Estados de Ánimo Persistentes Del Fondo Endotímico - Lersch
Estados de Ánimo Persistentes Del Fondo Endotímico - Lersch
Estados de Ánimo Persistentes Del Fondo Endotímico - Lersch
DE LA PERSONALIDAD
P H IL IP P LERSCH
Profesor O. de Psicología 7 Filosofía.
Director del Instituto Psicológico
de la Universidad de Munich
RAM ÓN SARRÓ
Profesor de Psiquiatría 7 Psicología Médica
en к Facultad de Medicina de Barcelona
19 6 6
EDITORIAL SCIENTIA
Peligro, 39. Barcelona
111. ESTADOS DE ÁNIMO PERSISTENTES DEL FONDO
ENDOTIMICO
Hasta aquí hemos mostrado que las tendencias y las emociones son
vivencias del fondo endotímico. Se ha evidenciado la correlación integra
tiva en que mutuamente se encuentran. Como ya queda dicho, las tenden
cias son revestidas por las emociones y éstas, a su vez, quedan influidas por
aquéllas.
Las dos clases de vivencias endotímicas se hallan ligadas mutuamente
por la comunidad de la temática triple de la existencia vital, del ser indi
vidual y de la transitividad. En las emociones se percibe la realización o el
trastorno de la temática correspondiente, dada en el encuentro de ella con el
mundo, y de lo cual están matizadas las tendencias. De esto resulta la di
visión de las emociones en: emociones de la existencia vital, del Yo in
dividual y de la transitividad Y los sentimientos del Destino reflejan el fu-
futuro como am po de realización o de fracaso de las tendencias en su
significación para la vivencia actuaL
Las tendencias y las emociones son procesos anímicos, sucesos, actos,
que oscilan entre dos supuestos polos : el horizonte de un mundo objetivo, y
el centro inobjetivable del ser viviente animado; dichos polos se ponen de
manifiesto en la comunicación con el mundo, de tal manera que alma y
mundo aparecen como una unidad polar.
En efecto, la experiencia enseña que el fondo endotímico no sólo nos
es dado en procesos dirigidos hacia el mundo, sino también como un ser
-en-sí-mismo, que recibe luz y tono desde dentro y que lo vivenciamos como
un estado relativamente estable, es decir, como un modo de humor o de
ánimo o de talante o temple. A tales estados estacionarios o permanentes
nos referimos cuando hablamos de humor alegre, melancólico, piadoso, so
lemne, serio, satisfecho, indiferente o excitado.
La estrecha relación que tienen dichos temples persistentes con las emo
ciones demuestra su pertenencia a los dominios del fondo endotímico, lo
que justifica que unos y otras los englobemos bajo el concepto genérico
de «sentimientos». La fenomenología de las emociones, en la que lo que
experimentamos como mundo se convierte inmediatamente en nuestra in
timidad como cualidad valorativa, ha mostrado que se acompañan siempre
de modalidades actuales de humor o temple, a los que hemos designado como
colorido o matiz del fondo endotímico, 7 en las cuales nos es dada nuestra
existencia en su intimidad.
Además de estas tonalidades actuantes 7 fugaces del fondo endotímico
que son vivencias en las emociones, variando de una a otra, existen tam
bién diversos modos de «humor o temple», que son experiendados como
trasfondo persistente del acontecer anímico. Mientras que las emociones
son modalidades del sentirse afectado por el mundo, los temples persis
tentes serían modalidades de nuestro ánimo interno que se proyectan sobre el
mundo, es decir, estados en CU70 reflejo se nos muestra lo que encontramos
en el mundo y desde el cual, a su vez, queda determinada nuestra conducta
con respecto a él. La diferencia se hace bastante clara cuando comparamos
la pena que nos produce una mala noticia con la tristeza. La tristeza es un
temple permanente que matiza el fondo endotímico 7 en 017a luz quedan
sumergidos todos los contenidos mundanos con que tropezamos. Por el
contrariti, la pena por la muerte de alguien es una emoción, un acto aní
mico en el cual nuestra interioridad está ocupada por aquello de que nos
dolemos como valor sentimental de sentido, acto que tan sólo puede ser
realizado con relación a un objeto.
