Rubén Darío
Rubén Darío
Biografía
2
Rubén Darío y su obra
Por Pedro Mendiola
(Universidad de Alicante)
3
Francisca Sánchez con Rubén Darío Sánchez, «Güicho», el hijo del
poeta
Rafaela Contreras, Francisca Sánchez y Rosario Murillo, son las páginas centrales de su personal «herbier
de plaintes saches», que marcan un tormentoso breviario sentimental de pasión, felicidad y muerte.
Reside durante un tiempo en El Salvador y en 1885 viaja a Chile, donde colabora con varios periódicos
locales. De su estancia chilena son fruto varios libros entre los que destaca Azul en 1888. En Buenos Aires
empieza a forjarse un nombre dentro del periodismo y la poesía a partir de 1890. Entra en contacto con la juventud
literaria, Roberto J. Payró, Alberto Ghiraldo o Ricardo Jaimes Freyre con quien funda en 1894 la Revista de
América, y con ellos se entrega a la «vida nocturna, en cafés y cervecerías». Colabora asiduamente en periódicos
como La Nación de Buenos Aires y publica en 1896 Los raros y Prosas profanas y otros poemas.
4
«En verdad, vivo de poesía. Mi ilusión tiene una magnificencia salomónica. Amo la hermosura, el poder, la gracia,
el dinero, el lujo, los besos y la música. No soy más que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en Dios,
me atrae el misterio; me abisman el ensueño y la muerte; he leído muchos filósofos y no sé una palabra de
filosofía. Tengo, sí, un epicureísmo a mi manera: gocen todo lo posible el alma y el cuerpo sobre la tierra, y hágase
lo posible para seguir gozando en la otra vida».
5
Cubierta de la primera edición de Azul de Rubén Darío, Valparaíso,
Imprenta y Litografía Excelsior, 1888
Azul... (1888), libro de poemas y cuentos escrito y publicado en Chile, es la primera revelación del amplio
espíritu moderno de Darío, que un año antes había ya publicado Rimas y Abrojos. Este libro representa la primera
tentativa por asimilar «al idioma español las cualidades plásticas, pictóricas y musicales del francés»,
experimentando con nuevas formas como el poema en prosa. Como en el relato «Un retrato de Watteau», el Darío
de esta época es fragante y colorista y se entrevé a decir de Juan Valera, quien prologa la 2.ª edición del libro, la
mano delicada de los «Hugo, Lamartine, Musset, Baudelaire, Leconte de Lisle, Gautier, Bourget, Sully
Proudhomme, Daudet, Zola, Barbey d'Aurevilly, Catulo Mendés, Rollinat, Goncourt, Flaubert y todos los demás
poetas y novelistas».
Prosas profanas y otros poemas (1896) supone la consagración de la poética dariana. A pesar de la
«sencillez y poca complicación» que declara Darío, poemas como «Ama tu ritmo...» o «Yo persigo una forma...»
dan cuenta de la nueva estética, proclamando todas las novedades conceptuales y formales de la poética
modernista. Un renovado lenguaje fundador de nuevos universos creativos. Crear: como única y primera ley del
verdadero creador.
6
Breve semblanza del modernismo hispanoamericano
Legado
La influencia de Darío fue inmensa en los poetas de principios de siglo, tanto en España como en América. Muchos
de sus seguidores, sin embargo, cambiaron pronto de rumbo: es el caso de Leopoldo Lugones, Julio Herrera y
Reissig, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.
Darío llegó a ser un poeta muy popular, cuyas obras se memorizaban en las escuelas de los países
hispanohablantes y eran imitadas por cientos de jóvenes poetas. Esto resultó perjudicial para la recepción de su
obra. Después de la Primera Guerra Mundial, con el nacimiento de las vanguardias literarias, los poetas volvieron
la espalda a la estética modernista, que consideraban anticuada y retoricista.
