos seis solicitudes diarias para intervenir antiguas casas y transfor­
marlas en establecimientos comerciales (Agencia de Noticias Noti-
mex, 07/06/2008).6
Aún con estas tensiones, en Querétaro el modelo de gentrificación
planteado originalmente por Neil Smith (1979) parece que toma
cierta distancia, ya que si bien el impacto de la gentrificación puede
observarse en distintas calles, parece ser que no tiende a expulsar en
forma radical la población local: para reforzar este planteamiento po­
demos indicar que 66% de los edificios patrimoniales se conservan
como casas habitación y algunas no de reciente adquisición, sino de
queretanos de antaño.
En este sentido, si bien reconocemos el cambio sucedido en la
propiedad y uso de las antiguas casas y casonas del centro, las acciones
y los apoyos irrestrictos que han recibido el comercio, los servicios y
la hotelería, incluso las políticas de “Empieza o mejoramiento urbano”
también encontramos que las calles principales y plazas públicas ofre­
cen un amplio abanico de opciones culturales tanto para los turistas
como para los residentes y los visitantes -tal vez semanales- de la peri­
feria, aquellos que por cuestiones de ausencias de entretenimiento se
desplazan desde sus colonias, fraccionamientos y nuevos desarrollos
hacia el Centro. Podemos suponer entonces que los diferentes niveles
del Estado y las instancias de gobierno pertinentes han logrado esta­
blecer un equilibrio entre lo redituable del centro histórico —a mane­
ra de mercancía—con su disfrute, dirigido en forma preferente a la
población local.
Sin duda alguna, la gentrificación cultural forma parte de la glo-
balización, que en la reconfiguración del centro se expresa mediante
prácticas de socialización y pautas de consumo distintas a las usuales
6 En mayo del presente, el INAH junto con el Instituto Municipal de la Planeación
(IMPLAN) acordaron un programa que termina a finales del mes de septiembre para
agilizar solicitudes, trámites y permisos para realizar remodelaciones y cambios de uso
292 del suelo.
El centro histórico de Q uerétarq: gentrificación lig h t y vida cultural

que emergen, por ejemplo, con nuevas formas de hospedaje7o con una
tendencia creciente por la concurrencia de tipos y giros comerciales8
y gastronómicos precisos, que coexisten con algunos de los servicios
tradicionales; ambos son capaces de atender las demandas tanto del
sector turístico -nacional pero sobre todo internacional-, según se di­
ce, en constante ascenso, como a los residentes; en este sentido, es evi­
dente la probferación de cafeterías, bares y restaurantes en los que se
ofrecen ahmentos procedentes de diferentes partes del mundo9, pero,
como contraparte, podemos señalar que el grueso del perfil de los ofe­
rentes de estos servicios no procede del mismo Querétaro, sino que se
trata de capitales nacionales.10
En este sentido, el área patrimonial señalada por el INAH, sobre
todo en las calles y los cuadrantes de las plazas y jardines principales,
se ha convertido en el asiento preferente de multitud de estableci­
mientos que, de manera significativa, se han insertado en los elemen­
tos arquitectónicos identitarios de larga data; sin duda alguna, las
transformaciones de los nuevos usos del espacio privilegian determi­
nadas actividades económicas, pero, a su vez, favorecen la integración
-y exclusión- de diversos grupos sociales; es en este sentido que coin­
cidimos con el señalamiento de Hiernaux, cuando indica que se trata
de: “(•••) la necesidad de proteger el patrimonio urbanístico y arqui­
tectónico, pero potencializando una modernización bien entendida
de los centros para adecuarlos a la vida moderna y hacerlos rentables”
(Hiernaux, 2008: 21).

7 La oferta de hotelería en el perímetro del centro histórico es muy amplia y diversa (por
lo menos 35 ofertas distintas) va desde hoteles boutique hasta hostales bien habilitados.
8 Aproximadamente 6.000 comercios establecidos y 200 carritos de comerciantes ambu­
lantes (Diario Noticias de Querétaro, 18 de mayo de 2007).
9 En promedio tienen ocho años de establecidos. Resultados de la práctica de campo rea­
lizada por Valeria Anaya, Elizabeth Gutiérrez, Laura Caballero y Gabriela Quintero,
alumnas del 6a semestre de la Licenciatura en Sociología de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la UAQ, junio-junio de 2008.
10 En la misma práctica de campo, identificamos que la participación de capitales interna­
cionales es imperceptible, toda vez que solamente hay tres empresarios italianos y un
argentino.
Carmen Imelda Gonzalez G ómez

Actualmente, buena parte del rehúso de los edificios y espacios


abiertos está siendo ocupado por franquicias y firmas internacionales,
con las que, si bien culturalmente poco se comparte, sirven como
soporte del tejido social local. Este tipo de establecimientos, que han
alcanzado dimensiones significativas, están ubicados en dos áreas im­
portantes, tanto en los jardines como en algunas calles y andadores
con mayor tradición, como el Jardín Zenea, la Plaza de Armas, en las
calles Próspero C,Vega, 5 de Mayo, Independencia y en el andador
Libertad. Es precisamente en estos espacios donde se realizan las acti­
vidades culturales que generan diferentes instancias, como el Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes, el Gobierno del Estado, el Ins­
tituto de la Senectud, la Secretaría de Turismo o el Programa de Desa­
rrollo Integral de la Familia, entre otros.
Así, fiestas tradicionales, conciertos de música folclórica, vernácu­
la y de nuevo cuño, danzones para la senectud, lecturas de cuentos
para niños, exposiciones de libros, muestras gastronómicas nacionales
e internacionales, recorridos peatonales nocturnos por las casonas y
pasajes históricos, paseos acompañados por la estudiantina o rondalla
por la UAQ, concursos, verbenas populares y algunos vendedores am­
bulantes son muestras representativas de esas expresiones culturales en
espacios abiertos;11 museos, teatros (públicos y privados) conferencias
y presentaciones de libros, exposiciones de pinturas y esculturas son
las prácticas culturales recurrentes en los espacios cerrados del centro
histórico de Querétaro. Espacios abiertos y cerrados, presencia indivi­
dual y colectiva, afluencia de propios y extraños, componen el mosai­
co cultural de Querétaro y, a nuestro entender, con esto se cumple con
la naturaleza del sincretismo mismo queretano.

11 La Plaza de Armas es también un lugar en el que se realizan las principales demandas


políticas, por ejemplo, un grupo de Antorchistas desde el año 2007 a la fecha, ocupa
294 diariamente uno de sus cuadrantes (Diario Noticias de Querétaro, 21/03/2007).
El centro histórico de Q uerétaro: gentrificación u g h t y vida cultural

Fotografías 1 y 2. Algunas actividades culturales en espacios abiertos

Autora: Paulina Barba González

Acerca de esta coordinación sectorial y societal podemos indicar que


el pasado julio se realizó el Primer Simposium de Centros Históricos,
en el que participaron el Municipio de Querétaro, el Consejo Nacio­
nal de Centros Históricos, ICOMOS mexicano y el Instituto Nacio­
nal de Antropología e Historia (INAH) —obviamente, el evento se de­
sarrolló en inmuebles catalogados como monumentales—.La intención
fue establecer una serie de acuerdos que tienden a reforzar la partici­
pación de los municipios en la intervención de los centros históricos,
en este caso, en función de la cultura pero con el involucramiento de
la sociedad civil.
Parte de estos acuerdos se reflejan en el capítulo “La función del
municipio ante los nuevos conceptos de la gestión del patrimonio cul­
tural”, donde se señalan los siguientes cuatro esfuerzos:
• La ampliación de la noción de patrimonio,
• Promover la diversidad cultural,
• Generar espacios de intercultura y
• Conservar bases mínimas del desarrollo cultural en los centros his­
tóricos.
Asimismo, en el capítulo llamado “Municipio: ¿protagonista o com­
parsa? Definición de una nueva estructura para la protección del patri­
monio cultural” quedan establecidos tres axiomas, los dos primeros se
C armen Imeloa G onzález G ómez

refieren en particular al patrimonio cultural: “Promover la iniciativa


de una política municipal integral (y), hacer convenios de coordina­
ción entre la federación, estados y municipios a partir de la Ley Or­
gánica del INAH”.12
Mediante la difusión y realización de actividades, partes del centro
se han convertido en importantes núcleos sociales que son utilizados
por grupos de edades y perfiles socioeconómicos distintos; incluso,
hemos podido observar que ocupan espacios diferenciados, por ejem­
plo, por la tarde-noche, la senectud y los grupos familiares de condi­
ción socioeconómica media-baja se apropian del Jardín Zenea, mien­
tras que los grupos de jóvenes con origen socioeconómico medio-
alto ocupan la Plaza de Armas, donde se ubican algunas franquicias de
cafeterías y restaurantes, y hemos observado que, sobre todo en las
noches, los grupos de jóvenes y adultos con ideologías radicales, inclu­
so subalternos, se acomodan en un espacio más privado, más apartado
del ruido, que es el que ofrece el Jardín Guerrero. Mediante estos
ejemplos reforzamos la idea que -a pesar de la gentrificación—el cen­
tro histórico de Querétaro no excluye, por el contrario, incluye una
diversidad de actores y preferencias difícilmente observables en otras
ciudades.
Este señalamiento es importante, ya que no podemos soslayar el
hecho de que aun ocupando espacios diferenciados, se han generado
tensiones entre las llamadas “tribus urbanas”, pugnas por la ocupación
de determinadas áreas; por ejemplo, en marzo del presente año 2008,
se suscitó un brote de violencia, que podemos considerar como atípi­
co en Querétaro, de jóvenes punketos y darketos (que se ubican en el
Jardín Guerrero) contra los autonombrados emos (que se alojan en
espacios intersticiales entre el Jardín Zenea y Plaza de Armas), en este
caso, la intención de los primeros era expandirse hacia el territorio de
los Emos (Diario Noticias de Querétaro, 08/03/2008).13 Sin embargo,
12 Primer Simposium de Centros Históricos, en el que participaron el Municipio de
Querétaro, el Consejo Nacional de Centros Históricos, ICOMOS mexicano y el
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
13 El resultado fue de cuatro lesionados y 25 detenidos.
El centro histórico de Q uerétaro: gentrificación l ig h t y vida cultural

esta explosión puntual no tiende a repetirse sino que la constante es


una intensa actividad, como hemos mencionado. Sobre todo los fines
de semana, el centro es utilizado como escenario para atender las ne­
cesidades de cultura y esparcimiento de una porción muy amplia y di­
versa de residentes en Querétaro.
Fotografía 3. Conflicto entre tribus urbanas

Fuente: Diario Noticias de Querétaro, 08/03/2008.

Lo anterior refuerza nuestra interpretación a lo que sucede en el cen­


tro de Querétaro: el propio Estado adquiere un papel protagónico por­
que si bien “cede” la renta del patrimonio arquitectónico y urbano del
centro histórico a capitales extralocales, dirige su uso —sobre todo de
los espacios abiertos— a los residentes mediante la organización de
eventos masivos, de manera que en cuestiones culturales la gentrifica­
ción es moderada, ya que atrae a usuarios locales de distintas edades y
procedencias socioeconómicas.
Por otra parte, insistimos, una peculiaridad del centro queretano es
su intensa actividad; en este sentido, observamos que la gentrificación
ha influido para que no se realicen vaciamientos visibles, de modo que
se puede asistir al constante movimiento matutino, vespertino o noc­
turno tanto entre semana como en fines de semana; incluso, podemos 297
C armen Imelda Gonzalez G ómez

atrevernos a indicar que las actividades culturales y sociales en gran


medida establecen los horarios durante los fines de semana.
En la misma cuestión de los horarios, resta mencionar que hasta
mediados de los noventa la afluencia matutina-verspertina y, su con­
traparte, el abandono por la noche se convirtieron en un tema a resol­
ver. Para poder evitar que el centro se reocupara en las noches por
grupos de indígenas y marginados sociales que estaban siendo exclui­
dos como parte de la “Empieza urbana” —tema que merece especial
atención—se conjuntaron una serie de acciones entre el Estado, los
empresarios restauranteros y los comerciantes, asunto que a principios
del año 2000 revirtió el proceso y consolidó la tendencia hacia la
exclusividad del espacio, como se señala en la siguiente nota:
Coincide que tanto el gobierno como los propios empresarios lucha­
ron durante ese tiempo por hacer que el Centro histórico recobrara su
encanto por la noche ya que las actividades prácticamente se hacían en
el día y había hasta temor de “ir al centro” por la noche. La ciudad se
ha convertido en un imán turístico nacional y extranjero. Esto impli­
có arriesgar capital y tener confianza porque esto funcionara (Periódico
Tribuna 10/04/2000).

Fotografía 4. Indígenas queretanos en el Jardín Guerrero

Fuente: Periódico Tribuna 10/04/2000.


El centro histórico pe Q uerétaro: gentrircación u g h t y vida cultural

Algo de los espacios de socialización y franquicias

A nuestro entender, la socialización y las expresiones culturales que


acontecen en el centro histórico son los elementos que marcan la dife­
rencia del proceso de gentrificación queretano light con respecto a la
expulsión incontrovertible de la población local que ocurre en otros
lugares.
Como ejemplos de esta presunción podemos mencionar los cafés,
bares y restaurantes, pero también los espacios públicos abiertos, calles,
andadores y jardines. En este marco, debemos considerar la relevancia
que actualmente merecen cada uno de estos nodos de socialización.
Consideramos entonces que la dinámica el centro histórico de
Querétaro no puede explicarse sin las relaciones sociales que se gene­
ran en los bares o en los restaurantes, pero sobre todo en las cafeterías,
que la mayoría son franquicias internacionales habilitadas con prototi­
pos y atención al usuario con elementos homogéneos, identificables en
cualquier parte del mundo (Italian Coffee Company,Vips, Gloria Jeans
o Harry’s), de estos hay que reconocer que se han convertido en un lu­
gar preferencial de reunión. En este modelo cobra sentido la gentrifi­
cación; sin embargo, su apropiación individual y colectiva se realiza no
solo por los no residentes, sino por los queretanos, de manera que los
mismos usuarios locales han transformado estos espacios socializados
“globalizados” en un símbolo que no se contrapone con los lugares ha­
bituales (La Mariposa, El Arcángel, Alda, entre otras cafeterías tradicio­
nales).

299
C armen Imelda G onzález G ómez

Fotografía 7.

A utor: Juan Julio García.

Según los datos que arroja la práctica de campo realizada en junio del
presente, de la tríada bares, restaurantes y cafeterías, la presencia más
importante es la de cafeterías, que representan 53% de los estableci­
mientos. En orden de importancia están los restaurantes (33%); la pre­
sencia de bares es sensiblemente menor, llega solamente a 13%.14
Probablemente, el porcentaje de los bares sea tan reducido por
tres cuestiones, una, por los controles sanitarios; otra, que considera­
mos más importante, puede responder tanto a la presión que ejercen
los residentes para disminuir, incluso erradicar, la presencia de antros
y bares en el primer cuadro, mientras que la última puede responder
a una campaña permanente sobre usos que, como estos, por más ren­
tables que sean, no resultan convenientes para la imagen que se pre­
tende proyectar de Querétaro como un sitio tranquilo y seguro, de
manera que subyacen también cuestiones como el fomento del turis­
mo o el esparcimiento familiar. Como comparsa, autoridades y veci­
nos cuentan con el apoyo periodístico que exagera el tema, de modo
que son frecuentes notas con títulos como estos: “También en el Ba­
rrio de la Cruz prolifera el vicio” o “Tepetate, nido de antros de
vicio” (Diario Noticias de Querétaro, 11/07/2001; 17/08/2001).

14 Práctica de campo realizada por las estudiantes Valeria Anaya, Elizabeth Gutiérrez, Laura
Caballero y Gabriela Quintero, alumnas del 6* semestre de la Licenciatura en Sociología
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ, junio-junio de 2008.
El centro histórico de Q uerétaro: gentrificaciOn u g h t y vida cultural

Algunas conclusiones preliminares

A lo largo de este trabajo hemos expresado que el crecimiento urba­


no en Querétaro responde a dos esquemas distintos: en el primero, el
centro histórico, toda vez que era propiamente la ciudad, jugaba un
papel preponderante; en el segundo, cuando la ciudad crece hacia la
periferia y transforma su morfología, se forman subcentros urbanos
que, a su vez, crean nuevas centralidades.
Si bien las dos tendencias de crecimiento no han estado desvincu­
ladas del todo, en la que atiende al centro histórico podemos insistir
que las primeras acciones para evitar el paulatino deterioro se concen­
traron en acciones puntuales, como la de revitalizar el río Querétaro o
el mantenimiento de las calles. Consideramos que a pesar de ser dos
modelos distintos, del éxodo de las sedes de gestión, administración,
comercio y habitantes sucedidos en el centro histórico desde hace más
de dos décadas, el espacio se ha mantenido como un núcleo relevan­
te; incluso, rector del desarrollo cultural social contemporáneo.
En Querétaro se asiste a un reciclaje de edificios y espacios públi­
cos abiertos que ciertamente son aprovechados por la población flo­
tante pero no en forma exclusiva, sino que son utilizados también por
los residentes, de modo que, aparentemente, las tendencias “gentrifica-
doras” no entran —todavía—en conflicto con el carácter identitario del
centro histórico.
En este sentido, reconocemos que existe un proceso que tiende a
excluir; sin embargo, el Estado y la sociedad civil consciente y celosa
de su identidad contrarrestan el proceso, ya que, por un lado, no puede
sustraerse de la dimensión económica o de la presión de la reconver­
sión inmobiliaria, pero, por otro, tampoco se pretende mantener ajena
la temática identitaria, de modo que se sigue otorgando al centro una
relevancia inusitada, construida a partir en una serie de prácticas y usos
dirigidos a la población local como espectáculos, actividades cultura­
les y recreativas -tradicionales o de corte globalizado- que cobran
vigor cada fin de semana o días festivos. De esta manera se logra man­
tener presente un imaginario cultural colectivo que valoriza el centro 301
C armen Imelda G onzález G ómez

histórico, sustentado en numerosas opciones cultural-recreativas in­


cluyentes que se ofertan en el Centro.
Así, consideramos que la habilitación de las plazas y jardines públi­
cos en Querétaro trajo consigo un impulso en la actividad cultural y
económica, de manera que se convirtieron en espacios significativos y
referentes culturales colectivos en constante actividad, es decir, en ni­
chos dinámicos tanto en lo económico como en lo social dentro de
un paisaje urbano complejo en constante cambio.
En este marco interpretativo asumimos que el centro histórico es
un elemento urbanístico que tuvo origen y relevancia durante el
virreinato y, menos de dos siglos después, se recompone y transforma
en un elemento contemporáneo y componente fundamental para en­
tender la dinámica urbana, económica, social y cultural en Querétaro.
Cabe entonces retomar la pregunta que lanzó García Espinosa: “¿Los
centros históricos son una herencia del pasado o una construcción de
un presente?” (2005), agregaríamos un presente gentrificado en forma
light.

Bibliografía

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El centro histórico de Q uerétaro: gentrificación u g h t y vida cultural

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303
Carmen Imelda González Gómez

Revisión hemerográfica:

Agencia de Noticias Notimex [fecha de revisión: 07/06/2008]


Diario Noticias de Querétaro [fecha de revisión: 10/06/2007: 1 A]
Diario Noticias de Querétaro [fecha de revisión: 21/03/2007]
Diario Noticias de Querétaro [fecha de revisión: 08/03/2008]
Diario Noticias de Querétaro [fecha de revisión: 11/07/2001;
17/08/2001]
Periódico Tribuna [fecha de revisión: 10/04/2000]

304
El centro histórico de Morelia:
una buena práctica de revalorización
del patrimonio*
Luis Felipe Cabrales Barajas1

“La búsqueda de un futuro termina


siempre con la reconquista de un pasado”.
Octavio Paz

Introducción

C
ada finca es un palacio. El entramado de palacios y conjuntos
conventuales forma en Morelia uno de los cascos históricos
más señoriales de México. Dada la coloración de la piedra
desnuda que domina sus muros, Pablo Neruda hizo referencia a “los
párpados rosados de Morelia” (1981: 356).
La antigua Valladolid constituye un sitio excepcional por sus valo­
res urbanístico-arquitectónicos y por el protagonismo desplegado en
diversos episodios de la historia nacional. Si bien el esfuerzo por valo­
rizar y recuperar el patrimonio de la capital de Michoacán tiene leja­
* La versión original de este texto fue publicada en el No. 22 de Anales de Geografía de
la Universidad Complutense de Madrid (2002:131-156), bajo el título “El centro his­
tórico de Morelia: gestión social y revaloración del patrimonio”.
1 Doctor en Geografía por la Universidad Complutense de Madrid. Labora como profe­
sor-investigador en el Departamento de Geografía y Ordenación Territorial de la
Universidad de Guadalajara, México. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores
del Consejo Nacional Ciencia y Tecnología. Correo: [email protected]
Luts Felipe Cábrales Barajas

nos antecedentes (Ramírez, 1985: 75-88; Díaz-Berrio, 1998:172), re­


cientemente se convirtió en noticia. Durante décadas sufrió una des­
piadada invasión por parte de comercios semifijos y ambulantes que
lograron apropiarse de calles y espacios cívicos del corazón de la ciu­
dad, incluso una porción de ese comercio tenía más de 40 años de
arraigo.
En el año 2001 ocurrió el “milagro”: la ciudad histórica de pron­
to se vio liberada de dicha patología social, tan común en las ciudades
latinoamericanas. El encabezado celebratorio de un artículo periodís­
tico que circuló a nivel nacional es elocuente y pretende ser aleccio­
nador: “Cómo acabaron en Morelia con los ambulantes” (Círigo,
2001:16). Por su parte, un diario local, La Voz de Michoacán, en su edi­
ción del 05 de junio, hizo referencia en su primera plana a la “Limpia
de ambulantes”.
La operación pública de desalojo, lejos de ser resultado de una
actuación dura por parte del Estado, fue producto de una mezcla entre
el consenso y aplicación de la norma legal. Por su contundencia, esta
afirmación se expone a un natural margen de duda, mismo que inten­
tamos disipar en el presente trabajo y adelantamos que no se trata de
una acción aislada: forma parte de una política integral emprendida a
través del Patronato Pro Rescate del Centro Histórico “Todos por
Morelia”2, que ha logrado aglutinar voluntades de diversos sectores de
la sociedad, aunque también haremos referencias al uso político de la
iniciativa.
La intervención sobre el comercio informal tiene tal trascenden­
cia para el casco histórico que merece ser documentada. Aunque las
buenas experiencias de gestión social no son mecánicamente repeti-
bles, el caso que nos ocupa muestra una voluntad creativa puesto que
ha impactado positivamente a la ciudad heredada: mejoró notable­
mente sus aspectos sociales, funcionales y estéticos e infundió un buen
ánimo ciudadano.
2 Agradezco la colaboración del Patronato “Todos por Morelia” que en voz de Ricardo
Aguilera Soria respondió profesional y generosamente a muchas interrogantes y me
aportó algunos documentos de base.
El centro histórico de M oreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

La zona patrimonial se encuentra en mejores condiciones para per­


petuar su centralidad: para los morelianos es y seguirá siendo el espa­
cio simbólico por excelencia.También augura mejores horizontes para
el turismo cultural: ese nicho de mercado tiene gran importancia para
la economía mexicana y se prevé una notable expansión durante los
próximos años. El ordenamiento comercial del centro histórico de
Morelia puede alimentar la agenda de compromisos que enfrentan las
ciudades históricas, de cara a una mejoría en la calidad del hábitat y
tiene un valor de ejemplo que inspire soluciones a sus difíciles retos.

Las ciudades mexicanas del patrimonio mundial:


destinos turísticos en fase expansiva

México cuenta en 2008 con 29 sitios declarados por la UNESCO


Patrimonio de la Humanidad: cuatro de ellos son bienes naturales,
mientras que 25 constituyen bienes culturales. De estos últimos, diez
corresponden a cascos históricos vivos que simbolizan magistrales rea­
lizaciones del urbanismo virreinal. La mayor parte de ellos había reci­
bido previamente el reconocimiento como Zona de Monumentos
Históricos por parte del INAH (Instituto Nacional de Antropología e
Historia).
Los centros históricos están sujetos a presiones turísticas diferencia­
les, fenómeno que en principio podemos desdoblar en tres tipologías.
Están en primera instancia los de la ciudad de México (8*605.239
habitantes en el año 20003), Puebla (1*346.916), Querétaro (641.386)
y Morelia (620.532). Aunque tienen vocación turística presentan fun­
ciones urbanas diversificadas, lo cual se explica por la gran escala de la
ciudad que representan y por su peso industrial. En cambio Oaxaca
(256.130), Guanajuato (141.196), San Miguel de Allende (134.880) y
3 Cifra que comprende al Distrito Federal y por tanto no incluye el resto de la metró­
poli asentada sobre el estado de México. Los datos proceden de INEGI (2001). En el
resto de las ciudades las cifras corresponden al municipio central que en algunos casos
polariza a una ciudad más amplia.
Luis Felipe Cabraies Barajas

Zacatecas (123.899) constituyen una segunda categoría que se carac­


teriza por una nítida especialización turística que se ha conseguido en
buena medida a partir de la recuperación de sus cascos históricos.
La tercera tipología está representada por los centros históricos de
Campeche (216.897) y Tlacotalpan, Veracruz (14.946), cuya presión
turística resulta por ahora incipiente. Son sitios que tienen en común
su emplazamiento litoral, lo cual refleja el avance de la frontera patri­
monial oficialmente reconocida, antes circunscrita al centro del país, e
incluso en el caso de Tlacotalpan incorpora una cultura local con
arraigados ingredientes rurales (Cuadro 1).
Cuadro 1. Sitios mexicanos declarados Zona de Monumentos Históricos
por el INAH y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO
Ciudad Año de la Superficie Número de Monumentos Año de la
declaratoria en has. manzanas catalogados declaratoria
del INAH de la UNESCO
México D.F. 1980 910 688 1.435 1987
Oaxaca i 976 500 247 860 1987
Puebla 1977 699 391 1.032 1987
Guanajuato 198? 200 475 552 1988
Morelia 1990 343 219 1.142 1991
Zacatecas * 1993
Querétaro 1981 400 203 1.380 1996
Tlacotalpan 1986 75 153 547 1998
Campeche 1986 181 163 1.036 1999
Sn Miguel A 1982 75 68 234 2008
Total 3.383 2.307 8.218
* Zacatecas no cuenta con decreto como Zona de Monumentos Históricos.
Fuentes: www.inah.gob.mx y www.whc.unesco.org

308
El centro histórico de Morelia : una buena práctica de revalorización del patrimonio

El peso del fenómeno turístico sobre los conjuntos históricos es difí­


cilmente ponderable ya que la estadística disponible no permite desa­
gregar zonalmente; sin embargo, la localización de infraestructura tu­
rística y las propias prácticas de la actividad suelen estar ancladas o muy
asociadas al espacio central de las ciudades, aunque en el caso de la ciu­
dad de México, dado su policentrismo, no necesariamente ocurre así.
El turismo cultural es uno de los nichos más expansivos y de ahí la
demanda de medidas planificadoras. Al tratarse de espacios inelásticos,
acotados por atributos históricamente construidos y recibir crecientes
flujos de visitantes, se vislumbran problemas de sobrecarga, lo cual in­
vita a instrumentalizar políticas de gestión que garanticen la sostenibi-
lidad de estos espacios aplicando en forma simultánea acciones correc­
tivas y preventivas.
Luis Felipe Cabrales Barajas

La estadística muestra que la afluencia turística a ocho de esas ciu­


dades pasó de 10,5 millones en el año 1995 a 15,8 millones en 2004
(Cuadro 2). Los datos reflejan una tasa de crecimiento anual de 4,65%
para el conjunto de ciudades.4 Entre los aspectos que se desprenden
de las cifras es que la mayoría de las personas que acuden a las ciuda­
des históricas son de origen nacional. El dato global indica que para
el año 2004 el 78% son mexicanos, mientras que el restante 22% pro­
ceden del exterior.5
Cuadro 2. Afluencia de turistas a ciudades declaradas
Patrimonio Cultural de la Humanidad
Centro Número de turistas en Número de turistas en Crecimiento
histórico 1995 y % nacionales 2004 y % nacionales medio anual
y % extranjeros y % extranjeros
México D.E 7’889.411 (79 %) (21%) 1 07 2 9 .2 18 (74%) (26%) 3,48%
Oaxaca 462.314 (71%) (29%) 1’002,719 (84%) (16%) 8,98%
Puebla 584.130 (89%) (11%) r 546.604 (84%) (16%) 11,43%
Guanajuato 292.829 (87%) (13%) 366.224 (92%) (8%) 2,52%
Morelia 551.730 (95%) (5%) 767.489 (93%) (7%) 3,74%
Zacatecas 274.468 (97%) (3%) 430.936 i (93%) ( 7 %) 5,14%
Querétaro 337.706 (97%) (3%) 710.357 (90%) (10%) 8,61%
; Campeche 125.403 (63%) (37%) 274.264 (77%) (23%) 9,08%
Total 10*517.991 (81%) (19%) 15*827.811 (78%) (22%) 4,65%
Fuente: INEGI (2001 a y 2006). Elaboración: propia
N o se consigna información sobre Tlacotalpan ni San Miguel de Allende.

4 Un punto de contraste entre el volumen del turismo cultural y otras dimensiones del
fenómeno puede ser el arribo de turistas extranjeros. Entre el año 2000 y el 2005, la
cifra de turistas del exterior evolucionó de 20,6 millones a 21,9 millones, lo que se
traduce en una tasa de crecimiento de 1,2 %, cifra muy por debajo del crecimiento del
turismo en las ciudades históricas mostrado en el Cuadro 2, aun reconociendo que las
cifras no admiten una comparación pura ya que se trata de universos que no son
mutuamente excluyentes.
5 Para contar con mejor instrumentos de planificación se requiere el distingo entre
turistas y excursionistas, ya que el impacto local de cada uno de esos conglomerados
es diferenciado.
El centro histórico de M oreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

Es necesario generar conciencia sobre la necesidad de políticas públi­


cas innovadoras para los centros históricos y no perder de vista que las
declaratorias de la UNESCO van dirigidas ante todo a salvaguardar el
patrimonio. El turismo puede ser un recurso para contribuir en ese
objetivo, o por el contrario puede estimular la depredación del legado
histórico, ello dependerá de la manera en que se planifique y gestione
la actividad.
La pujanza turística de México se debe en buena medida a recursos
heredados, a inercias del pasado y coyunturas positivas que no pueden
prolongarse indefinidamente, los tiempos actuales demandan actitudes
responsables y visiones de futuro por parte del Estado y los empresarios
privados. Una lectura de largo plazo permite inferir que las ventajas
comparativas del país tienden a ser obsoletas si no se transforman en
ventajas competitivas acordes con la economía globalizada.6
En tal sentido, las iniciativas emprendidas en Morelia constituyen
un ejemplo aleccionador en materia de políticas encaminadas a lograr
que el patrimonio edificado y el espacio público sean preparados para
desarrollar funciones múltiples bajo criterios de sostenibilidad.

