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El género no binario como manera deconstruida de interpretar el mundo


Non-binary Gender as a Deconstructed Way for Interpreting the World

Said Josué Medina Altamiranda†


Universidad del Rosario - Colombia
DOI: https://doi.org/10.33975/disuq.vol11n2.861

Φ
Resumen

El presente artículo presenta recursos teóricos que evidencian cómo el género no binario ha sido
estigmatizado, invisibilizado y no reconocido dentro de la sociedad occidental contemporánea.
Desde el lenguaje en el que estamos sumergidos, la lógica patriarcal ha discriminado a aquellas
personas que no se sienten identificadas con los géneros hegemónicos, hombre-mujer, los cuales
representan dos únicas maneras de ver el mundo. El género define una manera de interpretar el
mundo, por lo tanto, el género no binario también tiene esta cualidad. Dialogar con los distintos
géneros, incluyendo los disidentes, nos permitirá deconstruir los conceptos que tenemos en torno
al sexo, identidad de género, expresión de género y orientación sexual. En un primer lugar, se
aborda el tema del binarismo y la crisis de las identidades en la sociedad occidental. En una
segunda instancia, analizo las complejidades lingüísticas y epistemologías del género no binario;
finalmente, realizo una lectura de la noción de género a través de la perspectiva hermenéutica,
para comprender cómo el género no binario constituye una disidencia de los géneros hegemónicos
y aporta una concepción e interpretación deconstruida del lenguaje y, por lo tanto, del mundo.

Palabras clave: género no binario, hermenéutica, lenguaje, lenguaje inclusivo, sexo.

*
Recibido: julio 1 de 2022. Aceptado: septiembre 20 de 2022.

Contacto: [email protected]

Disertaciones, N° 11 (2), Julio-Diciembre, 2022, pp. 67-85. ISSN: 2215-986X


Said Josue Medina Altamiranda
_________________________

Abstract

This article presents theoretical resources that show how non-binary gender has been stigmatized,
invisibilized and unrecognized within contemporary Western society. From the language in which
we are immersed, patriarchal logic has discriminated against those who do not identify with the
hegemonic genders, male-female, which represent two unique ways of seeing the world. Gender
defines a way of interpreting the world, therefore, non-binary gender also has this quality.
Dialoguing with different genders, including dissidents, will allow us to deconstruct the concepts
we have around sex, gender identity, gender expression and sexual orientation. In a first instance,
I address the issue of binarism and the crisis of identities in Western society. In a second instance,
I analyse the linguistic complexities and epistemologies of non-binary gender; finally, I make a
reading of the notion of gender through the hermeneutic perspective. To understand how the non-
binary gender constitutes a dissidence from the hegemonic genders and offers a deconstructed
conception and interpretation of language and therefore of the world.

Keywords: Non-binary Gender, Hermeneutics, Language, Inclusive Language, Sex.

Cómo citar este artículo: Medina Altamiranda, S. J. El género no binario como manera deconstruida de
interpretar el mundo.Revista Disertaciones,11(2), 67–85. https://doi.org/10.33975/disuq.vol11n2.861

Material publicado de acuerdo con los términos de la licencia Creative Commons Attribution-
NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International (CC BY-NC-ND 4.0). Usted es libre de copiar o
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no lo haga con fines comerciales y no realice obras derivadas.

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El género no binario como manera deconstruida de interpretar el mundo

Introducción

Las sociedades occidentales han creado una compleja red de conceptos y categorías; en
estas habita el ser humano como ser lingüístico. Los conceptos son un gran entramado
sobre el que hemos construido artificialmente todo lo que somos y comprendemos acerca
del mundo. Lo que se denomina hombre y mujer es un producto meramente artificial
creado por el lenguaje y materializado en la sociedad. Las construcciones conceptuales
del mundo occidental están, de cierta manera, determinadas por la binariedad. Nuestra
concepción del género también está atravesada por la visión binaria del mundo, como lo
es Hombre y Mujer. Todo aquello que quede por fuera de estas categorías es negado e
incluso invisibilizado por la sociedad. El género no solo determina los pronombres con
que cada persona es tratada, sino que es una dimensión que atraviesa todas nuestras
posibilidades de estar en el mundo, lo que impone unas estructuras axiológicas y
ontológicas (García-Granero). Debido a las recientes luchas de las inconformidades por
las identidades, que han tenido diversos grupos sociales, desde hace algunos años ha
tomado fuerza la discusión frente al género no binario, que, en esencia, “el no binarismo
hace referencia a un término paraguas que recoge todas las disidencias del binarismo de
género como sistema’’ (Iturri Zabalza 7). Esta categoría surge como una necesidad situada
de entender a sujetos que no se sentían identificados con los géneros impuestos, lo cual
les permite establecer su proyecto de vida de una manera más libre y fluida.

