Fenstermacher, G. - Tres Aspectos de La Investigación Sobre La Enseñanza
Fenstermacher, G. - Tres Aspectos de La Investigación Sobre La Enseñanza
Fenstermacher, G. - Tres Aspectos de La Investigación Sobre La Enseñanza
Enfoques, teorías y métodos. Paidós: Barcelona, Buenos Aires, México. pp. 149-179
Capítulo III
O
Gary D. Fenstermacher Universidad de Arizona
IV
AT
Este capítulo utiliza tres aspectos diferentes de la filosofía: el análisis del concepto,
la filosofía de la ciencia social y la teoría moral. Estos tres aspectos de la investigación
filosófica se emplean menos para mostrar cómo funciona la filosofía que para
examinar un determinado tipo de conexión entre la investigación sobre la enseñanza y
la tarea profundamente moral de educar a otros seres humanos. Esta conexión se
UC
hará evidente a medida que se desarrollen los tres apartados del capítulo.
El primer apartado presenta un análisis del concepto de enseñanza. La principal
preocupación de este análisis consiste en diferenciar la raíz o el significado genérico
de la «enseñanza» de los significados elaborados que a menudo aparecen en los
ED
estudios empíricos sobre ésta. El segundo apartado utiliza cierto trabajo reciente en el
campo de la filosofía de la ciencia para diferenciar la producción de conocimiento del
uso del conocimiento, y para establecer el valor de los diferentes métodos de
investigación para el estudio de la enseñanza. El tercer apartado muestra cómo la
investigación sobre la enseñanza puede apuntar a sus fundamentos morales y
racionales, favoreciendo con ello la capacidad del profesor para educar.
O
UN CONCEPTO DE ENSEÑANZA
Toda persona que se dedica al estudio de la enseñanza acomete esa tarea con una
cierta idea de lo que está estudiando. Esta idea puede ser implícita, como cuando
cierto concepto de la enseñanza se da por supuesto o se asume inconscientemente; o
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bien puede ser explícita, como en el caso en que el investigador propone una
definición específica o una serie de criterios. Cuando se trata de métodos de
investigación estándar y cuantitativos, por lo general los intentos de ser explícito están
controlados por las exigencias de operacionalidad. Es decir, el investigador está
obligado a especificar el concepto con el fin de hacerlo mensurable y, siempre que sea
posible, como una variable continua. De ahí, entonces, que muchos investigadores no
estén familiarizados con otras maneras de aprehender el significado de la
«enseñanza», particularmente si se trata de maneras que presentan el concepto lo
más fielmente posible en el lenguaje cotidiano.
Un análisis lingüístico del concepto de enseñanza revelaría sus características
fundamentales y también aquellas que están «ligadas» al concepto como resultado de
la manera en que el término se utiliza en determinados contextos. En este apartado
trataré de analizar minuciosamente el significado básico del concepto y mostrar
después cómo los investigadores trabajan sobre este significado básico a medida que
estudian las actividades de la enseñanza. El análisis que sigue muestra con cuánta
O
facilidad podemos confundir el significado básico o genérico con sus formas
elaboradas, como por ejemplo, buena enseñanza o enseñanza con éxito. El análisis
IV
revela también la ingenuidad que caracteriza a la vinculación que establecemos entre
enseñanza y aprendizaje.
Considérese el lector un observador de cierta actividad. ¿Qué debe haber en esta
actividad para que la llame enseñanza? Esta pregunta inicia lo que SOLTIS (1978) llama
AT
un «análisis genérico-tipo», en el cual la tarea consiste en desmenuzar el significado
fundamental del término «enseñanza». Por ejemplo, pensemos en una madre que le
enseña a su hija a poner la mesa; en un niño que le enseña a un amiguito a jugar a la
pelota; o en una mujer que le enseña a su marido a jugar a las cartas. Hay en todas
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estas actividades ciertas características que, si se las examina cuidadosamente,
permitirán comprender el concepto de enseñanza.
Una característica obvia es que en todos los casos están involucradas en la
actividad dos personas. Otra es que las dos personas están implicadas de algún
modo. Al examinar la naturaleza de este compromiso se advierte que una de las
ED
personas sabe, entiende o es capaz de hacer algo que trata de compartir con la otra.
Es decir, la persona en posesión del conocimiento o la habilidad intenta transmitir:
aquello a la otra persona. En los ejemplos presentados no se ve con claridad si la otra
persona quiere o trata de adquirir el conocimiento o la habilidad; de modo que por el
momento dejaremos sin resolver esta cuestión. Las dos personas pueden
diferenciarse fácilmente: una será P, o sea el poseedor o el proveedor del
O
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2. contenido, C, y
3. trata de transmitirlo o impartirlo a
4. una persona, R, que inicialmente carece de C, de modo que
5. P y R se comprometen en una relación a fin de que R adquiera C.
Volviendo a la pregunta que inició esta investigación (¿qué debe haber en una
actividad para que la llamemos «enseñanza»?), una respuesta posible es que debe
haber al menos dos personas, una de las cuales posee cierto conocimiento, habilidad
u otra forma de contenido, mientras que la otra no lo posee; y el poseedor intenta
transmitir el contenido al que carece de él, llegando así al establecimiento de una
relación entre ambos, con ese propósito.
Incluso con este análisis tan simple, se presentan problemas de considerable
dificultad. No hemos dicho casi nada acerca del estado mental de R. ¿Debe R querer
O
(intentar) adquirir C, antes de que se diga que P está enseñando? En otras palabras,
¿debe R actuar con la intención de aprender antes de que P esté enseñando? Otra
dificultad es la autoenseñanza. ¿Es necesario que siempre estén involucradas dos
IV
personas para que se dé una actividad que pueda correctamente ser llamada
enseñanza, o el caso de la persona que aprende por sí misma también es un ejemplo
correcto de enseñanza? Un tercer problema implica la distinción entre explicar y
enseñar (SCHEFFLER, 1960). ¿Cómo es posible distinguir el relato o el informe de un,
AT
digamos, locutor de radio o televisión, de la enseñanza impartida por un profesor en la
televisión, como Alistair Cooke o Carl Sagan? Y, por último, ¿debe P estar realmente
en posesión de C (en el sentido de tenerlo en su cabeza, de saberlo) o es suficiente
con que P simplemente tenga acceso a cierta información sobre C? El breve análisis
UC
de la enseñanza que hemos presentado es a todas luces insuficiente para abordar
estas cuestiones.