Los estados de ánimo persistentes pueden aparecer como eco 7 como re
flejo de emociones actuales. De este modo se nos convierte en buen humor
un episodio alegre; en ánimo satisfecho, la consecución de una derta
necesidad; y en ánimo piadoso una vivenria religiosa, todos los cuales
persisten en forma de estados persistentes del ánimo aunque hayan des
aparecido las circunstancias y los factores emocionales que los provocaron.
Pero estos temples prolongados del fondo endotímico en modo alguno
aparecen siempre como eco y reflejo de movimientos afectivos actuales.
Pueden también ser dados al hombre como un don de la naturaleza, cons
tituyendo entonces una condición previa para ciertas emociones. Así, el
hombre con buen humor vital básico tiene aumentadas su capacidad y su
disposición para alegrarse, capacidad y aptitud que le faltan al que tiene
la disposición permanente del mal humor y del tedio. Los temples persis
tentes del ánimo son, por lo tanto, vivencias que si bien se encuentran en
estrecha relación con las emociones, gozan sin embargo de una relativa
autonomía. Esta es la razón por la cual hemos establecido anteriormente la
diferendación entre estados afectivos y movimientos afectivos.
Esta posición de los temples persistentes del ánimo en la estructuración
general de la vida anímica la hemos señalado ya al tratar del círculo fun-
tíonal anímico. Allí se 1dijo que toda la dinámica de la vivencia (no sola
mente las tendencias y las emociones, sino también la percepdón del inundo,
así como la conducta volitiva) asienta sobre algo que co es propiamente
proceso y que son precisamente los temples persistentes. Las relaciones de
éstos con la. dinámica del acontecer anímico quedan perfectamente defini
das por los conceptos de inclusión (Einbettung) y ex-dusión o resalte (Ab-
heL-img), introducidos por W . S t e r n 203. Los estados del ánimo son d
trasfondo endotímico sobre el que resaltan las realizaciones de las tenden
cias, de la percepdón, de las emociones y de la conducta activa. Pero al
mismo tiempo todas estas realizadones están incluidas én dicho trasfondo.
Son modos bajo los cuales experimentamos como una totalidad lá vivencia
fracdonada en contenidos y eü realizaciones parciales.
Considerados desde d punto de vista estructural, los temples represen
tan el territorio más profundo, todavía accesible-a la experiencia, dd
fondo endotímico. Este territorio se antepone también induso a los pro
cesos endotímicos de las tendencias y de las emociones. Todo esto podría
sugerir la conveniencia de iniciar el estudio de la estructura de la vivencia
con la exposición de los temples endotímicos. Pero si no lo hemos hecho
así se debe a que— como luego se verá — sus características (precisamente
en lo que se refiere a su significación para la totalidad de la persona), tan
sólo pueden ser definidas mediante el empleo de conceptos pertenecientes a
los capítulos de las tendencias y de las emociones. En su virtud, ha habido
necesidad de adarar primeramente estas cuestiones, antes de poder em
prender el análisis de los rasgos propios de las tonalidades endotímicas.
Volviendo ahora al tema de dichos temples persistentes, desde cuyo
fundamento es proyectada sobré el mundo la existencia en d círculo fun
cional de la vivencia, para mostrarla en su variedad y para establecer en ella
un orden* es la unidad del fondo endotímico la que nos muestra el camino.
Ya hemos indicado que las tendeadas y las emodones se articulan dentro
de esta unidad según la temática antropológica tripartita constituida por la
vitalidad, el ego-individual y d ser-más-de-sí-mismo o transitividad.
De acuerdo justamente con esta temática, dividiremos las disposiciones
endotímicas en sentimientos vitales, sentimientos dd ego y sentimientos mun
danos. Por sentimiento vital entendemos d estado general básico por medio
dd cual la existencia es dada a la conciencia como ser viviente de un modo
'estable. Sentimiento del ego sería d estado de ániino persistente en d que
la existencia es vivida como mismidad individual, separado dd mundo de
los semejantes' y dd mundo de los objetos. Por último, d sentimiento mun
dano se refiere, no al mundo considerado como oponente en la situación
del ego individual, sino por eí'significativo contenido de valor que él mismo
lleva consigo. El sentimiento mundano es un temple de la existenda que
precede y constituye la referencia al mundo como conjunto dotado de
un sentido. Así, pues, debe entenderse por «sentimiento mundano» d estado
de ánimo de la cordialidad.
