Silo - Tips - Honorarios Profesionales y Aplicacion Ley Omnibus

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PONENCIA AL II CONGRESO DE LA ABOGACÍA EXTREMEÑA

HONORARIOS PROFESIONALES Y APLICACIÓN LEY OMNIBUS

José Manuel Pérez Vega


Abogado del Ilustre Colegio de Abogados de Cáceres
Alfredo Pereira Aragüete
Abogado del Ilustre Colegio de Abogados de Badajoz

INTRODUCCIÓN.

Con motivo de la entrada en vigor el pasado 27 de diciembre de 2009, de la Ley


22/2009, de 22 de Diciembre, de Modificación de diversas leyes para su
adaptación a la Ley sobre el Libre Acceso a las actividades de servicios y su
ejercicio -“LEY OMNIBUS”-, se van a producir numerosos cambios en la
organización y el ejercicio de la abogacía.

La citada Ley pretende trasladar –trasponer- al ordenamiento jurídico español la


Directiva 2006/123/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre
de 2006 relativa a los servicios en el mercado interior (Directiva de Servicios). No
obstante el texto de la Ley se queda corto ante la innegable dificultad de regular
en un solo texto legal, materias tan distintas como son la determinación de la
actividad exclusiva de cada Colegio, la libertad territorial de ejercicio profesional,
la supresión del visado colegial, etc.; y todo ello referido a colectivos tan disímiles
como Notarios, Abogados y Procuradores, Médicos, Farmacéuticos y personal de
Enfermería, Ingenieros, Arquitectos y Aparejadores, Doctores y licenciados,
Economistas, entre otros muchos que harían interminable esta relación.

Como ya señalara Santiago Muñoz Machado, catedrático de Derecho


Administrativo de la Universidad Complutense, cuando la actual Ley 22/2009 se
encontraba en trámite parlamentario: “...el camino que han empezado a recorrer
los legisladores españoles para cumplir con la Directiva no parece conducido con
claridad (…) No es arriesgado afirmar que la transposición será un proceso lento,
complejo y sembrado de conflictos que tendrá que despejarse poco a poco ante
los tribunales.”

No hay que olvidar que, tal y como señala el propio Gobierno, el colectivo afectado
“ agrupa alrededor de un millón de profesionales, que suponen un 6,1 por 100 del
empleo total y el 30 por 100 del empleo universitario. Las profesiones colegiadas
suponen un 8,8 por 100 del PIB”.

El amplio espectro de la Ley hace presagiar profundos cambios, y estos habrían de


comenzar tanto en las corporaciones colegiales como en sus colegiados. La
Administración corporativa anclada en la vieja Ley de Colegios Profesionales de
1974, parcheada tras la Constitución, experimentará un cambio histórico con
impacto en el tejido socioeconómico, y es evidente que debemos estar preparados
para ello. Por su parte, el profesional jurídico deberá adaptarse a los
requerimientos de una sociedad cada vez mas abierta, compleja y dinámica;
requerirá contar con nuevas competencias que le permitan actuar con solvencia.
Esto supone, en general, una sólida formación de base jurídica y alcance
multidisciplinario, con vocación internacional, apoyada en el uso de las
tecnologías de información, complementada con un exigente entrenamiento y
reentrenamiento, que persiga objetivos por resultados y que propicie las
soluciones concertadas antes que el enfrentamiento.

La Ley que a continuación se analiza, criticable, discutible y mejorable, surge de


esa vocación internacional y obedece al fenómeno de la globalización que
también alcanza al Derecho y que ha desdibujado las fronteras entre los países a
partir de la revolución del conocimiento (know-how), todo lo cual empieza a
delinear los contornos de un novísimo Derecho Global que, superando las iniciales
dificultades forjadas por las diferencias de los sistemas jurídicos y de las
legislaciones nacionales entre sí, procura construir una nueva visión del Derecho a
partir de principios fundamentales.

Un gran número de personas se verán afectados por la nueva regulación.


Directamente, como profesionales que son objeto de la norma, o indirectamente
como ciudadanos que contratan los servicios de dichos profesionales.

La reforma afecta a mil colegios profesionales en toda España que abarcan 87


actividades de muy diverso tipo en el sector servicios. Mas de un millón de
profesionales están afectados por la nueva ley y las subsiguientes normativas que
deben elaborarse, en menos de un año, tras su aprobación.

Pero también repercutirá en la inmensa mayoría de ciudadanos como sujetos


pasivos que, en distintas situaciones cotidianas, requieren de los servicios de
estos profesionales: enfermeras, notarios, ingenieros, agentes de la propiedad
inmobiliaria, administradores de fincas, abogados, arquitectos, economistas,
registradores, procuradores, biólogos, aparejadores, agentes comerciales,
decoradores, farmacéuticos, graduados sociales, gestores, filósofos, asistentes
sociales, físicos, geólogos, auditores-censores de cuentas, delineantes, psicólogos,
etc. En definitiva todos nos veremos implicados.

El encargo de la Ponencia consiste en analizar exclusiva y someramente algún


aspecto relacionado con la reforma de los Colegios Profesionales. En concreto
tratará de analizar, en el ámbito del derecho europeo de la competencia, la figura
de los baremos orientadores de honorarios en nuestro derecho nacional para
concluir en que medida han de persistir y en que casos pueda ser necesaria su
existencia.

El objeto de debate no surge “ex novo” a consecuencia de la entrada en vigor de la


denominada “LEY OMNIBUS”. En fecha 24 de noviembre de 2006, la Dirección
General de la Competencia requirió al Consejo General de la Abogacía Española se
indicasen “las medidas promovidas para suprimir en el ámbito de los Colegios de
Abogados los baremos orientativos de honorarios, tanto las ya adoptadas como
las que estén pendientes de adopción”. Se obligaba a los distintos órganos
rectores de la Abogacía Española a examinar, analizar, revisar y replantearse la
existencia de los criterios de honorarios en la medida en la que podían resultar
incompatibles con la normativa europea de la competencia, y podían ser objeto,
por ende, de las sanciones previstas al efecto, pues el citado Órgano estima: “En
relación con el uso por lo abogados de los baremos orientativos para actuaciones
judiciales, quisiera también recordarle que consideramos la utilización de los
honorarios recomendados (baremos orientadores) como una infracción grave del
Derecho Comunitario de la competencia”.

La Ponencia analizara en primer lugar el origen normativo de la Ley, tanto en el


ámbito europeo, como nacional y doméstico, para posteriormente desarrollar el
contenido y alcance de la Ley y sus posibles consecuencias, y terminar con la
propuesta de conclusiones que habrían de debatirse.

I. ORIGEN NORMATIVO DE LA LEY.


LEY.

NORMATIVA EUROPEA.

La posible actuación sancionadora de la Dirección General de la Competencia, con


respecto a la existencia de baremos orientadores de honorarios en los Colegios de
Abogados, está amparada en el articulo 81 TCE que en su apartado primero, prohíbe
los acuerdos entre empresas que puedan afectar al comercio entre Estados
miembros de la UE y que tengan por objeto o efecto impedir, restringir o falsear el
juego de la competencia. El apartado segundo declara, como efecto, la nulidad de
pleno derecho de dichos acuerdos. Sin embargo, el apartado tercero establece
excepciones a la citada prohibición, disponiendo que los acuerdos prohibidos en virtud
del apartado primero puedan ser considerados inaplicables en los siguientes
supuestos:

I) mejoren la producción, la distribución o el progreso técnico o económico.

II) reserven a los usuarios una participación equitativa en dichos beneficios.

III) impongan restricciones que no sean indispensables para alcanzar dichos


objetivos y,

IV) no sean susceptibles de eliminar una parte sustancial de la competencia.

Ahora bien, a la hora de aplicar el articulo 81 TCE tiene una especial importancia el
Reglamento CE núm.1/2003 del Consejo de 16 de diciembre de 2002, 2002 relativo la
aplicación de las normas sobre competencia prevista en los artículos 81 y 82 del
Tratado.
Tratado

Con anterioridad a la entrada en vigor de este Reglamento las autoridades


nacionales de competencia y los órganos jurisdiccionales de los Estados miembros
eran competentes para aplicar los apartados 1 y 2 del articulo 81 TCE, TCE pero no
estaban facultados, en cambio, para la aplicación del apartado 3º de dicho precepto,
que quedaba reservado a la Comisión. De manera que si una empresa entendía que
un acuerdo estaba prohibido por el apartado primero del articulo 81 TCE, pero
cumplía los requisitos del articulo 81.3 TCE (y no estaba amparada por un
Reglamento de exención por categorías) debía solicitar una autorización singular a la
Comisión, la cual de ser concedida producía efectos “ex tunc”.