Este artículo no pretende ser una teoría del género no binario. El objetivo de este es
analizar cómo las identidades no binarias son una manera de interpretar el mundo,
entendiendo el género como una dimensión por la cual estamos en el mundo, para
comprender cómo estos sujetos han concebido una forma de superar los binarismos que
existen en la sociedad y que rigen la super estructura de la cultura.

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El binarismo y la crisis de identidades

Las identidades se establecen dentro de un marco sociocultural. Las determinan la familia,


la sociedad, el contexto y quienes nos influyen, somos una suma de todo lo anterior. El
lenguaje configura nuestras identidades, por ello, en el momento en que al sexo se le
determina el género se determina un modo de ser, un modo de manera específica (Díaz).
Si colocamos las cosas en cuestión, las identidades en el marco de la cultura occidental
están basadas en los dualismos que presentan la idea de lo absoluto y la alteridad,
Plumwood afirma que estos binarismos:

son claves para el pensamiento occidental y reflejan las formas más importantes de
opresión en la cultura occidental. En especial, los dualismos de masculino/femenino,
mental/manual (mente/cuerpo), civilizado/primitivo, humano/natural, corresponden
directamente a, y naturalizan respectivamente, opresiones de género, clase social, raza y
naturaleza (Cit. en Rodríguez et al. 986).

Esta manera binaria de ver el mundo trae consigo una serie de problemáticas. La
primera, es que desconoce a sujetos o categorías que están más allá de los dualismos. La
segunda, que obliga y normaliza a sujetos a identificarse bajo estas concepciones, lo cual
discrimina y no permite en gran medida desarrollarse libre y fluidamente. Por último, estas
categorías favorecen la discriminación por género, raza, clase, sexo entre otras. En gran
parte, estas hegemonías categóricas dejan fuera de los espacios académicos, sociales y
culturales a lo femenino, lo no europeo, lo no blanco y heteronormativo. El dualismo en
el que se rige la sociedad es intransigente y esto hace que en la sociedad occidental haya
elementos cishetero patriarcal y que ejerza su presión sobre las otredades. Lo que silencia,
patologiza, discrimina y violenta cualquier iniciativa que atente con la permanencia de esa
ideología que es hegemónica y supremacista.

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De acuerdo con lo anterior, las categorías rigen nuestra sociedad y definen nuestros
horizontes de significado. Las identidades si bien son una manera de estar en el mundo,
estas no son rígidas, como lo suelen ser los conceptos. En la actualidad escuchamos
diferentes identidades en torno a la sexualidad y el género: lesbianas, homosexuales,
pansexuales, intersexuales, no binarios, hombre-mujer, entre otras. Sin embargo, puede
que en la sociedad se realicen unos cuestionamientos frente a esto, sobre todo cuando en
el imaginario colectivo existe la creencia de que el género y la orientación sexual se
definen por los órganos genitales que el individuo posea.

En esencia, hay cuatro instancias referentes a nuestro tema que envuelven a los
individuos y que todas estas componen su identidad como ser humano. Las diferencias
entre sexo,1 género,2 orientación sexual3 y expresión de género4 son concretas, pero en la
sociedad estas diferencias no se contemplan y se impone que todas estas características
son una sola y que están basadas en los órganos sexuales. Identificar a las personas según
su sexo es afianzar la sexualización de los individuos y de sus cuerpos, lo que, suprime
las libertades y la autonomía de los sujetos, porque viven bajo las cadenas de su sexo y
de sexualización. Sin embargo, Butler (2007), citando a Wittig, afirma que:

1
Si bien el sexo es aquel factor biológico el cual determina nuestras características sexuales, antropólogas
como Stolcke señala que: “‘la biología no es destino` sino que las diferencias sexuales son siempre
elaboradas simbólicamente, de manera que concepciones acerca de lo que es ser ‘hombre’ y ‘mujer’ en una
cultura están cargadas de significados que trascienden los puros ‘hechos’ de la biología humana”.
2
Según Harding, el género tiene tres divisiones: el simbolismo genérico, la división socio-sexual y los
procesos de construcción de la identidad. El género es un sistema simbólico que divide y a su vez oprime
a lo que no es heteronormativo y patriarcal y que a su vez influye en la identidad de los sujetos. También
es una categoría asimétrica del pensamiento humano, de la organización sociales y de la identidad y
conductas individual.
Es importante subrayar que “la identidad de género refleja un sentido profundo y experimentado del
3