Para la diferenciación entre b s temples persistentes del sentimiento
vital, los del sentimiento del ego y los del sentimiento mundano, indicare
mos también que dichos sentimientos no deben ser representados de un
modo concreto y determinado, según el modelo de una delimitación espacial,
sino como una mera acentuación. Cuando hablamos de sentimiento vital,
es como si nos refiriésemos a un cierto tono básico o fundamental Pero
como en cada tono básico coexisten simultáneamente, además, otros tonos,
resulta que, como luego se mostrará, en cada uno de los sentimientos vitales
que pueden darse, vibra también un trasunto peculiar del sentimiento del
ego y del sentimiento mundano. Una cosa parecida ocurre con estos otros.
EL SENTIMIENTO VITAL
riendo significar con ello que la melancolía lleva consigo una peculiar po
breza de la vida representativa y una relajación del curso del pensamiento.
Si nos preguntamos ahora acerca del sentido antropológico de la me
lancolía, es decir, lo que significa como temple de la vitalidad, veremos
que precisamente tal pregunta descubre esenciales relaciones de la vi
vencia humana. Lo que se experimenta en Ja melancolía es la necesidad
insatisfecha de un contenido valioso del mundo, en el que la existencia en
cuentre su apoyo y su propia plenitud. En la tristeza está sumida la vida
humana en un mundo vacío de sentido, pero al mismo tiempo está' tran
sida, a modo de persistente melodía, por la pregunta no formulada acerca
de su sentido. Que tal pregunta caiga en el vacío y quede sin respuesta,
impregna la existencia de un tono sui generis que moldea la vivencia de la
melancolía.
Por Io tanto, la existencia sumida en la melancolía se halla colocada
en un mundo vado de sentido; como, por otra parte, la jovialidad está
henchida por la vivencia de la plenitud del mundo, resulta que humor triste
y humor jovial no son sino otros tantos modos del sentimiento mundano,
es decir, temples persistentes de la zona de la «cordialidad». Peto su acento
peculiar, su característica vivencial, reside, sin embargo, en d matiz del
sentimiento vital. Primordialmente son estados de ánimo persistentes de la
vitalidad.
Lo mismo que el humor jovial, también actúa la melancolía como
tono vital determinante de la actitud que toma la tonalidad del hombre
frente a la vida y al mundo. El optimismo de la expectación vital, que es
propio del hombre alegre, queda, por así decirlo, paralizado. Esto explica
que la necesidad de obrar, la disposición para la acción espontánea, quede
reducida a un mínimum. Al que tiene el ánimo triste se le hace penoso
tomar cualquier resolución. Así como d bienhumorado está propicio y dis
puesto a aceptar como valores a los hombres y a las cosas y a enriquecerse
con ellas, al mdancólico le caracteriza, por d contrario, un gran desinterés,
una lasitud y un empobrecimiento de su vivencia valorativa que se Traducen
en una mala disposición para aproximarse hacia los hombres y hacia las
cosas de su círculo vital, sea con el intelecto, sea voluntariamente o con
los afectos. El mundo apenas si es capaz de imantar sus objetivos. Así lo
expresa G r il l p a r z e r en sus memorias: «Mi corazón se ha hecho indife
rente, no me interesa ningún hombre, ningún goce, ningún pensamiento,
ningún libro». El triste es, ante todo, incapaz de cualquier dase de goce
vital, de los que Mórike describe en su «chaleco de verano». Sucesos, cosas
y hombres se han retirado para los tristes hacia una cierra lejanía, desde la
que dejan de interesar. Por supuesto, que esto no debe ser tomado en el
sentido de que el hombre con temple básico vital melancólico sea ya inac
cesible a la participación humana y a la bondad. Si bien es cierto que por
su propio impulso se siente poco inclinado hacia su ambiente, es, sin em
