Lasmoradas 00 Tereuoft

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L orad;

CLASICOS CASTELLANOS

SANTA TERESA

LAS MORADAS

EDICIÓN Y NOTAS DE TOMÁS NAVARRO TOMÁS

MADRID ¿
EDICIONES DE «LA LECTURA?
'%= !
1916 m)^\^
V
INTRODUCCIÓN

Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, hija de


padres nobles, aunque humildes, nació en Ávila en
1515. Quedó sin madre cuando apenas contaba doce
años. Su padre, D. Alfonso, fué "hombre de mucha
caridad con los pobres, y piadad con los enfermos,
y aun con los criados, tanta, que jamás se pudo aca-
bar con él tuviese esclavos, porque los había gran
piedad (1)"; fué un buen castellano, religioso y aus-
tero como un patriarca antiguo; doce hijos tuvo,
como Israel.
Alternaban por entonces en lecturas caseras las
Vidas de Santos y los Libros de Caballerías; Teresa,
cuando niña, sintió el entusiasmo de estas lecturas
maravillosas y envidió a sus héroes, reales ó fantás-
ticos paladines de la religión o del amor.
Despertó su juventud a los encantos de unas ga-
lanterías,fué
y curiosa de su belleza (2), y dióse un

(1) Santa Teresa: Libro de su Vida, cap. I.


(2) "Era de muy buena estatura, y en su mocedad,
hermosa, y aun después de vieja, parecía harto bien."
Vida de Santa Teresa, por el padre Ribera. Sobre el re-
trato de la Santa véase el artículo de Ángel M. de Bar-
cia en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
tgog, pág. 1-15.
VIII INTRODUCCIÓN

poco tiempo a inocentes vanidades. "Nunca era afi-


cionada a mucho mal, porque cosas deshonestas, na-
turalmente las aborrecía (i)."
Una buena monja encendió en su alma el deseo de
las cosas eternas; un hermano de su padre, hombre
avisado y de grandes virtudes, que acabó fraile,
adoctrinóla en el desprecio de las glorias del mundo:
antes de los veinte años tomó el hábito de Carmelita,
en Ávila, en el convento de la Encarnación.
La clausura quebrantó su salud; graves enferme-
dades tuviéronla a la muerte. Un alto ideal de vir-
tud, superior a la ordinaria vida del convento, cau-
tivó su espíritu ; y ante este ideal, sus anhelos y
desesperanzas, su extremado rigor en la propia cen-
sura, causáronle hondas inquietudes: su juventud,
en el secreto de su conciencia, fué un drama emo-
cionante.
La voluntad, por fin, venció al dolor, y el entu-
siasmo de la fe disipó las sequedades de la devo-
ción;hacia 1555, Teresa de Jesús, triunfante de sí
misma, renacía a nueva vida: "la de hasta aquí
era mía, la que he vivido — en adelante — es que vi-
vía Dios en mí, a lo que me parecía (2).''
La Orden del Carmelo había mitigado, mediante
bulas pontificias, la aspereza de sus antiguas cons-
titucioneTeresa
s; de Jesús, bailando tales privilegios
excesivamente anchos y regalados para sus propó-
sitos, fundó en Ávila, en 1562, un convento de Car-

(1) Libro de su Vida, cap. II.


(2) Ibidcm, cap. XXIII.
INTRODUCCIÓN IX

melitas Descalzas, restableciendo la Regla en su pri-


mera austeridad.
Ocasionóle esto gran tormento de injurias, burlas
y murmuraciones; los Carmelitas de la Regla miti-
gada alzaron frente a ella la más tenaz contradic-
ción; yfué la lucha larga y penosa; fué un amargo
calvario para la humilde monja.
No obstante, la reforma, fuerte en entusiasmo,
abatió la protesta ; multiplicáronse sus conventos ;
prendió su espíritu en las gentes sencillas, y con
increíble rapidez, se esparció por el mundo. "Es
maravilla nueva — dice el Maestro Fray Luis de
León (i) — una flaca mujer tan animosa, que em-
prendiese una cosa tan grande y tan sabia y tan
eficaz, que saliese con ella, y robase los corazones que
trataba, para hacerlos de Dios, y llevase las gentes
en pos de sí a todo lo que aborrece el sentido." Mu-
chos millares de Carmelitas Descalzos de ambos se-
xos siguen aún su espíritu y mantienen su Regla por
todas las naciones.
La Madre Teresa de Jesús, enferma y perseguida,
indiferente al dolor y piadosa con sus detractores,
pródiga de amor y de misericordia, es alto ejemplo
del ideal cristiano; aparte de esta universalidad de
su virtud, por la viveza de su espíritu, por la hidal-
guía de su carácter, por el donaire de su ingenio
pertenece propiamente al alma castellana.
Vivió en un siglo de historia brillante para núes-

(i) Carta a las Madres Carmelitas Descalzas de Ma-


drid, Bibl. Auts. Esps., Lili, pág. 17.
INTRODUCCIÓN

tra Iglesia, cuando el Padre San Ignacio fundó la


Compañía; cuando el venerable Maestro Fray Juan
de Ávila arebataba al pueblo con sus predicaciones;
cuando el Duque de Gandía renunciaba a las gran-
dezas de sus títulos en su famosa conversión; com-
batía el rey D. Felipe Segundo el poderoso empuje
del protestantismo, y triunfaba en Lepanto, en in-
signe batalla, la causa de la Cruz.
La Santa Madre, después de afirmar por sí misma
su obra, con la fundación de treinta y dos conventos,
murió en Alba de Tormes en 1582. Fué canonizada
por Gregorio XV en 1622.

Por obediencia fué escritora; debemos sus libros


principales a instancias de sus confesores y sus
monjas.
El Libro de su Vida es la confesión de su historia :
el Libro de sus Fundaciones y sus Cartas son la his-
toria de su reforma; los libros Camino de Perfección,
Conceptos del Amor Divino y Las Moradas son la
historia de la vida de su conciencia.
El misticismo español en el siglo XVI produjo
una brillante literatura; en ella los libros de Santa
Teresa distínguense entre los más ilustres, entre los
de Fray Luis de León, Fray Luis de Granada, San
Juan de la Cruz, Malón de Chaide, etc., del mismo
modo que su interesante y original personalidad se
destaca sobre las principales figuras de su tiempo:
místicos, ascetas, fundadores de Ordenes, propagan-
distas de la fe.
INTRODUCCIÓN XI

La más famosa de sus obras es Las Moradas o


Castillo Interior, obra de su vejez, en la cual, bajo
artística forma, encerró la síntesis de sus experien-
cias espirituales. Interesa principalmente a la teo-
logía mística; interesa también a la historia literaria
y a la filología. Ha sido traducida a todas las lenguas
de Europa.
Explica en ella su doctrina, considerando al alma
como un magnífico Castillo, en cuyo centro, en la
Morada más rica y secreta, hállase Dios. Dios es la
suprema aspiración del misticismo ; el acicate es el
amor, y el conocimiento de sí mismo es el camino ;
llégase, pues, a El ahondando en nuestro espíritu,
estudiando nuestra conciencia, entrando en nosotros
mismos hasta el fondo de este nuestro Castillo in-
terior; la Santa Doctora del amor divino guía al
alma en dicho conocerse, y paso á paso la conduce
desde la cerca del Castillo hasta la última Morada,
en que aguarda la deseada unión con el Amado.
En la práctica de esta doctrina la Santa concierta
convenientemente lo espiritual y lo positivo; la vida
puramente contemplativa no es la perfección: Marta
y María deben ir juntas en el servicio del Señor. Un
admirable sentido práctico alienta, en efecto, en to-
dos sus consejos y da calor humano aun a las más
altas concepciones de su entendimiento: "¿Y pien-
san que allí — en la contemplación — está todo el
negocio? Que nó, hermanas, nó, obras quiere el
Señor: y que si ves una enferma a quien puedes dar
algún alivio, no se te dé nada de perder esa devo-
ción, yte compadezcas de ella ; y si tiene algún dolor
XII INTRODUCCIÓN

te duela a ti ; y si fuere menester, lo ayunes porque


ella lo coma (i)."
Fuente principal de su conocimiento fué su mis-
ma experiencia; apoyo constante de sus enseñanzas,
la Santa Biblia (2) ; largos viajes por los pueblos de
España, calumnias, protecciones, buenas y malas vo-
luntades, diéronle a conocer el corazón humano.
Tuvo especial aptitud para el análisis psicológico,
poderosa fuerza de abstracción e imaginación poé-
tica; con estos elementos, al declarar los secretos
de su vida espiritual, desentrañó la naturaleza del
más puro misticismo y dio forma a una doctrina
completa.
Rasgo originalísimo que anima sus páginas es
la sana alegría, el dulce regocijo de su alma^ no des-
caída por años, enfermedades ni quebrantos; gracias
a esto son amenas, explicadas por ella, materias a
veces insoportables en volúmenes sabios.
A la constante lozanía de su ingenio unía una
incontrastable fortaleza de ánimo; sesenta y dos
años tenía cuando en 1577 escribió Las Moradas, y,
no obstante las graves contrariedades que por en-
tonces la combatían, nada en su libro denota can-
sancio ni amargura; en los momentos difíciles cre-
cíase su espíritu, como si a todo el mundo llevase
bajo sus pies; "las cárceles, los trabajos, las perse-
cuciones, los tormentos, las ignominias y afrentas

(1) Las Moradas, pág. 133-10.


(2) El señor Morel-Fatio ha publicado un notable
artículo sobre "Les Lectures de Sainte Thérése", Bulle-
tin Hispanique, 1908.
INTRODUCCIÓN XIII

por mi Cristo y por mi religión, son regalos y mer-


cedes para mí...; ¡cruz busquemos, cruz deseemos,
trabajos abracemos (i) !"
Su estilo es la misma ingenuidad: no hay en él es-
tudio ni artificio. Si en su niñez escribió, según el
padre Ribera, un libro de Caballerías, en sus escri-
tos conservados nada lo recuerda (2). Tiene su len-
guaje el calor de la confesión y la dulzura del con-
sejo; con sus imágenes sencillísimas, con sus pro-
vincialismos yrefranes, declara los conceptos más
abstractos de la mística teológica "como en plática
familiar de vieja castellana junto al fuego".
Fray Luis de León (3) habló de los libros de la
Santa en los siguientes términos : "En la alteza de
las cosas que trata, y en la seguridad con que las
trata, excede a muchos ingenios ; y en la forma del
decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la
gracia y buena compostura de las palabras, y en una
elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo
yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos
se iguale. Y así, siempre que los leo, me admiro de
nuevo, y en muchas partes de ellos, me parece que

(1) Carta de 25 de mayo de 1579. Obras de Santa


Teresa, ed. de Orga, tomo I, núm. 27.
(2) Menéndez y Pelayo : Orígenes de la Novela,
tomo I, pág. ccxciv. Las frases que el señor Morel-
Fatio, /. c, pág. 19, atribuye a influencia caballeresca,
como "la voluntad es la que mantiene la tela", Vida.
XVIII; "como quien pelea contra un jayán fuerte", Vi-
da, XX, etc., son pocas, cinco en suma, y discutibles.
(3) Carta a las Madres, etc., pág. 19.
XIV INTRODUCCIÓN

no es ingenio de hombre el que oigo, y no dudo que


hablaba el Espíritu Santo en ella en muchos lugares,
y que le regía la pluma y la mano : que así lo mani-
fiesta laluz que pone en as cosas escuras, y el fuego
que enciende con sus palabras en el corazón que las
lee... Que el ardor grande que en aquel pecho santo
vivía, salió como pegado en sus palabras, de manera
que levantan llama por dondequiera que pasan."

La presente edición de Las Moradas sigue fiel-


mente al manuscrito de la Santa, mediante la repro-
ducción autografiada de Sevilla, 1882 (1). En todas
las ediciones anteriores, desde la más antigua (Sala-
manca, 1588), hasta la de la Biblioteca de Autores
Españoles (Madrid, 1877), se encuentran abundantes
descuidos, malas lecturas y aun graves omisiones.
Don Vicente de la Fuente, así en la edición de dicha
Biblioteca, como en la suya propia (Madrid, 1881),
no obstante su buena voluntad, incurrió en hartos

(1) "El Castillo Interior o Las Moradas, escrito por


St.a Teresa de Jesús. Edición autografiada e impresa
según el texto original, propiedad de sus hijas las Re-
ligiosas Carmelitas Descalzas del Convento de San José
de esta ciudad. Publicado con motivo del tercer centena-
rio de la gloriosa muerte de la Santa, por iniciativa y
bajo la dirección del Emo. y Rmo. Fr. Joaquín Cardenal
Lluch, Arzobispo de Sevilla, del Sagrado y Primitivo
Orden de Nuestra Señora del Carmen. Litografía de
Juan Moyano. Autografiado en la Biblioteca pública de
la Dignidad Arzobispal por José M.a Requejo y Acosta.
Año de 1882." La segunda parte de esta edición, o sea
la parte impresa, deja bastante que desear.
INTRODUCCIÓN XV

defectos (i) en cuanto a la fijación del texto, sin-


duda por haber utilizado una copia manuscrita del
siglo xviii y no el texto original.
El padre Fray Jerónimo Gracián, provincial de
los Carmelitas y amigo de la Santa, corrigió en
muchos lugares el autógrafo de Las Moradas; Fray
Luis de León, enérgicamente condenó tales correc-
ciones (2); según su consejo, admitiremos solamente

(1) Sería largo e inútil apuntar uno por uno estos


defectos ; basta decir unos cuantos de los que en las Mo-
radas primeras, capítulo primero, pueden encontrarse :
"No atinaba cosa", La Fuente; "No atinaba á cosa",
autógrafo; "para que podamos", La Fuente; "para que
apenas podamos", autógrafo; "no se les da nada de en-
trar dentro ni saber qué hay en aquel tan precioso lugar
ni aun qué piezas tiene", La Fuente; "no se les da nada
de entrar dentro, ni saben que hay en aquel tan precioso
lugar ni quien está dentro, ni an qué piezas tiene",
autógrafo, etc.
(2) "En este libro está muchas veces borrado lo
que escribió la santa Madre, y añadidas otras pala-
bras o puestas glosas a la margen, y ordinariamente está
mal borrado y estaba mejor primero como se escribió;
y veráse en que a la sentencia viene mejor, y la santa
Madre lo viene después a declarar; y lo que se enmienda,
muchas veces no viene bien con lo que se dice después,
y ansí se pudieran muy bien escusar las enmiendas y las
glosas. Y porque lo he leído y mirado todo con algún
cuidado, me pareció avisar a quien lo leyere, que lea
como escribió la santa Madre, que lo entendía y lo de-
cía mejor, y deje todo lo añadido; y lo borrado de la
letra de la Santa, délo por no borrado, si no fuere cuando
estuviere enmendado o borrado de su misma mano, que
es pocas veces. Y ruego por caridad a quien leyere este
XVI INTRODUCCIÓN

las enmiendas de la misma autora, prescindiendo en


absoluto de todas las demás.
Sería exageración reproducir el manuscrito con
sus descuidos gráficos, repeticiones inconscientes
de letras o sílabas, olvidos de tildes, etc.; estos de-
talles, pues, corregiremos, dando cuenta de ellos en
un Apéndice, pág. 319.
Conservaremos rigurosamente las formas fami-
liares de su lenguaje: primitc, 141-19; intrevalos,
144-3; pusilaminidad, 22-9; anque, 3-1; muestro,
143-15, etc., y asimismo todo rasgo que pueda en-
cerrar algún valor filológico, hasta las incorrecciones
de ciertas frases latinas, escritas por la Santa a su
manera, v. págs. 46-22, 68-6, etc. Atendiendo al ca-
rácter vulgarizador de Clásicos Castellanos ha sido
necesario modernizar la ortografía del manuscrito.
La parte de anotación es modestísima; fúndase en
la lectura de las obras de la Santa, auxiliada con
algunos artículos eruditos, monografías, tablas fina-

libro, que reverencie las palabras y letras hechas por


aquella tan santa mano, y procure entenderlo bien,
y verá que no hay que enmendar, y aunque no lo en-
tienda, crea, que quien lo escribió lo sabía mejor; y
que no se pueden corregir bien las palabras si no es lle-
gando a alcanzar enteramente el sentido dellas; porque
si no se alcanza, lo que está muy propiamente dicho,
parecerá impropio, y desa manera se vienen a estragar
y echar a perder los libros." Hállase manuscrita esta
nota en la primera página del original de Las Moradas.
Fray Luis no la firmó, pero se le atribuye con fundadas
razones. Véanse notas 68 a 71 de fray Tomás de Aqui-
no, Bibl. de Auts. Esps.. Lili, 419.
INTRODUCCIÓN XVII

les de las ediciones Foppens (Bruselas, 1674), Orga


(Madrid, 1752), etc.
Unas notas resuelven las alusiones bíblicas del
texto; otras ponen de relieve ciertas ideas, con pa-
labras de la misma Santa, traídas de sus demás li-
bros (1) ; algunas contienen un sencillo dato histó-
rico o filológico. El alto comentario doctrinal no era
para este sitio.
Tomás Navarro Tomás.

(i) Las citas textuales se han hecho sobre las edi-


ciones de Doblado (Madrid, 1778) y Bibl. de Auts. Esps.;
en las primeras se indica título, capítulo y párrafo; en
las segundas, solamente título y capítulo.
DATOS BIBLIOGRÁFICOS

Ediciones autografiadas: Vida de Santa Teresa de


Jesús publicada por la Sociedad foto-tipográfico-
católica bajo la dirección de V. de la Fuente, Ma-
drid, 1873 ; Libro de las Fundaciones, ed. V. de la
Fuente, Madrid, 1880; El Castillo Interior o Las
Moradas, Sevilla, 1882 (V. pág. xiv.) El manuscrito
original de Las Moradas se halla, como queda in-
dicado, en el convento de carmelitas descalzas de
Sevilla; los de la Vida, Camino de Perfección,
Fundaciones y Modo de visitar los conventos se
conservan en la Biblioteca del Escorial.
Ediciones modernas principales : Escritos de Santa
Teresa, Biblioteca de Autores Españoles, tomos Lili
y LY; Obras, ed. V. de la Fuente, Madrid, 1881,
6 vols.
Estudios : Gabriela Cunninghame Graham, Santa
Teresa; her Ufe and times, London, 1894, 2 vols.,
H. de Curzon, Bibliographie Térésicnne, París, 1902.
Miguel Mir, Santa Teresa de Jesús, su vida, su es-
píritu, sus funciones, Madrid, 1912, 2 vols. Las
publicaciones aparecidas recientemente con motivo
del cuarto centenario del nacimiento de Santa Teresa
y tercero de su beatificación se hallan indicadas en las
listas bibliográficas de la Revista de Filología Es-
pañola, Madrid, 1914 y 1915, bajo el epígrafe "Mís-
tica".
r H S
j

E5TE TRATADO LLAMADO CASTILLO


INTERIOR ESCRIBIÓ TERESA DE JESÚS,
MONJA DE NUESTRA SEÑORA DEL CAR-
MEN, A SUS HERMANAS Y HIJAS LAS
MONJAS CARMELITAS DESCALZAS.
JHS

Pocas cosas que me ha mandado la obedien-


cia se me han hecho tan dificultosas como es-
cribir ahora cosas de oración; lo uno, porque
no me parece me da el Señor espíritu para ha- 5
cerlo, ni deseo ; lo otro, por tener la cabeza tres
meses ha con un ruido y flaqueza tan grande.
que an los negocios forzosos escribo con pe-
na; mas entendiendo que la fuerza de la obe-
diencia suele allanar cosas que parecen impo- 10
sibles, la voluntad se determina a hacerlo muy
de buena gana, anque el natural parece que se
2 Fray Jerónimo Gracián, prelado de los Descalzos
y muy amigo de la Santa, dice : " Mándela que escribiese
este libro de Las Moradas, diciéndola, para más la per-
suadir, que lo tratase también con el doctor Velázquez,
que la confesaba algunas veces, y se lo mandó." Fray
Antonio de San Joaquín, Año Teresiano, I, pag. 223.
7 Tenía en esta fecha sesenta y dos años. Venía su-
friendo largas y penosas enfermedades. Atormentábanla
con persecuciones y calumnias los enemigos de su re-
forma.
12 anque. La Santa, en este libro, escribía, por lo
general, aque, con tilde sobre la a; algunas veces se en-
cuentra anque, con todas sus letras (véase en el autógra-
fo, págs. 12-19, 13-13, 42-23, 64-12, 67-28, 70-13, etc.); no
habiendo encontrado aunque en ningún caso, leemos
siempre anque ; para an = aun, v. 30-13, nota.
LAS MORADAS

aflige mucho; porque no me ha dado el Señor


tanta virtud, que el pelear con la enfermedad
contino y con ocupaciones de muchas mane-
ras, se pueda hacer sin gran contradición suya.
5 Hágalo el que ha hecho otras cosas más difi-
cultosas por hacerme merced, en cuya mise-
ricordia confío.
Bien creo he de saber decir poco más que lo
que he dicho en otras cosas que me han man-
ió dado escribir; antes temo que han de ser casi
todas las mesmas, porque ansí como los pája-
ros que enseñan a hablar, no saben más de lo
que les muestran u oyen, y esto repiten mu-
chas veces, so yo al pie de la letra. Si el Señor
15 quisiere diga algo nuevo, su Majestad lo dará
u será servido traerme a la memoria lo que
otras veces he dicho, que an con esto me con-
tentaría, por tenerla tan mala, que me holgaría
de atinar a algunas cosas, que decían estaban
ao bien dichas, por si se hubieren perdido. Si
tampoco me diere el Señor esto, con cansarme
y acrecentar el mal de cabeza, por obediencia,

xo Escribió el Libro de su Vida y el de las Funda-


ciones por mandato de sus confesores; las monjas de
San José, de Avila, le hicieron escribir Camino de Per-
fección.
20 Se refiere al Libro de su Vida, que estaba dete-
nido en la Inquisición por intrigas de la Princesa de
Eboli, enemiga de Santa Teresa desde la fundación del
convento de Pastrana, año 1569.
PROLOGO

quedaré con ganancia, anque de lo que dijere


no se saque ningún provecho. Y ansí comienzo
a cumplirla hoy día de la Santísima Trenidad,
año de MDLXXVII, en este monesterio de San
Josef del Carmen en Toledo, adonde al pre- 5
senté estoy, sujetándome en todo lo que dijere
a el parecer de quien me lo manda escribir,
que son personas de grandes letras. Si alguna
cosa dijere, que no vaya conforme a lo que
tiene la santa Ilesia Católica Romana, será por 10
inorancia y no por malicia. Esto se puede tener
por cierto, y que siempre estoy y estaré sujeti
por la bondad de Dios, y lo he estado, a ella.
Sea por siempre bendito, amén, y glorificado.
Di jome quien me mandó escribir, que como 15
estas monjas de estos monesterios de Nuestra
Señora del Carmen tienen necesidad de quien
algunas dudas de oración las declare, y que le
parecía, que mejor se entienden el lenguaje
unas mujeres de otras, y con el amor que me 20
tienen les haría más al caso lo que yo les dije-
se, tiene entendido por esta causa, será de al-
guna importancia si se acierta a decir alguna

3 Lo empezó en este día, que debió ser 2 de junio


de 1577, y lo terminó el 29 de noviembre del mismo
año.
5 Había fundado Santa Teresa este convento en
mayo de 1569, venciendo muchas dificultades. Libro de
las Fundaciones, caps. XV-XVI.
LAS MORADAS

cosa, y por esta causa iré hablando con ellas


en lo que escribiré: y porque parece desatino
pensar que puede hacer al caso a otras perso-
nas, harta merced me hará Nuestro Señor si a
5 alguna dellas se aprovechare para alabarle al-
gún poquito. Mas bien sabe su Majestad, que
yo no pretendo otra cosa ; y está muy claro
que cuando algo se atinare a decir, entenderán
no es mío, pues no hay causa para ello, si no
io fuere tener tan poco entendimiento como yo
habilidad para cosas semejantes, si el Señor por
su misericordia no la da.
MORADAS PRIMERAS

CAPÍTULO PRIMERO

Estando hoy suplicando a Nuestro Señor ha-


blase por mí, porque yo no atinaba a cosa que
decir ni como comenzar a cumplir esta obe-
diencia, se me ofreció lo que ahora diré, para 5
comenzar con algún fundamento : que es, con-
siderar nuestra alma como un castillo todo de
diamante u muy claro cristal, adonde hay
muchos aposentos, ansí como en el cielo hay
muchas moradas. Que si bien lo consideramos, ,c
hermanas, no es otra cosa el alma del justo,
sino un paraíso, adonde dice El tiene sus de-
leites. Pues ¿qué tal os parece que será el apo-
sento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio,
tan limpio, tan lleno de todos los bienes se de- ,5
leita? No hallo yo cosa con que comparar la
gran hermosura de un alma y la gran capaci-
dad. Y verdaderamente, apenas deben llegar
1 Las Moradas son siete. Hace recordar este nú-
mero toda una ilustre y misteriosa tradición ; pero la
Santa no declara, como el autor de Las Partidas, las
razones que le movieron a tenerlo en cuenta.
MORADAS PRIMERAS

nuestros entendimientos, por agudos que fue-


sen, a compreenderla ; ansí como no pueden lle-
gar a considerar a Dios, pues El mesmo dice
que nos crió a su imagen y semejanza. Pues si
5 esto es, como lo es, no hay para qué nos can-
sar en querer comprender la hermosura de este
Castillo; porque puesto que hay la diferencia
de él a Dios, que del Criador a la criatura,
pues es criatura, basta decir su Majestad, que
io es hecha a su imagen, para que apenas poda-
mos entender la gran dinidad y hermosura del
ánima. No es pequeña lástima y confusión, que
por nuestra culpa no entendamos a nosotros
mesmos, ni sepamos quién somos. ¿No sería
,5 gran inorancia, hijas mías, que preguntasen a
uno quién es, y no se conociese, ni supiese
quién fué su padre, ni su madre, ni de qué
tierra? Pues si esto sería gran bestialidad, sin
comparación es mayor la que hay en nosotras,
20 cuando no procuramos saber qué cosa somos,
sino que nos detenemos en estos cuerpos, y ansí
a bulto, porque lo hemos oído y porque nos lo
dice la fe, sabemos que tenemos almas ; mas
qué bienes puede haber en esta alma, u quién
25 está dentro en esta alma, u el gran valor de
ella, pocas veces lo consideramos, y ansí se
tiene en tan poco procurar con todo cuidado

4 "Crió, pues, Dios al hombre a imagen suya." Gé-


nesis, cap. I, v. 27.
CAPITULO PRIMERO

conservar su hermosura. Todo se nos va en la


grosería del engaste u cerca de este Castillo,
que son estos cuerpos. Pues consideremos que
este Castillo tiene, como he dicho, muchas
Moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras 5.
a los lados ; y en el centro y mitad de todas és-
tas tiene la más principal, que es adonde pa-
san las cosas de mucho secreto entre Dios y el
alma. Es menester que vais advertidas a esta
comparación; quizá será Dios servido pueda ic
por ella daros algo a entender de las mercedes
que es Dios servido hacer a las almas, y las
diferencias que hay en ellas, hasta donde yo
hubiere entendido que es posible, que todas
será imposible entenderlas nadie, sigún son 15
muchas, cuanto más quien es tan ruin como
yo. Porque os será gran consuelo, cuando el
9 Dice el padre Yepes que oyó de labios de la Santa
que un día, "víspera de la Santísima Trinidad, pensando
qué motivo tomaría para este tratado, Dios, que dis-
pone las cosas en sus oportunidades, cumplióle este
deseo, y dióle el motivo para el libro: mostróle un globo
hermosísimo de cristal, a manera de castillo, con siete
moradas, y en la sétima, que estaba en el centro, el Rey
de la gloria con grandísimo resplandor..." Bibl. de Auts.
Esps., tomo Lili, 406.
15 sigún = según. Frecuentemente se encontrarán en
este libro casos de suplantación de e por i: siguridad,
33-20, 43-16; espirimentadas, 40-9; dislustrar, 46-0;
siguras, 46-12; hinchimiento, 78-14; cerimonias, 147-13;
etcétera; la causa de este cambio se comprende meior
en espiriencia, 9-15, 150-8; obidiencia, 45-10; quinen-
d°> 63-5 ; finiendo, 97-1, etc. La lengua vulgar conserva
aún estas formas.
8 MORADAS PRIMERAS

Señor os las hiciere, saber que es posible; y a


quien no, para alabar su gran bondad : que ansí
como no nos hace daño considerar las cosas
que hay en el cielo, y lo que gozan los bien-
5 aventurados, antes nos alegramos, y procura-
mos alcanzar lo que ellos gozan, tampoco nos
hará ver que es posible en este destierro co-
municarse un tan gran Dios con unos gusanos
tan llenos de mal olor, y amar una bondad tan
•io buena, y una misericordia tan sin tasa. Tengo
por cierto, que a quien hiciere daño entender
que es posible hacer Dios esta merced en este
destierro, que estará muy falta de humildad y
del amor del prójimo; porque si esto no es.
t5 ¿cómo nos podemos dejar de holgar de que
haga Dios estas mercedes a un hermano nues-
tro, pues no impide para hacérnoslas a nos-
otras, )•de que su Majestad dé a entender sus
grandezas, sea en quien fuere? Que algunas
20 veces será sólo por mostrarlas, como dijo del
ciego que dio vista, cuando le preguntaron los
apóstoles si era por sus pecados u de sus pa-
dres. Y ansí acaece, no las hacer por ser más

23 "Y sus discipulos le preguntaron: Maestro, ¿qué


pecados son la causa de que éste haya nacido ciego,
los suyos o los de sus padres ? Respondió Jesús : No
es por culpa de éste ni de sus padres, sino para que
las obras de Dios resplandezcan en él." San Juan, IX,
v. 2-3.
CAPITULO PRIMERO

santos a quien las hace que a los que no, sino


porque se conozca su grandeza, como vemos
en san Pablo y la Madalena, y para que nos-
otros le alabemos en sus criaturas. Podráse
decir que parecen cosas imposibles y que es 5
bien no escandalizar los flacos : menos se pier-
de en que ellos no lo crean, que no en que se
dejen de aprovechar a los que Dios las hace; y
se regalarán y despertarán a más amar a quien
hace tantas misericordias, siendo tan grande i»
su poder y majestad. Cuanto más que sé que
hablo con quien no habrá este peligro, porque
saben y creen que hace Dios an muy mayores
muestras de amor. Yo sé que quien esto no
creyere, no lo será por espiriencia; porque es i5
muy amigo de que no pongan tasa a sus obras;
y ansí, hermanas, jamás os acaezca a las que
el Señor no llevare por este camino.
Pues tornando a nuestro hermoso y deleitosa
Castillo, hemos de ver cómo podremos entrar 20
en él. Parece que digo algún disbarate ; porque
si este Castillo es el ánima, claro está que no
hay para qué entrar, pues se es él mesmo : como

23 Debe entenderse que el hombre se es, es en sí,


ese mismo Castillo. El empleo del pronombre se con el
verbo ser, que es lo que aquí llama la atención, encuén-
trase repetido en este libro: "quizá se es todo descon-
cierto", 76-7; "sonse", 97-1. De ningún modo es acepta-
ble leer sé, de saber, como se hizo en Auts. Esps., to-
mo Lili, 435.
10 MORADAS PRIMERAS

parecería desatino decir a uno que entrase en


una pieza, estando ya dentro. Mas habéis de
entender que va mucho de estar a estar; que
hay muchas almas que se están en la ronda del
5 Castillo, que es adonde están los que le guai-
dan, y que no se les da nada de entrar dentro,
ni saben qué hay en aquel tan precioso lugar,
ni quién está dentro, ni an qué piezas tiene. Ya
habréis oído en algunos libros de oración acon-
10 sejar a el alma que entre dentro de sí ; pues esto
mesmo es. Decíame poco ha un gran letrado
que son las almas que no tienen oración como
un cuerpo con perlesía u tollido, que anque tie-
ne pies y manos, no los puede mandar ; que ansí
,5 son, que hay almas tan enfermas y mostradas a
estarse en cosas esteriores, que no hay remedio,
ni parece que pueden entrar dentro de sí ; porque
ya la costumbre la tiene tal de haber siempre
tratado con las sabandijas y bestias que están en
,0 el cerco del Castillo, que ya casi está hecha como
ellas; y con ser de natural tan rica, y poder te-
ner su conversación, no menos que con Dios, no
hay remedio. Y si estas almas no procuran en-
tender yremediar su gran miseria, quedarse han
hechas estatuas de sal, por no volver la cabeza
hacia sí, ansí como lo quedó la mujer de Lod

26 "La mujer, empero, de Lot, volviéndose a mirar


hacia atrás, quedó convertida en estatua de sal." Géne-
sis, cap. XIX, v. 26.
CAPÍTULO PRIMERO II

por volverla. Porque a cuanto yo puedo enten-


der, la puerta para entrar en este Castillo es la
oración y consideración ; no digo más mental que
vocal, que como sea oración, ha de ser con con-
n;
sideracióporque la que no advierte con quién 5
habla, y lo que pide, y quién es quien pide, y a
quién, no la llamo yo oración, anque mucho
menee los labrios ; porque anque algunas veces
sí será anque no lleve este cuidado, más es ha-
biéndole llevado otras ; mas quien tuviese de eos- 10
tumbre hablar con la majestad de Dios, como
hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal,
si no lo que se le viene a la boca y tiene depren-
dido, por hacerlo otras veces, no la tengo por
oración, ni plega a Dios que ningún cristiano la i5
tenga de esta suerte; que entre vosotras, her-
manas, espero en su Majestad no lo habrá, pol-
la costumbre que hay de tratar de cosas inte-
riores, que es harto bueno para no caer en
semejante bestialidad. Pues no hablemos con 20
estas almas tullidas, que si no viene el mesmo
Señor a mandarlas se levanten, como al que
había treinta años que estaba en la picina, tie-

12 En tiempo de Santa Teresa existía en España la


esclavitud de moros y negros; también el cristiano ne-
cesitado podía venderse a sí mismo para ir a remar a
galeras. N. Maccoll, Select Plays of Calderón, 348, n.
23 picina == piscina. "Hay en Jerusalem una piscina
[o estanque] dicha de las ovejas... un ángel del Señor,
descendía de tiempo en tiempo a la piscina y se agitaba
12 MORADAS PRIMERAS

nen harta mala ventura, y gran peligro, sino


con otras almas, que, en fin, entran en el Casti-
llo; porque anque están muy metidas en el
mundo, tienen buenos deseos, y alguna vez,
5 anque de tarde en tarde, se encomiendan a
Nuestro Señor, y consideran quién son, anque
no muy de espacio; alguna vez en un mes re-
zan llenos de mil negocios, el pensamiento casi
lo ordinario en esto, porque están tan asidos a
io ellos, que, como adonde está su tesoro se v.\
allá el corazón, ponen por si algunas veces de
desocuparse, y es gran cosa el propio conoci-
miento yver que no van bien para atinar a la
puerta. En fin entran en las primeras piezas á-¿
i5 las bajas, mas entran con ellos tantas sabandi-
jas, que ni le dejan ver la hermosura del Casti-
llo, ni sosegar : harto hace en haber entrado.
Pareceros ha, hijas, que es esto impertinen-
te, pues por la bondad del Señor no sois de és-
20 tas. Habéis de tener paciencia, porque no sabré
dar a entender como yo tengo entendido algu-
nas cosas interiores de oración, sino es ansí.

el agua; y el primero que después de movida el agua en-


traba en la piscina, quedaba sano de cualquier enferme-
dad que tuviese. Allí estaba un hombre que treinta y
ocho años hacía que se hallaba enfermo. Como Jesús
le viese... dícele : "Levántate, coge tu camilla, y anda."
San Juan, V, 2-8.
ii "No queráis amontonar tesoros para vosotros en
la tierra... Porque donde está tu tesoro, allí está tam-
bién tu corazón." San Mateo, VI, 19, 21.
CAPÍTULO PRIMERO 13

y an plega el Señor, que atine a decir algo;


porque es bien dificultoso lo que querría daros
a entender, si no hay espiriencia ; si la hay, ve-
réis que no se puede hacer menos de tocar en
lo que, plega a el Señor, no nos toque por su 5
misericordia.
CAPÍTULO SEGUNDO

Antes que pase adelante, os quiero decir


que consideréis qué será ver este Castillo tan
resplandeciente y hermoso, esta perla oriental,
5 este árbol de vida, que está plantado en las
mesmas aguas vivas de la vida, que es Dios,
cuando cay en un pecado mortal ; no hay tinie-
blas más tenebrosas, ni cosa tan oscura y ne-
gra, que no lo esté mucho más. No queráis
io más saber de que con estarse el mesmo Sol,
que le daba tanto resplandor y hermosura, to-
davía en el centro de su alma, es como si allí
no estuviese para participar de El, con ser tan
capaz para gozar de su Maj estad como el cris-
is tal para resplandecer en él el sol. Ninguna cosa
le aprovecha, y de aquí viene que todas las bue-
nas obras que hiciere, estando ansí en pecado
mortal, son de ningún fruto para alcanzar glo-
ria ;porque no procediendo de aquel principio,
ao que es Dios, de donde nuestra virtud es virtud,
y apartándonos de El, no puede ser agradable
a sus ojos ; pues, en fin, el intento de quien hace
un pecado mortal, no es contentarle, sino ha-
7 cay = cae: formas análogas: tray, 233-4; troin,
55-20; 76-11, etc.; hállanse en muchos clásicos.
CAPÍTULO SEGUNDO I5

cer placer al Demonio, que como es las mesmas


tinieblas, ansí la pobre alma queda hecha una
rnesma tiniebla. Yo sé de una persona a quien
quiso nuestro Señor mostrar cómo quedaba un
alma cuando pecaba mortalmente. Dice aque- 5
lia persona que le parece, si lo entendiesen, no
sería posible ninguno pecar, anque se pusie-
se a mayores trabajos que se pueden pen-
sar, por huir de las ocasiones. Y ansí le dio
mucha gana, que todos lo entendieran; y ansí 10
os la dé a vosotras, hijas, de rogar mucho a
Dios por los que están en este estado, todos
hechos una escuridad, y ansí son sus obras;
porque ansí como de una fuente muy clara lo
son todos los arroíeos que salen della, como i5
es un alma que está en gracia, que de aquí le
viene ser sus obras tan agradables a los ojos de
Dios y de los hombres, porque proceden de
esta fuente de vida, adonde el alma está como
un árbol plantado en ella, que la frescura y 20
fruto no tuviera, si no le procediere de allí,
que esto le sustenta y hace no secarse, y que

5 Esta persona era la misma Santa, que, de propó-


sito, evita hablar de sí. Dícese que el padre Gracián, la-
mentando la suerte del Libro de la Vida, pensó "que se
podía restaurar tan gran pérdida, si la Santa escri-
biese aquella mesma doctrina, no por modo de histo-
ria suya, sino de enseñanza, sin hacer de sí memoria,
sino cuando mucho, en tercera persona, si la necesidad
de la doctrina lo pidiese". Introducción de la edición
autógrafa de Las Moradas, pág. ni.
16 MORADAS PRIMERAS

dé buen fruto ; ansí el alma que por su culpa se


aparta desta fuente y se planta en otra de muy
negrísima agua y de muy mal olor, todo lo que
corre de ella es la mesma desventura y sucie-
5 dad. Es de considerar aquí que la fuente y
aquel sol resplandeciente que está en el centre
del alma no pierde su resplandor y hermosu-
ra, que siempre está dentro de ella y cosa no-
puede quitar su hermosura; mas si sobre un-
to cristal que está a el sol se pusiese un paño muy
negro, claro está que anque el sol dé en él, no
hará su claridad operación en el cristal.
¡Oh, almas reclemidas por la sangre de Jesu-
cristo¡! entendeos y habed lástima de vosotras t
i5 ¿Cómo es posible que entendiendo esto no pro-
curáis quitar esta pez de este cristal? Mira que
si se os acaba la vida, jamás tornaréis a gozar
de esta luz. ¡Oh Jesús! ¡Qué es ver a un alma
apartada de ella! ¡Cuáles quedan los pobres
20 aposentos del Castillo! ¡Qué turbados andan los
sentidos, que es la gente que vive en ellos ! Y
las potencias, que son los alcaides y mayordo-
mos y mastresalas, ¡con qué ceguedad, con
qué mal gobierno! En fin, como adonde está
25 plantado el árbol, que es el Demonio, ¿qué fru-
to puede dar? Oí una vez a un hombre espi-

1 "El será como el árbol plantado junto a las co-


rrientes de las aguas, el cual dará su fruto a su debido
tiempo y cuya hoja no caerá nunca." Salmo I, 3.
CAPÍTULO SEGUNDO 17

ritual que no se espantaba de cosas que hi-


ciese uno que está en pecado mortal, sino de
lo que no hacía. Dios, por su misericordia, nos
libre de tan gran mal, que no hay cosa mientra
vivimos que merezca este nombre de mal, sino 5
ésta, pues acarrea males eternos para sin fin.
Esto es, hijas, de lo que hemos de andar teme-
rosas, lo
y que hemos de pedir a Dios en nues-
tras oraciones ; porque si Él no guarda la ciu-
dad, en vano trabajaremos, pues somos la mes- >o
ma vanidad. Decía aquella persona que había
sacado dos cosas de la merced que Dios le hizo ;
la una, un temor grandísimo de ofenderle, y ansí
siempre le andaba suplicando no la dejase caer,
viendo tan terribles daños ; la segunda, un es- ¡5
pejo para la humildad, mirando como cosa
buena que hagamos no viene su principio de
nosotros, sino de esta fuente adonde está plan-
tado este árbol de nuestras almas, y de este sol,
que da calor a nuestras obras. Dice que se le re- 20
presentó esto tan claro, que en haciendo alguna
cosa buena, u viéndola hacer, acudie a su prín-

10 "Si el Señor no guarda la ciudad, inútilmente se


desvela el que la guarda." Salmo CXXVI, 1.
iS "...veo que no puedo hacer nada que sea bueno
si no me lo dais vos ¡oh Dios mío!" Exclamaciones del
alma a su Dios, 1.
22 acudie = acudía : forma antigua del pretérito cas-
tellano; por tardía que aquí parezca, su lectura en el
autógrafo es completamente segura.
18 MORADAS PRIMERAS

cipio, y entendía como sin esta ayuda no po-


díamos nada; y de aquí le procedía ir luego a
alabar a Dios, y lo más ordinario, no se acordar
de sí en cosa buena que hiciese. No sería tiempo
5 perdido, hermanas, el que gastásedes en leer
esto, ni yo en escribirlo, si quedásemos con es-
tas dos cosas, que los letrados y entendidos
muy bien las saben, mas nuestra torpeza de las
mujeres todo lo ha menester, y ansí, por ven-
10 tura quiere el Señor que vengan a nuestra no-
ticia semejantes comparaciones ; ¡plega a su bon-
dad nos dé gracia para ello!
Son tan escuras de entender estas cosas in-
teriores, que a quien tan poco sabe como yo,
i5 forzado habrá de decir muchas cosas super-
fluas y an desatinadas, para decir alguna que
acierte. Es menester tenga paciencia quien lo
leyere, pues yo la tengo para escribir lo que
no sé; que cierto algunas veces tomo el papel,
ao como una cosa boba, que ni sé qué decir ni
cómo comenzar. Bien entiendo que es cosa im-
portante para vosotras declarar algunas inte-
riores como pudiere, porque siempre oímos
cuan buena es la oración, y tenemos de costi-
s5 tución tenerla tantas horas ; v no se nos declara
más de lo que podemos nosotras ; y de cosas
que obra el Señor en su alma, declárase poco,
-digo sobrenatural. Diciéndose y dándose a en-
tender de muchas maneras, sernos ha mucho
CAPITULO SEGUNDO 19

consuelo considerar este artificio celestial inte-


rior, tan poco entendido de los mortales, an-
que vayan muchos por él. Y anque en otras
cosas que he escrito ha dado el Señor algo a
entender, entiendo que algunas no las había 5
entendido como después acá, en especial de las
más dificultosas. El trabajo es que para llegar
a ellas, como he dicho, se habrán de decir mu-
chas muy sabidas, porque no puede ser menos
para mi rudo ingenio. i©
Pues tornemos ahora a nuestro Castillo de
muchas Moradas. No habéis de entender estas
Moradas una en pos de otra, como cosa en hi-
lada, sino pone los ojos en el centro, que es la
pieza u palacio adonde está el Rey, y conside- 15
rad como un palmito, que para llegar a lo que
es de comer tiene muchas coberturas que todo
lo sabroso cercan ; ansí acá en rededor de esta
pieza están muchas, y encima lo- mesmo, por-
que las cosas del alma siempre se han de con- *>

5 "muchas cosas de las que aquí escribo no son de


mi cabeza sino que me las decía este mi Maestro celes-
tial." Libro de su Vida, XXXIX. Esto mismo creían sus
monias; decía María del Nacimiento: "Al tiempo que
nuestra santa madre escribía el libro de Las Moradas
en Toledo, la vi muchas veces con gran resplandor es-
tándolo escribiendo, que de ordinario era después de
comulgar, y lo hacía con mucha velocidad, estando em-
bebida en ello que aunque hiciésemos ruido por allí,
nunca por eso lo dejaba, ni decía la estorbábamos." Hay
varios testimonios semejantes. V. Auts. Esps., Lili, 407.
20 MORADAS PRIMERAS

siderar con plenitud y anchura y grandeza,


pues no le levantan nada, que capaz es de mu-
cho más que podremos considerar, y a todas
partes de ella se comunica este sol, que está en
5 este palacio. Esto importa mucho a cualquier
alma que tenga oración, poca u mucha, que no
la arrincone ni apriete: déjela andar por estas
Moradas, arriba y abajo y a los lados, pues
Dios la dio tan gran dinidad ; no se estruje en
o estar mucho tiempo en una pieza sola, u que si
es en el propio conocimiento, que con cuan ne-
cesario es esto, miren que me entiendan, an a
las que las tiene el Señor en la mesma Morada
que Él está, que jamás por encumbrada que
13 esté le cumple otra cosa, ni podrá anque quie-
ra; que la humildad siempre labra como la abeja
en la colmena la miel, que sin esto todo va per-
dido. Mas consideremos que la abeja no deja
de salir a volar para traer flores, ansí el alma
ro en el propio conocimiento ; créame, y vuele al-
gunas veces a considerar la grandeza y majes-
tad de su Dios. Aquí hallará su bajeza mejor
que en sí mesma y más libre de las sabandijas
adonde entran en las primeras piezas, que es
25 el propio conocimiento, que anque, como digo,
es harta misericordia de Dios que se ejercite en
esto, tanto es lo de más como lo de menos, sue-
len decir. Y créanme, que con la virtud de Dios
obraremos muy mejor virtud que muy atadas
CAPITULO SEGUNDO 2 I

a nuestra tierra. No sé si queda dado bien a en-


tender, porque es cosa tan importante este co-
nocernos, que no querría en ello hubiese jamás
relajación, por subidas que estéis en los cielos;
pues mientra estamos en esta tierra, no hay 5
cosa que más nos importe que la humildad.
Y ansí torno a decir que es muy bueno y muy
rebueno tratar de entrar primero en el aposen-
to adonde se trata de esto, que volar a los de-
más, porque este es el camino; y si podemos ir 10
por lo seguro y llano, ¿para qué hemos de
querer alas para volar?; mas que busque cómo
aprovechar más en esto. Y a mi parecer, jamás
nos acabamos de conocer, si no procuramos
conocer a Dios; mirando su grandeza acuda- '5
mos a nuestra bajeza, y mirando su limpieza
veremos nuestra suciedad; considerando su
humildad, veremos cuan lejos estamos de ser
humildes. Hay dos ganancias de esto: la pri-
mera está claro que parece una cosa blanca 20
muy más blanca cabe la negra, y al contrario
la negra cabe la blanca; la segunda es porque
nuestro entendimiento y voluntad se hace más
noble y más aparejado para todo bien, tratan-

4 "...tengo por mayor merced del Señor un día de


propio y humilde conocimiento... que muchos de ora-
ción." Fund., V. "Pues en los gustos, si el Señor os lleva
a contemplación..., tened aviso en comenzar y acabar
con propio conocimiento." Camino de Perfección, LXIX.
22 MORADAS PRIMERAS

do. a vueltas de sí, con Dios; y si nunca sali-


mos de nuestro cieno de miserias es mucho in-
conveniente. Ansí como decíamos de los que
están en pecado mortal cuan negras y de mal
5 olor son sus corrientes, ansí acá, anque no son
como aquéllas, Dios nos libre, que esto es com-
paración, metidos siempre en la miseria de
nuestra tierra, nunca el corriente saldrá de
cieno de temores, de pusilanimidad y corbadía,
io de mirar si me miran no me miran, si yendo
por este camino me sucederá mal. si osaré co-
menzar aquella obra, si será soberbia, si es
bien que una persona tan miserable trate de
cosa tan alta como la oración, si me ternán por
i5 mejor, si no voy por el camino de todos, que
no son buenos los estremos, anque sea en vir-
tud, que como soy tan pecadora será caer de
más alto, quizá no iré adelante y haré daño a
los buenos, que una como yo no ha menester
20 particularidades. ¡Oh. válame Dios, hijas, qué
de almas debe el Demonio de haber hecho per-
der mucho por aquí ! que todo esto les parece
humildad, y otras muchas cosas que pudiera
decir, y viene de no acabar de entendernos ;
25 tuerce el propio conocimiento, y si nunca sali-
mos de nosotros mesmos, no me espanto que

9 Pusilanimidad y corbadía. La segunda metátesis


es la más extraña : puede relacionarse con primite =
permite, 141-19: intrevalos, 144-3, etc.
CAPÍTULO SEGUNDO 23

esto y más se puede temer. Por eso digo, hijas,


que pongamos los ojos en Cristo nuestro bien,
y allí deprenderemos la verdadera humiltad, y
en sus santos, y ennoblecerse ha el entendi-
miento, como he dicho, y no hará el propio 5
conocimiento ratero y cobarde; que anque es
la primera Morada, es muy rica, y de tan gran
precio, que si se descabulle de las sabandijas
de ella, no se quedará sin pasar adelante. Te-
rribles son los ardides y mañas del Demonio 1D.
para que las almas no se conozcan ni entien-
dan sus caminos.
Destas Moradas primeras podré yo dar muy
buenas señas de espiriencia; por eso digo que
no consideren pocas piezas, sino un millón, is
porque de muchas maneras entran almas aquí,
unas y otras con buena intención ; mas como
el Demonio siempre la tiene tan mala, debe te-
ner en cada una muchas legiones de demonios
para combatir que no pasen de unas a otras, 20
y como la pobre alma no lo entiende, por mil
maneras nos hace trampantojos. Lo que no

3 humiltad; la lengua antigua conocía esta forma:


viene a ser un fenómeno contrarío a disbaratc = dispa-
rate, 9-21; Santa Teresa escribía por lo general Intimi-
dad; pero acaso el arcaísmo humiltad existía también en
su habla familiar.
6 Ratero. Metafóricamente vale bajo en sus pensa-
mientos o acciones o cosa vil o despreciable. Dice, de
Autor., 1737.
MORADAS PRIMERAS

puede tanto a las que están más cerca de donde


está el Rey ; que aquí, como an se están embe-
bidas en el mundo, y engolfadas en sus con-
tentos, desvanecidas
y en sus honras y preten-
5 siones, no tienen la fuerza los vasallos del alma,
que son los sentidos y potencias que Dios les
dio de su natural, y fácilmente estas almas son
vencidas, anque anden con deseos de no ofen-
der a Dios, y hagan buenas obras. Las que s^
vieren en este estado, han menester acudir a
menudo, como pudieren, a su Majestad, tomar
a su bendita Madre por intercesora y a sus
santos, para que ellos peleen por ellas, que sus
criados poca fuerza tienen para se defender.
A la verdad, en todos estados es menester que
nos venga de Dios. Su Majestad nos la dé por
su misericordia, amén. ¡Qué miserable es la
vida en que vivimos! Porque en otra parte dije
mucho del daño que nos hace, hijas, no enten-
der bien esto de la humildad y propio conoci-
miento, no os digo más aquí, anque es lo que
más nos importa ; y an plega el Señor haya di-
cho algo que os aproveche.
Habéis de notar que en estas Moradas pn-
35 meras an no llega casi nada la luz que sale del
palacio donde está el Rey, porque anque no es-
tán escurecidas y negras, como cuando el alma
está en pecado, está escurecida en alguna ma-
nera, para que no la pueda ver, el que está en
CAPÍTULO SEGUNDO 25

ella digo, y no por culpa de la pieza, que no sé


darme a entender, sino porque con tantas co-
sas malas de culebras y víboras y cosas era-
ponzoñosas, que entraron con él, no le dejan
advertir a la luz. Como si uno entrase en una 5
parte adonde entra mucho sol, y llevase tierra
en los ojos, que casi no los pudiese abrir; clara
está la pieza, mas él no lo goza por el impedi-
mento u cosas de estas fieras y bestias, que le
hacen cerrar los ojos para no ver sino a ellas. 10
Ansí me parece debe ser un alma, que anque
no está en mal estado, está tan metida en cosas
del mundo, y tan empapada en la hacienda u
honra u negocios, como tengo dicho, que an-
que en hecho de verdad se querría ver y gozar i5'
de su hermosura, no le dejan, ni parece que
puede descabullirse de tantos impedimentos.
Y conviene mucho para haber de entrar a las
segundas Moradas, que procure dar de mano a
las cosas y negocios no necesarios, cada uno 2c
conforme a su estado. Que es cosa que le im-
porta tanto para llegar a la Morada principa!,
que si no comienza a hacer esto, lo tengo por
imposible, y an estar sin mucho peligro en la
que está, anque haya ésta entrado en el Casti- sa-
llo, porque entre cosas tan ponzoñosas, una vez
u otra es imposible dejarle de morder.
¿Pues qué sería, hijas, si a las que ya es-
tán libres de estos tropiezos, como nosotras,
¿6 MORADAS PRIMERAS

y hemos ya entrado muy más dentro a otras


Moradas secretas del Castillo, si por nuestra
culpa tornásemos a salir a estas baraúndas,
como por nuestros pecados debe haber muchas
5 personas, que las ha hecho mercedes, y por su,
culpa las echan a esta miseria? Acá libres es-
tamos en lo esterior : en lo interior plega el
Señor que lo estemos, y nos libre. Guardaos, hi-
jas mías, de cuidados ajenos. Mira que en po-
to cas Moradas de este Castillo dejan de combatir
los demonios. Verdad es que en algunas tie-
nen fuerza las guardas para pelear, como creo
he dicho, que son las potencias; mas es mu-
cho menester no nos descuidar para entender
t5 sus ardides, y que no nos engañe hecho ángel
de luz, que hay una multitud de cosas con que
nos puede hacer daño entrando poco a poco, y
hasta haberle hecho no le entendemos. Ya os
dije otra vez, que es como una lima sorda, que
ao hemos menester entenderle a los principios.
Quiero decir alguna cosa para dároslo mejor a
entender. Poned en una hermana varios ímpe-
tus de penitencia, que le parece no tiene des-
canso, sino cuando se está atormentando. Este
as principio bueno es; mas si la priora ha manda-
do que no hagan penitencia sin licencia, y le

19 Li»ia sorda. La que está cubierta de plomo. "En-


transe los vicios callando, son lima sorda, no se sienten
hasta tener al hombre perdido." Dice, de Autor.
CAPITULO SEGUNDO 27

hace parecer que en cosa tan buena bien se


puede atrever, y escondidamente se da tal vida
que viene a perder la salud, y no hacer lo que
manda su Regla, ya veis en qué paró este bien.
Pone a otra un celo de la perfeción muy gran- 5
de ; esto muy bueno es ; mas podría venir de
aquí, que cualquier faltita de las hermanas le
pareciese una gran quiebra, y un cuidado de
mirar si las hacen, y acudir a la priora; y an
a las veces podría ser no ver las suyas, por el 10
gran celo que tiene de la relisión : como las otras
no entienden lo interior y ven el cuidado, po-
dría ser no lo tomar tan bien. Lo que aquí pre-
tende el Demonio no es poco, que es enfriar
la caridad y el amor de unas con otras, que se- i5
ría gran daño. Entendamos, hijas mías, que la
perfeción verdadera es amor de Dios y del pro- 1
jimo, y mientra con más perfeción guardaremos
estos dos mandamientos, seremos más per-
fetas. Toda nuestra Regla y Costituciones no 20
sirven de otra cosa sino de medios para guar-
dar esto con más perfeción. Dejémonos de celos
indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño :

11 relisión. En Ants. Esps. se encuentran religión


y en nota advertía el señor La Fuente, pág. 439 : " No es-
cribe relisión, como lo hacía cuando escribió el Libro
de la Vida y el Camino de Perfección." Esta advertencia
no es exacta ; la ^ es evidente en el manuscrito, tanto en
este caso como en 50-8, 56-12, 61-20, etc.
28 MORADAS PRIMERAS

cada una se mire a sí. Porque en otra parte os


he dicho harto sobre esto, no me alargaré. Im-
porta tanto este amor de unas con otras, que
nunca querría que se os olvidase; porque de
5 andar mirando en las otras unas naderías, que
a las veces no será imperfeción, sino como sa-
bemos poco quizá lo echaremos a la peor par-
te, puede el alma perder la paz y an inquietar
la de las otras : mira si costaría caro la perfe-
10 ción. También podría el Demonio poner esta ten-
tación con la priora, y sería más peligrosa. Para
esto es menester mucha discreción; porque si
fuesen cosas que van contra la Regla y Costi-
tución, es menester que no todas veces se eche a
-5 buena parte, sino avisarla ; y si no se enmendare,
a el perlado: esto es caridad. Y también con las
hermanas, si fuese alguna cosa grave ; y dejarlo
todo por miedo si es tentación, sería la mesma
tentación. Mas liase de advertir mucho, porque
20 no nos engañe el Demonio, no lo tratar una con
otra, que de aquí puede sacar el Demonio gran
ganancia y comenzar costumbre de murmura-
ción, sino con quien ha de aprovechar, como
tengo dicho. Aquí, gloria a Dios, no hay tanto
25 lugar, como se suarda tan contino silencio, mas
bien es que estemos sobre aviso.

i "Jamás de naide oigas ni digas mal, sino de ti


mesma, y cuando holgares desto vas bien aprovechan-
do." Avisos.
MORADAS SEGUNDAS

CAPITULO ÚNICO

Ahora vengamos a hablar cuáles serán las


almas que entran a las segundas Moradas y
qué hacen en ellas. Querría deciros poco, por- 5
que lo he dicho en otras partes bien largo, y
será imposible dejar de tornar a decir otra vez
mucho de ello, porque cosa no se me acuerda
de lo dicho; que si se pudiera guisar de dife-
rentes maneras, bien sé que no os enfadárades, 10
como nunca nos cansamos de los libros que
tratan de esto, con ser muchos.
Es de los que han ya comenzado a tener
oración y entendido lo que les importa, no se
quedar en las primeras Moradas ; mas no tienen 15
an determinación para dejar muchas veces de
estar en ella, porque no dejan las ocasiones,
que es harto peligro. Mas harta misericordia
es que algún rato procuren huir de las cule-
bras y cosas emponzoñosas y entiendan que »
es bien dejarlas. Estos, en parte, tienen harto
más trabajo que los primeros, anque no tanto
4
3o MORADAS SEGUNDAS

peligro; porque ya parece los entienden, y hay


gran esperanza de que entrarán más adentro.
Digo que tienen más trabajo, porque los prime-
ros son como mudos, que no oyen, y ansí pa-
5 san mejor su trabajo de no hablar, lo que no
pasarían sino muy mayor, los que oyesen y
no pudiesen hablar; mas no por eso se desea
más lo de los que no oyen, que, en fin, es gran
cosa entender lo que nos dicen. Ansí éstos en-
io tienden los llamamientos que les hace el Señor ;
porque, como van entrando más cerca de donde
está, su Majestad es muy buen vecino, y tanta
su misericordia y bondad, que an estándonos
en nuestros pasatiempos y negocios y conten-
t5 tos y baraterías del mundo, y an cayendo y le-
vantando en pecados, porque estas bestias son
tan ponzoñosas, y peligrosa su compañía, y
bulliciosas, que por maravilla dejarán de tro-
pezar en ellas para caer, con todo esto, tiene
20 en tanto este Señor nuestro que le queramos y
procuremos su compañía, que una vez u otra
no nos deja de llamar, para que nos acerque -

13 an = aun ; en el manuscrito se encuentra por lo


general o con tilde encima; hubiéramos leído aun a no
ser porque en algunos casos aparece claramente an; esto
ocurre por primera vez en la presente ocasión, pág. 27-10
del autógrafo; vuelve a aparecer en 30-15- 31"22. 36-15.
36-16, 80-13, 80-19, etc., páginas de esta edición; no
hemos encontrado escrito literalmente aun en ningún
caso; v. aunque, pág. 3-1.
CAPÍTULO ÚNICO 31

mos a Él; y es esta voz tan dulce, que se des-


hace la pobre alma en no hacer luego lo que
le manda; y ansí, como digo, es más trabajo
que no nó lo oír. No digo que son estas voces
y llamamientos como otras que diré después, 5
sino con palabras que oyen a gente buena, u
sermones, u con lo que leen en buenos libros,
y cosas muchas que habéis oído, por donde
llama Dios, u enfermedades, trabajos, y tam-
bién con una verdad que enseña en aquellos 10
ratos que estamos en la oración, sean cuan
flojamente quisierdes, tiénelos Dios en mucho.
Y vosotras, hermanas, no tengáis en poco esta
primer merced, ni os desconsoléis, anque no
respondáis luego al Señor, que bien sabe su 15
Majestad aguardar muchos días y años, en es-
pecial cuando ve perseverancia y buenos de-
seos. Esta es lo más necesario aquí, porque
con ella jamás se deja de ganar mucho. Mas es
terrible la batería que aquí dan los demonios, 20
de mil maneras, y con más pena del alma que
an en la pasada ; porque acullá estaba muda y
sorda, al menos oía muy poco y resestía me-

7 Por las lecturas de buenos libros empezó la Santa


a entrar en oración: "me dio aquel tío mío... un libro;
llámase Tercer Abecedario, que trata de enseñar ora-
ción de recogimiento...; no sabía cómo proceder en ora-
ción, ni recogerme y ansí holguéme mucho con él y
determíneme a seguir aquel camino." Vida, IV.
32 MORADAS SEGUNDAS

nos, como quien tiene, en parte, perdida la es-


peranza de vencer. Aquí está el entendimiento
más vivo y las potencias más hábiles : andan
los golpes y la artillería de manera que no lo
s puede el alma dejar de oír. Porque aquí es el
representar los demonios estas culebras de las
cosas del mundo y el hacer los contentos de
él casi eternos : la estima en que está tenido en
él, los amigos y parientes, la salud en las cosas
i de penitencia, que siempre comienza el alma
que entra en esta Morada a desear hacer algu-
ía, y otras mil maneras de impedimentos. ¡Oh
Jesús, qué es la baraúnda que aquí ponen los
lemonios y las afliciones de la pobre alma,
rs que no sabe si pasar adelante u tornar a la
primera pieza ! Porque la razón, por otra parte,
le representa el engaño que es pensar que todo
esto vale nada en comparación de lo que pre-
tendela
; fe la enseña cuál es lo que le cumple ;
*> la memoria le representa en lo que paran todas
estas cosas, trayéndole presente la muerte de

9 la salud: "Esto pone el Demonio...: no nos ha


venido la imaginación de que nos duele la cabeza, cuan-
do dejamos de ir al coro que tan poco nos mata; un
día porque nos dolió y otro porque nos ha dolido y
otros tres porque no nos duela... y no falta, cuando son
cosas de tomo, un médico que ayuda por la relación
que vos hacéis y una amiga que os llore al lado... Si el
Demonio nos comienza a amedrentar con que nos faltará
la salud nunca haremos nada." Camino, XV.
CAPÍTULO ÚNICO 33

los que mucho gozaron estas cosas que ha vis-


to r cómo algunas ha visto súpitas, cuan presto
son olvidados de todos, cómo ha visto a algu-
nos que conoció en gran prosperidad pisar de-
bajo de la tierra, y an pasado por la sepultu- 5
ra él muchas veces, y mirar que están en aquel
cuerpo hirviendo muchos gusanos, y otras har-
tas cosas que le puede poner delante. La vo-
luntad se inclina a amar adonde tan innume-
rables cosas y muestras ha visto de amor, y 10
querría pagar alguna; en especial se le pone
delante, cómo nunca se quita de con él este
verdadero amador, acompañándole, dándole
vida y ser. Luego el entendimiento acude con
darle a entender que no puede cobrar mejor 15
amigo, anque viva muchos años; que todo el
mundo está lleno de falsedad, y estos contentos
que le pone el Demonio de trabajos y cuidados
y contradiciones, y le dice que esté cierto, que
fuera de este Castillo no hallará siguridad ni *>
paz; que se deje de andar por casas ajenas,
pues la suya es tan llena de bienes, si la quiere
gozar, que quién hay que halle todo lo que ha

7 Quiere decir que el que considera en lo que pa-


ran estas glorias, puede recordar cómo él mismo ha
visto ser enterrados algunos que conoció en gran pros-
peridad, y aun pasando por sus sepulturas, puede ha-
ber pensado cómo "están en aquel cuerpo hirviendo
muchos gusanos..."
34 MORADAS SEGUNDAS

menester como en su casa, en especial teniendo


tal huésped que le hará señor de todos los bie-
nes, siél quiere no andar perdido, como el hijo
pródigo, comiendo manjar de puercos. Razo-
5 nes son ésftas para vencer los demonios. Mas,
¡oh Señor y Dios mío, que la costumbre en las
cosas de vanidad, y el ver que todo el mundo
trata de esto, lo estraga todo! Porque está tan
muerta la fe, que queremos más lo que vemos
io que lo que ella nos dice. Y, a la verdad, no ve-
mos sino harta mala ventura en los que se van
tras estas cosas visibles; mas eso han hecho
estas cosas emponzoñosas que tratamos, que,
como si a uno muerde una víbora, se empon-
i5 zona todo y se hincha, ansí es acá: no nos
guardamos ; claro está que es menester muchas
curas para sanar, y harta merced nos hace
Dios si no morimos de ello. Cierto pasa el
alma aquí grandes trabajos, en especial si en-
20 tiende el Demonio que tiene aparejo en su con-
dición ycostumbres para ir muy adelante ; todo
el infierno juntará para hacerle tornar a salir
fuera. ¡Ah, Señor mío. aquí es menester vues-

4 El hijo pródigo abandonó a su padre, disipó su


herencia, sufrió hambre y tuvo que ponerse a ser-
vir. Su amo le envió a guardar cerdos. "Allí deseaba
con ansia henchir su vientre de las algarrobas que
comían los cerdos, y nadie se las daba." San Mateo,
XV, 16.
CAPÍTULO ÚXICO 35

tra ayuda, que sin ella no se puede hacer nada!