Valladolid-Morelia:
valor histórico y recuperación del patrimonio

Morelia se instaló con el nombre de Nueva Ciudad de Michoacán


sobre una pequeña loma del valle de Guayangareo, sitio con población
indígena escasa y dispersa y buena disponibilidad de recursos natura­
les como agua, tierras fértiles y pastos para el ganado. Se trata de una
implantación típicamente española, hecho que llevó a Manuel Gonzá­
lez Galván a afirmar que la ciudad “nace de semilla hispánica en un
débil surco indígena” (Ramírez, 1985: 10).
6 Un estudio sobre estrategias conjuntas de las ciudades mexicanas reconocidas como
Patrimonio de la Humanidad a efecto de atender temas relacionados con la recupera­
ción de patrimonio y desarrollo del turismo cultural puede consultarse en Cabrales
(2008). 311
Luis Felipe Cabrais Barajas

La fundación fue aprobada el 23 de abril de 1541 por el virrey de


la Nueva España, Antonio de Mendoza, aunque su creación había sido
autorizada cuatro años antes por Cédula Real expedida en Valladolid,
España. “El 18 de mayo de 1541, a las 8 de la mañana, los jueces comi­
sarios designados tomaron posesión del sitio en el valle de Guayan-
gareo, y señalaron el lugar de la ciudad, su traza y los sitios para la igle­
sia catedral, casas de cabildo, cárcel y plaza principar’ (Cervantes,
2001: 23). Al convertirse en sede episcopal recibe el nombre de Valla­
dolid (1577 o 1578), el cual ostentaría hasta 1828 en que se denomi­
na Morelia, en honor al procer de la Independencia Nacional don
José María Morelos y Pavón.
La elección del nombre colonial es un buen ejemplo de los valo­
res que permeaban las relaciones entre el poder peninsular y el no-
vohispano: en una interesante hipótesis Herrejón (2000: 155-156)
plantea que aunque no hay indicios para asegurar que la iniciativa hu­
biera provenido del rey Felipe II, funcionarios subordinados a él como
el bachiller Alonso Martínez o el virrey Martín Enriquez de Almanza
consintieron rebautizar a la ciudad como Valladolid. Las razones: ahí
había nacido el monarca en 1527 y “con la refundación michoacana
se prometían los nuevos pobladores prolongar acá el lejano esplen­
dor”, mismo que la ciudad ibérica había perdido cuando la sede de la
corte castellana fue trasladada a Madrid en 1561 por el propio Felipe
II. El lustre y prestigio que a Valladolid se restaba en España se gana­
ría en América.
En la construcción física y formación social de Valladolid-Morelia
se filtran los ideales del humanismo renacentista que no por ello están
desprovistos de arraigadas concepciones del orden religioso medieval.
El núcleo moreliano articula magistralmente dos componentes mor­
fológicos, el plano y la edificación, con lo cual adquiere una singular
personalidad. La planta urbana, diseñada por el alarife sevillano Juan
Ponce responde a la tradicional trama ortogonal de las ciudades espa­
ñolas en América, aunque en ciertos sectores la cuadrícula muestra
ajustes que bien son resultado de adaptaciones a accidentes físico-to-
pográficos, incorporación de caminos rurales a la trama urbana o bien
El centro histórico de M oreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

responden a la búsqueda de soluciones creativas, por ejemplo, las calles


cerradas que rematan en fachadas de iglesias y realzan el paisaje ur­
bano.
Entre las particularidades del plano moreliano tenemos que la im­
ponente catedral no cuenta con una plaza frontal sino que está flan­
queada por dos plazas, una a cada lado. La suma de estas, junto con la
superficie ocupada por la construcción catedralicia, es de 298 metros
de frente (dirección E-O) por 129 de fondo (dirección N-S), lo que
genera un cuadrilátero de 38.442 m2 en donde se conjugan armóni­
camente espacios sacros y lúdicos.También llama la atención la presen­
cia de un amplio y monumental eje articulador oriente-poniente que
hace las veces de espina dorsal del casco histórico: la actual avenida
Madero que durante el virreinato constituyó el camino real entre
México y Guadalajara.
Fotografía 1.Vista aérea del centro histórico de Morelia en la década de 1930.
Destaca la armonía del conjunto edificado.

Fuente: Cervantes (2001:101)


Luis Felipe C Abrales Barajas

Oculta bajo su unidad aparente, la edificación vallisoletana muestra


diversidad: en términos genéricos se desarrolló el concepto barroco,
aunque con tal originalidad e introversión que se han acuñado califi­
cativos como barroco moreliano o tablerado, cuya seña primordial es la
sobriedad, al tiempo que coexiste con determinantes influencias pla­
terescas y neoclásicas.
Resalta la arquitectura religiosa desde el momento en que Valla­
dolid se consolidó como ciudad conventual durante el siglo XVII, la
construcción de los edificios se convirtió en un factor de atracción de
mano de obra indígena. Los monasterios, conventos y capillas son im­
prescindibles piezas de un patrimonio excepcional que se completa
con la portentosa catedral cuyos méritos artísticos solo podrían ser su­
perados por sus homologas de la ciudad de México y Puebla.
Cada orden religiosa dejó su particular huella en la ciudad, así por
ejemplo, los carmelitas descalzos levantaron su convento al iniciar el
siglo XVII anteponiendo el principio de sobriedad. En un estudio
sobre el tema, Dávila (1999: 88) describe la filosofía constructiva del
Convento del Carmen: “serían las proporciones y no el ornato las que
aportarán estética al conjunto y a los diversos elementos de la cons­
trucción (...) la sobriedad contribuía a la meditación y al recogimien­
to de los frailes, ayudándoles a interiorizarse”. Ello explica la ausencia
de alardes decorativos y que el claustro sea de una planta, con lo cual
se buscaba congruencia con los ideales religiosos.7
Por su parte, las fincas domésticas suelen ser de una o dos plantas
y en los casos más relevantes son el producto de una refinada concep­
ción académica ejecutada por arquitectos europeos. En las mansiones
palaciegas sorprende la magnificencia de sus patios porticados y bal­
cones: en especial, durante “el siglo de las luces” intentan ser el refle­
jo del poder que ostentan sus dueños, generalmente propietarios de
haciendas agrícolas.
La riqueza económica combinada con los ideales ilustrados monu-
mentalizó la ciudad. Entre las obras civiles de la época se cuenta el
314 7 El ex convento carmelita es la sede actual del Instituto Michoacano de Cultura.
El centro histórico de Moreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

acueducto cuya manufactura procede del siglo XVIII: consta de 253


arcos que se distribuyen a lo largo de 2.010 metros (Cabrera &
Ettinger, 1998: 71-72).
Fotografía 2. El acueducto de Morelia, pieza singular que se
prolonga sobre dos kilómetros y que fue rehabilitado en 1997

Autor: Luis Felipe Cabrales

El centro histórico actual, cuyo perímetro corresponde a la trama ur­


bana de finales del siglo XIX contiene 1.142 edificios catalogados: se
sitúa en el tercer lugar nacional dentro de las zonas monumentales ofi­
cialmente reconocidas.8 Según el decreto publicado el 19 de diciem­
bre de 1990 en el Diario Oficial de la Federación se declara Zona de Mo­
numentos Históricos, cubre 219 manzanas y una superficie de 343
hectáreas.
Durante los últimos 70 años, el casco histórico ha estado expuesto
a potentes presiones para servir a una ciudad que crece vertiginosa­
mente. Para el año 1900, Morelia contaba con 37.278 habitantes: en el
año 2000 aloja a 620.532. Ese tránsito observa dos cortes claramente
diferenciados: entre el arranque del siglo XX y 1940, cuando Morelia
alberga a 44.304 habitantes, crece a una tasa media anual de 0,43%,
8 Solo es superado por el centro histórico de la Ciudad de México, que cuenta con 1.435
edificios catalogados y el de Querétaro con 1.380 (www.inah.gob.mx).
Luis Felipe Cabrales Barajas

mientras que entre 1940 y 2000 lo hace a 4,58%, dato que ilustra la
contundencia del fenómeno.
El balance sobre la pureza del patrimonio moreliano se enfrenta a
naturales controversias. Para el común observador externo guiado por
la percepción, el centro histórico destaca por su magnificencia y buen
estado de conservación. En cambio, el especialista y ciudadano críti­
co, más atentos al detalle, no estarán totalmente de acuerdo.
Aunque existen voces de denuncia sobre la destrucción o abando­
no de edificios, estas pesan menos que las originadas por cambios en
los usos del suelo, ya que orillan a realizar adaptaciones materiales: la
más típica es la conversión de patios en espacios aprovechables comer­
cialmente o la instalación de servicios -como bancos y restaurantes-,
situación que ha llevado a injertar cubiertas, aunque a veces en forma
acertada.
Es necesario incorporar matizaciones y mantener el espíritu críti­
co, lo cual no debe impedir reconocer que el casco moreliano ha
logrado salvaguardar su marco edificado, evaluación que debe inscri­
birse dentro del contexto nacional en el que buen número de núcle­
os urbanos han corrido con peor fortuna.
Díaz-Berrio (1998:171) sintetiza y concilia valoraciones de distin­
to signo al mencionar que “no se encuentran, más que en contadas
ocasiones, elementos o edificios discordantes, o volúmenes excesivos
que afecten el entorno histórico general de la zona urbana central,
aunque haya habido deterioros, destrucciones y diversos problemas en
Morelia, como en todas las ciudades históricas”.
Una apreciación similar ofrece Vargaslugo (1997: 122) cuando
afirma que “puede considerarse como una ciudad bien conservada,
que ha resguardado la mayoría de sus bienes histórico-artísticos a
pesar de las vicisitudes que inevitablemente destruyeron parte de su
patrimonio”.
En un minucioso estudio publicado por Esperanza Ramírez en
1985 se cuantifica el área degradada en un 11,7%, aunque alerta que
un 37% se encuentra en proceso de deterioro, para tal efecto usa como
unidad de análisis la cuadra.
El centro histórico de Morelia : una buena práctica de revaloració n del patrimonio

Por su parte, el Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro


Histórico de Morelia (1999) estima el que el 11,8% del patrimonio
edificado se encuentra en malas condiciones, el 51,5 en regular estado
y el restante 36,7 en bueno, con lo cual se tiene una aproximación
objetiva que invita a pensar en los grandes retos que el casco morelia-
no debe afrontar.9
De especial importancia es la fuerza de participación ciudadana.
Hiriart (1999:119) documenta la presencia activa de 17 agrupaciones
civiles10 encaminadas a velar la buena salud del centro histórico, algu­
nas con un papel clave en la recuperación de edificios específicos, el
rescate de bienes muebles o las dedicadas al tema de la formación pro­
fesional y difusión cultural. Un ejemplo por demás exitoso lo consti­
tuye la iniciativa de la asociación civil Morelia, Patrimonio de la
Humanidad para restaurar el acueducto, obra que en 1997 quedó con-
9 Un tema por demás controvertido es el que se refiere a los aplanados de los edificios
morelianos. En el año 1965 fueron retirados “gracias a las exhortaciones del Ayunta­
miento de la ciudad, durante el periodo en que fuera presidente municipal Fernando
Ponce De León” (Ettinger 2001: 118). Cabe señalar que en aquel momento dicha
práctica se consideraba técnicamente válida. Con la eliminación de los revoques se ga­
nó una imagen homogénea de las edificaciones que al paso del tiempo ha adquirido
carta de naturaleza; no obstante, la UNESCO ha hecho el señalamiento de que esa in­
tervención atenta contra la autenticidad del casco histórico ya que anteriormente
exhibía un aspecto policromático. La desnudez pétrea de los edificios tiene además el
inconveniente de estimular la adherencia de salitre, con lo cual se favorece su dete­
rioro.
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Conservatorio de las Rosas (1990), Patronato para el Rescate y Reconstrucción de la
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mara Nacional de la Industria de la Construcción en Michoacán y Patronato Pro
Monumento a los constructores de Morelia (1995).
Luís Felipe Cábrales Barajas

cluida regresando así la dignidad a uno de los hitos emblemáticos de


la ciudad.
El interés por conservar y recuperar el casco histórico moreliano
se intensifica con la creación del Patronato Pro Rescate del Centro
Histórico, ocurrida oficialmente el 18 de mayo de 1999. El organis­
mo está formado por 68 personas y la iniciativa surge del Ayunta­
miento de la ciudad.11
Las acciones emprendidas durante 2001 gravitarán en buena medi­
da sobre algunos actores clave que trabajan sincronizadamente, aunque
desarrollando distintos papeles: el gobernador del Estado y el alcalde
de la ciudad1112, quienes otorgan la voluntad política necesaria y la ges­
tión de recursos económicos; Esperanza Ramírez Romero, historia­
dora y experta conocedora del centro histórico, quien funge como
presidenta del Patronato; y Enrique Villicaña Palomares, coordinador
ejecutivo del Plan Maestro para el Rescate del Centro Histórico, en
el cual se involucran los gobiernos municipal, estatal y federal.
Este instrumento contempló tres proyectos estratégicos:
• Desconcentración de oficinas administrativas de los gobiernos
estatal y municipal.
• Reubicación de la Central de Autobuses Generalísimo Morelos y
de las terminales de autobuses suburbanos y rurales.
• Reubicación del comercio informal instalado en el centro histó­
rico.
La mayor parte de las tareas quedaron consumadas en el año 2001.
Con la mudanza de 17 oficinas públicas estatales y la construcción de
tres complejos administrativos municipales fuera del centro (en la
zona Manantiales), se propició “que al centro no acudan un total de
11 Un antecedente de lo anterior es la Junta encargada de hacer cumplir el Reglamento
para la Conservación del Aspecto Típico y Colonial de la Ciudad de Morelia, decreta­
do en 1956. Dicha Junta, a diferencia del Patronato, tenía más ingerencia en la vigilan­
cia que en la promoción de iniciativas.
12 Víctor Manuel Tinoco Rubí y Salvador Galván Infante, respectivamente.
El centro histórico de Moreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

30.000 personas diariamente a trabajar o a realizar gestiones”13 (Villi—


caña, 2001:18).
La estación fue reubicada: el 8 de noviembre de 2001 entró en
operación la moderna Terminal de Autobuses de Morelia, emplazada a
bordo del anillo de circunvalación (Periférico Paseo de la República).14
El impacto en beneficio del centro histórico consiste en que “ya no
llegarán al centro 1.200 unidades diarias que transportaban a 43.750
pasajeros” (Villicaña, 2001:18).

El problema social y funcional más visible:


el comercio callejero en espacios públicos

Entre la opinión local y los turistas estaba bien arraigada la idea de que
la invasión de espacios públicos por parte del comercio informal cons­
tituía la principal patología negativa del centro histórico moreliano.
Las investigaciones generalmente hacían referencia a ese problema
(Ramírez, 1994: 22; González, 1998: 118; López & Rodríguez, 2001:
146). No era para menos, el núcleo histórico alojaba a una buena can­
tidad de puestos que en promedio funcionaban durante ocho horas
diarias e incluso algunos utilizaban su comercio como improvisada vi­
vienda, lo cual permite adivinar las condiciones infrahumanas y de
insalubridad que ahí podían encontrarse.
El foco principal del improvisado comercio era la Plaza Valladohd,
que forma un conjunto con la iglesia y ex claustro de San Francisco.
En 1939, Manuel Toussaint se refiere a “la plaza convertida en la actua­
lidad en un mercado” (1939:141). Aunque las fuentes de información
13 La intención de la política de desconcentración de oficinas fue reducir la función admi­
nistrativa antes que eliminarla. De hecho, la mayoría de los edificios mantiene sus fun­
ciones pero con menor carga.
14 Existe la inquietud de reciclar la antigua estación de autobuses pasa convertirla en un
pabellón turístico. Si se plantea un proyecto lúcido, este equipamiento podría aliviar
parte del déficit de estacionamientos y ser aprovechado para dar servicio a grupos turís­
ticos que se trasladan en autobús, al tiempo que se podría articular con la oferta hote­
lera aledaña que ante la expectativa ha mejorado su calidad.
Luis Felipe Cabrales Barajas

varían en su estimación, lo único seguro es que estas unidades comer­


ciales superaban el millar y medio: así, el Plan Maestro documenta
1.500, una investigación universitaria calculó 2.000 (López & Rodrí­
guez, 2001: 146) mientras que en notas periodísticas consignaban
hasta 2.480 (La Voz de Michoacán, 05.06. 2001).
La “economía bazar” desencadena opiniones encontradas: se pueden
enumerar fácilmente sus múltiples inconvenientes en lo que respecta a
la evasión fiscal, su competencia desleal al comercio establecido, la ba­
sura y condiciones insalubres que provoca, el estrangulamiento de
espacios públicos, entorpecimiento de la circulación peatonal y con-
gestionamiento vehicular. Además, desata el deterioro material en las
fincas históricas y plazas, distorsión de la imagen urbana, así como la
pérdida de calidad de vida de un espacio histórico y por tanto se Umi­
ta su capacidad para recibir a ciudadanos locales y turistas.
Está el otro lado de la balanza: es una modalidad comercial que
genera empleo, requiere de baja inversión y se articula con una amplia
demanda que busca productos y servicios de bajo costo. En el caso
particular de Morelia, un componente bien valorado del comercio
callejero estaba conformado por artesanías michoacanas que se cuen­
tan entre las más ricas y variadas de México.Vale anotar otra faceta de
su dimensión cultural: tal forma de comerciar tiene hondas raíces pre­
hispánicas; por lo tanto, la erradicación del comercio callejero puede
considerarse desde esa perspectiva como una agresión a los usos y cos­
tumbres tradicionales.15
Aun adoptando el sistema de valores que defiende el comercio in­
formal, sería irresponsable no reconocer que esta práctica debe estar
sujeta a diversas normas: las de orden urbano adquieren espacial rele­
vancia en un espacio que por su céntrica localización es proclive a que
diversos sectores de la sociedad se lo apropien. Mientras que la eco­
nomía “moderna” sea incapaz de incorporar formalmente a esos gru­

ís Cabe aclarar que se mantuvo a un pequeño grupo de vendedores de artesanías en el


corredor lateral de acceso al claustro de San Francisco, sitio en el que desde 1972 hay
320 tiendas formales de artesanías.
El centro histórico de M oreua: una buena práctica de revalorización del patrimonio

pos marginales, el fenómeno seguirá presentándose. Incluso existen in­


terpretaciones teóricas que plantean la interdependencia entre lo for­
mal y lo informal conceptualizados como el “circuito superior” y el
“circuito inferior” de un mismo modelo (Santos 1982, citado en
Estébanez, 1988: 459-460).
Una vez reconocido ese hecho que provoca pugnas sociales y ten­
siones sobre el territorio urbano, distintas administraciones públicas
del país han realizado intentos por ordenar el comercio subterráneo.
Los resultados han rondado en el fracaso y han generado graves episo­
dios de violencia urbana perpetrada entre los comerciantes y la poli­
cía. En la capital del país, el conflicto observa tal grado de masificación
y de manipulación política que orilla a pensar que es irresoluble: los
numerosos intentos fallidos así lo indican. Por ello, la experiencia de
Morelia merece ser analizada.16
Una condición necesaria para actuar sobre la realidad social es el
conocimiento específico del fenómeno. Una radiografía del comercio
instalado en la vía pública del centro histórico de Morelia, elaborada
mediante una encuesta aplicada en el año 2000 (López & Rodríguez,
2001) permitió conocer sus características básicas, entre ellas: el 43%
era propietario de los puestos atendidos, mientras que el restante 57%
laboraba como empleado. La mayor parte pertenece a la edad plena­
mente productiva: el 72% oscilaba entre los 18 y los 40 años.
En lo que atañe a la escolaridad, “casi el 80 % de la fuerza de tra­
bajo que se ocupa de esta actividad cuenta con un nivel de instrucción
suficiente para poder incorporarse a los establecimientos formales que
demandan fuerza de trabajo capacitada y productiva. El hecho de que
16 Resulta prudente mencionar que durante los últimos años se ha puesto particular aten­
ción en el ordenamiento del centro histórico de la ciudad de México. En 2001 se ins­
taló el Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico y en 2003 se creó la
Comisión de Reordenamiento y Regulación del Comercio enVía Pública. El hecho
es que al año 2008 se ha logrado reordenar al comercio informal que ocupaba buena
parte del Perímetro “A” de la Zona de Monumentos Históricos. Tal perímetro abarca
370 hectáreas de las 911 que configuran el centro histórico. Información sobre políti­
cas de actuación urbana y el comercio informal pueden consultarse en Coulomb
(2000), Monnet & Bonnafé (2005) y Melé (2006).
Luis Feupe Cabrales Barajas

el 43% de los entrevistados haya afirmado haber realizado estudios de


nivel medio superior y universitario refleja claramente la desvincula­
ción que existe entre las políticas educativas y las económicas” (López
& Rodríguez, 2001:152). Se descubrió que el 55% pertenece a algu­
na agrupación gremial, la más mencionada fue Felipe Carrillo Puerto
con 28%.
Entre otros hallazgos está que el 70% obtiene ingresos que supe­
ran el salario mínimo y que hay un segmento empleador de mano de
obra que obtiene buenos beneficios y en cambio evade el fisco y no
ofrece a sus trabajadores el acceso al sistema de seguridad social (el
87% no cuenta con esa prestación).
Lo anterior denota que el conglomerado de comerciantes de nin­
guna manera es homogéneo, y que a partir de las múltiples diferencias
internas se pueden establecer tipologías: entre ellas es evidente que
existe una parte que acumula capital, mientras para otros constituye
un mecanismo de sobrevivencia.
El 05 de junio de 2001 pasó a la historia moreliana como el día en
que el centro histórico quedó liberado del comercio en la vía públi­
ca: la fecha fue elegida en función de la celebración del Día Mundial
del Medio Ambiente. La prensa de los días subsecuentes publicó des­
plegados por parte de asociaciones ciudadanas, grupos universitarios,
el gremio del comercio establecido y hasta la franquicia multinacional
McDonald's, pasando por una inserción firmada por la Unión Mutua-
lista de Comerciantes, Locatarios y Ambulantes Mariano Matamoros.
En ellos se refleja un gran impacto emotivo y se felicita a las autori­
dades, al Patronato e incluso a los propios comerciantes informales por
su voluntad para reubicarse.
Las opiniones periodísticas se afilian a la euforia triunfalista:
(...) en los más de cincuenta años de vida que tiene este periódico,
jamás habíamos presenciado un fenómeno similar en la ciudad de
Morelia: la gente, toda la que pudo, salió a la calle a gozar, a redescu­
brir, a vivir una ciudad libre, limpia, hermosa como fue construida...
322 no podían creer lo que unos días antes se pensó imposible: una ciu­
El centro histórico de M oreua : una buena práctica de revalorización del patrimonio

dad libre de ambulantes... más de veinticinco años permaneció M o-


relia con el rostro tapado por los ambulantes que estaban a punto de
ahogarla y a nosotros con ella (Maquiavelo, 11.06.2001: 34).

La operación contaba con la debida legitimidad y se cimentaba en la


legalidad pero no estaba exenta de riesgos: tan es así que el desalojo fue
sorpresivo. A la medianoche del 4 de junio hicieron acto de presencia
310 policías de diferentes corporaciones, así como notarios públicos y
representantes de la Comisión Estatal de Derechos Humanos: en un
par de horas el desalojo fue consumado. Producto de una preparación
meditada, y quizá de algo de suerte, la acción tuvo la fortuna de desa­
rrollarse sin violencia física: de haber ocurrido seguramente el tema se
hubiera politizado y comprometido la continuidad del proyecto de
rescate del centro histórico. Para garantizar que los espacios fueran res­
petados se colocaron redes metálicas que días posteriores serían retira­
das, lo que simbolizó la liberación física del ámbito público. Si bien es
cierto que la estrategia utilizada pone en duda la disposición de los
comerciantes para relocalizarse, hay que considerar que se trata de un
universo múltiple en el que había una porción renuente, en especial las
uniones de comerciantes Miguel Hidalgo y Primero de Octubre, que
agrupan alrededor de 250 (La Voz de Michoacán, 05.06.2001).
La mayoría había aceptado previamente los acuerdos, lo cual no
resultó fácil ni rápido: “durante casi dos años se llevaron a cabo pláti­
cas de negociación con diferentes uniones del comercio informal, las
que manifestaron desde el inicio oposición a la reubicación y, sin em­
bargo, al observar que las acciones del Plan Maestro no se detenían y
que existía suficiente firmeza y apoyo social, fueron poco a poco fle-
xibilizando su posición” (Villicaña, 2001: 12).
Entre las manifestaciones de inconformidad está la marcha pacífica
que el propio 05 junio emprendieron vendedores de la Unión Pri­
mero de Octubre que reclamaban la asignación de locales y la toma
del Palacio Municipal el día 02 de agosto por parte del Frente Cívico
de Comerciantes Ambulantes, liderados por un diputado federal. La
postura de las autoridades en este último caso fue que los demandan- 323
Luís Felipe Cabrales Barajas

tes no eran realmente comerciantes de acuerdo al padrón previamen­


te levantado y avalado con el testimonio de un fedatario público o
correspondían a vendimias móviles -por ejemplo de globos o peque­
ños juguetes-; sin embargo, el director de Mercados y Comercio en la
Vía Pública del Ayuntamiento manifestó disposición al diálogo par­
tiendo de la convicción de no ceder ante las presiones (Valdovinos,
03.08.2001: 3 A;La Voz de Michoacán, 04.08.2001).
En lo que atañe al aspecto legal, el tratamiento fue simple: el 11 de
mayo de 2001 en sesión extraordinaria de cabildo, el Ayuntamiento de
Morelia aprueba un bando municipal en el que “se declara el centro
histórico de Morelia, Michoacán de Ocampo, zona restringida para
toda actividad comercial en la vía pública” (Ayuntamiento de Morelia,
2001a: 9). El acuerdo se cimienta en diversas disposiciones legales,
especialmente en el Reglamento para Comercio y Mercados en la Vía Pú-
El centro histórico de M orelia : una buena práctica de revaloración del patrimonio

blica, vigente a partir del 2 de julio de 1973, así como en la categoría


que ostenta el Centro Histórico como Zona de Monumentos His­
tóricos y como Patrimonio de la Humanidad.
Al momento de efectuar el desalojo ya estaban acondicionados dos
mercados que albergarían a los comerciantes: San Juan, con 400 loca­
les y Capuchinas, con 240.17 Un hecho que ayuda a entender el éxito
del reacomodo de comerciantes y deja entrever un rasgo de congruen­
cia por parte del poder público es que además de las negociaciones
políticas se requirió de una buena inversión económica que se admi­
nistró mediante un fideicomiso. Los comerciantes realojados en los
mercados accedieron a un pequeño local (con superficie de 4 m2) que
tiene un costo próximo a los 2.000 dólares pagaderos en un horizon­
te de 10 años.
Los comerciantes pendientes de reubicación recibieron, a partir del
desalojo, una indemnización mensual de 250 dólares mientras eran
reinstalados, situación que contribuyó a desactivar brotes de inconfor­
midad pero, al mismo tiempo, obligó al Ayuntamiento a poner empe­
ño en el acondicionamiento de los mercados faltantes para despren­
derse de esa carga financiera.
A efectos de impedir el retorno de comerciantes callejeros —o la
aparición de nuevos—se implantó una solución blanda e inteligente:
un programa de reclutamiento de jóvenes universitarios que dieron
vida a la agrupación ARCOS (Amigos del Rescate del Centro His­
tórico). Previa formación en materia de primeros auxilios, turismo,
17 El resto de los mercados son: en el centro histórico San Francisco (110 locales),
Humboldt (225) y Allende (250). En un recorrido realizado en diciembre de 2001,
comprobamos que en los dos últimos casos se trabajaba para concluir las obras en tanto
las de San Francisco estaban terminadas. Fuera del centro, los mercados son Manantiales
(200 locales), también ya terminado, y Nueva Terminal de Autobuses (450), que tenía
un avance de 50%. Entre las causas del retraso, el alcalde Augusto Caire Arriaga men­
cionó la tardanza de una parte de los recursos económicos provenientes del Banco
Interamericano de Desarrollo (Valdovinos, 19.12.2001:2 A). El 31 de enero de 2002 se
instaló la “Comisión para la Adjudicación y Preadjudicación de Locales a Comerciantes
que hasta el 5 de junio del año 2001 ocuparon la Vía Pública del Centro Histórico de
Morelia”, misma que el 2 de febrero publica un acuerdo en el que se definen las reglas
para la asignación de los locales (Ayuntamiento de Morelia, 2002: 7 B).
Luis Feupe Cabrales Barajas

seguridad pública, reglamentos municipales y educación vial, patru­


llaron durante seis meses como vigilantes e informantes ciudadanos,
a cambio de lo cual obtuvieron una beca y se les reconoció el ser­
vicio social que la normatividad universitaria obliga.18 En el caso de
detectar la posible instalación de algún comerciante, la instrucción
era invitarlo a retirarse; si el intento fracasaba, darían parte a la po­
licía.
La reseña del complicado proceso social de ordenamiento comer­
cial quedaría incompleta si no se anotan dos de sus ramificaciones: la
labor de ciudadanización encaminada a subrayar la necesidad de sal­
vaguardar el centro histórico, así como el clima político bajo el que se
materializaron las acciones. El Patronato trabajó desde marzo del año
2000 con diversos sectores de la sociedad moreliana para sensibilizar
acerca del valor del centro histórico y así formar militantes. El objeti­
vo se centró especialmente en escolares de educación básica que reci­
bieron una hora de instrucción diaria durante cinco chas a través del
curso “Conoce tu ciudad”, el cual tuvo como apoyo didáctico el libro
Mi ciudad y yo (Ramírez, 1992). El número de alumnos involucrados
fue de 10.500, pertenecientes a 95 escuelas.
Otra de las fórmulas para incitar la apropiación ciudadana del cen­
tro histórico ha sido la intensificación de la oferta cultural y lúdica.
Apenas ejecutado el desalojo de los comerciantes, se programaron jor­
nadas dominicales de adetismo, ciclismo y otros deportes y se ofrecie­
ron actividades artísticas en plazas y recintos cerrados del casco anti­
guo mediante el programa “Vive el centro histórico”.
La vertiente política es por demás compleja. La recuperación de los
espacios se desarrolló en forma simultánea al sufragio que se avecina­
ba el 11 de noviembre de 2001: de los comicios saldría el relevo -a
partir del año 2002-, para la gobernatura del estado, ayuntamientos,
así como diputados y senadores. Dentro del espectro nacional, Mi-
choacán es el principal bastión del PRD (Partido de la Revolución
18 El programa dependió de la Subsecretaría de Seguridad Pública del Gobierno del
Estado. El número de jóvenes involucrados fue de 80. En agosto de 2001 comenzó a
funcionar la segunda promoción.
El centro histórico de Moreua: una buena práctica de REVALORIZACIÓN DEL PATRIMONIO

Democrática) encarnado en la figura de Cuauhtémoc Cárdenas19, cuyo


hijo, Lázaro Cárdenas —homónimo de su legendario abuelo—, compi­
tió para convertirse en gobernador y ganó. La competencia política
para el PRD estaba representada principalmente por el PRI (Partido
Revolucionario Institucional) que también tiene hondo arraigo mi-
choacano y en esos momentos mantenía el poder en Michoacán y en
el ayuntamiento de Morelia.
Aunque es casi inevitable la tentación de asociar las acciones de
gobierno con propósitos electorales, resulta aventurado aseverar que la
proximidad de los sufragios fue el verdadero resorte para emprender
determinadas acciones, más cuando se tenían antecedentes de 29 me­
ses con la creación del Patronato. En todo caso, demostraría una auda­
cia política basada en una estrategia de amplio plazo para acumular
capital electoral.
Los acontecimientos reales: además del triunfo del PRD para la
gobernatura estatal, el PRI refrendó el poder en Morelia en la perso­
na de Fausto Vallejo Figueroa, quien estuvo involucrado activamente
en el rescate del centro histórico.20Tanto el día de su postulación como
al momento de conocer su triunfo, el discurso tuvo destacadas alusio­
nes al centro histórico, las que resultan preocupantes ya que explícita­
mente apuntan a una turistización elitista.
Además de prometer continuidad al rescate del centro histórico:
(...) se dará un énfasis sin igual al aprovechamiento de la vocación
turística de Morelia, con la meta de llegar al 100 por ciento de ocu­
pación hotelera y de atraer turistas con un más alto poder adquisitivo,
mínimo de siete salarios mínimos para que puedan derramar más re­

19 Un par de evidencias sobre la fuerza del PRD en Michoacán: durante las elecciones
presidenciales del año 2000, el candidato Cuauhtémoc Cárdenas obtuvo en ese estado
el 8,69% de los votos nacionales. En relación con los otros partidos, el 37,14% de los
michoacanos favorecieron a Cárdenas, lo que representa el porcentaje más alto del país
(cifras calculadas a partir de estadísticas consultadas en Aguayo, 2000: 253).
20 Desde su posición como oficial mayor del Gobierno del Estado. Para completar el cua­
dro hay que añadir que el alcalde promotor del rescate del centro histórico dejó el
cargo anticipadamente para aspirar a una diputación plurinominal.
Luis Felipe Cabrales Barajas

cursos... el centro histórico no puede verse como algo romántico,


contemplativo, sino que hay que aprender a venderlo como se hace
en varias ciudades de España (Ultreras, 30.08.2001:1 A y 34 A).

