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Poder Judicial de la Nación

TRIBUNAL ORAL EN LO CRIMINAL FEDERAL 5


CFP 14217/2003/TO8

Buenos Aires, 23 de febrero de 2023.

AUTOS Y VISTOS:
Se reúnen los señores jueces de este
Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 5, Fernando
Canero, Daniel Horacio Obligado y Adriana Palliotti,
presidido por el primero de los nombrados, asistidos
por el secretario Javier Alejandro Falcioni, con el
objeto de rubricar y dar lectura a los fundamentos de
la sentencia cuyo veredicto se dio lectura el pasado
21 de diciembre de 2022, que se dictó con motivo del
debate oral y público llevado a cabo en la causa N°
2791 caratulada “Sandoval, Mario Alfredo s/inf. art.
144bis inc. 1°, último párrafo, en función del art.
142 y 144ter, párrafos 1° y 2° del Código Penal”.
Seguida contra el acusado MARIO ALFREDO
SANDOVAL, argentino, nacido el 31 de agosto de 1953 en
Avellaneda, Pcia. Bs.As., hijo de Juan Pedro y de
María Anselma Álvarez, L.E. n° 10.829.087, jubilado,
actualmente detenido en la Unidad nro. 34 el Servicio
Penitenciario Federal.

Intervienen en el proceso en representación


del Ministerio Público Fiscal, el señor Fiscal
General, Leonardo Filippini y la señora Auxiliar
Fiscal, Marcela Obetko; por las partes querellantes,
se encuentran la Dra. Sol Hourcade en representación
del C.E.L.S. y la Dra. Flavia Fernández Brozzi y el
Dr. Rodolfo Yanzón por la querella unificada en cabeza
de Carlos García; los Dres. Ariel Carlos Manuel Noli y
Adrián Krmpotic en representación de la querella
unificada en cabeza de Patricia Walsh y Carlos
Gregorio Lordkipanidse; y el Dr. Alejandro Szczyrek y
las Dras. Carolina Álvarez Carreras y María Macarena
Farias Silvera en representación de la Secretaría de
Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación; por la defensa de Mario Alfredo

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Sandoval, los señores Defensores Públicos Oficiales,
Germán Carlevaro, Gerardo Miño y Cyntia Dettano.

Y RESULTANDO:
I. REQUERIMIENTOS DE ELEVACION A JUICIO.
1. Requerimiento de elevación a juicio del
representante del Ministerio Público Fiscal.

Que mediante el dictamen realizado en los


términos del art. 347 del CPPN, fechado el 13 de
febrero de 2020, el representante del Ministerio
Público Fiscal de instancia anterior, solicitó la
elevación de la presente causa a juicio respecto de
Mario Alfredo Sandoval por haber actuado en el
operativo que culminó con la privación ilegítima de la
libertad de Hernán Abriata, víctima identificada con
el número de caso 115. Hernán Abriata, de 24 años de
edad, estudiante de Arquitectura de la Universidad de
Buenos Aires, ex integrante del grupo de la Unión de
Scouts Católicos que funcionaba en el colegio Eymard
de San Martín y militante de la Juventud Universitaria
Peronista, fue violentamente privado de su libertad,
sin exhibirse orden legal alguna, en la madrugada del
30 de octubre del año 1976 aproximadamente a las 3
horas en su domicilio de la Avenida Elcano N° 3235,
piso 3°, departamento 39, de la Ciudad de Buenos
Aires, por un grupo de personas armadas vestidas de
civil pertenecientes al GT 3.3.2, entre los que se
encontraba Sandoval. Posteriormente, Abriata fue
llevado a una quinta, y a fines del mes de noviembre
fue conducido a la Escuela de Mecánica de la Armada,
donde se le asignó el número 002, con el cual fue
identificado durante su cautiverio. Allí permaneció
clandestinamente detenido bajo condiciones inhumanas
de vida, encapuchado con una capucha de color gris,
engrillado, esposado, bajo las paupérrimas condiciones
generales de alimentación, higiene y alojamiento que
existieron en el lugar, y además fue torturado

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mediante la aplicación de la picana eléctrica. Hernán


Abriata permanece desaparecido.

Sobre la base de lo expuesto en el mentado


dictamen, el fiscal de grado al momento de realizar la
adecuación típica de los hechos que se le imputan a
Mario Alfredo Sandoval, consideró que resulta ser
coautor, de los delitos de privación ilegítima de la
libertad triplemente agravada por la condición de
funcionario público, por haberse cometido con
violencia y por haber durado más de un mes, e
imposición de tormentos con el propósito de obtener
información o quebrar su voluntad agravados por haber
sido cometidos en perjuicio de perseguidos políticos
cometidos en perjuicio de Hernán Abriata en concurso
real (artículos 245, 55, 144 bis inciso 1° y último
párrafo, en función del artículo 142 inciso 1° y 5°, y
144 ter párrafos 1° y 2°, todos del Código Penal de la
Nación según redacción de la Ley 14.616).

2. Requerimiento de elevación a juicio de la


querella en cabeza de la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia y Pluralismo
Cultural del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación.

Que la querella en cabeza de la Secretaría de


Derechos Humanos y Pluralismo Cultural del Ministerio
de Justicia de Derechos Humanos de la Nación,
representada por los Dres. Martín Rico y Bárbara
Pastrana, solicitaron la elevación a juicio de la
presente causa respecto de Mario Alfredo Sandoval, por
el hecho que damnificara a Hernán Abriata, incorporado
a la presente causa como número 115.En tal sentido,
refirieron que, encontrándose Mario Alfredo Sandoval
destinado a la Superintendencia de Seguridad Federal
de la Policía Federal Argentina, habría formado parte
del grupo de tareas -D.T. 3.3.2- que intervino en el
operativo montado que culminó con el secuestro de

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Abriata. La querella sostuvo que se tuvo por probado
que, por un lado, aquel 30 de octubre de 1976, Mario
Alfredo Sandoval fue una de las personas que participó
en el operativo que se llevó a cabo en la casa de la
familia Abriata y en el domicilio de Hernán, mientras
que por otro, el nombrado en su calidad de miembro de
la Policía Federal Argentina, colaboró activamente con
el grupo de tareas que, con base operativa en la
Escuela de Mecánica de la Armada, ejercía su
actividad, siguiendo así la orden de exterminio al
elemento subversivo, conforme la organización de los
altos mandos de las Fuerzas Armadas, en ese entonces a
cargo del Gobierno Nacional; ello al menos hasta el 19
de septiembre de 1979, fecha ésta última en la que se
desvinculó del destino en el que se tiene por
acreditado que prestó funciones (Superintendencia de
Seguridad Federal de la Policíaa Federal Argentina,
más precisamente el Departamento de Asuntos
Políticos).

En razón de ello, tuvo por acreditada la


responsabilidad de Sandoval en relación a los hechos
imputados, quien, sostuvo, deberá responder penalmente
en calidad de autor (art. 45 CP) por los delitos de
privación ilegal de la libertad agravada (art. 144 bis
inc. 1° CP, conforme ley 14.616), y tormentos
agravados (art. 144 ter incisos 1° y 3° CP).

3. Requerimiento de elevación a juicio de la


Querella en cabeza del CELS.

Quela querella en cabeza del CELS (Centro de


Estudios Legales y Sociales) representada por la Dra.
Sol Hourcade, solicitó la elevación de la causa a
juicio de la presente causa respecto de Mario Alfredo
Sandoval por el hecho del que resultara víctima Hernán
Abriata, quien fue privado ilegítimamente de su
libertad el día 30 de octubre de 1976, a las 3 horas
de la madrugada, en su domicilio sito en la Avenida
Elcano N° 3235, departamento 39, de esta Ciudad, por

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un grupo de aproximadamente quince personas, armadas y


vestidas de civil. Algunas de estas personas eran
miembros de la Policía Federal Argentina y revistaban
en “Coordinación Federal”, es decir, en la
Superintendencia de Seguridad Federal. Entre las
personas que realizaron el secuestro se encontraba
Mario Alfredo Sandoval. Hernán tenía 24 años, estaba
casado con Mónica Dittmar, estudiaba en la Facultad de
Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y
militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Fue
conducido a la ESMA, donde permaneció clandestinamente
detenido bajo condiciones inhumanas de vida y fue
sometido a tormentos. Al día de la fecha se encuentra
desaparecido.

En cuanto a la calificación legal de los


hechos, señaló que hizo una modificación respecto de
la calificación legal que se le han dado a los hechos
que han sido confirmados por la Alzada, sin que por
ello se altere la base fáctica de la imputación,
compatible con el principio de congruencia. En
definitiva, sostuvo que Sandoval deberá responder como
coautor del delitos de privación ilegal de la
libertad, agravada por haber mediado violencia o
amenazas y por su duración de un mes (el art. 144 bis
inc 1° y último párrafo (según ley 14.616) del Código
Penal; en concurso real con el delito de imposición de
tormentos agravados por la condición de perseguido
político de la víctima (art. 144 ter, primer y segundo
párrafo, conforme ley 14.616 y art. 55 del Código
Penal) por los hechos que damnificaron a Hernán
Abriata.

4. Requerimiento de elevación a juicio de la


querella en cabeza de Carlos García.

Que la querella en cabeza de Carlos García,


representada por los Dres. Néstor Yanzón y Flavia
Fernández Brozzi, al momento de solicitar la elevación

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a juicio de la presente causa seguida contra el
imputado Mario Alfredo Sandoval, sostuvo que Hernán
Abriata -caso 115- fue privado ilegítimamente de su
libertad el día 30 de octubre de 1976, a las 3 horas,
en su domicilio sito en la Avenida Elcano N° 3235,
depto. 39, de esta Ciudad, por un grupo de personas
armadas vestidas de civil que aparentemente eran de
Coordinación Federal. Luego fue conducido a la ESMA,
donde permaneció clandestinamente detenido bajo
condiciones inhumanas de vida. Y que aún permanece
desaparecido.

Desde la óptica de la querella, postuló un


cambio en el encuadramiento jurídico de los hechos
objeto de imputación, y de esta forma, sostuvo que los
hechos debían ser calificados como constitutivos de
los delitos de privación ilegal de la libertad
cometida por funcionario público agravada por haberse
cometido mediante violencias o amenazas (art. 144 bis
inc. 1 y último párrafo en función del art. 142 inc.
1º CP, Ley 14.616) y por su duración de más de un mes
(Art. 142 inc. 5º por remisión del Art. 144 bis,
último párrafo); todo ello en concurso real (art. 55
CP) con el delito de imposición de tormentos agravados
por ser impuestos por funcionario público a un preso
que guarde y por la condición de perseguido político
de la víctima (art. 144 ter primer y segundo párrafo
CP, Ley 14.616), en calidad de autor.

5. Requerimiento de elevación a juicio de la


Querella en cabeza de Patricia Walsh y Carlos Gregorio
Lordkipanidse.

Que la querella en cabeza de Patricia Walsh y


Carlos Gregorio Lordkipanidse, con el patrocinio
letrado del Dr. Ubaldo del Valle, al momento de
solicitar la elevación a juicio de la presente causa,
sindicó a Mario Alfredo Sandoval como el responsable
de haber privado ilegítimamente de la libertad a
Hernán Abriata -hecho 115-, el día 30 de octubre de

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1976, a las 3 horas, en su domicilio sito en la


Avenida Elcano N°3235, depto. 39, de esta Ciudad, por
un grupo de personas armadas vestidas de civil que
aparentemente eran de Coordinación Federal. Luego fue
conducido a la E.S.M.A., donde permaneció
clandestinamente detenido bajo condiciones inhumanas
de vida, permaneciendo desaparecido al día de la
fecha.

Calificó los hechos imputados a Mario Alfredo


Sandoval, como constitutivos del delito de genocidio,
en calidad de coautor, por su participación en el
hecho que tuviera como víctima a Hernán Abriata,
Artículo 2 inc. b y c de la convención antes citada y
conformes artículo 55, 144 bis inc. 1° y último
párrafo –ley 14.616- con las agravantes del artículo
142 incisos 1 y 5 -ley 20.642- y artículo 144° ter
incisos 1 y 2 del C.P en calidad de coautor (art. 45
del C.P.): lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo y sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que
hayan de acarrear su destrucciónn física, total o
parcial reiterada.

Descriptas las partes pertinentes de las


piezas que componen la acusación en los presentes
actuados, solo basta decir que en la audiencia de
debate del 14 de septiembre de 2022 se dio lectura de
la parte pertinente del requerimiento de elevación a
juicio del Ministerio Público Fiscal -teniéndose por
incorporados, con la conformidad de las partes, el
resto de los requerimientos formulados por los
querellantes- y el auto de elevación a juicio, con
ello se declaró formalmente abierto el debate,
celebrándose las audiencias de juicio oral y público
que prevé el art. 359 del Código Procesal Penal de la
Nación, las cuales han sido completamente grabadas en
soporte digital e integran el acta de juicio conforme
fuera oportunamente dispuesto por el Tribunal.

II. DECLARACION INDAGATORIA

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Advertido formalmente sobre sus derechos y
finalizadas las preguntas de identificación el
imputado, el 14 de septiembre de 2022, hizo uso de su
derecho de declarar en el marco de la audiencia de
debate manifestando que deseaba “contextualizarla” y
lo hizo del siguiente modo: “…Como este juicio es
virtual, no sólo me dirijo a las personas que estamos
presentes aquí, sino a las que están observando por
Internet, tanto en Francia como en Argentina o en el
mundo entero. Quiero agradecer también la presencia de
cada uno de vosotros…soy de nacionalidad francesa y
argentina…la nacionalidad argentina la mantengo por
obligación ante la imposibilidad de renunciar…Es
decir, en ese hecho, la nacionalidad argentina está en
una situación muy particular porque yo opté
particularmente por la nacionalidad francesa….Si hoy
estoy aquí…es por decisión del Gobierno francés, que
autorizó mi extradición. Pese al pedido de 596 casos,
se limitó a un solo caso, el caso del señor Barita.
Esta decisión se hizo en el marco de lo que se llama
la cooperación judicial, pero también al respecto de
la garantía del artículo 2°, inciso 7), de la Carta de
Naciones Unidas sobre la soberanía jurídica y
política…. y por eso dio la extradición de un solo
caso y no de los 595 otros restantes al considerar que
no había ningún elemento. Al dar la extradición, la
República francesa…permanecí durante los siete años en
libertad bajo control judicial; iba a firmar una vez
por mes a la comisaría de la región y podía
desplazarme con autorización del tribunal…”
Más adelante en otro pasaje de su
declaración, refirió que: “…resulta que las
prerrogativas procesales que podía tener en Francia…al
llegar a Argentina…no eran considerados, sino al menos
válidos, en la práctica no eran reconocidos. No eran
reconocidos ¿por qué? Porque se consideraba que yo
estaba prófugo, cuando yo soy ciudadano francés, vivía
en Francia….Y si la Justicia francesa me detuvo…fue a

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pedido de la Argentina, no fue pedido de una autoridad


francesa…”. Arguyó luego que: “…¿Por qué? Porque se
argumenta una política de Estado que hay que perseguir
a los hechos cometidos entre los años 76 y 83. Y…
Estamos en el 2022. No podemos analizar ni evaluar, ni
considerar un hecho pasado, con los valores actuales
si no nos contextualizamos en el año 76…Quiere decir
que la retroactividad penal, como en Argentina al
igual que Francia está prohibida, la responsabilidad
penal colectiva está prohibida, el principio de
analogía está prohibida, en Argentina no…”
Luego realizó una serie de interpretaciones
propias sobre el concepto general de ciertos
principios del derecho penal: “…El principio de la
legalidad en Francia está dado por varios factores que
Argentina también hace parte…lo que yo le vengo
explicando, el principio de legalidad, no
retroactividad penal, principio de analogía, todos los
países europeos tienen que respetarlo…” entonces que
“…Teniendo presente que el gobierno argentino me
solicitó entonces por 596 casos, autorizó simplemente
el caso Abriata para que pueda llegar a ser juzgado.
Esta situación da lugar a que muchos elementos de
acusación -lo acabamos de escuchar- se vinculan…el
principio de soberanía jurídica política, el artículo
2°, que Francia respetó en el pedido de la Argentina…
La reciprocidad de la soberanía jurídica y política
estaría en juego, no estaría en armonía…Y después algo
que es muy importante precisar, Argentina se
comprometió ante el Estado francés de facilitar la
protección política...la protección consular de mi
parte. Es decir que yo estoy bajo protección consular
de acuerdo a la Convención de Viena de 1963 de
relaciones consulares. Entonces, para mí hay dos
vectores que no me aparto, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y la Convención de Viena
de relaciones diplomáticas….”.
Más adelante expresó que: “…Estoy en el
tercer año. Uno podrá decir "Tiene dos años más uno",

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pero por qué si hubo tanta urgencia en solicitar la
extradición, como vino diciendo un señor de la
querella, que el señor Loza hizo todo lo posible para
que me extraditen, se debe pensar que un delito que
comenzó en el 76, algunas declaraciones en el 84, se
reinició en el 2008, se pidió la extradición en 2012,
se ejecutó la extradición en 2019. Lógicamente toda la
investigación estaba realizada, quedaba que venga y
para que me juzguen en el término o que pasara en
juicio en el término inmediato. No ocurrió. El hecho
de encontrarme en detención arbitraria, es lo que yo
considero….Estaba previsto que traigan un transporte y
me trajeron en otro, que no está de acorde ni que con
mi edad, con mi patología y está en contrario a lo que
ustedes dispusieron…Pero si hay algo que yo quiero
dejar bien en claro es que, durante los 35 años que
estuve en forma permanente y regular en Francia,
mantuve contacto con el Ministerio de Seguridad
argentino, la Caja de Retiro, Jubilaciones y
Pensiones, la Policía Federal y las instituciones que
querían comunicarse conmigo….”
Indicó que“…Usted me decía para
contextualizar y aquí voy al hecho mío en los años 70.
En los años 70 yo fui agente del Estado, agente del
Estado en la Policía Federal Argentina estando
destinado para el momento del hecho investigado en el
Departamento de Asuntos Políticos de la
Superintendencia de Seguridad Federal….Salvo la
aparición del holograma hoy en día, en ese momento uno
no puede estar en dos lados. Y lo prueban los
documentos, los legajos. Mi destino fue ese y no otro.
Ejercí mis funciones respetando los principios
legislativos y convencionales del momento. Siempre fui
considerado un empleado para muchos indisciplinado. En
realidad, impregnado de racionalidad administrativa
jurídica y del mundo inteligible que interpela, que
cuestiona, no aceptando la autoridad que por el cargo
o por la fuerza impone una supuesta verdad o decisión
arbitraria. Esa fue mi conducta….me pasaron a retiro

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obligatorio en el gobierno militar, año 1983. Al


comienzo de los años 80 me instalo en Francia, no
teniendo causa penal pendiente en ninguno de los dos
países, como consta en los certificados de
antecedentes que deben estar en la causa. Agrego que
si tendría un mínimo de antecedentes, no podría haber
adquirido la nacionalidad francesa. Tengo el
presentimiento, en el caso mío por haber pertenecido a
la institución de la Policía Federal -y acá hago
referencia a una jurisprudencia muy importante donde
se critican a las instituciones-, que se pretende
crear un delito ex nihilo e imputármelo por el
solo hecho de haber sido agente del Estado, pese a no
haber cometido ningún ilícito…
Luego –al referirse al hecho que se le
imputa- se expresó diciendo que: “…podríamos incluso
afirmar que tal factor de imputación incumbe también
hacerlo aplicable a todos quienes formaron parte de la
administración del Estado y, aún más, a la sociedad
toda, a la sociedad toda que permaneció silente e
inactiva frente a tal proceder... Pero esas
instituciones ejercían actos de gobierno, actos de
gobierno que no pueden ser catalogadas ilegales.
Lógico, más tarde se quiso hacer. Y aquí se trata de
asociar la Carta y el modelo del estatuto militar de
Nuremberg. Acuérdense cuando decía de las
organizaciones de los estados considerados criminales.
Creo que la Argentina no tiene nada que ver con
Nuremberg, señor. Son en esa circunstancia que es
necesario recordar los principios…” que“…Dirigiéndome
a cada uno de ustedes, pero a los señores y señoras
que me están escuchando, quiero recordar que usted
dijo muy bien que tenía el derecho a no declarar. Pero
también quiero recordar algo que es muy elemental que,
con excepción de las limitaciones que sean
evidentemente necesarias por el hecho del
encarcelamiento, todos los reclusos seguirán gozando
de los derechos humanos, libertades fundamentales
consagradas en la Declaración Universal de Derechos

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Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales, Pacto Internacional
de Derechos Civiles, Políticos y su protocolo
facultativo….Escuché recién la palabra "genocidio".
Por eso solicito que se garantice y respete en los
debates el principio contradictorio como pilar de la
Justicia y en las declaraciones la legalidad
conceptual, es decir, no utilizar palabras, conceptos
que son no solamente ilegales e inexactas sino que
producen tratos inhumanos y degradantes, violencia
moral, artículo 7, influyen en la detención
arbitraria, artículo 9, violan al principio de
inocencia, artículo 14.2, violan la dignidad del ser
humano, artículo 10, no hay reconocimiento de la
persona jurídica, artículo 16, afecta mi honra,
reputación, artículo 17.1, todos del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos…”
Expresó “…Por otra parte, recuerdo que la
señora Palliotti y el señor Obligado, miembros de este
tribunal, ya trataron el caso Abriata en ESMA
unificada, habiendo juzgado y condenado a numerosas
personas como responsables de este hecho, es decir,
hay cosa juzgada….Es decir que voy de lo general a lo
particular, primero, es porque tanto ustedes como en
el caso mío estamos en la búsqueda de la verdad
jurídica, y no otra. La historia, las ideologías, las
rivalidades subjetivas tienen otros estrados y
lugares, metodologías que aquí no es el lugar para
tratarlos. Estamos únicamente en la búsqueda de la
verdad…La mentira consiste en decir falsedad con
intención de engañar. La mentira constituye una
violencia en particular para mí, porque están
mintiendo sobre mí. Cómo no me voy a sentir afectado
en esa mentira…La única verdad jurídica que va a salir
de aquí será la expedición responsable de lo
inteligible como reflexión del pensamiento en acto. Es
así que los numerosos testimonios realizados donde se
me acusa y en los que estaba ausente, como estaban
ausentes mis abogados para defenderme o defenderme, no

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deben ser tomadas en consideración…Si no, no es un


proceso que tenga los principios de legalidad y no se
haría nunca justicia, y no se aplicaría el método
mismo esencial de un procedimiento que requiere el
contradictorio, el aspecto oral y público…” y que “…
Recuerdo también que yo recusé dos miembros del
Tribunal presente: la señora Palliotti y el señor
Obligado, y al señor fiscal también, el señor fiscal
federal. Esas tres recusaciones hoy en día están en la
Corte Suprema. Es decir que el fiscal -y ustedes lo
habrán escuchado todo porque últimamente los medios
hablaron bastante en el caso del delito contra la
vicepresidenta, pero es para recordarlo-, los fiscales
no son legisladores, actores políticos, miembros del
Poder Ejecutivo y no deben hacer apreciaciones o
análisis políticos. Porque muchas veces se hace eso.
El fiscal debe tener una actividad objetiva,
independiente, imparcial, defender los derechos
humanos…”.
Posteriormente y refiriéndose a las
acusaciones que versan en su contra, manifestó: “…
Confirmo que soy un preso de excepción por la forma
del juicio, las acusaciones, el sistema y las
condiciones de detención y el tratamiento judicial que
recibo. Todas las acusaciones del juzgado federal, de
los fiscales federales tienen como único fin no
juzgarme por haber cometido un delito, sino por lo que
fui: un agente del Estado en los años 70. No por haber
integrado una organización terrorista o haber
pertenecido a una organización armada, sino es porque
en los años 70 era un joven de 23 años que trabajaba
en la Policía Federal Argentina. Y cada uno ve en esas
instituciones una institución casi ilegal. ¿Y por qué
le digo la excepcionalidad? Porque el 19 de octubre
del 18, el juez Torres dijo en el escrito que envió a
Francia: "La situación de Mario Sandoval hace parte de
situaciones excepcionales que justifican proceder a su
detención durante el proceso", es decir, ya estaba
previsto que me iban a detener, faltaba únicamente la

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condena…Es decir que objetivamente si se cometieron
ilícitos, cada uno cometió un ilícito, son delitos
políticos y en ese contexto los autores deben ser
tratados como corresponde. A ello se agrega que
ninguno de los actores de los años 70 que integraban
grupos armados se los llevó a justicia…Pero yo quiero
ir más lejos y en mi indagatoria -que es esta-, yo,
Mario Sandoval, en mi condición de ex agente del
Estado, perteneciente a una institución de seguridad
republicana integrada por hombres y mujeres al
servicio de la sociedad, respetuoso de la legislación
y convenciones imperantes, pese a no haber cometido
ningún crimen y delito por los que políticamente se
pretende juzgar frente a esta justicia federal, que
desde mi análisis no se respetan los principios del
derecho de Estado, se busca que yo asuma una
responsabilidad política de la violencia de los años
76 y 83, recordando que en esa época carecía, como
actualmente es la situación, de autoridad decisional
de gobierno o de instituciones pilares del Estado. La
Justicia me trata de juzgar por un período sabiendo
que no cometí ningún ilícito jurídicamente
reprensible…por no haber cometido crimen o delito
penalmente reprensible ni haber integrado una
organización terrorista…”.
En este contexto solicitó que se reconozca
que estaba siendo juzgado por un tribunal especial en
un juicio político y que era un preso de excepción y
agregó: “…Señores miembros del Poder Judicial,
autoridades del gobierno argentino…Permaneceré aquí
todas las veces necesarias y ejerceré mis derechos
ante personas que desde el punto de vista no los
respetan….Saben que tengo un sitio en internet, saben
que tengo publicaciones y que lógicamente que no
compartimos la misma ideología. Pero en esa ideología,
en este momento y de una forma muy respetuosa, yo no
acepto la legitimidad de las leyes que se aplican en
este proceso…Yo continúo en detención preventiva,
señor. Es en este paradigma donde yo me reconozco como

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un preso de excepción que está sometido a un juicio de


excepción. Y hoy aquí, como me aconsejaron mis
abogados, responderé sólo a las cuestiones formuladas
y construidas por el señor Canero únicamente, porque
recuerdo que recusé a la señora Palliotti, el señor
Obligado, el fiscal Filippini…”.
Así las cosas y siendo interrogado por
presidencia respecto de si aceptaría que se le
formularan preguntas, dijo que solo las preguntas que
el señor presidente formulara y construyera, pero no
las formuladas por otro.
Luego de un cuarto intermedio hasta el 21 de
septiembre de 2022, Sandoval amplió su declaración
indagatoria, manifestando que: “…Es decir que si uno
tendría que hablar de igualdad de armas, en estos
momentos yo estaría en minoridad de igualdad de armas
porque desde las 4 de la mañana que estoy levantado a
9:30 de la mañana que estoy aquí, si bien estoy
despierto, pero usted comprenderá que la fatiga por la
edad, adulto mayor, es diferente. En este punto
específico, yo voy a pedir que mi defensa y el
consulado francés en Buenos Aires actúen en
consecuencia para evitar que esto ocurra en lo
sucesivo…En mi caso yo no lo puedo aceptar. No puedo
aceptar que me impongan una ideología, tanto sea por
instituciones del Estado, organizaciones u otros….”
Para luego significar que: “…Pero si hay un elemento
cierto, y que nadie puede poner en duda en relación al
objeto procesal y a la búsqueda de la verdad que yo
estoy aquí frente a ustedes, es que sólo digo la
verdad jurídica en nombre de los derechos humanos ante
ustedes, ante la sociedad, ante los que me están
observando en internet. ¿Por qué? Porque la verdad
jurídica no se puede reemplazar por una ideología. No
se puede propagar noticia falsa. No se puede decir lo
contrario de lo que es. Es una verdad jurídica, y esa
verdad es la que yo la estoy llevando en estos
momentos y que lo dije la primera vez. Es decir que no
quiero que me juzguen por lo que soy sino por lo que

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supuestamente pude haber realizado. Y hoy en día,
señor, pienso que verdaderamente me están juzgando por
lo que fui, agente del Estado, y por lo que hoy soy,
cómo me expreso, cómo lo digo, a quién lo digo o de
qué se considera lo que digo…”
“…Es un discurso que está dentro del derecho
a la defensa en un juicio contradictorio, oral y
público. Es el derecho personal de expresar libremente
mis ideas, mis opiniones. Pueden no estar de acuerdo
terceras personas, y yo lo acepto. Pero la justicia
penal no puede regirse y funcionar por el rumor,
comentarios infundados o los rencores o los odios. Yo
no lo siento. Yo siento verdaderamente que estoy en
toda libertad de expresión ante usted y que me puedo
explayar tranquilamente en mis opiniones.En esta
búsqueda de la verdad y de los derechos humanos,
porque estamos por un caso particular, no puedo más
que asociarme sinceramente al dolor de la familia
Abriata y a la grave y lamentable tragedia que pasa su
familia, su mamá, su esposa, su hermana. Pero eso no
tiene que llevar a una acción irracional buscando a
todo precio un culpable, sabiendo que no lo soy. Cada
uno de ellos, lógicamente que los acompaño en el
dolor, no puedo hacer otra cosa, y que son víctimas
nadie lo puede discutir….”
Seguidamente agregó que: “… Pero yo no soy
el productor de esa víctima, no soy el actor que
ocasionó esa situación. Y yo lo repito una vez más,
como lo dije la vez anterior, yo no soy la persona que
fue a la casa de la familia Abriata ni la del señor
Héctor Abriata. Eso lo voy a repetir en todas las
ocasiones que usted me dé la ocasión de la palabra
para que quede claro. ¿Por qué? Porque la familia
Abriata sabe en su fuero interno que yo no fui. Y
usted podría decir "Pero ¿cómo puede ser alguien que
no se conoce en el fuero interno?", porque uno de
ellos -yo lo dije la otra vez-, de la familia, estuvo
presente cuando el juez en noviembre del 76 me
interrogó en el término del artículo 236, segunda

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parte. Había una pareja que estaba ahí y el juez le


preguntó si era esta persona. No sé quién era de la
familia Abriata, o sería el abogado, sería alguien,
pero alguien estaba. Y al haber asumido mi
responsabilidad política personal...”.
A preguntas del señor presidente con relación
a si recodaba el nombre de aquel juez con quien
dialogó, el imputado manifestó “no recordarlo, pero
que sí era un juez de instrucción”. Acto seguido
agregó: “…y como para que se eviten comentarios
infundados al decir que asumía mi responsabilidad
política personal como ex agente del Estado, y...para
que no quede duda, eso no significa caucionar la
política que existía en ese momento. Era todo lo
contrario. Es decir, que en ningún momento yo podría
haber aceptado ni ejecutado una orden fuera de la ley.
Si era algún conocido, algún funcionario de mi nivel
en esa dirección, era yo que no aceptaba... era algo
innegociable, irrefutable. Todo dentro de la ley, nada
fuera de la ley. Quizás por eso buscaron separarse de
mí…”. Ante la pregunta aclaratoria de presidencia
agregó: “…Buscaron separarse de mí en el gobierno
militar, en el año 83. Es decir, nunca podría haber
aceptado. ¿Y por qué digo la defensa de los derechos
humanos en general y que eso tiene la correlación de
casi al origen de por qué estamos aquí? En tanto
que... interesado a los derechos humanos de las
negociaciones por la paz, yo participé como observador
en el conflicto colombiano…”
En esa misma línea sostuvo: “…asumo una vez
más mi responsabilidad política personal de todos los
elementos que ya manifesté anteriormente, pero que
quiero que este acto se justifique como un acto
-tomando bien la palabra- revolucionario de acelerar
la explosión de la verdad y de la justicia…”
Luego de realizado un segundo cuarto
intermedio, el acto procesal en cuestión continuó el
día 26 de octubre de 2022, y comenzó expresando que:
“…como lo dije desde el primer día: yo no soy ni el

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inspector, ni el comisario Sandoval, que fue a la casa
de la familia Abriata; luego se trasladó al domicilio
del señor Hernán Abriata; ni lo detuvo. Yo no soy el
alias "Churrasco" o "Churrasquito", que la mayoría
quieren endilgarme. Yo no integré ni pertenece, ni
estuve, en la ESMA. Y por consecuencia, quiero aclarar
esta situación, porque durante las declaraciones
diversas de los testimonios de la familia Abriata y de
los testimonios del señor Buzzalino o del señor Muñoz,
se vislumbra o se deja entender, o se puede
comprender, que eso sería así. Como no puedo
contradecir sus dichos, porque en ese momento era
imposible -además, no tengo el derecho de
interrogarlos, no tengo el derecho de contra formular
oposiciones a sus afirmaciones- es que deseo aclarar
en detalle cada una de estas declaraciones que hacen,
no solo a mi defensa, sino que hacen al hecho que se
me está acusando por algo que verdaderamente no soy. Y
¿por qué no soy? Porque la mayoría quiere identificar
una persona para coincidir conmigo. Y ¿cómo comienza
esta situación? De morrudo pasé a ser pequeño; de
grande, bajo; de morocho, a morochito o blanco; del
inspector Sandoval únicamente, pasé a ser inspector
Mario Alfredo Sandoval; de tener 35 años en esa época
-en el año 76- pasé a tener 23 años o 24 años, salvo
para un testigo, por ejemplo, el señor Buzzalino, que
dice que en ese momento tenía 35 años, es decir que
para algunos hay una verdadera confusión en la
descripción del inspector Sandoval que estuvo en la
casa del señor Abriata y de la familia Abriata. Es
decir, todos esos elementos dan orientación a que
tengo que aclararlo, señor Canero, porque si no, se va
a escuchar simplemente una versión y no la mía….”.
Siguió su alocución efectuando unas
preguntas: “…¿Por qué dicen que soy el inspector
Sandoval que estuvo en la casa de la familia Abriata y
del señor Abriata? ¿Es que hubo alguna investigación
previa desde 1976 a 2008? ¿Es que la Justicia tenía mi
nombre como imputado en alguna causa? ¿Cómo comienza

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esto? Porque ustedes ya lo investigaron, pero si el


acusado -que soy yo- no lo explica para que nos
pongamos todos acuerdo para saber cómo comenzó, el
origen de esta situación es indudable que después
vamos a estar con conceptos o creencias que no son las
justas. Esto comienza el 16 de marzo del 2008 por un
artículo de Página/12. El artículo de Página/12 dice:
"El ex represor que asesora en inteligencia económica
a Sarkozy y es vínculo con los para de Colombia".
Subtítulo: "Talento argentino para el gobierno de
Francia". Está una palabra, que dice monDieu -mi Dios-
y la foto del presidente Sarkozy. Es decir que dicen,
como sería el consejero del presidente francés, y
buscan una relación, que estuve en la Policía federal
como agente del Estado, y que había una causa, una
denuncia en CONADEP en la cual la víctima era el señor
Abriata y se mencionaba un inspector Sandoval, los que
quisieron hacer esa analogía lo lograron, porque estoy
aquí delante de usted. Pero para hacer esa analogía o
construir ese modelo de inculpación, lógicamente que
hay que tener elementos. Y los elementos los vamos a
observar en las contradicciones de las
declaraciones….” Siguió afirmando que: ¿Por qué
cambian las declaraciones, que comienzan en el 1976
hasta el 2008, y del 2008 al 2022, actualmente, que se
construyen todo de otra manera? Es decir que, si uno
tendría que hacer lo que antes se llamaría un
identikit de la persona descripta en 1976 y compararla
ahora, sería indescriptible, señor Canero. Sería
encontrar una persona que no se sabía quién es alto,
bajo, morrudo, blanco, morochón, morochito, peinado
para atrás, peinado con raya, 1.75. Todos saben mi
estatura y todos conocen la forma que siempre fui
porque están en la foto de mi legajo personal. Está la
constatación verdaderamente que se realizó cuando vine
extraditado, que realizaron los médicos forenses, para
decir que nunca me hice una cirugía, que mi peso era
el correspondiente, mi estatura. Es decir, pude a lo
mejor cambiado de contextura física en algún momento

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-no fue así-, pero de altura es imposible, y de muy
morrudo o de morochón a morochito, tampoco….”
Se refirió a las declaraciones de los
testigos y las supuestas contradicciones esgrimidas
por estos, diciendo que: “...El hecho ocurre el 30 de
octubre de 1976. El primero que se presenta a
denunciar es el papá del señor Hernán Abriata. Él
realiza tres declaraciones en el año 76: el 1° de
noviembre de 1976, el 15 de noviembre de 1976 y el 17
de diciembre de 1976. Y es importante esta
contextualización, porque cuando vemos hasta el día de
hoy cómo las cosas cambiaron. En el 76 y 84 son un
modelo de declaración; a partir del 2012, 2014, 2022,
es otro modelo de declaración de las mismas personas.
Es decir que lo que vieron en el 76, que era más
inmediato, la memoria, la constatación, el reflejo que
uno puede llegar a tener en 24, 48, 10 días, no puede
cambiar radicalmente en el año 2012 o 2022. El 1° de
noviembre de 1976, el señor Carlos Alberto Abriata, el
padre de Hernán, dice que uno de los hombres le dijo a
su nuera que se trataba el motivo del procedimiento
por una denuncia de la Facultad de Arquitectura,
identificándose con una credencial a nombre del
inspector Sandoval, de Coordinación Federal. Primer
punto, la credencial se la muestran a la nuera. El 15
de noviembre de 1976, el señor Abriata dice que "estas
personas, todas de civil", no vio a ninguno de
uniforme, "que a la nuera del dicente, Mónica Dittmar,
uno de los integrantes le exhibió una credencial
perteneciente a Coordinación Federal a nombre del
inspector Sandoval, insistiendo esta persona que se
fijara bien quién era; que a esta persona también la
puede reconocer el dicente, ya que también tuvo trato
con el dicente, pudiendo asegurar que no estaba su
hijo implicado en ningún tipo de actividad política y
gremial”. Perdón, señor Canero, esto que leo no es mi
interpretación, son los testimonios que están -creo-
en el Legajo 48, de cada uno de ellos. Es textual lo
que leo. No hago ninguna interpretación. Yo lo que

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hago es constato la contradicción. Es decir que una


vez más el señor Abriata constata que la credencial se
la presentaron únicamente a su nuera. El 17 diciembre
de 1976 dice: "Dado el tiempo transcurrido y el estado
de hiper emotividad y nervios en que encontró durante
el desarrollo de los hechos que denunciaría, no puede,
aunque le fuera exhibido, reconocer a la persona que
se identificase como inspector Sandoval, ya que ha
olvidado completamente sus rasgos fisonómicos”. Este
señor Abriata hace la denuncia en la Comisaría 37 el
día 1°. El día 2, un oficial de la Comisaría, el
oficial Carlos Busquet, se constituye en el domicilio
del señor Abriata y dice lo siguiente en su
declaración del 2 de noviembre de 1976: "Se constituyó
en la calle Superí 2262, domicilio del denunciante,
señor Carlos Alberto Abriata, siendo atendido por el
mismo, quien le manifestó respecto a la contextura
física de la persona que se identificara como
inspector Sandoval, que el mismo es de unos 35 años de
edad, cara redonda, gordito y de estatura media, no
recordando ninguna otra particularidad". ¿Qué hacen
los investigadores o los instructores del sumario de
esa denuncia? Investigan. Y el 4 de noviembre ellos
hacen constatar que se determinó que el único oficial
que revista en la Superintendencia de Seguridad
Federal con el nombre de Sandoval es un subinspector
destinado en el departamento de Asuntos Políticos de
aquella Superintendencia. "Establecida comunicación
telefónica con el jefe de dicho departamento se
determinó que la filiación morfológica del mencionado
no coincide en lo absoluto con la persona descripta en
autos por el damnificado”. Tenemos una primera
orientación, pero simplemente que no obstante ello, el
juez me convocó a su despacho y fui interrogado por el
artículo 236, segunda parte. Eso lo hizo el 17 de
noviembre de 1976, que es a foja 8 del Cuerpo 48. El
juez me recibió declaración conforme al 236, segunda
parte, previamente preguntando en el despacho -eso es
lo que me acordé después- a dos personas, un hombre y

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una mujer, que no podría saber quiénes serían, que les
preguntó si era la persona que había estado en su
domicilio. Como le dijeron que no, directamente me
tomó esa declaración 236, segunda parte, nunca más me
convocó y dictó un sobreseimiento sin procesar persona
alguna…”.
Siguió ampliando estas ideas que consideró
centrales para su declaración: “…En ese momento, la
instrucción me hace conocer los motivos por los cuales
debo ampliar mi declaración, glosada en la foja 8 -es
decir, 17 de noviembre de 1976- del primer cuerpo del
anexo 25 al expediente principal. Y le aclaro que no
tengo ningún impedimento de hacerlo. Me pregunta que
manifieste la diferencia de mi contextura física en
1976 y la actual, es decir, 1986, 10 años después.
Manifesté "Prácticamente ninguna. Mantengo mi
contextura en igualdad de condiciones, solamente con
una diferencia de más de 2 kilos". Es decir que en ese
momento tendría 63 kilos y medio. "Mi cabello se
mantiene igual, y mi forma de la cara, lo mismo". "La
apariencia de fotografía de 10 años atrás es igual a
la actual. Comprueba lo anterior con Pasaporte N°
7325422 de fecha 17712/75, cuya fotografía coincide
con la apariencia física actual". Eso es en cuanto a
mí y la relación... Tiene la relación directa, porque
dice que el inspector Sandoval es tal persona, la
Justicia y el juez que me interrogó en ese momento, a
lo mejor consideró de otra forma…Más tarde, el 23 de
abril de 1984, hace nuevamente la descripción del
inspector Sandoval y dice: "Quiero aclarar que
reconocería a quien dijo ser el inspector Sandoval.
Que es petiso, algo gordo, pelo y tez oscuras, cara
alargada grande, alrededor de los 35 años". Y aclara:
"Los otros eran todos jóvenes, de aproximadamente la
edad que tenía la declarante en aquella época,
vestidos no uniformemente”. Es decir que ahí deja...
describe aún más. Es decir, lo que comenzó... la
descripción del señor Abriata con el oficial Busquet,
diciendo que tenía este inspector 35 años, la

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declaración que hace la señora Mónica Dittmar de la


edad que identificó al inspector Sandoval en ese
momento, y le da otras características particulares.
Pero en el 2012, luego de la publicación en los medios
del 16 de marzo del 2008, del artículo donde sacan mi
foto, la primera foto en la página... Fue un día
domingo, está en la primera foto mi página. Lo que
pasa es que en esa foto salgo a hacer una
interpretación muy particular: nadie podía decir si
era alto o bajo, porque estoy hablando detrás de un
pupitre, y podrían a lo mejor hacer un análisis rápido
de decir "Bueno, no aparenta tener la edad que tendría
que tener. Si tenía 35 en los años 70, tendría que
tener 80. Que era morrudo, pasó a ser flaco". Se
pueden encontrar todas las excusas, pero las
declaraciones cambiaron. Y es ahí donde verdaderamente
mi oposición quiero hacerla saber al Tribunal porque
se cambiaron constantemente las descripciones. Y usted
se acuerda que desde el 14 al 21 de septiembre dije lo
mismo: no comprendí por qué hubo cambio de
declaraciones de la familia…”
Por varios minutos el imputado Sandoval
siguió citando prueba documental, recortes de noticias
periodísticas y pasajes de las declaraciones de los
testigos que depusieron a lo largo de los distintos
tramos en los que se celebraron los juicios en el
marco de los delitos cometidos en la ESMA, por las
cuales siguió argumentando su tesis de la
contradicción; más que nada en función de las
diferencias fisonómicas y supuestas incoherencias
vertidas en aquellas declaraciones. Para luego decir:
“…Hay bastante prueba, señor Canero. No se puede
discutir que no existe esta situación. Si antes quizás
había duda, hoy en día se pone de manifiesto que la
identificación de mi persona no vino ni por la
justicia, vino por parte de dos personas que le
mostraron fotos a la señora Dittmar para decirle quién
era. Es decir que no hubo un reconocimiento formal de
la parte de... o del Tribunal... de la justicia de

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instrucción en ese momento o de la Fiscalía. ¿Y por
qué yo digo que a lo mejor el equilibrio de igualdad
de armas no están dadas? Porque la debida garantía
incluye la garantía de una audiencia pública e
imparcial. Y lamentablemente usted tuvo que llamar la
atención...El tratamiento no fue lo mismo con unos y
otros…No hay una igualdad de medios lógicamente en ese
hecho, porque yo no pude interrogar a los testigos, no
puedo contrainterrogar a los testigos. Estoy haciendo
ahora un razonamiento que lleva a reflexiones que a lo
mejor eso se podrían haber dialogado en ese momento. Y
esas particularidades que la interpelación que
hicieron con testigos cuando vinieron dos testigos
particulares fue muy fuerte, señor Canero. Fue muy
fuerte en este sentido de que las preguntas eran más
de índole de conocimiento político que de verdad
jurídica. Era querer saber qué pasó en los años 70, y
que le digan qué pasó….Yo puedo tener una visión sin
hacer revisionismo político de la historia, pero acá
no estamos juzgando qué visión usted tiene o que yo
tengo de los años 70. Están juzgando mi libertad,
están juzgando si yo estuve en ese hecho o no. Y no
estuve. No soy la persona. No soy el inspector
Sandoval que estuvo ahí, el comisario Sandoval, no
estuve en la ESMA, no tengo el alias que todo el
mundo... no es todo el mundo, es una o dos personas
que dicen que podría ser, porque los otros ninguno
describe en particular nada de ello…”
Argumentó luego que: “…Yo puedo compartir,
como dije el primer día, comparto el dolor de la
familia Abriata, no me canso de explicarlo. Pero no
soy la persona, el culpable de la gravedad o la
consecuencia de ese acto que ocurrió. Y en el caso del
señor Loza, todo... explicó su situación, pero llegó
un momento que comenzó a expresarse en referencia a mi
caso, que no tenía ninguna relación, no era...”
Previo a finalizar, por presidencia se le
formularon las siguientes preguntas dado que el
imputado refirió en más de una oportunidad que sólo

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contestaría preguntas en cuanto fueran de su propia


factura: “…Usted niega ser la persona que la acusación
individualiza en el procedimiento llevado en octubre
de 1976 en el domicilio de Abriata. Le quiero
preguntar, desde marzo de 1976 hasta el año 1982,
¿dónde prestó servicios y con qué grados?...”, frente
a lo cual el imputado Sandoval contestó”…En marzo del
76 estaba destinado en el Departamento de Asuntos
Políticos de Seguridad Federal. Ahí estuve hasta el
año... septiembre del 79, que fui sancionado y
transferido a la delegación Resistencia. En la
delegación Resistencia estuve hasta... creo que 6
meses. Después, lógicamente que esa situación me creó
un impacto, en una enfermedad, y a partir del año
80... del año... no me acuerdo bien, pero habría que
verificarlo. Serían los primeros meses del 80, porque
creo que yo pasé la Navidad en Resistencia -creo, no
me acuerdo-, ya después no volví a trabajar más porque
estuve con licencia médica hasta que, en una manera
simbólica, a uno le dan el retiro obligatorio, es
decir que lo consideran que no tiene que hacer más
parte de la institución. Así que en el 82 yo ya no
estaba en ningún lado….”
Luego se lo volvió a consultar por
presidencia: “...En esta División Asuntos Políticos de
Seguridad Federal, exactamente en la estructura,
¿quiénes la conformaban y dónde estaba ubicado
usted?...” contestando el imputado que “…El
Departamento de Asuntos Políticos estaba constituido,
en los 70 y hasta que yo me fui en el 79, por
alrededor de 200 personas. 150, 200 personas, por dar
esos nombres. Estaba en el séptimo piso de Seguridad
Federal y estaba a cargo de un jefe de departamento,
que es un comisario inspector…”
Seguidamente veremos de modo simple y sobre
todo secuencial un extracto sobre la forma y modo en
que se desarrolló este tramo de la declaración: “…
PRESIDENTE.- ¿Recuerda el nombre? IMPUTADO
(Sandoval).- Había varios. El primero fue Durán…

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PRESIDENTE.- En el 76. IMPUTADO (Sandoval).- No me
acuerdo, señor. No me acuerdo. Pero sé que había
varios. Yo podría darle la lista: Durán, Cuatromanos,
Robles... Varios. PRESIDENTE.- Está bien. ¿Y dentro de
esa estructura, usted, qué lugar ocupaba? IMPUTADO
(Sandoval).- Mi jerarquía en ese momento era la
tercera. La tercera jerarquía saliendo de la Escuela
de Cadetes. Yo digo en ese momento, porque después
hubo una modificación y ahora es la segunda.
PRESIDENTE.- ¿Cuál era la tercera jerarquía? IMPUTADO
(Sandoval).- Subinspector. Antes había sub ayudante,
ayudante, subinspector. Ahora hay ayudante,
subinspector. No hay más después de... En ese período
ya estaba así. PRESIDENTE.- ¿Y en qué consistía su
tarea? IMPUTADO (Sandoval).- Mi tarea era... Yo estaba
afectado a la sala de situación, donde se hacen las
redacciones de los informes que van a ser enviados a
las autoridades institucionales o nacionales, pero que
esa es otra función. En la sala de situación... Un
ejemplo, le voy a dar la tarea cotidiana, cómo era en
ese momento. No sé ahora lo que sería. A la mañana iba
una señora a comprar los… PRESIDENTE.- ¿Usted cumplía
horario? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Qué horario cumplía? IMPUTADO
(Sandoval).- A la tarde. PRESIDENTE.- ¿Qué horario?
IMPUTADO (Sandoval).- A la tarde. Yo creo que era de
14... Espere que me acuerde. 14 a 21 creo. Algo así.
No me acuerdo, pero sé que era a partir de las 14 o
algo así. Eran dos turnos nada más. La persona esta,
una señora, iba y compraba los diarios, las revistas,
y se seleccionaban de acuerdo a la información o a la
noticia política. Luego venían los partes de los
oficiales que eran nexos con los actores políticos.
Porque mismos en ese año dejaron de funcionar
constitucionalmente o políticamente los partidos
políticos, la actividad continuaba de los partidos
políticos y se veían y dialogaban con cada uno.
Entonces, cada uno de ellos venía, traía un parte, se
escribía para (...) escribir. Hay que tener en cuenta

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que el oficial siempre se dedica a una tarea de


redacción. Es decir, cuando se hace, por ejemplo, un
sumario administrativo, es el oficial el que lo hace.
Usted habrá tenido la ocasión de visitar o hacer un
trámite en una comisaría. Es el oficial que redacta el
sumario. Bueno, acá es lo mismo. Entonces, son los
oficiales -en este caso era yo- que redactaba los
informes. Esos informes después van por los canales
correspondientes y lo buscan todos los ministerios o
la gente que tiene que venir a buscarlos en el lugar.
PRESIDENTE.- ¿Y recuerda concretamente, a partir de
marzo del 76, en qué consistían estos informes que
usted confeccionaba? IMPUTADO (Sandoval).- La
actividad de los partidos políticos. Personería
jurídica... las personerías políticas; si había alguna
reunión o un acuerdo que iban a hacer. No me acuerdo
precisamente, pero me acuerdo quizás el Partido
Peronista, el Partido Radical, el Partido
Intransigente, había grupos políticos individuales,
que eran a la vez interlocutores, porque ellos venían
al Departamento. Estas personas venían. Yo me acuerdo
haber visto al señor de la Rúa. ¿Quién otro venía...?
No me acuerdo. De otra persona no me acuerdo.
PRESIDENTE.- Bien. Entonces, su tarea consistía en
recopilar información y, a su vez, confeccionar sus
propios informes, que eran derivados a distintas
entidades o dependencias. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, el
trámite institucional. Pero perdón, una precisión,
señor Canero. Usted dice "recopilar la información".
Ya venía. A mí ya me daban la revista, el artículo ya
cortado… PRESIDENTE.- Claro, extraer la información
del material que le daban. Perfecto. ¿Y esto lo hizo
desde marzo del 76 hasta septiembre del 79? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Esta fue su
tarea específica durante estos años? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Y su entorno
laboral quiénes eran en ese momento? Durante el año 76
particularmente. IMPUTADO (Sandoval).- Bueno, ya en el
76 yo calculo eran unos 150, 200… PRESIDENTE.-

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¿Recuerda a algún compañero de trabajo con el que
compartía todos los días? IMPUTADO (Sandoval).- Y, ahí
estaba... Espere que me acuerde, no hay ningún
problema. Uno de los que estaba en nexo con el partido
político era Soler, Jorge Soler. Otro, en
Administración, estaba Turón. Ahí en la sala de
situación estaba Ferreyra, el subcomisario Robles...
No es tan fácil acordarme, señor. PRESIDENTE.- No,
está bien, yo le pregunto cuál era su entorno
inmediato en el año 76, con el que usted compartía el
día a día. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, eran... Porque en
la sala de situación había… PRESIDENTE.- Soler,
Ferreyra y Robles. IMPUTADO (Sandoval).- Soler, Soler.
Él era el que estaba a cargo de la relación con el
Partido Peronista. Y después había otro, que me
olvidé, que estaba con el Partido Intransigente. Pero
bueno...PRESIDENTE.- ¿Y usted con qué partido?
IMPUTADO (Sandoval).- Con ninguno. PRESIDENTE.- Con
ninguno. IMPUTADO (Sandoval).- No, ninguno. Yo me
encargaba... Ellos traían la novedad, yo la escribía,
y así era como se comunicaba. PRESIDENTE.- Bien. En
esta suerte de usina de información que había, ¿usted
estaba al tanto de la denominada lucha antisubversiva
que había encarado las Fuerzas Armadas y las Fuerzas
de Seguridad? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Usted estaba al tanto si personal de la
Policía Federal de Seguridad Federal participaba en
esta denominada lucha antisubversiva? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿No estaba al tanto?
IMPUTADO (Sandoval).- Yo voy a explicar por qué.
Porque uno podría pensar que todo el mundo trabaja ahí
y no se pueden saber cosas que a lo mejor uno dice
"Usted no estaba al tanto". Lo que sucedía a nivel
nacional, lógicamente que el hecho de estar leyendo
los periódicos o las revistas, o las noticias, sabía
que hubo unas disposiciones especiales del gobierno en
la suspensión de las garantías individuales, de los
partidos políticos… PRESIDENTE.- Más allá de eso. Yo
voy a lo concreto, porque tiene que ver con... Lo que

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pretendo es... Dice "Yo no estuve en ese lugar ese


día". Yo lo que pretendo saber es qué hacía en ese
momento. Entonces, me refiero a si tenía conocimiento
si personal de Seguridad Federal de la Policía Federal
hubiese participado, en ese momento, de procedimientos
vinculados con esta temática. IMPUTADO (Sandoval).-
Ah, no, no. No. PRESIDENTE.- ¿No estaba al tanto de
eso? IMPUTADO (Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿Usted
poseía credencial en ese momento? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Y de qué color
era su credencial? IMPUTADO (Sandoval).-Azul.
PRESIDENTE.- ¿Azul? IMPUTADO (Sandoval).- Azul
celeste. Un azul más celeste que... Todos los
oficiales... Las credenciales eran únicas. Era un
celeste fuerte. PRESIDENTE.- ¿Usted en esa época tuvo
contacto o conoció a personal de la Armada? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿En alguna
oportunidad usted estuvo en la ESMA? IMPUTADO
(Sandoval).- No, señor. No. PRESIDENTE.- ¿Nunca?
IMPUTADO (Sandoval).- Nunca. PRESIDENTE.- ¿Sabe dónde
queda la ESMA? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, ahora sí.
PRESIDENTE.- ¿En aquel momento no? IMPUTADO
(Sandoval).- No…”.

III. SOBRE LA INCORPORACIÓN POR LECTURA


DE LA PRUEBA DOCUMENTAL Y TESTIMONIAL

En su oportunidad, más allá de la prueba


producida y agregada en la presente causa, se decidió
incorporar como prueba al debate -a pedido de las
partes- la documentación que se detalla a
continuación: 1) Causa Nº 1851 seguida contra
Francisco Andrés Valdez s/infracción arts. 189 y 292
del C.P.; 2) Causa Nº 29.989/75 caratulada “Castro
Rubén s/infracción a la ley 20.840”; 3) Legajo de Juan
Carlos Linarez; 4) Orden del Día Int. Nº 13 del 21 de
enero de 1975. Orden del Día Int. 183, del 18 de
septiembre de 1975. Orden del Día Int. Nº 1 del 2 de
enero de 1976. Orden del Día Int. 272 del 27 de

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diciembre de 1976. Orden del Día Int. Nº 264 del 1 de
diciembre de 1977; 5) Expediente 104.864/83 y
Expediente 131.840 ambos de CRJPPF; 6) Organigrama de
la SSF obrante a fojas 598/60 de la causa Nº 16.441/03
caratulada “Gallone Carlos Enrique y otros s/inf. Art.
80, incs. 2°, 4° y 6° del C.P…”; 7) Orden del Día Nº
13 del 20 de marzo de 1975 –Reservada- obrante a fs.
604 de la causa Nº 16.441/03 caratulada “Gallone
Carlos Enrique y otros s/inf. Art. 80, incs. 2°, 4° y
6° del C.P…”; 8) Declaraciones testimoniales de Juan
Jorge Rodríguez obrante a fs. 710/12; Declaración
testimonial de Luis Alberto Hernández a fs. 793/5;
Declaración indagatoria de Carlos Vicente Marcote a
fs. 974/977; Declaración indagatoria de Juan Carlos
Lapuyole a fs. 985/89, Declaración testimonial de
Jorge Oscar Soler a fs. 1521/22; Declaración
testimonial de José Luis Turón a fs. 1523; todas ellas
de la causa Nº 16.441/03 caratulada “Gallone Carlos
Enrique y otros s/inf. Art. 80, incs. 2°, 4° y 6° del
C.P…”; 9) Informes de dominio de los inmuebles de la
calle Agüero 754, Unidades Funcionales de la Planta
Baja y Superí 2260, ambos de esta ciudad; 10) Causa
16.660/2009 del registro del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional nº 1, Secretaría nº 105
(recibida en formato papel en el Tribunal el
03/08/2022); 11) Legajo CONADEP 8066; 12) Legajo
personal de la PFA de Mario Alfredo Sandoval 14.504
(número 345), original, junto con toda la
documentación anexa; 13) Copias certificadas de la
causa Nº 7.988, caratulada “Sandoval, Mario Alfredo
s/sustracción de menor y ocultación, denunciante:
Cordero Mercedes”, del Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 9,
Secretaría Nº 126; 14) Causa 13/84: Sentencia, actas
mecanografiadas de los testimonios y exhortos en la
causa Nº 13/84 caratulada “Causa originariamente
instruida por el Consejo Supremo de las Fuerzas
Armadas en cumplimiento del Decreto 158/83 del Poder
Ejecutivo Nacional”; 15) Informe “Nunca Más”. Informe

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final de la Comisión Nacional sobre Desaparición de


Personas (CONADEP) y sus anexos; 16) Informe sobre la
situación de los Derechos Humanos en Argentina;
OEA/Ser.L/V/II.49, doc. 19 del 11 abril 1980; 17)
“Testimonyonsecretdetentioncamps in Argentina” de
Amnistía Internacional; 18) Legajo de prueba Nº 13 de
la causa 761 y Legajo CONADEP Nº 5011, correspondiente
a Víctor Melchor Basterra y sus anexos documentales
fotográficos (Anexo Nº 27); 19) Legajo CONADEP Nº 2675
y Legajo Nº 124 de la causa Nº 761 perteneciente a
Ricardo Coquet; 20) Legajo CONADEP Nº 4816 y Legajo de
prueba Nº 20 de la causa Nº 761 perteneciente a
Graciela Daleo; 21) Legajo CONADEP Nº 8029 y Legajo Nº
71, Anexo 1 de la causa Nº 761 correspondiente a
Martin Gras; 22) Legajo CONADEP Nº 1293
correspondiente a Norma Susana Burgos; 23) Legajo
CONADEP Nº 7389 y legajo de prueba Nº 16
correspondiente a Andrés Castillo; 24) Legajo CONADEP
Nº 704 y Legajo de Prueba Nº 19 de la causa Nº 761
correspondientes a Carlos Muñoz; 25) Legajo CONADEP Nº
7190 y Legajo de Prueba Nº 18 de la causa Nº 761
correspondiente a Alberto Eduardo Girondo; 26) Legajo
CONADEP Nº 4687 y Legajo de Cámara Nº 121
correspondiente a Enrique Mario Fukman; 27) Legajo SDH
Nº 2719 correspondiente a Marta Álvarez; 28) Legajo
CONADEP Nº 5307 correspondiente a María Alicia Milia
de Pirles; 29) Legajo CONADEP Nº 4442 perteneciente a
Ana María Martí; 30) Legajo CONADEP Nº 3967
perteneciente a Sara Solarz; 31) Legajos 23/24/31
(caso 31) de la causa 761 perteneciente -a las recién
nombradas- Milia, Marti y Solarz; 32) Legajo CONADEP
2447, correspondiente a Luis Alberto Vázquez; 33)
Legajo SDH/ANM 0008, correspondiente a Mario
Salvatierra; 34) Legajo SDH/ANM 0006, correspondiente
a Dante Barcos; 35) Legajo SDH/ANM 4037,
correspondiente a Norma Suzal; 36) Causa Nº 4.903/84,
caratulada “Holmberg, Elena s/privación ilegítima de
la libertad y homicidio en su perjuicio”; 37) Informes
de la Dirección Nacional de Derechos Humanos y Derecho

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Internacional Humanitario del Ministerio de Defensa de
la Nación, incorporados a las causas 1270, ESMA
unificada y 1891; 38) Legajos personales de Ernesto
Frimón Weber; Juan Carlos Fotea, Claudio Orlando
Pitana y Raúl Armando Cabral, incorporados en las
causas 1270 (Weber y Fotea), ESMA unificada y 1891;
39) Directiva del Consejo de Defensa Nº 1/75 ‘Lucha
contra la subversión’”, “Directiva Antisubversiva Nº
1/75 ‘S’” y Plan de Capacidades (PLACINTARA) C.O.N.
Nº. 1/75; 40) Reglamento Orgánico de la Armada, RG 1—
007 Edición Provisoria, 1975; 41) RA 9—004 “C”
Reglamento Orgánico del Comando de Operaciones Navales
(proyecto), Edición 1972; 42) RA 9—004 Reglamento
Orgánico del Estado Mayor del Comando Naval, Edición
1968; 43) Reglamento Orgánico del Comando Naval,
Primera Edición; 44) RG 1—055 “R” Reglamento General
del Estado Mayor Naval; Reglamento General de Personal
Naval, Tomo 1, del Servicio en General; 45) RG 1—003
Reglamento del Servicio Naval, 4 tomos; 46) RA 9—111
"P" "Reglamento Orgánico de la Escuela de Mecánica de
la Armada" (ROEMA) Ed. 1966 y Ed. 1982; 47) R.A 6—004
"P" "Reglamento para la administración del personal de
la Armada (RAPA); R.G.-1-704 "C" "Reglamento de
Inteligencia Naval- Contrainteligencia-Censura Naval
Ed. 1955, -R.G.-1-701 "C" "Reglamento de
Contrainteligencia Naval" Ed. 1975; 48) Manual de
organización, equipo y roles de combate de infantería
de marina (MOERCIM), 1980; 49) Directiva del
Comandante General del Ejército Nº 404/75 (Lucha
contra la subversión) del 28 de octubre de 1975; 50)
Instrucciones Nº 335 (Continuación de las operaciones
en Tucumán) del 5 de abril de 1976; 51) Orden Parcial
Nº 405/76 (Reestructuración de jurisdicciones y
adecuación orgánica para intensificar las operaciones
contra la subversión) del 21 de mayo de 1976; 52)
Orden Especial Nº 336 (Continuación de la "Operación
Independencia") del 25 de octubre de 1976; 53)
Directiva del Comandante en Jefe del Ejército Nº
504/77 (Continuación de la ofensiva contra la

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subversión durante el período 1977/78) del 20 de abril


de 1977; 54) Decretos Nº 2770, 2771 y 2772; 55) Orden
de operaciones Nº 2/75, vinculada con “Actividades de
Contrasubversión”; 56) Procedimiento Operativo Normal
(PON) Nº 212/75 del 16 de diciembre de 1975 (cfr. fs.
12.355/6); 57) Informes producidos por la Armada el 30
de octubre de 1985 (fs. 1878/80), el 30 de julio de
2009 (fs. 2384/6), Informe del Estado Mayor General de
la Armada (fs. 2609/11) y anexo de fs. 2612/41, Plan
Anual Naval 01/76 “C” Anexo A. obrante a fs.
2483/2491, Informe del EMGA del 17 de septiembre de
1986 de fs. 2659/83 y Organigrama “Estructura General
de la Armada” obrante a fojas 83.452/83.464; 58)
Resolución Nº 745/78 “S”-COAR, del 12 de noviembre de
1978, donde surge el nombre de oficiales condecorados
por Emilio Massera (agregada a fs. 51.440/45) y
listado del personal que se desempeñó como integrante
del Grupo de Tareas aportada por el condenado
Capdevila en su indagatoria de fs. 51.456/78, de la
causa Nº 14.217/03; 59) Presentación de Sara Solarz,
Ana María Marti y María Alicia Milia ante la CADHU el
12 de octubre de 1979, cuyas copias obran a fs.
1536/1564 de la causa 14.217/03 (también a fs. 14/63
del legajo 23 de la causa 761 correspondiente a Marti,
completo); 60) Listado de personas que permanecieron
en la CCD ESMA y personas que se desempeñaron en el
CCD, presentado por Alfredo Buzzalino a fs.
14.216/14.223 y por Miguel Ángel Lauletta a fs.
16.894/16.909 y 51.652/51.755 de los autos
principales; 61) Nota del diario Página/12, de fecha
16 de marzo de 2008, sobre Sandoval aportada por la
Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal Nº 3, a fs. 35.313/35.316; 62) Informe
remitido por el Ministerio del Interior el 09 de junio
de 2011, que detalla los movimientos migratorios de
Mario Alfredo Sandoval, registrados por el
Departamento de Registros de Control de la Dirección
General de Movimiento Migratorio, obrante a fs.
82.712/82.715; 63) Informe del Ministerio de Seguridad

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del 13 de junio de 2011. Hace saber que Mario Alfredo
Sandoval ingresó a la escuela de cadetes en 1972, por
lo que no obran registros en esa institución (agregado
a fs. 82.806 de la causa Nº14.217/03); 64) Informe del
Ministerio de Seguridad con relación al legajo de
Mario Alfredo Sandoval, en el cual obra un detalle de
los expedientes internos y actuaciones que lo componen
(fs. 89.265/89287 de la causa Nº 14.217/03), 65)
Informe del Ministerio del Interior, Dirección
Nacional de Migraciones del donde constan los
movimientos migratorios del imputado, registrados por
Registro Nacional de Ingreso y Egreso de Personas al
Territorio Nacional, obrante a fs. 90.041/90.044; 66)
Informe producido por el Departamento Interpol,
Oficina Central Nacional Buenos Aires, de la Policía
Federal Argentina, donde remite información relativa a
Mario Alfredo Sandoval y acompaña una foto y huellas
dactilares, obrante a fs. 92.498/92.504 de la causa Nº
14.217/03; 67) Documentación relativa a Sandoval
aportada a la causa por Carlos Loza (fs. 92.689/92.698
de la causa Nº 14.217/03); 68) Informe producido por
el Departamento Interpol, Oficina Central Nacional
Buenos Aires, de la Policía Federal Argentina, con
relación a Mario Alfredo Sandoval obrante a fs.
92.986; 69) Copia del legajo de prueba 700 que
contiene al legajo Nº 4139 de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) del que
surge la denuncia efectuada por Beatriz Rosa Gertrudis
Cantarini por la desaparición forzada de Hernán
Abriata. El legajo de prueba 700 está reservado en la
secretaría del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal 12, Secretaría 23; 70) Informe
del Archivo Nacional de la Memoria (ANM) dando cuenta
del estudio pericial arqueológico sobre distintas
marcas y escrituras halladas en las paredes del ex
Casino de Oficiales de la ex ESMA. Según este informe,
unas marcas en una de las paredes del sector Capuchita
podrían pertenecer al arquitecto Hernán Abriata (fs.
128040/46); 71) Fotografías remitidas por el ANM de

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las inscripciones existentes en algunas paredes del


Casino de Oficiales (fs. 128.192/196); 72) Informe e
imágenes del ANM referente a las inscripciones “MONICA
TE” y la marca “HA” encontradas en uno de los muros
del Ex Casino de Oficiales de la ESMA (fs.
128.387/394); 73) Estudio realizado de las marcas
sobre las superficies de muros y elementos
constructivos de los sectores Capuchita, Capucha,
Sótano, Pecera y Pañol remitido por el ANM (fs.
129.502/129. 688); 74) Pericia Caligráfica del Cuerpo
de Peritos Calígrafos Oficiales en algunos sectores de
la exESMA, (fs. 130.061/067); 75) Informe del ANM
respecto de las inscripciones en las paredes del
Casino de Suboficiales, con copia de una carta
manuscritas perteneciente a Hernán Abriata (fs.
130.099/130.116); 76) Legajo CONADEP Nº 1163
perteneciente a Hernán Abriata; 77) Legajo de Prueba
Nº 48 de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal
(remitido en ESMA unificada); 78) Anexo XXV del
sumario militar DGPNJ14 Nº 35/85 “S”. “Causante Abrita
Hernán. Motivo Robo y privación ilegal de la libertad
a este”, en dos cuerpos, que contiene la causa Nº
19.300 del Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo
Criminal de Instrucción Nº 18, Secretaría 156,
caratulada “Abriata, Hernán. Robo y Robo y privación
ilegal de la libertad a este” Antecedente del Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción Nº 6, Secretaría 118, causa Nº 32.440
iniciada el 1º de noviembre de 1976. Copia certificada
del escrito de interposición de recurso de habeas
corpus y resolución dictada en la causa Nº 40.664/79 y
copia certificada de una carta manuscrita enviada por
Hernán Abriata durante su cautiverio; escrito de
interposición de recurso de habeas corpus y resolución
de su rechazo correspondiente a la causa Nº 511/83;
79) Apéndice Nº 1 del Anexo XXV que contiene los
siguientes expedientes: A) causa Nº 40.664/79,
caratulada “Abriata, Hernán s/ Rec. Habeas Corpus” del

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registro del Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Criminal y Correccional Federal Nº3, B) causa Nº
3.777, caratulada “Abriata, Hernán s/ Privación Ilegal
de la Libertad en su perjuicio” del registro del
Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal
de Instrucción Nº31, Secretaría 119, C) causa Nº 511,
caratulado “Abriata, Hernán s/ Habeas Corpus” del
registro del Juzgado Nacional de Primera Instancia en
lo Criminal y Correccional Federal Nº3; Secretaría 7,
D) causa Nº 13.280 caratulada “Cantarini de Abriata,
Beatríz Rosa G interpone recurso de Habeas corpus en
favor de Abriata, Hernán” del registro del Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción Nº19, Secretaría 157, E) Expte. Nº
11.564/76, caratulada “Habeas corpus interpuesto a
favor de Abriata, Hernán, por Cantarini de Abriata,
Beatríz Rosa Gertrúdis”, del registro del Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal de
Instrucción Nº 13, Secretaría 135, F) Causa Nº
4976/84, caratulado “Cantarini de AbriataBeatríz Rosa
Gertrudis s/querella” que tramitó ante Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y
Correccional Federal Nº6, Secretaría 16; 80) Ficha de
la víctima que remite al Legajo nº 14225 donde se
informa la búsqueda de su paradero y otra ficha que
reza “DS varios17560” de la ex DIPPBA (Dirección de
Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires); 81) Copias certificadas de la causa N° 761,
caratulada “Hechos Denunciados como ocurridos en el
ámbito de la Escuela de Mecánica de la Armada” del
registro de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal;
82) Copias certificadas de las causas “ESMA II” N°
1270 caratulada “Donda, Adolfo Miguel s/Infracción al
art. 144 ter, párrafo 1° del Código Penal -Ley
14.616-” y acumuladas, “ESMA III –UNIFICADA-” N° 1.282
y acumuladas, y “ESMA IV” N° 1891 caratulada “Cabral,
Raúl Armando s/ Delito de Acción Pública” y
acumuladas, todas ellas del registro de este Tribunal

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Oral en lo Criminal Federal N° 5; 83) Cuadro con la


organización del Ejército para 1976 titulado
“Organización y prioridades de equipamiento de los
equipos de combate y secciones de contrasubversión
-1976”; 84) FT 17-2-1, “Normas para la realización de
pericias e investigaciones criminales” del Ejército
Argentino, de 1966; 85) Plan Anual del Ejército sobre
Lucha contra la Subversión (años 1976-1977-1978),
junto con la totalidad de sus anexos y apéndices; 86)
Plan de Capacidades para el año 1972 -PFE-PC MI72-;
bb) Directiva del Comandante General del Ejército N°
217/76, Directiva del Comandante General del Ejército
N° 604/79, Reglamento RV-200-10 de 1968 del Ejército
Argentino; 87) RC 10-51 “Instrucciones para
operaciones de seguridad”; 88) RC 15-80 Reglamento
“Prisioneros de Guerra”; 89) RC 16-2 “Inteligencia de
combate en la Unidad”; 90) RC 25-16 “Operaciones e
instrucción de tropas comando” del Ejército Argentino,
de 1970; 91) RC 5-2 “Operaciones sicológicas”; 92) RC
8-1 “Operaciones no convencionales”; 93) RC 8-2
“Operaciones contra fuerzas irregulares” Tomo I y II;
94) RC 8-2 Operaciones contra fuerzas irregulares
(Guerra Revolucionaria), Tomo III, de 1968, emitido
por el Ejército Argentino; 95) RC 8-3 “Operaciones
contra la subversión urbana”; 96) RE 150-5 o RE-9-51
“Instrucciones de lucha contra elementos subversivos”;
97) Reglamento para la preparación y proceder de las
tropas en caso de alteración del orden público
(R.P.P.T.A.O.P), de 1941, emitido por el Ministerio de
Guerra (reglamento que reguló los procedimientos a
seguir en caso de sedición y rebelión); 98) Resolución
745/78 “S” –COAR-; 99) RV 111-51-1, “Reglamento del
Estado Mayor Gral. Del Ejército (IV Edición) R.E.M.G”,
del Estado Mayor General del Ejército, de 1942; 100)
RV 136-1 “Terminología castrense de uso en las fuerzas
terrestres” (parte 1ª); “Terminología castrense de uso
en la Fuerza Aérea” (parte 2ª); y Apéndice de 1971 del
Ejército Argentino; 101) RV 150-10 “Instrucciones
contra la guerrilla”; 102) RV 150-5 “Instrucción para

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operaciones de seguridad”; 103) RV 200-10 Reglamento
del Ejército Argentino de 1968; 104) RV 200-4 “Sistema
de comunicaciones fijo del Ejercito”, del Ejército
Argentino, de 1977; 105) Legajo de Mario Alfredo
Sandoval, remitido por el Ministerio de Seguridad,
obrante a fs. 89.265/287; 106) Legajo original
personal de Mario Alfredo Sandoval N° 14.504 (N° 345);
107) Expediente N° 871-57-035307 de la Dirección
General de Personal División Retiros y Jubilaciones;
108) Carpeta que reza “Sandoval Mario Alfredo, Otros
antecedentes”, que lleva el N° 14.504; 109) Carpeta
que reza “Sandoval Mario Alfredo, Licencia” que lleva
el N° 14.504; 110) Carpeta amarilla del año 1993, N°
14.504, iniciado por el Inspector Mario Alfredo
Sandoval, letra 871-57-001183/93; 111) Carpeta
amarilla de la P.F.A. Dirección General de Personal,
División Retiros y Jubilaciones, año 1990 de Mario
Alfredo Sandoval -reconstrucción Sumario
Administrativo N° 871-24-04392-83-; 112) Informes
superiores de Mario Alfredo Sandoval N° 14.504; 113)
Actuaciones N° 14.504 que reza “Archivo Legajo,
03/11/18”; 114) Actuaciones relativas a la designación
de Mario Alfredo Sandoval como asesor externo, ad hoc
y ad honorem de la Secretaría de Derechos Humanos en
asuntos nacionales e internacionales en materia de
seguridad interior del año 2001; 115) Actuaciones
administrativas N° original 871-24-061504/2011 del
organismo Justicia, de fecha 11 de julio de 2011; 116)
Carpeta amarilla expediente 006-01-000603/96, iniciado
por Sandoval solicitando prórroga para asentarse al
exterior del país por diez años; 117) Actuaciones
relativas al llamado a declarar como testigo en la
causa N° 16.441/03; 118) Autorización de prórroga para
vivir en el extranjero diez años, y de reitera
solicitud de antecedentes; 119) Carpeta del expediente
462-06-000185/85 del año 1985; 120) Actuaciones del
expediente 180936/74; 121) Acta de accidente de fecha
enero de 1969, N° 20.324; 122) Carpeta rosa N° 871-57-
075859-60 del año 1990; 123) Actuaciones iniciadas por

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Sandoval solicitando se le otorgue seguro de vida


obligatorio y subsidio; 124) Expediente 871-57-
064134/94 del año 1997, iniciado por Inspector Mario
Alfredo Sandoval que solicita se le otorgue seguro de
vida obligatorio y subsidio mutual; 125) Expediente
001-01-000144/94, iniciado por Sandoval; 126) Carpetas
de expediente N° 14.504 relativo a reclamos, penas
disciplinarias, altas, bajas, pases y ascensos; 127)
Carpeta naranja N° 3777/17/95 donde solicita beneficio
del seguro de vida obligatorio y del subsidio mutual
con motivo de su pase a situación de retiro
obligatorio; 128) Expediente N° 006-01-005486-2000;
129) Actuaciones sueltas relativas a las causas
penales 10.000 del Juzgado Federal N° 5, Secretaría N°
15; la causa N° 34.238; 7.988; y N° 16.660/09; 130)
Informe de la División Legajos Personales de la PFA
adjuntando legajos de identidad de la PFA en original
de Gustavo Mario Pasik, Hernán Abriata y Horacio
Maggio, obrante a fs. 129.789 y certificación de los
mismos obrante a fs. 129.795; 131) Carpeta amarilla
número de expediente 871-57-021194/86 de la PFA, año
1986 de la Dirección General de Personal, División
Retiros y Jubilaciones; 132) Incidente de extradición
de Mario Alfredo Sandoval; 133) Acusación por
financiamiento de terrorismo (Causa 10.950/2012 del
registro del Juzgado en lo Criminal y Correccional
Federal 6 Secretaría 12) en la que Sandoval resultara
imputado; 134) Diversas presentaciones realizadas en
el marco de una acción de amparo presentada por la
letrada que estuviera a cargo de la defensa de
Sandoval, Dra. Elena Genise; 135) Respuestas de la
Agencia Federal de Inteligencia (agregadas al sistema
Lex 100 el 03/02/2022, 27/04/2022 y 31/08/2022); 136)
Respuesta del RENAPER (agregada al sistema Lex 100 el
09/02/2022); 137) Respuesta del Diario Página 12
(agregada al sistema Lex 100 el 03/02/2022); 138)
Causas nº 3488/2020 y nº 3491/2020 acumuladas a la
causa nº 1540/2020, remitida por el Juzgado Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal nº 10,

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Secretaría nº 20 (agregada al sistema Lex 100 el
04/02/2022); 139) Respuesta del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal nº 12, Secretaría nº
23, que incluye el Legajo de prueba 700 que contiene
el legajo nº 4139 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos del que surge la denuncia efectuada
por Beatriz Rosa Gertrudis Cantarini por la
desaparición forzada de Hernán Abriata (agregada al
sistema Lex 100 el 03/02/2022 y el 04/02/2022); 140)
Respuesta del RENAPER (agregada al sistema Lex 100 el
09/02/2022); 141) Respuestas de INTERPOL (agregadas al
sistema Lex 100 el 11/02/2022, 17/03/2022); 142)
Respuesta de la Comisión Provincial por la Memoria
(agregada al Lex 100 el 04/04/2022); 143) Respuestas
del Ministerio de Seguridad de la Nación (agregadas al
Lex 100 el 16/02/2022, 02/03/2022, 18/03/2022,
16/05/2022, 17/05/2022); 144) Respuestas del
Ministerio del Interior de la Nación (agregadas al Lex
100 el 01/02/2022, 04/03/2022 y 16/05/2022); 145)
Respuesta de la Cárcel de Bouwer (agregada al sistema
Lex 100 el 16/03/2022); 146) Respuesta de la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (agregada
al Lex el 29/06/2022); 147) Respuesta del Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 12
(agregada al Lex 100 el 03/02/2022); 148) Respuestas
del Ministerio de Defensa (agregadas al Lex 100 el
02/03/2022, 13/06/2022, 11/07/2022, 12/09/2022); 149)
Respuestas del Ministerio de Relaciones Exteriores,
Comercio Internacional y Culto –incluida la
documentación traducida por perito intérprete-
(agregadas al sistema Lx 100 el 13/06/2022,
29/06/2022, 15/09/2022, 18/10/2022); 150) Respuestas
Policía Federal Argentina (agregadas al sistema Lex
100 el 27/06/2022, 19/08/2022, 22/08/2022, 25/08/2022,
26/09/2022, 30/09/2022, 06/10/2022, 17/10/2022); 151)
Respuesta del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación (agregada al sistema Lex 100 el
29/06/2022); 152) Respuesta del Juzgado Nacional en lo
Criminal y Correccional Federal n° 7, Secretaría n°

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13, que contiene la causa n° FSM 1931/2021 (agregada


al sistema Lex 100 el 14/07/2022); 153) Respuestas del
Juzgado Nacional en lo Civil n° 19, Secretaría n° 37
(agregadas al sistema Lex 100 el 30/08/2022,
01/09/2022, 06/09/2022); 154) Antecedentes penales del
RNR y PFA de Mario Alfredo Sandoval y certificación
actuarial de sus antecedentes penales (agregadas al
sistema Lex 100 el 12/09/2022, 16/09/2022); 155)
Informe socio ambiental respecto de Mario Alfredo
Sandoval (agregado al Lex 100 el 13/09/2022); 156)
Peritaje de la División Scopometría de la PFA respecto
del Legajo personal de Sandoval (agregado al sistema
Lex 100 el 16/09/2022); 157) Testimonios de Graciela
Daleo y Andrés Castillo ante CADHU de fecha
18/02/1982; y 158) Copia de la Escritura traslativa de
dominio (venta) del inmueble sito en la calle Superí
2260 de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, cuyo
original obra al folio 2 del Registro Notarial N° 298
de esta Capital Federal, autorizada por Esc. Luis A.
Fleitas, aportada por el testigo Marcelo Antonio
Gottifredi y que fuera reservada en Secretaría.
Por otro lado, se incorporaron al debate
las siguientes declaraciones: 1) indagatoria de Emilio
Eduardo Massera del 30 de agosto de 1984 ante el
CONSUFA (fs. 1102/39 de la causa Nº 14.217/03); 2)
informativa de Luis María Mendía del 22 de marzo de
1984 ante el Consejo Suprema de las Fuerzas Armadas en
el marco de la causa que se instruía según decreto
2147/83, “Escuela de Mecánica de la Armada”, unificada
con la especificada en el Decreto 158/83, agregada a
fs. 399/418 de la causa Nº 14.217/03; testimonial
prestada en la causa Nº 13/84 del 23 de abril de 1985,
cuya copia certificada se encuentra agregada a fs.
1895/1910 de la causa Nº 14.217/03 y declaración
informativa del 17 de marzo de 1986, en la causa letra
DGPN, J14. Nº35/85 “S” caratulada “Hechos ocurridos
durante la lucha contra la subversión” obrante a fs.
1.966/74 causa Nº 14.217/03; 3) informativa de Antonio
Vañek del 21 de marzo de 1986 ante el JIM Nº 4,

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obrante a fs. 1997/2004 de la causa Nº 14.217/03; 4)
Declaración sin juramento de Manuel Jacinto García
Tallada del 04 de abril de 1986, ante el Juzgado de
Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs. 2050/2057 de
la causa Nº 14.217/03; 5) Declaración sin juramento de
Leopoldo Suárez del Cerro del 15 de abril de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2096/2101 (o fs. 1714/19) de la causa Nº 14.217/03 y
declaración indagatoria ante el CONSUFA el 15/12/86
obrante a fs. 2930/2932; 6) testimonial de Oscar
Antonio Montes del 23 de abril de 1985 en la causa
13/84. Montes se desempeñó como Jefe de Operaciones
del EMGA y fue condenado en la causa 1270; 7)
indagatoria Rubén Jacinto Chamorro del 29 de febrero
de 1984 agregada a fs. 357/77 y su ampliación agregada
a fs. 2.140/2.174 de la causa Nº 14.217/03; 8)
Declaración sin juramento de José Antonio Supicich del
24 de abril de 1986 agregada a fs. 2.177/2.195 de la
causa Nº 14.217/03; declaración indagatoria del 16 de
diciembre de 1986 agregada a fs. 2.943/2.946 (o
2527/30) de la causa Nº 14.217/03 y declaración
indagatoria del 27 de febrero de 1987 agregada a fs.
4.085/4.090 de la causa Nº 14.217/03; 9) Declaración
sin juramento de Jorge Eduardo Acosta del 16 de julio
de 1985 ante el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4,
agregada a fs. 41/48 del sumario militar, anexo XXII y
declaración sin juramento del 21 de junio de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2293/308 y su ampliación de fecha 1 de julio de 1986
obrante a fs. 2355/7 de la causa Nº 14.217/03; 10)
Escrito espontáneamente presentado por Jorge Enrique
Perrén a fs. 2.051/2.052 de la causa Nº 1.286 del
registro del Tribunal que fuera ratificado en su
declaración indagatoria del 2 de junio de 2005,
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa Nº 14.217/03;
declaración sin juramento del 23 de junio de 1986 ante
el Juzgado de Instrucción Militar Nº 4, agregada a fs.
2320/2340 y declaración sin juramento ante el CONSUFA
el 13 de enero de 1987 obrante a fs. 3120/3123 de la

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causa Nº 14.217/03; 11) Declaración sin juramento de


Alberto Gabriel Vigo del 24 de marzo de 1986 obrante a
fs. 2007/13 de la causa Nº 14217/03; 12) indagatoria
de Carlos Vicente Marcote de fs. 985/89 de la causa
Gallone Nº 16.441/03; 13) indagatoria de fs. 1521/22
de la causa Nº 16.441/03 de Juan Carlos Lapuyole; 14)
Declaración de Mónica Dittmar de fojas 10 del Legajo
Nº 48 y ante el TOF N° 5 de esta ciudad, Causa ESMA
Unificada, el día 11/6/2014; 15) Declaración de
Claudia Mariana Dittmar de fojas 84/86, del Legajo Nº
48 y ante el TOF N° 5 de esta ciudad, Causa ESMA
Unificada, el día 11/6/2014; 16) Declaración de Mónica
Magdalena Dittmar de fojas 87/88 del Legajo Nº 48; 17)
testimoniales de Oscar Alberto Repossi, Carlos Oscar
Loza y Rodolfo Luis Picheni, obrantes a fojas 90/95,
97/101, 102/106 116/117, respectivamente, del Legajo
Nº 48; 18) testimoniales de Rodolfo Luis Picheni
(2/5/84, ante el juez de instrucción Juan B. Sejean;
del 30/3/84, ante el juez de instrucción Lucio Somoza;
del 12/2/87 y del 2/7/2010, ante el TOF N° 5, Causa
1270); 19) testimoniales de Oscar Alberto Repossi (del
2/5/84, ante el juez de instrucción Juan B. Sejean;
del 16/2/87; del 2/7/2010, ante el TOF N° 5, Causa
1270 y ante el TOF N° 5 de esta ciudad, Causa ESMA
Unificada, el día 23/5/2013); 20) testimoniales de
Carlos Oscar Loza (del 2/5/84, ante el juez de
instrucción Juan B. Sejean; del 30/3/84, ante el juez
de instrucción Lucio Somoza; del 12/2/87; del
27/8/2010 ante el TOF N° 5 Causa N° 1270 y del
17/7/2013, Causa ESMA Unificada, TOF N° 5); 21)
testimonial de Juliana Abriata ante el TOF N° 5 de
esta ciudad, Causa ESMA Unificada, el día 11/6/2014;
22) Testimonios de Rosa Cantarini de Abriata, obrantes
a fs. 78/82 de la causa Nº 19.300, agregada al legajo
de prueba 48; escrito de fs. 1; ratificación a fs.3 y
declaración de fs. 19 prestadas en la causa Nº 3.777;
escrito de fs. 5/9 y su ratificación a fs. 10 de la
causa Nº 511; escrito de fs. 1 y su ratificación de la
causa Nº 13.280; escrito de fs. 1 ratificado a fs. 3 y

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declaración de fs.6vta de la causa 11.564, todas ellas
agregadas al Apéndice 1 del Legajo 48, y ante el TOF
N° 5 de esta ciudad, Causa ESMA Unificada, el día
13/5/2013; 23) indagatoria prestada por Carlos
Capdevilla el 18 de mayo de 2009 en la causa n°
14.217, junto con la lista que aportara; 24)
Declaraciones de Carlos Alberto Abriata de fs. 1/ 2,
6/7 y 12 del legajo 48 de la Cámara en lo Criminal y
Correccional Federal; 25) Declaraciones de Enrique
Mario Fukman obrantes fs. 8477/8, fs. 41.414, fs.
92.664/669, fs. 96.383/96.447, fs. 96.781/96.814, fs.
110.327/329 y a fs. 125.456/458, del 13 de febrero de
1987 agregada a fs. 31/6 del Legajo 69 “Fukman,
Enrique Mario”, del 22 de julio de 1985 en la cusa 13
a fs 7.700/7.761 de la causa Nº 14.217, del 8 de
noviembre de 2007, del 23 de abril de 2010 y del 3 de
julio de 2014 en los debates orales y públicos de las
causas Nº 1238 “Febres”, Nº 1270 y ESMA unificada,
respectivamente; 26) Declaración de Mario Salvatierra
en el marco de la causa ESMA unificada, de fecha 28 de
agosto de 2014; 27) Declaración de Marta Remedio
Álvarez a fs. 92.540/92.542, del 6 de agosto de 2010
en la causa 1270 y del 25 de abril de 2013 en la causa
ESMA unificada; 28) Declaración de Andrea Marcela
Bello a fs. 92.517/92.519; 29) Declaración de Arturo
Osvaldo Barros a fs. 92.555/92.557; 30) Declaración de
Miguel Ángel Lauletta a fs. 92.548/92.552 y a fs.
59.695, del 5 de noviembre de 2010 en la causa 1270 y
del 9 de mayo de 2013 en el debate de ESMA Unificada;
31) Declaración de Carlos Gregorio Lordkipanidse a
fs. 92.561/92.563; 32) Declaración de Adriana Marcus a
fs. 35.614/35.619; 33) Declaración de Martín Tomás
Gras brindada por exhorto en la causa 13/84, agregada
a fs. 8735/48 de los autos principales; 34)
Declaración de Norma Susana Burgos de fs. 16379 de la
causa 18.918/03 del registro del Juzgado Federal nro.
12 “Walsh” (Testimonios C) parte de la causa 1270; 35)
Declaración de María Alicia Milia de Pirles del
05/08/1985, por exhorto en el marco de la causa nº

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13/84 obrante a fs. 140/7 del legajo nº 3 de la causa


761; 36) Declaración de Ana María Martí prestada vía
exhorto el 30/07/85 en Berna, en el marco de la causa
nº 13/84 junto con testimonio personal, obrante a fs.
118/23 del legajo nº 71; 37) Declaración de Mónica
Laffite de Moyano del 12 de junio de 2013 en el debate
de la causa ESMA unificada; 38) Declaración de
Graciela Palacio de Lois, del 16 de mayo de 2013 en el
marco del debate de la causa ESMA unificada; 39)
Declaración de Frida Szwargerg de Esplugas, del 14 de
noviembre de 2013, prestada en el debate de la causa
ESMA unificada; 40) Declaración de Blanca García
Alonso del 5 de noviembre de 2012 en el debate de la
causa ESMA unificada; 41) Declaraciones de Nilda Noemí
Actis Goretta del 7 de mayo de 2010 en la causa 1270 y
del 11 de diciembre de 2013 en el debate de la causa
ESMA unificada; 42) Declaraciones de Lisandro Raúl
Cubas del 30 de julio de 2010 en el debate de la causa
1270 y del 15 de abril de 2015 en ESMA unificada; 43)
Declaraciones de Rosario Evangelina Quiroga del 30 de
julio de 2010 en el debate de la causa 1270 y del 23
de julio de 2013 en ESMA unificada; 44) Declaraciones
de Ricardo Héctor Coquet del 30 de octubre de 2007 en
la causa 1238, del 5 de agosto de 20 10 en el debate
de la causa 1270 y del 23 de julio de 2013 en la causa
ESMA unificada; 45) Declaraciones de Alfredo Julio
Margari del 23 de octubre de 2007 en la causa 1238,
del 12 de mayo de 2010 en el debate de la causa 1270 y
del 28 de octubre del año 2013 en ESMA unificada; 46)
Declaraciones de Ana María Soffiantini del 13 de
noviembre de 2007 en el marco de la causa Nº 1238, del
11 de noviembre de 2010 en el marco del debate de la
causa Nº 1270 y del 12 de diciembre de 2013 en el
marco de la causa Esma Unificada; 47) Declaraciones de
Miriam Liliana Lewin del 25 de octubre de 2007 en el
marco de la causa Nº 1238,del 15 de julio de 2010 en
el marco del debate de la causa Nº 1270 y del 6 de
febrero de 2014 en el marco del debate de la causa
Esma Unificada; 48) Declaraciones de Amalia Larralde

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del 30 de octubre de 2007 en el marco de la causa Nº
1238,del 15 de abril de 2010 en el marco del debate de
la causa Nº 1270 y del 13 de febrero de 2014 prestada
en el marco de la causa Esma Unificada; 49)
Declaraciones de Silvia Labayru del 9 de junio de 2010
en el marco del debate de la causa Nº 1270 y 18 de
noviembre de 2013 prestada en el marco de la causa
Esma Unificada; 50) Declaraciones de Eva Bernst del 13
de mayo de 2010 en el marco del debate de la causa Nº
1270 y del 12 de mayo de 2014 en el marco del debate
de la causa Esma Unificada; 51) Declaraciones de
Graciela Beatriz García del 6 de agosto de 2010 en la
causa 1270 y del 29 de mayo de 2013 en el debate de
ESMA unificada; 52) Declaraciones de Pilar Calveiro
del 17 de junio de 2010 en la causa 1270 y del 3 de
abril de 2014 en el debate de la causa ESMA unificada;
53) Declaración de Maria Cecilia Ravignani del febrero
de 2015 en ESMA unificada; 54) Declaración de Horacio
Peralta del 21 de mayo de 2010 en la causa 1270; 55)
Declaraciones de Lidia Cristina Vieyra del 8 de
noviembre de 2010 en la causa 1270, del 15 de
septiembre de 2010 en el debate de la causa 1270 y del
20 de febrero de 2014 en ESMA unificada; 56)
Declaración de Carlos Benito Pajariño de fs. 244/245
del sumario militar instruido por la desaparición de
Hernán Abriata agregado al Legajo 48; 57)
Declaraciones de Beatriz Elisa Tokar del 23 de abril
de 2010 en la causa 1270 y del 12 de diciembre de 2013
en la causa ESMA unificada; 58) Declaraciones de Sara
Solarz de Ozatinzki por exhorto diplomático del 14 de
octubre de 1985 en la causa 13/84 a fs. 124/126 y fs.
127/129, ambas obrantes en el legajo 71 de “Gras
Martín Tomás”, de fs. 12.300/22 y 27.260/27267 de la
causa Nº 14.217, y del 11 de junio de 2010 en el marco
del debate de la causa Nº 1270; 59) Declaraciones de
Víctor Melchor Basterra. en la causa 18.206 “Basterra,
Víctor Melchor su querella” de fs. 101/104, aquellas
obrantes a fs. 61/87, 407 y 429/431 del legajo de
Cámara Nº 13 de Basterra,del 22 de julio de 1985 en

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causa 13/84, de fs. 8.910/36, 14501/4, 12.375/76,


11.024/025, 37.789/91, 37.792/93, 38.784, 39.261/65 y
92.520/92.526 de la causa Nº 14.217/03, del 25 de
octubre de 2007 en el marco de la causa Nº 1238, del
30 de abril de 2010 en el marco de la causa Nº 1270 y
del 29 de abril de 2013 en el marco de ESMA unificada;
60) Declaraciones de Alberto Eduardo Girondo del 1 de
julio de 2010 en causa Nº 1270 y del 15 de abril de
2013 en la causa ESMA Unificada; 61) Declaraciones de
Juan Jorge Rodríguez de fs. 710/12, de Luis Alberto
Hernández de fs. 793/5, de Jorge Oscar Soler de fs.
1521/22 y de José Luis Turón de fs. 1523, todas ellas
de la causa Gallone Nº 16.441/03.
Finalmente, resta mencionar que por
resolución de fecha 1 de noviembre de 2022, se excluyó
del debate aquellas declaraciones prestadas por el
imputado Mario Alfredo Sandoval, bajo cualquier tenor,
en las causas y documentación oportunamente ofrecidas
por las partes (artículo 356 del C.P.P.N.); como así
también, la causa n° 16.660/2009 del registro del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional nº 1,
Secretaría nº 105; las actuaciones certificadas
remitidas por el Sr. Juez a cargo del Juzgado Central
de Instrucción N° 5 de Madrid, Dr. Baltasar Garzón
Real, y el Compendio de documentos del Proceso de
Reorganización Nacional de 1976 en el que se encuentra
el Estatuto para el Proceso de Reorganización
Nacional, publicado en el B.O. del 31/03/1976
(artículo 356 del C.P.P.N.).

IV. ALEGATOS
1.- Alegato de los representantes del
Ministerio Público Fiscal

En representación del Ministerio Público


Fiscal, el Dr. Leonardo Fillipini, al formular su
alegato expresó -de inicio- que en el debate se había
acreditado el hecho descripto en el requerimiento de

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elevación a juicio. Estructuró su exposición en tres
segmentos, los elementos que durante la audiencia
habían corroborado-según su criterio- el hecho
respecto del imputado, el aspecto de la calificación
legal -esto es, el concurso real entre la privación de
la libertad ilegítima calificada y el tormento-, y
finalmente, el pedido de imposición de la pena de 20
años de prisión e inhabilitación absoluta.
Enmarcó los hechos del caso en la operatoria
del circuito represivo de lo que se conoce como la
ESMA. Repasó el tema brevemente, puesto que consideró
que no se trata de un hecho controvertido, sino de
dominio público y ya acreditado en dos sentencias
pasadas en autoridad de cosa juzgada -causas 13 y
1270-, entre otras que no tienen firmeza.
Destacó las normativas que indicaban la
posibilidad de un accionar conjunto con fuerzas de
seguridad, y, en particular, de la Policía Federal,
tal la condición del acusado, como punto de partida
para enmarcar el hecho que se discute en la actuación
represiva, a su juicio sobradamente acreditada, en las
cuales una nota distintiva era que las Fuerzas Armadas
y las de Seguridad se integraban a efectos de
desarrollar y cumplir con los objetivos de esos
procedimientos; que este accionar tuvo distintas
manifestaciones, una de las cuales es que esto implicó
en varias ocasiones la presencia de personal de la
Policía Federal Argentina en el centro clandestino de
detención ESMA, además de los distintos operativos
asociados en el marco de ese circuito represivo.
Luego, rememoró el hecho concreto en los
siguientes términos: “Hernán era estudiante de
arquitectura, estudiaba en la UBA, militaba en la
Juventud Universitaria Peronista. Tenía 24 años cuando
fue detenido, secuestrado, y se había casado
recientemente antes de su detención con Mónica
Dittmar, que declaró aquí. Lo que está acreditado es
que el 30 octubre del 76, en la madrugada, alrededor
de las 2:30, un grupo, el GT 3.3.2, con un grupo de

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personas vestidos de civil, integrantes de ese equipo,


fuertemente armado se presentó en la vivienda de
Superí2262. Las familias de Hernán Abriata y de Mónica
Dittmar convivían. Esto lo explicaron en el juicio. En
ese domicilio estaban buscándolo a Hernán Abriata.
Hernán no estaba ahí. Quien atiende es el papá de
Hernán, Carlos Abriata, "Tito" -lo mencionaron así-;
explicó que su hijo no estaba ahí, que vivía con su
pareja en otro domicilio; y fue forzado por este grupo
a indicarles dónde estaba Hernán, mientras estaba
esposado. Esto lo vieron el resto los familiares que
estaban en la casa. De este modo conduce al grupo, en
el contexto de este fuerte operativo, donde había
violencias, amenazas, con intrusión de personas
fuertemente armadas en el interior del domicilio, por
supuesto sin orden y demás, conduce el señor Abriata
al departamento de Elcano 3235, al tercer piso, donde
vivía Hernán. Tenemos este dato en particular: cuando
se presentan y preguntan quién es en el domicilio de
Elcano, Carlos Abriata dice "Soy papá", con todo lo
que eso significa para un familiar sabiendo lo que
estaba ocurriendo. Eso es lo que desencadena que abra
la puerta, las personas ingresan y lo detienen a
Hernán. Así lo contaron. Lo esposan, se lo llevan, y
sabemos que Hernán terminó cautivo en la ESMA, en
condiciones infrahumanas. Ahora lo vamos a detallar un
poco más. Con lo que se conoce en general de la ESMA,
en algún pasaje de su detención estuvo en una quinta
también o en algún lugar similar a una quinta, pero
seguro en la ESMA, donde varias veces fue golpeado.
Esto lo contaron compañeros de cautiverio. Y lo que
sostiene la Fiscalía es que está probado que en todo
ese operativo -Hernán, por supuesto, continúa
desaparecido hasta hoy, a pesar de los esfuerzos de
búsqueda de la familia- entendemos que participó el
acusado en el contexto general que describimos, en
todo este hecho que afectó a Hernán de modo directo, y
a toda su familia por supuesto también”.

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A continuación, el Fiscal se refirió al
testimonio de Mónica Dittmar, “que declaró que ella
también tenía 24 años, que estaba con Hernán durmiendo
cuando sintieron que golpean la puerta. Ella refiere
que estaba en el domicilio de Elcano, de la calle
Elcano. Esto yo lo contaba: "Soy papá", Tito, Carlos
Abriata. Abren, entonces, entran estas personas, lo
llevan a Hernán -cuenta Mónica- a otra habitación.
Tito estaba vendado y esposado en esta circunstancia,
atrás de estas personas. Todos de civil entraron
armados. La situación la describió, por supuesto, como
muy amenazante, que se sentía totalmente vulnerada en
ese contexto, en camisón, descalza, temblando de
miedo. Le taparon el rostro a ella en algún momento
con una prenda para vestir y la ubicaron en una
esquina junto a su suegro. De lo que puede escuchar, y
en ese momento, ve que hay una persona. Indicó que uno
de los integrantes del operativo”.
Al respecto, el Fiscal destacó que el hecho
tal como fue relatado en el requerimiento, se
encuentra respaldado, entre otras pruebas, de modo
contundente por el testimonio de Mónica Dittmar.
Resaltó otros pasajes de su testimonio:
“Quizás en este punto, cuando ella es corrida con el
padre acostado, escucha que en la otra habitación le
dicen a Hernán, a su esposo, "Sabemos que estás en la
joda". "Ya nos dijeron en Arquitectura...". Esta,
palabras más, palabras menos, era la forma en la que
era increpado. Y que ella ve... Entonces, lo llevan a
Hernán, lo lleva la persona que ella después
identifica como el acusado; y una vez que ya Hernán no
está en el lugar, esta persona vuelve, se presenta del
modo en que lo había dicho, identificándose como
entendemos quien aquí está acusado, y le dijo, al
devolverle un reloj que le habían sacado a Hernán o
que tenían, "Tome, tenga esto, para que después no
digan que robamos cosas". Eso lo contó aquí. Cuando
pudo reaccionar, bueno, fue a Superí, volvió a la casa
donde estaba el resto de la familia, y un poco

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rememoraron cada uno su parte, pusieron en común lo


que había ocurrido, y prácticamente desde ese momento
empiezan las gestiones y la preocupación familiar
respecto al destino de Hernán. Más adelante -esto lo
recordamos- recibió en algún momento, en la farmacia
familiar, Farmacia Firpo, una carta entregada por
alguien que había dicho ser guardia, y
subrepticiamente les entregó una carta de Hernán,
donde les contaba que estaba bien, y ellas les dieron
algunos elementos de higiene o de farmacia, un poco a
pedido de este guardia. Y también recordaron en algún
momento que habían recibido llamados telefónicos de
Hernán en la farmacia donde este, según lo contó,
intentaba transmitirles tranquilidad, les decía que
estaba vivo, con esa posibilidad de contacto, pero que
no le podía entregar muchas más precisiones, si bien
les decía que estaba bien”. Ello, traído a colación
por la Fiscalía para dar una dimensión del sufrimiento
familiar y desde esta posibilidad tenue de contacto
que tuvieron, lamentablemente, entre los últimos,
hasta la desaparición.
Mencionó el Fiscal, respecto del componente
persecutorio, que había un eje vinculado a la
participación política en Arquitectura que podía tener
Hernán. Por último, recordó también -porque uno de los
ejes es el pasaje por la ESMA- que ella en alguna
visita posterior, bastantes años después, encontró esa
inscripción que decía "Mónica te amo. HA", y que contó
aquí con emoción que reconoció o inmediatamente supo
que eso era un mensaje de Hernán. "No podía ser otro",
dijo ella.
Respecto del testimonio de la hermana de
Hernán, Juliana Abriata, la Fiscalía se remitió a los
trazos gruesos del testimonio: “un operativo de
magnitud, primero en Superí y luego en la calle
Elcano. Ella tenía 18 años. Recordó también las ropas
de civil, la parafernalia, las armas, el movimiento
agresivo, la sensación de amenaza. Dijo "Estaban
fuertemente armados", "No exhibieron órdenes para

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entrar" y demás”. De ello, resaltó que en algún
momento ella escuchó la expresión "Aquí ESMA" y
escuchó también el apodo "Serpico" -esto lo contó
Juliana- entre los participantes de este operativo.
Dijo que ella estuvo un tiempo fuera de la casa
durante el operativo y que luego los hicieron pasar.
Que ahí vio que su papá, Carlos Abriata, estaba
esposado, que los tenía relativamente enfrente, y ve
que una persona se identificó con una credencial que
le exhibió como el subinspector Mario Sandoval, de
Coordinación Federal. Esto antes de que llevaran luego
a Carlos Abriata a conducirlos al lugar, al domicilio
de Elcano. Con posterioridad al hecho, un poco porque
ella refirió, al igual que otros familiares, que
Carlos Abriata tenía contacto con elementos de las
fuerzas de seguridad y armadas, y que intentó hacer
algunas gestiones, un poco en esos idas y vueltas le
fue sugerido fuertemente que escapara, que también
podía correr ella misma peligro, y contó entonces cómo
Juliana casi inmediatamente se fue a Brasil, y que lo
que supo de las indagaciones posteriores de su grupo
familiar lo supo siempre a través de su mamá, mantuvo
el contacto, pero básicamente intentó preservar su
propia vida. Declaró también la hermana de Mónica,
Claudia Dittmar. También fundamentalmente en torno al
operativo de Superí, que es donde estaba. Ella tenía
entonces 17 años. Contó bastantes detalles del
operativo, que lo recordaba con un poco más de
minuciosidad. Lo mismo, recordó que Tito estaba
franqueado por policías, que le preguntaban
insistentemente por Hernán, y que vio a uno de ellos
exhibir una credencial. Ella pudo ver ese momento de
la exhibición de la credencial. Esto lo dice también
Claudia Dittmar. Luego a Tito lo llevan a domicilio de
Hernán y luego se quedan en la casa. Describió a
algunas personas en el operativo y demás, pero más
allá las descripciones creo que es bastante
contundente alguno de los apodos que recordó de cómo
estas personas se trataban entre sí, de los agresores.

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Mencionó a "Halcón", "Serpico", "Luigi" y "Gordo". Si


bien dijo que no recordaba a quién correspondía cada
uno, esos son los nombres que escuchó en algún
momento”.
Al respecto, el Fiscal adelantó que esta
información en torno a estos apodos que dio la familia
y demás se vio corroborada en todos los casos, con
independencia de la situación del acusado aquí, estos
otros apodos y nombres que todo el grupo familiar
identificó y recordó de aquel momento, en otros
procedimientos efectivamente se fue verificando que
correspondían a integrantes del Grupo de Tareas.
Luego aludió al testimonio incorporado debido
a su condición y avanzada edad de la mamá de la
víctima, Rosa Gertrudis Cantarini de Abriata, quien
contó los operativos, un poco la misma dinámica.
Nuevamente, el Fiscal se remitió a la prueba
para apuntar a “lo significativo fue que en todas sus
intervenciones previas ella nombró a Sandoval, de
Coordinación Federal, como uno de los responsables del
secuestro. Contó luego las noticias que recibía de
Hernán y todo el rosario de acciones que la familia
intentó en pos de dar con su paradero, infructuosas
lamentablemente. Cartas al Vaticano, al Ministerio del
Interior, diligencias y demás. Dijo también que
continúa esperando justicia respecto a la suerte de su
hijo desaparecido.
Se refirió también al testimonio del padre de
Hernán, Carlos Abriata, quien falleció, y dio cuenta
de los procedimientos en el domicilio de Superí, como
así también el que se efectuó en el de la Av. Elcano.
“También participó en las denuncias. Hay una
investigación judicial en algún momento y quien
formula esta denuncia es él. Y un poco, de alguna
manera, explicó que no tenía cabal conciencia de la
magnitud de lo que significaba ese operativo en aquel
momento; que de alguna forma fue tomando conciencia
con el tiempo, y por supuesto con lo infructuoso que
resultaron los muchos intentos de la familia. Denunció

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también cuáles eran los objetos que se habían robado
de la casa y, en forma coincidente con los otros
relatos, la mención al acusado Sandoval, de
Coordinación Federal, como la persona que se presentó
en el operativo y que lo interrogaba respecto de su
hijo. También recalcó, por último, los esfuerzos que
intentó canalizar a través de las conexiones que
tenía, de conocidos, familiares y demás, y el modo en
que esto fue infructuoso”.
En cuanto a que Hernán fue llevado a la ESMA,
el Fiscal sostuvo que se encontraba acreditado, además
de la inscripción a la que se refirió su esposa y
otros elementos, por el testimonio de personas que
compartieron cautiverio con él: “En particular, por
ejemplo, Carlos Loza compartió cautiverio con Hernán
Abriata desde el 22 de diciembre del 76 hasta el 1° de
enero del 77. Loza dijo que fue privado de la libertad
el 16 de diciembre del 76 junto con otras personas,
llevado a la ESMA, y permanecieron cautivos en
distintos sectores hasta que el 22 de diciembre fue
llevado a Capuchita, donde compartió cautiverio con
"un joven" -dijo- que luego supo era Hernán Abriata.
Explicó que en el altillo de la ESMA -esto también un
poco es conocido en cuanto a la dinámica del lugar-
había ocasiones en las que podían hablar. Contó un
poco la crueldad del momento. Dijo que eran siete al
momento que conoció a Hernán y que a uno lo habían
molido a golpes y a patadas al lado de ellos. En estos
ideas y vueltas con Hernán, Loza dice que en algún
punto Hernán le había dicho que en algún pasaje había
estado en una quinta, en cautiverio en una quinta. Lo
que está claro es que, sin perjuicio de ese pasaje,
Loza lo ve en la ESMA, en una situación indudablemente
asociada al conocido sector de Capuchita. Es evidente
que allí se encuentran. También recordó que un par de
veces lo llevaban a Hernán a interrogarlo, que le
pegaban, y en general las condiciones de detención,
sobre las que no me voy a detener porque son conocidas
en torno a la mala alimentación, la falta de higiene,

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condición de hacinamiento y demás. Loza, en


particular, contó por ejemplo que había bajado de peso
y demás. Un día -dijo- finalmente los guardias lo
encontraron hablando, lo llevaron a Capucha, y al
volver, el 6 de enero, Hernán ya no estaba. Eso fue lo
que contó Loza, que en definitiva sería el último
momento en el que lo vio. A Loza lo sueltan ese día
por la noche y con el tiempo se acercó a la farmacia
Firpo, de la familia, contactó a la familia y recordó
ese diálogo que había tenido en el cautiverio con
Hernán, cuando él les dijo "Yo soy un preso como
ustedes y a ustedes los van a liberar porque tienen
capucha blanca". Loza recordó en particular ese
momento y que contó cómo para él y para los otros
cautivos eso había sido una especie de voz de aliento,
el escuchar en palabras de otro detenido esa
explicación sobre la posibilidad que existía de la
liberación, lo que por cierto en el caso de Loza
terminó ocurriendo”.
También citó el testimonio de otra persona
cautiva, contemporánea a ellos y coincidente esto con
el testimonio de Loza, Oscar Alberto Repossi, quien
“relató las circunstancias de su traslado y demás. Y
del mismo modo dijo que en Capuchita conoció a un
joven que supo, con el tiempo, que era Hernán Abriata.
Recordó que a Hernán lo llevaron varias veces a
declarar, porque Hernán contaba cuando volvía de los
interrogatorios. Le pegaban terribles palizas, dijo, y
relató las condiciones del lugar en un sentido similar
al de Loza y al que es conocido en cuanto a las
paupérrimas condiciones. Dijo "La tortura era física y
también moral". Fue liberado la misma noche que los
otros del grupo, como los demás, y recordó ese mismo
episodio. En palabras de él, dijo "Hernán les comentó
'Muchachos, ustedes se van. Su capucha dice 'Posible
franco'". Esta misma anécdota respecto al momento de
la liberación. Por el fallecimiento de otros testigos
o a través del mecanismo de las reglas prácticas que
habilita la Acordada, se incorporaron otros

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testimonios que dan cuenta del mismo pasaje de Hernán
por la ESMA. Los menciono sucintamente: Rodolfo Luis
Picheni*... “.
El Fiscal se remitió a ellos, porque en
general, en lo sustancial, es lo mismo que venía
diciendo, solo mencionó los testimonios de Dante
Barcos, Luis María Salvatierra, Mónica Laffitte de
Moyano, Graciela Palacio de Lois, porque de un modo u
otro todas estas personas, en cautiverio en la ESMA,
supieron o coincidieron en algún momento con Hernán en
Capuchita y daban cuenta de que esa afirmación del
requerimiento de elevación a juicio está sobradamente
acreditada.
En cuanto a la privación de la libertad y el
cautiverio en la ESMA de Hernán, así como los
tormentos, el Fiscal afirmó que fueron ventilados en
otros juicios orales que no tienen sentencia firme
igual. En las causas que son conocidas como "ESMA
Unificada" y "ESMA IV", que a veces se la conoce como
"Cabral".
Expresó respecto de este tramo fáctico de la
reconstrucción, que existían una serie de documentos
que lo avalaban, como así también respaldaban los
dichos de los testigos y algunas de las cuestiones que
ellos fueron relatando en sus testimonios, de los
cuales, solo hizo un repaso conciso, a saber: el
Legajo CONADEP 1.163, que es el que corresponde a
Hernán Abriata; el Legajo de Prueba 48 de la Cámara
Federal, con todos los anexos y agregados, que dan
cuenta también de la búsqueda de la familia, etcétera,
etcétera; el Legajo de Prueba 700, que contiene a su
vez al Legajo 4.139 de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos; el informe de Arqueología y
Conservación de la Dirección Nacional de Sitios de
Memoria, de julio de 2017, relativo a la inscripción a
la que aludió Mónica Dittmar en el interior de la
ESMA; fotografías que remitió el Archivo Nacional de
la Memoria respecto a las mismas inscripciones; y la
documentación del archivo de la ex DIPPBA, la

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Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos


Aires.
Al abordar la responsabilidad del acusado en
el hecho, pasó a revisar más detenidamente aquellas
cuestiones que surgían, en principio, de su legajo, de
otras constancias documentales y demás elementos de
prueba. A tal fin, concedió la palabra a su colega, la
Dra. Obetko.
Así, la representante del Ministerio Público
Fiscal, respeto de Mario Alfredo Sandoval, manifestó
que surgía de su legajo que ingresó como cadete en la
Policía Federal en el año 1971. Sin perjuicio de ello,
ya se desempeñaba en la institución desde el año 1967
como auxiliar séptimo de correo. En el año 1972 fue
destinado a la Comisaría 3 de esta Ciudad, y luego, en
enero de 1975, con el grado de subinspector, pasó a
desempeñarse en la Superintendencia de Seguridad
Federal, específicamente en el Departamento de Asuntos
Políticos. Allí se desempeñó hasta septiembre del año
1979, cuando se ordena su pase a la delegación de
Resistencia. En esta delegación, de todos modos,
prácticamente no prestó servicios. Conforme surge de
la foja de conceptos del año 79, en esa delegación
prestó servicios tan solo 9 días y permaneció
residiendo en Capital Federal gozando de licencias
médicas prolongadas, otorgadas en su mayoría por los
médicos del Hospital Churruca. Por Resolución
696/1983, Sandoval pasó a situación de retiro
obligatorio. Y luego de su retiro fue ascendido en dos
oportunidades: a inspector, conforme Resolución
1.192/84, y luego a subcomisario, por Resolución
203/99. En el año 85, solicitó autorización para
residir en el extranjero, la que fue concedida por un
año, y en abril del año 86 nuevamente volvió a
solicitar autorización para residir en el extranjero,
esta vez por 10 años, que también fue concedida, y
luego una prórroga más por 10 años.
Señaló que más allá de estos registros
obrantes en su legajo, la acción de las Fuerzas

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Armadas y de Seguridad se desarrollaron bajo la
premisa de accionar conjunto y dentro de ese marco, la
Superintendencia de Seguridad Federal fue el organismo
encargado de proveer personal al Grupo de Tareas
3.3.2.
En esta dirección la Dra. Obetko expresó:
“estas circunstancias las tenemos acreditadas, en
primer lugar, por la propia misión que tenía la
Superintendencia de Seguridad Federal; esto es,
realizar por sí o en coordinación con otros organismos
nacionales, tareas conducentes a contrarrestar la
acción de los grupos subversivos de potencias
extranjeras o personas que constituyan una amenaza
para la seguridad del Estado. Esto es el artículo 744
del Decreto 6.582 del año 1956. Por su parte, el
informe "Nunca más" de la CONADEP, en el año 74,
concluyó que la Superintendencia de Seguridad Federal
tuvo una labor preponderante en lo que fue la lucha
contra la subversión y a su vez también concluyó que
aportaba personal a otros grupos de tareas
intervinientes en la represión, y específicamente cita
el operante en las dependencias de la Escuela Mecánica
de la Armada, el Grupo 332. En similar sentido, en
causa 13, luego en causa 1223 del registro de este
Tribunal, conocida como "Masacre de Fátima", y luego
en la causa 2108, conocida como "Coordinación
Federal", de registro del TOCF 6, también se tuvo por
probado que la Superintendencia de Seguridad Federal
tuvo una labor preponderante en lo que fue la lucha
contra la subversión. También sabemos que la
Superintendencia de Seguridad Federal constituyó uno
de los servicios de inteligencia del Comando General
del Ejército, esto fue dispuesto por la directiva 175,
anexo 1°, y dentro de la estructura de Coordinación
Federal o Superintendencia de Seguridad Federal, las
direcciones de operaciones de inteligencia tuvieron un
rol protagónico en lo que fue la llamada lucha contra
la subversión. Además también está probado que dentro
de las instalaciones de la Superintendencia de

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Seguridad Federal funcionó un centro clandestino de


detención. Pero, además, el hecho de que la
Superintendencia de Seguridad Federal fuera la
encargada de proporcionar personal al Grupo de Tareas
332 de la ESMA está acreditado por la presencia
efectiva de policías que formalmente se desempeñaban
en la Superintendencia de Seguridad Federal pero en
realidad prestaban funciones en el Grupo de Tareas de
la ESMA. Vamos a mostrar ahora, por ejemplo, los
legajos del personal que figuraba administrativamente
en la Superintendencia de Seguridad Federal pero que
está acreditado que integraban el Grupo de Tareas. Por
ejemplo, ahí estamos viendo el legajo de Juan Carlos
Fotea, alias "El Lobo". Estuvo prófugo, fue
extraditado de España y fue condenado en las causas
1270, que se encuentra firme, y ESMA unificada, y
figura prestando servicios en la Superintendencia de
Seguridad Federal en septiembre del 76 hasta el año
81. También Ernesto Frimón Weber, alias "220",
subcomisario, figura desempeñándose
administrativamente en la Superintendencia de
Seguridad Federal en el año 78. Sin embargo, prestó
servicios en el Grupo de Tareas desde el año 76. Esto
está probado en causas 1270 y ESMA unificada. El
agente Raúl Armando Cabral, alias "Tiburón", también
figura formalmente prestando servicios en la
Superintendencia de Seguridad Federal y fue condenado
a prisión perpetua en la causa que lleva su nombre
"Cabral", causa 1891. Otro caso es el subinspector
Roberto Óscar González, que se encuentra prófugo y
está en trámite su extradición, también figura
prestando servicios en la Superintendencia de
Seguridad Federal y fue integrante del Grupo de
Tareas. El agente Pedro Osvaldo Salvia -estamos en la
misma situación- también se encontraba prófugo y
falleció antes de ser extraditado. Y Juan Carlos
Linares, alias "El Gordo Juan" o "Juan Carlos", que
según su legajo se desempeñó en el Departamento de
Asuntos Políticos al igual que el acusado, en la

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Superintendencia de Seguridad Federal, a partir de los
años 75 y 76, también se encuentra prófugo y aún no se
ha logrado dar con su paradero. Todos estos legajos
por supuesto han sido incorporados por lectura, sus
copias se encuentran agregadas a la causa 1271, que es
conexa a la causa 1270. En definitiva, concluimos que
personal de la Superintendencia de Seguridad Federal
integró el Grupo de Tareas 332 de la ESMA, que la
Superintendencia de Seguridad Federal fue un organismo
sustancialmente vinculado con la represión y allí se
desempeñaba el acusado. Por su parte -como dijimos-,
el destino formal del acusado era el Departamento de
Asuntos Políticos de la Superintendencia de Seguridad
Federal. Este Departamento, al igual que los otros que
componían la Superintendencia, era una entidad con
importantes funciones en el marco de la llamada lucha
contra la subversión. Su función reglamentaria era
realizar tareas de búsqueda de información sobre
actividades de personas o de grupos en el campo
político nacional a fin de prevenir toda circunstancia
o conducta que atentara contra la seguridad del
Estado, la seguridad pública o el orden público,
adoptando incluso las medidas de represión cuando
legalmente correspondiere. Artículo 754 del Decreto
6580. Por su parte, el Departamento de Asuntos
Políticos en el año 76 dependía orgánicamente de la
Dirección de Operaciones e Informaciones, a cargo de
Carlos Vicente Marcote, alias "El Lobo", y a partir
del año 1977 dependió de la Dirección de Inteligencia,
a cargo de Juan Carlos Lapuyole. Ambas direcciones y
ambas personas que estuvieron a cargo de estas
direcciones tuvieron una labor protagónica en la
llamada lucha contra la subversión. Lapuyole fue
condenado a cadena perpetua en la causa conocida como
"Masacre de Fátima" -que acabamos de citar- y Carlos
Vicente Marcote fue imputado por el Juzgado Federal 3,
Secretaría 6, pero falleció sin ser juzgado. Ahí
estamos viendo la orden reservada N° 13 del año 75,
marzo del 75, que crea la Dirección de Operaciones e

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Informaciones y pone bajo su órbita de competencia al


Departamento de Asuntos Políticos. Por su parte, con
las declaraciones incorporadas por lectura del
personal que se desempeñó en ese departamento
contemporáneamente a los hechos, las declaraciones de
Juan Jorge Rodríguez, Hernández, Soler, Turón, incluso
las declaraciones indagatorias de Juan Carlos Lapuyole
y Carlos Vicente Marcote, incorporadas por lectura, se
tiene por acreditado que el Departamento de Asuntos
Políticos tenía tareas de inteligencia y también en su
seno existían brigadas que procuraban información y
realizaban tareas operativas. Incluso los oficiales
Turón* y Soler que el acusado nombró como parte de su
entorno laboral inmediato reconocieron que uno de los
jefes de los departamentos era Marcote, que en el
propio edificio de la Superintendencia de Seguridad
Federal había detenidos y la existencia de brigadas
que detenían personas. En este marco y por su
desempeño en el Departamento de Asuntos Políticos,
dependiente de la Dirección de Operaciones de la
Superintendencia de Seguridad Federal, Sandoval fue
calificado con las más altas notas durante los
períodos que se desempeñó en ese departamento. Allí
tenemos la foja de concepto correspondiente al año 75-
76, donde se destaca su notable adaptación a las
tareas que se le asignan, constituyéndose en un
oficial útil para la especificidad que requieren sus
servicios. Los conceptos por los cuales el acusado fue
calificado con sobresaliente y excelente en todos los
ítems son conocimientos profesionales, competencia,
dedicación, actitud para el mando, conducta. En el año
77 y 78 se destaca la aplicación evidenciada en tareas
de suma responsabilidad. Su dedicación y empeño
constante en misiones específicas de todo tipo y la
natural competencia puesta en evidencia lo señalan
como un elemento de suma importancia. Cabe destacar
que en su calificación de fojas 75-76 se destaca su
personalidad definida y firme. Y al final de la foja
se destaca que es apto para el ascenso por ser un

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elemento de valía para el Departamento. Esta foja de
conceptos está suscripta por Carlos Vicente Marcote.
Pero más allá de estas calificaciones, existen otros
elementos, otras pruebas muy concretas en su legajo
acerca de las reales tareas que realizaba el acusado.
En primer lugar, en la foja 36 de su legajo se puede
observar que existe una recomendación por operativos
antisubversivos. Esta recomendación es del 17 de
noviembre de 1976. La fecha es casi contemporánea al
secuestro de Hernán Abriata, que recordemos había sido
el 30 de octubre de ese mismo año. Lamentablemente se
desconocen los motivos por los cuales se otorgó está
recomendación, ya que el expediente que dio origen a
esta recomendación, el expediente letra P-266526, pese
a los pedidos de las distintas instancias judiciales,
no pudo ser hallado. Esto se acredita con la nota de
fecha 13 de junio del 2011, dirigida al Juzgado
Federal 12, a cargo en ese momento del juez Torres, y
con fecha 28 de febrero a este Tribunal, donde el
Ministerio de Seguridad informa que no obran
constancias del expediente mencionado. Sin perjuicio
de que no se conocen los motivos de esta
recomendación, sí podemos concluir que se trató de un
operativo de importancia, toda vez que se otorgó por
actos de arrojo, abnegación, valor u otras
calificaciones semejantes realizadas con riesgo
personal real y evidente, esto es el artículo 253,
inciso 1°, del Decreto 6580, por medio del cual se
otorga la recomendación. Otros integrantes del Grupo
de Tareas que se desempeñaban en Superintendencia de
Seguridad Federal y que formaban parte del GT
recibieron recomendaciones similares, por ejemplo,
Salvia, Cabral y Fotea. Por su parte, también en el
año 76, el acusado realizó un curso antisubversivo en
el mes de agosto y en el mes de septiembre un curso de
informaciones. Eso surge de las fojas de concepto del
acusado correspondiente al año 76-77. Otro elemento de
prueba relevante que aparece también en una carpeta
anexa a su legajo es el trámite de una sanción que le

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fue impuesta al acusado de 20 días de arresto por el


jefe del Departamento de Asuntos Políticos, elevada a
25 días por el jefe de la Dirección de Inteligencia y
confirmada por el entonces jefe de la Superintendencia
de Seguridad Federal, coronel Alejandro Agustín Arias
Duval. En este expediente obra un recurso formulado
por el acusado para que la Superioridad revise la
sanción y la deje sin efecto. Allí se manifiesta que
el acusado no participó, salvo los casos autorizados,
de operaciones con personal de las Fuerzas Armadas y
que había cumplido todas las directivas de tipo
reservado con la voluntad de alcanzar el fin que esas
órdenes se proponían. En este expediente tampoco obran
los motivos por los cuales se impuso la sanción, pero
se explicó sin eufemismos que estas no se consignaban
en razón de la especificidad de las tareas
desarrolladas por el Departamento de Asuntos
Políticos, amparadas por el libro "Quinto Secreto" del
Decreto Ley 6580, y que Sandoval tuvo conocimiento de
las órdenes verbales y precisas instrucciones de la
Superioridad que, por tratarse de directivas de tipo
reservado, le fueron impuestas de esa forma. Aquí no
podemos dejar de soslayar que un rasgo característico
de la represión ilegal probado en Causa 13, en el
capítulo 20 "Plan Sistemático", fue justamente la
transmisión verbal de las órdenes vinculadas a la
represión clandestina. En otra carpeta anexa a su
legajo, también encontramos otro reclamo del acusado.
Esta vez se trata de un recurso de reconsideración por
la calificación que le había sido impuesta por la
Junta de Calificaciones del año 79. Y allí el imputado
menciona que nunca fue advertido por sus superiores,
que no tuvo sanciones disciplinarias con excepción de
la del año 79 y que siempre fue designado para "tareas
de gran importancia para la institución, las que en su
gran mayoría importaban un desapego total de mi
familia y un riesgo evidente sobre mi integridad
física". Nuevamente aquí vemos la mención a tareas de
gran importancia para la institución que no pueden

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tener otro significado claramente que aquellas
relativas a la represión ilegal. Luego advertimos
ciertas desprolijidades y omisiones en su legajo. Por
ejemplo, en la foja de calificaciones del año 1980,
que fue recibida en el Tribunal y se encuentra
agregada al LEX, se consignó en el anverso de la foja
una condena a 5 años de prisión y 10 años de
inhabilitación por el delito de apremios ilegales. Por
sentencia que en esa oportunidad estaba apelada. No
obstante este registro, no consta entre sus
antecedentes ni en su legajo, tampoco se dejó
constancia del número de causa ni la carátula, ni el
juzgado interviniente. La única mención que observamos
a esta condena es la obrante en esta foja de
calificación. Otra cuestión relevante es que de su
legajo se han arrancado las fotos correspondientes a
enero y septiembre del año 76 y julio del 77, que
darían cuenta del aspecto físico del imputado o del
acusado ya en esta instancia al momento de los hechos.
Finalmente queremos hacer mención a dos cuestiones
más. Ya dijimos que en el año 85 el señor Sandoval
solicitó autorización para residir en el extranjero al
jefe de la Policía Federal por un año. En esta
solicitud, el acusado refirió que no podía dar lugar
de residencia ya que realizaría cursos de estudio en
Estados Unidos y en Europa. Al año siguiente, y con
motivo del pedido de prórroga de esa autorización para
residir en el extranjero, el acusado aportaría un
domicilio falso en Estados Unidos. Y esto lo tenemos
acreditado a través de una nota que se agregó en el
expediente 7.988, que se instruyó con motivo de la
denuncia de Mercedes Cordero, donde Interpol usa... A
raíz de los pedidos de búsqueda que estaba realizando
el juez en ese momento con respecto al acusado,
Interpol informa que el domicilio aportado por el
acusado en su momento a la Policía Federal no existía.
Esta constancia obra a fojas 110 de esa causa. Y luego
informa que el acusado tampoco había ingresado de
manera legal a ese país. Finalmente a través de un

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expediente administrativo la Policía Federal también


inició un proceso para deslindar responsabilidades por
el domicilio falso suministrado. En síntesis, como
vemos, existen en el legajo errores, faltantes,
inconsistencias que incluso sugieren una actitud
elusiva del acusado en los primeros años de
democracia. Ahora bien, cuando el acusado prestó
declaración indagatoria dijo que su función se
limitaba a redactar informes de artículos
periodísticos y que no sabía que personal de la
Superintendencia de Seguridad Federal se encontraba
abocado a la llamada lucha contra la subversión. Sin
embargo, como acabamos de ver, estas circunstancias no
se encuentran reflejadas en su legajo ni en el resto
de la prueba que se produjo en el debate. Incluso,
debemos destacar que en el año 1975, e invocando el
Estado de sitio vigente, el acusado realizó un
allanamiento vinculado a actividades reprimidas por
Ley 20.840, un allanamiento en la provincia de Buenos
Aires donde procedió a inspeccionar un domicilio y
secuestrar documentación vinculada a la organización
Montoneros. Como vemos, esta actividad del imputado en
el año 75 se encuentra acreditada y resultaría
irrazonable pensar que a partir del año 76, luego del
Golpe de Estado y en los años más duros de la
dictadura, sus funciones se limitaran a la redacción
de informes, que de todas formas consideramos que de
ser así su objeto y su fin era el de servir como
insumo a la actividad represiva”.
Así las cosas, la parte acusadora continuó
diciendo quedicha pluralidad de elementos que surgían
de las constancias documentales del legajo y los
anexos, y vinculadas con otras constataciones,
ubicaban a la persona acusada en una institución
comprometida con la actuación represiva, con actuación
operativa incluso antes del golpe de Estado, con
vínculos, físicamente ubicado en un lugar además donde
había detenidos. Además, de ello existían otras

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pruebas que lo vinculaban más directamente, por si
ello no bastara.
Entendió que han aparecido más elementos,
incluso en este juicio, que permitían afirmar la
acusación respecto del vínculo que tenía el acusado
con el Grupo de Tareas y, en particular, la amistad
que tenía el acusado con Juan Carlos Linares que, como
incluso durante una testimonial tocó recordar en plena
audiencia, se encuentra prófugo, a quien conoció
porque ambos revistieron formalmente en el
Departamento de Asuntos Políticos de Superintendencia
desde el 75, incluso el señor Sandoval tenía un cargo
superior, era subinspector, Linares agente. Resaltó lo
de la membresía formal en esa Superintendencia por lo
que su colega demostró respecto de otros integrantes
en los que ya está acreditado en plurales procesos
judiciales que la membresía formal en una dependencia
no implicaba la ausencia de responsabilidad por la
participación de acciones represivas y que en
particular la misma dependencia de la que se habla acá
es la que proveía en este accionar conjunto de agentes
y elementos para la llamada lucha contra la
subversión. Agregó que Linares era un activo miembro
del GT3.3.2, individualizado desde las primeras
denuncias de los sobrevivientes de ese centro
clandestino de detención. Ya en 1984 estos apodos de
"Gordo", "Juan Carlos", así se lo conocía en la ESMA,
habían sido señalados por varias víctimas.
A su vez, señaló los testimonios de Norma
Susana Burgos, cuando declaró en la Embajada Argentina
en Madrid el 27 de marzo del 84, Víctor Basterra en la
CONADEP el 30 de mayo del 84, Andrés Castillo ante la
CADU en febrero del 82, Martín Tomás Gras en Madrid en
el 80, incorporados por lectura daban sobrada cuenta
del lugar de Linares en la actuación represiva: “La
acción de Linares en el Grupo de Tareas comenzó a
principios del 76, por ejemplo, con el secuestro del
testigo Buzzalino, entre otras actividades. Buzzalino
uno de los testigos que declaró aquí, lo narró él

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mismo. También el de Marta Álvarez, por ejemplo, cuyo


testimonio se incorporó por lectura, de junio, mitad
del 76. Y una de las primeras imputaciones que tuvo
Linares es en la causa donde se investigó el homicidio
de Elena Holmberg, el del 20 de diciembre del 78. Más
tarde, incluso luego de la reapertura de los juicios,
a partir de la Ley 2003 y fallos (...) y compañía, fue
imputado Linares y declarado rebelde en otras causas
también vinculadas con el circuito represivo de la
ESMA, por ejemplo, el homicidio de Rodolfo Walsh o la
participación en los secuestros que se conocen como el
de la iglesia de la Santa Cruz. Digamos, esta es la
persona que tenía amistad y membresía formal y que
compartía funciones con el acusado aquí. Justamente
esta amistad en particular además aparece reflejada en
el trámite de la causa Holmberg. No sólo, pero aparece
en la causa Holmberg. En agosto del 83 el juez a cargo
de esa instrucción citó a Linares a declarar en los
términos del 236 del ritual de entonces, y le
encomendó a la Policía Federal dar con el paradero de
Linares. El 14 noviembre del 83 el jefe de la División
Homicidios de la Policía Federal, Nelson Corgo,
informa al juez sobre las diligencias vinculadas al
paradero de Linares, dice que luego de una compulsa
minuciosa en los archivos policiales estableció que
había dos domicilios que podían ser el de Linares, uno
de los dos domicilios de Linares que informa División
Homicidios es Agüero 750/54, planta baja, 6. ¿Y qué
dice Corgo? Bueno, que ahí vivía, al hacer el intento
de dar con el paradero de Linares, el acusado aquí.
Por cierto, ese inmueble además efectivamente es de
propiedad de Linares, no sólo donde constaba que
moraba sino que él es el titular dominial o era en su
momento de ese inmueble. Y surge también entonces, en
la causa Holmberg, en el marco de estas
averiguaciones, sí, la coincidencia en el destino de
Sandoval, que habría prestado servicios del 75 al 79
en un área de la Superintendencia de Seguridad Federal
y que había conocido a Linares por razones de trabajo,

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entablando una amistad, cito textual, "de tal grado
que Linares terminó prestándole su departamento en
forma gratuita y sin contrato desde fines del 82".
Entonces, ¿qué es lo que revela la causa Holmberg? Que
Linares, que es esta persona que detallamos aquí, hoy
prófugo, por la amistad... o tenía una amistad de
grado tal con el acusado aquí que llevó a que le
prestara su departamento a título gratuito al acusado
aquí. ¿De dónde surgía esta amistad o parte de ella,
dónde se había fomentado? Bueno, donde ambos
trabajaban. Era una amistad laboral o nacido al abrigo
del trabajo. Es decir, en esa membresía formal que
ambos tenían en Coordinación. En este punto, le toca a
esta parte también llamar la atención sobre un pasaje
de la indagatoria, cuando fue interrogado el señor
Sandoval acerca de las personas que conformaban su
cotidianeidad laboral nombró a algunas que ya
referimos en tramos anteriores de este alegato y
ostensiblemente no nombró nunca a Linares. Por cierto,
tampoco aportó, ni entonces en la causa Holmberg ni lo
ha hecho ante el pedido de captura vigente respecto de
Linares, ningún dato, ni del paradero, ni manifestado
ningún elemento que lo asocie o que permita dar cuenta
de esta relación que, repetimos, para esta parte está
probada. En su momento dijo que no tenía comunicación
y que los contactos se daban -y esta es la
explicación, y que también se ventiló en esta
audiencia- a través de los pagos que hacía a manera de
una suerte de obligación natural, en concepto de
agradecimiento, a favor de Linares en el estudio del
también testigo aquí doctor Marcelo Gottifredi. Por
cierto, un detalle -después volveré sobre esto-,
cuando le preguntamos al doctor Gottifredi, aclaró
sobre el final de su mención -después volveremos sobre
esto- que los pagos los recibía él. En ausencia de
Linares, que efectivamente la persona que recibía
estos pagos era el propio Gottifredi. Adelanto esto
porque -ya sabemos, lo recuerdo nada más- Gottifredi
luego participa en la compra de la casa de la familia

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Dittmar. Poco después de todas estas averiguaciones


que se hicieron en su momento en la causa Holmberg,
Sandoval se va del país y se va en las condiciones que
recién reflejábamos en su legajo: sin aportar un
domicilio claro o aportando alguna información que
luego Interpol Estados Unidos informó a su vez no era
exacta, por ejemplo, porque nunca ingresó por lo menos
formalmente a ese país”.
En suma, entendió que la función específica
de Linares ya quedó acreditada durante este tiempo y
este desempeño en la Superintendencia, y todo indicó
que esta amistad que tendría con el acusado estuvo
forjada así, al menos en un tramo sustancial, en el
marco de las tareas que ambos tenían en esa
Superintendencia.
Continuó su exposición señalando que: “El
apodo "Churrasco", por cierto, aparece también junto
al nombre Linares en la investigación también del
homicidio de Holmberg, en el testimonio conjunto de
Martí, Milia y Osatinsky, ante la Asamblea Nacional
Francesa del 12 de octubre del 79 presentado ante la
CADU. Esto está a fojas 14 y siguientes del segundo
cuerpo del legajo de Cámara 23. En ese testimonio
conjunto estas víctimas denunciaron que hubo un grupo
de chupe seleccionado para hacer esa operación y que
incluso eso había generado algún tipo de discusión
entre los propios oficiales navales en su momento por
la trascendencia política que tenía la intervención
respecto a la señora Holmberg. Entre estos operativos
estaba Juan Carlos Linares o "El Gordo Juan Carlos",
"Churrasco" el teniente Donda, "Palito", y “Ruger” o
teniente Radice. Decía recién, esta vinculación entre
Sandoval y Linares aparece entonces no sólo en estas
verificaciones de la causa Holmberg, no sólo en la
coincidencia de los legajos que ya destacamos varias
veces, sino también en lo que fue la declaración del
doctor Marcelo Gottifredi”.
Repasó brevemente, en lo central esa
declaración, en cuanto a que "Gottifredi terminó

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reconociendo que conocía a ambos, que los pagos los
recibía de Sandoval y que Linares era su cliente. Y
reconoció también que fue él quien compró la casa a la
familia Dittmar y que conocía la situación -vamos a
ponerlo en sus palabras, al menos- de ausencia de
Hernán Abriata al momento de la compra, esta era una
circunstancia conocida”.
Agregó el señor Fiscal que:“(…) otro conjunto
de elementos probatorios que aparecieron en la
audiencia y que ubican al señor Sandoval durante el
operativo de secuestro, son los reconocimientos que
hubo de todo el grupo familiar. En esto, nuevamente,
para decirlo brevemente, el papá de Hernán, la mamá,
su pareja, su cuñada, su hermana, todos recordaron
consistentemente desde el minuto cero del operativo
que, al menos en dos tramos de la interacción violenta
del grupo que agredió a la familia con el señor Carlos
Abriata, hubo una exhibición de una credencial
policial, hubo una presentación con nombre del señor
Sandoval. Y así lo sostuvo consistentemente la familia
todo el tiempo, más allá de algún detalle que no es
significativo acerca de qué tan cerca o no pueden
haber visto la credencial, o en qué momento exacto de
toda esa situación ocurrió tal o cual cosa. Todos,
todos, fueron contestes -esto creo que es importante
recalcarlo también- desde el primer momento en que
existió esa identificación por parte de quien dijo ser
Sandoval, como policía de Coordinación. Incluso en
algunas idas y vueltas. Por ejemplo, Mónica Dittmar,
en uno de los comentarios que recibió, fue "Bueno,
esta es una cuestión de rutina. Mañana van a tener
información. Mañana al mediodía en Moreno”. Hay datos
que recuerdan los testigos desde el primer momento,
que siempre los tuvieron presentes y que aparecen
además documentados en las denuncias, en los hábeas
corpus, en el legajo de CONADEP, donde hay una
consistencia global de todos estos testimonios.
Juliana, en particular, destacó esto de su testimonio.
Recuerda el momento y describe también -un poco esto

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ya lo hemos dicho en algunos pasajes y es conocido-


que por los vínculos del señor Carlos Abriata y por
conocimiento del sector Fuerzas Armadas y de
Seguridad, tenía alguna familiaridad con los
procedimientos, y esto de alguna manera hacía que
confiaran en que él podía entender perfectamente en
qué consistía la identificación que se le había
exhibido, porque a él se la había exhibido; que ese
era un diálogo que se daba entre personas que tenían
un conocimiento de las instituciones; y que incluso
varios relataron cómo el señor Carlos Abriata
intentaba morigerar la situación alegando que podría
tratarse de una confusión, que él también tenía cierta
comprensión de los asuntos similar a la que podía
tener el Estado en aquel momento, etcétera, etcétera.
Todo esto lo que da cuenta es de un clima de situación
en el cual el proceso de identificación, tal como lo
contaron los testigos, efectivamente ocurrió así,
porque había un contexto que lo permitía, porque el
señor Carlos Abriata es el que, de alguna manera, se
puso al frente de la situación, acompañó la
identificación de su propio hijo en ese contexto, y
eso es algo que hace totalmente verosímil la forma en
la que la familia contó todo este episodio. Además,
bueno, como había dicho, algunos otros datos de los
que la familia relató todo el tiempo, con los años, se
probaron más que cierto. Por ejemplo, quién era
"Serpico", quién era "Halcón", quién era "Gordo".
Personas que después, con el tiempo, se comprobó que
efectivamente habían sido miembros. Con lo cual, esto
dota de consistencia al conjunto de estos recuerdos”.
En este sentido, la Fiscalía repasó y destacó
los puntos probatorios que a continuación se detallan,
conforme dijo: “Por ejemplo -de vuelta, los repasos
rápidamente- la denuncia del padre de Hernán en la
Causa 32.440 por privación ilegítima de libertad y
robo, que está agregada en el Legajo de Cámara
48.Realizó la denuncia el 1° de noviembre de 1976 y
está ratificada por él, por Carlos, el 15 de

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noviembre. Ahí ya Carlos Abriata menciona que el
acusado se presentó a la familia el día del secuestro
con una credencial y manifestando que pertenecía a
Coordinación Federal. Lo mismo la mamá, Beatriz Rosa
Gertrudis Cantarini, a fojas 7.882 del legajo también
menciona a Sandoval, a Halcón, a Serpico, y todas las
circunstancias que ya reconocemos. En todos los hábeas
corpus presentado por la familia siempre nombran al
acusado en términos similares. Es lo mismo, el mismo
obrar de la familia al momento de los hechos o en los
momentos inmediatamente posteriores. Lo mismo en el
Legajo CONADEP 1163. Ya lo mencionamos. Volvemos sobre
el legajo, ahora, para resaltar esta circunstancia.
Siempre hablaron de esta persona. Y esto que
mencionaban, ¿no? Los datos: Serpico, Halcón y Gordo
son Cavallo, Savio y Linares. Esto un poco al punto de
la fidelidad o no del recuerdo de estas personas, de
la calidad de la información que hayan podido retener.
Lo cierto es que la información que proveyeron a donde
pudieron en aquellos primeros momentos se ha revelado
siempre consistente con las demás pruebas, se ha
mantenido incólume en el tiempo, y en varios casos,
como este de los apodos. Serpico, Halcón y Gordo
fueron efectivamente, a partir de tanta prueba que
existió, las personas que identificó la familia, el
grupo familiar Abriata-Dittmar, y son efectivamente
personas sindicadas eficazmente por la Fiscalía, en
unos casos con fallos firmes por la Justicia también,
como integrantes del Grupo de Tareas y como
participantes de estas cuestiones”.
Agregó el acusador público que: “También hay
algún dato de contexto que respalda todo esto que es
que efectivamente esta idea de cierto conocimiento de
Tito, del señor Abriata, y las gestiones que tuvo que
hacer para poder presentar la denuncia y cómo fue un
poco manejándose en esa circunstancia, efectivamente
también encuentra respaldo en la denuncia de Pajariño
del 9 de septiembre del 85, que da cuenta de las
gestiones que realizó el papá de Hernán a través del

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Ministerio del Interior para tratar de lograr algo. Y


un poco respalda esta idea del conocimiento que tenía,
esta noción que el papá de Hernán tenía acerca de qué
implicaba esa credencial o qué quería decir "Habrá
noticias en Moreno". Evidentemente hay un conocimiento
que también pone en valor ese recuerdo. El acusado
aquí fue citado en esa causa a los 15 días. Ahí lo que
nos interesa destacar es que esa denuncia, presentada
en 1976... Me voy a eximir de dar mayores detalles
acerca de las dificultades que podía tener el éxito de
una investigación en ese contexto, pero así y todo,
ante la denuncia se hacen algunas gestiones. La causa,
no sorprendentemente, concluyó con un sobreseimiento
ante la imposibilidad de avanzar, pero lo cierto es
que hay una constancia donde se informa ante la
búsqueda de esta persona, del Sandoval de
Superintendencia, donde se indica que el único
Sandoval que estaba formalmente asignado a
Superintendencia era el acusado aquí”.
En esa línea, también señaló que: “No hay
nada inédito en el hecho de que, en algunos
operativos, personal policial efectivamente se
presentara con el que era su nombre. Un poco por la
impunidad general con la que se trabajaba, un poco
porque ya sabemos que las membresías formales a veces
operaban como mecanismos de encubrimiento, mecanismos
de impunidad, mecanismos de aparente legalidad. Esto
como cuestión general de lo que fue la actuación
represiva. Y hay situaciones concretas en las que esto
se verificó así; por ejemplo, en otras actuaciones de
Superintendencia, cuando se buscó teñir de legalidad,
dar apariencia de corrección a ciertos procedimientos,
incluso para atravesar exitosamente algún escrutinio
judicial o para dar algún tipo de soporte a lo que se
estaba haciendo de falsa legalidad. Está verificado
también por la Justicia en algunos casos. Por ejemplo,
en el secuestro que se conoce como "el secuestro de
los judiciales", a Piumato, Galligo y otros
representantes gremiales, sindicales, de la Justicia.

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En la causa que se conoce como "Coordinación General"
del TOCF 6, por ejemplo, donde hubo condenas, se
acreditaron que en los procedimientos fraguados los
policías se identificaron con nombre y apellido que
efectivamente detentaban, con los reales. Y lo mismo
ocurrió -un caso muy emblemático, solo como dato de
contexto- con el policía Gallone, que era jefe de una
de las brigadas de Superintendencia y que es muy
conocido, porque es una imagen de dominio público,
donde estaba abrazando a una de las Madres de Plaza de
Mayo. Esto un poco para poner en contexto la palabra
de Carlos Abriata, lo que toda la familia relata, lo
que fue el testimonio consistente de ellos durante
todos esos años, lo que significa esa certificación en
la limitadísima investigación que se llevó adelante,
en la que se indica que la única persona con ese
apellido es Sandoval. (…) Con lo cual, también hay una
cierta continuidad en esta misma práctica de
participar en algún tipo de operativo ilegal con
algunos elementos que le aportaran visos de legalidad,
entre los cuales señalé algunos ejemplos concretos -la
Fiscalía entiende que esta es otra de esas
situaciones- el personal de Superintendencia, o
algunos de ellos, operaban como cara visible, o por lo
menos se sentían con la capacidad de actuar así, sin
temor a sufrir represalias o a ser investigados. Un
poco respecto de todo esto creo que ayuda entonces
también a entender el reconocimiento que es el que
hicieron. Digo, más allá de la mención concreta al
momento de los hechos, creo que esto también es lo que
en definitiva ayuda a entender también cuál es el
valor o de qué manera se ha expresado el grupo
familiar cuando, por ejemplo, Mónica al ver la nota
publicada en un periódico mucho después, dice "Sí, sí,
este es el hombre" y demás. Digo esto un poco para
tratar de decir claramente que, en la perspectiva de
esta Fiscalía, entendemos que existe prueba
contundente de esta identificación con base en el

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material contemporáneo e inmediatamente posterior al


momento de los hechos”.
Con relación a este punto, el representante
del Ministerio Público Fiscal concluyó que en lo
sustancial, la familia de la víctima siempre dijo lo
mismo y son reconocimientos que, por supuesto, no va a
tener nunca el rigor de un reconocimiento en fila de
personas, con las formalidades del Código, porque
abiertamente el testigo está contando que es una nota
que ve, una fotografía que ve de alguien en un medio
periodístico, muchísimos años después. Pero creo que
lo que vale la pena poner en valor allí es que lo que
ocurre, sencillamente, es que cuando aparece, indican
que es ese. No otro, no buscan otra cosa, y ese
recuerdo está anclado fundamentalmente en elementos
que estaban presentes ya en el 76’.
Rememoró y sostuvo que: “A nada de la
desaparición de Hernán, la familia ya estaba diciendo
lo mismo, y contamos con elementos para sostener esto.
Lo que pasó muchos años después, incluso para la
activación de esta causa, lo que nos dice
sencillamente es... nos recuerda que están diciendo lo
mismo que dijeron siempre, con los detalles, con las
variaciones propias del paso del tiempo, y con las
limitaciones evidentes que tiene el hablar de un
reconocimiento del rostro de una persona 30 o 40 años
después. Y entonces, por eso, hacemos hincapié en
resaltar especialmente qué decía la familia en pleno
terror. Incluso en ese contexto atemorizante, incluso
planeando el exilio, incluso viviendo fuera la casa,
teniendo temor por la propia vida, siempre dijeron lo
mismo. Y eso que dijeron tiene sobrado respaldo en
constancias documentales en la causa judicial que
intentaron y en todo lo que hemos venido señalando
hasta aquí. En fin, en este contexto voy a hacer dos
menciones nada más. Respecto al aspecto físico y
demás, de vuelta: a lo largo del tiempo, lo que está
claro es que jamás se identificó a una persona

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extremadamente alta o con características físicas
groseramente distintas a las que tiene el imputado”.
En esa dirección, agregó que: “Hay un detalle
en la causa judicial, por cierto también interesante,
que es que de todas maneras Sandoval, incluso en ese
contexto, fue llamado a prestar declaración. Con lo
cual, si se apersonó al juzgado, uno podría inferir
que su aspecto no distaba diametralmente de aquel que
las personas denunciantes habían establecido. Digo, si
hubiera una discordancia evidente entre lo que en el
76 las personas describían como el aspecto de uno de
los agresores y el aspecto que el señor Sandoval tenía
cuando se presentó en el juzgado, hubiera habido algún
tipo de conclusión de otro tipo de la causa. Lo cierto
es que la causa tramitó -lo voy a decir
eufemísticamente- normalmente para los estándares de
la época. Porque lo cierto es que en ningún momento
hay una desvinculación del proceso por la asimetría
entre las características de las descripciones que
hacían las víctimas y de la persona que se terminó
presentando en el juzgado, sino que tramitó
normalmente porque evidentemente entraba en los
cánones generales de similitud que podía haber y los
que manejaba cualquier autoridad judicial para
entonces. Luego sí sabemos que la causa, por consejos
que le hacen llegar al padre de Abriata, se va
desmantelando, y que por eso en su momento las chicas
dijeron que no lo podrían reconocer de volver a ver.
Eso está evidentemente permeado por el terror, en su
momento esas declaraciones posteriores en la causa -un
poco lo contaron así- y ese es el contexto evidente.
"¿Lo volvería a reconocer?", "No, estoy a punto de
exiliarme". Eso era lo que pasaba por la cabeza de los
testigos. Esto a años luz sería realmente temerario
avanzar en esta indagación cuando está en riesgo no
solo el curso de la investigación sino la propia
supervivencia. Ese es el contexto y también ese es el
valor que hay que darle a las palabras de un grupo

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familiar -repito- que siempre se manifestó de manera


consistente.
Luego de ello, el señor Fiscal General,
refirió que también que existen otros testimonios que
ubican al acusado en el centro de la escena de los
hechos imputados, y que son los que en audiencia
brindaron Carlos Muñoz y el señor Buzzalino.
En ese sentido, refirió que esta prueba: “(…)
concurre a cimentar todo lo que venimos diciendo hasta
acá. Carlos Muñoz fue secuestrado en noviembre del 78
en su domicilio. Dijo que participaron varias personas
en el operativo, a una de las cuales nunca logró
reconocer. Y a partir de la nota del diario Página/12
-conocida aquí- determinó o llegó a la conclusión de
que esa es la persona que había participado en su
secuestro. Dijo que cuando vio la foto la asoció
inmediatamente a la cara que tenía en su cabeza. Esto
es lo que dijo. Ratificó los dichos, indicó que la
persona que estuvo en su secuestro y que lo identificó
como el acusado se desempeñaba en Superintendencia
como había declarado en su momento en la Causa 13,
aunque por supuesto clarificó que en aquel momento los
hechos eran mucho más cercanos a su declaración que
los que estaba pudiendo declarar ahora. El responsable
del caso "Muñoz" en la ESMA era Héctor Febres, a quien
decían... a quien conocían como "Selva", etcétera,
etcétera. Digo, no hay mucha discusión acerca del
pasaje del señor Muñoz por la ESMA y en estas
circunstancias. En fin, para ser breves -y fue
preguntado por esto-, y recordó, sí -como decía
antes-, que podía haber alguna diferencia en las
descripciones en la Causa 13 o como lo recordaba
ahora. El punto ahí, y entendemos esto es un material
concurrente, es que al ver la nota ratificó, dijo "Sí,
es el que estuvo mi casa. Cuando vi la foto, asocié
esa foto con la cara que tenía en mi cabeza esa
persona". El punto aquí para esta parte es señalar que
no hay inconsistencias, por lo menos en ese punto, y
que, de nuevo, la participación, la ubicación del

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lugar, en todo caso es un testimonio de ratificar con
el valor final que tenga. No es determinante tal vez
por sí mismo, por estas carencias que tiene a través
del paso del tiempo y de la cuestión de estar mediado
por una publicación periodística, pero en definitiva
es algo que al testigo le pasó así, lo vio, es lo que
declara, es el recuerdo que tiene. Y la operatoria de
su propio secuestro coincide en definitiva con los
datos, con la membresía institucional de Sandoval,
etcétera, etcétera, etcétera. Buzzalino por su lado
estuvo en cautiverio en la ESMA y dice que vio ahí en
centro clandestino... Alfredo Manuel Buzzalino, antes
se me había... un pequeño olvido del nombre de pila.
Recordaba que había una persona a la que nombraban
como "Churrasco" en la ESMA, dijo que no la había
visto en demasiadas oportunidades, pero que alguna vez
la vio allí y que le había sido presentada bajo ese
apodo por otro policía, que es el de apellido González
-a quien nos habíamos referido ya es otro de los
policías-, Roberto Óscar González. Ya lo habíamos
mencionado cuando hablábamos de personal policial
formalmente asignado a Superintendencia, pero que
tenía participación en los grupos de tarea. Bueno,
este González al que se refiere Buzzalino es Roberto
Óscar González. Es uno de los ejemplos de esta
práctica. Bueno, este señor González, este policía
González es quien le presenta a Buzzalino, dice el
testigo, a "Churrasco" en la cárcel. Está prófugo
González. Y relató que un poco a instancias de este
nexo que tenía con González, si bien no recordaba que
haya sido el propio González quien lo llevara, lo
condujeron en una ocasión a la confitería Richmond a
tener un encuentro con esta persona a la que le habían
dicho se la conocía como "Churrasco". Dijo que en su
momento con anterioridad a su declaración aquí y hasta
hace unos años no asociaba el apellido con ese apodo
ni con esa charla en la confitería, pero que también
al ver la foto en alguna publicación, no recuerdo bien
si era Le Monde o en Página/12 -en alguna de estas-,

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asoció que la persona con la que había tenido esa


conversación en la confitería Richmond era la persona
a la que le había sido presentada como "Churrasco" y a
quien había visto en alguna ocasión en la ESMA. A
preguntas específicas de la Presidencia en cuanto a si
había quedado convencido de que la persona que había
visto en las fotos tantos años después era
"Churrasquito", dijo que sí, sin dudarlo. Y el testigo
ahí agregó que cuando leyó en la nota o tomó
conocimiento de que vivía en Francia, le terminó un
poco como de cerrar esa asociación que él había hecho.
De vuelta, y para que se entienda la posición de esta
parte, un reconocimiento mediado por una noticia
periodística, que de alguna manera informa y le da un
contexto a la imagen que presenta, tiene un
rendimiento evidentemente limitado. Lo que marcamos
sustancialmente es que cuando fue preguntado dijo eso,
esas fueron las reacciones de estos dos testigos que
sin duda que pasaron por la ESMA -esto está
clarísimo-, que brindaron información valorada
judicialmente en otros casos y ratificada. Bueno, la
impresión que tuvieron ante esa imagen en estos dos
casos fue de que se trataba de la misma persona. Un
detalle con esto también un poco surgió durante el
interrogatorio, el ida y vuelta con Buzzalino, es que
él se presentó... no se presentó espontáneamente en el
Juzgado sino que fue citado, fue convocado por el
juez. Eso es fojas 92.392 de la causa madre, de la
14.217. En marzo del 2012 fue convocado en instrucción
y la nota de Página/12 era del 2008, cuatro años antes
de la declaración. De vuelta, no sé si esto... en
definitiva, esta parte no cree que esto sea un dato
dirimente en un sentido u en otro, pero en la
ponderación general de la espontaneidad de esa
reacción que tuvo al ver la imagen, entendemos que lo
ubica al testimonio Buzzalino también entre aquella
prueba que arrima elementos en favor de lo que es la
hipótesis que venimos sosteniendo. Algunos otros
detalles de los dichos de Buzzalino además tienen

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confronte. En algún momento dijo que creía que era de
la misma camada o promoción que González, y eso
efectivamente es así. Ahí estamos exhibiendo una
imagen que corrobora que esa percepción que tenía el
testigo, más allá de que no la presentó como exacta,
pero que dijo "creer que", bueno, efectivamente es
así. Y recordó también que... Esto ocurrió aquí en la
audiencia también, cuando era preguntado "Bueno, de
qué temas versaba, de qué habían hablado en la
confitería Richmond, y demás", bueno, un poco lo
caracterizaba como política internacional o cosas por
el estilo, y que le había parecido que su interlocutor
era una persona con algún conocimiento sobre el tema.
Aquí también nos toca a nuestra parte resaltar que
cuando describió el señor Sandoval sus tareas como, de
alguna manera, presentadas como de menor relevancia o
de escaso conocimiento o especificidad en la materia
acerca de la cual supuestamente había transcurrido esa
conversación, surge del legajo de la carpeta de
licencias que en el año 75 el acusado viajó a Panamá,
a Venezuela, a Guyana y a Perú, y que el año anterior
de este encuentro que Buzzalino ubica en 1979, esto es
en 1978, había viajado a Europa. Ya luego en 1979
comenzaría la carrera de Ciencias Políticas, que eso
también surge en el expediente 104.864”.
Así las cosa, el Dr. Fillipini sostuvo que
todo lo mencionado hasta allí, eran elementos que la
Fiscalía debía iluminar, que hacían a la ponderación
global del testimonio que dio el testigo y del
descargo. Para cerrar este capítulo, se preguntó por
el porqué de ese encuentro, cuál sería el sentido
último. “Bueno, lo cierto es que en algunos pasajes es
difícil ser concluyente acerca de cuál era el sentido
concreto o último que podía tener tal o cual
actividad. Basta la propia situación de Buzzalino, que
era llevado a vivir en una casa de la calle Zapiola
que era de los papás de Jorge Radice. Entonces, a
veces las dinámicas de aquellos años en el trato a las
personas cautivas, a los prisioneros, podía presentar

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perfectamente este tipo de interacciones. Y aunque uno


no pueda indagar a fondo cuál era la finalidad última
buscada de la concreción de ese encuentro en
particular, lo cierto es que se da en un contexto en
el cual pasaban otras cosas tales como que viviera en
la casa de los padres de uno de los responsables del
centro, entre otros hechos que uno podría recordar y
que son de público conocimiento, desde festejos de
cumpleaños hasta otras cuestiones que ocurrieron en el
marco de esa actividad represiva. En fin, es un poco
también para poner el contexto y en la ponderación de
dónde ubicar ese encuentro y qué tan plausible es que
haya ocurrido en los términos que los relató. Creemos
que esos datos de contexto acompañan la descripción
que hace Buzzalino”.
A modo de colofón, sobre la valoración de la
prueba, el acusador público siguió un principio
rector, que fue el que la Fiscalía observó en la
reconstrucción de lo ocurrido en la audiencia. Citó el
criterio indicado por la Cámara Federal en la Causa
13, donde brevemente dijo ahí que en este tipo de
procesos el valor de la prueba testimonial tiene un
valor singular. "La declaración testimonial -dijo la
Cámara- es un medio de prueba que se privilegia frente
a modos particulares de ejecución en los que
deliberadamente se borran las huellas, o bien se trata
de delitos que no dejen rastros de perpetración". "En
la especie -dijo la Cámara también-, la manera
clandestina en que se encaró la represión, la
deliberada destrucción de documentos y de huellas, el
anonimato en el cual procuraron escudarse sus autores,
avala este aserto. No debe extrañar entonces que la
mayoría de quienes actuaron como órganos de prueba
revistan la calidad de parientes o de víctimas. Son
-dijo la Cámara- testigos necesarios". Y ese es el
criterio de ponderación que este Ministerio Público
Fiscal plantea aquí y la clave con la cual hemos
revisado los testimonios rendidos. Entiendo que hay
jurisprudencia posterior de la Casación que va en el

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mismo sentido, sólo destacaré una de la Sala IV en el
caso "Grosso, Juan Manuel y otros", donde en
particular se trató bajo este mismo prisma la cuestión
acerca de cómo ponderar aquellos testimonios que
parten o que refieren a imágenes conocidas muchos años
después de los hechos, esto -como mencionábamos antes-
quizás no para considerarla dirimente en sí misma,
pero entendiendo que la propia dinámica de los hechos
y de las dificultades que el Estado argentino tuvo
para reactivar una eficaz investigación al respecto
exigen considerar”.
En punto a la calificación legal, mantuvo la
que sostuvo la Fiscalía en el requerimiento de
elevación a juicio. Indicó que el acusado deberá
responder como coautor de los delitos de privación
ilegítima de la libertad, triplemente agravada por su
condición de funcionario público, por haberse cometido
con violencia y por haber durado más de un mes, en
concurso real con la imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar su
voluntad, agravado por haber sido cometido en
perjuicio de perseguidos políticos. Esto así en
función de los artículos 245-55, 144 bis, inciso 1°, y
último párrafo, en función del artículo 142, incisos
1° y 5°, y 144 ter, párrafos primero y segundo, todos
del Código Penal de la Nación según la redacción de la
Ley 14.616.
Revisó la posibilidad de esta subsunción a la
luz de lo que fue la cooperación brindada por el
Estado francés en el procedimiento de extradición, y
entendió que no hay ninguna aclaración que hacer y que
el Estado argentino está perfectamente en condiciones
de aplicar esta normativa.
No se extendió en la descripción de cómo se
subsume lo ocurrido en cada uno de estos tipos
penales, por existir al respecto jurisprudencia
consolidada y consistente acerca del alcance que
corresponde a estos tipos penales.

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A su vez, entendió que no existen mayores


complejidades en la subsunción, tanto la condición de
perseguido político del imputado, el uso de violencia,
la privación de la libertad sin orden, la
caracterización de todos los actos como dolosos y
demás.
Respecto de la autoría y la participación,
sostuvo que la conducta del imputado encuadraba en la
primera parte del artículo 45 del CP, dado que tomó
parte en la ejecución del hecho. De hecho, parte de la
indagación y de la violencia ejercida para obtener
información del tipo de tormento ocurrió también en el
momento en el que fue presionado en su propio
domicilio, sin perjuicio de lo que se dijo respecto
del tramo posterior de la ESMA.
En cuanto al conocimiento de todas
circunstancias del hecho, sostuvo que el coautor
conoció y dominó su tramo en una ejecución conjunta.
Puntualmente refirió que la ubicación funcional del
imputado en Superintendencia, su conocimiento, su
participación operativa incluso antes del golpe de
Estado en procedimientos similares y demás, iluminan
sobradamente el conocimiento acabado que tenía de la
dinámica represiva del destino, del porqué del
operativo y demás. Y claramente es un operativo en los
domicilios de los Dittmar-Abriata que está dirigido a
enmarcarse y a ser parte de lo que era la actuación
conjunta que la represión en aquel momento reclamaba
de las fuerzas de seguridad, armadas y policiales en
particular.
Por otra parte, la fiscalía no encontró
causas de justificación, ni eximentes de culpabilidad.
No vio en ese plano ningún otro elemento de la
subsunción que merezca más detalle.
Por último, con relación a la pena a imponer,
a la luz de los baremos que los artículos 40 y 41 del
Código Penal exigen considerar, señaló en primer lugar
la evidencia de la gravedad de la naturaleza de la
acción, de los medios empleados y de la extensión del

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daño causado. Agregó que resulta una pauta concreta
del artículo 41, que además en este contexto
particular, es un crimen contra la humanidad. Es
decir, una vulneración de un derecho fundamental o de
varios derechos fundamentales de especial envergadura
que forman parte de un ataque generalizado y
sistemático contra una parte de la población civil,
cometidos por agentes estatales y en un clima además
de asegurada impunidad en aquel entonces.
Finalmente, también se refirió a la actitud
del imputado respecto del daño causado o de las
personas afectadas por el delito, y en ese sentid,
sostuvo que si bien era cierto que Sandoval expresó
solidarizarse con el dolor de la familia, más allá de
esa manifestación, no hubo ninguna aportación concreta
a elementos que pudieran colaborar a morigerar al
menos algo de ese dolor.
Para concluir, el Dr. Fillipini aludió al
padecimiento de la familia, el temor, la ausencia de
respuesta judicial, la casi obligación de tener que
cesar en los esfuerzos de búsqueda de un ser querido
por el temor a sufrir represalias, la concreción del
exilio, del abandono del hogar, todos elementos que
permitían dimensionar la situación padecida, por
supuesto por Hernán, pero por todas las personas que
fueron afectadas en este procedimiento, con la
magnitud que tuvo y con todas las consecuencias, como
por ejemplo incluso al punto de tener algún rebote en
la venta de la casa muchos años después, donde el
hecho dramático de la desaparición de un ser querido
parece que reaparece incluso en un acto civil que
debería ser inocuo, como un padecimiento que se
extiende mucho más allá. Y en este tipo de
criminalidad se habla siempre, no solo de las víctimas
inmediatamente ligadas, sino que se trata de un tipo
de lesividad que va más allá. De ahí la calificación
de crímenes contra la humanidad.
En definitiva, mantuvo la requisitoria, y en
orden a ubicar en la escala penal del concurso real

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propuesto, la pena correspondía que estuviera cerca


del máximo, por ello, solicitó la imposición de 20
años de prisión con más la de inhabilitación absoluta
en los términos y alcance de los artículos 19 y 144
ter, primer párrafo, según Ley 14.616, todo con las
accesorias del artículo 12 del Código de fondo.

2. Alegato de la querella en cabeza de


Patricia Walsh y Carlos Gregorio Lordkipanidse
(Doctores Noli y Krmpotic)

Que el 23 de noviembre de 2022, los Dres.


Noli y Krmpotic, en representación de la querella
unificada por el Señor Carlos Lordkipanidse y Patricia
Walsh procedieron a formular su alegato en el proceso
que se le sigue a Mario Alfredo Sandoval por su
responsabilidad en la privación de la libertad
agravada de Hernán Abriata y respecto a los tormentos
agravados que este sufriera durante su cautiverio,
hechos estos perpetrados -según la querella- en el
marco del genocidio que tuviera por objeto al conjunto
de la población de nuestro país, atento a lo cual
oportunamente se requirió su elevación a juicio, y por
tanto oportunamente se solicitará se lo condene al
señor Mario Alfredo Sandoval como coautor del delito
de genocidio.
El Dr. Krmpotic, tomó la palabra en primer
término, haciendo saber que abordaría lo atinente a la
valoración de la prueba producida en el debate, la
autoría, la participación del imputado y la
materialidad de los hechos investigados, y que, por su
parte, el Dr. Noli, trataría la cuestión de la
calificación legal y otros aspectos.
De inicio indicó que existían cuestiones
respecto a la materialidad de los hechos investigados
que no eran objeto de debate, ya sea porque fueron
debidamente acreditados en tramos anteriores de este
proceso, como por el hecho de que ninguna de las
partes los han controvertido a lo largo del debate.

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Aspectos estos referidos a los procedimientos
acaecidos en las viviendas de la calle Superí y
Elcano, el secuestro que sufriera Hernán Abriata y su
alojamiento durante parte de su cautiverio en la
Escuela de Mecánica de la Armada, y en tercer y último
lugar, la participación de una persona que durante el
procedimiento se identificó como Mario Alfredo
Sandoval, de Coordinación Federal.
Consideró necesario establecer un breve
señalamiento respecto a la valoración de la prueba, en
especial en los juicios de esta naturaleza y en
general cuando se abordan delitos complejos o macro
criminalidad. En ese sentido, recordó que nuestra
Corte Suprema de Justicia ha sostenido como pauta
general que resulta arbitraria la sentencia
absolutoria que valoró la prueba en forma fragmentaria
y aislada, incurriendo en omisiones, falencias,
respecto de la verificación de hechos conducentes para
la decisión del litigio. En especial, cuando por falta
de adecuación al objeto constitutivo del cuerpo del
delito prescindió de una visión de conjunto y de la
necesaria correlación entre peritaje, prueba
informativa y testifical. Esto surge del fallo
341:336, “Videla". En el mismo sentido, la Sala I de
la Cámara Federal de Casación Penal ha expresado que
el resultado de aplicar el método consistente en
criticar los indicios y presunciones individualmente,
de modo de ir invalidándolos uno a uno y evitando su
valoración articular y contextual dentro del plexo
probatorio, conduce obviamente a resultados absurdos
desde el punto de vista de la verdad material, real e
histórica, cuya reconstrucción es objeto y fin del
proceso penal.
Señaló que se ha constituido en doctrina que
la valoración de la prueba en este tipo de procesos
debe cumplir determinadas pautas, parámetros, que a lo
largo del tiempo - en el sentido de los procesos que
pudieron efectivamente comenzar a realizarse a partir
de la derogación de las leyes de impunidad, las leyes

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de Obediencia Debida y Punto Final, y su correlato a


los indultos, en su oportunidad, dictados por el
presidente Carlos Menem-, la valoración de la prueba
debe realizarse en conjunto, no de manera aislada y
reducida a su singularidad, sin perjuicio de algunos
otros métodos probatorios atinentes al hecho singular
en los mismos. Estos deben valorarse también
atendiendo a las coincidencias y correlaciones con la
prueba sobre otros hechos individuales.
Marcó que debía tenerse presente que la
escasez de evidencias sobre las prácticas del
terrorismo de Estado, como producto de los mecanismos
de impunidad operantes -clandestinidad, destrucción de
archivos, desaparición de personas, etcétera- obligaba
a extremar los esfuerzos valorativos sobre los
vestigios probatorios bajo los estándares enunciados
en los ítems anteriores.
Resaltó que la única cuestión que se ha
debatido en este proceso -incluso desde sus albores,
desde la imputación original, el pedido de extradición
del señor Sandoval desde la República de Francia- ha
tenido que ver con cierta duda que ha aparecido
respecto de la identidad entre aquel inspector o
subinspector Mario Alfredo Sandoval que se
identificara en la casa de la familia Dittmar-Abriata,
aquel 30 de octubre de 1976, y la persona de Mario
Alfredo Sandoval imputado en estos autos. Trajo a
colación la lo que consideró la doctrina más reciente
y concreta respecto de este tópico -la duda en el
proceso penal-, en el cual la Corte Suprema de
Justicia de la Nación ha fijado una posición, en el
fallo "Carrera".
Sin profundizar sobre el fallo, sostuvo que
la Corte dijo que "la contundencia de la hipótesis
acusatoria no se mide en sí misma, sino en relación
con la propuesta de descargo, lo planteado por el
imputado y el respeto de la presunción de inocencia.
Se trata de establecer cuál de las hipótesis en pugna

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reúne los requisitos de no refutación y mayor
confirmación que sus concurrentes".
En relación con la prueba que se ha producido
a lo largo del debate, entendió que el Ministerio
Público Fiscal, ha producido una valoración minuciosa,
específica, apuntando a la valoración de cada uno de
los testimonios que se han prestado en el debate, y
también con referencias a algunos que fundamentalmente
en razón del fallecimiento de los testigos, se han
incorporado por lectura.
Hizo particular hincapié respecto de las
declaraciones del imputado Mario Alfredo Sandoval, de
alguna manera, para intentar despejar, analizar o
valorar esas declaraciones a la luz de la doctrina
sentada por la Corte en "Carrera".
Analizó que en sus extensas declaraciones
prestadas en tres oportunidades, Sandoval, no ha
formulado descargo alguno, se limitó a decir “yo no
fui”, no mucho más que eso, "yo no soy la persona que
secuestró a Hernán Abriata” y se dijo también víctima
de una conspiración urdida por la doctora Sophie Tonon
el señor Carlos Loza, y que luego, en buena parte de
su tercera deposición, se dedicó a atacar los
testimonios de las víctimas que se rindieron en el
debate.
Citó parte de la declaración de Sandoval en
la cual se atribuyó la responsabilidad política y dijo
estar convencido que se encontraba imputado por haber
sido un agente del Estado, y que la justicia buscaba
asociar y catalogar las instituciones de 1970 con
instituciones parecidas a una actividad ilegal.
Disintió con sus palabras, porque ya de antiguo se ha
tenido por probado un plan sistemático, integral, que
operaba bajo la tutela del aparato estatal y todas sus
instituciones, teniendo como objetivo general al
conjunto de la población argentina y, como objetivo
particular, la eliminación de las personas que dicha
organización criminal caracterizaran como opositores a
la dictadura militar.

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Citó otro tramo de su declaración: "todas las


acusaciones del Juzgado Federal, de los fiscales
federales, tienen como único fin no juzgarme por haber
cometido un delito, sino por lo que fui: un agente del
Estado en los años 70. No por haber integrado una
organización terrorista o haber pertenecido a una
organización armada, sino es porque en los años
setenta era un joven de 23 años que trabajaba en la
Policía Federal” y que "como ciudadano nacional que
fui, en el período 76-83, con los derechos y deberes
políticos que eran los que legalmente correspondían
-insistió- asumo la responsabilidad política personal
por haber sido agente del Estado, por haber integrado
una institución federal de seguridad de la Nación, por
haber respetado y garantizado la legislación vigente,
la Constitución Nacional y las convenciones
internacionales, por no haber cometido crimen o delito
penalmente reprensible ni haber integrado una
organización terrorista”.
El Dr. Krmpotic señaló que estas cuestiones
comenzaron a controvertirse frente a las certeras
preguntas del presidente del Tribunal, cuando en su
tercera deposición le preguntó a Sandoval cuál era la
tarea que desarrolló durante su destino en
Coordinación Federal, más precisamente en el
Departamento de Asuntos Políticos.
Recordó que según el legajo que se encuentra
agregado, Sandoval comenzó a prestar servicio en la
Superintendencia de Seguridad Federal el 21 de enero
de 1975, de manera ininterrumpida hasta septiembre de
1979, a partir del cual se han sucedido una serie de
eventos que finalmente concluyen con su baja en 1983.
Citó otro tramo de su declaración en la que
el imputado refirió “mi tarea… yo estaba afectado a la
sala de situación, donde se hacen las redacciones de
los informes que van a ser enviados a las autoridades
institucionales o nacionales. En la sala de situación,
por ejemplo, le voy a dar la tarea cotidiana, cómo era
en ese momento. Bueno, en definitiva hacer lo que se

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conoce en Inteligencia como explotación de prensa. Ya
sea de medios propios, informes que recibían de
diversos agentes que participaban de reuniones
políticas, o bien de medios de circulación masiva".
Recordó que frente a la insistencia del
presidente del Tribunal respecto de si había
desarrollado alguna otra actividad, el imputado fue
categórico al negar cualquier otra actividad fuera de
la que había descripto, pero el legajo de Sandoval
expresaba una cosa diversa, dado que ya en un oficio
dirigido al jefe de la división Tribunales de la
Policía Federal, fechado el 24 de septiembre de 1975,
respecto de los autos caratulados "Castro, Rubén s/
infracción a la Ley 20.840", indicaba que "Se deberá
notificar a los ciudadanos Mario Sandoval, oficial
ayudante de la Policía Federal, y Héctor Ibáñez, cabo
de la Policía, domiciliados en Moreno 1417 piso 7° de
Capital Federal, quienes deberán comparecer ante este
Tribunal en audiencias de los días 2 y 3 de octubre
del corriente año", lo que da una idea de la
participación en algún tipo de procedimiento que
habría culminado con la detención de Rubén Castro en
infracción a la Ley 20.840, aquella reforma del Código
Penal que penaba ciertas actividades considerándose
actividades subversivas.
Por otra parte, sostuvo que la hoja del
legajo de Sandoval respecto de actos destacados del
servicio era muy escueta, en toda su carrera en la
Policía Federal -la cual, mayormente se desarrolló en
la Superintendencia de Seguridad Federal- constaban
tres actos destacados en servicio: 1) uno, fechado el
30 agosto del 73, una recomendación por desarrollar
las tareas con especial dedicación e ímpetu, invocando
el inciso 3) del artículo 153 del Reglamento de la Ley
Orgánica de la Policía Federal. El inciso 3) arroja
que esta mención tendrá lugar por acciones realizadas
en el desempeño del servicio que acusen habilidad
profesional o una mayor dedicación que la común a sus
deberes. En definitiva, esta recomendación era la

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plataforma para promover el ascenso del entonces


ayudante Sandoval al grado inmediato superior. 2) La
próxima recomendación de fecha 13 de septiembre del 73
referida a la actividad del entonces inspector
Sandoval en lo que fue el procedimiento con relación a
las exequias del general Perón, fallecido unos meses
antes; 3) Y el tercer acto destacado en servicio de
fecha 17 de noviembre de 1976 referido a las causales
previstas en el inciso 1) del artículo 253, esto es
"por actos de arrojo, abnegación, valor u otras
calificaciones semejantes, realizados con riesgo
personal real y evidente". Indicaba que esta
recomendación tenía que suscribirse en la orden del
día. Y en relación a la recibida por Sandoval el 17 de
noviembre de 1976, la misma encontraba causa en
procedimientos antisubversivos.
En ese sentido, el letrado aludió a que esto
bastaría para echar por tierra lo sostenido por
Sandoval en su declaración respecto de que su
actuación en el Departamento de Asuntos Políticos de
la Superintendencia de Seguridad Federal se remitía a
actividades administrativas, casi de hemeroteca;
añadió que sería el propio Sandoval quien el 21 de
septiembre de 1979, al momento de recurrir una sanción
que había recibido, en su recurso indicaba: ”motiva
dicho pedido: a) No haber participado, salvo los casos
autorizados, de operaciones con personal de las
Fuerzas Armadas". Afirmación que reiteró al recurrir
nuevamente aquella sanción, el 3 de octubre de 1976,
en idénticos términos: "No haber participado, salvo
los casos autorizados, de operaciones con personal de
las Fuerzas Armadas".
Agregó que a preguntas también del presidente
del Tribunal respecto de si Sandoval conocía que en la
Superintendencia de Seguridad Federal se llevaran a
cabo alguna de las actividades genéricamente
mencionadas como parte de aquella lucha
antisubversiva, el imputado lo negó rotundamente. Y

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luego de algunas insistencias, se mantuvo en su
negativa.
Recordó en este punto que Sandoval permaneció
durante tres años como numerario de la
Superintendencia de Seguridad Federal en el mismo
destino, esto es, el Departamento de Asuntos Políticos
que se encontraba en el séptimo piso del edificio de
Moreno 1417.
Memoró que cuando se hablaba de Coordinación
Federal, ya en la Causa 13 y en el informe de la
Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas se
daba cuenta de que -aquí citó-: ”Ex Coordinación
Federal de la Policía Federal Argentina a fines del
1975 se constituyó en sede del Grupo de Tareas 2, que
funcionó en el tercer y cuarto piso de su edificio de
la calle Moreno 1417, bajo supervisión operacional del
Comando del Cuerpo de Ejército 1. A su vez, aportaba
personal a otros grupos de tareas intervinientes en la
represión, como por ejemplo el operante en
dependencias de la Escuela de Mecánica de la Armada”.
Y añadió que, más recientemente, en el año 2020,
cuando el Tribunal Oral Federal N° 6, en Causa 2108,
caratulada "Gallone, Carlos Enrique y otros s/
privación ilegal de la libertad y otros", ha sostenido
que ha quedado demostrado que el centro clandestino
que funcionó en la Superintendencia de Seguridad
Federal operó al menos entre los meses de abril de
1976 a enero de 1977.
Por otra parte, si bien no quiso realizar
largas citas, pero si mencionó que en aquella
sentencia se tuvo por probado que estos episodios han
sido confirmados por Nora Todaro durante el debate,
quien relató haber escuchado a De Paoli gritar y
llorar cuando fue violada por quien identificó como
Mario Alfredo Sandoval, uno de los jefes de Guardia.
Citó otro tramo de la sentencia en el cual
Nora Todaro, en el marco de la causa referida relató
que cuando Mario Alfredo Sandoval abusó de Nora De
Paoli, ella lo denunció ante uno de los del siguiente

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turno. Y, pese a ello, un guardia de otro turno se


acercó y les pregunto qué problema tenían de que las
violaran”, para explicar que eso era Superintendencia
Federal, Coordinación Federal, piso segundo y tercero,
que en el tercer piso funcionaba un primitivo
celdario, lo cual lucía poco verosímil que el imputado
desconociera cualquiera de las actividades que se
llevaran adelante.
Y además, señaló que ha quedado acreditado
mediante el testimonio rendido en esta audiencia por
el doctor Marcelo Gottifredi, el conocimiento
personal, intimo- entre Juan Carlos Linares,
suboficial también numerario de la Superintendencia de
Seguridad Federal y además acreditado miembro del
Grupo de Tareas de la ESMA, toda vez que ha sido el
doctor Gottifredi quien ha testimoniado en ese
sentido, acreditando que hacia el año 83, 84, el señor
Juan Carlos Linares prestaba un inmueble de su
propiedad al señor Sandoval, quien a modo de
agradecimiento contribuía mensualmente con una suma de
dinero, la cual era recibida "personalmente y
exclusivamente".
Se detuvo brevemente en el testimonio del
doctor Gottifredi, para recordar que por el año 83,
era un novel abogado, recibido el año anterior, quien
ha confirmado en este debate su conocimiento respecto
de Juan Carlos Linares, un conocimiento que -hasta él
mismo ha afirmado- excedía en mucho la relación
abogado-cliente, toda vez que en alguna oportunidad
había definido a Juan Carlos Linares como un hombre
dicharachero, de muy buen humor.
Destacó que Gottifredi respondiera a la
pregunta de la querella respecto de si recordaba -dado
que es nacido en Bahía Blanca- algún personal de la
Armada, mencionó a Estrada, y también, luego de un
pertinaz interrogatorio de la Fiscalía, que tenía un
socio por esa época, y el socio no era otro que
Licinio Scelzi. Licinio Scelzi fue defensor del
capitán de navío Pedro Estrada, que amén de haber

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cumplido funciones en el Grupo de Tareas 3.3.2 con
asiento en la Escuela de Mecánica de la Armada, luego
fue imputado en el contrabando ilegal de armas a
Croacia y luego apareció en un extraño episodio de
suicidio con un disparo que ingresara por su nuca.
Pero Licinio Scelzi no solo fue el representante de
Estrada, sino que defendió en otros tramos de esta
misma causa al capitán de corbeta Ricardo Cavallo.
Defendió también a Jorge Olivera Rovere, a Juan Ramón
Mabragaña, en la causa encabezada por Pascual
Guerrieri. También asistió a Jorge Juárez Nelson en la
causa encabezada por Galtieri. Y fue también defensor
del general Balza en aquella causa en donde se lo
imputó también por su responsabilidad en el
contrabando de armas a Croacia.
Expresó que lo trajo a colación, porque esa
querella le preguntó en su oportunidad al doctor
Gottifredi a dónde pescaban a sus clientes en el
comienzo de su ejercicio profesional, y estaba claro
que en una pecera, esa pecera que estaba integrada por
conspicuos integrantes de la Armada.
Afirmó que el imputado nada dijo en su
descargo, por lo tanto, esa parte no tenia hipótesis
alternativa más que abrazarse al “yo no fui” de
Sandoval, y que, sin embargo, aplicando el principio
de identidad de la lógica, “Sandoval es igual
Sandoval”, pero en ese caso no habría debate. En
cambio, suponer que el Sandoval que arribó a la casa
de la familia Abriata no es el Sandoval que está
siendo imputado en estos autos, implicaba preguntarse
cómo podría haber sucedido.
Al respecto, citó el testimonio del testigo
Muñoz, quien fuera obligado durante su cautiverio a
participar en la falsificación de documentos, fue
conteste al decir que en la Escuela de Mecánica de la
Armada se falsificaban documentos de toda la
naturaleza -entre ellos, documentación que acreditaba
la pertenencia a fuerzas de seguridad, también de
Policía Federal y, en particular, de Coordinación

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Federal-. Que también el testigo Muñoz fue muy


preciso, respecto de cómo era la compleja modalidad
para encontrar lo que él denominó "sosías", vale
decir, los nombres que iban a ilustrar la
documentación apócrifa fabricada en la Escuela de
Mecánica de la Armada; el Grupo de Tareas publicaba
avisos en los diarios; la respuesta a estos avisos en
los diarios ofreciendo trabajo, era recibida por una
casilla de correo postal; los datos eran compulsados
mediante Policía Federal, para ver que no tuvieran
antecedentes, para ver quién fuera la persona,
etcétera, etcétera; y finalmente, prácticamente,
capturar toda la identidad. Incluso, hacían una
pesquisa respecto de qué automóviles podían poseer
para sustraer un automóvil similar, colocarle chapa
patente similar y hacerle todos los papeles
respectivos. Y esto es conteste con el encubrimiento
como una de las condiciones necesarias para garantizar
la operatividad en la guerra contrainsurgente que
vienen enseñando diversos oficiales franceses: Patrice
Nourois, Pierre Badié, Jean Nougués, Robert
Bentresque. Entre los años 1957 y 1962 enseñaron todo
este tipo de procedimiento, de modalidad. El objetivo
de imprimir datos de una persona real en una
documentación apócrifa es, justamente, garantizar el
encubrimiento debido de esa documentación. Es una
persona que existe, que tiene un número de documento,
en aquel momento sede de la identidad de Policía
Federal; con lo cual, está en condiciones de superar
los controles que realizan distintas autoridades o
funcionarios públicos que tienen el deber de acreditar
la identidad las personas.
Se preguntó el letrado, si podría ser Mario
Alfredo Sandoval, oficial inspector destinado a
Coordinación Federal, específicamente a Asuntos
Políticos, uno de esos sosías y la respuesta fue que
efectivamente no podía ser porque lejos de encubrir,
descubría la maniobra apócrifa. Sería suficiente con
compulsar al Mario Alfredo Sandoval con el portador de

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la credencial o documentación para echar por tierra la
maniobra. Con lo cual, el Mario Alfredo Sandoval que
apareció en la credencial exhibida a la familia
Abriata al momento del procedimiento la calle Superí,
no podía ser un sosías.
Evaluó como alternativa la hipótesis de que
algún miembro del Grupo de Tareas de la ESMA hubiera
pretendido expresamente provocarle un daño a Mario
Alfredo Sandoval fabricando una credencial a su nombre
para hacerlo aparecer en un procedimiento en donde se
iba a privar ilegalmente de la libertad a una persona,
se le iba a trasladar a un centro de exterminio y,
finalmente, se le iba a hacer desaparecer. Concluyó
que sería descabellado en cabeza de un miembro del
Grupo de Tareas de la ESMA, dado que, la pregunta
sería bastante sencilla: ¿Por qué el grupo de tareas
de la ESMA se tomaría el trabajo de falsificar una
credencial a los efectos de que el hoy imputado Mario
Alfredo Sandoval, 46 años después, tenga que responder
por un secuestro, cuando al Grupo de Tareas de las
ESMA le resultaba mucho más práctico, sencillo y
ejecutivo ir a donde se encontraba su enemigo y
colocarle prolijamente una bala en la cabeza? ¿Por qué
no hubiera hecho lo segundo?
Invitó a suponer, además, “que alguno de los
miembros del Grupo de Tareas tenía esa paciencia
oriental y estaba dispuesto a esperar que nuestro país
restañara alguna herida; que superara el oprobio de
las leyes de impunidad; que un gobierno popular
tuviera la decisión y la fuerza política para impulsar
la derogación de las leyes de impunidad de los
indultos; que la Corte, en su oportunidad, hiciera un
malabar para encontrar la manera -hablando de
"Arancibia Clavel" fundamentalmente- de caracterizar
como "crímenes de lesa humanidad" los delitos
cometidos en ese período; para luego que finalmente su
enemigo, el hoy enmascarado Sandoval que vemos ahí en
un cuadrito del Zoom, tuviera que rendir cuentas por
un hecho que no cometió”. La querella encontró esta

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hipótesis descabellada, pero aun suponiendo que así


fue, que hizo un miembro del Grupo de Tareas, el
problema es que Sandoval dijo que no conocía a nadie
de la Armada, ¿Cómo alguien le tendría semejante
inquina a Sandoval sin conocerlo?, si no conoció a
nadie de la Armada.
Así las cosas, dedujo, luego de establecer
todas las hipótesis alterativas frente al silencio de
Sandoval, que ninguna logra explicar lo que en rigor,
y consideró que se explicaba por el principio de
identidad, de las leyes de la lógica, apoyado por el
principio de razón suficiente, que, Mario Alfredo
Sandoval, quien se hubiera identificado en la casa de
la familia Dittmar-Abriata, es el Mario Alfredo
Sandoval que hoy se encuentra imputado por estos
hechos.
Respecto de una última hipótesis a despejar,
¿por qué habría hecho esto Mario Alfredo Sandoval? El
Dr. Krmpotic sostuvo que había muchas respuestas, que
la Fiscalía incluso había mencionado algunas, donde
efectivamente el personal se presentaba con sus
credenciales, tal vez por obedecer a cierta directiva
desde Coordinación Federal. Pudo haber sido el modo en
el que Mario Alfredo Sandoval encontró para doblegar
la resistencia de Carlos Abriata, entregar el
domicilio de su hijo, ganarse la confianza. Ganarse la
confianza, resolver un imprevisto en el marco de una
operación.
Recordó que el Grupo de Tareas de la ESMA
estaba pensando en encontrar a Hernán Abriata en el
domicilio de Superí, no tener que ir a otra parte. Sin
embargo, se encontraron con que vivía en otra parte y
que quien podía conocer dónde se encontraba ese otro
domicilio era específicamente el padre. Ganarse la
confianza de esa manera es una hipótesis más que
plausible.
Por lo dicho, entendió que analizando la
prueba en su conjunto, como la doctrina indica, no
cabía duda; la prueba testifical era conteste,

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robusta, el análisis efectuado por el Ministerio
Público Fiscal no ha dejado dudas, y la prueba
documental indicó con claridad que Mario Alfredo
Sandoval participaba de actividades operativas, que
fue recomendado el 17 de noviembre de 1976, fecha que
no resultaba difícil vincularla al operativo llevado
adelante el 30 de octubre de ese mismo año en los
domicilios de Superí y de Avenida Elcano.
Por esta razón, al analizar el grado de
participación en los delitos atribuidos a Mario
Alfredo Sandoval, consideró que el mismo formó parte
de la organización de un plan sistemático, integral,
que operaba bajo la tutela del aparato estatal y todas
sus instituciones, teniendo como objetivo general al
conjunto de la población argentina y, como objetivo
particular, la eliminación de las personas que dicha
organización criminal caracterizaban como opositores a
la dictadura militar.
Finalmente, concluyó que el imputado debía
ser condenado por el delito de genocidio, en calidad
de coautor, conforme la Convención para la Prevención
y la Sanción del Delito de Genocidio, aprobado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas por Resolución
260, del 9 diciembre del 48, y ratificado por nuestro
país por Decreto-Ley 6286 del año 1956, por su
participación en la privación ilegal de la libertad
agravada por haberse cometido con violencia y
amenazas, en concurso real con imposición de tormentos
agravados por haber sido cometidos en la persona de un
perseguido político, en perjuicio de Hernán Abriata.

