SANZ MULAS, N., Justicia y Medios de Comunicación. Un Conflicto Permanente
SANZ MULAS, N., Justicia y Medios de Comunicación. Un Conflicto Permanente
SANZ MULAS, N., Justicia y Medios de Comunicación. Un Conflicto Permanente
), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
GARÓFALO
En La Scuola Positiva, t. II, p. 199.
I. INTRODUCCIÓN
1
Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
Y la lista de casos es inmensa, a saber: caso Tani2, caso Arny3, caso de las niñas
de Alcácer 4 . Un problema con alcances internacionales pues, por ejemplo, desde
EE.UU. son de sobra conocidos los casos de Lorena Bobbitt5 y de O. J. Simpson6.
1
En total eran 23 los indicios que apuntaban hacia ella. Entre ellos el testimonio de una mujer ucraniana,
asistenta en casa de Dolores. Según la versión de ésta, Dolores acuchilló una foto de Rocío (la joven
había muerto apuñalada). Dolores argumentó que era la mejor forma que se le ocurrió para explicarle
como habían encontrado muerta a Rocío, dado que su asistenta no hablaba bien el español. Otro indicio:
junto al cadáver de Rocío se encontraron prendas de la víctima en una bolsa de basura de tipo industrial,
Dolores negó tener bolsas de ese tamaño, pero una criada confesó que había bolsas de ese tipo en casa.
Otro más: una vecina explicó que una madrugada vio como salía humo de la chimenea tras quemar algo
en el salón. Y un testigo comentó que Dolores Vázquez decía que solía llevar una navaja cuando salía a
correr por si le sucedía algún percance. La única prueba científica que pudo haber existido fracasó: los
investigadores encontraron unos restos de fibras textiles en el cuerpo de Rocío que se asemejaban a las de
un chándal de Dolores. Un primer análisis dio resultado positivo, pero el segundo determinó que la
textura era la misma aunque el color no coincidía y la prueba se descartó.
2
Condenada por asesinato, a la hora de ejecutar la sentencia se produce una gran campaña mediática a
favor del indulto basada en los malos tratos sufridos por la acusada y la falta de sensibilidad del Tribunal
a la hora de apreciarlos.
3
Se enjuiciaba por prostitución de menores a un numeroso grupo de acusados, con notable repercusión
mediática, provocada, además de por el caso en sí, por la relevancia social de alguno de los acusados. El
juicio se celebró a puerta cerrada, justificada por el Tribunal en la protección de los menores testigos,
pero se produjo en muchos casos un “testimonio” posterior de los testigos protegidos que comparecieron
voluntariamente ante los periodistas en la sala de prensa habilitada al afecto en el Palacio de Justicia.
4
En esta ocasión, pese a la publicidad total del proceso, hubo un juicio paralelo posterior en el que los
testigos acudían a un determinado programa de televisión para “testificar”.
5
El juicio comenzó en enero de 1994. Doscientos periodistas se acreditaron, tres cadenas transmitían en
directo y más de 20 unidades móviles de otros medios grababan escenas de las sesiones. No se discutía si
Lorena Bobbitt había o no cortado el pene a su marido, pues ella lo había confesado en varias
oportunidades (agregando incluso en TV algún detalle nuevo), sino que lo que estaba en cuestión era lo
que le había llevado a tomar esa determinación. Al debate concurrió no sólo el movimiento feminista,
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Es ésta una libertad que adquiere una importancia extraordinaria en una sociedad
democrática, pues hace posible la opinión pública libre y plural, sin la cual difícilmente
puede hablarse de tal democracia. Es más, tal libertad tiene como función prioritaria la
de garantizar la existencia del pluralismo político y el ejercicio del control político por
el pueblo 7 . En palabras de MUÑOZ MACHADO, “no sólo no es pensable la
democracia sin que exista la posibilidad de que los ciudadanos estén informados, sino
que es imposible el pluralismo si esta información no es plena y libre”8. Esto es, y de
acuerdo con COHEN, “es la condición sine qua non de una verdadera democracia
pluralista”9.
sino además la comunidad hispana y, desde luego, el periodismo, que desde un comienzo reconstruyó el
caso desde la biografía de Lorena, a partir de las entrevistas que se hicieron a sus familiares, amigos o
vecinos. Pero no fue sino tras la sentencia que estalló la polémica entre los sexos y detrás de ella entre los
medios de comunicación. Cada cadena encargaba sus sondeos sobre si la decisión del jurado justificaba o
no la amputación. Por ej., el USA Today si bien el 32% de los encuestados justificaba la amputación, el
78%, tanto de los hombres como de las mujeres, no creía que Lorena Bobbitt merecía tal castigo. Lo
importante, en cualquier caso, es la repercusión que tuvo en la sociedad americana: una mujer filipina
electrocutó a su marido tras conectarle un dispositivo al pene mientras dormía. En Manila, un hombre de
21 años se cortaba los genitales con una cuchilla para realizar su sueño de ser mujer. Una turca de 43 años
corto el pene a su marido porque quería abandonarla para casarse con otra. En Arcadia (Florida) un
hombre se había cortado el pene con una sierra eléctrica bajo el estado de fascinación colectiva que el
juicio estaba provocando en la sociedad americana.... Por otra parte, el caso fue reconstruido a través de
distintos tipos de ficciones que van desde una versión pornográfica, alguna biografía, tours para participar
en todo el mundo en distintos programas del estilo reality show, y donde los protagonistas eran sometidos
una y otra vez, en medio de una tertulia que reunía los personajes más disparatados, a un debate cruzado,
así como también a diferentes técnicas de verdad que perseguían constatar los dichos vertidos en el juicio,
y que iban desde el detector de mentiras, pasando por toda clase de interrogatorios, hasta técnicas
grafológicas. El que más beneficio sacó de esta aventura fue el propio agredido, quien tras la gira
periodística que su productor organizó y la operación de “reconstrucción” de su cuerpo, protagonizó un
filme erótico autobiográfico, realizó espectáculos de stripers, grabó un disco imitando a Chuck Berry,
para terminar siendo pastor de la Iglesia de la Vida Universal en 1996.