bargo, posible que vuelva a colaborar con él tan pronto como se lo pro
ponga. Asi se lo dice Rosalinda, entristecida por el destino de su padre; a
la alegre Celia en el drama de S h a k e s p e a r e «Como gustéis» : «Bien ; jne
olvidaré de mi propio estado para regocijarme en el tuyo». Lo mismo que
en el ánimo alegre hay, por una parte, un conocimiento acerca de la tris
teza y, por otra, una comprensión para hacerse eco de ella, del mismo modo
vibran también en la tristeza una comprensión y una tolerancia frente al
buen humor. El triste puede todavía ser capaz de una sonrisa,
Del auténtico cuadro de к tristeza, que acabamos de diseñar, y que en
la experiencia puede comprobarse de un modo evidente en distintas cir
cunstancias, sobre todo patológicas, debe ser separada una forma inautèn
tica sentimentale. La tristeza auténtica encierra un verdadero sufrimien
to existencial que gravita con todo su peso y empuja hacia la profun
didad de la nada; en cambio, en el estado de ánimo «sentimental», el tono
oscuro del sentimiento vital es experimentado y saboreado como un valor
de la subjetividad. Se dá en estos casos el propio abandono gustoso a las
vivencias del dolor anímico, al humor triste y melancólico. El hombre con
temple sentimental triste está en el fondo prendado del pathos de su sen
timiento vital se siente bien dentro de él y propiamente coquetea con el
mismo como una postura, como una actitud.
Lo que hemos estudiado hasta ahora bajo el concepto del temple bá
sico vital, tiene un carácter en cierto modo épico en cuanto matiza con
vibraciones regulares laí cambiantes percepciones, representaciones, accio
nes, tomas de posición, enfoques valorativos y juicios de valor. Pero hay
también estados del sentimiento vital que se caracterizan por una excitación
aumentada y un dramatismo en virtud de los cuales el conjunto de la exis
tencia en el mundo adquiere un sello peculiar; son éstos la angustia y el
éxtasis. Son los polos extremos, dramáticos, del sentimiento vital.
EL SENTIMIENTO DEL YO
Clases del sentimiento del propio poder. — Puede ocurrir, por lo tanto,
que frente a las concretas y posibles resistencias y peligros que se ciernen
sobre nosotros en el espacio y en el tiempo, opongamos el sentimiento de
una fuerza que unas veces es un poder, otras una superioridad y otras, al
-menos, el de estar a la altura de las circunstancias. Pero puede suceder tam
bién que no nos sintamos capaces de afrontar los embates de la lucha por la
vida y que estemos siempre dispuestos a retroceder ante ellos y a rehuirlos.
Con 'respecto a estos tipos de experiencias, cabe hablar de un sentimiento
vigoroso (esténico) y de otro sentimiento débil (asténico) del propio poder.
El simple hecho de poseer un sentimiento vigoroso o débil del propio
poder implica ya, en todos los casos, una cierta constelación de rasgos pe
culiares que condicionan un determinado contomo caracterológico. El hom
bre que posee un sentimiento débil (asténico) del propio poder se inclina
más bien, por lo que hace referencia a su sentimiento vital, hacia el polo de
la insatisfacción, ya sea en forma de' tristeza, de amargura o de temple
angustioso, que recibe entonces el nombre de angustia vital. Sus reacciones
ante contrariedades y peligros se orientan en la dirección del temor, de
sobresalto y de la excitabilidad nerviosa. Se encuentra en constante peligro
de caer súbitamente^ en estados de shock y de perplejidad ante circunstancias
imprevistas de la vida, perdiendo con ello el dominio del pensamiento, así
como la orientación, là agilidad y la iniciativa certera de la acción. Su falta
de confianza en sí mismo le hace rehusar la aceptación de responsabilidades
y riesgos. Como el mundo, y el destino se le aparecen en forma amenazadora,
Lejos de tener esperanza en el porvenir, mira a éste con inquietud y miedo.
