El Amor de Dios

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EL AMOR DE DIOS “A todos los que estáis aquí,

Por Padre Rainiero amados de Dios y llamados a


Cantalamessa ser santos, gracia y paz de Dios
En nuestra relación con Dios, nuestro Padre y del Señor
antes del deber y del Jesucristo.” AMEN.
mandamiento siempre está el La expresión “amor de Dios”
don, el don de Dios. Antes de tiene dos acepciones muy
pedirnos algo, Dios nos da algo, diversas entre sí. Una en que
nos da su amor. Antes de Dios es objeto y otra en que
empezar algo es necesario Dios es sujeto. Una, que indica
poner el amor de Dios ante nuestro amor a Dios y otra que
todos. Él quiere asegurarnos su indica el amor de Dios a
amor. nosotros. La naturaleza humana
Resumiremos el mensaje del es proclive a ser activa más que
amor de Dios en tres grandes pasiva, ha concedido siempre la
palabras que encontraremos en primacía al primer significado,
la carta de S. Pablo a los es decir, al deber de amar a
Romanos. Este texto se Dios. Incluso, la predicación
encuentra al inicio de la carta a cristiana muy a menudo en el
los Romanos y dice así: pasado ha seguido esta vía, al
“A todos los que estáis en hablar en algunas épocas casi
Roma, amados de Dios y solo del mandamiento de amar
llamados a ser santos, gracia y a Dios y de los grados de este
paz de Dios nuestro Padre y del amor a Dios.
Señor Jesucristo.” La Revelación, sin embargo, da
Y como la Palabra de Dios es la primacía al segundo
viva y eterna, esta carta a los significado, al amor de Dios
Romanos es una carta también para nosotros. Decía un filósofo
para nosotros hoy y por lo muy famoso de la antigüedad,
tanto la podemos leer así: Aristóteles, que Dios puede ser
amado, pero Dios no puede
amar a los hombres. Él mueve “Nosotros amamos porque Él
el mundo, decía, en cuanto es nos amó primero”, añade S.
objeto de amor, en cuanto es Juan.
amado, no en cuanto ama, “Toda la Biblia, observa S.
porque no puede amar. Agustín, no hace más que
La Biblia sin embargo dice lo narrar el amor de Dios. Ésta,
contrario, que Dios crea y por así decir, está impregnada
mueve el mundo en cuanto de ese amor. Esta es la noticia
ama. Lo más importante en que sostiene y explica todas las
cuanto se refiere al amor de demás, incluida la gran noticia
Dios no es, pues, que el hombre de estos días: SED SANTOS,
ame a Dios, sino que Dios ama todo depende del amor de
al hombre y lo ama primero. Dios. El amor de Dios es la
“En esto consiste su amor, dice última respuesta a todos los
S. Juan, no somos nosotros los por qués, el por qué del
que hemos amado a Dios, sino hombre y de la Biblia, por qué
que es Dios quien nos ha de la Creación, por qué de la
amado a nosotros.” Redención, por qué de la
Lo que pretendemos en esta Encarnación, por qué el
enseñanza, hermanos, es sufrimiento humano. Si toda la
restablecer el orden revelado Biblia, hermanos, se pudiera
por la Palabra de Dios, transformar de palabra escrita
volviendo a poner el DON antes en palabra pronunciada, se
que el mandamiento, así como convertiría en una única voz,
poner encima de todo el esta voz gritaría, más poderosa
discurso simple y que el fragor del mar, DIOS OS
desconcertante que DIOS NOS AMA, el Padre os ama. Todo lo
AMA. Porque en verdad, de Él que Dios hace y dice en la
depende todo el resto, incluida Biblia es amor, incluso la cólera
nuestra misma posibilidad de de Dios no es más que amor.
amar a Dios. Dios es amor, dice S. Juan.”
Decía un gran filósofo del siglo Por ejemplo, en el profeta
pasado, que era también un OSEAS leemos: Renovación
gran creyente, No importa si Carismática Católica de España
Dios existe, (imaginad, él se Material de Formación El amor
atrevía a decir esto), importa de Dios (P. Rainiero
saber si es Amor. Porque si Cantalamessa)
Dios existiera y no fuera amor 2
¡ay de nosotros! Y la Biblia nos
asegura precisamente esto, que
Él es amor.