6
En 1994 el proceso del futbolista y actor Orental James Simpson, acusado de haber matado a su ex–
esposa y al amante de ésta, se convirtió en uno de los programas de televisión en directo con más
audiencia en la historia de EE.UU. Y, pese a todas las evidencias en su contra, que hacían prever incluso
una condena a cadena perpetua, fue finalmente absuelto en una de las sentencias más polémicas de la
historia judicial de aquel país, y que puso en evidencia, incluso, los avances científicos del ADN.
Tratándose de una figura televisiva, quedó clara la posición de la TV en aquel caso, con sucesivas ruedas
de prensa convocadas a diario por su abogado para dar conocimiento de cualquier novedad por pequeña
que ésta fuera. Estaba claro que el sentido del caso había que disputarlo no sólo frente a los jurados sino
además de cara a la opinión pública. El caso Simpson acaparó 742 crónicas; las televisiones le dedicaron
más tiempo (723 minutos) que a la información sobre Bosnia (661), Haití (644) y la reforma sanitaria
(193); y a los tres meses de la detención ya se habían publicado más de 27.000 artículos sobre el caso.
Tras la absolución, la familia de la asesinada promovió el pleito civil donde el jurado por unanimidad
declaró a Simpson responsable de los asesinatos, no fue a prisión porque ya había sido absuelto en el
juicio penal anterior pero sí fue condenado a pagar una indemnización de 8,5 millones de dólares. El juez
en esta ocasión, lisa y llanamente, prohibió el ingreso de las cámaras de TV a su juzgado...
7
BATISTA GONZÁLEZ, M. P., Medios de comunicación y responsabilidad penal, Dykinson, Madrid,
1998, p. 13.
8
MUÑOZ MACHADO, S., Libertad de prensa y procesos por difamación, Ariel, 1987, p. 153.
9
COHEN-JONATHAN, G., “Article 10”, La Convention européene des Droits de l’Homme. Vid., en
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, en
Revista Jurídica de Cataluña, nº 3, 2002, p. 92.
3
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Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
10
BATISTA GONZÁLEZ, M. P., Medios de comunicación y responsabilidad penal, op. cit., p. 19.
11
Para una mayor profundización en el tema, léase TITIUM, P., “Libertad de información y Poder
Judicial en Convenio Europeo de Derechos Humanos”, en Revista del Poder Judicial, nº especial XVII,
noviembre 1999, pp. 361 y ss.
12
STEDH Lingens de 8 de julio de 1986 y STC 76/1995, de 22 de mayo.
13
SSTEDH Prager et Oberschilick de 26 de abril de 1995 y De Haes et Gijsels de 24 de febrero de 1997.
14
STEDH Sunday Times de 26 de noviembre de 1991.
15
SSTEDH Barthold de 25 de marzo de 1985, Lingens de 8 de julio de 1986 y Barfod de 22 de febrero de
1989.
16
DE MIGUEL ZARAGOZA, J., “Libertad de información y “juicios paralelos”: la doctrina del Consejo
de Europa”, en BIMJ, año LIV, nº 1881, noviembre 2000, p. 3792.
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consustancial a esa libre formación es una expresión e información que ocupen un lugar
preeminente entre los derechos fundamentales17.
Esta situación, en cualquier caso, no ha hecho otra cosa que acentuarse con el
paso del tiempo y los cambios que el avance tecnológico y científico ha producido sobre
las formas de vida social. Nos encontramos en una “sociedad de la información”, donde
las relaciones sociales se distinguen por el volumen de información que se produce y
que circula constantemente de forma masiva y sistematizada. Una sociedad donde el
acceso a todo tipo de datos es inmediato, gracias sobre todo a la tecnología de las
comunicaciones y a la informática. La difusión de la informática, gracias a los
ordenadores personales y su conexión mediante las telecomunicaciones, han hecho
posible, no sólo que existan entre nosotros las conocidas como autopistas de la
información, sino que haya cauces que —de acuerdo con LUCAS— “se están
convirtiendo en algo parecido a lo que en las primeras ciudades fue la plaza pública: un
lugar de comunicación multidireccional abierto a todos y a todos los contenidos”20;
estamos hablando, como no, de Internet. Un espacio en el que se mueve la opinión
pública con extraordinaria importancia a todos los niveles: económicos, sociales y
políticos —sírvanos como ejemplo los hechos acontecidos en nuestro país la noche del
13 de marzo de 2004 y su repercusión en las elecciones generales del día 14—. Y
naturalmente la justicia tampoco se ve ajena a las exigencias de esta sociedad de la
información.
