El Lenguaje Del Corazon 1a Parte

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EL

LENGUAJE
DEL CORAZON

Los Escritos de Bill W. para el Grapevine

The A.A. Grapevine, Inc.

New York

Algunos de los artículos que Bill escribió para el Grapevine (o extractos de ellos)
aparecen en folletos aprobados por la Conferencia de A.A. "Problemas Diferentes del
Alcohol", ha sido reimpreso en forma de folleto, y algunos extractos del mismo artículo
se han publicado en forma de volante. Todos los artículos del folleto "La Tradición de
A.A.: Cómo se Desarrolló" fueron publicados originalmente en el Grapevine y aparecen
en la primera parte de este volumen.

Copyright © 1995 por The A.A. Grapevine, Inc., P. O. Box 1980, Grand Central
Station, New York, NY 10163-1980.

Reservados todos los derechos

Traducido del inglés. El original de esta obra también es propiedad literaria ©, de The
AA Grapevine, Inc. Prohibida la reproducción total o parcial de esta traducción sin
permiso escrito de The AA Grapevine, Inc.
Título original: The Language of de Heart

Primera impresión 1995

Nuestro agradecimiento por el permiso para reimprimir lo siguiente:

Carta de C. G. Jung a William Wilson, 30 de enero de 1961. Copyright © 1963 por


Princeton University Press, Princeton, NJ. Reimpreso con permiso.

Extractos de AA Llega a su Mayoría de Edad (Copyright © 1985 y Doce Conceptos


para el Servicio Mundial (Copyright © 1985) están reimpresos con el permiso de

AA World Services, Inc.

ISBN 0-933685-27-0

Impreso en los Estados Unidos de América

CONTENIDO

Prólogo, por Lois W.

Introducción

PRIMERA PARTE: 1944-1950

Primera Sección: Las Tradiciones toman forma

La modestia: un elemento de las buenas relaciones públicas - Agosto de 1945

Las "reglas" son peligrosas pero la unidad es vital - Septiembre de 1945

Nace el Libro - Octubre de 1945

Una Tradición nacida de nuestro anonimato - Enero de 1946

Nuestro anonimato es tanto una inspiración como

una protección – Marzo de 1946

Doce puntos sugeridos para la Tradición de AA – Abril de 1946


El uso prudente del dinero – Mayo de 1946

Normas referentes a los donativos – Junio de 1946

La relación del individuo con AA como grupo – Julio de 1946

¿Quién es miembro de Alcohólicos Anónimos? – Agosto de 1946

¿Tendrá AA algún día un gobierno personal? – Enero de 1947

Los peligros de vincular AA con otros proyectos – Marzo de 1947

Los clubs en AA – Abril de 1947

Hospitalización apropiada: Una necesidad apremiante – Mayo de 1947

La falta de dinero resultó ser una bendición para AA – Julio de 1947

En los últimos siete años AA ha llegado a se automantenida – Agosto de 1947

En un discurso en Memphis Bill recalca las Tradiciones – Octubre de 1947

La constitución de sociedades: uso y abuso – Noviembre de 1947

Primera Tradición – Diciembre de 1947

Segunda Tradición – Enero de 1948

Tercera Tradición – Febrero de 1948

Cuarta Tradición – Marzo de 1948

Quinta Tradición – Abril de 1948

Sexta Tradición – Mayo de 1948

Séptima Tradición – Junio de 1948

Octava Tradición – Julio de 1948

Novena Tradición – Agosto de 1948

Décima Tradición – Septiembre de 1948

Undécima Tradición – Octubre de 1948

Duodécima Tradición – Noviembre de 1948

Una petición y una disculpa – Diciembre de 1948


Una sugerencia para el Día de Acción de Gracias – Noviembre de 1949

Segunda Sección: Otros escritos de este período

Comentarios sobre las ideas de Wylie – Septiembre de 1944

Una cita con el destino – Octubre de 1944

Carta a la madre de un alcohólico – Diciembre de 1944

Los barbitúricos – Noviembre de 1945

La publicación del libro resultó ser una

empresa desalentadora – Julio de 1947

¿Por qué no podemos unirnos a AA nosotros también? – Octubre de 1947

SEGUNDA PARTE: 1950-1958

Primera Sección: AA llega a su mayoría de edad

Nos acercamos a la madurez – Octubre de 1949

Llegamos a nuestra mayoría de edad – Septiembre de 1950

AA no es un gran negocio – Noviembre de 1950

Su Tercer Legado – Diciembre de 1950

Servir es vivir – Junio de 1951

Los servicios hacen funcionar a AA – Noviembre de 1951

Una visión del mañana – Enero de 1952

Nuestra última gran decisión – Junio de 1954

Una carta a los grupos – Julio de 1954

La significación de Saint Louis – Abril de 1953

Cómo se desarrollaron los servicios mundiales de AA, I – Mayo de 1955

Cómo se desarrollaron los servicios mundiales de AA, II – Junio de 1955


¿Qué es el Tercer Legado? – Julio de 1955

La guardiana de AA:

nuestra Conferencia de Servicios Generales – Abril de 1958

Segunda Sección: Seamos amistosos con nuestros amigos

Los siquiatras – Julio de 1957

Los médicos – Agosto de 1957

Los clérigos – Septiembre de 1957

La prensa, la radio y la televisión – Octubre de 1957

En el frente del alcoholismo – Marzo de 1958

Tercera Sección: Otros escritos de este período

Un tributo al Canadá – Mayo de 1951

Les presento a nuestros custodios no-alcohólicos – Noviembre de 1951

Un fragmento de la historia: El origen de los Doce Pasos – Julio de 1953

Otro fragmento de la historia:

La Hermana Ignacia y el Dr. Bob – Febrero de 1954

La correspondencia entre Bill W. y Yale – Febrero de 1978

Por qué Alcohólicos Anónimos es anónimo – Enero de 1955

Con respecto al dinero - Noviembre de 1957

Seamos consecuentes desde el punto de vista

práctico y espiritual – Agosto de 1958


TERCERA PARTE: 1958-1970

Primera Sección: En todos nuestros asunto

La dádiva más gran de todas – Diciembre de 1957

La próxima frontera: la sobriedad emocional – Enero de 1958

Dar el Undécimo Paso – Junio de 1958

El lenguaje del corazón – AA Hoy Día

Dios como nosotros lo concebimos

el dilema de la incredulidad – Abril de 1961

La humildad para hoy – Junio de 1961

Este asunto de la honradez – Agosto de 1961

Este asunto del miedo – Enero de 1962

¿Qué es la aceptación? – Marzo de 1962

Donde entra en juego la fuerza de voluntad – Mayo de 1962

Experiencias espirituales – Julio de 1962

La correspondencia de Bill W. con Carl Jung – Enero de 1963

El Dr. Jung, el Dr. Silkworth y AA – Enero de 1968

Segunda Sección: Con miras al futuro

El liderazgo en AA: siempre una necesidad vital – Abril de 1959

La comunicación de AA puede superar todas las barreras – Octubre de 1959

Veinticinco años más tarde – Marzo de 1960

¿Qué es la libertad en AA? – Mayo de 1960

¿Cómo podemos mantenerlo simple? – Julio de 1960

AA mañana – AA Hoy Día

Nuestros pioneros de ultramar – Octubre de 1960


La libertad bajo Dios:

nos corresponde a nosotros elegir – Noviembre de 1960

Una perspectiva del provenir – Febrero de 1961

Los rincones remotos – Octubre de 1961

De nuevo en la encrucijada – Noviembre de 1961

Nuestro lema: la responsabilidad – Julio de 1965

La dirección de los asuntos mundiales de AA – Enero de 1966

La Primera Reunión de Servicio Mundial – Octubre de 1969

Tercera Sección: Otros escritos de este período

El antídoto contra el temor:

la prudencia, la confianza y la fe – Noviembre de 1959

Nuestros críticos pueden ser buenos benefactores – Abril de 1963

Un mensaje de Bill – Mayo de 1964

La Tradición de automantenimiento de AA – Octubre de 1967

Un mensaje navideño – Diciembre de 1970

ARTICULOS CONMEMORATIVOS

Anne S. – Julio de 1949

El Dr. Bob: un tributo – Enero de 1951

Nunca dejó de creer (Bill D.) – Noviembre de 1954

El Dr. A Weise Hammer – Mayo de 1957

Al Padre Ed – Vaya con Dios – Junio de 1960

En memoria de Ebby – Junio de 1966

En memoria de Harry – Julio de 1966


Para la Hermana Ignacia – Agosto de 1966

"Espero en la puerta" (Samuel Shoemaker) – Febrero de 1967

Bernard B. Smith – Octubre de 1970

ARTICULOS ACERCA DEL GRAPEVINE

Editorial: Una perspectiva del porvenir – Junio de 1944

El Grapevine: Pasado, presente y futuro – Julio de 1945

¿Qué es nuestro Grapevine de AA? – Diciembre de 1946

A través del espejo de AA – Noviembre de 1950

El Grapevine y tú y yo – Junio de 1957

Leamos – y demos gracias a Dios – Octubre de 1958

Una carta de aniversario – Junio de 1959

PROLOGO

Queridos amigos,

Como ya sabrán ustedes, en el curso de muchos años, Bill escribió numerosos artículos
para el Grapevine. Para él era una forma de compartir su experiencia, fortaleza y
esperanza con la Comunidad entera.

Me parece maravilloso que tantos de sus escritos vuelvan a estar disponibles ahora –
especialmente para los incontables AA que se han unido a la Comunidad después de que
se publicaran estos artículos por primera vez.

Espero que estos miembros los encuentren útiles.

Con gratitud,

Lois
INTRODUCCION

Con la publicación de El Lenguaje del Corazón se reúnen por primera vez casi todos los
artículos que Bill W., cofundador de Alcohólicos Anónimos, escribió para el AA
Grapevine. Aunque algunos de sus artículos se encuentran reimpresos por separado, ya
sea en forma de folletos, libros de AA, o en números posteriores de la revista, hasta
ahora nunca habían sido publicados en un solo volumen.

En junio de 1944, se estableció el Grapevine como un boletín local gracias a los


esfuerzos individuales de seis miembros de AA de la ciudad de Nueva York que se
sentían preocupados por lo que parecía ser "una falta de entendimiento" entre los grupos
del área metropolitana. El boletín, que los seis editores mandaban por correo a todos los
grupos conocidos en los Estados Unidos y Canadá, y enviaban gratis a los AA que
servían en las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial, pronto se hizo
popular a nivel nacional. En 1945, por votación de los grupos, se convirtió en la revista
principal de la Comunidad en su totalidad y, a partir del número de enero de 1945, ha
sido conocida como la revista internacional de Alcohólicos Anónimos.

Desde el primer número del boletín de ocho páginas, Bill W. fue un colaborador muy
prolífico, un defensor entusiasta y, durante muchos años, era asesor de la redacción. A
pesar de tener un horario de viajes muy apretado y de mantener una copiosa
correspondencia, a Bill nunca le parecía que tenía suficiente oportunidad de responder a
las numerosas y variadas demandas de una Comunidad que estaba todavía en el proceso
de formación, y en el Grapevine encontró el vehículo ideal de comunicación con los
miembros y los grupos que clamorosamente le pedían que compartiera sus ideas y
experiencia. En más de 150 artículos, escritos en un período de 26 años, Bill
documentaba el laborioso proceso de pruebas y tanteos que tuvo como resultado los
principios espirituales de AA, de Recuperación, Unidad y Servicio; y exponía su visión
de lo que la Comunidad podría llegar a ser.

Cuando la redacción actual del Grapevine se puso a considerar las diversas formas en
que se podían agrupar los artículos de Bill en secciones lógicas, al principio parecía una
tarea hercúlea - pero al final no resultó ser así. Debido principalmente a la forma
ordenada y bien centrada de pensar y trabajar que Bill tenía, los artículos casi se
agrupaban por sí solos. Aparecen en orden cronológico en tres partes, según los
principales temas de AA acerca de los cuales Bill estaba pensando y escribiendo durante
cada período. Además, cada Parte está subdividida según temas de mayor o menor
importancia. En las breves introducciones a la Primera, Segunda y Tercera Parte, se
resumen los principales acontecimientos y tendencias de AA que motivaban a Bill a
hacer resaltar un aspecto determinado de la vida de AA, y en unos cuantos casos, un par
de frases introductorias establecen el contexto del artículo en cuestión. Hacia el final
aparece un grupo del artículos conmemorativos (redactados en reconocimiento de
algunos amigos no alcohólicos de AA, así como del Dr. Bob y de Bill D., el AA
Número Tres), y un Apéndice que contiene siete artículos en los que Bill reflexionaba
sobre el Grapevine.

Aunque nuestra intención es hacer disponible una recopilación total de los escritos
publicados por Bill en el Grapevine, se han omitido algunos debido a consideraciones
de espacio. La serie de artículos acerca de las Tradiciones, escrita en 1952 y 1953 y
reimpresa más tarde en el libro Doce Pasos y Doce Tradiciones ya está disponible en
ese libro y, por lo tanto, no la repetimos aquí; por razones parecidas, no se han incluido
dos extractos de AA Llega a su Mayoría de Edad que fueron reimpresos como artículos
del Grapevine, y un articulo que apareció dos veces en el Grapevine solo aparece aquí
una vez. También se han suprimido todas las breves (de una media página cada una)
felicitaciones Navideñas y del Día de Acción de Gracias, expresadas por Bill a la
Comunidad, con la excepción del mensaje de Navidad de diciembre de 1970, su último
articulo para el Grapevine. Y finalmente, también se han omitido algunos breves
artículos (cortos tributos conmemorativos a miembros del personal de la Oficina de
Servicios Generales y un aviso de que la Oficina de Servicios Generales iba a
trasladarse a un nuevo lugar).

Ya que esta colección es, por su naturaleza, un documento histórico, se deben


mencionar algunas características. Primero, repetición: Los artículos aparecieron
originalmente en una publicación periódica, y Bill nunca podía estar seguro de que los
lectores de cualquier número hubieran leído uno anterior. Por lo tanto, a menudo repetía
ideas o ejemplos, y se han conservado estas repeticiones para asegurar la integridad de
la obra de Bill. Segundo, algunos materiales son ahora obsoletos; por ejemplo, algunas
ideas acerca de las Tradiciones expresadas en sus primeros artículos sobre el tema
resultaron ser impracticables a la luz de la experiencia posterior; pero por fidelidad
histórica, no se han hecho enmiendas editoriales en las primeras versiones. Por último,
Bill era un hombre de su época, y puede que los lectores encuentren expresiones y
terminología poco conocidas, o puede ser que se queden sorprendidos por una
fraseología que hoy podría considerarse poco apropiada. En estos casos también, se ha
conservado el lenguaje original (con algunos cambios que no requerían una nueva
redacción), porque alterar la fraseología también podría haber alterado el significado.

La más citada descripción que hizo Bill del Grapevine aparece en AA Llega a su
Mayoría de Edad: "El Grapevine es el espejo del pensamiento y de la acción de AA, a
escala mundial. Es una especie de alfombra mágica en la cual todos nosotros podemos
viajar desde un remoto bastión de AA hasta otro, y ha llegado a ser un maravilloso
medio de intercambio de nuestros pensamientos y experiencias actuales." La redacción
del Grapevine tiene la esperanza de que las ideas de Bill, escritas durante los años
cuarenta, cincuenta y sesenta, y que nunca han perdido su actualidad, les sirvan como
un espejo a los miembros de AA de los años ochenta y posteriores, recordándonos cómo
era, documentando lo que pasó y por qué pasó, e iluminado el presente con la sabiduría
de la experiencia de AA durante sus primeros treinta años.
PRIMERA

PARTE

1944 - 1950

En el verano de 1944, Alcohólicos Anónimos estaba experimentando un crecimiento


fenomenal. La dirección de AA todavía residía principalmente en las manos de sus
miembros fundadores; Bill W. y unos cuantos más instalados en una pequeña oficina en
Nueva York, se esforzaban por mantenerse al ritmo del aumento casi abrumador del
número de miembros. Como consecuencia del artículo de Jack Alexander, publicado en
el Saturday Evening Post en 1941, el número de miembros de AA aumentó de 2,000 a
8,000 a finales de ese año. Para 1950, habría más de 96,000 miembros, y el número de
grupos, unos 500 en 1944, ascendería a 3,500. Al mismo tiempo que ocurría este
tremendo desarrollo dentro de la Comunidad, mucha gente no alcohólica del campo de
la medicina, de la religión y de los medios de comunicación iban llegando a tener
conciencia de AA como solución para los alcohólicos aparentemente desahuciados, y
estaban pidiendo a gritos información y respuestas a sus preguntas referentes a la
política y normas de AA.

La cartas que inundaban la pequeña Sede de AA, junto con la experiencia sacada de sus
visitas a los grupos en todas partes de Norteamérica, contribuyeron a que Bill y los otros
miembros fundadores vieran con mayor claridad cuáles eran los principios que parecían
favorecer la unidad del grupo, así como aquellos que a menudo acababan causando
conflictos. Enfrentado con este rápido desarrollo y numerosas demandas internas y
externas, Bill se daba perfecta cuenta de que la nueva Comunidad podría fácilmente
hundirse bajo el peso de su propio éxito a no ser que se pudiera formular un conjunto
común de principios orientadores y una política eficaz para relacionarse con el público
en general.

En los artículos de la Primera Parte, Bill describió la experiencia acumulada y sugirió


para la consideración de la Comunidad un conjunto de principios orientadores prácticos.
Estos artículos de significación decisiva llegaron a su punto culminante en el número de
abril de 1946 con el titulado "Doce Puntos Sugeridos Para la Tradición de AA," los
cuales constituyen ahora la forma larga de las Doce Tradiciones.
Sección

Las Tradiciones

toman forma

La modestia: un elemento de las

buenas relaciones públicas

Agosto de 1945

urante los pocos años que Alcohólicos Anónimos ha estado a la vista del público, se le
han dedicado cientos de miles de palabras de publicidad en los periódicos y las revistas.
A estos medios se les han añadido recientemente los comentaristas radiofónicos y, aquí
y allá, algunos programas de radio patrocinados por AA. En muy contadas ocasiones se
nos ha dirigido una palabra de crítica o de burla. Aunque a veces nuestra publicidad ha
carecido de cierta dignidad, difícilmente podemos quejarnos. Después de todo, el beber
no es asunto de gran dignidad.

Indudablemente, tenemos motivos para sentirnos agradecidos por el hecho de que una
multitud de escritores, redactores, clérigos, médicos - amigos de toda clase y condición -
han seguido preconizando nuestra causa de forma tan comprensiva y entusiástica. Como
consecuencia directa de sus esfuerzos, miles de alcohólicos han llegado a AA. Es un
buen resultado. Un resultado providencialmente bueno, al considerar los muchos errores
que pudiéramos haber cometido; lo profundamente comprometidos que pudiéramos
estar, si hubiéramos seguido otra política. Por ejemplo, en la polémica sobre la
prohibición. Es incluso posible que hubiéramos reñido con nuestros buenos amigos, la
religión y la medicina. No ha sucedido ninguna de estas cosas. Hemos sido
increíblemente afortunados, gracias a Dios.

Aunque podemos tener aquí material para una buena historia de éxito, no es, a nuestro
parecer, motivo para felicitarnos a nosotros mismos. Los AA veteranos que conocen
bien los hechos opinan unánimemente que una inteligencia superior a la nuestra ha
tenido sin duda una gran influencia; si no, no podríamos haber evitado tantos escollos,
no podríamos haber tenido una relación tan venturosa con nuestros millones de amigos
del mundo exterior.

Pero en la historia aparece la crónica de la grandeza y, no olvidemos, la decadencia de


muchas empresas - políticas, religiosas, y sociales - todas ellas benignas y
prometedoras. Algunas perduraban después de perder su utilidad, pero la mayoría
murieron prematuramente. Algunos defectos o debilidades internos acabaron
manifestándose claramente afuera. Sus relaciones públicas se vieron afectadas; no se
desarrollaron más; se estancaron o se derrumbaron.

La glorificación personal, la soberbia, la ambición obsesiva, el exhibicionismo, la


suficiencia intolerante, la loca avidez de dinero o poder, el no querer reconocer los
errores y aprender de ellos, la satisfacción de sí mismo, la perezosa complacencia - estos
y otros muchos son los típicos defectos que tan a menudo afligen a los movimientos así
como a los individuos.

Aunque como individuos nosotros los AA hemos sufrido mucho de estos mismos
defectos y, si esperamos mantenemos sobrios y útiles, debemos reconocerlos y
enfrentarnos con ellos diariamente en nuestras vidas personales, es cierto, no obstante,
que rara vez estas actitudes se han insinuado en nuestras relaciones públicas. Pero algún
día pueden hacerlo. No digamos nunca, "eso no puede pasar aquí."

A los lectores del número de julio del Grapevine, les dejó asombrados y les hizo pararse
a reflexionar el artículo publicado acerca del movimiento Washingtoniano. Nos
resultaba difícil de creer que, hace cien años, en los periódicos de este país aparecieran
reportajes entusiásticos acerca de cien mil alcohólicos que se ayudaban unos a otros a
mantenerse sobrios; que hoy día la influencia de esta buena obra haya desaparecido tan
completamente que muy pocos de nosotros hemos oído hablar de ella.

Echemos una mirada al articulo del Grapevine sobre los Washingtonianos y citemos
algunas frases: "Mitin popular en 1841, en el Parque del Ayuntamiento de la Ciudad de
Nueva York, atrajo a un auditorio de 4,000 personas. Los oradores hablaban subidos en
barriles de ron." "Desfiles triunfales en Boston. El histórico Faneuil Hall estaba hasta
los topes." (¿Autopromoción exagerada - exhibicionismo? En cualquier caso, suena
muy alcohólico, ¿no?) "Los políticos miraban con ojos ávidos al creciente número de
miembros... sus intentos de reclutar votos contribuían a echar a perder los grupos
locales." (Nuevamente, huele a ambición personal, y también a una innecesaria
participación de los grupos en cuestiones polémicas; la cuestión de más actualidad del
momento era la abolición de la esclavitud.) "Los Washingtonianos se sentían muy
seguros de sí mismos... despreciaban los antiguos métodos." (Quizás un poco arrogante.
No podían aprender de los demás y llegaron a competir, en lugar de cooperar, con otras
organizaciones de su mismo campo.)

Al igual que los AA, los Washingtonianos originalmente tenía un solo objetivo: "Se
interesaba únicamente en la rehabilitación de los borrachos y Sostenía que no era asunto
suyo el que otras personas, que parecían ser poco afectadas por ello, utilizasen el
alcohol." Pero más tarde apareció una nueva tendencia: "En las organizaciones locales
más antiguas, había una división - algunas permitirían vino y cerveza - otras clamaban a
gritos por promulgar leyes que prohibieran el alcohol - en su celo por conseguir nuevos
miembros, reclutaron a mucha gente bebedora, pero no necesariamente alcohólica."
(Así, el firme y sencillo propósito original del grupo se disipó en vanas controversias y
objetivos divergentes.)

Además: "Algunos [de los grupos locales de los Washingtonianos] echaron mano de sus
arcas para financiar sus propias publicaciones. No había normas editoriales globales.
Los editores de los periódicos locales se metieron en riñas con los editores de los
periódicos de temperancia." (Aparentemente, el problema no estaba en el hecho de que
tuvieran publicaciones locales. Era más bien que los Washingtonianos dejaron de
aferrarse a su propósito original que les hubiera evitado entrar en peleas con nadie; y
también el hecho patente de que no tenían ninguna política nacional de relaciones
públicas, ni una tradición que todos los miembros estuvieran dispuestos a seguir.)

Estamos seguros de que, silos Washingtonianos originales pudieran regresar a este


planeta, estarían encantados de vemos aprender de sus errores. No considerarían
nuestros comentarios como una crítica sin objeto. Si hubiéramos vivido en su época,
podríamos haber cometido los mismos errores. Tal vez ahora estemos empezando a
cometer algunos de ellos.

Así que debemos examinarnos constante y detenidamente, a fin de tener la perpetua


seguridad de que, dentro de nuestra Sociedad, siempre seamos lo suficientemente
fuertes y estemos suficientemente fijados en nuestro único propósito como para
relacionamos apropiadamente con el mundo exterior.

Ahora bien, ¿Tiene AA un política de relaciones públicas? ¿Es todo lo buena que
pudiera ser? ¿Son claros sus principios primordiales? ¿Puede responder a futuros
cambios de circunstancias?

Ahora que nos encontramos cada vez más a la vista del público, estas preguntas van
cobrando mayor importancia para muchos AA. En el número de septiembre del
Grapevine, voy a tratar de resumir nuestras normas actuales de relaciones públicas,
cómo se desarrollaron y en qué, al parecer de la mayoría de los miembros veteranos de
AA, podrían mejorarse para responder con más eficacia a nuestros nuevos y más
urgentes problemas.

¡Que siempre estemos dispuestos a aprender de la experiencia!

Las "reglas" son peligrosas

pero la unidad es vital

Septiembre de 1945

Tiene Alcohólicos Anónimos una política de relaciones públicas? ¿Es adecuada para
responder a nuestras necesidades actuales y futuras?

Aunque nunca se ha formulado definitivamente ni se ha expresado detallada y


precisamente, sin duda tenemos formada en parte una política de relaciones públicas.
Como todo lo que hay en AA, ha venido desarrollándose por un proceso de pruebas y
tanteos. Nadie la inventó. Nadie ha sentado un conjunto de reglas que la abarque, y
espero que nadie lo haga jamás. Lo espero porque, para nosotros, las reglas y los
reglamentos parecen ser de poco valor. Muy rara vez nos dan buenos resultados.
Si procediéramos por reglas, tendría que haber alguien que las elaborara y, aun más
difícil, alguien que las hiciera cumplir. A menudo se ha tratado de elaborar reglas. Por
lo general, los proyectos acaban en controversias entre los propuestos legisladores en
cuanto a cuáles reglas debieran establecerse. Y a la hora de imponer algún edicto -
bueno, ya sabes lo que pasa. Cuando intentamos hacer cumplir alguna regla o
reglamento, por muy razonable que pueda ser, casi siempre caemos en desgracia y
vemos desaparecer nuestra autoridad. Se oye gritar a la gente: "Abajo los dictadores,
que los lleven al paredón." Heridos y asombrados, los comités directivos y los "líderes",
uno tras otro, hacen el descubrimiento de que en nuestros asuntos la autoridad humana,
por equitativa y benigna que sea, rara vez funciona bien o durante mucho tiempo. Los
alcohólicos (no importa lo desarrapados que parezcan) son los más acérrimos
individualistas, auténticos anarquistas de corazón.

Nadie, por supuesto, sostiene que este rasgo nuestro sea una esplendorosa virtud.
Durante sus primeros años en AA, todo miembro conoce el impulso de rebelarse contra
la autoridad. Yo sé que lo sentía, y no diría que lo haya superado. Además, he pasado
por mi época de legislador, de regulador del comportamiento de los demás. Yo también
he pasado noches desvelado, cuidando de mi ego "herido," preguntándome cómo
podrían ser tan poco razonables, tan desconsiderados conmigo, aquellos cuyas vidas yo
estaba tratando de dirigir. Ahora, al recordar esas experiencias, las puedo mirar con gran
regocijo. Y también con gratitud. Me enseñaron que la cualidad que me impulsaba a
gobernar a otras personas era ese mismo egocentrismo que a ellas les incitaba a
rebelarse.

Se puede oír gritar a un lector no-AA: "Eso parece muy poco prometedor para el futuro
de esta gente. Sin organización, ni reglas, ni autoridad. Es una anarquía; es dinamita; es
'atómico' y va a explotar. Menudas relaciones públicas. Si no hay autoridad, ¿cómo
pueden tener una política de relaciones públicas? Este es exactamente el mismo defecto
que hace cien años llevó a la ruina a los alcohólicos Washingtonianos. Fueron creciendo
como hongos hasta llegar a los cien mil miembros, y luego se derrumbaron. No había ni
política ni autoridad efectivas. Se peleaban entre ellos, y así finalmente el público los
veía con los ojos amoratados. ¿No son estos AA el mismo tipo de borrachos, el mismo
tipo de anarquistas? ¿Cómo pueden esperar tener éxito en lo que fracasaron los
Washingtonianos?"

Estas son buenas preguntas. ¿Tenemos las respuestas? Aunque nunca debemos estar
muy seguros, hay motivo para esperar que las tenemos; parece que en AA hay en juego
unas fuerzas que no parecían estar en evidencia entre nuestros compañeros alcohólicos
de los años cuarenta del siglo pasado.

Para empezar, nuestro programa de AA está enfocado en lo espiritual. La mayoría de


nosotros hemos encontrado la suficiente humildad para creer y confiar en Dios. Hemos
encontrado esa humildad enfrentándonos con la realidad de que el alcoholismo es una
enfermedad mortal ante la que individualmente somos impotentes. Por el contrario, los
Washingtonianos consideraban que beber no era sino otra mala costumbre muy
arraigada de la que uno se podría quitar por fuerza de voluntad, expresada en forma de
promesas solemnes, y reforzada por la ayuda mutua prestada por una sociedad
comprensiva de ex borrachos. Aparentemente, tenían en poca consideración el cambio
de personalidad, y en ninguna consideración la conversión espiritual.
La ayuda mutua y las promesas solemnes les sirvieron de mucho, pero no eran
suficientes; sus egos individuales se desmandaban en todo asunto menos el del alcohol.
Fuerzas egoístas sin ninguna verdadera humildad, con poca conciencia de que, para el
alcohólico, el castigo por un exceso de obstinación es la muerte; sin ningún poder
superior a quien servir, esas fuerzas acabaron por destruir a los Washingtonianos.

Por consiguiente, los AA, cuando miramos hacia el futuro, siempre tenemos que
preguntarnos si el espíritu que ahora nos une en nuestra causa común siempre será más
fuerte que aquellos deseos y ambiciones personales que tienden a desunirnos. Mientras
las fuerzas positivas sean superiores, no podemos fracasar. Afortunadamente, hasta la
fecha, los vínculos que nos unen han sido mucho más fuertes que los impulsos que nos
podrían desgarrar. Aunque el miembro individual de AA no está sujeto a ninguna
coacción humana, aunque tiene una casi perfecta libertad personal, hemos logrado, no
obstante, una unidad magnífica en cuanto a lo esencial.

Por ejemplo, nadie se ve forzado a tragar los Doce Pasos de nuestro programa de AA.
Ninguna autoridad humana los hace cumplir. No obstante, nos unen y unidos los
seguimos, porque la verdad que contienen nos ha salvado la vida, y nos ha abierto una
puerta hacia un nuevo mundo. Nuestra experiencia nos enseña que estas verdades
universales producen resultados. La anarquía del individuo se rinde ante esta evidencia.
El individuo logra su sobriedad y después, poco a poco, llega a estar totalmente de
acuerdo con nuestros sencillos principios básicos.

Estas verdades acaban por gobernar su vida y él acaba por vivir bajo su autoridad, la
autoridad más poderosa que se conozca, la autoridad de su propio y pleno
consentimiento voluntario. El no está gobernado por la gente, sino por los principios,
por las verdades y, como diría la mayoría de nosotros, por Dios.

Puede que algunos nos hagan la pregunta, "¿Qué tiene que ver todo esto con una
política de relaciones públicas de AA?" Un AA veterano les contestaría, "Mucho."
Aunque la experiencia nos indica que en AA no se puede crear ni enunciar ninguna
política fijada con todo detalle, ni mucho menos imponerla eficazmente por ninguna
autoridad humana, nos vemos enfrentados con el problema de desarrollar una política de
relaciones públicas y de conseguir que se sostenga por la única autoridad que
conocemos - la del entendimiento común y del consentimiento general, si no universal.
Cuando logremos este consentimiento, podremos estar seguros de nosotros mismos. Los
AA de todas partes llevarán a efecto espontáneamente esta política, como algo que cae
por su propio peso. Pero primero tenemos que poner bien en claro ciertos principios
básicos. Y estos principios tienen que haberse probado en el crisol de nuestra
experiencia.

Por lo tanto, en futuros artículos me voy a poner a trazar la evolución de nuestras


relaciones públicas desde el día en que llegamos a la vista del público. Así tendremos
resumido lo que nuestra experiencia ya nos ha enseñado. De esa forma, todo miembro
de AA puede tener un conocimiento básico y suficientemente amplio para pensar en
este asunto de altísima importancia - un asunto referente al cual no podemos cometer
graves errores; referente al cual, a lo largo de los años, no podemos permitirnos
proceder de manera equivocada.
No obstante, debemos tener en mente una reserva: hay que recordar que una política no
es como una verdad inmutable. Una política es algo que puede ajustarse para responder
al cambio de circunstancias, aun cuando las verdades básicas que le sirven de
fundamento no han cambiado en absoluto. Por ejemplo, en cuanto a sus verdades
fundamentales, nuestra política puede basarse en nuestros Doce Pasos y, no obstante,
permanecer razonablemente flexible en lo concerniente a los medios o métodos
específicos de su aplicación.

Por lo tanto, tengo una ardiente esperanza de que miles de AA se pongan a pensar
asiduamente en estas cuestiones de política que van cobrando cada vez más importancia
para nosotros. La verdadera respuesta tiene que ser el fruto de nuestras discusiones,
nuestras diferencias de opinión, nuestras experiencias cotidianas, y nuestro
consentimiento general.

Como miembro que lleva largo tiempo en la Comunidad, puedo presentarles los hechos
y contribuir al análisis de lo que ha ocurrido hasta la fecha. Tal vez, incluso puedo hacer
algunas sugerencias de valor para el futuro. Pero no más que esto. Todos nosotros - y no
yo solo - determinaremos si vamos a tener a fin de cuentas una política de relaciones
públicas clara y viable.

Nace el libro

Octubre de 1945

n artículos recién publicados en el Grapevine, se ha dirigido la atención al hecho de que


AA todavía está en el proceso de formular una política de relaciones públicas, que el no
cristalizar una política segura podría perjudicarnos gravemente.

Durante los tres primeros años de AA, nadie pensó ni por un momento en las relaciones
públicas. Era una época de "volar a ciegas," en la que tratábamos febrilmente de
encontrar los principios que nos hicieron posible mantenernos sobrios y ayudar a los
pocos alcohólicos que llegaban queriendo hacer lo mismo. Estábamos totalmente
preocupados con la cuestión de vida o muerte de la recuperación personal. Era un
asunto estrictamente individual e interpersonal. Ni siquiera habíamos llegado a estar de
acuerdo en un nombre para nuestro movimiento. No había literatura.

Para el otoño de 1937, teníamos unos cuarenta miembros recuperados. Uno de nosotros
llevaba tres años sobrio, otro dos y medio, y un buen número de nosotros ya habían
cumplido un año o algo más. Visto que todos habíamos sido casos desahuciados, este
lapso de tiempo empezó a cobrar importancia. Empezamos a darnos clara cuenta de que
"habíamos descubierto algo." Había dejado de ser un dudoso experimento. Los
alcohólicos podían mantenerse sobrios. En grandes cantidades, quizás. Aunque
algunos de nosotros nos habíamos aferrado siempre a esta posibilidad, ahora el sueño
tenía una base concreta. Si cuarenta alcohólicos se podían recuperar, ¿por qué no
cuatrocientos, cuatro mil, o incluso cuarenta mil?

Una vez que asimilamos este concepto espectacular, nuestra forma de pensar
experimentó un cambio súbito. Nuestra imaginación alcohólica se desbordó. La mayoría
de nosotros somos por temperamento vendedores, promotores. Así que empezamos a
hablar en términos grandiosos. Un número considerable no sería suficiente. Hablábamos
de cifras astronómicas. Sin duda, dijimos, esto no era sino el comienzo de uno de los
acontecimientos médicos, religiosos y sociales más significativos de la historia. Ibamos
a darles una lección a los profesionales médicos y a los portavoces del cielo. Había un
millón de alcohólicos en Norteamérica; unos millones más en el resto del mundo. No
teníamos que hacer más que procurar que todos estos muchachos y muchachas lograran
su sobriedad (y hacerles aceptar a Dios) y ellos revolucionarían la sociedad. Un nuevo
mundo dirigido por ex borrachos. Imagínenselo, amigos.

¿Publicidad? Claro que sí. Millones de palabras. ¿Dinero? Seguro. Harían falta
millones, naturalmente. Lo del dinero y la publicidad sería algo de coser y cantar - una
enérgica campaña de promoción dirigida a los magnates y los editores norteamericanos
resolvería rápidamente el asunto. ¿Cómo podrían resistirse cuando vieran lo que
teníamos? Fíjense en nosotros los borrachos. En realidad, algunos de nosotros realmente
éramos así de grandiosos. No se había visto ningún pregonero de feria tan entusiasta o
extravagante como lo éramos algunos de nosotros en el otoño de 1937. De hecho,
recuerdo haber pregonado mucho yo mismo.

Supongamos ahora que no se hubiera refrenado a los promotores de los días pioneros.
Supongamos que se hubiera dejado en sus manos nuestra política de relaciones públicas.
Supongamos que ellos hubieran podido recoger millones de dólares, e inundar el país
con propaganda y afirmaciones exageradas acerca de AA. No solo habríamos reñido
con nuestros mejores amigos, la religión y la medicina, sino que también nos habríamos
visto desacreditados ante la misma gente a quien queríamos alcanzar - los hombres y
mujeres alcohólicos. Grandes cantidades de dinero habrían supuesto un monumental
equipo de terapeutas profesionales o "bienhechores" de AA; y los promotores más el
dinero sin duda habría significado un bombo publicitario referente a todo tema posible,
desde la prohibición del alcohol hasta el comunismo en Rusia. Dentro de nuestra
Sociedad, si todavía existiera, habríamos sido desgarrados por controversias políticas y
disensiones religiosas. Les pasó a los Washingtonianos. ¿Quién, entonces, nos ha
salvado de esta suerte hasta la fecha?

La gente que hizo el trabajo de salvación y que desde entonces nos ha evitado multitud
de problemas son una clase de individuos con los que la mayoría de los AA se muestran
muy impacientes. Son los conservadores. Son los que dicen "vete despacio," "piénsalo,"
"no hagamos eso." No se puede encontrar a muchos de ellos entre nosotros los
alcohólicos; pero sin duda es providencial que siempre hayamos tenido algunos a
nuestro alrededor. A menudo acusados de ser un obstáculo al progreso (como lo son
algunas veces), no obstante, constituyen una inapreciable ventaja. Nos bajan de las
nubes al resto de nosotros; nos hacen enfrentar las realidades de la experiencia; prevén
los peligros que la mayoría ignoraríamos alegremente. A veces su conservatismo es
exagerado; innecesariamente "miran con alarma por el bien del movimiento." Ya que se
dan cuenta de que un mero cambio no significa forzosamente el progreso,
instintivamente se resisten al cambio. Nunca quieren dar un paso irrevocable; a menudo
les horroriza tomar aquellas decisiones definitivas de las que no hay escape posible.
Evitan los problemas asegurándose de nunca meterse en ellos.

Nunca olvidaré la primera discusión acerca de nuestras relaciones públicas que tuvimos
en Akron en 1937. Los promotores no podían pensar en nada que no fuera llevar las
buenas nuevas de nuestras recuperaciones a millones de alcohólicos, de la noche a la
mañana si fuese posible. Si se hiciera esto, decían ellos, Dios haría el resto. Pero los
conservadores no creían que Dios obrara de esta manera.

Luego, con un impacto inmenso, los conservadores recalcaron el hecho de que el


hombre de Galilea no tenía agente de publicidad, ni periódicos, ni folletos, ni libros -
nada más la palabra para ¡levar el espíritu de persona a persona, de grupo a grupo. ¿Por
qué desviamos de su ejemplo? ¿Estábamos a punto de sustituir el ejemplo personal por
el bombo? ¿Ibamos a favorecer la glorificación personal ante el público, en lugar de la
serenidad, la humildad y el anonimato?

Estas eran buenas preguntas. A nosotros los promotores, nos hicieron parar a pensar.
Aunque en muchos aspectos nos veíamos obligados a darles por principio la razón a los
conservadores, todavía nos parecía que su consejo era el de la perfección. No era
práctico. Los conservadores nos replicaron que, aunque los promotores habíamos
montado muchas empresas venturosas, si permanecíamos al mando, casi siempre las
echábamos a perder. Los promotores (y confieso haber sido uno de ellos) les
respondimos: ¿Cómo podían conciliar el sueño los de "vete despacio," al tener en
consideración que después de tres largos años solo habíamos logrado establecer tres
pequeños grupos; que en Norteamérica un millón de alcohólicos estaban cayendo como
moscas; que a un tiro de piedra de donde estábamos sentados había tal vez centenares
que podrían recuperarse si supieran lo que sabíamos nosotros? Y los alcohólicos de
California, ¿iban a tener que esperar, sin alivio, hasta que las nuevas les llegaran de
palabra? Y, ¿no había un grave peligro de ver grandemente desvirtuados nuestros
métodos de éxito, si no los pusiéramos por escrito y no los publicáramos en forma de
libro? Y si no hiciéramos constar por escrito lo que habíamos descubierto, ¿no había la
posibilidad de que algunos columnistas se hicieran los graciosos y empezaran a hacer
burla devastadora de nosotros? Si, les dijimos, no dudamos que hay que proceder con
cautela; pero, ¿no necesitamos nuestro propio libro, y alguna publicidad?

Tal era la sustancia de la discusión de la que surgió la decisión de publicar el libro


Alcohólicos Anónimos. La publicación condujo a la publicidad, y al establecimiento de
la Junta de Custodios (la Fundación Alcohólica), y a la creación de la Oficina Central
[ahora la Oficina de Servicios Generales] de Nueva York, a la cual los alcohólicos y sus
familias pueden dirigirse para pedir literatura y ayuda inmediata. Nuestro rápido y
aparentemente sano desarrollo de los últimos años demuestra con bastante seguridad la
sabiduría de esas decisiones de los años pioneros.

El significado de lo que acabo de contar es obvio. Si estos asuntos cruciales se hubieran


dejado totalmente en manos de los promotores como yo, sin duda nos habríamos
desbocado y lo habríamos estropeado todo. Si se hubieran dejado exclusivamente en
manos de los conservadores, es probable que muy pocos de nuestros miembros actuales
se hubieran enterado de la existencia de AA. Miles de ellos se encontrarían todavía
hundidos en su aflicción. Muchos estarían muertos.

Por lo tanto, parece claro que la única manera de formular una política segura es dejar
que se mezclen los promotores con los conservadores. Podemos contar con que sus
discusiones, si no entran en juego las ambiciones y los resentimientos, nos darán las
apropiadas respuestas. Para nosotros, no hay otra forma de hacerlo.
He resumido aquí la historia del primer paso que dimos en las relaciones públicas. En
futuros artículos, me gustaría relatar más sobre nuestras experiencias recientes en este
campo, con énfasis en la conveniencia de seguir con modestia, anonimato y fidelidad a
un solo objetivo: el de llevar el mensaje al alcohólico que desea recuperarse.

Una tradición nacida

de nuestro anonimato

Enero de 1946

En los años venideros, el principio de anonimato se convertirá sin duda en una parte de
nuestra Tradición vital. Incluso hoy, nos damos cuenta de su valor práctico. Pero aún
más importante, empezamos a percatarnos de que la palabra "anónimo" tiene para
nosotros un inmensa significación espiritual. De una manera sutil y a la vez enérgica,
nos recuerda que siempre debemos anteponer los principios a las personalidades; que
hemos renunciado a la glorificación personal ante el público; que nuestro movimiento
no sólo predica sino que de hecho practica una modestia auténticamente humilde. No
puede haber la menor duda de que el practicar el anonimato en nuestras relaciones
públicas ya ha tenido una profunda influencia beneficiosa tanto en nosotros como en
nuestros millones de amigos del mundo exterior. El anonimato constituye ya la piedra
angular de nuestra política de relaciones públicas.

La forma en que esta idea se originó y después fue cuajando entre nosotros es una parte
interesante de la historia de AA. En los años anteriores a la publicación del libro
Alcohólicos Anónimos, no teníamos nombre. Sin nombre, sin forma, con nuestros
principios básicos de recuperación todavía sometidos a discusión y a prueba, no éramos
sino un grupo de bebedores que andábamos a tientas por lo que esperábamos fuera el
camino hacia la liberación. Una vez convencidos de que estábamos en el buen camino,
decidimos escribir un libro por medio del cual podríamos contar las buenas nuevas a
otros alcohólicos. Según el libro iba tomando forma, grabamos en sus páginas lo
esencial de nuestra experiencia. Era el fruto de miles de horas de discusión.
Representaba fielmente la voz, el corazón y la conciencia colectiva de aquellos de
nosotros que habíamos abierto el camino durante los primeros cuatro años de AA.

A medida que se acercaba el día de la publicación, nos devanábamos los sesos para
encontrar un título apropiado para el libro. Debimos de haber considerado al menos
doscientos títulos. El idear títulos y someterlos a votación en las reuniones se convirtió
en una de nuestras principales actividades. Tras multitud de discusiones y debates
tumultuosos, logramos finalmente reducir - las posibilidades a dos. ¿Deberíamos titular
nuestro nuevo libro La Salida ["The Way Out"], o deberíamos titularlo Alcohólicos
Anónimos? Esa era la alternativa final. Se efectuó una votación de última hora entre los
grupos de Akron y de Nueva York. Por un escaso margen, el veredicto fue titular a
nuestro libro La Salida. Justo antes de imprimir el libro, alguien intervino sugiriendo la
posibilidad de que hubiera otros libros con el mismo título. Uno de nuestros primeros
Miembros Solitarios (nuestro querido Fritz M., que en ese entonces vivía en
Washington, D.C.) fue a la Biblioteca del Congreso para investigar. Encontró
exactamente doce libros ya titulados La Salida. Cuando hicimos circular esta
información, nos estremecimos ante la posibilidad de ser la "Decimatercera Salida." Así
que Alcohólicos Anónimos pasó a ser la primera preferencia. Así fue como convinimos
en un título para nuestro libro de experiencia, un nombre para nuestro movimiento y,
como ya estamos empezando a ver, una Tradición de la más alta importancia espiritual.
¡Los caminos de Dios son inescrutables!

En el libro Alcohólicos Anónimos solo aparecen tres referencias al principio del


anonimato. El prólogo a nuestra primera edición dice: "Por ser la mayoría de nosotros
gente de negocios o profesionales, algunos no podríamos realizar bien nuestro trabajo si
se supiera que éramos miembros," y "recomendamos a cada uno de nuestros miembros
que, cuando escriba o hable públicamente sobre el alcoholismo, omita su nombre y se
presente como 'un miembro de Alcohólicos Anónimos,"'. y luego, "muy seriamente le
pedimos también a la prensa que observe esta recomendación, de otra manera nos
veríamos gravemente perjudicados."

Desde la publicación de Alcohólicos Anónimos en 1939, se han formado centenares de


grupos de AA. Cada uno de ellos hace estas preguntas: "¿Hasta qué punto debemos ser
anónimos?" y "A fin de cuentas, ¿para qué sirve este principio de anonimato?" En su
mayor parte, cada grupo ha llegado a su propia interpretación. Naturalmente, todavía
hay grandes diferencias de opinión entre nosotros. Lo que significa exactamente nuestro
anonimato y precisamente hasta qué punto se debe llevar, son cuestiones todavía
pendientes.

Aunque ya no tememos como antes al estigma del alcoholismo, hay todavía individuos
para quienes su conexión con nosotros es asunto muy delicado. Algunos entran en AA
bajo nombres ficticios. Otros nos hacen jurar solemnemente que guardemos en secreto
su identidad. Tienen miedo a que su conexión con Alcohólicos Anónimos perjudique
sus negocios. Al otro extremo de la escala de opinión, tenemos al individuo que dice
que el anonimato es pura niñería. Se siente obligado a gritar a los cuatro vientos que es
miembro de AA. Hace notar que, dentro de nuestra Comunidad de AA, hay gente
famosa, algunos de renombre nacional. ¿Por qué, nos pregunta, no debemos aprovechar
su prestigio personal, tal como lo haría cualquier otra organización?

Entre los dos extremos, hay un sinfín de matices de opinión. Algunos grupos, en
particular los nuevos, se comportan como sociedades secretas. No quieren que ni
siquiera sus amigos sepan de sus actividades. Ni pensarían jamás en tener presentes en
sus reuniones a los clérigos, los médicos, ni a sus mismas esposas. En cuanto a invitar a
los reporteros - ¡Dios nos libre! Otros grupos creen que sus comunidades deben estar
bien enteradas sobre AA. Aunque no publican sus nombres personales, aprovechan toda
oportunidad de anunciar las actividades de su grupo. A veces, celebran reuniones
públicas o semipúblicas, donde los AA se presentan por su nombre en la plataforma. A
menudo, se invita a médicos, clérigos y funcionarios públicos a hablar en estas
reuniones. Algunos miembros han dejado de guardar completamente su anonimato. Sus
nombres, sus fotos y crónicas de sus actividades han aparecido en la prensa. A veces,
como miembros de AA, han publicado artículos acerca de su pertenencia a AA, en los
que incluyen sus nombres completos.
Pues, aunque está bien claro que la mayoría de nosotros reconocemos la importancia del
anonimato, las formas en que practicamos el principio varían mucho.

Naturalmente, debe ser el privilegio, e incluso el derecho, de cada individuo o grupo


adoptar la actitud respecto al anonimato que más le convenga. No obstante, para hacer
esto de una manera inteligente, debemos estar convencidos de que es un buen principio
para casi todos nosotros; de hecho, debemos darnos cuenta de que la futura seguridad y
eficacia de Alcohólicos Anónimos puede depender de la preservación de este principio.
Entonces, cada individuo tendrá que decidir dónde trazar el límite - hasta qué punto
debe llevar el principio en sus propios asuntos, hasta qué punto puede abandonar su
propio anonimato sin perjudicar a Alcohólicos Anónimos en su totalidad.

La pregunta crucial es: ¿Dónde debemos fijar el punto en que las personalidades
desaparecen y empieza el anonimato?

En realidad, muy pocos de nosotros somos anónimos en nuestros contactos diarios.


Hemos dejado de guardar nuestro anonimato a este nivel porque creemos que nuestros
amigos y colegas deben saber de Alcohólicos Anónimos y de lo que AA ha hecho por
nosotros. También queremos librarnos del temor a admitir que somos alcohólicos.
Aunque pedimos sinceramente a los reporteros que no revelen nuestra identidad, a
menudo hablamos en reuniones semipúblicas utilizando nuestro nombre completo.
Queremos convencer a nuestros auditorios de que nuestro alcoholismo es una
enfermedad de la cual ya no tememos discutir ante nadie. Hasta aquí todo va bien. Pero
si nos arriesgamos a sobrepasar este límite, sin duda perderemos el principio del
anonimato para siempre. Si cada AA se sintiese libre de publicar su propio nombre, foto
o historia, prontamente nos lanzaríamos a una orgía inmensa de publicidad personal, a
la que, obviamente, no se podría poner ningún limite. ¿No es éste el punto en que, para
ejercer la mayor atracción posible, debemos trazar la línea?

Si se me propusiera resumir una Tradición de anonimato, me imagino que lo haría así:

1. Debe ser el privilegio de cada miembro individual de AA abrigarse con tanto


anonimato personal como desee. Sus compañeros de AA deben respetar sus deseos y
ayudarle a guardar su anonimato en el grado que le parezca apropiado.

2. Inversamente, el miembro individual de AA debe respetar los sentimientos de su


grupo en cuanto al anonimato. Si su grupo quiere ser más anónimo que él, él debe
complacerles a sus compañeros hasta que no cambien de opinión.

3. Con muy pocas excepciones, la Tradición de AA a nivel nacional debe ser que
ningún miembro de Alcohólicos Anónimos nunca se considere libre de publicar (en
conexión con sus actividades de AA) su nombre o foto en ningún medio de
comunicación público. Esto, no obstante, no debe impedirle emplear su nombre en otras
actividades públicas, siempre que no revele su conexión con AA.

4. Si, por alguna razón extraordinaria, para el bien de AA como una totalidad, le parece
conveniente a un miembro abandonar su anonimato, no debe hacerlo hasta que no
consulte con los miembros veteranos de su grupo. Si planea presentarse como miembro
de AA ante el público en general a escala nacional, el asunto debe ser remitido primero
a nuestra Oficina Central (GSO).
Ni por un momento considero estas declaraciones como reglas o reglamentos; son meras
sugerencias de lo que parece constituir una Tradición sensata para el futuro. A fin de
cuentas, cada miembro individual tendrá que examinar su propia conciencia.

Si hemos de desarrollar una clara Tradición respecto al anonimato, lo haremos


únicamente por nuestro característico proceso de tanteos y pruebas, tras largas
discusiones y por criterio colectivo y consentimiento común.

Para fomentar más amplias discusiones sobre la cuestión, en un próximo futuro me


gustaría publicar en esta revista un resumen de nuestras experiencias con el anonimato.
No dudo que, con el tiempo, acertaremos con las soluciones apropiadas.

Nuestro anonimato es tanto

una inspiración

como una protección

Marzo 1946

Al discutir el tema del anonimato en un número anterior del Grapevine, hice las
siguientes observaciones: que el anonimato tiene para nosotros una inmensa
significación espiritual; que el principio debe ser conservado como parte de nuestra
Tradición vital; que, ya que todavía no tenemos una política muy bien definida al
respecto, hay confusión en algunas partes referente a lo que el anonimato debe
significar; que, por lo tanto, debemos formular una Tradición de consumada claridad
que todos los AA se sentirían obligados a respetar. Además, hice algunas sugerencias,
las cuales, esperaba, después de más amplias y detalladas discusiones, pudieran
convertiste en la base de una política nacional. Estas sugerencias eran:

1. Debe ser el privilegio de cada miembro individual de AA abrigarse con tanto


anonimato personal como desee. Sus compañeros de AA deben respetar sus deseos y
ayudarle a guardar su anonimato en el grado que le parezca apropiado.

2. Inversamente, el miembro individual de AA debe respetar los sentimientos de su


grupo en cuanto al anonimato. Si su grupo quiere llamar menos atención a nivel local
que él, él debe complacerles a sus compañeros hasta que no cambien de opinión.

3. Con muy pocas excepciones, una norma de AA a nivel nacional debe ser que ningún
miembro de Alcohólicos Anónimos nunca se considere libre de publicar (en conexión
con sus actividades de AA) su nombre o foto en ningún medio de comunicación
público. Esto, no obstante, no debe impedirle emplear su nombre en otras actividades
públicas, siempre que no revele su pertenencia a AA.
4. Si, por alguna razón extraordinaria, le parece conveniente a un miembro abandonar su
anonimato a nivel local, no debe hacerlo hasta que no consulte con su propio grupo. Si
planea presentarse como miembro de AA ante el público en general a escala nacional, el
asunto debe ser remitido primero a nuestra Sede nacional.

Si se van a adoptar estas sugerencias, tal como quedan expresadas o con modificación,
como normas generales, todo miembro de AA querrá saber más acerca de nuestra
experiencia ya acumulada. Sin duda querrá saber lo que la mayoría de nuestros
miembros veteranos piensan respecto al anonimato hoy en día. El propósito de este
ensayo será el de poner al tanto a todos acerca de nuestra experiencia colectiva.

Primero, creo que la mayoría de nosotros reconoceríamos que, en general, la idea de


anonimato es acertada, porque contribuye a que los alcohólicos y las familias de
alcohólicos recurran a nosotros en busca de ayuda. Todavía temerosos de ser
estigmatizados, consideran nuestro anonimato como una garantía de que sus problemas
serán tratados confidencialmente; de que la vergüenza alcohólica de la familia no vaya
errando por las calles.

Segundo, el principio de anonimato protege nuestra causa. Nos evita el peligro de que
nuestros fundadores o líderes, así llamados, se conviertan en personajes muy conocidos
que podrían en cualquier momento emborracharse, perjudicando así a AA. Nadie tiene
por qué mantener que esto no podría ocurrir. Es posible.

Tercero, casi todo periodista que hace un reportaje acerca de AA empieza quejándose de
lo difícil que es escribir un artículo sin nombres. No obstante, al darse cuenta de que se
trata de un grupo de gente a quienes no les importa en absoluto ninguna ventaja
personal, pronto se ve dispuesto a dejar pasar esta inconveniencia. Es probable que esta
sea la primera vez en su vida en que haga un reportaje acerca de una organización que
no desea ninguna publicidad personal. Por cínico que sea, esta sinceridad patente le
convierte inmediatamente en un amigo de AA. Por lo tanto, el artículo que escribe es
amistoso, y nunca un mero trabajo rutinario. Escribe con entusiasmo, porque el
reportero se siente entusiasmado. A menudo la gente se pregunta, ¿cómo es que AA ha
logrado conseguir tanta publicidad tan favorable? La respuesta parece ser que casi todos
los que escriben artículos sobre nosotros acaban siendo conversos y a veces ardientes
partidarios de AA. ¿No es nuestra política de anonimato la causa principal de este
fenómeno?

En cuarto lugar, ¿Por qué nos considera tan favorablemente el público en general?
¿Simplemente porque ayudamos a muchos alcohólicos a recuperarse? No, esto no puede
explicarlo todo. Aunque nuestras recuperaciones les impresionen mucho, el público se
interesa más en nuestra manera de vivir. A un público harto de la presión que ejercen
comúnmente las ventas, las promociones sensacionalistas, las voces casi ensordecedoras
de los personajes públicos, nuestra modestia, calma y anonimato les representa un
cambio muy agradable. Puede ser, por eso, que sienta que se está generando un inmenso
poder espiritual - que algo nuevo está entrando en su propia vida.

Si el anonimato ya ha hecho todo esto por nosotros, está claro que debemos mantenerlo
como una política nacional. Este principio, de tanto valor para nosotros en estos días,
puede que se convierta en una ventaja inestimable en el futuro. En un sentido espiritual,
el anonimato equivale a renunciar al prestigio personal como instrumento de política
nacional. Estoy convencido de que nos sería conveniente conservar este poderoso
principio; que debemos estar resueltos a no abandonarlo nunca.

Consideremos ahora su aplicación. Debido a que anunciamos el anonimato a cada


principiante, debemos, por supuesto, guardar el anonimato del nuevo miembro mientras
él o ella quieran guardarlo. Porque, cuando leyeron nuestros anuncios y recurrieron a
nosotros, nos comprometimos a hacer precisamente eso. Y aun si quisieran dar un
nombre ficticio, debemos asegurarles que pueden hacerlo. Si quieren que no hablemos
de su caso con nadie, ni siquiera con otros miembros de AA, debemos respetar sus
deseos. Aunque a la mayoría de los principiantes no les importa un bledo quién sepa de
su alcoholismo, hay algunos que se preocupan mucho por esto. Protejámoslos en todo lo
posible hasta que superen esta preocupación.

Entonces se presenta el problema del principiante que quiere abandonar su anonimato


demasiado pronto. Se apresura a comunicar a todos sus amigos las buenas noticias de
AA. Si su grupo no le advierte al respecto, puede que vaya precipitadamente a la oficina
de un periódico, o se ponga frente a un micrófono para narrar su propia historia a todo el
mundo. También es posible que revele a todo el mundo los detalles más íntimos de su
vida personal, y pronto descubra que, en este sentido, ya tiene demasiada publicidad.
Debemos sugerirle que lo tome con calma; que primero tiene que restablecerse, antes de
hablarles a todos acerca de AA; que ningún miembro pensaría en dar publicidad a AA
sin tener seguridad de que su grupo lo aprobaría.

Luego tenemos el problema del anonimato del grupo. Es probable que el grupo, al igual
que el miembro individual, deba andar con precaución mientras vaya ganando fuerza y
experiencia. No se debe tener prisa en invitar a gente ajena, ni en efectuar reuniones
públicas. No obstante, esta postura conservadora de los primeros tiempos puede ser
exagerada. Algunos grupos siguen, año tras año, evitando toda publicidad y celebrando
reuniones únicamente para alcohólicos. Es probable que estos grupos se desarrollen
lentamente. Se vuelven algo anémicos por no dejar entrar la sangre renovadora con la
suficiente rapidez. Preocupándose por mantenerse secretos, se olvidan de su obligación
ante los demás alcohólicos de su comunidad que no saben que AA está a su disposición.
No obstante, con el tiempo, esta cautela irrazonable va desapareciendo. Poco a poco, se
abren algunas reuniones a los parientes y amigos. De vez en cuando, se invita a los
clérigos y a los médicos. Finalmente, el grupo obtiene la ayuda del diario local.

En la mayoría de los casos, aunque no en todos, es costumbre que los AA utilicen sus
nombres completos al hablar en las reuniones públicas o semipúblicas. Esto se hace para
mostrar al público que ya no tememos al estigma del alcoholismo. Sin embargo, si hay
en la reunión representantes de la prensa, les pedimos sinceramente que no publiquen
los nombres de los oradores alcohólicos que figuran en el programa. De esta manera, se
observa el principio del anonimato en lo concerniente al público en general y, al mismo
tiempo, nos permite representarnos como un grupo de alcohólicos que ya no sentimos
ningún temor a dar a conocer a nuestros amigos que hemos sido gente muy enferma.

En la práctica, entonces, el principio de anonimato parece reducirse a lo siguiente: Con


una excepción muy significativa, la decisión respecto a fijar el punto hasta el cual un
miembro o grupo puede romper su anonimato, es asunto estrictamente suyo. La
excepción está en que todos los grupos y miembros, cuando hablan o escriben acerca de
AA, deben sentirse obligados a no revelar nunca sus nombres completos. Excepto en
muy raros casos, a casi todos nosotros nos parece que debemos trazar el limite del
anonimato en este punto de publicación. No debemos descubrirnos ante el público en
general.

Durante toda nuestra historia solo ha habido un puñado de AA que han dejado de
guardar su anonimato ante el público en general. Algunos han sido casos accidentales,
unos pocos han sido claramente innecesarios, y uno o dos aparentemente justificados.
Naturalmente, debe haber muy pocas normas que, para el bien general, no puedan a
veces ser suspendidas. No obstante, todo aquel que tuviera la intención de dejar de
guardar su anonimato debe reflexionar que podría sentar un precedente que acabaría por
destruir un valioso principio. Tiene que haber pocas e infrecuentes excepciones y deben
ser consideradas muy cuidadosamente. Nunca debemos permitir que ninguna ventaja
inmediata nos haga vacilar en nuestra determinación de aferramos a esta tan vital
Tradición.

Para su recuperación permanente, le hace falta a cada miembro de AA mucha modestia


y mucha humildad. Si estas virtudes son de una importancia tan crucial para el
individuo, tienen que serlo también para AA en su totalidad. Este principio de
anonimato ante el público en general, si lo tomamos con la debida seriedad, puede
asegurar que el movimiento de Alcohólicos Anónimos tenga para siempre estos
excelentes atributos. Nuestra política de relaciones públicas debe basarse principalmente
en la atracción y rara vez, o nunca, en la promoción.

Doce puntos sugeridos

para la tradición de AA

Abril de 1946

Nadie inventó Alcohólicos Anónimos. Brotó y evolucionó. Su desarrollo, logrado por


un método de pruebas y tanteos, nos ha producido una rica experiencia. Poco a poco,
hemos venido adoptando las lecciones de esta experiencia, primero como normas y
luego como Tradición. Este proceso continúa, y esperamos que nunca termine. Si
llegáramos a ser demasiado rígidos, la letra podría aplastar al espíritu. Podríamos
esclavizamos a nosotros mismos con prohibiciones y requisitos mezquinos; nos
podríamos imaginar que ya hubiéramos dicho la última palabra. Podríamos incluso decir
a los alcohólicos que aceptaran nuestras rígidas ideas o, si no, que se alejaran. ¡Que
nunca estorbemos así el progreso!

No obstante, cada uno de nosotros está convencido de que las lecciones de nuestra
experiencia son de una altísima significación. La experiencia de AA se puso por escrito
por vez primera en el libro Alcohólicos Anónimos. En el libro nos enfocábamos en lo
esencial de nuestro más apremiante problema - el de ser liberados de la obsesión
alcohólica. En sus páginas aparecen experiencias personales de la aflicción de beber y
de la recuperación y una exposición de aquellos divinos y antiguos principios que nos
han ocasionado una milagrosa Desde la publicación de Alcohólicos Anónimos en 1939,
el número de miembros ha aumentado de 100 a 24,000. Han pasado siete años; siete
años de nutridas experiencias en nuestra segunda gran empresa - el aprender a vivir y
trabajar juntos. Este es hoy nuestro interés principal. Si podemos tener éxito en esta
aventura - y seguir teniéndolo - entonces, y solamente entonces, tendremos nuestro
futuro asegurado.

Puesto que la calamidad personal ya no nos mantiene cautivos, nuestro más urgente y
estimulante interés en el presente es el que tenemos por el futuro de Alcohólicos
Anónimos. Cómo preservar entre nosotros los AA una unidad tan sólida que ni las
debilidades personales ni la presión y discordia de esta época turbulenta puedan
perjudicar nuestra causa común. Sabemos que Alcohólicos Anónimos tiene que
sobrevivir. Si no, salvo contadas excepciones, nosotros y nuestros compañeros
alcohólicos en todas partes del mundo seguramente reanudaríamos nuestro desesperado
viaje hacia el olvido.

Casi cualquier AA puede decirte cuáles son nuestros problemas de grupo.


Fundamentalmente, tienen que ver con las relaciones entre nosotros mismos, y con el
mundo afuera. Incluyen la relación del miembro con su grupo, del grupo con
Alcohólicos Anónimos en su totalidad, y la posición de Alcohólicos Anónimos en ese
mar agitado que es la sociedad moderna, donde toda la humanidad tiene que encontrar
abrigo o naufragar. De gran importancia es nuestra estructura básica y nuestra actitud
hacia las siempre urgentes cuestiones de liderazgo, de dinero y de autoridad. Puede que
nuestro futuro dependa de cómo nos sentimos y cómo actuamos con respecto a asuntos
que son controversiales, y de la postura que adoptamos hacia nuestras relaciones
públicas. Es casi seguro que nuestro destino dependerá de lo que ahora decidamos hacer
en cuanto a estas cuestiones cargadas de peligro.

Llegamos ahora al punto crucial de nuestra discusión. Es este: ¿Hemos adquirido ya la


suficiente experiencia como para establecer normas claras en lo concerniente a nuestras
inquietudes principales? ¿Podemos ahora establecer principios generales que con el
tiempo pueden transformarse en Tradiciones vitales - Tradiciones sostenidas en el
corazón de cada miembro de AA por su propia profunda convicción y por el
consentimiento común de sus compañeros? Esa es la cuestión. Aunque es posible que
nunca se eliminen completamente todas nuestras perplejidades, estoy seguro de que
hemos llegado a una posición ventajosa de la cual podemos percibir las líneas
principales de un cuerpo de Tradición, el cual, Dios mediante, puede servir como una
segura protección contra los estragos de los años y las circunstancias.

Actuando bajo la persistente instancia de viejos amigos de AA y con la convicción de


que ahora es posible llegar a un acuerdo y un consenso entre nuestros miembros, me
atreveré a poner por escrito estas sugerencias para una Tradición de Relaciones de
Alcohólicos – Doce Puntos Para Asegurar Nuestro Futuro.

Nuestra experiencia de AA nos ha enseñada que:

1. Cada miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran
totalidad. Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros
seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el
bienestar individual le sigue muy de cerca.

2. Para el propósito de nuestro grupo, Sólo existe una autoridad fundamental - un Dios
amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo.

3. Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no
podemos rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA
depender del dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se
reúnan en interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA.

4. Con respecto a sus propios asuntos, todo grupo de AA debe ser responsable
únicamente ante la autoridad de su propia conciencia. Sin embargo, cuando sus planes
atañen al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos. Ningún
grupo, comité regional o individuo debe tomar ninguna acción que pueda afectar de
manera significativa a la Comunidad en su totalidad, sin discutirlo con los custodios de
la Fundación Alcohólica [ahora la Junta de Servicios Generales]. En cuanto a estos
asuntos, nuestro bienestar común es de máxima importancia.

5. Cada grupo de Alcohólicos Anónimos debe ser una entidad espiritual con un solo
objetivo primordial - de llevar el mensaje al alcohólico que aún sufre.

6. Los problemas de dinero, propiedad y autoridad nos pueden fácilmente desviar de


nuestro principal objetivo espiritual. Por lo tanto, somos de la opinión de que cualquier
propiedad considerable de bienes de uso legítimo para AA debe incorporarse y dirigirse
por separado, para así diferenciar lo material de lo espiritual. Un grupo de AA, como
tal, nunca debe montar un negocio. Las entidades de ayuda suplementaria, tales como
los clubs y hospitales, que suponen mucha propiedad o administración, deben
constituirse en sociedad separadamente, de manera que, si es necesario, los grupos las
puedan desechar con completa libertad. La responsabilidad de dirigir estas entidades
debe recaer únicamente sobre quienes las sostienen económicamente. En cuanto a los
clubes, normalmente se prefieren directores que sean miembros de AA. Pero los
hospitales, así como los centros de recuperación, deben operar totalmente al margen de
AA - y bajo supervisión médica. Un grupo de AA puede cooperar con cualquiera, pero
nunca debe vincularse con nadie.

7. Los grupos de AA deben mantenerse completamente con las contribuciones


voluntarias de sus miembros. Nos parece conveniente que cada grupo alcance este ideal
lo antes posible; creemos que cualquier solicitud pública de fondos que emplee el
nombre de AA es muy peligrosa; que el aceptar grandes donaciones de cualquier fuente,
o contribuciones que supongan cualquier obligación, no es prudente. Además, nos causa
mucha preocupación aquellas tesorerías de AA que siguen acumulando dinero además
de una reserva prudente, sin tener para ello un determinado propósito AA. A menudo, la
experiencia nos ha advertido que nada hay que tenga más poder para destruir nuestra
herencia espiritual que las disputas vanas sobre la propiedad, el dinero, y la autoridad.

8. Alcohólicos Anónimos debe siempre mantenerse no profesional. Definimos el


profesionalismo como la ocupación de aconsejar a los alcohólicos a cambio de una
remuneración económica. No obstante, podemos emplear a los alcohólicos para realizar
aquellos trabajos para cuyo desempeño tendríamos, de otra manera, que contratar a
gente no alcohólica. Estos servicios especiales pueden ser bien recompensados. Pero
nunca se debe pagar por nuestro trabajo de Paso Doce personal.

9. Cada grupo de AA debe tener el mínimo posible de organización. La dirección


rotativa es normalmente lo mejor. El grupo pequeño puede elegir a su secretario; el
grupo grande, a su comité rotativo; y los grupos de una extensa área metropolitana, a su
comité central, que a menudo emplea un secretario asalariado de plena dedicación. Los
custodios de la Fundación Alcohólica constituyen efectivamente nuestro comité de
servicios generales. Son los guardianes de nuestra Tradición de AA y los depositarios de
las contribuciones voluntarias de AA, por medio de las cuales mantienen nuestra sede
principal de AA y nuestro secretario general en Nueva York. Están autorizados por los
grupos a hacerse cargo de nuestras relaciones públicas a nivel global y aseguran la
integridad de nuestra principal publicación, el AA Grapevine. Todos estos
representantes debe guiarse por el espíritu de servicio, porque los verdaderos líderes en
AA son solamente los fieles y experimentados servidores de la Comunidad entera. Sus
títulos no les confieren ninguna autoridad real. El respeto universal es la clave de su
utilidad.

10. Ningún miembro o grupo de AA debe nunca, de una manera que pueda
comprometer a AA, manifestar ninguna opinión sobre cuestiones polémicas ajenas -
especialmente aquellas que tienen que ver con la política, la reforma alcohólica, o la
religión. Los grupos de Alcohólicos Anónimos no se oponen a nadie. Con respecto a
estos asunto, no pueden expresar opinión alguna.

11. Nuestras relaciones con el mundo exterior deben caracterizarse por la modestia y el
anonimato. Opinamos que AA debe evitar la propaganda sensacionalista. Nuestras
relaciones públicas deben guiarse por el principio de atracción y no por la promoción.
No tenemos necesidad de alabarnos a nosotros mismos. Nos parece mejor dejar que
nuestros amigos nos recomienden.

12. Finalmente, nosotros los Alcohólicos Anónimos creemos que el principio de


anonimato tiene una inmensa significación espiritual. Nos recuerda que debemos
anteponer los principios a las personalidades; que debemos practicar una modestia
verdaderamente humilde. Todo esto a fin de que las bendiciones que conocemos nunca
nos estropeen; que vivamos siempre en contemplación agradecida de El que preside
sobre todos nosotros.

Aunque estos principios han sido expresados en un tono algo categórico, no son sino
sugerencias para nuestro futuro. Nosotros los Alcohólicos Anónimos nunca hemos
reaccionado entusiásticamente a ninguna pretensión de autoridad personal. Tal vez es
bueno para AA que esto sea así. Por lo tanto, no ofrezco estas sugerencias como el
dictado de un solo hombre, ni como ningún tipo de credo, sino como una primera
tentativa de describir ese ideal colectivo, hacia el cual hemos sido guiados ciertamente
por un Poder Superior durante estos últimos diez años.

P.D. Para fomentar la libre discusión, me gustaría tratar más ampliamente estos Doce
Puntos de nuestra Tradición en futuros artículos del Grapevine.
El uso prudente del dinero

Mayo de 1946

En Alcohólicos Anónimos, ¿es el dinero lo que hace bailar al perro o la raíz de todos los
males? Estamos en el proceso de resolver este acertijo. Nadie pretende tener la respuesta
completa. Buscamos el punto del "espacio espiritual" donde termina el uso adecuado del
dinero y empieza el abuso. Son muy contados los problemas del grupo que causen
mayor preocupación a los miembros serios de AA. Todo el mundo hace la pregunta,
"¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia las contribuciones voluntarias, los trabajadores
asalariados, el profesionalismo, y las donaciones de fuentes ajenas?"

Durante los primeros años de AA no teníamos problemas de dinero. Nos reuníamos en


nuestras casas, donde nuestras esposas nos preparaban el café y los bocadillos. Si algún
miembro de AA quería dar una pequen a "subvención" a un compañero alcohólico, lo
hacía. Era exclusivamente asunto suyo. No teníamos fondos de grupo y, por eso, no
teníamos problemas con el dinero del grupo. Y hay que hacer constar que muchos de los
veteranos de AA desearían poder retornar a aquellos días de sencillez alciónica. Ya que
nos damos cuenta de que las disputas por cosas materiales han acabado aplastando el
espíritu de muchas empresas bien intencionadas, a menudo se piensa que demasiado
dinero resultará ser un mal para nosotros también.

No sirve de mucho ansiar por lo imposible. El dinero ya figura en nuestros asuntos y


nos hemos comprometido a su uso prudente. Nadie consideraría seriamente abolir
nuestros locales de reunión y clubs a fin de evitar todo lo que tiene que ver con el
dinero. La experiencia nos ha enseñando que tenemos una gran necesidad de estas
instalaciones, de manera que tenemos que aceptar cualquier riesgo que esto suponga.

Pero, ¿cómo podemos minimizar estos riesgos? ¿Cómo limitar por Tradición el uso del
dinero para que no derrumbe nunca los fundamentos espirituales de le los que depende
completamente la vida de cada miembro de AA? Este es hoy nuestro verdadero
problema. Echemos una mirada a los elementos principales de nuestra situación
financiera, tratando de distinguir lo esencial de lo no esencial, lo legítimo e inofensivo
de lo que puede ser peligroso o innecesario.

Comencemos con las contribuciones voluntarias. Cada AA pone dinero en "el


sombrero" para pagar el alquiler de una sala de reuniones, de un club o para el
mantenimiento de su oficina local o de la sede nacional. Aunque no todos estamos a
favor de los clubs, y unos cuantos miembros no creen necesario una oficina local o
nacional, se puede decir con razón que la gran mayoría de nosotros opinamos que estos
servicios son fundamentalmente necesarios. Con tal de que sean manejados
eficientemente, y de que se lleven las cuentas de una forma responsable, estamos bien
dispuestos a comprometernos a apoyarlos asiduamente, provisto que, por supuesto, no
se consideren nuestras contribuciones como una condición para ser miembro de AA.
Estos usos de nuestro dinero son, por lo general, aprobados y, con algunas reservas, no
vemos ningún motivo de temer que nos acarreen posibles malas consecuencias en el
futuro.

No obstante, hay algunas inquietudes, principalmente con relación a nuestros clubs,


oficinas locales y la sede nacional. Debido a que estas entidades normalmente emplean
a trabajadores asalariados, y que sus operaciones suponen, hasta cierto grado, la
administración de negocios, algunos miembros se preocupan por la posibilidad de que
nos atasquemos en una burocracia pesada. O, peor aun, por la posible profesionalización
de AA. Aunque estas dudas no son siempre irrazonables, ya hemos tenido la suficiente
experiencia como para aliviarías en gran parte.

Para empezar, parece ser casi seguro que nuestros clubs, oficinas locales y la sede
nacional en la ciudad de Nueva York nunca nos abrumarán. Su función es prestar
servicios; no pueden controlar ni gobernar a AA. Si cualquiera de ellos resultara
ineficaz, o se volviera imperioso, tendríamos un remedio sencillo. Los miembros de AA
no enviarían sus contribuciones mientras que no se cambiaran las condiciones. Debido a
que nuestra pertenencia a AA no depende de ninguna cuota ni honorario, siempre
tenemos la opción de "tomar o dejar nuestras instalaciones especiales. La alternativa que
se presenta a estos servicios es: servirnos bien o fracasar. Ya que nadie está obligado a
mantenerlos, no pueden nunca dictar órdenes, ni pueden desviarse por mucho tiempo de
lo esencial la Tradición de AA.

En conexión directa con el principio de tomar o dejar nuestras instalaciones especiales,


existe una tendencia alentadora a constituir en sociedades separadas todas estas
entidades especiales, si suponen una gran cantidad de dinero, propiedad o
administración. Cada vez más, los grupos de AA se están percatando de que son
entidades espirituales y no organizaciones comerciales. Por supuesto, los clubs o locales
de reunión más pequeños quedan a menudo sin constituirse en sociedad, porque su
participación en asuntos de negocios solo es nominal. Sin embargo, a medida que van
experimentando un crecimiento grande, por lo general juzgan conveniente hacerlo,
separando así el club de los grupos de la misma localidad. Entonces, el mantenimiento
del club llega a ser un asunto personal y no un asunto del grupo. Pero silos grupos del
área circundante disponen, a través del club, de los servicios de una secretaria de la
oficina central, parece justo que dichos grupos sufraguen este gasto, porque la secretaria
sirve a todos los grupos, aunque el mismo club no lo haga. Nuestro desarrollo en los
centros grandes de AA está empezando a indicar claramente que, aunque es apropiado
que un conjunto de grupos o su comité central pague el sueldo de la secretaria asalariada
de su área, no es una responsabilidad de los grupos ni del comité central mantener los
clubs económicamente. No todos los AA se interesan en los clubs. Por lo tanto, los
fondos para mantener los clubs deben provenir de los AA individuales que los necesitan
o a quienes les gustan los clubs - individuos que, a propósito, constituyen una mayoría.
No obstante, la mayoría no debe de tratar de coaccionar a la minoría a mantener los
clubs que no quiere ni necesita.

