Aztecas. Miguel León Portilla.
Aztecas. Miguel León Portilla.
Aztecas. Miguel León Portilla.
En los primeros años del siglo X d.C. los chichimecas penetraron en el valle de
México. Los más cultos, los toltecas, dirigidos por un caudillo llamado Mixcóatl,
fundaron la ciudad de Tula, su capital, situada en el actual estado de Hidalgo.
En esta época, las crónicas aztecas hablan de que los toltecas tuvieron un sabio
gobernante y sacerdote llamado Quetzalcóatl. En las crónicas este personaje aparece con
rasgos tanto humanos como divinos, confundiéndose la personalidad de un caudillo real,
1 Personalmente esta idea de León Portilla del “regreso” de los aztecas a Mesoamérica, me parece una
justificación que tiende a civilizarlos, para no considerarlos, como el grupo de los chichimecas otomíes
una tribu de “ignorantes de todo refinamiento”. Los primeros pueblos nahuas [náhuatl era el idioma, la
gente eran nahuas] los toltecas, eran considerados por los aztecas como los artistas por excelencia y un
pueblo especialmente sofisticado. Eso podía ser desde la perspectivas de los aztecas, que fueron los
últimos en llegar, pero inicialmente los toltecas, en mi opinión, serían tan bárbaros como el resto de los
chichimecas.
2
Tras la caída de Tula, a los largo del siglo XII se producen nuevos movimientos
de población desde las Tierras Chichimecas en dirección a Mesoamérica.
Entre estos grupos en movimiento hacia la frontera Mesoamericana hay uno que
dice proceder de un lugar mítico llamado Chicomóztoc, “el sitio de las siete cuevas”. De
allí salieron las llamadas siete tribus nahuas [recordar que náhuatl es el idioma y los
pueblos son los nahuas] entre ellos estaban los tepanecas, los tlaxcaltecas, y finalmente
los aztecas.
También se ponen en marcha tribus otomíes, que en los textos aztecas se señalan
como verdaderas hordas de bárbaros, al mando de un caudillo llamado Xolot. Según los
relatos aztecas estos seguidores de Xolot, “eran los chichimecas que vivían como
cazadores, que se vestían con pieles de animales y que comían tunas [Chumberas]
grandes, cactus y maíz silvestre…”.
3
Entre principios y mediados del siglo XIII, tanto las tribus nahuas, como los
chichimecas otomíes de Xolot, llegan al valle de México. Allí se encontraron y
mezclaron con poblaciones toltecas y restos de la población teotihuacana de pura
ascendencia clásica.
Pero la dominadora del valle sería la tribu nahua de los tepanecas, que se
asentaron en la orilla occidental del lago, frente a Texcoco, que ocupaba la ribera
oriental. Allí fundaron a principios del siglo XIV Azcapozalco [también Atzcapozalco],
en donde se reunieron también poblaciones toltecas y teotihuacanas. El soberano
tepaneca llamado Tezozomoc consiguió convertir a su ciudad en la hegemónica del todo
el valle, derrotando a Tezcoco.
Por su parte, los aztecas, una de las siete tribus nahuas que decían haber salido
del “sitio de las siete cuevas” o Chicomóztoc habían llegado a un lugar llamado Aztlán,
cuya posición no se ha podido determinar, [entre otras razones, porque tal vez
simplemente sea un lugar mítico]. Su significado de “lugar de las garzas” hace pensar
en una isla lacustre, rodeada de vegetación y aves acuáticas.
“No quiero que aquí os hagan perecer. Así os haré regalo de una tierra. Allí os
haré famosos en verdad entre todas las gentes. Ciertamente no habrá lugar habitado
donde vosotros no alcancéis fama”
2 Redactado por jóvenes mestizos, educados y dirigidos por el franciscano español Fray Bernardino de
Sahagún, que preguntaron a los viejos aztecas por las tradiciones de su pueblo y escribieron en 12 libros
un códice en náhuatl, con su traducción al español e ilustrado con dibujos, que se conserva en la
biblioteca medicea de Florencia y que por ello se conoce como Códice Florentino.