A su turno, el Dr. Noli comenzó por hacer una


breve aclaración respecto de la atribución de la
responsabilidad del imputado, dado que la prueba era
contundente en cuanto a su participación en el Grupo
de Tareas que funcionó en la Escuela de Mecánica de la
Armada. Así lo entendió en su momento el magistrado de
instrucción, cuando solicitó su extradición, no solo
por el caso de Hernán Abriata sino por más de 500

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casos, en el entendimiento de que estaba verificada la


participación del acusado en el Grupo de Tareas
3.3.2., que tenía base operativa en la ESMA durante el
período que había sido enmarcado temporalmente entre
el 30 de octubre del 76 y el 1° de septiembre del 79.
Dicho eso, consideró que el acusado Sandoval
no debería responder solo por el caso de Hernán
Abriata, porque no era plausible pensar que alguien
que funcionó y que fue parte del Grupo de Tareas solo
intervino en el secuestro de Hernán Abriata. Señaló al
Tribunal que el límite impuesto por la extradición de
ninguna manera alcanzaba a la calificación legal,
puesto que el principio de congruencia no se vio
afectado, dado que la plataforma fáctica que motivara
el requerimiento de elevación a juicio, permanecía
inmutable. Entendió que la jurisdicción del Tribunal
no se encontraba limitada a la calificación legal
provisoria que se hubiera generado en la instrucción y
tampoco se encontraba limitada a la calificación legal
que fuera invocada al momento de solicitar la
extradición.
En este sentido, la parte dio lectura al
artículo 16 de la Convención contra el genocidio, el
cual señal que “cuando la calificación legal de los
hechos por los que una persona ha sido extraditada se
modifica, solo podrá ser perseguida o juzgada si la
nueva calificación legal se refiere a los mismos
hechos que aquellos por los cuales se concedió la
extradición”, para decir que estaba muy claro que la
calificación legal podía modificarse, no así los
hechos.
Al entrar particularmente en la figura de
genocidio, limitó su exposición a dos cuestiones
puntuales que fueron escollos en los tramos anteriores
a la aceptación de la calificación propugnada, a
saber, la innecesaridad de una escala penal específica
para la aplicación de la figura de genocidio y la
consideración de las aquí víctimas como grupo
nacional.

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Previamente, señaló que en fallos anteriores,
por voto de mayoría se rechazó su planteo en cuanto a
la calificación legal y el voto de la minoría, en
ambos casos, tanto en "ESMA Unificada" como en "ESMA
IV", fue el del doctor Obligado quien hizo lugar
parcialmente a la figura de genocidio, pero ambas
posiciones, tanto la de mayoría como minoría,
coincidieron en la diferenciación entre delitos de
lesa humanidad y genocidio, al señalar que "la
diferencia entre crímenes contra la humanidad y el
genocidio es que los crímenes de lesa humanidad
caracterizan un ataque puntual a las libertades
individuales. Por el contrario, al delito de genocidio
lo que lo define es la instalación de la maquinaria de
aniquilamiento de personas de manera masiva,
sistemática y científicamente organizada”. “Mientras
que en los crímenes de lesa humanidad el Estado es
responsable por los casos individuales, en el
genocidio el Estado es responsable por haber puesto en
marcha un plan sistemático masivo y científicamente
organizado de eliminación de personas".
Establecida la diferencia, señaló por qué era
innecesaria la escala penal específica para calificar
la conducta o los hechos acaecidos en el marco de este
proceso como “genocidio”, dado que ya desde 1853
nuestra Constitución Nacional reconoce el principio
ancestral del Derecho de gentes contemplado en el art.
18, acerca del cual ha establecido: “Sostenemos que el
Derecho de gentes, receptado por nuestro ordenamiento
interno, por la previsión normativa del artículo 118,
debemos aplicarlo en todos aquellos casos en los que
nos encontramos frente a crímenes internacionales, de
manera de no suponer que la remisión al Derecho de
gentes que hace la Constitución ha sido inútilmente
usada o agregada y debe rechazarse como su superflua o
sin sentido". Fallo 92:334. Calificación de
“genocidio" que la Corte ha ratificado en el fallo
“Priebke" (318:21248).

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Señaló que la mora que existe por parte del


Estado nacional desde la aprobación de la Convención
al día de la fecha, que han pasado más de 65 años sin
tipificar la conducta en la figura de genocidio, no
podía resultar un impedimento técnico jurídico para
que el Estado desoiga los compromisos internacionales
asumidos.
Entendió que lo central del rechazo previo a
su calificación legal, tuvo que ver con la no
consideración como víctimas del caso de autos con lo
que la Convención ha denominado como un "grupo
nacional". Dado que se encontraba acreditado que todos
los incisos del artículo 2) de la Convención para la
Prevención y Sanción del Genocidio se han producido en
el marco de la ESMA, y que resultaba de público y
notorio que las víctimas no fueron ni un grupo étnico,
ni racial, ni religioso, restando obviamente solo
analizar la referencia a un "grupo nacional”. Reiteró
que estos extremos, volviendo a la diferenciación
entre crímenes de lesa humanidad y la figura del
genocidio, era la existencia, de un plan sistemático,
una maquinaria de aniquilamiento de personas de manera
masiva y sistemática, acreditado en la Causa 13, en la
Causa "ESMA" y en otras tantas seguidas contra el
aparato represivo estatal, y hasta existió un plan de
apropiación de bienes y saqueo para solventar los
gastos de la maquinaria represiva. Lo que tenían en
común las víctimas, eran enemigos y la cuestión
central a analizar era como se construyó ese enemigo.
En este sentido expresó que desde el año
1958, fines de los años 50, el Ejército Argentino, las
Fuerzas Armadas argentinas, adoptan la doctrina
contrainsurgente francesa. A partir de ahí se produce
un cambio de visualización respecto de lo que sería la
población. ¿Por qué? Porque empiezan a configurar un
supuesto enemigo interno, supuesto enemigo interno que
lo determinaban ellos mismos, y uno de los principales
aspectos de la lucha contra ese enemigo interno era el
control de la población. Eso implicaba un plan

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defensivo, y en el plan defensivo se cuadriculaba el
territorio, se visualizaba un territorio y población
casi como lo mismo, como el elemento a abordar y a
ganar. Y la primera vez que se implementa se
implementa lo que se llama el "Plan CONINTES", que
después fue recetado en los distintos reglamentos del
Ejército. Y por razones de tiempo, luego solo mencionó
reglamentos del Ejército del 64, el RC21, el
Reglamento del Ejército Argentino de 1969, el de 1970,
que empezaron a contemplar esta doctrina de
contrainsurgencia francesa, que después se fue
amalgamando y modificando por la Doctrina de Seguridad
Nacional.
Más allá de los reglamentos, expresó que
existía una exposición clara y concisa respecto de qué
era lo que ellos consideraban el enemigo, en
entrevistas producidas con el general Acdel Vilas
-primer encargado del Operativo Independencia-, quien
textualmente dijo en una entrevista periodística:
"Tuve que aplicar un edema, al grano, directo, sin
vueltas, poco planeamiento y mucha acción. Si me
decían que en Río Colorado había sospechosos, había un
método convencional para aplicar: infiltrar gente allí
y averiguar. Eso demandaba un mes de trabajo. Yo
prefería el método directo. ¿Cuánta gente hay en Río
Colorado? ¿700 habitantes? Bien, toda la población en
cuarentena inmediatamente. Después averiguaremos quien
es el guerrillero y quien no”. El enemigo era la
población, el objeto del plan, que se distinguía por
estar a juicio de quienes detentaban la maquinaria
contra determinados valores subjetivamente
considerados superiores. Ese plan sistemático,
indudablemente, sobrepasó lo que puede considerarse
estricto sensu "crímenes de lesa humanidad”.
A su ve, el letrado refirió que era necesario
distinguir lo que verdaderamente ocurrió, como forma
de superar lo ocurrido, en términos históricos, y
claramente lo que aconteció excede la figura del

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crimen contra la humanidad, aunque la comprende en


forma brutal.
Luego se remitió escuetamente algunos
antecedentes jurisprudenciales: 1) 4 de noviembre de
1998, el pleno de la Sala en lo Penal de la Audiencia
Nacional de España, con las firmas de sus 10
magistrados, al intervenir en la causa donde luego se
condenó a Adolfo Scilingo, y respecto del punto aquí
tratado, consideró que los hechos sucedidos en
Argentina constituían genocidio, 2) en consonancia, en
el fallo "Etchecolatz", con el voto inicial del doctor
Rozanski, consideró que los hechos llevados a juicio
configuran delitos de lesa humanidad cometidos en el
marco de genocidio que tuvo lugar en la República
Argentina entre el año 76 y 1983. El voto del doctor
Insaurralde, adhiriendo al voto del doctor Rozanski,
señaló: "Toda esta actividad se desarrolla
sistemáticamente y estaba destinada al exterminio de
toda persona que se sospechara como perteneciente a la
oposición al régimen de facto. No solo a la conducta
de grupos armados ofensivos o de resistencia, sino a
toda manifestación de vida independiente intelectual,
tácita o implícitamente opositora, a toda aquella que
no denotará sumisión ciega a la actividad del Estado
usurpado por un gobierno militar de facto. Todo este
desarrollo y especialmente la falta de contralor del
Poder Judicial, así como el ocultamiento y la ausencia
de información, instalado como método de encubrimiento
del modo de utilización de la fuerza del Estado,
fueron consecuencia de un plan, preparado prolijamente
de antemano, que incluía la clandestinidad de la
propia actividad represiva del Estado y que constituye
un claro ejemplo de genocidio”. 3) mencionó además, el
juicio llevado a cabo en los tribunales federales de
San Martín, denominado “Contraofensiva”, en el cual el
Ministerio Público Fiscal, en un avance, acusó por
genocidio.
En consecuencia, consideró que la figura del
genocidio es lo que permitirá ponderar el alcance de

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lo acontecido, porque no hay discusión sobre la
existencia del plan sistemático, ni sobre la
maquinaria, ni tampoco sobre los hechos acaecidos en
la República Argentina, ya dicho por sentencias firmes
y pasadas en autoridad de cosa juzgada, por lo tanto,
excede el delito de lesa humanidad. Por ello acusó por
genocidio y solicitó que al momento de dictar
sentencia, el Tribunal lo considerara en la
calificación legal. Y para el caso de que no lo
hiciera, formuló la reserva de casación, de concurrir
ante la Corte Suprema en caso federal, en los términos
del artículo 14 de la Ley 48.
En cuanto al petitorio, solicitó al Tribunal:
1) se condene al acusado por el delito de genocidio a
la pena de prisión perpetua, inhabilitación absoluta y
perpetua, más accesorias legales y costas; 2) que al
tiempo de dictar sentencia, se proceda en el futuro a
dar amplia publicidad de los eventuales e hipotéticos
beneficios que, eventualmente, solicite el condenado,
a los efectos previstos en el artículo 12 de la Ley
27.372, y ordene señalizar inequívocamente los lugares
de residencia del genocida en el caso de conceder
algún beneficio peticionado; 3) se tomen las medidas
necesarias para que en la casa quinta que utilizó la
Marina, ubicada en General Ricchieri 1.325, esquina
Camacuá, Don Torcuato, de la provincia de Buenos
Aires, extensión del centro clandestino de detención
de la ESMA, se preserve, ya que es un lugar que
seguirá siendo parte de la prueba de los hechos que se
instruyen en las causas residuales y que podría ser,
conforme a los testimonios escuchados en este debate,
el lugar donde también estuvo detenido Hernán Abriata;
4) se solicite la aplicación de la suspensión del goce
de toda jubilación, pensión y/o retiro de la que goce
el imputado actualmente, de conformidad con lo
dispuesto por el artículo 19, inciso 4), del Código
Penal. Se ponga en conocimiento al Poder Ejecutivo
Nacional de la condena a la que se arribe para que se
dé cumplimiento al procedimiento de baja por

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exoneración a través del Ministerio de Seguridad


respectivo; 5) Se arbitren las medidas necesaria para
que todos los archivos judiciales de la causa ESMA,
primera instancia, Tribunal Oral Federal, Ministerio
Público Fiscal, sean preservados como patrimonio
público y se promueva la declaración como patrimonio
de la humanidad de la UNESCO; 6) se inste al Estado a
que se implementen programas educativos que
contribuyan a la formación de la conciencia contra el
genocidio; 7) Se tengan presentes las reservas
formuladas; 8) se inste por medio del Tribunal al
Poder Legislativo a dar cumplimiento a las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado
argentino y proceda a tipificar el delito de
genocidio; y 9) se inste por medio del Tribunal al
Poder Ejecutivo a dar cumplimiento a las obligaciones
internacionales asumidas por el Estado argentino y se
proceda a la apertura de los archivos de la dictadura
entre los años de 1974 y 1983.

3.- Alegato de la querella unificada en


cabezada del CELS y Carlos García.

Que la querella unificada que representa al


Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) entre
otros, y la querella unificada en cabeza de Carlos
García, a través de las Dras. Fernández Brozzi y Sol
Hourcade procedieron a formular su alegato, quienes
expusieron en forma alternada.
En primer término, la Dra. Hourcade expresó
su total adhesión a lo planteado por el Ministerio
Público Fiscal, en lo relativo a los hechos, la prueba
y la calificación legal. Sus planteos eran
coincidentes, sin perjuicio de lo cual, precisaron
algunos puntos a los fines de tener autonomía en cada
uno de los mismos a los fines recursivos.
Tras hacer alusión al plan sistemático que
ejecutó la última dictadura cívico-militar y la forma
de la toma de poder en marzo de 1976, se refirió

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brevemente a cómo sucedieron los hechos que
damnificaron a Hernán Abriata -en coincidencia con el
Ministerio Público Fiscal-, para luego expresar que
los hechos se encontraban probados tanto en la causa
"ESMA unificada" como en la causa conocida como "ESMA
IV".
Luego, abordó las pruebas puntuales
producidas durante el debate, las incorporaciones por
lectura de todas las documentaciones y declaraciones
prestadas por Beatriz, "Betty", Cantarini de Abriata,
madre de Hernán, cuyo relato coincidió sustancialmente
con lo declarado en el debate por Juliana Abriatta y
de Mónica y Claudia Dittmar. Asimismo, valoró las
declaraciones testimoniales de Carlos Abriatta
-incorporada por art. 391 CPP-, padre de Hernán, y
quien denunciara los hechos, de Mónica Dittmar -esposa
de Hernán-, quien también declaro en el debate, como
así mismo el de Juliana Abriatta -hermana de Hernán-,
quien declaró en audiencia, y Claudia Dittmar, como
así también el de otros sobrevivientes que vieron a
Hernán Abriatta en la ESMA, a saber, Carlos Loza y
Oscar Alberto Repossi, entre otras incorporadas por
lectura, como las de Rodolfo Picheni, Dante Barcos,
Luis Salvatierra, Mónica Laffitte de Moyano y Graciela
Palacio de Lois, para concluir que todos han sido muy
certeros, contestes, dado que una y otra vez
declaración ante la justicia en plena dictadura que no
investigó adecuadamente, que tenían ahí un nombre, que
esa persona fue citada, pero nunca le exhibieron esa
persona a la familia para tratar de hacer algún tipo
de identificación de responsabilidades.
En cuanto a la calificación legal del hecho,
mantuvo en un todo la especificada al momento de
requerir la elevación de la causa a juicio a la cual
se remitió.
Refirió que quedaba claro que Hernán Abriata
era un perseguido político, tenía militancia, venía
justamente de una persecución que se hacía a
militantes que habían estado en la Facultad de

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Arquitectura, y que la cuestión de la aplicación de la


figura de tormentos agravados por ser la víctima de
una perseguida política, eso ya fue receptado en otras
sentencias de esta misma causa.
Afirmó que los delitos que se han cometido en
perjuicio de Hernán constituyen una pluralidad de
conductas que concurren en forma material, de acuerdo
al artículo 55 del Código Penal, y a la vez que son
delitos de lesa humanidad, por lo cual son
imprescriptibles. Citó la jurisprudencia uniforme
desde los fallos "Arancibia, Clavel" y "Simón", porque
de todas formas correspondía determinar la
imprescriptibilidad para la sanción de estos hechos. Y
aclaró que en el caso la parte no ha variado la
plataforma fáctica que se le imputó durante la
indagatoria, el procesamiento, y la elevación a juicio
y por ello no se afectó el principio de congruencia.
En definitiva, calificó los hechos como
privación ilegal de la libertad agravada y tormentos
agravados en perjuicio de Hernán Abriata, sin que por
ello, esa calificación y la eventual condena
trasgredieran en forma alguna los términos de la
extradición que fue concedida por la República de
Francia en relación con los hechos que tuvieron por
víctima a Hernán Abriata.
Luego, al considerar la prueba que se produjo
en relación a la responsabilidad de Mario Alfredo
Sandoval, se remitió a las reseñas efectuadas por la
querella que precedió en la palabra, además del
análisis efectuado por el Ministerio Publico Fiscal.
Agregó que Mario Alfredo Sandoval estuvo
destinado formalmente a la Superintendencia de
Seguridad Federal de la Policía Federal Argentina,
precisamente en el Departamento de Asuntos Políticos,
que era un punto neurálgico junto al Área de
Inteligencia en lo que fue la lucha contra la
subversión. Estuvo ahí desde el 75 y hasta el 79.
Entonces, en la época de los hechos que se le imputan
estaba destinado ahí, aunque se pudo comprobar que

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integró el Grupo de Tareas que operó en la ESMA y fue
uno de los que lideró el secuestro de Hernán Abriata y
que testimonios incorporados al debate o producidos
durante el debate indicarían que Sandoval era el que
utilizaba el alias "Churrasco" o “Churrasquito”. En
cuanto al momento de los hechos, en octubre del 76, no
se encontró en su legajo ningún tipo de licencia que
pudiera hacer pensar que no estaba presente al momento
de los hechos.
Seguidamente, tomó la palabra la Dra.
Fernández Brozzi, quien resumió algunos de los puntos
de las declaraciones indagatorias de Sandoval en
cuanto a su defensa material, para afirmar que nada de
lo declarado lograba poner en crisis toda la prueba
recolectada y producida en este debate que da cuenta
de la responsabilidad en los hechos que se le imputan.
Que en ese sentido, las declaraciones y los
testimonios y descripciones efectuadas por las y los
familiares de las familias Abriata y Dittmar eran
contestes y daban cuenta de los rasgos fisonómicos del
imputado. Señaló que resultaba contundente la
descripción física que realizó Claudia Dittmar. Que
tanto Mónica como Claudia fueron contestes al relatar
que al ver la foto en la nota de Página/12 del 16 de
marzo del 2008 reconocieron inmediatamente al imputado
Sandoval como aquel que había participado del
operativo.
En cuanto al apodo "Churrasco" o
"Churrasquito" y su identificación con el aquí
imputado Mario Alfredo Sandoval, afirmó que el apodo
aparecía ya mencionado como integrante del Grupo de
Tareas que operó en la ESMA en los llamados
testimonios históricos. Así como también en otros
testimonios incorporados por lectura en el presente
debate. En este sentido, citó los testimonios
prestados por Graciela Daleo, Andrés Castillo, Alicia
Milia, Ana María Martí y Sara Solarz, Enrique Mario
Fukman, “Cachito" y dos sobrevivientes que

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permanecieron detenidos en la ESMA: Carlos Muñoz y


Alfredo Buzzalino.
Con respecto a la valoración de los
testimonios se remitió a los mencionados por la Dra.
Hourcade y la querella que precedió en el uso de la
palabra. Seguidamente, la Dra. Sol Hourcade agregó que
el apodo "Churrasco" aparecía además en la causa
“Holmberg”.
En definitiva, la querella concluyó en que,
toda la prueba que se produjo en el debate apuntaba a
Sandoval en el procedimiento que terminó en el
secuestro y desaparición de Hernán y también su
intervención en la ESMA como parte del Grupo de
Tareas. Se comprobó que Sandoval actuó en todo momento
con conocimiento, con voluntad de realizar estos
hechos de los que fue víctima Hernán. Se comprobó que
por su profesión, su cargo y su grado, conocía
perfectamente que eso era ilegal, que había un plan
criminal en curso, que él estaba participando de él y
sabía que luego de la ejecución del secuestro se
concretaría todo el camino tortuoso de las torturas
para obtener información, las condiciones inhumanas de
vida y, bueno, la alimentación en definitiva de esa
maquinaria para seguir secuestrando y asesinando
gente.
En cuanto a la participación y autoría del
imputado, sostuvo que debía entenderse como una
coautoría funcional y sucesiva, a lo cual ya hicieron
referencia en el requerimiento de elevación a juicio.
Señaló la ausencia de alguna causa de justificación o
eximentes que puedan aplicarse con respecto a los
hechos que cometió el imputado. En tal sentido, valoró
que al momento de los hechos, era mayor de edad,
funcionario público y tenía actuación calificada.
Entonces, descartaron absolutamente cualquier tipo de
coacción o intimidación en contra del acusado.
En cuanto a la determinación de la pena,
consideró que el criterio que aplica es el del
artículo 55, de acuerdo a la Ley 11.179 y de

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conformidad con la 21.338, que si bien era una ley de
facto y fue derogada cuando se instauró la democracia,
de todas formas, el artículo 55 fue mantenido por la
Ley de Defensa de la Democracia, que era la 23.077.
Entonces, por la privación ilegal agravada de
la libertad de Hernán Abriata y los tormentos
agravados que sufrió, esa parte sostuvo que debía
aplicarse la pena máxima de la suma aritmética de
ambos tipos por la gravedad de los hechos cometidos,
delitos calificados como de lesa humanidad, por una
desaparición que se sigue cometiendo hasta nuestros
días y por todo el dolor que verificamos que sigue
sufriendo la familia Abriata-Dittmar, que busca saber
qué pasó con Hernán hace más de 46 años.
Así las cosas, con invocación de los pactos
internacionales de derechos humanos, y la
jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación
respecto a los delitos de lesa humanidad y su adecuada
sanción, solicitó se condenara a Mario Alfredo
Sandoval a la pena de 21 años de prisión,
inhabilitación absoluta por el mismo tiempo de la
condena, demás accesorias legales y costas por
resultar coautor penalmente responsable del delito de
privación ilegal de la libertad agravada por mediar
violencia o amenazas y por haber durado más de un mes
en concurso real con el delito de imposición de
tormentos agravado por haber sido cometido en
perjuicio de un perseguido político; todos cometidos
en perjuicio de Hernán Abriata, de conformidad con los
artículos 12, 19, 45, 55, 144 bis, inciso 1° y último
párrafo de la Ley 14.616, en función del artículo 142,
inciso 1° y 5°, según Ley 20.642, y el artículo 144
ter, primer y segundo párrafo, de acuerdo a la Ley
14.616 del Código Penal.
Finalmente, la Dra. Fernández Brozzi,
requirió que ante la eventual condena se solicitara al
Poder Ejecutivo Nacional la exoneración de Sandoval,
dado que se pudo verificar en su legajo que solamente
obtuvo el retiro, pero debía informarse de la misma al

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Poder Ejecutivo para que a través del Misterio de


Seguridad se la gestionara –en referencia a la
exoneración- de acuerdo a la Ley 21.965.
Por último, solicitó se informara a las
víctimas de la causa el derecho que les asiste por la
Ley 27.372 para ser informadas y oídas en todo lo que
tiene que ver con la ejecución de la pena, y
finalmente, se tuviera presente la reserva pertinente
de recurrir en Casación y eventualmente por la vía del
artículo 14 de la Ley 48 por la cuestión
constitucional que pudiera devenir.

4.- Alegato de la querella en cabeza de la


Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación.

Que llegado el momento de hacer uso de la


palabra, el Dr.Szczyrek procedió a formular su alegato
en representación de Secretaría de Derechos Humanos de
la Nación, en ese sentido expresó en primer término
que los delitos aquí juzgados, además de constituir
crímenes de lesa humanidad, aquellos fueron cometidos
en el marco de un genocidio. Apoyó el reclamo en el
hecho de que los delitos se cometieron cuando ya
formaban parte del conjunto de aquellos que repugnaban
a la comunidad internacional, por encontrarse
comprendidos en el ámbito del ius cogens y alcanzados
por sus consecuencias jurídicas.

Asimismo, expresó que el ataque producido fue


una acción concertada, generalizada y sistemática de
un grupo estatal que se propuso la represión y
eliminación ilícita de otro grupo social mediante la
desaparición física de quienes lo integraban o
mediante la aplicación de tormentos indecibles, entre
otros hechos aberrantes y atroces cometidos. Y que ese
otro grupo social era sencillamente el compuesto por
los opositores al régimen dictatorial, cualquiera
fuera su pertenencia, ya sea social, política,
religiosa o de comunidad, opinión o pensamiento.

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Inclusive, aunque hubiese contradicciones entre estos.
Agregó que, lo definitorio para su persecución,
búsqueda y aniquilamiento era que fuesen opositores a
su modelo político y económico, a quienes englobaba
bajo la mentirosa estigmatización de subversivos.

En función de ello, solicitó se declare en la


sentencia que el delito se cometió en el marco de un
genocidio, dado que el secuestro de Hernán Abriata no
fue un caso aislado que se dio durante un determinado
proceso de interrupción constitucional producto del
desborde de dos, tres o cuatro o más personas con
algún tipo de actuación funcional que de pronto
pudieron colaborar y ejecutar esa barbaridad por
alguna oscura motivación subjetiva. Sino que Hernán
Abriata fue víctima como parte de miles y miles de
otras víctimas que cayeron bajo el objetivo del plan
sistemático de exterminio. Sencillamente porque entró
en la categoría general, estigmatizada y perseguida de
subversivo o, en su caso, de militante político que
impulsaba el esclarecimiento de la conciencia de los
trabajadores en relación a sus derechos y, por lo
tanto, entraba dentro de la categoría de obstáculos
para la implementación del plan político-económico de
la dictadura y consecuentemente blanco a eliminar. Es
decir que Hernán Abriata entró como otros miles y
miles de compañeros en colisión con los intereses
políticos y económicos que la dictadura implantó a
sangre y fuego.

Recordó que la Convención Internacional para


la Sanción y Prevención del Delito de Genocidio
dispone que es considerado genocidio cualquiera de los
actos cometidos con intención de destruir, parcial o
totalmente, a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso y Hernán, sin duda alguna, entraba dentro de
este molde o categoría, en el de grupo nacional, en
este caso, opositor a la dictadura militar.

Destacó que no se lo acusaba por el delito


internacional de genocidio, porque al no encontrarse

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tipificado expresamente en nuestro ordenamiento penal,


especialmente previendo una pena específica, no cabía
pedir se lo condene por un delito cuya pena no está
prevista, con lo que faltaría legalmente y de manera
expresa la consecuencia del delito, que es la pena o
reproche penal específico, que no puede obviamente
aplicarse a su juicio.
Señaló además, que estos juicios eran
extraordinarios, pero no en el sentido de que se trate
de tribunales especiales conformados ex post facto y
con competencia exclusiva o con la aplicación de leyes
penales retroactivos, sino como lo destaca la
Procuración General de la Nación, en el Prólogo del
Trabajo, publicado por la Procuraduría de Crímenes
contra la Lesa Humanidad, que en su parte pertinente
dice: “la certeza de la seriedad en general y el
respeto al debido proceso en particular que marcaron
los juicios por crímenes de lesa humanidad en
Argentina, llevados a cabo por tribunales ordinarios,
es una experiencia excepcional en el mundo entero, que
es objeto de permanente estudio y seguimiento en el
ámbito internacional”.
Concretamente solicitó al Tribunal la
aplicación de la condena correspondiente a los tipos
penales existentes en nuestra ley penal del momento de
los hechos, con la aclaración de que esos delitos se
cometieron en el marco de un genocidio.
Seguidamente, se refirió al caso de Hernán
Abriata, militante de la Juventud Peronista, privado
ilegalmente de su libertad el 30 de octubre del 76’ en
su domicilio particular por grupo de personas armadas
vestidas de civil -aparentemente de Coordinación
Federal-, y mientras esto sucedía, Sandoval le dio a
entender a Mónica Dittmar que él era quien comandaba
el operativo. La tranquilizó cínicamente diciéndole
que no pasaba nada, que se quedara tranquila, y se dio
a conocer como inspector Sandoval de la División
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía
Federal Argentina. Y le exhibió una credencial

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plastificada con su foto y sello de la Policía
Federal. Posteriormente la víctima -como todos
sabemos- fue conducida a la ESMA, donde permaneció
clandestinamente bajo condiciones inhumanas de vida,
quien se encuentra desaparecida hasta la fecha.
En cuanto a su participación concreta,
sostuvo que, de las constancias de la causa se
desprendía que encontrándose destinado a la
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía
Federal Argentina, más precisamente al Departamento de
Asuntos Políticos, colaboraba activamente con el Grupo
de Tareas 3.3.2, con base operativa en la ESMA.
Ejerció su actividad siguiendo la orden de exterminio
al elemento subversivo, conforme la organización de
los altos mandos de las Fuerzas Armadas, en ese
entonces a cargo del gobierno nacional. Ello, al
menos, hasta el 19 de septiembre del 79’, fecha esta
última en la que se desvinculó de la fuerza.
A fin de evitar recurrir a extensas
reproducciones de los dichos de los testigos en el
juicio, se centró en los aspectos fácticos que
concluyen y hacen a la materialidad ilícita y a la
prueba que lo acredite en cada caso recurriendo sólo
una sintética reproducción de los dichos o contenidos.
En este sentido, solicitó al Tribunal que los
testimonios de las víctimas y familiares o allegados a
las víctimas fueran valorados prestando atención
especial a la carga dramática puesta de manifiesto en
cada caso, la consistencia de los hechos, su
congruencia interna y su apuntalamiento por elementos
documentales objetivos incorporados como prueba,
capaces de generar una indudable convicción de
veracidad sobre lo que han expuesto, todo ello
conforme al criterio sustentado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso "Vázquez
Rodríguez”.
Luego, manifestó que fue el propio Sandoval
quien indicó a Mónica Dittmar, esposa de Hernán, que
pertenecía a la Superintendencia de Seguridad Federal

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de la Policía Argentina y que tomara debidamente nota


de ello, exhibiéndole una credencial donde constaba su
pertenencia. No sólo Mónica reconoció a Sandoval como
responsable del operativo sino también Juliana
Abriata, hermana de Hernán, quien esa noche se
encontraba en la casa familiar de Hernán y recuerda
haber visto a su padre esposado, una persona que
hablaba con él y que se identificó y decía ser el
responsable de un operativo de la Policía Federal, y
que se identifica como Mario Sandoval. Agregó, que se
encontraba acreditado en autos que Sandoval formó
parte del Grupo de Tareas 3.3.2 que actuaba en la
ESMA. En ese sentido destacó los testimonios de Carlos
Loza y Repossi.
Agregó que en el hecho descripto y probado,
se ha acreditado también que resulta penalmente
responsable el procesado Sandoval en la alegada lucha
contra la subversión, ya que se desempeñó como jefe de
Departamento G1 y jefe del Destacamento 201 de
Inteligencia de Campo de Mayo. En dicho rol, ninguna
duda cabe que, como parte del plan criminal llevado
adelante por el aparato de poder que consciente y
voluntariamente integraba, arbitró los medios
necesarios para que se procediera al secuestro de
Hernán. De las pruebas recolectadas en el marco de la
investigación y las producidas en este juicio y las
que fueron incorporadas por lectura, quedó plenamente
comprobado que la privación de la libertad de Hernán
Abriata fue una las tantas privaciones ilegítimas de
la libertad producidas durante la pasada dictadura
cívico-militar que se desplegó entre los fines del 75’
y el 10 de diciembre del 83 en el marco del plan
sistemático de terrorismo de Estado, que -como
resaltamos al principio- está ya probado por fallos
firmes dados con anterioridad al presente juicio.
En definitiva, sostuvo que la responsabilidad
penal de Mario Alfredo Sandoval se derivaba de su
responsabilidad funcional en cuanto a la precisión
jurídico-penal relativa a la índole de las

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responsabilidades en la comisión de los injustos,
entendidos éstos como reproducción de los tipos
penales más ausencia de causal alguna de
justificación. Enmarcó su responsabilidad en los
postulados de Claus Roxin, sobre la responsabilidad
funcional. Ello así, por haber formado parte de
aparatos organizados de poder en el marco de cuyas
acciones se cometieron las acciones típicas y
antijurídicas que afectaron a la víctima: la privación
ilegal de la libertad y los tormentos. Afirmó que se
dan claramente las características que hacen a la
responsabilidad por dominio funcional de los hechos
como parte del aparato organizado de poder que
caracterizó a la última dictadura, en tanto que el
procesado en esta causa cumplía una función necesaria
en la ejecución del plan global, participando de la
común resolución delictiva. Sostuvo que eso
exactamente, es formar parte del dominio funcional de
los hechos.
Refirió que Sandoval tuvo ciertamente una
relación interna de conocimiento y voluntad con el
hecho, cumpliendo algunas funciones desde el marco
ilícito general, lo que Roxin llama "dominio conjunto
del curso del acontecer". Que el nombrado, tuvo la
aptitud o posibilidad concreta y real, tanto de
ejecutar las acciones como de continuarlas o de
impedirlas. En ese sentido, señaló que bastaba con que
Sandoval diese una orden en contrario para que algo no
se hiciese o se interrumpiese el curso causal natural
de los hechos, ello en cuanto a las conductas activas
como las omisivas capaces de reproducir un tipo penal.
De forma tal, que ese algo no se hubiere consumado,
con total seguridad. Por tal motivo, consideró que él
fue el responsable, que así se presentó ante la esposa
de la víctima. Agregó que sin duda, si Sandoval
hubiera decidido no seguir adelante con el plan de
secuestrar a Hernán, en tal caso a él nada le hubiese
sucedido.

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Concluyó que Sandoval tuvo responsabilidad


penal funcional como coautor de los delitos ventilados
en este juicio y que tuvieron como víctima a Hernán
Abriata.
Continuó su exposición, diciendo que en caso
de que el Tribunal no suscribiera a esta tesitura,
dejaba como planteo subsidiario, que se considerara al
caso de Sandoval como eslabón intermedio entre los
responsables máximos de la dictadura y la jefatura del
Grupo de Tareas 3.3.2 que trasladaron hacia sus
inferiores jerárquicos las órdenes represivas
generales que culminaron con la desaparición de
Abriata o por vía de comisión o por omisión evitaron
interrumpir el curso de los acontecimientos a los que
como funcionarios públicos estaba obligado atento a
que se trataba de la comisión de delitos gravísimos.
En ese orden de ideas, consideró que subsidiariamente,
Sandoval sería responsable como autor mediato de los
delitos que motivan el juicio.
Así las cosas, sostuvo que la responsabilidad
penal de Mario Alfredo Sandoval, devenía
incuestionable, irrefutable, por su responsabilidad
funcional en el marco del terrorismo de Estado,
conforme lo es subsidiariamente como autor mediato del
secuestro, privación ilegítima de libertad y tormentos
de Hernán Abriata, según el artículo 45, primera
parte, del Código Penal.
Remarcó que los hechos delictivos que se
imputan consistieron en graves violaciones a los
derechos humanos, que constituyen delitos de lesa
humanidad, ejecutados en el marco de un genocidio
sucedido en la República Argentina. Y, por lo tanto,
es jurisdicción universal imprescriptible.
Solicitó, en consecuencia, se declare a los
delitos cometidos en este caso como de lesa humanidad
y en el marco de un genocidio, ya sea como responsable
funcional o como coautor mediato, solicitó las mismas
calificaciones que fueron motivo del requerimiento de
elevación a juicio: la privación ilegal de la

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libertad, los tormentos; no advirtiendo la existencia
de atenuantes de ninguna especie para las conductas
llevadas a cabo por el procesado. Que su condición de
funcionario público de alta jerarquía, instrucción,
preparación profesional, hacía especialmente exigible
que obrara conforme a Derecho y no cometiendo o
formando parte de un plan que incluía la comisión de
hechos aberrantes o atroces como el que sufrió Hernán
Abriata. Que todo ello, conllevaba una situación de
máxima reprochabilidad por los delitos antes
calificados, dar directivas generales o
retransmitirlas, de obrar de semejante manera y de
formar parte funcional o de colaborar como autor en su
comisión, según se entienda. Y al mismo tiempo de
haber contado con la posibilidad de impedir ese
resultado sin riesgos personales, resulta demostrativo
de un desprecio total por el adecuado cumplimiento de
la ley y la protección del prójimo, como también un
total desprecio de la condición humana. En relación no
sólo de la víctima directa sino también por el
desentendimiento del dolor que esos daños ocasionan a
los respectivos familiares y allegados. Y en todos los
casos, como agravante el no arrepentimiento por los
graves hechos cometidos.
Concedida la palabra a la Dra. Frías,
finalizó el alegato remitiéndose a la petición, en
atención al hecho descripto y la responsabilidad
probada, solicitó se condenara a Mario Alfredo
Sandoval, de los demás antecedentes personales
obrantes en la causa, a la pena de 20 años de prisión,
con las accesorias legales y costas, de cumplimiento
efectivo y en unidad penitenciaría común del Servicio
Penitenciario Federal.

5.- Alegato de la defensa de Mario


Alfredo Sandoval

El Dr. Carlevaro inició el alegato de la


defensa aclarando que no iban a cuestionar el hecho de

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que Hernán Abriata había sido secuestrado el 30 de


octubrede 1976 por un grupo de represores de la
E.S.M.A., quienes ingresaron alos domicilios de la
calles Superí y Elcano,donde una de esas personas se
identificó ante los familiares de Abriata como
inspector Sandoval, de Seguridad Federal. Tampoco
cuestionó que Hernán Abriata haya estado secuestrado
ilegalmente en la E.S.M.A. y haya sido sometido a
tormentos en dicho lugar.
En igual sentido, dijo que no iban a debatir
que entre el staff de represores de la E.S.M.A.
existiera algún represor que respondiera al apodo de
“Churrasco” o “Churrasquito”, y que los grupos de
tareas de la E.S.M.A. se nutrían en ocasiones de
personal de la Policía Federal Argentina.
Lo que sí iban discutir era que su asistido,
Mario Alfredo Sandoval, haya formado parte de la
patota o del grupo de represores de la E.S.M.A. que
participó del secuestro de Abriata, o que el nombrado
haya prestado funciones de cualquier tipo en ese
lugar, ya sea al momento de los hechos, antes o luego.
Asimismo, iban a cuestionar que su defendido
respondiera al apodo de “Churrasco” o “Churrasquito”.
Postuló que no había indicios o elementos de prueba
que prestaran aunque sea un mínimo apoyo a la
pretensión de las partes acusadoras. No existía prueba
alguna de la participación de su asistidoen el hecho
que damnificara a Abriata, ni prueba alguna de que
prestara funciones en la E.S.M.A.o de que respondiera
al apodo ya mencionado de “Churrasco” o
“Churrasquito”.
Para sostener sus argumentos, dijo que haría
hincapié principalmente en los dichos de los
familiares de Hernán Abriata, quienes eran los
testigos presenciales del hecho, y en los testimonios
de Gottifredi y Cordero.
Criticó que las partes acusadoras hayan
sostenido cuasidogmáticamente que su asistido fue
quien se presentó en los domicilios antes mencionados,

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pues no habían valorado los dichos de los familiares
de Abriata.Puntualizó que estos testigos presenciales
describieron a una persona en el procedimiento del 30
de octubre de 1976 como inspector Sandoval de
Seguridad Federal, de una manera que no respondía en
absoluto a la fisonomía de su representado en esa
época, ni ahora, ni antes.
Luego de aclarar que los hechos narrados por
los testigos eran concordantes en la descripción de
los aspectos generales de lo que ocurrió el día del
secuestro, señaló que los problemas aparecían a la
hora de los detalles, especialmente a la hora de la
descripción del represor que se identificara como
inspector Sandoval en los domicilios de las calles
Superí y Elcano. Esa circunstancia era de suma
importancia porque la única prueba de la participación
de su representado en los hechos de esta causa, fueron
justamente esos testigos presenciales, no había otra
prueba, ni siquiera indicios, de su participación en
aquel procedimiento. Si se suprimieran esos
testimonios no habría forma de condenar a Sandoval por
estos hechos.
Advirtió una clara variación, aunque no en
todos los casos, entre las primeras caracterizaciones
realizadas por los testigos y las posteriores. Eso se
advertía sobre todo a partir de la aparición de la
publicación en el diario Página/12 de sendas notas,
una del año 2008 y otra del año 2012. A partir de
allí, los testigos concluyeron que el Sandoval que se
hiciera presente el día de secuestro de Hernán Abriata
era su defendido Mario Alfredo Sandoval, y ello se
evidenciaba en las ulteriores declaraciones de la
mayoría de los testigos presenciales, puesto que se
fueron amoldando a los rasgos fisonómicos de su
defendido quien, al momento de los hechos tenía 23
años y media -y mide- 1,63 y pesaba-y siempre pesó-
alrededor de 60 kilos.
Indicó que antes de la aparición de las notas
en Página/12, el Inspector Sandoval era presentado por

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los testigos comocorpulento o robusto. Aclaró que si


bien no lo era tanto, probablemente en aquella ocasión
vestía alguna ropa que lo hacía aparentar de esa
manera. También dijo que no tenía 35 años al momento
de los hechos, sino 13 años menos, y que si en el
momento pareció que tenía 35 años, tendría que ver con
la ascendencia que tenía sobre el resto de los
asaltantes y por su evidente voz de mando que
ostentaba o bien también por la ropa que llevaba. Sin
embargo, después de la nota de Página/12, para los
testigos esa persona no se había presentado como
“Inspector Sandoval” sino que empezó a presentarse
como “Subinspector Mario Alfredo Sandoval”.
Aclaró que no consideraba que los testigos
hayan mentido en forma deliberada, sino que
seguramente el permanente intercambio de información
con otras víctimas de este y otros procesos, la
cantidad de información recibida de fuentes ajenas a
los hechos, el tener que recuperar una y otra vez la
memoria y tener que relatar una y otra vez los
ominosos sucesos de los que fueron víctimas y a la vez
testigos, el comprensible y natural deseo de encontrar
a todos y cada uno de los responsables del secuestro
de un ser querido y que los mismos además paguen por
todo lo que hicieron, explicaba perfectamente esas
variaciones.
Agregó que la ciencia, la psicología del
testimonio, explicaba perfectamente ese fenómeno. Citó
a GiulianaMazzoni, quiensostuvo que para evaluar la
fiabilidad del testimonio resultaban relevantes dos
circunstancias: la cantidad de tiempo que transcurre
entre el episodio y el testimonio, y el tipo de
interferencia que el testigo soportó entre el momento
en que fue testigo del episodio y el momento en el que
fue llamado a declarar. Dijo que era obvio que en este
caso las primeras manifestaciones son las que estaban
más cercanas a los hechos, y por ende los testigos
habían soportado mucho menos interferencias que cuando
tuvieron que declarar en forma ulterior. Volvió a

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citar a Mazzonipara referir que, en todos los procesos
de la memoria y por ende de los testimonios en sí,
influían tanto los conocimientos precedentes como las
informaciones y conocimientos adquiridos con
posterioridad. Una información recibida después de
acontecido el hecho creaba expectativas que
distorsionaban el recuerdo. Lo que hoy conocíamos de
un determinado suceso del pasado tenía la capacidad de
modificar lo que recordábamos del hecho. Además
sucedía que cuando un individuo no conseguía tener
acceso directo a un recuerdo utilizaba la información
relativa a lo que probablemente debió haber sucedido,
basándose en los conocimientos que hoy posee en
relación a aquel conocimiento. La memoria era muy
maleable, los contenidos de la memoria eran fácilmente
modificables mediante una intervención exterior, los
errores en el recuerdo dependían ampliamente de la
intervención exterior y en particular de la
información que personas respetables daban a los
sujetos. Había información que podía entrar a formar
parte del bagaje de la memoria y las personas
recordaran más adelante como si fueran parte del
evento original. Todo elloeran procesos inconscientes,
inevitables, pero inconscientes.
En definitiva, sostuvo que la psicología
explicaba perfectamente y justificaba además las
evoluciones que a través del tiempo habían
experimentado los dichos de las víctimas
sobrevivientes. De todos modos, sostuvo que aun en las
últimas versiones de los testigos presenciales seguían
describiendo al “inspector Sandoval” de una manera que
no guardaba coincidencia con la fisonomía que tenía su
asistido al momento del hecho y que todavía tenía.
Se propuso analizar los dichos de esos
testigos presenciales, específicamente en cuanto a la
manera en que habían descrito a esa persona que,
exhibiendo a su vez una credencial, se presentara ante
los familiares de la víctima como “inspector Sandoval
de Seguridad Federal”. Comenzó con el testimonio de

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Carlos Abriata, padre de Hernán, quien declaró a fojas


3 de la causa 19.300, y a menos de 48 horas de
ocurridos los sucesos, con los recuerdos obviamente
bien frescos. Dijo que describió a esa persona como de
unos 35 años de edad, morocho, cara redonda, gordito,
de estatura mediana. El Dr. Carlevaro sostuvo que la
persona que describió Carlos no tenía nada que ver con
su defendido Sandoval, quien tenía 23 años, que nunca
tuvo la cara redonda, que nunca fue gordito y nadie
podía desconocer que era-y obviamente es- una persona
de estatura a simple vista muy baja. Evidentemente,
dijo, Carlos Abriata describió a otra persona. Remarcó
que Carlos Abriata fue quien más interactuó con ese
personaje, tanto en la casa de Superí donde entabló
una larga “conversación”, en el trayecto entre los
domicilios de la calle Superí y la calle Elcano, en el
domicilio de la calle Elcano donde Carlos Abriata
ingresó y esa persona que se presentó como “inspector
Sandoval”ingresó después. Dijo que fue testigo de
cuando esa persona se llevó a su hijo, y finalmente
también compartieron o habrían compartido el recorrido
de vuelta desde Elcano a la calle Superí. De todos los
testigos presenciales, de todos los integrantes de la
familia Abriata-Dittmar, fue por lejos quien más
tiempo compartió con ese señor, quien estaba en mejor
posición de reconocerlo y por ende de describirlo, y
así lo hizo dentro de las 48 horas de ocurridos los
hechos.
Recordó que Carlos Abriata tenía 52 años en
aquel momento y todo indicaba que estaba en pleno uso
de sus facultades. Su esposa, Beatriz Cantarini, madre
de la víctima, cuando declaró en el año 1984, refirió
que ese “inspector Sandoval de Seguridad Federal” era
una persona no muy alta, morruda, de 35 años, aunque a
su nuera, agregó refiriéndose a Mónica Dittmar, le
había parecido todavía mayor esta persona. Su marido
lo había descrito como gordito, y ella lo describió
como morrudo, coincidieron en la edad de 35 años,
también en la altura, es decir, ambos

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estabandescribiendo a la misma persona y la persona
que describieron no tenía nada que ver con la persona
de Mario Alfredo Sandoval. Agregó que cuando Cantarini
declaró en el juicio oral de la causa “ESMA
unificada”, manifestó que la persona que se presentó
como Sandoval tenía 23 años, que era exactamente la
edad que tenía su defendido al momento de los hechos
del procedimiento, por lo que esa declaración ya
estaba contaminada por la aparición de la nota de
Página/12 y todo lo que surgió después. Sino, sostuvo
el Dr. Carlevaro, no se explicaba cómo había pasado de
considerar que esta persona debía tener 35 años o
incluso más a tener sólo 23, que era justo es la edad
exacta de Sandoval en aquella época.
Luego mencionó que el 23 de abril de 1984
Mónica Dittmar declaró en esa misma causa y relató que
el “inspector Sandoval” era petiso, algo gordo, pelo y
tez oscura, cara alargada grande, de alrededor de 35
años. Cuando la convocaron en 1976 había dicho que no
podía reconocer a esa persona pero en esa otra
oportunidad sí lo hizo, y explicó que si no lo hizo en
1976 era porque la embargaba un más que entendible
temor. Dijo el Sr. Defensor Oficial que era cierto
quesu asistido es una persona de baja estatura. Sin
embargo, agregó que el resto de los rasgos que
suministró indicaban que se estaba refiriendo a otra
persona, dado que su asistido nunca estuvo gordo,
siempre fue una persona muy flaca, su cara no era una
cara grande,sino todo lo contrario, nadie lo tildaría
de cabezón o de “carón” o de que tiene una cara
grande, ni tampoco tenía ni aparentaba 35 años de
edad. En la época de los hechos, Mónica Dittmar tenía
la misma edad que Sandoval, por lo que resultaba
imposible que una persona de la misma edad percibiera
como de 35 años a una persona de su misma edad, es
decir, que le sume un 35 o 40 por ciento más a la edad
que tenía. Agregó que la testigo no tuvo problemas en
advertir, simultáneamente, que el resto de los
asaltantes contaban aproximadamente con la misma edad

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que ella, de manera que no se mostró como alguien a


quien le costaba calcular la edad de las personas.
Dijo que era comprensible un error en la
apreciación de la edad de una persona, pero nunca al
extremo de tener 23 años y creer que una persona de la
misma edad tiene 35 años de edad. De todos modos,
agregó, si Mónica hubiera sido la única persona que
entendió que el “inspector Sandoval de Seguridad
Federal” tenía 35 años, podríamos eventualmente estar
hablando de un inusual, pero esa misma edad de 35 años
le fue asignada a ese personaje no solo por Mónica
Dittmar sino también por Carlos Abriata y por su
mujer, Beatriz Cantarini. Era imposible que en el
mundo de las posibilidades, sostuvo, todos se
confundieran al mismo tiempo y de la misma manera
asignando siempre la misma edad de 35 años.
El señor Defensor explicó que Mónica
Dittmarvolvió a declarar después de la publicación de
la nota de Página/12, yallí su versión varió, dijo que
en la foto publicada en esa nota se lo veía más
delgado que cuando lo vio en 1976, que mantenía las
entradas, pese a que nunca había hecho referencia al
tema de las entradas, con el pelo oscuro, pese a que
no hubo en rigor ninguna modificación en el color del
cabello de su asistido, y agregó con relación a la
edad que, mirando en perspectiva, advierte que en
aquel momento dicho sujeto no tendría más que la edad
de la dicente, es decir, 23 o 24 años. A criterio del
Dr. Carlevaro, lo que le hizo cambiar o variar la
caracterización a la testigo en relación con la edad
de esa persona, no fue otra cosa que enterarse que la
persona identificada por Página/12 no tenía en el
momento de los hechos 35 años, sino apenas 23 años.
Dijo que Dittmar explicó que, por la posición de mando
demostrada por aquel y su vestimenta de militar –pese
a que en declaraciones anteriores había dicho que
estaban todos de civil-, supuso que esa persona tenía
35 años de edad. De sus propias manifestaciones se
advertía que no era que ahora creía que esa persona

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tenía 23 años, sino que ante la realidad de que esa
era la edad que tiene quien ahora ella creía que era
el responsable, intentó amalgamar sus dichos
anteriores con esa “nueva realidad” para que esa
descripción no aparezca tan incompatible. Por eso fue
que a partir de allí, para adaptar su versión al
supuesto hallazgo del responsable que faltaba, declaró
en el juicio de la causa “ESMA unificada” que esa
persona no se había presentado como “inspector
Sandoval”, como había dicho hasta ahora, sino que en
el año 2014 afirmó que esa persona la miró a la cara y
le dijo “soy el subinspector Mario Alfredo Sandoval”.
Lo mismo dijo en este debate. Insistió el Dr.
Carlevaro que hasta la aparición de la nota de
Página/12, la persona se había presentado siempre como
“inspector Sandoval” y después pasó a presentarse como
lo acababa de referir.
En este debate volvió a declarar que esa
persona le pareció mayor, que tendría por lo menos 10
años más que la testigo, y que le pareció que era más
robusto, que tenía la cara más redonda. El Sr.
Defensor Oficial sostuvo que Sandoval no era robusto,
no tenía la cara redonda y tenía la misma edad que
Mónica Dittmar. Sostuvo que las explicaciones que dio
no fueron satisfactorias, y que por alguna razón se
convenció, o la convencieron, de que su defendido fue
el responsable de los hechos, y dio las explicaciones
que pudo, las que resultaron insuficientes porque la
morfología de su asistido no encuadraban con la
descripción que siempre había dado hasta entonces.
También se refirió a Juliana Abriata, hermana
de la víctima de estos hechos, cuando declaró en el
año 2012, donde describió a Sandoval como de estatura
mediana, pelo castaño, tez blanca y contextura
robusta, y agregó que no sabía si podría reconocerlo.
Cuando declaró en la causa “ESMA unificada” lo
describió como una persona fuerte, altura media, tez
blanca, cabello castaño.Finalmente, en este debate
volvió a describirlo como de estatura media, robusto,

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cabello con gomina. Aclaró la testigo, diferenciándose


de las Dittmar y sin que nadie le preguntara
expresamente, que esa persona era robusta, pero no por
la ropa. Señaló el Dr. Carlevaro que eso habría sido
materia de conversación entre Juliana Abriata y las
hermanas Dittmar, porque si afirmó que era robusto
pero no por la ropa sin que nadie le preguntara, era
porque seguramente conocía la nueva versión de las
hermanas Dittmar en el sentido de que la persona
probablemente les haya parecido robusta por la ropa
que llevaban los captores al momento del
procedimiento. Juliana Abriata nunca estuvo reunida ni
con SophieTonon ni con Loza ni con todas las personas
que de algún modo apuntalaron la persecución contra su
asistido Sandoval. Recordó las citas deMazzoni
respecto de la influencia que pueden tener las
personas que gozan de la confianza de cada uno. A
pesar de todas las veces que declaró Juliana Abriata,
siempre lo hizo con posterioridad a la aparición de la
nota de Página/12, ysiempre describió a una persona
que por las características que brindó evidentemente
no era su defendido. La estatura de Sandoval eraalgo
que no pasa desapercibida, era una persona
notoriamente baja que llamaba la atención por ello,
nadie podía decir respecto de él que era de estatura
media, tampoco era una persona robusta que se la podía
identificar como fuerte, era una persona que
impresionaba como una persona muy menuda. Juliana
Abriata estaba entonces lejos de ser una testigo útil
para fundar la responsabilidad de su representado por
estos hechos, e incluso más bien lo contrario.
Incluso se le preguntó puntualmente si le
parecía que la persona que se identificara como
Sandoval en el año 1976 en el domicilio de la calle
Superí era la misma que aparecía en la fotografía de
Página/12 y contestó que no sabría decirlo porque era
muy difícil después de tanto tiempo, porque era una
persona más robusta y verlo ahí, envejecido, era
diferente, habían pasado 40 años y cambiaba mucho una

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persona y nunca pudo ver una foto de él de joven.Al
Dr. Carlevaro le pareció raro que a partir de
esarealidad que manifestó, no se le haya mostrado
durante la etapa anterior una foto de Sandoval de
joven, pese a que había en la causa. En definitiva,
sostuvo que Juliana Abriata no reconoció a su
defendido como aquella persona que irrumpiera en el
año 1976 en su domicilio, y se diera a conocer como
“inspector Sandoval”, además de que lo describió de
una manera diferente.
Posteriormente, la defensa de Sandoval se
refirió a las declaraciones de la testigo Claudia
Dittmar. Recordó el Dr. Carlevaro que la testigo
sostuvo en primer término -y ese tramo se le leyó
además en el debate-, que entre los asaltantes había
uno que se hacía llamar “Halcón”, que esa persona
“Halcón” fue la que se presentó ante el matrimonio
Abriata como el “comisario Sandoval”, a la vez que le
mostraba un documento tipo cédula. Como era
sabido,“Halcón” resultaba ser Néstor Omar Savio, tal
como lo determinó una sentencia,que aunque no firme,
dictada por este Tribunal. Es decir, para Claudia
Dittmar quien se presentó el 30 de octubre de 1976
como el “inspector Sandoval”, era el marino Néstor
Omar Savio. La testigo refirió que esa persona que
llevaba el alias de “Halcón” y se presentó como
Sandoval, tenía pelo castaño, oscuro, lacio, bien
parecido, ojos marrones tamaño almendrado, nariz fina,
cara ovalada, robusto, altura media, peinado para
atrás. Advirtió el Sr. Defensor Oficial una notable
distancia entre la descripción del “comisario
Sandoval” a la que ella se refirió y las
características físicas de su defendido. En cuanto al
tema del peinado,se dijo indistintamente que se
peinaba para atrás, que usaba gomina o fijador, y ese
no era el caso de su asistido, y en ninguna de las
fotos que obraban en su legajo se advertía esa manera
de peinarse o de arreglarse.

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En una segunda oportunidad y después de la


nota de Página/12, Claudia Dittmar dijo que pudo
observar que uno de los dos que decían ser policías le
mostraba una credencial al padre de Hernán y le decía
que era subinspector de la policía. Destacó el Dr.
Carlevaro que pasó de ser comisario a subinspector por
obra y gracia exclusiva de esas notas periodísticas, y
el convencimiento que ella evidentemente se formó
luego.Se le pidió nuevamente una descripción y aportó
que estaba vestido con ropa inflada, que por eso le
parecía corpulento, pelo castaño para atrás con
algunas entradas, estatura media, ojos castaños.
Advirtió la defensaque se intentó relativizar el tema
de la robustez o corpulencia para que haya
coincidencia, pero que en realidad parecía corpulento
porque estaba vestido con ropa inflada, y ese
razonamiento se efectuó recién cuando aparecieron las
publicaciones en el diario Página/12. De todosmodos,
en su declaración anterior al debate, al preguntársele
si reconocía en la foto de Página/12 a quien se
presentara como Sandoval, refirió que le resultó
parecido, con la única diferencia de que encontró su
nariz más afinada, como más larga, pero habían pasado
35 años y por eso le parecía importante poder ver
fotos de aquella época para intentar recordarlo. Más
allá del detalle la nariz, que seguía siendo la misma
nariz de siempre, el Dr. Carlevaro volvió a señalar
que hubo nuevamente un pedido de un familiar de ver
fotos de la época para poder eventualmente reconocer
con más certeza a esas personas y por alguna razón
esos pedidos no fueron satisfechos en la etapa
instructoria.
Según surgía de la sentencia de la causa
“ESMA unificada”, Claudia Dittmar había dicho que esa
persona tenía el pelo peinado para atrás, con algunas
entradas, que era robusto o tenía ropa inflada. Con
relación a la fisonomía,planteó una alternativa, o era
robusto o tenía ropa inflada. Entonces, dijo el Dr.
Carlevaro, pasó de ser robusto a que parecía robusto

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porque tenía la ropa inflada y ahora planteaba esa
alternativa. Explicó que las idas y vueltas no tenían
mayor lógica, mayor explicación y tenían que ver con
que la persona que ahora le presentaban como
responsable de los sucesos era una persona que
impresionaba por su pequeña contextura y que no tenía
nada que ver con la persona que venían describiendo.
En este juicio, Claudia Dittmar comentó que
Sophie Tonon le había exhibido fotografías de Sandoval
y que había visto fotos de Página/12, y leresultó muy
parecido. Dijo no poder describir a las personas que
se identificaron durante el procedimiento con los
apodos de “Halcón”, “Sérpico”, “Luis” y “Gordo”, algo
que sí había realizado hasta entonces sin dificultad,
y volvió a referirse la defensa a los autores de la
psicología del testimonio. Agregó el Dr. Carlevaro que
Claudia Dittmar había señalado a Alfredo Astiz como
uno de los participantes del hecho, y eso fue una
novedad, y dijoen el debate que quien se presentara
como Sandoval tenía pelo castaño, ojos almendrados, de
nariz larga y recta, peinado para el costado, estatura
mediana. Calificó el testimonio de errático, plagado
de variaciones, que las entendía, pero no eran útiles
a los fines perseguidos por las partes acusadoras.
Refirió el Sr. Defensor Oficial que esos eran
todos los testigos presenciales del hecho materia de
juzgamiento que habían prestado declaración o bien que
su dichos habían sido incorporados al debate. Sostuvo
que en forma unánime y desde los mismos orígenes de la
investigación, siempre describieron a esa persona que
se presentara el día del secuestro de Hernán Abriata
como “inspector Sandoval” de una manera que no era
compatible con la fisonomía de su representado. Afirmó
que las declaraciones de Abriata, de Cantarini y de su
hija Juliana eran abiertamente desincriminantes para
su asistido, lo mismo respecto de las hermanas
Dittmar, ya que si bien en las últimas declaraciones
de alguna manera trataron de que la descripción se
acercara a la imagen real que tenía y tiene Sandoval,

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entendió que no lo habían logrado, habiendo quedado


claro que la persona que ellos vieron no fue su
asistido, sino evidentemente alguna otra persona, muy
probablemente algún represor de la E.S.M.A.
Agregó que los padres de Hernán Abriata
tuvieron que presentar cinco hábeas corpus a lo largo
de los años, y en algunos de ellos ni siquiera se
mencionaba la presencia de ese señor que se identificó
como “inspector Sandoval” el día del secuestro.
Sostuvo que ello se debía a que en algunos de esos
hábeas corpus posteriores a esas declaraciones de
1984, no lo mencionaron porque la familia se convenció
de que esa persona que dijo llamarte Sandoval no se
llamaba Sandoval y había usado ese nombre con el único
fin de despistar.
Mencionó que había otros dos testigos que, si
bien nada aportaban sobre la participación de su
asistido en el hecho, sí probarían desde la óptica de
los acusadores su pertenencia a los grupos de tareas
que se desempeñaban en la E.S.M.A. Recordó que lo que
se estaba juzgando era la participación o no de su
representado en los hechos que damnificaron a Hernán
Abriata, y no su pertenencia a esos grupos de tareas
de la E.S.M.A.
Comenzó el Sr. Defensor Oficial con las
declaraciones del testigo Carlos Muñoz. En el año 2012
fue preguntado expresamente si conocía a alguien
Sandoval o “Churrasquito” y dijo que no. Recordó que
Muñoz estuvo privado de su libertad en la E.S.M.A.
desde el 21 de noviembre de 1978 hasta el 11 de
febrero de 1980. Al declarar en el debate de la causa
“ESMA unificada” en el año 2014, es decir, dos años
después de aquella declaración mencionada, indicó que
de las cuatro personas que irrumpieron en su domicilio
el día de su secuestro había podido identificar a
tres, Astiz, Cionchi y Pittana. Respecto del cuarto
integrante dijo que por datos obtenidos dentro de la
E.S.M.A., a través de Febrés, creía que pertenecía a
la Policía Federal pero que nunca había podido

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identificarlo porque nunca había visto a esa persona
en la E.S.M.A.Dijo que hacía un tiempo había visto en
Página/12 la foto de Sandoval y pudo reconocerlo como
la cuarta persona que había participado de su
secuestro. Le preguntaron nuevamente y en forma
directa por Sandoval, y respondió “Mario Alfredo
Sandoval me remite quizá, creo, a la persona que
faltaba identificar dentro de los integrantes del
grupo de tareas que fueron a mi casa”. Destacó el Dr.
Carlevaro que el “creo” no imponía certeza.Se le
preguntó si tenía algún alias y respondió que a esa
persona la había visto solo en su casa, en noviembre
de 1978, y nunca más la había vuelto a ver. Al momento
de describirlo dijo que era de altura aproximadamente
1,75 o 1,76, corpulento, de bigotes, morocho y tez
blanca.
Destacó el Sr. Defensor Oficial que por la
alternativa que planteó el testigo, al decir que medía
1,75 o 1,76, era obvio que Muñoz no tenía duda de que
esa persona medía alrededor del 1,75 y su asistido
medía 1,63, de modo que resultaba imposible una
confusión en este punto. Agregó que Sandoval no era
corpulento, y que nunca tuvo bigotes. Refirió que
existían fotos de Sandoval de diferentes épocas y en
ninguna tenía bigotes, y fue quizá por eso que Muñoz,
al declarar en este juicio, ya no mencionó con bigotes
a esa cuarta persona que ingresara su domicilio. En
efecto, aquí dijo que era joven -algo que nunca había
dicho-, de tez blanca, cabello corto, sin bigotes. No
refirió si era corpulento o no, aunque a instancias de
la defensa y atento a las contradicciones, se le leyó
su declaración anterior en donde sí lo había
manifestado. Ante la pregunta de si podía explicar
esas variaciones en su testimonio respecto de la
descripción fisonómica de esa persona, el testigo
afirmó “no, evidentemente, no, yo asumo que
evidentemente me equivoqué. Yo en la cabeza lo que
tengo hoy es un tipo sin bigotes les pido... no sé...
pero es una clara contradicción”. El tema del bigote,

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dijo el Dr. Carlevaro, no era la única característica


que alejaba toda posibilidad de que su defendido haya
sido la cuarta persona que irrumpiera en su domicilio,
también el hecho de ser corpulento, como ya lo había
abordado.
Agregó otras circunstancias que parecían
mostrar que se trataba de dos personas distintas, pero
ninguna su asistido. Mencionó el rol secundario que
habría tenido esa cuarta persona en el procedimiento
de detención de Muñoz, que no se mostró como aquella
persona que tuvo un rol totalmente preponderante en el
domicilio de la calle Superí, que no dialogaba con los
dueños de casa, que no se presentaba ni exhibía
ninguna credencial, todas circunstancias que
demostraban una forma de conducirse que hacía pensar
que eran dos personas distintas, ninguna de ellas su
asistido Mario Alfredo Sandoval.
Mencionó que no era un dato menor que el
propio testigo había referido los golpes recibidos y
la pérdida de conciencia, y que eso conllevaba –agregó
el Dr. Carlevaro- una dificultad a la hora de
reconocer a las personas; a eso debía sumarse el
tiempo transcurrido, las diferentes fisonomías o
características que realizó de la persona que
irrumpiera en su domicilio, y también las reales de su
defendido, el tema del bigote, la juventud o también
el cuerpo, estaba claro para la defensa que no se
podía hablar de un reconocimiento positivo y por ello
resultaba claro también que ese testimonio no
resultaba útil para fundar la responsabilidad de su
representado.
El otro testigo que se refirió a una supuesta
vinculación entre su asistido y la E.S.M.A. fue
Alfredo Buzzalino. Refirió que el testigo trajo a
conocimiento una supuesta reunión en la confitería
Richmond con Mario Alfredo Sandoval, ocurrida cuando
él ya no estaba privado de su libertad en la E.S.M.A.,
sino que estaba sometido a un régimen distinto de
privación de libertad en el domicilio de los padres de

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Radice.Durante esa reunión, según comentó Buzzalino,
se habría hablado de geopolítica. Indicó el Dr.
Carlevaro que sus dichos no agregaban a los hechos
concretos que se estaban debatiendo en este juicio.
Sin perjuicio de ello, alegó que Buzzalino declaró
muchísimas veces durante años, y nunca mencionó ni
aludió a su asistido Mario Alfredo Sandoval, nunca
habló ni aludió al apodo de “Churrasco” o
“Churrasquito” y nunca hizo referencia durante años,
entre esas tantísimas declaraciones, a la mentada
reunión en esa confitería céntrica, reunión que las
partes acusadoras, salvo una pequeña mención, casi la
pasaron por alto.
Señaló que a lo largo de los años, tanto en
el Juzgado como en su exposición ante la Secretaría de
Derechos Humanos, en el año 2004, Buzzalino brindó
detalladas exposiciones en las cuales mencionó y
mínimamente caracterizó a más de 50 a 60 represores de
la E.S.M.A., y nunca, en ninguna de ellas, mencionó ni
aludió a su representado y a su supuesto apodo, pese a
que con mucha posterioridad manifestó, respecto de
Sandoval,que era una persona muy jodida, que si te
podía “boletear” te “boleteaba”, que no había “tu tía”
con ese hombre, que era alguien que te quedaba fijo,
que no lo olvidabas, era algo distinto dentro de la
E.S.M.A.A pesar de todo eso, y de nombrar personas que
se desempeñaban en la E.S.M.A., se olvidó de nombrar a
su defendido. Ello fue así hasta el año 2012, otra vez
casualmente con posterioridad a las notas de
Página/12.
Refirió el Sr. Defensor Oficial que en el
debate se le preguntó por qué no lo había mencionado
hasta entonces, siendo que era tan inolvidable, y el
testigo dijo que no tenía una explicación, que no se
lo habrán preguntado o se le escapó. Puntualizó la
defensa que el hecho de que no le hayan preguntado
puntualmente no podía constituir un óbice porque en
sus declaraciones mencionó a varios represores y
varios episodios, ello sin que nadie le haya

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preguntado. Agregó que el hecho de que se le haya


escapado mencionarlo parecía muy improbable porque el
episodio que el testigo relató, además de ser
absolutamente extraordinario, en una confitería
céntrica, afuera de la E.S.M.A., fue protagonizado por
una persona que él mismo dijo que era alguien que “te
queda fijo”, que “no te olvidás”, que sobresalía, que
llamaba la atención, de modo que resultaba imposible
que se le haya escapado su mención. El Dr. Carlevaro
puntualizó la tercera opción que el testigo mencionó,
que era que no había explicación para semejante
omisión.De todos modos, agregó, en la primera
oportunidad que aludió a su representado lo describió
como una persona que era morochón y peinado para
atrás. El término morochón, dijo el Sr. Defensor
Oficial, remitía evidentemente a una persona de
cabello oscuro, de tez oscura y de cierto tamaño
físico, grandote o fuerte, y era evidente que nadie
podía referirse como morochón a alguien y estar
hablando de una persona que medía 1,63 y pesaba 60
kilos. Cuando Buzzalinobrindó esa declaración, su
defendido todavía no había sido extraditado y lo único
con lo que se contaba era con fotografías en donde no
se lo mostraba de cuerpo entero, pero cuando declaró
en este debate, ya era conocida su fisonomía y sus
medidas, y entonces la persona sindicada como su
asistido por Buzzalino dejó de ser morochón, y a
preguntas que se formularon respecto de su fisonomía
dijo “no, era medio petisito, diríamos, tipo tez media
morochita”, es decir, pasó de ser morochón a morochito
y respecto de su contextura dijo que era tirando a
flaco.
El Dr. Carlevaro insistió en que la reunión
en la confitería Richmond era absolutamente
inverosímil. Postuló que no tenía sentido que la gente
que estaba a cargo de la E.S.M.A.trasladaran hasta
allí a un detenido, para ser entrevistado en una
confitería como si fuera una gran personalidad, con un
subinspector de la Policía Federal. Además, agregó, la

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temática que se habría tocado en esa reunión llamaba
la atención, porque los estudios en los que incursionó
su asistido, vinculados a esta temática, fueron
posteriores, siendo que las primeras materias las
aprobó recién en el año 1980.
La defensa manifestó que Buzzalino refrendó
en esta audiencia haber comentado ese extraño episodio
a Lauletta, otro detenido en la E.S.M.A. Sin embargo,
Lauletta nunca refirió nada vinculado con eso, y el
testigo no pudo recordar en la audiencia ni quién lo
llevó a la confitería ni quién más estuvo en ese
encuentro. Aunque no pudo precisar de forma exacta la
fecha, ubicó ese episodio después de 1979, es decir,
dio a entender que fue cuando ya estaba en la casa de
los padres de Radice, privado de su libertad, en la
calle Zapiola. El Dr. Carlevaro advirtió que esa
reunión no pudo haber ocurrido nunca después de 1979,
porque a mediados de septiembre de ese año Sandoval
fue destinado a la delegación Resistencia y después
entró en un derrotero que terminó con su baja, y nunca
más volvió a prestar funciones en Seguridad Federal.
Además, si se analizaban los partes de enfermo que
figuraban en su Legajo, se advertía que durante 1979 y
durante 1980 se la pasó de licencia. Explicó que en
esos años cursó una depresión reactiva aguda con
tratamiento, y padeció de diferentes enfermedades. Su
carrera entró en una suerte de tobogán, que terminó
con su baja.
Agregó que si bien Buzzalino no preció la
fecha de esa reunión, tuvo que haber sido después de
enero de 1979, que fue cuando desde la E.S.M.A. lo
mandaron a Buzzalino al domicilio de la calle Zapiola,
el propio testigo así lo manifestó. Durante el año
1979 Sandoval gozó de muchísimos días de licencia, al
igual que en el año 1980, conforme surgía de su
legajo. En esos años también fue sancionado muchísimas
veces y por muchos días, de modo que durante la época
durante la cual Buzzalino contó que se habría
desarrollado esa supuesta reunión, Sandoval estaba

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prácticamente fuera de la policía, por ello y con


mucha más razón resultaba absolutamente imposible que
quienes estuvieran a cargo del grupo de tareas de la
E.S.M.A. habilitaran un traslado a una confitería
céntrica para hablar con su defendido. Los dichos de
Buzzalino, entendió el Dr. Carlevaro, carecían de
consistencia en ese punto y no podían ser utilizados
como elementos de cargo.
Finalmente, la defensa refirió que el propio
Buzzalinodijo que había estado averiguando entre sus
compañeros, y que nadie conocía a ningún integrante de
la E.S.M.A. que respondiera al apodo “Churrasco” o
“Churrasquito”.
A continuación, el Sr. Defensor Oficial hizo
un análisis de la causa 19.300, que fuera iniciada a
partir de la denuncia del padre de Hernán Abriata, al
otro día o a las 48 horas de producido el secuestro, e
iba a presentaralgunas conclusiones.Del trámite de esa
causa surgían elementos que resultaban, a su juicio,
francamente desincriminantes para su defendido. Dicha
causa se inició a consecuencia de la denuncia del
padre de Hernán, efectuada el día 1° de noviembre de
1976, al otro día de ocurridos los sucesos. Allí, el
señor Abriata, además de relatar la manera en que
sucedieron los hechos, mencionó que uno de los
asaltantes le manifestó a la nuera “las razones” del
procedimiento, que esa persona se habría identificado
con una credencial a nombre del inspector Sandoval de
Coordinación Federal. Ese mismo día la policía le dio
intervención al juez de turno, quien dispuso diversas
diligencias investigativas. El día 2 de noviembre, un
investigador de la comisaría, el ayudante Busquet,
concurrió a la casa de la familia Abriata-Dittmaren la
calle Superí para recabar mayor información acerca de
lo sucedido, y se entrevistó con Carlos Abriata, a
quien interrogó respecto de la contextura física de
esa persona que se había presentado como Sandoval.
Carlos Abriata lo describió como una persona de 35
años, morocho, cara redonda, gordito, estatura media.

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A partir de esa información que aportó Abriata, la
instrucción no se quedó de brazos cruzados, sino que
realizó la diligencia que el caso reclamaba.Los
investigadores realizaron lo obvio, se comunicaron con
la Superintendencia de Seguridad Federal para
preguntar respecto de si había algún Sandoval entre el
personal de la Superintendencia, y pudieron determinar
que allí se desempeñaba un subinspector, no un
inspector, de apellido Sandoval, destinado en el
Departamento de Asuntos Políticos de dicha
Superintendencia. Se comunicaron con el jefe de dicho
Departamento y pudieron verificar que el Sandoval que
allí se desempeñaba no tenía parecido con la persona
que describiera Carlos Abriata. A raíz de ello
labraron una constancia, la que daba cuenta de esas
discordancias.
Los investigadores podrían haberse quedado
con esa información y nada les hubiera sido
reprochable, si el subinspector Mario Alfredo Sandoval
de Asuntos Políticos indudablemente no era la persona
que se presentó como el inspector Sandoval de
Seguridad Federal en el domicilio de la calle Superí.
No obstante ello, citaron a Carlos Abriata para que
amplíe su testimonio, lo que sucedió el 15 de
noviembre de 1976. En esa oportunidad, Abriata comentó
que las personas que irrumpieron en su casa
evidentemente pertenecían a alguna fuerza, y agregó
que perfectamente podría reconocer a alguna de esas
personas.Ese mismo día, pese a las diferencias físicas
evidentes de las que se dejó expresa constancia en la
causa entre su defendido y quien se identificara como
Sandoval en el domicilio de la calle Superí, el juez
citó a su representado en los términos del artículo
236 in fine del Código de Procedimiento en Materia
Penal. Respecto de la diligencia a la que hizo
referencia antes, se determinó que la filiación
morfológica del mencionado no coincidía en lo absoluto
con la persona descripta en autos. Eso lo mencionó el
Dr. Carlevaro por lo que había postulado el Sr.Fiscal,

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en cuanto a que evidentemente no eran muy distintas


las descripciones y por eso lo citaron igual a
Sandoval. A criterio de la defensa, lo citaron a pesar
de haber dejado constancia de la absoluta discordancia
en la fisonomía. Esa declaración fue tomada dos días
después y su asistido, al igual que hizo aquí 46 años
después, negó haber participado del procedimiento que
culminó con la detención de Abriata, negó conocer a la
víctima y negó haber estado jamás en el domicilio de
la calle Superí. El juez tampoco se quedó con eso, y
al otro día citó a Mónica Dittmar a prestar
testimonio, certificó diferentes hábeas corpus,
declaró Mónica Dittmar, y se ordenó nuevamente ampliar
la declaración de Carlos Abriata.
Explicó el Dr. Carlevaro que hizo la reseña
de las actuaciones para dejar evidenciado que aunque
sonara raro, en este caso las autoridades policiales y
judiciales a las que les tocó intervenir procedieron
en forma relativamente correcta si se consideraba la
época. Evidentemente el juez interviniente se terminó
de convencer que se trataba de personas distintas, y
por ello decidió sobreseer provisionalmente en la
causa.También hizo esa reseña para mostrar que en un
primer momento no hubo temor en los familiares, al
menos de la entidad como para declarar todo cuanto
pudieron percibir en aquella madrugada, o si lo hubo,
algo por supuesto comprensible, lógico y entendible,
ello no les impidió mencionar y describir a aquellas
personas que irrumpieron en su domicilio. Si hubieran
tenido temor o el temor los hubiera condicionado,
Abriata directamente no hubiera mencionado que una
persona se presentó como inspector Sandoval de
Seguridad Federal y tampoco hubiera mencionado que
esta persona presentó una credencial y mucho menos lo
hubiera descrito con tanta precisión.
Dijo que otra razón por la cual avanzó con
esa reseña fue para dejar bien en claro que su
asistido fue identificado y declaró por estos hechos
desde la génesis de la investigación, el día 17 de

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noviembre de 1976. Advirtió que Mario Sandoval
acreditó su identidad en aquella oportunidad con su
credencial número 345 que exhibió en ese acto y se la
devolvieron. Si él hubiera sido quien se presentó como
el inspector Sandoval de Seguridad Federal con una
credencial en los domicilios de la calle Superí y de
la calle Elcano, no iba a ser tan desatentode
concurrir a una declaración como imputado con esa
misma credencial, pues se expondría obviamente a que
la misma fuera secuestrada y luego reconocida por los
familiares.
Consideró que era computable en cero la
posibilidad de que los familiares de Abriata, todos
ellos testigos del hecho, no tomaran conocimiento de
que esa declaración de su defendido se había
concretado y se encontraba agregada en el expediente,
no podían no saber que una persona de apellido
Sandoval, policía de Seguridad Federal, había prestado
declaración en la causa, no había forma de que no se
enteraran.Las actuaciones siguieron a la declaración
de su defendido.De hecho, Sandoval dijo en este juicio
que durante su declaración en esa causa, además del
juez y algún otro funcionario del juzgado, estaban
presentes dos personas que si bien no estaba seguro,
entendía que podían ser familiares de la víctima. Era
evidente que la familia se convenció en esos primeros
momentos posteriores al hecho de que su defendido no
era la persona que ellos buscaban, si no, no se
explicaba que no se hubieran hecho presentaciones, que
no se hubieran quejado del sobreseimiento, que no
hubieran sugerido alguna medida, que no hubiera alguna
referencia a todo esto en algunos de los hábeas corpus
posteriores.
Señaló la defensa que luego del
sobreseimiento la familia siguió mostrándose muy
activa en la búsqueda de Abriata, tuvieron que
presentar numerosos hábeas corpus, todos rechazados
por un Poder Judicial cómplice y lamentable. Pero
remarcó que la familia siempre se mostró muy activa y

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era por ello impensable que no hubieran tomado nota de


que su asistido ya había declarado en la causa. Sin
perjuicio de ello, el Dr. Carlevaro supuso, como un
ejercicio, que la familia se la pasó años y años
presentando hábeas corpus, que iba a la E.S.M.A. a ver
a Chamorro removiendo cielo y tierra para tener alguna
respuesta, e increíblemente nunca se enteraron de que
su asistido Sandoval, sospechoso de ser el que
conducía el operativo de la detención de Abriata, ya
había declarado en la causa iniciada por ellos mismos.
Ese desconocimiento no pudo haberse prolongado más
allá de la constitución de la familia como querellante
en la causa, lo que ocurrió a fines de 1983 y quien
patrocinó a la señora Cantarini fue la Dra. Lucila
Larrandart, reconocida académica, docente, ex-jueza
federal, pero sobre todo una reconocida militante por
los derechos humanos. Era imposible que a la Dra.
Larrandart se le hubiera escapado que un señor
Sandoval, de Seguridad Federal, ya había declarado en
la causa, y si no insistió en su persecución, no
cabíapensar otra cosa que fue porque, junto a la
familia, se habrían convencido de que su representado
no era a quien buscaban. Si hubieran tenido la más
mínima sospecha de que Sandoval era la persona que
había participado del secuestro de su hijo, la Dra.
Larrandart de seguro hubiera actuado en consecuencia,
hubiera generado alguna medida como para descartarlo o
no. Recordó que tenían hasta la credencial de Sandoval
que la exhibió al momento de presentarse. Además
contaban con la asistencia de la Dra. Alicia Oliveira,
y desde 1983 recibieron el asesoramiento de Emilio
Mignone. Recalcó el Sr. Defensor Oficial que era
absolutamente imposible que esos profesionales no
supieran que en la causa en que intervenían, que
contaba con un solo cuerpo de actuaciones, había
declarado Mario Alfredo Sandoval. Evidentemente, dijo,
lo sabían ellos y la familia de Abriata, y creían que
esa persona no era la que comandaba el grupo de tareas
que irrumpió en el domicilio de los Abriata. Reiteró

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que de haber sido de otra manera, hubieran solicitado
reconocimientos en rueda, por foto, o cualquier medida
tendiente a descartar definitivamente que su defendido
fuera o no aquella persona, pero nada de eso ocurrió y
siguieron buscando al responsable o a los responsables
por otro lado.
Manifestó que la causa siguió su trámite en
democracia, con la intervención de esos abogados, y
ordenaron y se recibieron varias testimoniales. Por
ejemplo la señora Cantarini declaró en la causa, y no
había ninguna referencia o alusión a su defendido
Sandoval que había declarado a fojas 8. Recordó que la
señora dijo en esa oportunidad que estaba en
condiciones de reconocer a los atacantes. Era obvio,
para la defensa, que sabía de esa declaración y que
había descartado a su asistido como uno de los
asaltantes, puesto que sino esas manifestaciones no
tenían explicación.
Agregó el Dr. Carlevaro que Claudia Dittmar
también fue citada a declarar en esa causa, cuando
recordó que uno de los perpetradores se hacía llamar
"Halcón" y que "Halcón" fue la persona que se presentó
como Sandoval exhibiendo la credencial. Ese mismo día
declaró Mónica Dittmar, ya en democracia, y afirmó que
podía reconocer a quien dijo ser el inspector
Sandoval. Es decir, tanto Claudia como Mónica
refirieron estar en condiciones de reconocer a quien
se presentara como inspector Sandoval de Seguridad
Federal. Ambas además describieron a esa persona y sin
embargo no se ordenó ni la querella solicitó ningún
reconocimiento ni ninguna medida respecto de su
representado, quien había declarado en la causa y
estaba perfectamente ubicable y disponible, y su
declaración obraba unas fojas antes.La causa continuó
activa, se ordenaron diversas medidas probatorias, y
en septiembre de 1984 el juez la remitió al Consejo
Supremo por incompetencia. Los instructores militares,
entre muchas diligencias, ordenaron recibirle
testimonial a su representado, a fin de que manifieste

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si tenía conocimiento de que la Superintendencia de


Seguridad Federal hubiese participado en los
procedimientos de autos. Evidentemente, sostuvo el Dr.
Carlevaro, el juez instructor militar creía en la
ajenidad de su defendido, puesto que de lo contrario
no lo hubiera citado en carácter de testigo,
circunstancia que no hizo con Savio, a quien convocó a
declarar como sospechoso. Sandoval terminó declarando
ante el juez militar el 17 de abril de 1986 por
segunda vez por los hechos que damnificaron a Hernán
Abriata. En esa oportunidad se le preguntó
específicamente sobre las diferencias en su contextura
física, comparándola con la que tenía en 1976. Pese a
que era una testimonial, le hicieron una pregunta que
parecía más de una indagatoria que de una testimonial.
No obstante, Sandoval dijo que no había diferencias en
su contextura, y que solamente había una diferencia de
más de dos kilos, que en cuanto al cabello se mantenía
igual y lo mismo la forma de la cara. Afirmó que su
apariencia en las fotografías de diez años atrás era
igual a la actual, y comprobó eso mismo aportando en
la audiencia su pasaporte de fecha 17 de diciembre de
1975, el cual ostentaba una fotografía que, según los
instructores, coincidía con la apariencia física que
tenía Sandoval en ese momento, es decir,en el año
1986. No hubo ninguna presentación posterior de la
querella cuestionando esa referencia, ni promoviendo
alguna medida para despejar cualquier duda que pudiera
tener al respecto, como por ejemplo el secuestro del
pasaporte. Recordó que se trataba de bien avanzada la
democracia y con el asesoramiento de prestigiosísimos
letrados.
Eso demostraba, a su criterio, que tanto para
esos letrados pero sobre todo para la familia Abriata,
durante años o décadas, el Sandoval que había
declarado en la causa, es decir, su defendido, no
tenía nada que ver con el que se presentó como
inspector Sandoval en el domicilio de la calle Superí.
Agregó que indudablemente algo pasó muchos años

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después, alguien convenció a algunos integrantes de la
familia de desempolvar a su asistido Sandoval y
volverlo a colocar en el sitial de sospechoso al que
había dejado ya en los prolegómenos de la
investigación en el año 1976.
Refirió que otra de las circunstancias
verificadas en la causa que tornaba inverosímil que su
representado pudiera ser aquella persona que se
presentara como inspector Sandoval de Seguridad
Federal, tanto en el domicilio de la calle Superí como
en el de la calle Elcano, tenía que ver con el rol
protagónico, preponderante, de jefe del operativo con
el que se había mostrado ese inspector, según
relataron los testigos a lo largo del tiempo. En eso
fueron contestes todos los testigos. Mónica Dittmar
dijo que la persona que se presentó como inspector
Sandoval dio a entender que era quien comandaba el
operativo. Juliána Abriata dijo que esa persona
actuaba como si fuera el responsable del operativo.
Claudia Dittmar refirió que el que parecía ser el jefe
de todo le decían "Halcón" y que esta persona fue la
que luego de identificó como Sandoval. La señora
Beatriz Cantarini refirió que otro de los que mandaba
fue quien luego mostró la credencial como Sandoval.Los
testimonios parecían ser contestes en ese punto. Quien
comandaba el operativo fue la persona que se
presentaba como inspector Sandoval.
Para la defensa resultaba inverosímil que su
asistido pudiera desempeñar ese rol, toda vez que era
solamente un subinspector de la Policía Federal
Argentina y contaba con apenas 23 años de edad. Como
se sabía, y como la contraparte lo había demostrado a
partir de la incorporación de diversas directivas,
reglamentos y decretos, la Policía Federal Argentina
estaba subordinada a las Fuerzas Armadas.De hecho,
Seguridad Federal ni siquiera estaba al mando de un
policía, sino que era conducida por un coronel del
Ejército, lo que demostraba la poca confianza que los
militares le tenían a la policía. Teniendo en cuenta

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esa subordinación formal y real de los integrantes de


la Policía Federal a las Fuerzas Armadas, resultaba
absolutamente inconcebible, dijo el Dr. Carlevaro, que
oficiales de una Fuerza Armada, especialmente de la
Marina -una fuerza cuya oficialidad siempre se
consideró perteneciente como a una casta superior,
casi aristocrática, con relación a otras fuerzas,
mucho más respecto de la policía-, se dejara conducir
en un procedimiento por un joven oficial de 23 años,
perteneciente a una fuerza de seguridad absolutamente
subalterna como la Policía Federal. Lo que resultaba
absolutamente inverosímil no era lo que contaron los
testigos, sino que esa persona haya sido su asistido,
Mario Alfredo Sandoval.
Por otro lado, la defensa de Sandoval señaló
que de los testimonios brindados en la causa “ESMA
unificada” surgía que en el procedimiento que culminó
con la detención de Hernán Abriata, habrían
participado Néstor Omar Savio, arias "Halcón", de 30
años de edad, y Ricardo Miguel Cavallo, alias
"Sérpico", de 25 años de edad. Incluso en este juicio
una de las testigos mencionó a Astiz como presente
aquel día en la casa de los Abriata, es decir, todos
oficiales de la Marina. Remarcó que todos ellos eran
mayores en edad respecto de su asistido, por lo que
resultaba inconcebible que esos oficiales, de
reconocida participación en la E.S.M.A., se dejaran
guiar por un subinspector de la policía que encima era
menor que ellos. A criterio del Dr. Carlevaro, toda
esa situación indicaba que quien oficiara como líder
de la patota que secuestrara a Hernán Abriata, era una
persona distinta a la de su representado.
También refirió que, según la acusación,
quien se presentó ante los familiares fue su asistido
Mario Sandoval exhibiendo una credencial a nombre del
“inspector Sandoval de Seguridad Federal”,con toda la
impresión de haber sido una credencial con foto,
sello, y todo lo que tenía una credencial. A primera
vista, le pareció inverosímil al Sr. Defensor Oficial

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que alguien que iba a cometer un hecho delictivo como
un secuestro, se presentara ante los familiares de la
víctima con su verdadero nombre y apellido, no había
registro de que haya sucedido algo parecido y tan
extraño en alguna de las decenas de miles de
detenciones producidas durante la dictadura militar.El
Sr.Fiscal, en su alegato, consideró que no había nada
inédito en ello y que era común que la gente que
participaba en esos procedimientos furtivos les
revelara su verdadera identidad a las víctimas,y puso
como ejemplo un solocaso, conocido como “el secuestro
de los judiciales”, que fue materia de discusión en un
caso del Tribunal Oral Federal N° 6. Refirió que en
ese caso los victimarios eran personal que actuaba en
el ámbito del Departamento de Sumarios de la
Superintendencia de Seguridad Federal, y a su
asistido, por el contrario, se le reprochaba haber
integrado una patota que actuaba bajo el ámbito de la
E.S.M.A., no de la Superintendencia de Seguridad
Federal. En consecuencia, la contraparte no había
encontrado un solo caso donde haya actuado gente de la
E.S.M.A. y en el que alguno de los captores se haya
presentado con su nombre y apellido real. Y no lo pudo
encontrar porque no existe.
Por otro lado, sostuvo, más allá de las
irregularidades que se consignaban en la sentencia
respecto de ese procedimiento de detención, lo cierto
era que Julio Piumato, Dalío y otros, eran empleados
judiciales que estaban siendo investigados en el marco
de un sumario que tramitaba por escrito y con sus
formalidades en el ámbito del Departamento de Sumarios
de Seguridad Federal. Para sus detenciones se dio
intervención a un juez federal que les tomó
indagatorias a quienes se sindicaba como imputados en
el sumario, por lo que entendió el Dr. Carlevaro que
ese caso y el que aquí se investigaba, no guardaban
vinculación. A mayor abundamiento, puntualizó que de
esa sentencia surgía expresamente que durante el
procedimiento de detención no se exhibió orden de

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allanamiento alguna ni se les brindó a las víctimas


las respectivas explicaciones, así como tampoco el
personal interviniente se identificó. En definitiva,
lo que ocurrió en ese caso es lo que ocurría siempre,
que el personal interviniente no se identificaba.
Agregó que el otro ejemplo que había traído
el Sr. Fiscal tampoco se ajustaba al caso de autos. El
caso del policía Gallone, quien durante la dictadura
militar fue retratado fotográficamente abrazando a una
madre de Plaza de Mayo, pero esa persona no se
identificó en ese momento sino que fueron las víctimas
y los familiares de las víctimas las que, a partir de
la publicación de esa fotografía, pudieron reconocer
en ella a uno de sus captores.
Dijo el Sr. Defensor Oficial que era bastante
obvio que la persona que se presentó como inspector
Sandoval el 30 de octubre de1976 exhibió una
credencial falsa en los domicilios de las calles
Superí y Elcano. No solo lo indicaba el sentido común
sino que había elementos en la causa que daban cuenta
de que era muy probable que ello haya ocurrido de ese
modo. Luego de repasar el testimonio del testigoMuñoz,
respecto de cómo se obtenían los sosías en la
E.S.M.A., el Dr. Carlevaro remarcó que, según dichos
del testigo, todos los integrantes de los grupos de
tareas usaban documentación falsa, y que, a juicio de
la defensa, “todos”significaba sin excepción, por lo
que si su defendido se hubiera desempeñado en la
E.S.M.A., habría utilizado, como todos, documentación
falsa a nombre de otra persona. Agregó que Muñoz contó
que también había casos en los que los oficiales
sugerían nombres o apellidos fuera de los sosías y que
obviamente había que ponerlos. Por ello, así como
resultaba inédito que un represor se presentara ante
sus víctimas con su verdadero apellido, jerarquía y
destino, y mostrando una credencial que así lo
acreditara, lo que sí resultaba habitual era que la
patota de la E.S.M.A. se identificara con nombres

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supuestos y falsos. Dijo la defensa quede ello sí
había prueba abundante.
A partir de ello, el Dr. Carlevaro cuestionó
la hipótesis de una de las querellas en cuanto a que
el nombre “Mario Alfredo Sandoval” nunca pudo haber
sido uno de esos sosías porque lejos de encubrir,
descubriría la maniobra apócrifa. Explicó que el
razonamiento de la querella partía de un error, puesto
que los testigos siempre refirieron que esa persona se
presentó como “inspector Sandoval”, a secas. El nombre
“Mario Alfredo”fue una incorporación que surgióluego
de la aparición de la nota de Página/12, de modo que
no se sabía cuál era el nombre que figuraba en la
credencial. Agregó que todos los testigos fueron muy
concretos y dijeron siempre “inspector Sandoval”,salvo
algún testigo que habló de comisario, pero nunca
dieron ni el primer nombre ni el segundo nombre, eso
fue una incorporación posterior.Lo mismo sucedía, dijo
el Dr. Carlevaro, con el resto de las hipótesis
planteadas por esa querella.También descartó la
idiocia como explicación de por qué su defendido pudo
haberse identificado con nombre y apellido, puesto que
de ser así, se deberían haber encontrado otros
ejemplos ya que, a entendimiento de la defensa, la
idiocia no se curaba.
Agregó que en su último descargo en este
debate, Sandoval reseñó una serie de procedimientos
que fueron ordenados y ejecutados desde la E.S.M.A.,
en los que el personal se anunció como perteneciente a
Coordinación Federal. El Dr. Carlevaro se remitió a
ese listado como otro elemento que sustentaba su
postura, lo que además resultó una constante en muchos
de esos procedimientos ordenados en la E.S.M.A. Es
decir, los asaltantes solían presentarse como
pertenecientes a una fuerza distinta a la que
pertenecían, y la Policía Federal muchas veces era la
elegida para esa distracción.
Por otro lado, indicó la defensa que la
Fiscalía había considerado de relevancia, como un

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elemento de cargo, el hecho de que se hayan arrancado


las fotos correspondientes a enero y septiembre del
año 1976 y julio del año 1977, que darían cuenta del
aspecto físico del imputado. Dijo que lo que se
pretendía instalar era la posibilidad de que su
asistido o alguien de su entorno hayan arrancado esa
foto de su legajo personal, para con ello intentar no
ser reconocido por las víctimas en eventuales
reconocimientos, u ocultar la fisonomía que ostentaba
en esas fechas, más cercanas a los hechos. En primer
lugar, explicó el Sr. Defensor Oficial que no estaba
acreditado que las fotos hayan sido arrancadas
intencionalmente, que el legajo de Sandoval iba y
venía desde hacía muchos años, recorriendo pasillos,
tribunales, otros organismos y esas fotos pudieron
haberse perdido en el camino, como sucedía tantas
veces con expedientes tan añejos como este. En segundo
lugar, dijo que de haber sido arrancadas esas fotos
faltantes, no existía indicio alguno de que el
responsable de ello haya sido Mario Alfredo Sandoval,
quien durante todos esos años, salvo esporádicas
visitas, estuvo viviendo siempre en Francia y cuando
vino a nuestro país, lo hizo en condición de detenido.
Asimismo, a la defensa le llamaba la atención
lo manifestado por algunos testigos, por ejemplo,
Claudia y Mónica Dittmar, quienes afirmaron que Sophie
Tonon les exhibió a ellas distintas fotografías de su
asistido. Agregaron que las fotos que les exhibiera
Sophie Tonon de Sandoval eran de la época de los
hechos y eran fotos carnet, de credenciales. Es decir,
Sophie Tonon estaba o está en poder de fotos carnet de
Sandoval, correspondientes a la época de los hechos,
de la misma época y del mismo tamaño de las que
faltaban de su legajo. Si bien no dijo que sean esas,
le parecióque había más pruebas por ese lado que por
el lado de Sandoval. Agregó que a fojas 19.315 obraba
una copia del legajo de Sandoval en el cual sí lucía
agregada una de las fotografías, ahora faltantes, que
era específicamente la fechada el 15 de septiembre de

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1976. Se trataba de una foto tomada 45 días antes de
los hechos. Dijo que la apariencia de Sandoval en esa
fotografía de septiembre de 1976, salvo en un cambio
muy sutil, imperceptible, era muy similar a su
apariencia en fotografías anteriores. En esa foto,
sostuvo,su asistido no tenía entradas y no aparentaba
tener más años de los que en realidad tenía. En
definitiva, postuló que no tenía la apariencia del
inspector Sandoval que participara del secuestro de
Hernán Abriata.
El Dr. Carlevaro manifestó que era un hecho
de la realidad que la Superintendencia de Seguridad
Federal, entre otras dependencias de la policía,
proporcionó algún personal al grupo de tareas 3.3.2
que operaba en la E.S.M.A.Algunos suboficiales que
prestaban funciones en distintas dependencias de
Seguridad Federal, en el marco de la normativa vigente
de la época, fueron destinados en comisión a la
E.S.M.A. En el marco de la normativa vigente, personal
de toda la Policía Federal, no solo de Seguridad
Federal, fue destinado a colaborar en la E.S.M.A. La
Fiscalía mencionó los ejemplos de Juan Carlos Fotea,
Ernesto Weber, Raúl Cabral, Roberto González, Pedro
Osvaldo Salvia, Juan Carlos Linares, y alguna querella
completó el listado con el ejemplo de Pitana. Entendió
que el razonamiento de la contraparte era algo así
como que si hubo policías que, prestando funciones en
Seguridad Federal, fueron comisionados a la E.S.M.A.,
no resultaría extraño que Sandoval también hubiera
sido destinado en comisión a dicho centro clandestino
de detención. Todo ello a pesar de que en su legajo,
agregó al defensa, no había ninguna referencia a la
E.S.M.A. Explicó que los policías mencionados eran
prácticamente todos los que estuvieron desempeñándose
en la E.S.M.A., tal como lo certificaban los
testimonios de las víctimas, quienes cuando hablan de
los policías que operaban allí, siempre mencionaron a
ellos. De esos, los que pertenecían a Seguridad
Federal, eran Fotea, Salvia, Cabral y Linares, o sea

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solo cuatro y curiosamente todos suboficiales. El


resto, Weber, González y Pitana, pertenecían a otras
dependencias y no se desempeñaron en Seguridad Federal
en ese momento.
Agregó que si se tenía en cuenta que la
Superintendencia de Seguridad Federal, según se
informaba a fojas 141 de la causa 19.300, entre los
distintos departamentos y divisiones, se desempeñaban
alrededor de cinco mil hombres, la cantidad de
personal de Seguridad Federal que prestó funciones en
E.S.M.A.era ridículamente ínfima. De todos modos,
agregó, no había ninguna prueba de que Mario Alfredo
Sandoval haya sido designado para prestar funciones en
la E.S.M.A. Por el contrario, dijo que había un dato
significativo que alejaba esa posibilidad, y tenía que
ver con el hecho de que en los legajos de la mayoría
de los policías nombrados por la Fiscalía,
especialmente los de Seguridad Federal, figuraba
específicamente su paso por la E.S.M.A., algo que no
ocurría con el legajo de Mario Alfredo Sandoval.
Postuló que si no existía constancia de ese tipo, ello
constituía un indicio en favor de que su representado
nunca prestó funciones en dicho centro de detención.
Para terminar este punto, el Sr. Defensor
Oficial trajo a colación lo consignado por este
Tribunal en oportunidad de dictar sentencia en “ESMA
IV”, donde se hizo referencia a que tanto Weber como
Fotea y Cabral habían compartido destino en la
Comisaría 2ª de la Capital Federal. Lo que se quiso
poner en evidencia, a partir del argumento elaborado
por el Fiscal Crous, era el conocimiento previo entre
ese personal policial en dicha comisaría, y que por
ello los habían mandado a todos juntos a la E.S.M.A.
En consecuencia, sostuvo el Dr. Carlevaro, Seguridad
Federal oficiaba como una suerte de cantera de la
E.S.M.A. o de lugar desde donde se proveía de gente a
ese centro, pero fueron solo unos pocos entre miles
que cumplieron ese derrotero. Agregó que en esta misma
causa, pero en otro juicio, se sostuvo que la

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verdadera cantera de la E.S.M.A. parecería que no era
la Superintendencia de Seguridad Federal sino la
Comisaría 2ª. Entendía como otro indicio respecto de
la ajenidad de su asistido con los hechos aquí
acaecidos y respecto de su pertenencia también al
staff de represores dela E.S.M.A., que Sandoval
transitó toda la dictadura militar sin haber sido
jamás ascendido, sino que incluso fue sancionado por
las autoridades militares y policiales a cargo de la
Seguridad Federal, que lo destinaron en el año 1979 a
la Delegación Resistencia de la provincia de Chaco.
Explicó que el caso de los suboficiales y
oficiales de la Policía Federal Argentina de
comprobada participación en la E.S.M.A. era distinto,
pues todos ellos, en su enorme mayoría, fueron
ascendidos durante esa época, lo que evidenciaba que
el no ascenso de su representado a lo largo de toda la
dictadura militar, también constituía un indicio de su
ajenidad con los hechos y con todo cuanto sucedía en
la E.S.M.A.La regla general para los que colaboraron
en la autodenominada “lucha contra la subversión” eran
los ascensos, los galardones, y si en el caso de
Sandoval no hubo ascensos, siguiendo las reglas de la
lógica, es que no hubo colaboración de su parte ni en
la E.S.M.A. ni en ningún centro clandestino de
detención.Agregó que Sandoval tampoco fue condecorado
durante el transcurso de toda la dictadura cívico-
militar y, por el contrario, los policías que sí
participaron de la represión ilegal integrando los
grupos de tareas de la E.S.M.A., recibieron sus
respectivas condecoraciones por parte de la Armada. El
12 de septiembre de 1978, el jefe de la Armada dictó
la resolución COAR 745 mediante la cual dispuso
distinguir por el heroico valor en combate a diversos
integrantes que habían revestido o que seguían
revistiendo en el grupo de tareas 3.3.2, como Weber,
González, Pérez, Linares, Fotea, Salvia, a todos menos
a Sandoval. Concluyó que a Mario Alfredo Sandoval no
se lo condecoró porque nunca se desempeñó en la

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E.S.M.A., o nunca participó ni colaboró de ningún


procedimiento llevado a cabo por gente de la E.S.M.A.
Explicó el Dr. Carlevaro que la Fiscalía,
para intentar acercar a su asistido con los hechos de
esta causa, trajo a colación una recomendación que le
hiciera el jefe del Departamento de Asuntos Políticos
en virtud del artículo 253, inciso 1º, de la Ley
Orgánica de la Policía. Agregó que se desconocían los
motivos por los cuales se otorgó la recomendación, ya
que el expediente donde se otorgó nunca pudo ser
encontrado. Ese artículo, argumentó, se refería a los
actos de arrojo, abnegación, valor u otras
calificaciones semejantes realizadas con riesgos
personal real y evidente. No parecía que los hechos de
los domicilios de las calles Superí y Elcano hayan
puesto en riesgo la vida de los perpetradores, o que
el mismo supuso actos de arrojo, abnegación y todo
eso, de modo que todo parecía indicar que debió
tratarse de un acto específico, distinto a aquel en el
marco de la tarea específica que le competía al
Departamento de Asuntos Políticos de la
Superintendencia en aquella época, que estaban
descriptos o detallados en el artículo 754 de la ley
orgánica, es decir, la búsqueda de información sobre
las actividades y propósitos de personas y grupos.
Puntualizó que un dato significativo que
indicaba que esa recomendación no tenía ninguna
relación con lo sucedido en los domicilios de las
calles Superí y Elcano, tenía que ver con que ese tipo
de recomendaciones debían ser muy habituales y casi
rutinarias porque se trataba de un sello preimpreso
para ese tipo específico de recomendaciones. Dijo que
era un dato significativo porque estaba firmada por el
jefe de Asuntos Políticos, pese a que se encuentra
probado en la sentencia de la causa “ESMA unificada”
que el procedimiento del secuestro de Abriata fue
llevado a cabo con personal de la E.S.M.A. No había
dudas de que desde la E.S.M.A. se ordenó el
procedimiento, por lo que el Dr. Carlevaro se preguntó

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qué tenía que ver la recomendación del jefe de Asuntos
Políticos a Sandoval si el procedimiento era de la
E.S.M.A.
En esa misma línea, agregó el Sr. Defensor
Oficial, aun en la hipótesis de que esa recomendación
haya tenido que ver con la detención de Abriata, y que
igualmente el jefe de Asuntos Políticos decidiera
felicitar a Sandoval, debiera haber una
recomendaciónidéntica en el legajo de Juan Carlos
Linares, quien era suboficial de la Policía Federal,
numerario de Seguridad Federal, comisionado en la
E.S.M.A. según surgía de su legajo, premiado por
Massera y a quienes los testigos señalaron como
presente el día del procedimiento de detención de
Abriata. Sin embargo, del legajo de Linares no surgía
una recomendación como la de Sandoval ese día. En
consecuencia, esa recomendación no tenía nada que ver
con lo de Abriata, no había ningún elemento para
sospechar que el procedimiento motivo de esa
recomendación formara parte del plan sistemático, y ni
siquiera había razones para considerar que dicho
procedimiento del que no se sabía nada, fuera ilegal o
antirreglamentario.
El Dr. Carlevaro señaló también que del
legajo personal de Sandoval surgía que lejos estaba de
ser un elemento de valía para la Policía Federal, que
se destacara por su arrojo, su empeño o su dedicación.
Incluso su historia en la policía y particularmente
durante el proceso militar estaba plagada de
sanciones, licencias y de reprimendas. El legajo de
Sandoval, dijo su defensa, estaba muy completo,
contaba con más fotografías que ningún otro, lleno de
información, en todas y cada una de las páginas y
planillas había un montón de información, a diferencia
de los legajos de Linares, Fotea, Salvia y Weber,
cuyos legajos prácticamente no contenían información,
la mayoría de sus fojas estaban vacías, era muy
difícil extraer información que permitiera reconstruir
la historia laboral de cada uno de ellos.

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Por eso le llamaba la atención al Dr.


Carlevaro que entre tanta información contenida en el
legajo de Sandoval no haya ninguna referencia a la
E.S.M.A., o algún dato que hiciera pensar que pudo
haber sido ese su destino aunque no lo diga
expresamente.
Por otro lado, el Dr. Carlevaro consideró que
el tiempo y el esfuerzo que las partes acusadoras le
dedicaron en sus alegatos a probar la relación entre
su asistido y Linares, y a su vez la relación entre
este último y Marcelo Gottifredi, constituían una
muestra ostensible, cabal, de la orfandad probatoria
de que adolecíala hipótesis de los acusadores.
Explicó que el argumento de las contrapartes
eraque si Linares participó en el grupo de tareas de
la E.S.M.A. y a su vez compartió destino con Sandoval
en Seguridad Federal, entonces seguramente ese sería
un indicio de que Sandoval también debió haber
integrado el grupo de tareas de la E.S.M.A. Eso, dijo
la defensa, constituía un error de la lógica,puesto
quesi fuera un razonamiento correcto, todos los amigos
y compañeros de Linares que se desempeñaban en Asuntos
Políticos y, por qué no, en toda Seguridad Federal,
deberían responder por los delitos de lesa humanidad
ocurridos en la E.S.M.A.
También argumentó que no todo el personal de
Seguridad Federal se dedicó a la represión ilegal, tal
como surgía del fallo dictado por el Tribunal N° 6 en
la causa de “Gallone”. Allí también se explicó que la
función del Departamento de Asuntos Políticos era
producir información de los partidos políticos que se
procuraba mediante gente de enlace, que participaban
en las reuniones de los partidos, que había brigadas
que se dedicaban a eso y que había gente que
participaba de las reuniones que no hacían de
infiltrados, que las brigadas hacían los partes al
comisario y que informaban acerca de las reuniones que
se habían hecho, que había brigadas en Asuntos
Gremiales y había explotación de prensa que consistía

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en hacer recortes de diarios del tema que interesaba y
de allí si surgía información relevante, se pasaba eso
mediante un memorándum y se consignaba en un boletín
diario.
Además, dijo que las partes acusadoras se
detuvieron en la existencia de detenidos ilegales en
la Superintendencia de Seguridad Federal, pese a que
la sentencia mencionada también daba cuenta de que en
la Superintendencia de Seguridad Federal coexistían
dos clases de detenidos diferentes, reforzando eso la
idea de que había dos tipos de actividades que tenían
lugar en el edificio,las propias y legales de la
dependencia policial por un lado, y las clandestina e
ilegal, propia del centro clandestino de detención que
funcionaba allí. Podía haber detenidos ilegales pero
también los había legales, no era un lugar escondido
al público, no era como la E.S.M.A. u otro centro
clandestino. Los que realizaban las actividades por
fuera de la norma eran solo algunos. Concluyó entonces
que no todos los que allí se desempeñaban y tampoco
todas las áreas estaban dedicadas a una actividad
clandestina.
En cuanto a los dichos de Nora Todaro, que
surgían de esa sentencia, de que una mujer de apellido
De Paoli, que estaría fallecida aparentemente al
momento que declaróTodaro, había sido abusada
sexualmente por Sandoval, jefe de guardia, la defensa
la apreció incompatible con la hipótesis acusatoria en
este debate, pues su asistido o pertenecería al grupo
de tareas de la E.S.M.A. o bien se desempeñaba como
guarda en las celdas del séptimo piso de Seguridad
Federal, o bien no era ninguna de las dos cosas, que
es lo que la defensa sostenía. Agregó que había muchos
otros “Sandoval” identificados en la causa E.S.M.A.,
no solo el que participó del procedimiento en lo de
Abriata y ese que aparecía en Seguridad Federal, sino
también el mencionado por Basterra, un Sandoval alias
"Doc" al que se hizo alusión a que ese Sandoval era un
médico, un Diego Sandoval que procedió a la atención

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de Luis Vázquez, también estudiante de arquitectura,


es el caso 95, ocurrido semanas antes del secuestro de
Abriata, otro Sandoval que era aquel que detuvo a
Norma Patricia Suzal el 8 de octubre de 1976 en el
debate de la causa “ESMA unificada”.
Por último, el Dr. Carlevaro hizo referencia
a los dichos de la testigo Mercedes Cordero, en cuanto
a que ubicaría a Sandoval en la E.S.M.A.Al ser eso
desconocido en la audiencia por la testigo, las partes
acusadoras le sugirieron al Tribunal que debía
valorarse lo dicho por Cordero en el debate a la luz
de la profunda relación afectiva que tenía con su
asistido, que si bien en el juicioel testimonio había
sido errático, la declaración que determinaba lo que
realmente Cordero vio y conoció a través de sus
sentidos era una declaración anterior en la que sí
había hecho referencia a la E.S.M.A.
Explicó la defensa que eran tres las
declaraciones de esa testigo. La primera declaración
fue el 3 de abril de 1987, prestada en una causa
penal, donde Cordero afirmó que Sandoval se
desempeñaba en la Policía Federal y en ningún momento
dijo algo respecto de la E.S.M.A. ni vinculado con la
represión ilegal. Una segunda declaración, de enero de
1988, que los acusadores querían darle valía, donde sí
figuraba el tramo que se le leyera en el debate y que
no ratificara, donde hizo alusión a la E.S.M.A. por
primera vez. Y la tercera declaración es la del
debate, donde no solo no ratificó la segunda, sino que
afirmó con mucha énfasis que nunca dijo aquello de la
E.S.M.A., que ni siquiera sabe dónde quedaba. Dijo en
la declaración de esta audiencia que hoy -por el día
de la declaración-, estaba diciendo la verdad y que en
esa oportunidad -la segunda declaración-, dijo
cualquier barbaridad enojada porque Sandoval no quería
saber más nada con ella. Dio a entender, además, que
hubo gente que le habló para que declare en contra de
Sandoval.

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Destacó el Sr. Defensor Oficial que lo que
desligaba definitivamente a su defendido y que
demostraba que la declaración que debía descartarse
era la segunda, era que Cordero dijo que no sabía
dónde quedaba la E.S.M.A., y lo hizo para demostrar
que nunca había dicho nada de lo que se le leyó
vinculado con la E.S.M.A. Agregó que la testigo dijo
textualmente"Aparte él no sabía manejar. Nunca lo vi
manejar un auto. No sabía manejar". Si Sandoval no
manejaba ni tenía auto, mal pudo haber ido junto a
Cordero a cargar nafta a la E.S.M.A. en auto. Además,
otros inconvenientes que presentaban los testimonios
de Cordero eran, por ejemplo, si estaba determinado si
había surtidores en la E.S.M.A., si es así, dónde
estaban, si cualquiera podía cargar nafta allí, si
quienes prestaban funciones en la E.S.M.A. podían
ingresar con acompañantes en sus autos, si era posible
que el subinspector de la Policía Federal, si hubiese
prestado funciones en la E.S.M.A., entrara con una
acompañante, que ni siquiera era su mujer.
Por todas las razones expuestas hasta ahora,
el Dr. Carlevaro solicitó la absolución de Mario
Alfredo Sandoval por el hecho por el cual fuera
acusado.
A continuación, el Dr. Miño, también por la
defensa de Sandoval,consideró la total ajenidad de
Sandoval en los hechos de la causa, a partir del
minucioso análisis de la prueba presentada en este
debate. Sin perjuicio de ello, iba a hacer ciertos
planteos subsidiarios, que eran necesarios para
mitigar la reacción penal que podría llegar a recaer
sobre Sandoval. Dijo que Sandoval no podía responder
por los tormentos, tanto por cuestiones de fondo como
por cuestiones de forma. En el peor de los casos,
agregó, el rol o función de Sandoval debía limitarse
al día del procedimiento, el que tuvo como
consecuencia el secuestro de Hernán Abriata. El
destino de la víctima, como así también su posterior
alojamiento, eran hechos que no podían ser adjudicados

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a su defendido. Por otra parte, consideró que si


Sandoval era condenado por ese procedimiento, solo
podría responder por la privación ilegal de la
libertad a título de partícipe necesario, y no como
autor o coautor de los hechos que se le imputaban.
Reiteró, como al inicio del debate al
presentar una cuestión preliminar, que su asistido no
fue ni indagado ni procesado por los tormentos. Si
bien al inicio de este debate el Tribunal entendió que
esas cuestiones estaban precluidas, el Dr.
Miñoinsistió, no con el pedido de nulidad, pero sí
para que se interprete cómo debían analizarse los
hechos de la causa y la situación procesal de
Sandoval.
Dijo que haber acusado a Sandoval, al momento
de requerir la causa, por tormentos, era acusar por un
hecho diferente, y consideró que el Tribunal tenía
jurisdicción para revisar y determinar el alcance de
los distintos actos procesales de la causa. Sobre
todo, si se advertía que había una afectación a la
defensa en juicio.Sandoval fue indagado el 17 de
diciembrede 2019 por la privación ilegal de la
libertad de Hernán Abriata, que hubiera ocurrido el 30
de octubre de 1976 en el domicilio Avenida Elcano
3235, departamento 39, de esta ciudad. Eso obraba a
fojas 134.751 y siguientes, y de allí no surgía la
descripción de los tormentos por los cuales fue
requerido a juicio. Había una breve referencia a que
fue alojado en la E.S.M.A. en condiciones inhumanas,
pero no una descripción en modo, tiempo y lugar de los
tormentos que permitan tomar ese tramo de la
indagatoria como una acusación formal respecto de los
tormentos. Además, no se encontraba demostrado que su
asistido tuviera algún deber de garantizar las
condiciones de detención en la E.S.M.A. Luego,
Sandoval fue procesado el 20 de diciembre del 2019 en
orden al delito de privación ilegal de la libertad
agravada en calidad de partícipe necesario, y la Sala
II de la Cámara de Apelaciones confirmó eso el 21 de

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enero del 2020 y lo ubicaron también como partícipe
necesario.
Sostuvo que los tormentos representaban otro
hecho y que incluso los acusadores lo admitían porque
eligieron el concurso real como regla concursal, por
lo que nose trataba solo de una subsunción legal sino
que se trataba de ampliar hechos por los cuales su
asistido no tuvo la instrucción correspondiente.
Agregó que el auto de elevación a juiciodaba razón a
la defensa en cuanto a la calificación legal acordada
y también con relación al nivel de participación que
le correspondíaa Sandoval. Explicó que ese límite
formal tambiénimponía límites de fondo, porque los
acusadores ubicaron a Sandoval como coautor de los
tormentos, como así también lo ubicaron como coautor
de la privación ilegal de la libertad deAbriata.
Argumentó que la imputación de estos crímenes
se basaba en una estructura organizada de poder, donde
los agentes o eslabones de más abajo eran elementos
fungibles, y aun incluso cuando ejecutaban los actos,
no podían ser coautores, sino solo partícipes, tal
como se había sostenido en la Causa 13, en la causa
1270, o en la causa 1282. Tanto la autoría como la
coautoría implicaban el dominio del hecho, que era la
postura dominante con relación a cuándo uno podía ser
autor del hecho, como lo sostuvo Hans Welzel en 1950.
Para que haya un co-dominio del hecho, debía haber un
plan común, donde cada uno de los coautores tenía un
plan común y división de tareas. Dijo que un policía
de 23 años de edad no fue parte de ese plan común y
mucho menos tuvo un co-dominio del hecho, porque el
co-dominio siempre se refería a todas las etapas del
camino del delito, y acá el co-dominio del hecho tenía
que ser referido a todas las etapas del circuito
represivo. El sistema represivo que habíamos vivimos
contaba con ciertas fases, de detención, de
interrogatorios, de logística, de inteligencia, de
operaciones, y otros aspectos mucho más amplios. Había
censura, opresión cultural-ideológica, control

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poblacional, manejo de medios, de las esferas del


poder económico, político y social, todo un aparato
estatal al servicio de ese circuito represivo y una
autoridad militar muy firme en ese aspecto. Indicó que
si hipotéticamente Sandoval, en algún momento,
participó de forma accidental o permanente en ese
circuito, como muchas otras personas imputadas, tenían
su rol limitado a la orden y función que se establecía
dentro de todo el circuito represivo que representaba
el camino del delito. Tenía o cumplía una función o
una orden respecto de un circuito represivo muchísimo
mayor, que era dominado en su totalidad por la Junta
Militar y por los estratos superiores de las Fuerzas
Armadas, pero nunca por un subinspector de la Policía
Federal. Sandoval no dominaba, no tenía co-dominio ni
fue parte del plan del circuito represivo, sino que
cumplía un rol específico, era un sujeto fungible, fue
cosificado por el sistema. Era imposible o
inconcebible que Sandoval tuviera el dominio del
circuito represivo, su aporte se limitó a la
participación necesaria yesa lógica fue la que llevó
al juez de instrucción a procesarlo por partícipe
necesario de la privación ilegal de la libertad de
Abriata y lo excluyó de los tormentos, tal como dijo
luego la Cámara. El cargo de Sandoval, su jerarquía,
su nivel, su edad, su juventud, no permitía que
estuviera en otro rol dentro de este circuito
represivo.
Entendió que no respetar eso implicó
básicamente cambiar la base fáctica, porque el
partícipe, por la teoría de la accesoriedad, cometía
un hecho diferente al autor. Por ende, si era
partícipe y luego se viraba a autor, se estaba
cambiando el hecho porque se estaba diciendo que
cometía otro hecho diferente. También ocurría lo mismo
respecto de su participación en los tormentos
ejecutados por otros, solo por haber participado en el
primer tramo del circuito, que habría sido la
detención de Abriata. Refirió que en este caso lo que

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se estaba tratando de hacer era extender la
culpabilidad por hechos posteriores donde el imputado
ni siquiera estuvo, donde no tuvo el dominio del hecho
ni mucho menos fue parte del plan, y por lo tanto se
violaba de forma palmaria todo el principio de
culpabilidad. Pretender introducir otro hecho no solo
implicaba burlar todo el control judicial de la
acusación en la instrucción, también implicaba violar
el principio de culpabilidad y violar los principios
básicos de la dogmática penal en cuanto a
participación criminal. A ello sumó que no había
ningún sustento probatorio de que su asistido haya
sido ejecutor de los tormentos, haya participado en
los tormentos, haya sabido cuándo fueron o qué habría
sufrido Abriata durante su cautiverio en la E.S.M.A.
Agregó que tampoco valía el argumento de que
el solo hecho de estar detenido en un centro
clandestino de detención en condiciones inhumanas
implique que Sandoval deba responder por tormentos,
puesto que como subinspector de la Policía Federal de
23 años de edad, él no era quien garantizaba las
condiciones de detención de ese centro. Los
responsables de ese centro clandestino de detención ya
habían sido condenados en la causa 1270, en la causa
1282, y en otras causas de este mismo Tribunal, que
eran mandos superiores y que respondían a otras
fuerzas. Por ello, entendió el Dr. Miño,fue muy
razonable que el juez de instrucción excluyó los
tormentos. Era algo que respondía a la razonabilidad y
al trato correcto de la dogmática penal dentro del
análisis de un delito. Sostuvo que demostrar que
Sandoval había participado de un solo hecho no podía
permitir que ese solo hecho se extendiera a toda la
responsabilidad de lo que sucedió en la E.S.M.A. Por
ello la Justicia francesa dejó afuera 595 hechos de
extradición, puesto que consideró que se lo estaba
imputando a título de responsabilidad colectiva.
Explicó que el primer requisito para la
extradición era que el país requirente tenga el

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compromiso de respetar las pautas que el país


requerido impuso para conceder la extradición. No
hacerlo era ir en contra de la soberanía de ese último
Estado, además de que se podía generar un conflicto
diplomático, porque no había que olvidar que Sandoval
era ciudadano francés y estaba protegido por ese
Estado. Indicó que la extradición entre Francia y
Argentina se regulaba por el tratado de extradición
entre esos países, que fue aprobado en nuestro país
por la ley 26.783, pero también se regulaba por
principios del derecho internacional, que se
configuraba en normas de costumbre internacional y que
generalmente se aplicaban de forma común en todos los
procedimientos de extradición de todos los países, por
lo menos en Occidente. Agregó que el principio de
especialidad regía en la extradición, lo que implicaba
que el extraditado no podía ser condenado por hechos
diferentes por los cuales fue extraditado.
Dijo que el Consejo de Estado de Francia, que
era el representante del Poder Ejecutivo que tomaba la
decisión de ejecutar la orden de extradición, cuando
tomó la decisión de ordenar al ministro de Justicia de
Francia de ejecutar la sentencia de extradición, lo
dijo en los siguientes términos: "En quinto lugar, el
principio de especialidad de la extradición, enunciado
especialmente en el artículo 696-4 del Código de
Procedimiento Penal, se opone a que una persona
extraditada sea condenada o detenida en vista a
ejecutar una pena por una infracción que no sea la que
haya motivado la extradición y anterior a su entrega
al Estado requirente". Se agregó que: "Si la
extradición del señor Sandoval ha sido solicitada por
hechos calificados por el derecho argentino de
tortura, privación ilegítima de la libertad agravada y
crímenes contra la humanidad, el decreto operado solo
concede la extradición por los hechos cometidos en
perjuicio del señor Abriata. Ningún elemento del
expediente deja pensar que las autoridades argentinas
no entendieran respetar el campo así fijado a los

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procesamientos que puedan ser diligenciados contra el
señor Sandoval". Explicó que allí se reflejaba otro
principio, el de la buena fe, en el sentido de que
Francia tenía la obligación de tener buena fe a los
compromisos que asume el Poder Ejecutivo ante ese
Estado, tal como lo ordenaba la Convención de Viena
sobre el Derecho de los Tratados. Por ello, Francia
consideró que si Argentina se comprometía, había que
creerle, y por lo tanto no se podía,en un proceso
judicial, burlar esa regla haciendo interpretaciones
que solo implicaban alterar la base fáctica por la
cual fue procesado su asistido o vulnerando ciertos
principios que también Francia, en aras de respetar y
proteger las garantías de sus ciudadanos, también las
tuvo en cuenta a la hora de extraditar. Consideró que
si se cambiaban los hechos durante el proceso o si se
violaban todas las condiciones, se le estaba sacando
la oportunidad a lajusticia francesa de controlar esa
situación, lo que implicaba ir en contra de la
soberanía de Francia. Por eso, era muy importante
determinar cuál era el límite que tenía la imputación
de Sandoval en este proceso, porque era un límite que
marcaba la extradición.
Señaló que dicho límite obraba en tres
resoluciones. La primera era del 19 de octubre de
2017, de la 10ª Cámara del Tribunal de Apelaciones de
Versalles, donde se concedía parcialmente la
extradición de Mario Alfredo Sandoval por el hecho del
que fuera víctima Hernán Abriata. La segunda eradel 24
de mayo del 2018, emitida por la Sala Criminal de la
Corte de Casación, que rechazó el recurso de la
defensa letrada de Mario Alfredo Sandoval. Y la
tercera era la decisión del Consejo de Estado, que
ejecutaba y que resolvía algunas cuestiones planteadas
por la defensa letrada de Sandoval, y que ejecutaba y
que mandaba a ordenar la extradición del nombrado.
Citó al Tribunal de Apelaciones de Versalles,
donde se dijo: "Que debe constatarse que a pesar de la
multiplicidad de documentos producidos en apoyo de la

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solicitud de extradición, ningún elemento permite


ligar a la persona reclamada a hechos cometidos en
perjuicio de otras víctimas, fuera de Hernán Abriata,
mencionada en los cinco procedimientos establecidos
por la Justicia argentina y comprendidos en la
solicitud de extradición. Que como lo han hecho valer
muy justamente sus abogados, Mario Alfredo Sandoval
nunca fue mencionado en otro procedimiento,
diligenciado en la Argentina o en Francia, relativo a
actos cometidos en la E.S.M.A. durante el período
considerado".Dijo además que adoptar el razonamiento
seguido por las autoridades argentinas para extender
la participación de Mario Alfredo Sandoval a actos
perpetrados en perjuicio de 595 otras víctimas,
equivaldría a admitir la existencia de una
responsabilidad colectiva, y sería contrario al
principio constitucional francés de la responsabilidad
personal en materia penal, consagrado por el artículo
121-1 del Código Procesal Penal, según el cual solo es
responsable de sus propios hechos. Consideró entonces
que la extradición no solo se veía limitada a la
detención ilegal de Hernán Abriata, sino que también
la Justicia francesa solo había permitido que se lo
juzgue por hechos que respondían a título personal, no
bajo criterios que violaban el principio de
culpabilidad. Era muy común en este tipo de procesos
tener un tipo de responsabilidad solidaria, en la que
todos respondían por el todo. Eso necesariamente debía
repercutir en la calificación legal asignada a los
hechos, porque sino se extendería la conducta imputada
a Sandoval a tramos del hecho que no solo no le fueron
imputados en la instrucción, sino que no corresponden
porque violarían los límites de su participación
conforme la estructura de poder que obligadamente él
tuvo que, supuestamente, integrar.
Mencionó que el fallo francés mencionaba la
calificación legal en derecho francés como detención
ilegal, sin orden de autoridades constitutivas y fuera
de los casos previstos por la ley, precedida o

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acompañada de torturas, es decir, agregó el delito de
torturas.
Refirió que Francia no podía hacer un examen
tan exhaustivo de los hechos porqueno correspondía en
la extradición. Pero si se atendía a cómo fue el
procedimiento de la detención de Abriata se observaba
que no fue precedida o acompañada de torturas. Los
tormentos se produjeron luego, durante su estadía en
la E.S.M.A., tramo por el cual su asistido no podía
responder y su participación debía limitarse al
procedimiento, porque así también lo dijo Francia.
Agregó que los tormentos sufridos por Hernán Abriata
solo podían ser adjudicados a los verdaderos
responsables del centro clandestino de detención que
ya fueron condenados incluso por el hecho de Hernán
Abriata en la sentencia de la causa 1282.
Reiteró que Sandoval no tenía poder de mando
en la E.S.M.A., no decidió la entrada en
funcionamiento de ese centro clandestino, tampoco
decidía el desarrollo de las actividades, ni quién las
integraba. Era un subinspector de la Policía Federal
con 23 años de edad y no tenía nada que ver con el
funcionamiento o con lo que sucedía en ese centro.
Consideró que imputar los tormentos que Hernán Abriata
habría sufrido en la E.S.M.A era violar la regla que
tuvo en cuenta Francia, el principio de culpabilidad.
Por eso, Francia fue muy clara y limitó los hechos de
la causa al día 30 de septiembre de 1976 y a la
posible participación de Sandoval en esos hechos, y
solo porque se invocaba que supuestamente hubo una
persona que se hizo pasar o mencionó que era el
inspector Sandoval o el comisario Sandoval de Policía
Federal.
Agregó que tanto el convenio entre Francia y
Argentina, como el mismo Código Procesal de Francia
que rigió la extradición, impedían que los hechos por
los cuales una persona fuera extraditada estuvieran
prescriptos en el país requerido o en el país
requirente o en ambos países. Argentina presentó su

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postura respecto de estos delitos y por qué se


consideraban imprescriptibles, cuestión que Francia no
asumió, pero encontró otra manera de decir por qué
estos delitos no estaban prescriptos. Dijo:
"Considerando que con respecto a la ley francesa, en
particular en la aplicación al artículo 112-1 del
Código Penal, solo son condenables los hechos
constitutivos de un delito en la fecha en la que
fueron cometidos, que los crímenes de lesa humanidad
solo fueron definidos y reprimidos por el artículo
211-1 a 213-4-1 del nuevo Código Penal, que entró en
vigor el 1° de marzo de 1994. Que en consecuencia, en
aplicación de los principios de la legalidad, de los
delitos y de las penas, y de la no retroactividad de
la ley penal, los hechos reprochados a Mario Alfredo
Sandoval, que habían sido cometidos el 30 de octubre
de 1976, no pueden ser calificados en el derecho
francés de crímenes de lesa humanidad. Que subsiste la
calificación de detención o detención ilegal, sin
órdenes de las autoridades constitutivas y fuera de
los casos previstos por la ley, precedida o acompañada
de torturas".
Explicó que la defensa que en esa resolución
se estableció que tanto los delitos en derecho
argentino como en derecho francés, debían ser delitos
continuos o permanentes, y que no podía afirmarse que
la detención a Abriata había cesado porque nunca más
se tuvo noticias de la víctima. Así, el Dr. Miño
concluyó que Francia permitió que Sandoval sea juzgado
por delitos ordinarios, no permitió que sea calificado
por delitos de lesa humanidad, porque clasificarlos de
esa manera era introducirlos dentro de un tipo penal
que al momento de los hechos no existía, ni en el
derecho argentino ni en el derecho francés. Puntualizó
que la justicia francesa sostuvo lo siguiente: "Las
autoridades argentinas se han comprometido, en casos
de condena, a aplicarle las penas previstas por los
delitos ordinarios, en vigor en la época de la
comisión de los hechos reprochados".

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Por otro lado, indicó que el delito de
tormentos -infligir un dolor respecto del otro- era
instantáneo, una vez consumada la acción típica,
cesaba. En consecuencia, el Sr. Defensor entendió que
en caso de que se tenga que juzgar a Sandoval por
tormentos, estaban prescriptos, puesto que una vez
sufridos por Abriata, más allá de que no sabíamos en
qué momento y en qué condiciones, ya había cesado la
conducta típica, y no podían ser considerados delitos
permanentes. Desde que ocurrieron hasta la actualidad,
o incluso hasta que se inició esta causa o la causa
19.300, había pasado holgadamente el plazo de
prescripción de la acción penal conforme a nuestro
Código Penal.
Con relación al delito de la privación ilegal
de la libertad, señaló que Francia había considerado
que era es un delito permanente, porque los delitos
permanentes eran aquellos que no cesaban en el tiempo
y solo cesaban por voluntad del autor. Pero lo que no
tuvo Francia en cuenta, dijo el Dr. Miño, era que la
participación tuvo un carácter accesorio. Si ese
tribunal abonaba la postura de la defensa en cuanto a
que Sandoval sólo podía ser partícipe necesario de los
hechos, había que entender que los delitos permanentes
eran así porque no cesaban por voluntad del autor,
pero no así respecto del participe. El partícipe
prestaba una colaboración o un aporte que podía
resultar imprescindible, pero era diferente a la
conducta del autor. Ese aporte sí culminaba cuando se
lograba el objetivo o fin principal, que en este caso
sería la privación ilegal de la libertad de Hernán
Abriata el 30 de octubre de 1976, pero una vez
cumplido ese fin, el aporte culminaba. Dijo que si se
afirmaba que la conducta antijurídica continuaba
porque Hernán Abriata no había aparecido, ello no
ocurría por obra del partícipe, sino por obra del
autor del hecho, quienes ya fueron condenados. El
partícipe jamás podía cometer delitos de carácter
permanente porque su mismo aporte siempre tenía un

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principio y un fin. De lo contrario, los efectos de la


conducta del autor se extenderían a la conducta del
partícipe y ello violaría el principio de
culpabilidad, pues se estaría respondiendo por el
hecho de otro. Consideró que si se aplicaba la lógica
en materia de dogmática penal, el partícipe no cometía
delitos permanentes porque su aporte tenía un fin
determinado, y una vez cumplido su aporte, toda la
relación jurídica, toda la situación antijurídica,
implicaba que respondiera el autor, puesto que el
autor es quien no hace cesar el delito, no el
partícipe.
En el caso de Sandoval, su aporte culminó con
la entrega Hernán Abriata a la esfera de poder de las
autoridades de la E.S.M.A.
En definitiva, la defensa postuló que si se
abonaba la postura de que su asistido solo debía
responder como partícipe necesario del delito de
privación ilegal de la libertad, los hechos se
encontraban prescriptos y solicitó la absolución por
prescripción de ese delito, como así también la
absolución por los hechos calificados como tormentos.
Agregó que declarar la prescripción de la
participación de Sandoval no implicaba incumplir con
ninguna obligación del Estado argentino en juzgar
estos hechos, porque implicaba respetar la soberanía
de Francia y los límites que ese Estado impuso para
proteger a su ciudadano, y también porque ya fueron
condenadas las personas o los verdaderos autores o
responsables de la detención y torturas de Hernán
Abriata.
Subsidiariamente, la defensa consideró que
Sandoval solo podía ser juzgado en calidad de
partícipe necesario en la privación ilegal de la
libertad, conforme la figura vigente al momento de los
hechos, que era el artículo 144 bis, inciso 1°, del
Código Penal, según Ley 14.616, con la aplicación de
lo establecido en el último párrafo, en función el
artículo 142, inciso 1°, del Código Penal, según Ley

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20.642. En ese caso, nos encontrábamos ante una escala
penal muy diferente a la propuesta por las partes
acusadoras, con un mínimo de 2 años de prisión y un
máximo de 6 años prisión.
Asimismo, destacó que si el Tribunal no
acogía lo relativo al delito de tormentos, señaló que
no era viable la aplicación del concurso real entre la
privación ilegal de la libertad y los tormentos.
Explicó que las partes acusadores postularon que la
privación ilegal de la libertad y los tormentos eran
parte de un mismo plan del autor, y que en dogmática
penal, en la teoría de los delitos, se trataba el gran
dilema que era definir cuándo había una única
conducta. La postura dominante era que la única
conducta no existe, que era una ficción jurídica.
Entonces, a través del plan del autor de podía
determinar la unidad de acción y aplicar las reglas
del concurso ideal. Si todo era parte de un mismo
circuito represivo, la privación ilegal de la libertad
y los tormentos eran parte de una misma conducta,
porque eran parte de un mismo plan, por lo que la
regla concursal a imponer era la del artículo 54 del
Código Penal, que implicaba el concurso ideal. Así las
cosas, debía prevalecer el delito más grave, por lo
que su asistido tendría que responder por los delitos
de tormentos, a título de concurso ideal, y la pena
máxima según la ley al momento de los hechos era de 15
años.
A continuación, se refirió a la petición
efectuada por una de las querellas para que Sandoval
sea condenado por el delito de genocidio. El Dr. Miño
argumentó que si Francia no quiso que el imputado
responda por delitos de lesa humanidad porque no
estaban tipificados al momento del hecho, mucho menos
hubiera permitido que se lo juzgue por genocidio. Si
el Tribunal decidiera condenarlo por el delito de
genocidio, estaría incumpliendo con la regla de la
extradición y podría generar una responsabilidad con
respecto al Estado francés. También sostuvo que era

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inviable el pedido de pena de prisión perpetua, puesto


que no se sabía dónde estaba establecido que su
asistido tenga que responder con la prisión perpetua
al delito de genocidio. Era una construcción analógica
del tipo penal para este caso. Por ello, solicitó se
rechace ese pedido.
En cuanto a la mensuración de la pena,
consideró que la pena solicitada por las partes
acusadoras no respetaba el principio de
proporcionalidad, no respetaba el contexto, y no
respetaba las condiciones personales del imputado en
la causa. Explicó que se encontraba fuera de discusión
que la Junta Militar se valió de una estructura de
poder para dominar la voluntad de los eslabones
inferiores para cometer los crímenes más atroces de
nuestra historia. Se dispuso un aparato de poder que
aseguró la ejecución de órdenes, porque el aparato
como tal garantizaba esa ejecución. Esas órdenes se
dieron en un contexto normativo, tanto ilegal como
clandestino. Ahora bien, la autoría mediata, a través
de una estructura organizada o aparato de poder,
implicaba el dominio de la voluntad del ejecutor del
hecho o del sujeto fungible, y eso debía replicar no
solo en lo que es la responsabilidad penal para
aplicar la autoría mediata y para traer o imputar
estos hechos, sino también debía analizarse a los
efectos de determinar la culpabilidad o la capacidad
de reproche de la persona que está siendo sometida a
su juzgamiento. No solo en la mensuración de la pena,
sino también en las accesorias aplicables a esa pena,
que estaban establecidas en el artículo 12 y en
función del artículo 19 del Código Penal.
Dijo que la culpabilidad estaba íntimamente
relacionada con la capacidad de reproche, y la
“reprochabilidad” era comprender la norma y motivarse
conforme a esa comprensión. Había ciertas cuestiones
exógenas o endógenas que podían distraer la
comprensión de la norma o implicaban que no se pueda
motivar. Por eso, no bastaba solo con capacidad de

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comprender, lo que se llamaba imputabilidad, sino
también tenía que haber o determinarse cuál era el
ámbito de autodeterminación del individuo con el fin
de ver si esa comprensión de la norma y esa
motivación, según su ámbito de determinación, le
permitía o no elegir estar o no su conducta conforme a
derecho. El plan ideado desde las más altas esferas
del poder militar del Estado argentino a través de
normas o decretos, obviamente limitó el ámbito de
autodeterminación de Mario Alfredo Sandoval, quien era
un subinspector de la Policía Federal, con 23 años de
edad al momento de los hechos, que fue sancionado, que
lo mandaron a Resistencia, y que le dieron de baja. El
ámbito de autodeterminación de su asistido para
decidir cumplir o no cumplir con las normas estaba
extremadamente limitado. Toda la ingeniería normativa
pergeñada por quienes detentaban el poder daba una
apariencia de legitimidad al sistema represivo que, si
bien no justificaba ni eximía de culpabilidad, sí
debía influir como pauta mensurativa de la pena. Sobre
todo en una persona que debía cumplir con las
disposiciones de sus mandos superiores quien, incluso,
podía incurrir en un error de prohibición, quizás
evitable, pero que influía en la capacidad de
comprender laantijuricidad de su conducta.
Agregó que Sandoval no decidió el golpe, no
creó la ingeniería jurídica atrás de ese golpe o las
órdenes clandestinas, ni el funcionamiento de los
centros clandestinos. Todas esas personas ya fueron
juzgadas. Consideró que se estaba haciendo responder a
Sandoval por hechos que excedían su culpabilidad, su
capacidad de reproche. La mensura de la pena
solicitada por las partes era totalmente
desproporcionada, y señaló que, en el hipotético caso
de que Sandoval sea condenado, tenía que ser el mínimo
de pena o cerca del mínimo de pena. Su juventud al
momento de los hechos, su limitado ámbito de
autodeterminación y el hecho de haber sido utilizado o
cosificado, eran circunstancias que no podían ser

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soslayadas por el Tribunal a la hora de mensurar la


pena. Indicó que no se entendía cómo Sandoval, por un
solo hecho,podía ser condenado a prisión perpetua o a
la pena de 20 años o 21 años.
Asimismo, explicó que al ser Sandoval parte
de esa estructura de poder, pero como elemento
fungible y cosificado,teníaque analizarse dentro de la
capacidad de reproche, a la hora de aplicar la
inhabilitación absoluta. Cuando una persona era
condenada y se le aplicaba la inhabilitación absoluta,
inmediatamente se lo llevaba a que se le apliquen las
accesorias que vulneraban ciertos derechos. En
particular, el artículo 19, inciso 2 y 4°, establecía
que no podía votar, se le vedaban los derechos
electorales y también se le vedaba el derecho a
recibir la pensión o el haber jubilatorio por la
función que él cumplió dentro de las fuerzas
policiales.
En cuanto al derecho al voto, citó el fallo
“Mignone” de la CSJN, donde dijo que era
inconstitucional y recientemente lo confirmó en el
fallo “Orazi”. Agregó que con el principio de
resocialización de las penas, establecido en el
artículo 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y el 10.3 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, era imposible pensar que se lo
podía estigmatizar al no poder elegir sus propias
autoridades. Lo mismo ocurríaen caso de no poder
cobrar sus haberes, pero en este caso en concreto, era
totalmente inviable, puesto que era el mismo Estado
que aprovechó su estado policial,creó una ingeniería
normativa y un sistema yuna estructura de poder que
limitó el ámbito de autodeterminación del imputado,
creó normas para dar una apariencia legítima a un
sistema represor nefasto que obligó al individuo a ser
parte, sería totalmente hipócrita que ahora ese mismo
Estado considere eso como una falta grave y decida,
incluso, aplicarle la accesoria del 19, inciso 4°, y
que el Poder Ejecutivo lo exonere por algo que el

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mismo Estado lo obligó. Dijo que no hacía falta
declarar la inconstitucionalidad de esas dos normas.
Aclaró que no desconocía la doctrina del fallo
Menéndez, donde se ratificó que se podía aplicar la
accesoria del artículo 19, inciso 4°, pero dijo que
Sandoval era una persona fungible, una cosa para el
sistema, y así fue tratado y ahora se lo iba a
destratar sacándole los haberes, que tenían carácter
alimentario y una cuestión de propiedad, y atentaba
contra el artículo 5.6 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y contra el artículo 10.3 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Si la pena era para resocializar, todas esas medidas
lo único que hacían era generar una situación de
vulnerabilidad en el interno. En consecuencia,
solicitó que, en el caso en concreto, si Sandovalera
condenado, no se le aplicaran las accesorias previstas
en el artículo 19, inciso 2 y 4° del Código Penal.
Por todo lo dicho, la defensa de Sandoval
solicitó la absolución total por ser ajeno a los
hechos de la causa y, subsidiariamente, solicitó que
solo responda por los delitos de privación ilegal de
la libertad en calidad de partícipe necesario, y,
conforme a eso, que se declare prescripto el hecho y
consecuentemente se decrete la absolución por
prescripción. Agregó que en caso de que tenga que
responder por los tormentos, si no se acogían los
argumentos dados por la defensa, en virtud de que eran
delitos instantáneos y estaban prescriptos,solicitó la
absolución por prescripción de la acción penal también
por los delitos de tormentos, teniendo en cuenta los
límites que impuso la extradición en cuanto al
juzgamiento de estos hechos.
Asimismo, solicitó que, en caso de no
prosperar la prescripción de la acción penal, se lo
condene solo por el delito de privación ilegal de la
libertad, en carácter de partícipe necesario y se le
imponga el mínimo de pena de la escala penal efectiva.
Y si tuviera que responder conforme a lo solicitado

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por las partes acusadoras, en la relación concursal


entre los tormentos y la privación ilegal de la
libertad, subsidiariamente solicitó que se aplique la
figura del concurso ideal y que se imponga la pena
conforme la escala penal que prevé el artículo 54 del
Código Penal, y que la pena a imponer sea el mínimo de
pena o no se aleje del mínimo de pena, y se excluya de
esa pena las accesorias del inciso 2° y 4° del
artículo 19 del Código Penal.
Por último, solicitó que no se haga lugar al
pedido de que se declaren este tipo de delitos como
delitos de genocidio y que no se haga lugar al pedido
de la querella del CELS de que se impulsen actividades
o gestiones para que se lo exonere a Mario Alfredo
Sandoval de su estado policial.

6.- Réplica del Ministerio Público Fiscal


En función del pedido concreto de
prescripción de la acción penal por parte de la
defensa, el Sr. Presidente le dio la palabra a las
partes acusadoras para que hagan uso, si así lo
deseaban, de su derecho a réplica.
Así, el Ministerio Público Fiscal,
representada por la Dra. Ángeles Ramos, indicó que
daría respuesta al planteo de prescripción de la
acción penal, sin perjuicio de que ya se había
solicitado que los hechos sean catalogados como
crímenes de lesa humanidad.
Argumentó que la defensa introdujola idea de
que existía un supuesto de insubsistencia de la acción
penal por prescripción derivado de cómo se había
sustanciado el proceso de extradición de Sandoval, y
que la extradición fue habilitada para ser juzgado por
un delito común y no por un delito de lesa humanidad.
De esa manera, según ese razonamiento,los delitos
comunes serían la privación ilegal de la libertad y
los tormentos, y con relación a eso siguió analizando
que, si bien la privación ilegal de la libertad era un
delito de carácter permanente o continuado, no lo

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sería así el delito de tormentos, al que definió como
un delito instantáneo. Agregó la Fiscalía que, según
la defensa, la forma en que le fueron imputados los
hechos a Sandoval, no podía sostenerse una coautoría
material por división de funciones, sino que tenía que
sostenerse al menos una participación necesaria. En
función de ese criterio jurídico que se pretendía
aplicar, se sostuvo que, más allá de que la privación
ilegal de la libertad era un delito de carácter
permanente, el aporte a esa participación cesó con ese
mismo aporte y, por ende, no le podía ser atribuido al
día de hoy y, en consecuencia, estaba prescripto.
A criterio de la Dra. Ramos, no correspondía
revisar la decisión de la justicia francesa que
habilitó la extradición, pues no era ese el objeto del
debate. La extradición ya estaba habilitada, y
habilitó el juzgamiento de Sandoval por crímenes que
se categorizan hoy, en la Argentina, como crímenes de
lesa humanidad, pero subsumidos en figuras típicas de
la legislación penal argentina vinculadas con
privación ilegal de la libertad y tormentos. Esa era
la habilitación de la extradición. Dijo que no había
un error interpretativo ni una afectación al principio
de congruencia sobre el alcance de la posibilidad de
juzgamiento ni el alcance de la “atribuibilidad”
jurídica de esos hechos en este juicio.
Agregó que tampoco había un error acerca de
cuáles eran los delitos por los estaba rindiendo
cuentas Sandoval ante la justicia argentina. Dijo que
no se lo estaba acusando por un delito de lesa
humanidad, sino por uno o más delitos tipificados con
el Código de 1921, es decir, “delitos comunes", que
además tenían una caracterización especial que era la
categoría de crimen de lesa humanidad en función de lo
que surgía del Estatuto de Roma, pero aclaró que no
era un delito de lesa humanidad lo que buscaban con
sus acusaciones.
Manifestó que el problema de la prescripción
estaba dado por la interpretación de si esos delitos

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reunían la categoría de crímenes de lesa humanidad o


no. En ese sentido, explicó que los crímenes de lesa
humanidad estaban contemplados como tales por el
derecho penal internacional consuetudinario, por el
iuscogens, y también por el convencional, los
tratados, las convenciones, los pactos, y constituían
delitos del derecho penal internacionalque por su
gravedad repugnaban a toda la humanidad en su
conjunto, porque ponían en peligro y lesionaban bienes
que eran indispensables para la preservación de toda
la comunidad. Por eso eran tan graves y ese era uno de
los motivos por los cuales no se podía aceptar de
ninguna manera la prescripción. Además, de acuerdo al
derecho penal internacional, el consuetudinario o el
convencional, se configuraba un delito de lesa
humanidad cuando se ejecutaban hechos delictivos
comunes, como privaciones ilegales de la libertad,
violaciones, torturas, homicidios, en el contexto de
un ataque generalizado o sistemático contra la
población civil. Esa parte la defensa ni siquiera la
mencionó, yera esa parte la que lo tenía sentado a
Sandoval aquí, porque no es solamente el aporte, la
contribución, fue la comisión del delito de tortura en
ese contexto, en ese marco, lo que categorizaba al
crimen de lesa humanidad. En consecuencia, perpetrar
un solo comportamiento tipificado por el derecho común
podría ser igualmente considerado crimen de lesa
humanidad si se ejecutaba en ese determinado contexto,
que era lo que ocurría en este juicio, y lo que surgía
del artículo 7 del Estatuto de Roma, que fue
incorporado al derecho interno argentino por la Ley
26.200. Luego citó jurisprudencia dela CSJN, de la
CFCP, y de este mismo Tribunal, específicamente
“Derecho René Jesús”, “Priebke”, “Arancibia Clavel”,
“Mazzeo”, y agregó “Almonacid Arellano” del sistema
interamericano.
Por otro lado, en cuanto a la prescripción en
relación con el aporte material, dijo la Dra. Ramos
que había un yerro interpretativo dogmático grave, que

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era sostener que un partícipe necesario podía hacer un
aporte en la faz ejecutiva del hecho. Cuando se
iniciaba un hecho criminal y empezaba la fase
ejecutiva, los aportes no eran los de la
participación, sino que eran aportes de una coautoría,
por división de funciones. Y regían las reglas del
artículo 45, de manera tal que no podía interpretarse
jurídicamente que quien estuvo en el lugar de los
hechos, intervino en el hecho, secuestró a la víctima,
le propinó golpes, la llevó a una habitación para
interrogarla de forma violenta, se hablede tortura y
de ese pretendido delito instantáneo, como si la
tortura hubiese sido solo en la E.S.M.A., porque no
fue acompañada gentilmente en limusina al centro
clandestino. Consideró que los golpes, los
interrogatorios violentos, el estar encapuchado y
esposado era tortura, en el marco de la privación
ilegal de la libertad. Y agregó que en toda esa fase
ejecutiva, el aporte no era el de un partícipe
necesario, no era que tenía abierta la puerta del
auto, no era quienmanejó, no era quien le puso nafta
al auto. Intervino en esa parte de la faz ejecutiva,
no había participación necesaria alguna y, por lo
tanto, no podía admitirse de ninguna manera una
prescripción en función de ese limitado aporte.
Consideró que era un yerro jurídico grave que
convalidaría una nulidad de la sentencia. Por ello,
solicitó que el Tribunal rechace el planteo de
prescripción por esa doble vía.

Réplica de la querella unificada y


representada por la Dra. Hourcade

Llegado el momento de hacer uso de la


palabra, la Dra. Hourcade entendió que esa querella
hizo una mención de por qué los hechos deberían
considerarse delitos de lesa humanidad y en su alegato
sostuvieron que la calificación que habían dado a los
hechos de ninguna forma contravenían la sentencia de

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extradición que dictó la República Francesa.En ese


sentido, no tenían nada más que agregar.
Sin perjuicio de ello, postuló que eran
pertinenteslas observaciones que había hecho la
Fiscalía con respecto a esas raras interpretaciones
que hizo la defensa sobre la participación y también
cómo había calificado los hechos para descartar la
posibilidad de encontrarnos ante delitos de lesa
humanidad. Agregó que se podía cotejar que las
instancias intervinientes en la República Francesa lo
que hicieronfue chequear que los requisitos para
conceder la extradición estuvieran cumplidos, y la
defensa citó el artículo 696, que decía que no se
concedía la extradición cuando, de acuerdo a la ley
del Estado requirente o de la ley francesa, la
prescripción de la acción haya sido adquirida antes de
la solicitud de la extradición. Indicó que de la sola
lectura resultaba claro que para el Estado requirente,
que era el argentino, para nada estaba prescripta la
acción, y la ley francesa, cuando el primer tribunal
trató la extradición, estipuló que no había
prescripción. Por ello, tanto por el lado del Estado
requirente como para el requerido, de ninguna forma
corría la prescripción. El Consejo de Estado en lo
Contencioso descartó uno a uno los argumentos
deSandoval y cuando concedió la extradición, lo hizo
en los términos que exigió la República Argentina, por
lo cual, una vez habilitada la extradición, lo hizo
por el caso de Hernán Abriata.
Puntualizó que en todo este juicio no se
había violado ninguno de los términos del tratado de
extradición, por lo cual, dijo que sería ridículo
pensar que habría que hacer el juzgamiento en el
Estado argentino de acuerdo a los términos de la ley
francesa, cuando no era eso lo que estipulaba el
Código vigente hasta antes de 2015 o el Tratado de
extradición.
Finalmente, adhirió a las consideraciones que
hizo la Fiscalía.

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Réplica dela querella representada por el Dr.
Noli
A su turno, el Dr. Noli adhirió a los
planteos previos realizados tanto por el Ministerio
Público Fiscal como por la otra querella. Aclaró que
hacía ello sin perjuicio y sin obstar a la
calificación legal distinta que habían propugnado en
su momento, porque en definitiva, en cuanto a lo que
implicaba la imprescriptibilidad del delito de lesa
humanidad o de genocidio, daba exactamente lo mismo.
Leyó el artículo 16 del tratado de
extradición entre Argentina y Francia para señalar que
cuando se hablaba de si era un delito común, si era un
delito de lesa humanidad, o si es era genocidio, se
estaba hablando de calificación legal. De ninguna
manera esa calificación legal estaba limitada por el
tratado de extradición o subordinada a una legislación
extranjera. Agregó que en nuestro país sí existía ese
tipo de legislación, que era la 26.200, que la
contemplaba de alguna manera.
Por esas razones entendió que el planteo de
prescripción no solo no se adecuaba a derecho ni a la
realidad de la causa, sino que además implicaba un
debate en retroceso histórico que le parecía un
desatino a esta altura de estos juicios.

Réplica de la querella de la Secretaría de


Derechos Humanos
Por su parte, el Dr. Szczyrek adhirió en todo
a lo que dijo la Fiscalía y las querellas.

7.- Dúplica de la defensa de Mario Alfredo


Sandoval
A su turno, el Dr. Miño dijo que iba a
responder solo dos cuestiones. Con relación a lo que
dijo la Dra. Ramos en cuanto a que en la etapa
ejecutiva no era posible la participación necesaria,
sostuvo que eso no era así. En la dogmática penal no

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había verdades absolutas, por ejemplo, en los delitos


calificados por el autor, había partícipes necesarios
que ejecutaban la conducta en todos sus tramos y no
podían ser partícipes porque no calificaban como
autor. Entonces se tenía que calificar como partícipe
necesario, y eso era lo que se postulaba en este
juicio. Una persona dentro de una estructura de poder,
por más que ejecute los hechos, podía ser partícipe
necesario. Se podía admitir una participación
necesaria incluso no estando en los hechos.
Con relación a que la tortura era todo el
tiempo y constantemente, entendió la defensa que la
Fiscalía había introducido cuestiones que no
fueronmencionadas en el alegato originario del
Ministerio Público Fiscal y que tampoco fueron
demostradas. Señaló que en los alegatos las torturas
fueron ubicaron dentro de la E.S.M.A. Si hubiera
habido alguna referencia a que durante la detención,
el traslado, o en algún momento Hernán Abriata hubiera
sufrido un tormento, se hubiera referido, pero eran
cuestiones que se introdujeron ahora y no fueron
introducidas en el alegato originario.

Y CONSIDERANDO:

I.- CONSIDERACIONES GENERALES:


1. Acerca de la forma de votar:
En primer lugar, cabe indicar que, a
pesar de que este debate –al igual que los llevados a
cabo en los denominados expedientes Esma 1, Esma
Unificada, Esma 4 y Esma 5 (sentencias de fecha:
28/12/2011, 5/3/2018, 19/4/2021 y 12/10/2021,
respectivamente)- fue realizado con una integración
-otra vez- distinta, merced a la deliberación
efectuada habrá de mantenerse el esquema de decisión
que fue adoptado desde el primer pronunciamiento.
En tal sentido, para una mayor
comprensión, se deja consignado que en aquellas
cuestiones resueltas de modo unánime el Tribunal se

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expedirá en forma conjunta; en tanto que en aquellos
casos donde se den disidencias, los votos –sean
individuales o conjuntos de la mayoría ocasional-,
serán iniciados y terminados en el mismo punto o tema
que los suscitó.

2. Supremacía constitucional.
Independencia de los jueces. Derecho penal del
enemigo.
Los Jueces, Adriana Palliotti y Daniel
Horacio Obligado, dijeron:
A) En los párrafos que siguen
pretendemos mostrar por un lado una serie de
afirmaciones que son necesarias y por otro, algunas
refutaciones que –no sólo en este acápite sino a lo
largo de toda la resolución- destacarán la vigencia
del derecho respetuoso del Estado de derecho bien
entendido con intención cierta de contagiar auto-
contención a otros tribunales (internos y/o
internacional) involucrados en la tarea tan esforzada
y a la vez deseosa de llevar adelante estos juicios de
lesa humanidad que hacen a nuestra historia nacional.
Sin embargo, tenemos que precisar
claramente que el objeto de nuestras explicaciones,
acuña la fuerza vinculante y el respaldo para los
órganos internos del Estado argentino de los
precedentes internacionales en la materia como pueden
ser el Tribual Europeo de Derechos Humanos, la Corte
Penal Internacional (tratándose así del primer
organismo judicial internacional de carácter
permanente encargado de perseguir y condenar los más
graves crímenes, cometidos por individuos, en contra
del Derecho Internacional), o bien, es del caso las
sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos que ya han condenado al Estado argentino, lo
cual lleva a considerar –y, por ende, a jamás ignorar-
el valor de las normas de fuente internacional en el
plano interno argentino.

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Sobre el punto se ha dicho que: […E]n un


primer momento, la Corte Suprema argentina adoptó la
posición según la cual las recomendaciones de la
Comisión no son estrictamente obligatorias. CSJN,
Acosta, Claudia Beatriz y otros s/ hábeas corpus,
Fallos 321:3555 (1998); CSJN, Felicetti, Roberto y
otros (La Tablada), Fallos 323:4130 (2000). Luego, sin
embargo, cambió de opinión y, en sentencia sumamente
dividida, afirmó que las recomendaciones de la
Comisión sí son obligatorias para el Estado argentino.
CSJN, Carranza Latrubesse, Gustavo c/ Estado Nacional
– Ministerio de Relaciones Exteriores – Provincia del
Chubut – s/ proceso de conocimiento, Fallos 336:1024
(2013). Ver Albanese, S., “La Corte Suprema y el
alcance de las Recomendaciones de la Comisión
Interamericana 1994-2014”, en Pensar en Derecho, n° 5,
Buenos Aires, Eudeba, 2015, pp. 105-133. Dellutri, R.,
Garro, A. y Zuppi, A., La obligatoriedad de las
decisiones de la CIDH, Buenos Aires, Edit. La Rocca,
2016…] (La obligatoriedad en el plano interno de las
sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, Fernando Arlettaz).
Resulta de trascendental importancia
también, tener presente algunas de las líneas que se
consagran en el preámbulo del Estatuto de Roma como
constitutivo de la Corte Penal Internacional […
C]onscientes de que todos los pueblos están unidos por
estrechos lazos y sus culturas configuran un
patrimonio común y observando con preocupación que
este delicado mosaico puede romperse en cualquier
momento,…Teniendo presente que, en este siglo,
millones de niños, mujeres y hombres han sido víctimas
de atrocidades que desafían la imaginación y conmueven
profundamente la conciencia de la humanidad,…
Reconociendo que esos graves crímenes constituyen una
amenaza para la paz, la seguridad y el bienestar de la
humanidad,…Afirmando que los crímenes más graves de
trascendencia para la comunidad internacional en su
conjunto no deben quedar sin castigo y que, a tal fin,

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hay que adoptar medidas en el plano nacional e
intensificar la cooperación internacional para
asegurar que sean efectivamente sometidos a la acción
de la justicia...]
Es que la elemental exigencia
constitucional y republicana, de poseer una recta
administración de justicia, basada en la
independencia, honestidad, capacidad y eficacia de los
juzgadores, constituye un pilar insustituible para el
bienestar de los integrantes de la sociedad, los
cuales tienen a favor el saldo del Debido Proceso por
parte del Estado.
Este es el quinto debate desarrollado en
el marco de los hechos acontecidos en la Escuela de
Mecánica de la Armada lo cual implica transitar
terrenos ya conocidos que antes hicieron –y vuelven a
hacer hoy- al campo jurídico y judicial, un ámbito en
el cual habrán de articularse instituciones, prácticas
y técnicas a través de las cuales se produce,
interpreta e incorpora el derecho al proceso de la
toma de decisiones. Por ello, de aquí en más, nos
aferraremos a conceptos ya esgrimidos en las
sentencias anteriores y aunque no está de más –dado
que ello no es más de lo mismo- habremos de empuñar
nuevas nociones y significados esenciales que harán
más perceptible aún el camino que desandaremos para
explicar “otra vez” el lugar en la historia nacional
que tendrá este fallo.
B) Para comprender la dimensión del
punto, cabría iniciar con una obviedad conceptual de
innegable importancia en materia jurídica, tan
incuestionable que por esa razón, además; no resulta
ser una propiedad exclusiva del ámbito jurídico penal
aunque sí en materia de derechos humanos universales.
Ese axioma, tiene que ver con la idea “rígida” de que
la tesis de la Supremacía Constitucional reina no sólo
sobre todo el sistema federal -como es nuestro caso-
sino también, respecto de las realidades cotidianas e

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institucionales de las provincias y ciudades que


componen el Estado.
La rigidez a la que nos referimos, es la
que distingue a la Carta Magna, de las reformas -por
ejemplo- que pueden ser realizadas en materia de las
leyes comunes, por ello y en ese sentido, en el marco
de un ordenamiento constitucional rígido; la
Constitución es la ley suprema y todas las demás
-leyes inferiores o comunes- deben adecuarse a ella.
En esa lógica pues, la doctrina se ha
referido a la supremacía de la constitución y a su
innegable preeminencia […p]or significar la estructura
constitucional la base del ordenamiento jurídico que
de ella se deriva y al cual le comunica juridicidad…]
(Teoría de la pena y Derechos Humanos, Nuevas
relaciones a partir de la reforma constitucional, de
Marcelo E. Riquert y Eduardo P. Jiménez, Ed. Sociedad
Anónima editora, comercial, industrial y financiera,
pág. 61 y ss.).
En los hechos, cualquiera sea su especie
o naturaleza jurídica, la referida supremacía habrá de
mantenerse puesto que, de modo contrario, habría
absoluta negación de ese principio axiomático con los
consecuentes quebrantos que ello suponga. Para que
ello no ocurra, deben darse cabida a principios que
permitan internalizar la lógica y método al que remite
el concepto de conflicto jurídico -el que se trate-,
para poder predecir y explicar la garantía que se
encuentra en juego. En esa senda, es la garantía del
Debido Proceso legal y constitucional (art. 18 de la
CN) la que establece el norte a seguir por todo el
mundo jurídico colocado por debajo de ella, siendo así
una obligación que impregna cualquiera de nuestras
realidades jurídicas; un deber o necesidad que
-implícita o expresamente, directa o indirectamente-
emana de la ley de leyes porque es ley suprema, lo
cual implica -al decir de Bidart Campos- […l]os
derechos que la Constitución reconoce alcanzan el
nivel máximo de ella (por ende) las obligaciones que

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impone, tienen idéntico rango…] (Teoría de la pena…ob.
cit. pág. 63, nota 42).
Estos principios son útiles para
decodificar estas ideas provenientes del iluminismo
del Siglo XVIII, era en la cual se rescata el concepto
de dignidad humana, y resultan explicaciones puras,
versátiles y adaptables a las realidades a las que nos
venimos refiriendo, y aún más, al ámbito jurídico
penal: no son caprichosas dado que nos son útiles para
afirmar, como es de esperar, que al omitir el
cumplimiento del deber u obligación impuesto por la
interpretación de la carta federal en la que subyace
la idea de dar al caso la solución más justa, o se
resuelve o decide sobre un marco constitucionalmente
prohibido; se estará violando el texto reglamentario
que ella impone y con todo, su supremacía.
Ahora bien, captando las líneas que
preceden en punto al nivel de adaptación y acatamiento
de las normas a las realidades que les tocan vivir –lo
cual se ve reflejado en su producción dogmática casi
sin retroceso hoy en día-, justamente nos muestra que
ellas no permanecen encerradas e inalterables en el
tiempo. Su retroalimentación es sociológica -rasgo que
es preexistente a la disciplina en sí misma
considerada-, puesto que los fenómenos colectivos
producidos por la actividad social de nuestros
conciudadanos y que cohabitan dentro del contexto
histórico-cultural en el que se encuentran inmersos,
es de suma importancia para que las normas sean
programáticas y estén de algún modo destinadas a
cobrar vigencia y actualización sociológica; y no
permanecer negadas a la evolución que sin dudas
demanda la garantía -ya mencionada- del Debido Proceso
Penal.
Por eso, dar la espalda a la actividad
propia tendiente a operativizar los derechos humanos a
partir de la intervención de los poderes públicos, y
negar además la actividad tendente a no reconocer la
inercia de los propios mandatos constitucionales en la

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órbita penal; no hacen más que negar la existencia de


esa operatividad a la que nos debemos.
Estos mandatos, si bien serán útiles
para establecer la definición de ilicitud sobre todo
en el ámbito de las conductas jurídico penalmente
relevantes en la que se incrusta la tesis del riesgo
penal -de eso se trata el derecho penal sustantivo
sancionador-, y que serán, por ende, útiles también
para el tratamiento del proceso de conocimiento en el
que ese riesgo asuma las características de conflicto
penal encorsetado por la garantía del Debido Proceso
-de eso se trata el derecho penal adjetivo
ritualista-; no obstante, ellos también tendrán un
valor inconmensurable e interesarán sobre todo y antes
que nada, para: no dar lugar a la tesis de la
inconstitucionalidad por omisión.
Sin desmerecer las directrices que hemos
delineado hasta aquí, permítasenos centrar el análisis
entonces en esta última idea, pues tan así es para
nosotros -es decir, la tesis de la
inconstitucionalidad por omisión- no atender y
resolver conforme al mejor derecho la situación de
padecimiento de las víctimas, a las cuales, no por un
mero descuido, llego a sus oídos que en un momento de
su vida perderían el derecho de vivir.
Esta tesis de la inconstitucionalidad
por omisión tendría su razón de ser, entonces, si se
avanza en la lógica del reproche jurídico penal
violentando límites autoimpuestos y el cumplimiento de
ciertos recaudos de forma, trámite y procedimiento
para llevar adelante una definición del conflicto
traído a estudio por medio de una sentencia, cuestión
que no ha ocurrido a pesar de los argumentos
defensistas. La posibilidad de control horizontal que
ejercieron no sólo la defensa sino los acusadores
oficiales y particulares, desde la radicación de la
causa en el tribunal, han permitido a este órgano de
juicio componer y combinar el ajuste permanente que
impone el control de constitucionalidad inmanente y

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que emana de la Corte Interamericana de DDHH y la
tradición legislativa que se impone a partir del texto
del art. 75 inc. 22 de la CN. Todos los alcances,
oportunidades, vigencias y campos posibles de
actuación receptados en estas normas y a partir de la
interpretación más ajustada que propone el principio
pro homine; dieron luz verde a la razón constitucional
que cubre hasta no sólo la garantía de defensa en
juicio (18 y 75 inc. 22) sino, también, el derecho a
la tutela judicial efectiva conforme las previsiones
contenidas en el texto de la ley número 27.372.
En ese sentido se sostuvo que […C]aso
Trabajadores Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y
otros) Vs. Perú. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 24 de Noviembre de
2006: “Cuando un Estado ha ratificado un tratado
internacional como la Convención Americana, sus jueces
también están sometidos a ella, lo que les obliga a
velar porque el efecto útil de la Convención no se vea
mermado o anulado por la aplicación de leyes
contrarias a sus disposiciones, objeto y fin. En otras
palabras, los órganos del Poder Judicial deben ejercer
no sólo un control de constitucionalidad, sino también
“de convencionalidad”…entre las normas internas y la
Convención Americana…” En el mismo sentido: Caso
Heliodoro Portugal Vs. Panamá. Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia
de 12 de agosto de 2008, párr.1806; Caso Radilla
Pacheco Vs. México. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 23 de noviembre de
2009, párr. 3397; Caso Fernández Ortega y otros. Vs.
México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010, párr. 2368;
Caso Rosendo Cantú y otra Vs. México. Excepción
Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de
31 de agosto de 2010, párr.2199; Caso LiakatAliAlibux
Vs. Surinam. Excepciones Preliminares, Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 30 de enero de
201410, párr. 15…] (en Cuadernillo de Jurisprudencia

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de la Corte Interamericana de Derechos Humanos Nº 7,


pág. 6).
La nota que se encuentra equidistante
entre estas ideas doctrinarias, necesariamente impone
y exige el colocarnos bajo la órbita de la correcta
interpretación del esquema de principios
constitucionales garantizados lo cual, en modo alguno,
permite apartarnos de las situaciones vivenciales
experimentadas por Hernán Abriata y que fueron
ventiladas a lo largo del debate oral siendo objeto de
valoración responsable por las partes en el marco de
cada audiencia oral.
Precisamente por este motivo y, como
argumento en contra de la idea que aparentaría
albergar el aquí imputado -desde que le refirió al
Presidente de la causa que únicamente respondería
preguntas por él formuladas, en tanto y en cuanto sean
de “su autoría”- donde se le atribuiría a estos jueces
cierto rol autoritario en la tarea de juzgar, también
es preciso señalar que este poder de control que la
legislación nos atribuye, no puede ser comprendido
como una remisión incondicional al arbitrio judicial,
pues tal postura habilitaría otras formas de
“automatismo” sólo que impredecibles y, por ende,
inmunes a cualquier intento de control republicano; lo
cual sin dudas podría conllevar al ejercicio
irracional del poder punitivo estatal y, en ese caso;
el acusado Sandoval hubiera tenido lógicas razones al
imputar aquél rol. Por el contrario, las facultades
que establecen las normas internacionales que amparan
el control de convencionalidad bien ejercido por
nuestra parte, deben dirimirse sobre la base de una
reflexión acerca de la ratio legis que inspiró cada
audiencia en la que las partes tuvieron igual
posibilidad de decir y contradecir.
Por eso, una cuestión de eminente
importancia y que también hace al trasfondo del tema,
tiene que ver con internalizar la noma de origen que
habilita al juez para dotarlo de instrumentos para que

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esté en condiciones de identificar el conflicto
originario y en efecto resolverlo o descomprimirlo.
Por lo tanto, el énfasis no estará colocado en la
corrección o insuficiencia de la regulación legal,
sino en la capacidad y rol de los jueces para
intervenir en el conflicto que se trate a través del
litigio y la oralidad.
C) La independencia de los jueces debe
evidenciarse en su actuación general en el proceso y
en el equilibrio de sus fallos, de modo que resulten
impotentes las solicitudes de los amigos, los
requerimientos de los antiguos compañeros de la vida y
las amenazas de quienes procuran ser enemigos.
Debe decirse que ante aquel improcedente
planteamiento del acusado y que, por cierto, ha
motivado este capítulo preliminar, los jueces no deben
dudar cuando las pruebas así lo demuestran, en juzgar
a los funcionarios del gobierno de turno o de
gestiones pasadas (con independencia de su rango
funcional) o de importantes empresas u organismos, ni
tampoco en darles la razón por temor a la calumnia,
cuando ello así lo amerita.
Esos propósitos son los que nos hemos
comprometido a cumplir al acceder a la magistratura,
prestando el debido juramento.
Por ello el Tribunal rechaza cualquier
cuestionamiento que intenta poner en tela de juicio
esos aspectos. En resumen, quizás, esas críticas,
parecen enrolarse en las filas de un discurso
tendiente a demostrar la existencia de un derecho
penal del enemigo.
Pues bien; frente a la gravedad de esas
aseveraciones, el Tribunal se vio obligado a memorar
su postura en la aplicación del derecho en lo que
concierne a cualquier causa en general y, en
particular, a procesos en los que se investigan
delitos de lesa humanidad; todo ello de conformidad
con los puntos precedentes.

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En ese sentido, entendemos que pese a


la gravedad de los delitos por los que fuera acusado
el aquí imputado, los cuales han sido caracterizados
como de lesa humanidad, entendemos conveniente afirmar
que los principios y derechos constitucionales, no
admiten distinciones en sus destinatarios y deben
aplicarse, sin más, cuando así correspondan.
En efecto; muchas son las condiciones
necesarias para demostrar el adecuado funcionamiento
de una democracia, y así como una de ellas, relativa
al pluralismo, es defendida por Sartori, recurriendo a
Lord Acton, en cuanto a que la prueba más segura para
juzgar si un país es verdaderamente libre, es el
quantum de seguridad de la que gozan las minorías
(Sartori, Giovanni, ¿Qué es la Democracia?, Taurus,
Buenos Aires, 2003, págs. 38/39, 215 y 217. En igual
sentido, Bobbio, Norberto, El futuro de la democracia,
3a. ed., Fondo de Cultura Económica, México, 2005,
págs. 70, 72/73), también debe decirse, que, entre
otros aspectos que revelan el grado de compromiso de
una sociedad con la democracia, se encuentra la
intensidad con la que se respeten los derechos y
garantías individuales de aquellas personas acusadas
de delitos cometidos como parte del poder de una
dictadura y que afectan a la humanidad.
Un desapego en el cumplimiento de esa
tarea, transmitiría perniciosas consecuencias que
podrían desnaturalizar el sistema, que, precisamente,
se encuentra caracterizado por el respeto de los
derechos esenciales del hombre.
En consecuencia, el Estado de derecho
se ajustará a las particulares y delicadas situaciones
que viven aquellos que deben soportar un proceso penal
en su contra, sin importar la gravedad u odiosidad del
delito atribuido, y transformará y aplicará sus
medidas de coerción, de acuerdo a lo que imponga y
habilite la dignidad de la persona, como nota que
distingue y legitima el sistema político establecido
en nuestra Carta Magna, por cuanto los derechos

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esenciales del hombre no nacen del hecho de ser
nacional de determinado Estado, sino que tienen como
fundamento los atributos de la persona humana
(Preámbulos de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre, Declaración Universal
de los Derechos Humanos, Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
Convención Internacional sobre la Eliminación de todas
las Formas de Discriminación Racial y Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes).
Como se aprecia, el Tribunal descansa en
la independencia que la Constitución Nacional asegura
a los magistrados del Poder Judicial y el Control de
Convencionalidad bien entendido.
A modo de colofón, habremos de decir que
no existe un derecho penal del enemigo más que como la
internacionalización de un concepto proveniente de
garantismo penal bien entendido, sino que existe un
único derecho penal como respuesta estatal para
incluir al aquí imputado dentro del sistema legal, de
forma tal, que goce de todas las garantías que la
Constitución Nacional le otorga a quien, sospechado de
haber infringido la norma, tenga que transitar por la
garantía del Debido Proceso (art. 18 CN) que hemos
desarrollado aquí, tan necesaria para definir su
situación ante la ley y la sociedad.
El Juez Fernando Canero, dijo:
Que adhiere en lo sustancial a lo expuesto en
el voto de los distinguidos colegas.

3.- Valoración general de la prueba.


Sana crítica.
Como Tribunal –por unanimidad- nos
parece necesario señalar aquí que el proceso en
general, y esencialmente el proceso penal, no tiene
como objetivo la construcción de una verdad ficticia,
una verdad procesal que nos llevaría, aún sin

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proponérnoslo, al diseño de lo que se conoce como


verdad formal-verdad material, dejado ya tiempo atrás,
al verificarse que con la utilización de la prueba
tasada, no siempre se llega a la verdad, sino que, de
lo que se trata es que quien juzgue pueda aproximarse
a los sucesos ocurridos, tal y como realmente
acontecieron, de la forma más ajustada. Y ya sin decir
que en este punto deben admitirse las lógicas
limitaciones humanas porque de seres humanos hablamos
en todo juicio penal.

Y eso señalamos, porque de lo único que


se trata es el seguir ciertos procederes impuestos y
normados por el sistema jurídico que sea, tendientes a
reconstruir, de algún modo y con la mayor precisión
posible, el hecho pretérito que ha dañado el orden
social, que, como acontecer humano fugaz, raramente
deja una impresión material y tangible que lo
reproduzca fielmente, por lo que, quienes pretenden
saber de esa ocurrencia por imperio del orden
institucional de que se trate y decidir sobre “el
reparto de culpas”, vale decir los magistrados, deben
acudir, […f]orzosamente a una variedad de medios
indirectos que, de alguna manera, les permitirán
aproximarse a ese objetivo…] que, se lleva a cabo
durante el llamado “juicio previo”. Y tal exigencia se
explica sin esfuerzo porque […E]ntre la hipótesis de
un suceso delictivo y su eventual penalización se
interpone el insoslayable proceso, pues la pretensión
del restablecimiento del orden afectado por la
ilicitud, presupone precisamente la preexistencia de
un orden normativo convenido por la comunidad…] (cf.
Jauchen, Eduardo, “Tratado de Derecho Procesal Penal,
Nueva Edición Actualizada”, Tomo III, pps.257 y
sgtes., Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2022).