Con la entrada en vigor del Reglamento núm.1/2003 se han producido dos cambios
fundamentales. Por una parte, ha desaparecido la posibilidad de solicitar autorización
singular, por lo que las empresas deben proceder a una autorregulación de
competencia. Por otra parte, las autoridades de competencia y los Tribunales pueden
y deben aplicar el artículo 81 del TCE en su conjunto, es decir, tanto el apartado
primero como el tercero. Además, en virtud del articulo 3 del Reglamento
núm.1/2003, siempre que exista una afectación del comercio intracomunitario, las
autoridades de competencia y los Tribunales deben aplicar la normativa comunitaria.
No existe en cambio, una obligación expresa de aplicar el Derecho Nacional de
competencia, pero si se lleva a cabo debe serlo de forma plenamente compatible y
coherente con la normativa comunitaria.

Es decir, que las infracciones a estas normas no sólo pueden dar lugar a la iniciación
de un procedimiento administrativo por infracción ante las Autoridades Españolas y
Comunitarias de competencia- con imposición de eventuales multas-, sino que
también pueden dar lugar a acciones civiles ante los Tribunales ordinarios incluida la
reclamación por daños y perjuicios.
La Comisión, es competente para aplicar las normas comunitarias de la competencia
y, entre ellas, aquellas comprendidas en el articulo 81 TCE, para lo cuál tiene
facultades de investigación y de decisión, incluida la facultad de imponer elevadas
multas a aquellas empresas que infrinjan estas disposiciones. Los asuntos en materia
de competencia han de ser analizados caso por caso, sin generalidades excesivas,
aunque siempre bajo criterios uniformes. La Comisión, ante el riesgo que supone la
descentralización de competencias, ha dedicado un Diario Oficial a ofrecer directrices
y orientaciones sobre la aplicación del los artículos 81 y 82 del TCE (DOUE núm. C101
de 27 de abril de 2004. p. 81, apartado 9).

Del tenor literal del articulo 81 TCE se desprende que, en si mismo, dicho precepto
sólo es de aplicación “ratione personae” a empresas o asociaciones de empresas.

Así las cosas, el concepto de empresa en la normativa europea de la competencia es


un concepto autónomo y comprende cualquier entidad que ejerza una actividad
económica con independencia del estatuto jurídico de dicha entidad y de su modo de
financiación. Desde esta perspectiva la jurisprudencia ha venido considerando que
los Abogados ejercen una actividad económica y constituyen, por tanto, empresas en
el sentido del articulo 81 TCE.

Esta consideración rompe el paradigma clásico de exclusión a las profesiones


liberales del derecho mercantil, ya que tradicionalmente eran concebidas más como
un fenómeno social que como un fenómeno económico, pues la prestación del
servicio, en particular el jurídico, se fundamenta en el carácter personal “intuito
personae”, intelectual, independiente y caracterizado por la confidencialidad con el
cliente, y por tanto excluido del mercado comercial. Aunque las nuevas formas de
organización interna del abogado, especialmente cuando ejerce colectiva o
multiprofesionalmente la actividad, además de las normas de protección de los
consumidores y usuarios, han obligado a replantear la clásica argumentación.

Como consecuencia de lo anterior, cuando los Abogados, considerados empresas, nos


organizamos colegialmente, los Colegios Profesionales han de ser considerados
asociaciones de empresas y, el hecho – dice la jurisprudencia (Woters)- de que sean
Corporaciones de Derecho Público, no es, en principio, óbice para la aplicación de
esta conclusión. Así pues, cuando una asociación de empresas, como considera la
jurisprudencia comunitaria a los Colegios de Abogados y Consejos de la Abogacía,
establece baremos de honorarios orientativos profesionales, esta decisión puede ser
considerada como una fijación indirecta de precios de adquisición de los servicios de
estos profesionales y, por lo tanto incurriría en una causa de nulidad y podría
acarrear sanciones para quien la hubiera decidido, aunque ese comportamiento
contrario a la normativa europea esté autorizado por un Real Decreto, o por una Ley,
no lo transforma en lícito. El Tribunal de Justicia ha declarado en el asunto Consorzio
industrie Fiammiferi (sentencia 9 de noviembre de 2003 C-198/01 punto 1 del fallo)
que:

“Ante comportamientos de empresas contrarios al articulo 81 TCE apartado I,


que vienen impuestos o se ven favorecidos por una normativa nacional que
legitima o refuerza sus efectos, en concreto por lo que atañe a la fijación de
precios y al reparto del mercado, una autoridad nacional de defensa de la
competencia que tiene encomendada entre otros, la tarea de velar por el
respeto del articulo 81 TCE:

- Está obligada a excluir la aplicación de dicha normativa nacional.

- No se pueden imponer sanciones a las empresas implicadas por


comportamientos realizados cuando era la propia normativa nacional la que
exigía dicho comportamiento.

- Puede imponer sanciones a las empresas implicadas por sus comportamientos


posteriores a la decisión de excluir la aplicación de dicha normativa nacional,
una vez que esta decisión se ha convertido en definitiva frente a ellas.

- Puede imponer sanciones a las empresas implicadas por comportamientos


realizados cuando la citada normativa nacional simplemente lo fomentaba o
facilitaba, siempre que tenga debidamente en cuenta las particularidades del
nuevo marco normativo en el que actuaron las empresas “.

Por ello se colige que aunque la normativa Española autorice la adopción por los
Colegios de Abogados de criterios orientadores, la aprobación o mantenimiento de los
mismos, es por tanto, susceptible de incurrir dentro de la prohibición del Derecho
Europeo de la Competencia.

Ahora bien, dado el carácter orientador, meramente informativo y no obligatorio de


los criterios de honorarios, por un lado, y su aplicación por imperativo legal en algunos
casos respecto a la tasación de costas al margen de la relación propia
abogado/cliente, por otro, cabe plantearse la nulidad de los mismos y por ende de
las posibles sanciones por su existencia, cuestión que será analizada en el punto
siguiente.

NORMATIVA ESTATAL.
ESTATAL.

En España la normativa sobre Colegios Profesionales y, en concreto, sobre


Honorarios Profesionales se concentra en las siguientes disposiciones.

Ley de Colegios Profesionales


Profesionales.

La Ley 2/ 1974,
1974, de 13 de febrero,
febrero, de Colegios Profesionales,
Profesionales configura a los
Colegios Profesionales como Corporaciones de Derecho Público con personalidad
jurídica propia amparada por la Ley y reconocidos por el Estado con plena
capacidad para el cumplimiento de sus fines.

El artículo 2 de la referida Ley establece en su apartado primero que el ejercicio


de las profesiones colegiadas se realizará en régimen de libre competencia; por su
parte el apartado cuarto del citado precepto establece que los acuerdos,
decisiones y recomendaciones de los Colegios con trascendencia económica,
observarán los límites del articulo 1 de la Ley 15/2007 de 3 de julio de Defensa
de la Competencia. La vinculación expresa entre la Ley de Colegios Profesionales y
la Ley de Defensa de la Competencia fue introducida por la Ley 7/1997 de 14 de
Profesionales,
abril de Medidas de Liberalización en materia del suelo y Colegios Profesionales
con el fin de introducir mayor competencia en el ejercicio de las profesiones
liberales.

Esta última norma introdujo una modificación relativa a honorarios profesionales


en la Ley de Colegios Profesionales. El apartado ñ) del articulo 5 quedó redactado
de la siguiente forma: “compete a los Colegios Profesionales establecer baremos
de honorarios de carácter
carácter meramente orientativos”.
orientativos” Es evidente que, al menos
hasta la fecha, la adopción por los Colegios Profesionales de criterios de
honorarios orientadores era una conducta autorizada por la Ley, y sin embargo su
aprobación o mantenimiento era susceptible de incurrir en la prohibición del
Derecho Europeo de la competencia.

Abogacía.
Estatuto General de la Abogacía.

Los Colegios de Abogados estaban facultados igualmente para adoptar criterios


orientativos por el Estatuto General de la Abogacía Española aprobado por Real
Decreto 658/2001 de 22 de junio.
junio El artículo 44 establece, con carácter general,
el principio de libertad de pactos entre abogado y cliente, estableciéndose, en
ausencia de pacto expreso pero nunca de forma obligatoria, la posibilidad de
tomar como referencia los criterios orientadores. No existía ningún tipo de
imposición al Abogado de someterse obligatoriamente a los criterios, ni tan
siquiera en defecto de acuerdo con el cliente.

La existencia de criterios de honorarios, como posible referencia para la


valoración de sus servicios por parte del Letrado, a título orientador y meramente
informativo, no podía afectar a la competencia, pues en ningún caso se trata de
una conducta por parte de los Colegios Profesionales de fijación directa o indirecta
del precio del servicio prestado por el abogado, sino más bien cumplen una
función aclaratoria u orientadora a la hora de determinar el precio del servicio sin
obligación ni imposición de utilización, máxime si se tiene en cuenta que ni tan
siquiera cabe posibilidad de sanción deontológica por su inaplicación en la
relación cliente-abogado. No existe texto legal que ampare sanción deontológica
alguna por la emisión de minuta de honorarios al margen de los criterios
orientadores en la relación abogado-cliente, sino tan solo cuando en tasación de
costas se impugnen honorarios indebidamente de forma reiterada o bien sean
declarados excesivos o indebidos repetidamente.