4
Hitzilopochtli les dijo también que allí donde viesen un águila [símbolo del
propio dios] devorando una serpiente [en otro lugares se dice que un nopal, el fruto de la
tuna o chumbera] sobre una tuna salida de una piedra, sabrían que habían llegado a su
tierra prometida3. Después de esto los aztecas cambiaron de nombre4. Ya no se llamarían
aztecas, nombre que les recordaba sus principios como pueblo sometido, sino mexicas,
es decir seguidores de Mexí5, otros de los nombres del dios Huitzilopochtli.
A mediados del siglo XII, los ahora llamados mexicas, se pusieron en marcha
desde Aztlán, para llegar a principios del siglo XIII al valle de México. Según uno de
los códices dirigidos por Bernandino de Sahagún, el Códice Matritense, se dice:
“Los mexicas, según la tradición, vinieron los últimos acá, desde la tierra de los
chichimecas, desde las grandes llanuras….cuanto tiempo anduvieron, nadie lo sabe…
existían, están pintados6, se nombran en lengua náhuatl….al venir….no se les recibía
en parte alguna. Por todas partes eran repudiados, nadie conocía su rostro. Por todas
partes les decían: ¿Quiénes sois vosotros? ¿De dónde venís?”
3 Se trata, evidentemente de una construcción a posteriori y ensalzar los modestos orígenes de aquella
tribu, porque en realidad, a los aztecas solo les dejaron asentarse en una tierra pedregosa, llena de
cactus e infestada de serpientes. Es decir en un lugar que nadie quería.
4 Los aztecas preferían llamarse mexicas. El nombre de aztecas resurgió para llamar a este pueblo
después de la independencia de México en el siglo XIX. El país que se independizaba de España adoptó
el nombre común de México, aunque englobaba a pueblos muy diferentes de los mexicas propiamente
dichos, y por eso, para volver a distinguir a los seguidores de Huitzilopchtli del resto de los pueblos
mexicanos, se volvió a desempolvar el término de aztecas para denominarlos.
5 Para algunos autores, Mexí era en realidad una realidad solar dual, mezcla del dios solar diurno,
llamado Huitzilopochtli, representado por un colibrí o un águila y Tezcatlipoca, o espejo ahumado u
obscuro, dios de la noche, sol nocturno y representado por un espejo de obsidiana negra o un jaguar,
animal de costumbres nocturnas.
6 En otros textos se dicen que iban pintados de rojo y que sus armas eran arcos y flechas, las armas más
características de los chichimecas.
5
y doncella para hacerla esposa de su dios, a lo que éste accedió, sin saber que el destino
de la joven fue ser sacrificada a Huitzilopochtli, tras este incidente, los habitantes de
Chulhucán expulsaron de sus tierras a los aztecas.
Unos años después el sacerdote y gobernante que dirigía a los aztecas, llamado
Tenoch o Tenochtli [que significa tunal sobre la piedra: telt= piedra y nochtli = tunal o
chumbera] tuvo la visión que le había profetizado el dios Huitzilopochtli. Según la
tradición azteca, Tenoch arrojó un corazón humano al lago y contemplo como del
corazón brotaba un tunal que crecía sobre una piedra, y encima del cactus se posaba un
águila a devorar una serpiente. Cuando los aztecas llegaron a unas islas situadas en las
proximidades de la orilla occidental del lago, pudieron contemplar como en un pedregal,
sobre el que crecía una chumbera, un águila devoraba una serpiente, con lo que
consideraron que habían encontrado el sitio que su dios le había prometido a Tenoch y
en el año 2-casa de su calendario, que corresponde al 1325 de la era cristiana,
decidieron fundar su ciudad en aquellas islas. Sería la ciudad de Tenoch o Tenochtli, es
decir Tenochtitlán7, el lugar del tunal sobre la piedra. El jeroglífico que representa al
caudillo y a la ciudad que fundó, será desde ahora una piedra sobre la que nace una
chumbera8.