Por vuestra misericordia, no consintáis que
esta alma sea engañada para dejar lo comen-
zado. Dadle luz para que vea cómo está en
esto todo su bien y para que se aparte de ma- 5
las compañías ; que grandísima cosa es tratar
con los que tratan de esto ; allegarse no sólo a
los que viere en estos aposentos que él está,
sino a los que entendiere que han entrado a los
de más cerca; porque le será gran ayuda, y I0
tanto los puede conversar, que le metan con-
sigo. Siempre esté con aviso de no se dejar
vencer; porque si el Demonio le ve con una
gran determinación de que antes perderá la
vida y el descanso y todo lo que le ofrece que 15
tornar a la pieza primera, muy más presto le
dejará. Sea varón, y no de los que se echaban
a beber de buzos cuando iban a la batalla, no

1 "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien


está unido conmigo y yo con él, ése dará mucho fruto :
porque sin mí nada podéis hacer." San Juan, XV, 5.
7 "dice David que con los santos seremos santos",
v. pág. 308-9. "Yo digo que en esto tenéis razón, que
harta misericordia nos ha hecho Dios; mas quando veo...
que estaba Judas en compañía de los apóstoles y tra-
tando siempre con el mesmo Dios y oyendo sus pala-
bras, entiendo que no hay seguridad en esto." V. pá-
gina 140-28.
18 "Pues como las tropas bajasen al agua, dijo el
Señor a Gedeón : Los que bebieren el agua llevada a su
boca con la mano, como la cogen los perros con la len-
gua, los separarás a un lado; mas los que hubieren
36 MORADAS SEGUNDAS

me acuerdo con quién, sino que se determine,


que va a pelear con todos los demonios, y que
no hay mejores armas que las de la Cruz.
Anque otras veces he dicho esto, importa
s tanto, que lo torno a decir aquí ; es que no se
acuerde que hay regalos en esto que comienza,
porque es muy baja manera de comenzar a
labrar un tan precioso y grande edificio; y si
comienza sobre arena, darán con todo en el
io suelo ; nunca acabarán de andar desgustados y
tentados; porque no son estas las Moradas
adonde se llueve la maná; están más adelante,
adonde todo sabe a lo que quiere un alma, por-
que no quiere sino lo que quiere Dios. Es cosa
i5 donosa, que an nos estamos con mil embara-
zos yimperfeciones, y las virtudes que an no
saben andar, sino que ha poco que comenza-
ron a nacer, y an plega a Dios estén comen-
zadas, ¿y no habernos vergüenza de querer
20 gustos en la oración y quejarnos de sequeda-
des? Nunca os acaezca, hermanas; abrazaos

puesto las rodillas en tierra para beber quedarán en


otra parte." Jueces, VII, 5. Los que bebieron de buzos
(de bruces) no pelearon ; los otros fueron los elegidos
por Dios para conquistar a Madián.
3 "¿Qué es esto, Señor, que para todo somos co-
bardes sino es para contra Vos?" Exc., 12. — "Muchos se
quedan al pie del monte, que pudieran subir a la cum-
bre... siempre nuestros pensamientos sean animosos...
para que lo sean también las obras." Conceptos del amol-
de Dios, cap. II, etc.
CAPÍTULO ÚNICO 37

con la Cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí


y entended que esta ha de ser vuestra empre-
sa: la que más pudiere padecer, que padezca
más por Él, y será la mejor librada. Lo de-
más, como cosa acesoria, si os lo diere el Se- ¡>
ñor, dadle muchas gracias. Pareceros ha que
para los trabajos esteriores bien determinadas
estáis, con que os regale Dios en lo interior. Su
Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no
hay para qué le aconsejar lo que nos ha de dar, 10
que nos puede con razón decir que no sabe-
mos lo que pedimos. Toda la pretensión de
quien comienza oración, y no se os olvide esto,
que importa mucho, ha de ser trabajar y de-
terminarse desponerse
y con cuantas diligen- is
cias pueda a hacer su voluntad conformar con
la de Dios, y, como diré después, estad muy
cierta que en esto consiste toda la mayor per-
feción que se puede alcanzar en el camino es-
piritual. Quien más perfetamente tuviere esto, 20
más recebirá del Señor y más adelante está
en este camino; no penséis que hay aquí más
algarabías, ni cosas no sabidas y entendidas,
que en esto consiste todo nuestro bien. Pues si

3 "No queramos ir por camino no andado..." V. pa-


gina 309-13.
24 "En lo que está la suma perfeción claro esta que
no es en regalos interiores, ni en grandes arrobamien-
tos, ni en visiones, ni en espíritu de profecía, sino en
38 MORADAS SEGUNDAS

erramos en el principio, quiriendo luego que el


Señor haga la nuestra, y que nos lleve como
imaginamos, ¿qué firmeza puede llevar este
edificio? Procuremos hacer lo que es en nos-
5 -tros, y guardarnos de estas sabandijas ponzo-
ñosas, que muchas veces quiere el Señor que
nos persigan malos pensamientos y nos aflijan,
sin poderlos echar de nosotras, y sequedades,
y an algunas veces primite que nos muerdan,
io para que nos sepamos mejor guardar después,
y para probar si nos pesa mucho de haberlo
ofendido. Por eso no os desaniméis si alguna
vez cayerdes, para dejar de procurar ir adelan-
te, que an de esa caída sacará Dios bien, como
i5 hace el que vende la triaca para probar si es
buena, que bebe la ponzoña primero. Cuando
no viésemos en otra cosa nuestra miseria, y el
gran daño que nos hace andar derramados,
sino en esta batería que se pasa para tornarnos

estar nuestra voluntad... conforme con la de Dios."


Fund., V, 8. Dice la Santa que conoció una persona
cuyas ocupaciones apenas le dejaban un rato libre para
hacer oración, y, sin embargo, era un modelo de virtu-
des. "Pues. ea. bijas mías, no haya desconscuelo ; mas
quando la obediencia os trajere empleadas en cosas este-
riores, entended que si es en la cocina, entre los puche-
ros anda el Señor ayudándoos en lo interior y esterior."
Fund., V.
19 batería: "argumentos, porfías, instancias, solici-
taciones." Dice, de Terreros. "Cualquier cosa que hace
grande impresión en el ánimo." Dice. Acad., 8." acepción.
CAPÍTULO ÚNICO 39

a recoger, bastaba. ¿Puede ser mayor mal que


no nos hallemos en nuestra mesma casa ? ; Oué
esperanza podemos tener de hallar sosiego en
otras cosas, pues en las propias no podemos
sosegar? Sino que tan grandes y verdaderos 5
amigos y parientes, y con quien siempre, an-
que no queramos, hemos de vivir, como son
las potencias, esas parecen nos hacen la gue-
rra, como sentidas de las que a ellas les han
hecho nuestros vicios. Paz, paz, hermanas 10
mías, dijo el Señor, y amonestó á sus Apósto-
les tantas veces ; pues créeme que si no la te-
nemos y procuramos en nuestra casa, que no
la hallaremos en los estraños. Acábese ya esta
guerra; por la sangre que derramó por nos- 15
otros lo pido yo a los que no han comenzado
a entrar en sí, y a los que han comenzado, que
no baste para hacerlos tornar atrás. Miren que
es peor la recaída que la caída ; ya ven su pér-
dida; confien en la misericordia de Dios y no 20
nada en sí, y verán cómo su Majestad le lleva
de unas Moradas a otras, y le mete en la tierra
adonde estas fieras ni le puedan tocar ni can-
sar, sino que él las sujete a todas y burle de
ellas, y goce de muchos más bienes que podría 25

12 "vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos,


les dijo: "La paz sea con vosotros..." Llenáronse de gozo
los discípulos con la vista del Señor, el cual les repitió :
"La paz sea con vosotros..." San Juan, XX, 21.
40 MORADAS SEGUNDAS

desear, an en esta vida digo. Porque, como


dije al principio, os tengo escrito cómo os ha-
béis de haber en estas turbaciones, que aquí
pone el Demonio, y cómo no ha de ir a fuerza
5 de brazos el comenzarse a recoger, sino con
suavidad, para que podáis estar más contina-
mente, no lo diré aquí, mas de que de mi pa-
recer hace mucho al caso tratar con personas
espirimentadas ; porque en cosas que son nece-
io sario hacer, pensaréis que hay gran quiebra:
como no sea el dejarlo, todo lo guiará el Señor
a nuestro provecho, anque no hallemos quién
nos enseñe, que para este mal no hay remedio,
si no se torna a comenzar, sino ir perdiendo
[5 poco a poco cada día más el alma, y an plega a
Dios que lo entienda. Podría alguna pensar,
que si tanto mal es tornar atrás, que mejor será
nunca comenzarlo, sino estarse fuera del Cas-
tillo. Ya os dije al principio, y el mesmo Señor
20 lo dice, que quien anda en el peligro en él pe-
rece, y que la puerta para entrar en este Cas-
tillo es la oración. Pues pensar que hemos de
entrar en el Cielo y no entrar en nosotros, co-
nociéndonos yconsiderando nuestra miseria y
33 lo que debemos a Dios, y pidiéndole muchas
veces misericordia, es desatino. El mesmo Se-

21 "Quien ama el peligro perecerá en él." Eclesiásti-


co, III, 27.
CAPITULO ÚNICO 41

ñor dice : Ninguno subirá a mi Padre sino por


mí (no sé si dice así, creo que sí), y quien me
ve a mí, ve a mi Padre. Pues si nunca le mira-
mos ni consideramos lo que le debemos, y la
muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le 5
podemos conocer ni hacer obras en su servi-
cio. Porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al
valor de los merecimientos de Jesucristo, bien
nuestro, ¿qué valor pueden tener? ¿Ni quién
nos despertará a amar a este Señor? Plega a 10
su Majestad nos dé a entender lo mucho que le
costamos y cómo no es más el siervo que el
Señor, y que hemos menester obrar para gozar
su gloria y que para esto nos es necesario orar,
para no andar siempre en tentación. i5

3 "Yo soy el camino y la verdad y la vida: nadie


viene al Padre sino por mí." "Tanto tiempo ha que es-
toy con vosotros ¿y aún no me habéis conocido? Felipe,
quien me ve a mí, ve también al Padre." San Juan,
XIV, 6-9.
13 San Mateo, X, 24. Interpretación : Si al Señor le
ha costado mucho el siervo, ¿ cuánto más debe costar al
siervo merecer a su Señor? — El Señor dio a entender a
la Santa estas palabras en una revelación. V. Relacio-
nes, III, fin.
MORADAS TERCERAS

CAPÍTULO PRIMERO

A los que por la misericordia de Dios han


vencido estos combates y, con la perseveran-
cia, entrado a las terceras Moradas, ¿qué les 5
diremos, sino: bienaventurado el varón que
teme al Señor! No ha sido poco hacer su Ma-
jestad que entienda yo ahora qué quiere decir
el romance de este verso a este tiempo, según
soy torpe en este caso. Por cierto, con razón le 10
llamaremos bienaventurado, pues si no torna
atrás, a lo que podemos entender, lleva ca-
mino seguro de su salvación. Aquí veréis, her-
manas, lo que importa vencer las batallas pa-
sadas; porque tengo por cierto que nunca deja i5
el Señor de ponerle en siguridá de conciencia,
que no es poco bien. Digo en siguridad, y dije
mal, que no hay en esta vida, y por eso siem-
7 Salmo CXI, i.
16 siguridá, como flaquedá, 97-4, y los imperativos
pone, 19-14; mira, 26-9, etc., son datos de la antigüe-
dad de la pérdida de la d final en la pronunciación. Ge-
neralmente laSanta dice siguridad.
44 MORADAS TERCERAS

pre entended que digo: si no torna a dejar el


camino comenzado. Harto gran miseria es vi-
vir en vida que siempre hemos de andar como
los que tienen los enemigos a la puerta, que ni
s pueden dormir ni comer sin armas, y siempre
con sobresalto, si por alguna parte pueden des-
portillar esta fortaleza. ¡Oh Señor mío y bien
mío! ¡Cómo queréis que se desee vida tan mi-
serable, que no es posible dejar de querer y pe-
i° dir nos saquéis de ella, si no es con esperanza
de perderla por Vos, u gastarla muy de veras
en vuestro servicio, y, sobre todo, entender que
es vuestra voluntad ! Si lo es, Dios mío, mura-
mos con Vos, como dijo Santo Tomás, que no
i5 es otra cosa, sino morir muchas veces, vivir
sin Vos y con estos temores de que puede ser
posible perderos para siempre. Por eso digo,
hijas, que la bienaventuranza que hemos de pe-
dir es estar ya en siguridad con los bienaven-
2o turados; que con estos temores, ¿qué contento
puede tener quien todo su contento es conten-
tar a Dios? Y considera que éste y muy ma-
yor tenían algunos santos que cayeron en gra-
ves pecados, y no tenemos seguro que nos dará
25 Dios la mano para salir de ellos y hacer la pe-

14 "Entonces Tomás... dijo a sus condiscípulos:


Vamos también nosotros y muramos con El." San
Juan, XI, 16.
CAPÍTULO PRIMERO 45

nitencia que ellos (entiéndese del ansilio par-


ticular). Por cierto, hijas mías, que estoy con
tanto temor escribiendo esto que no sé cómo
lo escribo ni cómo vivo cuando se me acuer-
da, que es muy muchas veces. Pedidle, hijas 5
mías, que viva su Majestad en mí siempre, por-
que si no es ansí, ¿qué siguridad puede tener
una vida tan mal gastada como la mía? Y no
os pese de entender que esto es ansí, como al-
gunas veces lo he visto en vosotras cuando os 10
lo digo, y procede de que quisiérades que hu-
biera sido muy santa, y tenéis razón : también
lo quisiera yo; ¡mas qué tengo de hacer, si lo
perdí por sola mi culpa! ; que no me quejaré de
Dios, que dejó de darme bastantes ayudas para «5
que se cumplieran vuestros deseos : que no
puedo decir esto sin lágrimas y gran confusión
de ver que escriba yo cosa para las que me
pueden enseñar a mí. ¡Recia obediencia ha sido!
Plega el Señor que, pues se hace por Él, sea »
para que os aprovechéis de algo, porque le pi-
dáis perdone a esta miserable atrevida. Mas
bien sabe su Majestad que sólo puedo presu-
mir de su misericordia, y ya que no puedo de-
jar de ser la que he sido, no tengo otro reme- 23
dio sino llegarme a ella y confiar en los mé-

15 dejó; hay que entender dejase o haya dejado : no


me quejaré de Dios porque dejase de darme...
5
46 MORADAS TERCERAS

ritos de su Hijo y de la Virgen, Madre suya,


cuyo hábito indinamente travo y traéis vos-
otras. Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta
Señora verdaderamente; y ansí no tenéis para
5 qué os afrentar de que sea yo ruin, pues tenéis
tan buena Madre. Imitadla y considerad qué
tal debe ser la grandeza de esta Señora y el
bien de tenerla por patrona, pues no han bas-
tado mis pecados, y ser la que soy, para dis-
ío lustrar en nada esta sagrada Orden. Mas una
cosa os aviso: que no por ser tal y tener tal
Madre estéis siguras, que muy santo era Da-
vid, y ya veis lo que fué Salomón ; ni hagáis
caso del encerramiento y penitencia en que vi-
15 vis, ni os asegure el tratar siempre de Dios y
ejercitaros en la oración tan contino y estar
tan retiradas de las cosas del mundo y tener-
las a vuestro parecer aborrecidas. Bueno es
todo esto, mas no basta, como he dicho, para
20 que dejemos de temer, y ansí acontinua este
verso y traedle en la memoria muchas veces :
beatus vir, qui timed Dominum.

12 "¿Qué me aprovecha a mí que los santos pasados


hayan sido tales, si yo soy tan ruin después, que dejo
estragado con la mala costumbre el edificio?" Fund., IV.
13 David. "De este glorioso rey soy yo muy devota
y querría todos lo fuesen, en especial los que somos pe-
cadores." Vida, XVI.
23 "Bienaventurado el varón que teme al señor."
Salmo CXI, 1.
CAPITULO PRIMERO 47

Ya no sé lo que decía, que me he divertido


mucho, y en acordándome de mí, se rae quie-
bran las alas para decir cosa buena, y ansí lo
quiero dejar por ahora, tornando á lo que
os comencé a decir, de las almas que han 5
entrado a las terceras Moradas, que no las
ha hecho el Señor pequeña merced en que
hayan pasado las primeras dificultades, sino
rríuy grande. De éstas, por la bondad del
Señor, creo hay muchas en el mundo: son io
muy deseosas de no ofender a su Majestad,
an de los pecados veniales se guardan, y de
hacer penitencia amigas, sus horas de reco-
gimiento, gastan bien el tiempo, ejercítanse
en obras de caridad con los prójimos, muy ,5
concertadas en su hablar y vestir y gobierno
de casa los que las tienen. Cierto, estado para
desear, y que, al parecer, no hay por qué se les
niegue la entrada hasta la postrera Morada, ni
se la negará el Señor, si ellos quieren, que m
linda dispusición es para que les haga toda
merced. ¡Oh Jesús ! y ¿quién dirá que no quiere
un tan gran bien, habiendo ya en especial pa-
sado por lo más trabajoso? No, ninguna. To-
das decimos que lo queremos ; mas como an es 25
menester más, para que del todo posea el Señor

1 divertirse — desviarse, alejarse; con igual acep-


ción v. 70-19, 190-10, etc. Dice. Acad.
48 MORADAS TERCERAS

el alma, no basta decirlo, como no bastó a el


mancebo cuando le dijo el Señor que si que-
ría ser per feto. Desde que comencé a hablar
en estas Moradas le trayo delante, porque so-
5 mos ansí al pie de la letra, y lo más ordinario
vienen de aquí las grandes sequedades en la
oración, anque también hay otras causas, y
dejo unos trabajos interiores que tienen mu-
chas almas buenas, intolerables, y muy sin
10 culpa suya, de los cuales siempre las saca el
Señor con mucha ganancia, y de las que tie-
nen melancolía y otras enfermedades. En fin,,
en todas las cosas hemos de dejar aparte los
juicios de Dios. De lo que yo tengo para mí
,5 que es lo más ordinario, es lo que he dicho;
porque como estas almas se ven, que por nin-
guna cosa harían un pecado, y muchas que an
venial, de advertencia, no le harían, y que gas-
tan bien su vida y su hacienda, no pueden po-
20 ner a paciencia, que se les cierre la puerta para
entrar adonde está nuestro Rey, por cuyos

3 "Respondióle Jesús: Si quieres ser perfecto, anda


y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás
un tesoro en el cielo: ven después y sigúeme."
"Habiendo oído el joven estas palabras, se retiró en-
tristecido: yera que tenía muchas posesiones." San
Mateo, XIX, 21-22.
6 sequedad = falta de devoción, con displicencia j
crisis de espiritu ; emplea con mucha frecuencia esta pa-
labra; en su Vida, XXX y XXXVII, habla de las an-
gustias que la sequedad le había hecho sufrir.
CAPITULO PRIMERO 49

vasallos se tienen, y lo son ; mas anque acá


tenga muchos el rey de la tierra, no entran to-
dos hasta su cámara. Entrad, entrad, hijas
mías, en lo interior; pasa adelante de vuestras
obrillas, que por ser cristianas debéis todo eso 5
y mucho más, y os basta que seáis vasallas de
Dios : no queráis tanto que os quedéis sin na-
da. Mirad los santos que entraron a la cá-
mara de este Rey, y veréis la diferencia que
hay de ellos a nosotras. No pidáis lo que no 10
tenéis merecido ni había de llegar a nuestro
pensamiento, que por mucho que sirvamos, lo
hemos de merecer los que hemos ofendido a
Dios. ¡ Oh humildad, humildad ! No sé qué ten-
tación me tengo en este caso, que no puedo i5
acabar de creer a quien tanto caso hace de es-
tas sequedades, sino que es un poco de falta
de ella. Digo que dejo los trabajos grandes in-
teriores que he dicho, que aquéllos son mucho
más que falta de devoción. Probémonos a nos- 20
otras mesmas, hermanas mías, u pruébenos el
Señor, que lo sabe bien hacer, anque muchas
veces no queremos entenderlo, y vengamos a
estas almas tan concertadas; veamos qué ha-
cen por Dios, y luego veremos como no teñe- .5
mos razón de quejarnos de su Majestad; por-
que si le volvemos las espaldas y nos vamos
tristes, como el mancebo del Evangelio, cuando
nos dice lo que hemos de hacer para ser per-
5o MORADAS TERCERAS

fetos, ¿qué queréis que haga su Majestad, que


ha de dar el premio conforme a el amor que le
tenemos? Y este amor, hijas, no ha de ser fabri-
cado en nuestra imaginación, sino probado por
5 obras, y no penséis que ha menester nuestras
obras, sino la determinación de nuestra volun-
tad. Parecemos ha que las que tenemos hábito
de relisión y le tomamos de nuestra voluntad,
y dejamos todas las cosas del mundo y lo que
10 teníamos por Él (anque sea las redes de san Pe-
dro, que harto le parece que da quien da lo que
tiene), que ya está todo hecho. Harto buena dis-
pusición es, si persevera en aquello y no se tor-
na a meter en las sabandijas de las primeras pie-
i5 zas, anque sea con el deseo, que no hay duda,
sino que si persevera en esta desnudez y deja-
miento de todo, que alcanzará lo que pretende.
Mas ha de ser con condición, y mira que os avi-
so de esto, que se tenga por siervo sin prove-
20 cho, como dice san Pablo, u Cristo, y crea que
i V. nota a la pág. 48-3.
11 "En aquel tiempo andando Jesú cerca del mar de
Galilea vio dos hermanos: a Symón que es llamado Pe-
dro e a Andrés su hermano, que echavan la red en él
mar, ca eran pescadores; e díxoles : "Venid en pos de
"mí e yo vos faré pescadores de ombres." E ellos luego,
dexadas las redes, siguiéronle... por ende, dize Grisosto»
en esto nos enseñaron los apóstoles que ninguno puede
poseer las cosas terrenas e perfectamente yr presto a las
del cielo." Evangelios y Epístolas, versión de G. Garda
de Santa María. Uppsala, 1908, págs. 224-6, 225-3.
20 Cristo dijo, según San Lucas: "...después que hu-
CAPÍTULO PRIMERO 5í

no ha obligado a nuestro Señor para que le


haga semejantes mercedes; antes, como quien
más ha recibido, queda más adeudado. ¿Qué
podemos hacer por un Dios tan generoso, que
murió por nosotros y nos crió y da ser, que no 5
nos tengamos por venturosos en que se vaya
desquitando algo de lo que le debemos, por lo
que nos ha servido (de mala gana dije esta pa-
labra, mas ello es ansí, que no hizo otra cosa
todo lo que vivió en el mundo), sin que le pi- 10
damos mercedes de nuevo y regalos? Mirad
mucho, hijas, algunas cosas que aquí van
apuntadas, anque arrebujadas, que no lo sé
más declarar ; el Señor os lo dará a enten-
der, para que saquéis de las sequedades hu- 15
mildad, y no inquietud, que es lo que pretende
el Demonio ; y creé que adonde la hay de veras,
que anque nunca dé Dios regalos, dará una paz
y conformidad con que anden más contentas
que otros con regalos, que muchas veces, como 20
habéis leído, los da la divina Majestad a los más
flacos, anque creo de ellos que no los troca-
rían por las fortalezas de los que andan con
sequedad. Somos amigos de contentos más que
de cruz. Pruébanos tú, Señor, que sabes las 25
verdades, para que nos conozcamos.
bier-Ms hecho todas las cosas que se os han mandado,
habéis de decir: "Somos siervos inútiles, no hemos he-
cho más que lo que ya teniamos obligación de hacer."
San Lucas, XVII, 10.
CAPITULO SEGUNDO

Yo he conocido algunas almas, y an creo


puedo decir hartas, de las que han llegado a
este estado, y estado y vivido muchos años en
5 esta retitud y concierto alma y cuerpo, a lo
que se puede entender, y después de ellos, que
ya parece habían de estar señores del mundo,
al menos bien desengañados del, probarlos su
Majestad en cosas no muy grandes y andar
io con tanta inquietud y apretamiento de cora-
zón, que a mí me trayan tonta, y an teme-
rosa harto. Pues darles consejo no hay reme-
dio, porque como ha tanto que tratan de vir-
tud, paréceles que pueden enseñar a otros y
¡5 que les sobra razón en sentir aquellas cosas.
En fin, que yo no he hallado remedio, ni le
hallo para consolar a semejantes personas, si
no es mostrar gran sentimiento de su pena, y
a la verdad se tiene de verlos sujetos a tanta
20 miseria, y no contradecir su razón, porque to-
CAPÍTULO SEGUNDO 53

das las conciertan en su pensamiento, que por


Dios las sienten, y ansi, no acaban de entender
que es imperf eción ; que es otro engaño para
gente tan aprovechada, que de que lo sientan
no hay que espantar, anque a mi parecer habia 5
de pasar presto el sentimiento de cosas seme-
jantes. Porque muchas veces quiere Dios que
sus escogidos sientan su miseria, y aparta un
poco su favor, que no es menester más, que
ausadas que nos conozcamos bien presto. Y lúe- 10
go se entiende esta manera de probarlos, por-
que entienden ellos su falta muy claramen-
te, y a las veces les da más pena ésta de ver
que, sin poder más, sienten cosas de la tierra, y
no muy pesadas, que lo mesmo de que tienen 15
pena. Esto téngolo yo por gran misericordia
de Dios, y anque es falta, muy gananciosa para
la humildad. En las personas que digo no es
ansi, sino que canonizan, como he dicho, en
sus pensamientos, estas cosas, y ansí querrían 20
que otros las canonizasen. Quiero decir alguna
de ellas, porque nos entendamos y nos probe-
mos a nosotras mesmas antes que nos pruebe
el Señor, que sería muy gran cosa estar aper-
cebidas y habernos entendido primero. 25

10 ausadas = ciertamente, a fe ; aosadas en el Dice,


de Autor.
25 apercebidas; formas análogas: redemidas, 16-13;
resestía, 31-23; desponerse, 37"I5; recebirá, 37-21 ; ad-
54 MORADAS TERCERAS

Viene a una persona rica sin hijos ni para


quien querer la hacienda, una falta della ; mas
no es de manera que en lo que le queda le
puede faltar lo necesario para sí y para su casa,
5 y sobrado; si éste anduviese con tanto desaso-
siego yinquietud, como si no le quedara un
pan que comer, ¿cómo ha de pedirle nuestro
Señor que lo deje todo por Él? Aquí entra el
que lo siente porque lo quiere para los pobres.
io Yo creo que quiere Dios más que yo me con-
forme con lo que su Majestad hace, y anque lo
procure, tenga quieta mi alma, que no esta ca-
ridad. Y ya que no lo hace, porque no ha lle-
gádole el Señor a tanto, enhorabuena ; mas en-
>5 tienda que le falta esta libertad de espíritu, y
con esto se disporná para que el Señor se la
dé, porque se la pedirá. Tiene una persona
bien de comer, y an sobrado; ofrécesele poder
adquirir más hacienda : tomarlo si se lo dan,

querido, 87-2, etc.; todas ellas son perfectamente eti-


mológicas; una corriente erudita las desterró del uso,
sustituyéndolas por las formas modernas. (R. Menéndez
P.idal, Gram. hist., § 11, nota 2, y § 105-2.)
8 Vuelve a recordar lo del mancebo del Evangelio.
V. pág. 48-3- nota.
16 disporná = dispondrá. Juntamente con la forma
moderna, el castellano antiguo conoció distintas varian-
tes: disporná, disponrá, disporrá, todas derivadas de
disponer ha (R. Menéndez Pidal. Gram. hist., § 123-2) ;
casos análogos, en este libro: verná, 57-1 ; terna, 58-16;
tememos, 67-11; etc.
CAPÍTULO SEGUNDO 53

enhorabuena, pase; mas procurarlo, y después


de tenerlo procurar más y más, tenga cuan
buena intención quisiere, que sí debe tener,
porque, como he dicho, son estas personas de
oración y virtuosas, que no hayan miedo que 5
suban a las Moradas más juntas a el Rey. De
esta manera es, si se les ofrece algo de que los
desprecien u quiten un poco de honra, que an-
que les hace Dios merced de que lo sufran bien
muchas veces, porque es muy amigo de favore- 10
cer la virtud en público, porque no padezca la
mesma virtud en que están tenidos, y an será
porque le han servido, que es muy bueno este
Bien nuestro, allá les queda una inquietud, que
no se pueden valer ni acaba de acabarse tan r&
presto. ¡Válame Dios! ¿No son éstos los que
ha tanto que consideran como padeció el Se-
ñor y cuan bueno es padecer y an lo desean?
Querrían a todos tan concertados como ellos
train sus vidas, y plega a Dios que no piensen ¡»
que la pena que tienen es de la culpa ajena y
la hagan en su pensamiento meritoria. Parece-
ros ha, hermanas, que hablo fuera de propó-
sito y no con vosotras, porque estas cosas no

6 Censura la codicia que pretende disculparse di-


ciendo que se allega para los pobres: "Pues ¿cómo
puede dejar de tener gran sed el que se está ardiendo en
vivas llamas en las codicias de estas cosas miserables de
la tierra?" Exc, 11.
56 MORADAS TERCERAS

las hay acá, que ni tenemos hacienda, ni la


queremos, ni procuramos, ni tampoco nos in-
juria naide; por eso las comparaciones no es lo
que pasa, mas sácase de ellas otras muchas
'■> cosas que pueden pasar, que ni sería bien se-
ñalarlas nihay para qué ; por éstas entenderéis
si estáis bien desnudas de lo que dejastes, por-
que cosillas se ofrecen, anque no tan de esta
suerte, en que os podéis muy bien probar y
io entendé si estáis señoras de vuestras pasiones.
Y créeme que no está el negocio en tener há-
bito de relisión u no, sino en procurar ejerci-
tar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la
de Dios en todo, y que el concierto de nuestra
«5 vida sea lo que su Majestad ordenare de ella,
y no queramos nosotras que se haga nues-
tra voluntad, sino la suya. Ya que no haya-
mos llegado aquí, como he dicho, humildad,
que es el ungüento de nuestras heridas ; por-
*> que si la hay de veras, anque tarde algún

7 dejastes = dejasteis, arcaísmo. Es de notar cómo


la forma tú dejastes, vulgar moderna, ha venido a coin-
cidir con la antigua vos dejastes.
12 "Desasiéndonos de esto y puniendo en ello mu-
cho, como cosa que importa mucho, ¡ miren que im-
porta!, y encerradas aquí... ya parece que lo tenemos
todo hecho... ¡Oh hijas mías! no os aseguréis ni os
echéis a dormir, que será como el que queda muy sose-
gado de haber cerrado muy bien sus puertas por miedo
de ladrones y se los deja en casa." Camino, XIV.
CAPÍTULO SEGUNDO b~J

tiempo, verná el zurujano, que es Dios, a sa-


narnos.
Las penitencias que hacen estas almas son
tan concertadas como su vida; quiérenla mu-
cho, para servir a nuestro Señor con ella, que 5
todo esto no es malo, y ansí tienen gran dis-
creción en hacerlas, porque no dañen a la sa-
lud. No hayáis miedo que se maten, porque su
razón está muy en sí. No está an el amor
para sacar de razón; mas querría yo que la ic
tuviésemos para no nos contentar con esta
manera de servir a Dios siempre a un paso
paso que nunca acabaremos de andar este ca-
mino. Y como a nuestros parecer siempre an-
damos y nos cansamos, porque creed que es i5
un camino brumador, harto bien será que no
nos perdamos. Mas ¿pareceos, hijas, si yendo
a una tierra desde otra pudiésemos llegar en
ocho días, que sería bueno andarlo en un año,
por ventas y nieves y aguas y malos caminos ? 2c
¿No valdría más pasarlo de una vez?, porque
todo esto hay y peligros de serpientes. ¡Oh,
qué buenas señas podré yo dar de esto ! Y ple-

1 zurujan o = cirujano, Dice. Acad.


14 "Paréceme ahora a mí esta manera de caminar
un querer concertar cuerpo y alma, para no perder acá
el descanso y gozar allá de Dios; y ansí será ello si se
anda en justicia y vamos asidos a virtud; mas es paso
de gallina ; nunca con él se llegará a libertad de espí-
ritu." Vida, XflI.
58 MORADAS TERCERAS

ga a Dios que haya pasado de aquí, que har-


tas veces me parece que no. Como vamos con
tanto seso, todo nos ofende, porque todo lo
tememos, y ansí, no osamos pasar adelante,
5 como si pudiésemos nosotras llegar a estas
Moradas y que otros anduviesen el camino.
Pues no es esto posible, esforcémonos, her-
manas mías, por amor del Señor: dejemos
nuestra razón y temores en sus manos; olvi-
do demos esta flaqueza natural, que nos puede
ocupar mucho. El cuidado de estos cuerpos
ténganle los perlados ; allá se avengan ; nosotras
de sólo caminar apriesa para ver este Señor,
que anque el regalo que tenéis es poco u nen-
i5 guno, el cuidado de la salud nos podría enga-
ñar. Cuanto más, que no se terna más por
esto, yo lo sé, y también sé que no está el ne-
gocio en lo que toca a el cuerpo, que esto es
lo menos, que el caminar que digo es con una
no grande humildad; que si habéis entendido,
aquí creo está el daño de las que no van ade-

2 "No parece que venimos al monesterio, sino a


servir nuestros cuerpos y curar de ellos... no hayan
miedo que falte discreción en monjas por maravilla;
no hayan miedo los confesores, que luego piensan nos
han de matar las penitencias, y es tan aborrecida de
nosotras esta falta de discrición, que ansí lo cumpliése-
mos todo." Camino, XV.
15 "algunas monjas no parece que venimos a otra
cosa al monesterio sino a procurar no morirnos."
Vida, X.
CAPÍTULO SEGUNDO 09

lante, sino que nos parezca que hemos anda-


do pocos pasos, y lo creamos ansí, y los que
andan nuestras hermanas nos parezcan muy
presurosos, y no sólo deseemos, sino que pro-
curemos nos tengan por la más ruin de todas. 5
Y con esto este estado es ecelentísimo, y si no,
toda nuestra vida nos estaremos en él, y con mil
penas y miserias; porque, como no hemos de-
jado a nosotras mesmas, es muy trabajoso y pe-
sado, porque vamos muy cargadas desta tierra 10
de nuestra miseria, lo que no van los que suben
a los aposentos que faltan. En éstos no deja el
Señor de pagar como justo, y an como miseri-
cordioso, que siempre da mucho más que mere-
cemos con darnos contentos harto mayores que i5
los podemos tener en los que dan los regalos y
destraimientos de la vida. Mas no pienso que da
muchos gustos, si no es alguna vez, para convi-
darlos con ver lo que pasa en las demás Mora-
das, porque se dispongan para entrar en ellas. 20
Pareceros ha que, contentos y gustos, todo es
uno; ¿que para qué hago esta diferencia en los
nombres ? A mí paréceme que la hay muy gran-
de ;ya me puedo engañar. Diré lo que en esto
entendiere en las Moradas cuartas, que vienen 25
tras éstas, porque como se habrá de declarar
algo de los gustos que allí da el Señor, viene

27 V. págs. 66-27 a 69-16; 76-2 y siguientes.


6o MORADAS TERCERAS

mejor. Y anque parece sin provecho, podrá ser


de alguno, para que, entendiendo lo que es cada
cosa, podáis esforzaros a seguir lo mejor, y es
mucho consuelo para las almas que Dios llega
5 allí, y confusión para las que les parece que lo
tienen todo, y si son humildes, moverse han a
hacimiento de gracias. Si hay alguna falta de
esto, darles ha un desabrimiento interior y sin
propósito, pues no está la perfeción en los gus-
10 tos, sino en quien ama más, y el premio lo mes-
mo, y en quien mejor obrare con justicia y ver-
dad. Pareceros ha que ¿de qué sirve tratar
destas mercedes interiores y dar a entender
cómo son, si es esto verdad, como lo es ? Yo no
i5 lo sé; pregúntese a quien me lo manda escribir,
que yo no soy obligada a disputar con los su-
periores, sino a obedecer, ni sería bien he-
cho. Lo que os puedo decir con verdad es
que cuando yo no tenía, ni an sabía por espi-
20 rienda, ni pensaba saberlo en mi vida, y con
razón, que harto contento fuera para mí saber
u por conjeturas entender que agradaba a
Dios en algo, cuando leía en los libros de estas
mercedes y consuelos que hace el Señor a las
as almas que le sirven, me le daba grandísimo, y
era motivo para que mi alma diese grandes
alabanzas a Dios. Pues si la mía. con ser tan
ruin, hacía esto, las que son buenas y humil-
des le alabarán mucho más, y por sola una
CAPÍTULO SEGUNDO 6l

que le alabe una vez, es muy bien que se diga,


a mi parecer, y que entendamos el contento
y deleites que perdemos por nuestra culpa.
Cuanto más que, si son de Dios, vienen car-
gados de amor y fortaleza, con que se puede 5
caminar más sin trabajo y ir creciendo en las
obras y virtudes. No penséis que importa poco
que no quede por nosotros, que cuando no
es nuestra la falta, justo es el Señor, y su Ma-
jestad os dará por otros caminos lo que os 10
quita por éste, por lo que su Majestad sabe,
que son muy ocultos sus secretos; al menos
será lo que más nos conviene, sin duda nen-
guna.
Lo que me parece nos haría mucho prove- 15
cho a las que, por la bondad del Señor, están
en este estado, que, como he dicho, no les hace
poca misericordia, porque están muy cerca de
subir a más, es estudiar mucho en la pronti-
tud de la obediencia, y anque no sean relisio- 20

20 La obediencia es la primera virtud; es antes que la


oración. Fund., VI, 3. — Más se contenta Dios con la obe-
diencia que con la mortificación. Fund., VI, 16. — La Santa
deseaba tener esta virtud más que ninguna otra. (Modo
de visitar los conventos, I, 1.) Y llegó a hacerla practicar
entre sus monjas hasta un punto extraordinario: ''Es-
taban una vez mirando una balsa... y dijo: "Mas ¿qué
"sería si dijese a una monja... que se echase aquí?"
No se lo hubo dicho cuando ya la monja estaba dentro,
que según se paró fué menester vestirse de nuevo."
Fund., XVI, 22.
6
62 MORADAS TERCERAS

sos, sería gran cosa, como lo hacen muchas


personas, tener a quien acudir, para no hacer
en nada su voluntad, que es lo ordinario en
que nos dañamos, y no buscar otro de su hu-
5 mor, como dicen, que vaya con tanto tiento
en todo, sino procurar quien esté con mucho
desengaño de las cosas del mundo, que en gran
manera aprovecha tratar con quien ya le co-
noce, para conocernos. Y porque algunas eo-
io sas que nos parecen imposibles, viéndolas en
otros tan posibles, y con la suavidad que las
llevan, anima mucho y parece que con su vuelo
nos atrevemos a volar, como hacen los hijos
de las aves cuando se enseñan, que anque no
i5 es de presto dar un gran vuelo, poco a poco
imitan a sus padres, en gran manera aprove-
cha esto: yo lo sé. Acertarán, por determina-
das que estén, en no ofender a el Señor perso-
nas semejantes, no se meter en ocasiones de
20 ofenderle ; porque como están cerca de las pri-
meras Moradas, con facilidad se podrán tornar
a ellas, porque su fortaleza no está fundada en
tierra firme, como los que están ya ejercitados
en padecer, que conocen las tempestades del

16 Tenía gran fe en la virtud del ejemplo. Futid., ca-


pítulo I—. Cuenta de propósito los méritos de algunas
personas, para excitar a sus monjas a que las imiten.
Futid., XII, XXVIII, etc.
CAPÍTULO SEGUNDO 63

mundo, cuan poco hay que temerlas ni que


desear sus contentos, y sería posible con una
persecución grande volverse a ellos, que sabe
bien urdirlas el Demonio para hacernos mal, y
que, yendo con buen celo, quiriendo quitar pe- 5
cados ajenos, no pudiese resistir lo que sobre
esto se le podría suceder. Miremos nuestras
faltas y dejemos las ajenas, que es mucho de
personas tan concertadas espantarse de todo;
y, por ventura, de quien nos espantamos po- 10
dríamos bien deprender en lo principal, y en la
compostura esterior y en su manera de trato
le hacemos ventajas; y no es esto lo de más
importancia, anque es bueno, ni hay para
qué querer luego que todos vayan por nuestro 15
camino, ni ponerse a enseñar el del espíritu
quien por ventura no sabe qué cosa es, que
■con estos deseos que nos da Dios, hermanas,
del bien de las almas, podemos hacer muchos
yerros, y ansí, es mejor llegarnos a lo que dice 2o
nuestra Regla : en silencio y esperanza procu-

8 "No pienses faltas ajenas, sino las virtudes, y tus


propias faltas." Avisos.
9 Estas personas tan concertadas son las mismas
•de que antes ha hablado, cuyo amor "no está an para
sacar de razón", pág. 57-9.
21 "En la quietud y en la esperanza estará vuestra
fortaleza." Isaías, XXX, 15. Escribió acerca de esto la
misma Santa en su Regla Carmelitana. Auts. Esps.,
Lili, 272.
64 MORADAS TERCERAS

rar vivir siempre, que el Señor terna cuidado


de sus almas; como no nos descuidemos nos-
otras en suplicarlo a su Majestad, haremos
harto provecho con su favor. Sea por siem-
5 pre bendito.
MORADAS CUARTAS

CAPÍTULO PRIMERO

Para comenzar a hablar de las cuartas Mo-


radas bien he menester lo que he hecho, que
es encomendarme a el Espíritu Santo, y supli- 5
carie de aquí adelante hable por mí, para decir
algo de las que quedan, de manera que lo en-
tendáis, porque comienzan a ser cosas sobre-
naturales, yes dificultosísimo de dar a enten-
der, si su Majestad no lo hace, como en otra ">
parte que se escribió, hasta donde yo había
entendido, catorce años ha, poco más u me-
nos; anque un poco más luz me parece tengo
•destas mercedes que el Señor hace a algunas
almas, es diferente el saberlas decir. Hágalo su 15
Majestad, si se ha de seguir algún provecho, y
si no, no. Como ya estas Moradas se llegan
más adonde está el Rey, es grande su hermo-
sura, yhay cosas tan delicadas que ver y que
12 Refiérese al Libro de su Vida, que, precisamente
hacia 1562, empezó a escribir, a petición del padre
Ibáñez, dominico.
66 MORADAS CUARTAS

entender, que el entendimiento no es capaz


para poder dar traza cómo se diga siquiera
algo que venga tan al justo que no quede bien
escuro para los que no tienen espiriencia, que
5 quien la tiene muy bien lo entenderá, en espe-
cial si es mucha. Parecerá que para llegar a
estas Moradas se ha de haber vivido en las
otras mucho tiempo, y anque lo ordinario es
que se ha de haber estado en la que acabamos
io de decir, no es regla cierta, como ya habréis
oído muchas veces, porque da el Señor cuando
quiere y como quiere y a quien quiere, como
bienes suyos, que no hace agravio a naide. En
estas Moradas pocas veces entran 'las cosas
15 ponzoñosas, y si entran, no hacen daño, antes
dejan con ganancia; y tengo por muy mejor
cuando entran y dan guerra en este estado de
oración, porque podría el Demonio engañar, a
vueltas de los gustos que da Dios, si no hubiese
20 tentaciones, y hacer mucho más daño que
cuando las hay, y no ganar tanto el alma, por
lo menos apartando todas las cosas que la han
de hacer merecer, y dejarla en un embebeci-
miento ordinario. Que cuando lo es en un ser,
25 no le tengo por siguro, ni me parece posible
estar en un ser el espíritu del Señor en este
destierro. Pues hablando de lo que dije que di-
ría aquí de la diferencia que hay entre conten-
tos en la oración, u gustos, los contentos me
CAPÍTULO PRIMERO 67

parece a mí se pueden llamar los que nosotros


adquirimos con nuestra meditación y peticio-
nes a nuestro Señor, que procede de nuestro
natural, anque, en fin, ayuda para ellos Dios,
que hase de entender en cuanto dijere que no 5
podemos nada sin Él, mas nacen de la mesma
obra virtuosa que hacemos, y parece a nues-
tro trabajo lo hemos ganado, y con razón nos
da contento habernos empleado en cosas se-
mejantes. Mas si lo consideramos, los mesmos ¡o
contentos tememos en muchas cosas que nos
pueden suceder en la tierra. Ansí en una gran
hacienda que de presto se provea alguno ; como
de ver una persona que mucho amamos, de
presto; como de haber acertado en un negocio '5
importante y cosa grande, de que todos dicen
bien; como si a alguna le han dicho que es
muerto su marido u hermano u hijo, y le ve
venir vivo. Yo he visto derramar lágrimas de
un gran contento, y an me ha acaecido alguna 20
vez. Paréceme a mí que ansí como estos con-
tentos son naturales, ansí en los que nos dan
las cosas de Dios, sino que son de linaje más
noble, anque estotros no eran tampoco malos;
en fin, comienzan de nuestro natural mesmo y 25
acaban en Dios: los gustos comienzan de Dios,
y siéntelos el natural, y goza tanto dellos
como gozan los que tengo dichos y mucho
más. ¡Oh Jesús, y qué deseo tengo de saber
68 MORADAS CUARTAS

declararme en esto! Porque entiendo a mi pa-


recer muy conocida diferencia, y no acanza mi
saber a darme a entender; hágalo el Señor.
Ahora me acuerdo en un verso que decimos a
5 Prima al fin del postrer Salmo, que al cabo del
verso dice : Cun dilatasti cor meum. A quien
tuviere mucha espiriencia, esto le basta para
ver la diferencia que hay de lo uno a lo otro, a
quien no, es menester más. Los contentos que
io están dichos, no ensanchan el corazón, antes
lo más ordinariamente parece aprietan un
poco, anque con contento todo de ver que se
hace por Dios; mas vienen unas lágrimas con-
gojosas que en alguna manera parece las
15 mueve la pasión. Yo sé poco destas pasiones
del alma, que quizá me diera a entender, y lo
que procede de la sensualidad y de nuestro na-
tural, porque soy muy torpe ; que yo me su-
piera declarar, si como he pasado por ello lo
20 entendiera. Gran cosa es el saber y las letras
para todo. Lo que tengo de espiriencia de este

2 acanza = alcanza ; forma repetida en 214-19; le


suponemos valor vulgar.
6 "Corrí por el camino de tus mandamientos cuando
ensanchaste mi corazón." Salmo CXVI1I. 32.
21 Insiste muchas veces en su admiración por el
saber y las letras : amaba el trato con personas doctas,
Fund., XIX. "La tierra que no es labrada llevará abro-
jos y espinas anque sea fértil : ansí el entendimiento
del hombre." Avisos.
CAPÍTULO PRIMERO 69

estado, digo de estos regalos y contentos en


la meditación, es que si comenzaba a llorar
por la Pasión, no sabía acabar hasta que se me
quebraba la cabeza; si por mis pecados, lo
mesmo ; harta merced me hacía nuestro Señor, 5
que no quiero yo ahora esaminar cuál es me-
jor lo uno u lo otro, sino la diferencia que hay
de lo uno a lo otro querría saber decir. Para
estas cosas, algunas veces van estas lágrimas y
estos deseos ayudados del natural y como '°
está la despusición ; mas, en fin, como he dicho,
vienen a parar en Dios, anque sea esto. Y es de
tener en mucho, si hay humildad, para enten-
der que no son mejores por eso; porque no se
puede entender si son todos efetos del amor, y ¡5
cuando sea, es dado de Dios. Por la mayor
parte tienen estas devociones las almas de las
Moradas pasadas, porque van casi contino con
obra de entendimiento empleadas en discurrir
con el entendimiento y en meditación; y van 20
bien, porque no se les ha dado más, anque
acertarían en ocuparse un rato en hacer atos,
y en alabanzas de Dios, y holgarse de su bon-
dad, yque sea el que es, y en desear su honra
y gloria, esto como pudiere, porque despierta 25

11 despusición = disposición. Ya antes debe haberse


encontrado dispusición, 47-21, 50-13, que juntamente
con dispuniendo, 93-18. representa un fenómeno foné-
tico aún corriente en el habla vulgar.
70 MORADAS CUARTAS

mucho la voluntad ; y estén con gran aviso,


cuando el Señor les diere estotro, no lo dejar
por acabar la meditación que se tiene de cos-
tumbre. Porque me he alargado mucho en
5 decir esto en otras partes no lo diré aquí ; sólo
quiero que estéis advertidas, que para aprove-
char mucho en este camino y subir a las Mo-
radas que deseamos, no está la cosa en pensar
mucho, sino en amar mucho, y ansí, lo que
io más os dispertare a amar, eso haced. Quizá no
sabemos qué es amar, y no me espantaré mu-
cho, porque no está en el mayor gusto, sino
en la mayor determinación de desear contentar
en todo a Dios y procurar en cuanto pudiere-
is mos no le ofender, y rogarle que vaya siempre
adelante la honra y la gloria de su Hijo y el
aumento de la Ilesia Católica. Estas son las se-
ñales del amor, y no penséis que está la cosa
en no pensar otra cosa y que si os divertís un
2o poco va todo perdido. Yo he andado en esto
de esta baraúnda del pensamiento bien apre-
tada algunas veces, y habrá poco más de cua-
tro años que vine a entender por espiriencia
que el pensamiento, u imaginación, porque
25 mejor se entienda, no es el entendimiento, y

9 "el aprovechamiento del alma no está en pensar


mucho, sino en amar mucho." Fund., V, 2.
20 "El amor de Dios consiste en obrar y padecer por
El." Fund., V.
CAPÍTULO PRIMERO Ji

pregúntelo a un letrado, y di jome que era ansí,


que no fué para mí poco contento; porque
como el entendimiento es una de las potencias
del alma, hacíaseme recia cosa estar tan torto-
lito a veces, y lo ordinario vuela el pensa- &
miento de presto, que sólo Dios puede atarle,
cuando nos ata ansí, de manera que parece que
estamos en alguna manera desatados de este
cuerpo. Yo vía a mi parecer las potencias del
alma empleadas en Dios y estar recogidas con 10
Él, y, por otra parte, el pensamiento alborotado :
traíame tonta. ¡Oh Señor, tomad en cuenta lo
mucho que pasamos en este camino por falta
de saber ! Y es el mal que, como no pensamos
que hay que saber más de pensar en Vos, an ,5
no sabemos preguntar a los que saben, ni en-
tendemos qué hay que preguntar, y pásanse
terribles trabajos, porque no nos entendemos,
y lo que no es malo, sino bueno, pensamos
que es mucha culpa. De aquí proceden las afli- 20
ciones de mucha gente que trata de oración, y
el quejarse de trabajos interiores, a lo menos
mucha parte en gente que no tiene letras, y
vienen las melancolías y a perder la salud, y
an a dejarlo del todo, porque no consideran 25
que hay un mundo interior acá dentro, y ansí

4 "tortolito" = candido, sin experiencia. Dice, de


Autor.
72 MORADAS CUARTAS

como no podemos tener el movimiento del


cielo, sino que anda apriesa con toda veloci-
dad, tampoco podemos tener nuestro pensa-
miento; yluego metemos todas las potencias
¿ del alma con él, y nos parece que estamos
perdidas, y gastado mal el tiempo que estamos
delante de Dios, y estáse el alma por ventura
toda junta con Él en las Moradas muy cerca-
nas, y el pensamiento en el arrabal del Casti-
•o lio, padeciendo con mil bestias fieras y ponzo-
ñosas, ymereciendo con este padecer. Y ansí,
ni nos ha de turbar ni lo hemos de dejar, que
es lo que pretende el Demonio, y por la mayor
parte, todas las inquietudes y trabajos vienen
£5 de este no nos entender. Escribiendo esto, es-
toy considerando lo que pasa en mi cabeza del
gran ruido de ella, que dije al principio, por
donde se me hizo casi imposible poder hacer
lo que me mandaban de escribir. No parece
20 sino que están en ella muchos ríos caudalosos,
y, por otra parte, que estas aguas se despeñan ;
muchos pajarillos y silbos, y no en los oídos,
sino en lo superior de la cabeza, adonde dicen

4 Lamentábase la Santa de la movilidad de su pen-


samiento (imaginación), que se alejaba del objeto de
su voluntad hasta en los momentos de mayor devo-
ción. "Por ventura es solo el mío y no deben ser ansí
otros. Conmigo hablo : que algunas veces me deseo mo-
rir de que no puedo remediar esta variedad del pensa-
miento." Camino, XXXI, 7.
CAPÍTULO PRIMERO 73

que está lo superior del alma ; yo estuve en esto


harto tiempo, por parecer que el movimiento
grande del espíritu haciarriba subía con velo-
cidad. Plega a Dios que se me acuerde en las
Moradas de adelante decir la causa desto, que 5
aquí no viene bien, y no será mucho que haya
querido el Señor darme este mal de cabeza
para entenderlo mejor, porque con toda esta
baraúnda de ella no me estorba a la oración
ni a lo que estoy diciendo, sino que el alma se IO
está muy entera en su quietud y amor y deseos
y claro conocimiento. Pues si en lo superior de
la cabeza está lo superior del alma, ¿cómo no
la turba? Eso no lo sé yo, mas sé que es ver-
dad lo que digo. Pena da cuando no es la ora- 15
ción con suspensión, que entonces, hasta que
se pasa, no se siente ningún mal, mas harto
mal fuera si por este impedimento lo dejara yo
todo. Y ansí, no es bien que por los pensa-
mientos nos turbemos ni se nos dé nada, que 20
si los pone el Demonio, cesarán con esto, y si
es, como lo es, de la miseria que nos quedó del
pecado de Adán, con otras muchas, tengamos
paciencia y sufrámoslo por amor de Dios.
Pues estamos también sujetas a comer y dor- 25

3 haciarriba; repítese en 295-17, haciarriba y hacia-


bajo : contracción hoy corriente, aun cuando no se es-
criba.
74 MORADAS CUARTAS

mir, sin poderlo escusar, que es harto trabajo,


conozcamos nuestra miseria y deseemos ir adon-
de naide nos menosprecia. Que algunas ve-
ces me acuerdo haber oído esto que dice la
5 Esposa en los Cantares, y verdaderamente que
no hallo en toda la vida cosa adonde con más
razón se pueda decir, porque todos los menos-
precios ytrabajos que puede haber en la vida
no me parece que llegan a estas batallas inte-
io riores. Cualquier desasosiego y guerra se puede
sufrir con hallar paz adonde vivimos, como
ya he dicho; mas que queremos venir a des-
cansar de mil trabajos que hay en el mundo, y
que quiera el Señor aparejarnos el descanso,
l5 y que en nosotras mesmas esté el estorbo, no
puede dejar de ser muy penoso y casi insufri-
dero. Por eso, ¡llévanos, Señor, adonde no nos
menosprecien estas miserias, que parecen algu-
nas veces que están haciendo burla del alma!
20 An en esta vida la libra el Señor de esto, cuan-
do ha llegado a la postrera Morada, como di-
remos siDios fuere servido. Y no darán a to-
dos tanta pena estas miserias ni las acometerán.

5 "¡Oh quién rae diera, hermano mío, que tú fue-


ses como un niño que está mamando a los pechos de
mi madre, para poder besarte aunque te halle fuera
Ten la calle], con lo que nadie me desdeñaría!" Canta-
res, VIII, i. Tal es el deseo de llegar a gozar del amor
puro sin el menosprecio de las propias imperfecciones.
CAPITULO PRIMERO "/O

como a mí hicieron muchos años por ser ruin,


que parece que yo mesma me quería vengar
de mí. Y como cosa tan penosa para mí, pienso
que quizá será para vosotras ansí, y no hago
sino decirlo en un cabo y en otro, para si acer- 5
tase alguna vez a daros a entender como es
cosa forzosa, y no os traiga inquietas y afligi-
das, sino que dejemos andar esta tarabilla de
molino, y molamos nuestra harina, no dejando
de obrar la voluntad y entendimiento. Hay 10
más y menos en este estorbo, conforme a la
salud y a los tiempos. Padezca la pobre alma,
anque no tenga en esto culpa, que otras hare-
mos, por donde es razón que tengamos pacien-
cia. Y porque no basta lo que leemos y nos i5
aconsejan, que es que no hagamos caso de es-
tos pensamientos, para las que poco sabemos
no me parece tiempo perdido todo lo que gasto
en declararlo más y consolaros en este caso;
mas hasta que el Señor nos quiera dar luz poco 20
aprovecha. Mas es menester y quiere su Ma-
jestad que tomemos medios y nos entenda-
mos, ylo que hace la flaca imaginación y el
natural y demonio no pongamos la culpa a el
alma. 25
CAPITULO SEGUNDO

¡Válame Dios, en lo que me he metido! Ya


tenía olvidado lo que trataba, porque los nego-
cios y salud me hacen dejarlo al mejor tiempo,
5 y como tengo poca memoria, irá todo descon-
certado, por no poder tornarlo a leer. Y an
quizá se es todo desconcierto cuanto digo; al
menos es lo que siento. Paréceme queda dicho
de los consuelos espirituales, como algunas
,o veces van envueltos con nuestras pasiones.
Train consigo unos alborotos de zollozos, y
an a personas he oído que se les aprieta el pe-
cho, y an vienen a movimientos esteriores,
que no se pueden ir a la mano, y es la fuerza
15 de manera que les hace salir sangre de nari-
ces, y cosas ansí penosas. Desto no sé decir
nada, porque no he pasado por ello, mas debe
quedar consuelo, porque, como digo, todo va

ii zollozos. El manuscrito dice collogos (pág. 58-11);


debió olvidarse la cedilla en la primera c. Los editores
leyeron siempre sollozos; tenemos aquí en cuenta esa g
sospechando que pueda ser un caso de asimilación de
consonantes, como deznudcz, 50-16 (Ms., pág. 41-7);
suspencioncilla, 134-n; milaglos, 221-8.
CAPITULO SEGUNDO 77

a parar en desear contentar a Dios y gozar de


su Majestad. Los que yo llamo gusto de Dios,
que en otra parte lo he nombrado oración de
quietud, es muy de otra manera, como enten-
deréis las que lo habéis probado por la mise- 5
ricordia de Dios. Hagamos cuenta para enten-
derlo mejor que vemos dos fuentes con dos
pilas que se hinchen de agua, que no me hallo
cosa más a propósito para declarar algunas de
espíritu que esto de agua, y es, como sé poco 10
y el ingenio no ayuda, y soy tan amiga de este
elemento, que le he mirado con más adverten-
cia que otras cosas; que en todas las que crió
tan gran Dios, tan sabio, debe haber hartos se-
cretos, de que nos podemos aprovechar, y ansí 15
lo hacen los que lo entienden, anque creo que
en cada cosita que Dios crió hay más de lo que
se entiende, anque sea una hormiguita. Estos
dos pilones se hinchen de agua de diferentes
maneras : el uno viene de más lejos por mu- 20
chos arcaduces y artificio; el otro está hecho

6 Distingue entre oración vocal y mental y en ésta


señala cuatro grados : oración de recogimiento, de quie-
tud, de unión no consumada y de unión perfecta. En el
Libro de su Vida, desde el cap. XI al XX, explica la na-
turaleza yefectos de cada una de estas divisiones. Véase
también Relaciones, VIII.
18 "Aprovechábame... ver campos, agua, flores; en
estas cosas hallaba yo memoria del Criador, digo que
me despertaban y recogían y servían de libro." Vida,
IX, 4.
78 MORADAS CUARTAS

en el mesmo nacimiento del agua, y vase hin-


chendo sin nengún ruido, y si es el manantial
caudaloso, como este que hablamos, después
de henchido este pilón procede un gran arro-
5 yo; ni es menester artificio, ni se acaba el edi-
ficio de los arcaduces, sino siempre está pro-
cediendo agua de allí. Es la diferencia que la
que viene por arcaduces es, a mi parecer, los
contentos que tengo dicho que se sacan con
10 la meditación, porque traemos con los pensa-
mientos, ayudándonos de las criaturas en la
meditación y cansando el entendimiento, y
como viene, en fin, con nuestras diligencias,
hace ruido cuando ha de haber algún hinchi-
15 miento de provechos que hace en el alma, como
queda dicho.
Estotra fuente viene el agua de su mesmo
nacimiento, que es Dios, y ansí como su Majes-
tad quiere, cuando es servido, hacer alguna
20 merced sobrenatural, produce con grandísima
paz y quietud y suavidad de lo muy interior

7 Con este símil explica los cuatro grados de ora-


ción :" Paréceme a mí que se puede rezar de cuatro ma-
neras :o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro
gran trabajo; o con noria y arcaduces que se saca con
un torno, yo la he sacado algunas veces, es a menos
trabajo que estotro y sácase más agua; o de un río o
arroyo, esto se riega muy mejor que queda más harta
la tierra...; o con llover mucho que lo riega el Señor
sin trabajo ninguno nuestro..." Vida, XI, 4.
CAPITULO SEGUNDO 79

de nosotros mesmos, yo no sé hacia dónde ni


cómo, ni aquel contento y deleite se siente
como los de acá en el corazón, digo en su prin-
cipio, que después todo lo hinche: vase rever-
tiendo este agua por todas las Moradas y po- s
tencias, hasta llegar al cuerpo, que por eso
dije que comienza de Dios y acaba en nos-
otros, que cierto, como verá quien lo hubiere
probado, todo el hombre esterior goza de este
gusto y suavidad. 10
Estaba yo ahora mirando, escribiendo esto,
que en el verso que dije: Dilataste cor meum,
dice que se ensanchó el corazón, y no me pa-
rece que es cosa, como digo, que su naci-
miento es del corazón, sino de otra parte an 15
más interior, como una cosa profunda ; pienso
que debe ser el centro del alma, como después
he entendido y diré a la postre, que cierto veo
secretos en nosotros mesmos que me train es-
pantada muchas veces, ¡y cuántos más debe 20
haber ! ¡Oh Señor mío y Dios mío, qué grandes
son vuestras grandezas! Y andamos acá como
unos pastorcillos bobos, que nos parece alcan-
zamos algo de Vos, y debe ser tanto como no-
nada, pues en nosotros mesmos están grandes 25

10 Por esta influencia de las potencias sobre el ex-


terior, laSanta "salía de la oración con un color y her-
mosura que maravillaba." Informac. de fray Diego de
Guevara. Bibl. Nac, Ms. 1031, R. 151.
8o MORADAS CUARTAS

secretos que no entendemos. Digo tanto como


nonada, para lo muy mucho que hay en Vos,
que no porque no son muy grandes las gran-
dezas que vemos, an de lo que podemos al-
canzar de vuestras obras. Tornando a el verso,
en lo que me puede aprovechar, a mi parecer,
para aquí, es en aquel ensanchamiento, que
ansí parece que, como comienza a producir
aquella agua celestial de este manantial que
digo, de lo profundo de nosotros, parece que
se va dilatando y ensanchando todo nuestro
interior y produciendo unos bienes que no se
pueden decir, ni an el alma sabe entender qué
es lo que se le da allí. Entiende una fraganza,
digamos ahora, como si en aquel hondón inte-
rior estuviese un brasero adonde se echasen
olorosos perfumes ; ni se ve la lumbre ni donde
está, mas el calor y humo oloroso penetra toda
el alma, y an hartas veces, como he dicho,
participa el cuerpo. Mira, entendedme, que ni
se siente calor ni se huele olor, que más deli-
cada cosa es que estas cosas, sino para dároslo

14 fraganza = fragancia ; forma popular, del mismo


modo que persevcranza, 95-2; continuanza, 294-7.
20 "Allá se avengan los del mundo con sus riquezas
y con sus deleites y con sus honras y con sus manjares,
que si todo lo pudiesen gozar sin los trabajos que traen
consigo, lo que es imposible, no llegara en mil años al
contento que tiene un alma a quien el Señor llega aqui."
Conceptos. IV.
CAPÍTULO SEGUNDO 8 I

a entender. Y entiendan las personas que no


han pasado por esto que es verdad que pasa
ansí, y que se entiende y lo entiende el alma
más claro que yo lo digo ahora ; que no es esto
cosa que se puede antojar, porque por diligen- 5
cias que hagamos, no lo podemos adquirir, y
en ello mesmo se ve no ser de nuestro metal,
sino de aquel purísimo oro de la sabiduría di-
vina. Aquí no están las potencias unidas, a mi
parecer, sino embebidas y mirando como es- I0
pantadas qué es aquello.
Podrá ser que en estas cosas interiores me
•contradiga algo de lo que tengo dicho en otras
partes; no es maravilla, porque en casi quince
años que ha que lo escribí, quizá me ha dado i-s
el Señor más claridad en estas cosas, de. las que
entonces entendía, y ahora y entonces puedo
errar en todo, mas no mentir, que por la mise-
ricordia de Dios antes pasaría mil muertes:
digo lo que entiendo. -o
La voluntad bien me parece que debe estar
unida en alguna manera con la de Dios; mas
en los efetos y obras de después se conocen
estas verdades de oración, que no hay mejor
crisol para probarse. Harto gran merced es de -s
nuestro Señor si la conoce quien la recibe, y
muy grande si no torna atrás. Luego querréis,
mis hijas, procurar tener esta oración, y tenéis
razón, que como he dicho, no acaba de enten-
82 MORADAS CUARTAS

der el alma las que allí la hace el Señor y con


el amor que la va acercando más a Sí, que
cierto está desear saber cómo alcanzaremos
esta merced. Yo os diré lo que en esto he en-
5 tendido. Dejemos cuando el Señor es servido
de hacerla, porque su Majestad quiere y no por
más ; Él sabe el por qué ; no nos hemos de me-
ter en eso. Después de hacer lo que los de las
Moradas pasadas, humildad, humildad ; por
io ésta se deja vencer el Señor a cuanto del que-
remos, ylo primero en que veréis si la tenéis
es en no pensar que merecéis estas mercedes y
gustos del Señor, ni los habéis de tener en vues-
tra vida. Diréisme que de esta manera, que
15 ;cómo se han de alcanzar no los procurando?
A esto respondo que no hay otra mejor de la
que os he dicho, y no los procurar por estas
razones: la primera, porque lo primero que
para esto es menester es amar a Dios sin inte-
20 resé; la segunda, porque es un poco de poca
humildad pensar que por nuestros servicios mi-
serables se ha de alcanzar cosa tan grande ; la
tercera, porque el verdadero aparejo para esto
es deseo de padecer y de imitar al Señor, y no
25 gustos, los que, en fin, le hemos ofendido ; la
cuarta, porque no está obligado su Majestad a

24 "Andar siempre con grandes deseos de padecer


por Cristo en cada cosa y ocasión." Avisos.
CAPÍTULO SEGUNDO 83

dárnoslos, como a darnos la gloria si guarda-


mos sus mandamientos, que sin esto nos podre-
mos salvar, y sabe mejor que nosotros lo que
nos conviene y quién le ama de verdad, y ansí
es cosa cierta, yo lo sé, y conozco personas que 5
van por el camino del amor como han de ir,
por sólo servir a su Cristo crucificado, que no
sólo no le piden gustos ni los desean, mas le su-
plican no se los dé en esta vida : esto es verdad ;
la quinta es porque trabajaremos en balde, que, 10
como no se ha de traer esta agua por arcadu-
ces, como la pasada, si el manantial no la quiere
producir, poco aprovecha que nos cansemos.
Quiero decir, que anque más meditación tenga-
mos, anque más nos estrujemos y tengamos lá- i5
grimas, no viene este agua por aqui : sólo se da
a quien Dios quiere y cuando más descui-
dada está muchas veces el alma. Suyas somos,
hermanas; haga lo que quisiere de nosotras;
llévenos por donde fuere servido; bien creo 20
que quien de verdad se humillare y des-
asiere (digo de verdad, porque no ha de ser
por nuestros pensamientos, que muchas veces

13 "El contento de la oración de quietud ansí como


no se puede alcanzar, tampoco se puede detener. Es bo-
bería, que ansí como no podemos hacer que amanezca,
tampoco podemos hacer que deje de anochecer." Cami-
no, Lili.
22 "Despegue el corazón de todas las cosas, y bus-
que y hallará a Dios." Avisos.
84 MORADAS CUARTAS

nos engañan, sino que estemos desasidas del


todo) que no dejará el Señor de hacernos esta
merced y otras muchas que no sabremos
desear. Sea por siempre alabado y bendito.
5 Amén.
CAPITULO TERCERO

Los efetos de esta oración son muchos; al-


gunos diré, y primero otra manera de oración,
que comienza casi siempre primero que ésta, y
por haberla dicho en otras partes, diré poco: 5
Un recogimiento que también me parece sobre-
natural, porque no es estar en escuro, ni cerrar
los ojos, ni consiste en cosa esterior, puesto
que sin quererlo se hace esto de cerrar los ojos
y desear soledad; y sin artificio, parece que se ,0
va labrando el edificio para la oración que que-
da dicha, porque estos sentidos y cosas este-
riores parece que van perdiendo de su dere-
cho, porque el alma vaya cobrando el suyo,
que tenía perdido. Dicen que el alma se entra ñ
dentro de sí y otras veces que sube sobre sí :
por este lenguaje no sabré yo aclarar nada, que
esto tengo malo, que por el que yo lo sé decir
pienso que me habéis de entender, y quizá será
sola para mí. Hagamos cuenta que estos sentí- 20

6 Un recogimiento... Para entender esta construc-


ción conviene pensar en un verbo no expreso : [Tratase
de] un recogimiento... [Consiste en...], etc.
86 MORADAS CUARTAS

dos y potencias, que ya he dicho que son la


gente deste Castillo, que es lo que he tomado
para saber decir algo, que se han ido fuera y
andan con gente estraña, enemiga del bien de
5 este Castillo días y años, y que ya se han ido,
viendo su perdición, acercando a él, anque no
acaban de estar dentro, porque esta costumbre
es recia cosa, sino no son ya traidores y andan
alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la
io Morada de este Castillo, su buena voluntad,
por su gran misericordia quiérelos tornar a Él,
y como buen pastor, con un silbo tan suave
que an casi ellos mesmos no lo entienden,
hace que conozcan su voz y que no anden tan
i5 perdidos, sino que re tornen a su Morada; y
tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que
desamparan las cosas esteriores, en que esta-
ban enajenados, y métense en el Castillo. Pa-
réceme que nunca lo he dado a entender como
¿o ahora, porque para buscar a Dios en lo inte-
rior, que se halla mejor y más a nuestro pro-
vecho que en las criaturas (como dice san
Agustín que le halló, después de haberle bus-
cado en muchas partes) es gran ayuda cuando

23 Una de las lecturas que más impresión habían


causado en el espíritu de Santa Teresa fué la de las
Confesiones de San Agustín, en cuyos pecados creía ella
verse representada. Vida, TX. 6-7. F.ste pensamiento de
que San Agustín vino a encontrar a Dios dentro de sí,
CAPÍTULO TERCERO 87

Dios hace esta merced. Y no penséis que es


por el entendimiento adquerido, procurando
pensar dentro de sí a Dios, ni por la imagina-
ción, imaginándole en sí ; bueno es esto y ece-
lente manera de meditación, porque se funda
sobre verdad, que lo es estar Dios dentro de
nosotros mesmos; mas no es esto, que esto
cada uno lo puede hacer, con el favor del Se-
ñor, se entiende, todo. Mas lo que digo es en
diferente manera; y que algunas veces antes
que se comience a pensar en Dios, ya esta
gente está en el Castillo, que no sé por dónde
ni cómo oyó el silbo de su pastor, que no fué
por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese
notablemente un encogimiento suave a lo inte-
rior, como verá quien pasa por ello, que yo no
lo sé aclarar mejor; paréceme que he leído
que como un erizo o tortuga cuando se retiran
hacia sí, y debíalo de entender bien quien lo
escribió ; mas éstos, ellos se entran cuando quie-
ren ;acá no está en nuestro querer, sino cuando

después de haberlo buscado por todas partes, hállase


repetido frecuentemente por la Santa. Vida, XL, 5 ; Ca-
mino, XXVIII, 1. Es el principio del propio conoci-
miento, fundamento de la doctrina psicologista de nues-
tros místicos del siglo xvi. (Menéndez y Pelayo, Estu-
dios de critica literaria, 1.a serie, pág. 45.)
17 "nunca supe qué cosa era rezar con satisf ación
y consolación, hasta que el Señor me enseñó de este
modo... de recogerme dentro de mí." Camino, L.
88 MORADAS CUARTAS

Dios nos quiere hacer esta merced. Tengo para


mí que cuando su Majestad la hace, es a per-
sonas que van ya dando de mano a las cosas
del mundo; no digo que sea por obra los que
5 tienen estado, que no pueden sino por el de-
seo, pues los llama particularmente para que
estén atentos a las interiores, y ansí creo que
si queremos dar lugar a su Majestad, que no
dará sólo esto a quien comienza a llamar para
«o más. Alábele mucho quien esto entendiere en
sí, porque es muy mucha razón que conozca
la merced; y nacimiento de gracias por ella
hará que se disponga para otras mayores. Y es
dispusición para poder escuchar, como se acon-
25 seja en algunos libros, que procuren no dis-
currir, sino estarse atentos a ver qué obra
el Señor en el alma; que si su Majestad no ha
comenzado a embebernos, no puedo acabar de
entender cómo se pueda detener el pensamien-
20 to de manera que no haga más daño que pro-
vecho, anque ha sido contienda bien platicada
entre algunas personas espirituales; y de mí

15 "Puede en este estado hacer muchos actos para


determinarse a hacer mucho por Dios y despertar el
amor, otros para ayudar a crecer las virtudes conformo
a lo que dice un libro llamado Arte de servir a Dios.
que es muy bueno y apropiado para los que están en
este estado, porque obra el entendimiento." Vida, XII, 1.
Arte de servir a Dios, por fray Alonso de Madrid. Alca-
lá, 1526; Toledo, 1571.
CAPÍTULO TERCERO 89

confieso mi poca humildad, que nunca me han


dado razón para que yo me rinda a lo que di-
cen. Uno me alegó con cierto libro del santo
fray Pedro de Alcántara, que yo creo lo es, a
quien yo me rindiera, porque sé que lo sabía, 5
y leímoslo, y dice lo mesmo que yo, anque no
por estas palabras, mas entiéndese en lo que
dice que ha de estar ya despierto el amor. Ya
puede ser que yo me engañe, mas voy por es-
tas razones : v>
La primera, que en esta obra de espíritu,
quien menos piensa y quiere hacer, hace más ;
lo que habernos de hacer es pedir como pobres
necesitados delante de un grande y rico empe-
rador, yluego bajar los ojos y esperar con if
humildad; cuando por sus secretos caminos
parece que entendemos que nos oye, entonces
es bien callar, pues nos ha dejado estar cerca
del, y no será malo procurar no obrar con el
entendimiento, si podemos, digo ; mas si este 20
Rey an no entendemos que nos ha oído, ni nos
ve, no nos hemos de estar bobos ; que lo queda
harto el alma cuando ha procurado esto, y
queda mucho más seca y, por ventura, más in-
quieta la imaginación con la fuerza que se ha ¿

4 En varios lugares habla con respeto y veneración


de este Santo ; en el Libro de su Vida, XXVII, le dedica
un extenso y -sriñoso recuerdo, haciendo a la vez de su
carácter admirable retrato.
QO MORADAS CUARTAS

hecho a no pensar nada ; sino que quiere el Se-


ñor que le pidamos y consideremos estar en
su presencia, que Él sabe lo que nos cumple.
Yo no puedo persuadirme a industrias huma-
5 ñas en cosas que parece puso su Majestad lími-
te, ylas quiso dejar para Sí; lo que no dejó
otras muchas que podemos con su ayuda, ansí
de penitencias, como de obras, como de ora-
ción, hasta adonde puede nuestra miseria.
io La segunda razón es que estas obras inte-
riores son todas suaves y pacíficas, y hacer
cosa penosa, antes daña que aprovecha; llamo
penosa cualquier fuerza que nos queramos
hacer, como sería pena detener el huelgo : sino
i5 dejarse el alma en las manos de Dios, haga lo
que quisiere de ella, con el mayor descuido de
su provecho que pudiere y mayor resinación
a la voluntad de Dios.
La tercera es que el mesmo cuidado que se
20 pone en no pensar nada, quizá despertará el
pensamiento a pensar mucho.

3 "sabe que ya estas almas desean siempre pensar


en El y amarle: esta determinación es la que quiere."
Vida, XI. o.
ii " [El contento que da Dios en esta oración] es un
contento quieto y grande... diferentísimo de los de acá...
Otros contentos de la vida paréceme a mí que los goza
lo esterior de la voluntad, como la corteza della. " Ca-
mino. Lili.
14 huelgo = aliento. Dice. Acad.
CAPITULO TERCERO 31

La cuarta es que lo más sustancial y agra-


dable aDios es que nos acordemos de su honra
y gloria y nos olvidemos de nosotros mesmos,
y de nuestro provecho y regalo y gusto. Pues
como está olvidado de sí el que con mucho 5
cuidado está, que no se osa bullir, ni an deja a
su entendimiento y deseos que se bullan a de-
sear la mayor gloria de Dios ni que se huelgue
de la que tiene, cuando su Majestad quiere que
el entendimiento cese ocúpale por otra mane- i°
ra, y da una luz en el conocimiento tan sobre
la que podemos alcanzar, que le hace quedar
absorto, y entonces, sin saber cómo, queda
muy mejor enseñado que no con todas nues-
tras diligencias para echarle más a perder; que i5
pues Dios nos dio las potencias para que con
ellos trabajásemos, y se tiene todo su premio,
no hay para qué las encantar, sino dejarlas ha-
cer su oficio hasta que Dios las ponga en otro
mayor. Lo que entiendo que más conviene 20
que ha de hacer el alma que ha querido el Se-
ñor meter a esta Morada, es lo dicho, y que
sin ninguna fuerza ni ruido procure atajar el
discurrir del entendimiento, mas no el suspen-
derle, ni el pensamiento, sino que es bien que -3
se acuerde que está delante de Dios y quién
es este Dios. Si lo mesmo que siente en sí le
embebiere, enhorabuena; mas no procure en-
tender lo que es, porque es dado a la voluntad ;
Q2 MORADAS CUARTAS

déjela gozar sin ninguna, industria mas de al-


gunas palabras amorosas, que anque no pro-
curemos aquí estar sin pensar nada, se está
muchas veces, anque muy breve tiempo. Mas,
5 como dije en otra parte, la causa por que en
esta manera de oración (digo en la que co-
mencé esta Morada, que he metido la de reco-
gimiento con esta que había de decir primero,
y es muy menos que la de los gustos que he
io dicho de Dios, sino que es principio para venir
a ella, que en la del recogimiento no se ha de
dejar la meditación ni la obra del entendi-
miento en esta fuente manantial, que no viene
por arcaduces) él se comide, u le hace come-
15 dir ver que no entiende lo que quiere, y ansí
anda de un cabo a otro como tonto, que en
nada hace asiento. La voluntad le tiene tan
grande en su Dios, que la da gran pesadumbre
su bullicio, y ansí, no ha menester hacer caso

i " [En esta oración de quietud] está el alma como


un niño que aún mama, cuando está a los pechos de su
madre, y ella, sin que él paladee, échale la leche en la
boca para regalarle; ansí es acá que sin trabajo del en-
tendimiento está amando la voluntad." Camino, Lili.
7 Comenzó con la oración de quietud; después ha
hablado de la de recogimiento, como precedente necesa-
rio para llegar a aquélla.
17 "no parece sino destas maripositas de las noches,
importunas y desasosegadas : ansí anda de un lado a
otro... anque no tiene fuerza para hacer ningún mal,
importuna a los que la ven." Vida, XVII, 5.
CAPÍTULO TERCERO 0)5

de él, que la hará perder mucho de lo que


goza, sino dejarle y dejarse a sí en los brazos
del amor, que su Majestad la enseñará lo que
ha de hacer en aquel punto, que casi todo es
hallarse indina de tanto bien y emplearse en 5
hacimiento de gracias.
Por tratar de la oración de recogimiento,
dejé los e fetos u señales que tienen las almas
a quien Dios nuestro Señor da esta oración.
Ansí como se entiende claro un dilatamiento u 10
ensanchamiento en el alma, a manera de como
si el agua que mana de una fuente no tuviese
corriente, sino que la mesma fuente estuviese
labrada de una cosa, que mientra más agua
manase, más grande se hiciese el edificio, ansí '5
parece en esta oración, y otras muchas mara-
villas que hace Dios en el alma, que la habi-
lita y va dispuniendo, para que quepa todo en
ella. Ansí esta suavidad y ensanchamiento in-
terior se ve en el que le queda, para no estar ;o
tan atada como antes en las cosas del servicio
de Dios, sino con mucha más anchura ; ansí en
no se apretar con el temor del infierno, porque
anque le queda mayor de no ofender a Dios, el

15 "este lenguaje de espíritu es tan malo de decla-


rar a los que no saben letras, como yo, que habré de
buscar algún modo, y podrá ser las menos veces acierte
a que venga bien la comparación." Vida, XI, 3.
8
94 MORADAS CUARTAS

servil piérdese aquí : queda con gran confianza


que le ha de gozar. El que solía tener para
hacer penitencia, de perder la salud, ya le pa-
rece que todo lo podrá en Dios; tiene más de-
5 seos de hacerla que hasta allí. El temor que
solía tener a los trabajos, ya va más templado,
porque está más viva la fe, y entiende que, si
los pasa por Dios, su Majestad le dará gracia
para que los sufra con paciencia, y an algunas
io veces los desea, porque queda también una
gran voluntad de hacer algo por Dios. Como
va más conociendo su grandeza, tiénese ya por
más miserable; como ha probado ya los gustos
de Dios, ve que es una basura lo del mundo;
15 vase poco a poco apartando de ellos y es más
señora de sí para hacerlo. En fin, en todas las
virtudes queda mejorada, y no dejará de ir
creciendo si no torna atrás ya a hacer ofensas
de Dios, porque entonces todo se pierde, por
2o subida que esté un alma en la cumbre. Tam-
poco se entiende que de una vez u dos que
Dios haga esta merced a un alma, quedan to-

i "Bien es andar con temor de sí para no se fiar


poco ni mucho de ponerse en ocasión donde suele ofen-
der a Dios... mas en todo es menester discreción, tener
gran confianza, porque conviene mucho no apocar los
deseos...; quiere su majestad y es amigo de ánimas ani-
mosas como vayan con humildad..." Vida, XIII.
4 "traía yo delante muchas veces lo que dice san
Pablo, que todo se puede en Dios." Vida, XIII.
CAPÍTULO TERCERO 95

das estas hechas si no va perseverando en re-


cibirlas, que en esta perseveranza está todo
nuestro bien.
De una cosa aviso mucho a quien se viere
«n este estado: que se guarde muy mucho de 5
ponerse en ocasiones de ofender a Dios, porque
aquí no está an el alma criada, sino como un
niño que comienza a mamar, que si se aparta
de los pechos de su madre, ¿qué se puede es-
perar de él sino la muerte? Yo he mucho te- 10
mor que a quien Dios hubiere hecho esta mer-
ced y se apartare de la oración, que será ansí,
si no es con grandísima ocasión u si no retorna
presto a ella, porque irá de mal en peor. Yo sé
-que hay mucho que temer en este caso, y co- 15
nozco algunas personas que me tienen harto
lastimada, y he visto lo que digo, por haberse
apartado de quien con tanto amor se le quería
dar por amigo y mostrárselo por obras. Aviso
tanto que no se pongan en ocasiones, porque 20
pone mucho el Demonio más por un alma de
éstas que por muy muchas a quien el Señor
no haga estas mercedes ; porque le pueden ha-

3 "tomad mi consejo y no os quedéis en el camino,


sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda."
Camino, XX, 1.
13 "ocasión" = " causa o motivo". Dice. Acad.
17 "me tienen harto lastimada" = me inspiran mu-
cha compasión; "lastimar" = compadecer. Dice. Acad.
96 -MORADAS CUARTAS

cer gran daño con llevar otras consigo y ha-


cer gran provecho, podría ser, en la Ilesia de
Dios. Y anque no haya otra cosa sino ver el
que su Majestad las muestra amor particular,
5 basta para que él se deshaga porque se pier-
dan; y ansí son muy combatidas, y an mucho
más perdidas que otras, si se pierden. Vos-
otras, hermanas, libres estáis de estos peligros,
lo que podemos entender ; de soberbia y vana-
10 gloria os libre Dios; y de que el Demonio quiera
contrahacer estas mercedes, conocerse ha en
que no hará estos efetos, sino todo al revés..
De un peligro os quiero avisar, anque os lo he
dicho en otra parte, en que he visto caer a per-
1 sonas de oración, en especial mujeres, que
como somos más flacas, ha más lugar para lo
que voy a decir; y es, que algunas, de la mu-
cha penitencia y oración y vigilias, y an sirr-
ia Las mujeres "somos más flacas". Al pensar es-
cribir o hacer alguna cosa útil "basta ser mujer para
caérseme las alas". Vida, X. — "Todas hemos de pro-
curar ser predicadoras de obras, pues el apóstol y nues-
tra inhabilidad nos quita que lo seamos en las palabras."
Camino, XXIII. — Los contrarios de la Santa se exce-
dieron en esta opinión: "lluévenla en la cabeza mil
persecuciones ; tiénenla por poco humilde y que quiere
enseñar." Vida, XX. — Por esto ella añadía en su defensa:
"no hemos las mujeres de quedar tan fuera de gozar de
las riquezas del Señor y de enseñarlas, que las calle-
mos... sino que las mostremos a los letrados, y si nos
las aprobaren, las comuniquemos." Conceptos del amor
de Dios, T.
CAPÍTULO TERCERO 97

esto, sonse flacas de complesión : en tiniendo


algún regalo, sujétales el natural, y como sien-
ten contento alguno interior, y caimiento en lo
esterior, y una flaquedá, cuando hay un sueño
que llaman espiritual, que es un poco más de 5
lo que queda dicho, parecerles que es lo uno
como lo otro, y déjanse embebecer ; y mientra
más se dejan, se embebecen más, porque se
enflaquece más el natural, y en su seso les pa-
rece arrobamiento; y llamóle yo abobamiento, 10
que no es otra cosa más de estar perdiendo
tiempo allí, y gastando su salud. A una persona
le acaecía estar ocho horas, que ni están sin
sentido ni sienten cosa de Dios ; con dormir y
•comer y no hacer tanta penitencia, se le quitó ¡s
a esta persona; porque hubo quien la enten-
diese, que a su confesor traía engañado, y a
otras personas, y a sí mesma; que ella no que-
ría engañar. Bien creo que haría el Demonio
alguna diligencia para sacar alguna ganancia, 26
y no comenzaba a sacar poca. Hase de enten-
der que cuando es cosa verdaderamente de
Dios, que anque hay caimiento interior y este-
rior, que no le hay en el alma, que tiene gran-
des sentimientos de verse tan cerca de Dios, ni 5
tampoco dura tanto, sino muy poco espacio.
Bien que se torna a embebecer, y en esta ora-
ción, si no es flaqueza, como he dicho, no llega
a tanto que derrueque el cuerpo, ni haga nen-
98 MORADAS CUARTAS

gún sentimiento esterior en él. Por eso tengan


aviso, que cuando sintieren esto en sí, lo digan
a la perlada, y diviértanse lo que pudieren, y
hágalas no tener horas tantas de oración, sino
5 muy poco, y procure que duerman bien y co-
man, hasta que se les vaya tornando la fuerza
natural, si se perdió por aquí. Si es de tan flaco
natural que no le baste esto, créanme que no
la quiere Dios sino para la vida ativa, que de
io todo ha de haber en los monesterios ; ocúpenla
en oficios, y siempre se tenga cuenta que no
tenga mucha soledad, porque verná a perder
del todo la salud. Harta mortificación será
para ella; aquí quiere probar el Señor el amor
15 que le tiene en cómo lleva esta ausencia, y
será servido de tornarle la fuerza después de
algún tiempo, y si no, con oración vocal gana-
rá, y con obedecer, y merecerá lo que había
de merecer por aquí, y por ventura más. Tam-
20 bien podría haber algunas de tan flaca cabeza

7 "participa esta encarceladita desta pobre alma de


las miserias del cuerpo...; no la ahoguen a la pobre...
sirva entonces al cuerpo por amor de Dios, porque otras
veces muchas sirva él a el alma, y tome algunos pasa-
tiempos santos de conversaciones, que lo sean, o irse-
ai campo, como aconsejare el confesor." Vida, XI, 9.
19 "Pues si contemplar y tener oración mental y
vocal y curar enfermos y servir en las cosas de casa y
trabajar, sea en lo más bajo, todo es servir al huésped
Tal Señor]... ; ¿qué más se nos da servirle en lo uno que.
en lo otro?" Camino, XXV.
CAPITULO TERCERO 99

y imaginación, como yo las he conocido, que


todo lo que piensan les parece que lo ven; es
harto peligroso, porque quizá se tratará de ello
adelante, no más aquí ; que me he alargado
mucho en esta Morada, porque es en la que 5
más almas creo entran : y como es también na-
tural junto con lo sobrenatural, puede el De-
monio hacer más daño; que en las que están
por decir no le da el Señor tanto lugar. Sea
por siempre alabado, amén. i°
MORADAS QUINTAS

CAPÍTULO PRIMERO

jOh hermanas! ¿cómo os podría yo decir la


riqueza y tesoros y deleites, que hay en las
quintas Moradas? Creo fuera mejor no decir 5
nada de las que faltan, pues no se ha de saber
decir, ni el entendimiento lo sabe entender, ni
las comparaciones pueden servir de declararlo,
porque son muy bajas las cosas de la tierra
para este fin. Enviá, Señor mío, del Cielo luz, m
para que yo pueda dar alguna a estas vuestras
siervas ; pues sois servido de que gocen algu-
nas de ellas tan ordinariamente de estos gozos,
porque no sean engañadas, transfigurándose el
Demonio en ángel de luz, pues todos sus de- '5
seos se emplean en desear contentaros.
Y anque dije algunas, bien pocas hay que
entren en esta Morada que ahora diré. Hay
más y menos, y a esta causa digo, que son las
más las que entran en ellas. En algunas cosas 20
de las que aquí diré, que hay en este aposento,
bien creo que son pocas; mas anque no sea
102 MORADAS QUINTAS

sino llegar a la puerta, es harta misericordia la


que las hace Dios; porque puesto que son muy-
enos los llamados, pocos son los escogidos.
Ansí digo ahora que anque todas las que
5 traemos este hábito sagrado del Carmen so-
mos llamadas a la oración y contemplación,
porque este fué nuestro principio, desta casta
venimos, de aquellos santos padres nuestros
del Monte Carmelo, que en tan gran soledad,
io y con tanto desprecio del mundo buscaban
este tesoro, esta preciosa margarita de que ha-
blamos, pocas nos disponemos para que nos la
descubra el Señor. Porque cuanto a lo este-
rior vamos bien para llegar a lo que es me-
15 nester en las virtudes; para llegar aquí hemos
menester mucho, mucho, y no nos descuidar
poco ni mucho; por eso, hermanas mías, alto
a pedir al Señor, que pues en alguna manera
podemos gozar del Cielo en la tierra, que nos
20 dé su favor para que no quede por nuestra
culpa, y nos muestre el camino y dé fuerzas
en el alma para cavar hasta hallar a este te-
soro escondido, pues es verdad que le hay en
nosotras mesmas: que esto querría yo dar a
25 entender, si el Señor es servido que sepa. Dije
''fuerzas en el alma", porque entendáis que no
hacen falta las del cuerpo a quien Dios nues-

3 San Mateo, XX, 16.


CAPÍTULO PRIMERO Io3

tro Señor no las da ; no imposibilita a ninguno


para comprar sus riquezas; con que dé cada
uno lo que tuviere se contenta. Bendito sea
tan gran Dios. Mas mira, hijas, que para esto
que tratamos no quiere que os quedéis con 5
nada; poco u mucho, todo lo quiere para sí, y
conforme a lo que entendierdes de vos que ha-
béis dado, se os harán mayores u menores
mercedes. No hay mejor prueba para entender
si llega a unión u si no nuestra oración. No 10
penséis que es cosa soñada, como la pasada:
digo soñada, porque ansí parece está el alma
como adormizada, que ni bien parece está
dormida ni se siente dispierta. Aquí, con es-
tar todas dormidas, y bien dormidas, a las co- 15
sas del mundo y a nosotras mesmas (porque
en hecho de verdad, se queda como sin sen-
tido aquello poco que dura, que ni hay poder
pensar anque quieran), aquí no es menester
con artificio suspender el pensamiento hasta el 20
amar; si lo hace, no entiende cómo, ni qué es
lo que ama, ni qué querría, en fin, como quien
de todo punto ha muerto al mundo para vivir

6 "¿Pensáis, hermanas, que es poco bien procurar


este bien de darnos todas a Él todo, sin hacernos parte,
pues en Él están todos los bienes?" Camino, VIII, 1.
7 entendierdes = entendiereis; casos análogos: qui-
sierdes, 31-12; cayerdes, 38-13; vierdes, 236-4; fuerdes,
316-11, etc.
104 MORADAS QUINTAS

más en Dios; que ansí es una muerte sabrosa,


un arrancamiento del alma de todas las opera-
ciones que puede tener, estando en el cuerpo:
deleitosa, porque anque de verdad parece se
5 aparta el alma de él, para mejor estar en Dios;
de manera, que an no sé yo si le queda vida
para resolgar. Ahora lo estaba pensando y
paréceme que no; al menos, si lo hace, no se
entiende si lo hace. Todo su entendimiento se
io querría emplear en entender algo de lo que
siente, y como no llegan sus fuerzas a esto,
quédase espantado, de manera que, si no se
pierde del todo, no menea pie ni mano, como
acá decimos de una persona que está tan des-
15 mayada que nos parece está muerta. ¡Oh se-
cretos de Dios ! Que no me hartaría de pro-
curar dar a entenderlos, si pensase acertar en
algo, y ansí diré mil desatinos, por si alguna
vez atinase, para que alabemos mucho a el Se-
20 ñor. Dije que no era cosa soñada, porque en
la Morada que queda dicha, hasta que la es-
piriencia es mucha, queda el alma dudosa de
qué fué aquello, si se le antojó, si estaba dor-
mida, si fué dado de Dios, si se trasfiguró el
25 Demonio en ángel de luz. Queda con mil sos-
pechas, y es bien que las tenga, porque como
dije, an el mesmo natural nos puede engañar

7 resolgar = respirar. Dice. Acad.


CAPITULO PRIMERO 105

allí alguna vez ; porque anque no hay tanto lu-


gar para entrar las cosas emponzoñólas, unas
lagartij illas sí, que como son agudas, por do
quiera se meten; y anque no hacen daño, en
especial si no hacen caso de ellas, como dije, 5
porque son pensamentillos que proceden de la
imaginación, y de lo que queda dicho, impor-
tunan muchas veces. Aquí, por agudas que
son las lagartijas, no pueden entrar en esta
Morada; porque ni hay imaginación ni memo- 10
ria ni entendimiento que pueda impedir este
bien. Y osaré afirmar, que si verdaderamente
es unión de Dios, que no puede entrar el De-
monio, ni hacer ningún daño; porque está su
Majestad tan junto y unido con la esencia del 15,
alma, que no osará llegar, ni an debe de en-
tender este secreto. Y está claro : pues dicen
que no entiende nuestro pensamiento, menos
entenderá cosa tan secreta, que an no la fía
Dios de nuestro pensamiento. ¡Oh, gran bien! 20
¡ Estado adonde este maldito no nos hace mal !
Ansí queda el alma con tan grandes ganancias,
por obrar Dios en ella, sin que nadie le estor-
be, ni nosotros mesmos. ¿Qué no dará quien
es tan amigo de dar, y puede dar todo lo que 25
quiere ?

8 "La imaginación es siempre el campo donde más


se entromete el Demonio." V. Vida, XXVIII, 3.
10Ó MORADAS QUINTAS

Parece que os dejo confusas en decir si es


unión de Dios, y que hay otras uniones. ¡Y
cómo si las hay! Anque sean en cosas vanas,
cuando se aman mucho, también las traspor-
5 tara el Demonio, mas no con la manera que
Dios, ni con el deleite y satisfación del alma y
paz y gozo. Es sobre todos los gozos de la tie-
rra, y sobre todos los deleites, y sobre todos
los contentos, y más, que no tiene que ver
io adonde se engendran estos contentos u los de
la tierra, que es muy diferente su sentir, como
lo teméis espirimentado. Dije yo una vez que
es como si fuesen en esta grosería del cuerpo,
u en los tuétanos, y atiné bien, que no sé como
15 lo decir mejor. Paréceme que an no os veo
satisfechas, porque os parecerá que os podéis
engañar, que esto interior es cosa recia de esa-
minar; y anque para quien ha pasado por ello
basta lo dicho, porque es grande la diferencia,
20 quiéroos decir una señal clara, por donde no
os podréis engañar, ni dudar si fué de Dios,
que su Majestad me la ha traído hoy a la me-
moria, ya mi parecer, es la cierta. Siempre en
cosas dificultosas, anque me parece que lo en-
25 tiendo y que digo verdad, voy con este len-

14 "Es asco traer [los deleites terrenos] a ninguna


comparación, aunque sea para gozarlos sin fin." Vida,
XXVII.
CAPITULO PRIMERO I 07

guaje de que "me parece'', porque si me enga-


ñare, estoy muy aparejada a creer lo que
dijeren los que tienen letras muchas. Porque
anque no hayan pasado por estas cosas, tienen
un no sé qué grandes letrados, que como Dios 5
los tiene para luz de su Ilesia, cuando es una
verdad, dásela para que se admita, y si no son
derramados, sino siervos de Dios, nunca se es-
pantan de sus grandezas, que tienen bien en-
tendido que puede mucho más y más. Y en fin, 10
anque algunas cosas no stán declaradas, otras
deben hallar escritas, por donde ven que pue-
den pasar éstas. De esto tengo grandísima espi-
riencia, y también la tengo de unos medio letra-
dos espantadizos, porque me cuestan muy caro; 15
al menos creo que quien no creyere que puede
Dios mucho más, y que ha tenido por bien, y
tiene algunas veces comunicarlo a sus criatu-
ras, que tiene bien cerrada la puerta para reci-
birlas. Por eso, hermanas, nunca os acaezca, 20
sino creer de Dios mucho más y más, y no pon-

3 "Yo alabo mucho a Dios... porque haya quien con


tantos trabajos hayan alcanzado la verdad que los ino-
rantes inoramos." Vida, XIII.
8 derramados : los que se entregan a vicios y delei-
tes torpes. Dice, de Autor.
11 No stán = no están; v. Apéndice, 107-11.
15 "Gran daño hicieron a mi alma confesores medio
letrados; he visto por espiriencia que es mejor, siendo
virtuosos y de santas costumbres, no tener ningunas
[letras] que tener pocas." Vida, XIII.
108 MORADAS QUINTAS

gáis los ojos en si son ruines ti buenos a quien


las hace, que su Majestad lo sabe, como os 1j
he dicho; no hay para qué nos meter en esto,
sino con simpleza de corazón y humildad servir
5 a su Majestad, y alabarle por sus obras y ma-
ravillas.
Pues tornando a la señal que digo es la ver-
dadera :ya veis esta alma que la ha hecho Dios
boba del todo para imprimir mejor en ella la
io sabiduría, que ni ve ni oye ni entiende en el
tiempo que está ansí, que siempre es breve, y
an harto más breve le parece a ella de lo que
debe de ser. Fija Dios a sí mesmo en lo interior
de aquel alma de manera, que cuando torna en
15 sí, en ninguna manera pueda dudar que estuvo
en Dios y Dios en ella ; con tanta firmeza le
queda esta verdad, que anque pase años sin tor-
narle Dios a hacer aquella merced, ni se le ol-
ió Se le atribuyó a la Santa el error de creer que las
personas que reciben de Dios estas mercedes pueden lle-
gar a persuadirse de su propia perfección. Defendióla
fray Luis de León en la carta dedicatoria que precede a
su edición de las obras de la Madre : "hablando de la ora-
ción que llama de quietud y de otros grados más altos...,
acostumbra decir que está el alma junto a Dios y que
ambos se entienden y que están las almas ciertas que
Dios les habla y otras cosas desta manera; en lo cual
no ha de entender ninguno que pone certidumbre en la
gracia y justicia de los que se ocupan en estos ejercicios
ni otros ningunos, por santos que sean."
Adelante se encontrarán pasajes que dejan esto fuera
de duda; págs. 168-14, 250-25, 288-26, 302-13.
CAPÍTULO PRIMERO I Og

vida, ni puede dudar que estuvo; an dejemos


por los efetos con que queda, pues éstos diré
después; esto es lo que hace mucho al caso.
Pues diréisme, ¿cómo lo vio u cómo lo enten-
dió, sino ve ni entiende ? No digo que lo vio en- 5
tonces, sino que lo ve después claro; y no porque
es visión, sino una certidumbre que queda en
el alma, que sólo Dios la puede poner. Yo sé de
una persona que no había llegado a su noticia
que estaba Dios en todas las cosas por presen^- 10
cia y potencia y esencia, y de una merced que
le hizo Dios de esta suerte, lo vino a creer de
manera, que anque un medio letrado, de los
que tengo dichos, a quien preguntó cómo estaba
Dios en nosotros (él lo sabía tan poco como ella 15
antes que Dios se lo diese a entender), le dijo
que no estaba más de por gracia, ella tenía ya
tan fija la verdad que no le creyó, y preguntólo
a otros que le dijeron la verdad, con que se
consoló mucho. No os habéis de engañar pare- 20
20 La persona a quien ocutíó esto fué la misma
Santa, según la nota de la edición de sus Obras, Orga,
Madrid, 1752, t. II, tablas, s. v. presencia, y según las
Memorias de fray Andrés de la Encarnación, cit. en Es-
critos... Auts. Esps., Lili, 406. Dice el señor La Fuente
que entonces no había Catecismos populares como hoy en
día, y que la ignorancia era mucho mayor. (Auts. Esps.,
ibid.) Extraño es que la Santa, en sus lecturas y en sus
conversaciones con letrados, no llegase a apercibirse de
principio tan fundamental para el dogma. Pero ¿ es que,
en efecto, se refiere a ella misma en este pasaje?
110 MORADAS QUINTAS

ciéndoos que esta certidumbre queda en forma


corporal, como el cuerpo de nuestro Señor Je-
sucristo está en el Santísimo Sacramento, an-
que no le vemos; porque acá no queda ansí,
5 sino de sola la Divinidad. Pues ¿cómo lo que no
vimos se nos queda con esa certidumbre? Eso
no lo sé yo, son obras suyas, mas sé que digo
verdad, y quien no quedare con esta certidum-
bre, no diría yo que es unión de toda el alma
io con Dios, sino de alguna potencia y otras mu-
chas maneras de mercedes que hace Dios a el
alma. Hemos de dejar en todas estas cosas de
buscar razones para ver cómo fué; pues no
llega nuestro entendimiento a entenderlo, ¿para
15 qué nos queremos desvanecer? Basta ver que
es todo poderoso el que lo hace, y pues no so-
mos ninguna parte, por diligencias que haga-
mos, para alcanzarlo, sino que es Dios el que
lo hace, no lo queramos ser para entenderlo.
20 Ahora me acuerdo sobre esto que digo de que
no somos parte, de lo que habéis oído, que dice
la Esposa en los "Cantares" . — Llevóme el rey
a la bodega del vino (u metióme, creo que
dice). Y no dice que ella se fué. Y dice también
25 que andaba buscando a su Amado por una

23 " Metióme el Rey en la bodega del vino y ordenó


en mí la caridad." Cantares, II, 4. El cap. VI de los Con-
ceptos del amor de Dios está dedicado a este versículo.
CAPITULO PRIMERO III

parte y por otra. Esta entiendo yo es la bodega


donde nos quiere meter el Señor, cuando quiere
y como quiere, mas por diligencias que nos-
otros hagamos, no podemos entrar; su Majes-1
tad nos ha de meter y entrar en el centro de 5
nuestra alma, y para mostrar sus maravillas
mejor, no quiere que tengamos en ésta más
parte de la voluntad, que del todo se le ha ren-
dido, ni que se le abra la puerta de las poten-
cias y sentidos, que todos están dormidos ; sino w
entrar en el centro del alma sin ninguna, como
entró a sus dicípulos, cuando dijo : Pas vobis,
y salió del sepulcro sin levantar la piedra.
Adelante veréis cómo su Majestad quiere que
le goce el alma en su mesmo centro, an !5
más que aquí mucho en la postrera Morada.
¡Oh, hijas, qué mucho veremos si no que-

i "Me levantaré y daré vueltas por la ciudad, y


buscaré por calles y plazas al amado de mi alma. ¡ Ay !
¡ le busqué, mas no le hallé !" Cantares, III, 2.
12 "Estando cerradas las puertas de la casa donde se
hallaban reunidos los discípulos, por miedo de los ju-
díos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les
dijo: "La paz sea con vosotros." San Juan, XX, 19.
13 Cuando María Magdalena fué a visitar el sepul-
cro había resucitado ya Jesús, y la piedra estaba cerra-
da; pero "bajó del Cielo un ángel del Señor, y llegándose
al sepulcro, removió la piedra y sentóse encima". San
Mateo, XXVIII, 2. En este Evangelio debió inspirarse la
Santa, pues todos los demás evangelistas coinciden en
que María encontró la piedra levantada, entendiéndose
que el Señor debió levantarla al salir.
112 MORADAS QUINTAS

remos ver más de nuestra bajeza y miseria


y entender que no somos dinas de ser siervas
de un Señor tan grande, que no podemos al-
canzar sus maravillas ! Sea por siempre ala-
5 bado, amén.
CAPÍTULO SEGUNDO

Pareceros ha que ya está todo dicho lo que


hay que ver en esta Morada, y falta mucho,
porque, como dije, hay más y menos. Cuanto
a lo que es unión, no creo saber decir más; 5
mas cuando el alma, a quien Dios hace estas
mercedes, se dispone, hay muchas cosas que
decir de lo que el Señor obra en ellas ; algunas
diré, y de la manera que queda. Para darlo
mejor a entender, me quiero aprovechar de 10
una comparación que es buena para este fin ; y
también para que veamos cómo, anque en esta
obra que hace el Señor no podemos hacer nada
más, para que su Majestad nos haga esta mer-
ced, podemos hacer mucho dispuniéndonos. '5
Ya habréis oído sus maravillas en cómo se cría
h seda, que sólo Él pudo hacer semejante in-
vención, ycómo de una simiente, que es a ma-
nera de granos de pimienta pequeños (que yo
nunca la he visto, sino oído, y ansí si algo 20
fuere torcido, no es mía la culpa), con el calor,
en comenzando a haber hoja en los morares,
comienza es'ta simiente a vivir, que hasta que
haya este mantenimiento de que se sustenta,
I 14 MORADAS QUINTAS

se está muerta; y con hojas de morar se crían,


hasta que, después de grandes, les ponen unas
ramillas, y allí con las boquillas van de sí mes-
mos hilando la seda, y hacen unos capuchillos
5 muy apretados, adonde se encierran; y acaba
este gusano, que es grande y feo, y sale del
mesmo capucho una mariposica blanca muy
graciosa. Mas si esto no se viese sino que nos
lo contaran de otros tiempos, ¿quién lo pudiera
10 creer? ¿Ni con qué razones pudiéramos sacar
que una cosa tan sin razón como es un gusano,
y una abeja, sean tan diligentes en trabajar
para nuestro provecho y con tanta industria,
y el pobre gusanillo pierda la vida en la de-
15 manda? Para un rato de meditación basta esto,
hermanas, anque no os diga más, que en ello
podéis considerar las maravillas y sabiduría de
nuestro Dios. Pues ¿qué será si supiésemos la
propiedad de todas las cosas? De gran prove-
20 c'ho es ocuparnos en pensar estas grandezas y
regalarnos en ser esposas de Rey tan sabio y
poderoso. Tornemos a lo que decía. Entonces
comienza a tener vida este gusano, cuando con

22 "era muy aficionada a las flores del campo y al


elemento del agua, de todo lo cual sacaba espíritu y ha-
cía unas exclamaciones muy devotas, regalándose mu-
cho en considerar que todo era hechura de las manos de
su Divino Esposo." Informaciones de la M. María de
San Francisco. Bibl. Nac, Ms. 7.03T, R. 54.
CAPÍTULO SEGUNDO I I5

la calor del Espíritu Santo se comienza a apro-


vechar del ausilio general que a todos nos da
Dios, y cuando comienza a aprovecharse de
los remedios que dejó en su Ilesia, ansí de
acontinuar las confesiones, como con buenas 5
liciones y sermones, que es el remedio que un
alma, que está muerta en su descuido y peca-
dos y metida en ocasiones, puede tener. En-
tonces comienza a vivir, y vase sustentando en
esto y en buenas meditaciones, hasta que está 10
crecida, que es lo que a mí me hace al caso,
que estotro poco importa. Pues crecido este
gusano, que es lo que en los principios queda
dicho de esto que he escrito, comienza a labrar
la seda y edificar la casa adonde ha de mo- 15
rir. Esta casa querría dar a entender aquí que
es Cristo. En una parte me parece he leído u
oído que nuestra vida está ascondida en Cris-
to, u en Dios, que todo es uno, u que nuestra
vida es Cristo. En que esto sea o no, poco va 20
para mi propósito.
¡Pues veis aquí, hijas, lo que podemos con
el favor de Dios hacer! ¡Que su Majestad mes-
mo sea nuestra inorada, como lo es en esta
oración de unión, labrándola nosotras ! Parece 25

20 "Saboreaos en las cosas del Cielo, no en las de la


tierra. Porque muertos estáis ya y vuestra [nueva] vida
está escondida con Cristo en Dios." Epíst. de San Pablo
a los Colossenses, III, 2-3.
Il6 MORADAS QUINTAS

que quiero decir que podemos quitar y poner


en Dios, pues digo que El es la morada, y la
podemos nosotros fabricar para meternos en
ella. Y ¡cómo si podemos, no quitar de Dios ni
5 poner, sino quitar de nosotros y poner como
hacen estos gusanitos!; que no habremos aca-
bado de hacer en esto todo lo que podemos,
cuando este trabajillo, que no es nada, junte
Dios con su grandeza y le dé tan gran valor
i» que el mesmo Señor sea el premio de esta obra.
Y ansí como ha sido el que ha puesto la mayor
costa, ansí quiere juntar nuestros traba jillos
con los grandes que padeció su Majestad y que
todo sea una cosa. Pues, ea, hijas mías, priesa
15 a hacer esta labor y tejer es'te capuchillo, qui-
tando nuestro amor propio y nuestra voluntad,
el estar asidas a ninguna cosa de la tierra, pu-
niendo obras de penitencia, oración, mortifica-
ción, obediencia, todo lo demás que sabéis ; que
20 ansí obrásemos como sabemos y somos ense-
ñadas de lo que hemos de hacer. Muera, muera
este gusano, como lo hace en acabando de ha-
cer para lo que fué criado, y veréis como ve-
mos a Dios y nos vemos tan metidas en su

19 Muchas veces aconseja la mortificación y la peni-


tencia; pero dice: "Soy amiga de apretar mucho en las
virtudes, mas no en el rigor." Cartas, Orga, t. II, nú-
mero 46-5. Reprende a una Priora ciertas mortificacio-
nes indiscretas. Ibid., carta, 83-3.
CAPÍTULO SEGUNDO I I7

grandeza como lo está este gusanillo en este


capucho. Mira que digo ver a Dios como dejo
dicho que se da a sentir en esta manera de
unión. Pues veamos qué se hace este gusano,
que es para lo que he dicho todo lo demás; 5
que cuando está en esta oración bien muerto
está a el mundo, sale una mariposita blanca.
¡Oh, grandeza de Dios, y cuál sale un alma de
aquí, de haber estado un poquito metida en la
grandeza de Dios, y tan junta con El, que, a mi 10
parecer, nunca llega a media hora ! Yo os digo
de verdad que la mesma alma no se conoce a
sí; porque mira la diferencia que hay de un
gusano feo a una mariposita blanca, que la
mesma hay acá. No sabe de dónde pudo mere- 15
cer tanto bien; de dónde le pudo venir, quise
decir, que bien sabe que no le merece; vese
con un deseo de alabar a el Señor, que se que-
rría deshacer, y de morir por El mil muertes.
Luego le comienza a tener de padecer grandes 20
trabajos, sin poder hacer otra cosa. Los deseos
de penitencia grandísimos, el de soledad, el de
que todos conociesen a Dios ; y de aquí le viene

7 muerto está. Obscurece aquí el sentido la repetición


de está; prescindiendo de uno de ambos casos queda cla-
ra la frase.
19 "me dan unos ímpetus muy grandes con un des-
hacimiento por Dios que no me puedo valer : parece se
va a acabar la vida..." Cartas, Orga, II, n-3-
I 18 MORADAS QUINTAS

una pena grande de ver que es ofendido. Y an-


que en la Morada que viene se tratará más des-
tas cosas en particular, porque anque casi lo
que hay en esta Morada y en la que viene des-
5 pues es todo uno, es muy diferente la fuerza
de los efetos; porque, como he dicho, si des-
pués que Dios llega a un alma aquí se esfuer-
za a ir adelante, verá grandes cosas. ¡Oh, pues
ver el desasosiego de esta mariposita, con no
io haber estado más quieta y sosegada en su vida !
es cosa para alabar a Dios, y es que no sabe
adonde posar y hacer su asiento, que, como le
ha tenido tal, todo lo que ve en la tierra le des-
contenta, en especial cuando son muchas las
15 veces que la da Dios de este vino ; casi de cada
una queda con nuevas ganancias. Ya no tiene
en nada las obras que hacía siendo gusano,
que era poco a poco tejer el capucho; hanle
nacido alas, ¿cómo se ha de contentar, pu-
20 diendo volar, de andar paso a paso? Todo se
le hace poco cuanto puede hacer por Dios, se-
gún son sus deseos. No tiene en mucho lo que
pasaron los santos, entendiendo ya por espi-
riencia cómo ayuda el Señor y transforma un
25 alma, que no parece ella, ni su figura ; porque
la flaqueza que antes le parecía tener para ha-
cer penitencia, ya la halla fuerte, el atamiento
con deudos u amigo? u hacienda, que ni le
bastaban atos, ni determinaciones, ni quererse
CAPITULO SEGUNDO 119

apartar, que entonces le parecía se hallaba más


junta, ya se ve de manera que le pesa estar
obligada a lo que, para no ir contra Dios, es
menester hacer. Todo le cansa, porque ha pro-
bado que el verdadero descanso no le pueden 5
dar las criaturas. Parece que me alargo, y mu-
cho más podría decir, y a quien Dios hubiere
hecho esta merced verá que quedo corta, y
ansí no hay que espantar que esta mariposilla
busque asiento de nuevo, ansí como se halla ic
nueva de las cosas de la tierra. Pues ¿adonde
irá la pobrecica?, que tornar adonde salió no
puede, que, como está dicho, no es en nuestra
mano, anque más hagamos, hasta que es Dios
servido de tornarnos a hacer esta merced. ¡Oh, n
Señor, y qué nuevos trabajos comienzan a esta
alma! ¿Quién dijera tal después de merced tan
subida ? En fin, fin, de una manera u de otra ha
de haber cruz mientras vivimos. Y quien dijere
que después que llegó aquí siempre está con -
descanso y regalo, diría yo que nunca llegó,
sino que por ventura fué algún gusto, si entró

1 "pues creed que, como he dicho, lo que más se


apega del [mundo] son los deudos y lo más malo de des-
apegar."Camino, IX, 3.
19 Dios da la cruz según el amor que ve que se le
tiene. "Quien le amare mucho verá que puede padecer
mucho por Él ; al que amare poco, dará poco. Tengo yo
para mí que la medida de poder llevar gran cruz o pe-
queña, es la del amor." Camino, XXXII, 5.
120 MORADAS OUIXTAS

en la Morada pasada, y ayudado de flaqueza


natural, y an, por ventura, del Demonio, que
le da paz para hacerle después mucha mayor
guerra. No quiero decir que no tienen paz los
5 que llegan aquí, que sí tienen y muy grande,
porque los mesmos trabajos son de tanto valor
y de tan buena raíz que, con serlo muy grandes,
de ellos mesmos sale la paz y el contento. Del
mesmo descontento que dan las cosas del mun-
io do nace un deseo de salir del, tan penoso, que
si algún alivio tiene es pensar que quiere Dios
viva en este destierro, y an no basta, porque an
el alma, con todas estas ganancias, no está tan
rendida en la voluntad de Dios, como se verá
*5 adelante, anque no deja de conformarse, mas es
con un gran sentimiento, que no puede más,
porque no le han dado más y con muchas lágri-
mas ;cada vez que tiene oración es esta su pena.
En alguna manera, quizá procede de la muy
20 grande que le da de ver que es ofendido Dios,

io Lleva a desear la muerte la impaciencia de gozar


por completo del amor de Dios; pero, a veces, "hace
harto al caso la poca salud corporal." Vida, XXX, n.
Las almas adelantadas no sienten esa impaciencia, o, al
menos, es mayor en ellas el deseo de vivir por el placer
de penar en alabanza del Señor; v. Morada VII, ca-
pitulo III. "¡Señor, o morir o padecer! no os pido otra
cosa para mí." Vida, XL, 15.
20 "u somos esposas de tan gran Rey u no; si lo
somos, ¿qué mujer honrada hay que no sienta en el
alma la deshonra que hacen a su esposo?" Camino, XIX.
CAPÍTULO SEGUNDO 121

y poco estimado en este mundo, y de las mu-


chas almas que se pierden, ansí de herejes
como de moros; anque las que más la las-
timan son las de los cristianos, que, anque
ve es grande la misericordia de Dios, que por 5
mal que vivan se pueden enmendar y salvarse,
teme que se condenan muchos. ¡Oh, grandeza
de Dios, qué pocos años antes estaba esta
alma, y an quizá días, que no se acordaba sino
de sí ! ¿ Quién la ha metido en tan penosos cui- 10
dados? Que anque queramos tener muchos
años de meditación tan penosamente como
ahora esta alma lo siente, no lo podremos
sentir. Pues ¡válame Dios!, si muchos días y
años yo me procuro ejercitar en el gran mal >s
que es ser Dios ofendido, y pensar que estos
que se condenan son hijos suyos y hermanos
míos, y los peligros en que vivimos, ¿ cuan bien
nos estará salir de esta miserable vida, no bas-
tará? Que no, hijas; no es la pena que se siente 20.
aquí como las de acá ; que eso bien podríamos.
con el favor del Señor, tenerla, ¡pensando mucho
esto; mas no llega a lo íntimo de las entrañas,
como aquí, que parece desmenuza un alma y
ía muele, sin procurarlo ella, y an a veces sin 2S
quererlo. Pues ¿qué es esto? ¿De dónde pro-
cede? Yo os lo diré. ¿No habéis oído, que ya
aquí lo he dicho otra vez, anque no a este pro-
pósito de la Esposa, que la metió Dios a la bo-
122 RADAS QUINTAS

dega del vino, y ordenó en ella la caridad?


