Audiencia General: Papa Francisco
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AUDIENCIA GENERAL
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Muchos, también cristianos, piensan lo mismo: que Jesús puede ser el Hijo de
Dios, pero dudan que quiera nuestra felicidad; es más, algunos temen que
tomarse en serio su propuesta, lo que Jesús nos propone, signifique arruinarse
la vida, mortificar nuestros deseos, nuestras aspiraciones más fuertes. Estos
pensamientos a veces se asoman dentro de nosotros: que Dios nos está
pidiendo demasiado, tenemos miedo de que Dios nos pida demasiado, que
realmente no nos ama. En cambio, en nuestro primer encuentro vimos que el
signo del encuentro con el Señor es la alegría. Cuando encuentro al Señor en la
oración, me pongo alegre. Cada uno de nosotros se vuelve alegre, una cosa
hermosa. La tristeza, o el miedo, son sin embargo signos de lejanía con Dios:
«Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos», dice Jesús al joven rico
(Mt 19,17). Lamentablemente para ese joven, algunos obstáculos no le han
consentido cumplir el deseo que tenía en el corazón, de seguir más de cerca al
“maestro bueno”. Era un joven interesado, emprendedor, había tomado la
iniciativa de ver a Jesús, pero estaba también muy dividido en los afectos, para
él las riquezas eran demasiado importantes. Jesús no le obliga a decidirse, pero
el texto señala que el joven se aleja de Jesús «triste» (v. 22). Quien se aleja del
Señor nunca está contento, incluso teniendo a su disposición una gran
abundancia de bienes y posibilidades. Jesús nunca obliga a seguirle, nunca.
Jesús te hace saber su voluntad, con tanto corazón te hace saber las cosas,
pero te deja libre. Y esto es lo más bonito de la oración con Jesús: la libertad
que Él nos deja. En cambio, cuando nos alejamos del Señor permanecemos con
algo triste, algo malo en el corazón.
Pidamos esta gracia: vivir una relación de amistad con el Señor, como un amigo
habla al amigo (cf. S. Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 53). Yo conocí a
un anciano hermano religioso que era el portero de un colegio y él cada vez que
podía se acercaba a la capilla, miraba el altar, decía: “Hola”, porque tenía
cercanía con Jesús. Él no necesita decir bla, bla, bla, no: “hola, estoy cerca de ti
y tú estás cerca de mí”. Esta es la relación que debemos tener en la oración:
cercanía, cercanía afectiva, como hermanos, cercanía con Jesús. Una sonrisa,
un gesto sencillo y no recitar palabras que no llegan al corazón. Como decía,
hablar con Jesús como un amigo habla a otro amigo. Es una gracia que
debemos pedir los unos por los otros: ver a Jesús como nuestro amigo,
nuestro amigo más grande, nuestro amigo fiel, que no chantajea, sobre todo
que no nos abandona nunca, tampoco cuando nos alejamos de Él. Él
permanece en la puerta del corazón. “No, yo de ti no quiero saber nada”,
decimos nosotros. Y Él se queda callado, se queda ahí cerca, cerca del corazón
porque Él siempre es fiel. Vamos adelante con esta oración, digamos la oración
del “hola”, la oración para saludar al Señor con el corazón, la oración del afecto,
la oración de la cercanía, con pocas palabras, pero con gestos y con buenas
obras. Gracias.
Saludos: