Los Dogones

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Los Dogon son un pueblo que se localiza en la República de Malí (África Occidental).

Sobre
este pueblo cae un enigma realmente asombroso, posiblemente uno de los enigmas más
extraordinarios con los que se ha topado la ciencia.

Los Dogon son poseedores de una mitología tan rica como compleja. Sus leyendas contienen
conocimientos astronómicos que de ninguna forma pudieron haber obtenido por sí mismos. Esto
le plantea a la ciencia un enigma que es incapaz de explicar, y que escapa por completo a las
soluciones convencionales.

La sabiduría de este pueblo contiene datos precisos y detallados sobre el sistema solar, que en
muchos casos solo han entrado a formar parte del acervo de la astronomía moderna muy
recientemente: describen a la Luna como "seca y estéril", saben que el planeta Júpiter (al que
llaman "Dana Tolo") tiene cuatro grandes satélites, conocen los anillos de Saturno, y que los
planetas describen órbitas elípticas alrededor del Sol.

Esta noción de que los cuerpos celestes siguen órbitas elípticas alrededor de un astro principal
que se ubica en uno de los focos sólo fue aceptada por la astronomía occidental a partir
de Kepler, en el siglo XVII. También, describen a la Vía Láctea como una galaxia espiral
formada por millones de estrellas.

A parte de todo esto, incluso se refieren a la naturaleza del Sol. Ellos dicen que nuestro Sol y la
estrella Sirio esa estrella de primera magnitud, la más brillante del hemisferio Sur, en realidad
son dos soles hermanos que se desgajaron uno del otro y se formaron dos sistemas estelares
diferentes pero que tienen un mismo origen, hay que decir que la estrella Sirio está a 8'7 años
luz del Sistema Solar, una de las cinco estrellas más cercanas al sistema solar.

Sin embargo, los conceptos fundamentales de los mitos Dogon no se refieren sólo al sistema
solar. Los Dogon aseguraban conocer la existencia de una estrella (Sirio B) que es imposible de
ver a simple vista. Para ellos es las más importante del firmamento y gira alrededor de Sirio A,
la más brillante del cielo en la constelación del Can Mayor. Ambas estrellas, no ofrecen al ojo
humano más que un solo y potente foco de luz en el firmamento, lo que hace imposible distinguir
una estrella de otra.

Existía pues, la circunstancia de que los dogones conocían Sirio B, siendo conscientes además
de que era invisible. Los dibujos representativos que hacen de la órbita de Sirio B, alrededor
de Sirio A, son exactamente idénticos a los del moderno diagrama astronómico. También
aseguran que Sirio B, es una estrella muy pequeña. La llaman "Po Tolo". Continúan con la
afirmación de que a pesar de ser muy pequeña, es muy pesada, la más pesada que existe,
constituida en un material más brillante que el hierro al que denominan "Sagala". La astronomía
oficial sabe que Sirio B es una "enana blanca", una estrella muy pequeña y muy pesada.
De acuerdo a su mitología, "Po Tolo" da una vuelta alrededor de Sirio cada 50 años (según la
ciencia oficial sus cálculos se estiman en la actualidad en 50,040 años), pero además
los dogones dicen que aparte de "Po Tolo", la compañera de Sirio, existe otra estrella que es 4
veces mayor que "Po Tolo" pero sin embargo mucho más ligera en peso y que tiene una órbita
más exterior y que dura también 50 años en dar la vuelta a Sirio, y los dogones denominan
"Emme Ya" (por primera vez, en el año 1.862, el astrónomo americano Alvan Clark logró ver en
la estrella de Sirio, que no era sólo una, sino dos estrellas. Con un objetivo de 47 cm. de
diámetro pudo distinguir a la que fue conocida desde ese mismo momento como Sirio B.
Posteriormente, en una época mucho más reciente, se detectó la existencia de una tercera
estrella que completaba el sistema de Sirio, Sirio C, la "Emme Ya" de los dogones).

Dogon sand drawing of the complete


Sirius system, after Marcel Griaule and
Germaine Dieterlen.

A, Sirius;
B, Po Tolo, the object equated with Sirius
B, shown in two positions;
C, Emme Ya, the sun of women, equated
with Sirius C; D, the Nommo;
E, the Yourougou, a mythical male figure
destined to pursue his female twin;
F, the star of women, a satellite of emma
ya;
G, the sign of women;
H, the sex of women, represented by a
womb shape.

The whole system is enclosed in an oval,


representing the egg of the world.

Dicen los Dogones que "Emme Ya" es la segunda acompañante de Sirio y tiene a su vez un
pequeño satélite que gira a su alrededor y que ellos la denominan "Nyan Tolo", la estrella de las
mujeres.

Hablan de esto y además no solamente de estás compañeras invisibles de Sirio sino que incluso
dibujan las trayectorias de sus orbitas (se ha descubierto que la trayectoria que
los dogones dibujan es exactamente la misma que han descubierto los astrónomos).
Los dogones aseguran que todos sus conocimientos proceden de unos seres que llegaron a la
Tierra procedentes de "Nyan Tolo", satélite de "Emme Ya", del sistema de Sirio,
aproximadamente hacia el año 3000 A.C., y a los que denominan "Nommos"

Los "Nommos" descendieron a la Tierra en


un "arca" roja como el fuego inicialmente y volviéndose blanca cuando aterrizó. Al aterrizar
parecía como si cuatro enormes rocas chocaran entre sí, levantando una gigantesca nube de
polvo...

Los Dogon
DOGON

Una etnia relativamente primitiva del África occidental parece poseer dentro de su sabiduría tradicional
conocimientos astronómicos muy precisos sobre el sistema estelar de Sirio, que solo son factibles de
obtener utilizando refinados recursos tecnológicos. Nos referimos, por supuesto, a los Dogon.
Los mitos de este pueblo contendrían referencias claras a la invisible acompañante de Sirio, una enana
blanca que fue predicha por la ciencia en 1844 y descubierta en 1862. Aun más, la describirían con detalles
tan exactos como sorprendentes, considerándola como muy pequeña y formada por el metal mas pesado
del mundo, y con un período orbital de 50 años, virtualmente idéntico al calculado por la astronomía
occidental.
A primera vista, esto parece imposible. Un conocimiento de esa clase solo lo pueden haber recibido los
Dogon de una civilización científicamente avanzada. ¿Extraterrestre? ¿Atlante? ¿O quizás simplemente de la
civilización tecnológica geográficamente más cercana a ellos, la Occidental?

Sobre el supuesto mito Dogon se ha creado segundo mito, adventicio y moderno, que se inició cuando
Robert Temple publicó en 1975 famoso libro “The Sirius Mystery”. Este “mito sobre el mito” involucra la
visita de seres extraterrestres a la Tierra en un pasado remoto. El siguiente artículo revisa diversos aspectos
del tema. Dado que es bastante extenso, lo he dividido en dos partes por razones de comodidad. La parte I
resume los aspectos más notables y divulgados del misterio, repasa diversos aspectos de la cultura Dogon,
así como también la génesis del mito moderno y sus fuentes. La parte II está dedicada a las diferentes
explicaciones que se le han dado al problema, incluyendo una sección referente al descubrimiento de Sirio
C. También incluyo aquí las referencias que he utilizado. En el apéndice se reproduce un fragmento de uno
de los mitos Dogón de la creación.

El Mito
Un pequeño y remoto pueblo del Sahel, en el África Occidental, puede ser la prueba más consistente
de que la Tierra fue visitada en una época remota por seres del espacio exterior.
Se trata de los Dogon, tribu que habita en la actual República de Malí. Los Dogon son poseedores
de una mitología tan rica como compleja; sus leyendas contienen conocimientos astronómicos que
de ninguna forma pudieron haber obtenido por sí mismos, ni de un eventual contacto con
visitantes terrestres. Esto le plantea a la ciencia un enigma que es incapaz de explicar, y que escapa
por completo a las soluciones convencionales.
La sabiduría secreta de este pueblo contiene datos precisos y detallados sobre el sistema solar, que
en muchos casos solo han entrado a formar parte del acervo de la astronomía moderna muy
recientemente: describen a la Luna como “seca y estéril”, saben que el planeta Júpiter (al que
llaman “Dana tolo”) tiene cuatro grandes satélites, conocen los anillos de Saturno, y que los
planetas describen órbitas elípticas alrededor del Sol. Esta noción de que los cuerpos celestes
siguen órbitas elípticas alrededor de un astro principal que se ubica en uno de los focos solo fue
aceptada por la astronomía occidental a partir de Kepler, en el siglo XVII. Además, describen a la
Vía Láctea como una galaxia espiral formada por millones de estrellas.
Sin embargo, los conceptos fundamentales de los mitos Dogon no se refieren al sistema solar, sino
que giran en torno a Sirio, estrella de primera magnitud situada en la constelación del Can Mayor, a
la que conocen como “Sigu tolo”, la “estrella del Sigui” (“tolo” significa “estrella”). Aún mas, la
brillantísima Sirio es menos importante en la cosmogonia Dogon que su invisible acompañante,
Sirio B, una enana blanca que no fue descubierta por la astronomía occidental sino hasta 1862. Los
Dogon conocen a Sirio B como “Po tolo”, que se traduciría como “estrella Digitaria”; “po” es el
grano de la Digitaria exilis, gramínea conocida popularmente como fonio o acha. El grano de
la Digitaria exilis es el más pequeño que conocen los Dogon, y, por extensión, la más pequeña de
las cosas.

La magnitud de Sirio B (“Po tolo”) es de 8,7, por lo que resulta absolutamente invisible a ojo
desnudo; aún mas, la separación máxima de Sirio A y B es de apenas 11 minutos de arco (y un
observador con visión perfecta apenas puede separar dos puntos luminosos separados por 42
segundos de arco). Para la primera visualización moderna de Sirio B, realizada en 1862 por Alvan
Clark, se requirió emplear el mayor telescopio existente para la época.De acuerdo al mito Dogon,
esta “estrella Digitaria” o Po tolo tarda 50 años en recorrer su órbita alrededor de Sigu tolo. El
cálculo de los astrónomos es, sorprendentemente, de 50,04 años; el error de la estimación de los
Dogon respecto a los datos logrados con los más refinados recursos tecnológicos es inferior al 0,08
%. El mito también proporciona otros detalles inquietantes acerca de Po tolo: la describe como
blanca y compuesta de “sagala”, un metal muy denso y extremadamente pesado, el más pesado
del universo. Esta es una descripción singularmente adecuada para una enana blanca. Además,
afirman que Po tolo rota sobre su eje en un periodo de un año, lo que probablemente es una
apreciación correcta. Según los Dogon, Sirio B ó Po tolo es la primera estrella creada por Amma y el
eje del Universo. Consideran que el Sol y Sirio son dos estrellas gemelas, con un origen común.

Aún hay más: los Dogon conocen también otros componentes del sistema. Describen otra estrella a
la que denominan “Emme Ya” (“el sol de las Mujeres” o “Sorgo hembra”), mucho mayor que
Digitaria, pero cuatro veces más liviana, que recorrería su órbita alrededor de Sigu tolo (Sirio A)
también en cincuenta años, pero a una distancia mayor. Alrededor de Emme Ya ubican un satélite
que le sirve de guía, al que denominan “Nyân tolo”, “la estrella de las Mujeres”. La astronomía
moderna no descubrió que Sirio es un sistema triple sino hasta 1995. Otro miembro adicional del
sistema es la llamada “estrella del zapatero”, muy alejada de las otras tres y que se desplaza en
dirección contraria alrededor de Sigui.
Los Dogon representan el sistema de Sirio en una figura que denominan “el huevo del mundo”, un
preciso diagrama orbital en el que Sirio A ocupa uno de los focos de la elipse.
Cada sesenta años los Dogon celebran una ceremonia de renovación del mundo, llamada “Sigui”,
asociada a la invisible Sirio B ó Po tolo. En esta ceremonia se emplean unas elaboradas máscaras
con forma de cabeza de pájaro, llamadas “kanaga”, confeccionadas especialmente para esa ocasión,
que posteriormente son cuidadosamente guardadas en refugios protegidos. Las máscaras conservadas
son una prueba física de que las ceremonias “Sigui” y los asombrosos conocimientos de los Dogon
acerca del sistema estelar de Sirio se remontan al menos a 700 años, hasta el año 1300 E.C.
La leyenda Dogon afirma que la fuente primigenia de este insólito saber astronómico fueron los
“Nummos”, seres que llegaron a la Tierra procedentes del satélite de Emme Ya, aproximadamente
hacia el año 3000 A.E.C. Significativamente, el término “nummo” en la lengua Dogon se relaciona
con el agua; también suelen referirse a ellos como “Maestros del Agua” e “Instructores”. Los
describen como seres anfibios, con más forma de pez que de hombres; localizan su recalada en
algún punto ubicado al nordeste del territorio en el que actualmente se asientan.

