Elementos para Una Teoría Del Sujeto en Spinoza
Elementos para Una Teoría Del Sujeto en Spinoza
Elementos para Una Teoría Del Sujeto en Spinoza
en fi. Spinoza
1 FoucÁuLr, M., Las palabras y las cosas, Siglo XXI. México, 1968; p. 375 Años
antes, V. Aleixandre había escrito estos versos: «Sólo la luna sospecha la verdad
y es que el hombre no existe.
Un mar no es un lecho donde el cuerpo de un hombre
puede tenderse a solas.
Un mar no es un sudario para una muerte lúcida.»
Tomados de «No existe el hombre», en Mundo a solas, años 1934-1936.
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importancia que por sí mismas tienen, sino también por su estrecha relación con el
pensamiento de Spinoza.
126 Eugenio Fernández García
comparado la dinámica del Yo con la dialéctica del amo y el esclavo. Cir. LAcAN, J. Ecrits,
Seuil, Paris, 1966, Pp. 879-887.
4 Cfr. HEIDEGGER, M., «La época de la imagen del mundo», en Sendas perdi das, Losada,
Buenos Aires, 1960, Pp. 68-99, y Carta sobre el humanismo, Univer sidad de Chile, 1955.
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1) EL HOMBRE EXCENTRICO
Volver la mirada a los inicios de la época moderna, en los que Descartes
inaugura la concepción de la subjetividad que ha sido dominante hasta el
siglo XIX> y centrar la atención en Spinoza tiene, en primer lugar> el interés
histórico de mostrar que esa época no es tan monolítica como cree, por
ejemplo, Heidegger, sino que incluye concepciones alternativas. En segundo
lugar tiene el interés teórico propio de una de esas concepciones.
lorización de Spinoza hasta puede uno encontrarse con una afirmación tan
atrevida como ésta: «Spinoza es, en verdad, el primer filó
sofo realmente radical de la subjeti(vi)dad» 8
¿A qué se deben interpretaciones tan contrapuestas? No sólo a
malentendidos históricos, sino básicamente a que la concepción spino
zista del sujeto va contracorriente y lo hace con toda intención. Eso provoca
el rechazo por parte de las concepciones convencionales, pero
nos permite también percibir su vigencia actual. Si no queremos
caer de nuevo por la pendiente del sujeto que termina siendo objeto para sí
mismo, es preciso aprender de Spinoza más que de Descartes.
En efecto, frente a la concepción del sujeto como fenómeno especular del
«cogito’> o fortaleza levantada por el ego y sus mecanismos de
defensa ante la duda y el miedo, Spinoza se propone construir un sujeto
operante en medio de la realidad, definido por la afirmación
y no por la negación, por la transformación del mundo y no por la reclusión.
Para lograrlo es preciso evitar la trampa de concebirlo
como «un imperio dentro del imperio» No hay sujeto «puro», inme-
~.
lízación.
13 Quien crea que el pensamiento de Spinoza pasa por fases separadas por momentos
críticos de ruptura, corno sostiene A. Negri, podrá objetar que el T.I.E. pertenece a la etapa
primera y precrítica, y por tanto en vez de intro
ducir en la concepción madura del sujeto, desorienta. En contra de tal objeción hay que decir que
esa tesis de Negri es el aspecto más débil y forzado de su obra L’anomalia selvaggia,
Feltrinelli, Milano, 1981, y lejos de estar probada, suscita numerosas dificultades, como
ha señalado A. Matheron en su artículo «L>anomalie sauvage de A. Negri”, Cahiers
Spinoza, IV (1983), 39-60.
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El TIE comienza con una reflexión en tono personal que podemos glosar
así: La experiencia me ha enseñado que atribuimos a las cosas valores tras
de los cuales corremos tan ansiosa como inútilmente, porque no son en
verdad, más que proyecciones de nuestros temores y esperanzas; y en ese
extravío perdemos nuestra libertad y la posibilidad de alcanzar la felicidad.
En consecuencia, sólo si logramos
liberar nuestros deseos recuperaremos la capacidad de buscar el verdadero
bien que produce gozo constante, en vez de esa fluctuación azarosa a la que
nos tienen sometidos los falsos bienes y males ‘~.
En esta breve meditación se propone nada menos que el paso de una vida
enajenada y triste a otra libre y gozosa. Dar ese paso es la tarea de todo el
sistema de Spinoza. El bien verdadero, la libertad y el gozo que aquí se
anhelan aparecen en E. V, pref. y 36 sch. afirmados como logro. La distancia
que separa esos dos puntos es la misma que hay entre el ignorante que,
zarandeado por las causas exteriores, «tan pronto como deja de padecer deja
de ser”, y el sabio que> consciente y autor de sus acciones, goza de
verdadero contento y «nunca deja de ser’> (E. V, 42 sch3. El proyecto
intelectual y ético tiene una honda significación ontológica
El tono moralizante y ascético de las primeras páginas del TIE no debe
llevar a engaño Spinoza asume un lenguaje de conversión y predica un
nuevo ítinerarium mentís, pero dándole un sentido propio y nuevo. La
enmienda que propone es medicina mentis, terapia o, dicho claramente,
emancipación; no remordimiento ni penitencia, ni desprecio del mundo.
