Tema 2 2023-24
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1. INTRODUCCIÓN
• Los liberales moderados: según estos, la corona debe contar con amplios poderes (soberanía
compartida Cortes-Rey) y el Estado debe ser centralizado y disponer de una autoridad fuerte,
que evite revoluciones y mantenga el derecho a la propiedad. El sufragio debe ser restringido,
reservado a los mayores contribuyentes (censitario). Las libertades están muy reguladas y
recortadas. El grueso de este liberalismo conservador está formado por los grandes
terratenientes y empresarios, buena parte de los militares, nobles, abogados y burócratas.
• Los liberales progresistas: según estos, la soberanía era nacional, con las Cortes como
institución representativa y un papel de la Corona básicamente moderador. El Estado debe
descentralizarse y permitir la designación directa en los ayuntamientos. El sufragio sería
censitario, pero con mayor base para acoger a las clases medias. Defenderá los derechos y
estará abierto a su ampliación. Su apoyo social está en las clases medias urbanas (artesanos,
comerciantes, profesores, médicos…) junto a hombres de negocios y militares.
Tanto durante las regencias como con Isabel II se suele favorecer a los moderados, hasta que la presión
social provoca que gobiernen los progresistas para evitar una inestabilidad en el Estado.
María Cristina, viuda de Fernando VII y madre de la infanta Isabel, se hace cargo de la jefatura del
Estado en nombre de su hija, pues esta cuenta únicamente con tres años cuando el rey fallece. Podemos
dividir su regencia en tres etapas, que transcurren a la par de las guerras carlistas.
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Rubén Carnero Fernández HISTORIA DE ESPAÑA IES CAPELLANÍA
Nada más ocupar la regencia, María Cristina nombra un gobierno presidido porun Ceapartido muy muy
Bermúdez, conservador
conservador. La reforma más relevante para hoy día fue la división provincial del Estado de Javier de
Burgos (1833). El inicio de la primera guerra carlista hizo a la regente variar el gobierno buscando
una mayor apertura, con Martínez de la Rosa al frente. Este político,exiliado desde 1823, es quien crea
el Estatuto Real.
Serán gobiernos cortos e inestables, como el del conde de Toreno, que disolvió los conventos que
tuvieran pocos religiosos y, de nuevo, a la orden jesuita. Este hecho rompió las relaciones con la Santa
Sede y hará que el clero apoye más al carlismo. Unas revueltas más progresistas acabaron con su
gobierno, entrando un liberal más progresista: Juan Álvarez de Mendizábal.
Durante una corta etapa moderada (Ísturiz), se produce el motín de los sargentos de La Granja, que
obligan a la regente a firmar la restitución de la Constitución de Cádiz y dar paso a un gobierno
progresista. Una novedad será el sufragio universal masculino para los gobiernos municipales. Es clave
porque los alcaldes tenían amplias funciones fiscales, asistenciales y el control de la milicia. Por eso
los progresistas tratarían de darle más competencias y los moderados intentarían evitarlo.
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El motín propició la convocatoria a Cortes Constituyentes para crear una nueva Constitución mucho
más avanzada que el Estatuto Real: la Constitución de 1837. Recogerá ideas de la de 1812, como la
definición de los tres poderes y la declaración de derechos. Pero no llega a ser tan progresista:
- Se refuerza el poder de la corona: tiene derecho a veto y comparte la labor legislativa con las
Cortes, aunque se reconociese el principio de soberanía nacional.
- Las Cortes serán bicamerales: por primera vez en la historia de España se les llamará Congreso
de los Diputados y Senado (como en la actualidad).
- La ley electoral de 1837 también es moderada. Si en Cádiz el sufragio era general masculino
ahora es censitario, solo un 2% de la población tiene rentas suficientes para poder ser votante.
Las elecciones de 1837 dieron como vencedores a los moderados y se sucederán varios gobiernos,
siendo el más duradero el de Evaristo Pérez de Castro, combinando a moderados y progresistas. En
esta etapa emergen dos líderes que serán claves durante todo el reinado: el general Narváez, de
tendencia moderada y el general Espartero, de tendencia progresista. El primer choque fue al fin de la
primera guerra carlista. Los progresistas querían una derrota sin concesiones y los moderados una
derrota honrosa que les permitiera rescatar a los carlistas menos extremos para la causa moderada.