7
Los poetas del siglo XX mostraron hacia la obra de Darío actitudes divergentes. Entre sus principales detractores
figura Luis Cernuda, que reprochaba al nicaragüense su afrancesamiento superficial, su trivialidad y su actitud
«escapista».52 En cambio, fue admirado por poetas tan distanciados de su estilo como Federico García
Lorca y Pablo Neruda, si bien el primero se refirió a «su mal gusto encantador, y los ripios descarados que llenan
de humanidad la muchedumbre de sus versos».53 El español Pedro Salinas le dedicó el ensayo La poesía de
Rubén Darío, en 1948.
El poeta Octavio Paz, en textos dedicados a Darío y al Modernismo, subrayó el carácter fundacional y rupturista de
la estética modernista, para él inscrita en la misma tradición de la modernidad que el Romanticismo y el
Surrealismo.54 En España, la poesía de Darío fue reivindicada en la década de 1960 por el grupo de poetas
conocidos como los «novísimos», y muy en especial por Pere Gimferrer, quien tituló uno de sus libros, en claro
homenaje al nicaragüense, Los raros.
Darío ha sido poco traducido, aunque muchas de sus obras se han traducido al francés y al inglés, como algunos
de sus poemas, a cargo de su compatriota Salomón de la Selva.55
En Argentina se bautizó con su nombre una estación del Ferrocarril General Urquiza en la provincia de Buenos
Aires. En España una estación de la línea 5 del Metro de Madrid lleva su nombre.
Símbolos
El símbolo más característico de la poesía de Darío es el cisne, identificado con el Modernismo hasta el punto de
que cuando el poeta mexicano Enrique González Martínez quiso derogar esta estética lo hizo con un poema en el
que exhortaba a «torcerle el cuello al cisne».37 La presencia del cisne es obsesiva en la obra de Darío,
desde Prosas profanas, donde el autor le dedica los poemas «Blasón» y «El cisne», hasta Cantos de vida y
esperanza, una de cuyas secciones se titula también «Los cisnes». Salinas explica la connotación erótica del cisne,
en relación con el mito, al que Darío se refiere en varias ocasiones, de Júpiter y Leda.38 Sin embargo, se trata de un
símbolo ambivalente, que en ocasiones funciona como emblema de la belleza y otras simboliza al propio poeta.
El cisne no es el único símbolo que aparece en la poesía de Darío. El centauro, en poemas como el «Coloquio de
los centauros», en Prosas profanas, expresa la dualidad alma-cuerpo a través de su naturaleza medio humana
medio animal. Gran contenido simbólico tienen también en su poesía imágenes espaciales, como los parques y
jardines, imagen de la vida interior del poeta, y la torre, símbolo de su aislamiento en un mundo hostil. Se han
estudiado en su poesía otros muchos símbolos, como el color azul, la mariposa o el pavo real.39
Temas
Erotismo
El erotismo es uno de los temas centrales de la poesía de Darío. Para Pedro Salinas, se trata del tema esencial de
su obra poética, al que todos los demás están subordinados. Se trata de un erotismo sensorial, 40 cuya finalidad es
el placer.41
Darío se diferencia de otros poetas amorosos en el hecho de que su poesía carece del personaje literario de la
amada ideal (como puede serlo, por ejemplo, Laura de Petrarca). No hay una sola amada ideal, sino muchas
amadas pasajeras. Como escribió:
8
¡El enigma es el rostro fatal de Deyanira! / Mi espalda aún guarda el dulce perfume de la bella; / aún mis
pupilas llaman su claridad de estrella. / ¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros! / ¡Oh envidia de las
flores y celos de los astros!
En otro poema, de Cantos de vida y esperanza, lo expresó de otra forma:
¡Carne, celeste carne de mujer! Arcilla / -dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!, / la vida se
soporta, / tan doliente y tan corta, / solamente por eso: / ¡roce, mordisco o beso / en ese pan divino / para el
cual nuestra sangre es nuestro vino! / En ella está la lira, / en ella está la rosa, / en ella está la ciencia
armoniosa, / en ella se respira / el perfume vital de toda cosa.
