La Voz de Mi Conciencia - Simón Radowitzky

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 32

La voz de mi conciencia

Por Simon radowitzky

Carta publicada en “el trabajo”,


órgano de la Federación obrera de magallanes
(Punta Arenas, marzo-abril 1922)

EDICIONES CULTURA Obrera


marzo 2021
BIBLIOTECA
CULTURA OBRERA
PATAGONIA
La voz de mi conciencia
Por Simon radowitzky

Carta publicada en “el trabajo”,


órgano de la Federación obrera de magallanes
(Punta Arenas, marzo-abril 1922)

EDICIONES CULTURA Obrera


marzo 2021
La voz de mi conciencia. Por Simón Radowitzky.
Carta publicada en “El Trabajo”, órgano de la
Federación Obrera de Magallanes (Punta Arenas,
marzo-abril 1922).
1a edición. Marzo 2021 por EDICIONES CULTURA
OBRERA, Patagonia.
Indagación, transcripción, diseño y diagramación:
colectivo editor de EDICIONES CULTURA OBRERA.
Digitalización de “El Trabajo” realizada y compartida por
la Biblioteca Nacional de Chile. Disponible también en el
sitio web de Biblioteca Cultura Obrera Patagonia.
Fotografía de portada: Simón Radowitzky saliendo en
libertad de la cárcel de Ushuaia en 1930, tras 21 años de
prisión. Fotografía de autor desconocido.
Contacto: [email protected]
Sitio web de Biblioteca Cultura Obrera Patagonia:
https://culturaobreramagal.wixsite.com/misitio-1
Facebook: Biblioteca Cultura Obrera Patagonia
Biblioteca Cultura Obrera Patagonia promueve el uso,
reproducción y difusión libre de este material.
Presentación:

Biblioteca Cultura Obrera Patagonia propone dialogar de diversas maneras con el pasado
obrero regional, con su historia escrita o por escribir, en un presente de luchas como las de
ayer. Es un espacio en formación que surge ante la necesidad de aportar en la persistente
reconstrucción de la memoria, reivindicando las luchas históricas de la clase trabajadora en
la Patagonia y Tierra del Fuego. En este afán, de compartir y difundir documentos históricos,
traemos aquí una notable carta de Simón Radowitzky, dirigida a lxs obrerxs organizadxs y
titulada “La voz de mi conciencia”. Esta carta, cuya escritura fue posterior a su intento de
fuga del presidio de Ushuaia en 1918, fue publicada de manera fragmentada a lo largo de 10
números, por el diario “El Trabajo” de la Federación Obrera de Magallanes, durante el mes
de marzo y abril de 1922.

Reseñar brevemente a Simón Radowitzky nos lleva a considerar e imaginar los más diversos
territorios del planeta, de la misma forma nos conduce a una multiplicidad de eventos
históricos y procesos sociales, todos conectados y cruzando la agitada vida de este personaje
clave del mundo ácrata, de principios de siglo XX. En primer lugar, debemos trasladarnos a los
territorios al norte del Mar Negro, a lo que conocemos actualmente como Ucrania. Aquí es
donde, en las afueras de la ciudad de Kiev, nace Simón Radowitzky, algún día de noviembre
de 1891. Proviniendo de una familia humilde, abandona pronto la escuela para ingresar
tempranamente al mundo laboral. A los 10 años empezó a trabajar en un taller mecánico y
desde allí se introduciría de lleno en las dinámicas de la lucha de lxs obrerxs organizadxs
ucranianos, siendo éstas determinantes en la trayectoria de su vida:

“A los 14 años toma parte en la primera huelga. Herido por un sable en el pecho, debe
guardar cama por seis meses. Otra vez, detenido mientras distribuía volantes, es
condenado a cuatro meses de prisión. Cuando estalla la revolución rusa de 1905,
Radowitzky, que no tiene todavía 15 años, es designado secretario del soviet de su
fábrica en Kiev. Cuando sobreviene la represión, se exilia para evitar la deportación a
Siberia. Quiere viajar rumbo a América del Norte, donde se instaló su familia, pero
finalmente arriba a la Argentina en marzo de 1908” (Tarcus, 2005, p. 138).

La institución carcelaria y la reclusión serían un acecho permanente en su historia. En la


Argentina se desempeña como mecánico de Ferrocarriles y también como herrero. De esta
manera es que se involucra, al igual que en Ucrania, de inmediato en la lucha de las
organizaciones obreras de la ciudad de Buenos Aires. En relación a este periodo de su vida la
prensa obrera de esta ciudad en 1927, consigna:

“Cuando llegó a la Argentina era un revolucionario, pero sin una ideología social
determinada. Fue la lectura de La Protesta y el estudio del movimiento obrero de la
Argentina lo que decidió en favor del anarquismo, que tanto correspondía a su sed de
libertad y a su espíritu combativo” (La protesta, 1927, N° 272, p. 371)

Así es que, tan solo con 17 años, concurre a participar de la conmemoración del 1° de Mayo
que tenía lugar en la Plaza Lorea, respondiendo a la convocatoria de los sindicatos. En esta
plaza era donde tradicionalmente se congregaban las organizaciones de inspiración

1
anarquista. Esa jornada, sin embargo, la manifestación sería “violentamente reprimida por la
policía” que se encontraba al mando de Ramón L. Falcón, un ex militar que había tenido
reconocida participación en el violento proceso de colonización de los territorios patagónicos.
La brutal represión de la policía bonaerense dejaría el trágico saldo de 8 muertos y más de
105 heridos. Este 1° de Mayo de 1909 será recordado en adelante como la “semana roja” o
“semana trágica”:

“Entre las páginas más inolvidables de la historia proletaria y revolucionaria de la


Argentina, la manifestación anarquista del primero de mayo de 1909, ocupa un puesto
especial, equivalente sólo a la de los acontecimientos de la Patagonia en los años 1920-
21 o a la de la semana de enero de 1919 en Buenos Aires” (La Protesta, 1927, N° 266,
p.162)

Imágenes de los eventos del 1° de mayo de 1909, aparecidas en el periódico anarquista La


Protesta en 1927 (Ibid.)

Los trágicos eventos cambiarían totalmente el clima social y político de entonces, abriéndose
un ciclo de persecuciones, detenciones y atentados contra los anarquistas. Meses más tarde,
en noviembre de 1909, y como represalia a las muertes y los heridos dejados por la represión
policial, es el joven anarquista ucraniano Simón Radowitzky quien “arrojó una bomba que
terminó con la vida de Falcón y la de su ayudante Juan Alberto Lartigau, que viajaban en un
coche tirado por un caballo” (Tarcus, 2015, p. 139). Una vez arrojado el artefacto y habiendo
conseguido su objetivo, el entonces desconocido Radowitzky sale corriendo y luego:
“transeúntes lo persiguen para lincharlo. Intenta suicidarse disparándose un tiro en el pecho,
pero la policía logra detenerlo con vida” (Ibid.).

