El Lenguaje Del Corazon 1a Parte
El Lenguaje Del Corazon 1a Parte
El Lenguaje Del Corazon 1a Parte
LENGUAJE
DEL CORAZON
New York
Algunos de los artículos que Bill escribió para el Grapevine (o extractos de ellos)
aparecen en folletos aprobados por la Conferencia de A.A. "Problemas Diferentes del
Alcohol", ha sido reimpreso en forma de folleto, y algunos extractos del mismo artículo
se han publicado en forma de volante. Todos los artículos del folleto "La Tradición de
A.A.: Cómo se Desarrolló" fueron publicados originalmente en el Grapevine y aparecen
en la primera parte de este volumen.
Copyright © 1995 por The A.A. Grapevine, Inc., P. O. Box 1980, Grand Central
Station, New York, NY 10163-1980.
Traducido del inglés. El original de esta obra también es propiedad literaria ©, de The
AA Grapevine, Inc. Prohibida la reproducción total o parcial de esta traducción sin
permiso escrito de The AA Grapevine, Inc.
Título original: The Language of de Heart
ISBN 0-933685-27-0
CONTENIDO
Introducción
La guardiana de AA:
ARTICULOS CONMEMORATIVOS
PROLOGO
Queridos amigos,
Como ya sabrán ustedes, en el curso de muchos años, Bill escribió numerosos artículos
para el Grapevine. Para él era una forma de compartir su experiencia, fortaleza y
esperanza con la Comunidad entera.
Me parece maravilloso que tantos de sus escritos vuelvan a estar disponibles ahora –
especialmente para los incontables AA que se han unido a la Comunidad después de que
se publicaran estos artículos por primera vez.
Con gratitud,
Lois
INTRODUCCION
Con la publicación de El Lenguaje del Corazón se reúnen por primera vez casi todos los
artículos que Bill W., cofundador de Alcohólicos Anónimos, escribió para el AA
Grapevine. Aunque algunos de sus artículos se encuentran reimpresos por separado, ya
sea en forma de folletos, libros de AA, o en números posteriores de la revista, hasta
ahora nunca habían sido publicados en un solo volumen.
Desde el primer número del boletín de ocho páginas, Bill W. fue un colaborador muy
prolífico, un defensor entusiasta y, durante muchos años, era asesor de la redacción. A
pesar de tener un horario de viajes muy apretado y de mantener una copiosa
correspondencia, a Bill nunca le parecía que tenía suficiente oportunidad de responder a
las numerosas y variadas demandas de una Comunidad que estaba todavía en el proceso
de formación, y en el Grapevine encontró el vehículo ideal de comunicación con los
miembros y los grupos que clamorosamente le pedían que compartiera sus ideas y
experiencia. En más de 150 artículos, escritos en un período de 26 años, Bill
documentaba el laborioso proceso de pruebas y tanteos que tuvo como resultado los
principios espirituales de AA, de Recuperación, Unidad y Servicio; y exponía su visión
de lo que la Comunidad podría llegar a ser.
Cuando la redacción actual del Grapevine se puso a considerar las diversas formas en
que se podían agrupar los artículos de Bill en secciones lógicas, al principio parecía una
tarea hercúlea - pero al final no resultó ser así. Debido principalmente a la forma
ordenada y bien centrada de pensar y trabajar que Bill tenía, los artículos casi se
agrupaban por sí solos. Aparecen en orden cronológico en tres partes, según los
principales temas de AA acerca de los cuales Bill estaba pensando y escribiendo durante
cada período. Además, cada Parte está subdividida según temas de mayor o menor
importancia. En las breves introducciones a la Primera, Segunda y Tercera Parte, se
resumen los principales acontecimientos y tendencias de AA que motivaban a Bill a
hacer resaltar un aspecto determinado de la vida de AA, y en unos cuantos casos, un par
de frases introductorias establecen el contexto del artículo en cuestión. Hacia el final
aparece un grupo del artículos conmemorativos (redactados en reconocimiento de
algunos amigos no alcohólicos de AA, así como del Dr. Bob y de Bill D., el AA
Número Tres), y un Apéndice que contiene siete artículos en los que Bill reflexionaba
sobre el Grapevine.
Aunque nuestra intención es hacer disponible una recopilación total de los escritos
publicados por Bill en el Grapevine, se han omitido algunos debido a consideraciones
de espacio. La serie de artículos acerca de las Tradiciones, escrita en 1952 y 1953 y
reimpresa más tarde en el libro Doce Pasos y Doce Tradiciones ya está disponible en
ese libro y, por lo tanto, no la repetimos aquí; por razones parecidas, no se han incluido
dos extractos de AA Llega a su Mayoría de Edad que fueron reimpresos como artículos
del Grapevine, y un articulo que apareció dos veces en el Grapevine solo aparece aquí
una vez. También se han suprimido todas las breves (de una media página cada una)
felicitaciones Navideñas y del Día de Acción de Gracias, expresadas por Bill a la
Comunidad, con la excepción del mensaje de Navidad de diciembre de 1970, su último
articulo para el Grapevine. Y finalmente, también se han omitido algunos breves
artículos (cortos tributos conmemorativos a miembros del personal de la Oficina de
Servicios Generales y un aviso de que la Oficina de Servicios Generales iba a
trasladarse a un nuevo lugar).
La más citada descripción que hizo Bill del Grapevine aparece en AA Llega a su
Mayoría de Edad: "El Grapevine es el espejo del pensamiento y de la acción de AA, a
escala mundial. Es una especie de alfombra mágica en la cual todos nosotros podemos
viajar desde un remoto bastión de AA hasta otro, y ha llegado a ser un maravilloso
medio de intercambio de nuestros pensamientos y experiencias actuales." La redacción
del Grapevine tiene la esperanza de que las ideas de Bill, escritas durante los años
cuarenta, cincuenta y sesenta, y que nunca han perdido su actualidad, les sirvan como
un espejo a los miembros de AA de los años ochenta y posteriores, recordándonos cómo
era, documentando lo que pasó y por qué pasó, e iluminado el presente con la sabiduría
de la experiencia de AA durante sus primeros treinta años.
PRIMERA
PARTE
1944 - 1950
La cartas que inundaban la pequeña Sede de AA, junto con la experiencia sacada de sus
visitas a los grupos en todas partes de Norteamérica, contribuyeron a que Bill y los otros
miembros fundadores vieran con mayor claridad cuáles eran los principios que parecían
favorecer la unidad del grupo, así como aquellos que a menudo acababan causando
conflictos. Enfrentado con este rápido desarrollo y numerosas demandas internas y
externas, Bill se daba perfecta cuenta de que la nueva Comunidad podría fácilmente
hundirse bajo el peso de su propio éxito a no ser que se pudiera formular un conjunto
común de principios orientadores y una política eficaz para relacionarse con el público
en general.
Las Tradiciones
toman forma
Agosto de 1945
urante los pocos años que Alcohólicos Anónimos ha estado a la vista del público, se le
han dedicado cientos de miles de palabras de publicidad en los periódicos y las revistas.
A estos medios se les han añadido recientemente los comentaristas radiofónicos y, aquí
y allá, algunos programas de radio patrocinados por AA. En muy contadas ocasiones se
nos ha dirigido una palabra de crítica o de burla. Aunque a veces nuestra publicidad ha
carecido de cierta dignidad, difícilmente podemos quejarnos. Después de todo, el beber
no es asunto de gran dignidad.
Indudablemente, tenemos motivos para sentirnos agradecidos por el hecho de que una
multitud de escritores, redactores, clérigos, médicos - amigos de toda clase y condición -
han seguido preconizando nuestra causa de forma tan comprensiva y entusiástica. Como
consecuencia directa de sus esfuerzos, miles de alcohólicos han llegado a AA. Es un
buen resultado. Un resultado providencialmente bueno, al considerar los muchos errores
que pudiéramos haber cometido; lo profundamente comprometidos que pudiéramos
estar, si hubiéramos seguido otra política. Por ejemplo, en la polémica sobre la
prohibición. Es incluso posible que hubiéramos reñido con nuestros buenos amigos, la
religión y la medicina. No ha sucedido ninguna de estas cosas. Hemos sido
increíblemente afortunados, gracias a Dios.
Aunque podemos tener aquí material para una buena historia de éxito, no es, a nuestro
parecer, motivo para felicitarnos a nosotros mismos. Los AA veteranos que conocen
bien los hechos opinan unánimemente que una inteligencia superior a la nuestra ha
tenido sin duda una gran influencia; si no, no podríamos haber evitado tantos escollos,
no podríamos haber tenido una relación tan venturosa con nuestros millones de amigos
del mundo exterior.
Aunque como individuos nosotros los AA hemos sufrido mucho de estos mismos
defectos y, si esperamos mantenemos sobrios y útiles, debemos reconocerlos y
enfrentarnos con ellos diariamente en nuestras vidas personales, es cierto, no obstante,
que rara vez estas actitudes se han insinuado en nuestras relaciones públicas. Pero algún
día pueden hacerlo. No digamos nunca, "eso no puede pasar aquí."
A los lectores del número de julio del Grapevine, les dejó asombrados y les hizo pararse
a reflexionar el artículo publicado acerca del movimiento Washingtoniano. Nos
resultaba difícil de creer que, hace cien años, en los periódicos de este país aparecieran
reportajes entusiásticos acerca de cien mil alcohólicos que se ayudaban unos a otros a
mantenerse sobrios; que hoy día la influencia de esta buena obra haya desaparecido tan
completamente que muy pocos de nosotros hemos oído hablar de ella.
Echemos una mirada al articulo del Grapevine sobre los Washingtonianos y citemos
algunas frases: "Mitin popular en 1841, en el Parque del Ayuntamiento de la Ciudad de
Nueva York, atrajo a un auditorio de 4,000 personas. Los oradores hablaban subidos en
barriles de ron." "Desfiles triunfales en Boston. El histórico Faneuil Hall estaba hasta
los topes." (¿Autopromoción exagerada - exhibicionismo? En cualquier caso, suena
muy alcohólico, ¿no?) "Los políticos miraban con ojos ávidos al creciente número de
miembros... sus intentos de reclutar votos contribuían a echar a perder los grupos
locales." (Nuevamente, huele a ambición personal, y también a una innecesaria
participación de los grupos en cuestiones polémicas; la cuestión de más actualidad del
momento era la abolición de la esclavitud.) "Los Washingtonianos se sentían muy
seguros de sí mismos... despreciaban los antiguos métodos." (Quizás un poco arrogante.
No podían aprender de los demás y llegaron a competir, en lugar de cooperar, con otras
organizaciones de su mismo campo.)
Al igual que los AA, los Washingtonianos originalmente tenía un solo objetivo: "Se
interesaba únicamente en la rehabilitación de los borrachos y Sostenía que no era asunto
suyo el que otras personas, que parecían ser poco afectadas por ello, utilizasen el
alcohol." Pero más tarde apareció una nueva tendencia: "En las organizaciones locales
más antiguas, había una división - algunas permitirían vino y cerveza - otras clamaban a
gritos por promulgar leyes que prohibieran el alcohol - en su celo por conseguir nuevos
miembros, reclutaron a mucha gente bebedora, pero no necesariamente alcohólica."
(Así, el firme y sencillo propósito original del grupo se disipó en vanas controversias y
objetivos divergentes.)
Además: "Algunos [de los grupos locales de los Washingtonianos] echaron mano de sus
arcas para financiar sus propias publicaciones. No había normas editoriales globales.
Los editores de los periódicos locales se metieron en riñas con los editores de los
periódicos de temperancia." (Aparentemente, el problema no estaba en el hecho de que
tuvieran publicaciones locales. Era más bien que los Washingtonianos dejaron de
aferrarse a su propósito original que les hubiera evitado entrar en peleas con nadie; y
también el hecho patente de que no tenían ninguna política nacional de relaciones
públicas, ni una tradición que todos los miembros estuvieran dispuestos a seguir.)
Ahora bien, ¿Tiene AA un política de relaciones públicas? ¿Es todo lo buena que
pudiera ser? ¿Son claros sus principios primordiales? ¿Puede responder a futuros
cambios de circunstancias?
Ahora que nos encontramos cada vez más a la vista del público, estas preguntas van
cobrando mayor importancia para muchos AA. En el número de septiembre del
Grapevine, voy a tratar de resumir nuestras normas actuales de relaciones públicas,
cómo se desarrollaron y en qué, al parecer de la mayoría de los miembros veteranos de
AA, podrían mejorarse para responder con más eficacia a nuestros nuevos y más
urgentes problemas.
Septiembre de 1945
Tiene Alcohólicos Anónimos una política de relaciones públicas? ¿Es adecuada para
responder a nuestras necesidades actuales y futuras?
Nadie, por supuesto, sostiene que este rasgo nuestro sea una esplendorosa virtud.
Durante sus primeros años en AA, todo miembro conoce el impulso de rebelarse contra
la autoridad. Yo sé que lo sentía, y no diría que lo haya superado. Además, he pasado
por mi época de legislador, de regulador del comportamiento de los demás. Yo también
he pasado noches desvelado, cuidando de mi ego "herido," preguntándome cómo
podrían ser tan poco razonables, tan desconsiderados conmigo, aquellos cuyas vidas yo
estaba tratando de dirigir. Ahora, al recordar esas experiencias, las puedo mirar con gran
regocijo. Y también con gratitud. Me enseñaron que la cualidad que me impulsaba a
gobernar a otras personas era ese mismo egocentrismo que a ellas les incitaba a
rebelarse.
Se puede oír gritar a un lector no-AA: "Eso parece muy poco prometedor para el futuro
de esta gente. Sin organización, ni reglas, ni autoridad. Es una anarquía; es dinamita; es
'atómico' y va a explotar. Menudas relaciones públicas. Si no hay autoridad, ¿cómo
pueden tener una política de relaciones públicas? Este es exactamente el mismo defecto
que hace cien años llevó a la ruina a los alcohólicos Washingtonianos. Fueron creciendo
como hongos hasta llegar a los cien mil miembros, y luego se derrumbaron. No había ni
política ni autoridad efectivas. Se peleaban entre ellos, y así finalmente el público los
veía con los ojos amoratados. ¿No son estos AA el mismo tipo de borrachos, el mismo
tipo de anarquistas? ¿Cómo pueden esperar tener éxito en lo que fracasaron los
Washingtonianos?"
Estas son buenas preguntas. ¿Tenemos las respuestas? Aunque nunca debemos estar
muy seguros, hay motivo para esperar que las tenemos; parece que en AA hay en juego
unas fuerzas que no parecían estar en evidencia entre nuestros compañeros alcohólicos
de los años cuarenta del siglo pasado.
Por consiguiente, los AA, cuando miramos hacia el futuro, siempre tenemos que
preguntarnos si el espíritu que ahora nos une en nuestra causa común siempre será más
fuerte que aquellos deseos y ambiciones personales que tienden a desunirnos. Mientras
las fuerzas positivas sean superiores, no podemos fracasar. Afortunadamente, hasta la
fecha, los vínculos que nos unen han sido mucho más fuertes que los impulsos que nos
podrían desgarrar. Aunque el miembro individual de AA no está sujeto a ninguna
coacción humana, aunque tiene una casi perfecta libertad personal, hemos logrado, no
obstante, una unidad magnífica en cuanto a lo esencial.
Por ejemplo, nadie se ve forzado a tragar los Doce Pasos de nuestro programa de AA.
Ninguna autoridad humana los hace cumplir. No obstante, nos unen y unidos los
seguimos, porque la verdad que contienen nos ha salvado la vida, y nos ha abierto una
puerta hacia un nuevo mundo. Nuestra experiencia nos enseña que estas verdades
universales producen resultados. La anarquía del individuo se rinde ante esta evidencia.
El individuo logra su sobriedad y después, poco a poco, llega a estar totalmente de
acuerdo con nuestros sencillos principios básicos.
Estas verdades acaban por gobernar su vida y él acaba por vivir bajo su autoridad, la
autoridad más poderosa que se conozca, la autoridad de su propio y pleno
consentimiento voluntario. El no está gobernado por la gente, sino por los principios,
por las verdades y, como diría la mayoría de nosotros, por Dios.
Puede que algunos nos hagan la pregunta, "¿Qué tiene que ver todo esto con una
política de relaciones públicas de AA?" Un AA veterano les contestaría, "Mucho."
Aunque la experiencia nos indica que en AA no se puede crear ni enunciar ninguna
política fijada con todo detalle, ni mucho menos imponerla eficazmente por ninguna
autoridad humana, nos vemos enfrentados con el problema de desarrollar una política de
relaciones públicas y de conseguir que se sostenga por la única autoridad que
conocemos - la del entendimiento común y del consentimiento general, si no universal.
Cuando logremos este consentimiento, podremos estar seguros de nosotros mismos. Los
AA de todas partes llevarán a efecto espontáneamente esta política, como algo que cae
por su propio peso. Pero primero tenemos que poner bien en claro ciertos principios
básicos. Y estos principios tienen que haberse probado en el crisol de nuestra
experiencia.
Por lo tanto, tengo una ardiente esperanza de que miles de AA se pongan a pensar
asiduamente en estas cuestiones de política que van cobrando cada vez más importancia
para nosotros. La verdadera respuesta tiene que ser el fruto de nuestras discusiones,
nuestras diferencias de opinión, nuestras experiencias cotidianas, y nuestro
consentimiento general.
Como miembro que lleva largo tiempo en la Comunidad, puedo presentarles los hechos
y contribuir al análisis de lo que ha ocurrido hasta la fecha. Tal vez, incluso puedo hacer
algunas sugerencias de valor para el futuro. Pero no más que esto. Todos nosotros - y no
yo solo - determinaremos si vamos a tener a fin de cuentas una política de relaciones
públicas clara y viable.
Nace el libro
Octubre de 1945
Durante los tres primeros años de AA, nadie pensó ni por un momento en las relaciones
públicas. Era una época de "volar a ciegas," en la que tratábamos febrilmente de
encontrar los principios que nos hicieron posible mantenernos sobrios y ayudar a los
pocos alcohólicos que llegaban queriendo hacer lo mismo. Estábamos totalmente
preocupados con la cuestión de vida o muerte de la recuperación personal. Era un
asunto estrictamente individual e interpersonal. Ni siquiera habíamos llegado a estar de
acuerdo en un nombre para nuestro movimiento. No había literatura.
Para el otoño de 1937, teníamos unos cuarenta miembros recuperados. Uno de nosotros
llevaba tres años sobrio, otro dos y medio, y un buen número de nosotros ya habían
cumplido un año o algo más. Visto que todos habíamos sido casos desahuciados, este
lapso de tiempo empezó a cobrar importancia. Empezamos a darnos clara cuenta de que
"habíamos descubierto algo." Había dejado de ser un dudoso experimento. Los
alcohólicos podían mantenerse sobrios. En grandes cantidades, quizás. Aunque
algunos de nosotros nos habíamos aferrado siempre a esta posibilidad, ahora el sueño
tenía una base concreta. Si cuarenta alcohólicos se podían recuperar, ¿por qué no
cuatrocientos, cuatro mil, o incluso cuarenta mil?
Una vez que asimilamos este concepto espectacular, nuestra forma de pensar
experimentó un cambio súbito. Nuestra imaginación alcohólica se desbordó. La mayoría
de nosotros somos por temperamento vendedores, promotores. Así que empezamos a
hablar en términos grandiosos. Un número considerable no sería suficiente. Hablábamos
de cifras astronómicas. Sin duda, dijimos, esto no era sino el comienzo de uno de los
acontecimientos médicos, religiosos y sociales más significativos de la historia. Ibamos
a darles una lección a los profesionales médicos y a los portavoces del cielo. Había un
millón de alcohólicos en Norteamérica; unos millones más en el resto del mundo. No
teníamos que hacer más que procurar que todos estos muchachos y muchachas lograran
su sobriedad (y hacerles aceptar a Dios) y ellos revolucionarían la sociedad. Un nuevo
mundo dirigido por ex borrachos. Imagínenselo, amigos.
¿Publicidad? Claro que sí. Millones de palabras. ¿Dinero? Seguro. Harían falta
millones, naturalmente. Lo del dinero y la publicidad sería algo de coser y cantar - una
enérgica campaña de promoción dirigida a los magnates y los editores norteamericanos
resolvería rápidamente el asunto. ¿Cómo podrían resistirse cuando vieran lo que
teníamos? Fíjense en nosotros los borrachos. En realidad, algunos de nosotros realmente
éramos así de grandiosos. No se había visto ningún pregonero de feria tan entusiasta o
extravagante como lo éramos algunos de nosotros en el otoño de 1937. De hecho,
recuerdo haber pregonado mucho yo mismo.
Supongamos ahora que no se hubiera refrenado a los promotores de los días pioneros.
Supongamos que se hubiera dejado en sus manos nuestra política de relaciones públicas.
Supongamos que ellos hubieran podido recoger millones de dólares, e inundar el país
con propaganda y afirmaciones exageradas acerca de AA. No solo habríamos reñido
con nuestros mejores amigos, la religión y la medicina, sino que también nos habríamos
visto desacreditados ante la misma gente a quien queríamos alcanzar - los hombres y
mujeres alcohólicos. Grandes cantidades de dinero habrían supuesto un monumental
equipo de terapeutas profesionales o "bienhechores" de AA; y los promotores más el
dinero sin duda habría significado un bombo publicitario referente a todo tema posible,
desde la prohibición del alcohol hasta el comunismo en Rusia. Dentro de nuestra
Sociedad, si todavía existiera, habríamos sido desgarrados por controversias políticas y
disensiones religiosas. Les pasó a los Washingtonianos. ¿Quién, entonces, nos ha
salvado de esta suerte hasta la fecha?
La gente que hizo el trabajo de salvación y que desde entonces nos ha evitado multitud
de problemas son una clase de individuos con los que la mayoría de los AA se muestran
muy impacientes. Son los conservadores. Son los que dicen "vete despacio," "piénsalo,"
"no hagamos eso." No se puede encontrar a muchos de ellos entre nosotros los
alcohólicos; pero sin duda es providencial que siempre hayamos tenido algunos a
nuestro alrededor. A menudo acusados de ser un obstáculo al progreso (como lo son
algunas veces), no obstante, constituyen una inapreciable ventaja. Nos bajan de las
nubes al resto de nosotros; nos hacen enfrentar las realidades de la experiencia; prevén
los peligros que la mayoría ignoraríamos alegremente. A veces su conservatismo es
exagerado; innecesariamente "miran con alarma por el bien del movimiento." Ya que se
dan cuenta de que un mero cambio no significa forzosamente el progreso,
instintivamente se resisten al cambio. Nunca quieren dar un paso irrevocable; a menudo
les horroriza tomar aquellas decisiones definitivas de las que no hay escape posible.
Evitan los problemas asegurándose de nunca meterse en ellos.
Nunca olvidaré la primera discusión acerca de nuestras relaciones públicas que tuvimos
en Akron en 1937. Los promotores no podían pensar en nada que no fuera llevar las
buenas nuevas de nuestras recuperaciones a millones de alcohólicos, de la noche a la
mañana si fuese posible. Si se hiciera esto, decían ellos, Dios haría el resto. Pero los
conservadores no creían que Dios obrara de esta manera.
Estas eran buenas preguntas. A nosotros los promotores, nos hicieron parar a pensar.
Aunque en muchos aspectos nos veíamos obligados a darles por principio la razón a los
conservadores, todavía nos parecía que su consejo era el de la perfección. No era
práctico. Los conservadores nos replicaron que, aunque los promotores habíamos
montado muchas empresas venturosas, si permanecíamos al mando, casi siempre las
echábamos a perder. Los promotores (y confieso haber sido uno de ellos) les
respondimos: ¿Cómo podían conciliar el sueño los de "vete despacio," al tener en
consideración que después de tres largos años solo habíamos logrado establecer tres
pequeños grupos; que en Norteamérica un millón de alcohólicos estaban cayendo como
moscas; que a un tiro de piedra de donde estábamos sentados había tal vez centenares
que podrían recuperarse si supieran lo que sabíamos nosotros? Y los alcohólicos de
California, ¿iban a tener que esperar, sin alivio, hasta que las nuevas les llegaran de
palabra? Y, ¿no había un grave peligro de ver grandemente desvirtuados nuestros
métodos de éxito, si no los pusiéramos por escrito y no los publicáramos en forma de
libro? Y si no hiciéramos constar por escrito lo que habíamos descubierto, ¿no había la
posibilidad de que algunos columnistas se hicieran los graciosos y empezaran a hacer
burla devastadora de nosotros? Si, les dijimos, no dudamos que hay que proceder con
cautela; pero, ¿no necesitamos nuestro propio libro, y alguna publicidad?
Por lo tanto, parece claro que la única manera de formular una política segura es dejar
que se mezclen los promotores con los conservadores. Podemos contar con que sus
discusiones, si no entran en juego las ambiciones y los resentimientos, nos darán las
apropiadas respuestas. Para nosotros, no hay otra forma de hacerlo.
He resumido aquí la historia del primer paso que dimos en las relaciones públicas. En
futuros artículos, me gustaría relatar más sobre nuestras experiencias recientes en este
campo, con énfasis en la conveniencia de seguir con modestia, anonimato y fidelidad a
un solo objetivo: el de llevar el mensaje al alcohólico que desea recuperarse.
de nuestro anonimato
Enero de 1946
En los años venideros, el principio de anonimato se convertirá sin duda en una parte de
nuestra Tradición vital. Incluso hoy, nos damos cuenta de su valor práctico. Pero aún
más importante, empezamos a percatarnos de que la palabra "anónimo" tiene para
nosotros un inmensa significación espiritual. De una manera sutil y a la vez enérgica,
nos recuerda que siempre debemos anteponer los principios a las personalidades; que
hemos renunciado a la glorificación personal ante el público; que nuestro movimiento
no sólo predica sino que de hecho practica una modestia auténticamente humilde. No
puede haber la menor duda de que el practicar el anonimato en nuestras relaciones
públicas ya ha tenido una profunda influencia beneficiosa tanto en nosotros como en
nuestros millones de amigos del mundo exterior. El anonimato constituye ya la piedra
angular de nuestra política de relaciones públicas.
La forma en que esta idea se originó y después fue cuajando entre nosotros es una parte
interesante de la historia de AA. En los años anteriores a la publicación del libro
Alcohólicos Anónimos, no teníamos nombre. Sin nombre, sin forma, con nuestros
principios básicos de recuperación todavía sometidos a discusión y a prueba, no éramos
sino un grupo de bebedores que andábamos a tientas por lo que esperábamos fuera el
camino hacia la liberación. Una vez convencidos de que estábamos en el buen camino,
decidimos escribir un libro por medio del cual podríamos contar las buenas nuevas a
otros alcohólicos. Según el libro iba tomando forma, grabamos en sus páginas lo
esencial de nuestra experiencia. Era el fruto de miles de horas de discusión.
Representaba fielmente la voz, el corazón y la conciencia colectiva de aquellos de
nosotros que habíamos abierto el camino durante los primeros cuatro años de AA.
A medida que se acercaba el día de la publicación, nos devanábamos los sesos para
encontrar un título apropiado para el libro. Debimos de haber considerado al menos
doscientos títulos. El idear títulos y someterlos a votación en las reuniones se convirtió
en una de nuestras principales actividades. Tras multitud de discusiones y debates
tumultuosos, logramos finalmente reducir - las posibilidades a dos. ¿Deberíamos titular
nuestro nuevo libro La Salida ["The Way Out"], o deberíamos titularlo Alcohólicos
Anónimos? Esa era la alternativa final. Se efectuó una votación de última hora entre los
grupos de Akron y de Nueva York. Por un escaso margen, el veredicto fue titular a
nuestro libro La Salida. Justo antes de imprimir el libro, alguien intervino sugiriendo la
posibilidad de que hubiera otros libros con el mismo título. Uno de nuestros primeros
Miembros Solitarios (nuestro querido Fritz M., que en ese entonces vivía en
Washington, D.C.) fue a la Biblioteca del Congreso para investigar. Encontró
exactamente doce libros ya titulados La Salida. Cuando hicimos circular esta
información, nos estremecimos ante la posibilidad de ser la "Decimatercera Salida." Así
que Alcohólicos Anónimos pasó a ser la primera preferencia. Así fue como convinimos
en un título para nuestro libro de experiencia, un nombre para nuestro movimiento y,
como ya estamos empezando a ver, una Tradición de la más alta importancia espiritual.
¡Los caminos de Dios son inescrutables!
Aunque ya no tememos como antes al estigma del alcoholismo, hay todavía individuos
para quienes su conexión con nosotros es asunto muy delicado. Algunos entran en AA
bajo nombres ficticios. Otros nos hacen jurar solemnemente que guardemos en secreto
su identidad. Tienen miedo a que su conexión con Alcohólicos Anónimos perjudique
sus negocios. Al otro extremo de la escala de opinión, tenemos al individuo que dice
que el anonimato es pura niñería. Se siente obligado a gritar a los cuatro vientos que es
miembro de AA. Hace notar que, dentro de nuestra Comunidad de AA, hay gente
famosa, algunos de renombre nacional. ¿Por qué, nos pregunta, no debemos aprovechar
su prestigio personal, tal como lo haría cualquier otra organización?
Entre los dos extremos, hay un sinfín de matices de opinión. Algunos grupos, en
particular los nuevos, se comportan como sociedades secretas. No quieren que ni
siquiera sus amigos sepan de sus actividades. Ni pensarían jamás en tener presentes en
sus reuniones a los clérigos, los médicos, ni a sus mismas esposas. En cuanto a invitar a
los reporteros - ¡Dios nos libre! Otros grupos creen que sus comunidades deben estar
bien enteradas sobre AA. Aunque no publican sus nombres personales, aprovechan toda
oportunidad de anunciar las actividades de su grupo. A veces, celebran reuniones
públicas o semipúblicas, donde los AA se presentan por su nombre en la plataforma. A
menudo, se invita a médicos, clérigos y funcionarios públicos a hablar en estas
reuniones. Algunos miembros han dejado de guardar completamente su anonimato. Sus
nombres, sus fotos y crónicas de sus actividades han aparecido en la prensa. A veces,
como miembros de AA, han publicado artículos acerca de su pertenencia a AA, en los
que incluyen sus nombres completos.
Pues, aunque está bien claro que la mayoría de nosotros reconocemos la importancia del
anonimato, las formas en que practicamos el principio varían mucho.
La pregunta crucial es: ¿Dónde debemos fijar el punto en que las personalidades
desaparecen y empieza el anonimato?
3. Con muy pocas excepciones, la Tradición de AA a nivel nacional debe ser que
ningún miembro de Alcohólicos Anónimos nunca se considere libre de publicar (en
conexión con sus actividades de AA) su nombre o foto en ningún medio de
comunicación público. Esto, no obstante, no debe impedirle emplear su nombre en otras
actividades públicas, siempre que no revele su conexión con AA.
4. Si, por alguna razón extraordinaria, para el bien de AA como una totalidad, le parece
conveniente a un miembro abandonar su anonimato, no debe hacerlo hasta que no
consulte con los miembros veteranos de su grupo. Si planea presentarse como miembro
de AA ante el público en general a escala nacional, el asunto debe ser remitido primero
a nuestra Oficina Central (GSO).
Ni por un momento considero estas declaraciones como reglas o reglamentos; son meras
sugerencias de lo que parece constituir una Tradición sensata para el futuro. A fin de
cuentas, cada miembro individual tendrá que examinar su propia conciencia.
una inspiración
Marzo 1946
Al discutir el tema del anonimato en un número anterior del Grapevine, hice las
siguientes observaciones: que el anonimato tiene para nosotros una inmensa
significación espiritual; que el principio debe ser conservado como parte de nuestra
Tradición vital; que, ya que todavía no tenemos una política muy bien definida al
respecto, hay confusión en algunas partes referente a lo que el anonimato debe
significar; que, por lo tanto, debemos formular una Tradición de consumada claridad
que todos los AA se sentirían obligados a respetar. Además, hice algunas sugerencias,
las cuales, esperaba, después de más amplias y detalladas discusiones, pudieran
convertiste en la base de una política nacional. Estas sugerencias eran:
3. Con muy pocas excepciones, una norma de AA a nivel nacional debe ser que ningún
miembro de Alcohólicos Anónimos nunca se considere libre de publicar (en conexión
con sus actividades de AA) su nombre o foto en ningún medio de comunicación
público. Esto, no obstante, no debe impedirle emplear su nombre en otras actividades
públicas, siempre que no revele su pertenencia a AA.
4. Si, por alguna razón extraordinaria, le parece conveniente a un miembro abandonar su
anonimato a nivel local, no debe hacerlo hasta que no consulte con su propio grupo. Si
planea presentarse como miembro de AA ante el público en general a escala nacional, el
asunto debe ser remitido primero a nuestra Sede nacional.
Si se van a adoptar estas sugerencias, tal como quedan expresadas o con modificación,
como normas generales, todo miembro de AA querrá saber más acerca de nuestra
experiencia ya acumulada. Sin duda querrá saber lo que la mayoría de nuestros
miembros veteranos piensan respecto al anonimato hoy en día. El propósito de este
ensayo será el de poner al tanto a todos acerca de nuestra experiencia colectiva.
Segundo, el principio de anonimato protege nuestra causa. Nos evita el peligro de que
nuestros fundadores o líderes, así llamados, se conviertan en personajes muy conocidos
que podrían en cualquier momento emborracharse, perjudicando así a AA. Nadie tiene
por qué mantener que esto no podría ocurrir. Es posible.
Tercero, casi todo periodista que hace un reportaje acerca de AA empieza quejándose de
lo difícil que es escribir un artículo sin nombres. No obstante, al darse cuenta de que se
trata de un grupo de gente a quienes no les importa en absoluto ninguna ventaja
personal, pronto se ve dispuesto a dejar pasar esta inconveniencia. Es probable que esta
sea la primera vez en su vida en que haga un reportaje acerca de una organización que
no desea ninguna publicidad personal. Por cínico que sea, esta sinceridad patente le
convierte inmediatamente en un amigo de AA. Por lo tanto, el artículo que escribe es
amistoso, y nunca un mero trabajo rutinario. Escribe con entusiasmo, porque el
reportero se siente entusiasmado. A menudo la gente se pregunta, ¿cómo es que AA ha
logrado conseguir tanta publicidad tan favorable? La respuesta parece ser que casi todos
los que escriben artículos sobre nosotros acaban siendo conversos y a veces ardientes
partidarios de AA. ¿No es nuestra política de anonimato la causa principal de este
fenómeno?
En cuarto lugar, ¿Por qué nos considera tan favorablemente el público en general?
¿Simplemente porque ayudamos a muchos alcohólicos a recuperarse? No, esto no puede
explicarlo todo. Aunque nuestras recuperaciones les impresionen mucho, el público se
interesa más en nuestra manera de vivir. A un público harto de la presión que ejercen
comúnmente las ventas, las promociones sensacionalistas, las voces casi ensordecedoras
de los personajes públicos, nuestra modestia, calma y anonimato les representa un
cambio muy agradable. Puede ser, por eso, que sienta que se está generando un inmenso
poder espiritual - que algo nuevo está entrando en su propia vida.
Si el anonimato ya ha hecho todo esto por nosotros, está claro que debemos mantenerlo
como una política nacional. Este principio, de tanto valor para nosotros en estos días,
puede que se convierta en una ventaja inestimable en el futuro. En un sentido espiritual,
el anonimato equivale a renunciar al prestigio personal como instrumento de política
nacional. Estoy convencido de que nos sería conveniente conservar este poderoso
principio; que debemos estar resueltos a no abandonarlo nunca.
Luego tenemos el problema del anonimato del grupo. Es probable que el grupo, al igual
que el miembro individual, deba andar con precaución mientras vaya ganando fuerza y
experiencia. No se debe tener prisa en invitar a gente ajena, ni en efectuar reuniones
públicas. No obstante, esta postura conservadora de los primeros tiempos puede ser
exagerada. Algunos grupos siguen, año tras año, evitando toda publicidad y celebrando
reuniones únicamente para alcohólicos. Es probable que estos grupos se desarrollen
lentamente. Se vuelven algo anémicos por no dejar entrar la sangre renovadora con la
suficiente rapidez. Preocupándose por mantenerse secretos, se olvidan de su obligación
ante los demás alcohólicos de su comunidad que no saben que AA está a su disposición.
No obstante, con el tiempo, esta cautela irrazonable va desapareciendo. Poco a poco, se
abren algunas reuniones a los parientes y amigos. De vez en cuando, se invita a los
clérigos y a los médicos. Finalmente, el grupo obtiene la ayuda del diario local.
En la mayoría de los casos, aunque no en todos, es costumbre que los AA utilicen sus
nombres completos al hablar en las reuniones públicas o semipúblicas. Esto se hace para
mostrar al público que ya no tememos al estigma del alcoholismo. Sin embargo, si hay
en la reunión representantes de la prensa, les pedimos sinceramente que no publiquen
los nombres de los oradores alcohólicos que figuran en el programa. De esta manera, se
observa el principio del anonimato en lo concerniente al público en general y, al mismo
tiempo, nos permite representarnos como un grupo de alcohólicos que ya no sentimos
ningún temor a dar a conocer a nuestros amigos que hemos sido gente muy enferma.
Durante toda nuestra historia solo ha habido un puñado de AA que han dejado de
guardar su anonimato ante el público en general. Algunos han sido casos accidentales,
unos pocos han sido claramente innecesarios, y uno o dos aparentemente justificados.
Naturalmente, debe haber muy pocas normas que, para el bien general, no puedan a
veces ser suspendidas. No obstante, todo aquel que tuviera la intención de dejar de
guardar su anonimato debe reflexionar que podría sentar un precedente que acabaría por
destruir un valioso principio. Tiene que haber pocas e infrecuentes excepciones y deben
ser consideradas muy cuidadosamente. Nunca debemos permitir que ninguna ventaja
inmediata nos haga vacilar en nuestra determinación de aferramos a esta tan vital
Tradición.
para la tradición de AA
Abril de 1946
No obstante, cada uno de nosotros está convencido de que las lecciones de nuestra
experiencia son de una altísima significación. La experiencia de AA se puso por escrito
por vez primera en el libro Alcohólicos Anónimos. En el libro nos enfocábamos en lo
esencial de nuestro más apremiante problema - el de ser liberados de la obsesión
alcohólica. En sus páginas aparecen experiencias personales de la aflicción de beber y
de la recuperación y una exposición de aquellos divinos y antiguos principios que nos
han ocasionado una milagrosa Desde la publicación de Alcohólicos Anónimos en 1939,
el número de miembros ha aumentado de 100 a 24,000. Han pasado siete años; siete
años de nutridas experiencias en nuestra segunda gran empresa - el aprender a vivir y
trabajar juntos. Este es hoy nuestro interés principal. Si podemos tener éxito en esta
aventura - y seguir teniéndolo - entonces, y solamente entonces, tendremos nuestro
futuro asegurado.
Puesto que la calamidad personal ya no nos mantiene cautivos, nuestro más urgente y
estimulante interés en el presente es el que tenemos por el futuro de Alcohólicos
Anónimos. Cómo preservar entre nosotros los AA una unidad tan sólida que ni las
debilidades personales ni la presión y discordia de esta época turbulenta puedan
perjudicar nuestra causa común. Sabemos que Alcohólicos Anónimos tiene que
sobrevivir. Si no, salvo contadas excepciones, nosotros y nuestros compañeros
alcohólicos en todas partes del mundo seguramente reanudaríamos nuestro desesperado
viaje hacia el olvido.
1. Cada miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran
totalidad. Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros
seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el
bienestar individual le sigue muy de cerca.
2. Para el propósito de nuestro grupo, Sólo existe una autoridad fundamental - un Dios
amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo.
3. Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no
podemos rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA
depender del dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se
reúnan en interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA.
4. Con respecto a sus propios asuntos, todo grupo de AA debe ser responsable
únicamente ante la autoridad de su propia conciencia. Sin embargo, cuando sus planes
atañen al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos. Ningún
grupo, comité regional o individuo debe tomar ninguna acción que pueda afectar de
manera significativa a la Comunidad en su totalidad, sin discutirlo con los custodios de
la Fundación Alcohólica [ahora la Junta de Servicios Generales]. En cuanto a estos
asuntos, nuestro bienestar común es de máxima importancia.
5. Cada grupo de Alcohólicos Anónimos debe ser una entidad espiritual con un solo
objetivo primordial - de llevar el mensaje al alcohólico que aún sufre.
10. Ningún miembro o grupo de AA debe nunca, de una manera que pueda
comprometer a AA, manifestar ninguna opinión sobre cuestiones polémicas ajenas -
especialmente aquellas que tienen que ver con la política, la reforma alcohólica, o la
religión. Los grupos de Alcohólicos Anónimos no se oponen a nadie. Con respecto a
estos asunto, no pueden expresar opinión alguna.
11. Nuestras relaciones con el mundo exterior deben caracterizarse por la modestia y el
anonimato. Opinamos que AA debe evitar la propaganda sensacionalista. Nuestras
relaciones públicas deben guiarse por el principio de atracción y no por la promoción.
No tenemos necesidad de alabarnos a nosotros mismos. Nos parece mejor dejar que
nuestros amigos nos recomienden.
Aunque estos principios han sido expresados en un tono algo categórico, no son sino
sugerencias para nuestro futuro. Nosotros los Alcohólicos Anónimos nunca hemos
reaccionado entusiásticamente a ninguna pretensión de autoridad personal. Tal vez es
bueno para AA que esto sea así. Por lo tanto, no ofrezco estas sugerencias como el
dictado de un solo hombre, ni como ningún tipo de credo, sino como una primera
tentativa de describir ese ideal colectivo, hacia el cual hemos sido guiados ciertamente
por un Poder Superior durante estos últimos diez años.
P.D. Para fomentar la libre discusión, me gustaría tratar más ampliamente estos Doce
Puntos de nuestra Tradición en futuros artículos del Grapevine.
El uso prudente del dinero
Mayo de 1946
En Alcohólicos Anónimos, ¿es el dinero lo que hace bailar al perro o la raíz de todos los
males? Estamos en el proceso de resolver este acertijo. Nadie pretende tener la respuesta
completa. Buscamos el punto del "espacio espiritual" donde termina el uso adecuado del
dinero y empieza el abuso. Son muy contados los problemas del grupo que causen
mayor preocupación a los miembros serios de AA. Todo el mundo hace la pregunta,
"¿Cuál debe ser nuestra actitud hacia las contribuciones voluntarias, los trabajadores
asalariados, el profesionalismo, y las donaciones de fuentes ajenas?"
Pero, ¿cómo podemos minimizar estos riesgos? ¿Cómo limitar por Tradición el uso del
dinero para que no derrumbe nunca los fundamentos espirituales de le los que depende
completamente la vida de cada miembro de AA? Este es hoy nuestro verdadero
problema. Echemos una mirada a los elementos principales de nuestra situación
financiera, tratando de distinguir lo esencial de lo no esencial, lo legítimo e inofensivo
de lo que puede ser peligroso o innecesario.
Para empezar, parece ser casi seguro que nuestros clubs, oficinas locales y la sede
nacional en la ciudad de Nueva York nunca nos abrumarán. Su función es prestar
servicios; no pueden controlar ni gobernar a AA. Si cualquiera de ellos resultara
ineficaz, o se volviera imperioso, tendríamos un remedio sencillo. Los miembros de AA
no enviarían sus contribuciones mientras que no se cambiaran las condiciones. Debido a
que nuestra pertenencia a AA no depende de ninguna cuota ni honorario, siempre
tenemos la opción de "tomar o dejar nuestras instalaciones especiales. La alternativa que
se presenta a estos servicios es: servirnos bien o fracasar. Ya que nadie está obligado a
mantenerlos, no pueden nunca dictar órdenes, ni pueden desviarse por mucho tiempo de
lo esencial la Tradición de AA.
Por supuesto, los clubs también reciben cierta ayuda por medio de las reuniones que se
celebran en el local. En los casos en que las reuniones centrales de un área tienen lugar
en un club, normalmente se reparte el dinero de la colecta entre el club y el comité
central, la parte mayor, por supuesto, asignada al club, ya que éste proporciona el local.
Cualquier grupo que desee utilizar el local, ya sea para una reunión o una diversión,
puede concertar un acuerdo parecido con el club. Por lo general, la junta de directores
del club se ocupa de la administración económica y de la vida social del local. No
obstante, los grupos del área siguen siendo los responsables de los propios asuntos de
AA. Esta separación de las actividades no es en absoluto una regla universal. Lo
ofrecemos únicamente como una sugerencia que, por otra parte, refleja bien las
tendencias actuales.
Un club grande o una oficina central supone, por lo general, uno o algunos trabajadores
asalariados. ¿Qué me dicen de ellos? ¿Están profesionalizando a AA? Sobre esta
cuestión se debate acaloradamente cada vez que un club o un comité central se vuelve lo
suficientemente grande como para necesitar trabajadores a sueldo. Acerca de este tema,
todos hemos tenido gran cantidad de borrosas reflexiones. Yo me contaría entre los
primeros en declararme culpable de esta acusación.
No obstante, creo que hay un principio que nos servirá para resolver nuestro dilema
honradamente. Es este: Un limpiador puede fregar el suelo, un cocinero puede asar la
carne, un portero puede echar a los borrachos alborotadores, un secretario puede
manejar una oficina, un editor puede publicar un boletín - todos, no lo dudo, sin
profesionalizar a AA. Si no hiciéramos estos trabajos nosotros mismos, tendríamos que
emplear a gente no AA para hacerlos por nosotros. No pediríamos a ninguna persona no
AA que los hiciera a jornada completa sin pago. Entonces, ¿Por qué algunos de
nosotros, que ganamos una vida cómoda en el mundo exterior, esperamos que otros AA
se dediquen a ser porteros, o secretarios, o cocineros a jornada completa? ¿Por qué ellos
deben trabajar sin sueldo en tareas que el resto de nosotros no podríamos o no
querríamos hacer? O, ¿por qué deben estos trabajadores recibir un sueldo más bajo que
el que podrían ganar en otra parte por un trabajo parecido? ¿Y qué más daría si,
mientras hacen su trabajo, hicieran además algún trabajo de Paso Doce? El principio
parece ser claro: podemos pagar bien por los servicios especiales - pero nunca nada por
el trabajo de Paso Doce.
Junio de 1946
Al hablar sobre este tema en el Grapevine del mes pasado, hicimos las siguientes
observaciones:
3. Nuestro verdadero problema está hoy en fijar límites razonables y tradicionales al uso
del dinero, minimizando así la posibilidad de los trastornos que tiende a causar.
Hace años creíamos que AA debía tener sus propios hospitales y sus casas y granjas de
reposo. Hoy en día, estamos convencidos de que no debemos tener nada de esto. Incluso
nuestros clubs, que están dentro de AA, los mantenemos aparte. Y según el parecer de
casi todos, las instalaciones hospitalarias o de descanso deben estar bien fuera de AA - y
bajo supervisión médica. Claramente, la hospitalización es de la incumbencia de los
médicos, apoyados, por supuesto, por ayuda privada o comunitaria. No es función de
AA el ser propietario ni administrador de estos servicios. En todas partes, cooperamos
con los hospitales. Muchos nos conceden privilegios y disposiciones especiales para
trabajar. Algunos consultan con nosotros. Otros emplean a enfermeras o ayudantes que
son AA. Estas relaciones casi siempre funcionan bien. Pero ninguna de estas
instituciones es conocida como un "hospital de AA."
Además hemos tenido alguna experiencia con granjas y centros de desintoxicación que,
aunque están fuera de AA y bajo supervisión médica, han sido, no obstante,
administrados y financiados por miembros de AA. Algunas de estas empresas han
tenido bastante éxito, otras ninguno. Y, con un par de notables excepciones, el peor
arreglo posible ha sido aquel en que los grupos de AA, contando con sus fondos, han
montado y administrado empresas de desintoxicación. A pesar de las excepciones, estos
"hospitales de AA" parecen ser los menos prometedores. El grupo que se encarga de
una empresa de este tipo normalmente descubre que ha contraído una responsabilidad
innecesaria y provocado una gran cantidad de disensiones desgarradoras. Por ser un
proyecto de grupo, no se puede "tomar o dejar". O bien se tiene que abandonar o dejarlo
como una llaga en carne viva en el cuerpo político. Estos experimentos han demostrado
claramente que el grupo de AA siempre tendrá que ser una entidad espiritual, no una
empresa comercial. Más vale hacer una cosa muy bien que dos muy mal.
Ahora bien, ¿qué acerca de los donativos o pagos a AA por fuentes ajenas? Hace
algunos años, necesitábamos desesperadamente alguna ayuda ajena. La recibimos. Y no
dejaremos nunca de estar agradecidos a aquellos amigos dedicados cuyas contribuciones
hicieron posible la Fundación Alcohólica, el libro Alcohólicos Anónimos y nuestra
Oficina Central. Dios seguramente les ha reservado a cada uno de ellos un lugar en el
cielo. Respondieron a una necesidad apremiante, porque en aquella época éramos muy
pocos miembros de AA y muy insolventes.
Pero los tiempos han cambiado. Alcohólicos Anónimos ahora tiene más de 24,000
miembros, cuyos ingresos combinados deben ascender este año a muchos millones. Por
eso se está difundiendo por toda la Comunidad un fuerte sentimiento de que AA debe
ser automantenida. Ya que la mayoría de los miembros creen que le deben la vida al
movimiento, opinan que nosotros los AA debemos pagar sus muy módicos gastos. Y
dicen: ¿No es hora ya de empezar a cambiar la idea de que el alcohólico es siempre una
persona que necesita ser ayudada - normalmente con dinero? Dicen: Dejemos de ser de
los que toman de la sociedad. Seamos de los que dan. Ya no somos incapaces. Tampoco
estamos sin dinero. Si fuera posible publicar mañana que cada grupo de AA hubiera
logrado ser completamente automantenido, es probable que esto creara hacia nosotros
más buena voluntad que cualquier otra noticia pudiera crear. Dejemos que el generoso
público contribuya con sus fondos a investigaciones científicas sobre el alcoholismo, a
la hospitalización o la educación. Estas empresas tienen una necesidad innegable de
dinero. Nosotros no. Ya no somos pobres. Podemos y debemos pagar por nosotros
mismos.
Pero no son estas muestras de reconocimiento las que nos preocupan, sino las
contribuciones más grandes, especialmente aquellas que puedan acarrear obligaciones
futuras. Además, hay indicios de que algunas personas adineradas nos están reservando
dinero en sus testamentos, teniendo la impresión de que, si tuviéramos grandes
cantidades de dinero, nos vendría bien utilizarlo. ¿No debiéramos disuadirles de
hacerlo? Y se han hecho algunos intentos alarmantes de solicitar fondos al público en
nombre de Alcohólicos Anónimos. Son contados los AA que no puedan imaginarse
adónde llegaríamos si siguiéramos este rumbo. A veces, nos ofrecen dinero tanto los
que están en contra como los que están a favor de la prohibición. Claramente peligroso,
esto. Porque tenemos que mantenernos alejados de esta desgraciada controversia. De
vez en cuando, los padres de un alcohólico, por pura gratitud, quieren hacer un donativo
considerable. ¿Es esto prudente? ¿Le haría algún bien al propio alcohólico? O quizás un
miembro acomodado desee hacernos un regalo sustancial. Si así lo hiciera ¿seria bueno
para él o para nosotros? ¿No podría ser que nos sintiéramos endeudados con él, o que él,
especialmente si es un recién llegado, creyera que había pagado el billete a su destino
feliz - la sobriedad?
No hemos tenido nunca ningún motivo para poner en duda la generosidad sincera de
esta gente. No obstante, ¿es prudente aceptar sus donaciones? Aunque haya algunas
raras excepciones, comparto con la mayoría de los AA veteranos la opinión de que el
aceptar grandes contribuciones de cualquier fuente es muy arriesgado y casi siempre
peligroso. Puede ser que un club se encuentre apretado de dinero y necesite un préstamo
o un regalo amistoso. Aún así, a la larga sería probablemente mejor ir pagándolo todo
por nosotros mismos. No debemos permitir nunca que ninguna ventaja inmediata, por
muy atractiva que sea, nos deslumbre de manera que no veamos la posibilidad de estar
sentando un precedente catastrófico para el futuro. Con demasiada frecuencia, las
disensiones internas a causa del dinero y de la propiedad han destrozado a gente mejor
que nosotros, los alcohólicos temperamentales.
