ETICA TOMASINA B - GomezdePedro - Etica - CapI
ETICA TOMASINA B - GomezdePedro - Etica - CapI
ETICA TOMASINA B - GomezdePedro - Etica - CapI
Fundamentación tomista
de la ética profesional
Manual introductorio
al pensamiento ético de
Santo Tomás de Aquino
ISBN 978-956-01-0054-2
Derechos reservados.
1. Introducción:
Concepto de ética profesional
1. Ética tomista2
Tomás de Aquino define a la persona como «lo más perfecto que hay en
toda la naturaleza, o sea, el ser subsistente en la naturaleza racional» (ST,
I, q. 28, a. 3, in c). Esta vida racional, que nos especifica como personas,
no solo nos hace poseedores de una dignidad inalienable y sujetos de de-
beres y derechos, sino que nos introduce en el mundo de la libertad y de
la responsabilidad. En efecto, ser de naturaleza racional nos permite «ser
dueños de nuestros actos», de ahí que cada persona, por el mero hecho
de serlo, posee una dimensión ética.
La ética es una dimensión esencial a la vida humana. Todos sabemos
que se nos puede‘pedir cuentas’ de cómo obramos porque realizamos actos
calificados de buenos o malos. De la misma manera, todos conocemos
ciertos conceptos —bueno, malo, justo o injusto— conforme a los cuales
nos comportamos o juzgamos nuestras acciones. La ética filosófica inicia,
pues, su reflexión a partir de este conocimiento vivencial, pero se distingue
de este precisamente en que es un estudio sistemático o científico que, como
tal, es realizado solo por algunos, y que pretende conocer lo esencial de
esta dimensión para así disponer de criterios éticos3.
Ética deriva etimológicamente del vocablo griego ethos que se tradu-
ce como ‘modo de ser’ o costumbre, de ahí que ha llegado a significar el
2
Agradecemos a Mauricio Órdenes su trabajo de compilación de textos de Santo
Tomás como ilustración de la ética tomista, que ha sido una constante inspiración
del presente trabajo (elaborado con el título Ética general. Selección de textos,
para el Centro de Estudios Tomistas, 2000).
3
Cfr Luño, Ángel, Ética general, EUNSA, Pamplona, 1991, pp. 17-18.
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modo de ser que la persona adquiere libremente mediante sus actos. Esto
evidencia la dimensión práctica de la ética como ciencia. Y así, Aristóteles,
en la Ética a Nicómaco, explica que el estudio de las acciones humanas
tiene una dimensión no solo teórica sino también práctica, pues la virtud
se debe estudiar para conocerla, así como para ser virtuosos. Por eso la
ética es una ciencia normativa.
«Así pues, puesto que el presente estudio no es teórico como los otros
(pues investigamos no para saber qué es la virtud, sino para ser buenos,
ya que de otro modo ningún beneficio sacaríamos de ella), debemos
examinar lo relativo a las acciones, cómo hay que realizarlas, pues ellas
son las principales causas de la formación de los diversos modos de ser,
como hemos dicho» (EN II, 2, 1103 b 25-30).
4
Eudaldo Forment ha escrito recientemente una biografía muy completa y docu-
mentada de Tomás de Aquino, Santo Tomás de Aquino. El oficio de sabio, Ariel,
Barcelona, 2007.
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Benedicto XVI, en un discurso a los futuros seminaristas, recuerda esta prioridad
del nivel ontológico al reflexionar sobre el obrar ético: «La ética es consecuencia
del ser: primero el Señor nos da un nuevo ser, este es el gran don; el ser precede al
actuar y a este ser sigue luego el actuar, como una realidad orgánica, para que lo
que somos podamos serlo también en nuestra actividad. […] Por consiguiente, ya
no es una obediencia, algo exterior, sino una realización del don del nuevo ser»
(S.S. Benedicto XVI, Discurso en el Pontificio Seminario Romano Mayor, 12 de
febrero de 2010).
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La tradición filosófica cristiana que tan bien representa Santo Tomás, no hace más
que acogerse a la intuición fundamental de la prioridad ontológica de la realidad,
que se ve completada en la revelación. Así lo afirma: «La esencia de la realidad
cristiana consiste en recibir la existencia y vivir la vida como referencia para
alcanzar la unidad que es el fundamento que sostiene lo real» (Joseph Ratzinger,
Introducción al cristianismo (Lecciones sobre el Credo apostólico), Tr. José L.
Domínguez Villar, Sígueme, Salamanca, 2005 11a, p. 159).
7
Ratzinger, Joseph, Al principio creó Dios. Consecuencias de la fe en la creación,
Tr. S. Castellote, Edicep, Valencia, 2001, pp. 124-125.
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Así se explicita en la encíclica La luz de la fe del Papa Francisco: «Pero resulta
muy difícil concebir una unidad en la misma verdad. Nos da la impresión de que
una unión de este tipo se opone a la libertad de pensamiento y a la autonomía del
sujeto. En cambio, la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor
es posible tener una visión común, que amando aprendemos a ver la realidad con
los ojos del otro, y que eso no nos empobrece, sino que enriquece nuestra mirada»
(n° 47).
