Carl Rogers - Teoría de La Autorrealización

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UNIVERSIDAD CATÓLICA SANTO DOMINGO

Estudiante:
Princesa Moreta

Matrícula:
20220065

Materia:
Teorías de la personalidad

Tema:
Carl Rogers: teoría de la autorrealización

Maestro:
SALVADOR EMILIO ESTEPAN ABREU

Fecha de Entrega:
15/11/2023
Carl Rogers: teoría de la autorrealización

El sí mismo y la tendencia a la realización

Según Rogers, estamos motivados por una tendencia innata a realizar, a mantener y
mejorar el sí mismo. Este impulso forma parte de una tendencia a la realización más
global, que abarca todas las necesidades fisiológicas y psicológicas. La tendencia a la
realización, al satisfacer las necesidades primarias –de alimento, agua y seguridad–,
contribuye a sostener el organismo porque le proporciona sustento y supervivencia.

La tendencia a la realización comienza en el seno materno; desde ese momento facilita


el crecimiento humano porque permite la diferenciación de los órganos físicos y el
desarrollo de la actividad fisiológica. Regula la maduración –es decir, el desarrollo
genéticamente determinado de las partes y procesos del cuerpo–, desde el crecimiento
del feto hasta la aparición de las características sexuales secundarias en la pubertad.
También permite que se efectúen estos cambios programados en la estructura genética.

El proceso de valoración organísmica, como lo visualizaba Rogers, es el mecanismo


regulador durante todo el ciclo vital. A lo largo del proceso juzgamos las experiencias en
razón de su contribución a la tendencia de realización. Consideramos que aquellas que,
a nuestro juicio, la favorecen, son buenas y convenientes, y les asignamos un valor
positivo. Las que la entorpecen o dificultan son inconvenientes y, por lo tanto, les
atribuimos un valor negativo. Estas percepciones afectan al comportamiento porque
preferimos evitar las experiencias negativas y repetir las positivas.

El mundo de la experiencia

Cuando Rogers formuló su teoría sopesó el efecto del mundo de la experiencia en el


cual funcionamos todos los días. Ese mundo nos ofrece un marco de referencia o
contexto que influye en el crecimiento. Estamos expuestos a infinidad de fuentes de
estimulación, algunas de ellas insignificantes y otras importantes, algunas
amenazadoras y otras placenteras. Rogers quería saber cómo percibimos este
multifacético mundo y cómo reaccionamos a él.
Contestó la pregunta diciendo que la realidad de nuestro entorno depende de cómo lo
percibimos, pero esto no siempre coincide con la realidad. Uno tal vez reaccione frente
a una experiencia de forma distinta a la del mejor amigo. Uno quizá juzgue la conducta
del compañero de cuarto de forma muy distinta a como la juzgaría
alguien que tiene más edad. La percepción cambia con el tiempo y las circunstancias.
La opinión de lo que uno considera una conducta aceptable en su época de universitario
no será la misma que cuando tenga 70 años.

El desarrollo del sí mismo durante la niñez

A medida que el niño va enriqueciendo su mundo por medio de encuentros sociales


cada día más amplios, una parte de su experiencia se diferencia del resto. Esa parte,
designada con palabras como yo, mi, yo mismo, es el sí mismo o autoconcepto. Éste se
forma cuando se distingue lo que es una parte directa e inmediata del sí mismo de las
personas, los objetos y los hechos externos. El autoconcepto también es la imagen de
lo que somos, de lo que deberíamos ser y de lo que nos gustaría ser.

Consideración positiva

Conforme va surgiendo el sí mismo, los niños empiezan a sentir la necesidad de lo que


Rogers llamó consideración positiva. Esta probablemente sea una necesidad aprendida,
pero Rogers decía que la fuente carece de importancia. Es una necesidad universal y
constante. Abarca la aceptación, el amor y la aprobación por parte de otros, sobre todo
de la madre durante la infancia.

Aun cuando el niño reciba suficiente aceptación, amor y aprobación, quizá le castiguen
por algunas conductas. Sin embargo, si la consideración positiva persiste a pesar de los
comportamientos indeseables, se dice que la condición es una consideración positiva
incondicional, con lo cual Rogers se refería al amor que la madre prodiga a su hijo de
forma espontánea y plena, sin que esté condicionado a la actuación
del niño o dependa de ella.

Con el tiempo, la consideración positiva provendrá de uno mismo más que del exterior,
estado que Rogers llamó consideración positiva por uno mismo. Ésta cobra tanta
fuerza como la necesidad de ser apreciado por otros y se puede satisfacer de la misma
manera. Por ejemplo, los niños que son premiados con afecto, aprobación y amor
cuando están contentos, llegarán a generar consideración positiva por sí mismos
siempre que estén contentos. Así, en cierto sentido, aprendemos a recompensarnos a
nosotros mismos. La consideración positiva por uno mismo, al igual que la
consideración positiva, es recíproca. Cuando las personas la reciben y la desarrollan
por sí mismas, a su vez podrán brindar consideración positiva a otros.Con el tiempo, la
consideración positiva provendrá de uno mismo más que del exterior, estado que
Rogers llamó consideración positiva por uno mismo. Ésta cobra tanta fuerza como la
necesidad de ser apreciado por otros y se puede satisfacer de la misma manera. Por
ejemplo, los niños que son premiados con afecto, aprobación y amor cuando están
contentos, llegarán a generar consideración positiva por sí mismos siempre que estén
contentos. Así, en cierto sentido, aprendemos a recompensarnos a nosotros mismos. La
consideración positiva por uno mismo, al igual que la consideración positiva, es
recíproca. Cuando las personas la reciben y la desarrollan por sí mismas, a su vez
podrán brindar consideración positiva a otros.

