Barroco

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Barroco.

El siglo XVII fue un período de grandes cambios en toda Europa. Políticamente estuvo dominado por líderes
aristocráticos y gobernantes con muchas ganas de hacer ostentación de su poderío e incrementar de ese
modo su influjo en el espíritu de la gente. Los cálices con joyas incrustadas, los tapices tejidos con hilo de
oro macizo y los elaborados rizos y las espirales arquitectónicas son típicas muestras de su extravagancia.
Los reyes y príncipes de Europa desearon aparecer como seres de otra condición, destinados a gobernar
por derecho divino sobre el común de los mortales. Esto ha de aplicarse muy en particular al gobernante
más poderoso de finales del siglo XVII, el rey Luis XIV de Francia.
Paralelamente, las obras de Newton y Galileo dieron paso a innovaciones históricas en el campo de las
ciencias; asimismo, la filosofía de Descartes cambió la percepción del lugar que ocupaba el hombre en el
mundo.
Sin embargo, la mayor revolución tuvo lugar en el campo de la religión, en el que el liderazgo de los papas
de Roma empezó a ser cuestionado por la Reforma protestante. El cristianismo occidental había quedado
dividido en dos bandos y la iglesia católica estaba dispuesta a recuperar su autoridad oponiéndose
activamente al protestantismo: se reformó a sí misma y optó por transmitir sus nuevas ideas a través del
arte. Las estrategias para llevar a cabo esta Contrarreforma se diseñaron durante el Concilio de Trento
(1545-1563), lo que dio pie a la propagación de ideales religiosos a través de imágenes y a una mayor
meticulosidad a la hora de representar relatos e imágenes bíblicos que despertarían un nuevo fervor
religioso.
El término barroco inicialmente era un término despectivo, introducido por los críticos de una generación
posterior que quería desacreditar las manifestaciones artísticas que le habían precedido. Barroco significa
en realidad absurdo o grotesco. El estilo se caracteriza por su densa ornamentación, su diseño complejo
pero sistemático y su flagrante despliegue de color, luces y sombras.
La ciudad que más se asocia con el barroco es Roma. La ciudad se convirtió en el centro internacional de la
producción artística, del debate artístico y, por el hecho de albergar la sede del papado, de los encargos
artísticos. Artistas de toda Europa llegaron a Roma para estudiar el arte de la Antigüedad clásica y del Alto
Renacimiento, especialmente las obras de Miguel Ángel y Rafael. Roma se había convertido en un punto de
intercambio cultural. Desde aquí los ideales y las características visuales del barroco se extendieron por
toda Europa a medida que los artistas iban regresando a sus países de origen tras sus peregrinajes de
creatividad. La obra de los maestros italianos, Caravaggio y Annibale Carracci, fue la que causó un mayor
impacto durante los primeros años del período, pero las obras de ambos seguían líneas diferentes.
Aunque ninguno de los dos había nacido en Roma, ambos produjeron parte de su obra en la ciudad. En su
Bolonia natal, Annibale Carracci, junto con su hermano Agostino y su primo Ludovico, fundó una academia
de arte que promovía el compromiso con la verdad, incitando a pintar del natural, y el estudio de la
Antigüedad clásica. El estilo Carracci está lleno de movimiento, actividad y color. En Adoración de los
pastores, Carraci muestra su conocimiento de la escultura clásica, un notable compromiso con la belleza y
su habilidad a la hora de crear diseños monumentales y exuberantes y, al mismo tiempo, atraer las
emociones del observador y evitar el detalle.
Su cultivo de la belleza clásica lo podemos ver en el cuadro de altar Piedad, donde se observa a la Virgen
afligida ante el cuerpo exánime de Cristo. Se destaca el cuidado que Annibale Carracci puso para evitarnos
pensar en los horrores de la muerte y las agonías del dolor. El cuadro es tan sencillo y armónico en su
composición como el de cualquier pintor renacentista. Pero no lo podemos considerar un cuadro
renacentista. La forma de hacer caer la luz sobre el cuerpo de Cristo, su manera de provocar las emociones,
es distinta por completo, es barroca.
Por el contrario, Caravaggio quería representar el mundo de manera fiel, por lo que creó imágenes que
buscaban la verdad. Su naturalismo no se caracteriza por la belleza, sino por la franqueza, y, a menudo,
desembocaba en la representación de una realidad un tanto osada.
Asustarse de la fealdad, le parecía a Caravaggio, una flaqueza despreciable. Lo que él deseaba era la
verdad. La verdad tal como él la veía. No sentía ninguna preferencia por los modelos clásicos ni ningún
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respeto por la belleza ideal. Quería romper con los convencionalismos y pensar por sí mismo respecto al
arte. Considérese su cuadro de Santo Tomás: los tres apóstoles observando a Cristo, uno de ellos
introduciendo el dedo en la herida, parecen bien poco convencionales. Es fácil imaginar que un cuadro
semejante chocara a la gente devota como irreverente, casi ultrajante. Estaban acostumbrados a ver a los
apóstoles como figuras respetables envueltas en hermosos ropajes, y ahora se hallaban ante lo que
parecían vulgares jornaleros, con la cara atezada y la frente arrugada. Pero Caravaggio contestaría que eran
viejos jornaleros, gente vulgar. Fue uno de los grandes artistas que deseó ver los acontecimientos sagrados
ante sus ojos, como si hubieran acaecido al lado de su casa. E hizo todo lo posible para que los personajes
de los textos antiguos parecieran reales y tangibles. Incluso su manejo de la luz y la sombra colaboró a este
fin; la luz, en sus cuadros, no hace parecer más suaves y graciosos los cuerpos, sino que es dura y casi
cegadora en su contraste con las sombras profundas, haciendo que el conjunto de la extraña escena resalte
con una inquebrantable honradez que pocos de sus contemporáneos podían apreciar, pero que tuvo
efectos decisivos en los artistas posteriores.