Por supuesto, los clubs también reciben cierta ayuda por medio de las reuniones que se
celebran en el local. En los casos en que las reuniones centrales de un área tienen lugar
en un club, normalmente se reparte el dinero de la colecta entre el club y el comité
central, la parte mayor, por supuesto, asignada al club, ya que éste proporciona el local.
Cualquier grupo que desee utilizar el local, ya sea para una reunión o una diversión,
puede concertar un acuerdo parecido con el club. Por lo general, la junta de directores
del club se ocupa de la administración económica y de la vida social del local. No
obstante, los grupos del área siguen siendo los responsables de los propios asuntos de
AA. Esta separación de las actividades no es en absoluto una regla universal. Lo
ofrecemos únicamente como una sugerencia que, por otra parte, refleja bien las
tendencias actuales.

Un club grande o una oficina central supone, por lo general, uno o algunos trabajadores
asalariados. ¿Qué me dicen de ellos? ¿Están profesionalizando a AA? Sobre esta
cuestión se debate acaloradamente cada vez que un club o un comité central se vuelve lo
suficientemente grande como para necesitar trabajadores a sueldo. Acerca de este tema,
todos hemos tenido gran cantidad de borrosas reflexiones. Yo me contaría entre los
primeros en declararme culpable de esta acusación.

La causa de lo borroso de nuestro pensamiento es la de siempre - el temor. Para cada


uno de nosotros, el ideal de AA, por muy lejos que nos encontremos de alcanzarlo, es
todo belleza y perfección. Es un Poder superior a nosotros mismos que nos ha rescatado
de las arenas movedizas, y nos ha llevado a tierra firme. La más lejana posibilidad de
empañar este ideal, sin mencionar la de trocarlo por otro, es para la mayoría de nosotros
impensable. Por eso, estamos siempre alertas para que no surja dentro de AA una clase
de profesionales o misioneros pagados. En AA todos somos por derecho propio gentes
que profesan la buena voluntad de misioneros, y no hay necesidad alguna de pagar a
nadie por hacer el trabajo de Paso Doce - una obra puramente espiritual. Aunque
supongo que el temor en cualquier forma es deplorable, tengo que admitir que me
agrada bastante que ejerzamos tanta vigilancia respecto a este asunto crucial.

No obstante, creo que hay un principio que nos servirá para resolver nuestro dilema
honradamente. Es este: Un limpiador puede fregar el suelo, un cocinero puede asar la
carne, un portero puede echar a los borrachos alborotadores, un secretario puede
manejar una oficina, un editor puede publicar un boletín - todos, no lo dudo, sin
profesionalizar a AA. Si no hiciéramos estos trabajos nosotros mismos, tendríamos que
emplear a gente no AA para hacerlos por nosotros. No pediríamos a ninguna persona no
AA que los hiciera a jornada completa sin pago. Entonces, ¿Por qué algunos de
nosotros, que ganamos una vida cómoda en el mundo exterior, esperamos que otros AA
se dediquen a ser porteros, o secretarios, o cocineros a jornada completa? ¿Por qué ellos
deben trabajar sin sueldo en tareas que el resto de nosotros no podríamos o no
querríamos hacer? O, ¿por qué deben estos trabajadores recibir un sueldo más bajo que
el que podrían ganar en otra parte por un trabajo parecido? ¿Y qué más daría si,
mientras hacen su trabajo, hicieran además algún trabajo de Paso Doce? El principio
parece ser claro: podemos pagar bien por los servicios especiales - pero nunca nada por
el trabajo de Paso Doce.

Entonces, ¿Cómo se podría profesionalizar a AA? Pues, muy sencillamente. Por


ejemplo, yo podría alquilar una oficina y poner en la puerta un letrero que dijera: "Bill
W.- Terapeuta de Alcohólicos Anónimos. $10.00 por hora." Esto sería tratamiento cara-
a-cara del alcoholismo pagado. Y yo estaría así claramente aprovechándome del nombre
de AA, una organización completamente no profesional, para aumentar mi clientela.
Esto sería sin la menor duda profesionalizar a AA. Sería perfectamente legal, aunque
difícilmente ético.
Pues, ¿implica esto que debamos criticar a los terapeutas como clase - incluso a los AA
que elijan trabajar en este campo? Por supuesto que no. El caso es que ninguna persona
debe hacer publicidad describiéndose como un terapeuta AA. Ya que no somos
profesionales, no puede existir tal cosa. Constituiría una tergiversación de los hechos
que ninguno de nosotros puede darse el lujo de intentar. Al igual que el jugador de tenis
que tiene que renunciar su condición de aficionado cuando se hace profesional, los AA
que se hacen terapeutas deben abstenerse de publicar su conexión con AA. Aunque
dudo que muchos AA vayan a trabajar en el campo de la terapia del alcoholismo,
ninguno de los que lo haga debe sentirse excluido, especialmente si son asistentes
sociales, sicólogos, o siquiatras con buen entrenamiento profesional. No obstante, esta
gente nunca debe publicar su conexión con AA, ni utilizarla de manera que den al
público la impresión de que existe tal rango especial dentro de AA. En este punto
tenemos que trazar la línea.

Normas referentes a los donativos

Junio de 1946

Al hablar sobre este tema en el Grapevine del mes pasado, hicimos las siguientes
observaciones:

1. El uso del dinero en AA es un asunto de la más alta importancia. Siempre tenemos


que vigilar atentamente el punto en que termina el uso y comienza el abuso del dinero.

2. AA ya se ha comprometido al uso limitado del dinero, ya que no consideraríamos


cerrar nuestras oficinas, lugares de reunión y clubs, solo para evitar todo lo que tiene
que ver con las finanzas.

3. Nuestro verdadero problema está hoy en fijar límites razonables y tradicionales al uso
del dinero, minimizando así la posibilidad de los trastornos que tiende a causar.

4. Debemos mantenemos principalmente, y al fin y al cabo únicamente, con las


contribuciones voluntarias de los miembros de AA. Este tipo de automantenimiento
siempre impedirá a nuestras oficinas y clubs pasarse de la raya, ya que podríamos
cortarles los fondos si no nos sirvieran bien.

5. Hemos encontrado prudente constituir en sociedades separadas los servicios o


instalaciones que suponen mucho dinero o administración; un grupo de AA es una
entidad espiritual, no una empresa de negocios.

6. A toda costa, tenemos que evitar la profesionalización de AA; no debemos pagar


nunca por el trabajo de Paso Doce en sí. Los alcohólicos que trabajan en la terapia del
alcoholismo nunca deben aprovecharse de su conexión con AA; no existe y no pueda
existir un "terapeuta AA".
7. No obstante, podemos emplear a miembros de AA como trabajadores de plena
dedicación, con tal de que tengan responsabilidades legítimas aparte del acostumbrado
trabajo de Paso Doce. Podemos, por ejemplo, contratar a secretarios, porteros y
cocineros sin convertirles así en profesionales de AA.

Continuemos ahora la discusión del profesionalismo: A menudo, los AA consultan con


las comunidades locales o con la Fundación Alcohólica, informando que les han
propuesto trabajos en campos relacionados. Los hospitales buscan a miembros de AA
que sean enfermeras y médicos, las clínicas a asistentes sociales que sean AA, las
universidades buscan a AA para trabajar en el campo de educación sobre el alcoholismo
en plan desinteresado, y la industria nos pide que les recomendemos miembros de AA
para puestos en el departamento de personal. ¿Podemos, como particulares, aceptar
estas propuestas? La mayoría de nosotros no vemos ningún inconveniente en hacerlo.

Se reduce a lo siguiente: ¿Tenemos los AA el derecho de privar a la sociedad de


nuestros conocimientos especiales del problema del alcoholismo? ¿Vamos a decir a la
sociedad que no podemos emprender estos cometidos por temor a profesionalizar a AA,
a pesar de que podamos ser excelentes enfermeras, médicos, asistentes sociales o
educadores en el campo del alcoholismo? Esto sería sin duda algo exagerado - incluso
ridículo. Ningún individuo debe ser excluido de un puesto en esta esfera por el mero
hecho de ser miembro de AA. Solamente tiene que evitar la "terapia AA" y toda palabra
o acción que pueda perjudicar a AA en su totalidad. Aparte de esto, debe tener la misma
posibilidad de conseguir el trabajo que tendría la persona no AA a quien se lo
propusieran, y quien, tal vez, no lo haría ni la mitad de bien. De hecho, creo que
tenemos todavía algunos miembros que son camareros de bar. Aunque, por obvias
razones, el servir tragos en un bar no es uno de los trabajos más recomendables, nunca
he oído decir a nadie que estos pocos miembros están profesionalizando a AA debido a
sus muy especiales conocimientos de los bares.

Hace años creíamos que AA debía tener sus propios hospitales y sus casas y granjas de
reposo. Hoy en día, estamos convencidos de que no debemos tener nada de esto. Incluso
nuestros clubs, que están dentro de AA, los mantenemos aparte. Y según el parecer de
casi todos, las instalaciones hospitalarias o de descanso deben estar bien fuera de AA - y
bajo supervisión médica. Claramente, la hospitalización es de la incumbencia de los
médicos, apoyados, por supuesto, por ayuda privada o comunitaria. No es función de
AA el ser propietario ni administrador de estos servicios. En todas partes, cooperamos
con los hospitales. Muchos nos conceden privilegios y disposiciones especiales para
trabajar. Algunos consultan con nosotros. Otros emplean a enfermeras o ayudantes que
son AA. Estas relaciones casi siempre funcionan bien. Pero ninguna de estas
instituciones es conocida como un "hospital de AA."

Además hemos tenido alguna experiencia con granjas y centros de desintoxicación que,
aunque están fuera de AA y bajo supervisión médica, han sido, no obstante,
administrados y financiados por miembros de AA. Algunas de estas empresas han
tenido bastante éxito, otras ninguno. Y, con un par de notables excepciones, el peor
arreglo posible ha sido aquel en que los grupos de AA, contando con sus fondos, han
montado y administrado empresas de desintoxicación. A pesar de las excepciones, estos
"hospitales de AA" parecen ser los menos prometedores. El grupo que se encarga de
una empresa de este tipo normalmente descubre que ha contraído una responsabilidad
innecesaria y provocado una gran cantidad de disensiones desgarradoras. Por ser un
proyecto de grupo, no se puede "tomar o dejar". O bien se tiene que abandonar o dejarlo
como una llaga en carne viva en el cuerpo político. Estos experimentos han demostrado
claramente que el grupo de AA siempre tendrá que ser una entidad espiritual, no una
empresa comercial. Más vale hacer una cosa muy bien que dos muy mal.

Ahora bien, ¿qué acerca de los donativos o pagos a AA por fuentes ajenas? Hace
algunos años, necesitábamos desesperadamente alguna ayuda ajena. La recibimos. Y no
dejaremos nunca de estar agradecidos a aquellos amigos dedicados cuyas contribuciones
hicieron posible la Fundación Alcohólica, el libro Alcohólicos Anónimos y nuestra
Oficina Central. Dios seguramente les ha reservado a cada uno de ellos un lugar en el
cielo. Respondieron a una necesidad apremiante, porque en aquella época éramos muy
pocos miembros de AA y muy insolventes.

Pero los tiempos han cambiado. Alcohólicos Anónimos ahora tiene más de 24,000
miembros, cuyos ingresos combinados deben ascender este año a muchos millones. Por
eso se está difundiendo por toda la Comunidad un fuerte sentimiento de que AA debe
ser automantenida. Ya que la mayoría de los miembros creen que le deben la vida al
movimiento, opinan que nosotros los AA debemos pagar sus muy módicos gastos. Y
dicen: ¿No es hora ya de empezar a cambiar la idea de que el alcohólico es siempre una
persona que necesita ser ayudada - normalmente con dinero? Dicen: Dejemos de ser de
los que toman de la sociedad. Seamos de los que dan. Ya no somos incapaces. Tampoco
estamos sin dinero. Si fuera posible publicar mañana que cada grupo de AA hubiera
logrado ser completamente automantenido, es probable que esto creara hacia nosotros
más buena voluntad que cualquier otra noticia pudiera crear. Dejemos que el generoso
público contribuya con sus fondos a investigaciones científicas sobre el alcoholismo, a
la hospitalización o la educación. Estas empresas tienen una necesidad innegable de
dinero. Nosotros no. Ya no somos pobres. Podemos y debemos pagar por nosotros
mismos.

Naturalmente, no se puede considerar una excepción al automantenimiento, el que un


amigo no alcohólico, presente en una reunión, eche un dólar en el sombrero. También
dudamos que debamos rehusar el pequeño donativo de cinco dólares enviado por un
familiar como muestra de gratitud por la recuperación de un ser querido. Tal vez sería
descortés rehusar su regalo.

Pero no son estas muestras de reconocimiento las que nos preocupan, sino las
contribuciones más grandes, especialmente aquellas que puedan acarrear obligaciones
futuras. Además, hay indicios de que algunas personas adineradas nos están reservando
dinero en sus testamentos, teniendo la impresión de que, si tuviéramos grandes
cantidades de dinero, nos vendría bien utilizarlo. ¿No debiéramos disuadirles de
hacerlo? Y se han hecho algunos intentos alarmantes de solicitar fondos al público en
nombre de Alcohólicos Anónimos. Son contados los AA que no puedan imaginarse
adónde llegaríamos si siguiéramos este rumbo. A veces, nos ofrecen dinero tanto los
que están en contra como los que están a favor de la prohibición. Claramente peligroso,
esto. Porque tenemos que mantenernos alejados de esta desgraciada controversia. De
vez en cuando, los padres de un alcohólico, por pura gratitud, quieren hacer un donativo
considerable. ¿Es esto prudente? ¿Le haría algún bien al propio alcohólico? O quizás un
miembro acomodado desee hacernos un regalo sustancial. Si así lo hiciera ¿seria bueno
para él o para nosotros? ¿No podría ser que nos sintiéramos endeudados con él, o que él,
especialmente si es un recién llegado, creyera que había pagado el billete a su destino
feliz - la sobriedad?

No hemos tenido nunca ningún motivo para poner en duda la generosidad sincera de
esta gente. No obstante, ¿es prudente aceptar sus donaciones? Aunque haya algunas
raras excepciones, comparto con la mayoría de los AA veteranos la opinión de que el
aceptar grandes contribuciones de cualquier fuente es muy arriesgado y casi siempre
peligroso. Puede ser que un club se encuentre apretado de dinero y necesite un préstamo
o un regalo amistoso. Aún así, a la larga sería probablemente mejor ir pagándolo todo
por nosotros mismos. No debemos permitir nunca que ninguna ventaja inmediata, por
muy atractiva que sea, nos deslumbre de manera que no veamos la posibilidad de estar
sentando un precedente catastrófico para el futuro. Con demasiada frecuencia, las
disensiones internas a causa del dinero y de la propiedad han destrozado a gente mejor
que nosotros, los alcohólicos temperamentales.

Con la gratitud y satisfacción más profundas, les puedo comunicar una resolución
aprobada recientemente por nuestro comité de servicios generales, los custodios de la
Fundación Alcohólica, quienes son los fideicomisarios de nuestros fondos de AA
nacionales. Han hecho constar por escrito que, como cuestión de principio, se negarán a
recibir todo donativo que acarree la más mínima obligación, expresa o implícita. Y
además, que la Fundación Alcohólica no aceptará ningún dinero ofrecido por cualquier
entidad comercial. Como ya sabrá la mayoría de los lectores, algunas empresas
cinematográficas nos han abordado recientemente para discutir sobre la posibilidad de
producir una película acerca de AA. Naturalmente, se ha mencionado dinero. Pero
nuestros custodios, con razón, creo, tomarán la postura de que AA no tiene nada que
vender; que deseamos evitar incluso la más ligera insinuación de comercio; y que, de
todos modos, AA es ahora automantenida a nivel nacional.

A mi parecer, ésta es una decisión de alta importancia para nuestro futuro - un gran paso
adelante. Cuando esta actitud hacia el dinero haya sido adoptada universalmente por
AA, habremos evitado el escollo dorado y seductor, pero muy engañoso, conocido por
el nombre de materialismo.

En los próximos año, Alcohólicos Anónimos se verá sometida a la prueba suprema - la


de su prosperidad y su éxito. Creo que será la prueba más dura de todas. Si podemos
superar la crisis, las olas del tiempo y de las circunstancias nos azotarán en vano.
Nuestro destino estará asegurado.

La relación del individuo con

AA como grupo

Julio de 1946
Puede ser que Alcohólicos Anónimos sea una nueva forma de sociedad humana. El
primero de los Doce Puntos de nuestra Tradición de AA dice: "Cada miembro de
Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran totalidad. Es necesario
que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente morirá.
Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el bienestar individual le
sigue muy de cerca." Esto representa un reconocimiento, común en todo tipo de
sociedad, de que a veces el individuo tiene que anteponer el bienestar de sus
compañeros a sus propios deseos descontrolados. Si el individuo no cediera nada al
bienestar común, no podría haber sociedad alguna - solo la obstinación desembocada; la
anarquía en el peor sentido de la palabra.

No obstante, el tercer punto de nuestra Tradición de AA parece ser una invitación


abierta a la anarquía. Aparentemente, contradice el primer punto. Dice: "Nuestra
Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no podemos
rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA depender del
dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se reúnan en
interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA." Esto implica claramente que
un alcohólico es miembro si así lo dice él; que no podemos privarle de ser miembro; que
no podemos exigirle ni un centavo; que no podemos imponerle nuestras creencias o
costumbres; que él puede burlarse de todo lo que nosotros sostenemos y, no obstante,
seguir siendo miembro. En realidad, nuestra Tradición lleva el principio de
independencia individual a tal fantástico extremo que, mientras tenga el más mínimo
interés en la sobriedad, el alcohólico más inmoral, más antisocial, más criticón puede
reunirse con unas cuantas almas gemelas y anunciamos que se ha formado un nuevo
grupo de Alcohólicos Anónimos. En contra de Dios, en contra de la medicina, en contra
de nuestro programa de recuperación, incluso unos en contra de otros - estos individuos
desenfrenados todavía constituyen un grupo de AA, si así lo creen.

A veces nuestros amigos no alcohólicos nos preguntan: ¿Les hemos oído decir que AA
tiene estructura social segura? Deben estar bromeando. Según lo vemos nosotros, su
Tercera Tradición parece tener unos cimientos tan firmes como los de la Torre de Babel.
En el primer punto, ustedes dicen sin rodeos que el bienestar del grupo tiene la
preferencia. Luego, en el punto tres, pasan a decir a cada AA que nadie le puede
impedir que piense y haga como mejor le venga. Es cierto que en el segundo punto
hablan vagamente de una autoridad final, 'Un Dios amoroso tal como se exprese en la
conciencia de nuestro grupo." Con todo respeto a sus opiniones, visto desde afuera, este
punto parece poco realista. Después de todo, el mundo actual no es sino la triste historia
de cómo la mayoría de los hombres han perdido su conciencia y, por ello, no pueden
encontrar su camino. Ahora llegan ustedes los alcohólicos (gente poco equilibrada
además, ¿verdad?) para decirnos amablemente:

1. Que AA es un hermoso socialismo - muy democrático.


2. 2) Que AA también es una dictadura, sus miembros sujetos al mandato benigno
de Dios. Y finalmente,
3. 3) Que AA es tan individualista que la organización no puede castigar a sus
propios miembros por mal comportamiento o incredulidad.

"Por lo tanto," continúan nuestros amigos, "nos parece que dentro de la Sociedad de
Alcohólicos Anónimos ustedes tienen una democracia, una dictadura y una anarquía,
todo funcionando al mismo tiempo. ¿Se acuestan tranquilamente en la misma cama
estos conceptos que hoy día están en tan violento conflicto que van desgarrando el
mundo? No obstante, sabemos que AA da resultados. Así que ustedes, de alguna forma,
deben de haber reconciliado estas grandes fuerzas. Díganos, si pueden, ¿qué es lo que
mantiene unido a AA? ¿Por qué no acaba AA desgarrado también? Si todo AA tiene
una libertad personal que puede incluso llegar al libertinaje, ¿por qué no estalla su
Sociedad? Debería explotar, pero no lo hace."

Es probable que, al leer nuestro primer punto, nuestros amigos del mundo de afuera, tan
perplejos por esta paradoja, pasen por alto una declaración muy significativa: "Es
necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente
morirá."

Esta dura aserción lleva implícito todo un mundo de significado para cada miembro de
Alcohólicos Anónimos. Aunque es totalmente cierto que ningún grupo de AA puede
forzar a ningún alcohólico a contribuir dinero, o a someterse a los Doce Pasos de
nuestro programa de recuperación o a los Doce Puntos de la Tradición de AA, no
obstante, cada miembro de AA se ve obligado, a la larga, a hacer estas mismas cosas. La
verdad es que, en la vida de cada alcohólico, siempre hay un tirano al acecho. Se llama
alcohol. Astuto, despiadado, sus armas son la aflicción, la locura y la muerte. No
importa el tiempo que llevemos sobrios, él se queda siempre a nuestro lado, vigilando,
listo para aprovechar cualquier oportunidad de reanudar su trabajo de destrucción.
Como un agente de la Gestapo, amenaza a cada ciudadano AA con la tortura y la
extinción - a menos que el ciudadano AA esté dispuesto a vivir sin egoísmo, a menudo
anteponiendo a sus planes y ambiciones personales el bienestar de AA en su totalidad.
Aparentemente, ningún ser humano puede forzar a los alcohólicos a vivir juntos feliz y
útilmente. Pero el Sr. Alcohol puede hacerlo - ¡y a menudo lo hace!

Esto se puede ilustrar con un historia: Hace algún tiempo, hicimos una lista larga de
nuestros aparentes fracasos durante los primeros años de AA. A cada alcohólico que
aparecía en la lista, se le había dado una buena orientación. La mayoría habían asistido
durante varios meses a las reuniones de AA. Después de recaer y volver a recaer, todos
desaparecieron. Algunos decían que no eran alcohólicos. Otros no pudieran aceptar
nuestra creencia en Dios. Unos cuantos habían llegado a tener intensos resentimientos
para con sus compañeros. Anarquistas convencidos, no podían ajustarse a nuestra
Sociedad. Y como nuestra Sociedad no se ajustaba a ellos, se marcharon. Pero solo
temporalmente. En el curso de los años, la mayoría de estos llamados fracasos han
retornado, convirtiéndose a menudo en miembros excelentes. Nunca les perseguimos;
volvieron por motivo propio. Cada vez que veo a uno que acaba de volver, le pregunto
por qué se ha vuelto a unir a nuestro rebano. Invariablemente, su respuesta es más o
menos así: "Cuando me puse en contacto por primera vez con AA, me enteré de que el
alcoholismo es una enfermedad: una obsesión mental que nos impulsa a beber, y una
sensibilidad corporal que nos condena a la locura o a la muerte si seguimos bebiendo.
Además me di cuenta de que AA daba resultados, al menos para algunos alcohólicos.
Pero luego me disgustaron los métodos de AA y llegué a odiar a algunos de los
alcohólicos que conocía allí, y todavía seguía con la idea de que podía dejar la bebida
por mis propios medios. Después de varios años de beber de forma terrible, me di
cuenta de que era impotente para controlarlo, y me rendí. Volvía a AA porque no tenía
otro sitio al que recurrir; había probado todo lo demás. Llegado a este punto, supe que
tenía que hacer algo rápidamente: que tenía que practicar los Doce Pasos del programa
de recuperación de AA; que tenía que dejar de odiar a mis compañeros alcohólicos; que
ahora tenía que ocupar mi sitio entre ellos, como una pequeña parte de esa gran
totalidad, la Sociedad de Alcohólicos Anónimos. Todo se reducía a la simple alternativa
de 'actuar o morir.' Tenía que ajustarme a los principios de AA - si no, podría
despedirme de la vida. Se acabó la anarquía para mí. Y aquí estoy."

Esta historia muestra por qué los AA tenemos que vivir juntos - si no, nos vamos morir
solos. Somos los actores de un drama inexorable, en el que la muerte es la apuntadora
de los que vacilan en sus papeles. ¿Hay alguien que pueda imaginarse el imponer en
nosotros una disciplina más rigurosa que ésta?

No obstante, la historia del beber descontrolado nos muestra que el temor, por sí solo,
ha disciplinado a muy pocos alcohólicos. Para mantenernos unidos a nosotros, los
anarquistas, se necesita mucho más que el mero temor. Hace unos pocos años, dando
una charla en Baltimore, me estaba dilatando sobre los grandes sufrimientos que
nosotros los alcohólicos habíamos conocido y supongo que mis palabras tenían un
fuerte olor a autoconmiseración y a exhibicionismo. Insistía en describir nuestra
experiencia de bebedores como una gran calamidad, un terrible infortunio. Después de
la reunión, me abordó un cura católico y, con tono muy amable, me dijo: "Le oí decir
que creía que su forma de beber era un infortunio. Pero a mí me parece que, en el caso
suyo, era una tremenda buenaventura. ¿No fue esa experiencia horrible lo que le
humilló tanto que hizo que pudiera encontrar a Dios? ¿No fue el sufrimiento lo que le
abrió los ojos y el corazón? Todas las oportunidades que usted tiene hoy, toda esta
maravillosa experiencia que usted llama AA, tuvieron su origen en un profundo
sufrimiento personal. En su caso no fue ningún infortunio. Fue una invaluable
buenaventura. Ustedes los AA son gente privilegiada."

Este sencillo y profundo comentario me conmovió mucho. Marca un momento decisivo


de mi vida. Me hizo pensar como nunca en la relación que tenía con mis compañeros de
AA. Me hizo poner en duda mis propios motivos. ¿Por qué había venido yo a
Baltimore? ¿Estaba allí sólo para bañarme en los aplausos y la aprobación de mis
compañeros? ¿Estaba allí como maestro o como predicador? ¿Me creía a mi mismo un
eminente cruzado moral? Al pensarlo, me confesé avergonzadamente a mi mismo que
tenía todos esos motivos, que había sacado un placer indirecto y bastante egocéntrico de
mi visita. Pero ¿era eso todo? ¿No tenía otro motivo mejor que mi avidez de prestigio y
aplausos? ¿Había llegado a Baltimore para satisfacer únicamente esta necesidad y
ninguna otra más profunda o noble? Entonces, me vino un destello de inspiración. Bajo
mi vanagloria superficial o pueril, vi obrando a Alguien muy superior a mí. Alguien que
quería transformarme; Alguien que, si yo lo permitiera, me libraría de mis deseos menos
honestos y los reemplazaría con aspiraciones más encomiables. En éstas, si yo tuviera
suficiente humildad, podría encontrar la paz.

En aquel momento vi con perfecta claridad la razón por la que realmente debía de haber
venido a Baltimore. Debía haber viajado allí con la feliz convicción de que yo
necesitaba a los Baltimorenses aun más de lo que ellos me necesitaban a mí; que tenía
necesidad de compartir con ellos tanto sus penas como sus alegrías; que tenía necesidad
de sentirme unido a ellos, fusionándome en su sociedad; que, incluso si ellos insistían en
considerarme como su maestro, yo debería considerarme a mí mismo como su pupilo.
Me di cuenta de que había estado viviendo muy aislado, muy alejado de mis
compañeros, y muy sordo a esa voz interior. En vez de ir a Baltimore como un mero
agente que llevaba el mensaje de experiencia, llegué como el fundador de Alcohólicos
Anónimos. Y, como un vendedor en una convención, me había puesto mi etiqueta de
identificación para que todos pudieran verla bien. Cuánto mejor habría sido si hubiera
sentido gratitud en vez de satisfacción de mí mismo - gratitud por haber padecido una
vez los sufrimientos del alcoholismo, gratitud por el milagro de recuperación que la
Providencia había obrado en mí, gratitud por el privilegio de servir a mis compañeros
alcohólicos, y gratitud por los lazos fraternales que me unían a ellos en una camaradería
cada vez más íntima, como muy pocas sociedades humanas conocen. Era verdad lo que
me dijo el cura: "Su infortunio se ha convertido en su buenaventura. Ustedes los AA son
gente privilegiada."

La experiencia que tuve en Baltimore no fue nada insólita. Cada AA pasa en su vida por
parecidos acontecimientos espirituales decisivos - momentos de iluminación que le unen
cada vez más íntimamente a sus compañeros y a su Hacedor. El ciclo es siempre el
mismo. Primero, recurrimos a AA porque, de no hacerlo, podríamos morir. Después,
dependemos de su filosofía y del compañerismo que nos ofrece para dejar de beber.
Luego, por un tiempo, tendemos a volver a depender de nosotros mismos, y buscamos
la felicidad por medio del poder y de los aplausos. Finalmente, algún incidente, tal vez
un grave contratiempo, nos abre aun más los ojos. Luego, según vamos aprendiendo la
nueva lección y aceptamos de verdad lo que nos enseña, entramos en un nuevo y más
fructífero nivel de acción y emoción. La vida cobra un sentido más noble.
Vislumbramos nuevas realidades; percibimos la clase de amor que nos hace ver que más
vale dar que recibir. Estas son algunas de la razones por las que creemos que
Alcohólicos Anónimos puede ser una nueva forma de sociedad.

Cada grupo de AA es un refugio seguro. Pero siempre está rodeado por el tirano
alcohol. Como los compañeros de Eddie Rickenbacker, flotando en una balsa en alta
mar, nosotros los que vivimos en el refugio de AA, nos apegamos unos a otros con una
determinación que el mundo de afuera rara vez puede comprender. La anarquía del
individuo va desapareciendo. Se desvanece el egoísmo, y la democracia se convierte en
realidad. Empezamos a conocer la verdadera libertad de espíritu. Llegamos a ser cada
vez más conscientes de que todo va bien; de que cada uno de nosotros puede confiar
incondicionalmente en quien nos guía con amor desde nuestro interior - y desde arriba.

¿Quién es miembro

de Alcohólicos Anónimos?

Agosto de 1946

En la primera edición del libro Alcohólicos Anónimos aparece la siguiente breve


declaración referente a la pertenencia a AA: "El único requisito para ser miembro de
AA es un deseo sincero de dejar de beber. No estamos aliados con ninguna religión,
secta o denominación en particular; ni nos oponemos a nadie. Simplemente deseamos
ayudar a los afligidos." Así expresamos nuestros sentimientos en 1939, año en que se
publicó nuestro libro.

Desde aquel tiempo, se han hecho todo tipo de experimentos con respecto a la
pertenencia a AA. Es innumerable la cantidad de reglamentos que se han establecido (y
en su mayor parte, quebrantado). Hace dos o tres años, la Oficina Central pidió a los
grupos que hicieran una lista de sus reglamentos y que las enviaran a la sede. Después
de haberlas recibido, las recopilamos, viéndonos obligados a cubrir muchas hojas de
papel. Tras breve reflexión sobre tantísimos reglamentos, se desprendió una
sorprendente conclusión. Si todos estos edictos hubieran estado vigentes en todas partes
al mismo tiempo, le habría sido imposible a cualquier alcohólico unirse a AA. Unos
nueve décimos de nuestros más antiguos y fieles miembros no habrían podido pasar por
la criba.

En algunos casos, las exigencias nos habrían dejado muy desalentados. A la mayoría de
los miembros pioneros se les habría expulsado por haber sufrido demasiadas recaídas; o
por haber tenido costumbres muy relajadas; o porque, no solamente tenían problemas
con el alcohol, sino que además sufrían trastornos mentales. O, por mucho que cueste
creerlo, porque no eran miembros de las llamadas mejores clases de la sociedad.
Nosotros los ancianos nos podríamos haber visto excluidos por no haber leído el libro
Alcohólicos Anónimos o porque nuestros padrinos no quisieron responder por nosotros
como candidatos. Y así, ad infinitum. Las formas en que nuestros alcohólicos "dignos" a
veces han tratado de juzgar a los "menos respetables" son, en retrospectiva, algo
absurdas. Imagínate, si puedes, un alcohólico juzgando a otro.

En alguna que otra ocasión, la mayoría de los grupos de AA se lanzan frenéticamente a


inventar reglamentos. Además, como es de suponer, al comenzar a crecer rápidamente,
un grupo se ve enfrentado con muchos problemas alarmantes. Los mendigos comienzan
a mendigar. Algunos miembros se emborrachan y, a veces, hacen que otros se
emborrachen con ellos. Los que tienen problemas mentales caen en depresiones o hacen
denuncias paranoicas de sus compañeros. Los chismosos chismorrean, u
"honradamente" denuncian a los "lobos y caperucitas rojas" del grupo. Los recién
llegados protestan que no son alcohólicos y, sin embargo, siguen asistiendo a las
reuniones. Los "recaídos" se aprovechan del buen nombre de AA para conseguir
empleos. Otros miembros rehusan aceptar todos los Doce Pasos del programa de
recuperación. Otros van más lejos, alegando que "todo esto de Dios" es una tontería y
totalmente innecesario. Bajo estas circunstancias, nuestros miembros conservadores que
se atienen al programa se alarman. Les parece imperativo controlar estas peligrosísimas
condiciones; si no, AA sin duda se vendrá abajo. Miran con alarma por el bien del
movimiento.

En este punto, el grupo llega a la fase caracterizada por la elaboración de reglas y


reglamentos. Con entusiasmo, se aprueban estatutos, cartas constitutivas, y normas
referentes a la pertenencia, y se cede a un comité la autoridad para eliminar a los
indeseables y para castigar a los malvados. Luego, los ancianos del grupo, ya vestidos
de autoridad, se ponen diligentemente a trabajar. A los recalcitrantes, los echan a las
tinieblas; los entrometidos respetables tiran piedras a los pecadores. Y, en cuanto a los
llamados pecadores, o insisten en quedarse, o forman un nuevo grupo. O tal vez se unen
a otro grupo de la vecindad, más agradable y menos intolerante. Los ancianos pronto se
dan cuenta de que los nuevos reglamentos no funcionan bien. La mayoría de los intentos
de hacerlos cumplir suscitan dentro del grupo una oleada de disensión e intolerancia tan
grande que enseguida se reconoce la situación como más perjudicial para la vida del
grupo que lo fuera lo peor que los peores hubieran hecho nunca.

Pasado un tiempo, los temores y la intolerancia se apaciguan. El grupo sobrevive ileso.


Todo el mundo ha aprendido mucho. Por eso, hoy en día, muy pocos nos preocupamos
de cómo cualquier principiante pueda afectar la reputación o eficacia de AA. Los que
recaen, los que mendigan, los que chismorrean, los que tienen trastornos mentales, los
que se rebelan contra el programa, los que se aprovechan de la fama de AA - muy rara
vez perjudican al grupo de AA por mucho tiempo. Y algunos de ellos han llegado a ser
nuestros más respetados y más queridos miembros. Otros se han quedado para poner a
prueba nuestra paciencia; pero se han mantenido sobrios. Otros más se han alejado.
Hemos llegado a considerar a estas personas no como amenazas, sino como nuestros
maestros. Nos obligan a cultivar la paciencia, la tolerancia y la humildad. Finalmente,
nos percatamos de que son simplemente gente más enferma que el resto de nosotros, y
que nosotros los que los condenamos, somos los Fariseos cuya falsa rectitud causa al
grupo un más profundo perjuicio espiritual.

Cada AA veterano se estremece al recordar los nombres de aquellos a quienes, una vez,
él condenó; la gente que con toda seguridad él predijo que nunca lograría la sobriedad;
la gente que él estaba convencido que había que echar de AA por el bien del
movimiento. Ahora que muchas de esas personas ya se han mantenido sobrias durante
muchos años, y puede que se cuenten entre sus más ínfimos amigos, el veterano se
pregunta a sí mismo, ¿qué habría pasado si todos hubieran juzgado a estas personas
como lo hacía yo? Si AA les hubiera cerrado la puerta, ¿dónde estarían ahora?

Esta es la razón por la que juzgamos cada vez menos al principiante. Si para él, el
alcohol es un problema incontrolable, y si él quiere hacer algo al respecto, no le
requerimos más. No nos importa en absoluto que su caso sea grave o leve, que sus
costumbres sean rectas o relajadas, que tenga o no otras complicaciones. La puerta de
AA está abierta de par en par, y si entra y se pone a hacer algo para remediar su
problema, le consideramos un miembro de AA. No firma ningún contrato o convenio;
no se compromete a hacer nada. No le exigimos nada. El se une a nosotros sólo con
decirlo. Hoy día, en la mayoría de los grupos, ni siquiera tiene que decir que es
alcohólico. Puede unirse a AA con solo tener una mera sospecha de que lo sea, de que
ya muestre los síntomas mortales de nuestra enfermedad.

Por supuesto, éste no es el estado universal de las cosas en AA. Hay todavía
reglamentos que se imponen a los miembros. Si un miembro persiste en llegar borracho
a las reuniones, puede que se le lleve afuera; puede que pidamos a alguien que lo aleje.
No obstante, en la mayoría de los grupos puede volver al día siguiente, si se presenta
sobrio. Aunque le pueden echar de un club, a nadie se le ocurriría echarle de AA. Sigue
siendo miembro de AA mientras que lo diga. Aunque este amplio concepto de la
pertenencia a AA no es todavía de unánime aceptación, representa la corriente principal
del pensamiento de AA. No queremos privar a nadie de la oportunidad de recuperarse
del alcoholismo. Deseamos ser tan inclusivos como podamos, nunca exclusivos.

Tal vez esta tendencia significa algo mucho más profundo que un mero cambio de
actitud hacia la cuestión de pertenencia. Tal vez significa que vamos liberándonos de
todo temor a las tempestades que a veces azotan nuestro mundo alcohólico; tal vez
atestigua nuestra confianza en que, a cada tormenta, le seguirá una calma; una calma
que es más comprensiva, más compasiva, más tolerante que cualquiera que hayamos
conocido nunca.

¿Tendrá AA algún día

un gobierno personal?

Enero de 1947

Con casi toda seguridad, la respuesta a esta pregunta es que no. Este es el veredicto de
nuestra experiencia.

Para empezar, cada miembro de AA ha sido un individuo que, a causa de su


alcoholismo, raramente podía gobernarse a sí mismo. Ni tampoco podía otro ser
humano gobernar la obsesión del alcohólico por la bebida, ni su avidez de salirse con la
suya. Incontables veces, los parientes, los amigos, los jefes, los médicos, los clérigos,
los jueces, cada uno a su manera, han tratado de disciplinar a los alcohólicos. Casi sin
excepción, los intentos de influir por coacción en la conducta del alcohólico han
fracasado completamente. No obstante, nosotros los alcohólicos podemos ser guiados,
podemos ser inspirados; al unimos a AA, podemos sometemos a la voluntad de Dios, y
lo hacemos gustosamente. Por lo tanto, no es de extrañar que la única autoridad real que
se encuentra en AA sea la de un principio espiritual. Nunca es una autoridad personal.

Nuestro individualismo irrazonable (egocentrismo, si así lo prefiere) era, por supuesto,


la razón principal por la que fracasamos en la vida y nos entregamos al alcohol. Al no
poder coaccionar a otros a estar de acuerdo con nuestras ideas y deseos, bebíamos.
Cuando otras personas trataban de coaccionamos, también bebíamos. Aunque ahora nos
encontramos sobrios, llevamos todavía vestigios de aquellas características que nos
hacían resistir a la autoridad. En esto, probablemente, está la clave del porqué no existe
ningún gobierno personal en AA. No hay honorarios ni cuotas, ni reglas ni reglamentos;
ninguna exigencia de que los alcohólicos se sometan a los principios de AA; ningún
individuo investido de autoridad personal sobre otro. Aunque no es una virtud
resplandeciente, nuestra aversión a la obediencia contribuye mucho a asegurar que
estemos libres de todo tipo de dominación personal.

No obstante, es cierto que la mayoría de nosotros, en nuestra vida personal, nos


atenemos a los Doce Pasos Sugeridos de recuperación. Pero lo hacemos porque hemos
elegido hacerlo. Preferimos la recuperación a la muerte. Entonces, poco a poco,
llegamos a damos cuenta de que la mejor base de la vida es una base espiritual. Nos
sometemos a lo sugerido porque queremos hacerlo.

De la misma manera, la mayoría de los grupos de AA están dispuestos a atenerse a los


"Doce Puntos de Tradición Para Asegurar Nuestro Futuro." Los grupos quieren evitar
las controversias sobre cuestiones ajenas, tales como la política, la reforma o la religión;
se aferran a su único objetivo de ayudar a los alcohólicos a recuperarse; dependen cada
vez más del automantenimiento en vez de depender de la caridad de gente ajena. En sus
relaciones públicas, insisten cada vez más en la modestia y el anonimato. Los grupos de
AA se atienen a estos principios tradicionales por la misma razón por la que el miembro
individual se atiene a los Doce Pasos para la recuperación. Los grupos se percatan de
que, de no hacerlo, se desintegrarían, y pronto descubren que el atenerse a nuestra
Tradición y experiencia es la base de una vida de grupo más feliz y eficaz.

Dentro de AA no existe ninguna autoridad humana establecida que pueda obligar a un


grupo a hacer nada. Algunos grupos, por ejemplo, eligen a sus líderes. Pero aun
teniendo un mandato así, cada líder descubre que, aunque puede guiar por su propio
ejemplo o por persuasión, nunca puede dárselas de jefe. Si intenta hacerlo, en la
siguiente elección los electores pueden abandonarlo.

La mayoría de los grupos de AA ni siquiera eligen a sus líderes. Prefieren tener comités
rotativos para llevar sus simples asuntos. Estos comités siempre son considerados como
servidores; sólo tienen autoridad para servir, nunca para mandar. Cada comité realiza lo
que cree que son los deseos del grupo. Nada más. Aunque en el pasado los comités
trataban de disciplinar a los miembros descarriados, y aunque a veces han elaborado un
sistema detallado de reglas y, en ocasiones, se han constituido así mismos como jueces
de la moralidad de sus compañeros, no ha habido ningún caso, que yo sepa, en el que
estos esfuerzos aparentemente virtuosos hayan tenido ningún efecto duradero, si no
fuera ¡ la elección de un nuevo comité!

Sin duda, puedo hacer estas afirmaciones con la mayor seguridad. Porque yo también,
he tratado de gobernar AA. Cada vez que me esforcé tenazmente por hacerlo, me
hicieron desistir con un abucheo - tan sonoro que en varias ocasiones parecía que yo
estaba destinado a una excomunión rápida y segura.

Sentado en mi despacho en nuestra Oficina Central, a menudo miro la avalancha de


problemas personales, de grupo y de intergrupo, según nos van llegando. En fechas
recientes, la marea ha estado subiendo tan rápidamente que nos vemos inundados cada
mañana con una oleada de cartas y entre ellas invariablemente hay una por lo menos
que nos informa de un problema transcendental en alguna que otra parte del mundo. La
Oficina Central de AA se ha convertido en un foco de situaciones críticas, hasta tal
grado que una "crisis" al día es una cuestión rutinaria.

En una época me sentía tentado a tomar una postura clara y firme con respecto a cada
uno de estos problemas, a ejercer tanta presión y tanta autoridad como pudiera, a
escribir cartas acaloradas a los individuos y grupos equivocados diciéndoles lo que
debían hacer. En tales momentos, me sentía convencido de que AA necesitaba un
gobierno personal firme - alguien, por ejemplo, como yo mismo.

Después de haber luchado durante unos cuantos años por dirigir el movimiento de AA,
tuve que rendirme - sencillamente no funcionaba. Todo intento de imponer mi autoridad
personal siempre suscitaba confusión y resistencia. Si tomaba partido en alguna
polémica, algunos me citaban alegremente, mientras que otros murmuraban, "¿Y quién
se cree que es este dictador?" Si hacía algunas críticas severas, me devolvían el doble.
El poder personal siempre falló. Puedo ver sonreír a mis viejos amigos de AA. Están
recordando aquella época en la que ellos, también, se sentían llamados poderosamente a
"salvar el movimiento de AA" de esta o aquella amenaza. Pero, sus días de hacer el
papel de "Fariseo", ya se han pasado. Así es que, tanto para ellos como para mí,
aquellos cortos lemas de AA, "Tómalo con Calma" y "Vive y Deja Vivir," han cobrado
una profunda importancia y significación. De esta manera, cada uno de nosotros llega a
comprender que en AA podemos ser únicamente servidores.

Hace mucho tiempo que nosotros aquí en la Oficina Central nos damos cuenta de que
únicamente podemos suministrar algunos servicios indispensables. Podemos facilitar
información y literatura; podemos comunicar, generalmente, la opinión de la mayoría de
los AA referente a nuestros problemas actuales; podemos ayudar a nuevos grupos a
ponerse en marcha, dándoles consejos si nos lo piden; podemos vigilar las relaciones
públicas de AA en general; a veces, podemos servir de intermediarios para resolver un
problema. Del mismo modo, los editores de nuestra revista mensual, el Grapevine de
AA, la consideran simplemente como un espejo de la vida y el pensamiento de AA hoy
en día. Ya que sirven simplemente como tal, no pueden mandar ni hacer propaganda.
Así ocurre también con los custodios de la Fundación Alcohólica (nuestro comité de
servicios generales de AA) quienes saben que no son más que guardianes, guardianes
que aseguran la eficacia de la Oficina Central de AA y del Grapevine de AA, y que son
los depositarios de nuestros fondos generales y nuestras Tradiciones - guardianes y nada
más.

Está clarísimo que, aun aquí en el mismo centro de AA, solamente puede existir un
centro de servicio - custodios, redactores, secretarias, etc. - cada uno cumpliendo sin
duda una función vital, pero ninguno que tenga autoridad para gobernar Alcohólicos
Anónimos.

No tengo la menor duda de que tales centros de servicio - internacional, nacional,


metropolitano o local - serán suficientes para el futuro. Mientras evitemos la
acumulación peligrosa de riqueza y la creación de un gobierno personal en estos
centros, no podremos desviarnos. Aunque la riqueza y la autoridad constituyan la base
de muchas instituciones muy nobles, nosotros los AA nos damos cuenta ahora de que no
son apropiadas para nosotros. ¿No hemos descubierto que lo que es bueno para uno es
malo para otros?

¿No haremos lo adecuado si podemos aferrarnos aun parcialmente a los ideales


fraternales de los primeros Franciscanos? Que todos nosotros los AA, ya seamos
custodios, editores, secretarios, porteros o cocineros – simplemente miembros - siempre
recordemos lo insignificantes que son la riqueza y la autoridad comparadas con la
inmensa importancia de nuestra fraternidad, amor y servicio.

Los peligros de vincular

AA con otros proyectos


Marzo de 1947

Nuestra experiencia de AA ha venido planteándonos las siguientes preguntas


importantes, que no tienen todavía una respuesta definitiva. Primera, ¿debe AA en su
totalidad entrar en las esferas ajenas de hospitalización, investigación científica, y
educación no polémica sobre el alcoholismo? Segunda, un miembro de AA que actúa
estrictamente como un particular, ¿tiene justificación para aportar a tales empresas su
experiencia y conocimientos especiales? Y tercera, si un miembro de AA trabaja en
estos aspectos del problema global del alcoholismo, ¿cuáles serían las condiciones
apropiadas para su trabajo?

Respecto a estas preguntas, se oye en los grupos de AA una variedad casi infinita de
opiniones. Por lo general, se pueden clasificar en tres categorías: la de "hacerlo todo"; la
de "hacer algo"; y la de "no hacer nada."

Tenemos miembros que se preocupan tanto de que nos enmarañemos en estas


actividades, o de que nos exploten de alguna forma, que quieren que seamos una
corporación estrictamente cerrada. Ejercerían la presión más fuerte posible para impedir
que los AA hagan cualquier esfuerzo respecto al problema global del alcoholismo, ya
sea que lo hagan como individuos o como grupos - con excepción, por supuesto, de su
acostumbrado trabajo de AA. Ven el espectro del Movimiento Washingtoniano que
prosperó por algún tiempo entre los alcohólicos de hace un siglo, y terminó
desintegrándose, debido, en parte, a que sus miembros militaban en favor de la
abolición, la prohibición, y demás y demás. Estos AA están convencidos de que, cueste
lo que cueste, tenemos que mantener nuestro aislamiento, y ocuparnos únicamente de lo
nuestro, para evitar el mismo peligro.

Tenemos también al miembro que le gustaría que lo hiciéramos todo con respecto al
problema global del alcoholismo - a cualquier hora, en cualquier sitio, de cualquier
forma. Su entusiasmo le hace creer no solamente que su querida AA es una panacea
para todos los borrachos, sino que también tenemos una solución para todo y todos los
que tienen que ver con el alcohol. Cree firmemente que AA debe apoyar, tanto con su
nombre como con sus recursos económicos, cualquier proyecto de investigación
científica, educación, o tratamiento que sean de primera categoría. Viendo que, hoy en
día, AA aparece en la primera plana de noticias, él mantiene que debemos permitir
liberalmente a otros que aprovechen nuestra buena fama Dice: "¿Por qué no debemos
manifestar públicamente nuestro apoyo? Se podrían recoger fácilmente millones de
dólares para hacer buenas obras en el campo del alcoholismo." A veces, el juicio de este
entusiasta está oscurecido por su deseo de crearse una carrera. No obstante, estoy seguro
de que para la mayoría de los que se entusiasman tan precipitadamente, es una cuestión
de pura exuberancia, más, en muchos casos, un sentimiento profundo de responsabilidad
social. Así que tenemos los entusiastas y los ultraprudentes: los de "hacerlo todo" y los
de "no hacer nada." Pero el miembro de AA en general no se preocupa por estos
fenómenos tanto como lo hacía en el pasado. Sabe que, del calor y del humo, saldrá la
luz. Pronto surgirá una política bien informada que todos puedan aprobar. Sometida a la
prueba del tiempo, esta política, si se muestra acertada, se convertirá en una tradición de
AA.

A veces, he temido que AA no elaborara nunca una política factible. Y este temor no se
aliviaba mientras mis propias opiniones iban cambiando, con completa inconsecuencia,
de un extremo a otro. Debería haber tenido más fe. La luz de nuestra experiencia está
empezando a brillar con la suficiente intensidad como para que podamos ver
claramente; para que podamos decir con seguridad lo que podemos y lo que no podemos
hacer con respecto a la educación, la investigación científica, etc.

Por ejemplo, podemos decir categóricamente que, ni AA en su totalidad, ni cualquier


grupo de AA deben involucrarse en ninguna actividad que no sea el trabajo
acostumbrado de AA. Como grupos, no podemos apoyar, ni financiar ni afiliamos a
ninguna otra causa, por muy noble que sea; no podemos asociar el nombre de AA con
ninguna otra empresa en el campo del alcoholismo, y así causarle al público la
impresión de que hayamos abandonado nuestro objetivo. Tenemos que disuadir a
nuestros miembros y a nuestros amigos de utilizar el nombre de AA cuando hacen
publicidad o solicitan contribuciones. El comportarnos de otra manera pondría en
peligro nuestra unidad; y nuestra responsabilidad más importante, tanto hacia nuestros
hermanos alcohólicos como hacia el público en general, es la de mantener nuestra
unidad. La experiencia, según creemos, ya ha puesto de manifiesto estos principios.

Aunque ahora abordamos cuestiones más discutibles, tenemos que preguntarnos con
toda sinceridad si cualquiera de entre nosotros, como particular, debe llevar y aplicar
nuestras experiencias especiales a otros aspectos del problema del alcoholismo. ¿No le
debemos al menos esto a la sociedad? y, ¿es posible hacerlo sin comprometer a
Alcohólicos Anónimos en su totalidad?

A mi parecer, la política de "no hacer nada" es ahora impensable, debido en parte a mi


convicción de que nuestros miembros pueden trabajar en otras actividades no polémicas
del campo del alcoholismo sin poner en peligro a la Comunidad, si toman algunas
sencillas precauciones; y, en parte, porque he llegado a creer profundamente que el
hacer menos sería privar a la sociedad entera de las aportaciones inmensamente valiosas
que, con casi toda seguridad, podríamos hacer. Aunque somos miembros de AA y AA
tiene que tener prioridad, somos también ciudadanos del mundo. Además, como
nuestros amigos los médicos, estamos obligados por honor a compartir todo lo que
sabemos con toda la humanidad.

Por lo tanto, me parece justo que algunos de nosotros respondamos a la llamada que nos
llega de otros campos. Y aquellos que respondan, tienen que recordar únicamente que
son, antes que nada, miembros de AA; que en sus actividades son solamente individuos
particulares. Esto supone que respeten el principio de anonimato ante la prensa; que si
se presentan ante el público en general, no se describan como miembros de AA; y que
se abstengan de llamar especial atención sobre el hecho de que son miembros de AA
cuando hacen publicidad o solicitudes de fondos.

Estas sencillas normas de conducta, si son observadas concienzudamente, podrían


disipar todas las dudas, razonables o irrazonables, que muchos AA tienen ahora. De esta
manera, AA en su totalidad podría mantener relaciones amistosas, sin compromisos, con
cualquier causa no polémica que esté tratando de escribir una página más brillante en
los oscuros anales del alcoholismo.

Una palabra para terminar. Hace algunos años, yo creía que nosotros podríamos, de
forma limitada y cautelosa, prestar nuestro nombre a ciertas empresas ajenas. Una de
ellas era un proyecto educativo muy prometedor. Varios miembros del cuerpo docente
de la Universidad de Yale que estaban patrocinando el Comité Nacional de Educación
sobre el Alcoholismo me preguntaron si podían contratar a un miembro de AA y,
¿podría este miembro romper su anonimato para este propósito particular? Mi respuesta
fue que naturalmente se podía conseguir la participación de un AA; que tal participación
no podría ser considerada, bajo ningún concepto, como una profesionalización de AA,
ya que el trabajo que se iba a hacer se haría en un campo totalmente distinto; que si un
AA pudiera ser un educador mejor, entonces ¿por qué no? Aunque nunca se ha puesto
seriamente en duda lo atinado de esta política, no se puede decir lo mismo respecto a mi
respuesta sobre el asunto de abandonar el anonimato, a lo cual, en este caso, di mi
aprobación.

Desde entonces hemos visto lo equivocado de esta decisión. Un buen amigo mío,
miembro de AA, aceptó ese puesto y luego abandonó su anonimato. El primer efecto
que tuvo fue bueno. Atrajo una considerable cantidad de publicidad para AA, así como
muchos miembros. En lo referente a la educación, se consiguió que el público fuera más
consciente que nunca que el alcoholismo es una enfermedad, y que se podía hacer algo
al respecto. Hasta allí, todo bien.

Pero recientemente, ha surgido alguna confusión. Debido a la gran cantidad de


publicidad que vinculaba el nombre de AA con este proyecto educativo, el público
tendía a pensar que AA en su totalidad se había metido en el campo de educación sobre
el alcohol. Y cuando el nombre de AA llegó a estar asociado en la mente del público
con una campaña de reunir fondos, hubo incluso más confusión. A algunos donantes
que tenían la impresión de que estaban contribuyendo a AA, les sorprendió oír de sus
amigos que AA no solicitaba dinero. Por lo tanto, se ha empezado a ver que las ventajas
a corto plazo de abandonar el anonimato no compensaban la desventaja a largo plazo. A
medida que la experiencia ha venido poniendo esto cada vez más en claro, no sólo para
mí, sino también para mis amigos de la universidad y del comité educativo, ellos se han
expresado totalmente de acuerdo y añora están esforzándose por remediar la situación.

Naturalmente, tengo la más sincera esperanza de que nuestro error no cause la menor
molestia o perjuicio a los miembros del comité ni a su trabajo. Los errores forman una
parte integrante del proceso de pruebas y tanteos, por medio del cual todos vamos
aprendiendo y creciendo.

Para resumir lo anterior en pocas palabras, me siento razonablemente convencido de


que nuestra política en lo referente a proyectos "ajenos" llegará a ser la siguiente: AA
no patrocina proyectos en campos ajenos. No obstante, si estos proyectos son
constructivos y de carácter no polémico, los miembros de AA tienen perfecta libertad de
participar en ellos, sin censura, silo hacen como particulares, y si tienen cuidado de no
comprometer el nombre de AA. Tal vez lo resolveremos así, sin más. ¿Lo probamos?

Los clubs en AA
Abril de 1947

l concepto del club ha llegado a formar parte de la vida de AA. Veintenas de estos
abrigos acogedores ya tienen años de existencia, prestando sus muy útiles servicios, y
nuevos clubs se establecen cada mes. Si efectuáramos una votación mañana en cuanto a
la conveniencia de tenerlos, una buena mayoría de los AA daría un resonante voto
afirmativo. Habría miles que atestiguarían que les podría haber sido más difícil
mantener su sobriedad durante sus primeros meses en AA silos clubs no hubieran
existido y, en cualquier caso, dirían que siempre desearían poder aprovechar los
contactos asequibles y las calurosas amistades que los clubs les ofrecen.

Siendo este el punto de vista mayoritario, podríamos suponer que los clubs tuvieran una
aprobación universal; podríamos imaginamos que sin ellos no subsistiríamos.
Podríamos creer que los clubs constituyen una institución central de AA - una especie
de "paso trece" de nuestro programa de recuperación, sin el cual los demás Pasos no
surtirían efecto. De vez en cuando los entusiastas de los clubs se comportan como si
creyeran verdaderamente que podríamos superar nuestros problemas alcohólicos con el
único recurso del club. Tienden a depender más de los clubs que del programa de AA.

Pero hay también entre nosotros los AA una minoría bastante robusta de gente que no
quiere tener nada que ver con los clubs. Dicen que la vida social de los clubs no
solamente distrae la atención de los miembros del programa, sino que además los clubs
son un estorbo para el progreso de AA. Nos advierten del peligro de que los clubs
degeneren en meras guaridas o incluso en "garitos." Recalcan las querellas que surgen
en lo concerniente al dinero, a la administración y a la autoridad personal; tienen miedo
a los "incidentes" que puedan darnos mala publicidad. En pocas palabras, "miran con
alarma." Dan a los clubs una clara señal de desaprobación.

Hace ya algunos años que venimos a tientas hacia un terreno intermedio. A pesar de las
alarmas, se ha establecido que los que quieran y necesiten los clubs deben tenerlos. Así
que la verdadera preocupación no es si debemos tenerlos o no. Es cómo aumentar sus
ventajas y cómo reducir sus desventajas. Cómo tener la seguridad de que, a la larga,
éstas no excedan a aquéllas.

De los cuatro centros mayores de AA, dos favorecen los clubs y dos no lo hacen. Da la
casualidad de que yo vivo en uno de los que están a favor. El primer club de AA se
estableció en Nueva York. Aunque nuestra experiencia aquí en Nueva York puede que
no ofrezca el modelo ideal, es la única que conozco. Por lo tanto, para delinear los
principios y problemas que tenemos que considerar, voy a basar mis comentarios en esta
experiencia, como un ejemplo de desarrollo típico de un club, y no como un modelo
ejemplar.

Cuando AA tenía muy poco tiempo de existencia, solíamos reunirnos en casas


particulares. La gente viajaba muchas millas, no sólo para asistir a las reuniones, sino
también para sentarse cómodamente después, compartiendo café y pasteles y
conversación viva e ínfima. Los alcohólicos y sus familias se habían sentido solos hacía
ya demasiados años.

Luego, con el tiempo, resultó que no había cabida suficiente en las casas particulares.
Ya que no podíamos soportar la idea de separamos, unos de otros, para formar otras
reuniones más pequeñas, fuimos en busca de locales más grandes. Nos alojamos
primero en el taller de un negocio de sastrería, y más tarde en un salón alquilado de
Steinway Hall. De esta manera, podíamos estar unidos durante la hora de reunión.
Después, íbamos juntos a una cafetería. No obstante, nos faltaba algo: el ambiente de un
hogar. Un restaurante no lo tenía en suficiente grado. Alguien dijo: Formemos un club.

Así que formamos un club. Nos instalamos en un local interesante, el antiguo Club de
Artistas e Ilustradores en la Calle 24 Oeste. ¡Qué emocionante! Un par de miembros
veteranos firmaron el contrato de alquiler. Pintamos y limpiamos. Teníamos un hogar.
Siempre tendremos hermosos recuerdos de los días y las noches que pasamos en aquel
primer club.

No obstante, hay que confesar que no todos esos recuerdos son muy gratos. Con nuestro
desarrollo vinieron los dolores; "dolores de crecimiento" los llamamos hoy en día. ¡Qué
graves nos parecieron en aquel entonces! Los "dictadores" trataban de imponerse; los
borrachos se caían al suelo o trastornaban las reuniones; los "comités directivos"
intentaban proponer a sus amigos como candidatos para sucederles y, con gran
consternación suya, descubrían que no se podía "dirigir" ni siquiera a los borrachos
sobrios. De vez en cuando, difícilmente recogimos lo suficiente como para cubrir el
alquiler; los jugadores de cartas se hacían los sordos a cualquier sugerencia de que
hablaran con los recién llegados; las secretarias se fastidiaban las unas a las otras. Se
estableció una corporación para asumir la responsabilidad del contrato de alquiler y
teníamos así "oficiales". ¿Debían estos "directores" dirigir el club, o lo debía dirigir el
comité rotativo de AA?

Tales eran nuestros problemas. El uso del dinero, la necesidad de un cierto grado de
organización para el club y la atestada intimidad del lugar crearon situaciones que no
hablamos previsto. La vida del club todavía nos ofrecía grandes placeres. Pero tenía
también sus inconveniencias. ¿Valía la pena los riesgos y las molestias? La respuesta
fue que sí, ya que el Club de la Calle 24 seguía en funcionamiento y ahora está ocupado
por los AA marineros. Tenemos, además, otros tres clubs en esta área, y se está
considerando establecer un cuarto.

Nuestro primer club fue conocido, por supuesto, como un "club de AA." La corporación
arrendataria se llamó "Alcohólicos Anónimos de Nueva York, S.A." Más tarde, nos
dimos cuenta de que habíamos constituido en sociedad el Estado de Nueva York en su
totalidad - un error recién corregido. Nuestra asociación debía haberse referido
únicamente a la Calle 24, por supuesto. En todas partes del país, la mayoría de los clubs
han comenzado como el nuestro. Al principio, los consideramos como instituciones
centrales de AA. La experiencia de años posteriores siempre acarrea un cambio de
perspectiva - cambio muy deseable según nos parece ahora.

Por ejemplo, en sus primeros días el club de AA de Manhattan tenía miembros


provenientes de todas partes del área metropolitana, incluyendo a New Jersey. Pasado
un tiempo, decenas de grupos brotaron en nuestros distritos suburbanos. Se
consiguieron lugares de reunión más accesibles. Nuestros amigos de New Jersey
establecieron su propio club. Así que estos grupos alejados del "centro", engendrados
originalmente por el club de Manhattan, comenzaron a atraer a centenares de miembros
que no se sentían vinculados a Nueva York, ni por conveniencia o inclinación o
sentimiento nostálgico. Tenían sus propios amigos de AA locales y sus propios lugares
de reunión de fácil acceso. No les interesaba Manhattan.

Esta falta de interés nos fastidió a nosotros los neoyorquinos. Visto que les habíamos
nutrido, ¿no era apropiado que estuvieran interesados? Nos desconcertó su rechazo de
considerar el club de Manhattan como el centro de AA para el área metropolitana.
Efectuábamos una reunión central, con oradores invitados de otros grupos. Teníamos
una secretaria a sueldo que atendía el teléfono en el club, respondiendo a las solicitudes
de ayuda y tomando disposiciones para hospitalización para todos los grupos del área.
Naturalmente, creíamos que los grupos de los distritos suburbanos debían contribuir al
mantenimiento del club de Manhattan; los hijos decentes deben cuidar a sus "padres."
No obstante, nuestras súplicas paternales fueron en vano. Aunque muchos miembros de
fuera de Nueva York contribuyeron individualmente, sus grupos respectivos no nos
enviaron ni un centavo.

Luego, cambiamos de rumbo. Aunque los grupos suburbanos no querían sostener el


club, quizá no les importaría pagar el sueldo de la secretaria. En realidad, ella hacía un
trabajo "de área." Esta era claramente una petición razonable. Pero nunca suscitó la
respuesta esperada. Ellos, en su mente, no podían separar "la secretaría de área" del
"club de Manhattan." Por lo tanto, durante mucho tiempo, nuestras necesidades de área,
nuestros problemas comunes de AA y la dirección de nuestro club estuvieron
enmarañados financiera y sicológicamente.

Poco a poco, la maraña fue desenredándose, a medida que fuimos dándonos cuenta de
que los clubs debían ser asunto únicamente de aquellos que los quieren especialmente y
que están dispuestos a cubrir sus gastos. Empezamos a reconocer el hecho de que la
dirección de un club entraña asuntos de negocios importantes, que debe ser constituida
en sociedad separada y bajo otra denominación - por ejemplo, Alano; que los directores
de la corporación del club deben ocuparse solamente de los asuntos del club; que un
grupo de AA, como tal, nunca debe meterse en el manejo activo de una empresa de
negocios. Nuestras febrilmente agitadas experiencias nos han enseñado que, si un
comité rotativo de AA trata de imponerse a la corporación del club, o si ésta trata de
dirigir los asuntos de AA de los grupos que se reúnen en el club, inmediatamente se
plantean dificultades. La única forma de remediar esta situación que hemos encontrado
es la de separar lo material de lo espiritual. Si un grupo de AA desea reunirse en un
club, debe contribuir a pagar el alquiler o debe repartir con la dirección del club el
dinero que se recoge en la colecta. Puede que esto parezca absurdo a un grupo pequen o
que está abriendo su primer local, ya que, por el momento, los miembros del grupo
serán también los miembros del club. No obstante, es recomendable constituir en
sociedad el club al comienzo, porque así se evitará mucha confusión después, cuando se
formen otros grupos en el área.

A menudo se hacen preguntas, tales como: "¿Quiénes son los que eligen a los directores
de negocios del club?" Y, "la pertenencia a un club, ¿se difiere de la pertenencia a un
grupo de AA?" Ya que las costumbres varían de un lugar a otro, no tenemos todavía las
respuestas. Las siguientes sugerencias parecen ser las más razonables: Todo miembro de
AA debe ser libre de aprovechar los privilegios ordinarios de cualquier club de AA, ya
sea que haga una contribución voluntaria regularmente o no. Si contribuye
regularmente, debe tener además derecho a votar en las reuniones de negocios en las
cuales se eligen a los directores de negocios de la corporación del club. De esta manera,
todos los clubs estarían abiertos a todos los AA. Pero la dirección de los negocios del
club estaría limitada a los que tuvieran el suficiente interés como para contribuir
regularmente al mantenimiento del club. A propósito de esto, debemos recordarnos a
nosotros mismos que en AA no pagamos honorarios ni cuotas obligatorios. No obstante,
se debe añadir que, ya que los clubs se están haciendo empresas privadas y separadas,
sus miembros los pueden dirigir conforme a otras normas, si así lo desean.

La evolución de los clubs nos está enseñando además que, salvo en las comunidades
pequeñas, es probable que los clubs no sigan siendo los centros principales de las
actividades de AA. Comenzando como el centro principal para una ciudad, muchos
clubs se van trasladando a locales cada vez más grandes, con la aspiración de seguir
celebrando dentro de sus muros la reunión principal del área. No obstante, las
circunstancias acaban defraudando sus esperanzas.

La primera circunstancia es que AA, al continuar creciendo, desbordará la capacidad de


cualquier club. Tarde o temprano, será necesario trasladar la reunión central o principal
a un auditorio más grande. En el club no caben tantas personas. Este hecho lo debemos
contemplar sobriamente cuandoquiera que consideremos comprar o construir un local
grande para el club. Hay otra circunstancia que con casi toda seguridad dejará a los
clubs en una posición "descentrada," especialmente en las grandes ciudades. Tenemos
una fuerte tendencia a encargar la gestión de asuntos comunes de AA en los centros
metropolitanos a un comité central o de intergrupo. En cada área, tarde o temprano, nos
damos cuenta de que tales asuntos como las reuniones de intergrupo, las disposiciones
hospitalarias, las relaciones públicas locales, la oficina central para entrevistas e
información, son de interés para todos los AA, ya sea que tengan ocasión o deseo de
utilizar o no utilizar los clubs. Por ser estos asuntos estrictamente de AA, es necesario
elegir y financiar un comité central de intergrupo para ocuparse de ellos. Los grupos de
un área, por lo general, estarán dispuestos a mantener estas actividades verdaderamente
centrales, contribuyendo con fondos del grupo. Aun cuando el club tenga suficiente
cabida para las reuniones de intergrupo, y éstas se sigan celebrando allí, el centro de
gravedad del área continuará trasladándose hacia el comité de intergrupo y sus
actividades centrales. El club queda definitivamente aparte - donde, según opinan
muchos, debe estar. Dirigidos y sostenidos activamente por quienes los quieren, los
clubs pueden ser tomados o dejados.

Si estos principios se aplican a todos nuestros clubs, nos encontraremos en situación de


disfrutar de su ambiente caluroso y, no obstante, deshacernos de los que se vuelvan
demasiado problemáticos. Entonces, nos daremos cuenta de que un club no es sino un
valioso recurso social. Y, aun más importante, siempre conservaremos al simple grupo
de AA como la entidad espiritual primordial de la que se deriva nuestra mayor fortaleza.

Hospitalización apropiada:

una necesidad apremiante


Mayo de 1947

A pesar de la eficacia global del programa de AA, a menudo necesitamos la ayuda de


agencias amistosas ajenas a AA. No hay otro campo en que esto sea más obvio que en el
de la hospitalización. La mayoría de nosotros creemos que el fácil acceso a los
hospitales y a otros lugares de descanso y recuperación raya en la pura necesidad.
Aunque muchos alcohólicos se las han arreglado de alguna manera para recuperarse de
una borrachera sin ayuda médica, y aunque algunos de nosotros son de la opinión de
que el duro método de "dejarlo sin más" es el mejor, la gran mayoría de los AA creen
que el recién llegado cuyo caso es bastante grave tiene una mayor probabilidad de salir
adelante si comienza por tener una buena hospitalización. De hecho, vemos muchos
casos en los que, sin ayuda médica, la recuperación parecería prácticamente imposible -
tan nubladas han llegado a estar sus mentes, incluso cuando se encuentran
temporalmente sobrios.

El objetivo principal de la hospitalización no es el de ahorrarle a nuestro candidato la


angustia de ponerse sobrio; su verdadero objetivo es hacerle lo más receptivo posible a
nuestro programa de AA. El tratamiento médico le aclara la mente, le quita los
temblores, y, si esto se hace en un hospital, él se encuentra allí en una situación
controlada, y todos sabemos precisamente dónde y cuándo podemos visitarlo. Además,
en la mayoría de los hospitales el ambiente es muy conveniente para una buena
introducción a AA. El mero hecho de haber acabado en un hospital le convence al
nuevo de la gravedad de su condición. Si ha ingresado allí voluntariamente [que debe
ser el caso, si fuera posible], por lo general considera la hospitalización como el
verdadero comienzo de su sobriedad. Pone, por así decirlo, el "punto final" a su vida de
bebedor. Así reconoce que necesita ayuda; que su forma de beber está fuera de control;
que no puede hacer esta tarea a solas. Muy a menudo, la hospitalización es lo que le
abre el camino hacia la aceptación del muy importante Primer Paso: "Admitimos que
éramos impotentes ante el alcohol - que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables."

Cada año que pasa, nos damos cuenta cada vez más de la tremenda importancia de
presentar el programa apropiadamente a cada posible nuevo miembro que siquiera tenga
la menor inclinación a escuchar. A muchos de nosotros nos parece que ésta es nuestra
mayor obligación para con él, y no cumplir con ella es nuestra mayor negligencia. La
diferencia entre una buena y una mala introducción puede significar la vida o la muerte
para aquellos que buscan nuestra ayuda. Hemos visto casos muy prometedores, que no
recibieron nada mas que nuestra breve y pasajera atención, seguir viajando a tropezones
hasta el enterrador, mientras que otros casos, aparentemente imposibles, que recibieron
una cuidadosa y compasiva atención, se recuperaron enseguida o volvieron más tarde y
lograron su sobriedad.

Para poder dar esta cuidadosa y compasiva atención no hay mejor sitio que los confines
de un hospital. Cada vez más grupos de AA van adoptando la idea de "apadrinamiento."
A cada recién llegado se le asigna un miembro de AA razonablemente equilibrado, bajo
cuya tutela se encuentra durante su breve período de introducción a nuestra manera de
vivir. El padrino ayuda a tomar disposiciones para la hospitalización, lleva allí a su
ahijado, le visita frecuentemente, y procura que le visiten otros miembros de AA cuyas
experiencias pudieran serle de especial utilidad. De esta manera, un candidato, tratado
así, ha recibido una poderosa dosis de AA y además tiene una idea bastante clara de
cómo es nuestra Sociedad antes de ir a una reunión. En el hospital, tiene tiempo para
reflexionar sobriamente sobre su situación, para leer nuestra literatura e intercambiar
impresiones con otros alcohólicos que están pasando por la misma experiencia.
Comparemos esto con la frecuente situación en la que, por falta de hospitalización, el
padrino tiene que intentar hacer que su candidato deje de beber poco apoco en casa, o
arrastrarlo, medio aturdido, a una reunión de AA donde el nuevo empieza a cargarse de
multitud de impresiones confusas y prejuicios infundados. Aunque muchos de nosotros
tuvimos nuestro primer contacto con AA bajo estas circunstancias desfavorables y, no
obstante, nos hemos quedado, es probable que haya muchos que no se queden si se les
ofrece una introducción tan inadecuada - gente que tal vez se hubiera quedado con
nosotros si hubieran sido hospitalizados y apadrinados adecuadamente.

Por lo tanto, nuestras conclusiones, basadas en lo que ahora es una vasta experiencia,
son las siguientes: la hospitalización es imperativa en muchos casos; y, debido a que el
hospital ofrece una base tan firme para un buen apadrinamiento, es conveniente incluso
en casos de menos gravedad, si los candidatos todavía están bebiendo o "nublados"
cuando se hace contacto con ellos. Tienen, sin duda, una mayor posibilidad si son
hospitalizados.

Hasta fechas recientes, pocos hospitales han querido admitir a los alcohólicos. Casi
nunca nos poníamos bien de verdad; éramos difíciles de manejar y molestábamos a los
demás pacientes; se nos consideraba más como pecadores que como gente enferma y, en
general, desde el punto de vista económico, éramos irresponsables. La típica postura de
la administración de un hospital ha sido siempre, y con razón: "¿Por qué molestarse con
los borrachos? Apenas podemos tratar a los que están verdaderamente enfermos, gente
por la que realmente podemos hacer algo. Desembriagar a los borrachos es una pérdida
de tiempo y de dinero."

Afortunadamente, esta actitud va cambiando, porque ahora, tanto para los médicos
como para el público en general, está cada vez más claro que un auténtico alcohólico,
por falto de carácter que sea, es una persona verdaderamente enferma. La esperanza
ahora ha reemplazado la desesperación que durante siglos se sentía en cuanto alas
probabilidades de ayudar a los bebedores problema. AA y otras agencias están
demostrando ahora que la recuperación es posible para cientos de miles y que la
adecuada hospitalización puede y debe desempeñar una parte vital en este proceso.

Aunque la tendencia actual parece estar bien encaminada, todavía no ha producido


ningún resultado a gran escala. Excepto unos pocos afortunados, los grupos de AA se
encuentran en un aprieto. Deplorablemente, los alcohólicos tienen escasas
oportunidades de encontrar hospitalización gratuita o a precio razonable. Cada grupo
tiene que arreglárselas como mejor pueda.

Consideremos entonces lo que en general hay disponible hoy día y qué tipo de
relaciones debemos cultivar con las agencias existentes para obtener los mejores
resultados. Consideremos además el papel que debemos desempeñar para asegurar que
las condiciones de hospitalización sean óptimas.

Muchos AA han sido recluidos en manicomios estatales. Aunque el tratamiento que se


nos ofrecía en estas instituciones era bastante mejor de lo que muchos pudieran creer, es
cierto que el típico superintendente de un manicomio todavía prefiere tratar con locos,
El típico demente permanece allí durante un tiempo. Además, en cuanto a los dementes,
puede parecer que un manicomio realmente está haciendo algún bien, ya sea por
tenerlos bajo custodia o por contribuir a su recuperación. Pero el típico alcohólico, a
menos que estuviera completamente loco, era un auténtico dolor de cabeza.
Temporalmente chiflado al ingresar, pronto recuperaba su cordura, al menos desde el
punto de vista legal, y empezaba a exigir a gritos que le dejaran salir, solo para volver
en unas semanas o unos días. No es de extrañar que normalmente a las instituciones nos
es gusten los alcohólicos.

Ahora que hay tantos de nosotros que salimos de los manicomios para no volver, por
todas partes las autoridades se están volviendo más cooperativas. En muchas
instituciones, se coloca a los alcohólicos que pueden y quieren recuperarse en un
pabellón aparte. Ya no se les entremezcla con los locos. Se permite que los AA les
visiten, y se celebran reuniones dentro de los muros. Aunque, por supuesto, ningún
manicomio debe servir como un mero lugar para desintoxicarse, es cierto que los
médicos que trabajan allí ahora están mas dispuestos a aceptar casos sin exigir pruebas
de sicosis tan contundentes como antes, siempre que a ellos y al grupo de AA cercano
les parezca posible lograr la recuperación permanente. Los médicos están también más
dispuestos a admitir pacientes prometedores por períodos de tiempo más breves, y a
dejar salir antes a aquellos que parecen estar haciendo buenos progresos en el programa
de AA. Así que todo grupo de AA cercano a un manicomio en el que se encuentran
alcohólicos capaces de recuperarse, normalmente puede forjar estas relaciones deseables
con las autoridades; pero nunca deben tratar de decir a los médicos cómo dirigir su
institución. Nunca debemos culpar de escéptico a ningún doctor que aun no haya visto
AA en acción. Recordemos que es muy probable que él tenga buenos motivos para ser
así.

Nuestra experiencia con los hospitales públicos en las grandes ciudades ha sido variada.
Por lo general, encontramos mucha desgana a dejar ingresar a nuestros buenos
candidatos incluso por unos pocos días, a menos que estén en estado delirante, sicótico
o tengan algunas heridas corporales. A estos hospitales les parece que no es justo
utilizar sus escasas camas para desintoxicar a los borrachos comunes y corrientes. No
obstante, a medida que los hospitales públicos se dan cada vez más cuenta de que
estamos facilitando la recuperación de un gran número de sus clientes habituales, se
vuelven cada vez más esperanzados y cooperativos. Se nos concede el privilegio de
visitar a los pacientes, y se permite que los casos prometedores se queden unos cuantos
días. El desarrollo de estas relaciones procede lentamente. El hospital tiene que estar
completamente convencido de que estamos facilitando la recuperación de un número de
pacientes suficiente como para justificar cualquier consideración especial. Debido a que
los hospitales públicos ofrecen tratamiento gratuito o a precio módico, con demasiada
frecuencia abusamos de nuestros privilegios. Caemos en la tentación de pedir un trato
especial para los que recaen a menudo y no tienen ninguna intención de dejar de beber
en un futuro cercano; solemos insistir en hacer visitas a cualquier hora y sin límite en el
número de visitantes; tendemos a hacer alardes de AA, diciendo que es el único remedio
para el alcoholismo, y así suscitamos el desagrado de los dedicados médicos y
enfermeras quienes, de otra manera, estarían encantados de ayudamos. Pero
normalmente estos errores naturales se pueden corregir, y acabamos estableciendo una
relación amistosa y bien definida, la cual se mantiene en los grandes centros de AA por
medio de nuestras oficinas centrales de intergrupo o los comités de hospitales.
Disfrutarnos de muy buenos privilegios en muchos sanatorios y centros de
desintoxicación privados. A veces ha ocurrido lo contrario. De vez en cuando hemos
visto cierta tendencia de explotar a los alcohólicos - demasiados sedantes, seguir
demasiado tiempo con el proceso de disminuir progresivamente la ingestión de alcohol,
estancias demasiado largas y costosas, una propensión a hacer mal uso del nombre de
AA para fines comerciales, etc. Pero estas tendencias están desapareciendo. Incluso
aquellos que pueden verse tentados a tomarse libertades con nosotros se dan cuenta de
que, a la larga, la cooperación con AA es mucho más ventajosa que la no cooperación.
Pero siempre debemos recordar que, en general, el trato que recibimos en estos lugares
es bueno - los que trabajan en algunos de ellos son los amigos más cariñosos que
tenemos. No se me debe olvidar que el primer doctor que se tomó un profundo y
beneficioso interés en nosotros sigue siendo miembro del cuadro médico de un hospital
privado para alcohólicos; que el primer siquiatra que vio las posibilidades de AA y que
tuvo el coraje de respaldamos ante sus colegas, forma parte del personal de un
manicomio. Si estos excelentes lugares nos ofrecen su amistosa cooperación, con toda
seguridad debemos devolver el cumplido.