Con la gratitud y satisfacción más profundas, les puedo comunicar una resolución
aprobada recientemente por nuestro comité de servicios generales, los custodios de la
Fundación Alcohólica, quienes son los fideicomisarios de nuestros fondos de AA
nacionales. Han hecho constar por escrito que, como cuestión de principio, se negarán a
recibir todo donativo que acarree la más mínima obligación, expresa o implícita. Y
además, que la Fundación Alcohólica no aceptará ningún dinero ofrecido por cualquier
entidad comercial. Como ya sabrá la mayoría de los lectores, algunas empresas
cinematográficas nos han abordado recientemente para discutir sobre la posibilidad de
producir una película acerca de AA. Naturalmente, se ha mencionado dinero. Pero
nuestros custodios, con razón, creo, tomarán la postura de que AA no tiene nada que
vender; que deseamos evitar incluso la más ligera insinuación de comercio; y que, de
todos modos, AA es ahora automantenida a nivel nacional.
A mi parecer, ésta es una decisión de alta importancia para nuestro futuro - un gran paso
adelante. Cuando esta actitud hacia el dinero haya sido adoptada universalmente por
AA, habremos evitado el escollo dorado y seductor, pero muy engañoso, conocido por
el nombre de materialismo.
AA como grupo
Julio de 1946
Puede ser que Alcohólicos Anónimos sea una nueva forma de sociedad humana. El
primero de los Doce Puntos de nuestra Tradición de AA dice: "Cada miembro de
Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran totalidad. Es necesario
que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente morirá.
Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el bienestar individual le
sigue muy de cerca." Esto representa un reconocimiento, común en todo tipo de
sociedad, de que a veces el individuo tiene que anteponer el bienestar de sus
compañeros a sus propios deseos descontrolados. Si el individuo no cediera nada al
bienestar común, no podría haber sociedad alguna - solo la obstinación desembocada; la
anarquía en el peor sentido de la palabra.
A veces nuestros amigos no alcohólicos nos preguntan: ¿Les hemos oído decir que AA
tiene estructura social segura? Deben estar bromeando. Según lo vemos nosotros, su
Tercera Tradición parece tener unos cimientos tan firmes como los de la Torre de Babel.
En el primer punto, ustedes dicen sin rodeos que el bienestar del grupo tiene la
preferencia. Luego, en el punto tres, pasan a decir a cada AA que nadie le puede
impedir que piense y haga como mejor le venga. Es cierto que en el segundo punto
hablan vagamente de una autoridad final, 'Un Dios amoroso tal como se exprese en la
conciencia de nuestro grupo." Con todo respeto a sus opiniones, visto desde afuera, este
punto parece poco realista. Después de todo, el mundo actual no es sino la triste historia
de cómo la mayoría de los hombres han perdido su conciencia y, por ello, no pueden
encontrar su camino. Ahora llegan ustedes los alcohólicos (gente poco equilibrada
además, ¿verdad?) para decirnos amablemente:
"Por lo tanto," continúan nuestros amigos, "nos parece que dentro de la Sociedad de
Alcohólicos Anónimos ustedes tienen una democracia, una dictadura y una anarquía,
todo funcionando al mismo tiempo. ¿Se acuestan tranquilamente en la misma cama
estos conceptos que hoy día están en tan violento conflicto que van desgarrando el
mundo? No obstante, sabemos que AA da resultados. Así que ustedes, de alguna forma,
deben de haber reconciliado estas grandes fuerzas. Díganos, si pueden, ¿qué es lo que
mantiene unido a AA? ¿Por qué no acaba AA desgarrado también? Si todo AA tiene
una libertad personal que puede incluso llegar al libertinaje, ¿por qué no estalla su
Sociedad? Debería explotar, pero no lo hace."
Es probable que, al leer nuestro primer punto, nuestros amigos del mundo de afuera, tan
perplejos por esta paradoja, pasen por alto una declaración muy significativa: "Es
necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros seguramente
morirá."
Esta dura aserción lleva implícito todo un mundo de significado para cada miembro de
Alcohólicos Anónimos. Aunque es totalmente cierto que ningún grupo de AA puede
forzar a ningún alcohólico a contribuir dinero, o a someterse a los Doce Pasos de
nuestro programa de recuperación o a los Doce Puntos de la Tradición de AA, no
obstante, cada miembro de AA se ve obligado, a la larga, a hacer estas mismas cosas. La
verdad es que, en la vida de cada alcohólico, siempre hay un tirano al acecho. Se llama
alcohol. Astuto, despiadado, sus armas son la aflicción, la locura y la muerte. No
importa el tiempo que llevemos sobrios, él se queda siempre a nuestro lado, vigilando,
listo para aprovechar cualquier oportunidad de reanudar su trabajo de destrucción.
Como un agente de la Gestapo, amenaza a cada ciudadano AA con la tortura y la
extinción - a menos que el ciudadano AA esté dispuesto a vivir sin egoísmo, a menudo
anteponiendo a sus planes y ambiciones personales el bienestar de AA en su totalidad.
Aparentemente, ningún ser humano puede forzar a los alcohólicos a vivir juntos feliz y
útilmente. Pero el Sr. Alcohol puede hacerlo - ¡y a menudo lo hace!
Esto se puede ilustrar con un historia: Hace algún tiempo, hicimos una lista larga de
nuestros aparentes fracasos durante los primeros años de AA. A cada alcohólico que
aparecía en la lista, se le había dado una buena orientación. La mayoría habían asistido
durante varios meses a las reuniones de AA. Después de recaer y volver a recaer, todos
desaparecieron. Algunos decían que no eran alcohólicos. Otros no pudieran aceptar
nuestra creencia en Dios. Unos cuantos habían llegado a tener intensos resentimientos
para con sus compañeros. Anarquistas convencidos, no podían ajustarse a nuestra
Sociedad. Y como nuestra Sociedad no se ajustaba a ellos, se marcharon. Pero solo
temporalmente. En el curso de los años, la mayoría de estos llamados fracasos han
retornado, convirtiéndose a menudo en miembros excelentes. Nunca les perseguimos;
volvieron por motivo propio. Cada vez que veo a uno que acaba de volver, le pregunto
por qué se ha vuelto a unir a nuestro rebano. Invariablemente, su respuesta es más o
menos así: "Cuando me puse en contacto por primera vez con AA, me enteré de que el
alcoholismo es una enfermedad: una obsesión mental que nos impulsa a beber, y una
sensibilidad corporal que nos condena a la locura o a la muerte si seguimos bebiendo.
Además me di cuenta de que AA daba resultados, al menos para algunos alcohólicos.
Pero luego me disgustaron los métodos de AA y llegué a odiar a algunos de los
alcohólicos que conocía allí, y todavía seguía con la idea de que podía dejar la bebida
por mis propios medios. Después de varios años de beber de forma terrible, me di
cuenta de que era impotente para controlarlo, y me rendí. Volvía a AA porque no tenía
otro sitio al que recurrir; había probado todo lo demás. Llegado a este punto, supe que
tenía que hacer algo rápidamente: que tenía que practicar los Doce Pasos del programa
de recuperación de AA; que tenía que dejar de odiar a mis compañeros alcohólicos; que
ahora tenía que ocupar mi sitio entre ellos, como una pequeña parte de esa gran
totalidad, la Sociedad de Alcohólicos Anónimos. Todo se reducía a la simple alternativa
de 'actuar o morir.' Tenía que ajustarme a los principios de AA - si no, podría
despedirme de la vida. Se acabó la anarquía para mí. Y aquí estoy."
Esta historia muestra por qué los AA tenemos que vivir juntos - si no, nos vamos morir
solos. Somos los actores de un drama inexorable, en el que la muerte es la apuntadora
de los que vacilan en sus papeles. ¿Hay alguien que pueda imaginarse el imponer en
nosotros una disciplina más rigurosa que ésta?
No obstante, la historia del beber descontrolado nos muestra que el temor, por sí solo,
ha disciplinado a muy pocos alcohólicos. Para mantenernos unidos a nosotros, los
anarquistas, se necesita mucho más que el mero temor. Hace unos pocos años, dando
una charla en Baltimore, me estaba dilatando sobre los grandes sufrimientos que
nosotros los alcohólicos habíamos conocido y supongo que mis palabras tenían un
fuerte olor a autoconmiseración y a exhibicionismo. Insistía en describir nuestra
experiencia de bebedores como una gran calamidad, un terrible infortunio. Después de
la reunión, me abordó un cura católico y, con tono muy amable, me dijo: "Le oí decir
que creía que su forma de beber era un infortunio. Pero a mí me parece que, en el caso
suyo, era una tremenda buenaventura. ¿No fue esa experiencia horrible lo que le
humilló tanto que hizo que pudiera encontrar a Dios? ¿No fue el sufrimiento lo que le
abrió los ojos y el corazón? Todas las oportunidades que usted tiene hoy, toda esta
maravillosa experiencia que usted llama AA, tuvieron su origen en un profundo
sufrimiento personal. En su caso no fue ningún infortunio. Fue una invaluable
buenaventura. Ustedes los AA son gente privilegiada."
En aquel momento vi con perfecta claridad la razón por la que realmente debía de haber
venido a Baltimore. Debía haber viajado allí con la feliz convicción de que yo
necesitaba a los Baltimorenses aun más de lo que ellos me necesitaban a mí; que tenía
necesidad de compartir con ellos tanto sus penas como sus alegrías; que tenía necesidad
de sentirme unido a ellos, fusionándome en su sociedad; que, incluso si ellos insistían en
considerarme como su maestro, yo debería considerarme a mí mismo como su pupilo.
Me di cuenta de que había estado viviendo muy aislado, muy alejado de mis
compañeros, y muy sordo a esa voz interior. En vez de ir a Baltimore como un mero
agente que llevaba el mensaje de experiencia, llegué como el fundador de Alcohólicos
Anónimos. Y, como un vendedor en una convención, me había puesto mi etiqueta de
identificación para que todos pudieran verla bien. Cuánto mejor habría sido si hubiera
sentido gratitud en vez de satisfacción de mí mismo - gratitud por haber padecido una
vez los sufrimientos del alcoholismo, gratitud por el milagro de recuperación que la
Providencia había obrado en mí, gratitud por el privilegio de servir a mis compañeros
alcohólicos, y gratitud por los lazos fraternales que me unían a ellos en una camaradería
cada vez más íntima, como muy pocas sociedades humanas conocen. Era verdad lo que
me dijo el cura: "Su infortunio se ha convertido en su buenaventura. Ustedes los AA son
gente privilegiada."
La experiencia que tuve en Baltimore no fue nada insólita. Cada AA pasa en su vida por
parecidos acontecimientos espirituales decisivos - momentos de iluminación que le unen
cada vez más íntimamente a sus compañeros y a su Hacedor. El ciclo es siempre el
mismo. Primero, recurrimos a AA porque, de no hacerlo, podríamos morir. Después,
dependemos de su filosofía y del compañerismo que nos ofrece para dejar de beber.
Luego, por un tiempo, tendemos a volver a depender de nosotros mismos, y buscamos
la felicidad por medio del poder y de los aplausos. Finalmente, algún incidente, tal vez
un grave contratiempo, nos abre aun más los ojos. Luego, según vamos aprendiendo la
nueva lección y aceptamos de verdad lo que nos enseña, entramos en un nuevo y más
fructífero nivel de acción y emoción. La vida cobra un sentido más noble.
Vislumbramos nuevas realidades; percibimos la clase de amor que nos hace ver que más
vale dar que recibir. Estas son algunas de la razones por las que creemos que
Alcohólicos Anónimos puede ser una nueva forma de sociedad.
Cada grupo de AA es un refugio seguro. Pero siempre está rodeado por el tirano
alcohol. Como los compañeros de Eddie Rickenbacker, flotando en una balsa en alta
mar, nosotros los que vivimos en el refugio de AA, nos apegamos unos a otros con una
determinación que el mundo de afuera rara vez puede comprender. La anarquía del
individuo va desapareciendo. Se desvanece el egoísmo, y la democracia se convierte en
realidad. Empezamos a conocer la verdadera libertad de espíritu. Llegamos a ser cada
vez más conscientes de que todo va bien; de que cada uno de nosotros puede confiar
incondicionalmente en quien nos guía con amor desde nuestro interior - y desde arriba.
¿Quién es miembro
de Alcohólicos Anónimos?
Agosto de 1946
Desde aquel tiempo, se han hecho todo tipo de experimentos con respecto a la
pertenencia a AA. Es innumerable la cantidad de reglamentos que se han establecido (y
en su mayor parte, quebrantado). Hace dos o tres años, la Oficina Central pidió a los
grupos que hicieran una lista de sus reglamentos y que las enviaran a la sede. Después
de haberlas recibido, las recopilamos, viéndonos obligados a cubrir muchas hojas de
papel. Tras breve reflexión sobre tantísimos reglamentos, se desprendió una
sorprendente conclusión. Si todos estos edictos hubieran estado vigentes en todas partes
al mismo tiempo, le habría sido imposible a cualquier alcohólico unirse a AA. Unos
nueve décimos de nuestros más antiguos y fieles miembros no habrían podido pasar por
la criba.
En algunos casos, las exigencias nos habrían dejado muy desalentados. A la mayoría de
los miembros pioneros se les habría expulsado por haber sufrido demasiadas recaídas; o
por haber tenido costumbres muy relajadas; o porque, no solamente tenían problemas
con el alcohol, sino que además sufrían trastornos mentales. O, por mucho que cueste
creerlo, porque no eran miembros de las llamadas mejores clases de la sociedad.
Nosotros los ancianos nos podríamos haber visto excluidos por no haber leído el libro
Alcohólicos Anónimos o porque nuestros padrinos no quisieron responder por nosotros
como candidatos. Y así, ad infinitum. Las formas en que nuestros alcohólicos "dignos" a
veces han tratado de juzgar a los "menos respetables" son, en retrospectiva, algo
absurdas. Imagínate, si puedes, un alcohólico juzgando a otro.
Cada AA veterano se estremece al recordar los nombres de aquellos a quienes, una vez,
él condenó; la gente que con toda seguridad él predijo que nunca lograría la sobriedad;
la gente que él estaba convencido que había que echar de AA por el bien del
movimiento. Ahora que muchas de esas personas ya se han mantenido sobrias durante
muchos años, y puede que se cuenten entre sus más ínfimos amigos, el veterano se
pregunta a sí mismo, ¿qué habría pasado si todos hubieran juzgado a estas personas
como lo hacía yo? Si AA les hubiera cerrado la puerta, ¿dónde estarían ahora?
Esta es la razón por la que juzgamos cada vez menos al principiante. Si para él, el
alcohol es un problema incontrolable, y si él quiere hacer algo al respecto, no le
requerimos más. No nos importa en absoluto que su caso sea grave o leve, que sus
costumbres sean rectas o relajadas, que tenga o no otras complicaciones. La puerta de
AA está abierta de par en par, y si entra y se pone a hacer algo para remediar su
problema, le consideramos un miembro de AA. No firma ningún contrato o convenio;
no se compromete a hacer nada. No le exigimos nada. El se une a nosotros sólo con
decirlo. Hoy día, en la mayoría de los grupos, ni siquiera tiene que decir que es
alcohólico. Puede unirse a AA con solo tener una mera sospecha de que lo sea, de que
ya muestre los síntomas mortales de nuestra enfermedad.
Por supuesto, éste no es el estado universal de las cosas en AA. Hay todavía
reglamentos que se imponen a los miembros. Si un miembro persiste en llegar borracho
a las reuniones, puede que se le lleve afuera; puede que pidamos a alguien que lo aleje.
No obstante, en la mayoría de los grupos puede volver al día siguiente, si se presenta
sobrio. Aunque le pueden echar de un club, a nadie se le ocurriría echarle de AA. Sigue
siendo miembro de AA mientras que lo diga. Aunque este amplio concepto de la
pertenencia a AA no es todavía de unánime aceptación, representa la corriente principal
del pensamiento de AA. No queremos privar a nadie de la oportunidad de recuperarse
del alcoholismo. Deseamos ser tan inclusivos como podamos, nunca exclusivos.
Tal vez esta tendencia significa algo mucho más profundo que un mero cambio de
actitud hacia la cuestión de pertenencia. Tal vez significa que vamos liberándonos de
todo temor a las tempestades que a veces azotan nuestro mundo alcohólico; tal vez
atestigua nuestra confianza en que, a cada tormenta, le seguirá una calma; una calma
que es más comprensiva, más compasiva, más tolerante que cualquiera que hayamos
conocido nunca.
un gobierno personal?
Enero de 1947
Con casi toda seguridad, la respuesta a esta pregunta es que no. Este es el veredicto de
nuestra experiencia.
La mayoría de los grupos de AA ni siquiera eligen a sus líderes. Prefieren tener comités
rotativos para llevar sus simples asuntos. Estos comités siempre son considerados como
servidores; sólo tienen autoridad para servir, nunca para mandar. Cada comité realiza lo
que cree que son los deseos del grupo. Nada más. Aunque en el pasado los comités
trataban de disciplinar a los miembros descarriados, y aunque a veces han elaborado un
sistema detallado de reglas y, en ocasiones, se han constituido así mismos como jueces
de la moralidad de sus compañeros, no ha habido ningún caso, que yo sepa, en el que
estos esfuerzos aparentemente virtuosos hayan tenido ningún efecto duradero, si no
fuera ¡ la elección de un nuevo comité!
Sin duda, puedo hacer estas afirmaciones con la mayor seguridad. Porque yo también,
he tratado de gobernar AA. Cada vez que me esforcé tenazmente por hacerlo, me
hicieron desistir con un abucheo - tan sonoro que en varias ocasiones parecía que yo
estaba destinado a una excomunión rápida y segura.
En una época me sentía tentado a tomar una postura clara y firme con respecto a cada
uno de estos problemas, a ejercer tanta presión y tanta autoridad como pudiera, a
escribir cartas acaloradas a los individuos y grupos equivocados diciéndoles lo que
debían hacer. En tales momentos, me sentía convencido de que AA necesitaba un
gobierno personal firme - alguien, por ejemplo, como yo mismo.
Después de haber luchado durante unos cuantos años por dirigir el movimiento de AA,
tuve que rendirme - sencillamente no funcionaba. Todo intento de imponer mi autoridad
personal siempre suscitaba confusión y resistencia. Si tomaba partido en alguna
polémica, algunos me citaban alegremente, mientras que otros murmuraban, "¿Y quién
se cree que es este dictador?" Si hacía algunas críticas severas, me devolvían el doble.
El poder personal siempre falló. Puedo ver sonreír a mis viejos amigos de AA. Están
recordando aquella época en la que ellos, también, se sentían llamados poderosamente a
"salvar el movimiento de AA" de esta o aquella amenaza. Pero, sus días de hacer el
papel de "Fariseo", ya se han pasado. Así es que, tanto para ellos como para mí,
aquellos cortos lemas de AA, "Tómalo con Calma" y "Vive y Deja Vivir," han cobrado
una profunda importancia y significación. De esta manera, cada uno de nosotros llega a
comprender que en AA podemos ser únicamente servidores.
Hace mucho tiempo que nosotros aquí en la Oficina Central nos damos cuenta de que
únicamente podemos suministrar algunos servicios indispensables. Podemos facilitar
información y literatura; podemos comunicar, generalmente, la opinión de la mayoría de
los AA referente a nuestros problemas actuales; podemos ayudar a nuevos grupos a
ponerse en marcha, dándoles consejos si nos lo piden; podemos vigilar las relaciones
públicas de AA en general; a veces, podemos servir de intermediarios para resolver un
problema. Del mismo modo, los editores de nuestra revista mensual, el Grapevine de
AA, la consideran simplemente como un espejo de la vida y el pensamiento de AA hoy
en día. Ya que sirven simplemente como tal, no pueden mandar ni hacer propaganda.
Así ocurre también con los custodios de la Fundación Alcohólica (nuestro comité de
servicios generales de AA) quienes saben que no son más que guardianes, guardianes
que aseguran la eficacia de la Oficina Central de AA y del Grapevine de AA, y que son
los depositarios de nuestros fondos generales y nuestras Tradiciones - guardianes y nada
más.
Está clarísimo que, aun aquí en el mismo centro de AA, solamente puede existir un
centro de servicio - custodios, redactores, secretarias, etc. - cada uno cumpliendo sin
duda una función vital, pero ninguno que tenga autoridad para gobernar Alcohólicos
Anónimos.
Respecto a estas preguntas, se oye en los grupos de AA una variedad casi infinita de
opiniones. Por lo general, se pueden clasificar en tres categorías: la de "hacerlo todo"; la
de "hacer algo"; y la de "no hacer nada."
Tenemos también al miembro que le gustaría que lo hiciéramos todo con respecto al
problema global del alcoholismo - a cualquier hora, en cualquier sitio, de cualquier
forma. Su entusiasmo le hace creer no solamente que su querida AA es una panacea
para todos los borrachos, sino que también tenemos una solución para todo y todos los
que tienen que ver con el alcohol. Cree firmemente que AA debe apoyar, tanto con su
nombre como con sus recursos económicos, cualquier proyecto de investigación
científica, educación, o tratamiento que sean de primera categoría. Viendo que, hoy en
día, AA aparece en la primera plana de noticias, él mantiene que debemos permitir
liberalmente a otros que aprovechen nuestra buena fama Dice: "¿Por qué no debemos
manifestar públicamente nuestro apoyo? Se podrían recoger fácilmente millones de
dólares para hacer buenas obras en el campo del alcoholismo." A veces, el juicio de este
entusiasta está oscurecido por su deseo de crearse una carrera. No obstante, estoy seguro
de que para la mayoría de los que se entusiasman tan precipitadamente, es una cuestión
de pura exuberancia, más, en muchos casos, un sentimiento profundo de responsabilidad
social. Así que tenemos los entusiastas y los ultraprudentes: los de "hacerlo todo" y los
de "no hacer nada." Pero el miembro de AA en general no se preocupa por estos
fenómenos tanto como lo hacía en el pasado. Sabe que, del calor y del humo, saldrá la
luz. Pronto surgirá una política bien informada que todos puedan aprobar. Sometida a la
prueba del tiempo, esta política, si se muestra acertada, se convertirá en una tradición de
AA.
A veces, he temido que AA no elaborara nunca una política factible. Y este temor no se
aliviaba mientras mis propias opiniones iban cambiando, con completa inconsecuencia,
de un extremo a otro. Debería haber tenido más fe. La luz de nuestra experiencia está
empezando a brillar con la suficiente intensidad como para que podamos ver
claramente; para que podamos decir con seguridad lo que podemos y lo que no podemos
hacer con respecto a la educación, la investigación científica, etc.
Aunque ahora abordamos cuestiones más discutibles, tenemos que preguntarnos con
toda sinceridad si cualquiera de entre nosotros, como particular, debe llevar y aplicar
nuestras experiencias especiales a otros aspectos del problema del alcoholismo. ¿No le
debemos al menos esto a la sociedad? y, ¿es posible hacerlo sin comprometer a
Alcohólicos Anónimos en su totalidad?
Por lo tanto, me parece justo que algunos de nosotros respondamos a la llamada que nos
llega de otros campos. Y aquellos que respondan, tienen que recordar únicamente que
son, antes que nada, miembros de AA; que en sus actividades son solamente individuos
particulares. Esto supone que respeten el principio de anonimato ante la prensa; que si
se presentan ante el público en general, no se describan como miembros de AA; y que
se abstengan de llamar especial atención sobre el hecho de que son miembros de AA
cuando hacen publicidad o solicitudes de fondos.
Una palabra para terminar. Hace algunos años, yo creía que nosotros podríamos, de
forma limitada y cautelosa, prestar nuestro nombre a ciertas empresas ajenas. Una de
ellas era un proyecto educativo muy prometedor. Varios miembros del cuerpo docente
de la Universidad de Yale que estaban patrocinando el Comité Nacional de Educación
sobre el Alcoholismo me preguntaron si podían contratar a un miembro de AA y,
¿podría este miembro romper su anonimato para este propósito particular? Mi respuesta
fue que naturalmente se podía conseguir la participación de un AA; que tal participación
no podría ser considerada, bajo ningún concepto, como una profesionalización de AA,
ya que el trabajo que se iba a hacer se haría en un campo totalmente distinto; que si un
AA pudiera ser un educador mejor, entonces ¿por qué no? Aunque nunca se ha puesto
seriamente en duda lo atinado de esta política, no se puede decir lo mismo respecto a mi
respuesta sobre el asunto de abandonar el anonimato, a lo cual, en este caso, di mi
aprobación.
Desde entonces hemos visto lo equivocado de esta decisión. Un buen amigo mío,
miembro de AA, aceptó ese puesto y luego abandonó su anonimato. El primer efecto
que tuvo fue bueno. Atrajo una considerable cantidad de publicidad para AA, así como
muchos miembros. En lo referente a la educación, se consiguió que el público fuera más
consciente que nunca que el alcoholismo es una enfermedad, y que se podía hacer algo
al respecto. Hasta allí, todo bien.
Naturalmente, tengo la más sincera esperanza de que nuestro error no cause la menor
molestia o perjuicio a los miembros del comité ni a su trabajo. Los errores forman una
parte integrante del proceso de pruebas y tanteos, por medio del cual todos vamos
aprendiendo y creciendo.
Los clubs en AA
Abril de 1947
l concepto del club ha llegado a formar parte de la vida de AA. Veintenas de estos
abrigos acogedores ya tienen años de existencia, prestando sus muy útiles servicios, y
nuevos clubs se establecen cada mes. Si efectuáramos una votación mañana en cuanto a
la conveniencia de tenerlos, una buena mayoría de los AA daría un resonante voto
afirmativo. Habría miles que atestiguarían que les podría haber sido más difícil
mantener su sobriedad durante sus primeros meses en AA silos clubs no hubieran
existido y, en cualquier caso, dirían que siempre desearían poder aprovechar los
contactos asequibles y las calurosas amistades que los clubs les ofrecen.
Siendo este el punto de vista mayoritario, podríamos suponer que los clubs tuvieran una
aprobación universal; podríamos imaginamos que sin ellos no subsistiríamos.
Podríamos creer que los clubs constituyen una institución central de AA - una especie
de "paso trece" de nuestro programa de recuperación, sin el cual los demás Pasos no
surtirían efecto. De vez en cuando los entusiastas de los clubs se comportan como si
creyeran verdaderamente que podríamos superar nuestros problemas alcohólicos con el
único recurso del club. Tienden a depender más de los clubs que del programa de AA.
Pero hay también entre nosotros los AA una minoría bastante robusta de gente que no
quiere tener nada que ver con los clubs. Dicen que la vida social de los clubs no
solamente distrae la atención de los miembros del programa, sino que además los clubs
son un estorbo para el progreso de AA. Nos advierten del peligro de que los clubs
degeneren en meras guaridas o incluso en "garitos." Recalcan las querellas que surgen
en lo concerniente al dinero, a la administración y a la autoridad personal; tienen miedo
a los "incidentes" que puedan darnos mala publicidad. En pocas palabras, "miran con
alarma." Dan a los clubs una clara señal de desaprobación.
Hace ya algunos años que venimos a tientas hacia un terreno intermedio. A pesar de las
alarmas, se ha establecido que los que quieran y necesiten los clubs deben tenerlos. Así
que la verdadera preocupación no es si debemos tenerlos o no. Es cómo aumentar sus
ventajas y cómo reducir sus desventajas. Cómo tener la seguridad de que, a la larga,
éstas no excedan a aquéllas.
De los cuatro centros mayores de AA, dos favorecen los clubs y dos no lo hacen. Da la
casualidad de que yo vivo en uno de los que están a favor. El primer club de AA se
estableció en Nueva York. Aunque nuestra experiencia aquí en Nueva York puede que
no ofrezca el modelo ideal, es la única que conozco. Por lo tanto, para delinear los
principios y problemas que tenemos que considerar, voy a basar mis comentarios en esta
experiencia, como un ejemplo de desarrollo típico de un club, y no como un modelo
ejemplar.
Luego, con el tiempo, resultó que no había cabida suficiente en las casas particulares.
Ya que no podíamos soportar la idea de separamos, unos de otros, para formar otras
reuniones más pequeñas, fuimos en busca de locales más grandes. Nos alojamos
primero en el taller de un negocio de sastrería, y más tarde en un salón alquilado de
Steinway Hall. De esta manera, podíamos estar unidos durante la hora de reunión.
Después, íbamos juntos a una cafetería. No obstante, nos faltaba algo: el ambiente de un
hogar. Un restaurante no lo tenía en suficiente grado. Alguien dijo: Formemos un club.
Así que formamos un club. Nos instalamos en un local interesante, el antiguo Club de
Artistas e Ilustradores en la Calle 24 Oeste. ¡Qué emocionante! Un par de miembros
veteranos firmaron el contrato de alquiler. Pintamos y limpiamos. Teníamos un hogar.
Siempre tendremos hermosos recuerdos de los días y las noches que pasamos en aquel
primer club.
No obstante, hay que confesar que no todos esos recuerdos son muy gratos. Con nuestro
desarrollo vinieron los dolores; "dolores de crecimiento" los llamamos hoy en día. ¡Qué
graves nos parecieron en aquel entonces! Los "dictadores" trataban de imponerse; los
borrachos se caían al suelo o trastornaban las reuniones; los "comités directivos"
intentaban proponer a sus amigos como candidatos para sucederles y, con gran
consternación suya, descubrían que no se podía "dirigir" ni siquiera a los borrachos
sobrios. De vez en cuando, difícilmente recogimos lo suficiente como para cubrir el
alquiler; los jugadores de cartas se hacían los sordos a cualquier sugerencia de que
hablaran con los recién llegados; las secretarias se fastidiaban las unas a las otras. Se
estableció una corporación para asumir la responsabilidad del contrato de alquiler y
teníamos así "oficiales". ¿Debían estos "directores" dirigir el club, o lo debía dirigir el
comité rotativo de AA?
Tales eran nuestros problemas. El uso del dinero, la necesidad de un cierto grado de
organización para el club y la atestada intimidad del lugar crearon situaciones que no
hablamos previsto. La vida del club todavía nos ofrecía grandes placeres. Pero tenía
también sus inconveniencias. ¿Valía la pena los riesgos y las molestias? La respuesta
fue que sí, ya que el Club de la Calle 24 seguía en funcionamiento y ahora está ocupado
por los AA marineros. Tenemos, además, otros tres clubs en esta área, y se está
considerando establecer un cuarto.
Nuestro primer club fue conocido, por supuesto, como un "club de AA." La corporación
arrendataria se llamó "Alcohólicos Anónimos de Nueva York, S.A." Más tarde, nos
dimos cuenta de que habíamos constituido en sociedad el Estado de Nueva York en su
totalidad - un error recién corregido. Nuestra asociación debía haberse referido
únicamente a la Calle 24, por supuesto. En todas partes del país, la mayoría de los clubs
han comenzado como el nuestro. Al principio, los consideramos como instituciones
centrales de AA. La experiencia de años posteriores siempre acarrea un cambio de
perspectiva - cambio muy deseable según nos parece ahora.
Esta falta de interés nos fastidió a nosotros los neoyorquinos. Visto que les habíamos
nutrido, ¿no era apropiado que estuvieran interesados? Nos desconcertó su rechazo de
considerar el club de Manhattan como el centro de AA para el área metropolitana.
Efectuábamos una reunión central, con oradores invitados de otros grupos. Teníamos
una secretaria a sueldo que atendía el teléfono en el club, respondiendo a las solicitudes
de ayuda y tomando disposiciones para hospitalización para todos los grupos del área.
Naturalmente, creíamos que los grupos de los distritos suburbanos debían contribuir al
mantenimiento del club de Manhattan; los hijos decentes deben cuidar a sus "padres."
No obstante, nuestras súplicas paternales fueron en vano. Aunque muchos miembros de
fuera de Nueva York contribuyeron individualmente, sus grupos respectivos no nos
enviaron ni un centavo.
Poco a poco, la maraña fue desenredándose, a medida que fuimos dándonos cuenta de
que los clubs debían ser asunto únicamente de aquellos que los quieren especialmente y
que están dispuestos a cubrir sus gastos. Empezamos a reconocer el hecho de que la
dirección de un club entraña asuntos de negocios importantes, que debe ser constituida
en sociedad separada y bajo otra denominación - por ejemplo, Alano; que los directores
de la corporación del club deben ocuparse solamente de los asuntos del club; que un
grupo de AA, como tal, nunca debe meterse en el manejo activo de una empresa de
negocios. Nuestras febrilmente agitadas experiencias nos han enseñado que, si un
comité rotativo de AA trata de imponerse a la corporación del club, o si ésta trata de
dirigir los asuntos de AA de los grupos que se reúnen en el club, inmediatamente se
plantean dificultades. La única forma de remediar esta situación que hemos encontrado
es la de separar lo material de lo espiritual. Si un grupo de AA desea reunirse en un
club, debe contribuir a pagar el alquiler o debe repartir con la dirección del club el
dinero que se recoge en la colecta. Puede que esto parezca absurdo a un grupo pequen o
que está abriendo su primer local, ya que, por el momento, los miembros del grupo
serán también los miembros del club. No obstante, es recomendable constituir en
sociedad el club al comienzo, porque así se evitará mucha confusión después, cuando se
formen otros grupos en el área.
A menudo se hacen preguntas, tales como: "¿Quiénes son los que eligen a los directores
de negocios del club?" Y, "la pertenencia a un club, ¿se difiere de la pertenencia a un
grupo de AA?" Ya que las costumbres varían de un lugar a otro, no tenemos todavía las
respuestas. Las siguientes sugerencias parecen ser las más razonables: Todo miembro de
AA debe ser libre de aprovechar los privilegios ordinarios de cualquier club de AA, ya
sea que haga una contribución voluntaria regularmente o no. Si contribuye
regularmente, debe tener además derecho a votar en las reuniones de negocios en las
cuales se eligen a los directores de negocios de la corporación del club. De esta manera,
todos los clubs estarían abiertos a todos los AA. Pero la dirección de los negocios del
club estaría limitada a los que tuvieran el suficiente interés como para contribuir
regularmente al mantenimiento del club. A propósito de esto, debemos recordarnos a
nosotros mismos que en AA no pagamos honorarios ni cuotas obligatorios. No obstante,
se debe añadir que, ya que los clubs se están haciendo empresas privadas y separadas,
sus miembros los pueden dirigir conforme a otras normas, si así lo desean.
La evolución de los clubs nos está enseñando además que, salvo en las comunidades
pequeñas, es probable que los clubs no sigan siendo los centros principales de las
actividades de AA. Comenzando como el centro principal para una ciudad, muchos
clubs se van trasladando a locales cada vez más grandes, con la aspiración de seguir
celebrando dentro de sus muros la reunión principal del área. No obstante, las
circunstancias acaban defraudando sus esperanzas.
Hospitalización apropiada:
Cada año que pasa, nos damos cuenta cada vez más de la tremenda importancia de
presentar el programa apropiadamente a cada posible nuevo miembro que siquiera tenga
la menor inclinación a escuchar. A muchos de nosotros nos parece que ésta es nuestra
mayor obligación para con él, y no cumplir con ella es nuestra mayor negligencia. La
diferencia entre una buena y una mala introducción puede significar la vida o la muerte
para aquellos que buscan nuestra ayuda. Hemos visto casos muy prometedores, que no
recibieron nada mas que nuestra breve y pasajera atención, seguir viajando a tropezones
hasta el enterrador, mientras que otros casos, aparentemente imposibles, que recibieron
una cuidadosa y compasiva atención, se recuperaron enseguida o volvieron más tarde y
lograron su sobriedad.
Para poder dar esta cuidadosa y compasiva atención no hay mejor sitio que los confines
de un hospital. Cada vez más grupos de AA van adoptando la idea de "apadrinamiento."
A cada recién llegado se le asigna un miembro de AA razonablemente equilibrado, bajo
cuya tutela se encuentra durante su breve período de introducción a nuestra manera de
vivir. El padrino ayuda a tomar disposiciones para la hospitalización, lleva allí a su
ahijado, le visita frecuentemente, y procura que le visiten otros miembros de AA cuyas
experiencias pudieran serle de especial utilidad. De esta manera, un candidato, tratado
así, ha recibido una poderosa dosis de AA y además tiene una idea bastante clara de
cómo es nuestra Sociedad antes de ir a una reunión. En el hospital, tiene tiempo para
reflexionar sobriamente sobre su situación, para leer nuestra literatura e intercambiar
impresiones con otros alcohólicos que están pasando por la misma experiencia.
Comparemos esto con la frecuente situación en la que, por falta de hospitalización, el
padrino tiene que intentar hacer que su candidato deje de beber poco apoco en casa, o
arrastrarlo, medio aturdido, a una reunión de AA donde el nuevo empieza a cargarse de
multitud de impresiones confusas y prejuicios infundados. Aunque muchos de nosotros
tuvimos nuestro primer contacto con AA bajo estas circunstancias desfavorables y, no
obstante, nos hemos quedado, es probable que haya muchos que no se queden si se les
ofrece una introducción tan inadecuada - gente que tal vez se hubiera quedado con
nosotros si hubieran sido hospitalizados y apadrinados adecuadamente.
Por lo tanto, nuestras conclusiones, basadas en lo que ahora es una vasta experiencia,
son las siguientes: la hospitalización es imperativa en muchos casos; y, debido a que el
hospital ofrece una base tan firme para un buen apadrinamiento, es conveniente incluso
en casos de menos gravedad, si los candidatos todavía están bebiendo o "nublados"
cuando se hace contacto con ellos. Tienen, sin duda, una mayor posibilidad si son
hospitalizados.
Hasta fechas recientes, pocos hospitales han querido admitir a los alcohólicos. Casi
nunca nos poníamos bien de verdad; éramos difíciles de manejar y molestábamos a los
demás pacientes; se nos consideraba más como pecadores que como gente enferma y, en
general, desde el punto de vista económico, éramos irresponsables. La típica postura de
la administración de un hospital ha sido siempre, y con razón: "¿Por qué molestarse con
los borrachos? Apenas podemos tratar a los que están verdaderamente enfermos, gente
por la que realmente podemos hacer algo. Desembriagar a los borrachos es una pérdida
de tiempo y de dinero."
Afortunadamente, esta actitud va cambiando, porque ahora, tanto para los médicos
como para el público en general, está cada vez más claro que un auténtico alcohólico,
por falto de carácter que sea, es una persona verdaderamente enferma. La esperanza
ahora ha reemplazado la desesperación que durante siglos se sentía en cuanto alas
probabilidades de ayudar a los bebedores problema. AA y otras agencias están
demostrando ahora que la recuperación es posible para cientos de miles y que la
adecuada hospitalización puede y debe desempeñar una parte vital en este proceso.
Consideremos entonces lo que en general hay disponible hoy día y qué tipo de
relaciones debemos cultivar con las agencias existentes para obtener los mejores
resultados. Consideremos además el papel que debemos desempeñar para asegurar que
las condiciones de hospitalización sean óptimas.
Ahora que hay tantos de nosotros que salimos de los manicomios para no volver, por
todas partes las autoridades se están volviendo más cooperativas. En muchas
instituciones, se coloca a los alcohólicos que pueden y quieren recuperarse en un
pabellón aparte. Ya no se les entremezcla con los locos. Se permite que los AA les
visiten, y se celebran reuniones dentro de los muros. Aunque, por supuesto, ningún
manicomio debe servir como un mero lugar para desintoxicarse, es cierto que los
médicos que trabajan allí ahora están mas dispuestos a aceptar casos sin exigir pruebas
de sicosis tan contundentes como antes, siempre que a ellos y al grupo de AA cercano
les parezca posible lograr la recuperación permanente. Los médicos están también más
dispuestos a admitir pacientes prometedores por períodos de tiempo más breves, y a
dejar salir antes a aquellos que parecen estar haciendo buenos progresos en el programa
de AA. Así que todo grupo de AA cercano a un manicomio en el que se encuentran
alcohólicos capaces de recuperarse, normalmente puede forjar estas relaciones deseables
con las autoridades; pero nunca deben tratar de decir a los médicos cómo dirigir su
institución. Nunca debemos culpar de escéptico a ningún doctor que aun no haya visto
AA en acción. Recordemos que es muy probable que él tenga buenos motivos para ser
así.
Nuestra experiencia con los hospitales públicos en las grandes ciudades ha sido variada.
Por lo general, encontramos mucha desgana a dejar ingresar a nuestros buenos
candidatos incluso por unos pocos días, a menos que estén en estado delirante, sicótico
o tengan algunas heridas corporales. A estos hospitales les parece que no es justo
utilizar sus escasas camas para desintoxicar a los borrachos comunes y corrientes. No
obstante, a medida que los hospitales públicos se dan cada vez más cuenta de que
estamos facilitando la recuperación de un gran número de sus clientes habituales, se
vuelven cada vez más esperanzados y cooperativos. Se nos concede el privilegio de
visitar a los pacientes, y se permite que los casos prometedores se queden unos cuantos
días. El desarrollo de estas relaciones procede lentamente. El hospital tiene que estar
completamente convencido de que estamos facilitando la recuperación de un número de
pacientes suficiente como para justificar cualquier consideración especial. Debido a que
los hospitales públicos ofrecen tratamiento gratuito o a precio módico, con demasiada
frecuencia abusamos de nuestros privilegios. Caemos en la tentación de pedir un trato
especial para los que recaen a menudo y no tienen ninguna intención de dejar de beber
en un futuro cercano; solemos insistir en hacer visitas a cualquier hora y sin límite en el
número de visitantes; tendemos a hacer alardes de AA, diciendo que es el único remedio
para el alcoholismo, y así suscitamos el desagrado de los dedicados médicos y
enfermeras quienes, de otra manera, estarían encantados de ayudamos. Pero
normalmente estos errores naturales se pueden corregir, y acabamos estableciendo una
relación amistosa y bien definida, la cual se mantiene en los grandes centros de AA por
medio de nuestras oficinas centrales de intergrupo o los comités de hospitales.
Disfrutarnos de muy buenos privilegios en muchos sanatorios y centros de
desintoxicación privados. A veces ha ocurrido lo contrario. De vez en cuando hemos
visto cierta tendencia de explotar a los alcohólicos - demasiados sedantes, seguir
demasiado tiempo con el proceso de disminuir progresivamente la ingestión de alcohol,
estancias demasiado largas y costosas, una propensión a hacer mal uso del nombre de
AA para fines comerciales, etc. Pero estas tendencias están desapareciendo. Incluso
aquellos que pueden verse tentados a tomarse libertades con nosotros se dan cuenta de
que, a la larga, la cooperación con AA es mucho más ventajosa que la no cooperación.
Pero siempre debemos recordar que, en general, el trato que recibimos en estos lugares
es bueno - los que trabajan en algunos de ellos son los amigos más cariñosos que
tenemos. No se me debe olvidar que el primer doctor que se tomó un profundo y
beneficioso interés en nosotros sigue siendo miembro del cuadro médico de un hospital
privado para alcohólicos; que el primer siquiatra que vio las posibilidades de AA y que
tuvo el coraje de respaldamos ante sus colegas, forma parte del personal de un
manicomio. Si estos excelentes lugares nos ofrecen su amistosa cooperación, con toda
seguridad debemos devolver el cumplido.
En otros casos, los grupos de AA impulsados por una necesidad apremiante de ayuda
médica, han emprendido campañas públicas para recoger dinero con el fin de establecer
"hospitales de AA" en sus comunidades. Casi sin excepción, estos esfuerzos fallan.
Dichos grupos no solamente tienen la intención de montar un negocio hospitalario, sino
también la de financiar la empresa solicitando fondos al público en nombre de
Alcohólicos Anónimos. Inmediatamente, se plantean todo tipo de dudas; los proyectos
se atascan. Los AA conservadores se dan cuenta de que las empresas comerciales o las
solicitudes al público que llevan el aval de AA son verdaderamente algo peligroso para
todos nosotros. Si esta práctica se generalizara, la tapadera estaría abierta. Los
promotores, de AA y otros, tendrían carta blanca.
La búsqueda de tratamiento médico apropiado y a precio razonable ha engendrado otra
clase de instalaciones. Estas son las granjas de descanso y centros de desintoxicación,
dirigidos por los AA individuales, bajo la adecuada supervisión médica. Estos han
resultado mucho más satisfactorios que los proyectos dirigidos por los grupos. Como es
de suponer, el éxito que tienen está en proporción exacta con la habilidad directiva y la
buena fe del AA encargado. Si es una persona capaz y concienzuda, es posible tener
muy buenos resultados; si no lo es, habrá un fracaso. Ya que no son proyectos de los
grupos y no llevan el nombre de AA, estas empresas se pueden tomar o dejar. La
operación de establecimientos de este tipo siempre está rodeada de dificultades
peculiares. Siempre es difícil para el director AA cobrar a los pacientes lo suficiente
como para que él pueda vivir con algo de comodidad. Y silo logra hacer, es probable
que la gente diga que está profesionalizando a AA, o que "saca dinero de AA." Aunque
en la mayoría de los casos esto es un pura tontería, constituye no obstante una seria
desventaja. Sin embargo, a pesar de los quebraderos de cabeza que se encuentren, un
buen número de estas granjas y centros de desintoxicación están en funcionamiento y
parece que pueden seguir funcionando mientras sean manejados cuerdamente, no lleven
el nombre de AA, y no se presenten como empresas de AA al solicitar fondos al
público. A veces, irreflexiva e inconsideradamente nos aprovechamos del hecho de que
una institución esté encabezada por un AA. Le llevamos borrachos solo porque
queremos deshacernos de ellos; prometemos pagar la cuenta y no lo hacemos. Se debe
felicitar a cualquier AA que pueda dirigir con éxito uno de estos "emporios de
borrachos." Es un trabajo duro y a menudo ingrato, aunque le puede traer una profunda
satisfacción espiritual. Tal vez sea ésta la razón por la que tantos AA desean intentarlo.
A menudo se plantea la cuestión de qué hacer con un caso grave cuando no hay un
hospital disponible. En primer lugar, si es posible, debemos llamar a un médico. Para
beneficio del médico, debemos determinar cuánto tiempo ha estado bebiendo nuestro
hombre y, especialmente, si se ha tomado muchos sedantes. Bajo ningún concepto
debemos nosotros, los profanos en la materia, administrar ningún tipo de sedantes. Esto
lo debemos dejar estrictamente en manos del médico.
En algunos lugares, los AA se turnan, las 24 horas del día, atendiendo a un borracho,
suministrándole dosis de alcohol cada vez más pequeñas para ayudarle a superar una
mala resaca. Aunque a veces este método tiene éxito, el paciente normalmente insiste en
incrementar la dosis progresivamente en vez de disminuirla. De vez en cuando tenemos
que valernos de la desesperada alternativa de poner a un hombre en la cárcel,
especialmente si es violento. Pero cuando no hay otro remedio, paciencia, persuasión y
la ayuda de un médico normalmente serán suficientes - si el paciente lo intenta de
verdad. Si no lo hace, lo único que se puede hacer es dejarle seguir bebiendo hasta que
se harte.
Entre los AA hay mucha discusión sobre las posibles ventajas de diversos tratamientos.
En realidad, lo único que nos importa acerca del tratamiento médico es que estemos
convencidos de que el médico encargado comprenda a los alcohólicos.
Hay a la vista otras dos posibilidades prometedoras para una hospitalización buena y a
precio razonable. Los hospitales generales siguen abriéndonos sus puertas. Al comienzo
de la historia de AA, los hospitales católicos de algunas ciudades del Medio Oeste se
dieron cuenta de nuestra necesidad y nos aceptaron, fuese cual fuese nuestra religión.
Otras instituciones religiosas han seguido su ejemplo, por lo que estamos muy
agradecidos. Más recientemente, otros hospitales generales, privados y semiprivados,
han empezado a mostrar gran interés. A veces llegan al extremo de reservar pabellones
separados para el uso de AA, sólo admiten a los alcohólicos que nosotros
recomendamos, nos conceden generosos privilegios de visita, y nos ofrecen precios muy
razonables. Los arreglos de este tipo que ya están en funcionamiento han sido tan
satisfactorios, tanto para los hospitales como para AA, que es probable que pronto
veamos otros muchos similares. En estas situaciones, no participamos en la
administración del hospital. Se nos conceden privilegios especiales a cambio de nuestra
cooperación.
Se puede decir con toda seguridad que el futuro parece muy prometedor. Pronto
tendremos a nuestra disposición mucha más hospitalización, debido a la certeza de que
somos gente enferma y hay mucho que se puede hacer por nosotros. Debemos agradecer
el trabajo de aquellas agencias ajenas a AA que se están esforzando tanto por favorecer
esta tendencia redentora de vidas. Los gobiernos, a nivel de estado, condado y
municipio, así como las principales universidades están preconizando nuestra causa.
Están bien secundados por varios hospitales y otras asociaciones. Aunque AA
tradicionalmente no ejerce ninguna presión política ni publicitaria, podemos, como
individuos, dar a conocer nuestra gran necesidad de hospitalización adecuada a todos
los posibles interesados, recalcando, por supuesto, que, aunque creemos que la
hospitalización es una cuestión médica que les atañe a las comunidades y a los médicos,
a nosotros los AA nos gustaría cooperar en todo lo posible.
Junio de 1947
Como los grupos están frecuentemente en contacto con nuestra Sede en Nueva York, la
mayoría de los miembros la consideran como una especie de servicio general para todo
AA. Por leer el AA Grapevine todos los meses, saben que es nuestra principal revista
mensual. Pero de la historia de la Fundación Alcohólica y de su relación con estas
funciones vitales y con AA en su totalidad, tienen muy escasos conocimientos.
Tras mucha discusión en una pequeña reunión convocada por el Dr. Bob y yo en Akron
en el otoño de 1937, formulamos un plan. Este plan resultó ser acertado en una tercera
parte y equivocado en todo lo demás - el conocido proceso de pruebas y tanteos. Ya que
la evolución de los primeros grupos había sido un proceso tan lento y difícil,
suponíamos que solo los pioneros experimentados podrían iniciar nuevos grupos.
Aunque teníamos nuestras dudas, parecía inevitable que unos veinte de nuestros
miembros más estables tendrían que dejar a un lado sus asuntos personales e ir a otras
ciudades para crear nuevos centros. Por poco que nos gustara la idea, parecía que
íbamos a tener que emplear, al menos temporalmente, una escuadra de misioneros de
AA. Era obvio también que estos misioneros y sus familias tendrían que comer. Haría
falta dinero - y mucho dinero, nos parecía.
Pero eso no era todo. Se creía que necesitábamos hospitales de AA en Akron y Nueva
York, por ser consideradas estas ciudades nuestras "mecas" gemelas. Estábamos seguros
de que allí se podría colmar de excelentes atenciones médicas y de dinámica
espiritualidad a todos los borrachos que descenderían en tropel de todos los rincones del
país tan pronto como llegara a sus oídos la palabra mágica "curación." Nosotros los
veteranos abrigábamos estos sueños, muy parecidos a las fantasías de muchos recién
llegados de hoy día. Providencialmente, ni el sueño del hospital AA ni el de la empresa
misionera a gran escala se convirtieron en realidades. Si lo hubieran hecho, AA sin duda
habría fracasado. En un instante, nos habríamos convertido en profesionales.
Había un tercer sueño, el de elaborar un libro de experiencia - el que hoy día conocemos
como Alcohólicos Anónimos. Estábamos convencidos de que, a menos que pusiéramos
por escrito nuestras experiencias de recuperación, nuestros principios y prácticas pronto
se verían desvirtuados. Era posible que se nos ridiculizara en la prensa. Además, les
debíamos al menos un libro a aquellos alcohólicos que no podían llegar a nuestros
hospitales o a quienes, tal vez, nuestros misioneros no alcanzaban enseguida. Como
todo el mundo sabe, el libro de AA se convirtió en realidad; los Otros sueños no.
Pero en 1937 parecía indudable que teníamos que disponer de una cantidad considerable
de dinero. Tal vez debido a que yo vivía en Nueva York, donde se supone que hay
mucho dinero, se me encargó la misión de recoger fondos a fin de que nuestro
movimiento sin nombre pudiera tener sus misioneros, sus hospitales y sus libros. ¡Qué
simple parecía! ¿No hablamos visto ya (en nuestra orgullos a imaginación) los
comienzos de uno de los mayores acontecimientos, sociales, médicos y espirituales de
todos los tiempos? ¿No éramos los borrachos todos vendedores? ¿No había sido yo un
agente de Bolsa en Wall Street? ¡Qué fácil sería recoger fondos para una causa como la
nuestra!
