Sanidad para El Corazón Ofendido
Sanidad para El Corazón Ofendido
Sanidad para El Corazón Ofendido
He visto las trágicas consecuencias que vienen a la vida de las personas cuando
permiten que las ofensas se arraiguen en su corazón. Dondequiera que haya un
corazón ofendido,
¡tenga cuidado! porque, como dice la Escritura: “El hermano ofendido es más
tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos
de alcázar” (Proverbios 18:19)
ofensa y ofendido en relación a la actitud negativa que una persona adopta luego
de recibir una afrenta, y por lo cual peca de actitud, palabra o hecho; y por lo
general, sigue pecando, porque desarrolla amargura y resentimiento hacia la
persona o situación que la ofendió. Una ofensa va más allá de un momento de
molestia causado por un comentario casual de alguien o por el maltrato de un
extraño (a menos que eso continúe latente en su interior). Podemos molestarnos
por los comentarios o la conducta ajena, pero soltar eso de inmediato o
descargarlo en oración, sin guardar sentimientos negativos.
Yo creo que la razón principal por la cual la gente se va de una iglesia es que se
sienten ofendidos por alguien o por alguna regulación o norma. Si nunca nadie se
ofendiera,
nuestras iglesias y ministerios crecerían y se mantendrían así; ciertamente
seríamos más efectivos en la expansión del reino de Dios, y nuestro testimonio al
mundo tendría un impacto mucho mayor. “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).
Les pedí perdón con toda sinceridad, porque no había sido mi intención
ofenderlos.
Lamentablemente, es común en las iglesias que la gente permita que las ofensas
fermenten en su interior, sin llegar a resolverlas nunca. Yo creo que esto explica
por qué tanta gente en el cuerpo de Cristo vive en derrota y sufre diferentes
dolencias.
Como Juan el Bautista, la gente a menudo se ofende cuando sus expectativas e
ideas preconcebidas no se cumplen. Miremos dos escenarios del mundo
empresarial. Un empleado ofendido por un despido decide demandar a la
compañía porque lo despidió injustamente o porque no le pagaron lo que le
correspondía. Hay ocasiones en que un pleito es válido porque ha habido un
maltrato; sin embargo, hay casos en que el empleado ha sido irresponsable o
improductivo, y aun así se enoja porque espera que la compañía lo siga
empleando, más allá de su mal comportamiento, bajo rendimiento o falta de
diligencia. En su mente, cree que tiene una buena razón para demandar a la
compañía, cuando en realidad no ha completado ni siquiera el mínimo de trabajo
necesario para cumplir con sus responsabilidades. Por otro lado, hay dueños o
directores
de empresas que creen que son “dueños” de sus empleados y que tienen el
derecho de controlarlos y tomar ventaja de ellos. Estos, cuando un empleado fiel y
con cierta antigüedad les pide un aumento razonable o una mejora en sus
condiciones de trabajo, se ofenden. Asimismo, hay gente que se ofende porque no
soporta ver a otros felices, bendecidos, prosperados o amados. Les ofende la
riqueza o prosperidad ajena porque no quieren que nadie tenga mayor éxito o
dinero que ellos.
También suelen ofenderse porque otro trabaja duro, mientras ellos son mediocres
en lo que hacen. Hay quienes toman como un insulto que su prójimo sea más
inteligente o que tenga una vida familiar más feliz. Esa gente ofendida no toma en
cuenta los sacrificios que la otra persona ha tenido que hacer, los pactos que ha
hecho y ha cumplido con Dios —aun en tiempos de dificultad—, lo obediente que
ha sido a los principios del reino, y más.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí…Pero los que son de Cristo han crucificado la carne
con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el
Espíritu.
(Gálatas 2:20; 5:24–25)
Cuando usted muere a su naturaleza de pecado ya no se ofende fácilmente,
tampoco se siente ofendido por asuntos triviales. Cuando usted muere al “yo”,
libera su egocentrismo y le entrega su vida a su amoroso Creador para su
propósito. Sabrá que cuando ocurra una verdadera ofensa, Dios traerá justicia en
esa circunstancia, y/o usará la ofensa para su bien. “Y sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su
propósito son llamados” (Romanos 8:28).
4. Comprometerse a madurar
Es hora de dejar la inmadurez atrás para poder hacernos más fuertes, espiritual y
emocionalmente. A medida que maduramos, esas ofensas que solían carcomer
nuestro ser interior ya no hallarán lugar para permanecer en nuestro corazón.
Consideraremos irrelevante e innecesario gastar tiempo en esos asuntos, y no
querremos arriesgar la salud de nuestra alma por una mera ofensa. Tendremos el
amor y la paciencia para entender que quienes nos ofenden necesitan recorrer el
camino hacia la madurez, tanto
como nosotros lo necesitamos.