propio género de la persona. Todo el mundo tiene una identidad de género que es integral a su identidad
en sentido general. La identidad de género de una persona suele estar en consonancia con el sexo que se
le asignó al nacer” («UN Free & Equal | DEFINITIONS»).
Según un nuevo estudio, “La expresión de género es la forma en que manifestamos nuestro género
4

mediante nuestro comportamiento y nuestra apariencia. La expresión de género puede ser masculina,
femenina, andrógina o cualquier combinación de las tres. Para muchas personas, su expresión de género
se ajusta a las ideas que la sociedad considera apropiadas para su género, mientras que para otras no” (UN
Free & Equal | DEFINITIONS, 2017).
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el género es el índice lingüístico de la oposición política entre los sexos. Género se utiliza
aquí en singular porque realmente no hay dos géneros. Únicamente hay uno: el femenino,
pues el “masculino” no es un género. Porque lo masculino no es lo masculino, sino lo
general (65).

Lo anterior confirma el androcentrismo que existe en nuestra sociedad, muestra


5
cómo lo masculino se asocia a la raza humana. Este fenómeno se puede evidenciar
cuando, en los espacios académicos y en otros se usa la palabra Hombre para referirse a
la humanidad, o también se evidencia en nuestro lenguaje cotidiano en el momento en que
para hablar en plural se usa el masculino.6 Por otra parte, hay que tener en cuenta que el
género no solamente es una clasificación que hace la sociedad, sino que constituye una
episteme conceptual, mediante la cual se universaliza el marco binario del género (Butler
66). Teniendo esto en cuenta, podemos afirmar que el binarismo de género tiene toda una
carga conceptual, epistemológica y cultural que se asienta sobre los cuerpos.

Desde el siglo pasado, con los movimientos feministas, se empezó un


cuestionamiento sobre el papel que tenían las mujeres en la sociedad. Por supuesto, esto
llevó a teorizar sobre lo que implica la circunstancia femenina, es decir, la manera en
cómo los sujetos leídos como mujeres han vivido las diferentes discriminaciones en la
cultura occidental, y cómo está subordinada por el patriarcado. En ese momento en que
las identidades dejaron de estar sentadas bajo los discursos heteropatriarcales y surgieron
las preguntas: ¿qué es ser hombre? ¿qué es ser mujer? Es importante mencionar que no se

Simone de Beauvoir, en su obra El segundo sexo, afirma que, “no se nace mujer, se llega a serlo”
5

(Beauvoir 422). Lo anterior nos dice implícitamente que, en el marco del género, los «hombres» no sé
cuestionan acerca de su género ni hacen una transición a ser hombres ni nada por el estilo sino de que en
el momento de su nacimiento donde se le asigna su sexo ya tienen definida, de cierta forma, una ontología,
la ontología de la humanidad. Mientras que el sexo femenino si tiene unas transiciones y se llega a ser
mujer de acuerdo con unos parámetros socio culturales.
6
Según la Real Academia Española (RAE) nos dicta que los pronombres masculinos se emplean para lo
masculino y para la especie humana sin distinción de sexo. Empero, según Iturri (2021), “la función de la
Real Academia de la Lengua se limita a recoger el uso de la lengua, no a normativizarla, por lo que un
uso prolongado, extendido y normalizado de estas fórmulas en el tiempo podría llevar a que se
consideraran parte de la norma” (8).

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pueden separar las identidades de la identidad de género, “por la sencilla razón de que las
“personas” sólo se vuelven inteligibles cuando poseen un género que se ajusta a normas
reconocibles de inteligibilidad de género” (Butler 59). En este orden de ideas, cuestionarse
la identidad es también cuestionarse la identidad de género, en tanto que establece la
manera en que las leyes culturales recaen sobre el individuo.

En suma, todas las cuestiones, abarcadas en este apartado, dan cuenta de la


naturalización no solo del binarismo de género sino también de cómo este fenómeno es
hegemónico y obliga a los individuos a estar en una heteronormatividad que se presenta
como manera única de ver el mundo. Además, hay una naturalización de lo masculino
como lo universal y que se toma de referencia para la humanidad. La identidad debe estar
en crisis permanente solo así puede evolucionar y ser creativa. En suma, el binarismo es
problemático en la medida en que suprime cualquier intento de cambio en la manera de
ver, ser y estar en el mundo. Así como el género binario es una construcción también se
puede deconstruir. En este estado de cosas no puede haber dos maneras únicas de percibir
el mundo porque, en últimas, se está privando a los individuos de identificarse de la
manera en que ellos quieren y no de la manera en que las leyes culturales, ya naturalizadas,
les imponen.