Así limitado, ese […o]rden normativo


convenido por la comunidad…] no es más que el
catálogo de actividades tendientes a acreditar la
realidad de los hechos que sostienen las partes, en
los procesos por delitos de acción pública, el

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Ministerio Público Fiscal, las defensas del o de los
imputados, -Públicas o bien particulares-, y las
querellas, si las hubiere, todo con la finalidad de
aportarle al Juez el conocimiento sobre la existencia,
o no, de los acontecimientos que integran el objeto
procesal y sobre los cuales deberá decidir.

Esta afirmación nos lleva de la mano a


la conceptualización de la valoración de la prueba,
que no es otra cosa, ni más ni menos, que […l]a
actividad de percepción por parte del Juez, de los
resultados de la actividad probatoria que se despliega
y desarrolla en el proceso…] (Nieva Fenoll, Jordi, “La
valoración de la prueba “pp.34, Marcial Pons,
Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., Madrid, 2010).
Aquí, en nuestro sistema constitucional y su
derivación, el código procesal penal de la nación, los
magistrados deben efectuar ese juicio evaluatorio de
las evidencias que le fueron aportadas mediante el
sistema de la “libre convicción” o “sana crítica” que
no implica la posibilidad de que aquéllos elijan de
acuerdo a su leal saber y entender y sin límite alguno
cualquier medio de prueba, -lo que podría llevarlos a
la arbitrariedad de sus decisiones-, sino que aquella
valoración debe realizarse siguiendo los principios de
la sana crítica racional, es decir que deben
justipreciar las pruebas […y] fundar su decisión no en
su íntimo convencimiento sino objetivamente…], en los
más genuinos lineamientos que indican la psicología,
la experiencia, (al decir de los clásicos romanos “ id
quodplerumqueaccidit”), las reglas de la lógica y el
recto entendimiento humano (Jauchen, op.cit. pp.297).

4.- Validez de las declaraciones


prestadas por las víctimas-testigos y la supuesta
“contaminación” de sus dichos.
Teniendo en consideración que tanto el
aquí imputado como su asistencia técnica ha discutido
y por ende intentado impugnar un número no menor de
las versiones dadas por los testigos, este Tribunal

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considera necesario realizar algunas aclaraciones


generales, sobre los parámetros que se tuvieron en
cuenta al momento de evaluar los diferentes elementos
probatorios.
Esta necesidad surge de las muy
particulares circunstancias que rodearon en general
todos los juicios que juzgaron hechos cometidos en la
ESMA y la prueba del debate en particular de cada uno
de ellos (cuyos registros fílmicos fueran,
oportunamente, incorporados por la Acordada 1/12 de la
C.F.C.P.).
Así, el contexto en el cual se
desarrollaron esos hechos, es decir –como siempre- en
la absoluta clandestinidad y con especial cuidado de
pretender la impunidad a través de las prácticas del
tabicamiento y, en la mayoría de los casos, el
estricto aislamiento de los detenidos para su
posterior traslado, acarrea de por sí, un obstáculo
para los testigos víctimas de dar precisiones y
exactitudes respecto de lo vivenciado hace varias
décadas atrás.
En atención a ello, muchas pueden ser
las reflexiones que merecen un espacio en la presente,
pero ninguna que deje de valorar todo lo que conlleva
esa particular situación de ser víctimas y testigos de
manera simultánea, como es del caso: el padecimiento
que les generó el tener que declarar reiteradas veces
frente a quienes fueron los responsables de sus
mayores padecimientos, la angustia que les produjo
volver a recordar y revivir esos hechos traumáticos y,
asimismo, las consecuencias que generó el transcurso
de tanto tiempo, más de cuarenta años, y lo que
provocó en alguno de ellos el consecuente olvido de
detalles, nombres, apodos, lugares, circunstancias y
demás o, de modo inverso, el tener que recordar más
claramente todas ellas. Esto, muchas veces se ve
incrementado no sólo por la distancia con el hecho que
produjo tanto dolor, sino que habrá de tenerse en
cuenta que el miedo, como consecuencia de lo que

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vivieron desaparece sólo por la influencia que genera
el paso de los años; años con los que muchos de ellos
debieron convivir rodeados de los recuerdos, hasta
mucho tiempo después de los hechos de los que fueron
víctimas. Además, muchos de ellos continuaron siendo
vigilados y controlados, en algunos casos debiendo
reportarse diariamente a sus victimarios. Extremos de
los que no resultan ajenos los familiares de las
víctimas que fueron testigos del secuestro de uno o
varios integrantes del seno familiar; que también
vieron interrumpidas sus vidas de forma intempestiva y
violenta, que también sufrieron la incertidumbre de no
saber a dónde se los/las llevaban, si los volverían a
ver con vida o si el día de mañana, podrían ser ellos
mismos quienes estuvieran en ese mismo lugar, u otro
de sus hijos o hijas, otros hermanos o hermanas, sus
padres o madres, su mujer o su esposo.
En ese sentido, compartimos lo expresado
por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2, de
esta ciudad, en las causas números 1.668 y 1.673 del
22 de marzo de 2.011, al referirse a la valoración de
la prueba en relación al transcurso del tiempo: […L]a
primera cuestión a tener en cuenta es que los hechos
objeto del proceso tuvieron lugar hace más de treinta
años. Esta circunstancia, por sí sola, es un factor
capaz de perjudicar la posibilidad de conocer la
verdad real, pretensión a la que los operadores
judiciales no renunciamos, pese a que no ignoramos que
la verdad del juicio puede no identificarse con la
realidad -con todo lo que ésta pueda tener de
relativa- aunque sea el correlato lógico de la prueba
rendida…].
Así, no es difícil de internalizar que
el testigo llamado a declarar en estas condiciones y
mucho tiempo después del suceso traumatizante, pueda
combinar la observación real con las creaciones de la
imaginación, extremo éste que se deberá sortear
echando mano de todos los medios que nos permitan
lograr una reconstrucción conceptual de los hechos

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investigados. Al decir de Julio Maier, […c]ontrastar


los dichos vertidos por el deponente con el resto del
plexo probatorio, testimonial o documental, con el
objeto de llegar a la verdad y encontrar el estado de
certeza que debe existir en el ánimo del juzgador al
momento del dictado de la sentencia…] (Conf., Maier,
Julio B.J.; “Derecho Procesal Penal”, Tomo I, Editores
del Puerto srl, 2da. edición, Bs.As., 2004, pág. 495).
Así también, concordamos con lo expuesto
por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2, de
esta ciudad, en relación con la observación real de
los hechos […O]tra materia importante con capacidad de
dificultar el conocimiento de los hechos y que tuvimos
especialmente en cuenta al momento de evaluar los
testimonios, es que los damnificados, al vivir los
sucesos que relataron, estaban en una situación que
pudo haber afectado su percepción. En principio, casi
todos dijeron que les colocaron un “tabique” sobre los
ojos para evitar que pudieran ver. También contaron
que pese a eso, lograban ver por debajo de la venda
aunque con dificultad. Esta limitación de la vista, no
sólo tuvo la consecuencia obvia de que no pudieron ver
todo lo que les estaba ocurriendo, sino que además los
afectó en otros aspectos. Así, muchos de los testigos
expresaron que no guardaban noción correcta del tiempo
transcurrido. Esta circunstancia se vio agravada por
dos causas. Una de ellas se vincula con la intensidad
de lo que les estaba sucediendo, y la otra guarda
relación con la imposibilidad de distinguir la noche
del día –por tener los ojos tapados- sin acceso a
aberturas que permitieran percibir la luz natural.
Tanto es esto así que, quienes permanecieron en
cautiverio bastante tiempo como para poder aprender a
distinguir rutinas y, consecuentemente diferenciar
diversos momentos del día, mostraron mejor apreciación
del tiempo transcurrido, que aquellos que estuvieron
poco tiempo presos. De este modo, tuvimos en cuenta
que, dadas las particulares circunstancias de los
hechos en juzgamiento que se desarrollaron en secreto,

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los testigos también son damnificados de acciones que,
por la intensidad inusitada de lo vivido y gravedad
del daño que provocaron, tienen que haber generado
huellas imborrables en la memoria. Esto no significa
que no hubiera diferencias en los relatos de testigos
que refieren haber sufrido los mismos padecimientos, o
presenciado un determinado episodio. Se debe aclarar
que estas diferencias no son sustanciales y que
generalmente se corresponden a diferentes capacidades
de apreciación, como por ejemplo el despliegue
corporal del testigo, sus conocimientos, su edad, el
tiempo que llevaba en cautiverio, etc…].
Siguiendo esa línea de argumentación
jurisprudencial, también hay que admitir que la
percepción de la realidad por parte de varios sujetos
no siempre es homogénea, sin que esto sirva para
descalificar al testimonio como medio de prueba, ya
que en efecto resulta normal que varios testigos no
vean desarrollarse exactamente de igual manera el
mismo acontecimiento. Por poco complejo que sea; cada
cual observa y retiene una circunstancia y las
diferencias de detalles, no impide admitir los
testimonios sobre lo esencial en que concuerden.
Parece aconsejable también referirnos a
un argumento que generalmente se pone de relieve en
este tipo de juicios por parte de las defensas en
general, esto es, la supuesta “contaminación” de los
testimonios prestados por las víctimas o sus
familiares directos, sea por el paso del tiempo, sea
por la lectura de bibliografía sobre el tema, sea por
el contacto con otras víctimas y sus propios relatos;
concluyendo en términos defensistas en la contrariedad
que significa valorar estos testimonios poniendo así
“en tela de juicio” la veracidad de sus contenidos.
En este sentido resulta imperioso
destacar, que las circunstancias apuntadas de manera
genéricas por las defensas en su conjunto, en modo
alguno invalidan la credibilidad de los testimonios a
los cuales se ha hecho referencia.

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Dos cuestiones deben destacarse para dar


fundamento de lógica y coherencia jurídica a esa
afirmación. La primera, es que en el debate oral, por
aplicación del principio de inmediación se logra
precisamente “descontaminar” las percepciones de los
testigos a través de la producción de los distintos
medios de pruebas: inspecciones judiciales,
confrontación con otros testimonios, recolección u
obtención de pruebas documentales, periciales e
informativas, entre otros.
La segunda cuestión a resaltar, es que
es indudable lo que el testigo “oyó”, “vio” y “sintió”
en esas circunstancias. Nada puede quitar la imagen
visual que significa aquello que ha sido grabado bajo
el fuego de la propia experiencia vivida. Ello no
significa que aún en este supuesto, puedan encontrarse
diferencias que, como se ha dicho antes, responden a
la unicidad de cada ser humano y, a cómo ha podido
sobrevivir cada uno enfrentando experiencias tan
traumáticas como las que han tenido que enfrentar y
que son de público conocimiento.
Es por ello que tenemos la plena
convicción que, el paso del tiempo puede haber borrado
algunas huellas mentales pero no las más importantes,
las más significativas, las que por imborrables
realmente terminan por interesar en este tipo de
procesos donde se han vulnerado derechos esenciales
del ser humano.
En el sentido se ha expedido, también,
el Tribunal Oral en lo Criminal Federal n° 2, en la ya
citada causa: […O]tra consecuencia de que la materia
de juzgamiento haya sido tratada por otros tribunales,
y especialmente si -como es el caso- tiene tanta
repercusión pública, es que los testigos acceden a
conocer distintas versiones, antes de declarar en la
audiencia. Esta situación bien puede modificar el
recuerdo o evocación del testigo, ya sea porque lo
lleve a recordar aspectos que había relegado a un
plano no consciente, o porque le aclara percepciones

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erróneas que pudo haber tenido. Es prudente aclarar
que tenemos en cuenta que ningún testigo puede
percibir todos y cada uno de los aspectos que componen
un suceso -a modo de ejemplo destacamos que hay un
límite visual impuesto por la naturaleza de la visión
humana-, pese a ello, el testigo conforma en su
recuerdo un cuadro integral, que completa con sus
conocimientos de las costumbres, o las leyes físicas,
etc. los que lo llevan a conclusiones, generalmente
acertadas, que ya no distingue del recuerdo. Además,
hemos tenido en cuenta que, justamente porque hubo
otros expedientes judiciales y administrativos en las
que fueron convocaron, los testigos han sido
repetidamente interrogados sobre estos mismos asuntos,
circunstancia que también podría haber contribuido a
modificar la percepción original. También se suma que,
según ellos mismos explicaron, al momento de prestar
declaración en la audiencia, estaban en mejor
condición que en la época de los sucesos, gracias al
proceso de reconstrucción al que hicieron referencia.
Es decir, aquellas reuniones en las que se fueron
conociendo y reconociendo, contando sus experiencias y
elaborando una verdadera recuperación colectiva del
recuerdo. Más aún, cuando se les pregunto
específicamente, los testigos explicaron que habían
conocido a través de su percepción, y que por vía de
la reconstrucción aludida…].
Debemos mencionar que al igual que
ocurriera en el debate cuya sentencia se trascribió,
en los similares llevados a cabo por este Tribunal
(Esma 1, Unificada y Esma 4) y, como es lógico en la
presente causa también, hubo varios testigos que
hicieron una distinción no menor entre los datos
percibidos directamente por sus sentidos y los
conocidos por otros medios en los que el transcurso
del tiempo tuvo que ver, al igual que por diferentes y
variadas influencias, algunas ya mencionadas más
arriba.

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Y continua diciendo el Tribunal citado:


[…E]sta labor reconstructiva pudo haber creado un
discurso uniforme, sin embargo, lejos de ello, en sus
declaraciones los testigos al tiempo de dar una visión
general sobre el suceso que los afectaba, también
refirieron el recuerdo de detalles -la letra y el
número asignado a cada preso, el número del candado de
los grilletes de los pies, una inscripción en la pared
de la celda, las características de la gomaespuma de
la leonera, un insulto en particular, un diálogo
casual con algún captor o con otro preso- que sólo
pueden haberse conocido personalmente, ya que no se
repitieron en otros testimonios. Por las
circunstancias que venimos reseñando, en una
importante cantidad de casos, contamos con los dichos
prestados por el testigo en la audiencia de debate, la
declaración que el mismo testigo prestara ante el juez
instructor, los dichos que se volcaran en la
presentación hecha ante la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación, la manifestación que se
consignara en la CONADEP, la declaración prestada en
el debate de la causa n°13/84, la denuncia que diera
lugar al habeas corpus, o a la investigación por la
privación ilegal de la libertad. Esta profusión de
manifestaciones, que se pueden verificar en algunos
casos, o que pueden darse en varias y diversas
combinaciones, según el caso, pusieron en evidencia
-no en relación a todos los hechos- algunas
diferencias que relevaron los letrados defensores en
sus alegatos. Además de que como ya se consignara,
entre las declaraciones prestadas hace más de treinta
años y las más próximas, algunas diferencias provienen
justamente de haber prestado declaración
reiteradamente, y de haber sido repetidamente
interrogado sobre los mismos aspectos. Como a veces se
verificaron modificaciones del relato original, hay
que tener en cuenta que al momento de brindar las
declaraciones más antiguas, el testigo no conocía las
otras versiones del mismo asunto que luego sirvieron

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para resignificarlo. También es del caso tener en
cuenta que el transcurso del tiempo hace que se
concentre el recuerdo sobre lo que causó más
impresión. En el mismo sentido, el mayor o menor
aporte de detalles se corresponde con las
modificaciones de la memoria en razón del transcurso
de tiempo, y de las diferentes situaciones en las que
se prestó la declaración[...]Fueron justamente estas
divergencias las que llevaron a otorgar diferente
valor probatorio a cada declaración del mismo testigo.
En ese camino la prueba que se erigió como el
parámetro más útil para describir la realidad fue la
que los testigos prestaron en la audiencia. Esta
decisión se vincula al hecho de que estos testimonios,
en razón de la inmediación probatoria, pudieron ser
evaluados personalmente por los jueces, y por tanto
permitieron apreciar los énfasis, las inseguridades,
es decir todas las vicisitudes que rodean al
testimonio y que sirven para darle credibilidad.
Asimismo hubo otra razón para, en caso de
discordancias, hacer prevalecer esas declaraciones
sobre las otras del mismo testigo, y es que estos
dichos pudieron ser cotejados por las partes,
permitiendo el pleno ejercicio de la garantía de
cotejar los testigos, que consagran los tratados
internacionales sobre derechos humanos (C.A.D.H.art.8,
2.f; P.I.D.C.P.art.14.e) y ratifica la doctrina de
nuestro más alto Tribunal (B. 1147. XL. “Benítez,
Aníbal Leonel s/ lesiones graves”, causa N°1524C).
Además de revisar lo expresado por el testigo en las
diversas declaraciones que rindiera, se procedió a
verificar lo declarado por otros damnificados sobre el
hecho ajeno. Este cotejo fue útil para sostener cada
uno de los relatos, formando un entramado de recuerdos
que se fortalece con cada nuevo aporte. Las
diferencias entre estas declaraciones sirven para
evidenciar que pese a la reconstrucción colectiva del
recuerdo, los declarantes no armaron un discurso
único, lo que podría llevar a indicar una finalidad

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colectiva…Finalmente, y también como una eventual


consecuencia del excesivo lapso entre los hechos y el
juicio, evaluamos que los testigos pudieron haber
rearmado el recuerdo con base en evocaciones que
modificaran la realidad, sin embargo, hay que
considerar que el núcleo de cada declaración se
mantuvo idéntico en los testimonios que prestaron a lo
largo de treinta años, pero además coinciden
notablemente entre ellos dando precisiones sobre
lugares, eventos, personas, sonidos, sensaciones. Es
por eso que, aún con esas modificaciones, sirven para
dar a conocer el suceso histórico al que aluden…].
En suma, la ausencia o lo añadido o
incorporado de información vinculada a los hechos, de
ninguna forma invalida o anula el testimonio en su
totalidad; sino que exige –por parte del intérprete-
un mayor grado de precaución y mesura al momento de su
evaluación.
En otro orden, merece destacarse que,
frente a eventuales tachas de involucramiento personal
y/o ideológico, todos los testigos prestaron promesa o
juramento de decir verdad de cuanto supieren.
Además, bajo tales circunstancias,
durante el debate se ha podido apreciar la
espontaneidad, la actitud frente al Tribunal, en
algunos casos incluso la vergüenza, el dolor exhibido
ante la rememoración de los hechos, el quiebre
emocional, el efecto que producía reconstruir
intelectualmente lo vivido: todos ellos indicadores
válidos para ponderar la veracidad y autenticidad de
los relatos, que el Tribunal merced a la inmediación,
así como el público y las propias partes pudieron
percibir.
Así, es que el tratamiento en esta
sentencia y de los hechos a juzgar en la presente debe
realizarse teniendo en cuenta todos los factores que
caracterizan la desaparición forzada de personas no
sólo en su carácter de afectación a derechos
esenciales, sino muy especialmente teniendo en cuenta

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el carácter continuado o permanente de aquel fenómeno,
sus efectos prolongados en el tiempo, sus principales
consecuencias y la imprescindible necesidad de que
cada valoración sea realizada teniendo en cuenta el
verdadero contexto en el que ocurrieron.
En definitiva, será bajo este marco de
visión general en torno a la valoración de la prueba
testimonial a través de los estándares enunciados, que
el Tribunal examinará los testimonios producidos en el
debate.

II.-CUESTIONES PREVIAS
1. Calificación de los hechos como crímenes
de lesa humanidad.
El representante del Ministerio Público
Fiscal y los querellantes acusaron al imputado
Sandoval por el delito de privación ilegal de la
libertad agravada e imposición de tormentos agravados.
En cuanto a la materialidad de esos hechos y su
atribución al aquí imputado, nos remitiremos a lo
manifestado en el apartado pertinente.
Ello así, corresponde señalar de modo
liminar que los hechos objeto de investigación en esta
causa sucedieron durante la última dictadura cívico-
militar que gobernó de facto nuestro país entre 1976 y
1983. Este Tribunal –con distinta integración-, en las
causas n° 1270 y sus acumuladas, n° 1282 y sus
acumuladas, y n° 1891 y sus acumuladas, calificó los
hechos allí juzgados –contemporáneos a los aquí
investigados- como crímenes de lesa humanidad, por
haber ocurrido en el contexto de un ataque sistemático
y generalizado contra la población civil.
Esta circunstancia fue confirmada por la
Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, al
pronunciarse en los recursos de casación interpuestos
respecto de la primera de las causas citadas (causa n°
15496, “Acosta, Jorge Eduardo y otros s/recurso de
casación”, rta. el 23 de abril de 2014), resolución
que quedara firme, el 12/5/2015, fecha en que la Corte

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Suprema de Justicia de la Nación declaró inadmisible


los recursos de queja interpuestos contra la
declaración de inadmisibilidad delos recursos
extraordinarios presentados.
En efecto, en el presente juicio se tuvo
por probado que los delitos de privación ilegal de la
libertad agravada y aplicación de tormentos agravados,
fueron cometidos por agentes estatales, actuando en
uncontexto de ataque sistemático y generalizado
contrala población civil, el marco de la llamada
“lucha contra la subversión”. En consecuencia, cabe
afirmar que dichos delitos constituyen crímenes de
lesa humanidad y, como se verá en el capítulo
respectivo, ya lo eran al momento de los hechos.
En definitiva, resulta suficiente con
remitir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
en cuanto definió que “… los crímenes contra la
humanidad incluyen la comisión de actos inhumanos,
como el asesinato, cometidos en un contexto de ataque
generalizado o sistemático contra una población civil.
Basta que un solo acto ilícito como los antes
mencionados sea cometido dentro del contexto descrito,
para que se produzca un crimen de lesa humanidad.”
(cfr. CorteIDH, caso “Almonacid Arellano Vs. Chile”,
Sentencia del 26/09/2006, párr. 96).
El alto Tribunal Interamericano, entre
muchas otras sentencias, también sostuvo esta misma
concepción de los delitos de lesa humanidad en el caso
“Bueno Alves Vs. Argentina”, del 11/5/2007, párr. 87).
En razón de ello, es que corresponde,
DECLARAR que los hechos objeto de este proceso
constituyen CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD.

2. Insubsistencia de la acción penal por


prescripción y límites de la extradición acordada
entre el gobierno de la República Argentina y la de
Francia.
I.a- En prieta síntesis, el planteo de
prescripción de la acción penal en lo que tiene que

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ver con la estrategia planteada por la defensa en su
alegato, si bien se encuentra orientado con el
objetivo último de lograr la absolución de aquél, lo
cierto es que sus argumentaciones con relación al
planteo de prescripción estuvo vinculado y ligado
desde lo que es el origen de la habilitación de la
extradición del imputado de autos a este proceso.
En ese sentido, el señor defensor sostuvo que
existe un supuesto de insubsistencia de la acción
penal por prescripción derivado de cómo se ha
sustanciado el proceso de extradición del señor
Sandoval, ya que la extradición fue habilitada para
que su asistido sea juzgado por delitos comunes y no
por un delito de lesa humanidad.
Desde tal visión, consideró que si bien
la privación ilegal de la libertad es un delito de
carácter permanente o continuado, no ocurre lo mismo
con el delito de tormentos, pues al tratarse de un
delito instantáneo "Una vez que se produjo, cesó",
motivo por el cual, se encontraría prescripto.
Agregó en forma subsidiaria que, en el
caso de no compartirse su postura, debía interpretarse
que entre ambas figuras penales existiría un concurso
ideal, y que, como consecuencia de ello, como es un
delito de categoría instantánea y cesó luego de que se
cometió, se trata de un delito común y se encuentra
prescripto.
Por otra parte, señaló que -de acuerdo a
la forma en que le son imputados los hechos al señor
Sandoval- no podía sostenerse una coautoría material
por división de funciones, sino -eventualmente- una
participación necesaria. En función de ese criterio
jurídico de participación necesaria, sostuvo que más
allá de que la privación ilegal de la libertad es un
delito de carácter permanente, la participación cesó
con ese mismo aporte y, por ende, no podía serle
atribuido a Sandoval al día de hoy y, en consecuencia,
el hecho estaría prescripto.

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b.- Por su parte, la representante del


Ministerio Público Fiscal, al momento de replicar los
argumentos expuestos por la defensa, en lo sustancial,
refirió que no estábamos hoy acá para revisar la
decisión de la justicia francesa que habilitó la
extradición, ya que ese no es ese el objeto de este
debate. En esa dirección señaló que la extradición ya
está acordada y ésta habilitó el juzgamiento del señor
Sandoval por crímenes que se categorizan en la
Argentina como crímenes de lesa humanidad, pero que
están subsumidos en figuras típicas de la legislación
penal argentina vinculadas con privación ilegal de la
libertad y tormentos. Enfatizó en que no hay un error
interpretativo ni una afectación al principio de
congruencia sobre el alcance de la posibilidad de
juzgamiento ni el alcance de la atribuibilidad
jurídica de esos hechos en este juicio.
Como segunda cuestión, señaló que
tampoco hay ningún error acerca de cuáles son los
delitos por los que hoy el imputado está rindiendo
cuentas en la justicia argentina. No se lo está
acusando por un delito de lesa humanidad, se lo está
acusando por dos delitos, al menos, que estaban
tipificados allá con el Código Penal de 1921. "Delitos
comunes", como dice el señor defensor. Que además
tienen una caracterización especial como crimen de
lesa humanidad en función de lo que surge del Estatuto
de Roma.
Por otro lado, señaló que “Ahora bien,
el problema de la prescripción está por la
interpretación de si esos delitos reúnen la categoría
de crímenes de lesa humanidad o no la reúnen. Y en
este sentido, a lo largo de todo el proceso de
juzgamiento, que ya se viene realizando en la
Argentina y que el propio señor defensor caracterizó
como loable, como un ejemplo mundial este país, la
realidad es que ya es un hecho notorio que ya no
debiera ser controvertido, pero como lo está haciendo,
lo tengo que responder, señor presidente. Porque

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tenemos que seguir reafirmando por qué estos delitos
comunes del Código Penal argentino tienen que ser
caracterizados como crímenes de lesa humanidad en
función de lo que surge del Estatuto de Roma. Y lo
tenemos que decir, aunque ya es pacífica la
jurisprudencia a lo largo -como digo- de todas las
sentencias. En la Procuraduría estamos por publicar
hoy o mañana el último informe y tenemos más de 1.100
condenados. Es decir, ya el trabajo de estudio de esta
materia es profuso. Sin embargo, hay que reafirmarlo.
Los crímenes de lesa humanidad están contemplados como
tales por el Derecho Penal Internacional
consuetudinario, ¿no?, por el ius cogens, y también
por el convencional, los tratados, las convenciones,
los pactos, etcétera. Y estos constituyen delitos del
Derecho Penal Internacional, que ya sabemos que por su
gravedad repugnan -por eso son catalogados así- a toda
la humanidad en su conjunto. ¿Por qué? Porque ponen en
peligro y porque lesionan bienes que son
indispensables para la preservación de toda la
comunidad. Por eso son tan graves y por eso es uno de
los motivos por los cuales no se puede aceptar de
ninguna manera la prescripción.”
Agregó que, además, de acuerdo al
Derecho Penal Internacional, el consuetudinario o el
convencional, se configura un delito de lesa humanidad
cuando se ejecutan hechos delictivos comunes
-privaciones ilegales de la libertad, violaciones,
torturas, homicidios, etcétera, etcétera, etcétera- en
el contexto de un ataque generalizado o sistemático
contra la población civil. En consecuencia, refirió
que es esa parte la que hoy tiene sujeto a Sandoval a
este proceso, porque sostuvo que “no es solamente el
aporte, la contribución... no es solamente la comisión
del delito, de una tortura. Es la comisión del delito
de tortura en este contexto, en este marco, lo que
categoriza al crimen de lesa humanidad”.
De esta forma concluyó en que, perpetrar
un solo comportamiento tipificado por el derecho común

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podría ser igualmente considerado crimen de lesa


humanidad si se ejecuta en este determinado contexto,
que es lo que ocurre en este juicio, en este hecho que
estamos juzgando acá, y es lo que surge del artículo 7
del Estatuto de Roma, que como ya sabemos, fue
incorporado al Derecho interno argentino por la Ley
26.200.
En ese sentido, señaló que de esta forma
lo ha considerado toda la jurisprudencia argentina, la
jurisprudencia del Máximo Tribunal, jurisprudencia
basta de Casación e incluso, la jurisprudencia de este
mismo Tribunal. De manera tal que no es solamente el
tipo penal lo que tenemos que tener en cuenta. Citó en
apoyo a sus afirmaciones, los fallos, Derecho René
Jesús, Priebke, Arancibia Clavel y Mazzeo. Y el
antecedente Almonacid Arellano del sistema
interamericano.
Por último, refirió que como la
prescripción también se fundó en un tema vinculado con
el aporte material que efectuó el imputado en los
hechos, debía dar una respuesta al respecto.
Con relación a ello, sostuvo que existe
un yerro interpretativo dogmático grave, que es el
sostener que un partícipe necesario puede hacer un
aporte en la faz ejecutiva del hecho. Cuando inicia un
hecho criminal -el itercriminis- y empieza la fase
ejecutiva, ya los aportes no son los de la
participación; son aportes de una coautoría, por
división de funciones. Y ahí rigen las reglas del
artículo 45 del Código Penal. De manera tal que de
ninguna manera puede interpretarse jurídicamente una
participación criminal como la propuesta por la
defensa, con relación a quien estuvo en el lugar de
los hechos, intervino en el hecho, secuestra a la
víctima, le propina golpes, la lleva a una habitación
para interrogarla de forma violenta, etc. Continuó
diciendo que en toda esa fase ejecutiva ese aporte no
es de un partícipe necesario. No es que tenía abierta
la puerta del auto, no es que manejó, no es que le

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puso nafta al auto. No. Afirmó que si intervino en esa
parte de la faz ejecutiva, no hay participación
necesaria alguna. Por lo tanto, no puede admitirse, de
ninguna manera, una prescripción en función de ese
limitado aporte. Concluyó en que una interpretación
contraria constituiría un yerro jurídico grave que
convalidaría una nulidad de la sentencia.
En función de ello, solicitó que el
Tribunal rechace el planteo de prescripción.
c.- Por su parte, al hacer uso de la
palabra la querella unificada en cabeza del CELS y de
Carlos García, refirieron que al momento de alegar
sostuvieron los motivos que los lleva a considerar que
los hechos materia de este juicio debían considerarse
delitos de lesa humanidad. Y recordó también que en su
alegato sostuvieron que la calificación que habían
asignado a los hechos de ninguna forma contravenían la
sentencia de extradición que dictó la República
Francesa.
En ese sentido, refirió que
justamentetrayendo la lectura de una parte específica
de la normativa aplicable que se utilizó en el trámite
de extradición, solamente volviendo a esa sentencia,
podemos cotejar que las instancias intervinientes en
la República Francesa lo que hacen es justamente
chequear que los requisitos para conceder la
extradición están cumplidos. Recordó que fue la misma
defensa quien citó el artículo 696, que dice que no se
concede la extradición cuando, de acuerdo a la ley del
Estado requirente o de la ley francesa, la
prescripción de la acción haya operado antes de la
solicitud de la extradición.
En consecuencia, concluyó que de la sola
lectura resulta claro que para el Estado requirente,
que es el argentino, para nada estaba prescripta esta
acción penal. Y que lo mismo se interpretó, bajo los
estándares de la ley francesa, cuando el primer
tribunal trata la extradición, pues también estipuló
que no hay prescripción. Entonces, tanto por el lado

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del Estado requirente como el requerido, que es la


República Francesa, de ninguna forma corría la
prescripción. De forma tal, que si uno lee esta
sentencia, justamente el Consejo de Estado en lo
Contencioso descarta uno a uno estos argumentos del
señor Sandoval, y de hecho, cuando concede la
extradición, lo hace en los términos que exige la
República Argentina, por lo cual, una vez habilitada
la extradición, lo hace el caso de Hernán Abriata en
su totalidad.
Finalmente, adhirió a todas las
consideraciones efectuadas por el Ministerio Público
Fiscal.
d.- A su turno, la querella en cabeza de
Gregorio Lordkipanidse y Patricia Walsh, refirió que,
en primer lugar, esa querella adhería a los planteos
previos realizados tanto por el Ministerio Público
Fiscal como por la otra querella.
En segundo término, indicóque sin
perjuicio de la calificación legal propugnada en su
momento, en definitiva, en cuanto a lo que implica la
imprescriptibilidad del delito de lesa humanidad o de
genocidio, da exactamente lo mismo. Motivo por el
cual, mantenían sus argumentos en ese sentido.
Agregó queen su alegato, cuando abordó
el principio de especialidad y se dio lectura del
artículo 16 del tratado de extradición entre Argentina
y Francia, aludió a que el tratado de extradición
textualmente dice "Cuando la calificación legal de los
hechos por los que una persona ha sido extraditada se
modifica, solo podrá ser perseguida o juzgada si la
nueva calificación refiere a los mismos hechos en
aquellos en los cuales se le pidió la extradición".
En ese sentido, señaló que cuando se
alude a si es un delito común, de lesa o genocidio, en
definitiva, estábamos hablando de calificación legal.
Ergo, de ninguna manera esa calificación legal está
limitada por el tratado de extradición ni subordinada
a una legislación extranjera.

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e.- En último término, el representante
por la querella en cabeza de la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación, adhirió a las manifestaciones de la
señora representante del Ministerio Público Fiscal y
las restantes partes querellantes.

II.- Expuestos sucintamente los


argumentos de la defensa y de las contrapartes
acusadoras, adelantamos que no haremos lugar a los
planteos formulados. A continuación, daremos razones
para arribar a esa conclusión.
a.- De modo liminar, corresponde aclarar
que, tal como se dirá en el apartado correspondiente a
la materialidad de los hechos, no se encuentra
controvertido en autos –entre otros aspectos- que la
víctima en esta causa sufrió privación ilegal de la
libertad y tormentos.
Como quedó establecido en el apartado
anterior, los hechos objeto de investigación en esta
causa ocurrieron en el contexto de un ataque
sistemático y generalizado contra la población civil.
De ello se deriva que aquellas conductas delictivas
que hayan formado parte de ese ataque, son
constitutivas de crímenes de lesa humanidad. En
cambio, si se acreditaran conductas delictivas
ocurridas dentro de ese contexto, pero desconectadas
del ataque en cuestión, no podrían ser calificadas
como crímenes de lesa humanidad, extremo no
evidenciado en autos.
Se ha dicho en doctrina que para
determinar si una conducta forma parte de un ataque
sistemático o generalizado dirigido contra la
población civil se puede considerar, entre otras
circunstancias, la naturaleza del acto y las
circunstancias que lo rodean, la proximidad geográfica
y temporal con el ataque, y el conocimiento que el
acusado tenga respecto de ese ataque en general cuando
despliega su propia conducta. No es necesario que la

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conducta del acusado sea idéntica a las que conforman


dicho ataque. Por ejemplo, si el acusado comete actos
de tortura cuando el ataque general consiste en
asesinatos, aquellas se podrán tener como insertas en
el ataque generalizado (Christpher Hall y Kai Ambos,
“Article 7”, en Otto Triffterer y Kai Ambos (eds.),
The Rome Statuteofthe International Criminal Court. A
commentary, tercera edición, C.H. Beck, Hart, Nomos,
2016, página 167).
Incluso si se trata de un solo hecho
delictivo, lo relevante es que haya un vínculo entre
esa conducta individual y el ataque sistemático o
generalizado contra la población civil (Tribunal Penal
Internacional para la Antigua Yugoslavia, Sala de
Juicio, Caso MileMskić, MiroslavRadić y Veselin
Šljivančanin, Decisión “Reviewofindictmentpursuantto
rule 61 ofthe rules ofprocedure and evidence”, IT-95-
13-R61, 3 de abril de 1996, parágrafo 30; CorteIDH,
caso “Almonacid Arellano Vs. Chile”, Sentencia del
26/09/2006, parágrafo 96).
En este sentido, por su atingencia, aún
cuando el precedente que citaremos se vincula a otro
tipo penal, resulta útil mencionar que, en el año
2012, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación
Penal confirmó la condena por violación impuesta a
Gregorio Rafael Molina (CFCP, Sala IV, causa n° 12821,
“Molina, Gregorio Rafael s/recurso de casación, rta.
el 17 de febrero de 2012, registro n° 162/12).
Allí, el Sr. juez Hornos analizó en
detalle una situación similar a la que se presenta en
esta causa. Postuló que para poder calificar una
conducta individual como crimen de lesa humanidad era
necesario acreditar diversas condiciones.
En primer lugar, la existencia de un
ataque sistemático o generalizado contra la población
civil debía tenerse por probada. En segundo lugar, la
conducta individual debía formar “parte de aquellas
conductas que, al momento de comisión de los hechos,
estaban reconocidas por la comunidad internacional

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como pasibles de integrar un ataque generalizado o
sistemático contra la población civil”. En tercer
lugar, que la conducta individual haya ocurrido
“espacio-temporalmente en forma concomitante al ataque
respecto del cual se evalúa su pertenencia”. En cuarto
lugar, el agente que la cometió “integró o contó con
la aquiescencia del aparato organizado de poder al que
se le atribuye colectivamente la responsabilidad por
la perpetración del ataque”. En quinto lugar, “El
agente llevó adelante la conducta, entre otras cosas,
motivado por el manto de impunidad que el hecho de
formar parte (o contar con la aquiescencia) del
aparato de poder responsable del ataque le
garantizaba”. Finalmente, “La víctima (o víctimas) de
la conducta endilgada integraba el conjunto de
víctimas frente a las cuales el ataque estuvo
dirigido” (CFCP, “Molina”, cit., páginas 75/76).
Todas esas circunstancias se han
acreditado a lo largo del juicio, como se verá
seguidamente en los acápites respectivos.
Las conductas que se le reprochan a
Mario Alfredo Sandoval, y que fueron denunciadas en
esta causa, ocurrieron mientras se desarrollaba el
ataque sistemático y generalizado contra la población
civil, es decir, en forma concomitante.
Adicionalmente, Sandoval formaba parte
de la Policía Federal Argentina al momento de
ocurrencia de los hechos que se les imputan. Se
encuentra fuera de toda duda que el plan represivo
implementado a partir del 24 de marzo de 1976 fue
llevado a cabo, por lo menos, por las tres fuerzas
armadas y las fuerzas de seguridad y que el manto de
impunidad, por el hecho de formar parte del aparato de
poder responsable del ataque, estaba garantizado.
Sobre esto también habremos de recordar
que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal, en la causa 13/84, afirmó que
“los comandantes establecieron secretamente un modo
criminal de lucha contra el terrorismo. Se otorgó a

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los cuadros inferiores de las fuerzas armadas una gran


discrecionalidad para privar de libertad a quienes
aparecieran, según la información de inteligencia,
como vinculados a la subversión; se dispuso que se los
interrogara bajo tormentos y que se los sometiera a
regímenes inhumanos de vida, mientras se los mantenía
clandestinamente en cautiverio; se concedió, por fin,
una gran libertad para apreciar el destino final de
cada víctima, el ingreso al sistema legal (Poder
Ejecutivo Nacional o justicia), la libertad o,
simplemente, la eliminación física” (C.S.J.N., fallos
309:1, página 291).
De esa manera, así como la Cámara
Federal infirió que los robos de bienes muebles fueron
previstos y asentidos por los mandos jerárquicos, por
su ocurrencia sistemática y por la impunidad otorgada
a sus autores, con mayor razón el mismo razonamiento
aplica a los delitos aquí investigados; pues, su
ocurrencia sistemática y la inexistencia de sanciones
a sus autores, confirma tal hipótesis.
Por último, todas las víctimas de esta
causa (registrada en el Sistema Lex 100 bajo el nro.
14.217/2003) formaban parte de lo que el aparato
represivo en aquella época denominaba “elementos
subversivos”, por lo que se encuentra acreditado el
requisito de que las víctimas de las conductas
individuales integren el conjunto de personas contra
las cuales el ataque estuvo dirigido.
Por los argumentos expuestos, toda vez
que los hechos que se le imputan a Mario Alfredo
Sandoval califican como crímenes de lesa humanidad; es
que resultan imprescriptibles y por ende, no haremos
lugar a lo solicitado por su defensa en el sentido por
ella propuesto.
b.- Ahora bien, toda vez que la defensa
trazó parte de su línea argumental al supuesto límite
que conllevaría el título extraditario, nos vemos
obligados a dar respuesta en este sentido, adelantando

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que con ello, tampoco daremos favorable acogida a su
pretensión.
Al respecto, no podemos soslayar, por su
determinación sobre el tópico que, según surge del
decreto de extradición fechado el 21 de agosto de 2018
–Nor: JUSD1821351U del Ministerio de Justicia de la
República Francesa– en su artículo 1ero se establece:
“Se concede a las autoridades argentinas la
extradición de Mario Alfredo SANDOVAL, nacido el 31 de
agosto de 1953 en Avellaneda (Argentina), de
nacionalidad argentina y naturalizado francés por
decreto del 21 de febrero de 1997. Dicha extradición
se concede únicamente en relación a los hechos
calificados en la legislación argentina como delitos
de imposición de torturas, privación ilegal de la
libertad agravada y delitos de lesa humanidad
cometidos contra el Sr. Hernán ABRIATA” (ver
traducción oficial incorporada a los autos principales
mediante el sistema Lex 100 el 18 de octubre de 2022).
Ergo, ninguna duda cabe sobre el alcance
jurisdiccional para juzgar a Mario Alfredo Sandoval
respecto de los hechos que damnificaran a Hernán
Abriata; tanto desde el punto de vista de los tipos
penales en juego, como de su caracterización como
delitos de lesa humanidad.
Ello así, se torna innecesaria cualquier
otra discusión y tratamiento de los restantes
argumentos ensayados por la defensa. Motivo por el
cual, también por esta vía se rechazará el pedido de
prescripción planteado por la asistencia técnica del
aquí imputado.

3. Planteo de inaplicabilidad de lo
dispuesto en los incisos 2 y 4 del art. 19 del Código
Penal de la Nación.
a.- Sobre este tópico, la defensa planeó
que cuando una persona es condenada y se le aplica la
inhabilitación absoluta, inmediatamente se lo lleva a
que se le apliquen las accesorias que vulneran ciertos

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derechos. En particular, el artículo 19, inciso 2° y


4°, de forma tal que se le vedan los derechos
electorales y también se le veda el derecho a recibir
la pensión o el haber jubilatorio por la función que
él cumplió dentro de las fuerzas policiales.
En cuanto al derecho al voto, refirió
que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ya había
sostenido que es totalmente inconstitucional en el
fallo “Mignone”, y que recientemente lo confirmó en el
fallo “Orazi”. Indicó que el fallo “Mignone” está
publicado en el tomo 325, página 524, y el fallo
“Orazi” está publicado en el tomo 345, página 50.
Al respecto, señaló que una persona, por
el solo hecho de ser condenada, no merece ser excluida
del derecho político a decidir quiénes son sus
autoridades. Refirió que ello constituía una regla
arcaica de un código extremadamente viejo como el que
tenemos. Que en la actualidad, con el principio de
resocialización de las penas establecido en el
artículo 5.6 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, el 10.3 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, es imposible pensar que subsista
tal prohibición, pues resulta estigmatizante para el
condenado no poder elegir sus propias autoridades, a
la par de que atenta contra la resocialización de
aquél.
Señaló que lo mismo ocurre con relación
a no poder cobrar sus haberes, a más de que en este
caso resultaba totalmente inviable. Razonó que fue el
mismo Estado el que aprovechó su estado policial
-previsto la Ley 21.965, que establece un montón de
requisitos, obligaciones y deberes respecto de la
persona-; según su criterio creó una ingeniería
normativa, un sistema y una estructura de poder que
limitó el ámbito de autodeterminación de su asistido,
pues creó normas para dar una apariencia legítima a un
sistema represor nefasto que obligó al individuo a ser
parte. Afirmó que fue el mismo Estado quien lo obligó
a cumplir con ello.

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En ese orden de ideas, consideró que
sería un acto de total hipocresía que ahora ese mismo
Estado -que es una persona jurídica indivisible- hoy
considere eso como una falta grave y decida aplicarle
la accesoria del 19, inciso 4°, e incluso que -como
solicitaron las partes acusadoras- se lo exonere por
algo que el mismo Estado lo obligó hacer.
Enfatizó, que “el mismo cuerpo policial
lo obligó al señor Sandoval a cumplir esas órdenes, ¿y
ahora le está diciendo que es una falta grave? Es
totalmente hipócrita. Es totalmente improcedente. No
hace falta declarar la inconstitucionalidad de la
norma, de estas dos normas. ¿Por qué? Porque yo sé que
la inconstitucionalidad de una norma es un acto grave,
es excepcional, pero sí se puede explicar -como lo
acabo de hacer- por qué son totalmente improcedentes
en el caso del señor Sandoval. En este tipo de
delitos, cuando la persona es... Yo no desconozco la
doctrina del fallo Menéndez, donde sí se ratifica que
se puede aplicar la accesoria del 19, inciso 4°, pero
el señor Sandoval era lamentablemente una persona
fungible. Era una cosa para el sistema. Así fue
tratado y ahora se lo va a destratar sacándole los
haberes, que tienen carácter alimentario, que tienen
una cuestión de propiedad, se vulnera el derecho de
propiedad. Y aparte también, lo mismo, atenta contra
el 5.6 de la Convención y contra el 10.3 del Pacto.
¿Por qué? Porque si la pena es para resocializar,
todas estas medidas lo único que hacen es generar una
situación de vulnerabilidad en el interno, que lo
único que atenta es contra la resocialización de la
persona”.
En función de todo ello, solicitó que,
en el caso concreto, si el señor Sandoval es
condenado, no se le apliquen las accesorias previstas
en el artículo 19, inciso 2° y 4° del Código Penal.
b.- Frente a las argumentaciones
efectuadas por la defensa del imputado Sandoval
respecto de las normativa señalada, tal como se dejó

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asentado en la sentencia dictada en el marco de la


causa nro. 1282 (ESMA unificada) que se encuentra
incorporada por lectura al debate-,el planteo será
rechazado, sin perjuicio de su aplicación o no al caso
concreto; ello, en atención a la doctrina que emana de
la Corte Suprema de Justicia de la Nación en Fallos
340:669, entre otras consideraciones.
En efecto, ha señalado el Máximo
Tribunal que en modo alguno, las consecuencias legales
impuestas a los condenados a penas privativas de la
libertad superiores a tres años, pueden ser
calificadas como un trato inhumano o contrario a la
dignidad del hombre, ya que aún si se deja de lado la
discusión de derecho común relativa a si la accesoria
impugnada constituye una "pena" en sentido “estricto”
o una mera "consecuencia" de carácter tutelar que
acompaña a las penas más graves, las razones para
calificar a la injerencia en cuestión como "indigna"
no resultan convincentes.
En efecto, ellas se apoyan sólo en
valoraciones particulares que divergen de las que
fueran plasmadas por el legislador en la normativa en
examen.
Debe recordarse aquí, que la declaración
de inconstitucionalidad de un precepto de jerarquía
legal constituye la más delicada de las funciones a
encomendar a un tribunal de justicia, y configura un
acto de suma gravedad que debe ser considerado la
ultima ratio del orden jurídico, por lo que no cabe
formularla sino cuando un acabado examen del precepto
conduzca a la convicción cierta de que su aplicación
conculca el derecho o la garantía constitucional
invocados (conf. doctrina de Fallos: 319:3148;
328:4542; 329:5567; 330:855; 331:2799, entre muchos
otros).
También señaló la Corte, refiriéndose al
agravio formulado en ese recurso que “la decisión
apelada pone en cuestión los criterios de política
criminal y penitenciaria establecidos por el

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legislador sin aportar una justificación convincente
con relación a su incompatibilidad con la Constitución
Nacional. En este sentido, corresponde recordar que la
ley 24.660, de "Ejecución de la pena privativa de la
libertad", tuvo como uno de sus objetivos primordiales
adecuar la legislación penitenciaria a los nuevos
estándares en materia de derechos de los penados, tal
como lo señaló este Tribunal entre otros, en Fallos:
327:388 (conf. esp. considerando 17 del voto
mayoritario). Dentro de este esquema, a partir de
dicha ley, no solo no surge objeción alguna con
relación al articulo 12 del Código Penal, sino que en
ella explícitamente se reglamentó cómo debía proveerse
a la representación del condenado en los términos de
dicha regla (conf. loc. cit. artículo 170)”.
Asimismo, y con el claro objetivo de
evitar que la consecuencia examinada pudiera
obstaculizar de algún modo el reingreso a la vida
social del penado, la ley referida ordena que las
inhabilitaciones del artículo 12 del Código Penal
queden "suspendidas cuando el condenado se reintegrare
a la vida libre mediante la libertad condicional o la
libertad asistida…".
“Que en consonancia con lo señalado por
el señor Procurador Fiscal ante esta Corte en su
dictamen, aun cuando al momento del dictado de la
sentencia sub examine el Código Civil y Comercial de
la Nación todavía no había entrado en vigencia,
resulta oportuno destacar que el texto del nuevo
ordenamiento civil revela la subsistencia de la
decisión legislativa a favor de asignar efectos a la
regla del artículo 12 del Código Penal. Así, al
regular las restricciones al ejercicio de los derechos
y deberes del progenitor condenado, la nueva normativa
sustituye el artículo 309 del código civil derogado, y
establece, en análogo sentido, que "El ejercicio de la
responsabilidad parental queda suspendido mientras
dure (...) b) el plazo de la condena a reclusión o
prisión por más de tres años (…)" (conf. Artículo 702

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inc. b, Código Civil y Comercial de la Nación). Del


mismo modo, en lo atinente a las restricciones a la
capacidad para la administración de los bienes, si se
tiene en cuenta que el nuevo marco normativo les ha
asignado un carácter estrictamente excepcional (conf.,
especialmente, artículos 31 y sgtes. del Código Civil
y Comercial de la Nación), difícilmente pueda
sostenerse la argumentación de la cámara con relación
al carácter cruel, indigno o infamante de la curatela
a la que queda sujeto el penado…”.
“Que, por lo demás, no puede perderse de
vista que la reforma legislativa del nuevo Código
Civil y Comercial de la Nación tiene entre sus
finalidades primordiales propender a la adecuación de
las disposiciones del derecho privado a los principios
constitucionales y, en particular, a los tratados de
derechos humanos y derechos reconocidos en el bloque
de constitucionalidad, lo cual necesariamente incluye
tanto las disposiciones en materia de restricciones a
la capacidad como la mejor protección del interés
superior del niño (conf. los Fundamentos del
Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación,
punto 1, "Aspectos valorativos":
"Constitucionalización del derecho privado")”.
“…Que por las consideraciones expuestas
el pronunciamiento que declara la inconstitucionalidad
de la segunda y tercera disposición del artículo 12
del Código Penal se apoya en fundamentos aparentes y
no constituye derivación razonada del derecho
vigente…”
En otro orden, también cabe recordar que
justamente la propia Corte Suprema de Justicia de la
Nación afirmó que no resulta violatorio de la Ley
Fundamental lo dispuesto en el artículo 80 de la ley
19.101 al imponer la pérdida absoluta del retiro
militar a quienes, teniendo a su cargo la defensa
armada de la República, incurrieron en la comisión de
delitos en la órbita militar (Fallos: 315:1274).

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En el mismo sentido, así se pronunció la
Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal, en el
marco de la causa nº 14.535 caratulada “Menéndez,
Luciano Benjamín; Bussi, Antonio Domingo s/recurso de
casación” (reg. 15.958, del 21/11/11).
Del mismo modo el Tribunal Casatorio ha
señalado que “Debe rechazar el planteo de
inconstitucionalidad del art. 19 inciso 4º del CP
atendiendo a la sustancial analogía con la norma
contenida en el art. 80 de la ley 19.101 que fuera
validada por el Alto Tribunal y aplicada en el caso de
autos”. “El voto concurrente agregó que la pena
prevista en el art. 19 inc. 4º del CP no es
confiscatoria, toda vez que lo único de lo que se
priva al condenado es de su haber jubilatorio o del
disfrute de su pensión …” (CFCP, Sala III, causa N°
1681/2013 “CERVERA, Rubén Osvaldo; MADERNA, Horacio
Hugo y RODRÍGUEZ, Pedro Alberto s/recurso de
casación”, Rta. el: 11/07/2014, Registro nº
1353.14.3.).
En consecuencia, será rechazado el
planteo de inaplicabilidad de lo dispuesto en los
incisos 2 y 4 del art. 19 del Código Penal de la
Nación realizado por la defensa oficial.

III.- EXORDIO
1. Introducción.
a.- Que aquí se encuentra fuera de toda
discusión que el objeto de este proceso está
constituido por el juzgamiento de crímenes cometidos
por miembros del aparato estatal, durante la dictadura
que corre desde 1976 a 1983. No obstante, para que la
decisión esté inspirada en una correcta administración
de justicia, el examen de esos sucesos, alcanzará el
marco de referencia general en el que ocurrieron y, en
particular, el breve período democrático que precedió
al golpe de Estado.
En este sentido, los Dres. Obligado y
Palliotti reiteran –como ya han señalado en

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oportunidad de fallar en la “CAUSA ESMA IV (causas n°


1.891 caratulada “Cabral, Raúl Armando s/privación
ilegítima de la libertad agravada y tormentos”; causa
nro. 1955 caratulada “Ferrari, Horacio, Castelví,
Carlos María; Conde, Miguel; Carrillo, Carlos Néstor;
Iturri, José Ángel; Ocaranza, Jorge Luís María;
Zanabria, Ramón Roque s/privación ilegítima de la
libertad agravada y tormentos”; y causa nro. 1891
Vallejos, Claudio s/privación ilegítima de la libertad
agravada” del registro de este Tribunal.
“Que en lo que concierne al período
histórico que precedió a la dictadura iniciada en
1976, el Tribunal habrá de referenciar los sucesos
gravitantes que envolvieron de violencia a la sociedad
argentina y que resultan públicos y notorios (ello
sin perjuicio de encontrarse, por referencias directas
o indirectas, en el material incorporado por lectura
al debate).
A esta altura debe efectuarse una
advertencia acerca de algún contenido valorativo que
se opte por efectuar de la época bajo análisis.
El Tribunal deplora las sucesivas
dictaduras que se alzaron por la fuerza contra el
poder estatal durante el siglo XX, cuando, claro está,
las dificultades institucionales y sociales, debieron
ser resueltas en el marco establecido por la Carta
Magna.
Mucha sangre y sufrimiento ha corrido
durante las luchas intestinas del siglo XIX para
alcanzar una Constitución que guíe los destinos de la
República, como para que se prescinda de ella y se
tome el poder por la fuerza, y se ignore la soberanía
popular.
Precisamente, porque la Constitución
Nacional impone el sistema democrático, es que debe
aclararse que aun cuando se admita la debilidad de una
democracia (1973-1976), que fue preludiada por una
larga dictadura (1966-1973) y enmarcada en una
inusitada violencia, y nuevamente interrumpida por una

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feroz dictadura (1976-1983), sus decisiones rectoras,
que aquí se examinarán, gozarán para el Tribunal, de
la presunción de legitimidad que otorga el poder
derivado por el voto del pueblo; más allá, claro está,
del modo en que los destinatarios de las órdenes la
llevaron a cabo, y de la porción de violencia que
también emanaba del propio Estado Democrático.
Desde que concluyó la dictadura (1983),
han transcurrido casi cuarenta años; mientras que
desde el pronunciamiento de la Cámara Federal en su
histórica sentencia en la causa 13/84 (1985),
transcurrieron 37 años.
Las desventajas que puedan eventualmente
derivarse del específico juzgamiento de hechos
criminosos ocurridos hace ya tanto tiempo, pueden no
ser tales, cuando de lo que se trata es de efectuar un
adecuado enfoque histórico sobre el marco en que ellos
acaecieron; sobre todo cuando desde aquellos sucesos,
se ha incorporado al ordenamiento interno un plexo
normativo internacional que reconoce la competencia de
organismos, cuya función específica es la de
resguardar los derechos humanos (Convención Americana
sobre los Derechos Humanos, aprobada por ley 23.054 de
1984).
b.- Para poder comprender cabalmente
estos sucesos debemos recordar preliminarmente que,
desde finales de la década del sesenta, en la
Argentina –al igual que en otros países del Cono Sur
de América Latina y en el resto del mundo– se vivía
una situación de violencia política extrema, generada
por el enfrentamiento de facciones ideológicas de
izquierda y de derecha.
Podríamos identificar dicha situación
con el antagonismo de la denominada “Guerra Fría”, en
la cual sus máximos exponentes eran el bloque
“capitalista” –representado principalmente por los
Estados Unidos de Norte América– y el bloque que
denominaremos “marxista” –identificado con la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas–.

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Dicha problemática se materializó en la


región a través de la proliferación de dictaduras
militares instauradas en diversos países y fomentadas
por los EE.UU, en pugna con organizaciones
guerrilleras inspiradas y apoyadas por la revolución
cubana. La muerte del Che Guevara en la selva
boliviana en el año 1967, en manos del régimen
dictatorial de ese país, constituye prueba contundente
de ello.
La represión de la guerrilla se inspiró
en la doctrina Contrarrevolucionaria Francesa y en la
doctrina de Seguridad Nacional estadounidense.
Para entender dicho concepto, es mejor
atender con mayor detenimiento a la idea de guerra
revolucionaria. Para Robert Thompson su mejor
definición es: “una forma de guerra que permite que
una minoría, pequeña y despiadada, obtenga por la
fuerza el control de un país, apoderándose, por lo
tanto, del poder por medios violentos y
anticonstitucionales” (“Guerra Revolucionaria y
Estrategia Mundial (1945-1969)”, Ed. Paidós, Buenos
Aires, 1969, p. 20)” (Fallos 309:1560).
En el mismo sentido, Roger Trinquier –
uno de los principales teóricos de la “doctrina
francesa”– sostenía que: “Desde la finalización de la
Segunda Guerra Mundial, una nueva forma de guerra ha
nacido. Llamada a veces alternativamente guerra
subversiva o guerra revolucionaria, difiere
fundamentalmente de las guerras del pasado en que no
se pretende la victoria mediante el enfrentamiento de
dos ejércitos en el campo de batalla. Esta
confrontación, que en tiempos pasados implicaba el
aniquilamiento de un ejército enemigo en una o más
batallas, ya no se da. La guerra es ahora un sistema
interrelacionado de acciones –políticas, económicas,
psicológicas, militares– que persigue destituir a la
autoridad establecida de un país y sustituirla por un
régimen alternativo” (Trinquier, Roger “Modern
Warfare”, Pall Mall Press, London, 1.964, pág. 6).

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La obra de Trinquier –Biblia de la
“lucha antisubversiva” (Robin, Marie-Monique en
“Escuadrones de la muerte. La escuela francesa”, Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 2.005, pág. 73)– se
estructura sobre la base de una premisa absoluta: el
arma que permite a sus enemigos luchar efectivamente
con pocos recursos e incluso llegar a derrotar a un
ejército tradicional es el terrorismo, que sirve a una
organización clandestina dedicada a manipular a la
población (Trinquier, op. cit., pág. 16).
También aparecen tratadas en la obra del
militar francés la necesidad de utilizar un sistema de
zonificación territorial; la importancia de contar un
efectivo servicio de inteligencia; de explotar la
información con celeridad; de utilizar técnicas de
infiltración, chantaje y corrupción del enemigo; de
realizar las operaciones al amparo de la nocturnidad;
de la utilización de prisioneros como “marcadores”; de
la explotación psicológica de las operaciones; etc.
Pero hay dos cuestiones que nos interesa
destacar: Trinquier pone de resalto que, como se lucha
por la población –esto es, que “es la población la que
está en juego”– el combate asume dos aspectos, uno
político, que se traduce en la acción directa sobre la
población, y otro militar, luchar contra las fuerzas
armadas “del agresor” (Trinquier, op. cit., pág. 40).
La segunda cuestión que nos parece relevante es cómo
se identifica al “enemigo”. Partiendo de la base que
se combate contra el terrorismo y que sus miembros se
esconden en el seno de la sociedad civil, los
interrogatorios adquieren una relevancia especial.
Así, el supuesto terrorista capturado,
pierde todos los derechos que lo amparan en un sistema
constitucional, no se lo tratará como un criminal
ordinario, ni como un prisionero de guerra apresado en
el campo de batalla, no será juzgado por acciones por
las que sea personalmente responsable –salvo que las
mismas sean de importancia inmediata–, lo que interesa
es obtener información sobre la organización a la que

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pertenece; no habrá abogados presentes en el


interrogatorio y si el prisionero entrega la
información que se le solicita, el examen culmina
rápidamente, si no, especialistas deben extraer el
secreto del detenido por la fuerza (Trinquier, op.
cit., pág. 21).
Las actividades de inteligencia fueron
fundamentales para la ejecución del plan sistemático
de represión ilegal.
El estereotipo de “oponente” con el que
operó el aparato ilegal organizado y su plan criminal
ha sido la consecuencia necesaria de su idea rectora:
el enemigo puede estar en cualquier lugar y oculto
bajo cualquier condición o apariencia.
Este modo de ver las cosas se advierte
hasta en el propio discurso de algunos altos mandos
del aparato, como por ejemplo el de Juan Bautista
Sasiaiñ, Comandante de la Brigada X de Infantería,
desde diciembre de 1976 hasta ese mismo mes de 1978.
Dijo claramente Sasiaiñ: “esto es lo
fluido de la guerra subversiva donde no hay frentes
convencionales y donde el enemigo está en todas
partes” (Cfr.: su declaración prestada ante la Excma.
Cámara Federal el 29 de julio de 1976 en el marco de
la Causa 1.170).
Obtener, reunir, procesar y explotar
todo tipo de información que se estimaba relacionada
con los oponentes, reales o potenciales y hasta
sospechados de ser tales era vital para el aparato
ilegal de represión y su plan criminal.
Esta conclusión no pretende ser
novedosa, pues ya la Excma. Cámara Federal al dictar
sentencia en la Causa Nro. 13/84 hizo hincapié en
esto, al sostener que se asignó “completa prioridad”
al obtener la mayor información posible, circunstancia
que, siempre según ese tribunal, “surge no sólo del
contenido de los interrogatorios a que fueron
sometidos los testigos que fueran víctimas, según lo

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relataron en la audiencia, sino que se explicitó en
las directivas emitidas”.
Para detectar un enemigo concebido en
términos tan amplios que se consideraba oculto entre
la población, se decidió activar el plan criminal, una
de cuyas fases más aberrantes fue la masiva aplicación
de tormentos como el modo más rápido y eficaz de
obtener la preciada información.
Dijo hace tiempo y con indudable
acierto, en esa misma oportunidad, la Excma. Cámara
Federal, que “tal necesidad de lograr información,
valorada por quienes incluso para alcanzar el poder,
menospreciaron la ley como medio para regular la
conducta humana, fue condición suficiente para que el
uso del tormento, el trato inhumano, la imposición de
trabajos y el convencimiento creado a los secuestrados
de que nadie podría auxiliarlos, aparecieron como los
medios más eficaces y simples para lograr aquél
propósito” (Cfr.: Capítulo XX, apartado 2 de su
sentencia dictada en la Causa Nro. 13/84).
Volviendo al repaso histórico del cuadro
de situación, ya desde fines de la década de 1.950 las
Fuerzas Armadas argentinas se formaron en la doctrina
de la “guerra contrarrevolucionaria” elaborada por los
franceses luego de las experiencias vividas por sus
cuadros militares en las guerras de la Independencia
de Indochina y Argelia.
Un oficial argentino, que había cursado
la Escuela Superior de Guerra en París desde 1.956
hasta 1.958, escribía en agosto de 2011: “Conviene
estudiar la guerra revolucionaria comunista para
conocer a nuestro enemigo y su manera de operar. Esto
nos permitirá inferir nuestros modos de acción propios
para poder oponernos a eventuales enemigos similares,
y preparar y conducir una guerra anticomunista en una
Argentina parcial o totalmente influida por el
comunismo” (citado por Robin, op. cit., pág. 279 –a
todo evento, cfr. todo el Capítulo 14 de dicha obra
titulado “El injerto francés en la Argentina”–).

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Más allá de ello, el repaso de cómo


evolucionó la doctrina militar contrarrevolucionaria o
contrasubversiva con sus infames métodos de acción no
nos aclara cómo encuadrar jurídicamente lo ocurrido en
nuestro país durante el autodenominado “Proceso de
Reorganización Nacional”, o en su defecto, a qué
normas jurídicas debían los imputados ajustar sus
actos –lo cual será tratado a continuación–.
Sin embargo, podemos dejar a salvo lo
siguiente: “En 1964, el mismo año en que era enunciada
por el General Juan Carlos Onganía la llamada
“Doctrina West Point” en su famoso discurso en la
Academia Militar norteamericana –de contenido ya
plenamente imbuido en la Doctrina de Seguridad
Nacional–, y cuando ya esta última ideología, junto
con la doctrina contrarrevolucionaria francesa, venía
siendo masivamente impartida en las Fuerzas Armadas
Argentinas desde años atrás –con toda su carga
antiizquierdista, intolerante, mesiánica y dirigida
contra el “enemigo interior”–; un Teniente Coronel del
Ejército Argentino, Mario Horacio Orsolini, preocupado
por el entusiasmo acrítico con que eran aceptadas
tales doctrinas, elevadas a la categoría de “causa” a
defender, publicaba un libro en el que, entre otras
cosas, se decía lo siguiente: “La ideología como causa
conduce fácilmente a la guerra santa, con los
caracteres de ferocidad que le son peculiares: sin
pedir, ni conceder cuartel, sin reconocer al
adversario el carácter de beligerante.
Insensiblemente, desarrolla en todas las jerarquías
del Ejército la tendencia a compartir las ideas de los
políticos más extremistas, a imitar los procedimientos
del terrorismo adversario, y a considerar como enemigo
a todo aquel que levante la voz contra ese estado de
demencia colectiva y que se niegue a secundar planes
que considera erróneos. El odio pasa a convertirse en
el principal impulso de la propia acción, y el miedo
en su fundamento recóndito”.

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Teniendo en cuenta, por añadidura, que
el texto original fue escrito dos años antes (a raíz
del golpe militar que derribó al Presidente Arturo
Frondizi en 1962), está claro que estos conceptos,
expresados en la época en que fueron escritos y
publicados –absolutamente contra corriente de la
obsesiva ideología predominante en aquellas fechas y
en aquel Ejército–, suponían una prueba de
racionalidad y entereza democrática poco común”
(García, Prudencio “El drama de la autonomía militar.
Argentina bajo las Juntas Militares”, Ed. Alianza,
Madrid, 1.995, págs. 377 y 378).
Las dictaduras procuraron imprimir una
dimensión internacional a la “lucha antisubversiva” y
fomentar la colaboración entre las existentes del Cono
Sur, a través de lo que se denominó “Plan Cóndor”. En
tanto que las organizaciones guerrilleras tenían
idéntico propósito (Robin, Marie-Monque, ob. cit., ps.
484 y ss.).
En la Argentina y tras la violencia de
los bombardeos de 1955, que anticiparan su próximo
derrocamiento a través de un golpe militar, el General
Juan Domingo Perón, hace los aprestos para regresar al
país y al poder, tras 18 años de proscripción. La
extensa dictadura iniciada en 1966, levantó la medida
para 1972.
Y la expectativa y optimismo, de todos
quienes se beneficiaron con sus políticas sociales, de
quienes coadyuvaron a su regreso, incluso mediante el
uso de la violencia contra el régimen, como de
quienes, simplemente procuraban, a través del voto,
darle la oportunidad al anciano pero experimentado
líder, como árbitro indiscutible de un país en crisis
(Robin, Marie-Monique, ob. cit. p. 396).
El 15 de agosto de 1972, Cámpora declaró
en Madrid, que Perón rechazaba el plazo del 25 de
agosto para estar en el país, que había impuesto el
Presidente de facto, Lanusse, para todos los
candidatos que procuraban la presidencia.

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El propio Cámpora, como delegado de


Perón, es quien asume la presidencia de la Nación, a
través de elecciones democráticas, bajo el lema
“Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Su presidencia
dura pocos días y sus resonantes decisiones, como por
ejemplo, de amnistiar, entre otros, a numerosos presos
políticos, no surten los efectos esperados, relativos
al aplacamiento de la violencia reinante, en tanto
algunas de las organizaciones guerrilleras, no cesaban
su amenaza de usar la fuerza respecto a otros sectores
de la sociedad.
En un clima convulsionado, se produce la
tragedia conocida como “Masacre de Ezeiza”.
El 23 de septiembre de 1973, Juan
Domingo Perón es elegido Presidente de la Nación con
el 62% de los votos. Cuarenta y ocho horas después, en
un preparado operativo, es asesinado el Secretario de
la CGT, José Ignacio Rucci, mano derecha del
presidente electo.
La espiral de violencia nuevamente
aumenta, pues si desde el levantamiento de la
proscripción del peronismo, existía expectativa de que
el experimentado líder, apuntalaría el país de la
crisis y convulsión, ese asesinato la debilitó.
La aparición de la “Triple A”, con sus
asesinatos y desapariciones, alentadas desde un sector
del gobierno, no hacía más que contribuir al
enrarecido y tenso clima.
De ahí en más, las fuerzas desatadas por
los sectores violentos de la izquierda y derecha, solo
sembraban muerte y destrucción. Mientras que el
gobierno constitucional dirigía especialmente su
atención y respuesta legal contra la violencia
proveniente, principalmente, de la izquierda.
Ejércitos irregulares, con formación militar,
uniformes, grados y reglamentos propios, procuraban
tomar el poder –el ERP, por ejemplo, reivindicaba,
como su jefe único, al Che Guevara. (ver Robin, Marie-
Monique, p. 394)-, a través de copamientos a

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cuarteles, ataques a objetivos militares, asesinatos
selectivos, secuestros y robos para lograr, a su vez,
recursos económicos; como también a través de la lucha
en territorio distinto al urbano, como lo fue la selva
tucumana.
A continuación, haremos una breve reseña
de una serie de acontecimientos acaecidos en el
período comprendido entre los años 1.973 y 1.979, los
que dan muestra de la actividad belicosa llevada a
cabo por la guerrilla en dicho lapso. En este sentido,
utilizaremos algunos argumentos destacados por la
Cámara Federal y otros mencionados en bibliografía
representativa de esta coyuntura.
En la causa 13/84 se describieron,
algunos, de los siguientes antecedentes (v. t. 309,
ps. 73/7):
- El 9 de abril de 1.973, se produjo un
asalto al Comando de Sanidad del Ejército Argentino,
en la Capital Federal.
- El 19 de enero de 1.974, el asalto de
la Guarnición Militar de Azul, en la Provincia de
Buenos Aires.
- El 12 agosto de ese mismo año, se
atacó en forma simultánea la Fábrica Militar de
Pólvora y Explosivos de la localidad de Villa María,
Provincia de Córdoba.
- El 19 de abril de 1.975 se produjo el
copamiento y robo de un importante armamento al
Batallón Depósito de Arsenales 121, “Fray Luis
Beltrán”, en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa
Fe.
- El 27 de agosto de 1.975 se produjo el
atentado con poderoso explosivo en la Fragata
misilística "Santísima Trinidad", en Río Santiago,
Provincia de Buenos Aires.
- El 28 agosto de 1.975 ocurrió el
atentado, con poderoso explosivo, contra un avión
Hércules C130, de la Fuerza Aérea Argentina, en el
Aeropuerto B. Matienzo de la Provincia de Tucumán.

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- El 6 octubre de 1.975, otro intento


de copamiento armado al Regimiento de Infantería de
Monte, en la Provincia de Formosa.
- El 23 de diciembre de 1975 acaeció el
fallido asalto al Batallón Depósitos de Arsenales 601
“Domingo Viejo-Bueno”, ubicado en la localidad de
Monte Chingolo, Provincia de Buenos Aires, con el
objetivo de apropiarse de armamento.
Respecto a este suceso, Plis-Sterenberg
describió que: “En la mayor movilización militar en
zona urbana de la historia del país, los generales
Hargindeguy y Sigwald convocaron a más de 6.000
hombres para resistir y contraatacar al ERP. Los
efectivos incluían: - Una sección del regimiento de
Infantería 1 “Patricios” de Capital Federal […] Una
compañía del Regimiento de Infantería Mecanizada 3
“General Belgrano” de La Tablada […] – Una sección del
Escuadrón de exploración de Caballería Blindada 10 de
La Tablada, que incluía por lo menos cuatro “carriers”
M-113 […] – Una sección del Regimiento de Infantería 7
“Coronel Conde” de La Plata […] – Grupo de Artillería
de Defensa Antiaérea 101 […] Una compañía del Batallón
de Infantería de Marina 3 de Río Santiago […] – Cinco
aviones birreactores […] – Dos bombarderos tácticos
livianos Camberra de la II Brigada Aérea de Paraná […]
– Tres Helicópteros Hughes 500 D “Avispa” artillados
[…] – Una compañía de la Policía Militar 101 […] –
Unidades de Apoyo de Gendarmería Nacional […] – Dos
helicópteros, unidades móviles y formaciones
pertrechadas de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires […] Un avión Cessna AE-2000 del Ejército para
observación […] A este dispositivo de contraataque se
enfrentaría la guerrilla, a la que se permitiría
operar sobre el Batallón Monte Chingolo, resultándole
imposible, por lo menos así confiaban los militares,
emprender la retirada desde el cuartel” (PLIS-
STERENBERG, Gustavo. Monte Chingolo. La mayor batalla
de la guerrilla argentina. Eda. Edición, buenos aires,
2006, ps. 120/1).

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A su vez, no podemos dejar de reseñar
los acontecimientos relativos a la selva tucumana,
protagonizados por el ejército irregular guerrillero
(E.R.P.) y que ameritó, en el año 1.975 y a modo de
contrarrestar esta ofensiva, la intervención del
gobierno constitucional mediante el dictado de
diversos decretos oportunamente mencionados –ello con
independencia al método que los destinatarios de las
órdenes optaron por aplicar-.
Con relación a este período, Pilar
Calveiro señaló: “Por su parte, durante 1974 y 1975,
la guerrilla multiplicó las acciones armadas, aunque
nunca alcanzó el número ni la brutalidad del accionar
paramilitar –por ejemplo, jamás practicó la tortura,
que fue moneda corriente en las acciones de la AAA. Se
desató entonces una verdadera escalada de violencia
entre la derecha y la izquierda, dentro y fuera del
peronismo” (Poder y Desaparición. Los campos de
concentración en Argentina. Ed. Colihue. 1° edición.
Buenos Aires, 2006, p. 18).

A su vez, la Cámara Nacional en lo


Criminal y Correccional Federal de esta ciudad, en el
fallo indicado mencionó los principales grupos
guerrilleros que tuvieron activa participación en el
período analizado y procedió a efectuar una
descripción en cuanto a sus características de
estructura y organización interna, siendo estos (t.
309, ps. 85/6):

- Fuerzas Armadas Revolucionarias


(F.A.R.), que fueron creadas a partir de 1977 con
cuadros provenientes del Partido Comunista
Revolucionario (P.C.R.), con la finalidad, declarada
de apoyar inicialmente al movimiento guerrillero
impulsado por Ernesto Guevara y que, en 1974, se
fusionaron con Montoneros.

- Ejército Montonero. Esta organización


reconoció sus antecedentes más lejanos en el

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Movimiento Revolucionario Peronista (1955) y también


en el Frente Revolucionario Peronista (1965), pero
empezó a tomar forma a partir del año 1966,
consolidándose con ese nombre en 1970.

- Ejército Revolucionario del Pueblo


(E.R.P.). Surge como apéndice armado del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (P.R.T.) en 1970,
como consecuencia del quinto congreso del partido que,
a su vez, había adherido a la Organización
Latinoamericana de Solidaridad.

También actuaron públicamente las


llamadas Fuerzas Armadas de Liberación, que tienen
origen común en las Fuerzas Armadas Revolucionarias ya
que también se constituyeron como desprendimiento del
Partido Comunista Revolucionario y las Fuerzas Armadas
Peronistas en cuyo génesis participaron las mismas
corrientes que mayoritariamente se identificaron con
Montoneros”.
Respecto a las modalidades de
militarización indicó el siguiente material
bibliográfico (t. 309, ps.87/8): “1) "Manual de
Instrucción de las Milicias Montoneras", que en
distintos capítulos contiene instrucciones sobre orden
cerrado, capacitación física y criterios básicos de
planificación operativa y logística. 2) Cuerpo de
"Manuales sobre Guerrilla Rural", consistentes en
documentos de instrucción sobre táctica,
supervivencia, topografía, comunicaciones y sanidad,
también editados por Montoneros. 3) "Manual de
Información e Inteligencia" y "Cartilla de Seguridad"
con "Instrucción sobre Procedimientos Operativos",
correspondientes a la misma organización. 4)
Resolución 001/78 del Ejército Montonero por las que
se impone el uso de uniforme, grados e insignias. 5)
"Curso de Táctica, Información y Estudio de Objetivos"
editado por el Partido Revolucionario de los
Trabajadores. 6) "Reglamento para el Personal Militar
del Ejército Revolucionario del Pueblo" donde se prevé

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la conformación de escuadras, batallones, etc.
Especial importancia se asignó, en la organización
militar, a la estructuración celular de los cuadros”.
En relación a esta cuestión se observó: "...la célula
es la base fundamental donde se materializan las
directivas del partido, donde se hacen realidad...",
"...se componen de tres a seis compañeros y su
constitución, responde a las necesidades de coordinar
y organizar el trabajo cotidiano de los
militantes...".
De igual modo, en referencia a la
organización militar y al arsenal utilizado la Cámara
sostuvo (t. 309, ps. 88/9): “dictaron sus propias
normas disciplinarias y punitivas y constituyeron
organismos propios con la finalidad de sancionar
determinadas conductas que consideraban delictuosas”,
y “el arsenal utilizado por estas organizaciones
provenía básicamente del robo a unidades militares, a
funcionarios policiales e, incluso, a comercios
dedicados a tal actividad”.
Por otro lado y para enmarcar el
conflicto armado de ese entonces, resulta dable
destacar que también en la causa n° 13/84, la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Federal de esta ciudad puso de resalto el actuar de la
organización conocida como “Alianza Anticomunista
Argentina” (Triple A), oportunidad en la que se
destacaron varias actividades de tipo terroristas,
cuyo objetivo aparente fue el de combatir a aquellas
bandas subversivas. A continuación se exponen algunas
de ellas: “la siguiente es la nómina de atentados
perpetrados por esa organización: 1) Atentado con
explosivos en perjuicio del entonces Senador Nacional
Hipólito Solari Irigoyen, en octubre de 1973. 2)
Asesinato del Sacerdote Carlos Mugica el 7 de mayo de
1974. 3) Asesinato del Diputado Nacional Rodolfo
Ortega Peña, ocurrido el 31 de julio 1974. 4)
Secuestro y asesinato de Luis Norberto Macor, el 7 de
agosto de 1974. 5) Secuestro y asesinato de Horacio

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Chávez, Rolando Chávez y Emilio Pierini, el 8 de


agosto de 1974. 6) Atentado y muerte de Pablo Laguzzi,
de cuatro meses de edad, hijo del Rector de la
Universidad de Buenos Aires, el 7 de setiembre de
1974. 7) Asesinato del abogado Alfredo Curuchet, el 11
de setiembre de 1974. 8) Asesinato del ex Gobernador
de la Provincia de Córdoba, Atilio López y del
Contador Juan Varas, el 16 de setiembre de 1974. 9)
Asesinato del ex Jefe de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires, Julio Troxler, el 24 de setiembre de
1974. 10) Asesinato del Abogado Silvio Frondizi y de
José Luis Mendiburu, el 26 de setiembre de 1974. 11)
Asesinato de los militantes comunistas Carlos Alberto
Miguel y Rodolfo Achen, el 8 de octubre de 1974. 12)
Asesinato de los militantes comunistas Carlos Ernesto
Laham y Pedro Leopoldo Barraza el 13 de octubre de
1974. 13) Asesinato del ingeniero Carlos Llerenas
Rozas, militante del Frente de Izquierda Popular, el
30 de octubre de 1974. 14) Asesinato de Roberto
Silvestre, militante de la Juventud Universitaria
Peronista, el 5 de diciembre de 1974. 15) Asesinato
del Profesor de Historia, Enrique Rusconi, el 6 de
diciembre de 1974. 16) Asesinato de Héctor Jorge Cois
y María Carmen Baldi y hallazgo de los cadáveres de
una persona no identificada y de otras cuatro
identificadas como Valverde, Celina, Lauces y Cuiña,
el 12 de diciembre de 1974. 17) Hallazgo de dos
cadáveres no identificados, el 14 de diciembre de
1974. 18) Hallazgo del cadáver de Juan Alberto Campos,
el 18 de diciembre de 1974. 19) Hallazgo de dos
cadáveres carbonizados, el 22 de diciembre de 1974.-
20) Hallazgo del cadáver de Raúl Yelman Palatnic, el 2
de diciembre de 1974. 21) Hallazgo de un cadáver no
identificado, el 3 de enero de 1975. 22) Homicidio de
Estela Epelhau y Sivia Stocarz de Brow. 23) Hallazgo
de restos humanos, de dos cadáveres no identificados y
del cadáver de Yolanda Beatriz Meza, el 10 de enero de
1975. 24) Homicidio de Manuel Benítez, el 15 de enero
de 1975. 25) Hallazgo del cadáver de Fernando Floria,

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el 18 de enero de 1975. 26) Homicidio del Doctor Juan
Mario Magdalena, el 23 de enero de 1975. 27) Homicidio
de Alberto Banarasky, el 24 de febrero de 1975. 28)
Secuestro y homicidio de los Dirigentes Sindicales
Héctor Noriega y Carlos Leva y homicidio del
periodista Luciano Jaime, el 14 de febrero de 1975.
29) Hallazgo de tres cadáveres dentro de un automóvil,
el 4 de marzo de 1975. 30) Hallazgo de los cadáveres
de Roberto Moisés y Mirtha Aguilar, el 13 de marzo de
1975. 31) Homicidio de Juan Stefani y hallazgo de
cuatro cadáveres no identificados, el 19 de marzo de
l975. 32) Hallazgo de los cadáveres de Rubén Reinaldo
Rodríguez, de María Isabel de Ponce y de cuatro
personas no identificadas; asesinato del Concejal
Héctor Lencinas, de Pablo Gómez, de Pedro Baguna, de
Elena Santa Cruz, de Héctor Flores, de Caferata
Martínez, de Rubén Alfredo Díaz, de Carlos Borniak y
del estudiante Fernando Aldubino, y secuestro y muerte
de Lorenzo Ferreira y Pedro Rodríguez, ocurridos el 21
de marzo de 1975. 33) Hallazgo de los cadáveres de
Mariano Acosta, Margarito Mario Méndez y una persona
no identificada, el 24 de marzo de 1975. 34) Asesinato
de Próspero Allende y hallazgo del cadáver de Adrián
Roca, el 28 de marzo de 1975. 35) Hallazgo del cadáver
carbonizado de José Vargas, el 29 de marzo de 1975.
36) Asesinato del estudiante David Norberto
Cilieruelo, el 4 de abril de 1975. 37) Hallazgo de los
cadáveres de Julio Horacio Urtubey, Nélida Ofelia
Villarino, Ernesto Raúl Valverde, Luisa Marta Corita y
de siete personas no identificadas, el 8 de abril de
1975. 38) Hallazgo de un cadáver no identificado y
homicidio de Juan Estiguart, Pizarro Luis, Juan Luis
Rivero Saavedra, Nino Aguirre Huguera, Juan Hugo Aldo
Eifuentes y Enzo Gregorio Franchini”.
Pues bien, la extrema gravedad de la
situación que se registraba en el año 1.975, generada
por la actividad “terrorista” –tanto de izquierda como
de derecha–, motivó que se dictara una legislación
especial para la prevención y represión de este

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fenómeno, mas dicha normativa apuntaba particularmente


a las organizaciones que se situaban a la izquierda
del plano político.
No obstante la instrumentación de
mecanismos legales, se estructuró un plan de represión
de las organizaciones revolucionarias, que las Fuerzas
Armadas aprovecharon para aplicar sus métodos, que
luego universalizarían, a partir del golpe de estado
de 24 de marzo de 1976.
Así lo reconocen implícitamente los
Comandantes Militares en la proclama que hicieron
pública el día del golpe de estado, el texto expresa
que: “con el propósito de terminar con el desgobierno,
la corrupción y el flagelo subversivo […], las Fuerzas
Armadas desarrollarán, durante la etapa que hoy se
inicia, una acción regida por pautas perfectamente
determinadas” (Caraballo, Liliana y otras “La
dictadura (1976/1983). Testimonios y documentos.”,
Oficina de Publicaciones Ciclo Básico Común –U.B.A.–,
Bs. As., 1.996, pág. 76; el subrayado nos pertenece).
“En lo que hace a la lucha contra los
grupos subversivos en la represión a su cargo utilizó
métodos no autorizados por los reglamentos y las leyes
dejando de lado los códigos y la justicia. Que ese
método no convencional de lucha se utilizó a partir de
15 de enero de 1975 en el Operativo Independencia en
acciones contra el ERP y fue organizado sin
autorización de Isabel Martínez de Perón. Contrariando
las órdenes emanadas desde Buenos Aires, se elaboró un
modelo de acción tomado de las experiencias
proporcionadas por oficiales de la OAS y las luchas de
Vietnam y Argelia, de organización celular, con grupos
de oficiales vestidos de civil y en coches de uso
particular, con impunidad asegurada y aptos para dotar
de mayor celeridad a las tareas de inteligencia y de
contrainsurgencia que permitieron prescindir de la
justicia, clasificar los prisioneros del ERP según
importancia y peligrosidad de modo que sólo llegaran
al juez los inofensivos.” (Causa n° 13/84,

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considerandos 3, 4 y 10 del voto del Dr. Fayt;
309:1762)”.
El análisis que se pretende podría
abarcar numerosas aristas, pero la que nos interesa,
en primer término, es la relativa al marco normativo
impuesto por la Junta Militar y aquellas que hacen a
la operatoria de la denominada “lucha contra la
subversión”, desplegada desde las Fuerzas Armadas, con
la activa participación de las respectivas Fuerzas de
Seguridad.
A ello puede sumarse, como nota
distintiva del sistema represivo, el manejo de la
opinión pública –a través de una constante “acción
psicológica” sobre la población- de la mano del
carácter clandestino de las operaciones.
En dicha proyección el primer plano de
análisis corresponde al sistema jurídico normativo
impuesto desde el preciso momento en que los militares
tomaron el poder. La medida de administración inicial
adoptada por la Junta Militar fue la de suspender la
vigencia parcial de la Constitución Nacional e imponer
un nuevo orden legal en el país en el que nuestra
Carta Magna fue relegada a la categoría de texto
supletorio.
Los más altos mandos militares
consideraron necesario instaurar el “Estatuto para el
Proceso de la Reorganización Nacional”, en ejercicio
del poder constituyente que se habían arrogado.
Fue así que se modificó la ley suprema
del ordenamiento jurídico del país sustituyéndola por
el “Estatuto”, aunque se mantuvo parcialmente la
vigencia del texto de aquélla.
Dicho instrumento disponía que los
Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas de la
Nación constituirían la Junta Militar, la que se
erigía en el órgano supremo de la Nación; a su vez,
ejercerían el Comando en Jefe de las Fuerzas Armadas y
designarían al ciudadano que, con el título de

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Presidente de la Nación Argentina, desempeñaría el


Poder Ejecutivo de la Nación.
Se les otorgaba a los Comandantes
atribuciones para remover al Presidente de la Nación;
remover y designar a los miembros de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, a los integrantes de los
Tribunales Superiores Provinciales y al Procurador de
la Fiscalía de Investigaciones Administrativas; la
Junta Militar se arrogaba, también, la facultad de
ejercer las funciones que los incisos 15, 17, 18 y 19
del artículo 86 de la Constitución Nacional otorgan al
Poder Ejecutivo Nacional y las que los incisos 21, 22,
23, 24, 25 y 26 del artículo 67 atribuyen al Congreso
(todas normas conforme a la redacción anterior a la
reforma constitucional del año 1994 –actualmente
artículos 99 y 75–).
No constituye un dato menor la
circunstancia de que, como consecuencia de estas
modificaciones, la instauración del Estado de Sitio
quedaba bajo la decisión única y exclusiva de la Junta
Militar.
El artículo 5, que disolvía el Congreso
Nacional, concedía al Presidente de la Nación las
facultades legislativas que la Constitución Nacional
otorgaba al Poder Legislativo y creaba una Comisión de
Asesoramiento Legislativo que intervendría “en la
formación y sanción de leyes, conforme al
procedimiento que se establezca”. Dicha comisión sería
integrada por nueve Oficiales Superiores, tres por
cada una de las Fuerzas Armadas.
En lo que respecta al Poder Judicial se
disponía que los “miembros de la Corte Suprema,
Procurador General de la Nación y Fiscal General de la
Fiscalía de Investigaciones Administrativas, y jueces
de los tribunales inferiores de la Nación, gozarán de
las garantías que establece el artículo 96 [actual
artículo 110] de la Constitución Nacional, desde su
designación o confirmación por la Junta Militar o
Presidente de la Nación, según corresponda”.

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Se advierte de lo expuesto cómo la Junta
Militar y el Presidente de la Nación concentraron
poderes, que en el sistema constitucional vigente
hasta ese momento, estaban divididos con basamento en
la más absoluta lógica republicana: división de
poderes y control recíproco entre ellos.
Podemos afirmar que se instituyó un
nuevo sistema normativo a través de la modificación de
la ley suprema, con preeminencia del “Estatuto”, pero
de ningún modo puede sostenerse que no existía un
régimen jurídico dirigido a la protección de los
individuos –y de la sociedad civil– durante el
autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
Debe dejarse en claro que nunca fueron
derogadas las disposiciones de la primera parte de la
Constitución Nacional que versa sobre “Declaraciones,
derechos y garantías”, como así tampoco las del Código
Penal de la Nación, ni dejaron de tener vigencia los
respectivos ordenamientos procesales; tampoco se
previeron o dispusieron en el plano legal excepciones
de ningún tipo para la aplicación de estas normas.
Lo que se pretende reafirmar en este
punto es que, incluso, bajo el régimen militar existió
un sistema de normas que preveía y establecía
sanciones para quienes secuestraran, torturaran o
mataran.
Coincidiendo con lo hasta aquí señalado,
con acierto se ha sostenido que: “El llamado Proceso
de Reorganización Nacional supuso la coexistencia de
un Estado terrorista clandestino, encargado de la
represión, y otro visible, sujeto a normas,
establecidas por las propias autoridades
revolucionarias pero que sometían sus acciones a una
cierta juridicidad” (Romero, Luis Alberto “Breve
Historia Contemporánea de la Argentina”, Ed. Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, –2ª edición– 2.001,
pág. 222).
En ese mismo sentido se expidió la
Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas al

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describir la clandestinidad en que fue implementado el


sistema de represión: “Desde las más altas esferas del
gobierno militar se intentaba presentar al mundo una
situación de máxima legalidad. Desconociendo todo
límite normativo –aún la excepcional legislación de
facto– la dictadura mantuvo una estructura clandestina
y paralela. Negada categóricamente al principio, luego
–ante la masa de evidencias producto de denuncias
realizadas por familiares y testimonios de
secuestrados que recuperaron la libertad– debió ser
admitida, aunque con argumentos mendaces” (“Nunca
Más”, Informe de la CONADEP, Eudeba, Buenos Aires,
1.991, pág. 56).
Otra perspectiva desde la que debe
abordarse el tema es aquella que se refiere, en
concreto, al plan de acción implementado para combatir
a todo lo que el régimen militar consideraba
“subversivo”. Pero si pretendemos avanzar en la
comprensión de la campaña de represión emprendida
durante el año 1.975 y radicalizada a partir del 24 de
marzo de 1.976, deben recordarse los conflictos
políticos que habían generado una escalada de
violencia en la sociedad argentina y un encarnizado
enfrentamiento desde hacía varios años,
particularmente en los principales centros urbanos del
país.
Fue así que en los años inmediatamente
anteriores al “Proceso de Reorganización Nacional”, el
Gobierno Constitucional sancionó legislación de fondo
y de procedimiento, que podría ser catalogada como de
“emergencia”, destinada a prevenir el accionar de las
organizaciones político-militares de izquierda, o lisa
y llenamente pretendiendo su represión.
Como primer antecedente de dicha especie
de legislación puede citarse la sanción de la ley
16.896, del mes de julio de 1966, que autorizaba a las
Fuerzas de Seguridad nacionales para hacer
allanamientos y detener personas, hasta por diez días,
antes de ponerlas a disposición de un juez.

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En el mes de enero de 1974 se sancionó
la ley 20.642, que introdujo distintas reformas al
Código Penal, creándose nuevas figuras y agravando las
escalas penales en otras ya existentes, con relación a
delitos de connotación subversiva.
En el mes de septiembre del mismo año se
sancionó la ley 20.840 denominada “Ley
Antisubversiva”.
En el mes de noviembre también de ese
año, a través del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional
nro. 1.368, se instauró el Estado de Sitio en todo el
territorio nacional por tiempo indeterminado.
Mientras que los Decretos del P.E.N.
nros. 807, de abril de 1975; 642, de febrero de 1976 y
1.078, de marzo de 1976, reglamentaron el trámite de
la opción para salir del país durante el estado de
sitio.
Desde principios del año 1.975 el
tratamiento dado por el Gobierno Constitucional al
conflicto había variado en un aspecto sustancial: la
convocatoria del Ejército Argentino para intervenir en
las operaciones de seguridad interna que se pretendían
desarrollar.
Concretamente se lo invitó a participar
de la represión de las organizaciones-político
militares que actuaban en la Provincia de Tucumán. Así
lo dispuso el Decreto del P.E.N. nro. 261, del día 5
de febrero de 1975, que establecía en el artículo 1°
lo siguiente: “El Comando General del Ejército
procederá a ejecutar las operaciones militares que
sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar
el accionar de los elementos subversivos que actúan en
la Provincia de Tucumán”.
En el mismo sentido, pero dentro del
ámbito administrativo del Ejército Argentino, se
redactó e implementó la “Directiva del Comandante
General del Ejército nro. 333” -Para las operaciones
contra la subversión en Tucumán-, que data del 23 de
enero de 1.975 y que, con apoyo legal en la

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Constitución Nacional y el Estado de Sitio ya


impuesto, establecía la “Misión” a llevar adelante,
consistente en que: “El Cuerpo de Ejército III
efectuará, con efectivos de su OB, operaciones de
seguridad y eventualmente ofensivas contra fuerzas
irregulares en el ámbito rural al SO de la ciudad de
Tucumán y en el ámbito urbano en toda la provincia, a
partir del día “D”, ocupando y permaneciendo en la
zona, con la finalidad de eliminar la guerrilla y
recuperar el pleno control por parte de las fuerzas
del orden”.
Siguiendo los lineamientos de dicha
directiva, con objeto complementario, pero con el
mismo fin, el 28 de febrero de 1.975 se dictó la
“Orden de personal n° 591/75” (Refuerzo de la V
Brigada de Infantería); el 20 de marzo del mismo año
se sancionó la “Orden de personal n° 593/75” (Relevo);
y el 18 de septiembre la titulada “Instrucciones n°
334” (Continuación de las operaciones en Tucumán).
Ya en esta última directiva el
Comandante del Ejército advertía que: “Tucumán no
constituye un hecho aislado e independiente dentro del
contexto subversivo nacional; por el contrario, las
acciones que el oponente desarrolla en esa zona
representan un eslabón importante de la estrategia
nacional subversiva en su avance hacia etapas
revolucionarias más profundas y complejas”.
El 6 de octubre de 1.975 el Poder
Ejecutivo Nacional dictó los Decretos nros. 2.770,
2.771 y 2.772.
En el primero se dispuso la creación del
Consejo de Seguridad Interna (o Consejo de Defensa),
con fundamento en: “la necesidad de enfrentar la
actividad de elementos subversivos que con su accionar
vienen alterando la paz y tranquilidad del país, cuya
salvaguardia es responsabilidad del Gobierno y de
todos los sectores de la Nación”. Dicho consejo estaba
integrado por todos los Ministros del Poder Ejecutivo
Nacional y los señores Comandantes Generales de las

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Fuerzas Armadas, y su competencia radicaba,
principalmente, en la: “dirección de los esfuerzos
nacionales para la lucha contra la subversión [...] y
toda otra tarea que para ello el Presidente de la
Nación imponga”.
En la segunda norma citada se disponía
que el Consejo de Defensa, a través del Ministro del
Interior, suscribiera con los Gobiernos de las
Provincias: “convenios que coloquen bajo su control
operacional al personal y los medios policiales y
penitenciarios provinciales que les sean requeridos
por el citado Consejo para su empleo inmediato en la
lucha contra la subversión”.
Finalmente, el Decreto nro. 2.772
ordenaba que: “Las Fuerzas Armadas bajo el Comando
Superior del Presidente de la Nación que será ejercido
a través del Consejo de Defensa, procederán a ejecutar
las operaciones militares y de seguridad necesarias a
efectos de aniquilar el accionar de los elementos
subversivos en todo el territorio del país”.
El 15 de octubre de 1.975 se firmó la
“Directiva del Consejo de Defensa N° 1/75 (Lucha
contra la subversión)” que reglamentaba los decretos
citados, y que tenía por finalidad instrumentar el
empleo de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad,
Fuerzas Policiales y otros organismos puestos a
disposición del Consejo de Defensa para la lucha
contra la subversión, de acuerdo a lo impuesto por los
Decretos nros. 2.770, 2.771 y 2.772.
Dicha directiva, a su vez, disponía la
forma de “Organización” de los elementos a participar
en la lucha contra la subversión; se dispuso que el
Ejército tendría: “La responsabilidad primaria en la
dirección de las operaciones contra la subversión en
todo el ámbito nacional”.
Finalmente, se mantuvo la división del
país en un sistema de Zonas, Subzonas y Áreas de
seguridad –que había sido decidido mediante una
directiva militar del año 1.972–, en las que se

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desplegaba un mecanismo de control y mando preciso


para el desarrollo de las operaciones.
Para clarificar el alcance de dichas
normas vale citar lo declarado por los Ministros de
Gobierno que las impulsaron al momento de prestar
testimonio en el marco del “Juicio a las Juntas” ante
la Cámara Federal: “Al ser interrogados en la
audiencia los integrantes del Gobierno Constitucional
que suscribieron los decretos 2770, 2771 y 2772, del
año 1975, [...] sobre la inteligencia asignada a
dichas normas, fueron contestes en afirmar que esta
legislación especial obedeció fundamentalmente a que
las policías habían sido rebasadas, en su capacidad de
acción, por la guerrilla y que por “aniquilamiento”
debía entenderse dar término definitivo o quebrar la
voluntad de combate de los grupos subversivos, pero
nunca la eliminación física de esos delincuentes”
(Fallos 309:105).
Párrafo aparte merece un punto
distintivo del plan de acción impulsado, que radica en
que la Secretaría de Prensa y Difusión de la
Presidencia de la Nación debía ser controlada
funcionalmente por el Estado Mayor Conjunto de las
Fuerzas Armadas, que, a su vez, tenía que dirigir la
“acción psicológica a fin de lograr una acción
coordinada e integrada de los medios a disposición”,
asegurándose, de esta manera, la manipulación de la
opinión pública.
Este punto adquiere mayor relevancia
desde el mes de marzo de 1976 cuando una importante
porción el plan de represión se tornó clandestino y
las acciones pasaron a desarrollarse en secreto,
garantizando la impunidad de los grupos operativos
frente a los actos delictivos realizados en el marco
del plan de acción.
Ahora bien, para completar el análisis
del aspecto estrictamente normativo administrativo que
determinó el consecuente plan de acción, debe tenerse
presente que el Ejército Argentino dictó como

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contribuyente a la directiva precedentemente analizada
la Directiva del Comandante General del Ejército n°
404/75, del 28 de octubre de ese año, que: “Fijó las
zonas prioritarias de lucha, dividió la maniobra
estratégica en fases y mantuvo la organización
territorial –conformada por cuatro zonas de defensa:
nros. 1, 2, 3 y 5–, subzonas, áreas y subáreas –
preexistentes de acuerdo al Plan de Capacidades para
el año 1972–PFE –PC MI72–, tal como ordenaba el punto
8 de la directiva 1/75 del Consejo de Defensa,
alterando sólo lo relativo al Comando de Institutos
Militares, al que se asignó como jurisdicción
territorial correspondiente a la guarnición militar
Campo de Mayo, pasando el resto del espacio que le
correspondía, de acuerdo a dicho Plan de Capacidades,
al ámbito de la Zona 1. En esta directiva se
estableció que los detenidos debían ser puestos a
disposición de autoridad judicial o del Poder
Ejecutivo, y todo lo relacionado con las reglas de
procedimientos para detenciones y allanamientos, se
difirió al dictado de una reglamentación identificada
como Procedimiento Operativo Normal, que finalmente
fue sancionada el 16 de diciembre siguiente (PON
212/75)” (Fallos 309:102/103).
La Armada hizo lo propio y emitió la
“Directiva Antisubversiva 1/75 “S” COAR” y, el 21 de
noviembre de 1975, dictó el “Plan de Capacidades
-PLACINTARA 75-” (volveremos sobre este punto más
adelante).
Por su parte la Fuerza Aérea dictó, en
los meses de marzo y abril de 1975, directivas
internas concernientes a las operaciones que se
desarrollaban en Tucumán y en lo relativo a la
“Directiva del Consejo de Defensa 1/75”, expidió su
complementaria “Orientación-Actualización del Plan de
Capacidades Marco Interno 1975”.
El terreno estaba preparado. El marco
normativo que hemos presentado rigió hasta que llegó
el golpe de estado el 24 de marzo de 1.976, y téngase

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presente que todas estas normas y directivas resultan


el antecedente inmediato de lo que luego se convirtió
en un plan criminal de represión en el marco del cual
sucedieron los hechos objeto de este juicio. Sin
embargo, debe advertirse que: “durante el año 1975 las
bandas subversivas fueron derrotadas en todas las
acciones de envergadura emprendidas, y si bien su
accionar no había sido aniquilado, las operaciones
militares y de seguridad iniciadas habían comenzado a
lograr los objetivos fijados” (Fallos 309:106).
La Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal de esta ciudad tuvo
oportunidad de juzgar a los miembros de las sucesivas
Juntas Militares y al dictar sentencia el 9 de
diciembre de 1.985 en la causa n° 13/84, tuvo por
acreditada la adopción de un modo criminal de lucha
contra las organizaciones político militares.
Con relación al conjunto de normas a que
se ha hecho referencia, dicho tribunal sostuvo que:
“Corrobora que esos medios no aparecían como
manifiestamente insuficientes la circunstancia de que
la política legislativa aplicada al fenómeno
subversivo por el gobierno constitucional, no sufrió
cambios sustanciales después de su derrocamiento,
aunque en lugar de usar en plenitud tales poderes
legales, el gobierno militar prefirió implementar un
modo clandestino de represión” (Fallos 309:107).
Como se expuso previamente, se había
otorgado a las Fuerzas Armadas y de Seguridad la
legislación e instrumentos normativos necesarios para
dar tratamiento al problema subversivo, pero no había
razón alguna que justificara el accionar ilícito y
clandestino desplegado por el gobierno militar, y en
ese sentido debe insistirse en que: “el golpe de
estado del 24 de marzo de 1976 no significó un cambio
sustancial de las disposiciones legales vigentes a esa
fecha en punto a la lucha contra la subversión. [...]
el sistema imperante sólo autorizaba a detener al
sospechoso, alojarlo ocasional y transitoriamente en

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una unidad carcelaria o militar, e inmediatamente
disponer su libertad, o su puesta a disposición de la
justicia civil o militar, o bien del Poder Ejecutivo
[...]. Sin embargo, del análisis efectuado [...], se
desprende que lo acontecido fue radicalmente distinto.
Si bien la estructura operativa siguió funcionando
igual, el personal subordinado a los procesados detuvo
a gran cantidad de personas, las alojó
clandestinamente en unidades militares o en lugares
bajo dependencia de las fuerzas armadas, las interrogó
con torturas, las mantuvo en cautiverio sufriendo
condiciones inhumanas de vida y alojamiento y,
finalmente, o se las legalizó poniéndolas a
disposición de la justicia o del Poder Ejecutivo
Nacional, se las puso en libertad, o bien se las
eliminó físicamente” (Fallos 309:289).
En el fallo de la causa 13/84,
confirmado por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, se tuvo por demás demostrado, fundado en un
cuadro presuncional grave, preciso y concordante, el
importante aumento en el número de personas privadas
clandestinamente de su libertad, en todo el país, a
partir del 24 de marzo de 1976.
En suma, la Cámara Federal afirmó que:
“con el advenimiento del gobierno militar se produjo
en forma generalizada en el territorio de la Nación,
un aumento significativo en el número de
desapariciones de personas” (fallos: 309:111y 116).
La Cámara Federal destacó que esos
hechos presentaban una serie de características
comunes, que resultan las siguientes:

a) Los captores “eran integrantes de las fuerzas


armadas, policiales o de seguridad, y si bien,
en la mayoría de los casos, se proclamaban
genéricamente como pertenecientes a alguna de
dichas fuerzas, normalmente adaptaban
precauciones para no ser identificados,

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apareciendo en algunos casos disfrazados con


burdas indumentarias o pelucas”.
b) Intervenía un número considerable de personas
fuertemente armadas.
c) Las “operaciones ilegales contaban
frecuentemente con un aviso previo a la
autoridad de la zona donde se producían,
advirtiéndose incluso, en algunos casos, el
apoyo de tales autoridades al accionar de esos
grupos armados”.
d) Los secuestros “ocurrían durante la noche, en
los domicilios de las víctimas y siendo
acompañado en muchos casos por el saqueo de los
bienes de la vivienda”.
e) Las víctimas “eran introducidas en vehículos
impidiéndosele ver o comunicarse, y adoptándose
medidas para ocultarlas a la vista del
público”.

También en la causa 13/84, se aseveró


que: “en fecha cercana al 24 de marzo de 1976, algunos
de los procesados, en su calidad de comandantes en
jefe de sus respectivas fuerzas, ordenaron una manera
de luchar contra la subversión terrorista que
básicamente consistía en: “a) capturar a los
sospechosos de tener vínculos con la subversión, de
acuerdo con los informes de inteligencia; b)
conducirlos a lugares situados en unidades militares o
bajo su dependencia; c) interrogarlos bajo tormentos,
para obtener los mayores datos posibles acerca de
otras personas involucradas; d) someterlos a
condiciones de vida inhumanas para quebrar su
resistencia moral; e) realizar todas esas acciones con
las más absoluta clandestinidad, para lo cual los
secuestradores ocultaban su identidad, obraban
preferentemente de noche, mantenían incomunicadas a
las víctimas negando a cualquier autoridad, familiar o
allegado el secuestro y el lugar de alojamiento; y f)
dar amplia libertad a los cuadros inferiores para

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determinar la suerte del aprehendido, que podía ser
luego liberado, puesto a disposición del Poder
Ejecutivo nacional, sometido a proceso militar o
civil, o eliminado físicamente. Esos hechos debían ser
realizados en el marco de las disposiciones legales
existentes sobre la lucha contra la subversión, pero
dejando sin cumplir las reglas que se opusieran a lo
expuesto. Asimismo, se garantizaba la impunidad de los
ejecutores mediante la no interferencia en sus
procedimientos, el ocultamiento de la realidad ante
los pedidos de informes, y la utilización del poder
estatal para persuadir a la opinión pública local y
extranjera de que las denuncias realizadas eran falsas
y respondían a una campaña orquestada tendiente a
desprestigiar al gobierno” (Fallos 309:1689; el
subrayado nos pertenece).
Corresponde en este punto señalar, que
el país fue subdividido geográficamente en zonas, a
cuyo frente estuvieron los comandantes de los Cuerpos
de Ejército entonces existentes, resultando de ello
que los hechos objeto del este juicio ocurrieron en el
ámbito de la Zona 1, que se encontraba al mando del
Comandante del Primer Cuerpo de Ejército.
A su vez, la Zona 1 contaba con siete
Subzonas y 31 Áreas precisamente delimitadas.
De acuerdo con la Directiva del
Comandante General del Ejército n° 404/75, de octubre
de ese año, titulada “Lucha Contra la Subversión” –la
cual es reflejo de las disposiciones de la Directiva
n° 1/75 del Consejo de Defensa–, tanto la Policía
Federal Argentina como la Gendarmería Nacional y la
Prefectura Naval debían actuar bajo “control
operacional” del Ejército (cfr. Directiva n° 404/75,
Anexo 2 “Orden de Batalla del Ejército”), el que a su
vez, como ya indicamos, tenía: “la responsabilidad
primaria en la dirección de las operaciones contra la
subversión en todo el ámbito nacional”.
Sin perjuicio de que más adelante
haremos un tratamiento pormenorizado de la Escuela de

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Mecánica de la Armada en su carácter de centro


clandestino de detención, corresponde hacer un
análisis genérico de los lugares donde las personas
detenidas fueron conducidas en el marco del plan
represivo.
En el lenguaje utilizado por los
militares, los detenidos eran alojados en “lugares de
reunión de detenidos” (LRD) conocidos también, luego
de presentado el informe final de la CONADEP, como
“centros clandestinos de detención” (CCD), los cuales,
en definitiva, eran verdaderos campos de
concentración.
La descripción general que presentó la
CONADEP sobre los centros clandestinos de detención
ponía el acento en su carácter secreto para la opinión
pública pero no, obviamente, para los mandos militares
con competencia específica sobre aquellos.
Se hizo especial referencia a las
prácticas de los miembros de los grupos operativos que
prestaron servicios en esos lugares, dirigidas a la
despersonalización de los detenidos que ingresaban al
sistema.
En ese sentido se dijo que: “Las
características edilicias de esos centros, la vida
cotidiana en su interior, revelan que fueron
concebidos para la lisa y llana supresión física de
las víctimas para someterlas a un minucioso y
planificado despojo de los atributos propios de
cualquier ser humano. Porque ingresar a ellos
significó en todos los casos DEJAR DE SER, para lo
cual se intentó desestructurar la identidad de los
cautivos, se alteraron sus referentes
temporoespaciales, y se atormentaron sus cuerpos y
espíritus más allá de lo imaginado” (“Nunca Más” –
citado–, pág. 55).
Se ha logrado determinar a través de los
trabajos realizados por la comisión antes citada, del
juicio a las Juntas y de las causas judiciales que se
instruyeron para la investigación y juzgamiento de

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hechos como los que nos ocupan –entre las que se
destaca la sentencia dictada en la causa n° 44
“Camps”, por el pleno de la Excma. Cámara del fuero–,
que la “desaparición” comenzaba con el secuestro de
una persona y su ingreso a un centro clandestino de
detención mediante la supresión de todo nexo con el
exterior; el secuestrado llegaba al centro encapuchado
o “tabicado” situación en la que generalmente padecía
todo el tiempo que estuviera alojado en el centro de
que se tratara, así la víctima podía ser agredida en
cualquier momento sin posibilidad alguna de
defenderse; se utilizaron números de identificación
que eran asignados a cada prisionero al ingreso al
campo.
A su vez, se les ordenaba, ni bien
ingresaban, que recordasen esa numeración porque con
ella serían llamados de ahí en adelante, sea para
hacer uso del baño, para ser torturados o para
trasladarlos; la alimentación que se les daba era,
además de escasa y de mala calidad, provista en forma
irregular, lo que provocaba un creciente
desmejoramiento físico en ellos; la precariedad e
indigencia sanitaria contribuían también a que la
salud de los detenidos se deteriorase aún más, lo cual
debe ser considerado junto a la falta de higiene
existente en los centros y la imposibilidad de asearse
adecuadamente.
La tortura merece un análisis por
separado, partiendo de la constatación histórica de
este tipo de práctica incluso desde el período
colonial anterior a la fundación de la República, para
no caer en “la interpretación superficial de no pocos
autores”.
Diremos –citando al historiador Ricardo
Rodríguez Molas– que: “La represión sangrienta, las
muertes y torturas, de ninguna manera pueden
atribuirse […] al sadismo de los menos; son la
resultante de un política y también de una tradición
hondamente arraigada en las fuerzas armadas y en la

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policía. Reside, entre otros hechos, en la creencia de


que (los torturadores) son defensores de la verdad de
turno, la única posible para ellos” (Rodríguez Molas,
Ricardo “Historia de la tortura y el orden represivo
en Argentina”, Edueba, Buenos Aires, 1.984, pág. 146).
Además: “Sectores políticos y grupos de
poder, algunos con el control de la fuerza del Estado
y otros con el dominio demagógico, niegan al ser
humano toda posibilidad de elección política y se
manifiestan depositarios de la verdad absoluta. Ese
proceso, debemos insistir […] tenía y tiene raíces muy
profundas en Argentina” (Rodríguez Molas, op. cit.,
pág. 149).
Lo que pretendemos dejar a salvo es que
“la represión” –todos los tipos de represión estaban
profundamente arraigados en la sociedad argentina
cuando inició el “Proceso de Reorganización Nacional”–
no fue, exclusivamente la influencia de la doctrina
“contrarrevolucionaria” de procedencia americana y
francesa, con su amplio margen de práctica de la
tortura, la causa fundamental del masivo
quebrantamiento de los derechos humanos que padeció la
sociedad argentina desde marzo de 1.976.
Sin embargo, dicha influencia doctrinal
existió y su efecto fue sin duda negativo. La práctica
de la tortura era producto de una profunda:
“tradición, de remota pero innegable herencia europea
e hispánica, […] que en la Argentina ha venido
manteniendo su vigencia, reforzada desde 1930 tras los
sucesivos golpes militares, cada uno de los cuales
recrudeció su práctica […]. Dura y persistente
realidad, a la que vino a sumarse, como factor
añadido, la teoría y la práctica aportadas por la
Doctrina de la Seguridad Nacional en materias tales
como “contrainsurgencia”, “enemigo interior” y
técnicas de “inteligencia militar”, incluida la
tortura como una de las vías válidas de acceso a la
información” (García, op. cit., pág. 134).

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Pues bien, en el esquema del aparato
represivo la tortura se aplicaba con un doble
objetivo. Los detenidos eran sometidos a tormentos en
el primer momento de su ingreso al centro de detención
con el fin primordial de extraerles información
respecto de las personas con las que compartían su
actividad política, domicilios, contactos, citas,
etc.; es decir, como objetivo de inteligencia. Así, a
través de las informaciones que se extraían a cada uno
de los detenidos, el sistema de represión se
actualizaba y reproducía.
El segundo fin de la tortura era el
sometimiento de los detenidos, quitarles toda voluntad
y quebrarlos en su espíritu para facilitar su
tratamiento hasta el momento en que se decidía su
liberación o su “traslado”.
Según la CONADEP, los centros de
detención: “fueron ante todo centros de tortura,
contando para ello con personal “especializado” y
ámbitos acondicionados a tal fin, llamados
eufemísticamente “quirófanos”, y toda una gama de
implementos utilizados en las distintas técnicas de
tormento. [...] Las primeras sesiones de tortura
tenían por objeto el “ablande” del recién llegado y
estaban a cargo de personal indistinto. Una vez
establecido que el detenido podía proporcionar alguna
información de interés, comenzaban las sesiones a
cargo de interrogadores especiales. Es decir, que ni
siquiera se efectuaba una previa evaluación tendiente
a merituar si la persona a secuestrarse poseía
realmente elementos de alguna significación para sus
captores. A causa de esta metodología indiscriminada,
fueron aprehendidos y torturados tanto miembros de los
grupos armados, como sus familiares, amigos o
compañeros de estudio o trabajo, militantes de
partidos políticos, sacerdotes, laicos comprometidos
con los problemas de los más humildes, activistas
estudiantiles, sindicalistas, dirigentes barriales y –
en un, insólitamente, elevado número de casos–

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personas sin ningún tipo de práctica gremial o


política” (“Nunca Más” –citado–, págs. 62/63).
Al referirnos a la tortura debe
recordarse, en primer lugar, que la privación de la
libertad ambulatoria implicó, para quienes la sufrían,
además, la completa pérdida de referencias de espacio
y tiempo, en medio de condiciones de extremo maltrato
físico y psicológico, ya que la víctima perdía todos
sus derechos.
A ello debía agregarse la asignación de
un código alfanumérico, en reemplazo de su nombre, ni
bien ingresaban al campo, lo cual implicaba la
supresión de la identidad, de la individualidad, del
pasado y de la pertenencia al núcleo básico familiar y
social. A partir de ello ellos eran llamados por esa
identificación, ya sea para salir a los baños o para
ser torturados o “trasladados”.
Los castigos corporales y padecimientos
psicológicos constantes, sistemáticos y sin motivo
eran una de las características de la vida en el
centro de detención.
El catálogo era variado: además de la
picana eléctrica; golpes de puño; golpes con cadenas;
golpes con palos de goma; patadas; latigazos; obligar
a pelear a los detenidos entre sí, bajo la amenaza de
ser golpeados o torturados; ofensas de tipo sexual (se
los obligaba a mantener sexo contra su voluntad);
submarino; submarino seco; entre muchos otros.
La vida misma dentro del centro era un
padecimiento en sí mismo puesto que desde su ingreso,
luego del interrogatorio inicial bajo torturas
físicas, los detenidos eran llevados a los “tubos”
(minúsculas celdas) en los que debían permanecer
“tabicados” (venda aplicada sobre los ojos) a la
espera de una nueva imposición de tormentos o
aguardando un destino incierto.
En condiciones inhumanas los
secuestrados transcurrían los días, privados de los

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requisitos mínimos para la subsistencia, como ser la
higiene personal y comida apropiada y suficiente.
Corresponde ahora explicar el último
eslabón de la secuencia que se iniciaba con el
secuestro de las personas, seguía con su alojamiento
en los respectivos centros clandestinos de detención
por un período de tiempo indeterminado, y finalizaba
con la liberación del detenido, su entrega en
detención a disposición del Poder Ejecutivo Nacional
o, como en la mayoría de los casos, su “traslado”.
Los “traslados” constituían un
procedimiento a través de cual se engañaba a los
cautivos haciéndoles creer que serían enviados a
supuestos campos de recuperación en el sur, cuando en
realidad el destino indiscutible era la muerte, dado
que se los cargaba al avión destinado al efecto,
adormecidos, y se los arrojaba desde gran altura al
vacío, impactando así los cuerpos en pleno mar u
océano (ver Capítulo “Vuelos de la Muerte”).
Se ha dicho que: “El más característico
–y también el más dramático– de los fenómenos
registrados en la Argentina a partir del golpe militar
del 24 de marzo de 1976 fue, como es bien sabido, la
desaparición masiva de personas, secuestradas por
grupos fuertemente armados pertenecientes a los
llamados “Grupos de Tareas” del Ejército, la Armada o
la Aviación, o por fuerzas policiales bajo control
militar. Personas cuyo encarcelamiento era
sistemáticamente negado por toda clase de autoridades
policiales, judiciales y militares, y que, de hecho,
en la mayor parte de los casos, no volvían a ser vista
jamás” (García, op. cit., pág. 134).
La técnica de la desaparición total del
enemigo no nació con las dictaduras del Cono Sur de
América Latina en los años sesenta y setenta del siglo
pasado.
Para fines del año 1.941 el Jefe del
Ejército Alemán –Wehrmacht– dictó una serie de órdenes
y directivas donde se sostenía que: “Una intimidación

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efectiva sólo puede ser lograda con la pena máxima, o


con medidas mediante las cuales los familiares del
criminal y la población en su conjunto desconozcan la
suerte que ha corrido” (citado por Prudencio García en
op. cit., pág. 135).
Por otra parte, la propia comisión
investigadora –Conadep– constató la producción de
aproximadamente 600 secuestros ocurridos antes del
golpe de estado del 24 de marzo 1.976, pero fue a
partir de esa fecha que fueron privadas ilegalmente de
su libertad miles de personas en todo el país, de las
cuales 8.960 continúan desaparecidas (“Nunca Más” –
citado–, pág. 16).
Ahora bien: “la filosofía de este tipo
de actuación –ampliamente seguida después por
numerosos gobiernos dictatoriales en muy diversos
lugares del mundo–, con independencia de su carácter
criminal, no resulta precisamente descabellada: las
ejecuciones públicas, o la aparición de cadáveres de
civiles acribillados y tal vez previamente torturados,
son susceptibles de producir negativos impactos
emocionales en la población: protestas masivas,
grandes manifestaciones, ceremonias fúnebres de gran
tensión, todo lo cual puede suponer, mediante la
conversión de las víctimas en mártires, una fuerte
aportación al espíritu del movimiento insurreccional”.
“Por el contrario, la total desaparición
de las personas –sin que nadie sepa qué ha sido de
ellas ni adónde han ido a parar– produce en la
población unas reacciones muy diferentes, en las que
predomina el desconcierto y el temor generalizado ante
la posibilidad de sufrir una suerte similar. Y en la
familia de cada víctima prevalece el desesperado temor
de que cualquier acción posterior de protesta o
cualquier postura supuestamente “subversiva” podrá dar
lugar a represalias inmediatas y tal vez irreparables
con el desaparecido, allá donde esté, por parte de
quienes lo retienen en su poder” (García, op. cit.,
págs. 135 y 136).

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En el “Informe sobre la situación de los
derechos humanos en Argentina” –elaborado a partir de
la visita “in loco” realizada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, entre el 6 y el 20
de septiembre de 1.979–, los autores dedicaron un
capítulo completo al “problema de los desaparecidos”.
Allí la Comisión sostenía que: “en los
tres últimos años ha recibido un número apreciable de
denuncias que afectan a un grupo considerable de
personas en la República Argentina, en las cuales se
alega que dichas personas han sido objeto de
aprehensiones en sus domicilios, lugares de trabajo, o
en la vía pública, por personal armado, en ocasiones
uniformado, en operativos que por las condiciones en
que se llevaron a cabo y por sus características,
hacen presumir la participación en los mismos de las
fuerzas públicas. Con posterioridad a los hechos
descritos, las personas aprehendidas desaparecieron
sin que se tenga noticia alguna de su paradero”
(Capítulo III, Apartado A. “Consideraciones
Generales”).
En sus conclusiones sobre el punto,
expresaba que: “El origen del fenómeno de los
desaparecidos, la forma en que se produjeron las
desapariciones y el impresionante número de víctimas
alcanzadas están íntimamente ligados al proceso
histórico vivido por la Argentina en los últimos años,
en especial a la lucha organizada en contra de la
subversión. La violencia ejercida por los grupos
terroristas encontró una similar y aún más enérgica
respuesta por parte de los aparatos de seguridad del
Estado que ocasionó graves abusos al intentarse
suprimir la subversión prescindiendo de toda
consideración moral y legal”.
“Según los muchos testimonios e
informaciones que la Comisión ha recibido pareciera
existir una amplia coincidencia de que en la lucha
contra la subversión se crearon estructuras
especiales, de carácter celular, con participación a

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diferentes niveles de cada una de las ramas de las


Fuerzas Armadas, las que estaban compuestas por
comandos de operación autónomos e independientes en su
accionar”.
“La acción de estos comandos estuvo
dirigida especialmente en contra de todas aquellas
personas que, real o potencialmente pudiesen
significar un peligro para la seguridad del Estado,
por su efectiva o presunta vinculación con la
subversión”.
“Esta lucha desatada con el objeto de
aniquilar totalmente la subversión tuvo su más
sensible, cruel e inhumana expresión en los miles de
desaparecidos, hoy presumiblemente muertos, que ella
originó”.
“Parece evidente que la decisión de
formar esos comandos que actuaron en el
desaparecimiento y posible exterminio de esas miles de
personas fue adoptada en los más altos niveles de las
Fuerzas Armadas con el objeto de descentralizar la
acción antisubversiva y permitir así que cada uno de
los comandos dispusiera de un ilimitado poder en
cuanto a sus facultades para eliminar a los
terroristas o a los sospechosos de serlo. La Comisión
tiene la convicción moral que tales autoridades, de un
modo general, no podían ignorar los hechos que estaban
ocurriendo y no adoptaron las medidas necesarias para
evitarlos” (Capítulo III, Apartado G. “Magnitud y
secuelas del problema de los desaparecidos”).
Respecto de este punto, vale la pena
exponer –dejando de lado cualquier análisis– la visión
que tienen en la actualidad dos protagonistas de
importancia en los hechos que aquí estamos tratando de
modo genérico, el General Albano Harguindeguy,
Ministro del Interior de la Nación –y como tal jefe
político de la Policía Federal Argentina– y el General
Ramón Genaro Díaz Bessone, comandante del Segundo
Cuerpo de Ejército en los años 1975 y 1976 -con
jurisdicción territorial en el litoral argentino,

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además de las Provincias de Formosa, Chaco y Santa
Fe-.
Harguindeguy señaló: “Sin duda que los
desaparecidos fueron un error, porque si usted los
compara con los desaparecidos de Argelia, es muy
diferente: ¡eran finalmente los desaparecidos de otra
nación, los franceses volvieron a su país y pasaron a
otra cosa! Mientras que aquí cada desaparecido tenía
un padre, un hermano, un tío, un abuelo, que siguen
teniendo resentimiento contra nosotros, y esto es
natural… Creo que uno de los grandes errores que hemos
cometido es no haber retomado la legislación de
excepción que había sido anulada por el gobierno de
Cámpora, el 25 de mayo de 1973. Esto nos habría
permitido someter a juicio a todos los subversivos y
nos habría dado más flexibilidad en la dirección de la
guerra” (entrevista publicada en Robin, Marie-Monique
“Escuadrones de la muerte. La escuela francesa”, Ed.
Sudamericana, Buenos Aires, 2.005, pág. 447).
Díaz Bessone, asimismo, dijo: “Por otra
parte, a propósito de los desaparecidos, digamos que
hubo 7.000, no creo que haya habido 7.000, pero bueno,
¿qué quería que hiciéramos? ¿Usted cree que se pueden
fusilar 7.000 personas? Si hubiésemos fusilado tres,
el Papa nos habría caído encima como lo hizo con
Franco. ¡El mundo entero nos habría caído encima! ¿Qué
podíamos hacer? ¿Meterlos en la cárcel? Y después de
que llegara el gobierno constitucional, serían
liberados y recomenzarían… Era una guerra interna, no
contra un enemigo del otro lado de la frontera. ¡Ellos
están listos para retomar las armas para matar en la
primera ocasión!” (entrevista publicada en Robin, op.
cit., págs. 440 y 441).
El éxito de la cruzada emprendida contra
la subversión –que a los ojos de los represores
abarcaba todas las áreas sociales sin excepción y no
se limitaba a los integrantes de las organizaciones
político militares (de izquierda)–, requería de una
intensa y compleja preparación: “los militares

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argentinos necesitaban no sólo una doctrina –ya la


tenían, la de “Seguridad Nacional”– y una metodología
operativa –también la tenían, la de la “guerra
contrarrevolucionaria” o “lucha contrainsurgente”, tan
intensamente estudiada por ellos desde la década
anterior–: también necesitaban unas líneas de
actuación absolutamente concretas, referidas a la
específica situación argentina, con una estrategia
general, una táctica determinada, y una
infraestructura logística considerable, en la que
apoyar todo su aparato operacional. Y tal empresa no
podía ser abordada a la ligera, sino que requería de
una seria preparación previa, con su planificación,
división territorial, asignación de tareas y
responsabilidades, creación de instalaciones tales
como centros clandestinos de encarcelamiento,
interrogatorio y acopio de información. Elementos,
todos ellos, necesarios para la puesta en práctica de
un vasto plan represivo basado en la desaparición de
muchos millares de personas, lo que incluía su
secuestro, prisión clandestina todo lo prolongada que
resultase precisa, interrogatorios con sistemática
aplicación discrecional de la tortura, y finalmente,
en la mayoría de los casos, muerte y eliminación
igualmente clandestina de los cadáveres producidos.
Tarea de notable volumen y de imposible improvisación”
(García, op. cit., pág. 140).
Por lo tanto, y si bien la acción de la
guerrilla, luego de marzo de 1976, se encontraba a la
defensiva, las referencias que se señalarán a
continuación, demuestran que aún se mantenían activas.
En este orden de idas, explica Pilar
Calveiro, haciendo referencia a los hechos
desarrollados luego del golpe de estado de 1976, que:
“Cuando se produjo el golpe de 1976 –que implicó la
represión masificada de la guerrilla y de toda
oposición política, económica o de cualquier tipo, con
una violencia inédita-, al desgaste interno de las
organizaciones y a su asilamiento se sumaban las bajas

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producidas por la represión de la Triple A. Sin
embargo, tanto ERP como Montoneros se consideraban a
sí mismas indestructibles y concebían el triunfo final
como parte de un destino histórico prefijado. A
partir del 24 de marzo, la política de desapariciones
de la A.A.A. tomó carácter de modalidad represiva
oficial, abriendo una nueva época en la lucha
contrainsurgente. En pocos meses, las Fuerzas Armadas
destruyeron casi totalmente al ERP y las regionales
Montoneros que operaban en Tucumán y Córdoba. Los
promedios de violencia de ese año indicaban un
asesinato político cada cinco horas, una bomba cada
tres y 15 secuestros por día, en el último trimestre
del año. La inmensa mayoría de las bajas correspondía
a los grupos militantes; sólo Montoneros, perdió, en
el lapso de un año, 2 mil activistas, mientras el ERP
desapareció. Además, existían en el país entre 5 y 6
mil presos políticos, de acuerdo con los informes de
Amnistía Internacional.
“Roberto Santucho, el máximo dirigente
del ERP, comprendió demasiado tarde. En julio de 1976,
pocos días antes de su muerte y de la virtual
desaparición de su organización, habría afirmado: “nos
equivocamos en la política, y en subestimar la
capacidad de las Fuerzas Armadas al momento del golpe.
Nuestro principal error fue no haber previsto el
reflujo del movimiento de masas, y no habernos
replegado”. La conducción montonera, lejos de tal
reflexión, realizó sus “cálculos de guerra”,
considerando que si se salvaba un escaso porcentaje de
guerrilleros en el país (Gasparini calculó unos cien)
y otros tantos en el exterior, quedaría garantizada la
regeneración de la organización una vez liquidado el
Proceso de Reorganización Nacional. Así, por no
abandonar sus territorios, entregó virtualmente a
buena parte de sus militantes, que serían los
pobladores principales de los campos de
concentración”. (op. cit., ps. 18/9).

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Asimismo, es ilustrativo de la cuestión


mencionada, las manifestaciones vertidas por Richard
Gillespie, a saber: “Los Montoneros calificaron la toma
del poder por los militares el 24 de marzo de 1976 de
ofensiva generalizada sobre el campo popular y de golpe
apoyado por la oligarquía, los monopolios imperialistas
y la alta burguesía nacional, que gozó de una
considerable pero no duradera aprobación de la clase
media […] Ante el nuevo régimen, los guerrilleros
optaron por una estrategia de defensa activa destinada
a evitar su consolidación y a preparar el terreno para
una eventual contraofensiva popular. En teoría, el
papel del Ejército Montonero era ahora el de detener
los avances del enemigo y de hacer lo posible para que
las masas se reorganizasen y resistiesen. Traducidos en
términos prácticos, ello suponía el lanzamiento de
ataques simples pero eficaces contra el centro de
gravedad del enemigo: contra personas e instalaciones
clave, cuya destrucción demostraría la vulnerabilidad
del régimen y, por ende, estimularía a las masas a
poner en práctica diversas formas de resistencia […]A
pesar de los centenares de detenciones y secuestros de
activistas que acompañaron a la toma del poder por los
militares, los Montoneros tenían bastante confianza en
sí mismos para aventurarse, en abril del mismo año, a
una 4ta Campaña Ofensiva Táctica concebida con
anterioridad al 24 de marzo. Sin embargo, al proceder
de tal modo juzgaron muy equivocadamente el poder y la
estrategia del enemigo” (Soldados de Perón. Historia
crítica sobre los montoneros. Traducción Antoni
Prigrau. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2.008, págs.
357/358).
Este mismo autor, destacó como
representativo de esta época el atentado de bomba en
la dependencia de Coordinación Federal. Al efecto
expuso: “Cuatro grandes explosiones afectaron a la
policía: la primera, el 18 de junio, cuando el Jefe de
la Policía Federal, el General Cesáreo Cardozo, fue
víctima de 700 gramos de trotil colocados bajo el

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colchón de su cama; la segunda, el 2 de julio, cuando
nueve kilos del mismo explosivo volaron el techo del
comedor del cuartel general de la sección de seguridad
de la Policía Federal (Coordinación Federal), matando
de veinticinco a treinta personas e hiriendo a otras
sesenta” (Gillespie, Richard, ob. cit., pág. 359).
Asimismo refirió respecto a la actividad
de la agrupación Montoneros: “La actividad urbana
siguió siendo su principal norma de actuación, y a
finales de 1976 y durante su primer mitad de 1977
dieron golpes selectivos, de carácter similar a sus
ataques a la policía, contra objetivos estratégicos
militares. A principios de octubre, durante una
revista militar en Campo de Mayo, un artefacto
explosivo colocado debajo de la tribuna abrió un
boquete de un metro de diámetro en el sitio exacto
donde el presidente Videla, situado ya a cincuenta y
cinco metros de distancia, había permanecido hasta
poco antes. Dos semanas después, en la víspera del
aniversario peronista del 17 de octubre, una bomba
destruyó un cine del Círculo Militar e hirió a sesenta
oficiales retirados y a sus familiares. También hubo
asesinatos individuales, tales como la muerte, el 1°
de diciembre, del Coronel Leonardo d´Amico, Director
de Estudios de la Escuela Superior de Guerra; era el
decimoséptimo militar de alta graduación asesinado por
los guerrilleros desde el golpe. Pero sólo los ataques
contra la fuerza de seguridad y las explosiones
destructivas ofrecían la garantía de aparecer en los
titulares de la prensa. El Pelotón de Combate Norma
Arrostito era perfectamente consciente de ello cuando,
a mediados de diciembre, colocó una bomba de
fragmentación de seis kilos en una sala del Ministerio
de Defensa durante una conferencia antisubversiva:
murieron en la explosión catorce militares de alto
rango y oficiales del servicio de información, y otros
treinta resultaron heridos.
“En 1976, los Montoneros llevaron a cabo
un total de 400 operaciones y manifestaron haber

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muerto o herido a 300 empresarios y miembros de las


fuerzas militares y policiales. Se descubrieron varios
talleres donde se fabricaban municiones, pero lo que
los guerrilleros llamaban “producción logística” no se
detuvo hasta finales de 1978.” (Gillespie, Ricard, ob.
cit., pág. 363/364).
Por último, es necesario hacer
referencia a la contraofensiva montonera del año 1979.
Respecto a esta cuestión Gillespie dijo: “los
Montoneros declararon que el movimiento de resistencia
había detenido la ofensiva enemiga, provocando
contradicciones internas en el régimen y creado así
las condiciones favorables para llevar a cabo con
éxito una contraofensiva en 1979”. Luego, Evita
Montonera anunció tal acontecimiento entre imágenes de
montoneros uniformados, fotografías de la comandancia
en jefe del Ejército Montonero e instantáneas de cada
uno de los “comandantes” en el momento de dar la mano
al comandante Firmenich delante de enormes mapas de la
Argentina, mientras los demás permanecían, al fondo,
en posición de firmes. Y una muestra del texto: “El
brillante desempeño del Comandante Mendizábal al
frente de la jefatura del Ejército Montonero es
destacado por el Comandante Firmenich, quien lo
felicita y expresa el agradecimiento en nombre del
conjunto del Partido por el rol cumplido por las
fuerzas militares a su mando en la detención de la
ofensiva enemiga”. Todo habría sido más convincente si
las fotografías hubieran sido tomadas en la Argentina.
(Gillespie, Richard, ob. cit., pág. 392).
Igualmente reseñó: “La “contraofensiva”
de 1979 fue un desastre desde el comienzo hasta el
final, una exhibición más de militarismo pese a las
afirmaciones guerrilleras de que lo que se preparaba
era una contraofensiva “popular”. (Gillespie, Richard,
ob. cit., pág. 393).
El desarrollo de esta introducción
genérica a los hechos traídos a juicio, más allá de la
prueba testimonial colectada en las audiencias de

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debate; encuentra su primordial sustento, en el
pormenorizado análisis de la prueba incorporada al
debate por lectura y del meticuloso detalle de las
importantes sentencias dictadas por la Cámara Nacional
en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital
Federal en las causas n° 13/84 y 44/86; el informe
producido por la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (“Nunca Más”); y el “Informe
sobre la situación de derechos humanos en la
Argentina”, realizado por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos de la Organización de los Estados
Americanos en el año 1.980; entre otros; como también
se ha tenido en cuenta que muchos de los sucesos
descriptos son públicos y notorios.
Del mismo modo, es un dato
suficientemente conocido que el gobierno
constitucional que asumió el 10 de diciembre de 1983,
dictó el día 13 de ese mismo mes y año el Decreto Nro.
158/83 para impulsar el juzgamiento de los Comandantes
de las tres Fuerzas Armadas que integraron las
cúpulas de todas las juntas militares que, durante esa
última dictadura, ejercieron el poder en el país.
La exposición de motivos de este Decreto
Nro. 158/83 del Poder Ejecutivo Nacional consignó que
“la Junta Militar que usurpó el gobierno de la Nación
el 24 de marzo de 1976 y los mandos orgánicos de las
fuerzas armadas que se encontraban en funciones a esa
fecha concibieron e instrumentaron un plan de
operaciones contra la actividad subversiva y
terrorista, basado en métodos y procedimientos
manifiestamente ilegales […] Que entre los años 1976 y
1979 aproximadamente, miles de personas fueron
privadas ilegalmente de su libertad, torturadas y
muertas como resultado de la aplicación de esos
procedimientos de lucha inspirados en la totalitaria
doctrina de la seguridad nacional”.
El Decreto Nro. 158/83, entre otras
consideraciones, ya señalaba como un hecho que, entre
los años 1976 y 1979 aproximadamente, se había

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privado de su libertad a numerosas personas en


circunstancias de manifiesta ilegalidad las que habían
sido víctimas de graves hechos. En concreto, y en tal
sentido se señalaba allí que esas personas “…
resultaron sospechosas a juicio de funcionarios no
individualizados y sobre la base de esa mera sospecha,
no obstante haber sido encontradas en actitud no
violenta, fueron conducidos a lugares secretos de
detención, sin conocerse con certeza su paradero
ulterior, a pesar de lo cual cunde en la opinión
pública la seria presunción de que muchos de ellos
fueron privados de la vida sin forma alguna de juicio,
y, además, de que durante el tiempo de esa detención
muchos o casi todos los detenidos fueron víctimas de
salvajes tormentos”.
Esa decisión del Poder Ejecutivo
Nacional, finalmente se tradujo en la sustanciación,
ya hace tiempo también, del juicio ante la Excma.
Cámara Federal de esta ciudad -hoy también conocido
como “Juicio a los ex Comandantes” o “Juicio a las
Juntas”- en el marco de la causa N° 13/84 del
Registro de ese Tribunal, instruida originariamente
por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas; cuyo
pronunciamiento ya ha sido citado en varias
oportunidades en esta introducción.”
Como se verá a lo largo de este
pronunciamiento, y por las distintas razones que, en
cada caso se señalarán, estamos en condiciones de
adelantar -luego de haber valorado la prueba producida
durante las audiencias de debate celebradas y la
incorporada por lectura- que las conductas cuya
comisión se atribuyen al aquí encausado son una
indudable manifestación de ese plan sistemático de
represión ilegal desplegado por la última dictadura
militar.
Esta incontrastable conclusión se
sustenta no sólo en el contenido de importante prueba
documental que se ha colectado, sino también en otros

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elementos de convicción de distinta naturaleza, pero
de fundamental gravitación para este decisorio.
A lo largo del juicio, hemos escuchado
otros testimonios víctimas que estuvieron alojadas en
la ESMA respecto de los hechos que damnificaron a
Hernán Abriata y los producidos por sus familiares,
quienes, en distintos contextos de la vida, pudieron
observar, o de un modo u otro tomaron conocimiento, de
determinados sucesos pertinentes y conducentes para
el esclarecimiento del objeto procesal ventilado en
autos.
Pero además, se ha dado en el caso una
situación bastante particular en torno al origen de
determinados elementos de prueba que se han podido
colectar en otros procesos y han sido en su
oportunidad debidamente incorporados al juicio que
hemos sustanciado, los cuales merecen ser destacados.
Es evidente -tal como habrá de
señalarse a lo largo de este pronunciamiento- que las
concretas conductas atribuidas al encausado fueron
perpetradas desde un aparato organizado desde las más
altas estructuras de poder de la dictadura militar,
para la ejecución en todo el territorio nacional de un
feroz plan sistemático de represión que afectó a
innumerables víctimas.
Este aparato de represión y su plan
criminal, como se verá más adelante, pretendió ser
mantenido en la más absoluta clandestinidad para
procurar la impunidad de todos sus operadores en
cualquier nivel y hasta donde pudiese ser posible.
El testimonio de los sobrevivientes y la
lucha inclaudicable en la que se involucraron junto
con familiares de las víctimas, organizándose como
podían, comenzó -poco a poco- a mostrar los rasgos de
la barbarie clandestina. Su vital relevancia en esta
causa, claramente se verá a partir de que comencemos a
desarrollar los capítulos correspondientes a los
hechos acreditados.

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2. Organización operativa de la Armada


Argentina para la ejecución del plan de “Lucha Contra
la Subversión”.
Lo dicho hasta aquí no explica
acabadamente el dispositivo represivo y la forma de
funcionamiento del mecanismo clandestino de tortura y
desaparición de personas. Para ello debemos detenernos
–tal como se hizo en los pronuncimientos anteriormente
dictados por esta judicatura, cuyas copias fueran
incorporadas por lectura al debate- en un estudio más
detallado de las normas administrativas de
organización y los reglamentos que regían la labor
militar, de las directivas militares y de las
“explicaciones” dadas por algunos de los responsables
de los hechos que se encuentran bajo juzgamiento en
este debate o, incluso, de otras declaraciones
prestadas a mediados de la década del ‘80 cuando se
instruyeron procesos judiciales para dilucidar lo
sucedido –que han sido incorporadas al debate de
acuerdo a las reglas que rigen su consideración–.
Las Fuerzas Armadas poseen dos tipos de
organización, una de tipo administrativo que surge de
los reglamentos orgánicos y que podría denominarse
como de “tiempos de paz”, y otra operacional que se
conforma a los efectos de intervenir en una tarea o
misión o conflicto concreto de acuerdo a las
directivas internas u órdenes que se dicten a tal
efecto.
En efecto, la publicación R. G-1-003
“Reglamento General del Servicio Naval”, Tomo 1. “Del
servicio en general” (–segunda edición– de 1.970;
establece en su artículo 11.101.004 que la
organización administrativa de la Armada: “Es la
estructura permanente fijada en el Reglamento Orgánico
de la Armada y creada con el objeto de satisfacer las
competencias asignadas al Comando en Jefe de la Armada
por las leyes vigentes”. A continuación, el artículo
11.101.005 explica que la organización operativa: “Es
la estructura de carácter temporario y circunstancial,

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creada con el objeto de cumplir una tarea particular
que normalmente implica la ejecución de las
operaciones”.
Ese mismo reglamento establece las
nociones de los conceptos de “mando”, “comando”,
“dependencia administrativa”, “relación funcional” y
“dependencia operativa”. Las cuales, necesariamente,
deben ser tenidas en cuenta para el análisis del
funcionamiento de este tipo de organizaciones. El
mando “Es la autoridad de que se inviste a un militar
para el cumplimiento de sus tareas” (artículo
11.101.006). El comando “Es el Mando que se impone a
un militar para la conducción de Unidades o Fuerzas
Navales, Aeronavales o de Infantería de Marina”
(artículo 11.101.007). La dependencia administrativa
“Es la relación de subordinación que existe entre
componentes de la Armada, establecida por la
organización administrativa” (artículo 11.101.008). La
relación funcional “Es la relación que existe entre
componentes de la Armada que no están en línea de
dependencia directa, a fin de cumplir tareas
pertenecientes a un mismo campo de actividad o
conocimiento” (artículo 11.101.009). Por último, el
concepto de dependencia operativa: “Es la relación de
subordinación que existe entre componentes de la
Armada, establecida por la organización operativa”
(artículo 11.101.010).
Como veremos, el análisis que a nosotros
nos interesa se encuentra dirigido a dilucidar cuál
fue la organización operativa de la Armada para su
intervención en la “lucha contra la subversión” y, más
precisamente, cuál era la dependencia operacional de
la Escuela de Mecánica de la Armada en dicha
estructura. Sin embargo, es imposible comprender cómo
funcionó dicha organización sin antes describir, al
menos brevemente, cuál es la organización
administrativa de la fuerza.
Sabemos que por disposición del 14 de
enero de 1.975 se puso en vigencia la publicación R.G-

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1-007“C” “Reglamento Orgánico de la Armada” que rigió


con carácter provisorio por lo dispuesto en la
Resolución n° 41“R”/75 COAR (cfr. fs. 5.218; cfr.
asimismo la Resolución n° 41 que inicia aquél
reglamento). El Tribunal cuenta con fotocopias de
dicho reglamento, las cuales se encuentran reservadas
en Secretaría y fueron incorporadas por lectura al
debate.
El reglamento citado determinó la
organización administrativa de la Armada Argentina al
momento de los hechos que conforman el objeto procesal
de este juicio.
La comandancia de la fuerza era ejercida
por el Comandante en Jefe de la Armada, quien tenía a
su cargo el “comando superior de la misma y de los
demás organismos cuyas actividades corresponden al
área de su competencia de acuerdo con la legislación
vigente” (art. 201).
A su vez, el Comandante en Jefe de la
Armada, para el ejercicio del comando superior era
asistido por un Estado Mayor General, que era
comandado, a su vez, por el Jefe de Estado Mayor
General (art. 301).
El Estado Mayor General de la Armada
estaba compuesto por seis jefaturas y una Secretaría
General, a saber: Dirección General de Personal Naval
(N-1); Jefatura de Inteligencia (N-2); Jefatura de
Operaciones (N-3); Jefatura de Logística (N-4);
Jefatura de Aviación Naval; y Jefatura de Infantería
de Marina.
Así, el Comando General de la Armada
estaba conformado por el Comandante General y su
órgano asesor, el Estado Mayor General (cfr.
Estructura General de la Armada, agregada como anexo
en el Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1).
Desde el dictado del Decreto n° 1.678/73, del 3 de
octubre de 1.973, de creación de los Comandos en Jefe
del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea,
compete al Comando General de la Armada

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primordialmente –aunque, entre otras tareas– “la
dirección, organización, preparación, empleo y
administración de la Armada” (Anexo 2 “Funciones del
Comando en Jefe de la Armada”, punto 1, agregado al
Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1).
La Dirección General de Personal Naval
(N-1) estaba a cargo de los asuntos de logística de
personal, con excepción de la previsión y asignación
de los recursos económicos y, también, debía asistir
al Comando General de la Armada en los asuntos de su
competencia (art. 302 1).
La Jefatura de Inteligencia (N-2) tenía,
con carácter general, el cumplimiento de las tareas
del Estado Mayor General en asuntos de inteligencia
estratégica y relaciones navales internacionales y
asistir al Comando General de la Armada dentro del
marco de su competencia (cfr. art. 303 1). Y como
tareas particulares, participaba –en el área de su
competencia– en la formulación de las políticas del
Comandante en Jefe de la Armada; en el planeamiento
nacional, militar conjunto y naval; desarrollo de los
medios de la Armada; administración de personal,
puntualmente en lo que hace a la formación del
personal de inteligencia y asesorar a la Dirección de
Personal Naval en su selección y distribución, al
mismo tiempo, le correspondía intervenir en todo lo
relacionado con la instrucción de inteligencia de la
Armada; participaba en la formulación de la doctrina
estratégica naval y operacional; promulgaba la
doctrina y procedimientos operativos y formulaba la
doctrina, procedimientos y normas de inteligencia
(art. 303 4 y siguientes).
También le correspondía a la Jefatura de
Inteligencia (N-2), en tanto tareas específicas de
inteligencia, las siguientes: 1) Entender en la
formulación y aplicación de las políticas propias de
su área, que resulten de las generales
institucionales, y en particular las correspondientes
al área inteligencia estratégica y estratégica

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institucional; 2) Entender en la formulación de


apreciaciones, informes y estudios especiales de
inteligencia; 3) Entender en la formulación de planes
de inteligencia ejecutando las operaciones y
actividades correspondientes, y en particular aquellas
requeridas por el Comandante en Jefe de la Armada para
el ejercicio de sus funciones específicas; 4) Mantener
enlace técnico-funcional con los demás organismos de
inteligencia de las Fuerzas Armadas, Fuerzas de
Seguridad y del Estado e integrar la Central Nacional
de Inteligencia; 5) Asesorar a los comandos, jefaturas
y direcciones en temas reglamentarios y en aspectos
técnicos de inteligencia, particularmente aquellos
vinculados con el factor psicológico propio y la
contrainteligencia; 6) Asesorar en la formulación de
disposiciones legales sobre defensa y seguridad
particularmente en lo relacionado con inteligencia; 7)
Ejercer la dirección de los programas correspondientes
al área de su competencia; y 8) Formular los
requerimientos logísticos para su área funcional (art.
303 4.8).
El Capítulo 6 del Reglamento Orgánico de
la Armada R.G-1-007/1 trata los aspectos relativos a
los “Organismos dependientes del Estado Mayor General
de la Armada”. En lo que aquí interesa, de allí surge
que era responsabilidad del Servicio de Inteligencia
Naval (S.I.N.) asistir al Jefe de Inteligencia del
Estado Mayor General de la Armada (N-2) en asuntos de
inteligencia naval y ejecutar los programas
correspondientes y cumplir las tareas particulares de
inteligencia que a éste le hubieran sido asignadas;
también debía ejercer el control técnico-
administrativo del material fotográfico y
cinematográfico de las Centrales de Inteligencia y los
cargos de contrainteligencia de la Armada (art. 610).
Debemos destacar que el Servicio de
Inteligencia Naval de acuerdo a la definición antes
referida cumplía el rol de órgano operativo de la
Jefatura de Inteligencia (N-2) del Estado Mayor

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General de la Armada como lo demuestra claramente la
Estructura General de la Armada, agregada como anexo
en el Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1.
Continuando con el análisis, la Jefatura
de Operaciones (N-3), debía cumplir las tareas del
Estado Mayor General de la Armada en asuntos de
políticas del Comandante en Jefe, planeamiento
nacional, militar conjunto y naval, doctrina
estratégica naval y estratégica operacional,
desarrollo de los medios de la Armada y Prefectura
Naval Argentina, operaciones y asistir al Comando
General de la Armada en los asuntos de su competencia
(cfr. art. 304 1). En cuanto a las tareas particulares
del ámbito operacional –que es lo que aquí interesa–,
esta jefatura debía entender en los aspectos
operativos que se le asignen y en aquellos en que el
Comandante en Jefe de la Armada retenga o asuma su
conducción; asimismo, debía planear y/o supervisar y/o
conducir las citadas tareas operativas y dirigir el
funcionamiento de la Central de Operaciones del
Comandante en Jefe de la Armada (art. 304 4.4).
Finalmente, era responsabilidad de la
Jefatura de Logística (N-4), cumplir con las tareas
del Estado Mayor General de la Armada en asuntos de
logística, limitada en el área de personal a la
previsión y asignación de recursos económicos y
asistir al Comando General de la Armada en los temas
de su competencia (cfr. art. 305 1). Concretamente,
tenía a su cargo el desarrollo de los medios de la
Armada, determinación de los requerimientos logísticos
resultando del desarrollo de aquellos y en la
proyección de dichos requerimientos (art. 305 4.3).
Las funciones de la Jefatura de Aviación
Naval serán tratadas, en detalle, en el capítulo
“Vuelos de la Muerte”.
Y las de la Jefatura de Infantería de
Marina no revisten mayor importancia a los efectos de
este análisis, por lo cual no se profundizará en
ellas.

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Por el contrario, sí nos interesa


explicar cómo funciona un Estado Mayor y cuáles son
las funciones específicas de cada uno de los cuatro
campos de conducción antes mencionados, ya que a
partir de ello podremos explicar cómo funcionaba en el
plano operativo la organización militar que llevó
adelante la denominada “lucha contra la subversión”.
En otro orden de cuestiones, en un
segundo estamento de la cadena de mando de la
organización administrativa de la Armada Argentina se
encontraba el Comando de Operaciones Navales
(Reglamento Orgánico de la Armada R.G-1-007/1,
Capítulo 4).
La misión general que las
reglamentaciones asignaban a dicho comando era la de
planear, organizar y ejecutar las tareas de
adiestramiento operativo de las fuerzas de la Armada y
las operaciones navales para el control del área
marítima y fluvial de responsabilidad argentina (art.
401 1).
De las tareas particulares que se
encontraban bajo la responsabilidad del Comando de
Operaciones Navales se destacan la de ejercer el
comando de las fuerzas navales, aeronavales y de
infantería de marina; integrar la defensa de las bases
y establecimientos navales dentro del sistema
terrestre y aéreo nacional; formular el Plan Anual
Naval del Comando de Operaciones Navales y aprobar los
planes contribuyentes; realizar las actividades
emergentes de los planes respectivos; designar los
comandantes de las Fuerzas o Grupos de Tareas que
constituya, a efectos de la ejecución de las
operaciones navales y de adiestramiento; cumplir toda
otra tarea asignada a las fuerzas de la Armada en
virtud de leyes especiales o que por su naturaleza se
vinculen directa o indirectamente a la misma y que así
lo disponga el Comandante en Jefe de la Armada ( art.
401 4).

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Todo lo antedicho se corresponde con la
estructura administrativa de la Armada Argentina (“en
tiempos de paz”), seguidamente pasaremos a exponer
cómo se conformó a los fines de la “lucha contra la
subversión” la estructura operacional de la fuerza.
En primer lugar, debemos recordar que
para mediados de octubre de 1.975 se dictó la
Directiva n° 1/75 del Consejo de Defensa, en función
de esa disposición el Comandante en Jefe de la Armada
dictó la Directiva COAR n° 1/75.
Por su parte y, a su nivel, en la
estructura de comando, en el mes de noviembre de
1.975, el Comandante de Operaciones Navales dictó el
Plan de Capacidades (PLACINTARA) C.O.N. n° 1 “S”/75
contribuyente a la Directiva Antisubversiva COAR n°
1“S”/75 –ya citada–.
Dicho plan es el principal elemento de
prueba de carácter documental que nos permite
reconstruir cómo estaba conformada la cadena de
comando de la Armada a los fines del desarrollo de las
operaciones concretadas en el marco del plan de “lucha
contra la subversión”.
Bajo el título “Organización” se expone
cómo estaban conformadas las 11 Fuerzas de Tareas que
se pusieron en funcionamiento en el ámbito de la
Armada Argentina (pág. 2/6-20).
En lo que a este proceso interesa la
Escuela de Mecánica de la Armada integraba la Fuerza
de Tareas 3 (FUERTAR 3) “Agrupación Buenos Aires” cuyo
comandante era el Jefe de Operaciones (N-3) del Estado
Mayor General de la Armada (pág. 3-20).
A todo evento, integraban la FUERTAR 3 –
además de la ESMA– el Batallón de Seguridad de la Sede
del Comando General de la Armada; la Base Aeronaval de
Ezeiza; el Arsenal de Artillería de Marina Zárate; el
Apostadero Naval Buenos Aires; el Apostadero Naval San
Fernando; los Organismos y Dependencias con Asiento en
la Capital Federal y Gran Buenos Aires; la Escuela

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Nacional de Náutica y el Arsenal Naval Azopardo


(ibídem).
En el plan se expone un estudio de
“Situación” que, según las autoridades de la Armada,
imponían el dictado del plan que aquí estamos
analizando.
Así, se sostenía que: “nuestro país fue
convertido en activo campo de acción de la subversión
marxista por la ineficacia del gobierno, su
deshonestidad administrativa, la indisciplina laboral
y el envilecimiento de la economía. (…) Una total
incapacidad para fijar objetivos serios y alcanzables,
sirvieron para iniciar un acelerado proceso de
desintegración de la Nación, cuyo aparato estatal y
laboral mostraba dirigentes inmorales y de escaso
nivel intelectual, urgidos por ambiciones de todo
tipo” (pág. 6-20).
Y fijaba como metas a alcanzar las
siguientes: “1) Restituir los valores esenciales que
hacen el fundamento de la conducción del Estado,
particularmente el sentido de MORAL, IDONEIDAD Y
EFICIENCIA de la acción pública; 2) Sancionar a los
culpables de la corrupción administrativa, económica y
gremial; 3) Aniquilar la subversión y sus ideólogos;
[y] 4) Promover al desarrollo económico de la vida
nacional” (pág. 7-20).
Las “fuerzas enemigas” se encontraban
detalladas en el Anexo A “Inteligencia”. Allí se
sostiene que: “la década del ’70 se ha caracterizado
por el incremento de la ofensiva de la Unión Soviética
y sus aliados, tendiente a lograr la hegemonía
mundial” y, colocando bajo dicho signo ideológico a
quienes se pretendía combatir, se hacía referencia a
“Bandas de Delincuentes Subversivos” y a
“Organizaciones Políticas Marxistas” –que se
diferencian de las primeras solamente por no contar
con un aparato militar–.
Asimismo se identificaba la existencia
de la “acción subversiva” en los ámbitos político,

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gremial y educacional, sin descartar “cualquier otro
ámbito” (cfr. Anexo A “Inteligencia”, págs. 1 de 9, 5
de 9 y 7 de 9).
El PLACINTARA 75 establecía como
“Misión” la siguiente: “Operar ofensivamente contra la
subversión en el ámbito de la propia jurisdicción y
fuera de ella en apoyo de otras FF.AA., detectando y
aniquilando las organizaciones subversivas a fin de
contribuir a preservar el orden y la seguridad de los
bienes, de las personas y del Estado” (pág. 8-20). En
otro orden, para la “Ejecución” del plan se decía que
la Armada “ejecutará operaciones ofensivas,
preventivas y/o especiales contra el oponente
subversivo en zonas de responsabilidad naval o en
aquellas donde se ordene” (ibídem).
En términos de concepto de la operación,
se disponía, con precisión, cada una de las acciones
que debían desarrollar las 11 Fuerzas de Tareas (cfr.
pág. 8/13-20).
La FUERTAR 3 tenía ordenado la
realización de las siguientes: 3.1.1. Movilización.
3.1.2. Administración y control del Personal detenido.
3.1.3. Organización de la justicia Especial para las
Operaciones. (…) 3.2.1. Adoctrinamiento del personal
propio. 3.2.2. Captación de opinión pública externa.
3.2.3. Inteligencia sobre el oponente interno. 3.2.4.
Empleo de la propaganda y el rumor. 3.2.5.
Contrainfiltración. 3.2.6. Contrainformación. 3.2.7.
Contraespionaje. 3.2.8. Contrasabotaje. 3.2.9.
Contrasubversión. 3.2.10. Acciones secretas ofensivas.
3.3.1 Seguridad, Control y rechazo en instalaciones y
personal propios. 3.3.2. Protección de objetivos.
3.3.3. Apoyo al mantenimiento de los Servicios
Públicos esenciales. 3.3.4. Control de la población.
3.3.6. Bloqueo de puertos en zonas de interés. 3.3.7.
Vigilancia y seguridad de fronteras. 3.3.8. Apoyo
naval y aeronaval a operaciones terrestres. 3.3.10.
Respuestas a acciones sorpresivas del oponente
subversivo. 3.3.11. Represión. 3.3.12. Conquista y

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ocupación de zonas y objetivos. 3.3.13. Ataque


terrestre a las fuerzas regulares e irregulares del
oponente subversivo. 3.3.14. Control del Tránsito
Marítimo Fluvial, Aéreo y Terrestre en zonas (…).
3.4.1. Sostén logístico naval, aéreo naval, terrestre.
3.4.2. Transporte marítimo, aéreo, terrestre, naval y
fluvial. 3.4.3. Requisición (Anexo B “Concepto de la
Operación”, págs. 5/6 de 10).
También preveía el PLACINTARA
instrucciones de coordinación entre distintas Fuerzas
Armadas y entre las propias Fuerzas de Tareas. Sobre
las primeras se indicaba que: “las Fuerzas deberán
realizar los acuerdos necesarios a efectos del
cumplimiento de la misión, procurando el mejor
aprovechamiento de los medios disponibles. En todos
los casos se buscará que, sin desvirtuar las misiones
específicas y sin desarrollar nuevos medios, se
acuerde localmente el máximo de apoyo entre las
Fuerzas, compatible con su capacidad operacional, y
eventualmente, con la concurrencia de otros efectivos
procedentes de áreas donde no se aprecia necesaria su
intervención, a fin de materializar una efectiva
cooperación para el aniquilamiento del enemigo común”
(cfr. pág. 13-20).También se preveía expresamente el
intercambio de Oficiales de Enlace (ibídem). Se
determinaba que serían los Comandantes de las Fuerzas
de Tareas quienes realizarían, por sí o por intermedio
de representantes pertenecientes a sus fuerzas
subordinadas, los acuerdos que resulten necesarios con
los Comandantes de Subzonas, Áreas, Agrupaciones o
Unidades de Ejército o sus equivalentes de la Fuerza
Aérea” (pág. 13-20).
Respecto de la coordinación entre
Fuerzas de Tareas de la Armada, sus Comandantes
acordarían directamente en los niveles respectivos,
las operaciones de apoyo entre FUERTAR, debiendo
informar al Comando de Operaciones Navales de su
ejecución (pág. 14-20). Más adelante, se disponía que:
“[…] las actividades de las unidades y organismos que

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de acuerdo con el párrafo ORGANIZACIÓN tengan una
dependencia operativa distinta de la administrativa,
serán reguladas por coordinación directa entre la
autoridad administrativa de quien dependa la unidad o
el organismo y el Comandante de Fuerza de Tarea al que
este Plan le confiere la subordinación operativa”
(pág. 15-20).
Este sería el caso de la ESMA que, si
bien era una institución de formación –y, como tal,
dependía administrativamente de la Dirección de
Instrucción Naval, dependiente de la Dirección General
de Personal Naval (N-1)–, fue integrada a la FUERTAR 3
que, a su vez, se encontraba bajo las órdenes del
Comandante de Operaciones Navales.
También sobre este punto particular, se
había dispuesto que: “Las Escuelas y Centros de
incorporación continuarán dependiendo administrativa y
funcionalmente de sus organismos naturales hasta que
el Comando de la FUERTAR correspondiente, considere
necesario su empleo”.
“Se deberá tener presente que las
Escuelas continuarán con su actividad de formación,
utilizándose el personal de alumnos en caso de extrema
necesidad. Los liceos Navales no serán utilizados en
ningún caso” (pág. 16-20).
Un punto que se tornará relevante al
momento de analizar la responsabilidad de los acusados
es que los Comandantes de las Fuerzas de Tareas
estaban obligados a informar las novedades ocurridas
en las operaciones realizadas y los resultados
obtenidos (pág. 17-20).
Al finalizar el cuerpo central del
PLACINTARA se encuentra agregado el distribuidor, es
decir, la constancia de los órganos a los que sería
comunicada la directiva.
De allí pueden extraerse algunos datos:
hacia niveles superiores del Comando de Operaciones
Navales –que elaboró el plan–, se notificó al Estado
Mayor General de la Armada y al Comando en Jefe de la

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fuerza; hacia niveles subordinados, se notificó a las


11 Fuerzas de Tareas; y, en otro orden, se notificó al
Servicio de Inteligencia Naval; respecto de otras
Fuerzas sólo se notificó a los Comandos del Primer
Cuerpo y Quinto Cuerpo de Ejército –con asiento en
Buenos Aires y Bahía Blanca respectivamente– y al
Comando de Institutos Militares (a la postre Jefatura
de la Zona 4) –con asiento en Campo de Mayo– (pág. 20-
20).
La directiva que venimos analizando
contaba con 9 Anexos –dos de éstos ya fueron citados
más arriba-. Nos detendremos únicamente en los
aspectos que consideramos de importancia y que surgen
de ellos.
En el Anexo A “Inteligencia”, se
establecía un “Plan de recolección de la información”,
allí se preveían cuatro Elementos Esenciales de
Inteligencia (EEI) –en los ámbitos ya mencionados–,
que se basaban en todos los casos en la infiltración
de los siguientes sectores de la sociedad: 1) Ámbito
político: en partidos no marxistas de formación de
frentes, en los partidos de extrema izquierda y en los
elementos subversivos dentro del Gobierno; 2) Ámbito
gremial: en los sindicatos, activismo en fábricas,
huelgas y sus causas (manifestaciones de la aplicación
de técnicas de la insurrección de masas) y en los
elementos subversivos en la conducción gremial; 3)
Ámbito educacional: en los centros de estudiantes y en
los claustros de profesores, detección de programas y
técnicas ideológicamente tendenciosas y activismo
estudiantil en cualquiera de sus formas; y 4)
Cualquier otro ámbito: infiltración en organizaciones
e instituciones en general, marxistas conocidos que
ocupen cargos, frentes de acción psicológica
subversiva y hechos diversos que pueden ser atribuidos
a la subversión (Anexo A, pág. 7 de 9).
Debían elaborarse y elevarse informes
cuatrimestrales (30 de abril, 31 de agosto y 31 de
diciembre) al Comando de Operaciones Navales

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actualizando los indicios obtenidos sobre los
Elementos Esenciales de Inteligencia, con su copia
informativa a la Jefatura de Inteligencia (N-2) del
Estado Mayor General de la Armada. Los informes debían
abarcar, en el orden indicado, los siguientes
factores: 1) Político; 2) Socioeconómico; 3)
Psicosocial; 4) Gremial; 5) Educacional; 6) Religioso;
7) Insurreccional; y 8) Minorías chilenas.
También debía informarse cuando en
cualquiera de los factores ocurriera un hecho de
índole insurreccional. A su vez, la Jefatura de
Inteligencia (N-2) produciría y distribuiría los
informes periódicos de inteligencia sobre el marco
interno –nivel nacional– (Anexo A, págs. 7/8 de 9).
Como “Instrucciones Suplementarias”, se
establecía bajo el título “Comunidades Informativas”
que estarían “integradas por elementos de Inteligencia
de las FF. AA., Gendarmería Nacional, Prefectura Naval
Argentina, Policía Federal, Secretaría de Inteligencia
del Estado, Policías Provinciales, en los lugares que
establezca el Ejército o la Fuerza Armada que por
designación tendrán asignada la responsabilidad”
(Anexo A, pág. 8 de 9). Y en el mismo apartado, bajo
el título “Asesores de la Inteligencia” se disponía
que: “La Jefatura de Inteligencia Naval, sin perjuicio
del asesoramiento que debe al Señor Comandante en Jefe
de la Armada, acumulará la función de constituir el
órgano de inteligencia de la Fuerza de Tareas n° 3”
(ibídem).
En el Anexo B “Concepto de la operación”
se proyectaba que las acciones debían tender a:
“1.6.1. Obtener una clara información sobre los
elementos que integran el aparato político-
administrativo y sus elementos subversivos
clandestinos y abiertos. 1.6.2. Crear una situación de
inestabilidad permanente en las organizaciones
subversivas que permita restringir significativamente
su libertad de acción. 1.6.3. Aniquilar los elementos
constitutivos de las organizaciones subversivas a

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través de una presión constante sobre ellas. 1.6.4.


Eliminar y desalentar el apoyo que personas u
organizaciones de distintos tipos puedan brindar a la
subversión. 1.6.5 Incrementar el apoyo de la
publicación a las propias operaciones. 1.6.6.
Identificar a los integrantes de las fuerzas propias
en los propósitos de la lucha contra la subversión.
1.6.7. Aislar a la subversión de todo apoyo tanto de
tipo interno como externo” (Anexo B, págs. 2/3 de 10).
En este mismo anexo se explicitaban las
“Fases de las Operaciones”. La “FASE I” preveía la
realización de operaciones defensivas para asegurar
las instalaciones, material y personal de la
Institución y, también, acciones ofensivas para
destruir al oponente subversivo que ataque las
instalaciones navales, ya sea que se encuentre el
enemigo dentro o fuera de los límites de las propias
jurisdicciones. Esta fase sería de vigencia permanente
y entraba en ejecución con la puesta en vigor del
presente plan. La “FASE II” planeaba la ejecución de
operaciones ofensivas para destruir al oponente
subversivo que actué en las zonas de responsabilidad
naval o en la zona donde se ordenase (Anexo B, págs.
3/4 de 10).
Para el cumplimiento de las fases
operacionales las Fuerzas de Tareas debían tener:
“2.3.1. Fuerzas organizadas y adiestradas para
efectuar, cuando se ordene operaciones terrestres
ofensivas. […] 2.3.2. Fuerzas organizadas y
adiestradas para efectuar, cuando se ordene tareas de
seguridad. […] 2.4. El modo y la profundidad de las
acciones a desarrollar por cada Fuerza de Tarea será
función de la composición, capacidad y tareas
asignadas de la misma, de su posición geográfica, que
configura una situación y problemas zonales
particulares, de la presencia de unidades de Ejército
próximas y de la jurisdicción asignada o acordada. De
tal modo las acciones podrán variar desde las
permanentes de inteligencia y capacitación de las

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fuerzas propias, hasta las eventualmente necesarias en
una “zona caliente” en la propia jurisdicción y/o en
apoyo de la Fuerza de Ejército en jurisdicción de
esta” (Anexo B, pág. 4 de 10).
También se preveían las “Condiciones de
apresto de las Fuerzas”, con fundamento en que ellas
se encontraban en operaciones contra la subversión y
su apresto, parcial o total, debía ser considerado una
actitud permanente (Anexo B, pág. 6 de 10 y
siguientes).
Finalmente el anexo operacional preveía
la subordinación de la Prefectura Naval Argentina al
control operacional del Comando Militar de cada
jurisdicción; colocando bajo las órdenes del Comando
de la Fuerza Ejército vecino a aquellas unidades de la
Prefectura que no integrasen alguna de las Fuerzas de
Tareas establecidas en el PLACINTARA (cfr. Anexo B,
pág. 8 de 10). En este mismo apartado se reglamentaba
la subordinación de las Fuerzas Policiales y
Penitenciarias del siguiente modo: “La Fuerzas
Policiales y Penitenciarias que están dentro de la
jurisdicción territorial propia que surja de acuerdos
inter Fuerzas Armadas. 7.1. Las Policías Federal y
Provinciales quedarán bajo control operacional del
respectivo COFUERTAR, desde la puesta en vigor del
presente Plan. 7.2. La Autoridad Naval, con el
asesoramiento policial, formulará los requerimientos
de medios necesarios para la ejecución de cada
operación, los que deberán ser satisfechos con
carácter prioritario por la Autoridad Policial
pertinente. 7.3. (…) 7.4. Las fuerzas Policiales
afectadas a una operación permanecerán bajo control
directo de la Autoridad Naval durante el tiempo que
demande el cumplimiento de la misión, a cuyo término
se reintegrarán a su autoridad natural. (…)” (Anexo B,
págs. 9/10 de 10).
El Anexo C “Concepto de cada acción
prevista del área operaciones”, las definía
detalladamente. Las más relevantes a los fines de este

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estudio son el “Control de Población”, para lo cual


debían seguirse las reglamentaciones RC-8-3
“Operaciones contra la subversión urbana”, Sección II,
páginas 84/114 y RC-2-3 “Conducción de fuerzas
terrestres en una zona de emergencia”, Anexo 4.
Asimismo, como modalidad particular de esta acción
estratégica se preveía integrarla con “operaciones de
hostigamiento” (Anexo C, pág. 2 de 9).
Las “Operaciones de hostigamiento” se
encontraban reglamentadas en el Apéndice 3 al Anexo C.
El propósito de este tipo de acciones era el de
localizar e investigar las personas que participaban
en la subversión interna, el terrorismo y delitos
conexos o que tuvieran vinculación con ellos; y
localizar los reductos y el material utilizados por la
subversión (armamento, propaganda, documentos de
importancia). En función de los resultados, obtener
inteligencia. Y lograr, como mínimo, la obstrucción y
perturbación de las organizaciones de la subversión,
el terrorismo y demás hechos conexos (Anexo C,
Apéndice 3, pág. 1 de 8).
Luego de ello se establecían las normas
para la ejecución de las “operaciones de
hostigamiento”. Se preveía que en el factor sorpresa
radicaba gran parte del éxito de la operación; debían
tener conocimiento de ella la menor cantidad de
personas y poner en conocimiento de los participantes
con el mínimo preaviso; el movimiento de efectivos
debía ser discreto y la operación se cubriría con un
nombre CODIGO –al mismo tiempo– se ordenaría, según la
conveniencia, diseminar información sobre otra
distinta con fines de engaño (cfr. ibídem).
La inteligencia necesaria debía ser tan
completa que permitiera: “a) Seleccionar objetivos
(personas a detener, sitios a investigar, etc.). b)
Efectuar la operación sin que sea necesario un
reconocimiento previo (croquis del lugar, fotografías
de personas, datos correctos sobre domicilios, etc.).
c) Cuando el reconocimiento previo sea imprescindible

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se lo ejecutará tomando los recaudos necesarios para
evitar sospechas. [Y se agregaba:] Este aspecto
resulta esencial para que no se malogre la operación y
evitará que se produzcan efectos negativos en la
población” (Anexo C, Apéndice 3, pág. 2 de 8).
Debía regularse la hora de ejecución de
acuerdo con las circunstancias de cada caso, ya que
“la experiencia ha indicado como muy conveniente
iniciar la operación con las primeras luces y
finalizarla en el más breve lapso” (ibídem).
Se establecía al detalle cómo planear la
distribución de efectivos, sin perjuicio de que la
directiva sobre el punto era a título ilustrativo y no
limitativa. Así, la composición de las patrullas de
allanamiento dependería del tipo de objetivos
(extensión, configuración, peligrosidad de sus
habitantes). En situaciones normales se preveía su
integración con un Jefe de Patrulla: 1 Oficial; un 2°
Jefe de Patrulla: 1 hombre; una Fracción de Choque: 4
hombres; una Fracción de Seguridad: 8 hombres; y
Personal Policial o de Seguridad: 2 hombres (Anexo C,
Apéndice 3, págs. 2/3 de 8).
El transporte de los grupos operativos
debía realizarse en vehículos rápidos. Estaba reglada
la utilización de un megáfono y equipos
radioeléctricos de comunicaciones y, en otro orden,
hasta se establecía el armamento (por ej. granadas de
gases lacrimógenos y granadas de guerra). Y se
encontraba previsto que los efectivos para el cerco
del área a investigar: “Se ubicarán en los sitios
adecuados, patrullas para bloqueo de rutas. Bloqueo de
calles, control de vehículos y registro de documentos
de identidad” (Anexo C, Apéndice 3, pág. 3 de 8).
Incluso se encontraba prevista la
utilización de medios aéreos para exploración,
transporte de patrullas y seguimiento, siendo
conveniente la utilización de helicópteros, aviones
lentos y aptos para aterrizar en todo terreno (cfr.
ibídem).

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En el mismo Apéndice, que venimos


analizando, también se establecía que debían preverse
medios adecuados para las comunicaciones entre la
Central de Operaciones, las patrullas, móviles y
aeronaves (cfr. ídem).
A continuación, se encontraba
establecido el “procedimiento para el allanamiento”,
que transcribiremos con el mayor detalle posible en
virtud de ser suficientemente ilustrativo del modo de
operar:
“2.6.1. El procedimiento debe ser
efectuado por personal de la fuerza policial o de
seguridad, actuando el personal militar como apoyo.
(el subrayado nos pertenece)
“A tal efecto el Jefe de Patrulla
ubicará a su personal convenientemente para rodear el
objetivo estando en capacidad de batir por el fuego
puertas y ventanas a fin de evitar fugas.
“Efectuado el despliegue, se informará a
los habitantes de la casa (solo en algunos lugares y
circunstancias se aplicará el uso del megáfono):
“2.6.1.1. El procedimiento militar que
se está efectuando.
“2.6.1.2. Que se dará seguridad a los
habitantes de la misma si desalojan con las manos en
alto y por el frente de la vivienda.
“2.6.1.3. Que de no cumplirse con lo
ordenado se procederá al uso de las armas.
“2.6.1.4. Se estipulará un tiempo de
cumplimiento.
“En el caso que la orden sea acatada se
palpará de armas a las personas que se encuentren
mientras que la fracción de choque revisa el interior
de la vivienda junto con el personal policial. De no
ser acatada la orden se arrojará, en primera
instancia, una granada de gases lacrimógenos,
continuando con la intimidación de la misma manera
anterior.

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“En caso de que el agresor conteste con
armas de fuego se asaltará la vivienda utilizando los
procedimientos del combate en localidades.
“2.6.2. En la medida que se pueda se
interrogará a los vecinos para recoger y/o confirmar
la información.
“2.6.3. Se impedirán las aglomeraciones.
“2.6.4. Se impedirá, sin llegar a
emplear la fuerza, la presencia del periodismo y que
se tomen fotos, películas o TV.
“2.6.5. Se registrarán los datos de
otras personas que eventualmente se encuentren en el
domicilio, y si son sospechosas se las detendrá.
“2.6.6. Las mujeres serán separadas de
los hombres y se observará con las mismas las
consideraciones que impone su sexo.
“2.6.7. Se tomará debida nota de la
reacción psicológica del detenido al llegar la
Patrulla así como las proposiciones que le haya hecho
al Jefe de ésta.
“2.6.8. No se interrogará al detenido en
presencia de vecinos.
“2.6.9 Se asegurará la incomunicación
del detenido desde el mismo momento de su detención.
“2.6.10. LUGARES Y OBJETOS
PREFERENCIALES A REGISTRAR SIN QUE SE EXCLUYAN OTROS.
“-SE TENDRÁ EN CUENTA EL POSIBLE TENDIDO
DE TRAMPAS (BOMBAS CAZA-BOBOS).
“Sótanos. Detrás de cuadros. Debajo de
las alfombras. En los entretechos. Tapas de cloacas.
Desagües. Debajo de sillones y almohadones. Tarros en
la cocina con o sin contenido. Tachos de basura.
Dentro de tocadiscos y radios (pueden estar
simulados). Roperos. Bolsillos de ropas. Carteras.
Valijas. Bolsos.
“-Baldosas flojas en habitaciones,
pasillos como así también en patios, jardines y en los
alrededores de la vivienda.
“-Elementos de tocador de damas.

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“-En coches: Debajo de los asientos,


detrás del tablero, debajo del coche, ruedas de
auxilio, entretecho, etc.
“-En los huecos de los árboles próximos.
“-Cajones, dentro y debajo.
“-Debajo de mezclas varias, pilas de
baldosas, fardos, leña, etc.
“-Caja de herramientas. Bibliotecas.
Libros –entre las páginas de pseudo libros.
“-Bares: Paredes y pisos.
“-Dentro de colchones, almohadas,
almohadones, alfombras envueltas, cómodas, detrás de
espejos.
“-Uniformes.
“-Cualquier otro elemento que pueda
contener información en forma escrita, gráfica,
grabada o fotográfica.
“-Documentos de identidad varios (reales
o falsos).
“-Libros, diarios y publicaciones
comunistas y extremistas.
“2.6.11. PRUEBAS QUE DEBEN BUSCARSE.
“-Sellos de las organizaciones
subversivas (ERP, FAP, MONTONEROS, etc.).
“-Papeles de máquina –Libreta de
anotaciones y telefónicas, números de teléfonos en las
paredes, papeles colgados, etc.
“-Armas. Munición. Bombas, etc.
“-Pelucas, bigotes, anteojos recetados y
ahumados, material de desfigurar rostros.
“-Pinturas en aerosoles.
“-Cartas (correspondencia).
“-Carbónicos, almohadillas para sellos.
“-Block para cartas.
“-Guías telefónicas marcadas.
“-Correspondencia recibida.
“-Talonario libreta de cheques.
“-Fotografías, particularmente en grupos
(hombres y mujeres).

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“-Mapas, cartas, gráficos, esquicios,
planos con y sin anotaciones.
“2.6.12. (…)
“2.6.13. Se labrará en lugar el Acta de
Detención y Material Secuestrado que se especifica en
el Agregado 1 al Apéndice 1 al Anexo F.
“Toda vez que sea factible se
confeccionará también en el momento de la detención el
Informe Médico, según Agregado 2 al Apéndice 1 al
Anexo F., para lo cual se preverá la presencia de un
médico al efectuar el allanamiento.
“De no ser factible, dicho informe se
producirá en la primera oportunidad, en el lugar de
internación.
“2.6.14. (…)” (Anexo C, Apéndice 3,
págs. 4/7 de 8).
Para finalizar con las previsiones del
plan en orden a las “operaciones de hostigamiento”, se
determinaba bajo el título “Operaciones psicológicas”
que: “Para el éxito de la operación, es necesario
lograr el apoyo y no el rechazo de la población. A tal
efecto es importante emitir al iniciarse la misma,
comunicados por los medios disponibles explicando el
propósito y requiriendo comprensión por las molestias
que se puedan ocasionar. Asimismo al finalizar la
operación, se dará normalmente un nuevo comunicado
dando los resultados, personas detenidas, situación
procesal, y de ser conveniente, material secuestrado y
antecedentes de los inculpados” (Anexo C, Apéndice 3,
pág. 7 de 8).
En el Anexo D del PLACINTARA, titulado
“Jurisdicciones y Acuerdos”, se establecieron las
jurisdicciones de las tres Fuerzas Armadas y las de
las Fuerzas de Tareas. En lo que a nosotros nos
interesa, el Ejército tenía jurisdicción en todo el
territorio nacional, “excluidas las áreas asignadas a
la Armada y a la Fuerza Aérea” (Anexo D, pág. 1 de 5).
Al momento del dictado del PLACINTARA, a la Fuerza de
Tareas 3 se le otorgaba jurisdicción en los

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establecimientos, organismos y dependencias de la


Armada ubicados en Capital Federal y el Gran Buenos
Aires (Anexo D, pág. 3 de 5).
Seguidamente, se encuentra agregado el
Anexo F titulado “Personal”. Allí se preveía el
mantenimiento de los efectivos, el aumento de
efectivos de cada FUERTAR para la ejecución de la
acción militar, la redistribución de los efectivos
subordinados, la asignación de personal prescindible
de otra/s Fuerzas de Tareas y la convocatoria de
reservas que no necesiten de adiestramiento militar y
que puedan ser utilizados de inmediato para completar
las unidades (Anexo F, págs. 1/2 de 4).
Luego de ello, bajo el título de
“Disciplina, Ley y Orden” se establecía que: “Se
extremarán las medidas conducentes a mantener un
elevado nivel de disciplina, teniendo en cuenta las
características particulares de las operaciones
militares en el propio territorio y el enemigo a
enfrentar. [Y que:] Se tratará de obtener el máximo
apoyo de la población respetando la propiedad privada
en cuanto no interfiera el cumplimiento de la misión y
evitando las destrucciones innecesarias, el pillaje y
las depredaciones” (Anexo F, pág. 2 de 4).
Finalmente, bajo el acápite
“Mantenimiento de la moral” se disponía que: “Se
fortalecerá la convicción del personal sobre la
justicia de la causa nacional que se defiende,
teniendo en cuenta que el enemigo a enfrentar, por
constituir parte de la población, podrá afectar
seriamente el estado moral y el espiritual combativo,
a la vez que alterar emocionalmente al personal.
Asimismo se remarcará adecuadamente el amparo que en
todo momento brindan las Fuerzas Armadas a las
familias de los combatientes” (Anexo F, pág. 3 de 4).
Había un título específico que trataba
sobre la administración de los detenidos que se
complementaba con un Apéndice específico del Anexo F
“Personal”, que se tratará a continuación. En

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principio, los detenidos quedarían sometidos a las
normas legales vigentes y su administración y control
se efectuaría de acuerdo con las normas del Apéndice 1
(cfr. Anexo F, pág. 3 de 4).
El Apéndice que comentaremos aquí se
titulaba “Administración y Control del Personal
Detenido”, para lo cual debían tenerse en vistas los
siguientes objetivos:
“1.1.1. Controlarlo con la mayor
seguridad.
“1.1.2. Obtener del mismo la mayor
información.
“1.1.3. Reunir rápidamente las pruebas y
demás elementos de juicio que permitan o promuevan su
juzgamiento por tribunal competente” (Anexo F,
Apéndice 1, pág. 1 de 11).
Luego se aclaraba que, si bien las
actividades de inteligencia no estaban incluidas en el
área de responsabilidad de PERSONAL, los
procedimientos que se realizaban en la administración
del personal detenido debían facilitar dichas
actividades y cooperar con ellas propiciando la
intervención de personal idóneo para que las tomase a
su cargo. Y se aclaraba que, debía tenerse presente
que la investigación de personas imputadas y/o
sospechosas se limitaba a la necesidad de obtener
inteligencia (cfr. ibídem).
El procedimiento a seguir con los
detenidos preveía seis etapas: 1) detención; 2)
Traslado del o los detenidos al lugar que se utilice
para su guarda transitoria y para efectuar la
investigación militar hasta la entrega a disposición
del Tribunal Militar o Penal correspondiente; 3)
Internación y guarda; 4) Investigación militar; 5)
Clasificación de los detenidos y resolución sobre el
destino a darles; 6) Libertad de los detenidos y
remisión a la autoridad a disposición de la cual deben
quedar (cfr. Anexo F, Apéndice 1, pág. 2 de 11). Es
manifiesta la similitud de las etapas del

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procedimiento a seguir con los detenidos previstas en


el PLACINTARA, con las características generales del
plan de “lucha contra la subversión” conforme a las
conclusiones de la Cámara Federal al dictar sentencia
en la causa 13/84 –ya citadas– (Fallos 309:1689).
A continuación se reglamentaba con
detalle cada una de las etapas antes mencionadas.
En orden a la detención se establecía
que: 1) “La unidad que durante las operaciones
efectuadas detenga personas, procederá a desarmarlas y
registrarlas en busca de documentos u otros elementos
que pueden ser de interés para la investigación”; 2)
“La entrega de armas por los detenidos, no se hará en
conjunto sino que se identificará la que entrega cada
uno de ellos a efectos de facilitar las futuras
investigaciones sobre el uso de las mismas y sus
consecuencias”; 3) “En el momento de la detención se
labrará el acta cuyo modelo figura como Agregado n° 1
al presente Anexo, en la cantidad de ejemplares
necesarios para entregar el original a la autoridad
policial, de seguridad o militar correspondiente (Ver
ítem 2.8.8. del presente Anexo) y las copias que
disponga para su registro interno cada FUERTAR”; 4)
“En el curso de un procedimiento pueden ser detenidos
otras personas que no hayan sido señalados en forma
directa por la inteligencia, cuando no se identifiquen
debidamente ni comprueben domicilio cierto, cuando su
declaración o informes se consideren importantes y
urgentes para la investigación y se nieguen a
concurrir, o hubiera temor fundado de que se oculten,
fuguen o ausenten. La detención no podrá prolongarse
por más de 48 hs. limitándose al tiempo necesario para
recibir los informes o las declaraciones” (Anexo F,
Apéndice 1, págs. 2/3 de 11).
El traslado de los detenidos debía
realizarse hacia un lugar adecuado para efectuar la
Investigación Militar. Antes y durante el traslado
debían adoptarse las correspondientes medidas de
precaución, para impedir la evasión del o los

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detenidos y la comisión por éstos de actos que puedan
afectar la investigación. También estaba dispuesto que
se impediría en todo momento, “sin llegar a emplear la
fuerza”, la presencia del periodismo y que se tomen
fotografías, películas o TV.
Una vez practicado el traslado, la
internación y guarda de los detenidos se cumpliría en
el lugar fijado para su guarda, debiéndose observar
los siguientes recaudos:
“2.4.1. Permanecerán en jurisdicción
militar el tiempo mínimo necesario para la obtención
de inteligencia. Cumplido este propósito serán
transferidos a la autoridad encargada de su
juzgamiento.
“2.4.2. Los detenidos permanecerán
incomunicados mientras dure su internación. En el caso
en que esta se prolongue por alguna razón de fuerza
mayor y durante la misma intervenga juez competente,
se levantará la incomunicación cuando este lo
disponga.
“2.4.3. Cuando la operación sea
conducida por el EJÉRCITO, los detenidos serán
internados donde determine la autoridad
correspondiente a esta Fuerza. Cuando lo haga la
ARMADA el lugar será dispuesto por el comandante de la
FUERTAR que conduzca la operación.
“2.4.4. Si la situación aconseja no
concentrar a los detenidos en las comisarías ni en
jurisdicción militar de la zona urbana, para evitar
las aglomeraciones, se habilitarán locales en lugares
retirados que permitan el cumplimiento de la Etapa de
Investigación Militar.
“2.4.5. Se efectuará un examen médico de
los detenidos por intermedio del médico militar,
policial, municipal o particular más próximo, a fin de
dejar identificado el estado psicofísico los mismos,
certificación que deberá hacerse por escrito y bajo
firma según el modelo del Agregado n° 2 al presente
Apéndice. Se aprovechará este examen para efectuar un

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minucioso registro de los detenidos, con el objetivo


de evitar que guarden en su cuerpo elementos
probatorios o de otra especie que puedan afectar la
investigación.
“2.4.6. El personal policial levantará
un inventario detallado de los documentos y demás
efectos personales que el detenido lleve consigo,
otorgándole en todos los casos adecuados recibo por
tales objetos.
“2.4.7. Antes de alojar al detenido se
le retirarán aquellos objetos que puedan ser
utilizados por el mismo para atentar contra sí u
otros, cinturones, cordones, etc.
“2.4.8. El racionamiento del detenido,
será el del lugar militar en el que se lo interna,
salvo prescripción médica en contrario” (Anexo F,
Apéndice 1, págs. 3/4 de 11).
La investigación militar tendría por
objeto “efectuar la investigación al sólo efecto de
las necesidades operacionales y de inteligencia”. No
se admitía en la misma la intervención de defensores.
En el transcurso de la pesquisa debía evaluarse la
conveniencia de evacuar a los detenidos de la zona
hacia otro lugar de internación por el efecto negativo
que pudiera provocar sobre la opinión pública su
permanencia prolongada en la misma. En tal caso deberá
desplazarse con los detenidos el personal militar de
inteligencia y policial que intervino en la operación.
La etapa de investigación militar
comprendería los siguientes actos o momentos:
“2.5.1. El interrogatorio del detenido
por personal de Inteligencia.
“2.5.2. El análisis del material
capturado se hará a la mayor brevedad de modo de no
demorar su entrega a la autoridad militar, policial o
de seguridad correspondiente. Del personal de
inteligencia designado, se asignará por lo menos uno
para que efectúe el análisis del material y
documentación capturada, el que deberá obtener los

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datos y copias que sean de interés para inteligencia.
En caso de necesidad el material capturado para
proseguir las tareas de inteligencia con posterioridad
a su entrega al juez competente, se le requerirá a
este por oficio.
“2.5.3. Completamiento de la
identificación de los detenidos a través de sus
manifestaciones y de los documentos que se hubieren
encontrado en su poder.
“2.5.4. Registro dactiloscópico de ambas
manos por personal policial.
“2.5.5. Obtención de fotografías del detenido en
forma individual (medio cuerpo de frente y ambos
perfiles y cuerpo entero de frente) y con otros
integrantes detenidos del grupo actuante, como
consecuencia del mismo suceso.
“2.5.6. Registro y obtención de
fotografías de los elementos secuestrados al
efectuarse la detención (armas, explosivos, munición,
etc.)” (Anexo F, Apéndice 1, págs. 4/5 de 11).
De la investigación militar, surgiría la
clasificación de los detenidos y resolución sobre su
destino que podría ser:
“2.6.1. Cuando el delito o presunto
delito sea de competencia de la Justicia Penal se lo
pondrá a disposición de ésta.
“2.6.2. Cuando el delito o presunto
delito sea de competencia de la justicia militar, se
lo pondrá a disposición del Tribunal Militar
correspondiente. [Aquí se definen los únicos dos casos
en los que podía considerarse competencia de la
justicia militar].
“2.6.3. Cuando no existan pruebas pero
por antecedentes e inteligencia resultare conveniente
se requerirá sean puestos a disposición del Poder
Ejecutivo Nacional.
“2.6.4. Cuando resulte que no existió
causa que justifique su detención se los pondrá en
libertad” (Anexo F, Apéndice 1, pág. 6 de 11).

