Tesis - Delincuencia Juvenil

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación

U.E.I.P JUAN XXIII

la delincuencia en
adolescentes

Alumno: Asesora:
Anthony Lista / 32.205.299 Rosana Tovar
Capítulo I
Problema
Planteamiento del problema
La delincuencia juvenil es un fenómeno social que pone en riesgo la seguridad pública
por su progresiva peligrosidad. Algunos expertos aseguran que esta violencia no es
producida por un fenómeno de causalidad, sino que se esconden razones culturales,
sociales, económicas y políticos.
La violencia no es producida aleatoriamente, sino que parte de una cultura de conflictos
familiares, sociales, económicos y políticos, y en general, del sistema globalizado que a su vez
permea las diferentes formas de vida en la sociedad, donde los estilos de vida de los jóvenes
son catalogados como formas de delincuencia. El objetivo de esos estilos de vida, sin embargo,
sólo consiste en distanciarse culturalmente de una sociedad que los jóvenes no han fabricado.
Víctimas de la discriminación social y excluidos de las decisiones importantes, muchos jóvenes
carecen de planes o proyectos de vida, y son considerados incapaces de adaptarse al medio
social, por lo cual toman la delincuencia como alternativa de sobrevivencia. El fácil acceso a las
drogas, la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el
deporte, la desintegración familiar, la impunidad, entre otros factores, componen el contexto
en el que nace y crece la juventud mexicana del siglo XXI.

Ante esta situación, la violencia aparece como una forma de respuesta ante una frustración
social. Este tipo de violencia puede ser también una consecuencia del profundo deterioro al
que se ha llegado en un tipo de sociedad que ha puesto sus esperanzas en un mero
crecimiento cuantitativo del consumo de bienes materiales y que apenas ha tenido en cuenta
al individuo en su dimensión como persona socialmente integrada en una comunidad.

Esta problemática obliga a reflexionar sobre el fenómeno de la violencia y su relación con la


juventud. Esta última se resiste a las transformaciones sociales de hoy, pues a lo movedizo que
tiene de por sí la personalidad del adolescente en devenir, hay que añadir la incoherencia del
mundo actual con sus propagandas, disensiones políticas y religiosas, y las contradicciones de
los intereses económicos. Todo esto crea confusión y desorientación desbordante y trágica en
la juventud. En tales circunstancias no todos los jóvenes son aptos para ver el mundo tal como
es y aceptarlo insertándose en él, íntegra y generosamente.

Por lo anterior, algunos adolescentes y jóvenes aquejados de inmadurez persistente podrían


convertirse en antisociales e incluso en delincuentes, si llegan a una particular situación de
inadaptación. El adolescente realiza sus primeras tomas de conciencia personales y profundiza
en sus sentimientos, ideas y creencias. Su postura ante el mundo adulto es de oposición y de
desafío, y esta es una reacción necesaria de defensa de un ser que va tomando las riendas de
su existencia.

Además, la actual sociedad industrializada, urbana y consumista —con todo lo que ello
comporta: ideología del bienestar, carrera del lucro, primacía del tener sobre el ser, crisis de la
familia, soledad, anonimato— es la que segrega la violencia. Ya que, como sociedad de
consumo, alimenta deseos o aspiraciones y despierta esperanzas que no puede satisfacer;
mientras margina del proceso de producción y de consumo, excluye y discrimina a gran
número de personas, clasificando y haciendo de ellas unos inadaptados y rebeldes;
pero, sobre todo, tiende a destruir los valores morales.
En realidad, cuando la sociedad actual exalta como valores supremos de la vida al placer y al
dinero, cuando aplaude el éxito y la riqueza, obtenidos por los medios que fueren, cuando
desprecia al hombre honesto como a un ser débil que no es capaz de hacerse valer mientras
exalta al fuerte que prevalece sobre los demás con astucia y con violencia, no habría por qué
maravillarse de que algunos jóvenes sientan la tentación de recurrir a la violencia para ganar
con facilidad y rapidez mucho dinero.

La vida actual origina violencia y agresividad, más aún cuando en un espacio invariable
aumenta mucho la población, pues esto genera aglomeraciones y desorden en las grandes
urbes, con el cortejo de desagradables complicaciones que llevan consigo: prisa, falta de
tiempo, tensión, vida compleja, falta de comunicación afectiva, etc. Si añadimos a esto la
anomia, la hipocresía social, la creación consumista de necesidades artificiales, la doble
moralidad, etc., comprenderemos que en unas circunstancias de vida tan frustrado ras tenga
que surgir la violencia y la agresividad como medio para sobrevivir.