Muchos sanatorios y hospitales privados son necesariamente demasiado costosos para el


alcohólico común y corriente. Por ser muy pocos los hospitales públicos, y por estar a
menudo poco disponibles los manicomios y las instituciones religiosas, en general los
grupos han tenido dificultades para encontrar instalaciones en donde se pueden
hospitalizar a los posibles miembros por unos cuantos día a un precio razonable.

Esta urgencia ha tentado a algunos AA a establecer sus propios centros de


desintoxicación, empleando a gerentes y enfermeras AA, y contratando los servicios de
un médico que hace visitas periódicas. En los casos en que se ha hecho esto, bajo los
auspicios directos de un grupo de AA, casi siempre se ha fracasado. Ha resultado que
los AA montan un negocio, un tipo de negocio con el cual muy contados AA tienen la
requerida familiaridad. Demasiadas personalidades que se chocan, demasiados
cocineros estropeando el caldo, crean una situación que normalmente lleva al abandono
de estos esfuerzos. A pesar nuestro, nos ha obligado a ver que un grupo de AA es,
primordialmente, una entidad espiritual; que, como grupo, cuanto menos se dedique a
los negocios, mejor. A propósito de este tema, debemos mencionar el hecho de que casi
todos los proyectos inventados por los grupos para financiar o asegurar las cuentas
hospitalarias de sus miembros compañeros también han fracasado. No es únicamente
que estos préstamos quedan sin pagar, sino que también surge la pregunta dentro del
grupo en cuanto a quiénes los merecen.

En otros casos, los grupos de AA impulsados por una necesidad apremiante de ayuda
médica, han emprendido campañas públicas para recoger dinero con el fin de establecer
"hospitales de AA" en sus comunidades. Casi sin excepción, estos esfuerzos fallan.
Dichos grupos no solamente tienen la intención de montar un negocio hospitalario, sino
también la de financiar la empresa solicitando fondos al público en nombre de
Alcohólicos Anónimos. Inmediatamente, se plantean todo tipo de dudas; los proyectos
se atascan. Los AA conservadores se dan cuenta de que las empresas comerciales o las
solicitudes al público que llevan el aval de AA son verdaderamente algo peligroso para
todos nosotros. Si esta práctica se generalizara, la tapadera estaría abierta. Los
promotores, de AA y otros, tendrían carta blanca.
La búsqueda de tratamiento médico apropiado y a precio razonable ha engendrado otra
clase de instalaciones. Estas son las granjas de descanso y centros de desintoxicación,
dirigidos por los AA individuales, bajo la adecuada supervisión médica. Estos han
resultado mucho más satisfactorios que los proyectos dirigidos por los grupos. Como es
de suponer, el éxito que tienen está en proporción exacta con la habilidad directiva y la
buena fe del AA encargado. Si es una persona capaz y concienzuda, es posible tener
muy buenos resultados; si no lo es, habrá un fracaso. Ya que no son proyectos de los
grupos y no llevan el nombre de AA, estas empresas se pueden tomar o dejar. La
operación de establecimientos de este tipo siempre está rodeada de dificultades
peculiares. Siempre es difícil para el director AA cobrar a los pacientes lo suficiente
como para que él pueda vivir con algo de comodidad. Y silo logra hacer, es probable
que la gente diga que está profesionalizando a AA, o que "saca dinero de AA." Aunque
en la mayoría de los casos esto es un pura tontería, constituye no obstante una seria
desventaja. Sin embargo, a pesar de los quebraderos de cabeza que se encuentren, un
buen número de estas granjas y centros de desintoxicación están en funcionamiento y
parece que pueden seguir funcionando mientras sean manejados cuerdamente, no lleven
el nombre de AA, y no se presenten como empresas de AA al solicitar fondos al
público. A veces, irreflexiva e inconsideradamente nos aprovechamos del hecho de que
una institución esté encabezada por un AA. Le llevamos borrachos solo porque
queremos deshacernos de ellos; prometemos pagar la cuenta y no lo hacemos. Se debe
felicitar a cualquier AA que pueda dirigir con éxito uno de estos "emporios de
borrachos." Es un trabajo duro y a menudo ingrato, aunque le puede traer una profunda
satisfacción espiritual. Tal vez sea ésta la razón por la que tantos AA desean intentarlo.

A menudo se plantea la cuestión de qué hacer con un caso grave cuando no hay un
hospital disponible. En primer lugar, si es posible, debemos llamar a un médico. Para
beneficio del médico, debemos determinar cuánto tiempo ha estado bebiendo nuestro
hombre y, especialmente, si se ha tomado muchos sedantes. Bajo ningún concepto
debemos nosotros, los profanos en la materia, administrar ningún tipo de sedantes. Esto
lo debemos dejar estrictamente en manos del médico.

En algunos lugares, los AA se turnan, las 24 horas del día, atendiendo a un borracho,
suministrándole dosis de alcohol cada vez más pequeñas para ayudarle a superar una
mala resaca. Aunque a veces este método tiene éxito, el paciente normalmente insiste en
incrementar la dosis progresivamente en vez de disminuirla. De vez en cuando tenemos
que valernos de la desesperada alternativa de poner a un hombre en la cárcel,
especialmente si es violento. Pero cuando no hay otro remedio, paciencia, persuasión y
la ayuda de un médico normalmente serán suficientes - si el paciente lo intenta de
verdad. Si no lo hace, lo único que se puede hacer es dejarle seguir bebiendo hasta que
se harte.

Entre los AA hay mucha discusión sobre las posibles ventajas de diversos tratamientos.
En realidad, lo único que nos importa acerca del tratamiento médico es que estemos
convencidos de que el médico encargado comprenda a los alcohólicos.

Hay a la vista otras dos posibilidades prometedoras para una hospitalización buena y a
precio razonable. Los hospitales generales siguen abriéndonos sus puertas. Al comienzo
de la historia de AA, los hospitales católicos de algunas ciudades del Medio Oeste se
dieron cuenta de nuestra necesidad y nos aceptaron, fuese cual fuese nuestra religión.
Otras instituciones religiosas han seguido su ejemplo, por lo que estamos muy
agradecidos. Más recientemente, otros hospitales generales, privados y semiprivados,
han empezado a mostrar gran interés. A veces llegan al extremo de reservar pabellones
separados para el uso de AA, sólo admiten a los alcohólicos que nosotros
recomendamos, nos conceden generosos privilegios de visita, y nos ofrecen precios muy
razonables. Los arreglos de este tipo que ya están en funcionamiento han sido tan
satisfactorios, tanto para los hospitales como para AA, que es probable que pronto
veamos otros muchos similares. En estas situaciones, no participamos en la
administración del hospital. Se nos conceden privilegios especiales a cambio de nuestra
cooperación.

Se puede decir con toda seguridad que el futuro parece muy prometedor. Pronto
tendremos a nuestra disposición mucha más hospitalización, debido a la certeza de que
somos gente enferma y hay mucho que se puede hacer por nosotros. Debemos agradecer
el trabajo de aquellas agencias ajenas a AA que se están esforzando tanto por favorecer
esta tendencia redentora de vidas. Los gobiernos, a nivel de estado, condado y
municipio, así como las principales universidades están preconizando nuestra causa.
Están bien secundados por varios hospitales y otras asociaciones. Aunque AA
tradicionalmente no ejerce ninguna presión política ni publicitaria, podemos, como
individuos, dar a conocer nuestra gran necesidad de hospitalización adecuada a todos
los posibles interesados, recalcando, por supuesto, que, aunque creemos que la
hospitalización es una cuestión médica que les atañe a las comunidades y a los médicos,
a nosotros los AA nos gustaría cooperar en todo lo posible.

La falta de dinero resultó ser

una bendición para AA

Junio de 1947

Miles de AA recién llegados preguntan: ¿Qué es exactamente la Fundación Alcohólica,


qué lugar ocupa en AA, quién la instituyo, y por qué le enviamos fondos?"

Como los grupos están frecuentemente en contacto con nuestra Sede en Nueva York, la
mayoría de los miembros la consideran como una especie de servicio general para todo
AA. Por leer el AA Grapevine todos los meses, saben que es nuestra principal revista
mensual. Pero de la historia de la Fundación Alcohólica y de su relación con estas
funciones vitales y con AA en su totalidad, tienen muy escasos conocimientos.

Repasemos ahora un poco de su historia. En sus primeros años, Alcohólicos Anónimos


ni siquiera tenía ese nombre. Anónimos, ciertamente sin nombre, para fines de 1937, no
éramos sino tres pequeños grupos de alcohólicos: el primer grupo, Akron, Ohio; el
segundo, Nueva York, y unos pocos miembros de Cleveland que llegarían a ser nuestro
tercer grupo. Supongo que en las tres ciudades había unos cincuenta miembros en total.
Ya había pasado la primera época pionera - el Dr. Bob y yo nos conocimos por primera
vez en Akron en la primavera de 1935. Ibamos estando cada vez más convencidos de
que teníamos algo para todos aquellos miles de alcohólicos que todavía no sabían de
ninguna solución ¿Cómo íbamos a comunicarles las buenas noticias, cómo íbamos a
difundirlas? Esa era la pregunta candente.

Tras mucha discusión en una pequeña reunión convocada por el Dr. Bob y yo en Akron
en el otoño de 1937, formulamos un plan. Este plan resultó ser acertado en una tercera
parte y equivocado en todo lo demás - el conocido proceso de pruebas y tanteos. Ya que
la evolución de los primeros grupos había sido un proceso tan lento y difícil,
suponíamos que solo los pioneros experimentados podrían iniciar nuevos grupos.
Aunque teníamos nuestras dudas, parecía inevitable que unos veinte de nuestros
miembros más estables tendrían que dejar a un lado sus asuntos personales e ir a otras
ciudades para crear nuevos centros. Por poco que nos gustara la idea, parecía que
íbamos a tener que emplear, al menos temporalmente, una escuadra de misioneros de
AA. Era obvio también que estos misioneros y sus familias tendrían que comer. Haría
falta dinero - y mucho dinero, nos parecía.

Pero eso no era todo. Se creía que necesitábamos hospitales de AA en Akron y Nueva
York, por ser consideradas estas ciudades nuestras "mecas" gemelas. Estábamos seguros
de que allí se podría colmar de excelentes atenciones médicas y de dinámica
espiritualidad a todos los borrachos que descenderían en tropel de todos los rincones del
país tan pronto como llegara a sus oídos la palabra mágica "curación." Nosotros los
veteranos abrigábamos estos sueños, muy parecidos a las fantasías de muchos recién
llegados de hoy día. Providencialmente, ni el sueño del hospital AA ni el de la empresa
misionera a gran escala se convirtieron en realidades. Si lo hubieran hecho, AA sin duda
habría fracasado. En un instante, nos habríamos convertido en profesionales.

Había un tercer sueño, el de elaborar un libro de experiencia - el que hoy día conocemos
como Alcohólicos Anónimos. Estábamos convencidos de que, a menos que pusiéramos
por escrito nuestras experiencias de recuperación, nuestros principios y prácticas pronto
se verían desvirtuados. Era posible que se nos ridiculizara en la prensa. Además, les
debíamos al menos un libro a aquellos alcohólicos que no podían llegar a nuestros
hospitales o a quienes, tal vez, nuestros misioneros no alcanzaban enseguida. Como
todo el mundo sabe, el libro de AA se convirtió en realidad; los Otros sueños no.

Pero en 1937 parecía indudable que teníamos que disponer de una cantidad considerable
de dinero. Tal vez debido a que yo vivía en Nueva York, donde se supone que hay
mucho dinero, se me encargó la misión de recoger fondos a fin de que nuestro
movimiento sin nombre pudiera tener sus misioneros, sus hospitales y sus libros. ¡Qué
simple parecía! ¿No hablamos visto ya (en nuestra orgullos a imaginación) los
comienzos de uno de los mayores acontecimientos, sociales, médicos y espirituales de
todos los tiempos? ¿No éramos los borrachos todos vendedores? ¿No había sido yo un
agente de Bolsa en Wall Street? ¡Qué fácil sería recoger fondos para una causa como la
nuestra!

¡Qué penoso fue el despertar de estos sueños de dinero! Pronto resultó evidente que la
gente adinerada tenía poco interés en los borrachos. En cuanto a nuestro grandiosos
planes de agrupar a los alcohólicos en escuadras, pelotones y regimientos - pues, era
completamente inverosímil, ¿no es así? Según decía la gente, ya eran suficientemente
difíciles de uno en uno. ¿Por qué imponer a cada comunidad norteamericana un
regimiento organizado de borrachos? ¿No sería mejor que los donantes pusieran su
dinero en algo más constructivo, como la tuberculosis o el cáncer? O, ¿por qué no
debían invertir su dinero en la prevención del alcoholismo? Un intento más de rescatar a
los borrachos desahuciados no podría tener éxito. Tales fueron las respuestas a nuestra
solicitud de dinero.

Entonces, un día, en medio de nuestra desmoralización, ocurrió algo de importancia


trascendental. Era otro de los puntos de viraje críticos, de los que hemos visto tantos que
ya nadie puede llamarles coincidencias. Yo estaba en la consulta de mi cuñado médico,
lamentándome, al estilo típico del alcohólico, de lo poco que éramos apreciados los
borrachos, especialmente por la gente adinerada. Por enésima vez estaba explicándole la
urgente necesidad que teníamos de dinero. Me estaba escuchando pacientemente y dijo
de pronto, "Tengo una idea. Conocía a un hombre que se llamaba Dick Richardson.
Estaba asociado de alguna manera con los Rockefeller. Pero eso era hace años. No sé si
todavía estará allí. Déjame llamar para averiguarlo." ¡Qué insignificantes parecen a
veces los acontecimientos que cambian nuestros destinos! ¿Cómo podríamos haber
sabido que una simple llamada telefónica iba a abrir una nueva era para AA, que iba a
dar comienzo a la Fundación Alcohólica, al libro Alcohólicos Anónimos y a la Oficina
Central de AA.

Dos días después de la llamada de mi cuñado, nos encontrábamos en las oficinas de


Rockefeller, hablando con Willard ("Dick") Richardson. Dick, un hombre de lo más
encantador, fue el primero de una serie de gente no alcohólica que nos ayudó cuando
nos encontramos en situaciones muy difíciles, y sin cuya sabiduría y devoción el
movimiento de Alcohólicos Anónimos puede que nunca hubiera existido. Después de
escuchar nuestra historia, nuestro nuevo amigo mostró una comprensión inmediata.
Pronto convirtió la comprensión en acción. Sugirió que algunos miembros de nuestra
hermandad alcohólica se reunieran con él y con algunos amigos suyos.

Poco tiempo después, una tarde de invierno de 1937, tuvo lugar esta reunión en
Rockefeller Center. Estuvieron presentes Dick Richardson, A. LeRoy Chipman,
conocido desde entonces como "Chip," Albert Scott, Frank Amos, y mi cuñado Leonard
Strong. El Dr. Bob y Paul S. vinieron desde Akron. Los antiguos borrachos
neoyorquinos sumaban media docena y les acompañaba el Dr. William Silkworth,
quien, como el primer médico en favorecer nuestra causa, ya nos había dado un ánimo y
una ayuda inapreciables. Naturalmente, los alcohólicos estábamos encantados.
Creíamos que nuestros problemas de dinero se habían terminado. Si la solución estaba
en el dinero, sin duda habíamos llegado al sitio preciso.

Después de presentarnos, unos a otros, cada alcohólico contó su propia historia, y estas
narraciones fueron enérgicamente confirmadas por nuestro apasionado amigo el Dr.
Silkworth. Al terminar sus comentarios (¡y con la debida discreción!) sacamos a relucir
el asunto del dinero. Ya que nuestros oyentes parecían muy impresionados con nuestras
historias de recuperación, nos atrevimos a dilatarnos sobre la urgente necesidad de
hospitales, de misioneros y de un libro. También pusimos en claro que para esto haría
falta dinero - mucho dinero.
Con esto llegamos a otro punto decisivo en el destino de AA. El presidente de la
reunión, Albert Scott (ahora fallecido), un hombre acostumbrado a atender asuntos
importantes, y que era de naturaleza profundamente espiritual, dijo en esencia, "Me
siento muy conmovido por lo que acabo de oír. Puedo ver que hasta ahora el suyo ha
sido un trabajo de inmensa buena voluntad – un alcohólico que ayuda personalmente a
otro sólo por el amor de hacerlo. Esta es una hermosa réplica de la cristiandad del siglo
primero. Pero, ¿no temen que la incorporación de hospitales y trabajadores asalariados
pueda cambiar todo eso? ¿No deberíamos tener mucho cuidado de no hacer nada que
nos pudiera llevar a la creación de una clase profesional o acaudalada dentro de sus
filas?"

Estas fueron palabras de gran envergadura para Alcohólicos Anónimos. Nosotros los
alcohólicos reconocimos su alía significación. Decepcionados al ver que nuestra
esperanza de obtener una ayuda monetaria sustancial parecía irse esfumando,
confesamos, no obstante, que a menudo habíamos tenido dudas parecidas. Pero
insistimos, ¿qué vamos a hacer? Nos ha costado tres años formar tres grupos. Sabemos
que tenemos una nueva vida para ofrecer a los miles que cada año mueren o se vuelven
locos. ¿Es necesario que las buenas noticias esperen hasta que se pasen solo de palabra?
Y así ¿no van a acabar totalmente desvirtuadas? Finalmente, nuestros amigos se
expresaron de acuerdo en que había que hacer algo. Pero continuaron insistiendo en que
nuestro movimiento nunca debería ser profesionalizado. Esto dio el tono de la relación
que hemos tenido desde entonces con estas hombres de buena voluntad. Con razón,
nunca han obtenido grandes sumas de dinero para nosotros. Pero cada uno ha dado de sí
mismo a nuestra causa, generosa y constantemente; pocos AA se darán cuenta de cuánto
nos han aportado.

Al ver claramente que ahora debíamos difundir más rápidamente el mensaje de


recuperación, sugirieron que experimentáramos cautelosamente con una pequeña casa
de descanso en Akron. Podría estar dirigida por el Dr. Bob, quien, al fin y al cabo, era
médico. Con lo cual, en 1938, Frank Amos, haciendo uso de su propio tiempo y con los
gastos pagados por sus asociados, fue a Akron para investigar el asunto. Volvió muy
entusiasmado. Era de la opinión de que se debían invertir $30,000 en un centro para
alcohólicos. Nuestro amigo Dick Richardson enseñó el informe de Frank al Sr. John D.
Rockefeller, Jr., quien inmediatamente manifestó un vivo interés. Pero el Sr.
Rockefeller también expresó su preocupación por nuestra posible profesionalización.
No obstante, nos dio una cantidad de dinero que resultó ser aproximadamente la sexta
parte de lo que Frank había sugerido. Su donativo nos llegó en la primavera de 1938 y
sirvió para ayudarnos al Dr. Bob y a mí a pasar aquel año sumamente difícil. Sin ese
dinero, no podríamos haber continuado con nuestros trabajos. No obstante, desde el
punto de vista económico, nuestro incipiente movimiento de alcohólicos se encontró en
la necesidad de arreglárselas por su cuenta - precisamente donde debía encontrarse, por
muy difícil que pareciera en aquella época. Seguíamos sin tener trabajadores a sueldo,
ni hospital, ni libro.

Estos fueron los acontecimientos que nos condujeron a la formación de la Fundación


Alcohólica. La necesidad de un libro en el que se describieran nuestras experiencias de
recuperación parecía cada vez más grande. Si se publicara este libro, podría suscitar una
gran afluencia de solicitudes de información por parte de los alcohólicos y sus familias.
Miles, tal vez. Estas solicitudes tendrían que ser procesadas por medio de algún tipo de
oficina central. Eso era muy evidente.
Para estos fines más sensatos, nuestros amigos sugirieron la formación de una fundación
a la cual los donantes pudieran hacer contribuciones libres de impuestos. Nosotros los
alcohólicos tuvimos con ellos discusiones sin fin sobre este nuevo proyecto, acaparando
muchas horas de sus jornadas de trabajo. Frank Amos y un amigo abogado, John E.F.
Wood, dedicaron mucho esfuerzo a redactar el acuerdo fiduciario original de la
Fundación. El abogado nunca había visto nada parecido. Nosotros insistimos en que la
nueva fundación tuviera dos clases de custodios - alcohólicos y no-alcohólicos. Pero
desde el punto de vista legal, ¿qué era un alcohólico? preguntó él; y si un alcohólico
había dejado de beber, ¿seguía siendo un alcohólico? Entonces, ¿por qué dos clases de
custodios? Nunca se ha oído hablar de una cosa semejante, dijo nuestro abogado. Le
explicamos que queríamos tener con nosotros a nuestros amigos. Además, imagínese
que todos los alcohólicos nos emborracháramos a la vez, ¿quién se quedaría con el
dinero entonces? Después de superar muchos obstáculos parecidos, finalmente se
inauguró la Fundación Alcohólica. Estaba compuesta de cuatro custodios no-alcohólicos
y tres alcohólicos. Tenía derecho a nombrar a sus sucesores. Según su carta constitutiva,
podía hacer todo lo que se pudiera imaginar. Así que lo tenía todo - ¡menos dinero!

En los últimos siete años AA

ha llegado a ser automantenida

Agosto de 1947

unca podré explicarme cómo nos las arreglamos para seguir trabajando en nuestra
oficina y en nuestro libro en aquel verano de 1939. Si no hubiera sido por un verdadero
acto de sacrificio por parte de Bert T., un AA neoyorquino de los primeros tiempos,
estoy seguro de que no habríamos sobrevivido. Bert prestó $1,000 a la difunta Works
Publishing Company, cantidad que obtuvo como préstamo poniendo como garantía su
propio negocio. A este acto de fe le siguieron otros dos golpes de buena fortuna que
apenas nos hicieron posible mantenemos a flote hasta el final del año. En el otoño de
1938 la revista Liberty publicó un artículo acerca de nosotros. Esto provocó una
inundación de solicitudes de información y algunos pedidos del Libro de AA. Estos
pocos ingresos de ventas sirvieron para mantener en marcha nuestra pequeña Oficina
Central. Luego hubo una explosión de artículos en el periódico Plain Dealer de
Cleveland. Esto inició allí un crecimiento prodigioso de AA, y suscitó una demanda
algo mayor del Libro de AA.

Tampoco nuestros amigos del Rockefeller Center estaban ociosos. Un día de febrero de
1940, Dick Richardson nos informó que el Sr. John D. Rockefeller, Jr. había estado
observando nuestro progreso con intenso interés; que le gustaría dar una cena para dar
inspiración a sus invitados y para el beneficio de Alcohólicos Anónimos. Esto nos
pareció como caído del cielo.
La cena tuvo lugar en marzo de 1940. Los amigos del Sr. R. se presentaron en tropel. En
cada mesa había un miembro de AA. El Dr. Harry Emerson Fosdick, que había
publicado una reseña fantástica de nuestro libro, habló sobre AA desde el punto de vista
espiritual. El Dr. Foster Kennedy, eminente neurólogo, dio a sus oyentes la perspectiva
médica. A nosotros los alcohólicos también se nos pidió que habláramos. Al final de la
cena, el Sr. Nelson Rockefeller, después de explicar que su padre no había podido asistir
por encontrarse enfermo, siguió diciendo que pocas cosas más profundamente
conmovedoras o prometedoras habían afectado tanto la vida de su padre como
Alcohólicos Anónimos; que le gustaría que sus amigos compartieran con él esta
experiencia.

Aunque en la cena de aquella noche se veía representada una inmensa riqueza, apenas si
se hizo mención del dinero. Se expresó la esperanza de que AA pudiera convertirse
pronto en automantenido. Pero se hizo la sugerencia de que, hasta que no lograra a
serlo, puede que se necesitara alguna pequeña ayuda económica. Después de la cena, el
Sr. Rockefeller escribió a cada uno de los invitados una carta personal, en la que
expresaba sus sentimientos con respecto a AA, cerrándola con la observación que iba a
hacernos un pequeño regalo. Adjuntas a las cartas les envió una copia de las charlas
dadas en la reunión y un ejemplar del libro Alcohólicos Anónimos. Al recibir la carta del
Sr. Rockefeller, muchos de los invitados respondieron con donativos a la Fundación
Alcohólica.

Desde aquel entonces, la llamada "lista de invitados a la cena de Rockefeller" ha sido la


única fuente de donativos de dinero "ajenos" a la Fundación Alcohólica. Estos
donativos como promedio ascendieron a unos $3,000 cada año y se siguieron haciendo
durante unos cinco años - desde 1940 hasta 1945. Le Fundación repartió estos ingresos
entre el Dr. Bob y yo, para hacemos posible dedicar a AA una parte sustancial de
nuestro tiempo en esos años cruciales. Hace poco tiempo, los custodios de la Fundación
se vieron en la posibilidad de dirigir cartas a los contribuidores originales participantes
en la cena, expresando su agradecimiento y diciéndoles que ya no se necesitaba su
ayuda; que la Fundación se estaba manteniendo adecuadamente por medio de las
contribuciones de los grupos y por las ventas del libro Alcohólicos Anónimos; que las
regalías del libro cubrían las necesidades personales del Dr. Bob y mías.

Por supuesto, lo significante de la cena del Sr. Rockefeller no fue solo el dinero que se
reunió. Lo que entonces necesitábamos, tanto como el dinero, era el reconocimiento
favorable del público; necesitábamos a alguien que expresara ante el público lo que
sentía y pensaba acerca de Alcohólicos Anónimos. Teniendo en cuenta que éramos
pocos en aquel entonces, que no nos sentíamos muy seguros de nosotros mismos, que
poco tiempo antes la sociedad nos había Conocido como borrachos comunes y
corrientes, creo que la sabiduría y el valor del Sr. Rockefeller fueron realmente muy
grandes.

El efecto de aquella cena fue instantáneo; todas las agencias de prensa publicaron la
noticia. Centenares de alcohólicos y sus familias se apresuraron a comprar el libro.
Nuestra pequeña oficina central se vio inundada de súplicas de ayuda. Pronto tuvimos
que trasladarla de Nueva Jersey a la Calle Vesey de Nueva York. Ruth Hock cobró su
sueldo atrasado y, de allí en adelante, se convirtió en nuestra primera secretaria
nacional. Se vendieron suficientes libros para mantener en funcionamiento la oficina. Y
así pasó 1940. Alcohólicos Anónimos había hecho su debut nacional.
Un año más tarde, la revista Saturday Evening Post encargó a Jack Alexander que
redactara un artículo acerca de nosotros. Bajo el ímpetu de la cena del Sr. Rockefeller y
los artículos del Plain Dealer de Cleveland, el número de miembros había ascendido a
toda prisa a unos 2,000. Nuestros miembros de Cleveland habían acabado de demostrar
que incluso un pequeño grupo, si las circunstancias lo exigían, podía absorber
rápidamente y con éxito una gran cantidad de recién llegados. Habían refutado el mito
de que AA siempre debía crecer lentamente. Desde el área de Akron-Cleveland,
habíamos empezado a extendernos hacia otros lugares - Chicago y Detroit en el Medio
Oeste. En el Este, Philadelphia ya estaba ardiendo. Se podía ver las primeras llamas en
Washington y Baltimore. Más al Oeste, Houston, San Francisco y Los Angeles estaban
prendiendo la chispa. Continuaba el crecimiento en Akron y Nueva York. Nos
sentíamos particularmente orgullosos de la ciudad de Little Rock, Arkansas, que había
brotado sin contacto personal con AA, sólo por medio de libros y cartas de la Oficina
Central. Little Rock fue el primero de los grupos llamados "por correo" que hoy en día
se encuentran en todas partes del mundo. Aun entonces, habíamos empezado a mantener
correspondencia con muchos alcohólicos aislados que más tarde iban a formar grupos.

A pesar de este progreso, nos sentíamos preocupados por la próxima aparición del
articulo del Saturday Evening Post. Aunque nuestra experiencia de Cleveland nos había
dado la seguridad de que nuestros pocos grupos establecidos podrían sobrevivir el
impacto de una gran publicidad, ¿qué íbamos a hacer con los miles de ardientes
peticiones que ahora empantanarían nuestra pequeña oficina de Nueva York, que
entonces sólo contaba con Ruth Hock, una mecanógrafa, y yo? ¿Cómo podrían tres
personas responder a los miles de desesperadas solicitudes que esperábamos recibir? El
artículo del Post tendría como resultado más ventas del libro, pero no suficientes para
hacer frente a esta emergencia. Necesitábamos más oficinistas - y pronto - si no,
tendríamos que resignarnos a echar en la papelera cantidad de peticiones desgarradoras.

Nos dimos cuenta de que, por primera vez, debíamos pedir la ayuda de los grupos de
AA. La Fundación Alcohólica seguía sin tener dinero, aparte de los $3,000 al año del
"fondo de la cena," que nos ayudaba a mantenernos a note al Dr. Bob y a mí. Además,
algunos de los acreedores e inversores del Works Publishing (compañía editorial de
AA) estaban volviendo a ponerse nerviosos. Dos de los miembros alcohólicos de
nuestra Fundación viajaron para visitar los grupos de AA y explicarles la necesidad.
Presentaron a sus oyentes las siguientes ideas: que el mantenimiento de nuestra Oficina
Central era una clara responsabilidad de los grupos de AA; que responder a las
solicitudes escritas era un complemento necesario de nuestro trabajo de Paso Doce; que
nosotros los AA deberíamos pagar de nuestro bolsillo estos gastos de oficina y dejar de
depender de la caridad ajena o de unas ventas insuficientes del libro. Los dos custodios
también sugirieron que la Fundación Alcohólica se convirtiera en el depositario de los
fondos de los grupos; que la Fundación destinaría lodo el dinero proveniente de los
grupos para cubrir los gastos de la Oficina Central exclusivamente; que cada mes la
Oficina Central pasaría a la Fundación la cuenta de los gastos de operación de la oficina
directamente relacionados con AA; que todas las contribuciones de los grupos deberían
ser completamente voluntarias; que cada grupo de AA recibiría los mismos servicios de
la oficina de Nueva York, ya fuera que contribuyera o no. Se calculó que si cada grupo
enviara a la Fundación una cantidad igual a un dólar por miembro y por año, con el
tiempo este dinero podría mantener nuestra oficina, sin ninguna otra ayuda. Según estas
disposiciones, la oficina pediría contribuciones a los grupos dos veces al año y, al
mismo tiempo, les sometería un estado de gastos del período anterior.
Nuestros dos custodios, Horace C. y Bert T., no volvieron con las manos vacías. Ahora
que tenían una clara comprensión de la situación, la mayoría de los grupos empezaron a
contribuir a la Fundación Alcohólica para los gastos de la Oficina Central, y han
seguido haciéndolo desde entonces. Con esta práctica, la Tradición de
automantenimiento de AA tuvo un sólido y seguro comienzo. De esta manera
respondimos a lo ocasionado por el artículo del Saturday Evening Post por el que miles
de AA hoy se sienten tan agradecidos.

La inmensa afluencia de nuevos miembros sentó rápidamente la base para la formación


de centenares de nuevos grupos de AA, y muy pronto estos grupos empezaron a pedir
consejos a la Oficina Central acerca de sus dolores de crecimiento, presentando así a
nuestra Sede de servicio tanto problemas de grupo como solicitudes particulares de
información. Entonces la oficina empezó a publicar una lista de todos los grupos de AA,
y facilitó a los AA que viajaban por el país listas de posibles candidatos en las ciudades
donde no había ningún grupo. Forasteros que nunca habíamos visto empezaron a
visitarnos, y así se inició lo que hoy es una enorme red de contactos personales entre el
personal de nuestra Oficina Central de Servicio de Nueva York y los grupos de AA de
todas partes del mundo.

El 1941 fue un gran año para la creciente Comunidad de AA. Marcó el comienzo del
importante cambio de actitud que habría de venir. Nuestra Oficina Central consiguió el
sólido respaldo de los grupos; empezamos a abandonar la idea de ayuda caritativa de
fuentes ajenas, sustituyéndola por el automantenimiento. Por último y no por ello menos
importante, nuestra Fundación Alcohólica realmente comenzó a funcionar. Ya
vinculados a la Oficina Central de AA por ser responsables de los fondos de los grupos
que se gastaban allí, y a Works Publishing (el libro Alcohólicos Anónimos) por
encontrarse entre los propietarios de la empresa, los custodios de nuestra Fundación
Alcohólica, sin darse cuenta, se habían convertido en los guardianes de Alcohólicos
Anónimos - tanto del dinero como de la Tradición. Alcohólicos Anónimos había llegado
a ser una institución nacional.

Desde entonces, tranquila y eficazmente, la evolución de nuestra Fundación ha


continuado. Hace unos cuantos años, los custodios hicieron que se efectuara una
revisión de las cuentas de la Fundación Alcohólica y de Works Publishing desde sus
comienzos. Se estableció un buen sistema de contabilidad y se inició la costumbre de
revisar las cuentas regularmente.

Alrededor del año 1942, se hizo evidente que la Fundación debía ser el único
propietario de Works Publishing, acaparando las acciones de los restantes inversionistas
de Works. Para hacer esto, se necesitaban varios miles de dólares y, por supuesto, el
dinero proveniente de los grupos no podía utilizarse para este propósito.

Así que los custodios, encabezados en esta ocasión por nuestro viejo amigo Chip,
acudieron de nuevo al Sr. Rockefeller y su "lista de invitados." Gustosamente, estos
donantes originales hicieron a la Fundación el préstamo necesario para convertirse en
propietarios exclusivos de nuestro Libro de AA (Works Publishing, Inc.). Mientras
tanto, Works Publishing, al encontrarse liberado en parte de mantener la Oficina
Central, se vio en la posibilidad de cancelar las cuentas con sus acreedores. Más tarde,
cuando los custodios propusieron pagar las deudas de la Fundación con los ingresos del
Libro de AA, algunos de los prestamistas solo aceptaron un pago parcial - y otros se
negaron a aceptarlo. Por fin, estábamos libres de deudas. Este acontecimiento señaló el
fin de nuestras dificultades financieras.

En años recientes, el desarrollo de AA ha sido fenomenal. Casi todo el mundo en


Norteamérica sabe de AA. Parece que el resto del mundo pronto tendrá conocimiento de
AA a medida que los miembros de AA viajen a otros países y la literatura se traduzca a
otras lenguas. Hoy día, nuestra Sede de servicios generales cuenta con doce
trabajadores. Debido a nuestro prodigioso crecimiento y la introducción de AA en cada
vez más países extranjeros, pronto necesitaremos veinte. Nuestro secretario general de
AA, conocido por miles de personas como "Bobbie," ahora sirve a AA mundial. Tres de
los primeros custodios, cuya aportación a AA es incalculable, siguen siendo miembros
de la junta de la Fundación Alcohólica. En las reuniones trimestrales, se ven nuevas
caras, cada uno tan deseoso de servir como los del grupo original. El AA Grapevine,
nuestra revista nacional mensual, que hace tres años hizo su primera aparición, está
integrándose cómodamente entre los servicios de nuestra Sede general, y ya casi ha
logrado cubrir sus propios gastos. Gracias a los ingresos de Works Publishing, la
Fundación ha acumulado una reserva económica prudente para el futuro. Esta reserva
ahora representa una cantidad algo superior al gasto anual de la Sede, el cual sigue
siendo no mucho más que la muy módica cifra de $1 por miembro de AA por año. Hace
dos años, los custodios asignaron a mi esposa y a mi una cantidad de dinero, sacada de
los ingresos provenientes de la venta del Libro de AA, que nos hizo posible terminar de
pagar la hipoteca de nuestra casa y hacer algunas mejoras necesarias. La Fundación
concedió también al Dr. Bob y a mí sendas regalías del 10% del libro Alcohólicos
Anónimos, nuestros únicos ingresos de fuentes de AA. Ambos nos encontramos
económicamente desahogados y nos sentimos profundamente agradecidos.

Este relato de la administración de Alcohólicos Anónimos durante su infancia nos trae


hasta el presente - el año l947 - con un futuro que nos promete la continuación del
crecimiento y de los servicios de AA.

En un discurso en Memphis

Bill recalca las Tradiciones

Octubre de 1947

n un discurso pronunciado ante la tercera Convención Anual Regional del Sudeste,


celebrada en Memphis, Tennessee, el 19 de septiembre, Bill W., animando a todos los
miembros de Alcohólicos Anónimos para que se esforzaran por anteponer la humildad
al éxito y la unidad a la fama, dio un repaso a las Doce Tradiciones sugeridas para la
organización.
Indicando que el éxito de AA podría ser "una bebida embriagadora y un grave
problema," Bill recordó a los miembros que, como alcohólicos, "somos gente que no
podría existir sin no fuera por la gracia de Dios."

A continuación aparecen los puntos más destacados del discurso, tal como fue sometido
al Grapevine antes de la reunión en Memphis.

"Hace algunos años, el Dr. Bob y yo, entre otros, hicimos multitud de viajes para hablar
ante los grupos de AA por todo lo largo y ancho del país. Alcohólicos Anónimos
acababa de empezar su asombroso crecimiento. Había cierta duda de que pudiéramos
desarrollamos tan rápidamente con éxito. Había pequeños grupos de AA, muy
esparcidos y aislados, que estaban dando sus primeros pasos tambaleantes, y a menudo
se encontraban en lugares demasiado alejados de los pocos grupos originales como para
obtener su ayuda directa. Muchos tenían que depender exclusivamente de la literatura y
de las cartas.

"Para responder a esta aparente emergencia, los pocos de nosotros que pudimos hacerlo,
fuimos a visitar a los nuevos grupos. Queríamos llevar directamente nuestra experiencia
y nuestro aliento a los miles de recién llegados que se sentían todavía inseguros;
queríamos que se sintieran parte de la creciente totalidad; queríamos que vieran que AA
no tenia nada que ver con la geografía; que les daría resultados, fueran cuales fueran las
condiciones. Deseábamos fomentar un sano crecimiento y el espíritu de unidad. Así que
unos pocos de nosotros viajábamos mucho.

"Los tiempos han cambiado. Como todo el mundo sabe, desde entonces AA ha superado
nuestras fantasías más extravagantes. Hablando en nombre del Dr. Bob y mío, creemos
que nosotros los ancianos no tenemos que desempeñar los destacados papeles que
anteriormente hicimos. La administración de AA se está convirtiendo, sana y
felizmente, en un asunto rotativo. Y además, nuestra literatura, la generosidad de la
prensa y miles de nuevos viajeros de AA están llevando AA a todo rincón del mundo.

"No obstante, todavía queda un problema - un grave problema para cuya solución los
AA esperarán que nosotros los ancianos echemos una mano de vez en cuando. Es el
problema del éxito en sí mismo. El éxito, siempre una bebida embriagadora, a veces
puede causar que olvidemos que cada uno de nosotros estamos disfrutando de un
indulto provisional; puede que olvidemos que somos gente que no podríamos ni siquiera
existir si no fuera por la gracia de Dios. El vino del olvido puede hacemos soñar que
Alcohólicos Anónimos era un éxito nuestro y no el fruto de la voluntad de Dios. La
misma malignidad que una vez despedazó nuestras vidas podría comenzar otra vez a
desgarrar nuestros grupos. El falso orgullo podría conducirnos a la controversia, a
reclamar el poder y el prestigio, a pelearnos por asuntos de propiedad, dinero y
autoridad personal. Si estos males no nos atacaran de vez en cuando, no seríamos
humanos.

"Por lo tanto, hoy día muchos de nosotros creemos que el problema principal de
Alcohólicos Anónimos es este: ¿Cómo podremos, como movimiento, mantener nuestra
humildad - y con ella nuestra unidad - al vemos gozando de lo que el mundo considera
un gran triunfo? Tal vez no tenemos que ir muy lejos para encontrar la respuesta. Sólo
tenemos que adaptar y aplicar a nuestra vida de grupo aquellos principios en los que
cada uno de nosotros ha basado su propia recuperación. Si la humildad puede expulsar
la obsesión de beber alcohol, con toda seguridad puede ser nuestro antídoto contra ese
vino sutil conocido como el éxito."

A continuación, Bill se puso a explicar en todo detalle los Doce Puntos de Tradición,
publicados por primera vez en un artículo que aparecía en el número de abril de 1946
del AA Grapevine: "Hace dos años, algunas de mis viejas amistades me instaron para
que intentara resumir nuestras experiencias de vivir y trabajar juntos; que intentara
enunciar aquellos principios particulares de la conducta del grupo que habían surgido
durante una década de arduas pruebas y tanteos. Conforme al espíritu de nuestros Doce
Pasos originales, y estrictamente dentro de las amplias evidencias de nuestra
experiencia, hice la siguiente tentativa provisional: Doce Puntos Para Asegurar Nuestro
Futuro, una Tradición de Relaciones de Alcohólicos Anónimos (recién revisados a la
luz de la experiencia posterior):

"Nuestra experiencia de AA nos ha enseñado que:

"1. Cada miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran
totalidad. Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros
seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el
bienestar individual le sigue muy de cerca.

"2. Para el propósito de nuestro grupo, sólo existe una autoridad fundamental - un Dios
amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo.

"3. Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no
podemos rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA
depender del dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se
reúnan en interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA, con tal que, como
grupo, no tengan otra afiliación.

"4. Con respecto a sus propios asuntos, todo grupo de AA debe ser responsable
únicamente ante la autoridad de su propia conciencia. Sin embargo, cuando sus planes
atañen al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos. Ningún
grupo, comité regional o individuo debe tomar ninguna acción que pueda afectar de
manera significativa a la Comunidad en su totalidad, sin discutirlo con los custodios de
la Fundación Alcohólica. En cuanto a estos asuntos, nuestro bienestar común es de
máxima importancia.

"5. Cada grupo de Alcohólicos Anónimos debe ser una entidad espiritual con un solo
objetivo primordial - el de llevar el mensaje al alcohólico que aún sufre.

"6. Los problemas de dinero, propiedad y autoridad nos pueden fácilmente desviar de
nuestro principal objetivo espiritual. Por lo tanto, somos de la opinión de que cualquier
propiedad considerable de bienes de uso legítimo para AA debe incorporarse y dirigirse
por separado, para así diferenciar lo material de lo espiritual. Un grupo de AA, como
tal, nunca debe montar un negocio. Las entidades de ayuda suplementaria, tales como
los clubs y hospitales, que suponen mucha propiedad o administración, deben
constituirse en sociedades separadas, de manera que, si es necesario, los grupos las
puedan desechar con completa libertad. Por consiguiente, tales instalaciones no deben
utilizar el nombre de AA. La responsabilidad de dirigir estas entidades debe recaer
únicamente sobre quienes las sostienen económicamente. En cuanto a los clubes,
normalmente se prefieren directores que sean miembros de AA. Pero los hospitales, así
como los centros de recuperación, deben operar totalmente al margen de AA - y bajo
supervisión médica. Aunque un grupo de AA puede cooperar con cualquiera, tal
cooperación nunca debe llegar a convertirse en afiliación o respaldo, ya sea real o
implícito. Un grupo de AA no puede vincularse con nadie.

"7. Los grupos de AA deben mantenerse completamente con las contribuciones


voluntarias de sus miembros. Nos parece conveniente que cada grupo alcance este ideal
lo antes posible; creemos que cualquier solicitud pública de fondos que emplee el
nombre de AA es muy peligrosa ya sea hecha por los grupos, los clubs, los hospitales u
otras agencias ajenas; que el aceptar grandes donaciones de cualquier fuente, o
contribuciones que supongan cualquier obligación, no es prudente. Además, nos causa
mucha preocupación aquellas tesorerías de AA que siguen acumulando dinero, además
de una reserva prudente, sin tener para ello un determinado propósito AA. A menudo, la
experiencia nos ha advertido que nada hay que tenga más poder para destruir nuestra
herencia espiritual que las disputas vanas sobre la propiedad, el dinero, y la autoridad.

"8. Alcohólicos Anónimos debe siempre mantenerse no profesional. Definimos el


profesionalismo como la ocupación de aconsejar a los alcohólicos a cambio de una
remuneración económica. No obstante, podemos emplear a los alcohólicos para realizar
aquellos trabajos para cuyo desempeño tendríamos, de otra manera, que contratar a
gente no alcohólica. Estos servicios especiales pueden ser bien recompensados. Pero
nunca se debe pagar por nuestro acostumbrado trabajo de Paso Doce.

"9. Cada grupo de AA debe tener el mínimo posible de organización. La dirección


rotativa es normalmente lo mejor. El grupo pequeño puede elegir a su secretario; el
grupo grande, a su comité rotativo; y los grupos de una extensa área metropolitana, a su
comité central, que a menudo emplea un secretario asalariado de plena dedicación. Los
custodios de la Fundación Alcohólica constituyen efectivamente nuestro comité de
servicios generales. Son los guardianes de nuestra Tradición de AA y los depositarios de
las contribuciones voluntarias de AA, por medio de las cuales mantienen nuestra
Oficina de Servicios Generales de AA en Nueva York. Están autorizados por los grupos
a hacerse cargo de nuestras relaciones públicas a nivel global y aseguran la integridad
de nuestro principal periódico, el AA Grapevine. Todos estos representantes deben
guiarse por el espíritu de servicio, porque los verdaderos líderes en AA son solamente
los fieles y experimentados servidores de la Comunidad entera. Sus títulos no les
confieren ninguna autoridad real. El respeto universal es la clave de su utilidad.

"10. Ningún miembro o grupo de AA debe nunca, de una manera que pueda
comprometer a AA, manifestar ninguna opinión sobre cuestiones polémicas ajenas -
especialmente aquellas que tienen que ver con la política, la reforma alcohólica, o la
religión. Los grupos de Alcohólicos Anónimos no se oponen a nadie. Con respecto a
estos asuntos, no pueden expresar opinión alguna.

"11. Nuestras relaciones con el público en general deben caracterizarse por el anonimato
personal. Opinamos que AA debe evitar la propaganda sensacionalista. Nuestras
relaciones públicas deben guiarse por el principio de atracción y no por la promoción.
No tenemos necesidad de alabarnos a nosotros mismos. Nos parece mejor dejar que
nuestros amigos nos recomienden.
"12. Finalmente, nosotros los Alcohólicos Anónimos creemos que el principio de
anonimato tiene una inmensa significación espiritual. Nos recuerda que debemos
anteponer los principios a las personalidades; que debemos practicar una auténtica
humildad. Todo esto a fin de que las bendiciones que conocemos nunca nos estropeen;
que vivamos siempre en contemplación agradecida de El que preside sobre todos
nosotros.

"Para resumir: Para miles de alcohólicos que hay todavía por venir, AA tiene una
solución. Pero hay una condición. Debemos conservar a toda costa nuestra unidad;
tenemos que conseguir que sea inquebrantablemente segura. Sin la unidad permanente,
puede haber poca recuperación duradera para nadie. Por consiguiente, nuestro futuro
depende completamente de la creación y la observancia de una firme Tradición de
grupo. Siempre habrá que poner primero lo primero: la humildad antes que el éxito, y la
unidad antes que la fama."

La constitución de sociedades:

uso y abuso

Noviembre de 1947

ay numerosos grupos que dirigen a la oficina de Nueva York cartas arrepentidas,


pidiendo consejos sobre cómo desenmarañarse del sinfín de dificultades que han
surgido con relación a la constitución en sociedad y la financiación de los clubs, los
centros de desintoxicación, los proyectos educativos, y similares. Con toda sinceridad, a
estos grupos les habría gustado no haberse metido nunca a montar un negocio.

Tras un torpe comienzo, estas dificultades aveces son difíciles de remediar. No obstante,
si nos valemos de una manera inteligente de las experiencias que ya hemos tenido, cabe
suponer que los nuevos grupos podrán evitar fácilmente estos dolores de crecimiento. El
propósito de este articulo es resumir nuestra experiencia y aplicarla a estos problemas
específicos.

Para empezar, repasemos aquellas partes de los Doce Puntos de la Tradición de AA que
están directamente relacionadas con la constitución de una sociedad y su financiación:

La Sexta Tradición dice: "Por lo tanto, somos de la opinión de que cualquier propiedad
considerable de bienes de uso legitimo para AA debe incorporarse y dirigirse por
separado, para así diferenciar lo material de lo espiritual... Un grupo de AA, como tal,
nunca debe montar un negocio... Los clubs y hospitales, etc., deben constituirse en
sociedades separadas, de manera que los grupos las puedan desechar con completa
libertad... por consiguiente, tales instalaciones no deben utilizar el nombre de AA. La
responsabilidad de dirigir estas entidades debe recaer únicamente sobre quienes las
sostienen económicamente... Los hospitales, así como los centros de recuperación,
deben operar totalmente al margen de AA y bajo supervisión médica. Un grupo de AA
puede cooperar con cualquiera, pero tal cooperación nunca debe llegar a convertirse en
afiliación o respaldo, ya sea real o implícito."

Después de abogar por el automantenimiento económico total tan pronto como sea
posible, la Séptima Tradición dice: "que cualquier solicitud pública de fondos que
emplee el nombre de AA es muy peligrosa ya sea hecha por los grupos, los clubs, los
hospitales u otras agencias ajenas - que el aceptar grandes donaciones de cualquier
fuente, o contribuciones que supongan cualquier obligación, no es prudente... nos causa
mucha preocupación aquellas tesorerías de AA que siguen acumulando dinero, además
de una reserva prudente, sin tener para ello un determinado propósito... que nada hay
que tenga más poder para destruir nuestra herencia espiritual que las disputas vanas
sobre la propiedad, el dinero, y la autoridad."

Al haber puesto en claro estos principios básicos, a continuación se sugiere que se


vuelvan a leer cuidadosamente cuatro artículos de este libro - [ver págs. 24, 46, 51 y
43]: los que tratan del dinero, los clubs, los hospitales y las empresas ajenas, que
exponen nuestras experiencias referentes a estos temas. Ponen claramente de manifiesto
las bases de nuestra Tradición de "administración de dinero." Y de una manera general,
indican con bastante claridad cuál debe ser la condición legal de cualquier empresa
allegada o de utilidad.

Ahora consideremos qué tipo específico de constitución en sociedad es el mejor, qué


nombre se le debe poner a la entidad así constituida, cuál debe ser el limite de su
alcance, quiénes deben ser sus miembros componentes (o accionistas), y cómo se debe
financiar. Muchos AA nos escriben pidiendo modelos de cartas constitutivas. Ya que los
objetivos particulares del grupo, las circunstancias locales y las leyes del estado pueden
variar mucho, probablemente no sería prudente que la Sede de AA satisficiera estas
peticiones. Cualquier buen abogado, una vez que sepa lo que se necesita y lo que se
debe evitar, puede hacerlo mucho mejor que nosotros.

No obstante, como respuesta a la multitud de solicitudes de información hechas por los


grupos, desearíamos ser lo más precisos posible. Así que a continuación aparece una
serie de preguntas que suelen hacer los grupos, a las cuales ofrecemos respuestas
específicas. Naturalmente, las respuestas no se deben interpretar como si fueran
definitivas o perfectas. Ni tampoco deben considerarse como reglas, reglamentos, o
"deberes." Pero pueden servir de ayuda en situaciones desconcertantes.

1. ¿Debe un grupo de AA, como tal, constituirse en sociedad?

No. Algunos se han constituido en sociedad; pero, por lo general, les habría gustado no
haberlo hecho.

2. ¿Debe un grupo de AA como tal meterse en asuntos de la administración de un club,


un hospital, o una empresa de investigación, rehabilitación o educación?

Opinamos rotundamente que no. La experiencia nos ha venido diciendo que lo


evitemos. El grupo de AA debe seguir siendo una entidad espiritual.
3. Pero, ¿ respecto a los clubs? Dado que están tan estrechamente vinculados con AA,
¿ no deberían ser una excepción? ¿ Por qué no deben llevar el nombre de AA y ser
administrados por el mismo grupo?

Solíamos pensar que deberían serlo. Cuando se trate de un grupo pequeño que
simplemente alquila un local, parece muy natural llamar al lugar un "club de AA."
Coloquialmente, a la mayoría de los clubs, todavía se les llama "clubs de AA." Pero
cuando se trata de un área con muchos miembros de AA, y quizás varios grupos, no a
todos los miembros les interesan los clubs. Por consiguiente, la administración de los
negocios del club (o clubs) del área debe estar a cargo de aquellos que contribuyan
individualmente a su mantenimiento, y en el nombre corporativo se debe omitir "AA."
Los contribuidores deben elegir a los responsables de la administración. Entonces, los
demás AA puede tomar el club o dejarlo. A menudo los clubs que se han constituido en
sociedad le dan un nombre relacionado, como, por ejemplo, Alano o Alkanon. Pero
empresas más claramente ajenas, tales como granjas y centros de desintoxicación
dirigidos por miembros particulares de AA, no deben utilizar estos nombres
relacionados.

4. Nuestro grupo constituyó en sociedad separada a nuestro club. Dispusimos que cada
uno de los miembros de nuestro grupo de AA fuera miembro votante de esta sociedad.
Ahora los directores de la sociedad tienen un desacuerdo con nuestro comité rotativo
de grupo. Los directores del club tratan de llevar los asuntos tanto del grupo como del
club. El comité rotativo también trata de llevar los asuntos del club. ¿ Qué debemos
hacer al respecto?

Este es un problema natural. Se puede remediar silos directores del club se dan cuenta
de que su cometido es únicamente el de procurar que el club sea apropiado para sus
fines - un simple asunto de negocios. Son meramente los arrendatarios de la propiedad,
y cuidan de la seguridad y la limpieza del local. Recogen el dinero que los miembros
individuales del club se han comprometido a aportar mensualmente; además, cobran
alquiler a los grupos de AA que efectúen reuniones en el club. Normalmente, este
alquiler representa una parte importante de los fondos recogidos al "pasar el sombrero."
Cada grupo de AA debe tener su propia pequeña tesorería. De este dinero, el grupo paga
por el uso que haga del club local. Así se evita la confusión entre el dinero del grupo y
los fondos de la sociedad separada que es el club. Bajo estas condiciones, el club no
tiene ninguna influencia importante en el grupo y viceversa. El comité del grupo se
encarga de asuntos estrictamente relacionados con AA. Pero con respecto a las
actividades sociales del club la autoridad puede variar; a veces recae en los directores
del club, otras veces en el comité de grupo, y otras veces en un comité especial.

A menudo hay confusión entre ser miembro del club y ser miembro de AA. En cierto
sentido, vienen a ser la misma cosa, ya que casi todos los clubs abren sus puertas a todo
AA que se comporte razonablemente bien y que desee frecuentarlos.

Pero cuando se trata de la administración del club, estamos empezando a creer que se
debe distinguir entre el derecho a frecuentar el club, el ser miembro del club con
derecho a votar, y el ser miembro de AA. Cualquier AA que está interesado en un club
debe estar dispuesto a contribuir regularmente a su mantenimiento. Aunque no pueda
contribuir con mucho dinero, lo poco que contribuya será algo. Obviamente, por ser un
contribuidor mensual, debe tener derecho a servir como director u oficial del club y a
votar en las reuniones de negocios. Aunque AA en sí mismo no cuesta nada, y la
mayoría de los clubs tienen sus puertas abiertas a todos, no parece haber ninguna buena
razón por la que una persona que nunca contribuye reclame el derecho a votar en las
reuniones de negocios del club. Si quiere participar en la administración del dinero del
club, él mismo debe contribuir con algo. Así que, cuando lleguemos a hacer una clara
distinción entre el derecho a frecuentar el club, el ser miembro del club con derecho a
votar, y el ser miembro de AA, habremos superado muchas de las dificultades actuales.

5. Tenemos un grupo pequeño. Todos los miembros de AA locales son entusiastas de los
clubs. ¿Los parece conveniente que constituyamos en sociedad al club, a pesar de que
todos los miembros de AA son miembros del club y, en nuestro pueblo, todos
contribuyen al mantenimiento del club?

Si su club tiene que firmar un contrato, comprar alguna propiedad o tener una cuenta
bancaria sustancial, no vacilamos en recomendarles que lo constituyan en sociedad.
Acostúmbrense a pensar y actuar de esta manera y evitarán futuras complicaciones.
Sugerimos que tengan cuidado de no mezclar los asuntos de AA con las reuniones de
negocios de su club - en éstas, ocúpense únicamente de asuntos de negocios.

Claro que el local de un club puede ser tan pequeño y tan poco costoso, o puede tener
un futuro tan incierto que sería prematuro constituirse en sociedad. Hay que ejercer
buen criterio para resolver esta cuestión.

6. ¿Se deben incluir en la carta constitutiva de un club otras actividades tales como la
rehabilitación, la hospitalización, la educación, la investigación, etc.?

Creemos rotundamente que no. Sugerimos que las cartas constitutivas se limiten a una
sola actividad en un solo lugar. Constituir en sociedad a todo lo que tiene que ver con el
alcohol y mezclarlo con AA casi invariablemente conduce a la confusión. Un solo
objetivo, simple y bien definido, es lo mejor. En ocasiones hemos tratado de mezclar
varias funciones, pero normalmente hemos tenido malos resultados.

7. ¿Pueden los miembros individuales de AA establecer fundaciones y recoger fondos


para investigación, educación, rehabilitación, etc.?

No puede haber objeción alguna si actúan únicamente como individuos y nunca utilizan
el nombre de AA. Pero la experiencia indica que siempre hay una fuerte tentación a
utilizar el nombre de AA. Si se hace así, el proyecto acabará perjudicado porque los
grupos de AA de las cercanías protestarán enérgicamente - y con razón, creemos. La
Fundación Alcohólica, a pesar de que, de forma no oficial, representa a AA como
nuestra Junta de Servicios Generales, en los recientes no ha solicitado fondos de fuentes
ajenas, y muy pronto dejará de usar el título de "Fundación."

8. Queremos construir un local para un club. ¿Debemos hacerlo? Y, ¿cómo debemos


financiarlo?

Es muy probable que cualquier club que se construya, con el tiempo resulte ser
demasiado pequen o. Si se puede, es mejor alquilar un local. Para un área con una
elevada población de AA será mejor alquilar varios clubs pequeños que uno muy
costoso. Si somos propietarios de un club grande y caro, puede que más tarde resulte
muy difícil tomarlo o dejarlo.

Si es necesario construir un club, siempre es más conveniente que los miembros recojan
entre ellos mismos los fondos para hacerlo, que podrían completar, si no tuvieran otra
alternativa, con un préstamo con condiciones de reembolso razonables pero bien
definidas. Nuestra reputación de ser completamente automantenidos es una baza muy
valiosa. Eviten los préstamos o contribuciones que entrañen obligaciones implícitas,
compromisos políticos o controversias. Y huelga decir que utilizar el nombre de AA
para solicitar fondos al público es peligroso.

9. Respecto a los centros de desintoxicación, ¿cómo debemos proceder?

Opinamos que los grupos de AA no deben meterse en estas empresas. No obstante, los
miembros de AA, a titulo personal, a veces tienen bastante éxito en estos asuntos si
evitan utilizar el nombre de AA al solicitar fondos al público y al hacer publicidad. Los
lugares de recuperación deben ser exclusivamente empresas privadas - y financiados
con fondos privados.

10. ¿ Cuál debe ser la actitud de un grupo de AA respecto a empresas "ajenas" tales
como la educación, la investigación y similares?

No deben tener ninguna actitud. Participar en ellas es un asunto personal. Pero no se


debe tratar de disuadir a los miembros individuales de participar si tienen cuidado con el
nombre de AA.

11. Nos damos cuenta de que la organización actual de nuestro club (u hospital) en
cierto sentido va en contra de la experiencia general. Pero aun no nos ha causado
mucha dificultad ¿Debemos cambiarla ahora para que esté de acuerdo con la
Tradición de AA?

Esto es asunto suyo. Si la organización actual funciona bien, quizá no valga la pena
cambiarla ahora. Pero si se han puesto graves reparos a nivel local, puede ser
conveniente probar los principios que, según nuestra amplia experiencia general, son los
mejores.

12. ¿Cuál es normalmente la estructura mas apropiada para una sociedad?

En la mayoría de los estados y países hay diversas formas de sociedades llamadas, por
ejemplo, asociaciones, organizaciones de beneficencia, o caritativas. Confíen en su
abogado para elegir la más conveniente. Será útil insistir en los siguientes puntos: Si es
humanamente posible, se debe omitir "Alcohólicos Anónimos" en el nombre de su
sociedad. Este nombre debe ser propiedad exclusiva de AA como un todo.) La cláusula
que expone el propósito de la sociedad se debe limitar a un solo objetivo. Las
actividades de la sociedad se deben limitar a un solo lugar o dirección. No intenten
constituir en sociedad a todo un estado o país; de hacerlo así, puede que los AA de las
zonas vecinas protesten.

La intención de este artículo ha sido contribuir a disipar la multitud de complicaciones


que han surgido en AA en cuanto a los clubs, los hospitales y las "empresas ajenas." Los
principios anteriormente enunciados no son infalibles. No obstante, representan la
esencia de nuestra experiencia concreta. Nuestra gran esperanza es que resulten ser de
utilidad para nuestros centenares de nuevos grupos. Puede que contribuyan a evitar
muchos de los errores naturales, pero no por ello menos dolorosos, que los veteranos tan
a menudo hemos cometido.

Primera Tradición

Diciembre de 1946

Todo nuestro programa de AA está firmemente basado en el principio de humildad es


decir, de justa proporción. Esto supone, entre otras cosas, que logremos relacionamos de
la forma debida con Dios y con nuestros semejantes; que nos veamos a nosotros mismos
como realmente somos - "una pequeña parte de una gran totalidad." Al ver así a
nuestros semejantes, disfrutaremos de armonía en nuestros grupos. Por esa razón, la
Tradición de AA puede decir con confianza, "Nuestro bienestar común tiene la
preferencia."

Algunos preguntarán, "¿Quiere esto decir que en AA el individuo no tiene mucha


importancia? ¿Ha de ser dominado por su grupo y absorbido por él?"

No, no parece que resulte ser así. Tal vez no hay en la tierra una sociedad que se
preocupe más por el bienestar personal de sus miembros, que esté más dispuesta a
conceder al individuo la mayor libertad posible de creer y actuar. En Alcohólicos
Anónimos nunca se oyen las palabras "tienes que." Muy pocos grupos imponen castigos
a nadie por incumplimiento. Sí sugerimos, pero nunca castigamos. El cumplir o no
cumplir con cualquier principio de AA es asunto que corresponde a la conciencia del
individuo; él es el juez de su propia conducta. Seguimos al pie de la letra las antiguas
palabras "no juzgarás."

"Pero," algunos protestarán, "si AA no tiene autoridad para gobernar a sus miembros o a
sus grupos, ¿cómo puede estar segura de que el bienestar común tiene la preferencia?
¿Cómo es posible ser gobernado sin un gobierno? Si cada uno hace lo que le place,
¿cómo es que no es una pura anarquía?"

La respuesta parece ser que en realidad los AA no podemos hacer lo que nos plazca,
aunque no hay ninguna autoridad humana constituida que nos lo impida. Efectivamente,
nuestro bienestar común está protegido por fuertes salvaguardias. En cuanto cualquier
acción pone en grave peligro el bienestar común, la opinión de grupo se moviliza para
recordárnoslo; nuestra conciencia se empieza a quejar. Si alguien persiste, puede que se
trastorne lo suficiente como para emborracharse; el alcohol le da una paliza. La opinión
del grupo le indica que se ha desviado; su propia conciencia le dice que está totalmente
equivocado; y, si va demasiado lejos, el Alcohol acaba convenciéndole de su error.
Así llegamos a darnos cuenta de que, en asuntos que afectan profundamente al grupo en
su totalidad, "nuestro bienestar común tiene la preferencia." Cesa la rebeldía y comienza
la cooperación, porque tiene que ser así: nos hemos disciplinado a nosotros mismos.

Por supuesto, acabamos cooperando porque deseamos hacerlo; vemos que, sin una
unidad sustancial, no puede existir AA, y que, sin AA, poca recuperación duradera
puede ser posible para nadie. Gustosamente ponemos a un lado las ambiciones
personales cuando éstas pueden perjudicar a AA. Humildemente confesamos que no
somos sino "una pequeña parte de una gran totalidad."

Segunda Tradición

Enero de 1948

arde o temprano, cada AA llega a depender de un Poder superior a si mismo. Se da


cuenta de que Dios, tal como él Lo concibe, no solo es una fuente de fortaleza, sino
también una fuente de orientación positiva. Al darse cuenta de que tiene a su
disposición una pequeña fracción de ese recurso infinito, su vida toma un nuevo cariz.
Experimenta una nueva seguridad interna, junto con un sentido de destino y propósito
como nunca había conocido hasta entonces. Día tras día, nuestro AA hace un examen de
sus errores y sus vicisitudes. Aprende de su experiencia cotidiana cuáles son sus
restantes defectos de carácter y llega a estar cada vez más dispuesto a que les sean
eliminados. De esta manera, mejora su contacto consciente con Dios.

Todo grupo de AA sigue en su desarrollo este mismo ciclo. Hemos llegado a darnos
cuenta de que cada grupo, así como cada individuo, es una entidad especial, muy
diferente a cualquier otra. Aunque los grupos de AA son básicamente iguales, cada
grupo tiene su propio ambiente característico, y ha llegado a su propia y peculiar fase de
desarrollo. Creemos que cada grupo de AA tiene su propia conciencia. Es la conciencia
colectiva de sus miembros. La experiencia diaria informa e instruye a esta conciencia.
El grupo empieza a reconocer sus propios defectos de carácter y, uno a uno, son
eliminados o reducidos. A medida que continúa este proceso, el grupo se encuentra en
mejor condición de recibir la orientación apropiada para llevar sus propios asuntos. Las
pruebas y tanteos producen la experiencia del grupo, y de su experiencia corregida
proviene la costumbre. Cuando una forma acostumbrada de hacer las cosas resulta ser
claramente la mejor, esta costumbre llega a formar parte de la Tradición de AA. El
Poder Superior está obrando por medio de una bien clara conciencia de grupo.

Humildemente esperamos y creemos que nuestra creciente Tradición de AA resulte ser


la voluntad de Dios para con nosotros.

Mucha gente ha llegado a creer que Alcohólicos Anónimos es, hasta cierto grado, una
nueva forma de sociedad humana. Al considerar la Primera Tradición, recalcamos el
hecho de que, en AA, no tenemos ninguna autoridad humana coercitiva. Ya que todo
miembro de AA tiene, por necesidad, una conciencia sensible, y ya que el alcohol le
castigará gravemente si recae, cada vez nos vamos dando más cuenta de que tenemos
poca necesidad de reglas o reglamentos de invención humana. Aunque es cierto que de
vez en cuando nos salimos por la tangente, nos vemos cada vez más en la posibilidad de
contar completamente con la estabilidad duradera del grupo de AA. Con el tiempo, con
casi toda seguridad, en lo concerniente a los asuntos del grupo, la conciencia colectiva
de grupo resultará ser un árbitro en el que podremos confiar completamente. La
conciencia de grupo acabará por ser una guía para los asuntos del grupo mucho más
infalible que el criterio de cualquier miembro individual, por bueno o sabio que sea.
Este es un hecho impresionante y casi increíble. Por consiguiente, podemos prescindir
sin temor de aquellas exhortaciones y castigos tan necesarios aparentemente para otras
sociedades. Y no tenemos que depender excesivamente de líderes carismáticos. Ya que
la gente que dirige nuestros servicios lo hace de forma verdaderamente rotativa,
disfrutamos de un tipo de democracia rara vez posible en otras partes. En este sentido,
puede que en gran medida seamos únicos.

Por lo tanto, nosotros los Alcohólicos Anónimos estamos convencidos de que hay una
sola autoridad final, "un Dios amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro
grupo."

Tercera Tradición

Febrero de 1948

a Tercera Tradición es una declaración muy general: abarca mucho terreno. Mucha
gente puede considerarla demasiado idealista para ser práctica. Le dice a todo
alcohólico del mundo que puede hacerse miembro de AA y seguir siéndolo mientras él
lo diga. En pocas palabras, Alcohólicos Anónimos no tiene reglamentos para hacerse
miembro.

¿Por qué es así? Nuestra respuesta es simple y práctica. Ni siquiera con el fin de
protegernos, no queremos levantar la más mínima barrera entre nosotros y nuestros
compañeros alcohólicos que aún sufren. Sabemos que la sociedad ha venido exigiendo
que él se ajuste a sus leyes y sus costumbres. Pero la esencia de su enfermedad
alcohólica es el hecho de que no ha podido o no ha querido ajustarse ni a las leyes
humanas ni a las leyes divinas. De hecho, el alcohólico enfermo es un inconformista
rebelde. Qué bien lo sabemos: cada miembro de Alcohólicos Anónimos ha sido en un
tiempo un rebelde. Por lo tanto, no podemos tratar de transigir con él. Tenemos que
entrar en la caverna oscura donde él se encuentra y demostrarle que comprendemos.
Nos damos cuenta de que él está demasiado débil y confuso para saltar obstáculos. Si
los ponemos en su camino, es posible que no se acerque a nosotros y perezca. Puede
verse privado de su oportunidad.
Así que, cuando nos pregunta, "¿Hay condiciones?", le respondemos alegremente, "No,
ninguna." Cuando nos replica con escepticismo, "Pero tiene que haber cosas que tengo
que hacer y creer," en seguida le contestamos, "En Alcohólicos Anónimos no se oye
decir 'tienes que."' Quizás, con tono cínico, nos pregunta, "¿Cuánto me va a costar todo
esto?" Podemos reírnos y decir, "Nada; no hay honorarios ni cuotas." De esta forma, en
una hora escasa, nuestro amigo se ve despojado de su recelo y de su rebeldía. Se le
empiezan a abrir los ojos a un nuevo mundo de amistad y comprensión. Aunque ha sido
un idealista en bancarrota, su ideal ya no es una quimera. Después de años de búsqueda
solitaria, se le aparece como la luz del día. De pronto le salta a la vista la realidad de
Alcohólicos Anónimos. Porque Alcohólicos Anónimos le está diciendo, "Tenemos algo
que ofrecerte de inestimable valor, si sólo estás dispuesto a recibirlo." Nada más. Pero
para nuestro nuevo amigo lo es todo. Sin más rodeos, se convierte en uno de nosotros.

No obstante, en la Tradición referente a la pertenencia a nuestra Comunidad, aparece


una restricción de suma importancia. Esta restricción tiene que ver con el uso de nuestro
nombre, Alcohólicos Anónimos. Creemos que cuando dos o tres alcohólicos se reúnan
en interés de la sobriedad, pueden llamarse un grupo de AA con tal de que, como grupo,
no tengan otra afiliación. Nuestra intención es clara e inequívoca. Por obvios motivos,
queremos que sólo se use el nombre de Alcohólicos Anónimos en conexión con
actividades directa y exclusivamente relacionadas con AA. No nos podemos imaginar a
ningún miembro de AA a quien le gustaría ver establecerse, por ejemplo, grupos de AA
"prohibicionistas," grupos de AA "antiprohibicionistas," o "republicanos," o
"comunistas." A muy pocos les gustaría que se designaran nuestros grupos según
denominaciones religiosas. No podemos prestar, ni siquiera indirectamente, el nombre
de AA a otras actividades, por muy nobles que sean. Si lo hacemos, nos veremos
desesperadamente comprometidos y divididos. Creemos que AA debe ofrecer su
experiencia al mundo entero para que la utilicen como puedan o como quieran. Pero no
su nombre. De esto no tenemos la menor duda.

Por lo tanto, tomemos la resolución de ser siempre inclusivos, nunca exclusivos, y


ofrezcamos al mundo entero todo lo que tenemos, excepto nuestro nombre. Que
desaparezcan así todas las barreras, y que así conservemos nuestra unidad. Que Dios
nos conceda una vida larga - y útil.

Cuarta Tradición

Marzo de 1948

a Cuarta Tradición es una aplicación específica de los principios generales ya


enunciados en la Primera y la Segunda Tradición. La Primera Tradición dice: "Cada
miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran totalidad.
Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros
seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el
bienestar individual le sigue muy de cerca." La Segunda Tradición dice: "Para el
propósito de nuestro grupo, solo existe una autoridad fundamental - un Dios amoroso tal
como se exprese en la conciencia de nuestro grupo."

Teniendo en mente estos conceptos, echemos una más detenida mirada a la Cuarta
Tradición. La primera frase garantiza la autonomía local de cada grupo de AA. En
cuanto a sus propios asuntos, el grupo puede tomar las decisiones y adoptar las posturas
que más le convengan. Ninguna autoridad global o intergrupal debe poner en tela de
juicio este privilegio primordial. Creemos que debe ser así, a pesar de que el grupo
pueda actuar a veces de una forma totalmente indiferente a nuestras Tradiciones. Por
ejemplo, un grupo de AA podría, si quisiera, contratar a sueldo a un predicador y
pagarle con las entradas de la sala de fiestas del grupo. Aunque una forma de proceder
tan absurda difícilmente estaría de acuerdo a nuestra Tradición, no se violaría el
"derecho a equivocarse" del grupo. Estamos convencidos de que, a todo grupo, se le
pueden conceder estos privilegios extremos, y concedérselos con toda confianza.
Sabemos que nuestro acostumbrado proceso de pruebas y tanteos no tardará en eliminar
tanto al predicador como a la sala de fiestas. Podemos confiar en que aquellos graves
dolores de crecimiento que son la invariable secuela de una desviación radical de la
Tradición de AA volverán a poner en el buen camino al grupo equivocado. No hay
necesidad de que un grupo de AA sea coaccionado por ningún gobierno humano aparte
de sus propios miembros. Su propia experiencia, más la opinión de los demás grupos de
AA de los alrededores, más la orientación divina manifestada en la conciencia de grupo,
sería suficiente. Ya hemos aprendido esta realidad a fuerza de muchos sufrimientos. Por
lo tanto, con toda seguridad podemos decir a todo grupo, "La única autoridad ante la
que debe ser responsable es su propia conciencia."

Permítanme, no obstante, que les señale una importante restricción. Veremos que esta
amplia libertad de pensamiento y acción solo se aplica a los propios asuntos del grupo.
Con razón, esta Tradición dice a continuación: Sin embargo, cuando sus planes atañen
al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos." Es obvio que si
cualquier individuo, grupo o comité regional pudiera ejecutar una acción que afectara
gravemente el bienestar de Alcohólicos Anónimos en su totalidad, o trastornara
gravemente a los grupos vecinos, esto no sería libertad en absoluto. Sería puro
libertinaje; no sería democracia, sino anarquía.

Por lo tanto, los AA hemos adoptado universalmente el principio de consulta, lo cual


significa que un grupo de AA, antes de efectuar cualquier acción que pueda afectar a los
grupos vecinos, consulta con dichos grupos al respecto. O, consulta con el comité de
intergrupo del área, silo hubiera. De forma parecida, si un grupo o un comité regional
desea efectuar cualquier acción que pueda afectar a AA en su totalidad, consulta al
respecto con los custodios. la Fundación Alcohólica, quienes constituyen,
efectivamente, nuestro comité de servicios generales global. Por ejemplo, ningún grupo
o intergrupo podrían considerarse en libertad para hacer ninguna publicidad que pueda
afectar a AA en su totalidad sin haberlo consultado primero con los custodios. Ni
tampoco podría pretender representar a la totalidad de Alcohólicos Anónimos,
publicando y distribuyendo literatura que se describiera como "literatura de AA." Claro
está que este mismo principio se aplicaría a toda situación parecida. Aunque no hay
ninguna obligación de hacerlo, toda empresa de esta índole, de costumbre, se somete a
la Sede general de AA para su comprobación.
Esta idea queda claramente resumida en la última frase de la Cuarta Tradición, que dice:
"En cuanto a estos asuntos, nuestro bienestar común es de máxima importancia."

Quinta Tradición

Abril de 1948

ice el viejo refrán: "Zapatero, a tus zapatos." ¿Un poco trillado? Sí. Pero para nosotros
los AA es una verdad innegable. ¡Lo porfiadamente que tenemos que atender al consejo
de que vale más hacer una cosa supremamente bien que muchas mal hechas!

Ya que ahora se ha puesto bien en claro que solo un alcohólico recuperado puede
verdaderamente ayudar a un alcohólico enfermo, ha recaído sobre todos nosotros una
tremenda responsabilidad, una obligación tan grande que equivale a ser una encomienda
sagrada. Porque para nosotros los que padecernos del alcoholismo, la recuperación es
una cuestión de vida o muerte. Así que la Sociedad de Alcohólicos Anónimos no puede
nunca arriesgarse a ser desviada de su objetivo primordial.

Habrá numerosas tentaciones de actuar de otra forma. Al ver las buenas obras que se
realizan en el campo del alcoholismo, nos sentiremos seriamente tentados a prestarles el
nombre y el aval de Alcohólicos Anónimos; como movimiento, nos veremos asediados
por solicitudes para financiar y apoyar otras causas. Si seguimos teniendo el éxito que
ahora conocemos, oiremos a la gente decir que AA es una nueva forma de vivir, tal vez
una nueva religión, que puede ser la salvación del mundo. Nos dirán que estamos en la
obligación de enseñarle al mundo moderno la forma correcta de vivir.

¡Qué atractivas pueden parecer estas empresas e ideas! ¡Qué halagador es imaginamos
que somos los elegidos para hacer realidad aquella antigua promesa mística, "Los
primeros serán los últimos y los últimos, los primeros"! Increíble, me dices. Pero
algunos de nuestros amigos ya han empezado a decir tales cosas.

Afortunadamente, la mayoría de nosotros estamos convencidos de que éstas son


especulaciones peligrosas, los ingredientes seductores de la nueva bebida embriagadora
que hoy se nos ofrece, de la cual cada botella lleva inscrita en su etiqueta la palabra
"Exito."

Ojalá que jamás bebamos en exceso de este vino sutil. Que jamás olvidemos que no
podríamos existir si no fuera por la gracia de Dios, que todos estamos disfrutando de un
indulto provisional; que el anonimato es mejor que la fama; que para nosotros, como
movimiento, la pobreza es mejor que la riqueza.