17
CARBONELL MATEU, J.C., “Las libertades de información y expresión como objeto de tutela y
como límites a la actuación del Derecho penal”, en Estudios penales y criminológicos, nº XVIII, 1994-
1995, pp. 12 y 13. En el mismo sentido, O’CALLAGHAN, X., “Audiencias públicas y cobertura
informativa”, en Revista del Poder Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, p. 276.
18
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, en AA.VV., Poder Judicial y medios de comunicación, Consejo General
del Poder Judicial, Madrid, 2003, pp. 56 y ss.
19
Entrevista concedida al Canal Internacional de TVE el día 22 de octubre de 2004.
20
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., p. 59.
5
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En nuestros días hay una especie de nuevo diseño en el arte del control social, en
el cual desaparece la Administración de la Justicia tal y como la veníamos entendiendo
desde hace ya mucho tiempo21. Asistimos a lo que alguno ha denominado justicia
periodística. Un particular modelo de investigación en que los conflictos son definidos,
enjuiciados y hasta castigados periodísticamente. Y el marco de esta justicia mediática,
que duda cabe, es la sociedad de la comunicación “donde lo fundamental —escribe
RODRÍGUEZ— será permanecer conectado, a pesar de encontrarnos
desencontrados”22.
21
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios masivos de
comunicación. Las formas de espectáculo, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2000, pp. 25 a 31.
22
Ibidem, p. 42.
23
Ibídem, p. 46. La estrategia es muy sencilla y así nos la describe ZAFFARONI: “El sistema penal opera
siempre selectivamente y selecciona conforme a estereotipos que fabrican los medios. Estos estereotipos
permiten que se catalogue como criminales a quienes dan en la imagen que corresponde a su descripción
y no a otros. (...) La capacidad reproductora de violencia de los medios masivos es enorme: cuando se
requiere una criminalidad más cruel para poder excitar mejor la indignación moral, basta que la televisión
publicite exageradamente varios casos de violencia o crueldad gratuita para que inmediatamente los
requerimientos de rol vinculados al estereotipo asuman contenidos de mayor crueldad y,
consiguientemente, ajusten a ellos su conducta quienes asumen el rol correspondiente al estereotipo”.
ZAFFARONI, E., “Los aparatos de propaganda de los sistemas penales latinoamericanos (la fábrica de la
realidad”, en En busca de las penas perdidas. Deslegitimación y dogmática jurídico-penal, Ediar, Buenos
Aires, 1989, p. 135.
24
Véase GIL SÁEZ, J.M., “Televisión y juicio penal”, en Revista del Poder Judicial, nº especial, XVII,
noviembre 1999, pp. 241 y ss; GARCÍA PÉREZ, S., “La televisión desde la sala del juicio en los
procesos penales”, Revista del Poder Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, pp. 229 y ss.
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Hasta hace poco, el Poder Judicial era al que menos atención le prestaban los
medios de comunicación; no obstante, esto ha cambiado enormemente, “en parte —
asevera CATALÁ I BAS—, debido a que las contiendas políticas han pasado a librarse
también ante los tribunales, en parte porque los programas que se centran en informar
sobre casos más o menos escabrosos alcanzan altos índices de audiencia”25. Esto es, la
política se judicializa y esta “judicialización” es fuente inagotable de noticias. Y es que
parece que la sociedad se complace morbosamente con las informaciones sobre los
procesos de ministros, altos funcionarios, alcaldes, financieros, e incluso con otro tipo
de juicios “menores” pero que tocan temas sensibles para la opinión pública, como
recientemente, por ejemplo, los maltratos a mujeres26.
25
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 91.
26
TORRE CERVIGÓN, J. M., “Justicia y medios de comunicación”, en Revista del Poder Judicial, nº
especial XVII, noviembre 1999, p. 307.
27
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios masivos de
comunicación. Las formas de espectáculo, op. cit., p. 32
28
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 91.
29
Ibídem, p. 94.
30
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios de comunicación.
Las fórmulas de espectáculo, op. cit., p. 316.
31
KELSEN, H., Esencia y valor de la democracia, Labor, 1934, p. 120.