Pues esto es que, como aquel alma ya se en-
trega en sus manos y el gran amor la tiene tan
rendida, que no sabe ni quiere más de que haga
5 Dios lo que quisiere de ella. Que jamás hará
Dios, a lo que yo pienso, esta merced, sino a
alma que ya toma muy por suya; quiere que
sin que ella entienda cómo, salga de allí sellada
con su sello; porque verdaderamente el alma
io allí no hace más que la cera cuando imprime
otro el sello, que la cera no se le imprime a sí ;
sólo está dispuesta, digo blanda, y an para esta
dispusición tampoco se ablanda ella, sino que
se está queda y lo consiente. ¡Oh, bondad de
13 Dios, que todo ha de ser a vuestra costa! Sólo
queréis nuestra voluntad y que no haya im-
pedimento en la cera.
Pues veis aquí, hermanas, lo que nuestro
Dios hace aquí para que esta alma ya se co-
-20 nozca por suya : da de lo que tiene, que es lo
que tuvo su Hijo en esta vida : no nos puede

i V. pág. 110-23.
18 veis. Mejor entenderíamos: ya veis, o bien: ved.
20 "Cuando la Santa Madre dice aqui que las almas
de este grado se conocen ser de Dios por este deseo que
Dios pone en ellas de salir desta vida para verle y gozar-
le, habla de un conocimiento, no del todo infalible, sino
muy cierto moralmente y muy probable." (Xota de la
edic. de 1752 y siguientes.")
21 tuvo su Hijo. Hoy diríamos : tuvo a su Hijo.
CAPÍTULO SEGUNDO 123

hacer mayor merced. ¿Quién más debía querer


salir desta vida? Y ansí lo dijo su Majestad en
la Cena :— con deseo he deseado. — Pues ¿cómo,
Señor, no se os puso delante la trabajosa
muerte que habéis de morir, tan penosa y es- 5
pantosa? — No, porque el grande amor que ten-
go y deseo de que se salven las almas, sobre-
pujan sin comparación a esas penas; y las muy
grandísimas que he padecido y padezco, des-
pués que estoy en el mundo, son bastantes para w
no tener ésas en nada en su comparación — .
Es ansí que muchas veces he considerado en
esto, y sabiendo yo el tormento que pasa y ha
pasado cierta alma que conozco, de ver ofen-
der a nuestro Señor, tan insufridero que se 15
quisiera mucho más morir que sufrirlo, y
pensando si un alma con tan poquísima caridad
comparada a la de Cristo, que se puede decir
casi nenguna en esta comparación, sentía este
tormento tan insufridero, ¿qué sería el senti- =o
miento de nuestro Señor Jesucristo, y qué vida
debía pasar, pues todas las cosas le eran pre-
sentes, y estaba siempre viendo las grandes
ofensas que se hacían a su Padre? Sin duda

3 "Llegada la hora, púsose a la mesa con los doce


Apóstoles, y les dijo: "Ardientemente he deseado comer
"este cordero pascual..., porque yo os digo que ya no le
"comeré otra vez hasta que [la Pascua] tenga su cumpli-
"miento en el reino de Dios." San Lucas, XXII, 14-16.
124 MORADAS QUINTAS

creo yo que fueron muy mayores que las de


su sacratísima Pasión ; porque entonces ya vía
el fin de estos trabajos, y con esto, y con el
contento de ver nuestro remedio con su muer-
5 te, y demostrar el amor que tenía a su Padre
en padecer tanto por Él, moderaría los dolores,
como acaece acá a los que con fuerza de amor
hacen grandes penitencias : que no las sienten
casi, antes querrían hacer más y más, y todo
io se le hace poco. ¿ Pues qué sería a su Majestad,
viéndose en tan gran ocasión, para mostrar a
su Padre cuan cumplidamente cumplía el obe-
decerle, ycon el amor del prójimo? ¡Oh, gran
deleite padecer en hacer la voluntad de Dios !
15 Mas en ver tan contino tantas ofensas a su Ma-
jestad hechas, y ir tantas almas al Infierno, tén-
golo por cosa tan recia, que creo, si no fuera
más de hombre, un día de aquella pena bastaba
para acabar muchas vidas, cuanto más. una.

io Admirable es, en este concepto, una carta que


Santa Teresa escribió en 25 de mayo de 1579, año de
amarguras y persecuciones, en que le "hacían guerra to-
dos los demonios". "Las cárceles, los trabajos, las per-
secuciones, los tormentos, las ignominias y afrentas por
mi Cristo y por mi religión, son regalos y mercedes para
mí; nunca me he visto más aliviada de los trabajos que
ahora...: cruz busquemos, cruz deseemos, trabajos abra-
cemos." Cartas, Orga, I, 27.
CAPITULO TERCERO

Pues tornemos a nuestra palomica, y veamos


algo de lo que Dios da en este estado. Siempre
se entiende que ha de procurar ir adelante en
el servicio de nuestro Señor y en el conocí- 5
miento propio; que si no hace más de recibir
esta merced, y como cosa ya segura descui-
darse en su vida y torcer el camino del cielo,
que son los mandamientos, acaecerle ha lo que
a la que sale del gusano, que echa la simiente 10
para que produzgan otras, y ella queda muerta
para siempre. Digo que echa la simiente, por-
que tengo para mí que quiere Dios que no
sea dada en balde una merced tan grande, sino
que ya que no se aprovecha de ella para sí, i5
aproveche a otros, Porque como queda con
estos deseos y virtudes dichas, el tiempo que
dura en el bien5 siempre hace provecho a otras
almas, y de su calor les pega calor; y an cuan-
do le tienen ya perdido, acaece quedar con esa 20
gana de que se aprovechen otras, y gusta de
dar a entender las mercedes que Dios hace a
quien le ama y sirve. Yo he conocido persona
10
I 26 MORADAS QUINTAS

que le acaecía ansí, que estando muy perdida


gustaba de que se aprovechasen otras con las
mercedes que Dios le había hecho, y mostrar-
les el camino de oración a las que no lo enten-
5 dían, y hizo harto provecho, harto. Después la
tornó el Señor a dar la luz. Verdad es que an
no tenía los efetos que quedan dichos. Mas,
¿cuántos debe haber que los llama el Señor a
el apostolado, como a Judas, comunicando con
io ellos, y los llaman para hacer reyes, como a
Saúl, y después por su culpa se pierden? De
donde sacaremos, hermanas, que para ir mere-
ciendo más y más, y no perdiéndonos como
éstos, la seguridad que podemos tener es la
15 obediencia y no torcer de la lev de Dios; digo
a quien hiciere semejantes mercedes, y an a
todos. Paréceme que queda algo escura, con
cuanto he dicho, esta Morada; pues hay tanta
ganancia de entrar en ella, bien será que no
so parezca quedan sin esperanza a los que el Se-
ñor no da cosas tan sobrenaturales ; pues la
verdadera unión se puede muy bien alcanzar,
con el favor de nuestro Señor, si nosotros nos
esforzamos a procurarla, con no tener volun-

ii "Entonces habló el Señor a Samuel y le dijo:


"Pésame de haber hecho rey a Saúl, porque me ha aban-
donado yno ha ejecutado mis órdenes." Libro I de los
Reyes, XV, io-ii.
CAPITULO TERCERO \2J

tad, sino atada con lo que fuere la voluntad de


Dios. ¡Oh, qué dellos habrá que digamos esto,
v nos parezca que no queremos otra cosa, y
moriríamos por esta verdad, como creo ya he
dicho! Pues yo os digo, y lo diré muchas ve- 5
ees, que cuando lo fuere que habéis alcanzado
esta merced del Señor, y ninguna cosa se os
dé de estotra unión regalada que queda dicha,
que lo que hay de mayor precio en ella es por
proceder de esta que ahora digo, y por no po- 10
der llegar a lo que queda dicho, sino es muy
cierta la unión de estar resinada nuestra volun-
tad en la de Dios. ¡ Oh, qué unión ésta para de-
sear! Venturosa el alma que la ha alcanzado,
que vivirá en esta vida con descanso, y en la i5
otra también; porque ninguna cosa de los su-
cesos de la tierra la afligirá si no fuere, si se
vee en algún peligro de perder a Dios, u ver si
es ofendido, ni enfermedad, ni pobreza, ni
muerte, si no fuere de quien ha de hacer falta 20
en la Ilesia de Dios, que ve bien esta alma, que
El sabe mejor lo que hace, que ella lo que de-
sea. Habéis de notar, que hay penas y penas ;
porque algunas penas hay, producidas de presto
de la naturaleza ; y contentos lo mesmo, y an 25

1 "Hace Dios [en el alma] el oficio de hortolano y


quiere que ella se huelgue... ; no quiere que tome trabajo
ninguno, sino que se deleite en comenzar a oler las flo-
res." Vida, XVII.
128 MORADAS QUINTAS

de caridad de apiadarse de los prójimos, como


hizo nuestro Señor, cuando resucitó a Lázaro,
y no quitan éstas el estar unidos con la volun-
tad de Dios, ni tampoco turban el ánima con
5 una pasión inquieta, desasosegada, que dura
mucho. Estas penas pasan de presto; que como
dije de los gozos en la oración, parece que no
llegan a lo hondo del alma, sino a estos senti-
dos y potencias. Andan por estas Moradas pa-
io sadas, mas no entran en la que está por decir
postrera. Pues para esto es menester lo que
queda dicho de suspensión de potencias, que
poderoso es el Señor de enriquecer las almas
por muchos caminos, y llegarlas a estas Morá-
is das, y no por el atajo que queda dicho. Mas
advertid mucho, hijas, que es necesario que
muera el gusano, y más á vuestra costa ; por-
que acullá ayuda mucho para morir el verse en
vida tan nueva : acá es menester, que viviendo
2o en ésta, le matemos nosotras. Yo os confieso
que será a mucho o más trabajo, mas su pre-
cio se tiene ; ansí será mayor el galardón si salís
con vitoria ; mas de ser posible no hay que du-

2 "María, habiendo llegado adonde estaba Jesús,


viéndole, postróse a sus pies, y di jóle: "Señor, si hubie-
"ses estado aquí, no ludiría muerto mi hermano..." En-
tonces a Jesús se lo arrasaron los ojos en lágrimas...
Vino al sepulcro..., gritó con voz muy alta: "Lázaro,
"sal fuera." Y al instante, el que había muerto salió
fuera." San Juan, XI, 3.2 -44.
CAPÍTULO TERCERO I 29

dar, como lo sea la unión verdaderamente con


la voluntad de Dios. Esta es la unión que toda
mi vida he deseado ; esta es la que pido siempre
a nuestro Señor, y la que está más clara y si-
gura. Alas ¡ay de nosotros, qué pocos debemos 5
de llegar a ella ! anque a quien se guarda de
ofender al Señor, y ha entrado en relisión le
parezca que todo lo tiene hecho. ¡ Oh, que que-
dan unos gusanos que no se dan a entender,
hasta que, como el que royó la yedra a Jonás, 10
nos han roído las virtudes con un amor propio,
una propia estimación, un juzgar los prójimos,
anque sea en pocas cosas, una falta de caridad
con ellos, no los quiriendo como a nosotros
mesmos, que anque arrastrando cumplimos con ¡5
la obligación para no ser pecado, no llegamos
con mucho a lo que ha de ser, para estar del todo
unidas con la voluntad de Dios! ¿Qué pensáis,
hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo
perfetas, para ser unos con El y con el Padre, 20
como su Majestad le pidió. ¡Mira qué nos falta

10 Ofendido el profeta Jonás porque Dios no cum-


plía su profecía sobre la destrucción de Nínive (v. pági-
na 172-21, nota), se marchó a vivir fuera de la ciudad.
Una yedra le defendía del sol ; " envió Dios un gusanillo
que royó la yedra, la cual se secó...; hería el sol en la
cabeza de Jonás, quien se abrasaba y se deseaba la
muerte... Y dijo el Señor "Tú tienes pesar por una ye-
"dra... ¿y yo no tendré compasión de Nínive...?" Jonás,
-cap. IV.
20 San Juan, XVII, 21 ; v. pág. 287-10.
I 3o MORADAS QUINTAS

para llegar a esto ! Yo os digo, que lo estoy es-


cribiendo con harta pena de verme tan lejos, y
todo por mi culpa; que no ha menester el Se-
ñor hacernos grandes regalos para esto; basta
5 lo que nos ha dado en darnos a su Hijo, que
nos enseñase el camino. No penséis que está la
cosa en si se muere mi padre u hermano, con-
formarme tanto con la voluntad de Dios, que
no lo sienta, y si hay trabajos y enfermedades,
10 sufrirlos con contento. Bueno es, y a las veces
consiste en discreción ; porque no podemos
más, y hacemos de la necesidad virtud: ¡cuán-
tas cosas de éstas hacían los filósofos, u anque
no sea de éstas, de otras, de tener mucho sa-
15 ber ! Acá solas estas dos que nos pide el Señor :
amor de su Majestad y del prójimo, es en lo
que hemos de trabajar ; guardándolas con per-
feción hacemos su voluntad, y ansí estaremos
unidos con El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer
20 como debemos a tan gran Dios estas dos cosas,
como tengo dicho! Plega a su Majestad nos dé
gracia, para que merezcamos llegar a este es-
tado, que en nuestra mano está, si queremos.
La más cierta señal que, a mi parecer, hay de
25 si guardamos estas dos cosas, es guardando

19 "no está el amor de Dios en tener lágrimas ni es-


tos gustos y ternura... sino en servir con justicia y for-
taleza de ánimo y humildad." Vida, XI, 8.
CAPÍTULO TERCERO I3 I

bien la del amor del prójimo; porque si ama-


mos a Dios no se puede saber, anque hay indi-
cios grandes para entender que le amamos,
mas el amor del prójimo sí. Y estad ciertas,
que mientras más en éste os vierdes aprove- 5
chadas, más lo estáis en el amor de Dios ; por-
que es tan grande el que su Majestad nos tiene,
que en pago del que tenemos a el prójimo, hará
que crezca el que tenemos a su Majestad por
mil maneras : en esto yo no puedo dudar. Im- 10
pórtanos mucho andar con gran advertencia
cómo andamos en esto, que si es con mucha
perfeción, todo lo tenemos hecho; porque creo
yo, que según es malo nuestro natural, que si
no es naciendo de raíz del amor de Dios, que 15
no llegaremos a tener con perfeción el del pró-
jimo. Pues tanto nos importa esto, hermanas,
procuremos irnos entendiendo en cosas an me-
nudas, yno haciendo caso de unas muy gran-
des, que ansí por junto vienen en la oración. 20
de parecer que haremos y conteceremos por
los prójimos, y por sola un alma que se salve:
porque si no vienen después conformes las
obras, no hay para qué creer que lo haremos.

6 El mayor obsequio para Dios es amar al prójimo:


quien no ama al prójimo no ama a Dios. Exc, 2.
24 "Hijas, diciendo y haciendo, palabras y obras...,
procurad no sean palabras de cumplimiento las que de-
cís a tan gran Señor..., porque si de otra manera dais
1 32 MORADAS QUINTAS

Ansí digo de la humildad también, y de todas


las virtudes ; son grandes los ardides del Demo-
nio, que por hacernos entender que tenemos
una, no la tiniendo, dará mil vueltas al Infierno.
5 Y tiene razón, porque es muy dañoso, que
nunca estas virtudes fingidas vienen sin alguna
vanagloria, como son de tal raíz ; ansí como las
que da Dios están libres de ella ni de soberbia.
Yo gusto algunas veces de ver unas almas, que
io cuando están en oración, les parece querrían
ser abatidas y públicamente afrontadas por
Dios, y después una falta pequeña encubrirían
si pudiesen, u que si no la han hecho, y se la
cargan, Dios nos libre. Pues mírese mucho
15 quien esto no sufre, para no hacer caso de Ío
que a solas determinó a su parecer, que en he-
cho de verdad no fué determinación de la vo-
luntad, que cuando ésta hay verdadera es otra
cosa, sino alguna imaginación, que en ésta hace
20 el Demonio sus saltos y engaños, y a mujeres,
u gente sin letras, podrá hacer muchos, por-
que no sabemos entender las diferencias de po-
tencias yimaginación, y otras mil cosas que
hay interiores. ¡Oh hermanas, cómo se ve claro
25 adonde está de veras el amor del prójimo, en

voluntad, es mostrar la joya e irla a dar y rogar que la


tomen, y cuando estienden la mano para tomarla, tor-
náosla vos a guardar muy bien." Camino, XXXI, 6.
CAPÍTULO TERCERO I 33

algunas de vosotras, y en las que no está con


esta perf eción ! Si entendiésedes lo que nos im-
porta esta virtud, no trairíades otro estudio.
Cuando yo veo almas, muy diligentes a enten-
der la oración que tienen, y muy encapotadas 5
cuando están en ella, que parece no se osan
bullir ni menear el pensamiento, porque no se
les vaya un poquito de gusto y devoción que
lian tenido, náceme ver cuan poco entienden
del camino por donde se alcanza la unión. ¿Y »°
piensan que allí está todo el negocio? Que no,
hermanas, no; obras quiere el Señor; y que si
ves una enferma a quien puedes dar algún ali-
vio, no se te dé nada de perder esa devoción,
y te compadezcas de ella, y si tiene algún do- i5
ior, te duela a ti, y si fuere menester lo ayunes
porque ella lo coma, no tanto por ella como
porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta
es la verdadera unión con su voluntad; y que
si vieres loar mucho a una persona, te alegres 20
más mucho que si te loasen a ti ; esto a la ver-
dad fácil es, que si hay humildad, antes terna
pena de verse loar. Mas este alegría de que se

14 Caridad, amor al prójimo: "dejar [la oración] por


cualquiera de estas dos cosas es regalarle al Señor."
Futid., V, 3. " ¡ O, Jesús mío ! ¡ Cuan grande es el amor que
tenéis a los hijos de los hombres, que el mayor servicio
que se os puede hacer es dejaros a vos por su amor y
ganancia ! " Exc, 2.
23 este alegría = como este agua, 79-5» 83-16.
I 34 MORADAS QUINTAS

entiendan las virtudes de las hermanas es gran


cosa, y cuando viéremos alguna falta en alguna,
sentirla como si fuera en nosotras y encubrirla.
Mucho he dicho en otras partes de esto por-
5 que veo, hermanas, que si hubiese en ello quie-
bra, vamos perdidas. Plega el Señor nunca la
haya, que como esto sea, yo os digo que no
dejéis de alcanzar de su Majestad la unión que
queda dicha. Cuando os vierdes faltas en esto,
io anque tengáis devoción y regalos, que es
parezca habéis llegado ahí, y alguna suspen-
cioncilla en la oración de quietud, que a al-
gunas luego les parece que está todo hecho,
créeme, que no habéis llegado a unión, y pe-
'5 did a nuestro Señor que os dé con perfe-
ción este amor del prójimo, y dejad hacer a su
Majestad, que Él os dará más que sepáis de-
sear, como vosotras os esforcéis y procu-
réis, en todo lo que pudierdes, esto, y forzar
20 vuestra voluntad, para que se haga en todo
la de las hermanas, anque perdáis de vuestro
derecho, y olvidar vuestro bien por el suyo,
anque más contradición os haga el natural, y
procurar tomar trabajo, por quitarle al pró-
25 jimo, cuando se ofreciere. No penséis que no

13 "meditación..., contemplación..., arrobamientos....


bien entiendo que no está en esto la santidad, ni es mi
intención loarlas solamente.'' Fund., IV, 7.
CAPÍTULO TERCERO I 35

ha de costar algo y que os lo habéis de ha-


llar hecho. Mira lo que costó a nuestro Esposo
el amor que nos tuvo, que por librarnos de
la muerte, la murió tan penosa, como muerte
de cruz. $
CAPITULO CUARTO

Paréceme que estáis con deseo de ver qué se


hace esta palomica, y adonde asienta, pues
queda entendido que no es en gustos espiri-
5 tuales ni en contentos de la tierra; más alto es
su vuelo, y no os puedo satisfacer de este de-
seo hasta la postrera Morada, y an plega a
Dios se me acuerde u tenga lugar de escribir-
lo, porque han pasado casi cinco meses desde
¡o que lo comencé hasta ahora, y como la cabeza
no está para tornarlo a leer, todo debe ir des-
baratado, ypor ventura dicho algunas cosas
dos veces. Como es para mis hermanas, poco
va en ello.
i5 Todavía quiero más declararos lo que me
parece que es esta oración de unión: conforme
a mi ingenio porné una comparación. Despué*
diremos más desta mariposica, que no para,

io Poco después de empezar la Santa a escribir este


libro, llegó a España el Nuncio monseñor Sega, el más
temible de sus enemigos ; con esto aumentaron las ca-
lumnias, denuncias y persecuciones ; fué ésta para Santa
Teresa la época más amarga; tuvo que implorar defensa
del mismo rey Felipe II, lo cual la apartó temporal-
mente de sus escritos.
CAPÍTULO CUARTO ' 'ÍJ

anque siempre frutifica haciendo bien a si y a


otras almas, porque no halla su verdadero re-
poso. Ya teméis oído muchas veces que se
desposa Dios con las almas espiritualmente ;
¡bendita sea su misericordia, que tanto se quie- $
re humillar!, y anque sea grosera comparación,
yo no hallo otra que más pueda dar a enten-
der lo que pretendo, que el sacramento del
matrimonio. Porque anque de diferente mane-
ra, porque en esto que tratamos jamás hay 10
cosa que no sea espiritual (esto corpóreo va
muy lejos, y los contentos espirituales que da
el Señor, y los gustos, al que deben tener los
que se desposan, van mil leguas lo uno de lo
otro), porque todo es amor con amor, y sus 15
operaciones son limpísimas, y tan delicadísimas
y suaves que no hay cómo se decir; mas sabe
• e! Señor darlas muy bien a sentir. Paréceme a
mí que la unión an no llega a desposorio espi-
ritual, sino como por acá cuando se han de =o
desposar dos, se trata si son conformes, y que
el uno y el otro quieran, y an que se vean,
para que más se satisfaga el uno del otro. Ansí
scá, prosupuesto que el concierto está ya he-
cho, yque esta alma está muy bien informada, 2b
cuan bien le está, y determinada a hacer en
todo la voluntad de su Esposo, de todas cuan-
tas maneras ella viere que le ha de dar con-
tento, ysu Majestad, como quien bien enten-
I 38 MORADAS QUINTAS

derá si es ansí, lo está de ella, y ansí hace esta


misericordia, que quiere que le entienda más,
y que, como dicen, vengan a vistas, y juntarla
consigo. Podemos decir que es ansí esto, por-
5 que pasa en brevísimo tiempo. Allí no hay más
dar y tomar, sino un ver el alma por una ma-
nera secreta, quién es este Esposo que ha de
tomar; porque por los sentidos y potencias en
ninguna manera podía entender en mil años lo
¿o que aquí entiende en brevísimo tiempo ; mas
como es tal el Esposo, de sola aquella vista la
deja más digna de que se vengan a dar las ma-
nos, como dicen; porque queda el alma tan
enamorada, que hace de su parte lo que puede
¿5 para que no se desconcierte este divino despo-
sorio. Mas si esta alma se descuida a poner su
afición en cosa que no sea Él, piérdelo todo,
y es tan grandísima pérdida, como lo son las
mercedes que va haciendo, y mucho mayor
20 que se puede encarecer. Por eso, almas cristia-
nas, alas que el Señor ha llegado a estos tér-
minos, por Él os pido que no os descuidéis,
sino que os apartéis de las ocasiones, que an
en este estado no está el alma tan fuerte que
s5 se pueda meter en ellas, como lo está después
de hecho el desposorio, que es en la Morada
que diremos tras ésta, porque la comunicación
no fué más de una vista, como dicen, y el De-
monio andará con gran cuidado a combatirla,
CAPÍTULO CUARTO í3q

y a desviar este desposorio, que después, como


ya la ve del todo rendida a el Esposo, no osa
tanto, porque la ha miedo, y tiene espiriencia,
que si alguna vez lo hace queda con gran pér-
dida y ella con más ganancia. Yo os digo, hi- 5
jas, que he conocido personas muy encumbra-
das, yllegar a este estado, y con la gran Suti-
leza y ardid del Demonio, tornarlas a ganar
para sí, porque debe de juntarse todo el Infierno
para ello; porque como muchas veces digo, no w
pierden un alma sola, sino gran multitud. Ya
él tiene espiriencia en este caso; porque, si mi-
ramos la multitud de almas que por medio de
una tray Dios a sí, es para alabarle mucho, los
millares que convertían los mártires ; ¡ una don- i5
celia como santa Úrsula! ¡Pues las que habrá
perdido el Demonio por santo Domingo y san
Francisco y otros fundadores de Ordenes, y
pierde ahora por el padre Inacio, el que fundó
la Compañía, que todos, está claro, como lo 20
leemos, recibían mercedes semejantes de Dios !

5 "ha gran miedo a ánimas determinadas, que tiene


ya él esperiencia que le hacen gran daño...; es muy co-
barde, y si viese descuido haría gran daño ; si conoce a
uno por mudable..., no le dejará a sol ni a sombra." Ca-
mino, XXIII, 1.
21 Sentía la Santa especial afecto por los dominicos
y agradecía mucho a la Compañía de Jesús la ayuda que
ésta le había prestado en sus fundaciones. Futid., III, 1 ;
XXVII, 1; XXVIII, 20; XXXI, 25, etc.
140 MORADAS QUINTAS

¿Qué fué esto, sino que se esforzaron a no


perder por su culpa tan divino desposorio?
¡Oh, hijas mías, que tan aparejado está este
Señor a hacernos merced ahora como en-
5 tonces, y an en parte más necesitado de que
las queramos recibir, porque hay pocos que
miren por su honra, como entonces había !
Querámonos mucho ; hay muy mucha cordura
para no perder de nuestro derecho. ¡Oh, qué
10 engaño tan grande ! El Señor nos dé luz para
no caer en semejantes tinieblas, por su miseri-
cordia.
Podréisme preguntar, u estar con duda de
dos cosas : la primera, que si está el alma tan
,5 puesta con la voluntad de Dios, como queda
dicho, que cómo se puede engañar, pues ella
en todo no quiere hacer la suya; la segunda,
por qué vías puede entrar el Demonio tan peli-
grosamente que se pierda vuestra alma, es-
20 tando tan apartadas del mundo y tan llega-
das a los Sacramentos, y en compañía, po-
demos decir, de ángeles, pues la bondad del
Señor, todas no train otros deseos, sino de
servirle y agradarle en todo; que ya los que
25 están metidos en las ocasiones del mundo no
es mucho.
Yo digo que en esto tenéis razón, que harta
misericordia nos ha hecho Dios; mas cuando
veo, como he dicho, que estaba Judas en com-
CAPITULO CUARTO 141

pañía de los Apóstoles, y tratando siempre con


el mesmo Dios, y oyendo sus palabras, en-
tiendo que no hay seguridad en esto. Respon-
diendo alo primero, digo que si esta alma se
estuviese siempre asida a la voluntad de Dios, 5
que está claro que no se perdería; mas viene
el Demonio con unas sotilezas grandes, y de-
bajo de color de bien vala desquiciando en po-
quitas cosas de ella, y metiendo en algunas que
él le hace entender que no son malas, y poco a 10
poco escureciendo el entendimiento, y enti-
biando la voluntad, y haciendo crecer en ella
el amor propio, hasta que de uno en otro la va
apartando de la voluntad de Dios, y llegando a
la suya. De aquí queda respondido a lo según- 15
do, porque no hay encerramiento tan ence-
rrado adonde él no pueda entrar, ni desierto
tan apartado adonde deje de ir. Y an otra cosa
os digo, que quizá lo primite el Señor para
ver cómo se ha aquel alma a quien quiere po- 20
ner por luz de otras, que más vale que en los

7 "ya cosa tan flaca como somos las mujeres todo


nos puede dañar, porque las sutilezas del Demonio son
muchas para las muy encerradas." Camino, prólogo.
9 "en ninguna manera se consienta en nada relaja-
ción; mira que de muy pocas cosas se abre puerta para
muy grandes." Fund., XXVII, 7.
15 Son las armas del Demonio nuestros defectos;
nosotros mismos le damos los medios por donde nos
puede combatir. Vida, XXV, 11.

11
142 MORADAS QUINTAS

principios si ha de ser ruin lo sea, que no cuando


dañe a muchas. La diligencia que a mí se me
ofrece más cierta, después de pedir siempre a
Dios en la oración que nos tenga de su mano, y
5 pensar muy continuo, como si Él nos deja, se-
remos luego en el profundo, como es verdad, y
jamás estar confiadas en nosotras, pues será
desatino estarlo, es andar con particular cuidado
y aviso, mirando cómo vamos en las virtudes :
10 si vamos mejorando u desminuyendo en algo,
en especial en el amor unas con otras y en el de-
seo de ser tenida por la menor y en cosas ordi-
nariasque
; si miramos en ello, y pedimos al Se-
ñor que nos dé luz, luego veremos la ganancia u
15 la pérdida. Que no penséis que alma que llega
Dios a tanto la deja tan apriesa de su mano
que no tenga bien el Demonio que trabajar, y
siente su Majestad tanto que se le pierda, que
le da mil avisos interiores de muchas maneras ;
20 ansí que no se le podrá asconder el daño.
En fin, sea la conclusión en esto, que pro-
curemos siempre ir adelante, y si esto no hay,
andemos con gran temor, porque sin duda, al-
gún salto nos quiere hacer el Demonio ; pues no
25 es posible que habiendo llegado a tanto, deje
ir creciendo, que el amor jamás está ocioso; y

26 "¿qué es esto, mi Dios, que el descanso cansa el


alma, que sólo pretende contentaros?" Exc, 2. "el amor
hace tener por descanso el trabajo." Exc, 5-
CAPÍTULO CUARTO 1 43

íinsi será harto mala señal. Porque alma que


ha pretendido ser esposa del mesmo Dios, y
íratádose ya con su Majestad, y llegado a los
términos que queda dicho, no se ha de echar a
dormir. Y para que veáis, hijas, lo que hace 5
•con las que ya tiene por esposas, comencemcs
a tratar de las sestas Moradas, y veréis cómo
^es poco todo lo que pudiéremos servir y pade-
cer y hacer para disponernos a tan grandes
mercedes ; que podrá ser haber ordenado núes- w
tro Señor que me lo mandasen escribir, para
que, puestos los ojos en el premio, y viendo
cuan sin tasa es su misericordia, pues con unos
gusanos quiere ansí comunicarse y mostrarse,
olvidemos muestros contentillos de tierra, y 15
puestos los ojos en su grandeza, corramos en-
cendidas en su amor. Plega a Él que acierte
yo a declarar algo de cosas tan dificultosas,
que si su Majestad y el Espíritu Santo no me-
nea la pluma, bien sé que será imposible; y si 20
rio ha de ser para vuestro provecho, le suplico
no acierte a decir nada, pues sabe su Majestad
que no es otro mi deseo, a cuanto puedo en-
tender de mí, sino que sea alabado su nombre,
y que nos esforcemos a servir a un Señor que 25

15 muestros — nuestros ; repítese la misma forma en


muestro Señor, 190-6; muestro natural, 233-12; muestra
flaqueza, 266-16.
144 MORADAS QUINTAS

ansí paga an acá en la tierra., por donde pode-


mos entender algo de lo que nos ha de dar en
el Cielo, sin los intrevalos y trabajos y peligros
que hay en este mar de tempestades, porque a
5 no le haber de perderle y ofenderle, descanso
sería que no se acabase la vida hasta la fin del
mundo, por trabajar por tan gran Dios y Señor
y Esposo. Plega a su Majestad merezcamos
hacerle algún servicio, sin tantas faltas como
io siempre tenemos, an en las obras buenas.
Amén.
MORADAS SESTAS
CAPÍTULO PRIMERO

Pues vengamos con el favor del Espíritu


Santo a hablar en las sestas Moradas, adonde
el alma ya queda herida del amor del Esposo, 5
y procura más lugar para estar sola, y quitar
todo lo que puede, conforme a su estado, que
la puede estorbar de esta soledad. Está tan es-
culpida en el alma aquella vista, que todo su
deseo es tornarla a gozar. Ya he dicho que en 10
esta oración no se ve nada que se pueda decir
ver, ni con la imaginación; digo vista, por la
comparación que puse. Ya el alma, bien deter-
minada queda a no tomar otro esposo; mas el
Esposo no mira a los grandes deseos que tiene 15
de que se haga ya el desposorio, que an quiere

13 Muchos han creído, y aún algunos creen, que las


revelaciones de Santa Teresa nacieron sólo de la exalta-
ción de su fantasía; con el presente pasaje y otros aná-
logos se ha refutado esa opinión, haciendo notar la sere-
nidad ydespejo con que la Santa procedía siempre en
esta materia. V. Vida de Santa Teresa, por los Bolan-
distas, números de 1778.
I46 MORADAS SEXTAS

que lo desee más y que le cueste algo, bien


que es el mayor de los bienes. Y anque todo es
poco para tan grandísima ganancia, yo os digo,
hijas, que no deja de ser menester la muestra y
5 señal que ya se tiene della para poderse llevar.
¡Oh, válame Dios, y qué son los trabajos inte-
riores yesteriores que padece hasta que entra
en la sétima Morada! Por cierto que algunas
veces lo considero, y que temo que si se en-
10 tendiesen antes sería dificultosísimo determi-
narse la flaqueza natural para poderlo sufrir ní
determinarse a pasarlo, por bienes que se le
representasen, salvo si no hubiese llegado a la
sétima Morada, que ya allí nada no se teme,
15 de arte que no se arroje muy de raíz el alma a
pasarlo por Dios. Y es la causa, que está casi
siempre tan junta a su Majestad, que de allí le
viene la fortaleza. Creo será bien contaros al-
gunos de los que yo sé que se pasan con certi-
20 dumbre. Quizá no serán todas las almas lleva-
das por este camino, anque dudo mucho que
vivan libres de trabajos de la tierra, de una
manera u de otra, las almas que a tiempos go-
zan tan de veras de cosas del Cielo. Anque no
as tenía por mí de tratar de esto, he pensado que

16 Sabía que había de pasar gran cruz, "y, con todo,,


venía ya alegre, y estaba deshecha de que no me ponía
luego en la batalla, pues el Señor quería la tuviese".
Vida, XXXV, 7.
CAPITULO PRIMERO 1 47

algún alma que se vea en ello le será gran


consuelo saber qué pasa en las que Dios hace
semejantes mercedes, porque verdaderamente
parece entonces que está todo perdido. No lle-
varé por concierto como suceden, sino como 5
se me ofreciere a la memoria ; y quiero comen-
zar de los más pequeños, que es una grita de
las personas con quien se trata, y an con las
que no trata, sino que en su vida le pareció se
podían acordar de ella — ¡que se hace santa, 10
que hace estreñios para engañar el mundo, y
para 'hacer a los otros ruines, que son mejores
cristianos sin esas cerimonias !— y hase de no-
tar que no hay ninguna, sino procurar guar-
dar bien su estado. Los que tenía por amigos, 15
se apartan della, y son los que le dan mejor
bocado, y es de los que mucho se sienten —
¡que va perdida aquel alma y notablemente en-
gañada, que son cosas del Demonio, que ha de
ser como aquella y la otra persona que se per- 20

13 "decían que me quería hacer santa y que inven-


taba novedades." Vida, XIX, 4. — Decían que el Demo-
nio dominaba en su alma : " f uíme a la iglesia con esta
aflicción..., sin tener persona con quien tratar, porque
todos eran contra mí." Vida, XXV, 14. — Una vez le
dijo el Señor: "No hayas miedo, hija, que yo soy y no
te desampararé; no temas..." Tomaba una cruz en la
mano y parecía verdaderamente darme Dios ánimo...,
que no temería tomarme con ellos a brazos..., y ansí,
dije: "Ahora vení todos, que siendo sierva del Señor, yo
"quiero ver qué me podéis hacer." Vida, XXV, 9-10.
148 MORADAS SEXTAS

dio, y ocasión de que caya la virtud, que tray


engañados los confesores !— y ir a ellos y decír-
selo, puniéndole ejemplos de lo que acaeció a
algunos que se perdieron por aquí : mil maneras
5 de mofas y de dichos de éstos. Yo sé de una
persona que tuvo harto miedo no había de
haber quien la confesase, según andaban las
cosas, que, por ser muchas, no hay para qué
me detener ; y es lo peor, que no pasan de pres-
10 to, sino que es toda la vida; y el avisarse unes
a otros que se guarden de tratar personas se-
mejantes. Diréisme que también hay quien
diga bien. ¡Oh, hijas, y qué pocos hay que crean
ese bien, en comparación de los muchos que
15 abominan! Cuanto más, que ese es otro trabajo
mayor que los dichos, porque como el alma ve
claro que si tiene algún bien es dado de Dios,
y en ninguna manera no suyo, porque poco
antes se vio muy pobre y metida en grandes
i¡ caya = caiga; del mismo modo ha dicho antes
trayo por traigo, 46-2, 48-4.
5 La madre Ana de San Bartolomé da cuenta con vi-
vos colores de algunas groseras calumnias movidas con-
tra la Santa y el padre Gracián ; cuando llegaron a oídos
de Santa Teresa, "testigos son todas las monjas que ha-
bía en casa, y yo lo vi por mis ojos, que en todos los
maitines de esta bendita noche, sus ojos eran fuentes que
corrían hasta el suelo". Miscelánea, Bibl. Nac, manus-
crito 7031, 12.
9 "Temía que no había de haber con quien me con-
fesar, si no que todos habían de huir de mí; no hacia
sino llorar." Vida, XXVIII.
CAPITULO PRIMERO 1 49

pecados, esle un tormento intolerable, al menos


a los principios, que después no tanto, por al-
gunas razones. La primera, porque la espirien-
cia le hace claro ver que tan presto dice bien
como mal, y ansí no hace más caso de lo uno 5
que de lo otro. La segunda, porque le ha dado
el Señor mayor luz de que ninguna cosa buena
es suya, sino dada de su Majestad, y como si
la viese en tercera persona, olvidada de que
tiene allí ninguna parte, se vuelve a alabar a 10
Dios. La tercera, si ha visto algunas almas apro-
vechadas dever las mercedes que Dios la hace,
piensa que tomó su Majestad este medio de que
la tuviesen por buena, no lo siendo, para que
a ellas les viniese bien. La cuarta, porque como '5
tiene más delante la honra y gloria de Dios,
que la suya, quítase una tentación que da a los
principios, de que esas alabanzas han de ser
para destruirla, como ha visto algunas, y dá-
sele poco de ser deshonrada, a trueco de que =o
siquiera una vez sea Dios alabado por su me-
dio: después, venga lo que viniere. Estas razo-
nes y otras aplacan la mucha pena que dan
estas alabanzas, anque casi siempre se siente
alguna, si no es cuando poco ni mucho se ad- 25

20 "al alma a quien Dios llega a Sí, en oración tan


subida... [no se le] da más ser estimada que no...; mu-
cha más pena le da la honra que la deshonra." Vida,
XXXVI, 6.
I 5o MORADAS SEXTAS

vierte, mas sin comparación es mayor trabajo


verse ansí en público tener por buena sin razón,
que no los dichos; y cuando ya viene a no le
tener mucho de esto, muy mucho menos le
5 tiene de esotro, antes le huelga, y le es como
una música muy suave. Esto es gran verdad,
y antes fortalece el alma que la acobarda ; por-
que ya la espiriencia la tiene enseñada la gran
ganancia que le viene por este camino, y paré-
io cele que no ofenden a Dios los que la persiguen,
antes que lo primite su Majestad para gran ga-
nancia suya; y como la siente claramente, tó-
males un amor particular muy tierno, que le
parece aquéllos son más amigos, y que la dan
15 más a ganar que los que dicen bien.
También suele dar el Señor enfermedades
grandísimas. Este es muy mayor trabajo, en
especial cuando son dolores agudos, que en
parte si ellos son recios, me parece el mayor
20 que hay en la tierra, digo esterior, anque entren
cuantos quisieren, si es de los muy recios dolo-
res, digo, porque descompone lo interior y es-
terior de manera que aprieta un alma que no
sabe qué hacer de sí, y de muy buena gana to-

22 "Acaecíame algunas veces, y aun ahora me acae-


ce, aunque no tantas, estar con tan grandísimos trabajos
de alma, juntos con tormentos y dolores de cuerpo, de
males tan recios que no me podía valer." Vida, XXX, 5.
CAPÍTULO PRIMERO I5 I

maría cualquier martirio de presto que estos


dolores ; anque en grandísimo estremo no duran
tanto, que, en fin, no da Dios más de lo que se
puede sufrir, y da su Majestad primero la pa-
ciencia, mas de otros grandes en lo ordinario y 5-
enfermedades de muchas maneras. Yo conozco
una persona que, desde que comenzó el Señor a
hacerla esta merced que queda dicha, que ha
cuarenta años, no puede decir con verdad que
ha estado día sin tener dolores y otras maneras i»
de padecer ; de falta de salud corporal digo, sin
otros grandes trabajos. Verdad es que había sido
muy ruin, y para el Infierno que merecía todo se
le hace poco. Otras que no hayan ofendido tanto
a nuestro Señor las llevará por otro camino, 15
mas yo siempre escogería el del padecer, si-
quiera por imitar a nuestro Señor Jesucristo,
anque no hubiese otra ganancia, en especial,
que siempre hay muchas. ¡Oh, pues si tratamos
de los interiores ! estotros parecerían pequeños, 20
si éstos se acertasen a decir, sino que es impo-
sible darse a entender de la manera que pasan.

11 En 1562 escribía: "Tuve veinte años vómitos por


las mañanas, que hasta más de medio día me acaecía
no poder desayunarme." Vida, VII, 7.
14 Algunos han creído estas declaraciones al pie de
la letra. Conviene recordar la advertencia de fray Jeró-
nimo de San José: "Como santa, se estremecía de la
sombra y llora como gravísima la más ligera culpa..."
Bibl. Nac, Ms. 1031, R. 11.
102 MORADAS SEXTAS

Comencemos por el tormento que da topar


con un confesor tan cuerdo y poco espirimen-
tado que no hay cosa que tenga por sigura;
todo lo teme, en todo pone duda, como ve co-
s sas no ordinarias. En especial si en el alma que
las tiene ve alguna imperfeción, que les parece
han de ser ángeles a quien Dios hiciere estas
mercedes, y es imposible mientras estuvieren
en este cuerpo, luego es todo condenado a De-
to monio u melencolía ; y de ésta está el mundo
tan lleno, que no me espanto ; que hay tanta
ahora en el mundo, v hace el Demonio tantos
males por este camino, que tienen muy mucha
razón de temerlo y mirarlo muy bien los con-
15 fesores. Mas la pobre alma, que anda con el
mesmo temor, y va al confesor como a juez.
y ése la condena, no puede dejar de recibir tan
gran tormento y turbación, que sólo entenderá
cuan gran trabajo es quien hubiere pasado por
ao ello. Porque éste es otro de los grandes traba-
jos que estas almas padecen, en especial si han
sido ruines, pensar que por sus pecados ha
Dios de primitir que sean engañadas, y anque

2 '"cuerdo" = poco ferviente; aquel cuyo amor no


está aún para sacar de razón. Llama la Santa "cordura"
y "discreción" a la parsimonia en la devoción y en la
penitencia, v. 57-3; 58-2, nota; 63-9; 140-8, etc.
20 "no hallé maestro, digo confesor, que me enten-
diese aunque le busqué en veinte años." Vida, IV, 2.
CAPÍTULO PRIMERO I 53

cuando su Majestad les hace la merced, están


seguras y no pueden creer ser otro espíritu
sino de Dios, como es cosa que pasa de presto,
y el acuerdo de los pecados se está siempre, y
ve en sí faltas, que éstas nunca faltan, luego 5
viene este tormento. Cuando el confesor la asi-
gura, aplácase, anque torna; mas cuando él
ayuda con más temor, es cosa casi insufrible,
en especial cuando tras éstos vienen unas se-
quedades que no parece que jamás se ha acor- 10
dado de Dios ni se ha de acordar, y que como
una persona de quien oyó decir desde lejos, es
cuando oye hablar de su Majestad.
Todo no es nada, si no es que sobre esto
venga el parecer que no sabe informar a los 15
confesores, y que los tray engañados, y anque
más piensa y ve que no hay primer movi-
miento que no los diga, no aprovecha ; que
está el entendimiento tan escuro, que no es ca-
paz de ver la verdad, sino creer lo que la ima- 20
ginación le representa; que entonces ella es la
señora, y los desatinos que el Demonio la
quiere representar, a quien debe nuestro Señor

13 Un confesor le decía que sus revelaciones y vi-


siones eran obra del Demonio: "mandábame... que siem-
pre me santiguase cuando alguna visión viese, y diese
higas." Vida, XXIX, 4. Cuando más angustiada esta-
ba, más desabrimiento hallaba en sus confesores. Vida,
XXX.
I 54 MORADAS SEXTAS

de dar licencia para que la pruebe, y an para


que la haga entender que está reprobada de
Dios ; porque son muchas las cosas que la com-
baten con un apretamiento interior de manera
5 tan sentible y intolerable, que yo no sé a qué
se pueda comparar, sino a los que padecen en
el Infierno; porque ningún consuelo se admite
en esta tempestad. Si le quieren tomar con el
confesor, parece han acudido los demonios a
10 él para que la atormente más; y ansí, tratando
uno con un alma que estaba en este tormento,
después de pasado, que parece apretamiento
peligroso, por ser de tantas cosas juntas, la de-
cía le avisase cuando estuviese ansí, y siempre
15 era tan peor, que vino él a entender que no
era más en su mano. Pues si se quiere tomar
un libro de romance, persona que le sabía bien
leer, le acaecía no entender más de él que si
no supiera letra, porque no estaba el entendi-
20 miento capaz. En fin, que ningún remedio hay
en esta tempestad sino aguardar a la miseri-
cordia de Dios, que a deshora, con una pala-
bra sola suya, u una ocasión, que acaso suce-
dió, lo quita todo tan de presto, que parece no
25 hubo nublado en aquel alma, según queda llena

1 "le da licencia, como se la dio para que tentase a


Job, aunque a mí, como a ruin, no es con aquel rigor."
Vida, XXX, 7.
CAPÍTULO PRIMERO l55

de sol y de mucho más consuelo. Y como


quien se ha escapado de una batalla peligrosa
con haber ganado la vitoria, queda alabando a
nuestro Señor, que fué el que peleó para el
vencimiento ; porque conoce muy claro que 5
ella no peleó, que todas las armas con que se
podía defender le parece que las ve en manos
de su contrario, y ansí conoce claramente su
miseria y lo poquísimo que podemos de nos-
otros si nos desamparase el Señor. Parece que 10
ya no ha menester consideración para enten-
der esto, porque la espiriencia de pasar por
ello, habiéndose visto del todo inhabilitada, le
bacía entender nuestra nonada y cuan misera-
ble cosa somos; porque la gracia, anque no 15
debe estar sin ella, pues con toda esta tor-
menta no ofende a Dios, ni le ofendería por
cosa de la tierra, está tan ascondida, que ni an
una centella muy pequeña le parece no ve de
que tiene amor de Dios, ni que le tuvo jamás; 20
porque si ha hecho algún bien, u su Majestad
le ha hecho alguna merced, todo le parece cosa
soñada, y que fué antojo: los pecados ve cierto
que los hizo. ¡ Oh, Jesús, y qué es ver un alma
desamparada de esta suerte y, como he dicho, 25
cuan poco le aprovecha ningún consuelo de la
tierra! Por eso no penséis, hermanas, si alguna
vez os vierdes ansí, que los ricos, y los que es-
tán con libertad, ternán para estos tiempos más
I 56 MORADAS SEXTAS

remedio. No, no, que me parece a mí es como


si a los condenados les pusiesen cuantos delei-
tes hay en el mundo delante, no bastarían para
darles alivio, antes les acreditaría el tormento:
5 ansí acá viene de arriba, y no valen aquí nada
cosas de la tierra. Quiere este gran Dios que
conozcamos rey y nuestra miseria, y importa
mucho para lo de adelante.
Pues ¿qué hará esta pobre alma cuando
io muchos días le durare ansí? Porque si reza es
como si no rezase, para su consuelo, digo; que
no se admite en lo interior, ni an se entiende lo
que reza ella mesma a sí, anque sea vocal, que
para mental no es este tiempo en ninguna ma-
15 ñera, porque no están las potencias para ello.
Antes hace mayor daño la soledad, con que es
otro tormento por sí estar con naide, ni que la
hablen ; y ansí, por muy mucho que se esfuer-
ce, anda con un desabrimiento y mala condi-
20 ción en lo esterior, que se le echa mucho de
ver. ¡ Es verdad que sabrá decir lo que ha ! Es

13 La oración vocal es inferior a la mental; pero al-


gunas personas la necesitan para fijar mejor la atención;
según la Santa, ha de consistir en "hablar con Él, pe-
dirle para necesidades...; sin procurar oraciones com-
puestas, sino palabras, conforme a deseos..." Vida, XII,
1; "nunca el Maestro está tan lejos del discípulo que
sea menester dar voces". Camino, XXXIX; además:
"estar rezando y oír lo que están hablando u pensar
en lo que les parece, sin más irse a la mano, esto ya
se sabe que no es bueno." Camino, XXXIX.
CAPÍTULO PRIMERO 1 57

indecible, porque son apretamientos y penas


espirituales que no se saben poner nombre.
El mejor remedio, no digo para que se quite,
que yo no le hallo, sino para que se pueda su-
frir, es entender en obras de caridad y esterio- 5
res y esperar en la misericordia de Dios, que
nunca falta a los que en El esperan. Sea por
siempre bendito, amén.
Otros trabajos que dan los demonios, este-
riores, no deben ser tan ordinarios, y ansí no 10
hay para qué hablar en ellos ni son tan peno-
sos con gran parte; porque por mucho que
hagan, no llegan a inhabilitar ansí las poten-
cias, a mi parecer, ni a turbar el alma de esta
manera, que, en fin, queda razón para pensar 15
que no pueden hacer más de lo que el Señor
les diere licencia, y cuando ésta no está perdi-
da, todo es poco en comparación de lo que
queda dicho.
Otras penas interiores iremos diciendo en ao
estas Moradas, tratando diferencias de oración
y mercedes del Señor, que anque algunas son
an más recio que lo dicho en el padecer, como
se verán por cuál deja el cuerpo, no merecen
nombre de trabajos ni es razón que se le pon- 25

7 "no se fatigue, que es peor...: rece como pudiere,


y aun no rece, sino, como enferma, procure dar alivio a
su alma, y entienda en otra obra de virtud." Cami-
no, XXXIX.