El Evangelio, dice S. Pablo, ha
sido prometido por Dios en la
Escritura por medio de sus
profetas y también, por lo
tanto, el amor de Dios ha sido
anunciado primero a la
humanidad por medio de los
profetas. Escuchamos, por
tanto, algunas voces de los
profetas que nos hablan del
amor de Dios. Dios ha
preparado a estos hombres, los
profetas, y les ha dado un
corazón especial, rico, de todas
las tonalidades, para hacer de
ellos los amigos del Esposo, los
anunciadores del amor de Dios.
En los profetas Dios nos habla
de su amor, sirviéndose sobre
todo de la imagen del AMOR
PATERNO.
2 “Cuando Israel era niño, Yo le amé. Yo enseñé a andar a Efraim
(poned vuestro nombre en lugar de Efraim o de Israel, porque así
tenemos que hacerlo). Yo lo llevé en brazos. Con correas de amor
lo atraía, con cuerdas de cariño. Fui para ellos como quien
levanta un niño hasta su cara.”
El pueblo continúa siendo duro para convertirse. Cuanto Dios más
atrae a los hombres a Sí, tanto más dejan de comprender y se
vuelven hacia los ídolos. ¿Qué debe de hacer Dios en esta
situación? ¿Abandonarlos, destruirlos? Dios aparta al profeta de
su íntimo drama, de una especie de debilidad, de impotencia en la
que Él se encuentra, a causa de su entrañable amor por su
criatura. Dios siente un dolor punzante en el corazón al pensar
que su pueblo pueda ser destruido.
Dice Dios todavía en el profeta OSEAS:
“Mi corazón se revuelve dentro de mí y todas mis entrañas se
estremecen de compasión.” ¡Es Dios que habla así!
Un hombre podría desahogar el ardor de su ira y normalmente lo
hace, pero Dios no, no puede, porque Él es amor.
Ahora en el profeta JEREMÍAS dice Dios:
“Es mi hijo querido Efraim (de nuevo poned vuestro nombre), es
el niño de mis delicias. Siempre que lo reprendo me acuerdo de
ello y se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión.”
En estos oráculos el amor de Dios se expresa al mismo tiempo
como AMOR PATERNO y como AMOR MATERNO.
El amor PATERNO, se sabe hoy por la psicología está hecho de
ESTÍMULO, de SOLICITUD. El Padre quiere hacer crecer a su hijo y
llevarlo a su plena madurez, Por eso, un padre difícilmente alaba
de manera incondicional al hijo en su presencia, tiene miedo de
que crea que ya ha llegado a su meta y ya no progrese más
¿verdad? Por el contrario, él corrige a menudo al hijo, dice:
“¿Qué hijo hay a quien su padre no corrija?” Y también está
escrito: “El Señor corrige a los que ama.”
Pero no sólo esto, el padre no tendría que ser solo uno que
empuja, que estimula, sino uno que da libertad y seguridad en la
vida. Y así es nuestro Padre celestial, Dios, Él se presenta a
nosotros en la Biblia como nuestra ROCA, nuestro BALUARTE,
nuestra PODEROSA SALVACIÓN.
El amor materno, en cambio, está hecho de ACOGIDA y de
TERNURA. Es un amor ENTRAÑABLE, parte de las más profundas
fibras del ser de la madre donde se ha formado la criatura y a
partir de ahí se apodera de toda la persona, haciéndola
estremecerse de compasión ante cualquier cosa, incluso si es
terrible, que haya hecho un hijo si vuelve, la primera reacción de
la madre siempre es abrirle los brazos y acogerlo. “Es mi niño”,
parece decidle a los demás, casi excusándose. Si un hijo tras
haberse escapado de casa vuelve, es la madre la que debe
suplicar y convencer al Padre para que lo acoja y no le dirija
demasiadas palabras duras.
En el ámbito humano, estos dos tipos de amor, PATERNO y
MATERNO, siempre están claramente distintos, varones y
hembras, padres y madres. En Dios, en cambio, no. Por eso, el
amor de Dios se expresa a veces también explícitamente con la
imagen del amor MATERNO.
“¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al
hijo de sus entrañas?, dice Dios por el profeta Isaías, incluso si
hubiera tales madres, ¡Yo no! Como un niño a quien su madre
consuela, así os consolaré Yo”, dice Dios.
