Castella - Los Miedos Inconscientes
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Los miedos inconscientes – Los niveles inconscientes – Culpa y castigo – El sentimiento de culpa – Herminio Castellá
Publicado por: Rosa (Coordinadora redacción GHB) en Crecimiento Personal, Sabiduria y Conocimiento 9 Octubre, 2011 2 Comentarios
Para que exista esa relación tiene que haber habido todo un aprendizaje, no podemos tenerle miedo a algo que no tengamos
grabado en nuestra mente como peligroso o doloroso. Por lo tanto estas situaciones a las que les tenemos miedo nos remiten a
situaciones similares vividas, ya sea por nosotros o por nuestras ancestros del plan de vida que conforma nuestro inconsciente.
Los miedos que están grabados más fuertemente en nuestro inconsciente son generalmente los que están asociados a la
muerte (a lo que nuestro inconsciente interpreta como peligro de muerte). Estos miedos nos remiten a situaciones donde hubo
muertes y a lo que se sufrió por ello, pero no es exactamente a la muerte en su significado profundo, como función biológica
natural, con toda la acción interior que ello implica, sino por cómo fue vivido por quienes acompañaron esa muerte, cómo
fueron los momentos previos, los sentimientos asociados y el miedo de morir. En ese momento nuestra mente nos protege de
lo que interpreta como peligro de muerte.
A la muerte como función biológica estrictamente no podríamos tenerle miedo inconsciente, ya que nadie con vida la
experimentó para transmitirla y los pocos que experimentaron los instantes previos no indican justamente que fuera
desagradable. Lo esencial de esto es que, si una situacion está asociada inconscientemente con peligro de muerte, nuestro
inconciente reacciona para proteger nuestra vida.
El miedo provoca reacciones físicas en nuestro organismo, deprime el sistema simpático y exalta el parasimpático. Se alertan
todas las funciones de defensa y se deprimen las que no lo son. Desde el punto de vista de nuestros niveles inconscientes, se
potencia la información almacenada en el nivel de defensa. En este nivel tenemos la información relacionada con los miedos, el
sufrimiento, el peligro. (1)
Ante una situación que nos da miedo, podemos no enfrentarlo (huir), podemos enfrentarlo, y una tercera vía sería dejar de
tener ese miedo. Hay que analizar las tres actitudes, ya que ninguna per se es mejor que la otra, sino que la mejor elección va
a depender del momento y de la situación. Si hay un miedo inconsciente, el cual en ese momento no estoy en condiciones de
enfrentar, puedo no enfrentarlo momentáneamente para luego encararlo de otra manera; en ese caso la huida sería buena. Es
bueno tener miedo y huir si me persigue un león. Si ante una situación que me da miedo, éste no tiene razón de ser y la
enfrento, trato de serenarme y de pensar que no tiene lógica tener miedo, esta actitud es enriquecedora. Esto sería enfrentar la
situación, no en el sentido de ponernos en contra del miedo, sino de tomar la determinación de tratar de no dejarnos llevar por
ese miedo. La experiencia de haberlo enfrentado, aunque sea con un éxito limitado, puede llevarnos a ir relativizando el miedo.
Por ejemplo, si una persona tiene miedo de hablar en público y sabe que tiene algo que decir y también que no es lógico tener
ese miedo, puede enfrentar esa situación y decidirse a hablar. En el momento puede como resultado: hablar bien, regular o
mal, pero sería muy difícil que no salga enriquecido de esa situación ya que puede incluso haber hablado muy mal y que parte
de la audiencia lo haya entendido. Hay que tener en cuenta que a veces el miedo es tal que nos paraliza totalmente.
La tercer actitud sería dejar de tener ese miedo. Esto es hacer una disciplina de reflexión interna, buscar y analizar el por qué
de los miedos, cuál es la causa inconciente que nos lleva a tener ese miedo para luego razonarlo en forma positiva, lo cual
provoca que se pueda ir estableciendo una pausa entre el estímulo y la respuesta. Esto no implica cambiar lo que tenemos
programado en el plan de vida, sino cambiar la forma de responder. Podríamos decir que aprendemos a responder de otra
forma ante ese mismo estímulo.