Reflexionemos, cada vez con mayor convicción, sobre la realidad de que solo podemos
obrar con la máxima potencia y el mayor efecto si nos aferramos al objetivo espiritual
primordial de AA: el de llevar su mensaje al alcohólico que aún sufre del alcoholismo.
Sexta Tradición

Mayo de 1948

1 sexto de nuestros Doce Puntos de la Tradición de AA se considera de tan alta


importancia que enuncia con todo detalle la relación del movimiento de AA con el
dinero y la propiedad.

En esencia, esta Tradición dice que la acumulación de dinero, propiedad y la indeseable


autoridad personal a menudo generada por la riqueza material constituyen un conjunto
de riesgos contra los cuales AA debe siempre protegerse.

Además, la Sexta Tradición recomienda enérgicamente a los grupos que nunca se


mezclen en empresas comerciales, ni presten el nombre de AA ni concedan crédito
económico a ninguna empresa ajena, por muy digna que sea. En esta Tradición queda
expresada la firme opinión de que ni siquiera los clubs deberían llevar el nombre de AA,
y que deben constituirse en sociedades separadas y ser dirigidos por aquellos miembros
de AA que desean o necesitan los clubs lo suficiente como para mantenerlos
económicamente.

Así que quisiéramos separar lo espiritual de lo material, limitar nuestro movimiento a su


único objetivo, y asegurar que (a pesar de lo acomodados que lleguemos a ser como
individuos) AA siempre permanezca pobre. Queremos evitar las distracciones que
puede entraras la riqueza corporativa. Aros de experiencia han demostrado el indudable
valor de estos principios. Se han convertido en certezas, verdades absolutas para
nosotros.

Gracias a Dios, nosotros los AA nunca nos hemos visto enredados en las disputas
religiosas o políticas que siembran tantas enemistades en el mundo de hoy. Pero
debemos reconocer el hecho de que nos hemos peleado violentamente, entre nosotros
mismos, por asuntos de dinero, propiedad y su administración. El dinero, en cantidades
considerables, siempre ha tenido una influencia funesta en la vida del grupo. Si un
donante bien intencionado le regala una suma sustancial a un grupo de AA, tardamos
poco tiempo en desbocarnos totalmente. Ni tampoco va a calmarse la tempestad hasta
que el grupo no se deshaga del dinero de una u otra manera. Esta experiencia es casi
universal. "Pero," nos dicen nuestros amigos," ¿no es ésta una confesión de debilidad?
Otras organizaciones pueden hacer buen uso de dinero." ¿Por qué no podemos nosotros?

Naturalmente, nosotros los AA no vacilaríamos en reconocer que multitud de buenas


empresas, valiéndose de mucho dinero, realizan cantidad de buenas obras. Pasa estas
empresas, el dinero normalmente tiene una importancia primordial; es su misma sangre.
Pero el dinero no es la sangre vital de AA. Pasa nosotros, tiene una importancia muy
indirecta. Incluso en pequeñas cantidades, apenas si es más que una molestia necesaria,
algo de lo que nos gustaría poder prescindir completamente. ¿Por qué es así?
Nos resulta bastante fácil explicarlo: no necesitamos el dinero. Lo esencial de nuestro
método AA es el intercambio personal de un alcohólico con otro, ya sea que se
encuentren sentados en la calle, en un hogar o en una reunión. Lo que cuenta es el
mensaje, no el lugar; las palabras, no las limosnas. Así hacemos nuestro trabajo. AA no
necesita más que un lugar donde podemos reunirnos y hablas. Aparte de esto, algunas
pequeñas oficinas, unos cuantos secretarios, un módico sueldo anual - gastos que se
cubren fácilmente con las contribuciones voluntarias. Nuestros gastos son poco
elevados.

Hoy día, los grupos de AA responden a sus bien intencionados amigos diciendo,
"Nuestros gastos son muy pequeños. Podemos ganas lo suficiente para sufragarlos.
Visto que no necesitamos dinero, ni lo queremos, ¿por qué correr los riesgos de tenerlo?
Preferimos permanecer pobres. Gracias, no obstante."

Séptima Tradición

Junio de 1948

i seguimos creciendo al ritmo actual, los ingresos totales de los miembros de


Alcohólicos Anónimos pronto alcanzarán la asombrosa suma de un cuarto de billón de
dólares al año. Esta es una consecuencia directa de nuestra pertenencia a AA. Sobrios
ahora, lo tenemos; borrachos, no lo tendríamos.

Por contraste, nuestros gastos totales de AA son pequeñísimos.

Por ejemplo, la Oficina de Servicios Generales de AA ahora nos cuesta $1.50 por
miembro al año. En realidad, la oficina de Nueva York pide a los grupos que
contribuyan esta cantidad dos veces al año, porque no todos los grupos contribuyen.
Aún así, la cantidad por miembro sigue siendo muy pequen a. Si un miembro de AA
vive en un gran centro metropolitano en el que es imprescindible tener una oficina de
intergrupo para responder a la multitud de solicitudes de información y hacer las
numerosas disposiciones para hospitalización, este miembro contribuye (o
probablemente debe contribuir) con unos $5.00 anualmente. Para pagar el alquiler del
local de reunión de su grupo, y quizás los gastos para café y rosquillas, puede que eche
en el sombrero unos $25.00 al año. O, si es miembro de un club, tal vez ascienda a
$50.00. Si está abonado al AA Grapevine, la subscripción supondrá otro gasto
prodigioso de $2.50.

Así que el miembro de AA que con seriedad contribuye a cumplir con las
responsabilidades de su grupo, se ve expuesto a gastar unos $5.00 al mes, como
promedio. No obstante, es probable que sus ingresos personales oscilen entre $200 y
$2,000 al mes, como una consecuencia directa de no beber.
Puede que algunos nos respondan, "Pero, nuestros amigos quieren regalarnos algún
dinero para amueblar nuestro club. Somos un grupo nuevo y pequeño. La mayoría
seguimos andando escasos de dinero. ¿Qué debemos hacer?"

Me siento seguro de que una multitud de voces de AA le contestarán ahora al nuevo


grupo, "Si, sabemos exactamente cómo se sienten ustedes. hubo ocasiones en las que
nosotros solicitamos dinero. Incluso hicimos solicitudes públicas. Creíamos que
podíamos hacer muy buen uso del dinero de gente ajena. Pero acabamos dándonos
cuenta de que el dinero recogido de esa manera llevaba consigo grandes peligros.
Provocó controversias inimaginables. Simplemente no valió la pena. Además, sentó un
precedente que ha tentado a mucha gente a emplear el precioso nombre de Alcohólicos
Anónimos para fines ajenos. Aunque un pequeño préstamo hecho por un amigo, un
préstamo que el grupo tiene una sincera intención de reembolsar, puede entrañar poco
riesgo, les suplicamos que se lo piensen dos veces antes de pedirle una donación
sustancial, incluso a un amigo bien intencionado y dispuesto. Ustedes pueden pagarlo
todo por su propia cuenta, y pronto lo harán. Para cada uno de ustedes, estos gastos
generales nunca excederán el precio de una botella de buen whisky al mes. Estarán
eternamente agradecidos si cumplen con esta pequeña responsabilidad de su propio
bolsillo."

Al reflexionar sobre estas cosas, sería tal vez conveniente que cada uno de nosotros nos
dijéramos, "Sí, una vez los AA éramos una carga para todos los demás. Eramos los que
'tomaban.' Ahora que nos encontramos sobrios y, por la gracia de Dios, hemos llegado a
ser ciudadanos responsables del mundo, ¿por qué no debemos dar un giro de 180 grados
para convertirnos en 'los que dan con gratitud'? Ya es hora de que lo hagamos."

Octava Tradición

Julio de 1948

n todas partes del mundo, los AA están haciendo su trabajo de Paso Doce con miles de
nuevos candidatos cada mes. Entre mil y dos mil de estas personas se quedan con
nosotros después de su primera introducción al programa; nuestra experiencia pasada
indica que la mayoría de los demás volverán a nosotros más tarde. Esta corriente
espiritual, tan poco organizada y totalmente no profesional, va fluyendo ahora desde los
alcohólicos recuperados a los que están todavía enfermos. Un alcohólico habla con otro;
eso es todo.

¿Sería posible algún día profesionalizar, o siquiera organizar, este esfuerzo vasto y vital
que se hace cara a cara? Tenemos que responder con un rotundo no. Las pocas
tentativas que se han hecho de profesionalizar nuestro puro trabajo de Paso Doce nunca
han tardado en fracasar. Hoy en día, ningún miembro de AA tolerará la idea de
"terapeutas" u "organizadores" de AA asalariados. Ni a ningún AA le gusta que nadie le
diga cómo tiene que proceder con cualquiera de sus posibles ahijados. No, esta gran
corriente vivificadora nunca se verá represada por profesionales o bienhechores a
sueldo. Alcohólicos Anónimos no va a cortar nunca sus cuerdas de salvamento. En esto,
estamos de acuerdo unánimemente.

Pero en cuanto a aquellos que nos sirven haciendo otros trabajos a jornada completa,
¿son los cocineros, los porteros y las secretarias asalariadas de nuestros intergrupos
"profesionales de AA"?

Debido a que las ideas que nos hemos formado con respecto a esta gente no están
todavía muy claras, a veces nos parece que lo están y nos comportamos como si lo
estuvieran. Nos vemos sutilmente tentados a acusarles de profesionalismo y, por
consiguiente, a menudo oímos decir que "están haciendo dinero expensas de AA," o que
están "profesionalizando" a AA. Aparentemente, si ellos toman nuestros dólares de AA,
ya no pueden contarse entre nosotros. A veces, vamos aun más allá; les pagamos mal, y
lo justificamos diciendo que deben estar encantados de prepararnos la comida a bajo
sueldo.

¿No es esto dejar que nuestro temor al profesionalismo nos lleve al extremo? Si algún
día estos temores llegaran a ser muy exagerados, nadie que no fuese un santo o un tonto
podría trabajar para Alcohólicos Anónimos. Puesto que son pocos los santos con
quienes podemos contar, acabaríamos sin duda empleando a trabajadores menos
competentes de lo que necesitamos.

Hemos empezado a darnos cuenta de que nuestros pocos trabajadores a sueldo están
haciendo únicamente esas tareas de servicio que nuestros voluntarios no pueden llevar a
cabo rutinariamente. Estas personas no están haciendo el trabajo de Paso Doce.
Simplemente están facilitando más y mejor trabajo de Paso Doce. Las secretarias
sentadas en sus despachos son importantes puntos de Contacto, sirven como valiosas
fuentes de información e intermediarios de nuestras relaciones públicas. Les pagamos
por este trabajo, y por nada más. Nos ayudan a llevar las buenas nuevas de AA al
mundo exterior y contribuyen a hacer que nuestros candidatos se pongan en contacto
directo con nosotros. Esto no es "terapia de AA"; simplemente es una gran cantidad de
trabajo muy necesario y a menudo ingrato.

Así que, cuando sea necesario, debemos cambiar nuestra actitud para con aquellos que
trabajan en nuestros servicios especiales. No debemos tratarles como criados, sino como
asociados de AA. Debemos recompensarles justamente y, sobre todo, no debemos
acusarles de profesionalismo.

Además, debemos hacer una clara distinción entre "organizar el movimiento de AA" y
establecer, de una manera razonablemente ordenada y eficaz, sus pocos servicios
esenciales de contacto y propagación. Una vez que lo hayamos hecho, todo estará bien.
El millón y pico de nuestros compañeros alcohólicos que se encuentren todavía
enfermos podrán contar con tener la misma oportunidad de recuperarse que ya tuvimos
nosotros los 60,000 AA de hoy.

Demos a nuestros "despachos de servicio" el apoyo y los aplausos que bien se merecen.
Novena Tradición

Agosto de 1948

l mínimo posible de organización, éste es nuestro ideal universal. Sin honorarios ni


cuotas, sin reglas impuestas a nadie, un alcohólico que lleva la recuperación al otro: ésta
es la esencia de lo que más deseamos, ¿verdad?

Pero, ¿cómo podemos convertir, y con la mayor eficacia, este ideal en realidad? Esta es
una pregunta que se oye con frecuencia.

Por ejemplo, entre los AA existen los partidarios de la simplicidad. Horrorizados ante
cualquier cosa organizada, nos dicen que AA se está complicando demasiado. Creen
que el dinero sólo sirve para crearnos dificultades, los comités sólo sirven para provocar
disensiones, las elecciones para incitar polémicas, que los trabajadores a sueldo sólo
pueden ser profesionales, y que la única función de los clubs es la de mimar a aquellos
que recaen. Volvamos, nos dicen, a tomarnos nuestro café y pan dulce al amor de la
lumbre. Si por casualidad algunos alcohólicos se tropiezan con nosotros, podemos
cuidarlos y con esto basta. La solución está en la simplicidad.

Oponiéndose completamente a tal simplicidad alciónica están los promotores de AA. Si


nadie les impidiera hacerlo, se pondrían a "tirar salvas y tocar la trompeta" en todas las
encrucijadas del mundo. Millones de dólares para gastar en los borrachos, maravillosos
hospitales de AA, regimientos de organizadores asalariados, y peritos en la propaganda
equipados con el más moderno aparato publicitario: éste seria el sueño de nuestros
promotores. "¡Sí, señor," pregonarían, "nuestro plan bienal prevé un millón de
miembros para 1950!"

Yo personalmente, me siento encantado de poder contar entre nuestros miembros tanto


a los conservadores como a los entusiastas. Ambos nos enseñan mucho. El conservador
sin duda asegurará que el movimiento de AA nunca llegue a estar demasiado
organizado. Pero el promotor seguirá recordándonos la tremenda obligación que
tenemos hacia el principiante y para con aquellos centenares de miles de alcohólicos en
todas partes del mundo que todavía no han oído el mensaje de AA.

Por supuesto, vamos a seguir el seguro y moderado camino centrista. AA siempre se ha


opuesto violentamente a toda idea de una organización general. No obstante,
paradójicamente, siempre hemos insistido firmemente en organizar algunos servicios
especiales; principalmente aquellos que son absolutamente necesarios para llevar a cabo
cada vez más y mejor trabajo de Piso Doce.

Por ejemplo, si un grupo de AA elige una secretaria o un comité rotativo, si un área crea
un comité de intergrupo, si establecemos una fundación, una oficina general o un
Grapevine, entonces estamos organizados para el servicio. El libro y los folletos de AA,
nuestras salas de reunión y nuestros clubs, nuestras cenas y asambleas regionales - éstos
también son servicios. Tampoco podemos establecer buenas conexiones con los
hospitales, apadrinar apropiadamente a nuevos candidatos, o esperar gozar de buenas
relaciones públicas, trabajando a la buena de Dios. Hay que nombrar a gente que se
ocupe de estos asuntos y, a veces, hay que pagarles un sueldo. Es necesario que alguien
se ocupe de prestar nuestros servicios especiales.

No obstante, ninguno de estos servicios especiales ha entrañado nunca la organización o


la profesionalización de nuestra actividad espiritual o social, la que constituye la
inmensa corriente de AA. Sin embargo, han contribuido enormemente a nuestro
programa de recuperación. Aunque son importantes, en comparación con nuestro
esfuerzo principal, estas actividades de servicio son muy pequeñas.

A medida que vamos reconociendo estos hechos y haciendo estas distinciones cada vez
con más claridad, nos será más fácil deshacernos de nuestros temores de perniciosa
organización y riqueza peligrosa. Como movimiento, permaneceremos cómodamente
pobres, porque nuestros gastos de servicio son insignificantes.

Con tal seguridad, no cabe duda de que seguiremos mejorando y extendiendo estos
conductos vitales que son nuestros servicios especiales; para llevar nuestro mensaje de
AA a otros con mayor eficacia; para crearnos una Sociedad cada vez más noble y
fructífera, y, Dios mediante, para asegurar que Alcohólicos Anónimos tenga una vida
larga y una perfecta unidad.

Décima Tradición

Septiembre de 1948

ara la mayoría de nosotros, Alcohólicos Anónimos ha llegado a ser tan sólido como el
Peñón de Gibraltar. Nos gusta creer que pronto será tan bien conocido y tan duradero
como esa roca renombrada. Podemos seguir creyéndolo porque hasta la fecha no ha
ocurrido nada que haya hecho vacilar esta placentera convicción; razonamos que
tenemos que seguir unidos o, de lo contrario, moriremos. Por lo tanto, damos por
sentada la continua unidad de nuestro movimiento.

Pero, ¿debemos seguir con esta convicción? Aunque Dios nos ha concedido grandes
bendiciones, y aunque nos vemos más fuertemente ligados por vínculos de amor y
necesidad que la mayoría de otras sociedades, ¿es prudente suponer que los grandes
dones y atributos serán automáticamente nuestros para siempre? Si somos dignos de
ellos, es probable que sigamos disfrutándolos. Así que la verdadera pregunta es, ¿cómo
podremos ser siempre dignos de nuestras bendiciones actuales?

Desde este punto de vista, las Tradiciones de AA son aquellas actitudes y prácticas,
mediante las cuales, podemos esperar merecer una larga y fructífera vida como
movimiento. Para este fin, ninguna podría ser de más vital importancia que nuestra
Décima Tradición, porque tiene que ver con el tema de las controversias - de las graves
controversias.

Al otro lado del mundo, millones de personas han muerto, incluso recientemente, a
causa de disensiones religiosas. Otros millones han muerto a cama de controversias
políticas. Aún no se ve el fin. Casi todas las personas del mundo se han convertido en
reformadoras. Cada grupo, cada sociedad y cada nación dice a los demás: "Tiene que
hacer lo que decimos, o sino Las controversias políticas y la reforma por coacción han
llegado a alcanzar cimas inigualadas. Y parecen eternas las llamas de la disensión
religiosa.

Ya que somos como cualquier otro hombre o mujer, ¿cómo podemos esperar
permanecer para siempre inmunes a estos peligros? Es probable que no sea así. Con el
tiempo, nos enfrentaremos con todos ellos. No podemos huir de ellos, ni debemos
intentarlo. Si se nos presentan estos desafíos, estoy seguro de que les haremos frente
gustosamente y sin temor. Esta será la prueba decisiva de nuestro valor.

¿Nuestra mejor defensa? Sin duda está en la formación de una Tradición referente a las
controversias graves tan poderosa que ni las flaquezas de los individuos ni las tensiones
y disensiones de nuestra época turbulenta puedan perjudicar a Alcohólicos Anónimos.
Sabemos que AA tiene que seguir viviendo, si no, muchos de nosotros y muchos de
nuestros compañeros alcohólicos de todo el mundo, con toda certeza, reanudarán su
desesperado viaje hacia el olvido. Eso no debe suceder nunca.

Como si estuviéramos guiados por algún instinto profundo e irresistible, hasta ahora
hemos conseguido evitar graves controversias. Salvo algunos pequeños y saludables
dolores de crecimiento, estamos en paz entre nosotros mismos. Y por habernos aferrado
hasta la fecha a nuestro único objetivo, todo el mundo nos tiene en buena estima.

Que Dios nos conceda la sabiduría y la fortaleza para mantener siempre una unidad
indestructible.

Undécima Tradición

Octubre de 1948

a Providencia ha venido cuidando de las relaciones públicas de Alcohólicos Anónimos.


Tiene que haber sido así. Aunque tenemos más de doce años de existencia, apenas si se
ha dirigido una sílaba de crítica o burla hacia AA. De alguna manera, nos hemos librado
de todos los sufrimientos de la controversia médica o religiosa y tenemos buen os
amigos por la derecha y por la izquierda, tanto entre los prohibicionistas como entre los
antiprohibicionistas. Como la mayoría de las sociedades, a veces somos escandalosos -
pero nunca en público. Lo único que nos llega de todas partes del mundo es una
profunda simpatía y una pura admiración. Nuestros amigos de la prensa y de la radio se
han superado a sí mismos. Cualquiera puede ver que no distamos mucho de estar
mimados. Nuestra reputación es ya mucho mejor que nuestro carácter real.

Sin duda estas bendiciones prodigiosas deben tener un importante objetivo. Nadie puede
dudar de que este objetivo es el de hacer saber a todo alcohólico del mundo que AA es
realmente para él, si tiene un deseo suficientemente fuerte de lograr su liberación. Por lo
tanto, nuestros mensajes transmitidos por los medios públicos nunca han sido
gravemente desvirtuados, ni hemos sentido por ninguna parte el abrasante vendaval de
los prejuicios.

Las buenas relaciones públicas son como cuerdas de salvamento de AA que pueden
alcanzar al alcohólico que aún no nos conoce. En años venideros es seguro que nuestro
desarrollo va a depender de la fortaleza y de la cantidad de estas cuerdas de salvamento.
Una sola grave calamidad en nuestras relaciones públicas podría causar que miles de
alcohólicos se alejaran de nosotros para perecer - ¡ciertamente una cuestión de vida o
muerte!

El futuro no puede presentar a AA ningún problema o des alío mayor que el de


determinar la mejor manera de mantener una relación amistosa y vital con todo el
mundo a nuestro alrededor. El éxito dependerá grandemente de unos principios
adecuados, una sabia vigilancia y la más profunda responsabilidad personal por parte de
cada uno de nosotros. Nada que sea menor que esto nos servirá. Si no, puede que
nuestro hermano se vuelva de cara a la pared, porque no nos preocupamos de él lo
suficiente.

Así que la Undécima Tradición está apostada como un centinela, guardando estas
cuerdas de salvamento, anunciando que no hay necesidad de alabarnos a nosotros
mismos, que es mejor que nuestros amigos nos recomienden, y que toda nuestra política
de relaciones públicas, contrariamente a lo que se acostumbra, debe estar basada en el
principio de atracción y no en el de la promoción. Las típicas tácticas publicitarias -
agentes de publicidad, trucos promocionales, nombres famosos - no son para nosotros.
Los riesgos son demasiados grandes. Los resultados inmediatos serán siempre ilusorios
porque los cómodos atajos hacia la celebridad pueden traer consigo desventajas
permanentes y agobiantes.

Por lo tanto, recalcamos cada vez más el principio del anonimato personal en lo
concerniente a nuestras relaciones públicas. Nos pedimos, unos a otros, el mayor grado
de responsabilidad personal en este asunto. En el pasado, nos hemos vistos tentados,
como movimiento, a explotar los nombres de nuestros miembros bien conocidos por el
público. Nos hemos servido del pretexto de que otras sociedades, incluso las mejores,
hacen lo mismo. Como individuos, a veces hemos creído que el utilizar nuestros
nombres públicamente podría demostrar nuestro valor ante el estigma, dando así más
fuerza y convicción a los artículos publicados por los periódicos y las revistas.

Pero ahora esto no parecen tan atractivo como antes. Estamos llegando a ser
vívidamente conscientes de que ningún miembro debe describirse ante el público en
general como miembro de AA, por muy noble que sea su intención, para evitar sentar
un peligroso precedente que podría tentar a otros a hacer lo mismo con intenciones no
tan nobles.
Nos damos cuenta de que cualquiera de nosotros, al romper su anonimato en la prensa,
en la radio o en el cine, podría fácilmente transferir el valioso nombre de Alcohólicos
Anónimos a cualquier empresa o meterlo en cualquier controversia.

Así que vamos adoptando el precepto de que hay ciertas cosas que un AA no hace
nunca, por temor a desviar AA de su único propósito y dañar nuestras relaciones
públicas y así disminuir las posibilidades de los enfermos que están por venir.

A los millones de alcohólicos que todavía no han oído la historia de AA, siempre les
debemos decir, "Saludos y bienvenidos. Tengan la seguridad de que las cuerdas de
salvamento que les tendemos siempre serán sólidas. Dios mediante, siempre
mantendremos fe en nuestras relaciones públicas."

Duodécima Tradición

Noviembre de 1948

e puede decir que el anonimato es la base espiritual, la clave segura, de todas nuestras
Tradiciones. Ha llegado a representar la prudencia y, aun más importante, la modestia.
Un auténtico respeto para con el recién llegado que desee ser anónimo; una crucial
protección contra el abuso del nombre de Alcohólicos Anónimos al nivel público; y,
para cada uno de nosotros, una advertencia constante de anteponer los principios a los
intereses personales – tan amplio es el alcance de este principio. Vemos en ello la piedra
angular de nuestra seguridad como movimiento; a un nivel espiritual más profundo, nos
encamina hacia una abnegación aún más completa.

Cualquiera que eche una mirada a las Doce Tradiciones tendrá inmediatamente la
seguridad de que la idea esencial de cada una de ellas es "la renuncia." En cada
Tradición se pide al individuo o al grupo que renuncien a algo por el bienestar general.
La Primera Tradición nos pide que antepongamos el bienestar común a los deseos
personales. La Segunda Tradición nos pide que escuchemos la voz de Dios tal como se
exprese en la conciencia de grupo. La Tercera Tradición nos requiere que no
excluyamos a ningún alcohólico de AA. La Cuarta Tradición lleva implícito que
abandonemos cualquier idea de autoridad humana o gobierno centralizados. No
obstante, a cualquier grupo se le impone que consulte ampliamente con los demás en
asuntos que nos afectan a todos. La Quinta Tradición limita al grupo de AA a tener un
único objetivo, el de llevar nuestro mensaje a otros alcohólicos.

La Sexta Tradición nos indica la influencia corruptora del dinero, de la propiedad y de


la autoridad personal; nos pide que minimicemos estas influencias, constituyendo en
sociedades y administrando separadamente nuestros servicios especiales. Además, nos
advierte de la tentación natural de forjar alianzas o de dar nuestro respaldo a causas
ajenas. La Séptima Tradición dice que nos conviene pagar nuestras propias cuentas; que
las grandes contribuciones o aquellas que suponen obligaciones no deben ser aceptadas;
que solicitar fondos al público, utilizando el nombre de Alcohólicos Anónimos, es
extremadamente peligroso. La Octava Tradición nos pide renunciar para siempre a la
profesionalización de nuestro trabajo de Paso Doce, y garantiza que nuestros pocos
trabajadores de servicio asalariados nunca sean considerados como profesionales de
AA. La Novena Tradición nos pide que renunciemos a toda idea de tener una
organización costosa; se necesita tener lo suficiente para permitir el funcionamiento
eficaz de nuestros servicios especiales, y nada más. Esta Tradición respira democracia;
nuestros líderes están allí para servir y ceden sus puestos por rotación; nuestros pocos
títulos nunca invisten a sus portadores de una autoridad personal arbitraria; están
autorizados a servir, nunca a gobernar. La Décima Tradición nos refrena enérgicamente
de entrar en toda seria controversia; nos implora a cada uno de nosotros que nos
guardemos de comprometer a AA a los fuegos de la reformas o de la disensiones
políticas o religiosas. La Undécima Tradición nos pide que, en nuestras relaciones
públicas, tengamos cuidado del sensacionalismo, y declara que nunca hay necesidad de
alabarnos a nosotros mismos. Se nos requiere con insistencia que mantengamos el
anonimato personal ante la prensa, la radio y el cine, para evitar así el escollo de la
vanidad, y la tentación de vincular AA con entidades ajenas - a causa de las rupturas de
anonimato que pueden ocurrir.

La Duodécima Tradición, con su aire de humilde anonimato, claramente comprende las


once que la preceden. Los Doce Puntos de Tradición no son sino una aplicación
específica del espíritu de los Doce Pasos de recuperación a nuestra vida de grupo y a
nuestras relaciones con la sociedad en general. El objetivo de los pasos de recuperación
es el de convertir a cada miembro de AA en un ser sano e íntegro, unido con Dios; el
objetivo de los Doce Puntos de Tradición es el de mantenernos unidos, unos con otros, e
integramos de forma apropiada en el mundo alrededor nuestro. Nuestra meta es la
unidad.

Creemos que nuestras Tradiciones de AA están firmemente arraigadas en esos sabios


preceptos: la caridad, la gratitud y la humildad, sin olvidar la prudencia. Que tengamos
estas virtudes claramente ante nuestros ojos, en todas nuestras meditaciones; y que los
Alcohólicos Anónimos sirvamos a Dios en feliz unísono mientras El nos necesite.

Una petición y una disculpa

Diciembre de 1948

Como resultado de unas charlas que di recientemente, se han publicado en la prensa


algunos reportajes en los que aparece mi nombre completo.

Ya que dos de los Doce Puntos de la Tradición de AA recalcan la suma importancia de


mantener el anonimato personal ante la prensa y la radio, huelga decir que me siento
enormemente avergonzado y preocupado por haber sido la causa inadvertida de estas
rupturas de anonimato. No me he enterado todavía de cómo y por qué ocurrieron
exactamente estos lapsos; creía haber tomado precauciones adecuadas para evitarlos.
Puede que se debieran en parte al hecho de que yo no les advirtiese de nuestra Tradición
a los reporteros presentes en estas reuniones.

En cualquier caso, me siento obligado a ofrecerles a todos los AA esta explicación y mis
disculpas más sinceras.

En todas partes y sin excepción, la prensa ha sido muy cooperativa en lo concerniente al


anonimato, siempre que les hubiéramos explicado que sirve como protección vital del
movimiento de Alcohólicos Anónimos. Permítanme, por lo tanto, que pida
insistentemente a los grupos de AA que hagan lo posible para proteger mi anonimato
cuando, en el futuro, yo tenga ocasión de hablar en encuentros parecidos. Naturalmente,
por mi parte, intentaré proceder con mucha más cautela.

No abandonemos nunca este principio vital.

Una sugerencia para el

Día de Acción de Gracias

Noviembre de 1949

Sazase ha propuesto la posibilidad de que AA dedique la semana de Acción de Gracias


a reuniones y meditaciones sobre la Tradición de Alcohólicos Anónimos. El amigo que
ingenió esta idea te dice por qué le parece buena. Me siento plenamente de acuerdo con
lo que dice él, y espero que tú lo sientas también.

Antes de unirnos a AA, los alcohólicos de vez en cuando podíamos lograr ese dudoso
estado que se llama "la sobriedad, punto." Solo Dios o un borracho seco pueden
atestiguar lo lúgubre y vacía que es esta supuesta virtud. ¿Por qué? Todo AA sabe por
qué: nada ha reemplazado a la bebida de la víctima; sigue siendo un hombre afligido por
el conflicto y la desunión. Entonces, le llegan los Doce Pasos de recuperación y le
producen un cambio de personalidad. El desgarrado candidato se siente reintegrado,
hecho de una sola pieza. Entendemos perfectamente lo que él quiere decir, porque está
describiendo el estado de unidad; está hablando de la unidad personal. Sabemos que
tiene que esforzarse por mantenerla y que, sin ella, no puede sobrevivir.

¿No se aplicará el mismo principio a AA en su totalidad? ¿No es cierto también que no


hay un peligro mayor para el alcohólico que el de dar por supuesta su sobriedad? Si la
cuidadosa aplicación de este sano principio es para él una cuestión de vida o muerte,
¿por qué no lo es igualmente para el grupo de AA, y para toda nuestra extensa
Sociedad?
No obstante, muchos de nosotros seguimos considerando como algo seguro la unidad de
Alcohólicos Anónimos. Parece que nos olvidamos de que toda la sociedad moderna se
encuentra en una peligrosa y contagiosa "borrachera seca." Evidentemente, pretendemos
que somos tan diferentes de otros hombres y mujeres que la desintegración no nos
puede tocar. Nuestra unidad nos parece un regalo del cielo del que nosotros los AA
podemos disfrutar perpetuamente sin hacer el menor esfuerzo.

No es mi intención el criticar, porque nuestra actitud actual es bastante natural. Se


deriva del hecho de que ninguna sociedad ha disfrutado en su infancia de más
protección providencial contra la tentación y contra las desgracias que la nuestra.
Hemos tenido pequeños problemas, pero ninguno tan grave como para poner a prueba
nuestra fuerza adulta. No es de extrañar que nos sintamos un poco suficientes y
satisfechos de nosotros mismos. Con toda seguridad no sería ceder al temor ni tener
falta de fe, predecir que nos espera una época de pruebas más duras. Cuando
reflexionarnos sobre nuestra situación, esto es lo que la simple prudencia y previsión
nos dicen.

Las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos son la destilación de nuestra


experiencia de nuestro vivir y trabajar juntos. Sirven para aplicar el espíritu de los Doce
Pasos para la recuperación a la vida y la seguridad del grupo. Tienen que ver con
nuestras relaciones entre nosotros mismos y con el mundo exterior; expresan nuestras
actitudes hacia el poder y el prestigio, hacia el poder y el dinero. Su intención es
evitarnos las afiliaciones seductoras y las grandes controversias; y poner los principios
muy por encima de las ambiciones personales. Como muestra de esto último, nos piden
que mantengamos el anonimato personal ante el público como protección para AA y
como prueba del hecho de que nuestra Sociedad tiene la intención de practicar la
verdadera humildad.

Para la información del público en general y para la instrucción de los nuevos miembros
de AA, se acaban de publicar las Doce Tradiciones en una "forma corta" muy
condensada, la cual esperamos que tenga una lectura tan amplia y que sean tan bien
comprendidas como los Doce Pasos de recuperación. Si esto sucede, se disminuirán
nuestros dolores de crecimiento y empezaremos a acumular una gran cantidad de
seguridad para los años venideros.

¿Qué podría ser, entonces, más apropiado que reservar la semana de Acción de Gracias
para dedicarla a discusiones de los valores prácticos y espirituales que podremos
encontrar en nuestras Tradiciones? Podríamos así reforzar nuestra fe en el futuro por
estos prudentes medios; podríamos mostrarnos dignos de seguir recibiendo ese don
inapreciable de unidad que Dios con su sabiduría nos ha concedido tan generosamente a
nosotros los Alcohólicos Anónimos en estos años tan importantes de nuestra infancia.
Sección

Otros escritos de este

período

Comentarios sobre las ideas de Wylie

En un artículo titulado "Philip Wylie pincha la autosuficiencia con una agujita," el


renombrado autor dice que es un alcohólico que "dejó de beber sin ayuda." A
continuación cita la siquiatría y otros recursos científicos como factores que
contribuyeron a mantenerle sobrio. Lo que sigue es la respuesta de Bill.

Septiembre de 1944

El artículo de Philip Wylie publicado en este número del Grapevine le granjeará las
simpatías de cada uno de los AA. ¿Por qué? Porque él es tan típicamente alcohólico.
Tampoco se le puede pasar por alto a nadie el espíritu de generosidad y de autosacrificio
del autor. Olvidando su propia importancia mundana, expresa lo poco que le importa la
opinión del público; arriesga su reputación para compartir con nosotros su carácter.
Como viajero solitario que ha logrado salir a tientas de la oscuridad, nos cuenta cómo ha
descubierto su refugio. No podríamos esperar a alguien de ánimo más robusto. El Sr.
Wylie puede hacerse miembro de AA el día en que lo diga.

Entre nosotros es tradicional que el individuo tenga un derecho incondicional a su


propia opinión sobre cualquier asunto que se puede imaginar. No se ve obligado a estar
de acuerdo con nadie; puede estar en desacuerdo con todos, si así lo desea. Y de hecho,
al encontrarse en una "borrachera seca," muchos AA lo están. Por lo tanto, ningún AA
tiene porqué sentirse desconcertado si no puede estar completamente de acuerdo con
todo el verdaderamente estimulante discurso del Sr. Wylie. Vale más que reflexionemos
sobre la multitud de caminos que hay hacia la recuperación; que cualquier historia o
teoría de recuperación elaborada por alguien que ya ha andado el camino probablemente
tendrá mucho de verdad. El artículo del Sr. Wylie es como una abundancia de fruta
fresca. Tal vez debemos seguir el consejo del ama de casa que dice: "Comamos lo que
podamos tragar y pongamos el resto en conserva para quien le apetezca."

Lo que más me llamó la atención fue su referencia a la experiencia espiritual "al estilo
de Jung," aparentemente producida "por una técnica científica sicológica." ¡Qué
bendición sería esto para nosotros que cada día tenemos que luchar con el principiante
agnóstico! Si sólo pudiéramos darle una buena dosis de ese "símbolo transcendental," y
así poner fin al asunto. No tendríamos que preocuparnos de ese fastidioso asunto de
esperar a que nuestro candidato llegue a tropezones a tener la suficiente amplitud de
mente para aceptar la posibilidad de un Poder superior a él mismo.

No obstante, como el Sr. Wylie comenta generosamente, no es muy importante cómo se


produce la experiencia espiritual transformadora, siempre que uno experimente una que
le dé resultados. Es necesario que el alcohólico de alguna forma logre suficiente
objetividad respecto a sí mismo como para apaciguar sus temores y derrumbar su falso
orgullo. Si él puede hacer todo esto mediante su intelecto y a partir de allí apoyar la
estructura de su vida en un "símbolo transcendental", ¡mejor para él! Pero a la mayoría
de los AA este plan de vida les parecería poco adecuado. Considerarían la simple
humildad y fe en el poder de Dios una medicina mucho más fuerte. AA recurre sin
vacilar a la emoción y la fe, mientras que el intelectual científico evita estos recursos
tanto como pueda. No obstante, las técnicas más intelectuales de vez en cuando dan
resultados, puesto que están al alcance de aquellos que no puedan tomarse la dosis más
fuerte. Además, cuando nos sentimos demasiado orgullosos de nuestros propios logros,
nos recuerdan que AA no tiene el monopolio de rescatar a los alcohólicos.

De hecho, resulta ya evidente que el mundo científico va teniendo cada vez más aprecio
por nuestros métodos; más que el que nosotros tenemos por los suyos. En este sentido,
están empezando a darnos lecciones de humildad a nosotros.

Volvamos a escuchar las palabras con las que nuestro amigo el Dr. Harry Tiebout,
siquiatra, cierra su ponencia "Las Técnicas Básicas de Alcohólicos Anónimos,"
presentada ante la Asociación Americana de Siquiatría: "Me parece que la lección para
los siquiatras está clara. Aunque es cierto que tratamos problemas emocionales,
nosotros, como gente con tendencias intelectuales, desconfiamos demasiado de las
emociones. Nos sentimos un poco cohibidos y algo avergonzados cuando nos vemos
forzados a valernos de ellas, y siempre pedimos disculpas a nuestros colegas si
sospechamos que tienen motivos para creer que nuestros métodos son demasiado
emocionales. Mientras tanto, otros, menos sujetos a la tradición, no vacilan en utilizarlas
y obtienen así resultados que nosotros no podemos lograr. Es sumamente imperativo
que nosotros, científicos con una supuesta amplitud de ideas, consideremos prudente y
detenidamente el trabajo de otras personas en nuestro campo. Es posible que llevemos
unas anteojeras más grandes de lo que pensamos." Y a continuación dice, "Una
experiencia espiritual, o religiosa, es el acto por el que dejamos de confiar en nuestra
propia omnipotencia."

Puesto que los AA somos personas que supuestamente hemos renunciado a toda nuestra
propia "omnipotencia," estoy seguro de que lo escrito por el Sr. Wylie será leído con
toda la atención que él se merece.
Una cita con el destino

Octubre de 1944

Alguien dijo una vez, "Por mucho que crezcan, por muchas recuperaciones que logren,
creo que los efectos derivados de AA acabarán superando al movimiento mismo."

Ahora se oyen por todas partes comentarios parecidos. Proceden de todo tipo de
personas. Los médicos consideran la posibilidad de aplicar nuestros métodos a otros
neuróticos; los clérigos se preguntan si nuestro humilde ejemplo no daría nueva
vitalidad a sus feligreses; a la gente de negocios les parece que somos buenos gerentes
de personal - vislumbran una nueva democracia industrial; los educadores aprecian la
fuerza de nuestra manera no polémica de presentar la verdad; y nuestros amigos dicen
ansiosamente, "Nos gustaría ser alcohólicos - también necesitamos AA ."

¿Por qué todo este revuelo? Estoy seguro de que todo esto debe significar que de pronto
nos hemos convertido en mucho más que alcohólicos recuperados, miembros de AA
únicamente. La sociedad ha empezado a tener esperan 1 zas de que vamos a utilizar, en
todos los aspectos de la vida, esa maravillosa experiencia de nuestro retorno, casi de la
noche a la mañana, de la temida tierra de la Nada.

Sí, nuevamente somos ciudadanos del mundo. Es un mundo perplejo, muy cansado,
muy incierto. Ha idolatrado a su propia autosuficiencia - y eso le ha fallado. Los AA
somos gente que una vez hicimos exactamente lo mismo. Esa filosofía también nos
falló. Así que, tal vez, por aquí y por allá, nuestra experiencia de recuperación puede ser
útil. Como individuos, tenemos una responsabilidad, quizás una doble responsabilidad.
Puede ser que tengamos una cita con el destino.

Por ejemplo, no hace mucho tiempo, el Dr. E.M. Jellinek, de la Universidad Yale, vino
a visitarnos. Dijo: "Yale, como ustedes saben, está patrocinando un programa de
educación pública sobre el alcoholismo, de carácter no polémico. Necesitamos la
cooperación de muchos miembros de AA. Sería impensable emprender cualquier
proyecto pedagógico referente al alcoholismo sin la buena voluntad, la experiencia y la
ayuda de los miembros de AA."

Así que cuando se formó el Comité Nacional de Educación sobre el Alcoholismo [ahora
el Consejo Nacional sobre el Alcoholismo], se nombró director ejecutivo a un miembro
de AA: Marty M., uno de nuestros más antiguos y dedicados miembros. Como miembro
de AA, tiene tanto interés en nosotros como antes - AA todavía es su devoción. Pero
como oficial del Comité Nacional, patrocinado por Yale, también está interesada en
educar al público en general sobre el alcoholismo. Su experiencia en AA le ha hecho
especialmente apta para este puesto en un campo distinto. La educación pública sobre el
alcoholismo va a ser su vocación.

¿Podría un AA hacer un trabajo como éste? Al principio, Marty también se lo


preguntaba a si misma. Preguntó a sus amigos de AA "¿Se me considerará como un
profesional?" Sus amigos respondieron: "Marty, si nos hubieras venido con la propuesta
de ser terapeuta, de vender AA a los alcohólicos a tanto por cliente, esto, sin duda, lo
habríamos tildado de profesionalismo. Y asilo haría todo el mundo.
"Pero el Comité Nacional de Educación sobre el Alcoholismo es un asunto totalmente
distinto. Vas a valerte de tus aptitudes naturales y de tu experiencia de AA trabajando en
un campo muy diferente. No vemos cómo esto puede afectar tu condición no
profesional con nosotros. Supongamos que fueras a hacerte asistente social, gerente de
personal, directora de un centro estatal para alcohólicos, o incluso pastora del evangelio.
¿Quién podría decir que estas actividades te convertirían en un profesional de AA?
Nadie, por supuesto."

Continuaban: "No obstante, esperamos que AA, como un todo, no se desvíe nunca de su
único objetivo de ayudar a otros alcohólicos. Como organización, no debemos expresar
otras opiniones que las concernientes a la recuperación de los bebedores problema. Esta
muy sana política nacional ya nos ha evitado muchas dificultades innecesarias, e
indudablemente nos librará de incontables complicaciones en el futuro.

"Aunque AA como un todo," añadieron, "no debe tener más que un solo propósito,
creemos con la misma firmeza que para el individuo no debe haber ninguna limitación
excepto la de su propia conciencia. Debe tener el pleno derecho de elegir sus propias
opiniones y actividades ajenas. Si son buenas, los AA de todas partes las aprobarán. Así
mismo creemos que será en tu caso, Marty. Aunque Yale es tu patrocinador en este
asunto, estarnos seguros de que vas a tener el caluroso apoyo personal de miles de AA
dondequiera que vayas. Todos pensaremos en las muchas ventajas que tendrá esta nueva
generación de posibles alcohólicos jóvenes gracias a tu trabajo, y cuánto podría haber
significado para nosotros, si nuestros padres y madres hubieran comprendido de verdad
lo que es el alcoholismo."

Personalmente, creo que los amigos de Marty le han dado un sabio consejo; que han
distinguido claramente entre la esfera limitada de AA como un todo y el amplio
horizonte del miembro de AA individual que actúa por su propia cuenta; que
probablemente han trazado en el lugar correcto una línea entre lo que consideraríamos
lo profesional y lo no profesional.

Carta a la madre de un

alcohólico

Diciembre de 1944

Querida madre de "J":

Me sería imposible decirte lo mucho que me conmovió la carta que dirigiste al


Grapevine acerca de tu hijo alcohólico.

Hace precisamente diez años, mi propia madre, después de años de desconcierto


frenético, perdió la esperanza. Yo había sido durante años un empedernido bebedor
problema y finalmente me encontraba al borde del abismo. Un médico muy bueno había
pronunciado la lúgubre sentencia: "Bebedor obsesivo, en rápida deterioración -
desahuciado." El médico solía hablar de mi caso con palabras como éstas: "Sí, Bill tiene
defectos de carácter subyacentes... gran sensibilidad emocional, puerilidad e
inferioridad.

"Este auténtico sentimiento de inferioridad se ve exagerado por su sensibilidad pueril y


esta situación es la que genera en él esta ansia insaciable y anormal de aprobación
personal y de éxito ante los ojos del mundo. Niño todavía, llora por la luna. Y parece
que la luna no quiere escucharle.

"Al descubrir el alcohol, encontró en ello mucho más de lo que encuentra la gente
normal. Para él el alcohol no es un mero tranquilizante; significa la liberación -
liberación de los conflictos internos. Parece liberar su atormentado espíritu."

A continuación el doctor decía: "Si lo consideramos así, nosotros, la gente normal,


podemos imaginarnos cómo un hábito obsesivo puede convertirse en una verdadera
obsesión, como ha ocurrido en el caso de Bill. Una vez que él llega al punto de
obsesión, el alcohol eclipsa todo lo demás. De allí parece ser sumamente egoísta. E
inmoral. Mentirá, engañará, robará o hará lo que sea, para lograr su objetivo de beber.
Naturalmente, todos los que están a su alrededor se sienten asombrados y
desconcertados porque creen que sus acciones son voluntariosas. Pero esto dista mucho
de ser así. La verdadera imagen de Bill es la de un idealista en bancarrota: de alguien
que se encuentra en quiebra por haber perseguido sus sueños vanos y pueriles de
perfección y poder. Ahora víctima de su obsesión, es como un niño solito llorando en un
cuarto oscuro y extraño; esperando angustiado a que venga su madre – Dios - y
encienda una vela."

Tengo que confesarte, Madre de "J", que es posible que yo haya inventado una parte de
lo dicho por el médico. Pero ésta es la vida de un alcohólico, tal y como yo la he vivido.

¿Tenía yo, como alcohólico, un carácter defectuoso? Por supuesto que sí. ¿Era yo
también, como alcohólico, un hombre enfermo? Si, muy enfermo.

No sé hasta qué punto yo era responsable por mi forma de beber. No obstante, no soy
uno de aquellos que se amparan en la idea de que solo era un hombre enfermo. Sin
duda, en los primeros años, yo tenía cierto grado de libre albedrío. Abusé de ese libre
albedrío, para el gran sufrimiento de mi madre y de muchos otros. Estoy profundamente
avergonzado.

Tú, como persona que me conoce un poco, puede que sepas que, hace diez años, un
amigo mío, que era un alcohólico liberado, vino a traerme la luz que finalmente me sacó
de mis tormentas.

A ti y a los tuyos también les llegará un día como ése- estoy totalmente seguro!

Con mis mejores deseos,

Bill
Los barbitúricos

Noviembre de 1945

Morfina, codeína, hidrato de cloral, Luminal, Seconal, Nembutal, amytal, estas drogas y
otras similares han matado a muchos alcohólicos. Una vez casi me maté con hidrato de
cloral. Y no son inusitadas mis observaciones y experiencias, porque muchos veteranos
de AA pueden hablar con gran fuerza y fervor sobre el asunto de los barbitúricos.

Con excepción de los casos poco frecuentes de suicidio, nadie toma estas drogas con la
expectativa de que vayan a causarle la muerte. Para muchos alcohólicos que todavía
beben, estas drogas representan un bendito alivio de la angustias de una resaca.

Algunos de nosotros que llevamos meses o años sobrios nos acostumbramos a tomar
sedantes para remediar el insomnio o alguna ligera irritabilidad nerviosa. Tengo la
impresión de que algunos de nosotros las tomamos, ario tras año, sin ser gravemente
castigados, como nos sucede cuando empezamos a beber alcohol. No obstante, con
demasiada frecuencia, la experiencia nos enseria que incluso aquellos que toman
píldoras "de forma controlada" pueden acabar fuera de control. Las mismas
justificaciones locas que caracterizaban su vida de bebedor empiezan a desmoronar su
vida. Cree que las píldoras, si pueden curar su insomnio, también pueden quitarle sus
preocupaciones.

Unas pocas palabras ahora sobre el uso de la morfina en el tratamiento médico. De vez
en cuando, un médico de cabecera, sin saber que su paciente ya tiene su sistema cargado
de barbitúricos, le pone una inyección de morfina. Un amigo mío se murió así. Cuando
llevaba sobrio unos tres meses, se vio metido en un aprieto emocional. Las píldoras le
condujeron al alcohol, y esta mezcla a más píldoras. Su médico le encontró con el
corazón agitado. Sacó la aguja y, unas pocas horas más tarde, mi amigo pasó a mejor
vida. Otro íntimo amigo mío, con tres años de sobriedad, también se vio sobrecogido
por algunas circunstancias nefastas y se entregó a las píldoras y al alcohol. Después de
tres semanas de seguir este régimen, se le ingresó en un sanatorio. Nadie dijo al médico
que le atendía nada acerca de la cantidad de píldoras que ya había ingerido. El paciente
fue "aliviado" con una inyección de codeína. Antes de salir el sol, mi amigo estaba
muerto.

Hacia fines de mi propia carrera de bebedor, tuve una experiencia alarmante. Se me


recetó el hidrato de cloral para amainar los efectos de una de mis tremendas resacas. El
médico me advirtió la necesidad de limitarme a la dosis recetada, pero yo conseguí que
la botella se quedara conmigo. Con mi esposa dormida a mi lado, saqué el frasco que
tenía escondido debajo del colchón y me lo tragué todo. Me salvé por los pelos.
Moraleja: Si al médico le parece apropiado recetarle un sedante, no se debe dejar que el
frasco se quede con el alcohólico.
De hecho, nuestros amigos los doctores rara vez tienen la culpa de las consecuencias
funestas que a menudo nos llegan. Para los alcohólicos es muy fácil comprar estas
drogas peligrosas, y es probable que el bebedor, una vez que las tiene, las tome sin
ejercer criterio alguno. De vez en cuando, sus amigos bien intencionados, no queriendo
verle sufrir, le dan las pastillas al alcohólico. Es un asunto muy arriesgado.

Incluso es peligroso darle un trago al alcohólico que sufre, si ya tiene el cuerpo cargado
de píldoras. Hace años, tuve una experiencia de este tipo. Estábamos cuidando aun
borracho a quien le voy a poner el nombre de "Flaco." Por fin le hablamos convencido
de que ingresara en el hospital. Camino del hospital, se tomó un par de tragos - una
cantidad pequeña comparada con la acostumbrada. Justo antes de llegar al hospital,
flaco empezó a hablar con voz poco clara y, de repente, perdió el conocimiento. Tuve
que pedir al portero que me ayudara a llevarle al taxi. Dado que él solía beberse un par
de botellas cada día, no me podía explicar esa reacción. Cuando llegamos al hospital,
flaco estaba todavía desplomado en su asiento y yo no lo pude mover. Nuestro amigo, el
Dr. Silkworth, salió del hospital y se asomó por la puerta del taxi. Sólo le bastó una
mirada. Me preguntó: "¿Cómo está el corazón de este hombre?" Con seguridad, le
contesté, "Tiene un corazón como un elefante. El mismo me lo dijo. Pero no entiendo
por qué se emborrachó tan de prisa. Le di muy poquito licor." El doctor sacó su
estetoscopio. Se volvió hacia mí y me dijo, "Poco vale ingresarle aquí. No va a durar
mucho. ¿Qué ha estado tomando además del alcohol?" Pasmado, le dije, "Nada que yo
sepa."

Sin pérdida de tiempo, un enfermero llevó a Flaco adentro. El doctor volvió a sacar el
estetoscopio y, sacudiendo la cabeza, dijo, "Este pobre hombre lleva días cargado de
barbitúricos. Cuando le diste alcohol, aunque fuera un poquito, activó la carga
acumulada de sedantes que tenía en su sistema. ¿Ves lo azul que se ha puesto? Su
corazón casi no está funcionando. Tiene un latido muy débil. Casi no puedo contar las
pulsaciones."

El médico se apresuró a llamar a la esposa de Flaco. Para mi horror, ella confirmó el


hecho de que él había estado tomando durante diez días fuertes dosis de amytal. El
doctor le dijo con delicadeza que se diera prisa en venir; sino, sería demasiado tarde.
Luego llamó a un famoso especialista del corazón para consultarle y también le pidió
que se apresurara. Pusieron a flaco en una cama. Llegó el famoso especialista y sacó su
estetoscopio. Inmediatamente se puso muy serio e, indicándonos que le siguiéramos al
pasillo, dijo que iba a recetar una medicina, pero dudaba de que mi amigo fuera a
sobrevivir. El Dr. Silkworth estaba de acuerdo.

Durante todo esto yo había estado rezando como nunca lo había hecho. Después de que
los dos médicos hubieran dado su veredicto, les dije que había estado rezando y
expliqué, tan alegremente como pude, que había leído el libro del Dr. Alexis Carrel, El
hombre, ese desconocido, en el que se describían las curaciones milagrosas efectuadas
por la oración. El renombrado especialista se despidió de nosotros. El Dr. Silkworth y
yo fuimos abajo para esperar la llegada de la medicina. Finalmente, un muchacho trajo
dos cápsulas de la farmacia. El doctor se quedó mirándolas, diciendo que detestaba la
idea de administrárselas, porque eran tan potentes. Fuimos arriba y según salíamos del
ascensor, vimos a alguien caminando con desenvoltura por el pasillo, fumándose un
cigarrillo. "Hola, muchachos," flaco nos saludó a gritos. "¿Pueden decirme por qué me
encuentro aquí?"
Nunca olvidaré en toda mi vida el alivio y el asombro que vi reflejados en la cara del
doctor mientras examinaba rápidamente el corazón de Flaco. Me miró y me dijo, "El
corazón de este hombre está funcionando normalmente. Hace quince minutos no podía
contar las pulsaciones. Creía que conocía bien los corazones de estos alcohólicos. Pero
nunca he visto una cosa parecida - nunca. No melo puedo explicar." Nadie puede decir
qué milagro salvó a Flaco. Al cabo de unos días salió del hospital, sin tener ningún mal
efecto de la experiencia.

En cuanto a mí - bueno, supongo que aprendí la lección allí mismo. No más


barbitúricos, a no ser que el doctor los recete - no para mi. No, gracias.

La publicación del libro resultó ser

una empresa desalentadora

Julio de 1947

Durante el verano de 1938 solicitamos contribuciones a la gente adinerada para llenar


ese nuevo gran receptáculo, nuestra Fundación Alcohólica. Nuevamente nos
encontramos con una extraña indiferencia hacia los borrachos. Nadie estaba interesado.
Que yo recuerde, no recibimos ni un centavo. Estábamos muy desanimados; parecía que
la Providencia nos había abandonado. La módica aportación del Sr. Rockefeller ya casi
se había agotado y se nos avecinaba un invierno duro. No podíamos publicar un libro ni
mantener una oficina. ¿Para qué sirve una Fundación Alcohólica sin dinero?

Por aquel entonces ya teníamos un bosquejo de lo que ahora son los dos primeros
capítulos del libro conocido hoy día como Alcohólicos Anónimos. Nuestro amigo Frank
nos recomendó un bien conocido editor, quien sugirió la posibilidad de darme un
adelanto en concepto de regalías para que pudiéramos terminar el libro. Esto hizo que
nos sintiéramos muy bien hasta que caímos en la cuenta de que, si yo gastaba una parte
sustancial de las regalías mientras estábamos escribiendo el libro, más tarde tendríamos
que esperar bastante tiempo para recibir más pagos. También vimos que el 10 por ciento
que me correspondía como regalías nunca sufragaría los gastos de la oficina entrañados
por responder a las numerosas súplicas de ayuda que sin duda nos llegarían después de
su publicación; y que una casa editora comercial, deseosa de aumentar las ventas,
posiblemente no haría una publicidad a nuestro gusto.

Estas consideraciones nos condujeron directamente a una típica fantasía alcohólica.


¿Por qué no publicar el libro nosotros mismos? Aunque casi todos los que sabían algo
de publicaciones nos habían dicho que muy rara vez los aficionados publicaban algo
que tuviera éxito, no nos sentíamos descorazonados. Esta vez, dijimos, será diferente.
Habíamos descubierto que el costo de impresión de un libro no era sino una pequeña
fracción del precio al detalle, y una revista nacional de gran circulación se había
ofrecido a publicar un artículo acerca de nosotros cuando el libro estuviera terminado.
Este fue el factor decisivo. ¿Cómo íbamos a fracasar? Ya podíamos ver los libros
vendiéndose a cientos de millares - el dinero entrando a caudales.

¡Qué promoción se hizo! Un amigo de AA y yo rápidamente organizamos la Works


Publishing Company. Luego mi amigo Hank P. compró un talonario de acciones en una
papelería. El y yo empezamos a venderlas a los compañeros alcohólicos y a cualquiera
que las comprara al precio irrisorio de $25 cada una. Nuestra confianza debía de haber
sido ilimitada. No solo estábamos vendiendo acciones de un libro para curar a los
borrachos - el libro ni siquiera se había escrito. Asombrosamente, conseguimos vender
todas las acciones, por un total de $4,500, a los alcohólicos de Nueva York y de Nueva
Jersey y a sus amigos. De los 49 originales accionistas, ninguno invirtió más de 300
dólares. Casi todos lo pagaron en mensualidades, por estar tan escasos de dinero como
para hacerlo de otra forma; excepto, por supuesto, nuestros buenos amigos de
Rockefeller Center,

Nuestro convenio con los accionistas de Works Publishing fue que, con los primeros
ingresos del libro, se les devolvería su dinero; además, la Fundación Alcohólica
recibiría las regalías del 10 por ciento que yo habría recibido de una editorial. En cuanto
a las acciones de Works Publishing, los 49 inversionistas tendrían un tercio, mi amigo
Hank, otro tercio, y yo, otro tercio. Además conseguimos un préstamo de $2,500 de
Charles B. Towns, propietario de un hospital para alcohólicos nacionalmente conocido.
Verdadero amigo que era, tuvo que esperar años para que se le devolviera su dinero.

Pero, como cualquiera podía ver entonces, todo estaba listo - todo menos escribir y
vender el libro. Reinaba un gran entusiasmo. Valiéndonos de los nuevos fondos, nos era
posible mantener una pequeña oficina en Newark, Nueva Jersey. Allí empecé a dictar el
texto de Alcohólicos Anónimos a Ruth Hock (nuestra primera secretaria nacional). Con
gran optimismo ya veíamos llegar un montón de dinero, una vez que el libro saliera de
la imprenta. Aun más, esperábamos que el nuevo libro enseguida contribuiría a financiar
nuestra empobrecida Fundación - lo cual, por extraño que parezca, llegó a hacer algunos
años más tarde.

Finalmente llegó el mes de abril de 1939. Teníamos el libro terminado. El Dr. Bob y sus
compañeros de Akron sometieron algunas de las historias de recuperación para la
sección de experiencias. Otras las sometieron compañeros de Nueva York y Nueva
Jersey. Nos llegó una de Cleveland y otra de Maryland. En las reuniones se leyeron y se
discutieron los capítulos. Me creía ser el autor del texto hasta que descubrí que solo era
el arbitro de las diferencias de opinión. Después de interminables votaciones, decidimos
titular el libro La Salida. Pero las indagaciones hechas en la Biblioteca del Congreso por
Fitz M., nuestro alcohólico de Maryland, nos revelaron que ya se habían publicado doce
libros con este título. No queríamos, por supuesto, que el nuestro fuera el número trece.
Así que le pusimos el titulo de Alcohólicos Anónimos. Aunque no lo sabíamos, en ese
mismo momento, habíamos puesto el nombre a nuestro movimiento - un nombre que,
debido a la humildad y la modestia que implica, nos ha dado nuestro querido principio
espiritual de anonimato.

Excepto unos cuantos ejemplares que distribuimos alegremente, la tirada de 5,000 se


encontraba en el almacén del impresor. Cada accionista y cada contribuidor de historias
recibió un ejemplar gratis. El New York Times publicó una buena crítica. Nos
apresuramos a anunciar a la revista nacional que estábamos listos para su artículo
prometido. Ya podíamos ver salir furgones cargados del libro de AA.

¡Qué desastre! En la oficina de la renombrada revista mensual, nos dijeron amablemente


que se les había olvidado completamente avisarnos de que, hacía nueve meses, habían
decidido no publicar nada acerca de nosotros. La redacción había llegado a la
conclusión de que los borrachos eran un tema demasiado controversial. Esta asombrosa
noticia nos dejó pasmados. En su totalidad el movimiento de Alcohólicos Anónimos
solo podía comprar menos de cien ejemplares, ya que contaba únicamente con cien
miembros. Además, ya habíamos regalado setenta y nueve. ¿Qué íbamos a hacer con los
otros miles de libros? ¿Qué podíamos decir al impresor, a quien no habíamos pagado ni
la mitad? ¿Y este pequeño préstamo de $2,500 y los 49 accionistas que habían invertido
$4,500 en Works Publishing? ¿Cómo íbamos a comunicarles las terribles noticias?
¿Cómo íbamos a decirles que, ya que no hacíamos publicidad, no podíamos vender los
libros? Sí, me temo que esa empresa del libro de AA fue muy alcohólica.

Así nació en bancarrota el buen libro Alcohólicos Anónimos. Algunos los acreedores se
volvieron impacientes; el sherif se presentó en nuestra oficina de Newark. Los
promotores se encontraban muy deprimidos - no sólo económicamente. El banco tomó
posesión de la casa en la que vivíamos mi mujer yo. Nos instalamos en un campamento
de verano, propiedad de un amigo nuestro, miembro de AA, Horace C. y su familia. A
mi amigo Hank tampoco le fueron muy bien las cosas. Se presentaba un panorama
desolador. Sólo había tres grupos activos de AA; y además teníamos un libro de AA en
bancarrota, una leal secretaria que todavía no había cobrado, una diminuta Oficina
Central que posiblemente habría que cerrar en cualquier momento, y una Fundación
Alcohólica sin dinero. Esta era la situación después de cuatro años de Alcohólicos
Anónimos.

¿Por qué no podemos unirnos a

AA nosotros también?

Octubre de 1947

Queridos AAs:

El Dr. Bob y yo tenemos un problema. Nos gustaría compartirlo francamente con


ustedes.

En realidad, AA tiene veintenas de "fundadores," hombres y mujeres sin cuyas


aportaciones especiales, puede que AA nunca hubiera existido. No obstante, por alguna
razón, parece que el calificativo "fundador" ha llegado a aplicarse exclusivamente al Dr.
Bob y a mí - fenómeno que tal vez se deba a una falta de información sobre nuestros
primeros días. Este sentimiento, aunque les mueve a los AA a distinguirnos de los
demás miembros de la totalidad, nos es muy conmovedor. Sin duda tenemos más
motivos para estar agradecidos que nadie en el mundo. No obstante, hemos empezado a
preguntarnos si, a la larga, tal énfasis exagerado obrará para el bien de AA ¿No es
quizás algo imprudente mostrar tanto afecto para con "los fundadores"?

Tal vez los AA podamos llegar a ser un nuevo tipo de sociedad humana. Hasta un grado
nunca alcanzado anteriormente, AA, tal vez, podrá funcionar apoyándose en la fuerza
de sus principios fundamentales, y no en el prestigio o la inspiración de un liderazgo
muy personalizado. Así el total puede tener una transcendencia, una importancia mayor
a la de cualquier parte; y entonces, para su continuación, nuestra unidad y nuestro éxito
pueden principalmente depender de Dios como nosotros lo concebimos, del Dios que
obra en miles de corazones y no solamente en unos pocos.

En mi fuero interno, creo que los AA hemos empezado a vislumbrar esta magnífica
posibilidad. La convicción cada vez mas generalizada de que el liderazgo activo debe
ser transitorio y rotatorio; que, en cuanto a sus propios asuntos, cada grupo de AA sólo
es responsable ante su propia conciencia; que nuestros comités y junta son, en realidad,
servidores, no autoridades; que nosotros, como movimiento, tenemos que permanecer
pobres, para evitar así los riesgos de distracción de la riqueza; que, como miembros
particulares de AA debemos ser anónimos ante el público en general - estos son los
indicios y los presagios de un destino singular. En tales conceptos no hay lugar para un
liderazgo vestido de prestigio.

"Pero," dirán algunos, "¿como vamos a convertir este sueño en realidad cuando la
mayoría de las sociedades tienen que depender tanto de la administración, del dinero y
del poder de persuasión personal de un liderazgo de mucho renombre?" No obstante, de
una manera increíble, estamos empezando a ver nuestro sueño convertirse en realidad.
Aunque seguimos mirando con recelo la acumulación de grandes sumas de dinero o de
prestigio personal en nombre de Alcohólicos Anónimos, continuamos creciendo a pesar
de la ausencia de aquellos factores, a veces inestables, de los que a menudo tienen que
depender otras empresas humanas.

¿Por qué es esto posible? ¿Porque somos personas superiores? Difícilmente. Lejos de
ser superiores a la mayoría, somos, con toda seguridad, mucho más falibles. Por extraño
que sea, nuestra fortaleza colectiva parece derivarse de nuestra siempre latente debilidad
individual. Somos alcohólicos. Aunque ahora estamos recuperados, nunca estamos muy
lejos de la posibilidad de un nuevo desastre personal. Cada uno sabe que tiene que
comportarse con un alto grado de honradez, humildad y tolerancia; si no, volverá a
beber. Para nosotros los AA, beber es morir; amar a Dios y a nuestros semejantes es
vivir.

Bajo tales condiciones, lo imposible se ha convertido en posible. Ya que la vida de cada


AA depende literalmente de su desinteresado servicio a los demás, ya que el falso
orgullo, la autoconmiseración y el egoísmo exagerado con casi toda certeza serán
castigados despiadadamente por el Rey Alcohol, no necesitamos más que un mínimo de
reglas de fabricación humana o de líderes inspirados para mantenernos en el buen
camino. Ni tampoco es probable que ningún miembro de AA persista largo tiempo en
hacer nada que sea perjudicial para la unidad de AA. Sabe muy bien que los AA
tenemos que vivir unidos - o morir solos. Al principio vive la vida espiritual porque no
tiene más remedio; ahora lo hace porque quiere. Estas son las circunstancias
verdaderamente providenciales en las que nosotros nos encontramos; por eso, estamos
empezando a ver nuevos valores en AA. Percibimos entre nosotros un reino espiritual,
que poco pueden trastornar las distracciones de la riqueza y de los intereses personales
egoístas.

A la luz de estas consideraciones, volvamos a analizar la situación del Dr. Bob y la mía.
Parece que, cuanto más crece AA, más se tiende a destacar nuestro papel especial en su
creación y futuro desarrollo. Aun se nos sitúa en una categoría excepcional. Hace
mucho tiempo que casi todos los demás pioneros de AA están entre bastidores donde, si
todavía disfrutan de la confianza de sus compañeros, se les consulta con frecuencia. Por
consentimiento común, se han convertido en nuestros consejeros no oficiales, fuentes de
larga experiencia, a quienes recurrimos en momentos de apuro. En el reparto hay ahora
nuevos actores que algún día saldrán a escena para después retirarse. Creemos que así es
como debe ser.

El Dr. Bob y yo creemos que esta sana doctrina también debe aplicarse a nosotros. No
puede haber ninguna buena razón para hacer una excepción con "los fundadores."
Cuanto más tiempo permanezcamos los pioneros de AA en el centro del escenario, más
probable será que sentemos peligrosos precedentes para establecer un liderazgo
personalizado y permanente. Para asegurar bien el futuro de AA, ¿no es esto
precisamente lo que debemos evitar? Huelga decir que el Dr. Bob y yo no queremos
ignorar ninguna responsabilidad que todavía recaiga sobre nosotros. Por el contrario; es
probable que hoy día nuestra misión principal es la de ayudar a AA a formar una
Tradición segura. Pero, ¿cómo podemos abogar por el principio tradicional de una
dirección rotativa, si permitimos que crezca la opinión de que nosotros mismos
debemos ser excepciones permanentes? Por supuesto que no podemos.

Consideremos, por ejemplo, mi propio caso. Se sabe que mi salud ha mejorado


recientemente; que voy a asistir a una muy concurrida conferencia regional. Enseguida
me llegan peticiones, calurosas y urgentes, para que hable en reuniones por toda
Norteamérica. Ya que la mayoría de los AA son buenos vendedores, me encuentro
sujeto a una gran presión.

Aunque el estar tan solicitado me hace sentir muy bien, estas peticiones me dejan en
medio de un grave dilema - algo realmente angustioso. ¿Cómo puedo actuar con
equidad y hablar en diez cenas de aniversario mientras me niego a hacerlo en noventa?;
¿cómo puedo hacer grabaciones especiales o dar charlas telefónicas para todas esta
ocasiones? O, ¿cómo puedo contestar a toda la correspondencia que recibo? ¿cómo
puedo aconsejar a cientos de individuos y grupos acerca de sus problemas particulares?
Es físicamente imposible. Incluso si pudiera encontrar la manera de hacer todas estas
cosas y así permanecer indefinidamente en el centro de los asuntos de AA, ¿sería esto lo
mejor para AA a la larga? Sin duda, todos estarían de acuerdo en que no lo sería.

Así que el problema del Dr., Bob y mío se reduce a esto: Vamos a tener que decidir
precisamente cuáles son las pocas cosas que nosotros somos especialmente aptos para
hacer por AA y, según nos permita nuestra salud, ponernos a hacerlas.

En lo que a mí respecta, creo que voy dedicar más tiempo a escribir: más artículos para
el Grapevine, más folletos, y tal vez un nuevo libro que trate del asunto vital de la
unidad de AA. Este material debe facilitar un amplia y detallada información sobre
nuestras Tradiciones, según se van desarrollando, y sobre las poco conocidas funciones
de nuestro centro de servicios generales. De vez en cuando, me gustaría nacer acto de
presencia en las reuniones regionales mayores con el propósito de discutir sobre estos
asuntos con tantos AA como sea posible.

En los próximos dos o tres años, será conveniente ampliar la base de nuestro centro de
servicios generales de Nueva York de manera que incluya una reunión anual de los AA
de fuera de la ciudad con los custodios de la Fundación Alcohólica, el personal de la
oficina general de AA y la redacción del AA Grapevine; se llamaría la Conferencia de
Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Facilitar la creación de tal Conferencia
será una tarea formidable que puede requerir que visitemos algunos de nuestros
principales centros de AA esparcidos por todo el país.

Estas parecen ser las cosas que más se necesitan hacer para el bienestar de AA en su
totalidad. Si estos proyectos han de ser terminados, estoy seguro de que no podemos
dedicarnos a muchas más cosas. Para tener éxito, necesitaremos una verdadera libertad
de decisión y pocas distracciones. Por lo tanto, les pedimos su completa cooperación.

Aunque estas tareas todavía están por hacer, el Dr. Bob y yo vamos a confesar una
profunda aspiración. Como ciudadanos particulares de AA, a menudo nos gustará ir y
venir entre ustedes como cualquier otra persona, sin ninguna atención especial. Y
aunque siempre nos gustaría seguir sintiendo la satisfacción de contarnos entre los
originadores, esperamos que ustedes empiecen a considerarnos solo como pioneros de
AA, y no como "fundadores."

Así que, ¿podemos unirnos nosotros a AA también?

Con mis mejores deseos,

Bill

SEGUNDA

PARTE
1950 - 1958

En 1950 ocurrieron dos acontecimientos de importancia histórica para Alcohólicos


Anónimos: en Julio, se adoptaron las Doce Tradiciones en la Primera Convención
Internacional, efectuada en Cleveland. Y, cuatro meses más tarde, el 16 de noviembre,
el Dr. Bob murió.

Durante los cinco años siguientes, Bill, el único cofundador sobreviviente, concentró
sus energías principalmente en el futuro de AA, consolidando su estructura de servicio.
En 1950, Lois y él pasaron seis semanas en Europa, visitando a los AA de diversos
países. Aunque AA estaba floreciendo en Europa, las discrepancias que Bill observaba
entre las costumbres de los AA de diferentes países, reforzaron su convicción de que era
necesaria una estructura que hiciera posible que la Comunidad siguiera existiendo.
Volvió a Norteamérica convencido de la necesidad de poner nuestra literatura a
disposición de cada vez más gente, fomentar el liderazgo a nivel local, y ampliar los
servicios de AA.

Con este fin, según Bill comentó en AA Llega a su Mayoría de Edad, "reforzado con la
aprobación de los Custodios y del Dr. Bob, recorrí todo el país, abogando por el plan del
Tercer Legado La primera Conferencia de Servicios Generales, que tuvo lugar en abril
de 1951, inició un período experimental de cinco años que finalizó en julio de 1955,
cuando la responsabilidad de los servicios mundiales de AA, que hasta entonces había
recaído en los cofundadores, pasó a manos de la Comunidad entera en la Convención
del XX Aniversario, celebrada en St. Louis en esa fecha.

Sección

AA llega a su

madurez

Nos acercamos a la madurez

Octubre de 1949

lcohólicos Anónimos tiene catorce años. Pero nadie cree que acabamos de entrar en la
adolescencia. Por el contrario, nos estamos acercando a la madurez. Por lo tanto,
nuestros problemas y responsabilidades como Sociedad van aumentando. Está cada vez
más claro que no seremos inmunes para siempre a las aterrorizadoras presiones que
están desgarrando la sociedad moderna. No hay duda de que, al igual que otras
sociedades de hombres y mujeres, nos veremos tentados a metemos en graves
controversias. Tal vez algunos de nosotros intentaremos conseguir fama y riqueza a
costa de Alcohólicos Anónimos. Nos veremos tentados a atacar a los que nos atacan;
ansiaremos forjar alianzas con amigos poderosos; desearemos redactar leyes y, de esta
manera, meternos en política. Será difícil permanecer neutral en el conflicto entre la
ciencia y la religión; puede que a algunos les guste ver Alcohólicos Anónimos dividirse
en sectas. Y, según nos vamos haciendo más conocidos, sin duda se nos ofrecerán
grandes y destructivas subvenciones monetarias; puede que nos olvidemos de nuestra
resolución de permanecer pobres. Es posible que estos sean los problemas cruciales de
nuestra madurez; ya se pueden ver perfilados.

No obstante, me siento profundamente, e incluso fervientemente convencido de que


Alcohólicos Anónimos capeará todas las adversidades y toda prueba a la que el tiempo
nos someta mientras Dios nos necesite. La fe que tengo en nuestro futuro se basa en
ciertos hechos de nuestra experiencia:

Primero, contemplamos humildemente los 80,000 milagros de recuperación personal;


vemos que la gracia de Dios nos ha hecho posible a cada uno de nosotros conseguirlo
imposible. En la vida de cada uno de nosotros, la armonía ha reemplazado y
grandemente superado al antiguo caos. Por ser esto lo que Dios nos ha concedido
personalmente, tenemos motivos para esperar que, si somos dignos, AA en su totalidad
disfrutará de una armonía igual.

Segundo, estamos seguros de que debe haber un millón de alcohólicos que mañana
mismo se unirían a Alcohólicos Anónimos si solo supieran lo que sabemos. Nos damos
clara cuenta de que cualquier desunión fundamental entre nosotros podría desilusionar
instantáneamente a decenas de miles que de nuevo volverían la cara a la pared. Por eso,
nos es imperativo evitar todos estos trastornos que normalmente acompañan a la gran
riqueza, poder o controversia. Si no, muchos de ese "millón que aun no sabe" sin duda
morirían.

Por consiguiente, nuestra Cuinta Tradición dice: "Cada grupo de AA debe ser una
entidad espiritual con un solo objetivo primordial - de llevar el mensaje al alcohólico
que aún sufre."

Mientras sigamos agradecidos por lo que nos ha tocado, y mientras esta Tradición de
noble y único objetivo quede grabada indeleblemente en nuestros corazones, tendremos
nuestro destino asegurado. Seremos dignos de la Providencia de Dios.

Llegamos a nuestra mayoría

de edad

Septiembre de 1950
uando celebramos el 15 aniversario de AA todo el mundo sabia que habíamos llegado a
nuestra mayoría de edad. No podía haber la menor duda. Los miembros, sus familias, y
amigos - un total de siete mil personas - pasaron tres días emocionantes e
impresionantes con nuestros buenos anfitriones de Cleveland.

El himno de nuestra Conferencia era la gratitud; su tónica, el conocimiento seguro de


que hemos forjado una unión por todas partes del mundo. Nos hemos dedicado como
nunca al único propósito de llevar las buenas nuevas de AA a los millones personas que
todavía no las han oído. Y, al afirmar las Tradiciones de Alcohólicos Anónimos,
pedimos que permanezcamos en perfecta unidad bajo la gracia de Dios mientras El nos
necesite.

¿Qué hicimos precisamente? Pues, tuvimos reuniones, muchas reuniones. Por ejemplo,
la reunión sobre la medicina. Nuestro primer y gran amigo el Dr. Silkworth no pudo
asistir. Pero su colega del Hospital Knickerbocker de Nueva York, el Dr. Meyer Texon,
resultó ser un sustituto muy competente, y nos contaba la mejor forma en que el hospital
general puede relacionarse con nosotros. Remachó sus argumentos con una detallada
descripción de cómo, durante los últimos cuatro años en el Hospital Knickerbocker, se
había apadrinado, tratado y encomendado a AA a 5,000 borrachos; y esto para la gran
satisfacción de todos los interesados, incluyendo el hospital, cuya junta estaba
encantada con los resultados y especialmente con el hecho de que invariablemente se
pagaban sus módicos honorarios a tocateja. ¿Quién ha oído de 5,000 borrachos que
realmente pagan sus facturas? Luego el Dr. Texon nos puso al día sobre la enfermedad
del alcoholismo según la consideran en Knickerbocker; dijo que sin duda era un
trastorno de la personalidad unido a un deseo físico insaciable. Para la mayoría de
nosotros, esto tenía sentido. El Dr. Texon metió el miedo en el cuerpo a los posibles
"reincidentes," simplemente refiriéndose a ese pequeño asunto del hígado. Este órgano
paciente, dijo, sin duda acabaría salpicado de abscesos y con un caso de cirrosis
galopante, si se siguiera bebiendo. Además tuvo algo nuevo que añadir, que se trataba
del agua salada; dijo que todo alcohólico activo tenía una gran deficiencia de sal. De ahí
el deseo insaciable de más y más tragos. Si llenaras a la víctima de agua salada, dijo, en
seguida se tranquilizaría. Naturalmente, pensamos, "¿Por qué no ponemos a todos los
borrachos en un régimen de agua salada en vez de ginebra? Así el problema mundial del
alcohol se solucionaría de la noche a la mañana." Pero esa era nuestra idea, no la del Dr.
Texon. A él, le damos las gracias:

En cuanto a la reunión sobre la industria: La moderaron Jake H., de U.S. Steel, y Dave
M., de DuPont, ambos miembros de AA. El Sr. Louis Seltzer, editor del Cleveland
Press, quien finalizó la sesión, casi hizo que la sala se viniera abajo con su charla. Jake,
como ejecutivo de U.S. Steel, nos dijo lo que la compañía pensaba de AA - y todo era
bueno, Jake mencionó el inmenso potencial de ingresos colectivos, entre un cuarto y
medio billón de dólares cada año. En vez de constituir una exasperante sangría del
bolsillo colectivo de la sociedad, ahora éramos, en su mayor parte, gente que podía
aspirar a los mejores empleos y que podría contribuir al bienestar de nuestro país con
una media anual de $4,000 por persona. David M., jefe de personal de DuPont, que
tiene un interés especial en el problema que el alcohol representa para su compañía, nos
relató lo que la "nueva perspectiva" sobre el abuso de la bebida había significado para
DuPont y para todos sus empleados. Según Dave, su compañía tiene una gran confianza
en AA. Con toda certeza, Louis Seltzer ofreció el testimonio más conmovedor en este
seminario industrial. El Sr. Seltzer nos habló desde el punto de vista de un empresario,
un ciudadano y un periodista veterano. Fue la más emocionante expresión de plena
confianza en Alcohólicos Anónimos que jamás hemos oído. Casi era demasiado bueno;
sus implicaciones nos produjeron un pequeño desconcierto. ¿Cómo podríamos nosotros,
miembros de AA falibles, llegar a estar a la altura de las esperanzas para nuestro futuro
del Sr. Seltzer? Empezamos a preguntamos si acaso la reputación de AA no fuera mejor
que su realidad.