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En otro orden de cuestiones, se había


ordenado que los Comandantes de FF. TT., que
detuvieran personas a raíz de operaciones por ellas
desarrolladas, tenían que efectuar las
correspondientes comunicaciones al Comando de
Operaciones Navales de acuerdo a los cuatro niveles de
clasificación de detenidos antes indicados, esto es,
detenidos que deben ser puestos a disposición de la
Justicia Penal; detenidos que deben ser puestos a
disposición de un Tribunal Militar; detenidos que
deben ser puestos a disposición del P.E.N.; y
detenidos liberados. También se hallaban reglamentadas
las comunicaciones que debía efectuar el Comandante de
Operaciones Navales y, más puntualmente, cómo debían
tramitarse ante los Comandos de Cuerpo de Ejército
correspondientes los decretos que permitieran poner a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional al personal
detenido en el ámbito Naval. Por otra parte, debía
comunicarse al Comandante en Jefe de la Armada las
personas que fueron detenidas transitoriamente y
liberadas, cuando su importancia lo justifique (Anexo
F, Apéndice 1, págs. 6/8 de 11).
Cumplida la etapa de investigación
militar, si correspondiere, se procedería a la entrega
de los detenidos a la autoridad policial o de
seguridad pertinente con un sumario que incluiría una
relación de los hechos que motivaron la detención;
fotografías y/o croquis del lugar donde se produjo el
hecho; fotografías del o los detenidos; una lista con
la descripción clara y concisa de los documentos y
efectos personales de los detenidos que se les
hubieran retenido –firmada por los detenidos–;
relación del material secuestrado; un acta en la que
se dejaría constancia del estado físico de los
detenidos “a fin de delimitar la responsabilidad del
personal naval” y el original del acta de detención y
material secuestrado (Anexo F, Apéndice 1, págs. 8/9
de 11; el Agregado 1 a este apéndice es un “Modelo de
acta de detención y material secuestrado”).

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También estaban previstos procedimientos
en casos especiales, de detenidos que debieran seguir
tratamiento médico o padecieran alguna enfermedad;
cuando hubiera que “internar” a personas detenidas de
sexo femenino (las revisaciones serían realizadas por
personal femenino de confianza); o cuando el detenido
fuera menor de edad (debía darse aviso a los padres,
tutores o guardadores, quienes podrían ver al detenido
pero no comunicarse con él).
Bajo el mismo título se trataban los
casos de procedimientos realizados en los que
resultare la muerte de alguna persona no integrante de
la unidad naval interviniente, frente a lo cual se
procedería de la siguiente manera:
“3.4.1. Se fotografiará el cadáver y el
lugar del hecho con el mayor detalle posible.
“3.4.2. Se solicitará al COMANDO DE
OPERACIONES NAVALES la designación de un juez militar
a fin de deslindar las responsabilidades que pudiera
caber al personal militar actuante.
“3.4.3. Se pondrá el cadáver y las
fotografías a disposición del Juez Militar.
“3.3.4. De igual modo, en caso de que en
los procedimientos realizados resultare lesionada
alguna persona no integrante de la unidad naval, se
solicitará la designación de un Juez Militar a fin de
deslindar las responsabilidades que pudieran caber al
personal militar actuante […]” (Anexo F, Apéndice 1,
págs. 9/10 de 11).
Finalmente, de nuevo, se dedicaba un
apartado específico a las “Operaciones Psicológicas”,
que quedaría a criterio de los Comandantes de las
Fuerzas de Tareas según los hechos en cuestión y la
conveniencia de cada circunstancia, asimismo, la
difusión de esos hechos respondería a la planificación
de las operaciones psicológicas de apoyo. Por otra
parte, de acuerdo a la repercusión sobre la opinión
pública, los Comandantes de las Fuerzas de Tareas
propondrían las comunicaciones a efectuar por

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intermedio del Comando de Operaciones Navales y por el


Comando en Jefe de la Armada (Anexo F, Apéndice 1,
pág. 10 de 11).
En el Anexo G “Logística” se establecía
que debía primar el concepto de “Alistamiento de
Fuerzas” “para actuar ofensivamente en todas las
operaciones posibles, dado que en los probables
conflictos resultaría difícil identificar y evaluar
las reales capacidades del enemigo hasta que se
evidencien” (Anexo G, pág. 1 de 8). Los medios y
efectos logísticos con que contarían las Fuerzas de
Tareas eran los “actuales” y se preveía la forma de
incremento de los mismos, mediante transferencia entre
unidades, depósitos, almacenes, etc.; transferencia
entre las Fuerzas Armadas; adquisiciones;
contrataciones; y como medidas y procedimientos de
excepción se establecía un reglamento detallado para
llevar adelante requisiciones –que dado el carácter
excepcional que tenía la “movilización” debían ser
consideradas como “un recurso normal”– (cfr. ibídem).
Por último, corresponde simplemente
mencionar que el PLACINTARA seguía con un Anexo H
dedicado a las “Comunicaciones”.

3. La instalación de los centros


clandestinos de detención en el espacio operacional
del aparato de represión ilegal.
La decisión de instalar lugares
clandestinos para el sistemático alojamiento en
condiciones inhumanas de los cautivos y la aplicación
de tormentos con el fin de obtener información
rentable para seguir ejecutando el plan criminal, no
podía ser ejecutada sin que los distintos mandos del
aparato de represión tuviesen efectivo conocimiento de
esto.
Planificar y ejecutar de manera
permanente y masiva la represión criminal desatada
como sistema, y mantener en operaciones estos centros
clandestinos de detención y tortura, son actividades

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que sólo se explican racionalmente como la
consecuencia de una actuación coordinada de un
considerable número de sujetos, con distribuciones de
poder diagramadas e impartidas por los altos mandos
del aparato ilegal.
Una empresa criminal como ésta parece
exigir toda una serie de recursos materiales y
necesita contar con una infraestructura suficiente
para asegurar la eficacia del plan, su clandestinidad
y la consecuente impunidad de sus operadores.
Formar parte de un aparato de represión
ilegal como el que la dictadura militar, enquistó y
activó desde la estructura misma de las fuerzas
armadas de un estado cuyo poder usurpó, no parece que
se pueda concebir sin que sus operadores conozcan
efectivamente sus engranajes más salientes y
fundamentales.
Ese conocimiento debe tener la extensión
necesaria para abarcar a los objetivos más básicos del
plan criminal, y al rol asumido con mayor o menor
injerencia en los ámbitos decisorios o ejecutivos del
aparato, o en ambos según el caso.
El conocimiento sobre el plan y el fin
propuesto por quienes actúan mancomunadamente, y la
cohesión que exige participar de una actividad
planificada de esta magnitud, son ingredientes propios
de toda organización criminal con mayor o menor
vocación de permanencia.
En el caso de autos, esta cohesión se
vislumbra de un modo más nítido por la incidencia de
ciertos factores que no se pueden soslayar.
El aparato de represión ilegal se
estructuró dentro de las fuerzas armadas del estado y
se operó por responsables que ya detentaban funciones
militares en el gobierno constitucional derrocado.
Al pertenecer sus operadores a una
institución jerárquica y piramidal propia de toda
fuerza armada o de seguridad, caracterizadas por
firmes relaciones de mando y obediencia entre

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superiores y subordinados, estas condiciones se


reprodujeron en el aparato ilegal de represión.
Esta trasmisión de rasgos del quehacer
castrense al aparato organizado para la represión
ilegal, permite efectuar la siguiente conclusión.
Así como no parece posible desempeñarse
con éxito en una fuerza armada de un estado de derecho
sin conocerse mínimamente los fines más básicos de la
unidad o grupo operacional de pertenencia, tampoco es
razonable suponer que alguien pueda ejercer algún rol
de peso, dentro de un aparato de cuño militar
organizado para la ejecución de prácticas sistemáticas
de represión ilegal, sin saber y conocer cuál es la
misión y cuál es su rol asignado.
En suma si de cohesión se trata, la que
habría primado en la ejecución de los hechos de autos
se puede ubicar dentro de las más férreas o intensas,
con sólo reparar en esas características del plan
sistemático de represión ilegal a las que ya aludimos
más arriba.
La manifiesta ilegalidad y
clandestinidad del aparato de represión y la necesaria
comisión de graves crímenes contra la humanidad que su
ejecución en el tiempo implicaba necesariamente, llevó
a sus operadores a extremar el ocultamiento y
enmascaramiento de todo lo actuado, persiguiéndose con
ello obtener impunidad para sí y para terceros.
Ahora bien, la Excma. Cámara Federal en
su sentencia dictada en la Causa Nro. 13/84 efectuó
algunas consideraciones que, de alguna manera, se
inscriben en parte de los razonamientos efectuados
hasta aquí.
Cierto es que analizando exclusivamente
la responsabilidad de los imputados en ese proceso, se
afirmó allí que no es posible la instalación de
centros en dependencias militares o policiales, ni su
control por parte del personal de esas fuerzas por las
exigencias logísticas que ello supone, sin una

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decisión expresa de los comandantes en jefe. (Cfr.: el
Capítulo XX, apartados de esa sentencia).
Bien podría entonces sostenerse que la
operatividad o función del Casino de Oficiales de la
E.S.M.A. fue el resultado del actuar mancomunado y
coordinado de quienes, de una u otra manera,
ejercieron capacidad operacional y de mando sobre la
Escuela de Mecánica de la Armada.
Esto sin desmedro de cuanto se diga al
momento de analizar la responsabilidad del aquí
encausado.
Pero por más esfuerzos dirigidos por los
operadores de la represión dirigidos a eludir sus
responsabilidades inherentes al rol desplegado en el
aparato de represión ilegal, cabe una única
conclusión.
Que los hechos ya probados en la
órbita de la causa Nro. 13/84, y los acontecimientos
comprobados en este juicio, revelan sin duda alguna
que estos “lugares de reunión de detenidos” no fueron
otra cosa que los denominados, con toda propiedad,
Centros Clandestinos de Detención y Tortura, entre
ellos el que ha motivado la formación de la presente
causa.

4. La Escuela de Mecánica de la Armada


(ESMA).
a.- Ubicación y descripción edilicia.
La Escuela de Mecánica de la Armada
estaba ubicada en la Capital Federal (actual Ciudad
Autónoma de Buenos Aires), su predio se encontraba
comprendido entre la Avenida del Libertador al oeste,
las calles Comodoro Rivadavia y Leopoldo Lugones al
este y la calle Santiago Calzadilla al sur, al norte
lindaba con la escuela industrial Raggio (“Nunca Más”
–citado–, pág. 81).
El centro clandestino de detención que
allí operaba se encontraba emplazado en el Casino de
Oficiales de la unidad. La descripción del centro

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“ESMA” que contiene el informe CONADEP, es la


siguiente: “El Casino de Oficiales era el edificio
destinado al Grupo de Tareas 3.3.2 [en rigor, la
denominación correcta debe ser Grupo de Tareas 3.3 y
Unidad de Tareas 3.3.2]. Tenía tres pisos, un sótano y
un gran altillo. En estos dos últimos y en el tercer
piso estaban alojados los detenidos”.
El Casino de Oficiales, también,
funcionaba como el lugar de residencia de los
integrantes en servicio del Grupo de Tareas 3.3.2., y
centro de operaciones.
“[El] Sótano: Tenía un gran pasillo
central sostenido por columnas de hormigón [que los
integrantes del GT 3.3 denominaban “La Avenida de la
Felicidad”]. Entre estas columnas se colocaban
tabiques dando lugar a una gran puerta verde de
hierro, con guardia armada”.
“Los tabiques eran fáciles de desmontar.
Antes de la entrada al sótano propiamente dicho se
pasaba por una sala de armas donde había un equipo de
electricidad para caso de emergencia y varias
taquillas de armamento. Allí estaba el guardia armado
que recibía por intercomunicador la orden de abrir la
puerta. Al sótano se ingresaba por una escalera
descendente, que se veía al entrar al “Dorado” y
formaba parte de la escalera que comunicaba a todo el
edificio. La escalera tenía dos tramos”.
“A este lugar eran llevados los
detenidos recién ingresados, el primer paso en la
obtención de datos”.
“Al fondo del sótano, las piezas para
tortura n° 12, 13 y 14. A la derecha de la puerta
verde, estaban la enfermería, el dormitorio de los
guardias y junto a éstos el baño”.
“Siguiendo la línea de la enfermería, el
laboratorio fotográfico. Para la ventilación había
pequeños ventiluces que daban al patio, ubicados a 20
cm del nivel de la tierra”.

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“Esta distribución fue modificada en
octubre de 1977. La segunda versión duró hasta
diciembre de 1978, fecha en la cual fue nuevamente
modificada como preparación a la visita de la Comisión
de Derechos Humanos de la Organización de Estados
Americanos”.
“‘Dorado’: En la planta baja se
encontraban las dependencias donde funcionaban el
servicio de “Inteligencia” donde se realizaba la
planificación de las operaciones, el comedor de
oficiales, salón de conferencias y sala de reuniones.
“Primer y segundo piso: los dormitorios
de los oficiales, lugar al cual los detenidos no
tenían ningún acceso.
“‘Capucha’: Ocupaba el ala derecha de la
mansarda recubierta de pizarras grises del edificio.
Era un recinto en forma de ‘ele’, interrumpido de a
tramos por vigas de hierro pintadas de gris, que son
el esqueleto de la mansarda exterior. No tenía
ventanas, sólo pequeños ventiluces que deban a celdas
pequeñas denominadas ‘camarotes’. Construidas con
tabiques de mampostería cerradas con paneles de madera
aglomerada de 2 m de altura y una puerta con una
mirilla. Entre el fin de la madera y el techo había
tejido metálico. A mano derecha frente a las celdas de
60 ó 70 cm, tabiques de madera aglomerada en cada
espacio, un prisionero acostado sobre una colchoneta.
“No había luz natural, era escasa, se
utilizaban dos extractores de aire que producían mucho
ruido. El piso, de alisado de cemento, fue pintado
constantemente.
“Se accedía por una escalera y en el
último rellano del lado de la puerta de entrada se
encontraba un guardia armado con una mesa y un libro
donde anotaba todos los movimientos y comandaba la
apertura de la puerta.
“Los baños estaban ubicados entre la
‘Capucha’ y el ‘Pañol’ que ocupaba la mitad norte del
altillo. En ese lugar se encontraban también tres

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habitaciones, una de ellas destinada a las prisioneras


embarazadas.
“‘El pañol’: Era el depósito del
producto del saqueo de las viviendas de los
secuestrados. Se encontraba allí, hasta fines de 1977,
una cantidad impresionante de mobiliario, utensilios,
ropa, etc. En una parte de lo que fue el ‘Pañol’, el
ala más norte del altillo, fue construida a fines del
año 1977 lo que se denominó ‘La Pecera’.
“‘La Pecera’: Era una serie de pequeñas
oficinas, unidas por un pasillo central al que se
accedía por una puerta controlada por un guardia
munido de un registro de entradas y salidas. Allí
permanecían una parte del día algunos prisioneros.
Trasladaron desde el sótano el archivo de prensa y la
biblioteca. Un circuito cerrado de televisión permitía
desde las oficinas de la planta baja, tener bajo
control todos los movimientos.
“Desde el altillo se podía acceder a una
escalera situada enfrente de la puerta de entrada, a
un segundo altillo llamado ‘Capuchita’.
“‘Capuchita’: Era un lugar donde
originariamente estaba el tanque de agua que abastecía
todo el piso del Casino de Oficiales. Allí había dos
salas de tortura y un espacio donde se mantenía a los
prisioneros de la misma forma que en ‘Capucha’.
Constaba de unos 15 a 20 tabiques que separaban a los
secuestrados entre sí. Las condiciones de vida eran
peores que en Capucha.
“Este lugar fue utilizado por los
miembros del Servicio de Inteligencia Naval para
tortura y mantener a sus secuestrados separados de los
de la ESMA.
“‘Capuchita’ se prestaba a la Fuerza
Aérea, al Ejército y al SIN (Servicio de Inteligencia
Naval) para llevar sus detenidos allí. El piso era de
color rojo y tenía ventiluces siempre cerrados.
“En 1977 se habilitaron dos cuartos para
interrogatorios. También fue usado por el Grupo de

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Trabajo como anexo, cuando la Capucha se encontraba
abarrotada” (“Nunca Más” –citado–, págs. 81 y 83/84).
En el Informe de la Comisión Nacional
sobre la Desaparición de Personas –que venimos
citando– pueden consultarse imágenes del centro (pág.
79); el croquis del nivel tercer nivel (pág. 88); el
croquis de ubicación y planta baja del edificio (pág.
91) y los croquis de la planta sótano, último nivel y
tercer nivel (pág. 94). Por su parte, en una
publicación conjunta de diferentes organizaciones de
derechos humanos, elaborada sobre el testimonio de
tres mujeres liberadas de la ESMA, se pueden consultar
los planos del Casino de Oficiales, del “Dorado”, del
“Sótano” a octubre de 1.977 y del “Sótano” a diciembre
de 1.978 (“ESMA ‘Trasladados’ Testimonios de tres
liberadas”, Ed. Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares
de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, y
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Buenos Aires,
1.995, págs. 25, 29, 31 y 33, respectivamente).
En otro orden, sin perjuicio de que en
investigaciones posteriores se pueda haber llegado a
otras conclusiones, de acuerdo al fallo de la Cámara
Federal en la causa 13/84, en el ámbito de la Armada
funcionaron dos centros clandestinos de detención: la
Escuela de Mecánica de la Armada y la Base Naval Mar
del Plata (Fallos 309:192/196). Con
relación específica a la ESMA, el citado tribunal tuvo
por probado: “que dicho lugar funcionaba como centro
clandestino de detención y que las personas allí
alojadas eran custodiadas por personal de la Armada
Argentina” (ibídem).
Lo antedicho encuentra corroboración en
los testimonios de los sobrevivientes –que prestaron
declaración en el debate, y en los juicios anteriores,
a través de los registros fílmicos introducidos, o
cuyas deposiciones fueron incorporadas por lectura– y
que estuvieron privadas de su libertad en la ESMA.

b.- Grupo de Tareas 3.3.

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Ahora bien, pasando al análisis de las


cuestiones organizacionales de importancia, debe
tenerse en cuenta que la ESMA, durante los años del
Proceso de Reorganización Nacional, tuvo una doble
dependencia en el ámbito de la Armada: 1°) Como
Instituto de Formación, respondía a la Dirección de
Instrucción Naval; y ésta última se encontraba
subordinada administrativamente a la Jefatura N-1
(Dirección General del Personal Naval) del Estado
Mayor General de la Armada; 2°) Operativamente, se
encontraba subordinada al Comando de Operaciones
Navales; más concretamente, se encontraba a las
órdenes de la Fuerza de Tareas 3, a su vez subordinada
del C.O.N.; también el gráfico de la Estructura
General de la Armada –correspondiente a la edición
original de febrero de 1.975– que integra la
publicación R.G-1-007“C” “Reglamento Orgánico de la
Armada”; y Plan de Capacidades (PLACINTARA) n° 1
“S”/75).
Así lo explicaba Luis María Mendía –
Comandante de Operaciones Navales al momento de los
hechos– cuando prestó declaración informativa ante el
Juzgado de Instrucción Militar n° 4: “¿Cómo se inserta
la ESMA y el Grupo de Tareas que tenía su asiento allí
en la estructura global de la lucha contra la
subversión encarada por la Armada? El Comandante de la
F.T. 3 era el Jefe de Operaciones del Estado Mayor
General, sin perjuicio de sus funciones, y el
Comandante del G.T. 3.3 era el Director de la ESMA,
sin perjuicio de sus funciones como Director de un
organismo de formación de personal subalterno. Este
G.T. 3.3. tenía la misma misión y cumplía las mismas
tareas que los otros GG.TT. distribuidos en otras
áreas de responsabilidad. Todas las FF.TT. y GG.TT.
combatieron por igual al enemigo subversivo” (agregada
a fs. 1.966/1.974 de la causa n° 14.217/03).
Asimismo, conforme surge del Plan de
Capacidades (PLACINTARA) n° 1 “S”/75 –cuya versión
original fue elaborada precisamente por Luis María

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Mendía en su carácter de Comandante de Operaciones
Navales, podemos afirmar que la cadena de comando de
la Armada a la que se encontraba subordinada la ESMA,
en términos operativos, estaba conformada, de mayor a
menor, por: 1) el Comandante en Jefe de la Armada; 2)
el Comandante de Operaciones Navales; 3) el Comandante
de la Fuerza de Tareas 3; que era, a su vez, el Jefe
de Operaciones (N-3) del Estado Mayor General de la
Armada; y 4) el Comandante del Grupo de Tareas 3.3,
que era ejercido por el Director de la Escuela de
Mecánica de la Armada.
Ahora bien, el Tribunal no cuenta con
documentación precisa sobre la forma en que estaba
compuesto el G.T. 3.3. al momento de los hechos, pero
podemos suponer que esto es así porque no se ha tenido
acceso a los planes operativos elaborados por el
Comandante del Grupo de Tareas y Director de la ESMA
en los cuales, de existir, presumimos, que se habría
detallado la organización interna del grupo de tareas
y su misión. Además, debe tenerse en cuenta que esta
organización, de tipo operativo, era inorgánica y, por
lo tanto, en las reglamentaciones genéricas
(administrativas) de la Armada no hay ninguna
información al respecto.
Sin embargo, con los reparos del caso,
es posible acercarse a una reconstrucción de su
estructura a través de las manifestaciones de otros
imputados sometidos a juzgamiento por esta judicatura
y de los que dan cuentan los pronunciamientos dictados
en su consecuencia y que fueran agregados por lectura
al debate, confrontando las normas generales de
organización de la Armada Argentina y, en contraste
con ello, lo dicho por los testigos que resultaron
víctimas y depusieron en la presente causa, como así
también, aquellos declararon en los procesos a los que
se hizo referencia, que permanecieron privados de su
libertad en el ámbito de la ESMA. En la consideración
de estos elementos se ha podido interpretar la
organización del G.T. 3.3. con un grado de convicción

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suficiente como para atribuir responsabilidad al


acusado por su participación en los sucesos que
tuvieran como víctima a Hernán Abriata y que fueran
ventilados en el debate.
A continuación, pasaremos a exponer cómo
se encontraba organizada internamente la ESMA para el
desarrollo de las operaciones “antisubversivas”.
El entonces Comandante de Operaciones
Navales explicó que: “La ESMA, por estar físicamente
en el epicentro de la guerra, se constituyó en el
destino más amenazado ante esta situación, debiendo
compatibilizar una estructura básica administrativa
(la normal para su función principal de formar
aspirantes) con una estructura operativa en base a
grupos, unidades y elementos de tareas (para operar
contra la ofensiva terrorista). Operativamente
hablando y como lo marca la doctrina, la ESMA conformó
una base de operaciones/combate integrando elementos
de combate, de apoyo de combate y de apoyo logístico
bajo un Comando Único (un oficial superior de
jerarquía Almirante/Capitán de Navío). Para que los
que no son militares lo comprendan mejor, viene a ser
como si se tratara de un enorme pulpo con su cuerpo
principal y cerebro en un lugar relativamente seguro
(la base de operaciones/combate) –con capacidad de
comando, control, comunicaciones e inteligencia– sus
brazos libres y con capacidad de extenderse, para
realizar sus acciones (las unidades y elementos de
tareas). (…) En la ESMA, diariamente (durante las 24
horas) había: (i) un Jefe de Permanencia (Cap. de
Corbeta que durante las operaciones acompaña al
Director de la Escuela en la Central de Operaciones de
Combate –COC–); (ii) Oficiales (Tte. de Navío/Tte. de
Fragata); (iii) Comandantes de Guardia, Oficiales
(Tte. de Fragata/Tte. de Corbeta); (iv) Oficiales de
Patrulla; (v) Oficial de Guardia de Servicios
(normalmente a un contador); (vi) Grupos de Respuesta
Inmediata; (vii) Suboficiales Ayudantes de Guardia;
(viii) Suboficiales de Ronda; (ix) Suboficiales de

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Patrulla; (x) Cabos de Vigilancia; (xi) Cabos de
Cuarto; (xii) Cabos de Patrulla; (xiii) Suboficiales y
Cabos de Guardia de COC; (xiv) Centinelas y (xv)
Rondines. También integran esta base, los Oficiales y
Suboficiales responsables de las finanzas, de sanidad,
de proveer los materiales y elementos necesarios para
ejecutar las operaciones (equipos de comunicaciones,
armas, munición, vehículos, equipos especiales), los
Oficiales, Suboficiales y Civiles que realizaban las
reparaciones y el mantenimiento del material y el
personal que proporcionaba los servicios internos de
alojamiento y comida. (…) [L]a magnitud del enemigo
fue tan grande, que la capacidad de la ESMA se vio
superada debiéndose recurrir a refuerzos con personal
de la Armada y ajeno a la misma, como por ejemplo, el
personal rotativo del COOP proveniente del “Centro de
Instrucción y Adiestramiento de la Lucha Contra la
Subversión” (CIACS) montado en Puerto Belgrano al
efecto. Según creo recordar durante los primeros meses
de mi gestión como Comandante de Operaciones Navales
de la Armada Argentina, se adiestraron en ese lugar,
gran cantidad de oficiales y suboficiales que luego
fueron distribuidos por períodos de aproximadamente
dos meses, en los diferentes Grupos de Tareas que
poseía la Armada. En cuanto a la ESMA, aproximadamente
una vez cada dos meses, arriban oficiales y
suboficiales rotativos. También y dada su importancia,
la ESMA fue utilizada como base de apoyo por todas las
demás Fuerzas y Grupos de Tareas de la Armada y otras
Fuerzas, que operaban en la zona y oportunamente así
lo requirieron” (escrito de ampliación de indagatoria
presentado por el Vicealmirante (R) Luis María Mendía,
agregado a fs. 25.121/25.127 de la causa n°
14.217/03).
Por su parte, Manuel Jacinto García
Tallada, quien ejerció el Comando de la Fuerza de
Tareas 3, refirió que la ESMA era un instituto de
formación de personal subalterno, y que, con parte de
sus efectivos y estructura orgánica existente, se

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formó el G.T., donde prestaban servicios oficiales de


enlace de otras armas, de seguridad y policiales;
explicó que en la planta baja de la ESMA había un
lugar apropiado donde funcionaban los distintos
componentes del Grupo de Tareas, es decir,
operaciones, planes, inteligencia, etc., y en un sitio
anexo se efectuaba el interrogatorio de los
prisioneros (cfr. declaraciones indagatorias del
nombrado)(el subrayado nos pertenece).
Chamorro, en su declaración del 22 de
abril de 1.986, glosada en los autos principales dijo:
“El G.T. 3.3 estaba bajo mi comando, como tarea
independiente de mis funciones de Director de la ESMA
y se dividía en dos unidades: la Unidad de Tareas
3.3.1 y la Unidad de Tareas 3.3.2. El G.T. 3.3 efectuó
operaciones abiertas como encubiertas. Ambas unidades
de tareas estaban organizadas según la clásica
división de un Estado Mayor: Jefe de Estado Mayor,
personal, inteligencia, operaciones, logística y
comunicaciones”.
Así, podemos afirmar que, en todo el
período el Grupo de Tareas 3.3. estuvo dividido en –
por lo menos– dos Unidades de Tareas: la U.T. 3.3.1,
que cumplía con las operaciones que se podrían
denominar como de carácter defensivo (o preventivo),
esto es, patrullajes, seguridad de objetivos, control
de población, etc.; y la U.T. 3.3.2, que desarrollaba
las operaciones de carácter ofensivo, esto es, salir a
detener personas sospechosas de tener relaciones con
la “subversión” o las “organizaciones terroristas” y
procesar los casos.
Uno de los testigos que estuvo privado
de su libertad en la ESMA durante un considerable
período de tiempo confirmó lo antedicho: Carlos
Gregorio Lordkipanidse expresó que “el G.T. 3.3.1 era
el servicio de calle” (claramente, se estaba
refiriendo a la U.T. 3.3.1).
Además de esto, en un texto atribuido a
Rodolfo Walsh que circulaba clandestinamente en el mes

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de noviembre de 1.976 y se titulaba “Historia de la
guerra sucia en la Argentina”, el autor ponía de
resalto esta distinción entre las operaciones que
desarrollaba el G.T. 3.3., que aquí hemos diferenciado
entre ofensivas y defensivas (sin perjuicio de que el
nombrado incluía entre las ofensivas todas las tareas
que se realizaban fuera del predio de la Escuela).
Así, luego de describir cómo funcionaban
las guardias internas de la ESMA, expresaba lo
siguiente: “La Escuela de Mecánica realiza también
operaciones ofensivas, fuera de su asentamiento.
Algunas de ellas de uniforme, otras de civil, en
móviles no identificables con apoyo de las seccionales
39 y 45 de la Policía Federal.
“Por su ubicación en el límite entre la
Capital Federal y el Gran Buenos Aires, la Escuela
puede operar indistintamente a ambos lados de la
avenida General Paz, que divide ambas jurisdicciones.
“Esta división del territorio es
respetada por las patrullas uniformadas y los
controles de documentación y de vehículos en calles y
lugares públicos, pero no rige para las operaciones
especiales, enmascaradas.
“Las patrullas de uniforme se realizan
en camionetas verdes, sin inscripciones exteriores,
precedidas por un patrullero de la Policía Federal. Se
realizan dos o tres por día y su duración media es de
tres horas” (citado por Anguita, Eduardo y Caparrós,
Martín “La voluntad. Una historia de la militancia
revolucionaria en la Argentina”, Tomo 5 / 1976-1978,
Ed. Booket, Buenos Aires, –2ª edición– de julio de
2.007, págs. 284 y 285).
El 8 de julio de 1987, cuando la Cámara
Federal porteña tuvo que resolver sobre la eventual
aplicación de la ley de “obediencia debida” (Ley
23.521) en la causa n° 761 de su registro, reconoció
la referida distinción entre las tareas que
desarrollaban las unidades que componían el Grupo de
Tareas 3.3. Allí se dijo que: “corresponde hacer

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presente que los hechos incluidos en el objeto de este


proceso, como se ha manifestado ya con anterioridad en
los decretos de prisiones preventivas, son
exclusivamente algunos de los realizados por la Unidad
de Tareas 3.3.2., que actuaba autónomamente en el
ámbito jurisdiccional que se había reservado la Armada
para sí en sus propias unidades y no los efectuados
por el personal de la Unidad de Tareas 3.3.1. que
tenía dependencia operacional con la Subzona Capital
de la Zona de Defensa I” (fs. 4.965/4.969 de la causa
n° 14.217/03).
En definitiva, lo que se está refiriendo
allí sobre la Unidad de Tareas 3.3.1. se relaciona con
las operaciones de carácter defensivo que habían sido
asignadas a la ESMA en su carácter de Área 3A
subordinada a la Subzona Capital Federal, dependiente
del Comando de Zona 1, esto es, el Comando del Primer
Cuerpo de Ejército.

c.- Unidad de Tareas 3.3.2.


El caso traído a juicio por los
acusadores se corresponde con las actividades de la
Unidad de Tareas 3.3.2. Es decir, con las operaciones
de carácter ofensivo –las que Rodolfo Walsh
describiera como “operaciones especiales”-. Esa es la
organización que corresponde describir a continuación.
Como ya se ha dicho previamente, el
Comandante de la Unidad de Tareas 3.3.2. también tenía
su Estado Mayor, compuesto, por cuatro departamentos:
Personal (N-1), Inteligencia (N-2), Operaciones (N-3)
y Logística (N-4).
Por su parte, Jorge Enrique Perren dijo
que estuvo en funciones operativas antiterroristas
entre el 17/5/1976 y el 26/3/1977 y, en particular, a
partir de mediados de julio de 1976, su función era
Jefe de Operaciones de la Unidad de Tareas 3.3.2 del
Grupo de Tareas 3.3 (que implicaba toda la Escuela de
Mecánica).

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Afirmó que la Unidad de Tareas 3.3.2. de
la cual él era el Jefe de Operaciones, estaba al mando
del Capitán de Navío Jorge Vildoza, recién debajo de
éste se ubicaba Perren en el año 1976 con la jerarquía
de Teniente de Navío y a partir del 31 de diciembre de
ese año como Capitán de Corbeta (cfr. Copia de la
declaración indagatoria del nombrado ante el Juzgado
Nacional en lo Criminal y Correccional Federal n° 12,
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa n° 14.217/03, y
declaración indagatoria del nombrado que obra a fs.
18.965/87 de la misma causa).
Lo antedicho, encuentra corroboración –
al menos parcialmente– en los testimonios de una gran
cantidad de testigos que afirmaron en el debate y en
los antecedentes del Tribunal incorporados que la
grupo que actuaba en la ESMA (refiriéndose a la U.T.
3.3.2) estaba conformado por tres sectores:
inteligencia, operaciones y logística (cfr.
declaraciones de Miguel Ángel Lauletta; Mercedes
Carazo; Silvia Labayrú; Martín Tomás Gras; Ricardo
Héctor Coquet; Lidia Vieyra; Ana María Martí; Alberto
Girondo; Miriam Lewin; Andrés Ramón Castillo; María
Alicia Milia de Pirles; Graciela Beatriz Daleo; Carlos
Muñoz; Enrique Mario Fukman; Lázaro Jaime Gladstein y
Víctor Melchor Basterra; Lilia Victoria Pastoriza
confirma lo dicho sin referirlo expresamente; Alfredo
Buzzalino y Marta Remedios Álvarez ratifican la
actividad de dos departamentos –inteligencia y
operaciones–-entre otros-; finalmente, Carlos Alberto
García, Alfredo Ayala y Jaime Feliciano Dri –entre
otros-, confirman la existencia de un departamento de
logística).
A partir de esto se advierte que los
testigos, incluso en su situación de cautiverio,
pudieron dilucidar que había por lo menos tres tipos
de tareas diferenciadas en la actividad mancomunada
que desarrollaban los integrantes del grupo que
participó de su aprehensión y del procesamiento de sus
casos.

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Las actividades que se le pueden


atribuir al Departamento Operaciones (N-3), debemos
tener presente que Manuel Jacinto García Tallada
afirmó que el Comandante del Grupo de Tareas 3.3 y a
su vez Director de la ESMA, hacía una estricta
supervisión de todos los aspectos operacionales, del
planeamiento de cada una de las operaciones,
manteniéndose informado del desarrollo de ellas y
supervisaba los interrogatorios, en algunas
oportunidades esa supervisión se hacía por radio y, en
otras, directamente en el lugar del hecho; también,
una vez concluida la operación, participaba de la
reunión en la cual se hacía su evaluación.
En otro orden de cuestiones, pero
vinculado a los aspectos operacionales, destacó que
estaba previsto específicamente que el pedido de “área
libre” se tramitara ante el Ejército previo a cada
operación, y aclaró que su finalidad era evitar
interferencias y enfrentamientos con fuerzas propias
o, de ser necesario, solicitar apoyo.
Otro miembro de la unidad de tareas,
Perrén, que, como ya se ha dicho, fue jefe del
departamento que aquí estamos analizando, ratificó las
afirmaciones precedentes al exponer que el Director de
la ESMA –Chamorro– en los años 1976 y 1977 nunca tomó
un día franco, dado que al tener siempre gente en
operaciones concurría sin excepción a las reuniones
previas a cada operación donde se impartían
instrucciones y organizaban las mismas.
También explicó que el lugar asignado al
Departamento de Operaciones –y a la mini Central de
Comunicaciones que tenían– con los grupos que salían
al exterior de la ESMA, era el denominado oficialmente
“Salón Dorado”. Afirmó que en ese lugar, además de
guardar el armamento y chaleco antibalas individual de
cada oficial de operaciones, había un lugar con
pizarrones y mapas de la ciudad, sillas para sentarse
donde, previo a cada salida, todos sus integrantes
participaban de una reunión en la que se detallaba la

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operación, los miembros de “Montoneros” a capturar,
sus descripciones personales y otros datos de interés,
y la forma en que se ejecutaría el procedimiento. Esas
reuniones eran presididas por el Comandante del Grupo
de Tareas 3.3. junto con el Jefe de Operaciones o el
oficial a cargo en su eventual ausencia, agregó que el
Director de la Escuela hacía preguntas, eventualmente
sugería modificaciones y, finalmente, autorizaba su
ejecución; dijo que en casos de extrema premura esto
se hacía en forma expeditiva, pero lo descrito era lo
normal (cfr. declaración indagatoria del nombrado ante
el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal n° 12 en la causa n° 7.694/99, cuya copia fue
agregada a fs. 8.198/8.218 de la causa n° 14.217/03).
En otra oportunidad, Perrén afirmó que
su realidad cotidiana en el año 1976, como oficiales
que salían a combatir normalmente, sólo sabían que
iban a capturar a un “terrorista” de determinado
nombre de guerra y determinado grado de posible
peligrosidad, expuso que en algunas circunstancias el
objetivo era marcado en la calle, en citas callejeras,
por otro compañero de la organización detenido que,
normalmente, tampoco conocía sus datos filiatorios, ni
siquiera su domicilio particular (cfr. declaración
indagatoria del nombrado ante el Juzgado Nacional en
lo Criminal y Correccional Federal n° 12, obrante a
fs. 19.522/19.545 de la causa n° 14.217/03).
Néstor Omar Savio en el juicio de la
causa nro. 1270, que sus tareas dentro de la ESMA
estuvieron relacionadas con la logística y la
seguridad. Explicó que la primera está vinculada a la
provisión, almacenamiento y suministro de víveres,
combustibles, munición, materiales, mantenimiento y
provisión de equipo a las tropas durante las
operaciones, y que también incluye todos los aspectos
relacionados con la infraestructura (declaración
indagatoria del nombrado en ese debate, cuyo registro
fílmico fuera incorporado).

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A lo antedicho resta agregar,


sintéticamente, las expresiones vertidas por los
testigos en el debate por cuanto afirmaron –
reiteradamente– que la unidad operativa de la ESMA
estaba compuesta por un grupo de inteligencia, que se
dedicaba a interrogar a los detenidos y a proveer la
información para generar nuevos secuestros; un grupo
operativo, que alguno definió como “grupo de chupe”
(asimilando la detención –o más, precisamente, el
secuestro a la acción de “chupar” a una persona); y un
grupo logístico, que tenía a su cargo la provisión de
materiales o elementos necesarios para operar,
requisición de los bienes de los secuestrados y
reformas edilicias o de infraestructura o, como
refiriera algún testigo, la “administración” del grupo
(cfr. declaraciones de Alfredo Buzzalino; Marta
Remedios Álvarez; Miguel Ángel Lauletta; Mercedes
Carazo; Silvia Labayrú; Martín Tomás Gras; Ricardo
Héctor Coquet; Lidia Vieyra; Ana María Martí; Alberto
Girondo; Miriam Lewin; Andrés Ramón Castillo; María
Alicia Milia de Pirles; Lilia Victoria Pastoriza;
Alfredo Ayala; Graciela Beatriz Daleo; Carlos Alberto
García; Jaime Feliciano Dri; Carlos Muñoz; Enrique
Mario Fukman; Lázaro Jaime Gladstein y Víctor Melchor
Basterra; entre tantos).
El juez Fernando Canero, dijo:
Que adhiero sustancialmente a lo
expuesto por los distinguidos colegas en punto III.

IV.- EL HECHO
El Tribunal dijo:
1. Hechos que tuvieron como víctima a
Hernán Abriata (caso 115).
Hernán Abriata, de 24 años de edad, en
pareja con Mónica Dittmar, estudiante de arquitectura
en la UBA y militante de la Juventud Universitaria
Peronista, fue violentamente privado de su libertad
sin que se le exhiba orden judicial, aproximadamente a
las 3 de la madrugada del día 30 de octubre de 1976,

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en su domicilio ubicado en la Avenida Elcano 3235,
piso 3, departamento 39, de esta ciudad. Dicho
procedimiento fue llevado a cabo por un grupo de
personas armadas, vestidas de civil, pertenecientes al
Grupo de Tareas 3.3.2.
Luego, fue trasladado a una quinta y, a
fines del mes de noviembre –aproximadamente- de ese
mismo año, fue conducido a la ESMA. Allí estuvo
cautivo, encapuchado y engrillado, atormentado por las
pésimas condiciones de alimentación, higiene y
alojamiento. Además, fue torturado mediante aplicación
de picana eléctrica sobre su cuerpo. Al arribar al
centro clandestino se le asignó el número “002” por el
cual fue identificado durante su cautiverio.
Al día de la fecha, Hernán Abriata sigue
desaparecido.

2. Elementos probatorios.
En primer lugar, tendremos en cuenta que
el caso de Hernán Abriata ya ha sido tratado y tenido
por probado en la causa nº 1282, conocida como “Esma
Unificada”, y en la causa nº 1891, conocida como “ESMA
IV – Cabral”, ambas del registro de este Tribunal,
aunque con sentencia no firme aún, en ambos casos,
pero que han sido incorporadas a este juicio como
prueba documental.
En este juicio se han valorado
testimonios que acreditan las circunstancias de
tiempo, modo y lugar en que ocurrió su secuestro y los
tormentos padecidos. Así, contamos con el testimonio
de Mónica Dittmar -prestado en esta audiencia de
debate-, quien fuera su esposa al momento de los
hechos. Relató que en ese momento vivía con Hernán en
un departamento en Belgrano o Colegiales, en la calle
Elcano al 3200. Se habían casado en febrero y
alquilaban ese departamento. Dijo que era un
departamento chiquito, de dos ambientes, en un tercer
piso, y que tenía una entrada por un patio.

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Puntualizó que en la madrugada del 30 de


octubre de ese año, pasadas las 2:30 horas, estaban
durmiendo cuando sintieron que golpearon a la puerta y
alguien dijo "Soy papá. Hernán, soy papá". Hernán y la
testigo se levantaron y fueron a abrir la puerta, y en
ese momento entró directamente una persona brutalmente
y lo llevóa Hernán al otro ambiente. La dicente se
quedó ahí y detrás estaba Tito, el papá de Hernán,
quien estaba con los ojos vendados o con algo en los
ojos y esposado. A ella le pusieron algo en la cabeza
y la llevaron a una esquina del departamento.
Contó que pudo ver que detrás de esa
persona entró otro hombre más alto, con un arma, fusil
o algo y cartuchos en la cintura, un chaleco, una
boina roja, unos bigotes y una peluca. Dijo que era
como si estuvieran disfrazados prácticamente. Después
entró otro muchacho más jovencito, vestido de jean,
con una campera de jean, que circulaba, daba vueltas.
Después entró otra persona que empezó a meter en
bolsos las armas con miras, machetes y cosas de
campamentos que tenían en la casa, dado que Hernán y
su padre iban a cazar. Señaló que había otro hombre
más vestido con un ambo como si fuera enfermero, con
algo celeste, quien se llevó los bolsos. Indicó que
todo ello pasó en segundos o minutos, y que logró ver
eso antes de que la taparan.
Indicó que era una situación muy
amenazante, de mucho miedo, que nunca había sentido
tanto miedo, un miedo que le hacía transpirar las
manos y temblar todo el cuerpo. Agregó que sintió
golpes en la otra habitación, que daban vuelta la
cama, tiraban todo. Dijo que Hernán tenía un maletín
donde guardaba dos armas y libros donde estudiaba las
distancias que había que tomar para ver al jabalí.
Dieron vuelta la cama, sacaron todo eso y se lo
llevaron. Tiraron un tablero que tenían y una
biblioteca.
Señaló que escuchó a la persona que
estaba del otro lado decir "Sabemos que estás en la

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joda, sabemos que vos estás en la joda. Ya nos dijeron
en Arquitectura que vos estás en la joda". Dijo que
eso duró minutos, que no fue mucho. En ese momento
sacan a Hernán y la testigo lo ve pasar con este
hombre y le dice a Mónica "Bueno, esto es una cuestión
de rutina. Mañana van a tener información, mañana al
mediodía en Moreno...", y le mostró una credencial
plastificada donde había una foto de él y le dijo "Yo
soy inspector, inspector Mario Alfredo Sandoval, de
Coordinación Federal. Esto es una cuestión de rutina.
Mañana van a tener información" y que no se mueva. Le
devolvieron el reloj de Hernán y el encendedor que
tenía y le dijo "Para que después no digan que nos
llevamos las cosas, que nos roban". Le dijo que se
quede ahí por lo menos 20 minutos.
Contó que estaba paralizada, en una
sensación amenazante, de horror, de terror, totalmente
desorientada. También se lo llevaron a Tito. Luego de
esperar unos momentos, se fue a la casa donde vivían
los padres de Hernán, en la calle Superí, cerca de su
casa. Cuando llegó, se enteró que a Hernán lo habían
ido a buscar primero a esa casa. Allí estaba su
hermana, las hermanas de Hernán, Betty -la mamá de
Hernán- y Tito. Luego de preguntarse qué hacer, Tito
dijo que era todo una confusión y que al día siguiente
se iba a arreglar todo.
Mencionó que al día siguiente Tito fue
para la comisaría, que estaba a tres cuadras de la
casa, a ver qué había pasado con la comisaría porque
habían dicho que estaba cortada la calle y que había
patrulleros. Su hermana le contó que había unas
camionetas de la marina, que ella vio la sigla de la
Escuela de Mecánica de la Armada. Relató que en la
comisaría no querían tomar la declaración, e hicieron
un pedido de informes. Dijo que el 27 de noviembre de
1976 los citaron en Tribunales a Tito, Betty y la
testigo, y que Tito llevó el gamulán de Hernán porque
estaba esperanzado. Pensaron que iban a saber algo de
Hernán, que les iban a devolver a Hernán. Les tomaron

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declaración de todo lo que había sucedido en función


de los hechos, en qué circunstancias y que iban a
tener información, que les iban a avisar.
Contó que Tito tenía muchos contactos,
muchas relaciones. Dijo también que el tío de Hernán
era vicealmirante, y que tenía posibilidades de saber.
Relató que tenían una farmacia y que enfrente había
una cervecería, una confitería, y veían a dos tipos
sentados ahí, mirando para adentro de la farmacia,
porque estaba justo en la esquina, un ventanal.
Tuvieron varias situaciones ahí, de control de la
situación de la farmacia. Dijo que estaban amenazados.
Luego, a fines de noviembre, la paró un
guardia en la calle, casi entrando a la farmacia, en
Salguero y Cerviño, y le dijo que tenía una carta de
Hernán, que estaba con él y que le había tomado
cariño, que cocinaban juntos, en un lugar al aire
libre, que Hernán estaba bien, que le daba la carta,
que tuviera cuidado con lo que iba a decir, que le
contestara la carta, que él se la iba a entregar a
Hernán, y que además le diera unos medicamentos, una
lista, en un bolsito, y que no le dijera nada a nadie,
ni a la familia. Le dijo "Yo estoy en este auto", que
era un AMI 8, igual que el que tenían ellos, y le dijo
"Mirá, esta es mi mujer", quien estaba adelante, con
una hija atrás, "Si se enteran que yo te hago esto, yo
soy boleta" o "Yo desaparezco", "Estoy en peligro, así
que no digas nada". Luego fue al baño a leer la carta
de Hernán y le escribió una carta a él. Manifestó que
era una carta de Hernán, con su letra, porque Hernán
escribía con mayúsculas. Había partes que estaban
tachadas, y le decía que tenga cuidado, que él le
entregaba el corazón, que se lo cuide, que se lo iba a
pedir para vivir juntos. Preguntó por todos, dejó
saludos, hasta para el perro. Era una carta de dos
hojas. Decía que cocinaba en un lugar al aire libre.
Que la persona que le entregaba esto era una persona
que le había tomado cariño, o algo así. Y decía que no
dijera nada. Contó que le puso en un bolsito unos

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tranquilizantes, unas pastillas de Valium celestes,
que después en algún momento dos chicas fueron a
buscar a Hernán a la farmacia y una de ellas dijo
"Hernán nos dio unas pastillas que nos tranquilizaron,
que eran unas celestes". Recordó que Hernán le dijo
que tenga suerte en una entrega de la Facultad, porque
eran estudiantes de arquitectura y era la entrega de
Diseño V, la última. También manifestó que en esos
días de fines de noviembre o diciembre Hernán los
llamó por teléfono a la farmacia, un sábado al
mediodía, y ella atendió, y después habló con la mamá
en otro llamado, donde dijo que estaba todo bien con
él y que tengan cuidado.
Agregó que estaban muy esperanzados, y
creyeron que para las fiestas de ese año 1976, iba a
salir. Inclusive, contó que el tío de Hernán decía que
"No, esto se va a solucionar", que generalmente pasaba
por una cuestión de averiguaciones, que esta era una
cuestión interna, un error, una confusión; después,
que lo habían trasladado; después de que fuera
trasladado, lo habían mandado al sur; del sur lo
mandaban a otro lugar, y así fue sucesivamente varios
años que seguían con esperanza de que en algún momento
iban a saber algo más.
Agregó que en febrero de 1977 fueron dos
jóvenes a la farmacia, pasado el mediodía, y estaban
ella y Betty. Entraron y preguntaron por Hernán en la
caja, y Betty les dijo "No, Hernán está de viaje, está
en Córdoba con el papá", de manera de no decir
absolutamente nada que complicara la situación. Y ahí
fue cuando se presentaron Carlos Loza y Rodolfo
Picheni, quienes habían estado con Hernán. Ella se
quedó del lado del mostrador y Betty se fue con ellos
dos a conversar. Ahí tomaron noción de que Hernán
podría estar en la ESMA, pero tampoco tenían certeza.
Nunca tuvieron mucha certeza hasta la época de la
democracia, cuando empezaron a salir todos los cuerpos
y toda esa situación de que no iban a volver, de que
realmente esa situación había sido así. Dijo que el

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terror seguía porque, de hecho, esa sensación de


desaparición y de falta que les hacía Hernán seguía
presente hasta ahora.
A preguntas de la Dra. Obetko, la
testigo dijo que Hernán tenía 24 años al momento de
los hechos relatados y que militaba en la Juventud
Universitaria Peronista. También aclaró que al momento
en que ingresa el grupo de personas a su casa, creía
que la habían tapado con un pullover, y que la
esposaron. Que en un momento lo ve pasar a Sandoval y
la testigo ya no estaba tapada ni esposada, estuvo
parada frente a Sandoval. Lo vio de cara y luego miró
hacia abajo, y vio que tenía como botas o botines.
También manifestó que Sandoval fue el
que entró directamente con Tito. Cuando golpeó la
puerta Tito y le dijo "Papá" a Hernán, entró él y a
Tito lo ubicó al costado, justo en la esquina de la
habitación, y siguió de largo, lo llevó a Hernán a la
otra habitación. Y en esa habitación estaba este
Sandoval con Hernán, quien le dijo "Sabemos que estás
en la joda". Lo interrogó, lo golpeó, se escucharon
ruidos, se escucharon ruidos de la cama, ruidos cuando
sacaron los libros, tiraron todo. Fue totalmente
amenazante y bestial. Los otros dos que entraron
estaban detrás, un hombre alto que estaba como con el
arma haciendo demostraciones, con los cartuchos y
estaba dando vueltas, y el otro muchacho que era
delgadito, dando vueltas alrededor, se quedaron ahí.
El que era amenazante, en ese sentido, era Sandoval. Y
Sandoval fue el que salió con Hernán, y es quien
volvió y le mostró a la testigo la credencial y le
dijo que era una cuestión de rutina. Él estaba como al
mando de la situación.
Dijo que Sandoval, cuando le mostró la
credencial, le dijo "Inspector Sandoval, de
Coordinación Federal" y le dio la dirección inclusive.
Le dijo "Mañana van a tener información. Esto es en
Moreno mil cuatro". La testigo dijo que vio la
credencial.

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En cuanto al reconocimiento de Sandoval,
recordó que, al mes más o menos del secuestro, cuando
los citan en Tribunales y le preguntaron "¿Usted lo
reconocería?", la testigo y Tito dijeron "No, no
tenemos que decir nada. Absolutamente nada, de
reconocerlo o no reconocerlo". Explicó que estaban muy
amenazados, de que era una confusión, que iba a salir,
y no tenían que decir absolutamente nada. Repitió que
lo tuvo enfrente y lo vio. Expuso que en la situación
en la que estaba, de tanta amenaza y de tanto miedo,
pensó que era una persona autoritaria, pero mayor.
Dijo que lo veía en una situación muy amenazante y
siempre pensó que era una persona grande, que tendría
por lo menos diez años más que ella. Presentaron
varios hábeas corpus y dijo que era una persona mayor.
Después, explicó, el hecho de que lo haya visto con un
camperón, que era verde, le pareció una campera de
tipo militar, infladas, le pareció que era más
robusto, esa fue su sensación. La testigo explicó que
estaba descalza, que era más chica, y lo veía en esa
situación como más robusto, cabello muy corto, tipo
militar, hacia atrás, ya tenía como una entrada.
Agregó que no era más alto que ella, estando descalza,
y tenía las botas, botines tipo militar.
Manifestó la testigo que en las
declaraciones que hicieron siempre lo nombraron a
Sandoval porque, de hecho, se presentó también en la
casa de Superí con Tito, quien también lo declaró. Ahí
le mostró la credencial, que la vieron también su
hermana, y la hermana de Hernán. El nombre lo tenían,
y al mismo tiempo había otras personas que tenían
alias. Su hermana recordaba también otros alias de
otros que habían estado ahí presentes. Pero a lo largo
de los años supieron, por una nota periodística de
Página/12, que había un tal Sandoval, Mario Alfredo
Sandoval, que se había presentado en una situación
así, que era profesor en Francia. Pasado ya el año
2008 o 2010, Carlos Loza se puso en contacto con la
testigo –siempre tuvo contacto con Betty-. En marzo

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del año 2012, cuando les dicen que había un Sandoval


en Francia, la testigo lo buscó en Página/12, en esa
nota periodística, y estaba la foto de ese hombre, que
sí, era ese hombre. Ella lo había visto más robusto,
la cara más redonda, pero ahí se lo veía con un traje,
se lo veía en otra circunstancia, como si fuera
conferencista. Pero los rasgos y la fisonomía del
tipo, era ese Sandoval.
Aclaró Mónica Dittmar que si bien
originalmente no les habían tomado la denuncia en la
comisaría, posteriormente sí lo hicieron, y que se
formó una causa en el Ministerio del Interior también.
Los padres de Hernán presentaron hábeas corpus
también.
Manifestó que en un momento hicieron una
visita guiada en la ESMA con la Fiscalía. Se hizo una
visita donde se explicó todo el funcionamiento, todo
ese horror dentro de la ESMA, y al mismo tiempo estaba
Carlos Loza y otros sobrevivientes también. Estaban
varios familiares de Hernán, como las hermanas. Carlos
Loza iba contando "Bueno, acá estuve yo. Acá, acá",
"Acá se acostaba Hernán", "Yo lo tenía enfrente", "Acá
estaba la pared", "Lográbamos ver, cuando nos
corríamos la capucha, lograba ver con la Gillette qué
estaba del otro lado". Empezaron a tener noción del
espacio y del lugar en Capuchita. Y viendo con una luz
de celular, aparecieron otras inscripciones, y ahí
aparece "H.A. MÓNICA TE AMO". La testigo dijo que era
la letra de Hernán en mayúscula, como escribía él, no
podía dejar de reconocerlo.
Agregó que en enero de 1977 se fue a
vivir la casa de la calle Superí, que era propiedad de
su familia, donde también vivía la familia Abriata.
Explicó que ese inmueble era de su padre y cuando se
hizo la sucesión ella estaba casada con Hernán. Cuando
lo vendieron Hernán tenía que firmar, tenía que
asentir la venta, por lo que tuvieron que hacer el
trámite de la presunción de fallecimiento en el año
1986 y pudieron vender la casa. Recordó que el

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comprador fue un señor llamado Marcelo Gottifredi, un
abogado de Bahía Blanca. Hicieron un acuerdo y le
pidió que le dejara unos meses para poder sacar sus
cosas, no tenía dónde ir. Refirió que Gottifredi una
vez la llamó y le dijo "Bueno, quisiera saber que esta
es una casa que no tiene problemas, si no hay muertos
enterrados en el fondo". La testigo le dijo "¿Qué me
estás diciendo?". "Yo sé muy bien esta historia".
"Usted está comprando una casa, no está comprando una
historia", le dijo Mónica. Concluyó que Gottifredi
estaba al tanto de la situación.
Especificó la testigo que la credencial
que le exhibieron estaba plastificada, tenía una foto
y un sello. Era de color “beigecita” o “verdecita”.
Dittmar mencionó que al momento de los
hechos tenía 24 años de edad. A preguntas de una de
las querellas, la testigo detalló que el día del
operativo también se llevaron de su casa una campera,
una cartera y dos bolsos de cuero.
Mencionó que a su casa entraron, por lo
menos, cuatro personas. Uno era Sandoval, quien entró
y se fue a la otra habitación con Hernán; otro que
entró detrás, que era el más alto, que estaba con la
peluca, la boina roja, el chaleco, los cartuchos en la
cintura, como una resta de cintura con cartuchos y el
arma que se movía, como jugueteando; otro que estaba
vestido de jean, “rubiecito”, delgadito, con cara de
ángel, que estaba vestido de pantalón jean y camperita
de jean, que también revoloteaba alrededor; y
finalmente otro señor que se fue con los dos bolsos,
que era más grande, que estaba con el ambo celeste.
Agregó que había alguien que estaba afuera, porque la
entrada era por un patio, pero no la logró ver. Dijo
que después supo que al portero lo habían parado abajo
y estaba con otras personas que lo estaban teniendo en
el hall central de entrada al edificio. Y afuera había
alguna camioneta o algo.
Aclaró que no alcanzó a ver que Sandoval
haya estado armado.

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Mencionó que en la época de los hechos


tenían la presunción de que algunos compañeros de la
Facultad de Arquitectura podían estar detenidos en la
ESMA, porque el decano de esa Facultad, Corbacho, era
profesor en la ESMA, y había relaciones entre los
profesores de la ESMA con la Facultad de Arquitectura.
Dijo que tenían que entrar con las manos en alto y
mostrar la libreta universitaria, y que había otra
mesa donde revisaban. También había policías dentro de
la Facultad, y en los baños había policías que
revisaban las carteras y los bolsos. Dentro de la
Facultad había una intervención, como decía Corbacho,
que había ido a limpiar la Facultad de subversivos.
Refirió que Hernán había dejado de ir a la Facultad a
fines de 1975. Vio cómo otros compañeros también
habían dejado de ir a la Facultad, porque podían estar
en alguna lista. La testigo dijo que le faltaban dos
materias, y que iban con mucho miedo a la Facultad.
Refirió que tenían un compañero, que era muy cercano
también, que iba a veces a la farmacia, y que dejó de
ir. Agregó que tomaban algunos recaudos de seguridad,
como no contestar si alguien en la calle los paraba o,
seguir de largo. Después se enteró que en esa semana
de fines octubre, o noviembre, faltaron otros
compañeros de otros grupos que se encontraban también.
Y los conocían del centro de estudiantes.
También contó que el tío de Hernán, que
era vicealmirante, le aconsejaba al padre que no
dijera nada, que esperaran. Trataba en lo posible de
que pasara todo ese momento, esos meses, aunque seguía
investigando y haciendo todos sus contactos. Lo
conocía a Chamorro y a Rualdes. Rualdes había estado
en la casa de Superí, y vivía a la vuelta de esa casa.
Había sido compañero de Tito y conocido de San Martín,
de la familia. Tenían una relación cercana con esa
gente de la Marina y del Ejército. Pero el consejo
siempre fue que "No digan nada. Cuídense, porque esto
es una equivocación". Refirió que estuvieron años en
este silencio y al mismo tiempo de esperanza de saber

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algo de Hernán. Pero era una amenaza constante. Además
la presencia de un auto en la esquina y la presencia
de que la pararan en la calle. Dijo que cuando volvía
de la facultad daba una vuelta por las dudas antes de
entrar. Esa situación amenazante la vivieron mucho
tiempo.
A preguntas de la defensa, la testigo
relató que las dos chicas que se presentaron en la
farmacia le habían dicho que el lugar donde habían
estado con Hernán era un lugar donde había sol, donde
se podían duchar y donde escuchaban pajaritos. Dijo
que Hernán siempre daba la referencia de la farmacia
Firpo, en Salguero y Cerviño, "Vayan a avisarle a mi
familia". Por eso ellos tomaron la farmacia como un
lugar de encuentro, de saber algo. Estaban ahí como
atrincheradas prácticamente, con la mamá, las
hermanas, por si en algún momento tenían una noticia o
alguien se acercaba para decirles algo en la farmacia.
Pero no habían dado referencia de nada, y ellas
tampoco preguntaron mucho más.
Recordaba que le habían dicho que el
lugar donde estaba Hernán era en la provincia, pero no
sabían. Tampoco recordaba que le hayan dicho
directamente que habían estado en una "quinta". Sí
recordaba que le habían dicho que era un lugar donde
había sol, había pajaritos. Una sensación de que
tenían como movilidad para estar al sol, descansar.
Era una fantasía de que habían estado en un lugar de
vacaciones.
Manifestó que un sábado al mediodía fue
ella quien atendió el teléfono de la farmacia cuando
llamó Hernán. Explicó que cerraban al mediodía, que el
llamado habría sido a la una. No escuchó ruido
ambiente del lugar desde donde Hernán llamó, este solo
le dijo "Yo estoy bien. Estoy al aire libre", le
comentó eso del sol, que toma el sol, una sensación de
que no estaba encerrado. Dijo que hablaba
tranquilamente, como si estuviera en una situación
bien, porque ellas no tenían esa fantasía o sensación

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de que estaría sufriendo. Agregó que escucharlo fue


como muy aliviador, y decir que estén bien ellas y que
lo esperaran.
En cuanto a la credencial que le
exhibiera quien se presentó como Sandoval, refirió que
tenía una foto tipo carnet, debió haber sido de 4x4,
de frente, oscura. No pudo ver qué indumentaria
llevaba en esa foto. Mencionó que la fotografía de
Sandoval que salió en Página/12 se lo veía sentado,
con los brazos cruzados, de frente, sonriendo, era una
foto muy profesional, una foto de un conferencista, de
traje, en otra situación totalmente diferente. No era
una foto carnet.
Expresó que además de su declaración
prestada al mes del secuestro de Hernán, también
declaró en 1984 pero no sabía si era el mismo
expediente. Tampoco supo si Sandoval había declarado
en esa causa de 1976. Creía que su declaración de 1984
fue antela CONADEP.
Manifestó que su hermana tenía mucha
memoria respecto de los aspectos fisonómicos de las
personas que intervinieron en el operativo. Dijo que
esas personas estuvieron más tiempo en la casa de
Superí, donde se movían con mucha libertad dentro de
la casa. Su hermana le contó que estaba ahí cuando se
fueron con Tito al otro departamento, y que, quien los
estaba cuidando les empezó a contar que tenía un
perro, un boxer, igual que el que tenían ellos, de su
historia, que había que tener cuidado porque mataban a
los perros los subversivos. También le contó cómo
estaba vestido este hombre y el otro. Explicó que con
los años, por el tema de la memoria, iban apareciendo
otros datos, otros registros que en el momento uno no
los tenía por la conmoción, por el hecho tan
dramático. Pero después, con la memoria iban
apareciendo otras circunstancias que su hermana se
acordaba que en ese momento el “walkie talkie” le
decía al otro que estaba en el Maipú y algo. La
memoria era tan de ida y vuelta constantemente que los

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registros a veces se amplían, aparecen otras
referencias, otros datos, porque además se habían
documentado en función de saber quién era, cómo se
movía. Dijo que la memoria era bastante dinámica.
En cuanto a si la descripción fisonómica
de Sandoval coincidía entre los miembros de su
familia, la testigo expresó que a su hermana Claudia
le había dicho que Sandoval era robusto, pero su
hermana le decía "pero tenía una campera, un camperón,
de esos camperones inflados". Aclaró que ella lo vio
más. La testigo lo vio como que tenía puesto algo
encima más tipo militar. Su hermana le decía que en
general estaban todos de civil, que se movían de
civil, disfrazados.
Declaró que las otras personas que
fueron a su domicilio eran un joven que estaba de
jean, más joven que ellos por lo menos, de unos 21 o
22 años. Y había otro muchacho, el más alto, de más o
menos también “veintitantos”. El otro era mayor,
porque lo vio más canoso, era un hombre más grande, lo
daba como mucho más mayor que ellos, no era un joven.
Otros más no había.
Luego de que el Sr. Presidente le leyera
a la testigo un pasaje de su declaración prestada el
23 de abril de 1984, vinculado al lugar donde estaba
Hernán según le dijeron las dos chicas que fueron a la
farmacia, Dittmar manifestó que recordaba que le
habían dicho que Hernán estaba al aire libre, con sol,
en un lugar en contacto con la naturaleza, donde había
pajaritos. Dijo que podía ser que ellas hayan dicho
"quinta", y que ella haya dicho "Olivos". Supuso que
tampoco tendrían mucha noción de dónde estuvieron.
Aclaró que primero fueron Carlos Loza y Rodolfo, y
después fueron ellas, en febrero de 1977, en esa
época. Volvió a mencionar que estaban muy
atemorizadas, porque no tenían mucha noción tampoco de
qué les había pasado, eran muy jovencitas, creía que
eran más chicas que ella.

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Explicó que no escuchó apodos u otro


nombre distinto al de Sandoval. También le contaron
que en la otra casa le presentaron la credencial a
Tito, quien la pudo ver, e incluso lo declaró. Su
hermana también la vio, Juliana también la vio. Eso se
lo comentaron después, cuando ella dijo "No, fue de
Coordinación Federal. Fue alguien que mañana hay que
ir ahí", y tenía la dirección.
A preguntas de la presidencia del
Tribunal, la testigo manifestó que en ninguna de sus
declaraciones le preguntaron si la persona que
estuviera allí era Sandoval. Tenía entendido que a su
familia tampoco le hicieron esa pregunta. Agregó que
el tema de verlo en la sala y que este juicio sea
presencial era una necesidad de la familia y de verlo
presente, porque corroboraba que estuvo en su casa, y
ese era Sandoval.
Manifestó que durante el trámite de
extradición de Sandoval, Sophie Tonon les comentó que
tenía algunas fotografías de la época de Sandoval. Eso
fue 2019, 2018, cuando fue la última parte del pedido
de extradición, que vieron una foto carnet de esa
época, serían de 1973, como foto carnet de esa época.
Dijo que la foto era de la Policía Federal, y recordó
que estaba peinado al costado como un cadete, ella lo
recordaba con el pelo hacia atrás, en otra
circunstancia, pero tenía el aspecto muy de cadete de
Policía Federal. También dijo que recordaba el tema de
los ojos, la frente. Pero que el pelo era distinto.
Agregó que le había dado la sensación de que era la
misma persona que había visto como Sandoval, aunque
más delgado y más joven en la foto.
Declaró que el que se movía para
averiguar el paradero de Hernán era Tito, y supuso que
había ido a la Superintendencia de Seguridad Federal
en algún momento. Dijo que Tito tenía mucha relación,
ya sea con las instituciones, la Policía, Ejército y
Marina. Él se movía en esos ámbitos. Betty les decía a
ellos que no hicieran absolutamente ningún tipo de

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gestión ni trámite en función del tema de seguridad.
Inclusive Bettyiba a la plaza, iba a otras
instituciones, se presentaba en solicitadas. Decía que
"Con las madres no se van a meter". Y a ellas las
cuidó. Estaban como cuidadas y silenciadas.
A preguntas de la defensa, refirió que
le habían dicho que Sandoval escribía en un blog, que
estaba relacionado con temas de seguridad o de
economía, que asesoraba, que trabajaba con empresas,
entonces fue a ver si aparecía algo en las redes.
Recordó que se metió en esa época en Facebook para ver
si estaba el nombre de él, y vio un Sandoval con otras
mujeres, en otra relación. Pero eran fotos totalmente
diferentes.
No recordaba que personal policial se
haya presentado en su domicilio o en el de la calle
Superí luego del procedimiento, a fin de realizar
tareas investigativas. Le sonaba el apellido Busquet,
pero no recordaba a qué lo vinculaba, tal vez lo leyó
en alguna oportunidad.
A preguntas de la Dra. Palliotti,
Dittmar aclaró que querían tener presente a Sandoval
en el juicio. Que por "nosotros" se refería a la
familia Abriata. Fue una lucha de muchos años, ya 46
años. Los últimos 10 años de todo este proceso largo
de procedimientos judiciales, toda esta situación de
la extradición, había sido una constante. Constante en
el sentido de presentaciones, de cartas, embajadas,
cancillerías, allá, acá, tribunales, seguimientos, y
fue una constante. Y esta posibilidad de que sea
extraditado para ellos era un logro, un logro de la
justicia argentina y también de familiares,
organismos, cantidades de compañeros que estuvieron
luchando para que esto sea así. La mamá sobre todo
tenía esa esperanza de que sea juzgado en la
Argentina. La idea de verlo en un juzgado acá en la
Argentina. Porque en un momento había que viajar.
Ellos querían que sea juzgado acá en la Argentina, y
la mamá sobre todo. Inclusive para Betty verlo bajar

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del avión y estar acá en la Argentina, era como una


esperanza. Refirió que hoy ya tenía 95 años, estaba
grande, en el sentido de que tiene los recuerdos que
van y vienen, ya no tenía esta posibilidad. La familia
no le había comentado todas estas circunstancias que
habían vivido para no atemorizarla ni ponerla en una
situación. Dijo que ya llegaría un momento donde
podrían estar todos juntos.
Agregó que no lo estaba viendo a
Sandoval en ese momento, que lo había visto el otro
día cuando entró a la Sala. Que el hecho de que el
juicio sea virtual no los satisfacía, querían que
fuera presencial. Era importante estar en una sala,
sentir una situación de que había justicia, de que
finalmente había llegadola justicia, no era lo mismo
aunque estuvieran virtualmente en la pantalla, no era
tan reparador, por lo menos para las víctimas.
También declaró en el debate Juliana
Abriata, hermana de Hernán. Relató que en la madrugada
del 30 de octubre de 1976, aproximadamente a las 2:30
horas de la madrugada, los despertaron con una bomba
de estruendo, que llenó toda la casa de humo y rompió
los vidrios de casi toda la casa. Escucharon por un
megáfono o algún aparato así que les decían que
salieran de la casa porque si no iban a abrir fuego.
La testigo dormía en el mismo dormitorio que Claudia
Dittmar, y fueron las últimas casi en bajar. Claudia
estaba descalza, había muchos vidrios por todos lados,
así que salió con Claudia a upa y con la cartera, no
sabía por qué había agarrado la cartera. Explicó que
ni bien salieronles pusieron armas en la cabeza porque
era confusa su salida. Los mantuvieron en la vereda
contra la pared de la casa, más o menos alrededor de
una hora. Les tiraron abrigos en un momento por las
ventanas, porque era octubre, hacía frío, de
madrugada. Después les hicieron entrar, sentarse en
los sillones del living y a partir de ahí queda la
testigo, y todo sucede a sus espaldas. Subían las
escaleras, bajaban, hablaban, iban y veían, y su padre

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y la persona que manejaba todo el operativo estaban
frente a ella, que se encontraba sentada en la punta
del sillón. Enfrente de ella, en dos escalones más
alto, su padre esposado y una persona que hablaba con
él, que se identificó, era el responsable decía, que
eso era un operativo de la Policía Federal. Él se
identificó como subinspector Mario Sandoval. Aclaró
que pudo recordar el dato del nombre porque a partir
de ese momento y hasta que falleció su padre, el
nombre Mario Sandoval, "subinspector Mario Sandoval",
fue algo que siempre estuvo presente. Manifestó que no
fue que después de cinco años apareció el nombre. Esa
noche todos los que estaban alrededor sentados lo
vieron presentarse con una credencial y hablando con
su padre como el encargado del operativo.
Después de eso se llevaron a su papá a
la casa de Hernán, porque lo buscaban a él. Hernán no
vivía con ellos, sino en su domicilio con su esposa.
Ellos quedaron ahí en la casa, donde revolvieron todo,
les preguntaban dónde estaban los verdes, se llevaron
armas de caza que había. Dijo que demoraron una o dos
horas, no recordaba, hasta que volvieron con su padre.
Cuando estaban en la puerta esperando para entrar de
vuelta, en un momento uno dijo "Aquí Halcón, operativo
calle Superí. Negativo". Así es que salieron a la casa
de su hermano en la calle Elcano, con su padre. Cuando
volvieron con su padre, habrían estado una hora más
adentro de casa, le sacaron los micrófonos a los
teléfonos, les dijeron que no se movieran de la casa,
que no salieran por un par de horas más, que eso se
iba a aclarar, para el mediodía ya iban a tener
noticias de dónde estaba su hermano, de qué había
pasado. Ese mismo día su padre y Mónica, su cuñada,
fueron a hacer la denuncia en la comisaría, pero no se
la recibieron. A partir de ahí empezó todo el periplo
de su padre, principalmente su padre y su madre porque
tenían muchas relaciones amistosas con militares,
marinos y policías. Fueron a ver a cada uno. Su mamá
cursó la primaria con Roberto Rualdes, entonces fue

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directamente a hablar con él, por ejemplo. En todos


los casos les decían que no sabían nada, a no ser un
tío de la familia, primo hermano de su padre, Óscar
Abriata, que él en un momento le dijo que había estado
en un lugar donde estaba su hermano, que lo tuvo al
lado de la habitación, pero que él no podía hacer nada
por su hermano.
A preguntas de la Fiscalía, especificó
que las personas que llevaron adelante el operativo
estaban vestidas de civil, con ropas estrafalarias,
como alguien que imitaba a la forma de vestirse de
otro, como disfrazados de subversivos. Mezcla de
fajina con ropa. También dijo que estaban todos
armados, con fusiles, armas grandes. Recordó que
cuando salieron de la casa lo primero que vieron fue
que la casa estaba a oscuras, entonces vio una luz de
la calle que la iluminaba y había una camioneta color
clarito, la parte de atrás tapada con lona, un
patrullero en la esquina de Mendoza y creía que había
otro patrullero abajo del puente. Había patrulleros y
esas camionetas que eran de la Armada, eran las
clásicas de la Marina, que eran de un color clarito.
Todos estaban muy armados, se comunicaban con un
comunicador cuyo nombre desconocía. Dijo que se
escuchaba permanentemente que respondían, había un tal
Sérpico, y escuchaba que decían "Aquí ESMA" y
"Sérpico". También un tal Halcón dijo "Aquí Halcón,
operativo calle Superí. Negativo".
Manifestó que nadie le explicó el motivo
del operativo ni le exhibieron ninguna orden. Sandoval
exhibió la credencial, se identificó con una
credencial. Se la mostró a su padre. Ella estaba a
pocos metros y escuchó que dijo "Mario Sandoval,
inspector de Coordinación Federal". Sabía que tenía
otro nombre esa oficina, pero a ella le quedó
"Coordinación Federal", no sabía si se llamaba
diferente antes. También escuchó que había una
denuncia de la Facultad de Arquitectura, y que para el
mediodía se iba a aclarar.

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No les dijeron dónde debían realizar
consultas, solamente les indicaron que para el
mediodía iban a tener noticias.
Manifestó que la persona que se presentó
como Sandoval estaba delante de su padre, que era una
persona de estatura media, medio robusto, con cabello
con gomina, como se usaba en esa época, entonces los
pelos no eran naturales como ahora. Refirió que luego
del hecho solamente vio la foto de Sandoval en
Página/12. Dijo que en esa foto estaba muy cambiado,
porque era una persona más robusta, y verlo ahí
pelado, ya más envejecido, era diferente, habían
pasado más de 40 años, cambiaba mucho una persona.
Agregó que nunca pudo ver una foto de él de joven.
También dijo que de la casa de la calle
Superí, el día del operativo se llevaron armas,
dinero. Las armas estaban declaradas, y se denunció
que se las habían llevado, porque eran armas que
tenían legalmente, sabía que había una denuncia de
todas las armas que se llevaron. No pudieron recuperar
esas cosas.
Al momento del operativo, en su casa
estaban la testigo, su padre, su madre y los tres
hermanos de Mónica Dittmar.
En cuanto a las gestiones realizadas
para averiguar el paradero de Hernán, explicó que todo
lo que sabía se lo había relatado su madre, porque
ella se fue de casa ese día y después se fue a vivir a
Brasil. No participó de todos los trámites que se
hicieron. Sí supo por el relato de su madre cada uno
de los pasos que iban dando, cada trámite, los hábeas
corpus, de ir a hablar con la iglesia, de ir a hablar
con un militar. Todo lo que se hacía en ese momento
que no había democracia todavía y lo que se podía
hacer era muy poco. Era muy difícil encontrar algo.
Dijo que su tío, Óscar Abriata, lo
recordaba como capitán de navío, supo que después fue
ascendido. Era primo hermano de su padre. Ni bien pasó
todo eso, su padre lo llamó para ver si él podía hacer

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algo, pero no hizo nada, no averiguó nada. Un día


llegó y dijo "Estuve al lado de donde estaba Hernán,
pero no puedo hacer nada", como con una pared de por
medio había, pero él no podía hacer nada. A partir de
ahí nunca nada,no ayudó en nada, no averiguó nada.
Agregó que ella tenía 18 años al momento del hecho.
A preguntas de la defensa, indicó que no
pudo ver lo que estaba escrito en la credencial que
exhibió quien se presentó como Sandoval. La testigo
estaba escuchando la conversación de su padre con él,
y el relato de su padre a partir de ese instante, que
era una persona muy relacionada con la policía, así
que no se equivocaba. Agregó que para su padre era
fácil entender quién era esa persona en función de lo
que decía en la credencial.
En cuanto a la vestimenta de Sandoval,
recordó que estaba como si tuviera un chaleco, era
como robusto, pero no por la ropa. No sabía si era un
chaleco inflado o un chaleco de protección.
Creía que la primera denuncia que se
hizo por el operativo fue en el Ministerio del
Interior. Ella no participó en esos trámites, no
estuvo presente en ese momento. También dijo que
dentro de la casa no le taparon la cara a nadie ni le
impusieron medidas de sujeción, salvo a su padre a
quien esposaron, y pusieron un arma en la cabeza.
Aclaró que a su cuñada, Mónica Dittmar,
no la vio hasta 1986, cuando la testigo volvió de
vivir en el exterior. Manifestó que en aquella época
las víctimas de esos hechos no buscaban a los
responsables, motivo por el cual, no creía que su
madre haya ido a la policía a hacer averiguaciones.
Dijo que el chaleco de Sandoval era de
color oscuro, y su padre estaba vestido con ropa de
color claro. Agregó que además de Sandoval,
participaron entre siete y diez personas. Había gente
afuera de la casa y gente adentro de la casa, y aparte
la casa era muy grande y andaban por toda la casa
caminando. No pudo dar un número exacto. No escuchó

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otros nombres además de "Aquí Halcón" y "Sérpico". La
mayoría de ellos eran jóvenes.
Por otro lado, contamos con la
declaración testimonial brindada en este juicio por
Claudia Mariana Dittmar. Contó que el 30 de octubre,
alrededor de las 2 de la mañana, se escuchó una
explosión. Inmediatamente después, por un altoparlante
una voz exhortaba a los habitantes de la casa a salir
con las manos en alto. Juliana y la testigo fueron
las últimas en salir, y cuando lo estaban haciendo,
pudieron escuchar voces en la terraza. Se asomaron por
el vidrio que daba a la terraza y pudieron ver
soldados apostados en la escalera que iban hacia la
terraza. Bajaron y por las ventanas que daban al
jardín, vieron dos conos de luz barriendo el fondo.
Cuando lo hacían, se podían ver figuras de soldados
apostados a todo el perímetro de la medianera.
Volvieron a decir por el altoparlante que salieran
y así lo hicieron. Claudia estaba descalza, así que
Juliana la alzó,y al salir por el portón, donde
estaban todos los vidrios en el suelo, las apuntaron
con una pistola en la cabeza. Juliana la soltó y las
llevaron hasta la puerta, hasta la pared del vecino, y
les dijeron que se apoyen de manos y piernas abiertas.
Mientras estaban en esa situación, sus
hermanos estaban junto a ellas, Betty Abriata -la mamá
de Hernán- también, y Tito estaba flanqueado por dos
hombres. A ellas las apuntaban con armas largas, uno
que era bastante joven, tendría 20 años, rubio, y otro
un poco mayor. El resto entró a la casa y entonces
pudo ver que la calle Superí estaba cortada por varios
patrulleros y desviaban el tránsito por la calle
Mendoza. Del otro lado del puente también había otros
varios patrulleros cortando la calle Olazábal. Sobre
la vereda de enfrente había dos camionetas grandes
blancas con toldilla beige y una sigla en la puerta
que decía "ESMA". Una de las camionetas tenía la
ventanilla baja y se escuchaba por la radio que
estaban haciendo un procedimiento en la avenida Maipú.

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Dijo que estaba temblando mucho, estaba


descalza, semidesnuda, así que Betty pidió que les
tiraran ropa de abrigo. Se abrió la ventana de su
cuarto, que era la del medio, y les tiraron ropa y un
par de zapatos. Con la ventana abierta, pudieron
escuchar que estaban buscando a Hernán Abriata por una
denuncia de la Facultad de Arquitectura.
Posteriormente les hicieron entrar y sentarse en los
sillones del living. Mientras, arriba estaban
revolviendo todos los cuartos y se escuchaba que le
preguntaban al papá de Hernán por las armas y por los
verdes. En ese momento, bajaron llevándose dos
escopetas y cosas en algún bolso, y ahí pudo verlos.
Estaban vestidos todos de civil, algunos tenían
chaleco antibalas blanco, con gran cantidad de
municiones en los cinturones, todos tenían camisas y
vaqueros, y uno llevaba una boina roja. Se llamaban
entre sí con apodos, y recordó los apodos "Halcón",
"Serpico", "Luigi" y "Gordo". En ese momento dos
personas que se presentaron como policía flanquearon
al papá de Hernán, preguntando dónde estaba Hernán.
Tito les dijo que Hernán se había casado y que vivía a
10 cuadras; que los iba a llevar porque su hijo no
tenía nada que esconder; que él estaba a favor de los
militares; que habían participado con su primo, que
era de un alto rango de la Armada, en la Revolución
Libertadora, formando parte dela SIDE.
En ese momento la testigo pidió para ir
al baño, subió la escalera, y cuando bajó, uno de los
policías que flanqueaba a Tito se presentó como
Sandoval, mostrando su credencial. Justo pasaba por al
lado de ellos, y se la mostraron a ella directamente
también, donde pudo ver una credencial que decía
"Policía Federal", había una foto y estaba el apellido
Sandoval. Luego se volvió a sentar y cuatro de ellos
se fueron, quedando dos personas solas con ellas.
Tardaron más o menos entre 45 minutos y una hora en
volver. Mientras tanto, ellas hablaban con el que se
había quedado, que les preguntaba qué edad tenían y a

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qué se dedicaban. Luego volvieron, y Sandoval, que
dijo que estaba a cargo del operativo, dijo que no se
preocuparan, que Hernán iba a volver muy pronto porque
era una cuestión de rutina y que ya al día siguiente
iban a tener noticias. Posteriormente se fueron.
A los pocos días del secuestro, a través
de Tito, recibieron amenazas de su primo para que
Liliana y la testigo se fueran del país. Así lo
hicieron con Juliana, la enviaron a Brasil, y ellase
fue de su casa. Estuvo fuera de su casa desde los
primeros días de noviembre de 1976 hasta julio de
1977.
Contó que cuando se reunieron con Sophie
Tonon para hacer los trámites de extradición, les
mostró todos los archivos que había recopilado, y en
uno de ellos había como un contrato donde decía que
Sandoval le alquilaba a Juan Carlos Linares un
departamento,y el contrato estaba hecho por una
persona que se llamaba Marcelo Gottifredi. Al escuchar
ese apellido, Mónica y la testigo se sorprendieron
mucho, porque esa persona fue la que compró su casa.
En el momento que la vendieron, después de un año de
estar a la venta y no aparecer ningún comprador,
apareció esta persona. Mónica ya había sufrido varios
ataques de robo y el último fue con un hacha. Entonces
se vieron apresuradas a vender la casa como sea. Así
que este hombre apareció, compró la casa, y días
posteriores, cuando estaban haciendo la mudanza, este
hombre le dijo a Mónica si se iba a encontrar con
algún guerrillero enterrado en el jardín. Les llamó
mucho la atención, porque parecía estar relacionado.
Después, entre los documentos que tenía Sophie Tonon,
había fotos, de los cuales ahí pudo reconocer a Juan
Carlos Linares como el otro policía que flanqueaba al
papá de Hernán, y a Sandoval, que también estaba la
foto que les mostró Sophie Tonon y en donde lo pudo
reconocer. A todo esto, en el 2008 ya había visto la
noticia que había hecho Nora Veiras, donde hablaba
sobre "Churrasco" -Mario Alfredo Sandoval-, en el cual

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estaba la foto también; por supuesto, más avejentado,


pero muy parecido a la persona que ella recordaba.
A preguntas de la Fiscalía, respecto de
las gestiones realizadas por la familia de Hernán para
dar con su paradero, Claudia explicó que la mamá de
Hernán había sido compañera de escuela de Rualdes y le
pidió si podía llegar a saber algo a través de él,
pero le contestó que no podía hacer absolutamente nada
por Hernán. Lo mismo sucedió con Oscar Abriata, que
era primo de Tito y tío de Hernán, tampoco aportó
información.
Agregó que al momento de los hechos
tenía 17 años.
A preguntas de la defensa sobre los
apodos que mencionó, la testigo dijo que todos estaban
vestidos de civil, con camisas y vaqueros, menos los
soldados que estaban afuera, quienes vestían de
fajina. Parte de ellos con chalecos antibalas blancos.
Uno era rubio, con poderosos bigotes, el que estaba
con la boina roja. El que se quedó con ellos tenía
cara ovalada, ojos saltones, nariz grande, pelo largo,
peinado para atrás. Aclaró que no recordaba qué
características físicas se correspondían con cada
apodo que mencionó, pero recordó que el que tenía la
boina roja estaba muy excitado, muy exaltado, casi
hasta divertido. El que se quedó con ellos fue más
cordial, preguntaba qué hacían, qué estudiaban, a qué
se dedicaban, cuántos años tenían. Les relató un
episodio sobre su perra boxer. Dijo que Betty se enojó
mucho porque habían tirado una bomba en vez de entrar
como personas normales y pedir permiso. Ellos no se
identificaron. La única persona que se identificó con
nombre y apellido fue Sandoval.
Dijo que vio por fotos a Juan Carlos
Linares, a Mario Alfredo Sandoval, a Alfredo Astiz y a
Cavallo. Especificó que Alfredo Astiz era el que
estaba afuera apuntándoles con armas largas en el
momento en que los tenían parados contra la pared del
vecino; Juan Carlos Linares era medio gordito, estaba

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vestido de azul o de ropa oscura, probablemente
tuvieran chalecos también antibalas, pero de color
oscuro, porque parecían bien rellenitos, de pelo lacio
y peinado al costado, con raya al costado; Sandoval
tenía ropa oscura, probablemente también llevara
chaleco antibalas, pelo castaño, ojos almendrados,
nariz larga recta, y también peinado al costado. Había
también un señor que era un poco mayor, semi pelado,
con el pelo que tenía peinado hacia atrás. Y después
ese que se quedó con ellos, que tenía el pelo largo,
ondeado, y también peinado hacia atrás, de ojos
saltones, nariz grande y cara ovalada. Agregó que el
que tenía la boina roja era alto y de contextura
fuerte, lo mismo que el de pelo largo ondeado. Los que
flanqueaban a Tito eran más bajos, y Astiz parecía un
adolescente en esa época, era delgado y parecía muy
joven.
Mencionó que las personas que
flanqueaban a Tito eran Linares y Sandoval.
También dijo que tuvieron una reunión
con su hermana y Sophie Tonon en Argentina en el año
2012 para ponerlas en conocimiento para hacer los
trámites de extradición. Ella les mostró todo lo que
había recopilado sobre Sandoval y les mostró, entre
todas las cosas que había recopilado, el contrato de
alquiler que él había tenido con Linares, firmado por
Gottifredi. Les mostró varias fotos, no solamente de
Linares y de Sandoval, también les mostró fotos de
muchos de los genocidas que ahora estaban presos.
Aclaró que ella tuvo una sola reunión con Tonon.
Explicó que los hábeas corpus y todo ese
tipo de cosas las hicieron sobre todo los padres de
Hernán con Mónica, que era su esposa. La testigo era
muy chica, tenía 17 años, y por la amenaza que habían
recibido se fue de su casa, así que no participó de
ese tipo de cuestiones. Su hermana le contó que en la
denuncia del secuestro del Hernán habían aportado el
dato de Sandoval, porque fue el dato más claro que
tenían. Era una credencial con su foto, con su nombre,

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de la Policía Federal, así que eso estaba bien claro.


Recordó que la credencial tenía fondo claro con letras
oscuras, y en la foto Sandoval tenía pelo oscuro,
peinado al costado, ojos almendrados, nariz larga y
recta. Agregó que Sandoval tenía estatura mediana, al
igual que Lineras, y los otros eran más altos. Calculó
que Tito tenía 45 años al momento del secuestro. Tito
era más alto que Sandoval y Linares, era pelado, de
ojos celestes.
Agregó que eran como parte de su familia
y quevivían juntos en la casa de Superí, que era la
casa de su padre, que había fallecido un año antes, y
los Abriata fueron a vivir con ellos.
Explicó que no tuvo encuentros con otras
personas vinculadas al trámite de extradición, más
allá de Tonon. Sí tuvo encuentros con Carlos Loza,
calculó que fue en el año 2012 aproximadamente.
Rememoró que pocos años después de la
desaparición de Hernán, fueron a la farmacia, que era
un comercio que tenían en común con los Abriata, dos
mujeres diciendo que habían estado en la ESMA también
en el mismo momento en que había estado Hernán; que lo
habían visto ahí. No recordaba el nombre de esas
mujeres.
Manifestó que producto de las amenazas
que recibió se tuvo que ir de su casa, que fueron
muchos meses y ella era muy chica. En principio se
quedó en casa de amigos, de compañeros, de ex novios.
Fue una etapa muy dura. Tuvo que dejar la escuela a
raíz de la amenaza. Le faltaba solo un mes de clases y
perdió todo el año. Dijo que esa situación se mantuvo
desde los primeros días de noviembre hasta julio del
año siguiente, y que era una víctima más del
terrorismo de Estado de esos años.
Reiteró que la foto de la credencial que
exhibió quien se presentó como Sandoval era una foto
en blanco y negro, el pelo oscuro, la nariz larga y
recta, los ojos almendrados, bastante delgado, pero no
recordaba si estaba vestido de civil o con otra ropa.

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Dijo que ella iba bajando la escalera y en ese momento
quien se presentó como Sandoval dijo que pertenecía a
la Policía Federal y dijo el cargo, no recordaba si
era inspector o subinspector, o algo por el estilo.
Agregó que las fotos que le mostró Tonon en el año
2012 eran fotos de esa época, tipo carnet o de
credencial. También dijo que vio la foto de Página/12,
donde estaba Sandoval detrás de un escritorio con las
manos apoyadas, como dando cátedra; por supuesto, más
viejo.
Declaró también que a Sandoval no lo
llamaban por ningún apodo el día del operativo,que él
siempre se autotituló Sandoval. Los demás sí se
llamaban entre ellos con apodos, pero él no. Él se
presentó con nombre y apellido. A Linares lo apodaban
“Gordo”. Agregó que Sandoval se presentó ante Tito
como quien dirigía el operativo.
Tras la lectura de un pasaje de su
declaración prestada en el marco de la causa nro.
19.300, la testigo dijo que tenía entendido que esa
declaración era una transcripción. Explicó que allí
había dos descripciones, que no era la misma persona
de la que se estaba hablando. Una era la que tenía
pelo castaño y peinado con raya al costado, y otra era
medio pelado y estaba peinado para atrás. Eran dos
personas distintas. Refirió que Sandoval no necesitaba
alias porque él siempre se presentó con su apellido.
"Halcón" era otra persona. Dijo que a la persona que
se identificaba como “Halcón” no la volvió a ver.
Luego de la lectura de otro pasaje de
esa declaración, la testigo dijo que a ella le pareció
que la persona mayor era la que estaba a cargo, y
creyó que era “Halcón”. Pero el que legalizó con su
apellido fue Sandoval. Eran dos personas diferentes,
una era Halcón, otra era Sandoval, el que legalizó.
Finalmente, a partir de otra lectura de
un nuevo pasaje de esa declaración solicitado por la
defensa para marcar una contradicción, la testigo
manifestó que estaba muy en duda en cuanto a la

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transcripción de esa declaración en aquellos años. No


sabía cómo se hicieron y no tenía claro si era tal
cual lo que ella había dicho. Calculó que esa
declaración la había firmado.
También contamos con la declaración
prestada en debate por Carlos Muñoz, quien expuso que
el 21 de noviembre de 1978, alrededor de las once y
treinta o doce de la noche, mientras dormía en su
departamento de la calle 24 de Noviembre 214, en la
Ciudad de Buenos Aires, junto con su compañera de ese
momento, Ana María Malharro, y con su hijo, Carlos
José Muñoz, de 3 meses y medio, sintió que estaban
golpeando muy fuerte la puerta. Prendió la luz,
escuchó que gritaban "Abrí, somos la Policía", así que
se levantó, se dirigió hacia la puerta a través de un
pasillo, y cuando estaba llegando a la puerta, la
puerta de entrada se abrió, se cayó, la tiraron abajo
e ingresó una persona de cabello rubio, de contextura
joven, de contextura normal, que después reconoció
como el teniente de fragata Astiz. En ese momento
tuvieron como una especie de empujón, una cosa así. Él
sintió que le pusieron una escopeta en la frente, un
gordo, una persona gorda de pelo colorado, pelirrojo,
rubio pelirrojo, que después reconoció como el
teniente de fragata Cionchi, al que le decían "Gordo
Tomás", y un tercero que le ponía una pistola 9
milímetros en las costillas, de bigotes, morocho, al
que le decían "Fafá", y era un policía de apellido
Pitana, creía que era Claudio Pitana.
Detrás de esos tres había una cuarta
persona. Por supuesto que todo fue muy violento, le
pegaron con la culata de la escopeta atrás de la
oreja, se cayó, y le siguieron golpeando. Tenía la
imagen fundamentalmente de esas tres personas, y
después había un cuarto, que nunca había logrado
reconocer, por lo menos al principio, y creía que eso
formaba parte de su primera declaración pública en el
juicio a las Juntas en el año 1985. Esa cuarta persona
era joven, de tez blanca, de cabello corto, por lo que

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recordaba vestido también de civil, sin bigotes, al
cual no lo vio nunca más que en esa circunstancia, y
que mucho tiempo después, cuando se hizo público lo de
Sandoval, lo reconoció como esa cuarta persona que
ingresó al departamento, a su casa.
Explicó que el 11 de febrero del año
1979, comenzó a desarrollar tareas como mano de obra
esclava en el sótano de la ESMA. Era fotocromista, ese
era su oficio, y lo que se le pidió ese día fue hacer
los fotocromos para falsificar un pasaporte uruguayo.
Le dieron una hoja del pasaporte uruguayo y se le
pidió que haga los fotocromos en el sótano. Quien se
lo pidió fue Héctor Febres, al cual le decían "Selva",
y que era el responsable, por llamarlo de alguna
manera, de su caso, dentro de lo que era su secuestro.
Refirió en ese sentido que cada secuestrado en la ESMA
tenía un responsable, un responsable que era un
oficial de Inteligencia. En su caso era Héctor Febres,
al que le decían "Gordo Daniel" o "Selva", y él fue el
que le encomendó esa tarea.
Continuó diciendo que a partir de ahí
comenzó a trabajar como una mano de obra esclava en el
sótano de la ESMA, en el laboratorio fotomecánico,
haciendo documentos, documentos falsos para los
integrantes del Grupo de Tareas. En ese contexto, en
algún momento, sin lograr recordar si dos días o tres
días después, hablando específicamente de su secuestro
con Febres, el testigo le preguntó por esa cuarta
persona, qué pasó. A los otros tres, a Febres, a Fafá
y a Astiz los vio bastante, reiteradamente, en ese
tiempo en el sótano. Y Febres le dijo que ese era un
policía al cual tuvieron que dar de baja por los malos
tratos que les daba a los prisioneros. Se lo decía a
él la persona que le había picaneado durante casi 12
horas el primer día que llegó a la ESMA.
A preguntas de la Fiscalía, refirió que
el recuerdo que tenía de esa cuarta persona era que
había cumplido un rol absolutamente operativo. La casa
la dieron vuelta, revisaron todos los placares,

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sacaron toda la ropa, dándose cuenta después que le


robaron una filmadora y las pocas cosas de valor que
tenía. Recordaba que aquél había participado de esas
cosas, de lo que fue el saqueo de la casa, el
allanamiento, por llamarlo de alguna manera, de la
casa, y eso de revisar, patear, buscar.
Fundamentalmente eso, en los pocos recuerdos que tenía
de esa nefasta noche.
Dijo que no recordaba a qué dependencia
de la Policía Federal pertenecía el cuarto hombre que
ingresó a su domicilio. Agregó que supo que se trataba
de Sandoval específicamente a partir de una nota que
sacó el diario Página/12, donde en un momento se
publicó una foto de Sandoval, o de "Churrasco". A
partir de ahí fue el tema del reconocimiento, "Este es
el que estuvo en casa". Cuando vio esa foto tuvo la
sensación de que era la misma persona, mayor, pero la
misma persona, porque lo que él tenía como imagen era
de una persona joven, relativamente joven, no mucho
más grande que él, que en ese momento tenía 21 años.
Los otros miembros de la patota que llegaron a su casa
eran notablemente más grandes que él, quizás seis,
siete u ocho años más grandes. La sensación que tuvo
era que esta era una persona no mucho más grande que
él. Y cuando vi la foto, automáticamente asoció esa
foto a la cara que tenía en la cabeza de esta persona.
Explicó también que previo a ese
procedimiento, ya había estado detenido en
Superintendencia de Seguridad Federal, entre el 3 y el
15 de junio de 1976, 12 días. Primero lo llevaron
junto con otro compañero, Carlos Enrique Fidale. Los
secuestraron por la calle, caminando por la calle
Loria, entre Pavón y Garay,desde un taxi y otro auto
más, los subieron al taxi ese, los llevaron a la
Comisaría 20, en la calle Catamarca y Cochabamba. Y de
ahí, un rato después -no sabía cuánto- a Carlos le
dieron picana, a élle pegan en un baño, le dieron una
golpiza tremenda en un baño. Y después, alrededor de
algún tiempo -eso vendría a ser las ocho de la noche-

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los suben a un auto, les vendan los ojos y los llevan
a la Superintendencia de Seguridad, donde los torturan
y están 12 días. El testigo salió vivo de ese lugar
porque en ese momento el primo de su papá era el
quinto de la jerarquía de la Policía Federal, un
comisario mayor. Lo citó apenas nos agarraron y los
llevaron a la Comisaría 20. Lo primero que dijo fue
"Yo soy sobrino del comisario mayor Cavani", que en
realidad era primo de su papá. Ahí le pegaron
muchísimo, le dijeron "Hay muchos comisarios". Después
lo llevaron a la Superintendencia y supo por las
gestiones que después hizo su tío y que le contó, que
entre otras cosas estuvo reunido, junto con su padre,
con el que en ese momento era el jefe de la
Superintendencia de Seguridad Federal, que le dijo que
el testigo no estaba ahí pero que él iba a hacer todo
lo posible para que saliera en libertad, casi como
contradictoriamente, y así fue. Por otra parte,
refirió que a Carlos Enrique Fidale lo mataron a la
semana aproximadamente de estar secuestrados ahí.
A preguntas de la defensa, refirió que
estuvo en la ESMA desde el 21 de noviembre de 1978
hasta el 15 de febrero de 1980. Explicó que el 1° de
febrero de 1980, el que en ese momento era el jefe del
Grupo de Tareas, Abdala, el capitán de fragata de
Imperio, le dijo que se vaya a su casa. El testigo se
fue a la casa de su padre y le dio dos números de
teléfono para que llame a la ESMA durante una semana
seguida. Llamó tres días, y no llamó más, y a la
semana lo van a buscar de nuevo. Vuelve a la ESMA,
conoce al nuevo jefe del Grupo de Tareas, se llamaba
Lanzón y era un capitán de fragata. Eso fue un 15 de
febrero. Ese día, teóricamente, quedó definitivamente
en libertad. Mientras tanto, de ahí hasta 1983, tuvo
una libertad vigilada cada tanto. Se cruzó con algún
represor en algún lugar, o tal vez salía de su trabajo
y abajo en la puerta se encontraba con Donda o con
alguno de los represores.

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En cuanto a los documentos falsos que le


obligaban a hacer, mencionó que efectuaba una
infinidad de documentos, desde registros de conductor,
documentos nacionales de identidad, cédulas de
identidad de la Policía Federal, pasaportes,
pasaportes diplomáticos, el pasaporte uruguayo, todo
tipo de títulos, visas, la visa de Estados Unidos,
carnets de conductor, registros de conductor
internacional, credenciales de todas las fuerzas de la
Policía, del SIDE, de la Armada y del Ejército.
Explicó cómo era el procedimiento para
hacer eso, que se imprimía en el edificio Libertad, en
horarios nocturnos, y el material era absolutamente
propio. Se imprimían desde las tapas de los DNI, los
interiores. El testigo hacía exclusivamente los
fotocromos, pero las impresiones, que llevaban un
registro muy preciso, se hacían en el edificio
Libertad. Y todo esto era producción propia de la
Armada. En cuanto al destino de ese material, contó
que todos los integrantes del Grupo de Tareas usaban
documentación falsa. Todos los datos de esos
documentos partían de lo que ellos llamaban un sosías.
Para ello se publicaba un aviso en el diario Clarín
solicitando técnicos o ingenieros de la edad estimada
de los integrantes del Grupo de Tareas. Esos datos
llegaban a lo que antes era una casilla de correo y
después de que eran filtrados por la Policía Federal
para ver los antecedentes de quienes enviaban, sin
conocer a dónde iban a terminar sus datos, se pedía lo
que era una ampliación de datos. Y ahí le hacían poner
hasta el auto que tenían, la patente que tenían. Eso
se llamaba sosías. Entonces, había un archivo con
decenas de sosías, de gente que pensaba que estaba
buscando trabajo y en realidad su currículum terminaba
dentro del Grupo de Tareas.
Continuó relatando que sobre la base de
esos sosías que elegían los propios represores,
seleccionaban uno, se robaban un auto similar al que
tenía, le ponían la patente exactamente igual a la que

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tenía, y circulaban como una doble identidad de
alguien que existía.La única cosa que fallaba en todo
eso era que cuando los represores le hacían una multa
por pasar algún semáforo en rojo o por violar alguna
norma de tránsito, le llegaba al verdadero titular de
esa identidad. Dijo que se usaban porque además
existía el Centro Piloto París, que era un área dentro
de la Embajada Argentina en Francia, que lo que hacía
fundamentalmente era elaborar informes de inteligencia
sobre las denuncias que había por violaciones a los
derechos humanos en el exterior y además la
persecución de los exiliados. Para ese tipo de viajes,
para la gente que viajaba, se hacían los pasaportes y
los pasaportes diplomáticos. Por supuesto, con nombres
falsos.
Refirió que el golpe que recibió al
momento de su secuestro lo dejó mal. En un momento,
cuando cayó, perdió la conciencia, y después
restableció la conciencia, una conciencia medio
perdida pero con situaciones claras. Tenía imágenes
muy claras de su secuestro pese al golpe. Tenía la
imagen clara de, por ejemplo Astiz abriendo la
heladera de su casa, viniendo con una botella de
champagne y diciendo "Mirá, estos tipos tenían
champagne" y tomando un sorbo del pico. El testigo
estaba tirado en el piso y decían "Brindo porque este
hijo de puta no me mató". Esas cosas recordaba.
Agregó que quienes fueron a su casa se
mencionaban con el seudónimo. Que al que le decían
“Gordo Tomás”, con posterioridad cuando hacía los
documentos, pudo asociarlo con su nombre real. Y
además también lo asoció gracias a un compañero,
Víctor Basterra, quien, llegó a sacar las fotos de los
represores de adentro de la ESMA, y gracias a él,
muchos de los sobrevivientes que compartieron incluso
cautiverio con él, pudieron asociar nombres con caras.
Señaló que las personas que ingresaron a su domicilio
se presentaron como Policía Federal, pero no le
exhibieron ninguna credencial.

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En cuanto al momento en que Febres le


comentó lo que había sucedido con el cuarto hombre que
entró a su domicilio, refirió que mientras estuvo en
Capucha, que fue el período entre su secuestro y
cuando lo llevaron al sótano para empezar a falsificar
los documentos, para hacer los fotocromos del
pasaporte uruguayo, en ese intermedio, las únicas
veces que lo llevaban al sótano era para torturarlo o
interrogarlo. Así que antes del 11 de febrero no pudo
haber sido esa charla. A partir de ese día era
probable que él se lo haya preguntado, tuvo que haber
generado una mínima confianza, dos o tres días
después. En realidad, dos días después de que el
testigo empezó a falsificar documentos para los
represores, Ana, su compañera, se fue en libertad, así
que es probable que para esa fecha, para el 13 de
febrero, él se haya animado a preguntárselo a Febres,
al “Gordo Daniel”. Aclaró que Ana, su compañera,
también fue secuestrada el mismo día.
Dijo que asoció el nombre de Sandoval
con el apodo de “Churrasco” a partir de la foto en
Página/12 y su recuerdo del día del operativo en su
domicilio. No recordaba cuándo vio esa foto. Leyó esa
nota y después leyó varias notas más, pero a partir de
ahí se transformó también para él en un objeto de
lectura y de saber qué iba a pasar con esta persona. Y
a partir de ahí empezó a seguir, supo del pedido de
extradición y supo de esas cosas a partir de la
prensa. Señaló que no se reunió ni habló con ninguna
persona que estuviera siguiendo el trámite de
extradición.
A partir de la lectura que el Sr.
Presidente efectuara de un pasaje en una declaración
del testigo en Causa 13, dijo que no podía ratificar
que esa cuarta persona que ingresó a su domicilio
perteneciera a Superintendencia de Seguridad Federal.
Agregó que esa declaración era de 1985, a solo a cinco
años de haber quedado en libertad, por lo que
seguramente las cosas las tenía mucho más frescas que

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hoy. Dijo que ahora estaba hablando un montón de años
después de haber quedado en libertad, y que sería muy
audaz si ratificara lo que dijo, pero lo más lógico y
lo más certero es que lo que recordaba cinco años
después de haber estado secuestrado era mucho más
justo que lo que podía recordar hoy. Sobre todo, en un
tema tan finito.
Posteriormente, el Sr. Presidente dio
lectura a un pasaje de la declaración que el testigo
prestó en el debate de la causa “ESMA Unificada”, y el
testigo manifestó que no podía explicar porqué en
aquella oportunidad había referido que esa cuarta
persona que ingresó a su domicilio tenía bigotes y en
esta declaración no había hecho esa referencia. Asumió
que en aquella declaración se había equivocado y que
lo que hoy tenía en su cabeza, era un tipo sin
bigotes. En este momento lo planteó así porque
evidentemente lo vio así. Dijo que podría incluso, si
había una foto de la época, reconocerlo.
A preguntas de una de las querellas, el
testigo explicó que la documentación que falsificaban
adentro del Grupo de Tareas era fundamentalmente para
enmascarar operativos de secuestro. Que en su caso en
particular, quienes fueron a secuestrarlo a él, a su
esposa y a su hijo a casa, no les exhibieron
credenciales. Creyó importante destacar que a su hijo,
que tenía 3 meses y medio en ese momento, se lo
entregaron a un mayor del Ejército que vivía frente a
su domicilio. Él vivía en el piso 11, departamento
"A", y el Mayor del Ejército vivía en el piso 11,
departamento "C", se llamaba César Smirnoff. De ahí se
abrió una causa judicial por el tema del secuestro de
su hijo y el mayor tuvo que ir a declarar. Refirió que
en esa causa, donde este mayor del Ejército declaró,
dijo que quien se presentó, era el teniente de fragata
Astiz, y que, por la descripción y aparte porque era
el jefe del grupo operativo que lo secuestró, se
presentó como oficial de la Policía. Para eso exhibió
seguramente, frente a este mayor del Ejército,

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credenciales de la Policía que eran falsas y que


seguramente se habían hecho en el sótano del edificio
del Casino de Oficiales donde se falsificaban los
documentos.
Agregó que la foto que incorporaban a
los documentos falsos la sacaban en ese mismo sótano,
la foto de quien iba a usar ese documento falso. Por
lo menos en la etapa en la que él estuvo o en el
tiempo que estuvo, todos los documentos en los cuales
participó en su confección, ellos le sacaban la foto
al oficial de Inteligencia contra una pared. O sea que
esa foto la generaban ellos. Supo por comentarios y
por charlarlo con Víctor Basterra, que se habían hecho
pasaportes para Licio Gelli, que era un famoso mafioso
de la logia Propaganda Due, pero como Licio Gelli
nunca pasó por la ESMA, los pasaportes llegaron a él
de otra manera y la foto se la enviaron. O sea, ya
habían ido con la foto.Pero todos los demás, la foto
la elaboraban allí. Incluso dentro de lo que era la
sala de documentación del sótano del Casino de
Oficiales había uniformes y había diferentes
charreteras para marcar distintos grados de acuerdo a
la edad de cada persona que se hacía un documento
falso. Puntualizó que los datos personales que se
agregaban en las credenciales se obtenían mediante el
mecanismo de sosias que ya explicó. También destacó
que si los oficiales sugerían qué nombre o qué
apellido había que ponerle, por supuesto que ellos no
tenían ni la posibilidad de preguntar ni de
discutirlo. Pero podía ser que en algún caso se hayan
hecho credenciales por fuera de los nombres que
estaban en los sosias.
Por otro lado, contamos con la
declaración de Mercedes Cordero, quien declaró que fue
pareja de Sandoval durante un tiempo, que después no
lo vio más ni sabía de su vida desde hacía muchos
años.
A preguntas de la Fiscalía especificó
que la relación de pareja con Sandoval la tuvo en los

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años 1973 o 1974, pero no recordaba bien. Dijo que
Sandoval era más grande que ella, que se enamoró, que
quedó embarazada de él y no lo vio más. No convivían
en la misma casa. Dijo que creía que Sandoval
trabajaba en la Policía, pero no hablaban mucho, no
era una pareja muy formal, iba y venía, era una
persona excelente y nunca vio nada malo de él, no era
agresivo. Refirió que nunca lo acompañó a actividades
laborales porque ella también trabajaba. No recordaba
en qué área de la Policía trabajaba Sandoval porque
habían pasado ya muchos años.
A preguntas de la defensa, la testigo
manifestó que al momento de conocer a Sandoval, ella
trabajaba en un consultorio dentista. Dijo que su hija
nació en el año 1979. Y que durante la relación con
Sandoval se veían cada tanto.
A partir de la lectura que el Sr.
Presidente efectuó de un pasaje de una declaración
brindada por la testigo en la causa nro. 7988, quien
previamente aclaró que sufrió un ACV y que había cosas
que se acordaba y otras que no, pero iba a hacer todo
lo posible, porque estaba tranquila; Cordero dijo que
nunca se prestó a acompañarlo al trabajo, que no sabía
lo que hacía o no hacía Sandoval. Refirió que hoy
estaba diciendo la verdad, que nunca lo había visto
manejar un auto a Sandoval, que no sabía manejar.
A preguntas de la Fiscalía nuevamente,
la testigo dijo que alguna vez tuvo un pleito judicial
con Sandoval por su hija, porque Sandoval se la quería
llevar a estudiar a otro país, y un juez autorizaba la
salida del país de su hija. No recordaba haber
declarado ante el juez que autorizaba las salidas del
país de su hija. Agregó que Sandoval había sido una
excelente persona, y en parte la hizo recapacitar en
muchas cosas que ella no sabía, y no sabía cómo
explicar. Refirió que se enamoró mucho de ese hombre.
Luego la testigo reconoció como propia
una firma insertada en la declaración que se le leyó
previamente.

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A preguntas de la querella, la testigo


dijo no recordar en qué año tuvo el ACV. Toda la
documentación referida ese episodio debería estar en
el hospital donde se atendió. Agregó que al momento de
los hechos, cuando estuvo en pareja con Sandoval,
estaba sola, no tenía familiares que la acompañasen.
Volvió a explicar, a preguntas de una de
las querellas y del Sr. Presidente, que la relación
que tuvo con Sandoval no era constante, que no había
convivencia. Salían a bailar o iban a tomar algo con
sus amigas en conjunto. Refirió que en el mes de junio
de 1985 no viajó a Europa con su hija.
Manifestó que sabía que Sandoval
estudiaba, ciencia política o algo así. Sabía que
trabajaba pero no sabía a qué se dedicaba.
A preguntas de la Dra. Palliotti, la
testigo indicó que ella estudiaba enfermería, y que
sabía que en la época en que mantuvo la relación con
Sandoval gobernaban militares. Aclaró que vivía en
Córdoba y Sandoval vivía en Capital Federal. Dijo que
Sandoval tenía madre, padre y hermano, y que la
testigo no se llevaba bien con ellos porque como era
mayor que él, mucho no la querían.
Nuevamente a preguntas del Sr.
Presidente, señaló que en la declaración que le
leyeron anteriormente dijo esas “barbaridades” porque
Sandoval no quería saber nada con ella. También
explicó que Sandoval se quedó con la hija de ambos
porque le podía dar una mejor educación, y porque ella
era pobre. Hizo averiguaciones con la Cultural
Francesa para saber dónde estaba Sandoval con su hija,
y supo que era profesor. Precisó que antes de que
Sandoval se vaya con su hija, ya sabía que era
policía, pero que no hizo averiguaciones en la policía
cuando Sandoval se fue con su hija. Por último, señaló
que conoció a un amigo de Sandoval que era compañero
de la facultad, pero no recordaba el nombre.
Asimismo, contamos con la declaración
testimonial brindad en este debate por Carlos Oscar

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Loza. Relató que fue privado de la libertad con otros
tres compañeros, Héctor Güelfi, Rodolfo Picheni y
Oscar Repossi, el día 16 de diciembre de 1976, primero
trasladados a la comisaría 30 y luego a la ESMA, donde
sufrieron tormentos y estuvieron encapuchados, con
grilletes y con esposas, incapacitados de moverse o de
ver nada en los lugares que estuvieron primeramente,
que era en el sótano y luego en el sector conocido
como "Capucha". Luego los pasaron al altillo de la
ESMA, a "Capuchita", donde estuvieron hasta el 6 de
enero de 1977, cuando los sueltan.
A preguntas de la Fiscalía, manifestó
que cuando los pasaron al altillo, estaban ahí Hernán
Abriata, Claudio Adur y Bibiana Martini, que eran
pareja, y unos días después estuvo Jorge Mendé, que
fue asesinado el 28 de diciembre a golpes al lado
suyo. Aproximadamente alrededor del 22 o 23 de
diciembre, ellos fueron llevados a "Capuchita" y ahí
es donde vieron a Hernán, al matrimonio y a Jorge
Mendé. Hernán esa noche que los subieron les dijo "Yo
soy un preso como ustedes y ustedes van a salir en
libertad porque tienen capucha blanca". Efectivamente
ellos tenían capucha gris y cuando los subieron les
pusieron una capucha blanca que con un fibrón le
habían escrito "posible franco". Dijo que eso fue una
voz de aliento porque era lo único que tenían, la
única certeza que tenían era lo que les había dicho
Hernán, sin dimensionar si era creíble o no. Pero
igualmente, fuera o no creíble, era lo único que
tenían, la palabra de él.
Contó que Hernán Abriata fue
interrogado, lo bajaban y lo interrogaban, lo volvían
a subir. Él preguntaba a quienes lo interrogaban qué
iba a pasar con ellos. Y muy solidariamente les volvió
a confirmar que a ellos los iban a largar. Quienes
vivieron ahí estaban en esas condiciones y podían
hablar en el altillo cuando no había guardias, porque
la mayor parte de los detenidos desaparecidos estaban
en "Capucha" y en ese lugar, en ese momento, eran

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siete y después que se agregó Jorge Mendé, ocho. Y así


hasta que los largaron a ellos también.
Continuó su relato diciendo que se
presentaron el primer día, después de esa noche, y
dijeron que eran trabajadores portuarios, delegados, y
Hernán era militante de la Juventud Universitaria
Peronista en Arquitectura. También esa mañana, Bibiana
se presentó, se levantó apenas la capucha y dijo "Yo
soy Bibiana y él es Claudio", y Claudio no alcanzó, no
se sacó la capucha, prácticamente no habló en todo ese
tiempo. Se refería concretamente a Bibiana Martini,
que era maestra, y a Claudio Adur, que era profesor
universitario. Los tres estaban desaparecidos. Y en el
caso de Jorge Mendé, que lo subieron a "Capucha" ya
moribundo y que lo terminaron de asesinar a patadas en
diciembre, durante mucho tiempo querían saber su
identidad, y tardaron bastante en conocerla. Como
estaba tan ahogado, se sacaba la capucha y cuando
venían los guardias y estaba sin la capucha, lo
golpeaban. Y alguno que estaba cercano a él, le ponía
la capucha no dentro de la cabeza sino sobre la
cabeza, de tal manera como para evitar que cuando
subieran, lo golpearan. En su delirio lo único que él
decía era "oficial primero, montonero médico".
Pudieron, después de 32 años, conocer que la persona
que habían asesinado era Jorge Mendé, a través de una
investigación que hicieron con su hermana, tratando
con otros sobrevivientes que también lo habían
mencionado. Finalmente pudieron determinar que ese
caso también fue tratado en la causa ESMA, igual que
el de Bibiana Martini y el de Claudio Adur.
Hernán les contaba cosas que el testigo
recordaba, que de chico tocaba el violín, les contó
que él había estado en una quinta con el matrimonio
que tenía a su lado y donde había guardias que los
controlaban. En esa quinta había una pileta y les
contó también que ellos se hacían de comer, y que ahí
estuvo un tiempo. Cuando ellos lo conocieron estuvo
siempre en la ESMA.

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El testigo explicó que fue soltado el
día 6 de enero. Previamente, el día 1° de enero de
1977, un guardia que subió por la escalera los
encontró hablando a Rodolfo Picheni y a él, y les
pegaron, les dieron una paliza bárbara, inclusive con
una botella de vidrio en el estómago, y lostenían ahí,
los mandaban a aislamiento total. El aislamiento total
era volver a "Capucha", donde había tabiques
aglomerados. En el Altillo lo único que había era la
colchoneta donde estaban. A partir de ese momento,
dejaron de ver a los compañeros que quedaron arriba y
en la madrugada del 6 de enero los llamaron por
número, los llevaron a "Capuchita" nuevamente y ahí
pudieron saber que estaban Héctor Guelfi y Oscar
Repossi. Ni Hernán Abriata, ni el matrimonio Bibiana y
Claudio, estaban ahí. Supieron también que él fue
golpeado brutalmente, por dichos de Oscar Repossi, en
esos días, y cuando los liberaron en diferentes
lugares, después se volvieron a encontrar. Aclaró que
Hernán les dio la dirección como para ubicar a su
familia, que era en la Farmacia Firpo en Palermo, y
con todo el temor que tenían de acercarnos a ese
lugar, en el mes de febrero de 1977 se acercaron él y
Rodolfo y, le dijeron a la familia que habían estado
con Hernán y desde ese momento quedó un vínculo que
dura hasta hoy en día y que iba a durar por siempre.
Refirió que el apellido de Hernán lo
supo después, no cuando estuvo en cautiverio.
A preguntas de una de las querellas, el
testigo contó que el régimen alimenticio en
“Capuchita” consistía en un mate cocido con un pan y
al mediodía un pedazo de carne muy dura, también con
un pan. Así fue que llegaron a bajar de peso en tres
semanas, de 7 a 10 kilos. Refirió que con relación a
la forma de aseo, prácticamente no tenían. Las
necesidades las hacían en un balde que se pasaba de
detenido en detenido. No les daban agua, que era
terrible la sed y el desequilibrio que producía la
sed. Prácticamente era un lugar en donde se orinaban

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encima porque no podían aguantar que no los llevaran o


que no les trajeran un balde. Con toda esa situación,
así reducidos a la nada, a un objeto cualunque,
transcurrieron esos días en ese lugar.
A preguntas de otra de las querellas,
indicó que a Hernán lo llevaron a interrogar un par de
veces. Lo llamaban, lo llevaban a otro lugar, lo
bajaban del Altillo, no lo interrogaban en el Altillo,
lo interrogaban en otro lugar, así que para eso tenía
que bajar la escalera. Y un par de veces lo llevaron.
Era golpeado y les dijo que en los interrogatorios
estaban esperando que una persona cayera para que a él
lo pudieran liberar. Nunca supieron quién era esa
persona. Ellos estuvieron entre el 22 de diciembre y
el 1° de enero con Hernán.
Ante una pregunta del Sr. Presidente,
refirió que Hernán no les contó cómo fue el
procedimiento de su detención.
Dijo que ellos investigaron cuál podría
haber sido la quinta donde estuvo Hernán, y en base a
testimonios anteriores y también de testimonios que
declararon en la megacausa “ESMA”, se enteraron que
una de las quintas de esa época estaba ubicada en la
calle Camacuá y Richieri, de Don Torcuato. Que la
primera referencia a esta quinta la hizo el Padre
Orlando Yorio, que fue secuestrado en mayo de 1976 y
estuvo en la ESMA unos días y luego fue trasladado a
esa quinta. En su testimonio en el juicio a las
Juntas, Yorio declaró esa dirección. Nunca se
inspeccionó ese lugar y luego se realizó una
investigación periodística en el periódico La
Retaguardia. Testigos que estuvieron en esa quinta
coincidieron prácticamente con las descripciones que
había hecho Yorio, y seguramente había otros. Sabían
quiénes podían haber sido los testigos que estuvieron
en esa quintaporque lo habían declarado y las
características que tenía. Quiso dejar dicho eso
porque no se había hecho una inspección aún y era un

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lugar muy importante donde pasaron compañeras y
compañeros, que algunos son sobrevivientes y otros no.
Explicó que creía que Hernán pudo haber
estado en esa quinta porque para esa fecha, 1976, los
que se referían a esa quinta y daban las
características son de esa época. Después hubo otros
lugares más, que también fueron identificados con
posterioridad, en Pacheco.
En similar sentido declaró Oscar Alberto
Repossi, quien manifestó que el 16 de diciembre de
1976 fue al local del Partido Comunista con Picheni,
Loza y Güelfi a hacer una limpieza y arreglar los
libros en el local. Y en un momento, a las 18:30 o 19
horas, cayó personal policial y luego personal de
civil. Los sacaron a un pasillo y les tomaron los
datos, les hicieron varias preguntas, les pegaron. A
las once de la noche los llevaron a la Comisaría 30 y,
a la madrugada, los sacaron. En un viaje de media hora
más o menos los llevaron a un lugar, que después se
dieron cuenta que era la ESMA. En ese lugar estuvieron
uno o dos días en una zona, después los trasladaron a
un piso más arriba, en ascensor, donde los golpearon
muchas veces, los torturaron con golpes, al testigo le
pegaron con un palo atrás de la rodilla, se desmayó.
Agregó que el 21 o el 22 de diciembre aproximadamente,
los trasladan a otro piso superior, como un altillo,
donde se escuchaba una caída de agua. Después se
dieron cuenta que era un tanque de agua grande que
había allí, sobre cuatro pilotes, y que por abajo del
tanque, del otro lado, cuando se levantaron la capucha
se dieron cuenta había otra gente.
Contó que cuando llegaron ahí,
escucharon una voz que decía "Compañeros, compañeros,
me llamo Hernán, me llamo Hernán Abriata. Yo estoy
detenido, secuestrado igual que ustedes. Levántense la
capucha". El testigo no se la quiso levantar en ese
momento, pero sus compañeros sí, y conversaron con
Hernán. Él estaba secuestrado ahí, y el testigo creía
que lo habían secuestrado el 31, lo habían llevado a

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otro lugar de la Armada y hacía varios días que estaba


en ese altillo. Ahí también había un matrimonio y un
hombre moribundo que después lo mató un guardia a
patadas una madrugada.
Dijo que pasaron la Navidad y año nuevo
esposados, con las manos atrás, los pies atados,
encapuchados siempre. Sentían que abajo había fiesta
entre ellos.A sus compañeros les dieron una paliza
bárbara porque los encontraron con la capucha
levantada y los separaron una semana de ese lugar. A
Hernán Abriata un par de veces lo llevaron a declarar,
cuando volvía decía que lo habían llevado a declarar.
Calculó que el 5 de enero aproximadamente, lo llevaron
a Hernán a declarar y creyó que ya no volvió, porque
en un momento el testigo se había dormido tanto que
sintió que una bota le pisaba la cabeza, y lo
aplastaba de tal manera que no podía ni respirar, y
era que lo querían despertar. Luego de un rato le
llevaron un pedazo de pan y un mate cocido, se le
cayeron las migas al suelo, y le empezaron a pegar
patadas, y le hicieron comer las migas que se habían
caído al suelo.
Supo que a Hernán se lo habían llevado.
Carlos y Picheni ya no habían vuelto de ese calabozo
que la habían dado por haberse levantado la capucha.
Habían quedado Güelfi y el testigo, hasta que en un
momento dado se dio cuenta que estaba solo en ese
lugar. Dijo que sería el 6 de enero a la madrugada,
que lo llamaron por el número 741 y le dijeron que le
iban a dar la libertad.
A preguntas de la Fiscalía, el testigo
supo que había estado en la ESMA porque Hernán les
había dicho "Hola, compañeros, soy Hernán. Estamos en
la Escuela de Mecánica de la Armada". Dijo que Carlos
Loza también se había dado cuenta porque él había sido
estudiante en la Escuela, y cuando se levantó la
capucha vio que había una ventanita, un vidrio roto y
una madera caída. El testigo también se había
levantado la capucha y miró por ese lugar,

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arrodillado, y vio que estaba la General Paz. Es
decir, se veían las rejas de la Escuela, los techos de
teja, y ahí certificó que estaban en la Escuela.
Cuando estuvo en libertad, fue a los alrededores y vio
que era el lugar donde había estado.
Contó que en un momento les habían
cambiado la capucha, tenían una capucha oscura, y
cuando los llevaron arriba tenían una capucha clara, y
Hernán les dijo "Muchachos, ustedes se van. Su capucha
dice 'Posible franco'". Eso fue un aire de libertad
para todos. Agregó que Hernán dijo que su apellido era
Abriata, y que con quien más conversó fue con Carlos
Loza, le dio la dirección de su casa y todo.
Dijo que Hernán le contó a Carlos Loza
sobre su familia, la dirección, que estudiaba
arquitectura, que militaba en la Juventud Peronista,
que lo único que hacía en la facultad era política. El
testigo charló con Hernán pero solamente muy poquitas
cosas, y que escuchaba algo de lo que charlaba con
Carlos.
Relató que luego de ser liberados, el
testigo no tuvo contacto con la familia de Hernán,
pero Carlos Loza y Picheni sí. Fueron inmediatamente a
la casa de Hernán, donde tenían una farmacia, y
hablaron con la madre, con la hermana, con la familia,
con la mujer de Hernán. Ellos le comentaban al testigo
todo eso, pero como él tenía un trabajo que no podía
ir, estaba al margen de ese tema. Pero sabía lo que
pasaba por los comentarios que le hacían Loza y
Picheni.
En cuanto a las condiciones de detención
y las golpizas, manifestó que las condiciones eran
pésimas. No tenían ni colchoneta, estaban en el piso,
orinaban en un balde, y a veces les pegaban unos
golpes que no podían ni siquiera orinar. La comida era
una porquería, un mate cocido, un pedazo de pan duro
con un pedazo de carne al mediodía. Calculaban el
mediodía porque venía el mate cocido y después un
pedazo de carne con pan duro. Después, nuevamente mate

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cocido, que esa sería la merienda. Esas eran las


condiciones, pésimas. En 21 días el testigo pidió para
bañarse, y solo dos veces lo llevaron a bañarse. Por
supuesto con golpes, siempre atadas las manos,
esposadas, y los pies con cadenas. Supuso que Hernán
estaba en las mismas condiciones físicas que ellos. El
testigo bajó casi 10 kilos en esos 21 días, y Hernán
también, estaba muy flaco. Además, lo habían llevado a
declarar y le habían pegado un par de palizas, y una
mañana, que lo encontraron con la capucha levantada,
le pegaron una paliza bárbara.
Dijo que Hernán le contó algo sobre su
secuestro, pero el testigo no lo recordaba.
A preguntas de una de las querellas, el
testigo explicó que cuando a Hernán lo llevaban a
declarar era en un lugar dentro de la ESMA, pero no
supo específicamente dónde. Dijo que cuando al testigo
lo interrogaban, le preguntaban qué era, y él les
decía que era comunista y le seguían pegando. "¿Tenés
mujer? ¿Tenés hijos?", y le seguían pegando. La
tortura era física y también moral.
A preguntas del Sr. Presidente, el
testigo dijo que no recordaba haber escuchado el
apellido Sandoval, solamente sobrenombres, "el Sucio"
y "Tigre".
Asimismo, declaró en este debate el
testigo Alfredo Buzzalino. Contó que fue secuestrado
el 25 de junio de 1976, en Seguí y Malabia, por un
grupo de personas que después supo que era el Grupo de
Tareas de la ESMA. El Grupo en ese momento era
Whamond, Pernías, Perrén, Acosta, González, Linares y
creía que Savio y Fotea. Fue trasladado a la ESMA y
estuvo, entre varias alternativas, entre junio de 1976
y casi fines de 1983,en distintos lugares. Estuvo en
la ESMA hasta el verano de1979 aproximadamente, luego
fue trasladado a la calle Zapiola, donde funcionaba
también una casa en la que se hacían muchos trabajos,
en ese momento, para la oficina de Massera, en la
calle Cerrito, y una oficina que había en la calle

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Libertad. Estuvo ahí casi hasta 1981. Luego le
permitieron ir a su casa, pero no podía salir de la
misma salvo con algún tipo de autorización. En ese
tiempo estuvo hasta casi 1983, donde aparecían en su
casa, lo venían a buscar, o tenía que atender el
teléfono en distintos horarios,incluso de madrugada.
A preguntas de la Fiscalía, explicó que
la fuerza que intervino en su secuestro era la Marina,
a excepción de González, Linares y Fotea, y no
recordaba si estuvo un comisario, llamado Weber, todos
ellos de la Policía Federal. Dijo que durante su
cautiverio escuchó el sobrenombre “Churrasco”, y que
lo había visto dos o tres veces en la ESMA. Sabía bien
que le decían "Churrasco" porque a él se lo presentó
así González, y éste utilizaba el nombre de
"Federico". Especificó que lo había visto en el Salón
Dorado y también en los lugares de interrogatorio.
Relató que una vez tuvo una charla con
Churrasco, que luego se enteró que era Sandoval. Se
puso a charlar y finalmente lo que él hablaba era
haciendo un análisis político de cómo se había llegado
a eso y la situación nacional. Pero lo que más
mostraba interés, cosa que a al testigo en ese momento
lo sorprendía, era su análisis geopolítico. Sandoval
entraba mucho a lo que era la política internacional,
sobre lo cual tenía bastante conocimiento. Supo que
pertenecía a la Policía Federal porque se lo había
dicho González.
Explicó que supo que esa persona se
llamaba Sandoval por los medios gráficos, donde
dijeron que Sandoval era "Churrasquito". No recordaba
si fue un periodista o alguien cercano a Página/12 que
le preguntó si él lo conocía a "Churrasquito", y dijo
"Sí, a Churrasquito, sí", pero no sabía que
Churrasquito era Sandoval. Aclaró que la nota
periodística fue posterior a esa pregunta.
Indicó que estando detenido fue que le
presentaron a esa persona, porque quería charlar con
el testigo, y la charla se produjo otro día. Contó que

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la charla la tuvieron en la confitería Richmond de la


calle Florida. No recordaba bien el año, pero dijo que
posiblemente haya sido llevado por un coche que ponía
siempre la ESMA, con un chofer, que era de ellos, y lo
esperaba ahí, se quedaban hasta que el testigo saliera
y lo volvían a llevar. Cuando llegó el testigo,
identificó a la persona que lo estaba esperando como
la misma que le habían presentado anteriormente.
Puntualizó que entre esa charla y la
nota periodística no tuvo ninguna referencia ni nadie
le indicó algo respecto de esa persona o de la charla
que tuvo. Dijo que la charla duró entre 20 y 30
minutos, ambos estaban a cara descubierta, sin
uniformes.
A preguntas de la defensa, el testigo
dijo que su primera declaración testimonial fue en la
causa del Primer Cuerpo de Ejército, y creía que en
dos tramos de la megacausa ESMA. Recordó que en alguna
de esas declaraciones le preguntaron por represores,
pero no recordaba qué nombres, aunque creía haber
nombrado entre 10 y 15 represores, no así a
“Churrasco” o “Churrasquito”. Tampoco recordaba haber
declarado en la instrucción de esta causa, pero sí
recordaba que había sido citado a declarar en la
instrucción de alguna causa y también haberse
presentado espontáneamente. En dichas declaraciones no
recordaba que le hayan preguntado por Sandoval,
“Churrasco” o “Churrasquito”.
Explicó que la nota periodística en la
que tomó conocimiento de que “Churrasquito” era
Sandoval la había leído por lo menos 5 o 6 años atrás.
Refirió que esa nota la leyó, pero no recordaba si
había una foto de Sandoval en ella.
Dijo que la persona con la que charló en
la confitería tenía unos 35 años, pero que había
pasado mucho tiempo ya. Lo describió físicamente como
una persona medio “petisita”. Eso era lo que más
recordaba, un tipo de tez media morochita, fue alguien
que no se vio demasiado para quedar la cara muy fija.

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Era tirando a flaco, no era gordo, y creía que estaba
vestido de traje. No tenía precisión, pero creía que
esta era la primera vez que relataba ese encuentro,
salvo que lo haya pasado por escrito en alguna
oportunidad, pero no recordaba haber hablado de esta
persona. A Lauletta le mencionó el episodio de la
confitería. Dijo que cuando González le presentó a
“Churrasquito” le hizo saber que era de la Federal,
creía que era de Inteligencia y de la misma camada de
González.
Le dio la impresión de que el encuentro
en la confitería tuvo lugar después de 1979, y dijo
que González no estaba allí.
A preguntas del Sr. Presidente, el
testigo dijo que estuvo secuestrado en el edificio de
la ESMA desde el 25 de junio hasta el verano de 1979.
Estuvo al principio en la sala de interrogatorio,
después en lo que se llamó “Capuchita”, y después en
un camarote. Durante su cautiverio no escuchó que
Abriata haya estado detenido, supo que figuraba como
desaparecido porque colaboró con el Equipo Argentino
de Antropología. Dijo también que González hablaba con
los detenidos, no solo en los interrogatorios sino que
iba a preguntar algo, cómo era uno, si conocía a tal o
no conocía a tal, o esto o lo otro. Tenía cercanía con
varios detenidos. El testigo lo mencionó ahí porque
fue él que le dijo "Este es 'Churrasquito'". No puedo
justificar por qué González le presentó a
“Churrasquito”, fue a hablar con el testigo y se lo
presentó, no es que fue especialmente a decirle "Este
es Churrasquito", sino que fue a preguntarle cosas a
Buzzalino y al lado estaba esta persona que la
identificó como "Churrasquito". Dijo que esta persona
no le habló, solo lo observó. El testigo generalmente
hablaba bastante de política o de política
internacional, de lo que tenía entendido o leía, o se
informaba, yle pareció que Sandoval ahí había
encontrado como para tener una charla. También supuso

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que González le habrá dicho a Sandoval que hablara con


él.
Agregó que en la charla de la
confitería, a “Churrasquito” le interesaba tener un
conocimiento más amplio, al testigo le llamó la
atención que no le preguntó absolutamente nada sobre
si conocía a tal o cual, eso que era muy común. Le
pareció una persona que conocía de qué hablaba, como
un conocimiento general como para tener una discusión
en la que “Churrasquito” encontrara algún elemento;
sabía cómo era la situación en ese momento en Europa o
qué opinaba de Estados Unidos, y cuál era la política
nacional en este momento que estaban los militares.
Luego de esa charla, nunca más vio a
“Churrasquito”, volvió a tener noticias de él con la
nota periodística. No recordaba si había hablado con
alguien de ese episodio, pero su nombre creía que
aparecía en la nota, dijo que tal vez lo comentó con
el Equipo Argentino de Antropología. Tampoco supo de
alguien que conociera a “Churrasquito”. Cuando vio la
foto en la nota dijo que le quedó claro, lo reconoció
como la persona con la que había tenido ese encuentro.
Dijo que estaba distinto, y no sabía si lo reconocería
en caso de cruzárselo. Estaba convencido de que la
persona que vio en el diario era “Churrasquito”.
A partir de la lectura que el Sr.
Presidente efectuó de un pasaje de una declaración
prestada por Buzzalino en la instrucción de esta
causa, el testigo dijo que no recordaba que González
lo había llevado a la confitería, lo dijo en esa
declaración pero ahora no lo recordaba.
En cuanto a su desconcierto al ver la
foto en el diario, dijo que quizás era más flaco en
ese momento, no recordaba la foto. Dijo que le cerró
todo porque después se enteró, no sabía si lo decía la
misma nota, que él se había ido a Francia, y porque le
preguntaba muchas cosas de Europa. Años después el
testigo se enteró lo de Francia, no sabía si por la
nota o después, pero que no tenía la menor idea de la

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vida de este hombre. No recordaba por qué había
mencionado a “Churrasquito” en la declaración a la que
se le dio lectura.
En cuanto al aspecto físico de Sandoval,
dijo que era más bien de estatura mediana, “petisito”,
flaquito, medio de tez morocha. Ese era el recuerdo
que tenía. Estaba siempre prolijo y bien peinado y con
traje.
Tras la lectura de otro pasaje de esa
declaración, el testigo manifestó que no sabía por qué
no lo había mencionado anteriormente, en otras
declaraciones, tal vez no le habían preguntado. Señaló
que cuando habló de “morochón” se refería al color de
la piel.
Por último, contamos con la declaración
del testigo Marcelo Alfredo Gottifredi. A preguntas de
la Fiscalía, indicó que estaba casi seguro que no
conocía a Sandoval, a Abriata ni a Linares. Tampoco
recordaba haber tenido actividad profesional por una
vivienda en la calle Agüero de esta ciudad, y dijo que
era posible que le hayan consultado respecto del
paradero de alguna persona que la justicia pretendía
interrogar o citar.
Contó que en la década de 1980 compró un
inmueble en la calle Superí y Mendoza. Al respecto,
dijo que lo recordaba porque había nacido uno de sus
hijos justo en esa oportunidad, y además porque tenía
algunas cuestiones interesantes. Manifestó que la
debió haber comprado en noviembre o diciembre de 1988
y se mudó en enero de 1989. Eso lo recordó con certeza
porque es el día que nació uno de sus hijos. Esa
propiedad estaba en ese transcurso, que creo que
fue... Sí, el 88. Estaba publicada en Oppel, que era
una inmobiliaria de Belgrano. Fue dos o tres veces,
hizo una contraoferta, no la pasaron, hasta que al
final se pudo concretar la operación. Refirió que es
su casa actual. Del otro lado había una señora,
arquitecta muy distinguida, creía que de apellido
Dittmar oDirmar, no recordaba. Conoció de la otra

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parte, a otra hermana un poquito más baja, de una


fisonomía mediopelirroja, y a uno de los hermanos, que
por el hermano le refirieron que vivía en Brasil, y la
otra vivía en el sur, creía que en Puerto Madryn. Dijo
que se calentó mucho porque estaba comprando su casa y
nadie le había dicho, así que siguieron adelante,
compró, y sigue viviendo en esa casa.
No recordaba en el acto de escritura si
estaban esos hermanos o si eso ocurrió en el boleto,
porque no recordaba si hubo boleto siquiera. El
testigo dijo que era un joven abogado, había tenido
cierto éxito por las causas que habían tenido, pero no
podía decir "No", la propiedad lo valía, era una
interesantísima propiedad. La señora Dittmar era muy
amable, era arquitecta. Después averiguó que era
profesora de la Facultad de Arquitectura, era la
titular. Allí residió, que era la casa de su familia,
por lo menos la que el testigo conoció. La otra, que
le pareció era una hermana menor, era más delgada, más
pequeña, no tuvo trato.
No recordaba si fue el boleto o firmado
ya, pero creía que figuraba la víctima en la escritura
o en el informe. Dijo que no tendría problemas en
acompañar los papeles.
A partir de una pregunta del Sr.
Presidente, el testigo manifestó que había una
presunción de fallecimiento, lo cual creía entender
que era parte de la titularidad. Por eso dijo "cómo no
dijeron antes". También apareció en la escritura.
Nuevamente a preguntas de la Fiscalía,
el testigo explicó que eso fue en el año 1989, después
de todo lo que se enteraron que había ocurrido,
después del Juicio a las Juntas, después de todos los
problemas que vivió nuestro país, y uno estaba
haciendo un esfuerzo enorme. Explicó que uno decía "un
título de donación es un título perfecto", y quizás
era una creencia rara de un abogado. Consignar el no
decirle a alguien que tiene una presunción de
fallecimiento, si después ese señor aparecía con vida,

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lo decía en ese contexto. Aclaró que eso no supuso un
impedimento a la hora de avanzar con la escritura
definitiva. No recordaba que esa circunstancia haya
generado un diálogo en particular con la parte
vendedora. Conoció esa circunstancia a través de la
parte vendedora. Llegó por Oppel y por el diario
Clarín.
A preguntas de una de las querellas,
informó que ejercía como abogado desde 1982, y nunca
había trabajado para un estudio jurídico. Su primer
estudio jurídico estuvo en la calle Suipacha al 200.
A preguntas de otra de las querellas,
indicó que nació en Bahía Blancaen el año 1956 y vino
a estudiar a los 17 años, a la Facultad de Derecho de
la Universidad de Belgrano. No trabajó y su padre hizo
un gran esfuerzo para que él se recibiera de abogado.
Su siguiente estudio jurídico quedaba en la calle
Uruguay al 400. También dijo que desde 1989 vivió en
la casa de la calle Superí.
A preguntas del Sr. Presidente,
manifestó que cuando se enteró de esa circunstancia,
seguramente le debió haber preguntado a Dittmar por el
tema, pero aclaró que no era curioso. Un vecino le
contó que en su domicilio de la calle Superí hubo un
procedimiento policial, pero no recordaba si Dittmar
se lo había comentado previamente. Agregó que Mónica
Dittmar sí le contó que le habían robado un pequeño
auto en la puerta y por eso vendía la propiedad,
porque se había asustado.
Al inicio de su actividad profesional
dijo que hacía lo que podía. No recordaba haber tenido
personal policial como cliente.
Recordó haber declarado en un expediente
judicial caratulado como “Holmberg”, dijo estaba justo
yéndose al exterior y lo llamaron para declarar en un
juzgado federal, porque alguien le había consultado, y
creía que era posible que sea un policía. Creía que lo
habían citado para saber si conocía o había
representado a un señor cuyo apellido no recordaba.

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Luego de que el Sr. Presidente leyera el


pasaje de una declaración brindada por el testigo en
1983, Gottifredi dijo que no recordaba haber visto al
señor Linares ni haber tomado una consulta
profesional. Tampoco recordaba haber tenido
participación comercial o profesional con la firma
Argos S.A. de Ahorro y Vivienda ni con la escribanía
Pampliega Ariznavarreta.
Luego de que el Sr. Presidente volviera
a leer un pasaje de esa misma declaración, el testigo
señaló que no recordaba absolutamente nada, pero si
estaba así declarado, estaba declarado, porque siempre
decía la verdad.
A preguntas de la Fiscalía, creía que el
apellido Abriata era el que figuraba en la venta de
Dittmar. Dijo que no conocía las circunstancias que
motivaron la ausencia con presunción de fallecimiento
antes referida. Ni tampoco conocía la situación
procesal de Linares.
A continuación, el Sr. Presidente le
leyó al testigo una descripción física que Gottifredi
había hecho de Linares en la declaración citada, y el
nombrado dijo no recordarlo. De igual manera, dijo no
reconocer a Linares luego de que se le exhibiera una
fotografía de aquel publicada en sitios oficiales del
Estado.
A preguntas de una de las querellas,
indicó que entre los años 1983 y 1984 se fue a
Ecuador. Explicó que conocía gente de la Armada porque
en Bahía Blanca se encontraba Puerto Belgrano.
A preguntas de la Dra. Palliotti,
expresó que cuando se enteró de la presunción de
fallecimiento se puso triste. No indagó quién era la
persona con presunción de fallecimiento ni sobre qué
había ocurrido. Vinculó esa presunción de
fallecimiento con lo que había ocurrido durante la
década previa a la compra de la casa de la calle
Superí.

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Luego de que se le exhibiera una nueva
foto de Linares, el testigo dijo que lo reconocía,
porque no tenía bigotes. A preguntas de la Fiscalía,
manifestó que entendía que les había consultado, que
le había consultado, los temas no los recordaba.
Aclaró que lo consultó a él, que se equivocó cuando
habló en plural, y que no tenía empleados, pero sí
trabajaba con colegas. No recordaba si Linares le
había comentado cómo o por qué había llegado a
contratar sus servicios profesionales.
A una pregunta del Sr. Presidente, el
testigo dijo no recordar que Lineras haya dejado de ir
a efectuar pagos a su estudio y que en su lugar haya
ido otra persona.
A una nueva pregunta de la Fiscalía,
explicó que los pagos los recibía exclusivamente el
testigo.
Por otra parte, contamos con distintos
testimonios incorporados por lectura al debate, que
también dan cuenta de la materialidad de los hechos
antes mencionados. A saber:
Contamos con la declaración de Beatriz
Rosa Cantarini, madre de Hernán, quien contó que el 30
de octubre de1976 estaban descansando en su casa toda
su familia, con excepción de su hijo, Hernán Abriata.
Que en dicha oportunidad, se encontraban su esposo,
Carlos Alberto Abriata, su hija Juliana Abriata y los
hermanos de su nuera que vivían con ellos, Ricardo
Dittmar y Claudia Dittmar. Que en esas circunstancias,
siendo las 02:30 de la mañana, escucharon un estruendo
terrible e inmediatamente desde la calle, mediante
megáfonos les gritaban que tenían que salir de la
vivienda en 30 segundos, pues, de no hacerlo, los iban
a ametrallar. Dijo que llevaban puestos “blue jeans” y
boinas. Salieron corriendo y los restantes miembros de
la familia hicieron lo mismo. Agregó que ella salió en
camisón. Los vidrios de la casa estallaron y relató
que los pusieron contra una pared con grandes armas,

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indicándoles que mantuvieran la mirada hacia la pared,


caso contrario les dispararían.
Refirió que en ese momento, como su hijo
no estaba presente, reclamaban por él. Ante ello, su
marido les dijo que su hijo estaba en su casa, pues
estaba casado. Entonces lo esposaron y le
vendaron los ojos. Señaló que, como su marido temía
por sus vidas, les dijo que los acompañaría al
domicilio de su hijo, que si bien en ese momento no
recordaba exactamente si vivía en la Avenida Elcano
3235, 3er piso; igualmente podía indicarles cómo
llegar. Así, lo subieron a unas de las camionetasque,
conjuntamente con otros vehículos marcaFalcon,
seencontrabancortando la calle. Lo subieron al
auto,esposado y vendado, y lo tiraron en el piso.En
esascondiciones se lo llevaron a la casa de su hijo.
Cuando llegaron, golpearon la puerta del
portero del edificio, quien abrió y lo obligaron a que
subiera hasta el tercer piso. Una vez allí, cuando su
hijo escuchó la voz de su padre, abrió la puerta, y
enseguida procedieron a interrogar tanto a su hijo,
como a su nuera, Mónica Dittmar, a quien le pusieron
una prenda de vestir en la cabeza a modo de capucha.
Seguidamente se llevaron a su hijo y le
indicaron asu nuera que no saliera de la vivienda por
el término de veinte minutos. Al retirarse sustrajeron
cosas de la casa, y después a su esposo lo volvieron a
llevar a la casa de la testigo, en Superí 2262. Cuando
llegaron, nuevamente los hicieron entrar a todos, se
quedaron con ellos hasta las 5 de la mañana,
revolvieron la vivienda y se llevaron las cosas que
les resultaron convenientes. Antes de irse desarmaron
el teléfono llevándose el micrófono, dejándolos de
esta forma incomunicados. No recordó que les hayan
exhibido alguna orden de allanamiento.
Continuó su relato diciendo que, apenas
amaneció, su marido se dirigió a la Comisaria 37ª para
hacer la denuncia de lo que les había pasado, pero
obtuvo como respuesta que no podían tomarle la

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denuncia. No obstante ello, su marido, por la tarde,
comenzó a hacer averiguaciones entre familiares y
conocidos que eran militares. Mencionó que también
había otra persona de nombre Roberto Rualdes, que era
del barrio y había sido compañero de estudios de ella,
quien al preguntársele por Hernán, le contestó "ah,
ese era tu sobrino?".
Respecto de las gestiones y
averiguaciones que hicieron para dar con el paradero
de su hijo, señaló que un primo hermano de su marido
era el Capitán Oscar Abriata y otro militar o que
trabajaba en una Superintendencia, de nombre Pajarito,
quien al parecer tenía bastante influencia, pues llamó
al Ministerio del Interior para que la comisaría 37a
le dijese quién había hecho el allanamiento en la
calle Superí, a lo que le contestaron que había sido
la ESMA y que podía concurrir nuevamente a la
comisaría, pues le iban a tomar la denuncia, cosa que
efectivamente hizo y al poco tiempo los citaron del
Palacio de Justicia al solo efecto de decirles que
estaba formulada la denuncia. Añadió que, en el
interín, a su marido le dio un infarto y a ella la
operaron de cáncer, que eso también se lo debían a
este caso.
Manifestó haber presentado cinco Habeas
Corpus, el último lo hizo el Dr. Sardi en el año 1983.
Con relación al primo hermano de su esposo de apellido
Abriata, refirió que en aquel entonces era el
comandante de la Armada en Río Gallegos, que era
Contra Almirante, que a la semana o dos, es decir, a
mediados de noviembre de 1976, los fue a ver y les
contó que había estado en la habitación de al lado de
la de Hernán, les dijo que no tenía nada, que estaba
limpio, pero que no lo esperásemos ni ese día, ni al
día siguiente.
Continuó diciendo que ellos tenían una
farmacia, la farmacia"Firpo" en Salguero y Cerviño y
que otras personas que estuvieron detenidas junto a su
hijo y que fueron liberados los fueron a ver allí y le

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dijeron que estuvieron en la ESMA.Contando con esa


información, su esposo se dirigió en reiteradas
oportunidades a la ESMA con el objeto de entrevistarse
con el Director de dicha institución, quien nunca lo
atendió, pero una de las veces que fue, un subalterno
le dijo que se dejara de molestar porque el camino a
La Plata es muy largo, tiene muchas zanjas y él tenía
cuatro hijas. Ante ello, y en resguardo de sus hijas,
no fue más a la ESMA.
Respecto de Roberto Rualdes, refirió que
lo llamó, que él en aquel entonces era el segundo en
el Regimiento sito en Palermo. Fue a su casa, sacó un
arma y la puso encima de la mesa ratona y empezó a
describir cosas como en un mapa. En ese instante su
sensación fue que era como estar viendo a Hitler, que
de su hijo no había averiguado nada. No obstante ello,
el primo de su esposo-que era como su hermano-, tal
vez a pedido de éste, también lo fue a ver a Rualdes
en marzo de 1977, y fue allí donde al preguntársele
por Hernán le dijo "ah, ese era tu sobrino!?". Agregó
que al parecer su hijo también había estado allí y que
además lo habían trasladado a la calle Azopardo donde
había una dependencia policial, sin poder precisar la
fuente de este último conocimiento.
Con relación a las demás gestiones
realizadas para dar con su hijo, manifestó que
concurrió a organismos de derechos humanos, gestiones
ante el Vaticano, que hizo de todo, que ella era de
las madres que iban a Plaza de Mayo y de lo que se
enteraba que se podía hacer, lo hacía, que su hija la
ayudaba en todo ello. Refirió que un día recibió un
llamado telefónico de Hernán, que en esa oportunidad
habló tanto ella como con su marido, les dijo que
estaba bien y que iba a salir pronto. Agregó que el
día de cumpleaños de Hernán, 13 de diciembre, llamaron
a la farmacia y pidieron hablar con Mónica, se le dijo
que Mónica no estaba, y entonces les dijeron que
llamaban para que lo pudieran saludar por el
cumpleaños pero que él no iba a hablar. Así hicieron,

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ellos preguntaron cómo estaba vestido su hijo, y
conforme la descripción que les hicieron, pese al
tiempo transcurrido, tenía puesta la misma ropa con la
que se lo habían llevado.
En otra oportunidad llegó su nuera en su
auto "Ami 8" colorado a la farmacia y la interceptó
una persona, quien le preguntó si ella era Mónica,
ella respondió que sí, y entonces le dijo que le traía
una carta de Hernán y le pidió algún sedante y
accesorios de la farmacia, por ejemplo jabón, pues en
la carta él dijo que no había dormido los primeros
quince días. Esta persona le pidió que no comentara
nada porque corría riesgo su vida. Esa misma persona
volvió ese mismo día y la llevó hasta su auto donde
estaba su mujer y sus dos hijitas, para que las viera
y le dijo “mire que si usted habla lo que le puede
pasar a mi esposa”. En ese mismo momento Mónica
aprovechó para escribirle una carta a Hernán, este
hombre la leyó para ver que no dijera nada que lo
comprometiera y se la llevó. Agregó que la letra de la
carta efectivamente era la de su hijo y que estaba mal
fechada, entre 6, 8 o 10 días antes de su detención.
Refirió que Hernán estudiaba en la
Facultad de Arquitectura, mientras que Mónica era
Arquitecta y docente de Facultad. Supo que de esa
facultad faltaron muchos chicos pero no recordó sus
nombres. Manifestó que su si hijo militaba en alguna
agrupación política, ella no lo sabía.
Continuó diciendo que, con relación a
las personas que fueron a la farmacia y dijeron haber
visto a Hernán en la ESMA, se trató de un matrimonio,
que había estado en una quinta y allí vieron a su
hijo; dos chicas -que habían sido detenidas después
que su hijo y estuvieron poquitos días-, Carlos Loza,
Oscar, Héctor y Rodolfo, quien había muerto hacía
poco, siendo que Oscar también se encontraba
fallecido. Se enteró por las personas que la fueron a
ver ala farmacia, que a su hijo lo identificaban con
el número "002".

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La gente del operativo refirió que


estaban allí por una denuncia formulada en la Facultad
de Arquitectura, que luego se enteró que los
denunciantes, un chico y una chica, lo encararon a su
hijo en la ESMA, que ella era la que más lo
interrogaba a su hijo para comprometerlo, mientras que
el otro muchacho, en un momento le dijo a su compañera
que se detenga, que no se daba cuenta que su hijo no
sabía nada, no recordaba cómo supo eso pero supuso que
su hijo se lo habrá comentado a otro de los chicos que
estuvo con él.
Con relación al conocimiento de estas
personas y de su hijo respecto de que estuvieron en la
ESMA, refirió que su hijo sabía que estaba allí porque
veían la propaganda de Gillette que estaba en la Av.
Libertador y también veía la Gral. Paz y los chicos
veían el río.
También se incorporó por lectura la
declaración testimonial brindada en la causa “ESMA
Unificada” por Luis María Lisandro Salvatierra. El
testigo dijo que fue secuestrado la noche del 24 de
noviembre de 1976 y llevado a la ESMA. Estando allí
cautivo en Capuchita habló con un chico del que no
recordó su nombre, quien le dijo que su madre tenía
una farmacia en la calle Salguero y Cerviño, y que él
estaba ahí porque estaban buscando a un amigo que se
llamaba Alejandro y que no lo iban a dejar salir si no
lo encontraban.
Por su parte, conforme el testimonio de
Mónica Liliana Laffitte incorporado por lectura al
debate, la nombrada estuvo secuestrada en la ESMA
entre el 24 de noviembre y el 2 de diciembre de 1976.
Contó que entre los secuestrados que estaban cerca
intercambiaban comentarios y así pudo conocer a un
joven que le dijo que estaba recién casado, que
estudiaba para ser farmacéutico y que sus padres
tenían una farmacia, en la calle Salguero, a dos
cuadras de la Avenida del Libertador de esta ciudad.
Contó que hicieron un trato, que consistía en que el

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primero que salía debía avisar a la familia del otro.
Así fue que, una vez liberada, se acercó al comercio
mencionado y habló con la madre de Hernán. Lo
describió como un joven “bajito, regordete, pelirrojo
o rubio, con bigotitos”.
Asimismo, Graciela Palacio de Lois cuya
declaración también fue incorporada a esta causa,
refirió que Hernán Abriata era amigo y compañero suyo
y de su marido Ricardo Lois, de la Facultad de
Arquitectura. Supo que fue secuestrado en su casa y
que estuvo en la ESMA.
En similar sentido, la testigo Frida
Szwargerg de Espulgas indicó que su suegra le mencionó
a Hernán Abriata como uno de los chicos que conocía a
su compañero desaparecido Enrique Esplugas del grupo
de Scouts de San Martín, y supo que él había estado en
la ESMA.
Por otro lado, el Tribunal cuenta con
prueba documental que también sustenta la materialidad
del hecho. En primero lugar, contamos con el legajo
CONADEP de la víctima, nro.1.163, donde obra la
denuncia y testimonio de su madre, Beatriz Cantarini
de Abriata, cuyo relato es conteste.
El Legajo nro. 48 de la Cámara Federal:
- Declaración de Carlos Alberto Abriata,
obrante a fs. 1/2 y 6/7 de la Causa 19.300 del Juzgado
de Instrucción n° 18 por la privación ilegal de la
libertad de Hernán Abriata.
- La carta manuscrita por Hernán
Abriata, agregada a fs. 36/39 de la Causa n° 19.300
del Juzgado de Instrucción n° 18, Secretaria 156,
entregada por un hombre -anónimo- a Mónica Dittmar.
Los siguientes habeas corpus:
-Expediente 40.664/79, caratulado
"Abriata, Hernán s/rec. habeas corpus" del registro
del Juzgado Federal n°3;
-Expediente 511/83, caratulado "Abriata,
Hernán s/habeas corpus" del registro del Juzgado

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Nacional de la Primera Instancia en lo Criminal y


Correccional Federal n°3;
-Expediente 11.564/76, habeas corpus
interpuesto a favor de Hernán Abriata por Beatriz Rosa
Cantarini, del registro del Juzgado Nacional de
Primera Instancia en lo Criminal de Instrucción n° 13;
-Expediente 4976/84, caratulado
"Cantarini de Abriata Beatriz Rosa Gertrudis
s/querella", que da cuenta de la búsqueda de Hernán
por parte de su familia, todas con resultados
negativos.
Del Archivo de la Ex DIPPBA(Dirección de
Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos
Aires), se halló una ficha con su nombre que remite al
Legajo Nro.14.225 donde se informa la búsqueda del
paradero de Hernán Abriata, quien habría desaparecido
el 30 de octubre de 1976 en Capital Federal; y otra
ficha identificada como "DS varios 17560".
Se encuentra el nombre y apellido de la
víctima en los listados de cautivos en la ESMA
aportados por Miguel Ángel Lauletta a fojas
16.894/16.909 de la causa n° 14.217/03 y de Alfredo
Juan Buzzalino -agregado a fojas 14.216/14.223de la
misma causa.
El Legajo 4.139 de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, agregado al Legajo
de Prueba 700.
El informe de Arqueología y Conservación
de la Dirección Nacional de Sitios de Memoria, de
julio de 2017, vinculado a la inscripción que Mónica
Dittmar mencionó haber identificado en el interior de
la ESMA; y fotografías que remitió el Archivo Nacional
de la Memoria respecto a esas inscripciones.
Por todo lo expuesto, surge
palmariamente de las evidencias descriptas
anteriormente, por su concordancia, uniformidad y peso
probatorio, la convicción para Tribunal de que la
materialidad fáctica descripta al inicio de este
apartado se encuentra debida y legalmente acreditada.

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V.- AUTORIA Y CRITERIOS DE ASIGNACIÓN DE
ROLES DIFERENCIADOS (AUTORES Y PARTICIPES)-
RESPONSABILIDAD.
1.- Consideraciones generales.
El abordaje de este capítulo, tendrá por
fin desentrañar la idea central que hace a una de las
grandes preguntas que la dogmática jurídicopenal
formulada a nivel de la categoría dogmática de la
tipicidad, la “autoría”.
Esta pregunta, al igual que en todas las
sentencias anteriores dictadas en este Tribunal –con
distintas integraciones-, incluso muchas por
juzgamiento de delitos que no revestían el carácter de
lesa humanidad, genera hoy –tanto como lo hizo ayer-
inquietudes conceptuales que son legítimas no sólo
para desentrañar el paradigma de la asignación del rol
puntual del imputado a juzgar en este juicio, sino
que, producto del análisis que ello conllevará al
valernos de la jurisprudencia en la materia emanada de
este Tribunal habremos de abordar una vez más el
paradigma que significa la definición y asignación del
rol.
Dicho ello, cabría decir que a la hora
de examinar la responsabilidad del imputado, por el
puntual hecho que se le atribuye, y que fuera cometido
en la Escuela Mecánica de la Armada, el Tribunal
entiende necesario, por un lado, memorar,
sintéticamente, las características distintivas de la
metodología empleada por la dictadura, para combatir,
en general, la “subversión”.
En efecto, si bien en el capítulo
relativo al “Exordio”, se encuentra contenida la
citada información, lo cierto es que una breve
referencia a ella en este apartado, teniendo en cuenta
la extensión de la sentencia, facilitará, a nuestro
juicio, aún más, la comprensión del esquema combinado
de imputación con el que se asignará responsabilidad

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al encausado, sobre la base del rol desempeñado en el


aparato represivo, sumado a aquella evidencia que
comprueba su intervención concreta en el suceso
acaecido en la ESMA y que forma parte de este proceso.
Por el otro, el Tribunal entiende
conveniente anticipar el análisis de aspectos
jurídicos, que, generalmente, son abordados en el
acápite relativo a la calificación legal de los
sucesos (acápite VI); precisamente, por la importancia
que revisten para dimensionar, con exactitud, las
conducta que se le endilga al imputado cometida desde
la estructura estatal. Estructura desde la cual
múltiples personas fueron secuestradas, torturadas,
muertas y desapariciones para la época de los hechos.
Ello, claro está, sin perjuicio de lo
que pueda añadirse en el capítulo respectivo.
Nos referimos a la tesis de Roxin, sobre
dominio del hecho a través de los aparatos organizados
de poder, que este órgano colegiado encuentra
aplicable al caso. Esta teoría –tanto cómo otras que
serán abordadas en el cúmulo de discusiones dogmáticas
que se presten a colaborar la tarea primigenia de
asignación del rol- permitirá comprender, con mayor
amplitud, la atribución de responsabilidad que se hará
respecto de Mario Alfredo Sandoval y ayudará a
ilustrar con nitidez, la precisa ubicación de esos
comportamientos.
Pero, veamos aquello de la sistemática y
técnicas utilizadas por la dictadura para combatir a
la subversión.

a. Metodología escogida por la dictadura


para combatir la subversión.
Corresponde recordar que en la causa 13/84
de la Cámara Federal se tuvo por demostrado que los
secuestros presentaban las siguientes características:
f) Los captores “eran integrantes de las fuerzas
armadas, policiales o de seguridad, y si bien,
en la mayoría de los casos, se proclamaban

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genéricamente como pertenecientes a alguna de
dichas fuerzas, normalmente adaptaban
precauciones para no ser identificados,
apareciendo en algunos casos disfrazados con
burdas indumentarias o pelucas”.
g) Intervenía un número considerable de personas
fuertemente armadas.
h) Las “operaciones ilegales contaban
frecuentemente con un aviso previo a la
autoridad de la zona donde se producían,
advirtiéndose incluso, en algunos casos, el
apoyo de tales autoridades al accionar de esos
grupos armados”.
i) Los secuestros “ocurrían durante la noche, en
los domicilios de las víctimas y siendo
acompañado en muchos casos por el saqueo de los
bienes de la vivienda”.
j) Las víctimas “eran introducidas en vehículos
impidiéndosele ver o comunicarse, y adoptándose
medidas para ocultarlas a la vista del
público”.

