Etica Moral
Etica Moral
Etica Moral
"Ética ambiental y su
influencia en el medio
ambiente "
AUTORES:
SECCION:
ABRIL - 2016
"Cuando efectuamos una valoración moral, siempre
tenemos en vista seres humanos, es decir,
personas. Los valores morales tiene la particularidad de que sólo pueden
referirse aseres personales"(Hessen).
En agradecimiento
Hacia todos aquellos que respetan
El medio ambiente y quieren conservar
El equilibrio que este guardo por mucho tiempo.
INTRODUCCION
Las relaciones entre medio ambiente y sociedad muy comúnmente se enmarcan
exclusivamente en el ámbito de la economía productiva. Dicho análisis es muy
interesante, pues sirve para detectar las causas y las consecuencias de la actividad
humana en el planeta, pero sería erróneo pensar que el ámbito económico es el
causante de los males que hoy nos acechan. Pues no es más que la puesta en práctica
de los valores que alberga la sociedad humana respecto al medio ambiente que lo
rodea.
LOS AUTORES
CAPITULO I
ETICA AMBIENTAL
¿QUE ES LA ETICA AMBIENTAL?
La ética ambiental es una nueva subdisciplina de la filosofía que trata los problemas
éticos planteados en relación con la protección del medio ambiente. Su objetivo estriba
en brindar una justificación ética y una motivación moral a la causa de proteger el medio
ambiente global.
Mientras que la ética tradicional se ocupa principalmente de los deberes mutuos entre
los seres humanos, especialmente entre contemporáneos, la ética ambiental se
extiende más allá de la comunidad y la nación, pues atañe no sólo a todas las personas
en todos los lugares, sino también a los animales y a la naturaleza –la biosfera– tanto
ahora como en el futuro inmediato, incluyendo así a las generaciones venideras.
En tercer lugar, la ética ambiental es plural: desde el momento mismo en que fue
concebida, ha sido una disciplina en la que compiten entre sí diferentes ideas y
perspectivas. Tanto el antropocentrismo como la teoría de la liberación y los derechos
de los animales, el biocentrismo como el ecocentrismo, proporcionan justificaciones
éticas singulares y, en cierto modo, razonables para la protección del medio ambiente.
Sus enfoques son diferentes, pero sus objetivos suelen ser los mismos y ambos han
llegado a este consenso: todos tenemos la obligación de proteger al medio ambiente.
Las ideas básicas de la ética ambiental se sustentan y están contenidas en diversas
tradiciones culturales de fuerte arraigo; el pluralismo de las teorías y perspectivas
multiculturales es esencial para que la ética ambiental conserve su vitalidad.
En cuarto lugar, la ética ambiental es global. La crisis ecológica es un problema
planetario: la contaminación del entorno no respeta fronteras nacionales y ningún país
puede abordar por sí sólo este problema. Para hacer frente a la crisis ambiental global
los seres humanos deben llegar a un consenso de valor y cooperar entre sí a nivel
personal, nacional, regional, multinacional y mundial. La protección global del ambiente
requiere una administración global y, por consiguiente, la ética ambiental será por
esencia una ética global con una perspectiva global.
A nivel práctico, la ética ambiental hace una crítica vigorosa del materialismo, del
hedonismo y del consumismo que caracterizan al capitalismo moderno, y reclama, en
cambio, un estilo de vida “verde”, en armonía con la naturaleza. La ética ambiental
intenta encontrar un sistema económico que contemple los límites de la Tierra y las
exigencias de la calidad de la vida. En el terreno político, propugna un orden económico
y político internacional más equitativo, basado en los principios de la democracia, la
justicia global y los derechos humanos universales. Es favorable al pacifismo y contraria
a la carrera armamentista.
En resumidas cuentas, como representación teórica de una idea moral y una orientación
de valor de reciente aparición, la ética ambiental constituye la extensión máxima de la
ética humana; nos exige que reflexionemos y actuemos tanto a nivel local como mundial.
Exige una conciencia moral nueva y más profunda.
Las cuatro escuelas de la ética ambiental difieren ante todo sobre el alcance de los
deberes mutuos de los seres humanos. Estas cuatro posiciones podrían simplificarse
en dos opciones fundamentales, la antropocéntrica en la que la relevancia moral recae
fundamental o principalmente sobre el ser humano, y en la cual podría ser incluida la
ética de supervivencia de Jonas, y la biocéntrica o geocéntrica, en la que lo vivo en sus
diferentes manifestaciones es el primer objeto de la moralidad.
1. El antropocentrismo
Kant formula este punto de partida antropocéntrico al afirmar que “se toma como
deber hacia otros lo que es un deber del hombre hacia sí mismo” de modo que las
obligaciones del hombre frente a la naturaleza y los animales forman parte
“indirectamente” del deber del hombre consigo mismo (Cortina- J. Conill, 1989).