Luego hubo esa maravillosa sesión sobre las prisiones. Nuestro gran amigo, el Alcaide
[Clinton] Duffy, contó la asombrosa historia de nuestro primer grupo de San Quintín.
Su relato de los cinco años de AA en ese lugar tuvo un preludio muy conmovedor.
Escuchamos una grabación, que pronto se emitirá por la radio, de una estremecedora
dramatización de un incidente real en la vida de AA dentro de los muros. Un recluso
alcohólico reacciona amargamente a su encarcelamiento y se muestra increíblemente
ingenioso para encontrar y beber alcohol. Pronto se vuelve demasiado ingenioso. En el
taller de pinturas de la prisión, descubre un líquido muy prometedor, que comparte con
sus compañeros alcohólicos. Era un veneno mortal. Los bebedores pasan unas horas
angustiosas, durante las cuales algunos mueren. Había una tremenda tensión en la
prisión a medida que aumentaba el número de muertos. Los que aún quedaban con vida
solo podían salvarse con una rápida transfusión de sangre. El grupo de AA San Quintín
no vaciló en ofrecerse como voluntarios y pasaban el resto de esa larga noche dando de
sí mismos como nunca lo habían hecho. AA nunca había sido nada popular, pero ahora
la moral de la prisión subió a su punto más alto, y allí se quedó. Muchos sobrevivientes
se unieron. El primer grupo de prisiones había dejado una profunda impresión; AA
había llegado a San Quintín para quedarse.

Entonces habló el Alcaide Duffy. Parece que nosotros los del mundo exterior no
sabemos nada de lo difícil que es convencer a los reclusos. El escepticismo tanto de los
prisioneros como de los guardias de San Quintín había sido tremendo. Creían que AA
era una especie de timo. O tal vez una religión de chiflados. Además, objetó la junta de
la prisión, ¿por qué tentar a la Providencia, mezclando libremente los reclusos con gente
de afuera, especialmente con las mujeres alcohólicas? Sería dar rienda suelta a la
confusión. Pero nuestro amigo el alcaide, firmemente convencido por algún que otro
motivo, insistía en que AA continuara en la prisión. Hasta este día, dijo, no se ha
quebrantado ningún reglamento de la prisión en ninguna reunión de AA, a pesar de que
centenares de prisioneros han asistido a centenares de reuniones con muy poca
vigilancia. Apenas si se necesita la presencia del amable guardia solitario que se sienta
en la última fila.

El alcaide añadió que hoy día la mayoría de las autoridades de las prisiones de todo los
Estados Unidos y Canadá comparten su opinión sobre Alcohólicos Anónimos.
Anteriormente, había que recoger y volver a meter en la cárcel a un 80 por ciento de los
prisioneros alcohólicos puestos en libertad condicional. Muchas instituciones informan
que ahora este porcentaje ha bajado a la mitad e incluso a la tercera parte de lo que solía
ser. El Alcaide Duffy viajó 2,000 millas para estar con nosotros en Cleveland. Muy
pronto vimos el porqué. Vino porque es una gran persona. Nuevamente los AA nos
preguntábamos si nuestra reputación no sería algo exagerada.

Naturalmente, los hombres no podíamos asistir a las reuniones de las mujeres


alcohólicas. Pero no tenemos la menor duda de que idearon formas de combatir el
estigma aplastante que recae sobre estas pobres mujeres que se dan a la botella. Además
es posible que nuestras damas discutieran sobre cómo mantener a una distancia
respetable al donjuán que a veces se presenta. Pero no, la compañera que transcribió
este artículo me asegura con tono mordaz que no se discutió nada por el estilo. Dice que
fue una reunión maravillosamente constructiva. Y que asistieron unas quinientas
mujeres. Imagínense, habían pasado cuatro años antes de que tan siquiera una mujer
lograra su sobriedad en AA. Para la mujer alcohólica la vida no es una sinecura.

Ni tampoco pasaron por alto a otros que sufren de forma especial, tales como las
secretarias de intergrupo asalariadas, las secretarias comunes y corrientes, los editores
de nuestros boletines, y los cónyuges de los alcohólicos, conocidos a veces como "los
olvidados." Estoy seguro de que las secretarias llegaron a la conclusión de que, aunque
a veces no reciben el aprecio que merecen, todavía les encanta cada minuto de su
trabajo. No me he enterado de lo que decidieron los editores. A juzgar por sus esfuerzos
a lo largo de los años, es muy probable que se les hayan ocurrido muchas ideas
ingeniosas.

Todo el mundo estuvo de acuerdo en que la reunión de las esposas (y los maridos) fue
una verdadera revelación. Algunos recordaron cómo Anne S., en los primeros días de
Akron, había sido una grata compañera y consejera de las angustiadas esposas. Ella se
daba clara cuenta de que el alcoholismo era un problema familiar. Mientras tanto los
AA nos entregábamos con ahínco al trabajo de desembriagar a los miles de borrachos
que llegaban. Parecía que nuestras buenas esposas se habían perdido completamente es
este prodigioso tumulto. Muchos de los grupos recién establecidos sólo efectuaban
reuniones cerradas; daba la impresión de que AA se estaba convirtiendo en algo
exclusivo. Pero recientemente hemos visto cambiar radicalmente esta tendencia. Un
número cada vez mayor de nuestras parejas han incorporado los Doce Pasos en sus
propias vidas. Como prueba, consideremos el trabajo de Paso Doce que ahora están
haciendo con las esposas y los maridos de nuestros principiantes, y el hecho de que
estas reuniones de esposas brotan por todas partes. En su reunión en Cleveland, nos
invitaron a nosotros los alcohólicos a escuchar. Muchos miembros escépticos salieron
de esa sesión convencidos de que nuestras "olvidadas" tenían algo de gran valor. Según
las palabras de un borracho, "La comprensión y espiritualidad profundas que yo sentía
en esa reunión de esposas eran realmente extraordinarias."

La Conferencia de Cleveland no fue todo reuniones, ni mucho menos. Hubo, por


ejemplo, un gran banquete. ¿O debería decir banquetes? En el plan original se preveía
una cantidad de comensales suficiente como para llenar el Rainbow Room del Hotel
Carter. Pero se presentaron muchos más de lo previsto. Los convidados rápidamente
llenaron la sala a rebosar. Resultó necesario habilitar la Cafetería Carter y el Petit Café
para acomodar la avalancha de celebrantes. Se reclutaron dos orquestas y nuestros
buenos artistas se encontraron con que tuvieron que repetir sus actuaciones dos veces,
una arriba y otra abajo. Nadie se emborrachó, pero cómo cantaban esos AA. Estaban
totalmente despreocupados, y ¿por qué no? No obstante, se insinuó un tono de gravedad
al brindar por los ausentes. Nos hizo pensar en los ausentes un AA de las Islas Marshall
quien, aunque estaba completamente solo allí, seguía insistiendo que su grupo tenía tres
miembros, o sea: "Dios, el libro Alcohólicos Anónimos y yo." La primera etapa de su
viaje de 7,000 millas hasta llegar a Cleveland había terminado en Hawai, de donde, con
sumo cuidado y refrigeración, nos había traído unos collares de flores, los celebrados
leis de aquellas islas. Uno de ellos había sido enviado por los AA leprosos de Molokai -
esos AA aislados que siempre formarán parte de nosotros, pero nunca estarán con
nosotros.

También se nos hizo un nudo en la garganta al pensar en el Dr. Bob, solo en su casa, y
gravemente enfermo. Dedicamos otro de los brindis de la tarde a un AA que habla
querido, más que nada en el mundo, estar en Cleveland cuando alcanzamos nuestra
mayoría de edad. Desgraciadamente nunca llegó a la reunión de las Tradiciones. Murió
de un ataque al corazón la noche antes de que tuviera lugar la reunión de Tradiciones y
el banquete de aniversario. No obstante, la alegría acabó apoderándose de todos
nosotros; bailamos hasta la medianoche. Sabíamos que los ausentes lo habrían querido
así.

Varios miles de nosotros nos apiñamos en el Palacio de Conciertos de Cleveland para


celebrar la reunión de Tradiciones, la cual, según la mayoría de los AA, fue el punto
culminante de nuestra Conferencia. Seis fieles veteranos, que llegaron de lugares tan
lejanos como Boston y San Diego, hicieron un bello repaso de los años de experiencia
de AA que nos condujeron a formular nuestras Tradiciones. Luego, se me pidió que las
resumiera y lo hice, diciendo:

"En lo concerniente a todos los asuntos que afectan la unidad de AA, nuestro bienestar
común debe tener la preferencia; en AA no hay autoridad humana - solo un Dios tal
como se exprese en la conciencia de nuestro grupo; nuestros líderes no son sino
servidores de confianza, no gobiernan; cualquier alcohólico puede hacerse miembro de
AA si así lo dice - no excluimos a nadie; cada grupo de AA puede llevar sus propios
asuntos como mejor le parezca, siempre que los grupos vecinos no se vean perjudicados
por sus decisiones; los AA tenemos un único objetivo, llevar nuestro mensaje al
alcohólico que aún sufre; por lo tanto, no debemos financiar, apoyar o prestar el nombre
'Alcohólicos Anónimos' a ninguna empresa ajena, por noble que sea; AA, como tal,
debe permanecer pobre, para evitar que los problemas de propiedad, administración, y
dinero nos desvíen de nuestro único objetivo; debemos mantenernos a nosotros mismos,
y cubrir gustosamente nuestros pequeños gastos; AA siempre debe ser no-profesional,
nunca se debe pagar por nuestro acostumbrado trabajo de Paso Doce; como Comunidad,
nunca debemos estar organizados, pero podemos, no obstante, crear nuestras juntas o
comités de servicio responsables para asegurar que tengamos mejor propagación y
apadrinamiento, y estas entidades pueden contratar trabajadores de plena dedicación
para realizar tareas especiales; nuestras relaciones públicas deben basarse en el principio
de atracción y no en el de promoción, ya que es mejor dejar que nuestros amigos nos
recomienden; ante la prensa, la radio y el cine, debemos guardar nuestro anonimato sin
excepción alguna, ya que sirve como nuestra mejor protección contra las tentaciones del
poder o de la ambición personal; y, finalmente, el anonimato ante el público en general
es la clave espiritual de todas nuestras Tradiciones, recordándonos siempre anteponer
los principios a las personalidades, debemos practicar una auténtica humildad. Esto con
el fin de que nuestras grandes bendiciones nunca nos estropeen y que vivamos en
agradecida contemplación de él que preside sobre todos nosotros."

Al haber presentado mi resumen, pregunté a todos los asistentes si había alguien que
tuviera algún inconveniente con las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos tal
como quedaban expresadas. Al no oír a nadie poner ningún reparo, propuse que se
adoptaran las Tradiciones de AA. Con impresionante unanimidad, todos se pusieron de
pie. Así terminó esa hora magnífica en la que nosotros los Alcohólicos Anónimos
cogimos de la mano a nuestro destino.

El domingo por la mañana, escuchamos a un panel de cuatro miembros de AA, quienes


describieron el aspecto espiritual de Alcohólicos Anónimos - según lo veían ellos.
Teniendo en cuenta los que iban a la iglesia y los que se levantaban tarde por haberse
divertido tanto la noche anterior, el comité de la Conferencia no había sospechado que
ésta sería una sesión tan concurrida. Pero los que fueron a la iglesia ya hablan vuelto de
practicar sus devociones y casi nadie se quedó en la cama. El salón de baile del Hotel
Cleveland estaba a tope una hora antes de empezar. Centenares de personas, que ni se
podían acercar a la puerta del salón, se apiñaban en los pasillos y el vestíbulo. La gente
que teme que AA está perdiendo interés en cosas espirituales debía haber estado allí.

Se pidió un momento de silencio y la muchedumbre se calló de golpe. Luego


aparecieron los oradores, todos ellos serios y sinceros y bien preparados. No puedo
recordar una reunión de AA en que la gente escuchara más atentamente o que tuviera
una dedicación más profunda. Pero a algunos les pareció que aquellos excelentes
oradores, con su entusiasmo, habían creado sin quererlo un pequeño problema. Tenían
la impresión de que la reunión había ido demasiado lejos en cuanto a las comparaciones
religiosas, la filosofía y la interpretación, puesto que los AA, por una antigua y
afianzada tradición, siempre habíamos dejado estas cuestiones al criterio de cada
individuo, según sus creencias religiosas. Un miembro se levantó para hacer una
advertencia. Al escucharle hablar, pensé, "¡Qué bueno que haya sucedido esto! ¡Qué
bien vamos a recordar siempre que AA nunca debe considerarse como una religión!
Con cuánta firmeza insistiremos en que el ser miembro de AA no puede depender de
ninguna creencia en particular; que en nuestros Doce Pasos no se incluye ningún
artículo de fe religiosa, excepto la fe en Dios - como cada uno de nosotros lo conciba.
Con cuánto cuidado evitaremos de ahora en adelante cualquier situación que nos lleve a
debatir sobre asuntos de creencias religiosas personales." Nos pareció que fue una
magnífica mañana de domingo.

Esa tarde nos reunimos en el Auditorio de Cleveland. El gran acontecimiento fue el acto
de presencia del Dr. Bob. Habíamos dudado de que pudiera asistir, por 10 grave que era
su enfermedad. Verlo otra vez fue una experiencia que todos los 7,000 presentes
guardaremos siempre en nuestra memoria. Habló diez minutos con voz fuerte y segura,
y nos dejó un magnífico legado que sin duda contribuirá a nuestro desarrollo. Era el
legado de alguien que había estado sobrio desde el 10 de junio de 1935, que contribuyó
tanto al éxito de nuestro primer grupo, y alguien que, durante los siguientes 15 años,
había proporcionado asistencia médica, y había comunicado el mensaje vital de AA, a
4,000 de nuestros afligidos en el buen Hospital de Santo Tomás de Akron, la ciudad
natal de Alcohólicos Anónimos. Simplicidad, dedicación, tenacidad, y lealtad: estos
eran los rasgos de carácter que el Dr. Bob había inculcado en tantos de nosotros.
Además, yo podía recordar con gratitud que, durante todos los años que habíamos
trabajado juntos, nunca habíamos cruzado ni una sola palabra airada. Tales eran
nuestros pensamientos mientras mirábamos al Dr. Bob.

Durante la siguiente hora traté de recapitular. Pero, ¿cómo se podía añadir algo a lo que
hablamos visto, oído y sentido en aquellos tres días maravillosos? Habíamos visto, con
alivio y certeza, que AA nunca podría llegar a ser exhibicionista ni convertirse en un
gran negocio; que la humildad y la simplicidad de sus primeros días sigue estando con
nosotros; que todavía somos conscientes de que el éxito de nuestra querida Comunidad
se debe a Dios, no a nosotros.

Como prueba de esto, conté un sueño de AA que Lois y yo vimos convertirse en


realidad en una lejana cabeza de playa de Noruega. Este sueño empezaba con un AA
que escuchaba la voz de su conciencia, y luego vendió todo lo que tenía.

George, un americano de origen noruego, se unió a nosotros en Greenwich,


Connecticut, hace cinco años. Hacía veinte años que sus padres en Noruega no sabían
nada de él. Empezó a enviarles cartas, hablándoles de su recién encontrada libertad. Le
contestaron con noticias muy inquietantes. La familia le informó que su único hermano
se encontraba en un estado desesperado, casi a punto de perderlo todo a causa del
alcohol. ¿Qué se podría hacer? El AA de Greenwich tuvo una larga conversación con su
esposa. Tomaron la decisión de vender su pequeño restaurante, que era todo lo que
tenían. Se irían a Noruega para ayudar al hermano. Unas pocas semanas más tarde,
llegaron en avión a Oslo. Con toda rapidez viajaron del aeropuerto al pueblo y, de allí,
otras 25 millas hasta llegar al fiordo donde vivía el hermano enfermo. Se encontraba
verdaderamente en muy mal estado. Desgraciadamente, todos se daban cuenta menos él.
No quería saber nada de AA, de esas tonterías americanas. ¿El, un alcohólico? ¡ Por
supuesto que no! Naturalmente, el hombre de Greenwich ya habla escuchado esas
réplicas. Pero ahora ese argumento tan familiar le era difícil de tragar. Tal vez había
vendido todo lo que tenía para el beneficio de nadie. George insistió todo lo que podía,
pero acabó dudando de la utilidad de sus esfuerzos. Resuelto no obstante a establecer un
grupo de AA en Noruega, empezó a visitar a los clérigos y médicos de Oslo. No sucedió
nada; ninguno de ellos le propuso un solo candidato. Totalmente descorazonados, él y
su esposa creyeron que ya era hora de volver a Connecticut.

Pero la Providencia les tendió una mano. El rebelde noruego les hizo el favor de
lanzarse en una de sus tremendas borracheras periódicas. Al final, afligido de una
terrible resaca, le gritó al hombre de Greenwich, "Cuéntame otra vez eso de 'Anónimos
Alcohólicos.' ¿Qué debo hacer, hermano mío?" Con perfecta sencillez, George le volvió
a contar la historia de AA. Cuando terminó de hacerlo, escribió a mano en noruego,
idioma que casi había olvidado, la traducción de un pequeño folleto publicado por el
grupo de White Plains, Nueva York. Naturalmente, nuestros Doce Pasos de
recuperación estaban incluidos. Luego, la familia de Connecticut emprendió el vuelo de
vuelta a casa. El hermano noruego, que era tipógrafo, empezó a poner pequeños
anuncios en los periódicos de Oslo. En ellos, explicaba que era un alcohólico
recuperado que deseaba ayudar a otros. Finalmente apareció un candidato. El
principiante, al oír la historia de AA y leer el folleto, también logró instantáneamente su
sobriedad. Luego, los futuros fundadores pusieron más anuncios.

Tres años más tarde, Lois y yo desembarcamos en el mismo aeropuerto. Nos enteramos
de que en Noruega había centenares de AA. Y muy buenos. Los hombres de Oslo ya
habían llevado las noticias vivificadoras a otras ciudades noruegas y estos faros
brillaban con una luz resplandeciente. Todo había sido así de simple, y así de
misterioso.

En los últimos momentos de nuestra conferencia histórica, pareció apropiado leer una
parte del capítulo once de Alcohólicos Anónimos. Estas eran las palabras que nos
acompañaban en nuestro regreso a casa: "Entrégate a Dios, tal como tú Lo concibes.
Admite tus faltas ante El y ante tus semejantes. Limpia de escombros tu pasado. Da con
largueza de lo que has encontrado, y únete a nosotros. Estaremos contigo en la
Fraternidad del Espíritu, y seguramente te encontrarás con algunos de nosotros cuando
vayas por el Camino del Destino Feliz. Que Dios te bendiga y conserve hasta entonces."

AA no es un gran negocio

Noviembre de 1950

e acerca el Día de Acción de Gracias. Y con él, la Semana de las Tradiciones. Nunca me
había sentido tan feliz.

Nuestras Tradiciones han sido puestas por escrito. Pero primero estaban inscritas en
nuestros corazones. Porque cada uno de nosotros sabe - instintivamente, creo - que no
podemos hacer con AA lo que nos plazca. No somos sino guardianes que protegen la
cualidad espiritual de nuestra Comunidad; que la mantienen íntegra para aquellos que
vendrán después y que tendrán necesidad de lo que tan generosamente se nos ha dado.

Aprendimos temprano la lección acerca del dinero. Temíamos que el estar organizados
nos estancara y nos destruyera como movimiento. Al mismo tiempo nos enfrentábamos
a la obligación moral y humana de poner nuestro programa a la disposición inmediata
de todo aquel que lo quisiera. Y seguían llegando en cantidades cada vez mayores.

Sí, hemos tenido necesidad de dinero y hemos tenido que prestar servicios. Pero nos
hemos resuelto a no permitir nunca que ni el dinero ni la administración de asuntos
necesarios oscurezcan nuestros objetivos espirituales. Un Dios de amor, con su divina
sabiduría, nos ha enseñado que un borracho desesperado y tembloroso, rebuscando en
sus bolsillos una moneda para llamar y pedir ayuda, es de una importancia mayor que
cualquier "organización" que jamás podamos tener o necesitar.

El pasado mes de julio en Cleveland, 7,000 miembros de AA dieron su aprobación a las


Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos. Cogimos de la mano a nuestro destino.
Alcohólicos Anónimos había llegado a su mayoría de edad.

Tres de estas Tradiciones definen los servicios de Alcohólicos Anónimos y resumen


nuestra responsabilidad colectiva con respecto a ellos - responsabilidad administrativa y
responsabilidad financiera. Las Tradiciones dicen también que nuestros servidores de
confianza nunca gobernarán; que siempre serán responsables ante aquellos a quienes
sirven.

El mes pasado les comuniqué a ustedes - los miembros de Alcohólicos Anónimos - una
urgente petición. Fue una súplica de que asumieran la total responsabilidad financiera
de su Sede de AA - la Fundación Alcohólica y su Oficina de Servicios Generales en
Nueva York. Nosotros, los que trabajamos en su Sede, estamos encantados con el
resultado. Algunos grupos que anteriormente no habían contribuido, ahora lo hacen. Los
nuevos grupos, los grupos pequeños, los grupos institucionales que no se ven en
ninguna obligación de hacerlo, han hecho sacrificios. Si esto sigue así, el déficit de
nuestra Sede será cosa pasada. Nunca he sentido tanto optimismo por el futuro de
nuestros servicios. Esta respuesta generosa y responsable es el marco ideal de las
noticias que voy a comunicarles ahora.

Hace doce años que el Dr. Bob y yo, bondadosamente ayudados por algunos grandes
amigos, servimos como centinelas de la Sede de nuestra Comunidad. Hemos sido los
depositarios de estos valiosos bienes - su Oficina de Servicios Generales, su libro
Alcohólicos Anónimos, su revista principal, el Grapevine de AA, sus relaciones
públicas, su fondo común. Nunca les hemos pedido que asuman la responsabilidad
directa de ellos. Pero los tiempos han cambiado. Alcohólicos Anónimos ya se ha hecho
mayor. Sus fundadores son mortales. No podemos ser sus guardianes para siempre.

Así que ha llegado la hora en que ustedes tienen que tomar estas cosas en sus propias
manos. Pedimos que las cuiden bien, porque el futuro de Alcohólicos Anónimos puede
depender de cómo ustedes mantengan y sostengan estos brazos vivificadores de
servicio.

Contando por anticipado con que ustedes asumirán gustosamente esta nueva
responsabilidad, los custodios, el Dr. Bob, y yo proponemos el establecimiento de la
Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, un organismo
compuesto de representantes estatales y provinciales que se reunirán anualmente,
teniendo como sus guías tradicionales a los custodios de nuestra Fundación. Hace largo
tiempo que consideramos un plan detallado encaminado a efectuar este cambio
importante, y muy pronto se lo presentaremos a ustedes.

Alcohólicos Anónimos ha llegado a su mayoría de edad. ¡Qué magnifico día de Acción


de Gracias!

Su Tercer Legado

Una nota introductoria al artículo original dice los siguiente. "Esta es una propuesta
para formar 'la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos,' un
pequeño organismo compuesto de delegados de AA estatales y provinciales que se
reunirá anualmente, y que podría asumir la responsabilidad directa de la dirección de
la Sede de servicios generales de AA en la ciudad de Nueva York"

Diciembre de 1950

osotros, los miembros veteranos de AA, les legamos a ustedes, los jóvenes, estos tres
Legados - los Doce Pasos de recuperación, las Doce Tradiciones, y ahora los servicios
generales de Alcohólicos Anónimos. Hace tiempo que dos de estos Legados están en
sus manos. Por medio de los Doce Pasos, nos hemos recuperado del alcoholismo; por
las Doce Tradiciones estamos consiguiendo un firme unidad.

Ya que hemos de morir algún día, el Dr. Bob y yo deseamos ahora entregar a los
miembros de AA su Tercer Legado. Desde 1938, nosotros y nuestros amigos lo hemos
guardado en depósito. Este legado es el servicio general de la Sede de Alcohólicos
Anónimos - la Fundación Alcohólica, el libro de AA, el Grapevine de AA, y la Oficina
General de AA. Estos son los servicios principales que han hecho posible que nuestra
Sociedad funcione y se desarrolle.

En nombre de todos, el Dr. Bob y yo les pedimos que ustedes - los miembros de AA -
ahora asuman la dirección de estos servicios y que los cuiden bien. El desarrollo futuro
y, de hecho, la misma supervivencia de Alcohólicos Anónimos pueden algún día
depender de la prudente administración de estos brazos de servicio en los años
venideros.

Permítanos que compartamos con ustedes un fragmento de la historia de AA. Hace doce
años, bondadosamente ayudados por algunos grandes amigos, el Dr. Bob y yo
establecimos una Sede para nuestra entonces poco conocida Comunidad. Poco tiempo
después, transferimos esta función a la Fundación Alcohólica, que fue organizada como
una pequeña junta de custodios que estaba dedicada al servicio de nuestra causa. Esta
junta estaba constituida por alcohólicos y amigos no-alcohólicos; hoy día se compone
de 15 miembros. Cuando nació nuestra Fundación en la primavera de 1938, AA tenía
solamente tres años de existencia. Sólo teníamos cincuenta miembros. El libro
Alcohólicos Anónimos sólo era una idea. Nadie podía imaginarse entonces la
magnificencia del regalo que la Providencia nos había comenzado a conceder.

Durante los doce años siguientes, esos cincuenta miembros pioneros se han multiplicado
para llegar a alcanzar más de 120,000. AA se extiende por todo el mundo. Con su
aprobación, la religión y la medicina nos han sacado de esa tierra de nadie que hay entre
ellas y en la que anteriormente habíamos andado a la deriva. No tenemos enemigos;
nuestros amigos son incontables. Nuestros miles de grupos, como islas relucientes de
coral, van surgiendo del mar de alcohol. ¡Qué regalo divino, esta milagrosa
circunstancia!

Durante nuestra infancia febril, la junta de la Fundación Alcohólica, sin que muchos se
dieran cuenta, desempeñaba discretamente un gran papel en la formación y la difusión
de nuestra muy querida Sociedad. Por medio de la Oficina General, el libro Alcohólicos
Anónimos y, más recientemente, el Grapevine, la Fundación llegó a ser directamente
responsable de la mitad de nuestro desarrollo y eficacia - tanto en calidad como en
cantidad. No puede haber ninguna duda al respecto.

Supongamos que, durante todos estos años, hubiéramos estado sin esos servicios.
¿Dónde nos encontraríamos hoy si no tuviéramos el libro de AA ni nuestra literatura, la
cual ahora sale de la Sede a razón de tres toneladas al mes? Supongamos que
hubiéramos dejado nuestras relaciones públicas al azar. Supongamos que no se hubiera
encargado a nadie de fomentar la buena publicidad y evitar la mala. Supongamos que no
hubiera disponible información precisa sobre AA. Imaginemos que nuestras vitales y
delicadas relaciones con la medicina y la religión también se hubieran dejado al azar. Y,
¿dónde estarían hoy millares de AA, si la Oficina General no hubiera contestado a sus
desesperadas cartas y no les hubiera dicho dónde encontrar ayuda? (El año pasado,
nuestra oficina de Nueva York recibió y contestó 28,000 cartas de todo tipo.) O, ¿en qué
estado se encontrarían ahora centenares de grupos de AA lejanos, si la oficina no les
hubiera ayudado por correo a ponerse en marcha o no hubiera indicado a los viajeros
cómo ponerse en contacto con ellos? ¿Cómo nos las hubiéramos arreglado sin un
directorio de grupos mundial? ¿Qué sería de todos esos grupos en 28 países extranjeros
que claman por traducciones, experiencia comprobada y aliento? ¿Habríamos publicado
el Libro de AA en Oslo, Noruega y Londres, Inglaterra? ¿Qué sería de aquellos
Miembros Solitarios en alta mar o en rincones remotos del mundo, de los prisioneros,
de los internados en los manicomios, de los soldados veteranos en servicio activo o en
los hospitales? ¿Dónde acabaríamos un día si nunca tuviéramos el Grapevine de AA, el
reflejo de nuestra vida de AA y el medio principal de poner nuestra experiencia por
escrito? ¡Qué agradecidos nos sentimos por todas esas secretarias y todos esos
redactores voluntarios y los bondadosos custodios que han estado todos estos años
velando por nuestros asuntos principales! Sin todas estas cosas, ¿dónde estaríamos?
Seguro que lo han adivinado. No estaríamos en ningún sitio; esto es indudable.

Así es que nos hemos recuperado por medio de los Pasos, nos hemos unificado por
medio de las Tradiciones, y por medio de los servicios de nuestra Sede, hemos podido
funcionar como Sociedad.

No obstante, puede haber algunos que todavía digan: "Claro está que la Fundación debe
seguir en existencia. No vamos a dudar en cubrir este pequeño gasto. Pero, ¿por qué no
podemos dejar la dirección de la Fundación en manos del Dr. Bob y Bill y sus amigos,
los custodios? Siempre lo hemos hecho así. ¿Por qué tienen que molestarnos ahora con
estos asuntos? Mantengámoslo sencillo." Estas son buenas preguntas. Pero hoy día las
respuestas son muy diferentes de lo que eran en el pasado.

Enfrentémonos con las siguientes realidades:

Primera: El Dr. Bob y Bill son mortales. No pueden durar para siempre.

Segunda: Sus amigos los custodios son casi desconocidos para el movimiento de AA.

Tercera: A nuestros custodios no les sería posible funcionar sin la orientación directa de
AA. Debe haber alguien que les aconseje. Alguien, o algo, tiene que ocupar el lugar del
Dr. Bob y de Bill.

Cuarta: Alcohólicos Anónimos ha salido de su infancia. Ahora la Comunidad, ya


madura, entrada en su mayoría de edad, tiene el pleno derecho y el claro deber de
asumir la responsabilidad directa de su propia Sede.

Quinta: Claro está entonces que algún día habrá un inevitable colapso de la Sede, si la
Fundación no está firmemente anclada, por medio de representantes estatales y
provinciales, al movimiento al que sirve. Cuando desaparezcan sus miembros veteranos,
una Fundación aislada no podrá superar un grave error o una seria controversia.
Cualquier tormenta podría derrumbarla. No seria fácil hacerla revivir. Quizá nunca se le
podría resucitar. Si se quedara aislada, no habría manera de hacerlo. Como un buen
coche sin gasolina, seria completamente inútil.
Sexta: Otro grave defecto: El movimiento de AA, como totalidad, nunca se ha
enfrentado a una grave crisis. Pero algún día tendrá que hacerlo. Por la misma
naturaleza de los asuntos humanos, no podemos esperar que nunca nos llegará la hora
de vernos metidos en una grave dificultad. Sin tener a su disposición un apoyo directo,
sin poder contar con una muestra representativa de la opinión de AA, ¿cómo podrían
nuestros aislados custodios responder adecuadamente a una situación urgente y
peligrosa? Esta gran "laguna" en nuestra organización actual es casi una garantía de
algún desastre futuro. Se perdería toda confianza en la Fundación. Los AA de todas
partes dirían, "¿Quién les ha dado autoridad a los custodios para hablar en nombre
nuestro? Y, ¿cómo saben que tienen razón?" Con las cuerdas de salvamento de servicio
de AA enredadas y cortadas, ¿que les pasarla a los millones que aún no han oído el
mensaje? Miles de ellos seguirían sufriendo o morirían porque habíamos olvidado la
virtud de la prudencia. Esto no debe suceder nunca.

Por esta razón, los custodios, el Dr. Bob y yo, proponemos ahora el establecimiento de
la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Por esta razón,
necesitamos urgentemente la ayuda directa de todos ustedes. Es imperativo que nuestros
servicios principales sigan existiendo. Creemos que la Conferencia de Servicios
Generales de Alcohólicos Anónimos puede ser el instrumento para asegurar que esto se
cumpla.

Servir es vivir

Junio de 1951

uestra primera Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos tuvo lugar


en la ciudad de Nueva York en abril de 1951. Estaba compuesta por 37 delegados de los
EE.UU. y Canadá, más los miembros del personal de la Sede de servicio general de AA
y los custodios. El único propósito de nuestra Conferencia era servir a AA por todo el
mundo.

Esta poco emocionante declaración tiene una profunda significación para todos los que
estaban allí. Llegarnos a creer que el futuro de AA se había asegurado. Llegamos a estar
convencidos de que AA seguiría existiendo mientras Dios nos necesitara.

¿Por qué se sintieron tan conmovidos todos los que fueron testigos de esta Conferencia?
Creo que por dos razones: Se oyó hablar por primera vez a la conciencia de grupo de
Alcohólicos Anónimos en su totalidad. Y nos dimos cuenta, más claramente que nunca,
de lo peligroso que podría llegar a ser "la fe sin obras." De esta manera, la conciencia
colectiva de AA sintió por primera vez la llamada al servicio.

Para hacer esto más claro, consideremos por un momento el miembro individual de AA.
La fe por sí sola no lo salva. El tiene que actuar, tiene que hacer algo. Tiene que llevar
su mensaje a otros, practicar los principios de AA en todos sus asuntos. Si no lo hace
así, recae, se marchita y muere. Consideremos ahora un grupo de AA. ¿Es posible que
la pura fe, la mera creencia en unos principios correctos y unas tradiciones sanas, hagan
que el grupo tenga éxito? Ni mucho menos. Cada grupo de AA, como tal, también tiene
que funcionar, tiene que hacer algo. Tiene que servir para su fin asignado o, si no,
también se marchita y se desintegra.

Nuestros delegados de la Conferencia tenían la posibilidad de aplicar este principio a


AA en su totalidad. Los delegados podían ver más allá del miembro individual y su
grupo particular. En un instante, asimilaron la simple realidad de que AA en su totalidad
tenía que seguir funcionando o, si no, sufriría el típico castigo de la fe sin obras; o sea,
la desintegración. Ya no podíamos contentarnos con la cómoda ilusión de que si cada
grupo de AA se cuidara de sus propios asuntos, Dios nos premiaría por nuestra cortedad
de vista, dedicándose a cuidar de la totalidad de AA - incluyendo nuestra Sede, las
relaciones públicas de AA, y el bienestar de los millones que todavía no sabían de AA.
Los delegados se dieron cuenta de que tal actitud significaría la fe sin obras y sin
responsabilidad, y nunca podría ser así. Claro que siempre habría mucho trabajo que
hacer, mucha gente tendría que asumir mucha responsabilidad. Cada miembro tendría
que dar un poco a la totalidad de AA.

Nuestra Comunidad, llegada ahora a su mayoría de edad, tendría que empezar a cuidar
de sus propios servicios vitales; estos servicios no se podrían dejar irreflexiva y
completamente en las manos de nuestra aislada, desconocida y desamparada junta de
custodios. Los trabajos de nuestra Fundación y de la Sede de AA tendrían que ser bien
comprendidos y directamente respaldados por la totalidad de AA. A los delegados les
parecía que nada podría ser más obvio. Por lo tanto, la próxima vez que ustedes se
encuentren con su miembro local de la Conferencia, es muy posible que le oigan
expresarse en términos muy parecidos a los siguientes:

"Gracias por haberme enviado a Nueva York. Acabo de pasar tres días en la Sede
mundial de AA. Nuestros custodios y el personal de la Oficina General y del Grapevine
hicieron todo lo posible para que nosotros pudiéramos tener un a visión de su pasado,
presente y futuro. Lo que vimos y sentimos nos dejó maravillados.

"De repente tuvimos un sentido de lo que es la totalidad de AA. Vimos una Comunidad
de unidad incomparable, que nunca ve ponerse el sol, una sociedad mundial cuatro mil
veces más grande que un solo grupo de AA.

"Luego, nos dimos cuenta de que esta maravilla nunca habría sido posible si no fuera
por el servicio dedicado de unas pocas personas, aquellos trabajadores de la Sede cuyas
labores durante más de una década nos habían hecho posible hacer esa gran cosecha en
campos lejanos y recoger a 120,000 compañeros al amparo de nuestro redil para tener
allí el respeto afectuoso del mundo entero. Y todo esto lo habían hecho nuestros
invisibles servidores de la Fundación porque el Dr. Bob y Bill les habían pedido que lo
hicieran.

"Pero ahora nos dicen a los delegados, 'Pronto van a tener que echarnos una mano.
Estos son los brazos de servicio de AA, éstas son nuestras Tradiciones. Vengan y
ayúdenos a administrarlos; los tiempos han cambiado, los ancianos somos mortales.
Este es su Legado de Servicio. Les rogamos que lo acepten y que lo cuiden bien."'
En los anales de AA, siempre guardaremos el precioso recuerdo de la escena de la
Conferencia de aquel domingo por la tarde cuando nos reunimos por última vez. Porque
en esa reunión histórica, todos pudimos oír la voz de Alcohólicos Anónimos. Y estas
son las palabras que oímos: "Servir a AA es vivir. Aceptamos gustosamente nuestro
Tercer Legado. Que lo cuidemos bien y lo utilicemos sabiamente."

En esa hora magnífica, la antorcha del Servicio pasó de las manos de nosotros los
ancianos a las de ustedes, los jóvenes; pasó a todas las generaciones futuras de esos
hijos de la noche que, Dios mediante, verán desaparecer la oscuridad dentro de la
Sociedad de Alcohólicos Anónimos durante los años resplandecientes que el destino, sin
duda, tiene reservados para nosotros.

Los servicios hacen funcionar a AA

Noviembre de 1951

n la cocina se prepara el café; en el hospital se desintoxica al alcohólico enfermo; en la


Sede general se difunde el mensaje de AA; nuestras cuerdas de salvamento de servicio
llegan a las cinco partes del mundo. Todo esto simboliza AA en acción. Porque acción
es la palabra mágica de Alcohólicos Anónimos. Así es que cada servicio de AA
demuestra diariamente que las llamadas "actividades materiales" pueden conducir a
resultados espirituales magníficos.

En años anteriores, todas las reuniones de AA se celebraban en casas particulares. No


había comités y nadie ponía un centavo. Ni siquiera teníamos nombre y no se oía hablar
de los fundadores. Era así de simple.

No obstante, disfrutábamos de un "servicio" - un servicio muy valioso. Las esposas


hacían pasteles y café fuerte para nosotros los borrachos que estábamos apiñados en los
salones de estar, todavía aterrorizados de que a fin de cuentas nuestro programa no fuera
a funcionar. Estas bondadosas muestras de ánimo por parte de nuestras mujeres nos
allanaban el camino y de esta forma aligeraban nuestras dudas. Así, desde el mismo
principio, esos servicios amables hacían funcionar a AA.

Con el tiempo, las reuniones se hicieron más grandes. Nuestros salones de estar no
tenían cabida suficiente para efectuarías. Tuvimos que trasladarnos a salas más amplias.
Rara vez se nos ofrecían gratis los lugares de reunión, así que teníamos que pagar el
alquiler. Los propietarios no tenían ni una pizca de interés en las ventajas espirituales de
la pobreza colectiva. Por lo tanto, alguien pasaba el sombrero y voluntariamente
echábamos dinero. Sabíamos que no nos podíamos reunir ni funcionar como grupo a no
ser que lo hiciéramos. Descubrimos a regañadientes que el alquiler era necesario para
asegurar la sobriedad - nuestro dividendo espiritual, y la vida misma.
Este proceso de pagar el alquiler también produjo el primer "oficial" de AA. El hombre
que escogíamos para pasar el sombrero se convirtió muy pronto en nuestro tesorero.
Había que contestar el teléfono, escribir cartas, pedir y distribuir literatura. El ahora bien
conocido secretario de grupo hizo su primera aparición. Poco tiempo después, había que
conceder entrevistas a la prensa, dirigirse a los clérigos y a los médicos, hacer arreglos
con los hospitales, organizar banquetes. Y esto no podía hacerlo cualquiera. Había que
elegir a alguien especial para realizar estas tareas. Ese "alguien" llegó a ser el
coordinador de servicios del grupo.

Naturalmente, todo esto era bien fastidioso, ya que perturbaba nuestra a veces
imperfecta serenidad. Empezaron las riñas, se hicieron pronósticos poco optimistas de
nuestro futuro, y todo el mundo ansiaba volver a los salones de estar. Pero no volvimos
porque no podíamos. Nos dimos cuenta de que, sin tener comités de servicios,
cesaríamos de funcionar y, tal vez, nos desintegraríamos. Efectivamente, tendríamos
que organizar los servicios para poder mantener AA sencillo.

Tardamos poco tiempo en descubrir que a los hospitales, no les gustaban los borrachos.
Habíamos sido alborotadores molestos que evitaban pagar sus cuentas y que rara vez se
recuperaban. No obstante, nos dimos pronta cuenta de que muchos alcohólicos nunca
tendrían una oportunidad en AA sino estuvieran hospitalizados. ¿Qué íbamos a hacer?

Primero, optamos por un método casero de reducir la ingestión de alcohol poco a poco.
Pero en vez de reducirla, muchos de nuestros nuevos candidatos gradualmente la
aumentaban - y acababan volviendo a los bares. Algunos grupos intentaron organizar
"hospitales de AA" con médicos a su disposición. Pero esto fue llevar las cosas
demasiado lejos; metió directamente a nuestros grupos en negocios importantes. Todas
estas primeras tentativas fueron un fracaso. Acabamos por darnos cuenta de que todo
grupo de AA debe ser primordialmente una entidad espiritual, y no una empresa
comercial. Luego algunos miembros individuales de AA y sus amigos empezaron a
establecer casas de descanso y granjas para los borrachos como empresas privadas. Esto
funcionó mucho mejor, pero aun no era suficiente.

Con el tiempo, los médicos vinieron en nuestra ayuda. Expresándose de acuerdo con la
conclusión a la que habíamos llegado por la dura experiencia de que la medicina era
asunto de los médicos, empezaron a ayudarnos a establecer contactos con los hospitales.

Nuestros primeros intentos de cooperar con los hospitales de las áreas urbanas
entrañaban a menudo confusiones perniciosas. Cualquiera apadrinaba a cualquiera, y las
cuentas de los hospitales seguían sin pagarse. Algunos engreídos AA les decían a los
médicos cómo dirigir los pabellones. Estas descuidadas relaciones, sin pie ni cabeza,
con los hospitales no contribuían a mantener AA sencillo en absoluto. Reinaba una
confusión general hasta que algunos hospitales les dijeron bruscamente a los grupos
metropolitanos de AA que tenían que nombrar a algunos miembros responsables con
quienes pudieran tratar regularmente, si no... Nadie, decían los hospitales, podía
cooperar con una anarquía.

AA empezó a caer en la cuenta de que el grupo tendría que ejercer su responsabilidad


mucho más allá del portal de la sala de reunión de los martes y de los jueves. Si no, la
persona que se acercaba a nuestras puertas podría perder su oportunidad, e incluso su
vida.
Poco a poco y de muy mala gana, los grupos de las áreas densamente pobladas se dieron
cuenta de que tendrían que formar asociaciones, abrir pequeñas oficinas, y pagar los
sueldos de algunas secretarias. Se levantaron tremendas protestas. Para muchos
miembros, esto significaba una organización destructora, la política, el profesionalismo,
grandes gastos, una burocracia dominante y el gobierno. "Créannos," decían, "una
oficina central local podría costarles a los miembros de AA metropolitanos cincuenta
centavos al mes por cabeza. Y esto podría convertirse en un maldito impuesto - ¿qué
pasa con nuestra Tradición de no 'honorarios ni cuotas'?"

Naturalmente, todos estos temores exagerados nunca se materializaron. Ahora tenemos


muchas y buenas asociaciones intergrupales, mantenidas voluntariamente. El
principiante tiene una mejor oportunidad, y los hospitales están contentos. La oficina de
una asociación grande ha apadrinado y hospitalizado a 7,000 alcohólicos.

Un servicio rápido de entrevistas y de contestación telefónica está sembrando las


semillas de la recuperación en otros miles. Se publican directorios de reuniones locales,
se atiende a nuestras relaciones públicas, se organizan cenas y reuniones regionales. Nos
dimos cuenta de que estas tareas no se podían dejar en manos de cualquiera que de
pronto le apeteciera celebrar una entrevista o imprimir una serie de boletos y plegables.
En pocas palabras, los intergrupos se ocupan de aquellos trabajos de área que ningún
grupo o miembro individual podría hacer. Unifican las regiones; hacen funcionar a AA.

En 1937, algunos de nosotros nos dimos cuenta de que AA tenía necesidad de literatura
uniforme, Sería necesario publicar un libro. Nuestro programa de palabra podría ser
desvirtuado, las disensiones sobre los principios básicos nos podrían destruir, y entonces
nuestras relaciones públicas se echarían a perder. No cumpliríamos con nuestra
obligación ante el alcohólico que todavía no nos conocía si no pusiéramos por escrito
nuestros conocimientos.

Pero no todo el mundo estaba de acuerdo; a muchos esta propuesta les asustaba
tremendamente. Se necesitaría una cantidad bastante grande de dinero; habría grandes
disputas sobre la paternidad literaria, los derechos de autor, los beneficios, los precios y
el contenido del libro. Algunos creían sinceramente que este proyecto, aparentemente
peligroso, haría pedazos nuestra pequeña Sociedad. "Evitemos las complicaciones,
mantengámoslo sencillo," decían.

Pues, tuvimos algunas disputas violentas sobre la elaboración y la distribución de aquel


libro de AA. De hecho, tuvieron que pasar cinco años hasta que se apaciguaran los
ánimos. Cualquier AA que se imagina que los ancianos que elaboraron el Libro lo
hicieron meditando serenamente y envueltos en hábitos blancos, más vale que lo olvide.
La inspiración que ahora los lectores dicen encontrar en el texto, debe haber llegado allí
únicamente por la gracia de Dios.

Pero fíjense en lo que ha pasado. Doscientos mil Libros de AA se distribuyeron en este


año de 1951, difundiendo silenciosamente nuestro mensaje por todo el mundo e
iluminando el sendero del progreso a casi cualquier principiante. Sin duda, ese Libro es
la espina dorsal de nuestra unidad y nos ha simplificado nuestro trabajo de una manera
increíble. Aunque su preparación fue, en parte, un proceso muy "material," aquellos
dolores de parto de su creación contribuyeron a dar forma a nuestra Sociedad y a hacer
que funcione. El resultado espiritual, en términos de sobriedad, felicidad, y de fe es
imposible de calcular.

Este conjunto de servicios de la Sede le hace posible a AA funcionar como un todo.


Guardan nuestra Tradición; distribuyen nuestras publicaciones principales. Vigilan
nuestras relaciones con el público en general y así nos relacionan apropiadamente con el
mundo exterior. Sirven para mediar nuestras dificultades; guían nuestra política. Por lo
tanto, estos indispensables servicios son las principales cuerdas de salvamento de AA
para los millones que todavía no nos conocen.

Este centro mundial de servicio constituye la parte principal de nuestro recién anunciado
Tercer Legado. Y bajo los términos de este Legado de Servicio, la Conferencia de
Servicios Generales, un organismo representativo compuesto por delegados estatales y
provinciales, asumió el pasado abril el control y la orientación de los asuntos principales
de AA.

Este acontecimiento marcó la transferencia a ustedes - los miembros de Alcohólicos


Anónimos - de la responsabilidad de nuestros servicios mundiales que anteriormente
recaía en el Dr. Bob, en nuestros amigos y en mí mismo. Sostengan y cuiden bien estos
servicios; las vidas y el destino de millones de personas, y la supervivencia misma de
AA, puede depender de cómo cumplan ustedes con esta recién asumida obligación.

Hagamos respetables nuestros servicios; concedámosles una importancia igual a la de


los Doce Pasos de recuperación y los Doce Principios de la Tradición de AA.
Olvidemos nuestro temor a estar excesivamente organizados; recordemos que AA,
como una totalidad, no puede estar organizada, pero debemos organizar y sostener
nuestros servicios de manera que AA pueda funcionar. Olvidemos nuestros primeros
temores de profesionalismo, de acumulación de riqueza y de gobierno. La experiencia,
fortalecida ahora por nuestras Tradiciones, ya nos ha convencido de que es poco
probable que nos veamos asediados por cualquiera de estos males.

Sobre todo, cambiemos nuestras viejas actitudes hacia el dinero. Colectivamente, los
miembros de AA tienen unos enormes ingresos debido a su sobriedad; representa una
bonanza de quinientos millones de dólares cada año. ¿No podemos volver a invertir
sabia, agradecida y humildemente, una pequeña fracción de esta vasta cantidad en los
servicios vitales que hacen funcionar a AA? Creo que podemos y creo que lo haremos.
Porque hemos visto en nuestras propias vidas que la sobriedad produce dinero, y hemos
visto en nuestros servicios de AA que un poco de dinero produce dividendos
espirituales incalculables. Volvamos a considerar este asunto desde el principio hasta el
final.

Nos hemos recuperado por medio de nuestros Doce Pasos, nos hemos unificado por
medio de nuestras Tradiciones, y por medio de nuestro Tercer Legado - Servicio -
llevaremos el mensaje de AA en todas las épocas venideras. De esto, me siento
felizmente seguro.
Una visión del mañana

Enero de 1951

na clara visión del mañana sólo viene después de una mirada realista al ayer. Por esta
razón los AA hacemos nuestro inventario personal; y por la misma razón este número
del Grapevine nos pide que meditemos sobre los grandes sucesos de 1951. Es nuestro
inventario anual.

Todos los AA estarán de acuerdo en que acabamos de pasar por doce asombrosos meses
que han moldeado nuestro destino.

Creo que el acontecimiento de mayor importancia fue la adopción por parte de AA de


su Tercer Legado de Servicio. Por primera vez, nuestra Sociedad, llegada a su mayoría
de edad, tenía la posibilidad de saber lo que quiere, de hacerse cargo de la dirección de
sus principales asuntos y de la protección de sus Tradiciones. El Tercer Legado señaló
además el abandono definitivo de las insignificantes riñas de nuestra niñez en favor de
una gestión mucho más madura. Firmemente anclada en el pináculo de nuestra catedral
espiritual, se yergue la aguja del servicio. Muy por encima de los cimientos que
simbolizan la recuperación, muy por encima de los muros protectores que representan
nuestra unidad, se eleva para atraer a los millones que todavía no nos conocen. Era el
último elemento de nuestra estructura. Creemos que esto era el significado más
profundo de la primera Conferencia de Servicios Generales, que se efectuó el pasado
abril en Nueva York.

Pero también nos vimos afectados por otros grandes acontecimientos que se originaban
fuera de AA. Nunca se habían dirigido a AA tantos teólogos, filósofos, sociólogos,
patrones y especialistas en ciencias políticas para ver cómo se pueden aplicar sus
principios y su estructura a sus respectivos campos de estudio y trabajo. Nunca habían
declarado tantos eminentes clérigos que los Doce Pasos de AA se podían utilizar para
tratar casi cualquier problema humano.

Por todas partes del mundo se intensificaron los esfuerzos para resolver el problema
global del alcoholismo; la renombrada Organización Mundial de la Salud empezó a
dedicarse enérgicamente a la cuestión. En Norteamérica, los estados y provincias
concedieron grandes subvenciones a los hospitales, las clínicas y a la educación. Se
ofrecieron nuevas drogas como paliativos para todo lo que pueda afligir al alcohólico,
desde los temblores hasta las neurosis. En todas estas empresas, AA recibió
invariablemente grandes elogios. Una compañía grande de seguros de vida, la
Metropolitan, nos dio su plena aprobación en su publicidad. Aunque no podíamos
respaldar ninguno de estos esfuerzos, gustosamente cooperamos con algunos y
estábamos muy agradecidos por todos ellos.

El interés del público llegó a su punto culminante con el número especial de febrero de
1951 de la revista Fortune. En este número aparecieron miles de buenas palabras acerca
de AA. El artículo llevaba un título muy significativo: "Un fenómeno distintivamente
norteamericano." Ha seguido teniendo tanta popularidad que nuestra Fundación ha
distribuido centenares de miles de reimpresiones.
El año 1951 terminó con otro gran acontecimiento. El mundo científico, representado
por la Asociación Norteamericana de Salud Pública, dio a Alcohólicos Anónimos su
sello de completa aprobación. El pasado 30 de octubre, el escenario del histórico teatro
de la ópera de San Francisco estaba repleto de gente destacada de la medicina y de la
vida pública. Allí mismo se otorgó a AA el codiciado Premio Lasker, el cual, según la
opinión de muchas personas, está a la misma altura que el Premio Nobel. El texto del
Premio Lasker no solamente nos elogiaba por nuestros éxitos en el campo del
alcoholismo, sino que se aventuraba además a hacer una profecía. Las últimas palabras
dicen: "Es posible que algún día los historiadores reconozcan a Alcohólicos Anónimos
como una Sociedad que hacía mucho más que conseguir un éxito considerable respecto
al alcoholismo y su estigma; puede que algún día reconozcan que Alcohólicos
Anónimos ha sido una aventura pionera en su campo, que ha forjado un nuevo
instrumento para el progreso social, una nueva terapia basada en la afinidad entre los
que tienen un sufrimiento en común, y que dispone de una potencialidad enorme para la
solución de las innumerables aflicciones de la humanidad."

Así se lee en la crónica espectacular del año 1951 - uno de los más impresionantes
capítulos de la historia de AA.

Todo miembro de AA que se pare a pensar en estos asombrosos acontecimientos, es


casi seguro que exclame con humildad, "¡Qué maravilla ha obrado Dios!" Cualquiera
que se sienta tentado a soñar que AA se esté convirtiendo en algo grande y poderoso o
que pueda estar destinado a salvar el mundo, más vale que vuelva a leer el prólogo de la
Tradición de AA donde se encuentran las siguientes palabras: "Si, como miembros de
AA, podemos rechazar el prestigio público y renunciar a todo deseo de poder personal;
si, como movimiento, insistimos en permanecer pobres... si nos negamos firmemente a
formar alianzas políticas, religiosas y similares, evitaremos la división interna y la
notoriedad pública; si, como movimiento, seguimos siendo una entidad espiritual,
interesada únicamente en llevar el mensaje a nuestros compañeros de fatigas... entonces,
y sólo entonces, podremos cumplir nuestro cometido con la mayor eficacia."

Lo cual, en efecto, es rezar: "No nos dejes caer en la tentación" - no dejes que nos
estropeemos.

Mientras que meditemos así, con humildad, sobre nuestro magnífico pasado, Dios nos
seguirá concediendo nuestra visión del mañana.

Nuestra última gran decisión

Junio de 1954

l 10 de junio del año que viene, 1955, celebraremos el vigésimo aniversario de AA. Pero
esto no será todo lo que tengamos que celebrar. Porque en el año 1955, espero que esta
Sociedad tomará la última gran decisión en lo concerniente a su forma y sustancia
finales.

¿Cuál va a ser exactamente esta decisión tan importante?

En abril de este año, la Conferencia de Servicios Generales se reunió para efectuar la


cuarta, y la última, de sus sesiones experimentales.

Como ya sabemos la mayoría de nosotros, esta Conferencia nuestra es el instrumento


por medio del cual esperamos que AA, a nivel mundial, pueda asumir en un futuro
próximo la completa dirección y control de sus servicios globales y de sus asuntos
principales, todas aquellas actividades de servicio vitales que, desde hace mucho
tiempo, han girado en torno a nuestra Fundación, nuestra Oficina de Servicios Generales
y nuestras agencias editoriales, las Publicaciones de AA y el AA Grapevine.

Los pasados cuatro años, como parte de un experimento, los delegados estatales y
provinciales de los Estados Unidos y Canadá se han venido reuniendo con nuestros
custodios y trabajadores de servicio aquí en Nueva York para determinar si AA - como
una totalidad - puede realmente funcionar así, bajo la dirección de su conciencia
colectiva, y si ahora puede tomar en sus propias manos, con seguridad y para siempre,
nuestro Tercer Legado de Servicio.

Los que ansiosamente hemos visto a nuestra recién nacida Conferencia dar sus primeros
pasos, los que la hemos visto cobrar forma, sustancia y fortaleza, sentimos un
optimismo arrollador. Creemos que nuestra Conferencia, al estar vinculada de una
forma segura con otras conferencias similares de cada lejano país, puede garantizar,
absolutamente, la supervivencia, la unidad y el funcionamiento de AA por todo el
mundo. Sentimos la profunda seguridad de que este nuevo faro de servicio puede hacer
frente a cualquier tormenta o peligro que se pueda cernir sobre nosotros con el paso de
los años. Por primera vez, tenemos la certeza de que AA está bien amparada y segura.

Por lo tanto el gran acontecimiento de 1955 será nuestra decisión de convertir esta
recién nacida Conferencia de Servicios Generales en una parte permanente de la vida de
AA. Este paso irrevocable señalará que se ha completado la estructura de AA -
Recuperación, Unidad, y ahora, Servicio. Marcará el día en que, ante Dios y ante el
mundo, declararemos que somos responsables y que ya hemos llegado a nuestra
mayoría de edad.

En ese momento el tercer y último Legado - el Legado de Servicio - habrá pasado de las
manos de los ancianos - gente como el Dr. Bob y yo - a las de ustedes, que son los
Alcohólicos Anónimos de hoy y de mañana.

Tal será el enorme significado del año 1955, del día de nuestro Vigésimo Aniversario, y
de la hora de la decisión final de AA.

Que esta sea la voluntad de Dios para con todos nosotros - Amen.
Una carta a los grupos

Julio de 1954

ras una detenida discusión en la recién celebrada Conferencia de Servicios Generales, se


votó por eliminar todos los descuentos concedidos a los grupos de los EE.UU. y Canadá
en las compras del Libro Grande y Doce Pasos y Doce Tradiciones.

La decisión fue tomada por una gran mayoría - sesenta y ocho contra siete - y constituía
una muestra representativa de la opinión de AA. Se me sugirió que les escribiera a
ustedes para explicarles por qué se consideraba tan necesaria esta decisión.

Nuestra experiencia aquí en la Sede de AA durante los quince años que lleva establecida
indica claramente - de hecho lo grita a voces - que la Fundación siempre tiene que
disponer de un fondo de reserva sustancial en dinero contante y sonante para cubrir los
déficits que a menudo se experimentan y estar preparados ante la eventualidad de una
depresión económica o una fuerte inflación, asegurando así nuestros servicios
mundiales sean cuales sean las circunstancias.

Esta no es una mera teoría. Durante sus primeros dos años de operaciones, los gastos
totales de la Sede General se cubrieron con los ingresos provenientes de las ventas de
libros y folletos. Luego, en 1941, los grupos empezaron a asumir la responsabilidad de
sufragar los gastos de la Oficina de la Sede General, por medio de sus contribuciones
voluntarias. No obstante, sólo en cinco de los trece años transcurridos desde 1941 han
ascendido las contribuciones de los grupos a una cantidad suficiente como para pagar
todas las cuentas de la Oficina de Servicios Generales de AA. Y en dos ocasiones, fue
necesario utilizar las entradas producidas por la venta del libro, acumuladas en el fondo
de reserva de la Fundación, para evitar el cierre de la Oficina Central o una reducción
considerable de sus servicios.

Recuerdo un periodo en que las contribuciones mensuales de los grupos fueron unos
$2,000 menores que los gastos mensuales de la oficina. Al mismo tiempo, el Grapevine
fue experimentando una pérdida de unos $1 ,000 cada mes. Durante casi dos años
seguimos perdiendo cada mes una cantidad parecida. Gracias solamente a la reserva que
la Fundación tenía acumulada, proveniente de la venta del libro, el Grapevine se salvó
de la quiebra. Y habríamos tenido que hacer una considerable reducción en la Oficina
de Servicios Generales en el mismo momento en que nuestra Comunidad, que estaba
creciendo rápidamente, necesitaba más servicios, no menos.

Gracias a la Conferencia de Servicios Generales, a las actividades de sus delegados, y


los miembros de comité, y a la mayor comprensión que ustedes tienen de nuestras
necesidades de servicio, nos encontramos ahora en condiciones mucho mejores. El año
pasado, el Grapevine experimentó un pequeño beneficio. Y gracias al aumento en las
contribuciones de los grupos, casi se cubrieron los gastos de la Oficina de Servicios
Generales.
Aun así, quedaba un déficit general de unos $ 10,000, debido al hecho de que las
contribuciones especiales de los grupos fueron inferiores en esta cantidad a los costos de
la Oficina de Servicios Generales.

Nuevamente, a pesar de las mejoras que han tenido lugar recientemente, era necesario
utilizar una parte del dinero proveniente de la venta de libros y folletos para poder
efectuar la Conferencia de Servicios Generales.

Estos son los hechos de nuestra historia que nos indican la necesidad de tener siempre
en la Fundación un fondo de reserva prudente. Este dinero garantiza la operación de los
servicios mundiales de AA contra viento y marea.

Debido al aumento de nuestros gastos y de la inflación en años recientes, nuestro fondo


de reserva ahora representa tan solo nueve meses de gastos de operaciones de la
Oficina de Servicios Generales de AA.

Teniendo en cuenta la época incierta en que vivimos, la Conferencia consideró que esta
cantidad es demasiado pequeña y nos pone en una situación muy arriesgada. La
Conferencia se dio cuenta de que una disminución de tan siquiera un 15 o un 20 por
ciento en las contribuciones de los grupos y la venta de literatura nos crearía una
circunstancia muy peligrosa.

De allí que la Conferencia decidiera eliminar todos los descuentos en las ventas de los
libros hasta que la reserva de la Fundación alcance una cantidad igual a dos o tres años
de gastos de operaciones de la Oficina de Servicios Generales.

Esto quiere decir que ahora las Publicaciones de AA cobrará a los grupos de los EE.UU.
y Canadá $3.50 por el Libro Grande y $2.75 por Doce Pasos y Doce Tradiciones. Se
estipuló explícitamente que La Fundación ingresará este dinero adicional en la cuenta
bancaria que representa su fondo de reserva. Y, si dentro de unos pocos años este fondo
llegara a los $300,000, se acordó que se volverían a ofrecer los descuentos a los grupos.
Cuando pensamos en el inmenso tamaño y alcance de AA, estos $300,000 se convierten
en una cantidad muy pequeña – es una inversión permanente de solamente $2.00 por
miembro a fin de que, sean cuales sean las circunstancias, el centro mismo de AA nunca
se desmorone.

Esta acción de la Conferencia me produjo una gran satisfacción y un gran alivio, porque
significa que su Sede estará a prueba de depresiones y calamidades.

Confío en que todos los grupos se den cuenta de la necesidad de esta acumulación
protectora de dinero y, al mismo tiempo, sigan haciendo sus acostumbradas
contribuciones voluntarias, con las que cubrimos los gastos actuales de la Oficina de
Servicios Generales.

¡Un millón de gracias a todos ustedes!


La significación de Saint Louis

Abril de 1955

uando llegue el próximo verano, habrán pasado 20 años desde que me encontré por
primera vez con el Dr. Bob - 20 años desde que saltó la chispa que se iba a convertir en
Alcohólicos Anónimos y tomó forma y sustancia el Grupo Número Uno de AA de
Akron.

El próximo mes de julio, vamos a celebrar nuestro Aniversario en Saint Louis - todos
los que podamos arreglárnoslas para llegar allí, tal vez diez mil, tal vez veinte. Y todos
los que no puedan estar allí estarán sin duda presentes en espíritu y compartirán con
nosotros aquellas horas emocionantes y significativas cuando lean los informes.

Saint Louis no va a ser simplemente un aniversario más, por la contundente razón de


que nunca podrá haber, en todos nuestros años futuros, otra ocasión como ésta.

Como en todos los aniversarios que celebramos en el pasado, vamos a dar gracias a
Dios por habernos liberado de nuestra esclavitud; agradecidamente. Vamos a rendir
homenaje a todos nuestros amigos, íntimos y queridos, que nos acompañaban durante
nuestra noche oscura del alma; recordaremos con gratitud a todos aquellos amigos del
mundo exterior cuyas ideas, obras generosas y buena voluntad han contribuido a hacer
que AA sea lo que es hoy. Nos saludaremos unos a otros con un cariño que rara vez se
conoce en otras partes. Intercambiaremos experiencias, confesaremos que nuestra
Sociedad tiene sus defectos, y pediremos a Dios que nos enseñe cómo eliminarlos.
Contemplaremos el significado de nuestra emocionante, aunque corta, historia y, con fe
segura, aceptaremos el destino que la Providencia nos tenga reservado. En Saint Louis,
haremos todas estas cosas.

Pero también vamos a hacer algunas cosas que nunca se podrán volver a hacer: Vamos a
afirmar que la infancia y la adolescencia de nuestra Sociedad ahora pertenece a su
increíble y casi milagroso pasado; que nuestra Comunidad ya ha llegado a su mayoría
de edad; que ahora nos proponemos tomar total posesión y hacernos completamente
responsables de la herencia que hemos acumulado desde los primeros días de AA -
aquellos legados vitales de Recuperación, Unidad y Servicio. La unidad y
funcionamiento de nuestra Sociedad ya no dependerán de sus padres, ancianos o
fundadores. Esto será la significación única y especial de Saint Louis.

Significa que todos nosotros - la totalidad de AA - estamos ahora completamente listos


para asumir la custodia total de las Tradiciones de AA que aseguran nuestra futura
unidad y además para hacernos cargo de los servicios mundiales mediante los cuales
funcionamos como una Comunidad íntegra y de los cuales se extienden a todas partes
del mundo nuestras principales cuerdas de salvamento hacia los millones que aun
necesitan AA.

Tal vez esto suene vago, abstracto o idealista. Pero en realidad no lo es. La idea básica
es sencilla y práctica. En la vida de cada familia llega el momento en que los padres
deben decir a los hijos y las hijas: "Ya sois adultos. Aquí tenéis vuestra herencia. Podéis
hacer con ella lo que queráis. Velaremos por vosotros, os ayudaremos, pero ya no
debemos decidir por vosotros, actuar por vosotros o protegeros. De aquí en adelante,
seréis responsables de vuestras propias vidas y bienestar. Mora debéis coger de la mano
a vuestro destino. Que Dios os ame." Todo el mundo sabe que un buen padre debe hacer
esto. En algún que otro momento, todos los padres simplemente tienen que
"desprenderse y dejarlo en manos de Dios." Esto es exactamente lo que los veteranos les
propondremos a ustedes en Saint Louis. Por lo menos, esto es lo que yo tengo intención
de hacer, ya que creo que esto será una decisión sana, oportuna y acertada.

En el gran escenario del Auditorio de Saint Louis, ustedes verán a sus representantes
elegidos, la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Entre ellos,
verán a los custodios de AA y a sus trabajadores de servicio mundial. Cuando llegue la
hora final de nuestra Conferencia, yo, en nombre de los veteranos...

Pero aquí estoy, anticipando la sorpresa.

Espero que Lois y yo los veamos en Saint Louis.

Cómo se desarrollaron los

servicios mundiales de AA

Primera parte

Los siguientes tres artículos componen la sección histórica de El Manual de Servicios


de AA. Las secciones en que se citan hechos anticuados desde ya mucho tiempo, que se
han suprimido del Manual de Servicios, aparecen aquí por su interés histórico.

Mayo de 1955

lgún día se pondrá por escrito la historia de Alcohólicos Anónimos. Solo entonces la
mayoría de nosotros comprenderá lo que han significado para nuestra Sociedad los
servicios generales nacionales e internacionales, lo difícil que era crearlos y lo
importante que es mantenerlos en años futuros.

Un día de 1937, en casa del Dr. Bob, en Akron, él y yo hicimos el balance de los
trabajos de casi tres años. Por primera vez, vimos que la recuperación masiva de
alcohólicos era posible. Teníamos en ese entonces dos grupos pequeños, pero sólidos,
uno en Akron y otro en Nueva York, más unos pocos miembros esparcidos por otras
partes. ¿Cómo podrían estos pocos recuperados comunicar a los millones de alcohólicos
de todo el mundo la gran noticia? Esta era la cuestión.

Poco después, el Dr. Bob y yo nos reunimos con dieciocho miembros del Grupo de
Akron, en la casa de T. Henry Williams, un fiel amigo no-alcohólico. Algunos del
Grupo de Akron aún creían que debíamos atenernos al sistema de comunicación verbal;
pero a la mayoría nos parecía que ahora necesitábamos nuestros propios hospitales con
trabajadores pagados y, sobre todo, un libro destinado a otros alcohólicos en el cual se
explicaran nuestros métodos y resultados. Esto requeriría una cantidad considerable de
dinero - tal vez millones. No sabíamos entonces que los millones nos hubieran arruinado
más que el no tener dinero en absoluto. Así, el grupo de Akron me comisionó para
viajar a Nueva York y recaudar fondos. Al volver a casa, encontré al Grupo de Nueva
York completamente de acuerdo con esta idea. Varios de nosotros nos pusimos a
trabajar inmediatamente.

Con la ayuda de mi cuñado, el Dr. L.V. Strong, Jr., nos pusimos en contacto

con el Sr. Willard S. Richardson, amigo y, desde hacía mucho tiempo, asociado de la
familia Rockeleller. El Sr. Richardson pronto se entusiasmó e interesó aun grupo de sus
propios amigos. En el invierno de 1937, se efectuó una reunión en las oficinas de John
D. Rockefeller, Jr. Estuvieron presentes el Sr. Richardson y su grupo, el Dr. William D.
Silkworth, algunos alcohólicos de Akron y de Nueva York, el Dr. Bob y yo. Después de
largas discusiones, convencimos anuestros nuevos amigos de que necesitábamos dinero
urgentemente - y en gran cantidad.

Uno de ellos, el Sr. Frank Amos, hizo muy pronto un viaje para investigar el Grupo de
Akron. (Frank sigue siendo un amigo y un custodio de Alcohólicos Anónimos.) Regresó
de su viaje con un informe muy optimista sobre la situación de Akron, un resumen del
cual el Sr. Richardson no tardó en someter ante John D. Rockefeller, Jr. Esto ocurrió a
principios de 1938. Aunque estaba muy impresionado, el Sr. Rockefeller rehusó donar
una gran suma de dinero, por temor a profesionalizar a AA. No obstante, donó $5,000,
los cuales se usaron para mantenernos al Dr. Bob y a mi durante 1938. Estábamos
todavía muy lejos de los hospitales, los misioneros, los libros, y de dinero en grandes
cantidades. En aquel entonces, esto nos pareció muy duro, pero fue probablemente uno
de los mejores golpes de suerte que haya tenido AA.

A pesar de la opinión del Sr. Rockefeller, reanudamos nuestros esfuerzos para persuadir
a sus amigos de nuestra enorme necesidad de dinero. Al fin quedaron convencidos de
que necesitábamos más dinero, por lo menos lo suficiente para preparar un libro sobre
nuestros métodos y experiencias.

Esta decisión condujo a la formación en la primavera de 1938 de la llamada Fundación


Alcohólica. La primera junta de custodios estaba compuesta de tres de nuestros nuevos
amigos - el Sr. Richardson, el Sr. Amos, y el Dr. L.V. Strong. Los alcohólicos estaban
representados por el Dr. Bob y un miembro neoyorquino. Con una lista de posibles
contribuidores que nuestros nuevos amigos nos habían facilitado, los alcohólicos de
Nueva York empezamos a solicitar fondos. Ya que la Fundación Alcohólica estaba
exenta de impuestos, por ser una organización caritativa, creíamos que los ricos iban a
hacer aportaciones prodigiosas. Pero no pasó nada. Después de meses de solicitar
dinero, no conseguimos recoger ni un centavo. ¿Qué íbamos a hacer?

Hacia fines de la primavera de 1938, yo había bosquejado lo que son ahora los dos
primeros capítulos del libro Alcohólicos Anónimos. Se adjuntaron unas copias
mimeografiadas de estas páginas al prospecto de nuestra inútil operación de reunir
fondos. En la reuniones de la Fundación, que entonces se celebraban casi todos los
meses, nuestros amigos no-alcohólicos se compadecían de nuestra falta de éxito. Casi la
mitad de los $5,000 donados por el Sr. Rockefeller se habían usado para pagar la
hipoteca de la casa del Dr. Bob. El resto, repartido entre nosotros dos, se acabaría muy
pronto. Ciertamente el panorama era desolador.

Entonces, Frank Amos se acordó de su viejo amigo Eugene Exman, editor encargado de
los artículos religiosos de la revista Harper's. Me envió a Harper's, y le enseñé al Sr.
Exman dos capítulos de nuestro libro en preparación. Para mi satisfacción, el Sr. Exman
se quedó muy impresionado. Mencionó la posibilidad de que Harper's podría
adelantarme $1,500 en concepto de regalías para acabar el trabajo. Dado que en aquel
entonces estábamos en la quiebra, esos $1,500 nos parecieron un montón de dinero.

No obstante, pronto se desvaneció nuestro entusiasmo por esta proposición. Cuando


tuviéramos el libro terminado, deberíamos a Harper's 1,500 dólares. Y si, como
esperábamos, AA conseguía entonces mucha publicidad, ¿cómo podríamos contratar
ayuda para contestar la multitud de solicitudes de información que nos inundaría?

Además, había otro problema grave. Si nuestro libro de AA se convirtiera en el texto


básico de Alcohólicos Anónimos, sería propiedad de gente ajena. Era evidente que
nuestra Sociedad debería ser editora y propietaria de su propia literatura. Nuestro
principal y más preciado patrimonio no debería ser propiedad de ninguna editorial
ajena, por muy buena que fuese.

No obstante, en el mismo momento en que la propusimos, esta idea encontró resistencia


por todas partes. Nos dijeron que los aficionados nunca debían intentar llevar un
negocio de publicaciones. Nos advirtieron que muy rara vez publicaban algo que tuviera
éxito. No obstante, unos cuantos de nosotros seguíamos pensando de otra forma.
Habíamos descubierto que el costo de impresión de un libro no era sino una pequeña
fracción del precio al detalle. Si nuestra Sociedad seguía creciendo, irían aumentando
las ventas del libro. Con un margen de beneficios tan grande, veríamos unas entradas
sustanciales. (Naturalmente, no nos molestamos en pensar en los demás gastos
considerables de producir y distribuirlos libros.) Así continuábamos debatiendo. Pero
los que estaban en contra perdieron el debate porque la Fundación no tenía dinero, ni
motivo para esperar que lo consiguiera. Esto fue el argumento decisivo.

Así quedos de nosotros seguimos adelante. Un amigo mío y yo compramos un talonario


de acciones y escribimos en los certificados, "Works Publishing, valor $25." Luego, mi
amigo, Hank P., y yo, ofrecimos acciones de la nueva casa editora a los alcohólicos de
Nueva York y sus amigos. Solo conseguimos que se rieran de nosotros. ¿Quién
compraría acciones - nos decían - de un libro que aun no se había escrito?

De alguna forma, tendríamos que persuadir a estos tímidos compradores, así que fuimos
a ver al editor gerente del Reader's Digest, y le contamos la historia de nuestra Sociedad
en ciernes y del libro que proponíamos editar. Le agradó mucho la idea y nos prometió
que en la primavera de 1939, cuando, según preveíamos, el libro estaría listo, el
Reader's Digest publicaría un articulo acerca de AA, en el que se mencionaría, por
supuesto, el nuevo libro.

Esta era el aliciente que les podíamos ofrecer para convencerlos. Con un respaldo como
éste, el libro propuesto se venderla por camiones. ¿Cómo podríamos fracasar? Los
alcohólicos de Nueva York y sus amigos pronto cambiaron de idea acerca de las
acciones de Works Publishing. Empezaron a comprarlas, la mayoría a plazos. Nuestro
accionista principal invirtió $300. Acabamos consiguiendo cuarenta y nueve
contribuidores. En los nueve meses siguientes, aportaron 4,500 dólares. También
conseguimos un préstamo de $2,500 de Charles B. Towns, propietario del hospital
donde yo había estado tan a menudo. Este dinero sirvió para que Hank, una secretaria
llamada Ruth y yo pudiéramos seguir adelante hasta terminar el trabajo.

Ruth escribía a máquina mientras yo dictaba pausadamente los capítulos del texto del
nuevo libro. Durante muchos meses, las acaloradas discusiones sobre estos borradores y
sobre lo que se debía incluir en el libro caracterizaban las reuniones de los Grupos de
Akron y de Nueva York. Me encontré haciendo más el papel de árbitro que el de autor.
Mientras tanto, los alcohólicos de Akron, de Nueva York, y unos cuantos de Cleveland
empezaron a escribir sus historias - veintiocho en total. Más al oeste, un miembro que
era periodista ayudó mucho al Dr. Bob a recoger las historias, y aquí en Nueva York,
Hank y yo seguíamos aguijoneando a los escritores aficionados.

Cuando el proyecto del libro se acercaba a su terminación, volvimos a visitar al editor


gerente del Digest y le pedimos el artículo prometido. Nos echó una mirada vaga, sin
apenas recordar quiénes éramos. Luego nos soltó la bomba. Nos dijo que, meses atrás,
había presentado nuestra propuesta a la junta editorial del Digest y había sido
rotundamente rechazada. Con un sinfín de disculpas, admitió que se le había olvidado
por completo informarnos sobre el asunto. Esto fue aplastante.

Mientras tanto, con gran optimismo, aunque con poco dinero, habíamos pedido 5,000
ejemplares del nuevo libro. El impresor también había confiado en el Reader's Digest
Pronto tendría 5,000 libros en su almacén y ningún comprador.

Finalmente el libro apareció en 1939. Conseguimos que el New York Times publicara
una reseña, y el Dr. Harry Emerson Fosdick nos hizo otra realmente muy buena, pero no
pasó nada. El libro simplemente no se vendía. Estábamos endeudados hasta las cejas. El
sherif se presentó en la oficina de Newark donde habíamos estado trabajando, y el
propietario de la casa donde Lois y yo vivíamos, vendió el inmueble. Ella y yo nos
encontramos en la calle y a merced de nuestros amigos de AA. Creíamos que la casa
impresora, la Imprenta Cornwall, tomaría posesión del libro. Pero su presidente, Edward
Blackwell, no quiso saber nada de esto. Casi inexplicablemente, seguía teniendo fe en
nosotros. No obstante, algunos de los accionistas alcohólicos no compartían su fe. A
veces, se expresaban con palabras fuertes, y muy poco halagadoras. Este era el triste
estado de nuestra empresa editorial.