En última instancia, estas dificultades tendrán que resolverse; pero hacerlo ahora
introduciría confusas desviaciones. Dejémoslas entonces, por el momento, con la
promesa de volver a ellas más adelante. En esta coyuntura es importante tener claro
ED
qué constituye la raíz o el significado genérico del término «enseñanza». Pese a las
dificultades mencionadas, sostengo que las cinco características que he enumerado
más arriba constituyen un concepto genérico de enseñanza. Cualquier añadido a estas
cinco características será simplemente una extensión o elaboración de este concepto
genérico. Hay muchas maneras de trabajar sobre la idea genérica. Podría hacerse
organizadamente, examinando el concepto dentro del contexto de la escolaridad. El
O
concepto podría ser elaborado al modo conductista, que es lo que los psicólogos
educacionales hacen con frecuencia cuando estudian el concepto. O bien podría
US
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Este último punto exige alguna información más. Algunos podrían argumentar que,
para que P esté enseñando, R debe adquirir lo que P enseña. Es decir, que no puede
haber enseñanza sin aprendizaje. Como se demostrará de inmediato, existe una
conexión muy estrecha entre enseñanza y aprendizaje, pero no se trata del tipo de
conexión que apoya la afirmación de que no puede haber enseñanza sin aprendizaje.
Sostener que no hay enseñanza sin aprendizaje confunde las condiciones genéricas
con lo que podrían llamarse las condiciones de evaluación de la enseñanza. El hecho
de que P tenga éxito o fracase en la tarea de enseñar está determinado por las
elaboraciones que se efectúen sobre las condiciones genéricas, no por las condiciones
genéricas mismas. No tiene más sentido pretender que se aprenda para que se pueda
hablar de enseñanza que pretender que se gane para que se pueda hablar de carrera
o que se encuentre algo para que se pueda hablar de búsqueda.
Pero supongamos que R- nunca aprende C como resultado de su asociación con P.
¿Puede sostenerse aún que P está enseñando a R? Sí. Tomemos una serie análoga
de conceptos: correr y ganar. Puedo correr hasta el fin de los tiempos, no ganar nunca,
O
y sin embargo estar corriendo. Pero aunque no necesito ganar para correr, el concepto
de correr no tendría sentido en ausencia del concepto de ganar. Es decir, si nadie
IV
gana nunca, lo que quiera que sea que la gente haga en una pista no debería llamarse
correr una carrera. Hay una especial relación semántica entre los términos «correr una
carrera» y «ganar», de modo tal que el significado del primero depende, de diversas
maneras, de la existencia del segundo. Llamo a esta relación dependencia ontológica.
AT
La idea de dependencia ontológica ayuda a explicar por qué la mayoría de nosotros
percibe una conexión tan estrecha entre enseñar y aprender. Si nadie aprendiera,
sería difícil imaginar que pudiéramos disponer del concepto de enseñar. Porque si el
aprendizaje no se produjera nunca, ¿qué sentido "tendría enseñar? La conexión entre
UC
los dos conceptos está fuertemente imbricada en la trama de nuestro lenguaje. Tan
fuertemente, de hecho, que es fácil confundir relaciones ontológicamente
dependientes con relaciones causales. Debido a que el concepto de enseñanza
depende de un concepto de aprendizaje, y debido a que con tanta frecuencia el
aprendizaje se produce después de la enseñanza, podemos fácilmente tender a
ED
menudo por variaciones en las adquisiciones del alumno. Desde estas conexiones
parece todavía más justificable llegar a la conclusión de que la enseñanza causa el
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aprendizaje. Si sacamos esta conclusión, podría ser porque nos está confundiendo
una relación semántica compleja que parece también exhibir ciertas propiedades
empíricas muy engañosas. Por otra parte, el nexo causal podría ser el más útil y
revelador para una posterior investigación. Profundizando más en el análisis quizá
podríamos resolver la cuestión.
Pensemos por un momento en qué difieren la enseñanza y el aprendizaje. El
aprendizaje puede realizarlo uno mismo; se produce dentro de la propia cabeza de
cada uno. La enseñanza, por el contrario, se produce, por lo general, estando presente
por lo menos una persona más; no es algo que ocurra dentro de la cabeza de un solo
individuo. Otra diferencia es que aunque se pueda aprender algo sobre moralidad, uno
no aprende moral o inmoralmente. Sin embargo, la enseñanza puede ser impartida
moral o inmoralmente. El aprendizaje implica la adquisición de algo; la enseñanza
implica dar algo. Como quiera que lo examinemos, no hay prácticamente estructura
paralela alguna entre los conceptos de enseñanza y aprendizaje. Hay dos clases
radicalmente diferentes de fenómenos. ¿Son en realidad ontológicamente
dependientes, para no decir que están causalmente relacionados entre sí?
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Parece haber escasas dudas acerca de la dependencia ontológica de la enseñanza
respecto del aprendizaje. Sin el concepto de aprendizaje, no habría concepto de
enseñanza (aunque, como se señaló anteriormente, la dependencia no actúa en
sentido inverso). Los que sostienen que hay una relación causal entre enseñanza y
aprendizaje están, en mi opinión, confundidos por la relación ontológicamente
dependiente entre ambos conceptos. La dependencia ontológica lleva al investigador a
deducir la causalidad a partir de correlaciones observadas, cuando sin duda es posible
explicar estas correlaciones de otro modo. Las correlaciones empíricas pueden, de
hecho, explicarse de otras maneras que no sea planteándolas como precursoras de
conexiones causales directas y rígidas. Estas correlaciones pueden explicarse como
resultados del hecho de que el profesor mejore las capacidades y aptitudes que
necesita el estudiante para ser un estudiante.
El concepto de la condición de estudiante o de alumno es, con mucho, el concepto
más paralelo al de enseñanza. Sin estudiantes, no tendríamos el concepto de
enseñante; sin profesores, no tendríamos el concepto de alumno. He aquí una pareja
O
equilibrada y ontológicamente dependiente, coherentemente paralela al hecho de
buscar y encontrar, competir y ganar. Hay una gama de actividades vinculadas con la
IV
condición de alumno que complementan las actividades de la enseñanza. Por ejemplo,
los profesores explican, describen, definen, refieren, corrigen y estimulan. Los alumnos
repiten, practican, piden ayuda, repasan, controlan, sitúan fuentes y buscan materiales
de estudio. La tarea del profesor consiste en apoyar el deseo de R de «estudiantar»
AT
(ser estudiante) y mejorar su capacidad de hacerlo. Cuánto aprenda R del hecho de
ser un estudiante es en gran medida una función de la manera en que «estudianta».
Sin duda, parece raro usar la palabra «estudiantar» como verbo intransitivo. La
extrañeza se debe probablemente al hecho de que hacemos desempeñar al término
UC
«aprendizaje» una doble tarea, usándolo algunas veces para referirnos a lo que el
estudiante realmente adquiere de la instrucción (rendimiento) y otras para referirnos a
los procesos que el estudiante usa para adquirir el contenido (tarea). Debido a que el
término «aprendizaje» funciona tanto en el sentido de tarea como en el de
rendimiento, es fácil mezclar ambos y sostener, por lo tanto, que la tarea de la
ED
estudiar; consiste en enseñarle cómo aprender. El antiguo tópico de que la tarea del
profesor consiste en enseñarle al estudiante cómo aprender está muy cerca de la
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pareja ontológicamente dependiente, el concepto genérico requiere cierta
modificación, porque también estuvo marcado por la presuposición de que el
aprendizaje es el logro de la enseñanza. Según la idea revisada, el profesor no
transmite o imparte el contenido al estudiante. El profesor más bien instruye al
estudiante sobre cómo adquirir el contenido a partir de sí mismo, del texto u otras
fuentes. A medida que el estudiante se vuelve capaz de adquirir el contenido, aprende.