A partir de entonces la figura de Radowitzky adquiere relevancia internacional. En las


imprentas del mundo obrero anarquista es calificado como “vengador” y “mártir” y pasa a ser
parte del “martirologio” de los luchadores sociales, teniendo un lugar central en la memoria
colectiva entre quienes se han “sacrificado” por el avance de la lucha de los trabajadorxs
contra los explotadores, sus militares y policías. Por el atentado y ajusticiamiento de Falcón,
Simón es condenado a muerte por la maquinaria judicial argenta, sin embargo, por su

2
condición de menor edad, era inaplicable este tipo de castigo y le fue permutada por presidio
perpetuo en Ushuaia.
De Kiev y la revolución Rusa de 1905 a Buenos Aires y el primero de Mayo de 1909. Ese fue el
trayecto, la infancia y adolescencia de Radowitzky. Otrora evitando la prisión en Siberia había
emigrado a Argentina, pero ahora era enviado como prisionero al penal de Ushuaia en Tierra
del Fuego donde permanece, literalmente, a duras penas por 21 años. Antes de cumplirse una
década de su encierro, tiene lugar un evento excepcional: su intento de fuga. Algunos autores
locales refieren estos eventos como “muy novelescos” (Arriagada, 2017), otros señalan que
“su intento de fuga será objeto de muchas revisiones historiográficas y literarias” (Martinovic,
2016). En la prensa anarquista bonaerense, en 1927, se expresaría en torno a Radowitzky y
su intento de fuga:

“Los anarquistas no lo olvidaron, ni lo olvidarán. En la memoria de todos está la


conmoción de júbilo que sacudió al proletariado del país cuando en noviembre de 1918
se supo de su fuga del presidio con Apolonio Barrera, y el dolor que siguió al júbilo
cuando se supo que los fugitivos habían sido detenidos por un escampavía chileno y
devueltos al penal” (La Protesta, 1927, N° 272, p.372)

Imágenes de la cárcel de Ushuaia en Tierra del Fuego (La Protesta, 1927, N° 272)

Como la prensa refiere, es durante su intento de fuga en que se amplía el contexto geográfico
implicado en la trayectoria de Simón. Apolonio Barrera, un periodista anarquista, encabezó
el rescate marítimo arrendando una pequeña lancha en la ciudad de Punta Arenas, en la cual
se desplazaron hasta Ushuaia. La operación fue todo un éxito en su primera etapa, sin
embargo, como el mismo Barrera consigna en los registros de prensa de la época:

“Las trescientas millas que dista Punta Arenas de Tierra del Fuego las recorrimos sin
mayores contratiempos, bien casi. Pero al llegar al Estrecho de Magallanes ya tres
horas de la ciudad nos dio casa [sic] un escampavía de guerra chileno. Al vernos
perseguidos nos acercamos a la costa. Simón se tiró al agua y ganó la costa. El agua
aquí tiene una temperatura de cinco grados sobre cero. Los que quedamos en la lancha
fuimos detenidos y conducidos a Punta Arenas. De esta ciudad salieron en persecución
de Simón unos cincuenta hombres. Al día siguiente muy próximo a la ciudad, fue
detenido por una de la comisiones que lo buscaban” (en Arriagada, 2017 p. 72).

3
Sobre estas coordenadas de tiempo y espacio, es que en medio de su intento de fuga
Radowitzky habría cruzado su camino con el de la poeta chilena Gabriela Mistral, mientras
ésta trabajaba en el Liceo de Niñas de la ciudad de Punta Arenas, ubicado en la Avenida Colón,
que desciende hasta la costa misma del Estrecho. En un manuscrito de Mistral (1948), la
poetisa califica este evento como “una experiencia inédita”, que tendría lugar luego de una
charla sobre geografía regional que estaba impartiendo. En palabras de la misma poetisa:

“Dos reos políticos del presidio de Ushuaia habían sabido de este curso nocturno y tan
informal, quisieron ir a verme y se les sumaron algunos chilenos inéditos para mis ojos.
Sentados otra vez los seis u ocho me contarían la escapada de corajudos, los trances
de la pampa y el nadar las aguas medio heladas, husmeando entre los materiales
encubridores, hasta alcanzar la ciudad de Punta Arenas (...) (p. 1).

Si bien efectivamente Gabriela Mistral tuvo lazos solidarios y pedagógicos con el movimiento
obrero local, quedará planteada la pregunta si este encuentro con Radowitzky efectivamente
se produce o si, como señala el historiador Osvaldo Bayer (2005), a Simón lo apresan a 12
kilómetros de Punta Arenas, “extenuado y con las ropas heladas”, desde donde fue trasladado
como prisionero a un calabozo del buque de guerra “Centeno”.

El interés y compromiso de las organizaciones sindicales del contexto patagónico por la


liberación de Simón Radowitzky se expresan en constantes publicaciones sobre su situación
en la cárcel de Ushuaia, la Federación Obrera de Magallanes no es la excepción. En este
contexto es que El Trabajo, en tanto órgano de la FOM, publica en 1922, por partes, la carta
de Simón Radowitzky que se presenta a continuación, que también circulaba en la prensa
anarquista bonaerense. La carta viene precedida por una breve presentación del “folletín” y
un “prólogo de los editores”, y había sido escrita tan solo hace alrededor de dos años y
posterior a su intento de escape que lo llevó hasta la ciudad de Punta Arenas, para volver a
ser enviado a la entonces llamada “Siberia Argentina”.

A principio de la década del 30, Simón Radowitzky es puesto en libertad luego de incansables
campañas de propaganda y solidaridad por su liberación. Es prácticamente expulsado de
Argentina, luego de 21 años en Ushuaia, y después sigue estando en reclusión en Uruguay
durante algún tiempo, hasta su liberación definitiva. Allí consigue un trabajo y permanece en
estrecho contacto con sus compañerxs de ideas. Es así como, hacia 1937, Radowitzky decide
asumir el compromiso de ser voluntario en la guerra civil española: “peleando primero
durante diez meses en el frente de Aragón. Luego de una internación, debe replegarse a la
retaguardia, colaborando con la Sección Propaganda de la CNT-FAI en Barcelona.” (Tarcus,
2005, p. 140). El cuadro geográfico en torno a Simón solo se amplía en adelante: debe
abandonar Barcelona en vistas del avance de las tropas fascistas de Franco y la persecución
del ejército stalinista a los milicianos ácratas, trasladándose a Francia:

“Aquí es nuevamente detenido e internado en el campo de concentración de Saint


Cyprien. Se escapó, lo detuvieron, y volvió a escaparse, logrando llegar al París
ocupado, donde sus compañeros pudieron sacarlo para Bruselas (..) Desde Bélgica
partió en un barco, como turista, rumbo a la ciudad de México, donde se puso al
servicio de la Sección Internacional de Ayuda a los Refugiados. Allí se nacionalizó

4
mexicano, adoptando el nombre de Raúl Gómez Saavedra1 (...) Simón Radowitzky
murió en la ciudad de México (...) febrero de 1956 (según otras fuentes, el 29 de febrero
y según otras, el 5 de marzo), a los 65 años, de un ataque cardíaco. Compartía una
pieza de pensión con su compañera y trabajaba en una fábrica de juguetes.” (Ibid.)

A continuación, les dejamos este importante documento histórico, una de las tantas cartas
que logró escribir Simón Radowitzky estando en prisión, esta vez dirigida a lxs trabajadorxs
organizadxs. Es una puerta de entrada a las condiciones del presidio de Ushuaia en ese
entonces, a la vida de un preso político, a la vida de muchos presos y de un agitado principio
de siglo. Un importante documento para la memoria, también para la imaginación histórica y
geográfica y para el pensamiento libertario y su reflexión sobre las cárceles en el mundo2.

Hoy como ayer,


¡¡Arriba lxs que luchan y abajo el régimen de judicialización y cárcel política montado tras la
revuelta!!

Colectivo Editor de Ediciones Cultura Obrera


Marzo de 2021

Bibliografía trabajada para esta presentación:

-Arriagada, Ramón (2017) La Rebelión de los Tirapiedras. Puerto Natales - 1919. Editorial
Fiordo Azul. Puerto Natales.
-Bayer, Osvaldo (2005) Simón Radowitzky ¿Mártir o asesino? Folleto editado por el periódico
anarquista En La Calle. Buenos Aires, mayo de 2005.
-Martinovic, Dusan (2016) Gabriela Austral, su vida en la patagonia chilena. Revisión Histórica
1918-1920. Segunda Edición Enriquecida.
-Mistral, Gabriela (1948). La Antártica y el pueblo magallánico. Versión digital disponible en
Biblioteca Nacional Digital.
-Tarcus, Horacio (2005) Simón Radowitzky Anarquismo y Teosofía. Ideas y figuras de la
izquierda argentina. Dossier. Políticas de la Memoria N° 5. Verano 2004/2005.
-Vairo, Carlos (2005) El presidio de Ushuaia. Vol. 2. Zaguier & Urruty Publications, Ushuaia,
2005.

Archivos de Prensa:
- “La Protesta” (Buenos Aires): N° 266 (18 de Julio de 1927), Artículo: “Evocación del Primero
de Mayo de 1909”. Autor: Santillán D. A; N° 272 (25 de Octubre de 1927) Artículo: “Simón
Radowitzky, el vengador y el mártir”. Autor: Santillán D. A.

1 Según el historiador argentino Osvaldo Bayer (2005), el nombre que adopta Simón Radowitzky en
México será el de José Gómez.
2
Veáse Kropotkin, Pedro: Las prisiones (1877), Las cárceles y su influencia moral sobre los presos
(1877), disponibles en versión digital en la web.

5
Nuestro Folletín3
__

Desde hoy empezamos a publicar, a modo de folletín, una carta del camarada Simón
Radowitzky que se encuentra en el presidio de Ushuaia, quien olvidándose de sus sufrimientos,
relata los de sus compañeros que juntamente con él, son víctimas de los carceleros de esa
Siberia moderna; por la cual recomendamos a nuestros lectores su lectura.
La carta está dirigida a la Federación Regional Comunista Argentina y a todos los
trabajadores.
¡Léanla, compañeros, léanla!

3
Así anunciaba “El Trabajo” la publicación de la carta de Simón Radowitzky en un recuadro dentro
de su ejemplar n°202 del 31 de marzo de 1922, p.3. (Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura
Obrera).

6
Por Simón Radowisky

La voz de mi conciencia4
___

Prólogo de los editores


___

LA CARTA DE SIMÓN

Aquí está. Metida entre las pocas páginas de un folleto; simple, escueta, luminosa de
verdad, la carta de nuestro hermano Simón. Escrita en la clara manera Gorkiana. Simón no es
un literato; sin una frase retumbante de esas a las que, por desgracia, somos tan aficionados,
sin un lamento de humillación, sin una queja arrancada a su angustia; solamente con palabras
verdaderas y concisas; nos llega al alma recta y vibrante.

Al leerla, se recuerda sin querer a Gorki; a sus narraciones que, simplemente, saben tan
bien estrangularle a uno el alma en un nudo de angustia. Pensamos en las mazmorras rusas, en
la Siberia Blanca y desolada… pensamos más aún… Pensamos en un resto de la vieja
inquisición española perdido en la nieve. Y se nos ocurre llamar a Ushuaia la Inquisición
blanca”...

Evocamos las caras bestiales de los carceleros, de morbosos instintos extraviados, el


monton de hombres que arrojó allí la “Justicia”… (¡!) y a los que ella al quitarles el nombre, y
la personalidad borró todo pecado: no son ya más que un número y un dolor.

Simón nunca piensa en él. Es lo suficiente macho para no quejarse. Y en esta carta,
arrastrado por la verdad que desborda de su pluma nos habla de él también… De su dolor que
sospechábamos, que sabíamos…

¿Para qué comentarlo? Hay nada mejor que sus palabras? “Yo estaba tan débil que no
podía tenerme” –dice– Habla de sus largos encierros, de sus castigos, de su enfermedad…
Pensamos también en Gorki. Un día él hace hablar a dos anarquistas de la brutalidad
implacable de sus carceleros. Uno se extraña de ella. Por qué pregunta con ingenuidad- nos
pegan más que a los otros, nos odian, se enloquecen de odio…
El otro contesta simplemente: “Es porque nos tienen verguenza”...

¿Hay nada más claro? Delante del anarquista, del hombre que sabe dar la vida por una
idea, del que sabe llevar la frente alta y bajo el palo mirar con desprecio, sienten ellos la
sensación de su propia miseria moral. “Tienen vergüenza”... Se ensoberdecen y pegan… ¿Qué
sentirán esas bestias delante de Simón?...

4
Esta carta fue publicada de manera fragmentada a lo largo de 10 números de “El Trabajo” durante el
mes de marzo y abril de 1922: Viernes 31 de Marzo de 1922, p. 2 (1); Sábado, 1º de Abril de 1922, p.
2 (2); Domingo 2 de Abril de 1922, p. 2 (3); Martes 4 de Abril de 1922, p. 2 (4); Jueves 6 de abril de
1922, p. 2 (5); Viernes, 7 de abril de 1922, p. 2 (6); Sábado, 8 de abril de 1922, p. 2 (7); Domingo, 9 de
abril de 1922, p. 2 (8); Martes, 11 de abril de 1922, p. 2 (9); Miércoles, 12 de abril de 1922, p. 2 (10).
(Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura Obrera).