7
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En tal sentido, el art. 120 CE impone que las actuaciones judiciales sean
públicas y exige que las sentencias se pronuncien en audiencia pública; de su parte, el
art. 24.2 CE reconoce como derecho fundamental el derecho a un proceso público. Así
pues, la justicia no sólo emana del pueblo, sino que se administra ante él, en su
presencia directa bajo la forma de público, en la vista oral, y en la de quienes, en
ejercicio del derecho a comunicar libremente información veraz por cualquier medio de
difusión (art. 20.1.d CE), transmiten a todos los demás ciudadanos aquello que acontece
en el proceso. Y es que parece ciertamente lógico, estamos de nuevo con LUCAS, “que
quienes integran el sujeto titular del poder político —el soberano— tengan
conocimiento de la forma en que los individuos a quienes han confiado su ejercicio lo
utilizan, ya se trate del legislador, del poder ejecutivo o de los jueces”34. Y eso no es
todo, sino que ese conocimiento de la manera en la que se legisla, gobierna o juzga,
produce un efecto extraordinariamente importante: se proyecta sobre la valoración
social que merecen los órganos que ejercen esas funciones estatales y, a través de ellos,
en la que logra el Estado en su conjunto. Esto es, y en consecuencia, contribuye a su
legitimación o deslegitimación35.
32
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., p. 54.
33
BINDER, A., “Importancia y límites del periodismo judicial”, en Justicia Penal y Estado de Derecho,
Ad-Hoc, Buenos Aires, 1993, pp. 264.
34
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., p. 55.
35
Ibídem.
36
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 90.
37
KANT, I., Sobre la paz perpetua, Edición Tecnos, 1994, apéndice II, pp. 61 y 62. Vid., en CATALÁ I
BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op. cit., p. 90.
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Porque, sin duda, en una sociedad democrática avanzada es cada vez más
necesario reforzar la imagen de la Justicia y su prestigio ante la sociedad. Al Poder
Judicial, en consecuencia, cada día se le dirigen nuevas y más exigentes demandas. De
acuerdo con FOLGUERA, “ya no sólo se les pide a los jueces resolver los conflictos
entre los ciudadanos y garantizar los derechos de éstos ante los poderes públicos, sino
que se les pide también que sean capaces de adaptar la legislación a los cambios
sociales, que cubran los vacíos e insuficiencias de las normas, que acierten en cada una
de las decisiones y actos singulares de aplicación del Derecho al caso concreto, que
actúen en plena independencia pero con sensibilidad hacia los valores socialmente
sentidos con mayor intensidad en un momento dado”40. O lo que es lo mismo, en su
labor de interpretación y aplicación de las normas, los Jueces y Tribunales, además de
estar sometidos a las consabidas responsabilidades disciplinaria, civil y penal, están
sometidos también, y cada vez con mayor intensidad, al ejercicio legítimo de los
derechos de información y opinión a través del lícito ejercicio de la crítica a sus
resoluciones por la opinión pública y los medios de información y opinión. Esto es, y de
acuerdo con LUCAS, “existe una especie de responsabilidad no directa, sino difusa, del
juez, del tribunal, ante la opinión pública y, en la medida en que son su principal cauce
de expresión, ante los medios de comunicación”41.
38
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 91.
39
GIMENO SENDRA, V., “La sumisión del juez a la crítica pública”, en Revista del Poder Judicial, nº
especial XVII, noviembre 1999, p. 306.
40
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Poder Judicial, medios informativos y opinión pública”, en AA.VV.,
Poder Judicial y medios de comunicación, op. cit., p. 14.
41
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., p. 63.
42
Las críticas personales a Jueces y Magistrados es otro tema. Aquí se comenzaría a hablar de su derecho
al honor, como derecho de la personalidad inherente a la dignidad de la persona. Si bien con un apunte: en
su condición de personajes públicos han de soportar mayores injerencias en ellos, injerencias que no
deberían soportar en tanto que personas privadas. En tal sentido, de la jurisprudencia del TEDH y del TC
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1. Nociones preliminares
cabe deducir que el honor de las personas físicas merece una mayor protección que la reputación de las
personas jurídicas o la dignidad de las instituciones. Entre las personas físicas, los personajes públicos
han de soportar un mayor grado de injerencia en este derecho, y dentro de éstos, entendiendo tal concepto
de forma amplia, los representantes políticos han de soportar un mayor grado de crítica que otros
personajes públicos tales como jueces o funcionarios en general. Vid., en CATALÁ I BAS, A., “Justicia y
medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op. cit., p. 97. Para un mayor
ahondamiento en este tema, léase: PERAL PARRADO, M., “Los jueces como objeto de críticas de los
medios de comunicación”, en Revista del Poder Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, pp. 315 y ss.
43
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Poder Judicial, medios informativos y opinión pública”, op. cit., p. 15
44
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., p. 63.
45
Así lo ha advertido la STC 107/1988, de 8 de junio (FJ nº 2): “El honor es un valor referible a personas
individualmente consideradas, lo cual hace inadecuado hablar de honor de las instituciones públicas o de
clases determinadas del Estado, respecto de las cuales es más correcto, desde el punto de vista
constitucional, emplear los términos de dignidad, prestigio y autoridad moral, que son valores que
merecen la protección penal que les dispense el legislador, pero que no son exactamente identificables
con el honor, consagrado en la Constitución como derecho fundamental”. Advierte de igual manera el TC
que ese prestigio merece, a la hora de realizar la ponderación correspondiente, un valor inferior que el
derecho al honor, lo que se traducirá, por lo tanto, en una posición más débil con relación a la libertad de
expresión. Así lo advertirá también el Tribunal de Estrasburgo en su sentencia Castells de 22 de abril de
1992 con relación al Ejecutivo que ha de soportar un mayor grado de críticas que un simple representante
político. Vid., en CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de
conflictos”, op. cit., p. 95.