Sin dejar de reconocer que dicha intención tiene su parte positiva en


cuanto al anhelo de potenciar la competitividad turística, ofrece una
lectura paralela: el riesgo de generar un esquema excluyente lo que
equivaldría a poner el centro histórico al servicio exclusivo del gran
capital a costa de varios logros sociales, entre ellos la reubicación de
los comerciantes callejeros.
Por último cabe reseñar un punto que igual ofrece lecturas respec­
to a la participación ciudadana que a los nexos del rescate con el
ambiente electoral: el 31 de agosto de 2001 —inmediatamente después
del destape del candidato priista—se llevó a cabo el Primer Rescatón
Todos por Morelia, a instancias del Patronato. La meta era recolectar
recursos económicos para iniciar la restauración de las plazas y porta­
les, en específico la Plaza de los Mártires, anexa a la catedral. Se deter­
minó previamente un monto-objetivo de T500.000 pesos (150 mil
dólares) con lo cual se podría emprender la obra. El resultado exhibe
un alto grado de compromiso social: además de la nutrida asistencia
en la Plaza Valladolid donde destacó la presencia infantil, se reunieron
T725.000 pesos (172.500 dólares), más 100 mil pesos (10 mil dólares)
en especie -objetos artesanales y obras de arte—, aunque es prudente
asentar que un empresario local donó un millón de pesos -equivalen­
te a 100 mil dólares- (Valdovinos, 01.09. 2001:1 A y 3 A).

328
El centro histórico de M orelia: una buena práctica de revalorización del patrimonio

Fotografía 3. La Plaza de Valladolid antes del ordenamiento del


comercio informal

Fuente: Luis Felipe Cabrales

Fotografía 4. La Plaza Valladolid después de la recuperación del


espacio público.

Fuente: Luis Felipe Cabrales

El gobernador del Estado aprovechó el acontecimiento festivo para in­


formar la futura inversión de más de 15 millones de pesos de aporta­
ciones federales y estatales para restaurar espacios públicos del centro
histórico. El Rescatón se convirtió en una pasarela donde llamó la
atención el acto de presencia de funcionarios y candidatos priístas y de 329
LUIS FEUPE CABRALES BARAJAS

partidos de la oposición que hicieron sus aportaciones económicas,


actitud que exhibe el uso político de la situación pero al mismo tiem­
po refleja madurez y capacidad de consenso: el centro histórico con­
vertido en un vértice ciudadano que recobra su sentido cívico.
El cuadro presentado muestra el complejo entramado social y po­
lítico que se ha tejido a raíz de la apuesta por el centro histórico. Este
se ha convertido en un teatro en el que han desfilado las más diversas
tentaciones, las pugnas por su dominio y el anhelo por revalorizarlo y
reinventarlo. Ello delata variados trasfondos que han puesto a prueba
la cohesión social a la hora de imponer la inteligencia colectiva. El
resultado material y sus saldos sociales y culturales serán un retrato
fidedigno del pulso de sus ciudadanos, los que de entrada se han ano­
tado una virtud: rompieron con la apatía.
Fotografía 5. El portal Galeana, en el entorno de la Catedral, una vez ejecutadas las acciones
de rescate del centro histórico

Fuente: Luis Felipe Cabrales

330
El centro histórico de Morelia : una buena práctica de revalorización del patrimonio

El turismo en Morelia:
¿aliado o enemigo en la recuperación del centro histórico?

Con el reordenamiento del comercio en vía pública, aunado a la des­


concentración de oficinas administrativas y al desplazamiento de la ter­
minal de autobuses, se ha pretendido mejorar la funcionalidad del cen­
tro histórico. Si bien los afanes conservacionistas tienen una matriz
cultural y la intención de lograr armonía urbana, también cuentan con
el estímulo que representa la actividad turística que ofrece la posibili­
dad de abrir nuevos espacios de desarrollo o ampliar los existentes.
El turismo es uno de los pilares de la economía mexicana junto
con la captación de remesas enviadas por migrantes que residen en
Estados Unidos, la industria maquiladora y la venta de petróleo. Méxi­
co ocupa la séptima posición mundial en cuanto a recepción de turis­
tas y por ese rubro capta 11,8 mil millones de dólares (Secretaría de
Turismo, 2006: 5). En el año 2005 atrajo alrededor de 22 millones de
turistas extranjeros, cuando en 1987 solo recibía 5 millones, evidencia
de la velocidad del crecimiento. La Secretaría de Turismo estima que
para el año 2025 la cifra llegará a 49 millones (citado en Mundo Eje­
cutivo, 2002: 96).
La ventajosa posición del país y su riqueza de recursos seguramen­
te contribuirán a masificar aún más los flujos turísticos, ante lo cual
las empresas privadas y organismos públicos deberán estar preparados
para afrontar los retos que ello supone. Como parte del vertiginoso
proceso, posiblemente se incrementará la presión sobre las ciudades
históricas, más aún considerando que se trata de un producto turísti­
co singular que puede resultar cada vez más atractivo para los ciuda­
danos de Canadá y Estados Unidos que en conjunto aportan para
México el 73,40% del mercado turístico internacional, en cuanto a
número de visitantes.21
21 Después del bloque norteamericano, cinco países europeos constituyen la principal
demanda y aportaron en conjunto el 6,99% del turismo internacional en el año 2005:
Reino Unido (1,85%), España (1,63%), Francia (1,28%), Italia (1,19%) y Alemania
(1,04%) (Secretaría de Turismo, 2006: 9). 33
Luis Felipe C abrales Barajas

Morelia es el epicentro urbano de una de las regiones más ricas de


México por su patrimonio natural y manifestaciones culturales, estas
últimas muy cargadas de identidad indígena, las cuales adquieren una
de sus mejores expresiones en la vecina comarca lacustre de Pátzcuaro,
nombre que también lleva la ciudad que articula ese territorio y ha
intentado cubrir el expediente para sumarse a la lista del patrimonio
mundial. Pátzcuaro tiene méritos suficientes para lograrlo, lo cual su­
pondría tener dos ciudades Patrimonio de la Humanidad en una dis­
tancia de 56 kilómetros, las que por otro lado tienen personalidades
diferentes: Morelia, con honda raíz hispánica; Pátzcuaro, más indíge­
na, más rural; pero ambas resultan ser las estrellas regionales del urba­
nismo y la arquitectura.
Michoacán representa un territorio con gran entidad geográfica y
densidad de atractivos, que además tiene la ventaja de estar situado en­
tre las dos metrópolis nacionales de mayor jerarquía —ciudad de
México y Guadalajara, que suponen un mercado cautivo de 25 millo­
nes de personas—, lo que explica la notoria presencia de turismo na­
cional facilitado por la accesibilidad que otorga la red de carreteras y
autopistas.
Además del turismo cultural que ofertan sus pueblos y ciudades,
Michoacán ofrece atractivos naturales, entre los que se destacan paisa­
jes volcánicos, lacustres y bosques de pino-encino. Un notable recur­
so lo constituye la mariposa monarca (Danaus Plexippus): millones de
insectos migran desde Estados Unidos y Canadá, lo cual supone un
trayecto de más de 4.000 kilómetros para invernar en los bosques
michoacanos y ofrecer un espectáculo fantástico. El periodo de estan-2
22 La posible inclusión de Pátzcuaro en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO
no parece en estos momentos muy factible. La tendencia actual es presentar propuestas
dentro de categorías poco convencionales, tales como paisajes culturales, patrimonio
industrial y moderno, itinerarios culturales o incluso patrimonio intangible. Dentro de
esta lógica se logró por ejemplo incorporar el Paisaje Agavero y Antiguas Instalaciones
Industriales del Tequila en 2006 (Cabrales y González, 2008), y el Campus Central de
Ciudad Universitaria de la UNAM . Pero, además, durante los años recientes, el centro
de Pátzcuaro no ha conseguido una labor eficiente de gestión del turismo cultural,
332 según el estudio elaborado por Hiriart (2006: 550-575).
El centro histórico de M orelia : una buena práctica de revalorización del patrimonio

cía de las monarca en los santuarios michoacanos es entre septiembre


y marzo; su avistamiento ha generado un circuito turístico que suele
combinarse con pernoctaciones en Morelia o Pátzcuaro.23
Michoacán cuenta con una tradición artesanal que encierra nota­
bles valores históricos y artísticos. El desarrollo de la artesanía fue
impulsado durante el período virreinal por el obispo Vasco de Quiroga
bajo una concepción humanista: sería un complemento y prolonga­
ción natural de las labores agrarias. Cada pueblo se especializaría en
una rama particular, lo que propició la formación de una densa red de
trueque y comercialización. La obra de Quiroga trasciende en el espa­
cio y en el tiempo: la aplicación de sus ideales contribuye a cohesio­
nar la región y funda un modelo de organización productiva que
reserva un lugar especial a la creatividad popular. Tales aportaciones
perviven al paso de los siglos.
La pletorica riqueza artesanal incluye una fina y variada cerámica,
tallas de madera, coloridos textiles, minuciosos bordados y piezas de
cobre.24 Una afortunada conjunción entre el patrimonio religioso co­
lonial y la desbordante oferta artesanal lo constituye el claustro del
convento de San Francisco en Morelia, donde se exhiben y comercia­
lizan productos del estado de Michoacán desde 1970.
Morelia es, por tanto, el referente de una región muy atractiva y,
dada su valía cultural, seguramente verá durante los próximos años
reforzada su vocación turística. La urbe moreliana cuenta con una
planta hotelera conformada por un número próximo a las 3.500 cuar­
tos y aunque las cifras varían según la fuente consultada, es factible que
haya superado el millón anual de turistas. La ciudad atrae principal­
mente al turismo nacional; no obstante, como parte de la evolución
del sector y de su creciente internacionalización, es posible el aumen­
to del turismo extranjero que en mayor o menor medida evoluciona­
23 El Santuario de las Mariposas Monarca fue declarado Reserva de la Biosfera en 2008.
24 El Concurso Estatal de Artesanías de Nuevo Diseño constituye un factor de innova­
ción y valoración de la actividad, así por ejemplo, en su octava edición efectuada en
2002, participaron 422 artesanos de 39 comunidades, que en conjunto presentaron 604
piezas (La Voz de Michoacán, 03.02.2002). 333
Luis Felipe C abrales Barajas

rá en paralelo al incremento del turismo nacional. Todo ello supone


adoptar esquemas capaces de asumir los cambios en forma controla­
da; debe plantearse una adecuada banda de equilibrio entre la oferta y
la demanda.
La administración michoacana realiza una importante labor en
promoción turística a lo que deberá sumar el diseño de un modelo de
desarrollo que continúe recuperando patrimonio cultural, lo convier­
ta en atractivo y le agregue valor. También será necesaria la ampliación
de los servicios turísticos, la búsqueda de mejor calidad25 y la solución
de problemas funcionales: tráfico, movilidad, estacionamientos.
Sin ser una norma generalizable, es posible afirmar que en México
se pone actualmente más atención a la vertiente de la promoción tu­
rística que a la gestión del espacio turístico. De ahí se desprende la
gran oportunidad de atender promoción y gestión en forma sincroni­
zada con el objeto de garantizar un producto sostenible pero que al
mismo tiempo resulte competitivo. De lo anterior se deriva la perti­
nencia de operar transversalmente integrando objetivos turísticos,
urbanos, sociales y culturales. Debe bosquejarse responsablemente la
relación entre turismo y patrimonio con el objeto de maximizar be­
neficios y prevenir costos sociales y ambientales: convertir el turismo
en un aliado de la recuperación y no en su enemigo. Por ello convie­
ne abordar el tema de la capacidad de acogida del centro histórico de
tal forma que se llegue a un sano equilibrio entre diferentes usos, evi­
tando que el turismo domine y con ello sature y trastoque cultural­
mente el espacio en detrimento que de él hacen los ciudadanos loca­
les. El casco histórico habrá de ser un espacio armónico de cruce
social entre ciudadanos y visitantes.
Aunque en la actualidad Morelia no observa situaciones críticas de
congestionamiento turístico, conviene abordar el tema preventiva­
mente ya que de esa forma se facilitarán las soluciones y resultarán
menos costosas. Un sitio podrá calificarse de turísticamente “exitoso”
25 Entre las iniciativas para lograr calidad turística destaca el programa “Tesoros de
Michoacán”, marca de excelencia que ostentan algunas empresas turísticas.
El centro histórico de Morelia: una buena práctica de revalorización del patrimonio

cuando la experiencia resulte agradable al turista y no genere tensio­


nes con los residentes y ciudadanos locales. En tal sentido deben reco­
nocerse las limitaciones del espacio receptor y también de los contin­
gentes turísticos: se trata de mantener una adecuada calidad del medio
ambiente urbano. Esto lleva a rechazar la lógica “mientras más turistas
mejor”: se requiere una labor de gestión del espacio de la que emana­
rá una política de promoción turística y no al revés.
Tal como señala García:
A nivel urbano, al igual que ocurre con la capacidad de acogida turís­
tica, en la mayoría de los destinos turísticos patrimoniales no existen
estrategias ni líneas de actuación específicas de gestión de los flujos de
visitantes. Sin embargo, sí se suelen adoptar medidas que, directa o
indirectamente, se puede considerar están relacionadas con la gestión
de los flujos turísticos (...) En general,la gestión de los flujos de visi­
tantes persigue cuatro objetivos básicos: a) Proteger los espacios patri­
m oniales más saturados diversificando el uso turístico del espacio, b)
Poner en valor espacios patrimoniales sin uso turístico para alargar la
estancia de los visitantes, c) Crear infraestructuras de acogida para los
visitantes y mejorar los servicios que estos utilizan, y d) Mejorar la
satisfacción de los visitantes (2000:143).

En el caso de Morelia, la gestión de la ciudad histórica deberá incluir


decididamente fórmulas que contrarresten el despoblamiento residen­
cial del centro histórico, con lo cual se garantizaría un esquema urba­
no sostenible a largo plazo. Según información consignada en el Pro­
grama Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de Morelia, dicho
espacio tuvo una carga de Al.521 habitantes en 1995, monto que
declinaría en el año 2000 a 41.205. La estimación prevé que la caída
continúe a 35.724 en 2005 y a 30.972 en el año 2010 (Ayuntamiento
de Morelia, 2001). Esta tendencia decadente lleva a defender la idea de
la recuperación integral del centro histórico basada en la multifuncio-
nalidad: apelar a su proyección como lugar de cruce social y laborato­
rio una apropiación diversa y democrática que incorpore los intereses
de la sociedad local.
Luis Felipe C abrales Barajas

Si la punta de lanza de las políticas urbanas es la búsqueda de mul-


tifimcionalidad y en consecuencia la defensa y protección del uso resi­
dencial —el más deseable para alcanzar equilibrios funcionales y al
mismo tiempo el más amenazado por las lógicas especulativas—,las ac­
ciones en esa dirección obligarán a mesurar la turistización del centro
histórico, a garantizar la sostenibilidad del mismo y a buscar articula­
ciones entre el centro histórico y el resto de la región urbana.
De ahí la necesidad de que los agentes locales participen en la defi­
nición de políticas públicas: “hay que apostar por estrategias turísticas
prudentes, controladas por la sociedad local y adecuadas a la capacidad
de acogida de las diversas ciudades” (Troitiño, 2000: 135). Sin lugar a
dudas, lo alcanzado hasta ahora es un cimiento que facilita la consecu­
ción de objetivos superiores. La intervención sobre el comercio infor­
mal ha ampliado el grado de libertad para actuar públicamente en favor
del casco histórico. El hecho evidente es que posterior a la ejecución
de las acciones del Plan Maestro de Rescate del Centro Histórico de Morelia
se ha dinamizado la actividad económica y la función cultural.
Datos sobre el antes y el después: según el Gobierno del Estado de
Michoacán, a través de la Secretaría de Turismo (2006), se documen­
ta que el número de “turistas hospedados” en Morelia pasó de
T065.263 a T062.735 personas entre 1998 y 2001,1o que supone una
tasa media anual de -0.08%. Ello contrasta con la tasa de 22,42% expe­
rimentada en el período 2001-2004. Para tales años se consignan la
cifra ya citada de T062.735 y 1’949.813 turistas que pernoctaron26: no
solo se remontó la inercia de estancamiento, sino que se arribó a una
fase explosiva de crecimiento, lo cual viene a corroborar los impactos
del ordenamiento del centro histórico pero también delata la priori­

26 Las cantidades consignadas por la Secretaría de Turismo de Michoacán son a todas luces
discordantes con las que maneja la estadística federal (que se utilizan en el Cuadro 2 de
este texto y que están sincronizadas con la estadística que maneja el Ayuntamiento
mediante un sistema de información llamado DATATUR). En todo caso, son resulta­
do de diferencias metodológicas en la construcción de series estadísticas, lo que lleva a
la pertinencia de problematizar sobre el asunto y también a hacer un uso prudente de
336 los datos.
El centro histórico de M orelia : una buena práctica de revalorización del patrimonio

dad de planificar integralmente la actividad a fin de que desarrolle un


modelo sostenible y solidario con los anhelos locales.
El cruce de tendencias salta a la vista: más turistas y menos residen­
tes. Ante ello debe apostarse por un esquema de planificación que
evite convertir al centro histórico en un cascarón escenográfico o en
una suerte de parque temático historicista.27 Pero, más allá de esa debi­
lidad, el hecho es que Morelia se ha consolidado como un importan­
te vértice cultural y ha conseguido modificar positivamente su imagen
urbana y turística, lo que a su vez supone una mayor proyección inter­
nacional, que entre sus referentes cuenta con la celebración del Festival
Internacional de Cine, que a partir de 2003 se añade al reconocido
Festival Internacional de Música, que suma dos décadas de existencia.
También vale anotar que Morelia se ha afianzado como punto relevan­
te para la celebración de congresos y convenciones.
Imagen 1. Cartel del Sexto Festival
Internacional de Cine de Morelia,
2008.

Fuente: www.moreliafilmfest.com

27 La rehabilitación del Barrio Antiguo de la norteña ciudad de Monterrey, desarrollada


entre 1989 y 1994, ejemplifica un modelo en el que se estimuló una excesiva terciari-
zación económica y de usos del suelo (Cabrales, 2000). 337
Luis Felipe C abrales Barajas

A pesar del predominio de lecturas positivas, las apreciaciones sobre el


centro histórico muestran opiniones diversas. Días después del desalo­
jo de los comerciantes, un columnista local revelaba su desconfianza
hacia el proceso. Se preguntaba si con tales actuaciones se habían des­
mantelado las mafias que suele haber detrás del comercio informal o
si negoció con ellas, lo que les habría permitido afianzar su poder.
También denunciaba la falta de proyecto urbano y sobre todo critica­
ba el modelo turístico y cultural: “Puestos a elegir, prefiero usurpada
la calle antes que la conciencia y la dignidad. No me seduce la idea de
dejar de ser rehén de una creciente capa de desplazados, para pasar a
serlo de un puñado de apóstoles del turismo, el lucro electoral y la
edulcorada distorsión de la historia” (Monreal, 10.06.2001).
Años después de ejecutadas las acciones habrá que juzgar si se
consiguieron nuevos equilibrios urbanos, si la nueva realidad esta le­
gitimada o si hay riesgo de desencuentros entre quienes controlan y
usufructúan el espacio central de la ciudad.
Existe un considerable capital intelectual que se ha dado a la tarea
de reflexionar sobre los problemas y potencialidades del patrimonio
moreliano. Algunas publicaciones colectivas como Resurgimiento del
centro histórico de Morelia, coordinada por Ramírez (2004), o El renací-
miento de la ciudad, obra organizada por Azevedo (2004), dan cuenta de
valoraciones sobre diversas temáticas: los propios títulos reflejan un
ánimo que afortunadamente ha sobrevivido años después de la inter­
vención sobre el centro histórico. Por su parte, Hiriart coincide en
que:
Independientemente de las diversas motivaciones que condujeron al
rescate del centro histórico los hechos a posteriori han demostrado
ampliamente los diversos beneficios para la ciudad y su comunidad,
como han sido, entre otros: el mejoramiento de la calidad de vida de
los residentes y usuarios locales del centro histórico, la creación de
fuentes de empleo y las fuertes inversiones públicas y privadas (2006:
446).
338
El centro histórico de M orelia : una buena práctica de revalorizacjón del patrimonio

Por tanto, hay evidencias que apuntalan el calificativo de “buena


práctica” que incluso se ha convertido en un referente internacional.
Pero la complejidad del entramado social incita a escuchar las voces
de los propios comerciantes. En una jornada de entrevistas que rea­
lizamos en enero de 2003 encontramos variados testimonios. El
éxito de los mercados de realojo ha sido diferencial, incluso algunos
apuntan a un rotundo fracaso. El más dinámico en cuanto a alta ocu­
pación y niveles de venta ha sido el de San Juan, aun cuando no es
el de mayor centralidad. Quizá esto último se debe a que se benefi­
ció de la contigüidad de otro mercado, por lo que la vocación esta­
ba predefinida, pero también pudo haber influido el hecho de con­
tar con estacionamiento.
Entre los rubros externados por los locatarios resaltaba la confesión
de su incumplimiento hacia el compromiso de pago por los locales. En
caso de ser cierto, estaríamos ante la evidencia de una acción colecti­
va de resistencia y probablemente también ante una postura velada por
parte del poder público: considerar la entrega de locales como una in­
versión a fondo perdido.
Desde la óptica de las ciencias sociales surgen interrogantes: ¿es
posible formalizar el comercio informal? ¿qué elementos aporta la
experiencia moreliana? Aquí no hay respuesta, solo hipótesis: el “orde­
namiento” del comercio informal reestructuró la especialidad del fe­
nómeno pero no supuso un cambio estructural de la actividad. Al
cuestionar a los comerciantes reubicados sobre la persistencia de nego­
cios cerrados o que simplemente no fueron instalados, el comentario
recurrente fue que parte de sus colegas prefirió seguir vendiendo en
las calles pero ahora en mercados callejeros en colonias y barrios ubi­
cados fuera del centro.
La evaluación sobre los efectos sociales, económicos y ambientales
provocada por la implantación de políticas en el centro histórico de­
mandaría un estudio sobre las trayectorias espaciales de los comercian­
tes, de su adaptación a los cambios, evolución de tasas de ganancia y
comportamiento cuantitativo del fenómeno, aspectos que no necesa­
riamente se correlacionan directamente con las acciones de ordena­ 339
Luis Felipe C abrales Barajas

miento emprendidas por el poder público, ya que responden a situa­


ciones más amplias.
También sería necesario un análisis detallado de la evolución de
usos del suelo y los aspectos funcionales del centro histórico. Con to­
do ello sería factible aportar un balance crítico de los costos y bene­
ficios arrojados por el Plan Maestro para el Rescate del Centro Histórico,
con lo cual se podría poner de relieve la apropiación ejercida por los
diversos actores que confluyen en el centro histórico, bien sea como
trabajadores, empresarios o usuarios.

A manera de conclusión

Al margen de los juicios de valor político sobre el reordenamiento del


comercio informal que antes ocupó la vía pública del centro históri­
co moreliano, los hechos resultantes invitan a pensar que la operación
ha sido por demás benéfica. El mejoramiento de la calidad ambiental
y estética, la reducción del estrés urbano y los problemas sociales, así
como la participación de la ciudadanía, constituyen logros nada des­
preciables. Se requerirá de la continuidad y responsabilidad de los
diversos actores sociales para ahuyentar riesgos y no dar marcha atrás
en los afanes por perpetuar el carácter público de dichos espacios.
Una vez alcanzados los tres grandes objetivos del Plan Maestro para
el Rescate del Centro Histórico de Morelia se podrá avanzar en tareas no
menos complicadas como rehabilitar fincas y sitios públicos, mejorar
la accesibilidad, calmar y reordenar el tráfico rodado, ampliar la oferta
de estacionamientos sin lastimar el patrimonio, multiplicar la oferta
cultural y consolidar una función turística de excelencia, todo ello a
partir de un optimismo vigilante por parte de la sociedad local y con
una alta dosis de intervención pública que haga contrapeso a la espe­
culación y otros efectos negativos del Ubre mercado.
Al mismo tiempo, se deberá proteger y estimular el uso residencial
como estrategia detonadora en el alcance de un modelo equilibrado
de usos del suelo y así evitar que el centro histórico se transforme en
El centro histórico de M orelia : una buena práctica de revalorización del patrimonio

una escenografía inerte de vida barrial: el patrimonio intangible es un


componente esencial del casco antiguo.
Resulta paradójico advertir que en un espacio en que se ha anota­
do importantes éxitos, las asignaturas pendientes suenen tan difíciles.
Ello puede ser una señal de que al ir avanzando se van vislumbrando
nuevos desafíos. La sociedad local ha demostrado que es capaz de per­
petuar sus señas de identidad a la par de emprender iniciativas innova­
doras. Esto puede ser una prueba tangible de que México cuenta con
los ingredientes necesarios para convertirse en un país moderno y al
mismo tiempo ser congruente con su pasado.