La violencia casi siempre lleva consigo la opresión y la injusticia.

¿Qué es entonces la violencia?

El uso injusto de la fuerza —física, psicológica y moral— con miras a privar a una persona de un
bien al que tiene derecho (en primer lugar, el bien de la vida y la salud, el bien de la libertad) o
con miras también a impedir una acción libre a la que el hombre tiene derecho u obligarle a
hacer lo contrario a su libre voluntad, a sus ideales, a sus intereses. Por lo tanto, no puede
llamarse violencia a cualquier uso de la fuerza, sino sólo a un uso injusto que lesione un
derecho (Izquierdo.

Así pues, para que haya violencia, se requieren dos factores: uso de la fuerza y violación de un
derecho.

La violencia es un fenómeno totalizador e indisolublemente relacionado con la historia de la


existencia humana, que consiste en "el uso de una fuerza abierta u oculta, con el fin de
obtener de un individuo, o de un grupo, algo que no quiere consentir libremente.

La violencia semeja la acción estratégica que orienta la fuerza física con la intención de
someter o delimitar la elección de las posibilidades de actividad de los dominados.

El violento puede serlo con los que conviven bajo su mismo techo. La violencia está presente
en las calles, estalla entre los conductores y los transeúntes, entre los viajeros que usan un
mismo transporte público, entre los vecinos de la misma escalera. La violencia verbal o gestual
brota a menudo en la tienda, en el taller, en la oficina, en el despacho o en la escuela. Y en la
mayoría de los casos, los motivos que desatan estos comportamientos violentos, si se miran
desapasionadamente, son mínimos, insignificantes, ridículos. Lo que pasa es que son como
chispas que encienden el ambiente tenso y crispado a que nos aboca el ritmo trepidante y
angustioso de nuestro tiempo.

Sin embargo, la violencia es un fenómeno que no está vinculado exclusivamente a la obtención


de bienes o a la satisfacción de necesidades, más bien involucra al propio ser del hombre y no
significa necesariamente terror, destrucción o aniquilación física del otro, sino el despliegue de
estrategias de coerción para conseguir lo deseado.
Entre centenares de definiciones posibles, la violencia se perfila como la actuación contra una
persona o un colectivo empleando la fuerza o la intimidación. De cualquier manera, las
descripciones no son neutras, pues llevan consigo un componente subjetivo que depende de
los criterios utilizados, tanto jurídicos como institucionales o personales. Por eso se puede
afirmar que no hay un criterio universal de la violencia; cada sociedad tiene los suyos propios.
Una visión histórica sobre la violencia demuestra que ésta no se circunscribe únicamente a las
grandes expresiones como la de la guerra. La violencia ha sido un elemento sustancial de toda
la humanidad, ya en sus relaciones políticas, ya en las sociales y personales. Algunos han creído
ver en ello la declaración de la agresividad presente en la naturaleza humana como una
característica más relacionada con los instintos. Otros, en cambio, opinan que la violencia tiene
marcados componentes sociales e incluso culturales.

Ahora bien, que la violencia sea o no innata es de poca importancia. Pero sí importa que la
sociedad haga algo por orientarla en su verdadero sentido, por canalizarla como energía de
algún modo útil, por prevenirla cuando sea nociva, en todo caso, por contenerla dentro de
unos límites tolerables. Sufrimos la violencia inmisericorde de las gentes que no dejan vivir en
paz a los demás. La gran mayoría de los seres humanos controla su agresividad, pero unos
pocos inadaptados se están haciendo los dueños de las calles y de la noche, de los parques y
hasta de las casas ajenas. Pequeños grupos, bandas, forajidos y delincuentes, amedrentan y
asustan a los ciudadanos.

Debido a la generalización del fenómeno de la violencia no existen grupos sociales protegidos,


es decir, la violencia no es específicamente un problema de pobres o clases sociales
marginadas, ni de confrontaciones raciales, económicas o geográficas, sino que la violencia
puede acentuarse por género, edad, etnia y clase social, independientemente de si se es
víctima o victimario; es decir, la violencia responde a realidades específicas.