Volviendo al ejemplo de la persona que tiene miedo de hablar en público, esta tercera actitud implicaría buscar qué situaciones
del inconsciente lo llevaron a tener ese miedo. Habría que plantearse que alguien que tenemos grabado en nuestro plan de vida
habló en público, le fue mal y le toco sufrir por ello etc. Pudo haber pasado que el marido de una ancestra sea el que hablaba
en público y la esposa sufrió las consecuencias. También habría que pensar qué significa en nuestro plan de vida, darme a
conocer, que se conozcan nuestras ideas, ser criticado etc. Hablar ante un gran numero de gente, implica que al menos un
tercio de ese gran auditorio va a estar en contra de lo que decimos.(3)
El miedo no es algo malo en sí mismo. Existen miedos que nos vienen de ancestros muy lejanos, incluso algunos son anteriores
al ser humanos y que nos vienen de los animales. Hay distintos tipos de miedos, algunos son de la especie y otros de las razas
o grupos sociales. Estos estarían asociados al séptimo nivel (2) mientras que hay otros miedos personales (cuya información
está en el cuarto nivel) . Los miedos forman parte de nuestra estructura y son los que a veces nos impulsan a hacer cosas y
explican en cierta manera nuestra vocación, nuestras tendencias etc. Podemos decir que un médico es médico porque ama la
salud pero también porque tiene miedo a la enfermedad, según desde que ángulo se lo analice; o en un economista podemos
encontrar dentro de su plan de vida miedo a que la sociedad sea pobre, al mismo tiempo que vamos a encontrar en él amor al
desarrollo de la sociedad; en un abogado amor a la justicia y miedo a la injusticia etc.
Por supuesto que los miedos asociados a las vocaciones son múltiples. Un empresario pujante puede tener en su inconsciente
además de amor al progreso, varios miedos asociados como miedo a ser pobre, miedo a sufrir por no ser rico, miedo a no tener
poder, peligro de muerte por no tener dinero etc.
El Dr. H. Castellá decía que si algo se nos tiene que dar y no se nos da, es porque le tenemos miedo. Es decir que si tenemos
edad para estar casados y no lo estamos, es porque le tenemos miedo al matrimonio. Si una pareja quiere tener un hijo y no
puede es porque tiene miedo a tenerlo. Si alguien desea tener mas dinero y no lo tiene es porque le tiene miedo a tener esa
cantidad de dinero, etc. También decía que si algo nos debe gustar y no nos gusta es porque le tenemos miedo.
El ser humano es el gran fabricador de peligros donde no los hay, son miedos artificiales que no tienen razón de ser. Creemos
que hay peligro donde no existe y donde otras personas que nos rodean no creen que los haya y no tiene ningún problema por
ello.
La timidez es una forma de miedo, esta asociada al miedo a un castigo. El tímido tiene miedo, entre otras cosas, a equivocarse,
y a que por eso lo castiguen. En su plan de vida seguramente va a encontrar fuertes castigos.
Se pueden diferenciar dos clases de tímidos, el que teme a los demas y el que se teme a sí mismo. En este último si su miedo
no es muy intenso, trasmite a los demas que lo protejan y es una persona que agrada a los demás. El que tiene miedo a los
demas trasmite que quiere destruir al otro, por lo que no cae bien y es rechazado por los otros.
Los miedos insensatos son construcciones culturales que nos vienen de situaciones que tenemos grabadas, que en otra
generación pudieron haber sido realmente peligrosas pero que ahora no lo son. Muchos de estos miedos se van intensificando
de generación en generación.
Cuando hay depresión, un elemento importante es la culpa. Esta siempre trae a colación grandes castigos en antepasada. La
culpa según explico siempre H. Castellá es esperar un castigo, sintiéndose impotente para evitarlo.
La pérdida del miedo no está únicamente en intentar dejar de tener miedo, no está solo en buscar las causas en nuestro plan
de vida y razonarlas en forma positiva, sino también en enfrentar la situación y tratar de cambiarla. Si buscamos solo revertir
los miedos, para luego una vez que no tengamos miedo comenzar a actuar, lo que estamos haciendo es en cierta forma una
forma de huida ante el miedo.