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346
Nuevos enfoques para el ordena­
miento de los centros históricos.
El caso de Puebla
Guadalupe Milián Ávila 1

A
semejanza de lo ocurrido en otras ciudades, en los años sesen­
ta el centro de Puebla12 fue objeto de transformaciones
(Lessard y Germain, 1996). Tanto las autoridades como mu­
chos particulares, aprovechando el valor de localización central del nú­
cleo antiguo, impulsaron la idea de su especialización como Distrito
Comercial y de Negocios, lo que acarreó el desalojo de actividades
residenciales y la demolición de algunas de sus viejas estructuras. En la
década de los setenta, particularmente a partir de 1977, cuando se de­
creta a la ciudad antigua como Zona Monumental e Histórica, y en
1987, con su inclusión en la Esta de ciudádes patrimoniales, el centro
histórico vive un proceso -prolongado a nuestros días- caracterizado
por intervenciones que obedecen a lógicas diversas.
De acuerdo con la dinámica mundial (Pol, 1990), aceptando la
necesidad de la conservación de sus edificios, no tanto como un pro­
pósito único o principal sino como un componente indispensable en
1 Profesora investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Miembro
del Sistema Nacional de Investigadores. Líneas principales de investigación: “revitaliza-
ción de centros históricos” y “segregación socio-espacial (imagen mental y vecindarios
cerrados)”. Correo electrónico: [email protected]
2 La información utilizada en este texto (en buena parte) se obtuvo durante el desarro­
llo del proyecto de investigación “Vivienda y revitalización urbana en el barrio de
Analco”, financiado por la Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (1997-
2002). 347
G uadalupe M ilián Á vila

un marco de objetivos más amplios, las intervenciones muestran una


pluralidad de modalidades, objetivos y funcionalidades que se están
proponiendo e imponiendo al centro antiguo por grupos y actores di­
versos. Entre las transformaciones destacan, por un lado, las dirigidas
por las instancias gubernamentales, por ejemplo, la Estrategia de Des­
concentración Comercial de 1987, y el Proyecto del Paseo del Rio,
en los años noventa; ambas, instrumentadas bajo un plan muy concre­
to: el ordenamiento del centro de acuerdo con la lógica de “puesta en
valor” del patrimonio para su proyección internacional a la manera de
un escenario vendible (Choay, 1996).
Por otro lado, y de sumo interés, encontramos los cambios que
inducen los grupos sociales; en algunos casos, consistentes en iniciati­
vas individuales que se transforman en movimientos importantes esta­
bleciendo “ordenamientos espontáneos”; tales son la emergencia del
barrio de anticuarios de los Sapos y del barrio universitario, en la dé­
cada de los ochenta.
Finalmente, y de mayor importancia, surgen los “proyectos de su­
pervivencia“, impulsados a partir de sectores sociales que fueron mar­
ginados o directamente afectados por las intervenciones oficiales,
como son: los habitantes de los barrios, los artesanos practicantes de
actividades populares y los comerciantes. Entre estos sectores cabe
destacar a las organizaciones comunitarias del Barrio de Analco, que
en una conducta social reactiva a los impactos ocasionados por las ac­
ciones del Paseo del Rio, asumen un rol protagónico en la búsqueda
de un desarrollo local que permita preservar sus espacios y modalida­
des de vida.
No obstante que los ejemplos mencionados comparten la valori­
zación del patrimonio edificado, las intervenciones difieren en térmi­
nos de los enfoques, el sentido y las consecuencias que desencadenan.
Los proyectos gubernamentales apoyados en el enfoque monumentalis-
ta y de renovación urbana3 han implicado el rescate de algunos edifi-
3 Entendemos por renovación, la construcción nueva basada en la demolición completa
de edificios antiguos.
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

dos y la generación de un escenario cualificado, orientado especial­


mente al turismo; pero también han contribuido a la segregación so­
cio-espacial, mediante: el desalojo del centro, de actividades populares
(alrededor de 10 mil comerciantes y 270 mil compradores); la “expro­
piación” de edificios, disfrazada de utilidad pública; la “demolición” de
construcciones menores y, fundamentalmente, desestructuración de
modalidades de vida y actividades económicas locales. En conjunto
han provocado descontento social.
Las estrategias socio-espaciales, por su parte, junto con la recupera­
ción de edificaciones, han impulsado, casi sin pretenderlo, o mejor
dicho no como el objetivo inicial, un desarrollo local en el cual están
involucrados habitantes (propietarios e inquilinos), estudiantes, comer­
ciantes de diferentes escalas y artesanos. En este sentido, podríamos
hablar de procesos de integración social, que en el caso de los barrios
de Analco y los Sapos, dada la conflictividad vivida en cada caso, se han
expresado (en diferentes grados) en una toma de conciencia de perte­
nencia a una comunidad y en un rol protagónico respecto al destino
de su barrio y, en definitiva, respecto al destino de la ciudad.
El proceso del centro poblano constituye, en consecuencia, una
muestra que apunta a repensar la planeación y gestión de los centros
históricos, en una perspectiva que no puede relegar el mensaje impli­
cado en los procesos vividos y la necesidad de nuevas formas de ges­
tión para las intervenciones urbanas.

El intento de un esquema funcionalista

El centro histórico de la ciudad de Puebla4 tiene su origen en 1531.


Durante la Colonia y el siglo XIX acumuló una riqueza arquitectóni­
ca y urbanística que llega a nuestros días sin grandes cambios. Como
muchas otras ciudades, desde las primeras décadas del siglo XX, algu-
4 Puebla es la cuarta metrópoli mexicana; está localizada a 126 kilómetros al sureste de la
Ciudad de México, sobre una extensión de 128 kilómetros cuadrados. 349
G uadalupe M ilián Á vila

ñas de sus construcciones fueron sustituidas particularmente en sus


calles más centrales, con el fin de insertar edificaciones modernas que
dieran albergue a las actividades de la nueva época. También, muchas
de las viejas casonas fueron abandonadas por sus propietarios y se
destinaron a vivienda popular en alquiler (vecindades5) y a otras acti­
vidades productivas. No obstante los desarrollos modernos y el creci­
miento experimentado por la ciudad6, el núcleo antiguo permaneció

Plano 1. La zona monumental de la ciudad


de Puebla

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática


(INEGI) (1980). Conjuntos de datos vectoriales de la carta topográ­
fica. Escala 1:50000. Elaboración: Adrián Luna (2000)

5 En México se llama vecindades a las viejas casonas coloniales convertidas en vivienda


multifamiliar para familias de bajos ingresos; en estas siempre existen espacios de uso
común y en algunos casos se comparten servicios básicos (WC, lavaderos).
6 En 1910, Puebla tenía 96,121 habitantes; en 1960,305.469 (2500 hectáreas); en 1980,
835.750 habitantes (7000 hectáreas) (Tabla 1: crecimiento poblacional y físico de la
ciudad, en Milián, 1994:94); en el 2000,1*331.175. (Censos Nacionales de Población,
2000, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática).
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

como el lugar privilegiado de la centralidad7 (Tomas, 1991) sin perder


sus actividades residenciales ni sus cualidades morfológicas (arquitec­
tónicas y urbanas) (Plano 1).
Al finalizar los años cincuenta, el impulso económico de la enti­
dad8 fue acompañado de un ordenamiento modernizador. Bajo la
influencia del esquema funcionalista se formuló el Plano Regulador
(1958) que asignó a la ciudad una estructura de acuerdo con áreas di­
ferenciadas por actividad. En esta propuesta, al viejo centro se le deter­
mina como Distrito Comercial y de Negocios, “invalidando” las diná­
micas residenciales y productivas que históricamente cumplía; también
perdieron efecto las disposiciones que, aun con debilidad, habían ser­
vido de protección a las estructuras coloniales.9 Más de cien construc­
ciones históricas fueron sustituidas por edificios modernos, bajo inicia­
tivas de sus propietarios; muchas de las unidades productivas fueron
trasladadas a la zona industrial, creada para tal efecto en la periferia
norte de la ciudad.
La obra de mayor repercusión fue el entubamiento del Rio San
Francisco, a cuyo margen se fundó la ciudad, para la superposición de
una vialidad moderna (Boulevard 5 de Mayo). Además de la desapari­
ción del río, de los puentes y de varias viviendas localizadas en sus
laderas, la intervención implicó el desalojo de las familias que habita­
ban en el área afectada.10 Entre los resultados favorables de esta inter­
7 En el sentido topográfico, simbólico y como percepción de los habitantes, propuesto
por François Tomas. Aunque en la actualidad poblana algunas plazas comerciales mo­
dernas (Dorada, Las Animas, Angelópolis) son sitios preferidos por los sectores sociales
medios y altos, la referencia “el centro” invariablemente corresponde con el centro his­
tórico.
8 Entre 1956 y 1972, período conocido como Desarrollo Estabilizador, el país se vio
inmerso en un acelerado crecimiento industrial, la consolidación del sistema financie­
ro y de los grandes monopolios (Saldívar, 1981).
9 La protección bajo el respaldo de la legislación federal, inicia en 1914, con Victoriano
Huerta; en 1916, conVenustiano Carranza; en 1930, con Portes Gil; en 1932, se decre­
tó la Ley de Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales del
Estado de Puebla (Terán, 1996).
10 A partir del decreto expropiatorio de 1963, se demolieron 35,804.41 metros cuadrados
de construcciones (Méndez, 1987).
G uadalupe M ilián Á vila

vención, vale resaltar la integración de los fuertes de Loreto y Guada­


lupe a la ciudad, los cuales, bajo la denominación de Zona Cívica y
Cultural 5 de Mayo, fueron equipados con importantes instalaciones
(auditorio, museo, planetario, zonas recreativas) aún en pie. Por suerte
no se concretó el traslado a esta zona de las funciones de gobierno,
contemplado en el esquema. Dada la importancia del Boulevard (co­
nexión rápida entre los sectores norte y sur de la ciudad) la intensa
circulación del mismo reeditó la separación entre el centro y los ba­
rrios del oriente preservando en estos últimos las cualidades habita-
cionales y de economía local que los ha caracterizado a lo largo de la
historia.

La puesta en valor del centro

En la década de los setenta, en el marco del reconocimiento patrimo­


nial establecido por la UNESCO para los cascos antiguos, el carácter
de las intervenciones en el centro poblano experimenta cambios. El
nuevo propósito es la puesta en valor y el impulso al saneamiento del
sector, objetivo al que concurren iniciativas privadas e institucionales,
aunque, como veremos, con sentidos y consecuencias múltiples y di­
versas. De tal suerte, podemos hablar de un ordenamiento oficial, guiado
por una lógica económica bastante explícita y una lógica política
oculta que desarticulan los procesos sociales sin ofrecer alternativas
viables; y de un “ordenamiento espontáneo” que preserva o recons­
truye modos de vida con efectos de integración social.
Atendiendo a las modalidades de intervención gubernamental, po­
demos distinguir dos fases. Una, cuando las autoridades emprenden un
conjunto de acciones de saneamiento, en primera instancia, con vistas
a su posible integración en la lista de ciudades patrimoniales; otra, ya
conseguido el estatus patrimonialista, en que se buscará la inserción
del patrimonio poblano en el mercado mundial de consumidores de
escenarios históricos.
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

La desconcentración comercial, ¿despopularización del centro?11


La primera fase se inicia en 1977, con la delimitación y Decreto De­
claratorio de Zona Monumental e Histórica sobre 6,9 hectáreas de la
ciudad antigua (2619 edificios, correspondientes a 391 manzanas que
comprenden la traza española, los barrios1112 y los fuertes de Loreto y
Guadalupe). Esta medida ejercerá presión para disminuir las demoli­
ciones y promoverá al mismo tiempo una política de conservación de
las edificaciones catalogadas. Con vistas a su “saneamiento”, durante
los ochenta se implementan la “Estrategia de desconcentración co­
mercial y de servicios”, así como un conjunto de acciones menores,
sobretodo de embellecimiento de la imagen urbana.
La estrategia desconcentradora se inscribe en un enfoque combi­
nado de planeamiento y conservación; fue justificada por el crecimien­
to acelerado que alcanzaba la ciudad13, la creciente concentración y
popularización del centro14y, fundamentalmente, la posibilidad de una
declaratoria patrimonial de la UNESCO15. La nueva política respecto
al centro es, así, el saneamiento y su orientación a la captación turísti­
ca. Por tanto, las obras se orientaron en dos direcciones: en el centro,
consistieron en el desalojo de locatarios del mercado La Victoria (ori­
ginario de principios de siglo), del comercio semifijo y ambulante y
de las terminales de autobuses foráneos. A nivel de la ciudad, se cons­
truyeron siete mercados populares, una central de abastos (para la reu­
11 El proceso de desconcentración commercial poblano se encuentra ampliamente desa­
rrollado en Milián, 2004.
12 En México, las ciudades coloniales fueron fundadas de acuerdo con una doble estructu­
ra: la traza española y los barrios indígenas. De ahí que el término barrio se utiliza exclusi­
vamente para hacer referencia a lo que fueron asentamientos indígenas (Méndez, 1989).
13 Recordemos que en 1980, la ciudad abarcaba 7000 hectáreas.
14 Aunque a partir de la década de los sesenta, surgieron otros desarrollos comerciales, el
centro se constituyó en el lugar preferencial del comercio. Hacia finales de los ochen­
ta concentraba el 80% de las transacciones comerciales en las que estabas incluidos más
de 3000 vendedores semifijos y ambulantes que ocupaban 46 calles (Milián, 2004).
15 Desde la Reunión de ICOMOS (Berlín, 1984) se inicia la presentación de Puebla
como posible candidato al Estado de ciudades patrimonio de la humanidad; en 1987,
le será concedida la inclusión (Guerrero, 2000).
G uadalupe M ilián Á vila

bicación de los comerciantes desalojados) y la central camionera. To­


dos estos equipamientos fueron localizados sobre la periferia, con lo
que se reestructuró el espacio comercial del conjunto urbano.16El sa­
neamiento se complementó con remodelación de calles, banquetas,
redes de infraestructura y la restauración y refuncionalización de algu­
nos edificios importantes.

El proyecto del Paseo del Río17, ¿internacionalización del patrimonio?


Acorde con la planificación federal y la política asociada a la apertura
comercial y a la globalización económica, el gobernador de la entidad
poblana, Licenciado Manuel Bartlett (1993-1998), al inicio de la ad­
ministración, dio a conocer el Programa Regional Angelópolis (Go­
bierno del Estado de Puebla, s/f). La propuesta, desde una perspectiva
regional, comprende la realización de diversas obras en la ciudad y los
municipios conurbados con el fin de hacer de Puebla un centro eco­
nómico y cultural de nivel internacional, capaz de atraer inversiones
industriales y comerciales, generando, a su vez, empleo, desarrollo esta­
tal y nacional18. Dentro de este programa, el centro está llamado a ser
elemento detonador del desarrollo por la vía de la atracción turística
y de inversiones, mediante el Programa Parcial de Desarrollo Urbano,
Mejoramiento, Conservación e Integración del Paseo del Rio San
Francisco. Se trata de crear un distrito cultural, turístico y de negocios
en la zona monumental (centro de convenciones, áreas comerciales,
hoteles cinco estrellas y espacios culturales y recreativos). Para su rea­
lización se emitió la declaratoria de utilidad pública sobre 22,4 hectá­
reas del centro histórico. (Plano 2)
16 La nueva estructura comercial consistió en tres sectores radio-céntricos: el núcleo cen­
tral, con orientación al turismo; el primer anillo para las plazas comerciales modernas
y la periferia para los mercados populares (Milián, 1994).
17 El análisis del proyecto del Paseo del Rio está desarrollado ampliamente en Milián,
1997.
354 18 Programa de Desarrollo Regional Angelópolis, Gobierno del Estado, 1993.
Nuevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

355
G uadalupe M ilián Á vila

El área, con 257.023 metros cuadrados, comprendía 27 manzanas (de


las 391 que conforman la zona monumental) localizadas a lo largo de
los márgenes del Boulevard 5 de Mayo (antiguo Rio San Francisco)
correspondientes a los barrios más antiguos de la ciudad19, específica­
mente el lugar de la primera fundación20. El proyecto conceptual, pre­
sentado al inicio de 1993, bajo la consideración de la zona como de
alto deterioro y construcciones alteradas, inicialmente correspondía
con el enfoque de la renovación urbana, aunque contemplaba el res­
cate del 26,45% de las construcciones (correspondiente al 85% de los
monumentos catalogados). Fue elaborado por la firma HSK asociada
con Sasaki Inc. bajo la denominación de “Rescate del Paseo de San
Francisco” (Gobierno del Estado de Puebla, 1998).
La idea central consistía en crear un corredor peatonal, a lo largo
del bulevar, que partiera del Barrio de Analco y rematara en la Zona
Cívica de los fuertes. En esta última se proyectaron los equipamientos
de convenciones, espacios recreativos y culturales para aprovechar la
existencia de otras instalaciones (planetario, museos, auditorio). El
antiguo estadio de béisbol sería demolido para la construcción de uno
de los hoteles. A lo largo del recorrido se dispusieron espacios comer­
ciales, turísticos y ajardinados. Destacan dos elementos espectaculares
de este proyecto: la recuperación del caudal del Rio con dos lagos que
rematarían sus extremos (uno en el barrio de Analco y el otro en el
Paseo Viejo) destinado a paseos en canoa; el segundo elemento lo
constituye el funicular que descendería desde los fuertes. Con excep­
ción de los edificios catalogados por el INAH21, la propuesta está basa­
da en la demolición y la construcción de nuevas edificaciones.
El conocimiento del proyecto, aunado a la declaratoria de utilidad
pública, de inmediato desencadenó grandes controversias en diferen­
19 Los barrios: El Alto, Analco, La Luz, Xanenetla y Buenos Aires, comprendidos en el
proyecto, aunque de arquitectura modesta, tienen un valor social importante.
20 Puebla se fundó en dos ocasiones: el 16 de abril de 1531, al oriente del Río Almoloya,
en el Alto de San Francisco; al término del mismo año se realizó la segunda fundación
en el sitio ocupado por el zócalo.
21 Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Nuevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

tes sectores de la sociedad: universitarios, intelectuales, las cámaras de


Comercio y Construcción, las asociaciones de profesionales, el propio
INAH, manifestaron su desacuerdo a lo largo de más de un año. Los
habitantes de los barrios formaron organizaciones y reclamaron el
apoyo de organismos internacionales. La respuesta del gobernador fue
la reformulación del proyecto.
La segunda propuesta fue elaborada por la consultoría mexicana
Zepeda-Veraart (Gobierno del Estado de Puebla, 1998), a fines de
1993. Este proyecto descarta la utilización de los fuertes y ciñe el com­
plejo entre los barrios del Alto y Analco. Tampoco contempla el funi­
cular ni la recuperación del Rio. La idea es más modesta: un canal arti­
ficial, también rematado con lagos más pequeños. Para la edificación
del centro de convenciones y los hoteles se destinan los predios ocu­
pados por las instalaciones fabriles. Una modificación importante res­
pecto al proyecto anterior es la “integración” con la ciudad a través de
un puente aéreo que desciende en la plaza del teatro Principal, las via­
lidades subterráneas y la incorporación de espacios residenciales en las
plantas superiores de algunos edificios.
Como consecuencia de la reiteración negativa de parte de la ciuda­
danía, el gobernador, en 1995, encomienda una tercera versión al arqui­
tecto Giorgio Lombarda (Gobierno del Estado de Puebla, 1998), quien
se encontraba en la ciudad encomendado por la UNESCO como ins­
pector del proceso. La idea del arquitecto Lombardi representa un giro
interesante respecto a los proyectos anteriores. Su diseño contempla la
recuperación del tejido urbano y vincula los barrios a la ciudad, la asig­
nación de usos del suelo mixto (vivienda, servicios, comercio pequeño
y direccional, hoteles y jardines) así como la recuperación de estructu­
ras históricas (trazados viales, manzanas y tipologías arquitectónicas). La
propuesta es nuevamente rechazada, en este caso a partir del INAH, a
razón de la desconsideración de las instalaciones fabriles, en cuyos pre­
dios se proponían las edificaciones hoteleras. No obstante, se tomaron
en cuenta las sugerencias del representante de la UNESCO, concer­
nientes a la asignación de usos del suelo mixto, y el respeto a la tipo-
morfología histórica y, en particular, a la necesidad de elaborar un Plan 357
G uadalupe M ilián Á vila

de Conservación Urbano en el cual se establecieran las normas y cri­


terios de construcción para esta zona (Plano 3).
Plano 3. Proyecto Lombardi. Recuperación de traza urbana

/\J Traza
Usos del suelo
Área restringida
Área verde
Comerciio chico
Comercio direccional
Hotel
Residencial

Fuente: Gobierno del Estado de Puebla (1998: 42). Paseo del Rio de San Francisco. Memoria his­
tórica. Puebla: Instituto Nacional de Antropología e Historia: Consejo del Centro Histórico:
Comisión del Patrimonio Edificado
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

La intensa y prolongada protesta popular, aunada a la crisis económi­


ca que asoló al país, condujo a las autoridades a la reducción del área
de intervención a solo seis manzanas (en vez de las 27 iniciales) y al
desarrollo de estudios más acuciosos. Esta tarea recayó en el INAH,
institución que elaboró entre 1996 y 1997 el plan recomendado por
Lombardi, bre la base de investigaciones históricas, arqueológicas y de
un inventario y catalogación de edificios. De estos estudios se deriva­
ron la determinación de usos del suelo, la normatividad y los criterios
para las nuevas construcciones. El diseño y construcción del Centro
de Convenciones estuvo a cargo del arquitecto Sordo Madaleno); los
proyectos para el complejo recreativo y cultural de “pescaditos”, así
como el museo de sitio, fueron elaborados por el propio INAH. En
los tres casos se buscó lá recuperación de las estructuras fabriles anti­
guas y de los restos arqueológicas encontrados durante las excavacio­
nes. Al término de la administración del Licenciado Bartlet, se inau­
guraron oficialmente las tres instalaciones y se abrió un compás de
espera respecto a la comercialización de los predios destinados al resto
de los equipamientos22 (Foto 1).
Fotografía 1. Centro de Convenciones de Puebla

Fuente: http://www.imss.gob.nix/NR/rdonlyres/9464AC24
-2D90-4A2A-BEAC-4EE3A666673A/0/puebla_FG_09.jpg

22 Hacia la mitad de la primera década del siglo XXI el área experimentará una reactiva­
ción con la construcción del centro comercial San Francisco. 359
G uadalupe M ilián Á vila

El ordenamiento “espontáneo”, las estrategias sociales23

A partir de los setenta, bajo la influencia de la revaloración de las edi­


ficaciones antiguas, imperante en el ámbito mundial, en Puebla se de­
sarrollan iniciativas de recuperación y conservación de edificios por
parte de particulares. Lejos de una pretensión de ordenamiento urba­
no para el centro, se trata de acciones puntuales que al establecer una
cierta concatenación han logrado constituir sectores con una predo­
minancia funcional.
Tal es el caso del “barrio universitario”, conformado alrededor
del edificio Carolino24, a partir de la década de los setenta. Sin res­
ponder a una planificación expresa, sino a una necesidad de expan­
dir sus instalaciones, la Universidad Autónoma de Puebla ha venido
adquiriendo edificios antiguos, y cuenta en la actualidad con quince
en propiedad y otros tantos en renta. Algunos recibidos gracias a la Ley
de Intestados. Las viejas casonas ya restauradas albergan institutos de
investigación, bibliotecas, el Museo Universitario, varias escuelas y
colegios. Se encuentran localizados en su mayoría en las manzanas ale­
dañas, pero se extienden a lo largo de diez manzanas del centro. Dada
esta localización, se ha impulsado una fuerte presencia de universita­
rios y actividades culturales de gran peso en el centro, la cual entró en
peligro en la década de los sesenta al construirse el Campus Univer­
sitario, en la entonces periferia sur de la ciudad. Actualmente, un gru­
po de investigadores de la Facultad de Arquitectura de la misma Uni­
versidad trabaja en una propuesta de integración del barrio.
Otro “movimiento” bastante interesante es el ocurrido en torno a
la Plazuela de los Sapos, ampliamente documentado por Guerrero
23 La idea de espontaneidad, así como la parte correspondiente a los Sapos, provienen de
Jorge Guerrero (2000).
24 Se trata de la sede principal de la Benemérita Universidad de Puebla. Edificio construi­
do durante la Colonia por los jesuitas. A finales de los sesenta, de acuerdo con el esque­
ma funcionalista impulsado en el ordenamiento urbano, la Fundación Jenkins financia
la construcción de la Ciudad Universitaria en la periferia de la ciudad. Esta medida
impacta fuertemente la presencia de universitarios que a lo largo de la historia caracte­
rizó al centro.
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

(2000). Este sector, aunque formaba parte de la traza española por su


cercanía con la rivera del Rio San Francisco, constituyó, desde la
Colonia, un área poco cualificada. En los años sesenta era considerado
un sitio bastante popular y hasta peligroso: muchas de sus construccio­
nes, en creciente deterioro, se habían destinado a vecindades. Alrede­
dor de la plazuela se instalaban, durante las mañanas, artesanos en espe­
ra de contratación (albañiles, plomeros, electricistas); por las noches ahí
se encontraban los mariachis dispuestos a las tradicionales serenatas.
Formaban parte del entorno algunas pulquerías25. En 1967, un comer­
ciante de antigüedades compra una casona abandonada y la rehabilita
para establecer su negocio y residencia; al inicio de los setenta ya exis­
tían seis comercios similares, a los que se sumaron la venta de muebles
rústicos. Al mismo tiempo, sobre la plazuela se desarrolló también en
forma espontánea un tianguis de chácharas26. El éxito alcanzado, espe­
cialmente como atracción turística, dio lugar a que en 1976, el gober­
nador en turno oficialice el tianguis mediante la remodelación de la
citada plazuela, dando con ello mayor impulso al proceso. Durante los
ochenta se incrementan las actividades comerciales en el sector y se
consolidándose como un sitio especializado, de visita obligada en la
ciudad. Como lo menciona Guerrero, la instalación de los anticuarios,
aunque dio lugar a la salida de algunos habitantes de la zona, generó
“la estructuración de una red comunitaria de trabajo y de una econo­
mía para el barrio que se desarrolló poco a poco” (anticuarios, restau­
radores, carpinteros, pintores y otros artesanos especializados). En un
período aproximado de diez años, la zona cambió su carácter. Además
de la rehabilitación de las viviendas se operó, sin planificación alguna,
una reestructuración social y urbana (combinan la habitación y el tra­
bajo) “un relance de la economía que incluyó, a diferencia de otras
modalidades como la gentrificación, la incorporación de un buen
número de los habitantes del barrio”.

25 Así se denominan, en México, a los establecimientos en donde se vende pulque (bebi­


da embriagante proveniente del maguey).
26 Objetos más que antiguos, viejos y de poca calidad.
G uadalupe M ilián Á vila

Actualmente, el hoy denominado Barrio de los Sapos se encuen­


tra en un proceso de transición. A raíz de las expectativas emanadas del
Paseo del Rio, en 1995, se inició la instalación de restaurantes de lujo,
bares y discotecas, en desmedro de las actividades anteriormente con­
solidadas; en menos de un año, numerosas casas son acondicionadas
para tales efectos. Los comerciantes viven como amenaza las transfor­
maciones e impulsan la formación de una organización: Comité Pro
Desarrollo los Sapos. A la protesta se une el Consejo del Centro His­
tórico y algunos arquitectos poblanos que argumentan la ausencia de
medidas de seguridad que han implicado las refuncionalizaciones y la
sobreexplotación a que se encuentra sometido el patrimonio edifica­
do. Los habitantes se quejan del ruido y la inseguridad que se vive en
el barrio. Finalmente, al término de 1996, la Dirección General Estatal
de Desarrollo Urbano y Ecología (DGEDUE) presenta un plan de
usos del suelo de la Zona Típica de los Sapos; y, por su parte, el Ayun­
tamiento suspende el otorgamiento de Ucencias para la venta de alco­
hol en la zona. En la actuaUdad, aunque los bares y discotecas perma­
necen, la dinámica generada por éstos se ha visto seriamente dismi­
nuida.27
Un último ejemplo de estrategia socio-espacial corresponde al
proceso que se vive en el barrio de Analco. Como se reportó en párra­
fos anteriores, frente a la amenaza de expropiación impUcada en el
decreto de utüidad púbUca de 1993, los habitantes de los barrios del
oriente se organizan en defensa de sus intereses y lograron incidir en
la reducción del área de afectación (seis manzanas solamente) y en la
generación de los dos proyectos alternativos (Zepeda-Veraart y Lom-
bardi). No obstante, los barrios aledaños resultaron afectados. Por un
lado, la amenaza de expropiación está latente y, por otra, entre los pro­
pietarios se han generado expectativas en términos de conseguir una
mayor rentabüidad de sus construcciones; ambas situaciones han acti­

27 En el éxito de los bares y discotecas, jugó también la clausura de instalaciones similares


en la ciudad de Cholula (área conurbada con Puebla); de igual forma, la disminución
362 que se percibe en la actualidad estuvo asociada a la reapertura de las mismas en Cholula.
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

vado la dinámica del mercado inmobiliario en la zona (numerosos edi­


ficios se encuentran abandonados, en creciente deterioro y puestos a
la venta). Asimismo en el sector se han operado cambios bruscos en el
uso del suelo, impulsados por la apertura del Centro de Convenciones
y el Centro Cultural Pescaditos, en 1999.
En particular, en Analco, la dinámica de transformación se ha visto
acelerada, pues, en 1995, las autoridades municipales trasladan al Jardín
de este barrio a los comerciantes de flores y artesanías que, a partir de
la administración precedente, se venían instalando los fines de semana
en el zócalo y los portales28. A lo anterior se suman la instalación de
bares y talleres de fabricación de muebles rústicos, en una suerte de
continuidad con el barrio de los Sapos. Así, el barrio de Analco, tradi­
cionalmente orientado a la vida cotidiana de sus pobladores, se vio
seriamente impactado por la introducción de estas actividades de di­
mensión regional: sus calles y el jardín que, dados el arraigo de sus
habitantes (el 72% tienen entre 30 y 70 años viviendo en el sitio) y las
modalidades de uso intenso del espacio público que desempeñan29, los
fines de semana se ven invadidos por automóviles, compradores y visi­
tantes que, a decir de los habitantes, “solo les reportan basura e inse­
guridad”.
Por otro lado, la población habitante, en el proceso de defensa fren­
te a los desalojos, cobró conciencia de una identidad colectiva: com­
parten un pasado digno de ser contado, un modo de vida asociado a
una territorialidad determinada, se viven como un patrimonio vivo.
Por ello, las organizaciones no se disolvieron y asumieron un nuevo
28 En Puebla, y en general en México, la relación entre autoridades y comercio semifijo
(tianguis) constituye un problema histórico. Desde la Colonia, tanto el impulso a la ins­
talación como los desalojos particularmente del zócalo, se suceden recurrentemente de
acuerdo con los juegos políticos del momento (Milián, 2004).
29 De acuerdo con las entrevistas y trabajo de campo realizados en el barrio, constatamos
la existencia de un alto porcentaje de vecindades (55%). Como ya lo mencionamos, en
esta modalidad multifamiliar se da “naturalmente” una apropiación colectiva de los
espacios semipúblicos y públicos. Así, el corredor, el patio, el zahuán, las calles y plazas,
funcionan en una especie de continuidad con las habitaciones privadas: las calles están
regularmente ocupadas por niños, jóvenes y adultos de ambos sexos.
G uadalupe M iuán Á vila

tipo de conciencia:“tomar a su cargo el destino del barrio”. Reciente­


mente han establecido contacto con investigadores universitarios, y en
un proceso de interpenetración mutua, se encuentran analizando op­
ciones y definiendo posibilidades para un desarrollo local. Diríamos
que se trata de una innovación en la cultura de la conservación y de
la gestión poblana que, implicada en una nueva forma de ciudadanía
política, muestra nuevos caminos para la intervención y ordenamien­
to de los centros históricos (Plano 4).
Plano 4. Localización Barrios: Analco, Los Sapos y Carolino

I IManzanas
Lugares
I— I Barrio de Analco
Barrio de ios Sapos
II»IHll Carolino (BUAP)
Paseo de San Francisco
I 1 Divisón Colonias

Colorín. MI
0 100200300400500600 Meters

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) (1980). Conjuntos de


datos vectoriales de la carta topográfica. Escala 1:50000
Elaboración: Adrián Luna (2000)
N uevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