7
En el momento en que el Destino armó su mano redentora Simón era un niño. Un niño:
tenía diez y nueve años!... qué son para una vida 19 años locos, exaltados de amor y de
rebeldía!
Y era un puro, y supo darse entero por una idea…
Y cayó sobre él la garra implacable de la justicia (¿?) y hoy es ya un hombre, cansado,
enfermo, envejecido… y la garra implacable no lo ha soltado aún, no lo soltará jamás. Sus
verdugos lo han elevado sobre sí mismo. Han hecho de él un mártir y un símbolo.
Esa fué la obra de los verdugos.

Estas palabras suyas llegarán a lo más puro del alma anarquista. Avivarán la llama de
su dolor, de su amor, y… ¿por qué nó?... de su rebeldía.
Puede también que enciendan en llama de vergüenza muchas caras para las que este
folleto será una bofetada… Porque no es sólo nuestro hermano. Son todos… Y esto tienen que
leerlo los que “saben”, los que “mandan” y duermen en paz…
De esto no son responsables las bestias inconscientes que ofician de carceleros. ¡Qué
saben ellos!
Más aún: Pedida por insistentes gritos de desesperación como éste, fué allí una
comisión de hombres rectos… que bien pudieran ser tartufos… Investigó. Vió. Separó de sus
puestos a los verdugos.

Vemos por esta carta que se dió a los pobres presos la ilusión de una vida más llevadera.
E inmediatamente de alejada la Inspección se repone en sus puestos a las fieras suspendidas,
que llegan con ansias de vengarse de los que hablaron, ensoberbecidas por el triunfo del
retorno, seguros de su impunidad. ¿Qué puede significar esa reposición? ¿Dónde está la
conciencia de los hombres que gobiernan?...

Ellos, los presos, guiados por su instinto, del que no puede hacérseles responsables,
cometieron uno veinte crímenes. ¿Se les castiga? Bien. ¿Quién es más criminal?... Ellos, los
extraviados, o los señores graves, rectos, circunspectos, burgueses, que hacen torturar a seres
humanos como ellos, a los que no conocen, que no les han hecho ningún daño; pudiendo con
una sola palabra hacer más llevaderas sus pobres vidas?
Queda abierta una interrogación.

----

Compañeros: nosotros nunca pensamos en Simón. Es para nosotros una cosa vaga y
lejana. Simón Radowitzky –decimos… Pero no nos damos cuenta de todo lo que encierran esas
palabras. No pensamos que es un hombre, que sufre de todos los dolores, que está solo, que
está enfermo… y todo por nosotros…

Hay que leer la carta, compañeros… Leerla a los hijos, a las mujeres… Grabarla bien
en el corazón. Y si no podemos darle nada, nada… Si nuestras manos son todavía impotentes
para aliviar su suerte, darle amor, todo nuestro amor… Y hacerle, muy en el fondo de nosotros
mismos la más grande de todas las promesas.

8
A LA FEDERACION OBRERA REGIONAL A. COMUNISTA5

Compañeros trabajadores, salud:

Sin esperanzas, pero resignado, enfermo y debilitado, pero con valor, esperaba
tranquilamente en mi larga y silenciosa reclusión entre cuatro paredes, sin ver la luz del día,
sin poder hablar con nadie, esperaba tranquilamente y con firmeza la muerte.

Otros recluídos no pudiendo resistir las crueles persecuciones se han ahorcado; otros
murieron anémicos, tuberculosos; tened presente compañeros, que al que entraba en “reclusión
permanente” se le prohibía la lectura, la correspondencia; no podía fumar ni tomar siquiera un
mate amargo y sólo se le daba media [ra]ción de comida. Yo tenía unos libros en la celda y
cuando lo supieron me retiraron los libros, y me pusieron luz en la ventana y en la puerta; los
libros no había podido leerlos por falta de luz. Pero no se conformaron con eso de tenerme a
media ración e incomunicado rigurosamente; inventaban, buscaban pretextos, y así venían cada
dos o tres días cuatro o cinco guardianes encabezados por Sanpedro, me llevaban a un calabozo
y me obligaban a desnudarme completamente para revisarme. Muchas veces, por estar con
fiebre, me negaba a desnudarme; entonces me amenazaban con la fuerza. Y en mi celda ¡qué
no hacían! Me revolvían y rompían todo: me quitaban lo que les daba la gana, me quitaron una
carta que me mandó mi padre, y cuando ya no tenían más [que] quitarme, q’ Sanpedro me sacó
la bombilla de tomar mate. Verdaderamente era curioso ver las requisas; cada guardián parecía
que tenía gran satisfacción en llevarse algo; hasta la botella del remedio se llevaron y cuando
tenía que tomarlo golpeaba en la puerta y el guardián me lo daba, volviendo a llevárselo
enseguida. Reclamé la botella y me contestaron que reclamara a los superiores.

El aniversario de mi evasión, la banda estuvo tocando bajo mi ventana desde las ocho
hasta las once de la mañana; igualmente a la tarde, desde la una hasta las seis; ellos se divertían
para hacerme recordar la fecha de mi fracaso. Creían molestarme esos treinta hombres con un
maestro de música, creian mortificarme, pero yo me reía de la perversidad de mis verdugos.

Por falta de alimentos, por falta de asistencia médica (en ese tiempo al médico Izaza le
prohibieron la entrada al presidio por protestar contra el abuso de los calabozos) por falta de
aire y de luz me enfermé. Solicitaba al enfermero y para hacerlo venir tenía que gritar desde la
ventana, pues los guardianes no avisaban a la guardia y se disculpaban diciendo que se habían
olvidado.

Mis verdugos, al cerrar la puerta después de la requisa, hablaban en voz alta para que
les oyera: “Este no quiere morirse, está enfermo, no come y está flaco y no le dan ganas de
ahorcarse”.

Un día, como no comía la carne ni los guisos solicité se me diera un plato de sopa de
enfermo y el guardián me contestó: “más pronto le darán una soga que la sopa”. Por pura
5
En la publicación de “El Trabajo”, se señala que la carta está dirigida a la Federación Regional
Argentina Comunista. No obstante, en el diario anarquista de Buenos Aires “La Protesta”, en su
publicación del 25 de octubre de 1927, señala que esta carta fue dirigida a la Federación Obrera
Regional Anarquista (F.O.R.A). Probablemente esta diferencia forme parte del debate ideológico que
había en esa época en torno a la conformación del sindicalismo obrero y su vínculo con las corrientes
políticas del socialismo, anarquismo y comunismo. (Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura
Obrera).

9
curiosidad, un día varios oficiales de un buque solicitaron verme y cuando se abrió la puerta…
se estremecieron al ver el estado en que me encontraba. Un oficial, inconscientemente, me
preguntó si estaba a pan y agua, y el guardián contestó que yo no quería comer. Le dije que
hacía más de un año que estaba pidiendo se me diera por toda comida un plato de sopa y que
me mantenía… moralmente. Entonces Miguel Rocha, que era el jefe interino de la alcaldía,
ordenó me dieran la maldita sopa con unas papas: a los pocos días me la retiró. Pero eso no es
nada: cuando llegó al buque escuela, el médico de abordo hizo varias visitas; solicité una y
después de muchas vueltas me llevaron a presencia del médico acompañado de cuatro
vigilantes, por temor de que hablara del estado en que me encontraba.