El género no-binario: complejidades epistemológicas y lingüísticas

He optado por tomar este problema desde una óptica filosófica, dado que “la filosofía es
el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos” (Guattari & Deleuze 1997 8). A esta
tarea se le suma la de revisar, ajustar y cuestionar constantemente dichos conceptos.
Revisar la categoría de género no binario, teniendo en cuenta todas aquellas aristas tan
complejas que encierra, nos dará algunas pistas acerca de lo complejo que es el género no
binario y de cómo este debe ser entendido desde una manera situada. Entendido como
aquella construcción sociocultural, el género es una categoría que es estática, que coloca
al individuo en una especie de cárcel artificial creada por el lenguaje. En ese estado de
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cosas, el género es una imposición que es intransigente con unas estructuras bastante
definidas. Ante esta problemática, Keyla Díaz (2019) propone la categoría filosófica de
“Género líquido”. 7 Una cuestión que es importante resaltar es que las personas con
identidades no binarias no conciben el género de una manera heterogénea e intransigente.
Por el contrario, constantemente conciben y performan el género de acuerdo a la voluntad
individual. En este orden de ideas, el género no binario no impone unas conductas
particulares, por el contrario, permite al individuo gestionar de la manera en que mejor
pueda para desarrollar su proyecto de vida.

Si bien el género no binario recoge todas aquellas identidades que disiden de las
categorías heteronormativas, estas también se encuentran con una problemática. Esta
categoría en el momento en que los sujetos la adoptan se vuelve un dilema que cambia
incluso según los días o momentos. En suma, el género no binario no es una categoría
estática como ya hemos mencionado. Los cambios que tienen los individuos están ligados
a intereses, emociones, situaciones e historias, etc. Precisamente, en tanto que no existe
una única forma de ser parte de esta identidad, esta libertad es una de las cualidades que
encierra este género. No obstante, no debe confundirse esto con las cualidades del género
fluido.

Por otro lado, existe una problemática que gira alrededor de la categoría de género.
Según Jeffreys, la igualdad de género no es posible porque el género es una jerarquía. Es
decir, el género tiene intrínsecamente unas relaciones de poder, de las cuales el individuo
no se puede librar. Mientras que el género exista siempre habrá unos dominados y unos
dominantes. Pero ¿en qué medida la categoría de género afecta al género no binario? La
respuesta no es nada sencilla, en el instante en que el género no binario se revela contra
el binomio establecido de inmediato hay una resistencia a aquellas dominaciones. Las
relaciones de poder son inherentes al ser humano, en este sentido, lograr salirse de los

Díaz afirma que: “el género líquido es una ruptura frente al paradigma de la identidad de género y sexual,
7

que representa lo sólido. Para Bauman (2002; 2006; 2008), la liquidez es el estado que el ser humano ha
adquirido socialmente en los últimos tiempos, es decir, lo que existe en esta época es un sujeto en
permanente tránsito, transformación, cambio, etc., un individuo que alcanza una condición volátil a fuerza
de una sociedad que se presenta plagada de incertidumbres y cambios vertiginosos, una sociedad líquida”
(27).

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binarismos de los límites de los géneros establecidos es oponerse a las opresiones


milenarias de género. Sin embargo, esto no se materializa porque el poder que opera sobre
los individuos va más allá de las decisiones individuales que estos tomen. Las identidades
no binarias son disidencias de los géneros hegemónicos, esto no significa que las
opresiones del patriarcado no operen sobre estos individuos. Por el contrario, es allí
cuando toda aquella estructura social de poder opera, ya que la tradición social exige que
los individuos se identifiquen con alguno de los géneros establecidos, hombre-mujer,
debido a que, para no es posible que haya seres humanos que se escapen de aquel binomio.

El género no binario ha sido invisibilizado, incluso en la comunidad LGTBIQ+,


debido a la discriminación lingüística y a la negación de la posibilidad de escapatoria del
binarismo de género. Dicho ocultamiento inicia desde el lenguaje. En definitiva, el ser
humano está inmerso en el lenguaje, esto es, nuestra manera de estar en el mundo es a
través de este. Es imposible salir del lenguaje, es nuestra fuente de existencia, en él
existimos, creamos, destruimos, pero también podemos infringir dolor. Esto abre
interrogantes tales como:

¿Podría acaso el lenguaje herirnos si no fuéramos, en algún sentido, seres lingüísticos,


seres que necesitan del lenguaje para existir? ¿Es nuestra vulnerabilidad respecto al
lenguaje una consecuencia de nuestra constitución lingüística? Si estamos formados en el
lenguaje, entonces este poder constitutivo precede y condiciona cualquier decisión que
pudiéramos tomar sobre él (Butler 2009 16).