Hacia un enfoque integrador

La política llevada a cabo en Puebla, en la segunda mitad del siglo XX,


particularmente la orientada al rescate del patrimonio, ha tenido diver­
sos efectos. Numerosos edificios se han recuperado del deterioro físi­
co, también se han incrementado los espacios culturales y recreativos.
En especial, en el primer cuadro, los sitios de mayor afluencia turística
ofrecen una imagen correspondiente con la calificación patrimonial.
No obstante, las intervenciones se han visto acompañadas de un gran
descontento social. En los años sesenta, las afectaciones del entuba-
miento desencadenaron la Revuelta Popular del 6430; en los ochenta,
la reubicación de ambulantes implicó el uso de la fuerza policíaca; en
los noventa, el proyecto del Rio llevó a la formación de organizacio­
nes defensoras de los barrios. Sucede que los proyectos han acarreado,
además de la destrucción patrimonial, expropiaciones y expulsiones
forzadas de población. Tan solo el Boulevard 5 de Mayo afectó
161,212.58 metros cuadrados de predios y obligó a la reubicación de
9697 habitantes (Méndez, 1987). En 1986,2600 locatarios y alrededor
de 7000 comerciantes semifijos y ambulantes fueron trasladados a los
mercados periféricos, además de los 270 mil compradores computados
como compradores de la zona de La Victoria (Milián,1994). La pobla­
ción afectada por el proyecto del Paseo del Rio inicialmente fue esti­
mada en 2959 habitantes y 1634 trabajadores en ese sector urbano.
La realidad confirma así que los problemas del centro histórico no
son asunto exclusivo de conservación de sus edificios, ni siquiera de
sus tejidos y paisajes urbanos o naturales. Aunque no podemos desde­
ñar la necesidad de que la ciudad conserve y multiplique los valores
estéticos de sus formas, pues a fin de cuentas esas formas son asimila­
das por los usuarios y se constituyen en preferencias, en cultura, en
modalidades de vivir; tampoco debemos ignorar la importancia de los
testimonios históricos. Pero el centro es mucho más que sus formas
30 En la década de los sesenta, la introducción de vialidades y el establecimiento de la zona
industrial, tuvieron como base desalojos, expropiaciones y demoliciones (Gatica, 1985). 365
G uadalupe M iuán Á vila

materiales, estéticas e históricas; su esencia remite a su calidad de ser


un entorno de supervivencia para los seres humanos y los colectivos
sociales. No es un objeto en sí para el culto, menos aún una industria
productora de cultura y generadora de riqueza económica, tal como
comúnmente se le ha concebido. Recordemos las renovaciones fim-
cionalistas de los años sesenta que reivindicaron la centralidad para el
comercio y los negocios, expulsaron las actividades residenciales y
demolieron las construcciones antiguas.
En las dos últimas décadas, en cambio, la mira se coloca en la valo­
ración de las edificaciones mismas, como objetos generadores de ri­
queza, como escenarios vendibles. Ambos enfoques olvidan la función
esencial de cualquier asentamiento humano: ser un recurso vital para
los pobladores mismos, tanto en lo individual como en lo colectivo, es
decir, ser un recurso para el ser y para la integración social que finalmen­
te son inseparables.
En esta perspectiva del centro como un recurso vital, los enfoques
convencionales de la planificación y de la cultura de la conservación
resultan sumamente limitados. En cambio, como sucede en Puebla, las
estrategias sociales han resultado altamente productivas, en términos
de la integración social, del desarrollo económico y de la recuperación
del patrimonio.
En consecuencia, sin desdeñar la preservación de los monumentos,
se hace necesario aceptar que la población es el objeto y, a la vez, el
actor principal del desarrollo. Y la planificación hoy por hoy,

(...) no puede concebirse desde una visión de la ciudad ideal que se


pretende lograr a través de un único plan, realizado por un grupo de
expertos; se trata en cambio de concebir al plan como un espacio-ins­
trumento que permita establecer acuerdos entre los distintos actores
en torno al desarrollo de la ciudad... el plan como reglas del juego
establecidas para la producción cotidiana de la ciudad por parte de los
principales actores, partiendo de la ciudad real y no de un modelo
ideal, sin pretender eliminar las diferencias ni eludir los conflictos, sino
366 de regirse por reglas más justas (Lungo,1998: 13).
Nuevos enfoques para el ordenamiento de los centros históricos

En este entendido de la planificación, los proyectos de intervención


en el centro adquieren modalidades diversas. Aceptando la multiplici­
dad de problemas existentes y la conflictividad de intereses en ellos
involucrados, los objetivos de intervención serán: retomando a Fran­
çois Tomas, se trata de:“...mejorar un poco aquellas situaciones que se
vislumbran como más urgentes, en vez de un único y gran proyecto,
trabajar en tantos proyectos como sea posible, en función de los recur­
sos disponibles: materiales y humanos, locales e internaciones” (Con­
versación personal del día seis de mayo de 1999).
Las estrategias sociales de los barrios: universitario, de los Sapos y
de Analco han resultado altamente ilustrativos del poder que tienen los
grupos sociales en la transformación de su entorno, y principalmente
de la eficacia que tienen esas acciones en términos de la potencializa­
ción del desarrollo. Y, por último, son un ejemplo de la irracionalidad
implicada al obstaculizar y relegar la participación social en la defini­
ción de la ciudad.
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368
Construyendo utopías
desde el centro*
René Coulomb*

A Pía

E
n la mayoría de los centros y barrios históricos de América
Latina, la conservación del uso habitacional pone en juego, no
solo el cumplimiento del derecho a una vivienda digna para
sus habitantes, sino la construcción de un proyecto alternativo de ciu­
dad. Es cada vez más aceptada la evaluación crítica de la expansión es­
pacial, caótica y dispersa, de las ciudades de la región, de la no susten-
tabilidad medioambiental, social y económica de este proceso, y, por
ende, la necesidad de revisar el modelo que ha dominado el desarro­
llo urbano durante las últimas cuatro décadas.
Sin embargo, a pesar del consenso existente en torno a lo deseable
de impulsar un proceso de recuperación de las áreas centrales deterio­
radas y de revalorización del capital social urbano que representan, la
* Este artículo fue publicado anteriormente en Mesías Rosendo et al. Hábitat popular en
los centros antiguos de Iberoamérica. México: CYTED / CENVI: 16-28.
* Sociólogo y urbanista. Es profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropo­
litana, unidad Azcapotzalco, México y miembro del Sistema Nacional de Investiga­
dores, SNI/SEP-CONACYT. Miembro fundador del Centro de la Vivienda y Estudios
Urbanos, CENVI A.C., ha sido director general del Fideicomiso Centro Histórico de
la Ciudad de México de 1998 a 2002, año en que fundó Grupo Ciudad y Patrimonio,
asociación civil dedicada al desarrollo de proyectos de revalorización del patrimonio
cultural urbano en México.
René C oulomb

mayoría de las ciudades de la región carecen todavía de una política


urbana que equilibre los procesos de expansión y de consolidación ur­
bana. Por una parte, siguen prevaleciendo ventajas comparativas que
pugnan a favor de la expansión urbana y, por otra, se carece de estra­
tegias e instrumentos de acción que permitan ir avanzando en lo que
se ha dado en llamar el “reciclamiento urbano”, y que preferimos lla­
mar “regeneración urbana”.
Los sectores sociales de mayores ingresos encuentran en la urbani­
zación periférica una óptima segregación socio-espacial, condiciones
medioambientales generalmente más favorables que en las áreas centra­
les, y buscan en los “centros” o “plazas” comerciales periféricos una
centralidad alternativa, “segura” y excluyente, para sus intercambios
mercantiles y culturales. Los organismos públicos de vivienda (y los
promotores privados), por su parte, prefieren desarrollar sus proyectos
de vivienda “social” en las periferias urbanas: facilidad de acceso a la tie­
rra, precios del suelo más bajos, economías de escala (conjuntos habita-
cionales a gran escala), etc.
Para las mayorías empobrecidas, asimismo, la periferia ofrece la
posibilidad de acceder a la propiedad, la cual es fuente de seguridad
frente a las coyunturas económicas inestables, mediante el acceso a
terrenos con precios accesibles, y lotes más grandes que facilitan la au-
toproducción progresiva de la vivienda.
Frente a esas fuerzas centrífugas, la revalorización de los centros
antiguos aparece como uno de los paradigmas de la planeación y de
la gestión de casi todas las ciudades de América Latina.1 En efecto, si
como acierta Fernando Carrion, “el urbanismo que hemos heredado
fiie construido para la expansión urbana (para) producir ciudad nueva
donde previamente no existía” (Carrión, 1994: 155), el “regreso a la
ciudad existente”12por parte de un nuevo urbanismo implica un cam­
1 Mesías & Suárez (2002:14)
2 Traducción del título del libro Retours en ville (Bidou-Zachariasen, 2003), que explo­
ra los procesos de revalorización (y de gentrijtcación) de los centros urbanos de las ciu­
370 dades de Bruxelles, Lyon, Barcelona, Napoli, Sao Paulo, México y otras ciudades
mexicanas.
C onstruyendo utopías desde el centro

bio importante en las formas de producción de la ciudad. No es de


sorprender, entonces, y en contra de lo que algunos investigadores afir­
man, observar que el “retorno” hacia los centros urbanos de las ciuda­
des de América Latina y el Caribe se quede todavía solamente en el
discurso de algunos instrumentos de ordenamiento territorial. Pero si,
además, se plantea un proyecto según el cual “los centros históricos se
valorizan sobre todo por su capacidad de otorgar carácter e identidad
a las comunidades que las habitan. Estas comunidades son las desti-
natarias prioritarias de las acciones de preservación de los centros his-
tóricos” (IAPH, 1999: 13). Estamos, entonces, frente a un proyecto
utópico, una ou-topos, en griego, es decir, una ciudad que no existe. En
efecto, si reconocemos que una proporción importante de los barrios
antiguos son habitados actualmente por una población que se encuen­
tra sumida en la pobreza, a veces en la indigencia, parece utópico pen­
sar que una revalorización de sus espacios pueda llevarse a cabo en su
beneficio, en vez de provocar su desplazamiento por grupos sociales
económicamente más acomodados (gentrificación), como lo hizo la
“renovación urbana” en las ciudades norteamericanas y europeas.
Y, sin embargo, las utopías urbanísticas parecen hoy en día absolu­
tamente imprescindibles, para sentar los cimientos de una forma alter­
nativa de “hacer ciudad”. Por ello, es de agradecer al grupo Hábitat
Popular en los Centros Antiguos de Iberoamérica, del Programa Ibero­
americano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED), el
haber llamado a concursar a experiencias prácticas, proyectos e ideas,
e incluso reflexiones conceptuales en torno a la producción de vivien­
das y el hábitat popular en las áreas centrales de más antigua urbaniza­
ción. Las prácticas, los ideales y los proyectos prospectivos que se rese­
ñan en el presente libro atestiguan que es probablemente desde el
corazón de sus antiguos barrios que pueden surgir las nuevas formas
concretas de construir ciudades menos segregadas, más solidarias y
abiertas a la pluralidad.
A partir de la lectura de los documentos de los concursantes, pero
también de los múltiples intercambios de experiencias en el seno de la
Red de Ciudades de América Latina y el Caribe con Centros Histó- 371
René C oulomb

ricos en Proceso de Recuperación, las breves páginas siguientes se


proponen sintetizar algunos principios y estrategias que, nutriéndose
de la utopía arriba enunciada, pudiesen encaminar hacia el éxito los
procesos de regeneración de los centros antiguos de las ciudades de la
región, incluyendo alternativas de hábitat popular.

Los centros antiguos fueron (deben ser) ciudad

El objetivo de la revitalización de los centros antiguos es que el patri­


monio cultural y urbano que encierran sea accesible a todos los ciu­
dadanos. Para ello, su desarrollo económico, social y urbano debe
guiarse por los principios de la pluralidad y la heterogeneidad. Los
centros antiguos no son homogéneos; concentran la diversidad de
expresiones arquitectónicas, artísticas, económicas, espaciales y cultu­
rales que cada sociedad urbana ha producido y acumulando a lo largo
de los siglos; han tenido y deben seguir teniendo múltiples funciones
urbanas: la habitación, el comercio, la vida política, la cultura; por ello,
sus inmuebles deben tener usos diversos, y no únicamente convertir­
se en museos, boutiques, hoteles y restaurantes.
Los centros históricos no pueden ser “recuperados” solamente pa­
ra los turistas, nacionales y extranjeros, o para el disfrute de una mino­
ría culta, como tiende a suceder en ciudades históricas de Europa
(HIC, 1998:12). Deben ser el espacio en donde todos los ciudadanos
puedan vivir el encuentro entre el pasado y el futuro, y vivir las con­
tradicciones del presente. Contradicciones entre la enorme riqueza
cultural de su patrimonio y la pobreza que invade sus calles y sus pla­
zas (Cardón, 2001: 85).
Es, por otro lado, de primera importancia entender que estos
espacios, que hoy denominamos “centros históricos” de ciudades,
abarcaban no hace tanto tiempo la totalidad del área urbanizada de
estas ciudades, lo que favorece denominaciones tales como “Habana
Vieja”, “Antigua Ciudad de México”, la “Ciudad Vella” de Barcelona,
372 la “Oíd City”, o bien la “vieille ville”, en el caso de las ciudades fran­
C onstruyendo utopías desde el centro

cesas. Al reconocer que un centro histórico es ciudad, se acepta implí­


citamente (es mejor que se haga explícito) que este espacio debe
seguir teniendo múltiples funciones urbanas: la habitación, el comer­
cio, la vida política, la cultura y que, por lo tanto, su desarrollo econó­
mico debe llevarse sobre la base de la heterogeneidad de los usos del
suelo, y no únicamente sobre la multiplicación de usos vinculados al
turismo y a la actividad comercial. Un centro histórico convertido en
museo, pero desierto una vez llegada la noche, es un proyecto que,
espero, todos rechazamos.Tal vez estemos menos conscientes que tam­
poco es sostenible un centro histórico convertido en un gigantesco
centro comercial.
Reconocer que un centro histórico fue ciudad tiene otra impor­
tante consecuencia: permite enunciar como estrategia espacial de una
política de regeneración urbana la diferenciación socio-espacial de la
“antigua ciudad”. En efecto, por haber sido ciudad, un centro antiguo
no tiene una estructura edilicia homogénea: se reconoce todavía con
relativa facilidad la segregación social que le file constitutiva, desde su
creación colonial (la “traza”) y a lo largo de su desarrollo histórico. En
el caso de la ciudad de México, está la “Ciudad de los Palacios” al
poniente de la plaza mayor, claramente segregada de los barrios popu­
lares del hábitat de los artesanos, empleados, pequeños comerciantes,
situados al norte y al oriente de ella.
Los barrios populares -sean prehispánicos, coloniales o decimonó­
nicos- han estructurado a las ciudades coloniales, tanto como los con­
ventos e iglesias, los palacios de gobierno o las casas señoriales. Si bien
estos antiguos barrios siguieron desempeñado un papel importante de
centralidad hasta bien entrado el siglo XX, su agudo estado de dete­
rioro físico y social los marginó progresivamente de este protagonis­
mo y los marcó el estigma de la decadencia, la marginalidad, la violen­
cia y la inseguridad. El resultado ha sido la tendencia generalizada a
reducir los “centros históricos” -sino conceptualmente, sí en la prácti­
ca- a la zona de mayor densidad de monumentos históricos, dejando
en la marginación y el olvido a los antiguos barrios populares que, sin
embargo, forman parte íntegra del patrimonio cultural urbano de la 373
René C oulomb

antigua ciudad (aunque sea, para algunos, bajo la forma de la “arqui­


tectura vernácula”).
Reinsertar estos barrios dentro de la estructura urbana de un cen­
tro histórico es entonces una tarea que busca rescatar la riqueza de la
heterogeneidad social que caracterizaba a la “antigua ciudad”, pero se
constituye también en una estrategia espacial que permite la perma­
nencia en sus barrios populares de la población residente de bajos
ingresos. Así lo plantea el programa de vivienda para el centro histó­
rico de la ciudad de México.3 No se trata de constituir ghettos de po­
breza, como concesión a una política dominante de gentrifícación de
los centros históricos. La propuesta consiste en reconocer la existen­
cia de cierta diferenciación especial de usos del suelo y de tipo de
vivienda dentro del perímetro de la ciudad antigua, con respeto del
mismo patrón de diferenciación que el desarrollo histórico de la ciu­
dad heredó y que, por lo general, conservó hasta nuestros días. De
hecho, uno de los pocos efectos positivos del abandono en que han
estado sumidos, durante décadas, los centros antiguos es que muchos
de ellos han conservado parte de su estructura diferenciada de usos del
suelo.
La estrategia espacial consistente en plasmar en un Plan Maestro
cierta diferenciación de los usos del suelo tiene la ventaja de dar
rumbo y certidumbre a los propietarios e inversionistas potenciales, al
mismo tiempo que posibilita una real heterogeneidad de usos del
mismo centro histórico. El Plan de Desarrollo Integral de la Habana
Vieja, por ejemplo, diferencia la zona de desarrollo terciario (comer­
cio, administración e infraestructura turística) de la zona en donde se
propone consolidar el uso habitacional. En Ciudad de México, los tres
programas parciales de desarrollo urbano que cubren el perímetro del
centro histórico diferencian de igual manera las zonas prioritariamen­
te habitacionales, prohibiendo incluso los usos incompatibles, como
las bodegas (Suárez Pareyón, 2002).
3 Este programa fue elaborado en el año 2000 por el Fideicomiso Centro Histórico de
la Ciudad de México, organismo que fue reestructurado a principios de 2002, y que no
asume en la actualidad acciones en materia de vivienda.
C onstruyendo utopias desde el centro

El enfoque alternativo de la regeneración urbana


El objetivo4 (la utopía) de que un centro antiguo siga siendo ciudad
no coincide del todo con los objetivos de lo que los urbanistas llaman
el “reciclamiento urbano”. Este concepto es similar al de redevelopment,
usado tanto en Gran Bretaña como en los EE.UU., o al de “reurbani­
zación” utilizado en España, para designar un conjunto de acciones
dirigidas a “refimcionalizar” áreas urbanas centrales que se caracterizan
por un grado avanzado de deterioro, obsolescencia y/o de abandono
de sus estructuras edificadas, así como de sus espacios abiertos. Se trata
de una concepción fundamentalmente económica que consiste, con
razón, en querer corregir las “deseconomías” que significan, para el
conjunto de las ciudades, la decadencia y la desvalorización, el despo­
blamiento y la subutilización de la infraestructura y de los equipa­
mientos acumulados en las áreas centrales a lo largo del proceso de ur­
banización.
En el marco de esta concepción, se suele plantear como objetivo:
la mayor utilización de la infraestructura urbana existente, con una
política de “redensificación” de las áreas centrales, mediante el recicla­
miento del suelo y de las estructuras físicas de la ciudad existente, y el
fomento del “regreso” de nuevos habitantes hacia esas áreas.5
Sin embargo, habría que preguntarse si el uso más racional de los
recursos urbanos existentes implica necesariamente densificar siste­
máticamente y en forma homogénea todas las áreas deterioradas, aun­
que hayan sufrido un lento y constante proceso de despoblamiento.
O si, por el contrario, no se tiene que tomar en cuenta la especifici­
dad de cada barrio, la infraestructura y equipamientos existentes, el
papel (la “vocación”) de cada uno en la economía de la antigua ciu­
4 “La visión”, en el lenguaje de la planeación estratégica.
5 Es así, por ejemplo, como la Ley General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal,
México, define al reciclamiento urbano:“acción de mejoramiento; implica someter una
zona del Distrito Federal a un nuevo proceso de desarrollo urbano, con el fin de
aumentar los coeficientes de ocupación y utilización del suelo, relotificar la zona o
regenerarla y que podrá recibir transferencias de potencialidades de desarrollo urbano”
(art. 7, párrafo LVIII). 375
Re ñ í C oulom b

dad y en la generación de empleo, el perfil socio-demográfico de la


población residente, y, sobre todo, la mezcla adecuada de usos y fun­
ciones urbanas.
Más profundamente, los objetivos del reciclamiento urbano care­
cen de una visión integral del problema y suelen inducir acciones mu­
chas veces parciales, intranscendentes e incluso contradictorias con el
objetivo enunciado de densificación o redensificación de determina­
da área urbana. Al utilizar como concepto alternativo el de “regenera­
ción urbana” se quiere diseñar un tipo de intervención que vaya más
allá del simple reuso o “reciclamiento” de predios baldíos y de edifi­
cios desocupados dentro de la estructura urbana (estaciones de ferro­
carriles obsoletas, terrenos del ejército inutilizables por estar rodeados
de viviendas, muelles en desuso por el cierre de parte o totalidad de
la actividad portuaria, zonas industriales abandonadas, etc.).
La regeneración urbana se distingue de la renovación urbana en
que se refiere solamente a la substitución de antiguas construcciones y
que, sumando pequeños proyectos aislados sin una visión de conjunto
a nivel de la totalidad de un barrio o de una zona de la ciudad, muchas
veces ha generado procesos no controlados de desalojo de habitantes
(básicamente inquilinos), de retención especulativa de predios baldíos
o de edificios desocupados, y de cambio no deseable del uso del suelo
habitacional. La regeneración urbana debe distinguirse a su vez de una
política de mejoramiento en que es el término correcto para denomi­
nar aquellas acciones orientadas a superar deficiencias y carencias en
materia de vivienda y de servicios urbanos, en los asentamientos urba­
nos relativamente recientes y en proceso de consolidación.
Por regeneración urbana se quiere enunciar una política integral,
que se proponga actuar con una visión urbana y no solo inmobiliaria.
Aunque pueda contribuir a ello, no es el objetivo de la regeneración
urbana optimizar el uso de los servicios, de infraestructura y de los
equipamientos con los que cuentan las áreas de más antiguo pobla-
miento, sobre todo cuando esta optimización se entiende como un
proceso de densificación consistente en “aumentar los coeficientes de
ocupación y utilización del suelo”.
C onstruyendo utopías desde el centro

La regeneración urbana no tiene un fin inmediato que se alcanza­


ría con acciones parciales de rehabilitación o renovación de algunos
edificios, sino que es la puesta en marcha de un proceso de largo plazo,
que requiere ser planificado desde el punto de vista de la ciudad en su
conjunto. El concepto de regeneración urbana aquí propuesto busca la
reincorporación al desarrollo urbano de amplias zonas de las ciudades
en donde el deterioro ha generado en el pasado (o -de no actuar-
generará en el futuro) la pérdida de varias funciones urbanas, entre
ellas, la función habitacional.
Más ampliamente, la regeneración urbana se concibe como una
política a escala de una aglomeración y se inscribe dentro un proyec­
to de ciudad. En efecto, las fuertes inversiones —y subsidios—requeri­
das no podrán legitimarse de cara a los contribuyentes si no existe cla­
ridad, por parte de gobierno y sociedad, en que la regeneración de las
áreas centrales deterioradas constituye una alternativa —parcial, si se
quiere—a la expansión periférica de las ciudades, y que contribuye por
lo tanto a disminuir los costos del proceso de urbanización, además de
mejorar la sustentabilidad medioambiental del proceso de desarrollo
urbano. Esta conciencia solo puede surgir de un análisis de cos-
to/beneficio que demuestre que enfrentar el deterioro de las áreas
centrales tiene un costo social y financiero menor al que representa la
“colonización” y posterior urbanización de nuevas áreas periféricas.
Pero si bien la regeneración urbana busca la obtención de una
mayor productividad de la estructura urbana, su objetivo central es que
esto se logre primero en beneficio función del desarrollo económico
y social de sus habitantes, tomando en cuenta no solo aspectos físicos
y financieros particulares sino, en primer término, el costo social y los
efectos sobre la economía global de la urbe. Por ello, la regeneración
urbana busca la integralidad de las acciones y ataca en muchos frentes
el fenómeno del deterioro urbano y enfrenta las causas y factores que
lo originan.
Dentro de esta perspectiva, habría que cuestionar el “viviendismo”
que caracteriza muchas acciones en no pocos centros antiguos de las
ciudades de América Latina y el Caribe. Si se condena las “ciudades 377
René C oulomb

dormitorios” de las periferias urbanas, con más razón una visión


meramente “viviendista” en los barrios antiguos. El desafío es grande:
se trata de “reurbanizar”, cuando todo parece indicar que nuestras so­
ciedades han olvidado cómo “hacer ciudad”.
Por otra parte, habría que hacer menos discursos en torno a la tan
mencionada integralidad de las acciones, e invertir más energía en ins­
trumentar las reformas radicales que implica lograrla, en particular a
nivel del funcionamiento excesivamente sectorizado de la administra­
ción urbana y de la programación de la inversión pública. Una prime­
ra estrategia consiste en “territorializar” el gasto público de las distin­
tas dependencias involucradas en torno a polígonos de regeneración
urbana. Una segunda se refiere a la superación de la burocratizada su­
perposición de funciones y de instituciones que suele caracterizar el
(des)gobierno de los centros históricos de las ciudades de la región.
Las experiencias exitosas de programas de regeneración de centros an­
tiguos apuntan hacia el diseño y operación de instituciones dedicadas
a tal propósito, dotadas de suficientes atributos y recursos que asegu­
ren su autonomía y autoridad frente a la telaraña de las administracio­
nes urbanas. Véanse, sobre ello, tanto la Declaración de la Ciudad de
México (año 2000) como el acuerdo 3 de la Declaración de Lima
(año 1997).

La población residente, ¿destinataria prioritaria?

Como dijimos anteriormente, la posibilidad de que el proceso de re­


generación de un centro histórico sea en beneficio de sus actuales
habitantes es claramente utópica, es decir que su concreción requiere
de la creación de nuevas formas de producción del espacio habitable,
tanto a nivel técnico como económico financiero y socio-organizati­
vo. Lo que caracteriza, y distingue, una política de regeneración urba­
na es su capacidad de incorporar a sus diagnósticos y a sus estrategias
de intervención las dimensiones económicas, sociales, políticas e
378 incluso culturales del deterioro urbano y habitacional.
C onstruyendo utopías desde el centro

Está claro que los programas de regeneración urbana no pueden


por sí mismos resolver una de las causas principales que originan el
deterioro progresivo de amplias áreas de las ciudades: la escasez de re­
cursos económicos que caracteriza a gran parte de sus habitantes
(COPEVI, 1974: 20). Pero, al mismo tiempo, no se puede ignorar que
la regeneración de un centro antiguo, en particular de sus barrios
populares, está ampliamente determinada por cómo se (re)define el
papel que este espacio puede jugar en el futuro desarrollo económico,
social y cultural del conjunto de una ciudad.
La mayoría de los centros históricos de la región han ido perdien­
do varios atributos económicos de la centralidad en beneficio de nue­
vos desarrollos comerciales y del llamado “terciario superior” en áreas
ex céntricas, y cada vez más periféricas. Si bien han guardado una
importante función comercial, esta se orienta cada vez hacia las masas
urbanas empobrecidas, atrae una muy importante población flotante
que congestiona los espacios públicos, impulsa el comercio popular ca­
llejero que busca las grandes aglomeraciones de peatones, favorece la
invasión de bodegas que pueden pagar rentas inmobiliarias muy supe­
riores a la vivienda y desplaza, lenta pero inexorablemente, al uso habi-
tacional. Parece poco sostenible que los centros históricos de la región
se estén consolidando cada vez más como enormes supermercados
populares, con todo y sus bodegas, camiones de carga, comerciantes en
vía pública, puestos de comida al aire libre, etc., y cuyo radio de acción
se extiende al conjunto de una ciudad, de una región, si no es que de
un país entero.
Los cambios sufridos por la estructura económica de las áreas cen­
trales de las ciudades de la región (desaparición del artesanado, desin­
dustrialización, emigración de los servicios del terciario superior y de
varios sectores de la administración pública, etc.), además de provocar
el abandono de muchos inmuebles, generó una pérdida significativa de
empleo, que no ha sido reemplazado por nuevas actividades, sino que
es la ampliación cada vez mayor de la economía informal. Las crisis
económicas han convertido a los centros históricos en el último espa­
cio de la sobrevivencia para decenas de miles de hogares, a través de 379
René C oulomb

las más diversas actividades económicas, en donde sobresale el comer­


cio en vía pública, pero también la mendicidad disfrazada en servicios
a la población flotante, la prostitución y otro tipo de prácticas más o
menos vinculadas con la delincuencia organizada.
En este contexto, es indudable que ningún plan de regeneración
de un centro histórico, incluyendo la rehabilitación de su función ha-
bitacional, tiene visos de viabilidad si no es dentro de una visión inte­
gral que incorpore el desarrollo económico y social de sus habitantes
como uno de sus principales objetivos. Sin embargo, con todo y las
muchas declaraciones en sentido contrario, las acciones siguen priori-
zando el “rescate” y conservación del patrimonio edilicio, sobre todo
monumental. La poca atención que la problemática social de los cen­
tros históricos ha tenido hasta ahora se refleja en los escasos diagnós­
ticos existentes, y sobre todo en su carácter ampliamente superficial.
Los inventarios y catálogos de edificios, monumentos, mobiliarios y
espacios públicos siguen teniendo el predominio sobre los mapeos
sociales, e incluso económicos, de las ciudades históricas.
Los centros antiguos cumplen hoy en día la función de alojar a una
población de escasos recursos, gracias a los bajos niveles de renta de
dichas zonas (derivados en buena parte del deterioro urbano y habita-
cional). Estas áreas no deben ser entonces regeneradas pensando en un
mero incremento en la productividad de una tierra artificialmente cos­
tosa, sino en función de resolver los problemas de las comunidades que
las habitan. En este sentido, se pueden enunciar algunos criterios y
estrategias de instrumentación.6 Los programas de regeneración urba­
na deben evitar tener un efecto contrario al que se persigue, y despla­
zar la población que todavía habita las áreas deterioradas. Para ello se
tiene que diseñar una estrategia de instrumentación que permita:
6 Retomamos aquí varios de los planteamientos que el Centro Operacional de Vivienda
y Poblamiento (COPEVI) de México desarrolló al principio de los años setenta en
torno a una política de regeneración urbana para la ciudad de México; planteamientos
que, desgraciadamente, fueron ignorados por las políticas públicas, aunque impulsaron
algunos proyectos piloto, como en el caso del barrio Los Ángeles de la Colonia
380 Guerrero de la misma ciudad de México (véase: COPEVI, 1974, y Herrasti, 1984).
C onstruyendo utopías desde el centro

• evitar la especulación sobre predios ubicados en áreas sujetas a pro­


gramas de regeneración;
• contar con instrumentos y mecanismos legales, financieros, fiscales
que compatibilicen las acciones emprendidas con los recursos eco­
nómicos de la población involucrada;
• canalizar recursos públicos (obtenidos del ahorro de recursos pro­
venientes de una política exitosa de reducción del costo de la urba­
nización periférica) que complementen los recursos aportados por
la débil economía de los habitantes de los barrios y colonias dete­
riorados.
La regeneración no debería llevarse a cabo por predios aislados, sino
mediante programas que abarquen la totalidad de un barrio an­
tiguo, o por lo menos de un conjunto urbano significativo. Sola­
mente así se podrán instrumentar medidas en cuanto al costo espe­
culativo del suelo. El costo de la tierra es el factor que en buena
medida establece las posibilidades de llevar a cabo un programa de
regeneración en función de la economía de los habitantes de un
área determinada. La “declaratoria de zona de regeneración urba­
na” (o de un “polígono” de actuación), legitimado legalmente y
plasmado en el Plan Maestro de Desarrollo de un Centro Histórico
(o parte de él), constituye un instrumento estratégico para la ac­
ción, a condición de contemplar:
• el establecimiento de controles sobre los terrenos baldíos (usos del
suelo, valor catastral) así como disposiciones específicas que permi­
tan la integración de predios a los programas de regeneración en
función del interés público (impuestos sobre lotes baldíos de la zo­
na, incentivos a la fusión de predios, derecho preferente de las auto­
ridades para adquirir los predios, etc.),
• la determinación de los usos y destinos del suelo, así como las altu­
ras y densidades adecuadas;
• el otorgamiento de facilidades fiscales y de subsidios diferenciados,
que beneficien a los habitantes de menores recursos;
• el establecimiento de una normatividad constructiva y urbana
específica (en particular, que dispense de cumplir con ciertas dis­ 381
René C oulomb

posiciones del reglamento de construcción, tratándose de vivien­


das habitadas por familias de bajos ingresos).
Por otra parte, si bien el proceso de regeneración de los centros anti­
guos no puede ser generador de exclusión social, varias ciudades han
llegado a la conclusión de que sería también un error aceptar que el
área debe seguir siendo, como en la actualidad, casi exclusivamente
popular, tanto a nivel de la vivienda como de las actividades econó­
micas7; lo mismo que abogar por su gentrificación, bajo el argumento
de que todo proceso de regeneración urbana genera a su vez un pro­
ceso de revalorización que solamente pueden costear los sectores so­
ciales más acomodados de la sociedad urbana. Creo que el acuerdo
sobre estos principios de intervención lleva a diseñar varios tipos de
estrategias que los hagan factibles en la práctica: una, referida a la plu­
ralidad social, y la otra, a la heterogeneidad de funciones y de usos.