Pero el punto de inflexión fue la aprobación de una nueva Ley de Ayuntamientos (1840) por la cual la
corona elegía a los alcaldes, a lo cual se negaban los progresistas. Una sucesión de motines en las
ciudades obligó a María Cristina a dejar la regencia y a instalarse en París.
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frente. En 1842 se produce un levantamiento en Barcelona porque las fábricas del textil catalán se ven
amenazados por la competencia inglesa (más baratos y de mayor calidad). El propio Espartero redujo
el levantamiento duramente, ordenando el bombardeo de Barcelona.
Espartero pierde apoyos, los progresistas disidentes y los moderados empujarán a la revuelta. Ésta
terminó siendo dirigida por Narváez, regresado de su exilio en París, enfrentándose al ejército de
Espartero en Torrejón de Ardoz. Derrotado, Espartero se exilió en Londres y los vencedores deciden
adelantar la mayoría de edad de la reina, entonces con trece años, acabando con las regencias.
El establecimiento del régimen liberal en España comenzó con el estallido de la Primera Guerra
Carlista, entre las fuerzas gubernamentales y los partidarios de Carlos María Isidro, hermano del rey
Fernando VII. Durante el siglo XIX estallarán dos guerras carlistas más.
• El bando isabelino (o cristino) estará construido sobre los liberales, configurado sobre todo por
las clases medias urbanas, empleados públicos, burguesía comercial e industrial, mandos
militares… Defendían la libertad política, económica y social, el laicismo y la uniformidad
territorial. Recibieron apoyo diplomático y financiero de Francia y Gran Bretaña.
• El bando carlista está respaldado por los que temen el avance del liberalismo: pequeños nobles
rurales, bajo clero, campesinado no propietario y artesanado pobre. Su divisa fue “Dios, Patria
y Rey”. Eran partidarios del absolutismo regio de origen divino y de la defensa de los intereses
de la Iglesia (diezmo, ataque a la desamortización). Con el tiempo intensificaron la defensa del
foralismo, el mantenimiento de las instituciones de gobierno autónomas en Navarra y País
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Vasco frente al centralismo de los ideales liberales. En el exterior apenas tuvieron más que
apoyo moral de países como Rusia, Austria o el Papado.
Días después de la muerte de Fernando, Carlos Mª Isidro reivindica sus derechos desde Portugal en el
Manifiesto de Abrantes. Al ser reconocido como rey en zonas de España, el conflicto se inicia.
La primera etapa de la guerra (1833-35) es un desarrollo de guerra de guerrillas en la que los carlistas
controlan País Vasco, Navarra (con la dirección del general Zumalacárregui) y zonas aisladas de
Valencia y Aragón (general Cabrera). En esta etapa el sur no conoce apenas combates. En el norte, los
carlistas no consiguen conquistar ninguna capital importante, lo que le restó apoyo diplomático. Lo
más destacable será la muerte de Zumalacárregui en el intento fallido de tomar Bilbao.
La última etapa tiene a Espartero y a los isabelinos como protagonistas, pues se lanzan a terminar con
el enemigo. Los carlistas, desmoralizados, se escinden en dos bandos. Los ultras, que quieren mantener
la guerra a toda costa, y los moderados, partidarios de una solución pacífica. Estos últimos
prevalecieron, con el general Maroto al frente, y ello condujo al Convenio de Vergara (1839),
simbolizado en el abrazo de los generales Espartero y Maroto.
Don Carlos huyó a Francia, mientras que el convenio respetaría los fueros vascos (incumplido
posteriormente por Espartero) y permitía a los soldados carlistas a ingresar en el ejército isabelino. En
cambio, el general Cabrera siguió luchando en el Maestrazgo hasta 1840.
La Segunda Guerra Carlista (1846-49) tiene su origen en el fracaso de intentar casar a Isabel II con el
hijo de Carlos Mª Isidro (el llamado ya Carlos VI). Era una vía pacífica para cerrar el conflicto que, al
no conseguirse, llevó a las armas. al conflicto tendrá su centro en Cataluña. Pese a los intentos de
Cabrera, nunca pudieron formar un ejército real y no pasó del ámbito de la guerrilla. Las partidas
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carlistas abandonaron España por la frontera francesa. Posteriormente hubo intentos de sublevación,
en 1855 en Cataluña y en 1860, la llamada Ortegada.