Exotismo
Muy relacionado con el tema del erotismo45 está el recurso a escenarios exóticos, lejanos en el espacio
y en el tiempo. La búsqueda de exotismo se ha interpretado en los poetas modernistas como una
actitud de rechazo a la pacata realidad en que les había tocado vivir. La poesía de Darío (salvo en los
poemas cívicos, como el Canto a la Argentina, o la Oda a Mitre), excluye la actualidad de los países en
que vivió, y se centra en escenarios remotos.
La Francia galante del siglo XVIII es otro de los escenarios exóticos favoritos del poeta, gran admirador
del pintor Antoine Watteau. En «Divagación», al que el propio Darío se refirió, en Historia de mis libros,
como «un curso de geografía erótica», aparecen, además de los citados, los siguientes ambientes
exóticos: la Alemania del Romanticismo, España, China, Japón, la India y el Israel bíblico.
Mención aparte merece la presencia en su poesía de una imagen idealizada de las civilizaciones
precolombinas, ya que, como expuso en las «Palabras Liminares» a Prosas profanas:
Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio
legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo,
demócrata Walt Whitman.
Ocultismo
A pesar de su apego a lo sensorial, atraviesa la poesía de Darío una poderosa corriente de reflexión
existencial sobre el sentido de la vida. Es conocido su poema «Lo fatal», de Cantos de vida y
esperanza, donde afirma que:
9
La religiosidad de Darío se aparta de la ortodoxia católica para buscar refugio en la religiosidad
sincrética propia del fin de siglo, en la que se entremezclan influencias orientales, un cierto resurgir del
paganismo y, sobre todo, varias corrientes ocultistas. Una de ellas es el pitagorismo,46 con el que se
relacionan varios poemas de Darío que tienen que ver con lo trascendente. En los últimos años de su
vida, Darío mostró también gran interés por otras corrientes esotéricas, como la teosofía. Como
recuerdan muchos autores,47 sin embargo, la influencia del pensamiento esotérico en la poesía es un
fenómeno común desde el Romanticismo. Se manifiesta, por ejemplo, en la visión del poeta como un
mago o sacerdote dotado de la capacidad de discernir la verdadera realidad, una idea que está ya
presente en la obra de Victor Hugo, y de la que hay abundantes ejemplos en la poesía de Darío, que
en uno de sus poemas llama a los poetas «torres de Dios».
Uno de sus más destacados poemas en esta línea es «Canto a la Argentina», incluido en Canto a la
Argentina y otros poemas, y escrito por encargo del diario bonaerense La Nación con motivo del primer
centenario de la independencia del país austral. Este extenso poema (con más de 1000 versos, es el
más largo de los que escribió el autor), destaca el carácter de tierra de acogida para inmigrantes de
todo el mundo del país sudamericano, y enaltece, como símbolos de su prosperidad, a la Pampa,
a Buenos Aires y al Río de la Plata. En una línea similar está su poema, «Oda a Mitre», dedicado al
prócer argentino Bartolomé Mitre.
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? / ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? / ¿Ya no
hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? / ¿Callaremos ahora para llorar después?
Una preocupación similar está presente en su famoso poema «Salutación del optimista». Muy
criticado fue el giro de Darío cuando, con motivo de la Tercera Conferencia Interamericana,
escribió, en 1906, su «Salutación al águila», en la que enfatiza la influencia benéfica de los
Estados Unidos sobre las repúblicas latinoamericanas.
En lo que a Europa se refiere, es notable el poema «A Francia» (del libro El canto errante). Esta
vez la amenaza viene de la belicosa Alemania (un peligro real, como demostrarían los
acontecimientos de la Primera Guerra Mundial):
¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia! / Bajo áurea rotonda reposa tu gran paladín. / Del
cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de Grecia? / ¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?