Esto establece inquietantes paralelismos con la leyenda sumeria de los Oannes, recogida por el
historiador babilónico Beroso. Según el mito sumerio, los Oannes “tenían forma de pez mezclada
con la de hombre”, y surgieron del Mar Rojo.

¿Cómo es posible que una remota y primitiva tribu africana pueda poseer desde la más inmemorial
antigüedad unos conocimientos astronómicos que la ciencia occidental solo ha logrado obtener con
el uso de técnicas muy sofisticadas y de instrumentos avanzados y precisos? Planteado así el
problema, por supuesto, parece que la única solución es que los Dogon “recibieron” sus
conocimientos de alguna civilización tecnológicamente avanzada. ¿Procedente de Sirio? Quizás,
aunque antes de llegar a una conclusión quizás sea conveniente conocer algunos otros datos. Como
veremos más adelante.

Algo acerca de los Dogon (sin delirios)


Los Dogon son uno de los numerosos grupos étnicos que habitan en la altiplanicie central de Malí y
en Burkina Faso (el antiguo Alto Volta). Su territorio se encuentra ubicado en el Sahel, la zona
semiárida de transición entre el Sahara al norte y las áreas tropicales húmedas del sur. Se trata de
una comarca de sabanas herbáceas y arbustos dispersos, en la que la lluvia y la tierra arable son
escasas.

Los datos acerca de su población son inseguros, siendo estimada por diversas fuentes entre los
100.000 y los 500.000 individuos, la mayoría de los cuales viven en las colinas rocosas, las mesetas y
las montañas de los distritos de Bandiagara y Douentza, en Malí. En el primero de estos distritos, el
grueso de la población se concentra en una franja de unos 140 kilómetros de largo,
correspondiente a los llamados riscos de Bandiagara. Se denominan a si mismos “Dogon” o
“Dogom” (singular “Dogo”), pero en las fuentes antiguas suelen ser mencionados como “Habe”,
palabra Fulbe que significa “extranjero” o “pagano”.

La correcta clasificación de su idioma es sujeto aún de dudas y controversias, siendo habitualmente


clasificado dentro del Voltaico.

La historia temprana de los Dogon se conoce a través de sus tradiciones orales: se supone que su
lugar de origen se encuentra en la orilla oeste del Níger, entre los siglos X y XIII. De acuerdo a la
leyenda, los antepasados de los Dogon fueron cuatro hermanos de origen sobrenatural, llamados
Dyon, Arou, Domno y Ono, que “debido a una disputa en su patria Mande […] decidieron dejar
Mande y encontrar una nueva tierra donde ellos y sus descendientes pudieran vivir en paz”. Hasta
el día de hoy los habitantes de las diferentes regiones suelen declarar su parentesco con alguno de
estos ancestros míticos. Inicialmente emigraron al norte y oeste de Burkina Faso, donde las
historias locales los describen como los “Kibsi”; se cree que alrededor de 1490 huyeron de este
territorio al ser invadida por la caballería de los Mossi, refugiándose en los riscos de Bandiagara. Allí
sustituyeron a una población anterior, los Tellem, de la que se conocen pocos datos.

Son un pueblo esencialmente agrícola. Menos de la mitad de los Dogon son musulmanes, y menos
aún son cristianos; muchos practican todavía su religión tradicional. Las villas Dogon suelen
agruparse en grupos de cuatro o cinco en las proximidades de las fuentes de agua; cada una de
estas agrupaciones forma un cantón o región, que constituye una unidad geográfica, lingüística y
étnica. Cada región tiene un dialecto diferente (y a veces, considerablemente diferente) de las
restantes. Los habitantes de una determinada región proclaman su parentesco con un antecesor
común. La organización de las villas se basa en el parentesco de sus miembros, dentro de un marco
de linajes patrilineales exógamos (denominados “Ginna”). El varón de mas edad descendiente de
un ancestro común dentro del linaje local de una villa ejerce como cabeza del mismo y es conocido
como “Ginna bana”. El Ginna bana conduce las ceremonias religiosas y preside el concilio de
ancianos que lleva el gobierno de cada villa. El varón más viejo descendiente directo del fundador
es el “Hogon”, y ejerce como jefe del cantón, y a la vez de líder espiritual del culto “Lebe”; se le
considera “el más puro de los hombres puros” y su campo es sagrado.

Un rasgo distintivo del sistema social de los Dogon es la existencia de diversas castas ocupacionales, entre
las que se incluyen las de los trabajadores en hierro, en cuero y en madera; también figuran entre estas los
“griots”, que cumplen funciones de historiadores orales, genealogistas, poetas, músicos y hechiceros. Los
miembros de estas castas viven separados de los agricultores, fuera de las villas, o en villas propias. Cada
una de estas castas es endógama, y sus miembros no participan en los cultos religiosos comunes.
El Olubaru y la sociedad Awa asumen el control de la comunidad durante sus períodos ceremoniales, en
tanto que el Hogon es el jefe durante el resto del año y se hace cargo de las responsabilidades sagradas en la
época de los ritos agrícolas.
La transmisión del cargo de Olubaru tiene lugar fuera de la villa, y el derecho a asumirlo está completamente
separado de la jerarquía habitual de la misma.
La fabricación y uso de las máscaras no es en modo alguno exclusivo de la ceremonia Sigui; también
se emplean en el festival de la siembra, en las ceremonias funerarias, y en las ceremonias “Dama”
(conclusión de un período de luto).
Los Dogon poseen cuatro cultos principales: el culto “Wagem” (relacionado con los ancestros) encabezado
por el Ginna bana, el culto Lebe encabezado por el Hogon (asociado con el ciclo agrícola), el culto “Binu”
(totémico), dirigido por el “Binukedine”, y el culto de la sociedad Awa, encabezado por el Olubaru. Estos
cuatro cultos se encuentran integrados en un solo sistema religioso. Los cuatro líderes de los cultos son
asimilados a los cuatro hermanos sobrenaturales, y a su vez, a las cuatro direcciones de la cosmogonia Dogon.
Este sistema religioso puede ser entendido en términos de oposición entre el Ginna bana y el Olubaru por un
lado, ambos “impuros”, y el Hogon y el Binukedine por el otro, ambos “puros”. Esta oposición se haya
enraizada en la mitología y en la forma de ver el mundo de este pueblo. La tierra no arable, la maleza, es
percibida como desordenada e impura, morada de fuerzas sobrenaturales, mientras que las villas y las tierras
cultivadas son consideradas ordenadas y puras. El Hogon, líder del culto Lebe y de los hombres puros cultiva
un campo sagrado y puro; la maleza es el dominio del “zorro pálido” (el Chacal dorado) el primer hijo del
creador Amma, y corruptor de su creación.

Una cosmogonia Dogon


La cosmogonia Dogon no es menos compleja e imaginativa que su organización social. Según una
de sus versiones (existen varias, que difieren en muchos detalles), Amma, el dios creador, hizo las
estrellas arrojando pelotillas de barro al espacio, y el Sol y la Luna como obras de alfarería. A
continuación creó la Tierra comprimiendo en su mano una pella de arcilla, y luego arrojándola al
igual que las estrellas; la pella se extendió formando un cuerpo femenino, en el que un termitero
formó el clítoris y un hormiguero la vagina. La primera ruptura en el orden del mundo acaeció
cuando Amma quiso copular con la Tierra, pero el termitero (el clítoris, que representa la
masculinidad), se lo impidió, y Amma procedió entonces a cercenarlo. A consecuencia del
impedimento inicial este acto sexual resultó defectuoso, y de él nació una sola criatura, el Chacal
dorado, que es símbolo de las dificultades de dios.
En una segunda cópula, el agua, que es considerada el germen divino, penetró en la matriz de la
Tierra, pues la escisión del clítoris había removido la causa del desorden originario. De esta
concepción perfecta nacieron los gemelos divinos llamados “Nummo”, productos homogéneos de
dios y de su misma esencia. Si bien Nummo se refiere a una pareja de gemelos, los Dogon
acostumbran a usar la forma singular para referirse a ellos. A continuación, el Nummo subió al cielo
para recibir las instrucciones de su padre. Desde allí vio a su madre, desnuda y sin habla; para poner
fin a este estado de caos descendió de nuevo a la Tierra, y con fibras de plantas de las regiones
divinas cubrió su desnudez. Esto dotó a la Tierra del primer lenguaje del mundo.
Aquí interviene el Chacal, “el hijo engañoso de dios”, quien introduce de nuevo el desorden en la
creación al cometer incesto con su madre. De este modo, el Chacal usurpó el lenguaje divino y
produjo el flujo menstrual, que manchó las fibras divinas. Por esta impureza Amma rechazó a su
esposa y decidió a crear seres vivos directamente, modelándolos en arcilla húmeda. Surgió así la
primera pareja humana; cada uno de sus miembros fue dotado por el Nummo de dos almas, una
masculina y otra femenina. Sin embargo, el Nummo no tardó en comprender las desventajas de
poseer dos almas, y procedió a circuncidar al hombre para eliminar su parte femenina. El hombre
copuló entonces con la mujer, engendrando los primeros dos niños de una serie de ocho, que
fueron los antepasados del pueblo Dogon. La naturaleza de estos ocho antepasados era dual y
bisexual, y desconocían la muerte. Se reprodujeron y eventualmente, tras diversas vicisitudes,
fueron llevados al cielo por el Nummo, tras ser perfeccionados por el agua y la palabra. En el cielo,
se transformaron a su vez en Nummo.
Sin embargo, ocurrió entonces una nueva ruptura, al no resignarse los recién llegados a acatar las
reglas del Nummo original. El primero y segundo antepasado decidieron abandonar el cielo, “donde
se sentían extranjeros”, siendo seguidos por los otros seis. Una vez de regreso en la tierra
procedieron a la ordenación de la naturaleza y de la sociedad humana, introduciendo en el mundo
la agricultura, el trabajo en metal y el arte del tejido.
En esta mitología el Chacal es una criatura desnaturalizada, que quebranta el orden social; es un
símbolo de la “unicidad”, del varón sin complemento femenino. Para los Dogon, el caos es el
resultando del desequilibrio entre cualidades masculinas y femeninas. En cambio, el equilibrio de
los sexos que lleva al funcionamiento apropiado del cosmos queda ilustrado en las historias de los
Nummo, seres andróginos. En el mito, los Nummo son héroes culturales que introducen en el
mundo humano artes y conocimientos útiles y que restituyen el orden perdido, y a la vez también
representan el poder vitalizador del agua, que permite la agricultura y la organización social en un
entorno hostil.

El origen de un mito moderno

Si bien el “saber oculto” de los Dogon sobre Sirio y el sistema solar era
conocido por los antropólogos desde finales de los años cuarenta, no fue
sino hasta 1975 cuando fue objeto de una amplia divulgación y de un virtual
secuestro por parte de los incondicionales de la hipótesis de los “antiguos
astronautas”.