Cuando le dije que hacían dos años que estaba recluído sin salir de la celda, no pude
seguir hablando más porque el jefe de vigilancia metió la nariz en el medio y el médico se
retiró. Entonces pedí que me revisara; me rodearon, y bajo las miradas inquisidoras de los
guardianes el médico cumplió con su misión humanitaria comprobando que yo estaba enfermo
de inflamación crónica a la garganta y debilidad pulmonar. Me recetó un buen remedio, pero
una vez que se fué el buque no me quisieron dar más el medicamento ni curar, y la enfermedad
seguía su curso.

En la cuarta celda Pabellón 5.o donde me encuentro, estaba también recluido en las
mismas condiciones el compañero Avelino Alarcón, que fué castigado con quince días de
calabozo a pan y agua por ser íntimo amigo mío y anarquista. Palacios lo hizo recluir después
del calabozo. Al poco tiempo se enfermó. Un día envió una carta a la alcaldía solicitando
asistencia médica y le contestaron que se dirigiera al director. Al mismo tiempo Miguel Rocha
ordenó que no se le diera papel ni lápiz y que no permitieran a ningún recluído mandar carta
sin su conocimiento, fuera al director o a la familia. Alarcón se agravaba más cada día. Muchas
veces yo llamaba al enfermero y le pedía que le hiciera dar algún medicamento para que pudiera
mantenerse hasta que llegara un médico de Buenos Aires para el presidio. Me contestaba que
iba a hablar con Palacios y así pasaban semanas y meses. Un día conseguí un poco de aceite,
azúcar, té y leche condensada; pedí al guardián si quería hacer el favor de dárselo a Alarcón,
pero se negó y cuando vinieron a requisarme me atreví a pedirle a Sanpedro y al jefe de servicio,
González; les rogué, me humillé ante estas dos hienas, pero aseguro que es más fácil conmover
a una piedra que el corazón de estas bestias; les dije que el azúcar era mío, que él no comía
nada y me contestaron: “cuando tenga hambre comerá”. Pocos días después, a fuerza de insistir
ante los guardianes, logré que le llevaran unos pocos víveres. Lloró Alarcón, pues sabía el
sacrificio que tenía que hacer yo para poder ayudarle en algo. Preguntaba siempre a los guardias
como se encontraba Alarcón; (algunas veces de noche hablaba con él algunas palabras en un
descuido de los guardianes, pero nos denunciaron y la dirección dio la orden de castigar con
quince días a pan y agua al que hablara); algunos decían la verdad, otros mentían. Un día a la
hora de la comida, llamé al guardián y le pedí que me dijera la verdad de cómo se encontraba
Alarcón. Me dijo que6 [estaba muy grave. Pedí al guardián X su palabra de que avisaría al

6
El fragmento que sigue a continuación, escrito entre corchetes “ [ ] ”, fue reconstruido consultando los
archivos de “La Protesta”, suplemento anarquista publicado en Buenos Aires, donde se transcribe
íntegramente esta carta en su ejemplar n°272 del 25 de octubre de 1927 (disponible en:
http://americalee.cedinci.org/wp-content/uploads/2016/12/LP1927_SuplQuin_272.pdf ). De acuerdo a
“La Protesta”, esta carta había sido publicada con anterioridad por el diario “Tribuna Obrera”, en el año
1921. Parte de esta carta también fue publicada en el libro de Carlos Vairo “El presidio de Ushuaia.
Vol. 2” (Zaguier & Urruty Publications, Ushuaia, 2005), el cual también fue consultado para su
reconstrucción y contextualización (disponible en:
https://issuu.com/museomaritimoushuaia/docs/ushuaiaii )
Como se puede apreciar en las fotos que adjuntamos como anexo, en el n° 207 de “El Trabajo” la carta
continúa con: “el enfermo, y Palacios y Rocha ordenaron…”. Acá se produce una discontinuidad

10
enfermero; pocos momentos después vino el enfermero y le dijo al guardián: “está grave, pero
tengo que consultar con G. N. Palacios y M. Rocha”. Cuando les dijo que era necesario llevarlo
al aislamiento, Rocha y Palacios le preguntaron si estaba seguro de que Alarcón iba a “morir”
y ante la información del enfermero dieron orden de trasladarlo al aislamiento. A eso de las
seis de la tarde, sentí que los guardianes hablaban de que iban a llevarlo; golpeé la puerta, los
guardianes me abrieron; casi a la fuerza llegué a la celda de Alarcón; no querían abrir la puerta;
yo les dije: “pues, en vez de llevar un cadáver, llevarán dos”. Abrieron al fin... Cuando me vió
hizo un esfuerzo sobrehumano para levantarse. Era un esqueleto, hermanos… Me dijo: “Mi
muerte se aproxima; muero tranquilo, he luchado por nuestro ideal, por el bien de los
trabajadores, he sido siempre leal con mis amigos y justo en mi proceder”. Los guardianes que
estaban presentes no pudieron ocultar las lágrimas al ver abrazadas a dos víctimas de la
sociedad actual. Por temor de que alguno nos viera y los echaran a la calle, los guardianes no
me dejaron más que un minuto. Pocos días después, el 15 de septiembre, murió Alarcón en el
aislamiento.

Compañeros: vosotros podéis juzgar cuál sería mi estado viendo morir a mi lado a un
compañero, a un hermano, y no poder ayudarle y aliviarle en su martirio. Poco tiempo después
mataron de igual modo al penado número 452 (Carlos Barrera). Éste tuvo un cambio de
palabras con varios guardianes; lo apalearon y lo pusieron en el calabozo con orden de tenerlo
a pan y agua hasta que cayera y así lo tuvieron hasta que no pudo levantarse para recibir el pan
y el agua; entonces le trajeron el colchón y le dieron la media ración de comida, quedando
recluído. Pocos meses después, a consecuencia del encierro y las heridas que recibió en la lucha
con los guardianes, se enfermó. Solicitó asistencia médica y le contestaron: “sos un buen pillo,
te hacés el enfermo para que te levanten la reclusión”. El dolor que sentía le obligaba a quejarse
y, un día, ignorando yo quién era el que se quejaba, pregunté al guardián. Me dijo: “Es el 452
que se hace el loco para que le levanten la reclusión”. Yo le demostré que él era demasiado
hombre para fingirse enfermo y que lo hicieran ver por lo menos con el enfermero, pero me
contestó que el jefe de servicio, González, le dijo que se iba a curar solo. Así, poco a poco, fué
perdiendo la razón; cantaba, chiflaba. Una noche yo lo llamé y le dije: “compañero, haga el
servicio, si le es posible, de no chiflar de noche, en vista de que yo también estoy en cama
enfermo”, y me contestó: “hermano, disculpe, no puedo, me han envenenado”, y siguió
quejándose: ¡Ay!... !ay!
Como se quejaba mucho, de día y de noche, el inspector de vigilancia, González fué a
la dirección diciendo que había un recluído que se hacía el loco y]7 el enfermo, y Palacios y
Rocha ordenaron (así me lo dijo el guardián): “dejémelo a pan y agua, yo le voy a hacer pasar
la locura”. Así estuvo hasta que un día el guardián comunicó a la guardia: “parece que el 452
está mal”. Vino el jefe de servicio para convencerse si era verdad y al rato llegó el enfermero.
Este, después de verlo, fue a la dirección y le hicieron la misma pregunta que cuando estaba
moribundo Avelino Alarcón, si estaba seguro que iba a morir. Trajeron la camilla, lo llevaron
a la enfermería y al otro día murió… pidiendo agua.