¡Qué penoso fue el despertar de estos sueños de dinero! Pronto resultó evidente que la
gente adinerada tenía poco interés en los borrachos. En cuanto a nuestro grandiosos
planes de agrupar a los alcohólicos en escuadras, pelotones y regimientos - pues, era
completamente inverosímil, ¿no es así? Según decía la gente, ya eran suficientemente
difíciles de uno en uno. ¿Por qué imponer a cada comunidad norteamericana un
regimiento organizado de borrachos? ¿No sería mejor que los donantes pusieran su
dinero en algo más constructivo, como la tuberculosis o el cáncer? O, ¿por qué no
debían invertir su dinero en la prevención del alcoholismo? Un intento más de rescatar a
los borrachos desahuciados no podría tener éxito. Tales fueron las respuestas a nuestra
solicitud de dinero.
Poco tiempo después, una tarde de invierno de 1937, tuvo lugar esta reunión en
Rockefeller Center. Estuvieron presentes Dick Richardson, A. LeRoy Chipman,
conocido desde entonces como "Chip," Albert Scott, Frank Amos, y mi cuñado Leonard
Strong. El Dr. Bob y Paul S. vinieron desde Akron. Los antiguos borrachos
neoyorquinos sumaban media docena y les acompañaba el Dr. William Silkworth,
quien, como el primer médico en favorecer nuestra causa, ya nos había dado un ánimo y
una ayuda inapreciables. Naturalmente, los alcohólicos estábamos encantados.
Creíamos que nuestros problemas de dinero se habían terminado. Si la solución estaba
en el dinero, sin duda habíamos llegado al sitio preciso.
Después de presentarnos, unos a otros, cada alcohólico contó su propia historia, y estas
narraciones fueron enérgicamente confirmadas por nuestro apasionado amigo el Dr.
Silkworth. Al terminar sus comentarios (¡y con la debida discreción!) sacamos a relucir
el asunto del dinero. Ya que nuestros oyentes parecían muy impresionados con nuestras
historias de recuperación, nos atrevimos a dilatarnos sobre la urgente necesidad de
hospitales, de misioneros y de un libro. También pusimos en claro que para esto haría
falta dinero - mucho dinero.
Con esto llegamos a otro punto decisivo en el destino de AA. El presidente de la
reunión, Albert Scott (ahora fallecido), un hombre acostumbrado a atender asuntos
importantes, y que era de naturaleza profundamente espiritual, dijo en esencia, "Me
siento muy conmovido por lo que acabo de oír. Puedo ver que hasta ahora el suyo ha
sido un trabajo de inmensa buena voluntad – un alcohólico que ayuda personalmente a
otro sólo por el amor de hacerlo. Esta es una hermosa réplica de la cristiandad del siglo
primero. Pero, ¿no temen que la incorporación de hospitales y trabajadores asalariados
pueda cambiar todo eso? ¿No deberíamos tener mucho cuidado de no hacer nada que
nos pudiera llevar a la creación de una clase profesional o acaudalada dentro de sus
filas?"
Estas fueron palabras de gran envergadura para Alcohólicos Anónimos. Nosotros los
alcohólicos reconocimos su alía significación. Decepcionados al ver que nuestra
esperanza de obtener una ayuda monetaria sustancial parecía irse esfumando,
confesamos, no obstante, que a menudo habíamos tenido dudas parecidas. Pero
insistimos, ¿qué vamos a hacer? Nos ha costado tres años formar tres grupos. Sabemos
que tenemos una nueva vida para ofrecer a los miles que cada año mueren o se vuelven
locos. ¿Es necesario que las buenas noticias esperen hasta que se pasen solo de palabra?
Y así ¿no van a acabar totalmente desvirtuadas? Finalmente, nuestros amigos se
expresaron de acuerdo en que había que hacer algo. Pero continuaron insistiendo en que
nuestro movimiento nunca debería ser profesionalizado. Esto dio el tono de la relación
que hemos tenido desde entonces con estas hombres de buena voluntad. Con razón,
nunca han obtenido grandes sumas de dinero para nosotros. Pero cada uno ha dado de sí
mismo a nuestra causa, generosa y constantemente; pocos AA se darán cuenta de cuánto
nos han aportado.
Agosto de 1947
unca podré explicarme cómo nos las arreglamos para seguir trabajando en nuestra
oficina y en nuestro libro en aquel verano de 1939. Si no hubiera sido por un verdadero
acto de sacrificio por parte de Bert T., un AA neoyorquino de los primeros tiempos,
estoy seguro de que no habríamos sobrevivido. Bert prestó $1,000 a la difunta Works
Publishing Company, cantidad que obtuvo como préstamo poniendo como garantía su
propio negocio. A este acto de fe le siguieron otros dos golpes de buena fortuna que
apenas nos hicieron posible mantenemos a flote hasta el final del año. En el otoño de
1938 la revista Liberty publicó un artículo acerca de nosotros. Esto provocó una
inundación de solicitudes de información y algunos pedidos del Libro de AA. Estos
pocos ingresos de ventas sirvieron para mantener en marcha nuestra pequeña Oficina
Central. Luego hubo una explosión de artículos en el periódico Plain Dealer de
Cleveland. Esto inició allí un crecimiento prodigioso de AA, y suscitó una demanda
algo mayor del Libro de AA.
Tampoco nuestros amigos del Rockefeller Center estaban ociosos. Un día de febrero de
1940, Dick Richardson nos informó que el Sr. John D. Rockefeller, Jr. había estado
observando nuestro progreso con intenso interés; que le gustaría dar una cena para dar
inspiración a sus invitados y para el beneficio de Alcohólicos Anónimos. Esto nos
pareció como caído del cielo.
La cena tuvo lugar en marzo de 1940. Los amigos del Sr. R. se presentaron en tropel. En
cada mesa había un miembro de AA. El Dr. Harry Emerson Fosdick, que había
publicado una reseña fantástica de nuestro libro, habló sobre AA desde el punto de vista
espiritual. El Dr. Foster Kennedy, eminente neurólogo, dio a sus oyentes la perspectiva
médica. A nosotros los alcohólicos también se nos pidió que habláramos. Al final de la
cena, el Sr. Nelson Rockefeller, después de explicar que su padre no había podido asistir
por encontrarse enfermo, siguió diciendo que pocas cosas más profundamente
conmovedoras o prometedoras habían afectado tanto la vida de su padre como
Alcohólicos Anónimos; que le gustaría que sus amigos compartieran con él esta
experiencia.
Aunque en la cena de aquella noche se veía representada una inmensa riqueza, apenas si
se hizo mención del dinero. Se expresó la esperanza de que AA pudiera convertirse
pronto en automantenido. Pero se hizo la sugerencia de que, hasta que no lograra a
serlo, puede que se necesitara alguna pequeña ayuda económica. Después de la cena, el
Sr. Rockefeller escribió a cada uno de los invitados una carta personal, en la que
expresaba sus sentimientos con respecto a AA, cerrándola con la observación que iba a
hacernos un pequeño regalo. Adjuntas a las cartas les envió una copia de las charlas
dadas en la reunión y un ejemplar del libro Alcohólicos Anónimos. Al recibir la carta del
Sr. Rockefeller, muchos de los invitados respondieron con donativos a la Fundación
Alcohólica.
Por supuesto, lo significante de la cena del Sr. Rockefeller no fue solo el dinero que se
reunió. Lo que entonces necesitábamos, tanto como el dinero, era el reconocimiento
favorable del público; necesitábamos a alguien que expresara ante el público lo que
sentía y pensaba acerca de Alcohólicos Anónimos. Teniendo en cuenta que éramos
pocos en aquel entonces, que no nos sentíamos muy seguros de nosotros mismos, que
poco tiempo antes la sociedad nos había Conocido como borrachos comunes y
corrientes, creo que la sabiduría y el valor del Sr. Rockefeller fueron realmente muy
grandes.
El efecto de aquella cena fue instantáneo; todas las agencias de prensa publicaron la
noticia. Centenares de alcohólicos y sus familias se apresuraron a comprar el libro.
Nuestra pequeña oficina central se vio inundada de súplicas de ayuda. Pronto tuvimos
que trasladarla de Nueva Jersey a la Calle Vesey de Nueva York. Ruth Hock cobró su
sueldo atrasado y, de allí en adelante, se convirtió en nuestra primera secretaria
nacional. Se vendieron suficientes libros para mantener en funcionamiento la oficina. Y
así pasó 1940. Alcohólicos Anónimos había hecho su debut nacional.
Un año más tarde, la revista Saturday Evening Post encargó a Jack Alexander que
redactara un artículo acerca de nosotros. Bajo el ímpetu de la cena del Sr. Rockefeller y
los artículos del Plain Dealer de Cleveland, el número de miembros había ascendido a
toda prisa a unos 2,000. Nuestros miembros de Cleveland habían acabado de demostrar
que incluso un pequeño grupo, si las circunstancias lo exigían, podía absorber
rápidamente y con éxito una gran cantidad de recién llegados. Habían refutado el mito
de que AA siempre debía crecer lentamente. Desde el área de Akron-Cleveland,
habíamos empezado a extendernos hacia otros lugares - Chicago y Detroit en el Medio
Oeste. En el Este, Philadelphia ya estaba ardiendo. Se podía ver las primeras llamas en
Washington y Baltimore. Más al Oeste, Houston, San Francisco y Los Angeles estaban
prendiendo la chispa. Continuaba el crecimiento en Akron y Nueva York. Nos
sentíamos particularmente orgullosos de la ciudad de Little Rock, Arkansas, que había
brotado sin contacto personal con AA, sólo por medio de libros y cartas de la Oficina
Central. Little Rock fue el primero de los grupos llamados "por correo" que hoy en día
se encuentran en todas partes del mundo. Aun entonces, habíamos empezado a mantener
correspondencia con muchos alcohólicos aislados que más tarde iban a formar grupos.
A pesar de este progreso, nos sentíamos preocupados por la próxima aparición del
articulo del Saturday Evening Post. Aunque nuestra experiencia de Cleveland nos había
dado la seguridad de que nuestros pocos grupos establecidos podrían sobrevivir el
impacto de una gran publicidad, ¿qué íbamos a hacer con los miles de ardientes
peticiones que ahora empantanarían nuestra pequeña oficina de Nueva York, que
entonces sólo contaba con Ruth Hock, una mecanógrafa, y yo? ¿Cómo podrían tres
personas responder a los miles de desesperadas solicitudes que esperábamos recibir? El
artículo del Post tendría como resultado más ventas del libro, pero no suficientes para
hacer frente a esta emergencia. Necesitábamos más oficinistas - y pronto - si no,
tendríamos que resignarnos a echar en la papelera cantidad de peticiones desgarradoras.
Nos dimos cuenta de que, por primera vez, debíamos pedir la ayuda de los grupos de
AA. La Fundación Alcohólica seguía sin tener dinero, aparte de los $3,000 al año del
"fondo de la cena," que nos ayudaba a mantenernos a note al Dr. Bob y a mí. Además,
algunos de los acreedores e inversores del Works Publishing (compañía editorial de
AA) estaban volviendo a ponerse nerviosos. Dos de los miembros alcohólicos de
nuestra Fundación viajaron para visitar los grupos de AA y explicarles la necesidad.
Presentaron a sus oyentes las siguientes ideas: que el mantenimiento de nuestra Oficina
Central era una clara responsabilidad de los grupos de AA; que responder a las
solicitudes escritas era un complemento necesario de nuestro trabajo de Paso Doce; que
nosotros los AA deberíamos pagar de nuestro bolsillo estos gastos de oficina y dejar de
depender de la caridad ajena o de unas ventas insuficientes del libro. Los dos custodios
también sugirieron que la Fundación Alcohólica se convirtiera en el depositario de los
fondos de los grupos; que la Fundación destinaría lodo el dinero proveniente de los
grupos para cubrir los gastos de la Oficina Central exclusivamente; que cada mes la
Oficina Central pasaría a la Fundación la cuenta de los gastos de operación de la oficina
directamente relacionados con AA; que todas las contribuciones de los grupos deberían
ser completamente voluntarias; que cada grupo de AA recibiría los mismos servicios de
la oficina de Nueva York, ya fuera que contribuyera o no. Se calculó que si cada grupo
enviara a la Fundación una cantidad igual a un dólar por miembro y por año, con el
tiempo este dinero podría mantener nuestra oficina, sin ninguna otra ayuda. Según estas
disposiciones, la oficina pediría contribuciones a los grupos dos veces al año y, al
mismo tiempo, les sometería un estado de gastos del período anterior.
Nuestros dos custodios, Horace C. y Bert T., no volvieron con las manos vacías. Ahora
que tenían una clara comprensión de la situación, la mayoría de los grupos empezaron a
contribuir a la Fundación Alcohólica para los gastos de la Oficina Central, y han
seguido haciéndolo desde entonces. Con esta práctica, la Tradición de
automantenimiento de AA tuvo un sólido y seguro comienzo. De esta manera
respondimos a lo ocasionado por el artículo del Saturday Evening Post por el que miles
de AA hoy se sienten tan agradecidos.
El 1941 fue un gran año para la creciente Comunidad de AA. Marcó el comienzo del
importante cambio de actitud que habría de venir. Nuestra Oficina Central consiguió el
sólido respaldo de los grupos; empezamos a abandonar la idea de ayuda caritativa de
fuentes ajenas, sustituyéndola por el automantenimiento. Por último y no por ello menos
importante, nuestra Fundación Alcohólica realmente comenzó a funcionar. Ya
vinculados a la Oficina Central de AA por ser responsables de los fondos de los grupos
que se gastaban allí, y a Works Publishing (el libro Alcohólicos Anónimos) por
encontrarse entre los propietarios de la empresa, los custodios de nuestra Fundación
Alcohólica, sin darse cuenta, se habían convertido en los guardianes de Alcohólicos
Anónimos - tanto del dinero como de la Tradición. Alcohólicos Anónimos había llegado
a ser una institución nacional.
Alrededor del año 1942, se hizo evidente que la Fundación debía ser el único
propietario de Works Publishing, acaparando las acciones de los restantes inversionistas
de Works. Para hacer esto, se necesitaban varios miles de dólares y, por supuesto, el
dinero proveniente de los grupos no podía utilizarse para este propósito.
Así que los custodios, encabezados en esta ocasión por nuestro viejo amigo Chip,
acudieron de nuevo al Sr. Rockefeller y su "lista de invitados." Gustosamente, estos
donantes originales hicieron a la Fundación el préstamo necesario para convertirse en
propietarios exclusivos de nuestro Libro de AA (Works Publishing, Inc.). Mientras
tanto, Works Publishing, al encontrarse liberado en parte de mantener la Oficina
Central, se vio en la posibilidad de cancelar las cuentas con sus acreedores. Más tarde,
cuando los custodios propusieron pagar las deudas de la Fundación con los ingresos del
Libro de AA, algunos de los prestamistas solo aceptaron un pago parcial - y otros se
negaron a aceptarlo. Por fin, estábamos libres de deudas. Este acontecimiento señaló el
fin de nuestras dificultades financieras.
En un discurso en Memphis
Octubre de 1947
A continuación aparecen los puntos más destacados del discurso, tal como fue sometido
al Grapevine antes de la reunión en Memphis.
"Hace algunos años, el Dr. Bob y yo, entre otros, hicimos multitud de viajes para hablar
ante los grupos de AA por todo lo largo y ancho del país. Alcohólicos Anónimos
acababa de empezar su asombroso crecimiento. Había cierta duda de que pudiéramos
desarrollamos tan rápidamente con éxito. Había pequeños grupos de AA, muy
esparcidos y aislados, que estaban dando sus primeros pasos tambaleantes, y a menudo
se encontraban en lugares demasiado alejados de los pocos grupos originales como para
obtener su ayuda directa. Muchos tenían que depender exclusivamente de la literatura y
de las cartas.
"Para responder a esta aparente emergencia, los pocos de nosotros que pudimos hacerlo,
fuimos a visitar a los nuevos grupos. Queríamos llevar directamente nuestra experiencia
y nuestro aliento a los miles de recién llegados que se sentían todavía inseguros;
queríamos que se sintieran parte de la creciente totalidad; queríamos que vieran que AA
no tenia nada que ver con la geografía; que les daría resultados, fueran cuales fueran las
condiciones. Deseábamos fomentar un sano crecimiento y el espíritu de unidad. Así que
unos pocos de nosotros viajábamos mucho.
"Los tiempos han cambiado. Como todo el mundo sabe, desde entonces AA ha superado
nuestras fantasías más extravagantes. Hablando en nombre del Dr. Bob y mío, creemos
que nosotros los ancianos no tenemos que desempeñar los destacados papeles que
anteriormente hicimos. La administración de AA se está convirtiendo, sana y
felizmente, en un asunto rotativo. Y además, nuestra literatura, la generosidad de la
prensa y miles de nuevos viajeros de AA están llevando AA a todo rincón del mundo.
"No obstante, todavía queda un problema - un grave problema para cuya solución los
AA esperarán que nosotros los ancianos echemos una mano de vez en cuando. Es el
problema del éxito en sí mismo. El éxito, siempre una bebida embriagadora, a veces
puede causar que olvidemos que cada uno de nosotros estamos disfrutando de un
indulto provisional; puede que olvidemos que somos gente que no podríamos ni siquiera
existir si no fuera por la gracia de Dios. El vino del olvido puede hacemos soñar que
Alcohólicos Anónimos era un éxito nuestro y no el fruto de la voluntad de Dios. La
misma malignidad que una vez despedazó nuestras vidas podría comenzar otra vez a
desgarrar nuestros grupos. El falso orgullo podría conducirnos a la controversia, a
reclamar el poder y el prestigio, a pelearnos por asuntos de propiedad, dinero y
autoridad personal. Si estos males no nos atacaran de vez en cuando, no seríamos
humanos.
"Por lo tanto, hoy día muchos de nosotros creemos que el problema principal de
Alcohólicos Anónimos es este: ¿Cómo podremos, como movimiento, mantener nuestra
humildad - y con ella nuestra unidad - al vemos gozando de lo que el mundo considera
un gran triunfo? Tal vez no tenemos que ir muy lejos para encontrar la respuesta. Sólo
tenemos que adaptar y aplicar a nuestra vida de grupo aquellos principios en los que
cada uno de nosotros ha basado su propia recuperación. Si la humildad puede expulsar
la obsesión de beber alcohol, con toda seguridad puede ser nuestro antídoto contra ese
vino sutil conocido como el éxito."
A continuación, Bill se puso a explicar en todo detalle los Doce Puntos de Tradición,
publicados por primera vez en un artículo que aparecía en el número de abril de 1946
del AA Grapevine: "Hace dos años, algunas de mis viejas amistades me instaron para
que intentara resumir nuestras experiencias de vivir y trabajar juntos; que intentara
enunciar aquellos principios particulares de la conducta del grupo que habían surgido
durante una década de arduas pruebas y tanteos. Conforme al espíritu de nuestros Doce
Pasos originales, y estrictamente dentro de las amplias evidencias de nuestra
experiencia, hice la siguiente tentativa provisional: Doce Puntos Para Asegurar Nuestro
Futuro, una Tradición de Relaciones de Alcohólicos Anónimos (recién revisados a la
luz de la experiencia posterior):
"1. Cada miembro de Alcohólicos Anónimos no es sino una pequeña parte de una gran
totalidad. Es necesario que AA siga viviendo o, de lo contrario, la mayoría de nosotros
seguramente morirá. Por eso, nuestro bienestar común tiene prioridad. No obstante, el
bienestar individual le sigue muy de cerca.
"2. Para el propósito de nuestro grupo, sólo existe una autoridad fundamental - un Dios
amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro grupo.
"3. Nuestra Comunidad debe incluir a todos los que sufren del alcoholismo. Por eso, no
podemos rechazar a nadie que quiera recuperarse. Ni debe el ser miembro de AA
depender del dinero o de la conformidad. Cuandoquiera que dos o tres alcohólicos se
reúnan en interés de la sobriedad, podrán llamarse un grupo de AA, con tal que, como
grupo, no tengan otra afiliación.
"4. Con respecto a sus propios asuntos, todo grupo de AA debe ser responsable
únicamente ante la autoridad de su propia conciencia. Sin embargo, cuando sus planes
atañen al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos. Ningún
grupo, comité regional o individuo debe tomar ninguna acción que pueda afectar de
manera significativa a la Comunidad en su totalidad, sin discutirlo con los custodios de
la Fundación Alcohólica. En cuanto a estos asuntos, nuestro bienestar común es de
máxima importancia.
"5. Cada grupo de Alcohólicos Anónimos debe ser una entidad espiritual con un solo
objetivo primordial - el de llevar el mensaje al alcohólico que aún sufre.
"6. Los problemas de dinero, propiedad y autoridad nos pueden fácilmente desviar de
nuestro principal objetivo espiritual. Por lo tanto, somos de la opinión de que cualquier
propiedad considerable de bienes de uso legítimo para AA debe incorporarse y dirigirse
por separado, para así diferenciar lo material de lo espiritual. Un grupo de AA, como
tal, nunca debe montar un negocio. Las entidades de ayuda suplementaria, tales como
los clubs y hospitales, que suponen mucha propiedad o administración, deben
constituirse en sociedades separadas, de manera que, si es necesario, los grupos las
puedan desechar con completa libertad. Por consiguiente, tales instalaciones no deben
utilizar el nombre de AA. La responsabilidad de dirigir estas entidades debe recaer
únicamente sobre quienes las sostienen económicamente. En cuanto a los clubes,
normalmente se prefieren directores que sean miembros de AA. Pero los hospitales, así
como los centros de recuperación, deben operar totalmente al margen de AA - y bajo
supervisión médica. Aunque un grupo de AA puede cooperar con cualquiera, tal
cooperación nunca debe llegar a convertirse en afiliación o respaldo, ya sea real o
implícito. Un grupo de AA no puede vincularse con nadie.
"10. Ningún miembro o grupo de AA debe nunca, de una manera que pueda
comprometer a AA, manifestar ninguna opinión sobre cuestiones polémicas ajenas -
especialmente aquellas que tienen que ver con la política, la reforma alcohólica, o la
religión. Los grupos de Alcohólicos Anónimos no se oponen a nadie. Con respecto a
estos asuntos, no pueden expresar opinión alguna.
"11. Nuestras relaciones con el público en general deben caracterizarse por el anonimato
personal. Opinamos que AA debe evitar la propaganda sensacionalista. Nuestras
relaciones públicas deben guiarse por el principio de atracción y no por la promoción.
No tenemos necesidad de alabarnos a nosotros mismos. Nos parece mejor dejar que
nuestros amigos nos recomienden.
"12. Finalmente, nosotros los Alcohólicos Anónimos creemos que el principio de
anonimato tiene una inmensa significación espiritual. Nos recuerda que debemos
anteponer los principios a las personalidades; que debemos practicar una auténtica
humildad. Todo esto a fin de que las bendiciones que conocemos nunca nos estropeen;
que vivamos siempre en contemplación agradecida de El que preside sobre todos
nosotros.
"Para resumir: Para miles de alcohólicos que hay todavía por venir, AA tiene una
solución. Pero hay una condición. Debemos conservar a toda costa nuestra unidad;
tenemos que conseguir que sea inquebrantablemente segura. Sin la unidad permanente,
puede haber poca recuperación duradera para nadie. Por consiguiente, nuestro futuro
depende completamente de la creación y la observancia de una firme Tradición de
grupo. Siempre habrá que poner primero lo primero: la humildad antes que el éxito, y la
unidad antes que la fama."
La constitución de sociedades:
uso y abuso
Noviembre de 1947
Tras un torpe comienzo, estas dificultades aveces son difíciles de remediar. No obstante,
si nos valemos de una manera inteligente de las experiencias que ya hemos tenido, cabe
suponer que los nuevos grupos podrán evitar fácilmente estos dolores de crecimiento. El
propósito de este articulo es resumir nuestra experiencia y aplicarla a estos problemas
específicos.
Para empezar, repasemos aquellas partes de los Doce Puntos de la Tradición de AA que
están directamente relacionadas con la constitución de una sociedad y su financiación:
La Sexta Tradición dice: "Por lo tanto, somos de la opinión de que cualquier propiedad
considerable de bienes de uso legitimo para AA debe incorporarse y dirigirse por
separado, para así diferenciar lo material de lo espiritual... Un grupo de AA, como tal,
nunca debe montar un negocio... Los clubs y hospitales, etc., deben constituirse en
sociedades separadas, de manera que los grupos las puedan desechar con completa
libertad... por consiguiente, tales instalaciones no deben utilizar el nombre de AA. La
responsabilidad de dirigir estas entidades debe recaer únicamente sobre quienes las
sostienen económicamente... Los hospitales, así como los centros de recuperación,
deben operar totalmente al margen de AA y bajo supervisión médica. Un grupo de AA
puede cooperar con cualquiera, pero tal cooperación nunca debe llegar a convertirse en
afiliación o respaldo, ya sea real o implícito."
Después de abogar por el automantenimiento económico total tan pronto como sea
posible, la Séptima Tradición dice: "que cualquier solicitud pública de fondos que
emplee el nombre de AA es muy peligrosa ya sea hecha por los grupos, los clubs, los
hospitales u otras agencias ajenas - que el aceptar grandes donaciones de cualquier
fuente, o contribuciones que supongan cualquier obligación, no es prudente... nos causa
mucha preocupación aquellas tesorerías de AA que siguen acumulando dinero, además
de una reserva prudente, sin tener para ello un determinado propósito... que nada hay
que tenga más poder para destruir nuestra herencia espiritual que las disputas vanas
sobre la propiedad, el dinero, y la autoridad."
No. Algunos se han constituido en sociedad; pero, por lo general, les habría gustado no
haberlo hecho.
Solíamos pensar que deberían serlo. Cuando se trate de un grupo pequeño que
simplemente alquila un local, parece muy natural llamar al lugar un "club de AA."
Coloquialmente, a la mayoría de los clubs, todavía se les llama "clubs de AA." Pero
cuando se trata de un área con muchos miembros de AA, y quizás varios grupos, no a
todos los miembros les interesan los clubs. Por consiguiente, la administración de los
negocios del club (o clubs) del área debe estar a cargo de aquellos que contribuyan
individualmente a su mantenimiento, y en el nombre corporativo se debe omitir "AA."
Los contribuidores deben elegir a los responsables de la administración. Entonces, los
demás AA puede tomar el club o dejarlo. A menudo los clubs que se han constituido en
sociedad le dan un nombre relacionado, como, por ejemplo, Alano o Alkanon. Pero
empresas más claramente ajenas, tales como granjas y centros de desintoxicación
dirigidos por miembros particulares de AA, no deben utilizar estos nombres
relacionados.
4. Nuestro grupo constituyó en sociedad separada a nuestro club. Dispusimos que cada
uno de los miembros de nuestro grupo de AA fuera miembro votante de esta sociedad.
Ahora los directores de la sociedad tienen un desacuerdo con nuestro comité rotativo
de grupo. Los directores del club tratan de llevar los asuntos tanto del grupo como del
club. El comité rotativo también trata de llevar los asuntos del club. ¿ Qué debemos
hacer al respecto?
Este es un problema natural. Se puede remediar silos directores del club se dan cuenta
de que su cometido es únicamente el de procurar que el club sea apropiado para sus
fines - un simple asunto de negocios. Son meramente los arrendatarios de la propiedad,
y cuidan de la seguridad y la limpieza del local. Recogen el dinero que los miembros
individuales del club se han comprometido a aportar mensualmente; además, cobran
alquiler a los grupos de AA que efectúen reuniones en el club. Normalmente, este
alquiler representa una parte importante de los fondos recogidos al "pasar el sombrero."
Cada grupo de AA debe tener su propia pequeña tesorería. De este dinero, el grupo paga
por el uso que haga del club local. Así se evita la confusión entre el dinero del grupo y
los fondos de la sociedad separada que es el club. Bajo estas condiciones, el club no
tiene ninguna influencia importante en el grupo y viceversa. El comité del grupo se
encarga de asuntos estrictamente relacionados con AA. Pero con respecto a las
actividades sociales del club la autoridad puede variar; a veces recae en los directores
del club, otras veces en el comité de grupo, y otras veces en un comité especial.
A menudo hay confusión entre ser miembro del club y ser miembro de AA. En cierto
sentido, vienen a ser la misma cosa, ya que casi todos los clubs abren sus puertas a todo
AA que se comporte razonablemente bien y que desee frecuentarlos.
Pero cuando se trata de la administración del club, estamos empezando a creer que se
debe distinguir entre el derecho a frecuentar el club, el ser miembro del club con
derecho a votar, y el ser miembro de AA. Cualquier AA que está interesado en un club
debe estar dispuesto a contribuir regularmente a su mantenimiento. Aunque no pueda
contribuir con mucho dinero, lo poco que contribuya será algo. Obviamente, por ser un
contribuidor mensual, debe tener derecho a servir como director u oficial del club y a
votar en las reuniones de negocios. Aunque AA en sí mismo no cuesta nada, y la
mayoría de los clubs tienen sus puertas abiertas a todos, no parece haber ninguna buena
razón por la que una persona que nunca contribuye reclame el derecho a votar en las
reuniones de negocios del club. Si quiere participar en la administración del dinero del
club, él mismo debe contribuir con algo. Así que, cuando lleguemos a hacer una clara
distinción entre el derecho a frecuentar el club, el ser miembro del club con derecho a
votar, y el ser miembro de AA, habremos superado muchas de las dificultades actuales.
5. Tenemos un grupo pequeño. Todos los miembros de AA locales son entusiastas de los
clubs. ¿Los parece conveniente que constituyamos en sociedad al club, a pesar de que
todos los miembros de AA son miembros del club y, en nuestro pueblo, todos
contribuyen al mantenimiento del club?
Si su club tiene que firmar un contrato, comprar alguna propiedad o tener una cuenta
bancaria sustancial, no vacilamos en recomendarles que lo constituyan en sociedad.
Acostúmbrense a pensar y actuar de esta manera y evitarán futuras complicaciones.
Sugerimos que tengan cuidado de no mezclar los asuntos de AA con las reuniones de
negocios de su club - en éstas, ocúpense únicamente de asuntos de negocios.
Claro que el local de un club puede ser tan pequeño y tan poco costoso, o puede tener
un futuro tan incierto que sería prematuro constituirse en sociedad. Hay que ejercer
buen criterio para resolver esta cuestión.
6. ¿Se deben incluir en la carta constitutiva de un club otras actividades tales como la
rehabilitación, la hospitalización, la educación, la investigación, etc.?
Creemos rotundamente que no. Sugerimos que las cartas constitutivas se limiten a una
sola actividad en un solo lugar. Constituir en sociedad a todo lo que tiene que ver con el
alcohol y mezclarlo con AA casi invariablemente conduce a la confusión. Un solo
objetivo, simple y bien definido, es lo mejor. En ocasiones hemos tratado de mezclar
varias funciones, pero normalmente hemos tenido malos resultados.
No puede haber objeción alguna si actúan únicamente como individuos y nunca utilizan
el nombre de AA. Pero la experiencia indica que siempre hay una fuerte tentación a
utilizar el nombre de AA. Si se hace así, el proyecto acabará perjudicado porque los
grupos de AA de las cercanías protestarán enérgicamente - y con razón, creemos. La
Fundación Alcohólica, a pesar de que, de forma no oficial, representa a AA como
nuestra Junta de Servicios Generales, en los recientes no ha solicitado fondos de fuentes
ajenas, y muy pronto dejará de usar el título de "Fundación."
Es muy probable que cualquier club que se construya, con el tiempo resulte ser
demasiado pequen o. Si se puede, es mejor alquilar un local. Para un área con una
elevada población de AA será mejor alquilar varios clubs pequeños que uno muy
costoso. Si somos propietarios de un club grande y caro, puede que más tarde resulte
muy difícil tomarlo o dejarlo.
Si es necesario construir un club, siempre es más conveniente que los miembros recojan
entre ellos mismos los fondos para hacerlo, que podrían completar, si no tuvieran otra
alternativa, con un préstamo con condiciones de reembolso razonables pero bien
definidas. Nuestra reputación de ser completamente automantenidos es una baza muy
valiosa. Eviten los préstamos o contribuciones que entrañen obligaciones implícitas,
compromisos políticos o controversias. Y huelga decir que utilizar el nombre de AA
para solicitar fondos al público es peligroso.
Opinamos que los grupos de AA no deben meterse en estas empresas. No obstante, los
miembros de AA, a titulo personal, a veces tienen bastante éxito en estos asuntos si
evitan utilizar el nombre de AA al solicitar fondos al público y al hacer publicidad. Los
lugares de recuperación deben ser exclusivamente empresas privadas - y financiados
con fondos privados.
10. ¿ Cuál debe ser la actitud de un grupo de AA respecto a empresas "ajenas" tales
como la educación, la investigación y similares?
11. Nos damos cuenta de que la organización actual de nuestro club (u hospital) en
cierto sentido va en contra de la experiencia general. Pero aun no nos ha causado
mucha dificultad ¿Debemos cambiarla ahora para que esté de acuerdo con la
Tradición de AA?
Esto es asunto suyo. Si la organización actual funciona bien, quizá no valga la pena
cambiarla ahora. Pero si se han puesto graves reparos a nivel local, puede ser
conveniente probar los principios que, según nuestra amplia experiencia general, son los
mejores.
En la mayoría de los estados y países hay diversas formas de sociedades llamadas, por
ejemplo, asociaciones, organizaciones de beneficencia, o caritativas. Confíen en su
abogado para elegir la más conveniente. Será útil insistir en los siguientes puntos: Si es
humanamente posible, se debe omitir "Alcohólicos Anónimos" en el nombre de su
sociedad. Este nombre debe ser propiedad exclusiva de AA como un todo.) La cláusula
que expone el propósito de la sociedad se debe limitar a un solo objetivo. Las
actividades de la sociedad se deben limitar a un solo lugar o dirección. No intenten
constituir en sociedad a todo un estado o país; de hacerlo así, puede que los AA de las
zonas vecinas protesten.
Primera Tradición
Diciembre de 1946
No, no parece que resulte ser así. Tal vez no hay en la tierra una sociedad que se
preocupe más por el bienestar personal de sus miembros, que esté más dispuesta a
conceder al individuo la mayor libertad posible de creer y actuar. En Alcohólicos
Anónimos nunca se oyen las palabras "tienes que." Muy pocos grupos imponen castigos
a nadie por incumplimiento. Sí sugerimos, pero nunca castigamos. El cumplir o no
cumplir con cualquier principio de AA es asunto que corresponde a la conciencia del
individuo; él es el juez de su propia conducta. Seguimos al pie de la letra las antiguas
palabras "no juzgarás."
"Pero," algunos protestarán, "si AA no tiene autoridad para gobernar a sus miembros o a
sus grupos, ¿cómo puede estar segura de que el bienestar común tiene la preferencia?
¿Cómo es posible ser gobernado sin un gobierno? Si cada uno hace lo que le place,
¿cómo es que no es una pura anarquía?"
La respuesta parece ser que en realidad los AA no podemos hacer lo que nos plazca,
aunque no hay ninguna autoridad humana constituida que nos lo impida. Efectivamente,
nuestro bienestar común está protegido por fuertes salvaguardias. En cuanto cualquier
acción pone en grave peligro el bienestar común, la opinión de grupo se moviliza para
recordárnoslo; nuestra conciencia se empieza a quejar. Si alguien persiste, puede que se
trastorne lo suficiente como para emborracharse; el alcohol le da una paliza. La opinión
del grupo le indica que se ha desviado; su propia conciencia le dice que está totalmente
equivocado; y, si va demasiado lejos, el Alcohol acaba convenciéndole de su error.
Así llegamos a darnos cuenta de que, en asuntos que afectan profundamente al grupo en
su totalidad, "nuestro bienestar común tiene la preferencia." Cesa la rebeldía y comienza
la cooperación, porque tiene que ser así: nos hemos disciplinado a nosotros mismos.
Por supuesto, acabamos cooperando porque deseamos hacerlo; vemos que, sin una
unidad sustancial, no puede existir AA, y que, sin AA, poca recuperación duradera
puede ser posible para nadie. Gustosamente ponemos a un lado las ambiciones
personales cuando éstas pueden perjudicar a AA. Humildemente confesamos que no
somos sino "una pequeña parte de una gran totalidad."
Segunda Tradición
Enero de 1948
Todo grupo de AA sigue en su desarrollo este mismo ciclo. Hemos llegado a darnos
cuenta de que cada grupo, así como cada individuo, es una entidad especial, muy
diferente a cualquier otra. Aunque los grupos de AA son básicamente iguales, cada
grupo tiene su propio ambiente característico, y ha llegado a su propia y peculiar fase de
desarrollo. Creemos que cada grupo de AA tiene su propia conciencia. Es la conciencia
colectiva de sus miembros. La experiencia diaria informa e instruye a esta conciencia.
El grupo empieza a reconocer sus propios defectos de carácter y, uno a uno, son
eliminados o reducidos. A medida que continúa este proceso, el grupo se encuentra en
mejor condición de recibir la orientación apropiada para llevar sus propios asuntos. Las
pruebas y tanteos producen la experiencia del grupo, y de su experiencia corregida
proviene la costumbre. Cuando una forma acostumbrada de hacer las cosas resulta ser
claramente la mejor, esta costumbre llega a formar parte de la Tradición de AA. El
Poder Superior está obrando por medio de una bien clara conciencia de grupo.
Mucha gente ha llegado a creer que Alcohólicos Anónimos es, hasta cierto grado, una
nueva forma de sociedad humana. Al considerar la Primera Tradición, recalcamos el
hecho de que, en AA, no tenemos ninguna autoridad humana coercitiva. Ya que todo
miembro de AA tiene, por necesidad, una conciencia sensible, y ya que el alcohol le
castigará gravemente si recae, cada vez nos vamos dando más cuenta de que tenemos
poca necesidad de reglas o reglamentos de invención humana. Aunque es cierto que de
vez en cuando nos salimos por la tangente, nos vemos cada vez más en la posibilidad de
contar completamente con la estabilidad duradera del grupo de AA. Con el tiempo, con
casi toda seguridad, en lo concerniente a los asuntos del grupo, la conciencia colectiva
de grupo resultará ser un árbitro en el que podremos confiar completamente. La
conciencia de grupo acabará por ser una guía para los asuntos del grupo mucho más
infalible que el criterio de cualquier miembro individual, por bueno o sabio que sea.
Este es un hecho impresionante y casi increíble. Por consiguiente, podemos prescindir
sin temor de aquellas exhortaciones y castigos tan necesarios aparentemente para otras
sociedades. Y no tenemos que depender excesivamente de líderes carismáticos. Ya que
la gente que dirige nuestros servicios lo hace de forma verdaderamente rotativa,
disfrutamos de un tipo de democracia rara vez posible en otras partes. En este sentido,
puede que en gran medida seamos únicos.
Por lo tanto, nosotros los Alcohólicos Anónimos estamos convencidos de que hay una
sola autoridad final, "un Dios amoroso tal como se exprese en la conciencia de nuestro
grupo."
Tercera Tradición
Febrero de 1948
a Tercera Tradición es una declaración muy general: abarca mucho terreno. Mucha
gente puede considerarla demasiado idealista para ser práctica. Le dice a todo
alcohólico del mundo que puede hacerse miembro de AA y seguir siéndolo mientras él
lo diga. En pocas palabras, Alcohólicos Anónimos no tiene reglamentos para hacerse
miembro.
¿Por qué es así? Nuestra respuesta es simple y práctica. Ni siquiera con el fin de
protegernos, no queremos levantar la más mínima barrera entre nosotros y nuestros
compañeros alcohólicos que aún sufren. Sabemos que la sociedad ha venido exigiendo
que él se ajuste a sus leyes y sus costumbres. Pero la esencia de su enfermedad
alcohólica es el hecho de que no ha podido o no ha querido ajustarse ni a las leyes
humanas ni a las leyes divinas. De hecho, el alcohólico enfermo es un inconformista
rebelde. Qué bien lo sabemos: cada miembro de Alcohólicos Anónimos ha sido en un
tiempo un rebelde. Por lo tanto, no podemos tratar de transigir con él. Tenemos que
entrar en la caverna oscura donde él se encuentra y demostrarle que comprendemos.
Nos damos cuenta de que él está demasiado débil y confuso para saltar obstáculos. Si
los ponemos en su camino, es posible que no se acerque a nosotros y perezca. Puede
verse privado de su oportunidad.
Así que, cuando nos pregunta, "¿Hay condiciones?", le respondemos alegremente, "No,
ninguna." Cuando nos replica con escepticismo, "Pero tiene que haber cosas que tengo
que hacer y creer," en seguida le contestamos, "En Alcohólicos Anónimos no se oye
decir 'tienes que."' Quizás, con tono cínico, nos pregunta, "¿Cuánto me va a costar todo
esto?" Podemos reírnos y decir, "Nada; no hay honorarios ni cuotas." De esta forma, en
una hora escasa, nuestro amigo se ve despojado de su recelo y de su rebeldía. Se le
empiezan a abrir los ojos a un nuevo mundo de amistad y comprensión. Aunque ha sido
un idealista en bancarrota, su ideal ya no es una quimera. Después de años de búsqueda
solitaria, se le aparece como la luz del día. De pronto le salta a la vista la realidad de
Alcohólicos Anónimos. Porque Alcohólicos Anónimos le está diciendo, "Tenemos algo
que ofrecerte de inestimable valor, si sólo estás dispuesto a recibirlo." Nada más. Pero
para nuestro nuevo amigo lo es todo. Sin más rodeos, se convierte en uno de nosotros.
Cuarta Tradición
Marzo de 1948
Teniendo en mente estos conceptos, echemos una más detenida mirada a la Cuarta
Tradición. La primera frase garantiza la autonomía local de cada grupo de AA. En
cuanto a sus propios asuntos, el grupo puede tomar las decisiones y adoptar las posturas
que más le convengan. Ninguna autoridad global o intergrupal debe poner en tela de
juicio este privilegio primordial. Creemos que debe ser así, a pesar de que el grupo
pueda actuar a veces de una forma totalmente indiferente a nuestras Tradiciones. Por
ejemplo, un grupo de AA podría, si quisiera, contratar a sueldo a un predicador y
pagarle con las entradas de la sala de fiestas del grupo. Aunque una forma de proceder
tan absurda difícilmente estaría de acuerdo a nuestra Tradición, no se violaría el
"derecho a equivocarse" del grupo. Estamos convencidos de que, a todo grupo, se le
pueden conceder estos privilegios extremos, y concedérselos con toda confianza.
Sabemos que nuestro acostumbrado proceso de pruebas y tanteos no tardará en eliminar
tanto al predicador como a la sala de fiestas. Podemos confiar en que aquellos graves
dolores de crecimiento que son la invariable secuela de una desviación radical de la
Tradición de AA volverán a poner en el buen camino al grupo equivocado. No hay
necesidad de que un grupo de AA sea coaccionado por ningún gobierno humano aparte
de sus propios miembros. Su propia experiencia, más la opinión de los demás grupos de
AA de los alrededores, más la orientación divina manifestada en la conciencia de grupo,
sería suficiente. Ya hemos aprendido esta realidad a fuerza de muchos sufrimientos. Por
lo tanto, con toda seguridad podemos decir a todo grupo, "La única autoridad ante la
que debe ser responsable es su propia conciencia."
Permítanme, no obstante, que les señale una importante restricción. Veremos que esta
amplia libertad de pensamiento y acción solo se aplica a los propios asuntos del grupo.
Con razón, esta Tradición dice a continuación: Sin embargo, cuando sus planes atañen
al bienestar de los grupos vecinos, se debe consultar con los mismos." Es obvio que si
cualquier individuo, grupo o comité regional pudiera ejecutar una acción que afectara
gravemente el bienestar de Alcohólicos Anónimos en su totalidad, o trastornara
gravemente a los grupos vecinos, esto no sería libertad en absoluto. Sería puro
libertinaje; no sería democracia, sino anarquía.
Quinta Tradición
Abril de 1948
ice el viejo refrán: "Zapatero, a tus zapatos." ¿Un poco trillado? Sí. Pero para nosotros
los AA es una verdad innegable. ¡Lo porfiadamente que tenemos que atender al consejo
de que vale más hacer una cosa supremamente bien que muchas mal hechas!
Ya que ahora se ha puesto bien en claro que solo un alcohólico recuperado puede
verdaderamente ayudar a un alcohólico enfermo, ha recaído sobre todos nosotros una
tremenda responsabilidad, una obligación tan grande que equivale a ser una encomienda
sagrada. Porque para nosotros los que padecernos del alcoholismo, la recuperación es
una cuestión de vida o muerte. Así que la Sociedad de Alcohólicos Anónimos no puede
nunca arriesgarse a ser desviada de su objetivo primordial.
Habrá numerosas tentaciones de actuar de otra forma. Al ver las buenas obras que se
realizan en el campo del alcoholismo, nos sentiremos seriamente tentados a prestarles el
nombre y el aval de Alcohólicos Anónimos; como movimiento, nos veremos asediados
por solicitudes para financiar y apoyar otras causas. Si seguimos teniendo el éxito que
ahora conocemos, oiremos a la gente decir que AA es una nueva forma de vivir, tal vez
una nueva religión, que puede ser la salvación del mundo. Nos dirán que estamos en la
obligación de enseñarle al mundo moderno la forma correcta de vivir.
¡Qué atractivas pueden parecer estas empresas e ideas! ¡Qué halagador es imaginamos
que somos los elegidos para hacer realidad aquella antigua promesa mística, "Los
primeros serán los últimos y los últimos, los primeros"! Increíble, me dices. Pero
algunos de nuestros amigos ya han empezado a decir tales cosas.
Ojalá que jamás bebamos en exceso de este vino sutil. Que jamás olvidemos que no
podríamos existir si no fuera por la gracia de Dios, que todos estamos disfrutando de un
indulto provisional; que el anonimato es mejor que la fama; que para nosotros, como
movimiento, la pobreza es mejor que la riqueza.
Reflexionemos, cada vez con mayor convicción, sobre la realidad de que solo podemos
obrar con la máxima potencia y el mayor efecto si nos aferramos al objetivo espiritual
primordial de AA: el de llevar su mensaje al alcohólico que aún sufre del alcoholismo.
Sexta Tradición
Mayo de 1948
Gracias a Dios, nosotros los AA nunca nos hemos visto enredados en las disputas
religiosas o políticas que siembran tantas enemistades en el mundo de hoy. Pero
debemos reconocer el hecho de que nos hemos peleado violentamente, entre nosotros
mismos, por asuntos de dinero, propiedad y su administración. El dinero, en cantidades
considerables, siempre ha tenido una influencia funesta en la vida del grupo. Si un
donante bien intencionado le regala una suma sustancial a un grupo de AA, tardamos
poco tiempo en desbocarnos totalmente. Ni tampoco va a calmarse la tempestad hasta
que el grupo no se deshaga del dinero de una u otra manera. Esta experiencia es casi
universal. "Pero," nos dicen nuestros amigos," ¿no es ésta una confesión de debilidad?
Otras organizaciones pueden hacer buen uso de dinero." ¿Por qué no podemos nosotros?
Hoy día, los grupos de AA responden a sus bien intencionados amigos diciendo,
"Nuestros gastos son muy pequeños. Podemos ganas lo suficiente para sufragarlos.
Visto que no necesitamos dinero, ni lo queremos, ¿por qué correr los riesgos de tenerlo?
Preferimos permanecer pobres. Gracias, no obstante."
Séptima Tradición
Junio de 1948
Por ejemplo, la Oficina de Servicios Generales de AA ahora nos cuesta $1.50 por
miembro al año. En realidad, la oficina de Nueva York pide a los grupos que
contribuyan esta cantidad dos veces al año, porque no todos los grupos contribuyen.
Aún así, la cantidad por miembro sigue siendo muy pequen a. Si un miembro de AA
vive en un gran centro metropolitano en el que es imprescindible tener una oficina de
intergrupo para responder a la multitud de solicitudes de información y hacer las
numerosas disposiciones para hospitalización, este miembro contribuye (o
probablemente debe contribuir) con unos $5.00 anualmente. Para pagar el alquiler del
local de reunión de su grupo, y quizás los gastos para café y rosquillas, puede que eche
en el sombrero unos $25.00 al año. O, si es miembro de un club, tal vez ascienda a
$50.00. Si está abonado al AA Grapevine, la subscripción supondrá otro gasto
prodigioso de $2.50.
Así que el miembro de AA que con seriedad contribuye a cumplir con las
responsabilidades de su grupo, se ve expuesto a gastar unos $5.00 al mes, como
promedio. No obstante, es probable que sus ingresos personales oscilen entre $200 y
$2,000 al mes, como una consecuencia directa de no beber.
Puede que algunos nos respondan, "Pero, nuestros amigos quieren regalarnos algún
dinero para amueblar nuestro club. Somos un grupo nuevo y pequeño. La mayoría
seguimos andando escasos de dinero. ¿Qué debemos hacer?"
Al reflexionar sobre estas cosas, sería tal vez conveniente que cada uno de nosotros nos
dijéramos, "Sí, una vez los AA éramos una carga para todos los demás. Eramos los que
'tomaban.' Ahora que nos encontramos sobrios y, por la gracia de Dios, hemos llegado a
ser ciudadanos responsables del mundo, ¿por qué no debemos dar un giro de 180 grados
para convertirnos en 'los que dan con gratitud'? Ya es hora de que lo hagamos."
Octava Tradición
Julio de 1948
n todas partes del mundo, los AA están haciendo su trabajo de Paso Doce con miles de
nuevos candidatos cada mes. Entre mil y dos mil de estas personas se quedan con
nosotros después de su primera introducción al programa; nuestra experiencia pasada
indica que la mayoría de los demás volverán a nosotros más tarde. Esta corriente
espiritual, tan poco organizada y totalmente no profesional, va fluyendo ahora desde los
alcohólicos recuperados a los que están todavía enfermos. Un alcohólico habla con otro;
eso es todo.
¿Sería posible algún día profesionalizar, o siquiera organizar, este esfuerzo vasto y vital
que se hace cara a cara? Tenemos que responder con un rotundo no. Las pocas
tentativas que se han hecho de profesionalizar nuestro puro trabajo de Paso Doce nunca
han tardado en fracasar. Hoy en día, ningún miembro de AA tolerará la idea de
"terapeutas" u "organizadores" de AA asalariados. Ni a ningún AA le gusta que nadie le
diga cómo tiene que proceder con cualquiera de sus posibles ahijados. No, esta gran
corriente vivificadora nunca se verá represada por profesionales o bienhechores a
sueldo. Alcohólicos Anónimos no va a cortar nunca sus cuerdas de salvamento. En esto,
estamos de acuerdo unánimemente.
Pero en cuanto a aquellos que nos sirven haciendo otros trabajos a jornada completa,
¿son los cocineros, los porteros y las secretarias asalariadas de nuestros intergrupos
"profesionales de AA"?
Debido a que las ideas que nos hemos formado con respecto a esta gente no están
todavía muy claras, a veces nos parece que lo están y nos comportamos como si lo
estuvieran. Nos vemos sutilmente tentados a acusarles de profesionalismo y, por
consiguiente, a menudo oímos decir que "están haciendo dinero expensas de AA," o que
están "profesionalizando" a AA. Aparentemente, si ellos toman nuestros dólares de AA,
ya no pueden contarse entre nosotros. A veces, vamos aun más allá; les pagamos mal, y
lo justificamos diciendo que deben estar encantados de prepararnos la comida a bajo
sueldo.
¿No es esto dejar que nuestro temor al profesionalismo nos lleve al extremo? Si algún
día estos temores llegaran a ser muy exagerados, nadie que no fuese un santo o un tonto
podría trabajar para Alcohólicos Anónimos. Puesto que son pocos los santos con
quienes podemos contar, acabaríamos sin duda empleando a trabajadores menos
competentes de lo que necesitamos.
Hemos empezado a darnos cuenta de que nuestros pocos trabajadores a sueldo están
haciendo únicamente esas tareas de servicio que nuestros voluntarios no pueden llevar a
cabo rutinariamente. Estas personas no están haciendo el trabajo de Paso Doce.