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2. Ética profesional
La ética profesional es una aplicación de los principios universales de la
ética general al ejercicio de la profesión. Asume que la profesión también
es una actividad humana, susceptible de ser realizada bien o mal, y, por
tanto, capaz de acercarnos —a nosotros y a quienes afecta nuestro obrar—
a nuestro fin o de alejarnos de él. En ese sentido, y a medida que las pro-
fesiones se especializan, van surgiendo nuevos contextos o circunstancias
que exigen una constante reflexión acerca de su carácter ético. Por eso,
más allá de los códigos profesionales, de indudable valor, es necesario que
un buen profesional posea una formación ética verdadera y bien funda-
mentada que le ayude a enfrentar situaciones concretas. Adicionalmente a
la dimensión personal, es posible profundizar en la dimensión ética de las
empresas, sociedades y organizaciones en las que los profesionales trabajan.
En este manual se pretende mostrar la vigencia de la ética de Santo
Tomás en la vida profesional, de cara a la toma de decisiones moralmente
fundadas que contribuyan tanto al bien personal como al bien común.
Para ello se presentarán las grandes temáticas de la filosofía práctica o
ética tomista a través de sus textos y su aplicación a una serie de casos
prácticos. Se iniciará con una reflexión acerca de lo que implica el con-
cepto de ética profesional y su relación con el trabajo y con la profesión.
En primer lugar, veamos algo acerca del trabajo. Podemos entenderlo
como «el ejercicio de las facultades humanas aplicado sobre distintas
realidades, para comunicarles utilidad y valor, haciendo posible a quien
trabaja tender hacia su propio perfeccionamiento, obtener la satisfacción
de sus necesidades vitales y contribuir a la creciente humanización del
mundo y de sus estructuras»11. Aquí se pone de manifiesto que el trabajo
es mucho más que un medio de subsistencia pues comporta una actividad
que esencialmente ha de ordenarse al perfeccionamiento de la persona:
a su desarrollo personal y al bien común. Y en tanto es una actividad
10
Cfr. Rodríguez Luño, Ángel, Ética general, EUNSA, Pamplona, 2006, 5ª, pp. 65-66.
11
Sada, Ricardo, Curso de ética general y aplicada, p. 187.
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12
Cfr. Distinción entre dimensión objetiva y subjetiva del trabajo, en encíclica de
Juan Pablo II, Laborem exercens, nº 6. Tomado de:
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-
ii_enc_14091981_laborem-exercens_sp.html
13
Cfr. Gatti, Guido, Ética de las profesiones formativas, San Pablo, Bogotá, 2001,
pp. 8-9; Feito Grande, Lydia, Ética y enfermería, San Pablo, Madrid, 2009, pp.
107-ss.
14
Feito, Lydia, ibid, pp. 109-ss., ofrece un listado completo de estas características de
las profesiones, de las que aquí solo nombramos las más relevantes para nuestro
estudio.
15
Cfr. Wanjiru Gichure, Christine, La ética de la profesión docente, EUNSA, Navarra,
1995, pp. 244-246.
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Lo explica también Jorge Peña Vial en su artículo «La contextura ética de la liber-
tad»: «hay tres motivaciones fundamentales a la hora de trabajar: la motivación
extrínseca, intrínseca y trascendente. La extrínseca radica en las consecuencias y
resultados externos que se derivan del trabajo: éxito, dinero, honores, prestigio,
poder. La motivación intrínseca es la derivada del valor del trabajo mismo que se
realiza, la satisfacción que su mismo ejercicio proporciona, donde lo decisivo es el
valor del trabajo en sí mismo más que los resultados externos que de este pueden
seguirse. Con ello no se quiere decir que sean del todo ajenas las motivaciones ex-
trínsecas, dado que la atención a los resultados es necesaria, aunque la motivación
intrínseca sea superior y más elevada. Sin embargo, la motivación intrínseca no
es la más alta. No cabe duda, como lo hemos advertido, que las virtudes son una
perfección intrínseca, permiten el crecimiento del ser humano, con ellas se puede
más, pero el mero perfeccionamiento del sujeto no es un fin en sí mismo. Por ello
la más alta motivación es la trascendente: consiste en disponerse y destinarse al
servicio de los demás. De qué sirve todo el elenco de virtudes si no está informado
por el amor. De ahí que el egoísta despliega una libertad muy pobre y raquítica»;
en Ética de la libertad, Instituto Res Pública, Santiago de Chile, 2013.
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Una clasificación jerárquica de los valores en función de las dimensiones de la
persona podría ser la siguiente, de menor a mayor importancia:
• Económico: bienes, riqueza, ahorro.
• Corporal: salud, desarrollo atlético.
• Social: poder, prestigio, afabilidad.
• Afectivo: estabilidad emocional, amor, placer, amistad.
• Técnico: conocimientos útiles para la vida cotidiana, técnicas, capacidad de
inventiva y de ejecución.
• Científico o intelectual: verdad, conocimientos de las diversas ciencias y espe-
cialidades científicas, capacidad de investigación, capacidad de comunicación de
lo descubierto.
• Artístico: capacidad de reconocer y apreciar lo bello, capacidad de producir o
comunicar belleza.
• Ético: bien, felicidad, paciencia, prudencia.
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