Española.
Código Deontológico de la Abogacía Española.

La libertad de pactos en materia de honorarios con el cliente, siempre ha sido y


será la regla general en la profesión del abogado. Su cálculo se fija utilizando
criterios tales como la naturaleza, la complejidad, la duración del asunto, las
exigencias de dedicación, el grado de especialización, la trascendencia del asunto,
etc.

Así se desprende de la redacción del actual artículo 15 del Código Deontológico


del Consejo General de la Abogacía Española aprobado por el Pleno del 27 de
septiembre de 2002 y modificado en el Pleno de 10 de diciembre de 2002:
2002

“El Abogado tiene derecho a percibir retribución u honorarios por su


actuación profesional, así como el reintegro de los gatos que se hayan
causado. La cuantía y régimen de los honorarios será libremente convenida
entre el cliente y el abogado con respecto a las normas deontológicas y
sobre competencia desleal.

Los honorarios han de ser percibidos por el Abogado que lleve la dirección
técnica del asunto, siendo contraria a la dignidad de la profesión la partición
y distribución de honorarios entre Abogados excepto cuando:

a) Responda a una colaboración jurídica.

b) Exista entre ellos ejercicio colectivo de la profesión en cualquiera de las


formas asociativas autorizadas.

c) Se trate de compensaciones al compañero que se haya separado del


despacho colectivo.

d) Constituyan cantidades abonadas a los herederos de un compañero


fallecido.”

La libertad de pactos en la fijación de honorarios, se configura como norma


general hasta tal extremo, que en el vigente Código Deontológico se suspende de
vigencia y eficacia el artículo 16 relativo a la “cuota litis” en sentido estricto,
entendiendo como tal la prohibición establecida tanto en el art. 44.3 del EGAE.

La larga discusión sobre la legalidad del pacto de “cuota litis” parece haber
llegado a su fin tras la Sentencia dictada por el Pleno del Tribunal Supremo, Sala
de lo Contencioso Administrativo, de fecha 4 de noviembre de 2008 (Recurso
num. 5837/2005). La citada sentencia despeja cualquier duda en cuanto que
llega a la conclusión de que la conducta -cuota litis en sentido estricto-, sería
contraria al artículo 1 de la Ley de Defensa de la Competencia.
Competencia Para el Tribunal,
no cabe duda de que la prohibición de la que se habla supone la fijación indirecta
de precios mínimos que impide la libertad por parte del profesional de
condicionar su remuneración a un determinado resultado positivo, y de ello se
advierte una limitación en cuanto a las condiciones en que se presta el servicio
profesional.
En consecuencia con lo anterior parece ser que la libertad de pactos en la
retribución de los servicios profesionales ha de ser la regla general en la fijación
de honorarios, de cuanto se colige que la prohibición de la cuota litis en sentido
estricto implica la obligación de fijar unos honorarios con independencia de los
resultados y se excluye, por el contrario, con carácter general, no cobrar o cobrar
exclusivamente por resultado, limitándose la libertad de fijación de cuantía y
forma de cobrar en esa misma medida, puesto que tal libertad implica la
posibilidad de no cobrar en caso de pérdida del pleito o de otros pactos entre
cliente y abogado.

Resulta obvio que para no incumplir lo prevenido en la Ley de Colegios


Profesionales al determinar que el ejercicio de las profesiones colegiadas se ha de
realizar en régimen de libre competencia y sujeto “en cuanto a la oferta de
servicios y fijación de su remuneración”, a las previsiones de la Ley de Defensa de
la Competencia en su articulo 2.1, segundo párrafo, y que los acuerdos, decisiones
o recomendaciones de los Colegios con trascendencia económica, se han de
observar los límites del referido articulo 1 de la Ley de Defensa de la
Competencia.

En tal sentido entendiéndose que la interpretación de esa Sentencia es acorde


también con el criterio mantenido por la Sala de lo Civil de este Tribunal que en
su Sentencia de 29 de mayo de 2008 y desde la perspectiva de la competencia
desleal , rechaza que el pacto de cuota litis pueda reputarse como cláusula
contraria a las leyes, la moral o el orden público, lo que había afirmado la
sentencia de 13 de mayo de 2004 , se ha de llegar a entender que la libertad de
pactos ha de ser el principio fundamental para determinar el importe de los
servicios profesionales del abogado, sin las limitaciones o prohibiciones a que
alude el Estatuto General de la Abogacía ni el Código Deontológico referidos al
pacto de cuota litis, a cuyos efectos se ha de potenciar la hoja de encargo o
presupuesto previo.

NORMATIVA AUTONÓMICA.

La Comunidad Autónoma de Extremadura tiene normativa específica sobre la


materia, aunque el contenido difiere en poco de la norma estatal. La Ley 11/2002
de 12 de diciembre, de Colegios y de Consejos de Colegios Profesionales de
Extremadura establece en el Capítulo V. “De los derechos y deberes de los
colegiados”, y concretamente en su artículo 18,
18 denominado “Del ejercicio de las
profesiones colegiadas”,
colegiadas” lo siguiente:

1. El ejercicio de las profesiones colegiadas se realizara en régimen de libre


competencia y estará sujeto, en cuanto a la oferta
oferta de servicios y fijación de
su remuneración, a la Ley sobre defensa de la Competencia y a la Ley sobre
Competencia Desleal. Los demás aspectos del ejercicio profesional
continuaran rigiéndose por la legislación general y específica sobre la
ordenación sustantiva
sustantiva propia de cada profesión aplicable.
II. CONTENIDO Y ALCANCE DE LA LEY OMNIBUS.
OMNIBUS.

La Ley 25/2009 de 22 de diciembre de modificación de diversas leyes para su


adaptación a la Ley sobre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio –LEY
OMNIBUS- tiene un doble objeto según su propio Preámbulo. En primer lugar
adapta la normativa estatal de rango legal a lo dispuesto en la Ley 17/2009 de
23 de noviembre, sobre el libre acceso a las actividades de servicio y su ejercicio,
en virtud del mandato contenido en su Disposición final quinta. En segundo lugar,
con objeto de dinamizar en mayor medida el sector de servicios y de alcanzar
ganancias de competitividad en relación con nuestros socios europeos, extiende
los principios de buena regulación a sectores no afectados por la Directiva,
siguiendo un enfoque ambicioso que permitirá contribuir de manera notable a la
mejora del entorno regulatorio del sector de servicios y a la supresión efectiva de
requisitos o trabas no justificados o desproporcionados.

La Ley consta de 48 artículos agrupados en seis títulos, siete disposiciones


adicionales, seis disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y cinco
disposiciones finales.

El título I de la referenciada Ley intitula “Medidas horizontales”, concretando


diversas modificaciones que afectan de forma genérica a las actividades de
servicios de reforma normativa de defensa de los consumidores y usuarios en
materias de reclamaciones y se adaptan diversas disposiciones sobre aspectos
básicos de la regulación en materia de servicios profesionales, principalmente en
lo concerniente a los Colegios Profesionales.

Veamos los términos en que el propio Gobierno resume el alcance de esta


reforma en el ejercicio de actividades profesionales y en el de sus corporaciones,
y que –insistimos, según el Gobierno, suponen ciertas mejoras:

1. Se eliminan restricciones injustificadas a la publicidad de los servicios


profesionales, permitiendo que el consumidor esté mejor informado y se
incremente su capacidad de elección.

2. Se eliminan las restricciones impuestas por los Colegios al ejercicio


conjunto de dos o más profesiones. Esto permitirá aprovechar las sinergias
que puede generar el ejercicio simultáneo de varias profesiones.

3. El ejercicio de los profesionales también se verá favorecido por la


supresión de trámites habituales como la obligación de comunicar el
ejercicio fuera del territorio del Colegio de inscripción. Se mantiene esta
obligación a los efectos de ejercer las competencias de ordenación y
potestad disciplinaria que corresponden al Colegio del territorio en el que se
ejerza la actividad profesional, en beneficio de los consumidores y usuarios.

4. Se suprime la función de los Colegios de fijar baremos orientativos de


honorarios o cualquier otra recomendación sobre precios, que vienen
restringiendo de forma injustificada y habitual la competencia en precios
que tanto beneficia al consumidor, si bien se admite la colaboración con la
Administración de Justicia a efectos de la tasación de costas. Una ley
determinara que profesiones están sujetas a colegiación obligatoria Hasta
su aprobación sigue vigente el modelo actual.

5. La solicitud de visado colegial de los trabajos profesionales será


voluntaria, salvo que lo exija un Real Decreto. Los Colegios no podrán
imponer a los profesionales la obligación de visar sus trabajos. Asimismo, se
aclara el régimen de la responsabilidad que asumen los colegios cuando
visan trabajos.