Las tareas del enseñante incluyen instruir al estudiante acerca de los
procedimientos y exigencias del rol de estudiante, seleccionar el material que debe
aprender, adaptar ese material para adecuarlo al nivel del estudiante, proporcionar la
serie más adecuada de oportunidades para que el estudiante tenga acceso al
contenido (es dentro de esta tarea donde yo incluiría la motivación), controlar y evaluar
el progreso del estudiante, y ser para el estudiante una de las principales fuentes de
conocimientos y habilidades. Estas tareas se parecen mucho a las que la bibliografía
en general presenta como las tareas propias de la enseñanza. Hay, sin embargo, una
diferencia importante. En este nuevo esquema, se sostiene que el profesor es
O
importante para las actividades propias de ser un estudiante (el hecho de «aprender»
entendido como tarea), no para la adquisición comprobada del contenido por parte del
IV
alumno (el hecho de aprender entendido como «rendimiento»). Así, un estudiante que
fracasa en un examen de contenido razonablemente válido y fiable, incluido en la
instrucción, debe aceptar la mayor parte de responsabilidad por este fracaso. En la
medida en que el estudiante carezca de las capacidades de estudio necesarias para
AT
desenvolverse bien en esta prueba, no se le dé oportunidad de ejercitar estas
capacidades o no se le ayude y estimule para interesarse en el material que debe
aprender, el profesor debe aceptar una parte importante de responsabilidad por el
fracaso del estudiante.
UC
Adoptando el punto de vista de que uno de los mayores logros de la enseñanza es
la adquisición por parte del estudiante de aquellas reglas, procedimientos y
habilidades de la condición de estudiante que caen dentro de la esfera de acción del
profesor (no todos los aspectos del estudio están dentro del ámbito de preocupación
del profesor), es posible ahora examinar algunos de los problemas que quedaron sin
ED
resolver al comienzo del análisis. ¿Qué puede decirse del estado mental del alumno?
¿Debe desear adquirir las habilidades y las ideas de la condición de estudiante, a fin
de que se produzca el hecho de la enseñanza? Yo creo que no. Parece improbable
que los alumnos adquieran las características de estudiantes a menos que quieran
hacerlo y, por lo tanto, sobre la enseñanza recae una extraordinaria exigencia, si es
que la intención de aprender de los estudiantes debe estar ya formada antes de que
O
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uno mismo no tendría sentido si uno no estuviera previamente familiarizado con el
hecho de que una persona le enseñe a otra. En otras palabras, la idea de la
autoenseñanza sólo es comprensible como algo análogo al hecho de que una persona
enseñe a otra. Además, la mayoría de las veces que usamos la expresión queremos
decir con ella que hemos aprendido el contenido sin la ayuda de un profesor
físicamente presente. La idea de autoenseñanza es sobre todo aplicable cuando se
refiere a las acciones de las personas que se preparan para aprender algo por sí
mismas. Buscan los textos apropiados, tratan de conseguir ayuda en el nivel adecuado
de dificultad y se guían a sí mismas a través de los estadios de desarrollo por el
método de ensayo-error. Dado que éstas son precisamente las cosas que un profesor
suele hacer por su alumno, es evidente que estamos hablando de enseñarse a uno
mismo.
La mayoría de los profesores, ¿tienen el contenido en su cabeza antes de que se
pueda decir que están enseñando? La pregunta misma está mal formulada, ya que se
basa en una concepción de la enseñanza que considera al aprendizaje como su logro.
O
Lo que se ha de aprender puede estar en la cabeza de los profesores, o en un libro, en
una película o en un programa de ordenador, en la cabeza de un conferenciante
IV
invitado e incluso en la cabeza de la persona a quien se le está enseñando. La tarea
de los profesores no es necesariamente poseer el contenido y transmitirlo a los
estudiantes, sino más bien permitir a éstos tornar posesión del contenido donde quiera
que se encuentre. Ahora bien, por razones qué se aclararán en el tercer apartado de
AT
este capítulo, los profesores tienen mayores posibilidades de tener éxito en sus tareas
si previamente han tomado posesión del contenido.
Ahora que dominamos muchos de los detalles, sería conveniente señalar que
muchas de las implicaciones de este análisis no son radicalmente diferentes de lo que
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ya está implícito en la actual investigación de la enseñanza. Por ejemplo, los trabajos
de AMAREL (1982-1983), CAREW Y LIGHTFOOT (1979), CUSICK (1983), DOYLE (1979a, 1979b,
1983), GREEN (1983) y WEINSTEIN (1983) ya se centran intensamente en las actividades
de los estudiantes en el aula. Estos trabajos nos enseñan mucho acerca de lo que los
estudiantes hacen en las aulas y acerca de la forma en que afrontan las actividades
ED
empíricamente comprobado) que los conceptos de tiempo de tarea y tiempo sin tarea
son variables intervinientes entre los comportamientos docentes y el aprendizaje del
estudiante. Pero sólo se necesita una leve modificación de la perspectiva para fijar la
US
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investigación .sobre la enseñanza, que explique cuestiones referentes a la buena
enseñanza. Es decir, que por los informes que tengo, la investigación de la enseñanza
no ha abordado específicamente aspectos de valor moral reflejados en las acciones
del maestro, o consideraciones de valor epistemológico en la selección y
reconstrucción del contenido. En cierto modo, esta ausencia de consideraciones
morales no es sorprendente, dada la pasión de muchos científicos por abordar sus
investigaciones sin contaminación, alguna de compromiso morar o axiológico. Sin
embargo, nuestra progresiva comprensión de" que la ciencia ideología y de
compromiso hace que cada vez exista menos preocupación por la posibilidad de un
sesgo moral y axiológico en la comunidad científica. Es de esperar que las
concepciones más nuevas de la filosofía de la ciencia estimulen a más investigadores
de la educación a indagan las actividades de la enseñanza que están sólidamente
basadas en las distintas teorías, tales como las descritas por Maxine Greene.