Algunas estrategias para conservar


habitados los centros antiguos8

Los centros antiguos de la región conocen, con distintos grados de


agudeza, un fuerte proceso de disminución de su parque habitacional,
con la consecuente “desdensificación” del área.9 Las razones de este
proceso son ampliamente compartidas por los distintos centros histó-
Coincidimos con Fernando Carrión cuando alerta sobre el hecho de que “el centro
histórico, convertido en reducto de la pobreza, puede perder centralidad y, por tanto,
marginarse de la ciudad”, erosionando así su condición esencial, pasándose a convertir­
se —en el mejor de los casos—en el “museo de una ciudad que ya no es” (Carrión, 2001:
87).
Hacemos uso aquí de varias propuestas derivadas del Taller de Vivienda en el Centro
Histórico de la Ciudad de México, organizado por el CENVI en 1998, con la partici­
pación de 21 organizaciones sociales (CENVI, 1998).
Es, sin embargo, notable la escasa información estadística respecto a la dinámica demo­
gráfica de los centros históricos. En la gran mayoría de los casos no existen censos espe­
cíficos del área, sino solamente para el distrito, municipio o comuna, dentro del cual se
ubica un centro histórico.
C onstruyendo utopias desde el centro

ricos de la región.10Entre otros, resaltan, el deterioro de los inmuebles


por antigüedad y la casi nula inversión de los propietarios arrendado­
res, la liquidación progresiva de la oferta de vivienda en renta, los cam­
bios de uso del suelo (viviendas sustituidas por comercios, bodegas y
oficinas), la degradación del entorno urbano, la ausencia y/o la falta de
continuidad de los programas de regeneración urbana y habitacional.
El deterioro se expresa también por la existencia de un importan­
te universo de predios baldíos, edificios en ruinas, abandonados o
subocupados, como en el caso de numerosos inmuebles con las plan­
tas altas desocupadas. Este “vaciamiento”, altamente especulativo, de la
estructura edilicia de los centros antiguos es acompañado dramática­
mente por la transición demográfica en la que se encuentra la pobla­
ción residente. Por una parte, la llegada a la edad adulta de amplias
cohortes poblacionales acelera la formación de nuevos hogares, los
cuales no encuentran más que en las periferias una alternativa a sus
necesidades de vivienda. Paralelamente, y en consecuencia, la pobla­
ción residente presenta elevadas tasas de envejecimiento.
A pesar de ello, se afirma que los centros históricos deben guardar
su función habitacional. Sin embargo, por lo general no se sabe cómo
(a parte de los buenos deseos) se logrará contrarrestar los procesos que
han ido desplazando la vivienda de áreas centrales cada vez más extensas.
En el colmo de la utopía (algunos dirán: de la incoherencia) se afirma
que la conservación de la función habitacional en los centros históri­
cos debe hacerse, en primer término, en beneficio de los actuales
pobladores.
En las conclusiones del seminario “Rehabilitación de viviendas en
zonas históricas”, organizado por el Centro Hábitat de Naciones Uni­
das, y el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museo-
logia (CENCREM), en 1987, se advertía que:

10 Véase la investigación conducida por Hans Harms entre 1991 y 1995 en los centros de
Lima, La Habana, Río de Janeiro, Caracas, Panamá, Sao Paulo, Montevideo y Santiago
de Chile (Harms, 1996). 383
René C oulomb

Los diferentes gobiernos así como los organismos internacionales


especializados han impulsado hasta ahora la atención y recursos hu­
manos, financieros y materiales en proporciones mínimas a las vivien­
das en zonas históricas urbanas (...).Tanto desde el punto de vista del
enfoque, como de la metodología y resultados, el panorama latino­
americano es prácticamente de emergencia (...) y requiere políticas,
estrategias, acciones e intervenciones concretas además de dedicación,
convencimiento y esfuerzo sostenido.
A más de quince años de estos señalamientos, la situación de “emer­
gencia” en la cual se encuentra la vivienda de los barrios antiguos no
parece haber cambiado mucho. Es cierto que el llamado “rescate” de
los centros históricos se ha vuelto un aspecto importante —en ciertos
casos incluso prioritario—de las políticas urbanas de varias ciudades de
la región. Sin embargo, las políticas y las estrategias son muy distintas
y a veces totalmente opuestas. Asistimos a una gran diversidad de pro­
cesos de regeneración de los centros históricos, que se sitúan dentro
de dos polos opuestos:
• por una parte, acciones de “rescate” (¿para quiénes?) que se funda­
mentan, aunque sea implícitamente, sobre la segregación urbana y,
por ende, sobre la exclusión; rescate para una élite que sí “entien­
de” lo valioso del patrimonio cultural urbano y que también pue­
de pagar el precio de su rescate y conservación;
• en el otro extremo, acciones que buscan apoyarse sobre estrategias
innovadoras, sobre la base de la heterogeneidad social de los habi­
tantes, con el convencimiento de que los centros históricos deben
conservar los atributos de la urbanidad: la mezcla de actividades y
de grupos sociales.
Puede pensarse que esta oposición entre estos dos tipos de procesos es
excesiva y no corresponde a la realidad. Es cierto que ningún gobierno
local ha planteado explícitamente, hasta ahora, la (muy mal llamada) gen-
trificación del centro histórico de su ciudad, es decir, el desalojo de la
384 población residente de bajos ingresos (Bidou-Zachariasen, 2003). Es
C onstruyendo utopias desde el centro

no menos cierto que las tensiones y contradicciones no dejan de exis­


tir entre una población residente de bajos ingresos y los costos de la
regeneración. Costos elevados, tanto por el alto precio del suelo como
por los sobrecostos que suelen representar las acciones de rehabilita­
ción, sobre todo cuando incorporan trabajos de restauración.
Estamos frente a por lo menos tres grandes retos: a) hacer accesible
la vivienda rehabilitada a una población de bajos ingresos y, a veces, sin
empleo estable; b) mantener o restituir el uso habitacional en parte del
patrimonio histórico inmueble, y c) conservar una oferta de vivienda
en renta.

Las cuatro columnas del éxito


Después de los sismos de 1985 que golpearon de lleno los barrios
populares del centro histórico de la ciudad, el gobierno mexicano em­
prendió un programa muy ambicioso de rehabilitación, y sobre todo
de reconstrucción, de edificios dañados en las áreas centrales de la ciu­
dad que habían sido impactadas por la acción telúrica. De los 4.075
inmuebles intervenidos por el Programa de Renovación Habitacional
popular (RHP), 796 se localizaron dentro del centro histórico de la
ciudad de México, en beneficio de 13.562 viviendas. Las principales
bases del éxito de este programa, que al día de hoy es el más impor­
tante realizado en materia de vivienda popular en los centros históri­
cos de América Latina y el Caribe, son fundamentalmente cuatro:•
• una muy fuerte movilización social de los inquilinos que se resis­
tieron con éxito a ser deportados hacia conjuntos habitacionales
periféricos;
• la expropiación de los inmuebles intervenidos;
• el subsidio público, parte en cuanto a la adquisición de los inmue­
bles, parte en relación a la recuperación financiera de los créditos
hipotecarios;
René C oulomb

• la conciliación técnica entre los costos que representaban la res­


tauración del patrimonio histórico inmueble y de imagen urba­
na, con la limitada capacidad de pago de la población residente
beneficiaria.
Estos elementos parecen seguir siendo las cuatro columnas sobre las
cuales seguir construyendo estrategias y proyectos exitosos de regene­
ración urbana en beneficio de la población residente. En el caso de la
comuna de Santiago (de Chile), la acción de la Corporación para el
Desarrollo de Santiago ha sido escasamente difundida. Sin embargo,
es de llamar la atención las más de 18 mil nuevas viviendas edificadas
en la comuna de Santiago entre 1992 y 1998; el 80% financiadas por
promotores privados.

Innovando en materia de subsidios


En los barrios antiguos, cerrar la brecha cada vez más honda entre el
costo de la acción habitacional y los ingresos de la población residen­
te constituye un desafío a la imaginación de los profesionistas com­
prometidos, y a la lucha social organizada. En la mayoría de los países
de la región, los responsables de diseñar las políticas habitacionales son
poco propensos a reconocer que la satisfacción del derecho a la
vivienda para la población mayoritaria de bajos recursos pasa obliga­
toriamente por el subsidio. Esta última afirmación no es exclusiva de
los centros antiguos, pero está demostrado que ahí el subsidio debe ser
mayor. Por otra parte, en casi todos los países los sistemas de financia-
miento subsidiado de la vivienda “social” no aceptan financiar la reha­
bilitación de viviendas, sino solamente la construcción nueva. Pero,
además, una proporción importante de la población residente de los
centros históricos no cumple con los niveles de ingreso y/o de esta­
bilidad en el empleo que exigen los organismos financieros.
La experiencia de estos últimos años, por parte del Instituto de
386 Vivienda local en la ciudad de México, es que los techos financieros
C onstruyendo utopias desde el centro

que fija la institución están rebasados por los costos de las acciones
habitacionales, tanto de construcción nueva como (y sobre todo) de
rehabilitación. Ello ha llevado al Instituto a otorgar un subsidio adicio­
nal del 50% si se trata de vivienda de interés social en barrios antiguos
del centro histórico, y del 100% si se trata de rehabilitación de inmue­
bles catalogados con valor histórico-arquitectónico.11 La gran mayoría
de las experiencias y proyectos “piloto” de vivienda popular en los
barrios antiguos de América Latina no hubieran podido llevarse a cabo
sin subsidio. Es de lamentar que los datos de los proyectos que se
difunden suelen ocultar el grado de subsidio manejado, su fuente (or­
ganismo público, ONG, Fundación, etc.) y a qué se aplicó (adquisición
del suelo, recuperación del financiamiento, etc.).
Es evidente que el subsidio proveniente de fuentes públicas (fisca­
les) puede llegar a cuestionar la replicabilidad de los proyectos y la
continuidad de un programa de regeneración urbana a lo largo del
tiempo; sobre todo cuando los gobiernos no son capaces de explicitar
la razón de ser de los mismos y, como se argumentó anteriormente, las
economías que significan para la hacienda local en relación a los cos­
tos de las urbanizaciones periféricas. Pero es no menos cierto que la
escasez crónica de los recursos públicos frente a múltiples necesidades
que atender obliga a buscar caminos alternativos. En todo caso, habría
que descartar la “solución” de diseñar proyectos según las “reglas del
mercado”, si se entiende por ello la supresión del subsidio.
Una fuente complementaria al subsidio público se encuentra en el
diseño de proyectos que contemplen, a nivel urbano, la mezcla de usos
más o menos rentables, es decir que puedan pagar una renta más o
menos elevada tanto a los propietarios como a la hacienda local; y tam­
bién la mezcla de usos a nivel de los inmuebles mismos, en particular
la mezcla —en un mismo inmueble—del uso comercial/servicios en
planta baja con el uso habitacional en las plantas altas. A parte de res-1
11 En el caso de inmuebles catalogados con valor patrimonial, el subsidio adicional con­
cierne el financiamiento de la restauración de las fachadas, de los patios y escaleras,
pues se considera que se está rehabilitando un patrimonio en beneficio de la colecti­
vidad, y no tanto de las familias en lo individual.
René C oulomb

catar así un patrón de uso característico de los edificios de las ciuda­


des coloniales, dicha estrategia permite hasta cierto punto el “subsidio
cruzado”, desde los usos rentables (el comercio) hacia los que los que
lo son menos (la vivienda, pero también los equipamientos, entre
otros).
Esta mezcla de las actividades económicas y de la vivienda en los
inmuebles permite, a su vez, evitar que un centro histórico reproduz­
ca el tipo de desarrollo urbano segregado que conocen las áreas de
expansión periférica, la desarticulación espacial entre las áreas de vi­
vienda y las actividades económicas, que se aleja cada vez más de lo
que es, o debería de ser, una ciudad habitable.
Esta estrategia ha sido hasta ahora muy poco aplicada. Por lo
general la rehabilitación (o la reconstrucción) de los inmuebles se ha­
ce sobre la base de un solo uso (un edificios de departamentos, o bien
un equipamiento cultural o social, o bien un inmueble de oficinas,
etc.). Algunos afirman que, en todo caso, se trata de una estrategia
utópica pues violenta la lógica de la segregación entre usos del suelo,
segregación impuesta por las rentas diferenciales que los distintos
usos generan. Otros señalan los conflictos que esta estrategia ha gene­
rado, por ejemplo, entre la vivienda y usos recreativos como bares,
salones de baile, restaurantes, etc., dentro de un mismo sector urba­
no. ¡No digamos dentro de un mismo inmueble! Muy pocos recono­
cen la sobredeterminación que los sistemas financieros ejercen sobre
el diseño de las soluciones arquitectónicas y, en particular, sobre la
homogeneización de los usos del suelo, en una área o dentro de un
mismo inmueble.

¿ L a p r o g r e s iv id a d es p o s ib le ta m b ié n en los cen tros a n tig u o s?

Tanto la escasez de recursos disponibles, frente al tamaño del inventa­


rio habitacional a intervenir, como la urgencia de atender la situación
de grave vulnerabilidad que caracteriza el hábitat popular de los ba­
388 rrios antiguos obligan a revisar radicalmente nuestras formas de ac­
C onstruyendo utopías desde el centro

tuar. Si bien la regeneración integral de un centro histórico es una ta­


rea de largo plazo, ello no puede ser un pretexto para justificar que siga
permaneciendo por más tiempo la situación de grave deterioro y ries­
go, en la cual se encuentra un universo importante de inmuebles patri­
moniales y de familias. Una innovación, de la cual da cuenta entre
otras la experiencia relatada en este libro en el marco del Programa de
Emergencia ante Derrumbes de Habana Vieja, consiste en la rehabili­
tación progresiva del parque habitacional.12
Esta alternativa permite replantear el problema de la brecha entre
los escasos recursos de la población mayoritaria necesitada de vivien­
da y los costos de edificación, todavía mayores cuando se trata de reha­
bilitar edificios patrimoniales. En las áreas periféricas, esta brecha fue
en parte enfrentada a través de procesos de autoproducción (a veces de
autoconstrucción) progresiva de la vivienda, y de consolidación/am­
pliación de las viviendas por parte de la población sobre periodos de
largo de tiempo. A veces, las políticas habitacionales aprendieron de
este proceso y financiaron programas públicos de “vivienda progresi­
va”, también llamados de “pie de casa”.
La progresividad de la acción habitacional ha demostrado ser una
solución para alojar a las mayorías empobrecidas de la población. Tal
vez sea el momento de llevar esta estrategia hacia la vivienda popular
de los barrios céntricos de las ciudades de la región. En segundo tér­
mino, al aplicar la estrategia de la progresividad estaríamos en posibi­
lidad de atender, con el mismo monto de recursos, un universo de
viviendas hasta dos veces mayor, resolviendo en un menor plazo la sal­
vaguardia de los inmuebles actualmente registrados como de “alto
riesgo”. La rehabilitación progresiva es entonces una herramienta que
permite, a la vez, adecuar los costos de la rehabilitación a los ingresos
de la población residente, y “efícientar” los siempre escasos recursos
disponibles. Es también, obviamente, una estrategia para asegurar la sal­
vaguardia física de los edificios considerados como de alto riesgo,
mediante la rehabilitación estructural (en una primera etapa) de ellos.
12 Véase Coulomb, 2003. 389
R ené C oulomb

El aseguramiento estructural de los inmuebles debería incluir la reha­


bilitación o sustitución de las redes de servicios básicos y del sistema
de desalojo de aguas servidas y pluviales, así como del sistema de
impermeabilización de azoteas; todos estos, conceptos que resultan ser
factores que aceleran la pérdida de inmuebles históricos.
Al mismo tiempo, es recomendable que esta primera intervención
básica de los inmuebles lograra acompañarse -cuando fuese el caso-
con la readecuación de los espacios privados y colectivos (eliminación
de agregados, redistribución de los espacios habitables por cada fami­
lia, rescate de patios, mejoramiento de la iluminación y ventilación,
etc.) y, por otra, rehabilitar (o sustituir) las redes de servicios básicos.
Es decir, para que la rehabilitación progresiva sea aceptada por la po­
blación residente, es necesario acompañar la salvaguardia física de las
construcciones con un mejoramiento significativo de las condiciones
de habitabilidad y calidad de vida de los ocupantes.
Como se sabe, a partir de las experiencias exitosas de vivienda pro­
gresiva en las áreas periféricas, la progresividad de la acción habitacio-
nal debe enmarcarse dentro de un proyecto definitivo, es decir que las
etapas iniciales del proceso de rehabilitación se inscriban dentro de un
proyecto final claramente establecido y asumido por parte de los habi­
tantes, para evitar que en etapas posteriores los mismos residentes, al
desarrollar intervenciones por cuenta propia, afecten el patrimonio
arquitectónico de los inmuebles, o que incluso pongan nuevamente en
riesgo su estabilidad estructural.
La estrategia de la progresividad se enfrenta a múltiples obstáculos.
Por mencionar solamente tres: las reglas de operación de los organis­
mos públicos de vivienda no son, en principio, compatibles con la
progresividad; los reglamentos de construcción, que tampoco la con­
templan; y la filosofía de la “tarea bien hecha y acabada”, que anima
las prácticas profesionales de la conservación y la restauración.13 Sin
embargo, una buena parte del parque habitacional de los centros anti­
13 ¿Aceptará un arquitecto restaurador poner su nombre a una obra que consistió “sola­
mente” en el rescate estructural de un edificio histórico del siglo XVIII?
C onstruyendo utopías desde el centro

guos se encuentra en situación de emergencia, por lo que deberían


instrumentarse programas emergentes para una intervención inmedia­
ta que actúe sobre las estructuras de los inmuebles14, aunque en ciertos
casos se acuse a este tipo de acción de querer prolongar artificialmen­
te la vida de los tugurios (Sant’Anna, 2001).

Rehabilitando inmuebles para el alquiler


Una limitación importante a la acción habitacional pública o privada
en los centros históricos estriba también en que, en la mayoría de los
países de la región, los organismos financieros se limitan, por la garan­
tía hipotecaria del crédito, a financiar operaciones de acceso a la pro­
piedad de la vivienda. Por ello, la casi totalidad de los proyectos de vi­
vienda en los centros antiguos ha consistido, en cuanto a la tenencia
de la vivienda, en el peor de los casos en expulsar a los inquilinos hacia
la periferia, y en el mejor, a convertir a los inquilinos en propietarios
de sus viviendas rehabilitadas o reconstruidas.
Sin embargo, existe una demanda no satisfecha de vivienda en
arrendamiento, por parte de ciertos sectores de ingresos medios que se
han mostrado interesados en “vivir en el centro”: hogares unipersona­
les, matrimonios jóvenes, universitarios, residentes temporales, etc.,
para los cuales el acceso a la propiedad no representa una alternativa
adecuada de alojamiento, que están dispuestos a “soportar” ciertos in­
convenientes que presenta el vivir en el centro y que, incluso, tienden
a valorar el estilo de vida que la centralidad ofrece.
En el caso de la ciudad de México, se ha demostrado que -median­
te mínimos incentivos fiscales- un cierto tipo de propietarios de in­
muebles es susceptible de autofinanciar la rehabilitación de inmuebles
de su propiedad y de volverlos a colocar sobre el mercado de la vivien­
da de alquiler medio (Coulomb, 2000). Se trata todavía de escasos cen­
14 Véase la experiencia de la brigada técnico-profesional en La Habana Vieja y los talleres
desarrollados por varias universidades en Ciudad de México.
René C oulomb

tenares de viviendas. Un programa de este tipo requiere de incentivos


fiscales agresivos, sobre todo en lo que concierne el impuesto predial
y el impuesto sobre la renta. Por otra parte, el querer atraer a vivir en
los centros antiguos a sectores medios implica desplegar buenas estra­
tegias en los medios de comunicación, para revertir progresivamente
la imagen negativa que tienen, hoy por hoy (Audefroy, 1999: 24).

Participación social autogestionaria y


producción social del hábitat

El proceso de reconstrucción postsísmica de la ciudad de México lleva


a pensar que el éxito de la acción habitacional en los centros urbanos
no descansa tanto, como algunos arquitectos creen, sobre la genera­
ción de innovaciones técnicas, sino sobre una afianza estratégica tri­
partita entre:
• los movimientos de resistencia de los pobladores que habitan los
centros antiguos;
• los profesionistas comprometidos con estos movimientos y que pue­
den -deben—generar innovaciones en materia de diseño arquitec­
tónico, de técnicas constructivas y de ingeniería financiera; y
• los gobiernos y sus siempre escasos recursos.
La participación social es posiblemente la dimensión de la acción ha­
bitacional en barrios antiguos que ha producido el más diverso y rico
acervo de experiencias estos últimos años en América Latina y el Ca­
ribe. Varios de los textos recopilados en este libro dan cuenta de ello.
“Resistir y (re)construir”, tal pareciera ser el lema que resume un am­
plio abanico de experiencias. En efecto, las experiencias de mayor
escala y/o de mayor duración en el tiempo siempre se debieron a la
lucha de la población residente por resistir los desalojos y permanecer
en sus barrios, raras veces del voluntarismo de algún alcalde u ONG.
C onstruyendo utopías desde el centro

En segundo término, las experiencias más innovadoras, es decir, las


que posteriormente pueden ser retomadas por programa de gran im­
pacto, casi siempre pudieron nacer cobijadas por una fuerte participa­
ción y organización social. Las innovaciones siempre entrañan riesgos,
que solamente la organización social puede asumir.
En tercer lugar, la llamada “producción social del hábitat”, sobre la
que reflexiona y quiere incidir la Red XIV B “Viviendo y constru­
yendo” del Programa CYTED, se entiende no pocas veces de forma
limitada como referida a la aportación de mano de obra, de forma in­
dividual o comunitaria, en la edificación de sus viviendas por parte de
los mismos habitantes. Sin embargo, los principales promotores de esta
forma de producción habitacional en América Latina y el Caribe la
entienden como un proceso mucho más complejo que la simple apor­
tación de mano de obra, y que las cooperativas uruguayas de ayuda
mutua han desarrollado ampliamente como un proceso de autogestión
comunitaria.
En Montevideo, en el marco de la larga experiencia de la Federa­
ción de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua (FUCVAM), el
Programa Piloto de Reciclaje impulsado por el gobierno de la ciudad
se propuso, entre otros objetivos, experimentar sistemas constructivos
de ayuda mutua para el reciclaje de viviendas antiguas. Se pueden
resaltar tres elementos de evaluación: a) los costos de la rehabilitación
con ayuda mutua son parecidos a los de la edificación de vivienda
nueva en las periferias; b) si bien la ayuda mutua es una técnica que
puede asumir proyectos de rehabilitación de vivienda, su aporte en
mano de obra no incide de forma significativa en la disminución de
costos; y c) lo importante son las tareas de autogestión realizadas por
los miembros de las cooperativas.
Llama la atención cómo la organización cooperativa ha sido por­
tadora de importantes innovaciones en algunos proyectos piloto en
Montevideo, Ciudad de México o Buenos Aires15, desde la participá­
is Véase la reseña de la experiencia de la Cooperativa “Perú” y su impacto en los barrios
de SanTelmo y Monserrat en Buenos Aires (1987-1997) (Audefroy, 1999:127-132). 393
René C oulomb

ción en la planeación urbana de un barrio antiguo (antes que se ins­


titucionalice y burocratice la “planeación participativa”) hasta la crea­
ción de formas alternativas de financiamiento (financiamientos mix­
tos), pasando por diseños arquitectos audaces, a veces bastante alejados
de la “vivienda social” tradicional.Tal vez porque estas cooperativas de
vivienda resultaron ser “instrumentos exitosos que posibilitan la arti­
culación de la voluntad de permanencia en el barrio con alternativas
habitacionales al alcance de la mayoría de los pobladores (Herrasti,
1984:206).

El derecho a la ciudad es el derecho al centro

La regeneración de las ciudades y centros urbanos es un proceso que,


por su complejidad y costos, no se agota en el corto plazo. La nece­
saria continuidad de los procesos, más allá de las coyunturas político-
electorales, difícilmente puede lograrse sin que exista una conciencia
colectiva ampliamente difundida entre los distintos sectores sociales
de la necesidad de actuar continuamente en el centro antiguo de una
ciudad, en particular para conservar su patrimonio cultural urbano. La
continuidad a lo largo del tiempo del proceso de regeneración es un
desafío que no puede enfrentarse más que a través de una voluntad
colectiva expresada en la “participación y concertación ciudadana” de
la “democratización de la gestión urbana” (Declaración de Lima). La
ciudadanía y sus organizaciones barriales, profesionales, empresariales,
académicas y culturales deben ser, en última instancia, el actor que
asegura el cumplimiento de los objetivos, estrategias, programas y
proyectos.
Nadie discute hoy que es necesario construir los instrumentos que
permitan la institucionalizadon tanto de la participación ciudadana en
la toma de decisiones como de la participación social por parte de
organizaciones sociales y gremiales en el diseño y ejecución de pro­
yectos. Entre otras experiencias se encuentran la creación de comités
de barrio, de fideicomisos y/o de asociaciones para la regeneración del
C onstruyendo utopías desde el centro

mismo, que incluyan representantes de propietarios, inquilinos, comer­


ciantes, empresarios, financiadores y autoridades locales.
Está también la tan mencionada y poco aplicada “planeación par-
ticipativa” que, más que buscar la implicación de los distintos actores
en la discusión de un plan abstracto y general (el cual —tenemos que
reconocerlo—es difícilmente entendible y apropiable por parte de la
mayoría de la población), debería ofrecer espacios participativos en
torno al diseño de proyectos y de instrumentos para la acción compar­
tida entre autoridades y pobladores.
La democratización de los procesos, de los marcos legales, de las
instituciones y de los proyectos de conservación del patrimonio, a tra­
vés de una progresiva apropiación colectiva del mismo, es entonces
una acción imprescindible. Ello implica la institucionalización efectiva
de la participación social, así como de espacios de colaboración/aso-
ciación entre el gobierno de la ciudad y la ciudadanía organizada. Que
los ciudadanos puedan discutir —en interlocución transparente con el
gobierno—cuál es el futuro que queremos para los centros históricos
no es una acción demagógica como algunos piensan, es una condición
para que la conservación y el desarrollo de estos espacios estratégicos
para el devenir de nuestra sociedad urbana sean fuente de identidad y
cohesión social.
Sin embargo, es de reconocer que la voluntad de un gobierno de
avanzar hacia una gobernabilidad democrática no es suficiente. La
participación ciudadana tiene que superar las actuales relaciones so­
ciales que se han ido construyendo sobre la base de la segregación y
la exclusión. El principal desafío de la gobernabilidad estriba en la
necesidad de ir construyendo, entre gobierno y sociedad, nuevas rela­
ciones de solidaridad, reciprocidad y cooperación entre grupos socia­
les y sectores socio-económicos con intereses divergentes y a veces
antagónicos.
Rehabilitar un centro histórico es devolver a la ciudad, y a todos
los ciudadanos, un espacio común, democrático, de convivencia y de
re-encuentro entre grupos sociales y entre generaciones. Es reconstruir
el tejido social urbano, fragmentado por los procesos cada más difun­ 395
R ené C oulomb

didos de privatización de los espacios públicos en las ciudades de la


región. Esta acción podría llamarse “el rescate de la centralidad”. Fren­
te a la privatización de las calles, los jardines y los “centros” comercia­
les, frente a las rejas y las bardas para defenderse de la violencia y el
miedo, se trata -desde el corazón histórico de la ciudad—de empren­
der una (re)acción colectiva: el rescate del “centro”, de la historia y de
la memoria colectiva.
Aunque sea en contra de los procesos de segregación y exclusión
que caracterizan al desarrollo de nuestras ciudades, la regeneración de
los centros históricos no puede tener otro objetivo que la construc­
ción de una nueva convivencia en este espacio estratégico para el con­
junto de una ciudad y sus distintos sectores y grupos sociales. En este
sentido, la gobernabilidad democrática, que es sin lugar a dudas un
tema central de la agenda de desarrollo de nuestras sociedades urba­
nas en el umbral del nuevo milenio, tiene en los centros históricos un
espacio estratégico para su construcción.
Lo que está en juego en la revalorización del patrimonio cultural
y urbano de los centros antiguos es, al mismo tiempo, el derecho de
todos a identificarse con un patrimonio común, el derecho a la dife­
rencia y a la convivencia entre distintas culturas urbanas, y entre cla­
ses sociales. El derecho a la ciudad fundado en la pluralidad, pues los
centros históricos fueron y deben seguir siendo ciudad.