La resolución de comenzar a actuar aunque tenga miedos y que esa acción incluya la tarea de ir perdiendo los miedos sería la
actitud adecuada y ese coraje nos enriquece y nos humaniza.
Es importante también enfrentar el miedo con humildad, esto nos hace reconocer que cargamos con ese miedo pero que no es
algo absoluto. La humildad nos permite ver claramente hasta qué punto nos perjudica o no ese miedo para poder lograr los
objetivos que deseamos. Volviendo al ejemplo mencionado de hablar en público, si la persona asume la situación con humildad
puede darse que incluso en el caso que la persona hable en forma totalmente deslucida, pueda trasmitir la idea que quiso
comunicar, tal vez no con la fuerza que lo hubiera hecho sin miedo. Pero la humildad lo lleva a que, consciente de llevar ese
miedo no se prive de actuar y tal vez incluso lo lleve a separar otros “subobjetivos” que pueden estar presentes; como ser
“lucirse en la exposición” (que pueden tener otros miedos implícitos), para concentrase en el simple objetivo de transmitir la
idea. La humildad nos lleva desmitificar el alcance del miedo, para darle su real dimensión que es generalmente menor de la
que creemos.
Pero esto no es todo. El Dr. Gabriel Castellá en una conferencia sobre los miedos (1 de agosto de 2000 CAMED) desarrolló un
concepto que me pareció en el momento un tanto extremo, pero luego de ir escuchando el resto de la conferencia me terminó
pareciendo algo básico: dijo que para perder nuestros miedos la primera actitud que tenemos que tener es la de amar nuestros
miedos, que no es otra cosa que amarnos a nosotros mismos con nuestros miedos. Luego explicó que no se puede revertir un
miedo desde el miedo porque eso traería como consecuencia lógica reforzar ese miedo.
Si amamos a nuestros miedos los vemos con una óptica totalmente distinta, entendemos que estan allí por algo y para algo,
que las mismas causa que nos provocaron esos miedos tal vez nos provoquen cosas favorables. El tomar esta actitud puede
llevarnos a que incluso nuestros miedos insensatos y sus causas inconcientes nos den gracia en lugar de amargarnos..
En cuanto a estos miedos que no tienen razón de ser y que pueden sernos perjudiciales, es importante descubrir en nosotros
mismos cuándo estamos en una situación que está basada en uno o más miedos. Si nos observamos atentamente a lo largo del
día estas situaciones son muchas, muchos de nuestros actos están influenciados por miedos, actuamos muy a menudo en
función del miedo ( al menos esa es mi experiencia) y no en función de lo positivo. Lo importante es descubrirlo y darse cuenta
de que esa actitud tiene un enfoque equivocado. Lo opuesto a actuar por miedo es actuar por la bondad de las cosas.
Si nos observamos atentamente podemos darnos cuenta que muchas veces estamos alarmados, angustiados, molestos,
irritados etc., y no nos damos cuenta porque estamos acostumbrados a esa situación. A veces estos estados son muy sutiles
pero sentimos un alivio al tomar conciencia. Esto es sumamente importante porque nos da la oportunidad de cambiar la actitud,
de conocer nuestros miedos para dejarlos de tener, pero también para transformar ese miedo en algo valioso para nosotros
porque entre otras cosa los miedos encierran mucha energía, que hasta ese momento está orientada en bloquearnos.
Debemos aprender a enfrentarla vida sin miedos, no resolver únicamente un miedo en particular. Cambiar miedos que tenemos
grabado desde muchas generaciones atrás es un asunto de mucha perseverancia y una cuestión de actitud constante.
Pedro A. Galeazzi
(Este trabajo se realizó en base a conferencias dictadas por el doctor Gabriel Castellá)
(1)El Dr. Herminio Castellá descubrió un nivel inconsciente en el cual esta almacenada toda información referida a los miedos,
el dolor, el sufrimiento los peligros etc. La función de este nivel es la defensa. Lo denomino cuarto nivel. Logró entrenar
personas que en estado hipnótico se concentran en la información y la actitud de este nivel.
