Biografias Pintores Silvina Sampol PDF
Biografias Pintores Silvina Sampol PDF
Biografias Pintores Silvina Sampol PDF
Biografía
Primeros años (1571-1592)
Caravaggio nació en Milán, donde su padre, Fermo Merisi, trabajaba como
administrador y arquitecto decorador del Marqués de Caravaggio, ciudad de la
que más tarde tomaría el nombre. Su madre Lucía Aratori provenía de una
familia adinerada del mismo lugar. En 1576 la familia se mudó a Caravaggio
debido a la peste que azotó Milán. El padre de Caravaggio falleció en 1577. La
cercanía con las familias Colonna y Sforza ayudó más tarde a Caravaggio en
su carrera.
En 1584 entró a trabajar como aprendiz del pintor lombardo Simone Peterzano,
quien fue descrito en el contrato como pupilo de Tiziano. Tras concluir su
aprendizaje comenzó a moverse en el circuito Milán-Caravaggio, y
probablemente visitó Venecia, donde debió conocer las obras de Giorgione (las
que Caravaggio fue acusado de copiar) y de Tiziano. Su familia le mostró el
patrimonio artístico y cultural de Milán, su ciudad natal, donde tuvo la
oportunidad de conocer la obra La última cena de Leonardo da Vinci. El arte
milanés era, en sus propias palabras, «un estilo en el que valoraba "la
simplicidad y la atención al detalle naturalista", y que estaba más próximo al
naturalismo de Alemania que a la formalidad y la grandeza del manierismo
romano».
Roma (1592-1600)
Caravaggio adquiere una nueva forma de realismo, pues por primera vez le son
encargados trabajos religiosos. La Contrarreforma necesitaba adornar sus
vistosos templos, y Caravaggio fue uno de los comisionados para ilustrar sus
nuevos templos. La primera de estas pinturas fue Magdalena Penitente, en la
que muestra a la pecadora bíblica abandonando su vida de cortesana y
sentándose a llorar en el piso, mientras sus joyas se encuentran tiradas a su
alrededor. «No parece una pintura religiosa del todo, ¿una chica sentándose a
llorar en el piso mientras seca su cabello? ¿Dónde queda el sufrimiento, la
redención, la promesa de salvación?». Esto es entendido a la manera
lombarda, no tan histriónicamente como los romanos. Este estilo de pinturas
fue repetido en sus siguientes trabajos, también eclesiásticos: San Francisco
de Asís en meditación, San Francisco de Asís en éxtasis, Los
músicos, Descanso en la huida a Egipto, Marta y María Magdalena y David con
la cabeza de Goliat. Al ser presentados públicamente, estos cuadros
catapultaron la fama de Caravaggio en el pueblo y en el gremio artístico. Pero
esta reputación dependía totalmente de los encargos públicos, que eran
necesarios para mantener satisfecha a la Iglesia.
Caravaggio tuvo una vida tumultuosa. Con una gran capacidad de enfrascarse
en riñas, muchas de ellas fueron en los mismos lugares e incluso se le llegó a
procesar por esto. La noche del 29 de mayo de 1606 mató, probablemente por
accidente, a un hombre llamado Ranuccio Tomassoni.31 Anteriormente, sus
mecenas le protegieron de posibles acciones judiciales en su contra motivadas
por riñas, pero esta vez fue diferente.
Con una orden de aprehensión a sus espaldas y fuera de la ley, Caravaggio
huyó a Nápoles. Allí, bajo la protección de los Colonna, la autoridad romana
veía mermado su poder. Pronto se convirtió en la estrella de la pintura
napolitana. En esta etapa realizó Siete obras de misericordia y la Madonna del
Rosario, entre otros.
El cuadro de la “misericordia“ es el retablo del altar mayor de la iglesia que se
encuentra en la "Pio Monte della Misericordia" en Nápoles. Los "siete obras de
misericordia corporales" se juntan en una única composición . En la parte
superior de la pintura, contemplando toda la escena que tiene lugar en la parte
inferior, está la Virgen con el Niño acompañado por dos ángeles. En cuanto a
los agudos contrastes del claroscuro, se puede interpretar la luz brillante de
Caravaggio como una metáfora de la misericordia, que “ayuda al público a
buscarla en sus propias vidas”.
Con posterioridad a este suceso, Caravaggio permaneció unos meses más en
Nápoles y finalmente marchó a Malta, sede de los Caballeros de Malta. Se cree
que su viaje fue patrocinado por Alof de Wignacourt, Gran Maestre de la Orden,
quien colaboró en el indulto del pintor en el caso Tomassoni. De Wignacourt
estaba tan satisfecho con el trabajo del pintor que le propuso como caballero
de la Orden. Uno de sus biógrafos, Bellori, señala que Caravaggio estaba
contento con su nueva distinción. Además, se le nombró pintor general de la
misma.
Los principales trabajos de esta época fueron La decapitación de San Juan
Bautista (la única pintura de Caravaggio con su firma) y Retrato del gran
maestre de la Orden de Malta Alof de Wignacourt, así como retratos de otros
caballeros de la Orden. Las circunstancias que rodean un nuevo y brusco
cambio de fortuna del pintor no han sido reveladas del todo, pero se señala que
se debió a una riña callejera en la que una casa resultó con serios daños y un
caballero fue herido de gravedad.33 El 1 de diciembre de 1608 fue expulsado de
la Orden por «faltas a la moral y ser un miembro non grato».