Cada una de estas palabras puede ser para uno en particular, cada
una de las palabras que escucháis tratad de reconocer la que va
dirigida a cada uno de vosotros ¡porque para Dios basta una
palabra, una sola, para cambiar un corazón! Nosotros
necesitamos muchas palabras, muchas horas para hablar, pero
Dios no.
El hombre conoce por experiencia otro tipo de amor, ese del que
se dice que es “fuerte como la muerte y cuyas llamaradas son
llamaradas de fuego”, ya sabéis de que amor se trata. También a
ese tipo de amor ha recurrido Dios en la Biblia para darnos una
idea de su apasionado amor por nosotros. Todas las fases y
vicisitudes del amor matrimonial, porque de esto se trata, son
evocadas para este fin en la Biblia. El encanto, por ejemplo, del
amor en el estado naciente en el noviazgo:
“Recuerda tu cariño de joven, dice Dios en el profeta JEREMÍAS,
tu amor de novia.”
Y después, la alegría del día de la boda:
“Como un joven se casa con una novia, la alegría que encuentra
el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.”
Y después, el drama de la ruptura, porque en una historia de
amor matrimonial hay un inicio, una plenitud, una crisis, y ¡ojalá!
de nuevo una Renovación Carismática Católica de España Material
de Formación El amor de Dios (P. Rainiero Cantalamessa) 3
reconciliación. La crisis, el drama de una ruptura también está
expresado en la Biblia. Dice Dios:
“Pleitead con vuestra madre, pleitead con ella, no es mi mujer y
Yo no soy su marido. La mataré de sed”, dice Dios en OSEAS.
Y finalmente, el renacimiento lleno de esperanza del antiguo
vínculo:
“Por tanto, mira, voy a seducirla, llevándomela al desierto y
hablándole al corazón. En un arrebato de ira te escondí un
instante mi rostro, pero con misericordia eterna te quiero.”
Este amor matrimonial es un amor ante todo de elección, no se
elige su propio padre o su propia madre, no, pero sí se elige a su
esposa. Es, por tanto, un amor de elección y el amor de Dios por
nosotros es un amor de elección. Él nos ha elegido. El amor
matrimonial es también un amor de deseo, por eso si es verdad
que el hombre desea a Dios es verdad misteriosamente también
lo contrario. Es decir, que Dios desea al hombre, Dios nos desea,
hermanos, el día que nos demos cuenta de esto, que en el
corazón de Dios hay un profundo deseo para mí, de mí, el mundo
será diferente, completamente diferente. Esto significa renacer
de nuevo, renacer del Espíritu.
Una señal característica del amor matrimonial son los celos, y
también se dice en la Biblia que nuestro Dios es un Dios celoso. En
el hombre los celos son indicio de debilidad, porque el hombre o
la mujer tienen miedo de que otra persona más fuerte o más bella
pueda arrebatarle el corazón de la persona amada, por lo tanto en
el hombre o en la mujer es un signo de debilidad, de
imperfección. En Dios, no. Dios teme, no por Sí, sino por su
criatura; no teme por su propia debilidad, sino por la de su
criatura. Sabe que dejándose caer en brazos de los ídolos, la
criatura se entrega a la mentira y a la nada. La idolatría en todas
sus formas es el terrible rival de Dios en toda la Biblia. Los ídolos
son los falsos amantes. Los celos de Dios son signos de amor, por
lo tanto, y de fervor, no de imperfección.
Ante este insondable misterio del amor de Dios, hermanos, se
entiende el estupor del salmista cuando se pregunta: “Pero, ¿qué
es el hombre, oh Dios, para que te acuerdes de él, y el hijo del
hombre para que te cuides tanto de él?”
La contemplación del amor de Dios a lo largo de la Biblia es
además la más perfecta escuela para aprender a amar también
nosotros. Si el amor humano sirve de símbolo del amor de Dios,
¡el amor de Dios sirve de modelo al amor humano! Observando
cómo es el amor de Dios: fuerte, tierno, constante, gratuito, se
descubre como tiene que ser el amor humano: cómo debe amar
un padre, cómo debe amar una madre, cómo deben amarse los
esposos, cómo se debe amar a Dios y cómo se debe amar al
prójimo.
Y ahora pasamos al segundo texto, de los tres textos de S. Pablo
que tienen que guiarnos en este camino de descubrimiento del
amor de Dios. Se encuentra en el cap. Quinto de la carta a los
Romanos y dice:
“Justificados ahora por la fe, estamos en paz con Dios por obra
de Nuestro Señor Jesucristo, pues por Él tuvimos entrada a esa
situación de gracia en que nos encontramos y estamos
orgullosos con la esperanza de alcanzar el esplendor de Dios.