(2)El séptimo nivel es el nivel de los miedos de la especie, en este nivel están los datos de las grandes catástrofes, hambrunas,
genocidios, epidemias, cataclismos y las guerras.
(3)La “ley de tercios” nos indica que en toda relación humana un individuo tiene un tercio a favor , un tercio fluctuante y otro
en contra. Lo óptimo es que el tercio fluctuante esté a favor, pero nunca el tercio en contra va a estar a favor.
El doctor Herminio Castellá descubrió en sus primeras investigaciones hace ya más de 30 años* que la información que
tenemos almacenada en nuestro inconsciente no sólo proviene de nuestras experiencias sino que también tenemos un gran
bagaje que nuestra madre nos trasmitió al elaborar un programa de vida para nosotros. Como ella a su vez tiene su propio
programa de vida elaborado por su madre (nuestra abuela materna), y su madre de nuestra bisabuela y así sucesivamente,
nuestro plan de vida tiene información de vivencias ancestrales y se han encontrado datos bastante remotos en el tiempo.
No se tiene certeza acerca de cómo está almacenada esta información , ni siquiera se ha podido determinar el lugar biológico
en que se encuentra el inconsciente ya que el plano anímico trasciende el plano biológico. Lo que sí se sabe es que lo que cada
madre transmite al elaborar el programa de vida son esencialmente vivencias afectivas y no pensamientos o razonamientos
abstractos. Y también se ha descubierto que en el inconsciente no existe la dimensión temporal; esa dimensión la da la
conciencia. Esto es sumamente importante porque nos permite comprender que hay experiencias vividas cientos de años atrás
que para nuestro inconsciente son tan actuales como las que estamos viviendo ahora.
En sus primeras experiencias con hipnosis (técnica que nos permite acceder al inconsciente) el doctor Castellá realizó otro
descubrimiento: en el inconsciente hay diferentes niveles que se diferencian entre sí por su función y por la calidad de
información que tienen almacenada en su interior.
El segundo nivel es un puente entre los otros niveles inconscientes y la conciencia y se lo llama el subconciente. Cuando
comienza a bajar la conciencia nos situamos en ese nivel.
Ese nivel se comunica directamente con nuestro tercer nivel inconsciente al que se llama clasificador, el cual se conecta con
cuatro niveles en los cuales está almacenada toda nuestra información ancestral y personal . Esta información se almacena en
cuatro niveles de acuerdo a la calidad de la vivencia, y es el nivel clasificador el que ordena la información almacenada y que
proporciona la información necesaria para las respuestas que damos.
Los cuatro niveles en los cuales tenemos la información almacenada son : el nivel de defensa (cuarto nivel) , el nivel de paz
(quinto nivel) , el nivel de sabiduría (sexto nivel) y el nivel marcial o de defensa de la especie.
En el nivel de defensa se graba toda la información que está relacionada con las experiencias que se vivieron como peligrosas,
que dañaron la integridad psíquica o física de nuestras antepasadas o de sus seres queridos, siempre con la intención de
protegernos para que no vuelvan a suceder. Su principal función es de defendernos de acuerdo a lo que se fue trasmitiendo
que era una amenaza para nosotros. Es un nivel con mucho empuje y vigor. Cuando sentimos miedo, culpa, ira, ansiedad o
angustia reforzamos este nivel y potenciamos su información.
En el nivel de paz se graba la información relacionada con la armonía espiritual , y la paz interior. La función de este nivel es de
brindar serenidad y alegría. Todas las experiencias genuinas de amor, de amistad, de alegría verdadera, de auténtica
religiosidad está almacenadas en este nivel y son un auténtico tesoro.
En el sexto nivel está grabada nuestra sabiduría. No solamente como cúmulo de conocimientos, sino como aquello que nos lleva
a descubrir lo valioso, que le da sabor a la vida. Desde este nivel se desarrollan las mejores estrategias para el desarrollo del
ser.