Así, los aztecas, se vieron en la obligación de pagar tributo a los tepanecas para
poder conservar su incipiente asentamiento, que inicialmente eran solo unas cuantas
chozas. Una de las crónicas aztecas la mexicayotl, cuenta esos primeros momentos:
7 El subfijo “an” significa lugar, así por ejemplo sucede en Teotihuacán o Tenochtitlán. Este último
topónimo es lo mismo que decir el lugar del caudillo Tenochtli, o el lugar del tunal sobre la piedra, que
era el nombre del gobernante que los llevó hasta ese lugar y cuyo jeroglífico era una piedra sobre la que
crecía una chumbera.
8 Un hermoso mito que ocultaba una triste realidad: solo habían podido asentarse en un lugar
inhóspito, donde no había más que piedras y serpientes. De todas maneras, dicen también los textos
que los aztecas, lejos de arredrarse ante la existencia de tantas serpientes venenosas, simplemente,
mataron a las serpientes y se las comieron
6
En este proceso de construcción ocurrió que en 1337, es decir a los doce años de
la fundación de Tenochtitlán, un grupo de aztecas descontentos del reparto de las tierras
que se hecho, se separaron del conjunto, y yendo a los islotes situados más al norte,
fundaron la ciudad de Tlatelolco, que sería independiente de la Tenochtitlán, hasta que
esta la absorbió de forma violenta varias décadas más tarde.
En 1397, fue elegido nuevo tlatoani, Huitzilíhuitl (1397-1417), hijo del anterior.
Con habilidad este gobernante se acercó a los tepanecas, pidiendo al gobernante de
Azcapozalco, el poderoso Tezozomoc, una hija para hacerla su esposa. Así ocurrió y los
aztecas se convirtieron en una especie de tropas escogidas al servicio de los tepanecas.
Cuando estos, con ayuda de los aztecas, conquistaron Culhuacán, los aztecas, se
consideraron los únicos herederos de los nobles toltecas de Culhuacán y se adoptaron
también ellos mismos el prestigioso nombre de culhuas. La alianza con los tepanecas,
permitió también a los aztecas seguir engrandeciendo su ciudad. Entre las mayores
ventajas estuvo conseguir el permiso para hacer un acueducto desde Chapultepec,
7
disponiendo así de un suministro de agua dulce, pues la del lago no era buena para el
consumo humano.
En 1417 fue elegido nuevo tlatoani de los aztecas Chimalpopoca, pero poco
después murió Tezozomoc, el gran gobernante de Azcapozalco que había favorecido a
sus súbditos aztecas. El nuevo dirigente tepaneca, llamado Maxtla, desconfiaba del
creciente poder de sus mercenarios mexicas y decidido a detener el progreso de
Tenochtitlán, mando asesinar a Chimalpopoca en 1426.
Entonces los mexicas eligieron Tlatoani a otro hijo de Acamapichtli y por tanto
hermano de Huitzilílhuitl, llamado Izcóatl [que significa Serpiente de Obsidiana].
Izcoatl gobernó entre 1426 y1440 y habría de ser el forjador de la grandeza mexica. En
alianza con Texcoco, logró derrotar a los tepanecas en 1428, y esas dos ciudades, más la
pequeña ciudad de Tlacopan (o Tacuba) situada al sur de Azcapozalco, constituyeron la
Triple Alianza: Tnochtitlán, Texcoco, Tlacopan, que se convertía en la organización
política que dominaría el valle, y luego, con la preponderancia progresiva de
Tenochtitlán dentro esta liga, constituiría un gran imperio en el centro de México.