También en la causa 13/84 se aseveró que el


plan de lucha contra la “subversión”, básicamente
consistía en: “a) capturar a los sospechosos de tener
vínculos con la subversión de acuerdo con los informes
de inteligencia; b) conducirlos a lugares situados en
unidades militares o bajo su dependencia; c)
interrogarlos bajo tormentos, para obtener los mayores
datos posibles acerca de otras personas involucradas;
d) someterlos a condiciones de vida inhumanas para
quebrar su resistencia moral; e) realizar todas esas
acciones con la más absoluta clandestinidad, para lo
cual los secuestradores ocultaban su identidad,
obraban preferentemente de noche, mantenían
incomunicadas a las víctimas negando cualquier
actividad, familiar o allegado, el secuestro y el
lugar de alojamiento; y f) dar amplia libertad a los
cuadros inferiores para determinar la suerte del

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aprehendido, que podía ser luego liberado, puesto a


disposición del Poder Ejecutivo Nacional, sometidos a
proceso militar o civil, o eliminado físicamente”.
b. Dominio del hecho a través de los
aparatos organizados de poder – análisis dogmático a
la luz de la jurisprudencia del Tribunal Oral Criminal
Federal n° 5.
Resulta evidente en este acápite,
reconocer la importancia que ha adquirido -en términos
de debate jurídico- la evolución del concepto de
dominio del hecho y su tratamiento sistemático, el
cual se pretendió reflejar a lo largo de más de una
década en la que este Tribunal –aunque con distintas
integraciones- tuvo ocasión de expedirse sobre el
asunto en particular. Y como prueba de ello, bastará
con no perder de vista el método y técnicas utilizados
desde los fundamentos de la primer sentencia en la que
se juzgaron estos delitos (28/12/2011) hasta la
actualidad-.
Ciertamente, pues fueron abordados los
fallos y doctrina que de manera contemporánea ponían
de manifiesto el valor de los principios enmarcados en
el derecho vigente que, a lo largo de los años; no ha
experimentado transformaciones en el modo en que
fueran originariamente concebidos.
Con posterioridad, fuimos testigos de
que esas concepciones –aunque sin transformaciones
como decíamos- se erigieron en un límite a la
actividad innovadora y razonada de nuestra propia
jurisprudencia, y que poco a poco se fueron dotando de
una justificación razonable; y que, por ello,
reeditaremos en lo sustancial.
La justificación de este proceder tiene
que ver con renovar los juicios de valor que den
oportunidad para determinar la relevancia de los
criterios escogidos, sea para diferenciar o equiparar
–ante la nueva integración del TOCF 5- la estructura a
través de la cual, los principios de razonabilidad y
lógica jurídica nos permitan evidenciar las decisiones

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finales para la atribución del rol de autor o
partícipe según sea el caso.
Aclarado esto, no podemos desconocer los
criterios sostenidos en las sentencias anteriores y en
los que se tuvo en consideración el tratamiento de
esta problemática, en las que se analizaron –para
apreciar la dimensión del punto- los argumentos para
hacer posible el reproche por los hechos delictivos
acontecidos en la ESMA en la última dictadura militar.
El hilo conductor de lo que definimos
como problemática tuvo que ver, allá por el mes de
diciembre de 2011 una vez concluido el primer juicio
(causa 1270 y acumuladas), con reconocer que la
categoría dogmática de la autoría y participación se
encuentra unida de manera inseparable a la categoría
de la imputación; lo cual colocaba todo el asunto en
uno de los dilemas aún no resueltos del todo por la
dogmática ocupada del tema.
Oportunamente (28/12/2011) se dijo que:
[…L]os capítulos de los tratados y manuales que tratan
el tema de la parte general del derecho penal, siempre
expusieron –desde su misma argumentación y conforme
los criterios individuales de la doctrina- problemas
de índole dogmático; tanto que esto nos permite
reflexionar conjuntamente con algunos sectores de la
doctrina en que: el problema de la autoría y la
participación es uno de los problemas más complejos
que tiene el derecho penal y casi sin esperanza de
solución, sin esperanza de que en el futuro se
resuelva….No obstante esa breve reflexión, debe
recogerse en su magnitud que –en perspectiva
histórica- hubo literatura jurídica que, ocupada del
tema, mostró cierta desazón y se mantuvo preocupada
sobre el tratamiento sistemático y del fondo dogmático
del asunto (entre muchos otros, Edgardo Alberto Donna,
“Revista de Derecho Penal”, Autoría y Participación I;
Kart Heinz Gössel, “Coautoría sucesiva y teorías de la
autoría”, Ed. Rubinzal – Culzoni, Santa Fé, 2005- 1,
p. 57; Eugenio Raúl Zaffaroni, Manual de derecho

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penal: Parte general, Editorial Ediar, Buenos Aires,


año 2005, p. 605/6; Edgardo Alberto Donna, “Revista de
Derecho Penal”, Autoría y Participación II; José
Ulises Hernández Plasencia “Imputación objetiva versus
dominio del hecho”, Ed. Rubinzal – Culzoni, Santa Fé,
2005- 2, p. 175; Claus Roxin, “Autoría y dominio del
hecho en derecho penal”, Editorial Marcial Pons,
Madrid, año 2000, p. 103/7; Edgardo Alberto Donna,
“Revista de Derecho Penal”, Autoría y Participación
III, Miguel Ángel Sánchez Mercado, “La participación
elictiva y la teoría de la accesoriedad limitada,
¿Puede condenarse a un partícipe sin condenar a un
autor?”, Ed. Rubinzal – Culzoni, Santa fé, 2006- 1, p.
222)…]
Se pudo reconocer expresamente que,
desde la perspectiva realista: […c]así por principio
absoluto, hemos de mostrarnos de acuerdo con este
primer abordaje que consideramos un punto de partida
válido que permitirá abocarnos a la totalidad de las
formulaciones que en escasas líneas serán efectuadas.
Y la verdad sobre el punto indica reconocer que
ciertos institutos de la dogmática penal como la
tentativa, la imprudencia, el paradigma de la autoría
y aún con mayor celo sobre los límites del concepto
mismo, como la misma definición de autor mediato por
ejemplo, son axiomas que casi a flor de piel definen
los límites y alcances del derecho penal. Y también
será digno de reconocimiento, que estas discusiones de
alto impacto, tienen efecto en la traducción de las
distintas reacciones punitivas a las que pueda
arribarse…].
Y así se reconoció de inicio el impacto
de estas discusiones, que vuelven, por momentos,
complejo el tratamiento de la autoría y la
participación: […S]e robustece la idea conceptual si,
casi como disciplina, se termina asumiendo que, de
este fenómeno óptico, la tesis de la autoría y la
participación resulta ser una cuestión vertebral
dentro del tratamiento de la teoría de la imputación

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objetiva. Efecto visual que también permitirá –en el
ámbito de las formulaciones efectuadas hasta aquí y de
las que sigan- que la tesis del dominio del hecho
tiene mucho por dar a la expectativa dogmática…].
Y justamente, de una breve ojeada de la
jurisprudencia, se pudo afrontar así -como cuestión
principal- que la teoría de la imputación objetiva y
la tesis de la autoría son comunicables y se influían
entre sí[…A]sí se sostuvo en la provincia de Tucumán,
(“Jefatura de Policía de Tucumán s/ secuestros y
desapariciones”, Expte. J - 29/09.-): “…8.3 IMPUTACION
OBJETIVA: Si bien es cierto que la conexión causal de
las conductas imputadas a los procesados en estos
autos se ha efectuado acabadamente a la luz de la
llamada ‘teoría del dominio’ del hecho mediante la
utilización de aparatos organizados de poder" es dable
observar que la herramienta dogmática utilizada no
obsta a la implementación -sino que se complementa en
forma armónica- de otra construcción de naturaleza
imputativa: la teoría de la imputación objetiva del
hecho. Es conocido en la doctrina jurídico penal que
esta teoría se presenta fundamentada en dos requisitos
esenciales, a saber: a) la creación de un peligro no
permitido para el bien jurídico y b) la realización o
concreción en el resultado de ese peligro
jurídicamente desaprobado. Es decir que autor (o
coautor) del hecho será quien despliegue una conducta
(o varias) que provoquen un peligro no permitido para
el bien objeto de tutela penal y ese peligro luego se
transforme en el resultado típico…La actividad de
estos individuos se dirigió sistemáticamente a
organizar una estructura que puso en peligro la vida y
la libertad de los individuos y que se transformaron
posteriormente en resultados típicos de muerte,
lesiones, torturas, violaciones de domicilio y
privación de libertad, entre otros…(Tribunal Oral en
lo Criminal Federal de Tucumán, integrado por los
doctores Gabriel Eduardo Casas, Carlos Enrique Ignacio
Jiménez Montilla y Josefina Curi y, en carácter de

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juez sustituto el doctor Luis Eduardo López; en la


causa n° J - 29/09, “Jefatura de Policía de Tucumán
s/secuestros y desapariciones”, seguida contra Luciano
Benjamín Menéndez y otros. 23 de agosto de 2.010)…].
Justamente, esta fue la opción asumida
como punto de partida por este Tribunal, dado que esa
disyuntiva, sin dudas, era –y es- un problema que
atañe al derecho penal universal. Incluso –ese dilema-
se lo presentó como una oportunidad real y sensata
para descartar el modelo que impone el apego
irrestricto a la ley de aquellos sistemas de
resolución autoritarios e injustos: […A]dvertido lo
anterior, y sin haber hecho demasiados prolegómenos en
el sentido de que las nociones de autoría e imputación
se tienen a mano y se influyen recíprocamente; es
decir, que están al tanto y sin subordinaciones de sus
más íntimos problemas dogmáticos, la ciencia del
derecho penal ha renunciado ya al sistema clásico que
traía aparejadas ideas y escenarios en el que al
sujeto activo del ilícito penal solo se lo encontraba
con datos e información física. En efecto, desde el
modelo clásico hasta casi era posible tropezarse con
el autor del ilícito y por su cercanía
temporoespacial, atinar sobre él la calidad de autor.
Y no ha sido, por cierto, nula la curiosidad de la
dogmática por rebatir –entre otros- este concepto del
dogma causal, hasta arrancarse las espinosas dudas…que
generaba este modelo de resolución de casos, y con
protocolario observación se reconoce el aporte de
Claus Roxin, de la siguiente manera: “Quien formuló la
dogmática de esta forma de criminalidad fue el
profesor de la Universidad de Munich, Claus Roxin en
1963 a partir de los casos jurisprudenciales Eichmann
y Staschynski, y formulada como "teoría del dominio de
la voluntad a través de aparatos organizados de
poder", fue desarrollada y precisada en sus límites y
contenidos en su obra Autoría y dominio del hecho en
Derecho Penal (Ed. Marcial Pons, Madrid, Edición
2000), aclarando que la aparición de nuevas formas de

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criminalidad no pueden ser abarcadas dentro de los
límites marcados por la teoría del dominio del hecho o
del dominio de la voluntad, por lo que correspondía la
búsqueda de nuevos criterios fundamentadores que -bajo
el marco del dominio del hecho expresaran las reales y
concretas circunstancias en las que dichos
acontecimientos (crímenes del nazismo y del comunismo
soviético) habían sido cometidos. Tales criterios,
considera Roxin, se justificarían en dos razones a) en
la necesidad de fundamentar la autoría del hombre de
atrás, cuando no ha existido error o coacción en el
ejecutor directo, existiendo plena responsabilidad de
este sujeto, y b) en la necesidad de diferenciar la
autoría mediata de la inducción” (Tribunal Oral
Criminal Federal de Santiago del Estero, integrado por
los doctores Josefina Curi, Marina Cossio De Mercau Y
Graciela Nair Fernández Vecino en la causa n° 836/09
caratulada “S/ Homicidio, tormentos, privación
ilegítima de la libertad, etc. E.p. de Cecilio José
Kamenetzky”, seguida contra Musa Azar y otros. 9 de
noviembre de 2.010.)…]
De los acápites respectivos de aquél
punto de partida (sentencia 28/12/2011-causa n° 1270 y
acumuladas-): se esgrimieron distintas -y muy variadas
por cierto- opiniones de jurisprudencia y doctrina
autorizadas en la materia, que desechaban y proponían
–para el tratamiento correcto de la categoría
dogmática de la autoría- una relación constante con el
concepto de imputación atravesada por las aristas
históricas del asunto, para lo cual de modo muy
enérgico se sostuvo: […E]n este sentido, casi por
genética y por oficio, la moderna ciencia penal en su
totalidad, entiende entonces que la imputación de
autoría ya no depende de la cercanía o no de la lesión
al bien jurídico para direccionar y atribuir ese rol.
El contenido de la postura analítica que se evoca a
partir del citado autor (Roxin), nos enseña que de lo
que se trata es de puntualizar conceptualmente las
pautas normativas por las cuales se carga a la cuenta

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de un sujeto el mentado rol (Ver Roxin “Voluntad de


dominio de la acción mediante aparatos de poder
organizados”, traducción de Carlos Elbert, Doctrina
Penal, 1985, págs 399 y ss., citado entre muchos otros
en Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de La
Plata, integerado por los doctores Carlos Alberto
Rozanski, Roberto Atilio Falcone y Mario Portela en la
causa n° 2901/09, seguida a Abel David Dupuy y otros.
23 noviembre de 2010)…].
En el afán, entonces, por establecer las
reglas normativas necesarias y útiles para la
definición concreta de los distintos roles que puede
asumir el sujeto ante un hecho ilícito de semejante
magnitud, se renunció a la explicación física –
característica del dogma causal- y así se dio lugar a
la viraje normativo que explica el concepto de
imputación de autor o partícipe: […E]l que ordenando y
dirigiendo, toma parte en la empresa es, sea el que
sea el grado jerárquico que ocupe, autor. A él le
corresponde la plena responsabilidad aunque, por su
parte, esté subordinado a su vez a otra instancia que
emita órdenes." (Donna Edgardo Alberto, "La autoría y
la participación criminal", Rubinzal- Culzoni
Editores, 1998, p. 35)…El papel que le toca jugar a
esta idea tan definidora –desechada ya la insuficiente
postura clásica- hasta anatómicamente encastra con el
fenómeno de la imputación. Es que se trata de
establecer cuáles son los engranajes necesarios para
procurar con suficiente sujeción, la definición de
cada una de las reglas normativas destinadas a las
atribuciones conforme la diferenciación de los
distintos roles y participaciones. En ese sentido es
que, con acierto y prudencia, la mayoría de la
dogmática entiende que estos dos fenómenos responden,
después de todo, a uno solo. Y éstas –que en sus
inicios comenzaron siendo tan solo aspiraciones de un
nuevo modelo para imputar autoría- coincidieron en
buena medida con las altas metas propuestas por
nuestra Cámara Federal en el juzgamiento a los

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excomandantes de la Junta Militar. Así se sostuvo que:
“La primera alternativa es aplicable al caso de los
gobiernos de facto impuestos en toda Latinoamérica en
la década del 70, como el sucedido en nuestro país.
Así, la teoría del dominio del hecho por dominio de la
voluntad en virtud de un aparato organizado de poder
fue utilizada en el juicio a las Juntas Militares
(Causa N° 13/84) a efectos de fundar la
responsabilidad por autoría mediata de los acusados
"... los procesados tuvieron el dominio de los hechos
porque controlaban la organización que los produjo.
Los sucesos juzgados en esta causa no son el producto
de la errática y solitaria decisión individual de
quienes los ejecutaron, sino que constituyeron el modo
de lucha que los comandantes en jefe de las fuerzas
armadas impartieron a sus hombres…Es decir que los
hechos fueron llevados a cabo a través de la compleja
gama de factores (hombres, órdenes, lugares, armas,
vehículos, alimentos, etc.) que supone toda
organización...En este contexto el ejecutor concreto
pierde relevancia. El dominio de quienes controlan el
sistema sobre la consumación de los hechos que han
ordenado es total, pues aunque hubiera algún
subordinado que se resistiera a cumplir, sería
automáticamente reemplazado por otro que sí lo haría,
de lo que se deriva que el plan trazado no puede ser
frustrado por la voluntad del ejecutor, quien sólo
desempeña el rol de mero engranaje de una gigantesca
maquinaria."(Juicio a las Juntas Militares. Causa
13/84. Fallos. N 309:1601/2)” (Tribunal Oral Criminal
Federal de Santiago del Estero, integrado por los
doctores Josefina Curi, Marina Cossio De Mercau Y
Graciela Nair Fernández Vecino en la causa n° 836/09
caratulada “S/ Homicidio, tormentos, privación
ilegítima de la libertad, etc. E.p. de Cecilio José
Kamenetzky”, seguida contra Musa Azar y otros. 9 de
noviembre de 2.010.)…]
Justamente, y casi como apartando un
miembro contaminado, la Cámara Federal supo encontrar

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estas reglas laboriosas y milimétricas adaptadas y


fieles a los estados de alerta que sobre el tópico se
planteaban en la situación internacional de por aquel
entonces. Frente a esa esforzada y comprometida labor
jurídica, se supo fincar un consistente maderaje y
estableció sobre qué reglas normativas ha de estribar
un sujeto activo en su calidad de autor y cuánto de
sus características “ahora” normativas –y no físicas-
son necesarias para torcer sobre él un resultado
disvalioso. Siendo de ese modo, es que se descartó la
explicación física para adjudicar el rol de autor: […
A]dicionalmente, y con dinámicas muy distintas, hay
que reconocer también que durante la vigencia del
dogma causal –hoy desgastado y con propuestas de
soluciones muy comprometidas por momentos, a pesar de
su faceta de imputación primaria que en la actualidad
se le reconoce-, una cosa es más que segura,
proporcionaba al intérprete una tejida idea para
resolver el caso, que la mayor de las veces, y con
omnipotente y sólida información, tranquilizaba al
resolver el curso lesivo que se tenía a la vista. A
pesar de que –como se deduce de las pocas críticas
reseñadas- con prisa muchas veces, el dogma causal
ofrecía soluciones altamente confusas y hasta por
momentos peligrosas, lo cierto es que: la conducta o
comportamiento típico era aquel que, como primera
medida, estuviera vinculado causalmente con el
resultado lesivo posterior. Por supuesto que esta
forma de resolución, coincidió con una época de gran
prestigio en el que se enmarcó, sobre todo, la
condictio sine qua non y la sola invitación que ella
inspiraba a partir de su técnica apetitosamente
simple, sencilla y hasta por momentos, milagrosa en su
eficaz colaboración prestada al intérprete a partir de
la supresión mental hipotética. Sin embargo,
imperiosas razones que se esgrimieron párrafos más
arriba relativos a un aguijoneo dogmático casi
intuitivo, entendió que ésta no era, ni mucho menos,

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la mejor de las técnicas para definir el reproche y
concretar la imputación de autoría…]
Como se ve y se verá más adelante, de lo
que se trató es de determinar que la dogmática agudizó
el ingenio a la hora de abandonar el sistema clásico,
permitiéndonos comprender que, ahora –incluso
revalidada esta aseveración profunda con argumentos
brindados por la CSJN más recientemente, al confirmar,
en forma indirecta, la sentencia en causa n° 1270 y
acumuladas, ya no es necesario que el sujeto tenga que
estar físicamente cerca de la lesión ilegítima de
cualquier bien jurídico. Idea central dirigida en
primerísimo lugar por el modelo de imputación
propuesto, casi como principio absoluto, por la Cámara
Federal al referirse a los distintos modelos que
historiaron la discusión (en particular conforme lo
dicho en el acápite correspondiente en la sentencia de
la causa Esma 1, que en las fojas citadas acuña la
imagen tan gráfica de que: […R]esulta inconfundible,
que de las líneas vertidas arriba, no hay en modo
alguno, desencuentros que permitan flexiones
argumentativas ni escalafonar otras prioridades; más
bien de ellas, surge oportunamente la tesis
predominante: cuanto más distancia se guarde del
escenario en el que tenga su desenlace el curso
lesivo, esto puede significar mayor poder de dominio y
conducción del curso lesivo. Sin dudosas
argumentaciones, esta idea fue siempre por delante, e
incluso con la hipótesis fáctica de que el campo
visual del escenario permitiera por momentos afirmar
también que, en ocasiones, cuanto más lejos, mayor
poder de conducción por ejemplo de un aparato de poder
organizado. Es decir, un binomio que con sumo tacto,
permita la indiscutible afirmación de que “cuanto más
lejos, más autoría”…]).
En resumen, como se dijo en la referida
resolución: […En] prieta síntesis solo reflexionar
que, la proposición exacta de los razonamientos a los
que aspira la postura integradora de la tesis

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“material objetiva del dominio del hecho”, refiere con


preferencia (al análisis del intérprete), desligarse
de las palabras de la ley (formal objetiva) como, del
mismo modo, de aquello que ambiciona y desea el autor
del ilícito (formal subjetiva) y direccionar el
problema de atribución del roles -clamando la atención
del intérprete- a mantener las riendas del suceso.
Quien, en la extensión considerable o no del curso
lesivo, definiera su permanencia, su continuidad y
prolongación hacia la consecución del resultado
posterior, es autor del ilícito y sobre él recaerá el
haber administrado y gestionado con dominio el curso
independientemente por medio de qué expediente domine
el suceso…]
Captó otra idea de acople aquella
integración al sostener que de esta manera, sea por la
doctrina o fuera por la jurisprudencia, se deshacen
uniones que fueron sostenidas a través de los modelos
históricos que enrolaban a la ciencia del derecho
penal en otros razonamientos y, al descubrir a la
vista de esa cultura y saber que al cortar con la
abundancia de la postura viciosa del dogma causal;
todo ello permite en el tiempo presente que, el autor
del ilícito, pueda hasta independizarse del contacto
físico con el bien jurídico protegido. Naturalmente,
con la antigua postura, ello no era posible dado que
el sujeto activo debía estar –para asumir la calidad
de autor- muy cerca físico y temporalmente del bien
jurídico cuando esto hoy; ya no es indispensable (para
el caso, fueron citados importantes textos de doctrina
en respaldo).
Es que al entreabrir la doble hoja de
propuestas de la tesis del dominio del hecho,
rápidamente puede advertirse que, la posibilidad de
usar a un sujeto físico como instrumento para llevar a
la práctica el proceso ejecutivo de un acto contrario
a la normativa jurídico-penal, y que tal proceder
resulte el fundamento primero de la autoría, con
independencia de que el sujeto activo haga contacto

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físico con el bien jurídico; confiados en la
indiscutible potestad a la que confieren las posturas
actuales, sólo es comprensible a través de la idea del
dominio del hecho. Incluso, y permaneciendo atentos a
las formulaciones esgrimidas ya desde el inicio del
acápite hasta estas reflexiones finales, obedeciendo
al instinto mecánico con el que la gruesa lente de la
dogmática más actual relaciona sin entredichos la
teoría de la imputación y autoría –y viceversa-
provocan una base suficientemente consistente y que no
es novedosa en cuanto a la vinculación de ambas:
deberá imputarse al sujeto, en tanto autor de la obra
delictiva, toda vez que en él inexorablemente
encontramos el dato del dominio y, sobrada de lógica y
transparencia la regla funcionará también en sentido
inverso; es decir, abandonar la adjudicación de
dominio cada vez que ese sujeto deje o aborte las
chances de dominio.
Incluso ello tuvo impacto directo en las
reflexiones que merecieron párrafos significativos y
propios del análisis que se lleva ahora adelante, al
decir que llagaba […l]a hora de pronunciarse y razonar
en términos de coautoría, las dosis en las que se ha
desmenuzado el concepto de autoría e imputación, nos
permiten concluir en que coautoría y dominio del hecho
siguen siendo el mismo asunto, tanto que en la
realidad práctica y en su modo de manifestación ello
puede asumirse bajo el economizado formulismo de
codominio del hecho. Y serán coautores con dominio,
aquellos sujetos activos que se desenvuelven y operan
en el marco de un plan común, efectuando y dirigiendo
la ejecución del acto sobre la base de una
distribución previa de funciones, sin que sea
necesario el consentimiento puntual con respecto a
cada acto. Para alcanzar ese fin, no es necesario
alcanzar una dinámica distinta de la del dominio del
hecho, por eso, tejida la tela de ese acontecimiento
proyectado por los sujetos en el que se define el plan
común, imperiosas razones dogmáticas nos permitirán

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arribar en que, de esa manera, también se definen las


bases comunes del codominio del hecho en el cual –
retomando las sugerencias vertidas hasta aquí- con
desacostumbrada prisa la imputación asumirá un giro en
el que hará tantos contactos como sujetos físicos
estén involucrados en el plan y, en ese tránsito de
ida y vuelta de la imputación, cada uno de ellos
responderá –por efecto del rebote- por el
comportamiento funcional del otro…].
Como era lógico de esperar, en las
líneas que siguieron a estas reflexiones, se sitúa en
extenso el análisis vinculado a los conceptos –ahora
bien entendidos desde el plano normativo y no causal-
de autor mediato, de instrumentos no punibles y, en
particular el de fungibilidad de los instrumentos.
Independientemente de que es aconsejable hacer una
remisión a esos párrafos, cabe transcribir sólo una
idea superficial pero a fin con aquello que se desea
significar: […N]o interesa por consiguiente el “como”
de la ejecución de la orden cuando el “sí” está
asegurado; y ello se debe a que quienes ejecutan
directamente el hecho, son solamente ruedecillas
intercambiables en el engranaje del aparato de poder.
Pues, al hombre de atrás, no le interesa quien cumple
sus órdenes. No obstante a ello, también en el debate
actual se encuentran en danza ciertas circunstancias
en las cuales la característica de fungibilidad, que
garantiza el éxito de la orden emanada por quien
dirige el aparato de poder, puede presentar
dificultades a la hora de otorgar responsabilidad a
los autores mediatos. Esto se divisa en la
fungibilidad inmediata y en el marco del campo de
batalla, cuando pese a tener el dominio de las
circunstancias, existiendo una división de tareas,
dificulta la intercambiabilidad de roles. Estas
circunstancias, ponen de relieve una crítica a la
teoría del dominio del hecho por la organización, pues
dificulta la identificación de una de las esferas de
la responsabilidad y niveles de jerarquía (en

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consulta, Kai Ambos, Dominio por organización. Estado
de la discusión, en Derecho penal contemporáneo,
revista internacional, número 19 año 2007, Bogota,
Colombia, Ed. Legis, págs. 5/44. En igual sentido Kai
Ambos, Malarino Ezequiel, “Jurisprudencia
Latinoamericana sobre derecho penal internacional”,
bogotá Colombia, Ed. Temis, año 2008). Entonces, lo
que permite construir este sistema de autoría mediata
no tradicional es, un sistema de responsabilidad
paralelo por la conducción institucional del aparato
de poder y además, por el rol asumido, más allá de la
responsabilidad de los propios ejecutores de la cual
no se duda…].
Y estas expresiones, que denotan un
profundo conocimiento sobre la infinidad de tornillos
que sostiene –hasta evolutivamente- la postura del
dominio del hecho o autoría mediata por el dominio
subjetivo de los aparatos de poder organizados, ha
sido compartida, como se vio, por una importante
cantidad de tribunales de nuestro país que sostienen –
incluso aceptando que se trata hoy de nuevas
reformulaciones- la tesis ofrecida por Roxin. No
obstante, cabe agregar el siguiente argumento que
volvemos a hacer propio: […E]n la causa Menéndez y
otro correspondiente al Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de la provincia de Tucumán, se dijo respecto
al funcionamiento de la autoría y participación dentro
del paradigma los aparatos organizados de poder, que:
“Era este tipo de organización y estructura la que en
la práctica permitía a sus miembros, no solo la
realización de los injustos penales imputados, sino el
éxito de los emprendimientos criminosos […]. La
circunstancia de que [los imputados], Albornoz y Luis
Armando De Cándido, integraran ese acuerdo previo,
hayan sabido y querido integrarlo, exhibe el dolo
requerido para el tipo subjetivo […]. Por otra parte,
la norma prevé que la sanción se agrave respecto a los
jefes y/u organizadores, atento a que por su condición
dentro de la estructura de la organización, tienen una

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mayor responsabilidad en la faz directriz […]. En


concordancia con lo que razona el profesor alemán Kai
Ambos, es evidente que la organización criminal como
un todo, sirve como punto de referencia para la
imputación de los aportes individuales al hecho, los
que deben apreciarse a la luz de sus efectos en
relación con el plan criminal general o en función del
fin perseguido por la organización criminal; de tal
manera, puede hablarse de un dominio organizativo en
escalones, de donde dominio del hecho presupone, por
lo menos, alguna forma de control sobre una parte de
la organización” (Tribunal Oral en lo Criminal Federal
de Tucumán, integrado por los doctores Gabriel Eduardo
Casas, Carlos Enrique Ignacio Jiménez Montilla y
Josefina Curi y, en carácter de juez sustituto el
doctor Luis Eduardo López; en la causa n° J - 29/09,
“Jefatura de Policía de Tucumán s/secuestros y
desapariciones”, seguida contra Luciano Benjamín
Menéndez y otros. 23 de agosto de 2.010)….].
Someramente, solo restaría por mencionar
lo relacionado al dominio subjetivo de los sucesos
delictivos que tienen lugar desde ese aparato, y que
se encuentran ligados al correcto conocimiento de las
circunstancias vinculadas a la pluralidad de esas
conductas típicas, y que puedan quedar enmarcadas bajo
la concreta aptitud lesiva. En punto a ello, en esta
sentencia de la causa n° 1270 (Esma 1) se sostuvo: […
C]laramente, la dimensión del dolo será abarcada con
extrema profundidad a la hora de adecuar
normativamente esas conductas a los distintos tipos
penales, pero, sólo dejar planteada aquí –a modo de
adelanto- circunstancias que por su especialidad,
representan un enorme potencial para resolver la
imputación objetiva y subjetiva de los casos a tratar.
Hacerlo desde la dimensión subjetiva, hace también a
la ciencia del derecho y no solo a la visión
parcializada que nos puede brindar solo la atribución
objetiva; sin allanar también, el sentimiento de todos
los ocupantes del aparato, incluso de aquellas

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“ruedecillas intercambiables en el engranaje del
aparato de poder” (Kai Ambos, “I.-Dominio… ob. cit.,
págs. 5/44). Concebir de esta manera la idea, y
entenderla desde el sitial ofrecido por la doctrina
más actual, permitirá alcanzar a entender con
suficiente claridad el fenómeno de atribución de
“cualquier” resultado que esté vinculado causalmente
al rol ocupado por los imputados…].
Y la verdad, es que la forma de
participación en que puede enmarcarse el
comportamiento del imputado Sandoval, por su puesto
delimitado apropiadamente en el contexto fáctico
“situacional”, puede ser atribuido a ese conocimiento
de la situación fáctica que, sin que sea necesario un
conocimiento cierto de la situación; por el contrario,
sea suficiente y alcance con un conocimiento mínimo de
ella. Es decir […e]l marco de la propia eficiencia del
aparato de poder organizado le garantiza al sujeto
activo algunas circunstancias eminentemente relativas
al conocimiento y también como parte integrante del
elemento volitivo: “para que pueda afirmarse que
alguien ha creado dolosamente un riesgo de producción
de un resultado es imprescindible que se cumplan tres
requisitos: en primer lugar, que se conozca que una
conducta, bajo determinadas circunstancias resulta
apta para producir un resultado (correcto conocimiento
de la aptitud abstracta); en segundo lugar, que el
sujeto sea consciente de que en la situación concreta
en la que lleva a cabo tal conducta concurren las
circunstancias objetivas que le hacen apta para
producir un resultado (correcto “conocimiento
situacional”); finalmente, que el sujeto integre los
dos anteriores conocimientos en un juicio de concreta
aptitud lesiva, es decir, que se represente que si
lleva a cabo su conducta bajo las circunstancias dadas
es perfectamente posible que el resultado acaezca
(nota n°3: la jurisprudencia del Tribunal Supremo
suele distinguir entre conocimiento de la peligrosidad
en abstracto de una conducta –que sólo da pie a la

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imprudencia- y conocimiento de la peligrosidad en


concreto –en la que se fundamenta el dolo-) […] la
imputación del conocimiento del primer dato (aptitud
abstracta de la conducta) puede llevarse a cabo, en la
gran mayoría de ocasiones, a través de la figura de
los conocimientos mínimos (p.ej. cualquier sujeto
imputable y normalmente socializado sabe que disparar
es, en según qué condiciones, una conducta apta para
matar)” (Ramón Ragués i Vallés, La atribución del
conocimiento en el ámbito de la imputación dolosa,
director de tesis: Prof. Dr. Jesús-María Silva
Sánchez, Catedrático de Derecho Penal, año 1998, en
http://tesis.com.es/documentos/atribucion-
conocimiento-ambito-imputa cion-dolosa/)...La razón de
ese pensamiento moral en que se basa la previsibilidad
de ciertos resultados, es para nosotros, la atribución
del conocimiento necesario para fundar –mayormente- el
dolo de la manera que ha sido definido por la doctrina
mayoritaria: “El tipo subjetivo, debe concurrir en el
momento de emprender la acción ejecutiva […] acción
con la que el autor deja salir de su ámbito de
organización” (GüntherJakobs, Derecho Penal, Parte
General, Fundamentos y teoría de la imputación, 2da
edición corregida, Ed. Marcial Pons, Madrid, 1997, p.
309) como la “finalidad que se encuentra en todas y
cada una de las conductas humanas […]. En los tipos
dolosos, el dolo es la finalidad tipificada. La
conducta con finalidad típica (que es materia de
prohibición) es dolosa” (Eugenio Raúl Zaffaroni,
Tratado de Derecho Penal, Parte General, Ed. EDIAR,
Buenos Aires, 1999, T. II, p.85). Dolo como, “saber y
querer (conocimiento y voluntad) de todas las
circunstancias del tipo legal. A ese respecto, el
requisito intelectual (“saber”) y volitivo (“querer”)
están en cada caso diferentemente configurados” (Claus
Roxin, Derecho Penal Parte General, Ed. Civitas,
Madrid, 2.006, T.I, p 415/416) y como “provisto de
certeza acerca de la realización del tipo […] en el
dolo directo se persigue esa meta” (Marcelo A.

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Sancinetti, Teoría del delito y disvalor de acción,
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p. 146/147).De
todos modos, y aun cuando reconozcamos junto con
Stratenwerth, que la teoría aquí adoptada puede
presentar cuestiones dudosas en la resolución de
algunos casos (cfr. “Derecho Penal-Parte General I”,
Ed. Edersa, Madrid, 1982, Pág.: 243), en lo que a este
expediente concierne, y conforme se verá, no los
presenta, en atención a la evidencia acumulada en el
debate…].
También es dable destacar que, en la
sentencia recaída en la causas denominadas Esma
Unificada y Esma 4 (5/03/2018 y 19/04/2021,
respectivamente), se plantearon en esencia los mismos
interrogantes y conclusiones, lo cual deja en alza los
criterios primigenios sostenidos en la resolución
dictada el 28 de diciembre de 2011 (confirmada por la
Corte Federal).
También fue abordada con prudencia la
tesis de Roxin del año 1963 […S]egún el autor, al
estar implicada en los sucesos una empresa criminal de
esta magnitud, la consolidación de los ilícitos de
ninguna manera se encuentra determinada por el
comportamiento de los ejecutores inferiores, ya que
éstos sólo poseen una actividad subordinada, son
prescindibles, y no pueden impedir que el hombre de
atrás -quien conserva en todo instante la facultad de
decidir-, concrete el resultado lesivo pretendido a
través del aparato de poder…Afirma Roxin que: “Somos
conscientes de que crímenes de guerra, de Estado y de
organizaciones como las que aquí se analizan no pueden
aprehenderse adecuadamente con los solos baremos del
delito individual. De donde se deduce que las figuras
jurídicas de autoría, inducción y complicidad, que
están concebidas en la medida de los hechos
individuales, no pueden dar debida cuenta de tales
sucesos colectivos, contemplados como fenómeno global.
Pero ello no exime de la obligación de considerar los
comportamientos de los intervinientes a título

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individual en tales hechos, también desde la


perspectiva del delito individual, con arreglo a cuyos
presupuestos los juzgan predominantemente nuestros
tribunales...” (Roxin, Claus: Autoría y dominio del
hecho en derecho penal, trad. de Joaquín Cuello
Contreras y de José Luis Serrano González de Murillo,
Edith. Marcial Pons, Madrid, 2000, p. 270)…]
Por lo tanto, y al referirse a la
fungibilidad se sostuvo que […e]l elemento
determinante para configurar el dominio de la voluntad
en esta clase de casos, constituye entonces una
tercera forma de autoría mediata, independiente de los
supuestos de coacción y de error. Esta concepción
dogmática, como se viene reseñando, encuentra su
prisma en la fungibilidad de los ejecutores que
componen el aparato organizado, quienes no dejan de
ser, sujetos anónimos y sustituibles, o engranajes
cambiables en la maquinaria criminal. Es decir, que
cuanto más alto se encuentre el sujeto en la cadena de
mando, más creciente es el dominio que posee sobre la
conducción, organización y designio de órdenes dentro
del aparato…].
Se consideró que teniendo en cuenta lo
expuesto en esas líneas de reflexión, y las
circunstancias fácticas detalladas en esos apartados,
resultaba evidente que un régimen de las
características que fueron señaladas […f]ue el que
imperó en la República Argentina, luego del golpe de
estado del 24 de marzo de 1976. Así incluso lo
resolvió la Cámara Federal de esta ciudad en la causa
13/84…Se demostró en dicho juicio que los imputados
elaboraron un sistema de poder alternativo al formal,
basado en la estructura militar aplicada previamente,
y ordenaron a través de la cadena de mandos tanto de
las fuerzas militares como de seguridad y policiales
del Estado, pasar a actuar en la ilegalidad y
clandestinidad; a lo que agregó, que garantizaron a
los cuadros no interferir en esos despliegues,
asegurando la impunidad de sus conductas con todos los

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medios a su alcance (propaganda, distracción, negación
a brindar información, montajes, etc.)…].
Ahora bien, también del voto mayoritario
de la resolución dictada en el mes de marzo de 2018
(Esma Unificada), con base a la primigenia opinión que
le sirviera de plataforma dogmática sobre todo en
materia de co-dominio del hecho, se hizo referencia al
concepto de coautoría funcional y sucesiva aplicable a
ciertos casos en los que […d]entro de su esfera de
actuación, poseían (los acusados) el dominio final de
los hechos; sintéticamente tenían poder de decisión
sobre éstos y los concretaron de propia mano…señala
Bacigalupo que: “el elemento esencial de la coautoría
es el co-dominio del hecho. Este elemento ha sido
caracterizado por Roxin como un dominio funcional del
hecho, en el sentido de que cada uno de los coautores
tiene en sus manos el dominio del hecho a través de la
parte que le corresponde en la división del trabajo”
(Bacigalupo, Enrique. Derecho Penal, Parte General.
2da, edición renovada y ampliada, Hammurabi, Buenos
Aires, p. 501). Agrega que: “el co-dominio del hecho
requiere una decisión conjunta al hecho. Mediante esta
decisión conjunta o común se vinculan funcionalmente
los distintos aportes al mismo…Asimismo, el autor
expone que: “se designa como coautoría sucesiva el
caso consistente en que alguien participa co-dominando
el hecho en un delito que ya ha comenzado a
ejecutarse” (Op. cit., p. 504)…].
El análisis conclusivo de esas ideas,
tuvo que ver con el tratamiento particular –modelo y
técnica de resolución que aquí debe adoptarse
finalmente- en lo que se refiere a la imputación del
delito de privación ilegítima de la libertad,
considerando que el imputado ha[…e]jecutado
directamente las conductas típicas que componen este
ilícito, bajo el co-dominio funcional y sucesivo de
cada hecho, al mantener a las personas que previamente
eran secuestradas, en custodia en el centro
clandestino de detención, impidiendo que se escaparan

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de allí y manteniéndolas bajo un régimen de cautiverio


ilegal y clandestino…].
En el sentido apuntado, la inequívoca e
incuestionable advertencia formulada al utilizar esa
técnica, tuvo que ver con que […n]o interesa que los
nombrados no hayan tomado parte desde el comienzo en
la comisión del delito, ya que si bien éste comienza
en el instante en el cual se afecta ilegalmente la
libertad individual de una persona, luego se sigue
ejecutando hasta que no cesa tal restricción, por lo
tanto, quienes ingresan en el hecho o hacen un aporte
en forma posterior, mientras se siga sucediendo,
responderán al mismo título que el autor inicial…].
Y en apoyo de esa actitud y
posicionamiento dogmático, destacamos que la cuestión
focal que hace al cierre de las ideas graficas
expuestas hasta aquí, son la razón de ser del objeto
de valoración central de la adjudicación individual en
la responsabilidad penal que se juzga aquí: […S]e ha
acreditado debidamente, de los testimonios recogidos a
lo largo del debate e incorporados por lectura, que la
actuación de la Unidad de Tareas, cuyas actividades si
bien eran dirigidas por su Jefatura, eran consentidas
por el resto de los integrantes, quienes prestaban
diariamente, no sólo su consentimiento, sino que
colaboraban brindando información y participando en
las diferentes etapas del proceso. De allí que se
produzca lo que algunos autores denominan
codelincuencia, que es una modalidad especial del
reparto del trabajo, en que cada uno aporta una
determinada prestación, y cuya ejecución implica la
continuidad del tipo penal.En este sentido, la Cámara
Federal de Casación Penal –Sala II-, en el precedente
“Obregón, Juan Antonio y otros s/ recurso de casación”
(causa n° 14.900, reg. 81/16, rta: 19/02/2016) sostuvo
que: “…en todo momento con la utilización del grupo de
tareas, con el alojamiento de los detenidos o
secuestrados…sin contacto con familiares o abogados
defensores, a merced de los victimarios, en todo

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momento vendados o encapuchados, atados, y
especialmente en el momento de ser sometidos a
interrogatorios bajo tormentos, siempre se buscó la
impunidad…diluir el conocimiento de la identidad de
quienes eran los que los sometían a esos malos tratos.
Permanentemente el grupo de tareas se afanó por lograr
sus objetivos sin que se pudiera individualizar a los
autores. No obstante ello justamente esto hacía que el
grupo de tareas se esmerara en participar siempre y en
todos y cada uno de los hechos, con la cooperación de
sus miembros, en las detenciones, en la obtención de
información, en los tormentos, en las vejaciones, en
los interrogatorios, muchas veces como método de
imponerse y exhibir superioridad a quienes eran
considerados enemigos, y otras veces beneficiándose de
esa situación de minusvalía dando rienda suelta a sus
instintos…se concluyó que debía aplicarse el régimen
de “coautoría en todos los hechos traídos a juicio,
cada uno desde el lugar que le tocó, pero haciendo un
aporte sin el cual el hecho no hubiera podido
efectivizarse…poseyendo el codominio sobre los hechos
descriptos y mediante un acuerdo de voluntades, los
imputados consintieron e intervinieron en las
conductas tendientes a efectivizar las detenciones en
clandestinidad, manteniendo encapuchadas a las
víctimas, reteniéndolas en lugares alejados de sus
familias y sin brindarles información respecto de su
paradero, aplicando tormentos para obtener información
y por ser personas de cierta ideología, religión u
organización con la que los imputados no comulgaban,
para luego decidir si se los liberaba manteniéndolos
en libertad vigilada…sin avisar en ningún momento a
sus familiares…o directamente se los desaparecía…].
Finalmente, al ser la privación
ilegítima de la libertad y la aplicación de tormentos
(en las circunstancias señaladas en el exordio
respecto del modo de funcionamiento del CCD ESMA),
delitos permantes, no quedan dudas de que el imputado,
desplegó actividades comunes y acordes al plan general

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gestado desde la Armada, asegurando y manteniendo las


condiciones de detención de la víctima, por lo cual,
dominó –incluso funcional y sucesivamente los hechos-,
y de esta forma, deberá responder penalmente (artículo
45 del C.P.).

2.- Nociones finales y complementarias


sobre la autoria, coautoria sucesiva y las formas de
particiación eventualmente necesarias y no necearias.
De modo sucinto, seguiremos muy
brevemente con algunas reflexiones terminológicas que
ayudarán a determinar la dimensión del punto:
diferenciar conceptualmente estas formas de injerencia
participativa, para hacer más perceptible y
comprensible el capítulo que sigue a este.
Así, en perspectiva terminológica, un
sector de la doctrina se ha referido en materia de
autoría sucesiva con las expresiones autoría adhesiva
o aditiva, como también a la de autoría sobrevenida.
Todas, bastante ilustrativas sobre el punto que se
vino tratando hasta aquí. Así, se dijo que […Tales
denominaciones se utilizan no sólo para las acciones
que acaecen en ese momento postconsumativo, sino con
ocasión de comportamientos que comienzan antes de la
consumación del delito, pero cuando la ejecución o
bien ha comenzado o bien ya ha terminado sin que el
resultado todavía haya acaecido…] (Sobre la denominada
coautoría sucesiva en los delitos dolosos. tratamiento
jurídico penal de la complicidad sucesiva, Manuel
Gómez Tomillo, Profesor Titular de Derecho Penal,
Universidad de Valladolid, en http://e-
spacio.uned.es/fez/eserv.php?
pid=bibliuned:revistaDerechoPenalyCriminologia-2002-
10-5030&dsID=Documento.pdf).
Si bien esta doctrina y la consultada en
el acápite, se refiere incluso a supuestos de
pluriautoría, también se refiere –como nosotros- a la
escasa importancia que pueden tener ciertos casos ya a
nivel de la tipicidad objetiva, en los que el dato

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primigenio de la causalidad podría no tener ninguna
trascendencia en términos de imputación de autoría […
i]ntentaremos poner de relieve que el argumento de la
ausencia de causalidad no puede ser utilizado de forma
generalizada en toda hipótesis imaginable de coautoría
sucesiva, sino que limita su operatividad a un grupo
muy limitado de delitos, cuales son los delitos
permanentes, las hipótesis de delito continuado y los
delitos de resultado de un solo acto….].
Del mismo modo, aborda la dimensión
subjetiva de esa categoría de coautoría sucesiva al
decir que […s]e parte de la idea de que el dolo supone
no sólo el mero conocimiento, sino también la voluntad
de realización. Al respecto, Stratenwerth, entre otros
autores, sostiene que en estos casos, si se trata al
coautor sucesivo como auténtico autor, habría que
hablar de la presencia en él de un dolussubsequens: el
elemento volitivo se proyectaría sobre hechos ya
acaecidos en el momento en que esa necesaria volición
tiene lugar. Para Samson, la perspectiva descrita
parece ser reconocida por defensores de la idea de la
coautoría sucesiva como Maurach y Busch que junto con
el conocimiento requieren tan sólo la «aprobación» de
las circunstancias previas…].
Hemos justificado a los largo de los
distintos precedentes de este tribunal, toda la
argumentación jurídica que da cuenta del lugar ganado
que tiene la tesis del dominio del hecho como
paradigma definitorio en la asignación de roles e
injerencias participativas. Y esto también es
ampliamente reconocido por esta doctrina que hemos
preferido seguir. Incluso esa posibilidad se examina
casi como una postura dogmática superadora a la propia
tesis de la coautoría sucesiva […E]n definitiva, con
independencia de los puntos de partida teóricos en
materia de codelincuencia parece existir en la
actualidad un amplio consenso que pone en duda la
construcción que tradicionalmente se efectuaba del
concepto de «coautoría sucesiva». Los argumentos al

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respecto son suficientemente contundentes como para


que aquélla deba estimarse superada. Se ha dicho que
las tesis que vienen sosteniendo la posibilidad de
imputar lo ya acaecido a título de coautor a quien
interviene en los hechos tras la verificación de actos
inequívocamente ejecutivos basan consciente o
inconscientemente su opinión en una fundamentación
subjetiva de la autoría y la participación; es decir,
para ellas es suficiente con la presencia de un ánimo
común en los diferentes sujetos activos, animus
auctoris, o el mero querer el hecho como propio, para
fundamentar la presencia de autoría, prescindiendo con
ello, de la verificación de ulteriores datos de índole
objetiva…En estos términos, la calificación de
(co)autor de quien se adhiere a un proceso delictivo
ya comenzado, pero no agotado se abre paso con menor
dificultad…Si no se asume de lege lata ese sistema,
deberían cerrarse simultáneamente las puertas a la
aceptación de la denominada coautoría sucesiva…].
Sobran las reflexiones entonces por las
que la tesis del dominio del hecho entonces tiene su
lugar ganado, más aún en materia de colaboraciones al
hecho principal donde sí hay más respuestas unitarias
a diferencia la discusión presente.
Ciertamente, ello puede verse con más
claridad en materia de participaciones punibles pues,
en ese caso, las circunstancias de inseguridad
jurídica revisadas en capítulos anteriores y en la
jurisprudencia de este tribunal, en punto a los
problemas dogmáticos que fueron abordados por las
distintas teorías aglutinadas bajo las concepciones de
autor único o trato diferenciado y su contraste con el
dogma causal; resultan no ser de tal magnitud, cuando
el análisis profundo se corre -por decirlo de alguna
manera-, a los esquemas en los que sólo debe
diferenciarse: cuándo algunos imputados deben asumir
más responsabilidad que otros. Insistimos, ya no
determinar si hubo o no injerencia para colocar una
condición física para la obtención del resultado

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típico, sino que, partiendo de la respuesta positiva a
ese interrogante; definir el grado de intervención en
la consecución de aquél.
Todo este problema en el que se incrusta
la idea de diferencias valorativas, es decir,
diferentes participaciones punibles; claramente se
traslada a la categoría en la cual se adjudicación de
penas puntuales previo acudir a un criterio
restrictivo material y objetivo.
Es decir, si todo el problema de la
autoría fue reconducido a poner sobre el tapete el rol
de aquél que puede o tiene la potestad de definir la
continuación o el avance del curso lesivo, y ese
sujeto termina siendo el autor del hecho dado que
sobre él recae la conducción de ese curso con dominio
del verbo típico; esto, si tomamos como vaso
comunicante a la tesis formal objetiva o de dominio
del hecho, significaría “necesariamente” una baja en
la responsabilidad de quien carecía de ese nivel de
injerencia sobre el hecho principal.
En efecto, y para abreviar más de una
década de criterios asumidos incluso con las distintas
jueces colegas que han integrado este Tribunal Oral
Criminal federal n° 5, nos remitimos al análisis
general del acápite: si un sujeto no solo queda fuera
de los elementos definidores como el de naturaleza y
momento del aporte bases de cualquiera de las formas
de autoría, pero además, queda exceptuado del plan
común e incluso de las propias bases en la que se
asentaría hasta la hipótesis del codominio del hecho;
al no tener individualmente ni tampoco compartir el
señorío de la cosa conjunta o riendas del suceso, cabe
inclinarse por la evaluación del dominio ya no de una
autoría pero si de una participación -eventualmente
necesaria o no necesaria- con la consecuente reacción
punitiva que considere el menor nivel de intervención
realizado en comparación con aquél que quiso y supo
cómo definir que el hecho acaeciera tal como lo
planificó desde una evaluación ex ante.

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Y esto no culmina allí, dado que la


expresión de mayor garantía que recepta el principio
restrictivo que seguimos, exige poder aún diferenciar
entre necesidad o innecesaridad del aporte en la
participación del hecho principal; para lo cual, la
letra de la ley y aquello que los sujetos querían o
quisieron a la hora de realizar el aporte serán
claves.
El planteamiento del problema se puede
hacer de la siguiente manera: si, como es aceptado por
la amplia mayoría en la doctrina, la punibilidad del
partícipe deriva de su propia contribución en la
realización por otro de un injusto penal concreto
(este planteamiento tiene como base el entendimiento
de la doctrina mayoritaria sobre el carácter accesorio
de la participación), esto será definitorio para que
se hable de una “participación o intervención especial
y necesaria”.
Profusa jurisprudencia nacional se ha
referido a estos conceptos en los que se desarrolla
todo lo relativo al valor del aporte como criterio
para determinar la participación que corresponde al
tipo de complicidad que se trate por un lado, y por el
otro, fallos que tratan los criterios fundados en la
eficiencia del auxilio o cooperación en la estructura
concreta del delito cometido.
También con relación a la determinación
del aporte, el cual debe ser analizado con relación a
las concretas posibilidades que tenían los autores
principales intervinientes en caso particular, ergo;
si el hecho puntual no hubiera podido cometerse sin la
acción del partícipe, estaremos hablando de la
complicidad primaria.
Al decir de Donna[…E]l cómplice primario
o el cooperador necesario es el que en !a etapa de la
preparación o ejecución del hecho aporta una
contribución, sin la cual el delito no hubiere podido
cometerse. El elemento que caracteriza a esta forma de
complicidad, afirma Bacigalupo, es la intensidad

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objetiva de su aporte al delito, ya que sin éste el
hecho no habría podido cometerse de la forma en que se
lo hizo…] (Edgardo Alberto Donna Catedrático de
Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, Antiguo becario de la
Alexander von Humboldt Stlftung, PARTICIPACION
CRIMINAL, Segunda edición ampliada y profundizada, Ed.
RUBINZAL CULZONI EDITORES, año 2002, página 130)
Y fuera del comportamiento prohibido y
exteriorizado, también se refiere a la dimensión
interna […L]a cooperación debe ser dolosa. El cómplice
debe saber que presta un aporte a la ejecución de un
hecho punible331. El dolo del cómplice debe referirse
tanto a la ejecución del hecho principal como a su
favorecimiento. También el dolo del cómplice tiene que
dirigirse a un hecho principal individualmente
determinado, pero tratándose de acciones de
favorecimiento en la fase previa, no se precisa que
conste definitivamente la persona del autor…] (Donna,
ob. cit. pág. 110).
Pero, por debajo de estas exigencias
típicas (del art. 45 del CP), tanto objetivas como
subjetivas, es decir, fuera de las dimensiones en las
que quedan comprendidos esos comportamientos
prohibidos, el art. 46 del mismo cuerpo normativo,
conecta con la idea de que el cómplice secundario es
el que realiza un aporte para la ejecución que no
tenga la naturaleza del que caracteriza a la
intervención del primario (o necesario) y contribuye
con su obrar a la ejecución del delito sin el cual no
habría podido cometerse tal como se cometió en sus
formas, modalidades, etc., es decir, que el aporte del
secundario no debe haber sido determinante de la
configuración de la acción típica tal como ella se
realizó en la forma, modo o mecánica del concreto
delito.
Así lo dice Donna[…p]odemos afirmar que
cómplice secundario es quien ha prestado una
colaboración que no es indispensable para la comisión

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del delito…], e incluso en apoyo a la postura


histórica sostenida por las sentencias que preceden a
ésta, en punto al valor trascendental que asume la
tesis de la imputación objetiva […T]al como se dijo,
hay una corriente, principalmente en España, que
afirma que la distinción está en el momento del
aporte. Si el cómplice primario puede actuar en los
actos preparatorios, entonces la cuestión ha concluido
y sólo faltará determinar quién es ese sujeto cómplice
secundario. Desde la teoría del dominio del hecho la
cuestión es sencilla. Será cómplice secundario quien
no tenga el dominio del hecho….].-(Donna, ob. cit.
pág. 114).

3.- La ilimitada extensión de la tesis


del dominio del hecho como única respuesta posible
para la solución del caso, sea para imputar o en su
función correctora de límites de la responsabilidad.

Cerremos aquí los elementos que integran


este paradigma determinante.

Como constituye un lugar común en el


estado actual de la dogmática contemporánea de derecho
penal, siempre se tratará de la misma reflexión, es
decir aquella que aloja -como ya vimos en los acápites
respectivos y que aquí saldaremos- suficientes ideas y
bases normativo-ónticas a partir de las cuales, puede
adjudicarse a alguien el ser sujeto pasivo de la
amenaza punitiva. Para eso una vez más habremos de
colocar la mirada sobre segmentos y definiciones que
son comunes y que tienen utilidad central para cumplir
con aquél fin con base al normativismo: [...E]n…la
reflexión académica de la ciencia penal es francamente
observable un conjunto de trayectos que tienen postas
similares: a grandes rasgos se deja traslucir un
camino que inicia en el optimismo naturalista que nos
ofrecía, desde fines del siglo XIX, la posibilidad de
detectar en el mundo real aquellas estructuras que

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debían en una segunda instancia ser abarcadas por la
norma, al ilimitado y trabajador normativismo que hace
creer a unos y otros que la construcción prejuiciosa
de ciertos deberes, aquí y allá, se encuentra todo lo
necesario para definir cuánto de la vida real debe
abarcar una norma. Este vía crucis que va desde el
ontologicismo radical al normativismo más puro, se
advierte con claridad tanto la teoría de la imputación
al tipo como en la teoría de la autoría...] (Autoría,
infracción del deber y delitos de lesa humanidad
Maximiliano Rusconi, y otros Editorial Ad Hoc, año
2011, pág. 21).

En sentido similar: [...III].- La


autoría como imputación.- La teoría de la
codelincuencia ha pululado por diversos escenarios en
los que alguna vez también la causalidad ha sido una
de sus protagonistas. De forma sintética puede
señalarse que, en un primer momento, la idea de la
causalidad se aferró vigorosamente a las formas de
intervención en el delito, puesto que suponía la
manifestación fenomenológica de la propia conducta
tipificada: el hecho era típico si era causado por
alguien y, por tanto, que lo causaba se convertía
autor...]. Permítasenos hacer un salto metodológico, y
abreviar varios años de debate que ya han sido
tratados en otros apartados de esta sentencia y seguir
consignando que lo que expresa el autor al decir:
[...M]ás tarde, la base de la autoridad participación
comienzan a concebirse bajo el signo de la
normativización, cuyo proceder consiste en asignar la
realización del derecho atendiendo a criterios de
atribución normativa y/o ubicando la autoría dentro de
la categoría de la imputación objetiva -o hoy incluso,
como ya hemos visto, se ha pretendido deducir la
autoría a partir de la norma jurídico-penal que
resulta infringida por el comportamiento punible-...]
(Revista de Derecho Penal, 2005- Tomo 2, Autoría y
Participación -I) Director Edgardo Alberto Donna,

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doctrina y jurisprudencia, Ed. Rubinzal- Culzoni; año


2006, pág. 189).

No debemos perder la oportunidad para


mencionar nuevamente que, en distintos trayectos
conceptuales de esta sentencia nos hemos ocupado de
descartar toda aproximación a criterios causales
naturalísticos, que permitían definir éstos
interrogantes sólo con datos objetivos o físicos y no
normativos. Y esta, por cierto, ha sido la
jurisprudencia pacífica del tribunal –como ya dijimos-
aún con las distintas integraciones en las que se han
desarrollado los anteriores debates orales; en
particular, un conjunto de criterios -vinculados a la
tesis del dominio del hecho- que permitió exponer a
las partes del proceso, respuestas ofrecidas en clave
polìticocriminal y constitucionalmente aceptables.
Entonces, postulando una vez más el rechazo al
causalismo: [...S]in que sea necesaria una extensa
fundamentación, estos ejemplos demuestran de modo
suficiente que con una concreción del resultado
entendida con tanta amplitud el requisito de
causalidad como principio imputación tiene que ser
llevado ad absurdum...] (Causalidad, riesgo, e
imputación; 100 años de contribuciones críticas sobre
imputación objetiva y subjetiva; Marcelo Sancinetti
compilador, colaboradores Marcelo D. Lerman y Patricia
S. Ziffer, Editorial Hammurabi, año 2009, pág. 188).

Ampliemos aquellos argumentos focales


con éstas ideas que ayuden a profundizar la
problemática planteada en éste apartado.

Justamente, y en la línea o tesis del


dominio del hecho, la citada doctrina dice: [...U]na
revisión ya superficial de la evolución científica de
las bases para poder encontrar el rol de autor en el
marco del derecho penal, siempre llevará un lugar en
el cual se ostenta el gran protagonismo que ha
adquirido el concepto de dominio del hecho. Ya en las

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primeras aportaciones de conjunto de Hans Welzel puede
leerse, claro que desde la óptica naciente finalismo,
en los comienzos de la década del 50, una descripción
de la trascendencia del concierto de dominio hecho:
"No es autor de una acción dolosa quien solamente
causa un resultado, sino quien tiene el dominio
consciente del hecho dirigido hacia el fin. Aquí se
eleva -decía Welzel- el autor, por la característica
del dominio finalista del hecho, por encima de toda
otra participación. Así mismo puede ser recogida en el
concepto de dominio del hecho una característica de
ser un elemento general de lo injusto personal de los
tipos dolosos...] (Maximiliano Rusconi, ob. cit. "El
concepto de dominio del hecho como puente entre
imputación al tipo y construcción de las bases de
imputación de autoría, pág. 22). Y más adelante que:
[...¿]Cómo imputar autoría de hechos jurídicamente
definidos a quienes ostentaban responsabilidades
visibles en el desarrollo del camino ilícito de la
institución pero que no habían ejecutado en forma
directa al curso lesivo de sus actos? La teoría del
dominio del hecho, configurada modernamente en sus
detalles en esa época y llevar a sus últimas
consecuencias por Claus Roxin, ofreció rápidamente una
respuesta político criminalmente eficiente y
científicamente sólida...] (Maximiliano Rusconi, ob.
cit. “El escenario de la criminalidad de lesa
humanidad”, pág. 24), y además -lo cual sienta
nuestras bases cuando sostenemos la relación entre
autoría e imputación y a la inversa- que: [...L]a idea
del dominio del hecho brinda, en cambio, bases
normativas ricas y eventualmente estables, para
construir un sistema de atribución que puede hacerse
cargo del significativo plantel de dilemas que la
teoría de la imputación del tipo objetivo ha planteado
en las últimas tres décadas. El autor responde por el
segmento que domina y deja de responder por aquello
que ya no domina cuando ese dominio es extraviado...]

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(Maximiliano Rusconi, ob. cit. “Relación con la teoría


de la imputación”, pág. 33/4).

Por supuesto que en base a éstas


reflexiones y de aquellas que a su tiempo dimos,
representan una doble base conceptual: 1.- en primer
lugar estamos ante un sistema que permite advertir
claramente las diferentes formas de intervención en el
delito y, 2.- la idea de que el dominio del hecho
representa la solución a la gran parte existente de
los delitos y la base decisiva de su autoría e
injerencias participativas.

Ahora, si bien antes fue superficial la


mención que hicimos sobre los vasos comunicantes que
existen entre la teoría de la imputación y la
categoría de la autoría y participación, en este
punto, vale profundizar la idea para comprender la
dimensión del punto. En efecto, pues, como ya dijimos
pero repetimos, de las tantas preguntas que exige el
tipo objetivo de la tipicidad que se trate, estamos de
acuerdo en que la interpelación que nos debemos hacer
-y no sólo por la acción y el resultado, entre otros-
en ese nivel, es aquella que tiene que ver con el
autor o partícipe lo cual es ciertamente ineludible.

Al margen de que ello coloca a la tesis


del dominio del hecho en el centro de la dimensión de
lo prohibido que en su seno acuna el tipo objetivo, lo
cierto es que, como adelantamos, el problema de la
autoría y participación siempre es el mismo, puesto
que no hay manera de sortear que uno vive a cuenta del
otro.

En términos de estructura fundamental


del injusto penal, la realización del tipo habrá de
manifestarse mediante la realización de los distintos
elementos típicos, en los que la imputación del
comportamiento al autor/partícipe, permite adecuar la
descripción del injusto típicamente delictivo previsto

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en el tipo penal que se trate. Toda disposición penal
contiene elementos referidos al hecho y al autor y la
[…c]concurrencia constituye un requisito de la
punibilidad del comportamiento…]
(Wessels/Beulke/Satzger, Derecho Penal parte general,
el delito y su estructura, 46 a. edición alemana,
Traducción Raúl Pariona Arana, año 2018, pág. 74) .

Pues bien, ese nivel de reciprocidad, si


acaso no pudo ser revelado en el ítem anterior, en el
que sigue, no dejará espacio a titubeo o vacilación
alguna.

4- Autoría y responsabilidad de Mario Alfredo


Sandoval.
Llegado el momento de ocuparnos de analizar
la autoría y responsabilidad que le cupo en los hechos
a Mario Alfredo Sandoval, habremos de mencionar las
circunstancias de tiempo, modo y lugar sobre las
cuáles centraremos su reproche, teniendo en cuenta la
comunidad probatoria y apuntando a una mayor claridad
expositiva posible.
a.- En esa dirección, en primer término,
corresponde destacar –tal como lo hiciera su propia
defensa técnica al momento del alegato- las
circunstancias que no se encuentran controvertidas en
el presente juicio. A saber: 1) Que la víctima Hernán
Abriata fue privado ilegalmente de su libertad y
conducido a la ESMA, 2) Que en el operativo de
secuestro participó una persona que se identificó con
el apellido Sandoval, 3) Que efectivamente Hernán
Abriata estuvo detenido en la ESMA, 4) Que Hernán
Abriata fue sometido a tormentos en la ámbito de la
ESMA, 5) Que algún integrante del grupo represor era
apodado “Churrasco” o “Churrasquito” y, 6) Que la
Policía Federal Argentina participó activamente en la
lucha contra la subversión.
Ello es así, merced a la abrumadora
prueba producida, y cuyos aspectos fueron acreditados

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en la sentencia anterior dictada por parte del


Tribunal, de modo que frente a la ausencia de
objeciones al respecto no se realizaran mayores
disquisiciones sobre el particular.

b.- Dicho esto, en concreto, la asistencia


técnica del imputado centró su análisis poniendo de
relieve las discordancias físicas detalladas a lo
largo del tiempo por las distintas manifestaciones de
los testigos respecto de quien se identificara como
Sandoval durante el procedimiento que culminara con la
detención ilegal de Hernán Abriata.
En esa dirección cuestionó las declaraciones
de Carlos Abriata, Beatriz Cantarini, Mónica Dittmar,
Juliana Abriata, Claudia Dittmar, Carlos Muñoz y
Alfredo Buzzalino.
Preliminarmente, la defensa refirió que para
el momento de los hechos, Mario Alfredo Sandoval tenía
23 años y era de contextura delgada.
Con relación a los dicho de Carlos Abriata,
señaló que el testigo indicó que quien se presentara
como Sandoval en el procedimiento tendría unos 35
años, morocho, de estatura media y gordito.
Que Beatriz Cantarini lo habría identificado
como una persona no muy alta, morrudo y de unos 35
años. Que, al momento de declarar en el marco de la
causa nro. 1282 (ESMA unificada) del registro de este
Tribunal, cambió su versión y sostuvo que esa persona
tendría unos 23 años.
Respecto a los datos aportados por
Mónica Dittmar, señaló que en un primer momento habría
señalado que se trataba de una persona de cara
alargada, grande y de unos 35 años, mientras que, en
el año 1984 habría declarado que era petiso.
Con relación a los dichos de Juliana Abriata,
el defensor dejó planteado el interrogante de si, en
definitiva, esa persona que se identificara como
Sandoval era robusto o no.

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En lo que respecta a Claudia Dittmar, señaló
que la testigo al momento de declarar en el marco de
la causa nro. 1282 (ESMA unificada) del registro de
este Tribunal, refirió que aquella persona se
identificó como “Comisario Sandoval” y que, con
posterioridad a la nota periodística de Página 12,
dijo “Subinspector”.
En lo referente a Carlos Muñoz, indicó que el
testigo en su anterior declaración también en el marco
de la causa nro. 1282 (ESMA unificada), aludió a una
persona de aproximadamente 1,75 metro de altura y con
bigote; mientras que, en este juicio dijo que no tenía
bigote. Sobre el punto, la defensa aludió a que su
asistido medía 1,63 metros.
Por último, con relación al testigo
Alfredo Buzzalino, directamente sostuvo que el relato
del testigo vinculado al encuentro que habría tenido
con Sandoval en la confitería “Richmond”, era
totalmente inverosímil.

c.- Ahora bien, comenzaremos por


precisar las declaraciones prestadas por los testigos
convocados a las audiencias de debate en la presente
causa y que fueran cuestionadas por la defensa.
c.1- En ese sentido, prestó declaración
la señora Mónica Dittmar quien puntualizó que en la
madrugada del 30 de octubre de 1976, pasadas las 2:30
horas, estaban durmiendo cuando sintieron que
golpearon a la puerta y alguien dijo "Soy papá.
Hernán, soy papá". Hernán y la testigo se levantaron y
fueron a abrir la puerta, y en ese momento entró
directamente una persona y brutalmente llevóa Hernán
al otro ambiente. La dicente se quedó ahí y detrás
estaba Tito, el papá de Hernán, quien estaba con los
ojos vendados o con algo en los ojos y esposado. A
ella le pusieron algo en la cabeza y la llevaron a una
esquina del departamento.
Contó que pudo ver que detrás de esa
persona entró otro hombre más alto, con un arma, fusil

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o algo y cartuchos en la cintura, un chaleco, una


boina roja, unos bigotes y una peluca. Dijo que era
como si estuvieran disfrazados prácticamente.
A su vez, indicó que era una situación
muy amenazante, de mucho miedo, que nunca había
sentido tanto miedo, un miedo que le hacía transpirar
las manos y temblar todo el cuerpo. Agregó que sintió
golpes en la otra habitación, que daban vuelta la
cama, tiraban todo.
Señaló que escuchó a la persona que
estaba del otro lado decir "Sabemos que estás en la
joda, sabemos que vos estás en la joda. Ya nos dijeron
en Arquitectura que vos estás en la joda". Dijo que
eso duró minutos, que no fue mucho. En ese momento
sacan a Hernán y la testigo lo ve pasar con este
hombre quien le dice "Bueno, esto es una cuestión de
rutina. Mañana van a tener información, mañana al
mediodía en Moreno...", y le mostró una credencial
plastificada donde había una foto de él y le dijo "Yo
soy inspector, inspector Mario Alfredo Sandoval, de
Coordinación Federal. Esto es una cuestión de rutina.
Mañana van a tener información" y que no se mueva. Le
devolvieron el reloj de Hernán y el encendedor que
tenía y le dijo "Para que después no digan que nos
llevamos las cosas, que nos roban". Le dijo que se
quede ahí por lo menos 20 minutos.
Contó que estaba paralizada, en una sensación
amenazante, de horror, de terror, totalmente
desorientada.
También dijo que Hernán tenía 24 años al
momento de los hechos relatados y que militaba en la
Juventud Universitaria Peronista. Aclaró que al
momento en que ingresa el grupo de personas a su casa,
creía que la habían tapado con un pullover, y que la
esposaron. Que en un momento lo ve pasar a Sandoval y
la testigo ya no estaba tapada ni esposada, estuvo
parada frente a Sandoval. Lo vio de cara y luego miró
hacia abajo, y vio que tenía como botas o botines.

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También manifestó que Sandoval fue el que
entró directamente con Tito. Cuando golpeó la puerta
Tito y le dijo "Papá" a Hernán, entró él y a Tito lo
ubicó al costado, justo en la esquina de la
habitación, y siguió de largo, lo llevó a Hernán a la
otra habitación. Y en esa habitación estaba este
Sandoval con Hernán, quien le dijo "Sabemos que estás
en la joda". Lo interrogó, lo golpeó, se escucharon
ruidos, se escucharon ruidos de la cama, ruidos cuando
sacaron los libros, tiraron todo. Fue totalmente
amenazante y bestial.
Agregó que el que era amenazante, en ese
sentido, era Sandoval. Y Sandoval fue el que salió con
Hernán, y es quien volvió y le mostró a la testigo la
credencial y le dijo que era una cuestión de rutina.
Él estaba como al mando de la situación.
Dijo que Sandoval, cuando le mostró la
credencial, le dijo "Inspector Sandoval, de
Coordinación Federal" y le dio la dirección inclusive.
Le dijo "Mañana van a tener información. Esto es en
Moreno mil cuatro". La testigo dijo que vio la
credencial.
En cuanto al reconocimiento de Sandoval,
recordó que al mes más o menos del secuestro, cuando
los citaron en Tribunales le preguntaron "¿Usted lo
reconocería?", la testigo y Tito dijeron "No, no
tenemos que decir nada. Absolutamente nada, de
reconocerlo o no reconocerlo". Explicó que estaban muy
amenazados, de que era una confusión, que iba a salir,
y no tenían que decir absolutamente nada. Repitió que
lo tuvo enfrente y lo vio. Expuso que en la situación
en la que estaba, de tanta amenaza y de tanto miedo,
pensó que era una persona autoritaria, pero mayor.
Dijo que lo veía en una situación muy amenazante y
siempre pensó que era una persona grande, que tendría
por lo menos diez años más que ella. Presentaron
varios hábeas corpus y dijo que era una persona mayor.
Después, explicó, el hecho de que lo haya visto con un
camperón, que era verde, le pareció una campera de

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tipo militar, infladas, le pareció que era más


robusto, esa fue su sensación. La testigo explicó que
estaba descalza, que era más chica, y lo veía en esa
situación como más robusto, cabello muy corto, tipo
militar, hacia atrás, ya tenía como una entrada.
Agregó que no era más alto que ella, estando descalza,
y tenía las botas, botines tipo militar.
Manifestó la testigo que en las declaraciones
que hicieron siempre lo nombraron a Sandoval porque,
de hecho, se presentó también en la casa de Superí con
Tito, quien también lo declaró. Ahí le mostró la
credencial, que la vieron también su hermana, y la
hermana de Hernán.
Continuó diciendo que a lo largo de los
años supieron, por una nota periodística de Página/12,
que había un tal Sandoval, Mario Alfredo Sandoval, que
se había presentado en una situación así, que era
profesor en Francia. Pasado ya el año 2008 o 2010,
Carlos Loza se puso en contacto con la testigo –
siempre tuvo contacto con Betty-. Que en marzo del año
2012, cuando les dicen que había un Sandoval en
Francia, la testigo lo buscó en Página/12, en esa nota
periodística, y estaba la foto de ese hombre, que sí,
era ese hombre. Ella lo había visto más robusto, la
cara más redonda, pero ahí se lo veía con un traje, se
lo veía en otra circunstancia, como si fuera
conferencista. Pero los rasgos y la fisonomía del
tipo, ese era Sandoval.
Reiteró que a su casa entraron, por lo menos,
cuatro personas. Uno era Sandoval, quien entró y se
fue a la otra habitación con Hernán.
Asimismo, expresó que además de su
declaración prestada al mes del secuestro de Hernán,
también declaró en 1984 pero no sabía si era el mismo
expediente. Tampoco supo si Sandoval había declarado
en esa causa de 1976. Creía que su declaración de 1984
fue antela CONADEP.
En cuanto a si la descripción fisonómica de
Sandoval coincidía entre los miembros de su familia,

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la testigo expresó que a su hermana Claudia le había
dicho que Sandoval era robusto, pero su hermana le
decía "pero tenía una campera, un camperón, de esos
camperones inflados". Aclaró que ella lo vio más. La
testigo lo vio como que tenía puesto algo encima más
tipo militar. Su hermana le decía que en general
estaban todos de civil, que se movían de civil,
disfrazados.
También explicó que no escuchó apodos u otro
nombre distinto al de Sandoval. También le contaron
que en la otra casa le presentaron la credencial a
Tito, quien la pudo ver, e incluso lo declaró. Su
hermana también la vio, Juliana también la vio. Eso se
lo comentaron después, cuando ella dijo "No, fue de
Coordinación Federal. Fue alguien que mañana hay que
ir ahí", y tenía la dirección.
A preguntas de la presidencia del Tribunal,
la testigo manifestó que en ninguna de sus
declaraciones le preguntaron si la persona que
estuviera allí era Sandoval. Tenía entendido que a su
familia tampoco le hicieron esa pregunta. Agregó que
el tema de verlo en la sala y que este juicio sea
presencial era una necesidad de la familia y de verlo
presente, porque corroboraba que estuvo en su casa, y
ese era Sandoval.
A su vez, la testigo rememoró que durante el
trámite de extradición de Sandoval, Sophie Tonon les
comentó que tenía algunas fotografías de la época de
Sandoval. Eso fue 2019, 2018, cuando fue la última
parte del pedido de extradición, que vieron una foto
carnet de esa época, serían de 1973, como foto carnet
de esa época. Dijo que la foto era de la Policía
Federal, y recordó que estaba peinado al costado como
un cadete, ella lo recordaba con el pelo hacia atrás,
en otra circunstancia, pero tenía el aspecto muy de
cadete de Policía Federal. También dijo que recordaba
el tema de los ojos, la frente. Pero que el pelo era
distinto. Agregó que le había dado la sensación de que

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era la misma persona que había visto como Sandoval,


aunque más delgado y más joven en la foto.
Por último, aclaró que querían tener
presente a Sandoval en el juicio. Que por "nosotros"
se refería a la familia Abriata. Y agregó que no lo
estaba viendo a Sandoval en ese momento, que sí lo
había visto el otro día cuando entró a la Sala.
De los distintos pasajes de la declaración
efectuada por Mónica Dittmar –transcriptos
sucintamente, poniendo de resalto aquellos datos que
nos resultan relevantes y esclarecedores, metodología
que implementaremos en lo que sigue-, surge con
absoluta nitidez que la testigo reconoció
positivamente al aquí imputado como aquella persona
que se identificó como Sandoval durante el
operativo.Su testimonio explica también las
divergencias que se presentaron en torno a la
descripción de la contextura física y la fisonomía del
nombrado, pues las violentas circunstancias que
rodearon el hecho, el temor padecido en ese momento y
con posterioridad, la indumentaria utilizada por el
grupo y demás circunstancias descriptas, permiten
descifrar las eventuales distorsiones en las
impresiones percibidas por la declarante.
Mas nada de ello desvanece el inequívoco
reconocimiento que realizó la testigo al señalar a
Mario Alfredo Sandoval como el autor de los hechos
aquí investigados. En este sentido, la firmeza,
convicción y seguridad con la cual se expresó Mónica
Dittmar en la sala de audiencias desecha cualquier
vacilación que pretenda construirse a partir de
ciertas circunstancias que bien pueden encontrar
respuesta en el contexto descripto en su declaración.

c.2- También declaró en el debate Juliana


Abriata, hermana de Hernán, quien, en lo que aquí
interesa,relatóqueen la madrugada del 30 de octubre de
1976, aproximadamente a las 2:30 horas de la
madrugada,los despertaron con una bomba de estruendo

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que llenó toda la casa de humo y rompió los vidrios de
casi toda la casa. Escucharon por un megáfono o algún
aparato así que les decían que salieran de la casa
porque si no iban a abrir fuego. Indicó que dormía en
el mismo dormitorio que Claudia Dittmar y que fueron
las últimas casi en bajar. Explicó que ni bien
salieronles pusieron armas en la cabeza porque era
confusa su salida. Los mantuvieron en la vereda contra
la pared de la casa, más o menos alrededor de una
hora. Les tiraron abrigos en un momento por las
ventanas, porque era octubre y hacía frío de
madrugada. Después los hicieron entrar, sentarse en
los sillones del living y a partir de ahí todo sucede
a sus espaldas. Subían las escaleras, bajaban,
hablaban, iban y veían, y su padre y la persona que
manejaba todo el operativo estaban frente a ella, que
se encontraba sentada en la punta del sillón. Enfrente
de ella, en dos escalones más alto, su padre esposado
y una persona que hablaba con él, que se identificó,
era el responsable, decía que eso era un operativo de
la Policía Federal. Él se identificó como subinspector
Mario Sandoval. Aclaró que pudo recordar el dato del
nombre porque a partir de ese momento y hasta que
falleció su padre, el nombre Mario Sandoval,
"subinspector Mario Sandoval", fue algo que siempre
estuvo presente.
Manifestó que nadie le explicó el motivo
del operativo ni le exhibieron ninguna orden. Sandoval
exhibió la credencial, se identificó con una
credencial. Se la mostró a su padre. Ella estaba a
pocos metros y escuchó que dijo "Mario Sandoval,
inspector de Coordinación Federal". Sabía que tenía
otro nombre esa oficina, pero a ella le quedó
"Coordinación Federal", no sabía si se llamaba
diferente antes.
Manifestó que la persona que se presentó como
Sandoval estaba delante de su padre, que era una
persona de estatura media, medio robusto, con cabello
con gomina, como se usaba en esa época, entonces los

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pelos no eran naturales como ahora. Refirió que luego


del hecho solamente vio la foto de Sandoval en
Página/12. Dijo que en esa foto estaba muy cambiado,
porque era una persona más robusta, y verlo ahí
pelado, ya más envejecido, era diferente, habían
pasado más de 40 años, cambiaba mucho una persona.
Agregó que nunca pudo ver una foto de él de joven.
En cuanto a la vestimenta de Sandoval,
recordó que estaba como si tuviera un chaleco, era
como robusto, pero no, por la ropa. No sabía si era un
chaleco inflado o un chaleco de protección.
También dijo que dentro de la casa no le
taparon la cara a nadie ni le impusieron medidas de
sujeción, salvo a su padre a quien esposaron, y
pusieron un arma en la cabeza.
Dijo que el chaleco de Sandoval era de color
oscuro, y su padre estaba vestido con ropa de color
claro. Agregó que además de Sandoval, participaron
entre siete y diez personas. Había gente afuera de la
casa y gente adentro de la casa, y aparte la casa era
muy grande y andaban por toda la casa caminando. No
pudo dar un número exacto.

Nuevamente, en esta oportunidad fue Juliana


Abriata quien, a partir de la nota periodística
publicada en Página 12, expuso que reconoció al aquí
imputado como el autor de los hechos, aclarando las
diferencias fisonómicas que advertía con motivo del
paso del tiempo.
La seguridad transmitida al realizar tal
individualización despeja cualquier objeción que
pretenda poner en tela de juicio su declaración pues,
una vez más, también en este caso su relato refleja
las particulares circunstancias que pudieron haber
tenido influencia sobre la percepción de sus sentidos
al pretender realizar las descripciones físicas que le
eran requeridas, ya que la explosión o estruendo que
la despertó en horas de la madruga, el gran número de
personas intervinientes en el operativo, la violencia

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general con la que se llevó a cabo (recordemos que la
testigo, además, refirió ver cómo le apuntaban con un
arma en la cabeza a su padre), y la utilización de lo
que describió como chalecos inflados,acaso pudo haber
impactado en la percepción de ciertos detalles y
explican plausiblemente las diferencias morfológicas
apuntadas por la defensa respecto de su ahijado
procesal.
Pero ello de ningún modo debilita el expreso
reconocimiento que realizó del imputado como aquella
persona que se presentó en el operativo exhibiendo la
credencial a su nombre y haciendo saber a viva voz que
pertenecía a la institución policial. Ese dato,
además, coincide con precisión con la repartición
policial en la cual Sandoval prestaba funciones en ese
momento, de modo que -a más de dar verosimilitud a su
declaración- exhibe que quien estuvo presente en el
procedimiento que aquí se trata es efectivamente el
imputado Mario Alfredo Sandoval. Ello es así, sin
hesitación alguna, pues la testigo dijo que reconoció
en la nota de Página 12 a la persona que se presentó
en el operativo como Mario Alfredo Sandoval, y nadie
ha cuestionado aquí que aquella fotografía que integra
la nota periodística mencionada no pertenezca al aquí
acusado.

c.3- Por otro lado, contamos con la


declaración testimonial brindada en este juicio por
Claudia Mariana Dittmar.Contó que el 30 de octubre,
alrededor de las 2 de la mañana, se escuchó una
explosión. Inmediatamente después, por un altoparlante
una voz exhortaba a los habitantes de la casa a salir
con las manos en alto. Juliana y la testigo fueron
las últimas en salir, y cuando lo estaban haciendo,
pudieron escuchar voces en la terraza. Se asomaron por
el vidrio que daba a la terraza y pudieron ver
soldados apostados en la escalera que iban hacia la
terraza. Bajaron y por las ventanas que daban al
jardín vieron dos conos de luz barriendo el fondo.

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Cuando lo hacían, se podían ver figuras de soldados


apostados a todo el perímetro de la medianera.
Volvieron a decir por el altoparlante que salieran
y así lo hicieron. Claudia estaba descalza, así que
Juliana la alzó,y al salir por el portón, donde
estaban todos los vidrios en el suelo, las apuntaron
con una pistola en la cabeza. Juliana la soltó ylas
llevaron hasta la puerta, hasta la pared del vecino, y
les dijeron que se apoyen de manos y piernas abiertas.
La testigo continuó su relato y refirió que
un momento pidió para ir al baño, subió la escalera, y
cuando bajó, uno de los policías que flanqueaba a Tito
se presentó como Sandoval, mostrando su credencial.
Justo pasaba por al lado de ellos, y se la mostraron a
ella directamente también, donde pudo ver una
credencial que decía "Policía Federal", había una foto
y estaba el apellido Sandoval.
Agregó que al momento de los hechos tenía 17
años.
Dijo que vio por fotos a Juan Carlos Linares,
a Mario Alfredo Sandoval, a Alfredo Astiz y a Cavallo.
Especificó que Alfredo Astiz era el que estaba afuera
apuntándoles con armas largas en el momento en que los
tenían parados contra la pared del vecino; Juan Carlos
Linares era medio gordito, estaba vestido de azul o de
ropa oscura,probablemente tuvieran chalecos también
antibalas, pero de color oscuro, porque parecían bien
rellenitos,de pelo lacio y peinado al costado, con
raya al costado; Sandoval tenía ropa oscura,
probablemente también llevara chaleco antibalas, pelo
castaño, ojos almendrados, nariz larga recta, y
también peinado al costado.
Mencionó que las personas que flanqueaban a
Tito eran Linares y Sandoval.
Asimismo, volvió a remarcar que ella era muy
chica, tenía 17 años, y que por la amenaza que habían
recibido se fue de su casa. Agregó que su hermana le
contó que en la denuncia del secuestro de Hernán
habían aportado el dato de Sandoval, porque fue el

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dato más claro que tenían. Era una credencial con su
foto, con su nombre, de la Policía Federal, así que
eso estaba bien claro. Recordó que la credencial tenía
fondo claro con letras oscuras, y en la foto Sandoval
tenía pelo oscuro, peinado al costado, ojos
almendrados, nariz larga y recta. Agregó que Sandoval
tenía estatura mediana, al igual que Lineras, y los
otros eran más altos.
Reiteró que la foto de la credencial que
exhibió quien se presentó como Sandoval era una foto
en blanco y negro, el pelo oscuro, la nariz larga y
recta, los ojos almendrados, bastante delgado, pero no
recordaba si estaba vestido de civil o con otra ropa.
Dijo que ella iba bajando la escalera y en ese momento
quien se presentó como Sandoval dijo que pertenecía a
la Policía Federal y dijo el cargo, no recordaba si
era inspector o subinspector, o algo por el estilo.
También dijo que vio la foto de Página/12, donde
estaba Sandoval detrás de un escritorio con las manos
apoyadas, como dando cátedra; por supuesto, más viejo.
Por último, tras la lectura de un pasaje de
su declaración prestada en el marco de la causa nro.
19.300, la testigo dijo que tenía entendido que esa
declaración era una transcripción. Explicó que allí
había dos descripciones, que no era la misma persona
de la que se estaba hablando. Una era la que tenía
pelo castaño y peinado con raya al costado, y otra era
medio pelado y estaba peinado para atrás. Eran dos
personas distintas. Refirió que Sandoval no necesitaba
alias porque él siempre se presentó con su apellido.
"Halcón" era otra persona. Dijo que a la persona que
se identificaba como “Halcón” no la volvió a ver.
Luego de la lectura de otro pasaje de esa
declaración, la testigo dijo que a ella le pareció que
la persona mayor era la que estaba a cargo, y creyó
que era “Halcón”. Pero el que legalizó con su apellido
fue Sandoval. De esta forma concluyó que eran dos
personas diferentes, una era Halcón, otra era
Sandoval, el que legalizó.

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Finalmente, a partir de otra lectura de un


nuevo pasaje de esa declaración solicitado por la
defensa para marcar una contradicción, la testigo
manifestó que estaba muy en duda en cuanto a la
transcripción de esa declaración en aquellos años. No
sabía cómo se hicieron y no tenía claro si era tal
cual lo que ella había dicho.

Sobre las manifestaciones de Claudia Mariana


Dittmar, aclaraciones mediante respecto de quién sería
“Halcón”, los suscriptos consideramos que se trata de
uno de los testimonios que, con mayor exactitud,
describe las características fisonómicas del aquí
imputado y lo coloca en el centro de la escena materia
de imputación. Además, también en este caso, la
testigo reconoció a Sandoval en la fotografía
contenida en la nota periodística publicada en Página
12.
Por otro lado, la valoración integral de su
declaración torna irrelevante la crítica que se le
dirige en torno al grado asignado al encartado dentro
de las jerarquías policiales, pues no se advierte que
se trate de una circunstancia decisiva a la hora de
ponderar la veracidad de su testimonio.

c.4- También contamos con la declaración


prestada en debate por Carlos Muñoz, quien expuso
sobre las circunstancias que rodearon su detención
ilegal y su alojamiento dentro del ámbito de la ESMA.
En ese sentido, refirió que no recordaba a
qué dependencia de la Policía Federal pertenecía el
cuarto hombre que ingresó a su domicilio. Agregó que
supo que se trataba de Sandoval específicamente a
partir de una nota que sacó el diario Página/12, donde
en un momento se publicó una foto de Sandoval, o de
"Churrasco".A partir de ahí fue el tema del
reconocimiento, "este es el que estuvo en casa".
Cuando vio esa foto tuvo la sensación de que era la
misma persona, mayor, pero la misma persona, porque lo

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que él tenía como imagen era de una persona joven,
relativamente joven, no mucho más grande que él, que
en ese momento tenía 21 años.La sensación que tuvo fue
que esta era una persona no mucho más grande que él. Y
cuando vi la foto, automáticamente asoció esa foto a
la cara que tenía en la cabeza de esta persona.
Continuó diciendo que a partir de ahí comenzó
a trabajar como una mano de obra esclava en el sótano
de la ESMA, en el laboratorio fotomecánico, haciendo
documentos, documentos falsos para los integrantes del
Grupo de Tareas. En ese contexto, en algún momento,
sin lograr recordar si dos días o tres días después,
hablando específicamente de su secuestro con Febres,
el testigo le preguntó por esa cuarta persona, qué
pasó. A los otros tres, a Febres, a Fafá y a Astiz los
vio bastante, reiteradamente, en ese tiempo en el
sótano. Y Febres le dijoque ese era un policía al cual
tuvieron que dar de baja por los malos tratos que les
daba a los prisioneros.
Dijo que asoció el nombre de Sandoval con el
apodo de “Churrasco” a partir de la foto en Página/12
y su recuerdo del día del operativo en su domicilio.
Posteriormente, el Sr. Presidente dio lectura
a un pasaje de la declaración que el testigo prestó en
el debate de la causa “ESMA Unificada”, y el testigo
manifestó que no podía explicar porqué en aquella
oportunidad había referido que esa cuarta persona que
ingresó a su domicilio tenía bigotes y en esta
declaración no había hecho esa referencia. Asumió que
en aquella declaración se había equivocado y que lo
que hoy tenía en su cabeza, era un tipo sin bigotes.
En este momento lo planteó así porque evidentemente lo
vio así. Dijo que podría incluso, si había una foto de
la época, reconocerlo.
Con relación al testimonio de Carlos Muñoz,
una vez más nos encontramos ante un declarante que a
partir de la publicación periodística de Página 12
reconoció al aquí imputado como integrante del Grupo
de Tareas 3.3.2 que operaba en la ESMA. En este caso,

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el testigo siempre vinculó al personal de la Policía


Federal Argentina como integrantes del grupo que lo
privó ilegalmente de la libertad y le asigna al
imputado, para el momento de los hechos, una edad
cercana a la referida por su defensa.

c.5- Por último, en lo que aquí interesa,


también declaró en este debate el testigo Alfredo
Buzzalino, quien refirió que fue secuestrado el 25 de
junio de 1976, en Seguí y Malabia, por un grupo de
personas que después supo que era el Grupo de Tareas
de la ESMA.´
A preguntas de la Fiscalía, explicó que la
fuerza que intervino en su secuestro era la Marina,a
excepción de González, Linares y Fotea, y no recordaba
si estuvo un comisario, llamado Weber, todos ellos de
la Policía Federal. Dijo que durante su cautiverio
escuchó el sobrenombre “Churrasco”, y que lo había
visto dos o tres veces en la ESMA. Sabía bien que le
decían "Churrasco" porque a él se lo presentó así
González, y éste utilizaba el nombre de "Federico".
Especificó que lo había visto en el Salón Dorado y
también en los lugares de interrogatorio.
Relató que una vez tuvo una charla con
Churrasco, que luego se enteró que era Sandoval. Se
puso a charlar y finalmente lo que él hablaba era
haciendo un análisis político de cómo se había llegado
a eso y la situación nacional. Pero lo que más
mostraba interés, cosa que a al testigo en ese momento
lo sorprendía, era su análisis geopolítico. Supo que
pertenecía a la Policía Federal porque se lo había
dicho González.
Indicó que estando detenido fue que le
presentaron a esa persona, porque quería charlar con
el testigo, y la charla se produjo otro día. Contó que
la charla la tuvieron en la confitería Richmond de la
calle Florida.
Explicó que supo que esa persona se llamaba
Sandoval por los medios gráficos, donde dijeron que

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Sandoval era "Churrasquito". No recordaba si fue un
periodista o alguien cercano a Página/12 que le
preguntó si él lo conocía a "Churrasquito", y dijo
"Sí, a Churrasquito, sí", pero no sabía que
Churrasquito era Sandoval.
En cuanto al aspecto físico de Sandoval, dijo
que era más bien de estatura mediana, “petisito”,
flaquito, medio de tez morocha. Ese era el recuerdo
que tenía. Estaba siempre prolijo y bien peinado y con
traje.

En punto a la declaración que prestó Alfredo


Buzzalino, a diferencia de lo sostenido por la
defensa, lo relevante no es el episodio de la
confitería Richmond –en cuanto a si resulta verosímil
o inverosímil, según las alegaciones de esa parte–,
sino, el dato fehaciente que ubica al aquí imputado en
el centro de la escena del CCD ESMA, especificando que
lo había visto en el Salón Dorado y también en los
lugares de interrogatorios.
Por lo demás, pero no por ello menos
importante, también le asignó correctamente su
pertenencia como miembro de la Policía Federal
Argentina y su descripción física coincide con la del
aquí imputado.
Lo expuesto hasta aquí resulta
suficiente para despejar cualquier duda sobre la
veracidad de los testimonios mencionados y a la par
permite concluir que el acusado es quien participó en
los hechos por los cuales se requirió la elevación de
la presente causa a juicio.

d. Pero aun hay más. De la prueba documental


incorporada por lectura al debate, y tal como reseñó
el Ministerio Público Fiscal, del legajo de Mario
Alfredo Sandoval surge que en enero de 1975, el
nombrado con el grado de subinspector pasó a
desempeñarse en la Superintendencia de Seguridad
Federal, específicamente en el Departamento de Asuntos

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Políticos. Que allí se desempeñó hasta septiembre del


año 1979, cuando se ordenó su pase a la delegación de
Resistencia.
Tal información, resulta, como se dijo,
coincidente con la aportada por alguno de los
testigos. Hacemos esta referencia, pues, vale la pena
recordar que, según los propios dichos de la defensa,
no es un hecho controvertido que la Policía Federal
Argentina participó activamente en la lucha contra el
accionar subversivo.
Sin perjuicio de ello, a mayor abundamiento,
no podemos soslayar que en el marco de la causa nro.
1270 y 1891 del registro de este Tribunal, se ha
condenado a otros imputados que prestaban funciones en
el mismo ámbito en el que se desempeñaba el aquí
imputado Mario Alfredo Sandoval para la época de los
hechos materia de juzgamiento.
En esta misma dirección, cabe destacar aquí
las alegaciones del acusador público, pues se trata de
circunstancias sumamente relevantes a la hora de
decidir la responsabilidad penal del encausado. Así,
se dijo que “En primer lugar, en la foja 36 de su
legajo se puede observar que existe una recomendación
por operativos antisubversivos. Esta recomendación es
del 17 de noviembre de 1976. La fecha es casi
contemporánea al secuestro de Hernán Abriata, que
recordemos había sido el 30 de octubre de ese mismo
año. Lamentablemente se desconocen los motivos por los
cuales se otorgó está recomendación, ya que el
expediente que dio origen a esta recomendación, el
expediente letra P-266526, pese a los pedidos de las
distintas instancias judiciales, no pudo ser hallado.
Esto se acredita con la nota de fecha 13 de junio del
2011, dirigida al Juzgado Federal 12, a cargo en ese
momento del juez Torres, y con fecha 28 de febrero a
este Tribunal, donde el Ministerio de Seguridad
informa que no obran constancias del expediente
mencionado.

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“Sin perjuicio de que no se conocen los
motivos de esta recomendación, sí podemos concluir que
se trató de un operativo de importancia, toda vez que
se otorgó por actos de arrojo, abnegación, valor u
otras calificaciones semejantes realizadas con riesgo
personal real y evidente, esto es el artículo 253,
inciso 1°, del Decreto 6580, por medio del cual se
otorga la recomendación. Otros integrantes del Grupo
de Tareas que se desempeñaban en Superintendencia de
Seguridad Federal y que formaban parte del GT
recibieron recomendaciones similares, por ejemplo,
Salvia, Cabral y Fotea.
“Por su parte, también en el año 76, el
acusado realizó un curso antisubversivo en el mes de
agosto y en el mes de septiembre un curso de
informaciones. Eso surge de las fojas de concepto del
acusado correspondiente al año 76-77.
“Otro elemento de prueba relevante que
aparece también en una carpeta anexa a su legajo es el
trámite de una sanción que le fue impuesta al acusado
de 20 días de arresto por el jefe del Departamento de
Asuntos Políticos, elevada a 25 días por el jefe de la
Dirección de Inteligencia y confirmada por el entonces
jefe de la Superintendencia de Seguridad Federal,
coronel Alejandro Agustín Arias Duval. En este
expediente obra un recurso formulado por el acusado
para que la Superioridad revise la sanción y la deje
sin efecto. Allí se manifiesta que el acusado no
participó, salvo los casos autorizados, de operaciones
con personal de las Fuerzas Armadas y que había
cumplido todas las directivas de tipo reservado con la
voluntad de alcanzar el fin que esas órdenes se
proponían. En este expediente tampoco obran los
motivos por los cuales se impuso la sanción, pero se
explicó sin eufemismos que estas no se consignaban en
razón de la especificidad de las tareas desarrolladas
por el Departamento de Asuntos Políticos, amparadas
por el libro "Quinto Secreto" del Decreto Ley 6580, y
que Sandoval tuvo conocimiento de las órdenes verbales

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y precisas instrucciones de la Superioridad que, por


tratarse de directivas de tipo reservado, le fueron
impuestas de esa forma. Aquí no podemos dejar de
soslayar que un rasgo característico de la represión
ilegal probado en Causa 13, en el capítulo 20 "Plan
Sistemático", fue justamente la transmisión verbal de
las órdenes vinculadas a la represión clandestina.
“En otra carpeta anexa a su legajo, también
encontramos otro reclamo del acusado. Esta vez se
trata de un recurso de reconsideración por la
calificación que le había sido impuesta por la Junta
de Calificaciones del año 79. Y allí el imputado
menciona que nunca fue advertido por sus superiores,
que no tuvo sanciones disciplinarias con excepción de
la del año 79 y que siempre fue designado para "tareas
de gran importancia para la institución, las que en su
gran mayoría importaban un desapego total de mi
familia y un riesgo evidente sobre mi integridad
física". Nuevamente aquí vemos la mención a tareas de
gran importancia para la institución que no pueden
tener otro significado claramente que aquellas
relativas a la represión ilegal.
“Otra cuestión relevante es que de su legajo
se han arrancado las fotos correspondientes a enero y
septiembre del año 76 y julio del 77, que darían
cuenta del aspecto físico del acusado ya en esta
instancia al momento de los hechos”.

e.- La prueba documental relevada demuestra


-sin ambages- la mendacidad de la invocada inocencia
del imputado, pues durante su declaración -al ser
interrogado específicamente sobre las tareas
desarrolladas durante el año 1976- negó enfáticamente
haber participado en operativos en la denominada
guerra antisubversiva, y eso no se compadece con los
registros documentales incorporados al juicio.
Resulta ilustrativo aquí recordar los pasajes
más significativos de su declaración: “…Usted niega
ser la persona que la acusación individualiza en el

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procedimiento llevado en octubre de 1976 en el
domicilio de Abriata. Le quiero preguntar, desde marzo
de 1976 hasta el año 1982, ¿dónde prestó servicios y
con qué grados?...”, frente a lo cual el imputado
Sandoval contestó: “…En marzo del 76 estaba destinado
en el Departamento de Asuntos Políticos de Seguridad
Federal. Ahí estuve hasta el año... septiembre del 79,
que fui sancionado y transferido a la delegación
Resistencia”
“...En esta División Asuntos Políticos de
Seguridad Federal, exactamente en la estructura,
¿quiénes la conformaban y dónde estaba ubicado
usted?...” contestando el imputado que “…El
Departamento de Asuntos Políticos estaba constituido,
en los 70’ y hasta que yo me fui en el 79’, por
alrededor de 200 personas. 150, 200 personas, por dar
esos nombres. Estaba en el séptimo piso de Seguridad
Federal y estaba a cargo de un jefe de departamento,
que es un comisario inspector…”
Seguidamente veremos de modo simple y sobre
todo secuencial un extracto sobre la forma y modo en
que se desarrolló este tramo de la declaración: “…
PRESIDENTE.- ¿Recuerda el nombre? IMPUTADO
(Sandoval).- Había varios. El primero fue Durán…
PRESIDENTE.- En el 76’. IMPUTADO (Sandoval).- No me
acuerdo, señor. No me acuerdo. Pero sé que había
varios. Yo podría darle la lista: Durán, Cuatromanos,
Robles... Varios. PRESIDENTE.- Está bien. ¿Y dentro de
esa estructura, usted, qué lugar ocupaba? IMPUTADO
(Sandoval).- Mi jerarquía en ese momento era la
tercera. La tercera jerarquía saliendo de la Escuela
de Cadetes. Yo digo en ese momento, porque después
hubo una modificación y ahora es la segunda.
PRESIDENTE.- ¿Cuál era la tercera jerarquía? IMPUTADO
(Sandoval).- Subinspector. Antes había subayudante,
ayudante, subinspector. Ahora hay ayudante,
subinspector. No hay más después de... En ese período
ya estaba así. PRESIDENTE.- ¿Y en qué consistía su
tarea? IMPUTADO (Sandoval).-Mi tarea era... Yo estaba

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afectado a la sala de situación, donde se hacen las


redacciones de los informes que van a ser enviados a
las autoridades institucionales o nacionales, pero que
esa es otra función. En la sala de situación... Un
ejemplo, le voy a dar la tarea cotidiana, cómo era en
ese momento. No sé ahora lo que sería. A la mañana iba
una señora a comprar los… PRESIDENTE.- ¿Usted cumplía
horario? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Qué horario cumplía? IMPUTADO
(Sandoval).- A la tarde. PRESIDENTE.- ¿Qué horario?
IMPUTADO (Sandoval).- A la tarde. Yo creo que era de
14... Espere que me acuerde. 14 a 21 creo. Algo así.
No me acuerdo, pero sé que era a partir de las 14 o
algo así. Eran dos turnos nada más. La persona esta,
una señora, iba y compraba los diarios, las revistas,
y se seleccionaban de acuerdo a la información o a la
noticia política. Luego venían los partes de los
oficiales que eran nexos con los actores políticos.
Porque mismos en ese año dejaron de funcionar
constitucionalmente o políticamente los partidos
políticos, la actividad continuaba de los partidos
políticos y se veían y dialogaban con cada uno.
Entonces, cada uno de ellos venía, traía un parte, se
escribía para (...) escribir. Hay que tener en cuenta
que el oficial siempre se dedica a una tarea de
redacción. Es decir, cuando se hace, por ejemplo, un
sumario administrativo, es el oficial el que lo hace.
Usted habrá tenido la ocasión de visitar o hacer un
trámite en una comisaría. Es el oficial que redacta el
sumario. Bueno, acá es lo mismo. Entonces, son los
oficiales -en este caso era yo- que redactaba los
informes. Esos informes después van por los canales
correspondientes y lo buscan todos los ministerios o
la gente que tiene que venir a buscarlos en el lugar.
PRESIDENTE.- ¿Y recuerda concretamente, a partir de
marzo del 76, en qué consistían estos informes que
usted confeccionaba? IMPUTADO (Sandoval).- La
actividad de los partidos políticos. Personería
jurídica... las personerías políticas; si había alguna

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reunión o un acuerdo que iban a hacer. No me acuerdo
precisamente, pero me acuerdo quizás el Partido
Peronista, el Partido Radical, el Partido
Intransigente, había grupos políticos individuales,
que eran a la vez interlocutores, porque ellos venían
al Departamento. Estas personas venían. Yo me acuerdo
haber visto al señor de la Rúa. ¿Quién otro venía...?
No me acuerdo. De otra persona no me acuerdo.
PRESIDENTE.- Bien. Entonces, su tarea consistía en
recopilar información y, a su vez, confeccionar sus
propios informes, que eran derivados a distintas
entidades o dependencias. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, el
trámite institucional. Pero perdón, una precisión,
señor Canero. Usted dice "recopilar la información".
Ya venía. A mí ya me daban la revista, el artículo ya
cortado… PRESIDENTE.- Claro, extraer la información
del material que le daban. Perfecto. ¿Y esto lo hizo
desde marzo del 76 hasta septiembre del 79? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Esta fue su
tarea específica durante estos años? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí.PRESIDENTE.- ¿Y su entorno laboral
quiénes eran en ese momento? Durante el año 76
particularmente. IMPUTADO (Sandoval).- Bueno, ya en el
76 yo calculo eran unos 150, 200… PRESIDENTE.-
¿Recuerda a algún compañero de trabajo con el que
compartía todos los días? IMPUTADO (Sandoval).- Y, ahí
estaba... Espere que me acuerde, no hay ningún
problema. Uno de los que estaba en nexo con el partido
político era Soler, Jorge Soler. Otro, en
Administración, estaba Turón. Ahí en la sala de
situación estaba Ferreyra, el subcomisario Robles...
No es tan fácil acordarme, señor. PRESIDENTE.- No,
está bien, yo le pregunto cuál era su entorno
inmediato en el año 76, con el que usted compartía el
día a día. IMPUTADO (Sandoval).- Sí, eran... Porque en
la sala de situación había… PRESIDENTE.- Soler,
Ferreyra y Robles. IMPUTADO (Sandoval).- Soler, Soler.
Él era el que estaba a cargo de la relación con el
Partido Peronista. Y después había otro, que me

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olvidé, que estaba con el Partido Intransigente. Pero


bueno...PRESIDENTE.- ¿Y usted con qué partido?
IMPUTADO (Sandoval).- Con ninguno. PRESIDENTE.- Con
ninguno. IMPUTADO (Sandoval).- No, ninguno. Yo me
encargaba... Ellos traían la novedad, yo la escribía,
y así era como se comunicaba. PRESIDENTE.- Bien. En
esta suerte de usina de información que había, ¿usted
estaba al tanto de la denominada lucha antisubversiva
que había encarado las Fuerzas Armadas y las Fuerzas
de Seguridad? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, sí.
PRESIDENTE.- ¿Usted estaba al tanto si personal de la
Policía Federal de Seguridad Federal participaba en
esta denominada lucha antisubversiva? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿No estaba al tanto?
IMPUTADO (Sandoval).- Yo voy a explicar por qué.
Porque uno podría pensar que todo el mundo trabaja ahí
y no se pueden saber cosas que a lo mejor uno dice
"Usted no estaba al tanto". Lo que sucedía a nivel
nacional, lógicamente que el hecho de estar leyendo
los periódicos o las revistas, o las noticias, sabía
que hubo unas disposiciones especiales del gobierno en
la suspensión de las garantías individuales, de los
partidos políticos… PRESIDENTE.- Más allá de eso. Yo
voy a lo concreto, porque tiene que ver con... Lo que
pretendo es... Dice "Yo no estuve en ese lugar ese
día". Yo lo que pretendo saber es qué hacía en ese
momento. Entonces, me refiero a si tenía conocimiento
si personal de Seguridad Federal de la Policía Federal
hubiese participado, en ese momento, de procedimientos
vinculados con esta temática. IMPUTADO (Sandoval).-
Ah, no, no. No. PRESIDENTE.- ¿No estaba al tanto de
eso? IMPUTADO (Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿Usted
poseía credencial en ese momento? IMPUTADO
(Sandoval).- Sí, sí, sí. PRESIDENTE.- ¿Y de qué color
era su credencial? IMPUTADO (Sandoval).- Azul.
PRESIDENTE.- ¿Azul? IMPUTADO (Sandoval).- Azul
celeste. Un azul más celeste que... Todos los
oficiales... Las credenciales eran únicas. Era un
celeste fuerte. PRESIDENTE.- ¿Usted en esa época tuvo

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contacto o conoció a personal de la Armada? IMPUTADO
(Sandoval).- No, no. PRESIDENTE.- ¿En alguna
oportunidad usted estuvo en la ESMA? IMPUTADO
(Sandoval).- No, señor. No. PRESIDENTE.- ¿Nunca?
IMPUTADO (Sandoval).- Nunca. PRESIDENTE.- ¿Sabe dónde
queda la ESMA? IMPUTADO (Sandoval).- Sí, sí, ahora
sí.PRESIDENTE.- ¿En aquel momento no? IMPUTADO
(Sandoval).- No…”
La ajenidad, no solo de su participación en
la actividad desplegada por el Estado durante el
gobierno de facto, sino hasta el desconocimiento
alegado en torno a la participación de personal
policial -más precisamente de los numerarios de la
Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía
Federal Argentina- en los operativos llevados a cabo
por las Fuerzas Armadas en ese período, se ve
palmariamente desvirtuada con la recomendación por
operativos antisubversivos que obra en la fs. 36 de su
legajo personal. Esa recomendación es del 17 de
noviembre de 1976, es decir pocos días después del
secuestro de Hernán Abriata (30 de octubre de ese
mismo año) y se funda en actos de arrojo, abnegación,
valor u otras calificaciones semejantes realizadas con
riesgo personal real y evidente, esto es el artículo
253, inciso 1°, del Decreto 6580. También otros
integrantes del Grupo de Tareas que se desempeñaban en
Superintendencia de Seguridad Federal y que formaban
parte del GT recibieron recomendaciones similares, tal
el caso de Salvia, Cabral y Fotea.
También encuentra corroboración en el recurso
formulado por el acusado para que la Superioridad
revise una sanción y la deje sin efecto (carpeta anexa
a su legajo personal). Allí se manifiesta que el
acusado no participó, salvo los casos autorizados, de
operaciones con personal de las Fuerzas Armadas y que
había cumplido todas las directivas de tipo reservado
con la voluntad de alcanzar el fin que esas órdenes se
proponían. La negación -como se advierte- contiene una
afirmación, cual es que Sandoval participó de

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operaciones con personal de las Fuerzas Armadas en los


casos autorizados.
Lo mismo ocurre en otra carpeta anexa a su
legajo que contiene un recurso de reconsideración por
la calificación que le había sido impuesta por la
Junta de Calificaciones del año 79’, donde el imputado
menciona que nunca fue advertido por sus superiores,
que no tuvo sanciones disciplinarias con excepción de
la del año 79’ y que siempre fue designado para
"tareas de gran importancia para la institución, las
que en su gran mayoría importaban un desapego total de
mi familia y un riesgo evidente sobre mi integridad
física". Tales afirmaciones no se compadecen con la
tarea de oficina que declaró haber desarrollado
durante su servicio en la Superintendencia de
Seguridad Federal. Es de toda evidencia que las tareas
de gran importancia para la institución que dice haber
prestado se identifican con aquellas relativas a la
represión ilegal que llevaron adelante las fuerzas de
seguridad en colaboración con las fuerzas armadas.
En definitiva, el Tribunal concluye -a través
de las evidencias descriptas anteriormente, por su
concordancia, uniformidad y peso probatorio- que Mario
Alfredo Sandoval es quien participó en el operativo
que culminó con la privación ilegal de la libertad de
Hernán Abriata y su posterior traslado al CCD ESMA, a
sabiendas de las tortuosas condiciones a las que sería
sometido.
Tal convicción, fundada en la categórica
prueba testimonial y documental analizada, exime al
Tribunal de dar mayor tratamiento a la serie de
interrogantes y especulaciones que opuso la enjundiosa
defensa al formular su alegato, pues, en definitiva,
cualquier razonamiento fundado en la perspicaz mirada
que presenta ese ministerio para hacer espacio a la
duda, resulta inidóneo para desbaratar la concluyente
evidencia producida en el debate.
En función de lo expuesto, el aporte de Mario
Alfredo Sandoval en la ejecución de los hechos que

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damnificaran a la víctima, como se verá, importan una
coautoría que le resulta penalmente reprochable.

VI.- CALIFICACIÓN LEGAL Y ADECUACIÓN


TÍPICA.
En los siguientes puntos 1 y 2, los
Jueces, Daniel Obligado y Adriana Palliotti, dijeron:
1.- DE MANERA PRELIMINAR: PRESENTACIÓN
DEL MODELO DE RESOLUCIÓN.
A) Tal como se dejó establecido en el
marco de los decisorios de este Tribunal, ya citados –
causa nro. 1282 y sus acumuladas (Esma Unificada) y
1891, conocida como ESMA IV (Cabral)-,abocados de
ahora en más a la exploración de los elementos que
integran la teoría y el sistema del hecho punible como
técnica de resolución de casos que utilizaremos aquí,
y la posición estratégica que ocupan cada uno de sus
estadios, algunos de explicación intrasistemática y
otros con clara definición por fuera del sistema;
resulta lógico que expongamos de antemano la senda en
la que encaminaremos los lineamientos generales de la
presente sentencia.
Se trata aquí de: […c]onstruir un juicio
de valor jurídicopenal sobre el signo delictivo con el
que son distinguidas algunas conductas humanas…]. A
pesar de que ya existen algunas críticas formuladas al
sistema normativo del hecho punible (entre otros, ver
Mariano H. Silvestroni, Teoría constitucional del
delito, 2º edición actualizada, Ed. Del Puerto, Bs.
As. 2007, págs. 99 a 103) en éste, como en otros
aspectos, no creemos que del juicio axiológico que nos
proponemos efectuar en la presente resolución –con
base en aquél- se descalce trasgresión alguna a los
presupuestos constitucionales o garantías sustantivas.
Al tomar esas pautas para nuestro
desarrollo, no se pretenderá, sino hasta el momento de
establecer la decisión final, colegir un punto fijo de
análisis y además, efectuar aproximaciones
conceptuales a las variables históricas que con estilo

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suficiente –desde el finalismo más ortodoxo-


establecieron los argumentos basamentales para la
construcción de una teoría “constitucional” de los
presupuestos del hecho punible a pesar de que [s]u
contenido concreto y su relación recíproca son
discutidos] (Claus Roxin, Derecho Penal Parte General,
Tomo I, Fundamentos. La estructura de la teoría del
delito, Ed. Cívitas, Madrid, pág. 194. También en
sentido similar al de las objeciones formuladas por
Roxin, en Mariano H. Silvestroni, ob. cit. págs. 99 a
103).
Por eso la idea central de ese proceso
dinámico, consistirá en ir revisando ciertos puntos de
partida axiológicos casi como si fueran realidades
visibles, dado que no quedará librado al azar ningún
elemento por ínfimo que sea. Y en esa línea de
pensamiento, el evitar el juicio falso y desacertado
tendrá por fin sortear los vicios y prejuicios, a
veces camuflados como propios pero que responden a las
heredades recibidas de modelos clásicos como el
causal-naturalístico, que se limitaban a transferir –
sin demasiadas construcciones dogmáticas racionales- a
los sujetos físicos la totalidad de las consecuencias
jurídicopenales en una construcción de la ciencia
penal de modelos de resolución más ajustados a la
comprensión de la realidad científica -y del
[d]iscurso científico] (conf. Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Alagia y Alejandro Slokar, Manual de Derecho
Penal Parte General, Ed. Ediar, Bs. As. punto nº 2,
pág. 23)- que, por momentos, parece adaptarse cada vez
más a los procesos de comprensión conceptual del
comportamiento humano.
En este sentido y, desde la exploración
más reflexiva entonces, mostraremos a las partes cuál
fue la tarea del […p]aradigma de atribución de
resultados jurídicopenalmente relevantes, accediendo
al conjunto sistemático de los principios más fundados
que dan origen a los modelos de pensamiento
universales actuales…] (de este Tribunal, causa n°

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1561 seguida a Javier Almonte S/ infracción al art.
145 bis, ap. 2 y 3 del CP, de fecha 2 de noviembre de
2012).
B) Entendemos que esa composición de
elementos diversos que hacen al producto
jurisdiccional a elaborar, es decir, examinación del
núcleo de los conflictos penales; solo puede
entenderse desde la perspectiva de […u]n sistema de
interpretaciones normativas con base explícita en los
dispositivos legales existentes, pero con sentidos y
orientaciones fundadas en los puntos de partida
axiológicos propios del intérprete…] (Mariano H.
Silvestroni, Teoría constitucional del delito, 2º
edición actualizada, Editores del Puerto, Bs. As.,
2007, prólogo de Julio E. S. Virgolini, pág. I).-
De suerte que, con exceso y como en el
caso a juzgar, en el seno del derecho penal han de
ubicarse el análisis y comparación de distintas
investigaciones que, a la luz de otros existentes o
posibles; pretenden satisfacer los reclamos sociales
más actuales y más profundos de los conciudadanos
encontrados en relación -o en interacción- con el
Estado y sus instituciones, y/o -como es del caso- el
rol que asumen sus funcionarios que a su vez dependen
de aquél. En cualquier caso, conciudadanos que
comparten un espacio colectivo para la construcción de
sus derechos y los recuerdos todavía vividos luego de
ser atravesados por crimnes contra la humanidad, tan
ampliamente reconocido –en general- en la
jurisprudencia nacional y –en especial-; en el
juzgamiento de los tramos anteriores por los delitos
cometidos en la ESMA en los que intervino parte de
esta integración.
Pero volviendo al puro normativismo –que
además tiene que ver en mucho con las refelxiones
anteriorers- a la ciudadanía se le deben respuestas
cada vez más jurídicas y cada vez más posicionadas de
manera irrestricta sobre el ángulo de valor que
propone el normativismo-experimental, en suma;

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expresiones decisorias cada vez más normativizadas y


ajustadas políticamente al principio del Debido
Proceso (art. 18 CN) y a las garantías del hecho como
principio constitucional de exterioridad. A este
respecto es necesario, desde una perspectiva realista,
tener presente que: [E]sta trans, pluri o
interdisciplinariedad se lleva a cabo cuando un
complejo integrado de disciplinas académicas concurre
sobre el objeto “cuestión criminal”, y crean un nuevo
discurso que selecciona y organiza resultados
provenientes de otras disciplinas académicas, pero a
la vez mantiene la autonomía estratégica y la
hegemonía del discurso específico en comparación con
aquellas. Ello no sólo persigue escribir papeles y
decir palabras, sino que tiene una misión política,
que no sólo se circunscribe al límite y a la denuncia
sino que trabaja para la construcción de respuestas
sociales coordinadas y coherentes, adecuadas a la
complejidad de la realidad y respetuosas de los
individuos y sus derechos. Para todo ello es necesario
considerar, simultáneamente, el mayor número de
variables y utilizar las más variadas herramientas]
(Gabriel Ignacio Anitua, “Historia de los pensamientos
criminológicos, Editores del Puerto, Bs. As., año
2006, págs. 4 y 5).
Hemos dicho que: […S]obre la base de estas
observaciones tan precisas, advertimos que, si bien la
norma constituye una parte esencial del derecho penal,
el resto de la arista científica se “completa” con la
interpretación que de la misma realiza el juez y su
aplicación al caso concreto. De esta manera, la labor
de la magistratura se engrosa, convirtiéndose en actor
directo en la interpretación de los derechos de la
ciudadanía…] (de este Tribunal, causa n° 1561 ya
citada).
Claramente, la propiedad y el esmero puesto
por la doctrina y la jurisprudencia nacional e
internacional, para procurar el replanteamiento de las
ya deslucidas y escultóricas teorías legadas por los

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modelos que han servido para desarrollos posteriores,
hoy se traducen en el deseo y la motivación efectivos
que impulsaron la revisión de los más que
trascendentales elementos del ilícito penal como
fenómeno de atribución jurídicopenal; […p]ero la labor
del jurista penal no consiste, desde luego, en
interpretar o explicar los fenómenos del mundo de la
naturaleza, sino en formular (o no) enunciados de
adscripción de responsabilidad; esto es, juicios
imputativos o juicios valorativos de atribución, donde
el componente normativo, la reflexión nomológica,
deviene esencial…] (Enrique Gimbernat Ordeig, “Delitos
cualificados por el resultado y causalidad”, Ed. D F,
Montevideo-Buenos Aires, 2007, pág. XVII).
En ese sentido, la tarea tan afanosa
denota una extensión que va desde el trabajo
hermenéutico por excelencia, del cual se desprende la
subsunción penal, en base a las propiedades objetivas
y subjetivas del ilícito, hasta, la atribución de
responsabilidad –ya fuera del carácter global que
surge de la tipicidad y antijuricidad-, y son hoy el
portavoz y fundamento principal para contrarrestar –
con suficiente efecto inmunológico- las ilógicas
sistematizaciones en las que pudiera enmarcarse el uso
clasificatorio de un eventual castigo irracional. Sin
olvidar en ella, claro está, lo relativo al
condicionamiento de ciertas circunstancias personales
y las consecuencias dogmáticas a las que pueda
acarrear la averiguación de si el sujeto físico,
“pudo” […a]ctuar de un modo distinto] (Claus Roxin,
Política criminal y sistema del derecho penal, 2°
edición, Colección claves del derecho penal, volumen,
2, Ed. Hammurabi, Bs. As., Traducción de Francisco
Muñoz Conde, pág. 59) al hecho antijurídico.
C) Vayan por delante entonces, éstas primeras
reflexiones en las que a modo de ejemplo, no huelga
decir, nuevamente en perspectiva histórica, que: […
L]as cuestiones que interesan a los juristas giran en
rededor de problemas mucho más puntuales y que definen

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no el continente, sino en mayor medida el contenido de


cada categoría y la configuración de los efectos
sistemáticos, sobre todo en lo que la filosofía del
derecho anglosajón denomina “casos difíciles”. Un
ejemplo de esta tendencia lo constituye el desarrollo
que ha sufrido la teoría del tipo a través de la
irrupción de la teoría de la imputación objetiva como
eje estructural de la fundamentación del ilícito, a
partir de la cual la categoría que, según Roxin,
manifiesta las exigencias del “nullum crimen sine
lege”, ha perdido la tradicional simpleza en el
proceso de subsunción a favor de una creciente
complejidad en la fundamentación de respuestas
puntuales admisibles teóricamente y valiosas político-
criminalmente…] (Maximiliano Adolfo Rusconi, “La
justificación en el derecho penal, algunos problemas
actuales”, Ed. Ad-Hoc, segunda edición, Bs. As. 2001,
pág. 15).
Entonces, para dilucidar el punto
global, en esa evolución que cada vez más se
reinterpreta a sí misma, tan fiel y tan elemental;
nada está terminado porque nada está en su último
período frente a los intereses redoblados de algunos
sectores dedicados a la […t]eoría general del delito]
(Claus Roxin, Política criminal y sistema del derecho
penal, 2° edición, Colección claves del derecho penal,
volumen, 2, Ed. Hammurabi, Traducción de Francisco
Muñoz Conde, pág. 19), pues la formación
complementaria para poner al corriente los nuevos
conocimientos que derivan en componentes normativos,
apegada exclusivamente a la idea de que el derecho
penal aún tiene mucho por delante, es conocimiento
puro y racional, que en su composición constante
podría ser resumido desde la pluma del Dr. Raúl
Zaffaroni cuando dice que: […n]ada es demasiado nuevo
en el derecho penal] (Eugenio Raúl Zaffaroni, El
enemigo en el derecho penal, Ed. Ediar, Bs. As., 2006,
pág. 81. Y también, en sentido orientador
evolucionista, ver a Claus Roxin, Derecho Penal Parte

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General, Tomo I, Fundamentos. La estructura de la
teoría del delito, Ed. Cívitas, pág. 184 y ss., en IV
Derecho penal de hecho y Derecho penal de autor en el
Derecho vigente; y pág. 196 y ss., en III Sobre la
evolución histórica de la moderna teoría del delito; y
pág. 200 ss., en Bases histórico-intelectuales y
filosóficas de la evolución del sistema clásico al
finalista. Y en Mirentxu Corcoy Bidasolo, El delito
imprudente, criterios de imputación de resultado, Ed.
BF Ltda. Montevideo – Buenos Aires, 2º edición, pág.
196, e) Conclusiones: [...E]n la evolución de la
teoría del delito, la imprudencia ha jugado un papel
determinante. Su progresiva importancia, debida al
aumento de esa clase de criminalidad, ha hecho que
pasase de ser el “hijastro” del derecho penal a motivo
de que diferentes concepciones de la teoría del delito
quedarán en entredicho…]).
D) En síntesis, la metodología
estructural sobre la que abordaremos la imputación
penal que concretará el caso, tendrá que ver con el
tratamiento sistemático que, en definitiva, ofrece la
estructura analítica de la Teoría del Delito,
resultados contrastantes que nos permitirán, también,
tratar de individualizar las acostumbradas
problemáticas que impone la categoría de la
imputación, y que nos obligará a enfrentarnos a una
coyuntura muy actual y que hay que reconocer en ese
eslabón sistemático, es decir: […n]adie puede negar
que hay serios problemas de imputación que son
problemas de tipicidad objetiva […] Pero reconocer la
existencia de los problemas de imputación objetiva no
significa plegarse a ninguna teoría de la imputación
objetiva, si por tal se entiende el ensayo de hallar
un criterio único que aspira a resolverlos todos y en
todas las formas típicas (dolosas y culposas, activas
y omisivas)…] (Eugenio Raúl Zaffaroni, Moderna
dogmática del tipo penal, Ed. Ara Editores, Bs. As.,
2009, págs. 44 y 45).

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Y solamente después de tal valoración,


podrá ser abordada la dimensión subjetiva de la
tipicidad y, en ella; el especial tratamiento que debe
formularse sobre los requisitos cognitivo y volitivo
para procurar la confección de la adecuación típica.
Finalmente, y previo a la determinación
de si se encuentran presentes los presupuestos
(objetivos y subjetivos, o solo objetivos) necesarios
por los cuales pueda (o no) ampararse alguna conducta
en el ámbito de la justificación; se procederá a
fincar las bases de tratamiento fundamental propuestas
por el Principio Constitucional de Culpabilidad; del
cual derivarán las conclusiones lógicas sobre los
criterios de mensuración de la pena (Eximentes acápite
VIII).
Este sistema de resolución del caso que toca
juzgar, en principio muy apegado al modelo ofrecido
por la teoría del ilícito penal, permitirá a nuestro
juicio, realizar un abordaje apropiado sobre el
principio de exterioridad o de acto –al unísono
reconocido por la doctrina dominante (ver Mario
Magariños, Los límites de la ley penal en función del
principio constitucional de acto, Ed. Ad-Hoc, Bs. As.,
2008, pág. 54)- y el correcto encause del fenómeno de
atribución jurídicopenal. En tal sentido, obsérvese
que: […a] partir de las reglas legales, establecer un
sistema apriorístico de resolución, en virtud del cual
el caso es resuelto sobre la base de las derivaciones
que necesariamente surgen de dicho sistema. Esta
última alternativa es la que se pretende mediante la
construcción de un sistema coherente y previsible, que
impida al juez resolver por intuición o por la
valoración personal que le inspira el suceso. En
definitiva […] una teoría del delito tiene como
sentido esencial desterrar la arbitrariedad y permitir
una aplicación coherente y previsible de la ley penal
[…] una herramienta conceptual que permite analizar
todos los casos mediante el mismo método, que consiste
en reglas de resolución que se establecen de antemano

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a partir de las diferentes prescripciones legales…]
(Mariano H. Silvestroni, Teoría constitucional del
delito, 2º edición actualizada, Editores del Puerto,
Bs. As., de 2007, pág. 216).

2. ADECUACION A LAS FIGURAS BÁSICAS Y


TRATAMIENTO DE LAS AGRAVANTES – DELITO DE GENOCIDIO.-
A. Aclaraciones preliminares.
Este órgano de juicio, hará a continuación
algunas aclaraciones -habiendo ya abordado con extrema
abundancia los criterios y reglas para la adjudicación
de roles que hacen a la autoría y participación
(Acápite V)- que tendrán que ver con los lineamientos
de la estructura básica de éste acápite en el que la
adecuación y subsunción resultan ser la labor
interpretativa primordial.

B. De la adecuación al tipo objetivo:


El ámbito de la tipicidad objetiva
requiere de una labor ardua de construcción, trabajo
hermenéutico por excelencia en la que aquella labor
interpretativa, atenderá exclusivamente a la
determinación de cada uno de los condimentos
necesarios con los que ha de nutrirse la dimensión de
lo prohibido. Consistirá en tomar –del comportamiento
o de los comportamientos- todos aquellos datos o
información necesaria y útil para proceder a esa
edificación lógico-formal que el legislador tuvo en
miras a la hora de redactar los distintos supuestos de
hecho ilícitos contenidos en las normas jurídico-
penales del texto sustantivo.
Sea en las sentencias previas que
juzgaron los hechos delictivos cometidos en la ESMA, o
en ésta donde se juzga el hecho que victimizara a
Hernán Abriata, no hemos disimulado un ápice que este
Tribual Oral Criminal Federal ha mencionado-aun con
otras integraciones- las previsiones propuestas por la
teoría de la imputación objetiva, reconociendo que

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ella es la postura dogmática en extremo aconsejable.


Así, y sólo de esta manera, es que se puede lograr la
solución justa del caso –al menos en esa dimensión o
ámbito de lo prohibido-.
Seguidamente profundizaremos algo más
sobre el tópico.
Por eso es necesario destacar que, en la
medida que a continuación se determine que las
exigencias objetivas de la figura que se trate, han
sido cumplimentadas por el autor (o partícipe), no
debe perderse de vista que se han utilizado por
nuestra parte todas las proposiciones formuladas por
esta teoría dominante en la dogmática más actual. En
efecto, diremos que si están cumplidos los requisitos
objetivos del delito, en realidad, habremos de haber
expresado que el sujeto autor (o partícipe) del delito
habrá volcado –con dominio de autor o no- un conjunto
de factores riesgosos sobre un curso lesivo hasta la
consecución de un resultado típico final. Que no solo
habrá generado con su conducta la base de la
imputación –que en un delito doloso ya le habilitaría
la imputación de la tentativa- sino, antes bien, su
conducta habrá endentado con el supuesto de hecho
ilícito; toda vez que no encontró exculpación en
ninguno de los criterios de imputación estricta que lo
eximan de la atribución de resultado final.
En definitiva, una teoría que explica
mejor –a comparación del sistema clásico- el fenómeno
de la atribución del resultado causado o de
“imputación al tipo objetivo”(Claus Roxin, Derecho
Penal, Parte General, Ed. Civitas, Madrid, 1997, T. I,
p. 363) como consecuencia de un riesgo jurídico-
penalmente relevante –o con “desventajosas
consecuencias”(Yesid Reyes Alvarado, Imputación
Objetiva, Ed. Temis, Santa Fé de Bogotá, 1.994, p.
90)- cargado a la cuenta de su autor. Y con tono
categórico, un riesgo que haya rebasado el marco de
permisión normativo y que, incluso, pueda ser
explicado a partir del análisis proveniente del

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sentido común que indica: imputación es explicación
del resultado.

C. De la adecuación al tipo subjetivo.


Se ha dicho demasiado sobre esta
dimensión subjetiva, y conforme ello cabe reconocer la
producción dogmática que, con continua
retroalimentación, ha destinado abultados estudios
sobre la materia que por razones lógicas no pueden ser
evaluadas aquí. No obstante, y en consonancia con lo
dicho precedentemente, cabe solo hacer una mera
referencia expresa con la clara pretensión de –si se
quiere- aunar los dos conceptos –objetivo y subjetivo-
provenientes de la categoría de la tipicidad. En ese
sentido, aclarar que la idea será a continuación, en
la tarea de endentar la conducta al o los tipos
penales, comprobar que el desarrollo objetivo del
comportamiento debe ser acompañado de cada una de las
facetas subjetivas del mismo. Es decir, debe estar
presente todo el dolo, y, solo de esta manera,
podremos entender la relación unidireccional
característica de la tipicidad en donde las
circunstancias de una y de otra son comunicables entre
sí.
Entonces, avisada ya la circunstancia de
que este no es el espacio para revisar la riquísima
contribución doctrinaria en esta materia –no sólo
Argentina sino extranjera también- y que, resulta
sencillo afirmar que revisten aún mayor interés las
definiciones y posturas más modernas al respecto,
alcanzará para nosotros -al decir que se encuentran
satisfechas las exigencias subjetivas del delito que
se trate- que aquél desarrollo ejecutivo de la
conducta, haya significado una elevación del riesgo
por encima de la franja de permisión normativa, cuando
ello era conocido y querido por el autor.

D. La importancia siempre del concepto de


imputación penal:

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Previo a dar ingreso al ítem de “delitos


en particular”, debe quedar asegurada la línea de
interpretación que no hemos disimulado: la categoría
dogmática de la autoría y participación y aquella en
la que se realiza el trabajo hermenéutico de
subsunción, es decir la tipicidad; se influyen y son
comunicables entre sí.
Y que el único concepto científico capaz
de enlazar la relación lógico formal existente ambas
según el derecho penal universal moderno, es la teoría
de la imputación objetiva, lo cual nos reconduce la
discusión –también- al único lugar sistemático donde
ella puede tener lugar; el tipo objetivo: momento
central de la imputación penal.
Esta idea, quizá sin quererlo, no hace
más que colocar en un pedestal al concepto mismo de
imputación penal.
En efecto, desde las postrimerías en las que
se gestó el concepto mismo de imputación, él, como
idea que se concibe en la forma tradicional de
entendimiento jurídicopenal, resulta ser un concepto
suficientemente superior y abarcativo al hacer muy
perceptible que la imputación “es” y “seguirá” siendo
algo muy simple de comprender: imputación es
explicación de un resultado que desprecia el derecho
penal. Por supuesto que en modo alguno tendrá que ver
esta primera y tan obvia idea, con el fenómeno de
atribución de ese resultado donde los criterios de
imputación y las exigencias serán más pretenciosas a
nivel objetivo de la tipicidad; como es el caso de los
criterios estrictos de imputación provistos por la
teoría de la imputación objetiva; pero mucho del
potencial y definición de nuestro derecho penal se
origina a partir de esa simple idea a la que por el
momento no se le conoce debilidades.
Entonces, con rumbo y en orden a lo que
se viene diciendo, un sector de la doctrina actual
enrolado en la sintonía que consagra esta primigenia
verdad, ha entendido que: […L]as corrientes

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doctrinarias actuales, a la vez que reconocen el
concepto de “imputación” […] también reconocen en él
un verdadero problema. La imputación […] no es un
concepto tomado al azar y luego relacionado con un
sistema dado; la imputación o modo de atribución o
endilgamiento de un resultado al tipo, o bien, al
comportamiento disvalioso (conforme la postura que se
adopte dentro del abanico abarcativo de la doctrina
actual) dando lugar a la consecuente responsabilidad
penal, es el leitmotiv del sistema jurídico-penal […].
Lo cierto es que la doctrina en la actualidad tiende a
inclinarse por un concepto de imputación de neto corte
normativo, tal como se observa en los funcionalismos
de moda. Admitiendo Wolgfang Frisch que “la adopción
de las nuevas teorías de la imputación del resultado
también contribuyó a un cierto renacimiento de la idea
y del concepto de imputación en Derecho penal,
especialmente en la explicación del delito como un
suceso imputable a una persona, bajo determinadas
circunstancias, del que ésta debe responder. Por
consiguiente, si el delito se define en general como
un problema de la imputación de un determinado suceso,
se debe calificar obviamente también como problema de
imputación aquella parte del delito de la que trata la
Teoría de la imputación objetiva del resultado”(Rubén
Omar Carrizo, “El problema de la imputación en materia
penal”, Ed. Nova Tesis, año 2009, pág. 15 y 16).
En este marco de interpretación, es
decir, en el de concatenación del comportamiento
antinormativo y el resultado final, habrá una relación
o paradigma unidireccional que culmina, sin dudas, en
la adecuación típica -también final- de las pautas
objetivas provistas por la conducta -que analizaremos
seguidamente- y que se encontraba descripta en base a
paradigmas normativos que acuñan las figuras penales
en cuestión.
El juez Fernando Canero, dijo:

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Que, por coincidir en lo sustancial con los


conceptos vertidos por los distinguidos colegas en los
puntos VI 1 y 2, adhiero a su voto.

3. DE LOS DELITOS EN PARTICULAR.

A continuación el Tribunal considera:


A)Privación ilegítima de la libertad,
cometida por un funcionario público con abuso de sus
funciones o sin las formalidades prescriptas por la
ley, agravada por mediar violencia o amenazas, y por
haber durado más de un mes.

A.1) Introducción:
Las conductas dirigidas a la aprehensión de
las víctimas, su inmediato traslado al centro
clandestino de detención para su ulterior retención y
ocultamiento en dicho lugar, situación que únicamente
cesa con su egreso de aquel espacio de detención, son
sucesos que deben ser analizados para definir su
contenido de ilicitud, bajo las previsiones del
Título V, Capítulo I del Código Penal de la Nación,
que describe los denominados “delitos contra la
libertad individual”.
La modalidad básica de este atentado contra
la libertad ambulatoria, está prevista en el artículo
141 del Código Penal, pues reúne los elementos o
requisitos mínimos para definir el injusto culpable.
Sin embargo, dada la condición de Oficial de
la Policía Federal Argentina que ostentaba el
imputado, es sabido que se agrava la modalidad
delictiva, por tratarse de un funcionario público.
Los medios con que se perpetró este atentado
contra la libertad ambulatoria de la víctima, y la
especial condición que ella revestía, lejos de ser
extremos indiferentes para la ley penal, han sido
computados también como motivo de agravación de las
penas.

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Finalmente, en la mayoría de los casos, el
tiempo que duraron las privaciones de la libertad, son
extremos que, como se verá, permiten tornar operativas
otras agravantes.

A.2) Ley aplicable:


En este marco, y dado que desde la comisión
de los hechos se han sucedido distintas leyes en el
tiempo, corresponde consignar el sistema punitivo que
se aplicará.
Respecto del artículo 144 bis del C.P., que
prevé la privación ilegítima de la libertad cometida
por un funcionario público con abuso de sus funciones
o sin las formalidades prescriptas por la ley, la
subsunción legal de las conductas imputadas se
efectuará sobre la base de su redacción actual,
incorporada por ley 14.616, cuya vigencia mantuvo la
ley 23.077 de Protección del orden constitucional y la
vida democrática, publicada el 27/8/1984-.
En cuanto a los agravantes, se tendrá en
cuenta lo dispuesto en los incisos 1° y 5° del
artículo 142 del C.P., conforme a la redacción
establecida en la ley 20.642 –promulgada el
28/1/1974-, la cual no ha sufrido modificaciones al
día de la fecha.

A.3) Requisitos típicos:


Entiende Núñez, siguiendo a Soler, “que el
ejercicio de la libertad del hombre, concebida como la
facultad de poder obrar de una manera o de otra y el
derecho a no sufrir injerencias en el ámbito material
o espiritual de su intimidad, está presente, como
presupuesto, en el ejercicio de sus derechos y en la
defensa de sus intereses” (v. Núñez, Ricardo C.
Tratado de Derecho Penal, t. IV, 2da, reimpresión
Marcos Lerner Editora, Córdoba, 1989, pág. 20).
Teniendo en cuenta lo expuesto, la figura
básica de la privación ilegítima de la libertad –
art.141 del C.P-, es entendida, unánimemente, en el

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sentido físico de la palabra. Es decir, que el


menoscabo de la libertad individual de una
persona para actuar físicamente es lo que constituye
el fundamento de esta norma.
La afectación concreta se dirige al libre
movimiento corporal y/o a la libre locomoción del
sujeto pasivo, y puede perpetuarse bajo una modalidad
negativa o positiva, ya sea, si se priva o limita al
agente de una acción y/o locomoción –en el primer
caso-, o si se le impone una restricción -en el
segundo supuesto-.
En esta inteligencia, Soler señala que lo
que se protege es “…La libertad de movimientos, tanto
en el sentido de poder trasladarse libremente de un
lugar a otro, libertad de la que se priva a un sujeto
mediante el acto de encerramiento, como en el sentido
de privar a alguien de la libertad de ir a determinado
lugar del cual el autor no tiene derecho alguno de
excluirlo…” (v. Soler, Sebastián. Derecho Penal
Argentino. Editorial TEA. Buenos Aires, 1976. Tomo IV.
Págs, 34/5).
Ahora bien, y centrándonos en el caso que
nos ocupa, el mismo ordenamiento legal distingue la
privación ilegítima de la libertad personal cuando es
cometida por un funcionario público, con abuso de sus
funciones o sin las formalidades previstas en la ley
(artículo 144 bis, inciso 1° del C.P).
Por ello, al exigírsele al sujeto activo esta
calidad, este delito es considerado por la doctrina
como un delito especial -o de infracción de deber-.
De igual modo, el tipo legal dispone que la conducta
típica del funcionario público, debe desplegarse en el
ejercicio de sus funciones. A su vez, puede cometerse
por ejecutar la orden voluntariamente y/o por no hacer
cesar la privación ilegal de la libertad.
Respecto de esta condición típica del autor,
la jurisprudencia y la doctrina sostienen,
uniformemente, que el artículo 77 del Código Penal
prevé un concepto amplio de la noción de

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funcionario público, acorde a la naturaleza y fines
propios del derecho penal sustancial.
En este sentido, sostiene Donna que: “El
concepto de funcionario es jurídico, y eso lo
convierte, sin duda alguna, en un concepto normativo.
Si se pudieran dar los requisitos que debe tener un
funcionario, se podría afirmar que es aquella persona
que: 1) Está adscripta a la administración pública; 2)
tiene una relación de profesionalidad, en el sentido
que cubre un hueco dentro de la administración. Esto
es que no colabora desde afuera; 3) tiene una
remuneración por parte de la administración pública;
4) tiene un régimen jurídico administrativo propio”
(cf. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo III.
RubinzalCulzoni Editores. Bs. As. 2001. pag. 27).
Por lo tanto, es indiferente que el agente se
encuentre explícitamente designado como funcionario
público o empleado público, sino que, por el
contrario, lo relevante es que el autor se encuentre
en el ejercicio real de funciones públicas, como es en
el caso bajo análisis.
Al respecto, comenta Donna que: “El
funcionario público, visto así, es un individuo
titular de funciones orgánicas de servicio estatal,
caracterizado, como se dijo, por las notas de
remuneración y profesionalidad pública. Desde esta
concepción, el concepto de funcionario se convierte en
un concepto material real, o si se quiere, funcional-
sustantivo” (cf. Ob. Cit., p. 28).
Asimismo, en similar sentido, se han
pronunciado diversas Salas de la Cámara Federal de
Casación Penal (v. causa "BARREIRO, Leonardo",
Registro N° 1677.1, Sala I, resuelta el 16 de julio
de 1997; causa "FENDRICH, Mario César”, Registro n°
335.97.3, Sala III, resuelta el 20 de agosto de 1997;
causa “VILA, Julio Eduardo”, Registro N° 6988.1, Sala
I, resuelta el 6 de septiembre de 2004; y causa
“NÚÑEZ GONZÁLEZ, Germán y otros”, Registro n° 8651.2,
Sala II, resuelta el 26 de mayo de 2006).

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En este orden de ideas, es indudable que, de


acuerdo a lo que se desprende de su respectivo legajo,
el encausado revestía tal condición, al momento de ser
cometidos los hechos que se les imputan, teniendo en
cuenta que cumplían funciones en la Policía Federal
Argentina.
Por su parte, respecto de quiénes pueden
resultar sujetos pasivos de la conducta descripta, el
tipo en análisis comprende a todo individuo capaz de
determinar libremente sus movimientos, que no hubiese
consentido el acto dirigido a impedir su capacidad
ambulatoria.
En consecuencia, por lo que se ha acreditado
en el transcurso del debate, la víctima tenía esta
capacidad y, aunque resulte obvio decirlo, no prestó
conformidad con los sucesos que importaron su
privación de libertad.
Otro de los elementos relevantes del aspecto
objetivo del tipo penal en juego, se refiere a que la
privación de la libertad debe ser de carácter ilegal,
y como se advierte es de carácter normativo.
Este requisito pretende que, el sujeto activo
que interviene ejerciendo sus funciones, no esté
justificado para realizar la detención de un
individuo. En otros términos, se trata de tutelar las
garantías constitucionales de las personas contra el
proceder arbitrario de los agentes u órganos
delEstado, ya sea porque actúan abusando de sus
funciones o porque no cumplen las formalidades
prescriptas por la ley. Cabe aclarar, que este delito
puede ser cometido de ambas formas simultáneamente.
En efecto, la violencia ejercida sobre la
víctima al irrumpir en su vivienda; la carencia de
orden jurisdiccional para efectuar el procedimiento;
la nocturnidad en que se llevó a cabo; la falta de
identificación la mayoría de los ejecutantes; la
utilización de rodados particulares y de vestimenta
civil, que no permitía distinguir a qué fuerza
pertenecían; el no haber comunicado el arresto a

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ningún juez competente; la negativa a brindar
información a los familiares que reclamaban el
paradero de la víctima; la derivación del detenido al
centro clandestino de detención; el empleo de apodos
y el ocultamiento del cautivo, son todas
circunstancias que dan cuenta que la privación de la
libertad aquí tratada era ilegal y/o arbitraria,
mediando, por parte de los funcionarios públicos que
la efectuaron y perpetuaron –entre los que se
encuentra el aquí imputado-, abuso funcional y sin
respetar las formalidades dispuestas en la ley.
En relación al aspecto subjetivo, se trata de
un delito doloso, que no admite culpa. Por lo tanto,
el sujeto activo debe intervenir conociendo su
accionar ilegal o arbitrario, y con la intención de
menoscabar o restringir la privación del sujeto pasivo
a través de ese medio. Es decir, que se necesita que
el agente actúe en forma consciente del carácter
abusivo de la privación por defecto de competencia,
exceso funcional en el caso particular, falta de
presupuesto sustancial para proceder o ausencia de
requisitos formales.
Así las cosas, se ha corroborado en autos que
el aquí imputado, de acuerdo a su grado de
intervención en los hechos, tenían pleno conocimiento
de que las detención realizada era ilegal y actuó
voluntariamente en la afectación de la libertad
personal de Hernán Abriata.
Ya se destacó, en más de una oportunidad, que
conforme a las características del aparato organizado
de poder, quienes ejercieron los distintos roles
asignados de acuerdo a las distribuciones de poder y
capacidades operacionales otorgadas, debieron tener
conocimiento efectivo de los engranajes más básicos
del plan sistemático de represión ilegal finalmente
ejecutado en los hechos.
Dentro de la estructura trazada por los
operadores del aparato organizado, los operativos
practicados para seleccionar blancos para su inmediato

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traslado al centro clandestino, fue el primer y


fundamental paso para sostener en el tiempo la
ejecución del plan.
En efecto, desde el atalaya de aquel plan
criminal, la privación ilegal de las víctimas que
comenzó con las acciones dirigidas a interceptarlas en
su domicilio o en la vía pública, impedirles de tal
modo disponer de su libertad de locomoción, y, así
reducidas, trasladarlas contra su voluntad al centro
clandestino de detención ESMA y mantenerlas allí
alojadas, permitió activar una fase trascendental del
plan, esto es, los interrogatorios bajo tormentos y
con el fin de obtener información, para la obtención
de nuevos blancos, y el consiguiente despliegue de
nuevos operativos.
Acorde al rol asignado, como ya se señaló al
tratar su respectiva responsabilidad en los hechos que
se le atribuyen, todos los oficiales que intervinieron
en la cadena de mandos, tuvieron cabal conocimiento de
todas las partes del plan trazado y, por tanto,
también de este tramo del accionar del aparato
organizado.
Este conocimiento también abarca, claro está,
a todos elementos del tipo objetivo y, por supuesto,
al carácter manifiestamente ilegal de las privaciones
de la libertad perpetradas, habida cuenta que el
propio ejercicio de sus roles asignados, supuso
indefectiblemente conocer cabalmente y compartir los
más básicos propósitos criminales del aparato
organizado y, cierto es, como se dijo, las fases y
pormenores del plan criminal.
A tal conocimiento tuvieron acceso aquellos
que participaron en esta empresa –como el aquí
imputado- por la mera apreciación de los sentidos, por
haber visto las propias condiciones en que estaban
reducidas las víctimas allí alojadas y que ya fueron
narradas en su oportunidad, esto es, en las
denominadas cuchas, con grilletes y cadenas, y
encapuchadas, por todo lo cual estaban inmovilizadas.

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En este sentido, conforme se acreditó al
tratar su responsabilidad individual, en el período
establecido, Sandoval estuvo en la ESMA, en su calidad
de miembro de la Policía Federal Argentina, cooperando
activamente y en forma completamente voluntaria, a
efectos de concretar los designios de la Armada,
específicamente, de la Unidad de Tareas 3.3.2.
Resta señalar que la privación ilegítima de
la libertad se encuentra consumada, ya que este tipo
penal se agota en forma instantánea al producirse el
acto ilícito. A su vez, consideramos que, al tratarse
de un delito de carácter permanente que comienza en un
lapso determinado y se prolonga en el tiempo hasta que
cesa la privación ambulatoria, todas las
intervenciones posteriores son siempre imputables al
mismo título que el momento inicial.
En este caso particular, los acontecimientos
aquí evaluados, comenzaron con la detención ilegal de
Hernán Abriata y se extendió con su traslado y
permanencia en el Centro Clandestino de Detención.

A.4) Agravante por mediar violencia o


amenazas:
Como ya se adelantara, el artículo 144 bis
del C.P., último párrafo, agrava la privación
ilegítima de la libertad cometida por un funcionario
público cuando se realice con el empleo de
violencia y/o amenazas.
Respecto al empleo de violencia, expone
Núñez que se ejerce para cometer esta clase de
ilícitos cuando se aplica a la víctima o se despliega
en forma amenazadora sobre ella, una energía física o
un medio físicamente dañoso o doloroso. A su vez,
respecto al término “amenaza”, comenta que el sujeto
activo hace uso de intimidación si recurre a la
violencia moral (Op.cit., p. 39). Cabe aclarar, que
cualquiera de estos dos medios puede ejercerse, tanto
para comenzar la privación ilegítima de libertad, como
en cualquier otro momento en que persista la acción.

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Ahora bien, en virtud de lo expuesto y de los


testimonios de los familiares Hernán Abriata,
entendemos que su privación ilegítima de la libertad
que tuvo lugar a partir de su detención y posterior
alojamiento en dependencias bajo control de la Armada,
previamente a ser conducido y alojado definitivamente
en la Escuela de Mecánica de la Armada, fue efectuada
mediando violencia y/o amenazas, más allá de que todos
los operativos se regían bajo la misma secuencia y
patrón.
En este sentido, se ha corroborado el empleo
de armas al momento de detener al damnificado; la
modalidad violenta con la cual se ingresó en las
viviendas tanto de él como la de sus familiares; y los
atropellos dirigidos a la víctima, familiares y de
forma general, a todas las personas que se hallaban
dentro de los domicilios allanados, como ser golpes,
ofensas de muerte y otros actos intimidatorios hacia
sus integridades físicas.
Cabe advertir, que todas estas conductas
llevadas a cabo por quienes participaron de su
detención –entre los que se encuentra Sandoval-,
contrarrestaban cualquier intento de resistencia que
se pudiera oponer.
Por último, se destaca que el ejercicio
de la violencia y de las amenazas aquí analizado,
sólo comprende el que se lleva a cabo con la privación
ilegítima de la libertad, toda vez que todas aquellas
conductas que se desarrollan posteriormente y que
pueden afectar, en mayor o menor grado, la integridad
física y/o psíquica de la víctima, constituyen otros
tipos legales establecidos en el código penal, los
cuales se examinarán más adelante en este apartado.

A.5) Agravante por la duración de más de un


mes:
La agravante referida, se encuentra prevista
en el artículo 144 bis, último párrafo del C.P., en
función del artículo 142, inciso 5to., del C.P. Esta

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supone un empeoramiento en la situación de privación
ilegítima de la libertad del sujeto pasivo y se
configura con el simple transcurso del tiempo, el cual
debe superar el mes.
Por lo tanto, la única pauta objetiva para
que se verifique esta disposición es la mera
confrontación del tiempo transcurrido en detención por
parte de la víctima.
Teniendo en cuenta que esta agravante se
sustenta en un mero elemento descriptivo, aquél se
encuentra corroborado al momento de tratar la
materialidad fáctica del suceso traído a juzgamiento,
habilitándose la agravante, basada en la mayor
intensidad que el legislador le atribuye a la
privación ilegítima de la libertad que excede de tal
término.

B) Tormentos agravados.
B.1) Ley aplicable:
Entendemos que respecto del artículo 144 ter
del C.P., que reprime la imposición de tormentos por
parte de un funcionario público a los presos que
guarda, corresponde aplicar la redacción incorporada
por la ley 14.616 –vigente al tiempo de los hechos-,
la cual resulta ser más benigna que el texto actual,
modificado por la ley 23.097, en tanto la primera
reprime este delito con pena de reclusión o prisión
de 3 a 15 años, mientras que la segunda elevó tal
mínimo legal a 8 años y su máximo a 25 años.
Así las cosas, corresponde en primer lugar,
señalar en cuanto a la condición de perseguido
político de la víctima -segundo párrafo del artículo-,
el cual no fuera tenido en cuenta por el legislador en
la norma ya citada, consideramos que también resulta
de aplicación a este caso, toda vez que el concepto
de ley penal más benigna del artículo 2 del C.P.
considera la aplicación “in totum” o en bloque de un
solo texto legal, quedando vedada la composición de la
partes más favorables de las distintas normas.

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Es determinante en el presente que la pena


agravada a imponer como ultractividad de la ley
14.616, es más benévola que la que prevé la redacción
actual.

B.2) Requisitos típicos:


Es necesario destacar que los contenidos del
bien jurídico tutelado por este tipo penal, no sólo
comprenden la mera libertad individual sino también la
dignidad e integridad moral de la persona.
Es evidente que el contenido del bien
jurídico penalmente tutelado por este tipo penal, está
condicionado por los propios términos y alcances de la
Convención Contra la Tortura y Otros Tratos y Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, -incorporada al
artículo 75 de la Constitución Nacional en 1994-.
En concreto, su artículo 1° define a la
tortura como “…Todo acto por el cual se inflija
intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos
graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de
obtener de ella o de un tercero información o una
confesión, de castigarla por un acto que haya
cometido, o se sospeche que ha cometido, o de
intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por
cualquier razón basada en cualquier tipo de
discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos
sean infringidos por un funcionario público u otra
persona en el ejercicio de funciones públicas, a
instigación suya, o con su consentimiento o
aquiescencia. No se considerarán tortura los dolores o
sufrimientos que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o
incidentales a éstas”.
De acuerdo al diccionario de la real academia
española se entiende por “tortura” el “grave dolor
físico o psicológico infligido a alguien, con métodos
y utensilios diversos, con el fin de obtener de él una
confesión, o como método de castigo. Asimismo,
respecto al vocablo “tormento” lo caracteriza “como el

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dolor corporal que se causaba al reo para obligarle a
confesar o declarar”.
Teniendo en cuenta lo expuesto, “tortura” y
“tormento” son sinónimos, aunque imperfectos, en tanto
que la tortura se plantea en el campo físico, como en
el espiritual o moral, mientras el tormento sólo es
aplicable al maltrato físico o corporal, aunque
también, desde el punto de vista teleológico de su
propósito, puede extenderse al maltrato psicológico.
En este sentido, destaca FontánBalestra que:
“el empleo de la palabra tormento aparece en el
artículo 18 de la Constitución Nacional, que declara
abolidos para siempre la pena de muerte por causas
políticas, todo especie de tormento y los azotes. La
ley se refiere, en el primer párrafo a los tormentos y
el tercero a las torturas a que la víctima ha sido
sometida. La necesidad de distinguir estos casos de
las vejaciones y apremios ilegales se hace tanto
necesaria cuanto lo impone la marcada diferencia de
gravedad de la pena amenazada. La distinción no
resulta, sin embargo, sencilla, porque torturar
significa tormento, suplicio, padecimiento, lo que
también se causa con las vejaciones y apremios.
Pareciera que la diferencia está dada por la
intensidad, y a lo que se entiende comúnmente por
tormento, por la causación de dolor físico…Habrá, sin
duda, casos típicos de tormentos cuando se haga uso de
los llamados genéricamente instrumentos de tortura,
entre los que hoy desempeña papel preponderante, por
su eficacia y ausencia de rastros, la “picana
eléctrica” (v. Fontán Palestra, Carlos, Tratado de
Derecho Penal, t. V, 2da. actualizada, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 1992, pag. 317/8).
A su vez, Soler señala que: “al hacer
referencia la ley simplemente al acto de imponer
cualquier especie de tormento, admite la posible
comisión de este delito con independencia de todo
propósito probatorio o procesal. En este caso, será
necesario distinguir la que es nada más que una

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vejación o un apremio de lo que constituye tormento…


En esta última hipótesis la calificación estará dada
por la intensidad y por la presencia de dolor físico o
de dolor moral…”(v. Soler, Sebastián, Derecho Penal
Argentino, t. IV, TEA, Buenos Aires, 1976, pag. 53).
De igual modo, Creus expone que: “la
intensidad del sufrimiento de la víctima, físico o
moral, es una de las características de la tortura que
la distingue de las que pueden ser simples severidades
o vejaciones, independientemente de la motivación u
objetivo que busquen alcanzar…” (cf. Creus, Carlos,
Derecho Penal- Parte Especial, Tomo I, Editorial
Astrea, Buenos Aires, 1998, pág. 278).
Teniendo en cuenta todos estos antecedentes y
consideraciones, es factible sostener que la acción
punible consiste en imponer a la víctima
intencionalmente un dolor físico, moral o psíquico
mediante cualquier medio de tortura, y se distingue,
de las vejaciones o apremios ilegales, por la
intensidad con que estos tratos crueles se aplican,
sin importar cuál sea su finalidad.
Pues bien, ya se han descripto los
lineamientos a que estuvo sujeta la dinámica de la
feroz represión ejercida sobre las víctimas en general
–que, obviamente, también alcanza e incluye el caso de
Hernán Abriata en particular-, y se han reseñado los
relevantes testimonios de los sobrevivientes de la
ESMA, que no solo incluye los que se produjeron en las
jornadas de audiencia en este juicio, sino que además,
debe contarse con los que fueran oportunamente
incorporados por lectura al debate y de los que dan
cuenta las sentencias dictadas en el marco de las
causa nro. 1270, 1282 y 1891 del registro de esta
judicatura que también se encuentran incorporadas como
prueba documental; donde surge nítidamente los
detalles sobre los aspectos que aquí interesan.
Cada uno de ellos, desde su particular
subjetividad, brindó significativos aportes de sus
vivencias y de los padecimientos que sufrieron. Estos

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relatos, conjugados con el resto de las versiones
brindadas y, en definitiva, integrando todos ellos un
sólido plexo probatorio, han permitido formar plena
convicción sobre el tema que nos ocupa.
Los tormentos aplicados sistemáticamente,
fueron el medio utilizado para los interrogatorios de
los cautivos, esto es, para obtener información
rentable que permitiese impulsar el plan criminal en
el tiempo, y así proyectar nuevos operativos de
secuestro.
La decisión adoptada por el aparato
organizado para la represión ilegal, dirigida a
impartir este aberrante régimen de tormentos para su
aplicación en forma masiva e indiscriminada a las
víctimas alojadas en el centro clandestino de
detención erigido en la ESMA, importó la ejecución de
una de las fases decisivas del plan sistemático
activado desde el 24 de marzo de 1976 por la dictadura
militar.
Ya se dijo reiteradamente a lo largo de este
pronunciamiento, que las pretendidas actividades de
inteligencia del aparato organizado de poder,
desplegadas para obtener información útil de todos
cuantos eran considerados “oponentes” al régimen, se
canalizaron a través de esta feroz práctica de
sometimiento de las víctimas a interrogatorios bajo
tormentos.
Queda entonces establecido que se entiende
por “tormentos”, no sólo aquellos maltratos físicos
impartidos a los damnificados, sino también todas
aquellas situaciones en las que se les infligieran
maltratos psicológicos, más específicamente, las
vinculadas a los tratos inhumanos y degradantes de
cautiverio que les fueron impuestos.
Por su parte, está probado con plena
certeza, que las víctimas que estuvieron alojadas en
la ESMA, como HeránAbriata, estuvieron sometidas a las
siguientes condiciones de encerramiento: tabicamiento
o vendaje de ojos destinado a impedirles la visión;

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supresión de identidad y reemplazo por un código


alfanumérico; engrillamiento o sujeción constante de
manos, pies u otras partes del cuerpo; paupérrimas
condiciones de alojamiento, alimentación e higiene;
amenazas y golpes incesantes; condiciones de salud e
higiene deplorables; eliminación de toda
comunicación, tanto con el entorno, como con el
exterior; prohibición del uso de la palabra;
aplicación de “picana eléctrica” y de otros métodos de
tortura, como el simulacro de fusilamiento; y
exposición a la desnudez y demás padecimientos de
connotación sexual.
Sobre esta base, cabe señalar que se habrá de
compartir la hermenéutica enarbolada sobre este tema
por los acusadores, que en definitiva es la que ha
sentado la instrucción en el marco de este proceso,
partiendo de determinados criterios ya esbozados hace
tiempo por la Excma. Cámara Federal, en su recordada
sentencia dictada en la causa nro. 13/84.
En consecuencia, debe quedar claro que cada
uno de los sucesos y padecimientos narrados
precedentemente, constituyen por sí solos el delito de
tormentos.
Del mismo modo, también se comparte que su
acumulación importó multiplicar la intensidad de los
sufrimientos físicos y psíquicos.
Pero más todavía, este régimen de maltrato y
humillación aplicado cotidianamente a quienes estaban
ilegalmente privados de su libertad y a merced de sus
captores, la impunidad de éstos y, en muchos casos, su
extremada crueldad, ha sin duda generado, por regla,
una cuota de dolor físico y emocional difícil de
calibrar para quienes jamás habían padecido este tipo
de situación.
Más allá de estos sufrimientos, el sólo
experimentar que, en una situación de absoluta
ilegalidad y clandestinidad, alguien con pretendida
omnipotencia, tiene la posibilidad de impartir dolor

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impunemente, debe también generar una particular
situación de desamparo y hasta perplejidad.
Pero cuando los perpetradores del mal más
radical, son quienes se escudan en las instituciones
del Estado cuyo poder usurparon, e invocan tener sobre
sus semejantes el derecho de vida o muerte, tan
repugnante situación es apta para generar fuertes
sentimientos que trastocan la dignidad humana; aunque
también esto es difícil de medir o imaginar, si no se
lo ha vivido.
No sólo los efectivos padecimientos vividos
en la cautividad y su acumulación, importaron graves
tormentos desde el punto de vista jurídico penal.
La mera expectativa o temor de padecer en
cualquier momento golpes, humillaciones, malos tratos
y perversos desatinos de cualquier índole, que ya
habían también injustamente sufrido otros compañeros
de cautiverio, habrá generado una fuerte dosis de
tensión, ansiedad y estrés, que también importa un
tormento adicional.
Los pensamientos recurrentes no sólo por la
propia suerte, sino además por la angustia,
situaciones de peligro o incertidumbre que podrían
estar padeciendo los familiares y allegados que en
muchos casos presenciaron o fueron víctimas también de
la violencia del propio grupo operativo, esto también
es un tormento en el sentido que se le ha asignado.
La incertidumbre sobre lo que podía ocurrir
en cualquier momento, imaginar el peor desenlace
propio o ajeno, haber visto u oído las torturas o
tormentos padecidos por otros, haber conocido por
comentarios los vejámenes sufridos indiscriminadamente
por otros cautivos, conocidos o compañeros de
militancia, ni qué decir cuando los otros eran
parientes o allegados; esto también configura el
delito de tormento.
En este último sentido, se debe recordar que
está igualmente acreditado que las torturas no sólo se
impartían directamente sobre la víctima, sino que

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también se llevaban a cabo sobre terceros, con el


objeto de surtir efectos sobre aquélla y obtener
algún dato de interés.
Estar inmersos en esa cautividad más abyecta,
padeciendo los propios suplicios, pero también
presenciando o escuchando los infligidos a los otros –
que es también otra forma de volver a padecer-, haber
sido allí depositado por la barbarie de los captores
en un oscuro y sucio antro, con los fines ya
conocidos, implica de igual modo otro tormento
adicional.
Por todo ello, todos estos maltratos físicos
y/o psíquicos, dan razón al padecimiento asiduo de
cada persona dentro del centro clandestino de
detención, desde que ingresaba hasta que se lo
“liberaba, legalizaba o trasladaba”; sucesos que, al
ser evaluados bajo la modalidad mencionada, resultan
suficientes para demostrar la gravedad e intensidad
del dolor causado, requisito típico exigido por el
art. 144 ter, primer párrafo, del C.P.
En relación al sujeto activo, debe ser un
funcionario público y por lo tanto, se trata de un
delito especial y permanente, es decir, que se consuma
instantáneamente, pero continúa desenvolviéndose hasta
que cesan definitivamente los padecimientos que
conducen a la afectación del bien jurídico.
Por otro lado, el sujeto pasivo tiene que
ser una persona privada de su libertad, cuya orden de
detención tenga origen en una relación funcional, ya
sea por haber procedido de un funcionario y/o por
haber sido ejecutada por éste. Análogamente, se agrega
que alcanza para satisfacer este requisito, que la
persona se encuentre en la situación aludida,
independientemente de la legalidad o ilegalidad de su
detención.
En referencia a que el tipo exige que los
tormentos deben ser aplicados por el funcionario a
“los presos que guarde”, ya se ha pronunciado la
Excma. Cámara Federal en la causa N° 13/84,

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estableciendo un criterio que también es obviamente
aplicable al caso de autos.
Ha señalado allí que“las víctimas eran
presos en la terminología legal, toda vez que fueron
aprehendidas y encerradas por funcionario público que,
de acuerdo a las leyes vigentes, tenían facultades
para hacerlo. La circunstancia de que esas detenciones
no hubiesen sido llevadas a cabo de acuerdo con las
prescripciones legales –lo que también es motivo de
reproche- no cambia la categoría de presos” (La
Sentencia, Tomo II, Imprenta del Congreso de la
Nación, Buenos Aires, 1987, págs. 725/726).
Respecto del tipo subjetivo, destacamos que,
por las particulares características indicadas, en su
aspecto volitivo, admiten necesariamente la atribución
de dolo por parte del imputado, ya sea directo o bien
de consecuencias necesarias.
A su vez, en el aspecto cognoscitivo, el
autor debe conocer que la persona a la cual se tortura
está privada de su libertad y que el accionar
desarrollado respecto de ésta, le causa padecimiento e
intenso dolor.
En este sentido, no caben dudas de que
Sandoval no tan solo obró con discernimiento y
voluntad en la ejecución de la aprehensión ilegal de
Abriata, sino que también le eran conocidas las
circunstancias que rodearían su cautiverio dentro del
C.C.D. ESMA, y por ende, los tormentos a los que sería
sometido y que ya fueran descriptos anteriormente; sin
perjuicio de ello, contribuyó con su aporte a la
consecución de ambas circunstancias.
En efecto, cada uno de los acusados, desde su
rol desempeñado en el aparato organizado de poder,
también conocía exactamente esta parte del plan
sistemático. Sabían con precisión cuál era la real
funcionalidad del centro clandestino, y el modo en que
se implementaban para los cautivos las condiciones
inhumanas de alojamiento, no desconociendo de ninguna

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manera los detalles y finalidad de los tormentos


aplicados a los cautivos.
Y muchos de ellos tomaron parte en la
ejecución de los tormentos infligidos, realizando
distintos aportes, razón por la cual conocieron todos
los elementos que exige el tipo penal, y queriendo,
por tanto, su realización.

B.3) Agravante por la condición de perseguido


político:
El Diccionario de la Real Academia Española
define al delito político como el que establecen los
sistemas autoritarios en defensa de su propio régimen.
Carrara (v. Programa de Derecho Criminal.
Parte Especial. Volumen VII. “Delitos Políticos”.
4ta. Edición. Ed. Depalma. Buenos Aires, 1977, ps.
513-527) define el delito político como el que se
dirige contra la seguridad nacional y la del Estado,
tanto en su aspecto interno, como el externo.
El delito político en nuestros días, responde
concretamente a una construcción conceptual que se
desarrolló e implementó desde el Estado, tanto para
proteger la seguridad nacional y de gobierno, como así
también, para delimitar las relaciones recíprocas con
otros Estados.
En efecto, la persecución política y/o la
condición de preso político, son conceptos que deben
necesariamente ser analizados y valorados desde la
concepción del poder coercitivo estatal, ya que están
ligados, en lo fáctico, con la evolución de esta clase
de ilícitos.
Ahora bien, en lo que respecta a la norma a
la cual venimos haciendo referencia, entendemos que la
“condición de perseguido político”, es un elemento
típico especial del dolo que se configura a partir
del plan que quiso el autor, y no por la condición
real de la víctima.
Núñez sostiene que: “…Perseguido político no
es sólo el imputado de un delito por causa política,

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sino también el individuo arrestado o detenido por
motivo político, como es el de ser opositor al régimen
establecido o a las personas que ejercen el gobierno…”
(v. Núñez, Ricardo C. Tratado de Derecho Penal. Tomo
IV. Parte Especial. Delitos contra la libertad. 2da.
reimpresión. Marcos Lerner Editora. Córdoba, 1989. p.
57).
Es decir, que esta agravante del tormento
debe ser evaluada desde la posición asumida y
desplegada por el sujeto activo, ya que el sujeto
pasivo puede resultar perseguido políticamente y no
registrar estrictamente actividad política.
En este orden de ideas, se ha entendido: “…
Es significativo que la ley utilice la expresión
perseguido político, como queriendo denotar una
situación de injusticia o por lo menos de apreciación
singular. Un perseguido político es toda persona de
cualquier sexo, edad y condición que por diferencias
fácticas o teóricas con el equipo gobernante, recibe
un tratamiento dispar con respecto a los demás
habitantes o ciudadanos…” (cf. Vázquez Iruzubieta,
Carlos. Código Penal comentado. Tomo III. Ed. Plus
Ultra. Buenos Aires, 1970, p. 82)
El autor agrega: “…El sujeto pasivo de este
delito puede serlo el propio político (varón o mujer)
o algún miembro de su familia; porque lo que califica
el tormento no es la perfecta individualización del
sujeto activo en el sentido de que deba ser una
persona dedicada a la actividad política, sino que la
motivación del tormento es una causa política. De modo
que en este caso, la figura exige un dolo
especializado…” (ob. Cit, p. 82).
Por esta razón, en miras del plan de la
Armada para la lucha contra la subversión elaborado
por el régimen de facto que imperó en nuestro país
desde marzo de 1976 y a partir de la definición de
“oponente subversivo” (El PLACINTARA 75 establecía
como “Misión” la siguiente: “Operar ofensivamente
contra la subversión en el ámbito de la propia

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jurisdicción y fuera de ella en apoyo de otras FF.AA.,


detectando y aniquilando las organizaciones
subversivas a fin de contribuir a preservar el orden y
la seguridad de los bienes, de las personas y del
Estado” (pág. 8-20).
En otro orden, para la “Ejecución” del
plan se decía que la Armada “ejecutará operaciones
ofensivas, preventivas y/o especiales contra el
oponente subversivo en zonas de responsabilidad naval
o en aquéllas donde se ordene”) no existe duda que la
voluntad del ejecutor fue implementar desde el aparato
estatal una persecución por “causas políticas”, más
allá de la diversidad conceptual de los blancos
determinados.
En esta clave, y a los fines de
identificar la agravante mencionada, es preciso
evaluar la situación, desde la perspectiva del plan
que sirvió como móvil al sujeto activo, con
independencia de que la víctima revistiese o no, al
momento del hecho, actividad asociada a una militancia
política-partidista concreta. De los antecedentes
probatorios ya mencionados en este acápite, quedó
demostrado que aquello que motivaba la aplicación de
tormentos era una causa política impartida en miras
del plan sistemático implementado por las fuerzas que
tomaron el poder en marzo de 1976.
Y la acción, dirigida a sancionar a los
culpables de la subversión en la Argentina, se
encuentra documentada en el Plan de Capacidades
(PLACINTARA), donde se sostienen -y como fuera
mencionado en el exordio-, dentro del estudio de
“Situación” propuesto por el plan, las metas a
alcanzar, puntualizando entre ellas, la de aniquilar a
la subversión y sus ideólogos (pág. 7-20).
Asimismo, la directiva del Comandante
General del Ejército N° 404/75, cuya finalidad fue
poner en ejecución inmediata las medidas y acciones
previstas por el Consejo de Defensa en la Directiva
1/75 -PLACINTARA-, para la lucha contra la subversión;

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definía e identificaba al enemigo, señalándolo como
“organizaciones subversivas en la República Argentina,
a las organizaciones político militares PRT-ERP y
Montoneros”, como aquéllas que en aquel entonces
ejercían el liderazgo de la agresión en el país.
Sobradamente queda demostrado que el
plan pergeñado por las fuerzas de seguridad que
asaltaron el poder en marzo de 1976, tenía como
objetivo la persecución y posterior aniquilamiento de
los grupos considerados “subversivos”.
Manigot explica en relación a esta agravante,
lo siguiente: “…No será necesario que medie contra el
sujeto o contra su ideología una persecución. Bastará
que esa idea política constituya el motivo de los
tormentos…” (cf. Manigot, Marcelo. Código Penal
anotado y comentado. Tomo I. arts. 1 a 185. 4ta.
edición. Ed. Abeledo Perrot. Buenos Aires, 1978, p.
465)
Por lo tanto, toda vez que el adjetivo
“perseguido político” para definir la condición del
sujeto pasivo es una concepción establecida
arbitrariamente por el sujeto activo, y teniendo en
cuenta, que toda actividad política supone en su
núcleo una faz agonal y otra de lucha, más allá de la
intensidad con la cual se dirija, resulta indudable
que todas las víctimas que fueran conducidas al centro
clandestino de detención, revestían la cualidad de
perseguidos políticos -incluidos en el concepto de
oponente del documento referenciado-, en los extremos
que pretende la norma del artículo 144 ter, segundo
párrafo del C.P., según ley 14.616.
Para concluir, entendemos que en las
sociedades modernas, los hechos políticos se ubican en
el contexto de los fenómenos sociales, siendo el
derecho un instrumento de poder para resguardar las
instituciones democráticas y ciertos bienes jurídicos
que las respaldan, como ser: la seguridad nacional y
el orden constitucional.

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Por ello, cuando se emplea este poder con


fines estrictamente ilegales e ilegítimos y se intenta
avalar y encubrir, el sistema represivo estatal, bajo
una estructura legal, como sucedió en la República
Argentina, no caben dudas que ese dolo especial,
requerido por el tipo legal, debe serle requerido al
autor, ya que es él quien define la causa, identifica
al sujeto pasivo y ejecuta la persecución.
Dicho esto, con independencia de la actividad
política que desarrollara Hernán Abriata como
integrante de la Juventud Peronista.
4.- CONCURSO DE DELITOS Y PRINCIPIO DE
CONGRUENCIA.
Respecto a la relación concursal que
existe entre los delitos a los cuales venimos haciendo
referencia, éstos son: privación ilegítima de la
libertad triplemente agravada por su condición de
funcionario público, por haberse cometido con
violencia y por haber durado más de un mes, en
concurso real con la imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar su
voluntad, agravado por haber sido cometido en
perjuicio de un perseguido político respecto de Hernán
Abriata; debiendo aplicarse las previsiones del
artículo 55 del C.P., el cual establece el concurso
real entre tipos penales.
Cabe aclarar que, este tipo de
concurrencia, tiene lugar cuando el autor ha
perpetrado diversos ilícitos independientes uno de
otro, que pueden ser juzgados en el mismo proceso
penal.
Por lo tanto, existe una pluralidad de
hechos cometidos por el mismo sujeto activo que
encuadran en una pluralidad de delitos que pueden ser
enjuiciados conjuntamente.
Ahora bien, las figuras legales en
cuestión, como ya se ha expuesto en cada apartado,
protegen distintos bienes jurídicos.

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La privación ilegal de la libertad
resguarda la libertad física de la persona, es decir,
que su criterio rector se orienta a verificar el
origen y el porqué de una detención ilegal y las
restricciones al desplazamiento que se desprendan de
ésta.
Por otro lado, la norma que prevé la
imposición de tormentos está dirigida a evaluar los
extremos bajo los cuales se sucede la detención de un
individuo, sin importar que sea legal o ilegal.
En este orden de ideas, Mario Alfredo
Sandoval, en el mismo segmento temporo espacial, no
solo privó ilegítimamente de la libertad a Hernán
Abriata mediante la modalidad agravada ya explicitada
en el acápite respectivo, sino que además, renovó su
voluntad delictiva al conducirlo a la ESMA a sabiendas
de las condiciones a las que sería expuesto.
En consecuencia, destacamos que las
esferas de intervención jurídica de estos delitos, no
se superponen entre sí y son independientes, motivo
por el cual resultan de aplicación, para todas ellas y
en cada caso en particular, los parámetros del
concurso real –artículo 55 del C.P.-
Por último, no podemos soslayar que ni
los tipos penales en juego, ni la forma en que
concursan, resultan violatorios del principio de
congruencia; toda vez que la plataforma fáctica
materia de imputación y por la que fuera indagado y
extraditado Sandoval se mantuvo inalterable a lo largo
de todo este proceso.
En tal sentido, las circunstancias de
tiempo, modo y lugar de los sucesos por los que
resultara víctima Hernán Abriata en la forma descripta
en el acápite correspondiente al hecho objeto de
acusación no ha sufrido modificación alguna de la que
se pudiere inferir mínimamente alguna afectación a la
garantía señalada (art. 18 CN).

5.- GENOCIDIO.

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Acerca de la discusión que se suscita entorno


al término Genocidio.
Que al momento de formalizar sus alegatos,
los letrados que representan la querella en cabeza de
Patricia Walsh y Carlos Gregorio Lordkipanidse,
sostuvieron que el imputado debía ser condenado por el
delito de genocidio, en calidad de coautor, conforme
la Convención para la Prevención y la Sanción del
Delito de Genocidio, aprobado por la Asamblea General
de las Naciones Unidas por Resolución 260, del 9
diciembre del 48, y ratificado por nuestro país por
Decreto-Ley 6286 del año 1956, por su participación en
la privación ilegal de la libertad agravada por
haberse cometido con violencia y amenazas, en concurso
real con imposición de tormentos agravados por haber
sido cometidos en la persona de un perseguido
político, en perjuicio de Hernán Abriata.
También consideró que la jurisdicción del
Tribunal no se encontraba limitada a la calificación
legal provisoria que se hubiera generado en la
instrucción y tampoco se encontraba limitada a la
calificación legal que fuera invocada al momento de
solicitar la extradición.
En este sentido, la parte dio lectura al
artículo 16 de la Convención contra el genocidio, el
cual señal que “cuando la calificación legal de los
hechos por los que una persona ha sido extraditada se
modifica, solo podrá ser perseguida o juzgada si la
nueva calificación legal se refiere a los mismos
hechos que aquellos por los cuales se concedió la
extradición”, para decir que estaba muy claro que la
calificación legal podía modificarse, no así los
hechos.
Al entrar particularmente en la figura de
genocidio, limitó su exposición a dos cuestiones
puntuales que fueron escollos en los tramos anteriores
a la aceptación de la calificación propugnada, a
saber, la innecesaridad de una escala penal específica
para la aplicación de la figura de genocidio y la

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consideración de las aquí víctimas como grupo
nacional.
Previamente, señaló que en fallos anteriores,
por voto de mayoría se rechazó su planteo en cuanto a
la calificación legal y el voto de la minoría, en
ambos casos, tanto en "ESMA Unificada" como en "ESMA
IV", fue el del doctor Obligado quien hizo lugar
parcialmente a la figura de genocidio, pero ambas
posiciones, tanto la de mayoría como minoría,
coincidieron en la diferenciación entre delitos de
lesa humanidad y genocidio, al señalar que "la
diferencia entre crímenes contra la humanidad y el
genocidio es que los crímenes de lesa humanidad
caracterizan un ataque puntual a las libertades
individuales. Por el contrario, al delito de genocidio
lo que lo define es la instalación de la maquinaria de
aniquilamiento de personas de manera masiva,
sistemática y científicamente organizada”. “Mientras
que en los crímenes de lesa humanidad el Estado es
responsable por los casos individuales, en el
genocidio el Estado es responsable por haber puesto en
marcha un plan sistemático masivo y científicamente
organizado de eliminación de personas".
Establecida la diferencia, señaló por qué era
innecesaria la escala penal específica para calificar
la conducta o los hechos acaecidos en el marco de este
proceso como “genocidio”, dado que ya desde 1853
nuestra Constitución Nacional reconoce el principio
ancestral del Derecho de gentes contemplado en el art.
18, acerca del cual ha establecido: “Sostenemos que el
Derecho de gentes, receptado por nuestro ordenamiento
interno, por la previsión normativa del artículo 118,
debemos aplicarlo en todos aquellos casos en los que
nos encontramos frente a crímenes internacionales, de
manera de no suponer que la remisión al Derecho de
gentes que hace la Constitución ha sido inútilmente
usada o agregada y debe rechazarse como su superflua o
sin sentido". Fallo 92:334. Calificación de

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“genocidio" que la Corte ha ratificado en el fallo


“Priebke" (318:21248).
Señaló que la mora que existe por parte del
Estado nacional desde la aprobación de la Convención
al día de la fecha, que han pasado más de 65 años sin
tipificar la conducta en la figura de genocidio, no
podía resultar un impedimento técnico jurídico para
que el Estado desoiga los compromisos internacionales
asumidos.
Entendió que lo central del rechazo previo a
su calificación legal, tuvo que ver con la no
consideración como víctimas del caso de autos con lo
que la Convención ha denominado como un "grupo
nacional". Dado que se encontraba acreditado que todos
los incisos del artículo 2) de la Convención para la
Prevención y Sanción del Genocidio se han producido en
el marco de la ESMA, y que resultaba de público y
notorio que las víctimas no fueron ni un grupo étnico,
ni racial, ni religioso, restando obviamente solo
analizar la referencia a un "grupo nacional”. Reiteró
que estos extremos, volviendo a la diferenciación
entre crímenes de lesa humanidad y la figura del
genocidio, era la existencia, de un plan sistemático,
una maquinaria de aniquilamiento de personas de manera
masiva y sistemática, acreditado en la Causa 13, en la
Causa "ESMA" y en otras tantas seguidas contra el
aparato represivo estatal, y hasta existió un plan de
apropiación de bienes y saqueo para solventar los
gastos de la maquinaria represiva. Lo que tenían en
común las víctimas, eran enemigos y la cuestión
central a analizar era como se construyó ese enemigo.
En este sentido expresó que desde el año
1958, fines de los años 50, el Ejército Argentino, las
Fuerzas Armadas argentinas, adoptan la doctrina
contrainsurgente francesa. A partir de ahí se produce
un cambio de visualización respecto de lo que sería la
población. ¿Por qué? Porque empiezan a configurar un
supuesto enemigo interno, supuesto enemigo interno que
lo determinaban ellos mismos, y uno de los principales

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aspectos de la lucha contra ese enemigo interno era el
control de la población. Eso implicaba un plan
defensivo, y en el plan defensivo se cuadriculaba el
territorio, se visualizaba un territorio y población
casi como lo mismo, como el elemento a abordar y a
ganar. Y la primera vez que se implementa se
implementa lo que se llama el "Plan CONINTES", que
después fue recetado en los distintos reglamentos del
Ejército. Y por razones de tiempo, luego solo mencionó
reglamentos del Ejército del 64, el RC21, el
Reglamento del Ejército Argentino de 1969, el de 1970,
que empezaron a contemplar esta doctrina de
contrainsurgencia francesa, que después se fue
amalgamando y modificando por la Doctrina de Seguridad
Nacional.
Más allá de los reglamentos, expresó que
existía una exposición clara y concisa respecto de qué
era lo que ellos consideraban el enemigo, en
entrevistas producidas con el general Acdel Vilas
-primer encargado del Operativo Independencia-, quien
textualmente dijo en una entrevista periodística:
"Tuve que aplicar un edema, al grano, directo, sin
vueltas, poco planeamiento y mucha acción. Si me
decían que en Río Colorado había sospechosos, había un
método convencional para aplicar: infiltrar gente allí
y averiguar. Eso demandaba un mes de trabajo. Yo
prefería el método directo. ¿Cuánta gente hay en Río
Colorado? ¿700 habitantes? Bien, toda la población en
cuarentena inmediatamente. Después averiguaremos quien
es el guerrillero y quien no”. El enemigo era la
población, el objeto del plan, que se distinguía por
estar a juicio de quienes detentaban la maquinaria
contra determinados valores subjetivamente
considerados superiores. Ese plan sistemático,
indudablemente, sobrepasó lo que puede considerarse
estricto sensu "crímenes de lesa humanidad”.
A su vez, el letrado refirió que era
necesario distinguir lo que verdaderamente ocurrió,
como forma de superar lo ocurrido, en términos

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históricos, y claramente lo que aconteció excede la


figura del crimen contra la humanidad, aunque la
comprende en forma brutal.
Luego se remitió escuetamente algunos
antecedentes jurisprudenciales: 1) 4 de noviembre de
1998, el pleno de la Sala en lo Penal de la Audiencia
Nacional de España, con las firmas de sus 10
magistrados, al intervenir en la causa donde luego se
condenó a Adolfo Scilingo, y respecto del punto aquí
tratado, consideró que los hechos sucedidos en
Argentina constituían genocidio, 2) en consonancia, en
el fallo "Etchecolatz", con el voto inicial del doctor
Rozanski, consideró que los hechos llevados a juicio
configuran delitos de lesa humanidad cometidos en el
marco de genocidio que tuvo lugar en la República
Argentina entre el año 76 y 1983. El voto del doctor
Insaurralde, adhiriendo al voto del doctor Rozanski,
señaló: "Toda esta actividad se desarrolla
sistemáticamente y estaba destinada al exterminio de
toda persona que se sospechara como perteneciente a la
oposición al régimen de facto. No solo a la conducta
de grupos armados ofensivos o de resistencia, sino a
toda manifestación de vida independiente intelectual,
tácita o implícitamente opositora, a toda aquella que
no denotará sumisión ciega a la actividad del Estado
usurpado por un gobierno militar de facto. Todo este
desarrollo y especialmente la falta de contralor del
Poder Judicial, así como el ocultamiento y la ausencia
de información, instalado como método de encubrimiento
del modo de utilización de la fuerza del Estado,
fueron consecuencia de un plan, preparado prolijamente
de antemano, que incluía la clandestinidad de la
propia actividad represiva del Estado y que constituye
un claro ejemplo de genocidio”. 3) mencionó además, el
juicio llevado a cabo en los tribunales federales de
San Martín, denominado “Contraofensiva”, en el cual el
Ministerio Público Fiscal, en un avance, acusó por
genocidio.

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En consecuencia, consideró que la figura del
genocidio es lo que permitirá ponderar el alcance de
lo acontecido, porque no hay discusión sobre la
existencia del plan sistemático, ni sobre la
maquinaria, ni tampoco sobre los hechos acaecidos en
la República Argentina, ya dicho por sentencias firmes
y pasadas en autoridad de cosa juzgada, por lo tanto,
excede el delito de lesa humanidad. Por ello acusó por
genocidio y solicitó que al momento de dictar
sentencia, el Tribunal lo considerara en la
calificación legal. Y para el caso de que no lo
hiciera, formuló la reserva de casación, de concurrir
ante la Corte Suprema en caso federal, en los términos
del artículo 14 de la Ley 48.
Por todos estos argumentos, al momento de
efectuar su petitorio, solicitó que se condene al
acusado por el delito de genocidio a la pena de
prisión perpetua, inhabilitación absoluta y perpetua,
más accesorias legales y costas.

Por su parte, el letrado patrocinante por la


querella en cabeza de la Secretaría de Derechos
Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos
de la Nación, remarcó que los hechos delictivos que se
imputan consistieron en graves violaciones a los
derechos humanos, que constituyen delitos de lesa
humanidad, ejecutados en el marco de un genocidio
sucedido en la República Argentina.

Los Jueces, Fernando Canero y Adriana


Palliotti, dijeron:
Al momento de realizar sus alegatos,
parte de los acusadores particulares imputaron al aquí
sometido a proceso la comisión del delito de
genocidio.
Ahora bien, no podemos dejar de precisar que,
en rigor, la pretensión que persigue la querella, de
prosperar, sólo tendría una consecuencia meramente
declarativa, pues, sabido es y aunque resulte obvio

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decirlo, los hechos de autos sólo pueden y deben ser


juzgados de acuerdo a las disposiciones del Código
Penal de la Nación.
De los fundamentos que las querellas
esbozaron para sostener dicha calificación legal y, de
igual modo de aquellos postulados por las defensas al
reclamar su rechazo, deriva la necesidad de realizar
algunas consideraciones sobre el concepto de
genocidio.
A manera de introducción he de
recordarse aquí que, a partir del Acuerdo de Londres
del 8 de agosto de 1945 y de la Carta del Tribunal
Militar Internacional anexa a él, tuvo su origen la
clasificación tripartita: crímenes contra la paz,
crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Desde aquella fecha se da entonces la
vigencia internacional de los denominados crímenes
contra la humanidad que posteriormente proporcionaron
la sustancia para la definición del delito de
genocidio.
En cuanto a su significado, la expresión
genocidio se le adjudica al profesor Raphael Lemkin,
quien la dio a conocer en su obra “Axis rule in
occupiedEurope” de 1944, citándola asimismo en otros
trabajos de su autoría.
El mencionado autor señala que […el
término es nuevo por cuanto han surgido nuevas formas
de destrucción…entendemos por genocidio la destrucción
de una nación o de un grupo étnico… de manera general,
genocidio no significa necesariamente la destrucción
inmediata de una nación, excepto cuando se han llevado
a cabo asesinatos en masa de todos los miembros de una
nación…]
Además considera que […lo que más bien
se propone es definir un plan de acciones, coordinado,
con el fin de destruir los fundamentos esenciales de
la vida de los grupos nacionales, cuya finalidad es
eliminar a esos mismos grupos….el genocidio está
dirigido contra el grupo nacional como entidad, y las

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acciones que arrastra son llevadas a cabo contra
individuos, no en razón de sus cualidades
individuales, sino porque pertenecen al grupo
nacional…].
También debo resaltar que son diversos
los autores que destacan las diferencias entre
genocidio y los crímenes contra la humanidad. Entre
ellos, Graven sostiene que el genocidio constituye el
más grave y más típico de los crímenes contra la
humanidad, pero no el único.
Refiere que existe entre ambos una
relación de género a especie, pero no de identidad,
dado que es factible la comisión de crímenes contra la
humanidad que no podrían ser considerados como
genocidio. Los trabajos aludidos de Lemkin al igual
que los de otros juristas en el mismo sentido,
marcaron el camino para la firma de una convención
internacional acerca del tema.
Fue por ello, que el día 11 de
septiembre de 1946, la Asamblea General de las
Naciones Unidas aprobó la resolución 95(I) que
confirmó los principios elaborados en los juicios de
Nüremberg y en la resolución n° 96(I) se dispuso: […
E]l genocidio es el repudio del derecho a la
existencia de grupos humanos enteros, del mismo modo
que el homicidio es el repudio del derecho a la
existencia de un individuo; tal rechazo perturba la
conciencia humana, inflige grandes pérdidas a una
humanidad que se halla así privada de las aportaciones
culturales u otras de esos grupos; y es contrario a la
ley, así como al espíritu y a los fines de las
Naciones Unidas…]
[…L]a represión del crimen de genocidio es
un asunto de interés internacional. La Asamblea
General, en consecuencia, afirma que el genocidio es
un crimen del derecho de gentes que el mundo
civilizado condena y por el cual los autores
principales o sus cómplices, ya sean personas
particulares, funcionarios u hombres de Estado, deben

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ser castigados; ya se trate de motivos raciales,


religiosos, políticos o por otras razones….].
De inmediato, por resolución de fecha 28
de marzo de 1947 n° 47(IV) se encargó la realización
de un proyecto de convención, el cual fue aprobado por
la Asamblea General por resolución 260 A (III) del 9
de diciembre de 1948 y sometido a la firma de las
diferentes naciones. La República Argentina ratificó
dicho instrumento internacional por el decreto ley
6286/56 promulgado el 9 de abril de 1956 y se ha
incorporado al ordenamiento jurídico con jerarquía
constitucional al ser incluido en el artículo 75
inciso 22 de la Constitución Nacional en el año 1994.
De acuerdo a los términos de la
Convención, se incriminan la destrucción total o
parcial de grupos nacionales, étnicos, raciales o
religiosos.
Durante los debates previos a la sanción
de la Convención fue excluida la persecución originada
en motivos políticos, como consecuencia de las
evidentes dificultades que tal inclusión ocasionaría
al impedir un consenso general; incluso, Lemkin
sostenía la gran dificultad de consensuar criterios
sobre este punto, mencionando que desde la perspectiva
internacional era más sencillo definir los conceptos
de grupos étnicos, religiosos o nacionales que el de
grupos políticos.
En otro orden, tuvo relevancia el
argumento que indicaba que la tipificación del delito
de genocidio estaba destinada exclusivamente a la
protección de los grupos permanentes y estables. Estos
elementos de permanencia y estabilidad derivan de
elementos naturales, intrínsecos a su ser y no a los
adquiridos y variables, como podía ser una afiliación
política.
Ya desde la estricta perspectiva del
derecho penal la figura del genocidio es considerada
delicta iuris gentium y abarca todas las posibilidades
de participación en el hecho, así como su comisión en

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grado de tentativa.
Desde el punto de vista subjetivo, reclama
que el hecho debe haber sido llevado a cabo con la
intención de destruir total o parcialmente un grupo
nacional, étnico, racial o religioso. Este elemento,
incluso, es el que también sirve para diferenciar al
genocidio del crimen contra la humanidad.
Ahora bien, una vez destacados aquellos
elementos básicos que integran el tipo del delito de
genocidio, corresponde que nosocupemos en analizar si
dichos extremos han podido acreditarse en los hechos
materia de juzgamiento en este proceso.
Así cabe afirmar que el principal obstáculo
lo constituye entonces la caracterización que debe
otorgársele en el tipo a los diferentes grupos, dado
que como ya lo señaláramos no puede tomarse en
consideración a cualquier grupo sino solamente
aquellos descriptos en el convenio internacional.
Más allá de las argumentaciones de la
querella, entre cuyos fundamentos han peticionado la
aplicación de la figura prevista por la Convención, e
incluso, para sostener su acusación, que los hechos
investigados se calificaron como lesivos para la
humanidad, denominados también crímenes contra el
derecho de gentes; tal postura no es ajena al universo
que integran las diversas críticas -que por cierto
compartimos- realizadas por diversos juristas y
doctrinarios del derecho internacional, en torno a la
definición por la que optó la Convención Internacional
para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio.
No obstante ello, debemos recordar que el
artículo 2 de la Convención define las conductas que
considera comprendidas por el concepto de genocidio
señalando: […E]n la presente Convención se entiende
por genocidio cualquiera de los actos mencionados a
continuación, perpetrados con la intención de destruir
total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso, como tal: a)matanza de miembros
del grupo; b) lesión grave a la integridad física o

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mental de los miembros del grupo; c) sometimiento


intencional del grupo a condiciones de existencia que
hayan de acarrear su destrucción física, total o
parcial; d) medidas destinadas a impedir los
nacimientos dentro del grupo; e) traslado por la
fuerza de niños del grupo a otro grupo…]
Como se advierte, la redacción
definitiva de la disposición que integra el artículo 2
de la Convención, deja de lado cualquier consideración
en torno de la inclusión de los grupos políticos entre
aquellos colectivos sujetos a protección, pese a que
con anterioridad de la vigencia de dicho instrumento
internacional se había previsto su incorporación. Ver
en este sentido la resolución 96(I) de las Naciones
Unidas arriba ya transcripta.
Asimismo la previsión de inclusión de los
grupos políticos también estuvo presente al conocerse
el primer proyecto de Convención que disponía en su
artículo 2: […E]n esta Convención se entiende por
genocidio cualquiera de los actos deliberados
siguientes, cometidos con el propósito de destruir un
grupo nacional, racial, religioso o político, por
motivos fundados en el origen racial o nacional, en
las creencias religiosas o en las opiniones políticas
de sus miembros….], no obstante ello, como señalamos
antes, no integró la versión definitiva aprobada en el
seno de las Naciones Unidas.
Tampoco escapa al conocimiento y consenso de
los suscriptos en cuanto a su acierto, la vigencia de
aquellas otras consideraciones que, desde las
diferentes perspectivas fuera de la netamente jurídica
-histórica, sociológica, filosófica, etc.-, le asignan
al concepto de genocidio un marco que tienda a
resultar más comprensivo y amplio, y, por ende,
inclusivas del concepto de grupo político dentro de
los colectivos protegidos por el delito.
No obstante ello, la actual redacción del
artículo 2 de la Convención, su vigencia
constitucional y su estricto acatamiento resultan una

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barrera infranqueable a los efectos de considerar a
los hechos ventilados en el juicio como constitutivos
del delito de genocidio, ya que de contrario
constituirá una clara afectación al principio de
legalidad y de las garantías del debido proceso legal
y de la defensa en juicio previstas por el artículo 18
de la Constitución Nacional.
En efecto, entendemos que dada la
significación actual que el derecho internacional le
otorga a la expresión “grupo nacional”, resulta
incompatible con los extremos expresamente previstos
en la Convención incluir en sus previsiones las
acciones desplegadas por el imputado de autos, aunque
aquellas sí constituyan crímenes de lesa humanidad e
incluso de su comisión puedan advertirse, aquellas
particularidades y características que comúnmente se
presentan al llevarse a cabo la conducta del delito de
genocidio.
Tal conclusión deriva del análisis de la
abundante prueba colectada durante este juicio, que a
la luz de la actual significación que de manera
internacional se le otorga a la expresión “grupo
nacional” y a la clara exclusión del concepto de
“grupo político” de las previsiones de la convención,
no se ha podido establecer que aquellaspersonas que
resultaran víctimas y fueran conducidos a la ESMA para
ser allí alojados, constituyan un grupo homogéneo
desde distintos puntos de vista –edad, sexo, clase
social, ocupación, participación política o sindical,
religión, nacionalidad, etc- que pueda tildarse de
“grupo nacional”, sino que muy por el contrario
resultan integrantes de un universo notablemente
heterogéneo que en definitiva no se encuentran dentro
de la actual concepción del concepto analizado y, en
consecuencia, no deben ubicarse dentro de los
preceptos de la Convención a la que vengo aludiendo.
Incluso, corresponde destacar, que el
concepto de genocidio no ha variado en absoluto
respecto de su definición en la Convención, y no es

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posible sostener que exista en derecho internacional


consuetudinario contemporáneo un delito de genocidio
más amplio que el previsto por el instrumento
internacional analizado, -que incluso previera incluir
otra clase de grupos-, dado que el Estatuto de la
Corte Penal Internacional incluyó en su artículo 6 una
definición de genocidio idéntica a la de la
Convención.
De tal suerte, en definitiva, es que en
atención a las previsiones del artículo 2 de la
Convención Internacional para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio, incorporada por el artículo
75 inciso 22 de la Constitución Nacional, como así
también en consideración de la manda del artículo 18
de la Carta Magna, rechazaremos los planteos
efectuados tendientes a que los hechos imputados en
autos se califiquen como constitutivos del delito de
genocidio.
Todo lo hasta aquí expuesto, en modo alguno
importa desconocer que los hechos que constituyen el
objeto procesal de la presente causa, ostentan
indiscutiblemente la naturaleza de crímenes de lesa
humanidad.

El Juez, Daniel Horacio Obligado, dijo:

El genocidio desde la perspectiva jurídica.


Introducción.
Esta no es la primera causa relativa a
derechos humanos en la cual intervengo pues,
oportunamente, las respectivas partes abrieron mi
intervención para pronunciarme respecto del tema
genocidio.
Así ocurrió en la causa N° 1261/1268,
“Olivera Róvere” del TOF 5, resuelta el 10 de
diciembre de 2009.
En aquella ocasión entendí que dos cuestiones
me impedían tratar la concurrencia del delito de
genocidio, siendo la primera de orden formal, por

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cuanto hubiera afectado el principio de congruencia y
la otra, en atención a las exigencias del principio de
legalidad en tanto al tiempo de los hechos no se
encontraba legislado este delito para su aplicación en
el ámbito nacional.
Luego, ya en la primer mega causa del Centro
Clandestino de Detención ESMA (causa Nro. 1270, “ESMA”
(ESMA II), TOF Nro. 5, Cap. Fed., rta.: 28/12/11),
arribé a la conclusión que la situación debía
considerarse un politicidio, es decir que se había
exterminado un grupo humano por causas políticas, pero
que la ausencia de una tipicidad específica en la
normativa de la Convención, impedía su recepción. Por
lo cual, propicié que las autoridades gubernamentales
del país encararan las gestiones necesarias para
reformular los términos de aquel instrumento y, de tal
modo, se aceptara dicha categoría conceptual.
Mas adelante, me pronuncié en la causa Nro.
2261, “Automotores Orletti”, TOF Nro. 1, Cap. Fed.,
rta.: 03/11/17, en la cual se decidió que la situación
criminosa había acontecido en el “marco de un
genocidio”.
Para decidir así se tuvo en cuenta el
alcance de las acusaciones que se limitaban a esa
descripción, por lo cual variarla hubiera implicado
contradecir el principio de congruencia.
Sin embargo, tal decisión, implicó, sin duda,
un avance respecto de mi anterior criterio plasmado en
la ya mencionada causa Nro. 1270 “ESMA II” del TOF 5,
en tanto amplió los alcances aplicativos del concepto
de genocidio.
Luego, ya en la causa Nro. 1282 “ESMA
Unificada” del TOF 5, rta: 29/11/17, modifiqué mi
propuesta, considerando entonces que, en efecto, al
caso argentino le corresponde la categoría de
genocidio, en los propios términos de la Convención.
De todas formas, previamente, conviene
repasar las diferentes categorías sobre esta
problemática.

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Los llamados “Crímenes contra la humanidad”.