respecto a donde queda la carta en el número anterior que disponemos de “El Trabajo”, siguiendo el
archivo digital de la Biblioteca Nacional de Chile. Desconocemos si esto se debe a que no contamos
con la digitalización del que sería el n°206 de “El Trabajo”, posiblemente del día 5 de abril de 1922; o
si esa parte directamente no fue publicada. Lo curioso es que, como se puede observar en el anexo,
la numeración correlativa de las partes del texto continúa entre los ejemplares n°205 (parte 4) y n°207
(parte 5) de “El Trabajo”. Hasta que no podamos contar con el ejemplar faltante, quedará planteada la
interrogante. (Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura Obrera).
7
Desde aquí y hasta el final, continúa la transcripción realizada a “El Trabajo” desde su n°207 del 06
de abril de 1922 hasta el n°212 del 12 de abril de 1922. (Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura
Obrera).

11
Compañeros: la emoción no me deja escribir; recuerdo lo que he visto en los diez años
que llevo de presidio, de los cuales más de seis los he pasado en los calabozos , con veinte y
treinta días a pan y agua, en reclusiones y clavada en la ventana una chapa con unos agujeritos
por los que apenas pasa un fósforo –oyendo a mi lado los gritos de “no me peguen más, por
favor un poco de agua”, y en el invierno los presos sin pilchas en los calabozos, no pudiendo
resistir el frío, pedían que los mataran de un tiro, que sería más humano.

Poco tiempo después de haber muerto el penado 452 (Carlos Barrera), se ahorcó el 122.
Ignoro como se llamaba; estaba también recluído. Unas semanas después a fuerza de calabozos
por treinta días a pan y agua, mataron al 629. Un tuberculoso (Lastras 450), también murió. Un
día, a la hora de requisa, un guardián me dijo: “cuidado con romper las sábanas”. Le pregunté
porque decía eso, y respondió, con una sonrisa en los labios, que a la hora de dar el café al
recluído 632 lo encontraron ahorcado con un pedazo de sábana. “¡Eh, cuidadito de romper las
sábanas!”
Yo estaba en la cama, enfermo; no podía levantarme; lo insulté y si tuviera fuerzas le
hubiera tirado el “zambullo”, a la cabeza. Lo insulté, lo mandé a…

Para ellos era un placer, en vista de que yo me debilitaba, me consumía en el encierro,


venir cada día a mortificarme. De repente, un día viene un guardían y me pregunta si conocía
al recluido 35, Luis Bugatto; contesté que yo no tenía que darle cuenta de nada. Entonces me
dijo: “parece que se hace el loco”. Al oír esto me estremecí. Ya hacía varias noches que sentía
a uno hablar solo. ¡Qué no habrán hecho con él! ¡30 días a pan y agua por conversar; 30 días
por haber alcanzado a un castigado a calabozo un pan de contrabando!; la larga reclusión, la
media ración de comida, los gritos de “no me peguen” que llegan de los calabozos, los ayes de
los enfermos, han influído sobre él y perdió la razón. Una vez que gritaba que quería hablar
con el alcaide, lo cambiaron de celda porque la ventana estaba frente a la guardia y lo pusieron
en otra que quedaba fuera de la mía. La mayor parte de los días lo dejaban sin comer porque
gritaba: “hace dos años que estoy recluido; hombre, hombre, soy inocente… me han
envenendo… alcaide!”

Por orden del jefe de servicio, González, un día lo dejaron no solo sin comida sino
también sin agua y con unas tablas le clavaron la puerta. El 35 se enfureció y con las tablas de
la cucheta principió a golpear la puerta. Yo llamé al guardián, le rogué que le diesen mi ración
de pan y comida para que se tranquilizara, pues estaba enfermo de la mente. Me contestó que
no estaba enfermo, que fingía estarlo. Los guardianes venían para divertirse con él y cuando
llegó la noche vino Sanpedro con su cuadrilla para llevarlo al calabozo. Entonces él, al ver
muchos guardianes, se negó a salir de la celda y gritaba: “mátenme, mátenme... Sanpedro decía:
“me cago en dios, si no vas por las buenas te llevaremos arrastrando”. El enfermo al oir esto
agarró una tabla de la cucheta y gritó: “al que entre le rompo la cabeza; ¡socorro, socorro!”.

Compañeros: frente a mi celda se asesinaba a un ser humano… yo no pude aguantar


más, golpeé la puerta, llamé a los guardianes, les expliqué que si le daban comida se quedaría
tranquilo; que él estaba enfermo y sin embargo lo dejaban sin comer cuatro o cinco días por
semana y que así forzosamente cualquier hombre se vuelve furioso. Me contestaron que no me
importaba nada y me cerraron la puerta. En vista de que se negaba a ir al calabozo y sus
verdugos temían que les rompiera la cabeza, hicieron lo siguiente:
En el presidio hay un guardián, Miguel Bolano; este hombre era respetado por los
presos; lo llamaron (todo lo que relato lo he oído yo mismo) y Sanpedro le dijo: “a ver si lo
cambia de celda para quitarle las tablas, y después le daremos el colchón y la comida. El guardia
Bolano se arrimó a la puerta y le habló así: “Oiga Bugatto, ¿cómo le va amigo? Hoy lo dejaron