En este primer apartado he tratado de distinguir entre una noción genérica de
enseñanza y las muchas elaboraciones posibles de tal noción. A medida que
O
avanzaba el análisis se hacía evidente que el concepto de enseñanza implícito en gran
parte, de la bibliografía de investigación está arraigado en la idea genérica, combinada
IV
con las condiciones de evaluación para la enseñanza con éxito. La particular idea de
éxito presente en gran parte de la bibliografía se basa en el convencimiento de que
hay una especie de conexión causal entre enseñanza y aprendizaje. Esta presunción
de causalidad se explica mejor, probablemente, por la dependencia ontológica de la
AT
enseñanza respecto del aprendizaje, aunque —como demuestra el razonamiento— la
dependencia ontológica no justifica la deducción causal. Conceptualmente, la idea de
ser estudiante o alumno parece relacionarse de forma mucho más coherente con la de
enseñanza de lo que lo hace la idea de aprender. Así, se argumentó que la
investigación sobre la enseñanza reflejaría más integridad conceptual si no estuviera
UC
ligada a un concepto de enseñanza arraigado en las condiciones estándar de
evaluación del éxito. Por el contrario, la investigación debería basarse, en una idea de
la enseñanza, que tuviera como preocupación central la realización por parte de los
estudiantes de ciertos tipos de tareas y actividaes. El análisis presentado en esta
sección se refiere sólo de paso a la buena enseñanza, en contraste con la enseñanza
ED
de éxito. Una de las cuestiones más espinosas con que los investigadores se
enfrentan es hasta dónde debe llegar su obligación de trabajar con conceptos
prescriptivos y teóricamente complejos de la enseñanza, enmarcados en una contexto
moralmente explícito. Es decir, ¿debe la investigación de la enseñanza explicar qué es
lo que se considera buena enseñanza? La investigación de la enseñanza, ¿sería
O
sostiene que la investigación tiene una contribución que hacer a la buena enseñanza,
aun cuando no siempre de la manera que los filósofos de la educación han sostenido
en el pasado.
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investigación es el acto de producir conocimiento, mientras que la enseñanza es el
acto de usarlo. El investigador ayuda al profesor produciendo conocimiento que éste
puede usar, aunque el investigador no esté sujeto a una obligación incondicional de
producir conocimiento útil. Ahora bien, en cierto sentido todo conocimiento fiable es
útil; se trata más bien de encontrar la ocasión de usarlo. Pero estoy adelantándome al
desarrollo de la argumentación. La primera tarea consiste en examinar algunas ideas
centrales acerca de los métodos de la investigación. Será conveniente empezar con la
idea de una perspectiva de investigación. Esta idea fue desarrollada por Laudan,
siguiendo el trabajo de LAKATOS (1970). LAUDAN (1977) adopta la siguiente definición
operativa: «Una perspectiva, de investigación es una serie de supuestos generales
acerca de las entidades y los procesos de determinado campo de estudio, y acerca de
los métodos apropiados que deben usarse para investigar los problemas y construir
las teorías en ese campo» (subrayado en el original, Pág. 81). Evidentemente, el
conductismo constituye una perspectiva de investigación en psicología. Otras
tendencias son la psicología cognitiva y la psicología humanista, aunque esta última
O
está menos desarrollada como perspectiva de investigación.
Nótese que, como parte de la definición, Laudan se refiere a«los métodos
IV
apropiados que deben usarse para investigar los problemas y construir las teorías en
ese campo». Por lo general, la investigación sobre la educación utiliza una serie de
métodos diferentes, muchos de ellos clasificables como cuantitativos o cualitativos.
Según cómo se apliquen en contextos específicos, los métodos cuantitativos se
AT
conocen también como confirmativos, de verificación de hipótesis, o predictivos. Los
métodos cualitativos son también conocidos como explorativos, generadores de
hipótesis, descriptivos o interpretativos. Entre las técnicas de los métodos cuantitativos
figuran el estudio experimental, el cuasi-experimental, el correlacional y la
investigación de reconocimiento. Estos métodos emplean por lo general tanto técnicas
UC
estadísticas y de diseño como controles para la recopilación, análisis e interpretación
de los datos. Entre los métodos cualitativos están las técnicas usadas en etnografía,
etnometodología y lo que DOYLE (1979a) y, sobre bases diferentes, BROPENBRENNER
(1979) llaman investigación ecológica.
ED
pátina. Hay una serie de razones que explican el uso cada vez más limitado de los
métodos cuantitativos, y no todas ellas son válidas.
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Quizás el ataque más grave a los métodos cuantitativos haya provenido de los
críticos del conductismo, que consideraron al experimento, al modelo de explicación
hipotético-deductivo, al criterio de generalización y a muchos otros elementos de la
indagación predictiva como parte inseparable de la perspectiva de investigación del
conductismo. Hay sin duda un fuerte vínculo entre las teorías defendidas por los
conductistas y los métodos que emplean para estudiar los fenómenos psicológicos;
ese vínculo es el resultado de que los científicos sociales hayan tomado en serio las
exigencias metodológicas de las ciencias físicas. A medida que los conductistas
trataban de lograr que sus investigaciones fueran «verdaderamente científicas»,
adoptaban los procedimientos y los controles que más los acercaban a un isomorfismo
metodológico con las ciencias naturales.
Actualmente, los problemas de este enfoque son bien conocidos entre los
científicos sociales. Los métodos de las ciencias físicas se basan en presuposiciones y
supuestos que pertenecen a hechos, actividades y fenómenos generalmente sin
voluntad y sin objetivo: átomos, moléculas, cojinetes de bola, planetas, etc. Cuando los
psicólogos empezaron a adoptar estos métodos de las ciencias físicas, incorporaron
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también los supuestos y presupuestos que los acompañan; por ejemplo, regularidades
causales, generalizaciones semejantes a leyes, predictibilidad y confirmación casi
perfecta. Para hacer funcionar estos métodos, los conductistas tuvieron que ignorar las
propiedades de intencionalidad del comportamiento humano, o bien negar que los
seres humanos dispusieran de la capacidad de actuar con un propósito (incluyendo la
capacidad de actuar estúpida o incoherentemente).
Pocos psicólogos negaron estas capacidades humanas, pero muchos prefirieron
ignorarlas, para satisfacer los fines de la investigación y de la construcción de teorías.
Mientras esta línea teórica y de investigación se mantuvo dentro de los límites de la
ciencia misma, las consecuencias para la vida cotidiana de los legos fueron mínimas.
Pero la investigación y la teoría no se quedaron en los laboratorios ni en algunas
escasas publicaciones especializadas; se expandieron, en grandes oleadas, sobre la
vida cotidiana de los educadores, ya que muchos de ellos estaban haciendo cursos de
psicología de la educación o simplemente tomando conciencia (aunque de un modo
bastante vago) de los conocimientos producidos por la psicología. De este modo, para
O
muchos educadores, conductismo y psicología llegaron a ser sinónimos, y los métodos
de investigación cuantitativos se convirtieron en los métodos de investigación
IV
conductistas.