Tras su huida de Malta, Caravaggio se asentó en Sicilia, con el apoyo de su
viejo amigo y discípulo Mario Minniti, quien ahora estaba casado y vivía
en Siracusa. Juntos realizaron una gira de trabajo por Siracusa, Mesina y la
ciudad capital, Palermo. En esos años Caravaggio continuó realizando trabajos
bien pagados, como La sepultura de Santa Lucía, La resurrección de
Lázaro y La adoración de los pastores. Su estilo siguió evolucionando, con la
particularidad de que ahora se mostraban en sus cuadros figuras aisladas ante
un enorme vacío. «Sus grandes obras sicilianas demuestran sombras aisladas.
Al contrario de opacar pobremente a los personajes, la obra sugiere temores y
fragilidades del hombre, a la vez que transmite la belleza y sencillez de los
humildes, mansos y sencillos, que recibirán por herencia la tierra». Las críticas
contemporáneas han definido al Caravaggio de esa época como hosco e
insociable, que dormía armado y estaba inseguro de su suerte. Su vida se vio
muchas veces reflejada en su obra, la de ese tiempo es burlona y satírica,
especialmente con los pintores locales.
Los Caravaggistas
DIEGO VELÁZQUEZ:
Maestro sin par del arte pictórico, el sevillano Diego Velázquez adornó su
carácter con una discreción, reserva y serenidad tal que, si bien mucho se
puede decir y se ha dicho sobre su obra, poco se sabe y probablemente nunca
se sabrá más sobre su psicología. Joven disciplinado y concienzudo, no
debieron de gustarle demasiado las bofetadas con que salpimentaba sus
enseñanzas el maestro pintor Herrera el Viejo, con quien al parecer pasó una
breve temporada, antes de adscribirse, a los doce años, al taller de ese
modesto pintor y excelente persona que fuera Francisco Pacheco. De él
provienen las primeras noticias, al tiempo que los primeros encomios, del que
sería el mayor pintor barroco español y, sin duda, uno de los más grandes
artistas del mundo en cualquier edad.
La mirada melancólica
A la conquista de la corte
El Museo del Prado guarda igualmente pinturas del período sevillano, como el
espléndido lienzo La adoración de los Reyes Magos, fechado en 1619 (poco
después de su matrimonio y de que Juana le diese descendencia), y donde se
ha querido ver, sobre todo en los rasgos infantiles del Niño Jesús, un homenaje
a su familia y un hálito de la felicidad del flamante padre. Es seguro, por lo
demás, que los Reyes Magos son auténticos retratos, no idealizaciones más o
menos convencionales, y en ello se revela también la verdadera vocación de
quien sería el más grande retratista de su tiempo.
Hacia 1629 pinta Velázquez su primer gran cuadro de tema mitológico, llamado
Los borrachos porque el asunto dedicado a Baco se convierte en sus manos en
una estampa de las francachelas populares de la época; al año siguiente llega
a Madrid Rubens, con quien mantuvo una buena y leal amistad; Rubens le
recomienda que no deje de visitar Italia, donde su arte podrá depurarse y
ennoblecerse. Empeñado desde entonces en ello, consigue, tras mucho insistir,
licencia del rey y, saliendo del puerto de Barcelona, desembarca en Génova en
1629. Visita Verona, Ferrara, Loreto, Bolonia, Nápoles y Roma, sin apenas
pintar nada, pero estudiándolo todo, memorizando gamas de colores, audaces
composiciones, raras atmósferas, luces insólitas.
Durante los años treinta y cuarenta del siglo fue Velázquez el pintor no sólo de
su abúlico rey, sino de las "sabandijas de palacio", de los bufones como El
Bobo de Coria, Diego de Acedo el Primo y el Niño de Vallecas, y después de
su segundo viaje a Italia para comprar obras de arte en nombre de Su
Majestad, su paleta produjo tres obras maestras insuperables y sumamente
conocidas. La Venus del espejo, conservada en la National Gallery de Londres,
es célebre por ser uno de los pocos desnudos de autor español de la época
que se han conservado, aunque se le supongan hasta tres más al pintor
sevillano, para el cual tal vez sirviera de modelo la escandalosa y bella actriz
Damiana, amante del alocado marqués de Heliche.
Las Meninas
De entre los retratos que realizó de la familia real, hay uno que goza de
inmensa fama, y se ha convertido en el paradigma de la obra del pintor:
Velázquez y la familia real o Las Meninas. Este cuadro, que ha dado lugar a
multitud de interpretaciones, tiene como marco espacial la habitación más
importante del apartamento del palacio Real en el que vivía el pintor. En la obra
aparece el mismo Velázquez frente al caballete con la cruz de la Orden de
Santiago, aunque la distinción fue añadida después de su muerte por orden del
rey, ya que Velázquez todavía no la había recibido cuando pintó el cuadro.
Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir
en Madrid el 6 de agosto de 1660, la preciada distinción de caballero de la
Orden de Santiago, un honor no concedido nunca ni antes ni después a pintor
alguno. Y aunque, al demoler la iglesia, nadie recordaba que sus restos habían
sido sepultados en la Parroquia de San Juan Bautista, cuando en 1990 se
organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y
miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron
incesantemente para reír el gesto idiota del bufón Calabacillas, admirar la
pincelada que plasma el vestido de una infanta, interrogar la estampa ecuestre
del conde duque de Olivares y respirar el aire penumbroso del siglo XVII
aquietado e inmortalizado en los cuadros de Velázquez.
"Las meninas 1656"
La rendición de Breda o Las lanzas (1635)