Simplemente están facilitando más y mejor trabajo de Paso Doce. Las secretarias
sentadas en sus despachos son importantes puntos de Contacto, sirven como valiosas
fuentes de información e intermediarios de nuestras relaciones públicas. Les pagamos
por este trabajo, y por nada más. Nos ayudan a llevar las buenas nuevas de AA al
mundo exterior y contribuyen a hacer que nuestros candidatos se pongan en contacto
directo con nosotros. Esto no es "terapia de AA"; simplemente es una gran cantidad de
trabajo muy necesario y a menudo ingrato.
Así que, cuando sea necesario, debemos cambiar nuestra actitud para con aquellos que
trabajan en nuestros servicios especiales. No debemos tratarles como criados, sino como
asociados de AA. Debemos recompensarles justamente y, sobre todo, no debemos
acusarles de profesionalismo.
Además, debemos hacer una clara distinción entre "organizar el movimiento de AA" y
establecer, de una manera razonablemente ordenada y eficaz, sus pocos servicios
esenciales de contacto y propagación. Una vez que lo hayamos hecho, todo estará bien.
El millón y pico de nuestros compañeros alcohólicos que se encuentren todavía
enfermos podrán contar con tener la misma oportunidad de recuperarse que ya tuvimos
nosotros los 60,000 AA de hoy.
Demos a nuestros "despachos de servicio" el apoyo y los aplausos que bien se merecen.
Novena Tradición
Agosto de 1948
Pero, ¿cómo podemos convertir, y con la mayor eficacia, este ideal en realidad? Esta es
una pregunta que se oye con frecuencia.
Por ejemplo, entre los AA existen los partidarios de la simplicidad. Horrorizados ante
cualquier cosa organizada, nos dicen que AA se está complicando demasiado. Creen
que el dinero sólo sirve para crearnos dificultades, los comités sólo sirven para provocar
disensiones, las elecciones para incitar polémicas, que los trabajadores a sueldo sólo
pueden ser profesionales, y que la única función de los clubs es la de mimar a aquellos
que recaen. Volvamos, nos dicen, a tomarnos nuestro café y pan dulce al amor de la
lumbre. Si por casualidad algunos alcohólicos se tropiezan con nosotros, podemos
cuidarlos y con esto basta. La solución está en la simplicidad.
Por ejemplo, si un grupo de AA elige una secretaria o un comité rotativo, si un área crea
un comité de intergrupo, si establecemos una fundación, una oficina general o un
Grapevine, entonces estamos organizados para el servicio. El libro y los folletos de AA,
nuestras salas de reunión y nuestros clubs, nuestras cenas y asambleas regionales - éstos
también son servicios. Tampoco podemos establecer buenas conexiones con los
hospitales, apadrinar apropiadamente a nuevos candidatos, o esperar gozar de buenas
relaciones públicas, trabajando a la buena de Dios. Hay que nombrar a gente que se
ocupe de estos asuntos y, a veces, hay que pagarles un sueldo. Es necesario que alguien
se ocupe de prestar nuestros servicios especiales.
A medida que vamos reconociendo estos hechos y haciendo estas distinciones cada vez
con más claridad, nos será más fácil deshacernos de nuestros temores de perniciosa
organización y riqueza peligrosa. Como movimiento, permaneceremos cómodamente
pobres, porque nuestros gastos de servicio son insignificantes.
Con tal seguridad, no cabe duda de que seguiremos mejorando y extendiendo estos
conductos vitales que son nuestros servicios especiales; para llevar nuestro mensaje de
AA a otros con mayor eficacia; para crearnos una Sociedad cada vez más noble y
fructífera, y, Dios mediante, para asegurar que Alcohólicos Anónimos tenga una vida
larga y una perfecta unidad.
Décima Tradición
Septiembre de 1948
ara la mayoría de nosotros, Alcohólicos Anónimos ha llegado a ser tan sólido como el
Peñón de Gibraltar. Nos gusta creer que pronto será tan bien conocido y tan duradero
como esa roca renombrada. Podemos seguir creyéndolo porque hasta la fecha no ha
ocurrido nada que haya hecho vacilar esta placentera convicción; razonamos que
tenemos que seguir unidos o, de lo contrario, moriremos. Por lo tanto, damos por
sentada la continua unidad de nuestro movimiento.
Pero, ¿debemos seguir con esta convicción? Aunque Dios nos ha concedido grandes
bendiciones, y aunque nos vemos más fuertemente ligados por vínculos de amor y
necesidad que la mayoría de otras sociedades, ¿es prudente suponer que los grandes
dones y atributos serán automáticamente nuestros para siempre? Si somos dignos de
ellos, es probable que sigamos disfrutándolos. Así que la verdadera pregunta es, ¿cómo
podremos ser siempre dignos de nuestras bendiciones actuales?
Desde este punto de vista, las Tradiciones de AA son aquellas actitudes y prácticas,
mediante las cuales, podemos esperar merecer una larga y fructífera vida como
movimiento. Para este fin, ninguna podría ser de más vital importancia que nuestra
Décima Tradición, porque tiene que ver con el tema de las controversias - de las graves
controversias.
Al otro lado del mundo, millones de personas han muerto, incluso recientemente, a
causa de disensiones religiosas. Otros millones han muerto a cama de controversias
políticas. Aún no se ve el fin. Casi todas las personas del mundo se han convertido en
reformadoras. Cada grupo, cada sociedad y cada nación dice a los demás: "Tiene que
hacer lo que decimos, o sino Las controversias políticas y la reforma por coacción han
llegado a alcanzar cimas inigualadas. Y parecen eternas las llamas de la disensión
religiosa.
Ya que somos como cualquier otro hombre o mujer, ¿cómo podemos esperar
permanecer para siempre inmunes a estos peligros? Es probable que no sea así. Con el
tiempo, nos enfrentaremos con todos ellos. No podemos huir de ellos, ni debemos
intentarlo. Si se nos presentan estos desafíos, estoy seguro de que les haremos frente
gustosamente y sin temor. Esta será la prueba decisiva de nuestro valor.
¿Nuestra mejor defensa? Sin duda está en la formación de una Tradición referente a las
controversias graves tan poderosa que ni las flaquezas de los individuos ni las tensiones
y disensiones de nuestra época turbulenta puedan perjudicar a Alcohólicos Anónimos.
Sabemos que AA tiene que seguir viviendo, si no, muchos de nosotros y muchos de
nuestros compañeros alcohólicos de todo el mundo, con toda certeza, reanudarán su
desesperado viaje hacia el olvido. Eso no debe suceder nunca.
Como si estuviéramos guiados por algún instinto profundo e irresistible, hasta ahora
hemos conseguido evitar graves controversias. Salvo algunos pequeños y saludables
dolores de crecimiento, estamos en paz entre nosotros mismos. Y por habernos aferrado
hasta la fecha a nuestro único objetivo, todo el mundo nos tiene en buena estima.
Que Dios nos conceda la sabiduría y la fortaleza para mantener siempre una unidad
indestructible.
Undécima Tradición
Octubre de 1948
Sin duda estas bendiciones prodigiosas deben tener un importante objetivo. Nadie puede
dudar de que este objetivo es el de hacer saber a todo alcohólico del mundo que AA es
realmente para él, si tiene un deseo suficientemente fuerte de lograr su liberación. Por lo
tanto, nuestros mensajes transmitidos por los medios públicos nunca han sido
gravemente desvirtuados, ni hemos sentido por ninguna parte el abrasante vendaval de
los prejuicios.
Las buenas relaciones públicas son como cuerdas de salvamento de AA que pueden
alcanzar al alcohólico que aún no nos conoce. En años venideros es seguro que nuestro
desarrollo va a depender de la fortaleza y de la cantidad de estas cuerdas de salvamento.
Una sola grave calamidad en nuestras relaciones públicas podría causar que miles de
alcohólicos se alejaran de nosotros para perecer - ¡ciertamente una cuestión de vida o
muerte!
Así que la Undécima Tradición está apostada como un centinela, guardando estas
cuerdas de salvamento, anunciando que no hay necesidad de alabarnos a nosotros
mismos, que es mejor que nuestros amigos nos recomienden, y que toda nuestra política
de relaciones públicas, contrariamente a lo que se acostumbra, debe estar basada en el
principio de atracción y no en el de la promoción. Las típicas tácticas publicitarias -
agentes de publicidad, trucos promocionales, nombres famosos - no son para nosotros.
Los riesgos son demasiados grandes. Los resultados inmediatos serán siempre ilusorios
porque los cómodos atajos hacia la celebridad pueden traer consigo desventajas
permanentes y agobiantes.
Por lo tanto, recalcamos cada vez más el principio del anonimato personal en lo
concerniente a nuestras relaciones públicas. Nos pedimos, unos a otros, el mayor grado
de responsabilidad personal en este asunto. En el pasado, nos hemos vistos tentados,
como movimiento, a explotar los nombres de nuestros miembros bien conocidos por el
público. Nos hemos servido del pretexto de que otras sociedades, incluso las mejores,
hacen lo mismo. Como individuos, a veces hemos creído que el utilizar nuestros
nombres públicamente podría demostrar nuestro valor ante el estigma, dando así más
fuerza y convicción a los artículos publicados por los periódicos y las revistas.
Pero ahora esto no parecen tan atractivo como antes. Estamos llegando a ser
vívidamente conscientes de que ningún miembro debe describirse ante el público en
general como miembro de AA, por muy noble que sea su intención, para evitar sentar
un peligroso precedente que podría tentar a otros a hacer lo mismo con intenciones no
tan nobles.
Nos damos cuenta de que cualquiera de nosotros, al romper su anonimato en la prensa,
en la radio o en el cine, podría fácilmente transferir el valioso nombre de Alcohólicos
Anónimos a cualquier empresa o meterlo en cualquier controversia.
Así que vamos adoptando el precepto de que hay ciertas cosas que un AA no hace
nunca, por temor a desviar AA de su único propósito y dañar nuestras relaciones
públicas y así disminuir las posibilidades de los enfermos que están por venir.
A los millones de alcohólicos que todavía no han oído la historia de AA, siempre les
debemos decir, "Saludos y bienvenidos. Tengan la seguridad de que las cuerdas de
salvamento que les tendemos siempre serán sólidas. Dios mediante, siempre
mantendremos fe en nuestras relaciones públicas."
Duodécima Tradición
Noviembre de 1948
e puede decir que el anonimato es la base espiritual, la clave segura, de todas nuestras
Tradiciones. Ha llegado a representar la prudencia y, aun más importante, la modestia.
Un auténtico respeto para con el recién llegado que desee ser anónimo; una crucial
protección contra el abuso del nombre de Alcohólicos Anónimos al nivel público; y,
para cada uno de nosotros, una advertencia constante de anteponer los principios a los
intereses personales – tan amplio es el alcance de este principio. Vemos en ello la piedra
angular de nuestra seguridad como movimiento; a un nivel espiritual más profundo, nos
encamina hacia una abnegación aún más completa.
Cualquiera que eche una mirada a las Doce Tradiciones tendrá inmediatamente la
seguridad de que la idea esencial de cada una de ellas es "la renuncia." En cada
Tradición se pide al individuo o al grupo que renuncien a algo por el bienestar general.
La Primera Tradición nos pide que antepongamos el bienestar común a los deseos
personales. La Segunda Tradición nos pide que escuchemos la voz de Dios tal como se
exprese en la conciencia de grupo. La Tercera Tradición nos requiere que no
excluyamos a ningún alcohólico de AA. La Cuarta Tradición lleva implícito que
abandonemos cualquier idea de autoridad humana o gobierno centralizados. No
obstante, a cualquier grupo se le impone que consulte ampliamente con los demás en
asuntos que nos afectan a todos. La Quinta Tradición limita al grupo de AA a tener un
único objetivo, el de llevar nuestro mensaje a otros alcohólicos.
Diciembre de 1948
En cualquier caso, me siento obligado a ofrecerles a todos los AA esta explicación y mis
disculpas más sinceras.
Noviembre de 1949
Antes de unirnos a AA, los alcohólicos de vez en cuando podíamos lograr ese dudoso
estado que se llama "la sobriedad, punto." Solo Dios o un borracho seco pueden
atestiguar lo lúgubre y vacía que es esta supuesta virtud. ¿Por qué? Todo AA sabe por
qué: nada ha reemplazado a la bebida de la víctima; sigue siendo un hombre afligido por
el conflicto y la desunión. Entonces, le llegan los Doce Pasos de recuperación y le
producen un cambio de personalidad. El desgarrado candidato se siente reintegrado,
hecho de una sola pieza. Entendemos perfectamente lo que él quiere decir, porque está
describiendo el estado de unidad; está hablando de la unidad personal. Sabemos que
tiene que esforzarse por mantenerla y que, sin ella, no puede sobrevivir.
Para la información del público en general y para la instrucción de los nuevos miembros
de AA, se acaban de publicar las Doce Tradiciones en una "forma corta" muy
condensada, la cual esperamos que tenga una lectura tan amplia y que sean tan bien
comprendidas como los Doce Pasos de recuperación. Si esto sucede, se disminuirán
nuestros dolores de crecimiento y empezaremos a acumular una gran cantidad de
seguridad para los años venideros.
¿Qué podría ser, entonces, más apropiado que reservar la semana de Acción de Gracias
para dedicarla a discusiones de los valores prácticos y espirituales que podremos
encontrar en nuestras Tradiciones? Podríamos así reforzar nuestra fe en el futuro por
estos prudentes medios; podríamos mostrarnos dignos de seguir recibiendo ese don
inapreciable de unidad que Dios con su sabiduría nos ha concedido tan generosamente a
nosotros los Alcohólicos Anónimos en estos años tan importantes de nuestra infancia.
Sección
período
Septiembre de 1944
El artículo de Philip Wylie publicado en este número del Grapevine le granjeará las
simpatías de cada uno de los AA. ¿Por qué? Porque él es tan típicamente alcohólico.
Tampoco se le puede pasar por alto a nadie el espíritu de generosidad y de autosacrificio
del autor. Olvidando su propia importancia mundana, expresa lo poco que le importa la
opinión del público; arriesga su reputación para compartir con nosotros su carácter.
Como viajero solitario que ha logrado salir a tientas de la oscuridad, nos cuenta cómo ha
descubierto su refugio. No podríamos esperar a alguien de ánimo más robusto. El Sr.
Wylie puede hacerse miembro de AA el día en que lo diga.
Lo que más me llamó la atención fue su referencia a la experiencia espiritual "al estilo
de Jung," aparentemente producida "por una técnica científica sicológica." ¡Qué
bendición sería esto para nosotros que cada día tenemos que luchar con el principiante
agnóstico! Si sólo pudiéramos darle una buena dosis de ese "símbolo transcendental," y
así poner fin al asunto. No tendríamos que preocuparnos de ese fastidioso asunto de
esperar a que nuestro candidato llegue a tropezones a tener la suficiente amplitud de
mente para aceptar la posibilidad de un Poder superior a él mismo.
De hecho, resulta ya evidente que el mundo científico va teniendo cada vez más aprecio
por nuestros métodos; más que el que nosotros tenemos por los suyos. En este sentido,
están empezando a darnos lecciones de humildad a nosotros.
Volvamos a escuchar las palabras con las que nuestro amigo el Dr. Harry Tiebout,
siquiatra, cierra su ponencia "Las Técnicas Básicas de Alcohólicos Anónimos,"
presentada ante la Asociación Americana de Siquiatría: "Me parece que la lección para
los siquiatras está clara. Aunque es cierto que tratamos problemas emocionales,
nosotros, como gente con tendencias intelectuales, desconfiamos demasiado de las
emociones. Nos sentimos un poco cohibidos y algo avergonzados cuando nos vemos
forzados a valernos de ellas, y siempre pedimos disculpas a nuestros colegas si
sospechamos que tienen motivos para creer que nuestros métodos son demasiado
emocionales. Mientras tanto, otros, menos sujetos a la tradición, no vacilan en utilizarlas
y obtienen así resultados que nosotros no podemos lograr. Es sumamente imperativo
que nosotros, científicos con una supuesta amplitud de ideas, consideremos prudente y
detenidamente el trabajo de otras personas en nuestro campo. Es posible que llevemos
unas anteojeras más grandes de lo que pensamos." Y a continuación dice, "Una
experiencia espiritual, o religiosa, es el acto por el que dejamos de confiar en nuestra
propia omnipotencia."
Puesto que los AA somos personas que supuestamente hemos renunciado a toda nuestra
propia "omnipotencia," estoy seguro de que lo escrito por el Sr. Wylie será leído con
toda la atención que él se merece.
Una cita con el destino
Octubre de 1944
Alguien dijo una vez, "Por mucho que crezcan, por muchas recuperaciones que logren,
creo que los efectos derivados de AA acabarán superando al movimiento mismo."
Ahora se oyen por todas partes comentarios parecidos. Proceden de todo tipo de
personas. Los médicos consideran la posibilidad de aplicar nuestros métodos a otros
neuróticos; los clérigos se preguntan si nuestro humilde ejemplo no daría nueva
vitalidad a sus feligreses; a la gente de negocios les parece que somos buenos gerentes
de personal - vislumbran una nueva democracia industrial; los educadores aprecian la
fuerza de nuestra manera no polémica de presentar la verdad; y nuestros amigos dicen
ansiosamente, "Nos gustaría ser alcohólicos - también necesitamos AA ."
¿Por qué todo este revuelo? Estoy seguro de que todo esto debe significar que de pronto
nos hemos convertido en mucho más que alcohólicos recuperados, miembros de AA
únicamente. La sociedad ha empezado a tener esperan 1 zas de que vamos a utilizar, en
todos los aspectos de la vida, esa maravillosa experiencia de nuestro retorno, casi de la
noche a la mañana, de la temida tierra de la Nada.
Sí, nuevamente somos ciudadanos del mundo. Es un mundo perplejo, muy cansado,
muy incierto. Ha idolatrado a su propia autosuficiencia - y eso le ha fallado. Los AA
somos gente que una vez hicimos exactamente lo mismo. Esa filosofía también nos
falló. Así que, tal vez, por aquí y por allá, nuestra experiencia de recuperación puede ser
útil. Como individuos, tenemos una responsabilidad, quizás una doble responsabilidad.
Puede ser que tengamos una cita con el destino.
Por ejemplo, no hace mucho tiempo, el Dr. E.M. Jellinek, de la Universidad Yale, vino
a visitarnos. Dijo: "Yale, como ustedes saben, está patrocinando un programa de
educación pública sobre el alcoholismo, de carácter no polémico. Necesitamos la
cooperación de muchos miembros de AA. Sería impensable emprender cualquier
proyecto pedagógico referente al alcoholismo sin la buena voluntad, la experiencia y la
ayuda de los miembros de AA."
Así que cuando se formó el Comité Nacional de Educación sobre el Alcoholismo [ahora
el Consejo Nacional sobre el Alcoholismo], se nombró director ejecutivo a un miembro
de AA: Marty M., uno de nuestros más antiguos y dedicados miembros. Como miembro
de AA, tiene tanto interés en nosotros como antes - AA todavía es su devoción. Pero
como oficial del Comité Nacional, patrocinado por Yale, también está interesada en
educar al público en general sobre el alcoholismo. Su experiencia en AA le ha hecho
especialmente apta para este puesto en un campo distinto. La educación pública sobre el
alcoholismo va a ser su vocación.
Continuaban: "No obstante, esperamos que AA, como un todo, no se desvíe nunca de su
único objetivo de ayudar a otros alcohólicos. Como organización, no debemos expresar
otras opiniones que las concernientes a la recuperación de los bebedores problema. Esta
muy sana política nacional ya nos ha evitado muchas dificultades innecesarias, e
indudablemente nos librará de incontables complicaciones en el futuro.
"Aunque AA como un todo," añadieron, "no debe tener más que un solo propósito,
creemos con la misma firmeza que para el individuo no debe haber ninguna limitación
excepto la de su propia conciencia. Debe tener el pleno derecho de elegir sus propias
opiniones y actividades ajenas. Si son buenas, los AA de todas partes las aprobarán. Así
mismo creemos que será en tu caso, Marty. Aunque Yale es tu patrocinador en este
asunto, estarnos seguros de que vas a tener el caluroso apoyo personal de miles de AA
dondequiera que vayas. Todos pensaremos en las muchas ventajas que tendrá esta nueva
generación de posibles alcohólicos jóvenes gracias a tu trabajo, y cuánto podría haber
significado para nosotros, si nuestros padres y madres hubieran comprendido de verdad
lo que es el alcoholismo."
Personalmente, creo que los amigos de Marty le han dado un sabio consejo; que han
distinguido claramente entre la esfera limitada de AA como un todo y el amplio
horizonte del miembro de AA individual que actúa por su propia cuenta; que
probablemente han trazado en el lugar correcto una línea entre lo que consideraríamos
lo profesional y lo no profesional.
Carta a la madre de un
alcohólico
Diciembre de 1944
"Al descubrir el alcohol, encontró en ello mucho más de lo que encuentra la gente
normal. Para él el alcohol no es un mero tranquilizante; significa la liberación -
liberación de los conflictos internos. Parece liberar su atormentado espíritu."
Tengo que confesarte, Madre de "J", que es posible que yo haya inventado una parte de
lo dicho por el médico. Pero ésta es la vida de un alcohólico, tal y como yo la he vivido.
¿Tenía yo, como alcohólico, un carácter defectuoso? Por supuesto que sí. ¿Era yo
también, como alcohólico, un hombre enfermo? Si, muy enfermo.
No sé hasta qué punto yo era responsable por mi forma de beber. No obstante, no soy
uno de aquellos que se amparan en la idea de que solo era un hombre enfermo. Sin
duda, en los primeros años, yo tenía cierto grado de libre albedrío. Abusé de ese libre
albedrío, para el gran sufrimiento de mi madre y de muchos otros. Estoy profundamente
avergonzado.
Tú, como persona que me conoce un poco, puede que sepas que, hace diez años, un
amigo mío, que era un alcohólico liberado, vino a traerme la luz que finalmente me sacó
de mis tormentas.
A ti y a los tuyos también les llegará un día como ése- estoy totalmente seguro!
Bill
Los barbitúricos
Noviembre de 1945
Morfina, codeína, hidrato de cloral, Luminal, Seconal, Nembutal, amytal, estas drogas y
otras similares han matado a muchos alcohólicos. Una vez casi me maté con hidrato de
cloral. Y no son inusitadas mis observaciones y experiencias, porque muchos veteranos
de AA pueden hablar con gran fuerza y fervor sobre el asunto de los barbitúricos.
Con excepción de los casos poco frecuentes de suicidio, nadie toma estas drogas con la
expectativa de que vayan a causarle la muerte. Para muchos alcohólicos que todavía
beben, estas drogas representan un bendito alivio de la angustias de una resaca.
Algunos de nosotros que llevamos meses o años sobrios nos acostumbramos a tomar
sedantes para remediar el insomnio o alguna ligera irritabilidad nerviosa. Tengo la
impresión de que algunos de nosotros las tomamos, ario tras año, sin ser gravemente
castigados, como nos sucede cuando empezamos a beber alcohol. No obstante, con
demasiada frecuencia, la experiencia nos enseria que incluso aquellos que toman
píldoras "de forma controlada" pueden acabar fuera de control. Las mismas
justificaciones locas que caracterizaban su vida de bebedor empiezan a desmoronar su
vida. Cree que las píldoras, si pueden curar su insomnio, también pueden quitarle sus
preocupaciones.
Unas pocas palabras ahora sobre el uso de la morfina en el tratamiento médico. De vez
en cuando, un médico de cabecera, sin saber que su paciente ya tiene su sistema cargado
de barbitúricos, le pone una inyección de morfina. Un amigo mío se murió así. Cuando
llevaba sobrio unos tres meses, se vio metido en un aprieto emocional. Las píldoras le
condujeron al alcohol, y esta mezcla a más píldoras. Su médico le encontró con el
corazón agitado. Sacó la aguja y, unas pocas horas más tarde, mi amigo pasó a mejor
vida. Otro íntimo amigo mío, con tres años de sobriedad, también se vio sobrecogido
por algunas circunstancias nefastas y se entregó a las píldoras y al alcohol. Después de
tres semanas de seguir este régimen, se le ingresó en un sanatorio. Nadie dijo al médico
que le atendía nada acerca de la cantidad de píldoras que ya había ingerido. El paciente
fue "aliviado" con una inyección de codeína. Antes de salir el sol, mi amigo estaba
muerto.
Incluso es peligroso darle un trago al alcohólico que sufre, si ya tiene el cuerpo cargado
de píldoras. Hace años, tuve una experiencia de este tipo. Estábamos cuidando aun
borracho a quien le voy a poner el nombre de "Flaco." Por fin le hablamos convencido
de que ingresara en el hospital. Camino del hospital, se tomó un par de tragos - una
cantidad pequeña comparada con la acostumbrada. Justo antes de llegar al hospital,
flaco empezó a hablar con voz poco clara y, de repente, perdió el conocimiento. Tuve
que pedir al portero que me ayudara a llevarle al taxi. Dado que él solía beberse un par
de botellas cada día, no me podía explicar esa reacción. Cuando llegamos al hospital,
flaco estaba todavía desplomado en su asiento y yo no lo pude mover. Nuestro amigo, el
Dr. Silkworth, salió del hospital y se asomó por la puerta del taxi. Sólo le bastó una
mirada. Me preguntó: "¿Cómo está el corazón de este hombre?" Con seguridad, le
contesté, "Tiene un corazón como un elefante. El mismo me lo dijo. Pero no entiendo
por qué se emborrachó tan de prisa. Le di muy poquito licor." El doctor sacó su
estetoscopio. Se volvió hacia mí y me dijo, "Poco vale ingresarle aquí. No va a durar
mucho. ¿Qué ha estado tomando además del alcohol?" Pasmado, le dije, "Nada que yo
sepa."
Sin pérdida de tiempo, un enfermero llevó a Flaco adentro. El doctor volvió a sacar el
estetoscopio y, sacudiendo la cabeza, dijo, "Este pobre hombre lleva días cargado de
barbitúricos. Cuando le diste alcohol, aunque fuera un poquito, activó la carga
acumulada de sedantes que tenía en su sistema. ¿Ves lo azul que se ha puesto? Su
corazón casi no está funcionando. Tiene un latido muy débil. Casi no puedo contar las
pulsaciones."
Durante todo esto yo había estado rezando como nunca lo había hecho. Después de que
los dos médicos hubieran dado su veredicto, les dije que había estado rezando y
expliqué, tan alegremente como pude, que había leído el libro del Dr. Alexis Carrel, El
hombre, ese desconocido, en el que se describían las curaciones milagrosas efectuadas
por la oración. El renombrado especialista se despidió de nosotros. El Dr. Silkworth y
yo fuimos abajo para esperar la llegada de la medicina. Finalmente, un muchacho trajo
dos cápsulas de la farmacia. El doctor se quedó mirándolas, diciendo que detestaba la
idea de administrárselas, porque eran tan potentes. Fuimos arriba y según salíamos del
ascensor, vimos a alguien caminando con desenvoltura por el pasillo, fumándose un
cigarrillo. "Hola, muchachos," flaco nos saludó a gritos. "¿Pueden decirme por qué me
encuentro aquí?"
Nunca olvidaré en toda mi vida el alivio y el asombro que vi reflejados en la cara del
doctor mientras examinaba rápidamente el corazón de Flaco. Me miró y me dijo, "El
corazón de este hombre está funcionando normalmente. Hace quince minutos no podía
contar las pulsaciones. Creía que conocía bien los corazones de estos alcohólicos. Pero
nunca he visto una cosa parecida - nunca. No melo puedo explicar." Nadie puede decir
qué milagro salvó a Flaco. Al cabo de unos días salió del hospital, sin tener ningún mal
efecto de la experiencia.
Julio de 1947
Por aquel entonces ya teníamos un bosquejo de lo que ahora son los dos primeros
capítulos del libro conocido hoy día como Alcohólicos Anónimos. Nuestro amigo Frank
nos recomendó un bien conocido editor, quien sugirió la posibilidad de darme un
adelanto en concepto de regalías para que pudiéramos terminar el libro. Esto hizo que
nos sintiéramos muy bien hasta que caímos en la cuenta de que, si yo gastaba una parte
sustancial de las regalías mientras estábamos escribiendo el libro, más tarde tendríamos
que esperar bastante tiempo para recibir más pagos. También vimos que el 10 por ciento
que me correspondía como regalías nunca sufragaría los gastos de la oficina entrañados
por responder a las numerosas súplicas de ayuda que sin duda nos llegarían después de
su publicación; y que una casa editora comercial, deseosa de aumentar las ventas,
posiblemente no haría una publicidad a nuestro gusto.
Nuestro convenio con los accionistas de Works Publishing fue que, con los primeros
ingresos del libro, se les devolvería su dinero; además, la Fundación Alcohólica
recibiría las regalías del 10 por ciento que yo habría recibido de una editorial. En cuanto
a las acciones de Works Publishing, los 49 inversionistas tendrían un tercio, mi amigo
Hank, otro tercio, y yo, otro tercio. Además conseguimos un préstamo de $2,500 de
Charles B. Towns, propietario de un hospital para alcohólicos nacionalmente conocido.
Verdadero amigo que era, tuvo que esperar años para que se le devolviera su dinero.
Pero, como cualquiera podía ver entonces, todo estaba listo - todo menos escribir y
vender el libro. Reinaba un gran entusiasmo. Valiéndonos de los nuevos fondos, nos era
posible mantener una pequeña oficina en Newark, Nueva Jersey. Allí empecé a dictar el
texto de Alcohólicos Anónimos a Ruth Hock (nuestra primera secretaria nacional). Con
gran optimismo ya veíamos llegar un montón de dinero, una vez que el libro saliera de
la imprenta. Aun más, esperábamos que el nuevo libro enseguida contribuiría a financiar
nuestra empobrecida Fundación - lo cual, por extraño que parezca, llegó a hacer algunos
años más tarde.
Finalmente llegó el mes de abril de 1939. Teníamos el libro terminado. El Dr. Bob y sus
compañeros de Akron sometieron algunas de las historias de recuperación para la
sección de experiencias. Otras las sometieron compañeros de Nueva York y Nueva
Jersey. Nos llegó una de Cleveland y otra de Maryland. En las reuniones se leyeron y se
discutieron los capítulos. Me creía ser el autor del texto hasta que descubrí que solo era
el arbitro de las diferencias de opinión. Después de interminables votaciones, decidimos
titular el libro La Salida. Pero las indagaciones hechas en la Biblioteca del Congreso por
Fitz M., nuestro alcohólico de Maryland, nos revelaron que ya se habían publicado doce
libros con este título. No queríamos, por supuesto, que el nuestro fuera el número trece.
Así que le pusimos el titulo de Alcohólicos Anónimos. Aunque no lo sabíamos, en ese
mismo momento, habíamos puesto el nombre a nuestro movimiento - un nombre que,
debido a la humildad y la modestia que implica, nos ha dado nuestro querido principio
espiritual de anonimato.
Así nació en bancarrota el buen libro Alcohólicos Anónimos. Algunos los acreedores se
volvieron impacientes; el sherif se presentó en nuestra oficina de Newark. Los
promotores se encontraban muy deprimidos - no sólo económicamente. El banco tomó
posesión de la casa en la que vivíamos mi mujer yo. Nos instalamos en un campamento
de verano, propiedad de un amigo nuestro, miembro de AA, Horace C. y su familia. A
mi amigo Hank tampoco le fueron muy bien las cosas. Se presentaba un panorama
desolador. Sólo había tres grupos activos de AA; y además teníamos un libro de AA en
bancarrota, una leal secretaria que todavía no había cobrado, una diminuta Oficina
Central que posiblemente habría que cerrar en cualquier momento, y una Fundación
Alcohólica sin dinero. Esta era la situación después de cuatro años de Alcohólicos
Anónimos.
AA nosotros también?
Octubre de 1947
Queridos AAs:
Tal vez los AA podamos llegar a ser un nuevo tipo de sociedad humana. Hasta un grado
nunca alcanzado anteriormente, AA, tal vez, podrá funcionar apoyándose en la fuerza
de sus principios fundamentales, y no en el prestigio o la inspiración de un liderazgo
muy personalizado. Así el total puede tener una transcendencia, una importancia mayor
a la de cualquier parte; y entonces, para su continuación, nuestra unidad y nuestro éxito
pueden principalmente depender de Dios como nosotros lo concebimos, del Dios que
obra en miles de corazones y no solamente en unos pocos.
En mi fuero interno, creo que los AA hemos empezado a vislumbrar esta magnífica
posibilidad. La convicción cada vez mas generalizada de que el liderazgo activo debe
ser transitorio y rotatorio; que, en cuanto a sus propios asuntos, cada grupo de AA sólo
es responsable ante su propia conciencia; que nuestros comités y junta son, en realidad,
servidores, no autoridades; que nosotros, como movimiento, tenemos que permanecer
pobres, para evitar así los riesgos de distracción de la riqueza; que, como miembros
particulares de AA debemos ser anónimos ante el público en general - estos son los
indicios y los presagios de un destino singular. En tales conceptos no hay lugar para un
liderazgo vestido de prestigio.
"Pero," dirán algunos, "¿como vamos a convertir este sueño en realidad cuando la
mayoría de las sociedades tienen que depender tanto de la administración, del dinero y
del poder de persuasión personal de un liderazgo de mucho renombre?" No obstante, de
una manera increíble, estamos empezando a ver nuestro sueño convertirse en realidad.
Aunque seguimos mirando con recelo la acumulación de grandes sumas de dinero o de
prestigio personal en nombre de Alcohólicos Anónimos, continuamos creciendo a pesar
de la ausencia de aquellos factores, a veces inestables, de los que a menudo tienen que
depender otras empresas humanas.
¿Por qué es esto posible? ¿Porque somos personas superiores? Difícilmente. Lejos de
ser superiores a la mayoría, somos, con toda seguridad, mucho más falibles. Por extraño
que sea, nuestra fortaleza colectiva parece derivarse de nuestra siempre latente debilidad
individual. Somos alcohólicos. Aunque ahora estamos recuperados, nunca estamos muy
lejos de la posibilidad de un nuevo desastre personal. Cada uno sabe que tiene que
comportarse con un alto grado de honradez, humildad y tolerancia; si no, volverá a
beber. Para nosotros los AA, beber es morir; amar a Dios y a nuestros semejantes es
vivir.
A la luz de estas consideraciones, volvamos a analizar la situación del Dr. Bob y la mía.
Parece que, cuanto más crece AA, más se tiende a destacar nuestro papel especial en su
creación y futuro desarrollo. Aun se nos sitúa en una categoría excepcional. Hace
mucho tiempo que casi todos los demás pioneros de AA están entre bastidores donde, si
todavía disfrutan de la confianza de sus compañeros, se les consulta con frecuencia. Por
consentimiento común, se han convertido en nuestros consejeros no oficiales, fuentes de
larga experiencia, a quienes recurrimos en momentos de apuro. En el reparto hay ahora
nuevos actores que algún día saldrán a escena para después retirarse. Creemos que así es
como debe ser.
El Dr. Bob y yo creemos que esta sana doctrina también debe aplicarse a nosotros. No
puede haber ninguna buena razón para hacer una excepción con "los fundadores."
Cuanto más tiempo permanezcamos los pioneros de AA en el centro del escenario, más
probable será que sentemos peligrosos precedentes para establecer un liderazgo
personalizado y permanente. Para asegurar bien el futuro de AA, ¿no es esto
precisamente lo que debemos evitar? Huelga decir que el Dr. Bob y yo no queremos
ignorar ninguna responsabilidad que todavía recaiga sobre nosotros. Por el contrario; es
probable que hoy día nuestra misión principal es la de ayudar a AA a formar una
Tradición segura. Pero, ¿cómo podemos abogar por el principio tradicional de una
dirección rotativa, si permitimos que crezca la opinión de que nosotros mismos
debemos ser excepciones permanentes? Por supuesto que no podemos.
Aunque el estar tan solicitado me hace sentir muy bien, estas peticiones me dejan en
medio de un grave dilema - algo realmente angustioso. ¿Cómo puedo actuar con
equidad y hablar en diez cenas de aniversario mientras me niego a hacerlo en noventa?;
¿cómo puedo hacer grabaciones especiales o dar charlas telefónicas para todas esta
ocasiones? O, ¿cómo puedo contestar a toda la correspondencia que recibo? ¿cómo
puedo aconsejar a cientos de individuos y grupos acerca de sus problemas particulares?
Es físicamente imposible. Incluso si pudiera encontrar la manera de hacer todas estas
cosas y así permanecer indefinidamente en el centro de los asuntos de AA, ¿sería esto lo
mejor para AA a la larga? Sin duda, todos estarían de acuerdo en que no lo sería.
Así que el problema del Dr., Bob y mío se reduce a esto: Vamos a tener que decidir
precisamente cuáles son las pocas cosas que nosotros somos especialmente aptos para
hacer por AA y, según nos permita nuestra salud, ponernos a hacerlas.
En lo que a mí respecta, creo que voy dedicar más tiempo a escribir: más artículos para
el Grapevine, más folletos, y tal vez un nuevo libro que trate del asunto vital de la
unidad de AA. Este material debe facilitar un amplia y detallada información sobre
nuestras Tradiciones, según se van desarrollando, y sobre las poco conocidas funciones
de nuestro centro de servicios generales. De vez en cuando, me gustaría nacer acto de
presencia en las reuniones regionales mayores con el propósito de discutir sobre estos
asuntos con tantos AA como sea posible.
En los próximos dos o tres años, será conveniente ampliar la base de nuestro centro de
servicios generales de Nueva York de manera que incluya una reunión anual de los AA
de fuera de la ciudad con los custodios de la Fundación Alcohólica, el personal de la
oficina general de AA y la redacción del AA Grapevine; se llamaría la Conferencia de
Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Facilitar la creación de tal Conferencia
será una tarea formidable que puede requerir que visitemos algunos de nuestros
principales centros de AA esparcidos por todo el país.
Estas parecen ser las cosas que más se necesitan hacer para el bienestar de AA en su
totalidad. Si estos proyectos han de ser terminados, estoy seguro de que no podemos
dedicarnos a muchas más cosas. Para tener éxito, necesitaremos una verdadera libertad
de decisión y pocas distracciones. Por lo tanto, les pedimos su completa cooperación.
Aunque estas tareas todavía están por hacer, el Dr. Bob y yo vamos a confesar una
profunda aspiración. Como ciudadanos particulares de AA, a menudo nos gustará ir y
venir entre ustedes como cualquier otra persona, sin ninguna atención especial. Y
aunque siempre nos gustaría seguir sintiendo la satisfacción de contarnos entre los
originadores, esperamos que ustedes empiecen a considerarnos solo como pioneros de
AA, y no como "fundadores."
Bill
SEGUNDA
PARTE
1950 - 1958
Durante los cinco años siguientes, Bill, el único cofundador sobreviviente, concentró
sus energías principalmente en el futuro de AA, consolidando su estructura de servicio.
En 1950, Lois y él pasaron seis semanas en Europa, visitando a los AA de diversos
países. Aunque AA estaba floreciendo en Europa, las discrepancias que Bill observaba
entre las costumbres de los AA de diferentes países, reforzaron su convicción de que era
necesaria una estructura que hiciera posible que la Comunidad siguiera existiendo.
Volvió a Norteamérica convencido de la necesidad de poner nuestra literatura a
disposición de cada vez más gente, fomentar el liderazgo a nivel local, y ampliar los
servicios de AA.
Con este fin, según Bill comentó en AA Llega a su Mayoría de Edad, "reforzado con la
aprobación de los Custodios y del Dr. Bob, recorrí todo el país, abogando por el plan del
Tercer Legado La primera Conferencia de Servicios Generales, que tuvo lugar en abril
de 1951, inició un período experimental de cinco años que finalizó en julio de 1955,
cuando la responsabilidad de los servicios mundiales de AA, que hasta entonces había
recaído en los cofundadores, pasó a manos de la Comunidad entera en la Convención
del XX Aniversario, celebrada en St. Louis en esa fecha.
Sección
AA llega a su
madurez
Octubre de 1949
lcohólicos Anónimos tiene catorce años. Pero nadie cree que acabamos de entrar en la
adolescencia. Por el contrario, nos estamos acercando a la madurez. Por lo tanto,
nuestros problemas y responsabilidades como Sociedad van aumentando. Está cada vez
más claro que no seremos inmunes para siempre a las aterrorizadoras presiones que
están desgarrando la sociedad moderna. No hay duda de que, al igual que otras
sociedades de hombres y mujeres, nos veremos tentados a metemos en graves
controversias. Tal vez algunos de nosotros intentaremos conseguir fama y riqueza a
costa de Alcohólicos Anónimos. Nos veremos tentados a atacar a los que nos atacan;
ansiaremos forjar alianzas con amigos poderosos; desearemos redactar leyes y, de esta
manera, meternos en política. Será difícil permanecer neutral en el conflicto entre la
ciencia y la religión; puede que a algunos les guste ver Alcohólicos Anónimos dividirse
en sectas. Y, según nos vamos haciendo más conocidos, sin duda se nos ofrecerán
grandes y destructivas subvenciones monetarias; puede que nos olvidemos de nuestra
resolución de permanecer pobres. Es posible que estos sean los problemas cruciales de
nuestra madurez; ya se pueden ver perfilados.
Segundo, estamos seguros de que debe haber un millón de alcohólicos que mañana
mismo se unirían a Alcohólicos Anónimos si solo supieran lo que sabemos. Nos damos
clara cuenta de que cualquier desunión fundamental entre nosotros podría desilusionar
instantáneamente a decenas de miles que de nuevo volverían la cara a la pared. Por eso,
nos es imperativo evitar todos estos trastornos que normalmente acompañan a la gran
riqueza, poder o controversia. Si no, muchos de ese "millón que aun no sabe" sin duda
morirían.
Por consiguiente, nuestra Cuinta Tradición dice: "Cada grupo de AA debe ser una
entidad espiritual con un solo objetivo primordial - de llevar el mensaje al alcohólico
que aún sufre."
Mientras sigamos agradecidos por lo que nos ha tocado, y mientras esta Tradición de
noble y único objetivo quede grabada indeleblemente en nuestros corazones, tendremos
nuestro destino asegurado. Seremos dignos de la Providencia de Dios.
de edad
Septiembre de 1950
uando celebramos el 15 aniversario de AA todo el mundo sabia que habíamos llegado a
nuestra mayoría de edad. No podía haber la menor duda. Los miembros, sus familias, y
amigos - un total de siete mil personas - pasaron tres días emocionantes e
impresionantes con nuestros buenos anfitriones de Cleveland.
¿Qué hicimos precisamente? Pues, tuvimos reuniones, muchas reuniones. Por ejemplo,
la reunión sobre la medicina. Nuestro primer y gran amigo el Dr. Silkworth no pudo
asistir. Pero su colega del Hospital Knickerbocker de Nueva York, el Dr. Meyer Texon,
resultó ser un sustituto muy competente, y nos contaba la mejor forma en que el hospital
general puede relacionarse con nosotros. Remachó sus argumentos con una detallada
descripción de cómo, durante los últimos cuatro años en el Hospital Knickerbocker, se
había apadrinado, tratado y encomendado a AA a 5,000 borrachos; y esto para la gran
satisfacción de todos los interesados, incluyendo el hospital, cuya junta estaba
encantada con los resultados y especialmente con el hecho de que invariablemente se
pagaban sus módicos honorarios a tocateja. ¿Quién ha oído de 5,000 borrachos que
realmente pagan sus facturas? Luego el Dr. Texon nos puso al día sobre la enfermedad
del alcoholismo según la consideran en Knickerbocker; dijo que sin duda era un
trastorno de la personalidad unido a un deseo físico insaciable. Para la mayoría de
nosotros, esto tenía sentido. El Dr. Texon metió el miedo en el cuerpo a los posibles
"reincidentes," simplemente refiriéndose a ese pequeño asunto del hígado. Este órgano
paciente, dijo, sin duda acabaría salpicado de abscesos y con un caso de cirrosis
galopante, si se siguiera bebiendo. Además tuvo algo nuevo que añadir, que se trataba
del agua salada; dijo que todo alcohólico activo tenía una gran deficiencia de sal. De ahí
el deseo insaciable de más y más tragos. Si llenaras a la víctima de agua salada, dijo, en
seguida se tranquilizaría. Naturalmente, pensamos, "¿Por qué no ponemos a todos los
borrachos en un régimen de agua salada en vez de ginebra? Así el problema mundial del
alcohol se solucionaría de la noche a la mañana." Pero esa era nuestra idea, no la del Dr.
Texon. A él, le damos las gracias:
En cuanto a la reunión sobre la industria: La moderaron Jake H., de U.S. Steel, y Dave
M., de DuPont, ambos miembros de AA. El Sr. Louis Seltzer, editor del Cleveland
Press, quien finalizó la sesión, casi hizo que la sala se viniera abajo con su charla. Jake,
como ejecutivo de U.S. Steel, nos dijo lo que la compañía pensaba de AA - y todo era
bueno, Jake mencionó el inmenso potencial de ingresos colectivos, entre un cuarto y
medio billón de dólares cada año. En vez de constituir una exasperante sangría del
bolsillo colectivo de la sociedad, ahora éramos, en su mayor parte, gente que podía
aspirar a los mejores empleos y que podría contribuir al bienestar de nuestro país con
una media anual de $4,000 por persona. David M., jefe de personal de DuPont, que
tiene un interés especial en el problema que el alcohol representa para su compañía, nos
relató lo que la "nueva perspectiva" sobre el abuso de la bebida había significado para
DuPont y para todos sus empleados. Según Dave, su compañía tiene una gran confianza
en AA. Con toda certeza, Louis Seltzer ofreció el testimonio más conmovedor en este
seminario industrial. El Sr. Seltzer nos habló desde el punto de vista de un empresario,
un ciudadano y un periodista veterano. Fue la más emocionante expresión de plena
confianza en Alcohólicos Anónimos que jamás hemos oído. Casi era demasiado bueno;
sus implicaciones nos produjeron un pequeño desconcierto. ¿Cómo podríamos nosotros,
miembros de AA falibles, llegar a estar a la altura de las esperanzas para nuestro futuro
del Sr. Seltzer? Empezamos a preguntamos si acaso la reputación de AA no fuera mejor
que su realidad.
Luego hubo esa maravillosa sesión sobre las prisiones. Nuestro gran amigo, el Alcaide
[Clinton] Duffy, contó la asombrosa historia de nuestro primer grupo de San Quintín.
Su relato de los cinco años de AA en ese lugar tuvo un preludio muy conmovedor.
Escuchamos una grabación, que pronto se emitirá por la radio, de una estremecedora
dramatización de un incidente real en la vida de AA dentro de los muros. Un recluso
alcohólico reacciona amargamente a su encarcelamiento y se muestra increíblemente
ingenioso para encontrar y beber alcohol. Pronto se vuelve demasiado ingenioso. En el
taller de pinturas de la prisión, descubre un líquido muy prometedor, que comparte con
sus compañeros alcohólicos. Era un veneno mortal. Los bebedores pasan unas horas
angustiosas, durante las cuales algunos mueren. Había una tremenda tensión en la
prisión a medida que aumentaba el número de muertos. Los que aún quedaban con vida
solo podían salvarse con una rápida transfusión de sangre. El grupo de AA San Quintín
no vaciló en ofrecerse como voluntarios y pasaban el resto de esa larga noche dando de
sí mismos como nunca lo habían hecho. AA nunca había sido nada popular, pero ahora
la moral de la prisión subió a su punto más alto, y allí se quedó. Muchos sobrevivientes
se unieron. El primer grupo de prisiones había dejado una profunda impresión; AA
había llegado a San Quintín para quedarse.
Entonces habló el Alcaide Duffy. Parece que nosotros los del mundo exterior no
sabemos nada de lo difícil que es convencer a los reclusos. El escepticismo tanto de los
prisioneros como de los guardias de San Quintín había sido tremendo. Creían que AA
era una especie de timo. O tal vez una religión de chiflados. Además, objetó la junta de
la prisión, ¿por qué tentar a la Providencia, mezclando libremente los reclusos con gente
de afuera, especialmente con las mujeres alcohólicas? Sería dar rienda suelta a la
confusión. Pero nuestro amigo el alcaide, firmemente convencido por algún que otro
motivo, insistía en que AA continuara en la prisión. Hasta este día, dijo, no se ha
quebrantado ningún reglamento de la prisión en ninguna reunión de AA, a pesar de que
centenares de prisioneros han asistido a centenares de reuniones con muy poca
vigilancia. Apenas si se necesita la presencia del amable guardia solitario que se sienta
en la última fila.
El alcaide añadió que hoy día la mayoría de las autoridades de las prisiones de todo los
Estados Unidos y Canadá comparten su opinión sobre Alcohólicos Anónimos.
Anteriormente, había que recoger y volver a meter en la cárcel a un 80 por ciento de los
prisioneros alcohólicos puestos en libertad condicional. Muchas instituciones informan
que ahora este porcentaje ha bajado a la mitad e incluso a la tercera parte de lo que solía
ser. El Alcaide Duffy viajó 2,000 millas para estar con nosotros en Cleveland. Muy
pronto vimos el porqué. Vino porque es una gran persona. Nuevamente los AA nos
preguntábamos si nuestra reputación no sería algo exagerada.
Ni tampoco pasaron por alto a otros que sufren de forma especial, tales como las
secretarias de intergrupo asalariadas, las secretarias comunes y corrientes, los editores
de nuestros boletines, y los cónyuges de los alcohólicos, conocidos a veces como "los
olvidados." Estoy seguro de que las secretarias llegaron a la conclusión de que, aunque
a veces no reciben el aprecio que merecen, todavía les encanta cada minuto de su
trabajo. No me he enterado de lo que decidieron los editores. A juzgar por sus esfuerzos
a lo largo de los años, es muy probable que se les hayan ocurrido muchas ideas
ingeniosas.
Todo el mundo estuvo de acuerdo en que la reunión de las esposas (y los maridos) fue
una verdadera revelación. Algunos recordaron cómo Anne S., en los primeros días de
Akron, había sido una grata compañera y consejera de las angustiadas esposas. Ella se
daba clara cuenta de que el alcoholismo era un problema familiar. Mientras tanto los
AA nos entregábamos con ahínco al trabajo de desembriagar a los miles de borrachos
que llegaban. Parecía que nuestras buenas esposas se habían perdido completamente es
este prodigioso tumulto. Muchos de los grupos recién establecidos sólo efectuaban
reuniones cerradas; daba la impresión de que AA se estaba convirtiendo en algo
exclusivo. Pero recientemente hemos visto cambiar radicalmente esta tendencia. Un
número cada vez mayor de nuestras parejas han incorporado los Doce Pasos en sus
propias vidas. Como prueba, consideremos el trabajo de Paso Doce que ahora están
haciendo con las esposas y los maridos de nuestros principiantes, y el hecho de que
estas reuniones de esposas brotan por todas partes. En su reunión en Cleveland, nos
invitaron a nosotros los alcohólicos a escuchar. Muchos miembros escépticos salieron
de esa sesión convencidos de que nuestras "olvidadas" tenían algo de gran valor. Según
las palabras de un borracho, "La comprensión y espiritualidad profundas que yo sentía
en esa reunión de esposas eran realmente extraordinarias."
También se nos hizo un nudo en la garganta al pensar en el Dr. Bob, solo en su casa, y
gravemente enfermo. Dedicamos otro de los brindis de la tarde a un AA que habla
querido, más que nada en el mundo, estar en Cleveland cuando alcanzamos nuestra
mayoría de edad. Desgraciadamente nunca llegó a la reunión de las Tradiciones. Murió
de un ataque al corazón la noche antes de que tuviera lugar la reunión de Tradiciones y
el banquete de aniversario. No obstante, la alegría acabó apoderándose de todos
nosotros; bailamos hasta la medianoche. Sabíamos que los ausentes lo habrían querido
así.