Cabe precisar que los crímenes contra la
humanidad fueron los que antecedieron a la formación
del concepto de genocidio, como categoría autónoma
después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Es
por ello que para entender al delito de genocidio como
tal, se hace necesario hacer –al menos brevemente- una
referencia a los crímenes contra la humanidad, ya que
el concepto de genocidio proviene de la formulación de
dichos crímenes.
La categoría de crímenes contra la humanidad
como se desarrolló en los procesos que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial, fue una extensión del ius in
bello (El "derecho de la guerra", que tiene por
objetivo, en tiempo de guerra, aliviar las condiciones
de los militares heridos y de los prisioneros, como
así también de la población civil y sus bienes. Lleva
en sí la esperanza, contradictoria por naturaleza, de
preservar lo que queda de moral universal en un estado
de cosas que se sitúa fuera de las normas morales.
El ius in bello fue creado hace ciento
cincuenta años y está en constante evolución. Las
Convenciones de Ginebra de 1949 son su núcleo. En caso
de conflicto armado internacional, a menudo resulta
difícil determinar qué Estado es culpable de una
violación de la Carta de las Naciones Unidas. Ahora
bien, el sistema del Derecho Internacional Humanitario
no supedita su aplicación a la determinación del
culpable, ya que siempre se llegaría a una
controversia que paralizaría su aplicación, dado que
cada uno de los adversarios se declararía víctima de
una agresión. Por otro lado, la finalidad del Derecho
Humanitario es garantizar la protección de las
víctimas de la guerra y de sus derechos fundamentales,
sea cual fuere la parte a la que pertenezcan. Por
ello, el ius in bello ha de seguir siendo
independiente del ius ad bellum o ius contra bellum

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(derecho a hacer la guerra o derecho a impedir la
guerra); también llamado derecho a la guerra.
El término crímenes contra la humanidad fue
extrapolado de la llamada Cláusula Martens contenida
en la IV Convención de La Haya de 1907, referente a
las leyes y costumbres de la guerra en campos de
batalla. Esta cláusula, que será analizada más
adelante, prevé que para lo que no fuera tratado de
forma expresa en la Convención, los habitantes y
beligerantes, quedarían bajo la protección y sujetos
al principio de gentes, tal y como resulta de los usos
establecidos entre las naciones civilizadas, de las
leyes de humanidad y de las exigencias de la
conciencia pública (cfr.: Alicia Gil Gil, Derecho
Penal Internacional. El Delito de Genocidio, Ed.
Tecnos, Madrid, 1999, p. 106).
Las referencias al concepto de humanidad que
aparecen en la Convención de la Haya y otros
documentos de aquella época fueron utilizados en un
sentido no técnico, pues en realidad no pretendían
indicar un conjunto de normas diferentes de las leyes
y costumbres de la guerra.
En 1919, la Comisión sobre la responsabilidad
de los autores de los delitos de guerra y sobre la
aplicación de las penas por violaciones a las leyes de
guerra, propusieron en su informe el enjuiciamiento de
las ofensas contra las leyes de guerra y también
contra los principios de humanidad. Establecieron para
ello la necesidad de instituir un Alto Tribunal que
debería aplicar en estos casos el derecho de gentes,
así como también las leyes de humanidad. Y es así que
la comisión asumía competencia, por una parte, para
juzgar las violaciones de las leyes de guerra y por
otra, las violaciones de leyes de humanidad, lo que
después se conocería con el nombre de crímenes contra
la humanidad, pero debido a las objeciones realizadas
por los Estados Unidos para la adopción de estos, el
Tratado de Versalles no los pudo incorporar.

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Sin embargo, durante la Segunda Guerra


Mundial, los aliados denunciaron en numerosas
ocasiones las atrocidades cometidas por las potencias
del eje y su intención de castigarlas. Entre las
denuncias estaban incluidas las de los actos cometidos
contra los propios nacionales alemanes y contra
ciudadanos de países neutrales.
Fue en este contexto que se desarrolló la
noción de crímenes contra la humanidad en sentido
técnico. El concepto, tal cual se lo entendía, se
basaba en la constatación de que muchos de los actos
cometidos por el enemigo, no podían ser considerados
técnicamente como crímenes de guerra, como
consecuencia de algunos de sus elementos, en especial
el de la nacionalidad de las víctimas.
Este problema llevó a que se propusiera la
construcción de un concepto amplio y no técnico de
crimen de guerra, que permitiese castigar hechos que
no constituyeran violaciones de las leyes o costumbres
de la guerra.
La decisión, adoptada en la redacción de la
Carta del Tribunal Militar Internacional, en la
Conferencia de Londres de 1945, no fue tarea fácil
debido a la discusión, entre los que estaban a favor
de que se aprobara un texto que permitiese el castigo
de los delitos cometidos contra los propios nacionales
y los partidarios de atenerse al Derecho Internacional
Positivo (cfr.: Gil Gil, Derecho Penal… ob. cit. p.
109).
Pese a las discusiones suscitadas, el
texto definitivo del Estatuto del Tribunal Militar
Internacional supuso el reconocimiento de los crímenes
contra la humanidad y la posibilidad de castigar las
conductas que no podían ser calificadas como crímenes
de guerra. Pero la exigencia de una conexión de estos
hechos con los crímenes de paz y los crímenes de
guerra, devolvía al crimen contra la humanidad al
estrecho ámbito de la Cláusula Martens, de la que

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antes había recibido su origen, el nombre y el
fundamento legal.
Esta exigencia de conexión, limitó
ampliamente la competencia del Tribunal en lo
referente a los crímenes contra la humanidad. Por otra
parte el Tribunal no aclara en sus sentencias el
concepto de crimen contra la humanidad, ni llega a
establecer un deslinde entre esta categoría y los
crímenes de guerra, la utiliza de modo subsidiario
para cubrir los casos en que el delito cometido no es
subsumible en el Derecho de La Haya sobre la guerra
terrestre (cfr.: Antonio Quintano Ripollés,
“Criminalidad de Guerra”, en Nueva Enciclopedia
Jurídica, Tomo VI, Barcelona, 1971, p. 10).
El crimen contra la humanidad es, por ende,
tanto en la Carta, como en la jurisprudencia del
Tribunal Militar Internacional, una extensión de los
crímenes de guerra, una categoría subsidiaria de los
mismos, que sirvió fundamentalmente para castigar los
delitos cometidos por los alemanes contra la población
de los territorios ocupados o contra sus propios
nacionales (cfr.: Gil Gil, Derecho Penal
Internacional, ob. cit., p. 120).
Es importante recalcar, como lo indica
Folgueiro, que el artículo 6 apartado “c” del Estatuto
que rigió el funcionamiento del Tribunal, distinguía
tres categorías de delitos: 1) los crímenes contra la
paz; 2) los crímenes de guerra; y 3) los crímenes
contra la humanidad. En el último apartado que es
relativo a los crímenes contra la humanidad, estos son
descriptos como: asesinatos, exterminio, sometimiento
a esclavitud, deportación y otros actos inhumanos
cometidos contra cualquier población civil antes o
durante la guerra; o persecuciones por motivos
políticos, raciales o religiosos, en ejecución o en
conexión con cualquier crimen de la jurisdicción del
Tribunal, sean o no, una violación a la legislación
interna del país donde hubieran sido perpetrados
(cfr.: Daniel Feirestein, Guillermo Levy, Hasta que la

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muerte nos separe, Poder y practicas sociales


genocidas en América Latina, Ediciones al Margen, La
Plata, 2004, p. 23).
En este artículo se reconocen dos categorías
distintas de crímenes contra la humanidad. Por un
lado, los que describen los actos inhumanos que son
los asesinatos, exterminios y otros cometidos contra
cualquier población civil. Y una segunda categoría
constituida por las persecuciones por motivos
políticos, raciales o religiosos. Tomando como base
esta categoría de crimen contra la humanidad, se
desarrolló la doctrina que dio lugar al crimen de
genocidio (cfr.: Pablo F. Parenti, Los crímenes contra
la humanidad y el genocidio en el Derecho
Internacional: Origen y evolución de las
figuras.Elementos típicos. Jurisprudencia
internacional, Ed. Ad Hoc, Bs. As., 2007, p. 298).
Como era de esperar, el concepto de crímenes
contra la humanidad tal cual se estaba considerando en
el Tribunal, es decir unido a los crímenes de guerra,
debía necesariamente sufrir una transformación para su
exitosa aplicación; y así fue que el primer cambio que
reclamó la doctrina en dicho concepto, resultó su
independencia respecto de la situación de guerra. La
doctrina mayoritaria exigía un concepto de crimen
contra la humanidad que permitiese el castigo de los
mismos, con independencia de otros crímenes de Derecho
Internacional y para ello era indispensable, ya no la
simple extensión del concepto a otras situaciones,
sino la elaboración de un concepto totalmente nuevo y
distinto del originario, es decir la creación de un
delito nuevo, un tipo de crímenes contra la humanidad
que fuera totalmente independiente de la situación de
guerra y que sea dotado de sustantividad propia, que
lo pueda distinguir de los delitos comunes del Derecho
Internacional (cfr.: Frederick Dencker, “Crímenes de
lesa humanidad y Derecho Penal Internacional”, en:
David Baigún, Estudios sobre Justicia Penal: Homenaje

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al profesor Julio B. J. Maier, Ed. del Puerto, Bs.As.,
2005, Volumen: I, p. 318).
Este nuevo enfoque que se le dio al concepto
de crímenes contra la humanidad, desvinculado de los
crímenes de guerra por el cual se le otorgaba una
autonomía propia, se puede evidenciar en la definición
de estos crímenes que aparece tanto en los Estatutos
de los Tribunales Penales Internacionales para la Ex
Yugoslavia y Ruanda, como también en el artículo 7 del
Estatuto de la Corte Penal Internacional. Instrumentos
que a su tiempo, serán abordados en profundidad por
este tribunal.

Antecedentes de la Convención de 1948.


Primero y más obvio que seguir con el detalle
exhaustivo de las disposiciones que dieron origen a
los instrumentos internacionales relativos a la
materia, será, a nuestro modo de ver, generar aquí un
punto de inflexión histórico que nos permita mirar con
atención y recato –aunque de modo superficial-, un
antecedente necesario para entender el contexto y que
podríamos considerar “pilar” del régimen totalitario
que sentó las bases de aquellos instrumentos.
Esa referencia histórica conviene llamarla
tal como lo hace un sector de la doctrina, “una
invención que hizo escuela” […] “en el verano boreal
de 1941, Adolf Hitler conmutó la pena de muerte contra
la resistente francesa Louise Woirgny por la prisión y
ordenó: “Esa mujer debe ser trasladada a Alemania y
aislada del mundo exterior”. La decisión sorprendió al
doctor Lehmann, asesor jurídico del Estado Mayor.
Hitler había pensado que la desaparición de esa
resistente sería más impresionante que su ejecución y
tendría la ventaja de no convertirla en mártir.
Comenzaba a delinearse lo que pronto se conocería en
la Alemania nazi como el procedimiento de “Noche y
Niebla” (NN) y más tarde –sobre todo en Argentina y
otros países latinoamericanos- como el drama de las
“desapariciones forzadas de personas”, con el que

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aquél guarda una profunda similitud…”, los subrayados


son nuestros (cfr.: Rodolfo Mattarollo, Noche y niebla
y otros escritos sobre derechos humanos, Ed. Le Monde
diplomatique <el Dipló> Capital Intelectual, pág. Cap.
1, pág. 17).
Lo que en verdad es necesario advertir aquí,
tiene que ver con el conocimiento “experimentado” que
se tiene de la expresión acuñada en la idea de
“aislamiento del mundo exterior”, ahora, no obstante,
-para comprender esa expresión- también resulta
necesario transcribir aquí, el comentario al decreto
“noche y niebla” que el autor comenta en su obra: “es
la voluntad largamente meditada del Führer que, ante
los ataques efectuados en los países ocupados contra
el Reich o contra la Potencia Ocupante, se proceda
contra los culpables de otra manera que hasta ahora.
Según el Führer las penas privativas de libertad e
incluso las de reclusión perpetua por tales actos son
percibidas como signos de debilidad. Un efecto de
terror eficaz y prolongado sólo se logrará mediante la
pena de muerte o por medidas idóneas para mantener a
los allegados y a la población en la incertidumbre
sobre la suerte de los culpables. El traslado a
Alemania permite alcanzar ese objetivo (firmado)
Keitel…”, aquí también el subrayado es nuestro (cfr.:
Rodolfo Mattarollo, ob. cit., pág. 19).
En esa línea e incluso desde el punto de
vista sociológico, sobre la peculiaridad que
caracterizó al Holocausto Judío, y la complejidad
conceptual a la que lleva, hasta la actualidad,
tratará de adecuar su definición al fin que por ese
entonces se persiguió: “aniquilamiento sistemático e
industrial de la población judía bajo el nazismo…”
(cfr.: Daniel Feierstein, “El genocidio como práctica
social, entre el nazismo y la experiencia argentina”,
Ed. Fondo de cultura económica, 2da. ed., Bs.As.,
2011, pág. 57).
Por demás, en ésta sintonía, puede decirse
que la “Convención para la prevención y sanción del

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delito de genocidio” (en adelante: la Convención de
1948) aprobada el 9 de diciembre de 1948 por la III
Asamblea General de las Naciones Unidas, obtuvo fuerza
de ley a partir de aquel plan sistemático que
significó el régimen nacional socialista de la
Alemania Nazi (desde septiembre del año 1933 hasta el
fin de la Segunda Guerra Mundial en el año 1945) que
administró muertes y otros delitos bajo el formato
símil de “empresa exterminadora de judíos, gitanos,
eslavos, homosexuales, disminuidos física o
mentalmente y opositores políticos”.
Para comprender aún con mayor minuciosidad el
origen de la Convención de 1948 y percibir su eficacia
jurídica, deberíamos examinar en segundo término,
antecedentes aún más lejanos que no deberían dejar de
mencionarse con mayor profundidad y con matices
distintos a los considerados en párrafos anteriores.
No obstante hacemos una advertencia
preliminar. Creemos que tanto el concepto “genocidio”
como “crimen contra la humanidad” son conceptos
autónomos que no pueden ser reunidos bajo la noción de
uno solo, ya que si ocurriera sería una definición que
muy poco delimitaría el problema, justamente porque
“El genocidio, según el uso actualmente en vigencia,
es considerado como una “especie” (o como una “forma”)
de crimen contra la humanidad. Uso discutible, si –
como lo creo- es verdad que el genocidio, por su
monstruosidad, escapa a todo intento de hacer de él la
especie de un “género”. En suma, de reducirlo a una
“variedad” de crimen entre otros. Como sea, las dos
nociones tienen una historia en común. Ambas surgieron
en un mismo momento; hacia fines de la Segunda Guerra
Mundial […]. Pero, si bien la fecha de su aparición
(1942 para el concepto de “crimen contra la
humanidad”, 1944 para el de “genocidio”) está
evidentemente relacionada con los acontecimientos de
la guerra, la posibilidad de estos dos conceptos en un
plano teórico se relaciona con una historia mucho más
antigua…” Como se ha reflexionado acerca de la

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banalización del mal y la indiferencia (cfr.:


Christian Delacampagne, “El holocausto y otros
“olvidos”, Ed. Nueva Visión, Bs.As., 1998, pág. 28).
También es muy explicativa la opinión de
Feierstein en este sentido, que, si bien trata la
cuestión de las derivaciones conceptuales –pero, lejos
de la idea de lesa humanidad, aunque cerca de las
ventajas o mayorías políticas imperantes en la
Convención de 1948- sobre la base de “interpretaciones
erróneas y/o políticamente intencionadas…” sumando un
nuevo concepto, dice: “La pregunta aquí, entonces, es
acerca de la necesidad y utilidad de esta delimitación
o, en términos más precisos, si la relación entre
genocidio y politicidio es una relación de géneros
distintos –que requieren, por lo tanto, conceptos
distintos-. O, como me animaría a sugerir, una
relación de género a especie, en la cual el
politicidio es una especie particular del género
genocidio; así como podrían serlo el etnocidio, el
genocidio contra un grupo nacional, el genocidio
contra un grupo religioso o el genocidio específico
contra cualquier otro grupo […]. Y, por otra parte,
estas diversas “especies” o “tipos” del género
“genocidio” se encuentran en los hechos históricos
muchas veces imbricados y resultan difíciles de
diferenciar: Por caso, el carácter “occidental y
cristiano” esgrimido por los perpetradores argentinos
tiene […] simultáneamente un carácter político y
religioso. Pero difiere en algunos puntos […] de los
procesos genocidas construidos en base a criterios
nacionales o étnicos…” (cfr.: Daniel Feierstein, “El
Genocidio como…”, ob. cit., págs. 71 y 72).
Retomando la idea de los antecedentes
avisados en el párrafo anterior, en las páginas que
siguen en la obra de Delacampagne, él nos suministra
un derrotero histórico de los conceptos utilizados
previo al período que acuñó en los últimos eventos que
dieron finalmente el origen a la Convención de 1948
(entre los años 1933 y 1945).

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La expresión “actos atroces contra la
humanidad” fue utilizada el 23 de noviembre de 1794,
en la tribuna de la Convención, al referirse a los
“ahogamientos” (homicidios cometidos por Jean-Baptiste
Carrier) en Nantes. La acusación formulada por ese
entonces, sirve para recordar que, por encima del
Estado, se encuentran las “leyes no escritas” que
nadie debería dejar de respetar.
En 1625, un jurista de nombre Hugo Grocio,
publicó su obra más importante: Sobre el derecho de la
guerra y la paz. Según el autor, por primera vez se
sientan las bases de un “derecho internacional” o
“derecho de gentes”, un derecho que habrá de regir las
relaciones entre los Estados en tiempos de guerra y en
tiempos de paz. Se opone así a la idea de que un
Estado sea soberano. Incluso asimila el derecho
internacional a principios de una “moral” universal
(idea de moralizar), independiente de todas las
estrategias políticas y más fundamental que ellas.
Siguieron en el derrotero, Rousseau, Emmanuel
Kant y sus publicaciones de 1784 y 1795, segundo
trabajo al que tituló “Hacia una paz perpetua”.
Todos coincidentes –de alguna manera- en un
progreso que luego se vislumbra en Europa hacia fines
del siglo diecinueve cuando se decide estudiar la
posibilidad de que los grandes Estados sometan sus
discrepancias ante los tribunales internacionales. En
el caso, “La Conferencia de la Haya” reunida en 1899
en la que se firmaron varios convenios sobre litigios
internacionales y sobre derechos de guerra.
La ya nombrada Cláusula Martens, de
figuración en el preámbulo del Reglamento de la Haya
(1899 y 1907) que estipulaba, para los Estados en
conflicto; el sometimiento a “los usos establecidos
entre naciones civilizadas, de las leyes de la
humanidad y de las exigencias de la conciencia
pública”.
En sintonía con la anterior, las
“Convenciones de Ginebra” (1864 y 1906) que trazaban

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los lineamientos de un derecho humanitario en tiempos


de guerra.
Durante el siglo diecinueve las potencias
europeas (Estados occidentales) justificaron las
corrientes de protección humanitaria (a las minorías
cristianas del Oriente) y, sobre todo desde 1894 y
1897 y las reacciones originadas por la compasión
europea y su conciencia arraigada tras la persecución
del pueblo armenio.
Un antecedente muy importante fue el
Genocidio del pueblo armenio de 1915 de los que fueron
víctimas en manos del Estado turco producido en medio
de la carnicería que significó la Primera Guerra
Mundial. Seguidamente, el 24 de mayo de 1915 (a pesar
de extenderse el genocidio hasta 1916 con un millón de
muertos), se denuncian estos crímenes, calificándolos
por primera vez bajo la denominación de “crímenes de
lesa humanidad”. A la barbarie le siguieron distintas
tomas de conciencia para establecer un nuevo orden
mundial, aún finalizada ya la Primera Guerra Mundial
como, en los arts. 227 y 228 del Tratado de Versalles
(1919); pacto fundador de la Sociedad de las Naciones;
conjuntos de reflexiones de los años veinte (siglo
XX), (Donnadieu de Vabres o el romano de Pella sobre
dos nociones innovadoras como la de “crímenes contra
la paz” y “criminalidad colectiva de los Estados”; el
pacto Briand-Kellog (1928), el proyecto de instaurar
un tribunal penal internacional para juzgar actos de
terrorismo (1937, que no tuvo futuro) y, el último y
decisivo aporte –mencionado al inicio- del polaco
Raphael Lemkin el cual en 1934 (conferencia por la
unificación del derecho penal en Madrid) propuso
introducir dos nuevas nociones: el crimen de barbarie
y el crimen de vandalismo.
También Daniel Feierstein en su obra, “El
genocidio como práctica social”, hace un minucioso
estudio sobre [que numerosas crónicas de la antigüedad
dan cuenta del arrasamiento de poblaciones producto de
conquistas militares…] en las que menciona el

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“arrasamiento de Troya por los griegos […] campañas
asirias o en la destrucción total de Cartago por los
romanos…” y agrega que “el concepto de genocidio, sin
embargo, es un término moderno, surgido de la
discusión teórica a comienzos del siglo XX con motivo
del aniquilamiento de la población armenia llevada a
cabo por el Estado Ittihadista turco, y creado y
difundido […] por el nazismo: el aniquilamiento
sistemático de las poblaciones judías y gitanas de
Europa […]. Entre ellos, las personas con necesidades
especiales, aquellas con identidades sexuales no
hegemónicas, grupos eslavos como polacos y rusos,
religiosos…” (cfr.: Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…, ob. cit., págs. 31 y 32).
Así las cosas, el término genocidio resulta
ser creación del jurista polaco Raphael Lemkin, quien
en 1944 publicó la obra titulada “Axis Rule in
Occupied Europe” (Carnegie Endowment for International
Peace, Washington, 1944), donde presentaba un análisis
pormenorizado de las acciones, leyes y modos de
ocupación desplegados por Alemania sobre la mayoría
del continente europeo en los años de la guerra. En el
Capítulo 9 de dicha obra (págs. 79/84), se desarrolla,
bajo el título de “Genocidio”, la primera aproximación
hacia lo que ahora es conocido como “el crimen de
crímenes” (cfr. William A. Schabas “Genocide in
International Law. The Crime of Crimes”, University
Press, Cambridge, 2002).
Estas consideraciones entonces, lo llevaron a
acuñar un nuevo término para éste concepto particular:
genocidio. Vocablo formado por “la antigua palabra
griega genos (raza, clan) y el sufijo latino cidio
(matar)” (cfr.: Raphael Lemkin, “El dominio del Eje en
la Europa Ocupada: Leyes de ocupación, análisis de la
administración gubernamental propuestas de
reparaciones”, 1ª ed., Ed. Prometeos Libros, Bs.As.,
2009).

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Sobre el rol destacado que asumió Lemkin,


también haremos reflexiones más adelante sobre temas
muy puntuales.
No obstante, debe ponerse de resalto que, los
debates posteriores giraron en torno a los siguientes
objetivos: impedir la destrucción de grupos humanos,
de orden racial, nacional, lingüístico, religioso o
político. También se discutió hondamente sobre qué
actos serían constitutivos de genocidio; qué grupos
humanos debían ser protegidos; si la protección debía
extenderse en tiempos de paz o de guerra; si las
violencias individuales o colectivas que no tengan por
fin la destrucción de un “grupo humano” deben ser
consideradas o no genocidio; cuántas formas de
genocidio deben ser prevenidas (genocidio físico;
genocidio biológico, genocidio cultural); quiénes
podían ser autores de genocidio; cómo operaría la
obediencia debida en estos casos; el compromiso de los
Estados para legislar en el marco interno;
jurisdicción; extradición (delito político); e incluso
las medidas de reparación que podrían llegar a
adoptarse frente a hechos consumados (cfr:. José
Agustín Martínez, “El nuevo delito de genocidio” en
Revista de Derecho Penal, Bs.As., 3er. trimestre,
1947, pág. 251 y sgts.).
De esta manera, la Convención resulta ser
universalmente el primer instrumento formal donde se
define y delimita el delito de genocidio, y fue
receptada en nuestro país por el gobierno provisional
de facto del Presidente Aramburu mediante Decreto-Ley
6.286, del 9 de abril de 1956, publicado en el Boletín
Oficial del 25 de abril del mismo año, a través del
cual se decidió adherir a la Convención. Luego, dicho
acto fue ratificado por Ley 14.467 del 5 de septiembre
de 1958 (B.O. 29/9/58) por el gobierno constitucional.
En su cuerpo normativo pueden encontrarse
algunas de las siguientes reglas:
Artículo 1°: que “Las partes contratantes
confirman que el delito de genocidio, ya sea en tiempo

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de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho
internacional que ellas se comprometen a prevenir y
sancionar”.
Artículo 2°: reza del siguiente modo: “En la
presente Convención, se entiende por genocidio
cualquiera de los actos mencionados a continuación,
perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso, como tal: a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los
miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del
grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial; d)
Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el
seno del grupo; e) Traslado por la fuerza de niños del
grupo a otro grupo”.
Artículo 3°: determina los actos que serán
castigados, a saber: “a) El genocidio; b) La
asociación para cometer genocidio; c) La instigación
directa y pública a cometer genocidio; d) La tentativa
de genocidio; e) La complicidad en el genocidio”.
Artículo 4°: establece que las personas que
cometan las acciones y/o los actos que determinan los
artículos 2° y 3° de la Convención deberán ser
castigados “ya se trate de gobernantes, funcionarios o
particulares”.
Artículo 5°: consagra el compromiso de los
Estados parte de la Convención para adoptar las
medidas legislativas que sean consecuentes con los
términos de la misma.
Artículo 6°: determina que el juzgamiento de
los hechos que puedan ser encuadrados en los términos
de la Convención serán juzgados por un tribunal
competente del Estado en cuyo territorio tuvieron
lugar, o en su caso, subsidiariamente, por una corte
penal internacional competente y reconocida. (A mayor
abundamiento, ver, Nahuel Martín Perlinger, “El delito
de genocidio y el caso argentino, prestación de una

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discusión inacabada”, Ed. Del Puerto, Bs. As., 2009,


pág. 232)
c) El indispensable disvalor de la
acción genocida presente en el hecho y la
innecesariedad de la configuración objetiva:
Para ingresar de modo correcto sobre este
aspecto, cabe hacer algunas reflexiones sobre la
relación existente entre normas jurídico-penales y
direccionamiento de las imputaciones a las que ellas
conllevan, en ese sentido se ha entendido que: “Entre
los presupuestos cuya concurrencia permite que alguien
sea penado se cuenta el presupuesto de que el sujeto
se haya, comportado de manera antijurídica, esto es,
que no se ha comportado como debería haberse
comportado en virtud del Derecho. Cómo no hay que
comportarse es algo que surge de los tipos de delito
de la parte especial, los cuales parafrasean en una
formulación contradictoria el acontecer que no debería
ocurrir. Por ejemplo, del tipo según el cual la
causación de la muerte de una persona es punible, se
puede deducir la norma según la cual no debe ocurrir
la causación de la muerte de una persona. Estas normas
se observan mediante acciones. En ese sentido, de la
norma que prohíbe el homicidio surge el deber de
acción de no comportarse de tal modo que se cause la
muerte de una persona. O formulado de forma inversa:
una persona actúa contrariamente al deber cuando no se
comporta de un modo en que pueda evitar la causación
de la muerte de una persona […]. Por tanto, el deber
ser general de la norma se concreta, mediante la
posibilidad de observarla por medio de
comportamientos, en un deber concreto. De ahí que la
lesión del deber sea a la vez el fundamento jurídico-
penalmente relevante para imputar a alguien la
realización del acontecer que no debe ocurrir…” (cfr.:
Urs Kindhäuser, Catedrático de Derecho Penal en la
Universidad de Bonn, “Críticas a la Teoría de la
Imputación Objetiva y la función del Tipo Subjetivo”,

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Editora Jurídica Grijley, 1° edición, septiembre de
2007, págs. 59 y 60).
A propósito de las formas típicas de
homicidio, fíjese como la interpretación sociológica
de estos conductas sociales, colaboran para ampliar la
dimensión conceptual del concepto genocidio que
nosotros necesitamos: “ante la ley la tipificación
diferenciada de un delito según las características de
la víctima que lo sufre, ello no resuelve aún una
discusión de fondo, que remite al análisis histórico
sociológico de las practicas sociales. Para el
derecho, un homicidio debe ser siempre, en primera
instancia, un homicidio. Para las ciencias sociales,
sin embargo, algunos homicidios pueden ser tan
peculiares, tan específicos, como para justificar un
término que los explique por diferencia a los más
generales…” (cfr.: Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…”, ob. cit. pág. 57).
Ahora, fuera de la cuestión sociológica
y enfocándonos a los aspectos de la técnica jurídica,
deberán revisarse las exigencias típicas subjetivas de
la figura de genocidio. Elección analítica que, por
otro lado, surge con conocimiento de que la Convención
de 1948 establece parámetros “específicos” que son
verificables a partir del cumplimiento de requisitos
relativos solo a la dimensión subjetiva. (A mayor
abundamiento, ver Nahuel Martín Perlinger, ob. cit.
pág. 236).
Que ellos no sean objetivos tiene una
explicación que será abordada luego de revisar lo
referido al ámbito de la prohibición tradicional (el
tipo objetivo), propiciando de esa manera, después,
los razonamientos útiles y necesarios para comprender
que la figura de genocidio se aparta del estandard
tradicional de subsunción genérica.
Que “el tipo objetivo sea el objeto del tipo
subjetivo” (cfr.: Günter Jakobs, “Derecho Penal Parte
General, Fundamentos y teoría de la imputación”, Ed.
Marcial Pons, Ediciones Jurídicas, Madrid,1995, pág.

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223), desde el punto de vista sistemático y desde las


postrimerías de la imputación objetiva, lo
trascendental es que el autor de un ilícito penal haya
“producido un resultado lesivo que sea objetivamente
imputable a la acción…” (cfr.: Enrique Bacigalupo,
“Derecho Penal. Parte General”, Ed. Hammurabi, Bs.As.,
1987, pág. 182).
Fracasado el sistema clásico, siendo que tal
modelo se reveló como “inidóneo” (cfr.: Urs
Kindhäuser, ob. cit., pág. 17), básicamente por los
resultados adversos a los que ese dogma causal
arribara a la hora de resolver casos penales y por
ello, la inequitativa distribución de castigo; la
imputación objetiva –como técnica para resolverlos,
incluso, “…desde el punto de vista social” siendo éste
el “…objeto de la teoría…” (cfr.: Mario Magariños,
“Los límites de la ley penal en función del principio
constitucional de acto”, Ed. Ad-hoc, Bs.As., 2008,
pág. 81)- tuvo su lugar ganado al reordenar el
fenómeno objetivo a partir de la teoría del riesgo,
que somete a mayor precisión el trabajo dogmático de
atribución de resultados típicos y relevantes para el
derecho penal. En tal sentido, la dimensión objetiva
requerirá de las “siguientes fases de comprobación: En
primer lugar, se verificará si concurren determinados
efectos externos de alguna acción (tipo objetivo)…”;
riesgosa, por encima de lo permitido y sin ningún
principio que excluya la imputación estricta; “acto
seguido, si precisamente estos efectos externos
constituyen la realización de un acción determinada
por ellos (el tipo subjetivo referido al tipo
objetivo)…” (cfr.: Günter Jakobs, ob. cit., pág. 223).
Debe reconocerse ésta función a la teoría y
el legado que ella deja a la dogmática penal y, más
que nada, por el desarrollo que ha tenido en las
últimas tres décadas y la definición de sus objetivos
inmediatos a partir de los “problemas” que de la misma
derivan, dado que es: “necesario limitar ya
objetivamente –esto es, antes de la imputación al

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autor individual- el objeto de reproche jurídico-
penal. En esta medida, la teoría de la imputación
objetiva persigue el objetivo de demarcar el injusto
comprendido por el tipo objetivo del delito. El
injusto de resultado sólo sería realizado de modo
jurídico-penalmente relevante si…” (cfr.: Urs
Kindhäuser, ob. cit., pág. 88) se presenta como
“creación de la base del juicio de imputación” (en
sentido similar ver, Enrique Bacigalupo, ob. cit.,
págs. 272 a 275; Günter Jakobs, “La Imputación
Objetiva en el Derecho Penal”, Ed. Ad-Hoc, Bs.As.,
1996, págs. 51 a 54; Günter Stratenwerth, “Derecho
Penal. Parte General: El hecho punible”, Ed.
Hammurabi, Bs.As., 2005, págs. 152 y ss.); es decir,
“para que una conducta sea objetivamente contraria a
la norma jurídica y resulte culpable […] tienen que
estar cumplidos, además de los presupuestos de su
contrariedad objetiva a la norma jurídica,
determinados presupuestos en el sujeto concreto de la
conducta a juzgar; especialmente, a la relación que se
deriva desde el punto de vista de una prognosis
objetiva con el resultado, que configura el
presupuesto antes definido de la contrariedad objetiva
a la norma jurídica, tiene que corresponderle una
subjetiva equivalente…” (cfr.: Marcelo A. Sancinetti,
compilador, “Causalidad, riesgo e imputación, 100 años
de contribuciones críticas sobre imputación objetiva y
subjetiva”, Ed. Hammurabi, Bs.As., 2009, pág. 79 y
80). Debe rescatarse la opinión del Prof. Sancinetti
en este ámbito y su desarrollo del concepto de ilícito
“estrictamente personal” (cfr.: Mario Magariños, ob.
cit., pág. 57) pues éstas posturas y criterios del
autor serán retomados más adelante.
Ahora bien, en el caso del genocidio, el
análisis funcionará dogmáticamente distinto. En
efecto, la materialización o representación de las
exigencias típicas de la figura, no surgirán –
contrariamente al natural trabajo de subsunción
explicado precedentemente- desde la dimensión

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objetiva, es decir, por lo que fácticamente ocurriera


en los hechos tal y como ocurre con el resto de las
figuras penales tradicionales donde se discute sobre
el objeto materia de prohibición. Ésta forma delictiva
que, como se dijo, tiene parámetros delimitados y muy
definidos, se define dogmáticamente a partir de una
dimensión subjetiva presente en el hecho, es decir,
por el conocimiento y voluntad de las exigencias que
componen la materia prohibitiva de “esa” forma típica
(en ese sentido, obsérvense los lineamientos ofrecidos
por Laplaza (cfr. Francisco P. Laplaza, “El delito de
genocidio o genticidio”, Ed. Arayú, Bs.As., 1953,
págs. 76 y 77; también Luis Jiménez de Asúa, Tratado
de Derecho Penal, Tomo II, Ed, Losada, Bs.As., 1964,
pág. 1173 y sgtes).
El intérprete, entonces, tendrá por delante
un nuevo enfoque en lo que se refiere a la atribución
de resultados desaprobados jurídicamente, pues “La
punición de esta clase de delitos se halla referida a
la interpretación de los tipos legales…” (cfr.: Jorge
Frías Caballero; Diego Codino; Rodrigo Codino; Teoría
del Delito, Bs. As., 1993, págs. 206 y 207).
Ahora, cabe preguntarnos: ¿Por qué ocurre
esto? Esta forma científica de tratamiento sale al
encuentro de la expectativa dogmática, entre otras
razones, porque desde la finalización de la Segunda
Guerra Mundial, ésta materia penal ha sido -desde la
retroalimentación dogmática universal cada vez más
técnica-, una de las que dentro de la literatura
jurídica general ha recibido mayor atención; motivo
por el cual, como parte integrante de la producción
normativa internacional merecía un tratamiento
diferenciado.
Desde esa perspectiva puede verse en la obra
de Alicia Gil Gil, un detallado análisis de todas las
modalidades de genocidio establecidas por la
Convención y del tipo subjetivo exigido en las mismas
(cfr. Alicia Gil Gil, Derecho Penal Internacional, Ed.
Tecnos, Madrid, 1999, Capítulo 5 –El tipo del delito

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de genocidio- en particular págs. 231 y sgts. El tipo
subjetivo).
Entonces, con inclusión en ésta problemática,
es decir, que “el tipo objetivo por sí solo no
constituye injusto, ya que en sí no contiene ninguna
acción típica y por consiguiente no cumple las
condiciones mínimas del injusto…” (cfr.: Günter
Jakobs, ob. cit., pág. 223), ya desde el finalismo
ortodoxo se deja fijo, casi como impulso imposible de
sustraerse en algunos casos, cierta preeminencia por
la arista subjetiva –o “dolo de tipo”- en acciones
típicas reales, “Toda acción consciente es conducida
por la decisión de la acción, es decir, por la
conciencia de lo que se quiere –el momento
intelectual- y por la decisión al respecto de querer
realizarlo –el momento volitivo-. Ambos momentos,
conjuntamente, como factores configuradores de una
acción típica real, forman el dolo (“dolo de tipo”)
[…]. El dolo como mera resolución es penalmente
irrelevante, ya que el Derecho Penal no puede alcanzar
al puro ánimo. Sólo en los casos en que conduzca a un
hecho real y lo gobierne, pasa a ser penalmente
relevante…” (cfr.: Hans Welzel, Derecho Penal Alemán,
11ª. Edición castellana, año 1993, pág. 77). Incluso,
aplicación que puede verse sobre la base de otras
interpretaciones relativas al “objeto de la acción de
figuras tradicionales”: “la consideración de que algo
es ilícito atiende a los efectos que […] ejerce la
conducta sobre el orden exterior de la comunidad. Este
efecto será reconocido, por tanto, como regla, en
circunstancias exteriores a la personalidad del autor
[…]. La lesión del bien jurídico, de la integridad de
la vida humana por ejemplo, será reconocible, sin
duda, en la imagen exterior del hecho de que alguien
ha matado a un hombre…” aunque “el ilícito […] está
orientado básicamente de modo objetivo” y puede
reconocer elementos subjetivos del ilícito sólo en
determinados casos de excepción, en cierto modo, como
“sustitutos subjetivos” de los faltantes presupuestos

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objetivos del ilícito, estos elementos deben ser –al


menos en parte- “propios” elementos subjetivos del
tipo, es decir, elementos que co-fundamentan el
ilícito, precisamente en su subjetividad…” (cfr.:
Diethart Zielinsky, Disvalor de acción y disvalor de
resultado en el concepto de ilícito, Ed. Hammurabi,
Bs.As., 1990, pág. 25 y ss.).
También se ha sostenido que la diferencia
valorativa entre estos dos dispositivos de la
tipicidad tiene poca entidad y valor, dado que “por
ejemplo, los presupuestos del actuar doloso están
establecidos en la definición objetiva del concepto de
dolo […]. De otro lado, la distinción entre un tipo
“objetivo” y un tipo “subjetivo” podría ser tenida por
irrelevante […]. La diferenciación entre un tipo
objetivo y uno subjetivo parece ser, entonces, un
asunto de mero orden clasificatorio: aquellos
elementos del injusto que se refieren al lado psíquico
e intelectual del autor, son ubicados en el tipo
subjetivo, mientras que todos los demás elementos del
injusto, entonces, en el tipo objetivo. Desde esta
perspectiva, la diferenciación puede resultar
iluminadora, pero no necesaria, del mismo modo en que
la diferenciación entre águilas y halcones no es más
que una diferenciación secundaria al interior de una
misma clase de aves formada por aves de rapiña…”
(cfr.: Urs Kindhäuser, ob. cit., págs. 13 y 14).
Con humildad, no creemos que la diferencia
valorativa de ambos aspectos, no tenga repercusión en
el sistema del hecho punible –por muchas razones que
exceden el presente desarrollo- pero sí conviene
rescatar que evidentemente esos condimentos típicos,
más bien, se influyen entre sí; no obstante, la ironía
utilizada por el autor que nos acerca más a la
pretendida importancia que actualmente asume el tipo
subjetivo de la figura de genocidio. Y más aún, “pues
al autor de un hecho punible sólo es razonable
imputarle aquello que depende de su voluntad de
acción, no de circunstancias más o menos contingentes,

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desvinculadas de la decisión individual…” (cfr.: Mario
Magariños, ob. cit., pág. 58).
Lo muy rescatable de esta postura; es que
sigue acercándonos al lado subjetivo del genocidio.
Menos distancia, todavía, queda “Si la relación con un
resultado […] ha de estar signada por el concepto de
imputación objetiva exclusivamente en actuaciones de
voluntad, el contenido del juicio de imputación
dependerá de la originalidad teleológica de las
actuaciones de voluntad humana […]. Y dado que
precisamente el intervenir en los procesos de la
naturaleza conforme un fin configura la esencia de la
conducta humana, el estar objetivamente teñido por un
fin es el criterio para la imputabilidad de un
resultado y, con ello, también para delimitarlo del
suceso causal. Conforme a ello, es imputable aquel
resultado que puede ser concebido como presupuesto de
un fin […] aunque este juicio no se base en el saber y
querer actuales del autor, y sí en sus capacidades
potenciales –intelectuales y psíquicas- […]. El
contenido de esta cuestión, el alcance de un fin
determinado, hace que todo factor de la situación de
hecho aparezca como esencial, con lo cual el centro de
gravedad de la decisión no se ubica en la
generalización […] sino en la singularidad del caso”
(cfr.: Marcelo A. Sancinetti, ob. cit., págs. 115 a
117 y ss).
Así, a pesar de “prescindir de toda
diferencia terminológica con el reconocimiento de las
condiciones subjetivas del ilícito, deviene manifiesto
–en cualquier forma que sea- que detrás del concepto
de la condición subjetiva del ilícito hay una realidad
que co-constituye el ilícito objetivo…” (cfr.:
Diethart Zielinsky, ob. cit., pág. 33),
indiscutiblemente ésta es una opción –la subjetiva
para la forma genocida- que resulta ser tomada con
esmerada apariencia y como hecho consumado por la
doctrina más especializada, lo cual a su vez, indica
la manera de comprender y formar las ideas jurídicas

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que ordenan los principios de la dogmática


constitucional para la atribución de resultados
jurídico penalmente desaprobados. Y el primer
encuentro lo tenemos en la actividad interpretativa
que hacen los Estados de las normas internacionales, y
ello –en la necesaria definición de ilicitud que
pretende esta judicatura-, al plano del sistema de
enjuiciamiento nacional.
Resulta ser, entonces, una obligación
dogmáticamente contraída el hecho de que, a la hora de
asignar al caso la imputación fáctica por el delito de
genocidio, destaquen más las fases subjetivas que han
acompañado el proceso ejecutivo de éste ilícito.
Justamente, la precisa significación dogmática viene
dada de un dolo especial (dolus specialis) que habrá
guiado al agente al dirigir sus acciones para destruir
total o parcialmente a un grupo humano como tal, es
decir: “Basta con que el autor tenga esa intención que
guíe su accionar, y, por cierto, no se requiere que
logre un éxito total en su propósito…” (cfr.:
Guillermo J. Fierro, La Ley Penal y el Derecho
Internacional, Ed. TEA, Bs. As., 1997, pág. 401).
Sobre esto último, Laplaza sostiene que “un solo hecho
carece de virtualidad para destruir, en todo o en
parte, una comunidad. En consecuencia, se requiere,
cuando menos, que se dé comienzo a la matanza –hecho
de masa, de pluralidad-, siendo insuficiente la muerte
de un solo individuo del grupo…” (cfr.: Francisco P.
Laplaza, El delito de genocidio o genticidio, Ed.
Arayú, Bs. As., 1953, págs. 76 y ss).

El Estatuto de Roma.
En sintonía con lo que venimos diciendo,
estas previsiones técnicas sirven para identificar a
este delito de otras restantes formas típicas que
componen el universo jurídico penal. Por eso y para
dar mayor contraste y comprobar con más exactitud los
ajustes típicos necesarios que componen la figura de
genocidio; es inevitablemente necesario abordar,

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seguidamente, las previsiones contenidas –esta vez- en
el texto del artículo número 6 del Estatuto de Roma.
La citada norma establece que: se entenderá
por "genocidio" cualquiera de los actos mencionados a
continuación, perpetrados con la intención de destruir
total o parcialmente a un grupo nacional, étnico,
racial o religioso como tal: 1) Matanza de miembros
del grupo; 2) Lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo; 3) Sometimiento
intencional del grupo a condiciones de existencia que
hayan de acarrear su destrucción física, total o
parcial; 4) Medidas destinadas a impedir nacimientos
en el seno del grupo; 5) Traslado por la fuerza de
niños del grupo a otro grupo; 6) Aspecto subjetivo del
genocidio; 7) La intencionalidad; 8) Los elementos
específicos de la intención especial.
Como primer paso se analizarán las formas de
comisión que dan lugar a la configuración del delito
de genocidio y conforman, a su vez, el aspecto
objetivo del mismo. Para esto, se tomaran en cuenta
las posturas de diferentes doctrinarios respecto del
tema.
Y como es de esperar que se haga,
también se procederá seguidamente aquí a realizar un
análisis de los modos comisivos propuestos y
establecidos en el referido Estatuto.

1) Matanza de los miembros del grupo.


Como bien lo indican, tanto Folgueiro como
Ambos, esta modalidad comisiva no presenta grandes
problemas descriptivos a la altura de la dimensión de
lo prohibido, pues la conducta descripta, es análoga a
la de un homicidio doloso (cfr.: Daniel Feierstein,
“Hasta que la muerte…”, ob. cit., p. 46, y Kai Ambos,
“Los crímenes más graves en el Derecho Penal
Internacional”, Ed. INACIPE, México, 2005, p. 7).
Para Gil Gil, esta es la modalidad de genocidio por
excelencia (cfr.: Gil Gil, “Los crímenes contra la
humanidad en la Corte Penal Internacional”, en Revista

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de Derecho Penal, I-2003 -1, Ed. Rubinzal Culzoni,


Bs.As., p. 206).

Aunque este punto no presenta mayores


problemas dogmáticos, es muy importante lograr
determinar el alcance de esta figura, y para ello se
hace necesario preguntarse a qué se refiere el
Estatuto de Roma cuando habla de “matanza”. Según Kai
Ambos, se utilizó el término matanza dado que es más
amplio que el significado asesinato, ya que este
último requiere más elementos además de la intención
de causar la muerte, mientras que el genocidio sólo
necesita del propósito como único elemento
determinante para su configuración (cfr.: Kai Ambos,
“Los crímenes más graves”, ob. cit., p. 21). Claro
que, las formas en que se pueden llevar adelante las
matanzas son diversas y de distinta naturaleza, pues
van desde los aniquilamientos masivos, el incendio de
casas de personas pertenecientes al grupo que
pretenden exterminar, la destrucción de la
infraestructura y otros sistemas para el sustento de
la vida, entre otros.

Siguiendo la misma línea, resulta de


importancia destacar que cuando se habla de matanza,
se está haciendo referencia a aquella matanza
producida con dolo, es decir con conocimiento y
voluntad de ocasionarla. Así se pronunció la
jurisprudencia del Tribunal Penal para Ruanda que
avaló esta postura en el caso Kyishema y Ruzindana
(Ver: Fiscalía vs. Clement Kayishema y Obed Ruzindana)
y, como bien lo explica Feierstein, el Tribunal en tal
cuestión, sostuvo que las acciones abarcadas por la
norma debían evaluarse en el contexto general de un
plan de genocidio, que requiere la intención
específica de destruir a un grupo determinado. Por
ello arribó a la conclusión de que las matanzas
realizadas por imprudencia, es decir sin la intención
de exterminar a los miembros del grupo como tal,

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deberían quedar fuera del alcance de la norma (cfr.:
Feierstein, ob. cit., p. 46).

Y en lo que respecta al número de personas


que se necesita para que se lleve a cabo la matanza
del grupo, no hay unificación de criterios pues, por
ejemplo, hay quienes sostienen que basta con dar
muerte a una sola persona del grupo para que se
configure el genocidio (cfr.: Feierstein, ob. cit., p.
46). El Informe Whitaker, por su parte, sostiene que
la utilización del plural sería una razón válida para
considerar que es necesaria la producción de más de un
homicidio para que se dé por consumado el delito
(cfr.: Informe Whitaker, ob. cit., párrafo 29),

2) Lesión grave a la integridad física o


mental de los miembros del grupo.

Ni la Convención de 1948 ni el Estatuto de la


Corte Penal Internacional estipulan qué se entiende,
por lesión grave a la integridad física o mental. No
obstante, la Comisión de Derecho Internacional afirma
que en este inciso se contemplan dos tipos de daños
que pueden padecer un individuo: A) por un lado están
los daños físicos, lo que implica alguna herida en el
cuerpo de la víctima; B) y por otro lado un daño
mental, que implica algún tipo de deterioro en las
facultades mentales del individuo. De cualquier manera
lo que queda claro es que ambas lesiones deben ser lo
suficientemente serias como para amenazar con la
destrucción del grupo en todo o en parte (cfr.:
Feierstein, Hasta que la muerte……, ob. cit., p. 47).

Ahora bien, con respecto a este tópico en


particular, el Tribunal Penal para Ruanda, en el caso
Akayesu, estableció que las lesiones a la integridad
física o mental causadas a miembros de un grupo no
necesariamente tienen que ser permanentes ni
irremediables; de igual forma, estableció que este
tipo de acción de genocidio puede llevarse a cabo
mediante actos de tortura, tratos inhumanos y
persecuciones, aunque señaló que la lista de actos que

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puedan causar daño no se agotan con los nombrados


anteriormente (Ver, Fiscalía vs. Jean Paul Akayesu,
Prieto San Juan Rafael A. y otros, “Akayesu: el primer
juicio internacional por genocidio”, Ed. Biblioteca
Jurídica Diké, Medellín, 2006).

Es importante destacar y tener en cuenta que


la expresión “daños físicos o mentales” da pie a que
surjan opiniones divergentes, en cuanto a la seriedad
del daño infringido a tales individuos. Y justamente
aquí es donde surge un interrogante que no debe
soslayarse: ¿Estos daños, tienen que ser permanentes e
irremediables? Aunque ya se indicó que el Tribunal
Penal para Ruanda estableció que no era necesario que
estas lesiones fueran permanentes e irremediables, la
doctrina, en lo que respecta al daño mental, no tiene
una posición consensuada (cfr.: Kai Ambos, Los
crímenes más…., ob. cit., p.13).

En este punto la jurisprudencia del caso


Krstic indicó que un daño mental serio no necesita
causar un perjuicio permanente e irremediable, sino
que debe ir más allá de la infelicidad, la vergüenza o
la humillación temporal. Deber ser de tal magnitud,
que cause un deterioro a largo plazo en la capacidad
de la persona de llevar una vida normal (Fiscalia vs.
Krstic). Y por su parte, Gil Gil sostiene que la
tipificación de esta conducta como genocida es una de
las que más dificultades plantea a la hora de conjugar
su comisión con la concurrencia del elemento
subjetivo, pues indica, que lo que busca el genocidio
es la intención del agente de matar a los miembros del
grupo, es esa intención lo que se pena. Para la
mencionada autora, la intención de lesionar no puede
ser tomada como forma comisiva del genocidio acabado,
sino que esto daría lugar a la tentativa, pues por
medio de la lesión, no importa que tan grave esta
fuera, no se puede destruir a un grupo ni total ni
parcialmente (cfr.: Gil Gil, “Los Crímenes….”, ob.
cit., p. 209).

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Claramente del cotejo y comparación de las
distintas opiniones doctrinarias, surgen también
posturas contrapuestas. En efecto, otros doctrinarios
defendieron la inclusión de este precepto,
argumentando que lo protegido en el delito de
genocidio no solo es la vida de los integrantes del
grupo, sino también su salud, su perpetuación, su
desarrollo y dignidad (cfr.: Villa Stein, Javier,
Derecho Penal, Parte Especial, I-A; Delitos contra la
vida, el cuerpo y la salud, Ed. San Marcos, Lima,
1998, p. 228).

De cualquier forma, en cuanto a las lesiones


a la integridad física y mental de los miembros del
grupo, la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia
establece que, como criterio general, se puede afirmar
que tienen que dar muestras de ser lo suficientemente
graves como para lograr una destrucción del grupo.

3) Sometimiento intencional del grupo a


condiciones de existencia que hayan de acarrear su
destrucción física total o parcial.

Al igual que en el caso anterior, no existe


unanimidad en lo referente a las conductas que van a
formar parte de éste sometimiento. Por el contrario,
se ha sostenido que dar una enumeración de estas
condiciones sería materialmente imposible y es por
ello que, caso a caso, habrá que determinar en qué
consiste cada una de ellas (cfr.: Feierstein, Hasta
que la muerte…, ob. cit., p. 48).

Con respecto a los métodos que pueden ser


utilizados en estas circunstancias, Kai Ambos indica
que se pueden utilizar los siguientes: denegación de
nutrientes (agua y comida), la expulsión sistemática
de sus casas, la reducción de los servicios médicos
esenciales por debajo del nivel mínimo, así como
también, el sometimiento a un trabajo excesivo o a un
esfuerzo físico extenuante. Esta forma de genocidio
hace referencia a la destrucción de un grupo por medio
de una muerte lenta, pues es evidente que no es

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preciso que tales métodos maten inmediatamente a los


miembros del grupo, pero deben estar calculados para
que en última instancia los aniquile físicamente
(cfr.: Kai Ambos, Los crímenes más…., ob. cit., p.
15).

Como bien señala Altemir, la idea de este


precepto consiste en que es posible exterminar a un
grupo, no solo causándole la muerte directamente
mediante la acción de matar, sino también manteniendo
a los individuos en condiciones inhumanas, que les
llevará a la muerte (cfr.: Antonio Blanc Altemir, La
violación de los derechos humanos fundamentales como
crimen internacional, Ed. Bosch, Barcelona, 1990., p.
181).

En particular sobre este tema, ni el Tribunal


para Ruanda ni el de la Ex Yugoslavia aportaron de
manera precisa elementos que puedan llegar a
esclarecer esta cuestión. Sin embargo, el Tribunal
para Ruanda enumeró cuáles podrían ser las medidas que
se considerarían como sometimiento de los individuos y
estas tienen bastante relación con las que fueron
nombradas por los distintos autores ya citados. Para
este Tribunal, el sometimiento estaría dado por:
suministro de una dieta de subsistencia inadecuada, la
expulsión sistemática de las víctimas de sus hogares,
ausencia de condiciones mínimas de higiene, todo ello
como ya se mencionó, destinados a ocasionar una muerte
lenta de los integrantes del grupo (Ver, Fiscalía vs.
Jean Paul Akayesu).

De manera conclusiva entonces, sobre esta


modalidad se colige que los elementos del crimen, que
son los que ayudarán a la interpretación para una
correcta aplicación del delito de genocidio, requieren
que el autor haya sometido intencionalmente a una o
más personas a ciertas condiciones de existencia, y
que esas víctimas hayan pertenecido a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso determinado. De
igual modo es necesario, que este autor haya tenido

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la intención de destruir total o parcialmente a ese
grupo como tal. Respecto de cómo serán las condiciones
de sometimientos, los elementos del crimen indican que
podrán incluir el hecho de privar a las víctimas de
los recursos indispensables para su supervivencia,
como alimentos, servicios médicos o expulsarlos
sistemáticamente de sus hogares (De conformidad con el
artículo 9 del Estatuto de la Corte Penal
Internacional, los elementos de los crímenes ayudarán
a la Corte a interpretar y aplicar los artículos 6,7 y
8 en forma compatible con el Estatuto).

4) Medidas destinadas a impedir nacimientos


en el seno del grupo.

En lo que respecta a este tipo de acto, como


modo comisivo del genocidio, es importante entender
que la imposición de medidas en tal sentido indica la
necesidad de un elemento de coerción y la acción de
impedir nacimientos en el grupo, lo cual es también
conocido como genocidio biológico. Sin dudas, este es
un acto que se lleva a cabo negándole al grupo los
medios para reproducirse, y entre las medidas
utilizadas, se encuentran: la esterilización forzada,
la separación de ambos sexos y la prohibición del
matrimonio, entre otros (cfr.: Kai Ambos, Los crímenes
mas…, ob. cit., p. 15).

Para Gil Gil, la desaparición del grupo es


posible no solo mediante el exterminio físico del
mismo, sino también, mediante medidas que impidan la
perpetuación del grupo, impidiendo la posibilidad de
existencia de generaciones futuras y consiguiendo la
desaparición del grupo mediante su extinción (cfr.:
Gil Gil, “Los crímenes…”, ob. cit., p. 220).

Esta es también la postura de la mayoría de


la doctrina, que coincide con la idea de que la
destrucción de un grupo no solo es posible de manera
directa mediante la muerte de sus miembros, sino
también, se lo puede hacer de manera indirecta,
impidiendo que el grupo sobreviva y se renueve.

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No hay que olvidar un aspecto muy importante


que está presente en cada una de las posiciones de los
doctrinarios con respecto al tema, pues estas medidas
destinadas a impedir el nacimiento en el grupo tienen
que ser impuestas de manera coercitiva, de otra forma
no podrá configurarse el tipo. El razonamiento de Gil
Gil en este punto central es muy ilustrativo, pues
analiza si, para que exista esta imposición de
medidas, basta solamente con la mera adopción de las
mismas con carácter obligatorio para todos los
miembros del grupo, por ejemplo, mediante la
impartición de órdenes en tal sentido, pero sin
necesidad que las mismas hayan llegado a practicarse
efectivamente, o si por el contrario, se exige que las
medidas hayan comenzado a ser realizadas por los
miembros del grupo.

En consonancia, la posición mayoritaria en


este punto afirma que es necesario que se practiquen
efectivamente las medidas destinadas a impedir el
nacimiento en el grupo, y aporta además la idea que
basta con que estas medidas hayan afectado a un solo
miembro del grupo, para que se tenga por perfeccionado
el acto.

Como ocurrió con las anteriores formas de


comisión del genocidio, los Tribunales Penales,
también vertieron jurisprudencia con respecto a este
tema, y es así que en el caso Akayesu, resuelto por el
Tribunal Penal Internacional para Ruanda, afirmó, que
esta conducta puede ser llevada a cabo mediante la
mutilación sexual, la esterilización, el control de
natalidad forzado, la separación de los sexos y la
prohibición de matrimonios. De igual forma, este
Tribunal, sostuvo que en las sociedades patriarcales
en las cuales la pertenencia a un determinado grupo
está dada por la identidad del padre, la violación,
como medida destinada a impedir nacimientos, de una
mujer perteneciente a un grupo, por un hombre de otro
grupo, está considerado como una forma comisiva del

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delito de genocidio (Fiscalía vs. Jean Paul Akayesu).
Esta fue una condena transcendente con respecto al
tema, pues por primera vez, se consideró, que la
violación llevada a cabo en el contexto antes
explicado configura el delito de genocidio.

5) Traslado por la fuerza de niños del grupo


a otros grupos.

A diferencia de alguna de las modalidades


revisadas hasta aquí, ésta no presenta demasiados
inconvenientes, pues este tipo de conducta, requiere
que los menores de edad sean –literalmente- arrancados
de una familia por la fuerza y que sean trasladados a
otro grupo.

Aunque este punto –como se dijo- en su


contenido descriptivo no presenta conflictos
interpretativos, ni mayores inconvenientes para su
comprensión, no obstante, su aplicabilidad y utilidad
es lo que presenta planos de discusión. Incluso hay
quienes sostienen que su inclusión como forma comisiva
del delito de genocidio es inútil, y así lo indica Gil
Gil, cuando dice que con el traslado de los niños de
un grupo a otro no se estaría destruyendo al grupo, y
por tanto no se estaría frente a un genocidio, pero sí
frente a crímenes de lesa humanidad. La citada autora
también sostiene que aunque este traslado se realice
con la intención de causar la muerte, mediante la
destrucción del grupo, este supuesto ya está
contemplado en otros puntos, por lo cual su inclusión
en el delito de genocidio no tiene razón de ser (cfr.:
Gil Gil, “Los crímenes…”, ob. cit. p. 221).

Ambos sostiene sobre este punto que muchos


estudiosos argumentan que el objetivo general de la
ley de genocidio es proteger el derecho del grupo de
las formas de extinción físicas, pero no de orden
cultural o de otro tipo. En el caso, las formas no
físicas de la existencia de un grupo están protegidas
por el Derecho Internacional. De este modo, no pueden
considerarse genocidas aquellos actos aparentemente

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dirigidos a destruir la identidad de un grupo, pero


que no destruyan físicamente a sus miembros. Esto,
aplicado al traslado forzoso, se afirma en el
entendido que, este acto lleva a la pérdida de la
identidad cultural, ya que las criaturas se asimilan a
otro grupo, pero no termina con la destrucción física
del grupo (cfr.: Kai Ambos, Los crímenes mas…., ob.
cit., p.17).

Como contrapunto, en contraposición a esta


postura, están los que sostienen que el traslado
forzoso de niños a otros grupos si constituye
genocidio y los fundamentos dados fueron que, una vez
condenadas las medidas tendientes a impedir los
nacimientos, era necesario condenar también las
medidas tendientes a destruir una generación nueva,
secuestrando a los niños, arrancándolos de sus
familias y forzándolos a cambiar de religión y a odiar
a su propio pueblo.

El punto es que para este tipo de genocidio,


se requiere que el autor haya trasladado por la fuerza
a una o más personas, sin embargo, esta fuerza no se
limita a la fuerza física, sino que puede incluir
también la amenaza, aquella que es causada por el
temor a la violencia, la intimidación, la opresión
psicológica o el abuso de poder contra las personas
víctimas, aprovechando un entorno de coacción (cfr.:
Daniel Feierstein, Hasta que la muerte…..., ob. cit.,
p. 50).

6) Aspecto subjetivo del genocidio.

Al abordar los lineamientos generales de la


dimensión subjetiva –es decir, antes de revisar las
previsiones subjetivas que proponía el Estatuto- quedo
claro que ésta subjetividad tan requerida para este
delito es en sí una cuestión dilemática.

Claramente el aspecto subjetivo de este


delito está conformado por dos aspectos muy
importantes, que son: la intención, que debe tener el

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agente para realizar los actos enumerados en el
artículo 6 del Estatuto, y la intención de destrucción
total o parcial del grupo, por medio de alguno de los
actos antes mencionados.

Como se verá oportunamente resulta de


trascendental importancia definir que ésta intención,
es lo que marca la diferencia entre delito de
genocidio de otros delitos internacionales, como por
ejemplo los delitos de lesa humanidad. Se ha sostenido
que: “El delito de genocidio es uno de los denominados
por la dogmática penal como delito doloso, consistente
en la realización de actos que son, por su propia
naturaleza, actos intencionales, conscientes y
volitivos, y que en consecuencia, no son el tipo de
actos que se producirían normalmente por accidente, ni
siquiera como resultado de una simple negligencia”
(cfr.: María Dolores Bollo Arocena, Derecho
Internacional Penal: Estudio de los crímenes
internacionales y de las técnicas para su represión,
Ed. Universidad del País Vasco, Bilbao, 2004, p. 112).

Entonces en abono al Punto 2.C, seguidamente


será desgranado este concepto de intencionalidad de
realizar las conductas previstas en el artículo 6 del
Estatuto, dejando para más adelante –pues en extenso
será abordado- el concepto relacionado a la
intencionalidad en la destrucción de grupos en el que
puntualmente, también serán tratados cada uno de los
grupos en particular (Puntos 3, y 3A, 3B, 3C Y 3D).

7) La intencionalidad.

Con respecto a la intencionalidad prevista en


el artículo 30 del Estatuto de la Corte, se establece
que la persona será penalmente responsable únicamente
si actúa con intención y conocimiento de los elementos
materiales del crimen (Artículo 30, Estatuto de la
Corte Penal Internacional: “Salvo disposición en
contrario, una persona será penalmente responsable y
podrá ser penada por un crimen de la competencia de la
Corte únicamente si actúa con intención y conocimiento

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de los elementos materiales del crimen”). En este


mismo artículo, se establece qué se entenderá, tanto
por intención como por conocimiento.

En ese sentido, se entenderá que actúa con


intención el que, en relación con una conducta, se
propone incurrir en ella, o en relación con una
consecuencia, y se propone causarla o es consiente de
que se producirá en el curso normal de los hechos. Y
por conocimiento, se va a entender la conciencia de
que existe una circunstancia, la cual producirá una
consecuencia, en el curso normal de los
acontecimientos.

Aunque en este artículo se quiso precisar


estos términos (intención más conocimiento) para
evitar confusiones, por otro lado, las descripciones
que se dieron de los mismos no fueron claras ni
precisas para poder entender cuándo una persona actuó
con intención o conocimiento. Es de imaginar que
identificar la intención en el sujeto no es tarea
fácil, pues este aspecto se encuentra en la esfera
interna del mismo, y por ende los medios probatorios
son muy complejos y hasta imposibles para aquellos que
tienen en sus manos la carga probatoria (ponemos de
resalto que claramente esta problemática, que no es
exclusiva solo de esta forma típica, puede observarse
también en delitos comunes; pero ella es una discusión
que excede el marco de análisis puntuales).

Conviene sobre esta problemática afirmar que


–en palabras de Gil Gil-, el concepto jurídico penal
de intención es un tema polémico y discutido, en
especial cuando la misma define una tendencia interna
trascendente y más específicamente en los delitos de
resultado cortado. Jescheck, citado por Gil Gil,
sostiene que la intención hace referencia por lo
general a la meta perseguida por el autor (dolo
directo de primer grado), e incluye los casos en que
esa meta es exclusivamente una meta intermedia para el

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logro de otros fines ulteriores (cfr.: Gil Gil, “Los
crímenes….”, ob. cit., p. 236).

Un aspecto importante en el estudio de la


intención, es el que tendrá que ver con que ésta se
refiere al dolo con el que actúa el agente, y no así a
la intención como móvil del delito. El móvil que pueda
haber guiado al perpetrador es irrelevante para la
existencia del dolo del delito, ya que puede haber
actuado movido por la finalidad de destruir al grupo
por venganza, por motivos políticos, económicos u
otros (En el momento de la redacción del Convención se
vio la posibilidad de que en la definición se
incluyera la referencia a la razón de la destrucción
de los grupos víctimas. Frente a esta propuesta que
introducía a los motivos como elementos esencial del
genocidio, se adujo por algunas delegaciones que lo
importante en el genocidio era la intención, fuese
cual fuese el motivo). De igual forma Bollo Arocena,
explica este punto de manera más amplia, y dice que si
bien la intención genocida es un presupuesto necesario
para calificar una conducta como tal, el móvil que
lleve al individuo a actuar de este modo es
indiferente en orden a la calificación del
comportamiento, pues es un elemento que queda fuera
del tipo, tal y como quedó definido en la Convención,
y posteriormente en los Estatutos de los tribunales
penales internacionales y finalmente en el de la Corte
Penal Internacional (cfr.: Bollo Arocena, ob. cit., p.
115).

En cuanto a la intención y al conocimiento


que tienen que existir para que se configure el
genocidio, la jurisprudencia establece que el autor
debe saber, por una parte, que la víctima es un
miembro del grupo, y por otra, debe actuar con la
intención de destruirlo. Como señala Ambos, el primer
requisito, la selección de las víctimas, sobre la base
de su pertenencia a un determinado grupo nacional,
étnico, racial o religioso, está referida a la “mens

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rea” general o intención general. La víctima no es


elegida por cualidades o características personales,
sino porque es miembro de un determinado grupo. La
intención de destruir al grupo es la base de la
intención especial: el perpetrador realiza
específicamente uno de los actos comprendidos en el
“actus reus”, con un deseo deliberado de destruir al
grupo mismo (cfr.: Kai Ambos, Los crímenes mas…, ob.
cit., p.23). Así pues, si quien realiza uno de los
actos del delito, sin saber una circunstancia
relevante, como por ejemplo, que el individuo a quien
mata no forma parte de uno de los grupos protegidos
por el Estatuto, entonces comete un error de hecho,
tal es el caso que el autor asesine a un judío, pero
sin saber que la víctima pertenece a esa religión. En
este entendido, el acto no quedaría eliminado de la
responsabilidad penal, pero no constituiría un caso de
genocidio, pues no existiría el elemento de la
intencionalidad.

Sobre lo mismo, se sostiene que para poder


satisfacer la definición de genocidio, el perpetrador
debe de cometer cualquiera de los cinco actos
prohibidos con la intención de destruir total o
parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o
religioso como tal. Por tanto, según esta definición,
aún las más atroces matanzas colectivas, no
constituyen genocidio, a menos que sean perpetradas
con la intención de lograr la aniquilación total o
parcial de uno de los grupos enumerados (cfr.: Martín
Mennecke; Eric Markusen; Matthias Bjornlund, “¿Que es
el genocidio?, En la búsqueda de un denominador común
entre definiciones jurídicas y no jurídicas”, en
Daniel Feierstein, La administración de la muerte en
la modernidad, Caseros, Bs.As., 2005, p. 28).

Sin perjuicio de lo que se viene diciendo,


cabe destacar que hay muchos autores, entre ellos el
ya citado Ambos, que hablan de una “intención
especial” para la consumación de este delito. Esta

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intención va mas allá de la general, es decir que
existe un grado de intención para cometer el hecho.
Cassesse define esta intención especial como una
intención criminal agravada que debe existir además de
la intención criminal que acompaña al delito
fundamental (cfr.: Antonio Cassese, International
Criminal Law; Oxford University Press, Oxford, 2003,
p. 103). Pareciera que el autor tiene dos intenciones,
la de realizar alguna de las acciones que están
establecidas como formas comisivas del genocidio, y la
más específica, de acabar con algunos de los grupos
que se encuentran protegidos por el delito.

De igual forma, atendiendo a la


diferenciación que la doctrina hace de la intención
general y la especial, la Comisión de Derecho
Internacional señaló que la intención destructora
consistirá en un estado de ánimo particular, o una
intención específica con respecto a las consecuencias
generales del acto prohibido. En sentido contrario,
una intención general, o una conciencia general de las
consecuencias de los actos criminales, no sería
suficiente para la existencia de un crimen de
genocidio (Informe de la C.D.I., sobre la labor
realizada en su 48 período de sesiones, del 6 de mayo
a 6 de Julio de 1996, Asamblea General, primer período
de sesiones, Suplemento N 10 (A/51/10/) comentario al
artículo 17).

Sobre este tema, los Tribunales Penales para


Ruanda y para la Ex Yugoslavia, en distintas
sentencias, sostuvieron que: “la intención especial,
es la que requiere que el autor procure producir
claramente el acto, o que tenga la clara intención de
causar el resultado”. En esta misma sentencia, con
respecto al grado de intención requerido, se sostuvo
que: “el genocidio es distinto de otros delitos, en la
medida en que encierra una intención especial o dolus
specialis. La intención especial de un delito es la
intención específica requerida como un elemento

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constitutivo del delito, que exige que el perpetrador


claramente pretenda llevar a cabo el acto de que se lo
acusa. De este modo, la intención especial en el
delito de genocidio reside en la intención de
destruir, en forma total o parcial, a un grupo
nacional, étnico, racial, o religioso como tal”
(Fiscalía vs. Akayesu).

Por su parte, para el TPIY responder a la


pregunta de si existió una intención especial de
genocidio en los crímenes cometidos en Bosnia, no fue
tare fácil, debido a la complejidad en la cual se
desarrollaron los hechos. El primer fallo por
genocidio en este Tribunal fue pronunciado contra
Goran Jelisic, que había sido acusado de asesinatos,
palizas y saqueos a la propiedad privada en el
municipio de Brcko en 1992. Fue evidente que Jelisic,
había querido matar a sus víctimas, ¿pero lo hizo como
lo requería la definición de genocidio, con una
intención especifica? El Tribunal sobre esto sostuvo
que no se había probado, más allá de toda duda
razonable, que el acusado haya sido motivado por el
“dolus specialis” del delito de genocidio. Y en
consecuencia, el acusado fue declarado inocente de
este cargo, pues este, mató de manera arbitraria y no
con la intención de destruir al grupo como tal
(Fiscalía vs. Goran Jelisic). Una posterior apelación
de la fiscalía sobre esta decisión fue desestimada por
la Cámara, la cual confirmó que el genocidio requiere
que el perpetrador pretenda lograr la destrucción de
uno de los grupos protegidos (Fiscalía vs. Goran
Jelisic).

Como se puede ver, partiendo tanto de la


doctrina mayoritaria como de la jurisprudencia, la
intención como elemento clave del delito de genocidio
es aquella que demuestra que el autor tenía el deseo
de cometer la conducta prohibida, es decir, que poseía
la intención de llevar a cabo cualquiera de las
conductas tipificadas en el artículo 6 del Estatuto,

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pero lo más importante, que tenía la intención de que,
a través de esa conducta, se pudiera destruir alguno
de los grupos protegidos.

8) Los elementos específicos de la intención


especial. Incluso, la intención especial que
configura el genocidio está compuesta por dos
elementos de trascendental importancia, pues para
poder comprender cabalmente este aspecto indispensable
en la configuración del delito, se analizará qué se
entiende por destrucción, como primer elemento, y como
segundo elemento, se estudiará qué se entiende por
destrucción total y parcial. No obstante ello, la
interpretación de este último elemento despierta
bastante polémica, tanto en la doctrina como en la
jurisprudencia, por lo cual no hay hasta el momento
una posición unánime a la hora de definirlo.

8.a) Destruir.
En relación al concepto “destruir”, Ambos
sostiene que la intención especial debe estar
encaminada a la destrucción del grupo en cuestión. Es
por ello que tal destrucción es el objeto de la
intención especial; pero no es necesario que ocurra
objetivamente, sino que solo se precisa que el autor
la haya planeado subjetivamente. De igual forma, con
respecto a la destrucción, el autor sostiene que
concurre un problema, este es si la destrucción tiene
que ser física o biológica (Ambos, Los crímenes mas….,
ob. cit., p. 25). Sobre este punto, como ya se
mencionó anteriormente, se estableció que la
destrucción puede ser de las dos formas, pues tanto la
física como la biológica tienen el mismo fin, el cual
consiste en acabar de forma total o parcial con el
grupo en cuestión.

8. b) La destrucción total o parcial.

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Ahora bien, esa destrucción que puede ser


total o parcial, trae aparejada algunas formulaciones
que deben ser mencionadas para darle más cuerpo a
nuestras explicaciones. Como ya se adelantó, este
segundo elemento, que forma parte de la intención
especial, es bastante controvertido, pues si bien es
cierto que en cuanto a la destrucción total del grupo
no cabe ningún problema de interpretación, pues la
expresión es muy clara, el problema se presenta a la
hora de analizar la destrucción parcial, es decir,
cuántos miembros del grupo tendrán que ser afectados
para que se considere genocidio. Y hasta el momento,
no hay una postura unánime respecto del tema, pues
tanto en la doctrina como en la jurisprudencia,
existen distintas posiciones en este punto, y cada una
de ellas se basa en diferentes argumentos que
fundamentan la posición. Por ello, se procura –al
menos sucintamente- analizar las dos posiciones
dominantes, es decir, la cuantitativa y cualitativa, y
de los distintos fundamentos que las sustentan.
La teoría cualitativa es la que sostiene que
no es necesario que se afecte a una parte numérica
importante del grupo para que se configure el delito,
basta con que se afecte a una parte sustancial del
mismo, esto es, por decirlo de algún modo –si se
quiere, coloquial-, que no importa tanto la cantidad
si no el conjunto de propiedades y características que
reúnen las víctimas del genocidio. Sustentando esta
posición, la Comisión de Derecho Internacional señala
que la intención debe estar dirigida a la destrucción
en todo o en parte del grupo, y que no es necesario
alcanzar la destrucción completa del mismo, sino que
al menos debe destruirse una parte sustancial de cada
grupo en particular (teoría cualitativa). El Tribunal
para la Ex Yugoslavia en el caso Jelisic tomó este
razonamiento y lo aplicó de la siguiente manera: “que
se puede entender, como afectada una parte sustancial
del grupo, cuando los miembros más representativos de
la comunidad se encuentran abarcados por la acción;

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entre estos miembros están, dirigentes, políticos,
líderes religiosos, académicos y hombres de negocios”
(Fiscalía vs. Goran Jelisic).
En la misma línea de pensamiento que la
Corte, Blanc Altemir sostiene que, como lo indica el
informe Whitaker, la expresión “parcialmente” hace
referencia a un número razonablemente importante en
relación a la totalidad del grupo como conjunto, o
también una parte importante en relación con la
totalidad del mismo, como por ejemplo sus dirigentes
(Informe Whitaker, ob. cit).
Sobre esta posición, Ambos hace una
aclaración que es importante tomarla en cuenta, pues
sostiene que, si bien el informe Whitaker avala esta
posición, en cuanto a la destrucción de una parte
sustancial del grupo y de igual forma lo hacen las
Salas del TPIY, es dudoso si la intención de destruir
a los dirigentes de un grupo en particular constituye
genocidio si es un acto aislado, si no conlleva a la
completa desaparición o al fin del grupo. Para este
autor, deben tomarse en consideración, las
consecuencias para que se llegue a configurar esto, y
cita al Informe de la Comisión de Expertos de 1994, en
el cual dice, que el ataque de los dirigentes debe
pensarse en el contexto de cuál fue el destino que
tuvo el resto del grupo. En este sentido, el ataque
concierne solamente a una sección importante del
grupo, si tiene consecuencias serias para el grupo
como tal (Ambos, Los crímenes más..., ob. cit., p.
36).
Por otro lado la teoría cuantitativa, hace
referencia a la destrucción de una cantidad
considerable de miembros del grupo. Aquí Ambos
sostiene que este crimen había sido definido por
Robinson como un crimen orientado a la destrucción de
una multitud de personas del mismo grupo. En este
sentido, también el informe Whitaker, que sostiene las
dos teorías, tanto la cualitativa como la
cuantitativa, con respecto a la segunda, se refirió a

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una cantidad medianamente grande en relación con el


total del grupo. De igual forma, el autor afirma que
la Corte de Derecho Internacional hace referencia a
una parte importante del grupo, por lo cual, hace
notar que la referencia a la intención de destruir
total o parcialmente a un grupo se interpretó como si
aludiera a la intención especial de destruir a más que
una cantidad pequeña de individuos. Por último,
finaliza diciendo que quienes critican esta teoría
cuantitativa no distinguen entre el nivel objetivo y
el subjetivo (cfr.: Kai Ambos, Los crímenes más…, ob.
cit., p. 34).
En contraposición a esta postura, autores
como Feijoo Sánchez sostienen que el aspecto
cuantitativo resulta dogmáticamente intrascendente a
los efectos de la caracterización de un hecho, como
hecho típico de genocidio (Sánchez Feijoo, José
Bernardo, “Reflexiones sobre el delito de genocidio”,
en Diario La Ley, 1998, Ref.D-325, tomo 6, p 2).

8.c)La prueba del elemento intencional.


Zanjadas estas posturas, y por razones
metodológicas, conviene ahora volver solo unos pasos
atrás (a la dimensión subjetiva) para tratar de hacer
frente a uno de los últimos puntos de discusión que
ofrece este delito y él está vinculado ahora con la
dimensión probatoria.
Como ya se mencionó, la intención, como
elemento indispensable para la configuración del
genocidio, es un aspecto que conlleva una dificultad
probatoria bastante grande, pues como se sabe, este
elemento se encuentra dentro de la esfera subjetiva,
es decir, la esfera interna del autor, por lo cual, se
hace muy difícil, probar fehacientemente que este en
realidad tuvo la intención; primero de cometer alguna
de las conductas descriptas en el artículo 6, y luego
y más importante, que, mediante la comisión de la
misma, tenía la intención de destruir a uno de los
grupos establecidos y protegidos en este artículo. Es

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indiscutible que dificulta aún más la tarea de la
prueba, el hecho de que solo excepcionalmente, existen
documentos o declaraciones expresas, que sirvan como
elementos probatorios de la intención de hacer
desaparecer un grupo determinado.
Los Tribunales Penales, en lo atinente a la
interpretación de este punto, como elemento
fundamental para que una conducta se enmarque
claramente dentro del genocidio, se pronunciaron de la
siguiente manera: por un lado, el Tribunal para la Ex
Yugoslavia, en el caso Jelisic dijo que la intención
genocida no se presume, y que tiene que ser acreditada
caso por caso (Fiscalía vs. Goran Jelisic). De igual
forma, el Tribunal para Ruanda en el caso Akayesu
sostuvo que se podría entender que existió intención
genocida cuando se presenten un cierto número de
presunciones de hecho (Fiscalía vs. Jean Paul
Akayesu), o también, a partir de toda una serie de
pruebas como lo señala la sentencia en el caso
Kayishema y Ruzindana, pues la Sala considera que se
puede inferir la intención ya sea a partir de palabras
o de hechos, y que esta puede ser demostrada por medio
de un patrón de accionar deliberado. En particular, la
Sala considera evidencias, tales como, el objetivo
físico del grupo o de sus prisioneros, el uso de
lenguaje derogatorio para con los miembros del grupo,
las armas empleadas y el alcance de daño corporal
(Fiscalía vs. Kayishema y Ruzindana).
En lo que respecta a la sentencia dictada en
el caso Akayesu, con respecto a este tema, la Sala de
Primera Instancia enumeró una serie de hechos o
factores relevantes para inferir la intención
necesaria, con el objeto de poder determinar que
ciertas acciones constituyeron genocidio. Entre los
factores citados, se hallaban la naturaleza
sistemática de las ejecuciones, la mutilación de las
víctimas, a fin de inmovilizarlas hasta que puedan ser
ejecutadas, la ejecución de recién nacidos, el uso de
la radio para difundir propaganda anti tutsi,

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facilitar a los asesinos la localización de las


víctimas, y una considerable evidencia de que el
proyecto asesin había sido meticulosamente
planificado.
Por su parte, el informe Whitaker también se
pronunció y denominó que eran pruebas suficientes de
la intención genocida aquellas acciones u omisiones de
tal grado de negligencia criminal o imprudencia
temeraria que razonablemente debieran suponerse, que
el acusado se daba cuenta de las consecuencias de su
conducta, es decir que la intención necesaria podría
ser inferida de las circunstancias que rodean a los
actos en cuestión (Informe Whitaker, ob. cit).
De igual forma, Lozada sostiene que no es
tarea fácil determinar la intencionalidad, por cuanto
la comisión del crimen abarca una larga cadena de
actos que pueden superponerse entre sí, tornando
difuso su análisis. Es preciso, para verificar su
presencia, el análisis de las estructuras genocidas
montadas por el grupo victimario, las condiciones de
ejecución y la continuidad en sus tiempos. Todo esto
puede aún en ausencia de otras pruebas de mayor
contundencia, dar cuenta de la intencionalidad
criminal (Lozada, Martín, “El crimen de genocidio. Un
análisis en ocasión de sus 50 aniversario”, en
Cuaderno de doctrina y jurisprudencia penal, Ed.
AdHoc, Bs.As., volumen 9-A, p. 789 a 833).
De todo lo dicho hasta aquí, se puede inferir
que la intención genocida, al ser tan difícil de
probar, se puede deducir de circunstancias y de
hechos, con lo cual, se podría concluir, que
ciertamente estas personas tenían la intención de
cometer genocidio, tal cual lo afirma la
jurisprudencia de los Tribunales Penales y el informe
Whitaker.
Bollo Arocena, de manera acertada sostiene
que ni la Convención para la Sanción y Prevención del
delito de Genocidio, ni el Estatuto de la Corte Penal
Internacional, requieren que esta intención genocida,

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se haya manifestado expresamente. Para fundamentar sus
dichos, cita lo ocurrido en el conflicto yugoslavo, y
de manera más concreta, lo ocurrido en el caso
Karadzic y Ratko Mladic, acusados ambos de genocidio.
Señala que en ninguno de los dos casos se manifestó
explícitamente la intención de destruir a la comunidad
musulmana o croata como tal, y como ha señalado el
Tribunal, habrían sido otros medios los que de manera
suficiente pudieron ayudar a concluir cuál era la
intención de los autores. Tal es el caso de la
doctrina general del proyecto del Partido Demócrata
Serbio, cuyo objetivo era llegar a formar un Estado
étnicamente homogéneo, en un contexto de población
mixta, lo que implicaba inevitablemente la exclusión
de cualquier otro grupo distinto al serbio.
Sobre lo mismo, la mocionada autora cita lo
ocurrido en Ruanda, donde la campaña de odio contra la
etnia tutsi se desarrolló desde distintos medios de
comunicación ruandeses; tal fue el caso de la radio
R.T.L.M., que pedía a gritos el exterminio de los
tutsis por medio de mensajes se que dirigían a la
población ruandesa (cfr.: Bollo Arocena, ob. cit., p.
116 y 117).
Sobre las pretensiones de las partes.
Ahora, ya revisadas las cuestiones que hemos
considerado introductorias y necesarias previo a
resolver, seguidamente se esgrimirán los argumentos
centrales plateados por las partes –sin que ellos sean
individualizados- a fin de dar respuesta a los mismos.
Respuestas posibles a las siguientes
preguntas: 1) ¿Cómo se deben calificar los delitos?,
2) ¿Qué debe entenderse por genocidio?, 3) ¿Cuál es el
problema con la persecución de grupos?
Antes de comenzar con el desarrollo puntual,
entendemos que es necesario realizar algunas
aclaraciones, y para ello tomaremos como punto de
partida que hay, en la literatura general sobre la
materia del “genocidio moderno”, bastante acuerdo en
que el concepto de genocidio presenta algunas

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dificultades, pero, a pesar de ésta cuestión


“definicional”, el conjunto de la ciencia literaria
conviene en la siguiente idea: “el aniquilamiento
sistemático de un grupo poblacional como tal…” (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág. 33)
sobre la base de tres discordancias o pareceres: “la
cuestión de la “intencionalidad” del genocidio, el
carácter de los grupos incluidos en la definición y el
grado total o parcial del aniquilamiento como elemento
excluyente de la definición” y, puntualmente la
situación por momentos críticas que presentan los
“grupos protegidos” focalizada jurídicamente desde la
aniquilación de ellos, “es la mejor solución para
resolver las contradicciones y garantizar la igualdad
ante la ley de los diversos grupos victimizados”
(Ibídem págs. 33 y 34).
Esa modernidad “temprana” (Ibídem, pág. 34)
en la que se centra el “aniquilamiento” no se
desarrollará en torno sólo a éste, sino a la
inhabitual y extraordinaria forma en que se presenta y
repercute tanto en los “grupos” como en los
“perpetradores y testigos”. En esos modos de
“entrenamiento, perfeccionamiento, legitimación y
consenso” en los que se desarrolla el “genocidio
moderno”, es que Feierstein desarrolla el concepto de
“genocidio como prácticas social”; una práctica
“automática y espontánea” y, en ese sentido, “una
práctica social genocida es tanto aquella que tiende
y/o colabora en el desarrollo del genocidio como
aquella que lo realiza simbólicamente a través de
modelos de representación y narración de dicha
experiencia. Esta idea permite concebir al genocidio
como un proceso, el cual se inicia mucho antes del
aniquilamiento y concluye mucho después” (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. págs. 35 y
36)
Respuesta a la pregunta indicada como N° 1:
Ciertamente, corresponde calificar a los delitos
enrostrados como de lesa humanidad. En ese sentido,

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conforme con los acusadores, la índole diversa de los
delitos que se juzgan en estos obrados -más aún por la
importancia e intensidad que supera los límites de lo
ordinariamente ilícito- han sobrepasado las
consideraciones jurídico penales de nuestro derecho
interno, motivo por el cual debe recurrirse aquí a la
normativa internacional que legisla en la materia. Los
hechos producidos y ejecutados vehementemente bajo un
escenario organizacional que perfiló un proyecto
delictivo en nombre del Estado Nacional, repulsa por
actos que dañan más de lo tolerable en la
individualidad humana –o básicamente, integridad
física- de los individuos, por esa trascendencia
desligada de los límites humanos; es que debe
recurrirse al marco internacional y en él, al concepto
de “delito internacional”, aunque discutido “en las
Conferencias de unificación del Derecho Penal de
Bruselas en 1930, en la de París en el año 1931 y en
la de Madrid de 1933” (en Andrés J. D´Alessio, “Los
delitos de lesa humanidad”, Ed. Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2010, pág. 27, donde hace referencia al trabajo
de Juan Piernas López “El terrorismo globalizado”,
publicado en Anales de Derecho, Universidad de Murcia,
nro. 21, 2003, págs. 333 a 381, y consultable en
internet:
http://www.um.es/facdere/publicaciones/anales/anales21
/jj-piernas.pdf, dice que el tema se planteo antes de
la conferencia sobre el tema habida en Varsovia en
1927).
Por el modo en que fueron descriptos los
alegatos a lo largo de la sustanciación del presente
debate, justifica la aplicación de figuras específicas
creadas particularmente por el derecho internacional.
En respuesta a la segunda pregunta, de
acuerdo a los argumentos vertidos por el Tribunal Oral
Federal n° 2 de esta ciudad en causas n° 1668 “Miara,
Samuel y “Tepedino, Carlos Alberto Roque y otros,
Registro de Sentencias N° 1580, donde se sostuvo que:
“en el campo de lo sociológico, de lo político y desde

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la perspectiva del imaginario social, se puede


advertir que el actual significado del término
“genocidio” es más extenso del que acuñara Lemkin al
finalizar la segunda guerra mundial. La historia
asocia a la palabra “genocidio” la idea del mayor
delito posible contra la humanidad y, naturalmente, un
proceso que diera lugar a los delitos materia de este
juicio, inevitablemente evoca ese significado. A su
turno, el texto jurídico aplicable, sin restar
importancia a la palabra genocidio, la ubica como una
especie del género “delitos contra la humanidad”. De
tal forma la magnitud que otros lenguajes le adjudican
a la palabra en cuestión no es, a nuestro juicio,
equivalente a la significación jurídica que se le debe
acordar a partir de la convención que resulta
aplicable”.
Como se ve, no escapa a la jurisprudencia
nacional que trata la materia, que la noción de
“genocidio” ha mutado conceptualmente con arreglo a
las formulaciones y razonamientos que realizaremos en
esta sentencia, tanto desde el punto de vista de la
evolución política y sociológica como, también, sobre
la base de los progresos y las realidades sociales más
de este país. En algún punto, como ya se dirá, “pensar
después de Núremberg”, trajo un desarrollo evolutivo
social y políticamente más sensible tanto que, en
opinión de la mayoría de la doctrina consultada ha
entendido que: “La historia asocia a la palabra
“genocidio” la idea del mayor delito posible contra la
humanidad y, naturalmente, un proceso que diere lugar
a los delitos materia de este juicio, inevitablemente
evoca ese significado. A su turno, el texto jurídico
aplicable, sin restar importancia a la palabra
genocidio, la ubica como especie del género “delitos
contra la humanidad”. De tal forma la magnitud que
otros lenguajes le adjudican a la palabra en cuestión
no es, a nuestro juicio, equivalente a la
significación jurídica que se le debe acordar a partir
de la convención que resulta aplicable…”

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En respuesta a la tercer pregunta, cabe
responder que, por supuesto que el “horror
contemporáneo tuvo muchos rostros” (cfr.: Christian
Delacampagne, ob. cit. pág. 17), de manera tal que, no
será un desacierto afirmar que la evolución verificada
del concepto de genocidio –y su tratamiento
sistemático- le ha permitido apoderarse del centro de
la escena más auténtica y sensible del campo jurídico
(tanto locales como internacionales). Así, casi de
manera forzosa o inevitable –aunque también, por otro
lado “espontánea”- surgió el impulso universal de
obrar con lenguaje legal a fin de agrupar típicamente
a las distintas “víctimas colectivas”: “Si bien el
atentado genocida se practica sobre personas físicas
individuales, lo cierto es que la suma de éstas da
forma a los grupos protegidos, de modo tal que la
acción no puede sino estar dirigida contra dichos
individuos. Así, la víctima colectiva se hace a través
de la víctima individual…” (Martín Lozada, Sobre el
Genocidio, el crimen fundamental, 1° Ed. Capítal
Intelectual, año 2008, pág. 33). También Feierstein
hace una referencia expresa sobre esta noción, luego
de explicar distintas fases que atraviesa la práctica
social genocida, y pone de manifiesto que así se:
“cierra un círculo cuyo eje no radica en las víctimas
directas, sino en el conjunto social en el cual el
genocidio se desarrolla” (cfr.: Daniel Feierstein, “El
Genocidio como…”, ob. cit. pág. 247).
Claro que la determinación de ésta naturaleza
surge de manera evidente, pero también resulta
indispensable la necesidad de punir tales
comportamientos “Hannah Arendt en la “La condición
humana” considera que es imposible castigar el mal
absoluto. La afirmación es impresionante porque remite
a la dimensión irreparable del Holocausto. Sin embargo
ya Francesco Carrara, el fundador del derecho penal
moderno, había señalado que su carácter irreparable es
lo que distingue en general los ilícitos penales de
los civiles […]. Nunca esta crítica parece más

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adecuada que ante el mal absoluto, ya que no hay


equivalencia alguna posible entre delito y sanción
cuando se está ante el genocidio u otros crímenes de
lesa humanidad, como la aplicación sistemática de la
tortura o de las desapariciones forzadas de personas
[…]. Sin embargo […] la sanción penal se justifica en
esos casos; más aún, que es imprescindible” (cfr.:
Rodolfo Mattarollo, ob. cit. pág. 73).

Consideración del concepto “Grupo Nacional”.


En un primer momento, la idea que surgió de
grupo nacional fue con relación al territorio, es
decir, un grupo de personas que con su nacionalidad
común pertenecen a una nación (sentido territorial).
Sin embargo, se vio que mantener esta postura
restringiría mucho la interpretación de este grupo,
pues solo se consideraría grupo nacional al conjunto
de ciudadanos que tuvieran una nacionalidad común
(Ollé Sesé, ob. cit., p. 89 a 93). Fue por ello que,
basándose en el espíritu de la Convención para la
prevención y sanción del delito de genocidio, se
estableció que un grupo nacional era un colectivo de
origen nacional común, es decir, que lo esencial no es
la caracterización de un colectivo de personas por
razón de su nacionalidad, sino la identificación de
grupos de personas permanentes, con un origen o
características comunes y con identidad propia, que
dentro de una misma nación, de un mismo territorio, o
de una misma frontera, se diferencien del resto de la
población o de otros grupos humanos.
En este mismo sentido, diversos autores han
apoyado esta postura, tal es el caso de Piedecasas,
que considera que hay que contemplar al grupo nacional
desde una perspectiva dinámica y no estática. La
interpretación habrá que formularla desde la
perspectiva pueblo, como conjunto de la sociedad civil
o agrupación humana, unida por una historia y culturas
comunes. Este autor se refiere a las comunidades
humanas como aquellas que, a través de sucesivas

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generaciones, han compartido un idioma y una cultura
(Serrano Piedecasas, José Ramón, Terrorismo y Estado
de Derecho, Iustel Publicaciones, Madrid, 2010, p.
120).
Por su parte, Colmenares Vargas sostuvo que
en la determinación de un grupo nacional, lo relevante
no es la nacionalidad de los individuos atacados, sino
otros principios más valiosos y otros vínculos más
estrechos. Por ello, cuando existen vínculos morales
tan poderosos que mantienen unido a un conglomerado
humano, unido no por razones de proximidad física,
sino por actos históricos comunes, por la práctica
constante de costumbres, cuyo arraigo se remonta en el
tiempo, estaremos en presencia de una nación, aún
cuando este conglomerado no esté organizado bajo la
forma de un territorio propio en donde ejercitar su
soberanía (cfr.: Octavio Vargas Colmenares, El delito
de genocidio, México, 1951, p. 51).
Otro aspecto importante que tiene que ver con
la determinación de los grupos nacionales, es el que
se ha planteado en los Tribunales ad hoc, esto es, si
el concepto de grupo nacional debe formularse desde un
criterio objetivo, como podrían ser las costumbres,
culturas colectivas, lengua común, religión,
características corporales externas, como el color de
piel o la constitución física; o, por el contrario,
basándose en un aspecto subjetivo, en el cual lo
importante es la opinión de un tercero. El Tribunal
para Ruanda, y el de la Ex Yugoslavia han adoptado
posturas divergentes: el primero experimentó una
evolución del aspecto objetivo al subjetivo, mientras
que el segundo permaneció con el criterio subjetivo
(cfr.: Ollé Sesé, Justicia Universal para Crímenes
Internacionales, La Ley, Madrid 2008, p. 491).
En el caso Akaseyu, resuelto por el Tribunal
de Ruanda, se estableció que el grupo nacional es el
conjunto de personas que comparten un vínculo jurídico
basado en la ciudadanía común, unidos recíprocamente

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por derechos y obligaciones (Fiscalía vs. Jean Paul


Akayesu).
En este caso, el TPIR se inclinó,
básicamente, por el criterio objetivo, y algo que se
tiene que rescatar de esta sentencia es el hecho que
no exige que en los grupos nacionales las personas
ostenten la nacionalidad del Estado en la que se
encuentra ubicado el grupo (Fiscalía vs. Jean Paul
Akayesu).
Por su lado, el caso Kayishema, basándose en
el aspecto subjetivo, sostuvo que se puede considerar
grupo nacional tanto a un conjunto de personas que se
auto consideran o auto identifican así mismas como tal
grupo, distinguiéndose de otras colectividades, o
cuando terceros, como los autores de los crímenes,
identifican a las víctimas como el grupo en cuestión
(Fiscalía vs. Kayishema). Como se puede ver, el TPIR,
para delimitar un grupo como nacional, opta por un
criterio u otro indistintamente, y atiende también a
las específicas circunstancias de cada caso y lo
sustenta diciendo que, aunque la pertenencia a un
grupo nacional está delimitada y forma parte del tipo
objetivo, se le imprime también una dimensión
subjetiva.
Por su parte, el TPIY exige que para la
determinación de este grupo existan características o
particularidades que serán observadas por los agentes
que lleven adelante el delito, o también por los
propios miembros del grupo (Fiscalía vs. Jelesic).
Aunque como ya se vio los Tribunales
adoptaron para la resolución de los casos tanto el
criterio objetivo como el subjetivo, en el ámbito del
Derecho Penal Internacional, es el criterio subjetivo
el que se va imponiendo. Sectores de la doctrina se
han manifestado en este sentido subjetivo, de tal
forma que quien define al grupo es el perpetrador del
crimen (cfr.: Ollé Sesé, ob. cit., p. 498).
De todo lo dicho, se puede concluir por el
momento en que la delimitación de lo que se entenderá

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por grupo nacional no está bien determinada. Sin
embargo, analizando tanto las posturas de los
doctrinarios, como de la jurisprudencia expuesta, se
puede considerar a un grupo nacional como un grupo de
personas unidas por un origen y una cultura común, que
no necesariamente tienen que estar ligadas al criterio
territorial, y que no necesitan, como requisito
indispensable, ser nacionales del Estado en cuyo seno
se encuentren.

Consideración del concepto “Grupo étnico y


racial”.
La incorporación de estos grupos a la
protección del delito de genocidio, fue
incuestionable, en razón a las atrocidades cometidas
en la Segunda Guerra Mundial, por motivos tanto
étnicos como raciales.
La diferenciación entre ambos grupos es muy
sutil, y esa es la postura que sostiene la mayoría de
la doctrina. En efecto, De la Muela señaló que es
realmente difícil distinguir entre los grupos étnicos
y los grupos raciales, tanto que solamente un prodigio
de sutileza puede discriminar (cfr.: Adolfo Miaja de
la Muela, “El Genocidio, Delito Internacional”, en
Revista Española de Derecho Internacional, 1951,
Volumen IV, No 2, p. 363 a 408).
Sin embargo, hay autores que encuentran
diferencias significativas entre uno y otro, como es
el caso de Bollo Arocena, quien indica que un grupo
racial, es un grupo humano extenso que comparte
caracteres físicos o biológicos comunes, caracteres
que se transmiten por herencia, en cambio, el grupo
étnico, es aquel que asentado en una misma área
geográfica, comparte las mismas tradiciones culturales
o lingüísticas, ósea factores no físicos (cfr.: Bollo
Arocena, ob. cit., p. 141).
Exista o no una diferenciación entre los
grupos étnicos y raciales, que a nuestro entender si
la hay, es innegable que la protección de los mismos,

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era una necesidad imperante, pues la mayoría de los


crímenes de genocidio acontecidos en el pasado, fueron
indiscutiblemente, motivados por un odio tanto racial
como étnico.

Consideración del concepto “Grupo


religioso”.
En el caso del grupo religioso, si bien no
acarrea mayor dificultad al momento de efectuar su
conceptualización, pues como lo indica Planzer, se lo
puede definir, como toda una comunidad religiosa unida
por un solo ideal espiritual. En todo caso el problema
se presenta en el estudio de las características que
posee como grupo, y por las cuales fue tomado en
cuenta para formar parte de los grupos protegidos por
el delito de genocidio. La pertenencia a este grupo,
está marcada por la voluntad de los individuos de
formar parte del mismo, lo cual no ocurre con los
grupos nocionales, étnicos ni raciales, pues en estos,
la voluntad no es un factor importante.
Esa voluntad, como aspecto fundamental para
pertenecer a un grupo, fue uno de los argumentos, que
hizo que los grupos políticos quedaran excluidos del
ámbito de protección del delito de genocidio, y es por
ello, que siendo esta voluntad el aspecto importante
de la pertenencia a los grupos religiosos, no tiene
sentido que los grupos políticos que presentan
similares características no estén incluidos en la
protección de este. Pero bien, este es un argumento
que en las páginas que siguen, será abordado con mayor
profundidad y además, será objeto de nuestras
conclusiones finales.
Este será un tema entonces de análisis
posterior, ya que no solo se analizarán los elementos
y características de este grupo, si no también, de los
demás que conforman el delito de genocidio.

Características de los grupos nacionales,


étnicos, raciales y religiosos.

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El estudio de las características y los
elementos comunes que comparten hasta aquí estos
grupos, son de trascendental importancia porque a
partir de aquí, se podrá entender, qué características
poseen estos y que los grupos políticos no poseen.
La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia
establece que los elementos característicos de estos
grupos son la estabilidad y la permanencia y así lo
manifiesta el TPIR, cuando dice que el tipo de
genocidio protege, aunque no estén mencionados en su
redacción, a grupos estables y permanentes (Fiscalia
vs. Akayesu).
De esto se puede inferir que aquellos que no
cumplan con tales requisitos estarían exentos de la
protección. Por su parte, la doctrina también
estableció que las características y requisitos que
deben cumplir los grupos objeto de protección son,
además de la estabilidad y la permanencia, la
homogeneidad, pues la voluntad y las ideas de sus
miembros no son relevantes, ya que conforman elementos
heterogéneos, y por lo tanto cambiantes. Lo importante
en estos grupos son los elementos objetivos que
presentan (Ollé Sesé, ob. cit., p. 520).
Para comprender cabalmente la cuestión, es
imprescindible conceptualizar tanto la estabilidad
como la permanencia, elementos objetivos infaltables
para la caracterización de los grupos en cuestión. Por
estabilidad se entiende aquellas características que
se mantienen en el tiempo. La estabilidad puede ser
aplicada a diferentes acontecimientos, tanto sociales,
culturales como políticos, siempre que se mantenga la
idea de constancia y permanencia de los elementos que
componen tal fenómeno o acontecimiento (Ver
significado en el Diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española).
En cambio, el término permanencia, por su
lado, también se usa para designar al mantenimiento de
determinados elementos a lo largo del tiempo. Se debe
comprender a la permanencia, como una cualidad que

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hace que un fenómeno dure en el espacio y en el


tiempo, sin variar sus características o variándolas
mínimamente (Ver significado en el Diccionario de la
Real Academia de la lengua Española).
Entonces, tanto la estabilidad como la
permanencia hacen referencia a la inmutabilidad de las
características, en este caso, de los grupos que
protege el genocidio. Esto está ligado a la
homogeneidad, es decir, que estas características no
pueden cambiar. En este entendido, la voluntad y lo
que piensan los miembros del grupo es totalmente
irrelevante. Las personas pertenecen a un grupo
nacional, étnico, racial y religioso, no porque así lo
hayan decidido o porque sea su voluntad, sino porque
objetivamente han sido predeterminados a pertenecer a
él. En el caso nazi, los judíos no pertenecían a este
grupo por voluntad propia, y lo mismo ocurrió en el
caso ruandés con los tutsi y los hutus, donde la
voluntad no tenía razón de ser.
Es lógico que estos elementos se presentan de
manera más clara en los grupos nac ionales, étnicos y
raciales, pero esto no ocurre así en los grupos
religiosos, donde la pertenencia a una religión no
está marcada por el nacimiento ni por ninguna otra
cuestión parecida. La voluntad del individuo juega un
papel muy importante en este sentido, por lo cual la
permanencia y estabilidad no aplicarían en este grupo,
o por lo menos, no de la forma que lo hacen en los
demás. Hoy en día, no existe certeza de que una
persona pertenezca a una determinada religión a lo
largo de su vida, pues la migración de un culto a otro
se ha vuelto una práctica bastante común.
Si se analiza al grupo político bajo este
razonamiento, se verá que este presenta, sino todas,
un gran número de características similares a la del
grupo religioso, pues la misma voluntad que está
presente al momento de elegir una religión, lo está
también al momento de elegir ser partidario de uno u
otro grupo político, con lo cual, parece una

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injusticia y desigualdad excluir de la esfera de
protección del delito de genocidio a los grupos
políticos, por no ser estables ni permanentes.
Ahora, la utilización de estas
características, para diferenciar a unos grupos de
otros, atenta flagrantemente contra el principio de la
igualdad ante la ley. Feierstein lo sostiene diciendo
que “la tipificación restrictiva de genocidio estaría
vulnerando el principio de igualdad ante la ley, en
tanto el delito queda delimitado por las
características de la víctima, y no por la práctica
delictiva en sí, se plantea una especie de desigualdad
ante la muerte. El exterminio planificado y
sistemático de personas es genocidio sólo si se aplica
sobre grupos religiosos, raciales, nacionales o
étnicos, estableciéndose así una jerarquización, una
valoración diferencial de las personas” (cfr.: Daniel
Feierstein, Hasta que la muerte…, ob. cit., p.70).
¿Hay acaso vidas humanas que valgan más que
otras? Al parecer, esto es lo que se deduce de lo
analizado hasta ahora, más aún después de haber
explicado que tanto los grupos religiosos como los
políticos comparten las mismas características, y las
mismas dificultades en relación a la permanencia y
estabilidad. No obstante y pese a la similitud entre
ambos, los grupos religiosos encontraron amparo en el
delito de genocidio, mientras que los grupos políticos
fueron excluidos deliberadamente del mismo.
Revisadas estas cuestiones conceptuales y
revisadas en un sentido para nada distinto al que le
ha dado la doctrina, debe ahora permitirse el ingreso
de opiniones jurisprudenciales que permiten concebir y
si se quiere, ordenar, aún más la cuestión en torno a
la definición de las opiniones analizadas hasta ahora
y relativa a los grupos nacionales y su problemática.
La abundancia del caudal probatorio arrimado
a estos obrados, ha dado suficiente razón y fundamento
para abrir por cuenta propia de ella, que la suma de

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víctimas conforma, básicamente, lo que puede


enmarcarse como “grupo heterogéneo”.
En tal sentido, nuevamente en consulta, el
Tribunal Oral Federal n° 2 de esta ciudad, sostuvo en
causa n° 1668 “Miara, Samuel y “Tepedino, Carlos
Alberto Roque y otros, Registro de Sentencias N ° 1580:
“Nos parece importante destacar que […] a partir de la
prueba producida en el debate, se ha podido establecer
que los sujetos pasivos -las víctimas- constituyen un
universo notablemente heterogéneo, desde el punto de
vista de edad, sexo, ocupación, clase social,
participación política o sindical, etc. Así, algunas
de las víctimas podían estimar que corrían el riesgo
de ser capturadas por los imputados, mientras en otros
casos esta situación no era previsible. Es esta razón
lo que nos lleva a concluir que el grupo perseguido no
podía definirse nítidamente a partir de
características apreciables objetivamente, y de este
modo estaba conformado sobre la base de la
subjetividad de los autores. Las víctimas no se podían
reconocer a priori como posibles objetivos. Si
afirmamos que por “grupo nacional” se puede entender
una parte del cuerpo social, aunque sea parcial, se
debería pretender que los integrantes tuvieran la
misma nacionalidad. Ese no ha sido el caso en los
hechos que juzgamos. Ha habido víctimas de varias
nacionalidades. Al respecto, la doctrina refiere que
el factor de cohesión del grupo que ocasiona la
victimización, no puede ser otro que el de la raza,
nacionalidad, etnia o religión -que es, precisamente,
lo que los distingue del resto-, pues de lo contrario
ya no nos encontraríamos “ante la destrucción de un
grupo nacional ´como tal´ ni siquiera parcialmente”
(Gil Gil, Alicia, “Posibilidad de Persecución en
España de violaciones a los derechos humanos cometidos
en Sudamérica”, en Cuadernos de Doctrina y
Jurisprudencia Penal N° 8-C, Ed. Ad-Hoc, Bs.As., 1999,
pág. 509). Se sostiene a este respecto que sin
importar la nacionalidad, se trata de una noción que

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en realidad abarca a los habitantes, sin que la
nacionalidad sea una cuestión definitoria, sino
indicativa de una idiosincrasia e intereses comunes.
En ese sentido, la autora citada delimita el contorno
de la expresión “grupo nacional”, en cuanto afirma que
“…no se puede entender como grupo nacional un grupo
definido por determinados caracteres de tipo social,
ideológico o según cualquier otro criterio que no sea
una identidad nacional que lo distinga del resto, pues
en tal caso el grupo víctima, el grupo al que se
dirige el ataque, no es ya un grupo nacional, sino un
grupo social, ideológico, etc., excluidos del ámbito
de protección del Convenio” (cfr.: Alicia Gil Gil, op.
cit., pág. 505). Es que aún en ese caso, restaría
todavía poder identificar el factor común, que
sirviera para determinar cuándo una víctima integra el
grupo y cuándo no […] se puede concluir que integraban
el grupo quienes se oponían a régimen militar. Es
decir que, aunque sea a partir de la clasificación que
hacían los autores, lo que los motivaba era un
objetivo político. De esta forma se desplaza el eje
del factor coaligante hacia la idiosincrasia política,
que no está incluida en el texto del cuerpo legal.
Otro factor a tener en cuenta a fin de establecer si
es adecuado considerar que los sujetos pasivos
conforman un grupo nacional, es lo que ocurría con el
denominado “Plan Cóndor”. Si bien es cierto que no se
ha acreditado que algunas de las víctimas de los
hechos sometidos a proceso, hubieran sido trasladadas,
tal como lo que surge del requerimiento de elevación a
juicio de la causa nro. 1504, caratulada “Videla,
Jorge R. y otros s/privación ilegal de la libertad
personal”, del Tribunal Oral en lo Criminal Federal
Nro. 1, es innegable que esas víctimas eran
seleccionadas con base en las mismas directivas que
surgen de la documentación antes referida y, dadas las
características de este procedimiento -captura en un
país y traslado al de origen nacional- no parece
adecuado suplantar el pretendido móvil político por el

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de conformación del “grupo nacional”. Estos argumentos


nos convencen de que los damnificados no fueron
escogidos por formar parte de un “grupo nacional” que
debía ser exterminado en tanto grupo como tal, sino
que se les pretendió adjudicar a estas acciones
significación política, constituyéndolos en “enemigos”
del régimen dominante y esta caracterización del
“enemigo” es lo que ha guiado las conductas que
juzgamos, de forma que no es posible atribuir a los
autores la intención de cometer genocidio, mientras
que claramente corresponde adjudicarles el dolo de un
delito de lesa humanidad…”.
Asimismo, un sector de la doctrina ha
considerado poco oportuna la inclusión del “grupo
político” dentro del concepto de genocidio, a riesgo
de tornar el alcance del tipo criminal demasiado
amplio y abarcativo. En este sentido Martín Lozada
dijo que: “Temen que la inclusión de los crímenes
asesinatos o masacres políticas en la categoría de
genocidios lleve a vincular esta figura criminal con
todas las formas de guerra civil o lucha violenta por
el poder que, desde los orígenes de la humanidad,
marcaron la historia social. Es decir, afirman que si
la fórmula “genocidio” se extendiera a miles de
fenómenos históricamente diversos, perdería toda
significación es especificidad. Esta síntesis encontró
apoyo en el Relator Especial de la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Nicodéme
Ruhashyankiko, quien en su estudio de 1.978 consideró
que no resultaba conveniente incluir a los grupos
políticos y de otra índole entre los grupos
protegidos, en la medida en que tal inclusión,
impediría a algunos estados a adherirse a este nuevo
instrumento. A buena parte de los postulados referidos
se oponen quienes consideran que los grupos políticos
son, en realidad, perfectamente identificables. Tras
el siglo XX, y de acuerdo al peso que las ideologías
han tenido durante su transcurso, afirman que sería a
la ves lógico y justo su asimilación a los grupos

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religiosos, puesto que su exclusión de la Convención,
aunque también la de los grupos económicos,
culturales, sociales y sexuales, ofreció a los
gobiernos la posibilidad de exterminar a grupos
humanos catalogándolos de manera diversa”.
A su respecto, en el marco de la causa número
14.216/03 (Primer Cuerpo de Ejercito), caratulada
“Suárez Mason Carlos y otros sobre privación ilegal de
la libertad” el doctor Daniel Rafecas sostuvo que:
“Con relación a la referencia al grupo
nacional, no resultan convincentes aquellas
argumentaciones por las cuales se pretende invocar una
suerte de estrategia de reemplazo de un ser nacional
por otro, nuevo, delineado por las demandas
ideológicas del poder autoritario (así, por ej. “todos
integraban [un único] grupo nacional, todos eran
argentinos y a todos se les elimina en función de su
prescindibilidad –decidida por los represores- para la
«nueva nación argentina»”, cfr. palabras del Juez
Garzón citadas por Marcelo Raffin en “La experiencia
del horror”, ed. Del Puerto, Bs.As., 2006, p. 221);
porque en todo momento se está haciendo referencia a
cuestiones ideológicas de corte netamente político,
ciertamente alejadas de la cuestión -básica y
fácilmente asequible- de la nacionalidad de unos y
otros, que nunca fue puesta en duda ni fue objeto de
persecución en sí misma, que es -al menos desde esta
primera perspectiva- lo que interesa, y sin perjuicio
de lo que quepa agregar en la segunda parte de este
análisis, con relación a cuestiones eminentemente
jurídicas en torno a qué debe considerarse un grupo
nacional”. (cfr.: Daniel Rafecas, , “La reapertura de
los procesos judiciales por crímenes contra la
humanidad en Argentina”, en Andreozzi Gabriele
(Coord.), Juicios por crímenes de lesa humanidad en
Argentina, Ed. Cara o Ceca, Bs.As., 2011, págs. 155 a
172, y en la causa Primer Cuerpo de Ejército.

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Consideración del concepto “Grupos


Políticos”.
En este contexto situacional, las
formulaciones internacionales (básicamente Convención
del año 1948) extienden el ámbito de protección
normativo a los grupos mencionados páginas atrás, es
decir, nacionales, étnicos, raciales y religiosos como
tales, pero no políticos. Por este motivo y para
establecer el diseño o marco legal que esbozan los
mentados instrumentos internacionales, cabe definir
ahora, cuál es el tratamiento que se le ha dado a los
grupos políticos en términos de pertenencia o
inclusión en los grupos protegidos por la normativa
internacional.
Inversamente a lo que pueda conocerse, hubo,
en las primeros trabajos de las Naciones Unidas, un
recorrido cuidadoso en punto a la aplicación
consensuada para la protección de los grupos políticos
y, no así; con los grupos nacionales (de figuración en
Martín Lozada, ob. cit. pág. 35). Pero, siguiendo la
línea doctrinaria y jurisprudencial, tras un largo
debate la Sexta Comisión cedió ante la presión
soviética y finalmente la categoría de los grupos
políticos queda excluida del amparo que proporcionaba
la Convención hasta la actualidad (tampoco lo hicieron
los Tribunales Internacionales para la ex Yugoslavia y
Rwanda, ni la Corte Penal Internacional (En igual
sentido e incluso, desde la resignación a un concepto
restrictivo -o estricto- motivado en “razones
políticas” en Daniel Rafecas, ob. cit.). En efecto,
“Si, por otra parte, los motivos que hicieron que, en
1948, los redactores de la Convención finalmente
renunciaran a hacer figurar, entre las “razones” del
genocidio, las “razones” políticas junto a las
“razones” nacionales, étnicas o religiosas, fueron,
como dije antes, motivos poco honorables (ya que
esencialmente eran el resultado de las fuertes
presiones de los soviéticos que no querían que la
comunidad internacional mostrara demasiado interés en

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las masacres cometidas después de que Stalin llego al
poder), sin embargo, la decisión fue sensata…”
(Christian Delacampagne, ob. cit. pág. 61. Y en Daniel
Rafecas, ob. cit., sesión Sexta de la Comisión, fue a
partir de la que formularan en forma conjunta Irán,
Egipto, y Uruguay, y fue aprobada por 22 votos, contra
6 y 12 abstenciones”).
Algunas de las discusiones que dan sustento a
esta última postura, radica en que la noción de grupos
políticos trae consigo una referencia lingüística un
tanto porosa que tornaría –en todo caso- ambigua la
definición de la materia de prohibición (tipo objetivo
ya analizado), justamente por la carencia de límites
conceptuales que pongan términos válidos al concepto
de grupo político. Pero quizá la posición más justa
sea la que pretenda preservar el conceptualismo o
construcción conceptual de esa noción, evitando el
riesgo de sufrir su propia desnaturalización gracias a
que, su eventual permeabilidad; podría generar el uso
incorrecto del término al dilatarlo de manera extrema
e incluir en él distintos fenómenos muy relativos a
nuestras realidades sociales: “incluir los crímenes,
asesinatos o masacres políticas en la categoría de
genocidios llevaría a vincular esta categoría con
todas las formas de guerra civil o lucha violenta por
el poder que, desde los orígenes, tachonaron la
historia humana. Si la palabra “genocidio” se
extendiera de ese modo a miles de fenómenos
históricamente diversos, perdería toda significación
real. Me parece perfectamente inútil inventar una
palabra nueva si es para usarla como un vago sinónimo
de “masacre” o de palabras ya existentes…” (Christian
Delacampagne, ob. cit. pág. 61. Y en igual sentido,
Martín Lozada, ob. cit. pág. 36, en el sentido de que,
“…ésta tesis, encontró apoyo en el relator Especial de
la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones
unidas, Nicodéme Ruhashyankiko, quien en su estudio de
1978 consideró que no resultaba conveniente incluir a

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los grupos políticos y de otra índole en los grupos


protegidos…” Esto será tratado más adelante.).
Christian Delacampagne con suficiente
claridad expositiva deja sentado claramente el tópico
al referir que: “existe una diferencia fundamental
para que el que se interesa por los problemas de la
“víctima” o, al menos, por la manera en que ésta ve
las cosas, entre ser perseguido por una “opinión”
política, hipotéticamente “libremente elegida” y ser
perseguido por la pertenencia “nacional, étnica,
racial o religiosa”. En el primer caso, la víctima es
perseguida por lo que piensa, cree o dice, o sea, por
lo que hace. En el segundo caso, es perseguida por lo
que es –en la medida en que las pertenencias
nacionales, étnicas, raciales o religiosas, lejos de
ser una elección “libre” por parte del individuo, en
general están determinadas por el nacimiento-. Y como
es claramente más injusto (más insultante, más
humillante, más frustrante, etc.) ser perseguido por
algo que no se ha elegido (y que posiblemente uno no
tiene ganas de asumir) que por algo que se ha elegido,
el segundo caso tiene que considerarse, al menos
subjetivamente, como mucho más grave que el primero,
Por consiguiente, hay que distinguirlos
cuidadosamente” (Christian Delacampagne, ob. cit. pág.
62).
Conviene entonces tomar, entre las distintas
referencias bibliográficas que fueron consultadas,
nuevamente, la opinión –en éste caso muy fundamentada-
de Daniel Feierstein, sobre la base de lo que él
denomina como “La definición jurídica del genocidio y
la cuestión del derecho como productor de verdad”. Nos
previene sobre que el concepto “grupo político” ya se
encontraba como “grupo protegido” antes de ser
consagrada la Convención de 1948 –en la Resolución 96
(I) de las Naciones Unidas- donde se llamo a concurrir
a sus miembros para unificar criterios y diseñar la
susodicha figura penal. En esto último, con la
característica de una acción peculiar –“materialmente

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cometida”- con referencia exclusiva a la “muerte
colectiva” por encima de la “muerte individual”, y no
por las “características de la víctima” tampoco su
“identidad”, en ese caso; “raciales, religiosas,
políticas”.
Sin perjuicio de ello, habría sido el propio
Raphael Lemkin quien manifestara vacilaciones al
respecto de la inclusión de los “grupos políticos” en
el catálogo de grupos protegidos, toda vez que ellos
no poseían la “persistencia, firmeza o permanencia que
otros grupos ofrecen”. Y no solo Lemkin, pues otros
miembros de la Convención de 1948 adujeron “riesgos”
frente a lo posibilidad de incluir los grupos
políticos, evitando de esa manera inmiscuirse en
asuntos políticos internos de los Estados. Solo
Donnedieu de Vabres, sostuvo que la exclusión de ellos
podría interpretarse como “la legitimación de un
crimen de esa clase que se perpetrara contra un grupo
político”.
Pues bien, como vemos, todas “discusiones
políticas” que se encontraban presentes en los
“primeros borradores de la Convención” a pesar de que
el art. 2° del primer Proyecto de Naciones Unidas;
tuvo una redacción que si incluía a los grupos
políticos (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob.
cit. págs. 38 a 40).
Sobre las presiones de la Unión Soviética que
se opusieron a esta inclusión, ya nos hemos referido,
quedando de esa manera un, ya definitivo hasta hoy,
concepto “restrictivo” de grupos protegidos (Ibídem),
no obstante, mucho del cúmulo de éstas discusiones y,
de los genocidios ocurridos entre 1948 y 1984, fue
analizada por el Informe Whitaker –con base en el art.
2° de la Convención de 1948 y a los argumentos
franceses contra la oposición soviética- sosteniendo
“el carácter ideológico de los sistemas de pertenencia
religioso y político […] así como la necesidad de
protección de dichos grupos, dado que “mientras en el
pasado los crímenes de genocidio se cometieron por

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motivos raciales o religiosos, era evidente que en el


futuro se cometerían principalmente por motivos
políticos…”. Consecuentemente, el informe llegaba a
“recomendar” que se amplíe la definición de los grupos
protegidos a –lógicamente- los políticos, a los
sexuales, incluso; posibilidad de incluir al
“etnocidio y al ecocidio…”. Destaca el autor, que el
mentado informe no tuvo eco y hasta el día de hoy la
Convención no incluye ni “grupos políticos, sexuales,
económicos y sociales” (Daniel Feierstein, “El
Genocidio como…, ob. cit. págs. 47 a 49).
Por otro lado, y bajo el título de “La
adecuación del caso argentino a los diferentes tipos
de definición“ (de genocidio), Daniel Feierstein dice:
“el Estado argentino definió un grupo al que catalogó
como la “subversión” […] estaba compuesto tanto por
grupos políticos –grupos de izquierda no peronista,
grupos de izquierda peronista-, grupos político
militares […] y también por muchas personas no
encuadradas políticamente de modo directo, sino en la
lucha social […] lo que tiene en común este grupo,
según la caracterización del perpetrador […] busca la
destrucción de una “realidad social” (la relación
social de autonomía, y particularmente, en el caso
argentino, de “autonomía política”), en su nivel
explícito es tanto política como religiosa […] de allí
el antisemitismo de los perpetradores […]. Y proceden,
tal como sugiere Levene, al aniquilamiento sistemático
de esta amenaza “hasta tanto dejan de percibirla como
tal” (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit.
págs. 64 y 65). Incluso, invocando las definiciones
propuestas por Bárbara Harff y Ted Gurr, traza las
diferencias conceptuales originadas a partir de la
exclusión de los grupos políticos de la Convención de
1948: “desarrollaron un nuevo concepto, tratando de
incluir y diferenciar dos procesos que consideraban
cualitativamente distintos, aun cuando eran
homologables desde el punto de vista jurídico: se
trata de los conceptos de “genocidio” como el

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“politicidio” significan “la promoción y ejecución de
políticas por parte del Estado o de agentes del mismo,
las cuales resultan en la muerte de un número
sustancial de personas de un grupo”. La diferencia
entre estos dos conceptos radica en las
características por las que los miembros del grupo son
identificados por el Estado. En el genocidio, las
victimas son definidas fundamentalmente en términos de
sus características comunitarias (etnicidad, religión
o nacionalidad). En el politicidio, las víctimas son
identificadas fundamentalmente en función de su
posición jerárquica u oposición política al régimen o
a los grupos dominantes” (Ibídem, 61, los destacados y
subrayados son nuestros). “En el caso de Harff y Gurr,
se acuerda con el primer tipo de definición, pero se
distingue una diferencia cualitatitva entre genocidio
y politicidio que remite a las características de las
víctimas. Cuando las mismas son definidas” (ibídem
pág. 63) “fundamentalmente” (Ibídem, 70) por el
perpetrador a partir de la posición de clase o de su
confrontación” (ibídem pág. 63) “u oposición” (Ibídem,
70) “política con el régimen, se trata entonces de un
caso de “politicidio” y no de “genocidio” (Ibídem,
63). Y concluye en que: “Considero que el genocidio
aplicado contra grupos políticos posee, de hecho, su
propia peculiaridad. Y que, claramente, el genocidio
desarrollado en la Argentina pertenece a esta variante
de los procesos genocidas que podríamos caracterizar,
junto a Harff y Gurr, como “politicidio”. (Ibídem,
71). También desde otra perspectiva, puede llegarse a
la misma conclusión: “Lo hemos padecido en nuestra
reciente historia institucional. La dictadura militar
se atribuyó la potestad de nominar como “subversivos”,
“terroristas”, o sus expresiones compuestas:
“delincuentes subversivos”, “delincuentes
terroristas”, a quienes, en muchos casos, no tenían
vínculos de identidad social entre sí; una ideología
de descalificación y estigmatización para todo lo
diferente que aparejó el riesgo cierto para los bienes

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jurídicos de la vida, la libertad y la integridad


física y psíquica del ser humano de todos aquellos que
fueron atrapados en la telaraña semántica del
represor” (Eugenio Raúl Zaffaroni, “Crímenes de masa”,
Ediciones Madres de Plaza de Mayo, agosto 2010, pág.
21).
Sin perjuicio de que la dimensión de este
debate será abordado en los sucesivos momentos, aunque
más específicamente en relación a la exégesis del
concepto “genocidio” en sí mismo, lo cierto es que, la
explicación de las reglas jurídicas del siglo XX y las
construcciones conceptuales que trajo consigo,
propiciaron un espacio no tan acotado en el que, si
bien parece más sencilla la protección de los grupos
nacionales, étnicos, raciales y religiosos; no
obstante, quedaron excluidos de la Convención de 1948
los grupos sociales, culturales, sexuales y económicos
otorgando posibilidades a algunos Estados de
“exterminar grupos humanos catalogándolos de manera
diversa…” lo cual puede acarrear, aún, serios peligros
“en igual sentido […] dejar a los grupos políticos u
otros grupos fuera de la protección de la Convención
ofrece un pretexto considerable y peligroso que
permite el exterminio de cualquier grupo determinado,
ostensiblemente bajo la excusa de que eso sucede por
razones políticas…” (Martín Lozada, ob. cit. pág. 36 a
37).
La problemática de la tipicidad a la que
acarrea la figura de genocidio, también es tratada por
Feierstein (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…,
ob. cit. pág. 42) y la cuestión del “concepto
restringido” de los “grupos”, también es una discusión
que especialmente el autor reanuda sin interrupciones
a lo largo de su obra, no obstante, sin que pase nada
desapercibido; como se viera páginas atrás utiliza
esos dos elementos para construir una violación al
principio de Igualdad ante la ley (art. 16 de la CN)
(Ibídem, 42 a 47). En efecto, la Convención de 1948 –
incluida con su concepto restringido de grupo

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protegido- “diseño por primera vez un tipo penal que
tiene la particularidad de establecer un derecho
diferenciado (es decir, no igualitario). La misma
práctica, con la misma sistematicidad, el mismo horror
y análoga saña, sólo es pasible de ser identificada
como tal si las víctimas tienen determinadas
características en común, pero no otras”, (Ibídem, 43
y ss.), y agregará –en algún punto- que al
establecerse categorías de víctimas; esto no resultará
gratis al sistema de garantías.
Entonces, siendo rechazada la posibilidad de
que la Convención de 1948 recepte la figura del
genocidio político o politicidio, se termina de quitar
del lugar –que deberían ocupar o no, será un elemento
a debatir- “otros” conflictos grupales que actualmente
podrían endentar en los presupuestos penales previstos
por esos instrumentos internacionales (de conformidad
con la resolución del doctor Daniel Rafecas, ob. cit.,
“…la imposibilidad de definir jurídicamente como
genocidio alrededor de las tres cuartas partes de los
conflictos grupales sucedidos en el mundo desde aquel
entonces hasta nuestros días”).

Sobre la posibilidad de incluir al


exterminio de los grupos políticos en el concepto de
genocidio.
Sin embargo, cada vez son más los autores que
se inclinan por una postura inclusiva a favor de estos
grupos, entre ellos Drost, quien sostiene que la
redacción final de la Convención y también del
Estatuto de la Corte Penal Internacional dejó un
extenso y peligroso margen para la violación de los
derechos humanos, so pretexto de realizarlo sobre
grupos políticos, por razones de seguridad, orden
público o cualquier otra razón de Estado (Drost,
Pieter N., citado por González, Daniel Cesar, “El
genocidio, su necesaria ampliación conceptual”, en
Lecciones y Ensayos, Volumen 69/70/71, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, p. 183 a 198).

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Las razones que se expusieron para excluir a


los grupos políticos fueron variadas, pero la más
importante, según Clusellas, fue la que sostuvo que
los grupos políticos carecen de la cohesión y
permanencia necesaria de los grupos caracterizados
(Clusellas Gregorini, Eduardo, Genocidio: Su
Prevención y Represión, Abeledo-Perrot, Buenos Aires,
1961, p. 189). Y Feijoo también señaló que estos
grupos no son grupos necesarios y homogéneos, pues
solo dependen de la voluntad de sus miembros para
constituirse como tales (Sánchez Feijoo, ob. cit.,
www.wolterskluwer). Con respecto a esta posición, cabe
hacer una crítica, que dicho sea de paso ya fue
realizada en líneas precedentes, pero por la
importancia que reviste, considero importante volver a
hacerla.
Cuando se dijo que los grupos políticos
fueron excluidos por carecer de estabilidad y
permanencia, surge inevitablemente interrogantes
relativos a si los grupos religiosos, que sí están
dentro de los cuatro grupos que protege el genocidio,
no presentan la misma dificultad. Y en este sentido es
importante preguntarse: ¿no es acaso la religión por
un elemento dependiente de la voluntad?, ¿no son
susceptibles los grupos religiosos, de experimentar
variaciones, inestabilidad o falta de permanencia?,
¿no radica en nuestra voluntad elegir a qué religión
deseamos pertenecer? Visto desde esta óptica,
pareciera que la definición del genocidio, acogida por
la Convención y por el Estatuto de la CPI, presenta
una preocupante contradicción. Pues como se mencionó,
fue la falta de estabilidad y permanencia lo que
determinó la exclusión de los grupos políticos.
De igual forma, otro argumento que se
presentó, aunque no tan determinante como el anterior,
fue que la inclusión de los grupos políticos impediría
que la Convención fuera aceptada por el mayor número
de Estados posibles. González sobre este punto
sostiene que la búsqueda de los consensos deben estar

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edificados sobre basamentos fundamentales, en los que
la materia negociable no sea elemental o de
importancia decisiva, es decir que no se puede poner
en discusión un elemento vital que la erige y le da
identidad. Por tanto, sostener que no se incluyeron a
los grupos políticos por el simple hecho de que se
limitaría la aceptación de la mayoría de los Estados,
es un fundamento demasiado débil e inaceptable, pues
se está negociando y dejando de lado un derecho
importante que tiene toda persona, por el simple hecho
de tener más Estados adheridos a la Convención. Por
otro lado, el mismo autor explica algo que es
sumamente importante. Indica que cuando se dice que la
inclusión de los grupos políticos impediría el
accionar de los gobiernos legalmente constituidos
sobre los grupos subversivos, ello es totalmente
inadmisible, pues el concepto subversivo,
independiente de su etimología y definición, ha sido
manipulado a través de la historia, en la medida en
que dicho aditamento significó la estigmatización del
opositor político, bajo el paradigma del enemigo, que
se tenía que vencer a cualquier precio (González,
Cesar Daniel, “El genocidio: su necesaria ampliación
conceptual”, en Lecciones y Ensayos, Volumen 69/70/71,
Ed. Abeledo-Perrot, Bs.As., p. 192).
Estos fueron algunos los argumentos más
importantes que se dieron para justificar la exclusión
de los grupos políticos de la protección del delito de
genocidio. Sin embargo, nos parece importante, para
entender la posición inclusiva que se sostiene en esta
sentencia, esgrimir algunas reflexiones, las últimas,
para dar por concluido el tópico.
El grupo político está constituido por
personas unidas por un ideal común, es decir que
tienen las mismas ideas o creencias sobre una
determinada postura. La voluntad en estos casos juega
un papel preponderante, pues es esta la única que los
obliga a formar parte de este grupo. Por tanto, como
no existe otro tipo de vinculación, en cualquier

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momento, los miembros pueden decidir dejar de formar


parte de un grupo, y formar parte de otro. Lo mismo
ocurre con los grupos religiosos, en los cuales la
voluntad es el único elemento que obliga a formar
parte del grupo. La estabilidad y permanencia, al
igual que en los grupos políticos, se ve subordinada a
la voluntad que tengan los individuos de permanecer en
sus respectivos grupos. La estructura de ambos es,
sino igual, muy similar.
Ahora, dejando ya de lado las similitudes
entre los grupos políticos y religiosos, es importante
aclarar que el objetivo principal del delito de
genocidio es la protección de los grupos que se pueden
caracterizar como más vulnerables frente a otros. Y la
historia ha demostrado que los grupos políticos se han
convertido en el blanco principal de muchas matanzas,
sin precedentes, por lo tanto, es un contrasentido
dejarlos sin protección.
En nuestra opinión –la adelantamos sin
disimulos-, el delito de genocidio no cumple con su
función si no se utiliza para lo que fue creado, que
en definitiva es la protección de los grupos
vulnerables. Si bien es cierto que este delito protege
a los grupos nacionales, étnicos, raciales y
religiosos, los casos más recientes de este crimen no
fueron en contra de estos grupos, sino en contra de
los grupos políticos, tal es el caso de las dictaduras
militares llevadas a cabo en Latinoamérica, en las
cuales se cometieron hechos atroces en contra de
ciertas personas, por el simple hecho de ser
partidarios de un mismo ideal político. ¿Qué más se
necesita para entender que no es un capricho, sino una
necesidad, la inclusión y protección de los grupos
políticos dentro del delito de genocidio? A estas
alturas, resulta casi increíble pensar que un tipo
penal no se base en la definición de la práctica en
sí, sino en las características de las víctimas.
En esa línea, es importante recalcar que los
grupos políticos, en un primer momento, estuvieron

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dentro de los grupos protegidos por el delito de
genocidio, de lo cual se puede inferir que todo lo que
hoy se argumenta en favor de estos grupos ya era
conocido por los redactores de la Convención. Estos
conocían y aceptaban el peligro de exterminio latente
que enfrentaban y fue por ello que se pensó en su
protección. Esto demuestra una vez más que la
exclusión de estos grupos no tiene ningún sustento
lógico, pues si todo lo que se argumenta hoy hubiese
sido pensado antes, estos grupos nunca hubieran sido
tomados en cuenta. Y la protección de los grupos
políticos se vio reflejada en el primer proyecto de
las Naciones Unidas, el cual dice lo siguiente: “En
esta Convención se entiende por genocidio cualquiera
de los actos deliberados siguientes, cometidos con el
propósito de destruir un grupo nacional, racial,
religioso o político, por motivos fundados en el
origen racial o nacional, en las creencias religiosas
o en las opiniones políticas de sus miembros : 1)
matanza de los miembros del grupo; 2) perjudicando la
integridad física de los miembros del grupo; 3)
infringiendo a los miembros del grupo medidas o
condiciones de vida dirigidas a ocasionar la muerte;
4) imponiendo medidas tendientes a prevenir los
nacimientos dentro del grupo” (Véase en Feierstein,
Hasta que la muerte…., ob. cit., p. 68).
Como vimos ya, sin embargo después de un
arduo debate y pese a la propuesta inicial, los grupos
políticos fueron finalmente excluidos de la definición
final, la que dejó de ser extensiva para convertirse
en restrictiva. Este problema de tipificación no es un
accidente sin consecuencias, pues el mismo se ha
materializado en las discusiones sobre la negación de
los genocidios latinoamericanos de la década de los
sesenta y los ochenta, sobre todo en el Cono Sur.
Por último, y para terminar con el tópico, es
necesario poner en claro algo que es clave para
fundamentar la posición inclusiva que se tiene
respecto de los grupos políticos en este resolutorio.

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Si bien es cierto que muchos autores intentan echar


por tierra la necesidad imperante de ampliar la
definición de este delito, sosteniendo que la no
inclusión de los grupos políticos dentro del genocidio
no quiere decir que los crímenes que se cometan contra
estos queden en la impunidad, pues los crímenes de
lesa humanidad sí los amparan, pero se debe hacer una
distinción. El artículo 7 del Estatuto de la Corte
Penal Internacional establece que serán considerados
crímenes contra la humanidad, la persecución de un
grupo o colectividad con identidad propia fundada en
motivos políticos, raciales, nacionales, étnicos,
culturales, religiosos, de género definido en el
párrafo 3, u otros motivos, universalmente reconocidos
como inaceptables con arreglo al Derecho
Internacional, en conexión con cualquier acto
mencionado en el presente párrafo, o con cualquier
crimen de la competencia de la Corte.
Es totalmente cierto que los crímenes de lesa
humanidad, protegen a los individuos de ser objeto de
persecuciones por motivos políticos, pero la posición
planteada en esta sentencia pretende ir más allá de
esta protección, pues los crímenes de lesa humanidad
no toman al grupo como colectividad, no se protege la
vulnerabilidad de este, no se toma en cuenta la
intención especial que tiene el agente de acabar con
un grupo determinado, elemento esencial para
configurar el genocidio. Lo importante no es la
pertenencia de las víctimas a este grupo, y recalcamos
esto, porque nos parece importante tener en cuenta que
en el delito de genocidio se mata por el simple hecho
de pertenecer a un determinado grupo, por no pensar o
tener las creencias del resto de las personas, y es
por ello que entendemos que no poner a los grupos
políticos a la altura de los otros cuatro grupos
protegidos, es restarle gravedad e importancia a su
exterminio, porque como ya se mencionó hasta el
cansancio, las mayores matanzas y los hechos más
atroces fueron y seguirán siendo en contra de estos

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grupos. Sobre estas formulaciones ahondaremos más
adelante.

Interpolación del caso argentino con el


principio de legalidad.
Queda más que claro, que luego del
temperamento histórico revisado en las líneas que
preceden, la seriedad con la que ciertos aspectos
fueron tratados por la doctrina y la jurisprudencia,
originó que el compromiso mundial por establecer el
marco legal de los delitos cometidos contra la
humanidad, analizados antes, superara los meridianos
normales de la literatura jurídica –desde ese
entonces- cada vez más comprometidas y compatibles con
la clasificación de categorías definidas por el
derecho internacional de los derechos humanos.
Entonces bien, por un lado, encontramos las
exigencias atinentes, normalmente, a la descripción
lingüística que compete a las figuras penales en
general (tipos penales tradicionales), ahora, por
otro, con suficiente perspectiva evolucionista, se
asume un cuadro de definición y diseño del ilícito que
gira en torno –como vimos- a las ideologías genocidas
con pretensiones de eliminación social colectiva
(tipos penales internacionales).
Entre esos dos extremos, se encuentra la
Convención del 48 y el Estatuto de Roma, juntos en una
ideología que, al abordar la temática, embistieron con
diseños normativamente adecuados a las condiciones de
entorno que mantuvieron -en el ámbito de su propia
organización-, inevitablemente inerme las historias de
muchos pueblos.
Unido a éste concierto entre los elementos
descriptivos del ilícito y, lógicamente las partes
responsables de él, no se ha dejado de expresar la
visión y la ideología alrededor de textos que, antes
bien, asumen un compromiso íntimo con los pueblos y el
tiempo que “ellos” viven y vivieron.

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En ese sentido, ambas herramientas jurídicas,


recogen ese sentimiento del derecho internacional
universal después de la barbarie y del gusto intenso y
áspero que dejo en la historia la Segunda Guerra
Mundial.
De igual manera, la distancia no ha sido
poca, y tampoco ha resultado vana la pretensión de una
justicia eficaz, sólida y reaccionaria a partir de
Núremberg, que establezca “…las condiciones para que
ciertas conductas puedan ser consideradas “crímenes de
lesa humanidad…”.
No obstante ahora, antes de ingresar a un
ámbito de análisis más profundo, cabe destacar que,
sin perjuicio del marco legal anunciado y revisado en
los acápites anteriores, como antecedentes de la
figura de lesa humanidad, puede mencionarse en
términos equivalentes otra expresión como la que
recepta el Estatuto del Tribunal Militar Internacional
de Núremberg: “crímenes contra la humanidad” (el cual
responde a antecedentes un poco más lejanos y
relativos a las leyes y costumbres de guerra terrestre
-1899- y en la IV Convención de la Haya relativa a las
leyes y costumbres de guerra terrestres -1907-,
conocida luego como “Cláusula Martens” (Pablo F.
Parenti, Leonardo G. Filippini, Hernán L. Folgueiro,
“Los crímenes contra la Humanidad y el Genocidio en el
Derecho Internacional”, Origen y evolución de las
figuras, elementos típicos, jurisprudencia
internacional, Ed. Ad-Hoc, primera edición: abril
2007, pág. 12).
Este último concepto, nos da la pauta o
magnitud a la conlleva éste delito, y también, nos
brinda herramientas útiles para formular las
conclusiones que prosiguen y que tienen que ver con el
funcionamiento político de las garantías
constitucionales. Entonces, descartada ya la
problemática que podría surgir sobre el principio de
Igualdad constitucional (art. 16 de la CN), cabe ahora
hacer un exhaustivo análisis sobre la posible

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afectación del principio de Legalidad (art. 18 de la
CN)
¿Cuál es el problema con el Principio de
Legalidad si se calificaran los delitos como
Genocidio? ¿Hacerlo nos traería problemas con la
determinación judicial de la pena o con la punibilidad
como categoría dogmáticas si se vulnera aquel
principio?

Advertencias sobre el necesario análisis


político, jurídico y cultural.
Nos vamos a adentrar en los correctos
principios y formulaciones de la dogmática
constitucional que guían la labor de subsunción
típica, y para ello, por un lado, se establecerá
primeramente que éste análisis típico, el de ésta
naturaleza óntica rayana a las masacres (Eugenio Raúl
Zaffaroni, “Crímenes de masa”, Ediciones Madres de
Plaza de Mayo, agosto 2010), puede repercutir en el
momento crucial de la determinación judicial de la
pena, motivo por el cual, seguidamente nos libraremos
de toda prisa para realizar nuestras conclusiones.
Diremos que la punibilidad será tratada con más rigor
en formulaciones que se harán más adelante, sólo
avanzar en que, como categoría dogmática cumple una
función eminentemente política. Pero, como el fondo
tiene que ver con un trabajo de subsunción típica (al
plano de, genocidio si o genocidio no), se hará una
advertencia en el sentido de que, sin perjuicio de
observarse allí una fuerte injerencia dominante de los
principios de la parte general del derecho penal, no
obstante, y ya que de advertencias se trata,
filtraremos esa labor a través de principios puntuales
que hacen a la dimensión procesal que; necesariamente
tienen que ver con los riesgos de vulnerar
-eventualmente- el principio constitucional de
legalidad. Complemento constitucional al cual
dirigiremos el camino de nuestro análisis central y
final.

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Por nuestra parte se dirá también, que los


distintos abordajes serán alcanzados por discusiones
políticas de éstas últimas décadas. De ésta manera,
siguiendo aquel desgranar, se abordará la tesis del
conflicto penal y cómo ella resulta ser sobrellevada a
partir de las formulaciones de la Teoría de la doble
eficiencia estatal. Tampoco olvidaremos que el
principio de Legalidad (art. 18 de la CN), trae
consigo cuestiones políticas en su seno, pero que,
antes bien, resulta ser accesorio de una garantía
previa a él: el principio de exterioridad. Se
argumentará en base a éste último principio, que es
necesario atender al fenómeno dogmático que nos guíe
para concluir en la correcta significación jurídica, y
así, no vulnerar una de sus garantías accesorias:
nuevamente el principio de legalidad. A partir de lo
que sigue se desplegará un círculo concéntrico que
encierra otro de menor circunferencia (círculo
político encerrado en el abanico de garantías) que se
verá; como va cerrando sus compartimientos a medida
que se ultime el repaso.
También se harán todas las justificaciones
que creamos necesarias, para dejar bien establecido
que será más adelante el momento para explayarse
-lógicamente con mayor profundidad-, sobre los
paradigmas de la Teoría de la imputación penal, Teoría
de la autoría y participación y, determinaciones
judiciales de la pena, pero que, por ésta hora; aquí
nos enfrentaremos en gran medida con discusiones
políticas que tienen que ver con ellas o con
consideraciones aisladas pero inmanentes a su esencia.
Para adentrarnos en estos provisionales
señalamientos, comenzaremos diciendo que un sector muy
respetable de nuestra doctrina, entiende que el
funcionamiento de la pena tiene –en su fuero interno-
una dimensión netamente política (Eugenio Raúl
Zaffaroni, “Manual de derecho penal: parte general”,
Ed. Ediar, 1era. ed., Bs. As., 2005, pág. 58 a 62, en
similar sentido, Carlos Santiago Nino, “Los límites de

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la responsabilidad penal, una teoría liberal del
delito”, Ed. Astrea, Bs. As.,1980, págs. 201 y ss.,
entre otros), es decir, la discusión del quantum de
asignación y la expresión dogmática de la correcta
magnitud de la pena a distribuir, es, en si misma
considerada; una discusión de corte político-criminal.
No obstante, el análisis y comparación de los
resultados en virtud de la interpretación de los
distintos modelos –en los que descansa esa sólida y
firme discusión- será abordada en su momento oportuno,
es decir, en el momento en el cual, en éstos obrados;
se plasme la decisión cómo y bajo qué parámetros se
han asignado las penas puntuales. Pero, a pesar de
ésta advertencia, creemos que resulta muy propicio
hacer aquí una aclaración previa a ese específico
momento, aunque de poca duración, pero que luego
tendrá necesariamente que ver, como ya se dijo; con el
tratamiento de la cuestión final a decidir en la
presente sentencia.
Suele sostenerse que en la Teoría del Delito
hay una influencia muy superficial de la política-
criminal, pero lo cierto es que también se sostuvo,
que ese predominio; en la categoría de la punibilidad
adquiere mayor efecto y contraste. O dicho de otra
manera: “-ha dicho Schüneman- en un tiempo en que el
derecho penal no se cuenta entre las instituciones que
resultan evidentes, ha dejado de ser un ejercicio
filosófico para convertirse en un problema central que
afecta a la legitimación misma del estado moderno”.
(Javier Ignacio Baños, “El fundamento de la pena:
Máximo problema penal, Editorial Ediar, Buenos Aires,
año 2011, pág. 18). Ciertamente, ésta es una verdad a
medias, puesto que en realidad puede verificarse “esa
influencia” a lo largo de toda la teoría de la reato
(AMBOS, Kai, Derecho Penal Contemporáneo, Revista
Internacional, Ed. Legis, nº 25 octubre diciembre
2008, Pág. 5), solo que, y a pesar de coexistir en
todos sus estratos, la particular categoría de la
punibilidad, que es un eslabón de la cadena lógica de

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principios para la aplicación de una pena legítima;


muestra una notable diferencia en relación al resto al
estar muy influida –invariable y permanentemente- por
quienes intervienen y controlan asuntos públicos
determinados (los punibles). Es el legislativo el que,
en éste lugar, se reserva un espacio en el cual a
pesar de entender el trabajo diario de interpretación
hermenéutico; intervendrá con pura política-criminal a
partir de sus miembros representantes. Prueba de ello
es que muchas veces puede notarse, hasta desde el
sentimiento jurídico, que ésta categoría no tiene las
proposiciones tan razonables que sí pueden advertirse
en otros casos, por ejemplo para mencionar algunos, de
la imputación objetiva, de los errores (o de su
evitabilidad), o de las causas de justificación, etc.,
donde se puede discurrir con cierta lógica sin –por
momentos- ser necesario el auxilio de ninguna ciencia.
Aquí, en la punibilidad, básicamente se discutirá
políticamente sobre el “sí o el no de la punibilidad”
y luego sobre el “quantum de ella”.
Pero como se dijo, ésta es, con toda
seguridad, una cuestión que será tratada en el momento
procesal oportuno en el cual se analizarán, atenta y
particularmente, los fundamentos y decisiones
reservadas para ésta categoría puntual. Repetimos,
pues, un espacio reservado para la determinación
judicial y justificación de pena [si aún la entendemos
justificada] (Andrés J. D´Alesio, ob. cit. pág. 75) es
decir, un ámbito de pura política.
Ahora bien, y volviendo sobre el tema
central, ésta es nuestra tesis: sobre la base del
conflicto jurídico-penal que es objeto de juzgamiento,
es necesario hacer sobre él, también, un abordaje
político a fin de delinear los contornos procesales
que hacen al sistema de garantías bien entendido. En
ésta línea argumental, según Alberto Binder, al
referirse a los sistemas judiciales como nuevos
espacios de lucha política, refiere que: “Más allá de
discusiones teóricas nadie niega que la eficacia del

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derecho dependerá en buena medida de la eficacia de
los tribunales. A su vez, la misma fortaleza de los
tribunales dependerá de la fuerza que la ley tenga en
una determinada sociedad. Ambas dimensiones son
construcciones políticas que también se implican
mutuamente. Fuerza de la ley, fuerza de los
tribunales. Por eso, si se quiere construir una
democracia que tome en serio la ley y se quiere luchar
por la ley, para que ella sirva de instrumento para
compensar y allanar las desigualdades sociales,
entonces se deberá también tener una política de igual
característica frente a los sistemas judiciales. Ello
tiene dos dimensiones. Una, la crítica radical al
sistema inquisitivo, herencia colonial que aún pervive
y constituye una pesada carga autoritaria sobre
nuestros pueblos. En segundo lugar, una práctica
política nueva de fortalecimiento de los sistemas
judiciales. La crítica radical al sistema inquisitivo
y sus consecuencias culturales nos sirven para hallar
los componentes estructurales que impiden una
verdadera independencia judicial, que muestran las
razones de tribunales atrapados en sus propias rutinas
y trámites e incapaces de dotar de eficacia a las
leyes más elementales, entre ellas las Constituciones,
que siguen sin ser cumplidas en nuestra administración
de justicia. Esta crítica radical nos muestra también
el modo en que estos sistemas judiciales, construidos
verticalmente, sirven al poder concentrado y son
factores de debilitamiento de la fuerza de la ley.
Para poder realizar una nueva práctica de construcción
de poder para el Poder Judicial es necesario, en
primer lugar, tomar conciencia que los sistemas
judiciales son espacios políticos donde se juegan
relaciones de poder, vinculadas a una específica
función de gobierno (juzgar y custodiar la eficacia de
la ley) que hasta ahora ha estado sustraída del
proceso de democratización. Un espacio político que
necesita ser transparentado como tal y al que deben

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ingresar nuevos sujetos, que no respondan a los


intereses corporativos de la comunidad jurídica”.
Seguido a esto, también en su publicación
transcribe lo siguiente: “América Latina debe
construir una nueva teoría política sobre lo judicial.
No ha sido una preocupación teórica prioritaria desde
las ciencias políticas, y desde el derecho
constitucional no se ha profundizado lo suficiente.
Construir una teoría política de la justicia en
democracias pobres no es sencillo, mucho menos
sencillo si se busca integrar el aparato conceptual de
varias disciplinas y se intenta eludir las trampas
teóricas de la deificación o la personificación del
poder. Urge, pues, reflexionar sobre lo judicial como
un espacio en el que concurren, disputan o se
equilibran distintas fuerzas sociales; espacio en
donde se organizan e interactúan diversas
instituciones, tanto públicas como privadas; en fin,
un específico espacio social, más proclive a ser
explicado como un campo de fuerzas que como una cosa,
persona o función. Asimismo es necesario asignar
verdaderas finalidades políticas a la administración
de justicia, abandonando las formulaciones genéricas o
los ideales puramente morales. Sus funciones de
pacificación, seguridad, certidumbre, tolerancia,
etc., deben ser desarrolladas con mayor extensión y
mayor precisión, para que la justicia tenga
finalidades políticas concretas, dentro del proceso
político particular de cada sociedad. Deberíamos,
también, tener mayor capacidad para explicar los
procesos políticos internos dentro del espacio
judicial, así como la integración de lo judicial en el
marco general de los problemas de gobierno y su
eficacia. Otro de los temas centrales de una teoría
política sobre la administración de justicia es la
construcción de un lenguaje político para el Poder
Judicial, no sobre él. Los jueces de Latinoamérica
carecen de un adecuado lenguaje político. Finalmente,
también es un punto central de una teoría política del

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Poder Judicial lo concerniente a los modos de
acumulación de poder, propios del Poder Judicial.
¿Cómo se construye un Poder Judicial independiente, es
decir, según un proceso propio y autónomo de
acumulación de poder? Ello permitiría construir nuevas
estrategias de poder para el Poder Judicial que rompan
la lógica peticionaria, propia del sistema
inquisitivo”. Lo resaltado y todos los subrayados son
nuestros (En http://geocities.com/alertanet2/f3-
ABinder.htm, o
enhttp://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/0
3691739900436828610046/binder94.pdf... Y ver Alberto
M. Binder: Reforma de la justicia: del programa
político al programa teórico. En Congreso de Derecho
Procesal, Santiago de Chile, 1997, Universidad Diego
Portales. Se ha extraído el párrafo como síntesis de
lo que se desarrolla en esa ponencia con mayor
extensión. Ver, asimismo, Red Latinoamericana para la
democratización de la justicia, Agenda y materiales de
Trabajo de los Foros regionales, PNUD Y Fundación
Konrad Adenauer,
Ciedla,1998.Tambiénen:http://procesalpenal.wordpress.c
om/2007/11/18/reportajealbertobinder/enhttp://www.defe
nsapublica.org.ar/revista/1999/07/doctrina.nac/,yenhtt
p://www.defensapublica.org.ar/revista/).
Entonces, que sea contradictorio –como es de
esperar- es una “propiedad” del sistema de
enjuiciamiento –y de ello, no solo todo el aparato
judicial debe ser consciente, sino también la opinión
pública a fin- dado que la relación existente entre
las actividades de los ciudadanos originadoras de
conflictos jurídicos penales y, los votos de aquellos
ciudadanos que opinan sobre éstos asuntos cuando
asumen relevancia pública (la magistratura); están
sujetos a la tesis de la doble eficiencia en la que se
halla la pugna entre garantías constitucionales y
programa punitivo. Y todos somos testigos
privilegiados de los avances y retrocesos de ambos
paradigmas, ellos quieren necesariamente ejecutar sus

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inmediatos objetivos: el primero evitar el abuso de


poder, el segundo, aplicación de la pena. Entonces,
intervenir en conocimiento reflexivo de cada una de
las aristas de esta parte tan importante del sistema
y, en algunos casos disponer y en otras censurar los
principios utilizables para la decisión final,
requiere –como se dijo- de un abordaje político que
consiga alcanzar el equilibrio necesario entre éstas
dos fuerzas “políticas” que –desde su misma
racionalidad- siempre pugnan por sus propios
intereses.
En breve será abordado con más extensión,
pero debemos resaltar que debe emprenderse
necesariamente ese abordaje –y así parece hacerlo la
literatura jurídica sobre la materia- desde que el
mismo concepto de “genocidio” implica que “es evidente
que toda decisión terminológica en relación con el uso
de la palabra “genocidio” aparece recortada en el
fondo de un doble partido tomado, indisociablemente
filosófico y político” (Christian Delacampagne, ob.
cit., pág. 54). Y cuanto más a favor de esta postura
si se revisa que: “La verificación histórica del
collar de delirios que desde el siglo XII hasta el
presente ha cobrado millones de víctimas cometiendo
los peores crímenes, ha dado por resultado aberrante
que una tesis política amoral postule al perenne
necesidad de crear –o identificar- enemigos haciendo
radicar en eso la esencia misma de la política
descalificando la cultura constitucional como mera
crítica política” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit.
47).
Sin embargo, de conformidad con los
antecedentes y posturas que serán reseñadas
seguidamente, y también desde las directivas revisadas
en los puntos precedentes, de lo que se trata ahora,
entonces, es de determinar en qué medida la eventual
punición por el delito de genocidio implicaría -a
partir de un método judicial que acaso obre

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desacertadamente- la vulneración o no de garantías
elementales previstas por nuestra ley de leyes.
El objetivo para dar tratamiento correcto a
ésta disyuntiva será: que la actuación judicial no
impida lo que se pueda o deba evitar, para que, en la
cima de los principios y reglas de las formas
procesales, “se llegue a enlazar -con el grado más
elevado- la racionalidad esperada del sistema y, de la
misma manera, no quedarnos solo con una actitud
contemplativa de ese límite político”. Entendemos que
éste síntoma debe resultar perceptible por cada uno de
los operadores del sistema de enjuiciamiento a nivel
nacional y, en este sentido, existen grandes esfuerzos
doctrinarios –muchas veces con formato de crítica-,
que con mejor calidad y extensión, traducen la
preferible y más conveniente manera de manejar éste
objetivo.
No podrá admitirse entonces, en el equilibrio
de nuestro programa político y democrático, apartar la
vista y malversar los principios constitucionales
apuntalados para la reducción lógica del sistema
punitivo, como tampoco su incansable programa de
avances. Pero debemos ser advertidos de que ambas
pretenden cortejar el cuerpo material de todo el
sistema penal, solo que, la función reservada –en éste
caso- a la magistratura, será la de relacionar esas
dos sugerencias contradictorias con la compensación
que sea necesaria para satisfacer las aspiraciones
tenidas en mente por el poder constituyente. Claro que
éste panorama permitiría abrir el ángulo de la
garantía por excelencia, es decir, la del Debido
Proceso (art. 18 de la Constitución Nacional), y
obsérvese que Bacigalupo nos resultará bastante
explicativo en lo que se refiere a la mentada tarea de
equilibrar: “El proceso penal se nos presenta como un
campo de conflicto de derechos fundamentales con
intereses sociales especialmente sensibles (…) están
sometidas a constante discusión. El problema del
equilibrio entre los fines del proceso penal (…) es

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una cuestión permanentemente discutida en los últimos


veinticinco años” (el subrayado es nuestro),
(Bacigalupo, Enrique, El debido proceso, Ed.
Hammurabi, Bs.As., 2005, pág. 24).
A que negarlo, la nula curiosidad de la
doctrina más autorizada y el exclusivo propósito de la
jurisprudencia contemporánea, tendientes ambos a
ocuparse de los detalles y circunstancias de aquél
objetivo principal que dibuja nuestro escenario de
actuación judicial, inspira una alianza para sortear
ésta crisis con un trabajo ecuánime e imparcial de
toda la ciencia penal. Para esto es necesario
comprender que las garantías o límites no son “algo
que se ve y se escucha por primera vez”, sino que son
el producto de juiciosos razonamientos provenientes
del crecido papel que jugaron las crisis históricas
que terminaron abriendo todas las vías posibles de la
dogmática constitucional. Este es, entonces, el primer
y principal componente que precede a los demás, tanto
en su especie, como en orden, tiempo y lugar, dado que
encuentra respaldo constitucional en la “ultima ratio”
que gravitará como “gradual” estableciendo –
convencionalmente- la aplicación de una pena legítima.
Claro está, que sobre el asunto general que
aglutina cada unidad de contenido garantista, debería
hacerse en un debate más profundo que el que aquí se
presentó, pero, creíamos que tampoco aquí debía
desaprovecharse la oportunidad para desplegar con
reflexiones francas, el envite para delinear la
correcta interpretación de la categoría dogmática
aplicable al caso. No solo interpretación procesal
para moderar el poder punitivo, sino para ponerle a él
una salida cada vez más propia a la de un estado
democrático de derecho.
Así las cosas, conviene ahora, realizar un
análisis sobre lo que a nuestro juicio resultaría ser
la principal en su clase, es decir, aquella garantía
en la que centra su atención la restante
representación gráfica del sistema garantista: el

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principio de exterioridad o, de [acciones exteriores]
o, como Beccaría sostuvo, el “requisito de
exteriorización” (Mario Magariños, ob. cit. pág. 28 y
30. También las referencias que el autor hace en el 3°
párr. de pág. 25 y, 2° y 4° párr. de pág. 26 entre
otras, de las cuales se desprenden nociones ético y
morales vinculadas a las exteriorizaciones de las
conductas en general). Es que dentro del Debido
Proceso (art. 18 de la CN), el paradigma del “hecho”,
esa acción (o acciones) sobre la cual recae la
investigación y el juzgamiento posterior, es la que
nos guiará al ámbito de las exacciones para la posible
distribución de castigo (cabe destacar que por otra
línea, distante a ésta, se transitará el camino para
el descubrimiento de la verdad de lo ocurrido en el
hecho histórico). Un “acto”, consagrado como principio
constitucional por sus orígenes o por la “raigambre
iluminista” del cual se desprende, “por un lado, por
el requisito de exteriorización de la decisión de
voluntad como materia de prohibición y, por otro, por
su carácter público, como segunda exigencia para la
selección de un comportamiento por parte del
legislador”, o según las enseñanzas de Antonio Sáenz
del curso dictado en la Universidad de Buenos Aires en
los años 1822/1823 quien postulaba: “la potestad
legislativa, o la facultad de hacer leyes que sirvan
de norma y regla a los individuos del Estado para sus
actos exteriores y públicos […] obligándose a obedecer
a una autoridad suprema” (Ibídem, 31 a 34).
Téngase presente la discusión sobre la
dimensión típica, en su expresión subjetiva, que
hicimos al tiempo de revisar las exigencias típicas
requeridas por el tipo penal de genocidio (Punto 2C y
2 D8). Incluida la distinción que se formuló a su
tiempo, para marcar la discrepancia -desde el punto de
vista dogmático- con el análisis de las figuras
tradicionales. En esa misma línea de argumentación,
creemos que aquí también hay un punto de confluencia,
toda vez que: “Mas allá del reconocimiento formal que,

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de modo unánime, la doctrina penal dominante ha


formulado con respecto a este principio, lo cierto es
que sólo a partir del desarrollo de la tesis
subjetivista en el ámbito de la teoría de la
imputación, se produjo una discusión enriquecedora
acerca del estricto alcance del principio de acto”.
Sobre la base de la disputa entre disvalor de acción y
disvalor de resultado –repetimos, una discusión ya
abordada por este tribunal- Magariños transcribe en su
obra que: “Armin Kaufmann se encargaría de sostener
que “el contenido de la prohibición es, […] siempre
una acción (final); pues sólo aquello para lo cual
sería necesaria la dirección de la voluntad, puede ser
inhibido por otra dirección correcta de la voluntad”,
y el mismo autor concluirá entonces que “la
prohibición no puede ir, por tanto, más allá, no puede
prohibir más de lo que es posible a una acción final.
El alcance de la acción agota, por eso, también el
objeto posible de la prohibición” (Mario Magariños,
ob. cit. págs. 54 y 55)
Retomando entonces los conceptos de Debido
Proceso y hecho, colaterales por afinidad desde el
comienzo de la instrucción, tienen bien vista la
injerencia participativa de otras garantías que irán
al encuentro detectable de vulneraciones muy
específicas. Pues bien, sobre ellas destinaremos
nuestro análisis final (posibilidad de violentar el
principio de legalidad del art. 18 de la CN si se
imputa a los acusados el delito de genocidio), no sin
antes determinar de modo preciso y general que la
validez y el mérito de las instrucciones iniciales,
son cualidades indispensables para éstas tareas
finales; por cierto, exigencias que se encuentran
presentes en éstos actuados desde inicio.
Recordemos que a pesar de que la figura de
genocidio funcionaba sobre la base de una dimensión de
exigencias típicamente subjetivas, está bastante claro
que el fondo materia de juzgamiento doméstico, se
enmarca en el principio de exterioridad, es decir, el

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“hecho”, y será el que definirá el paradigma de la
imputación penal en la medida que fácticamente se haya
configurado un comportamiento jurídico penalmente
relevante. No la base de la imputación, sino –ya con
la atribución de un resultado en el caso- la
asignación a título de autor de un comportamiento
coincidente con el supuesto de hecho ilícito contenido
en un tipo penal (del derecho local o del derecho
internacional). Para esto, la jurisdicción o facultad
de corregir con rigor sancionador un comportamiento,
se deberá, por principio absoluto, al esquema de
imputación objetiva en el que se enmarca al paradigma
del hecho. De manera tal que la categoría de la acción
evitable, desde su dimensión objetiva, o sea, desde la
descripción materia de prohibición, deberá encastrar,
antes bien y desde el punto de vista ontológico; en un
comportamiento humano que previamente se encuentre
receptado en una norma jurídico-penal. Sin perjuicio
de que la discusión sobre la materia de prohibición,
es decir, subsunción y atribución de resultado
jurídico-penal, también será objeto de tratamiento en
análisis posteriores de ésta sentencia, lo cierto es
que, sin un comportamiento humano que pueda endentar
una “norma previa” que declare tal conducta como
antijurídica, no sería ella una tarea que cautive a la
intervención estatal y su examinación o intención de
control penal no tendría ninguna razón de ser.
Repetimos, éste aspecto, a pesar de que la figura de
genocidio funciona, antes que nada, más sobre las
fases subjetivas que por el proceso ejecutivo (esta
era una aclaración necesaria).
Pero, en consonancia con lo que decimos, la
prueba de idoneidad para que el ejercicio de
subsunción quede ajustado al sistema constitucional
deberá, además, señalar el cumplimiento de otras
exigencias, ahora, relativas a la imposibilidad de
violar “garantías accesorias” al principio de
exterioridad. El efecto inverso, es decir, la
vulneración, fundamentalmente ocurriría gracias a que

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el trabajo hermenéutico por excelencia –subsunción o


adecuación- fatalmente fuera desacertado.
Accesoria entonces a la garantía del hecho,
por el Principio de Legalidad el Parlamento cumple una
función específica por medio de la cual da a conocer o
reconoce (es decir, autoriza al Estado conforme al
art. 18 de la Constitución Nacional) la posibilidad de
asignar penas puntuales a los comportamientos que
estén estipulados; y previstos como prohibidos desde
antes de su comisión, por el catálogo de normas
penales, los criterios sostenidos por nuestra Corte
Federal han sido consignados, entre otros en los
siguientes fallos: (331:858), (330:3248), (329:2367),
(328:2056), (328:1268), (327:3312), (327:3279),
(327:2258).
Entonces bien. El poder sancionador estatal,
al vincular las causas capaces de generar
comportamientos disvaliosos y su reunión normativa
previa, es una aptitud del soberano que restringe la
posibilidad de que el valor justicia quede suspendido
o inerme en su labor diaria de legislar a futuro. Ese,
si bien es todo un detalle sugerido y confeccionado –
como ya se dijo oportunamente- a partir de las crisis
que vivió la humanidad, del especialísimo grupo de
“resguardos” que genera el Principio de Legalidad (art
18 de la Constitución Nacional) , tampoco se admitirá
la menor debilidad en él a la hora de impedir el
transvaso de los límites o excesos al sistema,
originados a partir de interpretaciones conceptuales
que puedan tergiversar el espíritu dogmático, por
ejemplo, “trabucando” la tarea de adecuación típica o
subsunción penal. Si no hay maniobras interpretativas
bruscas y se termina obedeciendo al instinto y
espíritu del legislador, podrá definirse con claridad
el hecho típico –merecedor de reproche o no- que se
encontraba previsto de manera escrita y previa a la
comisión del mismo.
En efecto, se ha sostenido
jurisprudencialmente en la causa número 14.216/03 del

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registro del Juzgado Nacional en lo Criminal y
Correccional Federal n° 3, caratulada “Suárez Mason
Carlos y otros sobre privación ilegal de la libertad…”
(Primer Cuerpo de Ejercito) que: “Cuarto: dicha
definición jurídica de genocidio, proveniente del
Derecho Internacional, única fuente formal de
aplicación al caso -habida cuenta de la histórica
omisión en su tratamiento a nivel local-, no permite
denotar a los grupos políticos como posibles víctimas
de este crimen. Es a partir del encadenamiento lógico
de estas conclusiones, que no habré de hacer lugar a
lo peticionado por las querellas, por cuanto si bien
está comprobado que los hechos aquí investigados
constituyeron indudablemente un genocidio político o
politicidio, al haber quedado excluidos este tipo de
casos del alcance de las Cartas Internacionales ya
tratadas, sumado ello a la orfandad legal reinante en
el orden local, le está vedado al Juez modificar esta
situación; obrar de otro modo sería un claro ejemplo
de apropiación de facultades legislativas por parte
del órgano jurisdiccional, lo cual atentaría contra el
esquema republicano que nos rige e iría en desmedro de
una garantía procesal fundamental como es el derecho
de todo imputado al debido proceso legal…”, lo
resaltado y subrayado es nuestro.
También se sostuvo en los autos citados que:
“Hasta aquí podemos advertir dos obstáculos –
relacionados al principio de legalidad- en la
aplicación del tipo penal de genocidio tipificado en
la Convención de 1948. El primero de ellos es que, al
momento de los hechos de este proceso, no existía una
norma –ley en sentido estricto- que hubiera receptado
dicho tipo penal en nuestro país y por lo tanto nunca
podría avanzarse en ese sentido sin afectar
manifiestamente el principio de legalidad. El segundo
problema es que, incluso aceptando una aplicación
directa de la Convención de 1948 –es decir, si le
otorgamos operatividad en el Derecho interno-,
contamos con un tipo penal determinado pero no con una

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amenaza de pena determinada, lo cual nos lleva


nuevamente hacia una flagrante afectación del
principio de legalidad –más allá de la discusión que
existe en cuanto a que los hechos que hacen a este
proceso no se encontrarían comprendidos en los
términos de dicho instrumento-. En este sentido, no
debe dejar de tenerse en cuenta que este principio no
es sólo una exigencia de los sistemas jurídicos
domésticos, sino que –aunque se encuentra discutido-,
parte de la doctrina reconoce también que en el marco
del Derecho internacional penal concurre la exigencia
de respetar la legalidad (cfr. GIL GIL, Alicia
“Derecho penal internacional”, Ed. Tecnos, Madrid,
1999, págs. 72 a 82; JAKOBS, Op. Cit., págs. 88 y 89;
D’ALESSIO, Andrés J. “El delito de lesa humanidad”,
Ed. Lexis Nexis, 2008, págs. 55 a 68; cfr. también, de
opinión diversa, AMBOS, Kai “La parte general del
derecho penal internacional”, Ed. Duncker & Humblot /
Honrad-Adenauer-Stiftung / Ed. Temis, Montevideo,
2005, págs. 85 y 86; DOBOVSEK, José “Derecho
internacional penal”, Ed. La Ley, Bs. As., 2008, págs.
81 a 83)”, nuevamente aquí lo resaltado y subrayado es
nuestro.
Para prevenirse, o en otras palabras, en
lealtad a las “advertencias iniciales” que hicimos,
las consecuencias y resultados a los que pueden
arribarse, como vemos, tienen que ver con una
discusión –por momentos- profundamente anclada en la
cuestión política. Discusiones “teóricas” diría
Feierstein, y “políticas” con “consecuencias derivadas
de la tipificación” que “se hallaban presentes ya en
los primeros borradores de la Convención” (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág. 40).
Esto es verdad, y nada indica que el sentido de la
discusión tenga otro punto cardinal en el horizonte
situacional, incluso como “objeto histórico político”
(Michel Foucault, “Genealogía del racismo”, colección
“Caronte ensayos, Editorial Altamira, año 1996, pág.
136). De manera que sería totalmente absurdo buscar –

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por decirlo de alguna manera- otro pretexto para
tratar la cuestión de los límites, características y
posibles soluciones procesales al problema de –
llamémoslo- la situación jurídica que define la
“especial” adecuación típica de los imputados.
Además de los argumentos hasta aquí expuestos
respecto del mentado principio, este Tribunal, en la
causa n° 1.170-A, caratulada “Mariani, Hipólito Rafael
y otros” 1sostuvo que: “Hasta aquí podemos advertir
dos obstáculos –relacionados al principio de
legalidad- en la aplicación del tipo penal de
genocidio tipificado en la Convención de 1948. El
primero de ellos es que, al momento de los hechos de
este proceso, no existía una norma –ley en sentido
estricto- que hubiera receptado dicho tipo penal en
nuestro país y por lo tanto nunca podría avanzarse en
ese sentido sin afectar manifiestamente el principio
de legalidad […]. El segundo problema es que, incluso
aceptando una aplicación directa de la Convención de
1948 –es decir, si le otorgamos operatividad en el
Derecho interno-, contaríamos con un tipo penal pero
no con una amenaza de pena concreta, lo cual nos lleva
nuevamente hacia una flagrante afectación del
principio de legalidad –más allá de la discusión que
existe en cuanto a que los hechos que hacen a este
proceso no se encontrarían comprendidos en los
términos de dicho instrumento”.
Debe aquí destacarse que en el mismo fallo, y
esta vez en relación a la afectación al principio de
congruencia, se dijo: “considerando el principio de
congruencia en su faz de adecuación fáctica al objeto
del proceso existiría una manifiesta afectación del
derecho de defensa en el caso de considerarse la
aplicación del tipo penal de genocidio. Ello es así
porque, más allá de la extrema gravedad de los hechos
considerados en el debate –en cuanto a su resultado,
forma de comisión y calidad de los sujetos
intervinientes- muy distinto es defenderse de toda una
serie de imputaciones que eventualmente podrían

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resultar en numerosas privaciones ilegales de la


libertad y otra del desarrollo de un plan de represión
que importe actos “perpetrados con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso, como tal”, ya sea en los
términos del inciso ‘a’ (matanza de miembros del
grupo) o ‘b’ (lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo) del artículo 1° de
la “Convención para la prevención y sanción del delito
de genocidio” –aprobada el 9 de diciembre de 1948 por
la III Asamblea General de las Naciones Unidas- como
pretende la acusación […] Más aún, el genocidio no
puede ser considerado como una circunstancia
agravante, sino que es una figura penal autónoma con
referencia a los delitos que han sido enrostrados a
los encausados”.
Por lo demás, en lo que se refiere a la
afectación de este principio, nos remitimos a lo dicho
oportunamente en extenso al principio de congruencia
analizado oportunamente.
En definitiva, de una manera –indirecta o
no-, el asunto político muchas veces procura limitar
la eficacia de la relación comunicacional del proceso
penal con el avance del programa punitivo, que, sin
degradarlo, no obstante debe permitirle el despliegue
y ejercicio de los principios constitucionales
garantizados de todos y cada uno de los intervinientes
del proceso. Claro está, de todos los “titulares de
esos derechos y garantías”, incluidos bajo esa
denominación a los aquí imputados, sin importar
quienes sean y la condición que asuman, lo cual nos
deja algo más claro todavía: la experiencia sensible
de cómo la arbitrariedad no puede mellar las
ideologías respetuosas del Estado de derecho.

Sobre el bien jurídico protegido.


Sin perjuicio de lo reseñado hasta aquí, el
derecho penal como ciencia que vela por los “intereses
humanos que resultan suficientemente importantes para

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protegerlos mediante la aplicación del derecho penal”
(Mario Magariños, ob. cit. pág. 77) o si de venganza
privada o pública se tratara, de “racionalizarla”
(Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. p 68), la exposición
de los acontecimientos pasados que fueron revisados a
lo largo de éste –y otros- procesos judiciales, y, la
disciplina con la que se han profundizado los
distintos estudios sobre el conjunto de sucesos o
hechos políticos dignos de nuestra memoria, como el
que hoy nos toca juzgar; por esa sensible, y hasta a
veces por esa enfadosa historia que desde cualquier
superficie jurídica ha llevado tras de si con
abundancia y alto grado a distintas decisiones
judiciales; hoy, todo esto nos sirve de pretexto para
establecer nuestra postura al respecto.
A excepción, claro está, de las opiniones
emitidas por éste órgano de juicio en los antecedentes
causa n° 1.056-1.207 caratulada “Simón, Julio Héctor
s/inf. art. 142…”, causa n° 1170-A caratulada “Comes,
César Miguel y otros s/inf. art. 144 ter…”, causa n°
1.223 “Lapuyole, Juan Carlos y otros s/ inf. art. y
80 inc. 2°...”, causa n° 1.261-1.268, caratulada
“Olivera Rovere, Jorge Carlos, Lobaiza, Humberto José
y otros s/ inf. arts. 144 bis…”, y tampoco sin olvidar
las especiales interpretaciones que se han dado a la
cuestión, con arreglo a los cuales se contribuyó en
nuestro país al origen del fenómeno de enjuiciamiento
de los delitos de lesa humanidad, entre otros, la
causa nro. 1.668 y 1.673, caratuladas “Miara, Samuel y
otros sobre infracción artículos 144 bis” y “Tepedino,
Carlos Alberto Roque y otros sobre infracción
artículos 80 inciso 2°” registrada en el Tribunal Oral
en lo Criminal Federal nro. 2 de esta ciudad bajo el
número 1.580 (ABO), la causa nro. 14.216/03,
caratulada “Suárez Mason Carlos y otros sobre
privación ilegal de la libertad…” del registro del
Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal
nro. 3 de esta ciudad (Primer Cuerpo de Ejercito), y

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por último, la causa 309 de la Cámara Nacional en lo


Criminal y Correccional Federal (Causa 13).
A este respecto, la lesión al bien jurídico
colectivo que termina siendo protegido por la manda
internacional, que “prohibiendo acciones configuradas
de determinada manera” de algunos “elementales deberes
ético sociales (valores de acto)” –todo esto
dosificado por el finalismo-, termina siendo, en el
caso, el primer interés a tratar en ésta decisión
jurisdiccional. Pero, claro está, la problemática
vista de los “grupos protegidos y su concepto
restringido”, sumado a ello, la “poco común”
configuración típica de la figura (“subjetivamente”
hablando); acarrean necesariamente, con otro de los
“desafíos” que tiene por delante el derecho penal
sustantivo. En efecto, “desde hace tiempo se ha venido
señalando que la teoría del bien jurídico no ha
logrado proporcionar, como consecuencia de su
vinculación a las respectivas convicciones culturales,
la función crítica del derecho penal que le es
asignada. El propio concepto de bien jurídico es
vivamente discutido y, “a pesar de múltiples
esfuerzos, hasta hoy no se ha logrado esclarecer el
concepto de bien jurídico, ni siquiera de modo
aproximado [...] todos los intentos hechos al respecto
han fracasado por la dificultad, acaso imposible de
superar ya por principio, de hallar una definición que
se ajuste a todos los tipos penales” (Mario Magariños,
ob. cit. pág. 77). Esto, en términos de figuras
penales tradicionales y sus respectivos bienes
jurídicos, que viven lidiando con un “concepto que
está vivo” (Roland Hefendehl (ED), “La teoría del bien
jurídico”, artículo: “El bien jurídico como eje
material de la norma penal, Ed. Marcial Pons, año
2007, 179), pero, descartando ya, que hay un problema
de base inicial –además- con el delito de genocidio.
Andrew von Hirsch y Wolfgang Wohlers, nos acercan más
a la problemática, al decir que: “hasta ahora la
teoría del bien jurídico crítica al sistema no ha

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podido cumplir el objetivo que se había fijado a sí
misma de <poner en manos del legislador penal un
criterio plausible y utilizable para sus decisiones y
desarrollar, al mismo tiempo, un baremo para el examen
externo de la justicia de dichas decisiones>” (Roland
Hefendehl (ED), artículo: Teoría del bien jurídico y
estructura del delito. Sobre los criterios de una
imputación justa. pág. 285). Incluso de la obra
consultada, puede advertirse que este último objetivo,
no ha podido satisfacerse a sí mismo (Roland Hefendehl
(ED), ob. cit. 403).
Entonces, es nuestra intención, licitar la
postura más conveniente para llegar a comprender cuál
es la razón de ser del ámbito de protección jurídico-
penal (del bien) que pretende punir la conducta de “un
delito internacional, o universal” (Andrés J. D
´Alessio, “Los delitos de lesa, ob. cit. pág. 1) que
otrora, en distintos escenarios históricos y políticos
en el mundo pareció ordenar, disponer, y organizar –en
especial- procesos infamantes direccionados a provocar
el signo de las muertes violentas. Y habría sido
lamentable y hasta causaría disgusto a la expectativa
dogmática de los derechos humanos, si nuestro análisis
hubiera derivado o fuera circunscrito a la simple o
pura observación de las características y límites
histórico-políticos de nuestro caso nacional, por eso,
hacerlo desde el marco de los derechos de protección
(Rodolfo Mattarollo, ob. cit. pág. 78, “b”),
precisamente, ahora ayudará en el análisis jurídico
que nos resta hacer sobre la materia. Visión que, en
última instancia, prudentemente nos mantendrá en el
primer plano de entendimiento y sobre el cual nos
dedicaremos, sin sobra ni falta; para la observación
de nuestros objetivos finales.
Esta bastante claro que el desarrollo y
transformación de ideas en los que fueron mutando y
evolucionando el concepto de genocidio, ha almacenado
una información notablemente superior a la esperada y,

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sobrado de lógica; ha servido de detonante para


nuestro análisis primigenio.
Pero, a pesar que adrede se reservó éste
espacio para revisar algunas posiciones más, el
estudio del “fenómeno” (concepto ampliamente utilizado
por Feierstein en su obra, o Eugenio Zaffaroni también
en su texto a pág. 62 y ss.) y su entorno, “no” hizo
ni hará que aparquemos en lógicos interrogantes
relativos a las formas que, a veces, con
correspondencias semánticas, se asimilan a los
conceptos de genocidio, crímenes de lesa humanidad (o
contra ella), de guerra o contra la paz, es decir, no
se atenderá con excesiva severidad a la génesis y
evolución de éstos conceptos “jurídicos” de manera tal
que -según la economía predispuesta desde inicio- sin
duda puedan ser –al amparo de la normativa vigente-
abordados los presupuestos y propósitos culturales que
pueden motivar o no algunas de éstas formas típicas
(en ese sentido, insistimos, en las páginas 33 a 38 y
siguientes; 44 a 46 y siguientes; 57 a 60 y
siguientes; 62 y 89; todas de la obra de Daniel
Feierstein puede consultarse a mayor abundamiento, las
distintas definiciones y clasificaciones del concepto
estudiado).
No obstante, sin camuflar éste auténtico
propósito, al abordar esta problemática (genocida), la
mayor de las veces se gira en torno a; políticas
aparentes y reglas apócrifas que gobernaron
hipotéticas –o al menos, dudosas- altas metas; las
irrefrenables y desasosegadas codicias de poder; los
oscuros motivos y las venganzas consumadas; la
amputación desproporcionada de derechos personalísimos
con nula imprecisión en el instinto y en el modo de
proceder con intencionalidad manifiesta. Y la raíz de
éstas posibles causas que quedan en el eterno e
inmutable recuerdo de los pueblos, son –entre otras-
el quid del penoso mundo en el que se desenvuelve esa
ideología (nuevamente, la genocida). Incluso, la
“conducta psicótica que genera el poder o el ansia de

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poder”, donde “no se trata sólo de la búsqueda de
indefinida de bienes, sino de poder, lo que es válido
también para la acumulación del saber como poder, pues
la búsqueda de poder indefinido mediante la ciencia
redunda, en definitiva también, en acumulación de
bienes” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. págs. 23 y
50).
En el caso argentino, por muy delicado que
fuera el escenario de los efectos demoledores que
repercutieron desde épocas que precedieron
inmediatamente a las actuales, el gradual garantista
de nuestros tiempos, cuando menos y ante las razones
que llevaron a obrar a instancias de sus actores; con
esmero se supo engañado. Es que, por momentos, hasta
con pulcritud y delicadeza el Proceso de
Reorganización Nacional supo instaurar que: “la mayor
parte de los asesinatos fue producida a través del
secuestro de las víctimas (en su casa, en la calle, en
su trabajo), su traslado a campos de concentración, el
sometimiento a sesiones de tortura y su asesinato
posterior. Es decir, las víctimas (más allá de su
adscripción política o su relación con la “idea” de la
lucha armada) eran secuestradas en condiciones de
indefensión, y aquí es donde se diferencia el caso
argentino de algunas de las guerras civiles libradas
en el Tercer Mundo, y particularmente en América
Central”. (Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob.
cit. pág. 68). “Prácticas sociales genocidas en la
Argentina] con material bibliográfico mas limitado por
haberla vivida hace apenas hace tres décadas, pero, a
pesar de las [d]dimensiones aparentemente menos
espectaculares de la matanza” (Ibídem, 253), fue una
cortina de humo que escondió un plan sistemático con
la clara finalidad de hacer inocuo al opositor
político.
Con respecto a los bienes jurídicos de manera
general, Gil Gil establece que estos son aquellas
realidades o pretensiones que son útiles para el
individuo y su libre desarrollo, en el marco de un

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sistema social completo construido para el


funcionamiento del sistema mismo. Establece que la
propia existencia de los Estados, la existencia de
determinados grupos humanos, y la paz internacional,
son bienes jurídicos del orden internacional.
En lo que respecta al Derecho Penal
Internacional, la mencionada autora sostiene que este
Derecho sería el sector del ordenamiento internacional
cuya función es proteger los bienes vitales que
constituyen el orden jurídico internacional, aquellos
que son más importantes antes la forma de agresión más
grave (Gil Gil, Alicia, “Los crím…, ob. cit., p. 216).
Para encausar un correcto análisis sobre lo
que debe entenderse por bien jurídico en materia de
genocidio, es necesario mencionar que existen
distintas posturas al respecto. Por un lado, están los
que sostienen que nos encontramos frente a un bien
jurídico colectivo, es decir que son los miembros de
los grupos humanos, el objeto principal del ataque, y
por tanto es lo que se va a proteger. Por otro lado,
están los que consideran que se trata de un bien
jurídico individual, donde la protección está dada no
al grupo como tal, sino a las personas individuales
pertenecientes al mismo. Por último está la postura
que sostiene que el bien jurídico del genocidio, es
pluriofensivo, porque lo que se protege según esta
posición es tanto al grupo como colectividad, como
también a los individuos que conforman esta
colectividad.
La mayoría de la doctrina entiende que el
bien que se protege en el delito de genocidio es un
bien colectivo, porque como bien lo indica Gil Gil, lo
que se protege en este delito es la existencia de
determinados grupos humanos, cuyo objetivo no sería
nunca la persona física, sino el grupo como
colectividad (Gil Gil, “Los crímenes” ob. cit., p.
257).
Sobre este punto, la doctrina española ha
definido al genocidio como el conjunto de actos

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consistentes en la privación de cualquiera de los
derechos elementales de la persona humana, realizados
con el propósito de destruir total o parcialmente una
población o sector de una población, en razón a sus
vínculos raciales, nacionales, religiosos o étnicos. A
pesar de lo que pueda sugerir una primera visión
superficial, el delito de genocidio no protege
directamente bienes jurídicos individuales, aunque
éstos se ven claramente protegidos de forma indirecta,
sino que protegen, un bien jurídico supraindividual o
colectivo, que se puede definir como la existencia o
supervivencia de todos y cada uno de los grupos
raciales, nacionales, religiosos o étnicos, entendidos
éstos como unidad social (Sánchez Feijoo, ob. cit., p.
124-129).
Otro aspecto muy importante a analizar, para
poder entender si estamos frente a bienes jurídicos
colectivos o individuales, es que no se debe
identificar al genocidio en sentido jurídico-penal,
con una masacre o la eliminación de un gran número de
personas, ya que en la medida que esas conductas no
estén encaminadas a eliminar un grupo con determinadas
características raciales, nacionales, religiosas o
étnicas, se tratará de conductas que causan gran
alarma social, pero que, desde el punto de vista
penal, están tipificadas entre los delitos que
protegen bienes jurídicos individuales.
En este sentido, un Estado o una organización
criminal que se dedique a eliminar un sector de la
población, no es un Estado u organización genocida, en
la medida en que entre sus objetivos no se encuentre
la destrucción de uno de los grupos relevantes a
efectos de este. El aspecto cuantitativo resulta
dogmáticamente intrascendente a los efectos de la
caracterización de un hecho como un hecho típico de
genocidio (Pignatelli y Meca, “Sobre las diferencias
del genocidio y los crímenes de lesa humanidad”, en
Revista española de Derecho Militar, julio/diciembre,
1994, núm. 64, p. 91).