Ese año vieron la luz, de forma independiente, dos hipótesis que conectaban los
conocimientos astronómicos de los Dogon con presuntos viajeros espaciales que
habrían visitado la Tierra en un pasado remoto.
Los padres de las mismas fueron el arquitecto francés Eric Guerrier y el orientalista norteamericano
(asentado en Inglaterra) Robert K. G. Temple (quien es definido en una entrevista reciente como “a highly
respected classical scholar and Fellow of the Royal Astronomical Society“). Guerrier dejó registradas sus
elucubraciones en un libro titulado Essai sur la cosmogonie des Dogon: L’arche du Nommo (París, 1975), en
tanto que el mucho más afortunado Robert Temple proclamó las suyas en The Sirius Mystery (Londres, 1975).
Pero mientras Eric Guerrier está hoy virtualmente olvidado (las mil y una páginas de la Web sobre el misterio
de Sirio lo ignoran de forma casi unánime), no ha ocurrido otro tanto con Temple, quien en 1998 publicó una
nueva versión de su obra, revisada y ampliada, actualizada con nada menos que “140 páginas de nueva
evidencia científica que le da solidez a una hipótesis que la KGB, la CIA y la NASA intentaron suprimir” En
líneas generales, Guerrier y Temple coinciden en postular que el saber secreto de los Dogon procede de una
tradición oculta milenaria, rastreable en última instancia hasta las antiguas civilizaciones de Egipto y Sumer.
Los sumerios, en particular, habrían sido los beneficiarios originales de ese conocimiento misterioso, recibido
directamente de seres extraterrestres procedentes de un planeta del sistema estelar de Sirio. Esto quedaría
demostrado por el mito sumerio de Oannes, que se refiere a unos seres anfibios, con rasgos mezclados de pez
y hombre (¿o quizás humanoides dentro de una traje espacial?), que surgieron del mar para actuar como
héroes civilizadores. Sin embargo, es de hacer notar que la idea de que pudiera haber alguna relación entre el
mito de Oannes y seres provenientes del espacio exterior no es en modo alguno original de nuestros dos
autores, pues ya había sido enunciada en 1966 nada menos que por Carl Sagan y Iosif S. Shklovskiy, en su
libro Intelligent Life in the Universe. Por otra parte, también debe tomarse en cuenta un hecho que suele
olvidarse con excesiva frecuencia: conocemos la leyenda de Oannes no a partir de fuentes sumerias, sino a
través del historiador y sacerdote caldeo Beroso, quien vivió en una época tan tardía como el siglo III A.E.C.
(su historia de Babilonia está dedicada al rey helenístico Antioco I Soter). Además, la mayor parte de su obra
se ha perdido, y solo nos han llegado fragmentos preservados por historiadores y escritores griegos como
Alejandro Polyhistor, Abideno y Apolodoro.
No existe igual unanimidad entre Guerrier y Temple respecto a la vía por la cual las informaciones
impartidas por los Oannes a los sumerios habrían llegado hasta los Dogon. Eric Guerrier, el menos
original de los dos, las hace pasar de los sumerios a los babilonios. En Babilonia, la información sería
conocida por una de las Diez Tribus Perdidas de Israel, que al final del exilio en lugar de regresar a
Palestina optó por realizar un incomodo viaje de varios miles de kilómetros hasta el Africa
Occidental. Idea que en perspectiva resulta muy poco innovadora, pues a las famosas Tribus
Perdidas se les ha hecho colonizar desde la América Precolombina hasta la Francia merovingia, por
no hablar de Inglaterra, de modo que no tiene nada de extraordinario que alguna haya ido a parar a
las riveras del Níger.
Robert Temple, por su parte, resulta bastante más creativo. De Sumer el conocimiento secreto
habría pasado a Egipto, en donde fue asimilado por los griegos de Lemnos, descendientes de los
Argonautas. Posteriormente, estos griegos emigrarían a Libia, y al penetrar hacia el oeste se
transformaron en los famosos Garamantes. Siglos más tarde se dirigirían hacia el sur, hacia las
riveras del Níger, donde acabarían mezclándose con la población local de raza negra. Para Temple,
los Dogon vendrían a ser, “cultural y quizás físicamente, descendientes de los griegos de Lemnos”.
Estos Dogon helénicos habrían preservado por siglos las sagradas tradiciones llevadas desde el
Egipto predinástico a Grecia por los “Danaos”. Quizás no sea ocioso recordar aquí que dentro de la
bibliografía de este ilustre polígrafo, (que es “fellow of the Royal Astronomical Society, the Society
for the Promotion of Hellenic Studies, the Egyptian Exploration Society, the Royal Historical Society,
the Institute of Classical Studies, and the Institute of Historical Research”) también se incluye una
edición, realizada junto con su esposa, de las fábulas completas de Esopo.
En cualquier caso, la leyenda moderna acerca del “misterio de Sirio” le debe mucho a Temple, y
muy poco, o nada, a Guerrier, al punto de que el primero puede ser considerado virtualmente
como la fuente principal o única de la gran mayoría de las historias que circulan al respecto. A esto
sin duda ha contribuido decisivamente su aura de erudición, de investigador serio, que lo distancia,
por ejemplo, de un von Daeniken, y también la polémica alrededor de su libro, en la que jugaron un
papel importante Carl Sagan, y Ian Ridpath (entre otros).
Si Robert Temple es el manantial en que abrevan los seguidores del “misterio de Sirio”, quizás no
sea inútil echarle un vistazo a sus fuentes originales, que, no sorprendentemente, son las mismas
de Guerrier. Afortunadamente, esas fuentes no son especialmente numerosas, ya que sus datos
básicos están tomados del trabajo de un equipo de antropólogos franceses que estudiaron a los
Dogon entre los años treinta y cincuenta. Su líder era Marcel Griaule, y su principal colaboradora
Germaine Dieterlen. Es de hacer notar que del considerable número de páginas que estos
estudiosos dedicaron a la cultura Dogon, solo consagraron un único artículo al supuesto “misterio
de Sirio”, complementado con un libro acerca de los conocimientos astronómicos de los Dogon que
Dieterlen publicaría varios años después del fallecimiento de Griaule.
Pero quizás convenga saber algo más al respecto.
Marcel Griaule
Marcel Griaule (1898–1956), insigne antropólogo francés, fue el organizador, entre 1928 y 1939, de
la primera gran avanzada etnográfica francesa en Africa. Inició sus trabajos en Etiopía, por entonces
un reino independiente, en 1929. Su primer contacto con el pueblo Dogon data de 1931, en el
transcurso de la expedición Dakar–Djibouti. Durante la II Guerra Mundial permaneció retenido en
Francia, siendo elegido en 1942 por el Consejo de la Facultad de Letras para ocupar la primera
cátedra de Etnología creada en la Sorbona. En 1946 pudo por fin regresar al Sudán Francés (el
actual Malí). En 1947 fue nombrado consejero la Unión Francesa, y ocupó dentro de su parlamento
la presidencia de la comisión de Asuntos Culturales. Fallece súbitamente en París en 1956, a los 58
años de edad. Al recibir la noticia de su muerte, los Dogon celebraron en su honor una ceremonia
funeral tradicional.
Alrededor de Marcel Griaule y Germaine Dieterlen se ha venido creando toda una leyenda que
suele utilizarse como decorado de fondo cada vez que sale a relucir el tema del “misterio de Sirio”.
Según esta leyenda, Griaule y Dieterlen serían “dos eminentes antropólogos franceses que vivieron
y trabajaron entre los Dogon 16 años” (o 19, o 21, ya que los divulgadores no se han puesto de
acuerdo al respecto, y cada cual hace uso de la exageración que mejor le parece). A lo largo de esa
prolongada estadía, y tras ganarse el “amor y el respeto de ese pueblo”, habrían ido pasando por
diversas etapas de iniciación, hasta que finalmente, en los años cuarenta (o quizás en los treinta, ya
que aquí tampoco hay consenso) cuatro sacerdotes decidieron, finalmente, revelarles el
conocimiento secreto.
En todo esto hay un algo de cierto mezclado con fuertes dosis tergiversación. Uno se imagina de
inmediato a dos esforzados y heroicos exploradores, aislados del mundo, conviviendo por lustros
con una tribu perdida. Solo que la realidad resulta ser bastante diferente, ya que ni los Dogon eran
un pueblo perdido, ni Marcel Griaule una especie de misionero al estilo de David Livingstone. Para
empezar, Griaule y Dieterlen no estaban solos y aislados, ya que los acompañaban un nutrido
equipo de colaboradores (incluyendo, en algunas de las expediciones, a la hija de Griaule,
Genevieve Griaule–Calame). Lo que sí se puede decir con seguridad es que Marcel Griaule
no vivió con los Dogon ni 16, ni 19, ni 21 años, aunque fueron su foco de atención a lo largo de nada
menos que un cuarto de siglo (desde 1931 hasta su muerte, en 1956).
El primer contacto del antropólogo con los Dogon ocurrió, efectivamente, en 1931, durante la
mencionada expedición Dakar–Djibouti, que recorrió el Africa de costa a costa, y que culminó en
1933. Su siguiente visita fue en 1935, en el curso de la expedición Sahara–Sudán. Entre 1936 y 1937
se encontró ocupado en otra expedición, la Sahara–Camerún. Volvió al país Dogon en 1938, en la
expedición Níger–Lac Iro, que concluyó en 1939. Ya vimos antes que los años de la guerra mundial
los pasó en Francia, y resulta un poco difícil de imaginar el modo en que prosiguió “las etapas de
iniciación” sin poder moverse del territorio galo ocupado por los nazis. ¿Acaso los sacerdotes
Dogon le enviaban lecciones por correspondencia? Parece muy poco probable.
En 1946 reinicia el trabajo de campo con los Dogon, que se prolongarían hasta 1956, el año de su
muerte. Por supuesto, no faltaba mas, vivió entre los Dogon esos diez años. Pues no, de ninguna
forma: en realidad realizó una docena de viajes al territorio, permaneciendo sobre el terreno
durante todo ese lapsodos años en total. Lo que no es poco, tomando en cuenta que durante ese
tiempo desempeñó en Francia cargos de responsabilidad, por no hablar de la cátedra en la
Sorbona. Pero muy lejos, en todo caso, de los 16 años de cohabitación con los Dogon que proclama
la leyenda.
Otro dato digno de ser tomado en cuenta, y que nunca es mencionado, es que Griaule y su equipo
siempre debieron apelar al uso de interpretes a la hora de comunicarse con los sacerdotes que le
sirvieron de informantes. Esto en si no tiene nada de particular, si se recuerda que la lengua Dogon
esta dividida en numeroso dialectos diferentes, pero pone muy cuesta arriba creer a los que
afirman que Griaule y Dieterlen eran “dos eminentes antropólogos franceses que vivieron entre los
Dogon 16 años” (o 19, o 21). Conocemos incluso el nombre de esos interpretes: el teniente Dousso
Wologuem, Ambara, el sargento Koguem y Amadigné. Los tres últimos colaboraron con los
antropólogos durante 25 años, y en lo que respecto a Koguem y Ambara llegaron incluso “a
convertirse ellos mismos en valiosos informantes y etnógrafos”. Por cierto ¿qué hacen un teniente
y un sargento en esa lista? Pues muy simple: se hallaban al servicio del gobierno colonial francés,
pues contra lo que suele leerse con frecuencia, los Dogon no eran para esa época una tribu remota
y aislada del mundo.
El hecho es que tras su primer contacto con los Dogon de la región de Sangha, en 1931, Griaule
quedo fascinado por su cultura, decidiendo concentrar sus investigaciones sobre este pueblo (pero
sin proponerse de ninguna manera quedarse a vivir con ellos), regresando al lugar en múltiples
oportunidades. Esto implicó repetidos viajes y estadías mas o menos prolongadas, así como la
presencia mas o menos permanente de otros miembros de su equipo sobre el terreno. En esta
primera etapa, que concluye en 1939, por lo visto todavía no existen atisbos de ningún
conocimiento secreto. En 1946, sin embargo, ocurre un hecho que “marca un hito en la vida de
Griaule”: se reencuentra con Ogotemmeli del Bajo Ogol, un “viejo cazador ciego que proclamaba
tener autoridad sobre los sacerdotes Dogon de Sangha”: este lo inicia en la cosmogonia secreta de
los Dogon. Griaule quedó impresionado por las revelaciones de Ogotemmeli, decidiendo de ahí en
adelante centrar sus investigaciones en esa región, realizando solo algunas investigaciones
periféricas entre los Bambara y Bozo, dos pueblos vecinos, para “evaluar la extensión de las
notaciones simbólicas de los Dogon dentro la cultura mandé”.
Después de las revelaciones de Ogotemmeli, Griaule restringe sus investigaciones a unos pocos
dignatarios Dogon, cada uno de los cuales le suministra información sobre un tópico particular. Así,
“Ogotemmeli le informa sobre la creación del mundo, Ongnonlou acerca del sistema de signos,
Akundyo sobre la clasificación de las plantas, Yébéné y Manda acerca de los eventos míticos
relacionados con el culto Binu”. Basándose en la erudición de estos consejeros, obtiene datos que
llenan mil páginas de registros, y alrededor de 1500 fichas, con los que reconstruye “un sistema
muy complejo y ordenado, el cual describe fundamentalmente en dos obras, Dieu d’eau (1948) y Le
Renard Pâle (1965)”.¿En cual de estas obras se describe el conocimiento secreto de los Dogon
sobre Sirio? En Le Renard Pâle, publicado por Germaine Dieterlen después de la muerte de Griaule,
se habla abundantemente de la cosmogonia y de los conocimientos astronómicos de los Dogon,
pero no en particular con referencia a Sirio, sino a Júpiter y sus lunas galileanas, Saturno y sus
anillos, y la Vía Láctea. En realidad, el conocimiento original acerca del “saber de Sirio” se
encuentra en un artículo publicado en 1950 en el Journal de la Société des Africainistes,
intitulado Un Système Soudanais de Sirius.
En Un Système Soudanais de Sirius Griaule y Dieterlen reportan los sorprendentes conocimientos
acerca de Sirio de los Dogon y tres pueblos vecinos (los Bambara, los Bozo y los Minianka). En ese
artículo se hace mención de Sirio A como Sigu tolo, de la invisible Sirio B o Po tolo, de la órbita
elíptica de 50 años de Po tolo alrededor de Sigu tolo, y de Emme Ya, el satélite de Sirio B. Hacen
referencia a que “Sirio, sin embargo, no es la base del sistema: está en uno de los focos de la órbita
de una pequeña estrella llamada Digitaria, Po tolo”. Describen a Po tolo como infinitamente
pesada, compuesta de un metal llamado “sagala”, “un poco menos brillante que el hierro y tan
pesado que todos los seres de la Tierra juntos no podrían levantarlo”. Esta sería la más sagrada y
más secreta tradición conocida de los Dogon, la base de su religión y de sus vidas.Sin embargo,
Griaule y Dieterlen optan por demostrar una prudente mesura a la hora de exponer una
información tan explosiva (¡nada de platillos volantes ni seres del espacio!), prefiriendo quedarse
con los datos brutos, sin arriesgar alguna interpretación. En efecto, escriben con modestia:
“Por nuestra parte, los datos recopilados no han dado lugar a ninguna hipótesis
original de investigación. […] El problema de saber cómo, sin instrumentos a su
disposición, unos hombres pueden conocer el movimiento y ciertas características
de estrellas virtualmente invisibles, no ha sido establecido, ni aún planteado”.