Más aún, estamos orgullosos también de las dificultades, de las
tribulaciones, sabiendo que la dificultad produce entereza, la
entereza calidad, la calidad esperanza y esa esperanza no
defrauda porque EL AMOR DE DIOS HA SIDO DERRAMADO EN
NUESTROS CORAZONES POR EL ESPÍRITU SANTO QUE NOS HA
DADO.”
Ahora, ya no se dice que nosotros somos simplemente amados de
Dios, sino que ¡el amor de Dios ha sido incluso derramado en
nuestros corazones! Ahora se trata de acoger sencillamente la
nueva desconcertante revelación: el amor de Dios se ha
establecido en medio de nosotros, ahora está en nuestro corazón.
En el pasado, a pesar de todo, se interponía en el amor de Dios
dos o tres muros de separación que impedían la plena comunión
con Dios: el muro de la naturaleza, por ejemplo, porque Dios es
Espíritu y nosotros somos carne; segundo muro, el pecado; el
tercer muro, la muerte. Jesús ha destruido todos estos muros y
ahora nada impide que el amor de Dios pueda llegar y quedarse
en medio de nosotros. Nace así en nosotros un sentimiento
nuevo, no solamente una idea nueva, sino un sentimiento nuevo,
extraordinario, que es el sentimiento de posesión. Nosotros
poseemos el amor de Dios o aún mejor: estamos poseídos por Él.
Es como cuando un hombre después de haber intentado durante
años procurarse un objeto del que está particularmente
encariñado, o una obra de arte por la que tiene gran admiración y
haber temido varias veces perderla irremediablemente, de
repente una tarde puede llevársela a casa y cerrar tras de sí la
puerta. Incluso, si por alguna razón tuviera que pasar meses y
años antes de poder abrir la envoltura y contemplar cara a cara el
objeto tan deseado, ahora es ya una cosa totalmente diferente,
¡él sabe que ese objeto es suyo y que nadie podrá quitárselo!
Pero, hermanos, ¿qué es este amor que ha sido derramado en
nuestro corazón en el Bautismo? ¿Es simplemente un
sentimiento de Dios hacia nosotros? Es mucho más, algo REAL,
no solo intencional, es literalmente EL AMOR DE DIOS, o sea, el
amor que hay Renovación Carismática Católica de España
Material de Formación El amor de Dios (P. Rainiero Cantalamessa)
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en Dios, ¡el mismo fuego que arde en la Trinidad y del que somos
partícipes en forma de inhabilitación del Espíritu Santo en nuestra
alma! “Mi padre, dice Jesús, lo amará y los dos vendremos a él y
viviremos con él.” Nosotros nos convertimos en partícipes de la
naturaleza divina, es decir, partícipes del amor divino, porque la
naturaleza divina, se sabe, es el amor, ¡Dios es amor!
La palabra de Pablo: “EL AMOR DE DIOS HA SIDO DERRAMADO EN
NUESTROS CORAZONES” no se comprende a fondo más que a la
luz de la Palabra de Jesús en el Evangelio de Juan: “Para que el
amor que Tú me has tenido, decía Jesús, esté con ellos y también
Yo esté con ellos.” ¿Entendéis bien? “Para que el amor que Tú me
has dado a mí, Jesús tu Hijo esté con ellos”. El mismo amor, no
otra clase de amor, ¡el mismo! El que ha sido derramado en
nosotros es el mismo con que el Padre desde siempre ama al Hijo,
no un amor diferente, ¡es un desbordamiento del amor divino de
la Trinidad hacia nosotros! “Dios comunica al alma, dice S. Juan
de la Cruz, ¡el mismo amor que comunica al Hijo!” El hijo que no
ve amarse a sus padres se siente infeliz en la vida. El hijo, por lo
tanto, no quiere ser amado con un amor diferente y aparte, sino
que quiere ser admitido en el amor con que su padre y su madre
se aman entre sí, sabiendo que de ahí ha tenido él su origen, ha
nacido de este amor, y si el amor mutuo del padre y de la madre
se destruye es como si su fundamento se destruyese.