12
sin comida, pero venga conmigo, lo cambiaremos de celda porque esta tiene la puerta rota”,
pero el enfermo se negó diciendo que lo mataran y pronunciando otras palabras
incomprensibles. El guardián insistió: “mire, 35, usted sabe quien soy yo, que no lo voy a
engañar; le vamos a cambiar de celda y después yo misma le voy a llevar el colchón y la
comida; y le doy mi palabra de hombre”.
Le creyó el 35 y fué a la otra celda… que era el calabozo y antes de que se diera cuenta
de donde estaba, le cerraron violentamente la puerta. El guardián Bolano volvió a la celda de
Bugatto para llevarle el colchón y las frazadas, pero Sanpedro le gritó que se fuera a la guardia
que allí no había nadie. Así cobardemente engañaron al guardián y al preso. A Bugatto lo
tuvieron dos días con agua sola y cinco noches sin frazadas y luego a pan y agua hasta que no
pudo caminar. La intención de la guardia era hacerlo morir como a Alarcón y al 452, pero en
ese tiempo llegó el médico del establecimiento y un compañero fué a decirle que en el pabellón
5.o se encontraba gravemente enfermo un recluído. Lo visitó el médico, le recetó unos remedios
y ordenó que le dieran la cucheta y el colchón; pero ellos querían seguir en la misma forma.
Una semana después volvió el médico a verlo porque gritaba continuamente de noche:
“hombre, madre mía… vení, ¿dónde estás?” Al día siguiente de haberlo revisado el médico,
fueron los verdugos a la celda, lo dejaron a pan y agua y le quitaron el colchón y las frazadas.
Como estaba en cama, sin fuerza para caminar lo tomaron a garrotazos, le quitaron el colchón
y las frazadas, se llevaron hasta el tacho en que orinaba y tuvo que hacer todas sus necesidades
en el suelo. La dirección, para evitar que algún preso diera cuenta al médico, ordenó que a las
consultas asistiera un jefe de servicio, con lo que estaban seguros de que nadie se atrevería a
hablar nada de lo que hacían en el pabellón 5.o. Pero en el momento en que el médico fué al
hospital, un preso de pasada le avisó que en un calabozo del pabellón quinto estaba moribundo
el penado 35. Volvió a ordenar el médico que le dieran comida, colchón y ropa, pero sus
verdugos querían salir con la suya y le dieron media ración y una frazada, y recién cuando
corrió el rumor de que venía una comisión al presidio, le dieron el colchón.

Compañeros, tened presente que lo que os digo en esta carta es una parte solamente de
lo que ví y oí en los dos años que llevo recluído en el pabellón 5.o. ¡Y las palizas en los
calabozos, bajo mi celda y sentir como lloraban por los golpes y el hambre! A decir verdad, a
mí tampoco, cuando estaba sano, la comida, la media ración no me alcanzaba; había noches en
que el hambre no me dejaba dormir. ¡Y pensar que bajo mi celda había otros que no tenían ni
siquiera un poco de agua ni un colchón… los ayes, los gritos! Era verdaderamente como para
volverse loco, y mis verdugos, cuando sacaron a Bugatto, pusieron en la celda a un loco, el
406, que a fuerza de reclusión, calabozos y palizas, perdió la razón y se pasaba el día y la noche
repitiendo este estribillo: “La verdad de mis verdades son puras verdades y las verdades que
yo digo son verdaderas verdades”. Como me era imposible seguir así, pues no podía dormir
por sus “verdades” que cantaba en voz muy alta, pedí que me cambiaran de celda. Me
contestaron: “así se divierte y no se aburre, pero si quiere daremos cuenta a la dirección”.
¿Sabéis lo que hicieron? Viendo que yo me agravaba, que no comía y dormía poco, todas las
noches a las 12 y a las 4 abrían la puerta de mi celda y me despertaban diciéndome: “¿cómo
va?”. Pedí que por lo menos de noche me dejaran tranquilo y me contestaron que era orden
superior venir a verme dos veces por noche, por “temor” de que me ahorcara… Y desde hace
más de un año tengo frente a mi celda al loco que me está cantando “la verdad de mis verdades”,
etc., etc…

Pero no es el mismo loco. Antes había otro, pero curioso; soñaba y deliraba, se
despertaba gritando socorro y llamándome: “Simón, por favor, desatame el nervio que me han
llevatto al infierno y me han amarratto il cuore… lloraba, gritaba. Los guardianes, ¡idiotas!
venían por la noche a divertirse con él; hay otro que delira que le mataron la mujer y los hijos.

13
A ese hombre un oficial de policía, en Córdoba, le deshonró una hija, y la puso en una casa de
prostitución. Al saberlo él, mató al oficial y lo condenaron a 25 años de presidio. Desde que
llegó aquí perdió la razón. Al principio, como era costumbre, decían que se hacía el loco, pero
ya van tres años que está demente, ¡y que no han hecho con él! Es verdaderamente
incomprensible que no haya muerto por los malos tratos que recibió. No volverá a recobrar la
razón nunca más. No sé cómo se llama; tiene el número 273.

Desde el 30 de Noviembre de 1918 hasta el 7 de enero de 1921, estuve entre cuatro


paredes, sin ver la luz del día y a media ración. Y con ésta van cuatro reclusiones que sufro. La
primera fué desde marzo de 1912 hasta octubre de 1913; la segunda desde febrero de 1914
hasta diciembre y la tercera desde octubre de 1915 hasta el 25 de mayo de 1916. En cada
reclusión que entraba, primero me tenían 20 o 30 días a pan y agua; después, cuando trabajaba,
sufrí muchas calaboceadas.
--
El 3 de enero a la hora de la comida, se me presentó en la celda el inspector de justicia
doctor Víctor Barón Peña. Me preguntó cómo me llamo. Le dije mi nombre. Aunque ya sabía
quién era él, para mayor seguridad le pregunté:
– Es usted inspector de justicia?
– Sí.

Quise hablar pero me dijo que siguiera comiendo que ya me llamaría al día siguiente.
Así fue.
Al otro día a la tarde me llamó a la dirección, y debo confesarlo: apenas tenía fuerzas
para caminar y estar en pié. El inspector de justicia tuvo que darme una silla en la que me senté
para poder declarar. Hablé: hablé mucho: conté todo lo que ví y sufrí desde el día que llegué al
presidio; todas las reclusiones, los calabozos, las persecuciones de que son víctimas los presos.
Me atendió muy bien: me dijo que todo se cambiaría, que él venía con una misión humanitaria
y a hacer justicia. Le demostré que en muchas intervenciones, cuando llegaban, a los presos se
les trataba bien, y al día siguiente de haberse embarcado los interventores, de vuelta para la
capital, se volvía en el presidio a los procedimientos antiguos.
Me aseguró que esta vez no sería así y que tendrían que cumplir las órdenes que diera;
que a los presos se les trataría humanamente. Después desfilaron ante él todos los recluídos.
Algunos al ir a la dirección se caían; entonces el inspector fué hasta las celdas y allí el hombre
tuvo que hacer esfuerzos para contener las lágrimas, al oír que por pedir un recluido al jefe de
servicio, González, que le hiciera curar que estaba enfermo, y por haberle dicho eso desde la
ventana, lo tuvo 37 días a pan y agua (en el momento en que escribo está moribundo; ayer lo
llevamos yo y otro compañero al aislamiento); y los padecimientos inauditos de otros que se
volvieron locos de hambre y por las palizas; otros que estaban desde hacía más de dos años sin
camisa y otros (un loco que lo insultó) que por hablar por la ventana sufrieron 30 días a pan y
agua y cuando se le antojaba a Sanpedro llenaba los calabozos. El inspector verdaderamente es
digno de admiración; compañeros, ha hecho honor a la justicia. Hasta la una de la mañana iba
de pabellón en pabellón y de celda en celda. Suspendió a Palacios y a Rocha; despidió seis
celadores, y el 7 de Enero levantó a reclusión a todos los que estábamos en el pabellón 5.o.
Desgraciadamente para mí y otros recluídos, un poco tarde se habría la puerta; pero, por lo
menos, tendré una satisfacción al morir: haber visto un ser humano y la luz del día.