Entre sus específicas preocupaciones, figura lo que hemos llamado el
temor al destino. Su vida volitiva se caracteriza por una esencial timidez,
vacilación e inhibición que puede llegar en ocasiones a una completa in
capacidad para tomar decisiones. Tiene poco ánimo para imponerse em
presas, pues le falta la conciencia de la fuerza con la cual se expone en forma
convincente una demanda. Propende más bien a dejarse dictar los objetivos
por instancia ajena. Apenas manifiesta una escasa propensión natural de
autoridad, sino que, al contrario, tiende en ocasiones a someterse a la ajena
y, por la necesidad de sentirse respaldado, puede caer en un incondicional
y exagerado sometimiento. Poco animado a contradecir y a oponer resistencia,
se muestra, en general, dócil y transigente, pero a menudo también hipó
crita y farisaico. Su conducta ante las dificultades que le salen al paso se
decide indefectiblemente por el camino de la retirada, al contrario de lo
que ocurre con el hombre de sentimiento esténico del propio poder, que
despierta a la plena conciencia de su voluntad precisamente a través de las
resistencias con que tropieza. En su forma de presentarse ante los demás,
es decir, en la manera de comportarse en el medio social, manifiesta medro-
sidad, falta de seguridad en sí mismo, inhibición, perplejidad, apocamiento
y timidez, aunque a veces trate de ocultar ’я debilidad de su sentimiento
de propio poder tras una compensadora fachada de suficiencia y de aires
imponentes. En el fondo de todas las citadas características y modos de
comportamiento actúa en ocasiones una huida o al menos un distancia-
miento de la realidad, que conduce a enceírarse en ua mundo de ensueño
y fantasía o, víctima de sus dudas, en la cavilosidad.
Una imagen de conjunto completamente opuesta nos la ofrece el hombre
con un sentimiento vigoroso (esténico) del propio poder. Sus rasgos esen
ciales son, más o menos, la antítesis de las características del asténico. Tam
bién en el esténico podemos deducir, partiendo del grado de su sentimiento
del propio poder, una serie típica de modos de conducta y reacción. En
la práctica pueden distinguirse dos formas; una, predominantemnete reac
tiva, y otra marcadamente aerivi La forma reactiva dei sentimiento esténico
del propio poder la encontramos, por ejemplo, en la personalidad del hom
bre tranquilo y alegre, cuyo sentimiento de capacidad para la lucha por la
vida se revela en el hecho de que las exigencias y amenazas que se le pre
sentan las recibe tranquilo y seguro de sí mismo, mientras que, por otra
parte, se distingue por una escasa actividad espontánea, adoptando una ac
titud general cuya nota característica es ei equilibrio. En la forma activa del
sentimiento esténico del propio poder aparecen rasgos tales como espíritu
emprendedor, iniciativa propia, decisión, cualidades que siempre van apa
rejadas con una cierta audacia. Tal tipo de sujetos se presentan con un
innato afán de poderío, con la natural pretensión de hacerse dueños de la
situación, y sin dejarse intimidar por nada. Así, por ejemplo, nos habla PLU
TARCO del cautiverio de CÉSAR al caer en manos de los piratas: «Cuando
aquella gente exigió por él un rescate de veinte talentos, se echó a reír sar
cásticamente al considerar que no tenían la menor idea de quién era su pri
sionero; entonces envió a su escolta a las ciudades vecinas para procu
rarse el dinero, y quedó solo entre aquellos forajidos, sin más compañía que
un amigo y dos esclavos. A pesar de ello, tratábales tan despectivamente
que les ordenaba que guardasen silencio y que se mantuviesen tranquilos
cuando tenía ganas de dormir. En los treinta y ocho días que permaneció
cautivo fueron más bien sus pajes que sus guardianes, y en plena despreocu
pación practicaba con ellos juegos y deportes. Si componía versos o redac
taba algún discurso, se los leía, y si ño le demostraban la debida admira
ción, les llamaba en su cara ignorantes y bárbaros, y a menudo les decía
que por más qiie pudieran reírse les haría colgar algún días 217. Debe
hacerse notar, además, que la forma activa del ■sentimiento, esténico del
propio poder no presupone en modo' alguno aquella actitud con respecto
al prójimo que el lenguaje designa con los nombres de dureza de corazón,
frialdad y desconsideración. Tampoco la agresividad tiene por qué figurar
necesariamente en el ámbito del sentimiento esténico del propio poder,
я»
ya que existe una forma de agresividad que hay que interpretarla, preci
samente, como una vertiente extema compensadora del sentimiento debili
tado del propio poder.