6. Se prevé que la cuota de inscripción o colegiación no podrá superar en


ningún caso los costes asociados a la tramitación de la inscripción.

7. Se establece la obligación de que los Colegios cuenten con un servicio de


atención a los usuarios y a los colegiados, con obligación de resolver sus
quejas o tramitarlas, lo que generará una mejor protección del consumidor
ante posibles prestaciones defectuosas de servicios profesionales (ventanilla
única).

8. Los colegios dispondrán de los medios necesarios para que los


solicitantes puedan tramitar su colegiación por vía telemática, aligerando
cargas administrativas y ahorrando costes de tiempo y dinero a los
potenciales colegiados.

9. Se prevé que los Colegios Profesionales publiquen una memoria anual


sobre su gestión económica y su actuación disciplinaria en defensa de los
intereses de los consumidores.

En el plazo de tres meses desde la entrada en vigor de esta Ley, el Gobierno


aprobará un Real Decreto que establezca los visados que serán exigibles.
Asimismo, en el plazo de doce meses desde la entrada en vigor, el Gobierno
remitirá a las Cortes un Proyecto de Ley que determine las profesiones para cuyo
ejercicio es obligatoria la colegiación. Esta remisión reglamentaria (visados) y
legal (profesiones de colegiación obligatoria) constituirá el caballo de batalla de
los próximos tiempos. Algunos Colegios profesionales se juegan su propia
supervivencia y reverdecerá la cuestión de si los profesionales que trabajan para
la Administración están obligados o no a colegiarse.

Con todo, la primera y mayor dificultad que se presenta es que tales cuestiones
habrán de ser negociadas con cada una de las Comunidades Autónomas (no solo
algunas cuentan con leyes propias de colegios profesionales, sino que sus
competencias horizontales inciden en la actividad colegial, p.ej. la exigencia de
visado colegial en las licencias urbanísticas). Como ya pusiera de manifiesto en
su informe no vinculante el Consejo de Estado, las Comunidades Autónomas
españolas han adquirido en sus estatutos de autonomía competencias legislativas
plenas en materia de colegios profesionales, por lo cual el carácter básico de esta
reforma es contrario a los mismos. Esta circunstancia propició en su día una
enmienda a la totalidad por parte del Grupo Parlamentario de Ezquerra
Republicana- Izquierda Unida-Iniciativa per Cataluña Verdes.

La promulgación de la Ley ha desatado opiniones en todos los sentidos y


numerosos colectivos y organizaciones han puesto de manifiesto algunas de las
consecuencias que traerá consigo tanto la aplicación de la Ley como el desarrollo
normativo que de la misma se prevé. Reproducimos a continuación las opiniones
y comentarios de diferentes organismos:

El Consejo de Estado.

Algunas de las reformas introducidas en la nueva legislación sobre colegios


profesionales van más allá de las impuestas por la Directiva Comunitaria de
Servicios.

No considera solución correcta ni adecuada incluir en una misma norma –Ley


Ómnibus- cuestiones tan diferentes y diversas como las que aquí se regulan, por
razones de técnica jurídica y de buena técnica legislativa.

Unión Profesional.

Reclama a las administraciones públicas que prevean una línea de financiación


que impulse las medidas modernizadoras que traerá la reforma de la Ley
Ómnibus. Sin ayuda financiera numerosas instituciones no podrán poner en
marcha ninguno de los servicios previstos por la ley y por ello han solicitado, entre
otras muchas medidas, que las profesiones colegiadas tengan cabida en el Plan
Avanza 2010-2012.

El Consejo General de la Abogacía.

La justicia gratuita y el turno de oficio justifican la existencia de los colegios


profesionales. Os mismos que a día de hoy sostienen con sus tímidos
presupuestos la atención que muchos necesitan. Y los mismos que se quejan de
que la nueva ley no tendrá coste alguno para la Administración y si para los
propios colegios, que verán aumentar sus cargas económicas. Reclama líneas de
financiación para hacer frente a las nuevas medidas y permitir así la supervivencia
de corporaciones que “prestan un gran servicio social”. El ciudadano tiene derecho
a que defiendan sus intereses con justicia e independencia.
Confederación de Abogados Jóvenes.

La supresión de la función de los Colegios de fijar baremos orientativos de


honorarios o cualquier otra recomendación sobre precios, junto con la de las
restricciones a la publicidad, hará que los grandes despachos se lancen a poner en
marcha campañas de captación de clientes. La infraestructura de las grandes
firmas de abogados les permite asumir una importante bajada de precios a
cambio de incrementar el número de clientes potenciales, una situación frente a
la que los despachos tradicionales o los unipersonales no tienen posibilidad de
competir.

Resulta necesaria una verdadera adaptación de las Corporaciones Profesionales a


la nueva realidad social, más allá de las modificaciones a las que se vean
obligadas por la nueva normativa.

El Consejo General de Médicos.

Para que los colegios profesionales puedan desempeñar sus funciones con
eficacia y eficiencia es del todo imprescindible que se mantenga un control
universal del ejerciente, y en el caso de las profesiones técnicas, un visado
obligatorio. Si no hay control transversal difícilmente podremos hacer nuestra
labor. Una labor, que advierte, es incomoda por cuanto legitimamos o
deslegitimamos decisiones políticas.

III. CRITERIOS
CRITERIOS ORIENTADORES DE HONORARIOS EN LA
ACTUALIDAD.
ACTUALIDAD.

Tal y como ya se ha comentado, entre las modificaciones mas destacadas de la


reforma esta la desaparición de los Criterios Orientadores de Honorarios
Profesionales, que hasta ahora habían sido una importante herramienta de
trabajo para los compañeros en el cálculo de las minutas profesionales. Así las
cosas, a partir de la entrada en vigor de la Ley Ómnibus no existirán Criterios de
Honorarios y sólo se emitirán informes a requerimiento de los Tribunales en los
supuestos de tasación de costas y jura de cuentas.

La Ley 22/2009, de 22 de Diciembre, de Modificación de diversas leyes para su


adaptación a la Ley sobre el Libre Acceso a las actividades de servicios y su
ejercicio, recoge en su artículo 5 (Capitulo III, Libro I) la modificación que se opera
sobre la Ley 2/1974 sobre Colegios Profesionales. En concreto se añade un nuevo
artículo 14 cuyo tenor literal es el siguiente:
Artículo 14. Prohibición de recomendaciones sobre honorarios. Los Colegios
Profesionales y sus organizaciones colegiales no podrán establecer baremos
orientativos ni cualquier otra orientación, recomendación, directriz, norma o
regla sobre honorarios profesionales, salvo lo establecido en la Disposición
Adicional Cuarta.

Disposición Adicional
Adicional Cuarta. Valoración de los Colegios para la tasación de
costas. Los Colegios podrán elaborar criterios orientativos a los exclusivos
efectos de la tasación de costas y de la jura de cuentas de los abogados.

Dichos criterios serán igualmente válidos para el cálculo de honorarios y


derechos que corresponden a los efectos de tasación de costas en asistencia
jurídica gratuita.

Dos son las primeras impresiones que nos produce la reforma. En primer lugar,
destaca la prohibición absoluta a los Colegios de fijar baremos orientativos de
honorarios o cualquier otra recomendación sobre precios, la cual parece olvidar
que lo único que prohíbe la Directiva es el establecimiento de tarifas obligatorias
mínimas y/o máximas que el prestador debe respetar (artículo 15 g); tanto es así
que el propio artículo 22 de la Directiva señala que: “Los Estados miembros harán
lo necesario para que los prestadores pongan a disposición del destinatario la
información siguiente: .... f) condiciones y cláusulas generales, en su caso,
utilizadas por el prestador. ... i) el precio del servicio, cuando el prestador fije
previamente un precio para un determinado tipo de servicio”, con lo cual la
existencia de criterios orientativos previos facilita el cumplimiento de la norma
comunitaria.

En segundo lugar, viene a poner de manifiesto que en la normativa española


existen peculiaridades y diferencias respecto a la normativa comunitaria. El
legislador siguiendo la pauta de la reforma de 1997 (Ley 1/1997 de 14 de abril),
corrobora con la nueva Ley, el criterio de que los Colegios Profesionales, puedan
establecer baremos de honorarios, que tendrán carácter meramente orientativo, a
los efectos de Tasación de Costas, Jura de Cuentas y Asistencia Jurídica Gratuita.