Condiciones de valor

Las condiciones de valor surgen de esta secuencia evolutiva de la consideración


positiva que culmina en la consideración positiva por uno mismo. Esta última equivale al
superyó de Freud y se origina en la consideración positiva condicional. Antes dijimos
que la consideración positiva incondicional incluye el amor y la aceptación del niño por
parte de sus padres sin ninguna condición y sin que dependa de su comportamiento. La
consideración positiva condicional es lo contrario. Los padres no siempre reaccionan
con una consideración positiva frente a todo lo que haga el niño. Algunas cosas les
molestan, atemorizan o aburren; en estos casos tal vez no le muestren afecto o
aprobación. Así, el niño aprende que el amor de sus padres tiene un precio: exige que
se porte bien. Comprende entonces que a veces se le valora y otras veces no.

Incongruencia

En teoría, el niño no sólo aprende a inhibir las acciones inaceptables, sino también a
negar o deformar formas inaceptables de percibir el mundo de la experiencia. Dado que
tiene una percepción falsa de ciertas experiencias, corre el peligro de enajenarse de su
auténtico sí mismo. Con el tiempo nos acostumbramos a juzgar las experiencias, y no
las aceptamos o rechazamos por lo que contribuyen a la tendencia global de realización
por medio del proceso de evaluación organísmica, sino en términos de que nos
produzcan la consideración positiva o no de otros. Esto favorece la incongruencia entre
el autoconcepto y el mundo de la experiencia, el entorno tal como lo percibimos.

Características de las personas que funcionan plenamente

Según Rogers, el resultado deseable del desarrollo psicológico y la evolución es una


persona que funciona plenamente (Rogers, 1961). Él describió varias características de
estos sujetos.

Cuestiones relativas a la naturaleza humana

La postura de Rogers sobre el libre albedrío frente al determinismo es clara. Las


personas que funcionan plenamente están en libertad de crear su yo. Dicho de otra
manera, para ellas ningún aspecto de la personalidad está predeterminado. En la
cuestión de la herencia frente al entorno, Rogers concede mayor importancia al entorno.
Aun cuando la tendencia a la realización es innata, los factores sociales influyen en el
proceso más que los factores biológicos. Las experiencias de la niñez afectan el
desarrollo de la personalidad, pero las experiencias posteriores tienen más
repercusiones. Los sentimientos presentes son más decisivos que los sucesos de la
infancia.

La evaluación en la teoría de Rogers


Con la técnica de la terapia centrada en la persona, Rogers explora los sentimientos y
las actitudes de los clientes hacia sí mismos y hacia los otros. Los escuchaba sin idea
preconcebida alguna y procuraba entender el mundo de sus experiencias. En su
opinión, este era el único método adecuado para evaluar la personalidad, pero aclaró
que no era infalible. Cuando el terapeuta se concentra en las experiencias subjetivas,
sólo se entera de lo que el cliente expresa de un modo consciente. Las vivencias que
no llegan a la conciencia permanecen ocultas. Este es el peligro de tratar de inferir
demasiado de las experiencias no conscientes, porque las inferencias tal vez
representen las proyecciones del terapeuta y no las vivencias reales del cliente.
Además, lo que se llegue a conocer del cliente dependerá de la capacidad de éste para
comunicarse. Dado que todas las formas de comunicación son imperfectas, el terapeuta
verá imperfectamente el mundo de las experiencias del cliente.

Grupos de encuentro

Rogers demostró que la terapia centrada en la persona ayudaba a quienes habían


perdido contacto con sus sentimientos y se habían cerrado a las experiencias de la vida.
Por medio del proceso terapéutico adquirían o recuperaban la flexibilidad, la
espontaneidad y la apertura. Con un celo del misionero, Rogers quería hacer llegar los
beneficios de una mejor salud y funcionamiento psicológicos a mayor cantidad de
personas. Así, diseñó una técnica grupal que permitía a los sujetos conocerse más a
fondo y la manera en que se relacionaban entre sí. La llamó grupo de encuentro
(Rogers, 1970). En las décadas de 1960 y 1970, millones de estadounidenses
participaron en esas sesiones.

Pruebas psicológicas

Rogers no utilizó las pruebas psicológicas para evaluar la personalidad ni creó ninguna.
Sin embargo, otros psicólogos han desarrollado pruebas para medir los aspectos del
mundo de las experiencias. El Inventario de Experiencias (Coan, 1972), un cuestionario
de autorreporte, trata de determinar la receptividad o la apertura a la experiencia como
característica de las personas que funcionan plenamente. La Escala de Experiencias
(Gendlin y Tomlinson, 1967), a su vez, mide el grado de autoconfianza. Los sujetos no
contestan directamente, sino que hablan de un tema cualquiera que prefieran. Sus
comentarios son grabados en una cinta y después evaluados en razón del grado de
autoconfianza; por ejemplo, la medida en que afirman que sus sentimientos son una
fuente de información importante para basar su conducta o la medida en que niegan
que afectan sus decisiones.

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