Caravaggio. La incredulidad de Santo Tomás. 1602-1603.

El aspecto más influyente de su obra es su uso de dramáticas luces y sombras. Su estilo fue copiado por
toda Europa, creando escuelas de seguidores cuya obra se define como “caravaggiesca”. En particular, la
técnica del claroscuro se extendió por toda Europa y puede verse en las obras del español José de Rivera. La
obra de Artemisia Gentileschi, la artista más importante del siglo XVII, es similar en estilo a la de
Caravaggio. Gentileschi aplicó una iluminación dramática a sus obras y demostró un notable espíritu
rebelde en su obra Judit decapitando a Holofernes, una interpretación terrorífica y sorprendentemente
explícita del relato del Antiguo Testamento.
Las obras que mejor ponen de manifiesto las características estilísticas del arte barroco son las esculturas y
los proyectos arquitectónicos de Gianlorenzo Bernini. Bernini dominó el panorama artístico de Roma con
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sus obras exuberantes, dinámicas, teatrales y orgánicas. Su escultura con más renombre, El éxtasis de santa
Teresa, destaca por su sentido del movimiento y por despertar la compasión del observador. La figura de
santa Teresa está realizada en mármol, bronce, cristal y pintura al fresco y combina elementos escultóricos
y arquitectónicos; santa Teresa se derrumba en un éxtasis casi erótico.
El artista flamenco más influyente del barroco fue Peter Paul Rubens. Después de varios años de viaje
contemplando arte italiano, Rubens se instaló en la ciudad de Amberes, donde una multitud de imágenes
religiosas, retratos, pinturas históricas y retablos.
En España, la pintura de retratos de la familia real y de la corte (que a su vez hacía la función de
propaganda) corría a cargo del pintor cortesano Diego Velázquez. La compleja y cautivadora pintura Las
Meninas que Velázquez pintó en torno al año 1656, representa el punto álgido de la trayectoria del pintor.
Mientras que Velázquez se dedicaba casi exclusivamente a su trabajo en la corte como pintor de retratos,
José de Rivera y Bartolomé Esteban Murillo dieron a la España de la época, profundamente católica,
retablos devocionarios e imágenes inspiradoras. La gran proeza técnica de Murillo, la pintura Inmaculada
Concepción de los Venerables, en la que María aparece mirando hacia el cielo en una composición
dramática y en espiral pintada con pinceladas enérgicas, constituía una impresionante visión de lo que les
esperaba a los fieles. Esta imagen rechaza los valores clásicos de las formas equilibradas, los límites visibles
y las líneas puras. Se trata de una obra típicamente barroca por su compleja composición, su énfasis en la
luz y el color, su interés por transmitir movimiento y producir una atracción sensorial directa.
Caravaggio: una realidad brutal.
Miguel Ángel y Caravaggio tenían en común el gusto por una cierta brutalidad pictórica, la terribilità.
Ahora bien, si Miguel Ángel dramatizaba sus composiciones, como el Juicio final de la Capilla Sixtina,
Caravaggio renunció a lo sobrenatural. Desde los primeros años, se hizo conocido por la pintura de flores y
frutas representadas de forma naturalista. Este apego al mundo no ideal constituyó uno de los
fundamentos de su pintura.