En el nivel marcial se almacena la información relacionada con la defensa de la especie, las vivencias en catástrofes, guerras,
epidemias, hambrunas, etc. La mayor violencia interior está en este nivel y es un nivel de extrema supervivencia cuya función
es protegernos como grupo social en los momentos límites.
Por último habría un último nivel llamado coordinador u octavo nivel que no contiene información ancestral y cuya función es
armonizar y coordinar los cuatro niveles descriptos anteriormente. Es un nivel más profundo pero más relacionado con la
consciencia, desde las profundidades ayuda a ésta a dar respuestas más adecuadas. El doctor Gabriel Castellá lo denomina “el
aceite del motor” .
Estos niveles no son compartimientos estancos y están muy relacionados entre sí. El cuarto y séptimo nivel tienen funciones
similares y se refuerzan mutuamente; el quinto permite que aflore el sexto ya que la sabiduría necesita una actitud serena. El
tercero y el octavo equilibran estos niveles.
Cuando una persona vivencia una experiencia determinada, los sentimientos quedan grabados en los cuatro niveles de acuerdo
a cómo los sintió. Y a su vez, con su actitud, promueve todas la experiencias almacenadas en ese nivel. Por lo tanto, si uno está
caminando en una calle oscura y siente miedo, esto se debe a que en el nivel de defensa está grabada la información de que
una calle oscura es peligrosa. Si alimento ese miedo voy a ayudar a que salgan a la superficie todos los miedos relacionados. Si
me sereno, los otros niveles me ayudarán a dar respuestas adecuadas. Y esto es más importante aún si el miedo es insensato,
o sea si el peligro no es real. Si el peligro es real, es adecuado que dé respuestas acordes, evitativas, por ejemplo.
Andrea Mussini
Culpa y castigo
Herminio Castellá
Culpa es esperar un castigo sintiéndose impotente para evitarlo. Es un sentimiento inconsciente, y la mayor parte de las veces
en forma consciente cooperamos para afianzar o incrementar ese miedo.
Nos sentimos culpables porque advertimos que hicimos algo mal o creemos que hicimos algo mal. Es el sentimiento
generalizado que nos embarga ante la toma de conciencia de nuestras faltas, errores o pecados.
Herminio Castellá solía decir que cuando cometemos un error, estamos tomando un camino equivocado que no nos conduce a
dónde queremos ir. Si tomamos conciencia de ello, podemos corregir el error y volver a emprender el camino y esto, decía él,
tendría que llenarnos de alegría ya que hemos aprendido algo valioso que nos permite crecer y mejorar. Al asumir el error como
lo que realmente es y hacernos responsables de sus consecuencias, conservamos nuestra dignidad como seres humano y nos
elevamos.
En el caso de que nuestro acto haya sido realmente malo, de nada sirve sentirnos culpables ya que con ello no corregimos el
error que cometimos contra nosotros mismos y los demás; con la culpa marcamos negativamente este acto, nos empobrecemos
, con lo cual nos perjudicamos a nosotros mismos y a los demás en mayor medida que si no tuviéramos culpa.
Ante una equivocación puedo proceder con culpa o arrepentimiento ; una cosa no sigue a la otra, sino que una anula la otra.
Tanto en la culpa como en el arrepentimiento hay un reconocimiento del error, pero mientras que con la culpa me anulo y me
empobrezco como ser humano, en el arrepentimiento aprendo del error y, en vez de sufrir, siento alegría.
Cuando tomo conciencia de mi proceder y me arrepiento verdaderamente, pongo el acento en el otro, el prójimo que se ha
visto perjudicado por mi obrar , me preocupo por remediar la falta caritativamente. La culpa, por contraste, es un sentimiento
egoísta en el cual no puedo apartar la vista de mi actuar y sentir, y donde la consideración por el otro aparece sólo por miedo al
castigo del que creo seré víctima. No es el amor a mí mismo y al prójimo lo que mueve mi sentir, sino el miedo y mi
desvalorización.