Nunca me podré explicar cómo logramos sobrevivir aquel verano de 1939. Hank tuvo
que conseguir un empleo. La fiel Ruth aceptó como pago acciones en la difunta
compañía de publicaciones. Un amigo de AA puso a nuestra disposición su casa de
verano, otro nos prestó un automóvil. Nos dirigimos a numerosos editores de revistas,
tratando tenazmente de conseguir que se publicara algo acerca de nuestra Sociedad y su
nuevo libro.

El primer golpe de suerte llegó en septiembre de 1939. La revista Liberty, dirigida en


aquel entonces por quien llegaría a ser nuestro gran amigo, Fulton Oursler, publicó un
articulo titulado "Los Alcohólicos y Dios," escrito por Morris Markey. Suscitó una
reacción inmediata. Nos llegaron unas 800 cartas provenientes de alcohólicos y de sus
familias. Ruth contestó a cada una de ellas, adjuntando un volante acerca del nuevo
libro Alcohólicos Anónimos. Poco a poco empezó a venderse el libro. Luego, en el
Cleveland Plain Dealer, apareció una serie de artículos sobre Alcohólicos Anónimos.
De inmediato, los miembros de los grupos de Cleveland se multiplicaron de unos
cuantos a muchos cientos. Se vendieron más libros. Así fue como, con grandes aprietos,
salimos adelante de ese peligroso año.

No habíamos sabido nada del Sr. Rockefeller desde principios de 1938. Pero en febrero
de 1940, hizo una dramática aparición. Su amigo, el Sr. Richardson, se presentó en una
reunión de los custodios, con una amplia sonrisa. Nos dijo que el Sr. Rockefeller quería
celebrar una cena en honor de Alcohólicos Anónimos. En la lista de invitados aparecían
los nombres de muchas personas renombradas. Calculamos que entre todos
representaban un capital de un billón de dólares por lo menos. El Sr. Richardson nos
explicó que John D. Jr. había estado siguiendo atentamente, y con gran satisfacción,
nuestros progresos, y ahora quería echarnos una mano. Nuestros problemas de dinero
habían llegado a su fin - o, por lo menos, así lo creíamos.

La cena se celebró el mes siguiente en el Union League Club de la ciudad de Nueva


York. El Dr. Harry Emerson Fosdick habló haciendo grandes elogios de nosotros y lo
mismo hizo el eminente neurólogo, el Dr. Foster Kennedy. Luego, el Dr. Bob y yo
informamos brevemente a los invitados sobre AA. Algunos alcohólicos de Akron y de
Nueva York que se encontraban repartidos entre los comensales respondieron a sus
preguntas. La concurrencia mostró un creciente entusiasmo e interés. Ahora sí que sí,
nos dijimos; nuestros problemas de dinero estaban resueltos.

Luego el Sr. Nelson Rockefeller se levantó para hablar en nombre de su padre, que
estaba enfermo. Dijo que su padre se alegraba mucho de que los asistentes a la cena
hubieran visto los prometedores comienzos de la nueva Sociedad de Alcohólicos
Anónimos. Rara vez, continuó Nelson, había mostrado su padre tanto interés en algo.
Pero obviamente, puesto que el trabajo AA era a base de pura buena voluntad, de una
persona que lleva el mensaje a otra, se necesitaría poco o ningún dinero. Al oír este
comentario, se nos cayó el alma a los pies. Cuando el Sr. Nelson Rockefeller terminó de
hablar, todos los capitalistas, con un valor colectivo de un billón de dólares, se
levantaron y se fueron, sin dejar ni un centavo tras de sí.

Al día siguiente, el Sr. Rockefeller les escribió a todos los invitados a la cena, incluso a
los que no habían asistido. Nuevamente les reiteró su gran interés y plena confianza en
nosotros. Nuevamente insistió que se necesitaba poco o ningún dinero. Luego, al final
de su carta, dijo de paso que iba a donar $l,000 Alcohólicos Anónimos.

Después de leer los artículos de prensa acerca de la cena del Sr. Rockefeller, muchas
personas fueron corriendo a las librerías a comprar el libro Alcohólicos Anónimos. Los
custodios de la Fundación solicitaron contribuciones de los invitados a la cena.
Teniendo en consideración la cantidad donada por el Sr. Rockefeller, actuaron en
consecuencia. Nos llegaron unos $3,000, un donativo anual que, según se desenvolvió el
asunto, sólo solicitamos y recibimos durante los años siguientes.

Más tarde, llegamos a darnos cuenta de lo que el Sr. Rockefeller había hecho realmente
por nosotros. Corriendo el riesgo de caer en ridículo, había expresado ante todo el
mundo su respaldo a una pequeña Sociedad de alcohólicos porfiados. Para beneficio de
estos desconocidos, se había puesto a sí mismo en una situación comprometida.
Decidiendo sabiamente no contribuir con dinero, había dado generosamente de sí
mismo. Con esto precisamente, John D. Rockefeller nos salvó de los peligros de la
administración de propiedades y del profesionalismo. No podía haber hecho nada mejor.

Como consecuencia, a finales del año 1940, el número de miembros de AA ascendió a


casi dos mil. El Dr. Bob y yo empezamos a recibir $30 semanales cada uno de las
contribuciones de los invitados a la cena. Esto nos alivió enormemente. Lois y yo nos
fuimos a vivir en una pequeña habitación del primer club de AA, ubicado en el nº 334
de la calle 24 Oeste de Nueva York.

Mejor aún, el aumento de las ventas del libro hizo posible establecer una Sede nacional.
Nos trasladamos de la calle William n0 75 de Newark, New Jersey, donde se había
escrito el libro de AA, a la calle Vesey n0 30, al norte del distrito financiero de Nueva
York. Nos instalamos en una modesta oficina de dos cuartos, justo enfrente de la
Oficina de Correos de la calle Church. Allí estaba el famoso apartado Box 658, listo
para recibir los miles de frenéticas solicitudes que habrían de llegarle. En esa coyuntura,
Ruth Hock se convirtió en la primera secretaria nacional de AA, y yo me convertí en
una especie de factótum de la Sede.

Durante todo el año de 1940, las ventas del libro constituían el único sostén de la oficina
de Nueva York, que estaba luchando por subsistir. Cada centavo de estos ingresos se
utilizó para sufragar tos gastos del trabajo de AA realizado allí. Respondimos a todos
los que nos dirigían solicitudes de ayuda, enviándoles calurosas cartas personales. A los
alcohólicos o a sus familiares que mostraban un insistente interés, les seguíamos
escribiendo cartas. Amparados y animados por estas cartas, y por el libro Alcohólicos
Anónimos, empezaban a tomar forma nuevos grupos de AA.

Aun más importante, teníamos listas de posibles candidatos que vivían en diversas
ciudades y aldeas de los Estados Unidos y Canadá. Entregábamos estas listas a agentes
y comerciantes viajeros, miembros de grupos de AA ya establecidos. Manteníamos una
nutrida correspondencia con estos mensajeros, quienes ayudaban a formar otros muchos
grupos. Para ayudarles en sus trabajos, editamos un directorio de grupos.

Luego hubo una actividad inesperada. Ya que los grupos recién nacidos tenían muy
contadas oportunidades de ver a sus padrinos viajeros, empezaron a recurrir a la oficina
de Nueva York, solicitando ayuda para resolver sus incontables problemas. Les
pasamos por correspondencia la experiencia de los centros más antiguos. Poco tiempo
más tarde, como veremos a continuación, esta actividad se convirtió en uno de nuestros
servicios principales.

Mientras tanto, algunos de los accionistas de la editorial del libro, Works Publishing,
empezaron a ponerse inquietos. Se quejaban de que todos los beneficios producidos por
el libro se estaban utilizando para sostener el trabajo de AA en la oficina. ¿Cuándo se
les iba a devolver su dinero? Además, íbamos atener que encontrar alguna forma de
devolverle al Sr. Towns sus 2,500 dólares. Y ahora nos dimos clara cuenta de que el
libro Alcohólicos Anónimos debía convertirse en propiedad de todo AA. En aquellas
fechas, la tercera parte pertenecía a los 49 accionistas, la tercera parte a mi amigo,
Hank, y la otra tercera parte a mi.
Como primer paso para lograr este fin, conseguimos que se efectuara una revisión de la
contabilidad de la compañía editorial, Works Publishing, y que se constituyera en
sociedad. Hank y yo donamos nuestras acciones a la Fundación. Esto representaba el
capital que habíamos tomado en concepto de servicios prestados. Pero los otros 49
accionistas habían invertido dinero contante y sonante. Tendríamos que reembolsarles
en efectivo. ¿Dónde íbamos a obtenerlo?

La ayuda que necesitábamos apareció en la persona del Sr. A. LeRoy Chipman. El era
también amigo y asociado del Sr. John D. Rockefeller, y recientemente había sido
nombrado custodio de la Fundación. Logró convencerles al Sr. Rockefeller, a dos de sus
hijos y a algunos de los invitados a la cena para que hicieran un préstamo de $8,000 a la
Fundación. Con este dinero, cancelamos prontamente la deuda de 52,500 que teníamos
con el Sr. Towns, y algunas deudas incidentales, y reembolsamos el total de sus
inversiones a los 49 accionistas, quienes, a su vez, cedieron sus acciones a la Fundación.
Dos años más tarde, ya que el libro Alcohólicos Anónimos se había vendido tan bien,
nos vimos en la posibilidad de cancelar el préstamo en su totalidad. Impresionados por
esta muestra de responsabilidad económica, el Sr. Rockefeller, sus hijos, y algunos de
los invitados contribuyeron a la Fundación con la mitad de la suma que nos habían
prestado.

Estas fueron las gestiones que nos permitían convertir el libro Alcohólicos Anónimos en
patrimonio de nuestra Sociedad entera. Por medio de su Fundación, AA ahora era
propietaria de su libro de texto básico, con la única obligación de pagar regalías al Dr.
Bob y a mí. Ya que los ingresos producidos por la venta del libro seguían constituyendo
el único sostén de nuestra Sede, los custodios naturalmente asumieron la
responsabilidad administrativa de la oficina de AA de la calle Vesey. La estructura de
los servicios mundiales de AA ya había empezado a tomar forma y sustancia.

En la primavera de 1941 tuvimos un golpe de suerte. El Saturday Evening Post decidió


publicar un artículo acerca de Alcohólicos Anónimos y designó a uno de sus escritores
más destacados, Jack Alexander, para hacer este trabajo. Jack, que acababa de escribir
un articulo sobre el crimen organizado en New Jersey, emprendió su trabajo un poco a
la ligera. Pero pronto llegó a ser un "converso" de AA, aunque no era alcohólico. Pasó
un mes con nosotros, trabajando desde la mañana hasta la noche. El Dr. Bob y yo, y
muchos de tos veteranos de los grupos pioneros de Akron, Nueva York, Cleveland,
Philadelphia y Chicago, pasamos incontables horas con él. Cuando ya pudo sentir a AA
en la médula de sus huesos, se puso a escribir el artículo que conmovió a los borrachos
y sus familias por toda la nación. Fue el artículo principal del Post del 1 de marzo de
1941.

Entonces vino el diluvio. Seis mil súplicas desesperadas de alcohólicos y de sus familias
llegaron a la oficina de Nueva York, PO Box 658. Al principio, estrujábamos las cartas
a diestra y siniestra, sin poder creer lo que veíamos, riendo y llorando. ¿Cómo
podríamos contestar esta multitud de cartas conmovedoras? Era evidente que Ruth y yo
nunca podríamos hacerlo solos. No podríamos contentarnos con una carta circular.
Tendríamos que enviar una respuesta personal y comprensiva a cada una de ellas.

Así que llegaron al viejo Club del calle 24 de Nueva York muchos voluntarios con
máquinas de escribir. No sabían nada de cómo "vender" AA por correo y, naturalmente,
se sintieron descorazonados ante la avalancha. Unicamente podíamos responder a esta
emergencia con trabajadores asalariados de plena dedicación. Pero con los ingresos
producidos por la venta del libro de AA nunca podríamos pagar las cuentas. ¿De dónde
íbamos a sacar el dinero?

Tal vez los grupos de AA podrían ayudar. Aunque nunca les habíamos pedido nada, éste
sin duda era asunto suyo. Teníamos que hacer un enorme trabajo de Paso Doce, y
hacerlo rápidamente. Estas peticiones nunca deberían acabar en la papelera.
Necesitábamos encontrar dinero.

Así que les contamos la historia a los grupos y los grupos respondieron. Las
contribuciones voluntarias se fijaron en $1.00 por miembro y por año. Los custodios de
la Fundación acordaron hacerse cargo de estos fondos, ingresándolos en una cuenta
bancaria especial y destinándolos solamente para los trabajos de la oficina de AA.
Aunque al principio las contribuciones fueron menores de lo esperado, resultaron ser
suficientes. La oficina de AA contrató a dos trabajadores de plena dedicación y, dos
semanas más tarde, nos pusimos al día.

Pero esto sólo fue el comienzo. Muy pronto el mapa que teníamos en la pared de nuestra
oficina estuvo repleto de alfileres que indicaban la difusión de los grupos de AA. La
mayoría de ellos no contaban con ninguna experiencia que les orientara. Tenían un
sinfín de problemas y preocupaciones. Los aprovechados se aprovechaban, los solitarios
se lamentaban de su soledad, los comités disputaban, los nuevos clubs tenían
dificultades inauditas, los oradores charlataneaban, los grupos se veían desgarrados por
controversias. Los miembros se convertían en profesionales y vendían el movimiento; a
veces grupos enteros se emborrachaban, las relaciones públicas locales llegaron a ser un
escándalo - tal era nuestra verdaderamente aterradora experiencia.

Luego empezó a correr el fantástico rumor de que la Fundación, la oficina de Nueva


York, y el libro Alcohólicos Anónimos, no eran sino un engaño en el que había caído
insensatamente el Sr. Rockefeller. Eso ya era el colmo.

Creíamos que habíamos demostrado que los alcohólicos podían lograr la sobriedad por
medio de AA, pero sin duda estábamos muy lejos de demostrar que los alcohólicos
podían trabajar juntos o siquiera mantenerse sobrios bajo estas nuevas e increíbles
condiciones.

¿Cómo podía AA mantenerse unida, y cómo podría funcionar? Estas eran las
angustiosas cuestiones de nuestra adolescencia. Tendríamos que pasar por otros diez
años de experiencia para tener las respuestas acertadas que tenemos hoy día.

Cómo se desarrollaron los

servicios mundiales de AA
Segunda parte

Junio de 1955

abíamos empezado el año 1941 con 2,000 miembros, y terminamos con 8,000. Así es
como se midió el gran impacto que produjo el articulo del Saturday Evening Post. Pero
esto era solo el principio de incontables miles de súplicas de ayuda enviadas por
individuos y grupos en crecimiento de todas partes del mundo que hasta hoy continúan
llegando a nuestra Sede de servicios generales.

Este desarrollo fenomenal trajo consigo otro problema muy importante. Ya que ahora
nos encontrábamos en primera plana nacional, tuvimos que empezar a tratar con el
público en gran escala. La mala voluntad del público podría impedir nuestro
crecimiento, e incluso llevarnos a un estancamiento Pero la confianza entusiástica del
público podría causar que el número de miembros aumentara hasta unas cifras casi
inimaginables. El artículo del Post lo había demostrado. No solo era un gran problema,
sino también un problema muy delicado. Las "meteduras de pata" que suscitaran
prejuicios podrían costar vidas. Se tenía que formular y poner en efecto una política de
relaciones públicas cuidadosamente pensada.

Nuestras relaciones con la medicina y con la religión serian de la mayor importancia.


Bajo ningún concepto deberíamos entrar en competencia con ninguna de las dos. Si
causáramos la impresión de ser una nueva secta religiosa, estaríamos acabados. Si nos
metiéramos en el campo de la medicina, como tal, el resultado seria el mismo. Así que
empezamos a recalcar insistentemente el hecho de que AA era una forma de vida que no
chocaba con las creencias religiosas de nadie. Explicamos a los médicos la gran
necesidad que teníamos de la hospitalización, y expusimos a los siquiatras y a los
centros de desintoxicación las ventajas de cooperar con nosotros. Las cuestiones
religiosas siempre serían de la incumbencia de los clérigos, y la práctica de la medicina
seria siempre asunto de los médicos. Como legos, solo estábamos ofreciendo el eslabón
que faltaba en la cadena.

Estas actitudes, que hemos mantenido desde entonces, han producido resultados
alentadores. Hoy día contamos con el apoyo incondicional de casi todas las confesiones
religiosas. La mayoría de los médicos que realmente comprenden AA nos envían sus
pacientes alcohólicos. Los miembros de AA a menudo hablan ante asociaciones
religiosas y sociedades médicas. De forma parecida, a menudo se pueden ver en las
grandes reuniones abiertas de AA a los hombres de la medicina y de la religión.

Por muy importantes que sean, la medicina y la religión resultaron ser solamente una
fracción del campo global de las relaciones públicas.

¿Cuál es la mejor forma de cooperar con la prensa, la radio, el cine y, más


recientemente, con la televisión? ¿Qué podríamos hacer por los empresarios que
solicitaran ayuda especial? ¿Cuál sería la actitud apropiada para con los campos de la
educación, la investigación, y la rehabilitación, privadas y públicas? ¿Cómo
responderíamos a las prisiones y hospitales que quisieran tener grupos de AA en sus
recintos? ¿Qué diríamos a los AA que se dedicaran a estos campos y se sintieran
tentados a aprovecharse del nombre de AA para hacer publicidad o recoger fondos?
¿Qué diríamos o haríamos si AA fuera explotada, difamada o atacada por gente ajena?
Tendríamos que encontrar respuestas apropiadas y soluciones viables a todos estos y a
muchos más problemas; si no, AA se vería perjudicada.

El encontrar las respuestas apropiadas a todos estos posibles dilemas de las relaciones
públicas ha sido un largo proceso. Después de multitud de pruebas y tanteos, a veces
marcados por dolorosos errores, surgieron las actitudes y normas que nos darían los
mejores resultados. Las más importantes se encuentran hoy en las Tradiciones de AA.
El cien por cien de anonimato ante el público, ningún uso del nombre de AA en pro de
otras causas por muy dignas que sean, ningún respaldo ni alianza, un solo propósito para
Alcohólicos Anónimos, ningún profesionalismo, relaciones públicas basadas en el
principio de atracción y no de promoción - estas eran algunas lecciones que aprendimos
por la dura experiencia.

De esta manera, nuestra junta de custodios y la oficina de la Sede se convirtieron en el


foco alrededor del cual iban tomando forma las Tradiciones de AA. Para 1945 se vio
surgir el orden de lo que había sido una maraña caótica de relaciones públicas.
Referente a estos asuntos, los líderes de nuestra Sociedad pidieron la experiencia y la
orientación de la oficina de Nueva York. Estos esfuerzos han tenido tanto éxito que los
miembros de AA, en general, siempre han dado por supuesto nuestro excelente historial
de relaciones públicas. Esto era natural porque para ellos estos servicios eran
prácticamente invisibles. No obstante, estas inadvertidas actividades de relaciones
públicas han contribuido grandemente al increíble crecimiento de AA.

Hasta este punto en nuestra historia de servicio, hemos visto la Fundación, el Libro de
AA, la elaboración de literatura en folletos, la contestación masiva a las súplicas de
ayuda, las respuestas a los grupos que pedían consejo para solucionar sus problemas, el
comienzo de nuestras maravillosas relaciones con el público, todo lo cual ha llegado a
integrarse en el cuadro global del creciente servicio a todo el mundo de AA. Por fin,
nuestra Sociedad realmente empezó a funcionar como una totalidad.

Sin embargo, el período de 1941 a 1945 trajo consigo aun más acontecimientos
significativos. La oficina se trasladó de la calle Vesey al nº 415 de la Avenida
Lexington, justo enfrente de la famosa Estación Central. Nuestro nuevo apartado postal
fue el 459 del Grand Central Annex de Nueva York. Nos trasladamos debido a la
urgente necesidad de servir a los muchos viajeros AA que pasaban por Nueva York. En
cuanto nos instalamos allí, nos vimos asediados por visitantes que, por primera vez,
empezaron a considerar a Alcohólicos Anónimos como una visión para el mundo
entero. Estas personas no eran sino la vanguardia de los miles de AA y sus familiares,
amigos, clérigos, médicos y patrones que desde entonces han visitado la Sede de Nueva
York.

En 1941 Ruth se fue para casarse, dejando para siempre en nuestra Sociedad las huellas
de su devoción. Le reemplazó Bobbie B., quien, por su inmensa laboriosidad, iba a
conocer a miles y miles de AA durante los diez años siguientes. Iba a prestar un servicio
muy señalado en la emocionante época de la adolescencia de AA, cuando nadie podía
saber con certeza si podríamos funcionar o siquiera mantenernos unidos.

El desarrollo de Alcohólicos Anónimos pronto llegó a ser verdaderamente asombroso.


Empezamos a progresar a toda marcha, llegando al Canadá, a las posesiones de los
EE.UU. y a numerosos países extranjeros. Estos progresos nos presentaron nuevos
dilemas para solucionar. Cada nueva cabeza de playa tenia que pasar por su período
pionero y de volar a ciegas, como nos había sucedido a nosotros en los Estados Unidos.
Nos tropezamos con barreras lingüísticas, así que hubo que traducir cada vez más de
nuestra literatura a otros idiomas.

Además, nuestros amigos extranjeros nos presentaron algunas nuevas dudas especiales.
Quizás AA no era sino un artilugio yanqui que no serviría para nada en Irlanda,
Inglaterra, Holanda, Escandinavia, Australia y el Pacífico. Ya que sus países eran muy
diferentes, los alcohólicos también deberían de ser diferentes. ¿Funcionaria AA en sus
culturas? - nos preguntaban.

De nuevo recurrimos a mantener una nutrida correspondencia. A veces nos ayudaban


algunos miembros norteamericanos que podían hacernos traducciones. Hicimos un
esfuerzo para ponernos en contacto y dar información a los AA que iban a viajar al
extranjero. De esta forma, hicimos gradualmente algunos progresos. Pero tardamos
mucho tiempo en saber con seguridad que AA podría superar todas las barreras
geográficas, lingüísticas, raciales y religiosas. No obstante, el mapa de AA hoy indica
que nos encontramos en 52 países y posesiones de los Estados Unidos. Esto basta como
respuesta. Ahora sabemos que es solo una cuestión de tiempo el que todo alcohólico del
mundo tenga la misma oportunidad que nosotros hemos tenido aquí en América de
recuperarse y ser feliz. Por lo tanto, prestar servicio a los grupos extranjeros ha llegado
a ser una de nuestras actividades principales, aunque, hasta ahora, apenas hemos
arañado la superficie del problema. Si la Sede de AA nunca hubiera hecho ninguna otra
cosa, este esfuerzo por sí solo compensaría con creces los gastos de mantenerla.

Ya que AA estaba creciendo con tanta rapidez, le Sede también tenía que crecer. Las
contribuciones de los grupos y nuestras abultadas ventas de literatura pronto nos
exigieron que contratáramos a un contable fijo. Empezaron a aparecer filas de archivos
de cartas y fichas. El directorio de los grupos empezó a tener el aspecto de una guía de
teléfonos. Contratamos a más alcohólicos para trabajar como empleados de la oficina. A
medida que se iban repartiendo los trabajos, empezaron a crearse los diferentes
departamentos. Hoy día la oficina tiene muchos departamentos - grupos, relaciones
públicas y exteriores, Conferencia de AA y gerencia de la oficina, envíos, embalaje,
contabilidad, mecanografía y servicios especiales a las prisiones y hospitales.

Afortunadamente, la oficina no tenía que crecer tan rápido como lo hacia AA. De ser
así, nunca hubiéramos podido pagar las cuentas. AA estaba creciendo tanto que no nos
era posible hacerles saber a todos los miembros lo que estábamos haciendo. Por
consiguiente, muchos grupos no nos ayudaban en absoluto. Contribuían menos de la
mitad de los grupos. Experimentábamos déficits continuamente, los cuales,
afortunadamente, podíamos compensarlos con dinero producido por la venta del Libro
Grande, Alcohólicos Anónimos. Este libro no solo estaba rescatando a los alcohólicos,
sino que repetidas veces rescataba también a la Sede.

En el año 1944 se des arrolló otro acontecimiento de inmenso valor. En el barrio de


Greenwich Village, probablemente en un ático, unos cuantos AA con propensión
literaria o periodística, empezaron a editar una publicación mensual. Le pusieron el
nombre de Grapevine. No era ni mucho menos la primera revista o boletín local de AA.
Pero desde el principio, era una publicación tan buena que pronto se hizo popular a
escala nacional. Después de un tiempo, se convirtió en el reflejo del pensamiento y la
acción de AA por todo el país. Era una alfombra mágica en la que todos nosotros
podíamos viajar desde un lejano puesto avanzado de AA hasta otro. Llegó a ser un
maravilloso medio para intercambiar nuestras ideas y experiencias del momento.

Pero al cabo de un tiempo, los fundadores del Grapevine descubrieron que tenían
agarrado un tigre por el rabo. Siempre era divertido recibir y leer los artículos sometidos
y prepararlos para publicación. Pero pegar todos esos sellos y enviar miles de
ejemplares se convirtió en una tarea imposible.

Así que los del Grapevine acudieron a la Fundación para pedirnos que nos hiciéramos
cargo del asunto. Los custodios preguntaron a los grupos si les gustaría hacer del
Grapevine su revista nacional. Respondieron entusiásticamente que sí. Inmediatamente,
la revista fue constituida en sociedad con el nombre de el AA Grapevine, Inc. Su junta,
compuesta de cinco personas, estaba integrada por dos custodios de la Fundación, y los
editores de la revista. Se utilizó dinero del fondo de reserva de la Fundación para cubrir
el creciente déficit y, naturalmente, se contrató a los trabajadores especiales necesarios.
Pero hasta hoy día, los editores y sus sucesores han venido prestando sus servicios como
voluntarios y sin remuneración. En diez años, el número de abonados, en todas partes
del mundo, ha ascendido a 30,000. De esta manera, nació y ha crecido otro servicio
mundial de la Sede.

Ya en 1945, el mediar y ofrecer sugerencias por correo para resolver los problemas de
los grupos había creado una tremenda cantidad de trabajo en las oficinas de la Sede. La
mayoría de los ficheros que contenían nuestra correspondencia con los centros
metropolitanos de AA habían llegado a tener seis pulgadas de grueso. Aparentemente,
todos los participantes en todos los desacuerdos de los grupos de todo el país nos habían
escrito durante ese período.

Las ideas básicas de las Tradiciones de Alcohólicos Anónimos se originaron


principalmente en esta correspondencia y en nuestra creciente actividad de relaciones
públicas. A fines de 1945, un buen amigo AA sugirió que toda esta experiencia
acumulada podía codificarse en un conjunto de principios generales - unos principios
enunciados de una forma clara y simple que pudieran ofrecer soluciones comprobadas a
todos los problemas que los AA habíamos tenido en nuestra experiencia de vivir y
trabajar juntos y al relacionar nuestra Sociedad con el mundo exterior. Si estuviéramos
suficientemente seguros de cuál era nuestra posición con respecto a tales asuntos como
los requisitos para hacerse miembro, la autonomía de los grupos, la unicidad de nuestro
propósito, el no respaldo a empresas ajenas, el profesionalismo, la controversia pública
y los diversos aspectos del anonimato, entonces se podría formular ese código de
principios. Por supuesto, este código tradicional nunca podría convertirse en
reglamentos o leyes. Pero podría servir como una guía segura para nuestros custodios, el
personal de la Sede y, especialmente, para los grupos de AA con graves dolores de
crecimiento. Por estar en el centro de los acontecimientos, nosotros los de la Sede
tendríamos que hacer el trabajo. Con la ayuda de mis asistentes, me puse a trabajar.
Como resultado de este trabajo, las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos se
publicaron por primera vez en la llamada 'forma larga" en el Grapevine de abril de
1946. Más tarde, escribí algunos artículos explicando en detalle las Tradiciones. Estos
aparecieron en números posteriores del Grapevine.
Mientras tanto, en la Fundación, habíamos tomado otra importante decisión que fue
incorporada inmediatamente en estas Tradiciones. En 1945, dirigimos una carta al Sr.
Rockefeller y a los invitados a la cena de 1940, indicándoles que ya no necesitábamos
su ayuda económica. Las regalías del libro servirían para mantenernos al Dr. Bob y a
mí; las contribuciones de los grupos cubrirían los gastos de la Oficina General. Desde
aquel día en que nos declaramos en favor del automantenimiento, la Sede de AA se ha
negado firmemente a aceptar contribuciones de fuentes ajenas.

La primera acogida de las Tradiciones fue interesante y divertida. La reacción fue


variada, por no decir algo peor. Unicamente los grupos con graves dificultades se las
tomaron en serio. En algunas partes hubo una reacción violenta, especialmente en
aquellos grupos que tenían largas listas de reglas y reglamentos, "protectores". Había
mucha apatía e indiferencia. Algunos de nuestros miembros "intelectuales" protestaron
a gritos, diciendo que las Tradiciones solo reflejaban mis propias esperanzas y temores
sobre Alcohólicos Anónimos.

Por esta razón, empecé a viajar y hablar mucho acerca de las nuevas Tradiciones. Al
principio la gente me escuchaba cortésmente, aunque debo confesar que algunos se
dormían durante mis primeras arengas. Pero pasado un tiempo, me llegaron cartas que
expresaban sentimientos tales como éste: "Bill, nos encantaría que vinieses a hablarnos.
Cuéntanos dónde solías esconder tus botellas y todo lo de tu grande y luminosa
experiencia espiritual. Pero por amor de Dios no nos hables más acerca de esas malditas
Tradiciones."

Pero con el tiempo todo cambió. Solo cinco años más tarde, varios miles de miembros
de AA, reunidos en la Convención de Cleveland de 1950, declararon que las
Tradiciones de AA, ya entonces expresadas en la forma abreviada que hoy conocemos,
constituían la plataforma sobre la cual nuestra Comunidad podría funcionar mejor y
mantenerse unida para siempre. Se dieron cuenta de que nuestras Tradiciones resultarían
tan necesarias para nuestra Sociedad como lo eran los Doce Pasos para la vida de cada
miembro. Según la opinión de la Convención de Cleveland, las Tradiciones eran la
clave de la unidad, del funcionamiento e incluso de la supervivencia de todos nosotros.

Me di perfecta cuenta de que yo no era el autor de las Tradiciones. Yo sólo había


reflejado los principios ya forjados y martillados en el yunque de la experiencia de miles
de grupos de AA. Claro estaba también que la Sede general de AA, sus custodios y su
personal habían hecho posible forjar estos principios vitales. Si no hubiera existido una
Sede de AA para enfocar y aclarar nuestros problemas, nunca se habrían podido
redactar las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos.

Por ese entonces, AA se había ganado aun más el favor del mundo de la medicina. Dos
de las grandes asociaciones médicas de América hicieron algo sin precedentes. En el
año 1944, la Asociación Médica del estado de Nueva York me invitó a leer una
ponencia ante su reunión anual. Después de mi comunicación, tres de los muchos
médicos allí presentes se pusieron de pie para dar a AA su más decidido respaldo. Estos
eran: el Dr. Harry Tiebout, primer amigo de AA de la profesión de la siquiatría; el Dr.
Kirby Collier, también siquiatra y, desde hacía mucho tiempo, favorecedor de AA; y el
Dr. Foster Kennedy, neurólogo de renombre mundial. Luego, la Asociación Médica fue
aun más lejos. Nos permitió publicar mi ponencia y las recomendaciones de los tres
médicos en forma de folleto. Desde ese entonces, se han distribuido ejemplares de este
folleto en grandes cantidades por todas partes del mundo, lo cual ha servido para
asegurar a los médicos del mundo entero que AA está bien fundada desde el punto de
vista de la medicina.

En 1949, la Asociación Siquiátrica Americana hizo exactamente lo mismo. Leí una


comunicación ante su reunión anual celebrada en Montreal. La ponencia apareció
publicada en el American Journal of Psychiatry y se nos permitió reproduciría en forma
de folleto con el titulo de "La Sociedad de Alcohólicos Anónimos." Esta muestra de
aprobación contribuyó enormemente a reforzar nuestra reputación entre los
profesionales de la siquiatría. Estas ponencias médicas han sido de gran beneficio para
los grupos de AA de otros países, ahorrándoles los años de esfuerzo que nosotros en los
Estados Unidos tuvimos que dedicar para convencer a los médicos del valor de AA.

Mientras estamos tratando el tema de la medicina, nos valdría indicar el papel que la
Sede ha desempeñado en la esfera de la hospitalización.

Como ya sabemos todos, muchos hospitales han estado poco dispuestos a permitirnos
ingresar para tratamientos de corta duración que normalmente necesitamos, a conceder a
nuestros padrinos los derechos necesarios de visita, y a cooperar con nuestras
asociaciones intergrupales.

Durante los años cuarenta, dos hospitales respondieron gustosamente a todas estas
necesidades urgentes y nos depararon un ejemplo excelente de la cooperación posible
entre AA y la medicina. En el Hospital Santo Tomás de Akron, el Dr. Bob, la
maravillosa Hna. Ignacia y los miembros del cuadro médico dirigieron un pabellón para
alcohólicos en el que, antes de que se muriera el Dr. Bob en 1950, se había atendido a
más de 5,000 alcohólicos. En la ciudad de Nueva York, el Hospital Knickerbocker tenía
un pabellón reservado para los alcohólicos, bajo la supervisión de nuestro primer amigo
de la medicina, el Dr. William Duncan Silkworth, que contaba con la ayuda de una
enfermera pelirroja, miembro de AA, conocida como Teddy.

Para 1954, 10,000 alcohólicos enviados al Hospital Knickerbocker por el Intergrupo de


Nueva York habían pasado por este pabellón, la mayoría de ellos de camino a la
libertad. En estos dos hospitales, y por medio de los trabajos de estos pioneros, se
lograban elaborar las mejores técnicas para armonizar los esfuerzos de la medicina y de
AA.

Debido a que la hospitalización apropiada era, y sigue siendo, una de las principales
preocupaciones de AA, la Sede de Nueva York ha comunicado a los grupos de todo el
mundo un detallado relato de estas primeras experiencias en los hospitales, así como de
su evolución y ramificaciones posteriores - lo cual constituye otro servicio vital.

Mientras tanto, se seguía levantando una gran oleada de aprobación pública. No hubo
nadie que contribuyera más a esto que nuestros amigos de la prensa, la radio y, en
fechas más recientes, la televisión. Desde hacía ya mucho tiempo, la Sede había
contratado los servicios de diversas agencias de recortes de prensa. Artículos publicados
en revistas y una avalancha incesante de reportajes de la prensa nos seguían llegando
para llenar nuestros álbumes de recortes. Algunos escritores se dirigían a nosotros
pidiéndonos que revisáramos sus manuscritos; ayudábamos a miembros a participar de
forma anónima en programas de radio y de televisión. Hollywood expresaba el deseo de
hacer películas acerca de AA. Tomar las disposiciones apropiadas para nuestras
relaciones públicas se iba convirtiendo cada vez más en uno de los trabajos principales
de la Oficina de Nueva York. Cuántas vidas se salvaron por estos esfuerzos, cuántos
años de sufrimiento se les ahorraron a miles de alcohólicos y sus familias - solo Dios lo
sabe.

Por esta época hizo su aparición una grave amenaza a nuestro prolongado bienestar. En
multitud de lugares, y normalmente con las mejores intenciones, los miembros
empezaron a romper su anonimato. Algunos querían hacer uso del nombre de AA para
hacer publicidad para causas ajenas o para ayudarlas. Otros miembros simplemente
querían que sus nombres y fotos se publicaran en la prensa. Creían que sería de
auténtica ayuda para AA si aparecieran fotografiados con el gobernador. (En días
anteriores yo también había sido culpable de esto.) Pero acabamos dándonos cuenta del
pésimo riesgo que supondría para AA si se diera rienda suelta a todos nuestros
promotores al nivel público. Ya lo estaban haciendo veintenas de ellos.

Por ello, nosotros los de la Sede nos pusimos a trabajar. Escribimos reconvenciones,
desde luego muy amables, a todos los que lo habían hecho. Cada dos años, enviamos
cartas a casi todos los periódicos y emisoras de radio, para explicarles por qué los AA
no deben romper su anonimato ante el público. Además, agregamos, AA no solicitaba
fondos de fuentes ajenas. Pagábamos nuestras propias cuentas.

En pocos años, logramos que las rupturas de anonimato se redujeran a un puñado; de


esta manera, la Sede había prestado otro importante servicio.

Para mantener todas estas cuerdas de salvamento que se iban siempre alargando, la
oficina se vela en la obligación de seguir desarrollándose. En 1950, nos trasladamos a la
calle 44 Este, nº 141, todavía muy cerca de la Estación Gran Central. Hoy día, cuenta
con el servicio de un gerente de media jornada, Henry G., a quien se ha dado el apodo
de "¡Ahora mismo!", y un excelente personal compuesto de cinco servidores, Helen,
Lib, Marian, Eve y Ann, ya conocidas por miles de miembros por haber hablado ante
numerosas reuniones regionales, a menudo a petición de los organizadores. El cuadro
administrativo se compone de doce personas no-alcohólicas, con el ánimo constante de
Grace y Dennis, que se ocupan de trabajos rutinarios como, por ejemplo, la
contabilidad, la clasificación de documentos y la mecanografía. Nuestra muy animada
recepcionista, Dolores, reina sobre el salón de entrada. Allí los visitantes ven colgados
de la pared los mapas regionales que indican el alcance mundial de nuestra Comunidad.
En una mesa, se encuentra colocada una escultura de la "Victoria Alada," símbolo del
renombrado Premio Lasker, otorgado a AA en 1951 por la Asociación Americana de
Salud Pública.

En el mismo piso se sitúan las oficinas de la redacción del Grapevine. Aquí, los
voluntarios encargados de preparar todos los materiales para publicación se reúnen con
la editora gerente de plena dedicación, Louise, y su asistente Sarah, para procurar que la
revista salga de la imprenta cada mes al tiempo previsto. En otro barrio de la ciudad,
más al sur, donde se alquila espacio a precio más barato, Kitty y sus ayudantes disponen
de un amplio piso donde responden a los 30,000 abonados del Grapevine y a sus
necesidades - así como a sus quejas.
A unas tres manzanas de la oficina central, tenemos otro piso bastante espacioso donde
está alojado nuestro departamento de envíos y expedición. Seis muchachos muy
atareados se dedican completamente a este trabajo. El año pasado, enviaron por correo
unos 40,000 libros, centenares de miles de folletos, muchos de ellos recién diseñados y
publicados, y unas 30,000 cartas y boletines. Además, mimeografiaron una gran
cantidad de materiales. Al igual que nuestras otras tres oficinas, ésta cuenta con el mejor
y más moderno equipo - y lo necesita.

En la sala de embalaje, a lo largo de una pared, hay estantes que llegan hasta el techo
donde se encuentra en cajas una tonelada de los viejos ficheros de la Sede, algunos que
datan de nuestros primeros días en la calle Vesey. Tenemos allí guardada toda la
historia mundial de AA, esperando a que alguien la desentierre. De hecho, acabamos de
empezar este trabajo de dos años. Tengo ahora dos asistentes incansables, Ed y Nell,
que trabajan en una pequeña oficina improvisada, situada en un rincón de la sala muy
cerca de los ficheros, documentándose para un libro de historia de Alcohólicos
Anónimos. Espero que llegue el día en que yo pueda escribirlo. En cualquier caso, ahora
podemos estar seguros de que nunca se desvirtuará la historia de AA. Esto constituye
nuestro más reciente servicio vital.

Desde el punto de vista económico, dada la variedad de servicios que ahora podemos
prestar, puede que les parezca a algunos que hemos montado un gran negocio. Pero al
considerar el tamaño y alcance actuales de AA, se ve que esto no es cierto. Por ejemplo,
en 1940, teníamos un empleado a sueldo por cada mil miembros de AA; en 1947, un
empleado a sueldo por cada 3,000 miembros. Hoy día, cada trabajador asalariado de la
Sede sirve a 6,000 miembros de AA. Por consiguiente, parece indudable que nunca nos
veremos cargados con una costosa burocracia de servicio.

Les presento otra ilustración de lo pequeñas que son, física y económicamente, las
operaciones mundiales de nuestra Sede. Un amigo mío, miembro de AA, es propietario
de una estación de servicio y reparaciones y una pequeña agencia de automóviles en un
pueblo suburbano. La instalación tiene cien pies de largo y cincuenta de ancho, casi el
mismo espacio que tenemos en la Sede. La sala de muestras solo tiene cabida parados
coches. Los mecánicos hacen las reparaciones al aire libre detrás del edificio y, al
frente, hay cuatro surtidores de 1gasolina. Esto difícilmente se puede describir como un
gran negocio.

No obstante, mi amigo me dice que anualmente sus ingresos provenientes de la venta de


automóviles, gasolina y aceite y de las reparaciones, y los gastos supuestos por todo esto
son superiores a los ingresos y gastos combinados de la Sede mundial de AA, el
Grapevine de AA, la Editorial de AA y la Oficina de Servicios Generales.

Por lo tanto, nuestra Sede tampoco puede describirse como un gran negocio. La
empresa de mi amigo sirve a una comunidad pequeña; la Sede de AA sirve a 150,000
miembros y casi 6,000 grupos. Y estos servicios, silos mantenemos bien, seguirán
significando la diferencia entre la enfermedad y la salud, e incluso entre la muerte y la
vida, para incontables alcohólicos y familiares de alcohólicos que todavía no han
encontrado AA. Así que dejemos de hablar de los grandes gastos y los grandes negocios
en lo referente a la Sede de Nueva York.
Cuando abrimos la oficina de la calle Vesey, nos bastaba con una contribución anual de
un dólar por miembro para hacerlo todo. Pero en aquel entonces, un dólar era un dólar.
Hoy día, un dólar vale cincuenta centavos. Si pudiéramos contar con que todos los
miembros actuales de AA contribuyeran con un dólar, cada uno, anualmente,
tendríamos fondos adecuados para administrar nuestra Sede, aun teniendo en cuenta el
valor diluido del dólar. Y podríamos cubrir además todos los gastos de la Conferencia
de Servicios Generales. No obstante, tenemos que seguir pidiendo a nuestros grupos
contribuidores que contribuyan con dos dólares por miembro cada año por una sola y
desconcertante razón: solamente la mitad de los grupos de AA participan en el
mantenimiento de su Sede. De hecho, las contribuciones voluntarias de los grupos han
sufragado el total de los gastos de la oficina en solamente cinco de los últimos quince
años. La Sede se ha visto obligada a compensar los diez déficits, utilizando una parte de
su reserva de "dinero del libro." Nos hemos desarrollado con tanta rapidez que la
mayoría de tos miembros han perdido contacto con su Sede, y no tienen una clara idea
de lo que es y lo que hace. Por lo tanto, tengo la profunda esperanza de que el panorama
que les he pintado, más los magníficos trabajos que ahora están haciendo los delegados
y los miembros de los comités de la Conferencia, sea lo suficientemente gráfico como
para despertar en los no-contribuyentes un persistente deseo de ayudar. Para decir
verdad, estoy convencido de que lo hará.

Hasta 1951 nuestra Sede se veía constantemente amenazada por un peligro aun más
serio. Mientras nuestra existencia siguiera así amenazada, y no resolviéramos el
problema que se nos presentó, correríamos el riesgo de que nuestra estructura de
servicios mundiales acabara derrumbándose.

El peligro era éste: Durante nuestra infancia y adolescencia, la junta de custodios, todos
sus miembros componentes amigos del Dr., Bob y míos, había sido completamente
responsable de la dirección de los servicios de AA - servicios a los cuales se debía la
mitad por lo menos del crecimiento de AA y, en gran parte, su unidad. Ya en el año
1945, algunos de nosotros éramos de la opinión de que nuestra junta de custodios,
prácticamente desconocida, debía estar firmemente vinculada a la Comunidad. Muy
contados miembros de AA sabían siquiera quiénes eran sus custodios. La Sede tenía su
principal vinculo con el movimiento por mediación del Dr. Bob y mía, y nosotros
éramos mortales. La junta de custodios había llegado a ser una isla aislada en medio de
una Comunidad que se extendía sobre 52 países. Por consiguiente, empezamos a
discutir sobre la conveniencia de tener algún tipo de junta asesora compuesta de
miembros de AA. O, tal vez necesitábamos una Conferencia compuesta de un mayor
número de representantes elegidos por AA; gente que podría efectuar una inspección
anual de la Sede, un organismo ante el cual los custodios llegarían a ser responsables,
una conciencia que podría guiar la totalidad de nuestros esfuerzos a escala mundial.

Pero los reparos que se ponían a hacerlo eran insistentes y, durante unos cuantos años,
no pasó nada. Tal empresa, decían los que estaban en contra, sería cara. Y peor aun, al
efectuar la elección de los delegados, era posible que AA se encontrara enmarañada en
desgarradoras actividades políticas. Estas objeciones tenían mucho mérito. Por lo tanto,
el proyecto se dejó pendiente hasta 1948. Pero para esas fechas, las contribuciones de
los grupos ni se aproximaban a mantener las crecientes operaciones de la oficina. El
Grapevine estaba perdiendo unos $1,000 mensualmente, y entre las contribuciones para
sufragar los gastos de la oficina y los gastos mismos hubo un espantoso déficit mensual
de dos mil dólares.
Entonces, el Dr. Bob se puso enfermo, mortalmente enfermo. Finalmente, en 1950,
aguijoneados por la despiadada lógica de la situación, los custodios autorizaron al Dr.
Bob y a mí a formular el plan de que trata este librillo: un plan de la Conferencia de
Servicios Generales de AA, un plan mediante el cual podríamos asumir plena y
permanente responsabilidad de la dirección de nuestros asuntos más vitales.

¿Qué es el Tercer Legado?

Julio de 1955

uestro Duodécimo Paso - llevar el mensaje - es el servicio básico que presta la


Comunidad de AA; es nuestro principal objetivo y la razón primordial de nuestra
existencia. Por lo tanto, AA es más que un conjunto de principios; es una Sociedad de
alcohólicos en acción. Tenemos que llevar el mensaje, pues, de no hacerlo, nosotros
mismos podemos marchitarnos, y aquellos a quienes no se les ha comunicado la verdad
pueden perecer.

De aquí que un servicio de AA es todo aquello que nos ayuda a alcanzar a un


compañero alcohólico - y abarca desde el Paso Doce en sí hasta una llamada telefónica
que nos cuesta diez centavos o una taza de café, hasta la Sede de Servicios Generales de
AA para las actividades nacionales e internacionales. La suma total de todos estos
servicios es nuestro Tercer Legado.

Entre los servicios se incluyen los lugares de reunión, los clubs, los hospitales y las
oficinas intergrupales; suponen la publicación de folletos y libros y buena publicidad de
casi toda clase. Requieren comités, delegados, custodios y Conferencias. Y, no debemos
olvidarlo, necesitan contribuciones voluntarias de dinero.

Estos servicios, ya sea que los presten miembros individuales, grupos, áreas, o AA en su
totalidad, son absolutamente esenciales para nuestra existencia y crecimiento. No
podemos simplificar AA aboliendo tales servicios. Solamente estaríamos buscando
complicaciones y confusión.

Con respecto a cualquier servicio determinado, nos hacemos, por lo tanto, una sola
pregunta: "¿Se necesita realmente este servicio?" Si es así, tenemos que conservarlo o
fracasaremos en nuestra misión hacia aquellos que buscan AA.

Los servicios más vitales, aunque menos comprendidos, que tiene AA son aquellos que
nos hacen posible funcionar como una totalidad; a saber, la Oficina de Servicios
Generales de AA, la Casa Editorial de AA., Inc., el Grapevine de AA, Inc., y la junta de
custodios de AA, cuyo nombre se ha cambiado recientemente al de la Junta de Servicios
Generales de Alcohólicos Anónimos. Nuestra unidad a escala mundial y una gran parte
de nuestro desarrollo desde los primeros tiempos se deben directamente a este conjunto
de actividades vivificadoras que, desde 1938, ha tenido su sede en Nueva York.
Por fin nos dimos cuenta de que AA había llegado a su mayoría de edad; que la
Comunidad estaba preparada y capacitada para asumir las responsabilidades que habían
sido las nuestras. Había además otra apremiante razón para cambiar. Ya que los
ancianos no íbamos a vivir para siempre, los custodios más recién nombrados serían
casi desconocidos a los grupos de AA que ahora se extendían por todas partes de la
tierra. Sin tener un vínculo directo con AA, los futuros custodios no podrían obrar a
solas.

Por esta razón teníamos que formar una Conferencia que representara a nuestros
miembros y que pudiera reunirse cada año en Nueva York con nuestros custodios y
asumir así la responsabilidad directa de la conservación de la Tradición de AA y de la
administración de nuestros principales asuntos de servicio. Si no lo hiciéramos,
tendríamos algún día una junta de custodios prácticamente desconocida que, junto con
las poco comprendidas operaciones de nuestra Sede de servicio, no podría evitar el
fracaso total.

Supongamos que, actuando por su propia cuenta, nuestros futuros custodios cometieran
un grave error. Supongamos que, sin tener un vínculo con AA, intentaran obrar por
nosotros en una época de grandes trastornos o de crisis. Si no tuvieran la orientación
directa de AA como una totalidad, ¿cómo podrían hacerlo? El derrumbamiento de
nuestros más importantes servicios seria entonces inevitable. Y si, en tales
circunstancias, nuestros servicios mundiales se vinieran abajo, ¿cómo podríamos
reconstruirlos?

Finalmente, en 1951, el Dr. Bob, los custodios y yo nos dimos cuenta de que ya no
podríamos correr este espantoso riesgo. Tuvimos que forjar un vínculo directo entre
nosotros mismos y AA.

Estas fueron las conclusiones que condujeron a la formación de la Conferencia de


Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, un organismo compuesto por unos 75
delegados elegidos, representantes de los estados y provincias de los EE.UU. y Canadá.
A título de prueba, en 1951, estos delegados empezaron a reunirse en Nueva York con
nuestros custodios y los miembros del personal de Servicios Generales.

La Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos ha tenido un éxito


total. La crónica de sus logros durante ese período de prueba de cuatro años es
totalmente convincente.

Por lo tanto, los veteranos de AA estamos ahora plenamente dispuestos a encomendar


para siempre a las buenas manos de este cuerpo experimentado y probado de miembros
compañeros los principales asuntos de Alcohólicos Anónimos.

Por consiguiente, a partir de la conmemoración de nuestro 20º Aniversario en 1955, el


Tercer Legado de Servicio Mundial estará al cargo y al cuidado de todos los miembros
de Alcohólicos Anónimos mientras Dios quiera que nuestra Sociedad siga en existencia.

NACE LA CONFERENCIA

Una cosa era decir que debíamos tener una Conferencia de Servicios Generales, y otra
muy distinta formular un plan que le hiciera posible nacer y prosperar. Tardamos poco
en despachar el asunto de los gastos que la Conferencia podría suponer. Incluso si
ascendieran a $20,000 para cada sesión anual, esta cantidad representaría solamente
unos quince centavos adicionales por miembro, y muy bien lo compensaría. ¿Quién de
entre nosotros no contribuiría con quince centavos para asegurar que AA no se
derrumbara en algún día futuro de crisis o de gran necesidad?

Pero, ¿cómo íbamos a eliminar la política desgarradora, con todas sus luchas
acostumbradas por el prestigio y la vanagloria? ¿Cuántos delegados habríamos de elegir
y de dónde provendrían? Cuando llegaran a Nueva York, ¿cómo podrían relacionarse
con la junta de custodios? ¿Cuáles serían sus poderes y deberes reales? Cualquiera que
fuese el plan, tendría que ser lo suficientemente acertado y bien razonado como para dar
buenos resultados la primera vez que lo probáramos. No podíamos permitir ningún
disparate o descuido suficientemente grandes para entrañar un fracaso.

Teniendo en mente estas y otras importantes consideraciones, y con cierto recelo, me


puse a trabajar en un bosquejo del plan, con la ayuda de Helen B., del personal de la
oficina.

Aunque en algún día futuro la Conferencia pudiera ampliarse para incluir representantes
de todo el mundo, nos parecía apropiado que los primeros delegados provinieran
solamente de los Estados Unidos y del Canadá. Se podría permitir a cada estado y
provincia que enviara a un delegado. Aquellos que tenían grandes poblaciones de AA
podrían tener representación adicional. A fin de que la Conferencia tuviera continuidad,
los delegados podrían dividirse en paneles. El registro o Panel l, elegido para servir un
término dedos años, podría ser invitado para 1951, el primer año. El Panel 2, también
elegido para servir un término de dos años, entraría en funciones en 1952. De allí en
adelante, un panel sería elegido y otro retirado anualmente. Así conseguiríamos que la
Conferencia hiciera la rotación. Se podrían efectuar las elecciones de los miembros de
los comités y delegados en los centros de población elevada dentro de cada estado o
provincia. O, para evitar los gastos adicionales, estas asambleas de los representantes de
los grupos podrían realizarse en las convenciones estatales o provinciales anuales.

Pero, ¿cómo podrían las asambleas de representantes de los grupos elegir a sus
miembros de comité y delegados sin tremendas fricciones políticas? Los que
conocíamos por experiencia las riñas de los grupos y los jaleos intergrupales, nos
estremecíamos ante la perspectiva. Luego nos sobrevino una idea afortunada.
Recordamos que los típicos problemas que surgían en las elecciones tenían que ver con
la candidatura de esta o aquella persona, ya sea que fuera propuesta en sesión plenaria o
por algún comité electoral que sesionaba entre bastidores. Otra causa de disensión se
encontraba en las votaciones muy igualadas, en las elecciones acaloradamente reñidas.
Estas casi siempre creaban una gran minoría descontenta.

Por lo tanto, ideamos un plan para elegir a los miembros del comité de entre los
participantes en las asambleas de área por papeleta escrita en una votación secreta, sin
que se propusiera la candidatura de nadie. Luego, se someterían los nombres de los
miembros del comité ante el pleno de la asamblea, el cual elegirla de entre los
componentes del comité al delegado a la Conferencia en Nueva York. Pero aquí, sin
duda, llegamos al asunto más explosivo de todos. ¿Cómo íbamos a reducir las presiones
inevitables de las elecciones? Para lograrlo, se dispuso que el delegado tuviera que ser
elegido por los dos tercios del total de los votos. Si el delegado obtuviera tal mayoría,
nadie podría protestar mucho. Pero si no la obtuviera, si la votación estuviera muy
igualada, ¿qué haríamos entonces? Pues, podríamos poner en un sombrero los nombres
de los candidatos que llegaran el primero y el segundo en la votación, o de los tres
oficiales del comité, o de todos los miembros del comité. Uno se sacaría al azar. El
candidato a quien le tocara esta lotería indolora sería elegido. Ya que los que obtuvieran
una proporción sustancial de los votos serían buenos candidatos, este método nos
garantizaría que contáramos con excelentes delegados.

Pero, al llegar a Nueva York, ¿que harían estos delegados? Creíamos que querrían tener
una verdadera autoridad. Por lo tanto, en la carta constitutiva que redactamos para la
Conferencia, se dispuso que, a base de una votación de los dos tercios, los delegados
pudieran dar directivas categóricas a los custodios. E incluso una simple mayoría de los
votos constituiría una enérgica sugerencia. Además, de allí en adelante, como cuestión
de tradición, los custodios someterían los nombres de todos los candidatos propuestos
para miembros de la junta ante la Conferencia para su aprobación. Así la Conferencia
tendría voz efectiva en la selección de los custodios.

Junto con un plan provisional para financiar la Conferencia, pusimos por escrito estas
ideas y una detallada exposición de sus aplicaciones en un folleto titulado "El Tercer
Legado." Enviamos unos 50,000 ejemplares a los grupos y les pedimos que efectuaran
asambleas para elegir a los miembros de comité y a los delegados.

Con la aprobación del Dr. Bob, recorrí el país abogando por el plan del Tercer Legado,
hablando ante grandes audiencias AA y observando a las asambleas seleccionar a sus
delegados en más dedos docenas de estados y provincias.

¡Qué bien me acuerdo de aquella primera prueba de Boston! Los irlandeses se


presentaron en tropel. Para nuestro asombro, los debates eran como una balsa de aceite,
aunque tras numerosas votaciones, nadie consiguió la mayoría de los dos tercios
necesario para su elección como delegado. Por fin la asamblea hizo un sorteo entre todo
el comité y del sombrero salió un excelente delegado. Todo el mundo estaba encantado
y feliz; la tensión había desaparecido. Si los irlandeses podían hacerlo sin pelearse,
cualquiera lo podría hacer. Allí mismo vimos la primera clara indicación de que AA
había empezado a pasar de una política de espíritu partidista a una de un espíritu
verdaderamente estadista.

Algo muy parecido ocurrió en todas las demás paradas. Aproximadamente un tercio de
los delegados escogidos eran auténticos pioneros. Los demás eran miembros de AA
activos que llevaban sobrios de cuatro a ocho años. La gran mayoría fueron elegidos por
una votación de los dos tercios, y solo hubo que decidir por sorteo unas pocas
elecciones, como había ocurrido en Boston. Y en estos pocos casos, no había ningún
rencor ni resentimiento. Fue tremendamente alentador.

La primera Conferencia se fijó para el mes de abril de 1951. Llegaron los delegados.
Inspeccionaron la Sede, desde el sótano hasta el ático, conocieron al personal de
servicio, chocaron la mano con los custodios. Esa tarde, les ofrecimos una sesión
informativa, con el nombre de "¿Qué piensa usted?" Contestamos decenas de preguntas
de toda clase. Los delegados empezaron a tranquilizarse y sentirse como en casa. Nos
sentimos muy alentados al ver aumentar tan rápidamente su comprensión y confianza.
Todos y cada uno de nosotros teníamos la impresión de que algo muy importante estaba
ocurriendo. Una tras otra, se iban efectuando las agotadoras sesiones de la Conferencia.
Los delegados examinaron con lupa nuestras finanzas. Después de escuchar los
informes de la junta de custodios y de todos los servicios, hubo un acalorado y cordial
debate sobre muchos asuntos de la política de AA. Los custodios sometieron varios
graves problemas que se les habían presentado para la consideración de la Conferencia.

Como teníamos la impresión de que todos se estaban comportando de una manera


demasiado cortés, pusimos a su disposición algo que llamamos la "Caja de Quejas." En
ella solo se metieron preguntas excelentes; y, lo creas o no, nadie estaba molesto por
nada.

Así lo pasamos, sesión tras sesión, mañana, tarde y noche. Los delegados se pusieron a
analizar algunas cuestiones espinosas, acerca de las cuales nosotros los de la Sede
teníamos dudas, y a veces nos dieron consejos contrarios a nuestras propias
conclusiones. En casi todo caso, no dimos cuenta que ellos tenían razón. Allí mismo,
como nunca se había hecho hasta entonces, demostraron lo acertado que era la Segunda
Tradición de AA. La conciencia de grupo podía actuar sin peligro como nuestra única
autoridad y la guía segura de Alcohólicos Anónimos.

Nadie de los allí presentes olvidará jamás la última sesión de aquella primera
Conferencia. Sabíamos que lo imposible se había hecho realidad, que teníamos el centro
de AA resguardado de todo futuro derrumbamiento, que Alcohólicos Anónimos
quedaría para siempre amparada de cualquier tormenta que los años venideros nos
pudieran traer.

Y los delegados, al volver a sus casas, tenían esa misma convicción.

Algunos, que se dieron cuenta de la necesidad que teníamos de fondos y de una más
amplia circulación de literatura, dieron un énfasis ligeramente exagerado a estos
asuntos; otros se sentían un poco descorazonados, al ver que sus compañeros no
compartían su fervor. Olvidaban que ellos mismos habían sido testigos presenciales de
la Conferencia, mientras que sus hermanos alcohólicos no lo habían sido. No obstante,
tanto aquí como en casa, dejaban una impresión mucho mayor de la que se suponían.
Empezó a profundizarse el interés de multitud de grupos de AA, y este interés ha
seguido aumentando durante las cuatro Conferencias siguientes.

En medio de estos acontecimientos emocionantes, la Conferencia decidió que el nombre


de la Fundación Alcohólica debía cambiarse por el de la Junta de Servicios Generales de
Alcohólicos Anónimos, y así se hizo. La palabra "Fundación" significa caridad,
paternalismo y, tal vez, grandes cantidades de dinero. AA no quería tener nada que ver
con estas cosas; de allí en adelante, asumiríamos plena responsabilidad y cubriríamos
todos nuestros gastos nosotros mismos.

Al ver crecer todo esto, llegué a convencerme completamente de que Alcohólicos


Anónimos estaba por fin a salvo - inclusive de mí mismo.

Los últimos doce años de mi vida, los he dedicado casi completamente a la


estructuración de nuestra Sede. Allí está mi corazón, y siempre lo estará. La Sede de AA
me parece a mí así de importante. Por lo tanto, cuando llegue la hora, en Saint Louis, de
entregar a ustedes esta última gran parte de la herencia de AA, me sentiré un poco triste
por verme obligado de dejar de ser su factótum. Pero me alegraré del hecho de que
Alcohólicos Anónimos haya llegado a su madurez y, mediante su gran Conferencia
pueda coger de la mano a su destino.

Entonces, mis queridos amigos, ya han leído la última cuenta que les he rendido de los
servicios mundiales de Alcohólicos Anónimos.

La guardiana de AA: nuestra

Conferencia de Servicios Generales

Abril de 1958

odo miembro de AA quiere tener asegurada su recuperación del alcoholismo, así como
su bienestar espiritual después. Así es como debe ser. Además quiere hacer todo lo que
pueda para asegurar la recuperación y el bienestar de sus compañeros alcohólicos. Por
lo tanto, es indudable que tiene un interés vital en la supervivencia y el bienestar de AA
en sí misma.

En su grupo de AA, todo buen miembro de AA tiene sentimientos profundos con


respecto a estos asuntos. Sabe que, una vez que hayamos recibido el milagro de la
sobriedad, la Providencia espera que todos sigamos trabajando y creciendo - que
hagamos lo que nos corresponde hacer para mantener nuestras bendiciones en su plena
potencia. Un milagro perpetuo - sin ningún esfuerzo ni responsabilidad por nuestra parte
- es una cosa totalmente ilusoria. Todos nos darnos cuenta de que el precio que pagamos
por nuestra supervivencia personal y del grupo, es la buena voluntad y el sacrifico, la
vigilancia y el trabajo.

Lo que es tan cierto para cada miembro y cada grupo también debe serlo para AA en su
totalidad. Sin embargo muchos de nosotros no hemos dado a esta evidente proposición
la consideración que se merece. Somos propensos a dar por sentado que AA, como una
totalidad, perdurará para siempre - sin que se requiera de nosotros ninguna atención o
aportación especial. Es posible que la mitad de los miembros y grupos de AA tengan
poco interés activo en el bienestar general de la Comunidad, salvo el arranque de
orgullo que de vez en cuando sienten por su tamaño y alcance. Esto no es un descuido
por parte suya. Simplemente no se han dado cuenta de la necesidad.

Hay dos buenas razones para esto: Una de ellas es que AA en su totalidad nunca se ha
visto en ninguna dificultad. La otra es que, hasta hace muy poco, un pequeño grupo de
pioneros de AA - actuando en calidad de padres - se han venido ocupando de solventar
los peligros y problemas de nuestra Sociedad entera casi sin consultar a los miembros
sobre esos asuntos.
Nunca hemos tenido un problema que nos causara una división radical. El público nos
admira, nuestros amigos nos aman. La religión y la medicina son nuestros aliados.
Nadie ha abusado seriamente de nosotros. Hemos evitado la controversia pública. No
nos hemos visto afectado por las discordias políticas del mundo. Ni siquiera hemos
tenido una gran pelea familiar. Aunque los miembros y los grupos han conocido casi
todas las penalidades que existe, AA en su totalidad nunca ha sufrido ninguna. Este es el
milagro de nuestros 23 años de existencia.

No es de extrañar que haya tantos que crean firmemente que a AA nunca le puede pasar
nada.

El hecho de haber estado libres durante tanto tiempo de las penalidades que todas las
naciones y sociedades tienen que sufrir debe inspirar en nosotros la más profunda
gratitud. Pero sin duda alguna no podemos suponer que este benigno fenómeno durará
para siempre. Por mi parte, no creo que deba perdurar. No podemos decir que somos
"adultos" hasta que no nos hayamos salvado de todas esas tentaciones y todos esos
problemas que asedian invariablemente a toda agrupación grande de hombres y mujeres.
Estoy convencido de que esto nos vendrá bien - muy bien.

Puede que algún día tengamos que resistir toda la presión que pueda ejercer sobre
nosotros este mundo inclinado a la destrucción en éste el más peligroso y alocado siglo
que la raza humana haya conocido nunca. Como Comunidad, siempre tendremos que
hacer cualquier sacrificio que sea necesario para asegurar la unidad, el servicio y la
supervivencia de AA, bajo cualquier condición imaginable. Por eso les estoy dirigiendo
estas palabras acerca de la Conferencia de Servicios Generales de AA, la guardiana de
nuestro futuro.

Hasta hace poco tiempo, nos hemos comportado como una familia joven. Esta familia,
como todas las familias, ha tenido padres. Estos padres han sido los llamados pioneros y
originadores de AA. He tenido la suerte de ser uno de ellos. Desde los primeros días,
nosotros los padres nos hemos sentido más preocupados por el futuro bienestar de AA
que por cualquier otra cosa. A nivel local, los pioneros solíamos cuidar de las cosas;
hasta hace muy poco, el Dr. Bob y yo, con la gran ayuda de dedicados amigos
alcohólicos y no alcohólicos, hemos estado haciendo lo mismo al nivel nacional e
internacional.

Como los padres de AA, teníamos que procurar que nuestra prole estuviera protegida,
tanto de sí misma como del mundo exterior. Desde los comienzos, nuestra familia tuvo
que tener principios, según los cuales podrían llevar su vida, y formación en estos
principios. Las buenas nuevas de AA tendrían que difundirse por todo el mundo a fin de
que pudiéramos crecer en cantidad y calidad. Tales eran nuestras responsabilidades.

En 1937, el Dr. Bob y yo nos dimos cuenta por primera vez de lo que teníamos que
hacer. Sabíamos que tendríamos que disponer de un texto de principios y métodos de
AA. Otros pioneros estaban de acuerdo. Para 1939, con gran ayuda, habíamos publicado
el Libro Grande, Alcohólicos Anónimos. Así se puso fin a todas las dudas acerca de los
métodos de AA. Los 300,000 ejemplares del Libro Grande que existen hoy día en
circulación constituyen la plataforma de recuperación sobre la cual se basa nuestra
entera Comunidad.
En seguida nos dimos cuenta de que AA tendría que tener publicidad mucha publicidad
y del tipo apropiado. Empezamos a trabajar en este asunto. Tal vez la mitad de los
miembros actuales deben sus vidas y su bienestar a los reveladores esfuerzos de la
prensa y de otros medios de comunicación.

Desde 1940 hasta 1950, nos vimos acosados por todo tipo de problemas de grupo,
indescriptiblemente aterradores. De estas experiencias se forjaron las Tradiciones de
AA - Tradiciones que ahora nos protegen de nosotros mismos y del mundo exterior.
Esta obra, que exigió una inmensa cantidad de intercambio de correspondencia y de
experiencia, tuvo como resultado la publicación de una literatura totalmente nueva que
trataba de la unidad y los servicios de AA. Estos factores contribuían a reforzar nuestro
desarrollo.

Las noticias de AA empezaron a diseminarse por todo el mundo, llegando finalmente a


setenta países. Esto nos creó multitud de nuevos problemas y la necesidad de publicar la
literatura de AA en muchos idiomas. También había que llegar y ayudar a los hospitales
y las prisiones, a los Solitarios y a los que se encontraban a bordo de los barcos. Las
cuerdas de salvamento tenían que extenderse por todas partes. AA necesitaba una
revista mensual. Hoy día, el Grapevine de AA llega a 40,000 suscriptores, y a muchos
miles más cada mes.

Estos han sido nuestros deberes y privilegios paternales a escala mundial. Hicimos todo
lo que pudimos para proteger a AA para que así creciera sin perturbaciones. Para no
molestar a la familia con estos problemas críticos, actuamos bajo el principio de que "el
padre es el mejor juez." En aquellos primeros días, era así de simple. Era demasiado
pronto para descargar toda la responsabilidad sobre nuestra Comunidad entera.

Desde el principio, el Dr. Bob yo descubrimos que nosotros mismos necesitábamos una
ayuda especial. Por lo tanto, acudimos a ciertos dedicados no-alcohólicos para que nos
echaran una mano. Con estos hombres, formamos un fideicomiso para Alcohólicos
Anónimos. Se creó en 1938 y lo llamamos la Fundación Alcohólica (ahora se conoce
por el nombre de la Junta de Servicios Generales de AA). En 1940, el Libro de AA pasó
a ser propiedad de nuestros custodios, los cuales asumieron la responsabilidad total de
los fondos generales de AA, su oficina de servicio mundial, su revista y sus relaciones
públicas.

A este cuerpo de custodios - alcohólicos y no-alcohólicos - hay que atribuirle el mérito


de haber hecho que nuestra Sede mundial sea lo que ahora es. Me alegra mucho ver
publicadas en este número del Grapevine las fotos dedos de nuestros distinguidos
presidentes no-alcohólicos de la junta, hombres que, con su constancia y firmeza, nos
ayudaban a salvarnos de una larga temporada de peligro y empeño. En la caras de
Leonard Harrison y Bernard Smith se ve reflejado su carácter. Y al leer nuestro libro
recién publicado, AA Llega a su Mayoría de Edad, los AA se pueden enterar de lo que
ellos, y otros amigos parecidos, hacían por nosotros en nuestros días pioneros, a medida
que el drama conmovedor de AA se iba desarrollando.

En el año 1948, los trabajadores de la Sede de AA sufrimos un choque tremendo al


descubrir que el Dr. Bob estaba afligido por una enfermedad mortal que iba
consumiendo sus fuerzas. Esto provocó una grave crisis en nuestros asuntos, porque nos
hizo enfrentamos con la realidad de que los padres pioneros de la Sociedad no iban a
vivir para siempre.

Nos sobrevino un presentimiento amenazador al damos cuenta de lo frágiles que eran


los vínculos que nuestra Sede tenía con la inmensa y extensa Comunidad a la que servía.
Teníamos, por supuesto, nuestra pequeña junta de custodios. Pero ni uno de entre mil
miembros conocía los nombres de la mitad de ellos. En la Sede contábamos con Bobbie,
Ann y Charlotte. Allí nos encontrábamos el Dr. Bob y yo. Los pocos que éramos,
constituíamos prácticamente los únicos vínculos con AA mundial.

Mientras tanto, miles de nuestros miembros se ocupaban de sus asuntos con perfecta
serenidad. Sabían poco o nada de los problemas globales de AA. Albergaban un vaga
suposición de que Dios, quizás con una pequeña ayuda por parte del Dr. Bob y mía,
seguía cuidándoles. Así se quedaban en total ignorancia del estado real de las cosas y
del gran riesgo que corríamos de un derrumbamiento final.

Se nos presentó un terrible dilema. De alguna que otra manera, AA como tal - AA como
una totalidad - iba a tener que asumir la responsabilidad completa. Indudablemente, los
grupos tendrían que elegir a numerosos delegados y enviarlos cada año a Nueva York,
donde podrían reunirse con los custodios y guiarlos. Solo así podríamos poner fin al
creciente aislamiento de los delegados con respecto al movimiento. Sólo un organismo
así constituido podría tomar decisiones obligatorias en una futura hora de crisis.

Cuando se propuso por primera vez nuestro plan para una Conferencia conjunta de
custodios y delegados, en todas partes del país se oía a la gente protestar a gritos. Al
principio parecía que la familia de AA no quería tener nada que ver con esta nueva e
imprevista responsabilidad. "¡Mantengámoslo simple!" gritaban.

No obstante, pasado un par de años de perturbación y educación, nuestra Comunidad se


dio clara cuenta de que ya no nos podíamos desenvolver con la ultrasencillez de los
primeros días. Se tendría que asumir una responsabilidad directa de la familia; si no, el
mismo centro de AA se derrumbaría. Los ancianos, los padres y los fundadores del
movimiento tendrían que ser librados de sus responsabilidades y reemplazados por
delegados. No había más remedio. La familia tendría que "llegar a su mayoría de edad";
si no, sufriría las consecuencias funestas de no haberlo hecho.

Así que convocamos a unos 75 delegados de los Estados Unidos y Canadá. Juntos con
los custodios y los miembros del personal de la Sede y del Grapevine, formaron la
Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Era el año 1951.

Al principio, la Conferencia no era sino un experimento, efectuada a título de prueba. Si


saliera bien, significaría que AA realmente habría llegado "a su mayoría de edad" y
podría dirigir sus propios asuntos. Mediante su Conferencia representativa, podría llegar
a ser la guardiana de su propio futuro y la protectora de sus cuerdas de salvamento de
servicio.

Pues, nuestra Conferencia tuvo éxito. Los resultados que produjo, gracias a Dios,
superaban todas nuestras esperanzas. Al terminar el período experimental de cinco años,
ya sabíamos que podría llegar a ser parte integrante y permanente de nuestra
Comunidad.
En julio de 1955, al conmemorar el 20º Aniversario de AA, me encontré ante el pleno
de la Convención de St. Louis. Entre un grupito cada vez más pequeño de pioneros,
entregué el destino de AA en las manos de sus representantes elegidos, la Conferencia
de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. No puedo recordar un día de mi vida
de mayor felicidad. Habíamos logrado llenar una vasta laguna - por fin, AA estaba
asegurada.

Algunas personas todavía hacen las siguientes preguntas: ¿Enviará la familia de AA sus
mejores delegados a la Conferencia? ¿Seguiremos escogiendo custodios competentes y
sabios? ¿Apoyarán los AA a sus delegados, sus custodios, y su Sede mundial con
fondos adecuados y con suficiente entusiasmo y comprensión?

Para mí, éstas han dejado de ser dudas. La historia de AA nos ha enseñado que cuando
se presenta una necesidad apremiante, siempre se ve satisfecha. En este aspecto, estoy
totalmente convencido de que nuestra historia seguirá repitiéndose. A decir verdad, no
puedo tener la menor duda.

Además, creo que la influencia que tengo en la Sede debe seguir disminuyendo. Por
medio de su Conferencia, se ha concedido plena autoridad y responsabilidad a AA. El
padre que sigue más tiempo de lo conveniente ejerciendo su autoridad solo puede
estorbar el desarrollo de su progenie. Esto no lo debo hacer. Pronto mi apropiado papel
será el de animar y aplaudir, desde la barrera, a los nuevos que sigan realizando los
trabajos. Nuestra familia ha llegado a su mayoría de edad, y debe recordarme con
firmeza esta realidad si alguna vez me veo tentado a volver a hacerme cargo de los
asuntos.

Por estas razones tan contundentes, mis queridos amigos, el futuro les pertenece a
ustedes. Abracen con afán estas responsabilidades, no tengan miedo de nada, y la gracia
de Dios, sin duda, será la suya.

Sección

Seamos amistosos

con nuestros amigos


Los siquiatras

Julio de 1957

ace años estábamos estableciendo nuestros primeros contactos con los hospitales
siquiátricos. Uno de ellos era una institución de Nueva Jersey que había dado el alta
condicional a dos alcohólicos que habían encontrado AA y se habían mantenido sobrios
durante seis meses. Ambos habían sido considerados como desahuciados. A pesar de los
métodos inusitados de AA, estas recuperaciones les causaron mucha impresión a los
siquiatras del personal médico del hospital.

En seguida, el muy entusiástico grupo vecino de AA empezó a bombardear el hospital


con solicitudes para tener derechos de visita. Querían llevar las buenas nuevas a todos
los borrachos allí internados, sin demora alguna. Los médicos no estaban convencidos
de que ésta fuera la forma apropiada de proceder.

Eran todavía bastante cautelosos, y tenían suficientes motivos para serlo.

"Bueno," dijo el comité AA, "¿por qué no vienen ustedes, los médicos, a una reunión?"
A dos de los siquiatras esto les pareció una buena idea. Dijeron que, la semana
siguiente, asistirían a una reunión del grupo de Nueva York.

En aquel entonces, creo que nosotros los neoyorquinos nos reuníamos en un salón del
Steinway Hall. Para nuestro gran regocijo, nos habían llegado noticias de la propuesta
peregrinación de los doctores de New Jersey. Por fin llegó la noche de nuestra reunión.
Pero en el intervalo, se me había ido el santo al cielo. Se me había olvidado lo de la
visita de los siquiatras. Justo después de abrir la reunión, el contingente de New Jersey,
rebosante de orgullo, entró en la sala y todos se sentaron en la ultima fila. Pero ni
siquiera su aparición logró refrescar mi memoria. Yo no tenía la menor razón para
sospechar que estaba a punto de pasar por unos de los momentos más embarazosos de
mi vida - y de aprender una de las lecciones más importantes.

El primero en hablar contó una buena historia, triste e inspiradora a la vez. Se podía oír
el vuelo de una mosca. Era simplemente maravilloso.

Entonces, Jack se puso de pie y empezó a hablar. Nos contó que había tenido una
carrera muy prometedora en la industria cinematográfica y que en una época había
ganado el módico sueldo de $50,000 al año. Teniendo en cuenta sus muy apreciados
talentos, Jack se había imaginado que esto no era sino el mero comienzo. Pero el
demonio ron empezaba a trabar su ruina. Los muy preocupados encargados del estudio
donde trabajaba le enviaron a un siquiatra. A regañadientes, Jack se sometió a algunos
tratamientos. Los resultados fueron nulos y fue a consultar con otros siquiatras. Pero el
ego de Jack y sus resentimientos y su forma de beber seguían siendo tan colosales como
antes. Acabó por crear su propia desdicha y se encontró finalmente sin trabajo en los
estudios - lo cual no fue una sorpresa para nadie. Pero aquí estaba en AA, con unos
cuantos meses de sobriedad.
No obstante, se hizo evidente muy pronto que para él los siquiatras eran todavía motivo
de enfado. De hecho, les echaba la culpa de su caída. Sabiendo que dos de ellos se
encontraban en la sala, le pareció que se le había presentado la oportunidad de su vida.
Ahora él podría soltárselas y ellos no tendrían más remedio que quedarse sentados y
tragárselas.

Así que Jack se lanzó a atacar a la siquiatría y a todas sus obras. Como orador, era muy
impresionante, y tenía un gran talento para hablar con humor sarcástico, lo cual le servía
muy bien para sus intenciones. Puso por los suelos a todos sus siquiatras, uno tras otro.
Luego arremetió contra toda la profesión, contra sus teorías y contra sus filosofías. Los
calificó de "buscadores de gusanos." Y durante toda su charla provocaba estruendosas
carcajadas. Aunque los nueve décimos de lo que decía eran fantasías y tonterías, su
actuación era la de un artista consumado. Los oyentes se morían de la risa y yo creo que
nunca me había reído tanto en mi vida. Por fin, se sentó en medio de un gran aplauso.

Después de la reunión, el contingente de AA de New Jersey se abrió camino para llegar


a la plataforma. Tenían aspecto triste y airado, y sin duda alguna lo estaban. Con un
débil murmullo, su portavoz presentó a nuestros "distinguidos invitados" - los dos
siquiatras.