10
La prosa de Darío
A menudo se olvida que gran parte de la producción literaria de Darío fue escrita en prosa. Se
trata de un heterogéneo conjunto de escritos, la mayor parte de los cuales se publicaron en
periódicos, si bien algunos de ellos fueron recopilados en libros.
Ya en la etapa final de su vida, intentó escribir una novela, de marcado carácter autobiográfico,
que tampoco llegó a terminar. Apareció por entregas en 1914 en La Nación, y lleva el título
de El oro de Mallorca. El protagonista, Benjamín Itaspes, es un trasunto del autor, y en la
novela son reconocibles personajes y situaciones reales de la estancia del poeta en Mallorca.
Relatos
El interés de Darío por el relato breve es bastante temprano. Sus primeros cuentos, «A las
orillas del Rhin» y «Las albóndigas del coronel», datan de 1885-1886.49 Son en especial
destacables los relatos recogidos en Azul..., como «El rey burgués», «El sátiro sordo» o «La
muerte de la emperatriz de la China». Continuaría cultivando el género durante sus años
argentinos, con títulos como «Las lágrimas del centauro», «La pesadilla de Honorio», «La
leyenda de San Martín» o «Thanatophobia».
11
Artículos periodísticos
El periodismo fue para Darío su principal fuente de sustento. Trabajó para varios periódicos y
revistas, en los que escribió un elevadísimo número de artículos, algunos de los cuales fueron
luego recopilados en libros, siguiendo criterios cronológicos o temáticos.
Crónicas
Son muy destacables España contemporánea (1901), que recoge sus impresiones de la
España inmediata al desastre de 1898, y las crónicas de viajes a Francia e Italia recogidas
en Peregrinaciones (1901). En El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical recoge las
impresiones que le produjo su breve retorno a Nicaragua en 1907.
Crítica literaria
Tiene gran importancia en el conjunto de su producción la colección de semblanzas Los
raros (1896), una especie de vademécum para el interesado en la nueva poesía. Sus críticas
de otros autores están recogidas en Opiniones (1906), Letras (1911) y Todo al vuelo (1912).
Darío y el modernismo
Darío es citado como el iniciador y máximo representante del modernismo hispánico. Si bien
esto es cierto a grandes rasgos, es una afirmación que debe matizarse. Otros autores
hispanoamericanos, como José Santos Chocano, José Martí, Salvador Díaz Mirón, Manuel
Gutiérrez Nájera o José Asunción Silva, por citar algunos, habían comenzado a explorar esta
nueva estética antes incluso de que Darío escribiese la obra que se ha considerado el punto
de partida del Modernismo, su libro Azul... (1888).
Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor
éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte. Su magisterio fue reconocido por
numerosísimos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse
sentir en la poesía en lengua española. Además, fue el principal artífice de muchos hallazgos
estilísticos emblemáticos del movimiento, como por ejemplo la adaptación a la métrica
española del alejandrino francés.
Además, fue el primer poeta que articuló las innovaciones del Modernismo en una poética
coherente. En forma voluntaria o no, sobre todo a partir de Prosas profanas, se convirtió en la
cabeza visible del nuevo movimiento literario. Si bien en las «Palabras liminares» de Prosas
profanas había escrito que no deseaba con su poesía «marcar el rumbo de los demás», en el
«Prefacio» de Cantos de vida y esperanza se refirió al «movimiento de libertad que me tocó
iniciar en América», lo que indica a las claras que se consideraba el iniciador del Modernismo.
Su influencia en sus contemporáneos fue inmensa: desde México, donde Manuel Gutiérrez
Nájera fundó la Revista Azul, cuyo título era ya un homenaje a Darío, hasta España, donde fue
el principal inspirador del grupo modernista del que saldrían autores tan relevantes
como Antonio y Manuel Machado, Ramón del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, pasando
por Cuba, Chile, Perú y Argentina (por citar solo algunos países en los que la poesía
modernista logró especial arraigo), apenas hay un solo poeta de lengua española en los años
1890-1910 capaz de sustraerse a su influjo. La evolución de su obra marca además las pautas
del movimiento modernista: si en 1896 Prosas profanas significa el triunfo del
esteticismo, Cantos de vida y esperanza (1905) anuncia ya el intimismo de la fase final del
modernismo, que algunos críticos han denominado postmodernismo.