Y ahora, aquí la gran revelación, pasando del plano humano al
divino: las Personas de la Trinidad, nuestros Padres, por así
decirlo, se aman entre Sí con un amor infinito y ellas nos
admiten a gozar de su amor. ¡Esta es la vida eterna!¡Nos admiten
al Banquete de la vida donde sacia a sus elegidos con la
abundancia de su Casa! ¡Les sacia su sed en el torrente de sus
delicias!, dice un Salmo.
En el Antiguo Testamento, Dios suscitó a los profetas para
hablarnos de su amor y ahora en la Iglesia tenemos a los profetas,
por supuesto, pero tenemos también a los santos, los místicos,
que son como los grandes profetas, los amigos del Esposo,
encargados de traernos a nosotros la Buena Noticia ¡que Dios nos
quiere! Nadie sabría convencernos del hecho de que hemos sido
creados por amor, mejor que lo hace Santa Catalina de Siena, por
ejemplo, en esta inflamada plegaria a la Trinidad: “¿Cómo creaste,
pues, oh Padre Eterno, a esta criatura tuya?”, se pregunta Santa
Catalina. “Me deja fuertemente asombrada esto, veo en efecto
como Tú me muestras que no la creaste por otra razón que ésta:
con tu luz te viste constreñido por el fuego de tu caridad al darnos
el ser, no obstante las iniquidades que íbamos a cometer contra
Ti, oh Padre Eterno ¡el fuego, pues te constriñó! ¡Oh amor
inefable, aún viendo con tu luz todas las iniquidades que tu
criatura iba a cometer contra tu infinita Bondad, Tú hiciste como
quien no quiere ver, pero detuviste tu mirada en la belleza de tu
criatura, de la cual como loco y ebrio de amor (se habla de Dios)
te enamoraste y por amor atrajiste hacia Ti, dándole existencia a
la imagen y semejanza tuya! ¡Tú Verdad eterna, me has declarado
tu Verdad, a saber que el amor te constriñó a crearnos!
Ahora, la tercera palabra que Pablo pronuncia en torno al amor
de Dios.
Es una palabra existencial, nos devuelve a esta vida, del esplendor
de la Trinidad a esta vida, incluso al aspecto más cotidiano y más
realista de esta vida, al sufrimiento. El tono del discurso se eleva
de nuevo y se conmueve, se hace pneumático, espiritual. Dice en
el cap. Octavo de la carta a los Romanos:
“Pero todo eso, (está hablando de sufrimiento, tribulación,
angustia, persecución, hambre, desnudez. . . Cuando la Palabra de
Dios habla de DESNUDEZ habla de desnudez obligada por otros,
no la desnudez que uno se procura a si mismo), no puede
separarnos del amor de Dios.” ¡Hay una desnudez que puede
separarnos del amor de Dios y es necesario recordarlo hoy en día!
Pero todo eso lo superamos de sobra gracias al que nos amó,
porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni
ángeles ni soberanías, ni lo presente ni lo futuro, ni poderes ni
alturas, ni abismos, ni ninguna otra criatura podrá privarnos de
ese amor de Dios presente en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
S. Pablo, hermanos, nos indica un método para aplicar a nuestra
existencia concreta, la luz del amor de Dios que hemos
contemplado hasta aquí. Los peligros y los enemigos de Dios que
él enumera son los que de hecho él ha experimentado en su vida,
no son una lista imaginaria, son los peligros que él ha encontrado
y de los que habla en la segunda carta a los Corintios, por
ejemplo. Son experiencias vividas por él. Él repasa mentalmente
todas estas experiencias del pasado y constata que ninguna de
estas experiencias es tan fuerte como para resistir ante el
pensamiento del amor de Dios. Lo que parecía insuperable,
aparece a esta luz como algo de poca monta. Implícitamente, S.
Pablo nos invita a hacer lo mismo, a observar nuestra vida tal
como se presenta, a desvelar los miedos que anidan en ella, la
tristeza, los complejos de inferioridad, ese defecto físico o moral
que no nos deja aceptarnos serenamente a nosotros mismos. . . y
a exponer todo esto a la luz del pensamiento de que Dios nos
ama. Pablo me invita a preguntarme: ¿qué es lo que en mi vida
trata de vencerme?
Después de su vida personal, el apóstol para en la segunda parte
del texto que hemos leído, a considerar el mundo que lo rodea.