El Estatuto General de la Abogacía Española aprobado por el Real Decreto


658/2.001, de 22 de junio, dispone en su artículo 44, en relación con los
honorarios profesionales de los abogados, que la cuantía será la "libremente
convenida entre el cliente y el abogado" y a falta de pacto expreso se podrán tener
en cuenta para la fijación de los honorarios, como referencia, los baremos
orientadores del Colegio en cuyo ámbito actúe, aplicados conforme a las reglas,
usos y costumbres del mismo, normas que, en todo caso, "tendrán carácter
supletorio de lo convenido". De tal manera que se admite que el letrado puede
fijar discrecionalmente la cuantía de su minuta como acreedor, pero siempre
acomodándose a unas pautas orientadoras naturaleza del asunto, valor
económico, amplitud y complejidad de la labor desarrollada, etc.
En el debate entablado sobre la conveniencia de suprimir los baremos se han
vertido ríos de tinta. El criterio que concluye que los baremos (orientativos o no),
distorsionan la competencia en la medida en que permiten a los profesionales
conocer con un grado razonable de certeza cuál va a ser la política de precios de
sus competidores se contrapone al que sostiene que tal afirmación no es sino una
mera conjetura. Contra el argumento de que los baremos colegiales corren el
riesgo de estar sesgados al alza para favorecer a los colegiados y no se basan en
datos objetivos, se arguye que la crítica es prejuiciosa pues no se sustenta en
datos reales que lo acrediten.

Los Colegios de Abogados, en contra del posicionamiento de los distintos


organismos administrativos que regulan la competencia, ya venían proclamando
que los criterios de honorarios orientativos no tenían carácter cerrado, ni eran
vinculantes. Las normas de cada Colegio suelen prever que las cantidades que allí
se establecen son susceptibles de modificación, ponderando las circunstancias
concurrentes en cada caso (dificultad o facilidad técnica del asunto, esfuerzo
necesario para llevarlo a cabo, necesidad o no de conocimientos especializados,
complejidad, etc.).

De la actual normativa se pueden extraer varias consecuencias. La primera, es


que una finalidad fundamental de los criterios que hasta el momento venían
siendo orientadores de los honorarios, al menos en lo que respecta a los criterios
aplicados a las actuaciones judiciales, es establecer una herramienta de trabajo
que permita a los Colegios de Abogados elaborar los informes previstos en la Ley
de Enjuiciamiento Civil. La segunda, es que estos criterios de honorarios
orientativos, tienen por finalidad servir de guía a los colegiados para fijar sus
honorarios, sin perjuicio de que la libertad de pacto sea la norma general.

La intención última del nuevo marco normativo es que para la elaboración de


criterios orientativos a los solos efectos previstos se realicen con un conocimiento
específico del mercado, que aporte un valor añadido respecto de los muestreos o
recopilaciones estadísticas, y sirva como instrumento preciso y eficaz que
beneficie a los consumidores y usuarios, especialmente para la gran mayoría de
ellos, que sólo son usuarios ocasionales.

Como ya tuvo ocasión de señalar la sentencia del Pleno de la Sala Tercera


del Tribunal Supremo de 4 de Noviembre de 2008,
2008 los baremos orientativos de
honorarios profesionales cumplen una triple función:

a) Ofrecen al consumidor una información objetiva sobre el nivel


aproximado de precios del mercado, atendiendo así a la necesaria transparencia
de los servicios profesionales en cuanto al nivel de precios y la deseable simetría
de información entre los profesionales y los clientes.

b) Tienen su justificación en el artículo 245 de la Ley de Enjuiciamiento


Civil, que regula la tasación de costas, aportando seguridad jurídica, al proteger a
la parte condenada en costas, que no ha elegido ni al abogado contrario ni a los
peritos designados por la parte contraria ni, por tanto, el coste de ninguno de ellos,
que sin embargo debe asumir.

c) Asimismo, con alcance no vinculante, suponen una orientación para las


administraciones Públicas que contratan servicios profesionales, en especial en
aquellas formas de contratación que no se sustancian por concurso o subasta,
sino que la contratación por la Administración con el profesional es directa.

Y porque no es lo mismo intervenir a priori en la fijación de los honorarios entre un


abogado y su eventual cliente que emitir a posteriori un informe para que el Juez
se pronuncie sobre una diferencia existente en cuanto a los honorarios de un
Letrado, se hacía lógico que los Colegios de Abogados tengan criterios coherentes
para evacuar dichas consultas. Así ha venido a reconocerlo la Directiva Bolkestein
al contemplar, de modo excepcional en el ámbito de la Abogacía, la subsistencia
de criterios reglados para los supuestos de tasaciones de costas y juras de
cuentas. Lo contrario habría provocado que de otro modo el abogado y el cliente
se encontrasen ante la más pura inseguridad jurídica.

La subsistencia los criterios orientadores conlleva que su uso (generalizado hasta


ahora), quede reducido a la mera consulta por parte de los profesionales,
cumpliendo una función referencial privada para que puedan ser tenidos en
cuenta al formular una minuta cuando, al no existir un acuerdo escrito entre el
profesional y quien tenga que pagar sus honorarios. La publicación de los criterios
sería consecuencia de la obligación de transparencia que debe guiar a los
Colegios de Abogados en sus informes, la misma transparencia que lleva al Juez a
motivar sus decisiones y a hacerlas públicas.

Iv. LA DETERMINACIÓN DE LA CUANTÍA DE LOS HONORARIOS


DE LOS
LOS ABOGADOS.

El Tribunal Supremo ha venido sosteniendo a lo largo del tiempo una línea


jurisprudencial constante al respecto de la cuantificación de los honorarios de los
profesionales. La Sentencia del alto Tribunal de 24 de febrero de 1998 sentó:

"La retribución económica del Letrado, […] conforme lo previsto en


derogado como en el vigente Estatuto General de la Abogacía, así como a
normas sustantivas sobre el pago de los denominados servicios superiores
o de las profesiones liberales (artículos 1542 y 1544 del Código Civil),
puede ser fijada discrecionalmente en su cuantía por el acreedor, pero
siempre acomodándose a unas pautas orientadoras (naturaleza del asunto,
valor económico, amplitud y complejidad de la labor desarrollada, etc.)
excluyentes de posibles excesos en la exigencia del derecho de crédito,
indicaciones usualmente recogidas en las tarifas de honorarios de los
Colegios, si bien estas genéricas normas corporativas carecen de eficacia
vinculante a la hora de resolver y no impide que los obligados al
desembolso impugnen por excesiva la minuta, de la misma manera que no
constriñen al órgano jurisdiccional en trance de fijar la compensación
dineraria que estimen justa por la tarea efectuada, aunque no dejan de
proporcionar un criterio estimable para llegar a esa concreta
determinación".

Pues si lo anterior no ofrece en la actualidad debate alguno, el mayor problema


práctico es el que se refiere a la determinación de la cuantía de los honorarios.
Saber cobrar los servicios profesionales es un arte de difícil dominio, pues se
puede incurrir en exceso o defecto. Todo profesional (no solo del ámbito de la
Abogacía), se ha encontrado ante la complicada tarea de cobrar los servicios
prestados y le han surgido dudas de cuantificar en dinero el trabajo desarrollado.
Suele producirse el fenómeno de que un buen abogado sepa trabajar y no sepa
cobrar, así como el mal abogado no sepa trabajar y sepa cobrar.

En la doctrina se pueden encontrar interesantes aportaciones sobre la materia. El


jurista mexicano Manuel de la Peña y Peña se encargó de formular interesantes
recomendaciones en materia de cuantificación de honorarios diciendo:

“Debe el abogado cuidar sobremanera de evitar por su parte toda ocasión de


reclamos, disgustos y habladurías de los litigantes, obrando en todo con la
mayor honradez y exactitud, y no exigiéndoles sino lo muy justo en
remuneración de sus servicios.”

Y proporciona algunos puntos de referencia, a manera de reglas de fijación de los


honorarios:

1. La calidad de la persona que paga el honorario o hace la remuneración.


2. La de la persona que la recibe.
3. La de la causa que se versa.
4. La del interés que media.
5. La del trabajo que se invierte, y
6. La del resultado final.
Estos parámetros son valederos para que el profesionista norme su criterio en la
fijación de sus honorarios. Y el mismo autor sugiere algunos criterios que pueden
servir para cuantificar los honorarios:

a) Por instancias
b) Por pruebas
c) Por actuaciones de trámite
d) Por incidentes
e) Por trabajos fuera del expediente
f) Por importancia de los trabajos
g) Por cuantía de los asuntos
h) Por el éxito
i) Por la dificultad que presenten
j) Por la experiencia y especialidad del abogado
k) Por la fortuna o situación económica del cliente
l) Por las costumbres del lugar
m) Por el tiempo que haya sido necesario dedicar
n) Por la responsabilidad que entrañe el asunto.

Desde luego que los criterios o consideraciones precedentes pueden servir, en


conjunto o separadamente, para cuantificar económicamente el valor de los
servicios prestados. La mayor parte de ellos no ofrecen dificultad en su aplicación
práctica pues debe bastar el sentido común y un mínimo equidad.