Hay que destacar que la violencia, aunque en muchos casos está asociada a la pobreza, no es
su consecuencia directa, pero sí es resultado de la forma en que las desigualdades sociales —la
negación del derecho a tener acceso de bienes y equipos de entretenimiento, deporte, cultura
—, operan en la especificidad de cada grupo social, desencadenando comportamientos
violentos. Así pues, la dependencia, la pobreza y marginación no necesariamente generan
delincuentes, pues influye también el desarrollo material, individual y social, aspectos que
derivan en la vida de los individuos que, al no contar con opciones o alternativas para obtener
los ingresos necesarios para mejorar su calidad de vida, están dispuestos a cometer delitos.

Relación jóvenes y sociedad

La juventud es en parte definida a partir de un periodo en la vida biológica de los individuos.


Esto conduce la mayor parte de las veces a asociar a la juventud con una etapa cronológica en
la que hombres y mujeres transforman sus características biológicas, abandonando así su
etapa infantil. Se trata de una situación transitoria, en la que el individuo deja de ser
considerado como niño, sin que alcance el estatus o desempeñe papeles y funciones de
adulto. La juventud, entonces, es una etapa donde los individuos comienzan a entrenarse
ejerciendo ciertos derechos y cumpliendo obligaciones que un adulto no podría soslayar en su
interacción con los demás.

Si se considera a la juventud como una etapa del desarrollo individual que mira hacia delante,
etapa en la cual los individuos construyen una identidad personal, se sabrá que esa actividad
generará a su alrededor elementos simbólicos que permiten el reconocimiento de su
individualidad, pero también su pertenencia a un género. En ese sentido, se refiere a la
juventud como una etapa de los individuos en la que tratan de copiar las formas de los adultos,
pero son tratados por la ley como niños. Puede que estén obligados a trabajar o quieran
trabajar, pero deben ir al colegio. Sin embargo, no se trata solamente de un periodo en la
socialización del individuo donde el que fue niño copie las conductas de los adultos, sino,
además, que represente la capacidad para distinguir expresiones concretas de la etapa adulta.

De tal manera que la juventud representa un periodo en el que la construcción de la


personalidad del individuo se somete a una doble presión social en la medida que la cultura
proyecta dos modelos de ser: uno apunta a la comprensión de las conductas adultas, y otro a
los patrones genéricos, masculino o femenino.

Conforme se advierte que la conducta de los jóvenes es normada por los patrones sociales
establecidos para una edad determinada, se confirma que los individuos ya introyectaron los
valores, principios y conductas esperadas socialmente para interrelacionarse con los otros. De
esa manera, la sociedad comienza a conferirles el estatus de jóvenes que han madurado, y
estatus de joven adulto, es decir, un individuo que va aprendiendo a ser responsable.

Por otra parte, la juventud, como diferencia arbitraria entre la infancia y la edad adulta, refleja
los niveles de conflictividad social que encierran las relaciones generacionales.

se trata de un proceso social mediante el cual las generaciones más avanzadas construyen a
través de la cultura unos patrones de conducta y un papel, que impide a aquéllos que han
sobrepasado la etapa infantil (jóvenes), que prometan hacerse de las habilidades y recursos
para ser autónomos, y así accedan al poder

Visto de esta manera, la juventud aparece como el límite que impide a los jóvenes
incorporarse, en igualdad de circunstancias, a las estructuras de poder o de manera más real,
al mercado de trabajo. De esta forma se entiende mejor por qué en la juventud recae un
estigma, pues es indudable que esa etapa del desarrollo individual parezca como una
permisible irresponsabilidad provisional.

Por otra parte, resulta muy importante advertir que el choque generacional no sólo se refleja
en el monopolio sobre los elementos materiales del poder, como es el dominio que tienen los
adultos en las actividades que permiten el acceso a la toma de decisiones y al dinero. Son
precisamente los adultos quienes aparecen como sinodales en el proceso de socialización de
los jóvenes, pues señalan los estereotipos ideales que la sociedad espera de sus hombres y
mujeres.