De acuerdo con la tradición filosófica en Occidente, una de las características


principales del ser humano es que este es un ser dotado de lenguaje y de razón. Pero el
lenguaje es mucho más que códigos y más que palabras, el poder que tiene el lenguaje
sobre nosotros es inimaginable. A través del lenguaje nombramos a las realidades
concretas, pero también a las abstracciones conceptuales. Si algo no se nombra
permanecerá en la inexistencia o en el ocultamiento. Las identidades no binarias han sido
ocultadas por la sencilla razón de que no se nombran. Si bien, en la sociedad actual ya los
temas sobre la población diversa han alcanzado cada vez más espacios, es evidente la
discriminación y la negación de los individuos no binarios. En este sentido, “los límites

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de mi lenguaje son los límites de mi mundo” (Wittgenstein 86). Es decir, la articulación


de pensamiento, lenguaje y realidad es una unión inseparable. En el momento en que
enunciamos algo es porque ya lo hemos pensado y eso se puede materializar en la realidad
(Hirschberge 2011). En consecuencia, sino se habla sobre el género no binario se está
desconociendo su existencia, la sociedad no contempla la existencia de estos sujetos, por
lo tanto, los está negando El reconocimiento de las cosas en el mundo o de los fenómenos
empieza por nombrarlos, en consecuencia, si estamos sumergidos en el lenguaje,
dependemos de él para poder darle reconocimiento a algo. Sin embargo:

el lenguaje no es una creación arbitraria de la mente humana, sino un producto social e


histórico que influye en nuestra percepción de la realidad. Al transmitir socialmente al ser
humano las experiencias acumuladas de generaciones anteriores, el lenguaje condiciona
nuestro pensamiento y determina nuestra visión del mundo (UNESCO 2).

Esta determinación del lenguaje sobre la realidad se evidencia en varias situaciones.


En el español solo existen los pronombres masculinos y femeninos y el masculino se usa
para lo general, como ya hemos señalado anteriormente. Esta limitación va más allá de
los buenos usos del lenguaje, es sin duda la constancia de que en nuestra realidad solo
existen dos maneras normativas de ser y de identificarse. Esta coerción deja a los
individuos solo con dos maneras con las que se puede llamar, nombrar, relacionarse y
entablar sus relaciones sociales. La cuestión va más allá de las normas que establece la
RAE (Real Academia Española). En definitiva, indirectamente estamos discriminando a
esta población a través del lenguaje, puesto que, la estamos dejando sin una manera de
identificarse por medio del lenguaje.

En este punto de nuestro razonamiento surge la siguiente cuestión, ¿cómo


nombramos a los seres humanos que han decidido escaparse de las identidades binarias?
De ante mano, hay que afirmar que el lenguaje no sexista, ya usado en diferentes entornos,
no es suficiente, en tanto que soluciona el problema del sexo más no del género. Podría
parecer sutil la cuestión sobre los pronombres, pero es sin duda un problema enorme que
supone una deconstrucción del lenguaje, una reestructuración, y también unos usos que
no discrimine solo sexos sino también las identidades de género. Hay que considerar que:

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Cuando Gadamer declara: “el ser que puede ser comprendido es lenguaje”, no está
disolviendo la referencia porque presupone que el lenguaje es ser que ya ha sido entendido
y que no todo lo que hay puede ser comprendido; es decir, el ser nos precede y rebasa,
pero nuestra relación con él pasa por el lenguaje; todo pensamiento es lingüístico, pero
también es responsable del lenguaje; a su vez, éste es responsable de cómo se nos
aparecen los referentes, de cómo se van construyendo los géneros y la discriminación
entre ellos (López Sáenz 114).

En este sentido, puede que la intención del sujeto hablante no sea la de discriminar,
no obstante, todo el andamiaje ideológico que existe detrás del lenguaje sí lo es y obedece
a la construcción lingüística dominantemente patriarcal en Occidente. Es importante
mencionar que nunca se deben dar por sentado los pronombres de las personas, todes las
personas tenemos un poder transformativo en el lenguaje, —lo que denomino activismo
lingüístico—, esto sin duda mejorará vidas y experiencias. De acuerdo con lo anterior,
nacen estas preguntas: ¿deconstruyendo el lenguaje podremos deconstruir la sociedad? o
¿deconstruyendo la sociedad se deconstruirá el lenguaje? Estas preguntas desbordan los
límites de este artículo. Sin embargo, se debe tener en cuenta esto para analizar
situadamente todo lo anterior.