Como el Tribunal Supremo ha puesto de manifiesto en multitud de ocasiones, y


más concretamente en Sentencia de su Sala 1ª, nº 696/2008, de fecha 11-7-
2008:

“En cuanto a la impugnación de honorarios por excesivos en consideración


a la doctrina de esta Sala el importe de los honorarios de los Letrados ha
de guardar proporción con la cuantía económica del litigo y con el esfuerzo
profesional que han de realizar en defensa de sus intereses, siendo, en todo
caso las normas del Colegio de Abogados orientadoras; y sin olvidar que la
condena en costas al vencido en cuanto a fijación de indemnización se
hace al margen del contrato de arrendamiento de servicios que la parte
vencedora haya podido concluir con su dirección letrada; estos criterios,
han de relacionarse en el caso presente con que el único concepto por el
que en este recurso se produce devengo de honorarios a favor del Letrado
solicitante es el escrito de extrema simplicidad y sin dificultad jurídica de
oposición a la admisión a trámite del recurso, que se intentaba ante una
sentencia dictada en apelación en un incidente de bienes del inventario
promovido en el seno de una liquidación de gananciales; es decir, en
cuestión al margen del objeto principal y de la posible cuantía de éste. Por
todo lo cual procede declarar como adecuada la cantidad de 2.000 euros,
en atención a lo previsto en el artículo 246.3 párrafo 1º de la Ley de
Enjuiciamiento Civil.”

Así ocurre que en multitud de ocasiones los honorarios no se han pactado


previamente con el cliente y tal defecto provoca entre ambos controversia sobre el
alcance de la remuneración de los servicios prestados; y como en la generalidad
de los casos en que hay condena en costas (y debe recordarse que la expresa
condena en costas no implica una inversión en la carga del pago de honorarios del
Letrado, que corresponda al propio cliente., y que los pactos entre Letrado y
Cliente no vinculan al condenado en costas), deben serle exigidas al vencido, la
situación creada debe ser resuelta con criterios puramente objetivos, fijados con
antelación y de general conocimiento, de modo que no quede el debate o la
contienda al albur de los criterios de los órganos judiciales que, por
desconocimiento o casuística, dieran lugar a la inseguridad jurídica.

Precisamente para dar respuesta a esa necesidad se venía acudiendo a los


criterios de honorarios que, antes con carácter orientativo para los colegiados, y
ahora como instrumento exclusivo de las Juntas de Gobierno, serán los que sirvan
para resolver toda la casuística que se produce en materia tan sensible, tratando
de evita en lo posible la inseguridad jurídica, para lo que deberá atenderse
primordialmente a los parámetros más objetivos que pueden encontrarse: clase
de asunto e interés económico del mismo.

Y ello sin perjuicio de que los honorarios de los Letrados quedan sujetos al control
jurisdiccional por el cauce prevenido en los artículos 245 y 246 de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, cuando se impugna una tasación de costas, por reputarse
excesivos los emolumentos minutados; y deviene incontestable al tenor de los
preceptos citados, a más de haberlo proclamado reiteradamente el Tribunal
Supremo -por todas, S.T.S. de 23 de junio de 1982- al igual que es evidente que el
órgano judicial no se encuentra vinculado en modo alguno por el dictamen que al
efecto pueda emitir un Colegio de Abogados, ostentando el órgano jurisdiccional
la facultad de fijar, previa ponderación de aquél, y de las circunstancias
concurrentes - clase, naturaleza, dificultades, cuantía del asunto y complejidad
técnica que ofreció a los Letrados de los intervinientes- en cada caso, si la minuta
presentada ha de considerarse o no ajustada.
V. PROBLEMÁTICA DEL FACTOR CUANTÍA EN LA FIJACIÓN DE
HONORARIOS.

Sin duda que el mayor problema a enfrentar a la hora de elaborar una factura o
minuta de honorarios es la base sobre la cual efectuar su cálculo final.

Es difícil exagerar la importancia de la cuantía como factor a considerar a la hora


de determinar o cuantificar los honorarios. Esta es, de hecho, la primera de las
consideraciones a que se atiende cuando se trata, en cualquier jurisdicción o
instancia, de objetivar la trascendencia de un proceso, sin otras excepciones que
las que van referidas a derechos honoríficos y a determinadas cuestiones de
derecho de familia. En casi todos los demás casos, aun cuando puedan incidir
otras cuestiones en la consideración del interés en liza en el proceso, la
trascendencia de éste para el sujeto de la relación jurídico-procesal se medirá por
el interés económico del proceso, concepto que en una mayoría de casos será
reconducible al de cuantía.

Esto difícilmente se puede considerar como una desventaja: desaparecida la


consideración del profesional del derecho como una figura puramente altruista,
figura propia de los tiempos de los Derecho Romano, en la que el jurista intervenía
en interés del lego únicamente por la consideración y el prestigio social que
comportaba, parece adecuado desde cualquier punto de vista que exista una
correlación entre la trascendencia económica del proceso para el interesado y la
retribución que ha de recibir el profesional que interviene en su nombre. En el caso
de vencimiento en costas, en que se repercute en otro el coste económico del
proceso, esta correlación entre interés y remuneración ha de ser especialmente
estrecha por cuanto se hace imperativa la objetivación precisa de la cantidad que
el condenado ha de abonar, incluso coercitivamente.

Hechas estas primeras afirmaciones, es innegable que tan pronto como se


examina con cierto detenimiento la cuantía del proceso como presupuesto para
objetivar de forma precisa los honorarios, se observa que aparece una
multiplicidad de situaciones potencialmente conflictivas. El supuesto ideal y
prototípico, pues, aquél en el que la Ley procesal de forma inequívoca y con poco o
ningún margen para interpretaciones dispares establece la cuantía del proceso, si
bien aparece en ocasiones (reclamación de cantidad líquida, por ejemplo), se
desdibuja por una gran variedad de causas, haciendo necesaria una
reglamentación más pormenorizada y, no siendo esta suficiente o admitiendo
diversidad de interpretaciones, hacen precisa -afortunada o desafortunadamente-
la intervención de las Comisiones de Honorarios o de la Juntas de Gobierno en su
calidad de órgano que habrá de contribuir de forma cualificada a la formación de
la convicción del Juzgador en los procesos impugnatorios, o bien en los casos en
que tiene atribuidas funciones dirimentes o informativas respecto de las dudas
interpretativas o en aspectos en los que aparecen disparidad de criterios en los
letrados que pretenden la aplicación de los criterios orientadores sin llegar a la
impugnación jurisdiccional.
Así, en principio, a efectos de la determinación de los honorarios en las
actuaciones judiciales ha de tomarse como cuantía la del procedimiento; en caso
de cuantía indeterminada o inestimable, y en aquellos supuestos en los cuales la
cuantía fijada en el procedimiento comporte una evidente desproporción con el
interés económico real debatido, los datos objetivos obrantes en las actuaciones.
Si la cuantía no pudiera ser fijada con las bases antes señaladas se tomará como
referencia la de dieciocho mil euros.

La inestimabilidad de la cuantía es una constante en multitud de casos de


impugnación por excesivos de honorarios por servir de cómodo expediente a los
litigantes que acuden a los Tribunales; como ha declarado la jurisprudencia
menor:

“ […] no parece admisible y de recibo que, a unos efectos se adopte un


criterio acerca de la cuantía litigiosa, consintiendo la eventual
«inestimabilidad» aducida por la parte demandante o no cuestionando la
adecuación de la señalada por la actora en su demanda oportuna formal y
tempestivamente en el trámite procesal previsto a tal efecto y, «secundum
eventum litis», pretender ser otra la cuantía atendible a los solos efectos de
la tasación de las costas devengadas […]”.

Por ello, nunca se pondrá suficiente énfasis en la recomendación de evitar la


indeterminación en la cuantía que deba fijarse al procedimiento que se entable,
de modo que la indeterminación quede reducida a casos que venga realmente
justificada.

En los casos en que la determinación de la cuantía del interés en liza sea un factor
determinante en la aparición de diferencias interpretativas en relación con los
honorarios del letrado, podría hablarse de supuestos en que la inconcreción
procederá de dos posibles orígenes, que podríamos llamar materiales o
normativos:

A) Cuantía no determinada.
determinada Los primeros serían aquellos en que la
determinación de la cuantía no ha tenido lugar en el proceso, supuesto que
puede obedecer, a su vez a razones dispares:

a. Cuantía indeterminada en sentido propio. Casos en los que la


cuantía no se ha determinado en el juicio o en la actuación jurisdiccional
por no ser ésta la razón principal que se ha tenido en cuenta para
entablar o seguirse el proceso: serían los que en un sentido propio cabría
calificar de “cuantía indeterminada”, que la Ley procesal define
implícitamente en el artículo 253.3: “por carecer el objeto de interés
económico, por no poderse calcular dicho interés conforme a ninguna de
las reglas legales de determinación de la cuantía, o porque, aun
existiendo regla de cálculo aplicable, no se pudiera determinar aquélla al
momento de interponer la demanda”.