Algunas discrepancias
Curiosamente, a pesar de ese papel central que se le atribuye a Sirio y a Digitaria en la mitología
Dogon, es posible encontrar todo un relato cosmogónico de ese pueblo que prescinde
exitosamente de tales maravillas cósmicas. Y procede de un personaje al que resultaría por lo
menos chocante relegar a un segundo plano: se trata nada menos que de Ogotemmeli, el
“iniciador” de Marcel Griaule, el “hombre sabio” en el que había sido delegada la responsabilidad
de revelarle una cosmología compleja y profunda. En algunas fuentes (por ejemplo, en un artículo
de Loy Lawhon) se cita irreflexivamente a Ogotemmeli como instructor de Griaule con relación al
“Misterio de Sirio”, cosa que, como veremos a continuación, se haya bastante lejos de la realidad.

Recordemos que en 1948 Griaule publicó un libro titulado Dieu d’eau (que suele encontrarse con
frecuencia citado con el título de su edición en ingles Conversations with Ogotemmeli; en
elAPÉNDICE reproduzco un fragmento de este). En ese libro, que es considerado por muchos
africanistas como un texto esencial (y en todo caso, mucho más importante que Un Système
Soudanais de Sirius) se recopilan las experiencias de Griaule con su iniciador. Veamos que tiene que
decirnos el viejo Ogotemmeli respecto al misterio de Sirio, los Nummos anfibios y las naves
espaciales. La ocasión parece propicia, pues se trata de un relato cosmogónico (que en lo
fundamental ya quedo resumido más arriba).

Por lo pronto, Ogotemmeli se considera “solo preparado para hablar del sistema solar útil; acepta
considerar las estrellas, pero pensando que solo juegan un papel secundario” (Pero ¿cómo? ¿No
habíamos quedado en que el sistema estelar de Sirio era el eje de la creación y de la sabiduría
secreta?). Y describe la formación de las estrellas como “pelotillas de barro arrojadas al espacio por
el dios Amma”, insólito dato que, quien puede dudarlo, solo puede proceder de sabios viajeros
estelares.

Sigue el relato y Ogotemmeli no se resuelve a acordarse de Sirio. Pero si nos ofrece algunos detalles
que arrojan una luz especial sobre la extraordinaria precisión de los conocimientos astronómicos de
los Dogon. Ogotemmeli, por ejemplo, sospecha, y con mucha razón, que el Sol es más grande que
su villa, quizás incluso más grande que la región de Sangha; pero se niega a hablar sobre el tamaño
de la Luna (cualquiera pensaría que los alienígenas hubieran podido ser algo más exactos en su
información al respecto). Luego relata la creación de la Tierra y el nacimiento del Chacal.

Por fin aparecen los famosos Nummos, el “Par”, los gemelos divinos. No olvidemos que los
Nummos son, obviamente, seres anfibios procedentes de Sirio. Por lo pronto, su aspecto, tal como
lo describe Ogotemmeli, resulta bastante prometedor:

“Ellos eran de color verde, mitad humano y mitad serpiente. De la cabeza al lomo
ellos eran humanos: por debajo ellos eran serpientes. Sus ojos rojos estaban
ampliamente abiertos como ojos humanos, y sus lenguas estaban ahorquilladas
como las de las serpientes. Sus brazos eran flexibles y no tenían articulaciones. Sus
cuerpos eran verdes y resbalosos por arriba, brillantes como la superficie del agua,
y cubiertos de pelo verde corto, un presagio de la vegetación y la germinación.”

Bueno, quizás pudiera tratarse en verdad de seres extraterrestres, o, al menos, de alguno de los
diosecillos de los mitos de Cthuhu, aunque su carácter “anfibio” no sea especialmente evidente,
pues no se menciona en ningún momento. Lástima que unos seres tan peculiares no hayan llegado
de Emme Ya, sino de la matriz de la Tierra (Ogotemmeli dixit), como fruto de la cópula perfecta de
Amma con ésta. Y lástima también que Griaule nos diga, mas adelante, que “Ogotemmeli usa los
términos “Agua” y “Nummo” indiscriminadamente“. Y también que leamos lo siguiente respecto a
ellos:

“Ellos son de la esencia de Dios, debido a que fueron hechos de su semilla […]Esta
fuerza es agua, y el Par está presente en toda agua: ellos son agua, el agua de los
mares, de las costas, de los torrentes, de las tormentas, y la que bebemos” .

Y poco después:

“Sin Nummo –dice él –, no hubiera sido posible crear la tierra, porque la tierra fue
moldeada de barro, y eso es del agua (que es, del Nummo) que es de donde deriva
la vida”.

Y enseguida:
“La fuerza vital de la tierra es el agua. Dios moldeó la tierra con agua. La sangre
también está hecha de agua. Aún en una piedra está esa fuerza, para que esté
mezclada en todo”.

¿Qué se deriva de este relato? ¿La visita de unos alienígenas civilizadores procedentes de Sirio?
Sospecho que no. En realidad, este relato mítico lo que parece expresar es la muy lógica y humana
preocupación por el agua de un pueblo de agricultores que habita en una región en que las sequías
son frecuentes, como ocurre en el Sahel. Este Nummo no resulta ser otra cosa que la divinización
del agua, el elemento sin el cual la vida y el orden son imposibles, que es la fuerza de dios y “de su
misma esencia”.

Luego aparecen los ocho Nummos secundarios, descendientes de la pareja humana primordial
creada por Amma. Ogotemmeli no los describe íntegramente, pero si nos deja un dato interesante:
no nos dice que fueran anfibios, sino “duales y bisexuales”, capaces de fertilizarse a si mismos “por
una dispensa especial, concedida solo a ellos”. Característica en verdad extraordinaria, que no ha
encontrado eco entre los divulgadores del misterio de Sirio. Por lo demás, nada en el relato nos
hace suponer que su aspecto fuera tan peculiar como el del Nummo original.La existencia de estos
Nummos transcurre entre diversos incidentes, que incluyen una ida al cielo (¿abducidos quizás?) y
luego el retorno a la tierra, aunque a todo esto Sirio sigue sin aparecer. Durante la estancia de los
Nummos en el cielo nos encontramos con algo familiar y nos mencionan (¡por fin!) a la famosa
Digitaria. Pero con alguna sorpresa vemos que Ogotemmeli no se refiere a ninguna estrella invisible
y pesada, sino estrictamente al grano de fonio (Digitaria exilis). Al parecer, Amma les había dado a
los ocho Nummos ocho granos distintos para alimentarse, el último de los cuales fue, precisamente
el fonio, expresamente rechazado “por el primer antepasado cuando le fue entregado, con el
pretexto de que era muy pequeño y difícil de preparar”. Este pequeño grano sería, en última
instancia, la causa de que los ocho ancestros regresaran finalmente a la Tierra, aunque su
connotación astronómica no aparece por ninguna parte.

¿Qué conclusión se puede extraer de todo esto? Lo mínimo que se puede decir es que si bien
siempre se nos presenta a los Dogon como extrañamente obsesionados por el sistema estelar de
Sirio, existe al menos un caso documentado en que eso no es cierto. Y un caso en verdad muy
notable, pues Ogotemmeli fue quien inicio a Griaule en los secretos más profundos de los Dogon. Y
esto podría llevar a considerar la posibilidad de que quizás (solo quizás) Sirio no sea tan central en
los mitos Dogon como suele asumirse y se nos quiere hacer creer.
Es incluso probable que Marcel Griaule haya pensado de la misma forma. Como ya se mencionó,
Griaule habla de Sirio en el artículoUn Système Soudanais de Sirius, pero en Dieu d’eau no dice nada
al respecto. En otra obra, publicada en 1952, titulada Le Savoir des Dogon, Griaule hace sus dos
últimas referencias conocidas respecto a Sirio, pero solo en forma de notas al texto. En la primera
de esas notas, Griaule aún parece considerar que el conocimiento sobre Sirio pertenece al mas alto
conocimiento de los Dogon; en la segunda, expresa haber hallado discrepancias respecto al sistema
de conocimientos del sacerdote Innekouzou, que fue quien le reveló el saber secreto acerca de Sirio
(estos datos, así como el nombre del sacerdote responsable del “conocimiento de Sirio”, lo he
tomado del artículo de Klaus Richter Das Sirius Rätsel. Was wissen die Dogon über Sirius A und
B?). Después de eso, nada, a pesar de que Griaule no falleció sino hasta 1956.

Los Dogon y el misterio de Sirio

Parte II

Explicaciones
Si se acepta que los Dogon efectivamente poseen extraordinarios y precisos conocimientos
astronómicos que se encuentran muy por encima de sus capacidades tecnológicas, es obligatorio
preguntarse de que manera obtuvieron esa información. La respuesta de Robert Temple es ya
conocida: de visitantes del espacio exterior provenientes de Sirio (ya hemos visto cuando y como se
produjo ese contacto en opinión de Temple). Algunos representantes del movimiento Afrocentrista
(como Adams, Van Sertina y Welsing) tienen, por su lado, propuestas no menos interesantes: o bien
que la extremada agudeza de los ojos oscuros (!!!) de los pueblos de raza negra les permiten
distinguir a Sirio B a simple vista, o que la melanina actúa de modo similar a un telescopio
infrarrojo, o quizás a través de los egipcios, quienes, como nadie ignora, disponían de poderosos
telescopios (!!!), y, además, por si fuera poco, eran de raza negra (ninguna de estas tres “hipótesis”,
por llamarlas de alguna forma, tiene el menor fundamento; el supuesto telescopio egipcio se basa
en un también supuesto descubrimiento ruso de una supuesta lente perfectamente esférica, que
aún en el caso – mas que dudoso – de que existiera no podría servir para construir un telescopio
útil de ninguna forma).