Herminio Castellá decía que la culpa era un acto de soberbia, porque el ser humano siente que su obrar ha sido tan nefasto que
no merece perdón de nadie, mucho menos de Dios, lo cual implica (aunque el sujeto no se dé cuanta) una actitud de ponerse
en el lugar de Dios para determinar qué actos merecen perdón.
Proceder desde la culpa es un proceder irresponsable , ya que la culpa, aunque parezca lo contrario, es una falta de
responsabilidad. La palabra responsabilidad deriva de responder, es asumir lo que hago, esté bien o mal.
En lo que atañe más específicamente al plan de vida, si una antepasada, de nuestra línea materna de ascendencia, cometió un
error (una falta o un pecado, según como se lo mire) y se sintió culpable por ello, este sentirse culpable fue su error más grave,
ya que no sólo se perjudicó a ella misma, perturbando la posibilidad de un claro arrepentimiento y corrección del error y sus
consecuencias, sino que también grabó en sí misma, en su propio inconciente, ese sentimiento de culpa ante esa situación,
transmitiéndoselo a sus descendientes a través de la cadena materno-filial del programa de vida. Nos llegan a nosotros estos
sentimientos de culpa de nuestras ancestras (entre muchas otras cosas). Puede haber incluso una potenciación generalizada de
la culpa donde una ancestra se siente culpable ante un hecho, a una descendiente le ocurre lo mismo y se siente más culpable,
y así sucesivamente, estableciendose un entrenamiento y potenciación de la culpa a través de generaciones. Este
entrenamiento ha sido promovido por nuestra cultura, que ha inculcado el aprendizaje del bien a través de una condena para
reforzar la evitación del mal, con lo cual no se logra que las personas amen hacer el bien por verdadero amor al prójimo y a
Dios, sino que eviten hacer el mal para no sufrir. Cuando no lo logran, cosa que sucede a menudo ya que la vida es un
constante aprendizaje en el cual el error juega un papel importantísimo, se tiende a sentir ante todo miedo, pánico porque se
cree que uno no merece sentirse bien por el mal que ha hecho y además que enseguida sobrevendrá una sanción dolorosa
como represalia. La espera del castigo provoca tal angustia que para evitarla necesitamos sufrir y para ello nos castigamos de
alguna forma.
Hay toda una cultura de la culpa y el dolor (que proviene de esas sanciones y condenas con las cuales se pretendía reforzar las
conductas esperadas); según esta información que tenemos grabada, el dolor nos quita culpa, la impotencia para evitar la
condena es peor que el castigo mismo, por lo tanto si sentimos algún dolor, nos aliviamos.
La culpa promueve un aprendizaje neurótico. Al negarme a mí mismo, no aprendo y al volver a encontrarme frente a
circunstancias similares, probablemente vuelva a cometer el mismo error.
Podemos sentirnos culpables inconcientemente por una infinidad de cosas, puntuales o genéricas. Por ejemplo, puedo sentir
culpa por comer una golosina, y que la causa se remonte a lo que sintió alguna ancestra que fue castigada por comer una
golosina. Pero lo más común es que la culpa provenga de situaciones no exactamente similares y que sea algo más general; en
este caso, el castigo por comer una golosina, se transmite y recibe como culpa por comer algo rico, y más general aún, como
culpa de gozar.
Sería muy grande la lista de las situaciones por las que nos podamos sentir culpables, las más generalizadas entre nosotros
podrían ser: por decidir, por gozar, por valorarnos, por progresar, por tener riqueza, por actuar, por no actuar, etc.Todas ellas
situaciones en las que ni siquiera hemos cometido un error, pero que estuvieron asociadas a algún mal proceder que trajo
aparejado un gran sufrimiento en alguna antepasada.
Por lo general existe una relación entre gozar, decidir y valorarse, esto es lo que el doctor Herminio Castellá definió como
trilogía de culpa . Esta relación fuertemente grabada en nuestro inconciente proviene de situaciones en que estos tres factores
están presentes y se da específicamnete por una culpa de origen sexual. Si alguna antepasada nuestra cometió una falta en lo
sexual, y se sintió culpable de ello, en primer lugar, para cometerla tuvo que tomar una decisión, también lo hizo para valorarse
y gozó sexualmente. La culpa posterior provoca miedo a tomar decisiones, desvalorizacion y miedo o incapacidad de gozar.