1?
I 58 MORADAS SEXTAS

gamos, por ser tan grandes mercedes del Se-


ño, y que en medio de ellos entiende el alma
que lo son, y muy fuera de sus merecimientos.
Viene ya esta pena grande para entrar en la
5 sétima Morada, con otros hartos, que algunos
diré, porque todos será imposible, ni an de-
clarar cómo son; porque vienen de otro linaje
que los dichos, muy más alto; y si en ellos,
con ser de más baja casta, no he podido decía-
lo rar más de lo dicho, menos podré en estotro.
El Señor dé para todo su favor, por los méri-
tos de su Hijo. Amén.
io Por difícil que sea de explicar la virtud de la ora-
ción, "de todas las virtudes... digo lo mesmo: que es más
fácil de escribir que de obrar". Camino, VIII, i.
CAPITULO SEGUNDO

Parece que hemos dejado mucho la palomi-


ca, y no hemos; porque estos trabajos son los
que an la hacen tener más alto vuelo. Pues co-
mencemos ahora a tratar de la manera que se 5
ha con ella el Esposo, y como antes que del
todo lo sea, se lo hace bien desear, por unos
medios tan delicados, que el alma mesma no
los entiende, ni yo creo acertaré a decir para
que lo entienda, si no fueren las que han pa- 10
sado por ello; porque son unos impulsos tan
delicados y sotiles, que proceden de lo muy
interior del alma, que no sé comparación que
poner que cuadre. Va bien diferente de todo lo
que acá podemos procurar, y an de los gustos 15
que quedan dichos, que muchas veces estando
la mesma persona descuidada y sin tener la
memoria en Dios, su Majestad la despierta, a
manera de una cometa que pasa de presto, o
un trueno, anque no se oye ruido; mas en- 20

20 V. Apéndice, 159-20.
1 60 MORADAS SEXTAS

tiende muy bien el alma, que fué llamada de


Dios, y tan entendido, que algunas veces, en
especial a los principios, la hace estremecer y
an quejar, sin ser cosa que le duele. Siente ser
5 herida sabrosísimamente, mas no atina cómo
ni quién la hirió; mas bien conoce ser cosa,
preciosa, y jamás querría ser sana de aquella
herida. Quéjase con palabras de amor, an es-
teriores, sin poder hacer otra cosa a su Espo-
io so, porque entiende que está presente, mas no
se quiere manifestar de manera que deje go-
zarse, yes harta pena, arique sabrosa y dulce;
y anque quiera no tenerla, no puede ; mas esto
no querría jamás. Mucho más le satisface que
i5 el embebecimiento sabroso, que carece de pe-
na, de la oración de quietud.
Deshaciéndome estoy, hermanas, por daros
a entender esta operación de amor, y no sé
cómo; porque parece cosa contraria dar a en-
2o tender el Amado claramente que está con el'
alma, y parecer que la llama con una seña tan
cierta, que no se puede dudar, y un silbo tan
penetrativo para entenderlo el alma, que no le
puede dejar de oír; porque no parece sino que

8 "¡Oh. artificio soberano del Señor, qué indus-


tria tan delicada hacíades con vuestra esclava miserable í
Ascondíades os de mí y apretábadesme con vuestro
amor, con una muerte tan sabrosa que nunca el alma
querría salir de ella!" Vida, XXIX.
CAPÍTULO SEGUNDO l6l

£n hablando el Esposo, que está en la sétima


Morada, por esta manera, que no es habla for-
mada, toda la gente que está en las otras no se
osan bullir, ni sentidos ni maginación ni po-
tencias. ¡Oh, mi poderoso Dios, qué grandes 5
son vuestros secretos y qué diferentes las co-
sas del espíritu a cuanto por acá se puede ver
ni entender, pues con ninguna cosa se puede
declarar ésta, tan pequeña para las muy gran-
des que obráis con las almas ! I0
Hace en ella tan gran operación, que se está
deshaciendo de deseo, y no sabe qué pedir,
porque claramente le parece que está con ella
su Dios. Diréisme, pues si esto entiende, ¿qué
desea u qué le da pena? ¿Qué mayor bien quie- «5
jre? No lo sé: sé que parece le llega a las en-
trañas esta pena y que, cuando de ellas saca
la saeta el que la hiere, verdaderamente parece
que se las lleva tras sí, según el sentimiento de
amor siente. Estaba pensando ahora si sería 20

20 "vía un ángel cabe mí, hacia el lado izquierdo...;


veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del
hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me pa-
recía meter por el corazón algunas veces, y que me lle-
gaba a las entrañas : al sacarle me parecía las llevaba
consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de
Dios." Vida, XXIX. El Papa Benedicto XIII, fundán-
dose en esto, permitió a los Carmelitas descalzos, en 25 de
mayo de 1726, celebrar la fiesta de la Transverberación
del corazón de Santa Teresa. V. Escritos, Bibl. de Auts.
Españoles, Lili, 1877, nota de La Fuente, en la pág. 90.
1 62 MORADAS SEXTAS

que en este fuego del brasero encendido, que


es mi Dios, saltaba alguna centella y daba en
el alma, de manera que se dejaba sentir aquel
encndido fuego, y como no era an bastante
5 para quemarla, y él es tan deleitoso, queda con
aquella pena, y a el tocar hace aquella opera-
ción; yparéceme es la mejor comparación que
he acertado a decir ; porque este dolor sabroso,
y no es dolor, no está en un ser; anque a veces
io dura gran rato, otras de presto se acaba, como
quiere comunicarle el Señor, que no es cosa
que se puede procurar por ninguna vía huma-
na; mas anque está algunas veces rato, quítase
y torna ; en fin, nunca está estante, y por eso
15 no acaba de abrasar el alma, sino ya que se va
a encender, muérese la centella y queda con
deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso
que le causa. Aquí no hay pensar si es cosa
movida del mesmo natural, ni causada de me-
20 lencolía, ni tampoco engaño del Demonio, ni si
es antojo; porque es cosa que se deja muy
bien entender ser este movimiento de adonde
está el Señor, que es inmutable; y las opera-
ciones no son como de otras devociones, que
25 el mucho embebecimiento del gusto nos puede
hacer dudar. Aquí están todos los sentidos y

18 "Siempre querría el alma... estar muriendo de


este mal." Vida, XXIX.
CAPÍTULO SEGUNDO I 63

potencias, sin ningún embebecimiento, mirando


qué podrá ser, sin estorbar nada ni poder acre-
centar aquella pena deleitosa ni quitarla, a mi
parecer. A quien nuestro Señor hiciere esta
merced, que si se la ha hecho, en leyendo esto 5
lo entenderá, déle muy muchas gracias, que
no tiene que temer si es engaño; tema mucho
si ha de ser ingrato a tan gran merced, y pro-
cure esforzarse a servir y a mejorar en todo su
vida, y verá en lo que para y cómo recibe más 10
y más. Anque a una persona que ésta tuvo,
pasó algunos años con ello, y con aquella mer-
ced estaba bien satisfecha, que si multitud de
años sirviera a el Señor con grandes trabajos,
quedaba con ella muy bien pagada. Sea ben- 15
dito por siempre jamás, amén.
Podrá ser que reparéis en cómo más en esto
que en otras cosas hay seguridad. A mi pare-
cer por estas razones: La primera, porque ja-
más el Demonio debe dar pena sabrosa como 20
ésta; podrá él dar el sabor y deleite que pa-
rezca espiritual ; mas juntar pena, y tanta, con
quietud y gusto del alma, no es de su facultad ;
que todos sus poderes están por las adefueras ;
y sus penas, cuando él las da, no son, a mi pa- 25
recer, jamás sabrosas ni con paz, sino inquietas
y con guerra. La segunda, porque esta tempes-
tad sabrosa viene de otra región de las que él
puede señorear. La tercera, por los grandes
1 64 MORADAS SEXTAS

provechos que quedan en el alma, que es lo


más ordinario determinarse a padecer por Dios
y desear tener muchos trabajos, y quedar muy
más determinada a apartarse de los contentos
5 y conversaciones de la tierra, y otras cosas se-
mejantes. El no ser antojo está muy claro ;
porque anque otras veces lo procure, no podrá
contrahacer aquéllo; y es cosa tan notoria, que
en ninguna manera se puede antojar, digo, pa-
10 recer que es, no siendo, ni dudar de que es, y
si alguna quedare, sepan que no son estos ver-
daderos ímpetus ; digo, si dudare en si le tuvo
11 si no; porque ansí se da a sentir, como a los
oídos una gran voz. Pues ser melancolía no
15 lleva camino nenguno, porque la melencolía,
no hace y fabrica sus antojos sino en la imagi-
nación estotro
; procede de lo interior del alma.
Ya puede ser que yo me engañe, mas hasta
oír otras razones a quien lo entienda, siempre
20 estaré en esta opinión ; y ansí sé de una per-
sona harto llena de temor de estos engaños,
que de esta oración jamás le pudo temer.
También suele nuestro Señor tener otras
maneras de despertar el alma; que a deshora.

14 y 15 melancolía y melencolía; esta vacilación se


halla en el manuscrito.
17 "Es un requiebro tan suave, que pasa entre el
alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar
a quien pensare que miento." Vida, XXIX.
CAPÍTULO SEGUNDO IÓ5

estando rezando vocalmente, y con descuido


de cosa interior, parece viene una inflamación
deleitosa, como si de presto viniese un olor tan
grande, que se comunicase por todos los senti-
dos (no digo que es olor, sino pongo esta 5
comparación) u cosa de esta manera, sólo
para dar a sentir que está allí el Esposo ; mueve
un deseo sabroso de gozar el alma de El, y
con esto queda dispuesta para hacer grandes
atos y alabanzas a nuestro Señor. Su naci- 10
miento de esta merced es de donde lo que queda
dicho, mas aquí no hay cosa que dé pena, ni
los deseos mesmos de gozar a Dios son peno-
sos; esto es más ordinario sentirlo el alma.
Tampoco me parece que hay aquí que temer, 15
por algunas razones de las dichas, sino procu-
rar admitir esta merced con nacimiento de
gracias.
iii Su nacimiento de esta merced; antes ha dicho:
nuestra torpeza de las mujeres, 18-8. Casos análogos,
hallados en Cervantes, cita el señor Rodríguez Marín,
Rinconete y Cortadillo, nota 37. Hoy es corriente su...
de usted.
CAPITULO TERCERO

Otra manera tiene Dios de despertar a e!


alma ; y anque en alguna manera parece mayor
merced que las dichas, podrá ser más peligro-
5 sa, y por eso me deterné algo en ella, que son
unas hablas con el alma, de muchas maneras;
unas parece vienen de fuera, otras de lo muy
interior del alma, otras de lo superior della,
otras tan en lo esterior, que se oyen con los
10 oídos, porque parece es voz formada. Algunas
veces, y muchas, puede ser antojo, en especial
en personas de flaca imaginación tt melencóli-
cas, digo de melencolía notable; de estas dos
maneras de personas no hay que hacer caso, a

10 "cuando acá no queremos oír podemos tapar los


oídos...; en esta plática que hace Dios a el alma no hay
remedio ninguno, sino que, aunque me pese, me hacen
escuchar..., que no basta querer ni no querer." Vida.
XXV.
13 La melancolía era una enfermedad que alarmaba
a la Santa; dice que en su tiempo abundaba mucho
(152-10) ; pero, sin duda, se refiere a las personas de vida
monástica; "un melencólico [es casi un loco, un hom-
bre] que del todo no ha perdido el seso, mas no sale de
una cosa que se le puso en la imaginación, ni hay quien
le saque de ella", 214-17.
CAPÍTULO TERCERO It>7

mi parecer, arique digan que ven y oyen y en-


tienden, niinquietarlas con decir que es Demo-
nio, sino oírlas como a personas enfermas, di-
ciendo ala priora u confesor a quien lo dijere,
que no haga caso de ello, que no es la sustan- b
cia para servir a Dios; y que a muchos ha en-
gañado el Demonio por allí, anque no será
quizá ansí a ella, por no la afligir más que tray
con su humor. Porque si le dicen que es me-
lancolía, nunca acabará, que jurará que lo ve i»
y lo oye, porque le parece ansí. Verdad es, que
es menester traer cuenta con quitarle la ora-
ción, ylo más que se pudiere, que no haga
caso dello; porque suele el Demonio aprove-
charse de estas almas ansí enfermas, anque no 15-
sea para su daño, para el de otros ; y a enfer-
mas y sanas, siempre de estas cosas hay que
temer, hasta ir entendiendo el espíritu. Y digo
que siempre es lo mejor a los principios des-
hacérsele porque
; si es de Dios, es más ayuda 20
para ir adelante, y antes crece cuando es pro-
hado. Esto es ansí, mas no sea apretando mu-
cho el alma y inquietándola; porque verdade-
ramente ella no puede más.
Pues tornando a lo que decía de las hablas 25
con el ánima, de todas las maneras que he di-

18 En estos avisos insiste siempre que trata de la


imaginación; recuérdese la nota 145-13.
IÓ8 MORADAS SEXTAS

cho, pueden ser de Dios, y también del Demo-


nio yde la propia imaginación. Diré, si acer-
tare, con el favor del Señor, las señales que
hay en estas diferencias y cuándo serán estas
5 hablas peligrosas; porque hay muchas almas
que las entienden entre gente de oración, y
querría, hermanas, que no penséis hacéis mal
en no las dar crédito, ni tampoco en dársele,
cuando son solamente para vosotras mesmas
jo de regalo, u aviso de faltas vuestras, dígalas
quien las dijere, u sea antojo, que poco va en
ello. De una cosa os aviso, que no penséis,
anque sean de Dios, seréis por eso mejores,
que harto habló a los fariseos, y todo el bien
j5 está como se aprovechan de estas palabras ; y
ninguna que no vaya muy conforme a la Es-
critura hagáis más caso de ellas, que si las
oyésedes al mesmo Demonio; porque anque
sean de vuestra flaca imaginación, es menester
=o tomarse como una tentación de cosas de la fe,
y ansí resistir siempre, para que se vayan qui-

14 Harto habló a los fariseos, que eran pecadores y


pecadores continuaron. Las revelaciones, "aunque son
grandes mercedes de Dios, y que muchas veces, o andan
con la gracia que justifica o encaminan a ella, pero no
por eso son aquella misma gracia ni nacen ni se juntan
siempre con ella... ; la puede haber en el que está en mal
estado..., y de hecho no le justifica Dios entonces, aunque
le habla y enseña." Fray Luis de León, Carta citada.
V. 108-16, nota.
CAPÍTULO TERCERO I 69

tando; y sí quitarán, porque llevan poca fuerza


consigo. Pues tornando a lo primero, que
venga de lo interior, que de lo superior, que
de lo esterior, no importa para dejar de ser de
Dios. Las más ciertas señales que se pueden 5
tener, a mi parecer son éstas. La primera
y más verdadera es el poderío y señorío que
train consigo, que es hablando y obrando.
Declaróme más. Está un alma en toda la
tribulación y alboroto interior que queda di- lo-
cho, y escuridad del entendimiento y seque-
dad ;con una palabra de éstas, que diga sola-
mente:— "No tengas pena" — , queda sosegada,
y sin nenguna, y con gran luz, quitada toda
aquella pena, con que le parecía que todo el 15.
mundo y letrados que se juntaran a darle ra-
zones para que no la tuviese, no la pudieran,
con cuanto trabajaran, quitar de aquella afli-
ción. Está afligida por haberle dicho su confe-
sor, y otros, que es espíritu del Demonio el que 2»
tiene, y toda llena de temor ; y con una palabra
que se le diga sólo: — "Yo soy, no hayas mie-
do"— , se le quita del todo, y queda consoladí-
sima, y pareciéndole que ninguno bastará a ha-
cerla creer otra cosa. Está con mucha pena de 25

23 Ocurrió esto a la misma Santa, v. 147-13, nota.


En el Libro de las Relaciones, IX, da cuenta de varios
casos en que oyó palabras de revelación.
170 MOHADAS SEXTAS

algunos negocios graves, que no saben como


han de suceder; entiende, que se sosiegue, que
todo sucederá bien; queda con certidumbre, y
sin pena; y desta manera otras muchas cosas.
5 La segunda razón, una gran quietud que
queda en el alma, y recogimiento devoto y pa-
cífico, dispuesta
y para alabanzas de Dios. ¡Oh
Señor! si una palabra enviada a decir con un
paje vuestro, que a lo que dicen, al menos éstas,
io en esta Alorada, no las dice el mesmo Señor,
sino algún ángel, tienen tanta fuerza, ¿qué tal
la dejaréis en el alma que está atada por amor
con Vos, y Vos con ella?
La tercera señal es, no pasarse estas palabras
15 de la memoria en muy mucho tiempo, y algu-
nas jamás, como se pasan las que por acá en-
tendemos, digo, que oímos de los hombres, que
anque sean muy graves y letrados, no las tene-
mos tan esculpidas en la memoria, ni tampoco,
20 si son en cosas por venir, las creemos como a
éstas, que queda una certidumbre grandísima,
de manera que, anque algunas veces en cosas
muy imposibles, a el parecer, no deja de venirle
duda si será u no será, y andan con algunas va-
25 cilaciones el entendimiento, en la mesma alma

7 "cuando es Demonio parece que se asconden todos


los bienes y huyen del alma, sigún queda desabrida y al-
borotada ysin ningún efeto bueno...; esto me ha acae-
cido no más de dos o tres veces." Vida, XXV.
CAPITULO TERCERO I7 I

está una seguridad, que no se puede rendir;


anque le parezca que vaya todo al contrario de
lo que entendió, y pasan años, no se le quita
aquel pensar que Dios buscará otros medios
que los hombres no entienden, mas que, en fin, 5
se ha de hacer, y ansí es que se hace. Anque,
como digo, no se deja de padecer cuando ve
muchos desvíos, porque como ha tiempo que
lo entendió, y las operaciones y certidumbre,
que al presente quedan ser Dios,- es ya pasado, 10
han lugar estas dudas, pensando si fué Demo-
nio, si fué de la imaginación ; ninguna de estas
le queda al presente, sino que moriría por aque-
lla verdad. Mas, como digo, con todas estas
imaginaciones, que debe poner el Demonio para 15
dar pena, y acobardar el alma, en especial, si
es en negocio que en el hacerse lo que se enten-
dió ha de haber muchos bienes de almas, y es
obras para gran honra y servicio de Dios, y en
ellas hay gran dificultad, ¿qué no hará? Al me- 20
nos enflaquece la fe, que es harto daño no creer
que Dios es poderoso para hacer obras que no
entienden nuestros entendimientos. Con todcs
estos combates, anque haya quien diga a la

6 "Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna


duda, no creer lo que me dicen y pensar si se me anto-
jó... y verlo cumplido desde a mucho tiempo, porque
hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede
olvidar." Vida, XXV.
172 MORADAS SEXTAS

mesma persona que son disbarates., digo los


confesores con quien se tratan estas cosas, y
con cuantos malos sucesos hubiere para dar a
entender que no se pueden cumplir, queda una
5 centella no sé dónde, tan viva, de que será, an-
que todas las demás esperanzas estén muertas,
que no podría, anque quisiese, dejar de estar
viva aquella centella de siguridad. Y en fin,
como he dicho, se cumple la palabra del Señor,
10 y queda el alma tan contenta y alegre, que no
querría sino alabar siempre a su Majestad, y
mucho más, por ver cumplido lo que se le ha-
bía dicho, que por la mesma obra, anque le vaya
muy mucho en ella. No sé en qué va esto, que
15 tiene en tanto el alma, que salgan estas pala-
bras verdaderas, que si a la mesma persona la
tomasen en algunas mentiras, no creo sentiría
tanto; como si ella en esto pudiese más. que no
dice sino lo que la dicen. Infinitas veces se acor-
20 daba cierta persona de Jonás, profeta, sobre
esto, cuando temía no había de perderse Nínive.

2 "Creo eran cinco u seis [los confesores], todos


muy siervos de Dios, y díjome mi confesor que todos se
determinaban en que era demonio... A mí ningún con-
suelo me bastaba... Tengo ya más miedo a los que tan
grande le tienen al Demonio que a él mesmo, porque
él no me puede bacer nada y estotros, en especial si son
confesores, inquietan mucho..." Vida, XXV.
21 "Era Nínive una ciudad grandísima, que tenía tres
días de camino." Jonás. III. 3. Era la capital de Asiria.
El Señor babía decretado su destrucción, y mandó a
CAPÍTULO TERCERO 173

En fin, como es espíritu de Dios, es razón se le


tenga esta fidelidad, en desear no le tengan por
falso, pues es la suma verdad. Y ansí es grande
la alegría cuando, después de mil rodeos y en
cosas dificultosísimas, lo ve cumplido ; anque a 5
la mesma persona se le hayan de seguir gran-
des trabajos de ello, los quiere más pasar que
no que deje de cumplirse lo que tiene por cierto
le dijo el Señor. Quizá no todas personas ternán
esta flaqueza, si lo es, que no lo puedo conde- 10
nar por malo.
Si son de la imaginación, nenguna de estas
señales hay, ni certidumbre, ni paz y gusto in-
terior ;salvo que podría acaecer, y an yo sé de
algunas personas a quien ha acaecido, estando i5
muy embebidas en oración de quietud y sueño
espiritual, que algunas son tan flacas de com-
plesión u imaginación, u no sé la causa, que
verdaderamente en este gran recogimiento es-
tán tan fuera de sí, que no se sienten en lo es- 20
terior, y están tan adormecidos todos los senti-
dos, que como una persona que duerme, y an
quizá es ansí, que están adormizadas, como

Jonás que predicase en ella: "De aquí a cuarenta días


Xínive será destruida.'' Ibid., v. 4. Pero los ninivitas re-
conocieron sus pecados y se entregaron a la penitencia,
por lo cual Dios "movióse a misericordia y no les envió
los males que había decretado". Ibid., v. 10. "Empero
Jonás se afligió mucho y se incomodó." Ibid., IV, 1, por-
que Dios no cumplía sus palabras. V. 129-10, nota.
13
174 MORADAS SEXTAS

manera de sueño les parece que las hablan, y


an que ven cosas, y piensan que es de Dios, y
deja los efetos, en fin, como de sueño. Y tam-
bién podría ser, pidiendo una cosa a nuestro
s Señor aíetuosamente, parecerles que le dicen lo
que quieren, y esto acaece algunas veces. Mas
a quien tuviere mucha espiriencia de las hablas
de Dios, no se podrá engañar en esto, a mi pa-
recer, de la imaginación. Del Demonio hay más
io que temer, mas si hay las señales que quedan
dichas, mucho se puede asigurar ser de Dios,
anque no de manera, que si es cosa grave lo
que se le dice, y que se ha de poner por obra
de sí u de negocios de terceras personas, jamás
15 haga nada ni le pase por pensamiento, sin pa-
recer de confesor letrado y avisado y siervo de
Dios, anque más y más entienda y le parezca
claro ser de Dios. Porque esto quiere su Majes-

5 que le dicen; entendemos: que les dicen, "podría


ser pidiendo una cosa a nuestro Señor... parecerles que
les dicen lo que quieren (que les contestan a lo que pi-
den)". El empleo de le en vez de les tiene varios ejem-
plos en este libro: "personas [a quienes el Señor] se le
quería dar por amigo", 95-18 = se les quería; "confíen
y verán cómo... le lleva", 39-21 = les lleva; "a los que
hacen grandes penitencias... todo se le hace poco", 124-10
= se les hace; "a ellos puniéndole ejemplos", 148-3
*= puniéndoles.
6 "puede también ser apreensión de el mesmo en-
tendimiento, que podría acaecer, o hablar el mesmo es-
píritu a sí mesmo." Vida, XXV.
CAPITULO TERCERO IJD

tad, y no es dejar de hacer lo que El manda,


pues nos tiene dicho tengamos a el confesor en
su lugar, adonde no se puede dudar ser palabras
suyas; y éstas ayuden a dar ánimo, si es nego-
cio dificultoso, y nuestro Señor le porná al 5
confesor, y le hará crea es espíritu suyo,
cuando Él lo quisiere, y si no, no están más
obligados. Y hacer otra cosa sino lo dicho, y
.siguirse naide por su parecer en esto, téngolo
por cosa muy peligrosa; y ansí, hermanas, os 10
amonesto de parte de nuestro Señor, que jamás
os acaezca.
Otra manera hay, como habla el Señor a el
alma, que yo tengo para mí ser muy cierto de
su parte, con alguna visión intelectual, que '5
adelante diré como es. Es tan en lo íntimo del
alma, y parécele tan claro oír aquellas palabras
con los oídos del alma a el mesmo Señor, y tan
en secreto, que la mesma manera de entender-
las, con las operaciones que hace la mesma vi- 20
12 En cuanto a la obediencia al confesor, la doctrina
de la Santa es terminante: "no hacer ni creer cosa sino
lo que aquél la dijere..., porque, puesto caso que el con-
fesor no atinase, ella atinará más en no salir de lo que
le dice, aunque sea ángel de Dios el que la habla."
Fund., VIII, 4. El cumplimiento de esto le ocasionó tan-
tos disgustos, que últimamente tuvo por norma consul-
tar a los confesores, callando, por lo pronto, lo que se le
habia revelado, a fin de que ellos juzgasen y la aconse-
jasen por razones prudenciales, sin preocupaciones ni
temores. Fund., XVII, 2.
I76 .MORADAS SEXTAS

sión, asegura y da certidumbre no poder el De-


monio tener parte allí. Deja grandes efetos para
creer esto, al menos hay siguridad de que no
procede de la imaginación, y también si hay
5 advertencia la puede siempre tener de esto, por
estas razones. La primera, porque debe ser di-
ferente en la claridad de la habla, que lo es tan
clara, que una sílaba que falte de lo que enten-
dió, se acuerda, y si se dijo por un estilo u por
io otro, anque sea todo una sentencia; y en lo que
se antoja por la imaginación, será no habla tan
clara, ni palabras tan distintas, sino como cosa
medio soñada.
La segunda, porque acá no se pensaba mu-
ís chas veces en lo que se entendió, digo que es a
deshora, y an algunas estando en conversa-
ción, anque hartas se responde a lo que pasa de
presto por el pensamiento u a lo que antes se
ha pensado; mas muchas es en cosa que jamás
io tuvo acuerdo de que habían de ser ni serían, y
ansí no las podía haber fabricado la imagina-
ción, para que el alma se engañase en antojár-
sele lo que no había deseado, ni querido, ni ve-
nido a su noticia.

24 "¿Cómo se entenderán cosas que no habían ve-


nido a la memoria aún antes? ¿Cómo vernán entonces
que no obra casi, y la imaginación está como emboba-
da?" Vida, XXV.
CAPÍTULO TERCERO 1 77

La tercera, porque lo uno es como quien


oye, y lo de la imaginación es como quien va
componiendo lo que él mesmo quiere que le
digan poco a poco.
La cuarta, porque las palabras son muy di- 5
ferentes, y con una se compreende mucho, lo
que nuestro entendimiento no podría compren-
der tan de presto.
La quinta, porque junto con las palabras
muchas veces, por un modo que yo no sabré I0
decir, se da a entender mucho más de lo que
ellas suenan sin palabras. En este modo de en-
tender, hablaré en otra parte más, que es cosa
muy delicada y para alabar a nuestro Señor;
porque en esta manera y diferencias, ha habido i5
personas muy dudosas, en especial alguna por
quien ha pasado, y ansí habrá otras que no
acababan de entenderse; y ansí sé que lo ha
mirado con mucha advertencia, porque han
sido muy muchas veces las que el Señor le hace 20
esta merced, y la mayor duda que tenía era en
esto, si se le antojaba, a los principios, que el

12 "Acaece ser a tiempos que está el entendimiento


y alma tan alborotada y distraída que no acertaría a
concertar una buena razón, y halla guisadas grandes
sentencias que le dicen que ella, aun estando muy re-
cogida, no pudiera alcanzar." Vida, XXV.
22 Dice esto la Santa de sí misma; v. 171-6, nota.
178 MORADAS SEXTAS

ser Demonio más presto se puede entender; an-


que son tantas sus sotilezas, que sabe bien con-
trahacer elespíritu de luz; mas será, a mi pa-
recer, en las palabras, decirlas muy claras, que
5 tampoco quede duda si se entendieron como en
el espíritu de verdad ; mas no podrá contra-
hacer los efetos que quedan dichos, ni dejar esa
paz en el alma, ni luz, antes inquietud y albo-
roto; mas puede hacer poco daño, u ninguno,
10 si el alma es humilde, y hace lo que he dicho,
de no se mover a hacer nada por cosa que en-
tienda. Sison favores y regalos del Señor, mire
con atención si por ellos se tiene por mejor, y
si mientra mayor palabra de regalo, no quedare
15 más confundida, crea que no es espíritu de
Dios; porque es cosa muy cierta, que cuando
lo es, mientra mayor merced le hace, muy más
en menos se tiene la mesma alma, y más
acuerdo tray de sus pecados, y más olvidada
20 de su ganancia, y más empleada su voluntad y
memoria en querer sólo la honra de Dios, ni
acordarse de su propio provecho, y con más te-
mor anda de torcer en ninguna cosa su volun-
tad, y con mayor certidumbre de que nunca
25 mereció aquellas mercedes, sino el Infierno.
Como hagan estos efetos todas las cosas y
mercedes que tuviere en la oración, no ande el
alma espantada, sino confiada en la misericor-
dia del Señor, que es fiel, y no dejará a el De-
CAPITULO TERCERO 1 79

monio que la engañe, anque siempre es bien


se ande con temor.
Podrá ser que a las que no lleva el Señor por
este camino, les parezca que podrían estas
almas no escuchar estas palabras que les dicen, 5
y si son interiores, destraerse de manera que
no se admitan, y con esto andarán sin estos
peligros. A éstos respondo, que es imposible :
no hablo de las que se les antoja, que con no
estar tanto apeteciendo alguna cosa ni quirien- 10
do hacer caso de las imaginaciones, tienen re-
medio. Acá ninguno, porque de tal manera el
mesmo espíritu que habla, hace parar todos
los otros pensamientos y advertir a lo que se
dice, que en alguna manera me parece, y creo i5
es ansí, que sería más posible no entender a
una persona que hablase muy a voces a otra
que oyese muy bien, porque podría no adver-
tir, y poner el pensamiento y entendimiento
en otra cosa, mas en lo que tratamos no se 20
puede hacer : no hay oídos que se atapar, ni
poder para pensar, sino en lo que se le dice,
en ninguna manera ; porque el que pudo ha-
cer parar el sol, por petición de Josué creo

2 "Tengo por muy cierto que el Demonio no enga-


ñará, ni lo primitirá Dios, a alma que de ninguna cosa
se fía de sí y está fortalecida en la fee." Vida, XXV.
24 "Entonces habló Josué...: "Sol, no te muevas de
"encima de Gabaón ; ni tú, luna, de encima del valle de
1 80 MORADAS SEXTAS

era, puede hacer parar las potencias y todo el


interior, de manera, que ve bien el alma, que
otro mayor Señor gobierna aquel Castillo que
ella, y nácela harta devoción y humildad; ansi
5 en escusarlo no hay remedio ninguno. Dénosle
la divina Majestad, para que sólo pongamos los
ojos en contentarle y nos olvidemos de nos-
otros mesmos, como he dicho; amén. Plega
Él, que haya acertado a dar a entender lo que
io en esto he pretendido, y que sea de algún aviso
para quien lo tuviere.

"Ayalón." Paróse, pues, el sol en medio del Cielo..., obe-


deciendo elSeñor a la voz de un hombre y peleando por
Israel." Libro de Josué, X, 12, 13, 14.
CAPÍTULO CUARTO

Con estas cosas dichas de trabajos y las de-


más, ¿qué sosiego puede traer la pobre mari-
posica? Todo es para más desear gozar a el Es-
poso; ysu Majestad, como quien conoce núes- 5
tra flaqueza, vala habilitando con estas cosas
y otras muchas, para que tenga ánimo de jun-
tarse con tan gran Señor, y tomarle por Es-
poso. Reíros heis de que digo esto, y pareceros
ha desatino; porque cualquiera de vosotras os 10
parecerá que no es menester, y que no habrá
nenguna mujer tan baja, que no le tenga para
desposarse con el Rey. Ansí lo creo yo con el
de la tierra, más con el del Cielo, yo os digo
que es menester más de lo que pensáis; porque '5
nuestro natural es muy tímido y bajo para tan
gran cosa, y tengo por cierto, que si no lo diese
Dios, con cuanto veis, u que nos está bien, se-
ría imposible. Y ansí veréis lo que hace su

15 "es menester ánimo cierto, porque es tanto el


gozo, que parece algunas veces no queda un punto para
acabar el ánima de salir deste cuerpo." J'ida, XVII, 1.
1 82 MORADAS SEXTAS

Majestad para concluir este desposorio, que


entiendo yo debe ser cuando da arrobamien-
tos, que la saca de sus sentidos; porque si es-
tando en ellos se viese tan cerca desta gran
5 Majestad, no era posible, por ventura, quedar
con vida. Entiéndese arrobamientos que lo
sean, y no flaquezas de mujeres, como por acá
tenemos, que todo nos parece arrobamiento y
éstasi. Y como creo dejo dicho, hay comple-
jo siones tan flacas, que con una oración de quie-
tud se mueren. Quiero poner aquí algunas ma-
neras que yo he entendido, como he tratado
con tantas personas espirituales, que hay de
arrobamientos, anque no sé si acertaré, como
J5 en otra parte que lo escribí : esto y algunas co-
sas de las que van aquí, que por algunas razo-
nes, ha parecido no va nada tornarlo a decir,
anque no sea sino porque vayan las Moradas
por junto aquí.
20 Una manera hay, que estando el alma, anque
no sea en oración, tocada con alguna palabra,
que se acordó u oye de Dios, parece que su
Majestad, desde lo interior del alma, hace cre-

2 "arrobamiento o elevamiento o vuelo que llama-


mos de espíritu o arrebatamiento, que todo es uno; digo
que estos diferentes nombres todo es una cosa y tam-
bién se llama éstasi." Vida, XX. i. Explica algunas di-
ferencias entre estos conceptos en la Relación VIII, Li-
bro de las Relaciones.
15 En el Libro de su Vida, cap. XX.
CAPÍTULO CUARTO I 83

cer la centella que dijimos ya, movido de pia-


dad de haberla visto padecer tanto tiempo por
su deseo, que abrasada toda ella como un ave
Fenis, queda renovada, y piadosamente, se
puede creer, perdonadas sus culpas. Hase de *
entender con la dispusición y medios que esta
alma habrá tenido, como la Iglesia lo enseña.
Y ansí limpia, la junta consigo, sin entender an
aquí naide sino ellos dos, ni an la mesma alma
entiende de manera que lo puede después de- '©
cir, anque no está sin sentido interior ; porque
no es como a quien toma un desmayo u para-
jismo, que ninguna cosa interior ni esterior
entiende. Lo que yo entiendo en este caso, es
que el alma nunca estuvo tan despierta para i5
las cosas de Dios, ni con tan gran luz y cono-
cimiento de su Majestad. Parecerá imposible,
porque si las potencias están tan absortas, que
podemos decir que están muertas, y los senti-
dos lo mesmo, ¿cómo se puede entender que 20
entiende ese secreto? Yo no lo sé, ni quizá
ninguna criatura, sino el mesmo Criador, y
otras cosas muchas que pasan en este estado,
digo en estas dos Moradas; que ésta, y la pos-

12 parajismo = parasismo y paroxismo, en el Diccio-


nario Acad.
14 "Aunque pocas veces se pierde el sentido, algunas
me ha acaecido a mí perderle del todo; pocas y poco
rato, mas lo ordinario es que se turba." Vida. XX, 13.
184 MORADAS SEXTAS

trera se pudiera juntar bien, porque de la una


a la otra no hay puerta cerrada : porque hay
cosas en la postrera, que no se han manifes-
tado alos que an no han llegado a ella, me pa-
5 recio dividirlas.
Cuando estando el alma en esta suspensión,
el Señor tiene por bien demostrarle algunos
secretos, como de cosas del Cielo y visiones
imaginarias, esto sábelo después decir, y de
10 tal manera queda imprimido en la memoria
que nunca jamás se olvida; mas cuando son
visiones inteletuales tampoco las sabe decir ;
porque debe haber algunas en estos tiempos
tan subidas, que no las convienen entender
15 más los que viven en la tierra para poderlas
decir, anque estando sana en sus sentidos, por
acá se pueden decir muchas destas visiones in-
teletuales.
Podrá ser que no entendáis algunas qué cosa
20 es visión, en especial las inteletuales. Yo diré

u "coge el Señor el alma... a manera que las nubes


cogen los vapores de la tierra, y levántala toda della, y
sube la nube al Cielo, y llévala consigo : comiénzala a
mostrar cosas del reino que le tiene aparejado. No sé si
la comparación cuadra, mas, en hecho de verdad, ello
pasa ansí." Vida, XX.
20 La visión puede percibirse por los ojos corpora-
les, por la imaginación y por el entendimiento; la visión
intelectual es la de naturaleza superior : ésta y la imagi-
nativa están extensamente explicadas en el Libro de su
Vida, caps. XXVII y XXVIII.
CAPÍTULO CUARTO l85

a su tiempo, porque me lo ha mandado quien


puede; y anque parezca cosa impertinente,
quizá para algunas almas será de provecho.
Pues diréisme, si después no ha de haber
acuerdo de esas mercedes tan subidas que ahí 5
hace el Señor a el alma, ¿qué provecho le train?
¡ Oh hijas ! que es tan grande, que no se puede
encarecer, porque anque no las saben decir, en
lo muy interior del alma quedan bien escritas,
y jamás se olvidan. Pues si no tienen imagen 10
ni las entienden las potencias, ¿cómo se pueden
acordar? Tampoco entiendo eso; mas entiendo
que quedan unas verdades en esta alma, tan
fijas de la grandeza de Dios, que cuando no tu-
viera fe que le dice quien es, y que está obli- 15.
gada a creerle por Dios, le adorará desde aquel
punto por tal, como hizo Jacob cuando vio la
escala, que con ella debía de entender otros se-
cretos, que no los supo decir : que por sólo ver
una escala que bajaban y subían ángeles, si no 20
hubiera más luz interior, no entendiera tan
grandes misterios. No sé si atino en lo que di-
go, porque anque lo he oído, no sé si se me
acuerda bien. Ni tampoco Moysén supo decir

18 "Y vio en sueños una escala fija en la tierra, cuyo


remate tocaba en el Cielo, y ángeles de Dios que subían
y bajaban por ella." Génesis, cap. XXVIII, 12.
1 86 MORADAS SEXTAS

todo lo que vio en la zarza, sino lo que quiso


Dios que dijese; mas si no mostrara Dios a su
alma secretos con certidumbre, para que viese
y creyese que era Dios, no se pusiera en tantos
5 y tan grandes trabajos ; mas debía entender tan
grandes cosas dentro de los espinos de aquella
zarza, que le dieron ánimo para hacer lo que
hizo por el pueblo de Israel. Ansí que, herma-
nas, las cosas ocultas de Dios no hemos de
io buscar razones para entenderlas, sino que como
creemos que es poderoso, está claro que hemos
de creer que un gusano de tan limitado poder
como nosotros, que no ha de entender sus
grandezas. Alabémosle mucho, porque es ser-
es vido que entendamos algunas.
Deseando estoy acertar a poner una compa-
ración para si pudiese dar a entender algo de
esto que voy diciendo, y creo no la hay que
cuadre; mas digamos ésta: Entráis en un apo-
20 sentó de un rey u gran señor, u creo camarín
los llaman, adonde tienen infinitos géneros de
vidrios y barros y muchas cosas, puestas por
tal orden, que casi todas se ven en entrando.
Una vez me llevaron a una pieza de éstas en
95 casa de la Duquesa de Alba, adonde, viniendo

i "Donde se le apareció el Señor en una llama de


fuego que salía de en medio de una zarza, y veía que la
zarza estaba ardiendo y no se consumía." Éxodo, III, 2.
CAPÍTULO CUARTO 1 87

de camino, me mandó la obediencia estar, por


haberlos importunado esta señora, que me
quedé espantada en entrando, y consideraba de
qué podía aprovechar aquella baraúnda de co-
sas, yvía que se podía alabar al Señor de tan- 5
tas diferencias de cosas; y ahora me cay en
gracia cómo me ha aprovechado para aquí. Y
anque estuve allí un rato, era tanto lo que ha-
bía que ver, que luego se me olvidó todo, de
manera que de nenguna de aquellas piezas me 10
quedó más memoria que si nunca las hubiera
visto, ni sabría decir de qué hechura eran : mas
por junto acuérdase que lo vio. Ansí acá, es-
tando el alma tan hecha una cosa con Dios,
metida en este aposento de cielo impíreo que 0
debemos tener en lo interior de nuestras almas ;
porque claro está que, pues Dios está en ellas,
que tiene alguna de estas Moradas ; y anque
cuando está ansí el alma en éstasi, no debe
siempre el Señor querer que vea estos secre- 10
tos, porque está tan embebida en gozarle que
le basta tan gran bien, algunas veces gusta que
se desembeba y de presto vea lo que está en
aquel aposento; y ansí queda después que torna
en sí con aquel representársele las grandezas 25
que vio : mas no puede decir nenguna, ni llega
su natural a más de lo que sobrenatural ha
querido Dios que vea. ¡Luego ya confieso que
fué ver y que es visión imaginaria! — No quie-
1 88 MORADAS SEXTAS

ro decir tal, que no es esto de que trato, sino


visión inteletual ; que como no tengo letras, mi
torpeza no sabe decir nada ; que lo que he di-
cho hasta aquí en esta oración entiendo claro
5 que si va bien que no soy yo la que lo he di-
cho. Yo tengo para mí que si algunas veces
no entiende de estos secretos en los arroba-
mientos elalma a quien los ha dado Dios, que
no son arrobamientos, sino alguna flaqueza na-
10 tural, que puede ser a personas de flaca com-
plesión, como somos las mujeres, con alguna
fuerza de espíritu sobrepujar al natural y que-
darse ansí embebidas, como creo dije en la
oración de quietud. Aquéllos no tienen que ver
i5 con arrobamientos; porque el que lo es cree
que roba Dios toda el alma para sí y que,
como a cosa suya propia y ya esposa suya, la
va mostrando alguna partecita del reino que ha
ganado por serlo; que, por poca que sea, es
20 todo mucho lo que hay en este gran Dios, y
no quiere estorbo de naide, ni de potencias, ni
sentidos ; sino de presto manda cerrar las puer-

14 Hay arrebatos de devoción que conviene evitar :


"que es esto como unos niños que tienen un acelerado
llorar que parece van a ahogarse, y con darles a beber
cesa aquel demasiado sentimiento; ansí acá la razón
ataje a encoger la rienda, porque podría ser ayudar el
mesmo natural; vuelva la consideración con temer no
es todo perfeto, sino que puede ser mucha parte sen-
sual." Vida, XXIX, 8.
CAPÍTULO CUARTO 1 8q

tas de estas Moradas todas, y sólo en la que El


está queda abierta para entrarnos. Bendita sea
tanta misericordia y con razón serán malditos
los que no quisieren aprovecharse de ella, y
perdieren a este Señor. ¡Oh, hermanas mias! 5
que no es nada lo que dejamos, ni es nada
cuanto hacemos, ni cuanto pudiéramos hacer,
por un Dios que ansí se quiere comunicar a
un gusano. Y si tenemos esperanza de an en
esta vida gozar de este bien, ¿qué hacemos? 10
¿En qué nos detenemos? ¿Qué es bastante para
que un memento dejemos de buscar a este Se-
ñor, como lo hacía la Esposa por barrios y
plazas? ¡Oh, que es burlerío todo lo del mun-
do si no nos llega y ayuda a esto, anque du- 15
raran para siempre sus deleites y riquezas y
gozos cuantos se pudieran imaginar ! ¡ Que es
todo asco y basura comparado a estos tesoros
que se han de gozar sin fin! Ni an éstos no son
rada en comparación de tener por nuestro al *>
Señor de todos los tesoros y del Cielo y de la
tierra. ¡Oh, ceguedad humana! ¿Hasta cuándo,
hasta cuándo se quitará esta tierra de nuestros
ojos? Que anque entre nosotras no parece no
es tanta que nos ciegue del todo, veo unas mo-14 25

14 Cantar de los Cantares, III, 2. V. nota a la pági-


na 110-23.
14 burlerío = burla, engaño; burlería, en Dice. Acad.
190 MORADAS SEXTAS

tillas, unas chimilas, que si las dejamos cre-


cer, bastarán hacernos gran daño; sino que
por amor de Dios, hermanas, nos aproveche-
mos de estas faltas para conocer nuestra mi-
5 seria, y ellas nos den mayor vista, como la dio
el lodo del ciego que sanó muestro Esposo; y
ansí, viéndonos tan imperfetas, crezca más el
suplicarle saque bien de nuestras miserias,
para en todo contentar a su Majestad.
10 Mucho me he divirtido sin entenderlo; per-
donadme, hermanas, y creed que, llegada a es-
tas grandezas de Dios, digo, a hablar en ellas,
no puede dejar de lastimarme mucho ver lo
que perdemos por nuestra culpa. Porque, an-
ís que es verdad que son cosas que las da el Se-
ñor a quien quiere, si quisiésemos a su Majes-
tad como El nos quiere, a todas las daría ; no
está deseando otra cosa, sino tener a quien
dar, que no por eso se desminuyen sus rique-
20 zas.

Pues tornando a lo que decía, manda el Es-


poso cerrar las puertas de las Moradas, y an
las del Castillo y cerca ; que en quiriendo arre-
batar esta alma, se le quita el huelgo de ma-
a5 ñera que, anque duren un poquito más algunas

6 "...escupió en tierra y formó lodo con la saliva y


aplicóle sobre los ojos del ciego... Fuese, pues, y lavóse
allí, y volvió con vista." San Juan, IX, 6-7.
CAPITULO CUARTO I91

veces los otros sentidos, en ninguna manera


puede hablar, anque otras veces todo se quita
de presto, y se enfrían las manos y el cuerpo
de manera que no parece tiene alma, ni se en-
tiende algunas veces si echa el huelgo. Esto 5
dura poco espacio, digo para estar en un ser,
porque, quitándose esta gran suspensión un
poco, parece que el cuerpo torna algo en sí y
alienta para tornarse a morir y dar mayor
vida a el alma, y con todo no dura mucho tan t0
gran éstasi.
Mas acaece, anque se quita, quedarse la vo-
luntad tan embebida y el entendimiento tan
enajenado, y durar ansí día y an días, que pa-
rece no es capaz para entender en cosa que 15
no sea para despertar la voluntad a amar, y
ella se está harto despierta para esto y dor-
mida para arrostrar a asirse a ninguna cria-
tura.
¡Oh! cuando el alma torna ya del todo en sí. 20
¡qué es la confusión que le da y los deseos tan
grandísimos de emplearse en Dios, de todas

4 "En estos arrobamientos parece no anima el alma


en el cuerpo, y ansí se siente muy sentido faltar del el
calor natural; vase enfriando, anque con grandísima
suavidad y deleite." Vida, XX, 3.
16 "Los días que duraba esto, andaba como embo-
bada; no quisiera ver ni hablar, sino abrazarme con mi
pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay en
todo lo criado." Vida, XXIX, 12.
192 MORADAS SEXTAS

cuantas maneras se quiere servir de ella! Si


de las oraciones pasadas quedan tales efetos
como quedan dichos, ¿qué será de una merced
tan grande como ésta? Querría tener mil vidas
5 para emplearlas todas en Dios, y que todas
cuantas cosas hay en la tierra fuesen lenguas
para alabarle por ella. Los deseos de hacer pe-
nitencia grandísimos; y no hace mucho en ha-
cerla, porque con la fuerza del amor, siente
10 poco cuanto hace, y ve claro que no hacían
mucho los mártires en los tormentos que pade-
cían, porque con esta ayuda de parte de nues-
tro Señor es fácil ; y ansí se quejan estas almas
a su Majestad cuando no se les ofrece en que
j5 padecer. Cuando esta merced les hace en secre-
to, tiénenla por muy grande; porque cuando
es delante de algunas personas, es tan grande
el corrimiento y afrenta que les queda, que en
alguna manera desembebe el alma de lo que
20 gozó, con la pena y cuidado que le da pensar
qué pensarán los que lo han visto. Porque co-

1 "Ya no quiere querer ni tener otra voluntad que


la del Señor, y ansí se lo suplica : dale las llaves de su
voluntad." Vida, XX, 16.
21 "...estos arrobamientos..., estando entre gentes,
no los podía resistir, sino que con harta pena mía se co-
menzaron a publicar." Vida, XXIX, 12. "Supliqué mu-
cho al Señor que no quisiese ya darme más mercedes
que tuviesen muestras esteriores, porque yo estaba ya
cansada de andar en tanta cuenta." Vida, XX.
CAPÍTULO CUARTO 193

nocen la malicia del mundo y entienden que


no lo echarán por ventura a lo que es, sino que,
por lo que habian de alabar al Señor, por ven-
tura les será ocasión para echar juicios. En al-
guna manera me parece esta pena y corri- 5
miento falta de humildad ; mas ello no es más
en su mano; porque si esta persona desea ser
vituperada, ¿qué se le da? Como entendió una
que estaba en esta aflición de parte de nuestro
Señor: "No tengas pena, que, u ellos han de 10
alabarme a Mí u mormurar de ti, y en cual-
quiera cosa de éstas ganas tú." Supe después
que esta persona se habia mucho animado con
estas palabras y consolado; y porque si alguna
se viere en esta afleción, os las pongo aquí. Pa- 15
rece que quiere nuestro Señor que todos en-
tiendan que aquel alma es ya suya, que no ha
de tocar naide en ella ; en el cuerpo, en la honra,
en la hacienda, enhorabuena, que de todo se
sacará honra para su Majestad; mas en el alma, 20
eso no, que si ella, con muy culpable atrevi-
miento, no se aparta de su Esposo, El la ampa-
rará de todo el mundo, y an de todo el Infierno.

13 Fué la misma Santa; v. Vida, XXXI, 5.


15 Afleción = aflicción.
23 "Tengo para mí que un alma que llega a este
estado, que ya ella no habla ni hace cosa por sí, sino
que de todo lo que ha de hacer tiene cuidado este sobe-
rano Rey." Vida, XX, 16.
194 MORADAS SEXTAS

No sé si queda dado algo a entender de qué cosa


ts. arrobamiento, que todo es imposible, como
he dicho, y creo no se ha perdido nada en de-
cirlo, para que se entienda lo que lo es, porque
5 hay efetos muy diferentes en los fingidos arro-
bamientos; no digo fingidos porque quien los
tiene no quiere engañar, sino porque ella lo
está; y como las señales y efetos no confor-
man con tan gran merced, queda infamada de
io manera que con razón no se cree después a
quien el Señor la hiciere. Sea por siempre ben-
dito y alabado, amén, amén.

7 no quiere. V. Apéndice, 194-/-


CAPÍTULO QUINTO

Otra manera de arrobamientos hay, u vuelo


del espíritu le llamo yo, que anque todo es uno
en la sustancia, en lo interior se siente muy di-
ferente, porque muy de presto algunas veces 5
se siente un movimiento tan acelerado del alma,
que parece es arrebatado el espíritu con una
velocidad que pone harto temor, en especial a
los principios ; que por eso os decía que es me-
nester ánimo grande para a quien Dios ha de 10
hacer estas mercedes, y an fe y confianza y re-
sinación grande de que haga nuestro Señor del
alma lo que quisiere. ¿Pensáis que es poca tur-
bación estar una persona muy en su sentido y
verse arrebatar el alma? Y an algunos hemos 15
leído que el cuerpo con ella, sin saber adonde

5 El vuelo del espíritu eleva más que el arrobamiento :


"aunque, como digo, sea todo uno o lo parezca; mas uii
fuego pequeño también es fuego como un grande, y ya se
ve la diferencia que hay de lo uno a lo otro." Vida.
XVIII, 3.
196 MORADAS SEXTAS

va u quién la lleva u cómo ; que al principio de


este momentáneo movimiento no hay tanta
certidumbre de que es Dios. Pues ¿hay algún
remedio de poder resistir ? En ninguna manera ;
5 antes es peor; que yo le sé de alguna persona,
que parece quiere Dios dar a entender al alma
que, pues tantas veces con tan grandes veras
se ha puesto en sus manos y con tan entera
voluntad se le ha ofrecido toda, que entienda
10 que ya no tiene parte en sí, y notablemente,
con más impetuoso movimiento es arrebatada ;
y tomaba ya por sí no hacer más que hace una
paja cuando la levanta el ámbar, si lo habéis
mirado, y dejarse en las manos de quien tan
15 poderoso es, que ve es lo más acertado hacer
la necesidad virtud. Y porque dije de la paja,
es cierto ansí, que con la facilidad que un gran
jayán puede arrebatar una paja, este nuestro
gran gigante y poderoso arrebata el espíritu.
20 No parece sino que aquel pilar de agua, que
dijimos, creo era la cuarta Morada, que no me

i Algunas veces este arrobamiento "me llevaba el


alma, y aun, casi ordinario, la cabeza tras ella, sin po-
derla tener, y algunas todo el cuerpo, hasta levantarle...,
tendíame en el suelo y llegábanse a tenerme el cuerpo,
y todavía se echaba de ver...; me parecía que desde de-
bajo de los pies me levantaban fuerzas tan grandes que
no sé cómo lo comparar". Vida, XX.
19 "cuando Dios quiere... arrebata el espíritu como
un gigante tomaría una paja..." Vida, XXII, 8.
21 Morada IV, cap. II, pág. 77, desde la línea 6.
CAPÍTULO QUINTO 1 97

acuerdo bien, que con suavidad y mansedum-


bre, digo sin ningún movimiento, se henchía;
aquí desató este gran Dios que detiene los ma-
nantiales de las aguas, y no deja salir la mar
de sus términos, los manantiales por donde 5
venía a este pilar del agua; y con un ímpetu
grande se levanta una ola tan poderosa, que
sube a lo alto esta navecica de nuestra alma.
Y ansí como no puede una nave, ni es pode-
roso el piloto, ni todos los que la gobiernan, 10
para que las olas, si vienen con furia, la dejen
estar adonde quieren, muy ¡menos puede lo
interior del alma detenerse en donde quiere, ni
hacer que sus sentidos ni potencias hagan más
de lo que les tienen mandado, que lo esterior 15
no se hace aquí caso de ello.
Es cierto, hermanas, que de sólo irlo escri-
biendo me voy espantando, de cómo se mues-
tra aquí el gran poder de este gran Rey y Em-
perador; ¿qué hará quien pasa por ello? Tengo 20
para mí que si los que andan muy perdidos
por el mundo se les descubriese su Majestad,
como hace a estas almas, que anque no fuese
por amor, por miedo no le osarían ofender.
Pues ¡oh, cuan obligadas estarán las que han 2b
sido avisadas por camino tan subido a procu-
rar con todas sus fuerzas no enojar este Señor!
Por El os suplico, hermanas, a la que hubiere
hecho su Majestad estas mercedes u otras se-
I98 MORADAS SEXTAS

mejantes, que no os descuidéis con no hacer


más que recibir; mira que quien mucho debe,
mucho ha de pagar. Para esto también es me-
nester gran ánimo, que es una cosa que aco-
5 barda en gran manera ; y si nuestro Señor no
se le diese andaría siempre con gran aflición;
porque mirando lo que su Majestad hace con
ella, y tornándose a mirar a sí, cuan poco
sirve para lo que está obligada, y eso poquillo
10 que hace lleno de faltas y quiebras y flojedad,
que por no se acordar de cuan imperfetamente
hace alguna obra, si la hace, tiene por mejor
procurar que se le olvide, y traer delante sus
pecados, y meterse en la misericordia de Dios ;
15 que pues no tiene con qué pagar, supla la pia-
dad y misericordia que siempre tuvo con los
pecadores. Quizá le responderá lo que a una
persona que estaba muy afligida delante de
un crucifijo en este punto, considerando que
20 nunca había tenido qué dar a Dios ni qué de-
jar por El: díjole el mesmo Crucificado conso-
lándola, que El la daba todos los dolores y
trabajos que había pasado en su Pasión, que

4 "veis o sentís levantarse esta nube o esta águila


caudalosa y cogeros con sus alas... y veisos llevar y no
sabéis dónde..., y es menester ánima determinada y ani-
mosa... para arriscarlo todo, venga lo que viniere." Vi-
da, XX. 3.
CAPITULO QUINTO I Qy

lo tuviese por propios para ofrecer a su Padre.