Una línea de argumentación mucho mas sobria fue la ofrecida por Ian Ridpath y Carl Sagan (entre
otros), en la polémica que surgió a raíz de la publicación de The Sirius Mystery. Sagan y Ridpath
sugirieron que los conceptos astronómicos modernos incluidos dentro de la mitología Dogon
podían haber sido asimilados por ésta solo en una época muy reciente, posiblemente muy poco
tiempo antes de que los mitos fueran registrados por Griaule y su equipo en los años treinta y
cuarenta. En apoyo de esta hipótesis hicieron notar que para entonces todos los conocimientos
astronómicos atribuidos a los Dogon (incluyendo unos cuantos errores obvios) estaban ya
establecidos en la astronomía moderna desde hacía un tiempo mas o menos largo. Por ejemplo, la
compañera de Sirio era conocida desde 1862. Es claro que los Dogon no pudieron haber adquirido
esa información sin haber estado en contacto con una civilización tecnológicamente avanzada; sin
embargo, de acuerdo a la propuesta de Sagan y Ridpath, esa civilización muy probablemente fue
terrestre mas que extraterrestre. Los Dogon podrían haber recibido esos conocimientos de viajeros,
exploradores, comerciantes o misioneros, integrándolos sin grandes conflictos en el marco de sus
mitos tradicionales. También pueden haberlos recibido a través de las escuelas francesas locales, o
quizás los oyeron en Europa aquellos miembros de la etnia que lucharon en el ejercito francés
durante la I Guerra Mundial.

Sagan comentó el problema con cierta extensión en su libro “El cerebro de Broca“, en el capítulo
“Enanas Blancas y hombrecillos verdes“. Comienza afirmando que “no hay razón alguna para dudar
de los relatos de Griaule” (de esto hablaremos después). Mas adelante encontramos una cauta
observación que suele ser muy citada por los devotos:

A primera vista, la leyenda de Sirio elaborada por los dogones parece ser la
prueba más seria a favor de un antiguo contacto con alguna civilización
extraterrestre avanzada.

Lo que no suele ser tan citado es lo que sigue a continuación:

No obstante, si examinamos con mas atención el tema, no debemos pasar por alto
que la tradición astronómica de los dogones es puramente oral, que con absoluta
certeza no podemos remontarla más allá de los años 30 del presente siglo y que
sus diagramas no son otra cosa que dibujos trazados con un palo sobre la arena.

Sagan resalta la “riquísima y detallada gama de materiales legendarios” de la mitología Dogon, y


hace notar que “donde existe una notable riqueza legendaria hay, desde luego, una probabilidad
mucho más elevada de que alguno de los mitos sustentados coincidan accidentalmente con
descubrimientos de la ciencia moderna”. Señala que la hipótesis de una estrella asociada a Sirio A
“puede haber derivado naturalmente de la mitología dogon, en la que los gemelos juegan un papel
central“. Admite, sin embargo, que esto no explica las referencias precisas al período de revolución
y a la densidad de Sirio B:
La conclusión inmediata es que dicho pueblo ha mantenido contactos con una
civilización técnicamente avanzada. El único interrogante a resolver es, ¿qué
civilización, extraterrestre o europea?

Sagan considera mucho mas probable un contacto reciente de los Dogon con la astronomía
occidental, que con hipotéticos alienígenas en un pasado remoto, e imagina de este modo el
encuentro:

Veo con los ojos de mi imaginación un visitante galo que a comienzos de este siglo
llega a territorio dogon, en lo que por entonces era el Africa Occidental francesa.
Quizás fuese un diplomático un explorador, un aventurero o un pionero de los
estudios antropológicos. […] La conversación comenzó a girar en torno al tema
astronómico. Sirio es la estrella más brillante del cielo. El pueblo dogon obsequió
al visitante con su mitología sobre la estrella. Luego, con una sonrisa, llenos de
expectación, tal vez preguntasen al visitante por su mito sobre Sirio […] Y es
también muy posible que, antes de responder, el viajero consultase un raído libro
que llevaba en su equipaje personal. Dado que por entonces la oscura compañera
de sirio era una sensación astronómica de moda, el viajero intercambió con los
dogones un espectacular mito por una explicación rutinaria. Una vez abandonada
la tribu, su explicación permaneció viva en el recuerdo, fue reelaborada, y muy
posiblemente, incorporada a su manera en el corpus mitológico dogon, o como
mínimo, en una de sus ramas colaterales. […] Cuando Marcel Griaule llevó a cabo
sus investigaciones mitológicas en las décadas de los 30 y los 40, se encontró
anotando una versión reelaborada de su propio mito europeo sobre la estrella
Sirio.

También reseña que en las primeras décadas del siglo “la peculiar naturaleza de Sirio B fue
ampliamente difundida en libros, revistas y periódicos”, en un debate que “impregnó la prensa
científica de la época y pudo seguirlo toda persona medianamente inteligente y cultivada”. El tema
estaba, pues, en el candelero para la época, antes de que Griaule iniciara sus investigaciones.Los
devotos suelen juzgar inverosímil o absurda la posibilidad de la integración dentro de una mitología
de un conocimiento exógeno procedente de otra cultura terrestre en un lapso de tiempo muy corto
(¡ah claro!, si es que resulta mucho mas “lógico” y plausible que provenga de los alienígenas
anfibios de Sirio…). Pero Sagan señala que ese proceso ha ocurrido otras veces, que está bien
documentado, y suministra varios ejemplos, en especial las experiencias del Dr. Carleton Gajdusek
con los habitantes de Nueva Guinea.Y concluye:

Son demasiadas las explicaciones alternativas para el mito de Sirio como para que
podamos considerarlo como prueba fehaciente de contactos extraterrestres en el
pasado.

Por supuesto, para que tal proceso de asimilación pueda ocurrir, es condición indispensable que el
pueblo en cuestión tenga contacto con elementos de otras culturas. Pero los Dogon siempre son
descritos por los defensores de la hipótesis extraterrestre como una etnia excepcionalmente
remota y aislada, como si nunca hubieran visto un hombre blanco antes de que Marcel Griaule y su
equipo los visitaran en los años treinta. ¿Es cierto esto? No, no lo es. Los Dogon habitan en el África
Occidental, no en la Luna, y el África Occidental en general, y la cuenca del Níger en particular,
estuvieron en la mira de los intereses coloniales europeos desde el siglo XVIII. El famoso explorador
escocés Mungo Park ya anduvo por esas regiones en sus expediciones de 1795 y 1805. En 1827
René Caillé logró llegar a Timbuktu, unos cientos de kilómetros al norte del área geográfica de los
Dogon.. La penetración colonial francesa en el territorio del actual Malí se inició tan temprano
como en 1850; para 1880 la zona ya se había convertido en protectorado, y su conquista se
completó hacia 1898.Desde 1907 había escuelas francesas en el área geográfica de los Dogon, y hay
referencias a miembros de la tribu sirviendo en el ejercito francés durante la I Guerra Mundial..
Antes reseñamos que en sus contactos con los Dogon Griaule empleó interpretes locales,
incluyendo algunos que trabajaban para el gobierno colonial francés (solo faltaría aquí que alguien
adujera que el manejo de la lengua francesa es también parte del legado milenario de los Nummos
alienígenas). Vistos estos hechos resulta bastante difícil seguir considerando a los Dogon como un
pueblo remoto e incontaminado, aislado de la civilización occidental.

Otro detalle interesante es que no existe ningún registro de esa “extraordinaria sabiduría”
astronómica anterior a los años treinta, o sea, antes de los trabajos de Griaule y su equipo. Ni
siquiera una nota de alguno de los viajeros y exploradores occidentales que atravesaron la región
desde fines del siglo XVIII. Esto resulta congruente con una inclusión muy reciente de datos
astronómicos modernos dentro de una antigua cosmogonia. Adelantemos de paso otro hecho aún
más sorprendente: de la misma manera que no existen registros previos a Griaule de que los Dogon
tuvieran inexplicables conocimientos astronómicos, tampoco otros antropólogos que han trabajado
sobre el terreno después de este han confirmado esos hallazgos. Pero de eso hablaremos mas
extensamente dentro de poco.
Por otra parte, las alegadas afirmaciones de los Dogon respecto al sistema estelar de Sirio resultan
chocantemente similares a las especulaciones de los astrónomos europeos de la década de los
veinte, incluyendo varios errores que resultan hoy bastante obvios. Por ejemplo, los astrónomos de
esa época sabían, debido a sus efectos gravitatorios y su escasa magnitud, que la compañera de
Sirio era extremadamente pesada, con una densidad alrededor de 60.000 veces superior a la del
agua. De hecho, fue la primera enana blanca descubierta; en los años veinte esto causó sensación,
pues no se tenía noticia de ningún otro objeto similar. En el supuesto mito Dogon, esto se refleja en
la descripción que realizan de Digitaria, al considerarla como la cosa mas pesada del universo,
compuesta del famoso “sagala”. Pero se trata de un error: Sirio B simplemente no es la estrella mas
pesada del universo. Muchas otras estrellas enanas son tanto o mas pesadas que Sirio B, por
ejemplo, las estrellas de neutrones. Solo que este dato no lo conocían los astrónomos de entonces,
ni tampoco, demás está decirlo, los sacerdotes Dogon. Por lo visto, los conocimientos astronómicos
de los “Nummos”, a pesar de dominar el viaje interestelar, no estaban muy por delante de lo que ya
sabían los astrónomos terrestres en las primeras décadas del siglo XX. Otro tanto puede decirse de
la teórica segunda compañera de Sirio, Sirio C, tan generosamente identificada con Emme Ya (pero
esto merece de por si un comentario mas detallado; véase mas adelante).

Otros errores son bastantes mas groseros, como la extraordinaria noticia de que Digitaria ocupaba
en otra época la actual posición del Sol.Si descendemos de los espacios interestelares al mero
sistema solar, el panorama es aún mas desalentador: se trata de conocimientos superados no ya en
la década de los veinte, sino en muchos casos en un siglo o más. Erróneamente se identifica a
Saturno como el planeta mas lejano del sistema solar, dejando de lado a Urano, descubierto en
1781 por Herschel, y a Neptuno, predicho por Leverrier en 1846 e identificado por Galle ese mismo
año (por no hablar de Plutón). Este solo hecho de por sí ya hace dudar que la fuente original de los
conocimientos Dogon sean unos sabios extraterrestres, pues estos no habrían ignorado dos
planetas tan considerables. De la misma manera, solo se mencionan las cuatro lunas galileanas de
Júpiter, cuando en realidad ese planeta tiene al menos 16 satélites. Algunas otras omisiones son
también curiosas: se mencionan los anillos de Saturno, pero no se dice ni una palabra sobre los que
circundan a los otros planetas mayores. Por ejemplo, los anillos de Urano fueron descubiertos en
1977. ¿Es esta observación demasiado detallista? En realidad, es muy cierto que los anillos de
Saturno son considerablemente mas conspicuos que los de sus compañeros, pero también es cierto
que lo que se está juzgando aquí es la verosimilitud de un conocimiento revelado a los humanos
nada menos que por una superraza extraterrestre tecnológicamente avanzada; con una fuente
semejante, hay que ser exigentes y reclamar precisión en los detalles. Y resulta bastante
contradictorio que el nivel de detalle que se nos ofrece, en lo concerniente al sistema solar, no
rebase el nivel que tenía la astronomía moderna a mediados de siglo XVIII, o el que pudiera permitir
un pequeño telescopio empacado en el equipaje de un explorador de finales del XIX o principios del
XX.

Como ya se señaló antes, la posibilidad de que los Dogon hayan adquirido conocimientos
astronómicos a partir de fuentes modernas ha sido calificada de inverosímil por los defensores a
ultranza de la hipótesis extraterrestre (y también por los Afrocentristas, que la rechazan por ser
“eurocéntrica”). Las críticas han ido tanto en el sentido de juzgar improbable que un proceso así
pueda ocurrir, en un lapso de tiempo limitado, como en el de reivindicar una gran antigüedad para
las tradiciones que hablan de esos conocimientos.Respecto al primer punto (dejando aparte los
ejemplos citados por Sagan y que se reseñaron antes), el mismo Robert Temple nos ofrece
(inadvertidamente) lo que puede ser una muestra bastante obvia de asimilación de una creencia
exógena por parte de la mitología Dogon. El personaje al que se refiere (a pesar de denominarlo
“Nummo”) es fácilmente reconocible:

“El Nummo fue crucificado y resucitó, y en el futuro volverá a visitar la Tierra, esa
vez en forma humana”.

¿Un Nummo crucificado que luego resucita? Esa no parece precisamente la clase de información
que sería de esperarse de unos alienígenas que dominan la técnica del viaje interestelar, sino mas
bien del catecismo de algún predicador cristiano (Segunda Venida incluida). También existen otros
ejemplos de historias bíblicas que los Dogon han asimilado a sus mitos, como la borrachera de Noé
que aparece en el Génesis, y que consideran como propias.