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Sin embargo, aunque la gran mayoría de la


doctrina, sostiene que lo que se protege, es al grupo
en sí, y que por lo tanto el bien jurídico es
colectivo, hay otros autores, como Ollé Sesé, que
acepta una postura intermedia, y sostiene que la
protección es tanto para la existencia, permanencia o
supervivencia de los grupos referidos en el tipo, como
también, aunque de forma indirecta, para los bienes
jurídicos individuales, que son lesionados mediante
las conductas comisivas (Ollé Sesé, ob. cit., p. 476).
En definitiva, conforme lo que estuve
diciendo, se puede concluir que el bien jurídico que
se pretende proteger con el delito de genocidio, no es
otro que el derecho que tienen los grupos humanos a su
existencia, y es obvio que cuando se habla de grupos
humanos se habla del grupo como parte de un todo, en
el cual, los individuos de manera aislada no
conformarían dicho grupo. Es por esto que el delito de
genocidio no protege al individuo en sí, pues para
ello ya existen otros tipos penales, cuyo bien
jurídico es meramente individual. El genocidio, lo que
busca y para lo que fue creado, es sin duda, para la
protección de grupos humanos enteros.
A medida que se exploró en el correcto lugar
sistemático que debe ocupar el concepto de
“genocidio”, creemos –a decir verdad- no estar frente
a un concepto que tenga demasiados condimentos
jurídicos. Pues a pesar de su idea básica jurídico-
legislativa, la misma idea que lo concibe, más bien es
cultural. Obsérvese como, del sondeo histórico
ensayado en el presente, y de los tantos que suelen
hacerse, “algunos” de esos “fenómenos” (ya se dijo que
Feierstein habla también de fenómenos en páginas 31 y
73 por mencionar algunas), vistos bajo el prisma
social y el de la globalización; terminan siendo
estimados (o pensados) bajo ese rótulo (el del
genocidio). Es decir, éste es un concepto que –además-
en su exégesis se encontraría, como se viene diciendo,

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pensado a partir de la gran influencia de los factores
culturales y políticos.
En esa línea, es decir, “pensar en genocidio”
implica pensar en un concepto solo y sin otro en su
especie, en el que inseparablemente la operación
deductiva tradicionalmente “influida” nos permitirá
modelar o definir los contornos del concepto, incluso
pensar en disponer el orden de los conocimientos
empíricos, etc., pero con el riesgo –si equivocamos la
forma de pensar y reflexionar- de desarrollar una
tarea banal, pues “la verdad es que no habremos hecho
nada de nada, que ni siquiera habremos empezado a
“pensar”, filosóficamente hablando, mientras no
hayamos meditado seriamente en el siguiente enunciado:
pensemos lo que pensemos (y más si todavía si se trata
de política) después de cincuenta años, tenemos que
pensar en un “después de Auschwitz…”, el subrayado es
nuestro (Christian Delacampagne, ob. cit. pág. 54).
También Daniel Feierstein “piensa” –en algún punto- de
esta manera, al referirse a las discusiones
conceptuales y titular ese capítulo como “pensando más
allá de derecho” (Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…, ob. cit. pág. 57).
Conclusiones como ésta, nos hacen “pensar” en
los fenómenos históricos y procesos “simbólicos”
(Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág.
72) que quedaron a nuestras espaldas, es decir,
ciertas manifestaciones de los poderes estatales donde
hasta los ordenamientos jurídicos no son normales y
donde todo es posible (o sea, la barbarie). Las
desapariciones físicas de los “seres inferiores”
(Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. 73) también son
simbólicas: “las relaciones que dichos cuerpos
encarnaban, sin embargo, podrían ser reproducidas en
otros cuerpos, y el ciclo podría iniciarse nuevamente.
Sin embargo su “desaparición simbólica” intenta
clausurarlo. Esos cuerpos no solo no existen sino que
en verdad “nunca existieron”. Esta operatoria es lo
que hemos denominado como “realización simbólica” de

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la materialidad genocida, equivalente de la


“realización” operada con la venta en la circulación
de mercancías” (Feierstein Daniel, “El Genocidio….,
Ob. Cit., p. 248).
Obsérvese incluso, seguidamente, como puede
llevarse más allá de las interpretaciones
tradicionales el concepto que analizamos. Giorgio
Agamben –citado páginas atrás- habla de estos
incidentes extraordinarios, como el “estado de
excepción” y la nula chance de “mediación” en una
“vida vegetativa”, y pone de relieve que: “como tal,
deberíamos admitir, entonces, que nos encontramos
potencialmente en presencia de un campo cada vez que
se crea semejante estructura, independientemente de la
entidad de los crímenes que se han cometido y
cualquiera sea la denominación y topografía
específica. Será un campo tanto el estadio de Bari en
el cual en 1991 la policía italiana amontonó
provisionalmente a los inmigrantes clandestinos
albaneses antes de enviarlos de nuevo a su país, como
el velódromo de invierno en el cual las autoridades de
Vichy recogieron a los judíos antes de entregarlos a
los alemanes, como el campo de refugiados junto a la
frontera con España en cuyas cercanías murió en 1939
Antonio Machado, como las zones d´attente en los
aeropuertos internacionales franceses en las cuales se
detiene a los extranjeros que piden el reconocimiento
del estatuto de refugiado (…) el estado de excepción,
que era esencialmente una suspensión temporal del
ordenamiento, se convierte ahora en una nueva y
estable disposición espacial…”
(http://www.elcultural.com/eva/literarias/agamben/port
ada1.html). Cabe destacar aquí el reconocimiento que
Feierstein hace en su obra para Agamben (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág. 105).
Compartiendo desde la óptica de los procesos sociales,
Zaffaroni entenderá que: “desde tiempos inmemoriales
se inventan los enemigos que se sacrifican, que luego
se inventa un nuevo enemigo y se produce un nuevo

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sacrificio, que es más clara y dramáticamente notorio
a medida que la civilización moderna se planetariza y
avanza la tecnología y cada nuevo sacrificio importa
nuevos homicidios masivos, en forma de genocidio o de
crímenes de guerra con efectos colaterales o bajo
otros eufemismos” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit.
60)
Claramente lo que nos enseña en un extremo el
autor (que “piensa” en función de campos de
exterminio”), es que sobre el funcionamiento
deficiente de las políticas o sistemas que gestionan
los conflictos que se presenten en algunas sociedades,
pueden darse interpretaciones en sentido amplio del
concepto.

El genocidio en el derecho internacional.


Diferencias entre el ilícito internacional y el delito
internacional.
Antes de ingresar al estudio del genocidio en
el Derecho Penal Internacional, es muy importante
hacer una diferenciación precisa entre el ilícito
internacional y el delito internacional (también
llamado crimen internacional), pues aunque pareciere
no tener mucha importancia es decisivo en el estudio
de la materia.
Cuando hablamos de un ilícito penal nos
estamos circunscribiendo al campo del Derecho
Internacional. Los sujetos que son pasivos de las
sanciones son los Estados, y estas sanciones conllevan
solo la reparación ante la norma internacional
infringida, a diferencia de lo que ocurre en el
Derecho Penal Internacional (se entiende por Derecho
Penal Internacional al conjunto de todas las normas de
Derecho Internacional que establecen consecuencias
jurídico-penales. Se trata de una combinación de
principios de Derecho Penal y de Derecho
Internacional. El principio de responsabilidad
individual y de reprochabilidad de una determinada
conducta proviene del Derecho Penal, mientras que las

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clásicas figuras penales, en su calidad de normas


internacionales, se deben clasificar formalmente como
Derecho Internacional), pues aquí no se refiere a un
simple ilícito que no tiene consecuencias penales,
sino que estamos frente a un delito con todo lo que
este implica, el cual acarrea sanciones para los
individuos, es decir para las personas físicas que han
cometido delitos o crímenes internacionales. Los
mecanismos de represión aquí son otros.
Esta diferencia se puede evidenciar de manera
más clara en las normas jurídicas que forman parte del
universo del Derecho Internacional. En lo que respecta
al genocidio, la Convención sobre la Prevención y
Sanción de este delito establece la responsabilidad
sólo para los Estados que hayan incumplido normas de
carácter internacional, y no así para los individuos,
pues como se explicó, el establecimiento de la
responsabilidad penal para las personas físicas le
corresponde al Derecho Penal Internacional (Barbero,
Natalia, El Derecho Internacional Penal y el Delito de
Tortura, tesis doctoral presentada ante la UNED, 2010,
p. 88).
Con el surgimiento en el ámbito del Derecho
Penal Internacional de los diferentes tribunales,
tales como el de Núremberg y Tokio, los Tribunales
Penales para la ex Yugoslavia y Ruanda (su
funcionamiento será tratado más adelante), y
posteriormente con la creación de la Corte Penal
Internacional, fue que se estableció la imputación de
la responsabilidad individual, a las personas físicas
que hayan infringido normas internacionales y por ende
hayan cometido delitos internacionales penalmente
perseguidos y castigados.
Sobre este punto de manera muy acertada
Barbero establece que: “La labor de los Tribunales
Penales Internacionales confirmó al individuo en su
posición de sujeto de Derecho Internacional, ya que
pasa a ser responsable de manera personal e individual
frente a la Comunidad Internacional. En Derecho

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Internacional, hasta el nacimiento del Derecho Penal
Internacional que podría darse por iniciado a partir
de los juicios de Núremberg, se reconocía de manera
muy limitada la condición de sujeto de la persona
física. Los principales sujetos eran los Estados y la
consecuencia normal del incumplimiento de una norma
internacional era la responsabilidad internacional del
Estado, lo que continúa siendo así, pero se agrega la
responsabilidad penal internacional del individuo, que
vino a vincular directamente a este con el Derecho
Internacional”. De igual forma la mencionada autora
establece que “dentro del ámbito de la responsabilidad
internacional, se distingue entre la responsabilidad
de los Estados por los “ilícitos internacionales”
cometidos y la responsabilidad de los individuos por
los “delitos” o “crímenes internacionales” por los que
deben responder penalmente. El aspecto más relevante
de esta nueva rama del Derecho Internacional llamada
Derecho Penal Internacional, es justamente el
reconocimiento del ser humano como sujeto, consagrando
derechos, obligaciones y sanciones individuales, que
derivan directamente del ordenamiento jurídico
internacional” (Barbero, ob. cit., p. 89 y ss).

El genocidio en la jurisdicción penal


internacional. Tribunales internacionales de
Núremberg, Tokio, Yugoslavia, Ruanda. La Corte Penal
Internacional.
El término genocidio fue utilizado por
primera vez en los juzgamientos llevados a cabo por el
Tribunal de Núremberg, donde las potencias vencedoras
juzgaron a los vencidos como culpables de los crímenes
que posteriormente se establecieron en este Tribunal.
Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial
en 1942, los gobiernos de las potencias aliadas
anunciaron su determinación de castigar a los
criminales de guerra nazis. El 17 de diciembre de
1942, los líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña, y
la Unión Soviética, hicieron pública la primera

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declaración colectiva que reconoció el exterminio


masivo de los judíos y resolvió procesar a los
responsables por la violencia contra los civiles.
La Declaración de Moscú de octubre de 1943,
firmada por el Presidente estadounidense Franklin D.
Roosevelt, el Primer Ministro inglés Winston
Churchill, y el Líder Soviético Josef Stalin, afirmó
que en la ocasión de un armisticio, las personas
consideradas responsables de crímenes de guerra serían
mandadas al país en el cual los crímenes habían sido
cometidos, y ahí juzgados según las leyes de la nación
interesada. Los grandes criminales de guerra, cuyos
crímenes no podían ser asignados a ningún lugar
geográfico, serían castigados por decisiones tomadas
en conjunto por los gobiernos aliados. Los juicios más
conocidos de la posguerra ocurrieron en Núremberg,
ante jueces que representaban las potencias Aliadas
(Jiménez de Asúa, Luis, Tratado de Derecho Penal, Tomo
II, Losada, Buenos Aires, 1964, p. 1196).
Los oficiales nazis de alto rango fueron
procesados en el juicio del Tribunal Militar
Internacional de Núremberg, entre el 18 de octubre de
1945 y el 1 de octubre de 1946. El TMI procesó a los
veintidós principales criminales de guerra por
conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de
guerra, y crímenes contra la humanidad. Doce de los
acusados fueron condenados a muerte, entre ellos Hans
Frank, Hermann Goering, Alfred Rosenberg, y Julius
Streicher. El Tribunal condenó tres a cadena perpetua,
y cuatro a condenas de diez a veinte años. Tres fueron
absueltos (Feierstein, Hasta que la muerte…..., ob.
cit., p.26).
El término genocidio, como lo indica
Folgueiro, tuvo su primera aparición en el marco de
estos juicios. Los primeros imputados fueron acusados
por genocidio en el contexto de las imputaciones por
la comisión de crímenes contra la humanidad y crímenes
de guerra. Se imputó a los responsables haber llevado
a cabo un deliberado y sistemático genocidio, y haber

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exterminado grupos nacionales, religiosos y raciales.
La acusación incluyó el haber llevado adelante
prácticas genocidas contra los judíos, como
persecuciones sistemáticas, privación de libertad,
encierro, asesinato y maltrato (Feierstein, Hasta que
la muerte…..., ob. cit., p. 27).
El representante de Francia afirmó que los
enjuiciados estaban involucrados en el exterminio
sistemático de millones de seres humanos, y más
específicamente de grupos nacionales y religiosos,
cuya existencia obstaculizaba la hegemonía alemana. Se
calificó a este hecho como un crimen monstruoso que no
fue visto como posible a lo largo de toda la era
cristiana, hasta el advenimiento del hitlerismo y para
el cual tuvo que acuñarse un nuevo término
“genocidio”. De igual modo el representante del Reino
Unido afirmó que el genocidio no se restringió al
exterminio del pueblo judío. Indicó que fue aplicado
de diferentes formas en Yugoslavia, contra los
habitantes no germanos de los territorios de Alsacia y
Lorena, contra el pueblo de los Países Bajos y
Noruega. Concluyó que las técnicas por las cuales se
desarrolló el genocidio, varió de nación a nación, de
pueblo a pueblo, pero que el objetivo a largo plazo
fue el mismo en todos los casos, destruir a los grupos
antes mencionados (Feierstein, Hasta que la muerte...,
ob. cit., p. 27).
Si bien es cierto que fue el Tribunal de
Núremberg el primer antecedente para la creación de
la figura de genocidio, pues fue allí que comenzó a
perfilarse este crimen, en el contexto de este
juzgamiento el genocidio no se vislumbraba como una
categoría autónoma separada de los crímenes de guerra
o de los crímenes contra la humanidad, como se
explicó, aunque algunos de los representantes de los
Estados que participaron en dicho Tribunal, tal es el
caso de Francia y del Reino Unido, se refirieron al
genocidio, como lo indica el acta de acusación del 8
de octubre de 1945, donde se estableció que los

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acusados se habían entregado al genocidio deliberado y


sistemático (Blanc Altemir, ob. cit., p. 172), en la
sentencia del mencionado Tribunal no existió una
condena por este crimen. Los acusados fueron
condenados por la comisión de crímenes contra la
humanidad y no por genocidio, esto se evidencia de
manera más clara en el Estatuto del Tribunal de
Núremberg, pues en el Capítulo II, artículo 6, se
establece, la competencia del Tribunal. Aquí se habla
de tres categorías de crímenes que son: crímenes
contra la paz, el cual incluye también el delito de
conspiración, crímenes de guerra y crímenes contra la
humanidad, nada dice respecto del genocidio (Blanc
Altemir, ob. cit., p 177).
La creación de este Tribunal, fue de una
excepcional ayuda en lo que respecta a juzgamientos
posteriores, pues sentó bases muy sólidas para la
aplicación de los principios establecidos por su
jurisprudencia. Dentro de estos, los que tuvieron más
trascendencia e importancia fueron: El principio que
estableció qué eran los crímenes contra la humanidad y
cómo se debería entender el delito exactamente, y el
que determinó la responsabilidad individual de los
culpables de la comisión de dichos crímenes, sobre el
cual el tribunal sostuvo que, ya ha sido reconocido
que las normas internacionales imponen obligaciones y
responsabilidades sobre los individuos y sobre los
Estados. Los individuos pueden ser penados por
violaciones a las normas internacionales. Los crímenes
contrarios a estas normas son cometidos por hombres,
no por entidades abstractas, y sólo castigando a los
individuos que cometen tales crímenes se pueden hacer
efectivas las normas internacionales (Barbero,
Natalia, Autoría y Participación en el Derecho Penal
Internacional, (Rev. DP - Donna), Ed. Rubinzal-
Culzoni, Bs.As., 2005-1).
Por último está, el principio que sostuvo que
no se iba a aceptar como eximente la obediencia de una
orden superior para la impunidad de los culpables.

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Este fue un tema bastante discutido, pues muchos de
los juzgados por la comisión de estos crímenes la
plantearon como defensa.
Sobre este proceso se puede decir que para
muchos autores, marcó la apertura de una nueva época,
respecto al nuevo Derecho Internacional Humanitario.
El Tribunal de Núremberg significó un
importante avance en la historia de los derechos
humanos, pues, abrió paso a la idea de que hay
derechos universales del hombre que ningún gobierno
puede pisar libremente, sea en tiempos de guerra o de
paz, sea en contra de sus propios ciudadanos o los de
otra nación, y que tales conductas constituyen
delitos.
De igual forma, el Tribunal de Núremberg
definió claramente los crímenes contra la humanidad,
puso en relación este concepto, con el de derechos
humanos y creó las condiciones en el derecho penal,
para que los criminales responsables de violaciones
masivas de derechos humanos que constituyen delitos
pudiesen ser juzgados sobre un fundamento jurídico
preciso (Sánchez Vidal la Rosa, María Delfina,
PrincipiosdelTribunaldeNúremberg,www.teleley.com/artíc
ulos).Tribunal de Tokio (Ver Castillo Daudí, Mireya,
Responsabilidad penal de los individuos ante los
Tribunales Internacionales, Tirant lo Blanch,
Valencia, 2007).
Cuando concluyó la guerra en Asia, el 15 de
agosto de 1945, el ejército de los Estados Unidos
ocupó la totalidad de Japón y gran parte de las
antiguas colonias asiáticas de este país. Desde ese
momento se inició la persecución y detención de los
altos miembros del Estado y Ejército nipón. En
paralelo con el Juicio de Núremberg, se constituyó un
Tribunal Militar Internacional, para el Lejano
Oriente, con el fin de juzgar a los imputados de los
crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Al igual que sucedió con el Tribunal de Núremberg, el
de Tokio se creó para castigar a los responsables de

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llevar adelante crímenes tan aberrantes, que no podían


quedar sin castigo.
El Tribunal estuvo compuesto por un panel de
jueces elegidos entre los países victoriosos de la
guerra y también los aliados. Estos países fueron: los
Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña, Francia, los
Países Bajos, China, Australia, Canadá, Nueva Zelanda,
India y las Filipinas. El Tribunal se constituyó por
primera vez el 3 de agosto de 1946 en Tokio, y fue
disuelto después de cumplir su labor el 12 de
noviembre de 1948.
En lo que respecta al tribunal de Tokio,
presentó algunas diferencias con el de Núremberg, que
sería importante destacar solo a modo de contexto, ya
que tampoco hubo en Tokio condenas por genocidio.
Este tribunal se creó mediante la Declaración
del Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas en el
extremo Oriente, el 19 de enero de 1946. Aquí
encontramos la primera diferencia, puesto que el
Tribunal de Núremberg, fue creado mediante un Tratado
Internacional y el Tribunal de Tokio a través de una
orden ejecutiva. Por otro lado, el Estatuto del
Tribunal de Tokio era muy parecido al de su antecesor
(Tribunal de Núremberg), en cuanto a la definición de
los crímenes a enjuiciar, que eran crímenes contra la
paz, crímenes de guerra y crímenes contra la
humanidad, sin embargo este Estatuto incorporó una
serie de adaptaciones que respondían al deseo de
atender a las críticas que ya se habían dirigido al
anterior texto, y sobre todo, a la necesidad de tener
más en cuenta al conjunto de los países aliados. Por
ello, la organización del Tribunal era diferente, ya
que a pesar de que los Estados Unidos eran
prácticamente la única potencia que ocupaba
militarmente Japón, el banquillo de los jueces estaba
representado por los once Estados frente a los que
Japón había declarado la capitulación.
De igual forma aún con las críticas que
recibieron, tanto el Tribunal de Núremberg como el de

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Tokio, los principios establecidos por ellos fueron
aceptados de manera general, por la Asamblea General
de las NU, la cual, mediante Resolución 95(I),
confirmó los principios de Derecho Internacional
reconocidos por el Estatuto y por las sentencias del
Tribunal de Núremberg.
Como se puede evidenciar las bases sentadas
por estos dos Tribunales representaron un cambio
sustancial en la materia, pues era la primera vez que
se distinguía entre crímenes contra la paz, crímenes
de guerra, y crímenes contra la humanidad, pudiendo
ser acusados los individuos aún cuando alegaran haber
actuado como funcionarios del Estado. Es importante
concluir hasta aquí que en el contexto de estos
juzgamientos no existieron condenas por genocidio.

Tribunal Penal para la ex Yugoslavia.


Luego de la creación de los Tribunales
Militares Internacionales de Núremberg y Tokio, se
crearon Tribunales Ad Hoc. La finalidad más importante
de estos Tribunales era la de perseguir y enjuiciar a
los principales responsables de violaciones masivas de
derechos humanos. Entre ellos, los más importantes
fueron los Tribunales para la ex Yugoslavia y para
Ruanda.
Yugoslavia surgió como un Estado al final de
la Segunda Guerra Mundial, inspirado en principios
federativos y democráticos. Tras la muerte del
Mariscal Tito, en 1980, artífice de la unión de los
territorios de Eslovenia, Croacia, Bosnia Herzegovina,
Montenegro, Serbia, Macedonia y las provincias
autónomas de Kosovo y Vojvodina, salieron a la luz,
viejas discrepancias étnicas y religiosas entre las
distintas Repúblicas. Este conflicto se agudizó por
problemas económicos, producidos tras la caída del
muro de Berlín en 1989 y la posterior disolución del
Pacto de Varsovia.
Luego de estos sucesos, se iniciaron pugnas
étnicas internas que derivaron en un proceso de

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escisión del territorio yugoslavo, iniciado con la


declaración de independencia, por parte de Croacia y
Eslovenia, el 25 de junio de 1991, debido
principalmente al temor que causaba el mensaje
ultranacionalista de los líderes serbios, al mando de
Slobodan Milosevic.
El conflicto se agravó en marzo de 1992,
cuando los ciudadanos de Bosnia-Herzegoviana se
pronunciaron en un referéndum a favor de su
independencia de la República Federal. Esta posición,
no fue aceptada por el denominado “Parlamento del
Pueblo serbio” (constituido por los bosnios de la
etnia serbia), que proclamaban a su vez la
independencia de la “República Serbia, de Bosnia-
Herzegoviana”, con la pretensión de separarse de la
nueva República de Bosnia-Herzegovina y unirse con
todos los serbios de la antigua Yugoslavia, para dar
vida a la “Gran Patria Serbia”, viejo ideal de este
grupo étnico-religioso.
Con este mismo propósito, los serbios (que
para abril de 1992 ya habían constituido una nueva
República Federal de Yugoslavia, integrada por los
territorios de Serbia y Montenegro) iniciaron un
proceso de purificación étnica, que incluyó:
ejecuciones masivas, desapariciones forzadas de
personas, torturas, tratamientos crueles, inhumanos y
degradantes, detenciones arbitrarias, violaciones
sistemáticas, embarazos y prostitución forzadas de
mujeres, entre otros.
Para finales de 1992, había alrededor de
50.000 muertos, 2 millones de desplazados y
refugiados, al mismo tiempo que Serbia ocupaba el 70%
del territorio yugoslavo (Salmón, Elizabeth y García,
Giovanna, Los tribunales internacionales que juzgan
individuos: el caso de los tribunales ad-hoc para la
ex-Yugoslavia y Rwanda y el Tribunal Penal
Internacional como manifestaciones institucionales de
la subjetividad internacional del ser humanos,
Palestra, Lima, 2007).

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Estatuto del Tribunal de Yugoslavia.
A raíz de todos los horrores cometidos, se
creó en 1993, en virtud de la Resolución 827 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del 25 de
mayo de 1993, el Tribunal Penal Internacional Para la
ex Yugoslavia, con la finalidad de perseguir a las
personas responsables de tan graves violaciones del
Derecho Internacional Humanitario cometidas en la ex
Yugoslavia desde 1991.
La misión de este Tribunal era: Juzgar a los
presuntos responsables de violaciones del Derecho
Internacional Humanitario; Procurar justicia a las
víctimas; Evitar crímenes futuros; Contribuir a la
restauración de la paz, promoviendo la reconciliación
en la ex Yugoslavia.
El Estatuto Penal Internacional para la ex
Yugoslavia está compuesto por 34 artículos, de los
cuales se desprende todo el ámbito de actuación del
mismo.
El artículo 1.- establece el ámbito de
competencia temporal que tendrá este Tribunal, la cual
está delimitada a todas las violaciones del Derecho
Internacional Humanitario, cometidas en todo el
territorio de la ex Yugoslavia a partir del año 1991
(Art. 1, Estatuto, TPIY).
Del artículo 2 al artículo 5, se establece la
competencia en razón de la materia, y es así, que el
Estatuto enumera cuáles serán los actos que el
Tribunal tendrá la competencia de juzgar (Arts. 2 a 5,
Estatuto, TPIY); Infracciones a la Convención de
Ginebra (art. 2); Violaciones a las prácticas o leyes
de guerra (art. 3); Genocidio (art. 4); Crímenes de
Lesa humanidad (art. 5).
El artículo 6 establece que el Tribunal tiene
competencia con respecto a las personas físicas, y de
igual forma el artículo 7 indica, cuales son los
supuestos en los que se estará ante una

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responsabilidad individual (Arts. 6 y 7, Estatuto,


TPIY).
El artículo 8 habla de la competencia en
razón del tiempo y esta abarca desde el 1ero. de enero
de 1991 en adelante. De acuerdo con la Resolución Nro.
827, del 25 de mayo de 1993, dicha fecha se extenderá
hasta aquella que determine el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas (Art. 8, Estatuto, TPIY).
Por otra parte el artículo 10 establece uno
de los principios más importantes en materia penal, el
Non bis in ídem, el cual explica que nadie va poder
ser llevado ante una jurisdicción nacional por hechos
que constituyan graves violaciones del Derecho
Internacional Humanitario, si ya ha sido juzgado por
estos mismos hechos en un juicio internacional (Art.
10, Estatuto TPIY).
No obstante ahora, es necesario profundizar
en el artículo 4 del mismo (que trata sobre el
genocidio). Analizando, cómo este fue normado y
aplicado en las sentencias que este Tribunal dictó
posteriormente.
El genocidio, como delito tipificado en el
Estatuto, establecía que el Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia tenía competencia
para poder juzgarlo y lo definía en su artículo 2, de
la siguiente manera (Art. 4, Estatuto TPIY):
1. El Tribunal Internacional tiene
competencia para perseguir a las personas que hayan
cometido genocidio, tal cual está definido en el
párrafo 2 del presente artículo, o cualquiera de los
actos enumerados en el párrafo 3 del mismo.
2. Se entiende por genocidio cualquiera de
los siguientes actos cometidos con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso en cuanto a tal: a)
Asesinato de miembros del grupo; b) Graves atentados
contra la integridad física o psíquica de los miembros
del grupo; c) Sometimiento intencionado del grupo a
condiciones de existencia que conlleven su destrucción

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física total o parcial; d) Medidas para dificultar los
nacimientos en el seno del grupo; e) Traslados
forzosos de niños del grupo a otro grupo.
3. Los siguientes actos serán castigados: a)
El genocidio; b) La colaboración para la comisión de
genocidio; c) La incitación directa y pública a
cometer genocidio; d) La tentativa de genocidio; e) La
complicidad en el genocidio.
De las críticas suscitadas en torno a la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de
genocidio, en cuanto a la tipificación del mismo, una
de las más importantes tenía que ver con el carácter
restrictivo del tipo en cuestión, pues este protegía a
determinados grupos, dejando por fuera de esta
protección otros muy importantes, tales como el grupo
político.
Sin embargo, aún con estas críticas el
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia,
tomó el concepto de genocidio para incorporarlo en su
Estatuto, tal cual se encontraba normado en dicha
Convención, sin atender ni dar respuesta a los
problemas que se planteaban en ella.

Sentencias del Tribunal de Yugoslavia.


Las sentencias dictadas en los procesos que
se sucedieron en el marco del Tribunal, fueron de gran
ayuda e importancia para la clarificación de lo que
hoy se entiende por genocidio, qué elementos lo
componen y cómo debería ser su correcta
interpretación.
El Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia condenó a 52 ex funcionarios de gobierno y
oficiales militares de ambas partes en el conflicto
(www.trial-ch.org).
Entre las sentencias más destacadas,
encontramos las de los casos Jelisic (Fiscalía v Goran
Jelisic) y Kristec (Radislav Krstić, nacido el 15 de
febrero de 1948 en Vlasenica Bosnia y Herzegovina
(Yugoslavia) fue el Jefe de Personal y Comandante

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Adjunto del Cuerpo del Drina del Ejército de la


República Srpska (VRS) (el ejército serbio de Bosnia),
desde octubre de 1994 hasta el 12 de julio de 1995.
Fue ascendido al rango de General en junio de 1995 y
asumió el mando del Cuerpo del Drina, el 13 de julio
de 1995. En 1998 Krstić fue acusado de crímenes de
guerra por el Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia en La Haya en relación con la matanza de
8.100 hombres y niños bosnios el 11 de julio, de 1995,
durante la masacre de Srebrenica, la mayor matanza en
masa en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. El 2
de agosto de 2001, Krstić se convirtió en el primer
hombre declarado culpable de genocidio por el
Tribunal, y fue condenado a 46 años de prisión. Fue la
tercera persona en haber sido condenada por genocidio
en los términos de la Convención para la Prevención y
la Sanción del Delito de Genocidio de 1948. En la
apelación, su condena como ejecutor de genocidio fue
anulada, sin embargo, la Corte de Apelaciones confirmó
la acusación como ayudante y colaborador del
genocidio, www.icrc.org) las cuales sentaron un
precedente muy importante en lo que respecta al
análisis del elemento de la intencionalidad del
genocidio. Tanto Jelisic como Kristec, fueron acusados
ante el Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia por la comisión de genocidio y otros
crímenes, como crímenes de guerra y crímenes contra la
humanidad.
En lo que respecta al caso Jelisic, la Sala
de Primera Instancia para el Tribunal de la ex
Yugoslavia declaró que en este caso el individuo no
era culpable de genocidio, pues no compartía la
intención genocida, es decir uno de los elementos
indispensables para la configuración de este crimen.
Sobre el mismo punto el Tribunal sostuvo que la
intención genocida no se presume sino que hay que
acreditarla caso por caso (Bollo Arocena, María
Dolores, ob. cit., p. 114).

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El genocidio, a juicio del Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia en el caso
Jelisic, se caracterizó por dos elementos: el
material, constituido por la comisión de alguno de los
actos enunciados en el parágrafo 2 del art. 4 de su
Estatuto, que reitera el contenido del art. 3 de la
Convención para la Prevención y la Sanción del Delito
del Genocidio; y el psicológico, esto es, la expresa
intención en quien perpetra el acto de destruir en
todo o en parte a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso. Para que este elemento se configure, es
necesario que la víctima pertenezca a uno de dichos
grupos, y que el imputado haya cometido el crimen como
parte de un plan tendiente a destruirlo. Es decir que
lo que interesa en la víctima es su pertenencia al
grupo y es en razón de ella, que es escogida por quien
lo comete. Por ello el Tribunal consideró que la
intención de Jelisic fue oportunista e inconsistente,
matando arbitrariamente más que con la clara intención
de destruir un grupo, por lo cual, se desestimó el
cargo de genocidio, aún cuando se lo encontró culpable
de violaciones de las leyes o usos de guerra y
crímenes de lesa humanidad (Posse Gutiérrez,
Hortensia, La contribución de la jurisprudencia de los
Tribunales Penales Internacionales a la evolución del
ámbito material del Derecho Internacional Humanitario,
los crímenes de guerra, los crímenes de lesa humanidad
y el genocidio, www.icrc.org).
Por otra parte en lo que respecta a la prueba
de la intención genocida, en este mismo caso, el
Tribunal tomó en consideración el número de víctimas,
y señaló que la destrucción del grupo como tal puede
afectar a una parte numéricamente importante del grupo
o a un número más limitado de personas, pero
especialmente relevantes. Este elemento será analizado
en profundidad por las sentencias dictadas en el
Tribunal de Ruanda (Caso Akayesu).
Estos fallos han aportado importantes
elementos y definiciones para la demostración del

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delito de genocidio, tal es el caso de los elementos


materiales y psicológicos del mismo. La jurisprudencia
del Tribunal adoptó una posición exegética al
establecer que los hechos de genocidio no solo deben
encajar perfectamente con el actus reus del tipo
penal, sino que también deben contar con el dolus
specialis, es decir, que tales actos tienen que tener
la intención de destruir total o parcialmente a un
grupo nacional, étnico, racial o religioso
determinado.
Esto se ve reflejado de mejor manera en los
fallos dictados por la Corte Internacional de
Justicia, basados en los procesos llevados adelante
por el Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia. En dicho fallos la CIJ estableció que si
bien existieron una serie de matanzas en las zonas más
importantes de Bosnia, como ser Saravejo, Drina River,
Valley y otras, por la evidencia presentada se
demuestra que las víctimas en su mayoría eran miembros
de un grupo protegido. Pero la Corte no estuvo
convencida de que pudiera ser probado de manera
concluyente que existió el elemento de la
intencionalidad por parte del perpetrador de acabar
con el grupo jurídicamente protegido. Para la Corte,
se puede estar frente a crímenes de lesa humanidad
pero no frente a un genocidio. Caso contrario a lo que
ocurrió en las zonas de Bosnia-Herzegovina, en las
cuales la Corte Internacional de Justicia, no pudo
encontrar indicios para la existencia del genocidio,
fue lo que ocurrió en Screbenica (La Masacre de
Srebrenica consistió en el asesinato de
aproximadamente unos 8.000 musulmanes bosnios en la
región de Srebrenica, en julio de 1995, durante la
Guerra de Bosnia. Dicho asesinato masivo, llevado a
cabo por unidades del Ejército de la República Srpska,
el VRS, bajo el mando del general Ratko Mladić, así
como por un grupo paramilitar serbio conocido como
“Los Escorpiones”, se produjo en una zona previamente
declarada como "segura" por las Naciones Unidas, ya

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que en ese momento se encontraba bajo la “protección”
de cuatrocientos cascos azules holandeses. Aunque se
buscó especialmente la eliminación de los varones
musulmanes bosnios, la masacre incluyó el asesinato de
niños, adolescentes, mujeres y ancianos, con el
objetivo de conseguir la limpieza étnica de la ciudad)
en donde más de ocho mil musulmanes bosnios hombres,
fueron asesinados en 1995. La Corte se basó en las
sentencias dictadas por el TPIY, en el caso Krstic,
Randon Karadzic, Mladic. Con referencia a esto, el
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia
sostuvo que lo acontecido en Screbenica es un acto de
genocidio, ya que este hecho constituye el mayor
asesinato en masa ocurrido en Europa desde la Segunda
Guerra Mundial (Marqués, Gustavo Efrén, Comentario al
fallo pronunciado por la Corte Internacional de
Justicia el 14 de de febrero del 2007 con relación al
caso sobre la aplicación de la Convención para la
Prevención y Sanción del delito de Genocidio en el
asunto Bosnia-Herzegovina C. Serbia,
www.juridicas.unam.mix).
En lo que respecta al proceso seguido a
Krstic (TPIY, sentencia del caso "Fiscalía vs.
Krstic") el Tribunal Penal Internacional para la ex
Yugoslavia en la persona del juez Theodor Meron
sostuvo que: “Al tratar de eliminar a una parte de
los bosnios musulmanes, las fuerzas serbio-bosnias
cometieron genocidio. Ellas fijaron como objetivo, la
extinción de cuarenta mil bosnios musulmanes que
vivían en Srebrenica, un grupo que era emblemático de
los bosnios musulmanes en general. Despojaron a todos
los prisioneros musulmanes, tanto militares como
civiles, ancianos y jóvenes, de sus posesiones
personales e identificaciones, y los mataron
deliberada y metódicamente, únicamente sobre la base
de su identidad”. Aquí se ve claramente el elemento de
la intención o voluntad necesarios para la
configuración del delito de genocidio (TPIY, Alocución

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del Presidente del TPIY Theodor Meron, en el Monumento


Potocari, La Haya, 23 de junio del 2004).
Sobre la acusación hecha hacia Karadzic y
Ratko Mladic, el Tribunal hace referencia expresamente
a la campaña de limpieza étnica llevada a cabo por las
fuerzas serbio-bosnias como una forma de genocidio
(Posse, Gutiérrez, ob. cit., www.icrc.org), y
comprueba en el proceder de ambos acusados, los dos
elementos indispensables para la configuración del
genocidio, la materialización de los actos y la
intención de realizarlos.
Las sentencias dictadas por el Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia son sin duda un
aporte magnífico para establecer el alcance de los
elementos que configuran el delito de genocidio. Como
se explicó, el punto más importante abordado en ellas
fue que no solo se va a configurar este delito con la
realización de los actos que se encuentran
establecidos en el Estatuto de dicho Tribunal, sino
que también tendrá que existir la intención por parte
del perpetrador de cometerlo. Todo ello se desprende
de los procesos contra Jelisic, Krstic, Karadzic y
Ratko Mladic. El Tribunal Penal Internacional para la
ex Yugoslavia sentó bases importantes que
posteriormente fueron utilizadas en futuros
juzgamientos.
Tribunal de Ruanda.
Las graves violaciones a los derechos humanos
ocurridas en Ruanda en el año 1994, entre las cuales
se encontraban la comisión de crímenes contra la
humanidad y uno de los casos de genocidio más
sangrientos de la historia, dieron lugar a la creación
del Tribunal Penal Internacional para Ruanda, el cual,
al igual que el Tribunal para la ex Yugoslavia, tenía
la finalidad de juzgar y condenar a los culpables de
la comisión de tan crueles acciones.
La historia del conflicto en Ruanda se
remonta a muchos siglos atrás. Desde siempre lo tutsi
y los hutus, tuvieron diferencias muy marcadas que,

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junto con la intolerancia de ambos, fueron los
detonantes para desencadenar la matanza sangrienta
ocurrida en ese país.
En el siglo VI AC, los twas, pigmeos
cazadores, penetraron en las montañas boscosas de
Ruanda, y se instalaron allí de manera permanente. Un
milenio más tarde, agricultores hutus comenzaron a
llegar a la región y a establecerse de forma
sedentaria, conviviendo con los twas en paz. Cien años
después, granjeros tutsis llegaron a Ruanda
provenientes de los alrededores. Estos últimos también
se instalaron en la zona, y pasaron a formar parte
de una comunidad conformada por twas (cazadores),
hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos). La
convivencia entre las dos últimas etnias fue
simbiótica durante un tiempo, hasta que a partir del
siglo XVI los principales jefes tutsis iniciaron
campañas militares contra los hutus, acabando con sus
príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica,
cortaron los genitales y los colgaron en los tambores
reales buscando humillar a sus contrincantes y
recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los
tutsis (Buis, Emiliano, “La naturaleza interétnica del
conflicto armado y el concepto de genocidio en las
primeras sentencias del Tribunal Penal Para Ruanda”,
en Mas Derecho, Revista de Ciencias Jurídicas, Volumen
5, Buenos Aires, p. 339-365).
En el siglo XIX, se creó una casta militar y
social compuesta por tutsis que excluía también a los
hutus. La estructura clasista aumentó, cuando Ruanda
fue colonizada por Alemania (1897-1916), y luego por
Bélgica.
En 1934, los colonizadores belgas impusieron
un carnet étnico, que otorgaba a los tutsis mayor
nivel social y mejores puestos en la administración
colonial, lo que acabó institucionalizando
definitivamente las diferencias sociales.
La rivalidad entre los dos grupos se agudizó
con la creación, por iniciativa belga, de varios

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partidos políticos sobre bases étnicas: la Unión


Nacional Ruandesa (UNR), de tendencia antihutu, la
Unión Democrática Ruandesa (RADER), el Partido del
Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) y la
Avocación para la Promoción Social de las Masas
(Aprosoma) de orientación antitutsi.
A mitad del siglo XX, en 1958, un grupo hutu
de estudiosos reclamaban un cambio social, a lo que
los tutsis se negaron, declarando que los hutus
siempre fueron vasallos, y que no había razón para
confraternizar. Este podría señalarse como el
antecedente más importante que dio lugar a que los
hutus intentaran doblegar el poder de los tutsis, para
obtener una mejor división de las riquezas.
Un incidente, ocurrido el 1º de noviembre de
1959 entre jóvenes tutsis y uno de los líderes hutus,
se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en
la cual los hutus quemaron propiedades tutsis y
asesinaron a varios de sus propietarios.
La administración belga, durante dos años de
enfrentamientos de bajo nivel entre unos y otros,
contabilizó un total de 74 muertos, de los cuales, 61
eran hutus asesinados por nuevas milicias tutsis, que
pretendían acabar con el movimiento revolucionario, el
cual respondió con más fuerza ante la represión, y
durante los dos años siguientes, alrededor de 20.000
tutsis murieron asesinados.
En 1972 se produjeron unas terribles matanzas
en Burundi: trescientos cincuenta mil hutus fueron
asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente,
un sentimiento anti-tutsi por parte de la mayoría de
la etnia hutu en el interior de Ruanda. Desde la
independencia del país de Bélgica, sus líderes siempre
han sido hutus, dentro de una rivalidad étnica
agravada por la escasez de tierras y su débil economía
sustentada en la exportación de café.
En octubre de 1990 el Frente Patriótico
Ruandés, ideado por Tito Rutaremara, compuesto por
exiliados tutsis expulsados del país por los hutus,

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con el apoyo del ejército, invade Ruanda desde su
vecino Uganda.
Sin duda, lo que detonó el genocidio ocurrido
en este país, fue el asesinato del presidente Juvenal
Habyarimana, a partir de allí todo lo que vino fue
muerte y desolación para ambos bandos, tanto tutssi
como hutus.
El mundo presenció en 1994 uno de los más
horrendos y sangrientos asesinatos en masa desde la
Segunda Guerra Mundial. Por su alcance y las
proporciones espantosas que tuvo en tan breve espacio
de tiempo, se convirtió en un genocidio sin
precedentes en la historia contemporánea.
Las matanzas se resumían en tres categorías:
1) combatientes que mataban a combatientes; 2) Hutus,
militares y fuerzas paramilitares que asesinaban a los
ciudadanos Hutus favorables al reparto del poder en un
contexto democrático o simplemente hutus moderados; 3)
Hutus que mataban a los Tutsis sólo por que eran
Tutsis.
Estatuto del Tribunal de Ruanda.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda,
instituido de conformidad con la Resolución 955 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del 8 de
noviembre de 1994, tiene por finalidad enjuiciar a los
presuntos responsables de genocidio y de otras
violaciones graves del Derecho Internacional
Humanitario, cometidos en el territorio de Ruanda, así
como también a los ciudadanos ruandeses responsables
de la comisión de genocidio y de otras violaciones de
esa índole, cometidas del 1 de enero al 31 de
diciembre de 1994.
Paralelamente, el Consejo de Seguridad aprobó
los Estatutos del Tribunal y solicitó al Secretario
General de las Naciones Unidas, que tomara todas las
disposiciones políticas necesarias para su efectivo
funcionamiento. El 22 de febrero de 1995, el Consejo
de Seguridad aprobó la Resolución 977, en la que
designa la ciudad de Arusha (República Unida de

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Tanzania) como sede oficial del Tribunal. Las Naciones


Unidas y el Gobierno de Tanzania firmaron, el 31 de
agosto de 1995, el correspondiente acuerdo.
El Estatuto del Tribunal Penal Internacional
para Ruanda está compuesto por 32 artículos, de igual
forma que se realizo con el Estatuto para la ex
Yugoslavia, se hablará de los artículos más
importantes de este Estatuto. La atención se centrará
en el análisis del artículo referente al genocidio,
pues en definitiva es este el que constituye la parte
central de nuestro análisis.
El artículo 1 habla de la competencia que
tiene el Tribunal para poder actuar, y es así que
establece lo siguiente: el Tribunal juzgará a los
responsables de violaciones del Derecho Internacional
Humanitario, cometidas en el territorio de Ruanda, y
de igual forma juzgará, a los ciudadanos que
cometieron violaciones en el territorio de los Estados
vecinos, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del
1994 (Artículo 1, Estatuto., TPIR).
El artículo 2, que en nuestro estudio es el
más importante, establece que el Tribunal tiene
competencia para juzgar el delito de genocidio, que lo
describe de la siguiente manera (Art. 2, Estatuto,
TPIR).
Se entiende como genocidio cualquiera de los
siguientes actos, cometidos con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso en cuanto a tal:
a)Asesinato de miembros del grupo; b) Graves atentados
contra la integridad física o mental de los miembros
del grupo; c) Sometimiento intencionado del grupo a
condiciones de existencia que conlleven su destrucción
física total o parcial; d) Medidas para dificultar los
nacimientos en el seno del grupo; e) Traslados
forzosos de niños del grupo a otro grupo.

Se dispuso que serían castigados los


siguientes actos: a) El genocidio; b) La colaboración

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para la comisión de genocidio; c) La incitación
directa y pública a cometer genocidio; d) La tentativa
de genocidio; e) La complicidad en el genocidio.

En los artículos 3 y 4, se indican cuáles van


a ser los delitos, que aparte del genocidio serán de
competencia del Tribunal, y estos son los siguientes:
Crímenes contra la humanidad (artículo 3) y
Violaciones a la Convención de Ginebra y al Protocolo
adicional II (art. 4).
El artículo 5 establece que el Tribunal tiene
competencia para juzgar a las personas físicas, y el
artículo 6 indica cuáles serán los actos que darán
lugar a esta responsabilidad individual de las
personas físicas (Arts. 5 y 6, Estatuto TPIR).
Con respecto a la competencia que tiene el
Tribunal, el artículo 7 indica que este tendrá
competencia ratione loci, con respecto al territorio,
tanto aéreo como terrestre de Ruanda, y se extiende al
territorio de Estados vecinos en caso de haberse
cometido graves violaciones al Derecho Internacional
Humanitario. La competencia ratione temporis, también
establecida en este artículo, indica que se extiende
al período que abarca desde el 1 de enero hasta el 31
de diciembre de 1994 (Art. 7, Estatuto TPIR).
El artículo 9 indica uno de los principios
importantes, el Non bis in idem, que establece lo
mismo que en el Tribunal para la ex Yugoslavia, indica
que nadie puede ser llevado ante una jurisdicción
nacional, por la comisión de graves violaciones al
Derecho Internacional Humanitario, si es que por estos
mismos hechos ya ha sido juzgado por el Tribunal
Internacional, pues no se puede ser juzgado por el
TPIR si ya se ha sido juzgado por la jurisdicción
nacional.
Como ya se mencionó, el análisis que se
realizará del Estatuto, se circunscribe al estudio del
delito de genocidio, tal cual se realizó en su momento

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con el Estatuto del Tribunal Penal Internacional para


la ex Yugoslavia.
El delito de genocidio, tipificado en el
artículo 2 de este Estatuto, es idéntico al que se
encuentra definido tanto en el Estatuto del Tribunal
Penal Internacional para la ex Yugoslavia, como en la
Convención para la Prevención y Sanción del Delito de
Genocidio. Es decir que los problemas y dificultades
que se presentaron en la interpretación y aplicación
de este delito en los instrumentos antes citados,
vuelven a repetirse en este documento.
La definición del genocidio en el Estatuto
del Tribunal Penal Internacional para Ruanda no
introdujo ninguna mejora en lo que respecta a la
redacción e interpretación del mismo, lo atinente a la
intención y al número de personas que tienen que
padecer las consecuencias de la conducta para que sea
considerado genocidio: dos de los problemas más
importantes que se presentan al momento de la
aplicación de este delito, no fueron resueltos.

Sentencias del Tribunal de Ruanda.


De igual forma que las sentencias dictadas en
el Tribunal para la ex Yugoslavia, las del Tribunal de
Ruanda también ayudaron de manera significativa a
entender los elementos que conforman el genocidio.
En las sentencias de Kayishema y Ruzindana
(Fiscalía vs. Clément Kayishema) se precisó que el
dolus specialis de cometer genocidio debe ser anterior
a la comisión de los actos genocidas, pero que cada
acto en particular no requiere premeditación; lo único
necesario es que el acto en cuestión, se lleve a cabo
en el marco de un intento genocida. El tribunal agregó
que la intención de cometer genocidio puede inferirse
de palabras o hechos y puede demostrarse a través de
un patrón que indique proponerse tal tipo de acción,
siendo también importante el número de víctimas. Aún
cuando un plan específico de destruir no constituye un
elemento del genocidio, no parece fácil llevar a cabo

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este delito sin tal plan u organización, pero no es
necesario que el individuo que lo cometa esté en
conocimiento de todos los detalles de la política o el
plan genocida. Si bien no se requiere que se llegue a
destruir la totalidad del grupo para demostrar que
quien lo perpetra tenía la intención de destruir al
grupo en todo o en parte, tanto la escala como el
número total de víctimas son relevantes, ya que ha de
destruirse al menos un número sustancial del grupo o
una sección significativa, tal como los líderes del
grupo, para que el crimen quede consumado (Posse
Gutiérrez, ob. cit., www.icrc.org).
El caso Akayesu (Jean Paul Akayesu
desempeñaba las funciones de burgomaestre de Taba, y
como tal, tenía a cargo el mantenimiento del orden
público y la ejecución de las leyes en su municipio.
Asimismo, contaba con la autoridad absoluta sobre la
policía municipal, así como sobre los gendarmes de los
cuales disponía en el municipio. A Akayesu se le acusa
de no haber intentado impedir las masacres cometidas
entre el 7 abril y finales de junio de 1994 en donde
más de dos mil tutsis fueron asesinados en Taba, dado
que conocía éstas ya que se perpetraron abiertamente,
y fueron de tal magnitud que Akayesu debió conocerlas,
y por ende, intentar impedirlas dada la autoridad y
responsabilidad que tenía para hacerlo. Inicialmente
Akayesu fue acusado de trece cargos entre ellos,
Genocidio, Crímenes contra la Humanidad y la violación
al artículo 3 del Convenio de Ginebra) fue el más
trascendente que dictó el Tribunal Penal para Ruanda,
pues constituye la primera condena internacional por
el delito de genocidio. Aquí se tocó un elemento hasta
ahora ignorado por los Tribunales, y uno de los más
problemáticos en lo posterior: el que tiene que ver
con los grupos protegidos por el delito de genocidio
(que en definitiva es el punto central de este
trabajo, por lo cual al análisis del mismo se le
dedicará un capítulo completo en el que se
establecerán cuáles son los grupos protegidos por el

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genocidio, cuáles son las características que deben de


contener estos grupos, qué se entiende por grupos
nacional, étnico, religioso y por último y como punto
fundamental se analizará a los grupos políticos de
manera detallada, para poder llegar a concluir cuál es
la esencia y las características de estos grupos, para
así demostrar que ellos deberían formar parte de los
grupos que el delito de genocidio protege).
El Tribunal de Ruanda, sobre el punto antes
mencionado, dice lo siguiente: la prohibición de
cometer genocidio tiene por finalidad proteger grupos
estables y no circunstanciales. Para el Tribunal, los
Tutsi conforman un grupo étnico y por lo tanto
estable. Sostuvieron su estabilidad basada en que está
constituido por el nacimiento y no por que un
individuo desee voluntariamente formar parte de él,
como puede ocurrir con la pertenencia a un grupo
político donde lo que predomina para este Tribunal es
la voluntad del individuo. De igual manera el tribunal
definió a un “grupo nacional” como individuos que
comparten un vínculo legal basado en la ciudadanía
común que les otorga derechos y obligaciones
recíprocos; un “grupo étnico” es aquél en que sus
miembros comparten un lenguaje o una cultura; un
“grupo racial” es aquél en el que se comparten rasgos
físicos hereditarios, generalmente vinculados a una
región geográfica, sin que sean relevantes factores
lingüísticos, culturales, nacionales o religiosos; por
último, a su juicio un “grupo religioso” es aquél en
que sus miembros participan de una misma religión o
modo de culto (Baena Gutiérrez, Elisa; Martínez,
Marcela, Akayesu, la primera condena internacional por
genocidio, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad
de Derecho, 2005).
En este caso se toma un criterio objetivo
para analizar qué son y quiénes forman parte de los
grupos protegidos mencionados, es decir que lo
importante no es lo que un tercero observador crea con

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respecto de las víctimas (criterio subjetivo) sino las
características que estas presentan de manera cierta.
Sobre el mismo tema, en la sentencia de
Rutaganda (Fiscalia v Georges Anderson Rutaganda), el
Tribunal estableció que los grupos políticos y
económicos se excluyeron de los grupos protegidos,
porque se consideran grupos móviles y no estables
(Ambos, ob. cit., pág. 8) que es el requisito que el
Tribunal establece como indispensable para que el
delito se configure.
Otro aspecto importante que se tocó en el
caso Akayesu fue la acusación del condenado no solo
por haber cometido el crimen de genocidio, sino
también por el crimen de violación, el cual fue
considerado por primera vez como un acto de genocidio.
En lo que respecta a la cuestión de la
destrucción total o parcial de la población, tema por
demás conflictivo que será analizado más delante, el
Tribunal Penal Internacional para Ruanda estableció
que, aún cuando sólo se haya dado muerte a uno de los
miembros del grupo, se configura genocidio, siempre
que la intención haya sido la de destruir un grupo
nacional, racial, étnico o religioso. En otras
palabras debido a que el delito de genocidio es de
intención, cuando se hace referencia a “en todo o en
parte” se abarca la extensión de la intención de
destrucción, y no el acto físico con consecuencias
numéricas (Schabas, William, “Los avances en la ley de
Genocidio”, en Anuario Internacional de Derecho
Humanitario, Vol. 5, 2002, pp. 131-165, pp. 132-136).
La sentencia de Akayesu en este punto expresó
el razonamiento del Tribunal de la siguiente manera:
“Contrario a lo que se cree, el crimen de genocidio no
se supedita a la exterminación de un grupo en su
totalidad, sino que se entiende que se configuró el
genocidio, cuando cualquiera de los actos contemplados
en el artículo 2 es cometido con la intención
específica de destruir en todo o en parte un grupo

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nacional, étnico, racial o religioso” (Fiscalía vs.


Jean-Paul Akayesu).
En conclusión los Estatutos del Tribunal
Penal Internacional para la ex Yugoslavia y del
Tribunal para Ruanda no definen con precisión los
elementos que conforman los delitos que serán juzgados
por ellos. Y es por esto, que la jurisprudencia creada
por lo mismos ha sido de vital importancia para poder
precisar a través de ellas, los elementos que
configuran los crímenes que están bajo su competencia.
Una de las sentencias más importantes fue la de
Akayesu, dictada por el Tribunal de Ruanda, que ayudó
a la interpretación de los elementos esenciales del
delito de genocidio. Estos elementos serán tratados en
un Capítulo posterior, pues entender a cabalidad cuál
es el alcance de los mismos es muy importante a la
hora de la aplicación del delito de genocidio.

Diferencias entre los Tribunales de


Nuremberg y Tokio con los de Yugoslavia y Ruanda.
Al haber analizado los Tribunales de
Núremberg y Tokio, así como también los Tribunales Ad
Hoc para la ex Yugoslavia y Ruanda, la primera
diferencia que resulta a simple vista es que los
últimos son ejemplos claros de justicia penal
instituida por la Comunidad Internacional actuando
como un todo, a diferencia de lo ocurrido con los
Tribunales de Núremberg y Tokio, que fueron producto
de una imposición de los vencedores en un conflicto
internacional, por lo cual como consecuencia de ello,
se habla de una falta de imparcialidad e
independencia, mas que nada en lo que respecta al
Tribunal de Núremberg en lo atinente al juzgamiento de
los crímenes cometidos, pues este estaba conformado
por jueces de las potencias vencedoras.
Por otra parte, una diferencia que es
importante destacar en el transcurso de este estudio
en lo que respecta a los Tribunales Militares de
Núremberg y Tokio y los Tribunales Ad Hoc para la Ex

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Yugoslavia y Ruanda, es que en los primeros el
genocidio no estaba establecido como una categoría
legal. Si bien es cierto que la primera vez que se
utilizó el término de genocidio, fue en el juicio de
Núremberg (en las actas de acusación), este delito
dentro de los dos Tribunales Militares no poseía una
autonomía legal, a diferencia de lo ocurrido en los
Tribunales Penales Internacionales para la ex
Yugoslavia y para Ruanda, en el cual el genocidio fue
tomado como categoría legal, tanto es así que la
sentencia más sobresaliente del Tribunal de Ruanda fue
la de Paul Akayesu, pues aquí por primera vez en el
ámbito internacional, se sentenciaba a una persona por
el delito de genocidio.
En el mismo contexto, pero con relación a los
dos Tribunales Penales Internacionales que se crearon
surge una diferencia, y es que el Tribunal Penal
Internacional para la ex Yugoslavia fue creado como
consecuencia de una decisión unilateral tomada por el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, plasmada en
la Resolución Nro. 827 del 25 de mayo de 1993, y
fundamentada en el Capítulo VII de la Carta. Por su
parte, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda
surgió a raíz de la solicitud oficial realizada el 28
de septiembre de 1994 por el gobierno de Ruanda, el
gobierno de la Unión Nacional del Frente Patriótico
Ruandés, que llegó al poder en julio del mismo año.
Esta solicitud, aunque luego fue retirada, se realizó
por medio del representante de Ruanda ante las
Naciones Unidas, el embajador Bakuramutsa.
La Corte Penal Internacional. El Estatuto de
Roma. (Ver Ambos, Kai, La Corte Penal Internacional,
Colección de Autores de Derecho Penal (Donna, Edgardo
A.), Rubinzal-Culzoni Editores, Santa Fe, 2007; Ambos,
Kai (coord.), La Nueva Justicia Supranacional.
Desarrollos Post-Roma, Tirant Lo Blanch, Valencia,
2002; Ambos, Kai, La Parte General del Derecho Penal
Internacional. Bases para una Elaboración Dogmática,
traducido por Malarino, Ezequiel, Konrad-Adenauer-

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Stiftung, Montevideo, 2005; Anello, Carolina Susana,


Corte Penal Internacional, Editorial Universidad,
Buenos Aires, 2003; Cassese, Antonio, The Rome statute
of the International Criminal Court: a Commentary,
University Press, 2002; Eiroa, Pablo, La Corte Penal
Internacional, editorial Ad Hoc, Argentina, 2004;
Gramajo, Juan Manuel, El Estatuto de la Corte Penal
Internacional, Editorial Ábaco de Rodolfo Desalma,
Buenos Aires, 2003; Lirola Delgado, Isabel y Martín
Martínez, Magdalena M., La Corte Penal Internacional,
Ariel Derecho, Barcelona, 2001; Pastor, Daniel R., El
Poder Penal Internacional, Una Aproximación Jurídica
Crítica a los Fundamentos del Estatuto de Roma,
Atelier, Barcelona, 2006; entre otros).
Después de haber realizado un análisis de la
evolución histórica del crimen de genocidio, desde la
aparición del mismo en la obra de Lemkim, pasando por
su utilización en los distintos Tribunales, tanto
Militares y Penales, llegamos al instrumento más
importante de todos, donde este crimen ha sido normado
de manera definitiva. Nos referimos al Estatuto que
crea la Corte Penal Internacional.
Para Fejio, la creación de este Tribunal
penal permanente, terminaría con los inconvenientes
propios de la intervención de la Administración de
justicia de un Estado extranjero que haga uso del
principio de justicia universal: por un lado, los
peligros propios de la intromisión de un país
extranjero en asuntos internos y, por otro lado, la
posible manipulación de la idea de soberanía frente a
injerencias extranjeras por parte de los responsables
de estos crímenes, que podrían conseguir así un apoyo
popular que dificulte la persecución de los delitos.
El Tribunal Penal Internacional permite eliminar estos
inconvenientes, dejando claro que se trata de la
aplicación de un Derecho Penal Internacional defensor
de los Derechos Humanos, reconocidos por la Comunidad
Internacional y por el propio Estado, tan vinculante
para los individuos como el Derecho interno (Sánchez

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Feijoo, José Bernardo, “Reflexiones sobre el delito de
genocidio”, en Diario La Ley, 1998, Ref.D-325, tomo
6).
Es por ello, que fue con la creación de la
C.P.I. que se afianzó de manera definitiva la creación
de un Derecho Penal Internacional diferenciado y
autónomo, en el cual, como punto característico se
encontraba la responsabilidad individual de los
sujetos que pudieran cometer delitos internacionales
(crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra,
genocidio), tipificados por un instrumento
internacional y repudiados por toda la sociedad. Sin
embargo, un problema que hace a la investigación y que
presentó la Corte fue la inclusión en su Estatuto del
mismo concepto de genocidio establecido en la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de
Genocidio y que también fue utilizado por los
diferentes Tribunales Internacionales anteriores a la
C.P.I. Con lo cual, los problemas que se presentaron
respecto de este crimen por la omisión de muchos
aspectos y la falta de claridad de otros, siguieron
presentes en este instrumento (Cueva Gonzales,
Eduardo, “¿Impunidad o justicia?, América latina
frente al reto de la Corte Penal Internacional”, en
Derechos Humanos Right).
Origen y creación de la Corte Penal
Internacional

La creación de la Corte Penal Internacional


es el resultado de innumerables esfuerzos, a los que
se ha sumado la mayor parte de la Comunidad
Internacional, y de igual forma obedece a la creciente
inquietud por parte de la sociedad de establecer un
organismo de carácter permanente, por medio del cual
se puedan juzgar y sancionar aquellos crímenes que
vulneran el orden internacional, y que a su vez
representen una seria amenaza a la humanidad.

Como lo indica el informe Whitaker, la


alternativa elegida hacia fines del siglo XX por las

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Naciones Unidas fue la creación de un órgano encargado


del enjuiciamiento de los responsables de los delitos
de genocidio y crímenes contra la humanidad, por lo
cual se elaboró un Estatuto, finalmente aprobado el 17
de julio de 1998 en la Conferencia Diplomática de
Plenipotenciarios de las Naciones Unidas, realizada
para el establecimiento de una Corte Penal
Internacional (Feierstein, Hasta que la muerte…, ob.
cit., p. 45).

Si bien el Estatuto, llamado desde ese


momento “Estatuto de Roma” por la ciudad en la que
fuera aprobado, y la creación posterior de la Corte,
dieron solución a uno de los problemas señalados en el
Informe Whitaker, la otra cuestión, el carácter
restrictivo y poco operativo de la tipificación, esto
es, la no inclusión de los grupos políticos y
sociales, no fue resuelta, debido a la fuerte negativa
de algunos Estados a abrir la definición, pese al
amplio acuerdo académico, tanto a nivel jurídico,
histórico y sociológico, acerca de las dificultades y
límites que había provocado dicha restricción. La
definición del Estatuto, por lo tanto, repitió
exactamente la establecida en la Convención de 1948,
reproduciendo sus límites y problemas.

De todo esto, se puede concluir que el


problema de la exclusión de los grupos políticos de la
esfera de protección de la Convención, es el talón de
Aquiles de todos los documentos referidos a la
materia.

Como bien se indica, el Estatuto de la Corte


Penal tomó de manera textual lo articulado en la
Convención con relación a los grupos que serían
protegidos, sin darle importancia a las observaciones
realizadas en el informe Whitaker, ni a las posiciones
de renombrados doctrinarios, que a voces proponían y
proponen la inclusión de los grupos políticos, dentro
de la esfera de protección del genocidio.

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La poca tolerancia que tuvieron muchos de
los Estados que participaron en la aprobación de la
Convención así como también en la del Estatuto, fue el
factor determinante para que no se haya podido revisar
este punto fundamental, y así terminar con una de las
mayores dificultades que se presenta a la hora de
aplicar ambos instrumentos jurídicos.

Debe ponerse de resalto que, seguidamente,


serán abordadas en extenso estas problemáticas
actuales vinculadas a la materia.

El genocidio en la Jurisprudencia Nacional

Conviene ahora realizar al menos, un somero


análisis de la jurisprudencia nacional en relación al
tópico tratado en el presente , y en relación al
concepto de “Genocidio”, pueden citarse los siguientes
fallos jurisprudenciales:

Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de


La Plata en las causas, nro. 2251/06 seguida contra
MIGUEL OSVALDO ETCHECOLATZ, nroº 2506/07 seguida
contra CHRISTIAN FEDERICO VON WERNICH, nro.º 2901/09
seguida contra ABEL DAVID DUPUY y otros, y nro 2965/09
seguida contra OMAR ALONSO; “en la Resolución 96 (I)
del 11 de diciembre de 1946, como consecuencia de los
hechos vividos a raíz del nazismo, las Naciones Unidas
invitaron a los Estados Miembros a promulgar las leyes
necesarias para la prevención y castigo del
genocidio”.“La Asamblea General[…]Afirma que el
genocidio es un crimen de Derecho Internacional que el
mundo civilizado condena y por el cual los autores y
sus cómplices, deberán ser castigados, ya sean estos
individuos particulares, funcionarios públicos o
estadistas y el crimen que hayan cometido sea por
motivos religiosos, raciales o políticos, o de
cualquier otra naturaleza”.“el art. 2º del primer
proyecto de Naciones Unidas de la Convención para la
Prevención y Sanción del delito de Genocidio
señalaba:“En esta Convención se entiende por genocidio
cualquiera de los actos deliberados siguientes,

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cometidos con el propósito de destruir un grupo


nacional, racial, religioso o político, por motivos
fundados en el origen racial o nacional, en las
creencias religiosas o en las opiniones políticas de
sus miembros: 1) matando a los miembros del grupo; 2)
perjudicando la integridad física de los miembros del
grupo; 3) infringiendo a los miembros del grupo
medidas o condiciones de vida dirigidas a ocasionar la
muerte: imponiendo medidas tendientes a prevenir los
nacimientos dentro del grupo”.“debido a circunstancias
políticas imperantes en la época en algunos Estados,
la Convención sancionada en 1948 definió la figura de
la siguiente manera: “se entiende por genocidio
cualquiera de los actos mencionados a continuación,
perpetrados con la intención de destruir total o
parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso como tal; a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los
miembros del grupo; c) Sometimiento intencional del
grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial; d)
Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno
del grupo ; e) Traslado por la fuerza de niños del
grupo a otro grupo”.“En esta nueva redacción, se
aprecia que tanto los grupos políticos como las
motivaciones políticas quedaron excluidas de la nueva
definición”, “el 4 de Noviembre de 1998 el “Pleno de
la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional” de
España, con la firma de sus diez magistrados
integrantes, al intervenir en la causa donde luego se
condenó a Adolfo Francisco Scilingo, y respecto del
punto aquí tratado, consideró que los hechos sucedidos
en Argentina constituían genocidio, aún cuando el
propio Código Penal Español vigente ignora como
víctimas a los grupos políticos”.

Así también, el Tribunal Oral en lo Criminal


Federal de Tucumán, en la causa “Romero Niklison María
Alejandra s/Su pedido”. nro. 401.118/04 y sus
acumulados: Romano Miguel Armando y otros s/Inf. a los

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arts 213 bis y 189 bis del C.P. Expte nro. 358/76 y
“Meneses Adolfo Francisco s/Su pedido” Expte. 1119/00.
se mencionó que:“ya el jurista Rafhael Lemkin (autor
del neologismo "genocidio") en ocasión de elaborarse
el primer proyecto de Convención había manifestado sus
dudas en torno de la inclusión de los grupos políticos
por entender que estos "carecen de la persistencia,
firmeza o permanencia que otros grupos ofrecen", dudas
que se reforzaron frente a la posibilidad de que la
inclusión del colectivo considerado pudiera poner en
riesgo la aceptación de la Convención por parte de
muchos Estados que no querrían implicar a la comunidad
internacional en sus luchas políticas internas”.

El Dr. José María Pérez Villalobo en lo que


se refiere a la calificación legal de los delitos en
el ámbito del derecho internacional dijo:“El voto de
la mayoría en el fallo del caso “Priebke” consideró
que los principios del Derecho de Gentes ingresaban a
nuestro ordenamiento por vía del artículo 118 de la
Constitución Nacional, realizando una interpretación
de dichos principios conforme a la evolución que
registraban en las últimas décadas, considerando
incluidos a los crímenes contra la humanidad, el
genocidio y a los crímenes de guerra, calificando los
hechos imputados a Priebke de acuerdo a dichas
categorías y estimando su imprescriptibilidad, de
manera que la Constitución Nacional de 1853 en su
actual artículo 118 prevé que el Derecho de Gentes se
manifiesta mediante la persecución penal indefinida en
el tiempo”.“Fue Raphael Lemkin (Polonia,1944) quien
crea la palabra genocidio (genos: familia, tribu o
raza; cidio: matar), así alerta a la Comunidad
Internacional sobre la necesidad de tipificar como
delito contra el Derecho de Gentes las conductas que
comportan un peligro internacional, caracterizadas
como aquellas en las que la voluntad del autor tiende
no solamente a perjudicar al individuo, sino a la
colectividad a la cual éste pertenece”.“Propuso que su
represión debía basarse en el Derecho Internacional y

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en el Derecho Interno de cada país, adecuando su


Constitución y su Código Penal para brindar protección
a los grupos minoritarios frente a prácticas
genocidas, con lo cual considera que ante el Genocidio
la obediencia debida debe ser excluida como
justificación, y que debían ser considerados como
responsables quienes impartan las órdenes genocidas
como así también sus ejecutores. […] ayudó a preparar
el primer borrador de la Convención sobre Genocidio.
[…] existía un desacuerdo respecto de si se incluían o
no a los grupos políticos entre aquellos protegidos
por la Convención, pues una vez aprobada por la
Asamblea necesitarían de la adhesión de manera
inmediata de 20 estados como mínimo para su entrada en
vigencia”.

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de


la Provincia de La Pampa, causa nro. 13/09 caratulada
“IRIART, Fabio Carlos – GREPPI, Néstor Omar –
CONSTANTINO, Roberto Esteban – FIORUCCI, Roberto Oscar
– AGUILERA, Omar – CENIZO, Néstor Bonifacio –
REINHART, Carlos Alberto – YORIO, Oscar – RETA, Athos
– MARENCHINO, Hugo Roberto s/ inf. art.144 bis, inc.1º
y último párr., Ley 14616, en fción. art.142, inc.1º
-Ley 20642- del CP en concurso real con art.144 ter,
1ºpárr. –Ley 14616- y 55 C.P.”; “fue R. Lemkin,
profesor polaco, quien acuño el término genocidio por
primera vez en su obra Axis Rule in Occupied Europe
(Washington, 1944). En su más madura elaboración, el
genocidio se define y caracteriza como sigue:”El
crimen de genocidio es un crimen especial consistente
en destruir intencionalmente grupos humanos raciales,
religiosos o nacionales, y como el homicidio singular,
puede ser cometido tanto en tiempo de paz como en
tiempo de guerra. En territorio ocupado por el enemigo
y en tiempo de guerra, serán crímenes de guerra, y si
en las misma ocasión se comete contra los propios
súbditos, crímenes contra la humanidad. El crimen de
genocidio hallase compuesto por varios actos
subordinados todos al dolo específico de destruir un

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grupo humano”; “la ONU, el 11 de diciembre de 1946,
declara que el genocidio es un crimen del derecho de
gentes, condenado por el mundo civilizado y por cuya
comisión deben ser castigados tanto los principales
como sus cómplices, ya sean individuos particulares,
funcionarios públicos o estadistas, y haya sido
cometido el crimen por motivos religiosos, raciales,
políticos o de cualquier otra índole”.

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de


San Luis, en la causa nro. 1914-“F”-07-TOCFSL,
caratulados: “F. s/ Av. Delito (Fiochetti, Graciela)”
y sus acumulados Expte. 771-F-06 “Fiscal s/ Av. Inf.
Art. 142 bis del Código Penal” (Pedro Valentín
Ledesma); Expte. 864-F-06 “Fiscal s/ Av. Infr. Art.
142 bis del Código Penal” (Santana Alcaraz) y Expte.
859-F-06 “Fernández, Víctor Carlos denuncia apremios
ilegales” seguida contra MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ GEZ y
otros; “luego de las atrocidades ocurridas durante la
Segunda Guerra Mundial comenzó una discusión a nivel
internacional acerca de cuál era la definición más
adecuada del concepto de genocidio”.

“Muchos crímenes de genocidio han ocurrido


al ser destruidos completamente o en parte, grupos
raciales, religiosos, políticos y otros"[…]" La
Asamblea General por lo tanto: Afirma que el genocidio
es un crimen de Derecho Internacional que el mundo
civilizado condena y por el cual los autores y sus
cómplices, deberán ser castigados, ya sean estos
individuos particulares, funcionarios públicos o
estadistas y el crimen que hayan cometido sea por
motivos religiosos, raciales o políticos, o de
cualquier otra naturaleza".

“En el primer proyecto de la Convención para


la Prevención y Sanción del delito de Genocidio que se
elaboró en la Naciones Unidas, también se incluía a
los grupos políticos como a las opiniones políticas de
sus miembros”.

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“Finalmente el delito de genocidio fue


regulado en el derecho penal internacional por la
Convención Internacional para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio, aprobada por la Asamblea de
la Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948…”.

“Dejando de lado los precedentes referidos y


ante el temor de que si se incluía el colectivo
“grupos políticos” la Convención no fuera aceptada por
parte de muchos Estados que no querrían implicar a la
comunidad internacional en sus luchas políticas
internas, la Convención sancionada en 1948 definió en
su articulo II la figura del genocidio de la siguiente
manera: "se entiende por genocidio cualquiera de los
actos mencionados a continuación, perpetrados con la
intención de destruir total o parcialmente a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso como tal; a)
Matanza de miembros del grupo; b) Lesión grave a la
integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de
existencia que hayan de acarrear su destrucción
física, total o parcial; d) Medidas destinadas a
impedir nacimientos en el seno del grupo ; e) Traslado
por la fuerza de niños del grupo a otro grupo".

“El Código Penal español que incorporó a la


figura de genocidio en el capítulo dedicado a los
delitos contra la comunidad internacional, y sirvió
como sustento legal en los procesos penales iniciados
por los hechos sucedidos durante los gobiernos
militares de Argentina y Chile, siendo incluso
Scilingo juzgado y condenado por este delito”.

“El 9 de diciembre de 1.948 la III Asamblea


General de las Naciones Unidas aprobó “Convención para
la prevención y sanción del delito de genocidio”;
dicho instrumento, fue receptado en nuestro país por
el gobierno provisional de facto del Presidente
Aramburu mediante Decreto- Ley 6.286, del 9 de abril
de 1.956, publicado en el Boletín Oficial del 25 de
abril del mismo año, a través del cual se decidió

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adherir a la Convención. Luego, dicho acto fue
ratificado por ley 14.467 del 5 de septiembre de 1.958
por el gobierno constitucional (B.O. del 29 de
septiembre del mismo año). En nuestro país hay quienes
sostienen que el delito de genocidio se encuentra
tipificado en la denominada ley antidiscriminatoria –
23.592, artículo 2°- (cfr. Barcesat, Eduardo S.,
Algunas observaciones al trabajo sobre genocidio del
Dr. Alberto Zuppi, en Textos para una Justicia
Universal, www.abogarte.com.ar; Slonimsqui, Pablo,
Derecho penal antidiscriminatorio, Ed. Di Plácido, Bs.
As., 2002; La Rosa, Mariano, La recepción de la figura
de genocidio por la ley de represión de actos
discriminatorios, El Derecho, tomo 205, Bs. As., 2004,
págs. 786 y sgts.; y Rezses, Eduardo, La figura de
genocidio y el caso argentino. La posibilidad de
adecuar jurídicamente una figura penal a una realidad
política, www.derechopenalonline.com), pero para
nosotros no es de ninguna utilidad, por motivos de
validez temporal de la ley penal (prohibición de
retroactividad) y por el principio de la ley penal más
benigna, ya que dicha norma fue sancionada el 3 de
agosto de 1988, promulgada el 23 del mismo, y
publicada en el Boletín Oficial del 5 de septiembre de
ese mismo año. Finalmente, debemos dejar asentado que
el delito de genocidio se encuentra incorporado a
nuestro derecho interno por la sanción de la ley
25.390 de “Aprobación del Estatuto de Roma de la Corte
Penal Internacional” (B.O. del 23 de enero de 2001),
pero para este proceso tampoco es de ninguna
aplicación por los mismos fundamentos expresados en el
párrafo anterior”.

En otro aspecto y abordando las cuestiones


axiomáticas tratadas por otras judicaturas:

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nro.


1 de La Plata en las causas, nro. 2251/06 seguida
contra Miguel Osvaldo Etchecolatz, nroº 2506/07
seguida contra Christian Federico Von Wernich, nro.º

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2901/09 seguida contra Abel David Dupuy y otros, y nro


2965/09 seguida contra Omar Alonso, se expreso
diciendo que, “el genocidio es la negación del derecho
a la existencia de grupos humanos enteros, como el
homicidio es la negación del derecho a la vida de
seres humanos individuales”.

Asimismo, el Tribunal Oral en lo Criminal


Federal Nro. 1 de San Martín, causa nro. 2005 y su
acumulada nro. 2044, y en igual sentido en Causas nro.
2023, 2034, 2043 y su acumulada 2031, y causa nro.
2046 y su acumulada nro. 2208.

“Kai Ambos (“La parte general del Derecho


PenalInternacional”), al analizar el tipo objetivo del
art. II de la Convención, afirma que la enumeración es
taxativa desde una doble perspectiva: respecto de las
conductas típicas mencionadas y respecto de los grupos
mencionados y en éste aspecto el objeto de ataque es
una unidad de personas diferenciada del resto de la
población por alguna de las características aludidas,
agregando que “no se encuentran protegidos otros
conjuntos de personas emparentadas por otras
características diferentes de las mencionadas, como
por ejemplo, grupos políticos o culturales”.

“Asimismo Alicia Gil Gil (“Posibilidad de


persecución en España de violaciones a los derechos
humanos cometidos en Sudamérica”), define al “grupo”
del que habla la Convención como un cierto número de
personas relacionadas entre sí por características
comunes que los diferencian de la población restante,
teniendo conciencia de ello”.

“para constituir genocidio, los asesinatos u


otros actos prohibidos que se aleguen han de ser
"perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso".

“Por ello considero que se trata de delitos


de lesa humanidad, por ser delitos tipificados en

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nuestro régimen penal y ser calificados así por el
derecho internacional de los Derechos Humanos”.

“En el “Incidente de inconstitucionalidad de


los indultos dictados por el decreto 2741/90 del Poder
Ejecutivo Nacional” del 25 de abril de 2007, se señaló
que la Cámara “ha dicho en reiterados pronunciamientos
que los delitos cometidos por los agentes estatales en
el contexto del sistema clandestino de represión
implementado por la dictadura militar que usurpó el
poder en el período 1976-1983, a la luz del derecho de
gentes, deben ser considerados como crímenes contra la
humanidad”

“Cuando se pretende eliminar a personas que


pertenecen a la misma nacionalidad que el sujeto
activo por el motivo de no someterse a un determinado
régimen político no se está destruyendo su
nacionalidad ni total ni parcialmente, el grupo que se
identifica como víctima no lo es como grupo nacional y
por esa característica quiere eliminárselo, sino que
lo es como un “subgrupo del grupo nacional, cuyo
criterio de cohesión es el dato de oponerse o de no
acomodarse a las directrices del criminal”. Da como
ejemplo el caso de nuestro país donde los denominados
“subversivos” llegaron incluso a ser de otra
nacionalidad, y agrega “Si bastara para calificar las
muertes masivas de personas con que las víctimas
pertenecieran a una misma nacionalidad, cualquier
masacre cometida con la participación o tolerancia del
estado se convertiría en un genocidio, lo que ni tiene
sentido ni se ajusta a la voluntad de la Convención”

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de


Tucumán, en la causa “Romero Niklison María Alejandra
s/Su pedido. Nro. 401.118/04 y sus acumulados: Romano
Miguel Armando y otros s/Inf. a los arts 213 bis y 189
bis del C.P. Expte Nro 358/76 y “Meneses Adolfo
Francisco s/Su pedido” Expte. 1119/00, mencionó que:

“Al margen de la definición jurídica de


genocidio que establece la CONUG, las definiciones no

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jurídicas de genocidio desarrolladas en el ámbito de


la historia, la filosofía, la sociología y la ciencia
política en general tienden a resultar más
comprensivas continuando la propia línea de Lemkin,
para quien la esencia del genocidio era la denegación
del derecho a existir de grupos humanos enteros, en el
mismo sentido en que el homicidio es denegarle a un
individuo su derecho a vivir”.

“El derecho internacional con la expresión


"grupo nacional" siempre refiere a conjuntos de
personas ligadas por un pasado, un presente y un
porvenir comunes, por un universo cultural común que
inmediatamente remite a la idea de nación.”

El Dr. José María Pérez Villalobo en lo que


se refiere a la calificación legal de los delitos en
el ámbito del derecho internacional dijo:

“El genocidio es el más grave delito contra


la humanidad, el crimen de crímenes, en cuanto no sólo
produce múltiples y variados atentados contra seres
humanos, sino que además procura erradicar de una
sociedad grupos humanos que son parte de ella.
Genocidio y crímenes de Lesa Humanidad son tipos
penales claramente diferenciados”… (Slepoy, Carlos,
Conferencia, noviembre 2010).”

“En cuanto a la distinción de los delitos de


genocidio y de lesa humanidad, reitero y especifico,
éste último se comete en el contexto de ataque
generalizado y sistemático contra la población civil
(por ej. el bombardeo a las poblaciones indefensas de
Hiroshima y Nagasasky), caracterizándose por su
indiscriminación y porque el accionar de los
perpetradores no se dirige a modificar los
comportamientos sociales”.

“El genocidio tiene como propósito la


destrucción de grupos humanos dentro de la sociedad
(por ej. el perpetrado por los nazis, contra los
turcos y contra la población Armenia). Así se ataca a

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las personas con objeto de destruir sus grupos de
pertenencia. La intención es crear una sociedad nueva
sin la presencia de esos grupos. Esto fue lo que se
propuso la dictadura Cívico-Militar, por eso se llamó
“Proceso de Reorganización Nacional”, lo que define
claramente su intención”.

El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de


la Provincia de La Pampa, causa nro. 13/09 caratulada
“IRIART, Fabio Carlos – GREPPI, Néstor Omar –
CONSTANTINO, Roberto Esteban – FIORUCCI, Roberto Oscar
– AGUILERA, Omar – CENIZO, Néstor Bonifacio –
REINHART, Carlos Alberto – YORIO, Oscar – RETA, Athos
– MARENCHINO, Hugo Roberto s/ inf. art.144 bis, inc.1º
y último párr., Ley 14616, en fción. art.142, inc.1º
-Ley 20642- del CP en concurso real con art.144 ter,
1ºpárr. –Ley 14616- y 55 C.P.”

“El “genocidio” deviene del griego genos,


género o raza y el latín caedere, matar: Matanza
sistemática de un grupo étnico o raza particular de
seres humanos”.

“Hay que destacar para explicar el contenido


del genocidio es que con esta figura no se pretenden
castigar los atentados contra bienes jurídicos
fundamentales cometidos por motivos racistas,
xenófobos, etc., pues para tal castigo ya tenemos los
crímenes contra la humanidad que son aplicables con
independencia del móvil que guie al autor. El fin del
precepto que nos ocupa es mucho más concreto: se
pretende la protección de la existencia de
determinados grupos humanos considerados estables, que
constituyen el ámbito en el que se desarrolla el
individuo en prácticamente todas las facetas sociales
y culturales de su existencia y que forman el sustrato
de la comunidad internacional siendo, con relación a
su funcionalidad para el individuo, de importancia
casi comparable a los propios estados. Lo protegido
por la figura del genocidio es la existencia de
determinados grupos humanos. Se trata de un bien

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jurídico supra individual cuyo titular no es nunca la


persona física sino el grupo como tal, la
colectividad”.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2,
Cap. Fed., en las causas Nros. 1668 “Miara, Samuel y
otros s/ inf. arts. 144 bis inc. 1° 6 y último párrafo
-ley 14.616-, en función del 142 inc. 1° -ley 20.642-
del CP; 144 bis, último párrafo en función del art.
142 inc. 5° del CP, en concurso real con inf. arts.
144 ter, primer párrafo -ley 14.616- del C.P.” y 1673
“Tepedino, Carlos Alberto Roque y otros s/inf. arts.
80 inc. 2°, 144 bis inc. 1° y 142 inc. 5° del C.P.”

Registro de Sentencias nro.1580, se pronunció diciendo
que:
“No se puede entender como grupo nacional un
grupo definido por determinados caracteres de tipo
social, ideológico o según cualquier otro criterio que
no sea una identidad nacional que lo distinga del
resto, pues en tal caso el grupo víctima, el grupo al
que se dirige el ataque, no es ya un grupo nacional,
sino un grupo social, ideológico, etc., excluidos del
ámbito de protección del Convenio”.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Neuquén, causa caratulada “Reinhold, Oscar Lorenzo y
otros s/ privación ilegal de libertad, etc.”, Expte.
N° 666 - F° 69 - Año 2.008 del registro del Tribunal,
contra Oscar Lorenzo Reinhold y otros.
”La matanza masiva de personas
pertenecientes a una misma nacionalidad podrá
constituir crímenes contra la humanidad, pero no
genocidio cuando la intención no sea acabar con ese
grupo. Y la intención de quien elimina masivamente a
personas pertenecientes a su propia nacionalidad por
el hecho de no someterse a un determinado régimen
político no es destruir su propia nacionalidad ni en
todo ni en parte, sino por el contrario, destruir a la
parte de sus nacionales que no se somete a sus
dictados. Con ello el grupo identificado como víctima
no lo es en tanto que grupo nacional sino como un

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subgrupo del grupo nacional cuyo criterio de cohesión
es el dato de oponerse o no acomodarse a las
directrices del criminal. Por tanto, el grupo
victimizado ya no queda definido por su nacionalidad
sino por su oposición al Régimen”
“el alcance que las normas de la Convención
dan a la enumeración de los grupos protegidos.
Extender esa interpretación más allá, por más
necesario que ello parezca para castigar actos de
barbarie, es utilizar la analogía “In malam parte”,
procedimiento vedado en el ámbito penal”.
“El delito de genocidio es delito que
contiene un componente subjetivo distinto del dolo, lo
que hace que su tipo subjetivo exceda el tipo
objetivo. Dentro de este tipo de delitos, que parte de
la doctrina penal denomina de tendencias internas
trascendentes, es un delito mutilado de varios actos,
según la clasificación que siguen varios autores
(Jakobs, entre los alemanes, y Sancinetti y Zaffaroni,
entre nosotros), porque si bien se consuma con la
muerte de uno o varios de los miembros del grupo
protegido, debe existir la intención exteriorizada de
continuar con la matanza hasta lograr el exterminio
total o parcial del grupo”
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
San Luis, en la causa nº 1914-“F”-07-TOCFSL,
caratulados: “F. s/ Av. Delito (Fiochetti, Graciela)”
y sus acumulados Expte. 771-F-06 “Fiscal s/ Av. Inf.
Art. 142 bis del Código Penal” (Pedro Valentín
Ledesma); Expte. 864-F-06 “Fiscal s/ Av. Infr. Art.
142 bis del Código Penal” (Santana Alcaraz) y Expte.
859-F-06 “Fernández, Víctor Carlos denuncia apremios
ilegales” seguida contra Miguel Ángel Fernández Gez y
otros.
“La definición del delito de genocidio por
parte de la Convención no incluye a los grupos
políticos ni a las motivaciones políticas”.
“Lozada explica con mayor claridad la
construcción de la víctima de este delito, cuando

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sella que la “enumeración restrictiva de los grupos


protegidos no puede hacernos perder de vista, sin
embargo, que la elección del grupo-objeto de
destrucción constituye un dato esencial para la
configuración del genocidio y que, en muchas
ocasiones, la situación de un grupo determinado en el
seno de un Estado puede definir mejor el peligro
genocida que la naturaleza misma de ese grupo.
Piénsese, por ejemplo, en el caso de minorías
nacionales, étnicas o culturales que el Estado
generalmente engloba, en circunstancias en que el
mismo considera que no son susceptibles –por el motivo
que fuere- de asimilación. A esto debe sumársele,
además, el hecho de que el grupo-víctima no siempre
constituye una realidad social, sino que muchas veces
es producto de una representación del asesino, quien
lo observa y lo construye ideológicamente como una
amenaza a su propia supervivencia”
El Tribunal Oral en lo Criminal de Santa Fe,
en la causa “Brusa, Víctor Hermes - ColombiniI, Héctor
Romeo – Ramos Campagnolo, Eduardo Alberto –
Perizzotti, Juan Calixto - Aebi, María Eva - Facino,
Mario José s/ Inf. art. 144 ter, 1er. párrafo de la
Ley N° 14.616; arts. 144 bis incs. 1° y 2° y 142 inc.
1° último párrafo de la Ley N° 23.077 y art. 55 del C.
P", (Expte. Nº03/08 seguida contra Víctor Hermes Brusa
y otros.
“El delito de genocidio si bien es
considerado un delito de derecho internacional, no es
un tipo penal de la legislación argentina al no tener
una pena asignada para quien infrinja ese tipo penal,
ya sea por el propio código penal como por leyes
especiales”.
“Esta omisión es una falencia grave del
Congreso Nacional que a pesar de estar estipulado en
la Convención para la Prevención y Sanción del
Genocidio, no ha incorporado ninguna descripción
típica especial asignándole la consecuente sanción
penal, lo que torna en la práctica inaplicable la

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figura, toda vez que la mencionada omisión no habilita
a los jueces a crear figuras ni a aplicar por
analogías penas previstas para otros delitos lo que
violaría el principio de legalidad sustancial y de
división de poderes, plasmado en la Constitución
Nacional”.
Asimismo, este Tribunal Oral Federal Nro. 5,
Cap. Fed., en la, causa n° 1170-A seguida contra
Hipólito Rafael Mariano, César Miguel Comes, y Alberto
Pedro Barda dijo:
“el genocidio no puede ser considerado como
una circunstancia agravante, sino que es una figura
penal autónoma con referencia a los delitos que han
sido enrostrados a los encausados”
Finalmente, cabe desarrollar un cotejo de las
posturas finalmente adoptadas por los demás Tribunales
Federales en relación al delito de “Genocidio”, y en
ese sentido:
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de
San Martín, en la causa Nro. 2005 y su acumulada Nro.
2044, y en igual sentido en causas nro. 2023, 2034,
2043 y su acumulada Nro. 2031, y causa Nro. 2046 junto
con su acumulada Nro. 2.208, afirma que:
“la conducta no podía subsumirse en el tipo
de genocidio del derecho penal internacional
considerando a la víctima como integrante de un grupo
nacional, por entender que ello implicaría asignarle a
tal colectivo una significación que no es la que
recoge el derecho internacional y, en tal
inteligencia, la Convención contra el Genocidio…”.
“que los asesinatos, torturas,
desapariciones, encarcelamientos arbitrarios, etc.,
cometidos en Argentina antes y durante la última
dictadura por agentes estatales y por grupos
vinculados orgánica o funcionalmente a las estructuras
estatales, son, por su carácter sistemático y a gran
escala crímenes contra la humanidad y no genocidio].
“Estos crímenes no pueden caracterizarse
dentro de la definición de genocidio, al no concurrir

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los elementos de mens rea específico para este tipo de


crimen, ni de actus reus”
“las disposiciones de la presente
Convención, y especialmente a establecer sanciones
penales eficaces para castigar a las personas
culpables de genocidio. Este es el objetivo de la
Convención: el compromiso de los Estados suscriptores
de tipificar el delito de genocidio. Hasta ahora el
Estado argentino no ha cumplido con ello y es por eso
que no puede aplicarse pues, ante tal ausencia, no
resulta posible que se indague y se procese por tal
delito, más allá de que como se señalara, aún en el
marco de la Convención resulta atípico”.
Así también, el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal 1 de La Plata en las causas, nro. 2251/06
seguida contra Miguel Osvaldo Etchecolatz, nroº
2506/07 seguida contra Christan Federico von Wernich,
nro.º 2901/09 seguida contra Abel David Dupuy /y
otros, y nro 2965/09 seguida contra Omar Alonso, dijo
que:
“la condena a la cual arribó el Tribunal por
unanimidad al considerar probados los hechos
enrostrados al imputado. Se tuvieron en cuenta para
ello aquellos tipos penales en base a los que se
indagó, procesó, requirió y finalmente condenó a
Etchecolatz. Ese razonamiento es en última instancia
el que se ajusta con mayor facilidad al principio de
congruencia sin poner en riesgo la estructura jurídica
del fallo”
“Pero, existe otro aspecto de la realidad
sobre el que cabe pronunciarse por que precisamente
forma parte de aquella verdad y es la que en última
instancia, junto con la sanción puntual de un acusado,
permitirá seguir construyendo la memoria de las varias
generaciones de víctimas directas e indirectas de los
hechos ocurridos y de los largos años de impunidad que
le sucedieron”

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“todos esos hechos configuran delitos de
lesa humanidad cometidos en el marco del genocidio que
tuvo lugar en la República Argentina entre los años”.
“el 4 de Noviembre de 1998 el “Pleno de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional” de España,
con la firma de sus diez magistrados integrantes, al
intervenir en la causa donde luego se condenó a Adolfo
Francisco Scilingo, y respecto del punto aquí tratado,
consideró que los hechos sucedidos en Argentina
constituían genocidio, aún cuando el propio Código
Penal Español vigente ignora como víctimas a los
grupos políticos […] Fue una acción de exterminio, que
no se hizo al azar, de manera indiscriminada, sino que
respondía a la voluntad de destruir a un determinado
sector de la población, un grupo sumamente
heterogéneo, pero diferenciado. El grupo perseguido y
hostigado estaba integrado por aquellos ciudadanos que
no respondían al tipo prefijado por los promotores de
la represión como propio del orden nuevo a instaurar
en el país […] La represión no pretendió cambiar la
actitud del grupo en relación con el nuevo sistema
político, sino que quiso destruir el grupo, mediante
las detenciones, las muertes, las desapariciones,
sustracción de niños de familias del grupo,
amedrentamiento de los miembros del grupo. Esto hechos
imputados constituyen delito de genocidio”
“Igualmente importante resulta lo dicho
sobre el tema por el juez de la Audiencia Nacional de
España, Baltazar Garzón, quien en el fallo de fecha
2de noviembre de 1999 afirmó: “En Argentina las Juntas
Militares imponen en marzo de 1976, con el Golpe de
Estado, un régimen de terror basado en la eliminación
calculada y sistemática desde el Estado, a lo largo de
varios años, y disfrazada bajo la denominación de
guerra contra la subversión, de miles de personas (en
la Causa ya constan acreditados la desaparición de más
de diez mil), en forma violenta. La finalidad de la
dicha acción sistemática es conseguir la instauración
de un nuevo orden como en Alemania pretendía Hitler en

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el que no cabían determinadas clases de personas


aquellas que no encajaban en el cliché establecido de
nacionalidad, occidentalidad y moral cristiana
(occidental)”.
“se elaboró todo un plan de "eliminación
selectiva" o por sectores de población integrantes del
pueblo argentino, de modo que puede afirmarse, que la
selección no fue tanto como personas concretas, ya que
hicieron desaparecer o mataron a miles de ellas sin
ningún tipo de acepción política o ideológica, como
por su integración en determinados colectivos,
Sectores o Grupos de la Nación Argentina, (Grupo
Nacional) a los que en su inconcebible dinámica
criminal, consideraban contrarios al Proceso”.
“la caracterización de “grupo nacional” es
absolutamente válida para analizar los hechos
ocurridos en la Argentina, dado que los perpetradores
se proponen destruir un determinado tramado de las
relaciones sociales en un Estado para producir una
modificación lo suficientemente sustancial para
alterar la vida del conjunto. […] es evidente que el
grupo nacional argentino ha sido aniquilado “en parte”
y en una parte suficientemente sustancial como para
alterar las relaciones sociales al interior de la
propia nación”
“Es precisamente a partir de esa aceptación
tanto de los hechos como de la responsabilidad del
Estado argentino en ellos, que comienza, un proceso de
“producción de verdad” que debe incluir la aceptación
de que en nuestro país tuvo lugar un genocidio. En el
mismo, la producción de delitos de lesa humanidad no
configuró hechos aislados, sino que se enmarcaron en
un proyecto mayor. Respecto de si lo sucedido en
nuestro país debe ser encuadrado en el concepto de
“grupo nacional” según la redacción que tuvo
finalmente el art. II de la Convención, este Tribunal
en la sentencia Dupuy ya ratificó su posición
afirmativa”.

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“la caracterización de “grupo nacional” es
absolutamente válida para analizar los hechos
ocurridos en la Argentina, dado que los perpetradores
se proponen destruir un determinado tramado de las
relaciones sociales en un Estado para producir una
modificación lo suficientemente sustancial para
alterar la vida del conjunto”.
“Entendemos que de todo lo señalado surge
irrebatible que no estamos como se anticipara ante una
mera sucesión de delitos sino ante algo
significativamente mayor que corresponde denominar
“genocidio”
“Cabe señalar al respecto que de las pruebas
colectadas en este debate, y teniendo en cuenta los
casos ya juzgados con anterioridad (Bergés -
Etchecolatz por este mismo Tribunal, así como en Causa
N° 1351 Nicolaides, Cristino y otros s/sustracción de
menores, n° 1499, Videla, Jorge Rafael s/ supresión de
estado civil de un menor”, causa n° 2963/09 caratulada
“Bianco Norberto Atilio y otros s/inf. arts. 139, 146
y 293 del C.P.”, n° 8405/97 caratulada “Miara Samuel
s/ suposición de estado civil”, Causa G. 1015; L.
XXXVIII, "Gualtieri Rugnone de Prieto Emma Elidia y
otros s/ sustracción de menores de 10 años -causa n1
46/85-", rta. 11/08/2009 CSJN, “Rei, Víctor Enrique y
otro s/sustracción de menores de 10 años -art. 146-”
“de la Cámara de Casación Penal de 10/6/10, y causa
9569 “Rivas, Osvaldo Arturo y otros s/recurso de
casación”, Sala II de 8 de septiembre de 2009- de la
Sala II de la CNCP), ha quedado acreditado que en la
época de los sucesos, de manera sistemática y como
parte del plan de exterminio llevado a cabo por la
dictadura cívico militar en cuestión, se ha dado
además el supuesto del inciso e) del artículo 2 de la
Convención para la Prevención y la sanción del delito
de genocidio. Reza el aludido artículo e inciso: “En
la presente Convención, se entiende por genocidio
cualquiera de los actos mencionados a continuación,
perpetrados con la intención de destruir, total o

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parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o


religioso como tal:… e) Traslado por fuerza de niños
del grupo a otro grupo”.
“Resultaría sobreabundante desarrollar las
razones por las que cuando se arranca de sus brazos a
una madre detenida-desaparecida, un bebé recién nacido
-luego también desaparecido hasta que recobre su
identidad- , el traslado del mismo hacia una familia
previamente elegida por los genocidas, es obviamente
por la fuerza, en los términos del artículo citado. Si
bien, como se dijera, en la presente sentencia no se
ha condenado a los imputados por el delito de
genocidio, se impone dejar sentado lo que antecede, a
los fines que sea tenido en cuenta el precedente en
las investigaciones en curso sobre la materia”
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Tucumán, en la causa “Romero Niklison María Alejandra
s/Su pedido” nro. 401.118/04 y sus acumulados: Romano
Miguel Armando y otros s/Inf. a los arts. 213 bis y
189 bis del C.P. Expte. nro. 358/76 y “Meneses Adolfo
Francisco s/Su pedido” Expte. 1119/00, mencionó que:
“este Tribunal entiende que los delitos
perpetrados contra las víctimas como integrantes del
colectivo "grupo político" constituyendo crímenes de
lesa humanidad no se subsumen en el tipo del derecho
penal internacional delito de genocidio, al menos en
su formulación actual en la CONUG”.
“No puede afirmarse categóricamente que el
delito de genocidio en un alcance que resulte
comprensivo de los grupos políticos se encuentre
previsto en el ius cogens con anterioridad al
surgimiento de la CONUG […] por cuanto la definición
de genocidio es una construcción eminentemente moderna
surgida en el plano académico solo a comienzos del
siglo XX a propósito del aniquilamiento de la
población Armenia llevada a cabo por el Estado
Itthadista turco […] y que solo se incorpora al
derecho penal internacional con la CONUG en el
contexto del espanto provocado por los crímenes

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cometidos por el nacionalsocialismo alemán. 2) La
jurisprudencia internacional -en particular se hace
referencia a la desarrollada a partir del
establecimiento del Tribunal Penal Internacional para
la ex Yugoslavia "TPIY", el Tribunal Penal
Internacional para Ruanda "TPIR" y la Corte Penal
Internacional "CPI" cuyos estatutos se sujetan a la
definición de genocidio de la CONUG- no ha dado
concluyentes signos de encaminarse a la inclusión de
los grupos políticos entre los grupos protegidos por
el delito de genocidio de la CONUG”.
“este Tribunal entiende que tampoco los
delitos perpetrados contra las víctimas pueden
subsumirse en el tipo del derecho penal internacional
delito de genocidio considerando a la víctima como
integrante de un grupo nacional, por entender que ello
implicaría asignarle a tal colectivo una significación
que no es la que recoge el derecho internacional y, en
tal inteligencia, la CONUG”.
“resulta difícil sostener que la República
Argentina configure un Estado plurinacional que en la
época en la que tuvieron lugar los hechos objeto de
esta causa cobijara, al menos, dos nacionalidades, la
de los golpistas y la de los perseguidos por el
gobierno de facto de modo tal de poder entender a las
atrocidades de las que han sido las víctimas como
acciones cometidas por el Estado -bajo control de un
grupo nacional- contra otro grupo nacional”.
“Este Tribunal reconoce que el grado de
reproche de los delitos cometidos contra las víctimas
es el mismo que el que merecen las acciones que
tipifican el delito internacional de genocidio
previsto por la CONUG y en este sentido configuran
prácticas genocidas y, asimismo, que sus autores
mediatos son claramente genocidas en el marco de una
definición no jurídica del genocidio pero, por las
consideraciones ut supra expuestas, entiende que las
víctimas no pueden incluirse en ninguno de los grupos
que tipifican la figura. Todo ello sin perjuicio de

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considerar que sería altamente recomendable que


tuviera lugar una enmienda formal de la CONUG que
incluya a los grupos políticos, el desarrollo una
jurisprudencia internacional que de modo concluyente
decida su inclusión, la incorporación del delito de
genocidio por una ley argentina que incluya a los
grupos políticos reconociendo jurídicamente la
especificidad de los politicidios y el reproche como
genocidios que merecen o el desarrollo jurisprudencial
en el orden local que explícitamente los incluya.
Tales estrategias permitirían especialmente en
Latinoamérica resignificar jurídicamente los delitos
cometidos en el curso de sus dictaduras del último
tercio del siglo XX en su alcance más justo” (en igual
sentido, De Olivera Carmen Alejandra, en “La inclusión
de los grupos políticos en el delito de genocidio,
tesis presentada para optar al título de Magíster en
derecho penal, Universidad de Belgrano, octubre de
2004.)
El Dr. José María Pérez Villalobo en lo que
se refiere a la calificación legal de los delitos en
el ámbito del derecho internacional dijo: que:
“corresponde que el reproche penal de los
delitos cometidos sean calificados como “Genocidio””
“un grupo cualquiera de una nación, el grupo
de las personas con capacidades físicas o psíquicas
diferentes o el de las personas con distinta
inclinación sexual, por ejemplo, y en un represor que
decide su exterminio. Se trataría de grupos
integrantes cuyos miembros están unidos por un
elemento en común -su minusvalía o su orientación
sexual- que es determinante de su estigmatización, de
su discriminación. Resulta indudable que en estos
casos la intención del represor sería la de
destrucción de un grupo -característica de Genocidio-
y no la de llevar a cabo un ataque generalizado o
sistemático contra una población civil, es decir
cometer un Crimen de Lesa Humanidad”.

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“Aunque esta intención no es exigida por el
tipo penal, es ella la que le da sentido al propósito
criminal: depurar la nación de aquellos colectivos
humanos que el autor entiende incompatible con su
proyecto de país. Así queda establecido que el
Genocidio puede cometerse cuando unos nacionales
deciden el exterminio de otros nacionales con los que
comparte la misma nacionalidad”.
“la Convención para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio, al diferenciar el crimen de
Genocidio de otros delitos de Derecho Internacional,
señaló como nota característica del mismo el propósito
de destrucción de un grupo humano cualesquiera que
fuere […] el aserto es que debe entenderse incluida en
la expresión “grupo nacional” a todos los integrantes
de una sociedad a quienes, como tales, se pretende
destruir total o parcialmente”.
“considero que el único modo de interpretar
la Convención para la Prevención y Sanción del Delito
de Genocidio conforme a su espíritu y antecedentes, es
que la misma es inclusiva en su expresión “grupo
nacional” de todo colectivo humano o grupo al que,
como tal, se pretenda destruir total o parcialmente:
grupos políticos, sociales, sindicales, estudiantiles,
religiosos, vecinales, culturales, ideológicos y
otros. Afirmo que los apropiadores del país en el
período 1976-1983 se propusieron exterminar
determinados colectivos humanos y, por tanto, sus
actos alcanzan la categoría de Genocidio, atribuibles
a quienes ejercieron el poder de facto y a quienes
cumplieron sus mandatos”.
“La alocución “en todo o en parte” que
señala la Convención para la Prevención y Sanción del
Delito de Genocidio, es válida para sostener que el
grupo nacional argentino ha sido “parcialmente”
aniquilado, toda vez que el mismo fue parte integrante
de la Nación argentina en 1976 y que el gobierno de
facto lo encasilló en el colectivo “delincuente
subversivo” o “delincuente terrorista”, siendo que

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tales grupos se hallaban vinculados entre sí por


intereses políticos, causas sociales, sindicales,
profesionales, estudiantiles, docentes, religiosos,
vecinales, barriales, culturales e ideológicos”.
“Sostengo que en la Argentina se cometió
Genocidio en perjuicio de sectores enteros de
nacionales por parte de quienes irrumpieron en las
instituciones del Estado entre el 24 de marzo de 1976
y el 10 de diciembre de 1983. Como se ha dicho, para
los máximos responsables del plan orquestado el
enemigo se hallaba en el seno mismo de la sociedad
argentina y el único trato al que era merecedor –según
esta concepción- consistía en su exterminio”.
“Asumo la responsabilidad de calificar al
crimen por su nombre para hacer coincidir la verdad
judicial con la verdad histórica, declarando que cada
uno de los hechos que aquí se están juzgando se
llevaron a cabo para cometer otro que los engloba a
todos, un Genocidio; que fueron sus víctimas
diferentes grupos nacionales vinculados por diversos
intereses y que fueron sus autores quienes pergeñaron
un plan sistemático de exterminio, a través del cual
llevaron a cabo las ofensas que aquí han quedado
expuestas”.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal 1 de
Córdoba, en la causa caratulada, “VIDELA Jorge Rafael
y otros, p.ss.aa Imposición de tormentos agravados,
Homicidio calificado, Imposición de tormentos seguidos
de muerte, Encubrimiento”, (Expte. N° 172/09) y
“MENÉNDEZ, Luciano Benjamín y otros p.ss.aa. Privación
ilegítima de la libertad agravada, Imposición de
tormentos agravados” (Expte. M-13/09), se señala que:
“Habiendo dejado sentado el criterio de que
las conductas aquí juzgadas constituyen delito de lesa
humanidad, cabe consignar que las mismas no responde
al contexto de genocidio como se ha pretendido
calificarlas. Ello así toda vez que los hechos aquí
juzgados no observan las exigencias subjetivas
establecidas en el art. 6 del Estatuto de Roma de la

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Corte Penal Internacional, ni las contempladas en el
art. II del Convenio para la Prevención del Delito de
Genocidio Aprobado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 9 de diciembre de 1948, en cuanto a
que para tal delito de gentes se requiere: “...la
intención de destruir total o parcialmente a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso como tal”
“Dable es destacar en este contexto que
tales pronunciamientos del Tribunal Supremo tuvieron
plena acogida incluso por parte de la Cámara Nacional
de Casación Penal al confirmar la Sentencia de este
Tribunal de fecha 24 de julio de 2008, al señalar que
“..habrá de acatarse los precedentes del Tribunal
Supremo y, en su consecuencia, de aplicárselo en le
presente caso, en el que los delitos por lo que han
sido condenados los acusados han sido cometidos en
ejecución de un plan criminal tendiente a la
desaparición forzada de personas, delito indiscutible
de lesa humanidad” (Causa “Menéndez Luciano Benjamín y
otros s/ rec. de casación” –Sala III, Causa N° 9896,
Registro 1253/10-, de fecha 25 de agosto de 2010)”
Por su parte, el Tribunal Oral en lo
Criminal Federal de la Provincia de La Pampa, en la
causa nº 13/09 caratulada “Iriart, Fabio Carlos –
Greppi, Néstor Omar – Constantio, Roberto Esteban –
Fiorucci, Roberto Oscar – Aguilera, Omar – Cenizio,
Néstor Bonifacio – Reinhart, Carlos Alberto – Yorio,
Oscar – Reta, Athos – Marenhino, Hugo Roberto
s/inf.art.144 bis, inc.1º y último párr., Ley 14616,
en fción.art.142, inc.1º -Ley 20642- del CP en
concurso real con art.144 ter, 1ºpárr. –Ley 14616- y
55 C.P.” dijo que:
“ante la orfandad, de una legislación que
contemple el tema que se estudia, esa omisión
legislativa no posibilita que los jueces puedan crear
figuras penales ni aplicar por analogía sanciones
previstas para otros delitos. De proceder de esta
forma se estaría infringiendo gravemente el principio
de legalidad y la esencia misma del sistema

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republicano de gobierno que el país ha materializado


desde su independencia, constitutivo de la división de
poderes, invadiendo esferas exclusivas del Poder
Legislativo”.
“extender la interpretación del delito de
genocidio para aplicarlo a los casos que se han traído
a juzgamiento, es utilizar la analogía de mala fe,
procedimiento que está absolutamente vedado en el
ámbito del Derecho Penal y a lo que debe agregarse que
en la hipótesis que estuviera vigente dicha figura, en
estos casos analizados se hubiera violado el derecho
de defensa, atento a que tal acusación no fue
introducida formalmente en el proceso”.
Asimismo, el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal 2 de Cap. Fed., en las causas nros. 1668
“Miara, Samuel y otros s/ inf. arts. 144 bis inc. 1° 6
y último párrafo -ley 14.616-, en función del 142
inc. 1° -ley 20.642- del C.P.; 144 bis, último párrafo
en función del art. 142 inc. 5° del C.P., en concurso
real con inf. arts. 144 ter, primer párrafo -ley
14.616- del C.P.” y 1673 “Tepedino, Carlos Alberto
Roque y otros s/inf. arts. 80 inc. 2°, 144 bis inc. 1°
y 142 inc. 5° del C.P.” Registro de Sentencias N°
1580. indicó que:
“Al tratar la calificación del los hechos
que conocemos, coincidimos en este punto con los
acusadores, calificando el objeto procesal como
delitos de lesa humanidad. Sin perjuicio de aclarar
que […] no compartimos el criterio de los acusadores
sobre que el encuadre correcto es el del delito de
genocidio”
“La historia asocia a la palabra “genocidio”
la idea del mayor delito posible contra la humanidad
y, naturalmente, un proceso que diera lugar a los
delitos materia de este juicio, inevitablemente evoca
ese significado. A su turno, el texto jurídico
aplicable, sin restar importancia a la palabra
genocidio, la ubica como una especie del género
“delitos contra la humanidad”

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“los damnificados no fueron escogidos por
formar parte de un “grupo nacional” que debía ser
exterminado en tanto grupo como tal, sino que se les
pretendió adjudicar a estas acciones significación
política, constituyéndolos en “enemigos” del régimen
dominante y esta caracterización del “enemigo” es lo
que ha guiado las conductas que juzgamos, de forma que
no es posible atribuir a los autores la intención de
cometer genocidio, mientras que claramente corresponde
adjudicarles el dolo de un delito de lesa humanidad”.
El Tribunal Oral en lo Criminal Federal de
Neuquén, en la causa caratulada “Reinhold, Oscar
Lorenzo y otros s/ privación ilegal de libertad,
etc.”, Expte. N° 666 - F° 69 - Año 2.008 del registro
del Tribunal, contra Oscar Lorenzo Reinhold y otros,
indicó que:
“adquiero, la visión del Juez Cavallo al
resolver en autos “Simón” ya citado cuando dijo:
“Entiendo que no cabe extenderse sobre la
interpretación de la voz “genocidio” ni valorar las
posturas expuestas dado que, como ya fuera dicho, en
el presente caso la cuestión carece de consecuencias
prácticas. Ello, toda vez, que cualquiera fuera la
interpretación que se sostenga respecto del alcance de
la figura de “genocidio”, las consecuencias jurídicas
que pudieran tener alguna incidencia en el caso
derivadas del hecho de estar frente a “crímenes contra
el derecho de gentes”, ya se producirán de todos modos
en razón de que efectivamente los hechos son “crímenes
contra la humanidad”. Dicho de otro modo, la
consideración de los hechos bajo el concepto de
“genocidio” no es determinante en el caso desde el
momento en que está claro que las conductas en examen
son “crímenes contra la humanidad” y, por tanto,
crímenes contra el derecho de gentes”.
“En nuestro país el obstáculo para la
aplicación de sus normas al caso concreto es la falta
de determinación legal de la escala penal”.

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“La Argentina, […], no ha legislado sobre


esta materia, dejando indeterminada la sanción penal,
lo que hace, en la práctica, inaplicable la figura”.
“La omisión del poder legislativo argentino
no habilita en forma alguna a los jueces a crear
figuras ni a aplicar por analogía las penas previstas
para otros delitos. De hacerlo estaríamos infringiendo
el principio de legalidad y la división de poderes que
ha creado nuestra Constitución Nacional al ejercer
facultades propias del Poder Legislativo”.
“La Convención persigue el castigo de los
actos típicos, “cuando éstos tienen como propósito la
destrucción total o parcial de un grupo nacional,
étnico, racial o religioso”. La redacción de la norma
excluyó a los grupos políticos, como grupos
protegidos. Esta limitación obsta, a mi entender, la
calificación de genocidio en el caso concreto que
tratamos. Es necesario aclarar, aunque sea
superficial, que esta afirmación la realizo desde un
punto estrictamente jurídico, dejando de lado otros
enfoques que puedan llevan a otra conclusión”
“la causa “Scilingo”, del 1° de octubre de
2007 […] los magistrados españoles sostuvieron que
“puede afirmarse que los grupos protegidos deben ser
identificados principalmente al menos con arreglo a
alguno de los criterios contenidos en el texto de la
ley, es decir, la nacionalidad, la etnia, la raza o la
religión, considerados aisladamente o en combinación
con otros. En segundo lugar, que en la identificación
del grupo es posible tener en cuenta criterios
subjetivos derivados de la perspectiva del autor. Y
que es posible la identificación de un grupo por
exclusión, es decir, constituido por aquellos en
quienes no concurra la nota identificativa que tienen
en cuenta los autores”
“debe referirse con claridad suficiente al
grupo identificado con alguno de los criterios
mencionados en el tipo. Son indiferentes los motivos
de los autores, pero la identificación del grupo es

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preciso que se realice en función de alguno de los
criterios típicos”.
Así también, el Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de San Luis, nº 1914-“F”-07-TOCFSL,
caratulados: “F. s/ Av. Delito (Fiochetti, Graciela)”
y sus acumulados Expte. 771-F-06 “Fiscal s/ Av. Inf.
Art. 142 bis del Código Penal” (Pedro Valentín
Ledesma); Expte. 864-F-06 “Fiscal s/ Av. Infr. Art.
142 bis del Código Penal” (Santana Alcaraz) y Expte.
859-F-06 “Fernández, Víctor Carlos denuncia apremios
ilegales” seguida contra Miguel Ángel Fernández Gez y
otros, dijo que:
“en la condena solo se pudo tener en cuenta
aquellos tipos penales en base a los cuales se indago,
proceso y finalmente se acuso, todo ello para
ajustarse al principio de congruencia, y al principio
de legalidad (art. 18 C.N.)”
“De todas maneras, me veo en la obligación
moral y jurídica de reconocer que en la República
Argentina entre los años 1976 y 1983 tuvo lugar una
práctica sistematizada de exterminio de oponentes
políticos que debo calificar como genocidio”.
“los hechos sucedidos en nuestro país en el
marco histórico referido deben ser catalogados como
genocidio, ello con prescindencia de la calificación
legal dada en la sentencia a los hechos investigados a
los efectos de la imposición de la pena”.
“el reconocimiento del genocidio llevado a
cabo por el Estado argentino contribuye a formar la
memoria colectiva y permite proyectar hacia el futuro
la idea de que “nunca mas” se deben permitir ni
tolerar hechos como los aquí revelados que importan en
esencia un grave menosprecio por la dignidad del ser
humano y repugnan a la humanidad”.
Por su parte, el Tribunal Oral en lo
Criminal de Santa Fe, “Brusa, Víctor Hermes -
Colombini, Héctor Romeo – Ramos Campagnolo, Eduardo
Alberto – Perizzotti, Juan Calixto - Aebi, María Eva -
Facino, Mario José S/ Inf. art. 144 ter, 1er. párrafo

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de la Ley N° 14.616; arts. 144 bis incs. 1° y 2° y 142


inc. 1° último párrafo de la Ley N° 23.077 y art. 55
del C. P", (Expte. Nº03/08 seguida contra Víctor
Hermes Brusa y otros.
“no puede serle aplicada una pena por ese
delito de genocidio, sino que deben aplicarse las
penas por cada uno de los hechos ilícitos cometidos
que estén descriptos como tipos penales en la
legislación interna y por ello tengan asignada una
pena”.
“Pero no debemos olvidar que es la propia
Convención que excluye a los grupos políticos como
grupos protegidos, lo cual fue el resultado de
deliberaciones llevadas a cabo en el seno del
organismo internacional”
“extender la enumeración de los grupos
protegidos, es utilizar analogía “In malam parte”,
procedimiento vedado en el ámbito penal”.
“no se encuentran protegidos otros conjuntos
de personas emparentadas por otras características
diferentes de las mencionadas, como por ejemplo grupos
políticos o culturales”.
“Estas acciones quedaron subsumidas en los
tipos penales de apremios ilegales, tormentos, y
privación ilegitima de la libertad”
“el argumento central por el cual no
corresponde aplicar esta figura del Derecho
Internacional, responde al hecho de que los imputados
no fueron indagados ni requeridos por el delito de
Genocidio en la etapa instructoria, y en consecuencia,
por el principio procesal de congruencia entre los
actos procesales estructurales de la causa, no
corresponde que sean condenados por dicha figura, dado
que el tipo de genocidio contiene elementos objetivos
y subjetivos distintos que deben ser introducido
formalmente en el proceso y permitir que sean objeto
de contradicción, lo que de contrario implicaría una
violación al derecho de defensa”.

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Ahora bien, este Tribunal Oral Federal N° 5
Cap. Fed., en la causa N° 1170-A seguida contra
Hipólito Rafael Mariano, César Miguel Comes, y Alberto
Pedro Barda dijo que:
“Existen dos cuestiones que impiden
considerar la aplicación del tipo penal de genocidio
en los presentes actuados, sin perjuicio de la
discusión que implica la figura típica en sí misma, es
decir, que aquellas preceden dicho debate. Una es de
orden formal y radica en que, siquiera considerar en
esta etapa la valoración de los hechos como genocidio
-como pretende la acusación-, devendría en una grosera
afectación del principio de congruencia. La otra tiene
que ver con las exigencias del principio de legalidad
material (artículo 18 Constitución Nacional), y es
que, al momento de los hechos, el delito de genocidio
no se encontraba legislado para su aplicación en el
ámbito doméstico”.
“más allá de la extrema gravedad de los
hechos considerados en el debate –en cuanto a su
resultado, forma de comisión y calidad de los sujetos
intervinientes- muy distinto es defenderse de toda una
serie de imputaciones que eventualmente podrían
resultar en numerosas privaciones ilegales de la
libertad y otra del desarrollo de un plan de represión
que importe actos “perpetrados con la intención de
destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso, como tal”, ya sea en los
términos del inciso ‘a’ (matanza de miembros del
grupo) o ‘b’ (lesión grave a la integridad física o
mental de los miembros del grupo) del artículo 1° de
la “Convención para la prevención y sanción del delito
de genocidio”.
“no se ha producido ningún tipo de prueba
que pudiera eventualmente satisfacer las exigencias
del tipo penal de genocidio, esto es, cuál es el grupo
considerado, cómo se conforma, quiénes eran los que lo
integraban y por qué se sostiene que los perpetradores
definían de ese modo al grupo. Lo mismo en orden a la

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especial exigencia subjetiva del tipo: dirigir las


acciones con la intención de destruir total o
parcialmente al grupo en cuestión. Y en este contexto
se erige como cuestión central la circunstancia de que
las respectivas defensas no han tenido la posibilidad
de contestar aquellos aspectos de la pretendida
valoración jurídica efectuada por los acusad
“la Convención de 1948 estableció un tipo
penal determinado pero no previó cuál es la pena que
debe aplicarse en el caso que alguien lleve adelante
acciones subsumibles en dicho tipo penal”
“al momento de los hechos de este proceso,
no existía una norma –ley en sentido estricto- que
hubiera receptado dicho tipo penal [genocidio] en
nuestro país y por lo tanto nunca podría avanzarse en
ese sentido sin afectar manifiestamente el principio
de legalidad”.
“Incluso aceptando una aplicación directa de
la Convención de 1948 –es decir, si le otorgamos
operatividad en el Derecho interno-, contaríamos con
un tipo penal pero no con una amenaza de pena
concreta, lo cual nos lleva nuevamente hacia una
flagrante afectación del principio de legalidad –más
allá de la discusión que existe en cuanto a que los
hechos que hacen a este proceso no se encontrarían
comprendidos en los términos de dicho instrumento”
Asimismo, en la causa N° 1261-1.268, seguida
contra Jorge Carlos Olivera Róvere, Bernardo José
Menéndez, Felipe Jorge Alespeiti, Humberto José Román
Lobaiza Y Teófilo Sáa, el tribunal fallo diciendo que:
“no se ha producido ningún tipo de prueba
que pudiera eventualmente satisfacer las exigencias
del tipo penal de homicidio ni de genocidio, pues
estas imputaciones no formaron parte de la hipótesis
acusatoria, aun cuando en algunos casos se ha
advertido que los cuerpos fueron reconocidos o que
hubo personas abatidas en el mismo procedimiento en
que se realizaba la privación ilegal de otra persona”.

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“Lo mismo sucede en orden a la especial
exigencia subjetiva de ambos tipos, es decir, dirigir
las acciones con la intención de matar con alevosía y
destruir total o parcialmente al grupo en cuestión. Y
también en este contexto se erige como cuestión
central la circunstancia de que las respectivas
defensas no han tenido la posibilidad de contestar
aquellos aspectos de la pretendida valoración jurídica
efectuada por los acusadores”.
“existe otro óbice que impide considerar la
aplicación del tipo penal de genocidio en los
presentes actuados, sin perjuicio de la discusión que
implica la figura típica en sí misma, que deriva de
las exigencias del principio de legalidad material
(artículo 18 Constitución Nacional), y es que, al
momento de los hechos, el delito de genocidio no se
encontraba legislado para su aplicación en el ámbito
doméstico”.
“lo primero que debemos indicar es que la
Convención de 1.948 estableció un tipo penal
determinado, pero no previó cuál es la pena que debe
aplicarse en el caso que alguien lleve adelante
acciones subsumibles en dicho tipo penal”
“El principio de legalidad como hoy lo
conocemos y concebimos se presenta bajo el lema nullum
crimen, nulla poena sine lege, y se encuentra
contenido en el artículo 18 de la Constitución
Nacional”.
“podemos advertir dos obstáculos –
relacionados al principio de legalidad- en la
aplicación del tipo penal de genocidio tipificado en
la Convención de 1.948. El primero de ellos es que, al
momento de los hechos de este proceso, no existía una
norma –ley en sentido estricto- que hubiera receptado
dicho tipo penal en nuestro país y por lo tanto nunca
podría avanzarse en ese sentido sin afectar
manifiestamente el principio de legalidad. El segundo
problema es que, incluso aceptando una aplicación
directa de la Convención de 1.948 –es decir, si le

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otorgamos operatividad en el derecho interno-,


contamos con un tipo penal determinado pero no con una
amenaza de pena determinada, lo cual nos lleva
nuevamente hacia una flagrante afectación del
principio de legalidad –más allá de la discusión que
existe en cuanto a que los hechos que hacen a este
proceso no se encontrarían comprendidos en los
términos de dicho instrumento”.
“corresponde rechazar la pretensión de la
querella de efectuar una consideración de los delito
cometidos como de lesa humanidad, en su sentido
específico de genocidio con el aludido propósito de
habilitar un reconocimiento no sólo social sino
también jurídico por los hechos sucedidos en nuestro
país, habida cuenta que no resulta una atribución
jurisdiccional la realización de formulaciones
declarativas, en el carácter señalado y en el marco de
un pronunciamiento como el presente. Ello excede las
facultades propias del Tribunal y escapa a las
previsiones del ritual relativas para el contenido de
la sentencia como acto jurisdiccional”.

Consideraciones críticas.
Como vimos, la doctrina especializada que
tiene interés legítimo y que toma partido sin respiro
ni concesiones para tratar esta problemática y abordar
el montaje genocida, ha ensayado caminos alambicados
para traducir reclamos sobre la tipificación o, al
menos, tratar de apartarse del concepto restrictivo de
los instrumentos internacionales, de manera tal que la
adecuación típica tenga aptitud suficiente para captar
conductas que verdaderamente deberían ser alcanzadas
por el concepto de genocidio.- También la
jurisprudencia se ha enrolado en algún punto con ese
propósito. Ni ellos ni nosotros ahondamos en
cuestiones ajenas o extrañas a ésta jurisdicción,
tampoco manejamos a nuestro modo –o de un particular
modo- los conceptos y delimitaciones jurídico-
políticas tendentes a definir el grado de ilicitud de

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esta figura receptada en la Convención de 1948 y el
Estatuto de Roma, de manera que, el empleo mañoso de
estos significados pudieran distorsionar el alcance
dogmático conforme la normativa y vigencia de estas
cartas internacionales que receptan al concepto de
genocidio.
Ahora, fuera de estas breves reflexiones, son
ya, al menos tres las décadas que han pasado desde que
fuimos testigos de los propósitos y actitudes del
derecho local (e internacional, aunque un poco más
antiguo) de los derechos humanos, de su transformación
gradual y del desarrollo de sus ideas y teorías.
También del sometimiento –probablemente perpetuo- a un
movimiento predominantemente homogéneo en los que una
sola realidad social y jurídica, es la primera y en la
que podrá encasillarse la evolución de conceptos como
el de “politicidio” (y no el de genocidio). Tanto que,
reconocida jurisprudencia de éste jurisdicción
judicial, ha mirado con meticuloso cuidado al rastrear
el sentido etimológico de dicho concepto, la cual, sin
escasear argumentos y sin depravar el sentido de las
palabras, meditaron seriamente sobre el sentido social
y evolución cronológica de éste concepto (y la
discusión que se cierne sobre la de genocidio). No
obstante, ya se dijo (en el análisis de los símbolos
religiosos) que la misión de la magistratura, tenía
que ver con el sentido social de lo que se está
juzgando y que al “pensar” tendrá presente los hechos
históricos a sus espaldas. Pero, de cualquier manera,
siempre entendiendo que la realidad social tiene que
ver con que “El delito comienza en la mente> y que lo
que sucede es que <el delito es una definición de la
conducta humana que pasa a formar parte del mundo
social” (Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young, “La
nueva criminología”, contribución a una teoría social
de la conducta desviada, Richard Quinney y la realidad
social del delito, pág. 287, ed. Amorrortu editores,
Buenos Aires – Madrid, septiembre de 2007).

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Como se viene diciendo, tenemos sobre


nuestras espaldas esas tres décadas que fueron, por su
importancia, el principio de una época nacional, la
época de la consagración de los derechos humanos
locales. En éste período, no ha degradado ni
disminuido el tamaño ni el color de los reclamos
sociales que, nuevamente con sumo y diligente cuidado,
la jurisprudencia trata de gestionar a partir de un
proceso de transformación sustancialmente complejo en
otro de constitución, al menos; más sencillo y sin
ostentaciones. Cabe destacar que, antiguamente,
expresiones de tal estilo ya se habían enmarcado en el
nuevo direccionamiento de las actitudes filosófico-
políticas y de las corrientes intelectuales, en las
que la razón humana libro con protagonismo excesivo la
batalla necesaria contra la opresión y el despotismo,
finalmente todos; hasta consagrar el siglo de las
luces. Un iluminismo que con enérgico y dinámico
protagonismo, tuvo la influencia necesaria para
provocar cambios en distintos escenarios como el
político y social, sin olvidar por supuesto, la
instrucción en el valimiento de los derechos humanos.
En ese sentido: “La idea de que el hombre nace con
ciertos derechos que le corresponden por la condición
de tal es posible que se remonte a la Grecia clásica,
pero sin duda cobró auge con ese producto tardío del
Renacimiento que se ha dado en llamar el Iluminismo”
(Andrés J. D´Alessio, , “Los delitos de lesa…, ob.
cit. pág. 35), un “pensamiento político iluminista,
del iusnaturalismo y contractualismo de los siglos
XVII y XVIII […] al establecer las bases del Estado de
Derecho y de sus sistema penal...” superador de “un
mero “concepto naturalista del sujeto” (Mario
Magariños, ob. cit. pág. 23).
Por eso, no caben dudas que hasta desde
el sentimiento jurídico, somos muy concientes de que
estamos literalmente parados sobre siglos de historia
que nos han instruido y advertido –a veces con
escarmientos- que el ámbito de decisión tribunalicia

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tiene una amplia multiplicidad de funciones, claro
antes que nada, brindar un eficaz servicio de
justicia. Y no solo interpretar la ley, sino los
fenómenos políticos y sociales, y atender a los
cambios sociales raudos y vertiginosos con suficiente
imparcialidad “Si estamos verdaderamente interesados
en la utilidad de las perspectivas basadas en la idea
de conflicto, tenemos que ocuparnos del tipo de
reorganización estructural que compatibilice los
intereses individuales, societales” (Ian Taylor, Paul
Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 295). Y no solo
esto, sino también que “Hay que buscar amparo en el
derecho procesal, derecho que, por fuerza, debe estar
libre del control de grupos privados o del gobierno
público. El desafío para el derecho del futuro es
crear un orden que garantice el logro de los valores
individuales que ahora están a nuestro alcance,
valores que, paradójicamente, son inminentes gracias a
la existencia de intereses de los que ahora buscamos
protegernos”, el subrayado es de este tribunal (Ian
Taylor, Paul Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 299).
Y también se impone una misión a futuro, pues
“Sin embargo, la reaparición de una perspectiva que
tiene en cuenta el conflicto en el estudio del delito
es una novedad alentadora. Entre otras cosas, crea lo
posibilidad que haya una actividad teórica y empírica
caracterizada por un sentido de la historia” (Ian
Taylor, Paul Walton y Jock Young, ob. cit. pág. 302),
y que debemos ser reaccionarios dado que el delito
“produce una impresión, en parte moral y en parte
trágica, según sea el caso, y de esta manera presta un
“servicio” al despertar los sentimientos morales y
estéticos del público. No sólo produce compendios
sobre legislación criminal, no sólo códigos penales, y
junto con ellos legisladores en ese terreno, sino
también artes, bellas letras, novelas e inclusive
tragedias […]. El delincuente rompe la monotonía y la
seguridad cotidiana […]. De esta manera le impide
estancarse y engendra esa inquieta tensión y agilidad

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sin las cuales hasta el acicate de la competencia se


embotaría. De tal manera estimula las fuerzas
productivas” (Ian Taylor, Paul Walton y Jock Young,
ob. cit. pág. 243).
El concepto “aniquilar”, por evidente y casi
como gesto mecánico, da la pauta de una conducta
desmesurada y difícil de tolerar desde cualquier
posición de clase, incluso la real academia española
lo define bajo la idea de “reducir a la nada o,
destruir o, arruinar enteramente” y, para nosotros –
conforme las orientaciones de Charny, Horowitz o
Darian- quedarían incluidas en cualquiera de las
vertientes definitorias del fenómeno, además, las
nociones de “inocencia, vulnerabilidad o indefensión
de las víctimas” (Daniel Feierstein, “El Genocidio
como…, ob. cit. pág. 67). Contando esta, han sido
suficientemente abarcativos los “parámetros
definicionales” (Íbidem, 41) expuestos en la presente
sentencia, como para tener claro qué es y en qué
consiste el “genocidio”, pero, de cualquier manera; se
tome la definición que se tome, habrá una clara
diferencia en lo que respecta a la conducta de
“homicidio reiterado o asesinato múltiple” (Íbidem,
43), por eso, es decir, para “prevenir estas prácticas
genocidas”; a nivel local e internacional debería ser
prevista esta forma típica con suficiente ámbito de
protección normativo que resguarde “otros” grupos…
Claramente el político.
En este sentido, no queda más que admitir la
“debilidad de la Convención de 1948”, pues “resulta
cuanto menos llamativa la exclusión cuando no responde
a fundamentos jurídicos ni sociológicos atendibles, lo
cual fue señalado en numerosas intervenciones de
diversos académicos y políticos, cuyo caso más
resonante fue el informe […]. Benjamin Whitaker…”
(Daniel Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág.
42). Por un lado esto, pero por otro, y desde aquí, la
estimulación necesaria para reconocer que “pese a la
importancia de haber dado surgimiento a este nuevo

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delito que conmocionó gran parte de los fundamentos de
un derecho penal individualista” (Íbidem, 43) deben
arbitrarse los medios que sean necesarios para no
seguir violando el Principio de Igualdad ante la ley
(artículo 16 de la CN) sobre la base de un concepto
restrictivo de “grupo protegido” (Íbidem, 43), incluso
la tipificación de esta forma delictiva en nuestro
ordenamiento local y que nunca sea definido por la
calidad de la víctima y que por ello se viole aquel
principio constitucional (Íbidem, 45). Así, Daniel
Feierstein, inspirando el campo visual tenido en mente
por las Naciones Unidas al sancionar un nuevo tipo
penal internacional, como consecuencia de las
atrocidades de distintas practicas genocidas que vivió
la humanidad, entiende que: “la necesidad de tipificar
el delito de genocidio se volvió imprescindible luego
de que la propia Europa se sintiera conmocionada
internamente por el paroxismo de las prácticas
genocidas, que no la habían alarmado tanto cuando se
trataba de pueblos coloniales, es decir, de los que
siempre habían sido “otros”. La vorágine del nazismo
puso en evidencia el problema del genocidio hacia la
población del propio Estado como un modo de delito que
no permitía su subsunción en la mera acumulación de
acciones homicidas singulares y que, por otra parte,
tampoco podía continuar siendo ignorado” (Íbidem, 42).
Más aún cuando, si de prácticas genocidas se
trata, ellas “se hayan instalado en la modernidad como
un procedimiento funcional a esta nueva tecnología de
poder y, al decir de Zygmunt Bauman, si bien no
evitables, al menos lógicamente posibles” (Daniel
Feierstein, “El Genocidio como…, ob. cit. pág. 112).
Además, con posibilidad de catástrofes enormes,
justamente por ese “avance tecnológico” del que nos
habla Eugenio Zaffaroni (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob.
cit. 58). Y en relación al binomio “modernidad y
sistema de poder” tiene dicho el autor que seguimos
aquí: “de un conjunto de tecnologías específicas (y
situadas en el tiempo y en el espacio) de destrucción

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y reconstrucción de relaciones sociales, pero lo


suficientemente amplio como para tener diversas […]
manifestaciones. Comprender estos diagramas de poder
como un conjunto se vincula entonces a su capacidad de
construcción de hegemonía, aquella con la que estos
cuentan, asentados en una lógica común, no solo para
el control de poblaciones sino para la propia
construcción identitaria de las poblaciones bajo su
control” (Íbidem, 111 y 112). También Eduardo Barcesat
al prologar la obra consultada del Dr. Zaffaroni,
reconoce que “La tesis central, que comparto en su
totalidad, es que los principales crímenes se cometen
desde la estructura del aparato estatal y que esa
criminalidad amenaza agigantarse desde una
organización hegemónica que comprenda y someta a la
universalidad de los aparatos estatales” pero “la
singular complejidad del tema es que existe un
movimiento, loable, que propicia la configuración del
ciudadano universal, lo que implica, igualmente, la
jurisdicción universal para la tutela de los derechos
humanos que trasciende el marco de la soberanía
territorial […] esa nueva personalidad jurídica, la
del ciudadano universal, titular de derechos que no
pueden ser desconocidos o violentados impunemente,
configura un avance de la construcción social y de sus
saberes, y genera un nuevo humanismo o subjetividad
superadora de la modernidad” (prólogo a la obra de
Eugenio Raúl Zaffaroni, ob. cit. pág. 17).
Entonces, los axiomas ensayados, las teorías
citadas, las proposiciones académicas contemporáneas
ampliamente conocidas, el avance experimental de las
ciencias, y hasta la estabilidad conceptual de la
jurisprudencia de nuestros tiempos, en algún punto y a
nuestro juicio, también –en esa perspectiva
contextual- están convocando a la magistratura y
legisladores, en fin, a la ciencia penal en su
conjunto; para la toma de una actitud, la más lógica y
con repercusión cada vez mas esperable en la
coherencia del sistema punitivo nacional. Y en

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términos de reflexiones, “La pregunta correcta
respecto a los horrores cometidos en los campos no es,
por tanto, la que interroga hipócritamente cómo ha
sido posible cometer delitos tan atroces a los seres
humanos; más honesto, y sobre todo más útil, seria
indagar atentamente a través de qué procesos jurídicos
y de qué dispositivos políticos los seres humanos
hayan podido ser privados enteramente de sus derechos
y de sus prerrogativas, hasta el punto de que cometer
cualquier acto contra ellos no resultara un delito (en
este nivel, en efecto, todo era verdaderamente
posible)…” (“¿Qué es un
campo?”,GiorgioAgamben,enhttp://www.elcultural.com/eva
/literarias/agamben/portada1.html.
Y aunque con funciones semejantes, a veces
hasta geométricamente colocadas en ese mismo orden
análogo, en todo caso o cuando menos; habrá consenso
en el imaginario social de que son conductas que en
nuestra historia, y la que quede por venir, jamás
podrán volver a repetirse “independientemente de la
entidad de los crímenes que se han cometido (o puedan
cometerse) y cualquiera sea la denominación y
topografía específica…” –lo encerrado en los signos
paréntesis es nuestro- (“¿Qué es un campo?”, Giorgio
Agamben, ob. cit).
Ahora bien, sin cambiar un ápice el norte de
nuestras reflexiones finales, revisaremos alguno de
los lineamientos ensayados hasta aquí –incluso algunos
con mayor profundidad- a fin de ir perfilando nuestras
conclusiones centrales.
Entonces bien, en relación a la cuestión
conceptual –ampliamente abordada ya- y a pesar de
existir concepciones que limitan y restringen el
concepto (Morlachetti, Alberto, “El genocidio es un
viejo rostro de nuestra historia,” en Lozano, Claudio:
com., Democracia, Estado y Desigualdad, Volumen 1,
Ed. Eudeba, Bs. As., 2000, p. 549-551; Ortíz Baeza,
Oscar, “El genocidio, un viejo crimen y un nuevo
delito,” en Boletín de estudios N 8, Escuela de

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estudios políticos y sociales, Mendoza, p. 143-158;


González, Cesar Daniel, “El genocidio: su necesaria
ampliación conceptual,” en Lecciones y ensayos,
Volumen 69/70/71, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, p.
183-198; Martínez, José Agustín, “El nuevo delito de
genocidio”, en Revista de Derecho Penal, Año 3, sec.
1, p. 251-265 y Año 4, sec. 1, p. 345-360), cabe hacer
algunas apreciaciones finales sobre el tópico antes de
concluir.
Como se trató de explicar ya, la historia
cambia, va mutando y a su vez lógicamente evoluciona,
es que lo que en un momento sucedió por determinadas
razones hoy bien puede suceder por otras. Esto se
encuentra muy ligado al paradigma de genocidio, pues
las matanzas históricas que antes se cometieron por
motivos raciales y étnicos principalmente, hoy en una
era ideológica muy distinta, se cometen por motivos
políticos. En este sentido, Feierstein indica que
“cada episodio de genocidio es singular y por ello es
extremadamente complejo encontrar una definición que
los abarque a todos con la misma extensión”
(Feierstein, Hasta que la muerte…., ob. cit. p. 44).
Sin embargo, esto no quiere decir que sea imposible y
–y esta es la tesis- que por tanto se deje fuera de la
esfera de protección grupos que en nuestra opinión –a
no dudarlo- deberían de estar incluidos, pues
representan una colectividad pasible de ser destruida
y por ende también de ser protegida.
Puntualmente sobre lo dicho precedentemente,
Lozada cita a Yves Ternon quien dice que, “en cada
época y contexto histórico, hay un perfil diferenciado
del grupo víctima, y que los genocidas del pasado se
caracterizaban por la destrucción de los grupos
exteriores a las fronteras de las ciudades,
generalmente por motivos religiosos o de expansión
territorial, mientras que en el siglo XX los ojos
genocidas recaen, por el contrario, en grupos situados
en el interior mismo del Estado, concretamente en sus
propios ciudadanos. El genocidio se torna

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característico de las sociedades pluralistas y quien
lo perpetra no tiene otro objetivo que el de eliminar
los rasgos distintivos de toda diferencia, la que
juzga peligrosa para la supervivencia de su propio
grupo” (Lozada, Martín, “El crimen de genocidio. Un
análisis en ocasión de su 50 aniversario”, en
Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia, año 5 No 9-A,
Ad- Hoc, Bs.As., pág. 790).
Es que el concepto de genocidio, tal cual se
encuentra establecido actualmente, puede ser
considerado en este tiempo hasta obsoleto, tal como lo
afirma Feierstein, pues bajo este concepto no se
podría evaluar la destrucción de grupos humanos
ocurridos con posterioridad al nazismo. Como vimos, el
informe Whitaker también puso de manifiesto la crisis
de este concepto, y propuso un cambio de paradigma en
el mismo, pues de lo contrario su aplicación es
ineficaz para la sanción de este crimen. Y Feierstein
menciona algo que es clave para nosotros pues permite
entender lo que tratamos de explicar aquí. Sostiene
que las experiencias de las dictaduras sangrientas
latinoamericanas de los años 70 y 80, demuestran que
el genocidio nazi no es la única matriz sobre la cual
se debe construir el concepto de genocidio. Además
teniendo en cuenta estas experiencias, la omisión de
los grupos políticos en los textos convencionales es
inadmisible (Feirstein, Hasta que la muerte…. ob.
cit., p. 45). De igual forma el mencionado autor,
sostiene que existen cinco momentos para cometer el
genocidio, y dentro de estos, el primer momento es la
configuración de una otredad, y la explica al decir
que, “en los procesos previos al genocidio, se tiende
a categorizar a determinados grupos de hombres, como
portadores de una negatividad que justificaría la
necesidad de su persecución, exclusión y finalmente
exterminio. El nazismo lo hizo inventando el mito de
la arianidad, para sostener su diferenciación con
todos aquellos grupos a los que estigmatizó como
degeneradores de la raza. Esto también se trasladó a

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lo ocurrido en las dictaduras militares llevadas acabo


en Sudamérica, donde se creó la imagen del cáncer
social, como justificación del exterminio de
determinados grupos sociales que interferían con el
plan de los gobiernos de turno” (Feierstein, Daniel,
“Estructura y periodización de las prácticas sociales
genocidas, un nuevo modelo de construcción nacional”,
en Revistas de Ciencias Sociales, Discriminación en
torno de los unos y los otros, edición Centro de
Estudios DAIA, Buenos Aires, p. 244-245).
Aunque resulte una obviedad a estas alturas,
a las luz de nuestras exposiciones previas, es hora de
decir que las razones que se esbozaron para dejar por
fuera de la protección del delito de genocidio a los
grupos políticos –y que fueron minuciosamente
revisadas al inicio (Punto 3D)-, no tienen fundamentos
sólidos valederos que ameriten, por un lado dejar sin
protección a estos grupos, y por otro, que de manera
indirecta se permita la destrucción de los mismos. Y
entre las razones más importantes y destacadas, se
dijo que los grupos políticos carecían de estabilidad
y permanencia y la respuesta a esto es contundente, al
sostener que los grupos religiosos, que sí están
dentro de la protección de este delito, presentan las
mismas características de falta de estabilidad y
permanencia, porque tanto en un grupo como en otro, la
voluntad y la libertad que se tiene para pertenecer o
no al mismo es fundamental. La elección de ser de una
u otra religión es algo totalmente subjetivo, pues si
bien el nacimiento en un primer momento, puede
delimitar la religión de una persona, esta tiene la
libertad de cambiar si es que así lo desea. Lo mismo
ocurre con los grupos políticos. El compartir una u
otra idea política, ser partidario de una u otra
posición, está limitado sólo por la voluntad de los
individuos. Por lo cual, este fundamento no es
valedero ni mucho menos aceptable, ya que presenta una
contradicción que no se puede obviar. Entonces, “Es
por ello que en cierta medida, la verdadera razón que

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tuvieron los Estados para no incluir a los grupos
políticos no fue la inestabilidad que estos
presentaban, sino la dificultad y el freno que
implicaría esta inclusión para los gobiernos en el
momento de actuar frente a grupos de individuos que no
estén de acuerdo con las políticas de los mismos, ya
que de haberse incluido estos grupos, no les habría
sido tan fácil a los gobiernos, especialmente los
Latinoamericanos, cometer las atrocidades que llevaron
adelante contra ellos. Fue por esto, que en ninguna de
las negociaciones realizadas tuvieron la intención de
modificar el concepto restrictivo del genocidio. Esto
se pone de manifiesto, primero en la Convención para
la Prevención y Sanción del delito de genocidio, cuya
redacción final excluyó a los grupos políticos,
posteriormente y haciendo caso omiso a todas las
críticas suscitadas por esta exclusión, y dejando de
lado todos los argumentos que dieron muchos
doctrinarios importantes para revisar el concepto de
genocidio, la Corte Penal Internacional, tomó sin
modificaciones el concepto que se encontraba en la
Convención, olvidándose totalmente del objetivo
principal de este delito, que es proteger a los grupos
débiles susceptibles de ser destruidos, dejando primar
sus propios intereses. El principal coste de este
consenso es, sin duda, la imposibilidad que se tiene
de definir jurídicamente como genocidio alrededor de
las tres cuartas partes de los conflictos grupales
sucedidos en el mundo, desde aquel momento hasta
nuestros días” (Rafecas, Daniel E., ob. cit., p. 167).
Y tampoco estaría demás ni sería errado aquí
retomar el punto de diferencia que existe entre los
crímenes de lesa humanidad y el genocidio, pues muchos
autores que no comparten la idea de la inclusión de
los grupos políticos dentro del concepto de genocidio,
sostienen que estos ya están protegidos por los
delitos de lesa humanidad, lo cual quiere decir, que
los actos cometidos en contra de estos grupos, no
quedan impunes y sin castigo, pues esta forma típica

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los abarca. De igual manera sostienen que la figura


del genocidio, al ser tan difícil de probar,
obstaculiza la sanción de los perpetradores, lo cual
no ocurre con los delitos de lesa humanidad. No
negamos que estas afirmaciones sean ciertas, en
particular las que sostienen que los delitos de lesa
humanidad protegen a los grupos políticos, pero lo
hacen en un contexto diferente al que se pretende en
esta sentencia. Es que “el concepto de crímenes o
delitos contra la humanidad, refiere a un conjunto de
delitos producidos contra los individuos civiles. La
lógica explicativa de esta figura postula que el
perpetrador ha utilizado como herramienta el
asesinato, tortura, violación u otros crímenes
cometidos contra individuos que, como parte de la
población civil, no se encontraban inmersos
necesariamente en el conflicto ni constituían el
objetivo principal. Es por ello que la figura de
crímenes contra la humanidad no requiere la
intencionalidad de destrucción de un grupo, en tanto
se trata de violaciones cometidas de manera
indiscriminada. Por el contrario, el genocidio implica
otro modo de comprensión, en el cual el objetivo de
la práctica no es el ataque indiscriminado a la
población civil, sino precisamente el ataque
discriminado a determinados grupos de dicha población
a fin de lograr la destrucción total de estos. Para
este delito, no son importantes las características
individuales de los miembros del grupo, pues su fin
último, radica en la destrucción de la identidad de
este en su conjunto, para poder imponer la identidad
del grupo opresor” (Feierstein, Daniel, “La Argentina:
¿genocidio y/o crimen contra la humanidad? Sobre el
rol del derecho en la construcción de la memoria
colectiva”, en Nueva Doctrina Penal 2008/A, Del
Puerto, Buenos Aires, 2008, p. 218).
Si bien es cierto que ambos delitos conducen
a similares resultados, ya que desde el punto de vista
jurídico, los dos son imprescriptibles, están sujetos

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al principio de territorialidad y la pena aplicable es
similar, Feierstein acertadamente indica que esta
postura será aceptada siempre y cuando, “se priorice
la sanción penal y los mecanismos de imputación,
frente a un rol del derecho como constructor de la
verdad” (Feierstein, “La Argentina……”, ob. cit., p.
219). En este sentido, no se niega que la aplicación
de una sanción es indiscutiblemente importante para
estos casos, pues lo que se quiere es que los
responsables tengan la pena que les corresponda, pero
mas allá de eso, se busca concientizar a la sociedad
de lo alarmante y aberrante de estos actos, se quiere
arrancar a las víctimas del rol de inocencia abstracta
al que parece arrojarlas el concepto de crímenes
contra la humanidad (en tanto población civil
indiscriminada), y entenderlas como un grupo
discriminado por los perpetradores, elegido no
aleatoria, sino causalmente para que su desaparición
genere una serie de transformaciones en el propio
grupo y en la sociedad. Es por ello que, aunque ambos
conceptos parecen ser similares y den la impresión de
que su aplicación es indistinta, el genocidio contiene
matices muy especiales que lo diferencia notablemente
de los crímenes contra la humanidad. La discusión que
se centra en este análisis va mas allá de la
aplicación de una sanción, pues tanto en un delito
como en otro, esta es idéntica o muy similar, lo que
se busca sin duda, es la correcta aplicación del
derecho, dando a cada caso la categoría y el encuadre
que le corresponda.
En suma y para ir concluyendo con lo que se
expuso hasta aquí, es necesario preguntarnos ¿por qué
proteger a los grupos políticos tendría algún valor?
Para nosotros la respuesta a este interrogante será
fundamental para dejar sentadas las bases de la
postura que se mantuvo en la presente resolución, y
demostrar que lo que se propone, esto es la inclusión
de los grupos políticos dentro de la categoría de
grupos políticos protegidos con el delito de

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genocidio, no pasa por el solo hecho del simple


agregado de un grupo más al ámbito de protección para
este delito. Lo que se busca, es que éste sea
utilizado para lo que fue creado, que en definitiva no
es más que la protección de aquellos grupos que son
más propensos y vulnerables a ser atacados, y no
discriminar y priorizar algunas identidades frente a
otras.
Es que estamos hablando de la posibilidad
permisiva de extender el paradigma del control social
sobre el cual se sientan las bases del derecho penal
nacional, para establecer un nexo o una relación
unidireccional que prevea, ingenuidades al margen, el
correcto espacio normativo “para tipificar
internamente” todo comportamiento sobre el cual pueda
estatuirse un espacio extrasistemático con miras a
consolidar un “poder soberano” en el cual “rija un
dominio totalitario” y en el que los sujetos pasivos
puedan ser reducidos –en palabras de Giorgio Agamben-
al “homo sacer” (“¿Qué es un campo?”,
GiorgioAgamben,ob.cit.Yenhttp://www.elabedul.net/Corre
os/el_hombre_sacer.php: homo sacer: “…para venir a
representar la tragedia de las políticas
concentracionarias propias del siglo veinte, políticas
que se basan precisamente en la posibilidad de matar
sin penalización alguna de todos aquellos que son homo
sacer, hombres-parias, masas extranjeras reducidas a
la nada por las estrategias del exterminio”).
En “La genealogía del racismo”, Michel
Foucault (mencionado también en Feierstein, “El
Genocidio como…, ob. cit. pág. 112), parece deslizarse
por el menguado espacio que separa nuestra decisión de
“otro” fenómeno como la lucha de razas y también nos
evoca con aleccionadoras palabras: “En consecuencia,
la gran forma de obligación general, cuya fuerza la
historia intensificaba cantando la gloria del
soberano, comienza a disolverse, dejando que aparezca
en su lugar una ley con dos caras: lo que es el
triunfo de unos, es la sumisión de los otros. Pero la

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historia de la lucha de razas que se constituye a
comienzos de la Edad Moderna no es ciertamente una
contrahistoria sólo por esta razón. Lo es, también y
quizás sobre todo, porque infringe la continuidad de
la gloria y deja ver que la fascinación del poder no
es algo que petrifica, cristaliza, inmoviliza el
cuerpo social en su integralidad y lo mantiene por
tanto en el orden. Pone de relieve que se trata de una
luz que en realidad divide y que –si bien ilumina un
lado- deja empero en la sombra, o rechaza hacia la
noche, a otra parte del cuerpo social. Y bien, la
contrahistoria que nace con el relato de la lucha de
razas hablará justamente de parte de la sombra, a
partir de esta sombra. Será el discurso de los que no
poseen la gloria o –habiéndola perdido- se encuentran
ahora en la oscuridad y en el silencio. Todo esto hará
que, a diferencia del canto ininterrumpido a través
del cual el poder se perpetuaba y reforzaba mostrando
su antigüedad y su genealogía, el nuevo discurso sea
una irrupción de la palabra, un llamado, un desafío:
“No tenemos detrás continuidad alguna y no poseemos la
grande y gloriosa genealogía con la cual la ley y el
poder se muestran en su fuerza y en su esplendor.
Nosotros salimos de la sombra. No teníamos derechos y
no teníamos gloria, y justamente por eso tomamos la
palabra y comenzamos a relatar nuestra historia”
(Michel Foucault, “Genealogía del racismo”, colección
“Caronte ensayos, Editorial Altamira, año 1996, pág.
63).
Es que por atrocidades nuestro país fue
privado temporalmente, bien por la experiencia
adquirida al ser tan lastimado o por los hechos
históricos que en definitiva lo erigieron en legatario
de hechos crueles, lo cierto es que, paradojalmente,
el ordenamiento estatal político-jurídico de entonces
se presentó por momentos inverosímil y absurdo, a
veces, hasta inmerso en un dejo con apariencias de
verdad; motivo por el cual, éstas consecuencias
atroces o no “no dependen del derecho, sino de la

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civilización…” (“¿Qué es un campo?”, Giorgio Agamben,


ob. cit).
No disimulamos sino hasta aquí –fuera de la
zona de juzgamiento- nuestro énfasis subjetivo, dado
que somos parte también de una realidad social en la
que coexistimos con nuestros connacionales, y también
de un cúmulo de situaciones jurídicas resueltas a
niveles nacionales y propios de los rasgos de nuestra
colectividad. Todas ellas han impuesto la definición
de ésta y otras realidades sociales, las nuestras y
sus naturales ajustes, y además no solo del “sujeto
cultural y social” y el lugar que ocupa en la
sociedad, sino también; la calidad de reproche que el
resultado de sus acciones originen.
La necesidad de regulación interna o,
inclusión de “otros” grupos humanos en la protección
que brinda la Convención de 1948, debe responder a una
reacción fría y aleccionadora por parte del Estado
Nacional que entronice a la persona humana evitando
que cualquier poder truhán e indeseable se sierva de
los cuerpos físicos de ellas; con todas las
consecuencias indignas que puedan dibujarse en un
escenario de eliminación “por razones de orden
político y biológico” (Michel Foucault, ob. cit. 76).
A propósito de la evitabilidad o acarreo de
consecuencias jurídicas objetivas del delito: “También
es posible que, aun cuando la ley y las normas sean
cabalmente entendidas y hayan sido bien transmitidas,
no puedan ser aceptadas en absoluto por algunos de los
grupos que integran la sociedad; en estas
circunstancias, la ley únicamente puede ser
considerada un medio de dominación represiva de una
realidad por otra” (Ian Taylor, Paul Walton y Jock
Young, ob. cit. pág. 288).
Por el recto orden del espíritu y la
filosofía que orienta la moral de los pueblos y de
esta nación Argentina, y, por nuestras obligaciones
como hombres de la magistratura que formamos parte de
ésta civilización actual, que colaboramos en la

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construcción también de una realidad política y
social, conceptualmente bien definida debemos prevenir
que: “también lo ha sido incorporar el sistema
convencional de protección de los derechos humanos a
nuestra Constitución, dándoles así un rigidez que los
pone fuera de la decisión caprichosa de un legislador
ocasional […]. Pensar ilusamente que no importa,
porque se trata solo de los hechos de unos pocos
canallas, es una mera ilusión porque estamos tratando
con cuestiones que hacen a la supervivencia de una
democracia verdadera”.-
Resultará, sobre la base de estas reflexiones
que pocas veces se dan en la historia de los pueblos
que: “Y es justamente sobre esto, el genocidio, donde
suma actualmente a su análisis un bastión más sobre el
cual trabajar, advirtiéndonos claramente cómo el
Estado, mientras castiga a través del código penal los
homicidios, deja de lado los crímenes más aberrantes
cometidos por él mismo. Demuestra así que la
criminología, hasta hoy, no había estudiado este
delito, refiriendo entonces que el gran desafío para
la criminología en el siglo XXI es el crimen de
Estado, por ser el que más vidas humanas sacrifica,
más aún en tiempos donde el terrorismo resulta ser la
excusa más utilizada por el Estado para reprimir,
torturar y matar gente” (Eugenio Raúl Zaffaroni, ob.
cit. 9; también en Juan Luís Gómez Colomer y González
Chusca, “Terrorismo y proceso penal acusatorio”,
Valencia Ed. Tirant Lo Blanch, año 2006).-
No puede nuestra sociedad resignarse y dejar
de seguir siendo ella, la dignidad del hombre está en
juego. Sabemos, pues, el “quién” de la clara tarea de
hacer esto posible, en cuanto al “porqué” “las normas
jurídicas no han de ser contempladas como conceptos
lógicos desprovistos de sentido social, sino en cuanto
pretenden cumplir una función social…” (MIR PUIG,
Santiago, “Sociedad, norma y persona en Jakobs”, en
Derecho Penal Contemporáneo, Revista Internacional, nº
2, Bogotá, Legis enero-marzo 2003, pág.131 y ss).

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Incluso en palabras de Günter Jakobs: “Todo


ordenamiento regulador de la existencia de las
personas, esto es, todo orden social, contiene como
mínimo el deber que se impone a toda persona de no
dañar a otra persona. Para simplificar, en lo sucesivo
denominaré tal prohibición como una relación negativa,
puesto que se trata de un no dañar a otra persona; en
cualquier caso debe quedar claro que esta relación
negativa refleja por su parte una relación positiva, a
saber, el reconocimiento del otro como persona” (Mario
Magariños, ob. cit. pág. 86)… Ahora bien, restará
saber sobre “qué” acciones debe “eficazmente” legislar
el Estado: “tienen un origen claro en la historia de
las ideas. La cita del ensayo On liberty de John
Stuart Mill de la que parte von Hirsch resuena como el
eco de la ejecución de la misma pieza por Wilhelm von
Humboldt en <Ideas para in intento de determinar las
fronteras de la eficacia del Estado>, probablemente
escrito en 1792 pero editado por primera vez en 1851.
En él responde a la pregunta sobre <qué acciones
pueden ser castigadas con pena por el Estado, es
decir, consideradas delito>, diciendo que el Estado no
puede <perseguir ningún otro interés distinto de la
seguridad de los ciudadanos> y, para ocuparse de ello,
<debe prohibir o restringir aquellas acciones cuyas
consecuencias resulten lesivas para los derechos de
terceros, esto es, que mermen su libertad o su
patrimonio sin o contra su voluntad, y también
aquellas acciones de las que hay motivos para pensar
que probablemente lo harán” (Roland Hefendehl (ED),
“La criminalización en los delitos contra bienes
jurídicos colectivos, por Günter Stratenwerth, ob.
cit. pág. 365). “Este proceso todavía no ha llegado de
ninguna manera a su fin, como pienso con la mirada
puesta en el tercer mundo. Una cosa, sin embargo, me
parece segura: no podríamos volver a ninguno de los
estadios anteriores del desarrollo sin caer en la
barbarie (como demostró con total claridad el intento
de hacerlo en tiempos del nacional-socialismo). Me

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parece que nuestra época está a punto de apreciar una
consecuencia ulterior del principio de igualdad, si de
ahora en adelante se intentan incluir en el discurso
moral las consecuencias de nuestras acciones para las
generaciones futuras. No podemos seguir negando dichas
consecuencias […] a pesar de que éstas se darán, no es
posible calcular las consecuencias concretas de lo que
hoy hacemos por nuestros descendientes. Esto no puede
sin embargo significar que podamos hacer caso omiso de
estas consecuencias. Una vez más se muestran los
límites relativamente estrechos dentro de los cuales
todavía puede pretender validez el modelo social de
finales de siglo XVIII, un modelo en el cual se
trataba sobre todo de liberar al individuo de las
limitaciones del estado corporativo , en términos
kantianos: de conectar la libertad del individuo con
la libertad del resto. Este modelo social ya no puede
servir como baremo en el que haya de verificar su
legitimidad la legislación penal de una época
totalmente distinta” (Íbidem, 371).-
Las circunstancias que nos rodean están
clamando nuestra atención, bastantes son, además, los
tanteos de la doctrina y la jurisprudencia
contemporáneas con el claro objetivo de generar estos
cambios estructurales. Por eso, fiel al estilo y
arropado de una fórmula muy personal y, por ello,
propio de las descripciones de una voz autorizada, el
Dr. Zaffaroni ha entendido que: “Desde el derecho
penal y la criminología estamos muy limitados, pero
debemos hacerlo. No podemos menos que observar la
extrema limitación del discurso penal frente a esta
urgente necesidad, como tampoco la estrechez de la
criminología que prácticamente omite el tratamiento
de los crímenes masivos y, por ende, lo poco
entrenados que estamos para llegar a donde debemos. No
obstante, es imposible eludir esa responsabilidad si
deseamos aportar algo a la prevención de hechos cuya
gravedad implica una situación límite irreversible

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para todos los seres humanos” (Eugenio Raúl Zaffaroni,


ob. cit. 63).
Además, “No es conveniente desperdiciar el
caudal tan penosamente acumulado. La situación
internacional no debe echarse en olvido.
Acontecimientos trascendentales estremecen el mundo.
La humanidad está encinta de sucesos imprevisibles
[…]. Un proyecto, sea cual fuere su filiación
científica es una labor proficua. Presenta una ventaja
inmediata: prepara la reforma. Si un código adolece de
defectos en su orientación o en su técnica es preciso
mudarlo. La acción conjunta de la cátedra, de la
magistratura y de los tratadistas crea un clima
propicio. La movilización de todas las fuerzas
intelectuales es un estadio preliminar de la reforma
de los códigos […]. Un código no implica una tarea
libresca, ni académica. El codificador ha de obrar
cautamente. No le debe seducir ni la hermosura de los
principios, ni el prurito de innovación. Apegarse
dócilmente a una escuela es tan funesto como arrojar
al olvido el acervo nacional. Ha de recoger, ante
todo, el patrimonio jurídico autóctono bien cimentado
[…]. Es menester aprovechar el valioso aporte del
actual código, así como de todos los precedentes
nacionales acogidos con el beneplácito de los
expositores y de los magistrados. Construir el futuro
no significa derribar todo el pasado […]. Si bien la
ciencia argentina no ostenta la originalidad de
naciones de cultura milenaria, no es menos cierto que
nuestras leyes no carecen de fundamento nacional. Lo
foráneo sirve de modelo o de orientación, pero las
disposiciones de nuestras leyes suelen llevar el sello
argentino […]. Nuestros antecedentes penales se
inspiran en códigos extranjeros, pero se acomodan a
nuestra idiosincrasia. Urge, además, resolver
argentinamente nuestros problemas. La sanción de un
código no ha de sujetarse a los azares de una guerra.
Afirmemos nuestra independencia espiritual, si no
podemos llegar a la emancipación científica. Argentina

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tiene un pasado, un presente y un porvenir. La
aspiración democrática arranca de nuestra historia y
se proyecta sobre nuestro porvenir. La defensa de los
principios democráticos sella todos nuestros
documentos penales. Defender esta tradición es
resguardar nuestro futuro. La reforma fundamental del
código, sin curarse del acervo científico tradicional
es peligrosa. La adaptación de los principios a los
coeficientes políticos, económicos, sociales de un
país en un deber ineludible del legislador […] es la
manera de aliar la ciencia con la práctica, la teoría
con la vida, el pasado con el porvenir…” (Digesto de
Codificación Penal Argentina, Tomo n° 5, Eugenio Raúl
Zaffaroni y Miguel Alfredo Arnedo, Ed. AZ editora,
proyecto Peco (1941), pág. 15 a 17).
Por tanto, en nuestra opinión, el concepto
restrictivo que tiene el genocidio va en contra de su
propia naturaleza jurídica, pues si él debe ser
considerado como la negación del derecho a la
existencia de grupos humanos enteros, y si realmente
se quiere prevenir y evitar esta modalidad delictiva;
no se debe vacilar con argumentos legalistas, acerca
de si una determinada atrocidad satisface o no la
definición o las exigencias conceptuales del delito.
Es muy importante recordar, como lo hace
Moyano, que el objetivo fundamental de las normas
respecto del genocidio es su prevención, por ello es
importante precisar que la definición de este delito,
que se encuentra en la Convención de 1948, esta es un
instrumento del cual se puede partir, pero también, es
un concepto que se debe de superar. Debe reconocerse
que no cualquier acto debe considerarse genocidio,
pero a la vez es necesario tener una visión audaz para
reconocer aquello que sí lo es. Pues “Lejos debe
quedar la idea de que el único genocidio de la
historia fue el perpetrado contra los judíos en
Alemania, este debe de servir de experiencia, para
develar mecanismos por los cuales se instauran este
tipo de crímenes y comprender que existen para su

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realización, como muchos otros fenómenos, escalas,


proporciones, modalidades y matices diferentes”
(Moyano, Gonzalo, “¿Genocidio Económico Social?,” en
Segundo encuentro Internacional de análisis de las
practicas sociales genocidas, Universidad Tres de
Febrero, Buenos Aires).
Bajo la misma línea Lemkin, como bien lo
explica Blanc Altemir, sostiene que el crimen de
genocidio, es la destrucción de grupos nacionales,
raciales o religiosos, cuyo autor no puede ser más que
el Estado a través de sus órganos. Y en ese sentido
afirmó que dada su naturaleza jurídica, moral y
humana, este crimen debe ser considerado
exclusivamente como un crimen internacional, que se
manifiesta por la existencia de un plan predeterminado
y destinado a aniquilar a los grupos de carácter
nacional, étnico, religioso o racial. Sobre esto
Lemkim toca un punto demasiado importante y
problemático para la interpretación y la aplicación
del delito de genocidio en los casos particulares que
se puedan llegar a presentar. El autor explica que la
exclusión de los grupos de carácter político no
significa en su opinión que la destrucción de estos
sea legítima, sino que dado el estado de desarrollo de
la vida internacional en aquellas fechas, convendría
temporalmente dejar la resolución de esta delicada
cuestión a las legislaciones nacionales, admitiendo
que es más fácil en el Derecho Internacional definir
los grupos étnicos, religiosos o nacionales, que los
grupos políticos (Blanc Altemir, Antonio, Ob. Cit., p.
196).
Por otro lado, Lemkim propone la adopción del
principio de jurisdicción universal para la represión
del genocidio, pues en su opinión los actos de
persecución o destrucción que integran el delito se
encuentran prohibidos en gran medida por el Derecho de
la Haya, pero no es suficiente, y al respecto dice lo
siguiente: “Las técnicas de genocidio descriptas
representan un sistema elaborado, casi científico

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desarrollado en una proporción nunca antes alcanzada
por una nación. De allí la significación de genocidio
y la necesidad de rever el Derecho Internacional a la
luz de las actividades alemanas en la guerra actual.
Estas actividades han sobrepasado por su falta de
escrúpulos cualquier procedimiento o método que
pudieran haber imaginado hace algunas décadas quienes
concibieron las Regulaciones de La Haya, nadie en ese
momento podía concebir que los ocupantes recurrieran a
la destrucción de Naciones enteras a través de
prácticas bárbaras que recuerdan los momentos más
oscuros de la historia” (Lemkim, ob. cit., p. 165).
Por lo tanto, entre los asuntos cubiertos por
las Regulaciones de La Haya, sólo se encuentran reglas
técnicas que tratan algunos de los puntos
problemáticos del genocidio. La Haya trata asimismo
acerca de la soberanía de un Estado, pero no habla
sobre la preservación de la integridad de un pueblo.
Sin embargo, la evolución del derecho natural, en
particular desde la fecha de las Regulaciones de La
Haya, ha generado un considerable interés por los
grupos nacionales distinguidos de los Estados y los
individuos.
Es por ello que el mencionado autor envió a
la Quinta Conferencia Internacional para la
Unificación del Derecho Penal, sostenida en Madrid en
octubre de ese año en colaboración con la Quinta
Comisión de la Liga de las Naciones, un informe
acompañado por el borrador de un artículo con el
propósito de que se penalizaran las acciones
tendientes a la destrucción y la opresión de las
poblaciones (lo cual equivaldría a la concepción real
del genocidio). El autor propuso que se introdujeran
dos nuevos delitos para el Derecho Internacional a la
legislación penal de los treinta y siete países
participantes, a saber, el delito de barbarie y el
delito de vandalismo que serían los antecesores
inmediatos de la figura del genocidio. Sin embargo su
propuesta no tuvo mucho éxito y la incorporación de

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los delitos antes mencionados no fue exitosa (Lemkim,


ob. cit., p. 165).
De igual forma, Lemkim sostiene que, dado que
el genocidio es de gran importancia, su represión debe
basarse no sólo en el Derecho Internacional y
Constitucional, sino también en el Derecho Penal de
los diferentes países. El procedimiento que debe
adoptarse en el futuro en referencia a este problema
debe ser el siguiente: “Debería firmarse un tratado
multilateral internacional que prevea la introducción,
no sólo en la Constitución, sino también en el código
penal de cada país, de disposiciones para la
protección de grupos minoritarios de la opresión
debido a su nacionalidad, religión o raza. Cada código
penal debería tener disposiciones que establezcan
penas para las prácticas genocidas. Con el objeto de
evitar la invocación del alegato del cumplimiento de
órdenes de superiores, los códigos penales de los
respectivos países deberían estipular de manera
expresa la responsabilidad de las personas que ordenen
actos de genocidio, al igual que la de las personas
que los ejecuten […]. Debido a las implicaciones
especiales del genocidio en las relaciones
internacionales, debería adoptarse, para este delito,
como ya lo había mencionado antes, el principio de
represión universal. Según este principio, el culpable
debería estar sujeto a juicio no sólo en el país en el
cual cometió el delito, sino también, en caso de que
escape de éste, en cualquier otro país en el cual
pueda haberse refugiado. El genocidio continua el
mencionado autor es un crimen internacional por que
por su propia naturaleza se comete siempre por el
Estado o por grupos que tiene el apoyo del mismo, y
es por ello que nunca será perseguido por este, por lo
cual se hace necesario su castigo mediante la
cooperación internacional” (Lemkim, ob. cit., p. 173).
Como se evidencia, fue Lemkin quien habló de
genocidio por primera vez, él dio los lineamientos y
desarrolló toda una teoría para su futura tipificación

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y aplicación en las legislaciones, y de igual forma
advirtió los problemas que se estaban desarrollando
con la violaciones a los derechos humanos que se dio
en la Segunda Guerra Mundial y las soluciones
inmediatas que tendrían que llegar.
También se pone de manifiesto que ya en la
concepción de genocidio brindada por este autor, al
igual que la de nuestro tiempo, lo más importante no
era el individuo como tal, sino la colectividad, es
decir que el bien que se protegía con la tipificación,
era un bien supraindividual, pues la protección a los
grupos más débiles que habitaban en un Estado, era lo
que se quería defender.

Instancia superadora en una resignificación


del alcance normativo del concepto genocidio.
Como ya dijimos, en la anterior causa ESMA
(28/12/11), propusimos que se reformularan los
términos de la Convencion sobre Genocidio de 1948, a
los fines de incorporar a su normativa, la causal del
exterminio por pertenecer a un determinado grupo
politico, es decir, lo que se conoce como politicidio.
Sin embargo, nuevas meditaciones y análisis
sobre el tema, me llevan a la conclusión que el
enunciado de la Convención respecto a los grupos, es
meramente ejemplificativo y que en modo alguno
pretendió incluir algunos grupos y soslayar otros, ya
que pensar de esta forma implica restringir la
capacidad de una norma y, por ende, impedir su
aplicación a hipótesis claramente previstas en ella,
en tanto satisfacen las exigencias de su núcleo
típico.
Bien se sabe que hay normas muy precisas en
la descripción de su núcleo típico, referidas
aquellas, en general, a situaciones muy básicas, como
el robo, el homicido, el daño y otras que precisan de
una elaboración de discernimiento respecto de aquel,
en cuanto las referencias fácticas lo son en un
contexto ejemplificativo.

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Es lo que ocurre con el tipo penal de estafa


acuñado por el artículo 172 del Código Penal Argentino
que incluye diez hipótesis ejemplificativas las cuales
“ocultan” el nucleo normativo.

Como es sabido y, sobre todo en el ámbito del


derecho penal, el legislador utiliza un lenguaje que
muchas veces es burdo y por ello es que no logra
cubrir la expectativa que se propone al definir el
supuesto de hecho ilícito, y como prueba de ello
tenemos las discusiones vinculadas al tipo penal del
hurto o del robo, donde el legislador a flor de piel
demuestra el problema de la definición en la
cuantificación de la lesión del bien jurídico y el
coste de la cosa objeto del delito.

Esto ocurre porque el legislador […n]o se


expresa con un lenguaje riguroso, recurriendo a
formulaciones amplias e imprecisas, se hace entonces
necesario recurrir al tipo de interpretación…] (Gladis
N. Romero, Delito de Estafa, Ed. Hammurabi, mayo de
1998, pág. 111).

Es, ante ello, función eminentemente


exclusiva del juez, cerrar el tipo de interpretación
que la garantía ofrece para la solución justa del caso
a juzgar, por supuesto, en tanto y en cuanto, no se
violente o comprometa la letra de la ley. Y así lo ha
sostenido nuestro máximo tribunal al decir que: […L]as
leyes deben interpretarse teniendo en cuenta el
contexto general y los fines que las informan, y de la
manera qué mejor se compadezcan con los principios y
garantías constitucionales, en tanto con ellos no se
esfuerce indebidamente la letra y el espíritu del
precepto que rige el caso…] (CSJN, en S. 1192. XXXVI;
ORI San Juan, Provincia de c/A.F.I.P. s/impugnación de
deuda 24/04/2007 T. 330, P. 1927, Mayoria: Lorenzetti,
Highton de Nolasco, Fayt, Petracchi, Maqueda, Argibay,
Disidencia: Abstencion: Zaffaroni)

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También se ha dicho que: […L]os tratados a
los que el art. 75, inc. 22 de la Constitución
Nacional otorgó jerarquía constitucional no derogan
artículo alguno de la primera parte de la Constitución
Nacional y deben entenderse complementarios de los
derechos y garantías por ella reconocidos (Voto del
Dr. Antonio Boggiano)…] (CSJN, S. 1767. XXXVIII.;
Simón, Julio Héctor y otros s/ privación ilegítima de
la libertad, etc. (Poblete) -causa N° 17.768,
14/06/2005, T. 328, P. 2056).

Sebastián Soler en su obra “Interpretación de


la ley” (Barcelona, Ed. Ariel, pág. 112 y ss.),
recordó que: […l]o primero que le ocurre a una ley en
el momento de ser sancionada consiste en que queda
incorporada a un sistema preexistente de derecho, con
el cual deberá funcionar sin contradicción…la
exigencia de no contradicción constituye, en realidad,
un principio formal del derecho semejante a un
principio lógico…. dentro de un sistema jurídico, esa
exigencia se manifiesta como 1 efecto del Principio de
Vigencia… CSJN: de esos principios emerge el
presupuesto de que las normas deben estar en armonía y
no entrañar oposición (Fallos: 256:24; 261:36;
303:1007, 1118 y 1403; 307:843; y e/ otros) (Voto de
la Dra. Liliana E. Catucci DIAZ BESSONE, Ramón Genaro
s/ recurso de inaplicabilidad de ley. PLENARIO 30 de
Octubre de 2008, CAMARA NACIONAL DE CASACION PENAL.
CAPITAL FEDERAL, CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES).

En esa línea, permítaseme repasar la


interpretación de algunos conceptos, ahora vinculados
al concepto de genocidio.
Así, Daniel Feirstein en su trabajo publicado
en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y

Sociales⎥Universidad Nacional Autónoma de México, Nueva

Época, Año LXI, núm. 228 ⎥septiembre-diciembre de 2016

⎥pp. 
247-266⎥ISSN-0185-1918. El concepto de genocidio y
la “destrucción parcial de los grupos nacionales”

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pags. 263 y sgtes., sostiene que la propia Convención


sobre Genocidio tolera una interpretación que, basada
en Lemkin, analiza al genocidio como la destrucción
parcial del propio grupo nacional.
Esta interpretación no solo permitiría volver
aplicable la Convención a los numerosos genocidios con

contenido político en tanto que verdaderamente todos
los genocidios modernos tienen motivación política,
fuere cual fuere el grupo seleccionado para el

aniquilamiento, a la vez que implica consecuencias
mucho más enriquecedoras en los procesos de memoria y
apropiación del pasado, constituyendo el único modo
efectivo de confrontar con la ideología genocida y ya
no solamente con sus efectos, al restituir en las
propias representaciones aquella pluralidad
identitaria que los genocidios vienen a quebrar.
La figura jurídica de genocidio contiene un
elemento restrictivo que se vincula a la
intencionalidad de destrucción de un grupo en el
contexto de la comisión de hechos de aniquilamiento
masivo de poblaciones.
Más allá de la objetable exclusión de los
 de la necesidad de
grupos políticos de la definición y
modificar dicho tipo 
penal, la comprensión de todo
aniquilamiento grupal como la “destrucción parcial de
un grupo nacional” permite solucionar técnicamente la
cuestión con una categoría presente en la Convención,
manteniendo un tipo cerrado, no manipulable, y
respetando el principio de tipicidad.
Por el contrario, la permanente apertura del
concepto de crímenes de lesa humanidad a acciones no
estatales, la creación de figuras aún más abiertas
como la de “crímenes atroces” y su creciente
homologación con los fenómenos terroristas y los
movimientos contestatarios, así como su propia
codificación jurídica y la inclusión en la misma del
sintagma “actos inhumanos”, convierten a estas figuras
en tipos penales abiertos, que podrían llegar a
incluir acciones civiles no estatales y

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contestatarias, al tiempo que deja a criterio de un
juez o tribunal incluir cualquier tipo de acción en la
subjetiva e imprecisa clasificación de “inhumana”.
Es posible rescatar, entones, el carácter
peculiar de la categoría de genocidio 
en tanto
intención de aniquilamiento masivo de un grupo de
 evitar la creación de nuevas figuras en el
poblacióny
derecho penal internacional, cuya inflación solo
contribuye a la equiparación de lo cualitativamente

distinto lo estatal frente a lo no estatal, lo masivo
frente a lo esporádico, lo materializado frente a lo

posibley a la vulneración de las garantías penales,
construidas durante siglos para proteger a los
individuos de la arbitrariedad de la persecución
estatal.
Contrariamente a la tendencia hegemónica en
el derecho internacional y en los trabajos académicos
que pretenden negar la calificación de genocidio y
reemplazarla por la de crímenes de lesa humanidad,
como modo de unificar el aniquilamiento masivo estatal
con acciones de movimientos insurgentes o de “acciones
terroristas”, considero mucho más útil bregar por la
tendencia contraria, buscando que la justicia
califique como genocidios a los genocidios y los
distinga de las acciones de movimientos no
estatales y no masivos que, justamente por no ser
estatales ni masivos ni tener control del monopolio de
la violencia en territorio alguno, deberían ser
juzgados según los códigos penales preexistentes,
respetando 
por miserables y malvados que sean los
perpetradores y los delitos 
cometidoslas garantías
penales de sus responsables.
El riesgo de no ver estos problemas no
afectará solo a los jueces o a los abogados. Puede
terminar colaborando en la destrucción del sistema
penal que hemos conocido en el siglo veinte,
instaurando una mayor discrecionalidad y arbitrariedad
en el ejercicio del poder, decretando el fin de
numerosos derechos de ciudadanía y otorgando un arma

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poderosa y letal a quienes buscan arrasar la soberanía


de los Estados en desarrollo. Eso sí, en nombre de la
“prevención” de las violaciones de derechos humanos y
como herramienta destinada a su supuesta “defensa”.
Por su parte, otro destacado autor sobre la
materia, Marcelo Ferreira, en su artículo “El
genocidio y su caracterización como ‘eliminación
parcial de grupo nacional’”, (publicado en Revista de
Derecho Penal y Criminología, septiembre 2012, Año II,
Nro. 8, Ed. La Ley, pág. 84 y sgtes), sostiene que las
dificultades en la aplicación de la Convención sobre
Genocidio, en el juzgamiento de crímenes de lesa
humanidad en la Argentina, deviene de la circunstancia
de que si bien algunos jueces, aun convencidos, de la
calificación histórica como genocidio dudaban de su
viabilidad jurídica.
Fundamentalmente por la ausencia de una
específica descripción fáctica.
Sin embargo, dice Ferreira hay claros casos
en que se aludió al tema.
El juez Carlos Rozanski, en los fallos
condenatorios contra el sacerdote Cristian Von Wernich
y el comisario Miguel Etchecolatz, hizo una aplicación
limitada de la figura de genocidio, mediante la
fórmula “crímenes contra la humanidad en el marco de
un genocidio”. En la causa “Suárez Mason”, el Juez
Daniel Rafecas dio por probado que los hechos
investigados en la causa “constituyen indudablemente
un genocidio político o politicidio”. El juez federal
Daniel Bejas en la causa “Jefatura de Policía CCD
s/secuestros y desapariciones (2do. grupo)”, calificó
los hechos como “delitos que configuran el contexto
del delito internacional de genocidio”.
El Tribunal Oral Federal de Córdoba condenó a
Menéndez por delitos de lesa humanidad, entre los que
incluyó el genocidio, y en la causa 172/09, “Videla”,
estableció que los hechos ocurridos en la Unidad
Penitenciaria nº 1 de Córdoba constituyen “prácticas
genocidas constitutivas del crimen de genocidio”. El

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Tribunal Oral Federal de Tucumán dijo que los delitos
contra Vargas Aignasse merecen la calificación de
genocidio, pero la figura no es aplicable porque la
víctima no puede incluirse en ninguno de los grupos de
la Convención. Y en la causa “Aguirre” consideró que
los delitos fueron cometidos “en el contexto del
delito internacional de genocidio”. El alegato de los
fiscales Javier De Luca, Marcelo García Berro y
Patricio Murray en los casos de “Avellaneda” y “Campo
de Mayo” consideró que en la Argentina hubo un
genocidio político.
Así si bien los jueces no condenan por
genocidio, en algunos casos, reconocen que en la
Argentina hubo un genocidio.
Los argumentos para no aplicar la figura
pueden ordenarse del siguiente modo: a) Argumentos
procesales: la condena por genocidio afectaría el
principio de congruencia, porque los acusados no
fueron indagados por ese delito; b) Argumentos de
derecho de fondo: 1. falta de reglamentación de la
Convención y sanción aplicable; 2. falta de
encuadramiento en las categorías de la convención.
Desde el derecho procesal penal se objeta que
la calificación de genocidio implicaría la violación
del principio de congruencia, si los acusados no
fueron indagados por ese delito. A ello cabe señalar
que la facultad de cambiar de calificación está
contemplada por el art. 401 del Código Procesal de la
Nación, que establece que “En la sentencia, el
tribunal podrá dar al hecho una calificación jurídica
distinta a la contenida en el auto de remisión a
juicio o en el requerimiento fiscal, aunque deba
aplicar penas más graves o medidas de seguridad”.
Pero, más aún, se pierde de vista que el
concepto de genocidio no denota meramente un delito
sino un género de delitos, y además una calificación
que se endosa a determinados delitos cuando se
verifica el estándar de intencionalidad genocida.