La culpa en nuestra sociedad tiene un trasfondo de malentendimiento del concepto religioso del pecado. Se creyó que Dios se
ofendía por el pecado y por eso nos castigaba. En mi opinion el pecado no ofende a Dios, sino que nos perjudica a nosotros
mismos y a los demás. Dios es perfecto y por lo tanto no se puede ofender, porque ofenderse es un error y Dios no comete
errores.
La culpa es un sentimiento que favorece la enfermedad, si nos sentimos culpables inconcientemente de la acción del algún
órgano del cuerpo, tendemos a enfermarlo. Por ejemplo: si una antepasada se sintió culpable ante una caricia mamaria, luego
de un entrenamiento inconciente, una descendiente que también se sienta culpable, puede enfermar sus mamas de alguna
forma. Una enfermedad que está asociada con un fuerte sentimiento de culpa a través de varias generaciones es el cáncer.
El sentimiento opuesto a la culpa es el del orgullo sano de uno mismo, el orgullo afianza nuestra salud.
La culpa nos deprime, nos enferma y anula en todos los aspectos. Siempre nos tenemos que sentir merecedores de lo que
somos, de lo que tenemos o queremos tener, en todos los aspectos y estar orgullosos de ello.
Todos en mayor medida tenemos culpa de algo en términos generales. Tal vez el origen de la culpa sea muy remoto, y vaya
cambiando de forma a lo largo de la historia. Si en una sociedad primitiva, una persona cometía un acto antisocial,
probablemente la mejor forma de que ni él ni otro lo volviese a cometer era castigándolo y la cultura inconsciente lo va
marcando como miedo a ese castigo si se comete una falta., como se le enseña a un animal doméstico a hacer determinadas
cosas. Luego la sociedad a lo largo de la historia lo va haciendo más sofisticado.
La culpa es un sentimiento equivocado, el ser humano debe obrar el bien por lo bueno que es hacer el bien, y eso es la
libertad.
Pedro A. Galeazzi
El sentido de la culpa
Herminio Castellá
El sentimiento de la culpa viene creciendo y acompañando a la humanidad desde que ésta tiene conciencia y desde que ésta
comenzó a tomar más protagonismo, dejando a los instintos irracionales con menor preponderancia.
Para poder comprender la culpa intentaré desarrollar el siguiente ejemplo: nos tendremos que situar tiempo atrás; podemos
imaginar cinco siglos en el pasado, en cualquier país del continente europeo, en donde la gente al cometer errores le era muy
difícil conversarlos de una manera libre y filosófica y los asuntos podían terminar en enfrentamientos con consecuencias muy
graves entre las personas y de una manera más cotidiana se llegaban a pagar los errores con la misma vida.
Personalmente imaginé un pasaje de la historia de una antepasada o antepasado que había cometido un delito que podría
considerarse “grave” para esa época, tomaba conciencia de lo que había hecho y sentía que la culpa lo embargaba; entonces a
raíz de esto se confesaba a la gente del pueblo o a los familiares del afectado o a alguien a quien ella o él consideraba que
“debía” hacerlo, hasta llegado el momento se podría haber confesado dicho error a una autoridad religiosa siendo ésta por
ejemplo un cura, si fuera un poblado católico, para expirar su falta. Aquí quiero significar que si hubiera sido así podemos
agregarle el componente de la culpa espiritual.
Pero la gente del pueblo o las autoridades reaccionaban ante el hecho del error y su confesión, con venganza y odio, pudiendo
llegar a matar, incluso haciendo padecer a esta persona grandes sufrimientos considerando que así se pagarían los errores.
El mensaje que se recoge y que quedan de hechos como el citado es que es mejor vivir con la culpa que confesarse, porque en
definitiva esto te mantiene con vida y con menos sufrimiento, tal es así que tenemos implantado que así llegamos con vida
hasta el presente, que gracias a vivir con culpa estamos vivos y continuamos con nuestra descendencia.