Frente a las versiones de esta ética en las que los destinatarios de las
consecuencias de la acción humana fueran excluidos como moralmente poco
relevantes, han aparecido éticas menos antropocéntricas que se hacen cargo de
casos difíciles que involucren precisamente a destinatarios no humanos de las
acciones. Un caso puede ser el de la ética teleológica de Jonas.
Los límites de la ecología abarca el hábitat de los distintos seres vivos, y también se
extiende a “toda la vida” (Evangelium vitae n.42). “Por consiguiente, no está en juego
sólo una ecología ‘física’, atenta a tutelar el hábitat de los diversos seres vivos, sino
también una ecología ‘humana’, que haga más digna la existencia de las criaturas,
protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a
las futuras generaciones un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador”
(Juan Pablo II, 2001).
El nuevo horizonte abierto por Juan Pablo II ha abierto un nuevo enfoque al debate
ético ambiental, lanzando un reto intelectual acerca de cómo mirar la naturaleza sin
separarla del hombre. La naturaleza como expresión de la belleza de su Creador y
el hombre como expresión suprema del Amor creador. El conocimiento de ambas
realidades quizás deba encontrarse donde lo busca Juan Pablo II, en una plena
comunión con el Creador.
En los años sesenta y setenta se produjo una crisis ecológica causada por la civilización
industrial. Esta crisis tenía causas múltiples: contaminación ambiental (contaminación
del aire, del agua y del suelo causada por productos químicos tóxicos y por deshechos
sólidos), escasez de recursos (energía, tierras cultivadas, minerales y agua potable) y
desequilibrios ecológicos (la rápida disminución de la superficie forestal y de la
biodiversidad, el acelerado crecimiento de la población y la desertificación de las tierras
en todo el mundo).
En aquella época, las sombrías perspectivas de esta situación causaban gran inquietud.
La obra Silent Spring de Rachel Carson (1962) reveló la naturaleza letal de los
plaguicidas químicos y puso en duda el concepto predominante de la conquista de la
naturaleza. El libro de Paul Ehrlich The Population Bomb (1968) puso de manifiesto las
presiones de la explosión demográfica sobre la naturaleza. La serie de informes
documentados por el Club de Roma, en particular el primero, Limits to Growth (Los
límites del crecimiento) (Meadows et al., 1972) hicieron sonar la alarma contra el mito
del crecimiento ilimitado. En 1971 se celebró el primer Día de la Tierra, y más de dos
millones de ciudadanos en los Estados Unidos se manifestaron contra la contaminación
y en defensa de la tierra. En este mismo año, Greenpeace lanzó su campaña contra las
armas nucleares y se proclamó a favor del medio ambiente. La primera Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente se celebró en Estocolmo en 1972,
simbolizando el despertar universal de la conciencia ambiental en todo el mundo. En los
años siguientes, la promulgación de leyes nacionales e internacionales para la
protección del medio ambiente se aceleró espectacularmente.
Estos acontecimientos abrieron el camino hacia la ética ambiental.
Ante esta preocupante situación, los grupos internacionales han emprendido una serie
de campañas para la protección del medio ambiente. Como resultado de esta nueva
actitud cabe mencionar los informes Estrategia mundial de la conservación (UICN,
1980), Nuestro futuro común (CMMAD, 1987), Cuidar la Tierra (UICN et al., 1991) y la
Conferencia de Rio de Janeiro de 1992, “Cumbre para la Tierra”, así como el plan de
acción resultante, el Programa 21 (Naciones Unidas, 1994). Hoy día, las Naciones
Unidas consagran más energía a las cuestiones ambientales globales. Organizaciones
no gubernamentales de todo el mundo, dedicadas a cuestiones ambientales, intervienen
cada vez más en su protección. Se han promulgado leyes a nivel nacional, regional e
internacional, y la mayoría de los países han adoptado una política de desarrollo
sostenible. De esta forma, la protección del medio ambiente se ha convertido en una
causa común de la humanidad.
Para mantenerse a la par del movimiento mundial de protección del medio ambiente y
participar más efectivamente en el mismo, desde comienzos de los años noventa
muchos especialistas en ética ambiental han perfeccionado y ampliado visiblemente su
actividad y ya se observan algunas tendencias nuevas.
Primero, ahora más que nunca los especialistas en ética ambiental concentran su
actividad en la aplicación práctica de la ética ambiental a la elaboración de políticas.
Estos especialistas se declaran dispuestos a participar activamente en la solución de
los problemas del medio ambiente y a incorporar firmemente la ética ambiental en el
diálogo sobre cuestiones ambientales que tiene lugar en todo el mundo, y no solamente
en los círculos académicos. Así pues, estos filósofos están tratando de hacer una ética
ambiental más práctica y mejor orientada a políticas cuyo objetivo sea la solución de
problemas. Su actividad se centra en ayudar a la comunidad medioambiental a
encontrar argumentos éticos más sólidos en favor de las políticas de protección
ambiental.