Continuando en nuestro razonamiento acerca del lenguaje, es fundamental


mencionar que hay personas que no cambian de pronombres o personas que utilizan todos
los pronombres (él/ella/elle), pronombres combinados (él/elle, ella/elle, él/ella) o el neutro
únicamente. El paso del tiempo dirá si es o no correcto utilizar fórmulas que todavía no
están recogidas por la norma lingüística (Iturri Zabalza). Empero, “la tradición escrita no
sólo es una porción de mundo, sino que está siempre por encima de este en la medida en
que se ha elevado a la esfera del sentido que ella misma enuncia” (Gadamer 469). El
sentido de la enunciación que cada persona usa para sí encierra todo un sentido propio, el
lenguaje pertenece a las personas hablantes, dado que en él habitan, en ese sentido el
lenguaje inclusivo debe ser reconocido para poder reconocerle su ser-en-el-mundo. El
negarle a una persona, con normatividades lingüísticas, la posibilidad de enunciarse a sí
misma es negarle la posibilidad de ser, porque en el lenguaje vivimos, somos y nos
movemos. En este orden de ideas, no se debe delimitar el uso de pronombres en el
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lenguaje, ya que instantáneamente se está delimitando la existencia. El lenguaje es donde


habitamos y cohabitamos con los otros y se debe tener una responsabilidad lingüística,
una apropiación de la lengua, porque es a través de esta en que nos podemos apropiar a
nosotros mismos como dueños de nuestras identidades. Y más allá de las implicaciones
que tenga el lenguaje inclusivo, este debe tenerse en cuenta a la hora de expresarse, porque
solo así tendremos en cuenta que existen en el mundo sujetos que se identifican más allá
de la normatividad de género y por lo tanto de la normatividad del lenguaje.

Hermenéutica y género

El problema que gira en torno al género no binario se suscribe al ámbito filosófico, dado
que la “filosofía se interesa por el problema del significado y el sentido del mundo y de
los seres-en-el-mundo” (López Sáenz 105). En este orden de ideas, abordar el género no
binario desde la filosofía es indagar acerca de cómo estos sujetos hacen una
deconstrucción del significado del género y sus implicaciones tanto conceptuales como
vivenciales. Colocar en diálogo a la filosofía con el género no binario es abrir paso a la
comprensión. En la filosofía gadameriana no puede haber compresión sin diálogo y este
no puede ser posible sin lenguaje. Desde Sócrates y Platón llamamos razón a ese diálogo
entre nosotros y nosotros mismos, dicho diálogo es la cualidad mínima humana, entablar
un diálogo es un reconocimiento de humanidad hacia lo que parece extraño, “lo otro”.
Dialogar con las vivencias no binarias, en este caso desde una perspectiva filosófica, es
un reconocimiento a su humanidad, sus identidades y sus diversas vivencias. Por tanto,
“estar en conversación significa salir de sí mismo, pensar con el otro y volver sobre sí
mismo como otro” (Gadamer 2006 356). Entablar este diálogo sin duda proporcionará
nuevas visiones y horizontes de comprensión del mundo que nos pueden proporcionar una
“fusión de horizontes”.

Es evidente que “no hay ningún acontecimiento en sí. Lo que sucede es un grupo de
fenómenos escogidos y reunidos por un ser que interpreta” (Nietzsche 2021 60). Sin

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embargo, la sociedad patriarcal nos hizo creer que el género es un hecho incuestionable,
el cual no puede ser interpretado. La interpretación desempeña un papel importante en la
experiencia humana y está implícitamente unida con el lenguaje. El género es una
interpretación y una comprensión. Esta unión posibilitada por el lenguaje, afirma
Gutiérrez, es “el medio universal en el que se realiza la comprensión misma en forma de
interpretación; la unidad indisoluble de pensamiento y de lenguaje se da
hermenéuticamente como unidad de comprensión e interpretación” (70), la medida en que
cada individuo según sus necesidades y experiencias hace uso de él tanto vivencialmente
como por medio del lenguaje.

La “filosofía se interesa por el problema del significado y el sentido del mundo y de


los seres-en-el-mundo” (López Sáenz 105). Y el reconocer que hay distintos significados
en el mundo posibilita la interpretación y posteriormente la comprensión. Se necesita
tomar conciencia de la multiplicidad de significaciones e interpretaciones para poder llegar
a una comprensión. Gadamer y Nietzsche comparten la importancia ontológica de la
interpretación, es decir, que a través de ella se hace posible nuestra existencia. Para estos
dos autores, “la interpretación tiene una equivalencia ontológica [...] interpretar es la
actividad fundamental de la existencia en la que se articula el sentido de la realidad”
(Gutiérrez 76).. En este orden de ideas, para poder comprender el género no binario, es
necesario colocar a un lado las construcciones sociales que existe alrededor del binarismo,
para así poder comprender las razones por las cuales los individuos deciden salirse de los
géneros hegemónicos. De este modo, “todo comprender es interpretar y toda interpretación
se desarrolla en el medio de un lenguaje que pretende dejar hablar al objeto y es al mismo
tiempo el lenguaje propio de su intérprete” (Gadamer 467). Para poder llegar a deconstruir
el género, es necesario primero comprender la problemática que existe en torno a este.

El reconocimiento de las personas con identidades no binarias es a la vez el


reconocimiento de su ser, existencia, y su ser-en-el-mundo con los otros. Y el
reconocimiento de su existencia implica también el reconocimiento de que cada persona
puede usar los pronombres que desee tanto para referirse a sí mismo. Lo anterior también
implica que debemos emplear los pronombres que esa persona desee al momento de
referirnos a ella, porque “el lenguaje es el medio universal en el que se realiza la
comprensión”(Gadamer 467). Frente a esto quiero subrayar que no puede haber
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comprensión sino estamos dispuestos a deconstruir el lenguaje, así mismo, esto no es


posible sin un diálogo con los otros con los que estamos en el mundo. Por tanto, el diálogo
es para Gadamer el medio por el cual llegamos a la comprensión que hace posible una
fusión de horizontes y una comprensión hermenéutica. Si bien, el diálogo con el otro
posibilita una fusión de horizontes, este no es un instrumento ni mucho menos un medio,
sino un jugador que juega conmigo a través del lenguaje. Abrirse en conversación, en
diálogo con el otro, es abrirse a las posibilidades de comprensión que la otra persona trae
(Viveros).

Cuestionarse acerca del género ha sido frente de debate en los últimos años, sin
embargo, algunas personas que se acercan a personas no binaras a preguntarles sobre su
género lo hacen desde el prejuicio y desde su concepción de mundo. Esta manera es
errónea e imposibilita la conversación, porque “para poder preguntar hay que querer saber,
esto es, saber que no se sabe” (Gadamer 440). Y el reconocimiento de la ignorancia acerca
del género es el primer paso para que haya fusión de horizontes. Así mismo, Gadamer
(2005) sostiene que “preguntar quiere decir abrir. La apertura de lo preguntado consiste
en que no está fijada la respuesta. Lo preguntado queda en el aire respecto a cualquier
sentencia decisoria y confirmatoria” (440). Por tanto, preguntar acerca de las personas no
binarias es saber que la respuesta no está fijada. Como ya lo expuse anteriormente, definir
concretamente lo que significa este género es imposibilitar las libertades del individuo, y
que cada persona lo vive de acuerdo con su criterio. Además, debemos tener en cuenta
que no podemos dar por sentado, cuando ya hemos conocido a una persona no binaria, la
manera de ser y de actuar, por lo que debemos seguir preguntando. Cada experiencia de
cada persona en el mundo es única. En suma, siempre debemos preguntar, porque “el arte
de preguntar es el arte de seguir preguntando, y esto significa que es el arte de pensar. Se
llama dialéctica porque es el arte de llevar una auténtica conversación” (Gadamer 444).
En consecuencia, la auténtica conversación la que nos llevará a la deconstrucción de
nuestras mismas comprensiones acerca del género y, posiblemente, abrirá paso a una
nueva comprensión de nuestro estar-en-el-mundo.

El género no binario es una interpretación deconstruida del mundo. La realidad no


es más que un caos cuasi ordenado por el lenguaje. El lenguaje, en cuya situación estamos
arrojados, no es más que interpretaciones acerca del mundo codificadas y sistematizadas.