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En efecto, aún cuando los acusados no


hubieran sido indagados por genocidio ni por crímenes
de lesa humanidad, ni podrían haberlo sido, porque
esas palabras no designan crímenes específicos, sino
conjuntos de crímenes, a saber, los que resultan de
los catálogos del art. 2º de la Convención para la
Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, y el
art. 7º de Estatuto de la Corte Penal Internacional;
debe considerarse que esos crímenes tienen su
correlato en los delitos respectivos del Código Penal
Argentino, y es por estos últimos delitos por los que
corresponde la declaración indagatoria, y por los que
sin duda fueron efectivamente indagados todos los
acusados.
Por otra parte, el concepto de genocidio
importa también una calificación que se endosa a
determinados delitos, y conduce a la aplicación de las
consecuencias propias de todos los crímenes de lesa
humanidad, en sus ámbitos de validez material,
personal, temporal y espacial.
En tal virtud, la calificación de genocidio
no enfrenta ningún obstáculo procesal, como tampoco
los enfrentó la calificación de crímenes de lesa
humanidad que los tribunales argentinos formularon
muchas veces, desde la Corte Suprema para abajo. Al
fin y al cabo, el genocidio es una especie del género
crímenes de lesa humanidad.
Falta de reglamentación y sanción aplicable:
se objeta que el crimen de genocidio no está
tipificado en nuestro Código Penal, por lo que no
existe asignación de penas para ese delito.
A ello cabe señalar en primer término que,
como ya apuntáramos, el genocidio como crimen de
derecho internacional constituye un género de delitos
que tienen su correlato y sanción específica en el
Código Penal argentino. No está contemplado
específicamente el tipo penal “genocidio”, pero sí
todos los tipos penales correspondientes a los delitos
específicos en que se despliega el género genocidio.

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Tampoco los delitos de lesa humanidad están previstos
en el Código Penal como figura autónoma, pero ello no
impide la calificación como tales, porque sí existen
varias figuras penales específicas que encuadran en la
calificación de crimen de lesa humanidad.
Pero además, la objeción de la falta de
sanción aplicable no es novedosa sino de larga data, y
se encuentra definitivamente resuelta desde hace
tiempo en el plano del derecho internacional.
En efecto, las sanciones específicas para las
conductas incriminadas estaban ausentes en la
totalidad de los instrumentos de derecho penal
internacional hasta la adopción del Estatuto de Roma
de la Corte Penal Internacional en julio de 1998 (art.
77). Hasta ese momento, todos los instrumentos,
incluidas las Cartas de los Tribunales de Nuremberg y
Tokio, carecían de sanciones aplicables, por lo que
resultaba de aplicación la regla del derecho
internacional consistente en remitirse a las sanciones
establecidas por el derecho penal nacional para
infracciones similares.
En este sentido, el Estatuto del Tribunal
Internacional para la ex Yugoslavia establece que las
penas impuestas por el Tribunal se limitarán a las de
prisión, y que para fijar la duración de la pena el
Tribunal se guiará por la práctica general relativa a
las sentencias de prisión aplicadas por los tribunales
de la ex Yugoslavia (artículo 24.1 del Estatuto). Y la
misma norma está establecida en el artículo 23.1) del
Estatuto del Tribunal Internacional para Ruanda.
Como ejemplo histórico cabe citar el proceso
al ex jefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie en
Francia, el 4 de julio de 1987, por el que se lo
condenó a reclusión criminal a perpetuidad por
diecisiete crímenes contra la humanidad. En el caso,
se utilizó la Carta de Nuremberg para la tipificación
del delito (porque en Francia no existía el delito de
“crimen de lesa humanidad”), y el Código Penal Francés

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para la determinación de la pena (que fue temporal


porque Francia ya había abolido la pena de muerte).
Hay que recordar que la Convención contra el
Genocidio no contiene una descripción de las sanciones
que deberán aplicarse en relación con cada uno de los
supuestos criminales que prevé su texto, sino que
traslada dicha responsabilidad a los órganos
competentes de cada uno de los Estados Parte. El art.
VI de la Convención contra el Genocidio establece que
“Las Partes Contratantes se comprometen a adoptar, con
arreglo a sus Constituciones respectivas, las medidas
legislativas necesarias para asegurar la aplicación de
las disposiciones de la presente Convención, y
especialmente a establecer sanciones penales para
castigar a las personas susceptibles de ser
conducentes en cuanto tales, dejando a cada uno de los
mismos la capacidad de determinar cuáles habrán de ser
esas medidas y penas”.
La Argentina, oportunamente, adhirió a la
Convención contra el Genocidio mediante el decreto-ley
6286/56 del 9 de abril de 1956, y las sanciones
penales para las conductas por ella proscriptas ya
estaban establecidas en el Código Penal desde antes de
la ratificación, del mismo modo que ya estaban
establecidas con anterioridad las sanciones que se
aplicaron a Klaus Barbie, o a todos y cada uno de los
condenados merced a los Estatutos de Nuremberg o
Tokio, o en los Tribunales ad hoc para la ex
Yugoslavia y Ruanda.
En efecto, y tal como señala Mirta Mántaras,
la obligación prevista en el art. IV de la Convención
se encuentra cumplida con la norma interna que la
incorporó a nuestro ordenamiento -el decreto-ley
6286/56 del 9 de abril de 1956- y no sería necesaria
otra ley especí!ca, ya que en la misma Convención
estaría detallada cada una de las acciones que se
considera genocidio: a) matanza de miembros del grupo;
b) lesión grave a la integridad física o mental; c)
sometimiento a condiciones que acarrean la destrucción

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física total o parcial; e) traslado por la fuerza de
niños de un grupo a otro. Sostiene que “cuando los
delitos están descriptos con precisión, como en ésta,
la Convención es operativa, lo que significa que se
aplica directamente para el juzgamiento”.
Asimismo, las sanciones penales ya está
incorporadas al Código Penal, y son los siguientes: la
matanza de un grupo sería la comisión de homicidios
agravados que tienen penas de prisión perpetua (arts.
70 a 82, del Cód. Penal); las lesiones graves, físicas
o psíquicas están previstas en los arts. 83 a 93 del
Cód. Penal; el sometimiento a condiciones de reclusión
ilegal está previsto en los arts. 140 a 144 del Cód.
Penal; el traslado por la fuerza de niños de un grupo
al otro equivale a retención u ocultamiento de menores
y supresión de identidad, incluidos en los arts. 149 y
138 del Cód. Penal. Además, en el Código Penal
argentino está prevista la acumulación de delitos
cometidos por las mismas personas para establecer una
pena única, lo que permitiría aplicar sanciones en
gran escala, como sería el caso de genocidio.
Por otra parte, el ordenamiento jurídico
argentino recepta expresamente la figura penal de
genocidio como agravante en el art. 2º de la ley
23.592, conocida como ley antidiscriminatoria:
“Elévase en un tercio el mínimo y en un medio el
máximo de la escala penal de todo delito reprimido por
el Código Penal o leyes complementarias cuando sea
cometido por persecución u odio a una raza, religión o
nacionalidad, o con el objeto de destruir en todo o en
parte a un grupo nacional, étnico, racial o religioso.
En ningún caso se podrá exceder del máximo legal de la
especie de pena de que se trate”.
Por lo demás, en el presente estado del
derecho internacional, se ha formado gradualmente una
norma consuetudinaria sobre el genocidio en virtud de
la cual la Convención vincula a todos los Estados,
incluso a aquellos que no la han ratificado, por lo

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que no hay más vías de escape para los Estados,


quienes deben someterse a sus términos.
Así, la Corte Internacional de Justicia, en
su opinión consultiva sobre reservas a la Convención
sobre Genocidio, sostuvo que “los principios
establecidos en la Convención son principios
reconocidos como obligatorios para los Estados por
parte de las nacionales civilizadas, aun en ausencia
de una obligación convencional”.
En definitiva, sostenemos que cualquier
argumentación que propugne la inaplicabilidad de la
figura de genocidio por falta de reglamentación
resulta inadmisible, sentado que ningún Estado puede
invocar las disposiciones de su derecho interno como
justi!cación del incumplimiento de un tratado (art. 27
de la Convención de Viena sobre Derecho de los
Tratados), y colocaría a la Argentina en situación de
incumplimiento de sus obligaciones internacionales.
En cuanto al argumento de falta de
encuadramiento en las categorías de la Convención,
corresponde reflexionar que la Convención sobre el
Genocidio prevé cuatro grupos como sujetos pasivos del
delito -nacional, étnico, racial y religioso, con
exclusión de los grupos políticos-, por lo que se
argumenta que resultaría inaplicable en nuestro país,
porque las víctimas no encuadran en ninguna de esas
cuatro categorías. En la Argentina se libró una lucha
política entre militares y organizaciones armadas de
izquierda, por lo que en todo caso se trataría de un
genocidio político, y como tal excluido del análisis.
Ésta es la posición del amicus curiae
presentado por la organización de derechos humanos,
Nizkor.
En este sentido, la obligación de los Estados
de investigar, juzgar y castigar a los responsables de
crímenes contra la humanidad es hoy una norma
imperativa del derecho internacional que pertenece a
la categoría de ius cogens, con total independencia de
los criterios que puedan establecerse en el derecho

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interno de los Estados. Este criterio fue aplicado por
la Corte Interamericana en el causa 17.439 in re
“Pinochet Ugarte, Augusto s/prescripción de la acción
penal”, resolución del 15 de mayo de 2001, registro
18.657, subrayando el principio según el cual el
Estado no puede invocar dificultades de orden interno
para sustraerse del deber de investigar los hechos y
sancionar a quienes resulten penalmente responsables.
En la causa seguida en España contra Adolfo
Scilingo, basado en el análisis de la clínica de
derecho de la Universidad de Yale. Dice Nizkor: “Las
víctimas de los militares argentinos fueron
considerados como blanco por sus supuestas creencias
políticas... no fueron objeto de ataque ‘por razón de
su pertenencia a un grupo’ como requiere el estándar
de intencionalidad genocida, sino, más bien, sobre la
base de sus supuestos puntos de vista políticos
individuales...”.
En una versión más débil, se admite la
existencia de un genocidio pero no su aplicabilidad
jurídica.
En este sentido, el Tribunal Federal de
Tucumán en el caso “Vargas Aignasse” sostuvo que:
“Este Tribunal reconoce que el grado de reproche de
los delitos cometidos contra Guillermo Claudio Vargas
Aignasse es el mismo que el que merecen las acciones
que tipi!can el delito internacional de genocidio
previsto por la CONUG y en este sentido configuran
prácticas genocidas y, asimismo, que sus autores
mediatos son claramente genocidas en el marco de una
definición no jurídica del genocidio pero, por las
consideraciones antes expuestas, entiende que la
víctima no puede incluirse en ninguno de los grupos
que tipifican la figura”.
Ferreira dice que estas interpretaciones no
se ajustan a la realidad, y resultan por demás
estrechas. Es correcto en principio afirmar que hubo
un genocidio político, pero el enunciado se queda
corto: fue político y a la vez mucho más que político.

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Los crímenes cometidos durante el autodenominado


“Proceso de Reorganización Nacional” constituyen
genocidio en los términos de la Convención de 1948, y
las víctimas deben encuadrarse en la categoría de
grupo nacional parcial, y no meramente de grupo
político, categoría mucho menos comprensiva.
Agrega también que: “La afirmación del
terror como dirigido a toda la población se constata
también en la palabra de los propios victimarios. “Es
poco lo que se ha podido hacer en bien del
cumplimiento de los restantes objetivos que apuntan
hacia la derrota, no ya solamente de la guerrilla sino
de la subversión in totum” (“Proyecto Nacional”
desarrollado en 1976 por el Ministerio de
Planificación de la dictadura militar, a cargo del
Gral. Díaz Bessone). “En este tipo de lucha no
solamente es considerado como contradicción revela la
profundidad de las raíces de la tenebrosa trama
represiva, que lejos de ser una primitiva reacción
visceral violenta, fue en cambio el resultado de un
proceso racional premeditado, fría y aterradoramente
calculado.
El terrorista no sólo es considerado tal por
matar con un arma o colocar una bomba sino también por
activar a través de ideas contrarias a nuestra
civilización occidental y cristiana a otras personas”
(Jorge Rafael Videla, en La Prensa, 18 de diciembre de
1977). “Sería absurdo suponer que hemos ganado la
guerra contra la subversión porque hemos eliminado su
peligro armado (...) Es en los ámbitos religioso,
político, educativo, económico, cultural y laboral,
donde actualmente apuntan los elementos residuales de
la subversión” (Carlos Suárez Mason, en La Prensa, 7
de julio de 1979).
En forma contundente, Videla afirmó que
“Nuestro objetivo era disciplinar a una sociedad
anarquizada, volverla a sus principios, a sus cauces
naturales... Un nuevo modelo, un cambio bastante

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radical, a la sociedad había que disciplinarla para
que fuera más eficiente”.

Configuración del grupo genérico.


Dice Ferreira que, en el caso del genocidio,
el grupo de víctimas no es verificado objetivamente -a
partir de un dato constante de la realidad-, sino
construido subjetivamente, merced a una operación
intelectual.
El grupo no preexiste “como tal”, sino que es
siempre construido por el represor, que traza un
círculo sobre determinadas personas, con algún
criterio, al modo del animal predador que acecha a su
presa. El genocida construye al grupo. Cualquier grupo
de personas puede ser víctima de un genocidio.
La construcción del grupo como tal es
puramente subjetiva: es un recorte de la realidad. La
realidad es cortada en porciones que se trozan de uno
u otro modo, en decisión arbitraria. El grupo no
existe en la naturaleza, sino merced a una
construcción intelectual: una clasificación. Esta
clasificación es un hecho cultural y subjetivo, no hay
clasificaciones verdaderas ni falsas, así como no hay
nombres verdaderos o falsos.
El Tribunal Penal Internacional para Ruanda
sostuvo, en relación a la clasificación de hutus y
tutsis como grupos “étnicos”, que “a los fines de
aplicar la Convención sobre Genocidio, la pertenencia
a un grupo es, en esencia, un concepto subjetivo más
que objetivo. El perpetrador de genocidio percibe a la
víctima como perteneciente a un grupo destinado a la
destrucción. En algunos casos, la víctima puede
percibirse a sí misma como perteneciente a dicho
grupo”.
Y en relación con el caso argentino, Mirta
Mántaras sostuvo que en “Argentina se operó la
destrucción de un grupo nacional. Este grupo no era
preexistente, sino que lo fueron conformando los
[propios victimarios] a medida que aparecían

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individuos que manifestaban su oposición al plan


económico implementado (...) El grupo nacional se iba
integrando con trabajadores, estudiantes, políticos,
adolescentes, niños, empleados amas de casa,
periodistas y todo aquel que por cualquier
circunstancia los genocidas consideraran sospechosos
de entorpecer la realización de su fines (...) Las
personas, en la mayoría de los casos, no se conocían
entre sí, pero caían bajo el común denominador de
‘oponente’ (...) No era necesario que efectuaran actos
concretos de oposición ya que la sola eventualidad de
que pudieran actuar en defensa de alguien ya era su!
ciente para que los genocidas lo incluyeran en el
grupo nacional a destruir”.

Configuración del grupo nacional.


El principal cuestionamiento a la
calificación por genocidio provino del amicus curiae
presentado por la organización de derechos humanos
Nizkor, basado en el análisis de la clínica de derecho
de la Universidad de Yale, que afirmó que “origen
nacional, tal y como se emplea en instrumentos
nacionales y en literatura, hace referencia a personas
que “tienen una cierta cultura, lengua y forma de vida
tradicional peculiares de una nación... Por
consiguiente, las víctimas de los militares argentinos
no eran un grupo nacional...”.
En el mismo sentido, en el amicus introducido
al juicio ABO por el Centro Europeo por los Derechos
Constitucionales y Humanos, con el dictamen del
jurista van Boven, se excluye la calificación de
genocidio porque las víctimas masivas de la dictadura
no son un grupo nacional: “las víctimas de los
militares argentinos provenían de culturas diferentes,
formas de vida distintas e incluso naciones
distintas...”.
Asimismo, en los fallos que condenaron a
Bussi en la causa Vargas Aignasse, y a los asesinos de
Floreal Avellaneda, se afirma que “El significado

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explicitado (por la expresión ‘grupo nacional’) ... se
asocia con la preocupación de la comunidad
internacional por brindar protección a las minorías
nacionales en el contexto de surgimiento de Estados
plurinacionales al término de la Segunda Guerra
Mundial. Pues bien, resulta difícil sostener que la
República Argentina configure un Estado plurinacional
en la época en la que tuvieron lugar los hechos”.
Todas estas interpretaciones son erróneas y,
en cierto punto, contradictorias.
En el análisis de Nizkor, las víctimas no
constituirían un grupo nacional por no estar unidas
por una “cierta cultura, lengua y forma de vida
tradicional”, lo que da a entender que el mentado
grupo se trataría de un conjunto homogéneo, con unidad
de lengua y cultura. Lo mismo dice van Boven cuando
excluye del grupo nacional a las culturas, formas de
vida y naciones distintas, que como tales no serían
grupo nacional por no ser iguales. Mientras que los
tribunales argentinos señalados llegan a la conclusión
opuesta, y postulan que las víctimas no son grupo
nacional por ser demasiado iguales, y no
plurinacionales.
En efecto, caracterizar “grupo nacional” como
propio de Estados plurinacionales es natural en un
continente donde se hablan varias lenguas en un mismo
país; y en donde, como consecuencia de continuas
guerras, se corrían las fronteras de la noche a la
mañana y quedaban “minorías nacionales” atrapadas en
países hostiles. Pero con este criterio la Convención
sólo sería aplicable en Europa: un privilegio de
naciones europeas. Las normas jurídicas deben
interpretarse de acuerdo al contexto en que son
aplicadas, y deben adaptarse a la realidad, y no a la
inversa.
El error común a estas concepciones finca en
definir la nacionalidad en función de supuestos
criterios objetivos que no resisten confronte con la

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realidad, y como tales resultan inverificables:


lengua, cultura y formas de vida.
Hay países que tienen unidad de lengua,
cultura y forma de vida y constituyen una nación. Hay
países que poseen múltiples lenguas, culturas y formas
de vida y también constituyen una nación.
Y a veces hay unidad de lengua, cultura y
forma de vida en naciones distintas (argentinos y
uruguayos).
El fiscal Alejandro Alagia sostuvo en su
alegado en la causa ABO que “Cuando se sanciona la
Declaración de Derechos francesa de 1795 pocos eran
los que hablaban esa lengua. El caso más extremo fue
el de la nación italiana donde sólo el 2,5% de la
población usaba el idioma oficial en la vida
cotidiana. En conclusión, no hay razón para considerar
la lengua o algún otro criterio cultural como pauta
objetiva para identificar al grupo nacional de la
Convención de 1948”.
La indagación de la supuesta objetividad
encierra además una discriminación implícita, porque a
las víctimas no les queda ni siquiera el lugar de
“nacionales”. No es un error pequeño: tampoco serían
nacionales los judíos o los gitanos en la nación
alemana. La pretensión de de!nir la nacionalidad en
función de criterios objetivos constituye entonces un
error trágico, porque discurre por la misma vía de
razonamiento que en su momento permitió al nazismo
determinar quiénes formaban parte de la nación, y
quiénes debían ser excluidos.
Por último, la pretensión de objetividad
soslaya la autoridad de la propia Constitución
Nacional Argentina, que no hace depender la
nacionalidad de ningún criterio cultural, y establece
como único requisito para la adquisición de la
nacionalidad por parte de extranjeros la residencia
durante dos años continuos, aunque “la autoridad puede
acortar ese término a favor del que lo solicite,
alegando y probando servicios a la República” (art.

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20). Y este criterio formal y subjetivo es unánime en
el derecho internacional, donde el derecho no sólo a
adquirir sino también a cambiar de nacionalidad echa
por tierra toda pretensión de objetividad.
El “grupo nacional” es el constituido por el
vínculo entre las personas y la nación: criterio
puramente formal y subjetivo. Así lo definió el
Tribunal Internacional Ad Hoc para ex Yugoslavia:
“aquel integrado por individuos que comparten un
vínculo legal basado en la ciudadanía común que les
otorga derechos y obligaciones recíprocas”.
Tal es el también el criterio sentado por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en la Opinión
Consultiva OC/84, basada en la doctrina establecida
por la Corte Internacional de Justicia de La Haya en
el caso Nottebohm de 1955. La Corte dictaminó que: “La
nacionalidad puede ser considerada como el vínculo
jurídico político que liga a una persona con un Estado
determinado por medio del cual se obliga con él con
relaciones de lealtad y fidelidad y se hace acreedor a
su protección diplomática”. Y esa doctrina es
obligatoria para la Argentina, porque la Corte Suprema
Argentina estableció en el caso “Giroldi” la
obligatoriedad de los pronunciamientos de la Corte
Interamericana tanto en sus fallos como en sus
opiniones consultivas.
El concepto de nacionalidad así sustentado no
indica el origen étnico de una persona, su
nacionalidad “sociológica”, sino su nacionalidad
“política” o “jurídica”, que sólo puede ser conferida
por el Estado. En efecto, la regla básica en este de
Derechos Civiles y Políticos, art. 24.3: “Todo niño
tiene derecho a adquirir una nacionalidad”.
Al respecto, Bidart Campos distingue entre
nacionalidad a secas o sociológica, y nacionalidad
política. Dice que la primera se adquiere
espontáneamente, y no es susceptible de regulación por
el derecho positivo del Estado.

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Mientras que la nacionalidad política es la


que un hombre tiene conforme al derecho positivo que
se la adjudica, y se define como la situación jurídica
con que un hombre es investido por el derecho positivo
del Estado en relación con el mismo “Estado”, según un
criterio que aquel derecho adopta (por ej., el lugar
de nacimiento, o la nacionalidad paterna, o la
naturalización, o el domicilio, etc.)

Configuración del grupo nacional parcial.


La Convención para la Prevención y Sanción
del Delito de Genocidio se refiere a delitos
perpetrados con la intención de destruir “total o
parcialmente” a un grupo, lo que comprende al “grupo
nacional parcial”.
Grupo nacional parcial se refiere a una parte
del conjunto “nación”. Ahora bien, con relación al
conjunto “población”: ¿El grupo nación es un
subconjunto o coincide con el todo? En otros términos:
¿Cuando hablamos de “grupo nacional” nos referimos a
algunos o a todos los miembros de la población? ¿El
grupo nacional tiene la misma entidad que los grupos
étnico, racial o religioso? ¿O tiene en cambio un
alcance más extenso?.
El concepto de genocidio fue acuñado por
Raphael Lemkin, quien creó la palabra y sostuvo que
“por genocidio nos referimos a la destrucción de una
nación o de un grupo étnico”. Sostiene Lemkin que “El
genocidio se dirige contra el grupo nacional como una
entidad, y las acciones involucradas se dirigen contra
los individuos, no en su capacidad de individuos, sino
como miembros del grupo nacional”. Esto es, genocidio
entonces: destrucción de un grupo nacional o étnico.
Pero en la nota al pie 185 aclara el concepto de
étnico: “Podría utilizarse otro término para la misma
idea, a saber, etnocidio, compuesto por la palabra
griega etnos -nación- y la palabra latina cide”. En la
concepción de Lemkin, el grupo étnico se asimila en
cierto modo al grupo nacional.

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Continúa diciendo que “(e)l genocidio tiene
dos etapas: una, la destrucción del patrón nacional
del grupo oprimido; la otra, la imposición del patrón
nacional del opresor”. El concepto de patrón nacional
se impone claramente. No dice patrón étnico, racial o
religioso, sino patrón nacional.
Asimismo, a!rma con toda claridad que el
grupo nacional es el término genérico. Dice:
“...Muchos autores, en lugar de utilizar un término
genérico, utilizan términos actuales que connotan sólo
a algunos aspectos de la principal noción genérica de
genocidio. Así, se emplean los términos
‘germanización’, ‘magiarización’, ‘italianización’
para connotar la imposición, por parte de una nación
más fuerte (Alemania, Hungría, Italia), de su patrón
nacional sobre un grupo nacional controlado por ésta”
(cursivas nuestras). Es bien claro que, en contraste
con el término genérico, los términos “especí!cos” se
refieren también a grupos nacionales.
Y que ésa es “la principal noción genérica de
genocidio”.
Tan fuerte es la idea que Lemkin afirma que
“las naciones son elementos esenciales para la
comunidad mundial. El mundo representa tanta cultura y
vigor intelectual como los creados por los grupos
nacionales que lo componen... la destrucción de una
nación, por lo tanto, representa la pérdida de sus
futuras contribuciones al mundo”.
También se advierte el predominio de la
noción de nacionalidad cuando Lemkin describe las
“Técnicas de genocidio en diferentes campos”, en el
capítulo IX de su obra. Los campos en cuestión son:
político, social, cultural, económico, biológico,
físico, religioso, moral. En el campo político, dice
que “las técnicas de genocidio, desarrolladas por los
ocupantes en los diferentes países ocupados,
representan un ataque concentrado y coordinado contra
todos los elementos del nacionalismo:... para
desbaratar aún más la unión nacional... En consonancia

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con esta política de imposición de patrones nacionales


alemanes”. En el campo social, dice que “La
destrucción del patrón nacional en el campo social se
ha logrado, en parte por medio de la abolición de la
ley local y los tribunales locales y la imposición de
la ley y los tribunales alemanes, y también a través
de la germanización del lenguaje judicial y del
colegio de abogados. Con lo vital que es la estructura
social de una nación para su desarrollo nacional, los
ocupantes también se esforzaron para realizar cambios
tales que pudieran debilitar los recursos espirituales
nacionales”.
En el campo cultural, sostiene que “Para
prevenir la expresión del espíritu nacional a través
de los medios artísticos, se ha aplicado un control
estricto de todas las actividades culturales. Las
personas dedicadas a la pintura, el dibujo, la
escultura, la música, la literatura y el teatro deben
obtener una licencia para continuar con sus
actividades”. En el campo económico, dice que “La
participación en la vida económica pasa así a depender
del ser alemán o el estar dedicado a la causa del
germanismo. Por consiguiente, la porción de una
ideología nacional distinta de la alemana se dificulta
y se torna peligrosa”.
En el campo biológico, dice que “En los
países ocupados pertenecientes a ‘pueblos no
consanguíneos’ se aplica una política de
despoblación... mediante la adopción de medidas
calculadas para disminuir la tasa de nacimiento”.
En el campo físico, dice que “El
debilitamiento físico e incluso la aniquilación de los
grupos nacionales de los países ocupados se llevan a
cabo sobre todo a través de los siguientes
métodos...”, que enumera en: 1. discriminación racial
en la alimentación, 2. puesta en peligro de la salud,
y 3. asesinatos masivos.
En el campo religioso, afirma que “En
Luxemburgo, donde la población es en su mayoría

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católica y la religión desempeña una función
importante en la vida nacional, en especial en el
campo de la educación, los ocupantes han tratado de
desbaratar las influencias nacionales y religiosas”.
Y en el campo moral, dice que “Para debilitar
la resistencia espiritual de los grupos nacionales,
los ocupantes intentan generar una atmósfera de
vaciamiento moral de este grupo. De acuerdo con este
plan, la energía mental del grupo debería concentrarse
en los instintos básicos y así desviarse de todo
pensamiento moral y nacional”.
Es claro entonces que en el pensamiento de
Lemkin el grupo nacional tiene una extensión lógica
mayor que los grupos étnico, racial y religioso.
Por ello, el grupo nacional abarca en
principio a la totalidad exhaustiva de los miembros de
la nación, y comprende a los restantes grupos, que por
definición quedan subsumidos en el grupo más extenso.
La inclusión de los grupos étnico, racial y religioso
tiene el sentido específico de destacar algunos casos
de genocidio, pero no agota el concepto. Más aún, el
grupo nacional exorbita a los restantes: se refiere a
grupos étnicos, raciales y religiosos y algo más.
Precisamente, todos los grupos que no se encuentran
incluidos en las categorías étnico, racial o
religioso. Y alberga así a todos los grupos
minoritarios que puedan ser objeto de persecución,
cualesquiera que sean.
Grupos que tienen en común algún criterio de
pertenencia distinto al de la etnia, raza o religión:
ancianos, travestis, minusválidos, feos, o lo que sea.
El grupo nacional tiene así un límite interno, que
abarca a los grupos étnico, racial y religioso, y un
límite externo, que excede al anterior y comprende a
otros grupos posibles.
Creo, dice el reconocido Marcelo Ferreira,
que cualquier otra interpretación conduce
inevitablemente a consecuencias discriminatorias,
tanto en lo referido a lo que el grupo nacional abarca

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(límite interno), como a lo que el grupo nacional


exorbita (límite externo). Así: -Límite interno: si se
sostiene que el grupo nacional no abarca a los grupos
étnicos, raciales o religiosos, se incurre
precisamente en la misma discriminación de los
genocidas nazis, que excluyeron a los judíos y otros
grupos de la nación alemana. Los judíos, homosexuales,
minusválidos, etc., no sería alemanes sino otra cosa,
digna de ser exterminada.
Y el mismo ejemplo vale para todos los casos
de genocidio, incluido el de Argentina.
-Límite externo: si el grupo nacional no
incluye a ancianos, travestis y minorías sexuales,
minusválidos, etc., se vulnera groseramente el
principio de igualdad ante la ley, porque en tal caso
a los efectos de la Convención habría vidas más
importantes que otras, en inadmisible jerarquización
de la existencia humana.
Tal es el alcance del grupo nacional parcial,
y cualquier otra interpretación que excluya a grupos o
personas merece la tacha de inconstitucionalidad, por
violación al principio de igualdad ante la ley
consagrado en el art. 16 de la Constitución Nacional
Argentina.

La construcción de la memoria y el valor de


la verdad.
Los modos de calificación jurídica tienen una
importancia mucho mayor que la que suele atribuirse a
la imposición de penas. Mucho más importante que el
castigo de los criminales es la construcción de la
memoria colectiva. Y para ello es importante rescatar
el valor de la verdad, que no puede ni debe ocultarse,
sino al precio de mucho daño.
Las figuras de genocidio y crímenes de lesa
humanidad tienen distintas connotaciones, en tanto el
primer concepto implica responsabilidad de todos.
Porque si en el caso del genocidio lo que se pretende
es la eliminación del grupo, entonces todos estamos

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involucrados, y nadie puede permanecer ajeno: no
podemos decir que fue culpa o desgracia de otros
porque todos estamos en el mismo barco. Distinto es el
caso de los crímenes de lesa humanidad, porque
múltiples
Asimismo, la psiquiatra francesa Françoise
Dolto dice que “lo que se calla en la primera
generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”, y el
traumatismo transmitido es mucho mayor que el
recibido: los hijos de los sobrevivientes del
holocausto sufren tres veces más síndromes
postraumáticos que sus padres. Dice que si los abuelos
callan transmiten un no-dicho, que será procesado por
los hijos y se convertirá en lo indecible, y también
por los nietos que lo tornarán lo impensable.
En la tercera generación, lo indecible se
convierte en lo impensable, que a su vez se convierte
en un fantasma, que hechiza a todos. Y los traumas se
transmiten y hacen daño a través de los siglos.
Mehemet Ali Agca escribió el día anterior “decidí
matar a Juan Pablo II, comandante supremo de las
cruzadas”: mil años después la herida sigue abierta, y
los musulmanes todavía hablan de genocidio. En el
mismo sentido, Freud dice que “Sin el supuesto de una
psique de masa, de una continuidad en la vida de
sentimientos de los seres humanos que permite superar
las interrupciones de los actos anímicos producidos
por la muerte de los individuos, la psicología de los
pueblos no podría existir. Si los procesos psíquicos
no se continuaran de una generación a la siguiente, si
cada quien debiera adquirir de nuevo su postura frente
a la vida, no existiría en este ámbito ningún proceso
ni desarrollo alguno” (FREUD, Sigmund, “Totem y Tabú”,
t. XIII, pág. 159). Los crímenes aislados individuales
bien pueden ser diluidos o alienizados en la
experiencia ajena: “algo habrán hecho”, “por algo
será”... En su versión extrema, esta caracterización
puede presentar a los crímenes de lesa humanidad como
obra de sicópatas o alienados que “mataban a

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cualquiera”, lo que equivale a la doble negación de


victimarios y víctimas, en tanto los primeros podrían
ser tachados de inimputables, y los segundos de
“personas que no hicieron nada”, y no luchadores,
militantes o gente solidaria comprometida con la
sociedad.
La disyuntiva de calificar por genocidio de
un grupo nacional o meramente por miles de crímenes de
lesa humanidad inconexos importa dos modos de
construcción del pasado y conduce a sendos modelos de
sociedad distintos. Una sociedad solidaria -que es
precisamente lo que la dictadura se encargó de
reprimir-, o una sociedad fraccionada en miles de
reclamos individuales al modelo de la década del 90
-que es precisamente lo que intentó instaurar-,
mediante la exaltación del egoísmo, el “hacer la mía”,
la frivolidad desenfrenada, y la imposición por la
fuerza de un modelo económico que la sociedad
argentina había rechazado durante décadas. La condena
por miles de crímenes desarticulados no sólo oculta la
verdad sino que también contribuye a perpetuar el gran
crimen.
Es entonces necesario rescatar el valor de la
verdad. Y reconocer que en la Argentina hubo un
genocidio: mucho más que crímenes de lesa humanidad. Y
que fue un genocidio de grupo nacional: mucho más que
un genocidio político.

La Convención desde una interpretación


normativa.
Explica Feierstein (cfr,: Daniel Feierstein,
“Juicios”. Sobre la elaboración del genocidio II, Ed.
FCE, Bs.As., 2015, pág. 122 y sgtes.), que la
Convención sobre Genocidio, producto de disputas de
orden geopolítico vinculadas al nivel de soberanía que
cada Estado estaba dispuesto a ceder al derecho penal
internacional, produjo un hecho insólito por su
gravedad en la tipificación de un delito: su remisión
a determinados conjuntos de víctimas como parte

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sustantiva de su proceso de tipificación. Esto
constituye un pésimo precedente para el derecho penal,
en tanto vulnera el principio de igualdad ante la ley,
normativamente superior y determinante de cualquier
codificación jurídica, sea que se asuma una visión
iusnaturalista, iuspositivista o incluso la propuesta
iusconstructivista.
Cada uno de los delitos de los códigos
penales remite a una práctica, expresada a través de
un verbo, el cual constituye el primer elemento
(acción) en la definición de un delito.
Todos los antecedentes de la Convención sobre
Genocidio se redactaron siguiendo esta misma lógica.
Documentos como la Resolución 96/1 de las Naciones
Unidas, que es la que convoca a la propia redacción de
dicha Convención, sostienen que "el genocidio es la
negación del derecho a la existencia de grupos humanos
enteros, como el homicidio es la negación del derecho
a la vida de seres humanos individuales; tal negación
del derecho a la existencia conmueve la conciencia
humana, causa grandes pérdidas a la humanidad en la
forma de contribuciones culturales y de otro tipo
representadas por esos grupos humanos y es contraria a
la ley moral y al espíritu y los objetivos de las
Naciones Unidas. Muchos crímenes de genocidio han
ocurrido al ser destruidos completamente o en parte,
grupos raciales, religiosos, políticos y otros. El
castigo del crimen de genocidio es cuestión de
preocupación internacional".
El genocidio es definido en esta herramienta
jurídica por analogía con el homicidio, variando sin
embargo aquello que se pretende destruir: en el
homicidio, la vida de seres humanos individuales; en
el genocidio, la de grupos humanos. Sin embargo, al
lograrse la exclusión de determinados grupos de la
definición final de la Convención (la discusión giró
en especial sobre los grupos políticos pero también
han sido excluidos los grupos sociales, de género,
económicos, de identidad sexual, discapacidad y

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otros), el delito quedó tipificado de un modo


totalmente contrario al principio normativo de
igualdad ante la ley, situación que no existe en
ningún otro delito del código penal argentino.
Esto resulta equivalente, en el plano de los
grupos humanos, a la aceptación de la tipificación del
homicidio como aplicable al asesinato de algunas
personas individuales, pero no de otras, basado en
supuestas diferencias "esenciales" entre las personas.
Tendencias que, lejos de constituir un absurdo,
podrían ser parte de los futuros avances de una
criminología y un derecho penal de autor o de víctima,
que intentan poco a poco legitimar la posibilidad del
derecho para definir al conjunto de sujetos que debe
proteger, quebrando su lógica universalista. De allí
la gravedad, la relevancia de la presente discusión y
sus vinculaciones con lo que Zaffaroni ha dado en
llamar un "derecho penal del enemigo".
La interpretación normativa de la Convención
es aquella que plantea explícitamente la imposibilidad
de aceptación de la exclusión de grupo alguno en la
tipificación de genocidio, como modo de ratificar el
principio universal de la igualdad de valor de la vida
humana, tanto de la vida de los individuos como de la
vida de los grupos, imposibilitando un derecho
diferencial que se proponga valorar algunos grupos por
encima de otros.
En nada cambia esta lógica que existan otras
figuras legales - para el caso, crímenes contra la
humanidad - que pudieran contemplar el caso, ya que el
derecho no puede construirse a partir de tipos
distintos que den cuenta de la misma práctica aplicada
a sujetos distintos, a riesgo de construir una
anarquía en el sistema penal o de permitir la
aplicación de penas diferenciadas ante delitos cuya
distinta tipificación sólo opera en función de la
identidad de la víctima que los sufre, antecedente
básico para cualquier constitución de un "derecho

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penal de víctima", equivalente en su ilegalidad al
"derecho penal de autor".
Nuevamente sirve aquí la analogía con el
homicidio. Ninguna interpretación normativa podría
aceptar la exclusión de determinados sujetos -
pongamos por caso, las mujeres - de la definición de
homicidio para luego reemplazar dicha ausencia con una
figura especial como el feminicidio. Ya que, aún
cuando todos los delitos pudieran tener sanción en
este derecho fragmentario, el propio hecho de
fragmentar el tipo penal no pierde su gravedad, en
tanto la sanción dependería de herramientas que no se
encuentran necesariamente asociadas al tipo. De este
modo, se permitiría al legislador o al juez anular
algunas de ellas o modificar y graduar de modo
diferencial las penas al aceptarse el principio
dogmático de que el tipo penal podría incluir en su
definición a la víctima sobre la cual se aplica.
La inclusión de características de la víctima
sólo existe en el sistema penal argentino con respecto
a los atenuantes y agravantes y, aún en dichos casos,
tiende a referir a situaciones específicas y
temporales (edad, vinculación entre victimario y
víctima, etc.) y no a cuestiones generales, como
ocurre con la selección de grupos en la tipificación
penal del genocidio.
Pese a la fuerte tradición normativa del
derecho penal argentino, llama la atención que esta
primera interpretación casi no haya tenido desarrollo
jurisprudencial ni teórico en nuestro país.

Nuestra propuesta sobre la consideración


normativa del concepto de genocidio.
Por no reconocer las cosas o los
acontecimientos por su nombre, es que se priva a los
ciudadanos de conjurar, la posible discrecionalidad y
arbitrariedad de las decisiones judiciales.
Siendo que a las víctimas, ineludiblemente,
se les debe reconocer el derecho a un juicio, derecho

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a una sepultura, derecho a la descendencia, derecho a


la memoria.
Todo ello para paliar, la soledad a que los
sometió la muerte y el pretendido olvido por la
supresión de la identidad.
En definitiva y por todo lo que venimos
diciendo, al acuerdo del colegiado propongo determinar
que el caso de la dictadura cívico militar argentina
(1976/1983), se corresponde con el tipo penal de
genocidio acuñado por la Convención sobre Genocidio de
1948.
Es mi voto.

VII. EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD.


1. Antijuridicidad de las conductas
penalmente relevantes. Ausencia de toda causa de
justificación:
Es necesario señalar que no se ha
configurado ninguna causa de justificación que elimine
la antijuridicidad de las conductas típicas
desplegadas por el imputado y que son reprochadas
penalmente en la presente sentencia.
Previamente advertimos que, aun cuando
no se hayan efectuado manifestaciones en relación con
ciertas justificaciones y/o exculpaciones del propio
Sandoval, ni de su asistencia técnica (como podrían
ser la obediencia jerárquica, errores invencibles o
incluso la coacción), a fin de afirmar o descartar su
existencia desde la denominada Teoría del delito, se
impone dar respuesta por separado a cada una de esas
posibilidades, con el objeto de agotar su análisis.

A. Introducción a la temática propuesta:


En primer lugar corresponde analizar si
el imputado Sandoval pudo haber actuado bajo la
influencia de una eximente que, ante una colisión de
intereses, le habría permitido actuar
justificadamente.

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En ese contexto, cabe decir lo
siguiente. La apuesta que hace el derecho penal en el
ámbito de la justificación, siempre nos invita a
realizar un juicio de valor mucho más extenso y
amplio, que a comparación de aquél que se realiza en
el ámbito del juicio de tipicidad. Esto ocurre
básicamente porque en la categoría de la
antijuricidad, el juicio de valor que ha de
realizarse, involucra a todo el ordenamiento jurídico
dado que las causas de justificación –como el estado
de necesidad justificante o la legítima defensa-
provienen de distintas ramas de dicho ordenamiento y
no solo del jurídico penal (Zaffaroni, Eugenio Raúl,
Manual de Derecho Penal: Parte General, Ed. Ediar,
Buenos Aires, año 1991, pág. 479).
A nuestro juicio, corresponde decir que
la teoría del ilícito funciona sobre la base de un
esquema o sistema de comprobación que podríamos
denominar “inverso”. Ese concepto que indica
conceptualmente también la idea de “negatividad”,
implica que el sistema del ilícito funciona bajo una
idea contraintuitiva, es decir, habrá acción evitable
“salvo que aparezca” una condición que la excluya,
habrá tipicidad “salvo que aparezca” un error de tipo
por ejemplo o cualquier otra circunstancia proveniente
de los criterios negadores de la imputación objetiva,
habrá antijuricidad “salvo que aparezca” una causa de
justificación y, habrá culpabilidad “salvo que
aparezca” algún caso de error de prohibición o
supuesto de inexigibilidad que la elimine, por
mencionar solo algunas condiciones excluyentes.
Este, en suma, es ese fenómeno de
corroboración “inverso” que permite, o no, el
derrotero por cada uno de los eslabones de la teoría
del ilícito hasta que aparezcan las eventuales
condiciones que excluyan el eslabón de que se trate.
En sintonía con ello, claramente, uno de los sectores
donde más se observa el fenómeno contraintuitivo es en
la antijuricidad (Hans-Heinrich Jescheck, Tratado de

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derecho penal parte general, cuarta edición, Ed.


Comares-Granada, año 1993, pág. 210, y en Zaffaroni,
Eugenio Raúl, Manual… año 2005, págs. 455 y ss., entre
otros más), pues pareciera que a partir de la norma
imperativa el sistema del ilícito dice que, por
ejemplo, “debes no matar”, pero, por otro lado, es
decir por una norma permisiva, el mismo sistema es el
que dice que “puede quitarse la vida de alguien, sólo
y en la medida que esté justificado”.
Bien, éste es uno de los ejemplos más
claros para entender que el sistema se muestra por
momentos contradictorio, y está bien que lo sea, pues
ha sido pensado para que funcione sistemáticamente de
esa manera a pesar de los intentos de revisión de ésta
lógica del sistema. En esa clara premeditación, el
legislador nacional ha querido que esa lógica jurídico
penal funcione de ésta manera –como dijimos,
independientemente de los intentos esmerados y
reconocidos de la doctrina para armonizar dicho
método, como puede ser la teoría de la tipicidad
conglobante del Dr. Zaffaroni (Zaffaroni, Eugenio
Raúl, Manual… año 2005, ob. cit. págs. 365 a 380) y
así lo ha drenado en ciertas normas de nuestro texto
sustantivo.
De nuevo, el análisis del caso bajo la
óptica de la Teoría del delito, impone este
revisionismo.
Entonces bien, el sentido de
interpretación con que se presenta el ámbito de la
justificación –eslabón donde ha de estribar el
funcionamiento de las causas de justificación-, se
encuentra representado por algunas eximentes que serán
tratadas sin demasiada intensidad a continuación; no
sin antes hacer algunas advertencias previas.
Ciertamente, cuando Santiago Mir Puig
dice que “el fundamento de la justificación debe ser
doble” (Santiago Mir Puig, Derecho Penal, Parte
General, Ed. Bdef, Buenos Aires, 2005, pág. 419/420)
nos permite reflexionar –al menos someramente- sobre

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una discusión dogmática muy vinculada al argumento de
la “correspondencia o proporción” (en sentido similar,
Santiago Mir Puig, pág. 446) que debe existir entre
los ámbitos centrales del ilícito en los que el
intérprete hace juicios de valor profundos: tipicidad
y antijuricidad.
Cierta simetría que debe haber en sus
presupuestos, a punto tal que podrían denominarse bajo
los mismos títulos, pero con distintos condimentos. Es
decir, si de la tipicidad se desprenden dos
dimensiones, una objetiva y otra subjetiva, pues bien,
en la antijuricidad habremos de encontrar los mismos
estadios pero, como se dijo, con distintas aristas.
Pues, en esa dimensión objetiva de la antijuricidad,
encontraremos –como es de esperar- los presupuestos
objetivos de cualquier causa de justificación,
elementos tales que; también deben ser “conocidos y
queridos por el autor” (Santiago Mir Puig, ob. cit.
pág. 419/420).
Este tema, es decir, cómo han de
funcionar las exigencias objetivas y subjetivas en el
ámbito de la justificación, y aún más; si deben
hacerlo de manera simétrica al funcionamiento
tradicional de la tipicidad, ha sido álgidamente
discutido en la doctrina (en cuanto a la forma de
manifestarse dichos requisitos y de las discusiones
además del autor que mencionamos párrafos más arriba y
que puede ser consultado en páginas 429, 431 a 433,
435 a 437, 446 a 450, 454 a 455, 460, 462 a 463,
pueden mencionarse entre otros, Claus Roxin, Derecho
Penal: Parte General, Tomo I, Fundamentos. La
estructura de la Teoría del Delito, Títulos, Los
elementos subjetivos de justificación, La necesidad de
elementos subjetivos de justificación, Los efectos de
las causas de justificación, Ed. Civitas Madrid, año
1997, págs. 596 y sgtes.; Gunter Jakobs, Derecho Penal
Parte General… ob. cit., págs. 431 a 434 y ss. y José
Cerezo Mir, Derecho Penal: Parte General, Ed. B de F,
año 2008, págs. 501 y sgtes.).

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Ahora bien, al margen de que la


comprobación de los elementos objetivos y subjetivos
que tienen en el fondo estas eximentes, como puede
verse, con algunas variantes en el análisis de las
distintas discusiones dogmáticas, lo cierto es que
queda por determinar si, de plano; puede quedar
evidenciada una causa de justificación -manifestada
objetiva y subjetivamente- que permita un descargo por
parte del imputado.
Entonces, establecidos ya estos
lineamientos generales, cabe determinar si la conducta
de Sandoval, puede quedar abarcada por las previsiones
de las eximentes previstas en el texto de la norma
jurídico penal del art. 34 inc. 3, 6 y 7.
Para dilucidar, entonces, si puede
contemplarse o no alguna de las causas de
justificación clásicas en el marco de los argumentos
precedentes, han de exponerse, seguidamente, ciertas
concepciones materiales que ofrecerán de manera
considerable, las herramientas de definición
necesarias para determinar las ideas rectoras y de
interpretación que coadyuvarán a la adecuación o no de
las eximentes.

B. Estado de necesidad justificante


(artículo 34 inciso 3ero. del Código Penal):
Una de estas causas –por la que
preferimos iniciar el análisis- es el estado de
necesidad justificante, la cual se encuentra
reconocida en el artículo 34 inc. 3 de nuestro código
de rito, y el profesor Enrique Bacigalupo
correctamente la ha definido al decir que: “El
fundamento justificante del estado de necesidad es […]
el interés preponderante que con la acción se salva
[…]. Hay dos formas de estado de necesidad: estado de
necesidad en el que colisionan intereses jurídicos y
estado de necesidad en el que colisionan deberes
jurídicos”.

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Respecto del primero de los supuestos,
el autor sostiene: “La situación que se encuentra en
la base de todo estado de necesidad es una colisión de
intereses jurídicos, caracterizada por la inminencia
de pérdida de uno de ellos y la posibilidad de
salvación del mayor valor sacrificando el de menor
valor […]. Esta situación sólo dará lugar a
justificación cuando no haya sido creada por el
titular del interés jurídico amenazado […] la colisión
puede darse entre cualquier interés jurídico […] se
debe tener en cuenta tres aspectos para determinar la
diferencia valorativa desde el punto de vista de la
teoría de los intereses jurídicos: a) debe partirse de
la relación jerárquica de los bienes jurídicos […]. b)
Debe considerarse luego el merecimiento de una
protección del bien jurídico de más jerarquía en la
situación social concreta […]. c) la diferencia de
valor de los intereses que colisionan debe ser
esencial; no cualquier diferencia, entonces, sino
solamente una diferencia considerable. […] está
excluida del estado de necesidad una colisión de
intereses en la que la salvación de uno de ellos
requiera la lesión de un bien jurídico altamente
personal -por ejemplo: la vida, la integridad
corporal, el honor […]. La acción por la que se
sacrifica el interés de menor jerarquía debe ser
necesaria para la supervivencia del interés que se
salva. Si no es necesario sacrificar el bien que
resulta lesionado, no puede admitirse la justificación
[…]. El estado de necesidad sólo puede invocarlo el
que no esté obligado a soportar el peligro […]. El
estado de necesidad puede darse también cuando a una
persona le incumbe el cumplimiento de dos deberes, a
la vez, que le imponen la obligación de realizar
comportamientos que son excluyentes”, el subrayado nos
pertenece. (Enrique Bacigalupo, “Lineamientos de la
teoría del delito, Editorial Hammurabi, Buenos Aires,
año 2007, págs. 111 y sgtes.).

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En el mismo orden de ideas, y llegado el


momento de definir esta eximente, el catedrático
Español Santiago Mir Puig señaló lo siguiente: “Existe
una definición de estado de necesidad usual en la
doctrina: <estado de peligro actual para legítimos
intereses que únicamente puede conjurarse mediante la
lesión de los intereses legítimos de otra persona> […]
el estado de necesidad sólo justifica cuando <el mal
causado no es mayor que el que se trate de evita> […].
Además del principio de necesidad, en el estado de
necesidad, debe respetarse pues, una versión estricta
del principio de proporcionalidad de los intereses en
conflicto […] a igualdad de legitimidad en las
situaciones de los sujetos, lo que decide el conflicto
es la importancia de los intereses en juego. ¿Por qué
uno de los sujetos habría de soportar una lesión más
grave que la que amenaza al otro? […] se dice que
concurre colisión de deberes cuando para cumplir un
deber es preciso infringir otro […]. La historia
dogmática del estado de necesidad ha ofrecido tres
fundamentaciones […] a) la teoría de la adecuidad […]
parte de la idea de que la acción realizada en estado
de necesidad no es conforme a Derecho, no es
jurídicamente correcta, pero que no puede castigarse
por razones de equidad […] habida cuenta de que la
situación de coacción psicológica en que actúa el
sujeto. Procede de Kant. […] b) La teoría de la
colisión […] sostiene […] que el fundamento del estado
de necesidad radica en el mayor valor objetivo que
para el Derecho tienen los intereses salvados en
comparación con los intereses que se sacrifican”.
Asimismo, resulta necesario –dado que no
abunda- señalar la diferencia existente que pueda
darse a partir del nivel de colisión que pueda
originar otro estado de necesidad –el disculpante- que
opera en un ámbito diferente al de la justificación, y
en ese sentido este autor explica que: “c) La teoría
de la diferenciación, es la dominante en la
actualidad. Entiende que el criterio del conflicto

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psicológico señalado por la teoría de la adecuidad y
el principio del interés predominante destacado por la
teoría de la colisión deben utilizarse para explicar,
respectivamente, dos grupos de casos diferentes de
estado de necesidad. […] a) En un primer grupo de
supuestos puede decirse que el fundamento de la
exención es la salvación del interés objetivamente más
importante: son los casos en que se lesiona un interés
esencialmente inferior al que se salva. Concurre
entonces un estado de necesidad justificante […]. b)
El segundo grupo de supuestos sería el de los casos en
que el interés lesionado no es esencialmente inferior
al que se salva […]. Pero, como no se salva un interés
esencialmente superior, no cabe justificación, sino
sólo exclusión de la culpabilidad (esto es, de la
imputación personal): se habla aquí de un estado de
necesidad exculpante”. Lo subrayado aquí también nos
pertenece (Santiago Mir Puig, “Derecho Penal: parte
general”, Editorial B de F, Argentina, agosto de 2009,
pags. 451/6).
En esencia entonces, la antijuricidad
como categoría dogmática implica por parte del
intérprete un juicio de valor que no es impersonal,
sino, antes bien, lo esperable en concreto del
receptor o destinatario de la norma. “De ahí que sus
normas [las del derecho] hayan de entenderse como
proposiciones de deber dirigidas a cada persona […].
Tarea del Derecho es dirigir al hombre hacia un querer
correcto en su contenido” (Hans-Heinrich Jescheck, ob.
cit. pág. 213).
En este sentido, este juicio de valor
que repercute en el ámbito de la justificación –como
medianamente ya se adelantó- conlleva a realizar un
juicio de contravaloración axiomático, que prevea todo
lo relativo a los resultados y secuelas provenientes
de la resolución personal ante la colisión de males de
distinta jerarquía. “Con todo, para la antijuricidad
de una acción interesa no solo la voluntad de acción,
sino también sus efectos, pues, sin duda, implica una

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diferencia para la gravedad del injusto la manera en


que se ha manifestado la voluntad contraria al Derecho
y, en especial, si ha lesionado o no el objeto de la
acción protegido por el precepto penal” (Hans-Heinrich
Jescheck, ob. cit. pág. 214).
Ese juicio de valor o contravaloración
de una norma imperativa (por una permisiva,
lógicamente), implica manejarnos dentro de los límites
conceptuales, sobre la base de si los comportamientos
reprochados en esta causa penal, se condicen con la
educada aspiración tenida en mente por el legislador a
la hora de formular las previsiones de la norma
permisiva. Y la contravaloración significará, antes
bien, desde la descripción puramente externa de la
norma, que el imperativo viene a ser contravalorado
por un permiso que, desde la contemplación material
del evento; resultaba a la claras preferible el
comportamiento típico. Hay, desde el punto de vista
naturalista, entonces, sobre la base intrínseca de las
causas de justificación en general, un compartir la
expectativa del legislador y un mensaje claro de éste
por el que termina exceptuando de pena a aquel que ha
elegido el camino legal.
Entonces, el “justificar el dominio de
la subversión” a partir de los comportamientos
reprochados, en primera instancia debemos decir que,
en modo alguno evidencia ni la validez física de la
eximente ni su vigencia en el o los casos. Es decir,
ante desmesurada proyección de las conductas al
exterior, donde se trata en el particular, de la
presencia de todos los conocimientos y facultades que
fueran exactos para configurar tamaña y exagerada
infracción normativa; no cabe receptar ninguna
eximente. Gravedad escalonada del injusto contra las
personas que se ubican en la “cúspide de la valoración
jurídica” (Causa 13/84), que ha endentado con cada uno
de los preceptos vinculantes de los comportamientos
típicos; justamente por el apartamiento a la
obediencia irrestricta a las que ellas convocan.

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La Cámara Federal resolvió lo siguiente
(causa 13/84): […P]ara Graf ZuDohna, antijurídico no
es lo que está prohibido por el hecho de estarlo sino
que, al contrario, se debe afirmar que el ordenamiento
jurídico prohíbe lo que resulta antijurídico. Luego,
la antijuridicidad resulta el presupuesto de toda
prohibición en general y debe encontrarse en las
razones que motiven al legislador tanto ha establecer
prohibiciones como a conceder facultades. Esas razones
las encuentra en la justicia y nos dice que una
conducta es injusta cuando no concuerda, en su
situación especial, con el ideal social (Jiménez de
Asúa, op. cit., T. III, p. 997). En síntesis, y según
las palabras de Dohna "El elemento de ilicitud implica
pues que la conducta en cuestión debe estar en
oposición con la idea de lo correcto o justo, que no
pueda ser pensada como recto medio para un fin recto".
("La Ilicitud", traducción del Dr. Faustino Ballué,
Editorial Jurídica Mexicana, México 1959, pág. 3 y 4)
[...]. La sociedad es una comunidad de intereses que
tutela el conjunto de ellos el concepto unitario de
cultura. Normas de cultura son órdenes y prohibiciones
por las que una sociedad exige el comportamiento que
corresponde a su interés. Es antijurídica aquella
conducta que contradice las normas de cultura
reconocidas por el Estado [...]. El tribunal concluye
que las privaciones, ilegales de la libertad,
tormentos, apremios ilegales, homicidios y robos que
constituyen el objeto de este proceso, son también,
materialmente antijurídicos. Esos hechos típicos
dañaron bienes jurídicos de vital importancia y fueron
antisociales, en la medida que, atacando los valores
fundamentales de la persona, en los que reposa la vida
comunitaria, y subvirtiendo los principales valores
del derecho positivo del Estado contradijeron el orden
jurídico que regula los fines de la vida social en
común [...]. Tal discordancia entre los actos
realizados y lo admisible para la conciencia
civilizada -que en esto consisten las normas de

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cultura- aparece reconocida por los propios


Comandantes cuando entendieron necesario mantener
ocultos los procedimientos utilizados, aún luego de
concluida la lucha…].
Sin perjuicio de lo dicho
precedentemente, con lo que puede marcarse el comienzo
y, a la vez, el cierre total de la discusión sobre
esta eximente, se transcribirán otros párrafos en los
que ese Tribunal entendió (causa 13/84) que bajo
ningún concepto correspondía declarar la vigencia de
ella: “[…P]recisados los requisitos del estado de
necesidad justificante, toca ver si la conducta
atribuida los enjuiciados se adecua a sus exigencias.
Parece claro que los hechos típicos en que se basa la
acusación -privaciones ilegales de la libertad,
tormentos, robos, homicidios- importaron la causación
de un mal por parte de quienes tenían responsabilidad
en el uso de la fuerza estatal. También que ese mal
estuvo conectado causalmente con otro mal, que se
quería evitar y que consistía en los hechos de terror
que producían las bandas subversivas. Estos hechos
presentaban dos aspectos que, en lo que aquí interesa,
consistían: a) por un lado, en la concreta, actual y
presente existencia de un mal que eran las muertes,
atentados con explosivos, asaltos; b) por el otro, en
el peligro que entrañaban para la subsistencia del
Estado. Se trataba, pues, de impedir la prosecución de
lo primero, y de evitar la consecución de lo segundo,
cosa que tendría lugar si las organizaciones
terroristas tomaban el poder. Sin embargo, este
Tribunal considera que tal causa de justificación no
resulta aplicable. En primer lugar porque si bien es
cierto que el estado de necesidad puede generarse en
la conducta de un tercero, ello es a condición de que
no se trate de, una conducta agresora, porque en tal
caso lo que jugaría seria la legítima defensa, propia
o de tercero (art. 34, inc. 6, C.P.). En segundo
lugar, si se secuestraba y mataba para evitar que se
siguiera matando y secuestrando, no se estaría

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produciendo un "mal menor" para evitar un "mal mayor".
En todo caso los males habrían sido equivalentes, lo
que excluye a dicha causal. En tercer lugar si se
cometieron por parte de los enjuiciados todas esas
conductas típicas para evitar que los insurgentes
tomaran el poder político para establecer un régimen
liberticida, tiránico y atentatorio contra las bases
mismas de la nacionalidad, dicho mal, aun cuando
pudiera ser de mayor entidad al cometido con finalidad
evitadora, distaba de ser inminente. En efecto, si
bien este Tribunal coincide con las defensas en el
grado de perversidad y gravedad que había alcanzado el
terrorismo e incluso en los propósitos que aquéllas le
asignan, éstos se hallaban lejos de concretarse. Los
subversivos no se habían adueñado de parte alguna del
territorio nacional; no habían obtenido el
reconocimiento de beligerancia interior o exterior; no
resultaban desembozadamente apoyados por alguna
potencia extranjera; y carecían del apoyo de la
población. En fin, el mal que hubiera constituido la
toma del poder no aparecía como cercanamente viable,
no se cernía como una acuciante posibilidad y, por lo
tanto, la reacción que en ese caso hubiera podido
generar -que tampoco podría haber sido la regresión a
la ley de la selva- no contaba con las condiciones
previas que la justificaran. En cuarto lugar no se
satisfizo la exigencia de la utilización -y
agotamiento- de un medio inocente o menos gravoso. En
el estado en que se encontraba la lucha antisubversiva
cuando la Junta Militar se hizo cargo de su conducción
política y teniendo en cuenta las amplias facultades
que ella y las autoridades que le estaban subordinadas
tenían, tanto en función legislativa como ejecutiva e
instrumental, pudieron razonablemente haber recurrido
a gran cantidad de medios menos gravosos que aquellos
a los que se echó mano. En efecto, se hubiera podido
dictar nuevas leyes penales y procesales tendientes a
acelerar el trámite de las causas contra elementos
subversivos; dotar a la justicia de más adecuados

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medios materiales para cumplir su cometido; declarar


el estado de guerra; dictar bandos; disponer la
aplicación del juicio sumarísimo del Código de
Justicia Militar a los subversivos autores de delitos
comunes, militares o contemplados en los bandos;
arrestar a disposición del Poder Ejecutivo Nacional a
todos los presuntos terroristas respecto de los cuales
no hubiera probanzas suficientes como para someterlos
a la justicia; ampliar el derecho de opción de salida
del país Imponiendo gravísima pena por su
quebrantamiento; privilegiar la situación de los
insurrectos desertores o delatores; suscribir
convenios con las naciones vecinas para evitar la fuga
o actividades preparatorias de delitos subversivos en
su territorio; entre otras tantas posibilidades. Como
se ve, era muy largo el camino previo a recorrer antes
de instaurar en la sociedad argentina un estado de
faida, una situación de venganza colectiva […] No
puede concluirse el tema sin referirse a la última
exigencia de la eximente, esto es, que el autor del
mal que se pretende justificar no esté jurídicamente
obligado a soportarlo. Se estableció más arriba que la
sociedad argentina no estaba obligada a ello. En
cambio, las Fuerzas Armadas, de seguridad y
policiales, por ser las depositarias de las almas de
la Nación están obligadas a soportar la agresión
armada y a repelerla, tanto en defensa de aquella
cuanto propia. Del análisis de las constancias de la
causa, de lo oído en la audiencia y de lo expuesto por
las defensas y los procesados en ocasión de sus
indagatorias y la audiencia del artículo 490 del
Código de Justicia Militar, parece desprenderse que
los Comandantes de las Fuerzas Armadas encararon la
lucha antisubversiva como una cuestión ajena a la
sociedad, a su derecho y a sus normas éticas,
culturales y religiosas, más como una cuestión de
autodefensa, de amor propio, de revancha institucional
que como brazo armado de la Nación…].

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Antes de pronunciarnos sobre el análisis
de la Cámara Federal en la causa 13/84 sobre el
estado de necesidad y, en especial respecto a los
últimos párrafos citados, debemos recordar, tal como
se señaló en el “Exordio”, que, a la época de los
sucesos, existía, a juicio de este órgano
jurisdiccional, una situación de conflicto armado
interno. De este modo, que el secuestro, la imposición
de sufrimientos físicos y psíquicos, la muerte y la
desaparición de gente indefensa, inhabilitan, desde el
propio origen, cualquier razonamiento que implique una
justificación de esa matanza y desolación.
Como consecuencia de ello, se torna
innecesario el análisis dogmático seguido en la causa
13/84.
La única referencia que se hará, se
vincula con el requisito de la exigencia o utilización
–y agotamiento- de un medio inocente o menos gravoso,
citado por la Cámara y no tendrá otro propósito, que
complementar lo ya afirmado. Y ello se debe a que la
dictadura, contaba con un ejército profesional y todos
los recursos estatales, para hacer frente a la
problemática guerrillera.
Al elegir la “solución final” de la
cuestión, se convirtió, en su derrotero, en un
monstruo de únicas proporciones, que aplastó a todo lo
que se consideraba opositor al régimen, y dejó a la
sociedad argentina el lastre de esta tragedia; aunque,
bueno es reconocerlo, el juzgamiento de esos crímenes
en el seno de la propia sociedad, tienden, de algún
modo, a mitigarlo.
C. Legítima defensa: consideraciones
generales.
Inicialmente, debe decirse que la tarea
de juzgar estos casos implica “ahora”, acotar aún con
más nitidez, el alcance y extensión que puedan tener
los comportamientos antijurídicos del encartado, a
propósito de definir si, los mismos; quedan exentos o
no de responsabilidad criminal como derivación de la

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vigencia de “otra” causa de justificación con


nociones, exigencias y de naturaleza descriptiva
distinta al estado de necesidad justificante. Es
decir, recuérdese que, del funcionamiento metódico de
las causas de justificación ya dijimos, que del
universo normativo, surge como evidente que en el
ámbito de la justificación hay un funcionamiento
contradictorio o contraintuitivo dado que las causas
de justificación se presentan como contravaloraciones
de los imperativos (sin que por ello deba
entendérsenos a favor de la teoría de los elementos
negativos del tipo, a pesar de sus grandes exponentes,
como Karl Engisch, ArturKaufmann, y Claus Roxin.
También en castellano Enrique GimbernatOrdeig.
Conforme, Manuel de Rivacoba y Rivacoba, “Las Causas
de Justificación”, Ed. Hammurabi, año 1995, pág. 54) o
como autorizaciones jurídicas que, en definitiva, en
algún punto terminan truncando el proceso de
adecuación o subsunción típica (en cuanto a la
adecuación de las causas de justificación ver: S. 334.
XXXIV. R.O. Scheffer, Ana Teresa c/ Nación Argentina y
otro s/ daños y perjuicios; L. 421. XLIV. Leiva, María
Cecilia s/ homicidio simple; Dictamen Fiscal en
"MoureBanegas, Marcelo Javier s/causa N° 6932" S.C.M.
1541, L.XLIII.; Acuña, Andrés Francisco s/ homicidio
simple -causa n° 91/03- S.C. A. 2086, L. XL, entre
otros). Noción esta que seguirá orientando el objeto
de análisis de estas causas de justificación.
Ahora bien, en el sentido señalado, la
defensa típica necesaria o legítima defensa, se
encuentra regulada, en sus dos acepciones –ya sea
propia o de terceros- en el texto de la norma
jurídicopenal del artículo 34 inciso 6° y 7°,
respectivamente, del Código Penal, y ha recibido, por
parte de la tarea científica, grandes aportaciones por
ejemplo: […e]s lícita toda defensa que el resulte
necesaria, aunque el bien que con ella se lesione sea
objetivamente más valioso que el que se defiende…]
(Santiago Mir Puig, ob. cit. págs. 427/8). También se

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dijo que: […E]l derecho a la legítima defensa
actualmente vigente se base en dos principios: la
protección individual y el prevalecimiento del Derecho
[…] presupone siempre que la acción típica sea
necesaria para impedir o repeler una agresión
antijurídica a un bien jurídico individual…](Claus
Roxin, Derecho Penal… año 1997, ob. cit. pág.608).
Por lo tanto, los principios sobre los
que estriba o se cimienta una defensa “típica”
necesaria y legítima tiene que ver con […r]epeler por
sí mismo o por un tercero, un ataque actual y
antijurídico […] frente a un bien jurídico susceptible
de ser protegido a través de esta causa de
justificación…] (Hans Heinrich Jescheck, ob. cit. Pág.
362), y cuando […n]o es posible apelar a los órganos o
medios establecidos jurídicamente [y] su fundamento no
es otro que el derecho del ciudadano a ejercer la
coerción directa cuando el estado no puede
proporcionarla con eficacia…](Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Plagia y Alejandro Slokar, ob. cit. Pág
472).
De tal modo, se destaca que la idea
básica legislativa que comprende esta causa de
justificación […f]ue formulada ya por Berner, en el
sentido de que el derecho no tiene por qué ceder ante
lo ilícito” [el agredido] debe tener la facultad de
mantenerse en su derecho, por lo que podrá
considerarse que el interés preponderante se halla de
su lado, aun cuando la lesión que tenga que inferirle
al agresor sea de mucho mayor peso que la repelida…]
(GünterStratenwerth, Derecho Penal, Parte General I,
Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2.005, pág. 227/228).
Teniendo en cuenta lo expuesto y como
corolario, resulta evidente que, sea cual fuere el
enfoque que se le dé a la cuestión, ya sea desde el
punto de vista del derecho internacional humanitario e
interno –como el que nosotros sostenemos- o desde el
plano nacional –como lo hizo la cámara-, la realidad
nos indica que no cabe ninguna posibilidad de amparar

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el comportamiento del aquí imputado bajo esta causal


de justificación.

2. Culpabilidad: reprochabilidad de los


injustos penales. Inexistencia de toda causa de
exculpación y/o disculpación.
A. Argumentos formulados en el debate:
También, en base a la prueba producida
durante el juicio y aquella que fuera incorporada por
lectura, no podemos soslayar el particular contexto
institucional y político en que sucedieron los hechos,
haciendo especial hincapié en el cumplimiento
obligatorio de los mandatos antijurídicos y la
facultad de control de las órdenes emanadas del
superior por parte del subordinado.
Bajo esta óptica, corresponde analizar
por vía hipotética, si Sandoval tuvo o no la
posibilidad de entender que la obediencia que debía
era –por decirlo de alguna manera- ciega o no.
Siguiendo con las inferencias y
suposiciones volcadas al debate, incluso hasta
pareciera importante verificar si el imputado se
encontró en circunstancias de un error sobre alguno de
los requisitos del deber de obediencia y si tal error
fue o no superable, bajo las pautas comunes de
aplicación de esta materia.
Concretamente, las eventuales hipótesis
exculpatorias podrían enmarcarse en una conjunción de
elementos, a saber: obediencia debida, coacción y
error, toda vez que Sandoval podría haber actuado bajo
las condiciones de un error de prohibición insalvable
sobre los presupuestos objetivos del deber de
obediencia y en un ámbito reducido de su capacidad
para autodeterminarse; por ejemplo.
Por lo tanto, en caso de no encontrarse
satisfecho el requisito que la teoría del delito
identifica como culpabilidad, Sandoval debería ser
absuelto.

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B. Metodología de análisis:
Teniendo en cuenta también esta otra
posibilidad y a los efectos de organizar
metodológicamente la cuestión, más allá de la íntima
vinculación que presentan todos los temas invocados,
en primer término haremos una breve referencia a las
pautas constitucionales que rigen el principio de
culpabilidad, luego nos ocuparemos de la eximente de
la obediencia debida y del error de prohibición
invencible y, por último, abarcaremos la coacción como
estado de necesidad disculpante por reducción del
umbral mínimo de auto-determinación.
Todas posibilidades virtualmente reales
ante la invocación genérica de supuestos
exculpatorios.

C. El principio de culpabilidad:
Perspectiva constitucional:
Llegada la hora de analizar la conducta
del imputado a través de la categoría dogmática de la
culpabilidad, y como extra, los problemas dogmáticos
que de dicha categoría derivan; resulta necesario
revisar antes que nada los límites conceptuales que
ofrece este nivel del ilícito que bien pueden ser
definidos inicialmente de la pluma de Bacigalupo: […
L]a culpabilidad […] constituye el conjunto de
condiciones que determinan que el autor de una acción
típica y antijurídica sea criminalmente responsable de
la misma…] (Enrique Bacigalupo, Derecho Penal, Parte
General, Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 413).
También, a nivel nacional, se dan
señales conceptualmente muy útiles y vigorosas, que
nos permiten comprender el correcto funcionamiento
sistemático que se le otorga a la culpabilidad como
dimensión en la que trasunta la imputación subjetiva
al autor del ilícito. Así, el Dr. Zaffaroni supo
establecer también […L]a culpabilidad […] consistente
en un juicio que permite vincular en forma
personalizada el injusto a su autor y, de este modo,

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operar como el principal indicador que, desde la


teoría del delito, condiciona el paso y la magnitud de
poder punitivo que puede ejercerse sobre éste, es
decir, si puede reprocharse el injusto al autor y, por
ende si puede imponerse pena y hasta qué medida según
el grado de este reproche…](Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Plagia y Alejandro Slokar, Manual… año 2005,
ob. cit. pág. 503).
En esa misma línea, es decir, en la que
se define el paradigma de graduación donde la
culpabilidad como categoría, tiene rotunda injerencia
en el fenómeno punitivo, se ha dicho que: […L]a pena
Criminal, sólo puede basarse en la constatación de que
cabe reprochar al autor la formación de voluntad
conducente a la decisión del hecho, y tampoco puede
superar nunca a la que el autor merezca según su
culpabilidad. El principio de culpabilidad tiene como
presupuesto lógico la libertad de decisión del hombre,
pues sólo cuando existe básicamente la capacidad de
dejarse determinar por las normas jurídicas puede el
autor ser hecho responsable de haber llegado al hecho
antijurídico en lugar de dominar los impulsos
criminales…] (Hans Heinrich Jescheck, Tratado… año
1993, ob. cit., págs. 366/367).
En líneas generales, este criterio,
también fue receptado en nuestra jurisprudencia: […l]a
culpabilidad no sólo dicta el merecimiento de pena,
sino también la extensión o cantidad de la pena que
corresponde aplicar, imponer una sanción más allá de
la cantidad merecida implicaría, además, una
violación constitucional…] (T. 228. XLIII. RECURSO DE
HECHO “Tejerina, Romina Anahí s/ homicidio calificado”
causa N° 29/05).
Y además que: […s]upone como requisito
ineludible para la aplicación de una sanción la
preexistencia de una acción ilícita que pueda ser
atribuida al procesado tanto objetiva como
subjetivamente (Fallos: 315:632; 321:2558; 324:3940),
y ello supone la posibilidad real y efectiva de

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ajustar la conducta individual a los mandatos de las
normas jurídicas…](disidencia parcial del juez
Petracchi en Fallos: 316:1190 y 1239 y sus citas)”
(CSJN, G. 560. XL. RECURSO DE HECHO Gramajo, Marcelo
Eduardo s/ robo en grado de tentativa causa N° 1573).
Ciertamente, la categoría de la
culpabilidad, así como otros niveles de la teoría
general del delito se encuentran enteramente completos
por distintos subniveles analíticos; en el caso de la
dimensión de la culpabilidad, ocurre que en ella se
encuentra anclado un principio constitucional que no
es otro que el principio de culpabilidad. En este
sentido, diríamos que esta categoría dogmática no
tiene espacio libre alguno dado que, de las muchas y
admirables cualidades que tiene ella, todo espacio se
encuentra invadido por este principio que no nos dice
otra cosa más que “nullum crimen sine culpa”, y,
además que: […l]a acción típica y antijurídica ha de
ser culpable, es decir, ha de poderse hacer
responsable de ella al autor […]. Para ello es
presupuesto la imputabilidad o capacidad de
culpabilidad y la ausencia de causas de exculpación…]
(Claus Roxin, Derecho Penal…, 1.997, ob. cit., Tomo I,
p. 195).
De esta manera, puede verse el
funcionamiento de una garantía que tiene suficiente
aptitud para aglutinar de manera sistemática, muchas
otras garantías constitucionales para la aplicación de
una pena legítima: {…S]abido es que el principio de
culpabilidad exige como primer elemento "la
personalidad o suidad de la acción, que designa la
susceptibilidad de adscripción material del delito a
la persona de su autor, esto es, la relación de
causalidad que vincula recíprocamente decisión del
reo, acción y resultado del delito…] (Luigi Ferrajoli,
Derecho y Razón, ed. Trotta, Madrid, 1995, pág. 490).
[…D]esde esta concepción, queda excluida
del nexo causal toda forma de responsabilidad objetiva
por hechos de otro. […] culpabilidad personalista que

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exige que nadie sea penado por razones de proximidad o


aproximación locales, parentales o comisivas,
imputándole actos que no ha cometido…] (A. 2450.
XXXXVIII. Antiñir, Omar Manuel - Antiñir, Néstor
Isidro - Parra Sánchez, Miguel Alex s/ homicidio en
riña y lesiones leves en riña en conc. Real,
disidencia del Dr. Fayt)-.
En esta sintonía, cierto sector de la
doctrina indica que usada y pasada al castellano esta
idea del “nullum crimen sine culpa” -que en el común
de los casos no implica lo que por deducción lógica
pareciera-; se asienta sobre la base de cierto “poder
en lugar de ello” (Maximiliano Rusconi, Derecho Penal
Parte General, Ed. Ad-Hoc, año 2.007, pág. 339).
Percibir la idea propuesta sobre la base
del “poder en lugar de ello”, implica, bien por un
lado definir la pregunta por el “poder” y aquella que
tiene que ver con el “ello”. Consultar sobre las bases
del supuesto de hecho ilícito si su autor “pudo”
evitar “ello”, es decir, evitar el acto antijurídico.
Claramente las previsiones que deben tenerse en cuenta
a partir del principio de culpabilidad, imponen
formular al caso un juicio de evitabilidad que
derivará, en las reglas provenientes de los errores de
prohibición, supuestos de inexigibilidad, de
inculpabilidad, etc. Lógicamente, frente al
interrogante en que el intérprete se pregunta si el
sujeto “pudo” evitar el resultado conlleva en los
hechos a una respuesta afirmativa, ello implicará
culpabilidad, no así en el caso contrario.
No es poco y, por el contrario, resulta
suficientemente apta para el correcto funcionamiento
de la culpabilidad, entender que el juicio de
evitabilidad resultará de trascendental importancia en
la correcta resolución del caso (Maximiliano Rusconi,
ob. ct. Pág. 338).
Entonces, sobre la base de estas
interpretaciones tan precisas, es dable destacar que
la tarea de ahora en más, consistirá en determinar o,

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averiguar, si el autor pudo realizar una conducta
distinta a la reprochada, incluso sobre el baremo de
la representación mental en el sentido de si, el
imputado, “pudo” dudar o no sobre la antinormatividad
de su comportamiento.

D. Obediencia debida (artículo 34,


inciso 5to. del Código Penal):
1) Un primer abordaje al problema
planteado se encuentra, no en la especificidad del
análisis jurídico-penal del mismo, sino, desde una
perspectiva más amplia, en el propio ámbito de
funcionamiento del Estado como organización.
La institución estatal en sí misma
prevé un orden jerárquico y un sistema de normas para
su funcionamiento, en el cual la obediencia jerárquica
se erige como un elemento central para el efectivo
cumplimiento de los fines pretendidos por los
dirigentes –aquellos dotados de la capacidad de dar
órdenes-en cualquier unidad de trabajo que integre esa
estructura.
Ahora bien, si nos concentramos en el
punto que aquí se discute, Hans Kelsen ha identificado
el problema no ya en que exista un deber de obediencia
absoluto, incluso frente a una orden ilegal, sino
desde otra perspectiva, esto es, en ¿quién decide si
la norma que ha de ejecutarse es regular, es decir, si
ha de ejecutarse o no? Y aborda el problema de ese
modo porque parte de la premisa que sólo pueden
ejecutarse las normas regulares, éstas son las únicas
que generan obediencia porque “sería una contradicción
íntima obedecer una norma irregular” (Kelsen, Hans
“Teoría general del Estado”, Editora Nacional, México,
1.965, pág. 374).
En ese sentido, respecto de la capacidad
de que el ejecutor examine la orden impartida por el
superior, Kelsen sostiene que: […E]l Derecho positivo
puede limitar este examen y puede orientarlo en
determinadas direcciones. Si falta esta limitación –

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acerca de cuya necesidad o conveniencia política nada


hemos de decir-, la teoría no puede llegar a otro
resultado que éste: aquel que ha de ejecutar la norma,
ha de examinar y decidir también si es o no una norma
regular y, por tanto, ejecutable…] (Kelsen, ob. cit.,
pág. 375).
Entonces, aquí, el problema es que la
eximente de obediencia debida aparece frente a una
imputación de gravísimos delitos, como son la
privación ilegal de la libertad triplemente agravada,
la imposición de tormentos, el sometimiento a
condiciones inhumanas de vida y la desaparición
forzada de personas. Concretamente, lo que hay que
resolver en este capítulo, es si el ordenamiento
jurídico positivo vigente al momento de los hechos
exime de responsabilidad al ejecutor de la orden de
cometer actos semejantes impartida por un superior
jerárquico; es decir, si existía una regulación legal
que obligara al cumplimiento incluso de tales
conductas.
Nuestro ordenamiento de fondo, en el
artículo 34 inciso 5°, establece que no será punible
aquél que obrare en virtud de obediencia debida; más
allá de ello, la situación de los acusados debe ser
analizada, en primer lugar, de acuerdo a la
reglamentación de este tipo de eximente en el contexto
castrense.
El Código de Justicia Militar –vigente
al momento de los hechos- no contenía una norma
semejante, por la especial relevancia que tienen en
ese ámbito las máximas relativas a la disciplina y al
estricto cumplimiento de las órdenes, y por el
principio de que el jefe de la unidad es el único
responsable de lo que hacen o dejan de hacer sus
subordinados.
Sin embargo –en el Tratado Tercero
“Penalidad”; Libro I “Infracciones y penas en
general”; Título I “Delitos y Faltas”; Capítulo II–
bajo el título “Complicidad”, en el artículo 514, se

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preveía que: […C]uando se haya cometido delito por la
ejecución de una orden del servicio, el superior que
la hubiere dado será el único responsable, y sólo será
considerado cómplice el inferior, cuando éste se
hubiera excedido en el cumplimiento de dicha orden…].
Esta disposición es la que, según la doctrina,
reglamenta el principio de la obediencia debida en el
ámbito militar (cfr. Igounet, Oscar (h) e Igounet,
Oscar “Código de Justicia Militar. Anotado, comentado
con jurisprudencia y doctrina nacional y extranjera”,
Ed. Librería del Jurista, Buenos Aires, 1.985, págs.
158 a 167).
Cabe reseñar, que el instituto de la
obediencia debida ha sido objeto de tratamiento por la
doctrina tanto nacional como extranjera, con abordajes
disímiles en cuanto a su naturaleza jurídica y
operatividad dentro de un determinado sistema de
imputación penal.
Sin embargo, frente a hechos que
importan el menoscabo de derechos fundamentales –en
determinadas circunstancias, como las que se dan en
este proceso- la doctrina llega a idénticas
soluciones.
Si se consulta la obra de Jorge de la
Rúa, en sus comentarios a la parte general del Código
Penal, se podrá ver que –luego de repasar las
posiciones sustentadas por Gómez, Jiménez de Asúa,
Núñez, Soler, Fierro, Zaffaroni, Bacigalupo y
Sancinetti– llega a concluir que: […E]valuando las
diversas teorías, se advierte que la cuestión central
gira sobre la admisibilidad o no de la posible
existencia, en el orden jurídico, de órdenes
ilegítimas de cumplimiento obligatorio. En la tesis
negativa, a su vez, es determinante el criterio que no
puede haber justificación contra justificación, mirada
la cuestión desde el punto de vista del sujeto sobre
quien recae la acción del subordinado. La cuestión
tensiona, indudablemente, los principios generales de
la antijuridicidad…] (De la Rúa, Jorge “Código penal

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argentino. Parte general”, Ed. Depalma, Buenos Aires,


–2ª edición– 1.997, págs. 565 y 566).
Sobre esta discusión inserta en la
dogmática penal resulta representativo los señalado
por Roxin, quien al exponer la problemática, sin
perjuicio de compartir o no su criterio, plantea las
dos variantes relativas a la ubicación de la
obediencia debida en la estructura del ilícito.
Afirma el autor mencionado que: […
E]s obvio, y se desprende ya de las leyes
correspondientes, que no se puede exigir
responsabilidad al funcionario que tiene que ejecutar
una orden antijurídica. Pero la ley escrita no
resuelve el problema de si el mismo está justificado o
solamente disculpado, a pesar de que de ello depende
la cuestión de sí el ciudadano afectado tiene o no
derecho a la legítima defensa frente a la ejecución de
la orden. Una opinión bastante extendida sólo admite
la exculpación del funcionario ejecutor, apoyándose
sobre todo en el argumento de que una orden
antijurídica no puede transformar lo injusto en
derecho…] (v. Roxin, Claus. Derecho Penal. Parte
General..., 1997, ob. cit., p. 743, apartado 15a).
Seguidamente propone que: […L]a
concepción correcta es la que entiende que la orden
vinculante supone una causa de justificación para el
subordinado, aunque excepcionalmente aquélla sea
antijurídica. En tal situación concurre en la persona
del subordinado un supuesto de colisión, que hay que
juzgar conforme al & 34 y en el que el deber de
obediencia entra en conflicto con la prohibición de
cometer acciones antijurídicas. En dicho conflicto
tiene preferencia el interés en la obediencia del
funcionario y el militar, si se trata de infracciones
poco importantes, frente al interés en evitar el
injusto; en cambio, en caso de infracciones más graves
(como pueden ser las que vulneren el Derecho Penal o
la dignidad humana, pero incluso una parte de las que
vulneren el Derecho contravencional), tiene prioridad

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el interés en evitar el injusto…]” (ob. cit. p. 744,
apartado 18).
Continúa diciendo que: […F]rente a esto
no pueden convencer las razones aducidas por la teoría
de la exculpación. Pues no es cierto que el superior
que imparte la orden antijurídica pueda transformar lo
injusto en derecho, sino que su conducta (y con ello
la actuación del Estado) sigue siendo constitutiva de
injusto, aunque se lleve a cabo por medio de un
instrumento que obra conforme a Derecho. Es cierto que
la obligatoriedad de la orden antijurídica le priva al
ciudadano del derecho a la legítima defensa frente al
ejecutor del mandato, derecho que en cambio habría
tenido frente a la actuación personal del superior.
Pero ello no implica la menor contradicción; pues, al
interponer a un tercero obligado a obedecer, se añade
a la situación un nuevo elemento de ponderación que
hace que se resuelva de modo distinto la decisión
sobre la admisión del derecho de legítima defensa. Con
ello no se le exige nada intolerable al ciudadano:
Primero, porque al mismo le exime del deber de
soportar daños el hecho de que una orden antijurídica
dirigida a menoscabar bienes jurídicos protegidos por
el Derecho penal (desde la libre disposición sobre la
morada hasta la propiedad o la integridad física) de
entrada ya no es obligatoria. Segundo, porque el
ciudadano tiene en el Estado un deudor seguro y con
capacidad de pago respecto de los perjuicios que se le
hayan irrogado. Y tercero, porque frente a la
ejecución de una orden antijurídica se puede
justificar por el $ 34 una resistencia defensiva del
afectado, si éste actúa enjuiciando correctamente la
situación jurídica…] (ob. cit. p. 744/5, apartado 19).
Teniendo en consideración estas dos
perspectivas, aclaramos que no compartimos la postura
de Roxin, por cuanto entendemos que, considerar a la
obediencia debida como una causa de inculpabilidad,
reafirma los postulados del sistema de gobierno
republicano y democrático, autorizando al ciudadano

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común a defenderse de las arbitrariedades estatales.


La historia reciente de nuestro país nos revela,
lamentablemente, las consecuencias del abuso del poder
desde la estructura estatal y este expediente es
prueba fehaciente de ello (tal como todos los
anteriores que motivaros las sentencias previas de
este Tribunal Oral Federal).
De modo que, privar al hombre de bien de
la legítima defensa y exigirle -como dice el autor
alemán- que tolere el autoritarismo y luego demande al
Estado por daños y perjuicios, no parece
corresponderse con la mejor expresión de los
principios liberales y republicanos de gobierno que
nuestra constitución, esencialmente, tutela.
2) Respecto a esta problemática,
Sancinetti explica que: […q]uien realiza un hecho
típico penal en cumplimiento de una orden, puede
obrar, en efecto, justificadamente, por ejercicio del
deber o de un derecho (art. 34, inc. 4, C.P.),
inculpadamente, si tiene un error inevitable sobre la
ilicitud de la orden (arg. art. 34, inc. 1, C.P.), o
disculpadamente, si la orden implica una coacción, es
decir, una amenaza seria de sufrir un mal grave o
inminente para el caso de negarse a cumplir la
exigencia del superior (art. 34, inc. 2, C.P.)…]
(Sancinetti, Marcelo A. “Obediencia debida y
Constitución Nacional” en Doctrina Penal-1987, Ed.
Depalma, Buenos Aires, 1.987, pág. 466).
Frente a esta variedad de posibilidades
que puede generar el obrar en el cumplimiento de una
orden que califica como delito, el autor citado
sintetiza que: […L]a cuestión discutible en la
obediencia debida no es, entonces, qué jerarquía le
corresponde en la dogmática penal (en la teoría del
delito), sino en qué condiciones puede provocar la
impunidad del obediente en cada una de las hipótesis:
como justificación, como inculpabilidad, como
disculpa. Las dos primeras formas en que, por diversos
matices propios del deber de obediencia, puede

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provocar la impunidad (justificación o error), se
hallan estrechamente relacionadas y se influyen, en
cierto modo, recíprocamente. Como estado de coacción,
en cambio, la obediencia no tiene ninguna
peculiaridad: son necesarias las mismas condiciones
que para cualquier otra hipótesis de coacción…]
(Sancinetti, ibídem; el destacado nos pertenece).
Como señalan diversos autores, en
determinados ámbitos –como el militar o el de las
fuerzas de seguridad estatales-, el deber de
obediencia adquiere una relevancia especial y esta
circunstancia es algo que no ha pasado inadvertida
para el Tribunal.
Así, se ha dicho que: […s]i los
subordinados son militares, tienen muy reducido margen
de libertad para apreciar la legitimidad o
ilegitimidad de la orden, pues vienen obligados a una
obediencia casi automática…] (Llorens Borrás, José A.
“Crímenes de guerra”, Ed. Acervo, Barcelona, –3ª
edición– 1.973, pág. 80).
Otros sostienen que, más allá de no
compartir […e]l criterio de asemejar la obediencia
militar a la “obediencia ciega” (como sostiene el
jurista español Rodríguez Devesa en la Revista
Española de Derecho Militar, N° 3, Madrid, 1957, pág.
35), (…) la estrictez propia de los reglamentos y
leyes militares y ascendiente moral que generalmente –
casi siempre- poseen los mandos sobre sus subalternos,
limita aún más la posibilidad de discernimiento de
éstos en cuanto a la dilucidación del carácter de
legalidad que deben revestir las órdenes militares…]
(Igounet, (h) e Igounet, ob. cit., pág. 161).
En un sentido similar, se ha expresado
que: […T]oda estructura jurídico administrativa,
jerárquica (como la militar), coloca al destinatario
de órdenes (el inferior) en continuo ejecutor de
mandatos de otro. El no cumplir una orden ya
constituye para él una infracción (desobediencia [art.
239, C.P.; art. 674, C.J.M.]). Si él ante la colisión

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de deberes que representa el “tener que” cumplir la


orden, por un lado, o no delinquir, por otro, tuviera
que correr siempre el riesgo de desobedecer la orden
posiblemente ilegítima a costa de ser sancionado como
desobediente, o bien renunciar al cargo, estaría en
una situación demasiado desfavorable…] (Sancinetti,
art. cit., pág. 468).
En efecto, el Código de Justicia Militar
preveía delitos tales como la insubordinación
(artículo 667) y la desobediencia (artículo 674). En
el primer supuesto, se castigaba con penas de gravedad
a quien “hiciere resistencia ostensible o expresamente
rehusare obediencia a una orden del servicio que le
fuere impartida por un superior”; y en el segundo
supuesto, se sancionaba más levemente a quien “sin
rehusar obediencia de un modo ostensible o expreso,
deja de cumplir, sin causa justificada, una orden del
servicio”.
3) Ahora bien, teniendo en cuenta el
marco conceptual al que hicimos referencia,
corresponde en esta instancia definir cuáles son los
requisitos que deben concurrir para la aplicación de
esta eximente.
La doctrina ha considerado los
siguientes: […a) Relación de dependencia jerárquica
entre quien da la orden y quien la recibe. b) Que la
orden recaiga sobre actos comprendidos en la esfera
del servicio a que se refiere la relación jerárquica.
c) Que dicha orden revista los caracteres formales
exigidos en cada caso. d) Que no sea patente la
ilicitud del acto ordenado por el superior…] (Llorens
Borrás, ob. cit., pág. 80; el destacado nos
pertenece).
De igual modo, Soler agrega: […4) Pero,
como a pesar de todas esas circunstancias, la orden
puede ser sustancialmente ilegal, se ha propugnado un
último criterio para determinar el límite de la
responsabilidad del subordinado. Se ha negado el deber
de obediencia a aquellas órdenes que son delictivas de

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un modo manifiesto y grosero, criterio extraído del
Digesto, en el cual, si bien el siervo era normalmente
inculpable por obedecer a una orden delictiva, no
podía excusarse con la orden sino en aquellos hechos
quae non habentagtrocitatemfacinorisvelsceleris…]
(Soler, Sebastián. “Derecho Penal Argentino”. Tomo I.
Ed. Tea. Buenos Aires, 1994, pág. 344).
Por lo tanto, nuestro análisis debe
centrarse en dos prismas: 1) la calidad de las órdenes
emanadas del superior y 2), si en el caso de ser
manifiestamente antijurídicas, el subordinado
ejecutor debe cumplirlas obligatoriamente.
Frente a ello, Sancinetti sostiene que
en un Estado de derecho, no pueden existir mandatos
antijurídicos obligatorios, sin perjuicio de lo cual,
reconoce que nada impide considerar una cierta
facultad de obedecer una orden que no es claramente
ilícita para el subordinado (Sancinetti, art. cit.,
págs. 468 y 469).
En igual sentido, afirma Roxin que: […
E]l problema, tan discutido antes, de si una orden
antijurídica obligatoria le proporciona al funcionario
que la ejecuta una causa de justificación o de
exculpación, actualmente ha quedado sin objeto en
muchos campos de la regulación del Derecho positivo,
que ha declarado expresamente que no es obligatoria
una orden antijurídica. Así el funcionario sólo ha de
ejecutar una orden de su superior en la medida en que
la conducta que se le encomienda no sea punible ni
constituya […] una contravención […] ni vulnere la
dignidad humana…]. A su vez, agrega el autor que en
derecho militar […N]o se puede obedecer una orden
cuando ello supusiera cometer un delito” y que “no hay
desobediencia si no se cumple una orden que vulnere la
dignidad humana o que no se haya dictado para los
fines del servicio…] (Derecho penal…, año 1997, ob.
cit. p. 743, apartado 15).
También coincide con este criterio
Jescheck, quien sostiene que: […E]l presupuesto

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material de la obligatoriedad es que la orden no


lesione manifiestamente el ordenamiento jurídico, pues
en tal caso la antijuricidad sería evidente sin más.
De otro lado, tampoco será vinculante, por razones
materiales, un mandato que imponga un comportamiento
lesivo para la dignidad humana…] (Jescheck, Hans-
Heinrich. Tratado de Derecho Penal…, ob. cit., p.
354).
En consecuencia, resulta determinante
para que prospere la aplicación de la obediencia
debida la posibilidad de que el inferior este
facultado o no para examinar la orden del superior.
Esta facultad sólo le será exigida por el derecho
penal cuando el mandato afecte o perjudique
seriamente bienes jurídicos fundamentales.
Refiriéndose a la cuestión
precedentemente reseñada, destaca Muñoz Conde que: […
n]o corresponde excluir que por parte del funcionario
subordinado haya deber de examinar la orden recibida.
Este deber de examen es tanto más importante, cuando
la orden infrinja un precepto constitucional o lesione
gravemente la dignidad humana…] (Muñoz Conde,
Francisco y García Arán, Mercedes. Derecho Penal.
Parte General. Ed. Tirant lo Blanch. Valencia, 2004,
p. 343).
Por lo tanto, la construcción del juicio
penal, frente a un caso en que el subordinado ejecuta
una orden manifiestamente ilegal dispuesta por el
superior, deberá necesariamente evaluar ex ante -como
pauta de interpretación hermenéutica- los
conocimientos especiales que el autor directo tiene al
concretar su acción.
En esta inteligencia y teniendo en
cuenta lo expuesto hasta el momento, no caben dudas
que las órdenes emanadas desde los altos mandos del
aparato organizado de poder revestían esta ilegalidad
o ilegitimidad manifiesta por tratarse de hechos
atroces o aberrantes para la dignidad humana
(atrocitatemfacinoris), motivo por el cual quienes las

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ejecutaron, funcionarios de inteligencia de las
fuerzas armadas y de seguridad con un saber específico
previo, debieron -en el cumplimiento de sus tareas-
revisar la calidad de estos mandatos evidentemente
ilícitos.
Sobre este particular la Corte Suprema
ha pronunciado: […N]o debe entenderse que la
obediencia debida sea ciega, conclusión que resulta
insostenible a la luz de la naturaleza de los sujetos
participantes en la relación de subordinación, que por
seres humanos disponen de un margen irreductible de
libertad…] (t. 310, P. 1162).
Como vemos, se impone la teoría de la
apariencia, de acuerdo a la cual: “la obligatoriedad
de la orden no se condiciona a la juridicidad
“intrínseca” de la orden, sino a su apariencia de
legalidad. Aunque la orden sea gravemente antijurídica
y constituya delito, deberá obedecerse bajo pena,
salvo que ello no resulte “manifiesto” ex ante en el
momento de su cumplimiento…] (Mir Puig, Santiago.
“Derecho Penal…, año 2005, ob. cit., p. 494).
Así las cosas, advertimos que existe
consenso en que, ante la existencia de órdenes con
extremado y ostensible contenido de ilegitimidad e
ilicitud, los subordinados están obligados a revisar
esas órdenes, no pudiendose por tanto invocar esta
eximente en esos casos.
Dicho de otro modo: siendo tan evidente
la índole ilegal de las órdenes impartidas, su
acatamiento, por parte de los ejecutores, importaba
lisa y llanamente plegarse en calidad de coautores
funcionales y sucesivos a delitos que el aparato
organizado de poder estaba cometiendo para satisfacer
una fase clave del plan sistemático de represión
ilegal; esto es, retener en el centro clandestino a
los cautivos para someterlos reiteradamente a
interrogatorios bajo tormentos y a condiciones
inhumanas de vida.

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Por ello, ante la pregunta de si el


acusado puede ser exculpado frente a órdenes genéricas
de privar ilegítimamente de la libertad, trasladar al
detenido a un Centro Clandestino de Detención,
torturar y matar a personas que –si acaso las tenían-
depusieron las armas y se encontraban rendidas e
indefensas frente a sus captores; y lo mismo, frente
al sometimiento de esas personas a permanecer privadas
de su libertad en condiciones infrahumanas de
subsistencia; la respuesta negativa se impone: no
existe ninguna posibilidad –jurídicamente hablando- de
tener por exculpados tales actos.
A pesar de las múltiples construcciones
que se han intentado abordar aquí, no hay, en modo
alguno, razonamientos o posturas que puedan ir en
contra –a nuestro juicio y como se viene diciendo- de
la solución más justa del caso. Por eso, y ya que de
interrogantes se trata, quedaría uno más –el último-
por revisar para brindar, al final de cuentas; con el
correcto lugar sistemático en que debe operar la
eximente de la obediencia debida.
Ya hemos definido que del universo de
órdenes en base al esquema jerárquico de un aparato de
poder; puede contener ordenes legítimas y otras
ilegítimas, decisiones concretas en las que la
obediencia debida, no tendrá cabida, bien por una lado
porque en la primera no encuentra infracción legal
alguna, y bien porque, en la segunda, opera el
catálogo e indicadores de ilicitud previstos por el
código penal. Es decir, en este último caso, no
operará la eximente pues ella se encuentra reservada
de manera “exclusiva” para otras circunstancias –con
características especiales- y no puede ser convocada
ni retenida para la solución del caso cuando él asume
todas las características –notorias y manifiestas- de
un ilícito.
A la luz de estas conclusiones entonces,
es evidentemente que la obediencia debida se ocupará
de “otros casos” que pueden ser denominados como

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aquellos donde la orden es “no manifiestamente
ilegítima” y, además cuando, la misma es tomada en
situaciones y bajo características especiales, como
puede ser por ejemplo la de un estado de sitio.
En ese contexto situacional, puede ser
que la orden recibida genere en el receptor algún tipo
de vacilación al respecto de la legitimidad de la
orden que ha recibido, y si este fuera el supuesto y,
además, si la obediencia debida opera en la categoría
de la culpabilidad; ello comúnmente –atento el estado
de duda-; derivaría en lo que comúnmente conocemos
como error de prohibición.
Ahora bien, las posibilidades frente a
este tipo de error se encuentran muy vinculadas con
una explicación que será vista más adelante, pero que,
a modo de adelanto; tendrá que ver con un juicio de
evitabilidad característico de la culpabilidad como
categoría (averiguar si el autor del ilícito “pudo o
no pudo” evitar el resultado típico y antijurídico).
En ese plano de análisis, el error o la vencibilidad
que lo caracteriza, puede traer como resultado un
error de prohibición inevitable en el que nada tiene
que hacer la eximente para resolver el caso, dado que,
al ser “inevitable” el error, él ya se encuentra
resuelto por las reglas de la inevitabilidad de los
errores. En ese sentido, entonces, la única
posibilidad a la que se reduce la problemática tendrá
que ver, necesariamente, con lo que –en situaciones
normales- es conocido como error de prohibición
“evitable”, apareciendo entonces sí; como la única
posibilidad o caso donde válidamente debería operar la
obediencia debida como eximente.
Así las cosas, ella, a fin de evitar un
manto de impunidad sobre cualquier comportamiento
humano que pretenda ser amparado bajo la órbita de la
eximente, será reducida, como vemos, sólo y a casos
muy puntuales, y por sobre todo donde exista una
reducción de la culpabilidad como consecuencia de la
evitabilidad de ese error. Esta circunstancia, que en

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términos normales trae aparejada una responsabilidad


reducida en cabeza del autor, será, bajo la órbita de
la obediencia debida tratada de distinta manera, toda
vez que en el marco de la propia eficiencia de la
eximente trae ínsita una advertencia que da cuenta de
que el autor “no” se encuentra en situación similar a
la de un ciudadano normal, dado que el instrumento
humano se encuentra inmerso en un aparato de poder
como el militar que lo corre del estado natural del
juicio de evitabilidad a comparación del resto de los
ciudadanos (y en la medida en que se dé un supuesto de
error). La eximente tendrá en cuenta que “ese sujeto”
(ejecutor o instrumento), en el marco de una orden de
servicio, tiene –a diferencia del ciudadano normal-
una capacidad muy reducidapara el cuestionamiento de
las ordenes que recibe (reducción del ámbito de
reducción), tendrá en cuenta que él se encuentra
sumido a un aparato de poder que difícilmente acepte
ese cuestionamiento de la ordenes que imparte y,
tomará ese porcentaje de culpabilidad reducida para
pasar a negarla de manera absoluta. De esa manera,
solo en el caso particular del aparato de poder como
el militar y en la medida en que el sujeto se
encuentre frente a un error de prohibición evitable,
la eximente se activará anulando o transformando esa
evitabilidad en inevitabilidad, de manera tal que así,
podrá apreciarse que la eximente opera en el lugar
sistemático más correcto.
Comentadores del Código de Justicia
Militar tienen dicho que: […E]s más que obvio, […],
que no existiendo órdenes del servicio delictivas
(porque no serían “del servicio”), por lo general la
responsabilidad penal del inferior se enerva por la
concurrencia de un error de hecho no inculpable que
encuentra apoyatura en la presunción de legitimidad
que envuelve a todo acto de la autoridad y en los
límites del derecho de inspección sobre la orden que
el subalterno puede presumir como “del servicio…]

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(Igounet, (h) e Igounet, ob. cit., pág. 162; destacado
en el original).
Análogamente los tribunales del país,
cuando han tenido que tratar la procedencia de la
eximente de obediencia debida, han tomado idéntica
posición a la que aquí se sustenta.
Así se ha dicho que: […E]l inferior o el
empleado no debe obediencia a su superior o a sus
jefes, sino cuando ordenan en la esfera de sus
atribuciones, y en ningún caso cuando el acto ordenado
es un delito. Esta orden no es suficiente para cubrir
al agente y ponerlo al abrigo de toda responsabilidad
penal” (C.C.C., causa “Botana y Berro” del 2/11/1923,
J. A. 1923-11, pág. 1141).
En la misma dirección se argumentó: […
Q]ue en ninguna forma puede caber la excusa en cada
uno de esos casos de que la responsabilidad por los
actos de la tropa y oficiales de inferior jerarquía
sólo corresponde al comandante en jefe, pues no se
trata de irregularidades disciplinarias o
administrativas, sino de la franca comisión de delitos
gravísimos de orden común que obligaba a intervenir a
los oficiales allí presentes en razón de sus funciones
específicas y sin reparar en jerarquías, pues en esa
situación ya no regía la obediencia debida” (Cam. Fed.
de La Plata, causa “Andrés, Ramón y otros” del
19/12/1945, J. A. 1946-1, pág. 107). O que: “No está
amparado por la eximente legal contemplada en el art.
34, inc. 5°, C. P. –obrar en virtud de obediencia
debida-, el empleado que, en el lugar de trabajo, se
apodera de un pollo por orden de su jefe, ya que dicha
orden estaba fuera de las atribuciones de éste,
constituyendo delito…] (Sup. Trib. De Justicia de
Entre Ríos, causa “Ojeda” del 19/2/1958, J. A. 1959-
IV, pág. 10).
En definitiva, la eximente de obediencia
debida nunca puede prosperar frente a la lisa y llana
comisión de un delito (cfr. C.C.C., Sala 2ª, causa
“Molinari, Aldo Luis” del 22/12/1964, J. A. 1965-III,

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pág. 377; y C.C.C., causa “Aguilera, Ricardo y otro”


del 1/3/1966, J. A. 1966-III, pág. 172 –este caso
trataba, específicamente, de los actos de un miembro
de la Policía Federal Argentina que había torturado a
un detenido con corriente eléctrica).
Sancinetti expuso, en su momento, los
problemas que acarreó no haber considerado el delito
de rebelión (artículo 642 del Código de Justicia
Militar) cuando se llevó adelante el juicio a los ex
comandantes y la relación de este delito con la
obediencia debida, lo cual nos eximiría de cualquier
consideración respecto de la justificante que se
pretende.
En efecto, el citado autor destacó que
el artículo 652 del Código de Justicia Militar
establecía que: […m]ientras subsista la rebelión todos
los militares que participen en ella quedan privados
de la autoridad y prerrogativas inherentes a su
grado”. Esto quiere decir que el militar rebelde
carece de competencia administrativa para dictar
órdenes que deban ser obedecidas, y sólo subiste el
deber de obediencia frente al mandato dirigido a
defender el orden constitucional o reestablecerlo. A
partir de ello concluye que, en virtud de que “las
fuerzas armadas subsistieron rebeldes hasta el
advenimiento del gobierno constitucional, todos los
problemas suscitados en torno a la obediencia debida
durante la mal llamada “lucha contra la subversión”
eran absolutamente ajenos al caso (…). ¡Nadie tenía
deber de obediencia, según el derecho (militar)
vigente!...] (Sancinetti, Marcelo A. “Análisis crítico
del juicio a los ex comandantes” en Doctrina Penal-
1987, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1.987, pág. 76).
Por último, citaremos nuevamente a este
catedrático, por lo preciso y atinado de sus palabras:
[…P]ara el caso de las violaciones a los derechos
fundamentales habidas en la Argentina durante el
último gobierno militar, de todos modos, (…) [no
queda] ámbito dudoso alguno, porque al menos los

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hechos que estaban en el primer plano de la
consideración social y judicial, constituían hechos
ilícitos de la mayor evidencia posible, dado que se
hallan proscritos por la cláusula más pétrea y
terminante de nuestra Constitución, aquella parte del
art. 18 que declara: “Quedan abolidos para siempre la
pena de muerte por causas políticas, toda especie de
tormentos y los azotes”. No existen posibilidades,
pues, para dudar de la ilegalidad manifiesta de una
orden de torturar o matar a personas indefensas…]
(Sancinetti, art. cit., pág. 471).
En razón de lo expuesto, consideramos
que la remota posibilidad de constatarse un supuesto
de obediencia debida es directamente nula.

E. Error de prohibición invencible


(artículo 34, inciso 1ero. del Código Penal):
También se desprenden del debate
reflexiones que abrió el campo de estas posibilidades
en punto a la vigencia de un error –que sería de
prohibición invencible- para el supuesto de que
Sandoval “tal vez” no haya podido comprender la
ilegitimidad de las órdenes debido a la situación
política e institucional en que se encontraba el país
en la época de el suceso aquí en estudio.
Desde ya adelantamos, en miras de lo que
venimos señalando, que es inaceptable estimar -frente
a los delitos enunciados- alguna posibilidad de error
en la consideración de las órdenes por parte del
acusado (artículo 34 inciso 1°).
Es indudable que la calidad aberrante
que tuvieron las órdenes impartidas al acusado por sus
superiores, con el objeto que se integren, en la
condiciones ya conocidas, al aparato organizado para
la represión ilegal y, por tanto, se plieguen desde
sus respectivas posiciones, a la ejecución del plan
sistemático de represión como efectivamente ocurrió;
ya está más que probado.

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Dicho de otro modo: dada la índole de


las órdenes impartidas, su acatamiento importaba lisa
y llanamente plegarse en calidad de coautores
sucesivos por delitos que el aparato organizado de
poder estaba ejecutando e iba a seguir cometiendo
para, precisamente, cumplir una fase clave del plan
sistemático de represión ilegal, esto es y como se
sabe, retener en el centro clandestino a los cautivos
para someterlos reiteradamente a interrogatorios bajo
tormentos y a condiciones inhumanas de vida.
Ya vimos -en el capítulo anterior- cómo
el ordenamiento jurídico argentino vigente en ese
entonces prohibía e incluso sancionaba con penas de
gravedad a quienes cometieran dichos actos, y ello era
así en todos los órdenes, desde la Constitución
Nacional, pasando por el Código Penal, el Código de
Justicia Militar, los reglamentos operativos
específicos e, incluso, por las directivas elaboradas
por la Armadas Argentina para llevar adelante la
“lucha contra la subversión” –que hemos analizado
detalladamente en otros capítulos de esta sentencia-.
A su vez, no olvidemos las
circunstancias fácticas que comprendieron la ejecución
de las prácticas sistemáticas de represión ilegal
dentro del plan criminal perpetuado por el aparato
organizado del que formaron parte los encausados.
En este contexto, las detenciones eran
realizadas por los grupos operativos de tareas con
despliegue inusitado de violencia, sin orden emanada
de autoridad competente, con liberación del área
involucrada en la jurisdicción, exhibiendo armas de
todo tipo y con indudable apariencia de ilegitimidad,
precisamente por ser ordenadas desde los altos mandos.
Además se negaba cualquier dato a los
familiares de las víctimas, a quienes se los mantenía
retenidos en el centro de detención en total
clandestinidad y se les prohibía cualquier tipo de
contacto entre ellos y con el exterior, con las
finalidades que están harto probadas. Asimismo, la

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clandestinidad de toda esta coyuntura y consecuente
impunidad de los operadores se consolidaba vedando a
las autoridades judiciales la información que pudiese
requerir de la persona afectada, a través de un
procedimiento de habeas corpus u otra acción legal.
Dentro de esta estructura, no caben
dudas, que le alcanzaba al imputado poco esfuerzo
intelectual para advertir que esos acontecimientos
tenían marcado tinte ilegal o delictivo.
No se requería demasiada reflexión para
considerar con suma claridad que: a) el feroz
tratamiento brindado a los detenidos allí alojados, b)
las particularidades del centro mismo, c) las
condiciones degradantes e inhumanas a que estaban
sometidas las víctimas, d) la clandestinidad
manifiesta de lo actuado y e) la muerte y
desaparición que le exigieron guardar los jerarcas
del aparato de represión, formaba parte de un plan
criminal.
Como vemos, el acusado, pudo reparar a
través de un rápido examen de intuición intelectual
(incluso visual) las evidentes diferencias
estructurales y edilicias, existentes entre el centro
clandestino de detención y una unidad o dependencia
carcelaria legalmente habilitada.
A lo dicho, debemos agregar, que no le
era ajeno al acusado, el conocimiento sobre el trato
cruel, el martirio y las mortificaciones diarias que
se les aplicaba a las personas ilegalmente privadas
de su libertad, y no obstante ello, voluntariamente se
plegó a la ejecución del plan.
Como ya dijimos, ni el marco
institucional del país vigente en la época, ni ninguna
de las argumentaciones exculpatorias, puede enervar o
de algún modo poner en crisis el certero conocimiento
que el imputado tuvo respecto de esta estructura
organizada de poder que posibilitaba la represión
ilegal.

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Por lo tanto, no nos conmueve ninguna


apreciación exculpatoria, pues no es lógico suponer
que el acusado hubiera incurrido en un error de
prohibición invencible vinculado a la situación
política e institucional del golpe de estado.
En estas condiciones, consideramos que
el aquí imputado, comprendió cabalmente los hechos que
cometió. Esto es así, toda vez que fue seleccionado
por las autoridades del aparato organizado militar,
para intervenir en la ejecución del plan sistemático
de la represión ilegal y actuó conociendo
perfectamente la ilegalidad de las órdenes que se les
impartían y la criminalidad de las prácticas de las
que formó parte, contribuyendo voluntariamente, en
calidad de coautor funcional, a la comisión de los
delitos de privación ilegítima de la libertad y
tormentos agravados que se le reprocha.
Recordemos que: con su intervención en
el centro clandestino donde, habitualmente, se
capturaba personas, se las torturaba, y, finalmente,
se las hacía desaparecer, a su mayoría, en los
“traslados”, el encausado (de lo que podríamos llamar
como “el universo ilegal Esma) estuvo en condiciones
de comprender, fácilmente, que sus aportes
específicos, estaban desaprobados por el ordenamiento
jurídico penal.
Lejos de un supuesto yerro, cabe
concluir que, en rigor de verdad el imputado tuvo la
certeza que el participar del aberrante suceso, podía
acarrearle implicancias penales, esto es, la
posibilidad de ser denunciado, perseguido por el
sistema penal y ser, eventualmente, pasible de una
sanción corporal que podía comprometer su libertad
personal.
Y, como se dijo párrafos más arriba, aún
contando con el conocimiento del trato cruel, el
martirio y las mortificaciones cotidianas que se
impartía a las personas cautivas en la ESMA;

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voluntariamente se plegó ejerciendo su rol y funciones
manifiestamente ilegales.
En conclusión, por los conocimientos
especiales que poseía el imputado y de acuerdo a las
funciones que cumplió dentro de la estructura
pergeñada por los mandos militares, no caben dudas
que le era y le es exigible -en estos supuestos
mencionados- la comprensión de la antijuricidad.
Por ello, un planteo posible que pudiera
derivar en un error de prohibición invencible sobre la
ilegitimidad de las órdenes emanadas del superior,
también debería ser rechazado.

F. Reducción del ámbito de auto-


determinación por coacción (artículo 34, inciso 2do.
del Código Penal)
Quedaría resolver, la posibilidad de que
el imputado acaso hubiera obrado bajo algún tipo de
coacción.
Sabido es que este instituto entendido
como la conducta de un tercero que amenaza a otro para
que realice un ilícito, puede ser considerado un
estado de necesidad justificante o un estado de
necesidad exculpante.
Si el mal de la amenaza es más grave
que el que se quiere causar, nos encontramos ante el
primer supuesto; por el contrario, si el mal de la
amenaza es equivalente al que se pretende realizar,
estamos frente al segundo supuesto. A su vez, el mal
que el sujeto quiere evitar, debe ser extraño, esto
es, no haber sido asumido voluntariamente por aquél,
entre otros casos.
Es de destacar que comúnmente la
experiencia tribunalicia indica, que los intentos
exculpatorios podrán también enmarcarse en un estado
de necesidad exculpante, bajo las previsiones del
artículo 34, inciso 2do. del C.P.
Por ello, habrá que determinar si el
acusado, conforme a las circunstancias de hecho que lo

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rodearon, actuó en un umbral mínimo de su ámbito de


autodeterminación o, por el contrario, bajo la amenaza
de sufrir un mal grave e inminente.
En este sentido, entendemos que en
primer lugar se deberá ponderar la afectación de los
bienes jurídicos que corresponde a la víctima; es
decir, los que el acusado vulneró para resolver su
conflicto de intereses.
Concretamente, esta afectación estuvo
dirigida contra bienes como la vida, la libertad y la
dignidad humana –entre otros- del damnificado, y se
han configurado particularmente por su mantenimiento
en cautiverio, el alojamiento en condiciones de
encierro infrahumanas y el sometimiento constante a
tormentos físicos y psíquicos.
Ahora bien, el acusado nunca alegó haber
padecido una circunstancia semejante.
En sentido coincidente con lo anterior,
para que concurra la eximente por coacción, debemos
tener en cuenta que el subordinado ha actuado fuera de
los límites de la justificación y con conciencia de la
antijuridicidad del hecho, pero, para que su accionar
sea impune debería haber sido amenazado de sufrir un
mal grave e inminente para el caso de desobedecer la
orden como lo establece el artículo 34 inciso 2° del
Código Penal.
Sobre el particular se sostiene que: […
e]l requerimiento de un mal grave alude aquí, ante
todo, y casi exclusivamente, a daños en la integridad
corporal del propio autor o de una persona allegada
directamente a él. El de la inminencia, pone de
manifiesto que no puede ser considerada como coacción
una amenaza de concreción remota o meramente
hipotética. Es necesario que concurran elementos que
corroboren la seriedad de la amenaza que afectó al
obediente…] (Sancinetti, art. cit., págs. 474/475).
Así, para ser más concretos, […n]o
constituye mal grave alguno el riesgo del subordinado
de ser trasladado de destino oficial; de ser

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sancionado con “equis” número de días de arresto; o de
ser dado de baja. Precisamente por esto, si el daño
que se le exige causar al inferior amenazado es grave,
y él puede evitar el conflicto mediante la renuncia al
cargo –sin otro riesgo para él-, debe renunciar…]
(Sancinetti, ibídem).
En consecuencia, el supuesto mal que el
encausado podría haber intentado evitar -cuya
existencia ni siquiera se ha probado- de haberse
configurado, le sería extraño.
Por el contrario, cabe destacar, que
éste asumió voluntariamente integrar el aparato
organizado para la represión ilegal y prestar sus
servicios en el centro clandestino de detención, por
lo que tampoco se verificaría el requisito mencionado
anteriormente.
En razón de lo señalado, consideramos
que una posibilidad que diera luz verde a un supuesto
de coacción tampoco prosperaría.

VIII.- PAUTAS MENSURATIVAS DE LAS PENAS.

Los jueces Fernando Canero y Adriana


Palliotti, dijeron:
Corresponde ahora establecer la sanción
penal que debe aplicarse a los imputados.
En primer lugar, queremos destacar que,
en coincidencia con lo sostenido en el marco de la
causa n° 1270 y sus acumuladas, como así también en la
n° 1282 del registro de este Tribunal, los parámetros
punitivos que fueron utilizados en la causa N° 13/84
de la Cámara en lo Criminal y Correccional Federal de
la Capital Federal, no tienen por qué seguirse en el
presente caso.
Esta posición coincide con lo decidido
por la Cámara Nacional de Casación Penal, Sala I, en
el fallo “Simón” (causa N° 7.758, del 15/05/07),
cuando se afirmó que es privativo de los jueces, al
momento de dictar el fallo, dar los fundamentos

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adecuados para establecer el monto de la pena de


acuerdo a las reglas de la sana critica racional, que
resulten aplicables al momento y circunstancias
probados en la causa (En la redacción del fallo se
consigna: “a ese momento y a las circunstancias
probadas en la causa”).
Por otra parte, las sanciones impuestas
por la Cámara Federal de esta ciudad en la causa N°
13/84, tuvieron lugar en un contexto histórico
diferente al actual; esta idea la expresa claramente
Jescheck, cuando sostiene que no se entiende como
vulneración del precepto de igualdad la distinta
praxis de individualización penal en los diversos
tribunales y las diversas salas de un mismo tribunal,
así como tampoco el cambio de esa praxis dentro de una
misma sala (arts. 40 y 41 del Código Penal y 399,
párrafo primero del Código Procesal Penal de la
Nación) (cfr: Jescheck Hans Heinrich, Tratado de
Derecho Penal, Parte General, Ed. Comares, Granada,
1993, ps. 789).
Además, se ha señalado que: “en la
individualización de la pena se concreta la
conminación penal de la ley para el caso concreto. Por
ello, tal individualización constituye el punto
crucial en el que puede considerarse plenamente,
dentro del juicio penal, la peculiaridad del autor y
del hecho. La individualización de la pena es, junto a
la apreciación de la prueba y a la aplicación del
precepto jurídico penal a los hechos probados, la
tercera función autónoma del juez penal y representa
la cúspide de su actividad resolutoria. En esa labor,
el juez debe liberarse de los prejuicios personales,
las simpatías y las emociones, y orientar su sentencia
exclusivamente conforme a criterios objetivos de
valoración” (cfr.: Jescheck, Hans Heinrich, ob. cit.,
Ed. Comares, Granada, 1993, págs. 786/787).
Asimismo, “la averiguación del marco de
la culpabilidad es un estadio de tránsito hacia la
correcta medida definitiva de la pena, ya que es

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mediante el marco de la pena, cuando el legislador
valora la posible culpabilidad de una materia
tipificada como ilícita, en tanto el juez a cargo de
la medición judicial de la pena, valora la concreta
culpabilidad por el hecho, en consideración de los
puntos de vista valorativos prefijados por el
legislador” (cfr.: Maurach, Reinhart, Derecho Penal,
Parte General, tomo II, actualizada por Karl Heinz
Gösel y HainzZipf, Ed. Astrea, Bs. As., 1995, p. 721).
Reafirmando estos conceptos, se ha
sostenido que “la función de los marcos penales no es
la mera fijación de un límite a la discrecionalidad
judicial; no se trata simplemente de ámbitos dentro de
los cuales el juez puede decidir con libertad y sin
dar mayores cuentas de su elección, sino que a través
de la interrelación de las diferentes escalas penales
queda estructurado un esquema interpretativo acerca de
cuál es el valor relativo de la norma dentro del
sistema. Al establecer los marcos, el legislador
indica el valor proporcional de la norma dentro del
sistema, indicando la importancia y el rango de la
respectiva prohibición. Para decidir cuál es la
posición de un bien jurídico en relación con otro, la
intensidad de las sanciones previstas resulta un
criterio decisivo y se convierte en el punto de
partida ineludible para determinar la pena en una
forma racional. Sin embargo, a pesar de las
correcciones que deban hacerse a la interpretación,
tomando en cuenta los diferentes momentos de la
incorporación o reforma de las diversas escalas, sólo
ellas permiten identificar argumentos normativos
relativos a cuál es la escala de valores plasmada en
el ordenamiento jurídico.” (cfr.: Ziffer, Patricia S.
en Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial, dirigido por David
Baigún y Eugenio R. Zaffaroni, T. II, Ed. Hamurabi,
Bs. As., 2.002, ps. 59/60).
Es que aún en los sistemas que consagran
una mayor discrecionalidad de los jueces para la

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fijación de la pena dentro de los límites del marco


punitivo, contemplan criterios o principios
individualizadores que deben ser observados al momento
de fijar la sanción.
Con total acierto se ha señalado que “el
Código Penal Argentino prevé penas absolutas sólo en
contados casos, entre los cuales el más significativo
es el de la privación de libertad perpetua. En
general, recurre a las penas denominadas divisibles,
es decir, aquellas en que se fija un marco o escala
penal dentro del cual se debe determinar la pena a
imponer en el caso particular. En todos estos casos
resultan aplicables los arts. 40 y 41, que establecen
las reglas que habrán de seguir los tribunales al
fijar la pena. Estas normas estructuran un sistema de
determinación de la pena caracterizado por la
enumeración no taxativa de circunstancias relevantes a
tal fin, sin determinar el sentido de la valoración,
esto es, sin establecer de antemano si se trata de
agravantes o atenuantes, y cuál es el valor relativo
de cada una de tales circunstancias, ni tampoco cómo
se solucionan los casos de concurrencia entre ellas y
sin una “pena ordinaria” que especifique cuál es el
punto de ingreso a la escala penal, a partir del cual
hace funcionar la atenuación o la agravación” Cfr.:
Ziffer, Patricia S., ob. cit., tomo II, ps. 58/59).
A su vez, Núñez, dice: “la enumeración
que el artículo (41 CP) hace, no es taxativa, porque,
según su propio texto, el juez, fuera de las
circunstancias nominativamente mencionadas, para fijar
la condenación del penado tendrá en cuenta, los demás
antecedentes y condiciones personales, así como los
vínculos personales, la calidad de las personas y las
circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que
demuestren su mayor o menor peligrosidad. Se trata,
por consiguiente, de una enumeración puramente
enunciativa y explicativa, que no incluye uno solo de
los elementos referentes a la persona o al hecho
dignos de ser considerados.” (cfr.: Nuñez, Ricardo C.,

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Tratado de Derecho Penal, tomo II, Ed. Lerner, Cba.,
pág. 458).
También se ha señalado que “Sin
perjuicio de la amplitud que nuestro sistema penal ha
dejado librado al criterio del juzgador para
determinar la pena en el caso concreto, compartimos la
posición que sostiene que la propia existencia del
artículo 41 sólo cobra sentido en tanto la decisión
que individualiza la pena no sea discrecional, sino
que haya de realizarse siguiendo ciertas reglas que
implican un deber de fundamentación explícita que
permita el control crítico racional del proceso de
decisión. (“El derecho del imputado a obtener el
control casatorio sobre la determinación judicial de
la pena” por Juan Carlos Palacios (n) y Mariano Javier
Gonzalez del Campo, Jurisprudencia Anotada, Revista de
Derecho Procesal Penal, La Defensa Penal-II, 2010-2,
Rubinzal-Culzoni Editores).
Ahora bien, ingresando al tratamiento de
la concurrencia o ausencia de circunstancias de
atenuación o agravación, con el objeto de cuantificar
con la agudeza necesaria la mensuración de la pena a
imponer pasaremos a considerar las diversas
circunstancias a tener en cuenta para una justa
determinación e individualización judicial del quantum
de aquélla.
El eje del derecho penal y procesal
radica en la pena, lo demás son sólo presupuestos de
ella. Lo que en definitiva va a afectar directa y
concretamente al ciudadano es la pena que se le va a
aplicar y, por tanto, necesariamente dentro del
proceso tiene que dársele la significación e
importancia que merece.
Todas las garantías penales sustanciales
y procesales carecen de sentido si la determinación de
la pena está desprovista de toda salvaguarda respecto
del proceso.
Para esta compleja tarea –dado porque
este evento debe incluir qué clase de pena se

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aplicará, cuál debe ser el monto de la misma y bajo


qué modalidad se deberá ejecutar-, en la cual vamos a
fijar las consecuencias del ilícito culpable,
buscaremos el mayor equilibrio entre dos objetivos
valiosos pero antagónicos: la mayor precisión y
justicia en el caso en concreto y la búsqueda paralela
de la previsibilidad de la pena estatal; para lo cual
debemos echar mano a criterios exactos divididos en
dos facetas; la primera relacionada al hecho y la
segunda relacionada al autor.
En cuanto a la base fáctica, se halla
acotada por el grado de culpabilidad siendo éste una
frontera inexpugnable que va a delimitar la magnitud y
las secuelas del delito.
La culpabilidad, en cuanto
reprochabilidad del hecho antijurídico, hace
referencia a los presupuestos sin los cuales no es
posible responder al ilícito con una pena.
Pero la culpabilidad también expresa la
mayor o menor posibilidad de motivación conforme a la
norma, y en este sentido, es un concepto graduable.
La culpabilidad tiene carácter
constitutivo al determinar si se aplica o no una pena,
en tanto para graduarla, resulta decisiva la medida de
esta culpabilidad.
O sea, que la cantidad y calidad de la
pena será conforme a la mensura de su responsabilidad
personal por el hecho endilgado, y para lo cual deberá
regir como elemento rector el principio de
proporcionalidad.
Esto significa que la medida de la pena
es reflejo de la medida de la culpabilidad, la que, a
su vez presupone la existencia de un ilícito: lo que
se reprocha es el hecho antijurídico del autor. De
este modo, se reconoce la culpabilidad por el hecho, y
se descarta la culpabilidad de carácter o por
conducción de vida.
Sin embargo la culpabilidad, dada la
imprecisión dogmática y lo multívoco de su definición,

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no debe ser el único fundamento punitivo y límite de
la pena.
Por ello somos de la idea que la pena
será justa en la medida que sea proporcional a la
infracción, de esta forma echamos mano al principio de
proporcionalidad, cuya función es otorgar una
adecuación entre pena y culpabilidad.
Utilizando la objetividad brindada por
el legislador en el primer inciso del artículo 41 del
Código Penal, o sea todo lo respectivo al hecho
endilgado, vamos a tener en cuenta la naturaleza de la
acción y los medios que se emplearon para su
ejecución, como así también la extensión del daño
causado y a su titular, todo ello evitando una doble
valoración de elementos normativos ya incorporados en
el tipo objetivo quebrantado.
Los motivos que lo llevaron a delinquir
no serán tenidos en cuenta, dado que entendemos que
aquellos ya fueron valorados en el estrato de la
culpabilidad; es decir estas resistencias internas que
aumentan o disminuyen el reproche son un elemento
constitutivo de la motivación en la norma, sustrato
superado en la instancia de apreciación fáctica bajo
la óptica del sistema del hecho punible.
Lo mismo sucede con la denominada
"participación en el hecho"; mal se la puede valorar
como agravante o atenuante cuando ya fue objeto de
evaluación al momento de tratar la responsabilidad y
participación criminal por el hecho.
La conducta precedente engendra ciertos
conflictos dogmáticos que es necesario tratarlos. Si
nos encerramos en una concepción exacta del principio
de culpabilidad, ella nos obligará a dejar de lado
toda valoración anterior a la comisión del hecho; pero
este tema desde el punto de vista preventivo especial
resulta ser un sustento primordial.
Desde la óptica de los partidarios de la
prevención general, la pena es más efectiva
preventivamente cuando se adecua a la culpabilidad.

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Como es notorio y ha quedado plasmado


acabadamente a lo largo de esta sentencia, los sucesos
principales de la sustanciación de este juicio
resultan de gravedad, pues ostentan la naturaleza de
crímenes contra la humanidad.
Tampoco debe minimizarse, pese a haber
transcurridos más de cuarenta y cinco años desde la
ocurrencia de estos hechos, la resonancia social,
tanto a nivel nacional como en el orden internacional,
que estos asuntos tuvieron.
Pero esta extensión del daño la
consideramos como afectación al bien jurídico
puramente objetiva, sin un criterio cuantificador, o
sea, dada la naturaleza compleja del injusto, este
problema prácticamente no tiene relevancia, porque los
componentes subjetivos del mismo siempre indicarían
grados de intensidad lesiva, aún en el caso de ser
objetivamente equivalente a una lesión.
Ahora bien, abocados a la tarea de
individualizar la pena que le corresponde al imputado
por los hechos que se le endilgan, recordemos que la
Corte Suprema de Justicia de la Nación ha dicho que:
"los artículos 40 y 41 del CP no contienen bases
taxativas de fijación, sino que deja librada ésta,
dentro del marco normativo a la apreciación
discrecional del magistrado en el caso concreto"
(CSJN, Fallos 303:449).
En igual sentido, el Código Penal
recurre a "... las penas denominadas divisibles, es
decir, aquéllas en que se fija un marco o escala penal
dentro del cual se debe determinar la pena a imponer
en el caso particular (…) En todos estos casos
resultan aplicables los artículos 40 y 41, que
establecen las reglas que habrán de seguir los
tribunales al fijar la pena. Los artículos 40 y 41
estructuran un sistema de determinación de la pena
caracterizado por la enumeración no taxativa de
circunstancias relevantes a tal fin, sin determinar el
sentido de la valoración, esto es, sin establecer de

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antemano si se trata de agravantes o atenuantes, y
cuál es el valor relativo de cada una de tales
circunstancias, ni tampoco cómo se solucionan los
casos de concurrencia entre ellas y sin una "pena
ordinaria" que especifique cuál es el punto de ingreso
a la escala penal, a partir del cual hace funcionar la
atenuación o la agravación" (Ziffer, Patricia S.,
"Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial", dirigido por David
Baigún y Eugenio R. Zaffaroni, editorial Hammurabi,
Buenos Aires, 2007, Tomo 2A pág. 72/3).
Sobre la base de estos criterios que se
comparten, y ante la conminación legal con penas
divisibles, el órgano jurisdiccional está facultado,
no sólo a ponderar las circunstancias que, a su
entender, agravan el reproche, sino también a aquéllas
que lo atenúan. Esto forma parte de una potestad
librada a la discrecionalidad del tribunal de juicio.
Empero, debe ser racionalmente ejercida,
a través de la valoración de todos los extremos del
caso, expresándose fundadamente, dentro de las pautas
legales de mensura previstas en los artículos 40 y 41
del Código Penal, cuáles son las circunstancias que,
en el caso juzgado, se consideran agravantes o
atenuantes, pues esa es la cabal y justa tarea que
impone la función judicial.
Como se viene diciendo, es sabido que la
individualización judicial de las penas debe atender a
la magnitud de los injustos penales en juego, a la
culpabilidad del autor, y salvaguardar la vigencia del
principio de proporcionalidad, de raigambre
constitucional.
En cualquier caso, debe quedar claro que
es el legislador quien fija en abstracto el quantum
punitivo y es sobre ese parámetro que el Tribunal debe
efectuar la tarea de individualizar las penas con
arreglo a todos los principios que se han señalado.
La mayor o menor magnitud de las escalas
penales fijadas en abstracto por el legislador sobre

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principios de política criminal, no enervan la


facultad de los jueces para, dentro de esos marcos,
salvaguardar la racionalidad y proporcionalidad de las
penas frente a todas las pautas que establecen los
artículos 40 y 41 del Código Penal.
O sea que dentro del marco de la
criminalización primaria el juez goza de una libertad
racionalizada y justificada para demarcar la
criminalización secundaria.
Así las cosas, y ya adentrándonos en la
concreta individualización de las penas, se debe
advertir que, a los fines de los artículos 40 y 41 del
Código Penal de la Nación, y sobre la base de todos
los principios y parámetros ya citados, también, por
supuesto, se habrán de ponderar todas las
circunstancias personales del encausado que resulten
atingentes a dichos fines.
En efecto, se tendrán en cuenta la edad
y nivel de instrucción que tenía tanto al momento de
perpetrarse los hechos como en la actualidad, su
ocupación, profesión, su pasar económico, su nivel de
educación formal y las posibilidades de crecimiento
social, como así también, la existencia o no de
antecedentes penales computables.
Pues bien, en relación a la pena a
aplicar al acusado se tendrán en cuenta, las escalas
penales previstas para los delitos de privación
ilegítima de la libertad triplemente agravada por la
condición de funcionario público, por haberse cometido
con violencia y por haber durado más de un mes (3 a 15
años de prisión) en concurso real con la imposición de
tormentos con el propósito de obtener información o
quebrantar su voluntad, agravados por haber sido
cometidos en perjuicio de perseguidos políticos (3 a
15 años de prisión).
Así las cosas, teniendo en cuenta todo
lo dicho hasta aquí, pasaremos a evaluar los
atenuantes y los agravantes que serán considerados a
los efectos de fijar la pena del enjuiciado.

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En primer lugar, habremos de valorar
como un atenuante el prolongado intervalo que existió
entre la comisión de los hechos materia de imputación
(1976-1983) y la sentencia a la cual hemos arribado
luego de realizado el juicio oral y público; esto,
teniendo en cuenta todas las vicisitudes que se
sucedieron en la sustanciación de las actuaciones
principales durante esos años, las cuales no pueden
ser trasladadas al imputado.
También se toma como pauta atenuante, la
edad del causante –casi septuagenario-, y su conducta
precedente.
La República Argentina, el 31 de mayo de
2017, publicó la Ley Nº 27.360, a través de la cual se
aprobó en el orden interno la Convención
Interamericana sobre la protección de los derechos
humanos de las personas mayores.
Dicha normativa internacional, reconoce
en su artículo 2 a la persona mayor, como: Aquella de
60 años o más, salvo que la ley interna determine una
edad base menor o mayor, siempre que esta no sea
superior a los 65 años. Agrega, que este concepto
incluye, entre otros, el de persona adulta mayor.
Como puede observarse, ha sido voluntad
del propio Estado Argentino, de brindarle un
reconocimiento normativo y asegurar la tutela de
derechos de personas, como mínimo, mayores de 60 años.
Dentro de estas garantías, se encuentran a las que
hacen: a no recibir tratos crueles, inhumanos y/o
degradantes; a asegurar la libertad personal; y al
proceder en caso de que la persona se encuentre
privada de libertad (v. arts. 10 y 12 de la citada
Convención).
Por lo tanto, considerar a la edad de
una persona como un elemento atenuante de la sanción
penal, no sólo resulta acorde desde el plano razonable
(art. 28 de la Constitución Nacional), sino que
también, guarda sentido con la propia voluntad del

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Estado Argentino al haber aprobado esta Convención de


Derecho Humanos de personas adultas.
En efecto, nos encontramos frente a una
persona casi septuagenaria, toda vez que Mario Alfredo
Sandoval nació el 31 de agosto de 1953.
En este orden de ideas, el sentido
determinado de este análisis, nos impone, entonces
-desde la arista político criminal que rige el Sistema
del Hecho Punible- la obligación de atender adecuada y
suficientemente los parámetros de dignidad humana
(artículo 5.2, segunda parte, de la CIDH), y los
principios de humanidad (art. 5.2., primera parte de
la CIDH), de proporcionalidad (artículo 28 de la
Constitucional Nacional), de intranscendencia de la
pena (5.3, de la CIDH) y “pro homine” (29.c., de la
CIDH).
Es que, producto de este juego de
intercambios y compensaciones que se deben realizar a
partir de la aplicación de los principios
constitucionales garantizados, se permite contraponer
o ponderar esos derechos humanos en juego –para el
caso, su edad avanzada y que la literalidad de las
normas internas que los reglamentan imponen su
aplicación-.
Tal conclusión nos permite afirmar,
entonces, que los principios enunciados están por
encima del sistema normativo infraconstitucional y
prevalecen por su contenido axiológico y exigencias de
moralidad en su carácter de directiva general para la
mejor y más justa solución del caso.
Deben ser vistas estas posibilidades
cuantificadoras hacia el mínimo de las escalas
punitivas, como una parte más del sistema que se
anuncia en la categoría de la punibilidad en la que se
discute político-criminalmente no sólo el sí o el no
de la pena, sino también el quantum coherente de ella.
Adaptado a ello, es decir, en lo
relativo a la construcción y fijación exacta del marco
de pena, debe decirse también que, el principio

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constitucional de culpabilidad –ya mencionado en
capítulos anteriores-, indica ponderar otro elemento
más para la graduación de la sanción asignada a los
encausados.
Hay que entender que la ley y la
jurisprudencia han considerado en un sentido o en el
otro –es decir, antes las fórmulas de precocidad por
un lado y por el otro, de ancianidades-, que sin
desvelos han conllevado mayoritariamente a la
reducción de los montos punitivos.
Pero como quiera que sea, el factor edad
avanzada, encuentra reparo coherente al concedérsele
una reducción punitiva con la forma de aparición más
baja de la dirección de las atenuantes, de modo que
ellas se presentan como circunstancias en las que se
enmarca el modelo de mayor individualidad posible que
tiene en cuenta la sensibilidad o consecuencias
mediatas de la pena.
Sin perjuicio de que el imputadono es
una persona joven, lo cual hubiera llevado casi de
manera automática a la posibilidad de carencia de
antecedentes u otras condenas anotadas como pauta
atenuante, a pesar de ello, es decir, a pesar de que
estamos anteuna persona de avanzada edad y que no se
daría por ende la concurrencia de aquellas atenuantes;
asume mayor peso en términos cuantificadores al mínimo
punitivo, que el imputado no cuente con antecedentes
penales a lo largo de su trayectoria de vida.
Las expresiones comprendidas en el art.
41 del CP son sólo enunciativas y no taxativas, tal es
así que cuando la norma indica que se tomarán en
consideración "...los demás antecedentes penales y
condiciones personales, así como los vínculos
personales, la calidad de las personas y las
circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión que
demuestren mayor o menor peligrosidad...", se admite,
por ello, la coexistencia de una serie o conjunto de
imágenes visuales muy extenso y amplio con incidencia

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directa en los criterios de determinación puntual de


la pena, sean aumentándola, sea disminuyéndola.
En especial, debe merituarse del
enjuiciado, el grado y/o rol que revestían en la
Policía Federal Argentina en la época de los sucesos.
Vemos así, que conforme su respectivo
Legajo, surge que al momento de los hechos revestía el
grado de subinspector de la PFA.
Con independencia del mayor o menor
grado de revista que cumplía en la Policía Federal
Argentina, que en cierto aspecto incidirá por un lado
en el quantum a establecer, como se analizó en su
responsabilidad individual en los hechos materia de
debate, Sandoval cumplió un rol específico asignado en
la lucha antisubversiva, y lejos de ajustar la
conducta esperable en su calidad de funcionario
enfrascado en las pautas formativas de la institución,
precisamente, se valió de esa calidad –que en si misma
se determina a partir de la concesión de un conjunto
de propiedades inherentes a una persona diferenciarse
de otras que adolecen de esa calidad, y que sólo es
obtenible en virtud de la pertenencia a un aparato de
poder- para desarrollar las conductas tratadas al
abordar la materialidad ilícita de los hechos.
Todo ello, en términos de pautas
regulativas para el incremento punitivo, se justifica
en la manera de ser de la acción, puesto que este
criterio de agravamiento, no se encasilla solamente
dentro de los parámetros conceptuales de la acción
típica, ya que, si bien germina y comienza en ella,
debe ser amplificada a todas las reacciones o
situaciones externas del imputado y que tuvieran
origen en aquélla.
Finalmente, se pondera como agravante el
hecho de que el nombrado tienen formación educativa.
Por todo lo dicho hasta aquí corresponde
aplicar a Mario Alfredo Sandoval la pena de quince
(15) años de prisión,inhabilitación absoluta,
accesorias legales y costas(artículos 2, 12, 19, 45,

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55,144bis inciso 1° y último párrafo, en función del
art. 142 incisos 1° y 5, y 144ter, párrafos primero y
segundo –texto según ley 14.616-, todos ellos del
Código Penal de la Nación; 530 y 531 del Código
Procesal Penal de la Nación).
Finalmente, tal como se señaló en el
acápite correspondiente, se descarta la presencia de
causales de inculpabilidad, de justificación, o de
cualquier otra que, finalmente, obste a la imposición
de una sanción al aquí enjuiciado.

El Juez, Daniel Horacio Obligado, dijo:


En virtud de lo expuesto por los colegas
preopinantes, si bien comparto la decisión de la pena
a imponer a Mario Alfredo Sandoval, habré de esgrimir
algunos argumentos adicionales.
En ese sentido, al momento de tener en
cuenta las pautas mensurativas de los artículos 40 y
41 del Código Penal de la Nación, esto es, la
naturaleza de las acciones emprendidas por el
imputado, los medios empleados para ejecutarlas y la
extensión de los daños causados, por una parte, y la
edad, educación, costumbres y conductas precedentes de
los nombrados, los motivos que los pudieran haber
llevado a delinquir y su intervención en los hechos
atribuidos, es decir, serán objeto de análisis los
aspectos objetivos como subjetivos para determinar las
sanciones a imponer.
De modo liminar, corresponde asentar que
la doctrina considera que: “…el Código Penal Argentino
prevé penas absolutas sólo en contados casos, entre
los cuales el más significativo es el de la privación
de libertad perpetua. En general, recurre a las penas
denominadas divisibles, es decir, aquellas en que se
fija un marco o escala penal dentro del cual se debe
determinar la pena a imponer en el caso particular (…)
En todos estos casos resultan aplicables los artículos
40 y 41, que establecen las reglas que habrán de

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seguir los tribunales al fijar la pena. Los artículos


40 y 41 estructuran un sistema de determinación de la
pena caracterizado por la enumeración no taxativa de
circunstancias relevantes a tal fin, sin determinar el
sentido de la valoración, esto es, sin establecer de
antemano si se trata de agravantes o atenuantes, y
cuál es el valor relativo de cada una de tales
circunstancias, ni tampoco cómo se solucionan los
casos de concurrencia entre ellas y sin una “pena
ordinaria” que especifique cuál es el punto de ingreso
a la escala penal, a partir del cual hace funcionar la
atenuación o la agravación” (ver Ziffer, Patricia S.,
“Código Penal y normas complementarias. Análisis
doctrinario y jurisprudencial”, dirigido por David
Baigún y Eugenio R. Zaffaroni, editorial Hammurabi,
Buenos Aires, 2002, Tomo II, págs. 58/59).
En coincidencia con tales apreciaciones,
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en lo que
aquí interesa, ha dicho que: “… los artículos 40 y 41
del C.P. no contienen bases taxativas de fijación,
sino que deja librada ésta, dentro del marco
normativo, a la apreciación discrecional del
magistrado en el caso concreto” (Fallos 303:449).
Entonces, “el punto de partida es el
marco penal (…) que habrá de ser completado mediante
la tarea interpretativa, a fin de reconstruir los
casos abstractos que se pretendió alcanzar entre el
mínimo y el máximo. El método concreto a seguir para
la construcción de estos casos tiene que orientarse al
hallazgo de circunstancias del hecho que guarden
similitud con la estructura de los elementos del tipo
(que fundamentan o agravan el ilícito), cuando se
trata de atribuirles un efecto agravatorio, y a
circunstancias que guarden similitud con la estructura
de las causas de justificación o de disculpa, cuando
se trata de atribuirles efecto atenuante. En la medida
en que se quiera posibilitar la discusión racional
acerca del por qué de una determinada pena, no podrá
eludirse la explicitación en las decisiones de cuáles

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fueron los criterios utilizados para su
individualización” (cfr. Ziffer, Patricia S.,
“Consideraciones acerca de la problemática de la
individualización de la pena”, publicado en
“Determinación Judicial de la Pena”, compilador Julio
B. J. Maier, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1993,
pág. 110).
En esa perspectiva, se sostuvo que: “En
la individualización de la pena se concreta la
conminación penal de la ley para el caso concreto. Por
ello, tal individualización constituye el punto
crucial en el que puede considerarse plenamente,
dentro del juicio penal, la peculiaridad del autor y
del hecho. La individualización de la pena es, junto a
la apreciación de la prueba y a la aplicación del
precepto jurídico penal a los hechos probados, la
tercera función autónoma del juez penal y representa
la cúspide de su actividad resolutoria. En esa labor,
el juez debe liberarse de los prejuicios personales,
las simpatías y las emociones, y orientar su sentencia
exclusivamente conforme a criterios objetivos de
valoración” (ver Hans-Heinrich Jescheck, “Tratado de
Derecho Penal. Parte General”, Ed. Comares, Granada,
1993, págs. 786/787).
A tal fin, existe acuerdo en la
doctrina, en que la pena que corresponde al
responsable de un hecho debe ser determinada
vinculándosela con el grado de su culpabilidad, aún
cuando sea para establecer su límite máximo.
En ese sentido, el autor Magariños
afirma que: “El criterio para la determinación
judicial de la pena que se ha sostenido como el que
mejor se compadece con el Derecho Penal de acto que
nuestra Constitución Nacional consagra, determina,
para decirlo a modo de síntesis, que: la culpabilidad
es el límite máximo de la pena, más allá del cual no
es legítimo ni posible que halle realización el fin de
prevención general” (véase Magariños, Mario; “Hacia un
criterio para la determinación judicial de la pena”,

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publicado en “Determinación judicial de la pena”,


Compilador: Julio B. J. Maier, Ed. del Puerto, 1993,
págs. 80/81).
En este contexto, como adelantara
párrafos más arriba, entiendo que se debe comenzar por
apreciar las circunstancias de carácter objetivo, como
la naturaleza de las acciones emprendidas por el
imputado, los medios empleados para ejecutarlas y la
extensión del daño causado, tal como fuera
justipreciado en los distintos abordajes en los que se
examinó el comportamiento del mismo.
En esa línea de ideas, cuadra señalar
que habré de tener en cuenta para establecer la
sanción a imponer al imputado: la inusitada gravedad
de la naturaleza de los hechos juzgados que involucran
graves violaciones a los derechos humanos vinculado
con funciones operativas en el marco de la denominada
“lucha antisubversiva”, tratándose el presente caso de
una privación ilegítima de la libertad agravada por
mediar violencia o amenazas y por haber durado más de
un mes, al igual que los tormentos agravados de los
que también fuera víctima Hernán Abriata.
Por otro lado, los medios que emplearon
para llevar a cabo cada una de estas acciones
delictivas, que fueron provistos por el Estado y
aplicados a la comisión de los hechos por los
enjuiciados, que incluyeron armas de fuego de grueso
calibre, vehículos e inmuebles para desarrollar su
accionar, entre otros, se han revelado de suma
importancia y organización, por lo que esta
circunstancia también debe funcionar aquí como otra
razón para agravar la sanción a imponer.
A su vez, en cuanto a los padecimientos
causados a los familiares de las víctimas cabe
considerar también, como agravante el hecho de que
ellos debieron iniciar, luego de la privación ilegal
de la libertad de Hernán Abriata, un sinuoso y
tortuoso derrotero ante autoridades judiciales y
administrativas de nuestro país, como así también de

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instituciones u organismos de derechos humanos,
tendientes a obtener respuestas acerca del destino de
aquél; gestiones éstas que tampoco arrojaron resultado
positivo alguno.
También resulta menester tener en
cuenta, el grave daño social causado que afectó a la
víctima de estas actuaciones, sus familiares y
allegados. Más aún, atendiendo a la naturaleza propia
de los delitos reprochados –que implicaron graves
violaciones a los derechos humanos, en el marco de un
“genocidio”, según mi voto- no puede dejar de
considerarse que al tratarse de delitos de lesa
humanidad, afectaron a toda la conciencia universal.
En ese sentido, nuestra Corte Suprema de
Justicia de la Nación, tiene dicho que: “… en el caso
“Almonacid”, la Corte Interamericana señaló que los
crímenes de lesa humanidad son serios actos de
violencia que dañan a los seres humanos al golpear lo
más esencial para ellos: su vida, su libertad, su
bienestar físico, su salud y/o su dignidad. Son actos
inhumanos que por su extensión y gravedad van más allá
de los límites de lo tolerable para la comunidad
internacional, la que debe necesariamente exigir su
castigo.” (cfr. C.S.J.N., in re “Mazzeo”, rta. el
13/7/2007, considerando 23°).
En esencia, las consecuencias del
accionar de la maquinaria represiva Estatal persisten
a la fecha, lo cual se pudo advertir en las
declaraciones prestadas por los familiares de la
víctima de autos, tanto en este debate, como en
aquellas que fueron introducidas al plenario por
lectura.
Dicho esto, cabe señalar que los
parámetros indicados resultan contestes con lo
sostenido por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, en cuanto a “la obligación del Estado
Argentino no sólo de investigar sino también castigar
los delitos aberrantes, deber que no podía estar
sujeto a excepciones.” (cfr. Fallos 333:1657, en

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“Videla, Jorge Rafael y Massera, Emilio Eduardo


s/recurso de casación”, rta. el 31 de agosto de 2010).
En definitiva, compartió que: “… se
vuelve cada vez más inconcebible la idea de dejar
impunes o permanecer inactivos frente a acciones de la
gravedad y la envergadura antihumana como las
cometidas…” (cfr. Marcelo Raffin, “La experiencia del
horror. Subjetividad y derechos humanos en las
dictaduras y posdictaduras del Cono Sur”, Editores del
Puerto, Colección Tesis Doctoral -5-, Bs. As., pág.
208).
Sobre el particular, vale traer a
colación algunos pronunciamientos dictados por la Sala
IV de la Cámara Federal de Casación Penal, que en lo
que respecta a la aplicación de los artículos 40 y 41
del Código Penal, concretamente en el voto del Sr.
Juez de Cámara, Dr. Mariano Hernán Borinsky, sostuvo
lo siguiente: “En este sentido, este tribunal ya ha
expresado que los delitos de lesa humanidad, como los
examinados y enjuiciados en las presentes actuaciones,
resultan de extrema gravedad y denotan una absoluta
falta de consideración y reconocimiento de la dignidad
humana, lo cual funciona como una circunstancia
agravante a los efectos de determinar el monto de la
pena -artículo 41 del Código Penal- (Cfr., “Olivera
Róvere”, antes citado, voto liderante del doctor
Gustavo M. Hornos, al que adherí).” (véase C.F.C.P.,
Sala IV, causa Nº FTU 830960/2011/12/CFC1, caratulada
“AZAR, Musa y otros s/recurso de casación”, rta. el 22
de junio de 2015; Reg. N° 1.175/15).
Asimismo, en el marco de la causa Nro.
10.609del registro de dicha Sala, caratulada
“REINHOLD, Oscar Lorenzo y otros s/recurso de
casación”de fecha 13 de febrero de 2012 (Reg. N°
137/12), se estableció que: “Finalmente, corresponde
dar tratamiento a los planteos que se suscitan en
razón de las elevadas sanciones punitivas impuestas,
sea por desproporción con la que se les impusiera a
los Comandantes en Jefes en el marco de la causa 13/84

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de la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional
Federal o por constituir una pena cruel, inhumana o
degradante en función del rango etario que registran
los inculpados.”
“El planteo que se promueve resulta
sustancialmente análogo, mutatis mutandi, a la
posición que asumiera este Tribunal -también con otra
integración en los precedentes “Bussi” (reg. 13.073,
rta. 12/3/2010) reiterado en lo sustancial en
“Gallone” (reg. 13.969, rta. 30/9/2011) y “Comes”
(reg. 14.688, rta. 29/3/2011), donde si bien se
indicó, a partir del amplio análisis normativo y
jurisprudencial que realizó el distinguido colega que
lideró el acuerdo en el primer precedente citado -Dr.
Gustavo Hornos-, que desde el plano teórico, le asiste
razón a la defensa en cuanto sostiene que, por imperio
constitucional, la medida de la pena debe guardar
proporcionalidad con la magnitud del injusto y de la
culpabilidad del autor, no basta para la declaración
de inconstitucionalidad de la norma, la mera
aseveración en abstracto que se ha visto afectado el
principio de proporcionalidad de las penas al condenar
a prisión perpetua al imputado, sin esgrimir las
razones de por qué, en el caso concreto, luce
desproporcionada la sanción recibida por quien ha sido
hallado penalmente responsable de delitos de singular
gravedad, adecuadamente calificados como crímenes de
lesa humanidad.”.
“… En tales condiciones, no observo ni
las defensas logran demostrar, desproporción de las
penas impuestas a partir de la magnitud del injusto y
el grado de culpabilidad que se tuvo por acreditado en
el sub exámine. Sobre este último aspecto, se aprecia
que el tribunal oral graduó la respuesta punitiva de
acuerdo al rol y capacidad de mando de cada uno de los
imputados, exponiendo las razones que dan fundamento a
su decisión, observado en la tarea las pautas del art.
40 y 41 del Código Penal, sin que se registre defecto
alguno de fundamentación”.

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En esa lógica, en la causa n° 12.038,


caratulada “Olivera Róvere y otros s/recurso de
casación”, de fecha 13 de junio de 2012 (Reg. N°
939/12.4), esa Sala expuso, específicamente en el
sufragio del Sr. Juez de Cámara, Dr. Gustavo M.
Hornos, lo siguiente: “Ahora bien. He de señalar que,
con independencia de los fundamentos brindados por el
tribunal, los delitos por los que los acusados
resultan condenados son, como vengo reiterando, de
lesa humanidad (artículo 7.1 del Estatuto de Roma).
Dado que los tipos penales vigentes en la legislación
argentina al momento de los hechos investigados ya
prohibían las conductas por las que los nombrados
fueron condenados, corresponde –como ha hecho el
tribunal– aplicar directamente los artículos del
Código Penal argentino vigentes en ese momento –en lo
que refiere al tipo legal y a la pena a imponer–. Es
decir, la escala penal que resulta aplicable a la
comisión de crímenes de lesa humanidad es idéntica a
la aplicable a la comisión de delitos no
caracterizables como crímenes internacionales.”.
“En tal sentido, la subsunción en tipos
penales locales de ningún modo contraría ni elimina el
carácter de crímenes contra la humanidad de las
conductas analizadas (cuestión que establece el
derecho de gentes a través de normas ius cogens).”
“Traigo a la memoria que, en palabras
del máximo tribunal –remitiéndose al dictamen del
Procurador General de la Nación in re “Derecho” D 1682
ZL– “...los crímenes de lesa humanidad no lesionan
sólo a la víctima que ve cercenados por el delito sus
derechos básicos, sino que también implican una lesión
a toda la humanidad como conjunto”.
En esa intelección, podemos citar,
además, el fallo dictado el 9 de abril de 2015, por la
Sala IV de la C.F.C.P., en el marco de la causa n° FMP
33004447/2004/118/2/CFC18, caratulada “MOSQUEDA, Juan
Eduardo y otros s/recurso de casación”, en la cual, en
oportunidad de expedirse sobre la mensuración de la

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pena del imputado Juan Eduardo Mosqueda, se postuló lo
siguiente: “… Así, cabe recordar que, según los
principios constitucionales que rigen la materia y lo
establecido en los arts. 40 y 41 del C.P., las
referidas pautas mensurativas no se pueden definir
dogmáticamente de modo de llegar a un criterio
totalmente objetivo y casi mecánico, sino que tal
ponderación debe ser realizada en base a variables que
no pueden ser matemáticamente tabuladas ya que es la
tarea del juez en cada caso concreto evaluar las
circunstancias personales que no pueden determinarse
previamente.”.
“De la lectura de la resolución
cuestionada, se observa que el sentenciante, para
fijar la pena de catorce años de prisión, tuvo en
cuenta la naturaleza de la acción, que Juan Eduardo
Mosqueda formaba parte de un engranaje de la práctica
sistemática y generalizada de represión que reinaba a
la época de los hechos, la multiplicidad de víctimas y
el aprovechamiento de su estado de vulnerabilidad.”.
Habiendo culminado entonces el análisis
de las variables de tipo objetivo de individualización
de la pena, debo enfocarme en el estudio del aspecto
subjetivo del reproche, por lo que tendré en
consideración las condiciones personales del imputado.
Sobre la base de lo que se viene
diciendo, cabe valorar, además, para justipreciar la
sanción a imponer al enjuiciado en autos:
a) el grado de instrucción resulta
adecuado;
b) el cargo ostentado por el imputado
dentro de la Policía Federal Argentina al momento del
hecho;
c) Sus condiciones socio-económicas,
donde no se advierte circunstancia alguna que los pudo
llevar a delinquir.
Esa línea argumentativa, para establecer
la sanción a imponer al imputado en estas actuaciones,
he de coincidir con la Sala IV de la C.F.C.P., en

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cuanto sostuvo que: “…la medida de la pena como


reflejo de la medida de la culpabilidad por el acto,
debe ser analizada en relación a la magnitud del
injusto que se le reprocha al sujeto y no, como se
pretende, a través de un ejercicio comparativo con el
tipo y monto de pena impuesta en casos análogos.”
(C.F.C.P., Sala IV, causa Nro. 10.609del registro de
dicha Sala, caratulada “REINHOLD, Oscar Lorenzo y
otros s/recurso de casación”, ya citada).
Así las cosas, no puedo soslayar que
tanto la Convención Americana sobre Derechos Humanos
como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos –que forman parte de nuestro “bloque
constitucional” conforme lo impone el artículo 75,
inc. 22° de la C.N.- establecen que las penas
privativas de la libertad (o el tratamiento
penitenciario) tienen como finalidad esencial la
reforma y la readaptación social de los condenados
(cfr. arts. 5.6 y 10.3, respectivamente).
Por su parte, la ley N° 24.660 de
Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad, en su
artículo 1°, indica también como su finalidad la
adecuada reinserción social del condenado.
Vale entonces decir, “ab-initio”, que
ninguno de estos tres instrumentos prescribe dicha
finalidad como única y exclusiva. Por el contrario,
adviértase que los dos instrumentos internacionales la
establecen como finalidad “esencial”, lo cual permite
válidamente colegir otra u otras finalidades que
puedan acompañar o coexistir con aquella finalidad
primordial.
Esto claramente va de la mano con la
posibilidad de contemplar criterios de prevención
general, aún con las respectivas críticas parciales
que pudieran realizárseles.
Así, por ejemplo, el autor Roxin hizo
hincapié en que: “…el fin de la pena es exclusivamente
la prevención, y ciertamente tanto la prevención
general como la especial. Al respecto la prevención

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general hay que entenderla no en primer lugar como
prevención intimidatoria negativa, sino como
“prevención integradora” positiva. Esto significa: la
pena no debe retraer a través de su dureza a los
autores potenciales de la perpetración de delitos…sino
que ella debe restaurar la paz jurídica, en cuanto da
al pueblo la confianza, que su seguridad está
salvaguardada y que las reglas reconocidas de la
convivencia humana pueden reafirmarse en contra de
perturbaciones graves. El derecho penal en este
entendimiento es un factor integrador social, en cuyos
efectos también se incluye al autor; pues con el
castigo se soluciona el conflicto social producido a
través del hecho, de modo que el autor puede ser re-
integrado socialmente.”.
Lo cierto es que, para evitar un
utilitarismo a ultranza que mediatice al condenado
como persona, más adelante, el autor Roxin, advierte
que: “…el principio de culpabilidad constituye el
límite absoluto de todos los objetivos preventivo
generales y especiales. Aún cuando fuese muy deseado
preventivamente, no se ha de imponer pena, cuando el
autor no tiene culpabilidad… y tampoco en el caso de
un autor culpable, la pena no debe sobrepasar la
medida de la culpabilidad…” (cfr. Claus Roxin,
“Política criminal y estructura del delito. Elementos
del delito en base a la política criminal”, traducción
de Juan Bustos Ramírez y Hernán Hormazábal Malarée,
PPU S.A., Barcelona, 1992, págs. 46/47, con el énfasis
aquí agregado).
En consonancia con aquellos postulados,
importantes conclusiones también podemos extraer de lo
vertido por el autor Roxin, a saber: “… una pena sólo
es legítima si es preventivamente necesaria y si, al
mismo tiempo, es justa, en el sentido de que evite
todo perjuicio para el autor que sobrepase la medida
de la culpabilidad por el hecho.”.
Y agrega más adelante, “Destinatario de
la prevención general positiva es, sobre todo, el

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ciudadano fiel al derecho, quien se le debe


proporcionar, a través de una justicia penal que
funcione, un sentimiento de seguridad y una convicción
aprobatoria hacia el Estado y su orden jurídico.”.
Además: “… sólo si la víctima ha sido desagraviada y
reinstalada en sus derechos puede decirse que el
derecho violado a través del delito, y con él la paz
jurídica, ha quedado restablecido.” (cfr. Claus Roxin,
“Transformaciones de la teoría de los fines de la
pena”, conferencia pronunciada por el autor en la
ciudad de Córdoba, Argentina, el 18 de octubre de
2001; publicado en “Nuevas formulaciones en las
ciencias penales. Homenaje a Claus Roxin”, Marcos
Lerner Editora, Córdoba, 2001, págs. 211/226).
Ahora bien, los conceptos transcriptos,
que comparto, en nada contradicen la exigencia
convencional y legal relativa al fin esencial de la
resocialización. Es por ello que, junto a la
consideración de la necesaria prevención especial
positiva cabe –paralelamente- atender a su partenaire;
la prevención general positiva. Siempre, como ha
quedado dicho, teniendo la pena como “tope” máximo la
medida de culpabilidad por el delito cometido.
Insisto, esto no está de ningún modo
vedado. Si así fuera, los preceptos antes aludidos
deberían haber dejado de lado el vocablo “esencial”
para, lisa y llanamente, indicar que el único y
exclusivo fin de la pena es la reintegración o
resocialización del condenado.
En ese sentido, nuestra Corte Suprema de
Justicia de la Nación ha reconocido que: “… sin abrir
juicio acerca de las llamadas teorías o legitimaciones
de la pena en la doctrina jurídico penal, lo cierto es
que en los últimos años predomina la referencia a la
prevención general positiva, o sea, que la doctrina
suele fundarla en el reforzamiento de la confianza
pública en el sistema.” (“C.S.J.N. in re
“GualtieriRugnone de Prieto, Emma Elidia y otros
s/sustracción de menores de 10 años”; Fallos 332:1835,

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rta. el 11-8-2009, considerando 12°, con el resaltado
aquí agregado).
Pero avanzando aún más sobre el punto,
el propio doctrinario alemán Roxin nos acerca una
distinción que también ayuda a clarificar la cuestión.
En efecto, al adherir al criterio de “diferente
acentuación de los fines de la pena en los distintos
estadios de la realización del derecho penal”, refiere
que mientras no haya tenido lugar el delito (vale
decir al momento de la denominada criminalización
primaria plasmada en el catálogo delictual), la
conminación penal tiene una función exclusivamente
preventivo-general y, en particular, en forma de
intimidación (prevención general negativa).
Cometido ya el hecho y sancionado su
responsable, llega el momento de la imposición de la
pena. Así, refiere el autor Roxin que: “Si un proceso
penal termina con una condena, con la imposición de la
sanción adquieren especial importancia, en la misma
medida, tanto puntos de vista de prevención general
como de prevención especial. Cuanto más grave es el
delito, tanto más requieren las exigencias preventivo
generales un agotamiento de la medida de la
culpabilidad. Pues, frente a crímenes capitales, sólo
se conserva la confianza en el orden jurídico y se
restablece la paz jurídica si tiene lugar una sanción
adecuada a la culpabilidad.”.
Finalmente, en relación al tercer
estadio de realización del derecho penal; esto es, en
la ejecución penal, debe aspirarse tan sólo a la
resocialización (cfr. op. cit., págs. 221/223, con el
subrayado aquí agregado).
Por vía jurisprudencial, también, se ha
hecho alusión a otros fines de la pena distintos de la
resocialización.
Así, el Sr. Juez Gemignani, al
considerar los casos en que exista una obligación
internacional de perseguir, investigar, sancionar
adecuadamente a los responsables y hacer cumplir la

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pena, ha entendido que: “… téngase presente que la


justicia penal no sólo tiene una naturaleza
sancionadora sino que en el ámbito internacional,
fundamentalmente, tiende a prevenir la reiteración de
ilícitos a través del juzgamiento ejemplificador de
los responsables de delitos como los que aquí nos
ocupan, puesto que, una característica destacable de
esta rama del derecho es esa general función
preventiva.”.
“Recuérdese que el derecho internacional
de los derechos humanos surgió ante la necesidad de la
comunidad internacional de encontrar mecanismos
eficaces para castigar y, a la vez, prevenir las
violaciones más graves de los derechos humanos.
Entonces, los Estados se comprometieron a garantizar
el efectivo goce de estos derechos y, en caso de que
los mismos fueran vulnerados, a evitar su impunidad.”
(cfr. su voto en el fallo “Mestre Brizuela”, Cámara
Federal de Casación Penal, Sala IV, rta.: el
14/12/2015, con el énfasis aquí agregado).
Habida cuenta de lo manifestado, en mi
criterio, corresponde descartar que la pena a
imponerse sólo deba atender al fin resocializador. No
obstante ello, como ya ha quedado expresado, es un fin
esencial a ser considerado.
Más allá de lo que he manifestado
previamente al considerar las pautas de mensuración
aplicables, debo aquí señalar que la edad del aquí
enjuiciado, no impide ni resulta óbice la imposición
de penas elevadas.
En efecto, los principios de
justificación de la pena a los que me vengo
refiriendo, hacen que la magnitud del injusto –
encuadrado sin dudas entre los menoscabos más severos
a la humanidad- deba ser respondido con la adecuada
medida. Y ello no significa que se esté incurriendo en
un castigo a modo de “retribución”.
Por el contrario, descartada toda
concepción de venganza en un Estado democrático de

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derecho, el baremo punitivo debe estar presidido por
la necesidad preventiva con báculo en el principio de
culpabilidad por el hecho cometido (cfe. Derecho Penal
de Acto).
Ello nos lleva a la cuestión de la
resocialización y a su consabida crítica respecto de
su operatividad en aquellos que, en rigor de verdad,
siempre se mantuvieron “insertados” en la sociedad.
Sin adentrarnos en dicha problemática,
sólo cabe señalar aquí que ello no empece al
mantenimiento de aquel fin resocializador; y tampoco
resulta óbice la elevada edad del enjuiciado.
Viene al caso citar una vez más al autor
Roxin, cuando trata la justificación del castigo de
los criminales nazis ya socialmente integrados y que
no representaban ningún peligro, al respecto dijo: “…
un castigo de estos hechos es necesario desde
fundamentos preventivos generales, porque si no se
persiguieran se podría estremecer gravemente la
conciencia jurídica general: si tales asesinatos se
quedasen sin castigo, es posible que quisiera invocar
el mismo tratamiento cualquier otro autor de
homicidio, respecto del cual no hay peligro de
reincidencia y exigir del mismo modo la impunidad.
Esto obligaría a relativizar la validez de la
prohibición de matar y su efecto preventivo de forma
intolerable.” (ver Claus Roxin, “Derecho penal. Parte
general. Tomo I. Fundamentos. La estructura de la
teoría del delito”, trad. de Diego Manuel Luzón Peña,
Miguel Díaz y García Conlledo y Javier de Vicente
Remesal, Ed. Civitas, Madrid, 1997, pág. 98).
No escapa al ámbito de mis
consideraciones que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos hizo alusión en varios fallos, acerca
del fin preventivo-general-negativo de la pena para
este tipo de casos, al señalar que: “…la persecución
penal es un instrumento adecuado para prevenir futuras
violaciones de derechos humanos de esta naturaleza…”

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(cfr. sentencia en el caso “Gelman vs. Uruguay”


-2011-, párr. 237, entre otros).
A su vez, entiendo apropiado recordar
también lo que tiene dicho en numerosos fallos la
misma Corte Interamericana de Derechos Humanos, en
relación a la necesidad e ineluctabilidad del
“castigo” de los responsables por violaciones a los
derechos humanos (cfr. “Barrios Altos vs. Perú”
-2001-, parr. 44; “Almonacid Arellano vs. Chile”
-2006-, párr. 110; “Goiburú y otros vs. Paraguay”
-2006-, párr. 117 y “Gelman vs. Uruguay” -2011-, párr.
187, entre otros).
En ese orden de ideas, ya me he
explayado sobre mi postura al respecto, mas no puede
dejar de señalar que, para la Corte Interamericana,
las condenas por graves violaciones a los derechos
humanos no estarían exentas de cierto contenido
retributivo; dependiendo ello del significado que
pudiera asignársele al término “castigo”.
Finalmente, debo señalar que no
desconozco la crítica que formula el autor Zaffaroni
de las tradicionales teorías sobre los fines de la
pena, ni su particular concepción “agnóstica de la
pena”. Ésta puede ser compartida o rechazada. Pero
entiendo que, mutatis mutandi, merece atención su idea
de que: “el criminal masivo impune queda sometido en
la práctica a una Friedlosigkeito pérdida de la paz,
es excluido de la comunidad jurídica y cualquier daño
que se le cause es prácticamente impune…”; y que su
sometimiento a un proceso “…lo rescata del estado de
hostis, ratificando que para el derecho sigue siendo
persona, pese a la magnitud formidable del crimen
cometido.” (ver Eugenio Raúl Zaffaroni, “Crímenes de
masa”, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, CABA, 2010,
págs. 35/38, énfasis agregado).
Por último, habré de formular algunas
referencias punitivas del genocidio en los sistemas
jurídicos de Estados parte en la Convención.

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Bolivia firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Está tipificado en el art. 138 del
CP “el que con el propósito de destruir total o
parcialmente un grupo nacional, étnico o religioso,
diere muerte o causare lesiones o los sometiere a
condiciones de inhumana subsistencia o les impusiere
medidas destinadas a impedir su reproducción o
realizare con violencia el desplazamiento de niños o
adultos hacia otros grupos, será sancionado con
presidio de diez a veinte años.”
Colombia firmó la Convención el 12 de
agosto de 1949. Está tipificado en el art. 101 del CP
con pena de 30 a 40 años.
Ecuador firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Prevé una pena de reclusión
especial de 16 a 25 años.
Paraguay firmó la Convención el 11 de
diciembre 1948. Su Código Penal, en el art. 319
dispone pena privativa de la libertad no menor a cinco
años.
Perú suscribió la Convención el 11 de
diciembre de 1948. Su Código Penal, en el art. 319
dispone pena privativa de libertad no menor de veinte
años.
Uruguay firmó la Convención el 11 de
diciembre de 1948. A su vez sancionó la Ley 18.026 de
Cooperación con la Corte Penal Internacional en
Materia de Lucha contra el Genocidio, los crímenes de
guerra y de lesa humanidad, su art. 16 en relación al
genocidio prevé penas de 15 a 30 años de
penitenciaría.
Costa Rica prevé penas de 10 a 25 años
de prisión según su art. 375 del CP. Ratificó la
Convención el 14 de octubre de 1950.
Cuba ratificó la Convención el 28 de
diciembre de 1949. Prevé penas de 10 a 20 años de
prisión por su art 116.1 del CP.

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El Salvador firmó la Convención el 27 de


abril 1949 y prevé penas de 10 a 25 años de prisión en
el art. 361 del CP.
Guatemala ratificó la Convención el 22
de junio de 1949, previendo penas de 30 a 50 años de
prisión en el art. 376 del CP.
Honduras firmó la Convención el 22 de
abril 1949. Dispone penas de 16 a 20 años de prisión
en el art. 319 del CP.
México firmó la Convención el 14 de
diciembre 1948. Dispone penas de 20 a 40 años de
prisión en el art. 149 bis del CP.
Nicaragua firmó la Convención el 29 de
enero 1952. Dispone penas de 15 a 20 años de prisión
en el art. 549 del CP.
Panamá firmó la Convención el 11 de
diciembre 1948. Dispone penas de 15 a 20 años de
prisión en el art. 311 del CP.
Portugal prevé penas de 12 a 25 años de
prisión según su art. 239 del CP.
Italia prevé penas de 10 a 18 años de
prisión, según Ley 962 del 9 de octubre de 1967.
Dinamarca dispone penas de 16 años a
prisión perpetua, según Ley 132 del 29 de abril de
1955.
Israel prevé pena de 10 años a prisión
perpetua.
Como vemos, los países mencionados,
consideran las penas previstas para el delito de
genocidio, sin dejar de reconocer la gravedad que el
mismo implica, oscilando en promedio entre los 15 y 20
años de prisión.
De tal modo, atendiendo las pautas bajo
las cuales Sandoval fue extraditado por la República
Francesa y las singularidades del presente caso,
considero adecuado imponerle a Mario Alfredo Sandoval
la pena de quince años de prisión, inhabilitación
absoluta, accesorias legales y costas, por
considerarlo coautor penalmente responsable de los

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delitos de privación ilegítima de la libertad
triplemente agravada por su condición de funcionario
público, por haberse cometido con violencia y por
haber durado más de un mes, en concurso real con la
imposición de tormentos con el propósito de obtener
información o quebrantar su voluntad, agravado por
haber sido cometido en perjuicio de un perseguido
político respecto de Hernán Abriata –caso nro. 115-
(artículos 2, 12, 19, 45, 55,144bis inciso 1° y último
párrafo, en función del art. 142 incisos 1° y 5, y
144ter, párrafos primero y segundo –texto según ley
14.616-, todos ellos del Código Penal de la Nación;
530 y 531 del Código Procesal Penal de la Nación).
Así lo voto.

IX.- OTRAS PETICIONES EFECTUADAS POR LAS


PARTES.

Que al momento de formalizar sus alegatos,


los letrados que representan la querella en cabeza de
Patricia Walsh y Carlos Gregorio Lordkipanidse,
solicitaron: 1) que al tiempo de dictar sentencia, se
proceda en el futuro a dar amplia publicidad de los
eventuales e hipotéticos beneficios que,
eventualmente, solicite el condenado, a los efectos
previstos en el artículo 12 de la Ley 27.372, y ordene
señalizar inequívocamente los lugares de residencia
del genocida en el caso de conceder algún beneficio
peticionado; 2) se tomen las medidas necesarias para
que en la casa quinta que utilizó la Marina, ubicada
en General Ricchieri 1.325, esquina Camacuá, Don
Torcuato, de la provincia de Buenos Aires, extensión
del centro clandestino de detención de la ESMA, se
preserve, ya que es un lugar que seguirá siendo parte
de la prueba de los hechos que se instruyen en las
causas residuales y que podría ser, conforme a los
testimonios escuchados en este debate, el lugar donde
también estuvo detenido Hernán Abriata; 3) se solicite
la aplicación de la suspensión del goce de toda

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jubilación, pensión y/o retiro de la que goce el


imputado actualmente, de conformidad con lo dispuesto
por el artículo 19, inciso 3), del Código Penal. Se
ponga en conocimiento al Poder Ejecutivo Nacional de
la condena a la que se arribe para que se dé
cumplimiento al procedimiento de baja por exoneración
a través del Ministerio de Seguridad respectivo; 4) se
arbitren las medidas necesaria para que todos los
archivos judiciales de la causa ESMA, primera
instancia, Tribunal Oral Federal, Ministerio Público
Fiscal, sean preservados como patrimonio público y se
promueva la declaración como patrimonio de la
humanidad de la UNESCO; 5) se inste al Estado a que se
implementen programas educativos que contribuyan a la
formación de la conciencia contra el genocidio; 6) Se
tengan presentes las reservas formuladas; 7) se inste
por medio del Tribunal al Poder Legislativo a dar
cumplimiento a las obligaciones internacionales
asumidas por el Estado argentino y proceda a tipificar
el delito de genocidio; y 8) se inste por medio del
Tribunal al Poder Ejecutivo a dar cumplimiento a las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado
argentino y se proceda a la apertura de los archivos
de la dictadura entre los años de 1974 y 1983.
Por su parte, también la querella unificada
en cabeza del CELS y Carlos García, solicitó que
selibrara oficio al Ministerio de Seguridad de la
Nación a fin de que disponga el juzgamiento
disciplinario correspondiente, en los términos de la
ley 21.965.
Que, a su turno, en la misma
oportunidad, el letrado patrocinante por la querella
en cabeza de la Secretaría de Derechos Humanos del
Ministerio deJusticia y Derechos Humanos de la Nación,
solicitó que al momento de condenar al aquí imputado,
se lo haga con la expresa declaración que los hechos
fueron cometidos en el marco de un genocidio.

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Los Jueces, Fernando Canero y Adriana
Palliotti, dijeron:
Que, en atención al sentido mayoritario de la
forma en que votamos al momento de declarar los hechos
como constitutivos de la categoría de delitos de Lesa
Humanidad, excluyendo la calificación de genocidio por
un lado; y por considerar ajenas a este proceso los
alcances de otras peticiones, es que votamos por
rechazar aquellas formuladas en las que se impetraba
que: a) se tomen las medidas necesarias para que en la
casa quinta que utilizó la Marina, ubicada en General
Ricchieri 1325, esquina Camacuá, Don Torcuato, de la
provincia de Buenos Aires, extensión del centro
clandestino de detención de la ESMA, se preserve, ya
que es un lugar que seguirá siendo parte de la prueba
de los hechos que se instruyen en las causas
residuales y que podría ser, conforme a los
testimonios escuchados en este debate, el lugar donde
también estuvo detenido Hernán Abriata; b) se arbitren
las medidas necesaria para que todos los archivos
judiciales de la causa ESMA, primera instancia,
Tribunal Oral Federal, Ministerio Público Fiscal, sean
preservados como patrimonio público y se promueva la
declaración como patrimonio de la humanidad de la
UNESCO; c) se inste al Estado a que se implementen
programas educativos que contribuyan a la formación de
la conciencia contra el genocidio; d) se inste por
medio del Tribunal al Poder Legislativo a dar
cumplimiento a las obligaciones internacionales
asumidas por el Estado argentino y proceda a tipificar
el delito de genocidio; y e) se inste por medio del
Tribunal al Poder Ejecutivo a dar cumplimiento a las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado
argentino y se proceda a la apertura de los archivos
de la dictadura entre los años de 1974 y 1983.
Ello así, pues el ejercicio jurisdiccional
del Tribunal se encuentra ceñido al concreto objeto
del juicio, conforme a las reglas del proceso que
informa el Código Procesal Penal de la Nación, y es

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desde ese preciso marco que las peticiones relevadas


exceden la habilitación decisoria; ello sin perjuicio,
claro está, de las facultades propias que poseen los
peticionarios para canalizar sus requerimientos por
las vías e instancias que estimen adecuadas.
De contrario, votamos por hacer lugar a la
consulta de la familia de Hernán Abriata, en torno a
si desea ser informada y a expresar su opinión cuando
se sustancien planteos concernientes a la libertad del
imputado durante el proceso o la incorporación del
condenado a cualquiera de los institutos previstos en
el régimen penitenciario, en los términos de los
artículos 11bis de la ley 24.660 y 5, inciso k), y 12
de la ley 27.372.
Por otra parte, también hacemos lugar a lo
solicitado por la querella unificada en representación
del CELS y en cabeza de Carlos García, y la querella
en cabeza de Patricia Walsh y Gregorio Lordkipanidse,y
en consecuencia, firme que sea la presente, se
ordenarálibrar oficio al Ministerio de Seguridad de la
Nación a fin de que disponga el juzgamiento
disciplinario correspondiente, en los términos de la
ley 21.965.
Por último, en atención a la pena a imponer a
Mario Alfredo Sandoval y lo específicamente tratado en
el acápite de las cuestiones previas, nos exime de
formular cualquier referencia respecto de la solicitud
efectuada con relación a lo dispuesto por el artículo
19, inciso 3), del Código Penal.

El Juez, Daniel Horacio Obligado, dijo:


Que si bien, en principio, las
peticiones formuladas por la querella en cabeza de
Patricia Walsh y Carlos Gregorio Lordkipanidse,
resultarían atingentes, a fin de no plantear una
disidencia a su respecto, habré de acompañar el voto
de mis colegas en el sentido de su rechazo. Sin
perjuicio de lo expuesto, y por el sentido de mi
posición al momento de tratar la calificación jurídica

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en la que considero deben ser subsumidos los hechos
materia de juicio, es que voto por hacer lugar a lo
solicitado por aquella parte e instar al Poder
Legislativo a dar cumplimiento a las obligaciones
internacionales asumidas por el Estado Argentino para
que se proceda a tipificar el delito de genocidio y
declarar que los hechos por los que Mario Alfredo
Sandoval será condenado y que tuvieron por víctima a
Hernán Abriata, fueron cometidos en el marco
(contexto) de un genocidio.
Así lo voto.

Por sus fundamentos y en mérito al


acuerdo arribado, el Tribunal;
FALLA:
I. DECLARAR que los hechos objeto de
este proceso constituyen CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD.
II. NO HACER LUGAR al planteo de
EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN PENAL POR PRESCRIPCIÓN,
deducido por la defensa (artículos 59, 62, 63, 67 -a
contrario sensu- y concordantes del Código Penal de la
Nación).
III. CONDENAR a MARIO ALFREDO SANDOVAL,
de las demás condiciones personales obrantes en el
encabezamiento, a la pena de QUINCE (15) AÑOS DE
PRISIÓN, INHABILITACIÓN ABSOLUTA, accesorias legales y
costas, por considerarlo coautor penalmente
responsable de los delitos de privación ilegítima de
la libertad triplemente agravada por su condición de
funcionario público, por haberse cometido con
violencia y por haber durado más de un mes, en
concurso real con la imposición de tormentos con el
propósito de obtener información o quebrantar su
voluntad, agravado por haber sido cometido en
perjuicio de un perseguido político respecto de Hernán
Abriata –caso nro. 115- (artículos 2, 12, 19, 45,
55,144bis inciso 1° y último párrafo, en función del
art. 142 incisos 1° y 5, y 144ter, párrafos primero y
segundo –texto según ley 14.616-, todos ellos del

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Código Penal de la Nación; 530 y 531 del Código


Procesal Penal de la Nación).
IV. NO HACER LUGAR, por mayoría, a lo
solicitado por la querella en cabeza de Patricia Walsh
y Gregorio Lordkipanidse y por la querella
representada por la Secretaría de Derechos Humanos del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la
Nación, en cuanto a la subsunción de los hechos como
delito de GENOCIDIO.
V.- RECHAZAR el planteo de la defensa de
Mario Alfredo Sandoval respecto de la inaplicabilidad
de los incs. 2 y 4 del art. 19 del Código Penal de la
Nación.
VI.CONSULTAR a la familia de Hernán
Abriata, si desea ser informada y a expresar su
opinión cuando se sustancien planteos concernientes a
la libertad del imputado durante el proceso o la
incorporación del condenado a cualquiera de los
institutos previstos en el régimen penitenciario, en
los términos de los artículos 11bis de la ley 24.660 y
5, inciso k), y 12 de la ley 27.372.
VII. RECHAZAR las peticiones formuladas
por la querella en cabeza de Patricia Walsh y Gregorio
Lordkipanidse individualizadas en el considerando
respectivo.
VIII. RECHAZAR, por mayoría, la petición
formulada por la querella también en cabeza de
Patricia Walsh y Gregorio Lordkipanidse en cuanto a
que “Se inste por medio del Tribunal al Poder
Legislativo a dar cumplimiento a las obligaciones
internacionales asumidas por el Estado argentino y
proceda a tipificar el delito de genocidio”.
IX. COMUNICAR la presente, mediante
oficios de estilo, a la Sala II de la Cámara Federal
de Casación Penal y al Consejo de la Magistratura del
Poder Judicial de la Nación, de conformidad con lo
dispuesto por los artículos 1º y 9º de la ley 24.390
-texto según ley 25.430-.

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X.FIRME que sea la presente, HA LUGAR a
lo solicitado por la querella unificada en
representación del CELS y en cabeza de Carlos García,
y la querella en cabeza de Patricia Walsh y Gregorio
Lordkipanidse, y en consecuencia, líbrar oficio al
Ministerio de Seguridad de la Nación a fin de que
disponga el juzgamiento disciplinario correspondiente,
en los términos de la ley 21.965.
XI. FIRME que sea la presente,
practíquese por Secretaría el cómputo de la pena
impuesta y su caducidad registral (artículos 24 del
Código Penal y 493 del Código Procesal Penal de la
Nación).
XII. DIFERIR la regulación de honorarios
de los profesionales intervinientes hasta tanto se dé
cumplimiento a la normativa previsional y tributaria
vigente.
Anótese, hágase saber e insértese copia
en el registro de sentencias del Tribunal; firme que
sea la presente, dispóngase por Secretaría respecto de
la documentación y expedientes originales que se
encuentran reservados, según corresponda; practíquense
las comunicaciones de estilo y oblada que sea la tasa
de justicia, ARCHIVESE.

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Signature Not Verified Signature Not Verified Signature Not Verified Signature Not Verified
Digitally signed by ADRIANA Digitally signed by DANIEL Digitally signed by FERNANDO Digitally signed by JAVIER
PALLIOTTI HORACIO OBLIGADO CANERO ALEJANDRO FALCIONI
Date: 2023.02.23 16:51:08 ART Date: 2023.02.23 16:51:45 ART Date: 2023.02.23 16:52:37 ART Date: 2023.02.23 16:53:34 ART

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