La reacción ante el conductismo, al menos en sus formas más extremas, fue tan
insultante que daba la impresión de que los métodos cuantitativos estuvieran
chapoteando a sus anchas en las aguas conductistas. En una extensa crítica de los
AT
métodos de las ciencias sociales, LOUCH (1966) escribió que «trivialidad, redundancia y
tautología son los epítetos que, en mi opinión, pueden aplicarse al científico
conductista» (pág. 9). El filósofo inglés John WILSON SE EXasperó tanto con el programa
conductista y la aparente disposición de los educadores para darle crédito, que
UC
escribió: «La mayoría de las personas (y hasta los investigadores) harán cualquier
cosa antes que pensar, y esto se aplica especialmente al investigador de la
educación» (1972, pág. 129). El filósofo de la educación James McCIellan impugnó no
sólo el programa sino también al conductista (MCCLELLAN, 1976). Al condenar lo que él
llama conductismo pedagógico, «la doctrina de que la enseñanza puede ser definida y
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Casarse con el conductismo no fue el único estigma para los métodos cuantitativos.
Los ataques al positivismo lógico que tenían lugar en el campo de la filosofía
debilitaron seriamente los supuestos y presupuestos metodológicos acerca de la
verificabilidad y la capacidad explicativa (véase PHILLIPS, 1981). Por último, los
psicólogos mismos se decepcionaron de lo que desde hacía tiempo habían
considerado una promesa de los métodos cuantitativos (regularidades uniformes,
predictibilidad, control, etcétera). En su trabajo, que ahora es un clásico, CRONBACH
(1975) expresó:
El objetivo de nuestro trabajo... no es acumular generalizaciones sobre las cuales algún día
pueda erigirse una torre teórica... la tarea especial del científico social de cada generación
consiste en recoger los hechos contemporáneos. Más allá de lo que pueda compartir con el
estudioso humanista y con el artista, en el esfuerzo por comprender las relaciones
contemporáneas, y por dar una nueva dimensión a la visión cultural del hombre con las
realidades actuales. Conocer al hombre no es en modo alguno una aspiración menor (pág.
126).
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A medida que la creencia del investigador en los métodos cuantitativos
convencionales se desplazaba desde el compromiso doctrinario hacia la confianza
restringida. Se allanaba el camino para la introducción de los métodos cualitativos. Esa
introducción no fue fácil, porque no faltaron investigadores que desdeñaron los
métodos cualitativos, sosteniendo que estaban bien para personas que no sabían
cuáles eran los problemas. (Los métodos supuestamente cualitativos eran métodos
para encontrar problemas, mientras que los métodos cuantitativos servirían para
resolver problemas. Si así hubiera sido realmente, los métodos cualitativos se
hubieran impuesto rápidamente, porque quizás el paso más difícil de la investigación
sea localizar un problema que valga la pena.) Otros investigadores se resistieron al
uso de métodos cualitativos argumentando que no proporcionaban generalizaciones
válidas. Esta objeción se suavizó cuando se llegó a comprender que ni tan siquiera los
métodos cuantitativos proporcionan, en las ciencias sociales, las generalizaciones
válidas y fiables que alguna vez se había supuesto que podrían brindar. La
preocupación también disminuyó porque los investigadores que estaban usando
O
métodos cualitativos produjeron trabajos de investigación que los partidarios de los
métodos cuantitativos encontraron estimulantes y esclarecedores (como, por ejemplo,
los trabajos de CUSICK [1983], DOYLE [1979a, 1979b, 1983], ERICKSON 1:1982], ERICKSON Y
IV
MOHATT [1982], LIGHTFOOT [1983], OGBU [1978], WILLIS [1977] y WOLCOTT [1977, 1982]. Los
partidarios de los métodos cualitativos hicieron aún más incursiones, con el evidente
propósito de afrontar los problemas de validez y generalización (KIDDER [1981], LE
AT
COMPTE y GOETZ [1982], MILES y HUBERMAN [1984], SPRADLEY [1979, 1980]).
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realizar valoraciones intersubjetivas de validez y posibilidad de generalización. ¿Cómo
se resuelve este aparente dilema? ¿Es realmente posible reunir lo mejor de ambos
mundos?
Creo que es posible, aunque no de las maneras habitualmente propuestas. No por
medio de la fusión, la reducción o la síntesis de los métodos cualitativos y los
cuantitativos. No mediante irrupciones punitivas en cada uno de los campos
metodológicos para lavar errores y pecados. Se trata más bien de que el pluralismo
metodológico en la investigación sobre educación se convierta en una posición factible
y justificada cuan-do se establezca una clara distinción entre la producción o
generación de conocimiento y el uso o aplicación de ese conocimiento. Esta distinción
se deriva de la diferenciación de Aristóteles entre sabiduría teórica y sabiduría
práctica, y podría expresarse como la lógica de la producción de conocimiento y la
lógica de la aplicación de conocimiento. La lógica de la producción de conocimiento
consiste en formulaciones o proposiciones acerca del mundo. Esta lógica tiene como
resultado último afirmaciones o declaraciones acerca de hechos, estados o
O
fenómenos. Estas afirmaciones son verificables a partir de los métodos organizados
de que el investigador dispone. La lógica del uso del conocimiento consiste también en
IV
afirmaciones, pero sus resultados últimos son acciones en vez de proposiciones.
Compárense, por ejemplo, estos dos razonamientos:
Como profesor, yo quiero enseñar de modo que produzca la mayor cantidad posible
de aprendizaje en el estudiante.
Las clases bien controladas proporcionan ventajas en el aprendizaje. La instrucción
directa es una manera comprobada de controlar la clase. Mis alumnos y yo estamos
juntos en esta clase.
O
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década de 1960 (ANSCOMBE [1963], HARE [1971], KENNY [1966], JARVIS 1:1962:1, VONWRIGHT
[1963]). Escribiendo en la época en que había un rico debate sobre el tema, RESCHBR
(1973) describe la exposición razonada que sustenta el razonamiento práctico:
Nuestro conocimiento responde a dos categorías de objetivos: el teórico y el práctico.
El sector teórico del objetivo es puro y el práctico es aplicado en su orientación. Lo
teórico se vincula con los intereses estrictamente intelectuales del hombre, con la
adquisición de información descriptiva y comprensión explicativa (de qué y por qué); lo
práctico se vincula con los intereses materiales del hombre que subyacen en 3a
orientación de la acción humana... El rol funcional de nuestro conocimiento abarca
tanto el aspecto intelectual/teórico del conocimiento por el conocimiento mismo, de los
puristas, como el aspecto activista y práctico del conocimiento como guía en la vida
(págs. 3-4).
La posición que quiero exponer aquí es que esta distinción entre la lógica de la
producción de conocimientos y la lógica del uso del conocimiento permite al
investigador de la educación emplear cualquier método de investigación que satisfaga
O
los criterios de educación impuestos por las disciplinas o el análisis metodológico, sin
preocuparse por los efectos prácticos, pedagógicos, de la investigación. La base de
IV
esta libertad metodológica es que el beneficio de la investigación (sobre educación
para la práctica educativa se realiza en el perfeccionamiento de los razonamientos
prácticos, no en programas de actividades deducidos de los resultados de la
investigación. GREEN (1976) desarrolló una formulación educativa explícita acerca de
AT
esta idea esencialmente aristotélica. Green aborda la idea de razonamiento práctico
en un esfuerzo por determinar las capacidades necesarias para el logro de una
instrucción que tenga éxito. En su opinión, las capacidades que necesita un profesor
para tener éxito pueden estar determinadas «por la identificación de lo que se requiere
para cambiar el valor de verdad de las premisas del razonamiento práctico en la mente
UC
del niño, o para completar o modificar esas premisas o introducir otra premisa
totalmente nueva» (pág. 252).