Justamente porque se trata de emancipación
14 E. III, 9 sch. y Def. de los Afec. 1; cfr. MISRAHT, R., Le désir et la réflexion dans la
fica que la tarea de llegar a pensar y ser por sí mismo no cuenta con ningun
punto de Arquímedes ni con garantías externas; su consistencia y su autonomía
las adquiere a lo largo del recorrido. El pensar y el actuar son como el nadar: se
aprenden tirándose al agua, esto es, abandonando la tierra firme; y adquieren
consistencia en virtud de su movilidad sobre el abismo.
Quizá esa situación resulte poco confortable, pero permite, al me nos, evitar
el escollo de la duda y superar la preocupación obsesiva y paralizante por la
seguridad y la certeza. En cambio el «cogito”, es decir, el reconocimiento
inmediato y evidente, pero vacío e inerte, de que somos, se queda en simple
refugio> a no ser que sea considerado como acción de la mente. Ahora bien>
en ese caso es preciso reconocer que la autoconciencia y la certeza no son
causas, sino efectos, notificaciones que acompañan al acto de (auto)afirmación cons-
titutiva de la mente Para saber que sé, advierte Spinoza, necesito saber antes; en
cambio para saber no necesito saber que sé y menos aún saber que sé que sé. Entre una
cosa y otra hay tanta diferencia como entre entender qué es un triángulo y
entender qué es un círculo La verdadera conciencia no es un simple reflejo
~.
del yo en el espejo del alma, sino una cualidad de las ideas verdaderas que,
como la luz, se revelan a sí mismas y son su propia norma sin sometimiento a
ninguna otra norma o criterio. El hombre tiene conciencia de sí en la medida
en que su mente actúa y es causa adecuada, es decir, autora de sus ideas. La
certeza, por su parte, tampoco es una propiedad de la conciencia> sino una
cualidad de las ideas verdaderas, consistentes y no azarosas; lo demás es
ignorancia y terquedad ~.
El factor decisivo para avanzar está, pues, en saber cómo se forman las
ideas verdaderas y cuál es su dinámica. De ahí que el método sea
26 Cfr. T.TY. cap. 7, G. III, 98-99.
27 C.M . II, cap. 6, G. 1, 246. La falta de sentido histórico y la consiguiente
dificultad para comprender cómo se gesta el sujeto humano es otra de las carencias que se
suelen reprochar a Spinoza. Contra esa opinión son testimonios elocuentes no sólo el TIE. y
el T.T.P., sino también los ensayos de «genealogia» presentes, por ejemplo, en E. 1, ap-; II,
40 sch. 1; IV praef.; y su valora
ción del tiempo como dimensión esencial de la actividad humana (cfr. E. III.
7-9).28 TER. § 34, G. II, 15.
40 sch. 2, 4147.
138 Eugenio Fernández García
Para comprender no sólo las etapas, sino también la dinámica interna del
proceso de formación del sujeto, es preciso atender con más detalle al
desarrollo de la actividad de la mente, que es el princi• pio animador de la
vida específicamente humana.
concepción del sujeto merece la pena destacar aquí que llega incluso a
identificar la idea con el entender mismo en su forma infinitiva 42 Esa
identificación significa que la idea no es
un elemento interpuesto entre el entendimiento y las cosas, ni consis• te en la
asignación de un predicado a un sujeto. La acción de entender no queda
adecuadamente analizada en el esquema: 5 es 1’, si• endo 5 y P entidades
separadas y previamente establecidas. Por el contrario, es la acción verbal no
sólo quien une a 5 y 1’, sino tam
E. 1, ax. 6.
~3
~ T.I.E. § 85, G. II, 32. El «automa spirituale» designa el modo de ser del hombre que
piensa y actúa por sí mismo, y se contrapone al modo de ser de quienes por no pensar no actúan
y son «tanquam automata quae mente omnino carent.’. TIE. § 48, G. II, 18. Cfr. DELEUZE, G., op.
cit., Pp. 135-136 y 156; PEÑA, V., El materialismo de Spinoza, p. 140, Rey. de Occidente, Madrid,
1974; CREMAScHi, S., L>autonia spirituale, PP. 51-59 y 107-116, Vita e Pensiero, Milano,
1979.
144 Eugenio Fernández García
55 Entre los elementos que Spinoza emplea para construir ese diseño, hay vados que>
a pesar de su importancia, han quedado relegados aquí por las limi taciones del
planteamiento adoptado. Entre ellos es preciso destacar: el cuer po, la dinámica propia
del «conatus», la importancia de los afectos> el poder liberador que tiene el gozo, la
instauración de una sociedad libre...