Quedó aquel alma tan consolada y tan rica,
según de ella he entendido, que no se le puede
olvidar, antes cada vez que se ve tan misera-
ble, acordándosele, queda animada y conso- 5-
lado. Algunas cosas de éstas podría decir aquí,
que, como he tratado tantas personas santas y
de oración, sé muchas ; porque no penséis que
só yo me voy a la mano. Esta paréceme de
gran provecho, para que entendáis lo que se i©
contenta nuestro Señor de que nos conozca-
mos y procuremos siempre mirar y remirar
nuestra pobreza y miseria, y que no tenemos
nada, que no lo recibimos. Ansí que, herma-
nas mías, para esto y otras muchas cosas, que i5
se ofrece a un alma, que ya el Señor la tiene
en este punto, es menester ánimo ; y, a mi pa-
recer, para esto postrero más que para nada,
si hay humildad ; dénosla el Señor por quien es.
Pues tornando a este apresurado arrebatar 2c
el espíritu, es de tal manera, que verdadera-
mente parece sale del cuerpo, y, por otra parte,
claro está que no queda esta persona muerta :

1 Esta persona fué la misma Santa: "como nunca


yo dejé nada por Él ni en cosa le he senado.... comencé
a fatigar mucho y di jome el Señor: "Ya sabes el despo-
sorio que hay entre ti y Mí, y habiendo esto, lo que yo
"tengo es tuyo, y ansí te doy todos los trabajos y dolores
"que pasé, y con esto puedes pedir a mi Padre como cosa
"propia." Relaciones, IX.
200 MORADAS SEXTAS

al menos ella no puede decir si está en el cuer-


po u si no, por algunos istantes. Parécete que
toda junta ha estado en otra región muy dife-
rente de en esta que vivimos, adonde se le
s muestra otra luz tan diferente de la de acá,
que si toda su vida ella la estuviera fabricando
junto con otras cosas, fuera imposible alcanzar-
las ;y acaece que en un istante le enseñan tan-
tas cosas juntas, que en muchos años que tra-
10 bajara en ordenarlas con su imaginación y pen-
samiento, no pudiera de mil partes la una. Esto
no es visión inteletual, sino imaginaria, que se
ve con los ojos del alma, muy mejor que acá
vemos con los del cuerpo, y sin palabras se le
i5 da a entender algunas cosas ; digo como si ve
algunos santos : los conoce como si los hubiera
mucho tratado. Otras veces, junto con las co-
sas que ve con los ojos del alma por visión in-
teletual, sele representan otras, en especial
20 multitud de ángeles, con el Señor de ellos, y
sin ver nada con los ojos del cuerpo ni del alma,
por un conocimiento admirable que yo no sabré
decir, se le representa lo que digo y otras mu-
chas cosas que no son para decir. Quien pasare
25 por ellas, que tenga más habilidad que yo, las

2 "Parece que aquella avccita del espíritu se escapó


de esta miseria <de la carne y cárcel de este cuerpo, y des-
ocupada de él, puede más emplearse en lo que le da el
Señor." Relaciones, VIII.
CAPITULO QUINTO 201

sabrá quizá dar a entender, anque me parece


bien dificultoso. Si esto todo pasa estando en el
cuerpo u no, yo no lo sabré decir; al menos ni
juraría que está en el cuerpo, ni tampoco que
está el cuerpo sin alma. Muchas veces he pen- 5
sado, si como el sol estándose en el Cielo, que
sus rayos tienen tanta fuerza, que no mudán-
dose él de allí, de presto llegan acá, si el alma
y el espíritu, que son una mesma cosa, como
lo es el sol y sus rayos, puede, quedándose ella 10
en su puesto, con la fuerza del calor que le
viene del verdadero Sol de justicia, alguna
parte superior salir sobre sí mesma. En fin, yo
no sé lo que digo, lo que es verdad es que con
la presteza que sale la pelota de un arcabuz i5
cuando le ponen el fuego, se levanta en lo inte-
rior un vuelo, que yo no sé otro nombre que le
poner, que, anque no hace ruido, hace movi-
miento tan claro, que no puede ser antojo en
ninguna manera ; y muy fuera de sí mesma, a 2c
todo lo que puede entender, se le muestran
grandes cosas. ; y cuando torna a sentirse en si,

5 "Yo conozco a un hombre [que cree] en Cristo que


catorce años ha. si en cuerpo o fuera del cuerpo no lo
sé, sábelo Dios, fué arrebatado hasta el tercer Cielo. Y sé
que el mismo hombre, si en cuerpo o fuera del cuerpo
no lo sé, Dios lo sabe, fué arrebatado al Paraíso." Epís-
tola 2.* de San Pablo a los Corintios, XII, 2-3-4.
17 "El vuelo de espíritu es un no sé cómo le llame,
que sube de lo más íntimo de el alma." Relaciones, VIII.
202 MORADAS SEXTAS

es con tan grandes ganancias, y tiniendo en tan


poco todas las cosas de la tierra, para en com-
paración de las que ha visto, que le parecen ba-
sura; y desde ahí adelante vive en ella con
s harta pena, y no ve cosa de las que le solían
parecer bien que no le haga dársele nada de
ella. Parece que le ha querido el Señor mostrar
algo de la tierra adonde ha de ir, como lleva-
ron señas los que enviaron a la tierra de pro-
,o misión los del pueblo de Israel, para que pase
los trabajos de este camino tan trabajoso, sa-
biendo adonde ha de ir a descansar. Ataque
cosa que pasa tan de presto no os parecerá de
mucho provecho, son tan grandes los que deja
■5 en el alma, que si no es por quien pasa, no se
sabrá entender su valor. Por donde se ve bien
no ser cosa del Demonio; que de la propia ima-
ginación esimposible, ni el Demonio podría re-
presentar cosas, que tanta operación y paz y
20 sosiego y aprovechamiento dejan en el alma, en
especial tres cosas muy en subido grado : cono-
cimiento de la grandeza de Dios, porque mien-
tras más cosas viéremos de ella, más se nos da
a entender : propio conocimiento y humildad de

io "Enviólos, pues, Moysés, a reconocer la tierra de


Chanaan. Habiendo partido, exploraron la tierra..., cor-
taron un sarmiento con su racimo, el cual trajeron en-
tre dos, en un varal. Llevaron también granadas e higos
de aquel sitio." Números, XIII, 18-24.
CAPÍTULO QUINTO 2CO

ver cómo cosa tan baja, en comparación del


Criador de tantas grandezas, la lia osado ofen-
der, ni osa mirarle: la tercera, tener en muy
poco todas las cosas de la tierra, si no fueren
las que puede aplicar para servicio de tan gran 5
Dios. Estas son las joyas que comienza el Es-
poso a dar a su esposa, y son de tanto valor
que no las porná a mal recaudo, que ansí que-
dan esculpidas en la memoria estas vistas, que
creo es imposible olvidarlas hasta que las goce 10
para siempre, si no fuere para grandísimo mal
suyo; mas el Esposo que se las da es poderoso
para darle gracia que no las pierda.
Pues tornando a el ánimo que es menester,
¿pareceos que es tan liviana cosa? Que verda- :5
deramente parece que el alma se aparta del
cuerpo, porque se ve perder los sentidos, y no
entiende para qué. Menester es que le dé El
que da todo lo demás. Diréis que bien pagado
va este temor : ansí lo digo yo. Sea para siem- 20
pre alabado el que tanto puede dar. Plega a su
Majestad que nos dé para que merezcamos
servirle, amén.
CAPITULO SESTO

Destas mercedes tan grandes queda el alma


tan deseosa de gozar del todo al que se las hace,
que vive con harto tormento, anque sabroso;
5 unas ansias grandísimas de morirse, y ansí, con
lágrimas muy ordinarias, pide a Dios la saque
de este destierro. Todo la cansa cuanto ve en
él ; en viéndose a solas tiene un gran alivio, y
luego acude esta pena, y en estando sin ella no
10 se hace. En fin, no acaba esta mariposica de
hallar asiento que dure; antes, como anda el
alma tan tierna del amor, cualquiera ocasión
que sea para encender más este fuego la hace
volar; y ansí en esta Morada son muy conti-
15 nuos los arrobamientos, sin haber remedio de
escusarlos, anque sea en público, y luego las

5 ansias : Hay que repetir con el pensamiento el


verbo anterior: [Vive con] ansias grandísimas...
t6 "cuando pensaba que estas mercedes que el Se-
ñor me hace, se habían de venir a saber en público, era
tan escesivo el tormento, que me inquietaba mucho el
alma...; de mejor gana me parece me determinaba a
que me enterraran viva." Vida, XXX, 4; v. nota 192-21.
CAPÍTULO SEXTO 20 5

persecuciones y murmuraciones, que, anque ella


quiera estar sin temores, no la dejan, porque
son muchas las personas que se los ponen, en
especial los confesores. Y anque en lo interior
del alma parece tiene gran siguridad por una 5
parte, en especial cuando está a solas con Dios,
por otra anda muy afligida, porque teme si la
ha de engañar el Demonio de manera que
ofenda a quien tanto ama, que de las mormu-
raciones tiene poca pena, si no es cuando el mes- 10
mo confesor la aprieta, como si ella pudiese
más. No hace sino pedir a todos oraciones, y
suplicar a su Majestad la lleve por otro cami-
no, porque le dicen que lo haga, porque éste
es muy peligroso ; mas como ella ha hallado i5
por él tan gran aprovechamiento, que no puede
dejar de ver que le lleva, como lee y oye y sahe
por los mandamientos de Dios el que va al Cie-
lo, no lo acaba de desear, anque quiere, sino
dejarse en sus manos. Y an este no lo poder 20
desear le da pena, por parecerle que no obe-
dece al confesor, que en obedecer y no ofender
a nuestro Señor le parece que está todo su re-
medio para no ser engañada; y ansí no haría
un pecado venial, de advertencia, porque la hi- 25
ciesen pedazos, a su parecer; y aflígese en gran
manera de ver que no se puede escusar de ha-
cer muchos sin entenderse. Da Dios a estas al-
mas un deseo tan grandísimo de no le descon-
i5
20Ó MORADAS SEXTAS

tentar en cosa ninguna, por poquito que sea,


ni hacer una imperfeción si pudiesen, que por
sólo esto, anque no fuese por más, querría
huir de las gentes, y ha gran envidia a los
5 que viven y han vivido en los desiertos; por
otra parte se querría meter en mitad del mun-
do, por ver si pudiese ser parte para que un
alma alabase más a Dios, y si es mujer, se
aflige del atamiento que le hace su natural,
io porque no puede hacer esto, y ha gran envidia
a los que tienen libertad para dar voces, publi-
cando quién es este gran Dios de las Caba-
llerías.
jOh, pobre mariposilla, atada con tantas ca-
15 denas que no te dejan volar lo que querrías!
Habedla lástima, mi Dios; ordenad ya de ma-
nera que ella pueda cumplir en algo sus deseos
para vuestra honra y gloria. No os acordéis de
lo poco que lo merece y de su bajo natural.
20 Poderoso sois Vos, Señor, para que la gran
mar se retire, y el gran Jordán, y dejen pasar

8 El amor a Dios es muy diferente del amor profa-


no. Este quiere ser solo en el objeto amado; aquél es ma-
yor cuanto más compañía encuentra para amar. Exc, 2.
11 " ¡ Alaben os todas las cosas, Señor del mundo !
¡ Oh, quién diese voces por Él, para decir cuan fiel sois
a vuestros amigos!" Vida, XXV; v. adelante, 213-1.
13 "gran Dios de las Caballerías, de las Batallas, de
los Ejércitos", apelativos bíblicos de la Divinidad.
CAPÍTULO SEXTO 207

Jos hijos de Israel; no la hayáis lástima, que,


.con vuestra fortaleza ayudada, puede pasar
.muchos trabajos. Ella está determinada a ello,
y los desea padecer ; alarga, Señor, vuestro po-
deroso brazo, no se le pase la vida en cosas tan 5
.bajas. Parézcase vuestra grandeza en cosa tan
feminil y baja para que, entendiendo el mundo
que no es nada de ella, os alaben a Vos, cués-
tele lo que le costare, que eso quiere, y dar mil
vidas, porque un alma os alabe un poquito más 10
a su causa, si tantas tuviera; y las da por muy
üen empleadas, y entiende con toda verdad que
no merece padecer por Vos un muy pequeño
trabajo, cuanto más morir.
No sé a qué propósito he dicho esto, herma- 15
ñas, ni para qué, que no me he entendido. En-
tendamos que son éstos los efetos que quedan
de estas suspensiones u éstasi, sin duda nen-
guna ;porque no son deseos que se pasan, sino
que están en un ser, y cuando se ofrece algo en 20
qué mostrarlo, se ve que no era fingido. — ¿Per
qué digo estar en un ser? Algunas veces se

1 "Extendiendo, pues, Moysés, la mano sobre el


mar, abrióle el Señor por en medio, y soplando toda la
noche un viento recio y abrasador, le dejó en seco, y las
aguas quedaron divididas, con lo que los hijos de Israel
entraron por medio del mar." Éxodo, XIV, 21-22. "Al
soplo de tu furor se amontonaron las aguas : paróse la
ola que iba corriendo, cuajáronse en medio del mar los
-.abismos de las aguas". Éxodo, XV, 8.
208 MORADAS SEXTAS

siente el alma cobarde y en las cosas más ba-


jas, v atemorizada y con tan poco ánimo, que
no le parece posible tenerle para cosa. Entiendo
yo que la deja el Señor entonces en su natural
5 para mucho mayor bien suyo; porque ve en-
tonces que si para algo le ha tenido, ha sido
dado de su Majestad con una claridad que la
deja aniquilada a sí y con mayor conocimiento
de la misericordia de Dios y de su grandeza,.
io que en cosa tan baja la ha querido mostrar;
mas lo mas ordinario está como antes hemos
dicho. Una cosa advertí, hermanas, en estos
grandes deseos de ver a nuestro Señor: que
aprietan algunas veces tanto, que es menester
15 no ayudar a ellos, sino divertiros, si podéis digo,
porque en otros, que diré adelante, en ninguna
manera se puede, como veréis. En estos prime-
ros, alguna vez sí podrán ; porque hay razón en-
tera para conformarse con la voluntad de Dios,,
ao y decir lo que decía san Martín, y podráse voí-

15 "estemos con cuidado cuando vienen estos ímpe-


tus tan grandes..., que podrá ser que nuestra naturaleza,
a veces, obre tanto como el amor, que hay personas que
cualquiera cosa, aunque sea mala, desean con grande
vehemencia... que mude el deseo [de morir], pensando
que si vive, servirá más a Dios." Camino, XIX, 9.
20 "Veisme aquí, Señor; si es necesario vivir para
haceros algún servicio, no rehuso todos cuantos trabajos
en la tierra me puedan venir, como decía vuestro ama-
dor San Martín." Exc, XV. "Señor, si todavía soy ne-
cesario atu pueblo, no rehuso el trabajo; hágase siem-
CAPITULO SEXTO 209

ver la consideración si mucho aprietan ; porque,


como es, al parecer, deseo que ya parece de
personas muy aprovechadas, ya podría el De-
monio moverle, porque pensásemos que lo es-
.tamos, que siempre es bien andar con temor. 5
Mas tengo para mí que no podrá poner la quie-
tud y paz que esta pena da en el alma, sino que
será moviendo con él alguna pasión, como se
tiene cuando por cosas del siglo tenemos alguna
pena ; mas a quien no tuviese espiriencia de uno 10
y de lo otro no lo entenderá, y pensando es una
gran cosa ayudará cuanto pudiere, y haríale
mucho daño a la salud ; porque es contina esta
pena, u, al menos, muy ordinaria.
También advertid que suele causar la com- ,5
plesión flaca cosas de estas penas, en especial si
es en unas personas tiernas, que por cada cosita
lloran ; mil veces las hará entender que lloran
por Dios, que no sea ansí. Y an puede acaecer
ser (cuando viene multitud de lágrimas, digo, 20
por un tiempo, que a cada palabrita que oya u
piense de Dios no se puede resistir de ellas),
haberse allegado algún humor al corazón, que
ayuda más que el amor que se tiene a Dios,
que no parece han de acabar de llorar ; y como 25

pre en todo tu santísima voluntad." De San Martín,


obispo de Tours. i(Edic. autógr. de Las Moradas, 1882;
transcripción, pág. 95, nota.)
210 MORADAS SEXTAS

ya tienen entendido que las lágrimas son bue-


nas, no se van a la mano, ni querrían hacer-
otra cosa, y ayudan cuanto pueden a ellas. Pre-
tende elDemonio aquí que se enflaquezcan, de
5 manera que después ni puedan tener oración,
ni guardar su regla.
Paréceme que os estoy mirando cómo decís-
que qué habéis de hacer, si en todo pongo peli-
gro; pues en una cosa tan buena como las lágri-
10 mas me parece puede haber engaño, que yo soy
la engañada ; y ya puede ser, mas creé que na
hablo sin haber visto que le puede haber en al-
gunas personas, anque no en mí; porque no
soy nada tierna, antes tengo un corazón tan
15 recio, que algunas veces me da pena; anque
cuando el fuego de adentro es grande, por recio
que sea el corazón distila, como hace un alqui-
tara, ybien entenderéis cuando vienen las lá-
grimas de aquí, que son más confortadoras y
2o pacifican, que no alborotadoras, y pocas veces-
hacen mal. El bien es en este engaño, cuando
lo fuere, que será daño del cuerpo, digo si hay

3 "enojábame en extremo de las muchas lágrimas,


que por [una] culpa lloraba, cuando veía mi poca en-
mienda." Vida, VI, 2. "Parecíame que aquellas mis lá-
grimas eran mujeriles y sin fuerza." Vida, IX, 8. Trae-
mos a veces las lágrimas por nuestra voluntad ; pero no
crea "el que se está quebrando la cabeza a sus solas..., si
ha estrujado algunas lágrimas, que aquello es la ora-
ción." Cartas, Orga, I, 23-5.
CAPÍTULO SEXTO 21 I

humildad, y no del alma, y cuando no le hay.


no será malo tener esta sospecha. No pensemos
que está todo hecho en llorando mucho, sino
que echemos mano del obrar mucho, y de las
virtudes, que son las que nos han de hacer al 5
caso, y las lágrimas vénganse cuando Dios las
enviare, no haciendo nosotras diligencias para
traerlas. Estas dejarán esta tierra seca, regada,
y son gran ayuda para dar fruto ; mientra me-
nos caso hiciéremos de ellas, más, porque es ro
agua que cay del cielo; la que sacamos cansán-
donos en cavar para sacarla, no tiene que ver
con ésta, que muchas veces cavaremos y que-
daremos molidas, y no hallaremos ni un charco
de agua, cuanto más pozo manantial. Por eso, 15
hermanas, tengo por mejor, que nos pongamos
delante del Señor, y miremos su misericordia
y grandeza y nuestra bajeza, y denos Él lo que
quisiere, siquiera haya agua, siquiera sequedad.
Él sabe mejor lo que nos conviene ; y con esto 20
andaremos descansadas, y el demonio no terna
tanto lugar de hacernos trampantojos.
Entre estas cosas penosas y sabrosas junta-
mente, da nuestro Señor al alma algunas veces
unos júbilos y oración estraña. que no sabe en- 25
tender qué es. Porque si os hiciere esta merced,
le alabéis mucho y sepáis que es cosa que pa-
sa, la pongo aquí. Es, a mi parecer, una unión
grande de las potencias, sino que las deja núes-
212 MORADAS SEXTAS

tro Señor con libertad para que gocen de este


gozo, y a los sentidos lo mesmo, sin entender
qué es lo que gozan y cómo lo gozan. Parece
esto algarabía, y cierto pasa ansí, que es un
5 gozo tan ecesivo del alma que no querría go-
zarle a solas, sino decirlo a todos, para que la
ayudasen a alabar a nuestro Señor, que aquí
va todo su movimiento. ¡Oh, qué de fiestas ha-
ría y qué de muestras, si pudiese, para que
io todos entendiesen su gozo! Parece que se ha
hallado a sí, y que, como el padre del hijo pró-
digo, querría convidar a todos y hacer grandes
fiestas, por ver su alma en puesto que no puede
dudar que está en siguridad, al menos por en-
i5 tonces. Y tengo para mí, que es con razón ;
porque tanto gozo interior de lo muy íntimo
del alma, y con tanta paz, y que todo su con-
tento provoca a alabanzas de Dios, no es posi-
ble darle el Demonio. Es harto, estando con
20 este gran ímpetu de alegría, que calle y pueda

5 ecesivo = escesivo ; piérdese la J ante la c, como en


picina, 11-23; ecelentísimo, 59-6; ecelentc, 87-4; diclpu-
los, 111-12, etc.
12 "Traed un ternero cebado, matadle y comamos y
celebremos un banquete, pues que este hijo mío estaba
muerto y ha resucitado ; habíase perdido y ha sido ha-
llado." San Mateo, XV, 23-24.
14 "está en seguridad". "Entiéndelo de la seguridad
que tiene de que no es ilusión del Demonio lo que siente,
sino obra y merced de Dios... " De una nota que desde el
siglo xvii se ha venido repitiendo en todas las ediciones.
CAPÍTULO SEXTO 2l3

disimular, y no poco penoso. Esto debía sentir


san Francisco, cuando le toparon los ladrones,
que andaba por el campo dando voces, y les
dijo que era pregonero del gran Rey; y otros
santos, que se van a los desiertos por poder 5
apregonar lo que san Francisco : estas alaban-
zas de su Dios. Yo conocí uno llamado fray
Pedro de Alcántara, que creo lo es, según fué
su vida, que hacía esto mesmo, y le tiníen por
loco los que alguna vez le oyeron. ¡Oh, qué 10
buena locura, hermanas, si nos la diese Dios a
todas! Y qué mercedes os ha hecho de teneros
en parte que, anque el Señor os haga ésta y
deis muestras de ello, antes será para ayuda-
ros que no para mormuración, como fuérades 15
si estuviérades en el mundo, que se usa tan
poco este pregón que no es mucho que le mor-
muren. ¡Oh desventurados tiempos y miserable
vida en la que ahora vivimos, y dichosas a las
que les ha cabido tan buena suerte, que estén 2J
fuera de él! Algunas veces me es particular
gozo cuando, estando juntas, las veo a estas
hermanas tenerle tan grande interior, que la
que más puede, más alabanzas da a nuestro

8 En el Libro de su Vida, caps. XXVII y XXX, da


la Santa extensas y curiosas noticias de este asceta, a
quien trató personalmente.
9 tiníen = tenían; del lenguaje antiguo, como acudíe,
17-22; desenvolvíemonos, Vida, cap. II.
214 MORADAS SEXTAS

Señor de verse en el monesterio; porque se les


ve muy claramente que salen aquellas alaban-
zas de lo interior del alma. Muchas veces que-
rría, hermanas, hiciésedes esto> que una que
5 comienza, despierta a las demás. ¿En qué me-
jor se puede emplear vuestra lengua cuando
estéis juntas, que en alabanzas de Dios, pues
tenemos tanto por que se las dar? Plega a su
Majestad que muchas veces nos dé esta ora-
10 ción, pues es tan segura y gananciosa; que ad-
quirirla no podremos, porque es cosa muy so-
brenatural y; acaece durar un día, y anda el
alma como uno que ha bebido mucho, mas no
tanto que esté enajenado de los sentidos, u un
15 melencólico, que del todo no ha perdido el se-
so, mas no sale de una cosa que se le puso en
la imaginación, ni hay quien le saque de ella.
Harto groseras comparaciones son éstas para
tan preciosa causa, mas no acanza otras mi
2o ingenio, porque ello es ansí : que este gozo la
tiene tan olvidada de sí y de todas las cosas,
que no advierte ni acierta a hablar, sino en lo
que procede de su gozo, que son alabanzas de
Dios. A}oidemos a esta alma, hijas mías todas;
25 ¿para qué queremos tener más seso?, ¿qué nos
puede dar mayor contento? ¡y ayúdennos todas
las criaturas, por todos los siglos de los siglos !
Amén, amén, amén.
CAPITULO SÉTIMO

Pareceros ha, hermanas, que a estas almas


que el Señor se comunica tan particularmente
(en especial podrán pensar esto que diré, las
que no hubieren llegado a estas mercedes, por- 5
que si lo han gozado, y es de Dios, verán lo
que yo diré), que estarán ya tan seguras de que
han de gozarle para siempre, que no teman
que temer ni que llorar sus pecados; y será
muy gran engaño; porque el dolor de los peca- 10
dos crece más, mientra más se recibe de nues-
tro Dios : y tengo yo para mí, que hasta que
estemos adonde ninguna cosa puede dar pena,
que ésta no se quitará. Verdad es, que unas
veces aprieta más que otras, y también es de 15
diferente manera; porque no se acuerda de la
pena que ha de tener por ellos, sino de cómo
fué tan ingrata a quien tanto debe, y a quien
tanto merece ser servido; porque en estas gran-
dezas que le comunica, entiende mucho más 20
la de Dios; espántase cómo fué tan atrevida;
llora su poco respeto; parécele una cosa tan
desatinada su desatino, que no acaba de lasti-
2l6 MORADAS SEXTAS

mar jamás, cuando se acuerda por las cosas


tan bajas, que dejaba una tan gran majestad.
Mucho más se acuerda de esto, que de las mer-
cedes que recibe, siendo tan grandes como las
5 dichas, y las que están por decir; parece que
las lleva un río caudaloso, y las tray a sus
tiempos. Esto de los pecados está como un
cieno, que siempre parece se avivan en la me-
moria, yes harto gran cruz. Yo sé de una per-
10 sona que, dejado de querer morirse por ver a
Dios, lo deseaba por no sentir tan ordinaria-
mente pena de cuan desagradecida había sido a
quien tanto debió siempre, y había de deber; y
ansí no le parecía podían llegar maldades de
15 ninguno a las suyas ; porque entendía que no
le habría a quien tanto hubiese sufrido Dios y
tantas mercedes hubiese hecho. En lo que toca
a miedo del Infierno, ninguno tienen ; de si han
de perder a Dios, a veces aprieta mucho, mas
20 es pocas veces. Todo su temor es no las deje
Dios de su mano para ofenderle, y se vean en
estado tan miserable, como se vieron en algún
tiempo, que de pena ni gloria suya propia no
tienen cuidado; y si desean no estar mucho en
25 Purgatorio, es más por no estar ausentes de
Dios, lo que allí estuvieren, que por las penas
que han de pasar. Yo no temía por seguro, por
favorecida que un alma esté de Dios, que se ol-
vidase de que en algún tiempo se vio en mise-
CAPITULO SÉPTIMO 2 i7

rabie estado; porque arique es cosa penosa,


aprovecha para muchas. Quizá como yo he
sido tan ruin, me parece esto, y esta es la carosa
de traerlo siempre en la memoria ; las que han
sido buenas, no ternán que sentir, anque siem- 5
pre hay quiebras mientra vivimos en este
cuerpo mortal. Para esta pena ningún alivio es
pensar que tiene nuestro Señor ya perdonados
los pecados y olvidados, antes añide a la pena
ver tanta bondad, y que se hacen mercedes a ic-
quien no merecía sino Infierno. Yo pienso que
fué éste un gran martirio en san Pedro y la
Madalena; porque como tenían el amor tan
crecido, y habían recibido tantas mercedes, y
tenían entendida la grandeza y majestad de J5
Dios, sería harto recio de sufrir, y con muy
tierno sentimiento.
También os parecerá que quien goza de co-
sas tan altas no terna meditación en los miste-
rios de la sacratísima humanidad de nuestro 2C-
Señor Jesucristo, porque se ejercitará ya toda
en amor. Esto es una cosa que escribí largo en
otra parte, y anque me han contradecido en

9 añide = añade.
12 San Pedro: "queriendo su Magestad subirle a muy
gran contemplación, se conoce por indigno, diciendo...:
"Apartaos de mi, Señor, que soy hombre pecador."
Vida, XXII, 7.
23 Libro de su Vida, cap. XXII y parte del XXYIT.
2l8 MORADAS SEXTAS

ella y dicho que no lo entiendo, porque son ca-


minos por donde lleva nuestro Señor, y que
cuando ya han pasado de los principios es
mejor tratar en cosas de la Divinidad y huir
¿5 de las corpóreas, a mí no me harán confesar
que es buen camino. Ya puede ser que me en-
gañe, y que digamos todos una cosa; mas vi
yo que me quería engañar el Demonio por
ahí, y ansí estoy tan escarmentada, que pien-
*o so, aunque lo haya dicho más veces, decíroslo
otra vez aquí, por que vais en esto con mucha
advertencia; y mira que oso decir que no
creáis a quien os dijere otra cosa. Y procuraré
darme más a entender, que hice en otra parte;
j5 porque por ventura si alguno lo ha escrito,
como él lo dijo, si más se alargara en decla-
rarlo, decía bien; y decirlo ansí por junto a las
que no entendemos tanto puede hacer mu-
cho mal.
20 También les parecerá a algunas almas que
no pueden pensar en la Pasión; pues menos
podrán en la sacratísima Virgen, ni en la vida
de los Santos, que tan gran provecho y aliento

6 "avisan mucho que aparten de sí toda imagina-


ción corpórea..." "dicen que, aunque sea la Humanidad
de Christo, a los que llegan ya tan adelante, que em-
baraza oimpide a la más perfeta contemplación". Vida,
XXII, i.
II vais, por vayáis; antiguo.
CAPÍTULO SÉPTIMO 2IQ

nos da su memoria. Yo no puedo pensar en


qué piensan; porque apartados de todo lo cor-
póreo, para espíritus angélicos es estar siem-
pre abrasados en amor, que no para los que
vivimos en cuerpo mortal, que es menester 5
trate y piense y se acompañe de los que unién-
dole, hicieron tan grandes hazañas por Dios;
cuanto más apartarse de industria de todo
nuestro bien y remedio, que es la sacratísima
humanidad de nuestro Señor Jesucristo; y no 10
puede creer que lo hacen, sino que no se en-
tienden, yansí harán daño a sí y a los otros.
Al menos yo les asiguro que no entren a estas
dos Moradas postreras; porque si pierden la
guía, que es el buen Jesús, no acertarán el ca- 15
mino; harto será si se están en las demás con
siguridad. Porque el mesmo Señor dice que
es camino; también dice el Señor que es luz.
y que no puede nenguno ir al Padre sino
por Él ; y quien me ve a mí ve a mi Padre. 2o
Dirán que se da otro sentido a estas palabras.
Yo no sé esotros sentidos ; con este que siem-

7 "nosotros no somos ángeles, sino tenemos cuer-


po; querernos hacer ángeles estando en la tierra... es
desatino...; en negocios y persecuciones y trabajos,
cuando no se puede tener tanta quietud, y en tiempo de
sequedades, es muy buen amigo Cristo, porque le mi-
ramos hombre y vérnosle con flaquezas y trabajos, y es
compañía..." Vida, XXII.
20 San Juan, XIV, 6-9. V. pág. 41-1, nota.
220 MORADAS SEXTAS

pre siente mi alma ser verdad, me ha ido muy


bien.
Hay algunas almas, y son hartas las que lo
han tratado conmigo, que como nuestro Señor
5 las llega a dar contemplación perfeta, que-
rríanse siempre estar allí, y no puede ser; mas
quedan con esta merced del Señor, de manera,
que después no pueden discurrir en los miste-
rios de la Pasión y de la vida de Cristo, como
io antes. Y no sé qué es la causa, mas es esto
muy ordinario, que queda el entendimiento
más inhabilitado para la meditación; creo debe
ser la causa, que como en la meditación es todo
buscar a Dios, como una vez se halla, y queda
15 el alma acostumbrada, por obra de la volun-
tad, a tornarle a buscar, no quiere cansarse
con el entendimiento. Y también me parece
que, como la voluntad esté ya encendida, no
quiere esta potencia generosa aprovecharse de
20 estotra si pudiese; y no hace mal, mas será
imposible, en especial hasta que llegue a estas
postreras Moradas, y perderá tiempo, porque
muchas veces ha menester ser ayudada del
entendimiento para encender la voluntad. Y
25 notad, hermanas, este punto, que es impor-
tante, y ansí le quiero declarar más. Está el
alma deseando emplearse toda en amor, y que-
rría no entender en otra cosa, mas no podrá
anque quiera; porque anque la voluntad no-
CAPÍTULO SÉPTIMO 221

esté muerta, está mortecino el fuego que la


suele hacer quemar, y es menester quien le so-
ple para echar calor de sí. ¿Sería bueno que
se estuviese el alma con esta sequedad, espe-
rando fuego del Cielo, que queme este sacrifi- 5
ció que está haciendo de sí a Dios, como hizo
nuestro padre Elias? No, por cierto, ni es bien
esperar milaglos : el Señor los hace cuando es
servido, por esta alma, como queda dicho y
se dirá adelante; mas quiere su Majestad que 10
nos tengamos por tan ruines que no merece-
mos los haga, sino que nos ayudemos en todo
lo que pudiéremos. Y tengo para mí, que hasta
que muramos, por subida oración que hayat
es menester esto. Verdad es, que a quien mete 15
ya el Señor en la sétima Morada es muy pocas
veces, o casi nunca, las que ha menester hacer
esta diligencia, por la razón que en ella diré,
si me acordare; mas es contino no se apartar

7 Estaba Elias al pie del ara en que se había de


celebrar el sacrificio. Pedía a Dios un milagro por el
cual se convirtiese el pueblo que se hallaba presente.
"De repente bajó fuego del Cielo y devoró el holocausto,
y la leña y las piedras, y aun el polvo." Visto lo cual,
postráronse todos sobre sus rostros, diciendo: "¡El Se-
ñor es el Dios ! ¡ El Señor es el Dios !" Libro III de los
Reyes, XVIII, 38-39.
8 milaglos. La forma antigua más conforme con la
etimología es miraglo; de ésta procede la moderna mi-
lagro;la que aquí escribió Santa Teresa ofrece un caso
de asimilación, y no de metátesis, entre r-l. V. 76-11, nota.
222 MORADAS SEXTAS

de andar con Cristo nuestro Señor por una


manera admirable, adonde, divino y humano
junto, es siempre su compañía. Ansí que cuan-
do no hay encendido el fuego que queda dicho,
5 en la voluntad, ni se siente la presencia de
Dios, es menester que la busquemos, que esto
quiere su Majestad, como lo hacía la Esposa
en los Cantares, y preguntemos a las criaturas
quién las hizo, como dice san Agustín, creo en
io sus Meditaciones o Confesiones, y no nos este-
mos bobos perdiendo tiempo por esperar lo
que una vez se nos dio, que a los principios
podrá ser que no lo dé el Señor en un año, y
an en muchos: su Majestad sabe el por qué;
15 nosotras no hemos de querer saberlo ni hay
para qué. Pues sabemos el camino, como he-
mos de contentar a Dios por los mandamientos
y consejos, en esto andemos muy diligentes, y
en pensar su vida y muerte, y lo mucho que le
8 "Encontráronme las patrullas que rondan por la
ciudad, y les dije: "No habéis visto al amado de mi al-
"ma?" Cantares, IIT, 3, v. iii-i, nota. Ya se habrá nota-
do la frecuencia con que la Santa alude a los Cantares;
escribió un libro en ellos inspirado: "el cual libro, como
pareciese a un su confesor cosa nueva y peligrosa, que
mujer escribiese sobre los Cantares, se le mandó que-
mar..., yasí, al punto que este padre se lo mandó, ella
echó el libro en el fuego... ; una monja trasladó del prin-
cipio de este libro unas pocas hojas...", que son los
Conceptos del amor de Dios que hoy conocemos. V. pró-
logo del padre Gracián en los Conceptos.
10 En las Confesiones, libro XIII, cap. II.
223
CAPITULO SÉPTIMO

debemos ; lo demás venga cuando el Señor qui-


siere. Aquí viene el responder que no pueden
detenerse en estas cosas; y por lo que queda
dicho, quizá ternán razón en alguna manera.
Ya sabéis que discurrir con el entendimiento 5
es uno, y representar la memoria al entendi-
miento verdades, es otro. Decís, quizá, que no
me entendéis, y verdaderamente podrá ser que
no lo entienda yo para saberlo decir; mas di-
rélo como supiere. Llamo yo meditación al 10
discurrir mucho con el entendimiento de esta
manera: Comenzamos a pensar en la merced
que nos hizo Dios en darnos a su único Hijo,
y no paramos allí, sino vamos adelante a los
misterios de toda su gloriosa vida; u comenza- 15
mos en la oración del Huerto, y no para el en-
tendimiento hasta que está puesto en la -j*; u
tomamos un paso de la Pasión, digamos como
el prendimiento, y andamos en este misterio,
considerando por menudo las cosas que hay 20
que pensar en él y que sentir, ansí de la trai-
ción de Judas, como de la huida de los Após-
toles, ytodo lo demás; y es admirable y muy
meritoria oración.
Esta es la que digo que ternán razón quien 35
ha llegado a llevarla Dios a cosas sobrenatura-
les, y a perfeta contemplación; porque, como
he dicho, no sé la causa; mas, lo más ordina-
rio, no podrá. Mas no la terna, digo razón, si
224 MORADAS SEXTAS

dice que no se detiene en estos misterios, y los


tray presentes muchas veces, en especial cuan-
do los celebra la Uesia Católica; ni es posible
que pierda memoria el alma que ha recibido
5 tanto de Dios, de muestras de amor tan pre-
ciosas, porque son vivas centellas para encen-
derla más en el que tiene a nuestro Señor, sino
que no se entiende; porque entiende el alma
estos misterios por manera más perfeta. Y es
iü que se los representa el entendimiento, y es-
támpanse en la memoria, de manera que de
sólo ver al Señor caído con aquel espantoso
sudor en el Huerto, aquello le basta para no
sólo un hora, sino muchos días, mirando con
15 una sencilla vista quién es, y cuan ingratos
hemos sido a tan gran pena; luego acude la-
voluntad, aunque no sea con ternura,, a desear
servir en algo tan gran merced y a desear pa-
decer algo por quien tanto padeció, y a otras
20 cosas semejantes, en que ocupa la memoria y
eí entendimiento. Y creo que por esta razón
no puede pasar a discurrir más en la Pasión, y
esto le hace parecer que no puede pensar en
ella. Y si esto no hace, es bien que lo procure
25 hacer, que yo sé que no lo empidirá la muy

13 Oraba el Señor en el Huerto de las Olivas. "Y en-


trando en agonía, oraba con mayor intensión. Y vínole
un sudor como de gotas de sangre, que chorreaba hasta
el suelo." San Luces, XXII, 43 y 44.
CAPÍTULO SÉPTIMO 225

subida oración; y no tengo por bueno que no


se ejercite en esto muchas veces. Si de aquí la
suspendiere el Señor, muy enhorabuena, que
nnque no quiera, la hará dejar en lo que está;
y tengo por muy cierto que no es estorbo esta 5
manera de proceder, sino gran ayuda para
lodo bien, lo que sería si mucho trabajase en
el discurrir, que dije al principio, y tengo para
-iní que no podrá quien ha llegado a más. Ya
puede ser que sí, que por muchos caminos 10
lleva Dios las almas ; mas no se condenen las
que no pudieren ir por él, ni las juzguen inha-
bilitadas para gozar de tan grandes bienes
como están encerrados en los misterios de
nuestro bien Jesucristo; ni naide me hará en- 15
tender, sea cuan espiritual quisiere, irá bien

4 "Cuando Dios quiere suspender todas las poten-


cias..., claro está que, aunque no queramos, se quita esta
presencia [de la Humanidad] ; entonces vaya enhorabue-
na...; mas que nosotros de maña y con cuidado nos
acostumbremos a no procurar con todas nuestras fuer-
zas traer delante siempre... esta sacratísima Humani-
dad, esto digo que no me parece bien y que es andar el
alma en el aire." Vida, XXII.
15 "si no están siempre trabajando con el entendi-
miento y con tener devoción piensan que va todo perdi-
do"; "la verdadera pobreza de espiritu... es no buscar
consuelo ni gusto en la oración, sino consolación en los
trabajos...; andemos hechos asnillos, para traer la noria
del agua que queda dicha, que, aunque cerrados los
ojos y no entendiendo lo que hacen, sacarán más que el
iiortolano con toda su diligencia." Vida, XXII.
226 MORADAS SEXTAS

por aquí. Hay unos principios y an mediosr


que tienen algunas almas, que como comien-
zan a llegar a oración de quietud, y a gustar
de los regalos y gustos que da el Señor, paré-
5 celes que es muy gran cosa estarse allí siem-
pre gustando ; pues créanme, y no se embeban
tanto, como ya he dicho en otra parte, que es
larga la vida, y hay en ella muchos trabajos,
y hemos menester mirar a nuestro dechado
'o Cristo, como los pasó, y an a sus Apóstoles y
santos, para llevarlos con perfeción. Es muy
buena compañía el buen Jesús para no nos
apartar de ella y su sacratísima Madre, y gusta
mucho de que nos dolamos de sus penas, an-
15 que dejemos nuestro contento y gusto algunas
veces. Cuanto más, hijas, que no es tan ordi-
nario el regalo en la oración que no hay tiempo
para todo; y la que dijere que es un ser, ter-
níalo yo por sospechoso, digo que nunca puede
20 hacer lo que queda dicho; y ansí lo tené, y
procura salir de ese engaño, y desembeberos
con todas vuestras fuerzas, y si no bastaren,
decirlo a la priora, para que os dé un oficio de
tanto cuidado, que se quite ese peligro, que al
25 menos para el seso y cabeza es muy grande.

24 "el verdadero amante en toda parte ama... ¡Oh,


Señor mío, qué fuerza tiene con Vos un sospiro salidc
de las entrañas...!" Fund., V.
CAPITULO SÉPTIMO 22'

si durase mucho tiempo. Creo queda dado a


entender lo que conviene, por espirituales que
sean, no huir tanto de cosas corpóreas, que le*
parezca an hace daño la Humanidad sacratísi-
ma. Alegan lo que el Señor dijo a sus discípu- 5
los, que convenia que Él fuese; yo no puedo
sufrir esto. Ausadas que no lo dijo a su Madre
sacratísima, porque estaba firme en la fe, que
sabía que era Dios y hombre ; y anque le ama-
ba más que ellos, era con tanta perfeción, qua 10
antes la ayudaba. No debían estar entonces los
Apóstoles tan firmes en la fe, como después
estuvieron y tenemos razón de estar nosotros
ahora. Yo os digo, hijas, que le tengo por pe-
ligroso camino y que podría el Demonio venir 15
a hace perder la devoción con el Santísimo
Sacramento. El engaño que me pareció a mí
que llevaba no llegó a tanto como esto, sino a
no gustar de pensar en nuestro Señor Jesu-
cristo tanto, sino andarme en aquel embebeci- 20
miento, aguardando aquel regalo; y vi clara-

6 "Mas yo os digo la verdad: os conviene que yo


me vaya."' San Juan, XVI. 7.
13 "paréceme a mí que si tuvieran la fe, como la tu-
vieron después que vino el Espíritu Santo, de que era
Dios y Hombre, no les impidiera, pues no se dijo esto a
la Madre de Dios, aunque le amaba más que todos...:
apartarse del todo de Cristo y que entre en cuenta este
divino Cuerpo con nuestras miserias ni con todo lo cria-
do, no lo puedo sufrir." Vida, XXIT, 1.
228 MORADAS SEXTAS

mente que iba mal ; porque como no podía ser


tenerle siempre, andaba el pensamiento de aquí
para allí, y el alma, me parece, como un ave
revolando que no halla adonde parar, y per-
s diendo harto tiempo, y no aprovechando en
las virtudes ni medrando en la oración. Y no
entendía la causa, ni la entendiera, a mi pare-
cer, porque me parecía que era aquello muy
acertado, hasta que, tratando la oración que
10 llevaba con una persona sierva de Dios, me
avisó. Después vi claro cuan errada iba, y
nunca me acaba de pesar de que haya habido
nengún tiempo que yo careciese de entender
que se podía malganar con tan gran pérdida ; y
i5 cuando pudiera, no quiero ningún bien, sino
adquirido por quien nos vienen todos los bie-
nes. Sea para siempre alabado, amén.

i Hiciéronle creer que toda cosa corpórea, aun la


misma Humanidad de Cristo, embaraza o impide a la
más perfecta contemplación. " ¡ Oh, Señor de mi alma y
bien mío Jesucristo crucificado!, no me acuerdo vez de
esta opinión que tuve que no me da pena... ¡ Había sido
yo tan devota toda mi vida de Cristo...! ¿Es posible,
Señor mío, que cupo en mi pensamiento, ni una hora,
que vos me habíades de impedir para mavor bien ? "
Vida, XXII.
ii Créese que fué el padre jesuíta Juan de Padranos,
enviado a Avila a fundar casa en 1555. La Santa habla
de él más extensamente en su Vida, XXIII.
14 malganarse = perjudicarse, perderse moralmente.
CAPÍTULO OCTAVO

Para que más claro veáis, hermanas, que es


ansí lo que os he dicho, y que mientra más
adelante va un alma más acompañada es de
este buen Jesús, será bien que tratemos de 5
cómo, cuando su Majestad quiere, no podemos
sino andar siempre con Él; como se ve claro
por las maneras y modos con que su Majestad
se nos comunica, y nos muestra el amor que
nos tiene con algunos aparecimientos y visio- 10
nes tan admirables, que por si alguna merced
/Je éstas os hiciere, no andéis espantadas, quie-
ro decir, si el Señor fuere servido que acierte,
en suma, alguna cosa de éstas, para que le ala-
bemos mucho, anque no nos las haga a nos- 15
otras, de que se quiera ansí comunicar con una
criatura, siendo de tanta majestad y poder.
Acaece estando el alma descuidada de que se
le ha de hacer esta merced, ni haber jamás
pensado merecerla, que siente cabe sí a Jesu- 20
cristo nuestro Señor, anque no le ve ni con los
ojos del cuerpo ni del alma. Esta llaman visión
inteletual, no sé yo por qué. Vi a esta persona
que le hizo Dios esta merced, con otras que
23o MORADAS SEXTAS

diré adelante, fatigada en los principios harto;


porque no podía entender qué cosa era, pues
no la vía; y entendía tan cierto ser Jesucristo
nuestro Señor el que se le mostraba de aquella
5 suerte, que no lo podía dudar, digo, que estaba
allí aquella visión ; que si era de Dios o no, an-
que traía consigo grandes efetos para entender
que lo era, todavía andaba con miedo, y ella
jamás había oído visión inteletual, ni pensó
io que la había de tal suerte ; mas entendía muy
claro que era este Señor el que la hablaba mu-
chas veces de la manera que queda dicho ;
porque hasta que le hizo esta merced que digo,
nunca sabía quién la hablaba, anque entendía
15 las palabras. Sé que estando temerosa de esta
visión, porque no es como las imaginarias, que
pasan de presto, sino que dura muchos días,
y an más que un año alguna vez, se fué a su
confesor harto fatigada ; él la dijo que si no vía
20 nada, cómo sabía que era nuestro Señor; que
le dijese qué rostro tenía. Ella le dijo que no

6 "Estando un día del glorioso San Pedro en ora-


ción, vi cabe mí, u sentí, por mejor decir, que con los
ojos del cuerpo ni del alma no vi nada, mas parecióme
estaba junto, cabe mí Cristo, y vía ser Él, que me habla-
ba, a mi parecer." Vida, XXVTI.
21 "preguntóme el confesor: "¿Quién dijo que era
"Jesucristo?" "Él me lo dijo muchas veces — respondí
"yo — , mas antes que me lo dijese se imprimió en mi en-
cendimiento que era Él." Vida, XXVII, 4.
CAPÍTULO OCTAVO 23 1

sabía, ni vía rostro, ni podía decir más de lo


dicho; que lo que sabía era que era Él el que
la hablaba, y que no era antojo. Y anque le
ponían hartos temores todavía, muchas veces
no podía dudar, en especial cuando la decía : 5
"No hayas miedo, que Yo soy." Tenían tanta
fuerza estas palabras, que no lo podía dudar
por entonces, y quedaba muy esforzada y ale-
gre con tan buena compañía; que vía claro
serle gran ayuda para andar con una ordinaria 10
memoria de Dios y un miramiento grande de
no hacer cosa que le desagradase, porque le
parecía la estaba siempre mirando; y cada vez
que quería tratar con su Majestad en oración,
y an sin ella, le parecía estar tan cerca, que no 15
la podía dejar de oír; anque el entender las pa-
labras no era cuando ella quería, sino a des-
hora, cuando era menester. Sentía que andaba
a] lado derecho, mas no con estos sentidos que
podemos sentir que está cabe nosotros una 20
persona, porque es por otra vía más delicada,
que no se debe de saber decir; mas es tan
cierto, y con tanta certidumbre, y an mucho

6 "Heme aquí con solas estas palabras sosegada...,


con una quietud y luz que en un punto vi mi alma he-
cha otra y me parece que con todo el mundo disputara
que era Dios." Vida, XXV. V. 147-n. nota.
23 "Si una persona que yo nunca huviese visto, sino
oído nuevas della, rae viniese a hablar estando ciega o
232 MORADAS SEXTAS

más; porque acá ya se podría antojar, mas en


esto no, que viene con grandes ganancias y
efetos interiores, que ni los podría haber, si
fuese melencolía, ni tampoco el Demonio haría
5 tanto bien, ni andaría el alma con tanta paz, y
con tan continos deseos de contentar a Dios, y
con tanto desprecio de todo lo que no la llega
a Él ; y después se entendió claro no ser Demo-
nio, porque se iba más y más dando a enten-
¡o der. Con todo, sé yo que a ratos andaba harto
temerosa, otros con grandísima confusión, que
no sabía por dónde le había venido tanto bien.
Éramos tan una cosa ella y yo, que no pasaba
cosa por su alma que yo estuviese inorante de
¿5 ella, y ansí puedo ser buen testigo, y me po-
déis creer ser verdad todo lo que en esto dijere.
Es merced del Señor, que tray grandísima con-
fusión consigo y humildad. Cuando fuese del
Demonio, todo sería al contrario; y como es
■■¿o cosa que notablemente se entiende ser dada de
Dios, que no bastaría industria humana para
poderse ansí sentir, en ninguna manera puede

en gran escuridad y me dijese quién era, creerlo hía,


mas no tan determinadamente lo podría afirmar ser
aquella persona como si la hubiera visto. Acá sí, que
sin verse se imprime con una noticia tan clara, que no
parece se puede dudar." Vida, XXVII, 4.
16 Ya se habrá comprendido que habla de sí misma.
Lo que aquí comenta está referido en el Libro de su
Vida, XXVII, en un capítulo interesantísimo.
CAPÍTULO OCTAVO ^33

pensar quien lo tiene que es bien suyo, sino


dado de la mano de Dios. Y anque, a mi pare-
cer, es mayor merced algunas de las que que-
dan dichas, ésta tray consigo un particular co-
nocimiento de Dios, y de esta compañía tan 5.
contina nace un amor ternísimo con su Majes-
tad, y unos deseos an mayores que los que
quedan dichos, de entregarse toda a su servi-
cio, yuna limpieza de conciencia grande ; por-
que hace advertir a todo la presencia que tray I£>
cabe sí. Porque anque ya sabemos que lo está
Dios a todo lo que hacemos, es muestro natu-
ral tal, que se descuida en pensarlo, lo que no
se puede descuidar acá, que la despierta el Se-
ñor que está cabe ella. Y an para las mercedes 15
que quedan dichas, como anda el alma casi
contino con un atual amor al que ve u entiende
estar cabe sí, son muy ordinarias. En fin. en
la ganancia del alma se ve ser grandísima mer-
ced, y muy mucho de preciar, y agradece al 2a
Señor, que se la da tan sin poderle merecer, y
por nengún tesoro ni deleite de la tierra la tro-
caría. Y ansí cuando el Señor es servido que se
le quite, queda con mucha soledad, mas todas
las diligencias posibles que pusiese para tornar 25
a tener aquella compañía aprovechan poco,

26 Halla el alma esta merced "como uno que. sin


deprender ni haber trabajado nada para saber leer, ni
234 MORADAS SEXTAS

que lo da el Señor cuando quiere, y no se


puede adquirir. Algunas veces también es de
algún santo, y es también de gran provecho.
Diréis que si no se ve, que cómo se entiende
5 que es Cristo, u cuándo es santo, u su Madre
gloriosísima. Eso no sabrá el alma decir, ni
puede entender cómo lo entiende, sino que lo
sabe con una grandísima certidumbre. An ya
el Señor, cuando habla, más fácil parece, mas
io el santo que no habla, sino que parece le pone
ei Señor allí por ayuda de aquel alma y por
compañía, es más de maravillar. Ansí son otras
cosas espirituales, que no se saben decir, mas
entiéndese por ellas cuan bajo es nuestro natu-
15 ral, para entender las grandes grandezas de
Dios, pues an éstas no somos capaces, sino que
con admiración y alabanzas a su Majestad
pase quien se las diere ; y ansí le haga particu-
lares gracias por ellas, que pues no es mer-
20 ced que se hace a todos, hase mucho de esti-
mar, y procurar hacer mayores servicios, pues
por tantas maneras le ayuda Dios a ello. De
aquí viene no se tener por eso en más, y pare-
cerle que es la que menos sirve a Dios de cuan-
25 tos hay en la tierra ; porque le parece está más

tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la ciencia


sabida ya en sí, sin saber cómo ni dónde, pues aun
nunca había trabajado, aun para deprender el abecé".
Vida, XXVII.
235
CAPITULO OCTAVO

obligada a ello que nenguno, y cualquier falta


que hace la atraviesa las entrañas, y con muy
grande razón.
Estos e fetos con que anda el alma, que que-
dan dichos, podrá advertir cualquiera de vos- 5
otras a quien el Señor llevare por este camino,
para entender que no es engaño ni tampoco an-
tojo, porque, como he dicho, no tengo que es
posible durar tanto siendo Demonio, haciendo
tan notable provecho a el alma, y trayéndola 10
con tanta paz interior, que no es de costumbre,
ni puede anque quiere, cosa tan mala, hacer
tanto bien; que luego habría unos humos de
propia estimación, y pensar era mejor que los
otros. Mas este andar siempre el alma tan asida 15
de Dios y ocupando su pensamiento en Él, há-
llale tanta rabia, que anque lo intentase, no
tornase muchas veces; y es Dios tan fiel, que
no premitirá darle tanta mano, con alma que
no pretende otra cosa sino agradar a su Majes- 20
tad, y poner su vida por su honra y gloria, sino
que luego ordenará como sea desengañada. Mi
tema es y será que como el alma ande de la
manera que aquí se ha dicho la dejan estas
mercedes de Dios, que su Majestad la sacará 25
con ganancia, si primite alguna vez se le atreva
el Demonio, y que él quedará corrido. Por eso,
hijas, si alguna fuere por este camino, como he
dicho, no andéis asombradas ; bien es que hay
236 MORADAS SEXTAS

temor, y andemos con más aviso, ni tampoco


confiadas; que por ser tan favorecidas, os po-
déis más descuidar, que esto será señal de no
ser de Dios, si no os vierdes con los e fetos que
5 queda dicho. Es bien que a los principios lo co-
muniquéis debajo de confesión con un muy
buen letrado, que son los que nos han de dar
la luz, u si hubiere alguna persona muy espiri-
tual; ysi no lo es, mejor es muy letrado: si le
io hubiere, con el uno y con el otro. Y si os di-
jere que es antojo, no se os dé nada, que el an-
tojo poco mal ni bien puede hacer a vuestra
alma; encomendaos a la divina Majestad, que
no consienta seáis engañadas. Si os dijeren es
15 Demonio, será más trabajo, anque no dirá si es
buen letrado, y hay los efetos dichos; mas
cuando lo diga, yo sé que el mesmo Señor, que
anda con vos, os consolará y asegurará, y a él
le irá dando luz, para que os la dé. Si es per-
20 sona que anque tiene oración, no la ha llevado
el Señor por ese camino, luego se espantará y
lo condenará, y por eso os aconsejo que sea
muy letrado, y si se hallare, también espiritual ;

i Hoy diríamos: que haya temor. V. 218-11, nota.


10 "Lo más siguro es, yo ansí lo hago.... como mu-
chas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comu-
nicar toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace,
con el confesor, y que sea letrado, y que le obedezca."
Vida, XXVI.
CAPÍTULO OCTAVO 2?>J

y la priora dé licencia para ello, porque anque


vaya segura el alma por ver su buena vida, es-
tará obligada la priora a que se comunique,
para que anden con seguridad entramas. Y tra-
tado con estas personas, quiétese, y no ande 5
dando más parte de ello ; que algunas veces, sin
haber de que temer, pone el Demonio unos te-
mores tan demasiados, que fuerzan a el alma a
no se contentar de una vez; en especial si el
confesor es de poca espiriencia. y le ve medro- 10
so, y él mesmo la hace andar comunicando.
Viénese a publicar lo que había de razón estar
muy secreto, y a ser esta alma perseguida y
atormentada; porque cuando piensa que está
secreto, lo ve público, y de aquí suceden mu- i5
chas cosas trabajosas para ella, y podrían su-
ceder para la Orden, según andan estos tiem-
pos. Ansí que es menester grande aviso en esto,
y a las prioras lo encomiendo mucho. Y que
no piense que por tener una hermana cosas se- 20
mejantes, es mejor que las otras ; lleva el Señor

18 "como había personas muy santas en este lugar,


y yo en su lugar una perdición, y no las llevaba Dios '
7
por este camino, luego era el temor en ellos ; que mis
pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba,
de manera que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a
mi confesor o a quien él me mandaba...; grandes perse-
cuciones tuve y cosas hartas, que permitía el Señor me
juzgasen mal, y muchas estando sin culpa..." Vida,
XXVIII.
238 MORADAS SEXTAS

a cada una como ve que es menester. Aparejo


es para venir a ser muy sierva de Dios, si se
ayuda; mas a veces lleva Dios por este camino
a las más flacas ; y ansi no hay en esto por qué
5 aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes,
y a quien con más mortificación y humildad y
limpieza de conciencia sirviese a nuestro Señor,
que ésa será la más santa; anque la certidum-
bre poco se pueda saber acá, hasta que el ver-
lo dadero Juez dé a cada uno lo que merece. Allá
nos espantaremos de ver cuan diferente es su
juicio de lo que acá podemos entender. Sea
para siempre alabado, amén.
CAPITULO NOVENO

Ahora vengamos a las visiones imaginarias,


que dicen que son adonde puede meterse el
Demonio, más que en las dichas; y ansi debe
de ser, mas cuando son de nuestro Señor, en 5
alguna manera me parecen más provechosas,
porque son más conformes a nuestro natural;
salvo de las que el Señor da entender en la pos-
trera Morada, que á éstas no llegan nengunas.
Pues miremos ahora, como os he dicho en el t0
capítulo pasado, que está este Señor; que es
como si en una pieza de oro tuviésemos una
piedra preciosa de grandísimo valor y virtudes :
sabemos certísimo que está allí, anque nunca
la hemos visto; mas las virtudes de la piedra 15
no nos dejan de aprovechar, si la traemos con
nosotras. Anque nunca la hemos visto, no por
eso la dejamos de preciar; porque por espirien-
cia hemos visto que nos ha sanado de algunas
enfermedades, para que es apropiada, mas no 20

20 La Santa no creía en el poder de los hechizos para


obligar al amor (Vida, V) ; pero, según el presente pasa-
je, admitía la virtud de ciertos amuletos para curar en-
fermedades.
24O MORADAS SEXTAS

ia osamos mirar, ni abrir el relicario, ni pode-


mos ;porque la manera de abrirle, sola la sabe
cuya es la joya, y anque nos la prestó para
que nos aprovechásemos de ella, él se quedó
5 con la llave, y como cosa suya ; y abrirá cuando
nos la quisiere mostrar, y an la tomará cuan-
do le parezca, como lo hace. Pues digamos
ahora, que quiere alguna vez abrirla de presto,,
por hacer bien a quien la ha prestado; claro
10 está que le será después muy mayor contento,
cuando se acuerde del admirable resplandor de
la piedra, y ansí quedará más esculpida en su
memoria. Pues ansí acaece acá; cuando nues-
tro Señor es servido de regalar más a esta
15 alma, muéstrale claramente su sacratísima Hu-
manidad de la manera que quiere, u como an-
daba en el mundo, o después de resucitado ; y
s.nque es con tanta presteza, que lo podríamos
comparar a la de un relámpago, queda tan es-
:o culpida en la imaginación esta imagen glorio-
sísima, que tengo por imposible quitarse de
ella hasta que la vea adonde para sin fin la
pueda gozar. Anque digo imagen, entiéndese
que no es pintada al parecer de quien la ver
sino verdaderamente viva, y algunas veces está

17 "Un día de San Pablo Taño 1559], estando en misa,


se me representó toda esta Humanidad sacratísima, como-
se pinta resucitado..." Vida, XXVIII.
CAPÍTULO NOVENO 24 1

hablando con el alma, y an mostrándole gran-


des secretos. Mas habéis de entender, que
anque en esto se detenga algún espacio, no se
puede estar mirando más que estar mirando al
sol, y ansí esta vista siempre pasa muy de 5
presto; y no porque su resplandor da pena,
como el del sol, a la vista interior, que es la
que ve todo esto; que cuando es con la vista
esterior, no sabré decir de ello ninguna cosa,
porque esta persona que he dicho, de quien ,0
tan particularmente yo puedo hablar, no había
pasado por ello; y de lo que no hay espirien-
cia, mal se puede dar razón cierta, porque su
resplandor es como una luz infusa, y de un sol
cubierto de una cosa tan delgada, como un 15
diamante, si se pudiera labrar. Como una ho-
landa, parece la vestidura, y casi todas las ve-
-ces que Dios hace esta merced a el alma, se
-queda en arrobamiento, que no puede su bajeza
sufrir tan espantosa vista. Digo espantosa, por- 20
que con ser la más hermosa y de mayor deleite
que podría una persona imaginar, anque vi-
viese mil años y trabajase en pensarlo, porque
va muy adelante de cuanto cabe en nuestra
imaginación ni entendimiento, es su presencia 25

12 "Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi


con los ojos corporales, ni ninguna, sino con los ojos del
alma." Vida, XXVIII.
242 MORADAS SEXTAS

de tan grandísima majestad, que hace gran es-


panto a el alma. Alisadas que no es menester
aquí preguntar, cómo sabe quién es sin que se
lo hayan dicho, que se da bien a conocer que
5 es Señor del Cielo y de la tierra ; lo que no ha-
rán los reyes de ella, que por sí mesmos bien
en poco se ternán, si no va junto con él su
acompañamiento, u lo dicen. ¡Oh Señor, cómo
os desconocemos los cristianos! ¿Qué será
10 aquel día cuando nos vengáis a juzgar? Pues
viniendo aquí tan de amistad a tratar con
vuestra esposa pone miraros tanto temor, ¡oh
hijas!, qué será cuando con tan rigurosa voz
dijere: "¡Id, malditos de mi Padre!" Quédenos
15 ahora esto en la memoria de esta merced que
hace Dios a el alma, que no nos será poco bien,
pues san Jerónimo, con ser santo, no la apar-
taba de la suya, y ansí no se nos hará nada
cuanto aquí padeciéremos en el rigor de la re-

8 "un rey solo mal se conocerá por sí, aunque éí


más quiera ser conocido por rey... Y ansí, es razón tenga
estas autoridades postizas, porque si no las tuviesse no
le temían en nada ; porque no sale de sí el parecer pode-
roso: de otros le ha de venir la autoridad." Vida,
XXXVII, 3. De este modo estaban tales autoridades
en aquellos tiempos: "ha de haber hora de hablar y
señaladas personas que les hablen : si es algún pobre-
cito que tiene algún negocio, más rodeos y favores y
trabajos le ha de costar tratarlo... [porque no cabe en
Palacio la gente pobre] ; éstos hablan verdades..., que
allí no se deben usar." Vida, XXXVII, 2.
CAPÍTULO NOVENO 243

lisión que guardamos; pues cuando mucho du-


rare, es un memento, comparado con aquella
eternidad. Yo os digo de verdad, que, con cuan
ruin soy, nunca he tenido miedo de los tormen-
tos del Infierno, que fuesen nada, en compara- 5
ción de cuando me acordaba que habían los
condenados de ver airados estos ojos tan her-
mosos y mansos y beninos del Señor, que no
parece lo podía sufrir mi corazón ; esto ha sido
toda mi vida : ¡ cuánto más lo temerá la persona 10
a quien ansí se le ha representado, pues es tanto
el sentimiento que la deja sin sentir! Esta debe
de ser la causa de quedar con suspensión : que
ayuda el Señor a su flaqueza con que se junte
con su grandeza en esta tan subida comunica- 15
ción con Dios.
Cuando pudiere el alma estar con mucho
espacio mirando este Señor, yo no creo que
será visión, sino alguna vehemente considera-
ción, fabricada en la imaginación alguna figu- 20
ra; será como cosa muerta en estotra compa-
ración. Acaece a algunas personas, y sé que es
verdad, que lo han tratado conmigo, y no tres
u cuatro, sino muchas, ser de tan flaca imagi*
nación, u el entendimiento tan eficaz, o no sé 25

9 "me hacía a mí más temor acordarme si había de


ver vuestro divino rostro airado contra mí..., que todas
las penas y furias del Infierno ! " Exc, XIV.
244 MURADAS SEXTAS

qué es, que se embeben de manera en la ima-


ginación, que todo lo que piensan claramente
les parece que lo ven; anque si hubiesen visto
la verdadera visión, entenderían, muy sin que-
5 darles duda, el engaño ; porque van ellas mes-
mas compuniendo lo que ven con su imagina-
ción, yno hace después ningún efeto, sino que
se quedan frías, mucho más que si viesen una
imagen devota. Es cosa muy entendida no ser
io para hacer caso de ello, y ansí se olvida mu-
cho más que cosa soñada. En lo que tratamos
no es ansí, sino que estando el alma muy lejos
de que ha de ver cosa, ni pasarle por pensa-
miento, de presto se le representa muy por
15 junto, y revuelve todas las potencias y senti-
dos con un gran temor y alboroto, para poner-
las luego en aquella dichosa paz. Ansí como
cuando fué derrocado san Pablo, vino aquella
tempestad y alboroto en el cielo, ansí acá en
2o este mundo interior se hace gran movimiento;
y en un punto, como he dicho, queda todo so-