Estos casos de cuantía indeterminada en sentido propio plantean una


problemática particular, en el sentido de que en determinados casos la
cantidad que se cifra como base de minutación en la mayor parte de los
Criterios Orientadores aprobados en los distintos Colegios (18.000 €)
puede resultar elevada y en otros casos puede surgir una disparidad
notable por defecto en relación con el verdadero interés subyacente. Tal
vez un ejemplo contribuya a evidenciar uno y otro supuesto: de idéntica
cuantía indeterminada habrían de reputarse la impugnación de un
acuerdo de una comunidad de propietarios de cuatro vecinos sobre la luz
de la escalera, como el caso en que se reclamase una filiación, que tal
vez incluso fuera el presupuesto para una herencia millonaria.

b. Indeterminación en la cuantía. Un caso desafortunadamente


frecuente en la práctica diaria de las Comisiones de Honorarios tiene
lugar cuando materialmente no se lleva a cabo la fijación de interés
económico, a pesar de no existir limitación que impida a las partes o al
Juez efectuar dicha valoración durante el curso del proceso.

En este caso, si no se ha suscitado controversia por razón de la clase de


juicio, podría ocurrir que la cuantía no se planteara como cuestión
relevante sino después de concluso el proceso por resolución firme que
imponga las costas. En tal caso, el letrado de la parte que obtuviera a su
favor dicho pronunciamiento intentará acudir a los criterios que permitan
cuantificar el interés del proceso en un valor máximo, en tanto que el de
la parte obligada al pago acudirá a criterios restrictivos: pensemos, por
ejemplo, en que el objeto de la litis fuere un inmueble, susceptible de ser
valorado por su precio de mercado, por el valor catastral, por el valor
fiscal fijado por un coeficiente respecto de dicho valor catastral o por el
precio que figurase en la escritura de adquisición, siendo todos los
anteriores determinables a posteriori, por no fijados en el proceso. ¿Cuál
ha de ser en estos casos la actuación de la Comisión?. Cabría plantearse
si puede acudirse a una valoración posterior a la conclusión de la litis,
extrínseca o no. Así, bien podrían aplicarse reglas de conocimiento
general; o pedir información suplementaria por cauce procesal (p.e.,
perito que sea designado por el Juez); u otras posibles soluciones. Para
este caso, podría ser de interés plantear una línea coordinada de
actuación, de forma que, por ejemplo, se contemplase normativamente
bien la posibilidad de devolver las actuaciones al Juzgado a fin de que sea
fijado en el curso de la impugnación el interés económico del proceso, o
se faculte expresamente a acudir a criterios específicos.

B) proceso: Merece
Variación de la cuantía durante el curso del proceso
igualmente especial atención el caso de que la cuantía originariamente
determinada en la litis no sea de aplicación en el momento de la fijación de
los honorarios, ya sea por una variación posterior de la trascendencia
económica del juicio en instancias posteriores, o porque tal modificación
opere en razón de una actuación de la parte interviniente. Como casos
prototípicos, sin ánimo exhaustivo se pueden indicar:

a. Instancias o actuaciones judiciales sucesivas con interés económico


dispar: Son, a su vez, varios los supuestos que se podrían contemplar:

1. Que el interés en juego en la apelación sea distinto al


de la primera instancia: sería, por ejemplo, el caso en que se
reconozca parcialmente la reclamación originaria y se acuda a
la segunda instancia sólo por la diferencia hasta la petición
inicial: en tal caso parece claro que la cuantía de la apelación
será sólo la de la diferencia, en tanto que sólo esta porción de
la cuantía inicial es el “interés económico debatido”.

2. Recurso únicamente por las costas. Se trata de un


caso sólo nominalmente distinto del anterior, pero
reconducible a la misma categoría, si bien presenta la
particularidad de que tales costas no están tasadas ni
concretadas en el momento del recurso, lo cual comportará
una cuestión suplementaria, que consistirá en si el recurso en
el que sólo se impugnase el pronunciamiento consistente en la
condena en costas, podría reputarse de cuantía indeterminada.

3. Variación de la clase de proceso a consecuencia del


pronunciamiento dictado en la instancia. Cabe plantarse
igualmente qué ocurrirá en los casos en que la estimación
parcial de la pretensión originaria suponga una modificación
de la clase de proceso. Normalmente, en el orden civil, no se
pedirá el dictamen del Colegio de Abogados en los casos en
produzca tal situación, ya que la estimación parcial de la
pretensión implicará la inexistencia de condena en costas;
pero el supuesto no es en modo alguno impensable en otras
jurisdicciones: tal puede ser el caso de que un juicio seguido
por delito concluya por una sentencia que condene por falta,
imponiendo responsabilidad civil y condena en costas. En un
supuesto como el indicado se podría cuestionar la misma
efectividad de la condena en costas -dado que en principio no
es preceptivo concurrir con abogado a dicha clase de juicio, de
forma que el condenado podrá pretender eludir tal
responsabilidad afirmando que no se halla comprendida en su
responsabilidad como autor de una falta- y por supuesto es
igualmente susceptible de controversia el alcance de la
responsabilidad civil.

b. Modificación del valor económico del proceso por una actuación


propia de las partes: En este conjunto de supuestos cobra particular
importancia la doctrina de los actos propios, y la medida en que el
consentimiento prestado en una fase inicial del juicio -o la anuencia
prestada por las partes a la manifestación de la otra fijando la cuantía-
pudiera tener efectos en un momento posterior para delimitar el alcance
de la responsabilidad declarada a su cargo a consecuencia de la condena
en costas:

1.- Renuncia o transacción sobre una parte de lo pretendido.


Tal puede ser el caso, por ejemplo, en que fijada la cuantía en
el momento procesalmente previsto para ello por la
manifestación de la parte (según los artículos 253, 254 y
concordantes de la Ley de Enjuiciamiento Civil, esto es,
determinación de la cuantía en la demanda y posible
impugnación en la contestación), en un momento posterior del
curso del proceso esta cuantía experimenta variación a
consecuencia de una manifestación posterior de quien fijó
dicho interés económico el proceso, o por la contraparte; tal
puede ser el caso, por ejemplo, de la renuncia, transacción o
allanamiento a una parte de las pretensiones originariamente
instadas. Parece, en principio, fuera de duda que debería en tal
caso atenderse a la valoración real de la diferencia que
subsista entre las partes, a pesar de existir un pronunciamiento
formal sobre la cuantía del proceso, pues habiéndose
reconocido ab initio la procedencia del pago de una cantidad,
en cuantía inferior, sólo la diferencia entre lo reclamado y lo
ofrecido como indemnización puede constituir la base para el
cálculo de la minuta lo que dejaría el interés económico
debatido reducido para los ulteriores trámites. Por ello, los
honorarios correspondientes a la fase de alegaciones deben
ser calculados sobre la base del total reclamado en la
demanda, mientras que los correspondientes a las fases de
Audiencia Previa y Juicio deben tener en cuenta la
modificación del objeto litigioso.

Sin embargo, un caso particular que sí podría generar algunas


diferencias interpretativas sería aquel en el que a
consecuencia de la renuncia, transacción o allanamiento
pudiera derivarse una modificación de la clase de juicio, de tal
forma que no hubiera debido seguirse la tramitación
inicialmente prevista, o tal vez incluso hiciera no preceptiva la
concurrencia al proceso con letrado y procurador.

2.- Parte condenada en costas que pretende una aplicación de


criterios distintos de los inicialmente tenidos en cuenta:
Supuesto sustancialmente distinto del anterior, pero en el que
también habrá de ser ponderado el alcance de los actos
propios es aquel en el que queda fijada la cuantía del proceso
por la parte actora en un momento inicial del proceso, o ésta
aporta las bases para que se lleve a cabo, sin objeción de la
contraparte ni reparo del tribunal. Posteriormente, al instarse
la tasación de costas, la parte condenada que no había
planteado objeción impugna la cuantía, afirmando disparidad
entre la cuantía señalada para el proceso y el interés
económico real debatido en la litis. Puede ocurrir, incluso, que
tal disparidad entre el efectivo valor económico de los
intereses debatidos y el formalmente fijado efectivamente
exista. Deberá en este caso ser el dictamen emitido con
propósito dirimente por la Comisión o Junta de Gobierno en un
momento posterior acudir al criterio formal o al material:

- en el primer caso, si se acude a la mera manifestación


formal de las partes al cuantificar el proceso -que en no
pocas ocasiones puede incluso ser interesada, tanto en el
sentido de pretender ab initio reducir el alcance de una
eventual condena en costas como a la inversa- se estaría
desatendiendo el mandato legal (contenido tanto en la Ley
Procesal como en la mayor parte de las Disposiciones
Generales de los Criterios Orientadores de Honorarios).