Por lo que hace referencia al estado de ánimo que acompaña al senti
miento vigoroso del propio poder, es poco lo que puede señalarse de un
modo categórico. Solamente en sentido negativo podemos decir que son
refractarios a los temples de la melancolía y de la amargura. Por lo que res
pecta a su posición hacia el presente, el hombre de sentimiento esténico
del propio poder es mucho más capaz que el asténico de alegrarse despreocu
padamente, de gozar y divertirse. En su actitud hacia el futuro se observan
los rasgos del optimismo y de la confianza. El esténico reclama con una
cierta naturalidad el favor del destino para su propia persona. Recuérdese
la frase de C é s a r : «Estás conduciendo al César.y a su buena fortuna».
En esta asociación se hacen patentes de consuno la temeridad y el arrojo.
La confianza en los favores del destino puede a veces exhibir el carác
ter de ingemia despreocupación y temeridad que son propias del natural
sentimiento de potencia en la juventud. La confianza en sí mismo descansa
aquí sobre el hecho de que en esta edad todavía no son en modo alguno
enjuiciados adecuadamente los posibles peligros (sentimiento del propio
poder ingenuo y falto de crítica). Esta confianza incondicional en las empre
sas puede basarse también en el sentimiento del propio poder de aquellos
hombres que se sienten a sí mismos como destino para el mundo, que se
saben poseídos por una fuerza demoníaca, como podemos observar en los
grandes conquistadores y jefes de Estado (sentimiento demoníaco del pro
pio poder).
El hombre con sentimiento esténico del propio poder adquiere, por
la confianza que tiene en su fuerza, un porte en el que se revelan seguridad
en sí mismo, decisión y serenidad; factores que, como es sabido, actúan
en la sociedad y comunidad humanas de un modo extraordinariamente su
gestivo y constituyen el verdadero punto de cristalización de un auténtico
caudillaje. En efecto, «solamente si tenéis confianza en vos mismo, confia
rán en vos las almas ajenas» *. La apariencia del hombre dotado de un
vigoroso sentimiento del propio poder está exenta de nerviosismo y de in
quietud; si topa con dificultades, responde a lo sumo con potente pro
testa. Precisamente las resistencias con que tropieza a su paso son las que
le incitan a dèspertar y a concentrar su voluntad. Circunstancialmente, pue
den darse también en petsonas con este sentimiento ciertos comportamien
tos que calificamos de despotismo y afán de independencia, los cuales pueden
llegar hasta la rebeldía; es un conjunto de fenómenos diametralmente
opuestos a la necesidad de sumisión que siente el hombre con sentimiento
* Palabras de Meflstófeles en el iFousto» de G o eth e. 1.* parte. (N. d el T.)
débil del propio poder- Un último rasgo característico de las personas con
sentimiento esténico en su forma esencialmente activa, consiste en un na
tural sentido de Jos hechos y de la realidad, en oposición a los asténicos,
que propenden a esquivarla. El esténicq es expansivo, participa de un modo
natural en el mundo, se conquista a su ambiente, yendo a las cosas con
ímpetu directo y espontáneo, manejándolas con desenvoltura y suficiencia.
Medíante la contraposición de ios sentimientos débil y fuerte del
propio poder, hemos señalado los polos opuestos, muy importantes desde
el punto de vista caracterológico, entre los que se encuentran numerosas
formas intermedias que no vamos a describir aquí.
Podríamos preguntarnos todavía en qué se fundamenta el sentimiento
del propio poder de un hombre. No lo sabemos con seguridad; sólo po
demos indicar algunos factores que son importantes en la determinación
de estos sentimientos en sus. variantes esténica y asténica. El grado de
dicho sentimiento parece depender, ante todo, del turgor vital, del biotó-
n o 218, es decir, de la fuerza vital general de que cada hombre está
dotado. l a vida es ante todo actividad espontánea y por ello pueden ser
considerados como medida de ía fuerza vital, el vigor y la tenacidad con
que los movimientos corporales, anímicos y espirituales de un hombre im
pulsan a éste hacia adelante. Así, por ejemplo, el vigoroso sentimiento del
propio poder del sanguíneo parece basarse en un marcado turgor vital,
mientras que el sentimiento debilitado del melancólico arraiga en un turgor
vital muy disminuido.