Izcóatl, fue el huey tlatoani, pero tenía, como todos los gobernantes aztecas, un
ayudante muy especial que ejercía el cargo de cihuacóatl. Cihuacóatl significa
textualmente serpiente femenina, aunque era un hombre, que ejercía las veces de
segundo en el mando. Su misión principal era sustituir al tlatoani en sus ausencias y
también se ocupaba especialmente de la recaudación de los tributos y la administración
de la justicia, haciendo las veces de algo parecido a consejero y primer ministro. El
personaje que ocuparía este puesto con Izcoatl y varios de los siguiente tlatoanis, como
Moctezuma I y Axayácatl, se llamaba Tlacaélel y para muchos autores fue el forjador
intelectual del imperialismo azteca. Como se dice en la crónica de Diego Durán “No se
hacía en todo el reino más que lo que Tlacaélel mandaba”. Una de las primeras órdenes
de Talcaélel, fue muy significativa y así lo cuenta Miguel León Portilla:
“Reunidos Talcaélel con Izcóat y otros jefes principales, se acordó quemar los
antiguos libros de pinturas [códices históricos y teológicos] de los pueblos vencidos y
algunos de los mismos mexicas, porque en ellos, en vez de reconocerse el verdadero
8
Se guardaba su historia
Pero entonces fue quemada
Cuando reinó Izcóatl en México
No conviene que la gente
Conozca estos libros de pinturas
Porque en ellos se guarda mucha mentira
Y muchos en esta pintura han sido tenidos
Falsamente por dioses” (págs. 106 y 107)”
9 Esta quema de códices por parte de los aztecas es un episodio muy desconocido y resulta curioso que
sin, embargo, muchos investigadores actuales, sobre todo anglosajones, no solo no lo tengan en cuenta,
sino que subrayen con tintes muy negros la especial intransigencia del primer obispo de Yucatán, fray
Diego de Landa. Éste, a pesar de ser un gran estudioso de la cultura maya, que nos legó los fundamentos
para descifrar su escritura, tras observar como los indígenas seguían realizando sacrificios humanos
quemó una decena de códices. Un hecho desde luego lamentable a los ojos de historiadores del siglo
XXI, pero, como se ve, perfectamente asimilable a otros anteriores cometidos por los propios habitantes
de Nuevo Mundo, cuando querían imponer su visión particular de la historia y la religión.
9
Tras la muerte de Moctezuma en 1469, los aztecas eligieron como huey tlatoani
a Axayácatl, que era nieto de Izcóatl (y sobrino en segundo grado de Moctezuma I).
Tras el gobernarían, dos de sus hermanos Tizoc y Ahuítzotl, por lo tanto, nietos también
de Izcóat.
10
Pero este tlatoani emprendió también una campaña en 1478 que resultó
desastrosa. Muy cerca de la frontera norte del imperio azteca, pero ya fuera del área
mesoamericana, se encontraba el reino tarasco, situado en lo que hoy es el estado de
Michoacán. Era una zona muy poblada y cuyos habitantes eran expertos metalúrgicos,
por ser esta una región con abundantes minerales, con lo que los tarascos poseían armas
de cobre, además de arcos flechas y hondas. Por ello y aunque los aztecas atacaron la
región con un ejército que, según las crónicas, alcanzó los 24.000 guerreros, se vieron
superados por los tarascos que los vencieron, mataron a muchos e hicieron retroceder al
resto. Aunque Axayácatl sobrevivió, nunca se recuperó del todo y murió en 1481.
Le sucedió su hermano Tizoc, pero su ardor guerrero tal vez se viera muy
limitado por la derrota sufrida por su antecesor y en los 5 años de su reinado no realizó
ninguna campaña importante, hasta tal punto que, aunque esto no está probado, se dice
que algunos que anhelaban volver a la guerra y las conquistas, lo envenenaron.
Moctezuma había destacado como sabio sacerdote y gran guerrero, cosa que
entre los aztecas era frecuentemente compatible. Incluso se le atribuyen poemas y
cantos. Durante su reinado, se dedicó a consolidar las conquistas de su tío y antecesor y
a adornar con grandes esculturas el Templo Mayor, entre ellas destaca el gran monolito
circular que representa a la Coyolxauhqui, la diosa luna, descuartizada por su hermano
el Sol, según la mítica lucha entre la luz y las tinieblas. También la de la madre de
ambos dioses, la diosa de la tierra la Coatlicue.
anchura. Lo que si construyeron los aztecas fue un dique hecho con postes de madera
hincados en la tierra para separar las aguas más dulces, de las más salobres situadas al
oeste. A modo de sistema defensivo las calzadas tenían de trecho en trecho puentes
levadizos, que evitaban la penetración de un posible enemigo.
La sociedad azteca estaba formada en la base por familias extensas clanes, eran
los llamados calpulli, que significa casa grande. Cada calpulli estaba formado por gente
del pueblo o macehualtín (plural del singular macehual).