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876), se sitúa fuera de nuestro rango cronológico. Surge a colación
de la subida al trono de Amadeo I de Saboya y tendrá un gran impulso tras la proclamación de la I
República (1873). Con centros en Navarra, País Vasco y Cataluña, tuvieron ciertas victorias pero el
fracaso por no conquistar Bilbao y la vuelta de los Borbones fue minando sus capacidades.
Como hemos reseñado anteriormente, la reina es proclamada mayor de edad a los trece años para evitar
más problemas con el sistema de regencias, tras el pronunciamiento del general Narváez.
Con el apoyo de los sectores burgueses más conservadores, el partido moderado gobernará durante
diez años con mano dura, siendo el general Narváez su personalidad más destacada.
miembros del Senado (vitalicios). No obstante, los diputados seguían siendo elegidos por sufragio
censitario. Los derechos individuales son similares a los de 1837 pero están sin desarrollar.
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Un importante hecho fue el Concordato de 1851, por el que arreglaba la ruptura entre la Iglesia y el
Estado liberal por la desamortización. En él, la Santa Sede aceptó el hecho consumado de la
desamortización y ratificó el Patronato Regio, el derecho del Estado a presentar a los candidatos a
obispos para las sedes vacantes. España reconocía la unidad católica y la confesionalidad del Estado,
su intervención en la enseñanza y concediendo la protección del poder civil a la Iglesia.
• En 1844 se funda la Guardia Civil, cuerpo de organización militar pero con funciones civiles,
para mantener el orden público, defender propiedades y personas. Tuvo presencia sobre todo
en el medio rural (lucha contra el bandolerismo). Su fundador fue el duque de Ahumada.
• En 1845 se aprueba una nueva ley de Ayuntamientos, en la que
el gobierno se reservaba el derecho a elegir el alcalde de entre
los concejales elegidos previamente. También se creó la figura
del gobernador civil, del cual dependían los alcaldes,
normalmente los moderados de la zona. Ese control del
gobierno de la vida municipal abrió paso a la corrupción
electoral.
• Se procedió a una unificación legislativa que ayudara a la
centralización del Estado. Para ellos se adoptó el sistema
métrico decimal, se aprobó un nuevo Código Penal (1848) y en
1845 el ministro Pidal regula la instrucción pública, asumiendo
el Estado la obligación de la enseñanza como asunto público. Pedro José Pidal: "La enseñanza de la
juventud no es una mercancía que
• La Hacienda se reformó con la Ley Mon-Santillán (1845). Se pueda dejarse entregada a la codicia
mejoraba el sistema para obtener mayores ingresos y así de los especuladores, ni debe
acometer las infraestructuras y los servicios públicos (canales, equipararse a las demás industrias en
que domine sólo el interés privado"
redes telegráficas). La reforma respondía al principio de
igualdad, todos debían pagar impuestos directos en función de sus ingresos. En cambio, los
indirectos eran iguales para todos, lo que criticarían los progresistas por perjudicar a las clases
bajas. Pese a ello y a la creación del presupuesto anual, el déficit era crónico. Debemos destacar
la emisión de deuda pública que creó Bravo Murillo (1850), presidente del gobierno tras la
dimisión de Narváez.
La principal amenaza del moderantismo provenía de sus propias filas debido a las fracciones internas
del partido, a la tendencia de sus gobiernos hacia posiciones ultraconservadoras y al aumento del
malestar ante las continuas denuncias de corrupción, arbitrariedades y escándalos financieros. La
oposición política residía en los grupos carlistas, los progresistas y un nuevo grupo, los demócratas.
Los demócratas, ala izquierda del progresismo, reclamaban el sufragio universal, cortes unicamerales,
libertad religiosa y de asociación sindical y la intervención del Estado en asuntos laborales. Se trata de
una corriente a nivel europeo, participando, como en las capitales europeas, de los movimientos
revolucionarios de 1848.
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Tres hechos relevantes marcaron la obra política desarrollada durante el bienio progresista:
• Ley de Desamortización General de 1855, conocida por el ministro que la propuso, Pascual Madoz,
y que venía a completar la obra de Mendizábal. Afectaba sobre todo, al clero secular y a los bienes
municipales (bienes de propios y bienes comunales). Sus consecuencias afectarían negativamente a las
clases populares, pues redujeron sus posibilidades de subsistencia.