Si la fuerza vital pertenece a- los fundamentos extraconscientes psico-
somáticos de la energía del sentimiento del propio poder, hay, 'por otra
parte, una serie de motivos conscientes que también la determinan. Como
tales, entran en consideración riquezas, sabiduría, inteligencia, fuerza y
belleza corporales, habilidad y experiencia, dominio de los modales, etc.
Por esro un sentimiento débil del propio poder tiene a menudo su moti
vación en la conciencia de cualquier defecto, sea en el orden somático, sea
en el espiritual. Hay que hacer notar, además, que la fuerza corporal no
supone necesariamente, ni mucho menos, un sentimiento esténico del pro
pio poder. «Hay gigantes atléticos que son asténicos desde el punto de
vista caracterológico»2ie.
Finalmente, puede darse también el caso de que ciertas experiencias
de la vida hayan influido sobre el sentimiento del propio poder de un hom
bre. Nos referimos, sobre todo, a vivencias de la primera infancia. A lo
largo de toda la vida, los éxitos obtenidos actúan en primer plano y en
calidad de testimonios de una capacidad y de una superioridad, como punto
de cristalización del sentimiento esténico del propio poder, Y lo mismo po
dría decirse de los fracasos como determinantes del sentimiento asténico.
ta hiperestesia del sentimiento del propio poder, — Si el sentimiento
del propio poder ha sido descrito como una tonalidad afectiva persistente
con la que el hombre aborda a los seres y a las cosas, no quiere ello decir
que dicho sentimiento sea absolutamente invariable. Antes al contrario, pre
senta una sensibilidad distinta de un individuo a otro, con la que responde
en uno u otro sentido ante las experiencias de la vida, y en cuyo grado in
fluyen, no sólo la conciencia de la propia fuerza y la confianza en ella a
través de los éxitos o los fracasos, sino también los buenos consejos y las
actitudes de ayuda por parte dé otros hombres. Según esto, hay sujetos en
los cuales los éxitos más insignificantes y la más pequeña aprobación por
parte del ambiente producen un poderoso estímulo para su sentimiento del
propio poder, pero en los que también, por otra parte, el más leve fracaso
o la más nimia crítica son capaces de quebrantar un sentimiento de 'sufi
ciencia. Naturalmente, esto es válido en mucho mayor medida para los
hombres cuyo sentimiento del propio poder es constitucionalmente débil,
que para aquellos de sentimiento vigoroso, en los que siempre es caracte
rística una cierta firmeza de la confianza en sf mismos.
disentimiento del honor, — No es sino una síntesis de las dos formas arriba
descritas. El lugar que corresponde al honor entre los valores pertenece
tanto al sentimiento del propio valor como a la concienciare estimación.
La distinción que hemos establecido atendiendo al centro de grave
dad del sentimiento del propio valor, corresponde a la separación, antes
señalada, entre tendencia de estimación y de autovaloración. La distinción
que ahora hacemos tiene su importancia caracterológica, por cuanto existen,
de una paite, individuos en los cuales el centro de gravedad de su senti
miento del propio valor es predominantemente interno, y hombres que tie
nen intensamente desplazado hacia fuera dicho centro de gravedad.
, En ocasiones, el sentimiento del "valor de sí mismo que posee un in
dividuo se encuentra claramente disociado en sentimiento del propio valor
y conciencia de notoriedad. Entonces, puede acontecer que, a la vista del
mundo de los valores que le son descubiertos, llegue a forjarse en él, una
conciencia elevada de su propio valor y que, a pesar dd correspondiente
orgullo, no puede superar la contrariedad de pasar inadvertido o incluso
de verse burlado y despreciado por su ambiente. También puede ocurrir
lo contrario, es decir, que tras una elevada conciencia de estimación se
clave en el alma la espina de un menguado sentimiento del propio valor.
C. Contento y descontento
EL SENTIMIENTO CÓSMICO
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