También existieron trabajadores sin tierra, eran los mayeques, que significan los
que tiene brazos. La mayoría de ellos eran extranjeros acogidos en Tenochtitlán para
trabajar las tierras de los templos y de los nobles, pero se dieron casos de aztecas que,
desposeídos de sus tierras, por deudas, por delitos, o simplemente porque no las
supieron trabajar con eficacia que se tenían que contratar como mayeques en tierras de
otros calpullis. Una gran parte del producto de la tierra trabajada por estos mayeques
debía de entregarse a los templos, nobles o al calpulli propietario de las tierras. Estos
mayeques, en casos excepcionales o especialmente graves podían caer en la condición
de esclavitud, que no era permanente, sino que duraba hasta que se pagase la deuda o se
purgase la culpa. Eran los tlatacotín. Había también esclavos permanentes, que podían
ser prisioneros de guerra, o gente comprada en lugares lejanos, y ambos estaban
destinados finalmente a ser sacrificados a los dioses. Eran los llamados mamaltín.
por nobles era los llamados “señor de la casa de los dardos” y “comandante de los
hombres”.
El año de 1519 vio la llegada de Cortes y sus 500 mercenarios, acompañados por
varios miles de sus aliados tlaxcaltecas. Moctezuma, apresado por los españoles, fue
muerto a pedradas por sus propios súbditos, que lo consideraron un colaboracionista y
siguiendo la tradición azteca, le habían nombrado un sucesor. El último tlatoani fue
Cuatémoc (águila que cae, un nombre que parecía una predestinación) que se rindió a
los españoles en Tlatelolco el 13 de agosto de 1521.
***
El calendario
Los aztecas no tenían un sistema de cómputo del tiempo tan complejo como el de los
mayas, pero sí seguían la norma mesoamericana de tener varios calendarios
funcionando al mismo tiempo.
Los más importantes eran dos. En primer lugar el calendario o año solar o
Xihuitl (equivalente al Haab maya). Servía para situar la llegada de las diferentes
estaciones y ciclos tanto agrícolas como religiosos. Por ejemplo: cuándo llegaría la
estación de lluvias, o la de sequía; cuándo había que plantar o recoger la cosecha; o
cuándo había que celebrar a determinado dios o diosa.
Al mismo tiempo, cada día se podía medir también por un calendario ritual,
mágico y adivinatorio, el llamado Tonalpohualli (equivalente al Zolkin maya) o cuenta
de los 260 días. Este calendario se utilizaba para adivinar y predecir el futuro. Algo muy
parecido a los horóscopos a los que estamos habituados.
• Conejo10
Agua
Perro
Mono
Hierba
• Caña
Jaguar u ocelote
Águila
Buitre o zopilote
Movimiento o terremoto
• Casa
Lagartija
Sepiente
Muerte
Venado
10 Los días señalados en negritas eran, como se explicará después, los elegidos en el calendario mágico
para coincidir con el inicio de los distintos años solares.
15
Este tipo de “juego” puede hacerse siempre que se combinen dos conjuntos numérico
de distinta longitud. Por ejemplo, si combinamos tres letras A, B, y C, con los cinco
primero números, se daría una sucesión tal y como la que sigue
A1
B2
C3
A4
B5
C1
A2
B3
C4
A5
B1
C2
A3
B4
C5
A1
Esto hacían los aztecas combinando sus dos calendarios, el de 365 días y el de
260 días. Al tratarse de una serie más larga y otra más corta que funcionaban a la vez,
también podían preocuparse por establecer combinaciones y ver cuando se volvían a
repetir. Suponiendo que los dos calendarios comenzasen a la vez, cuando llegaba el día
260, se había llegado al final del calendario mágico, pero no al final del solar, al que
todavía le faltaba 105 días. Al día siguiente sería el día 261 para el calendario solar,
pero de nuevo el primer día del calendario mágico.
Seguidamente puede verse una combinación de los dos calendarios, para dar lugar a ese
ciclo de 52 años solares o 73 años mágicos11.
11 En la imagen los nombres de los meses y días están en maya, pero los aztecas tenían el mismo
sistema, aunque con nombres expresados en náhuatl, claro está.