Caravaggio. La vocación de San


Mateo, 1598-1600.
En este cuadro, Cristo penetra en
una taberna y designa con un
gesto demiúrgico a aquel que
entre los hombres llegará a ser un
santo. Metáfora pictórica del
gesto divino, la luz aparece como
creadora de sentido, de formas y
de colores. Franca, penetra
repentinamente en la pieza
cerrada, donde incluso la ventana
es ciega, y sorprende a los
compañeros en plena actividad.
Poderosa y cálida, recorta las
morfologías, los perfiles
perfectos, y hace brotar colores y
texturas.

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Luz, teatralidad y espiritualidad.
Caravaggio propuso una nueva manera de capturar la luz, aquella que cae sobre los objetos y personajes de
manera rasante, teatralizando y dramatizando la pintura. Lejos de los ejemplos de los pintores manieristas,
su claroscuro confería a los cuadros, sentido, fuerza y unidad, y creaba una nueva espacialidad. Eso fue
imitado por los pintores “caravaggistas”. A partir de 1599, Caravaggio se dedicó casi exclusivamente a la
pintura religiosa y creó cuadros cada vez más sombríos y severos. Mientras la idea de una religión más
cercana a las realidades humanas se desarrollaba en el seno de la Contrarreforma católica, sus cuadros
enseñaban una espiritualidad profunda y llena de sinceridad.

Caravaggio. La muerte de la virgen, 1606.


Esta pintura destinada a la
ornamentación de una de las capillas de
Santa Maria della Scala en Roma, fue
rechazada por el clero, que juzgó
caricaturesca la representación de la
Virgen, cuyo cuerpo se observa hinchado
y con signos de descomposición,
desplomado sobre un lecho. La profunda
espiritualidad del cuadro se logra, en
parte, por la utilización metafórica de la
luz. Más que el halo, apenas visible, es el
foco de luz que viene desde arriba el que
otorga dignidad y divinidad al cadáver.
Los pesados y rojos pliegues dan
dramatismo a una escena austera.

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Caravaggio. La decapitación de San Juan Bautista, 1608.
En este cuadro, Caravaggio concentró su composición en el acto mismo de la decapitación. En el primer plano, los
autores del drama parecen estar paralizados en una actitud hierática y teatral. La austeridad de la pintura destaca
la violencia de la acción. La oscuridad ocupa la casi totalidad del espacio y juega un papel esencial en esta obra de
gran formato. En esta atmósfera sombría, la luz adquiere fuerza dramática y subraya lo tenebroso de la pintura de
Caravaggio.

Bibliografía:
Farthing, S. (2019). Arte toda la historia. Barcelona: Blume.
Gombrich, E. (2016) La historia del arte. Londres: Phaindon Press Limited.
Historia visual del arte Larousse (2004). Santiago: Sociedad Comercial y Editorial Santiago Ltda.

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