46
SSTEDH Sunday Times de 26 de abril de 1979, y Worm de 29 de agosto de 1997.
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Y es que para algunos autores los media desempeñan en las sociedades modernas la misma
función catártica que en la Grecia antigua ejercía la tragedia. Relatando crímenes, liberan las tendencias
agresivas y antisociales; denunciando escándalos, satisfacen necesidades de protesta y reivindicación. El
juez y las formalidades del proceso reproducen las características de la tragedia griega (unidad de tiempo,
de lugar y de acción), dando a los órganos de comunicación social la posibilidad de, con economía de
medios, tener como fin, al mismo tiempo, el objeto (el hecho y sus agentes), los actores (el tribunal y las
partes procesales) y el público (la audiencia)50.
47
Vid. supra, Apartado nº I, nota 6.
48
DE CARRERAS, L., “La autorregulación como alternativa a las restricciones legales informativas y
como sistema de relación entre las televisiones y los jueces”, en Revista del Poder Judicial, nº especial
XVII, noviembre 1999, pp. 254 y 255.
49
GOMIS SANAHUJA, L., “Publicidad del proceso y derecho a un proceso con todas las garantías”, en
Revista del Poder Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, p. 161.
50
Vid., en CUNHA RODRÍGUES J. N., “Justiça e comunicação social. Mediação e interacção”, en
Revista Portuguesa de Ciencia Criminal, año 7, Fasc. 4º, octubre-diciembre 1997, p. 552.
51
Ibídem, p. 162.
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52
CABALLERO FRÍAS, J., “El caso Coppola. Algunas reflexiones sobre la prolongada exhibición de un
paradigma de escándalo”, en Revista del Colegio de Abogados de la Plata, nº 58, La Plata, diciembre de
1997, p. 50.
53
GOMIS SANAHUJA, L., “Publicidad del proceso y derecho a un proceso con todas las garantías”, op.
cit., p. 166.
54
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios de comunicación.
Las fórmulas de espectáculo, op. cit., p. 344.
55
Ibídem, p. 228.
56
DE MIGUEL ZARAGOZA, J., “Libertad de información y “juicios paralelos”: la doctrina del Consejo
de Europa”, op. cit., p. 3780.
57
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios de comunicación.
Las fórmulas de espectáculo, op. cit., p. 228.
58
Si bien hay quien, como CARBONELL MATEU, considera que no afectan ni a la presunción de
inocencia ni a la independencia del Poder Judicial. A su juicio el único bien jurídico que se ve afectado
por este tipo de juicios es el honor. Vid., en CARBONELL MATEU, J.C., “Las libertades de información
y expresión como objeto de tutela y como límites a la actuación del Derecho penal”, op. cit., p. 39.
59
CUNHA RODRÍGUES J. N., “Justiça e comunicação social. Mediação e interacção”, op. cit., p. 564
12
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audiencia que previamente ha dado la opinión que ya tiene formada sobre el tema. El
sentimiento de seguridad jurídica, o simplemente de justicia, estará en juego en la
decisión de los magistrados. “Y un sentimiento no es algo que pueda manipularse con
una sentencia”, tal y como nos recuerda el mismo autor60.
El primer caso que conoció el TEDH sobre esta cuestión fue el caso Sunday
Times, de 26 de abril de 1979, que tuvo su origen en unos artículos de prensa sobre una
cuestión de gran impacto público en aquel momento en el Reino Unido, como fueron
los procesos abiertos contra una empresa farmacéutica a raíz del nacimiento de niños
con malformaciones debidas a un producto llamado Talidomina. La empresa
farmacéutica interpuso una demanda contra el medio de comunicación, aduciendo que
dichos artículos podían entorpecer las negociaciones con la otra parte. A resultas de
dicha demanda se prohibió la publicación de ulteriores artículos, por considerar que
ciertamente entorpecían las negociaciones de la empresa farmacéutica con los afectados
e impedía una administración de justicia imparcial. El TEDH, sin embargo, amparó a la
empresa periodística y, aunque advirtió de los peligros que podían entrañar los juicios
paralelos si la opinión pública prejuzga una cuestión, pudiéndose perder el respeto y la
confianza en los tribunales, también puso de relieve que es completamente legítimo
informar sobre los asuntos de interés público, aunque sobre ellos exista un proceso
abierto, y siempre y cuando, obviamente, se salvaguarden dichos principios61.
60
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios de comunicación.
Las fórmulas de espectáculo, op. cit., p. 231.
61
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., pp. 98 y 99.
62
STEDH Worm de 29 de agosto de 1997, donde este tribunal hace hincapié en que los juicios paralelos
pueden colisionar con los derechos de las partes tales como el derecho a un proceso justo.