17
18
También es importante saber que cada uno de los 52 años de estos ciclos se
nombraba y distinguía de los demás, por la cifra del calendario ritual con la que
empezaba. En ese sentido, cada año azteca solo podía comenzar por cuatro de los 20
días del calendario ritual.
Para comprender esto consideremos que el año solar tuviese 360 días (no 365) y
por ello estaría dividido en 18 meses de 20 días cada uno. De esta manera si el año
empezaba por el día “conejo”, y como los días mágicos eran también 20, al acabar el
año solar, con sus meses de 20 días, el nuevo año volvería a comenzar por el día
“conejo” y no se distinguiría del anterior. Sin embargo al tener el año 365 días, al
añadirse esos cinco días finales, solo cuatro signos del calendario mágico, apartados,
uno de otro, en cinco posiciones, serían los que podrían ser los llamados “portadores del
año”. En el caso de los aztecas, esos días eran “conejo”, “caña”, “pedernal” y “casa”.
Pero como el ciclo era de 52 años, se combinaban esos cuatro días, de nuevo con 13
números y así se obtenía 52 combinaciones (13x4 = 52). De esta manera, cada uno de
los 52 años de cada “siglo” se denominaba por el día del calendario mágico con el que
comenzaba.
Un ejemplo de cómo se denominaba cada uno de los 52 años, en función del día del
calendario ritual con el que comenzaba se puede ver en la relación siguiente
12 Conejo
13 Caña
El siguiente año le tocaría ser: 1 Conejo, con lo que se producía una primera
repetición de día y número y empezaría otro ciclo de 52 años. El problema para la
cronología azteca es que en ese nuevo ciclo los años se denominaban de la misma
manera y a veces en los códices, cuando se dice que algo paso en un años 2 Caña, por
ejemplo, puede dudarse de a que “siglo” corresponde. Esto no pasa entre nosotros, que
tenemos una cuenta inicial desde el nacimiento de Cristo y los años van tomando
numerales consecutivos, ni entre los mayas, que tenían una “Cuenta Larga”, con años
contados de manera sucesiva desde el nacimiento del Sol, que correspondía al 3.113
antes de Cristo.
20
El calendario solar, con sus 18 meses o veintenas de días servía, como hemos
dicho para marcar las fechas del ciclo agrícola, así como las principales festividades
religiosas. En cada mes se celebraba a un dios principal.
Así en la primera veintena, que coincidía con nuestro mes de febrero, se honraba
a los ayudantes del dios de la lluvia, los tlaloques, que recorrían los cielos con sus
jarras, unas veces llenas de agua, que al romperlas no solo provocaban los truenos, sino
las inundaciones. Otras veces llevaban las jarras vacías y entonces no llovía sobre la
tierra y en el mejor de los casos, las llevaban medio llenas de agua, produciéndose las
lluvias suficientes y necesarias para regar los campos.
En otros meses los dioses venerados eran Tláloc, el dios de la lluvia, en honor
del cual se realizaba la llamada fiesta de ,los montes, pues Tláloc habitaba en las cuevas
del interior de las montañas y en la que se sacrificaban niños; también a Coatlicue,
diosa de la tierra y madre del Sol; al dios del fuego; al del Maíz; a la diosa de la sal, una
divinidad femenina, considerada hermana de los dioses de la lluvia y a la que se le
sacrificaban mujeres; al dios Tezcatlipoca, dios de la oscuridad y la versión nocturna del
Sol, que según la tradición era un gran músico, se le sacrificaba un joven al que se había
estado enseñando a tocar la flauta; y en fin el dios Huitzilopochtli tenía, su veintena
sagrada, concretamente la decimoquinta del año.
Todas las fechas de los calendarios, tanto del solar como del mágico, podían ser
funestas o propicias. Los que interpretaban esta condición eran los sacerdotes. A la hora
de realizar las predicciones no solo intervenían la combinación de días y números, sino
también las horas del día o de la noche, en donde, por ejemplo, un niño hubiese nacido.
Se consideraba que el día tenía 13 periodos, que podríamos considerar parecidos a
nuestras horas. También 13 eran los pisos que se consideraba que tenía el cielo. La
noche se dividía en 9 partes, tantas como pisos tenía el inframundo. Unos días
especialmente aciagos se consideraban los cinco últimos días del año. Quienes nacían
entonces se consideraba que tenían muchas posibilidades de ser infortunados.