- en el segundo supuesto, la valoración del interés del


proceso sin consideración a la manifestación de la parte o
a la voluntad expresada explícita o implícitamente en el
curso de los autos implicará en muchas ocasiones una
efectiva conculcación de la doctrina de los actos propios,
entendida ésta en el sentido que le viene dando la
Jurisprudencia, es decir ejercitando un derecho en
contradicción con el sentido que objetivamente quepa
atribuir a su anterior conducta, defraudando la confianza
generada e infringiendo con tal proceder el deber general
de lealtad y coherencia exigible en el tráfico, siendo preciso
para que tal contradicción sea apreciable que entre la
conducta anterior y la pretensión o el ejercicio del derecho
pretendidamente opuesto a ella, exista una patente
incompatibilidad, atendido el significado claro, concluyente,
indubitado e inequívoco objetivamente atribuible a los
actos realizados o la conducta desplegada con anterioridad.

C) Indeterminación “normativa” de la la cuantía. Bajo esta denominación


podemos incluir aquellos casos en que el problema que se pudiera plantear
al intérprete podría venir dado por la aplicación de criterios dispares en la
cuantificación del interés del proceso por venir éste fijado por normativas
diferentes (concurrentes o alternativas): Y así, cabría examinar los siguientes
casos:

a. Normas concurrentes que implican consecuencias dispares en


relación con la cuantía del proceso. Tal puede ser el caso, por ejemplo, de
que exista discrepancia en la cuantificación del proceso por la aplicación
de normas que se aplican a distintos intervinientes en la relación jurídica
procesal. Un ejemplo obvio es el caso del Arancel de los Procuradores,
que por ejemplo puede comprender en la cuantía la suma de principal e
intereses, en tanto que para el Letrado minutante sólo se atendería al
primero. Más interesante desde el punto de vista doctrinal sería el caso
en que pudieran aparecer consecuencias distintas los propios sujetos
intervinientes de la litis: tal puede ser el caso, por ejemplo, de
litisconsorcio en el que para uno de los demandados la estimación de la
demanda comporte una obligación puramente económica pero que para
otro suponga además la resolución de un contrato preexistente: ¿cabría
en tal caso hablar de dos cuantías distintas para cada interviniente?.

b. Normas de aplicación alternativa. Tratamiento aparte, que excede


del ámbito de la presente comunicación, es el del distinto tratamiento
que supuestos inicialmente similares reciben en las distintas
regulaciones llevadas a cabo por los diferentes Colegios territoriales, que
permitiría una inagotable aportación de soluciones diferenciadas a
supuestos de hecho inicialmente equiparables. Por citar sólo un ejemplo,
podemos citar el de la pluralidad de intervinientes, y las muy dispares
regulaciones que se le da en los criterios orientadores de honorarios
aprobados por los distintos Colegios de Abogados, que van desde la
aplicación de sucesivos incrementos en razón del número de interesados,
en porcentajes distintos (Cataluña 2%, Cáceres o Madrid, el 5% y Valencia
el 20%), hasta la aplicación de criterios correctores tales como la
existencia o no de correspondencia o similitud entre los títulos o causas
de pedir, y la posibilidad o no de repercutir sobre la parte contraria. La
multiplicidad de soluciones diferenciadas simplemente no permite, en
casos particulares como el señalado, fijar criterios uniformes o de
aplicación general.

D) Supuestos particulares problemáticos.


problemáticos En este apartado nos vamos
a limitar exclusivamente a señalar a título ejemplificativo algunas de los
casos en que las determinaciones contenidas en la norma que pueden ser
origen de criterios interpretativos dispares; en este grupo cabría reseñar
casos como:

a. Las ejecuciones: (que pueden ser una fuente casi inagotable de


conflictos para la cuantificación de honorarios), que van desde:

1. Si puede quedar a criterio de la parte el iniciar el proceso de


ejecución con demanda fundada en derecho, o limitarse a un simple
escrito, en los casos de ejecución de título judicial en que están
predeterminados todos los extremos de la ejecución.
2. Momento del devengo de los sucesivos derechos: porcentaje
atribuible al escrito inicial, al señalamiento de bienes, al
señalamiento de la subasta…

3. la condena en costas en el caso de ejecución provisional: ha


de ser impuesta en todo caso, habida cuenta que es potestativo para
la parte ejecutar o no la sentencia de primera instancia; ¿Quid, en
caso de revocación total o parcial de la resolución provisionalmente
ejecutada?

b. El desahucio en caso de precario: La ley procesal regula esta caso


como supuesto dirigido a la recuperación de la posesión (artículo 250, 1, 2
Ley de Enjuiciamiento Civil); sin embargo, según el artículo 251, 3, 5º de este
mismo Texto legal tendríamos que acudir al valor del bien, lo que situará en
peor condición -en materia de costas- al precarista que al arrendatario
incumplidor contumaz.

Arrendamientos: ¿Han de sumarse en los casos de resolución contractual por falta


de pago en el arrendamiento las cuantías correspondientes a la reclamación de
cantidad y la correspondiente a la extinción contractual?. A este respecto, debe
tenerse en consideración los límites cuantitativos en razón de motivos de equidad,
y en evitación de minutas desmedidas, admitiendo alguna jurisprudencia menor
supuestos donde la solución provocaría el efecto contrario, en que pudiera
alejarse de la equidad o vaciar de contenido el criterio de la imposición de costas
tendente a que el vencedor del pleito no sufra merma en su patrimonio cuando se
vio obligado a acudir a los Tribunales en defensa de sus derechos. Tratándose de
arrendamientos con renta anual baja, que determina la cuantía del procedimiento,
la interpretación y aplicación de las normas de determinación de la cuantía
contenidas en la Ley de Enjuiciamiento Civil, no debieran, extenderse a supuestos
que propiciaran minutas ridículas, en absoluta desproporción con el trabajo
profesional desarrollado, la complejidad del asunto, sus incidencias y el valor o
trascendencia económica de la pretensión litigiosa

CONCLUSIONES DE LA PONENCIA.

1. Los honorarios profesionales de los abogados se regirán por el principio de


libertad de pactos entre el abogado y el cliente, sin las limitaciones
relativas a la cuota litis en sentido
sentido estricto. Los Colegios Profesionales
deberán recomendar y promover la confección y utilización de las Hojas de
Encargo y Presupuestos Previos a la hora de fijar los honorarios
profesionales.

2. Se insiste en la necesidad de apoyar la utilización generalizada


generalizada del
Presupuesto Previo y Hoja de Encargo, como instrumento esencial para
plasmar los acuerdos alcanzados entre Abogado y Cliente sobre la labor
encomendada, el criterio que se utilizará para fijar su retribución, el
importe total de los honorarios previstos
previstos inicialmente y las bases que se
utilizarán para minutar aquellos recursos, incidencias o cuestiones
análogas que puedan surgir en el desarrollo del asunto encomendado y
que no hayan sido previstas inicialmente. De esta manera se garantiza con
la necesaria
necesaria transparencia la seguridad jurídica entre abogado y cliente.
3. Los Colegios Profesionales, en todo caso y por mandato legal, habrán de
mantener la existencia de criterios orientadores, los cuales podrían pasar a
denominarse “Criterios
“Criterios a efecto de emisión
emisión de informes en Tasaciones de
Costas, Juras de Cuentas, Asistencia Jurídica Gratuita, Pericias y
Arbitrajes”.
Arbitrajes”. Se establece así un instrumento garantista, de transparencia y
de seguridad jurídica para todos los agentes intervinientes.

4. Los Colegios Profesionales,


Profesionales, a los que la Ley le atribuye la facultad de
redactar dichos criterios de honorarios, solicitaran al Consejo General de la
Abogacía Española que realice un estudio de mercado de ámbito nacional
y también por Comunidades Autónomas, sobre los preciosprecios usuales en los
despachos de Abogados, según los distintos procedimientos judiciales.

5. Los Criterios redactados por los Colegios Profesionales conforme al


mandato legal,
legal, por su carácter orientador y no obligatorio, ni vulneran, ni
atentan contra el principio
principio de libertad de pactos, pudiendo servir de
referencia informativa y aclaratoria a la hora de la compleja tarea de
determinación del precio del servicio, sin que ello constituya fijación del
mismo de manera directa o indirecta.

6. Asimismo estos Criterios


Criterios habrán de servir de referencia al consumidor y
usuario a la hora de poder saber cuál pueda ser el costo del trabajo
encomendado, con lo que se obvia la posibilidad de que pudiera firmar
hojas de encargo conteniendo pactos abusivos.

7. Los Colegios Profesionales


Profesionales suprimirán la emisión de dictámenes sobre
honorarios profesionales, salvo los solicitados por órganos judiciales y a
excepción de los arbitrajes cuando haya sometimiento expreso de ambas
partes. En el caso de la emisión de informes solicitados por órganos
judiciales,
judiciales, el Colegio remitirá igualmente el importe de los derechos de
emisión para ser incluidos en la tasación de costas (conforme al artículo
241.4 en relación con el 246.1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil).

8. La determinación de la cuantía en los procesos judiciales de todo tipo debe


ser escrupulosamente seguida a fin de evitar la litigiosidad en materia de
costas que provoca la falta de concreción de aquélla: si al actor
corresponde fijarla, es al demandado al que corresponde la carga de
impugnarla, sin que quepa hacerlo de modo implícito.

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