Una información adicional que pude ver es que si se siente “culpa” se siente que se está vivo: es un “testeo” continuo de que se
vive y existe menos peligro de morir. Desde este punto de vista hay una valoración muy grande de la culpa por parte del
inconsciente de cada persona; se ve que es la “herramienta” que nos mantuvo con vida a nosotros y a nuestros antepasados.,
pero lo que no se ve es que por tener demasiada culpa de lo que se hizo se sufrieron torturas y muertes.
Lo importante , como en todos los temas que engloban a la teoría del doctor Herminio Castellá, es aceptar la culpa sin miedo,
sin horror, tomando conciencia de que existe, es parte de nuestra naturaleza como lo son los miedos y la agresividad y lo es la
inteligencia.
Lo importante es darle espacio y dejar que se exprese, de esta manera podrá purgar tantos años de soledad y terror; se debe
valorarla con mucho afecto, no está allí por decisión propia ni porque alguien “malo” la instaló: se fue formando y aprendiendo
a que siempre fue odiada y repudiada y que fue parte siempre de nosotros como cualquier parte que queramos considerar.
Tenemos que entendernos en la culpa, dejar que nos cuente qué es lo que le pasa, porque nació, creció y está en nosotros.
Esto es algo tan importante para dejar de temer y de paralizarnos y comprender que es como una gran lastimadura que
debemos curar y atender con mucho afecto para que se transforme en nuestra aliada y amiga que es lo que ha esperado
siempre.
Me gustaría también agregar que cuando estamos en paz sin el sentimiento de culpa al que hice referencia, sin sentirnos en
falta con nada sino, al contrario, nos sentimos en armonía para vivir y sentir que todo es posible, nos sentimos relajados, con
bienestar y tranquilidad ,tomamos conciencia de que estamos a la puerta de realizar muchas acciones que siempre quisimos y
tenemos la potencia de la libertad. Quiero recalcar esto que me parece importantísimo: “tenemos la potencia de la libertad”
pero en contraposición no tenemos los límites que nos muestra en distintas formas de sentimiento (miedos, ansiedad, etc) la
culpa y allí es donde sentimos un abismo de totalidad. Esto es como si llegásemos a poder entrar en el universo sin las ataduras
de la gravedad es decir no hay ningún límite que nos contenga como tampoco un destino preestablecido al que llegar, es por
esto que entramos en un miedo al que podemos llamar “el miedo de atracción de la culpa”, porque nos aterroriza el poder de la
libertad absoluta en donde nuestra responsabilidad es tan grande como esta libertad, es la exigencia de nosotros mismos por el
bien puro, perfecto desde nuestra imperfecta humanidad, el tener que tomar decisiones en un campo virgen que nos espera, en
un campo inexplorado nunca jamás visitado pero que está allí para nosotros y además nos encontramos impulsados con la
fuerza arrolladora de la libertad absoluta, con la fuerza de que podemos hacer lo que queramos y como efecto de esto el
responder por nuestros actos y decisiones pero sin tener un marco precio de contención.
Aquí es donde entra la culpa como un freno, como un delimitador del sendero a seguir pero respondiendo con lo que se
aprendió de las experiencias de nuestros antepasados muy traumáticas y angustiantes y siempre aparece con el sentido de
preservarnos, de que no volvamos a cometer los errores de atrás y es por esto que la culpa tiene una fuerza muy grande y se
presenta con tanta potencia, al encontrarse con las posibilidades de la libertad y alimentado por ese sentimiento de abismo de
totalidad y el de poder arriesgar, decidir y responsabilizarse. Cuando podemos comprender y analizar con mucho afecto esto, la
culpa se transforma en aliada acompañándonos en nuestro camino haciendo de vigía, alertando en donde pudieran aparecer
peligros: es como un sensor que se adelanta a nuestro andar y va rastrillando los “espacios de influencia”. Lo peor que
podemos hacer en este caso es negarla o dejar que pase ese sentimiento angustiante y actuar creyendo que ese sentimiento
no nos está alertando, lo importante es acogerla y escucharla en su justa medida debido a que su información es muy valiosa
como así también el sentido de su presencia.