Para un azteca, no había diferencia entre realidad y religión. Todo tenía una
interpretación religiosa. Las montañas, los fenómenos de la naturaleza, el agua, la tierra,
los astros eran realidades divinas. Incluso los números (había números especialmente
importantes: (4, 13, 20, 52, 260, 360), los periodos de tiempo, las mismas fechas tenían
carácter sagrado.
Pero quizá como mejor se muestra este carácter sincrético de la religión azteca
es en la existencia de hasta dos mitos diferentes para explicar el nacimiento del Sol, uno
de origen clásico y otro puramente azteca, con el único elemento común, que en ambos,
solo el sacrificio y la muerte es capaz de general nueva vida.
El mito clásico del origen del mundo es el llamado del Quinto Sol
Según la mitología de las culturas del clásico, habían existido cuatro eras o
etapas de la existencia. En cada una de ellas los seres existentes fueron cada vez
complejos, pero cada una fue destruida por un cataclismo: diluvios, vientos
huracanados, caída del cielo sobre la tierra, o una invasión de jaguares que devoraron a
los hombres.
Para poner en marcha la quinta edad, el dios dual Ometéotl, llamado en muchos textos
“Señor y Señora de nuestra carne” se desdobló en cuatro hijos, uno de los cuales fue
Quetzalcóatl.
cabeza del monstruo, que quedó convertida en la bóveda celeste y por eso las imágenes
de la diosa tierra entre los aztecas, la Coatlicue [que significa la de la falda de
serpientes] aparece sin cabeza o con dos serpientes a modo de cabezas.
“De los pelos de la diosa tierra nacieron los árboles y las flores; de su piel las
hierbas; de sus múltiples ojos se originaron las fuentes y las cavernas pequeñas; de sus
bocas nacieron los ríos y la grandes cuevas. Las montañas y los valles provinieron de su
nariz y de su espalda. Así de la realidad viva de la viviente de la diosa fue surgiendo
todo lo que existe”.
Pero el resto de los dioses vieron con asombro que los astros no se movían, así
que todos los dioses allí reunidos decidieron someterse al sacrificio de la muerte y se
arrojaron a la hoguera para que los dos astros caminasen por el cielo. Así comenzó la
quinta era, el quinto Sol, llamada la era del “Sol de Movimiento”.
La noticia del embarazo de Coatlicue corrió pronto entre sus anteriores hijos,
que eran la Coyolxauhqui (la de los cascabeles en la mejilla) y las estrellas, que en la
mitología azteca son personajes masculinos y se les denomina “los cuatrocientos
guerreros del Sur”, siendo 400, un múltiplo de 20, y que viene a significa, innumerable
o muy numeroso.
“Huitzilopochtli se irguió
Persiguiendo a los Cuatrocientos del Sur,
Los fue acosando
Desde la cumbre de la montaña de la serpiente.
Y cuando los había seguido
Hasta el pie de la montaña,
Los persiguió, los acosó, cual conejos,
En torno a la montaña.
Cuatro veces les hizo dar vueltas.
En vano trataban de hacer algo contra el,
En vano se revolvían…
Huitzilopochtli los destruyó,
Los aniquiló, los anonadó”.
Queda claro que en este mito se representa la eterna lucha de la luz contra las
tinieblas, del día contra la noche, representado por esa lucha entre el Sol, por un lado, y
la Luna y las cuatrocientas (innumerables) estrellas por el otro.
Cuando en 1978, unos obreros, que cavaban una zanja para introducir unos
cables eléctricos en las proximidades de la catedral y la plaza del Zócalo, encontraron
un gran monolito circular con la imagen decapitada y desmembrada de una divinidad
24
Y es que para los aztecas, esa pirámide era la representación en piedra del Coatepec, la
casa de la diosa Coatlicue (la diosa tierra) y por ello al pie del templo, habían colocado
aquella estela circular con el cuerpo descuartizado de la luna en su lucha diaria con el
Sol.