9 "sería como uno que quisiese hacer que dormía v


estase despierto..., que él, como... lo desea, adormécese
en sí..., mas si no es sueño de veras, no le sustentará ni
dará fuerza a la cabeza." Vida, XXVIII.
18 "Caminando, pues, a Damasco, ya se acercaba a
esta ciudad, cuando de repente le cercó de resplandor
una luz del cielo. Y cayendo en tierra oyó una voz que
le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Hechos
de los Apóstoles, IX, 3, 4.
CAPÍTULO NOVENO 245

segado, y está el alma tan enseñada de unas


tan grandes verdades, que no ha menester otro
maestro; que la verdadera sabiduría, sin trabajo
suyo, la ha quitado la torpeza ; y dura con una
certidumbre el alma de que esta merced es de 5
Dios, algún espacio de tiempo, que anque más
le dijesen lo contrario, entonces no la podrían
poner temor de que puede haber engaño. Des-
pués puniéndosele el confesor, la deja Dios,
para eme ande vacilando en que por sus peca- 10
dos sería posible; mas no creyendo, sino como
he dicho en estotras cosas, a manera de tenta-
ciones en cosas de la fe, que puede el Demonio
alborotar, mas no dejar el alma de estar firme
en ella; antes mientra más la combate, más 15
queda con certidumbre de que el Demonio no
lo podría dejar con tantos bienes (como ello
es ansí, que no puede tanto en lo interior del
alma) : podrá él representarlo, mas no con esta
verdad y majestad y operaciones. Como los 20
confesores no pueden ver esto, ni por ventura
a quien Dios hace esta merced sabérselo decir,
temen, y con mucha razón; y ansí es menes-
ter ir con aviso, hasta guardar tiempo del fruto
que hacen estas apariciones, y ir poco a poco »

8 Entiéndase bien que la certidumbre de que la mer-


ced es legítima no implica la seguridad de la gracia y
justicia en la persona que la recibe. V. 108-16, 168-14.
246 MORADAS SEXTAS

mirando la humildad con que dejan al alma, 7


la fortaleza en la virtud ; que si es de Demonio
presto dará señal, y le cogerán en mil menti-
ras. Si el confesor tiene espiriencia, y ha pa-
5 sado por estas cosas, poco tiempo ha menester
para entenderlo, que luego en la relación verá
si es Dios u imaginación u Demonio; en espe-
cial si le ha dado su Majestad don de conocer
espíritus, que si éste tiene y letras, anque no
10 tenga espiriencia, lo conocerá muy bien. Lo
que es mucho menester, hermanas, es que an-
déis con gran llaneza y verdad con el confesor ;
no digo el decir los pecados, que eso claro está,
sino en contar la oración ; porque si no hay
15 esto, no asiguro que vais bien, ni que es Dios
el que os enseña; que es muy amigo que a el
que está en su lugar se trate con la verdad y
claridad que consigo mesmo, deseando entien-
da todos sus pensamientos, cuanto más las
20 obras, por pequeñas que sean ; y con esto no
andéis turbadas ni inquietas, que anque no
fuese Dios, si tenéis humildad y buena con-

12 "después de pasada [la visión] me acaecía pensar...


que se me había antojado y fatigábame de haberlo dicho
al confesor, pensando si le había engañado. Esto era otro
llanto, e iba a él y decíaselo. Preguntábame que sí me
parecía a mí ansí u si había querido engañar. Yo le de-
cía la verdad, porque, a mi parecer, no mentía, ni tal ha-
bía pretendido, ni por cosa del mundo dijera una cosa
por otra." Vida, XXVIII.
CAPITULO NOVENO 247

ciencia, no os dañará; que sabe su Majestad


sacar de los males bienes, y que por el camino
que el Demonio os quería hacer perder, gana-
réis más; pensando que os hace tan grandes
mercedes, os esforzaréis a contentarle mejor, &
v andar siempre ocupada en la memoria su
figura; que como decía un gran letrado, que el
Demonio es gran pintor, y se le mostrase muy
al vivo una imagen del Señor, que no le pesa-
ría, para con ella avivar la devoción, y hacer ic-
a el Demonio guerra con sus mesmas malda-
des; que anque un pintor sea muy malo, no
por eso se ha de dejar de reverenciar la imagen
que hace, si es de todo nuestro Bien.
Parecíale muy mal lo que algunos aconsejan, i5
que den higas cuando ansí viesen alguna visión,
porque decía que adonde quiera que veamos

4 "Mi confesor [que era el padre Baltasar Alvarez]


mandábame siempre que no le callase ninguna cosa ; yo
ansí lo hacia. El me decía que haciendo yo esto, aunque
fuese demonio no me haría daño, antes sacaría el Señor
bien de el mal que él quería hacer a mi alma." Vida,
XXVIII.
16 Dar higas es hacer con la mano una señal de es-
carnio, poniéndola cerrada y asomando el dedo pulgar
por entre el índice y el de corazón; este ademar
amuleto que lo representa empleábanse para ahuyen-
tar los maleficios ; un confesor lo aconsejó a la Santa
contra sus visiones, v. 153-13, nota. "Dábame este dar
higas grandísima pena cuando vía esta visión del Señor,
porque cuando yo le vía presente, si me hicieran peda-
zos, no pudiera yo creer que era demonio." Vida, XXIX.
248 MORADAS SEXTAS

pintado a nuestro Rey, le hemos de reveren-


ciar; y veo que tiene razón, porque an acá se
mentiría: si supiese una persona que quiere
bien a otra, que hacía semejantes vituperios a
5 su retrato, no gustaría de ello; pues ¿cuánto
más es razón, que siempre se tenga respeto
adonde viéremos un crucifijo, u cualquier re-
trato de nuestro Emperador? Anque he escrito
en otra parte esto, me holgué de ponerlo aquí,
10 porque vi que una persona anduvo afligida,
que la mandaban tomar este remedio : no sé
quién le inventó tan para atormentar a quien
no pudiere hacer menos de obedecer, si el con-
fesor leda este consejo, pareciéndole va perdida
15 si no lo hace. El mío es, que anque os le dé, le
digáis esta razón con humildad y no le toméis.
En estremo me cuadró mucho las buenas que
me dio quien me lo dijo en este caso. Una gran
ganancia saca el alma de esta merced del Se-
20 ñor, que es cuando piensa en Él o en su vida y
pasión, acordarse de su mansísimo y hermoso
rostro, que es grandísimo consuelo, como acá
nos le daría mayor haber visto a una persona
que nos hace mucho bien que si nunca la hu-
25 biésemos conocido. Yo os digo, que hace harto
consuelo y provecho tan sabrosa memoria.
Otros bienes tray consigo hartos, mas como
queda dicho tanto de los e fetos que hacen estas
cosas, y se ha de decir más, no me quiero can-
CAPITULO NOVENO 24Q

sar ni cansaros, sino avisaros mucho, que


cuando sabéis u oís que Dios hace estas merce-
des a las almas, jamás le supliquéis ni deséis
que os lleve por este camino; anque os parezca
muy bueno, y se ha de tener en mucho y re- b
verenciar, no conviene por algunas razones. La
primera, porque es falta de humildad querer
vos se os dé lo que nunca habéis merecido, y
ansí creo, que no terna mucha quien lo desea-
re; porque ansí como un bajo labrador está le- 10
jos de desear ser rey, pareciéndole imposible.
porque no lo merece, ansí lo está el humilde de
cosas semejantes; y creo yo que nunca se da-
rán, porque primero da el Señor un gran co-
nocimiento propio, que hace estas mercedes ; 15.
pues ¡cómo entenderá con verdad, que se la
hace muy grande en no tenerla en el Infierno,
quien tiene tales pensamientos! La segunda,
porque está muy cierto ser engañado, u muy a
peligro, porque no ha menester el Demonio más *>
de ver una puerta pequeña abierta, para hacer-
nos mil trampantojos. La tercera, la mesma
imaginación, cuando hay un gran deseo, y la
mesma persona, se hace entender que ve aque-
llo que desea, y lo oye como los que andan con as

4 "pedir yo a su Magestad que me dé a entender al-


guna cosa, jamás lo he hecho ni osaría hacerlo : luego me
parecería que yo lo imaginaba y que me había de en-
gañar el Demonio." Cartas, t. I, XVIII, 27 (Orga).
25o MORADAS SEXTAS

gana de una cosa entre día y mucho pensando


en ella, que acaece venirla a soñar. La cuarta,
es muy gran atrevimiento que quiera yo esco-
ger camino, no sabiendo el que me conviene
más, sino dejar al Señor que me conoce, que
5 me lleve por el que conviene, para que en todo
haga su voluntad. La quinta, ¿pensáis que son
pocos los trabajos que padecen los que el Señor
hace estas mercedes? No, sino grandísimos, y
de muchas maneras. ¿Qué sabéis vos si sería-
10 des para sufrirlos? La sesta, si por lo mesmo
que pensáis ganar, perderéis, como hizo Saúl
por ser rey. En fin, hermanas, sin éstas hay
otras; y créeme, que es lo más seguro no que-
rer, sino lo que quiere Dios, que nos conoce
j5 más que nosotros mesmos, y nos ama. Pongá-
monos en sus manos, para que sea hecha su
voluntad en nosotras, y no podremos errar, si
con determinada voluntad nos estamos siempre
en esto. Y habéis de advertir, que por recibir
2o muchas mercedes de éstas, no se merece más
gloria, porque antes quedan más obligadas a
servir, pues es recibir más. En lo que es más
merecer, no nos lo quita el Señor, pues está en
nuestra mano; y ansí hay muchas personas
»5 santas que jamás supieron qué cosa es recibir

ti V. adelante, 26&-17.
£3 V. 126-11.
CAPÍTULO NOVENO a5l

una de aquestas mercedes, y otras que las re-


ciben, que no lo son. Y no penséis que es con-
tino, antes, por una vez que las hace el Señor,
ton muy muchos los trabajos; y ansí el alma
no se acuerda si las ha de recibir más, sino 5
cómo las servir. Verdad es que debe ser gran-
dísima ayuda para tener las virtudes en más
subida perfeción; mas el que las tuviere, con
haberlas ganado a costa de su trabajo, mucho
más merecerá. Yo sé de una persona a quien 10
el Señor había hecho algunas de estas merce-
des, yan de dos, la una era hombre, que esta-
ban tan deseosas de servir a su Majestad, a su
costa, sin estos grandes regalos, y tan ansiosas
por padecer, que se quejaban a nuestro Señor, 15
porque se los daba, y si pudieran no recibirlos,
lo escusaran. Digo regalos, no de estas visiones,
que en fin ven la gran ganancia, y son mucho
de estimar, sino los que da el Señor en la con-
templación. Verdad es que también son estos 20
deseos sobrenaturales, a mi parecer, y de almas
muy enamoradas, que querrían viese el Señor,
que no le sirven por sueldo; y ansí, como he
dicho, jamás se les acuerda que han de recibir
gloria por cosa, para esforzarse más por eso a 25
servir, sino de contentar a el amor, que es su

2 Este pasaje deja fuera de duda lo que fray Luis de


León defendía, 108-16, 168-14.
252 MORADAS SEXTAS

natural obrar siempre de mil maneras. Si pu-


diese, querría buscar invenciones para consu-
mirse el alma en Él, y si fuese menester que-
dar para siempre aniquilada para la mayor
5 honra de Dios, lo haría de muy buena gana.
Sea alabado para siempre, amén; que abaján-
dose a comunicar con tan miserables criaturas,
quiere mostrar su grandeza.
CAPITULO DÉCIMO

De muchas maneras se comunica el Señor al


alma con estas apariciones; algunas cuando
está afligida, otras cuando le ha de venir algún
trabajo grande, otras por regalarse su Majestad 5
con ella, y regalarla. No hay para qué particu-
larizar más cada cosa; pues el intento no es,
sino dar a entender cada una de las diferencias
que hay en este camino, hasta donde yo enten-
diere, para que entendáis, hermanas, de la ma- 10
ñera que son, y los efetos que dejan; porque no
se nos antoje que cada imaginación es visión,
y porque cuando lo sea, entendiendo que es
posible, no andéis alborotadas ni afligidas ; que
gana mucho el Demonio, y gusta en gran ma- 15
ñera en ver afligida y inquieta un alma, porque
ve que le es estorbo para emplearse toda en
amar y alabar a Dios.
Por otras maneras se comunica su Majestad
harto más subidas, y menos peligrosas, porque 20

20 "me dijo un santo hombre y de gran espíritu, lla-


mado fray Pedro de Alcántara..., y me han dicho otros
letrados glandes, qUe es adonde menos sí puede entre-
meter el Demonio..." Vida, XVII. 18
254 MORADAS SEXTAS

el Demonio creo no las podrá contrahacer, y


ansí se pueden mal decir, por ser cosa muy
oculta, que las imaginarias puédense más dar
a entender,
s Acaece cuando el Señor es servido estando
el alma en oración, y muy en sus sentidos, ve-
nirle de presto una suspensión, adonde le da el
Señor a entender grandes secretos, que parece
los ve en el niesmo Dios ; que éstas no son vi-
io siones de la sacratísima Humanidad, ni anque
digo que ve, no ve nada; porque no es visión
imaginaria, sino muy inteletual, adonde se le
descubre, como en Dios se ven todas las cosas,
y las tiene todas en sí mesmo ; y es de gran pro-
ís vecho, porque anque pasa en un memento,
quédase muy esculpido, y hace grandísima
confusión; y vese más claro la maldad de
cuando ofendemos a Dios, porque en el mes-
mo Dios, digo, estando dentro en Él, ha-
20 cemos grandes maldades. Quiero poner una
comparación, si acertare, para dároslo a en-
tender, que anque esto es ansí y lo oimos mu-
chas veces, u no reparamos en ello, u no lo
queremos entender ; porque no parece sería
35 posible, si se entendiese como es, ser tan atre-
vidos.
Hagamos ahora cuenta que es Dios, como
una Morada u palacio muy grande y hermoso,
y que este palacio, como digo, es el mesmo
CAPÍTULO DÉCIMO 255

Dios. Por ventura ¿puede el pecador, para ha-


cer sus maldades, apartarse deste palacio? No
por cierto; sino que dentro, en el mesmo pala-
cio, que es el mesmo Dios, pasan las abomina-
ciones ydeshonestidades y maldades que ha- 5
cemos los pecadores. ¡Oh, cosa temerosa y
dina de gran consideración, y muy provechosa
para los que sabemos poco, que no acabamos
de entender estas verdades, que no sería posi-
ble tener atrevimiento tan desatinado! Consi- 10
deremos, hermanas, la gran misericordia y su-
frimiento de Dios en no nos hundir allí luego ;
y démosle grandísimas gracias, y hayamos
vergüenza de sentirnos de cosa que se haga ni
se diga contra nosotras, que es la mayor mal- 15
dad del mundo ver que sufre Dios nuestro
Criador tantas a sus criaturas dentro en Sí
mesmo, y que nosotras sintamos alguna vez
una palabra, que se dijo en nuestra ausencia,
y quizá con no mala intención. ¡Oh miseria 20
humana! ¿Hasta cuándo, hijas, imitaremos en
algo este gran Dios? ¡Oh, pues no se nos haga
ya que hacemos nada en sufrir injurias! sino

1 "Hace cuenta que dentro de vosotras está un pa-


lacio de grandísimo precio...; no hay edificio de tanta
hermosura como un alma limpia y llena de virtudes...;
y que en este palacio está este gran Rey..., en un trono
de grandísimo precio, que es vuestro corazón." Cami-
no, XLVII.
256 MORADAS SEXTAS

que de muy buena gana pasemos por todo, y


amemos a quien nos las hace, pues este gran
Dios no nos ha dejado de amar a nosotras, an-
que le hemos mucho ofendido, y ansí tiene
5 muy gran razón en querer que todos perdo-
nen, por agravios que les hagan. Yo os digor
hijas, que anque pasa de presto esta visión,
que es una gran merced que hace nuestro Se-
ñor a quien la hace, si se quiere aprovechar
io de ella, trayéndola presente muy ordinario.
También acaece ansí muy de presto, y de
manera que no se puede decir, mostrar Dios
en sí mesmo una verdad, que parece deja es-
curecidas todas las que hay en las criaturas, y
15 muy claro dado a entender, que Él solo es
verdad, que no puede mentir; y dase bien a
entender lo que dice David en un Salmo, que
todo hombre es mentiroso, lo que no se enten-
diera jamás ansí, anque muchas veces se oye-
20 i a ; es verdad que no puede faltar. Acuérda-
seme de Pilatos, lo mucho que preguntaba a
nuestro Señor, cuando en su Pasión le dijo
qué era verdad, y lo poco que entendemos acá

18 "Yo dije en mi trasporte de ánimo: "Todos los


"hombres son falaces." Salmo CXV, 2.
23 "...mas mi reino no es de acá. Replicóle a esto
Pilato: "¿Con que tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Así
"es, como dices..., y para esto vine al mundo: para dar
"testimonio de la verdad..." Dícele Pilato: "¿Qué es la,
"verdad...?" San Juan, XVIII, 36-38.
CAPÍTULO DÉCIMO lb~¡

de esta suma verdad. Yo quisiera poder dar


más a entender en este caso, más no se puede
decir. Saquemos de aquí, hermanas, que para
conformarnos con nuestro Dios y Esposo en
algo, será bien que estudiemos siempre mucho 5
de andar en esta verdad. Xo digo sólo que no
digamos mentira, que en eso, gloria a Dios, ya
veo que traéis gran cuenta en estas casas con
no decirla por ninguna cosa, sino que andemos
en verdad delante de Dios y de las gentes, de 10
cuantas maneras pudiéramos ; en especial no
quiriendo nos tengan por mejores de lo que so-
mos, y en nuestras obras dando a Dios lo que
es suyo, y a nosotras lo que es nuestro, y procu-
rando sacar en todo la verdad, y ansí tememos 15
en poco este mundo, que es todo mentira y fal-
sedad, ycomo tal no es durable. Una vez esta-
ba yo considerando por qué razón era nuestro
Señor tan amigo de esta virtud de la humildad,
y púsoseme delante, a mi parecer sin conside- 30
rarlo, sino de presto, esto: que es porque Dios
es suma verdad, y la humildad es andar en ver-
dad, que lo es muy grande no tener cosa buena
de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien
esto no entiende, anda en mentira. A quien ís
más lo entiende agrada más a la suma verdad,
porque anda en ella. Plega a Dios, hermanas,
nos haga merced de no salir jamás de este pro-
pio conocimiento. Amén.
258 MORADAS SEXTAS

De estas mercedes hace nuestro Señor a eí


alma, porque, como a verdadera esposa, que-
ya está determinada a hacer en todo su volun-
tad, le quiere dar alguna noticia de en qué la
5 ha de hacer y de sus grandezas. No haya para
qué tratar de más, que estas dos cosas he di-
cho por parecerme de gran provecho; que en
cosas semejantes no hay que temer, sino que
alabar al Señor, porque las da; que el Demo-
io nio, a mi parecer, ni an la imaginación pro-
pia, tienen aquí poca cabida, y ansí el alma
queda con gran satis fación.

4 "lo que me parece es que quiere el Señor... tenga


esta alma alguna noticia de lo que pasa en el Cielo/"'
Vida, XXVII.
CAPITULO UNDÉCIMO

¿ Si habrán bastado todas estas mercedes que


ha hecho el Esposo a el alma para que la pa-
lomilla u mariposilla esté satisfecha (no pen-
séis que la tengo olvidada) y haga asiento a 5
donde ha de morir? No por cierto, antes está
muy peor; anque haya muchos años que re-
ciba estos favores, siempre gime y anda lloro-
sa, porque de cada uno de ellos le queda
mayor dolor. Es la causa que, como va cono- i©
ciendo más y más las grandezas de su Dios, y
se ve estar tan ausente y apartada de gozarle,
crece mucho más al deseo ; porque también
crece el amar mientras más se le descubre lo
que merece ser amado este gran Dios y Señor ; l$
y viene en estos años creciendo poco a poco
este deseo, de manera que la llega a tan gran
pena como ahora diré. He dicho años, confor-
mándome con lo que ha pasado por la persona
que he dicho aquí, que bien entendido que a 2°
Dios no hay que poner término, que en un me-
mento puede llegar a un alma a lo más subido
2Ó0 MORADAS SEXTAS

que se dice aquí : poderoso es su Majestad para


todo lo que quisiere hacer y ganoso de hacer
mucho por nosotros. Pues vienen veces que
estas ansias y lágrimas y sospiros y los gran-
5 des ímpetus que quedan dichos (que todo esto
parece procedido de nuestro amor con gran
sentimiento; mas todo no es nada en compara-
ción de estotro, porque esto parece un fuego
que está humeando, y puédese sufrir, anque
I0 con pena), andándose ansí esta alma, abrasán-
dose en sí mesma, acaece muchas veces por
un pensamiento muy ligero u por una palabra
que oye de que se tarda el morir, venir de otra
parte, no se entiende de dónde ni cómo, un
i5 golpe u como si viniese una saeta de fuego. No
digo que es saeta ; mas cualquier cosa que sea,
se ve claro que no podía proceder de nuestro
natural. Tampoco es golpe, anque digo golpe:
más agudamente hiere, y no es adonde se sien-
so ten acá las penas, a mi parecer, sino en lo muy
hondo y íntimo del alma, adonde este rayo, que

5 V. Morada VI, cap. II, pág. 159-n, y también en la


pág. 208-14.
19 " [En estos ímpetus] no ponemos nosotros la leña,
sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos
echan dentro para que nos quememos; no procura el
alma que duela esta llaga de la ausencia del Señor, sino
que hincan una saeta en lo más vivo de las entrañas y
corazón, a las veces, que no sabe el alma qué ha ni qué
quiere." Vida, XXIX.
CAPÍTULO UNDÉCIMO 26 I

de presto pasa, todo cuanto halla de esta tierra


de nuestro natural lo deja hecho polvos, que
por el tiempo que dura es imposibíe tener me-
moria de cosa de nuestro ser; porque en un
punto ata las potencias de manera que no 5
quedan con ninguna libertad para cosa, sino
para las que le han de hacer acrecentar este
dolor. No querría pareciese encarecimiento,
porque verdaderamente voy viendo que quedo
corta, porque no se puede decir. Ello es un 10
arrobamiento de sentidos y potencias, para
todo lo que no es, como he dicho, ayudar a
sentir esta aflición. Porque el entendimiento
está muy vivo para entender la razón que hay
que sentir de estar aquel alma ausente de Dios ; 15
y ayuda su Majestad con una tan viva noticia
de Sí en aquel tiempo, de manera que hace cre-
cer la pena en tanto grado, que procede quien
1a tiene en dar grandes gritos ; con ser persona
sufrida y mostrada a padecer grandes dolores, 20
no puede hacer entonces más; porque este sen-
timiento no es en el cuerpo, como queda di-
cho, sino en lo interior del alma. Por esto sacó
«sta persona cuan más recios van los senti-
mientos de ella que los del cuerpo, y se le re- 25
presentó ser de esta manera los que padecen en
Purgatorio, que no les impide no tener cuerpo
para dejar de padecer mucho más que todos
los que acá tiniéndole padecen. Yo vi una per-
2Ó2 MORADAS SEXTAS

sona ansí, que verdaderamente pensé que se


moría, y no era mucha maravilla, porque cierto
es gran peligro de muerte ; y ansí, anque dure
poco, deja el cuerpo muy descoyuntado, y en
5 aquella sazón los pulsos tiene tan abiertos
como si el alma quisiese ya dar a Dios, que no
es menos ; porque el calor natural falta y le
abrasa de manera que, con otro poquito más,
hubiera cumplídole Dios sus deseos; no por-
10 que siente poco ni mucho dolor en el cuerpo,
anque se descoyunta, como he dicho, de ma-
nera que queda dos u tres días después sin
poder an tener fuerza para escribir y con
grandes dolores; y an siempre me parece le
15 queda el cuerpo más sin fuerza que de antes.
El no sentirlo debe ser la causa ser tan mayor
el sentimiento interior del alma, que ninguna
cosa hace caso del cuerpo; como si acá tene-
mos un dolor muy agudo en una parte : anque
20 haya otros muchos, se sienten poco; esto yo lo
he bien probado: acá, ni poco ni mucho, ni
creo sentiría se le hiciesen pedazos. Diréisme
que es imperfeción ; que por qué no se confor-
ma con la voluntad de Dios, pues le está tan

13 "Algunas veces se me quitan todos los pulsos


casi..., y las canillas muy abiertas, y las manos tan yer-
tas, que yo no las puedo algunas veces juntar, y ansí me
queda dolor hasta otro día en los pulsos y en el cuerpo,
que parece me han descoyuntado." Vida, XX, o.
CAPÍTULO UNDÉCIMO 263

rendida. Hasta aquí podía hacer eso, y con eso


pasaba la vida; ahora no, porque su razón está
de suerte que no es señora de ella ni de pen-
sar sino la razón que tiene para penar, pues 5
está ausente de su bien, que ¿para qué quiere
vida? Siente una soledad estraña, porque cria-
tura de toda la tierra no la hace compañía, ni
creo se la harían los del cielo, como no fuese
el que ama, antes todo la atormenta ; mas vese !°
como una persona colgada, que no asienta en
cosa de la tierra, ni al cielo puede subir; abra-
sada con esta sed, y no puede llegar a el agua;
y no sed que puede sufrir, si no ya en tal tér-
mino que con ninguna se le quitaría, ni quiere i5«
que se le quite, si no es con la que dijo nues-
tro Señor a la Samaritana, y eso no se lo dan.
¡Oh, válame Dios. Señor, cómo apretáis a vues-
tros amadores ! Mas todo es poco para lo que
les dais después. Bien es que lo mucho cueste 20
mucho; cuanto más que, si es purificar esta

8 "Pónela Dios tan desierta de todas las cosas, que


por mucho que ella trabaje ninguna que le acompañe
le parece hay en la tierra, ni ella la querría, sino morir
en aquella soledad." Vida, XX.
16 "Vino una mujer Samaritana a sacar agua. Di jóle
Jesús: "Dame de beber..." Pero la mujer Samaritana le
respondió: "¿Cómo tú, siendo judío, me pides de be-
'"ber...?" Respondióle Jesús: "Cualquiera que bebe de
"esta agua tendrá otra vez sed ; pero quien bebiere del
"agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed."
San Juan, IV, 7-13.
2Ó4 MORADAS SEXTAS

alma para que entre en la sétima Morada, como


los que han de entrar en el Cielo se limpian en
el Purgatorio, es tan poco este padecer como
sería una gota de agua en la mar; cuanto más
5 que, con todo este tormento y aflición, que no
puede ser mayor, a lo que yo creo, de todas
las que hay en la tierra, que esta persona ha-
bía pasado muchas, ansí corporales como es^
pirituales ; mas todo le parece nada en esta
¿o comparación. Siente el alma que es de tanto
precio esta pena, que entiende muy bien no la
podía ella merecer, sino que no es este senti-
miento de manera que la alivia ninguna cosa,
mas con esto la sufre de muy buena gana, y
i5 sufriría toda su vida si Dios fuese dello servi-
do, anque no sería morir de una vez, sino es-
tar siempre muriendo, que verdaderamente no
es menos. Pues consideremos, hermanas, aque-
llos que están en el Infierno, que no están con
20 esta conformidad, ni con este contento y gusto
que pone Dios en el alma, ni viendo ser ganan-
cioso este padecer, sino que siempre padecen
más y más, digo más y más cuanto a las penas
acidentales, siendo el tormento del alma tan
a5 más recio que los del cuerpo, y los que ellos
pasan, mayores sin comparación que este que

15 El amor de Dios hace dulce la muerte. Concep-


tos, VIL
CAPÍTULO UNDÉCIMO 20?

aquí hemos dicho, y éstos, ver que han de ser


para siempre jamás, ¿qué será de estas desven-
turadas almas? Y ¿qué podemos hacer en vida
tan corta, ni padecer, que sea nada para librar-
nos de tan terribles y eternales tormentos? Yo s
os digo que será imposible dar a entender
cuan sentible cosa es el padecer del alma, y
cuan diferente a el del cuerpo, si no se pasa
por ello; y quiere el mesmo Señor que lo en-
tendamos, para que más conozcamos lo muy ia
mucho que le debemos en traernos a estado
que por su misericordia tenemos esperanza de
que nos ha de librar y perdonar nuestros pe-
cados. Pues, tornando a lo que tratábamos (que
dejamos esta alma con mucha pena), en este i5>
rigor es poco lo que le dura, será cuando más
tres u cuatro horas, a mi parecer, porque si
mucho durase, si no fuese con milagro, sería
imposible sufrirlo la flaqueza natural. Acaecido
ha no durar más que un cuarto de hora y que- 20
dar hecha pedazos; verdad es que esta vez del
todo perdió el sentido, según vino con rigor (y

7 " Cuando no da esto muy recio, parece se aplaca


algo [el dolor del alma] con algunas penitencias, y no se
sienten más ni hace más pena derramar sangre que si
estuviese el cuerpo muerto... Otras veces da tan recio,
que eso ni nada no se puede hacer, que corta todo el
cuerpo ; ni pies ni brazos no puede menear, antes si está
en pie se sienta, como una cosa transportada que no
puede ni aun resolgar." Vida, XXIX.
2Ó6 MORADAS SEXTAS

estando en conversación, Pascua de Resurre-


ción, el postrer día, y habiendo estado toda la
Pascua con tanta sequedad, que casi no enten-
día lo era), de sólo oír una palabra de no aca-
5 barse la vida. ¡Pues pensar que se puede resis-
ter ! no más que si metida en un fuego quisiese
hacer a la llama que no tuviese calor para que-
marle. No es el sentimiento que se puede pasar
en disimulación, sin que las que están presen-
to tes entiendan el gran peligro en que está, an-
que de lo interior no pueden ser testigos. Es
verdad que le son alguna compañía, como si
fuesen sombras ; y ansí le parecen todas las co-
sas de la tierra. Y por que veáis que es posible,
15 si alguna vez os vierdes en esto, acudir aquí
muestra flaqueza y natural, acaece alguna vez
que, estando el alma como habéis visto, que se
muere por morir cuando aprieta tanto, que ya
parece que para salir del cuerpo no le falta casi
5 Ocurrió esto a la Santa estando en Salamanca,
Pascua de 1571. Da cuenta de ello en su Libro de las
Relaciones, IV. El señor La Fuente puso a esta Relación
notas muy curiosas. Anís. Esps., Lili, 154. Dice la Santa
que estando con sus monjas "dijeron un cantarcillo de
como era recio de sufrir vivir sin Dios; como yo estaba
ya con pena, fué tanta la operación que me hizo, que
comenzaron a entumecérseme las manos y no bastó re-
sistencia." Experimentó un fuerte arrobamiento. El
cantar era una letrilla que acababa :
"Véante mis ojos, — Dulce Jesús bueno ;— Véante mis
ojos,— Muérame yo luego." Supónese compuesta por
la misma Santa." Hállase en Auts. Esps., Lili, 510.
CAPÍTULO UNDÉCIMO 267

nada, verdaderamente teme y quemase aflo-


jarse la pena por no acabar de morir. Bien se
deja entender ser este temor de flaqueza natu-
ral, que, por otra parte, no se quita su deseo ni
es posible haber remedio que se quite esta pena 5
hasta que la quite el mesmo Señor, que casi es
lo ordinario, con un arrobamiento grande u
con alguna visión, adonde el verdadero Con-
solador laconsuela y fortalece para que quiera
vivir todo lo que fuere su voluntad. Cosa pe- 10
nosa es ésta, mas queda el alma con grandísi-
mos efetos y perdido el miedo a los trabajos
que le pueden suceder; porque en comparación
del sentimiento tan penoso que sintió su alma,
no le parece son nada. De manera que queda i5
aprovechada y que gustaría padecerle muchas
veces ; mas tampoco puede eso en ninguna ma-
nera ni hay ningún remedio para tornarla a
tener hasta que quiere el Señor, como no le
hay para resistirle ni quitarle cuando le viene, ac
Queda con muy mayor desprecio del mundo
que antes, porque ve que cosa de él no le valió
en aquel tormento ; y muy más desasida de las
criaturas, porque ya ve que sólo el Criador es

15 "no se puede encarecer ni decir el modo con que


llaga Dios al alma y la grandísima pena que da, que la
hace no saber de sí ; mas es esta pena tan sabrosa que no
hay deleite en la vida que más contento dé." Vida,
XXIX, 9.
268 MORADAS SEXTAS

el que puede consolar y hartar su alma, y con


mayor temor y cuidado de no ofenderle, por-
que ve que Jambién puede atormentar como
consolar. Dos cosas me parece a mí que hay
5 en este camino espiritual que son peligro de
muerte. La una ésta, que verdaderamente lo
es, y no pequeño; la otra de muy ecesivo gozo
y deleite, que es en tan grandísimo estremo,
que verdaderamente parece que desfallece el
w alma, de suerte que no le falta tantito para aca-
bar de salir del cuerpo: a la verdad no sería
poca dicha la suya. Aquí veréis, hermanas, si
he tenido razón en decir que es menester áni-
mo y que terna razón el Señor cuando le pi-
15 dierdes estas cosas de deciros lo que respon-
dió alos hijos del Zebedeo : si podrían beber el
cáliz.
Todas creo, hermanas, que responderemos
que sí; y con mucha razón, porque su Majes-
so tad da esfuerzo a quien ve que lo ha menester,
y en todo defiende a estas almas, y responde
por ellas en las persecuciones y mormuracio-

17 "Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se le


acerca con sus dos hijos y le adora, manifestando querer
pedirle alguna gracia. Jesús le dijo: "¿Qué quieres?"
Y ella le contestó: "Dispon que estos dos hijos míos
"tengan asiento en tu reino, uno a tu derecha y otro a tu
"izquierda." Más Jesús les dio por respuesta: "No sa-
"béis lo que os pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo
"tengo de beber?" San Mateo, XX, 20-22.
CAPÍTULO UNDÉCIMO 269

nes, como hacía por la Madalena, anque no


sea por palabras, por obras; y, en fin en fin,
antes que se mueran se lo paga todo junto,
como ahora veréis. Sea por siempre bendito y
alábenle todas las criaturas, amén.

1 Jesús defendió a la Magdalena en casa del Fari-


seo, cuando éste pensó que era excesiva la bondad del
Señor para con ella. San Mateo, VII, 44.

'9
MORADAS SÉTIMAS

CAPITULO PRIMERO

Pareceros ha, hermanas, que está dicho tanto


•en este camino espiritual, que no es posible
quedar nada por decir. Harto desatino sería 5
pensar esto : pues la grandeza de Dios no tiene
término, tampoco le ternán sus obras. ¿Quién
acabará de contar sus misericordias y grande-
zas? Es imposible, y ansí no os espantéis de lo
que está dicho y se dijere, porque es una cifra 10
de lo que hay que contar de Dios. Harta mise-
ricordia nos hace que haya comunicado estas
cosas a persona que las podamos venir a saber,
para que mientra más supiéremos que se co-
munica con las criaturas más alabaremos su 15
grandeza, y nos esforzaremos a no tener en
poco alma con quien tanto se deleita el Señor;
pues cada una de nosotras la tiene, sino que

10 cifra, en la acepción de abreviatura. Dice. Acad.


272 MORADAS SÉPTIMAS

como no las preciamos como merece criatura,


hecha a la imagen de Dios, ansí no entendemos
los grandes secretos que están en ella. Plega a
su Majestad, si es servido, menee la pluma, y
5 me dé a entender como yo os diga algo de lo
mucho que hay que decir y da Dios a enten-
der a quien mete en esta Morada. Harto lo he.
suplicado a su Majestad, pues sabe que mi in-
tento es que no estén ocultas sus misericordias,
10 para que más sea alabado y glorificado su nom-
bre. Esperanza tengo, que no por mi, sino por
vosotras, hermanas, me ha de hacer esta mer-
ced, para que entendáis lo que os importa, que
no quede por vosotras el celebrar vuestro Es-
15 poso este espiritual matrimonio con vuestras
almas, pues tray tantos bienes consigo como •
veréis. ¡Oh gran Dios! Parece que tiembla una
criatura tan miserable como yo, de tratar en
cosa tan ajena de lo que merezco entender. Y
5, es verdad que he estado en gran confusión,
pensando si será mejor acabar con pocas pala-
bras esta Morada; porque me parece que han
de pensar que yo lo sé por espiriencia y náceme

7 "Plega a Él, que, como ha querido que atine en


otras cosas que os he dicho, o su Magestad por mí, qui-
zá por ser para vosotras, atine en éstas, y si no, doy
por bien empleado el tiempo que ocupare en escribir y
tratar con mi pensamiento tan divina materia, que nc
la merecería yo oír." Conceptos, I.
CAPÍTULO PRIMERO 2/3

grandísima vergüenza, porque conociéndome


=>
la que soy, es terrible cosa. Por otra par-
te, me ha parecido que es tentación y fla-
queza, anque más juicios de éstos echéis; sea
Dios alabado y entendido un poquito más, y 5
gríteme todo el mundo ; cuando más que estaré
yo quizá muerta cuando se viniere a ver. Sea
bendito el que vive para siempre y vivirá,
amén.
Cuando nuestro Señor es servido haber pia- 10
dad de lo que padece y ha padecido por su de-
seo esta alma que ya espiritualmente ha tomado
por esposa, primero que se consuma el matri-
monio espiritual métela en su Morada, que es
esta sétima; porque ansí como la tiene en el 15
cielo, debe tener en el alma una estancia,
adonde sólo su Majestad mora, y digamos otro
cielo : porque nos importa mucho, hermanas,
que no entendamos es el alma alguna cosa es-
cura, que como no la vemos, lo más ordinario 20
debe parecer, que no hay otra luz interior, sino
esta que vemos, y que está dentro de nuestra
alma alguna escuridad. De la que no está en
gracia, yo os lo confieso, y no por falta del Sol
de justicia, que está en ella dándole ser; sino 25

7 Las Moradas, en efecto, no fueron publicadas


hasta 1588, seis años después de la muerte de la Santa.
274 MORADAS SÉPTIMAS

por no ser ella capaz para recibir la luz, como-,


creo dije en la primera Morada : que había en-
tendido una persona que estas desventuradas
almas es ansí que están como en una cárcel es-
5 cura, atadas de pies y manos para hacer nin-
gún bien que les aproveche para merecer, y
ciegas y mudas; con razón podemos compade-
cernos dellas y mirar que algún tiempo nos vi-
mos ansí, y que también puede el Señor haber
io misericordia de ellas. Tomemos, hermanas,
particular cuidado de suplicárselo, y no nos
descuidar, que es grandísima limosna rogar
por los que están en pecado mortal; muy ma-
yor que sería si viésemos un cristiano atadas
i5 las manos atrás, con una fuerte cadena, y él
amarrado a un poste, y muriendo de hambre.
y no por falta de qué coma, que tiene cabe sí
muy estremados manjares, sino que no los
puede tomar para llegarlos a la boca; y an
20 está con grande hastío, y ve que va ya a espi-
rar, y no muerte como acá, sino eterna. ¿No
sería gran crueldad estarle mirando y no le
llevar a la boca que comiese? Pues ¿qué si por
vuestra oración le quitasen las cadenas? Ya lo
25 veis. Por amor de Dios os pido que siempre

2 Alude a la visión que tuvo de un alma en pecado


mortal, v. 15-5.
CAPÍTULO PRIMERO 2y5

tengáis acuerdo en vuestras oraciones de almas


semejantes.
Xo hablamos ahora con ellas, sino con las
que ya, por la misericordia de Dios, han hecho
penitencia por sus pecados y están en gracia, 5
que podemos considerar, no una cosa arrin-
conada ylimitada, sino un mundo interior,
adonde caben tantas y tan lindas Moradas como
habéis visto, y ansí es razón que sea, pues
dentro de esta alma hay morada para Dios. 10
Pues cuando su Majestad es servido de hacerle
la merced dicha de este divino matrimonio,
primero la mete en su morada, y quiere su Ma-
jestad que no sea como otras veces que la ha
metido en estos arrobamientos, que yo bien 15
creo que la une consigo entonces, y en la ora-
ción que queda dicha de unión, anque no le
parece a el alma que es tanta llamada para en- ,
trar en su centro, como aquí en esta Morada,
sino a la parte superior. En esto va poco : sea 2°
de una manera u de otra, el Señor la junta con-
sigo ;mas es haciéndola ciega y muda, como

2 "Paréceme que debe ser uno de los grandísimos


consuelos que hay en la tierra ver uno almas aprove-
chadas por medio suyo... Yo lo miro con advertencia en
algunas personas, que muchas no las hay por nuestros
pecados, que mientra más adelante están..., más acuden
a los regalos y salvación de los prójimos..."' Concep-
tos, VIL
276 MORADAS SÉPTIMAS

lo quedó san Pablo en su conversión, y qui-


tándola el sentir cómo u de qué manera es
aquella merced que goza; porque el gran de-
leite que entonces siente el alma es de verse
5 cerca de Dios. Mas cuando la junta consigo,
ninguna cosa entiende, que las potencias todas
se pierden. Aquí es de otra manera; quiere ya
nuestro buen Dios quitar las escamas de los
ojos, y que vea y entienda algo de la merced
10 que le hace, anque es por una manera estraña
y metida en aquella Morada por visión intele-
tual ; por cierta manera de representación de la
verdad, se le muestra la santísima Trinidad, to-
das tres personas, con una inflamación que
15 primero viene a su espíritu, a manera de una
nube de grandísima claridad, y estas personas
distintas, y por una noticia admirable, que se

1 "Levantóse Saulo de la tierra, y aunque tenía


abiertos los ojos, nada veía." Hechos de los Apóstoles,
IX, 8. V. pág. 244-18, nota.
12 "Aunque el hombre en esta vida, perdiendo el uso
de los sentidos y elevado por Dios, puede ver, de paso,
su esencia, como probablemente se dice de San Pablo y
de Moysén y de otros algunos ; mas no habla aquí la
Madre desta manera de visión, que, aunque es de paso,
es clara e intuitiva, sino habla de un conocimiento mis-
terioso que da Dios a algunas almas por medio de una
luz grandísima que les infunde, y no sin alguna especie
criada ; mas porque esta especie no es corporal, ni que se
figura en la imaginación, por eso la Madre dice que esta
visión es inteletual y no imaginaria." Nota de fray Luis
de León.
CAPÍTULO PRIMERO 277

da a el alma entiende con grandísima verdad


ser todas tres personas una sustancia y un po-
der y un saber y un solo Dios ; de manera que
lo que tenemos por fe allí lo entiende el alma,
podemos decir, por vista, anque no es vista 5
con los ojos del cuerpo ni del alma, porque no
es visión imaginaria. Aquí se le comunican to-
das tres personas, y la hablan, y la dan a en-
tender aquellas palabras que dice el Evangelio
que dijo el Señor: que venía Él y el Padre y el ¡o
Espíritu Santo a morar con el alma, que le
ama y guarda sus mandamientos. ¡Oh, válame
Dios! ¡Cuan diferente cosa es oír estas pala-
bras y creerlas, a entender por esta manera
cuan verdaderas son! Y cada día se espanta i5
más esta alma, porque nunca más le parece se
fueron de con ella, sino que notoriamente ve,
de la manera que queda dicho, que están en lo
interior de su alma, en lo muy más interior, en
una cosa muy honda, que no sabe decir cómo 2c
es, porque no tiene letras, siente en sí esta di-
vina compañía. Pareceros ha que, según esto,
no andará en sí, sino tan embebida, que no

12 "Jesús le respondió así: "Cualquiera que me ama


"observará mi doctrina, y mi Padre le amará, y vendre-
"mos a él y haremos mansión dentro de él." San Juan,
XIV, 23.
22 " ¡ Oh, quién supiera declarar cómo está esta com-
pañía santa con el acompañador de las almas, Santo de
278 MORADAS SÉPTIMAS

pueda entender en nada : mucho más que an-


tes, en todo lo que es servicio de Dios, y en
faltando las ocupaciones, se queda con aquella
agradable compañía, y si no falta a Dios el al-
5 ma, jamás Él la faltará, a mi parecer, de darse
a conocer tan conocidamente su presencia, y
tiene gran confianza que no la dejará Dios,
pues la ha hecho esta merced, para que la pier-
da, y ansí se puede pensar, anque no deja de
10 andar con más cuidado que nunca, para no le
desagradar en nada. El traer esta presencia
entiéndese que no es tan enteramente, digo tan
claramente, como se le manifiesta la primera
vez y otras algunas que quiere Dios hacerle
i5 este regalo ; porque si esto fuese, era imposible
entender en otra cosa, ni an vivir entre la gen-
te ;mas anque no es con esta tan clara luz siem-
pre advierte se halla con esta compañía. Diga-
mos ahora como una persona que estuviese en
20 una muy clara pieza con otras y cerrasen las
ventanas y se quedase ascuras, no porque se
quitó la luz para verlas, y que hasta tornar la
luz no las ve, deja de entender que están allí.
Es de preguntar si cuando torna la luz v las
25 quiere tornar a ver, si puede. Esto no está en

los santos, sin impedir a la soledad que ella y su Esposo


tienen, cuando esta alma dentro de sí quiere entrarse,
en este paraíso, con su Dios, y cierra la puerta a todo lo
del mundo!" Camino, XLVIII.
CAPITULO PRIMERO 279

su mano, sino cuando quiere nuestro Señor


que se abra la ventana del entendimiento : harta
misericordia la hace en nunca se ir de con ella,
y querer que ella lo entienda tan entendido.
Parece que quiere aquí la divina Majestad dis- 5
poner el alma para más con esta admirable
compañía; porque está claro que será bien
ayudada para en todo ir adelante en la perfe-
ción y perder el temor que traía algunas ve-
ces de las demás mercedes que la hacía, como w
queda dicho. Y ansí fué, que en todo se hallaba
mejorada y la parecía que por trabajos y ne-
gocios que tuviese lo esencial de su alma, jamás
se movía de aquel aposento ; de manera que en
alguna manera le parecía había división en su rs
alma, y andando con grandes trabajos, que
poco después que Dios le hizo esta merced,
tuvo se quejaba de ella, a manera de Marta,
cuando se quejó de María, y algunas veces la
decía que se estaba ella siempre gozando de 2c
aquella quietud a su placer, y la deja a ella en
tantos trabajos y ocupaciones, que no la puede
tener compañía. Esto os parecerá, hijas, desati-

23 Dijo Marta: "Señor, ¿no reparas que mi hermana


me ha dejado sola en las faenas de la casa? Dile, pues,
que me ayude." San Mateo, X, 40. Mas no se quejaba
Marta por el trabajo, sino porque "por ventura le pare-
ció no era tan grande el amor que le teníades como a su
hermana". Exc, V.
28o MORADAS SÉPTIMAS

no, mas verdaderamente pasa ansí, que anque


se entiende que el alma está toda junta, no es
antojo lo que he dicho, que es muy ordinario;
por donde decia yo que se ven cosas interiores,
s de manera que cierto se entiende hay diferen-
cia en alguna manera, y muy conocida del alma
a el espíritu, anque más sea todo uno. Conó-
cese una división tan delicada, que algunas
veces parece obra de diferente manera lo uno
eo de lo otro, como el sabor que les quiere dar el
Señor. También me parece que el alma es dife-
rente cosa de las potencias, y que no es todo
una cosa : hay tantas y tan delicadas en lo in-
terior, que sería atrevimiento ponerme yo a de-
• o clararlas; allá lo veremos, si el Señor nos hace
merced de llevarnos, por su misericordia, adon-
de entendamos estos secretos.
CAPÍTULO SEGUNDO

Pues vengamos ahora a tratar del divino y


espiritual matrimonio, anque esta gran merced
no debe cumplirse con perfeción, mientras
vivimos, pues si nos apartásemos de Dios se 5<
perdería este tan gran bien. La primera vez
que Dios hace esta merced, quiere su Majestad
mostrarse a el alma por visión imaginaria de
su sacratísima Humanidad, para que lo entien-
da bien y no esté inorante de que recibe tan i»
soberano don. A otras personas será por otra
forma: a esta de quien hablamos se le repre-
sentó el Señor, acabando de comulgar, con for-
ma de gran resplandor y hermosura y majestad,
como después de resucitado, y le dijo que ya i5
era tiempo de que sus cosas tomase ella por
suyas, y Él temía cuidado de las suyas y otras
palabras que son más para sentir que para
decir. Parecerá que no era esta novedad, pues

19 "Acabando de comulgar, segundo día de Cuares-


ma, en San José de Malagón, se me representó nuestrc-
Señor Jesucristo en visión imaginaria, como suele..."
Relaciones, III.
282 MORADAS SÉPTIMAS

otras veces se había representado el Señor a


esta alma en esta manera; fué tan diferente,
que la dejó bien desatinada y espantada : lo
uno, porque fué con gran fuerza esta visión ; lo
5 otro, porque las palabras que le dijo, y también
porque en lo interior de su alma, adonde se le
representó, si no es la visión pasada, no había
visto otras. Porque entended que hay grandí-
sima diferencia de todas las pasadas a las de
10 esta Morada, y tan grande del desposorio espi-
ritual al matrimonio espiritual, como lo hay
entre dos desposados, a los que ya no se pue-
den apartar. Ya he dicho que anque se ponen
estas comparaciones, porque no hay otras más
15 a propósito, que se entienda que aquí no hay
memoria de cuerpo más que si el alma no es-
tuviese en él, sino sólo espíritu, y en el matri-
monio espiritual, muy menos, porque pasa esta
secreta unión en el centro muy interior del al-
20 ma, que debe ser adonde está el mesmo Dios, y,
a mi parecer, no ha menester puerta por donde
entre : digo que no es menester puerta, porque
en todo lo que se ha dicho hasta aquí parece
que va por medio de los sentidos y potencias, y
■*> este aparecimiento de la Humanidad del Señor
ansí debía ser ; mas lo que pasa en la unión
del matrimonio espiritual es muy diferente.
Aparécese el Señor en este centro del alma sin
visión imaginaria, sino inteletual, anque más
CAPÍTULO SEGUNDO 283

delicada que las dichas, como se apareció a los


Apóstoles, sin entrar por la puerta, cuando les
dijo: ''Paz vobis." Es un secreto tan grande y
una merced tan subida lo que comunica Dios
allí a el alma en un instante, y el grandisimo 5
deleite que siente el alma, que no sé a qué lo
comparar, sino a que quiere el Señor manifes-
tarle por aquel memento la gloria que hay en
el Cielo, por más subida manera que por nin-
guna visión ni gusto espiritual. No se puede 10
decir más de que, a cuanto se puede entender,
queda el alma, digo el espiritu de esta alma,
hecho una cosa con Dios, que, como es también
espiritu, ha querido su Majestad mostrar el
amor que nos tiene en dar a entender a algu- 15
ñas personas hasta adonde llega, para que ala-
bemos su grandeza; porque, de tal manera ha
querido juntarse con la criatura, que ansí como
los que ya no se pueden apartar, no se quiere
apartar Él de ella. El desposorio espiritual es ao
diferente, que muchas veces se apartan, y la

3 El pasaje del Evangelio a que alude queda ya ci-


tado en 111-12, nota.
12 El alma y el espíritu son una mis-ma cosa, sino
que el alma es como un fuego y el espíritu es como una
llama que sube de ese fuego; el alma encendida en el
amor de Dios "parece que produce de sí una cosa tan de
presto y tan delicado que sube a la parte superior; [el
fuego, en fin, que se eleva] es como lo que está en lo
bajo y no porque esta llama suba deja de quedar fuego."
Cartas, t. I, núm. XVIII, 15 (Orga).
284 MORADAS SÉPTIMAS

unión también lo es, porque, anque unión es-


juntarse dos cosas en una, en fin, se pueden
apartar y quedar cada cosa por sí, como vemos
ordinariamente, que pasa de presto esta mer-
5 ced del Señor, y después se queda el alma sin
aquella compañía, digo de manera que lo en-
tiendan. En estotra merced del Señor no, por-
que siempre queda el alma con su Dios en
aquel centro. Digamos que sea la unión como
iü si dos velas de cera se juntasen tan en estremo
que toda luz fuese una, u que el pábilo y la luz
y la cera es todo uno; mas después bien se
puede apartar la una vela de la otra, y quedan
en dos velas, u el pabilo de la cera. Acá es
15 como si cayendo agua del cielo en un río u
fuente, adonde queda hecho todo agua, que
no podrán ya dividir ni apartar cuál es el agua
del río u lo que cayó del cielo, o como si un
arroíco pequeño entra en la mar, no habrá re-
20 medio de apartarse, u como si en una pieza
estuviesen dos ventanas por donde entrase gran
luz, anque entra dividida, se hace todo una
luz. Quizá es esto lo que dice san Pablo :— el que
se arrima y allega a Dios, hácese espíritu con
25 Él — , tocando este soberano matrimonio, que

24 "Quien está unido con el Señor es con Él un mis-


mo espíritu." 1.* Epist. de San Pablo a los Corintiosr
VI, 17.
CAPÍTULO SEGUNDO 285

presupone haberse llegado su Majestad a el al-


ma por unión. Y también dice : Miqui bibere
Cristus est, morí lucrun; ansí me parece puede
decir aquí el alma, porque es adonde la mari-
posilla que hemos dicho, muere, y con grandí- 5
simo gozo, porque su vida es ya Cristo. Y esto
se entiende mejor cuando anda el tiempo, por
los efetos, porque se entiende claro, por unas
secretas aspiraciones, ser Dios el que da vida
a nuestra alma, muy muchas veces tan vivas, 10
que en ninguna manera se puede dudar, por-
que las siente muy bien el alma, anque no se
saben decir; mas que es tanto este sentimiento
que producen algunas veces unas palabras re-
galadas, que parece no se puede excusar de i5
decir: ¡Oh vida de mi vida y sustento que me
sustentas !, y cosas de esta manera ; porque de
aquellos pechos divinos, adonde parece está
Dios siempre sustentando el alma, salen unos
rayos de leche, que toda la gente del Castillo 20

3 "Porque mi vivir es [todo para servir a] Cristo y


el morir [también, y además] es una ganancia mía [pues
me lleva a Él.] " Epíst. de San Pablo a los Filipenses,
I, 21.
20 El alma en este estado de unión "no sabe de sí;
mas no está tan fuera de sí que no entienda algo de lo
que pasa; mas cuando este Esposo riquísimo la quiere
enriquecer y regalar más, conviértela tanto en Sí que,
como una persona que el gran placer y contento la des-
maya, le parece se queda suspendida en aquellos divi-
nos brazos y arrimada a aquel sagrado costado 20y aque-
286 MORADAS SÉPTIMAS

conforta, que parece quiere el Señor que gocen


de alguna manera de lo mucho que goza el
alma, y que de aquel río caudaloso, adonde se
consumió esta fuentecita pequeña, saiga algit-
5 ñas veces algún golpe de aquel agua para sus
tentar los que en lo corporal han de servir a
estos dos desposados. Y ansí como sentiría
esta agua una persona que está descuidada, si
la bañasen de presto en ella, y no lo podía de-
io jar de sentir, de la mesma manera, y an con
más certidumbre, se entienden estas operacio-
nes que digo; porque ansí como no nos podría
venir un gran golpe de agua, si no tuviese prin-
cipio, como he dicho, ansí se entiende claro
i5 que hay en lo interior quien arroje estas sae-
tas ydé vida a esta vida, y que hay sol de
donde procede una gran luz, que se envía a las
potencias de lo interior del alma. Ella, como
he dicho, no se muda de aquel centro ni se le
so pierde la paz; porque el mesmo que la dio a
los Apóstoles cuando estaban juntos se la
puede dar a ella. Heme acordado que esta sa-
lutación del Señor debía ser mucho más de lo
que suena, y el decir a la gloriosa Madalena
25 que se fuese en paz ; porque, como las palabras

líos pechos divinos; no sabe más de gozar, sustentado


con aquella leche divina que la va criando su Esposo."
Conceptos, IV.
22 V. in-12, nota.
CAPÍTULO SEGUNDO 287

del Señor son hechas como obras en nosotros,


de tal manera debían hacer la operación en
aquellas almas que estaban ya dispuestas, que
apartase en ellos todo lo que es corpóreo en el
alma y la dejase en puro espíritu^ para que se 5
pudiese juntar en esta unión celestial con el es-
píritu increado, que es muy cierto que en va-
ciando nosotros todo lo que es criatura y des-
haciéndonos deella por amor de Dios, el mesmo
Señor la ha de hinchir de Sí. Y ansí, orando 10
una vez Jesucristo nuestro Señor por sus Após-
toles, no sé dónde es, dijo que fuesen una cosa
con el Padre y con Él, como Jesucristo nuestro
Señor está en el Padre, y el Padre en Él. ¡No
sé qué mayor amor puede ser, que éste! Y no 15
dejaremos de entrar aquí todos, porque ansí dijo
su Majestad: "No sólo ruego por ellos, sino
por todos aquellos que han de creer en Mí tam-
bién", dice:
y "Yo estoy en ellos." ¡Oh, válame
Dios, qué palabras tan verdaderas, y cómo las 20
entiende el alma, que en esta oración lo ve por
sí! ¡Y cómo lo entenderíamos todas si no fuese

14 "...que todos sean una misma cosa, y que como


tú ¡ oh Padre ! estás en mí y yo en ti, así sean ellos una
misma cosa en nosotros..." San Juan, XVII, 21.
18 "Pero no ruego solamente por éstos, sino también
por aquellos que han de creer en mí por medio de su
predicación." San Juan, XVII, 20.
19 "Yo estoy en ellos y tú estás en mí, a fin de que
sean consumados en la unidad..." San Juan, XVII, 23.
288 MORADAS SÉPTIMAS

por nuestra culpa! Pues las palabras de Jesu-


cristo nuestro Rey y Señor no pueden faltar;
mas como faltamos en no disponernos y des-
viarnos de todo lo que puede embarazar esta.
s luz, no nos vemos en este espejo que contem-
plamos, adonde nuestra imagen está esculpida.
Pues tornando a lo que decíamos, en metiendo -
el Señor a el alma en esta Morada suya, que
es el centro de la mesma alma, ansí como di-
10 oen que el Cielo impíreo adonde está nuestro
Señor no se mueve como los demás, ansí pa-
rece no hay los movimientos en esta alma, en-,
entrando aquí, que suele haber en las potencias
y imaginación, de manera que la perjudiquen
,5 ni la quiten su paz. Parece que quiero decir
que en llegando el alma a hacerla Dios esta
merced, está segura de su salvación y de tor-
nar a caer. No digo tal, y en cuantas partes
tratare desta manera, que parece está el alma
20 en siguridad, se entienda : mientra la divina
Majestad la tuviere ansí de su mano, y ella no
le ofendiere; al menos sé cierto que anque se
ve en este estado, y le ha durado años, que no
se tiene por segura, sino que anda con mucho
25 más temor que antes en guardarse de cualquier
pequeña ofensa de Dios, y con tan grandes de-

26 Insiste en la inseguridad sobre la propia virtud:


"lo que no se puede sufrir, Señor, es no poder saber
CAPÍTULO SEGUNDO 289

seos de servirle, como se dirá adelante, y con


ordinaria pena y confusión de ver lo poco que
puede hacer y lo mucho a que está obligada,
que no es pequeña cruz, sino harto gran peni-
tencia; porque el hacer penitencia esta alma. 5
mientras más grande, le es más deleite. La ver-
dadera penitencia es cuando le quita Dios la
salud para poderla hacer y fuerzas, que, anque
en otra parte he dicho la gran pena que esto
■da, es muy mayor aquí, y todo le debe venir 10
de la raiz adonde está plantada, que ansi como
el árbol que está cabe las corrientes de las
aguas, está más fresco y da más fruto, ¿qué
hay que maravillar de deseos que tenga esta
alma, pues el verdadero espíritu de ella está 15
hecho uno con el agua celestial que dijimos ?
Pues tornando a lo que decía, no se entienda
que las potencias y sentidos y pasiones están
siempre en esta paz : el alma sí, mas en estotras
Moradas no deja de haber tiempos de guerra y 20
de trabajos y fatigas; mas son de manera que
no se quita de su paz y puesto: esto es lo or-
dinario. Este centro de nuestra alma u este
espíritu es una cosa tan dificultosa de decir y
an de creer, que pienso, hermanas, por no me 25

cierto que os amo, ni si son acetos mis deseos delante de


vos." Camino, XLII, 1. Estos y otros pasajes recuerda
fray Luis de León en su carta-prólogo citada. V. 108-16, n.
290 MORADAS SÉPTIMAS

saber dar a entender, no os dé alguna tentación


de no creer lo que digo, porque decir que hay
trabajos y penas y que el alma se está en paz
es cosa dificultosa. Quiéroos poner una com-
5 paración u dos: plega a Dios que sean tales
que diga algo ; mas si no lo> fuere, yo sé que
digo verdad en lo dicho. Está el Rey en su pa-
lacio, yhay muchas guerras en su reino y
muchas cosas penosas, mas no por «so deja de
10 estarse en su puesto : ansi acá, anque en esto-
tras Moradas anden muchas baraúndas y fie-
ras ponzoñosas, y se oye el ruido, naide entra
en aquélla, que la haga quitar de allí ; ni las
cosas que oye, anque le dan alguna pena, no
15 es de manera que la alboroten y quiten la paz;
porque las pasiones están ya vencidas, de suerte
que han miedo de entrar allí, porque salen más
rendidas. Duélenos todo el cuerpo, mas si la
cabeza está sana, no porque duela el cuerpo
20 dolerá la cabeza. Riéndome estoy de estas com-
paraciones, que no me contentan, mas no sé
otras. Pensá lo que quisiéredes ; ello es verdad
lo que he dicho.