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63
STC 136/99, de 20 de julio. Las razones del TC para estimar que no se vulneró el derecho a un juez
imparcial están expuestas en los Fundamentos jurídicos 8º y 9º: “Bastará con señalar que en relación con
supuestos como el presente hemos afirmado que “la Constitución brinda un cierto grado de protección
frente a los juicios paralelos en los medios de comunicación”. Ello es así, en primer lugar, “por el riesgo
de que la regular Administración de Justicia pueda sufrir una pérdida de respeto y de que la función de los
Tribunales pueda verse usurpada, si se incita al público a formarse una opinión sobre el objeto de una
causa pendiente de Sentencia, o si las partes sufrieran un pseudojuicio en los medios de comunicación”
(ATC 195/1991); en este sentido, Sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 26 de abril
de 1979 (asunto Sunday Times, 63) y de 29 de agosto de 1997 (asunto Worm, 54). Pero sobre todo, la
protección frente a declaraciones en los medios de comunicación acerca de procesos en curso y frente a
juicios paralelos se debe a que éstos no sólo pueden influir en el prestigio de los Tribunales, sino muy
especialmente, y esto es aquí lo relevante, a que puedan llegar a menoscabar, según sea su tenor, finalidad
y contexto, la imparcialidad o la apariencia de imparcialidad de los Jueces y Tribunales, ya que la
publicación de supuestos o reales estados de opinión pública sobre el proceso y el fallo pueden influir en
la decisión que deben adoptar los jueces, al tiempo que puede hacer llegar al proceso informaciones sobre
los hechos que no están depuradas por las garantías que ofrecen los cauces procesales. Es más, a nadie
puede ocultársele que la capacidad de presión e influencia es mucho mayor cuando las declaraciones
vertidas en los medios de comunicación sobre procesos en curso corresponden a miembros destacados de
los otros poderes públicos del Estado. Por ello, cuando efectivamente se den esas circunstancias, se
conculca el derecho a un proceso con todas las garantías, incluso, sin necesidad de probar que la
influencia ejercida ha tenido un efecto concreto en la decisión de la causa, pues, por la naturaleza de los
valores implicados, basta la probabilidad fundada de que tal influencia ha tenido lugar (Sentencia del
TEDH caso Worm, 54).
Con todo, a pesar de que debe aceptarse, con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que cuando las
declaraciones sobre procesos en curso intenten llevar al público a la conclusión de que los acusados son
culpables, prediciendo la condena, se justifican restricciones en la libertad de expresión de quien así
actúe, y ello, en particular, cuando la declaración cuestionada se emita en términos tan absolutos que sus
destinatarios tengan la impresión de que la jurisdicción penal no puede sino dictar una sentencia
condenatoria (caso Worm, 51 y 52), en numerosas Sentencias hemos destacado que el postulado que
subraya la extraordinaria importancia de la opinión pública libre, dado el carácter esencial de la libertad
de expresión en una sociedad democrática, se aplica también en el ámbito de la Administración de
Justicia, que sirve a los intereses de toda la colectividad y exige la cooperación de un público instruido.
Es un parecer generalizado que los tribunales no actúan en el vacío. Son competentes para resolver los
conflictos entre partes, para pronunciarse sobre la culpabilidad o la inocencia respecto de una acusación
penal, pero esto no significa que, con anterioridad o al mismo tiempo, los asuntos de que conoce la
jurisdicción penal no pueden dar lugar a debates, bien sea en revistas especializadas, en la prensa o entre
el público en general. A condición de no franquear los límites que marca la recta administración y dación
de justicia, las informaciones sobre procesos judiciales, incluidos los comentarios al respecto, contribuyen
a darles conocimiento y son perfectamente compatibles con las exigencias de publicidad procesal (art.
24.2 CE y art. 6.1 CEDH). A esta función de los medios se añade el derecho, para el público, de
recibirlas, y muy especialmente cuando el proceso concierne a personas públicas (por todas, STC 46/1998
y Sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 26 de abril de 1979 (caso Sunday Times,
65), 24 de febrero de 1997 (caso de Haes y Gijels, 37) y de 29 de agosto de 1997 (caso Worm, 50)).
Congruente con este planteamiento es nuestro criterio, ya sentado en el ATC 195/1991, que la protección
que la Constitución dispensa frente a los juicios paralelos “se encuentra contrapesada (...) externamente,
por las libertades de expresión e información que reconoce el art. 20 CE. Internamente (...), encuentra
límites dentro del propio art. 24 CE, porque la publicidad no sólo es un principio fundamental de
ordenación del proceso, sino igualmente un derecho fundamental (inciso 5º del art. 24.2 CE). De ahí que,
si bien la salvaguarda de la autoridad e imparcialidad del poder judicial puede exigir la imposición de
restricciones en la libertad de expresión (art. 10.2 CEDH), ello no significa, ni mucho menos, que permita
limitar todas las formas de debate público sobre asuntos pendientes ante los Tribunales (Sentencia del
TEDH caso Worm, 50) ...”
14
Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
64
JUANES PECES, A., “Los juicios paralelos. Doctrina del Tribunal Constitucional y del Tribunal de
Derechos Humanos. El derecho a un proceso justo”, Revista del Poder Judicial, número especial XVII,
noviembre 1999, p. 156. En idéntico sentido, CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación.