12
Rubén Darío y la generación del 98
Desde su segunda visita a España, Darío se convirtió en el maestro e inspirador de un grupo
de jóvenes modernistas españoles, entre los que estaban Juan Ramón Jiménez, Ramón Pérez
de Ayala, Francisco Villaespesa, Ramón del Valle-Inclán, y los hermanos Antonio y Manuel
Machado, colaboradores de la revista Helios, dirigida por Juan Ramón Jiménez.
En varios textos, tanto en prosa como en verso, Darío dio muestra del respeto que le merecía
la poesía de Antonio Machado, a quien conoció en París en 1902. Uno de los más tempranos
es una crónica titulada «Nuevos poetas españoles», que se recogió en el
libro Opiniones (1906), donde escribe lo siguiente:
Gran amigo de Darío fue Valle-Inclán, desde que ambos se conocieron en 1899. Valle-Inclán
fue un rendido admirador del poeta nicaragüense durante toda su vida, e incluso le hizo
aparecer como personaje en su obra Luces de bohemia, junto a Max Estrella y al marqués de
Bradomín. Conocido es el poema que Darío dedicó al autor de Tirano Banderas, que comienza
así:
Menos entusiasmo por la obra de Darío manifestaron otros miembros de la generación del 98,
como Unamuno y Baroja. Sobre su relación con este último, se cuenta una curiosa anécdota,
según la cual Darío habría dicho de Baroja: «Es un escritor de mucha miga, Baroja: se nota
que ha sido panadero», y este último habría contraatacado con la frase: «También Darío es
escritor de mucha pluma: se nota que es indio».51
Legado
La influencia de Darío fue inmensa en los poetas de principios de siglo, tanto en España como
en América. Muchos de sus seguidores, sin embargo, cambiaron pronto de rumbo: es el caso
de Leopoldo Lugones, Julio Herrera y Reissig, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.
Darío llegó a ser un poeta muy popular, cuyas obras se memorizaban en las escuelas de los
países hispanohablantes y eran imitadas por cientos de jóvenes poetas. Esto resultó
perjudicial para la recepción de su obra. Después de la Primera Guerra Mundial, con el
nacimiento de las vanguardias literarias, los poetas volvieron la espalda a la estética
modernista, que consideraban anticuada y retoricista.
Los poetas del siglo XX mostraron hacia la obra de Darío actitudes divergentes. Entre sus
principales detractores figura Luis Cernuda, que reprochaba al nicaragüense su
afrancesamiento superficial, su trivialidad y su actitud «escapista».52 En cambio, fue admirado
por poetas tan distanciados de su estilo como Federico García Lorca y Pablo Neruda, si bien el
primero se refirió a «su mal gusto encantador, y los ripios descarados que llenan de
humanidad la muchedumbre de sus versos».53 El español Pedro Salinas le dedicó el
ensayo La poesía de Rubén Darío, en 1948.
13
muy en especial por Pere Gimferrer, quien tituló uno de sus libros, en claro homenaje al
nicaragüense, Los raros.
Darío ha sido poco traducido, aunque muchas de sus obras se han traducido al francés y al
inglés, como algunos de sus poemas, a cargo de su compatriota Salomón de la Selva.55
En Argentina se bautizó con su nombre una estación del Ferrocarril General Urquiza en
la provincia de Buenos Aires. En España una estación de la línea 5 del Metro de Madrid lleva
su nombre.
14
Monumento a Rubén Darío en el Parque de Málaga, en la ciudad homónima
15
Busto de Darío esculpido por Edith Grøn, quien realizó más de treinta obras de arte en su
honor
16