4 En el libro Conceptos del amor de Dios, cap. II,


explica la Santa muchas especies de falsa paz, diferentes
de la paz verdadera a que aquí se refiere.
CAPITULO TERCERO

Ahora, pues, decimos que esta mariposica


ya murió, con grandísima alegría de haber ha-
llado reposo, y que vive en ella Cristo : veamos
qué vida hace u qué diferencia hay de cuando 5
ella vivía, porque en los e fetos veremos si es
verdadero lo que queda dicho. A lo que puedo
entender, son los que diré :
El primero, un olvido de sí, que, verdadera-
mente, parece ya no es, como queda dicho, 10
porque toda está de tal manera, que no se co-
noce ni se acuerda que para ella ha de haber
Cielo ni vida ni honra, porque toda está em-
pleada en procurar la de Dios, que parece que
las palabras que le dijo su Majestad hicieron i5
efeto de obra, que fué que mirase por sus co-
sas, que Él miraría por las suyas. Y ansí, de
todo lo que puede suceder no tiene cuidado,
sino un estraño olvido que, como digo, parece
ya no es, ni querría ser en nada, nada, sino es 20
para cuando entiende que puede haber por su
parte algo en que acreciente un punto la gloria
y honra de Dios, que por esto pornía muy de
292 MORADAS SÉPTIMAS

buena gana su vida. No entendáis por esto, hi-


jas, que deja de tener cuenta con comer y dor-
mir, que no le es poco tormento, y hacer todo
lo que está obligada conforme a su estado, que
5 hablamos en cosas interiores, que de obras es-
teriores poco hay que decir, que antes esa es
su pena, ver que es nada lo que ya pueden sus
fuerzas. En todo lo que puede y entiende que
es servicio de nuestro Señor no lo dejaría de
10 hacer por cosa de la tierra.
Lo segundo, un deseo de padecer grande,
mas no de manera que le inquiete como solía;
porque es en tanto estremo el deseo que queda
en estas almas de que se haga la voluntad de
is Dios en ellas, que todo lo que su Majestad hace
tienen por bueno: si quisiere que padezca, en
norabuena; si no, no se mata como solía.
Tienen también estas almas un gran gozo
interior cuando son perseguidas, con mucha
20 más paz que lo que queda dicho, y sin nen-
1 Únese el alma a Dios, '"no por palabras, no por
solos deseos, sino puesto por obra; de manera que en
entendiendo que sirve más a su Esposo en una cosa...,
no mire provecho ni descanso". Pone el ejemplo de un
Santo que se fué a tierra de moros a trocarse por un
cautivo, "hijo de una viuda que vino a él fatigada".
Conceptos, III.
19 "Cuando tengo persecuciones anda el alma tan
señora, aunque el cuerpo lo siente..., que entonces parece
está el alma en su reino y que lo trae todo debajo de los
pies." Vida, XXXI, 4.
CAPÍTULO TERCERO 2g3

.guna enemistad con los que las hacen mal u


desean hacer, antes les cobran amor particular,
de manera que si los ven en algún trabajo, lo
sienten tiernamente, y cualquiera tomarian por
librarlos de él, y encomiéndanlos a Dios muy 5
de gana, y de las mercedes que les hace su Ma-
jestad holgarían perder porque se las hiciese
a ellos, porque no ofendiesen a nuestro Señor.
Lo que más me espanta de todo es que ya
habéis visto los trabajos y afliciones que han 10
tenido por morirse, por gozar de nuestro Se-
ñor : ahora es tan grande el deseo que tienen
de servirle y que por ellas sea alabado, y de
aprovechar algún alma si pudiesen, que, no sólo
no desean morirse, mas vivir muy muchos 15
años oadeciendo grandísimos trabajos, por sr
pudiesen que fuese el Señor alabado por ellos,
anque fuese en cosa muy poca. Y si supiesen
cierto que en saliendo el alma del cuerpo ha
de gozar de Dios, no les hace al caso, ni pen- 20
sar en la gloria que tienen los santos : no desean
por entonces verse en ella. Su gloria tienen
puesta en si pudiesen ayudar en algo al Cruci-
ficado, en especial cuando ven que es tan ofen-

16 "¡ Dadme, Señor, trabajos; dadme persecuciones... !


Un alma que está entre cruces de trabajos gran remedio
espera..., y tiente razón de pedir esto, que no ha de ser
siempre gozar sin servir ni trabajar en algo!" Concep-
tos, VII.
294 MORADAS SÉPTIMAS

dido, y los pocos que hay que de veras miren


por su honra, desasidos de todo lo demás. Ver-
dad es que algunas veces que se olvida de esto,
tornan con ternura los de gozar de Dios y de-
5 sear salir de este destierro, en especial viendo
lo poco que le sirve; mas luego torna y mira
en sí mesma con la continuanza que le tiene
consigo, y con aquello se contenta, y ofrece a
su Majestad el querer vivir como una ofrenda,
io la más costosa para ella que le puede dar. Te-
mor ninguno tiene de la muerte, más que ter-
nía de un suave arrobamiento. El caso es que
el que daba aquellos deseos con tormento tan
ecesivo, da ahora estotros. Sea por siempre
'5 bendito y alabado. El fin es que los deseos de
estas almas no son ya de regalos ni de gustos,
como tienen consigo al mesmo Señor, y su
Majestad es el que ahora vive. Claro está que
su vida no fué sino contino tormento, y ansí
20 hace que sea la nuestra, al menos con los de-
seos, que nos lleva como a flacos en lo demás,
anque bien les cabe de su fortaleza cuando ve
que la han menester.

21 Somos flacos por naturaleza. "Mira que dice el


buen Jesús en la oración del huerto: "La carne es en-
ferma." Y acuérdeseos de aquel tan admirable y lasti-
moso sudor, pues si aquella carne divina y sin pecado
dice su Majestad que es enferma, ¿cómo queremos acá
la nuestra...?" Conceptos, TIL
CAPÍTULO TERCERO 2g5

Un desasimiento grande de todo y deseo de


estar siempre u solas u ocupadas en cosa que
sea provecho de algún alma ; no sequedades ni
trabajos interiores, sino con una memoria y
ternura con nuestro Señor, que nunca querría 5
estar sino dándole alabanzas, y cuando se des-
cuida, el mesmo Señor la despierta de la ma-
nera que queda dicho, que se ve clarísimamen-
te que procede aquel impulso, u no sé como le
llame, de lo interior del alma, como se dijo de 10 .
los ímpetus. Acá es con gran suavidad, mas ni
procede del pensamiento ni de la memoria, ni
cosa que se pueda entender que el alma hizo
nada de su parte. Esto es tan ordinario y tan-
tas veces, que se ha mirado bien con adverten- 15
cia: que ansí como un fuego no echa la llama
haciabajo, sino haciarriba, por grande que
quieran encender el fuego, ansí se entiende
acá que este movimiento interior procede del
centro del alma y despierta las potencias. Por 2C
cierto, cuando no hubiera otra cosa de ganan-
cia en este camino de oración, sino entender el
particular cuidado que Dios tiene de comuni-
carse con nosotros y andarnos rogando, que
no parece esto otra cosa que nos estemos con 25

14 "Ansí parece es este amor suavísimo de nuestro


Dios : se entra en el alma, y con gran suavidad, y la con-
tenta ysatisface y no puede entender cómo ni por dónde
entra aquel bien." Canceptos, IV.
296 moradas séptimas

Él, me parece eran bien empleados cuantos


trabajos se pasan por gozar de estos toques de
su amor tan suaves y penetrativos. Esto ha-
bréis, hermanas, espirimentado, porque pien-
•5 so, en llegando a tener oración de unión, anda
el Señor con este cuidado, si nosotros no nos
descuidamos de guardar sus mandamientos.
Cuando esto os acaeciere, acordaos que es
desta Morada interior, adonde está Dios en
ío nuestra alma, y alabalde mucho, porque cierto
es suyo aquel recaudo u billete escrito con
tanto amor, y de manera que sólo vos quiere
entendáis aquella letra y lo que por ella os
pide. La diferencia que hay aquí en esta Mo-
•45 rada es lo dicho : que casi nunca hay seque^
dad ni alborotos interiores de los que había en
todas las otras a tiempos, sino que está el alma
en quietud casi siempre ; el no temer que esta
merced tan subida puede contrahacer el Demo-
ro nio, sino estar en un ser con seguridad que es
Dios, porque, como está dicho, no tienen que
ver aquí los sentidos ni potencias, que se des-
cubrió su Majestad al alma y la metió consigo
adonde, a mi parecer, no osará entrar el Demo-
a§ nio ni le dejará el Señor, y todas las mercedes
que hace aquí a el alma, como he dicho, son
con ningún ayuda de la mesma alma, sino el

io alabalde; forma antigua de alabadle.


CAPÍTULO TERCERO 297

que ya ella ha hecho de entregarse toda a Dios.


Pasa con tanta quietud y tan sin ruido todo lo
que el Señor aprovecha aquí a el alma y la en-
seña, que me parece es como en la edificación
del templo de Salomón, adonde no se había de 5>
oír ningún ruido : ansí en este templo de Dios,
en esta Morada suya, sólo Él y el alma se go-
zan con grandísimo silencio. No hay para qué
bullir ni buscar nada el entendimiento, que el
Señor que le crió le quiere sosegar aquí, y que i»
por una resquicia pequeña mire lo que pasa,
porque, anque a tiempos se pierde esta vista y
no le dejan mirar, es poquísimo intervalo, por-
que, a mi parecer, aquí no se pierden las po-
tencias, mas no obran, sino están como espan- li-
tadas.
Yo lo estoy de ver que en llegando aquí el
alma, todos los arrobamientos se le quitan si
no es alguna vez, y ésta no con aquellos arro-
bamientos yvuelo de espíritu, y son muy ra- 2»
ras veces, y ésas casi siempre no en público
como antes, que era muy de ordinario, ni le
hacen al caso grandes ocasiones de devoción,
que vea, como antes, que si ven una imagen
devota u oyen un sermón, que casi no era oír- »5

6 "se hizo de piedras labradas, sin que durante la


obra de la Casa del 'Señor se oyese en ella ruido de mar-
tillo ni de hacha ni de ninguna otra herramienta." 3° de
los Reyes, VI, 7.
298 MORADAS SÉPTIMAS

le, u música, como la pobre mariposilla andaba


tan ansiosa, todo la espantaba y hacía volar.
Ahora, u es que halló su reposo, u que el alma
ha visto tanto en esta Morada, que no se es-
5 panta de nada, u que no se halla con aquella
soledad que solía, pues goza de tal compañía.
En fin, hermanas, yo no sé qué sea la causa,
que en comenzando el Señor a mostrar lo que
hay en esta Morada, y metiendo el alma allí, se
jo les quita esta gran flaqueza que les era harto
trabajo, y antes no se quitó. Quizá es que la ha
fortalecido el Señor y ensanchado y habilitado,
u puede ser que quería dar a entender en pú-
blico lo que hacía con estas almas en secreto,
15 por algunos fines que su Majestad sabe, que
sus juicios son, sobre todo, lo que acá podemos
imaginar.
Estos efetos, con todos los demás que hemos
dicho, que sean buenos en los grados de ora-
20 ción que quedan dichos, da Dios, cuando llega
el alma a Sí, con este ósculo que pedía la Es-
posa, que yo entiendo aquí se le cumple esta
petición. Aquí se dan las aguas a esta cierva
que va herida en abundancia. Aquí se deleita

22 "Béseme el Señor con el beso de su boca; porque


más valen tus pechos que el vino, que dan de sí fragan-
cia de muy buenos olores." Cantares, I, 1. Los cuatro
primeros capítulos de los Conceptos del amor de Dios
tienen por asunto la explicación de este versículo.
CAPÍTULO TERCERO 299

en el tabernáculo de Dios. Aquí halla la palo-


ma que envió Noé a ver si era acabada la tem-
pestad, laoliva, por señal que ha hallado tierra
firme dentro en las aguas y tempestades deste
mundo. ¡Oh Jesús! ¡Y quién supiera las mu- 5
chas cosas de la Escritura, que debe haber
para dar a entender esta paz del alma! Dios
mío, pues veis lo que nos importa, haced que
quieran los cristianos buscarla, y a los que la
habéis dado, no se la quitéis por vuestra mise- 10
ricordia, que, en fin, hasta que les deis la ver-
dadera ylas llevéis adonde no se pueda aca-
bar, siempre se ha de vivir con temor. Digo la
verdadera, no porque entienda ésta no lo es,
sino porque se podría tornar la guerra pri- 15
mera si nosotros nos apartásemos de Dios.
Mas ¿qué sentirán estas almas de ver que po-
drían carecer de tan gran bien? Esto les hace
andar más cuidadosas y procurar sacar fuer-
zas de flaqueza, para no dejar cosa que se les 20
puede ofrecer, para más agradar a Dios, por
culpa suya. Mientra más favorecidas de su
Majestad andan, más acobardadas y temero-

4 "Envió también después de él la paloma, para ver


si ya se habían acabado las aguas en el suelo de la tierra.
Mas ella volvió a Noé por la tarde, trayendo en el pico
un ramo de olivo con las hojas verdes, por donde cono-
ció Noé que las aguas habían cesado de cubrir la tierra."
■Génesis, VIII, 8-1 1.
300 MORADAS SÉPTIMAS

sas de sí, y como en estas grandezas suyas han


conocido más sus miserias y se les hacen más
graves sus pecados, andan muchas veces que
no osan alzar los ojos, como el Publicano ; otras,
5 con deseos de acabar la vida por verse en si-
guridad, anque luego tornan con el amor que
le tienen a querer vivir para servirle, como
queda dicho, y fían todo lo que les toca de su
misericordia. Algunas veces las muchas mer-
io cedes las hacen andar más aniquiladas, que
temen que, como una nao que va muy dema-
siado de cargada, se va a lo hondo, no les
acaezca ansí. Yo os digo, hermanas, que no
les falta cruz, salvo que no las inquieta ni hace
15 perder la paz, sino pasan de presto, como una
ola, algunas tempestades, y torna bonanza,
que la presencia que train del Señor les hace
que luego se los olvide todo. Sea por siempre
bendito y alabado de todas sus criaturas,
20 amén.

4 En tanto que el Fariseo rezaba a Dios recordán-


dole sus méritos y elogiándose a sí mismo, "el Publica-
no, al contrario, puesto allá lejos, ni aun los ojos osaba
levantar al Cielo, sino que se daba golpes de pecho, di-
ciendo :" Dios mío, ten misericordia de mí, que soy un
"gran pecador." San Mateo, XVIII, 13.
CAPITULO CUARTO

No habéis de entender, hermanas, que siem-


pre en un ser están estos efetos que he dicho
en estas almas, que por eso adonde se me
acuerda, digo lo ordinario, que algunas veces 5
las deja nuestro Señor en su natural, y no pa-
rece sino que entonces se juntan todas las co-
sas ponzoñosas del arrabal y Moradas de este
Castillo, para vengarse de ellas por el tiempo
que no las pueden haber a las manos. Verdad 10
es que dura poco, un día lo más, u poco más,
y en este gran alboroto, que procede lo ordi-
nario de alguna ocasión, se ve lo que gana el
alma en la buena compañía que está, porque la
da el Señor una gran entereza, para no torcer 15
en nada de su servicio y buenas determinacio-
nes, sino que parece le crecen, ni por un pri-
mer movimiento muy pequeño no tuercen de
esta determinación. Como digo, es pocas veces,
sino que quiere nuestro Señor que no pierda la 20

14 "vi la gran merced que hace Dios a quien pone en


compañía de buenos." Vida, II, 4.
302 MORADAS SÉPTIMAS

memoria de su ser, para que siempre esté hu-


milde, lo uno ; lo otro, porque entienda más lo
que debe a su Majestad, y la grandeza de la
merced que recibe y le alabe.
5 Tampoco os pase por pensamiento que por
tener estas almas tan grandes deseos y deter-
minación de no hacer una imperf eción por cosa
de la tierra, dejan de hacer muchas, y an pe-
cados. De advertencia no, que las debe el Se-
io ñor a estas tales dar muy particular ayuda para
esto ; digo pecados veniales, que de los morta-
les, que ellas entiendan, están libres, anque no
siguras; que ternán algunos que no entienden,
que no les será pequeño tormento. También se
15 les da las almas que ven que se pierden, y an-
que en alguna manera tienen gran esperanza
que no serán de ellas, cuando se acuerdan de
algunos que dice la Escritura que parecia eran
favorecidos del Señor, como un Salomón, que
20 tanto comunicó con su Majestad, no pueden
dejar de temer, como tengo dicho. Y la que se
viere de vosotras con mayor seguridad en sí,
esa tema más, porque "bienaventurado el va-
rón que teme a Dios", dice David. Su Majestad
25 nos ampare siempre : suplicárselo, para que no

13 anque no siguras; nuevo dato sobre lo de la cer-


tidumbre en la propia virtud. V. 108-16, nota.
24 Salmo CVI, 1. Recuérdese la glosa de este ver-
sículo en Moradas, III, cap. I, pág. 43-6 y siguientes.
CAPÍTULO CUARTO 3o3

le ofendamos ; es la mayor seguridad que pode-


mos tener. Sea por siempre alabado, amén.
Bien será, hermanas, deciros qué es el fin
para que hace el Señor tantas mercedes en este
mundo. Anque en los ef etos de ellas los habréis 5
entendido, si advertistes en ello, os lo quiero
tornar a decir aquí, porque no piense alguna
que es para sólo regalar estas almas, que seria
grande yerro : que no nos puede su Majestad
hacerle mayor que es darnos vida que sea imi- 10
tando a la que vivió su Hijo tan amado, y ansí
tengo yo por cierto, que son estas mercedes
para fortalecer nuestra flaqueza, como aquí he
dicho alguna vez, para poderle imitar en el
mucho padecer. í5
Siempre hemos visto que los que más cerca-
nos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron
los de mayores trabajos: miremos los que pasó
su gloriosa Madre y los gloriosos Apóstoles.
¿Cómo pensáis que pudiera sufrir san Pablo 20
tan grandísimos trabajos? Por él podemos ver
qué efetos hacen las verdaderas visiones y con-
templación cuando es de nuestro Señor, y no
imaginación u engaño del Demonio. ¿Por ven-
tura ascondióse con ellas para gozar de aque- 25
líos regalos y no entender en otra cosa? Ya lo

26 "es más gusto estarse descansando el cuerpo sin


trabajar y regalada el alma", pero es mejor trabajar en
favor del prójimo. Fund., V.
304 MORADAS SÉPTIMAS

veis, que no tuvo día de descanso, a lo que po-


demos entender, y tampoco le debía de tener
de noche, pues en ella ganaba lo que había de.
comer. Gusto yo mucho de san Pedro cuando
5 iba huyendo de la cárcel y le apareció nuestro
Señor, y le dijo que iba a Roma a ser crucifi-
cado otra vez. Nenguna rezamos esta fiesta
adonde esto está que no me es particular con^
suelo; ¿cómo quedó san Pedro de esta merced
jo del Señor u qué hizo? Irse luego a la muerte,
y no es poca misericordia del Señor hallar quien
se la dé ! ¡Oh, hermanas mías, qué olvidado debe
tener su descanso, y qué poco se le debe de dar
de honras, y qué fuera debe estar de querer
15 ser tenida en nada el alma adonde está el Se-
ñor tan particularmente! Porque si ella está
mucho con Él, como es razón, poco se debe
acordar de sí ; toda la memoria se le va en coma
más contentarle y en qué u por dónde mostrará
20 el amor que le tiene. Para esto es la oración,,
hijas mías; de esto sirve este matrimonio espi-
ritual :de que nazcan siempre obras, obras.

4 " Porque bien os acordaréis, hermanos, de nues¡-


tros trabajos y fatigas, como trabajando de día y de no-
che a trueque de no gravar a nadie, predicamos ahí el
Evangelio de Dios." Eplst. de San Pablo a los Tcsaloni-
ccnses, II, 9.
22 Las almas buenas, como saben el amor que el'
Señor tiene a sus criaturas, "gustan de dejar su sabor y
bien, por contentarle en servirlas." Conceptos, VII.
CAPÍTULO CUARTO 3o5

Esta es la verdadera muestra de ser cosa y


merced hecha de Dios, como ya os he dicho;
porque poco me aprovecha estarme muy reco-
gida a solas, haciendo atos con nuestro Señor,
jpropuniendo y prometiendo de hacer maravi- 5
lias por su servicio, si en saliendo de allí, que
se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés. Mal
dije que aprovechará poco, que todo lo que se
está con Dios aprovecha mucho, y estas deter-
minaciones, anque seamos flacos en no las cum- 10
plir después, alguna vez nos dará su Maj estad
cómo lo hagamos, y an quizá, anque nos pese,
como hace muchas veces, que como ve un alma
muy cobarde, dale un muy gran trabajo bien
contra su voluntad y sácala con ganancia, y 15
después, como esto entiende el alma, queda
más perdido el miedo para ofrecerse más a Él.
Quise decir que es poco, en comparación de lo
mucho más que es que conformen las obras
con los atos y palabras, y que la que no pu- 20
diere por junto, sea poco a poco : vaya doblando
su voluntad si quiere que le aproveche la ora-
ción, que dentro de estos rincones no faltarán

7 "Mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas


por amor de Vos : yo no soy para más de parlar, y ansí
no queréis Vos, Dios mío, ponerme en obras... ; ordenad
luego modos como haga algo por Vos..., no queráis que
•vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues confor-
me a las obras se ha de dar el premio." Vida, XXI.
3o6 MORADAS SÉPTIMAS

hartas ocasiones en que lo podáis hacer. Mira


que importa esto mucho más que yo os sabré
encarecer. Pone los ojos en el Crucificado y
haráseos todo poco. Si su Majestad nos mostró
5 el amor con tan espantables obras y tormentos,
¿cómo queréis contentarle con sólo palabras?
¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Ha-
cerse esclavos de Dios, a quien, señalados con
su hierro, que es el de la t, porque ya ellos le
io han dado su libertad, los pueda vender por
esclavos de todo el mundo, como Él lo fué, que
no les hace ningún agravio ni pequeña merced,
y si a esto no se determinan, no hayan miedo
que aprovechen mucho, porque todo este edifi-
15 ció, como he dicho, es su cimiento humildad,
y si no hay ésta muy de veras, an por vuestro
bien, no querrá el Señor subirle muy alto, por-
que no dé todo en el suelo. Ansi que, herma-
nas, para que lleve buenos cimientos, procura
20 ser la menor de todas, y esclava suya, mirando
cómo u por dónde las podéis hacer placer y
servir, pues lo que hicierdes en este caso, ha-

9 Refiérese al hierro con que se marcaba en el ros-


tro a los esclavos. "Fuera darme vida, fuera — Comprar
un esclavo en mí. — Hazme tanto bien y sella — Mi ros-
tro." Calderón, Hombre pobre, todo es trazas, I, vn. La
marca solía consistir en una S cruzada por un clavo,
"que es cifra de la voz esclavo". Dice. Acad. "Poner una
S y un clavo — Hoy a los dos y vendernos." Alcalde de
Zalamea, III, vm. Véase 11-12, nota.
CAPÍTULO CUARTO 307

céis más por vos que por ellas, puniendo pie-


dras tan firmes que no se os caya el Castillo.
Torno a decir que para esto es menester no
poner vuestro fundamento sólo en rezar y con-
templar, porque si no procuráis virtudes y hay 5
ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas,
y an plega a Dios que sea sólo no crecer, por-
que ya sabéis que quien no crece, descrece ; por-
que el amor tengo por imposible contentarse
de estar en un ser adonde le hay. 10
Pareceros ha que hablo con los que comien-
zan, yque después pueden ya descansar : ya os
he dicho que el sosiego que tienen estas almas
en lo interior es para tenerle muy menos ni que-
rer tenerle en lo esterior. ¿ Para qué pensáis que 15
son aquellas inspiraciones que he dicho, u por
mejor decir, aspiraciones, y aquellos recaudos
que envía el alma del centro interior a la gente
de arriba del Castillo y a las Moradas que están
fuera de donde ella está? ¿Es para que se echen 20
a dormir ? ¡No. no, no !, que más guerra les hace
6 Conócese desde lejos entre los que comienzan ca-
mino de perfección a "los que lo son de palabras o los
que ya estas palabras han confirmado con obras, porque
[se] tiene entendido el poco provecho de los unos y el
mucho de los otros". Vida, XXI.
21 "Acuerdóme... de aquella santa Samaritana...
cuan bien había comprendido en su corazón las pala-
bras del Señor, pues deja al mesmo Señor, porque ganen
y se aprovechen los de su pueblo..., y en pago de esta
gran caridad, mereció ser creída." Conceptos, VII.
3o8 MORADAS SÉPTIMAS

desde allí, para que no estén ociosas las poten-


cias y sentidos y todo lo corporal, que les ha
hecho cuando andaba con ellos padeciendo, por-
que entonces no entendía la ganancia tan gran-
5 de que son los trabajos, que, por ventura, han
sido medios para traerla Dios allí, como la com-
pañía que tiene le da fuerzas muy mayores que
nunca. Porque si acá dice David que con los
santos seremos santos, no hay que dudar sino
io que estando hecha una cosa con el fuerte, por
la unión tan soberana de espíritu con espíritu,
se le ha de pegar fortaleza, y ansí veremos la
que han tenido los santos para padecer y morir.
Es muy cierto, que an de la que a ella allí se le
15 pega, acude a todos los que están en el Castillo,
y an al mesmo cuerpo, que parece muchas ve-
ces no siente, sino, esforzado con el esfuerzo que
tiene el alma bebiendo del vino de esta bodega,
adonde la ha traído su Esposo, y no la deja sa-
20 lir, redunda en el flaco cuerpo, como acá el
manjar que se pone en el estómago da fuerza a
la cabeza y a todo él. Y ansí tiene harta mala
ventura mientras vive, porque, por mucho que
haga, es mucho más la fuerza interior y la gue-

9 Salmo XVII, 26. V. 35-7-


18 El vino, en el Cantar de los Cantares, es símbolo
de amor. Torres Amat, Cantares, II, nota 4.
20 Cantares, II, 4. V. págs. 110-22 y 121-29.
CAPÍTULO CUARTO 309

rra que se le da, que todo le parece nonada. De


aquí debían venir las grandes penitencias que
hicieron muchos santos, en especial la gloriosa
Madalena, criada siempre en tanto regalo, y
aquella hambre que tuvo nuestro padre Elias 5
de la honra de su Dios, y tuvo santo Domingo
y san Francisco de allegar almas, para que
fuese alabado, que yo os digo que no debían
pasar poco, olvidados de sí mesmos. Esto quiero
yo, mis hermanas, que procuremos alcanzar, y 10
no para gozar, sino para tener estas fuerzas para
servir, deseemos y nos ocupemos en la oración.
No queramos ir por camino no andado, que nos
perderemos al mejor tiempo, y sería bien nuevo
pensar tener estas mercedes de Dios por otro i5
que el que Él fué y han ido todos sus santos.
No nos pase por pensamiento : créeme, que
Marta y María han de andar juntas para hospe-
4 La vida de la Magdalena es una de las enseñanzas
que la Santa recuerda con mayor predilección. Vida, IX,
XXII; Camino., XXXIV, etc.
5 "dirigiéndole el Señor la palabra, le dijo: "¿Qué
"haces ahí, Elias?" A lo que respondió él: "Me abraso
"de celo por Ti, oh Señor Dios de los ejércitos." Li-
bro III de los Reyes, XIX, 9, 10.
18 " [El Señor] entró en cierta aldea donde una mu-
jer, por nombre Marta, le hospedó en su casa: tenía ésta
una hermana llamada María, la cual, sentada también a
los pies del Señor, estaba escuchando su palabra." San
Mateo, X, 38-39. Marta atendía a lo material ; María, a lo
espiritual: "Marta y María han de andar juntas." Camu
no, Lili. "Es poca humildad en el alma querer ser María
antes que haya trabajado con Marta." Vida, XXII, 5.
3 10 MORADAS SÉPTIMAS

dar al Señor y tenerle siempre consigo, y no


le hacer mal hospedaje no le dando de comer.
¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a los
pies, si su hermana no le ayudara? Su manjar
5 es que de todas las maneras que pudiéremos
lleguemos almas, para que se salven y siempre
le alaben.
Decirme heis dos cosas: la una, que dijo que
María había escogido la mejor parte, y es que
io ya había hecho el oficio de Marta, regalando a
el Señor en lavarle los pies y limpiarlos con sus
cabellos. ¿Y pensáis que le sería poca mortifica-
ción a una señora como ella era irse por esas
calles, y por ventura, sola, porque no llevaba
'5 hervor para entender cómo iba, y entrara
donde nunca había entrado, y después sufrir la
mormuración del fariseo, y otras muy muchas
que debía sufrir? Porque ver en el pueblo una
mujer como ella hacer tanta mudanza, y como

9 [Dijo Jesús:] "Marta, Marta, tú te afanas y acon-


gojas en muchísimas cosas, y a la verdad que una sola
cosa es necesaria. María ha escogido la mejor suerte, de
que jamás será privada." San Mateo, X, 41 y 42.
13 "Cuando he aquí que una mujer de la ciudad que
era de mala conducta, luego que supo que se había
puesto a la mesa en casa del Fariseo, trajo un vaso de
alabastro lleno de bálsamo, y arrimándose por detrás a
sus pies, comenzó a bañárselos con sus lágrimas y los
limpiaba con los cabellos de su cabeza y los besaba y
derramaba sobre ellos el perfume." San Lucas, VIII, 37-38-
15 hervor = interés, entusiasmo.
CAPÍTULO CUARTO 3íI

sabemos, entre tan mala gente, que bastaba ver


que tenía amistad con el Señor, a quien ellos
tenían tan aborrecido, para traer a la memoria
la vida que había hecho, y que se quería ahora
hacer santa, porque está claro que luego muda- s
ría vestido y todo lo demás, pues ahora se dice
a personas que no son tan nombradas, ¿qué
sería entonces? Yo os digo, hermanas, que ve-
nía la mejor parte sobre hartos trabajos y mor-
tificación, que, anque no fuera sino ver a su 10
Maestro tan aborrecido, era intolerable trabajo,
¡ Pues los muchos que después pasó en la muerte
del Señor ! Tengo para mí que el no haber re-
cibido martirio fué por haberle pasado en ver
morir al Señor, y en los años que vivió, en i5
verse ausente de Él, que sería de terrible tor-
mento, se verá que no estaba siempre con re-
galo de contemplación a los pies del Señor. La
otra, que no podéis vosotras, ni tenéis como
allegar almas a Dios, que lo haríades de buena 2c
gana, mas que no habiendo de enseñar ni pre-
dicar, como hacían los Apóstoles, que no sabéis
cómo. A esto he respondido por escrito algunas
veces, y an no sé si en este Castillo; mas por-

18 "No es el largo tiempo el que aprovecha el alma


en la oración, que cuando lo emplea también en obras
gran ayuda es para que en muy poco espacio tenga me-
jor disposición para encender el amor, que en mrchas
horas de consideración." Fund., V.
3l2 MORADAS SÉPTIMAS

que es cosa que creo os pasa por pensamiento,


con los deseos que os da el Señor, no dejaré de
decirlo aquí. Ya os dije en otra parte que al-
gunas veces nos pone el Demonio deseos gran-
5 des porque no echemos mano de lo que tene-
mos a mano, para servir a nuestro Señor en
cosas posibles, y quedemos contentas con haber
deseado las imposibles. Dejado que en la ora-
ción ayudaréis mucho, no queráis aprovechar a
^^ todo el mundo, sino a las que están en vuestra
compañía, y ansí será mayor la obra, porque es-
táis a ellas más obligadas. ¿Pensáis que es poca
ganancia que sea vuestra humildad tan grande
y mortificación, y el servir a todas, y una gran
-5 caridad con ellas, y un amor del Señor, que ese
fuego las encienda a todas, y con las demás vir-
tudes siempre las andéis despertando? No sería
sino mucha, y muy agradable servicio al Señor,
y con esto que ponéis por obra, que podéis, en-
20 tenderá su Majestad que haríades mucho más,
y ansí os dará premio, como si le ganásedes mu-
chas. Diréis que esto no es convertir, porque
todas son buenas. ¿Ouién os mete en eso?
Mientra fueren mejores, más agradables serán
25 sus alabanzas al Señor y más aprovechará su
oración a los prójimos. En fin, hermanas mías,
con lo que concluyo es que no hagamos torres
sin fundamento, que el Señor no mira tanto la
grandeza de las obras como el amor con que se
CAPITULO CUARTO (3

hacen, y como hagamos lo que pudiéremos,


hará su Majestad que vamos pudiendo cada día
más y más, como no nos cansemos luego, sino
que lo poco que dura esta vida, y quizá será
más poco de lo que cada uno piensa, interior y
esteriormente ofrezcamos a el Señor el sacrifi-
cio que pudiéremos, que su Majestad le juntará
con el que hizo en la cruz por nosotros al Pa-
dre, para que tenga el valor que nuestra volun-
tad hubiere merecido, anque sean pequeñas las ic
obras. Plega a su Majestad, hermanas y hijas
mías, que nos veamos todas adonde siempre le
alabemos, y me dé gracia para que yo obre algo
de lo que os digo, por los méritos de su Hijo,
que vive y reina por siempre jamás, amén ; que 15
yo os digo que es harta confusión mía, y ansí
os pido por el mesmo Señor que no olvidéis en
vuestras oraciones esta pobre miserable.

2 vamos, por vayamos, como vais por vayáis, 7-9;


218-11; hay por haya, 235-29.
18 A continuación de esto, en una página que había
quedado en blanco, escribió el padre Rodrigo Alvarez su
aprobación del espíritu de este libro, 22 de febrero de
1582. El manuscrito de Las Moradas estaba ya entonces
en poder de las Descalzas de Sevilla, que aún lo poseen
CONCLUSIÓN

JHS.
Anque cuando comencé a escribir esto que
aqui va, fué con la contradición que al principio
digo, después de acabado me ha dado mucho 5
contento, y doy por bien empleado el trabajo,
anque confieso que ha sido harto poco. Y con-
siderando elmucho encerramiento y pocas co-
sas de entretenimiento que tenéis, mis herma-
nas, y no casas tan bastantes como conviene, 10
en algunos monesterios de los vuestros me pa-
rece os será consuelo deleitaros en este Castillo
interior, pues sin licencia de los superiores po-
déis entraros y pasearos por él a cualquier hora.
Verdad es que no en todas las Moradas podréis 15
entrar por vuestras fuerzas, anque os parezca
las tenéis grandes, si no os mete el mesmo Se-
ñor del Castillo ; por eso os aviso que ninguna

4 La contradicción o contrariedad de sus enferme-


dades y ocupaciones. V. pág. 2-4.
3 I6 LAS MORADAS

fuerza pongáis, si hallardes resistencia alguna,


porque le enojaréis de manera que nunca os
deje entrar en ellas.
Es muy amigo de humildad. Con teneros por
5 tales que no merecéis an entrar en las Terceras,
le ganaréis más presto la voluntad para llegar
a las Quintas, y de tal manera le podéis servir
desde allí, acontinuando a ir muchas veces a
ellas, que os meta en la mesma Morada que
io tiene para Sí, de donde no salgáis más, si no
fuerdes llamadas de la priora, cuya voluntad
quiere tanto este gran Señor que cumpláis
como la suya mesma. Y anque mucho estéis
fuera por su mandado, siempre cuando tornar-
15 des, os terna la puerta abierta. Una vez mos-
tradas a gozar de este Castillo, en todas las co-
sas hallaréis descanso, anque sean de mucho
trabajo, con esperanza de tornar a él, que no os
lo puede quitar naide.
20 Anque no se trata de más de siete Moradas,
en cada una de éstas hay muchas, en lo bajo y
alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes
y laborintios y cosas tan deleitosas, que desea-
réis deshaceros en alabanzas del gran Dios que
25 lo crió a su imagen y semejanza. Si algo hallar-
des bueno en la orden de daros noticias de Él.

23 laborintios, laberintos, encrucijadas.


26 la orden : entiéndase el orden, el concierto y dis-
posición..
CONCLUSIÓN 3l7

creé verdaderamente que lo dijo su Majestad


por daros a vosotras contento, y lo malo que
hallardes, es dicho de mí. Por el gran deseo que
tengo de ser alguna parte para ayudaros a ser-
vir este mi Dios y Señor, os pido que, en mi 5
nombre, cada vez que leyerdes aquí, alabéis
mucho a su Majestad y le pidáis el aumento
de su Ilesia y luz para los luteranos, y para
mí que me perdone mis pecados y me saque
de Purgatorio, que allá estaré quizá por la mi- ">
sericordia de Dios, cuando esto se os diere a
leer, si estuviere para que se vea, después de
visto de letrados ; y si algo tuviere de error, es
por más no lo entender, que en todo me sujeto
a lo que tiene la santa Ilesia Católica Romana,. 15
que en ésta vivo y protesto y prometo vivir y
morir. Sea Dios nuestro Señor por siempre ala-
bado ybendito. Amén, amén.
Acabóse esto de escribir en el monesterio de
San Josef de Avila, año de mil y quinientos y 20
setenta y siete, víspera de san Andrés, para glo-
ria de Dios, que vive y reina por siempre ja-
más, amén.

20 El monasterio de San José de Avila fué fundado


por la Santa en 1562; fué su primera fundación, y há-
llase relatada largamente en el Libro de su Vida, capí-
tulo XXXII y siguientes.

22
APÉNDICE

Observaciones sobre la fijación del texto. Las ci-


fras iniciales indican la página y línea del presente
libro, a que corresponde cada observación.

J.J2. — anqne. El señor La Fuente dice: "Es posible


que entonces pronunciaran an, anque, mas en la
duda de si es o no abreviatura, pareció preferible
imprimir aun, aunque, tanto más que sería muy
dura de leer esta palabra tan usual, impresa de
aquel modo, y aun dificultaría, quizá, la inteligen-
cia del texto en algunos casos." Auts. Esp., Lili,
pág. xvii. No hay duda de que la Santa escribía
an, anque (a, áque, en abreviatura; véase pág. i,
lín. 12, nota) ; anque se conserva en el 'habla
vulgar; conservamos, pues, esta forma, aun
cuando sea muy dura de leer.
5-2. — Capítulo primero. En el original falta a veces
la numeración del capítulo, otras veces se expresa
por números romanos; por ser detalle que afecta
poco al texto, hemos adoptado para todos los casos
esta misma forma en letra que aquí damos.
Ó-13. — entendamos ; en el ms., entendamo.
23-3. — allí. En el ms., pág. 22-1, lleva tilde encima,
como si hubiera querido escribir anllí; puede
también ser la tilde ociosa que solía acompañar
a la II.
26-22. — (La lectura de varios es dudosa, ms., pág. 24-
320 LAS MORADAS

23; puede defenderse vivos, pero de ningún modo-


unos, como imprimió el señor La Fue'nte. Las
ediciones de Orga y Doblado dicen también unos..
29-20. — entiendan. Realmente se lee entienda, no en-
tiende)-, como se imprimió en Auts. Esps., Lili,
439. Añadimos la n de plural por la concordancia
con procuren anterior, y por creer que su falta sólo
obedece a un sencillo olvido de tilde, del mismo
modo que en duren, 190-25 ; dejan, 202-20 ; pudie-
sen, 206-2; podían, 216-14; pueden, 218-21; vie-
nen, 260-3, formas plurales que nosotros adopta-
mos en vez de los singulares que el ms. presenta.
El olvido de esta tilde es muy corriente en mu-
chos manuscritos.
37-21. — reccbirá; en el ms., recebrirá, pág. 327; más
adelante, 41-1, hemos puesto también subirá, en
vez de subrirá, pág. del ms. 35; son los únicos
casos encontrados.
40-9. — espirimentadas. Primeramente debió escribir-
se espiremientadas; enmendó la misma Santa.
45-13. — si lo perdí; el original dice claramente: si so-
perdí, pág. 37-9.
47-12. — an de los pecados veniales se guardan. El
ms., pág. 38-21, dice muy claramente: ni an de los
pecados, etc., lo cual da a la frase un sentido con-
tradictorio. Las ediciones del siglo xvín leyeron :
y aun de los pecados... La Fuente prescindió de la
palabra ni. Esto mismo hacemos nosotros.
55-6. — Las Moradas; en el ms., pág. 44-3, los Mo-
radas.
65-6. — de aquí; en el ms., dequi.
73-1. — está lo superior; en el ms., está superior; pero
entre una palabra y otra hay cambio de página;
a esto atribuímos el olvido de lo, que evidente-
mente exige el sentido.
APÉNDICE 321

76-2. — Válame Dios; en el ms., pág. 58-3, Veíame


Dios.
89-4. — creo lo es; en el ms., creblo es.
91-1. — La cuarta; Santa Teresa, distraídamente, es-
cribió: La quinta.
92-19. — bullicio; ms., pág. 68-14, pullicio; también en
la misma página del ms., línea 28, donde se lee :
habilita, parece que se escribió primeramente ha-
bilita.
97-4. — flaquedá; se enmendó después sobrescribiendo
za 2l da; pero dicha enmienda no parece de mano
de la Santa. En Auts. Esps. se imprimió flaqueza.
104-7. — resolgar; ms., pág. 74, rcsollgar.
106-4. — íos trasportara; ms., pág. 76, los trasportara.
Preferimos las, porque este género requieren los
nombres almas o monjas, a quienes parece repre-
sentar. Sin duda es un descuido gráfico, análogo
al de las observaciones, 55-6 y 123-16.
107-11. — no stan declaradas. Sobre las sílabas no tan,
entre la o y la t, se escribió una s; la enmienda
puede ser de la Santa ; entendemos, pues, no stan
= no están, porque el sentido queda así más
claro que si se prescinde de dicha s, como se ha
venido haciendo en todas las ediciones.
120-4. — guerra. La Santa escribe siempre gerra, y
del mismo modo sigirse, por seguirse, 175-9; gío,
por guía, 219-15, etc.
123-16. — sufrirlo; ms., pág. 88, sufrirla.
127-8. — regalada; ms., pág. 90, última línea: rrega-
luda.
IZ7-2. — Varias palabras escritas por la Santa al mar-
gen fueron mutiladas por el encuadernador; las
hemos completado en esta forma: por[que] no ha-
Illa] su verd[a~\dero rep[oso].
239-19. — pierde; ms., pág. 98, pielde ; hállase también
322 LAS MORADAS

mayol por mayor, 148-16, ms., pág. 104; aclámen-


te por claramente, 161-13, ms., pág. 113; y, por
el contrario, dcr Señor en vez de del Señor,
178-29, ms., pág. 125.
140-8. — Querámonos mucho; en el ms., pág. 99, Que-
rámonos mecho.
142-11. — en el amor; ms., pág. 100, en el aluor o en
el alnor.
142-13. — en ello; ms., pág. 100, en ella.
150-18. — en especial; en el ms., pág. 106, en espacial,
con tilde sobre la primera a.
150-19. — parece. En el ms., pág. 106, pa \ ce, en divi-
sión de línea.
153-11. — acordar; ms., pág. 108, acardar.
153-19. — entendimiento ; ms., pág. 108, cstendimieñto.
158-5. — sétima; ms., pág. 111, setimi.
159-4. — vuelo; ms., pág. 112, bucrlo.
159-18. — a manera de una cometa que pasa de presto,
o un trueno, anque no se oye ruido; en el ms., pá-
gina 112, parece que primeramente se escribió:
a manera de una cometa que pasa de presto o un
relámpago anque no surtan (?) lumbre... Después
se tachó relámpago, sustituyéndole por trueno;
surtan y lumbre fueron también tachadas, de suer-
te que ahora es muy dudosa su lectura. Los edito-
res, sin dar cuenta de esta dificultad, han adoptado
la forma que nosotros en el texto seguimos.
161-18. — hiere; ms., pág. 113, yere.
168-4. — hay en estas diferencias; ms., pág. 118, dice:
hay de en estas, etc.
170-16. — entendemos; ms., pág. 120, antendemos.
173-5. — cumplido; ms., pág. 121, cucumplido.
175-6. — confesor; ms., pág. 123, gonfesor.
176-14. — segunda. En el ms., pág. 123-24, esta palabra
y las siguientes de la misma enumeración están
APÉNDICE 32 3

indicadas con números romanos; primera, 176-6,


está con letras.
177-9. — La quinta; el ms. dice lo v.
179-1. — engañe; ms., pág. 135, se escribió primera-
mente engaña; después se enmendó poniendo ñe
encima, pero olvidando tachar ña.
183-3. — toda ella; entre estas dos palabras, el ms., pá-
gina 128, línea 1.a, presenta unas cuantas letras
indescifrables; parecen decir: sapmor \ res,.
183-14. — entiende; ms., pág. 128, entide.
185-24. — moysen. Escribió la Santa, Y sen: un correc-
tor añadió después las dos primeras letras.
188-10. — complesión, en el ms., pág. 132, línea 1.a,
compexión, la falta de la l debe obedecer a un sim-
ple olvido ; la x es completamente excepcional :
Santa Teresa escribía siempre complesión, 97-1,
173-27, etc., y del mismo modo estertor, 97-4; es-
piriencia, 104-21, 107-13; esaminar, 106-17, etc*
189-15. — duraran; ms., pág. 132, derararan.
194-6. — no digo fingidos porque quien los tiene no
quiere engañar, sino porque...; el segundo no está
añadido al margen, pág. 136 del ms. ; prescindien-
do de él queda el texto más claro.
198-18. — afligida; ms., pág. 139, aflida.
201-5. — sin alma; a continuación borró la Santa lo
siguiente: "diralo como he dicho quien pasare por
ello, que si tiene letras terna gran ayuda." ms., pá-
gina 141.
203-3. — tercera; ms., pág. 142, en números roma-
nos: III.
206-12. — quién es este gran Dios; ms., pág. 145, quies
quen es este, etc.
207-4. — alarga; ms., pág. 145 ; sigue a la última letra
un trazo que pudiera ser una z, alargaz; segura-
mente no es una d.
324 LAS MORADAS

207-5. — se le pase; ms., pág. 145, se le pasa.


216-22. — como se vieron; ms., pág. 152, como si vie-
ron.
222-11. — tiempo; en el ms., pág. 157, falta una sílaba:
ticm[po~\.
231-14. — quería; ms., pág. 164, querría.
240-19. — esculpida; en el ms., esculpido.
248-15. — anque os le dé; en el ms., pág. 176, an os le
dé; pero an es final de página; al pasar a la si-
guiente debió olvidarse que.
249-7. — primera; toda la enumeración, menos terce-
ra, está en números romanos; ms., pág. 177.
249-24. — mcsma; ms., pág. 178, mesme.
257-16. — mentira; ms., pág. 183, mentirar.
264-18. — hermanas; ms., pág. 189, emanas; repítese
esta misma forma en 312-26, pág. 224 del ms.
265-10. — muy mucho; ms., pág. 189, muy, se lee con
dificultad; por esto, sin duda, falta en otras edi-
ciones.
266-4. — oír; ms., pág. 190, oyyr.
278-17. — siempre advierte; ms., pág. 197, siempre que
advierte; omitimos que.
282-16. — más que si el alma no estuviese; ms., pági-
na 200, más que si es el ma no estuviese.
286-4. — salga; ms., pág. 203, salgan.
288-1. — palabras; ms., pág. 204, pabras.
288-25. — cualquier; ms., pág. 205, cidquier.
289-22. — esto es lo ordinario, se halla al margen; en
otras ediciones se ha dado mala lectura de este
pasaje por no intercalar dicha frase en el lugar
que le corresponde.
ÍNDICE
PAGS.

Introducción vn i
Prólogo

MORADAS PRIMERAS (i)

Cap. I.— En que trata de la hermosura y dignidad


de nuestras almas ; pone una comparación para
entenderse, y dice la ganancia que es enten-
derla y saber las mercedes que recibimos de
Dios, y cómo la puerta deste Castillo es ora-
ción 5
Cap. II. — Trata de cuan fea cosa es un alma que
está en pecado mortal y cómo quiso Dios dar
a entender algo desto a una persona. Trata
también algo sobre el propio conocimiento. —
Es de provecho, porque hay algunos puntos de
notar ; dice cómo se han de entender estas Mo-
radas f4

MORADAS SEGUNDAS

Capítulo único. — Trata de lo mucho que importa


la perseverancia para llegar a las postreras Mo-
(i) Los siguientes epígrafes son los que fray Luis de
León puso al frente de sus respectivos capítulos en la pri-
mera edición de Las Moradas, Salamanca, 1588. No están
en el manuscrito de la Santa.
32Ó ÍNDICE

PAG3.

radas, y la gran guerra que da el Demonio, y


cuánto conviene no errar el camino en el prin-
cipio para acertar; da un medio que ha probado
ser muy eficaz 29
MORADAS TERCERAS

Cap. I.— Trata de la poca seguridad que podemos


tener mientras se bive en este destierro, aunque
el estado sea subido, y como conviene andar
con temor. Hay algunos buenos puntos 43
Cap. II. — Prosigue en lo mesmo, y trata de las se-
quedades en la oración, y de lo que podría su-
ceder a su parecer, y cómo es menester probar-
nos, y qué prueba el Señor a los que están en
estas Moradas 52
MORADAS CUARTAS

Cap. I.— Trata de la diferencia que hay de conten-


tos y ternura en la oración, y de gustos, y dize
el contento que le dio entender que es cosa di-
ferente el pensamiento y el entendimiento ; es
de provecho para quien se divierte mucho en
la oración 65
Cap. II. — Prosigue en lo mesmo, y declara por una
comparación qué es gusto y cómo se han de
alcanzar no procurándolos "6
Cap. III. — En que trata qué es oración de recogi-
miento, que por la mayor parte la da el Señor
antes de la dicha ; dice sus ef etos y los que
quedan de la pasada, que trató de los gustos
que da el Señor 85
MORADAS QUINTAS
Cap. I.— Comienza a tratar cómo en la oración se
uñe (sic) el alma con Dios ; dice en qué se co-
nocerá no ser engaño 101
ÍNDICE 327

PAGS.

Cap. II.— Prosigue en lo mesmo ; declara la oración


de unión por una comparación delicada; dice
los efetos con que queda el alma; es muy de
notar IX3
Cap. III. — Continúa la misma materia ; dice de otra
manera de unión que puede alcanzar el alma
con el favor de Dios y lo que importa para esto
el amor del prójimo; es de gran provecho 125
Cap. IV. — Prosigue en lo mesmo, declarando más
esta manera de oración; dice lo mucho que im-
porta andar con aviso, porque el Demonio le
trae grande para hacer tornar atrás de lo co-
menzado 136

MORADAS SEXTAS

Cap. I.— Trata como en comenzando el Señor a


hacer mayores mercedes, hay más grandes tra-
bajos dice
: algunos y cómo se han en ellos los
que están ya en esta Morada; es bueno para
quien los pasa interiores 145
Cap. II. — Trata de algunas maneras con que des-
pierta nuestro Señor a el alma, que parece no
hay en ellas qué temer, aunque es cosa muy su-
bida, y son grandes mercedes 159
Cap. III. — Trata de la mesma materia y dice de la
manera que habla Dios al alma cuando es ser-
vido, y avisa cómo se han de haber en esto y
no seguirse por su parecer: pone algunas seña-
les para que se conozca cuándo no es engaño y
cuándo lo es; es de harto provecho 166
Cap. IV. — Trata de cuando suspende Dios el alma
en la oración con arrobamiento o éstasi o rapto
que todo es uno a mi parecer, y como es menes-
ter gran ánimo para recibir tan grandes merce-
des de su Majestad 181
328 ÍNDICE

PAGS.

Cap. V. — Prosigue en lo mismo y pone una ma-


nera de cuándo levanta Dios el alma con un
vuelo del spíritu en diferente manera de lo
que queda dicho ; dice alguna causa, porque
es menester ánimo; declara algo desta merced
que hace el Señor por sabrosa manera : es harto
provechoso 195
Cap. VI. — En que dice un efeto de la oración que
está dicha en el capítulo pasado, y en qué se en-
tenderá que es verdadera y no engaño. Trata de
otra merced que hace el Señor al alma para em-
plearla en sus alabanzas 204
Cap. VIL — Trata de la manera que es la pena que
sienten de sus pecados las almas a quien Dios
hace las mercedes dichas ; dice cuan gran yerro
es no ejercitarse, por muy espirituales que sean,
en traer presente la Humanidad de nuestro Se-
ñor ySalvador Jesu Cristo y su sacratísima pa-
sión y vida, y a su gloriosa Madre y Santos : es
de mucho provecho 215
Cap. VIII. — Trata de cómo se comunica Dios al
alma por visión intelectual, y da algunos avi-
sos: dice los efetos que hace cuando es verda-
dera, y encarga el secreto de estas mercedes 229
Cap. IX. — Trata de cómo se comunica el Señor al
alma por visión imaginaria, y avisa mucho se
guarden desear (sic) ir por este camino; da para
ello razones: es de mucho provecho 237
Cap. X. — Dice de otras mercedes que hace Dios al
alma por diferente manera que las dichas, y del
gran provecho que queda dellas 253
Cap. XI. — Trata de unos deseos tan grandes y im-
petuosos que da Dios al alma de gozarle, que
ponen en peligro de perder la vida, y con el pro-
vecho que se queda desta merced que hace el
Señor 259
ÍNDICE 32Q

PAGS.

MORADAS SÉPTIMAS

Cap. I. — Trata de mercedes grandes que hace Dios


a las almas que han llegado a entrar en las sé]>-
timas Moradas; dice cómo a su parecer hay di-
ferencia alguna del alma al espíritu, aunque es
todo uno. Hay cosas de notar 271
Cap. II. — Procede en lo mesmo : dice la diferencia
que hay de unión spiritual a matrimonio spiri-
tual; decláralo por delicadas comparaciones 281
Cap. III. — Trata de los grandes efetos que causa
esta oración dicha: es menester prestar atención
y acuerdo de los que hace, que es cosa admira-
ble la diferencia que hay de los pasados 291
Cap. IV. — Con que acaba, dando a entender lo que
le parece que pretende nuestro Señor en hacer
tan grandes mercedes al alma, y cómo es nece-
sario que anden juntas Marta y María: es muy
provechoso 301
Conclusión 315
Apéndice 319
ESTE LIBRO SE ACABO DE IMPRIMIR

EN LA TIPOGRAFÍA DE " LA LECTURA "


EL DÍA XX DE SEPTIEMBRE

DEL AÑO MCMXVI


EDICIONES DE LA LECTURA
PASEO DE RECOLETOS, 25. MADRID

CLÁSICOS CASTELLANOS
OBRAS PUBLICADAS

Santa Teresa. — Las Moradas. Prólogo y notas por don Tomás


' Navarro. (Vol. i.o de la Bibl.)
Tirso de Molina. — Teatro. (El Vergonzoso en Palacio y El Bur-
lador dedeSevilla.')
(Vol. 2.0 la Bibl.) Prólogo y notas por don Américo Castro.
Garcilaso. — Obras. Prólogo y notas por don Tomás Navarro. (Vo-
lumen 3.0 de la Bibl.)
Cervantes. — Don Quijote de la Mancha. Prólogo y notas por don
Francisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española.
(Vols. 4.0, 6.0, 8.0, io, 13, 16, 19 y 22 de la Bibl.)
Quevedo. — Vida del Buscón. Prólogo y notas por don Américo
Castro. (Vol. 5." de la Bibl.)
Torres Villarroel. — Vida. Prólogo y notas por don Federico de
Onís. (Vol. 7.0 de la Bibl.)
Duque de Rivas. — Romances. Prólogo y notas por don Cipriano
Rivas Cherif. (Vols. 9.0 y \2 de la Bibl.)
B.o Juan d'e Avila. — Epistolario espiritual. Prólogo y notas por
don Vicente G. de Diego. (Vol. 11 de la Bibl.)
Areipreste de Hita. — Libro de Buen Amor. Prólogo y notas de don
Julio Cejador. (Vols. 14 y 17 de la Bibl.)
Guillen de Castro. — Las Mocedades del Cid. Prólogo y notas por
don Víctor Said Armesto. (Vol. 15 de la Bibl.)
Marqués dle Santillana. — Canciones y decires. Prólogo y notas
por don Vicente G. de Diego. (Vol. 18 de la Bibl.)
Fernando de Rojas. — -La Celestina. Prólogo y notas por don Ju-
lio Cejador. (Vols. 20 y 23 de la Bibl.)
Villegas. — Eróticas o amatorias. Prólogo y notas por don Narciso
Alonso Cortés. (Vol. 21 de la Bibl.)
Poema de Mío Cid1. Prólogo y notas por don Ramón Menéndez
Pidal, de la Real Academia Española. (Vol. 24 de la Bibl.)
Lia Vida de Lazarillo de Torines. Prólogo y notas por don Julio
Cejador. (Vol. 25 de la Bibl.)
Fernando de Herrera. — Poesías. Prólogo y notas por don Vicente
García de Diego. (Vol. 26 de la Bibl.)
Cervantes. — Novelas ejemplares. (La Gitanilla. Rinconete y Corta-
dillo yLa Ilustre Fregona,.) Tomo I. Prólogo y notas por don Fran-
cisco Rodríguez Marín, de la Real Academia Española. (Vol. 27
de la Bibl.)
Fray Luis de León. — De los nombres de Cristo. Tomo I. Prólogo.
y notas por don Federico de Onís. (Vol. 28 de la Bibl.)
Fray Antonio de Guevara. — Menosprecio de Corte v alabanza
de aldea. Prólogo y notas por don M. Martínez de Burgos.
(Vol. 29 de la Bibl.)
Nieremberg. — Epistolario. Prólogo y notas por don Narciso Alon-
so Cortés. (Vol. 30 de la Bibl.)
Quevedo. — Los Sueños. Tomo I. Prólogo y notas por don Julio
Cejador. (Vol. 31 de la Bibl.)
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