También aquí observa “su Renovación Carismática Católica de
España Material de Formación El amor de Dios (P. Rainiero
Cantalamessa)
5
mundo”, el mundo de su tiempo, son los poderes que en aquel
tiempo lo hacían amenazante: la muerte con su misterio, la vida
presente con sus halagos, los poderes astrales y los infernales que
inspiraban tanto terror al hombre antiguo. . .
También nosotros somos invitados a hacer lo mismo hoy. Muy
sencillamente, a mirar con los ojos nuevos que nos ha dado la
revelación del amor de Dios, el mundo que nos rodea y que nos
produce miedo, todos estamos llenos de miedos...; los jóvenes,
miedo al otro sexo, miedo al futuro, miedo a no encontrar
trabajo, miedo a morir. Lo que Pablo denomina la altura y el
abismo son para nosotros ahora el acrecentado conocimiento de
las dimensiones del cosmos, lo infinitamente grande por arriba y
lo infinitamente pequeño por abajo, es decir: ¡el universo y el
átomo! Todo está como a punto para aplastarnos, el hombre es
pequeño y está sólo en el universo que es mucho más grande que
él y que además se ha convertido mucho más amenazante con
frecuencia por sus descubrimientos científicos.
Sin embargo, nada de todo eso puede separarnos del amor de
Dios. Dios que me ama, ha creado todas estas cosas y las gobierna
firmemente con su mano, ¡las tiene en su mano! “Dios es nuestro
refugio, podemos decir con el salmo 46, y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro, por eso no tememos aunque
cambie la tierra y los montes se desplomen en el mar.” ¡Qué
diferente es esta visión de aquella otra desconocedora del amor
de Dios, que habla del mundo como de un hormiguero que va
resquebrajándose y del hombre como de una pasión inútil!, son
todas definiciones del hombre dadas por filósofos modernos, o
una generación como una ola sobre la playa del mar borrada por
la ola siguiente, por la generación siguiente.
Cuando habla del amor de Dios y de Jesucristo, S. Pablo se
muestra siempre conmovido: “Me amó y se entregó por mí”, dice
una vez. Con esto él nos indica cuál debe ser la primera y más
natural reacción que debe nacer en quienes hemos vuelto a
escuchar la revelación del amor de Dios. Tiene que ser la
conmoción. Cuando es sincera y surge del corazón, la conmoción
es la respuesta más elocuente y más digna del hombre ante la
revelación de un gran amor o de un gran dolor. Ninguna palabra o
gesto o don puede sustituirla, puesto que es ella el don más
preciado. Cuando vosotros desveláis un sufrimiento, una
experiencia íntima a una persona, esta persona puede reaccionar
con un mar de palabras, decir muchas cosas, muchas palabras de
consolación, ¡no ha entendido nada!. . . Pero si vosotros veis en
sus ojos lágrimas, decís: ¡Ha entendido todo!
La conmoción es un abrir el propio ser al otro, por eso con
respecto a la conmoción se tiene un cierto pudor, como respecto
a las cosas más íntimas y sagradas. No puede esconderse la
conmoción por completo a la persona porque es suya, le
pertenece, ¡ha nacido para él! Jesús se conmovió profundamente
ante la viuda de Naím y ante las hermanas de Lázaro, en el
Evangelio. Por lo demás, la conmoción nos hace bien, sobre todo
a nosotros que en este itinerario, incluso en estos días, queremos
disponernos a ser santos, a abrazar el camino de la santidad.
Cuando Dios quiere dar a una persona una Palabra importante,
una vocación en su vida, le concede habitualmente también una
cierta conmoción para acogerla.
Y ahora, el Salmo 136, hermanos, nos ayuda a concluir en oración
de agradecimiento ante esta meditación del amor de Dios para
nosotros. Fue recitado este salmo por Jesús, en la Última Cena, es
una larga letanía de títulos y gestos de Dios en favor de su pueblo,
y en cada uno de estos títulos y gestos el pueblo, está invitado a
responder con el estribillo: “¡Porque es eterno su amor!”
Podemos continuar este salmo ahora añadiendo el recuerdo de
los beneficios antiguos de Dios, la salida de Egipto, el maná, el
Sinaí. . ., los nuevos beneficios de Dios. Nos ha enviado a su Hijo,
porque eterno es su amor, nos ha dado su Espíritu, porque
eterno es su amor, nos ha llamado amigos, porque eterno es su
amor, nos ha llamado aquí este día, porque eterno es su amor.
AMEN.

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