Trazado El Silencio
Trazado El Silencio
Trazado El Silencio
Al Oriente de Montevideo, al 15to. día del décimo mes del 6014 de la Verdadera
Luz.
V.·. M.·., H.·. Prim.·. Vig.·., H.·.Seg.·.Vig.·.
HH.·. que ocupais un sitial en el Or.·. por vuestros cargos y dignidades
QQ.·. HH.·. todos:
San Pedro Mártir pide silencio a la entrada del convento de San Marcos,
Florencia, Italia.
LA DUALIDAD DEL SILENCIO
Por su funcionalidad, el silencio de los Aprendices debe verse desde la
dualidad que tantas veces se presenta a nuestros aún ignorantes ojos. Una
primera acepción: como silencio para escucharse a sí mismo, pues los ruidos del
mundo profano nos dispersan y nos apegan a lo superficial; sin que podamos
lograr profundizar en los conocimientos ni en la observancia de la naturaleza.
Aprendiendo a escucharnos, los Hermanos Aprendices aprenderemos a darle a
nuestras palabras el sentido profundo y correcto que una persona cultivada ha de
tener, cuando adquiramos la facultad del verbo no parlotearemos, sino que
diremos palabras con profundo sentido.
Una segunda acepción: como silencio para escuchar al otro; porque al no
participar, con palabras en Logia, de los debates sobre las planchas buriladas y
los temas propuestos, los Hermanos Aprendices nos centraremos y nos
concentraremos en la escucha reflexiva. De este modo, las palabras de nuestros
Hermanos no se perderán en nuestras cabezas, sino que serán asimiladas,
analizadas e incorporadas a nuestra “Tabla rasa”, como quien guarda en un baúl
el conocimiento que nos ha de dar luz y grandeza a nuestra alma: el insumo
necesario al crecimiento de nuestro intelecto y la virtud a nuestra persona.
Podría decirse que, mientras nuestros Hermanos hablan, los Hermanos
Aprendices participamos en el diálogo del taller por medio de nuestro silencio;
pero no de un silencio por imposición, un silencio por ignorancia o un silencio por
desinterés… Todo lo contrario: se trata de un silencio fértil que nos ayuda a
desarrollar nuestro conocimiento, nuestro ser, nuestra conciencia y, en cierta
manera, también es un silencio activo porque toma nota, piensa, da fruto. Como
vemos, el silencio se nos puede presentar dualmente entre un silencio pasivo y
un silencio activo.
EL SILENCIO EN LOGIA
Obviamente que el silencio no es virtud propia del Hermano Aprendiz, es una
virtud que ha de adquirirse y guiar toda nuestra vida masónica. No en vano una
de las primeras acciones solicitada por nuestro Venerable Maestro al estar en
Logia, cuando inicia los trabajos, es meditar en silencio, solamente escuchando
una tenue melodía…. ¿Por qué?… La respuesta es sencilla: el silencio nos lleva a
adentrarnos en un estado que nos transporta más allá de lo que perciben
nuestros sentidos; nos ayuda a abrir nuestro corazón y nuestro intelecto, para
recibir los mejores frutos de la espiritualidad y del conocimiento.
a
tenida permite nuestra unión mística y la posibilidad de enlazar las mejores
energías que deben ser utilizadas en nuestros trabajos. El estar en silencio al
abrirse los trabajos, nos está aislando de preocupaciones externas y establece
en nuestra mente las condiciones del silencio interior, tan necesarias para
absorber las enseñanzas de la Orden. El silencio nos permitirá desarrollar con
mayor claridad las ideas y los conceptos que exponemos en las tenidas.
La palabra y el silencio, como en la música, deben ser usados con orden,
ritmo y armonía. Cuando un Hermano hace uso del verbo, los demás Hermanos
deben escuchar en silencio, con atención y actitud respetuosa, receptiva y
fraternal; lo que ayuda también a preparar una recreación ordenada y consciente.
Antes de clausurar los trabajos, el Venerable Maestro nos recuerda nuestra
promesa de silencio sobre lo percibido por nuestros sentidos a lo largo de la
Tenida. Esto, desde luego no sólo debe tomarse en sentido literal, sino también
en sentido alegórico y simbólico.
El silencio en la Cadena de Unión crea una atmósfera cálida, de vinculación
fraternal, que va fortificando nuestros lazos, a medida que la practicamos juntos
y en armonía.
EL SILENCIO EN EL RITO DE LA INICIACIÓN
Retrotrayendo el tiempo a nuestra iniciación, es bueno recordar que el
silencio resulta clave en el rito; desde que somos vendados y llevados al cuarto
de reflexión, se nos enseña que sólo a través de la contemplación se puede
acceder a las primeras verdades. Verdades que es necesario desentrañar poco a
poco y a través del crecimiento interior. La Ley Iniciática del Silencio comienza
cuando siendo profanos entramos a la Cámara de la Reflexión; donde permanecer
solos, rodeados de símbolos, frases y palabras, y se nos estimula a penetrar en
nuestro interior.
De igual forma, cuando prestamos juramento, adquirimos la obligación de
callar, especialmente cuando se nos indica que no debemos revelar los secretos
de la orden ni la palabra enseñada al mundo profano. Allí, el silencio simboliza la
discreción y la disciplina del Masón, así como su lealtad frente a sí mismo y sus
hermanos. Para ser más elocuente, transcribo un viejo adagio que resulta claro
sobre el punto: “los labios de la sabiduría están mudos fuera de los oídos de la
comprensión”; por ello, el buen masón prefiere que le corten la garganta antes
que romper su silencio.
“Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio.”
(Proverbio hindú)
“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras.” (William
Shakespeare)