"En lo concerniente a todos los asuntos que afectan la unidad de AA, nuestro bienestar
común debe tener la preferencia; en AA no hay autoridad humana - solo un Dios tal
como se exprese en la conciencia de nuestro grupo; nuestros líderes no son sino
servidores de confianza, no gobiernan; cualquier alcohólico puede hacerse miembro de
AA si así lo dice - no excluimos a nadie; cada grupo de AA puede llevar sus propios
asuntos como mejor le parezca, siempre que los grupos vecinos no se vean perjudicados
por sus decisiones; los AA tenemos un único objetivo, llevar nuestro mensaje al
alcohólico que aún sufre; por lo tanto, no debemos financiar, apoyar o prestar el nombre
'Alcohólicos Anónimos' a ninguna empresa ajena, por noble que sea; AA, como tal,
debe permanecer pobre, para evitar que los problemas de propiedad, administración, y
dinero nos desvíen de nuestro único objetivo; debemos mantenernos a nosotros mismos,
y cubrir gustosamente nuestros pequeños gastos; AA siempre debe ser no-profesional,
nunca se debe pagar por nuestro acostumbrado trabajo de Paso Doce; como Comunidad,
nunca debemos estar organizados, pero podemos, no obstante, crear nuestras juntas o
comités de servicio responsables para asegurar que tengamos mejor propagación y
apadrinamiento, y estas entidades pueden contratar trabajadores de plena dedicación
para realizar tareas especiales; nuestras relaciones públicas deben basarse en el principio
de atracción y no en el de promoción, ya que es mejor dejar que nuestros amigos nos
recomienden; ante la prensa, la radio y el cine, debemos guardar nuestro anonimato sin
excepción alguna, ya que sirve como nuestra mejor protección contra las tentaciones del
poder o de la ambición personal; y, finalmente, el anonimato ante el público en general
es la clave espiritual de todas nuestras Tradiciones, recordándonos siempre anteponer
los principios a las personalidades, debemos practicar una auténtica humildad. Esto con
el fin de que nuestras grandes bendiciones nunca nos estropeen y que vivamos en
agradecida contemplación de él que preside sobre todos nosotros."
Al haber presentado mi resumen, pregunté a todos los asistentes si había alguien que
tuviera algún inconveniente con las Doce Tradiciones de Alcohólicos Anónimos tal
como quedaban expresadas. Al no oír a nadie poner ningún reparo, propuse que se
adoptaran las Tradiciones de AA. Con impresionante unanimidad, todos se pusieron de
pie. Así terminó esa hora magnífica en la que nosotros los Alcohólicos Anónimos
cogimos de la mano a nuestro destino.
Esa tarde nos reunimos en el Auditorio de Cleveland. El gran acontecimiento fue el acto
de presencia del Dr. Bob. Habíamos dudado de que pudiera asistir, por 10 grave que era
su enfermedad. Verlo otra vez fue una experiencia que todos los 7,000 presentes
guardaremos siempre en nuestra memoria. Habló diez minutos con voz fuerte y segura,
y nos dejó un magnífico legado que sin duda contribuirá a nuestro desarrollo. Era el
legado de alguien que había estado sobrio desde el 10 de junio de 1935, que contribuyó
tanto al éxito de nuestro primer grupo, y alguien que, durante los siguientes 15 años,
había proporcionado asistencia médica, y había comunicado el mensaje vital de AA, a
4,000 de nuestros afligidos en el buen Hospital de Santo Tomás de Akron, la ciudad
natal de Alcohólicos Anónimos. Simplicidad, dedicación, tenacidad, y lealtad: estos
eran los rasgos de carácter que el Dr. Bob había inculcado en tantos de nosotros.
Además, yo podía recordar con gratitud que, durante todos los años que habíamos
trabajado juntos, nunca habíamos cruzado ni una sola palabra airada. Tales eran
nuestros pensamientos mientras mirábamos al Dr. Bob.
Durante la siguiente hora traté de recapitular. Pero, ¿cómo se podía añadir algo a lo que
hablamos visto, oído y sentido en aquellos tres días maravillosos? Habíamos visto, con
alivio y certeza, que AA nunca podría llegar a ser exhibicionista ni convertirse en un
gran negocio; que la humildad y la simplicidad de sus primeros días sigue estando con
nosotros; que todavía somos conscientes de que el éxito de nuestra querida Comunidad
se debe a Dios, no a nosotros.
Pero la Providencia les tendió una mano. El rebelde noruego les hizo el favor de
lanzarse en una de sus tremendas borracheras periódicas. Al final, afligido de una
terrible resaca, le gritó al hombre de Greenwich, "Cuéntame otra vez eso de 'Anónimos
Alcohólicos.' ¿Qué debo hacer, hermano mío?" Con perfecta sencillez, George le volvió
a contar la historia de AA. Cuando terminó de hacerlo, escribió a mano en noruego,
idioma que casi había olvidado, la traducción de un pequeño folleto publicado por el
grupo de White Plains, Nueva York. Naturalmente, nuestros Doce Pasos de
recuperación estaban incluidos. Luego, la familia de Connecticut emprendió el vuelo de
vuelta a casa. El hermano noruego, que era tipógrafo, empezó a poner pequeños
anuncios en los periódicos de Oslo. En ellos, explicaba que era un alcohólico
recuperado que deseaba ayudar a otros. Finalmente apareció un candidato. El
principiante, al oír la historia de AA y leer el folleto, también logró instantáneamente su
sobriedad. Luego, los futuros fundadores pusieron más anuncios.
Tres años más tarde, Lois y yo desembarcamos en el mismo aeropuerto. Nos enteramos
de que en Noruega había centenares de AA. Y muy buenos. Los hombres de Oslo ya
habían llevado las noticias vivificadoras a otras ciudades noruegas y estos faros
brillaban con una luz resplandeciente. Todo había sido así de simple, y así de
misterioso.
En los últimos momentos de nuestra conferencia histórica, pareció apropiado leer una
parte del capítulo once de Alcohólicos Anónimos. Estas eran las palabras que nos
acompañaban en nuestro regreso a casa: "Entrégate a Dios, tal como tú Lo concibes.
Admite tus faltas ante El y ante tus semejantes. Limpia de escombros tu pasado. Da con
largueza de lo que has encontrado, y únete a nosotros. Estaremos contigo en la
Fraternidad del Espíritu, y seguramente te encontrarás con algunos de nosotros cuando
vayas por el Camino del Destino Feliz. Que Dios te bendiga y conserve hasta entonces."
AA no es un gran negocio
Noviembre de 1950
e acerca el Día de Acción de Gracias. Y con él, la Semana de las Tradiciones. Nunca me
había sentido tan feliz.
Nuestras Tradiciones han sido puestas por escrito. Pero primero estaban inscritas en
nuestros corazones. Porque cada uno de nosotros sabe - instintivamente, creo - que no
podemos hacer con AA lo que nos plazca. No somos sino guardianes que protegen la
cualidad espiritual de nuestra Comunidad; que la mantienen íntegra para aquellos que
vendrán después y que tendrán necesidad de lo que tan generosamente se nos ha dado.
Aprendimos temprano la lección acerca del dinero. Temíamos que el estar organizados
nos estancara y nos destruyera como movimiento. Al mismo tiempo nos enfrentábamos
a la obligación moral y humana de poner nuestro programa a la disposición inmediata
de todo aquel que lo quisiera. Y seguían llegando en cantidades cada vez mayores.
Sí, hemos tenido necesidad de dinero y hemos tenido que prestar servicios. Pero nos
hemos resuelto a no permitir nunca que ni el dinero ni la administración de asuntos
necesarios oscurezcan nuestros objetivos espirituales. Un Dios de amor, con su divina
sabiduría, nos ha enseñado que un borracho desesperado y tembloroso, rebuscando en
sus bolsillos una moneda para llamar y pedir ayuda, es de una importancia mayor que
cualquier "organización" que jamás podamos tener o necesitar.
El mes pasado les comuniqué a ustedes - los miembros de Alcohólicos Anónimos - una
urgente petición. Fue una súplica de que asumieran la total responsabilidad financiera
de su Sede de AA - la Fundación Alcohólica y su Oficina de Servicios Generales en
Nueva York. Nosotros, los que trabajamos en su Sede, estamos encantados con el
resultado. Algunos grupos que anteriormente no habían contribuido, ahora lo hacen. Los
nuevos grupos, los grupos pequeños, los grupos institucionales que no se ven en
ninguna obligación de hacerlo, han hecho sacrificios. Si esto sigue así, el déficit de
nuestra Sede será cosa pasada. Nunca he sentido tanto optimismo por el futuro de
nuestros servicios. Esta respuesta generosa y responsable es el marco ideal de las
noticias que voy a comunicarles ahora.
Hace doce años que el Dr. Bob y yo, bondadosamente ayudados por algunos grandes
amigos, servimos como centinelas de la Sede de nuestra Comunidad. Hemos sido los
depositarios de estos valiosos bienes - su Oficina de Servicios Generales, su libro
Alcohólicos Anónimos, su revista principal, el Grapevine de AA, sus relaciones
públicas, su fondo común. Nunca les hemos pedido que asuman la responsabilidad
directa de ellos. Pero los tiempos han cambiado. Alcohólicos Anónimos ya se ha hecho
mayor. Sus fundadores son mortales. No podemos ser sus guardianes para siempre.
Así que ha llegado la hora en que ustedes tienen que tomar estas cosas en sus propias
manos. Pedimos que las cuiden bien, porque el futuro de Alcohólicos Anónimos puede
depender de cómo ustedes mantengan y sostengan estos brazos vivificadores de
servicio.
Contando por anticipado con que ustedes asumirán gustosamente esta nueva
responsabilidad, los custodios, el Dr. Bob, y yo proponemos el establecimiento de la
Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos, un organismo
compuesto de representantes estatales y provinciales que se reunirán anualmente,
teniendo como sus guías tradicionales a los custodios de nuestra Fundación. Hace largo
tiempo que consideramos un plan detallado encaminado a efectuar este cambio
importante, y muy pronto se lo presentaremos a ustedes.
Su Tercer Legado
Una nota introductoria al artículo original dice los siguiente. "Esta es una propuesta
para formar 'la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos,' un
pequeño organismo compuesto de delegados de AA estatales y provinciales que se
reunirá anualmente, y que podría asumir la responsabilidad directa de la dirección de
la Sede de servicios generales de AA en la ciudad de Nueva York"
Diciembre de 1950
osotros, los miembros veteranos de AA, les legamos a ustedes, los jóvenes, estos tres
Legados - los Doce Pasos de recuperación, las Doce Tradiciones, y ahora los servicios
generales de Alcohólicos Anónimos. Hace tiempo que dos de estos Legados están en
sus manos. Por medio de los Doce Pasos, nos hemos recuperado del alcoholismo; por
las Doce Tradiciones estamos consiguiendo un firme unidad.
Ya que hemos de morir algún día, el Dr. Bob y yo deseamos ahora entregar a los
miembros de AA su Tercer Legado. Desde 1938, nosotros y nuestros amigos lo hemos
guardado en depósito. Este legado es el servicio general de la Sede de Alcohólicos
Anónimos - la Fundación Alcohólica, el libro de AA, el Grapevine de AA, y la Oficina
General de AA. Estos son los servicios principales que han hecho posible que nuestra
Sociedad funcione y se desarrolle.
En nombre de todos, el Dr. Bob y yo les pedimos que ustedes - los miembros de AA -
ahora asuman la dirección de estos servicios y que los cuiden bien. El desarrollo futuro
y, de hecho, la misma supervivencia de Alcohólicos Anónimos pueden algún día
depender de la prudente administración de estos brazos de servicio en los años
venideros.
Permítanos que compartamos con ustedes un fragmento de la historia de AA. Hace doce
años, bondadosamente ayudados por algunos grandes amigos, el Dr. Bob y yo
establecimos una Sede para nuestra entonces poco conocida Comunidad. Poco tiempo
después, transferimos esta función a la Fundación Alcohólica, que fue organizada como
una pequeña junta de custodios que estaba dedicada al servicio de nuestra causa. Esta
junta estaba constituida por alcohólicos y amigos no-alcohólicos; hoy día se compone
de 15 miembros. Cuando nació nuestra Fundación en la primavera de 1938, AA tenía
solamente tres años de existencia. Sólo teníamos cincuenta miembros. El libro
Alcohólicos Anónimos sólo era una idea. Nadie podía imaginarse entonces la
magnificencia del regalo que la Providencia nos había comenzado a conceder.
Durante los doce años siguientes, esos cincuenta miembros pioneros se han multiplicado
para llegar a alcanzar más de 120,000. AA se extiende por todo el mundo. Con su
aprobación, la religión y la medicina nos han sacado de esa tierra de nadie que hay entre
ellas y en la que anteriormente habíamos andado a la deriva. No tenemos enemigos;
nuestros amigos son incontables. Nuestros miles de grupos, como islas relucientes de
coral, van surgiendo del mar de alcohol. ¡Qué regalo divino, esta milagrosa
circunstancia!
Durante nuestra infancia febril, la junta de la Fundación Alcohólica, sin que muchos se
dieran cuenta, desempeñaba discretamente un gran papel en la formación y la difusión
de nuestra muy querida Sociedad. Por medio de la Oficina General, el libro Alcohólicos
Anónimos y, más recientemente, el Grapevine, la Fundación llegó a ser directamente
responsable de la mitad de nuestro desarrollo y eficacia - tanto en calidad como en
cantidad. No puede haber ninguna duda al respecto.
Supongamos que, durante todos estos años, hubiéramos estado sin esos servicios.
¿Dónde nos encontraríamos hoy si no tuviéramos el libro de AA ni nuestra literatura, la
cual ahora sale de la Sede a razón de tres toneladas al mes? Supongamos que
hubiéramos dejado nuestras relaciones públicas al azar. Supongamos que no se hubiera
encargado a nadie de fomentar la buena publicidad y evitar la mala. Supongamos que no
hubiera disponible información precisa sobre AA. Imaginemos que nuestras vitales y
delicadas relaciones con la medicina y la religión también se hubieran dejado al azar. Y,
¿dónde estarían hoy millares de AA, si la Oficina General no hubiera contestado a sus
desesperadas cartas y no les hubiera dicho dónde encontrar ayuda? (El año pasado,
nuestra oficina de Nueva York recibió y contestó 28,000 cartas de todo tipo.) O, ¿en qué
estado se encontrarían ahora centenares de grupos de AA lejanos, si la oficina no les
hubiera ayudado por correo a ponerse en marcha o no hubiera indicado a los viajeros
cómo ponerse en contacto con ellos? ¿Cómo nos las hubiéramos arreglado sin un
directorio de grupos mundial? ¿Qué sería de todos esos grupos en 28 países extranjeros
que claman por traducciones, experiencia comprobada y aliento? ¿Habríamos publicado
el Libro de AA en Oslo, Noruega y Londres, Inglaterra? ¿Qué sería de aquellos
Miembros Solitarios en alta mar o en rincones remotos del mundo, de los prisioneros,
de los internados en los manicomios, de los soldados veteranos en servicio activo o en
los hospitales? ¿Dónde acabaríamos un día si nunca tuviéramos el Grapevine de AA, el
reflejo de nuestra vida de AA y el medio principal de poner nuestra experiencia por
escrito? ¡Qué agradecidos nos sentimos por todas esas secretarias y todos esos
redactores voluntarios y los bondadosos custodios que han estado todos estos años
velando por nuestros asuntos principales! Sin todas estas cosas, ¿dónde estaríamos?
Seguro que lo han adivinado. No estaríamos en ningún sitio; esto es indudable.
Así es que nos hemos recuperado por medio de los Pasos, nos hemos unificado por
medio de las Tradiciones, y por medio de los servicios de nuestra Sede, hemos podido
funcionar como Sociedad.
No obstante, puede haber algunos que todavía digan: "Claro está que la Fundación debe
seguir en existencia. No vamos a dudar en cubrir este pequeño gasto. Pero, ¿por qué no
podemos dejar la dirección de la Fundación en manos del Dr. Bob y Bill y sus amigos,
los custodios? Siempre lo hemos hecho así. ¿Por qué tienen que molestarnos ahora con
estos asuntos? Mantengámoslo sencillo." Estas son buenas preguntas. Pero hoy día las
respuestas son muy diferentes de lo que eran en el pasado.
Primera: El Dr. Bob y Bill son mortales. No pueden durar para siempre.
Segunda: Sus amigos los custodios son casi desconocidos para el movimiento de AA.
Tercera: A nuestros custodios no les sería posible funcionar sin la orientación directa de
AA. Debe haber alguien que les aconseje. Alguien, o algo, tiene que ocupar el lugar del
Dr. Bob y de Bill.
Quinta: Claro está entonces que algún día habrá un inevitable colapso de la Sede, si la
Fundación no está firmemente anclada, por medio de representantes estatales y
provinciales, al movimiento al que sirve. Cuando desaparezcan sus miembros veteranos,
una Fundación aislada no podrá superar un grave error o una seria controversia.
Cualquier tormenta podría derrumbarla. No seria fácil hacerla revivir. Quizá nunca se le
podría resucitar. Si se quedara aislada, no habría manera de hacerlo. Como un buen
coche sin gasolina, seria completamente inútil.
Sexta: Otro grave defecto: El movimiento de AA, como totalidad, nunca se ha
enfrentado a una grave crisis. Pero algún día tendrá que hacerlo. Por la misma
naturaleza de los asuntos humanos, no podemos esperar que nunca nos llegará la hora
de vernos metidos en una grave dificultad. Sin tener a su disposición un apoyo directo,
sin poder contar con una muestra representativa de la opinión de AA, ¿cómo podrían
nuestros aislados custodios responder adecuadamente a una situación urgente y
peligrosa? Esta gran "laguna" en nuestra organización actual es casi una garantía de
algún desastre futuro. Se perdería toda confianza en la Fundación. Los AA de todas
partes dirían, "¿Quién les ha dado autoridad a los custodios para hablar en nombre
nuestro? Y, ¿cómo saben que tienen razón?" Con las cuerdas de salvamento de servicio
de AA enredadas y cortadas, ¿que les pasarla a los millones que aún no han oído el
mensaje? Miles de ellos seguirían sufriendo o morirían porque habíamos olvidado la
virtud de la prudencia. Esto no debe suceder nunca.
Por esta razón, los custodios, el Dr. Bob y yo, proponemos ahora el establecimiento de
la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Por esta razón,
necesitamos urgentemente la ayuda directa de todos ustedes. Es imperativo que nuestros
servicios principales sigan existiendo. Creemos que la Conferencia de Servicios
Generales de Alcohólicos Anónimos puede ser el instrumento para asegurar que esto se
cumpla.
Servir es vivir
Junio de 1951
Esta poco emocionante declaración tiene una profunda significación para todos los que
estaban allí. Llegarnos a creer que el futuro de AA se había asegurado. Llegamos a estar
convencidos de que AA seguiría existiendo mientras Dios nos necesitara.
¿Por qué se sintieron tan conmovidos todos los que fueron testigos de esta Conferencia?
Creo que por dos razones: Se oyó hablar por primera vez a la conciencia de grupo de
Alcohólicos Anónimos en su totalidad. Y nos dimos cuenta, más claramente que nunca,
de lo peligroso que podría llegar a ser "la fe sin obras." De esta manera, la conciencia
colectiva de AA sintió por primera vez la llamada al servicio.
Para hacer esto más claro, consideremos por un momento el miembro individual de AA.
La fe por sí sola no lo salva. El tiene que actuar, tiene que hacer algo. Tiene que llevar
su mensaje a otros, practicar los principios de AA en todos sus asuntos. Si no lo hace
así, recae, se marchita y muere. Consideremos ahora un grupo de AA. ¿Es posible que
la pura fe, la mera creencia en unos principios correctos y unas tradiciones sanas, hagan
que el grupo tenga éxito? Ni mucho menos. Cada grupo de AA, como tal, también tiene
que funcionar, tiene que hacer algo. Tiene que servir para su fin asignado o, si no,
también se marchita y se desintegra.
Nuestra Comunidad, llegada ahora a su mayoría de edad, tendría que empezar a cuidar
de sus propios servicios vitales; estos servicios no se podrían dejar irreflexiva y
completamente en las manos de nuestra aislada, desconocida y desamparada junta de
custodios. Los trabajos de nuestra Fundación y de la Sede de AA tendrían que ser bien
comprendidos y directamente respaldados por la totalidad de AA. A los delegados les
parecía que nada podría ser más obvio. Por lo tanto, la próxima vez que ustedes se
encuentren con su miembro local de la Conferencia, es muy posible que le oigan
expresarse en términos muy parecidos a los siguientes:
"Gracias por haberme enviado a Nueva York. Acabo de pasar tres días en la Sede
mundial de AA. Nuestros custodios y el personal de la Oficina General y del Grapevine
hicieron todo lo posible para que nosotros pudiéramos tener un a visión de su pasado,
presente y futuro. Lo que vimos y sentimos nos dejó maravillados.
"De repente tuvimos un sentido de lo que es la totalidad de AA. Vimos una Comunidad
de unidad incomparable, que nunca ve ponerse el sol, una sociedad mundial cuatro mil
veces más grande que un solo grupo de AA.
"Luego, nos dimos cuenta de que esta maravilla nunca habría sido posible si no fuera
por el servicio dedicado de unas pocas personas, aquellos trabajadores de la Sede cuyas
labores durante más de una década nos habían hecho posible hacer esa gran cosecha en
campos lejanos y recoger a 120,000 compañeros al amparo de nuestro redil para tener
allí el respeto afectuoso del mundo entero. Y todo esto lo habían hecho nuestros
invisibles servidores de la Fundación porque el Dr. Bob y Bill les habían pedido que lo
hicieran.
"Pero ahora nos dicen a los delegados, 'Pronto van a tener que echarnos una mano.
Estos son los brazos de servicio de AA, éstas son nuestras Tradiciones. Vengan y
ayúdenos a administrarlos; los tiempos han cambiado, los ancianos somos mortales.
Este es su Legado de Servicio. Les rogamos que lo acepten y que lo cuiden bien."'
En los anales de AA, siempre guardaremos el precioso recuerdo de la escena de la
Conferencia de aquel domingo por la tarde cuando nos reunimos por última vez. Porque
en esa reunión histórica, todos pudimos oír la voz de Alcohólicos Anónimos. Y estas
son las palabras que oímos: "Servir a AA es vivir. Aceptamos gustosamente nuestro
Tercer Legado. Que lo cuidemos bien y lo utilicemos sabiamente."
En esa hora magnífica, la antorcha del Servicio pasó de las manos de nosotros los
ancianos a las de ustedes, los jóvenes; pasó a todas las generaciones futuras de esos
hijos de la noche que, Dios mediante, verán desaparecer la oscuridad dentro de la
Sociedad de Alcohólicos Anónimos durante los años resplandecientes que el destino, sin
duda, tiene reservados para nosotros.
Noviembre de 1951
Con el tiempo, las reuniones se hicieron más grandes. Nuestros salones de estar no
tenían cabida suficiente para efectuarías. Tuvimos que trasladarnos a salas más amplias.
Rara vez se nos ofrecían gratis los lugares de reunión, así que teníamos que pagar el
alquiler. Los propietarios no tenían ni una pizca de interés en las ventajas espirituales de
la pobreza colectiva. Por lo tanto, alguien pasaba el sombrero y voluntariamente
echábamos dinero. Sabíamos que no nos podíamos reunir ni funcionar como grupo a no
ser que lo hiciéramos. Descubrimos a regañadientes que el alquiler era necesario para
asegurar la sobriedad - nuestro dividendo espiritual, y la vida misma.
Este proceso de pagar el alquiler también produjo el primer "oficial" de AA. El hombre
que escogíamos para pasar el sombrero se convirtió muy pronto en nuestro tesorero.
Había que contestar el teléfono, escribir cartas, pedir y distribuir literatura. El ahora bien
conocido secretario de grupo hizo su primera aparición. Poco tiempo después, había que
conceder entrevistas a la prensa, dirigirse a los clérigos y a los médicos, hacer arreglos
con los hospitales, organizar banquetes. Y esto no podía hacerlo cualquiera. Había que
elegir a alguien especial para realizar estas tareas. Ese "alguien" llegó a ser el
coordinador de servicios del grupo.
Naturalmente, todo esto era bien fastidioso, ya que perturbaba nuestra a veces
imperfecta serenidad. Empezaron las riñas, se hicieron pronósticos poco optimistas de
nuestro futuro, y todo el mundo ansiaba volver a los salones de estar. Pero no volvimos
porque no podíamos. Nos dimos cuenta de que, sin tener comités de servicios,
cesaríamos de funcionar y, tal vez, nos desintegraríamos. Efectivamente, tendríamos
que organizar los servicios para poder mantener AA sencillo.
Tardamos poco tiempo en descubrir que a los hospitales, no les gustaban los borrachos.
Habíamos sido alborotadores molestos que evitaban pagar sus cuentas y que rara vez se
recuperaban. No obstante, nos dimos pronta cuenta de que muchos alcohólicos nunca
tendrían una oportunidad en AA sino estuvieran hospitalizados. ¿Qué íbamos a hacer?
Primero, optamos por un método casero de reducir la ingestión de alcohol poco a poco.
Pero en vez de reducirla, muchos de nuestros nuevos candidatos gradualmente la
aumentaban - y acababan volviendo a los bares. Algunos grupos intentaron organizar
"hospitales de AA" con médicos a su disposición. Pero esto fue llevar las cosas
demasiado lejos; metió directamente a nuestros grupos en negocios importantes. Todas
estas primeras tentativas fueron un fracaso. Acabamos por darnos cuenta de que todo
grupo de AA debe ser primordialmente una entidad espiritual, y no una empresa
comercial. Luego algunos miembros individuales de AA y sus amigos empezaron a
establecer casas de descanso y granjas para los borrachos como empresas privadas. Esto
funcionó mucho mejor, pero aun no era suficiente.
Con el tiempo, los médicos vinieron en nuestra ayuda. Expresándose de acuerdo con la
conclusión a la que habíamos llegado por la dura experiencia de que la medicina era
asunto de los médicos, empezaron a ayudarnos a establecer contactos con los hospitales.
Nuestros primeros intentos de cooperar con los hospitales de las áreas urbanas
entrañaban a menudo confusiones perniciosas. Cualquiera apadrinaba a cualquiera, y las
cuentas de los hospitales seguían sin pagarse. Algunos engreídos AA les decían a los
médicos cómo dirigir los pabellones. Estas descuidadas relaciones, sin pie ni cabeza,
con los hospitales no contribuían a mantener AA sencillo en absoluto. Reinaba una
confusión general hasta que algunos hospitales les dijeron bruscamente a los grupos
metropolitanos de AA que tenían que nombrar a algunos miembros responsables con
quienes pudieran tratar regularmente, si no... Nadie, decían los hospitales, podía
cooperar con una anarquía.
En 1937, algunos de nosotros nos dimos cuenta de que AA tenía necesidad de literatura
uniforme, Sería necesario publicar un libro. Nuestro programa de palabra podría ser
desvirtuado, las disensiones sobre los principios básicos nos podrían destruir, y entonces
nuestras relaciones públicas se echarían a perder. No cumpliríamos con nuestra
obligación ante el alcohólico que todavía no nos conocía si no pusiéramos por escrito
nuestros conocimientos.
Pero no todo el mundo estaba de acuerdo; a muchos esta propuesta les asustaba
tremendamente. Se necesitaría una cantidad bastante grande de dinero; habría grandes
disputas sobre la paternidad literaria, los derechos de autor, los beneficios, los precios y
el contenido del libro. Algunos creían sinceramente que este proyecto, aparentemente
peligroso, haría pedazos nuestra pequeña Sociedad. "Evitemos las complicaciones,
mantengámoslo sencillo," decían.
Este centro mundial de servicio constituye la parte principal de nuestro recién anunciado
Tercer Legado. Y bajo los términos de este Legado de Servicio, la Conferencia de
Servicios Generales, un organismo representativo compuesto por delegados estatales y
provinciales, asumió el pasado abril el control y la orientación de los asuntos principales
de AA.
Sobre todo, cambiemos nuestras viejas actitudes hacia el dinero. Colectivamente, los
miembros de AA tienen unos enormes ingresos debido a su sobriedad; representa una
bonanza de quinientos millones de dólares cada año. ¿No podemos volver a invertir
sabia, agradecida y humildemente, una pequeña fracción de esta vasta cantidad en los
servicios vitales que hacen funcionar a AA? Creo que podemos y creo que lo haremos.
Porque hemos visto en nuestras propias vidas que la sobriedad produce dinero, y hemos
visto en nuestros servicios de AA que un poco de dinero produce dividendos
espirituales incalculables. Volvamos a considerar este asunto desde el principio hasta el
final.
Nos hemos recuperado por medio de nuestros Doce Pasos, nos hemos unificado por
medio de nuestras Tradiciones, y por medio de nuestro Tercer Legado - Servicio -
llevaremos el mensaje de AA en todas las épocas venideras. De esto, me siento
felizmente seguro.
Una visión del mañana
Enero de 1951
na clara visión del mañana sólo viene después de una mirada realista al ayer. Por esta
razón los AA hacemos nuestro inventario personal; y por la misma razón este número
del Grapevine nos pide que meditemos sobre los grandes sucesos de 1951. Es nuestro
inventario anual.
Todos los AA estarán de acuerdo en que acabamos de pasar por doce asombrosos meses
que han moldeado nuestro destino.
Pero también nos vimos afectados por otros grandes acontecimientos que se originaban
fuera de AA. Nunca se habían dirigido a AA tantos teólogos, filósofos, sociólogos,
patrones y especialistas en ciencias políticas para ver cómo se pueden aplicar sus
principios y su estructura a sus respectivos campos de estudio y trabajo. Nunca habían
declarado tantos eminentes clérigos que los Doce Pasos de AA se podían utilizar para
tratar casi cualquier problema humano.
Por todas partes del mundo se intensificaron los esfuerzos para resolver el problema
global del alcoholismo; la renombrada Organización Mundial de la Salud empezó a
dedicarse enérgicamente a la cuestión. En Norteamérica, los estados y provincias
concedieron grandes subvenciones a los hospitales, las clínicas y a la educación. Se
ofrecieron nuevas drogas como paliativos para todo lo que pueda afligir al alcohólico,
desde los temblores hasta las neurosis. En todas estas empresas, AA recibió
invariablemente grandes elogios. Una compañía grande de seguros de vida, la
Metropolitan, nos dio su plena aprobación en su publicidad. Aunque no podíamos
respaldar ninguno de estos esfuerzos, gustosamente cooperamos con algunos y
estábamos muy agradecidos por todos ellos.
El interés del público llegó a su punto culminante con el número especial de febrero de
1951 de la revista Fortune. En este número aparecieron miles de buenas palabras acerca
de AA. El artículo llevaba un título muy significativo: "Un fenómeno distintivamente
norteamericano." Ha seguido teniendo tanta popularidad que nuestra Fundación ha
distribuido centenares de miles de reimpresiones.
El año 1951 terminó con otro gran acontecimiento. El mundo científico, representado
por la Asociación Norteamericana de Salud Pública, dio a Alcohólicos Anónimos su
sello de completa aprobación. El pasado 30 de octubre, el escenario del histórico teatro
de la ópera de San Francisco estaba repleto de gente destacada de la medicina y de la
vida pública. Allí mismo se otorgó a AA el codiciado Premio Lasker, el cual, según la
opinión de muchas personas, está a la misma altura que el Premio Nobel. El texto del
Premio Lasker no solamente nos elogiaba por nuestros éxitos en el campo del
alcoholismo, sino que se aventuraba además a hacer una profecía. Las últimas palabras
dicen: "Es posible que algún día los historiadores reconozcan a Alcohólicos Anónimos
como una Sociedad que hacía mucho más que conseguir un éxito considerable respecto
al alcoholismo y su estigma; puede que algún día reconozcan que Alcohólicos
Anónimos ha sido una aventura pionera en su campo, que ha forjado un nuevo
instrumento para el progreso social, una nueva terapia basada en la afinidad entre los
que tienen un sufrimiento en común, y que dispone de una potencialidad enorme para la
solución de las innumerables aflicciones de la humanidad."
Así se lee en la crónica espectacular del año 1951 - uno de los más impresionantes
capítulos de la historia de AA.
Lo cual, en efecto, es rezar: "No nos dejes caer en la tentación" - no dejes que nos
estropeemos.
Mientras que meditemos así, con humildad, sobre nuestro magnífico pasado, Dios nos
seguirá concediendo nuestra visión del mañana.
Junio de 1954
l 10 de junio del año que viene, 1955, celebraremos el vigésimo aniversario de AA. Pero
esto no será todo lo que tengamos que celebrar. Porque en el año 1955, espero que esta
Sociedad tomará la última gran decisión en lo concerniente a su forma y sustancia
finales.
Los pasados cuatro años, como parte de un experimento, los delegados estatales y
provinciales de los Estados Unidos y Canadá se han venido reuniendo con nuestros
custodios y trabajadores de servicio aquí en Nueva York para determinar si AA - como
una totalidad - puede realmente funcionar así, bajo la dirección de su conciencia
colectiva, y si ahora puede tomar en sus propias manos, con seguridad y para siempre,
nuestro Tercer Legado de Servicio.
Los que ansiosamente hemos visto a nuestra recién nacida Conferencia dar sus primeros
pasos, los que la hemos visto cobrar forma, sustancia y fortaleza, sentimos un
optimismo arrollador. Creemos que nuestra Conferencia, al estar vinculada de una
forma segura con otras conferencias similares de cada lejano país, puede garantizar,
absolutamente, la supervivencia, la unidad y el funcionamiento de AA por todo el
mundo. Sentimos la profunda seguridad de que este nuevo faro de servicio puede hacer
frente a cualquier tormenta o peligro que se pueda cernir sobre nosotros con el paso de
los años. Por primera vez, tenemos la certeza de que AA está bien amparada y segura.
Por lo tanto el gran acontecimiento de 1955 será nuestra decisión de convertir esta
recién nacida Conferencia de Servicios Generales en una parte permanente de la vida de
AA. Este paso irrevocable señalará que se ha completado la estructura de AA -
Recuperación, Unidad, y ahora, Servicio. Marcará el día en que, ante Dios y ante el
mundo, declararemos que somos responsables y que ya hemos llegado a nuestra
mayoría de edad.
En ese momento el tercer y último Legado - el Legado de Servicio - habrá pasado de las
manos de los ancianos - gente como el Dr. Bob y yo - a las de ustedes, que son los
Alcohólicos Anónimos de hoy y de mañana.
Tal será el enorme significado del año 1955, del día de nuestro Vigésimo Aniversario, y
de la hora de la decisión final de AA.
Que esta sea la voluntad de Dios para con todos nosotros - Amen.
Una carta a los grupos
Julio de 1954
La decisión fue tomada por una gran mayoría - sesenta y ocho contra siete - y constituía
una muestra representativa de la opinión de AA. Se me sugirió que les escribiera a
ustedes para explicarles por qué se consideraba tan necesaria esta decisión.
Nuestra experiencia aquí en la Sede de AA durante los quince años que lleva establecida
indica claramente - de hecho lo grita a voces - que la Fundación siempre tiene que
disponer de un fondo de reserva sustancial en dinero contante y sonante para cubrir los
déficits que a menudo se experimentan y estar preparados ante la eventualidad de una
depresión económica o una fuerte inflación, asegurando así nuestros servicios
mundiales sean cuales sean las circunstancias.
Esta no es una mera teoría. Durante sus primeros dos años de operaciones, los gastos
totales de la Sede General se cubrieron con los ingresos provenientes de las ventas de
libros y folletos. Luego, en 1941, los grupos empezaron a asumir la responsabilidad de
sufragar los gastos de la Oficina de la Sede General, por medio de sus contribuciones
voluntarias. No obstante, sólo en cinco de los trece años transcurridos desde 1941 han
ascendido las contribuciones de los grupos a una cantidad suficiente como para pagar
todas las cuentas de la Oficina de Servicios Generales de AA. Y en dos ocasiones, fue
necesario utilizar las entradas producidas por la venta del libro, acumuladas en el fondo
de reserva de la Fundación, para evitar el cierre de la Oficina Central o una reducción
considerable de sus servicios.
Recuerdo un periodo en que las contribuciones mensuales de los grupos fueron unos
$2,000 menores que los gastos mensuales de la oficina. Al mismo tiempo, el Grapevine
fue experimentando una pérdida de unos $1 ,000 cada mes. Durante casi dos años
seguimos perdiendo cada mes una cantidad parecida. Gracias solamente a la reserva que
la Fundación tenía acumulada, proveniente de la venta del libro, el Grapevine se salvó
de la quiebra. Y habríamos tenido que hacer una considerable reducción en la Oficina
de Servicios Generales en el mismo momento en que nuestra Comunidad, que estaba
creciendo rápidamente, necesitaba más servicios, no menos.
Nuevamente, a pesar de las mejoras que han tenido lugar recientemente, era necesario
utilizar una parte del dinero proveniente de la venta de libros y folletos para poder
efectuar la Conferencia de Servicios Generales.
Estos son los hechos de nuestra historia que nos indican la necesidad de tener siempre
en la Fundación un fondo de reserva prudente. Este dinero garantiza la operación de los
servicios mundiales de AA contra viento y marea.
Teniendo en cuenta la época incierta en que vivimos, la Conferencia consideró que esta
cantidad es demasiado pequeña y nos pone en una situación muy arriesgada. La
Conferencia se dio cuenta de que una disminución de tan siquiera un 15 o un 20 por
ciento en las contribuciones de los grupos y la venta de literatura nos crearía una
circunstancia muy peligrosa.
De allí que la Conferencia decidiera eliminar todos los descuentos en las ventas de los
libros hasta que la reserva de la Fundación alcance una cantidad igual a dos o tres años
de gastos de operaciones de la Oficina de Servicios Generales.
Esto quiere decir que ahora las Publicaciones de AA cobrará a los grupos de los EE.UU.
y Canadá $3.50 por el Libro Grande y $2.75 por Doce Pasos y Doce Tradiciones. Se
estipuló explícitamente que La Fundación ingresará este dinero adicional en la cuenta
bancaria que representa su fondo de reserva. Y, si dentro de unos pocos años este fondo
llegara a los $300,000, se acordó que se volverían a ofrecer los descuentos a los grupos.
Cuando pensamos en el inmenso tamaño y alcance de AA, estos $300,000 se convierten
en una cantidad muy pequeña – es una inversión permanente de solamente $2.00 por
miembro a fin de que, sean cuales sean las circunstancias, el centro mismo de AA nunca
se desmorone.
Esta acción de la Conferencia me produjo una gran satisfacción y un gran alivio, porque
significa que su Sede estará a prueba de depresiones y calamidades.
Confío en que todos los grupos se den cuenta de la necesidad de esta acumulación
protectora de dinero y, al mismo tiempo, sigan haciendo sus acostumbradas
contribuciones voluntarias, con las que cubrimos los gastos actuales de la Oficina de
Servicios Generales.
Abril de 1955
uando llegue el próximo verano, habrán pasado 20 años desde que me encontré por
primera vez con el Dr. Bob - 20 años desde que saltó la chispa que se iba a convertir en
Alcohólicos Anónimos y tomó forma y sustancia el Grupo Número Uno de AA de
Akron.
El próximo mes de julio, vamos a celebrar nuestro Aniversario en Saint Louis - todos
los que podamos arreglárnoslas para llegar allí, tal vez diez mil, tal vez veinte. Y todos
los que no puedan estar allí estarán sin duda presentes en espíritu y compartirán con
nosotros aquellas horas emocionantes y significativas cuando lean los informes.
Como en todos los aniversarios que celebramos en el pasado, vamos a dar gracias a
Dios por habernos liberado de nuestra esclavitud; agradecidamente. Vamos a rendir
homenaje a todos nuestros amigos, íntimos y queridos, que nos acompañaban durante
nuestra noche oscura del alma; recordaremos con gratitud a todos aquellos amigos del
mundo exterior cuyas ideas, obras generosas y buena voluntad han contribuido a hacer
que AA sea lo que es hoy. Nos saludaremos unos a otros con un cariño que rara vez se
conoce en otras partes. Intercambiaremos experiencias, confesaremos que nuestra
Sociedad tiene sus defectos, y pediremos a Dios que nos enseñe cómo eliminarlos.
Contemplaremos el significado de nuestra emocionante, aunque corta, historia y, con fe
segura, aceptaremos el destino que la Providencia nos tenga reservado. En Saint Louis,
haremos todas estas cosas.
Pero también vamos a hacer algunas cosas que nunca se podrán volver a hacer: Vamos a
afirmar que la infancia y la adolescencia de nuestra Sociedad ahora pertenece a su
increíble y casi milagroso pasado; que nuestra Comunidad ya ha llegado a su mayoría
de edad; que ahora nos proponemos tomar total posesión y hacernos completamente
responsables de la herencia que hemos acumulado desde los primeros días de AA -
aquellos legados vitales de Recuperación, Unidad y Servicio. La unidad y
funcionamiento de nuestra Sociedad ya no dependerán de sus padres, ancianos o
fundadores. Esto será la significación única y especial de Saint Louis.
Tal vez esto suene vago, abstracto o idealista. Pero en realidad no lo es. La idea básica
es sencilla y práctica. En la vida de cada familia llega el momento en que los padres
deben decir a los hijos y las hijas: "Ya sois adultos. Aquí tenéis vuestra herencia. Podéis
hacer con ella lo que queráis. Velaremos por vosotros, os ayudaremos, pero ya no
debemos decidir por vosotros, actuar por vosotros o protegeros. De aquí en adelante,
seréis responsables de vuestras propias vidas y bienestar. Mora debéis coger de la mano
a vuestro destino. Que Dios os ame." Todo el mundo sabe que un buen padre debe hacer
esto. En algún que otro momento, todos los padres simplemente tienen que
"desprenderse y dejarlo en manos de Dios." Esto es exactamente lo que los veteranos les
propondremos a ustedes en Saint Louis. Por lo menos, esto es lo que yo tengo intención
de hacer, ya que creo que esto será una decisión sana, oportuna y acertada.
En el gran escenario del Auditorio de Saint Louis, ustedes verán a sus representantes
elegidos, la Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Entre ellos,
verán a los custodios de AA y a sus trabajadores de servicio mundial. Cuando llegue la
hora final de nuestra Conferencia, yo, en nombre de los veteranos...
servicios mundiales de AA
Primera parte
Mayo de 1955
lgún día se pondrá por escrito la historia de Alcohólicos Anónimos. Solo entonces la
mayoría de nosotros comprenderá lo que han significado para nuestra Sociedad los
servicios generales nacionales e internacionales, lo difícil que era crearlos y lo
importante que es mantenerlos en años futuros.
Un día de 1937, en casa del Dr. Bob, en Akron, él y yo hicimos el balance de los
trabajos de casi tres años. Por primera vez, vimos que la recuperación masiva de
alcohólicos era posible. Teníamos en ese entonces dos grupos pequeños, pero sólidos,
uno en Akron y otro en Nueva York, más unos pocos miembros esparcidos por otras
partes. ¿Cómo podrían estos pocos recuperados comunicar a los millones de alcohólicos
de todo el mundo la gran noticia? Esta era la cuestión.
Poco después, el Dr. Bob y yo nos reunimos con dieciocho miembros del Grupo de
Akron, en la casa de T. Henry Williams, un fiel amigo no-alcohólico. Algunos del
Grupo de Akron aún creían que debíamos atenernos al sistema de comunicación verbal;
pero a la mayoría nos parecía que ahora necesitábamos nuestros propios hospitales con
trabajadores pagados y, sobre todo, un libro destinado a otros alcohólicos en el cual se
explicaran nuestros métodos y resultados. Esto requeriría una cantidad considerable de
dinero - tal vez millones. No sabíamos entonces que los millones nos hubieran arruinado
más que el no tener dinero en absoluto. Así, el grupo de Akron me comisionó para
viajar a Nueva York y recaudar fondos. Al volver a casa, encontré al Grupo de Nueva
York completamente de acuerdo con esta idea. Varios de nosotros nos pusimos a
trabajar inmediatamente.
Con la ayuda de mi cuñado, el Dr. L.V. Strong, Jr., nos pusimos en contacto
con el Sr. Willard S. Richardson, amigo y, desde hacía mucho tiempo, asociado de la
familia Rockeleller. El Sr. Richardson pronto se entusiasmó e interesó aun grupo de sus
propios amigos. En el invierno de 1937, se efectuó una reunión en las oficinas de John
D. Rockefeller, Jr. Estuvieron presentes el Sr. Richardson y su grupo, el Dr. William D.
Silkworth, algunos alcohólicos de Akron y de Nueva York, el Dr. Bob y yo. Después de
largas discusiones, convencimos anuestros nuevos amigos de que necesitábamos dinero
urgentemente - y en gran cantidad.
Uno de ellos, el Sr. Frank Amos, hizo muy pronto un viaje para investigar el Grupo de
Akron. (Frank sigue siendo un amigo y un custodio de Alcohólicos Anónimos.) Regresó
de su viaje con un informe muy optimista sobre la situación de Akron, un resumen del
cual el Sr. Richardson no tardó en someter ante John D. Rockefeller, Jr. Esto ocurrió a
principios de 1938. Aunque estaba muy impresionado, el Sr. Rockefeller rehusó donar
una gran suma de dinero, por temor a profesionalizar a AA. No obstante, donó $5,000,
los cuales se usaron para mantenernos al Dr. Bob y a mi durante 1938. Estábamos
todavía muy lejos de los hospitales, los misioneros, los libros, y de dinero en grandes
cantidades. En aquel entonces, esto nos pareció muy duro, pero fue probablemente uno
de los mejores golpes de suerte que haya tenido AA.
A pesar de la opinión del Sr. Rockefeller, reanudamos nuestros esfuerzos para persuadir
a sus amigos de nuestra enorme necesidad de dinero. Al fin quedaron convencidos de
que necesitábamos más dinero, por lo menos lo suficiente para preparar un libro sobre
nuestros métodos y experiencias.
Hacia fines de la primavera de 1938, yo había bosquejado lo que son ahora los dos
primeros capítulos del libro Alcohólicos Anónimos. Se adjuntaron unas copias
mimeografiadas de estas páginas al prospecto de nuestra inútil operación de reunir
fondos. En la reuniones de la Fundación, que entonces se celebraban casi todos los
meses, nuestros amigos no-alcohólicos se compadecían de nuestra falta de éxito. Casi la
mitad de los $5,000 donados por el Sr. Rockefeller se habían usado para pagar la
hipoteca de la casa del Dr. Bob. El resto, repartido entre nosotros dos, se acabaría muy
pronto. Ciertamente el panorama era desolador.
Entonces, Frank Amos se acordó de su viejo amigo Eugene Exman, editor encargado de
los artículos religiosos de la revista Harper's. Me envió a Harper's, y le enseñé al Sr.
Exman dos capítulos de nuestro libro en preparación. Para mi satisfacción, el Sr. Exman
se quedó muy impresionado. Mencionó la posibilidad de que Harper's podría
adelantarme $1,500 en concepto de regalías para acabar el trabajo. Dado que en aquel
entonces estábamos en la quiebra, esos $1,500 nos parecieron un montón de dinero.
De alguna forma, tendríamos que persuadir a estos tímidos compradores, así que fuimos
a ver al editor gerente del Reader's Digest, y le contamos la historia de nuestra Sociedad
en ciernes y del libro que proponíamos editar. Le agradó mucho la idea y nos prometió
que en la primavera de 1939, cuando, según preveíamos, el libro estaría listo, el
Reader's Digest publicaría un articulo acerca de AA, en el que se mencionaría, por
supuesto, el nuevo libro.
Esta era el aliciente que les podíamos ofrecer para convencerlos. Con un respaldo como
éste, el libro propuesto se venderla por camiones. ¿Cómo podríamos fracasar? Los
alcohólicos de Nueva York y sus amigos pronto cambiaron de idea acerca de las
acciones de Works Publishing. Empezaron a comprarlas, la mayoría a plazos. Nuestro
accionista principal invirtió $300. Acabamos consiguiendo cuarenta y nueve
contribuidores. En los nueve meses siguientes, aportaron 4,500 dólares. También
conseguimos un préstamo de $2,500 de Charles B. Towns, propietario del hospital
donde yo había estado tan a menudo. Este dinero sirvió para que Hank, una secretaria
llamada Ruth y yo pudiéramos seguir adelante hasta terminar el trabajo.
Ruth escribía a máquina mientras yo dictaba pausadamente los capítulos del texto del
nuevo libro. Durante muchos meses, las acaloradas discusiones sobre estos borradores y
sobre lo que se debía incluir en el libro caracterizaban las reuniones de los Grupos de
Akron y de Nueva York. Me encontré haciendo más el papel de árbitro que el de autor.
Mientras tanto, los alcohólicos de Akron, de Nueva York, y unos cuantos de Cleveland
empezaron a escribir sus historias - veintiocho en total. Más al oeste, un miembro que
era periodista ayudó mucho al Dr. Bob a recoger las historias, y aquí en Nueva York,
Hank y yo seguíamos aguijoneando a los escritores aficionados.
Mientras tanto, con gran optimismo, aunque con poco dinero, habíamos pedido 5,000
ejemplares del nuevo libro. El impresor también había confiado en el Reader's Digest
Pronto tendría 5,000 libros en su almacén y ningún comprador.
Finalmente el libro apareció en 1939. Conseguimos que el New York Times publicara
una reseña, y el Dr. Harry Emerson Fosdick nos hizo otra realmente muy buena, pero no
pasó nada. El libro simplemente no se vendía. Estábamos endeudados hasta las cejas. El
sherif se presentó en la oficina de Newark donde habíamos estado trabajando, y el
propietario de la casa donde Lois y yo vivíamos, vendió el inmueble. Ella y yo nos
encontramos en la calle y a merced de nuestros amigos de AA. Creíamos que la casa
impresora, la Imprenta Cornwall, tomaría posesión del libro. Pero su presidente, Edward
Blackwell, no quiso saber nada de esto. Casi inexplicablemente, seguía teniendo fe en
nosotros. No obstante, algunos de los accionistas alcohólicos no compartían su fe. A
veces, se expresaban con palabras fuertes, y muy poco halagadoras. Este era el triste
estado de nuestra empresa editorial.
Nunca me podré explicar cómo logramos sobrevivir aquel verano de 1939. Hank tuvo
que conseguir un empleo. La fiel Ruth aceptó como pago acciones en la difunta
compañía de publicaciones. Un amigo de AA puso a nuestra disposición su casa de
verano, otro nos prestó un automóvil. Nos dirigimos a numerosos editores de revistas,
tratando tenazmente de conseguir que se publicara algo acerca de nuestra Sociedad y su
nuevo libro.
No habíamos sabido nada del Sr. Rockefeller desde principios de 1938. Pero en febrero
de 1940, hizo una dramática aparición. Su amigo, el Sr. Richardson, se presentó en una
reunión de los custodios, con una amplia sonrisa. Nos dijo que el Sr. Rockefeller quería
celebrar una cena en honor de Alcohólicos Anónimos. En la lista de invitados aparecían
los nombres de muchas personas renombradas. Calculamos que entre todos
representaban un capital de un billón de dólares por lo menos. El Sr. Richardson nos
explicó que John D. Jr. había estado siguiendo atentamente, y con gran satisfacción,
nuestros progresos, y ahora quería echarnos una mano. Nuestros problemas de dinero
habían llegado a su fin - o, por lo menos, así lo creíamos.
Luego el Sr. Nelson Rockefeller se levantó para hablar en nombre de su padre, que
estaba enfermo. Dijo que su padre se alegraba mucho de que los asistentes a la cena
hubieran visto los prometedores comienzos de la nueva Sociedad de Alcohólicos
Anónimos. Rara vez, continuó Nelson, había mostrado su padre tanto interés en algo.
Pero obviamente, puesto que el trabajo AA era a base de pura buena voluntad, de una
persona que lleva el mensaje a otra, se necesitaría poco o ningún dinero. Al oír este
comentario, se nos cayó el alma a los pies. Cuando el Sr. Nelson Rockefeller terminó de
hablar, todos los capitalistas, con un valor colectivo de un billón de dólares, se
levantaron y se fueron, sin dejar ni un centavo tras de sí.
Al día siguiente, el Sr. Rockefeller les escribió a todos los invitados a la cena, incluso a
los que no habían asistido. Nuevamente les reiteró su gran interés y plena confianza en
nosotros. Nuevamente insistió que se necesitaba poco o ningún dinero. Luego, al final
de su carta, dijo de paso que iba a donar $l,000 Alcohólicos Anónimos.
Después de leer los artículos de prensa acerca de la cena del Sr. Rockefeller, muchas
personas fueron corriendo a las librerías a comprar el libro Alcohólicos Anónimos. Los
custodios de la Fundación solicitaron contribuciones de los invitados a la cena.
Teniendo en consideración la cantidad donada por el Sr. Rockefeller, actuaron en
consecuencia. Nos llegaron unos $3,000, un donativo anual que, según se desenvolvió el
asunto, sólo solicitamos y recibimos durante los años siguientes.