Y no solo esto hizo el inspector, que era un hombre, un hombre de honor. El día que
habló conmigo, al retirarme le dije que si quería tener las pruebas de las palizas que pegaban
en los calabozos, en el pabellón donde yo estaba recluído podía encontrar palos y una goma

14
llena de arena; le indiqué el sitio donde los tenían guardados; fue allí, los encontró y encontró
algo más…

Los de la dirección, es decir, Palacios y Rocha, le dijeron que los garrotes eran de los
presos (cuando encontró los garrotes se presentó el jefe de vigilancia José Muzzo y cuando el
inspector le preguntó para qué estaban allí los garrotes, no supo contestar nada, se quedó
confundido) y que nosotros teníamos armas de fuego, cuchillos, dagas, etc.
Al día siguiente el inspector ordenó que todo el personal se presentase a las tres de la
mañana; ellos creían que era una orden nueva o alguna maniobra. A las tres se presentó el
inspector y dió orden de requisar las celdas. Desde las tres hasta las nueve de la mañana duró
la requisa que se efectuó en presencia del inspector; y lo único que encontraron fueron
yesqueros… con eslabones. Se rió el inspector y preguntó si aquí los yesqueros eran armas de
fuego y las cuchillas… unos pedazos de lata que tenían los presos para cortar la carne. Entonces
comprendieron que el inspector no había venido a oir la banda de música y asistir a banquetes,
y los guardianes y algunos presos empezaron a fomentar discordias en los pabellones
aconsejando a los presos que no fueran al trabajo; pero todos los penados se dieron cuenta y
denunciaron al inspector los guardianes que daban lugar para que se hicieran desórdenes y q’
se sublevaran los presos; todo fué inútil: los presos estaban unidos y se portaron muy bien en
las declaraciones.
Pocos días después llegó en el crucero “San Martín” una comisión compuesta por cuatro
diputados. Primero fueron al pabellón 5.o. Al llegar a mi celda me preguntaron por qué era tan
perseguido en el presidio. Hablé más de dos horas; describí todo: como se nos trata aquí, los
castigos, las reclusiones, etc, etc. No pude hablar más, pues estoy enfermo de la garganta y se
me cortó la voz. Fueron a las otras celdas y se horrorizaron al ver a los demás recluidos.
“Verdaderamente, – dijeron – está justificada la fama de que goza este presidio. Cuando fueron
al aislamiento, donde casi todos los enfermos son víctimas del pabellón 5.o, huyeron, no
pudiendo ver a los moribundos ni a los tuberculosos escupiendo sangre.

Compañeros trabajadores: en nombre de los que se encuentran en el presidio, mis


compañeros de infortunio, os saludamos y agradecemos por vuestra iniciativa contra los
crímenes de este sombría presidio.

Simon RADOWITZKY
Presidio de Ushuaia, Enero de 1921.

POST DATA.– Ahora el presidio marcha regularmente, pero… ayer pusieron un nuevo
reglamento por el que parece que volveremos a estar como antes. Veremos.
Para clavar la chapa de que les hablo en esta carta, hacen lo siguiente:
Quitan la ventana, y como la chapa tiene la misma medida, la clavan y tienen el penado
que soportar el viento helado que entra por los 400 agujeritos, tan pequeños que apenas pasa
por ellos un fósforo. En esta forma encontró el inspector, recluído, a mi amigo Enrique Arnold
(165). Según el médico, si permanecía un mes más así hubiera muerto. Ese recluído era enfermo
y lo perseguían como hombre intelectual porque no quería vender su pluma al mayor Grandón,
y a G. N. Palacios. Es digno de admiración por lo que ha sufrido por el bienestar de los presos.–
SIMON.

FIN

15
“El Trabajo” n°221, lunes 1º de mayo de 1922. p. 1.

Remember

En este dia consagrado a conmemorar el significado del martirolojio de aquellos


mártires por el ideal de justicia y liberación humana; de esos camaradas que cayeron inmolados
en aras de una santa y justa causa: defender al pueblo trabajador de los zarpazos del capitalismo
allá en la ciudad del dollar, Chicago; viene a mi memoria el martirolojio de un héroe, de un
vengador del pueblo y que se encuentra trás los muros formidables, de aquella ergástula perdida
en una región glacial.
Me refiero al camarada Simón Radowiztky, a este camarada valiente y sincero que sin
importarle los sufrimientos continúa firme como baluarte, con la enerjía de un hombre de alma
noble bien templada; soporta con la entereza de los dignos los vejámenes é injusticias de los
sayones8, de los q´ hoy tienen el poder en sus manos y de toda esa canalla metalizada que oye,
obedece y ejecuta: ¡Son los carceleros! los bestias, los mastines9 de la burguesía!.
La mitad de su existencia el rebelde camarada Radowiztky la ha pasado en ese antro
funerario denominado Presidio de Ushuaia; siendo víctima de martirios solo comparados con
la era neroniana, sufrimientos que los afronta con la valentía de los dignos, de los héroes.
El hermano Simón es el mártir de esta era de los contemporáneos, la víctima de la actual
Sociedad, de esta Sociedad egoista y perversa, que tendrá que rendir cuentas de todos sus
crimenes durante su periodo de predominación el gran día de la justicia social.
Lleguen hasta el camarada Simón Radowitztky estas líneas que envuelven una protesta
viril en contra la sociedad que lo tiene sumido en la ergástula10 expiando una acción que solo
fué vengar al pueblo de la odiosa tiranía de un Falcon; al mismo tiempo reciba hermano Simón
el saludo fraternal de los trabajadores magallánicos que os alientan en vuestro encierro en la
esperanza que llegue el día de las “reparaciones”.
Salud! gran hermano nuestro! Salud! camarada mártir de nuestra causa!

P. MIRANDA D.

8 Verdugos (Nota del colectivo editor de Ediciones Cultura Obrera).


9 Perro fornido (Nota del colectivo editor de Ed. C.O).
10 Prisión romana para esclavos y prisioneros de guerra (Nota del colectivo editor de Ed. C.O).

16
Anexo

17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
EDICIONES CULTURA Obrera

También podría gustarte