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398
Del centro histórico de Tlalpan
al centro comercial Cuicuilco:
la construcción de la
multicentralidad urbana*
María Ana Portal Ariosa1

Introducción

E
l centro, en cualquier urbe, es un lugar emblemático, de identifi­
cación colectiva por excelencia. Todo visitante se ubica a partir
del centro y desde allí traza sus recorridos y se aventura a explo­
rar la ciudad visitada. Sin embargo, la tendencia actual es que las ciuda­
des, cada vez menos, pueden ser pensadas como totalidades organizadas
a partir de centralidades claras y unívocas. El crecimiento urbano está
generando una multiplicidad de “centros” locales que adquieren una
dimensión de emblemas significativos solo de manera restringida.
En el caso del Distrito Federal, este fenómeno tiene una relevan­
cia particular pues se ha constituido en una megaciudad, inaprensible
como totalidad para el ciudadano que la habita. La composición plu­
ral de la población y el desmedido crecimiento de la mancha urbana
han roto en las últimas décadas los límites geográficos y simbólicos
previos, y han rebasado toda posibilidad de ser imaginada y significa­
da como unidad por sus habitantes.
* Este trabajo es un producto parcial del proyecto “Vecinos, barrios, colonias y pueblos
en dos contextos urbanos de México: identidades y cultura en el sur del D.E y zona
metropolitana de Guadalajara” financiado por el CONACYT.
1 Profesora/investigadora, en el Departamento de Antropología de la Universidad
Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa en la Ciudad de México. Líneas de traba­
jo actuales: identidad urbana, formas de organización y participación barrial, espacio
público y construcción de ciudadanía.
M aría A na Portal A riosa

Todos nosotros hemos compartido la impactante experiencia que


sufre cualquier viajero nocturno que al arribar a la metrópoli —ya sea
por carretera o por avión—enfrenta ese interminable mar de luces al
cual no se le ve fin en el horizonte. En este mar interminable de luces,
edificaciones y pavimento aparentemente estático, lo que encontra­
mos es un intenso movimiento, un continuo flujo humano que tras­
ciende el territorio y dibuja nuevos mapas de actividad social.
(...) la experiencia social no se reduce a la experiencia de un lugar:
las tendencias de construcción de sentidos sociales se suelen ubicar
actualmente en el ámbito de las tecnologías de comunicación, y las
narrativas sobre la ciudad, y la inmersión en lo privado y lo domésti­
co (Aguilar, 1995: 52).
Leer la ciudad solo desde los espacios físicos es, pues, insuficiente. Es
necesario capturar la “expresividad”, el movimiento que en ellos se
genera. Expresividad y movimiento que de fondo se produce a partir
de la diferenciación y la desigualdad sociales (Aguilar, 1995). ¿Pero es
posible comprender dicho flujo social sin el anclaje territorial? Me
parece que no. Si bien es cierto que el territorio “estable”, por sí sólo,
no nos permite definir lo urbano, ciertamente es un referente funda­
mental en la generación de las identidades urbanas, y es a partir de él
desde donde se generan los múltiples movimientos y significados ur­
banos.
(...) Yo nací en la colonia Guerrero -al norte completamente-, allá
por Santiago Tlatelolco. Después viví por más de treinta años en el
centro —por Isabela Católica e Izazaga—.Se murió toda mi familia. Soy
viudo. Se murió mi suegro y para no quedarme solo me interné en
un asilo aquí. Conozco poco de Tlalpan, pero vengo a caminar al cen­
tro porque está muy tranquilo (Anciano residente de Tlalpan).2

2 Las entrevistas aquí presentadas fueron realizadas en diciembre de 1998 por Jessica
Gottfield, Adriana Aguayo y la autora. Con ellas no se buscó sustentar aspectos esta-
D el centro histórico de T lalpan al centro comercial C uicuilco

En este sentido, el territorio no es solo una determinante geográfica, es


fundamentalmente una construcción histórica y una práctica cultural
que se recrea en la memoria de los individuos. La identidad de los suje­
tos que habitan en la urbe se construye, pues, en un complejo tejido de
significados anclados a múltiples espacios locales por los que transitan.
Para el caso de los pobladores del Distrito Federal estas localidades
se construyen a partir de un proceso en el cual, al tiempo que se va
perdiendo el centro, refiriéndome al centro de la ciudad, se constru­
yen -simbólica y realmente- centros locales representativos, en torno
a los cuales se vive la cotidianidad. Este proceso es necesario ya que, a
mi parecer, sin centro resulta muy difícil construir fronteras porque se
pierden los referentes básicos3; y sin fronteras es imposible el movi­
miento. El centro es el lugar de origen. Eliade plantea que “vivir junto
a un Centro del Mundo equivale, en suma, a vivir en la mayor proxi­
midad a los dioses” (Eliade, 1973: 88). Aun cuando el lugar de funda­
ción permanece cada vez más en el ámbito de referencia de las memo­
rias colectivas, de los imaginarios urbanos y de los mapas turísticos
(Aguilar, 1995), ocupa un lugar medular en la posibilidad del ir y venir
de los sujetos.
Ahora bien, los centros locales surgen a partir de necesidades eco­
nómicas, culturales, políticas e históricas distinguibles de las del centro
de la ciudad: algunos tienen su origen en el pasado colonial general­
mente articulados a historias territoriales específicas y a procesos polí­
ticos particulares, otros son de nueva creación y están anclados a nue­
vos intereses económicos.
El fenómeno de multicentralidad pasa entonces por dos aspectos
que no podemos dejar de lado: la relación centro/periferia y la com­
pleja interacción entre lo tradicional y lo moderno.
dísticos representativos, solamente ejemplificar a través de las voces de los usuarios del
lugar sin distinguir si eran residentes o visitantes por no considerar este un elemento
fundamental en la argumentación del trabajo.
3 La perdida de centro implica una reducción del espacio interior. Al grado que en
muchas colonias el único espacio que se reconoce como propio es el de la casa habi­
tación. 401
María A na Portal A riosa

El trabajo que aquí presento busca explorar cómo se constituye


históricamente eso que llaman la multicentralidad urbana o cómo los
antiguos centros se convierten en periferias; qué carácter adquiere
—particularmente en la periferia sur del Distrito Federal—,así como las
intersecciones entre lo moderno y lo tradicional a través de lo cual,
hoy, los habitantes del lugar ordenan su espacio físico y simbólico.
Para realizar esta tarea retomo como espacio analítico la Dele­
gación de Tlalpan, ubicada en la periferia sur del Distrito Federal, en
la cual coexisten diversos centros que han adquirido un carácter emble­
mático local, que representan ejes significativos en la vida de los tlal-
peños, que probablemente tienen un radio de influencia limitado y
adquieren significados diferentes dependiendo desde dónde se los
mira y para qué se los usa.
Dos son, a mi parecer, centros particularmente relevantes en la
Delegación: uno, cargado de una historia específica que viene de
siglos atrás y que representa el núcleo social y político delegacional:
el centro histórico de Tlalpan; otro, de aparición reciente, que nace
en medio de un controvertido debate sobre los usos del patrimonio
cultural y cuya lógica se articula a los intereses comerciales de gru­
pos hegemónicos de nuestro país: el Centro Comercial Cuicuilco. De
ellos me interesa contrastar las historias de su formación así como los
significados que cada uno genera en complejos procesos de uso y
consumo.
Es importante señalar aquí que no son los dos únicos centros rele­
vantes en Tlalpan. Cabe recordar que esta delegación es una de las más
grandes del Distrito Federal, con un territorio de 309,72 kilómetros
cuadrados, dividido en cinco subdelegaciones. En este vasto territorio
ha aparecido una multiplicidad de centros comerciales y recreativos
que difícilmente podríamos analizar en este trabajo.
El centro histórico de Tlalpan y el Centro Comercial Cuicuilco,
evidentemente, no son polos de atracción para el conjunto delegacio­
nal; su influencia es limitada, abarcan seguramente áreas muy espe­
cíficas de la delegación distinguibles en cada caso. Sin embargo, la
402 existencia paralela de estos dos centros tiene implicaciones espaciales,
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

sociales y políticas que reflejan el complejo entramado entre formas de


producción y apropiación espaciales y sociales modernas frente a
aquellas consideradas eminentemente tradicionales. Son dos escenarios
cargados de significaciones diversas, en donde se producen y recrean
formas distinguibles de vivir la urbe mediante un accionar específico
de los pobladores, que evoca, reconoce y selecciona elementos parti­
culares, en cada caso.
En estos centros entran en juego a través del espacio y su ordena­
miento, la construcción de la memoria histórica y la reproducción de
elementos identitarios materializados en iconos y símbolos específicos
que se convierten en señas de identificación.
Se parte de la idea de que el concepto de “periferia” es relativo. Las
periferias solo son comprensibles en contextos históricos particulares.
Veamos por qué.

Tlalpan se convierte en periferia

En 1824, el Congreso Constituyente creó el Distrito Federal, que


según el decreto oficial sería sede de los supremos poderes de la fede­
ración. Tenía como núcleo la ciudad de México y comprendía un cír­
culo de dos leguas cuyo centro era el Zócalo. La ciudad llegaba hasta
lo que hoy conocemos como el Circuito Interior y Viaducto Tlalpan,
al poniente incluía el Toreo de Cuatro Caminos, al norte el río de los
Remedios y al oriente tocaba los terrenos del actual aeropuerto
(McGowan, 1991).
En ese tiempo, la capital del Estado de México era la propia ciu­
dad de México, donde se asentaban los poderes tanto federales como
estatales. La creación del Distrito Federal rompió con este nexo de lo
estatal y lo federal, y obligó a que los primeros fuesen trasladados a
Texcoco, donde permanecieron unos meses, para que el 15 de junio
de 1827 se cambiaran a Tlalpan y este se constituyera en la nueva capi­
tal del Estado de México. En septiembre del mismo año se le conce­
dió a Tlalpan el título de ciudad. Es decir, Tlalpan, durante el siglo 403
María A na Portal A riosa

XIX, no era una periferia del Distrito Federal sino que constituía un
centro en sí mismo.
Durante el último período presidencial de Santa Anna, a través de
un decreto fechado el 16 de febrero de 1854, se ampliaron los límites
de lo que en ese momento se denominó el Distrito de México, “para
incluir a San Cristóbal Ecatepec, Tlanepantla, Los Remedios, San
Bartolo, Santa Fe, Mixcoac, San Angel, Coyoacán, Tlalpan, Tepepan,
Xochimilco, Iztapalapa, el Peñón Viejo, y hasta la medianía de las aguas
del lago deTexcoco” (McGowan, 1991: 44).
Así, en 1854, Tlalpan pasó a ser una prefectura y en 1855 se inició
el trámite para ser anexada al Distrito Federal. Todas estas transforma­
ciones jurídicas responden a la tensión política que imphcaba la deh-
mitación territorial y la conformación de una capital para la naciente
repúbbca. ¿Hasta dónde llegaría el Distrito Federal? ¿Qué territorios
se incorporarían a esta nueva dimensión político-territorial? Todo es­
taba por construirse y los intereses locales y federales se enfrentaban
para buscar una fisonomía propia a lo que sería la sede del poder polí­
tico nacional.
El modelo poco a poco se perfiló como una Repúbbca Federal,
pero finalmente centrafista en su concepción profunda, lo cual marcó
la vida nacional en todos sus planos. Esto queda plasmado en las pala­
bras de fray Servando Teresa de Mier cuando planteaba: “Proponíamos
un gobierno federal en el nombre y central en la reaHdad” (citado por
O ’Gorman, 1945:126)
Esto provocó que la naciente capital atrajera de manera desmedi­
da a núcleos de población emigrante que buscaba mejores condicio­
nes de vida. Como producto de este proceso, entre 1855 y 1871 los
hmites urbanos se fueron ampHando para dar cabida a una creciente
población que para esas fechas ya tenía una densidad de 1.032,89
habitantes por km2 (O’Gorman, 1945:20). Esta expansión impbcó un
cambio en el uso del suelo: se pasó de un uso agrícola e industrial, a
uno de tipo comercial y residencial.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

Mapa 1. La Delegación de Tlalpan en el Distrito Federal4

Fuente:Wikipedia Español http://es.wikipedia.0rg/wiki/Wikipedia:P0rtada

La ciudad se organizó entonces a partir de una municipalidad central


de la que se desprendían ocho cuarteles y prefecturas. Tlalpan ya esta­
ba incluida como una de estas prefecturas.
Alrededor de la ciudad/centro se construyeron colonias nuevas
promovidas por la iniciativa privada. La ciudad se expandió primero
hacia el poniente, más tarde hacia el oriente y ya en el siglo XX el cre­
cimiento se orientó hacia el norte y, tardíamente, hacia el sur.
Tres procesos acompañarán a partir de entonces el desarrollo de la ciu­
dad: la expansión territorial de la urbanización, la modificación de sus
4 Fuente: Wikipedia Español http://es.wikipedia.0rg/wiki/Wikipedia:P 0rtada
María Ana Portal Ariosa

actividades productivas y el establecimiento de importantes servicios


de comunicación (Nivón, 1998:120).
La clara diferenciación entre el centro de la ciudad y su periferia se
inició, entonces, a partir del siglo XIX, ya que es en ese momento en
que encontramos la especialización y concentración selectiva de acti­
vidades —particularmente terciarias- y el desplazamiento habitacional
hacia las áreas circundantes. Hasta antes de ese momento, las nociones
de ciudad y de centro coincidían y la periferia era relativa a ese núcleo
central claramente delimitado.
La generación de una nueva periferia modificó el paisaje y provo­
có contrastes, rompiendo con una relativa homogeneidad existente en
el centro.
La centralidad no se deduce de la geometría sino de la ruptura de la
supuesta homogeneidad, la cual se impone sobre el espacio con su
carga valorativa distinguiendo, diferenciando, elevando unos lugares
respecto a otros a partir de usos que se asocian estrechamente al ejer­
cicio del poder (Nivón, 1998: 120).
Ahora bien, es importante subrayar que esta expansión no se llevó a
cabo sobre territorio “virgen”. La Cuenca de México tenía numero­
sas poblaciones que en algunos casos se remitían a tiempos prehispá­
nicos. Aun cuando entre pueblo y pueblo existían grandes espacios de
áreas verdes, el crecimiento de la macha urbana se impuso sobre terri­
torios previamente poblados, cargados de significados locales, con his­
torias complejas, memorias ancladas en el culto a los muertos, a los
antepasados y a la tierra.5
Estos poblados que existían previamente tenían sus propios centros
y sus propias periferias, y una dinámica histórica de construcción y
crecimiento particulares. De tal suerte que el crecimiento urbano
implicó la apropiación de viejos centros y su conversión en periferias,
5 Estas historias y memorias, aunque locales, las más de las veces estaban articuladas a la
406 ciudad/centro, aunque independientes de ellas. Esta articulación se dio muy temprano.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

manteniendo una dinámica propia. Para ejemplificar lo anterior es


interesante señalar que en 1871:
(...) se construyeron algunos edificios públicos, como el inmueble de
la actual Delegación Política6, el curato y casas consistoriales. (...) En
1872, Tlalpan cambia su fisonomía cuando se construye en el centro
el jardín y el kiosco; hay que recordar que era en ese sitio donde se
llevaban a cabo los bailes populares y las gustadas peleas de gallos
(Gobierno de la Ciudad de México 1996: 7).
La construcción de edificios y el parque marcaron explícitamente la
centralidad local. En su entorno inmediato, grandes residencias y novi­
ciados, y como periferia cercana, áreas de cultivo y algunas fabricas
importantes: La Fama Montañesa, de hilados y tejidos fundada en
1831; la fabrica de casimires y alfombras San Fernando, que data de
1849; la de Peña Pobre, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI pero
que —después de muchas vicisitudes y transformaciones—se consolida
como fabrica de papel en 1851, etcétera.
Ahora bien, es importante resaltar que la pérdida de centralidad no
se dio solo en el ámbito de lo espacial; el desbordamiento de la ciudad
modificó estructuralmente las relaciones sociales y los significados que
sobre de ella se tenían, y se generaron poco a poco nuevas formas de
“hacer ciudad” que no sustituyeron cabalmente las viejas formas, lo
que formó una suerte de híbrido entre lo previo y lo nuevo. Así se
modificaron las actividades laborales, los polos de atracción de fuerza
de trabajo y la composición de dicha fuerza. También implicó la crea­
ción de nuevas vialidades y de nuevas formas de comunicación y de
códigos compartidos, en donde la periferia se articuló a un todo apa­
rentemente fragmentado e inaprensible a través de los medios masivos
que no solo la conectan con el centro de la ciudad, sino con el mundo
entero.
6 El edificio fue hasta 1928 Palacio Municipal, para después convertirse en el edificio
delegacional. Fue diseñado por el arquitecto Antonio Pavas Mercado, quien también
construyó la Columna de la Independencia.
María A na Portal A riosa

La misma política económica de modernización que desarticuló la


urbe promovió paralelamente redes audiovisuales que reorganizan las
prácticas de información y entretenimiento, y recomponen el sentido
de la sociabilidad urbana (García Canclini, 1998: 29).
Ello evidentemente produjo que la incorporación a lo urbano no
fuese meramente un problema territorial. Tal vez la imagen de la ciu­
dad que se “traga” las áreas circunvecinas no es la más adecuada, ya que
esas áreas —antes rurales—se vuelven ciudad también, de una manera
específica y diferenciada, donde los nuevos procesos se gestan articu­
lados a las viejas formas de comprender el mundo, de pensar el terri­
torio, de construir la historia y la memoria y de organizar la vida.
Este proceso favorece la creación de nuevas formas de centraiidad,
ya no necesariamente articuladas —como en antaño—a formas de po­
der político y religioso, sino a ámbitos comerciales y financieros.

408 7 Fuente: Delegación de Tlalpan. Las anotaciones son mías.


D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

El centro de Tlalpan
Lo que se denomina Centro de Tlalpan es el área8 casi triangular que se
forma de la conjunción entre la avenida San Fernando, Calzada de
Tlalpan e Insurgentes (ver mapas 2 y 3). Sin embargo, la mayoría de la
población dalpeña reconoce al “Centro de Tlalpan” como ese espacio
privilegiado en donde se condensa la presencia religiosa, cívica y comer­
cial en una sola cuadra, circundado por las calles Victoria, Congreso e
Hidalgo9, y en cuyo núcleo permanecen hoy el jardín y el kiosco del siglo
XIX. Es oficialmente la Plaza de la Constitución o el Zócalo de Tlalpan.
Actualmente, la fisonomía del centro histórico de Tlalpan ha sufri­
do modificaciones importantes101, pero mantiene ese “sabor provincia­
no” que caracteriza a muchos de los pueblos y ciudades pequeñas del
país. Este “sabor provinciano” tiene dos planos fundamentales: el espa­
cial, no solo en la organización del entorno sino por su arquitectura11de
tipo “colonial”; y el temporal, es decir, en los ritmos marcados en el uso
del espacio, engarzado a los conceptos de “tiempo libre”, ocio, trabajo,
consumos de bienes, etc. A través de estos planos se construyen hechos
de comunicación y se recrean formas particulares de socialización.
8 La Delegación está compuesta por cinco zonas en las que se han establecido las cinco
subdelegaciones regionales. El área que abarca el centro es la zona 1.
9 Cabe destacar que estas calles cambian de nombre al pasar por la Plaza de la
Constitución: Hidalgo se convierte en Moneda; Victoria en Morelos y Carranza en
Madero. El tramo de calle abarcado dentro del cuadrángulo de la Plaza no tiene nom­
bre. El letrero correspondiente solo señala Calle Plaza de la Constitución. Esta transfor­
mación de la calle se resalta a través del adoquinado que se inicia y termina en la cua­
dra del parque para después continuar con pavimento. Es decir, la calle misma se con­
sidera parte del zócalo.
10 Las transformaciones se han dado fundamentalmente por la habÜitación de algunos
espacios -antes residencias habitadas- para oficinas gubernamentales, bancos, escuelas,
restaurantes y comercios, así como la construcción de nuevos edificios y viaHdades.
11 En el centro de Tlalpan encontramos numerosas construcciones coloniales conservadas
como patrimonio histórico de la humanidad: la casa Chata (en la esquina de las calles
de Hidalgo y Matamoros), la Casa de Moneda (Juárez y Moneda), la casa del Conde de
Regla (Congreso #20), el Oratorio de Amaxalco (Juárez 230), la Capilla del Calvario
(al final de la calle con el mismo nombre), etc. Sin embargo, a pesar de que se conside­
ra Colonial, en realidad la mayoría de sus edificios datan del los siglos XIX y XX.
María Ana Portal Ariosa

El kiosco y el parque son la médula de la organización espacial, A su


alrededor están: al sur, el edificio de la Delegación franqueada por dos
fuentes de piedra; detrás de ella, el mercado de la Paz; hacia el norte,
los conocidos portales que sirven de paso a diversos comercios. Hasta
1999, allí se encontraban dos comedores populares, una farmacia y
una mueblería. En fechas recientes, esta área ha sido fuertemente
transformada y todos los comercios -a excepción de la pequeña far­
macia—han sido transformados en restaurantes y un café. Incluso uno
de los comedores populares —llamado La Parroquia—, en donde tradi­
cionalmente se hacían quesadillas y sopes en grandes anafres, hoy, ante
la presión de los nuevos restaurantes, ha cambiado su vieja fisonomía
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

ahumada y poco higiénica, a una más moderna, en donde, aunque se


siguen cocinando las mismas quesadillas, el interior del local ha sido
arreglado y pintado, lo que le proporciona un toque de cocina tradi­
cional pero ahora con grandes estufas de gas, sillas y mesas para sentar­
se y meseros que atienden al público. En este mismo año se creó el
Parque Juana de Asbaje, en lo que anteriormente era un hospital psi­
quiátrico abandonado, que colinda con los portales. Este predio fue
comprado por la Delegación con el fin de construir un centro comer­
cial. Actualmente, una parte de él se usa de estacionamiento, las cons­
trucciones que se pudieron reconstruir son oficinas gubernamentales
y los jardines son utilizados para distintos eventos y para uso general
de la población.
Del lado oeste del cuadrángulo está la parroquia del siglo XVI con
una triple portada atrial, una paletería, una mueblería, una papelería,
una casa de fotografía, una cantina junto a la cual se encuentra la puer­
ta de una antigua vecindad en cuyo muro derecho luce una placa con­
memorativa que dice “Aquí nació Renato Leduc12...” Le sigue una
panadería y finalmente el recinto de la subdelegación conocido como
“La Casona”, construido en 1784, y lugar histórico porque desde allí
se estableció la primera comunicación telefónica con la ciudad de
México en 1878. En el extremo este del parque está una hermosa
construcción antes conocida como la casa “Frizac”, con un pórtico de
tres arcos de ladrillo, que fue construida en 1900, y, según la voz popu­
lar, se la relaciona con Jesús Arriaga, mejor conocido como “Chucho
el Roto”.13 El inmueble fungió durante mucho tiempo como escuela
pero hoy se encuentra abandonado, aunque en fechas recientes la
Delegación lo compró con el fin de remodelarlo y construir un cen­
tro cultural. También se usa como estacionamiento. Le siguen varias
construcciones de características disímbolas, algunas convertidas en
12 Escritor mexicano contemporáneo.
13 “Chucho el R oto” fue un conocido ladrón del siglo XIX que robaba a los ricos para
repartir a los pobres. La relación con la residencia Frizac resulta un poco extraña pues
“Chucho el R oto” fue capturado en 1873, veintisiete años antes de que la casa fuese
construida.
M aría A na Portal A riosa

restaurantes y loncherías. Todo ello en una superficie de aproximada­


mente 10.848 m2, cargada de historia, recuerdos y leyendas.
El parque está organizado de manera radial a partir del kiosco y
circundado por jardineras, enormes árboles1415y andadores con bancas
de metal, y sobrevolado por una veintena de palomas.
Es un lugar que se lo apropian igual jóvenes que viejos, hombres,
mujeres o niños que por su vestimenta y su actividad develan condi­
ciones sociales diversas.
Fotografía 1. Kiosco en el Centro deTlalpan15

Autora: María Ana Portal

(...) El parque es muy bonito, con tradición: sus palomas, muchos


árboles, sombra pa’ sentarse (...). En este momento estoy desemplea­
do, por eso vengo a estas horas. Me gusta venir a platicar, a pasar el
rato. No tengo que gastar mucho, me compro una paleta de $5,00 y
cotorreo un rato (hombre de 40 años de edad, usuario del centro de
Tlalpan).

14 En el jardín se ve “el árbol de los colgados” con una placa que muestra los nombres de
los patriotas ahorcados en la época de la intervención francesa.
412 15 Todas las fotografías aquí presentadas fueron tomadas por la propia autora.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

La lógica espacial obliga a que se transite por la plaza a pie; los usos
que se le da varían notablemente en función del día de la semana y de
la hora. Es un espacio multifimcional que entre semana sirve lo mismo
para que los muchachos que salen de la secundaria conversen, jueguen
o “echen novia”; para que los ancianos se sienten a “matar el tiempo”;
las religiosas tomen un momento de descanso de sus actividades pías;
los boleros den brillo a los zapatos; los novios se besen, o como punto
de reunión antes de entrar en la Delegación. Particularmente a medio­
día, se puede observar el incremento de la actividad, cuando llega la
hora de salida de las escuelas de la zona: “Estoy esperando a una amiga.
Aquí nos quedamos de ver. Platicamos un rato, nos tomamos un hela­
do. Voy en la secundaria 29” (estudiante de 14 años; alumna de la
secundaria 29).
Los fines de semana el lugar se transforma para dejar paso a vende­
dores ambulantes que comercian objetos de madera, cintas para el pelo
y artesanía guatemalteca, papas y chicharrones, juguetes de plástico,
burbujas de colores, chicles, paletas dulces, muchos de ellos sentados
junto a una suerte de talleres improvisados, en donde se ofrece ense­
ñar al transeúnte (al que pague el costo de la pieza correspondiente),
a pintar vitrales, a hacer cajitas con metal repujado, a pintar piezas de
cerámica, etcétera.
Particularmente los sábados por la tarde y los domingos todo el día,
se ve a las familias deambular sin prisas y sin ninguna dirección concre­
ta por el parque. Se sientan a conversar, a dar de comer a las palomas, y
si hay algún evento “cultural” organizado por el gobierno delegacional,
aprovechan para escuchar danzón o chachachá, música clásica, o corri­
dos, dependiendo del programa en turno, el cual, aunque se publicita
con carteles, generalmente es sorpresivo, pues pocos leen los anuncios.
Se acude al centro en fin de semana: “a ver que hay ahora”. Algunos
compran lo que se oferta en los andadores, pero generalmente no
impera una lógica mercantil; es decir, no necesariamente van al centro
de Tlalpan a comprar algo en especial.
413
M aría A na Portal A riosa

Fotografía 2. Mercado de la Plaza de la Constitución:


puerta de entrada

Autora: María Ana Portal

Entre semana esta lógica es diferente pues generalmente se va a com­


prar “el mandado” a los locales establecidos: el mercado, la tlapalería,
la carnicería, la panadería, etc. (el ambulantaje sólo se presenta en fines
de semana)
Es también un espacio de fiesta tanto cívica como religiosa. En él
se celebran las fiestas patrias con verbenas populares y el tradicional
“grito”; y las fiestas patronales articuladas a los sistemas de cargo re­
gionales que obligan a los habitantes de los ocho pueblos a acudir a
“saludar a San Agustincito” anualmente cada 28 de agosto. En esos
momentos el Centro cambia su fisonomía y parece desbordarse: de
visitantes, de sonidos (merolicos, altavoces anunciando mercancías,
grupos musicales, etc.), de olores (fritangas, algodones de dulce, basu­
ra, café, etc.) y de colores.

414
D el C entro H istórico de T uu m n al C entro C omercial C uicuilco

Fotografía 3. Fachada de la Iglesia de San Agustín de las Cuevas en el


Centro de Tlalpan

Autora: María Ana Portal

Por su organización espacial, el zócalo de Tlalpan es un lugar que se


recorre a pie, es decir, la lógica de su ordenamiento no está en función
de los automóviles, aun cuando circulan intensamente en las calles cir­
cunvecinas. Por lo tanto, no hay muchos lugares para estacionarlos
(recientemente, como señalé antes, se han creado temporalmente dos)
y esto se hace generalmente en las calles aledañas. De esta manera,
dentro de la plaza, cuando mucho habrá lugar para unos 100 vehícu­
los.
La plaza denota historia, fechas memorables, figuras religiosas,
héroes nacionales, recuerdos de viejos cuentos y leyendas. Esta deno­
tación se hace explícita en las narraciones que cuenta la gente16, en los
folletos de información sobre la Delegación y en la fachada misma del
edificio delegacional en donde a través de la pintura mural se plasma
16 Por ejemplo, cuando uno pregunta: ¿por qué los árboles de la calle de Victoria están
sobre las calles y no en las banquetas? Las personas suelen responder que esos árboles
fueron plantados por Carlota (la del emperador Maximiliano) y que no se pueden tirar
porque son parte del patrimonio.
María Ana Portal Ariosa

la historia oficial del lugar desde la época prehispánica17, de tal mane­


ra que todo el que pasa por el parque puede “ver” la historia local y
leer las placas conmemorativas de cada evento.
La distinción fundamental de este tipo de historia es que tiene una
fuerte carga étnica en su formulación. Así por ejemplo, a todo lo alto
y ancho de la puerta principal del edificio se exhiben, en dibujos a
colores adheridos a la piedra, los logotipos toponímicos distintivos de
cada pueblo y de algunos barrios de la Delegación, centrándose en el
significado náhuatl de sus híbridos nombres incluyendo al propio
Tlalpan (“sobre la tierra”): San Andrés Totoltepec, San Miguel Xical-
co, Magdalena Pedacalco, San Miguel Topilejo, Santo Tomás Ajusco,
etc. Cada dibujo se constituye en una suerte de icono identitario que
hace sentir a los habitantes de esos lugares pertenecientes y presentes
en la Delegación.
El espacio de la plaza es multifuncional, y está abierto al flujo cons­
tante de los peatones: no hay casetas de vigilancia ni “plumas” que
regulen el paso. No cuesta dinero entrar en él. Las delimitaciones es­
pecíficas del zócalo son demarcaciones físicas como edificios que
guardan un estilo más o menos común (construcciones “antiguas”,
algunas coloniales, otras más modernas, pero cada una con un sello
propio, no homogéneo), texturas en el pavimento (resaltado por el
adoquín frente al asfalto), colores que contrastan entre sí (el gris de la
piedra de la Delegación, el ladrillo rojo del mercado, la pintura ama­
rilla de la iglesia, los verdes del follaje del parque, etc.) y olores (los del
mercado, la basura, los de la panadería, los de la cantina, los del café, el
humo de los coches que transitan, etc.) Es un sitio en el que no
encontramos homogeneidad ni anonimato. Es, entonces, un espacio
acotado pero abierto, que la mirada del transeúnte puede dominar de
lado a lado con cierta facilidad.