Más tarde, llegamos a darnos cuenta de lo que el Sr. Rockefeller había hecho realmente
por nosotros. Corriendo el riesgo de caer en ridículo, había expresado ante todo el
mundo su respaldo a una pequeña Sociedad de alcohólicos porfiados. Para beneficio de
estos desconocidos, se había puesto a sí mismo en una situación comprometida.
Decidiendo sabiamente no contribuir con dinero, había dado generosamente de sí
mismo. Con esto precisamente, John D. Rockefeller nos salvó de los peligros de la
administración de propiedades y del profesionalismo. No podía haber hecho nada mejor.
Mejor aún, el aumento de las ventas del libro hizo posible establecer una Sede nacional.
Nos trasladamos de la calle William n0 75 de Newark, New Jersey, donde se había
escrito el libro de AA, a la calle Vesey n0 30, al norte del distrito financiero de Nueva
York. Nos instalamos en una modesta oficina de dos cuartos, justo enfrente de la
Oficina de Correos de la calle Church. Allí estaba el famoso apartado Box 658, listo
para recibir los miles de frenéticas solicitudes que habrían de llegarle. En esa coyuntura,
Ruth Hock se convirtió en la primera secretaria nacional de AA, y yo me convertí en
una especie de factótum de la Sede.
Durante todo el año de 1940, las ventas del libro constituían el único sostén de la oficina
de Nueva York, que estaba luchando por subsistir. Cada centavo de estos ingresos se
utilizó para sufragar tos gastos del trabajo de AA realizado allí. Respondimos a todos
los que nos dirigían solicitudes de ayuda, enviándoles calurosas cartas personales. A los
alcohólicos o a sus familiares que mostraban un insistente interés, les seguíamos
escribiendo cartas. Amparados y animados por estas cartas, y por el libro Alcohólicos
Anónimos, empezaban a tomar forma nuevos grupos de AA.
Aun más importante, teníamos listas de posibles candidatos que vivían en diversas
ciudades y aldeas de los Estados Unidos y Canadá. Entregábamos estas listas a agentes
y comerciantes viajeros, miembros de grupos de AA ya establecidos. Manteníamos una
nutrida correspondencia con estos mensajeros, quienes ayudaban a formar otros muchos
grupos. Para ayudarles en sus trabajos, editamos un directorio de grupos.
Luego hubo una actividad inesperada. Ya que los grupos recién nacidos tenían muy
contadas oportunidades de ver a sus padrinos viajeros, empezaron a recurrir a la oficina
de Nueva York, solicitando ayuda para resolver sus incontables problemas. Les
pasamos por correspondencia la experiencia de los centros más antiguos. Poco tiempo
más tarde, como veremos a continuación, esta actividad se convirtió en uno de nuestros
servicios principales.
Mientras tanto, algunos de los accionistas de la editorial del libro, Works Publishing,
empezaron a ponerse inquietos. Se quejaban de que todos los beneficios producidos por
el libro se estaban utilizando para sostener el trabajo de AA en la oficina. ¿Cuándo se
les iba a devolver su dinero? Además, íbamos atener que encontrar alguna forma de
devolverle al Sr. Towns sus 2,500 dólares. Y ahora nos dimos clara cuenta de que el
libro Alcohólicos Anónimos debía convertirse en propiedad de todo AA. En aquellas
fechas, la tercera parte pertenecía a los 49 accionistas, la tercera parte a mi amigo,
Hank, y la otra tercera parte a mi.
Como primer paso para lograr este fin, conseguimos que se efectuara una revisión de la
contabilidad de la compañía editorial, Works Publishing, y que se constituyera en
sociedad. Hank y yo donamos nuestras acciones a la Fundación. Esto representaba el
capital que habíamos tomado en concepto de servicios prestados. Pero los otros 49
accionistas habían invertido dinero contante y sonante. Tendríamos que reembolsarles
en efectivo. ¿Dónde íbamos a obtenerlo?
La ayuda que necesitábamos apareció en la persona del Sr. A. LeRoy Chipman. El era
también amigo y asociado del Sr. John D. Rockefeller, y recientemente había sido
nombrado custodio de la Fundación. Logró convencerles al Sr. Rockefeller, a dos de sus
hijos y a algunos de los invitados a la cena para que hicieran un préstamo de $8,000 a la
Fundación. Con este dinero, cancelamos prontamente la deuda de 52,500 que teníamos
con el Sr. Towns, y algunas deudas incidentales, y reembolsamos el total de sus
inversiones a los 49 accionistas, quienes, a su vez, cedieron sus acciones a la Fundación.
Dos años más tarde, ya que el libro Alcohólicos Anónimos se había vendido tan bien,
nos vimos en la posibilidad de cancelar el préstamo en su totalidad. Impresionados por
esta muestra de responsabilidad económica, el Sr. Rockefeller, sus hijos, y algunos de
los invitados contribuyeron a la Fundación con la mitad de la suma que nos habían
prestado.
Estas fueron las gestiones que nos permitían convertir el libro Alcohólicos Anónimos en
patrimonio de nuestra Sociedad entera. Por medio de su Fundación, AA ahora era
propietaria de su libro de texto básico, con la única obligación de pagar regalías al Dr.
Bob y a mí. Ya que los ingresos producidos por la venta del libro seguían constituyendo
el único sostén de nuestra Sede, los custodios naturalmente asumieron la
responsabilidad administrativa de la oficina de AA de la calle Vesey. La estructura de
los servicios mundiales de AA ya había empezado a tomar forma y sustancia.
Entonces vino el diluvio. Seis mil súplicas desesperadas de alcohólicos y de sus familias
llegaron a la oficina de Nueva York, PO Box 658. Al principio, estrujábamos las cartas
a diestra y siniestra, sin poder creer lo que veíamos, riendo y llorando. ¿Cómo
podríamos contestar esta multitud de cartas conmovedoras? Era evidente que Ruth y yo
nunca podríamos hacerlo solos. No podríamos contentarnos con una carta circular.
Tendríamos que enviar una respuesta personal y comprensiva a cada una de ellas.
Así que llegaron al viejo Club del calle 24 de Nueva York muchos voluntarios con
máquinas de escribir. No sabían nada de cómo "vender" AA por correo y, naturalmente,
se sintieron descorazonados ante la avalancha. Unicamente podíamos responder a esta
emergencia con trabajadores asalariados de plena dedicación. Pero con los ingresos
producidos por la venta del libro de AA nunca podríamos pagar las cuentas. ¿De dónde
íbamos a sacar el dinero?
Tal vez los grupos de AA podrían ayudar. Aunque nunca les habíamos pedido nada, éste
sin duda era asunto suyo. Teníamos que hacer un enorme trabajo de Paso Doce, y
hacerlo rápidamente. Estas peticiones nunca deberían acabar en la papelera.
Necesitábamos encontrar dinero.
Así que les contamos la historia a los grupos y los grupos respondieron. Las
contribuciones voluntarias se fijaron en $1.00 por miembro y por año. Los custodios de
la Fundación acordaron hacerse cargo de estos fondos, ingresándolos en una cuenta
bancaria especial y destinándolos solamente para los trabajos de la oficina de AA.
Aunque al principio las contribuciones fueron menores de lo esperado, resultaron ser
suficientes. La oficina de AA contrató a dos trabajadores de plena dedicación y, dos
semanas más tarde, nos pusimos al día.
Pero esto sólo fue el comienzo. Muy pronto el mapa que teníamos en la pared de nuestra
oficina estuvo repleto de alfileres que indicaban la difusión de los grupos de AA. La
mayoría de ellos no contaban con ninguna experiencia que les orientara. Tenían un
sinfín de problemas y preocupaciones. Los aprovechados se aprovechaban, los solitarios
se lamentaban de su soledad, los comités disputaban, los nuevos clubs tenían
dificultades inauditas, los oradores charlataneaban, los grupos se veían desgarrados por
controversias. Los miembros se convertían en profesionales y vendían el movimiento; a
veces grupos enteros se emborrachaban, las relaciones públicas locales llegaron a ser un
escándalo - tal era nuestra verdaderamente aterradora experiencia.
Creíamos que habíamos demostrado que los alcohólicos podían lograr la sobriedad por
medio de AA, pero sin duda estábamos muy lejos de demostrar que los alcohólicos
podían trabajar juntos o siquiera mantenerse sobrios bajo estas nuevas e increíbles
condiciones.
¿Cómo podía AA mantenerse unida, y cómo podría funcionar? Estas eran las
angustiosas cuestiones de nuestra adolescencia. Tendríamos que pasar por otros diez
años de experiencia para tener las respuestas acertadas que tenemos hoy día.
servicios mundiales de AA
Segunda parte
Junio de 1955
abíamos empezado el año 1941 con 2,000 miembros, y terminamos con 8,000. Así es
como se midió el gran impacto que produjo el articulo del Saturday Evening Post. Pero
esto era solo el principio de incontables miles de súplicas de ayuda enviadas por
individuos y grupos en crecimiento de todas partes del mundo que hasta hoy continúan
llegando a nuestra Sede de servicios generales.
Este desarrollo fenomenal trajo consigo otro problema muy importante. Ya que ahora
nos encontrábamos en primera plana nacional, tuvimos que empezar a tratar con el
público en gran escala. La mala voluntad del público podría impedir nuestro
crecimiento, e incluso llevarnos a un estancamiento Pero la confianza entusiástica del
público podría causar que el número de miembros aumentara hasta unas cifras casi
inimaginables. El artículo del Post lo había demostrado. No solo era un gran problema,
sino también un problema muy delicado. Las "meteduras de pata" que suscitaran
prejuicios podrían costar vidas. Se tenía que formular y poner en efecto una política de
relaciones públicas cuidadosamente pensada.
Estas actitudes, que hemos mantenido desde entonces, han producido resultados
alentadores. Hoy día contamos con el apoyo incondicional de casi todas las confesiones
religiosas. La mayoría de los médicos que realmente comprenden AA nos envían sus
pacientes alcohólicos. Los miembros de AA a menudo hablan ante asociaciones
religiosas y sociedades médicas. De forma parecida, a menudo se pueden ver en las
grandes reuniones abiertas de AA a los hombres de la medicina y de la religión.
Por muy importantes que sean, la medicina y la religión resultaron ser solamente una
fracción del campo global de las relaciones públicas.
El encontrar las respuestas apropiadas a todos estos posibles dilemas de las relaciones
públicas ha sido un largo proceso. Después de multitud de pruebas y tanteos, a veces
marcados por dolorosos errores, surgieron las actitudes y normas que nos darían los
mejores resultados. Las más importantes se encuentran hoy en las Tradiciones de AA.
El cien por cien de anonimato ante el público, ningún uso del nombre de AA en pro de
otras causas por muy dignas que sean, ningún respaldo ni alianza, un solo propósito para
Alcohólicos Anónimos, ningún profesionalismo, relaciones públicas basadas en el
principio de atracción y no de promoción - estas eran algunas lecciones que aprendimos
por la dura experiencia.
Hasta este punto en nuestra historia de servicio, hemos visto la Fundación, el Libro de
AA, la elaboración de literatura en folletos, la contestación masiva a las súplicas de
ayuda, las respuestas a los grupos que pedían consejo para solucionar sus problemas, el
comienzo de nuestras maravillosas relaciones con el público, todo lo cual ha llegado a
integrarse en el cuadro global del creciente servicio a todo el mundo de AA. Por fin,
nuestra Sociedad realmente empezó a funcionar como una totalidad.
Sin embargo, el período de 1941 a 1945 trajo consigo aun más acontecimientos
significativos. La oficina se trasladó de la calle Vesey al nº 415 de la Avenida
Lexington, justo enfrente de la famosa Estación Central. Nuestro nuevo apartado postal
fue el 459 del Grand Central Annex de Nueva York. Nos trasladamos debido a la
urgente necesidad de servir a los muchos viajeros AA que pasaban por Nueva York. En
cuanto nos instalamos allí, nos vimos asediados por visitantes que, por primera vez,
empezaron a considerar a Alcohólicos Anónimos como una visión para el mundo
entero. Estas personas no eran sino la vanguardia de los miles de AA y sus familiares,
amigos, clérigos, médicos y patrones que desde entonces han visitado la Sede de Nueva
York.
En 1941 Ruth se fue para casarse, dejando para siempre en nuestra Sociedad las huellas
de su devoción. Le reemplazó Bobbie B., quien, por su inmensa laboriosidad, iba a
conocer a miles y miles de AA durante los diez años siguientes. Iba a prestar un servicio
muy señalado en la emocionante época de la adolescencia de AA, cuando nadie podía
saber con certeza si podríamos funcionar o siquiera mantenernos unidos.
Además, nuestros amigos extranjeros nos presentaron algunas nuevas dudas especiales.
Quizás AA no era sino un artilugio yanqui que no serviría para nada en Irlanda,
Inglaterra, Holanda, Escandinavia, Australia y el Pacífico. Ya que sus países eran muy
diferentes, los alcohólicos también deberían de ser diferentes. ¿Funcionaria AA en sus
culturas? - nos preguntaban.
Ya que AA estaba creciendo con tanta rapidez, le Sede también tenía que crecer. Las
contribuciones de los grupos y nuestras abultadas ventas de literatura pronto nos
exigieron que contratáramos a un contable fijo. Empezaron a aparecer filas de archivos
de cartas y fichas. El directorio de los grupos empezó a tener el aspecto de una guía de
teléfonos. Contratamos a más alcohólicos para trabajar como empleados de la oficina. A
medida que se iban repartiendo los trabajos, empezaron a crearse los diferentes
departamentos. Hoy día la oficina tiene muchos departamentos - grupos, relaciones
públicas y exteriores, Conferencia de AA y gerencia de la oficina, envíos, embalaje,
contabilidad, mecanografía y servicios especiales a las prisiones y hospitales.
Afortunadamente, la oficina no tenía que crecer tan rápido como lo hacia AA. De ser
así, nunca hubiéramos podido pagar las cuentas. AA estaba creciendo tanto que no nos
era posible hacerles saber a todos los miembros lo que estábamos haciendo. Por
consiguiente, muchos grupos no nos ayudaban en absoluto. Contribuían menos de la
mitad de los grupos. Experimentábamos déficits continuamente, los cuales,
afortunadamente, podíamos compensarlos con dinero producido por la venta del Libro
Grande, Alcohólicos Anónimos. Este libro no solo estaba rescatando a los alcohólicos,
sino que repetidas veces rescataba también a la Sede.
Pero al cabo de un tiempo, los fundadores del Grapevine descubrieron que tenían
agarrado un tigre por el rabo. Siempre era divertido recibir y leer los artículos sometidos
y prepararlos para publicación. Pero pegar todos esos sellos y enviar miles de
ejemplares se convirtió en una tarea imposible.
Así que los del Grapevine acudieron a la Fundación para pedirnos que nos hiciéramos
cargo del asunto. Los custodios preguntaron a los grupos si les gustaría hacer del
Grapevine su revista nacional. Respondieron entusiásticamente que sí. Inmediatamente,
la revista fue constituida en sociedad con el nombre de el AA Grapevine, Inc. Su junta,
compuesta de cinco personas, estaba integrada por dos custodios de la Fundación, y los
editores de la revista. Se utilizó dinero del fondo de reserva de la Fundación para cubrir
el creciente déficit y, naturalmente, se contrató a los trabajadores especiales necesarios.
Pero hasta hoy día, los editores y sus sucesores han venido prestando sus servicios como
voluntarios y sin remuneración. En diez años, el número de abonados, en todas partes
del mundo, ha ascendido a 30,000. De esta manera, nació y ha crecido otro servicio
mundial de la Sede.
Ya en 1945, el mediar y ofrecer sugerencias por correo para resolver los problemas de
los grupos había creado una tremenda cantidad de trabajo en las oficinas de la Sede. La
mayoría de los ficheros que contenían nuestra correspondencia con los centros
metropolitanos de AA habían llegado a tener seis pulgadas de grueso. Aparentemente,
todos los participantes en todos los desacuerdos de los grupos de todo el país nos habían
escrito durante ese período.
Por esta razón, empecé a viajar y hablar mucho acerca de las nuevas Tradiciones. Al
principio la gente me escuchaba cortésmente, aunque debo confesar que algunos se
dormían durante mis primeras arengas. Pero pasado un tiempo, me llegaron cartas que
expresaban sentimientos tales como éste: "Bill, nos encantaría que vinieses a hablarnos.
Cuéntanos dónde solías esconder tus botellas y todo lo de tu grande y luminosa
experiencia espiritual. Pero por amor de Dios no nos hables más acerca de esas malditas
Tradiciones."
Pero con el tiempo todo cambió. Solo cinco años más tarde, varios miles de miembros
de AA, reunidos en la Convención de Cleveland de 1950, declararon que las
Tradiciones de AA, ya entonces expresadas en la forma abreviada que hoy conocemos,
constituían la plataforma sobre la cual nuestra Comunidad podría funcionar mejor y
mantenerse unida para siempre. Se dieron cuenta de que nuestras Tradiciones resultarían
tan necesarias para nuestra Sociedad como lo eran los Doce Pasos para la vida de cada
miembro. Según la opinión de la Convención de Cleveland, las Tradiciones eran la
clave de la unidad, del funcionamiento e incluso de la supervivencia de todos nosotros.
Por ese entonces, AA se había ganado aun más el favor del mundo de la medicina. Dos
de las grandes asociaciones médicas de América hicieron algo sin precedentes. En el
año 1944, la Asociación Médica del estado de Nueva York me invitó a leer una
ponencia ante su reunión anual. Después de mi comunicación, tres de los muchos
médicos allí presentes se pusieron de pie para dar a AA su más decidido respaldo. Estos
eran: el Dr. Harry Tiebout, primer amigo de AA de la profesión de la siquiatría; el Dr.
Kirby Collier, también siquiatra y, desde hacía mucho tiempo, favorecedor de AA; y el
Dr. Foster Kennedy, neurólogo de renombre mundial. Luego, la Asociación Médica fue
aun más lejos. Nos permitió publicar mi ponencia y las recomendaciones de los tres
médicos en forma de folleto. Desde ese entonces, se han distribuido ejemplares de este
folleto en grandes cantidades por todas partes del mundo, lo cual ha servido para
asegurar a los médicos del mundo entero que AA está bien fundada desde el punto de
vista de la medicina.
Mientras estamos tratando el tema de la medicina, nos valdría indicar el papel que la
Sede ha desempeñado en la esfera de la hospitalización.
Como ya sabemos todos, muchos hospitales han estado poco dispuestos a permitirnos
ingresar para tratamientos de corta duración que normalmente necesitamos, a conceder a
nuestros padrinos los derechos necesarios de visita, y a cooperar con nuestras
asociaciones intergrupales.
Durante los años cuarenta, dos hospitales respondieron gustosamente a todas estas
necesidades urgentes y nos depararon un ejemplo excelente de la cooperación posible
entre AA y la medicina. En el Hospital Santo Tomás de Akron, el Dr. Bob, la
maravillosa Hna. Ignacia y los miembros del cuadro médico dirigieron un pabellón para
alcohólicos en el que, antes de que se muriera el Dr. Bob en 1950, se había atendido a
más de 5,000 alcohólicos. En la ciudad de Nueva York, el Hospital Knickerbocker tenía
un pabellón reservado para los alcohólicos, bajo la supervisión de nuestro primer amigo
de la medicina, el Dr. William Duncan Silkworth, que contaba con la ayuda de una
enfermera pelirroja, miembro de AA, conocida como Teddy.
Debido a que la hospitalización apropiada era, y sigue siendo, una de las principales
preocupaciones de AA, la Sede de Nueva York ha comunicado a los grupos de todo el
mundo un detallado relato de estas primeras experiencias en los hospitales, así como de
su evolución y ramificaciones posteriores - lo cual constituye otro servicio vital.
Mientras tanto, se seguía levantando una gran oleada de aprobación pública. No hubo
nadie que contribuyera más a esto que nuestros amigos de la prensa, la radio y, en
fechas más recientes, la televisión. Desde hacía ya mucho tiempo, la Sede había
contratado los servicios de diversas agencias de recortes de prensa. Artículos publicados
en revistas y una avalancha incesante de reportajes de la prensa nos seguían llegando
para llenar nuestros álbumes de recortes. Algunos escritores se dirigían a nosotros
pidiéndonos que revisáramos sus manuscritos; ayudábamos a miembros a participar de
forma anónima en programas de radio y de televisión. Hollywood expresaba el deseo de
hacer películas acerca de AA. Tomar las disposiciones apropiadas para nuestras
relaciones públicas se iba convirtiendo cada vez más en uno de los trabajos principales
de la Oficina de Nueva York. Cuántas vidas se salvaron por estos esfuerzos, cuántos
años de sufrimiento se les ahorraron a miles de alcohólicos y sus familias - solo Dios lo
sabe.
Por esta época hizo su aparición una grave amenaza a nuestro prolongado bienestar. En
multitud de lugares, y normalmente con las mejores intenciones, los miembros
empezaron a romper su anonimato. Algunos querían hacer uso del nombre de AA para
hacer publicidad para causas ajenas o para ayudarlas. Otros miembros simplemente
querían que sus nombres y fotos se publicaran en la prensa. Creían que sería de
auténtica ayuda para AA si aparecieran fotografiados con el gobernador. (En días
anteriores yo también había sido culpable de esto.) Pero acabamos dándonos cuenta del
pésimo riesgo que supondría para AA si se diera rienda suelta a todos nuestros
promotores al nivel público. Ya lo estaban haciendo veintenas de ellos.
Por ello, nosotros los de la Sede nos pusimos a trabajar. Escribimos reconvenciones,
desde luego muy amables, a todos los que lo habían hecho. Cada dos años, enviamos
cartas a casi todos los periódicos y emisoras de radio, para explicarles por qué los AA
no deben romper su anonimato ante el público. Además, agregamos, AA no solicitaba
fondos de fuentes ajenas. Pagábamos nuestras propias cuentas.
Para mantener todas estas cuerdas de salvamento que se iban siempre alargando, la
oficina se vela en la obligación de seguir desarrollándose. En 1950, nos trasladamos a la
calle 44 Este, nº 141, todavía muy cerca de la Estación Gran Central. Hoy día, cuenta
con el servicio de un gerente de media jornada, Henry G., a quien se ha dado el apodo
de "¡Ahora mismo!", y un excelente personal compuesto de cinco servidores, Helen,
Lib, Marian, Eve y Ann, ya conocidas por miles de miembros por haber hablado ante
numerosas reuniones regionales, a menudo a petición de los organizadores. El cuadro
administrativo se compone de doce personas no-alcohólicas, con el ánimo constante de
Grace y Dennis, que se ocupan de trabajos rutinarios como, por ejemplo, la
contabilidad, la clasificación de documentos y la mecanografía. Nuestra muy animada
recepcionista, Dolores, reina sobre el salón de entrada. Allí los visitantes ven colgados
de la pared los mapas regionales que indican el alcance mundial de nuestra Comunidad.
En una mesa, se encuentra colocada una escultura de la "Victoria Alada," símbolo del
renombrado Premio Lasker, otorgado a AA en 1951 por la Asociación Americana de
Salud Pública.
En el mismo piso se sitúan las oficinas de la redacción del Grapevine. Aquí, los
voluntarios encargados de preparar todos los materiales para publicación se reúnen con
la editora gerente de plena dedicación, Louise, y su asistente Sarah, para procurar que la
revista salga de la imprenta cada mes al tiempo previsto. En otro barrio de la ciudad,
más al sur, donde se alquila espacio a precio más barato, Kitty y sus ayudantes disponen
de un amplio piso donde responden a los 30,000 abonados del Grapevine y a sus
necesidades - así como a sus quejas.
A unas tres manzanas de la oficina central, tenemos otro piso bastante espacioso donde
está alojado nuestro departamento de envíos y expedición. Seis muchachos muy
atareados se dedican completamente a este trabajo. El año pasado, enviaron por correo
unos 40,000 libros, centenares de miles de folletos, muchos de ellos recién diseñados y
publicados, y unas 30,000 cartas y boletines. Además, mimeografiaron una gran
cantidad de materiales. Al igual que nuestras otras tres oficinas, ésta cuenta con el mejor
y más moderno equipo - y lo necesita.
En la sala de embalaje, a lo largo de una pared, hay estantes que llegan hasta el techo
donde se encuentra en cajas una tonelada de los viejos ficheros de la Sede, algunos que
datan de nuestros primeros días en la calle Vesey. Tenemos allí guardada toda la
historia mundial de AA, esperando a que alguien la desentierre. De hecho, acabamos de
empezar este trabajo de dos años. Tengo ahora dos asistentes incansables, Ed y Nell,
que trabajan en una pequeña oficina improvisada, situada en un rincón de la sala muy
cerca de los ficheros, documentándose para un libro de historia de Alcohólicos
Anónimos. Espero que llegue el día en que yo pueda escribirlo. En cualquier caso, ahora
podemos estar seguros de que nunca se desvirtuará la historia de AA. Esto constituye
nuestro más reciente servicio vital.
Desde el punto de vista económico, dada la variedad de servicios que ahora podemos
prestar, puede que les parezca a algunos que hemos montado un gran negocio. Pero al
considerar el tamaño y alcance actuales de AA, se ve que esto no es cierto. Por ejemplo,
en 1940, teníamos un empleado a sueldo por cada mil miembros de AA; en 1947, un
empleado a sueldo por cada 3,000 miembros. Hoy día, cada trabajador asalariado de la
Sede sirve a 6,000 miembros de AA. Por consiguiente, parece indudable que nunca nos
veremos cargados con una costosa burocracia de servicio.
Les presento otra ilustración de lo pequeñas que son, física y económicamente, las
operaciones mundiales de nuestra Sede. Un amigo mío, miembro de AA, es propietario
de una estación de servicio y reparaciones y una pequeña agencia de automóviles en un
pueblo suburbano. La instalación tiene cien pies de largo y cincuenta de ancho, casi el
mismo espacio que tenemos en la Sede. La sala de muestras solo tiene cabida parados
coches. Los mecánicos hacen las reparaciones al aire libre detrás del edificio y, al
frente, hay cuatro surtidores de 1gasolina. Esto difícilmente se puede describir como un
gran negocio.
Por lo tanto, nuestra Sede tampoco puede describirse como un gran negocio. La
empresa de mi amigo sirve a una comunidad pequeña; la Sede de AA sirve a 150,000
miembros y casi 6,000 grupos. Y estos servicios, silos mantenemos bien, seguirán
significando la diferencia entre la enfermedad y la salud, e incluso entre la muerte y la
vida, para incontables alcohólicos y familiares de alcohólicos que todavía no han
encontrado AA. Así que dejemos de hablar de los grandes gastos y los grandes negocios
en lo referente a la Sede de Nueva York.
Cuando abrimos la oficina de la calle Vesey, nos bastaba con una contribución anual de
un dólar por miembro para hacerlo todo. Pero en aquel entonces, un dólar era un dólar.
Hoy día, un dólar vale cincuenta centavos. Si pudiéramos contar con que todos los
miembros actuales de AA contribuyeran con un dólar, cada uno, anualmente,
tendríamos fondos adecuados para administrar nuestra Sede, aun teniendo en cuenta el
valor diluido del dólar. Y podríamos cubrir además todos los gastos de la Conferencia
de Servicios Generales. No obstante, tenemos que seguir pidiendo a nuestros grupos
contribuidores que contribuyan con dos dólares por miembro cada año por una sola y
desconcertante razón: solamente la mitad de los grupos de AA participan en el
mantenimiento de su Sede. De hecho, las contribuciones voluntarias de los grupos han
sufragado el total de los gastos de la oficina en solamente cinco de los últimos quince
años. La Sede se ha visto obligada a compensar los diez déficits, utilizando una parte de
su reserva de "dinero del libro." Nos hemos desarrollado con tanta rapidez que la
mayoría de tos miembros han perdido contacto con su Sede, y no tienen una clara idea
de lo que es y lo que hace. Por lo tanto, tengo la profunda esperanza de que el panorama
que les he pintado, más los magníficos trabajos que ahora están haciendo los delegados
y los miembros de los comités de la Conferencia, sea lo suficientemente gráfico como
para despertar en los no-contribuyentes un persistente deseo de ayudar. Para decir
verdad, estoy convencido de que lo hará.
Hasta 1951 nuestra Sede se veía constantemente amenazada por un peligro aun más
serio. Mientras nuestra existencia siguiera así amenazada, y no resolviéramos el
problema que se nos presentó, correríamos el riesgo de que nuestra estructura de
servicios mundiales acabara derrumbándose.
El peligro era éste: Durante nuestra infancia y adolescencia, la junta de custodios, todos
sus miembros componentes amigos del Dr., Bob y míos, había sido completamente
responsable de la dirección de los servicios de AA - servicios a los cuales se debía la
mitad por lo menos del crecimiento de AA y, en gran parte, su unidad. Ya en el año
1945, algunos de nosotros éramos de la opinión de que nuestra junta de custodios,
prácticamente desconocida, debía estar firmemente vinculada a la Comunidad. Muy
contados miembros de AA sabían siquiera quiénes eran sus custodios. La Sede tenía su
principal vinculo con el movimiento por mediación del Dr. Bob y mía, y nosotros
éramos mortales. La junta de custodios había llegado a ser una isla aislada en medio de
una Comunidad que se extendía sobre 52 países. Por consiguiente, empezamos a
discutir sobre la conveniencia de tener algún tipo de junta asesora compuesta de
miembros de AA. O, tal vez necesitábamos una Conferencia compuesta de un mayor
número de representantes elegidos por AA; gente que podría efectuar una inspección
anual de la Sede, un organismo ante el cual los custodios llegarían a ser responsables,
una conciencia que podría guiar la totalidad de nuestros esfuerzos a escala mundial.
Pero los reparos que se ponían a hacerlo eran insistentes y, durante unos cuantos años,
no pasó nada. Tal empresa, decían los que estaban en contra, sería cara. Y peor aun, al
efectuar la elección de los delegados, era posible que AA se encontrara enmarañada en
desgarradoras actividades políticas. Estas objeciones tenían mucho mérito. Por lo tanto,
el proyecto se dejó pendiente hasta 1948. Pero para esas fechas, las contribuciones de
los grupos ni se aproximaban a mantener las crecientes operaciones de la oficina. El
Grapevine estaba perdiendo unos $1,000 mensualmente, y entre las contribuciones para
sufragar los gastos de la oficina y los gastos mismos hubo un espantoso déficit mensual
de dos mil dólares.
Entonces, el Dr. Bob se puso enfermo, mortalmente enfermo. Finalmente, en 1950,
aguijoneados por la despiadada lógica de la situación, los custodios autorizaron al Dr.
Bob y a mí a formular el plan de que trata este librillo: un plan de la Conferencia de
Servicios Generales de AA, un plan mediante el cual podríamos asumir plena y
permanente responsabilidad de la dirección de nuestros asuntos más vitales.
Julio de 1955
Entre los servicios se incluyen los lugares de reunión, los clubs, los hospitales y las
oficinas intergrupales; suponen la publicación de folletos y libros y buena publicidad de
casi toda clase. Requieren comités, delegados, custodios y Conferencias. Y, no debemos
olvidarlo, necesitan contribuciones voluntarias de dinero.
Estos servicios, ya sea que los presten miembros individuales, grupos, áreas, o AA en su
totalidad, son absolutamente esenciales para nuestra existencia y crecimiento. No
podemos simplificar AA aboliendo tales servicios. Solamente estaríamos buscando
complicaciones y confusión.
Con respecto a cualquier servicio determinado, nos hacemos, por lo tanto, una sola
pregunta: "¿Se necesita realmente este servicio?" Si es así, tenemos que conservarlo o
fracasaremos en nuestra misión hacia aquellos que buscan AA.
Los servicios más vitales, aunque menos comprendidos, que tiene AA son aquellos que
nos hacen posible funcionar como una totalidad; a saber, la Oficina de Servicios
Generales de AA, la Casa Editorial de AA., Inc., el Grapevine de AA, Inc., y la junta de
custodios de AA, cuyo nombre se ha cambiado recientemente al de la Junta de Servicios
Generales de Alcohólicos Anónimos. Nuestra unidad a escala mundial y una gran parte
de nuestro desarrollo desde los primeros tiempos se deben directamente a este conjunto
de actividades vivificadoras que, desde 1938, ha tenido su sede en Nueva York.
Por fin nos dimos cuenta de que AA había llegado a su mayoría de edad; que la
Comunidad estaba preparada y capacitada para asumir las responsabilidades que habían
sido las nuestras. Había además otra apremiante razón para cambiar. Ya que los
ancianos no íbamos a vivir para siempre, los custodios más recién nombrados serían
casi desconocidos a los grupos de AA que ahora se extendían por todas partes de la
tierra. Sin tener un vínculo directo con AA, los futuros custodios no podrían obrar a
solas.
Por esta razón teníamos que formar una Conferencia que representara a nuestros
miembros y que pudiera reunirse cada año en Nueva York con nuestros custodios y
asumir así la responsabilidad directa de la conservación de la Tradición de AA y de la
administración de nuestros principales asuntos de servicio. Si no lo hiciéramos,
tendríamos algún día una junta de custodios prácticamente desconocida que, junto con
las poco comprendidas operaciones de nuestra Sede de servicio, no podría evitar el
fracaso total.
Supongamos que, actuando por su propia cuenta, nuestros futuros custodios cometieran
un grave error. Supongamos que, sin tener un vínculo con AA, intentaran obrar por
nosotros en una época de grandes trastornos o de crisis. Si no tuvieran la orientación
directa de AA como una totalidad, ¿cómo podrían hacerlo? El derrumbamiento de
nuestros más importantes servicios seria entonces inevitable. Y si, en tales
circunstancias, nuestros servicios mundiales se vinieran abajo, ¿cómo podríamos
reconstruirlos?
Finalmente, en 1951, el Dr. Bob, los custodios y yo nos dimos cuenta de que ya no
podríamos correr este espantoso riesgo. Tuvimos que forjar un vínculo directo entre
nosotros mismos y AA.
NACE LA CONFERENCIA
Una cosa era decir que debíamos tener una Conferencia de Servicios Generales, y otra
muy distinta formular un plan que le hiciera posible nacer y prosperar. Tardamos poco
en despachar el asunto de los gastos que la Conferencia podría suponer. Incluso si
ascendieran a $20,000 para cada sesión anual, esta cantidad representaría solamente
unos quince centavos adicionales por miembro, y muy bien lo compensaría. ¿Quién de
entre nosotros no contribuiría con quince centavos para asegurar que AA no se
derrumbara en algún día futuro de crisis o de gran necesidad?
Pero, ¿cómo íbamos a eliminar la política desgarradora, con todas sus luchas
acostumbradas por el prestigio y la vanagloria? ¿Cuántos delegados habríamos de elegir
y de dónde provendrían? Cuando llegaran a Nueva York, ¿cómo podrían relacionarse
con la junta de custodios? ¿Cuáles serían sus poderes y deberes reales? Cualquiera que
fuese el plan, tendría que ser lo suficientemente acertado y bien razonado como para dar
buenos resultados la primera vez que lo probáramos. No podíamos permitir ningún
disparate o descuido suficientemente grandes para entrañar un fracaso.
Aunque en algún día futuro la Conferencia pudiera ampliarse para incluir representantes
de todo el mundo, nos parecía apropiado que los primeros delegados provinieran
solamente de los Estados Unidos y del Canadá. Se podría permitir a cada estado y
provincia que enviara a un delegado. Aquellos que tenían grandes poblaciones de AA
podrían tener representación adicional. A fin de que la Conferencia tuviera continuidad,
los delegados podrían dividirse en paneles. El registro o Panel l, elegido para servir un
término dedos años, podría ser invitado para 1951, el primer año. El Panel 2, también
elegido para servir un término de dos años, entraría en funciones en 1952. De allí en
adelante, un panel sería elegido y otro retirado anualmente. Así conseguiríamos que la
Conferencia hiciera la rotación. Se podrían efectuar las elecciones de los miembros de
los comités y delegados en los centros de población elevada dentro de cada estado o
provincia. O, para evitar los gastos adicionales, estas asambleas de los representantes de
los grupos podrían realizarse en las convenciones estatales o provinciales anuales.
Pero, ¿cómo podrían las asambleas de representantes de los grupos elegir a sus
miembros de comité y delegados sin tremendas fricciones políticas? Los que
conocíamos por experiencia las riñas de los grupos y los jaleos intergrupales, nos
estremecíamos ante la perspectiva. Luego nos sobrevino una idea afortunada.
Recordamos que los típicos problemas que surgían en las elecciones tenían que ver con
la candidatura de esta o aquella persona, ya sea que fuera propuesta en sesión plenaria o
por algún comité electoral que sesionaba entre bastidores. Otra causa de disensión se
encontraba en las votaciones muy igualadas, en las elecciones acaloradamente reñidas.
Estas casi siempre creaban una gran minoría descontenta.
Por lo tanto, ideamos un plan para elegir a los miembros del comité de entre los
participantes en las asambleas de área por papeleta escrita en una votación secreta, sin
que se propusiera la candidatura de nadie. Luego, se someterían los nombres de los
miembros del comité ante el pleno de la asamblea, el cual elegirla de entre los
componentes del comité al delegado a la Conferencia en Nueva York. Pero aquí, sin
duda, llegamos al asunto más explosivo de todos. ¿Cómo íbamos a reducir las presiones
inevitables de las elecciones? Para lograrlo, se dispuso que el delegado tuviera que ser
elegido por los dos tercios del total de los votos. Si el delegado obtuviera tal mayoría,
nadie podría protestar mucho. Pero si no la obtuviera, si la votación estuviera muy
igualada, ¿qué haríamos entonces? Pues, podríamos poner en un sombrero los nombres
de los candidatos que llegaran el primero y el segundo en la votación, o de los tres
oficiales del comité, o de todos los miembros del comité. Uno se sacaría al azar. El
candidato a quien le tocara esta lotería indolora sería elegido. Ya que los que obtuvieran
una proporción sustancial de los votos serían buenos candidatos, este método nos
garantizaría que contáramos con excelentes delegados.
Pero, al llegar a Nueva York, ¿que harían estos delegados? Creíamos que querrían tener
una verdadera autoridad. Por lo tanto, en la carta constitutiva que redactamos para la
Conferencia, se dispuso que, a base de una votación de los dos tercios, los delegados
pudieran dar directivas categóricas a los custodios. E incluso una simple mayoría de los
votos constituiría una enérgica sugerencia. Además, de allí en adelante, como cuestión
de tradición, los custodios someterían los nombres de todos los candidatos propuestos
para miembros de la junta ante la Conferencia para su aprobación. Así la Conferencia
tendría voz efectiva en la selección de los custodios.
Junto con un plan provisional para financiar la Conferencia, pusimos por escrito estas
ideas y una detallada exposición de sus aplicaciones en un folleto titulado "El Tercer
Legado." Enviamos unos 50,000 ejemplares a los grupos y les pedimos que efectuaran
asambleas para elegir a los miembros de comité y a los delegados.
Con la aprobación del Dr. Bob, recorrí el país abogando por el plan del Tercer Legado,
hablando ante grandes audiencias AA y observando a las asambleas seleccionar a sus
delegados en más dedos docenas de estados y provincias.
Algo muy parecido ocurrió en todas las demás paradas. Aproximadamente un tercio de
los delegados escogidos eran auténticos pioneros. Los demás eran miembros de AA
activos que llevaban sobrios de cuatro a ocho años. La gran mayoría fueron elegidos por
una votación de los dos tercios, y solo hubo que decidir por sorteo unas pocas
elecciones, como había ocurrido en Boston. Y en estos pocos casos, no había ningún
rencor ni resentimiento. Fue tremendamente alentador.
La primera Conferencia se fijó para el mes de abril de 1951. Llegaron los delegados.
Inspeccionaron la Sede, desde el sótano hasta el ático, conocieron al personal de
servicio, chocaron la mano con los custodios. Esa tarde, les ofrecimos una sesión
informativa, con el nombre de "¿Qué piensa usted?" Contestamos decenas de preguntas
de toda clase. Los delegados empezaron a tranquilizarse y sentirse como en casa. Nos
sentimos muy alentados al ver aumentar tan rápidamente su comprensión y confianza.
Todos y cada uno de nosotros teníamos la impresión de que algo muy importante estaba
ocurriendo. Una tras otra, se iban efectuando las agotadoras sesiones de la Conferencia.
Los delegados examinaron con lupa nuestras finanzas. Después de escuchar los
informes de la junta de custodios y de todos los servicios, hubo un acalorado y cordial
debate sobre muchos asuntos de la política de AA. Los custodios sometieron varios
graves problemas que se les habían presentado para la consideración de la Conferencia.
Así lo pasamos, sesión tras sesión, mañana, tarde y noche. Los delegados se pusieron a
analizar algunas cuestiones espinosas, acerca de las cuales nosotros los de la Sede
teníamos dudas, y a veces nos dieron consejos contrarios a nuestras propias
conclusiones. En casi todo caso, no dimos cuenta que ellos tenían razón. Allí mismo,
como nunca se había hecho hasta entonces, demostraron lo acertado que era la Segunda
Tradición de AA. La conciencia de grupo podía actuar sin peligro como nuestra única
autoridad y la guía segura de Alcohólicos Anónimos.
Nadie de los allí presentes olvidará jamás la última sesión de aquella primera
Conferencia. Sabíamos que lo imposible se había hecho realidad, que teníamos el centro
de AA resguardado de todo futuro derrumbamiento, que Alcohólicos Anónimos
quedaría para siempre amparada de cualquier tormenta que los años venideros nos
pudieran traer.
Algunos, que se dieron cuenta de la necesidad que teníamos de fondos y de una más
amplia circulación de literatura, dieron un énfasis ligeramente exagerado a estos
asuntos; otros se sentían un poco descorazonados, al ver que sus compañeros no
compartían su fervor. Olvidaban que ellos mismos habían sido testigos presenciales de
la Conferencia, mientras que sus hermanos alcohólicos no lo habían sido. No obstante,
tanto aquí como en casa, dejaban una impresión mucho mayor de la que se suponían.
Empezó a profundizarse el interés de multitud de grupos de AA, y este interés ha
seguido aumentando durante las cuatro Conferencias siguientes.
Entonces, mis queridos amigos, ya han leído la última cuenta que les he rendido de los
servicios mundiales de Alcohólicos Anónimos.
Abril de 1958
odo miembro de AA quiere tener asegurada su recuperación del alcoholismo, así como
su bienestar espiritual después. Así es como debe ser. Además quiere hacer todo lo que
pueda para asegurar la recuperación y el bienestar de sus compañeros alcohólicos. Por
lo tanto, es indudable que tiene un interés vital en la supervivencia y el bienestar de AA
en sí misma.
Lo que es tan cierto para cada miembro y cada grupo también debe serlo para AA en su
totalidad. Sin embargo muchos de nosotros no hemos dado a esta evidente proposición
la consideración que se merece. Somos propensos a dar por sentado que AA, como una
totalidad, perdurará para siempre - sin que se requiera de nosotros ninguna atención o
aportación especial. Es posible que la mitad de los miembros y grupos de AA tengan
poco interés activo en el bienestar general de la Comunidad, salvo el arranque de
orgullo que de vez en cuando sienten por su tamaño y alcance. Esto no es un descuido
por parte suya. Simplemente no se han dado cuenta de la necesidad.
Hay dos buenas razones para esto: Una de ellas es que AA en su totalidad nunca se ha
visto en ninguna dificultad. La otra es que, hasta hace muy poco, un pequeño grupo de
pioneros de AA - actuando en calidad de padres - se han venido ocupando de solventar
los peligros y problemas de nuestra Sociedad entera casi sin consultar a los miembros
sobre esos asuntos.
Nunca hemos tenido un problema que nos causara una división radical. El público nos
admira, nuestros amigos nos aman. La religión y la medicina son nuestros aliados.
Nadie ha abusado seriamente de nosotros. Hemos evitado la controversia pública. No
nos hemos visto afectado por las discordias políticas del mundo. Ni siquiera hemos
tenido una gran pelea familiar. Aunque los miembros y los grupos han conocido casi
todas las penalidades que existe, AA en su totalidad nunca ha sufrido ninguna. Este es el
milagro de nuestros 23 años de existencia.
No es de extrañar que haya tantos que crean firmemente que a AA nunca le puede pasar
nada.
El hecho de haber estado libres durante tanto tiempo de las penalidades que todas las
naciones y sociedades tienen que sufrir debe inspirar en nosotros la más profunda
gratitud. Pero sin duda alguna no podemos suponer que este benigno fenómeno durará
para siempre. Por mi parte, no creo que deba perdurar. No podemos decir que somos
"adultos" hasta que no nos hayamos salvado de todas esas tentaciones y todos esos
problemas que asedian invariablemente a toda agrupación grande de hombres y mujeres.
Estoy convencido de que esto nos vendrá bien - muy bien.
Puede que algún día tengamos que resistir toda la presión que pueda ejercer sobre
nosotros este mundo inclinado a la destrucción en éste el más peligroso y alocado siglo
que la raza humana haya conocido nunca. Como Comunidad, siempre tendremos que
hacer cualquier sacrificio que sea necesario para asegurar la unidad, el servicio y la
supervivencia de AA, bajo cualquier condición imaginable. Por eso les estoy dirigiendo
estas palabras acerca de la Conferencia de Servicios Generales de AA, la guardiana de
nuestro futuro.
Hasta hace poco tiempo, nos hemos comportado como una familia joven. Esta familia,
como todas las familias, ha tenido padres. Estos padres han sido los llamados pioneros y
originadores de AA. He tenido la suerte de ser uno de ellos. Desde los primeros días,
nosotros los padres nos hemos sentido más preocupados por el futuro bienestar de AA
que por cualquier otra cosa. A nivel local, los pioneros solíamos cuidar de las cosas;
hasta hace muy poco, el Dr. Bob y yo, con la gran ayuda de dedicados amigos
alcohólicos y no alcohólicos, hemos estado haciendo lo mismo al nivel nacional e
internacional.
Como los padres de AA, teníamos que procurar que nuestra prole estuviera protegida,
tanto de sí misma como del mundo exterior. Desde los comienzos, nuestra familia tuvo
que tener principios, según los cuales podrían llevar su vida, y formación en estos
principios. Las buenas nuevas de AA tendrían que difundirse por todo el mundo a fin de
que pudiéramos crecer en cantidad y calidad. Tales eran nuestras responsabilidades.
En 1937, el Dr. Bob y yo nos dimos cuenta por primera vez de lo que teníamos que
hacer. Sabíamos que tendríamos que disponer de un texto de principios y métodos de
AA. Otros pioneros estaban de acuerdo. Para 1939, con gran ayuda, habíamos publicado
el Libro Grande, Alcohólicos Anónimos. Así se puso fin a todas las dudas acerca de los
métodos de AA. Los 300,000 ejemplares del Libro Grande que existen hoy día en
circulación constituyen la plataforma de recuperación sobre la cual se basa nuestra
entera Comunidad.
En seguida nos dimos cuenta de que AA tendría que tener publicidad mucha publicidad
y del tipo apropiado. Empezamos a trabajar en este asunto. Tal vez la mitad de los
miembros actuales deben sus vidas y su bienestar a los reveladores esfuerzos de la
prensa y de otros medios de comunicación.
Desde 1940 hasta 1950, nos vimos acosados por todo tipo de problemas de grupo,
indescriptiblemente aterradores. De estas experiencias se forjaron las Tradiciones de
AA - Tradiciones que ahora nos protegen de nosotros mismos y del mundo exterior.
Esta obra, que exigió una inmensa cantidad de intercambio de correspondencia y de
experiencia, tuvo como resultado la publicación de una literatura totalmente nueva que
trataba de la unidad y los servicios de AA. Estos factores contribuían a reforzar nuestro
desarrollo.
Estos han sido nuestros deberes y privilegios paternales a escala mundial. Hicimos todo
lo que pudimos para proteger a AA para que así creciera sin perturbaciones. Para no
molestar a la familia con estos problemas críticos, actuamos bajo el principio de que "el
padre es el mejor juez." En aquellos primeros días, era así de simple. Era demasiado
pronto para descargar toda la responsabilidad sobre nuestra Comunidad entera.
Desde el principio, el Dr. Bob yo descubrimos que nosotros mismos necesitábamos una
ayuda especial. Por lo tanto, acudimos a ciertos dedicados no-alcohólicos para que nos
echaran una mano. Con estos hombres, formamos un fideicomiso para Alcohólicos
Anónimos. Se creó en 1938 y lo llamamos la Fundación Alcohólica (ahora se conoce
por el nombre de la Junta de Servicios Generales de AA). En 1940, el Libro de AA pasó
a ser propiedad de nuestros custodios, los cuales asumieron la responsabilidad total de
los fondos generales de AA, su oficina de servicio mundial, su revista y sus relaciones
públicas.
Mientras tanto, miles de nuestros miembros se ocupaban de sus asuntos con perfecta
serenidad. Sabían poco o nada de los problemas globales de AA. Albergaban un vaga
suposición de que Dios, quizás con una pequeña ayuda por parte del Dr. Bob y mía,
seguía cuidándoles. Así se quedaban en total ignorancia del estado real de las cosas y
del gran riesgo que corríamos de un derrumbamiento final.
Se nos presentó un terrible dilema. De alguna que otra manera, AA como tal - AA como
una totalidad - iba a tener que asumir la responsabilidad completa. Indudablemente, los
grupos tendrían que elegir a numerosos delegados y enviarlos cada año a Nueva York,
donde podrían reunirse con los custodios y guiarlos. Solo así podríamos poner fin al
creciente aislamiento de los delegados con respecto al movimiento. Sólo un organismo
así constituido podría tomar decisiones obligatorias en una futura hora de crisis.
Cuando se propuso por primera vez nuestro plan para una Conferencia conjunta de
custodios y delegados, en todas partes del país se oía a la gente protestar a gritos. Al
principio parecía que la familia de AA no quería tener nada que ver con esta nueva e
imprevista responsabilidad. "¡Mantengámoslo simple!" gritaban.
Así que convocamos a unos 75 delegados de los Estados Unidos y Canadá. Juntos con
los custodios y los miembros del personal de la Sede y del Grapevine, formaron la
Conferencia de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. Era el año 1951.
Pues, nuestra Conferencia tuvo éxito. Los resultados que produjo, gracias a Dios,
superaban todas nuestras esperanzas. Al terminar el período experimental de cinco años,
ya sabíamos que podría llegar a ser parte integrante y permanente de nuestra
Comunidad.
En julio de 1955, al conmemorar el 20º Aniversario de AA, me encontré ante el pleno
de la Convención de St. Louis. Entre un grupito cada vez más pequeño de pioneros,
entregué el destino de AA en las manos de sus representantes elegidos, la Conferencia
de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos. No puedo recordar un día de mi vida
de mayor felicidad. Habíamos logrado llenar una vasta laguna - por fin, AA estaba
asegurada.
Algunas personas todavía hacen las siguientes preguntas: ¿Enviará la familia de AA sus
mejores delegados a la Conferencia? ¿Seguiremos escogiendo custodios competentes y
sabios? ¿Apoyarán los AA a sus delegados, sus custodios, y su Sede mundial con
fondos adecuados y con suficiente entusiasmo y comprensión?
Para mí, éstas han dejado de ser dudas. La historia de AA nos ha enseñado que cuando
se presenta una necesidad apremiante, siempre se ve satisfecha. En este aspecto, estoy
totalmente convencido de que nuestra historia seguirá repitiéndose. A decir verdad, no
puedo tener la menor duda.
Además, creo que la influencia que tengo en la Sede debe seguir disminuyendo. Por
medio de su Conferencia, se ha concedido plena autoridad y responsabilidad a AA. El
padre que sigue más tiempo de lo conveniente ejerciendo su autoridad solo puede
estorbar el desarrollo de su progenie. Esto no lo debo hacer. Pronto mi apropiado papel
será el de animar y aplaudir, desde la barrera, a los nuevos que sigan realizando los
trabajos. Nuestra familia ha llegado a su mayoría de edad, y debe recordarme con
firmeza esta realidad si alguna vez me veo tentado a volver a hacerme cargo de los
asuntos.
Por estas razones tan contundentes, mis queridos amigos, el futuro les pertenece a
ustedes. Abracen con afán estas responsabilidades, no tengan miedo de nada, y la gracia
de Dios, sin duda, será la suya.