Cuando los aztecas realizaban un sacrificio humano en la parte superior de la
pirámide, estaban recordando la lucha entre los dioses, y por ello, al desgraciado
prisionero, después de arrancarle el corazón, lo arrojaban escaleras abajo, como El Sol
había arrojado a la Luna tras descuartizarla.
Este mito, aunque diferente del relato clásico del nacimiento del Sol en
Teotihuacán, tiene algo en común con él: sin sacrificio, sin muerte previa no hay vida.
Sin ofrecer corazones al dios del Sol, tal vez no pueda ganar su lucha diaria con las
fuerzas de las tinieblas, y todo lo existente se podría cubrir por una noche oscura y
eterna.
En esos mitos se basaba la ideología que impulsaba la expansión Mexica. Los
aztecas tenían una sagrada ocupación; proporcionar corazones para que el Sol
continuase en movimiento, saliendo cada día. Era un verdadero misticismo guerrero que
era la gran justificación de su existencia.
Sacrificios humanos que seguían rituales muy distintos: aunque el más conocido
era la extracción del corazón, sobre todo a hombres, pero también a mujeres, con un
cuchillo de pedernal en lo alto de las pirámides. Igualmente se sacrificaban niños en los
montes y cavernas, destinados al dios Tláloc y a los guerreros enemigos más valientes
se les hacía morir mediante el sacrificio gladiatorio, al enfrentarlo con armas de madera
a guerreros aztecas con afiladas cuchillas incrustadas en sus espadas de madera. Otra
forma común de sacrificar, fue acribillar a flechazos al prisionero, y en la mayoría de
los casos, estos sacrificios terminaban con un banquete antropofágico, donde los nobles
y los guerreros que habían apresado a los sacrificados, comían la carne de los brazos y
piernas de los vencidos.
Para los mexicas el destino tras la muerte no dependía del comportamiento del
individuo en esta vida, sino en el tipo de muerte que hubiera tenido.
Los guerreros que morían en combate tenían el privilegio de ir tras su muerte “al
cielo del Sol” y acompañar al astro en su ruta celestial convertidos en aves de preciosos
25
Al paraíso del dios de la Lluvia el Tlalocán o lugar de Tláloc, iban los que
habían muerto por sucesos relacionados con el agua: ahogados, muertos por un rayo o
de algunas enfermedades que se relacionaban con el agua, como la hidropesía, la gota o
la lepra. Este recinto de Tláloc, era una especie de jardín, donde los muertos jugaban
entre flores, mariposas y cursos de agua, según las representaciones encontradas ya en
el palacio de Tepantitla en Teotihuacán.
El resto de los mortales, tanto nobles como plebeyos iban al Mictlán, la Región de los
Muertos o de los descarnados. Este lugar situado en lo más profundo de las 9 regiones
del inframundo era, naturalmente un lugar tenebroso y el menos codiciado de los
destinos de ultratumba.
Como cualquier ser humano los aztecas dudaban de cuál sería su destino tras su
muerte. Un poema de los llamados cantares mexicanos dice así:
La educación azteca
Los hijos varones de la gente corriente concurrían normalmente a los telpuchcalli (que
significa casa de jóvenes), de los cuales solía haber uno en cada calpulli, en donde
sacerdotes-guerreros, les enseñaban la religión y el arte de la guerra, las dos principales
materias que debía conocer un azteca corriente, disciplinas ambas totalmente
relacionadas, pues como dijimos, la guerra era la principal justificación de los aztecas y
su obligación sagrada.
En esos casos, además de las enseñanzas militares, pues los sacerdotes aztecas podían
ser también prestigiosos guerreros, a los jóvenes se les enseñaba:
El sabio es una luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma
El mismo es escritura y sabiduría.
Es camino, guía veraz para otros.
Conduce a las personas y las cosas
El sabio verdadero es cuidadoso como un médico
Y guarda la tradición.
Maestro de la verdad, no deja de amonestar
Les abre a los otros los oídos, los ilumina
27
En fin, como dice un canto mexica, los hombres y mujeres de bien son los que
“Bien cantan, bien hablan, bien conversan con la gente; bien responden, bien se dirigen
a otros, porque la palabra no es cosa que se compra….”
***
Sevilla, a 29 de marzo de 2020.