Una fuente permanente de conflictos”, op. cit., p. 100.
65
QUINTERO OLIVARES, G., “Libertad de prensa y protección de la independencia e imparcialidad
judicial”, en Revista del Poder Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, pp. 335 y ss.
15
Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
66
GIMENO SENDRA, V., “La sumisión del juez a la crítica pública”, op. cit., p. 296.
67
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Poder Judicial, medios informativos y opinión pública”, op. cit., pp. 19 y
ss.
68
AFONSO VIAGAS, O., “Tribunales y comunicación social”, en AA. VV., Poder judicial y medios de
comunicación, op. cit., p. 124.
69
CHIAVARIO, M., “O impacto das novas tecnologías: os direitos do indivíduo e o interesse social no
processo penal”, en Revista Portuguesa de Ciencia Criminal, año 7, Fasc. 3º, julio-septiembre 1997, p.
401.
70
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 110.
16
Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
noticia del espectáculo, la crítica del descrédito infundado, las expresiones duras de la
descalificación gratuita71. Esto es, se impone la necesidad de examinar con calma lo que
realmente viene ocurriendo, y se hace urgente el estudiar medidas o criterios que
faciliten la asunción de responsabilidades, de modo que se proteja el sereno y
profesional juicio de los jueces, se atiendan y garanticen los derechos humanos de los
inculpados y se ponga en claro la función de los medios que configuran la opinión
pública, el ámbito en que les corresponde moverse, las reglas deontológicas a las que
una profesión, la de periodista, decida atenerse, y las consecuencias y efectos sociales
en fin de unos cambios que en todo el mundo pueden advertirse y que en todas partes
preocupan72.
71
Ibídem.
72
GOMIS SANAHUJA, L., “Publicidad del proceso y derecho a un proceso con todas las garantías”, op.
cit., pp. 164 y 165.
73
CATALÁ I BAS, A., “Justicia y medios de comunicación. Una fuente permanente de conflictos”, op.
cit., p. 95.
74
Ibídem, p. 96.
75
MADOUX, M.R., “Criminalidade, processo penal e meios de comunicação”, en Revista Portuguesa de
Ciencia Criminal, año 9, Fasc. 2º, abril-junio 1999, p. 227.
76
BINDER, A., “Importancia y límites del periodismo judicial”, op. cit., pp. 269 y 270.
77
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios masivos de
comunicación. Las formas de espectáculo, op. cit., p. 320.
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Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
Como hemos visto, los ciudadanos quieren, y deben, conocer más directamente
el funcionamiento de sus Tribunales y éstos, sin desatender sus responsabilidades, han
de reforzar, en un marco más abierto y transparente de actuación, el prestigio de las
instituciones judiciales y la confianza de la generalidad de los ciudadanos, a pesar de las
delicadas decisiones que muchas veces deben adoptar. “Para ello —concordamos
nuevamente con FOLGUERA—, además de disponer de los correspondientes medios
auxiliares, los Jueces y Tribunales han de desarrollar un especial esfuerzo en su
formación y perfeccionamiento personal y en la mejora de la motivación y
fundamentación de sus resoluciones, a fin de que éstas no solamente sean acertadas
técnicamente, sino que puedan también ser mejor comprendidas por sus destinatarios
directos y por el conjunto de la ciudadanía”79. Porque, de acuerdo ahora con BINDER,
“la justicia no es mejor por el hecho de emplear palabras raras. Se trata simplemente de
un vicio que tiene la Administración de Justicia y tienen los abogados de
autolegitimarse generando una especie de «aureola mágica» por medio de un lenguaje
oculto. Hecho que tiene efectos negativos sobre los ciudadanos que se van alejando cada
vez más de la Administración de Justicia”80.
78
CUNHA RODRÍGUES J. N., “Justiça e comunicação social. Mediação e interacção”, op. cit., p. 575.
79
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Poder Judicial, medios informativos y opinión pública”, op. cit., p. 16.
80
BINDER, A., “Importancia y límites del periodismo judicial”, op. cit., p. 267.
81
LUCAS MURILLO DE LA CUEVA, P., “La responsabilidad de los tribunales ante la opinión pública
y ante los medios informativos”, op. cit., pp. 66 y 67.
82
BINDER, A., “Importancia y límites del periodismo judicial”, op. cit., p. 267. Una descodificación que
no solamente tienen que ver con el lenguaje judicial. También tendrán que decodificar las propias
demandas sociales ... en términos tales que lleguen a los sectores del poder. Porque si los medios se
interponen, canalizando la decibilidad que se disputa desde ambos extremos, los medios no son
meramente adminículo molesto de los tribunales. Vid., en RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La
administración de justicia en los medios de comunicación. Las fórmulas de espectáculo, op. cit., p. 318.