• Ley General de Ferrocarriles de 1855, en búsqueda de afianzar un mercado nacional. Fue la más
destacable junto a otras relacionadas con las sociedades de crédito, la banca y la minería.
• El texto constitucional de 1856 que, aunque aprobado por las Cortes, no llegó a ser promulgado
(Constitución non nata de 1856). En ella se afirmaba la soberanía nacional, el bicameralismo electivo
y otros rasgos que recordaban a la Constitución de 1837.
Entre lo más novedoso del bienio hay que mencionar el inicio de conflictos de tipo social como
consecuencia de la grave situación económica. Las movilizaciones populares generalizadas, en
demanda de la abolición de impuestos y del abaratamiento de los alimentos (carestía del grano en
Castilla, 1856), trasladaron la crisis al campo político, provocando la destitución de Espartero.
En esta etapa destacará la Unión Liberal, un partido creado y liderado por O’Donnell con vocación de
centro, que aglutinaría a núcleos progresistas y a moderados de izquierda. Esta fuerza política se
decantaba por un constitucionalismo moderado, libertad de imprenta y la promoción del desarrollo
económico. Cánovas del Castillo o los generales Prim y Serrano militaron en este partido.
La etapa se iniciaría con el llamado bienio moderado (1856-1858) en el que Narváez sería el presidente
y en el que se vuelve al estado anterior a 1854 (se detiene la desamortización, se reformó el Senado…)
El hito más importante es la Ley Moyano, por el que se ordenaba el sistema educativo y la
responsabilidad pública en el mismo. Este modelo con apenas modificaciones llegó hasta 1970.
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intervenciones junto a Gran Bretaña y Francia (Conchinchina y México), otras para recuperar
la soberanía perdida (Santo Domingo, 1861). Pero la expedición más importante sería la guerra
de Marruecos (1859-1860), tras los ataques de tribus rifeñas a Melilla. Se saldó con pequeñas
anexiones territoriales en Ceuta, Melilla y Sidi Ifni. En esta guerra destacará el general Prim.
Desde 1863 los gobiernos fueron unionistas y moderados, pero muy inestables, incapaces de sortear
con éxito la crisis económica de 1864 (quiebra ferroviaria, alza de precios agrícolas…). Las protestas
provenían desde la universidad (noche de San Daniel, 1865) y también con alzamientos progresistas
que resultarían fallidos (cuartel de San Gil, 1866). Finalmente, progresistas, demócratas y republicanos
firmaron el Pacto de Ostende (Bélgica, 1866), por el que se comprometían a derrocar a Isabel II y crear
unas cortes constituyentes elegidas por sufragio universal. Tras la muerte de O’Donnell, los unionistas
se unen al pacto. Este proceso desemboca en la “Gloriosa” de 1868, que cierra el reinado de Isabel II.
5. CONCLUSIÓN
Progresistas y moderados, protagonizan el proceso político entre 1833 y 1868 en el que se consolida
el sistema liberal burgués en España y se acaba con los últimos residuos políticos del Antiguo Régimen.
El predominio del poder fue moderado, mientras que los progresistas participaron en muy pocas
ocasiones, en gobiernos cortos, y siempre llegaron al poder mediante insurrecciones populares y
pronunciamientos militares. Con los años, surgirán nuevas fuerzas políticas de tendencias democráticas
y republicanas que llevarán finalmente a una revolución, en 1868, que destronará a Isabel
II. Posiblemente, el apoyo continuo de la corona al Partido Moderado, cuya ideología impedía la
participación de todos los ciudadanos en la vida política, iba en contra del rápido desarrollo que las
ideologías protagonizan en este siglo y, por tanto, hacía más fuertes a las insurrecciones.
Desde nuestro presente, en el que la democracia y las conquistas sociales han alcanzado hitos
importantes, puede inducirnos a observar este período como escasamente democrático, inestable y de
gobiernos sólo para la élite. Pero también hemos de reconocer que la aportación de este período logró
asentar una serie de derechos en España tales como la soberanía nacional, los intentos de establecer
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sufragio universal, la división de poderes, etc. Pilares sin los cuales no podríamos entender nuestro
funcionamiento democrático moderno.
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