Sentí como si se me cayera el estómago a los pies. En ese mismo momento, Jack,
claramente satisfecho consigo mismo, se acercó y dio un afable palmada en la espalda a
uno de los invitados. "Bueno, doctor," le dijo, "¿qué te ha parecido la rociada que te he
echado?" Esto fue el colmo. Casi me muero de vergüenza.

Pero los dos siquiatras encajaron el golpe con una sonrisa. Insistieron que había sido
una reunión inmensamente útil. A fin de cuentas, dijeron, su profesión bien podía
aguantar algunas burlas de vez en cuando. Para ellos, la charla de Jack había sido muy
divertida y muy instructiva.

Esta fue una asombrosa demostración de amistad y de comprensión. Bajo circunstancias


muy penosas, estos caballeros calumniados habían vuelto la otra mejilla. Hablan
respondido a la andanada de Jack con cortesía, afabilidad, buen humor e incluso con
gratitud. Fue una lección de paciencia, tolerancia y caridad cristiana que espero no
olvidar nunca.

Con toda posible rapidez, me llevé a los dos doctores a un rincón y empecé a ofrecerles
mis disculpas. De hecho, les confesé que me sentía muy humillado. Entonces, uno de
ellos me miró y me dijo, "No te preocupes, Bill. Como bien sabrás, algunos alcohólicos
son más inadaptados que Otros. Entendemos esto perfectamente."

Antes de que pasara un mes, este extraordinario doctor abrió las puertas de su hospital a
los visitantes de AA y se empezó a formar un grupo dentro de su recinto. Desde
entonces, la profesión siquiátrica ha seguido mostrando su apoyo a los AA. Y me atrevo
a decir que lo que ha ocasionado estas afortunadas circunstancias ha sido su
comprensión y tolerancia y no la nuestra.

Dos ejemplos más: En 1949, la Asociación Siquiátrica Norteamericana me pidió que


leyera una ponencia sobre AA ante su reunión anual. Y aun más, los siquiatras
publicaron la ponencia en su revista oficial y permitieron que AA la reprodujera en un
folleto para su distribución al público. Esta generosa acción le ha dado a la Comunidad
incontables beneficios. Hace poco tiempo, se hizo un sondeo en Los Angeles para
conocer la opinión que los siquiatras de esta ciudad y de este condado tenían sobre AA.
Me han dicho que no hay problema; el 99% están de nuestra parte.

Naturalmente, en esta corta historia, hay algunas exageraciones. Hoy día, un gran
número de miembros de AA ven favorablemente la siquiatría y, sin duda, hay
igualmente un gran número de siquiatras que no saben nada de nosotros, o que sólo han
visto los fracasos de AA, y todavía están en contra de nosotros. Pero esto no tiene nada
que ver. Lo que quiero recalcar es que nosotros los AA debemos tratar siempre de ser
amistosos, sean cuales sean las circunstancias.

Y, ¿qué le pasó a mi viejo amigo Jack? Aunque hizo un gran esfuerzo, no logró
recuperarse. Hace tres años, murió de alcoholismo.

Tal vez Jack nunca llegó a comprender lo que es la verdadera amistad.

Los médicos

Agosto de 1957

ecientemente en la televisión vi tomar posesión de su cargo al nuevo presidente de la


Asociación Médica Norteamericana reunida en convención. Al principio me parecía que
se trataba de una ceremonia rutinaria y casi cambié el canal a una película policíaca.
Ahora estoy muy contento de no haberlo hecho, porque esos médicos me hicieron pasar
una hora inolvidable y muy conmovedora.

El nuevo presidente se dirigió al podio para pronunciar su discurso de toma de posesión.


Dijo pocas cosas acerca de la ciencia de la medicina. Para mi gran sorpresa, dirigió sus
comentarios - como solemos hacer en las reuniones de AA - a los principiantes, en este
caso los jóvenes médicos que acababan de empezar el ejercicio de su profesión. Les dijo
que ningún médico, por buena que fuera su formación científica, podría hacer mucho
progreso hasta que pudiera convencer a los enfermos de que él los veía como seres
humanos; que todo médico que se precie de serlo debía tener la más profunda
dedicación y fe. Ese era su tema, y qué bien lo des arrolló. Sin duda, él les "pasó el
mensaje," y me di cuenta como nunca de que los AA no tenemos el monopolio de la
práctica del Paso Doce.

Luego se concedieron varias menciones honoríficas por sus notables servicios a diversas
personas, una de ellas a un profano por su extraordinario trabajo con los enfermos e
incapacitados del país. Había demostrado a miles de aquejados que ya no tienen que
sentirse emocional o espiritualmente inválidos y que siempre pueden contar con hacer
algún trabajo útil y provechoso. Haciendo notar que los aquejados a menudo padecen
también de la lástima de si mismos, citó las palabras del poeta persa que no tenía
zapatos: "Lloraba por no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies." El
hombre en el podio, rebosante de felicidad, sabia de lo que hablaba, porque él mismo no
tenía piernas; hacía años que andaba con piernas artificiales. Claramente, la dedicación,
la entereza y la fe habían sido sus soportes. Por esto, había merecido el señalado
reconocimiento de la AMA.

Esta reunión de médicos, tan enfocada en lo espiritual, me dio motivos para pensar. Me
di clara cuenta de que la medicina es una vocación espiritual y que la gran mayoría de
los médicos se dedican a la profesión para servir a sus semejantes.

Los AA tenemos la tendencia a tener una elevada opinión de nosotros mismos y de


nuestra Comunidad. Pero al acordarme de los nombres de ciertos médicos, que se
dedicaban a ayudarnos en nuestros días pioneros, me pregunto cuántos de nosotros
podríamos rivalizar con ellos en humildad y dedicación.

Consideremos el caso de mi propio médico, el Dr. William D. Silkworth. En nuestro


libro de historia de próxima aparición, AA Llega a su Mayoría de Edad, he pintado con
palabras un retrato suyo qué dice en parte:

"Al echar una mirada retrospectiva a aquellos primeros días de Nueva York, a menudo
vemos en medio de las actividades a la figura del benigno doctor que amaba a los
borrachos, William Duncan Silkworth, en aquel entonces jefe del cuadro médico del
Hospital Charles B Towns de Nueva York, y a quien ahora bien podemos reconocer
como uno de los fundadores de AA. De él aprendimos cuál era la naturaleza de nuestra
enfermedad. Y nos facilitó los instrumentos para desinflar el ego alcohólico más
resistente, aquellas demoledoras frases con las que describía nuestra enfermedad: la
obsesión mental que nos obliga a beber y la alergia corporal que nos condena a la
locura o a la muerte. Sin estas indispensables consignas, AA no podría haber
funcionado nunca. El Dr. Silkworth nos enseñó a arar la tierra negra de nuestra
desesperación, de la cual han florecido todos y cada uno de los despertares espirituales
de nuestra Comunidad. En diciembre de 1934, este hombre de ciencia se sentó
humildemente al lado de mi cama inmediatamente después de mi repentina y arrolladora
experiencia espiritual, y me tranquilizó diciendo: 'No, Bill, no estás alucinando. Sea
cual sea la experiencia que hayas tenido, más vale que te agarres a ella; es mucho mejor
que lo que tenias hace tan sólo una hora.' Estas eran palabras muy significativas para los
futuros AA. ¿Quién sino él podría haberlas dicho?

"Cuando yo quería trabajar con alcohólicos, él me dirigía a ellos allí mismo en su


hospital, poniendo a riesgo su reputación profesional.

"Después de seis meses sin éxito alguno en mis intentos de desembriagar a algunos
borrachos, el Dr. Silkworth me volvió a recordar la observación del Profesor William
James de que las experiencias espirituales verdaderamente transformadoras casi siempre
se basan en la calamidad y el fracaso total. 'Deja de sermonearles,' dijo el Dr. Silkworth,
'y preséntales primero las crudos hechos médicos. Puede que esto les impresione tanto
que estén dispuestos a hacer cualquier cosa para recuperarse. Luego puede que acepten
esas ideas de sicología moral tuyas, e incluso un Poder Superior.'

"Cuatro años más tarde, el Dr. Silkworth ayudó a convertir al Sr. Charles B. Towns,
dueño del hospital, en un gran entusiasta de AA y le recomendó que nos prestara $2,500
para empezar la preparación del libro Alcohólicos Anónimas - suma que, dicho sea de
paso, más tarde se elevó a más de $4,000. Luego, como nuestro único amigo de la
medicina en aquel entonces, el buen doctor se atrevió a escribir la Introducción de
nuestro libro, en el que permanece hasta hoy en día y en el que tenemos la intención de
guardarla para siempre.

"Tal vez nunca habrá ningún médico que preste tanta dedicada atención a tantos
alcohólicos como lo hizo el Dr. Silkworth. Se calcula que en su vida vio la asombrosa
cantidad de 40,000 de ellos. Antes de morir en 1951, y en estrecha cooperación con AA
y nuestra dinámica enfermera pelirroja, Teddy, había atendido a casi 10,000 alcohólicos
en el Hospital Knickerbocker de Nueva York. Ninguno de sus pacientes olvidará jamás
la experiencia, y la mayoría de ellos están sobrios hoy."

Así que el Dr. Silkworth hizo el trabajo de Paso Doce con 40,000 alcohólicos. A miles
de estos, los había atendido pacientemente mucho antes de que AA existiera, cuando las
probabilidades de recuperarse eran muy escasas. Pero él siempre tuvo fe de que algún
día se encontraría una solución. Nunca se cansaba de los borrachos ni de sus problemas.
Aunque era un hombre de salud delicada, nunca se quejaba del cansancio. Durante la
mayor parte de su carrera apenas si ganaba lo suficiente para vivir. Nunca buscó el
renombre; su trabajo era su recompensa. En sus últimos años hizo poco caso de un mal
cardíaco y murió trabajando - justo en medio de nosotros los borrachos y con las botas
puestas.

¿Quién de nosotros los AA puede rivalizar con el historial del Dr. Silkworth? ¿Quién
tiene su grado de entereza, fe y dedicación?

Así que - veintitrés años después de que el Dr. Silkworth me tratara por última vez -
cuando vi, ni y sentí el espíritu que reinaba en esa gran reunión de la AMA, di gracias a
Dios por los médicos, uno de los mejores grupos de amigos que AA jamás pueda tener.

Los clérigos

Septiembre de 1957

odo río tiene su propia fuente. Con AA también es así. Al principio, había un manantial
que brotaba de un clérigo, el Dr. Samuel Shoemaker. Años atrás, en 1934, empezó a
enseñarnos los principios y las actitudes que después florecieron en los Doce Pasos de
AA para la recuperación.

Si alguna vez existió un agua vivificadora para los borrachos, fue ésta. Tomamos la
copa de gracia que Sam nos alargó y bebimos de ella, sin olvidarnos de pasársela a
otros. Damos nuestra gratitud a El cuya gracia mantiene siempre llena esta copa y a
Sam, que fue el primero en ofrecérnosla.

Pero los ríos han de tener tributarios, si no, no pueden viajar muy lejos ni crecer mucho.
El río cada vez más profundo de espíritu por el que los AA viajamos hacia una vida
mejor, ahora tiene multitud de tributarios - afluentes que alimentan la corriente principal
de la vida de nuestra Comunidad entera. De estos afluentes de devoción y de servicio,
los más numerosos y vitales siempre nos han llegado de nuestros amigos del clero.

Permítanme que lo ilustre: Muy poca gente sabe que un ministro desempeñaba la parte
principal en formar la primera Junta de Custodios de AA, quienes llegarían a ser los
guardianes de los servicios de AA a escala mundial. Me refiero a Willard S. Richardson,
amigo y asociado de los Rockefellers. En 1937, recurrimos al Sr. Richardson,
solicitándole que nos ayudara a recoger grandes cantidades de dinero para sufragar los
trabajos de AA. En lugar de eso, nos ayudó a encontrarnos a nosotros mismos. Debido
principalmente a su bondad y comprensión, su dedicación y su duro trabajo, se formó la
primera Junta de Custodios de AA y se comenzó a escribir el Libro Grande, Daba de sí
mismo sin esperar nada a cambio. Sólo Dios sabrá lo que nuestros 7,000 grupos de hoy
día deben al "Tío Dick" Richardson, miembro del clero.

En la cena que dio el Sr. Rockefeller en 1940, apareció otro miembro del clero. Era
nada menos que el Dr. Harry Emerson Fosdick. Como principal portavoz de los no-
alcohólicos allí presentes, el Dr. Fosdick fue el primer religioso que nos dio una
palmada en la espalda ante el público en general. A menudo me lleno de asombro al
pensar en la cantidad de comprensión, amor y puro valor del que él hizo gala para hacer
este gesto tan generoso. Allá estábamos, una pandilla de los llamados "ex-borrachos" -
casi desconocidos. Todavía me estremezco al imaginar las risas estruendosas de toda
América si dos o tres de nosotros los AA nos hubiéramos presentado borrachos como
cubas en esta ilustre cena. El Reverendo Fosdick había corrido un gran riesgo por
nosotros. Siempre lo recordaremos.

Centenares, sin duda, y tal vez millares de nuestros amigos del clero han continuado
corriendo riesgos por nosotros desde entonces. Nos invitan a celebrar nuestras reuniones
en sus sótanos y salones sociales. Sin interferir nunca en nuestros asuntos, se sientan en
las últimas filas - y explican que han venido a AA para aprender. Cuando llega el
domingo, hablan de nosotros en sus sermones. Nos envían candidatos y se maravillan de
sus progresos. Cuando a veces les pedimos que den una charla en nuestras reuniones,
invariablemente se disculpan por su propia ineficacia al trabajar con los alcohólicos.
Esto es, sin duda alguna, humildad - tal vez un poco exagerada.

En su trato con nosotros, siempre se comportan con suma paciencia y tolerancia.


Naturalmente, enseguida se dan cuenta de que, aunque estamos sobrios, nosotros los
AA a veces podemos ser pomposos y campeones del razonamiento engañoso. También
podemos ser descuidados e irresponsables. Nos escuchan sin rechistar cuando les
explicamos (por insinuación) lo superior que es nuestra Sociedad. De vez en cuando
oyen en las reuniones unas experiencias y un vocabulario que harían enrojecer a
cualquiera. Pero nunca dicen ni una palabra, ni siquiera pestañean. Se toman con calma
nuestras tonterías, a veces con la paciencia del santo Job. Se dan cuenta de que estamos
haciendo un verdadero esfuerzo por madurar, y quieren ayudar.

Esta demostración constante y conmovedora de nuestros amigos de religión nos hace


pensar a muchos de nosotros lo siguiente: "Cuando consideramos lo que han hecho por
nosotros todos estos curas y ministros, nos tenemos que preguntar, ¿Qué hemos hecho
nosotros por ellos?" Esta es una muy buena pregunta.
Aunque lo que viene a continuación no es en sentido estricto un asunto de AA, me
siento obligado a hablar de lo que los curas y ministros han hecho por muchos de
nosotros, personalmente. Algunos AA dicen, "No necesito la religión, porque AA es mi
religión." De hecho, yo solía tomar esta postura.

Después de mantener durante varios años este sencillo y cómodo punto de vista, al fin
me di cuenta de la posibilidad de que hubiera otras fuentes de enseñanza, sabiduría y
convicción espirituales fuera de AA. Recordé que el reverendo Sam tenía
probablemente mucho que ver con la experiencia espiritual vital que era para miel
primer regalo de la fe. Además él me había enseñado los principios según los cuales yo
podría sobrevivir y seguir adelante. AA me había dado el hogar espiritual y el clima en
que me podía sentir bienvenido y donde podía hacer un trabajo de utilidad. Todo eso
estaba muy bien, y trabajaba en beneficio mío.

No obstante, por fin descubrí que necesitaba más. AA, con razón, no intentaba tener la
respuesta a todas mis preguntas, por muy significativas que me parecieran. Como
cualquier adolescente, había empezado a preguntarme: "¿Quién soy?" "¿De dónde
vengo?" "¿Por qué estoy aquí?" '¿Cuál es el verdadero significado de la vida?" "Cuando
el empresario de pompas fúnebres haya terminado sus oficios conmigo, ¿seguiré con
vida, o no?" "¿A dónde, si acaso voy a alguna parte, iré desde aquí?" Ni la ciencia ni la
filosofía me parecían capaces de darme respuestas convincentes. Naturalmente, me puse
a buscarlas en otros campos y creo que hice algunos progresos.

Aunque tenía todavía algún recelo ante los clérigos y su teología, acabé volviendo a
ellos - al lugar donde se originó AA. Si me habían podido enseñar los principios que me
hicieron posible recuperarme, tal vez ahora me pudieran decir más acerca del desarrollo
de la comprensión, y de la fe.

Aunque me había sido bastante fácil lograr mi sobriedad, el asunto de madurar me


presentaba grandes dificultades. El desarrollo - emocional y espiritual - siempre me ha
resultado muy difícil. Mi búsqueda para conocerme a mí mismo - y para conocer mejor
a Dios y Su voluntad para conmigo - llegó a ser un asunto de suma urgencia. Me dije
que los clérigos debían representar la sabiduría acumulada de los siglos en lo
concerniente a cuestiones morales y teológicas. Así que empecé a trabar amistades con
ellos - esta vez para escuchar en vez de disputar.

Me alegra poder decir que uno de estos clérigos ha resultado ser uno de los mejores
amigos, maestros y consejeros que jamás espero tener. A lo largo de los años, he
encontrado en el Padre Ed [Dowling] gran parte de la gracia y de la comprensión que
me hacen posible desarrollarme hoy, aunque sea poco a poco. El es el mejor ejemplo de
espiritualidad que yo conozca. A menudo me ha ayudado a reanudar mi viaje por el
buen camino, evitándome borracheras secas de indefinida duración. Vale mencionar que
él, durante todos estos años, nunca me ha pedido que me convierta a su religión.

Por lo tanto, con la más profunda gratitud, reconozco aquí la deuda que AA tiene con
los clérigos: si no fuera por lo que han hecho por nosotros, AA nunca habría nacido;
casi lodos los principios que utilizamos nos llegaron de ellos. Nos hemos apropiado de
su ejemplo, su fe y, hasta cierto grado, de sus creencias, y los hemos transformado en
nuestros. Casi en el sentido literal, los AA les debemos nuestras vidas, nuestras fortunas
y la salvación que a cada uno de nosotros le haya tocado encontrar.
Esta es, sin duda, una deuda ilimitada.

La prensa, la radio y la televisión

Octubre de 1957

ra el verano de 1939. Unos pocos meses antes, nuestra Comunidad alcohólica, con unos
cientos de miembros, había publicado un libro al que pusimos el título Alcohólicos
Anónimos. Pero la publicación no había tenido secuela alguna. Nuestros libros, cinco
mil de ellos, se encontraban amontonados en el almacén del impresor, la Imprenta
Cornwall, y no pudimos vender ni un ejemplar.

El tan esperado artículo del Reader's Digest - que podría haber informado al público
sobre nosotros y nuestro nuevo libro se publicó. Llenos de pánico, nos apresuramos a
abordar a los editores de una revista nacional tras otra, suplicando ayuda. Pero todo esto
fue en vano. Works Publishing, la pequeña compañía que habíamos constituido para
lanzar el libro, estaba en quiebra, como lo estábamos todos los demás. No sabíamos a
quién recurrir.

Pero la Providencia estaba velando por nosotros. En el momento en que tocamos


nuestro punto más bajo, Fulton Oursler, en aquel entonces redactor jefe de la revista
Liberty, tuvo una entrevista con un escritor independiente de nombre Morris Markey.
De boca de Charlie Towns, dueño del hospital del que yo había sido tan asiduo cliente,
el Sr. Markey había oído una impresionante recomendación de AA, la cual estaba
repitiendo al Sr. Oursler, uno de los hombres más perspicaces que yo haya conocido.
Fulton Oursler se dio cuenta inmediatamente de nuestras posibilidades. El dijo: "Morris,
te voy a asignar este trabajo. Escríbenos esta historia y la publicaremos en septiembre."

Tales fueron las palabras del primer amigo de AA en el campo de la prensa. Estas
palabras iban a rescatar nuestro libro de la bancarrota y significaban además que el
público iba a tener su primera visión de Alcohólicos Anónimos.

Conforme con lo prometido, el artículo de Morris Markey, "Los alcohólicos y Dios,"


apareció en la revista Liberty. Los resultados fueron inmediatos y electrizantes. Más de
800 súplicas urgentes de ayuda llegaron a las oficinas de Liberty. Paciente y
detalladamente, contestamos cada una, adjuntando a cada respuesta un formulario de
pedido para el libro. Al poco tiempo, nos empezaron a llegar los pedidos y, gracias a
más cartas enviadas por nuestra pequeña oficina de la calle Vesey y a la ayuda de los
miembros viajeros de AA, se empezaron a establecer nuevos grupos.

Otros pregoneros de noticias no tardaron en seguir el ejemplo del Sr. Oursler. Un mes
más tarde, el redactor jefe del Cleveland Plain Dealer, un hombre de mucho espíritu
cívico, encargó al periodista Elrick B. Davis hacer un reportaje acerca de AA sin
escatimar ningún esfuerzo. Día tras día aparecieron en primera plana del Plain Dealer
artículos acerca de AA en general y, en particular, acerca de AA en Cleveland.

Junto con estos artículos, se publicaron exhortaciones editoriales que decían en efecto:
"AA es bueno y funciona. Vengan y aprovéchenlo." De nuevo el diluvio. El pequeño
grupo de Cleveland se vio inundado. Afortunadamente, logró sobrevivir y, pasados unos
cuantos meses, el número de miembros del grupo había ascendido a centenares. A
principios del año 1939, Alcohólicos Anónimos tenía menos de cien miembros, a fines
del año tenía más de ochocientos.

En febrero de 1940, tuvimos otro fuerte empuje, en esta ocasión como consecuencia de
la famosa cena del Sr. Rockefeller, en la que nos presentó a sus amigos y puso AA ante
los ojos del mundo. Otra vez, la prensa hizo un trabajo espectacular; esta vez, muchos
periódicos, incluyendo los diarios sensacionalistas, publicaron buenos comentarios
acerca de nosotros, y las grandes agencias telenoticieras llevaron las crónicas a todas
partes del mundo. En doce meses, el número de miembros de AA pasó de ochocientos a
más de dos mil.

En la primavera de 1941, se volvió a representar el mismo drama, pero a una escala


mucho mayor. El Sr. Curtis Bok, propietario del Saturday Evening Post, al haber visto
los trabajos de AA en Philadelphia, recomendó a la redacción que le encargara a Jack
Alexander hacer un reportaje acerca de AA que aparecería como crónica principal.
Cuando se publicó el artículo de Jack, nos inundó una catarata de solicitudes de ayuda.
Dos años más tarde, AA tenía diez mil miembros.

En el corto período de cuatro años, este pequeño grupo de amigos, contando nuestra
historia al público norteamericano, había contribuido a centuplicar el número de
nuestros miembros, había convertido a AA en una institución nacional, y había sentado
las bases sobre las cuales nuestra Sociedad ha ido creciendo tan robustamente desde
entonces.

Hoy en día, nuestros amigos de la prensa, la radio y la televisión forman una legión. En
nuestra Sede hemos contratado a un servicio de recortes de prensa. Cada semana los
recortes que nos envían sirven para contarnos de forma gráfica la historia de todo lo que
han hecho y dicho estos amigos. Ellos inyectan en nuestras arterias mundiales una
corriente sin fin y siempre creciente de sangre vivificadora.

Aunque la comunicación verbal y el contacto personal nos han traído muchos


principiantes, no debemos olvidar nunca que la mayoría de nosotros debemos nuestra
primera oportunidad de recuperación a nuestros amigos de los medios de comunicación
- leímos, o escuchamos, o vimos algo. Gracias a ellos, AA tiene ahora más de 200,000
miembros activos.

A veces oímos a algunos miembros quejarse de la prensa, como si nos estuviera


explotando, para tener sus historias y realizar sus ganancias. Dicen, "Bueno, estos
escritores se ganan bien la vida contando sus historias y las casas editoras disfrutan de
sus beneficios. No es nada de extrañar. No hacen sino su trabajo normal."

Sin embargo, la mayoría de nosotros nos damos cuenta de que tales aseveraciones son
solo una verdad a medias.
Casi todos los escritores y redactores que conocemos han ido mucho más allá del mero
ejercicio de su oficio o de su deseo natural de contar una historia conmovedora.

Hace años pedimos a toda la gente de los medios de comunicación que respetaran el
anonimato de nuestros miembros. Y esto fue pedirles mucho, porque la gran mayoría de
los periodistas no podían imaginar hacer sus trabajos sin poder publicar nombres
completos o fotos. Pero cuando les explicamos el porqué de nuestro anonimato - que no
nos atrevemos a permitir que 'los grandes personajes" florezcan entre nosotros - en
seguida se dieron cuenta de la situación; y desde entonces, han hecho todo lo posible
para adaptarse a nuestras necesidades, a pesar de verse frecuentemente tentados a
publicar los nombres de nuestros miembros de fama nacional. En unas cuantas
ocasiones, tales miembros han roto su anonimato deliberadamente; pero en estos casos
la prensa rara vez ha tenido la culpa. De hecho, los redactores a menudo han refrenado a
algunos AA, exageradamente ansiosos, que querían que el público supiera que eran
miembros de la Comunidad.

En su perseverante entusiasmo por AA, muchos de nuestros amigos han ido aún más
lejos. Se han comprometido personalmente a nuestra causa. Por ejemplo, Jack
Alexander llegó a ser un custodio de AA y nos ayudó mucho a resolver nuestros
problemas de literatura, y nunca perdió una oportunidad de apoyarnos, de viva voz o por
escrito.

Menos conocida es la relación que teníamos con Fulton Oursler. El suyo era un ilustre
ejemplo de dedicación personal a Alcohólicos Anónimos.

En 1944, se decidió que AA debería tener una revista mensual. En estas fechas, Fulton
ya tenía un conocimiento intimo de las operaciones de AA. Una persona bien conocida
suya había logrado una extraordinaria recuperación. En cuanto se enteró de nuestro
proyecto de publicar una revista, Fulton se ofreció como voluntario para ayudarnos y,
aunque nunca fue alcohólico, llegó a ser miembro de la junta editorial del Grapevine, y
uno de sus fundadores. Pagaba algunos de los gastos de la organización de su propio
bolsillo, nos aconsejaba, revisaba los manuscritos, y escribió un articulo para uno de los
primeros números de la revista al que puso el titulo "Los alcohólicos son gente
encantadora" [Título correcto: Charming is the Word for Alcoholics]. Más tarde, este
título era motivo de broma entre nosotros. Sonriendo, él nos decía que debería haber
sido "Algunos alcohólicos son gente encantadora."

En años posteriores, llegué a conocer muy bien a mi amigo Fulton. Nunca he visto un
hombre más atareado. No importa a qué hora se fuera a acostar, a no ser que tuviera una
pulmonía, no había nada que le impidiera estar en su despacho a las cinco de la mariana,
donde se quedaba escribiendo hasta las once. Pero a esta hora no había hecho más que
empezar su día; sus incontables amigos y actividades le mantenían ocupado hasta bien
entrada la tarde, y yo era quien a veces le tenía levantado hasta la medianoche.

AA se encontraba entonces en las tormentas de su adolescencia. Nuestra Sede acababa


de tomar forma y de hacerse cargo de sus responsabilidades. Necesitábamos consejos,
especialmente en cuanto a las relaciones públicas, y Fulton era la persona a quien yo
acudía frecuentemente. En esta época Fulton fue nombrado uno de los redactores jefes
de Reader's Digest, y la ayuda que nos prestaba pronto se veía reflejada en el gran
número de artículos que empezaron a publicar acerca de nosotros.
Entonces llegó el momento en que queríamos que Fulton sirviera como custodio de AA.
Ya que yo sabia lo cargado que él estaba de trabajo, vacilé mucho en pedírselo. Pero no
tenía por qué haberme sentido así, porque tan pronto como se lo pedí, se le iluminó la
cara y dijo, "Claro que sí. ¿Cuándo empiezo?" Fulton no podía asistir a todas nuestras
reuniones, pero siempre estaba a nuestra disposición. Recuerdo que una vez le
interrumpí en mitad de sus horas de trabajo para pedirle que nos ayudara a salir de un
apuro en el que nos encontrábamos con un productor cinematográfico de Hollywood.
Inmediatamente dejó lo que estaba haciendo y descolgó el teléfono. En menos de una
hora, me llamó para decirme que todo estaba resuello, y que no teníamos que
preocuparnos más.

Unos meses antes de su muerte, pasamos una tarde juntos. Entonces fue cuando me dijo
lo que AA había significado para él. Después de describir su juventud como una época
de orgulloso agnosticismo y sofisticación que le había llevado a un callejón sin salida,
pasó a contarme cómo le había afectado el ejemplo de AA; cómo había llegado
finalmente a unirse a una iglesia de su propia elección; y cómo estas dos influencias le
habían inspirado a escribir una historia bíblica, titulada "llie Greatest Stoiy Ever Told".
Me comentó que él había hecho por AA sólo una pequelia parte de lo que AA había
hecho por él, un no-alcohólico.

Estas y otras muchas experiencias con los hombres y mujeres de la prensa, la radio y la
televisión nos muestran claramente lo que ha significado su dedicación. Casi en todas
las ciudades donde hoy día crece AA, vemos a nuestros amigos de los medios de
comunicación seguir las huellas de Jack Alexander y Fulton Oursler.

Estemos eternamente agradecidos por todos estos mensajeros de buena voluntad. Y que
siempre seamos merecedores de su amistad.

En el frente del alcoholismo

Marzo de 1958

e dice que hay 4,500,000 alcohólicos en América. Hasta la fecha, AA ha ayudado a que
casi 250,000 de ellos logren su sobriedad; o sea, uno de cada veinte, o un 5% del total.
Este es un comienzo valeroso, lleno de significación y esperanza para aquellos que aún
sufren. Pero estas cifras nos muestran que sólo hemos hecho un módico progreso en este
gran problema de salud mundial. Hay millones que están todavía enfermos y otros
millones pronto lo estarán.

Estos datos sobre el alcoholismo deben darnos un buen motivo para pensar, y para ser
humildes. Sin duda podemos sentirnos agradecidos por toda agencia o método que
intenta resolver el problema del alcoholismo - ya se trate de la medicina, la religión, la
educación o la investigación. Debemos tener amplitud de mente ante todos esos
esfuerzos y ser comprensivos cuando fracasan los malaconsejados. Debemos tener
presente que durante años AA funcionaba según un método de "pruebas y tanteos."
Nosotros como miembros individuales de AA podemos y debemos trabajar con aquellos
que prometen tener éxito - aunque solo sea un éxito limitado.

Y no debemos permitir que nuestras particulares convicciones o prejuicios triunfen


sobre nuestro buen sentido y buena voluntad. Por ejemplo, muchos de nosotros creemos
que el alcoholismo es principalmente un problema espiritual. Por lo tanto, tenemos poca
paciencia con los bioquímicos que quieren convencernos de que los borrachos beben
porque se ven afligidos por un mal metabolismo. Igualmente, somos propensos a
enfurecernos al oír a los siquiatras descartar toda cuestión del bien y del mal e insistir
que el verdadero problema del alcohólico siempre tiene sus raíces en las obsesiones
neuróticas que adquirió inocentemente cuando era niño debido a la inadaptación
causada por los errores de sus padres. O al oír a los asistentes sociales decir que las
verdaderas causas del alcoholismo residen en defectuosas situaciones sociales, solemos
ponernos inquietos y responder: "¿A quién le importa cuáles puedan ser las causas? AA
puede ayudar a reponerse a los borrachos, sin meterse en todos esos detalles."

De forma parecida, algunos AA censuramos todas las tentativas terapéuticas, salvo la


nuestra. Señalamos ciertas clínicas o comités que han logrado hacer muy poco; nos
quejamos de las inmensas sumas de dinero malgastadas por agencias privadas y
agencias del estado. Nos valemos del caso de toda droga experimental que no da buenos
resultados para hacer críticas virulentas. Menospreciamos los esfuerzos que hacen los
hombres y mujeres de la religión para tratar con nosotros los borrachos. Creemos que
una sólida educación sobre el alcohol es una buena cosa. Pero al mismo tiempo somos
propensos a creer que en este campo, AA - aunque sea de forma indirecta - está
haciendo la mayor parte del trabajo.

Puede que esto parezca ser una confesión de los pecados de AA y, hasta cierto punto, lo
es. Es también una confesión de que, en alguna u otra ocasión, yo he sostenido algunas
de estas miopes opiniones y prejuicios. Pero me apresuro a añadir que todo lo que acabo
de decir se aplica mucho más al pasado de AA que a la Comunidad de hoy día.

Hoy en día, la gran mayoría de nosotros recibimos de buen grado cualquiera nueva luz
que se pueda arrojar sobre la aflicción misteriosa y desconcertante del alcohólico. No
nos importa mucho la procedencia de estos nuevos y valiosos conocimientos, ya sea que
provengan de un tubo de ensayo, del sofá de un siquiatra o de estudios sociológicos
reveladores. Nos agrada cualquier tipo de educación que facilite información precisa al
público y cambie su acostumbrada actitud para con el borracho. Cada vez más
consideramos a todos tos que trabajan en el campo del alcoholismo como nuestros
compañeros en la marcha desde la oscuridad hacia la luz. Nos damos cuenta de que
podemos realizar juntos lo que nunca podríamos lograr separados y en rivalidad.

Preocupado por AA y todos sus asuntos, debo confesar que he dedicado poco tiempo a
pensar en el problema global del alcoholismo. Pero silo puedo vislumbrar, y me gustaría
compartir con ustedes lo que vislumbro.

Consideremos los 4,500,000 borrachos que hay en América. ¿En qué situación están
ahora? ¿Qué se está haciendo y qué se puede hacer por ellos? ¿Y por la siguiente
generación - otros 4,000,000 que aún son niños y adolescentes? Excepto por lo que AA
pueda hacer, ¿han de ser víctimas también?
Empecemos por el punto más bajo. Nuestras instituciones siquiátricas están inundadas
de gente con lesiones cerebrales y gravemente sicopática. Alguno que otro consigue
volver a integrarse en la sociedad, pero no muchos. La mayoría ya han llegado a un
punto del que no pueden volver atrás. Su mejor esperanza es pasar al otro mundo. Sin
embargo, futuras investigaciones sobre su condición pueden ampliar nuestros
conocimientos acerca de la prevención para el beneficio de los que se están
aproximando al borde del abismo. También se puede encontrar una gran cantidad de
alcohólicos en las prisiones. Puede que el alcohol les metiera directamente en los líos
por los que están allí, o puede que tuvieran que beber a fin de poder entregarse a sus
obsesivas inclinaciones para cometer los crímenes. Aquí se ve una clara necesidad de
investigaciones científicas - médicas, siquiátricas y sociales. AA no puede hacer esta
tarea, pero hay otros que ya han hecho un buen comienzo.

Todas las grandes ciudades tienen sus barrios bajos. Sin duda tiene que haber varios
cientos de miles de los llamados borrachos perdidos. Algunos están tan sicóticos y tan
trastornados que su único destino es el manicomio. El resto de estos incontables
hombres y mujeres suelen encontrarse en los cuarteles de la policía, los juzgados, las
cárceles y los hospitales. Lo que ellos pagan en sufrimiento es incalculable; lo que la
sociedad paga, únicamente en dinero, es enorme. Multitudes de estas personas, que
todavía no son consideradas locas por la ley, se ven condenadas a vagar de un lado a
otro sin esperanza. ¿Hay algo que se pueda hacer? Es muy probable que si. Tal vez se
les puede trasladar a unas granjas donde en una especie de "cuarentena" pueden hacer
suficiente trabajo para mantenerse a si mismos, mejorar de salud, y ahorrar a sus
respectivas ciudades grandes sumas de dinero y grandes molestias. Este y otros
experimentos parecidos han empezado a ofrecer mucha más esperanza a los habitantes
de los barrios bajos. Los miembros de AA están ayudando, pero la mayor parte del
trabajo y del dinero tendrá que venir de otros sitios.

Consideremos ahora los millones de alcohólicos que aún no han llegado a las prisiones,
los manicomios o los barrios bajos. Se dice que ellos constituyen la gran mayoría. En
este momento, AA parece ser su mejor esperanza de recuperación. Entonces, ¿por qué
no han acudido a nosotros todos esos millones? O, ¿por qué no han tratado de
recuperarse por cualquier otro método?

Cualquier miembro de AA puede darte una respuesta rápida y precisa. "No están listos.
No se dan cuenta de lo enfermos que están. Si lo supieran, vendrían en tropel buscando
tratamiento, como si tuvieran diabetes o cáncer." Por lo tanto, el problema es cómo
exponerles los hechos que les convenzan que están gravemente enfermos.

Más que nada, la solución parece estar en la educación - educación en las escuelas, en
las facultades de medicina, entre los clérigos y los patrones, en las familias y del público
en general. Desde la cuna hasta la tumba, el borracho y el posible alcohólico tendrán
que encontrarse en un ambiente de comprensión profunda y auténtica y expuestos a un
continuo bombardeo de información: los hechos acerca de su enfermedad, sus síntomas,
y su fatídica gravedad. ¿Por qué debe esperar un alcohólico hasta cumplir los 55 años y
estar horriblemente destrozado para enterarse de que es una persona muy enferma si,
con la apropiada educación, se le podría haber convencido a los 30 ó 35 años?

La historia nos ha enseñado que ni el sermonear ni el moralizar ni otros intentos


parecidos para reformarlos, sean cuales sean sus diversos méritos, han causado mucha
impresión a los alcohólicos en general. Pero en años recientes, la educación objetiva
sobre las realidades de la enfermedad ha dado resultados muy prometedores. Ahora
vemos llegar a AA una gran cantidad de gente joven, como consecuencia directa de la
más generalizada difusión de información sobre la enfermedad.

Los AA hemos hecho bastante trabajo en este aspecto educativo, y algunos amigos fuera
de AA han hecho aun más. Como consecuencia, en este mismo momento casi medio
millón de borrachos en los Estados Unidos están intentando recuperarse - o al menos
pensando seriamente en hacerlo - por su propia cuenta, o por medio de algún
tratamiento. Tal vez este cálculo es un poco elevado, pero no es ni mucho menos una
fantasía. Una buena educación acerca del alcoholismo - y cada vez más amplia y
generalizada - tendrá sin duda un gran impacto.

El impacto de la educación no solo se verá reflejado en la cantidad de personas bajo


tratamiento, sino aun más en el aspecto preventivo. Esto quiere decir educación objetiva
acerca de los hechos, presentada apropiadamente a los niñas y a los adolescentes, en el
hogar y en la escuela. Anteriormente, una gran parte de la educación consistía en atacar
la inmoralidad de beber en lugar de la enfermedad del alcoholismo.

Los AA podemos hablar acerca de este asunto con gran convicción. La mayoría de
nuestros hijos se han visto trastornados emocionalmente par nuestro comportamiento
alcohólico, y se encuentran claramente 'inadaptadas." Muchos de ellos ya deberían de
haberse convertido en bebedores problemas. Pero no han hecho tal cosa. El
alcoholismo, a el posible alcoholismo, rara vez se ve entre los hijos de padres que son
miembros de AA. Pero nunca les prohibimos beber, ni les sermoneamos silo hacen.
Simplemente aprenden parlo que ven y parlo que oyen que el alcoholismo es un asunto
espantoso y que si beben, tienen una probabilidad entre quince de contraer la
enfermedad del alcoholismo. La mayoría de ellos no beben nada en absoluto. Otros
beben con moderación. Las demás, después de meterse en algunos líos funestos, son
capaces de dejar de beber y la hacen rápidamente. Esto parece ser la forma más eficaz
de educación preventiva.

Por lo tanto, es totalmente posible que muchos de estos métodos y actitudes de AA se


pueden aplicar a todos los niños.

¿Quién se va a encargar de hacer toda este trabajo educativo? Obviamente, es tanta una
tarea para la comunidad cama para las especialistas. Individualmente, las AA podemos
ayudar, pera AA como tal no puede, y no debe, intervenir directamente en este campo.
Por lo tanto, tenemos que contar can otras agencias, can nuestros amigos de afuera y can
su buena disposición de dedicar grandes cantidades de dinero y esfuerzo - los cuales,
con mayor eficacia que nunca, encaminarán al alcohólico al tratamiento y evitarán el
desarrolla de la enfermedad en millones de niños predispuestos, quienes, de otra forma,
seguirían el camino tan bien conocida par nosotras.

Como el siguiente fragmento de la historia de AA demuestra, se han hecha grandes y


muy prometedores progresas fuera de AA, en el campo de la investigación, del
tratamiento, de la rehabilitación y la educación. Dio la casualidad de que ya era testigo
de las inicias de las métodos modernas en estas esferas. A continuación les contaré lo
que vi:
Tengo vivas recuerdas del Dr. H.W. Haggard del cuerpo docente de la Universidad de
Yale. En 1930, cuatro años antes de que yo lograra mi sobriedad, este excelente médico
se estaba preguntando de qué sufrían las borrachas. Quería emprender una investigación
- al principia un proyecta experimental de laboratorio para determinar si acaso tuvieran
una bioquímica peculiar. A algunos de sus colegas, este proyecto les parecía tan risible
que el buen doctor no pudo conseguir ninguna subvención de la tesorería de Yale. No
obstante, el Dr. Haggard se sentía como un hombre con una misión. Contribuyó a
financiar el proyecto con dinero de su propio bolsillo, y pidió a sus amigos que hicieran
aportaciones. Logró lanzar la investigación y él y un asociado suyo, el Dr. Henderson,
se pusieron a trabajar.

Más tarde, en 1937, el Dr. Anton Carlson, renombrado fisiólogo, y un grupo de


científicos interesados formaron un organismo subsidiario llamado el Consejo de
Investigaciones Sobre los Problemas del Alcohol. Algunos de los primeros AA
neoyorquinos asistimos a sus reuniones - a veces para darles ánimo y a veces, confieso,
para abuchear. (Los AA de esa época creían que tenían un monopolio en el tratamiento
de los borrachos.)

En esos días, se integró en el Consejo de Investigaciones una persona muy enérgica, el


Dr. E.M. Jellinek. No era doctor en medicina; pero era "doctor" en casi todo lo demás.
Aprender todo acerca de los borrachos no era sino un asunto de ponerse al día en sus
lecturas atrasadas. Por prodigio de erudición que fuera, no obstante, era un hombre muy
popular con nosotros los alcohólicos. Le llamábamos un "alcohólico seco," porque se
podía identificar tan fácilmente con nosotros. Incluso su apodo era muy simpático - su
padre húngaro le llamaba "Bunky," que en ese idioma significa "rabanillo." El
"rabanillo" se puso a trabajar en seguida.

Con el tiempo, Bunky y el Dr. Haggard aunaron sus esfuerzos y en 1940 empezaron a
publicar el Quarterly Journal of Studies on Alcohol [Revista Trimestral de Estudios
sobre el Alcohol], dedicada a publicar artículos que abarcaban todo el campo de
estudios e investigaciones acerca del alcohol. Esta empresa resultó en una estrecha
asociación y colaboración entre el Dr. Jellinek y el Dr. Haggard.

En 1943, el Dr. Haggard y Bunky organizaron la Escuela de Yale para Estudios sobre el
Alcohol. Se dieron cuenta de que un laboratorio y una revista técnica no podían llegar
muy lejos a no ser que se encontrara una audiencia más amplia. Se propuso la idea de
que cualquier persona que tuviera algo que ver con los borrachos o con el problema del
alcohol debería estar representada en la escuela.

Un grupo curiosamente variado se reunió en las primeras sesiones. Me acuerdo muy


bien del venerable Sr. Colvin, el que solía presentarse como candidato para presidente
por el Partido Prohibicionista. Al otro extremo de la opinión violenta se encontraban
algunos representantes de la industria del licor. Entremedias había unos cuantos
clérigos, asistentes sociales, jueces, policías, oficiales de libertad condicional,
educadores, y una cierta cantidad de nosotros los borrachos. Cada cual tenía su propio
interés personal y sus propias convicciones rígidas. Los dos campos opuestos casi no se
hablaban. Cada facción quería que nosotros los alcohólicos estuviéramos de acuerdo
con ellos. Esto era muy halagador, pero naturalmente nosotros seguimos el rumbo
independiente, y no estábamos de acuerdo con casi nadie.
De esta mezcla tan poco prometedora, los doctores Haggard y Jellinek tuvieron que
llegar á conseguir un concierto. Hubo que convencer a los anti-prohibicionistas de que
no se podía esconder el problema debajo de la cama; ni tampoco podían los
prohibicionistas seguir atemorizando, mostrando un hígado podrido a cada uno de los
bebedores. Y nosotros los AA teníamos que ver la enormidad del problema global del
alcohol y encarar el hecho de que probablemente no íbamos a hacer que todo el mundo
dejara de beber de la noche a la mañana. La escuela contribuyó con los resultados de sus
investigaciones, y los demás contribuyeron con lo que tenían, o creían tener, y
finalmente Bunky nos hizo ver que teníamos que enfrentamos juntos a los hechos reales
y además hacerlo de una manera amistosa. Fue un toque maestro de diplomacia; fue
quizás la primera vez que se logró abordar, con amplias miras y gran tacto y
sensibilidad, el problema del alcohol en los Estados Unidos.

En el año siguiente, 1944, hubo dos acontecimientos de la más alta significación. El


grupo de Yale abrió una clínica que tendría un gran número de borrachos vivos para
servir como sujetos de sus tratamientos experimentales y en quienes basar sus
investigaciones. Ray McCarthy, el primer administrador de la clínica, pasó sudores
probando el método clínico con el primer grupo de alcohólicos.

Luego se presentó Marty. Como pionera de AA, se daba cuenta de la necesidad de


cambiar las actitudes del público, que habría de hacer saber a la gente que el
alcoholismo era una enfermedad, y que se podría ayudar a los alcohólicos. Ella formuló
un plan para crear una organización que realizara un programa vigoroso de educación
pública y que estableciera comités compuestos por ciudadanos en todas partes del país.
Me sometió su plan. Me sentía entusiasmado, pero creía que sería necesario tener el
respaldo de la comunidad científica, así que remitimos el plan a la atención de Bunky, y
él vino a reunirse con nosotros. Nos dijo que, a su parecer, el plan era acertado y bien
razonado y que había llegado ya la hora propicia, y estaba de acuerdo conmigo en que
Marty era la persona más apropiada para hacer el trabajo.

Originalmente financiada por el incansable Dr. Haggard y sus amigos, Marty emprendió
su gran labor. Aunque el espacio no me permite hablar en detalle acerca de los
magníficos logros de Marty y sus asociados, miembros del actual Consejo Nacional
Sobre el Alcoholismo, puedo manifestar mi convicción de que no existe otra agencia
que haya hecho más para educar al público, ampliar las posibilidades de hospitalización,
o poner en marcha tantos y tan diversos proyectos constructivos. Claro está que el
consejo ha pasado por muchos dolores de crecimiento, pero hoy día los resultados del
CNA atestiguan su eficacia de forma elocuente.

En 1945, el Dr. Selden Bacon, eminente sociólogo, fue nombrado coordinador de la


Comisión Sobre el Alcoholismo de Connecticut, el primer programa sostenido con
fondos estatales. Esta primera colaboración se realizó como consecuencia directa del
trabajo del Dr. Bacon y el grupo de Yate. Desde entonces, nuestro amigo Selden ha
contribuido con su inmensa energía y su más aguda perspicacia al beneficio de nosotros
los alcohólicos.

No cabe duda de que él es una de las mayores autoridades que conocemos en el campo
de la sociología.
Me gustaría muchísimo poder mencionar a otros muchos amigos dedicados de esa época
pionera y dilatarme sobre sus aportaciones. Otros nuevos amigos les han seguido desde
entonces y hoy día son una legión. A todos ellos les expreso la gratitud eterna de
Alcohólicos Anónimos.

Sus esfuerzos conjuntos, a menudo suscitados por los AA, han dado multitud de frutos:
Cuatro universidades ahora tienen programas basados en el modelo de Yate. Tres mil
hospitales, privados y públicos, han abierto sus puertas a los alcohólicos. Hemos visto
un cambio revolucionario en la actitud de la industria hacia sus empleados. Las
instituciones carcelarias, la policía y los jueces han cobrado un nuevo ánimo.
Numerosos comités de ciudadanos se han puesto a atacar el problema global en sus
varias comunidades. Más de treinta estados de los EE.UU. y la mayoría de las
provincias de Canadá tienen programas de rehabilitación y tratamiento. Muchos grupos
de clérigos se han puesto a educar a sus colegas. Se están haciendo importantes
progresos en la investigación y el tratamiento siquiátricos. Los experimentadores
trabajan en sus laboratorios con gran optimismo. La Asociación Médica Norteamericana
ha reconocido oficialmente el alcoholismo como una enfermedad crónica, y ha
establecido un subcomité sobre el alcoholismo. Las facultades de medicina han
empezado a incluir cursos sobre el alcoholismo en su plan de estudios. Con el acicate de
Bunky, la Organización Mundial de la Salud está llevando todas estas buenas noticias a
todas partes del mundo. Se están modernizando los libros de textos de las escuelas. La
prensa, la radio y la televisión están emitiendo diariamente toneladas de información
con el fin de educar al público en general. Todo esto ha venido ocurriendo durante los
veinte y ocho años que han pasado desde que el Dr. Haggard decidió ponerse a
determinar el porqué del carácter alcohólico.

Cada uno de estos pioneros en el campo general dirían generosamente que si no hubiera
sido por la prueba concreta de la recuperación en AA, no podrían haber seguido con sus
trabajos. AA era la estrella polar de esperanza y ayuda que les mantuvo en ello.

Por lo tanto, trabajemos en cooperación con todos estos proyectos prometedores para
acelerar la recuperación de aquellos millones de personas que aún no han encontrado
una solución. Esta diversas obras no tienen necesidad de nuestro aval; sólo necesitan
que les echemos una mano cuando, como individuos, podamos hacerlo.
Sección

Otros escritos

de este período

Un tributo al Canadá

Mayo de 1951

xpresamos a Canadá nuestras felicitaciones y nuestra gratitud; no hay en el mundo un


mejor representante del movimiento de AA. Esta extensa Sociedad nuestra tiene la
extraña cualidad de ser igual en todas partes y, no obstante, muy diferente y distintiva
en cada lugar. Los AA somos todos completamente parecidos, ya sea que se nos
considere por regiones o por naciones. Y así es como debe ser.

Todos nuestros miembros que vuelven de viaje del Canadá comentan que trajeron de
este país mucho más de lo que se llevaron allí.

Tampoco debemos olvidar que Canadá ha contribuido tanto al feliz éxito actual que
gozan los grupos familiares de AA [ahora conocidos como Al-Anon] y al favor que se
han ganado de los que escuchamos sus testimonios en Cleveland el pasado verano. Ni
tampoco se desvanecerá nunca el luminoso recuerdo de aquel día en Montreal en que
Lois y yo oímos rezar el padrenuestro en francés y en inglés - en nuestra reunión
bilingüe.

Estamos enormemente agradecidos por las buenas amistades que trabamos desde
Halifax hasta Vancouver; todos son siempre parecidos; trabajadores dedicados que van
tejiendo la tela que es AA hoy día - y la que será mañana.

Les presento a nuestros custodios


no-alcohólicos

Noviembre de 1951

or qué tiene la Fundación Alcohólica de AA tres miembros no- alcohólicos en su junta?


¿Qué es lo que hacen, y cómo llegaron a estar allí? Hay algunas muy buenas respuestas
a estas preguntas tan frecuentes.

Todo empezó así. Años atrás, en 1937, creíamos que nos hacía falta mucho dinero.
Consideramos la posibilidad de meternos en el negocio de los hospitales y la de enviar
al mundo cierta clase de misioneros pagados de AA. Aun con más seguridad,
tendríamos que publicar un libro. Ya que no teníamos una cantidad de dinero suficiente
para hacerlo, tuvimos que buscarlo por otras partes. Estas necesidades, reales (e
imaginarias), nos lanzaron a la búsqueda de personas no-alcohólicas que tuvieran
dinero. O que nos lo pudieran conseguir.

Muchos me han oído contar la historia de cómo, por los buenos oficios de mi cuñado, el
Dr. Leonard V. Strong, llegamos a conocer al Sr. Willard S. Richardson, uno de los
mejores amigos que AA jamás pueda tener. En el apuro en que nos encontrábamos, este
hombre nos representaba una segura y luminosa esperanza, porque era un asociado y un
intimo amigo del Sr. John D. Rockefeller, Jr. Tomó un vivo e inmediato interés en
nosotros. Nos sentíamos convencidos de que todos nuestros problemas económicos se
habían solucionado. Providencialmente, no iba a ser así. No obstante, el Sr. Richardson
en seguida reunió a algunas personas no-alcohólicas que compartían su entusiasmo por
lo que nosotros estábamos haciendo. Esos amigos de los tiempos primeros, Dick
Richardson, Leonard Strong, Frank Amos, A. LeRoy Chipman y Albert Scott sin duda
aparecerán en un lugar destacado en cualquier futura historia de Alcohólicos Anónimos
que se escriba.

No obstante, al principio estos hombres nos hicieron sentir algo decepcionados. No


estaban tan convencidos de que tuviéramos necesidad de grandes cantidades de dinero -
opinión que el Sr. John D. Rockefeller sostendría aun más tenazmente cuando más tarde
acudiéramos a él. Poco sospechábamos que la sabiduría de estos nuevos amigos iba a
salvar a Alcohólicos Anónimos del profesionalismo y de los peligros de la gran riqueza.

Sin embargo, en la primavera de ~938, la mayoría de nuestros nuevos patrocinadores


llegaron a la conclusión de que un poco de dinero nos vendría bien sin hacemos ningún
mal. Ya se habían esfumado todas nuestras grandiosas ideas de tener hospitales y
misioneros, pero seguíamos convencidos de que deberíamos publicar un libro que
tratara de la experiencia de la recuperación. Ese mismo año, en fechas anteriores, el Sr.
Rockefeller había contribuido con algún dinero para ayudar personalmente al Dr. Bob y
a mí. Pero ya podíamos ver el fin de esos fondos. Para llevar a cabo el proyecto del
libro, íbamos a necesitar más dinero.

Este fue el momento en que la Fundación Alcohólica tomó forma. En mayo de 1938, se
redactó y se legalizó un acuerdo fideicomisario. Los hombres anteriormente
mencionados, con excepción de los Srs. Scott y Rockefeller, fueron nombrados
custodios. Ya contábamos con su buen criterio y su interés constante. Además, AA tenía
una necesidad urgente de amigos que no vacilaran en decir ante el público en general
exactamente lo que pensaban de nosotros, como lo haría el Sr. Rockefeller dos años más
tarde.

Tengo un muy gracioso recuerdo de aquellos días del establecimiento de la 7


Fundación. Ninguno de los miembros alcohólicos de la recién compuesta junta

se sentía seguro de poder mantenerse sobrio. ¿Quién, entonces, vigilaría sobre nuestro
dinero si todos los borrachos se emborracharan? Teniendo en mente esta posible
catástrofe, agregamos al acuerdo fideicomisario la disposición de que el número de no-
alcohólicos en la junta siempre debería exceder en uno al número de alcohólicos. Por si
acaso.

Durante el verano de 1938, armados con las mejores recomendaciones, fuimos


solicitando dinero para nuestra nueva y resplandeciente Fundación. Nuestras tentativas
no tuvieron resultado alguno. Por lo tanto, en el Otoño del mismo año, bajo el nombre
de Works Publishing, Inc., los alcohólicos de Nueva York, unos 49 en total, recogimos
fondos para la publicación del libro de AA. La Fundación misma casi no tendría ningún
dinero hasta 1940, cuando el Sr. Rockefeller celebró su muy afamada cena para
Alcohólicos Anónimos, la cual produjo para la Fundación unas aportaciones de $3,000
al año durante un plazo de cinco años. Posteriormente, la familia Rockefeller nos hizo
un préstamo suficiente como para reembolsar a los accionistas, logrando así que el libro
se convirtiera en propiedad exclusiva de la Fundación. Esta fue casi la única aportación
de dinero que la Fundación recibió de fuentes ajenas.

En este mismo momento, el carácter de la Fundación empezó a cambiar. Después de la


adquisición del libro, los custodios se han hecho cargo sucesivamente de las relaciones
públicas de AA, la administración de las contribuciones para el mantenimiento de la
Oficina General y, en años recientes, del Grapevine de AA, originalmente establecido
como empresa separada por unos AA neoyorquinos con experiencia e interés
periodísticos.

Así que se ve claramente la evolución de este organismo que, en su comienzo, no era


sino un simple comité establecido con el fin de ayudarnos a desenvolvemos al Dr. Bob y
a mí, y que se ha convertido, desde entonces, en una junta de servicio de AA y
guardiana administrativa de sus asuntos principales. La junta, que originalmente sólo se
encargaba de nuestros problemas financieros, ahora se ocupa principalmente de
cuestiones de política general y de la administración de los negocios de la Oficina
General de AA y del AA Grapevine.

Nos es fácil olvidar lo aislada que está la Fundación de los grupos de AA en general,
una circunstancia que persistía hasta el pasado mes de abril, cuando se estableció la
Conferencia de Servicios Generales. Y esta entidad sólo se reunirá una vez al año. A
pesar de su única y aislada condición, los no-alcohólicos han demostrado, una y otra
vez, el inmenso valor que tienen para AA. Debido a su posición desinteresada e
imparcial, suelen mostrar un criterio más equilibrado que nosotros, los alcohólicos
volubles y llenos de prejuicios. No sólo han estabilizado las operaciones de la Sede, sino
que, en diversas ocasiones, han salvado a la Fundación del desastre. ¿Qué mayor
homenaje podríamos rendirles?

Saludemos, entonces, a nuestros custodios no-alcohólicos, quiénes son:


Jack Alexander, autor del articulo publicado en 1941 en el Saturday Evening Post, que
convirtió AA en una institución nacional, y sirvió para liberar a miles. Cuánto cariño le
tenemos a nuestro Jack.

Frank Amos, publicista y propietario de un periódico, residente ahora en Cambridge,


Ohio. Siempre nos sentiremos agradecidos por su constante interés y el paciente consejo
que nos ha dado desde los primeras días.

A. Leroy Chipman, asociado del Sr. Rockefeller, y uno de los primeros miembros de la
junta; atento y concienzudo tesorero. Su gran dedicación a nuestra causa debe ser más
ampliamente conocida y apreciada.

Frank Gulden es un recién llegado a la Fundación. Destacado participante en los asuntos


de su parroquia, es miembro de la junta del Hospital San Juan (que trabaja en estrecha
cooperación con los AA de Brooklyn) y propietario de la bien conocida empresa de
productos alimenticios que lleva su nombre. Nos consideramos afortunados por poder
contar con su gran discernimiento.

El Dr. John Norris, jefe del cuadro médico de la Compañía Eastman Kodak, se integró
recientemente en la junta. El Dr. Norris tiene una muy buena reputación en el campo de
la medicina industrial. Tiene una comprensión y unos conocimientos extraordinarios de
los alcohólicos. A él se le debe la relación magnífica que existe hoy entre Eastman
Kodak y Alcohólicos Anónimos.

Fulton Oursler es redactor jefe del Reader's Digest. Es de renombre mundial como autor
y experto en relaciones públicas. Miles de los AA han leído su libro The Greatest Story
Ever Told. AA no tiene partidario más ardiente ni más encantador que Fulton.

Bernard Smith es presidente de la junta de la Fundación, un bien conocido abogado


corporativo y un amigo de gran previsión e inmensa buena voluntad. Ha merecido
nuestra gratitud eterna por su infatigable apoyo a la idea de la Conferencia de Servicios
Generales desde el momento en que se propuso.

El Dr. Leonard V. Strong sirvió como nuestro intermediario con el Sr. Willard
Richardson, conexión que conducía a la creación de la Fundación. Casi desde el
principio ha ocupado el puesto de secretario. Nadie ha asistido a más reuniones, ni se ha
esforzado más diligentemente que Leonard para conseguir que la Fundación sea lo que
es hoy en día. Por casualidad, es mi cuñado. En los últimos días de mi carrera de
bebedor, la inquebrantable confianza que este hombre tenía en mi y las atenciones
médicas que me prestaba, con toda probabilidad me salvaron la vida.

El Sr. Willard Richardson es custodio emérito. Todos los que servíamos con él, tenemos
afectuosos recuerdos de este buen amigo, ahora jubilado, quien infundía a las
actividades de la junta desde sus primeros días una prodigiosa sabiduría y espiritualidad.
A espaldas suya, le llamamos "Tío Dick," lo cual es una clara indicación de nuestros
sentimientos.

Leonard V. Harrison - no podemos terminar la lista sin mencionarlo. Leonard sirvió


como presidente de la Fundación durante aquellos años inciertos de la adolescencia de
AA, cuando todos nos estábamos estremeciendo por temor a que las fuerzas que
amenazaban con desgarrarnos salieran ganando. En esa época de presiones tremendas,
nuestro amigo al timón, con mano segura, nos evitaba chocar contra muchos escollos.
Aquí le expresamos nuestro agradecimiento perpetuo.

Ahora ustedes conocen a nuestros custodios no-alcohólicos. Sin ellos, ¿dónde estaría
AA hoy día? Yo, por lo menos, prefiero no contemplarlo.

Un fragmento de la historia:

El origen de los Doce Pasos

Julio de 1953

os AA nunca dejan de preguntar: "¿De dónde vinieron los Doce Pasos?" A fin de
cuentas, es probable que nadie lo sepa. No obstante, tengo tan vivos recuerdos de
algunos de los acontecimientos que contribuyeron a su formulación que parece que
hubieran ocurrido ayer.

En cuanto al factor humano, hubo tres principales fuentes de inspiración de los Pasos -
los Grupos Oxford, el Dr. William D. Silkworth del Hospital Towns, y el renombrado
sicólogo William James, hombre que algunos llaman el padre de la sicología moderna.
La historia de cómo llegaron a confluir estas diversas corrientes de influencia y de cómo
desembocaron en la redacción de nuestros Doce Pasos es muy impresionante y, en
parte, verdaderamente increíble. Muchos de nosotros recordamos los Grupos Oxford
como un movimiento evangélico moderno que florecía en la década de los 20 y a
principios de los años 30, bajo la dirección del Dr. Frank Buchman, antiguo pastor
luterano. Los Grupos Oxford de aquel entonces recalcaban la importancia del trabajo
interpersonal de un miembro con otro. El Duodécimo Paso de AA tuvo su origen en esta
práctica vital. El pilar moral básico de los "G.O." era la honradez absoluta, la pureza
absoluta, la generosidad absoluta y el amor absoluto. Además practicaban un tipo de
confesión que llamaban "compartimiento"; al hacer enmiendas por los daños que habían
causado le llamaban "restitución." Tenían una profunda convicción del valor de su
"tiempo callado," una meditación a la que se dedicaban tanto los grupos como los
miembros individuales, para buscar la orientación de Dios en todos los aspectos,
grandes y pequeños, de su vida.

Estas ideas básicas no eran nada nuevas; y se podrían haber encontrado en otros lugares.
Pero para nosotros, los primeros alcohólicos que nos pusimos en contacto con los
miembros de los Grupos Oxford, el elemento decisivo era el que dieran un énfasis tan
pronunciado a estos principios particulares. Y lo que nos servía bien era el hecho de que
los miembros de los Grupos Oxford hacían grandes esfuerzos para no inmiscuirse en las
opiniones religiosas personales de nadie. Su sociedad, al igual que la nuestra en años
posteriores, se daba cuenta de la necesidad de ser estrictamente no sectaria.
A fines del verano de 1934, mi muy querido amigo y antiguo compañero de clase,
Ebby, se unió a esta buena gente y, en seguida, logró su sobriedad. Por ser alcohólico, y
además un poco testarudo, él no quedó convencido de todas las ideas y actitudes del
Grupo Oxford. No obstante, le había impresionado mucho su sinceridad profunda, y se
sentía muy agradecido por sus atenciones que, por el momento, le habían quitado su
obsesión de beber.

Al llegar a Nueva York al finales del otoño de 1934, enseguida pensó en mí. Un día
sombrío de noviembre, me llamó por teléfono y, al poco rato, estaba sentado,
mirándome desde el otro lado de la mesa de nuestra cocina en la calle Clinton n0 182, de
Brooklyn. Según recuerdo, mientras conversábamos, él hacia reiterado uso de tales
frases como: "Me di cuenta de que no podía dirigir mi propia vida"; "Tuve que ser
sincero conmigo mismo y con otro ser humano"; "Tuve que hacer restitución a quienes
yo había causado daño"; "Tuve que rezar a Dios para que me diera orientación y
fortaleza, aunque no estaba seguro de que Dios existía"; "Y después de haberme
esforzado diligentemente por hacer estas cosas, descubrí que se me había quitado el
ansia de beber alcohol." Y luego, repetidas veces, Ebby me decía: "Bill, no se parece en
absoluto a hacer una promesa solemne de dejar de beber. No luchas contra el deseo de
beber - te encuentras liberado del deseo. Nunca en mi vida me había sentido así."

Esta era la esencia de lo que Ebby había aprendido de sus amigos del Grupo Oxford y
me había comunicado ese día. Aunque esas simples ideas no eran nada nuevas, causaron
en mi un impacto colosal. Hoy en día, nos damos cuenta del porqué - un alcohólico
estaba hablando con otro, como nadie más puede hacerlo mejor.

Dos o tres semanas más tarde, el 11 de diciembre para ser preciso, llegué
tambaleándome al Hospital Charles B. Towns, ese renombrado emporio de
desintoxicación, situado en la avenida Central Park West de Nueva York. Ya yo había
pasado tiempo allí, así que conocía y amaba al médico supervisor - el Dr. Silkworth. Era
quien al poco tiempo iba a contribuir con una importantísima idea, sin la cual AA nunca
podría haber tenido éxito. Ya hacía años que él manifestaba que el alcoholismo era una
enfermedad, una obsesión mental casada con una alergia corporal. Ya me había dado
cuenta de que así era mi caso. Además, me di cuenta de lo nefasta que podría ser la
unión de esos dos ogros. Huelga decir que yo anteriormente había esperado poder
contarme entre las muy pocas víctimas que de vez en cuando escapan de sus castigos.
Pero esta escasa esperanza ya se me había esfumado. Estaba a punto de tocar fondo. El
veredicto de la ciencia - la obsesión que me condenaba a beber y la alergia que me
condenaba a morir - iba a constituir el colmo. Tal era el papel que desempeñaría la
ciencia médica, personificada en ese benigno doctor. Esta verdad de doble filo, al ser
esgrimida por un alcohólico que estaba hablando con otro, era una almádena que podía
hacer añicos el duro ego del alcohólico y dejarlo expuesto a la gracia de Dios.

En mi caso, fue claramente el Dr. Silkworth quien blandía la almádena, mientras mi


amigo Ebby me comunicaba los principios espirituales y la gracia que, tres días más
tarde en ese mismo hospital, acabaron produciendo en mí un súbito despertar espiritual.
De inmediato yo sabia que era un hombre libre. Y esta asombrosa experiencia me vino
acompañada por una maravillosa certeza de que algún día multitud de alcohólicos
podrían conocer esa dádiva inapreciable que se me había otorgado.
En esa coyuntura, una tercera corriente de influencia entró en mi vida, mediante el libro
de William James, Las Variedades de la Experiencia Religiosa. Alguien lo había dejado
en mi habitación en el hospital. Después de tener mi experiencia repentina, el Dr.
Silkworth se había dedicado con pleno esmero a convencerme de que yo no estaba
alucinando. Pero William James hacía aun más. Me dijo que las experiencias
espirituales no solamente podían convertirnos en gente más cuerda, sino que podían
transformar a los hombres y las mujeres de manera que pudieran hacer, sentir y creer lo
que antes les había sido imposible. Poco importaba lo repentinas o paulatinas que
fueran; eran de una variedad casi infinita. Y el mayor beneficio mencionado en el libro
era el siguiente: En la mayoría de los casos descritos, los que se vieron transformados
eran personas desesperadas. En algún aspecto muy significativo de sus vidas, habían
experimentado un fracaso total. Pues, eso se aplicaba perfectamente a mi caso. Sumido
en un fracaso total, sin esperanza ni fe algunas, hice una súplica a un Poder Superior. En
efecto, había dado el Primer Paso del programa actual de AA - "Admitimos que éramos
impotentes ante el alcohol; que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables." Y había
dado también el Tercer Paso - "Decidimos entregar nuestras voluntades y nuestras vidas
al cuidado de Dios, como nosotros La concebimos." Así me vi liberado. Era así de
simple, y así de misterioso.

Estos descubrimientos me resultaban tan emocionantes que me uní inmediatamente a


los Grupos Oxford. Pero para su gran consternación, yo insistía en dedicarme
exclusivamente a los borrachos. Los del Grupo Oxford tenían dos motivos para sentirse
molestos. Primero, ellos querían salvar a todo el mundo. Segundo, habían tenido poca
suerte con los borrachos. En la época en que me uní al grupo, acababan de trabajar con
un grupo de alcohólicos con resultados muy descorazonadores. Corría el rumor de que
uno de estos borrachos impertinentemente había tirado un zapato por la costosa vidriera
de la iglesia episcopaliana, vecina de la Sede del G.O. Ni tampoco se tomaban a bien mi
reiterada declaración de que no se debería tardar mucho en conseguir que todos los
borrachos del mundo lograran su sobriedad. Con razón me decían que tenía todavía una
inmensa presunción.

Después de seis meses de enérgicos esfuerzos con veintenas de alcohólicos que yo


encontraba en un refugio del vecindario y en el Hospital Towns, empecé a sospechar
que los del Grupo Oxford tenían razón. Nadie había logrado su sobriedad por mis
oficios. En Brooklyn, nuestra casa siempre estaba llena de bebedores; a veces hasta
cinco borrachos vivían con nosotros. Un día, después de su trabajo, Lois, mi intrépida
esposa, llegó a casa para encontrar a tres de nuestros huéspedes bien achispados. Los
otros dos estaban en peor condición y metidos en una pelea violenta, dándose uno a otro
golpetazos con trozos de madera. Aunque tales acontecimientos atrasaban un poco mi
progreso, nunca perdí la convicción de que se podría encontrar el camino hacia la
sobriedad. Y había un claro resquicio de esperanza. Mi padrino, Ebby, seguía
precariamente manteniendo su sobriedad.

¿Por qué todos esos fracasos? Si Ebby y yo podíamos lograr nuestra sobriedad, ¿por qué
los demás no podrían encontrarla también? No había duda de que algunas de las
personas con quienes trabajábamos querían recuperarse. Pasamos días y noches
especulando sobre por qué nuestros intentos tenían tan poco resultado. Tal vez nuestros
candidatos no podían aguantar el rigor espiritual de los cuatro absolutos del Grupo
Oxford - la honradez, la pureza, la generosidad y el amor. De hecho, algunos de los
alcohólicos nos habían dicho que ahí se encontraba la pega. La presión implacable a la
que se veían sujetos para reformarse de la noche a la mañana les hacia subir al cielo e ir
volando durante unas cuantas semanas para después volver brusca y ruinosamente a la
tierra. Además, se quejaban de otro tipo de coacción - algo que los del Grupo Oxford
llamaban "orientación para los demás." Un "equipo" compuesto de miembros no-
alcohólicos del grupo se reunían con un alcohólico y, después de un "tiempo callado," le
proponían algunas instrucciones muy específicas en cuanto a cómo el alcohólico debería
llevar su propia vida. Por agradecidos que estuviéramos a nuestros amigos del G.O., a
veces este consejo nos era difícil de tragar. Obviamente, estos métodos tenían algo que
ver con los muy frecuentes reveses que había.

Pero esto no constituía la única razón por los fracasos. Al haber pasado algunos meses,
me di cuenta de que los problemas se debían principalmente a mi. Yo había llegado a
ser muy agresivo, y muy engreído. Me dilataba mucho acerca de mi súbita experiencia
espiritual, como si fuera algo muy especial. Había desempeñado un papel doble, de
maestro y de predicador. Al hacer mis exhortaciones, se me había olvidado el aspecto
médico de nuestra enfermedad, y había hecho caso omiso de la necesidad del
desinflamiento profundo, necesidad que tanto había recalcado William James. No nos
estábamos valiendo de la almádena que el Dr. Silkworth tan providencialmente nos
había dado.

Finalmente, un día el Dr. Silkworth me cortó las alas y me hizo ver las cosas en su justa
proporción. Me dijo, "Bill, ¿por qué no dejas de hablar tanto de aquella experiencia de
luz arrolladora? parece una locura. Aunque sigo convencido de que una mejor
moralidad es la única cosa que hará posible recuperarse verdaderamente a los
alcohólicos, creo que estás empezando la casa por el tejado. Lo cierto es que toda esta
exhortación moral no tendrá el menor efecto en los alcohólicos hasta que no se
convenzan de la necesidad de reconocerla. En tu lugar, les expondría primero los hechos
médicos. Aunque nunca me ha servido para nada el explicarles las funestas
consecuencias de su enfermedad, es posible que tuviera otros resultados si tú, una vez
un alcohólico desahuciado, fueras quien les anunciara las malas noticias. Debido a que
tú te identificas naturalmente con los alcohólicos, es posible que les puedas tocar como
yo no lo puedo hacer. Háblales de las duras realidades médicas primero y hazlo
despiadadamente y sin rodeos. Puede que así se ablande su resistencia basta tal punto
que puedan aceptar los principios que realmente les ayuden a recuperarse."

Poco tiempo después de esa conversación de importancia histórica, me encontré en


Akron, Ohio, metido en un asunto de negocios que enseguida fracasó. Yo estaba solo en
el pueblo, y muerto de miedo de volver a emborracharme. Ya no era ni maestro ni
predicador, no era más que un alcohólico consciente de tener necesidad de otro
alcohólico tanto como éste podría tener necesidad de mi. Espoleado por este impulso,
pronto me vi en compañía del Dr. Bob. Me di cuenta inmediatamente de que el Dr. Bob
sabía más que yo de lo espiritual. Además, él también había estado en contacto con los
Grupos Oxford. No obstante, por alguna que otra razón, no podía lograr su sobriedad.
Conforme al consejo del Dr. Silkworth, me valí de la almádena médica. Le expliqué lo
que era el alcoholismo, y las infaustas consecuencias que podría acarrear.
Aparentemente, esto le causó un impacto al Dr. Bob. El 10 de junio de 1935, dejó de
beber y nunca volvió a tomarse un trago. En 1939, cuando la historia del Dr. Bob se
publicó por primera vez en el libro Alcohólicos Anónimos, aparecía un párrafo en
itálicas. Refiriéndose a mí, él dijo: "Sumamente más importante fue el hecho de que él
fuera el primer ser humano con quien yo hablaba que supiera por experiencia personal
de lo que estaba hablando cuando se refería al alcoholismo."

El Dr. Silkworth nos había suministrado el eslabón que nos faltaba, sin el cual la cadena
de principios que, desde entonces, se han forjado para formar nuestros Doce Pasos
nunca se podría haber completado. Allí mismo, saltó la chispa que iba a convertirse en
Alcohólicos Anónimos.

Durante los tres años siguientes a la recuperación del Dr. Bob, nuestros crecientes
grupos de Akron, Nueva York y Cleveland iban elaborando el llamado programa de
palabra de nuestros días pioneros. A medida que empezábamos a formar una Sociedad
distinta del Grupo Oxford, comenzamos a enunciar nuestros principios más o menos así:

1. Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol.

2. Logramos ser sinceros con nosotros mismos.

3. Logramos ser sinceros con otra persona, en quien depositamos nuestra confianza.

4. Hicimos reparaciones por los daños causados a otros.

5. Trabajamos para ayudar a otros alcohólicos sin exigir prestigio o dinero.

6. Rezamos a Dios para que nos ayudara a hacer estas cosas lo mejor que pudiéramos.

Aunque cada uno de nosotros abogaba por estos principios según su propio gusto o
capricho, y aunque los de Akron y Cleveland seguían aferrándose a los principios
absolutos del G.O. de honradez, pureza, generosidad y amor, esto fue la esencia del
mensaje que les pasábamos a los recién llegados hasta 1939, año en que pusimos por
escrito nuestros actuales Doce Pasos.

Recuerdo muy bien la tarde en que se redactaron los Doce Pasos. Yo estaba tumbado en
la cama, sintiéndome bastante descorazonado y sufriendo uno de mis imaginarios
ataques de úlcera. Se habían esbozado cuatro capítulos del libro Alcohólicos Anónimos
y se habían leído en las reuniones de Akron y de Nueva York. Nos dimos cuenta muy
pronto de que todo el mundo quería ser autor. Las riñas acerca de lo que debería ser el
contenido de nuestro libro eran tremendas. Por ejemplo, algunos querían un libro
puramente sicológico, que atrajera a los alcohólicos sin asustarles. Más tarde podríamos
hablarles del "asunto de Dios." Unos cuantos, encabezados por nuestro estupendo amigo
sureño, Fitz M., querían un libro más bien religioso, con una buena dosis del dogma que
habíamos ido recogiendo por las iglesias y las misiones que habían tratado de
ayudarnos. Cuanto más estruendosos eran esto argumentos, más me sentía en el punto
medio. Parecía que yo no iba a ser el autor. Iba a ser un mero árbitro que decidiría cuál
seria el contenido del libro. No obstante, esto no quería decir que no hubiera un gran
entusiasmo por la empresa. Cada uno de nosotros se sentía tremendamente
entusiasmado por la posibilidad de llevar nuestro mensaje a todos los incontables
alcohólicos que aun no nos conocían.

Al haber llegado al Quinto Capítulo, nos parecía que ya había llegado la hora oportuna
de enunciar lo que era en realidad nuestro programa. Recuerdo haber repasado en mi
mente las frases del programa de palabra que eran en aquel entonces de uso corriente.
Al tenerlas apuntadas, vi que correspondían a los seis principios anteriormente
enumerados. Entonces, me sobrevino la idea de que nuestro programa debería ser
enunciado de una forma más clara y exacta. Habría que tener una serie de principios
bien precisos para nuestros lectores lejanos. Dada la capacidad del alcohólico para
justificarse, el texto tendría que estar a toda prueba. No podíamos ofrecerle ninguna
escapatoria al lector. Además, un enunciado más comprensivo y detallado nos ayudaría
cuando redactáramos los siguientes capítulos, en los que tendríamos que exponer
exactamente cómo se debería practicar el programa de recuperación.

Al fin me puse a escribir sobre un bloc barato de papel amarillo. Dividí nuestro
programa de palabra en partes más pequeñas y, al mismo tiempo, fui ampliando
considerablemente su alcance. Aunque me sentía muy poco inspirado, para mi gran
sorpresa, tardé poco tiempo - tal vez una media hora - en establecer ciertos principios,
los cuales, al contarlos, resultaron ser doce. Y, por alguna razón inexplicable, había
puesto la idea de Dios en el Segundo Paso, casi al principio. Además, me había referido
a Dios muy a menudo en los demás Pasos. Incluso sugería en uno de los Pasos que el
recién llegado se pusiera de rodillas.

Cuando presenté este documento en nuestra reunión de Nueva York, las protestas
fueron muchas y muy ruidosas. A nuestros amigos agnósticos no les gustaba en
absoluto la idea de arrodillarse. Otros decían se hablaba demasiado de Dios. Y, ¿por qué
debería haber Doce Pasos, si antes teníamos cinco o seis? Mantengámoslo sencillo,
dijeron.