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Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
Pero las restricciones legales, que duda cabe, tienen una eficacia limitada si falla
la disciplina de las personas afectadas por ellas, y si las empresas de comunicación y los
profesionales de los medios no se atienen a códigos de conducta y se remiten a
organismos de autorregulación. Por ello, en el ámbito periodístico en concreto, y
coincidiendo con DE LA CUADRA84, se hace preciso promover mecanismos u órganos
de autocontrol que garanticen su cumplimiento y que, en su caso, impongan las
sanciones adecuadas. Se hace necesario un órgano estatal, integrado por periodistas,
editores y consumidores de medios de comunicación social, cuya función sea la de, en
aplicación de los códigos deontológicos, hacer la llamada de atención necesaria a quien
se equivoque o se exceda, sin perjuicio de la reclamación judicial que siempre quedaría
abierta. Esto es, hay que estimular la autorregulación, con organismos de arbitraje que
reciban las quejas del público, difundan informes y apliquen códigos deontológicos
aceptados por la misma profesión y las empresas85. Organismos mixtos capaces de
expresar competencias y sensibilidades complementarias —esto es, ni únicamente
judiciales ni únicamente “técnicas” (de los profesionales de la comunicación)—, para
trazar las correspondientes reglas deontológicas y velar por su cumplimiento86.
83
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Poder Judicial, medios informativos y opinión pública”, op. cit., p. 17.
84
DE LA CUADRA FERNÁNDEZ, B., “Los jueces, ¿insumisos a las críticas?”, en Revista del Poder
Judicial, nº especial XVII, noviembre 1999, pp. 328 y 329. Para ver una propuesta concreta de
autorregulación en este sentido, véase DE CARRERAS, L., “La autorregulación como alternativa a las
restricciones legales informativas y como sistema de relación entre las televisiones y los jueces”, op. cit.,
pp. 268 y ss.
85
GOMIS SANAHUJA, L., “Publicidad del proceso y derecho a un proceso con todas las garantías”, op.
cit., p. 170.
86
CHIAVARIO, M., “O impacto das novas tecnologías: os direitos do indivíduo e o interesse social no
processo penal”, en Revista Portuguesa de Ciencia Criminal, año 7, Fasc. 3º, Julio-septiembre 1997, p.
394.
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Publicado en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE – SANZ MULAS, (Coord.), Derecho penal de la
Democracia vs Seguridad Pública, Comares, Granada, 2005, pp. 1 a 33.
informativa y seria, temas graves sin sujetarse a las reglas deontológicas del tratamiento
informativo87.
Y de todos los mass media que duda cabe en que es con la televisión por la que
hay que empezar y con la que más hay que trabajar, por ser la que más condiciona, la
que en más medida llega a toda la colectividad. “El poder de las imágenes es superior al
de la razón”, asevera PASCAL88, recordándonos ese viejo proverbio chino que dice:
“una imagen vale más que mil palabras”. Ya desde entonces se sospechaba la fuerza que
alojaba la imagen89. En el tema que nos ocupa, han sido y siguen siendo numerosos los
programas como Culpable o Inocente (1991), Doce hombres sin piedad (1993), Ley del
Jurado (1994), Veredicto (1994), En la tela de juicio (1996), Caso abierto (2004),
Código Rojo (2004), etc... Programas televisivos dedicados a la “investigación” de
casos famosos, con la pretensión de ofrecer una “verdad” que el sistema judicial ha sido
incapaz de descubrir, lo que a QUINTERO OLIVARES le sugiere “preocupantes
reflexiones, especialmente por el favor con que, se aseguran sus directores, han
conseguido tales programas. Sospechar que se puedan tomar esas diversiones y
prácticas como positivas, respetuosas y democráticas, produce estremecimiento (...)
cualquier justicia paralela —realizada en los medios de comunicación o de cualquier
otra índole— arrancando del legitimo derecho a opinar libremente y a informar, que,
por supuesto, muchos profesionales ejercen de modo inobjetable, propende con
frecuencia a dar la impresión de que la maquinaria procesal oficial es una traba para el
descubrimiento de los culpables, y que las garantías procesales que son patrimonio de
todos son por culpa de los juristas, una especie de refugio atómico para los delincuentes.
Y es entonces cuando la preocupación por el tono de esos programas televisivos se
transforman en náusea (...) que sea más fiable y creíble el método probatorio de un
programa televisivo que el seguido por los jueces o que el público crea que ese modo de
investigar y juzgar es compatible con el respeto de los derechos de los presentes en el
programa, o de los citados involucrados ausentes, constituye la primera etapa de un
peligroso camino que al final llega a la justificación de las policías populares o del
linchamiento, siempre explicando como método para evitar triquiñuelas legales salven
al malvado, con la ventaja añadida de que las equivocaciones no las paga nadie (...).
Seleccionan acusados, pruebas, testigos y lo que haga falta. No hay errores judiciales.
No responderá nadie del daño a los derechos de otros. Se supone que expresan sanos
sentimientos de la opinión pública. Se olvida al final que la llamada justicia popular,
seguramente no es popular y, en todo caso, no es justicia”90.
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87
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como sistema de relación entre las televisiones y los jueces”, op. cit., p. 255.
88
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89
RODRÍGUEZ, E., Justicia mediática. La administración de justicia en los medios masivos de
comunicación. Las formas de espectáculo, op. cit., p. 52
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