Con respecto a la gran antigüedad de las tradiciones que hablan de Sirio y de su acompañante,
también son necesarias algunas precisiones. Suele afirmarse que la antigüedad demostrada de la
ceremonias Sigui es de 700 años (remontándose, por lo tanto, al siglo XIII E.C.). Una vez más, la
fuente original de esta aseveración es el trabajo de Marcel Griaule. La prueba material que se
ofrece en este punto son las máscaras empleadas por la sociedad Awa en esas ceremonias, que
luego de cumplir con su función no son desechadas, sino guardadas en refugios protegidos.Antes
de seguir adelante, quizás sea conveniente recordar que Griaule no disponía de un método
fidedigno para datar las máscaras encontradas en esos refugios, pues el método del Carbono 14 no
fue desarrollado por Willard Libby hasta 1947, y esta parte de su investigación fue realizada antes
de 1938. En consecuencia, procedió a hacer una extrapolación, contando las máscaras que había en
un refugio en particular (ocho, los restos de una novena, y tres montones de polvo que asumió que
correspondían a tres máscaras adicionales), y estimando que se había elaborado una nueva
máscara cada 60 años, hizo que la ceremonia Sigui se remontara hasta el siglo XIII. Sin embargo, en
otros refugios solamente había tres o cuatro máscaras, lo que hace que la cuestión se vuelva algo
confusa. Puestos a especular, por ejemplo, bastaría con que algunas máscaras hubieran sido
trasladadas de un refugio a otro en algún momento del pasado, para que esta cronología se viniera
abajo.

De cualquier manera, aquí es oportuno recalcar un punto que suele pasarse por alto en la discusión
de la antigüedad del conocimiento de Sirio B: que las máscaras y la ceremonia Sigui se remonten o
no a un pasado remoto no dice absolutamente nada en favor o en contra de que los Dogon
conocieran a Sirio B desde tiempos inmemoriales, aún en el caso de que la ceremonia Sigui
estuviera realmente relacionada con Sirio. Sirio A es de por sí un objeto astronómico atrayente; de
hecho es la estrella mas brillante del firmamento (con una magnitud de – 1,4). Llama la atención de
cualquier observador del cielo así este no este enterado de que la circundan una o mas compañeras
invisibles. Los Dogon (como los antiguos egipcios) bien pudieron darle un papel central en sus mitos
sin necesidad de estar enterados de la presencia de Sirio B, y celebrar en su honor la mencionada
ceremonia.

Aún más, existen algunos detalles que inducen aún más dudas de que realmente la ceremonia Sigui
tenga algo que ver con Sirio B. Para empezar, el supuesto nombre que dan los Dogon a la brillante
Sirio A: Sigu tolo, queriendo significar “estrella del Sigui”. La estrella del Sigui es, según esto, Sirio A,
a pesar de la teórica preponderancia de la invisible Digitaria. En segundo lugar es bien llamativo
que los Dogon hayan optado por celebrar cada sesenta años (aproximadamente) una ceremonia en
honor a un cuerpo estelar que no pueden ver pero cuyo período orbital es de cincuentaaños
(también aproximadamente). Resultaría bastante mas congruente que se celebrara cada 50 años.

Otra “prueba” material que siempre sale a relucir en este punto es un diagrama simbólico que los
Dogon identifican como “el huevo del mundo”. Según los divulgadores, se trata de un “preciso
diagrama orbital”, en el cual Sirio A se encontraría en uno de los focos de la elipse. Robert Temple
ha llegado a afirmar al respecto que “la analogía es hasta tal punto sorprendente, que incluso el ojo
más inexperto está en condiciones de constatar la identidad de las dos configuraciones, hasta en los
más mínimos detalles”. Suena en verdad impresionante, pero la impresión dura solo hasta que se le
hecha un vistazo (así sea con ojo inexperto) al citado dibujo. Lo primero que se observa es que hay
un exceso de cuerpos “estelares” dentro del “sistema”: nada menos que nueve. ¿Por qué tantos?
Solo debería haber dos: Sigu tolo y Po tolo. Por lo pronto, Emme Ya (“el sol de las Mujeres”) y su
satélite no tendrían porque aparecer, pues ya se nos ha advertido que recorren su trayectoria a una
distancia de Sigu tolo mucho mayor que Digitaria. Cualquiera diría que el “preciso diagrama orbital”
no es de ninguna forma tan preciso. Una segunda mirada descubre otra anomalía: en realidad se
trata de un diagrama orbital muy raro, pues en la supuesta órbita no hay ningún cuerpo. La estrella
que debería estar sobre la órbita (Po tolo) en realidad se encuentra dentro de ella. Por lo visto, lo
realmente sorprendente no es la analogía (inexistente) entre el “huevo del mundo” y un diagrama
orbital, sino que alguien pueda pretender que exista “identidad de las dos configuraciones, hasta en
los más mínimos detalles”. Otra vez, lo que se presenta como “prueba” de una afirmación
extraordinaria cae muy por debajo de cualquier nivel de exigencia, en especial cuando nos han
ofrecido primores de precisión que no aparecen por ninguna parte.

¿Triple?
Resulta muy poco estimulante el hecho de que virtualmente todos los extraordinarios
conocimientos cosmológicos que se le atribuyen a los Dogon ya estuvieran firmemente asentados
dentro de la astronomía moderna desde antes de que los antropólogos franceses visitaran a ese
pueblo. Por ejemplo, si dentro de esa supuesta “sabiduría tradicional” existieran referencias a algún
hecho oscuro, solo descubierto muy recientemente, (como los anillos de Júpiter, que eran
desconocidos antes de la exploración del Voyager 1) el “misterio” podría considerarse en verdad
como casi insoluble desde una perspectiva mundana.Y según nos dicen los divulgadores del
“misterio de Sirio”, con Robert Temple a la cabeza, esa es exactamente la situación. Un
descubrimiento flamante habría venido a demostrar que los conocimientos astronómicos de los
Dogon se habrían adelantado a la ciencia occidental. Concretamente, estamos hablando del
“descubrimiento” de Sirio C. En la primera edición de su libro, Temple hizo esta significativa
“profecía”:

“Si Sirio C llega a ser descubierta, y se encuentra que es una enana roja,
yo concluiré que la información de los Dogon ha sido completamente
validada”

Recordemos que los Dogon no describen a Sirio como un sistema binario (Sirio A – Sirio B), sino que
al parecer hablan de un sistema bastante mas complejo, un sistema estelar triple cuando menos (de
momento podemos hacer abstracción de los otros elementos): Sigu tolo, Po tolo y Emme Ya. Es un
hecho bien conocido desde mediados del siglo pasado que Sirio es un sistema binario, pero solo en
1995 se encontró evidencia de la posible existencia de un tercer componente.Ese año, los
astrónomos franceses Daniel Benest y J. L. Duvent publicaron en “Astronomy and Astrophysics” un
artículo titulado Is Sirius a triple star?, en el cual, basándose en un análisis orbital de la binaria Sirio
A-B, y con la ayuda de una simulación numérica, sostienen la idea de la triplicidad de Sirio. Hay que
señalar aquí que en el citado artículo Benest y Duvent no pretenden “haber descubierto” que Sirio
es triple, sino que consideran altamente probable que así lo sea. De acuerdo a sus cálculos, la
teórica Sirio C sería una pequeña enana roja que describiría su órbita alrededor de Sirio A en unos 6
años. Hasta la fecha, este descubrimiento no ha podido ser confirmado visualmente.

Lo cierto es que, confirmado o no, a los divulgadores el “descubrimiento” de Benest y Duvent les
vino como anillo al dedo, y no han dejado de sacarle provecho desde el primer instante,
presentándolo como una clamorosa confirmación de la conexión entre el pueblo Dogon y antiguos
visitantes del espacio exterior. Y por supuesto, antes que nadie, el propio Robert Temple, quien
aprovechó para lanzar la nueva edición de su libro. Curiosamente, el hecho de que la supuesta
“Emme Ya” de los Dogon tenga pocas características comunes con la estrella enana de Benest y
Duvent no parece molestarles. Por ejemplo, el supuesto período orbital de Emme Ya sería de 50
años, considerablemente mayor que los seis años que estiman Benest y Duvent para su enana roja.
Por no hablar de que aún cuando esta estrella existiera, aún quedaría por demostrar que tiene a su
alrededor un sistema planetario, y que en este sistema están dadas las condiciones para que se
desarrolle la vida y una civilización tecnológica como las de los fantásticos “Nummos” de la leyenda
(y esto en realidad luce como muy poco probable).
Quizás fuera conveniente preguntarse si no es una mera coincidencia afortunada que los Dogon
hayan imaginado a Sirio como un sistema triple, aunque contra esto se podría argumentar que
parece mas factible que un conocimiento muy antiguo al respecto se haya ido desnaturalizando
progresivamente al pasar oralmente de generación en generación.

De cualquier manera, pudiera parecer que la propuesta aparición en el escenario de Sirio C echa
por tierra la posibilidad de que los Dogon adquirieran sus conocimientos astronómicos de una
fuente terrestre y moderna. Pero nuevamente, no es así, por la sencilla razón de que la idea de que
Sirio es un sistema triple no apareció por primera vez en 1995 con Benest y Duvent, sino mucho
antes.En realidad, la idea de la probable triplicidad de Sirio tiene una historia singularmente larga.
Tan temprano como en 1894 (sí, 1894) ya se observaron irregularidades en el movimiento de Sirio
B, lo que llevó a sospechar la existencia de un tercer cuerpo estelar. Posteriormente, entre 1920 y
1930, aparecieron alrededor de veinte reportes de observadores que creyeron haber visto una
pequeña estrella adicional en el sistema. El primero de esos reportes fue el de Phillip Fox en 1920,
quien informó que la imagen de Sirio B parecía ser doble. Fox realizó esta observación utilizando el
mismo telescopio refractor con el que Alvan Clark había descubierto a Sirio B en 1862. Otros
informes similares fueron presentados posteriormente por Robert Thorburn Ayton Innes y por
Willem H. van den Bos. Un poco mas tarde, en 1933, Voronov, basándose en un análisis de la
velocidad radial de Sirio A entre 1899 y1926, postuló la hipótesis de la duplicidad de Sirio A,
estimando un período orbital de 4,5 años para la acompañante. El interés por el teórico tercer
componente de Sirio no decayó drásticamente sino en 1973, cuando un detallado estudio de Irving
W. Lindenblad (el mismo astrónomo que fotografió por primera vez a Sirio B) realizado a lo largo de
casi siete años, no logró encontrar ningún dato que apoyara su existencia.

La cuestión aquí es que de nuevo nos encontramos con que uno de esos extraordinarios
conocimientos que Griaule le atribuye a los Dogon ya había sido previamente discutido por los
astrónomos de los años veinte. Que los supuestos avistamientos de Sirio C en la década de los
veinte fueran reales o no (y muy probablemente no lo eran) no tiene aquí mayor relevancia: lo
importante es que esa información, errada o no, existía y circulaba antes de que Griaule partiera
con sus expediciones al Africa y bastante antes de que los sacerdotes Dogon accedieran a “iniciarlo”
en sus más profundos secretos (¡en 1946!). Si algún viajero occidental interesado por la astronomía,
digamos que en la década de los veinte o treinta, llevó a los Dogon la información maravillosa
acerca de Sirio B, pudo también llevarles la de la supuesta Sirio C. En este sentido, y en contra de lo
que pretenden los divulgadores, una eventual confirmación de la existencia de Sirio C no
demostraría en absoluto que los Dogon hubieran recibido de la antigüedad informaciones
impartidas por visitantes extraterrestres. Por el contrario, si a la larga Sirio C no existiera, esto
estaría a favor de que lo que recibieron los Dogon fueron informaciones contemporáneas
y erradas de algún visitante mucho mas terrenal.

Má s explicaciones
Hasta este momento hemos analizado la extraordinaria afirmación de que los mitos del pueblo
Dogon contienen una inusual información astronómica cuya fuente original es la visita de seres
alienígenas procedentes de Sirio en un pasado remoto, y hemos observado que esta hipótesis tiene
puntos débiles en su argumentación, además de existir al menos una alternativa verosímil bien
fundamentada. Sin embargo, no se ha puesto en tela de juicio la existencia misma de esa
información dentro la sugerente cosmogonia Dogon. Ahora avanzaremos un paso mas.