Toda sociedad necesita construir y construye un determinado tipo de sujeto social, el


adecuado para el mantenimiento y reproducción del sistema estructural que lo forma,
utilizando para ello las diferentes instituciones que confluyen hacia el objetivo buscado
(escuelas, iglesias, medios, etc.), cada una de las cuales adquiere carácter hegemónico en
distintos momentos del proceso histórico De tal manera que los adultos se constituyen en
emisarios de la cultura tradicional que se resiste a la transformación de los papeles sociales.
Ahora bien, las condiciones que dieron origen a la juventud como categoría social, ligadas al
desarrollo de las condiciones de producción, dieron lugar a un paradigma de juventud que la
visualizaba como una etapa de formación para su futura inserción en las estructuras formales
de la sociedad, sobre todo a la esfera productiva. Esta concepción reduce el significado de la
juventud exclusivamente a su carácter de relevo generacional de la fuerza de trabajo, de allí
que:

Ahora el concepto de juventud ya no puede utilizarse con referencia a un solo tipo de joven,
pues las representaciones juveniles se han multiplicado de tal manera que el concepto ya no se
circunscribe exclusivamente a los estudiantes varones de clase media de los sectores urbanos;
ahora representaciones juveniles abarcan en buena medida a los sectores populares, a los
marginales, a las mujeres e incluso a los campesinos, donde se consideraban prácticamente
inexistentes.

El paradigma de la juventud, como un proceso del apresto de los jóvenes para lograr su plena y
funcional inserción en las estructuras formales de la sociedad, no responde de manera
adecuada a nuestra realidad. Este paradigma es excluyente, ya que deja de lado a una gran
cantidad de representantes juveniles. La cotidianeidad nos muestra que la sociedad no está
creando los espacios suficientes para los jóvenes; no cuenta con la capacidad suficiente para
albergarlos y se está convirtiendo en su enemiga.

La juventud es un algo que actualmente toma muchas formas, adquiere distintos sentidos y
significados, y obliga a pensar no en una sino en varias y diferentes realidades juveniles que
están conectadas entre sí, generando identidades únicas, formas de comportamiento,
lenguajes y pensamientos adecuados a los contextos en donde se desarrollan los jóvenes. Es el
periodo de la vida en que se pasa de una existencia receptiva a una existencia autónoma y
personalizada. Se trata de un tránsito difícil y de graves consecuencias para el futuro. Aquí, en
esta encrucijada, se fraguan o se malogran muchas metas y éxitos del futuro.

La situación de extrema pobreza en que viven grandes núcleos de población en los países de
América Latina, incluyendo México, nos muestra una imposibilidad estructural de inserción de
muchos jóvenes en las estructuras formales de la sociedad.

De ahí que los jóvenes y su identidad se construyan mayoritariamente por fuera de la


formalidad social, de esta manera, la identificación con los objetivos y valores culturales
dominantes resulta compleja.
Objetivo general

La delincuencia en adolescentes

Objetivos específicos

A – delincuencia organizada

B –poder y control

Justificación del porqué de la investigación

En los últimos años del siglo XXI ha crecido la preocupación por la delincuencia en muchos
países. Las estadísticas reflejan el aumento delictivo en general, pero un gran porcentaje de los
delitos son cometidos por niños y adolescentes. Por esta razón es importante analizar las
actuales propuestas de reforma del código penal, así como las justificaciones de estas
propuestas en sus artículos relativos a la reducción de la edad penal. En esta investigación se
pretende analizar las medidas que han sido tomadas para eliminarlo reducir la delincuencia en
el distrito de ciudad nueva, así como el tratamiento de los jóvenes delincuentes. Entre
adolescentes no podemos considerar la existencia de un solo tipo de delincuente, ya que se
observan entre ellos diferentes modos de comportamiento y actos de distinta gravedad. En
algunos jóvenes, la delincuencia es algo transitoria, utilizado para llamar la atención a falta de
autodominio, mientras que para otros se convierte en norma de vida. Cuanto más joven sea el
delincuente, más probabilidades, habrá de que reincida, y los reincidentes, a su vez son
quienes tienen más probabilidades de convertirse en delincuentes adultos Es importante el
aumento experimentado por la delincuencia juvenil en los últimos años A diario podemos
observar como adolescentes, y hasta niños de muy poca edad delinquen, dando alardes de
violencia, aparentemente gratuita e injustificada, hacia los demás. Particularmente, nos
interesa saber a cerca de; las razones que conducen a estos jóvenes a actuar de tal manera,
hay quienes piensan que los jóvenes se revelan como una forma de llamar la atención o
sentirse importante ante la sociedad; pero en realidad, es muchos factores de peso que
conllevan a la juventud a cometer actos vandálicos
y esto es lo que se va a demostrar. La delincuencia juvenil es un problema más inquietante cada día.
Las estadísticas indican cifras en progresión constante, sin contar que muchos casos de
delincuencia juvenil no figuran en las estadísticas.

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