Pasamos varios días y noches metidos en estas acaloradas discusiones. Pero tuvieron
muy buenas consecuencias para Alcohólicos Anónimos. Nuestro contingente de
agnósticos, encabezado por Hank P. y Jim B., acabaron convenciéndonos de la
necesidad de hacerlo más fácil para las personas como ellos, empleando tales términos
como "un Poder Superior" y "Dios como nosotros Lo concebimos." Esas expresiones,
como bien sabemos hoy día, han resultado ser salvavidas para muchos alcohólicos. Nos
han hecho posible a miles de nosotros dar un comienzo que no hubiéramos podido dar si
hubiéramos dejado los Pasos como los escribí originalmente. Afortunadamente para
nosotros, no se hizo ningún otro cambio en el borrador original y el número de Pasos
seguía siendo doce. Poco sospechábamos en aquel entonces que nuestros Doce Pasos
tendrían muy pronto la aprobación de los clérigos de todas las religiones e incluso de
nuestros amigos más recientes, los siquiatras.

Este pequeño fragmento de la historia debe convencer incluso al más escéptico de que
nadie inventó Alcohólicos Anónimos.

Simplemente brotó y creció - por la gracia de Dios.

Otro fragmento de la historia:


La Hermana Ignacia y el Dr. Bob

Febrero de 1954

ra el 13 de diciembre de 1953. La ocasión: el primer aniversario de la inauguración de


Rosary Hall, el recién renovado pabellón para alcohólicos del renombrado Hospital de
la Caridad de San Vicente de Cleveland. Acabábamos de celebrar una estupenda
reunión de AA. La pequeña aula estaba atestada de alcohólicos y de sus amigos, como
lo estaba el entresuelo. Mil personas se pusieron de pie, prorrumpiendo en una salva de
aplausos.

La diminuta figura de una monja, con un hábito gris, se acercó con aparente desgana al
podio. Se redoblaron los aplausos y bruscamente se apaciguaron cuando la pequeña
monja empezó a expresar su gratitud. Se sentía además un poco avergonzada. Porque en
el programa para la ocasión, en cuya redacción ella había participado, se decía
claramente: "Las hermanas de la Caridad y los miembros de Alcohólicos Anónimos que
les han ayudado rechazan todo reconocimiento personal." El anonimato con el que la
Hna. Ignacia había intentado envolverse quedó totalmente roto, porque ninguno de los
presentes quería que esta vez ella pasara desapercibida. Además, en esa parte de nuestro
mundo de AA, ella era casi tan anónima como el equipo los Indios de Cleveland de
béisbol. Este era un homenaje en su honor, el cual se había venido fraguando desde
hacía varios años.

Mientras veía desenvolverse esta escena, me vino un recuerdo vívido de los esfuerzos
del Dr. Bob para iniciar el Grupo Número Uno de Cleveland y de lo que esta querida
monja y sus hermanas de la Caridad de San Agustín habían hecho para convertirlo en
realidad. Intenté formarme una idea de todas las vastas consecuencias que desde
entonces se habían desprendido de aquellas primeras iniciativas. Recordé que el Dr.
Bob, para conseguir la hospitalización de uno de sus candidatos recién encontrado,
había ido de una institución a otra de Akron suplicando que lo admitieran. Dos
hospitales acordaron hacerlo por algún tiempo, pero finalmente acabaron abandonando
la prueba en beneficio de otras personas con piernas rotas, con problemas de vesícula
biliar, etc. - gente verdaderamente enferma.

Luego, desesperado, el buen doctor se acordó de la Hna. Ignacia, aquella tímida monja
rebosante de buen humor, encargada de ingresos en el Hospital de Santo Tomás de
Akron, en el que él había operado en algunas ocasiones. De manera algo furtiva, le
abordó para hacerle su propuesta. El resultado fue inmediato. Esta extraña pareja no
tardó en ingresar clandestinamente a un borracho tembloroso en una pequeña habitación
de dos camas. Como el nuevo cliente armó un jaleo de mil diablos por esta flagrante
falta de discreción ante su delicada condición, la Hna. Ignacia lo instaló en la floristería
del hospital. Allí el cofundador de AA y la Hna. Ignacia cuidaron del recién llegado
quien, al poco tiempo, salió del hospital y volvió al mundo de afuera, donde se puso a
enmendarse a si mismo y a reconstruir su arruinada vida.

Por mediación de Hna. Ignacia y Bob, Dios había tramado una conspiración divina entre
la medicina, la religión y Alcohólicos Anónimos que pondría la sobriedad al alcance de
más de 5,000 alcohólicos que iban a pasar por el pabellón alcohólico de Santo Tomás
hasta la muerte del Dr. Bob en 950. Pero en ~939, cuando aquel primer paciente estaba
pasando sudores y temblores, recuperándose en la floristería, los administradores del
hospital no tenían la menor sospecha de que Santo Tomás había llegado a ser la primera
institución religiosa en abrir sus puertas a Alcohólicos Anónimos.

Poco tiempo antes de que el Dr. Bob dejara este mundo, se me pidió que escribiera una
dedicación para una placa que estaría colgada en la pared del pabellón alcohólico y que
conmemoraría los grandes acontecimientos que allí habían tenido lugar.

Dos años después de la muerte del Dr. Bob, la orden a la cual pertenece la Hna. Ignacia
la trasladó al Hospital de la Caridad de Cleveland.

Ninguna historia de las actividades de los hospitales religiosos de esta área podría
considerarse completa sin una mención de lo que había pasado en el Hospital de la
Caridad en los años anteriores a la llegada de la Hna. Ignacia.

Los pioneros de AA tendrán sin duda un recuerdo de la magnífica publicidad que nos
dio el Plain Dealer de Cleveland en el otoño de 1939. Cuando se publicaron estos
artículos, apenas había veinte miembros de AA en esa ciudad. Debido a que los
artículos fueron apareciendo durante unos diez días consecutivos, acompañados por
comentarios muy favorecedores, suscitaron un inmenso interés y una gran emoción. La
pequeña banda de alcohólicos, algunos de ellos con sólo seis meses de sobriedad, se
vieron inundados de centenares de llamadas telefónicas y súplicas desesperadas de
ayuda. El Plain Dealer les había dicho: "Vengan y aprovéchenlo." Y asilo hicieron.

Estos acontecimientos asombrosos señalaron el comienzo de una nueva fase de la


evolución de AA. Los trabajos pioneros se habían venido realizando desde 1935, y el
Libro de AA ya había salido de imprenta. No obstante el desarrollo de AA en Akron y
Nueva York estaba procediendo con una lentitud muy desmoralizadora. Un mero
puñado de alcohólicos en Cleveland, por medio de su contacto con los AA de Akron,
habían logrado dejar de beber, pero no se efectuaron reuniones en aquella ciudad hasta
principios de 1939. En ese entonces, había una suposición general de que sólo los
"ancianos" podían cuidar de los novatos. Huelga decir que eran muy contados los AA
veteranos en Cleveland. ¿Qué podrían hacer estos escasos veteranos con los centenares
de alcohólicos que cayeron sobre ellos como una avalancha? ¿Iba a ser posible producir
la sobriedad en serie?

Los pioneros de Cleveland demostraron que silo seria. Fueron ingresando a sus
candidatos en hospitales de todas partes de la ciudad a la buena de Dios. Nadie sabia si
se iban a pagar las cuentas médicas. Un miembro de AA aparecía de súbito al lado de la
cama de un principiante para levantarlo y llevarlo a una reunión. Ese nuevo, a su vez, en
seguida se apresuraba a visitar a otro para decirle las buenas nuevas. Allí mismo nos
dimos cuenta de que nuestros miembros más recién llegados podían sembrar la semilla
de la sobriedad casi tan bien como lo podía hacer cualquiera. De este tumulto de
actividad pronto se desprendió la gran idea de un apadrinamiento personal organizado
de todo principiante, hombre o mujer.

Mientras tanto, en un plazo de unos pocos meses, el número de miembros en Cleveland


ascendió a centenares. Durante ese invierno de 1939, los AA de Cleveland nos
enseñaron que la producción de sobriedad en serie era ya una grata realidad. Por esta
razón, los AA de Cleveland merecen un especial reconocimiento como grupo pionero.
Pero en estos esfuerzos prodigiosos tenían que contar con la ayuda de los hospitales. Sin
esta ayuda, nunca se podrían haber logrado resultados tan fenomenales. Después de que
se amainó el primer entusiasmo, algunos de los hospitales perdieron su paciencia con
los borrachos, tal como había sucedido en Akron. Pero el Hospital de la Caridad de
Cleveland nunca la perdió. Desde 1940, ha aceptado a los alcohólicos como pacientes y
les ha tenido reservado un pabellón. Aunque Cleveland no tenía su "Dr. Bob," el
pabellón prosperaba noblemente bajo la dirección y gracias a la dedicación de la
Hermana Victorine y del Padre Nagle, capellán del hospital. A pesar de que solo podían
dedicar una pequeña parte de su tiempo a su trabajo con los alcohólicos, y a pesar de
que el Padre Nagle sufría constantemente de mala salud, los dos persistían en sus
esfuerzos con tan magníficos resultados que su trabajo siempre brillará como un faro en
los anales de nuestro movimiento. El Hospital de San Juan en Cleveland también tenía
reservada para los alcohólicos una habitación de dos camas, atendida durante algún
tiempo por la dedicada Hermana Merced, quien fue trasladada más tarde a Akron,
donde trabajaba como asociada de la Hna. Ignacia y del Dr. Bob.

Con la llegada de la Hna. Ignacia al Hospital de la Caridad de Cleveland en 1952, otras


muchas cosas empezaron a suceder. De repente, miles de miembros de AA de todas
partes del país que habían logrado su sobriedad en esas maravillosas instituciones,
empezaron a darse cuenta de que tenían ya desde hacia mucho tiempo una deuda de
gratitud con los hospitales. Se concedió permiso para modernizar completamente el
viejo y desvencijado pabellón del Hospital de la Caridad. Con la ayuda de la
administración del hospital, así como de otras hermanas de su orden, y con el apoyo
entusiástico de un comité de AA, la Hna. Ignacia se puso a trabajar. El dinero afluía al
hospital, además de otros donativos. Con el permiso extraordinario de sus sindicatos,
miembros de AA carpinteros, fontaneros y electricistas trabajaban hasta muy entrada la
noche. Cuando terminaron sus trabajos, el pabellón estaba resplandeciente; disponía de
todos los aparatos modernos. Tampoco habían sido olvidados los dos imprescindibles
anexos - la capilla y la cafetería. Un inspector de fontanería, después de ver los
asombrosos resultados, lo resumió acertadamente diciendo: 'Esto no era un trabajo
profesional. Los que trabajaron aquí lo hicieron con toda su alma." Así se habían
invertido más de $60,000 en dinero y en trabajo nocturno en esta urgente obra de amor.

En el corto espacio de un año desde que la Hna. Ignacia llegó a la Caridad, mil
alcohólicos han visto allí la luz de su nuevo día. La Hna. Ignacia, que se ha mantenido
en contacto con muchos de ellos, cree que unos 700 están sobrios en este momento.

No es de extrañar, entonces, que la reunión del aniversario de Rosary Hall se convierta


en una declaración de nuestro amor personal a la Hna. Ignacia y todas sus obras. Si el
inspector de fontanería hubiera estado presente en esta reunión, habría vuelto a decir,
"Esto no es un trabajo profesional. Viene del corazón."

La correspondencia entre

Bill W. y Yale

Febrero de 1978
principios de 1954, Bill W. se negó a aceptar un titulo honorario de doctor en derecho
que le había ofrecido la Universidad de Yale. A continuación aparece la
correspondencia entre Bill y Reuben A. Holden, en aquel entonces secretario de la
universidad. El intercambio de cartas se inició después de una visita personal del Sr.
Holden y el Profesor Selden Bacon a Bill en 1954.

21 de enero de 1954

Apreciado Sr. W-:

Le envío adjunto un borrador del texto que pudiera leerse al hacerle entrega del
propuesto título honorario el día 7 de junio.

Si sus custodios aprueban esta fórmula, me gustaría someterla a la Yale Corporation


para su consideración.

El estilo puede mejorarse considerablemente. Trabajaremos en este aspecto durante los


próximos meses, pero en cada instancia nos aseguraremos de tener su aprobación
incondicional.

Gracias por su hospitalidad el martes pasado y por su atenta consideración a nuestra


invitación.

Muy cordialmente,

Reuben A. Holden

W.W.

Cofundador de Alcohólicos Anónimos. Durante veinte años, esta Comunidad ha


prestado un distinguido servicio a la humanidad. Se ha logrado la victoria mediante la
rendición, se ha conseguido la fama mediante el anonimato, y decenas de miles de
personas han vuelto a descubrir y han visto renacer su ser emocional, físico y espiritual.
Este movimiento no profesional, surgido de las profundidades del sufrimiento intenso y
de un estigma universal, no sólo ha indicado la forma de vencer una condición morbosa
del cuerpo, de la mente y del alma, sino que también ha vigorizado la vida individual,
social y religiosa de nuestros tiempos.

Yale se siente orgullosa de rendir homenaje a esta gran asamblea anónima de hombres y
mujeres, confiriéndole a Ud., digno representante de su noble objetivo, este título de
Doctor en Derecho, con todos sus correspondientes derechos y privilegios.

2 de febrero de 1954

Estimado Sr. Holden,

Por la presente expreso mi más profundo agradecimiento a los miembros de la Yale


Corporation por haberme considerado digno del título de Doctor en Derecho.
No obstante, después de haberlo consultado cuidadosa y detalladamente con mis
amigos, y con mi conciencia, me siento obligado a rechazar tal distinción.

Si la aceptara, los beneficios a corto plazo para Alcohólicos Anónimos y para las
legiones de personas que todavía sufren de nuestra enfermedad, serían considerables y
de un alcance mundial. No tengo la menor duda de que una muestra de apoyo tan
potente aceleraría grandemente la aprobación pública de AA en todas partes. Por lo
tanto, solamente la más contundente razón podría moverme a privar a Alcohólicos
Anónimos de una oportunidad de esta envergadura.

Esta es la razón: La Tradición de Alcohólicos Anónimos - nuestra única forma de


gobierno - pide a todo miembro que evite cualquier publicidad u honor personal que
pueda vincular su nombre con nuestra Sociedad en la mente del público. La Duodécima
Tradición de AA dice: "El anonimato es la base espiritual de todas nuestras Tradiciones,
recordándonos siempre anteponer los principios a las personalidades."

Debido a que hemos tenido ya mucha experiencia concreta en este principio vital, hoy
en día todo miembro juicioso de AA es de la opinión de que si, en los años venideros,
seguimos practicando este principio de manera absoluta, servirá para garantizar nuestra
eficacia y nuestra unidad, refrenando fuertemente a todos aquellos para quienes el
reconocimiento y los honores públicos no son sino un trampolín hacia la dominación y
el poder personal.

Al igual que otros hombres y mujeres, los AA miramos con profunda aprensión la
tremenda lucha por el poder que se desenvuelve a nuestro alrededor, una lucha de
múltiples formas que invade todos los aspectos de la vida, desgarrando nuestra
sociedad. Creo que los AA tenemos la suerte de damos cuenta claramente de que tales
fuerzas no deben regir nunca entre nosotros, porque serían nuestra perdición.

La Tradición de anonimato personal y de negamos a aceptar honores ante el público es


nuestro escudo protector. No nos atrevemos a enfrentarnos indefensos a la tentación del
poder.

Naturalmente, apreciamos el gran valor de los honores fuera de nuestra Comunidad. Es


siempre inspirador para nosotros ver otorgar estos honores, en reconocimiento de logros
o servicios distinguidos, a personas que los merecen y los aceptan con humildad. Lo
único que decimos es que, en nuestras circunstancias particulares, no sería prudente
aceptarlos en reconocimiento de lo que ha logrado el movimiento de AA.

Por ejemplo: Durante bastantes años, la historia de mi propia vida se reducía a la


implacable persecución del dinero, de la fama y del poder, para casi acabar naufragando
en un mar de alcohol. Aunque sobreviví aquella sórdida desgracia, sé muy bien que el
espantoso virus de la neurótica obsesión por el poder también ha sobrevivido en mí.
Solo está en estado latente, y puede volver a multiplicarse y destrozarme - y también a
AA. Decenas de miles de mis compañeros son de un temperamento muy parecido al
mío. Afortunadamente, lo saben, y yo lo sé. De ahí nuestra Tradición de anonimato, y
de ahíla clara obligación que tengo a negarme a aceptar este distinguido honor y todas
las satisfacciones y todos los beneficios que podría haber producido.
Es cierto que este espléndido texto que Ud. me propone, en el que se me identifica por
las iniciales "W.W.", sirve para proteger mi anonimato por el momento. No obstante, en
los documentos históricos habría constancia del hecho de que yo había aceptado el título
de LL.D., y el público lo sabría. Por consiguiente, aunque yo pudiera aceptar el titulo
sin violar la letra de la Tradición actual de AA, sin duda, a] aceptarlo estaría preparando
el terreno para futuras violaciones del espíritu de nuestra Tradición. Estoy convencido
de que esto sería sentar un precedente muy peligroso.

Aunque pueda ser una excepción muy inusitada, me pregunto si la Yale Corporation
consideraría la posibilidad de rendir este honor a la Comunidad de AA en si misma, sin
presentarme a mí el título. En tal eventualidad, yo gustosamente haría acto de presencia
para aceptarlo en nombre de nuestra Sociedad. Si le parece deseable entablar una
discusión sobre esta posibilidad, no vacilaré en ir a New Haven.

Con gratitud,

William G.W.

8 de febrero de 1954,

Estimado Sr. W-:

He retrasado mi respuesta a su atentísima fechada el 2 de febrero, hasta haber efectuado


la reunión de nuestro Comité de Títulos Honorarios, la cual ya ha tenido lugar; y en
nombre del comité, quiero decirle que, después de leer su magnífica carta, todos tienen
más deseo que nunca de poder otorgarle el título - aunque en nuestra opinión, no sería ni
la mitad de lo que Ud. se merece.

Todos los miembros del comité me han pedido que le comunique, de la manera más
sincera que pueda, lo profundamente agradecidos que le están a Ud. por haber
considerado su invitación tan atentamente, tan seriamente y tan generosamente.
Comprendemos perfectamente sus sentimientos al respecto, y nos gustaría si
pudiéramos mostrarle la alta estima en que les tenemos a usted y a Alcohólicos
Anónimos. No dudo de que algún día tendremos la oportunidad de hacerlo.

Mientras tanto, me veo obligado a decirle también que fue el parecer del comité que los
títulos honorarios, como los títulos de caballero, solo se pueden conferir a individuos y
que, siendo ésta la tradición, con referencia a la posibilidad que Ud. nos propone en el
último párrafo de su carta, sería lógico considerar otra forma, distinta a la de otorgarles
un título honorario, de poder manifestar el reconocimiento que nos gustaría conceder a
su organización. Espero que sea posible hacerlo.

Le envío los más calurosos saludos del presidente de la Universidad Yale y de todos los
miembros de la corporación, y le expreso nuestra mas sincera admiración y mejores
deseos para que sigan prosperando en los trabajos que ya han contribuido tanto al
bienestar de nuestro país.

Muy cordialmente,

Reuben A. Holden
Estimado Sr. Holden,

Con gran alivio y gratitud hemos leído su carta del 8 de febrero, en la que nos notifica
los sentimientos de la Yale Corporation con respecto a mi decisión de negarme a aceptar
el título de Doctor en Derecho. La guardaré para siempre como un precioso tesoro.

Su pronta y conmovedora comprensión de la vital necesidad que tiene Alcohólicos


Anónimos de refrenar a sus miembros que, en años venideros, aspiren al poder; la buena
opinión que ustedes tienen de mí; y la esperanza que expresan de que la Yale
Corporation encuentre en un futuro no muy lejano una forma de dar a Alcohólicos
Anónimos un apropiado reconocimiento público - son motivos de una gran satisfacción.

Le ruego que comunique al presidente de Yale y a todos los miembros de la junta mi


más seguro y sincero agradecimiento, y me repito,

su afmo. y S.S. Bill W -

Por qué Alcohólicos Anónimos

es anónimo

Enero de 1955

oy día, como nunca hasta ahora, la lucha por el poder, la influencia y la riqueza está
desgarrando la civilización. Hombre contra hombre, familia contra familia, nación
contra nación.

Casi todos los involucrados en esta competencia salvaje mantienen que su objetivo es la
paz y la justicia, para ellos mismos, para sus vecinos y para sus países: Danos poder y
tendremos justicia; danos fama y daremos un ejemplo admirable; danos dinero y
estaremos cómodos y felices. En todas partes del mundo, hay multitud de gente que lo
cree, y que se comporta consecuentemente. Con esta borrachera seca, la sociedad parece
irse tambaleando por un callejón sin salida. Se ve claramente la señal de aviso. Dice:
"Desastre".

¿Qué tiene que ver todo esto con el anonimato, y con Alcohólicos Anónimos?

Nosotros los AA ya debemos saberlo. Casi todos hemos andado por este callejón sin
salida. Impulsados por el alcohol y la autojustificación, muchos de nosotros hemos
perseguido los fantasmas de la vanidad y la riqueza hasta la misma señal de desastre.
Luego encontramos AA. Dimos la vuelta y nos encontramos en otro camino, donde las
señales no hacían ninguna referencia al poder, al renombre ni a la riqueza. Las nuevas
señales indicaban "el camino hacia la cordura y la serenidad - el peaje es el
autosacrificio."
Nuestro nuevo libro, Doce Pasos y Doce Tradiciones, dice "el anonimato es la mejor
protección que nuestra Comunidad pueda tener." También dice, "la esencia espiritual
del anonimato es el sacrificio."

Repasemos los veinte años de experiencia de AA para ver cómo llegamos a esta
creencia ahora expresada en nuestras Tradiciones Once y Doce.

Primero, sacrificarnos el alcohol. Tuvimos que hacerlo; si no, nos habría matado. Pero
no podíamos deshacemos del alcohol mientras no hiciéramos otros sacrificios.
Teníamos que renunciar a la petulancia y al razonamiento farsante. Teníamos que echar
por la ventana la autojustificación, la autoconmiseración, y la ira. Teníamos que
abandonar el alocado concurso por ganar prestigio personal y grandes cantidades de
dinero. Teníamos que asumir personalmente la responsabilidad de nuestra lamentable
situación y dejar de culpar a otros por ella.

¿Eran estas acciones sacrificios? Sí, lo eran. Para ganar la suficiente humildad y
dignidad como para sobrevivir, teníamos que abandonar lo que habría sido nuestra más
querida posesión: nuestras ambiciones y nuestra vanidad.

Pero aun no bastaba con esto. El sacrificio tenía que ir aún más lejos. Era necesario que
otra gente sacara provecho. Así que hicimos algunos trabajos de Paso Doce;
comenzamos a llevar el mensaje de AA. Sacrificamos tiempo, energía y nuestro propio
dinero para hacerlo. No podríamos mantener lo que teníamos a menos que se lo
entregáramos a otros.

¿Les exigíamos a esta gente que nos devolvieran algo? ¿Les pedimos que nos dieran
poder sobre sus vidas, renombre por nuestras buenas obras, o un centavo de su dinero?
No. Llegamos a darnos cuenta de que, si exigíamos cualquiera de estas cosas, nuestro
trabajo de Paso Doce no surtiría efecto. Entonces, teníamos que sacrificar estos deseos
naturales; si no lo hacíamos, aquellos con quienes trabajábamos recibían poca o ninguna
sobriedad, al igual que nosotros.

Así nos dimos cuenta de que el sacrificio tenía que producir un beneficio doble, o
produciría muy poco. Empezamos a conocer la forma de dar de nosotros mismos que no
tiene precio.

Poco tiempo después de formarse nuestro primer grupo de AA, aprendimos mucho más
sobre esto. Descubrimos que cada uno de nosotros tenía que estar dispuesto a hacer
sacrificios para el bien del grupo, para nuestro bienestar común. El grupo, a su vez,
descubrió que tenía que renunciar a muchos de sus propios derechos para protección y
bienestar de cada miembro, y para AA en su totalidad. Si no se hicieran estos
sacrificios, AA no podría sobrevivir.

De esta experiencia y conciencia, comenzaron a tomar forma y sustancia las Doce


Tradiciones de Alcohólicos Anónimos.

Poco a poco, empezamos a entender que la unidad, la eficacia e incluso la supervivencia


de AA siempre dependería de nuestra continua voluntad de sacrificar nuestros deseos y
ambiciones personales por la seguridad y bienestar comunes. Así como el sacrificio
significaba la supervivencia para el individuo, también significaba la supervivencia y la
unidad para el grupo, y para AA en su totalidad.

Vistas bajo este aspecto, las tradiciones de AA no son más que una lista de sacrificios
que la experiencia de veinte años nos ha enseñado que tenemos que hacer, individual y
colectivamente, para asegurar que AA sobreviva en buena salud.

Con nuestras Doce Tradiciones, nos hemos opuesto a casi toda tendencia del mundo
exterior.

Hemos renunciado a un gobierno personal, al profesionalismo y al derecho de decidir


quiénes pueden ser nuestros miembros. Hemos renunciado al bienhechorismo, a la
reforma y al paternalismo. Nos negamos a aceptar contribuciones caritativas,
prefiriendo pagarlo todo nosotros. Estamos dispuestos a cooperar con casi todo el
mundo, pero no casamos nuestra Comunidad con nadie. Nos mantenemos alejados de
las polémicas públicas y rehusamos luchar entre nosotros mismos por aquellas cosas
que desgarran la sociedad: la religión, la política y la reforma. Tenemos un solo
objetivo: el de llevar el mensaje de AA al alcohólico enfermo que lo desee.

Adoptamos estas actitudes no porque pretendamos tener una virtud o sabiduría


especiales; hacemos estas cosas porque la dura experiencia nos ha convencido de que
tenemos que hacerlas - si AA va a sobrevivir en el afligido mundo moderno.
Renunciamos a nuestros derechos y hacemos sacrificios también porque lo debemos y,
mejor aun, lo queremos hacer. AA es un poder superior a todos nosotros; tiene que
sobrevivir o, si no, miles de nuestros compañeros de fatigas indudablemente morirán.
Esto lo sabemos.

Pues, ¿dónde encaja el anonimato en este cuadro? Y de todas maneras, ¿qué es el


anonimato? ¿Por qué lo consideramos en si como la mayor protección que AA pueda
tener? ¿Por qué es el anonimato el más acertado símbolo del sacrificio personal, la clave
espiritual de todas nuestras Tradiciones y de nuestra misma manera de vivir?

Tengo la más profunda esperanza de que el siguiente fragmento de la historia de AA


revele la respuesta que todos buscarnos.

Hace ya años, un jugador de béisbol logró la sobriedad por medio de AA. Debido a que
su vuelta a la escena fue tan espectacular, recibió una tremenda ovación personal de la
prensa, y se atribuyó una gran parte del mérito a Alcohólicos Anónimos. Millones de
aficionados del deporte lo vieron identificado, por su nombre completo y su foto, como
miembro de AA. Nos beneficiamos mucho de esto: los alcohólicos vinieron en tropel.
Estábamos encantados. Yo me emocionaba especialmente porque me metió ideas en la
cabeza.

Al poco tiempo, estaba rodando por el país, entrevistándome pública y gustosamente


con cualquiera, distribuyendo libremente fotografías mías. Con gran regocijo, descubrí
que como él, yo podía estar en primera plana de actualidad. Más aun, él no podía
mantener el ritmo de su publicidad; yo, si. No tenía que hacer más que seguir viajando y
hablando; el resto lo hacían los grupos locales de AA y los periódicos. Al releer
recientemente estos antiguos reportajes, me quedé asombrado. Supongo que, durante
dos o tres años, yo era el principal violador del anonimato en AA.
De aquí que no puedo criticar a ningún AA que desde aquel entonces ha buscado ser el
centro de atención. Yo mismo, hace años, di el ejemplo principal.

En aquella época, parecía ser lo correcto. Justificándome de esta manera, me dejaba


acariciar por la atención. Cuánto me estremecía al leer aquellos artículos a dos columnas
acerca de "Bill, el agente de Bolsa," con foto y nombre completo, el tipo que estaba
salvando a los borrachos por millares.

Luego llegaron las primeras nubes para oscurecer este cielo de azul ininterrumpido. Se
oía murmurar a los escépticos de AA, diciendo: "Este tipo, Bill, está acaparando la
publicidad; el Dr. Bob no está recibiendo su debida parte." O, "supongamos que se le
sube a la cabeza esta publicidad y se nos emborracha."

Esto me hirió. ¿Cómo podían perseguirme cuando yo estaba haciendo tanto bien? Les
dije a mis críticos que estábamos en los Estados Unidos. ¿No sabían que yo tenía
libertad de expresión? ¿No es cierto que este país y todos los demás son dirigidos por
líderes de nombres bien conocidos? El anonimato quizás era lo indicado para el
miembro medio de AA. Pero los cofundadores deben ser excepciones. El público tenía
indudablemente el derecho de saber quiénes éramos nosotros.

Los que verdaderamente ambicionan el poder (los sedientos de prestigio, gente como
yo) tardaron poco tiempo en caer en la cuenta: ellos también iban a ser excepciones.
Decían que el anonimato ante el público era únicamente para los tímidos; los más
intrépidos y atrevidos como ellos, debían volver la cara hacia las cámaras y darse a
conocer como miembros de AA. Este tipo de valor pronto pondría fin al estigma que
acompaña al alcohólico. El público se daría cuenta inmediatamente de que los
alcohólicos recuperados podían convertirse en ciudadanos dignos y diligentes. Así que
cada vez más miembros fueron rompiendo su anonimato, todos por el bien de AA. ¿Qué
tenía de malo fotografiar a un borracho con el gobernador? Ambos merecían el honor,
¿no? Y así andábamos a toda carrera, a lo largo del callejón sin salida.

El siguiente episodio en nuestra historia de rupturas de anonimato tuvo un comienzo


aun más prometedor. Una AA, íntima amiga mía, quería dedicarse a la educación sobre
el alcoholismo. La facultad de una gran universidad, interesada en el alcoholismo, le
propuso que diera conferencias al público, exponiendo que los alcohólicos eran gente
enferma, y que se podía hacer mucho al respecto. Mi amiga era una buena oradora y
escritora. ¿Debería decir al público que ella era miembro de AA? Pues, ¿por qué no? Al
utilizar el nombre de Alcohólicos Anónimos, atraería buena publicidad para un buen
programa de educación acerca del alcoholismo, así como para Alcohólicos Anónimos.
Me pareció una idea estupenda y le di mi bendición.

El nombre de AA ya había empezado a hacerse famoso y valioso. Con el apoyo de


nuestro nombre y gracias alas grandes habilidades de mi amiga, el proyecto tuvo
resultados inmediatos. En un abrir y cerrar de ojos, su nombre y su foto, acompañados
de excelentes reportajes acerca de su proyecto educativo y sobre AA, aparecieron en
casi todos los periódicos principales de América del Norte. Iba aumentando la
comprensión del público acerca del alcoholismo e iba disminuyendo el estigma que se
le había puesto al borracho; y empezaron a llegar nuevos miembros a AA. Con toda
seguridad, no podía haber nada de malo en ello.
Pero silo había. Por tener estas ventajas a corto plazo, nos estábamos exponiendo a
futuros riesgos de proporciones alarmantes y amenazadoras.

Al poco tiempo, un miembro de AA empezó a publicar una revista, dedicada a hacer


campaña a favor de la prohibición. Creía que Alcohólicos Anónimos debía ayudar a
convertir en abstemios a todo el mundo. Se identificó como miembro de AA, y hacia
libre uso del nombre de AA para atacar las desgracias y los males de la bebida y a los
que fabricaban la bebida y a los que la tomaban. Hizo notar que él también era un
"educador," y que su clase de educación era la "correcta." En cuanto a meter a
Alcohólicos Anónimos en la polémicas públicas, creía que eso era precisamente lo que
debíamos hacer. Así que se puso resueltamente a utilizar el nombre de AA para hacerlo.
Por supuesto, rompió su anonimato para ayudar a su querida causa.

A continuación, una asociación de comerciantes de licores presentó la propuesta de que


un miembro de AA ocupara un puesto de "educación." Iba a decir a la gente que el
alcohol en cantidades excesivas era malo para cualquier persona y que ciertas personas,
los alcohólicos, no debían beberlo en absoluto. ¿Qué tendría esto de malo?

La pega estaba en que nuestro amigo AA tendría que romper su anonimato: cada
anuncio de publicidad y toda la propaganda publicada llevaría su nombre completo y se
le identificaría como miembro de AA. Esto, por supuesto, tendría que causar
necesariamente al público la impresión de que AA estaba a favor de la "educación," al
estilo de los comerciantes de licor.

Aunque estos proyectos nunca progresaron mucho, tuvieron tremendas implicaciones.


Nos enseñaron claramente el riesgo. Al prestar sus servicios a una causa ajena y luego
revelar al público su pertenencia a AA, un miembro podría casar Alcohólicos Anónimos
con cualquier empresa o controversia, buena o mala. Cuanto más valor tuviera el
nombre de AA, mayor sería la tentación.

No tardó mucho en surgir otra evidencia, Otro miembro comenzó a metemos en una
empresa de publicidad. Había sido contratado por una compañía de seguros de vida para
presentar una serie de "conferencias" acerca de Alcohólicos Anónimos que iban a ser
emitidas por una red nacional de radio. Esto, por supuesto, daría publicidad a los
seguros de vida, así como a Alcohólicos Anónimos - y naturalmente a nuestro amigo -
todo en una única y atractiva presentación.

En la Sede de AA, repasamos las propuestas conferencias. Eran una mezcla de las ideas
y principios de AA y las creencias religiosas personales de nuestro amigo. Esto podría
crear en el público una falsa imagen nuestra. Se despertarían prejuicios religiosos en
contra de AA. Así que nos opusimos.

Nuestro amigo no tardó en dirigirnos una airada carta, diciendo que se sentía
"inspirado" para dar estas conferencias, y que no teníamos derecho ni razón de interferir
en su libertad de expresión. Aunque le iban a pagar por su trabajo, lo único que tenía en
mente era el bienestar de AA. Y si nosotros no sabíamos lo que podría beneficiamos,
mala suerte. Nosotros y la junta de custodios podríamos irnos directamente al diablo.
Las conferencias iban a ser emitidas.
Esto nos presentó un dilema. Con solo romper su anonimato y aprovechar el nombre de
AA para su propio beneficio, nuestro amigo podría apoderarse de nuestras relaciones
públicas, involucrarnos en cuestiones religiosas, meternos en el negocio de la publicidad
y, por hacer todas esas buenas obras, la compañía de seguros le compensaría con unos
honorarios sustanciales.

¿Significaba esto que cualquier miembro descaminado podría poner nuestra Comunidad
en peligro en cualquier momento o lugar sólo con romper su anonimato y decirse a si
mismo cuánto bien nos iba a hacer a nosotros? Nos imaginábamos que todos los
"publicitarios" de AA irían buscando el patrocinio comercial, utilizando el nombre de
AA para vender todo, desde las tortillas hasta el jugo de toronja.

Teníamos que hacer algo. Escribimos a nuestro amigo recordándole que AA también
tenía libertad de expresión. No nos opondríamos a él públicamente, pero le podíamos
prometer que la empresa patrocinadora recibiría millares de cartas de queja por parte de
miembros de AA sise emitiera el programa. Nuestro amigo abandonó el proyecto.

Pero el dique de nuestro anonimato seguía fisurándose. Varios miembros de AA


empezaron a metemos en la política. Comenzaron a informar a los comités legislativos
locales - públicamente, por supuesto - precisamente lo que quería AA con respecto a la
rehabilitación, la subvención y la legislación ilustrada.

De esta manera, algunos de nosotros, identificados por nuestros nombres completos y, a


veces, por fotos, empezamos a formar grupos de presión. Otros miembros se sentaban al
lado de los jueces, aconsejándoles cuáles de entre los borrachos que se presentaban
debían ser enviados a AA y cuáles a la cárcel.

Luego surgieron los problemas económicos relacionados con el anonimato roto. En esta
época, la mayoría de los miembros creían que debíamos dejar de solicitar fondos al
público para los propósitos de AA. No obstante, el proyecto educativo de mi amiga,
patrocinado por la universidad, había crecido rápidamente. Ella tenía necesidad legítima
de dinero, y en grandes cantidades. Por consiguiente, lo solicitó al público, haciendo
campañas con este fin. Ya que era miembro de AA y seguía diciéndolo, muchos
contribuidores se encontraban confusos. Creían que AA trabajaba en el campo de la
educación, o creían que era AA en si misma la que estaba recogiendo fondos, aunque no
lo estaba haciendo, ni quería hacerlo.

Así que el nombre de AA se utilizaba para solicitar fondos en el mismo momento en


que estábamos tratando de decirle al público que AA no quería dinero de fuentes ajenas.

Al darse cuenta de lo que ocurría, mi amiga - maravillosa miembro que es - trató de


recobrar su anonimato. Debido a que había atraído tanta publicidad, esto resultó un duro
trabajo. Le costó años lograrlo. Pero hizo el sacrificio y aquí, en nombre de la
Comunidad entera, yo quisiera dejar constancia de mi agradecimiento profundo.

Este precedente dio impulso a todo tipo de solicitudes públicas de dinero por parte de
AA - dinero para "granjas de desintoxicación," empresas de Paso Doce, pensiones de
AA, clubs, etc. - todas alimentadas en gran parte por rupturas de anonimato.
Luego nos sorprendió saber que nos habían comprometido en la política partidista, esta
vez para el bien de un solo individuo. Un miembro, candidato a un cargo público, iba
salpicando libremente su propaganda política con el hecho de que era miembro de AA
y, por deducción, estaba "sobrio como un juez." Ya que AA gozaba de una gran
popularidad en su estado, creía que esto contribuiría a su victoria en el día de
elecciones.

Tal vez la mejor historia de este tipo es la que cuenta cómo se utilizó el nombre de AA
para reforzar los argumentos en un pleito por difamación. Llegó a manos de un
miembro, cuyo nombre y cuyos logros profesionales son conocidos en tres continentes,
un carta, la cual, según su parecer, perjudicaba su reputación profesional. Creía que se
debía hacer algo al respecto, y su abogado, también miembro de AA, estaba de acuerdo.
Daban por sentado que tanto el público como AA se sentirían justamente indignados si
se expusieran los hechos. En seguida, aparecieron en varios periódicos reportajes en
primera plana que informaban que AA estaba apoyando a una mujer, miembro de la
Comunidad - nombre completo, por supuesto - con la esperanza de que ella ganara su
pleito por difamación. Poco tiempo después, un locutor de radio bien conocido dijo la
misma cosa a sus oyentes, un auditorio de unos doce millones de personas. Estos
acontecimientos demostraron nuevamente que era posible aprovecharse del nombre de
AA con motivos puramente personales - y esta vez a escala nacional.

Los viejos archivos de la Sede de AA contienen docenas de experiencias de rupturas de


anonimato parecidas. La mayoría de ellas nos enseñan las mismas lecciones.

Nos enseñan que nosotros los alcohólicos somos los racionalizadores más grandes del
mundo; que, fortalecidos por el pretexto de hacer buenas cosas para AA, con romper
nuestro anonimato, podemos reanudar nuestra vieja búsqueda desastrosa del poder y del
prestigio personales, del honor público y del dinero: los mismos impulsos implacables
que antes, al ser frustrados, nos hicieron beber; las misma fuerzas que hoy en día
desgarran el mundo. Además, ponen bien en claro el hecho de que una cantidad
suficientemente grande de gente que rompieran su anonimato de una manera
sensacionalista, podrían arrastrar consigo a nuestra Comunidad entera a aquel ruinoso
callejón sin salida.

Así que estamos seguros de que, si estas fuerzas llegaran algún día a dominar nuestra
Comunidad, nosotros pereceríamos, tal como han perecido otras sociedades en el curso
de la historia humana. No supongamos ni por un momento que los alcohólicos
recuperados somos mejores o más fuertes que los demás, ni que el haber pasado veinte
años sin problemas insuperables asegura que siempre será así.

Nuestra mayor y verdadera esperanza está en el hecho de que nuestra experiencia total,
como alcohólicos y como miembros de AA, nos ha enseñado, por fin, el poder inmenso
de estas fuerzas de autodestrucción. Estas lecciones, difíciles de aprender, nos han
convertido en gente dispuesta a hacer cualquier sacrificio que sea necesario para
preservar nuestra querida Comunidad.

Por esta razón, consideramos el anonimato a nivel público como nuestra mejor
protección contra nosotros mismos, como el guardián de todas nuestras Tradiciones, y el
más apropiado símbolo del autosacrificio que conozcamos.
Por supuesto, ningún AA tiene que ser anónimo respecto a su familia, sus amigos o sus
vecinos. Por lo general, en estos casos es bueno y sensato revelar que se es miembro. Ni
tampoco existe ningún peligro especial cuando hablamos en las reuniones de grupo de
AA, o en las semipúblicas, con tal de que no se publiquen los apellidos en los reportajes
de la prensa.

A diferencia, ante el público en general - la prensa, la radio, el cine, la TV, etc. - la


publicación de nombres completos y fotos es peligrosísimo. Es la principal escapatoria
de las temibles fuerzas destructoras que todavía yacen latentes en nosotros. Aquí
podemos y debemos mantener la tapa cerrada.

Ahora nos damos perfecta cuenta de que un cien por cien de anonimato personal ante el
público es tan importante para la vida de AA como es un cien por cien de sobriedad
para la vida de todo miembro. Este no es un consejo motivado por el temor; es la voz
prudente de una larga experiencia. Estoy convencido de que la escucharemos; que
haremos todo sacrificio necesario. De hecho, ya la hemos escuchado. Hoy en día, no son
sino un mero puñado de miembros los que rompen su anonimato.

Eso lo digo con toda la seriedad que me es posible; lo digo porque sé lo que es
realmente la tentación de la fama y del dinero. Lo puedo decir por haber sido uno de los
que han roto su anonimato. Doy gracias a Dios porque la voz de la experiencia y los
consejos de mis sabios amigos me apartaran de la senda peligrosa, por la que pudiera
haber llevado a nuestra Comunidad entera. De esta manera llegué a saber que lo
temporal y aparentemente bueno puede ser a menudo el enemigo mortal de lo
permanente y mejor. Al tratarse de la supervivencia de AA, nada que no sea nuestro
mejor esfuerzo será lo suficientemente bueno.

Hay otra razón por la que queremos mantener un cien por cien de anonimato, de la cual
a menudo no se hace caso. En vez de atraer más publicidad para nosotros, las repetidas
rupturas de anonimato pueden perjudicar gravemente las buenas relaciones que tenemos
ahora tanto con la prensa como con el público. Puede que acabemos con mala prensa y
poca confianza por parte del público.

Ya hace muchos años que las emisoras de noticias de todas partes del mundo nos
inundan de publicidad entusiástica, una corriente constante fuera de toda proporción con
la significación real de los acontecimientos en cuestión. Los editores nos dicen por qué
lo hacen. Nos dan más tiempo y espacio porque tienen una confianza absoluta en AA.
La misma base de esta confianza, explican, es nuestra insistencia continua en el
anonimato personal ante la prensa.

Las agencias de información y los expertos en relaciones públicas no habían tenido


ninguna experiencia de una sociedad que rechazara hacer categóricamente propaganda
personal para sus líderes o miembros. Para ellos, esta extraña y agradable novedad
siempre ha constituido una prueba patente de que AA es de fiar; que nadie busca su
propia ventaja.

Esta, nos dicen, es la razón primordial de su inmensa buena voluntad. Por esta razón, a
tiempo y a destiempo, siguen llevando el mensaje de recuperación de AA al mundo
entero.
Si, a causa de una cantidad de rupturas de anonimato, acabáramos haciendo que la
prensa, el público y los alcohólicos enfermos pusieran en duda nuestros motivos,
perderíamos esta ventaja inapreciable y, al mismo tiempo, a multitud de posibles
miembros. Entonces, Alcohólicos Anónimos dejaría de recibir buena publicidad;
recibiría menos y mala. Por lo tanto, es fácil adivinar lo que esto podría significar para
nuestro futuro. Ya que la mayoría de nosotros ya lo hemos adivinado, y el resto de
nosotros pronto lo adivinará, tengo completa certeza que ese día funesto nunca le llegará
a nuestra Sociedad.

Ya hace mucho tiempo que el Dr. Bob y yo hacemos todo lo posible para mantener la
Tradición de anonimato. Justo antes de que el Dr. Bob se muriera, algunos amigos
suyos sugirieron que se debiera erigir un monumento o mausoleo en honor de él y de su
esposa, Anne - algo apropiado para un cofundador. El Dr. Bob, agradeciéndoles, lo
rechazó. Poco tiempo después, al contarme la historia, él me sonrió y dijo: "Por amor de
Dios, Bill, ¿por qué no nos entierran como a los demás?"

El verano pasado, visité el cementerio de Akron donde yacen Bob y Anne. La sencilla
lápida mortuoria no dice ni una palabra acerca de Alcohólicos Anónimos. Eso me alegró
tanto que lloré. ¿Puede ser que esta pareja maravillosa llevara el anonimato personal
demasiado lejos, negándose a utilizar las palabras "Alcohólicos Anónimos" incluso en
su propia lápida mortuoria?

No lo creo. A mime parece que este magnífico y final ejemplo de humildad será de un
valor más perdurable para AA que cualquier publicidad espectacular o mausoleo
majestuoso.

No tenemos que ir a Akron, Ohio, para ver el monumento del Dr. Bob. Su verdadero
monumento se puede ver dondequiera que se encuentre AA. Volvamos a mirar su
auténtica inscripción - una única palabra, grabada por nosotros los AA. Esa palabra es
sacrificio.

Con respecto al dinero

Noviembre de 1957

qui en los Estados Unidos nos vamos acercando al Día de Acción de Gracias. Todos en
la Comunidad de AA, entrados en el espíritu de esta ocasión, nos alegramos,
agradecidos por las bendiciones que nuestra Sociedad nos ha dado. También es
tradicional en esta época hacer una evaluación de nuestro progreso como Comunidad.
Nos fijamos en nuestra Sociedad y preguntamos: "¿Cómo nos encontramos?"

Las Doce Tradiciones son la regla que utilizamos para medir nuestro progreso. "¿Hasta
qué punto nos apegamos a las Doce Tradiciones?" es la pregunta primordial de la
Semana de Acción de Gracias. Cada año que pasa, vemos cada vez más claramente que
la adhesión a nuestros principios tradicionales, adquiridos a duras penas, es la base de
nuestra unidad y de nuestra eficacia en llevar el mensaje; que la indiferencia, la falta de
comprensión, o la rebeldía contra estos principios podrían llevarnos a unas disensiones
globales y, tal vez, a la ruina. Nos damos perfecta cuenta de que la práctica de las Doce
Tradiciones es tan esencial para la vida de AA en su totalidad como lo es la práctica de
los Doce Pasos para la vida y la sobriedad de cada miembro.

El Grapevine me ha pedido que escriba un articulo acerca de las Tradiciones para este
número. Por consiguiente, he escogido como tema aquellas que tratan del asunto, a
menudo mal comprendido y a veces poco popular, del dinero. En cuanto a este tema,
nuestras Tradiciones hacen dos cortas y sencillas declaraciones. La Séptima Tradición
dice: "Todo grupo de AA debe mantener se completamente así mismo, negándose a
recibir contribuciones de afuera." La Octava Tradición dice: "AA nunca tendrá carácter
profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."

Estas pocas palabras están repletas de una gran significación. En ellas vemos los
resultados de las inmensas controversias y luchas de nuestra época pionera, en la que
llegamos a damos cuenta de que AA tendría que formular algunas normas viables y bien
fundadas en lo concerniente al dinero para evitar la ineficacia perpetua y la posible
ruina. Si hemos tomado alguna cuestión en serio, ha sido la del dinero.

Los debates sobre el dinero en esa época oscilaban alocadamente entre dos opiniones
extremas. Los conservadores decían que AA, como tal, no debe utilizar ningún dinero.
Las reuniones tendrían lugar exclusivamente en nuestras casas particulares; podríamos
diseminar nuestro mensaje únicamente de palabra. No habría publicidad, ni literatura, ni
tesoreros, ni comités, ni intergrupos, ni custodios. No habría trabajadores asalariados; y
por lo tanto no habría un ejército de burócratas ni ninguna posibilidad de establecer un
gobierno. Al negarnos a recoger dinero, estaríamos completamente apartados del mundo
de los negocios. Todo se haría espontáneamente, y cada miembro seguiría la voz de su
propia conciencia. Los conservadores decían a gritos, "No nos dejes caer en la
tentación. Mantengámoslo así de simple."

Al otro extremo estaban los radicales, los promotores. Decían que teníamos que tener
vastas sumas de dinero. Teníamos que contratar a agentes de prensa; necesitaríamos
grandes obras de literatura. Tendríamos que ser propietarios de cadenas de hospitales;
habría necesidad de regimientos de trabajadores asalariados de todo tipo, incluso
misioneros pagados para llevar el mensaje a ciudades lejanas y países remotos. En
cuanto nos pusiéramos en marcha, tendríamos que celebrar grandes reuniones públicas.
Escuadras de miembros en camiones con altavoces atravesarían el país. A medida que
se nos unieran mujeres y hombres famosos, ellos gustosamente pregonarían las buenas
nuevas desde los tejados. De esta forma, el mensaje de AA, puro y sin desvirtuar, daría
la vuelta al mundo tan rápido como lo hizo el famoso protagonista de Julio Verne - ¡en
solo ochenta días! Para los promotores, no había sueño que no fuera posible, ni idea
demasiado grandiosa. Y, ¿de dónde sacarían el dinero? Del público, por supuesto. Los
ricos nos enviarían millones.

Hoy podemos ver que los conservadores habrían hecho que nos pudriéramos por no
hacer nada. Por otro lado, los promotores sin duda nos habrían llevado a la ruina por
intentar hacerlo todo.
El proceso de separar lo sensato de lo insensato fue largo y doloroso. Estábamos
tremendamente confundidos porque nadie tenia el monopolio de la sensatez. Los
conservadores, con su prudencia, parecían tener razón cuando decían que grandes
cantidades de dinero nos pondrían en peligro. Pero cuando el temor llevaba la ventaja, y
ellos insistían en no tener dinero ni ningún tipo de servicio, parecía que estaban soltando
puras necedades. Su programa solo podría conducir a una gran confusión y a un
progreso a paso de tortuga. Así ocurría también con los promotores. Por su entusiasmo,
a veces abogaban por proyectos peligrosos. No obstante, a veces la sabiduría estaba de
su parte.

Lentamente, a medida que los martillos de los promotores seguían golpeando los
obstinados yunques de los conservadores, se iban forjando nuestras dos Tradiciones
respecto al dinero.

Al principio hicimos algunas concesiones a los radicales. Admitimos que, a pesar de


que, como totalidad, seguiríamos sin estar organizados, no obstante, tendríamos que
crear comités o juntas de servicios para que AA pudiera funcionar y llevar nuestro
mensaje; y, al nivel regional e internacional, de vez en cuando tendríamos que emplear a
algunos trabajadores asalariados. Esto iba a costar dinero, pero no mucho, y nunca lo
suficiente para presentar grandes problemas o tentaciones futuras.

No obstante, esta clara necesidad nos planteaba la cuestión del profesionalismo. En los
primeros días existía un temor bastante generalizado y justificado de que AA se viera
cargada con una clase de trabajadores de Paso Doce asalariados - gente que querría
tener sueldos u honorarios por llevar el mensaje de AA de persona a persona y cara-a-
cara. No tardamos mucho en darnos cuenta de que tal eventualidad aniquilaría el
espíritu de nuestra misión. No se podía vender el Paso Doce por dinero.

Este gran temor al profesionalismo incluso nos complicaba el asunto de contratar a un


portero o cocinero AA. Y nos ocasionó doble molestia cuando finalmente tuvimos que
contratar a algunos miembros de AA para trabajar como secretarios de área o
internacionales. Durante algún tiempo, arrastraban el horrible estigma del
profesionalismo. Decíamos que estaban ganando dinero a expensas de AA. Lo crean o
no, muchos miembros temerosos y rectos solían evitar su compañía. Incluso los comités
y las juntas a los que servían, a menudo los consideraban como una especie de mal
herético pero necesario. En su caso, estábamos "mezclando lo material y lo espiritual"
Para mantener a estos "casi profesionales" en la apropiada "condición espiritual"
añadimos a la mezcla la menor cantidad de dinero posible; es decir, les pagábamos el
sueldo más bajo que pudieran aceptar para hacer el trabajo.

Sin embargo, hasta cierto punto los radicales se habían salido con la suya. AA tenía que
tener algunos trabajadores a sueldo, aunque sólo fuera unos pocos. Al final, nos dimos
cuenta de que a esta gente se le pagaba principalmente por hacer posible un trabajo de
Paso Doce bueno y eficaz. Hoy no se les considera en absoluto como profesionales y
tratamos de pagarles bien. Figuran entre los AA más dedicados que conocemos. Por
consiguiente, la Octava Tradición dice: "Alcohólicos Anónimos nunca tendrá carácter
profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."

Pero los conservadores también salieron victoriosos cuando finalmente tomamos la


decisión de construir un dique contra la afluencia de contribuciones procedentes del
mundo exterior. Empezamos a rehusar todos los regalos de esta índole, grandes y
pequeños. Nuestros centros de servicio nunca se enriquecerían con las contribuciones de
los miembros de AA. Pero nuestros amigos bien intencionados, por sus regalos y
legados, podrían dotarnos de vastas cantidades de dinero.

En cuanto empezáramos a aceptar donativos de este tipo, no habría fin. Aunque


fácilmente podíamos sufragar nuestros muy módicos gastos de servicio, empezaríamos
a aceptar grandes cantidades de donaciones caritativas. Aun peor, las ricas juntas de
servicio de AA se lanzarían a una variedad de empresas arriesgadas e innecesarias. Sin
duda veríamos surgir una vasta burocracia asalariada, y los más espantosos temores de
los conservadores se harían realidad. En lo concerniente a los regalos y donativos, se
habían expresado con suma sabiduría. Así que formulamos nuestra Séptima Tradición:
"Todo grupo de A.A. debe mantenerse completamente a si mismo, negándose a recibir
contribuciones de afuera."

Poco tiempo después de redactar esta Tradición, en un momento en que teníamos una
necesidad urgente de dinero, los custodios de AA rehusaron un legado de $1 0,000. Era
una época en que las contribuciones de los grupos de AA no alcanzaban a mantener, por
un considerable margen, su propia Sede mundial.

No obstante, nuestros custodios no tardaron en taponar esa primera fisura que


amenazaba aparecer en nuestro recién construido dique contra la tentación de aceptar
dinero de fuentes ajenas. De allí en adelante, AA costearía sus propios servicios o no los
tendría. Esta decisión todavía me conmueve. Fue uno de los puntos decisivos de nuestra
historia.

Para terminar: Nuestra manera de vida espiritual está asegurada para las futuras
generaciones si, como Sociedad, no caemos en la tentación de aceptar dinero de fuentes
ajenas. Pero esto nos deja con una responsabilidad - que todo miembro debe
comprender. No podemos ser tacaños cuando el tesorero de nuestro grupo pasa el
sombrero. Nuestros grupos, nuestras áreas, y AA en su totalidad no funcionarán a
menos que dispongamos de servicios adecuados y se paguen los gastos que entrañen.

El hacer frente a la tentación de aceptar grandes regalos y vencerla no es sino


comportarnos con prudencia. Pero al ser generosos cuando se pasa el sombrero, damos
una muestra de nuestra gratitud por nuestras bendiciones y una evidencia de que
estamos deseosos de compartir lo que hemos encontrado con todos aquellos que todavía
sufren.

Problemas diferentes del alcohol

Febrero 1958
al vez no haya sufrimiento más terrible que la drogadicción, sobre todo el producido por
la morfina, la heroína y otros narcóticos. Estas drogas le tuercen la mente al adieto y la
carencia de la droga le atormenta atrozmente el cuerpo. Comparados con el adicto en su
sufrimiento, nosotros los alcohólicos no lo pasamos mal. Los barbitúricos, cuando se
abusa de ellos, pueden ser casi tan perniciosos. En AA tenemos miembros que han
experimentado grandes recuperaciones, tanto de la botella como de la aguja. También
tenemos una gran cantidad de miembros que fueron - todavía son - víctimas de las
píldoras narcotizantes e incluso los nuevos tranquilizantes.

Por lo tanto, este problema de la drogadicción en sus varias formas nos atañe a todos.
Provoca nuestro más profundo interés y compasión. Vemos por todas partes una legión
de hombres y mujeres que se esfuerzan de esta manera por resolver sus problemas o por
escapar de ellos. Muchos AA, en particular aquellos que han sufrido de estas adicciones,
ahora se preguntan: "¿Qué podemos hacer acerca del problema de las drogas - dentro y
fuera de nuestra Comunidad?".

Debido al hecho de que ya existen varios proyectos para ayudar a los que toman
píldoras y drogas - proyectos que hacen uso de los Doce Pasos de AA, y en los cuales
trabajan miembros de AA - ha surgido una multitud de preguntas sobre cómo estos
esfuerzos, que ya han tenido bastante éxito, pueden ser relacionados correctamente con
los grupos de AA y con AA como un todo.

Algunas de las preguntas especificas son: (1) ¿Puede hacerse miembro de AA un adicto
a drogas o píldoras que no es alcohólico? (2) ¿Se puede llevar a tal persona a una
reunión abierta de AA, como visitante, para darle ayuda o inspiración? (3) ¿Puede
hacerse miembro de AA un individuo que toma drogas o píldoras, que también ha
tenido un verdadero problema con la bebida? (4) ¿Pueden los AA que han sufrido del
alcoholismo y de la drogadicción formar grupos especiales para ayudar a otros AA que
tienen problemas con las drogas? (5) ¿Puede un grupo especial de esta índole llamarse
un grupo de AA? (6) ¿Puede un grupo de esta índole tener miembros no alcohólicos que
toman drogas? (7) Si se permitiese esto, ¿se debería hacer creer a los adictos no
alcohólicos que se han hecho miembros de AA? (8) ¿Hay algún inconveniente en que
los AA que han tenido el problema doble se afilien a grupos ajenos, tal como Narcóticos
Anónimos?

Aunque las respuestas a algunas de estas preguntas son patentes, otras no lo son. Pero,
según creo yo, todos los problemas enunciados pueden resolverse, a satisfacción de
todos, si tenemos en cuenta las Tradiciones de AA aplicables, y la experiencia nuestra
con los grupos especiales en los cuales los AA toman parte hoy en día - los grupos de
dentro y de fuera de la Comunidad.

Hay algunas cosas que AA no puede hacer para nadie, sean cuales sean nuestros deseos
y sentimientos individuales.

Nuestra primera responsabilidad, como sociedad, es asegurar nuestra propia


supervivencia. Por consiguiente, tenemos que evitar las distracciones y las actividades
con objetivos múltiples. Un grupo de AA, como tal, no puede asumir todos los
problemas de sus miembros, aún menos los problemas del mundo entero.
La sobriedad - estar libre del alcohol - por medio de la enseñanza y de la práctica de los
Doce Pasos, es el único propósito de un grupo de AA. Repetidas veces, algunos grupos
han emprendido otras actividades, y jamás han tenido éxito. También se ha aprendido
por experiencia que no es posible convertir a los no alcohólicos en miembros de AA.
Tenemos que limitar los miembros de nuestra Comunidad a los alcohólicos, y tenemos
que limitar nuestros grupos a un objetivo único. Si no nos aferramos a estos principios,
es casi cierto que fracasaremos. Y si fracasamos, no podremos ayudar a nadie.

Para aclarar esto, vamos a analizar unas experiencias típicas. Años atrás, esperábamos
poder conceder la posibilidad de hacerse miembros de AA a nuestras familias y a ciertos
amigos que nos habían ayudado mucho. Ellos también tenían sus problemas, y
deseábamos acogerlos en el seno de la Comunidad. Desgraciadamente, nos dimos
cuenta de que esto no era posible. Ellos no eran capaces de dar las charlas francas de
AA; ni - con pocas excepciones - de identificarse con nuevos miembros de AA. De
aquí, no podían hacer de manera continua el trabajo de Paso Doce. Por muy íntimos
amigos nuestros que esta buena gente fuese, no pudimos permitirles hacerse miembros
de AA. Sólo podíamos recibirlos en nuestras reuniones abiertas.

Por lo tanto, no veo ningún modo de convertir los adictos no alcohólicos en miembros
de AA. La experiencia nos demuestra claramente que no podemos hacer ninguna
excepción, a pesar de que los que toman drogas sean, por así decirlo, parientes muy
cercanos de nosotros los alcohólicos. Si nos empeñamos en tratar de hacer excepciones,
me temo que esto perjudique al adicto mismo, así como también a la Comunidad de
AA. Tenemos que reconocer el hecho de que ningún individuo no alcohólico, sea cual
sea su aflicción, puede convertirse en miembro alcohólico de AA.

Pero supongamos que se dirija a nosotros un adicto que ha tenido un verdadero


problema con la bebida. Hubo una época en que tal persona habría sido rechazada.
Muchos de los primeros miembros de AA tenían la impresión, casi cómica, de que eran
"puros alcohólicos" - borrachos solamente, sin ningún otro problema grave. Cuando los
ex presidiarios alcohólicos y los drogadictos aparecieron por primera vez, su presencia
provocó mucha indignación virtuosa. "¿Qué va a pensar la gente?" salmodió el coro de
puros alcohólicos. Afortunadamente, este tipo de tontería desapareció ya hace mucho
tiempo.

Uno de los mejores miembros de AA que conozco es un hombre que se había entregado
a la aguja siete años antes de hacerse miembro de la Comunidad. Pero, antes de
enviciarse en las drogas, había sido un alcohólico terrible, lo cual era confirmado por su
historia. En consecuencia, tenía el requisito para hacerse miembro de AA, y llegó a ser
uno de nosotros. Desde entonces, ha ayudado a muchos AA y algunos no-AA a hacer
frente a sus problemas con las drogas y las píldoras. Por supuesto, esto es
completamente asunto de él y no del grupo de AA al cual pertenece. En su grupo, es
miembro porque, en realidad, es alcohólico.

Esto es el total de lo que AA no puede hacer por los drogadictos, o por cualquier otra
persona.

Bueno, entonces, ¿qué es lo que se puede hacer? Algunas respuestas muy eficaces a
problemas diferentes del liberarse del alcohol siempre han sido encontradas por medio
de grupos especiales, algunos trabajando dentro de la Comunidad, otros afuera. Nuestro
primer grupo especial se formó hace años, en 1938. AA necesitaba una oficina de
servicios mundiales y un surtido de literatura. Tenía un problema de servicio con el cual
un grupo de AA, como tal, no podía enfrentarse. Por esta razón, establecimos una junta
de custodios (la Fundación Alcohólica), que se ocuparía de estos asuntos. Algunos de
los custodios eran alcohólicos, otros no. Evidentemente, esta junta no era un grupo de
AA. Más bien, era un grupo compuesto por los AA y los no-AA que se dedicaba a una
tarea especial.

Otro ejemplo: En 1940, los AA de Nueva York, sintiéndose muy solos, se instalaron en
un club. El club tenía directores y miembros de AA que pagaban cuotas. Por mucho
tiempo, los miembros y los directores del club creían que constituían un grupo de AA.
Pero, más tarde, se descubrió que el club, como tal, no les importaba nada a muchos de
los AA que asistían a las reuniones en el "Old 24th." De aquí, fue necesario separar
completamente la dirección del club (para sus actividades sociales) de la dirección del
grupo de AA que celebraba sus reuniones en aquel sitio. Pasaron muchos años de riñas
y rodeos fastidiosos, antes de que se aclarase perfectamente que un grupo de AA no
debía meterse en los negocios del club. Hoy día, por todas partes, las juntas directivas
de los clubes y los miembros que pagan cuotas se consideran grupos especiales, y no
grupos de AA.

Ha ocurrido lo mismo con respecto a los centros de desintoxicación y "las casas de Paso
Doce" dirigidos por miembros de AA. Nunca consideramos estas entidades como
grupos de AA. Está bien claro que son las actividades de individuos interesados, que
desempeñan tareas útiles y, a menudo, muy valiosas.

Hace varios años, algunos AA solían reunirse en "grupos de retiro," con un propósito
religioso. Al principio, querían llamarse a si mismos grupos AA de diversas
descripciones. Pero pronto se dieron cuenta de que esto no se podía hacer porque sus
grupos tenían un doble propósito: AA y la religión.

En otra ocasión, algunos AA queríamos entrar en el campo de la educación sobre el


alcohol. Yo era uno de ellos. Nos asociamos con algunos no-alcohólicos que pretendían
lo mismo. Los no-AA deseaban trabajar con nosotros porque necesitaban nuestra
experiencia, nuestra filosofía y nuestro enfoque general. Todo anduvo bien hasta que
algunos de nosotros revelamos que éramos miembros del grupo educacional. En
seguida, el público se formó la idea de que este tipo de educación sobre el alcohol y
Alcohólicos Anónimos eran idénticos. No fue fácil cambiar esta impresión. Pero, ahora
que se ha aclarado la diferencia, un gran número de miembros de AA trabajan en este
campo, lo cual nos alegra mucho.

Así se ha comprobado que, como individuos, podemos llevar la experiencia y las ideas
de AA a cualquier esfera ajena, con tal que protejamos el anonimato y nos neguemos a
hacer uso del nombre de AA para reunir fondos o para cualquier actividad publicitaria.

No tengo la menor duda de que estas experiencias de antaño pueden servir de base para
resolver la confusión de hoy día en cuanto al problema de los narcóticos. Este es un
problema nuevo, pero la experiencia y las Tradiciones de AA que pueden resolverlo ya
son antiguas, y su valor ha sido demostrado por muchos años. Pienso que se puede
resumir así:
No podemos permitirles a los drogadictos no alcohólicos hacerse miembros de AA.
Pero, como cualquier otra persona, podrán asistir a ciertas reuniones abiertas de AA,
siempre que los grupos mismos consientan, por supuesto.

Se debería animar a los miembros de AA interesados a juntarse en grupos para tratar


con los problemas de drogas y sedantes. Pero deberían abstenerse de llamarse grupos de
AA.

No parece haber ninguna razón por la cual varios AA no pueden juntarse, silo quieren,
con un grupo de drogadictos no alcohólicos, para resolver juntos los problemas de
alcohol y de drogas. Pero está claro que tal grupo con doble objetivo no debería insistir
en llamarse un grupo de AA, ni en incluir el nombre de AA en su título. Además, no se
debería hacer creer a los drogadictos no alcohólicos que pertenecen a este grupo que, en
virtud de este tipo de asociación, se han hecho miembros de AA.

Por supuesto, los AA interesados tienen una multitud de motivos sólidos para juntarse
con grupos de afuera que se esfuerzan por resolver los problemas de drogas, a condición
de que se respeten las Tradiciones de anonimato y de "no respaldo."

En conclusión, quisiera decir que, durante el curso de la historia de AA, la mayoría de


nuestros grupos especiales han realizado muchas cosas maravillosas. Tenemos motivos
para esperar que los AA que trabajan ahora en las regiones lúgubres de la drogadicción
tengan el mismo éxito.

En AA hay restricciones estrictas referentes a lo que el grupo puede hacer. Pero el


miembro escasamente las tiene. Si el miembro recuerda observar las Tradiciones de
anonimato y de no respaldo, puede llevar el mensaje de AA a cada área disturbada de
este mundo turbulento.

Seamos consecuentes desde el

punto de vista práctico y espiritual

La Conferencia de Servicios Generales de 1958 votó unánimemente en contra de una


propuesta de publicar una edición en rústica del Libro Grande. Ya que creía que todos
los AA deberían comprender plenamente por qué se hizo esto, Bill pidió al Grapevine
que volviera a publicar algunas partes de una carta que él había escrito a un viejo
amigo sobre este asunto tan debatido.

Agosto de 1958

uerido -,
Me resultó muy grato volver a tener noticias tuyas. Los ancianos nos estamos separando
cada vez más. Muy a menudo siento nostalgia por los días de antaño, y cartas como la
tuya siempre avivan los recuerdos.

Has planteado una vieja pregunta, "¿Por qué no publicamos una edición barata del libro
de AA - tal vez una edición en rústica de cincuenta centavos?" Esta pregunta, a su vez,
plantea un número considerable de nuevas preguntas, que tienen una significación tanto
práctica como espiritual.

Primero, consideremos los antecedentes históricos del asunto del libro barato. En los
años siguientes a la primera publicación del Libro Grande en 1939, al precio de $3.50,
se discutía seria y acaloradamente sobre la cuestión de un libro de bajo precio o un libro
de precio elevado. En esa época, la mayoría de los AA sin duda estaban a favor de una
obra que se vendiera por un dólar. Cuando anunciamos el precio de $3.50, hubo una
reacción muy fuerte (y, hasta cierto punto, poco razonable): "Bill nos ha fallado," "El
precio es demasiado alto para un pobre borracho," "Ya que todo en AA se da
gratuitamente, ¿por qué no regalar el libro," "Puesto que AA es no lucrativa, ¿por qué
han de tener beneficios los grupos y la Sede de Nueva York?" En cuanto a las regalías
para el Dr. Bob y para mí - pues, algunos nos calificaban de aprovechados, e incluso de
estafadores.

Según el parecer de muchos miembros, estos eran argumentos contundentes. Un libro de


regalo representaría un ejemplo puro de empresa espiritual. Sin embargo, un volumen
encuadernado decentemente y con un precio dentro de los márgenes comerciales
normales, un volumen que contribuyera a cubrir los gastos de la Sede de AA, se
consideraba como un mal bastante espantoso. Por lo tanto, me vi sometido a la crítica
más severa de toda mi vida en AA.

No obstante, nuestra historia demuestra que la mayoría a veces idealista de aquellos días
estaba gravemente equivocada. Si el libro no hubiera producido ganancias para la Sede
ni regalías para el Dr. Bob y para mi, AA habría tomado un rumbo muy distinto y
posiblemente desastroso. El Dr. Bob y la Hna. Ignacia no podrían haber cuidado a
aquellos 5,000 borrachos en sus esfuerzos pioneros en los hospitales de Akron. Yo
habría tenido que dejar de trabajar de plena dedicación hace 15 años. Nuestro libro
estaría en manos de una editorial ajena. No habría habido Doce Tradiciones ni
Conferencia de Servicios Generales. La Sede, económicamente paralizada, no podría
haber propagado el mensaje de AA por todo el mundo. De hecho, es muy posible que
hubiéramos tenido que cerrarla.

Todo eso habría sucedido sino hubiéramos podido contar con los ingresos producidos
por el Libro Grande para compensar el déficit, a menudo considerable, de las
contribuciones de los grupos a la Sede. Por ejemplo, en el período 1945-1950, en el
espacio de tres años frenéticos, vi bajar el saldo de nuestro fondo de reserva de
$100,000 a $40,000. En una ocasión durante esa época, la Oficina de Servicios
Generales y el Grapevine experimentaron un déficit combinado de $3,000 al mes. El
dinero proveniente de la venta del libro nos mantenía a flote y nos hacia posible volver a
organizar la oficina de servicio y poner en marcha la Conferencia de Servicios
Generales de hoy día. Un libro barato de AA habría sido un error práctico y espiritual de
grandes proporciones. En vez de llevar el mensaje de AA a multitud de gente, lo
habríamos llevado a muy pocos. No cabe la menor duda. Todo aquel que quiera tener un
libro en rústica a un precio de 50 centavos, debe reflexionar cuidadosamente sobre este
episodio de nuestra historia.

La junta fideicomisaria de AA, nuestra Junta de Servicios Generales, tiene ahora un


fondo de reserva que se ha venido acumulando a lo largo de los años gracias a los
ingresos producidos por el libro. Este fondo tiene un saldo que representa los gastos de
operaciones de nuestra Sede durante un año. Lo consideramos como nuestra mayor
protección contra los tiempos duros y contra la posibilidad de una disminución
sustancial de las contribuciones de los grupos. Incluso en los buenos tiempos, las
contribuciones de los grupos a menudo han sido inferiores - y a veces muy inferiores - a
lo necesario para sufragar los gastos de la Sede. Si en realidad pudiéramos recoger una
contribución de todo miembro recuperado, el gasto anual por miembro solo sería de un
dólar. De hecho, le pedimos a cada miembro que contribuyera con $2.00 y recibimos,
como promedio, muchos menos. La oficina de AA experimentó un déficit de $15,000
en 1957, y el Grapevine, un déficit de $l0,000. Visto que ésta es una situación en que
nos encontramos con frecuencia en los buenos tiempos, ¿qué nos podría pasar en los
malos tiempos?

En los tiempos difíciles, los miembros y grupos de AA sin duda se las arreglarán para
cuidar de si mismos. Pero en tales circunstancias, ¿hasta qué punto podrían cuidar de la
Sede general? Por no habernos visto nunca en tal situación, nadie puede saberlo. Ni
siquiera podemos hacer una suposición bien fundada. Solo sabemos que nuestra Sede
sigue experimentando déficits. También sabemos que un tercio de los grupos de AA,
que representan unos 50,000 miembros, no envían nada a la Sede, ni siquiera en las
épocas de prosperidad. Por lo tanto, no tenemos ningún motivo de creer en Santa Claus.
Por esta razón hemos insistido en robustecer nuestro fondo de reserva. Es nuestra
principal protección contra el debilitamiento o el colapso de los servicios generales de
AA; esos servicios que han diseminado las buenas nuevas por todo el mundo y que
debemos mantener en plena potencia sean cuales sean las circunstancias.

Hay quienes creen que un libro de cincuenta centavos tendría poco impacto en las
ventas de nuestra edición de $4.50. Pero, ¿es así? En la Sede hemos encontrado muchos
competentes trabajadores de servicio voluntarios. Uno de ellos es el vicepresidente de
una casa editorial muy importante. Conoce bien el mercado de libros, dentro y fuera de
AA. Recalca el hecho de que libros de AA ultrabaratos, especialmente las ediciones en
rústica, perjudicaría seriamente nuestras ventas e ingresos actuales. Por lo tanto, ¿no
sería prudente preguntarnos a nosotros mismos: "Podemos permitimos el lujo de tener
esos libros baratos ahora"?

Se ha expresado alguna esperanza de que el volumen de ventas de los libros de


cincuenta centavos en el mercado público sería tan enorme que, a fin de cuentas, no
perderíamos mucho dinero. Pero ésta es una de esas situaciones en las que no se puede
hacer una previsión segura. Como AA no puede meterse en la distribución a las tiendas
o los kioscos de periódicos, tendríamos que dejar que una editorial ajena nos hiciera el
trabajo. Tal editorial sería la única proveedora. Incluso si esa casa editorial vendiera un
millón de ejemplares al año, la participación de AA Publishing, Inc., en concepto de
regalías y beneficios, no superaría los $ 10,000. Por supuesto, puede ser que este cálculo
sea demasiado optimista. Un sondeo preliminar entre las casas editoriales indica que un
volumen de ventas tan alto es bastante dudoso. El sentido común también sugiere lo
mismo.
El mercado principal de libros baratos está dominado por los antiguos éxitos de librería,
las novelas policiacas, las novelas eróticas, de ciencia ficción y similares. Un inmenso
interés público hace posible mantener un alto nivel de ventas. Ya hace casi 20 años que
el libro de AA está en venta en las librerías. Alcohólicos Anónimos y su Libro Grande
han tenido una gran publicidad en los medios de comunicación y siguen teniéndola. No
obstante, nuestras ventas al público solo han constituido una parte insignificante del
total. No han llegado ni a un promedio de 1,500 ejemplares al año. Entonces, ¿Cómo
podemos tener la menor seguridad de que si vendemos el libro de AA en las tiendas y
los kioscos de periódicos, la ventas van a saltar de pronto de 1,500 a un millón de libros,
o a cien mil, o incluso a diez mil libros? No parece que nadie pueda predecir con certeza
la salida que tendría un libro de texto especializado como el nuestro si lo pusiéramos en
venta a precio barato al lado de novelas policíacas y de ciencia ficción en las tiendas de
las ciudades. Si no lográramos tener un gran volumen de ventas, habríamos fracasado
principalmente en nuestro objetivo espiritual de llevar el mensaje de AA. Comparado
con la enorme publicidad que ya tiene AA, el impacto que tendría un libro barato no
seria muy grande.

Ahora preguntémonos si hay una verdadera escasez de libros o materiales de lectura


dentro de AA, y además si nuestros miembros más pobres se encuentran realmente
privados de tener su libro de AA porque aún no disponemos de una edición de cincuenta
centavos. Y también si nuestra excelente literatura en folletos no puede satisfacer las
necesidades de esos recién llegados, si no hubiera otro remedio. Sabemos que ya se han
distribuido 350,000 libros de AA y que cada año a los miembros de AA les llegan
medio millón de buenos folletos. ¿Quién conoce a un miembro a quien no se le haya
dado un libro, que no pueda tomar prestado un libro, o que no pueda comprar uno a
plazos en su grupo, o encontrar el Libro Grande en la biblioteca local? Casi nadie tiene
que verse privado de leer este libro si está dispuesto a hacer el menor esfuerzo para
conseguir un ejemplar. Hay sin duda algunas excepciones, pero nos estamos ocupando
de ellas; ya enviamos ejemplares de regalo del Libro Grande a las prisiones y a los
grupos en instituciones.

Puede que haya ciertas ventajas espirituales en tener libros baratos, pero sin duda alguna
también habría claras desventajas espirituales.

Se nos plantea la pregunta de quién se encuentra en las mejores condiciones de pagar


por un determinado servicio - en este caso un programa de regalar los libros. ¿Los
miembros individuales, los grupos de AA, o AA en su totalidad? Obviamente, la
riqueza y los ingresos combinados de los miembros individuales de AA son la
verdadera reserva y fuente de dinero. Los ingresos combinados de todos los alcohólicos
que se han recuperado en AA llegan fácilmente a un billón de dólares al año.
Comparado con esto, el dinero que llega a las tesorerías de nuestros 7,000 grupos de AA
es una minucia. Comparadas con el dinero que llega a las tesorerías locales, las
contribuciones a la Sede de AA son como una gota de agua en el mar. Nuestra tesorería
internacional y fondo de reserva ni siquiera contiene un dólar por cada alcohólico que se
ha recuperado en AA. Ni tampoco estos alcohólicos son quienes abastecen este fondo de
reserva; los compradores del libro son los que lo hacen. Es probable que la mitad de los
alcohólicos que se han recuperado en AA nunca hayan enviado, directa o
indirectamente, un centavo a la Sede. Tal vez para algunos los estados de cuenta de
nuestra Sede representen un gran capital. Pero este dinero solo representa la mínima
fracción de la riqueza total y de los ingresos potenciales de los miembros de
Alcohólicos Anónimos. La Sede de AA - o AA en su totalidad - es relativamente más
pobre que una rata. ¿Debe la Sede, la parte más pobre de AA, ponerse ahora a financiar
la parte más rica - los AA individuales - con un libro de cincuenta centavos?

¿Tendría esto sentido - desde el punto de vista práctico o espiritual?

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