Adaptando a Green muy ligeramente, sostengo que el valor de la investigación
sobre educación para la práctica educativa es la ayuda que proporciona para
ED
«identificar lo que se requiere para cambiar el valor de verdad de las premisas del
razonamiento práctico en la mente del profesor o para completar o modificar esas
premisas o para introducir una premisa totalmente nueva». La investigación influye
sobre la práctica cuando altera la verdad o la falsedad de las creencias que el profesor
tiene, cuando cambia la naturaleza de estas creencias y cuando añade creencias
nuevas. Considérese este razonamiento práctico en la mente del enseñante:
O
1. Es mejor que los niños sean tratados como individuos aislados que como
miembros de un grupo.
US
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ACCIÓN: (Estoy preparando centros de aprendizaje independientes, con una amplia
gama de materiales para cada centro).
Este razonamiento práctico es una leve paráfrasis de otro expuesto por una
profesora a quien se le preguntó por qué hacía un uso tan amplio de los grupos de
trabajo y los centros de aprendizaje. La profesora basaba su acción en convicciones
morales acerca del tratamiento correcto de los niños. Es evidente que creía en la
elección y la personalización y, por lo tanto, trataba de organizar su clase para reflejar
esas creencias. Según parece, sus estudiantes no conseguían buenas notas en los
exámenes estandarizados de fin de curso. La profesora estaba preocupada por las
notas, pero también comprometida con las prácticas docentes de respeto por la
individualidad. No estaba dispuesta a cambiar esas prácticas si las nuevas
significaban una inversión completa de sus creencias acerca de la naturaleza de la
enseñanza. Al interrogarla más o fondo declaró que, aunque tenía reservas acerca de
los exámenes estandarizados, sus alumnos tendrían que lograr mejores resultados de
los que lograban, y ella así lo deseaba.
O
Al seguir discutiendo el tema, se hizo evidente para la profesora que tenía por lo
menos dos objetivos principales: que se respetaran las características personales de
IV
cada estudiante; y que todos los alumnos asimilaran el material presentado. Ella daba
por sentado que los procedimientos docentes dirigidos a la personalización le
ayudarían a lograr ambos objetivos. Los datos de que ella disponía (las puntuaciones
de los tests estandarizados) no apoyaban esta suposición, aunque ella era reacia a
AT
revisar las premisas de su razonamiento práctico en favor de la personalización. Con
reservas, empezó a leer bibliografía en la línea de la investigación del
proceso-producto sobre la eficacia de la enseñanza. Las pruebas derivadas de esta
línea de investigación muestran claramente que las prácticas que esta profesora
UC
usaba para poner en marcha sus ideas sobre la enseñanza personalizada no se
correlacionan, en general, con logros uniformes en la asimilación de los contenidos
asignados.
El efecto de estas pruebas de la investigación sobre la eficiencia del profesor fue el
inicio de un proceso de modificación de las premisas del razonamiento práctico en la
ED
(BORKO, CONE, RUSSO y SHAVELSON, 1979; SHAVELSON, 1983; SHAVELSON y STERN, 1981)
proporciona un excelente punto de partida para la investigación de las
US
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educación. El hecho de que ese método sea un buen método, en el sentido de ser
valioso o valer la pena, está determinado por otra serie de criterios. Estos últimos
criterios son elaborados por especialistas de las diversas disciplinas y por teóricos
dedicados a la filosofía de las ciencias sociales. Los métodos que se adaptan a tales
criterios son los componentes críticos de la producción de conocimiento. No obstante,
no son .métodos apropiados para el uso o la aplicación del conocimiento (aunque
pueden utilizarse para estudiar el uso del conocimiento). Los razonamientos prácticos,
o cierta manera similar de reconocer las propiedades intencionales, pasionales,
intuitivas y morales de la acción humana, son los métodos para transformar lo que
empíricamente se conoce y se comprende en la práctica.
La investigación sobre educación puede sostenerse por sus propios méritos —sean
éstos los que fueren— sin necesidad de demostrar su valor basándose en el
perfeccionamiento de la práctica educativa. No obstante, cuando se sostiene que la
investigación es beneficiosa para la práctica, el criterio de beneficio debería ser el
perfeccionamiento de los razonamientos prácticos en las mentes de los profesores y
O
otros profesionales. Los investigadores, cuando tratan de encontrar problemas
interesantes, pueden o bien buscar problemas que influyan sobre los razonamientos
IV
prácticos de los docentes, o ignorar esos razonamientos. La relevancia de la
investigación para la práctica de la enseñanza puede identificarse con el grado en que
la investigación se vincula directamente con los razonamientos prácticos en las
mentes de los profesores.
AT
Volviendo al tema de los métodos de investigación cualitativos y cuantitativos con
que se inició este apartado, quiero expresar ahora claramente que, en mi opinión, la
diferencia entre ambos no consiste en que uno u otro produzcan implicaciones más
válidas y fiables para las prácticas pedagógicas. Según sostiene Shulman, ambas
UC
orientaciones del estudio de la enseñanza son valiosas por las diferentes
comprensiones que proporcionan. Su adecuación como métodos para la producción
de conocimiento está determinada dentro de las disciplinas en las cuales se enmarcan
y dentro de disciplinas afines (como la filosofía). No son métodos adecuados para la
lógica del uso del conocimiento, porque no están diseñados con ese fin. Su valor para
ED
otros considero conveniente hacer una autocrítica. Hace cinco años afirmé
(FENSTERMACHER, 1979) que los investigadores deben buscar métodos de investigación
US
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obligatorias) de los significados que los seres humanos asignan a sus vidas y a sus
instituciones sociales, es decir, a todo lo que es de importancia humana (pág. 508).
Recomendar la investigación empírica (el conductismo o cualquier otra forma de
investigación empírica) para fundamentar los métodos sobre teorías normativas de
educación es, como demuestran Ericson y Ellet, un doble error. Ni mejora los métodos
ni logra captar la esencia del ser humano. No pretendo sostener que sea
conceptualmente imposible diseñar un programa de investigación empírica fundado en
una compleja concepción moral de la educación. Por cierto, el reciente trabajo de
NOVAK Y GOWIN (1984) puede ser precisamente de este tipo. Pero hasta que esas
concepciones hayan sido cabalmente exploradas, creo que nos es más útil apoyar
métodos de investigación que respondan a criterios internos de adecuación y valor, y
reservar la consideración de los aspectos normativos de la educación para los
razonamientos prácticos que se dan en las mentes de los profesores.