Recapitulemos: la fuente original (¡y única!) empleada por Robert Temple, Eric
Guerrier y demás divulgadores del “Misterio de Sirio” es el trabajo de Marcel Griaule y
su equipo, realizado en las décadas de los treinta y cuarenta. Pero Griaule solo se
refiere a los conocimientos astronómicos de los Dogon en su artículo Un Système
Soudanais de Sirius, publicado 1950, y en Le Renard Pâle, que publicó Germaine
Dieterlen en 1965, cuando ya Griaule había fallecido. En el resto de sus obras,
incluyendo la fundamental Dieu d’eau, lo ignoran.

Antes que nada, recordemos que Marcel Griaule fue un antropólogo eminente y respetado, no un
traficante de misterios al estilo de von Daeniken o Zecharia Sitchin (o del mismo Robert Temple, a
pesar de sus credenciales académicas). Ya antes vimos su pudorosa reticencia a especular sobre el
posible origen del supuesto mito Dogon sobre Sirio (nada de atlantes ni de alienígenas procedentes
del espacio exterior). Pero eso no implica que sus hallazgos y métodos no puedan ser sometidos a
revisión y cuestionamiento.
De hecho, la metodología de Griaule ha sido sometida a críticas desde hace años. Empezando por
su declarada intención de “redimir el pensamiento africano”, que lo puede haber llevado a
importantes sesgos de observador. Se le ha criticado su método de obtener información a partir de
un único informante a través de un interprete, así como la ausencia total de textos en idioma
Dogon. Lo que esto implica es claro: no oímos lo que los Dogon saben o ignoran acerca de Sirio,
sino a Griaule (y a Dieterlen) interpretándolos.

En 1991 el antropólogo belga Walter E.A. van Beek, de Utrech, tras estudiar a los Dogon a lo largo
de once años (desde 1979 hasta 1990) publicó en Current Anthropology un artículo titulado Dogon
Restudies. A Field Evaluation of the Work of Marcel Griaule. En ese artículo, Van Beek hace notar,
en primer lugar, el hecho (realmente sorprendente) de que los datos originales de Griaule y
Dieterlen son únicos; ningún otro antropólogo, trabajando sobre el mismo terreno, ha logrado
reproducirlos. En otras palabras, no ha existido ninguna verificación independiente de sus
afirmaciones. También señala que durante sus años de investigación con los Dogon, tampoco él
pudo encontrar el más mínimo rastro del detallado saber sobre Sirio que Griaule les atribuye.

La intención inicial de van Beek era encontrar evidencia de las aseveraciones de Griaule; pero
finalmente tuvo que aceptar que existían graves problemas al respecto. Van Beek halló a los
informantes de Griaule, incluyendo a su interprete–compilador, Ambara, al que ya hemos
mencionado con anterioridad (Innekouzou, el sacerdote responsable del “saber sobre Sirio” había
fallecido en 1951). Descubrió que “ningún Dogon fuera del circulo de los informantes de Griaule
había oído jamás de Sigu tolo o Po tolo… Aún más importante, nadie, aún dentro del círculo de los
informantes de Griaule había oído o entendido que Sirio fuera una estrella doble“. Asimismo,
encontró que aún cuando esos informantes supieran de Sigu tolo, no eran capaces de ponerse de
acuerdo respecto a cual estrella se refería ese término: “para algunos, es una estrella invisible cuyo
ascenso anuncia la fiesta Sigui, para otro es Venus que en una posición determinada aparece como
Sigu tolo. Todos concuerdan, sin embargo en que ellos aprendieron acerca de la estrella de Griaule”.

Por supuesto, los Dogon conocen a Sirio (es la estrella mas brillante del cielo), pero según van Beek
no le dan el nombre de Sigu tolo, sino el de Dana tolo. Aún más, puntualiza que (contra lo
informado por Griaule) “el conocimiento de las estrellas no es importante [para los Dogon] ni en la
vida diaria ni en sus rituales”, resultando para ellos mucho mas cruciales otros fenómenos celestes,
como la posición del sol y las fases lunares.
Griaule obtenía sus datos en largas sesiones con un informante principal; el interprete–compilador
de estas sesiones (respecto al “saber de Sirio”) era Ambara. Es muy probable que en este proceso
Griaule reinterpretara las informaciones de su traductor de acuerdo a sus propios conocimientos (a
Griaule le interesaba la astronomía y la había estudiado en una época; sin duda conocía la polémica
sobre la naturaleza de Sirio B, y es muy probable que estuviera al tanto de los avistamientos
inconfirmados de Sirio C en la década de los 20, todo ello ocurrido antes de que iniciara sus
investigaciones en Africa). Van Beek hace notar que la cultura Dogon le da una gran importancia al
consenso y a evitar las contradicciones. Al enfrentarse a alguien tan respetado y apreciado como
Griaule, habrían preferido aceptar sus análisis erróneos como propios. En este escenario, la
información sobre Sirio B habría partido del mismo Griaule, quien quizás puede haber
malinterpretado alguna referencia relativa a una estrella visible y poco conspicua cercana a Sirio
como el reconocimiento de su compañero invisible.A este respecto, van Beek hace dos
observaciones mas:

a) En su experiencia de once años con los Dogon, observó que estos tienden a darle nuevos nombres
a objetos de todas clases (incluyendo las estrellas) solo con el fin de satisfacer la curiosidad de los
investigadores.
b) Griaule tenía la tendencia a querer controlar las situaciones, en tanto que los Dogon procuran,
siempre que pueden, evitar desacuerdos con los hombres blancos. En especial con Griaule, quien les
había impresionado como un personaje muy importante. Si este les hubiera hecho una preguntado
dirigida sobre si conocían a la compañera invisible de Sirio, muy probablemente hubiera obtenido
una respuesta afirmativa, aún cuando realmente no supieran nada al respecto.
Van Beek cita un ejemplo específico de esta tendencia de los Dogon al consenso: una de sus
narraciones explica la diferencia entre ellos y los blancos mediante una historia tomada del Génesis
(la de la ebriedad de Noé). Solo que la reivindican como propia y rechazan que se trate de una
historia tomada de los blancos, y en esto coinciden tanto aquellos Dogon que aún mantienen sus
creencias tradicionales como aquellos que son cristianos.

Una contraexplicación a los hallazgos de van Beek es que el saber sobre Sirio es realmente muy
secreto y conocido solo por unos pocos. A esto puntualiza: ” ni los mitos ni los cantos [de los
Dogon] – a pesar de ser sagrados – son secretos. De hecho, el «tem» [conocimiento colectivo] es
conocimiento público”. Aún más: “La cuestión es, entonces, que tan secretos pueden ser los secretos
y aún así permanecer como parte de una cultura. El significado compartido es un aspecto crucial en
cualquier definición de cultura, mientras que un secreto compartido por unos pocos es por definición
marginal… Así, si los secretos revelados a Griaule son parte de la cultura Dogon, uno debe ser capaz
de volver a conseguir su rastro”.

Si los hallazgos de Griaule son únicos, no se puede decir lo mismo de los de van Beek; otros
antropólogos, como Jacky Boujou, con 10 años de experiencia entre los Dogon, y Paul Lane,
trabajando también sobre el terreno, han coincidido con sus conclusiones. Naturalmente, Dieterlen
(que falleció en 1999) y la hija de Griaule, Genevieve Griaule–Calame defendieron la obra de éste;
esta última llegó a calificar la crítica de van Beek de “especulación desenfrenada”.

Otros críticos han encontrado más fallas en los “descubrimientos” de Griaule. Como Peter James y
Nick Thorpe, en su libro Ancient Mysteries (1999). Estos se refieren fundamentalmente a los
argumentos de van Beek, pero también encuentran lugar para aportes propios. Por ejemplo, hacen
notar serias divergencias entre la interpretación que hace Griaule y lo que él mismo reporta que le
informaron los Dogon. Así, la interpretación de Griaule asume que Po tolo es Sirio B, en tanto que la
información original es muy diferente: “Cuando Digitaria (Po tolo) está cerca de Sirio, esta última se
hace más brillante; cuando está mas lejos de Sirio, Digitaria emite una luz parpadeante, sugiriendo
varias estrella al observador”. Difícilmente se puede decir que esto sugiera una acompañante
invisible de Sirio. James y Thorpe también consideran sospechoso el antiguo interés de Griaule por
la astronomía, y sugieren que reinterpretó las respuestas de sus informantes de acuerdo a sus
propios conocimientos y a lo que deseaba oír.

Conclusió n
Podemos resumir el estado actual de la que es considerada por muchos como la evidencia más sólida de la
visita de seres del espacio exterior a la Tierra en un pasado remoto en los siguientes puntos:

Ninguno de los “extraordinarios” conocimientos astronómicos que le legaron esos


visitantes alienígenas al pueblo Dogon era desconocido para la astronomía moderna antes
de que sus mitos fueran registrados en los años treinta y cuarenta. En esto se incluyen
varios errores obvios, muy poco probables viniendo de una civilización tecnológicamente
avanzada.

No existe ningún registro previo a los años treinta y cuarenta de ese extraordinario
saber astronómico.
La evidencia material respecto a ese extraordinario saber es ambigua y sujeta a
interpretaciones arbitrarias, como el famoso “huevo del mundo”, transformado en un
“diagrama orbital”.

Existen explicaciones alternativas verosímiles, como la de Carl Sagan, basada en


procesos de asimilación cultural que ya han sido observados entre otras culturas.

Más importante todavía: toda la leyenda del saber secreto sobre Sirio del pueblo
Dogon se basa en una única fuente (Griaule), y las aseveraciones de esa única fuente no
han podido ser confirmadas por otros investigadores trabajando sobre el terreno. Dicho de
otra forma, no ha existido una verificación independiente de los datos.

Los datos y los métodos empleados por la fuente original han sido cuestionados y
criticados.

Y no es solo cuestión de que los datos originales no hayan sido verificados
independientemente: la investigación de Walter van Beek aporta evidencias en contra de
que alguna vez haya existido entre el pueblo Dogon un inusual, y detallado y preciso
conocimiento astronómico, fuera de las posibilidades reales de una sociedad
pretecnológica.

Por lo visto, la evidencia no es tan sólida como parece, o como se nos quiere hacer
creer. A pesar de que incluso la Encyclopædia Britannica Online haya incurrido en la
demagogia y el absurdo de aceptar que la ceremonia Sigui descansa en “la creencia de
que hace 3000 años anfibios procedentes de Sirio visitaron a los Dogon”.Para concluir,
y solo como dato curioso: Robert Temple no repara en el trabajo de van Beek en la
reedición de su libro The Sirius Mystery. Esta “extraña” omisión no puede menos que
resultar llamativa en un erudito de su talla. Una lástima sin duda, pues hubiera podido
exponer los indudables vínculos del antropólogo belga con la KGB, la CIA y la NASA, en
su intento coordinado por suprimir su hipótesis. La cronología se lo permitía (Dogon
Restudies es de 1991, y la reedición de The Sirius Mystery de 1998), pero muy
probablemente debe haber sentido que esa clase de referencias hubiera echado a
perder una buena fábula.
RELACIONADO: Los Dogon y sus tonterías.

En pleno corazón de África, perdidos del mundo, sin más comunicación y más
Ciencia que la de sus antiguas creencias y tradiciones, se encuentra el pueblo de
Dogones en Mali. Allí, entre sus preocupaciones cotidianas, que podríamos
considerar mundanas como ellos las nuestras, se encuentra uno de los mayores
enigmas de la Historia y de la Ciencia.

Todo comenzó cuando en el año 1970 se fotografío la estrella luminoso Sirio B a


casi nueve años luz de nuestro planeta en la constelación del Can Mayor.
Además: al “ojo” del ser humano es invisible… Fue un importante paso para la
Astronomía actual.

Sin embargo todo ello ya parecían conocerlo los habitantes del pueblo Dogón… ya
desde hace siglos conocían la existencia de Sirio B, antes que nuestra Astronomía
moderna… ¿como era posible?

El pueblo Dogón procede de los antiguos garamantes, ancestros de los tuaregs.


Se ubican a 400 kilómetros de Tumbuctú y su población es de 300000 habitantes.
Es un pueblo que sólo tiene por herencia su idiosincracia y perviven dentro de sus
tradiciones., y es ahí donde radica su incomprensible -para nosotros- Saber.