17 El mural fue pintado en 1986 y plasma los principales acontecimientos de la historia


416 local.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

Cuicuilco se convierte en centro


( ...) L os encargados de resolver los problem as de tránsito tienen la cabeza
llena de coches, no pien san m ás que en dónde estacionarlos, p o r dónde m eter­
los, cómo llevarlos m ás rápidam ente al otro extrem o de la ciu dad ...
Jorge Ibarguengoitia
Colindando con la zona del centro de Tlalpan (entre Avs. San Fer­
nando, Insurgentes y Periférico) nace el centro comercial conocido
como Plaza Cuicuilco, que se construye en dos enormes predios (In­
surgentes #3500 y San Fernando #649), que originalmente eran te­
rrenos de la fabrica de papel de Peña Pobre, es decir, eran parte de la
periferia del centro de Tlalpan.
Lo que conocemos como Plaza Cuicuilco forma parte de un me-
gaproyecto de desarrollo comercial y habitacional constituido por dos
proyectos articulados entre sí: Plaza Inbursa y el Conjunto Peña Pobre.

417
María Ana Portal Ariosa

El predio de Insurgentes Sur, que colinda1819 con la zona arqueológica


de Cuicuilco (donde sobresale la pirámide circular), y contiene las na­
ves de la antigua fabrica y tiene una extensión de 94.782 m2. En el
predio ubicado en la Av. San Fernando se encuentra la antigua capilla
y la antigua zona habitacional de los obreros sobre un terreno de
84.299 m2.
En medio de ambos predios permanece un sitio arqueológico
-parte de la zona arqueológica- en donde se asienta la pirámide de
Peña Pobre, junto al parque ecológico del mismo nombre, ambos
18 Elaborado por la autora con base en planos de la Delegación de Tlalpan
19 La discusión entre arqueólogos, intelectuales, habitantes de la zona y autoridades está
precisamente en relación a si el terreno colinda o forma parte de la zona arqueológica.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

expropiados por el gobierno del Departamento del Distrito Federal


tiempo atrás. Estos terrenos formaban un corredor arbolado que los
articulaba a la zona arqueológica ubicada al sureste; hoy, roto por el
desarrollo del megaproyecto.
Como señalamos antes, la fábrica de papel data del siglo XIX. Su
propietario en ese tiempo era Guillermo Benfield. Tras pasar por va­
rios dueños, en 1924 es comprada por Alberto Lenz, quien, en 1928,
la fusiona con la fábrica de Loreto ubicada en San Angel. En 1984, el
consorcio Loreto y Peña Pobre es adquirido por Carlos Slim, para, dos
años después, el 17 de marzo de 1986, ser cerrado definitivamente.
El proceso de cierre se vivió como un gran triunfo del movimien­
to ecologista y del propio gobierno en la búsqueda por reducir la con­
taminación ambiental de la zona. Sin embargo, hubo otros factores que
también intervinieron en esta clausura: el agotamiento de los bosques
en la zona -materia prima para la producción papelera- y la lucha de
los comuneros de Milpa Alta por la defensa de sus bosques -principales
abastecedores de la fabrica—; la creciente escasez de agua en toda la
Cuenca; y, finalmente, la mirada mercantil que veía en el desarrollo de
un megaproyecto comercial mucha más ganancia que en el precario
proceso industrial. Es lo que han llamado los economistas el proceso de
terciarización o de desindustrialización de las ciudades modernas.
En el momento del cierre se expresaba la necesidad de la creación
de un parque ecológico y arqueológico, e incluso se habló de la posi­
bilidad de expropiación de los predios, hoy propiedad de grupo Carso
(cuyo presidente de Consejo es el empresario Carlos Slim). Sin embar­
go, el gobierno capitalino adujo falta de recursos ya que en aquel
entonces el costo para adquirirlos era de 5.000 millones de pesos.
Para conciliar el justo interés de la ciudadanía deseosa de tener
áreas de divertimento y los derechos de los propietarios, en 1987 se
firmó un convenio entre el Departamento del D.F., el Secretario de
Desarrollo Urbano y Ecología (SEDUE), la junta de vecinos de Tlal­
pan y la Administración de la fabrica, en donde se regulaba el uso del
suelo de la siguiente manera: 80% para áreas verdes, estacionamientos
y circulaciones; en el resto se mantendrían y utilizarían las construc- 419
María A na Portal A riosa

dones existentes que ocupaban el 13,5% del terreno y se permitiría la


construcción de nuevos edificios en solo el 7% del área total. En la
tarea de remodelación y construcción se acordó también que el Ins­
tituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tendría que inter­
venir, tanto por la existencia de una zona arqueológica como por el
hecho de que la fabrica misma es considerada monumento arquitec­
tónico. El convenio quedó plasmado en la ZEDEC (Zona Especial de
Desarrollo Controlado), contenida en el Plan Parcial de Desarrollo
Urbano.
Sin embargo, en 1993, SEDUVI autoriza el cambio del uso del
suelo (pasando de industrial aislado a uso comercial y habitacional) y
aprueba la construcción del proyecto Plaza Inbursa, en 5 etapas que
comprenden: la construcción de cinco edificios para oficinas y cuatro
torres de departamentos de 18 niveles con cuatro departamentos por
nivel y estacionamientos con capacidad para 1.517 vehículos.
Un año después se autoriza la construcción del Conjunto Peña
Pobre, también proyectado en cinco etapas, en donde se incluye: un
área comercial y de entretenimiento, un subcentro urbano de usos
múltiples y 6 edificios departamentales de 14 niveles cada uno.
En 1996 se permite que la primera torre para oficinas del predio de
Insurgentes sea de 22 niveles con tres sótanos para estacionamiento.
Todas estas aprobaciones se hicieron sin consultar al INAH, y sin
tomar en cuenta los problemas ambientales, de vialidad y de consumo
de agua, de por sí agudos en el área.
A pesar de la protesta ciudadana y las movilizaciones que se reali­
zaron, en enero de 1997 se inicia la construcción y se autoriza la adap­
tación y acondicionamiento de la antigua nave fabril, aunque a través
de la negociación y de la presión social se logran algunas modificacio­
nes al proyecto original como, por ejemplo, que el edificio proyecta­
do para 22 pisos se construyera de ocho.
Con las modificaciones logradas desde 1993, el convenio de 1987
quedó anulado y se pasó de una densidad de construcción del 20%
(tomando en cuenta de remodelación de las naves) a una del 40%.
420 Al parecer esta modalidad de plaza comercial apunta a una nueva
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

concepción de lo urbano en donde la idea es integrar los espacios de


habitación, divertimento, de uso comercial y laboral, lo que constitu­
ye una suerte de pequeña ciudad amurallada (con acceso controlado)
dentro de la megaciudad. Lo que hoy observamos al acercarnos a este
complejo megaproyecto es apenas una parte de la primera etapa de
construcción de las cinco proyectadas, dentro de un modelo, similar
arquitectónicamente hablando, al de Plaza Loreto20 y otros centros de
divertimento de la ciudad, en donde los cascarones de viejas fabricas o
bodegas son reconstituidos —guardando un estilo arquitectónico parti­
cular21- en nuevos espacios de prestación de servicios. Sin embargo, a
diferencia de los otros centros comerciales similares en estilo, Plaza
Cuicuilco pareciera proponer un nuevo concepto de lo multifimcio-
nal dentro de este género, en la medida en que está pensado no solo
como un espacio comercial sino como un espacio habitacional articu­
lado al centro comercial y a otros servicios como capilla, espacios de
oficinas, etcétera.

20 Plaza Loreto está ubicada en San Ángel y formaba parte del consorcio papelero de
Loreto y Peña Pobre, como se mencionó anteriormente. Pertenece también al grupo
Carso y arquitectónicamente la nave fabril tiene el mismo estilo que la de Peña Pobre.
21 Este tipo de remodelación “respeta” el diseño original de la fabrica en donde están apa­
rentes todas las tuberías y ductos que normalmente se encuentran recubiertos en otro
tipo de construcciones. La altura de los techos -casi siempre de material acanalado-
deja espacios de ventilación -sin ventanas- por la altura de los muros. Asimismo hay
una suerte de “juego” de techos -a veces transparentes- en lo que seguramente eran las
áreas de circulación internas de las naves, incorporándolas al conjunto construido.
Mar Ia A na Portal A riosa

Fotografía 4. Vista Interior de Plaza Cuicuilco. Fachada principal

Autora: María Ana Portal

Fotografía 5. Capilla de la Fábrica

Autora: María Ana Portal

422 Plaza Cuicuilco


D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

Actualmente encontramos en el interior de la Plaza Cuicuilco restau­


rantes de especialidad, bares, tiendas de ropa, zapatos, artículos de coci­
na y electrodomésticos, discos, juguetes, dulcerías, animales y artículos
veterinarios, área de comida rápida y cines.
Lo que iba a mantenerse como “áreas verdes” es una superficie
muy grande totalmente adoquinada, que sirve de acceso y circulación,
así como de estacionamiento, circundado por algunas jardineras cuida­
dosamente conservadas y algunos árboles, sobre todo en la entrada de
la avenida San Fernando. De hecho, la distancia entre las avenidas cir­
cundantes y la plaza comercial -principalmente en el acceso de Insur­
gentes- obliga a arribar en automóvil.
Para ingresar a la plaza, primero hay que pasar por las casetas de
vigilancia donde se expiden los boletos de estacionamiento y se cobra
a la salida22, todas ellas franqueadas por policías uniformados de segu­
ridad privada.
El área de estacionamiento —generalmente abarrotada de coches-
es dos veces mayor que el centro comercial mismo (32.793 m2 para
autos frente a 16.431 m2 de servicios).
De las áreas remodeladas se distingue una nave (al extremo norte
del complejo) que hoy ocupa el restaurante The Beer Factory, por estar
pintada con llamativos colores y figuras estilizadas que dan cuenta de
paisajes de desierto.
Sobresalen del conjunto también las antiguas chimeneas, una capi­
lla que se mantiene abierta y las antiguas viviendas de los obreros que
poco a poco se van transformando en restaurantes, clínicas de belleza,
consultorios médicos y estéticas.
Al entrar a la nave principal encontramos la estructura original de
la fábrica y en algunos puntos estratégicos de los pasillos, los restos de
la maquinaria usada en ella, totalmente restauradas, limpias y “maqui­
lladas”, como testigos mudos y descontextualizados de un proceso
añejo. Circundando estos pasillos se agolpan, uno tras otro, uniforma­
dos arquitectónicamente, diversos comercios, que en muchos de los
22 El costo en abril de 1999 era de $6.00 (seis pesos) por hora. 423
María A na Portal A riosa

casos son sucursales de tiendas extranjeras, o negocios mexicanos con


nombres extranjeros: Nine West, Mixup, Scapinno, Sexy Jeans, Dairy
Queen, Gloria Jean, Ferrioni, Aldo Conti, Bluberry, Pacci, Guess,
etcétera. Cada uno especializado en una línea comercial y organizada
a través de las vitrinas.
Fotografía 6. Fachada del Beer Factory

Autora: María Ana Portal

En las vitrinas del almacén “burgués” encontramos una perfecta sin­


taxis articulando todos los objetos, a partir de paradigmas culturales
que se asemejan grandemente a aquellos que articulan los semanarios
estudiados porVerón. Así encontramos el paradigma de las estaciones
—invierno, primavera, verano, otoño- aunque sea un país que no tiene
esas estaciones (...) El de los espacios: “ la calle”, “la casa”, “la ciudad”,
“el campo”. O el de los roles; “el ejecutivo”, “el deportista”, etc.
(Barbero, 1981: 243).

El espacio se caracteriza, entre otras cosas, porque es un espacio “hacia


adentro”, sin ventanas que articulen al público consumidor con el
424 afuera, iluminado básicamente por luz artificial noche y día, y porque
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

es un lugar “aséptico”, libre de olores, limpio, “ordenado”. Asimismo,


la nave no es simétrica y, al estar en su interior, los espacios que la
componen funcionan como grandes pasillos de tránsito similares a un
laberinto.
En él se desplazan principalmente jóvenes de clase media y alta,
que se lo han apropiado como ámbito de reunión y socialización con
otros jóvenes de su mismo medio, particularmente atraídos por los res­
taurantes, cines y la oferta “cultural” que se promueve a través de pro­
gramas impresos proyectados mensualmente, en los que se anuncian
conciertos de cantantes y grupos musicales de moda, coros universita­
rios, exposiciones de pinturas o esculturas y otras exposiciones, dentro
de las que se incluyen temas “tradicionales” como “El amaranto de
Xochimilco”, “Cocina tradicional”, “Pauch: la gema de Chiapas”, “la
Marimba Nandayapan”, etc., con las correspondientes muestras “arte­
sanales” que buscan retratar “las tradiciones mexicanas”.
Fotografía 7. Corredor comercial al interior de la Plaza

Autora: María Ana Portal


María A na Portal A riosa

Miradas desde “arriba”, desde la alta cultura burguesa, las prácticas


populares, sean de trabajo o de comunicación, religiosas o estéticas,
son vistas casi siempre como un fenómeno de “mal gusto” (...) o
como un arcaísmo a superar; y la forma más elegante de superarlas es
folclorizarlas (Barbero, 1981: 250).

Las exposiciones populares temporales aparecen demarcadas con papel


picado de llamativos colores, muchachas vestidas con “trajes típicos”,
algunas fotografías y, desde luego, la muestra de productos considera­
dos “autóctonos”.Así, por ejemplo, en el folleto promocional de junio
de 1998 se presentan las actividades del mes entre las que se resaltaba
para el lunes 8 la inauguración de la exposición “Ambar de Simo-
jovel”, con la animada presencia de la Marimba de Nandayapa. Junto
a la programación se incluye una breve explicación:
La marimba de Nandayapa es el grupo musical de este género más
prestigiado en el país. La familia Nandayapa se dedica a la fabricación
de marimbas y a la interpretación de este instrumento desde 1920. El
maestro Zeferino Nandayapa, que es el principal exponente del
grupo, ha tocado marimba desde hace 55 años. Con estudios en piano
y dirección de orquesta en el Conservatorio Nacional, Nandayapa
ganó notoriedad por utilizar un instrumento popular para interpretar
música clásica. Nandayapa ha escrito para marimba música de Bach,
Lizt y Chopan y ha sido el primer ejecutante solista de marimba con
orquesta sinfónica (...) ha sido invitado a dar conciertos en Estados
Unidos (en más de 50 ocasiones), Japón, España, Italia, Francia, Ingla­
terra, Costa Rica y Chile, entre otros países (Folleto de programación,
Plaza Cuicuilco, junio, 1998).

El folclor aparece como un “detalle” exótico contrastable con el es­


quema extranjerizante del conjunto comercial. Es una suerte de con­
trapunto incluido, pero acotado y legitimado por el reconocimiento
en el extranjero que lo constituye automáticamente en una expresión
de lo “culto”. En este sentido, coincidimos con Lombardi Satriani
426 cuando afirma que “(...) el objeto folclórico artesanal se convierte
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

siempre en un objeto del equipamiento burgués, su función tradicio­


nal es sustituida (...)” (Lombardi Satriani, 1978: 110).
Al igual que el centro de Tlalpan, los usos del espacio comercial
varían dependiendo del día y la hora. Entre semana, por las mañanas
—el horario de apertura de las tiendas y restaurantes se inicia a las 11 a.
m .- encontramos poca gente paseando o comiendo en las mesas del
área de comida rápida, principalmente señoras que se reúnen con sus
amigas a desayunar o que esperan para iniciar sus compras.
Yo vengo a tomarme un café, por un helado o a pagar el teléfono a
Sanborn’s, que presta ese servicio. A veces vengo sola y, otras, con mis
amigas, sobre todo por las mañanas, cuando los niños están en la
escuela. Es un lugar cómodo para citarnos (ama de casa, Plaza
Cuicuilco).

Por la tarde es usado por jóvenes entre 13 y 18 años que, con el pre­
texto de ir al cine, pasean, compran, miran los aparadores, se toman
helados, etc., y ocupan las pocas bancas distribuidas en los andadores o
se sientan a consumir alimentos en el área de comida rápida equipada
por varias decenas de mesas.
Sí, venimos al cine y luego tomamos helado o comemos algo, depen­
de de la función a la que vengamos. A veces nos juntamos solo los cua­
tes, saliendo de la escuela; otras invitamos a las niñas. (...) Damos vuel­
tas, a veces entramos a M ix Up a oír música, depende (...). Para estar
aquí tenemos que traer por lo menos 100 pesos, ya sabes, el cine, las
palomitas y el refresco, el estacionamiento. Claro, eso es si no toma­
mos cerveza. Imagínate cada “chela” te la cobran a 29 pesos (estudian­
te de 19 años, Plaza Cuicuilco).23

Los fines de semana, el lugar se llena casi a todas horas por familias
completas que llegan en sus lujosos autos, algunas veces acompañadas
23 Para darnos una idea de la implicación monetaria, es interesante señalar que el salario
mínimo vigente para el momento en que se realizaron las entrevistas es de 350 pesos
al mes
María A na Portal A riosa

por las sirvientas encargadas de los niños más pequeños, que, por cier­
to, no tienen un espacio donde jugar a no ser que se pague por entrar
a las áreas especiales para ellos diseñadas: Piccolo Mondo o Coney
Island.
Es importante señalar que pocas veces se observa que gente de las
colonias populares aledañas acuda a la Plaza. Ocasionalmente encon­
tramos algunos muchachos de secundarias oficiales, portando sus uni­
formes, que atraviesan el lugar sin detenerse mucho, o algunas madres
que llevan a sus hijos al cine. Pero, en términos generales, encontra­
mos una relativa homogeneización en el tipo de población consumi­
dora del lugar. La Plaza está construida y diseñada ex profeso para una
clase social específica, que excluye el uso masivo y popular del sitio.
Esta tendencia a la exclusión está dada tanto por el espacio físico
como por un cierto tipo de normas implícitas y explícitas de compor­
tamiento social. Sin embargo, esta tendencia es relativa.
El uso más generalizado está en los cines, que parecen constituir­
se en el eje de la atracción del consumo. Es importante señalar aquí
que siendo una de las delegaciones más grandes del Distrito Federal
tiene una infraestructura cultural y de divertimento muy pobre. Según
datos de Néstor García Canchni, Tlalpan cuenta solo con seis cines,
tres auditorios, seis parques y jardines, ningún teatro, un museo y nin­
guna galería de arte, para una población que para 1996 era de 565.754
habitantes (García Canclini, 1998: 47). Posiblemente esto explique
que a pesar de las tendencias excluyentes, se dé un uso más intensivo
por parte de un sector de clases más amplio, aunque este uso se res­
trinja al espacio recreativo de los cines, aun cuando el costo de este
servicio sea relativamente alto para algunos de estos sectores.
Yo trabajo aquí en telefonía celular. Casi no conozco Tlalpan porque
vengo de Xochimilco. Casi no como aquí porque me sale muy caro,
cualquier cosita son 50 o 60 pesos. ¿Se imagina lo que me saldría
comer aquí diario? Mejor me voy afuera, es más barato. ¿Al cine? No,
casi no me gusta venir. Solo algunas veces (empleada del Centro
428 Comercial, Plaza Cuicuilco).
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

Otro elemento importante es la historia. En Plaza Cuicuilco, la


historia se convierte en un recuso comercial más: la historia de la fá­
brica disecada en la maquinaria obsoleta y en la arquitectura de las
naves, en donde la tubería y el cableado son visibles y se convierten
en parte de la decoración; los restos arqueológicos circundantes que
evocan un pasado prehispánico ajeno a los consumidores, los restos de
las viviendas de los obreros como mudos testigos de la dinámica fabril
del siglo pasado, la capilla abierta a la que pocos asisten24, etc. Es una
historia recontextualizada desde el interés comercial, en donde los
procesos mercantiles se ven legitimados desde la noción de la “tradi­
ción”, para convertirse en parte de la decoración del lugar. Lo étnico
convertido en folclor es también un elemento decorativo más —cuan­
do se da—.

El contraste de las señas visibles: a manera de conclusión

Los espacios antes descritos han sido concebidos y construidos a par­


tir de dos lógicas distintas y presuponen usos, procesos comunicativos
y recreaciones de identidades distinguibles. De ellas quisiera destacar
las siguientes:
• La lógica espacial responde a dos tipos de economías y a la conse­
cuente construcción simbólica en ellas implicada. De tal suerte que
el Centro' de Tlalpan es un espacio abierto en su dimensión física
pero también en la dimensión social. Es un lugar heterogéneo, de
proporciones aprehensibles para el usuario, pensado desde la lógi­
ca del peatón, en donde la historia es parte de la memoria colecti­
va y del ordenamiento espacial mismo. Sin embargo, a pesar de esta
apertura, o tal vez por ella, encontramos que los grupos que usan
Plaza Cuicuilco no utilizan frecuentemente el espacio del centro.
24 Curiosamente, la capilla es uno de los espacios en donde aún se ve la presencia de sec­
tores populares durante los fines de semana. 429
María A na Portal A riosa

Las personas que entrevistamos25 en la Plaza de la Constitución, en


su mayoría, conocían Plaza Cuicuilco pero no hacían uso de ella
por considerarla demasiado cara. En algunos casos, sí habían asisti­
do a ella, pero era excepcional.
• En contraste con el centro de Tlalpan, Plaza Cuicuilco es un espa­
cio cerrado, tendencialmente excluyente, homogeneizante, pensa­
do desde la lógica del automóvil y la seguridad, marcado por los
ritmos del consumo y el deseo de tener, en donde la historia es un
accesorio más, un elemento de legitimación de un abstracto llama­
do “nación”, cada vez menos asequible por los procesos de globa-
lización, ajeno a los sujetos consumidores. Es, a la vez, un espacio
público, pero privado o privatizado.
Los usuarios entrevistados en la plaza comercial conocían en su
mayoría el centro de la delegación pero asistían poco a él.
• Lo excluyente no está articulado a un mensaje explícito. Se cons­
truye a partir de silencios y de implícitos, de lógicas de funciona­
miento, de códigos de clase, de movimientos corporales, de redes
sociales y de comunicación y, desde luego, de posibilidades econó­
micas del usuario.26
• Estas diferencias recrean, en ambos casos, parámetros identitarios
de índole distinta. Es decir que a través de cada ordenamiento
25 Las entrevistas que se realizaron fueron 18 (nueve en cada centro).Todas se realizaron
durante el mes de diciembre de 1998 y el eje ordenador lo constituyeron las siguien­
tes preguntas: ¿a qué viene a este lugar?, ¿cuánto gasta aproximadamente?, ¿qué otros
lugares conoce de la delegación de Tlalpan?, y se preguntaba si asistían al otro centro
(ya fuese el de Tlalpan o Cuicuilco, dependiendo del lugar de la entrevista). Las entre­
vistas -com o se señala antes— fueron realizadas por la autora y dos estudiantes de la
especialidad de Etnología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. En algu­
nos casos, las entrevistas fueron filmadas en video; en otro, solo se dio información ver­
bal directa sin grabadoras. Con ellas se buscó ilustrar con las voces de algunos usuarios
-sin importar si eran residentes de Tlalpan o visitantes de otras delegaciones—algunos
de los puntos tratados en este trabajo. De ninguna manera tienen valor estadístico.
26 Como lo muestran algunas entrevistas, el costo de asistir a Plaza Cuicuilco es alto; va
desde el pago de 6 pesos por hora de estacionamiento y pasa por que cada actividad
que se quiera realizar tiene un costo generalmente más alto que el promedio pagado
en otros lugares. Por ejemplo, mientras que en el centro de Tlalpan un café americano
cuesta 10 pesos, en Plaza Cuicuilco el costo es de 14 pesos.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

espacial y de cada lógica de apropiación se generan —física y sim­


bólicamente—elementos de identificación social; de distinción y
de adscripción colectiva. Es importante resaltar que estos espacios
no son los únicos generadores de identidades; forman parte de la
compleja red espacial y simbólica de la urbe en donde el movi­
miento entre uno y otro espacio es lo que genera un tipo de iden­
tidad. En este sentido, sería interesante en algún trabajo posterior
reconstruir estas posibles redes: laborales, escolares, habitacionales,
etc. que se articulan formando un entramado de identificaciones
sociales particulares. Así por ejemplo, hacia adentro de la Plaza
Cuicuilco se reproducen esquemas mercantiles a través de los
cuales se generan grupos de pertenencia anclados a los valores
económicos del consumo de un tipo de bienes: ropa de “moda”,
un tipo de música, un tipo de alimentos servidos y consumidos
desde un concepto de higiene, etc. Hay también una normativi-
dad implícita y compartida, una forma de comportarse en un
lugar público que prohíbe y prescribe acciones: no se juega, no se
grita, no se besan, etc. El centro comercial no es un centro de reu­
nión social en el sentido estricto, sino un centro de consumo. Se
llega allí para consumir algo y de esta manera se comprende el
divertimento y el ocio y se establecen las relaciones sociales y
afectivas.
A partir de los parámetros de consumo reconocidos colectivamen­
te, se genera una identidad de clase —en este caso, de clase media
alta y alta—, orientada a un grupo de edad: los adolescentes, funda­
mentalmente.
En el centro de Tlalpan encontramos que la multifuncionalidad
espacial promueve una multiplicidad de significados, de los cuales
los diversos sujetos que lo consumen le otorgan un sentido propio.
Igual puede encontrar referentes identitarios un habitante de algún
pueblo, como aquel que viene de la colonia vecina o el que habi­
ta en un fraccionamiento en otra delegación. En este caso, no hay
procesos de exclusividad explícitos de clase o de etnia, ni de géne- 431
María A na Portal A riosa

ro o de edad. El centro de Tlalpan es un espacio abierto en todos


los sentidos.
En el primer caso, los elementos identitarios resaltan la homo­
geneidad: todos consumen más o menos lo mismo, visten igual,
etc., lo que denota una condición social y económica. En el segun­
do caso, los referentes se construyen solo de manera secundaria a
partir de parámetros de consumo. Es decir, el consumo no es la
seña identitaria fundamental, ni la manera de distinguirse de los
“otros”. La pertenencia pasa más por la idea de “lo nativo”, lo tra­
dicional, el valor del patrimonio histórico, lo que siempre ha esta­
do allí, lo que los abuelos y padres recuerdan.
• Esto nos lleva al uso de la historia y de la memoria en cada caso.
Mientras que, como señalamos antes, en la Plaza Cuicuilco la his­
toria es un elemento ornamental y comercial, de legitimación,
presentado de manera descontextualizada y en referencia básica­
mente a un elemento histórico particular: la fabrica;27 en el centro
de Tlalpan, en cambio, la historia es el cimiento identitario, el or­
denador fundamental, construido a partir de una compleja trama
que incluye: la tradición oral; la memoria del antes y el ahora que
conservan los viejos; documentos (que se guardan en el Archivo
General de la Nación o en el Archivo Parroquial) que de muchas
maneras validan el conocimiento de la gente; la experiencia del
“ser nativo”, de la constancia, de la permanencia en el tiempo; de
la arquitectura misma, conservada durante siglos, etc. A diferencia
de la plaza, aquí encontramos que la historia pasa por tres ejes: una
historia cronológica que se inicia en el mundo prehispánico y llega
hasta nuestros días; una historia significativa local que se refiere a
la memoria reciente -particularmente articulada a la revolución de
1910- y con el antes y al ahora vivencial de los sujetos; y, finalmen­
te, una historia sagrada en relación a los santos patrones locales y a
las festividades religiosas.
27 Esto queda plasmado en un logotipo mercantil, en donde la imagen estilizada de la
fabrica se constituye en el icono distintivo del lugar.
D el C entro H istórico de T lalpan al C entro C omercial C uicuilco

Estos procesos se manifiestan en iconos ya que, como señalamos


antes, estos se conforman logotipos distintivos de pueblos y barrios
de la Delegación, los cuales están en referencia directa al pasado
indígena. Frente a ello, encontramos que el logotipo de la Plaza está
en relación a la fabrica del siglo XIX.
• Ambos centros tienen un significado hacia el conjunto de la Dele­
gación, es decir, más allá de los consumidores directos. Posible­
mente, el centro de Tlalpan no tenga un radio de influencia igual
para toda la delegación; sin embargo, sí representa un núcleo reco­
nocible en la medida en que en él se asientan dos poderes funda­
mentales para el conjunto de sus habitantes: el político y el reli­
gioso.
En el caso de la Plaza, ésta no es representativa para el conjunto
de la Delegación porque no es un polo atrayente para los sectores
populares que en ella habitan o para sectores medios como los que
habitan en Copilco y que cuentan con sus propios centros comer­
ciales. La atracción posiblemente tenga que ver más con clase social
que con lugar de residencia. Seguramente acudirán a ella jóvenes
de otras delegaciones del sur que reconocen y se identifican con
este tipo de centros y plazas comerciales.
Para algunos residentes en Tlalpan, a este uso comercial se le agre­
ga otro, ya que este espacio se ha convertido en un foco de polé­
mica para sectores medios, intelectuales o para grupos populares
directamente afectados por su presencia. Es decir, hay una marcada
relación conflictiva hacia el exterior de tal suerte que si ha genera­
do identificaciones hacia afuera, ha sido por la cohesión que impli­
ca el conflicto. Así, agrupaciones y asociaciones tlalpeñas se han
aliado para detener el desarrollo del megaproyecto, constituyéndo­
se este en un núcleo aglutinador de ciertos sectores sociales con
una determinada conciencia y una concepción sobre la apropia­
ción de lo público y lo privado, de lo tradicional y lo moderno, de
lo colectivo y lo individual.
Finalmente, considero que a lo largo del trabajo hemos podido
encontrar que los conceptos iniciales de centro/periferia se relati- 433
María A na Portal A riosa

vizan y que los cruces entre lo moderno y lo tradicional no siem­


pre se dan de manera armónica. Por el contrario, en ellos están
implícitos, muchas veces, el conflicto, el estigma y la tensión social.
Sin embargo, estos cruces también se constituyen en formas com­
plejas de espejeo y contrapunto, condiciones necesarias para la
reproducción de la identidad social.

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Este libro se terminó de
imprimir en febrero de 2010
en la imprenta Crearimagen
Quito, Ecuador

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