Tomando otra variación del tema de los vínculos entre investigadores y docentes,
O
TUTHILL Y ASHTON (1983) sostienen que la ciencia no progresará en el tema de la
educación a menos que científicos y docentes trabajen juntos dentro del mismo
universo de discurso. Basando sus ideas sobre el concepto de paradigma de Kuhn,
IV
esperan que «como miembros de las mismas comunidades paradigmáticas, científicas
de la educación y docentes compartan valores comunes, supuestos, objetivos,
normas, lenguaje, creencias y maneras de percibir y comprender el proceso
educativo» (pág. 9). En mi opinión, esta apelación a la colaboración se basa en una
AT
concepción errada de las tareas y objetivos de la ciencia, por un lado, y de la práctica
profesional por el otro. Como he tratado de demostrar, el trabajo científico no mejora
necesariamente cuando lo estructuran las fenomenologías de los docentes; ni los
docentes están en mejores condiciones por el hecho de concebir sus tareas y sus
UC
objetivos en el lenguaje de la ciencia. Tendrían que producirse enormes avances en la
filosofía de las ciencias sociales y en los métodos de investigación antes de que
apelaciones a la colaboración como la que hacen Tuthill y Ashton puedan justificarse
como buena ciencia y como buena práctica.
EISNER (1984) se acerca mucho al mismo tipo de exhortación cuando dice:
ED
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Tenemos por último el trabajo más reciente de BUCHMANN (1984), quien sostiene que
los razonamientos prácticos tienen una fuerza propia, independiente de los resultados
de la investigación que puedan influir sobre ellos. Su argumentación, fundada en los
estudios de SCHWAB (1978) sobre la práctica docente, propone una serie de razones por
las cuales los resultados de la investigación podrían dejarse de lado en la medida en
que los profesores determinen qué acciones concuerdan mejor con los Intereses
educativos de sus estudiantes. Con palabras que captan muy bien la distinción entre
las indagaciones de los investigadores y las prácticas de los enseñantes, Buchmann
dice que «el conocimiento proporcionado por la investigación es sólo un fragmento de
la conciencia humana: precioso, sin duda, pero no creado para los fines de la acción ni
tampoco suficiente para determinarlos» (pág. 422). Su razonamiento muestra
claramente que los resultados de la investigación no tienen una prioridad necesaria
sobre las otras consideraciones bien justificadas; la investigación no descalifica
automáticamente a la experiencia, a la fe, a la ética. Una de las razones clave que
esgrimo para establecer una clara distinción entre investigación y razonamiento
O
práctico es un deseo de presentar el valor y la fuerza de la experiencia, la ética, la
pasión, etc., en el trabajo de los profesores. Los resultados de la investigación son una
de tantas bases para valorar y modificar los razonamientos prácticos en las mentes de
IV
los profesores. Según dice FEYERABEND (1981), »la ciencia es sólo una de las muchas
ideologías que impulsan a la sociedad, y debería ser tratada como tal» (subrayado en
el original, pág. 162).
AT
LA EDUCACIÓN Y EL ESTILO DEL PROFESOR
El apartado anterior ofreció una visión de la metodología de la investigación
enfocada fundamentalmente sobre bases epistemológicas. Sostuve que hay muchos
UC
métodos diferentes de investigación que son adecuados para la indagación délos
fenómenos educativos. Esta afirmación se basaba en la idea de que todo método
adecuado y mínimamente correcto tiene la posibilidad de generar conocimiento o
comprensión, lo que a su vez podría ser valioso para cambiar el valor de verdad de las
premisas en un razonamiento práctico, o para modificar, acrecentar o descartar
ED
ser humano?
Hay varias maneras de responder a esta pregunta, algunas de ellas
US
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estudiante y cómo pueden actuar los profesores para asegurar la educación del
estudiante. Es deseo de la mayoría de los filósofos de la educación lograr que una o
quizá varias de las teorías más cuidadosamente formuladas proporcionen las premisas
fundamentales para todos los razonamientos prácticos de los profesores, o al menos
para algunos. Cuando esto sucede, decimos que las acciones del profesor encuentran
su justificación sobre bases normativas.
Todas las teorías normativas de la enseñanza que han pasado la revisión del
filósofo dan preferencia a los procesos racionales, la intención moral y la acción
virtuosa (se puede hacer esta afirmación dentro del contexto de las naciones
desarrolladas de Occidente, aunque el alcance de su aplicación puede ser aún mayor).
No conozco ninguna teoría que permita el adoctrinamiento, el mero recitado de lo
aprendido de memoria, el condicionamiento (por lo menos, sin consentimiento o sin
haber sido informado sobre el asunto), la ejercitación y la práctica sin reflexión y
análisis, o la aceptación de reglas sin definirse acerca de su adecuación. Cuando todo
ha sido hecho y dicho, la mayoría de las teorías normativas de la enseñanza plantean
O
a los profesores exigencias sumamente complejas. La siguiente definición es una
entre varias maneras posibles de resumir estas exigencias: la educación consiste en
IV
proporcionar a otros seres humanos medios que les permitan estructurar su
experiencia con el fin de ampliar continuamente el conocimiento, la creencia
razonable, la comprensión, la autonomía, la autenticidad y el sentido de la propia
situación en el pasado, el presente y el futuro de la raza humana.
AT
Educar a un ser humano consiste en proporcionarle los medios para estructurar sus
propias experiencias de modo que contribuyan a ampliar lo que la persona sabe, tiene
razones para creer (o dudar), y comprende, así como también las capacidades de esa
persona para la acción autónoma y auténtica y para percibir el lugar que ocupa en la
UC
historia. No consiste en proporcionar el conocimiento, las creencias razonables,
etcétera, sino más bien en proporcionar los medios para lograr el acceso al
conocimiento, la comprensión, etc., y para continuar aumentándolos. Para iniciar este
proceso, por lo general, es necesario «preparar el terreno», o sea, empezar por
proporcionar el contenido que el estudiante ha de adquirir. A medida que el alumno
ED
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4. Es más probable que los alumnos lleguen a dominar los mecanismos de la
lectura leyendo las cartillas en grupo y en alto: además, se harán lecturas individuales
nombrándolos al azar.