Sección
Seamos amistosos
Julio de 1957
ace años estábamos estableciendo nuestros primeros contactos con los hospitales
siquiátricos. Uno de ellos era una institución de Nueva Jersey que había dado el alta
condicional a dos alcohólicos que habían encontrado AA y se habían mantenido sobrios
durante seis meses. Ambos habían sido considerados como desahuciados. A pesar de los
métodos inusitados de AA, estas recuperaciones les causaron mucha impresión a los
siquiatras del personal médico del hospital.
"Bueno," dijo el comité AA, "¿por qué no vienen ustedes, los médicos, a una reunión?"
A dos de los siquiatras esto les pareció una buena idea. Dijeron que, la semana
siguiente, asistirían a una reunión del grupo de Nueva York.
En aquel entonces, creo que nosotros los neoyorquinos nos reuníamos en un salón del
Steinway Hall. Para nuestro gran regocijo, nos habían llegado noticias de la propuesta
peregrinación de los doctores de New Jersey. Por fin llegó la noche de nuestra reunión.
Pero en el intervalo, se me había ido el santo al cielo. Se me había olvidado lo de la
visita de los siquiatras. Justo después de abrir la reunión, el contingente de New Jersey,
rebosante de orgullo, entró en la sala y todos se sentaron en la ultima fila. Pero ni
siquiera su aparición logró refrescar mi memoria. Yo no tenía la menor razón para
sospechar que estaba a punto de pasar por unos de los momentos más embarazosos de
mi vida - y de aprender una de las lecciones más importantes.
El primero en hablar contó una buena historia, triste e inspiradora a la vez. Se podía oír
el vuelo de una mosca. Era simplemente maravilloso.
Entonces, Jack se puso de pie y empezó a hablar. Nos contó que había tenido una
carrera muy prometedora en la industria cinematográfica y que en una época había
ganado el módico sueldo de $50,000 al año. Teniendo en cuenta sus muy apreciados
talentos, Jack se había imaginado que esto no era sino el mero comienzo. Pero el
demonio ron empezaba a trabar su ruina. Los muy preocupados encargados del estudio
donde trabajaba le enviaron a un siquiatra. A regañadientes, Jack se sometió a algunos
tratamientos. Los resultados fueron nulos y fue a consultar con otros siquiatras. Pero el
ego de Jack y sus resentimientos y su forma de beber seguían siendo tan colosales como
antes. Acabó por crear su propia desdicha y se encontró finalmente sin trabajo en los
estudios - lo cual no fue una sorpresa para nadie. Pero aquí estaba en AA, con unos
cuantos meses de sobriedad.
No obstante, se hizo evidente muy pronto que para él los siquiatras eran todavía motivo
de enfado. De hecho, les echaba la culpa de su caída. Sabiendo que dos de ellos se
encontraban en la sala, le pareció que se le había presentado la oportunidad de su vida.
Ahora él podría soltárselas y ellos no tendrían más remedio que quedarse sentados y
tragárselas.
Así que Jack se lanzó a atacar a la siquiatría y a todas sus obras. Como orador, era muy
impresionante, y tenía un gran talento para hablar con humor sarcástico, lo cual le servía
muy bien para sus intenciones. Puso por los suelos a todos sus siquiatras, uno tras otro.
Luego arremetió contra toda la profesión, contra sus teorías y contra sus filosofías. Los
calificó de "buscadores de gusanos." Y durante toda su charla provocaba estruendosas
carcajadas. Aunque los nueve décimos de lo que decía eran fantasías y tonterías, su
actuación era la de un artista consumado. Los oyentes se morían de la risa y yo creo que
nunca me había reído tanto en mi vida. Por fin, se sentó en medio de un gran aplauso.
Sentí como si se me cayera el estómago a los pies. En ese mismo momento, Jack,
claramente satisfecho consigo mismo, se acercó y dio un afable palmada en la espalda a
uno de los invitados. "Bueno, doctor," le dijo, "¿qué te ha parecido la rociada que te he
echado?" Esto fue el colmo. Casi me muero de vergüenza.
Pero los dos siquiatras encajaron el golpe con una sonrisa. Insistieron que había sido
una reunión inmensamente útil. A fin de cuentas, dijeron, su profesión bien podía
aguantar algunas burlas de vez en cuando. Para ellos, la charla de Jack había sido muy
divertida y muy instructiva.
Con toda posible rapidez, me llevé a los dos doctores a un rincón y empecé a ofrecerles
mis disculpas. De hecho, les confesé que me sentía muy humillado. Entonces, uno de
ellos me miró y me dijo, "No te preocupes, Bill. Como bien sabrás, algunos alcohólicos
son más inadaptados que Otros. Entendemos esto perfectamente."
Antes de que pasara un mes, este extraordinario doctor abrió las puertas de su hospital a
los visitantes de AA y se empezó a formar un grupo dentro de su recinto. Desde
entonces, la profesión siquiátrica ha seguido mostrando su apoyo a los AA. Y me atrevo
a decir que lo que ha ocasionado estas afortunadas circunstancias ha sido su
comprensión y tolerancia y no la nuestra.
Naturalmente, en esta corta historia, hay algunas exageraciones. Hoy día, un gran
número de miembros de AA ven favorablemente la siquiatría y, sin duda, hay
igualmente un gran número de siquiatras que no saben nada de nosotros, o que sólo han
visto los fracasos de AA, y todavía están en contra de nosotros. Pero esto no tiene nada
que ver. Lo que quiero recalcar es que nosotros los AA debemos tratar siempre de ser
amistosos, sean cuales sean las circunstancias.
Y, ¿qué le pasó a mi viejo amigo Jack? Aunque hizo un gran esfuerzo, no logró
recuperarse. Hace tres años, murió de alcoholismo.
Los médicos
Agosto de 1957
Luego se concedieron varias menciones honoríficas por sus notables servicios a diversas
personas, una de ellas a un profano por su extraordinario trabajo con los enfermos e
incapacitados del país. Había demostrado a miles de aquejados que ya no tienen que
sentirse emocional o espiritualmente inválidos y que siempre pueden contar con hacer
algún trabajo útil y provechoso. Haciendo notar que los aquejados a menudo padecen
también de la lástima de si mismos, citó las palabras del poeta persa que no tenía
zapatos: "Lloraba por no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies." El
hombre en el podio, rebosante de felicidad, sabia de lo que hablaba, porque él mismo no
tenía piernas; hacía años que andaba con piernas artificiales. Claramente, la dedicación,
la entereza y la fe habían sido sus soportes. Por esto, había merecido el señalado
reconocimiento de la AMA.
Esta reunión de médicos, tan enfocada en lo espiritual, me dio motivos para pensar. Me
di clara cuenta de que la medicina es una vocación espiritual y que la gran mayoría de
los médicos se dedican a la profesión para servir a sus semejantes.
"Al echar una mirada retrospectiva a aquellos primeros días de Nueva York, a menudo
vemos en medio de las actividades a la figura del benigno doctor que amaba a los
borrachos, William Duncan Silkworth, en aquel entonces jefe del cuadro médico del
Hospital Charles B Towns de Nueva York, y a quien ahora bien podemos reconocer
como uno de los fundadores de AA. De él aprendimos cuál era la naturaleza de nuestra
enfermedad. Y nos facilitó los instrumentos para desinflar el ego alcohólico más
resistente, aquellas demoledoras frases con las que describía nuestra enfermedad: la
obsesión mental que nos obliga a beber y la alergia corporal que nos condena a la
locura o a la muerte. Sin estas indispensables consignas, AA no podría haber
funcionado nunca. El Dr. Silkworth nos enseñó a arar la tierra negra de nuestra
desesperación, de la cual han florecido todos y cada uno de los despertares espirituales
de nuestra Comunidad. En diciembre de 1934, este hombre de ciencia se sentó
humildemente al lado de mi cama inmediatamente después de mi repentina y arrolladora
experiencia espiritual, y me tranquilizó diciendo: 'No, Bill, no estás alucinando. Sea
cual sea la experiencia que hayas tenido, más vale que te agarres a ella; es mucho mejor
que lo que tenias hace tan sólo una hora.' Estas eran palabras muy significativas para los
futuros AA. ¿Quién sino él podría haberlas dicho?
"Después de seis meses sin éxito alguno en mis intentos de desembriagar a algunos
borrachos, el Dr. Silkworth me volvió a recordar la observación del Profesor William
James de que las experiencias espirituales verdaderamente transformadoras casi siempre
se basan en la calamidad y el fracaso total. 'Deja de sermonearles,' dijo el Dr. Silkworth,
'y preséntales primero las crudos hechos médicos. Puede que esto les impresione tanto
que estén dispuestos a hacer cualquier cosa para recuperarse. Luego puede que acepten
esas ideas de sicología moral tuyas, e incluso un Poder Superior.'
"Cuatro años más tarde, el Dr. Silkworth ayudó a convertir al Sr. Charles B. Towns,
dueño del hospital, en un gran entusiasta de AA y le recomendó que nos prestara $2,500
para empezar la preparación del libro Alcohólicos Anónimas - suma que, dicho sea de
paso, más tarde se elevó a más de $4,000. Luego, como nuestro único amigo de la
medicina en aquel entonces, el buen doctor se atrevió a escribir la Introducción de
nuestro libro, en el que permanece hasta hoy en día y en el que tenemos la intención de
guardarla para siempre.
"Tal vez nunca habrá ningún médico que preste tanta dedicada atención a tantos
alcohólicos como lo hizo el Dr. Silkworth. Se calcula que en su vida vio la asombrosa
cantidad de 40,000 de ellos. Antes de morir en 1951, y en estrecha cooperación con AA
y nuestra dinámica enfermera pelirroja, Teddy, había atendido a casi 10,000 alcohólicos
en el Hospital Knickerbocker de Nueva York. Ninguno de sus pacientes olvidará jamás
la experiencia, y la mayoría de ellos están sobrios hoy."
Así que el Dr. Silkworth hizo el trabajo de Paso Doce con 40,000 alcohólicos. A miles
de estos, los había atendido pacientemente mucho antes de que AA existiera, cuando las
probabilidades de recuperarse eran muy escasas. Pero él siempre tuvo fe de que algún
día se encontraría una solución. Nunca se cansaba de los borrachos ni de sus problemas.
Aunque era un hombre de salud delicada, nunca se quejaba del cansancio. Durante la
mayor parte de su carrera apenas si ganaba lo suficiente para vivir. Nunca buscó el
renombre; su trabajo era su recompensa. En sus últimos años hizo poco caso de un mal
cardíaco y murió trabajando - justo en medio de nosotros los borrachos y con las botas
puestas.
¿Quién de nosotros los AA puede rivalizar con el historial del Dr. Silkworth? ¿Quién
tiene su grado de entereza, fe y dedicación?
Así que - veintitrés años después de que el Dr. Silkworth me tratara por última vez -
cuando vi, ni y sentí el espíritu que reinaba en esa gran reunión de la AMA, di gracias a
Dios por los médicos, uno de los mejores grupos de amigos que AA jamás pueda tener.
Los clérigos
Septiembre de 1957
odo río tiene su propia fuente. Con AA también es así. Al principio, había un manantial
que brotaba de un clérigo, el Dr. Samuel Shoemaker. Años atrás, en 1934, empezó a
enseñarnos los principios y las actitudes que después florecieron en los Doce Pasos de
AA para la recuperación.
Si alguna vez existió un agua vivificadora para los borrachos, fue ésta. Tomamos la
copa de gracia que Sam nos alargó y bebimos de ella, sin olvidarnos de pasársela a
otros. Damos nuestra gratitud a El cuya gracia mantiene siempre llena esta copa y a
Sam, que fue el primero en ofrecérnosla.
Pero los ríos han de tener tributarios, si no, no pueden viajar muy lejos ni crecer mucho.
El río cada vez más profundo de espíritu por el que los AA viajamos hacia una vida
mejor, ahora tiene multitud de tributarios - afluentes que alimentan la corriente principal
de la vida de nuestra Comunidad entera. De estos afluentes de devoción y de servicio,
los más numerosos y vitales siempre nos han llegado de nuestros amigos del clero.
Permítanme que lo ilustre: Muy poca gente sabe que un ministro desempeñaba la parte
principal en formar la primera Junta de Custodios de AA, quienes llegarían a ser los
guardianes de los servicios de AA a escala mundial. Me refiero a Willard S. Richardson,
amigo y asociado de los Rockefellers. En 1937, recurrimos al Sr. Richardson,
solicitándole que nos ayudara a recoger grandes cantidades de dinero para sufragar los
trabajos de AA. En lugar de eso, nos ayudó a encontrarnos a nosotros mismos. Debido
principalmente a su bondad y comprensión, su dedicación y su duro trabajo, se formó la
primera Junta de Custodios de AA y se comenzó a escribir el Libro Grande, Daba de sí
mismo sin esperar nada a cambio. Sólo Dios sabrá lo que nuestros 7,000 grupos de hoy
día deben al "Tío Dick" Richardson, miembro del clero.
En la cena que dio el Sr. Rockefeller en 1940, apareció otro miembro del clero. Era
nada menos que el Dr. Harry Emerson Fosdick. Como principal portavoz de los no-
alcohólicos allí presentes, el Dr. Fosdick fue el primer religioso que nos dio una
palmada en la espalda ante el público en general. A menudo me lleno de asombro al
pensar en la cantidad de comprensión, amor y puro valor del que él hizo gala para hacer
este gesto tan generoso. Allá estábamos, una pandilla de los llamados "ex-borrachos" -
casi desconocidos. Todavía me estremezco al imaginar las risas estruendosas de toda
América si dos o tres de nosotros los AA nos hubiéramos presentado borrachos como
cubas en esta ilustre cena. El Reverendo Fosdick había corrido un gran riesgo por
nosotros. Siempre lo recordaremos.
Centenares, sin duda, y tal vez millares de nuestros amigos del clero han continuado
corriendo riesgos por nosotros desde entonces. Nos invitan a celebrar nuestras reuniones
en sus sótanos y salones sociales. Sin interferir nunca en nuestros asuntos, se sientan en
las últimas filas - y explican que han venido a AA para aprender. Cuando llega el
domingo, hablan de nosotros en sus sermones. Nos envían candidatos y se maravillan de
sus progresos. Cuando a veces les pedimos que den una charla en nuestras reuniones,
invariablemente se disculpan por su propia ineficacia al trabajar con los alcohólicos.
Esto es, sin duda alguna, humildad - tal vez un poco exagerada.
Después de mantener durante varios años este sencillo y cómodo punto de vista, al fin
me di cuenta de la posibilidad de que hubiera otras fuentes de enseñanza, sabiduría y
convicción espirituales fuera de AA. Recordé que el reverendo Sam tenía
probablemente mucho que ver con la experiencia espiritual vital que era para miel
primer regalo de la fe. Además él me había enseñado los principios según los cuales yo
podría sobrevivir y seguir adelante. AA me había dado el hogar espiritual y el clima en
que me podía sentir bienvenido y donde podía hacer un trabajo de utilidad. Todo eso
estaba muy bien, y trabajaba en beneficio mío.
No obstante, por fin descubrí que necesitaba más. AA, con razón, no intentaba tener la
respuesta a todas mis preguntas, por muy significativas que me parecieran. Como
cualquier adolescente, había empezado a preguntarme: "¿Quién soy?" "¿De dónde
vengo?" "¿Por qué estoy aquí?" '¿Cuál es el verdadero significado de la vida?" "Cuando
el empresario de pompas fúnebres haya terminado sus oficios conmigo, ¿seguiré con
vida, o no?" "¿A dónde, si acaso voy a alguna parte, iré desde aquí?" Ni la ciencia ni la
filosofía me parecían capaces de darme respuestas convincentes. Naturalmente, me puse
a buscarlas en otros campos y creo que hice algunos progresos.
Aunque tenía todavía algún recelo ante los clérigos y su teología, acabé volviendo a
ellos - al lugar donde se originó AA. Si me habían podido enseñar los principios que me
hicieron posible recuperarme, tal vez ahora me pudieran decir más acerca del desarrollo
de la comprensión, y de la fe.
Me alegra poder decir que uno de estos clérigos ha resultado ser uno de los mejores
amigos, maestros y consejeros que jamás espero tener. A lo largo de los años, he
encontrado en el Padre Ed [Dowling] gran parte de la gracia y de la comprensión que
me hacen posible desarrollarme hoy, aunque sea poco a poco. El es el mejor ejemplo de
espiritualidad que yo conozca. A menudo me ha ayudado a reanudar mi viaje por el
buen camino, evitándome borracheras secas de indefinida duración. Vale mencionar que
él, durante todos estos años, nunca me ha pedido que me convierta a su religión.
Por lo tanto, con la más profunda gratitud, reconozco aquí la deuda que AA tiene con
los clérigos: si no fuera por lo que han hecho por nosotros, AA nunca habría nacido;
casi lodos los principios que utilizamos nos llegaron de ellos. Nos hemos apropiado de
su ejemplo, su fe y, hasta cierto grado, de sus creencias, y los hemos transformado en
nuestros. Casi en el sentido literal, los AA les debemos nuestras vidas, nuestras fortunas
y la salvación que a cada uno de nosotros le haya tocado encontrar.
Esta es, sin duda, una deuda ilimitada.
Octubre de 1957
ra el verano de 1939. Unos pocos meses antes, nuestra Comunidad alcohólica, con unos
cientos de miembros, había publicado un libro al que pusimos el título Alcohólicos
Anónimos. Pero la publicación no había tenido secuela alguna. Nuestros libros, cinco
mil de ellos, se encontraban amontonados en el almacén del impresor, la Imprenta
Cornwall, y no pudimos vender ni un ejemplar.
El tan esperado artículo del Reader's Digest - que podría haber informado al público
sobre nosotros y nuestro nuevo libro se publicó. Llenos de pánico, nos apresuramos a
abordar a los editores de una revista nacional tras otra, suplicando ayuda. Pero todo esto
fue en vano. Works Publishing, la pequeña compañía que habíamos constituido para
lanzar el libro, estaba en quiebra, como lo estábamos todos los demás. No sabíamos a
quién recurrir.
Tales fueron las palabras del primer amigo de AA en el campo de la prensa. Estas
palabras iban a rescatar nuestro libro de la bancarrota y significaban además que el
público iba a tener su primera visión de Alcohólicos Anónimos.
Otros pregoneros de noticias no tardaron en seguir el ejemplo del Sr. Oursler. Un mes
más tarde, el redactor jefe del Cleveland Plain Dealer, un hombre de mucho espíritu
cívico, encargó al periodista Elrick B. Davis hacer un reportaje acerca de AA sin
escatimar ningún esfuerzo. Día tras día aparecieron en primera plana del Plain Dealer
artículos acerca de AA en general y, en particular, acerca de AA en Cleveland.
Junto con estos artículos, se publicaron exhortaciones editoriales que decían en efecto:
"AA es bueno y funciona. Vengan y aprovéchenlo." De nuevo el diluvio. El pequeño
grupo de Cleveland se vio inundado. Afortunadamente, logró sobrevivir y, pasados unos
cuantos meses, el número de miembros del grupo había ascendido a centenares. A
principios del año 1939, Alcohólicos Anónimos tenía menos de cien miembros, a fines
del año tenía más de ochocientos.
En febrero de 1940, tuvimos otro fuerte empuje, en esta ocasión como consecuencia de
la famosa cena del Sr. Rockefeller, en la que nos presentó a sus amigos y puso AA ante
los ojos del mundo. Otra vez, la prensa hizo un trabajo espectacular; esta vez, muchos
periódicos, incluyendo los diarios sensacionalistas, publicaron buenos comentarios
acerca de nosotros, y las grandes agencias telenoticieras llevaron las crónicas a todas
partes del mundo. En doce meses, el número de miembros de AA pasó de ochocientos a
más de dos mil.
En el corto período de cuatro años, este pequeño grupo de amigos, contando nuestra
historia al público norteamericano, había contribuido a centuplicar el número de
nuestros miembros, había convertido a AA en una institución nacional, y había sentado
las bases sobre las cuales nuestra Sociedad ha ido creciendo tan robustamente desde
entonces.
Hoy en día, nuestros amigos de la prensa, la radio y la televisión forman una legión. En
nuestra Sede hemos contratado a un servicio de recortes de prensa. Cada semana los
recortes que nos envían sirven para contarnos de forma gráfica la historia de todo lo que
han hecho y dicho estos amigos. Ellos inyectan en nuestras arterias mundiales una
corriente sin fin y siempre creciente de sangre vivificadora.
Sin embargo, la mayoría de nosotros nos damos cuenta de que tales aseveraciones son
solo una verdad a medias.
Casi todos los escritores y redactores que conocemos han ido mucho más allá del mero
ejercicio de su oficio o de su deseo natural de contar una historia conmovedora.
Hace años pedimos a toda la gente de los medios de comunicación que respetaran el
anonimato de nuestros miembros. Y esto fue pedirles mucho, porque la gran mayoría de
los periodistas no podían imaginar hacer sus trabajos sin poder publicar nombres
completos o fotos. Pero cuando les explicamos el porqué de nuestro anonimato - que no
nos atrevemos a permitir que 'los grandes personajes" florezcan entre nosotros - en
seguida se dieron cuenta de la situación; y desde entonces, han hecho todo lo posible
para adaptarse a nuestras necesidades, a pesar de verse frecuentemente tentados a
publicar los nombres de nuestros miembros de fama nacional. En unas cuantas
ocasiones, tales miembros han roto su anonimato deliberadamente; pero en estos casos
la prensa rara vez ha tenido la culpa. De hecho, los redactores a menudo han refrenado a
algunos AA, exageradamente ansiosos, que querían que el público supiera que eran
miembros de la Comunidad.
En su perseverante entusiasmo por AA, muchos de nuestros amigos han ido aún más
lejos. Se han comprometido personalmente a nuestra causa. Por ejemplo, Jack
Alexander llegó a ser un custodio de AA y nos ayudó mucho a resolver nuestros
problemas de literatura, y nunca perdió una oportunidad de apoyarnos, de viva voz o por
escrito.
Menos conocida es la relación que teníamos con Fulton Oursler. El suyo era un ilustre
ejemplo de dedicación personal a Alcohólicos Anónimos.
En 1944, se decidió que AA debería tener una revista mensual. En estas fechas, Fulton
ya tenía un conocimiento intimo de las operaciones de AA. Una persona bien conocida
suya había logrado una extraordinaria recuperación. En cuanto se enteró de nuestro
proyecto de publicar una revista, Fulton se ofreció como voluntario para ayudarnos y,
aunque nunca fue alcohólico, llegó a ser miembro de la junta editorial del Grapevine, y
uno de sus fundadores. Pagaba algunos de los gastos de la organización de su propio
bolsillo, nos aconsejaba, revisaba los manuscritos, y escribió un articulo para uno de los
primeros números de la revista al que puso el titulo "Los alcohólicos son gente
encantadora" [Título correcto: Charming is the Word for Alcoholics]. Más tarde, este
título era motivo de broma entre nosotros. Sonriendo, él nos decía que debería haber
sido "Algunos alcohólicos son gente encantadora."
En años posteriores, llegué a conocer muy bien a mi amigo Fulton. Nunca he visto un
hombre más atareado. No importa a qué hora se fuera a acostar, a no ser que tuviera una
pulmonía, no había nada que le impidiera estar en su despacho a las cinco de la mariana,
donde se quedaba escribiendo hasta las once. Pero a esta hora no había hecho más que
empezar su día; sus incontables amigos y actividades le mantenían ocupado hasta bien
entrada la tarde, y yo era quien a veces le tenía levantado hasta la medianoche.
Unos meses antes de su muerte, pasamos una tarde juntos. Entonces fue cuando me dijo
lo que AA había significado para él. Después de describir su juventud como una época
de orgulloso agnosticismo y sofisticación que le había llevado a un callejón sin salida,
pasó a contarme cómo le había afectado el ejemplo de AA; cómo había llegado
finalmente a unirse a una iglesia de su propia elección; y cómo estas dos influencias le
habían inspirado a escribir una historia bíblica, titulada "llie Greatest Stoiy Ever Told".
Me comentó que él había hecho por AA sólo una pequelia parte de lo que AA había
hecho por él, un no-alcohólico.
Estas y otras muchas experiencias con los hombres y mujeres de la prensa, la radio y la
televisión nos muestran claramente lo que ha significado su dedicación. Casi en todas
las ciudades donde hoy día crece AA, vemos a nuestros amigos de los medios de
comunicación seguir las huellas de Jack Alexander y Fulton Oursler.
Estemos eternamente agradecidos por todos estos mensajeros de buena voluntad. Y que
siempre seamos merecedores de su amistad.
Marzo de 1958
e dice que hay 4,500,000 alcohólicos en América. Hasta la fecha, AA ha ayudado a que
casi 250,000 de ellos logren su sobriedad; o sea, uno de cada veinte, o un 5% del total.
Este es un comienzo valeroso, lleno de significación y esperanza para aquellos que aún
sufren. Pero estas cifras nos muestran que sólo hemos hecho un módico progreso en este
gran problema de salud mundial. Hay millones que están todavía enfermos y otros
millones pronto lo estarán.
Estos datos sobre el alcoholismo deben darnos un buen motivo para pensar, y para ser
humildes. Sin duda podemos sentirnos agradecidos por toda agencia o método que
intenta resolver el problema del alcoholismo - ya se trate de la medicina, la religión, la
educación o la investigación. Debemos tener amplitud de mente ante todos esos
esfuerzos y ser comprensivos cuando fracasan los malaconsejados. Debemos tener
presente que durante años AA funcionaba según un método de "pruebas y tanteos."
Nosotros como miembros individuales de AA podemos y debemos trabajar con aquellos
que prometen tener éxito - aunque solo sea un éxito limitado.
Puede que esto parezca ser una confesión de los pecados de AA y, hasta cierto punto, lo
es. Es también una confesión de que, en alguna u otra ocasión, yo he sostenido algunas
de estas miopes opiniones y prejuicios. Pero me apresuro a añadir que todo lo que acabo
de decir se aplica mucho más al pasado de AA que a la Comunidad de hoy día.
Hoy en día, la gran mayoría de nosotros recibimos de buen grado cualquiera nueva luz
que se pueda arrojar sobre la aflicción misteriosa y desconcertante del alcohólico. No
nos importa mucho la procedencia de estos nuevos y valiosos conocimientos, ya sea que
provengan de un tubo de ensayo, del sofá de un siquiatra o de estudios sociológicos
reveladores. Nos agrada cualquier tipo de educación que facilite información precisa al
público y cambie su acostumbrada actitud para con el borracho. Cada vez más
consideramos a todos tos que trabajan en el campo del alcoholismo como nuestros
compañeros en la marcha desde la oscuridad hacia la luz. Nos damos cuenta de que
podemos realizar juntos lo que nunca podríamos lograr separados y en rivalidad.
Preocupado por AA y todos sus asuntos, debo confesar que he dedicado poco tiempo a
pensar en el problema global del alcoholismo. Pero silo puedo vislumbrar, y me gustaría
compartir con ustedes lo que vislumbro.
Consideremos los 4,500,000 borrachos que hay en América. ¿En qué situación están
ahora? ¿Qué se está haciendo y qué se puede hacer por ellos? ¿Y por la siguiente
generación - otros 4,000,000 que aún son niños y adolescentes? Excepto por lo que AA
pueda hacer, ¿han de ser víctimas también?
Empecemos por el punto más bajo. Nuestras instituciones siquiátricas están inundadas
de gente con lesiones cerebrales y gravemente sicopática. Alguno que otro consigue
volver a integrarse en la sociedad, pero no muchos. La mayoría ya han llegado a un
punto del que no pueden volver atrás. Su mejor esperanza es pasar al otro mundo. Sin
embargo, futuras investigaciones sobre su condición pueden ampliar nuestros
conocimientos acerca de la prevención para el beneficio de los que se están
aproximando al borde del abismo. También se puede encontrar una gran cantidad de
alcohólicos en las prisiones. Puede que el alcohol les metiera directamente en los líos
por los que están allí, o puede que tuvieran que beber a fin de poder entregarse a sus
obsesivas inclinaciones para cometer los crímenes. Aquí se ve una clara necesidad de
investigaciones científicas - médicas, siquiátricas y sociales. AA no puede hacer esta
tarea, pero hay otros que ya han hecho un buen comienzo.
Todas las grandes ciudades tienen sus barrios bajos. Sin duda tiene que haber varios
cientos de miles de los llamados borrachos perdidos. Algunos están tan sicóticos y tan
trastornados que su único destino es el manicomio. El resto de estos incontables
hombres y mujeres suelen encontrarse en los cuarteles de la policía, los juzgados, las
cárceles y los hospitales. Lo que ellos pagan en sufrimiento es incalculable; lo que la
sociedad paga, únicamente en dinero, es enorme. Multitudes de estas personas, que
todavía no son consideradas locas por la ley, se ven condenadas a vagar de un lado a
otro sin esperanza. ¿Hay algo que se pueda hacer? Es muy probable que si. Tal vez se
les puede trasladar a unas granjas donde en una especie de "cuarentena" pueden hacer
suficiente trabajo para mantenerse a si mismos, mejorar de salud, y ahorrar a sus
respectivas ciudades grandes sumas de dinero y grandes molestias. Este y otros
experimentos parecidos han empezado a ofrecer mucha más esperanza a los habitantes
de los barrios bajos. Los miembros de AA están ayudando, pero la mayor parte del
trabajo y del dinero tendrá que venir de otros sitios.
Consideremos ahora los millones de alcohólicos que aún no han llegado a las prisiones,
los manicomios o los barrios bajos. Se dice que ellos constituyen la gran mayoría. En
este momento, AA parece ser su mejor esperanza de recuperación. Entonces, ¿por qué
no han acudido a nosotros todos esos millones? O, ¿por qué no han tratado de
recuperarse por cualquier otro método?
Cualquier miembro de AA puede darte una respuesta rápida y precisa. "No están listos.
No se dan cuenta de lo enfermos que están. Si lo supieran, vendrían en tropel buscando
tratamiento, como si tuvieran diabetes o cáncer." Por lo tanto, el problema es cómo
exponerles los hechos que les convenzan que están gravemente enfermos.
Más que nada, la solución parece estar en la educación - educación en las escuelas, en
las facultades de medicina, entre los clérigos y los patrones, en las familias y del público
en general. Desde la cuna hasta la tumba, el borracho y el posible alcohólico tendrán
que encontrarse en un ambiente de comprensión profunda y auténtica y expuestos a un
continuo bombardeo de información: los hechos acerca de su enfermedad, sus síntomas,
y su fatídica gravedad. ¿Por qué debe esperar un alcohólico hasta cumplir los 55 años y
estar horriblemente destrozado para enterarse de que es una persona muy enferma si,
con la apropiada educación, se le podría haber convencido a los 30 ó 35 años?
Los AA hemos hecho bastante trabajo en este aspecto educativo, y algunos amigos fuera
de AA han hecho aun más. Como consecuencia, en este mismo momento casi medio
millón de borrachos en los Estados Unidos están intentando recuperarse - o al menos
pensando seriamente en hacerlo - por su propia cuenta, o por medio de algún
tratamiento. Tal vez este cálculo es un poco elevado, pero no es ni mucho menos una
fantasía. Una buena educación acerca del alcoholismo - y cada vez más amplia y
generalizada - tendrá sin duda un gran impacto.
Los AA podemos hablar acerca de este asunto con gran convicción. La mayoría de
nuestros hijos se han visto trastornados emocionalmente par nuestro comportamiento
alcohólico, y se encuentran claramente 'inadaptadas." Muchos de ellos ya deberían de
haberse convertido en bebedores problemas. Pero no han hecho tal cosa. El
alcoholismo, a el posible alcoholismo, rara vez se ve entre los hijos de padres que son
miembros de AA. Pero nunca les prohibimos beber, ni les sermoneamos silo hacen.
Simplemente aprenden parlo que ven y parlo que oyen que el alcoholismo es un asunto
espantoso y que si beben, tienen una probabilidad entre quince de contraer la
enfermedad del alcoholismo. La mayoría de ellos no beben nada en absoluto. Otros
beben con moderación. Las demás, después de meterse en algunos líos funestos, son
capaces de dejar de beber y la hacen rápidamente. Esto parece ser la forma más eficaz
de educación preventiva.
¿Quién se va a encargar de hacer toda este trabajo educativo? Obviamente, es tanta una
tarea para la comunidad cama para las especialistas. Individualmente, las AA podemos
ayudar, pera AA como tal no puede, y no debe, intervenir directamente en este campo.
Por lo tanto, tenemos que contar can otras agencias, can nuestros amigos de afuera y can
su buena disposición de dedicar grandes cantidades de dinero y esfuerzo - los cuales,
con mayor eficacia que nunca, encaminarán al alcohólico al tratamiento y evitarán el
desarrolla de la enfermedad en millones de niños predispuestos, quienes, de otra forma,
seguirían el camino tan bien conocida par nosotras.
Con el tiempo, Bunky y el Dr. Haggard aunaron sus esfuerzos y en 1940 empezaron a
publicar el Quarterly Journal of Studies on Alcohol [Revista Trimestral de Estudios
sobre el Alcohol], dedicada a publicar artículos que abarcaban todo el campo de
estudios e investigaciones acerca del alcohol. Esta empresa resultó en una estrecha
asociación y colaboración entre el Dr. Jellinek y el Dr. Haggard.
En 1943, el Dr. Haggard y Bunky organizaron la Escuela de Yale para Estudios sobre el
Alcohol. Se dieron cuenta de que un laboratorio y una revista técnica no podían llegar
muy lejos a no ser que se encontrara una audiencia más amplia. Se propuso la idea de
que cualquier persona que tuviera algo que ver con los borrachos o con el problema del
alcohol debería estar representada en la escuela.
Originalmente financiada por el incansable Dr. Haggard y sus amigos, Marty emprendió
su gran labor. Aunque el espacio no me permite hablar en detalle acerca de los
magníficos logros de Marty y sus asociados, miembros del actual Consejo Nacional
Sobre el Alcoholismo, puedo manifestar mi convicción de que no existe otra agencia
que haya hecho más para educar al público, ampliar las posibilidades de hospitalización,
o poner en marcha tantos y tan diversos proyectos constructivos. Claro está que el
consejo ha pasado por muchos dolores de crecimiento, pero hoy día los resultados del
CNA atestiguan su eficacia de forma elocuente.
No cabe duda de que él es una de las mayores autoridades que conocemos en el campo
de la sociología.
Me gustaría muchísimo poder mencionar a otros muchos amigos dedicados de esa época
pionera y dilatarme sobre sus aportaciones. Otros nuevos amigos les han seguido desde
entonces y hoy día son una legión. A todos ellos les expreso la gratitud eterna de
Alcohólicos Anónimos.
Sus esfuerzos conjuntos, a menudo suscitados por los AA, han dado multitud de frutos:
Cuatro universidades ahora tienen programas basados en el modelo de Yate. Tres mil
hospitales, privados y públicos, han abierto sus puertas a los alcohólicos. Hemos visto
un cambio revolucionario en la actitud de la industria hacia sus empleados. Las
instituciones carcelarias, la policía y los jueces han cobrado un nuevo ánimo.
Numerosos comités de ciudadanos se han puesto a atacar el problema global en sus
varias comunidades. Más de treinta estados de los EE.UU. y la mayoría de las
provincias de Canadá tienen programas de rehabilitación y tratamiento. Muchos grupos
de clérigos se han puesto a educar a sus colegas. Se están haciendo importantes
progresos en la investigación y el tratamiento siquiátricos. Los experimentadores
trabajan en sus laboratorios con gran optimismo. La Asociación Médica Norteamericana
ha reconocido oficialmente el alcoholismo como una enfermedad crónica, y ha
establecido un subcomité sobre el alcoholismo. Las facultades de medicina han
empezado a incluir cursos sobre el alcoholismo en su plan de estudios. Con el acicate de
Bunky, la Organización Mundial de la Salud está llevando todas estas buenas noticias a
todas partes del mundo. Se están modernizando los libros de textos de las escuelas. La
prensa, la radio y la televisión están emitiendo diariamente toneladas de información
con el fin de educar al público en general. Todo esto ha venido ocurriendo durante los
veinte y ocho años que han pasado desde que el Dr. Haggard decidió ponerse a
determinar el porqué del carácter alcohólico.
Cada uno de estos pioneros en el campo general dirían generosamente que si no hubiera
sido por la prueba concreta de la recuperación en AA, no podrían haber seguido con sus
trabajos. AA era la estrella polar de esperanza y ayuda que les mantuvo en ello.
Por lo tanto, trabajemos en cooperación con todos estos proyectos prometedores para
acelerar la recuperación de aquellos millones de personas que aún no han encontrado
una solución. Esta diversas obras no tienen necesidad de nuestro aval; sólo necesitan
que les echemos una mano cuando, como individuos, podamos hacerlo.
Sección
Otros escritos
de este período
Un tributo al Canadá
Mayo de 1951
Todos nuestros miembros que vuelven de viaje del Canadá comentan que trajeron de
este país mucho más de lo que se llevaron allí.
Tampoco debemos olvidar que Canadá ha contribuido tanto al feliz éxito actual que
gozan los grupos familiares de AA [ahora conocidos como Al-Anon] y al favor que se
han ganado de los que escuchamos sus testimonios en Cleveland el pasado verano. Ni
tampoco se desvanecerá nunca el luminoso recuerdo de aquel día en Montreal en que
Lois y yo oímos rezar el padrenuestro en francés y en inglés - en nuestra reunión
bilingüe.
Estamos enormemente agradecidos por las buenas amistades que trabamos desde
Halifax hasta Vancouver; todos son siempre parecidos; trabajadores dedicados que van
tejiendo la tela que es AA hoy día - y la que será mañana.
Noviembre de 1951
Todo empezó así. Años atrás, en 1937, creíamos que nos hacía falta mucho dinero.
Consideramos la posibilidad de meternos en el negocio de los hospitales y la de enviar
al mundo cierta clase de misioneros pagados de AA. Aun con más seguridad,
tendríamos que publicar un libro. Ya que no teníamos una cantidad de dinero suficiente
para hacerlo, tuvimos que buscarlo por otras partes. Estas necesidades, reales (e
imaginarias), nos lanzaron a la búsqueda de personas no-alcohólicas que tuvieran
dinero. O que nos lo pudieran conseguir.
Muchos me han oído contar la historia de cómo, por los buenos oficios de mi cuñado, el
Dr. Leonard V. Strong, llegamos a conocer al Sr. Willard S. Richardson, uno de los
mejores amigos que AA jamás pueda tener. En el apuro en que nos encontrábamos, este
hombre nos representaba una segura y luminosa esperanza, porque era un asociado y un
intimo amigo del Sr. John D. Rockefeller, Jr. Tomó un vivo e inmediato interés en
nosotros. Nos sentíamos convencidos de que todos nuestros problemas económicos se
habían solucionado. Providencialmente, no iba a ser así. No obstante, el Sr. Richardson
en seguida reunió a algunas personas no-alcohólicas que compartían su entusiasmo por
lo que nosotros estábamos haciendo. Esos amigos de los tiempos primeros, Dick
Richardson, Leonard Strong, Frank Amos, A. LeRoy Chipman y Albert Scott sin duda
aparecerán en un lugar destacado en cualquier futura historia de Alcohólicos Anónimos
que se escriba.
Este fue el momento en que la Fundación Alcohólica tomó forma. En mayo de 1938, se
redactó y se legalizó un acuerdo fideicomisario. Los hombres anteriormente
mencionados, con excepción de los Srs. Scott y Rockefeller, fueron nombrados
custodios. Ya contábamos con su buen criterio y su interés constante. Además, AA tenía
una necesidad urgente de amigos que no vacilaran en decir ante el público en general
exactamente lo que pensaban de nosotros, como lo haría el Sr. Rockefeller dos años más
tarde.
se sentía seguro de poder mantenerse sobrio. ¿Quién, entonces, vigilaría sobre nuestro
dinero si todos los borrachos se emborracharan? Teniendo en mente esta posible
catástrofe, agregamos al acuerdo fideicomisario la disposición de que el número de no-
alcohólicos en la junta siempre debería exceder en uno al número de alcohólicos. Por si
acaso.
Nos es fácil olvidar lo aislada que está la Fundación de los grupos de AA en general,
una circunstancia que persistía hasta el pasado mes de abril, cuando se estableció la
Conferencia de Servicios Generales. Y esta entidad sólo se reunirá una vez al año. A
pesar de su única y aislada condición, los no-alcohólicos han demostrado, una y otra
vez, el inmenso valor que tienen para AA. Debido a su posición desinteresada e
imparcial, suelen mostrar un criterio más equilibrado que nosotros, los alcohólicos
volubles y llenos de prejuicios. No sólo han estabilizado las operaciones de la Sede, sino
que, en diversas ocasiones, han salvado a la Fundación del desastre. ¿Qué mayor
homenaje podríamos rendirles?
A. Leroy Chipman, asociado del Sr. Rockefeller, y uno de los primeros miembros de la
junta; atento y concienzudo tesorero. Su gran dedicación a nuestra causa debe ser más
ampliamente conocida y apreciada.
El Dr. John Norris, jefe del cuadro médico de la Compañía Eastman Kodak, se integró
recientemente en la junta. El Dr. Norris tiene una muy buena reputación en el campo de
la medicina industrial. Tiene una comprensión y unos conocimientos extraordinarios de
los alcohólicos. A él se le debe la relación magnífica que existe hoy entre Eastman
Kodak y Alcohólicos Anónimos.
Fulton Oursler es redactor jefe del Reader's Digest. Es de renombre mundial como autor
y experto en relaciones públicas. Miles de los AA han leído su libro The Greatest Story
Ever Told. AA no tiene partidario más ardiente ni más encantador que Fulton.
El Dr. Leonard V. Strong sirvió como nuestro intermediario con el Sr. Willard
Richardson, conexión que conducía a la creación de la Fundación. Casi desde el
principio ha ocupado el puesto de secretario. Nadie ha asistido a más reuniones, ni se ha
esforzado más diligentemente que Leonard para conseguir que la Fundación sea lo que
es hoy en día. Por casualidad, es mi cuñado. En los últimos días de mi carrera de
bebedor, la inquebrantable confianza que este hombre tenía en mi y las atenciones
médicas que me prestaba, con toda probabilidad me salvaron la vida.
El Sr. Willard Richardson es custodio emérito. Todos los que servíamos con él, tenemos
afectuosos recuerdos de este buen amigo, ahora jubilado, quien infundía a las
actividades de la junta desde sus primeros días una prodigiosa sabiduría y espiritualidad.
A espaldas suya, le llamamos "Tío Dick," lo cual es una clara indicación de nuestros
sentimientos.
Ahora ustedes conocen a nuestros custodios no-alcohólicos. Sin ellos, ¿dónde estaría
AA hoy día? Yo, por lo menos, prefiero no contemplarlo.
Un fragmento de la historia:
Julio de 1953
os AA nunca dejan de preguntar: "¿De dónde vinieron los Doce Pasos?" A fin de
cuentas, es probable que nadie lo sepa. No obstante, tengo tan vivos recuerdos de
algunos de los acontecimientos que contribuyeron a su formulación que parece que
hubieran ocurrido ayer.
En cuanto al factor humano, hubo tres principales fuentes de inspiración de los Pasos -
los Grupos Oxford, el Dr. William D. Silkworth del Hospital Towns, y el renombrado
sicólogo William James, hombre que algunos llaman el padre de la sicología moderna.
La historia de cómo llegaron a confluir estas diversas corrientes de influencia y de cómo
desembocaron en la redacción de nuestros Doce Pasos es muy impresionante y, en
parte, verdaderamente increíble. Muchos de nosotros recordamos los Grupos Oxford
como un movimiento evangélico moderno que florecía en la década de los 20 y a
principios de los años 30, bajo la dirección del Dr. Frank Buchman, antiguo pastor
luterano. Los Grupos Oxford de aquel entonces recalcaban la importancia del trabajo
interpersonal de un miembro con otro. El Duodécimo Paso de AA tuvo su origen en esta
práctica vital. El pilar moral básico de los "G.O." era la honradez absoluta, la pureza
absoluta, la generosidad absoluta y el amor absoluto. Además practicaban un tipo de
confesión que llamaban "compartimiento"; al hacer enmiendas por los daños que habían
causado le llamaban "restitución." Tenían una profunda convicción del valor de su
"tiempo callado," una meditación a la que se dedicaban tanto los grupos como los
miembros individuales, para buscar la orientación de Dios en todos los aspectos,
grandes y pequeños, de su vida.
Estas ideas básicas no eran nada nuevas; y se podrían haber encontrado en otros lugares.
Pero para nosotros, los primeros alcohólicos que nos pusimos en contacto con los
miembros de los Grupos Oxford, el elemento decisivo era el que dieran un énfasis tan
pronunciado a estos principios particulares. Y lo que nos servía bien era el hecho de que
los miembros de los Grupos Oxford hacían grandes esfuerzos para no inmiscuirse en las
opiniones religiosas personales de nadie. Su sociedad, al igual que la nuestra en años
posteriores, se daba cuenta de la necesidad de ser estrictamente no sectaria.
A fines del verano de 1934, mi muy querido amigo y antiguo compañero de clase,
Ebby, se unió a esta buena gente y, en seguida, logró su sobriedad. Por ser alcohólico, y
además un poco testarudo, él no quedó convencido de todas las ideas y actitudes del
Grupo Oxford. No obstante, le había impresionado mucho su sinceridad profunda, y se
sentía muy agradecido por sus atenciones que, por el momento, le habían quitado su
obsesión de beber.
Al llegar a Nueva York al finales del otoño de 1934, enseguida pensó en mí. Un día
sombrío de noviembre, me llamó por teléfono y, al poco rato, estaba sentado,
mirándome desde el otro lado de la mesa de nuestra cocina en la calle Clinton n0 182, de
Brooklyn. Según recuerdo, mientras conversábamos, él hacia reiterado uso de tales
frases como: "Me di cuenta de que no podía dirigir mi propia vida"; "Tuve que ser
sincero conmigo mismo y con otro ser humano"; "Tuve que hacer restitución a quienes
yo había causado daño"; "Tuve que rezar a Dios para que me diera orientación y
fortaleza, aunque no estaba seguro de que Dios existía"; "Y después de haberme
esforzado diligentemente por hacer estas cosas, descubrí que se me había quitado el
ansia de beber alcohol." Y luego, repetidas veces, Ebby me decía: "Bill, no se parece en
absoluto a hacer una promesa solemne de dejar de beber. No luchas contra el deseo de
beber - te encuentras liberado del deseo. Nunca en mi vida me había sentido así."
Esta era la esencia de lo que Ebby había aprendido de sus amigos del Grupo Oxford y
me había comunicado ese día. Aunque esas simples ideas no eran nada nuevas, causaron
en mi un impacto colosal. Hoy en día, nos damos cuenta del porqué - un alcohólico
estaba hablando con otro, como nadie más puede hacerlo mejor.
Dos o tres semanas más tarde, el 11 de diciembre para ser preciso, llegué
tambaleándome al Hospital Charles B. Towns, ese renombrado emporio de
desintoxicación, situado en la avenida Central Park West de Nueva York. Ya yo había
pasado tiempo allí, así que conocía y amaba al médico supervisor - el Dr. Silkworth. Era
quien al poco tiempo iba a contribuir con una importantísima idea, sin la cual AA nunca
podría haber tenido éxito. Ya hacía años que él manifestaba que el alcoholismo era una
enfermedad, una obsesión mental casada con una alergia corporal. Ya me había dado
cuenta de que así era mi caso. Además, me di cuenta de lo nefasta que podría ser la
unión de esos dos ogros. Huelga decir que yo anteriormente había esperado poder
contarme entre las muy pocas víctimas que de vez en cuando escapan de sus castigos.
Pero esta escasa esperanza ya se me había esfumado. Estaba a punto de tocar fondo. El
veredicto de la ciencia - la obsesión que me condenaba a beber y la alergia que me
condenaba a morir - iba a constituir el colmo. Tal era el papel que desempeñaría la
ciencia médica, personificada en ese benigno doctor. Esta verdad de doble filo, al ser
esgrimida por un alcohólico que estaba hablando con otro, era una almádena que podía
hacer añicos el duro ego del alcohólico y dejarlo expuesto a la gracia de Dios.
¿Por qué todos esos fracasos? Si Ebby y yo podíamos lograr nuestra sobriedad, ¿por qué
los demás no podrían encontrarla también? No había duda de que algunas de las
personas con quienes trabajábamos querían recuperarse. Pasamos días y noches
especulando sobre por qué nuestros intentos tenían tan poco resultado. Tal vez nuestros
candidatos no podían aguantar el rigor espiritual de los cuatro absolutos del Grupo
Oxford - la honradez, la pureza, la generosidad y el amor. De hecho, algunos de los
alcohólicos nos habían dicho que ahí se encontraba la pega. La presión implacable a la
que se veían sujetos para reformarse de la noche a la mañana les hacia subir al cielo e ir
volando durante unas cuantas semanas para después volver brusca y ruinosamente a la
tierra. Además, se quejaban de otro tipo de coacción - algo que los del Grupo Oxford
llamaban "orientación para los demás." Un "equipo" compuesto de miembros no-
alcohólicos del grupo se reunían con un alcohólico y, después de un "tiempo callado," le
proponían algunas instrucciones muy específicas en cuanto a cómo el alcohólico debería
llevar su propia vida. Por agradecidos que estuviéramos a nuestros amigos del G.O., a
veces este consejo nos era difícil de tragar. Obviamente, estos métodos tenían algo que
ver con los muy frecuentes reveses que había.
Pero esto no constituía la única razón por los fracasos. Al haber pasado algunos meses,
me di cuenta de que los problemas se debían principalmente a mi. Yo había llegado a
ser muy agresivo, y muy engreído. Me dilataba mucho acerca de mi súbita experiencia
espiritual, como si fuera algo muy especial. Había desempeñado un papel doble, de
maestro y de predicador. Al hacer mis exhortaciones, se me había olvidado el aspecto
médico de nuestra enfermedad, y había hecho caso omiso de la necesidad del
desinflamiento profundo, necesidad que tanto había recalcado William James. No nos
estábamos valiendo de la almádena que el Dr. Silkworth tan providencialmente nos
había dado.
Finalmente, un día el Dr. Silkworth me cortó las alas y me hizo ver las cosas en su justa
proporción. Me dijo, "Bill, ¿por qué no dejas de hablar tanto de aquella experiencia de
luz arrolladora? parece una locura. Aunque sigo convencido de que una mejor
moralidad es la única cosa que hará posible recuperarse verdaderamente a los
alcohólicos, creo que estás empezando la casa por el tejado. Lo cierto es que toda esta
exhortación moral no tendrá el menor efecto en los alcohólicos hasta que no se
convenzan de la necesidad de reconocerla. En tu lugar, les expondría primero los hechos
médicos. Aunque nunca me ha servido para nada el explicarles las funestas
consecuencias de su enfermedad, es posible que tuviera otros resultados si tú, una vez
un alcohólico desahuciado, fueras quien les anunciara las malas noticias. Debido a que
tú te identificas naturalmente con los alcohólicos, es posible que les puedas tocar como
yo no lo puedo hacer. Háblales de las duras realidades médicas primero y hazlo
despiadadamente y sin rodeos. Puede que así se ablande su resistencia basta tal punto
que puedan aceptar los principios que realmente les ayuden a recuperarse."
El Dr. Silkworth nos había suministrado el eslabón que nos faltaba, sin el cual la cadena
de principios que, desde entonces, se han forjado para formar nuestros Doce Pasos
nunca se podría haber completado. Allí mismo, saltó la chispa que iba a convertirse en
Alcohólicos Anónimos.
Durante los tres años siguientes a la recuperación del Dr. Bob, nuestros crecientes
grupos de Akron, Nueva York y Cleveland iban elaborando el llamado programa de
palabra de nuestros días pioneros. A medida que empezábamos a formar una Sociedad
distinta del Grupo Oxford, comenzamos a enunciar nuestros principios más o menos así:
3. Logramos ser sinceros con otra persona, en quien depositamos nuestra confianza.
6. Rezamos a Dios para que nos ayudara a hacer estas cosas lo mejor que pudiéramos.
Aunque cada uno de nosotros abogaba por estos principios según su propio gusto o
capricho, y aunque los de Akron y Cleveland seguían aferrándose a los principios
absolutos del G.O. de honradez, pureza, generosidad y amor, esto fue la esencia del
mensaje que les pasábamos a los recién llegados hasta 1939, año en que pusimos por
escrito nuestros actuales Doce Pasos.