Todo ello vino de la mano del antropólogo francés Marcele Griaule, en 1939, quién
vivió entre los dogones estudiando su sistemas de creencias, su estructura social,
su religión… Contaba en sus notas las creencias de un chamán dogón llamado
Ogotemmeli, y narraba su clasificación de las plantas y la cosmogonía. Y Griaule
se sorprendió cuando escuchó como los dogones afirmaban que sus ancestros
descendieron del cielo y los dioses les legaron los conocimientos, procedían de la
lejana estrella Digitaria (Sirio B) y eran llamados como “los señores del agua”
siendo una especie de seres anfibios que eran llamados “nommos”, y que visitaron
este planeta nuestros hace 5500 años… Fueron ellos, los dioses, los que les
hablaron de su estrella, de Digitaria (Sirio B), que sus sistema lo componían tres
soles en realidad, Sirio A, Sirio B y la desconocida -hasta hace unos años- Sirio
C… les dijeron cuales eran sus datos astronómicos, su órbita…, sus costumbres…
y así los dogones representaron sobre la áspera piedra aquellas indicaciones de
los dioses quedando plasmada durante siglos y para la Historia incomprendida…

Es la antropóloga francesa Germaine Dieterlen, en 1965, quién publica en «Le


Renard Pâle» un informe sobre el estudio de Marcele Griaule y era ella quién
afirmaba que Ogotemmeli en aquellas confidencias del chamán con el francés
cuando se puso de manifiesto datos incomprensibles en, y para, la cultura dogona:

La Luna era un satélite descrita como «seca y estéril».

Afirmó que, en la época, el planeta Júpiter tenía cuatro satélites, sin embargo en
1965 se sabía de la existencia de 11 de ellos, a saber: Io, Europa, Ganímedes,
Calisto descubiertos por Galilelo en 1610, Himalia (Perrine,1904), Elara (Perrine
1905), Pasiphae (Melotte 1908), Sinope (Nicholson 1914), Lysithea, Carme
(Nicholson 1938), Ananke (Nicholson 1951). Más los que se van descubriendo en
la actualidad.

Saturno tiene anillos.

Sirio es un sistema triple (Sigu Tolo) integrado por una estrella gemela (Po Tolo,
“tan pesada que todos los hombres del planeta no podrían levantarla”) y por una
tercera estrella (Emme Ya), cuatro veces menos pesada que Po Tolo.

En pleno siglo XX la Astronomía le dio la razón al pueblo Dogón… ¡¡¡Era un


conjunto de tres cuerpos celestes!!! ¿Cómo era posible? La existencia de Sirio C
ha podido ser probada sólo, y según, modelos matemáticos y astronómicos…
¿como un pueblo “retrasado en la evolución científica” conocía esos datos?

Pero fue el escritor Robert K. G. Temple, quién en publicó “The Sirius Mystery” (“El
Misterio de Sirio”) en el cual se daban las relaciones presuntas del pueblo dogón
con seres venidos de las estrellas…

Buscando explicaciones el antropólogo danés Van Beek, en 1991, publicó su


estudio “Dogon Restudied “ en el cual se ponía de manifiesto las contrariedades
con el estudio de Griaule y Dieterlen, el danés afirmaba que la única fuente de
información de los franceses fue el chamán Ogotemmeli que estaba influenciado
por las ideas científicas de un misionero jesuita que había vivido en la región. Ese
dato parece que no fue tenido en cuenta por los franceses viciando la información
primaria… Aunque todo esto también fue tenido por un intento de descrédito hacia
los maravillosos conocimientos de los dogones.

Van Beek dice en su estudio que todos los conocimientos expresados por los
investigadores franceses y atribuidos a los dogones eran ya conocidos en 1932…

Se trató de explicar bajo la premisa de la “intoxicación cultural” pero no se pudo


desacreditar las creencias de los dogones y su certeza científica, más aún cuando
en 1995 los franceses Daniel Benest y J.L. Duvent descubrieron ya anomalías en
el modelo orbital de Sirio A y B, ello indicaba la presencia de un tercer cuerpo que
alteraba su sistema…¿que era? La existencia de un tercer y pequeño cuerpo que
llamaron Sirio C… el círculo se había cerrado y el Misterio había comenzado… No
había solución al enigma salvo aceptar lo que narraban los integrantes del pueblo
Dogón en base a su más ancestral tradición.

RESUMEN MISTERIO DOGÓN Y SIRIO B:

Propuesta Dogona 1:

Los dogones explican que Po Tolo es un astro menor que Sirio, aunque más
pesado. Que no se puede ver desde la tierra, aunque es mucho más luminosa que
Sirio. Y que orbita Sirio, completando el giro cada 50 años.

Confirmación 1:

Sirio está acompañado por Sirio B, pequeña y muy pesada (lo que se conoce
como enana blanca), con un período rotacional a su alrededor, de 51 años y por
supuesto, para redondear mucho más brillante que Sirio, su compañera en el
sistema binario.

Lo extraño 1:
Este descubrimiento data de 1844, el astrónomo Friedrich Bessel, descubrió que
Sirio, formaba parte de un sistema binario, con la existencia de otra estrella
invisible, a la que se llamo Sirio B. Bessel afirmó que su periodo de traslación es
de 50 años.

En 1862 el astrónomo Alvan Graham Clark puedo confirmar su existencia con el


que era el mejor telescopio que existía en aquel momento.

En 1915 se empieza a creer que Sirio B es una estrella masiva, de gran densidad.
En 1926 se admite su enorme densidad.

En la cosmología de los Dogon, data de hace miles de años. Las pinturas se están
datadas, en concreto, en los siglos XV o XVI.

Como lo explican los Dogones:

Dicen que fueron instruidos por unos visitantes de la antigüedad, que bajaron del
cielo. Sitúan el aterrizaje en el norte del Malí, en el desierto.

Propuesta Dogona 2:

Afirman que existe un tercer objeto astronómico orbitando Sirio, también. Lo


llaman EMME IA. A su vez, alrededor de EMME IA orbita a su vez, el planeta de la
raza por la que fueron instruidos.

Confirmación 2:

En 1985 se empieza a sospechar que existe un tercer objeto en el sistema de Sirio


(Sirio C) . La existencia de anomalías de los períodos orbitales de Sirio B, parecen
indicar en un 90% la probabilidad de la existencia de una enana marrón,
denominado Sirio C.

Los dogones y el enigma de Sirio


Luis Alfonso Gámez ENIGMAS DEL ESPACIO, ENIGMAS DEL PASADO, JUAN JOSÉ BENÍTEZ, LA CARA
OCULTA DEL MISTERIO,TERGIVERSACIÓN DE LA HISTORIA Astronautas en la
antigüedad, Dogones, Extraterrestres, Juan José Benítez, Misterio de Sirio
Sirio es la estrella más brillante del cielo y era muy importante para los antiguos egipcios:
después de meses bajo el horizonte, su reaparición en el cielo vespertino marcaba el inicio
de la crecida anual del Nilo. Tiene una compañera, Sirio B, invisible a simple vista y que no
se descubrió hasta mediados del siglo XIX. Sin embargo, forma parte, algunos dicen que
desde tiempo inmemorial, del sistema de creencias de los dogones, un primitivo pueblo de
Mali (África occidental) cuya cosmogonía se presenta como una de las mejores pruebas de
contactos con extraterrestres en la Antigüedad.
Los conocimientos astronómicos de los dogones asombraron en la primera mitad del siglo
pasado a los antropólogos franceses Marcel Griaule y Germaine Dieterlen. El primero había
establecido contacto con la tribu en 1931, y los dos publicaron en 1950, en el Journal de la
Société des Africanistes, un artículo en el cual sostenían que los mitos dogones de la
creación del mundo giraban alrededor de Sirio y de su estrella compañera. No aventuraban
cómo podía haber llegado una cultura precientífica, sin telescopio, a conocer esa estrella;
pero el enigma estaba ahí: ¿cómo sabían los dogones que Sirio tiene una pareja?
Superhombres

Griaule y Dieterlen explicaban que,


vinculada al periodo orbital de Sirio B, los dogones celebran la ceremonia Sigui, “cuyo
propósito es la renovación del mundo”. A partir de sus hallazgos, Robert K.G.
Templepropuso en 1976, en El misterio de Sirio, que hombres-peces procedentes de ese
sistema estelar no sólo habían trasmitido a los dogones sus conocimientos astronómicos,
sino que además habían fundado su civilización. Para el escritor estadounidense, los
visitantes “se parecerían un poco a las sirenas y los tritones, y podrían asemejarse, de
alguna manera, a nuestros inteligentes amigos los delfines”. La idea fue acogida con júbilo
porErich von Däniken y otros, y todavía hoy es defendida por ufólogos como Juan José
Benítez, para quien hace mil años los extraterrestres seleccionaron a los dogones más
capacitados, los secuestraron y los adiestraron “como superhombres, como hombres
santos”.
La tribu africana sabía, según Griaule y Dieterlen, que Sirio tiene una compañera y también
que esa estrella invisible es muy densa y completa una órbita alrededor de su hermana cada
50 años. La astronomía ha confirmado ambos extremos. Sirio B fue, de hecho, la primera
enana blanca identificada como tal. Una enana blanca es una estrella tan densa que un
centímetro cúbico de su materia pesa una tonelada. “A primera vista, la leyenda de Sirio
elaborada por los dogones parece ser la prueba más seria en favor de un antiguo contacto
con alguna civilización extraterrestre avanzada”, escribió Carl Sagan en su libro El cerebro
de Broca (1974).
Suelen citar esta frase quienes abogan por un origen alienígena de la cosmogonía dogon,
olvidando que va seguida de una puntualización que hace que cambie de significado: “No
obstante -continúa el astrofísico-, si examinamos con más atención el tema, no debemos
pasar por alto que la tradición astronómica de los dogones es puramente oral, que con
absoluta certeza no podemos remontarla más allá de los años 30 y que sus diagramas no son
otra cosa que dibujos trazados con un palo en la arena”. La clave es que no hay constancia
de la cosmogonía siriaca de los dogones con anterioridad al artículo de Griaule y Dieterlen
en 1950.
Antropología chapucera
A principios del siglo pasado, Sirio B era ya una vieja conocida de los astrónomos. Su
existencia había sido propuesta en 1844 por el alemán Friedrich Bessel. Creía que los
bamboleos que sufría Sirio en su movimiento se debían a la presencia de una estrella
compañera y calculó que el dúo tardaba unos 50 años en completar una órbita alrededor de
su centro de masas. Dieciocho años después, el astro invisible fue visto por el
estadounidense Alvan G. Clark mientras probaba un nuevo telescopio. Quedaba claro que
Sirio era un sistema binario, compuesto por dos estrellas. Y también parece claro ahora que
los dogones no sabían nada de Sirio B hasta la llegada de los antropólogos franceses.
Los visionarios más entusiastas suelen olvidar que la cosmogonía de esta tribu africana está
llena de errores. Los dogones creen, según Griaule y Dieterlen, que Sirio B es la estrella
más pequeña y pesada del Universo, algo que era cierto en los años 30 del siglo pasado;
pero no ahora. Desde entonces se han descubierto centenares de enanas blancas más
pesadas y las estrellas de neutrones, objetos todavía más densos. En el Universo de los
dogones, Júpiter tiene cuatro satélites y Saturno, con sus anillos, es el planeta más lejano;
pero el primero tiene más de 60 lunas y el segundo no es el planeta más lejano: más allá
están Urano y Neptuno.

Resulta poco creíble atribuir todos esos errores y omisiones a unos avanzados visitantes
interplanetarios cuando hay a mano una explicación más lógica: que la historia de Sirio B y
los dogones es un ejemplo de contaminación cultural, de transmisión por parte de los
investigadores de conocimientos que los investigados acaban incorporando a su acervo
como propios. El antropólogo Walter Van Beek descubrió hace casi veinte años, cuando
habló con los informantes dogones de Griaule, que el conocimiento que tenían de la estrella
compañera de Sirio se lo había transmitido el antropólogo francés, quien era aficionado a la
astrononomía. “Todos los interrogados coincidían en que todo lo que sabían de la estrella
procedía de Griaule”, concluyó Van Beek. Y el resultado de una investigación
antropológica chapucera se convirtió con los años en la mejor prueba de visitas alienígenas
en el pasado.

El libro
El cerebro de Broca (1974): Carl Sagan no sólo fue un gran divulgador científico, sino
también un desenmascarador de falsos enigmas. Este libro tiene una sección dedicada a
ellos y un capítulo, al misterio de Sirio.
Publicado originalmente en el diario El Correo.
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