5. He sido designado profesor de un grupo que todavía no lee.
ACCIÓN: (Estoy distribuyendo las cartillas y preparando la clase para que todos lean
en voz alta conmigo). Hay en este razonamiento una serie de premisas que son
formulaciones acerca de fenómenos empíricos, sobre todo los números 2 y 4. El
cuerpo de investigación sobre la enseñanza de la lectura es cada vez mayor y debería
llevar a este profesor a dudar de estas premisas. Pero no es mi intención investigar los
hechos. Lo importante es ilustrar un razonamiento que apoya un comportamiento
pedagógico que no es coherente con la evidencia actualmente disponible. Al ayudar al
profesor a formular el razonamiento práctico que sustenta estas prácticas docentes, y
al presentar las evidencias que influyen sobre las principales premisas, el profesor del
O
profesor permite a este último ver lo que hasta ese momento no veía. Este proceso de
enseñanza, repetido una y otra vez, hace del enseñante un estudiante de sus propias
prácticas. MUIR (1980) hace un excelente relato autobiográfico de un profesor que
IV
reflexiona precisamente sobre este proceso. Muir es un enseñante que cambió la
organización y el control de su clase después de haberse familiarizado con el
Beginning Teacher Evaluation Study (BERLINIER, 1979). Si bien él no describe sus
cambios como alteraciones en las premisas de los razonamientos prácticos, el ensayo
AT
está escrito de modo tal que estos cambios se detectan fácilmente.
Enseñar a los profesores de esta manera equivale a exhibir una especie de estilo.
Este estilo forma parte del contenido que debe ser transmitido al estudiante tanto
como los hechos, teorías, argumentaciones e ideas del tema que se enseña. El
UC
conocido filósofo inglés de la educación R. S. Peters se ha ocupado extensamente de
este aspecto de la educación. Entre otras cosas, sostiene lo siguiente (PETERS, 1973):
La disciplina impuesta por el profesor, la idéntica consideración con que trata a todos los
alumnos, el respeto y el grado de libertad que les concede son, por una parte, reglas
necesarias para la distribución y organización de la educación. Pero, por otra parte, es
ED
fundamental para la educación moral de los niños que hagan suyos esos principios, que son el
enmarque de sus estudios. Los alumnos se desarrollarán como seres morales si consideran los
principios inherentes a esos procedimientos como un contenido que les es sutilmente impartido
(pág. 25).
Después de señalar que el estilo del profesor puede contribuir al desarrollo moral
O
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inmediatamente en la honestidad, el respeto, la amplitud de criterio y la fiabilidad, para
mencionar sólo algunas. De las virtudes intelectuales, acuden rápidamente a la mente
la humildad, la creatividad, la aptitud reflexiva, la imparcialidad (en el lugar y el
momento adecuados). El estiló de una persona que posee estos rasgos de carácter se
aprende copiando, frecuentando a personas que son así, y viéndose animado a imitara
estas personas y a adaptar las propias acciones a las exigencias de estas
características. Como dice RYLE (1975):
Lo que nos ayudará a llegar a ser equilibrados, honestos o trabajadores, serán los buenos
ejemplos que nos proporcionen otras personas: y después, que nosotros mismos practiquemos
y fracasemos, practiquemos y volvamos a fracasar, pero lentamente y poco a poco. En
cuestiones de moralidad, como en los oficios y en las artes, aprendemos primero observando a
otros, después cuando otros nos enseñan —desde luego con algún sermón verbal, un elogio,
un reproche— y por último, cuando nos enseñamos a nosotros mismos (págs. 46-47).
El profesor aprende el estilo de un educador cuando quien le enseña posee el estilo
de un educador. Un educador que posea un estilo basado en una teoría de la
O
educación moralmente defendible y racionalmente fundada, no se limitará a transmitir
a los profesores los resultados de la investigación, con la esperanza de que estos
resultados se muestren después, dé algún modo, en la práctica, sino que ayudará a
IV
los profesores a identificar y clarificar sus razonamientos prácticos, y luego a evaluar la
influencia de la evidencia de la investigación sobre las premisas de estos
razonamientos. Los profesores que enseñan de este modo son así, a su vez,
AT
estudiantes de enseñanza.
Un criticó podría objetar aquí que todo lo que el profesor necesita es ser un
estudiante de cierta materia para enseñarle a otro esa misma materia. La opinión del
crítico sería que un profesor no necesita ser al mismo tiempo estudiante de enseñanza
y estudiante de cierta materia, para ser profesor de esa materia. Esta objeción es
UC
antigua y levanta toda clase de reticencias y dudas: si la docencia es una profesión o
no, sisón necesarios los cursos de formación docente, si a los profesores se les
debería exigir que trabajasen más en sus áreas académicas, etc. Hay dos maneras de
responder a esta crítica. La primera es reconocerla como una posición sana y sensata,
aunque la complejidad de la escolaridad moderna requiere una formación especial
ED
para los que enseñan. Esta primera respuesta, de hecho, está apoyando la crítica, al
decir que si no fuese por la compleja institucionalización de la educación en nuestra
sociedad (en forma de escuelas, aulas, textos, grados, notas, etc.) para enseñárselo
sería necesario dominar a fondo el tema que se enseña.
Una respuesta diferente es que, al enseñarle a un estudiante cierta materia, el
O
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La hipótesis de este capítulo es, expresada muy sucintamente, que simplificamos
demasiado las cosas cuando nos limitamos a sostener que el valor de la investigación
de la educación es el perfeccionamiento de la práctica docente. Ese razonamiento
induce a error. El valor de la investigación de la educación, cuando se lleva a cabo
correctamente, es ayudarnos a conocer y comprender cierta limitada gama de
fenómenos educativos. Este conocimiento y esta comprensión, obtenidos a partir de la
investigación, pueden mejorar la práctica docente si influyen positivamente sobre las
premisas de los razonamientos prácticos de los profesores. Si los investigadores
deciden intencionadamente, o logran por azar, seleccionar problemas de investigación
cuyo estudio influya positivamente sobre los razonamientos prácticos, estarán
efectuando una importante contribución a la formación del profesor. Pero la mera
producción de conocimiento acerca de la enseñanza no constituye por sí misma la
formación del profesor. Por el contrario, este conocimiento debe ser recogido por un
estudiante de enseñanza, que lo utilice con el estilo de un educador y, al hacerlo,
transmita al profesor el estilo de un educador. El estudiante de la enseñanza que
O
enseña a los profesores puede ser el investigador cuyo trabajo se está considerando,
una persona designada como formador de los profesores, u otra que «tenga el estilo».
El objetivo de toda persona que se dedique a formar profesores es capacitar a éstos
IV
para convertirse en estudiantes de su enseñanza. Habiendo llegado a ser estudiantes
de su trabajo, podrán, merced a su estilo, ayudar a las personas que les han sido
confiadas a convertirse ellas mismas en estudiantes.
AT
Debido a que en educación tratamos con personas, con entidades que poseen
intencionalidad y pasión, no podemos tener una ciencia que nos trate como si
fuéramos átomos, moléculas, cojinetes de bola o planetas. Sin embargo, estas
diferencias no implican que no podamos tener una ciencia en absoluto. Podemos y
debemos. Pero es importante que comprendamos cómo funciona la ciencia cuando
UC
trabaja con seres dotados de intencionalidad y constituidos en parte por sus
emociones y sentimientos. En este capítulo he tratado de mostrar cómo puede trabajar
la ciencia en educación, de maneras que logren educar. Me enfrento de este modo a la
ciencia porque creo que debe ser entendida como una contribución a lo que NOZICK
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ED
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