Recuerdo muy bien la tarde en que se redactaron los Doce Pasos. Yo estaba tumbado en
la cama, sintiéndome bastante descorazonado y sufriendo uno de mis imaginarios
ataques de úlcera. Se habían esbozado cuatro capítulos del libro Alcohólicos Anónimos
y se habían leído en las reuniones de Akron y de Nueva York. Nos dimos cuenta muy
pronto de que todo el mundo quería ser autor. Las riñas acerca de lo que debería ser el
contenido de nuestro libro eran tremendas. Por ejemplo, algunos querían un libro
puramente sicológico, que atrajera a los alcohólicos sin asustarles. Más tarde podríamos
hablarles del "asunto de Dios." Unos cuantos, encabezados por nuestro estupendo amigo
sureño, Fitz M., querían un libro más bien religioso, con una buena dosis del dogma que
habíamos ido recogiendo por las iglesias y las misiones que habían tratado de
ayudarnos. Cuanto más estruendosos eran esto argumentos, más me sentía en el punto
medio. Parecía que yo no iba a ser el autor. Iba a ser un mero árbitro que decidiría cuál
seria el contenido del libro. No obstante, esto no quería decir que no hubiera un gran
entusiasmo por la empresa. Cada uno de nosotros se sentía tremendamente
entusiasmado por la posibilidad de llevar nuestro mensaje a todos los incontables
alcohólicos que aun no nos conocían.
Al haber llegado al Quinto Capítulo, nos parecía que ya había llegado la hora oportuna
de enunciar lo que era en realidad nuestro programa. Recuerdo haber repasado en mi
mente las frases del programa de palabra que eran en aquel entonces de uso corriente.
Al tenerlas apuntadas, vi que correspondían a los seis principios anteriormente
enumerados. Entonces, me sobrevino la idea de que nuestro programa debería ser
enunciado de una forma más clara y exacta. Habría que tener una serie de principios
bien precisos para nuestros lectores lejanos. Dada la capacidad del alcohólico para
justificarse, el texto tendría que estar a toda prueba. No podíamos ofrecerle ninguna
escapatoria al lector. Además, un enunciado más comprensivo y detallado nos ayudaría
cuando redactáramos los siguientes capítulos, en los que tendríamos que exponer
exactamente cómo se debería practicar el programa de recuperación.
Al fin me puse a escribir sobre un bloc barato de papel amarillo. Dividí nuestro
programa de palabra en partes más pequeñas y, al mismo tiempo, fui ampliando
considerablemente su alcance. Aunque me sentía muy poco inspirado, para mi gran
sorpresa, tardé poco tiempo - tal vez una media hora - en establecer ciertos principios,
los cuales, al contarlos, resultaron ser doce. Y, por alguna razón inexplicable, había
puesto la idea de Dios en el Segundo Paso, casi al principio. Además, me había referido
a Dios muy a menudo en los demás Pasos. Incluso sugería en uno de los Pasos que el
recién llegado se pusiera de rodillas.
Cuando presenté este documento en nuestra reunión de Nueva York, las protestas
fueron muchas y muy ruidosas. A nuestros amigos agnósticos no les gustaba en
absoluto la idea de arrodillarse. Otros decían se hablaba demasiado de Dios. Y, ¿por qué
debería haber Doce Pasos, si antes teníamos cinco o seis? Mantengámoslo sencillo,
dijeron.
Pasamos varios días y noches metidos en estas acaloradas discusiones. Pero tuvieron
muy buenas consecuencias para Alcohólicos Anónimos. Nuestro contingente de
agnósticos, encabezado por Hank P. y Jim B., acabaron convenciéndonos de la
necesidad de hacerlo más fácil para las personas como ellos, empleando tales términos
como "un Poder Superior" y "Dios como nosotros Lo concebimos." Esas expresiones,
como bien sabemos hoy día, han resultado ser salvavidas para muchos alcohólicos. Nos
han hecho posible a miles de nosotros dar un comienzo que no hubiéramos podido dar si
hubiéramos dejado los Pasos como los escribí originalmente. Afortunadamente para
nosotros, no se hizo ningún otro cambio en el borrador original y el número de Pasos
seguía siendo doce. Poco sospechábamos en aquel entonces que nuestros Doce Pasos
tendrían muy pronto la aprobación de los clérigos de todas las religiones e incluso de
nuestros amigos más recientes, los siquiatras.
Este pequeño fragmento de la historia debe convencer incluso al más escéptico de que
nadie inventó Alcohólicos Anónimos.
Febrero de 1954
La diminuta figura de una monja, con un hábito gris, se acercó con aparente desgana al
podio. Se redoblaron los aplausos y bruscamente se apaciguaron cuando la pequeña
monja empezó a expresar su gratitud. Se sentía además un poco avergonzada. Porque en
el programa para la ocasión, en cuya redacción ella había participado, se decía
claramente: "Las hermanas de la Caridad y los miembros de Alcohólicos Anónimos que
les han ayudado rechazan todo reconocimiento personal." El anonimato con el que la
Hna. Ignacia había intentado envolverse quedó totalmente roto, porque ninguno de los
presentes quería que esta vez ella pasara desapercibida. Además, en esa parte de nuestro
mundo de AA, ella era casi tan anónima como el equipo los Indios de Cleveland de
béisbol. Este era un homenaje en su honor, el cual se había venido fraguando desde
hacía varios años.
Mientras veía desenvolverse esta escena, me vino un recuerdo vívido de los esfuerzos
del Dr. Bob para iniciar el Grupo Número Uno de Cleveland y de lo que esta querida
monja y sus hermanas de la Caridad de San Agustín habían hecho para convertirlo en
realidad. Intenté formarme una idea de todas las vastas consecuencias que desde
entonces se habían desprendido de aquellas primeras iniciativas. Recordé que el Dr.
Bob, para conseguir la hospitalización de uno de sus candidatos recién encontrado,
había ido de una institución a otra de Akron suplicando que lo admitieran. Dos
hospitales acordaron hacerlo por algún tiempo, pero finalmente acabaron abandonando
la prueba en beneficio de otras personas con piernas rotas, con problemas de vesícula
biliar, etc. - gente verdaderamente enferma.
Luego, desesperado, el buen doctor se acordó de la Hna. Ignacia, aquella tímida monja
rebosante de buen humor, encargada de ingresos en el Hospital de Santo Tomás de
Akron, en el que él había operado en algunas ocasiones. De manera algo furtiva, le
abordó para hacerle su propuesta. El resultado fue inmediato. Esta extraña pareja no
tardó en ingresar clandestinamente a un borracho tembloroso en una pequeña habitación
de dos camas. Como el nuevo cliente armó un jaleo de mil diablos por esta flagrante
falta de discreción ante su delicada condición, la Hna. Ignacia lo instaló en la floristería
del hospital. Allí el cofundador de AA y la Hna. Ignacia cuidaron del recién llegado
quien, al poco tiempo, salió del hospital y volvió al mundo de afuera, donde se puso a
enmendarse a si mismo y a reconstruir su arruinada vida.
Por mediación de Hna. Ignacia y Bob, Dios había tramado una conspiración divina entre
la medicina, la religión y Alcohólicos Anónimos que pondría la sobriedad al alcance de
más de 5,000 alcohólicos que iban a pasar por el pabellón alcohólico de Santo Tomás
hasta la muerte del Dr. Bob en 950. Pero en ~939, cuando aquel primer paciente estaba
pasando sudores y temblores, recuperándose en la floristería, los administradores del
hospital no tenían la menor sospecha de que Santo Tomás había llegado a ser la primera
institución religiosa en abrir sus puertas a Alcohólicos Anónimos.
Poco tiempo antes de que el Dr. Bob dejara este mundo, se me pidió que escribiera una
dedicación para una placa que estaría colgada en la pared del pabellón alcohólico y que
conmemoraría los grandes acontecimientos que allí habían tenido lugar.
Dos años después de la muerte del Dr. Bob, la orden a la cual pertenece la Hna. Ignacia
la trasladó al Hospital de la Caridad de Cleveland.
Ninguna historia de las actividades de los hospitales religiosos de esta área podría
considerarse completa sin una mención de lo que había pasado en el Hospital de la
Caridad en los años anteriores a la llegada de la Hna. Ignacia.
Los pioneros de AA tendrán sin duda un recuerdo de la magnífica publicidad que nos
dio el Plain Dealer de Cleveland en el otoño de 1939. Cuando se publicaron estos
artículos, apenas había veinte miembros de AA en esa ciudad. Debido a que los
artículos fueron apareciendo durante unos diez días consecutivos, acompañados por
comentarios muy favorecedores, suscitaron un inmenso interés y una gran emoción. La
pequeña banda de alcohólicos, algunos de ellos con sólo seis meses de sobriedad, se
vieron inundados de centenares de llamadas telefónicas y súplicas desesperadas de
ayuda. El Plain Dealer les había dicho: "Vengan y aprovéchenlo." Y asilo hicieron.
Los pioneros de Cleveland demostraron que silo seria. Fueron ingresando a sus
candidatos en hospitales de todas partes de la ciudad a la buena de Dios. Nadie sabia si
se iban a pagar las cuentas médicas. Un miembro de AA aparecía de súbito al lado de la
cama de un principiante para levantarlo y llevarlo a una reunión. Ese nuevo, a su vez, en
seguida se apresuraba a visitar a otro para decirle las buenas nuevas. Allí mismo nos
dimos cuenta de que nuestros miembros más recién llegados podían sembrar la semilla
de la sobriedad casi tan bien como lo podía hacer cualquiera. De este tumulto de
actividad pronto se desprendió la gran idea de un apadrinamiento personal organizado
de todo principiante, hombre o mujer.
En el corto espacio de un año desde que la Hna. Ignacia llegó a la Caridad, mil
alcohólicos han visto allí la luz de su nuevo día. La Hna. Ignacia, que se ha mantenido
en contacto con muchos de ellos, cree que unos 700 están sobrios en este momento.
La correspondencia entre
Bill W. y Yale
Febrero de 1978
principios de 1954, Bill W. se negó a aceptar un titulo honorario de doctor en derecho
que le había ofrecido la Universidad de Yale. A continuación aparece la
correspondencia entre Bill y Reuben A. Holden, en aquel entonces secretario de la
universidad. El intercambio de cartas se inició después de una visita personal del Sr.
Holden y el Profesor Selden Bacon a Bill en 1954.
21 de enero de 1954
Le envío adjunto un borrador del texto que pudiera leerse al hacerle entrega del
propuesto título honorario el día 7 de junio.
Muy cordialmente,
Reuben A. Holden
W.W.
Yale se siente orgullosa de rendir homenaje a esta gran asamblea anónima de hombres y
mujeres, confiriéndole a Ud., digno representante de su noble objetivo, este título de
Doctor en Derecho, con todos sus correspondientes derechos y privilegios.
2 de febrero de 1954
Si la aceptara, los beneficios a corto plazo para Alcohólicos Anónimos y para las
legiones de personas que todavía sufren de nuestra enfermedad, serían considerables y
de un alcance mundial. No tengo la menor duda de que una muestra de apoyo tan
potente aceleraría grandemente la aprobación pública de AA en todas partes. Por lo
tanto, solamente la más contundente razón podría moverme a privar a Alcohólicos
Anónimos de una oportunidad de esta envergadura.
Debido a que hemos tenido ya mucha experiencia concreta en este principio vital, hoy
en día todo miembro juicioso de AA es de la opinión de que si, en los años venideros,
seguimos practicando este principio de manera absoluta, servirá para garantizar nuestra
eficacia y nuestra unidad, refrenando fuertemente a todos aquellos para quienes el
reconocimiento y los honores públicos no son sino un trampolín hacia la dominación y
el poder personal.
Al igual que otros hombres y mujeres, los AA miramos con profunda aprensión la
tremenda lucha por el poder que se desenvuelve a nuestro alrededor, una lucha de
múltiples formas que invade todos los aspectos de la vida, desgarrando nuestra
sociedad. Creo que los AA tenemos la suerte de damos cuenta claramente de que tales
fuerzas no deben regir nunca entre nosotros, porque serían nuestra perdición.
Aunque pueda ser una excepción muy inusitada, me pregunto si la Yale Corporation
consideraría la posibilidad de rendir este honor a la Comunidad de AA en si misma, sin
presentarme a mí el título. En tal eventualidad, yo gustosamente haría acto de presencia
para aceptarlo en nombre de nuestra Sociedad. Si le parece deseable entablar una
discusión sobre esta posibilidad, no vacilaré en ir a New Haven.
Con gratitud,
William G.W.
8 de febrero de 1954,
Todos los miembros del comité me han pedido que le comunique, de la manera más
sincera que pueda, lo profundamente agradecidos que le están a Ud. por haber
considerado su invitación tan atentamente, tan seriamente y tan generosamente.
Comprendemos perfectamente sus sentimientos al respecto, y nos gustaría si
pudiéramos mostrarle la alta estima en que les tenemos a usted y a Alcohólicos
Anónimos. No dudo de que algún día tendremos la oportunidad de hacerlo.
Mientras tanto, me veo obligado a decirle también que fue el parecer del comité que los
títulos honorarios, como los títulos de caballero, solo se pueden conferir a individuos y
que, siendo ésta la tradición, con referencia a la posibilidad que Ud. nos propone en el
último párrafo de su carta, sería lógico considerar otra forma, distinta a la de otorgarles
un título honorario, de poder manifestar el reconocimiento que nos gustaría conceder a
su organización. Espero que sea posible hacerlo.
Le envío los más calurosos saludos del presidente de la Universidad Yale y de todos los
miembros de la corporación, y le expreso nuestra mas sincera admiración y mejores
deseos para que sigan prosperando en los trabajos que ya han contribuido tanto al
bienestar de nuestro país.
Muy cordialmente,
Reuben A. Holden
Estimado Sr. Holden,
Con gran alivio y gratitud hemos leído su carta del 8 de febrero, en la que nos notifica
los sentimientos de la Yale Corporation con respecto a mi decisión de negarme a aceptar
el título de Doctor en Derecho. La guardaré para siempre como un precioso tesoro.
es anónimo
Enero de 1955
oy día, como nunca hasta ahora, la lucha por el poder, la influencia y la riqueza está
desgarrando la civilización. Hombre contra hombre, familia contra familia, nación
contra nación.
Casi todos los involucrados en esta competencia salvaje mantienen que su objetivo es la
paz y la justicia, para ellos mismos, para sus vecinos y para sus países: Danos poder y
tendremos justicia; danos fama y daremos un ejemplo admirable; danos dinero y
estaremos cómodos y felices. En todas partes del mundo, hay multitud de gente que lo
cree, y que se comporta consecuentemente. Con esta borrachera seca, la sociedad parece
irse tambaleando por un callejón sin salida. Se ve claramente la señal de aviso. Dice:
"Desastre".
¿Qué tiene que ver todo esto con el anonimato, y con Alcohólicos Anónimos?
Nosotros los AA ya debemos saberlo. Casi todos hemos andado por este callejón sin
salida. Impulsados por el alcohol y la autojustificación, muchos de nosotros hemos
perseguido los fantasmas de la vanidad y la riqueza hasta la misma señal de desastre.
Luego encontramos AA. Dimos la vuelta y nos encontramos en otro camino, donde las
señales no hacían ninguna referencia al poder, al renombre ni a la riqueza. Las nuevas
señales indicaban "el camino hacia la cordura y la serenidad - el peaje es el
autosacrificio."
Nuestro nuevo libro, Doce Pasos y Doce Tradiciones, dice "el anonimato es la mejor
protección que nuestra Comunidad pueda tener." También dice, "la esencia espiritual
del anonimato es el sacrificio."
Repasemos los veinte años de experiencia de AA para ver cómo llegamos a esta
creencia ahora expresada en nuestras Tradiciones Once y Doce.
Primero, sacrificarnos el alcohol. Tuvimos que hacerlo; si no, nos habría matado. Pero
no podíamos deshacemos del alcohol mientras no hiciéramos otros sacrificios.
Teníamos que renunciar a la petulancia y al razonamiento farsante. Teníamos que echar
por la ventana la autojustificación, la autoconmiseración, y la ira. Teníamos que
abandonar el alocado concurso por ganar prestigio personal y grandes cantidades de
dinero. Teníamos que asumir personalmente la responsabilidad de nuestra lamentable
situación y dejar de culpar a otros por ella.
¿Eran estas acciones sacrificios? Sí, lo eran. Para ganar la suficiente humildad y
dignidad como para sobrevivir, teníamos que abandonar lo que habría sido nuestra más
querida posesión: nuestras ambiciones y nuestra vanidad.
Pero aun no bastaba con esto. El sacrificio tenía que ir aún más lejos. Era necesario que
otra gente sacara provecho. Así que hicimos algunos trabajos de Paso Doce;
comenzamos a llevar el mensaje de AA. Sacrificamos tiempo, energía y nuestro propio
dinero para hacerlo. No podríamos mantener lo que teníamos a menos que se lo
entregáramos a otros.
¿Les exigíamos a esta gente que nos devolvieran algo? ¿Les pedimos que nos dieran
poder sobre sus vidas, renombre por nuestras buenas obras, o un centavo de su dinero?
No. Llegamos a darnos cuenta de que, si exigíamos cualquiera de estas cosas, nuestro
trabajo de Paso Doce no surtiría efecto. Entonces, teníamos que sacrificar estos deseos
naturales; si no lo hacíamos, aquellos con quienes trabajábamos recibían poca o ninguna
sobriedad, al igual que nosotros.
Así nos dimos cuenta de que el sacrificio tenía que producir un beneficio doble, o
produciría muy poco. Empezamos a conocer la forma de dar de nosotros mismos que no
tiene precio.
Poco tiempo después de formarse nuestro primer grupo de AA, aprendimos mucho más
sobre esto. Descubrimos que cada uno de nosotros tenía que estar dispuesto a hacer
sacrificios para el bien del grupo, para nuestro bienestar común. El grupo, a su vez,
descubrió que tenía que renunciar a muchos de sus propios derechos para protección y
bienestar de cada miembro, y para AA en su totalidad. Si no se hicieran estos
sacrificios, AA no podría sobrevivir.
Vistas bajo este aspecto, las tradiciones de AA no son más que una lista de sacrificios
que la experiencia de veinte años nos ha enseñado que tenemos que hacer, individual y
colectivamente, para asegurar que AA sobreviva en buena salud.
Con nuestras Doce Tradiciones, nos hemos opuesto a casi toda tendencia del mundo
exterior.
Hace ya años, un jugador de béisbol logró la sobriedad por medio de AA. Debido a que
su vuelta a la escena fue tan espectacular, recibió una tremenda ovación personal de la
prensa, y se atribuyó una gran parte del mérito a Alcohólicos Anónimos. Millones de
aficionados del deporte lo vieron identificado, por su nombre completo y su foto, como
miembro de AA. Nos beneficiamos mucho de esto: los alcohólicos vinieron en tropel.
Estábamos encantados. Yo me emocionaba especialmente porque me metió ideas en la
cabeza.
Luego llegaron las primeras nubes para oscurecer este cielo de azul ininterrumpido. Se
oía murmurar a los escépticos de AA, diciendo: "Este tipo, Bill, está acaparando la
publicidad; el Dr. Bob no está recibiendo su debida parte." O, "supongamos que se le
sube a la cabeza esta publicidad y se nos emborracha."
Esto me hirió. ¿Cómo podían perseguirme cuando yo estaba haciendo tanto bien? Les
dije a mis críticos que estábamos en los Estados Unidos. ¿No sabían que yo tenía
libertad de expresión? ¿No es cierto que este país y todos los demás son dirigidos por
líderes de nombres bien conocidos? El anonimato quizás era lo indicado para el
miembro medio de AA. Pero los cofundadores deben ser excepciones. El público tenía
indudablemente el derecho de saber quiénes éramos nosotros.
Los que verdaderamente ambicionan el poder (los sedientos de prestigio, gente como
yo) tardaron poco tiempo en caer en la cuenta: ellos también iban a ser excepciones.
Decían que el anonimato ante el público era únicamente para los tímidos; los más
intrépidos y atrevidos como ellos, debían volver la cara hacia las cámaras y darse a
conocer como miembros de AA. Este tipo de valor pronto pondría fin al estigma que
acompaña al alcohólico. El público se daría cuenta inmediatamente de que los
alcohólicos recuperados podían convertirse en ciudadanos dignos y diligentes. Así que
cada vez más miembros fueron rompiendo su anonimato, todos por el bien de AA. ¿Qué
tenía de malo fotografiar a un borracho con el gobernador? Ambos merecían el honor,
¿no? Y así andábamos a toda carrera, a lo largo del callejón sin salida.
La pega estaba en que nuestro amigo AA tendría que romper su anonimato: cada
anuncio de publicidad y toda la propaganda publicada llevaría su nombre completo y se
le identificaría como miembro de AA. Esto, por supuesto, tendría que causar
necesariamente al público la impresión de que AA estaba a favor de la "educación," al
estilo de los comerciantes de licor.
No tardó mucho en surgir otra evidencia, Otro miembro comenzó a metemos en una
empresa de publicidad. Había sido contratado por una compañía de seguros de vida para
presentar una serie de "conferencias" acerca de Alcohólicos Anónimos que iban a ser
emitidas por una red nacional de radio. Esto, por supuesto, daría publicidad a los
seguros de vida, así como a Alcohólicos Anónimos - y naturalmente a nuestro amigo -
todo en una única y atractiva presentación.
En la Sede de AA, repasamos las propuestas conferencias. Eran una mezcla de las ideas
y principios de AA y las creencias religiosas personales de nuestro amigo. Esto podría
crear en el público una falsa imagen nuestra. Se despertarían prejuicios religiosos en
contra de AA. Así que nos opusimos.
Nuestro amigo no tardó en dirigirnos una airada carta, diciendo que se sentía
"inspirado" para dar estas conferencias, y que no teníamos derecho ni razón de interferir
en su libertad de expresión. Aunque le iban a pagar por su trabajo, lo único que tenía en
mente era el bienestar de AA. Y si nosotros no sabíamos lo que podría beneficiamos,
mala suerte. Nosotros y la junta de custodios podríamos irnos directamente al diablo.
Las conferencias iban a ser emitidas.
Esto nos presentó un dilema. Con solo romper su anonimato y aprovechar el nombre de
AA para su propio beneficio, nuestro amigo podría apoderarse de nuestras relaciones
públicas, involucrarnos en cuestiones religiosas, meternos en el negocio de la publicidad
y, por hacer todas esas buenas obras, la compañía de seguros le compensaría con unos
honorarios sustanciales.
¿Significaba esto que cualquier miembro descaminado podría poner nuestra Comunidad
en peligro en cualquier momento o lugar sólo con romper su anonimato y decirse a si
mismo cuánto bien nos iba a hacer a nosotros? Nos imaginábamos que todos los
"publicitarios" de AA irían buscando el patrocinio comercial, utilizando el nombre de
AA para vender todo, desde las tortillas hasta el jugo de toronja.
Teníamos que hacer algo. Escribimos a nuestro amigo recordándole que AA también
tenía libertad de expresión. No nos opondríamos a él públicamente, pero le podíamos
prometer que la empresa patrocinadora recibiría millares de cartas de queja por parte de
miembros de AA sise emitiera el programa. Nuestro amigo abandonó el proyecto.
Luego surgieron los problemas económicos relacionados con el anonimato roto. En esta
época, la mayoría de los miembros creían que debíamos dejar de solicitar fondos al
público para los propósitos de AA. No obstante, el proyecto educativo de mi amiga,
patrocinado por la universidad, había crecido rápidamente. Ella tenía necesidad legítima
de dinero, y en grandes cantidades. Por consiguiente, lo solicitó al público, haciendo
campañas con este fin. Ya que era miembro de AA y seguía diciéndolo, muchos
contribuidores se encontraban confusos. Creían que AA trabajaba en el campo de la
educación, o creían que era AA en si misma la que estaba recogiendo fondos, aunque no
lo estaba haciendo, ni quería hacerlo.
Este precedente dio impulso a todo tipo de solicitudes públicas de dinero por parte de
AA - dinero para "granjas de desintoxicación," empresas de Paso Doce, pensiones de
AA, clubs, etc. - todas alimentadas en gran parte por rupturas de anonimato.
Luego nos sorprendió saber que nos habían comprometido en la política partidista, esta
vez para el bien de un solo individuo. Un miembro, candidato a un cargo público, iba
salpicando libremente su propaganda política con el hecho de que era miembro de AA
y, por deducción, estaba "sobrio como un juez." Ya que AA gozaba de una gran
popularidad en su estado, creía que esto contribuiría a su victoria en el día de
elecciones.
Tal vez la mejor historia de este tipo es la que cuenta cómo se utilizó el nombre de AA
para reforzar los argumentos en un pleito por difamación. Llegó a manos de un
miembro, cuyo nombre y cuyos logros profesionales son conocidos en tres continentes,
un carta, la cual, según su parecer, perjudicaba su reputación profesional. Creía que se
debía hacer algo al respecto, y su abogado, también miembro de AA, estaba de acuerdo.
Daban por sentado que tanto el público como AA se sentirían justamente indignados si
se expusieran los hechos. En seguida, aparecieron en varios periódicos reportajes en
primera plana que informaban que AA estaba apoyando a una mujer, miembro de la
Comunidad - nombre completo, por supuesto - con la esperanza de que ella ganara su
pleito por difamación. Poco tiempo después, un locutor de radio bien conocido dijo la
misma cosa a sus oyentes, un auditorio de unos doce millones de personas. Estos
acontecimientos demostraron nuevamente que era posible aprovecharse del nombre de
AA con motivos puramente personales - y esta vez a escala nacional.
Nos enseñan que nosotros los alcohólicos somos los racionalizadores más grandes del
mundo; que, fortalecidos por el pretexto de hacer buenas cosas para AA, con romper
nuestro anonimato, podemos reanudar nuestra vieja búsqueda desastrosa del poder y del
prestigio personales, del honor público y del dinero: los mismos impulsos implacables
que antes, al ser frustrados, nos hicieron beber; las misma fuerzas que hoy en día
desgarran el mundo. Además, ponen bien en claro el hecho de que una cantidad
suficientemente grande de gente que rompieran su anonimato de una manera
sensacionalista, podrían arrastrar consigo a nuestra Comunidad entera a aquel ruinoso
callejón sin salida.
Así que estamos seguros de que, si estas fuerzas llegaran algún día a dominar nuestra
Comunidad, nosotros pereceríamos, tal como han perecido otras sociedades en el curso
de la historia humana. No supongamos ni por un momento que los alcohólicos
recuperados somos mejores o más fuertes que los demás, ni que el haber pasado veinte
años sin problemas insuperables asegura que siempre será así.
Nuestra mayor y verdadera esperanza está en el hecho de que nuestra experiencia total,
como alcohólicos y como miembros de AA, nos ha enseñado, por fin, el poder inmenso
de estas fuerzas de autodestrucción. Estas lecciones, difíciles de aprender, nos han
convertido en gente dispuesta a hacer cualquier sacrificio que sea necesario para
preservar nuestra querida Comunidad.
Por esta razón, consideramos el anonimato a nivel público como nuestra mejor
protección contra nosotros mismos, como el guardián de todas nuestras Tradiciones, y el
más apropiado símbolo del autosacrificio que conozcamos.
Por supuesto, ningún AA tiene que ser anónimo respecto a su familia, sus amigos o sus
vecinos. Por lo general, en estos casos es bueno y sensato revelar que se es miembro. Ni
tampoco existe ningún peligro especial cuando hablamos en las reuniones de grupo de
AA, o en las semipúblicas, con tal de que no se publiquen los apellidos en los reportajes
de la prensa.
Ahora nos damos perfecta cuenta de que un cien por cien de anonimato personal ante el
público es tan importante para la vida de AA como es un cien por cien de sobriedad
para la vida de todo miembro. Este no es un consejo motivado por el temor; es la voz
prudente de una larga experiencia. Estoy convencido de que la escucharemos; que
haremos todo sacrificio necesario. De hecho, ya la hemos escuchado. Hoy en día, no son
sino un mero puñado de miembros los que rompen su anonimato.
Eso lo digo con toda la seriedad que me es posible; lo digo porque sé lo que es
realmente la tentación de la fama y del dinero. Lo puedo decir por haber sido uno de los
que han roto su anonimato. Doy gracias a Dios porque la voz de la experiencia y los
consejos de mis sabios amigos me apartaran de la senda peligrosa, por la que pudiera
haber llevado a nuestra Comunidad entera. De esta manera llegué a saber que lo
temporal y aparentemente bueno puede ser a menudo el enemigo mortal de lo
permanente y mejor. Al tratarse de la supervivencia de AA, nada que no sea nuestro
mejor esfuerzo será lo suficientemente bueno.
Hay otra razón por la que queremos mantener un cien por cien de anonimato, de la cual
a menudo no se hace caso. En vez de atraer más publicidad para nosotros, las repetidas
rupturas de anonimato pueden perjudicar gravemente las buenas relaciones que tenemos
ahora tanto con la prensa como con el público. Puede que acabemos con mala prensa y
poca confianza por parte del público.
Ya hace muchos años que las emisoras de noticias de todas partes del mundo nos
inundan de publicidad entusiástica, una corriente constante fuera de toda proporción con
la significación real de los acontecimientos en cuestión. Los editores nos dicen por qué
lo hacen. Nos dan más tiempo y espacio porque tienen una confianza absoluta en AA.
La misma base de esta confianza, explican, es nuestra insistencia continua en el
anonimato personal ante la prensa.
Esta, nos dicen, es la razón primordial de su inmensa buena voluntad. Por esta razón, a
tiempo y a destiempo, siguen llevando el mensaje de recuperación de AA al mundo
entero.
Si, a causa de una cantidad de rupturas de anonimato, acabáramos haciendo que la
prensa, el público y los alcohólicos enfermos pusieran en duda nuestros motivos,
perderíamos esta ventaja inapreciable y, al mismo tiempo, a multitud de posibles
miembros. Entonces, Alcohólicos Anónimos dejaría de recibir buena publicidad;
recibiría menos y mala. Por lo tanto, es fácil adivinar lo que esto podría significar para
nuestro futuro. Ya que la mayoría de nosotros ya lo hemos adivinado, y el resto de
nosotros pronto lo adivinará, tengo completa certeza que ese día funesto nunca le llegará
a nuestra Sociedad.
Ya hace mucho tiempo que el Dr. Bob y yo hacemos todo lo posible para mantener la
Tradición de anonimato. Justo antes de que el Dr. Bob se muriera, algunos amigos
suyos sugirieron que se debiera erigir un monumento o mausoleo en honor de él y de su
esposa, Anne - algo apropiado para un cofundador. El Dr. Bob, agradeciéndoles, lo
rechazó. Poco tiempo después, al contarme la historia, él me sonrió y dijo: "Por amor de
Dios, Bill, ¿por qué no nos entierran como a los demás?"
El verano pasado, visité el cementerio de Akron donde yacen Bob y Anne. La sencilla
lápida mortuoria no dice ni una palabra acerca de Alcohólicos Anónimos. Eso me alegró
tanto que lloré. ¿Puede ser que esta pareja maravillosa llevara el anonimato personal
demasiado lejos, negándose a utilizar las palabras "Alcohólicos Anónimos" incluso en
su propia lápida mortuoria?
No lo creo. A mime parece que este magnífico y final ejemplo de humildad será de un
valor más perdurable para AA que cualquier publicidad espectacular o mausoleo
majestuoso.
No tenemos que ir a Akron, Ohio, para ver el monumento del Dr. Bob. Su verdadero
monumento se puede ver dondequiera que se encuentre AA. Volvamos a mirar su
auténtica inscripción - una única palabra, grabada por nosotros los AA. Esa palabra es
sacrificio.
Noviembre de 1957
qui en los Estados Unidos nos vamos acercando al Día de Acción de Gracias. Todos en
la Comunidad de AA, entrados en el espíritu de esta ocasión, nos alegramos,
agradecidos por las bendiciones que nuestra Sociedad nos ha dado. También es
tradicional en esta época hacer una evaluación de nuestro progreso como Comunidad.
Nos fijamos en nuestra Sociedad y preguntamos: "¿Cómo nos encontramos?"
Las Doce Tradiciones son la regla que utilizamos para medir nuestro progreso. "¿Hasta
qué punto nos apegamos a las Doce Tradiciones?" es la pregunta primordial de la
Semana de Acción de Gracias. Cada año que pasa, vemos cada vez más claramente que
la adhesión a nuestros principios tradicionales, adquiridos a duras penas, es la base de
nuestra unidad y de nuestra eficacia en llevar el mensaje; que la indiferencia, la falta de
comprensión, o la rebeldía contra estos principios podrían llevarnos a unas disensiones
globales y, tal vez, a la ruina. Nos damos perfecta cuenta de que la práctica de las Doce
Tradiciones es tan esencial para la vida de AA en su totalidad como lo es la práctica de
los Doce Pasos para la vida y la sobriedad de cada miembro.
El Grapevine me ha pedido que escriba un articulo acerca de las Tradiciones para este
número. Por consiguiente, he escogido como tema aquellas que tratan del asunto, a
menudo mal comprendido y a veces poco popular, del dinero. En cuanto a este tema,
nuestras Tradiciones hacen dos cortas y sencillas declaraciones. La Séptima Tradición
dice: "Todo grupo de AA debe mantener se completamente así mismo, negándose a
recibir contribuciones de afuera." La Octava Tradición dice: "AA nunca tendrá carácter
profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."
Estas pocas palabras están repletas de una gran significación. En ellas vemos los
resultados de las inmensas controversias y luchas de nuestra época pionera, en la que
llegamos a damos cuenta de que AA tendría que formular algunas normas viables y bien
fundadas en lo concerniente al dinero para evitar la ineficacia perpetua y la posible
ruina. Si hemos tomado alguna cuestión en serio, ha sido la del dinero.
Los debates sobre el dinero en esa época oscilaban alocadamente entre dos opiniones
extremas. Los conservadores decían que AA, como tal, no debe utilizar ningún dinero.
Las reuniones tendrían lugar exclusivamente en nuestras casas particulares; podríamos
diseminar nuestro mensaje únicamente de palabra. No habría publicidad, ni literatura, ni
tesoreros, ni comités, ni intergrupos, ni custodios. No habría trabajadores asalariados; y
por lo tanto no habría un ejército de burócratas ni ninguna posibilidad de establecer un
gobierno. Al negarnos a recoger dinero, estaríamos completamente apartados del mundo
de los negocios. Todo se haría espontáneamente, y cada miembro seguiría la voz de su
propia conciencia. Los conservadores decían a gritos, "No nos dejes caer en la
tentación. Mantengámoslo así de simple."
Al otro extremo estaban los radicales, los promotores. Decían que teníamos que tener
vastas sumas de dinero. Teníamos que contratar a agentes de prensa; necesitaríamos
grandes obras de literatura. Tendríamos que ser propietarios de cadenas de hospitales;
habría necesidad de regimientos de trabajadores asalariados de todo tipo, incluso
misioneros pagados para llevar el mensaje a ciudades lejanas y países remotos. En
cuanto nos pusiéramos en marcha, tendríamos que celebrar grandes reuniones públicas.
Escuadras de miembros en camiones con altavoces atravesarían el país. A medida que
se nos unieran mujeres y hombres famosos, ellos gustosamente pregonarían las buenas
nuevas desde los tejados. De esta forma, el mensaje de AA, puro y sin desvirtuar, daría
la vuelta al mundo tan rápido como lo hizo el famoso protagonista de Julio Verne - ¡en
solo ochenta días! Para los promotores, no había sueño que no fuera posible, ni idea
demasiado grandiosa. Y, ¿de dónde sacarían el dinero? Del público, por supuesto. Los
ricos nos enviarían millones.
Hoy podemos ver que los conservadores habrían hecho que nos pudriéramos por no
hacer nada. Por otro lado, los promotores sin duda nos habrían llevado a la ruina por
intentar hacerlo todo.
El proceso de separar lo sensato de lo insensato fue largo y doloroso. Estábamos
tremendamente confundidos porque nadie tenia el monopolio de la sensatez. Los
conservadores, con su prudencia, parecían tener razón cuando decían que grandes
cantidades de dinero nos pondrían en peligro. Pero cuando el temor llevaba la ventaja, y
ellos insistían en no tener dinero ni ningún tipo de servicio, parecía que estaban soltando
puras necedades. Su programa solo podría conducir a una gran confusión y a un
progreso a paso de tortuga. Así ocurría también con los promotores. Por su entusiasmo,
a veces abogaban por proyectos peligrosos. No obstante, a veces la sabiduría estaba de
su parte.
Lentamente, a medida que los martillos de los promotores seguían golpeando los
obstinados yunques de los conservadores, se iban forjando nuestras dos Tradiciones
respecto al dinero.
No obstante, esta clara necesidad nos planteaba la cuestión del profesionalismo. En los
primeros días existía un temor bastante generalizado y justificado de que AA se viera
cargada con una clase de trabajadores de Paso Doce asalariados - gente que querría
tener sueldos u honorarios por llevar el mensaje de AA de persona a persona y cara-a-
cara. No tardamos mucho en darnos cuenta de que tal eventualidad aniquilaría el
espíritu de nuestra misión. No se podía vender el Paso Doce por dinero.
Sin embargo, hasta cierto punto los radicales se habían salido con la suya. AA tenía que
tener algunos trabajadores a sueldo, aunque sólo fuera unos pocos. Al final, nos dimos
cuenta de que a esta gente se le pagaba principalmente por hacer posible un trabajo de
Paso Doce bueno y eficaz. Hoy no se les considera en absoluto como profesionales y
tratamos de pagarles bien. Figuran entre los AA más dedicados que conocemos. Por
consiguiente, la Octava Tradición dice: "Alcohólicos Anónimos nunca tendrá carácter
profesional, pero nuestros centros de servicio pueden emplear trabajadores especiales."
Poco tiempo después de redactar esta Tradición, en un momento en que teníamos una
necesidad urgente de dinero, los custodios de AA rehusaron un legado de $1 0,000. Era
una época en que las contribuciones de los grupos de AA no alcanzaban a mantener, por
un considerable margen, su propia Sede mundial.
Para terminar: Nuestra manera de vida espiritual está asegurada para las futuras
generaciones si, como Sociedad, no caemos en la tentación de aceptar dinero de fuentes
ajenas. Pero esto nos deja con una responsabilidad - que todo miembro debe
comprender. No podemos ser tacaños cuando el tesorero de nuestro grupo pasa el
sombrero. Nuestros grupos, nuestras áreas, y AA en su totalidad no funcionarán a
menos que dispongamos de servicios adecuados y se paguen los gastos que entrañen.
Febrero 1958
al vez no haya sufrimiento más terrible que la drogadicción, sobre todo el producido por
la morfina, la heroína y otros narcóticos. Estas drogas le tuercen la mente al adieto y la
carencia de la droga le atormenta atrozmente el cuerpo. Comparados con el adicto en su
sufrimiento, nosotros los alcohólicos no lo pasamos mal. Los barbitúricos, cuando se
abusa de ellos, pueden ser casi tan perniciosos. En AA tenemos miembros que han
experimentado grandes recuperaciones, tanto de la botella como de la aguja. También
tenemos una gran cantidad de miembros que fueron - todavía son - víctimas de las
píldoras narcotizantes e incluso los nuevos tranquilizantes.
Por lo tanto, este problema de la drogadicción en sus varias formas nos atañe a todos.
Provoca nuestro más profundo interés y compasión. Vemos por todas partes una legión
de hombres y mujeres que se esfuerzan de esta manera por resolver sus problemas o por
escapar de ellos. Muchos AA, en particular aquellos que han sufrido de estas adicciones,
ahora se preguntan: "¿Qué podemos hacer acerca del problema de las drogas - dentro y
fuera de nuestra Comunidad?".
Debido al hecho de que ya existen varios proyectos para ayudar a los que toman
píldoras y drogas - proyectos que hacen uso de los Doce Pasos de AA, y en los cuales
trabajan miembros de AA - ha surgido una multitud de preguntas sobre cómo estos
esfuerzos, que ya han tenido bastante éxito, pueden ser relacionados correctamente con
los grupos de AA y con AA como un todo.
Algunas de las preguntas especificas son: (1) ¿Puede hacerse miembro de AA un adicto
a drogas o píldoras que no es alcohólico? (2) ¿Se puede llevar a tal persona a una
reunión abierta de AA, como visitante, para darle ayuda o inspiración? (3) ¿Puede
hacerse miembro de AA un individuo que toma drogas o píldoras, que también ha
tenido un verdadero problema con la bebida? (4) ¿Pueden los AA que han sufrido del
alcoholismo y de la drogadicción formar grupos especiales para ayudar a otros AA que
tienen problemas con las drogas? (5) ¿Puede un grupo especial de esta índole llamarse
un grupo de AA? (6) ¿Puede un grupo de esta índole tener miembros no alcohólicos que
toman drogas? (7) Si se permitiese esto, ¿se debería hacer creer a los adictos no
alcohólicos que se han hecho miembros de AA? (8) ¿Hay algún inconveniente en que
los AA que han tenido el problema doble se afilien a grupos ajenos, tal como Narcóticos
Anónimos?
Aunque las respuestas a algunas de estas preguntas son patentes, otras no lo son. Pero,
según creo yo, todos los problemas enunciados pueden resolverse, a satisfacción de
todos, si tenemos en cuenta las Tradiciones de AA aplicables, y la experiencia nuestra
con los grupos especiales en los cuales los AA toman parte hoy en día - los grupos de
dentro y de fuera de la Comunidad.
Hay algunas cosas que AA no puede hacer para nadie, sean cuales sean nuestros deseos
y sentimientos individuales.
Para aclarar esto, vamos a analizar unas experiencias típicas. Años atrás, esperábamos
poder conceder la posibilidad de hacerse miembros de AA a nuestras familias y a ciertos
amigos que nos habían ayudado mucho. Ellos también tenían sus problemas, y
deseábamos acogerlos en el seno de la Comunidad. Desgraciadamente, nos dimos
cuenta de que esto no era posible. Ellos no eran capaces de dar las charlas francas de
AA; ni - con pocas excepciones - de identificarse con nuevos miembros de AA. De
aquí, no podían hacer de manera continua el trabajo de Paso Doce. Por muy íntimos
amigos nuestros que esta buena gente fuese, no pudimos permitirles hacerse miembros
de AA. Sólo podíamos recibirlos en nuestras reuniones abiertas.
Por lo tanto, no veo ningún modo de convertir los adictos no alcohólicos en miembros
de AA. La experiencia nos demuestra claramente que no podemos hacer ninguna
excepción, a pesar de que los que toman drogas sean, por así decirlo, parientes muy
cercanos de nosotros los alcohólicos. Si nos empeñamos en tratar de hacer excepciones,
me temo que esto perjudique al adicto mismo, así como también a la Comunidad de
AA. Tenemos que reconocer el hecho de que ningún individuo no alcohólico, sea cual
sea su aflicción, puede convertirse en miembro alcohólico de AA.
Uno de los mejores miembros de AA que conozco es un hombre que se había entregado
a la aguja siete años antes de hacerse miembro de la Comunidad. Pero, antes de
enviciarse en las drogas, había sido un alcohólico terrible, lo cual era confirmado por su
historia. En consecuencia, tenía el requisito para hacerse miembro de AA, y llegó a ser
uno de nosotros. Desde entonces, ha ayudado a muchos AA y algunos no-AA a hacer
frente a sus problemas con las drogas y las píldoras. Por supuesto, esto es
completamente asunto de él y no del grupo de AA al cual pertenece. En su grupo, es
miembro porque, en realidad, es alcohólico.
Esto es el total de lo que AA no puede hacer por los drogadictos, o por cualquier otra
persona.
Bueno, entonces, ¿qué es lo que se puede hacer? Algunas respuestas muy eficaces a
problemas diferentes del liberarse del alcohol siempre han sido encontradas por medio
de grupos especiales, algunos trabajando dentro de la Comunidad, otros afuera. Nuestro
primer grupo especial se formó hace años, en 1938. AA necesitaba una oficina de
servicios mundiales y un surtido de literatura. Tenía un problema de servicio con el cual
un grupo de AA, como tal, no podía enfrentarse. Por esta razón, establecimos una junta
de custodios (la Fundación Alcohólica), que se ocuparía de estos asuntos. Algunos de
los custodios eran alcohólicos, otros no. Evidentemente, esta junta no era un grupo de
AA. Más bien, era un grupo compuesto por los AA y los no-AA que se dedicaba a una
tarea especial.
Otro ejemplo: En 1940, los AA de Nueva York, sintiéndose muy solos, se instalaron en
un club. El club tenía directores y miembros de AA que pagaban cuotas. Por mucho
tiempo, los miembros y los directores del club creían que constituían un grupo de AA.
Pero, más tarde, se descubrió que el club, como tal, no les importaba nada a muchos de
los AA que asistían a las reuniones en el "Old 24th." De aquí, fue necesario separar
completamente la dirección del club (para sus actividades sociales) de la dirección del
grupo de AA que celebraba sus reuniones en aquel sitio. Pasaron muchos años de riñas
y rodeos fastidiosos, antes de que se aclarase perfectamente que un grupo de AA no
debía meterse en los negocios del club. Hoy día, por todas partes, las juntas directivas
de los clubes y los miembros que pagan cuotas se consideran grupos especiales, y no
grupos de AA.
Ha ocurrido lo mismo con respecto a los centros de desintoxicación y "las casas de Paso
Doce" dirigidos por miembros de AA. Nunca consideramos estas entidades como
grupos de AA. Está bien claro que son las actividades de individuos interesados, que
desempeñan tareas útiles y, a menudo, muy valiosas.
Hace varios años, algunos AA solían reunirse en "grupos de retiro," con un propósito
religioso. Al principio, querían llamarse a si mismos grupos AA de diversas
descripciones. Pero pronto se dieron cuenta de que esto no se podía hacer porque sus
grupos tenían un doble propósito: AA y la religión.
Así se ha comprobado que, como individuos, podemos llevar la experiencia y las ideas
de AA a cualquier esfera ajena, con tal que protejamos el anonimato y nos neguemos a
hacer uso del nombre de AA para reunir fondos o para cualquier actividad publicitaria.
No tengo la menor duda de que estas experiencias de antaño pueden servir de base para
resolver la confusión de hoy día en cuanto al problema de los narcóticos. Este es un
problema nuevo, pero la experiencia y las Tradiciones de AA que pueden resolverlo ya
son antiguas, y su valor ha sido demostrado por muchos años. Pienso que se puede
resumir así:
No podemos permitirles a los drogadictos no alcohólicos hacerse miembros de AA.
Pero, como cualquier otra persona, podrán asistir a ciertas reuniones abiertas de AA,
siempre que los grupos mismos consientan, por supuesto.
No parece haber ninguna razón por la cual varios AA no pueden juntarse, silo quieren,
con un grupo de drogadictos no alcohólicos, para resolver juntos los problemas de
alcohol y de drogas. Pero está claro que tal grupo con doble objetivo no debería insistir
en llamarse un grupo de AA, ni en incluir el nombre de AA en su título. Además, no se
debería hacer creer a los drogadictos no alcohólicos que pertenecen a este grupo que, en
virtud de este tipo de asociación, se han hecho miembros de AA.
Por supuesto, los AA interesados tienen una multitud de motivos sólidos para juntarse
con grupos de afuera que se esfuerzan por resolver los problemas de drogas, a condición
de que se respeten las Tradiciones de anonimato y de "no respaldo."
Agosto de 1958
uerido -,
Me resultó muy grato volver a tener noticias tuyas. Los ancianos nos estamos separando
cada vez más. Muy a menudo siento nostalgia por los días de antaño, y cartas como la
tuya siempre avivan los recuerdos.
Has planteado una vieja pregunta, "¿Por qué no publicamos una edición barata del libro
de AA - tal vez una edición en rústica de cincuenta centavos?" Esta pregunta, a su vez,
plantea un número considerable de nuevas preguntas, que tienen una significación tanto
práctica como espiritual.
Primero, consideremos los antecedentes históricos del asunto del libro barato. En los
años siguientes a la primera publicación del Libro Grande en 1939, al precio de $3.50,
se discutía seria y acaloradamente sobre la cuestión de un libro de bajo precio o un libro
de precio elevado. En esa época, la mayoría de los AA sin duda estaban a favor de una
obra que se vendiera por un dólar. Cuando anunciamos el precio de $3.50, hubo una
reacción muy fuerte (y, hasta cierto punto, poco razonable): "Bill nos ha fallado," "El
precio es demasiado alto para un pobre borracho," "Ya que todo en AA se da
gratuitamente, ¿por qué no regalar el libro," "Puesto que AA es no lucrativa, ¿por qué
han de tener beneficios los grupos y la Sede de Nueva York?" En cuanto a las regalías
para el Dr. Bob y para mí - pues, algunos nos calificaban de aprovechados, e incluso de
estafadores.
No obstante, nuestra historia demuestra que la mayoría a veces idealista de aquellos días
estaba gravemente equivocada. Si el libro no hubiera producido ganancias para la Sede
ni regalías para el Dr. Bob y para mi, AA habría tomado un rumbo muy distinto y
posiblemente desastroso. El Dr. Bob y la Hna. Ignacia no podrían haber cuidado a
aquellos 5,000 borrachos en sus esfuerzos pioneros en los hospitales de Akron. Yo
habría tenido que dejar de trabajar de plena dedicación hace 15 años. Nuestro libro
estaría en manos de una editorial ajena. No habría habido Doce Tradiciones ni
Conferencia de Servicios Generales. La Sede, económicamente paralizada, no podría
haber propagado el mensaje de AA por todo el mundo. De hecho, es muy posible que
hubiéramos tenido que cerrarla.
Todo eso habría sucedido sino hubiéramos podido contar con los ingresos producidos
por el Libro Grande para compensar el déficit, a menudo considerable, de las
contribuciones de los grupos a la Sede. Por ejemplo, en el período 1945-1950, en el
espacio de tres años frenéticos, vi bajar el saldo de nuestro fondo de reserva de
$100,000 a $40,000. En una ocasión durante esa época, la Oficina de Servicios
Generales y el Grapevine experimentaron un déficit combinado de $3,000 al mes. El
dinero proveniente de la venta del libro nos mantenía a flote y nos hacia posible volver a
organizar la oficina de servicio y poner en marcha la Conferencia de Servicios
Generales de hoy día. Un libro barato de AA habría sido un error práctico y espiritual de
grandes proporciones. En vez de llevar el mensaje de AA a multitud de gente, lo
habríamos llevado a muy pocos. No cabe la menor duda. Todo aquel que quiera tener un
libro en rústica a un precio de 50 centavos, debe reflexionar cuidadosamente sobre este
episodio de nuestra historia.
En los tiempos difíciles, los miembros y grupos de AA sin duda se las arreglarán para
cuidar de si mismos. Pero en tales circunstancias, ¿hasta qué punto podrían cuidar de la
Sede general? Por no habernos visto nunca en tal situación, nadie puede saberlo. Ni
siquiera podemos hacer una suposición bien fundada. Solo sabemos que nuestra Sede
sigue experimentando déficits. También sabemos que un tercio de los grupos de AA,
que representan unos 50,000 miembros, no envían nada a la Sede, ni siquiera en las
épocas de prosperidad. Por lo tanto, no tenemos ningún motivo de creer en Santa Claus.
Por esta razón hemos insistido en robustecer nuestro fondo de reserva. Es nuestra
principal protección contra el debilitamiento o el colapso de los servicios generales de
AA; esos servicios que han diseminado las buenas nuevas por todo el mundo y que
debemos mantener en plena potencia sean cuales sean las circunstancias.
Hay quienes creen que un libro de cincuenta centavos tendría poco impacto en las
ventas de nuestra edición de $4.50. Pero, ¿es así? En la Sede hemos encontrado muchos
competentes trabajadores de servicio voluntarios. Uno de ellos es el vicepresidente de
una casa editorial muy importante. Conoce bien el mercado de libros, dentro y fuera de
AA. Recalca el hecho de que libros de AA ultrabaratos, especialmente las ediciones en
rústica, perjudicaría seriamente nuestras ventas e ingresos actuales. Por lo tanto, ¿no
sería prudente preguntarnos a nosotros mismos: "Podemos permitimos el lujo de tener
esos libros baratos ahora"?
Puede que haya ciertas ventajas espirituales en tener libros baratos, pero sin duda alguna
también habría claras desventajas espirituales.