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Por otra parte, los seres humanos “dividimos las cosas en géneros, y decimos que el árbol
es masculino y la planta femenina. ¡Qué analogía tan arbitraria! ¡Qué extralimitación del
canon de la verdad” (Nietzsche 2021 229). En definitiva, para exista una interpretación
debe haber un lenguaje que acobije las distintas identidades esto abrirá la permitirá la
realización del círculo hermenéutico. El género no binario ha creado unas maneras
particulares de identificarse y que están sujetas a la voluntad de cada individuo. Esta
correlación entre lenguaje y realidad posibilita la creación de nuevas maneras de
interpretar el mundo. Esto permite una deconstrucción del concepto de género y a vez
permite verlo de una manera situada y crítica. En este orden de ideas, se debe empezar
por analizar el lenguaje. Tener en cuenta que las palabras no enuncian la verdad, sino que
son metáforas. Sin embargo, esto puede ser algo utópico ya que el ser humano ha creado
una compleja red de “verdades” que parecen ser incuestionables. Pero la deconstrucción
de nuestra compleja estructura cultural empieza por cuestionar el lenguaje. Deconstruir el
mundo y el lenguaje supone no solamente tener en cuenta las cuestiones anteriormente
mencionadas, sino que exige un reconocimiento de que no existen realidades en sí mismas,
lo único que existe son interpretaciones de la realidad —si es que existe una realidad—,
ya que hay distintas perspectivas que usamos para situarnos en el mundo, esto hace que
se presenten conflictos entre las interpretaciones. De igual manera, “según la
fenomenología hermenéutica, toda realidad se construye interpretativamente; hasta la
naturaleza ha de ser interpretada para tener sentido humano” (López Sáenz 112).
Comprender esto es lo mínimo que debe hacer cualquier persona que se atreva a hablar
de este tema. En definitiva, existe una hermenéutica en el género, una manera de
interpretarlo, y hay que comprender que

de la universalidad de la hermenéutica se deduce la universalidad del ser, pero, en el


discurso filosófico se diría que el ser es únicamente masculino. De esa universalidad se
sigue qué mundo, hombre y mujer se constituyen como tales en y por el lenguaje, ya que
llegar-a-ser es llegar a la palabra y todo lo real se realiza en el lenguaje, el cual, como
hemos visto, no es una simple herramienta de la que podamos prescindir, sino una
interpretación comprensiva (López Sáenz 109).

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Said Josue Medina Altamiranda
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La posibilidad de comprender que hay maneras distintas de ser-en-el-mundo,


determinados por las distintas identidades de género, es la comprensión de diferentes
horizontes de sentido en diversas hermenéuticas que involucran a diversos individuos que
son distintos y se debe hacer un respeto por la diferencia. La hermenéutica, es de cierta
manera, el arte del reconocimiento de las distintas maneras de ser, actuar y estar en el
mundo. Los seres humanos somos con los otros y el desconocimiento de los demás es
también el desconocimiento de nosotros mismos.

Conclusiones

A lo largo de este artículo expuse cómo el lenguaje, la categoría de género binaria y la


identidad influyen en las prácticas de discriminación que experimentan las personas no
binarias en el contexto social. Estos elementos impiden un proceso de comprensión
adecuado para el género no binario y los sujetos que están fuera de la norma.

Hay una normalización de lo cisgénero que está inmersa en todos los aspectos de la
sociedad, en la profesión, en los baños, en la identificación, en la organización de los
centros educativos y en el lenguaje. Toda construcción social debe ser deconstruida no
solo para que incluya a más sujetos, sino para que haya un reconocimiento real de las
identidades diversas. Aquella norma que está suscrita en el imaginario colectivo que
dictamina que los hombres son hombres cisgénero, heterosexuales y masculinos y que las
mujeres son heterosexuales, cisgénero y femeninas y que deben unirse para reproducirse
para mantener la especie parece ser que es un reglamento intransigente el cual es riguroso.
Aquel sistema dictamina en el momento de nacimiento según el sexo la identidad de
género, la orientación sexual y la expresión de género y castiga severamente a cualquier
individuo que se salga de aquellos patrones, encerrando a los sujetos en el género. Todo
aquel entramado de construcciones de cientos de años bajo la lógica heteropatriarcal debe
ser deconstruida íntegramente. No basta con reconocer que hay orientaciones sexuales

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El género no binario como manera deconstruida de interpretar el mundo

diversas, tampoco basta con usar un lenguaje no sexista, pues debe imperar la inclusión
de cada uno de los individuos sin importar la variedad de sus identidades.

Sin embargo, este artículo no fue escrito como una teoría del género no binario, sino
que insta a la pregunta, al diálogo y a la comprensión de sujetos con identidades no
binarias para que sean verdaderamente reconocidos. Este texto es una pregunta que sigue
abierta y preguntar es dejarse llevar y no suponer las respuestas, este artículo es una
pregunta que sigue abierta a la posibilidad de múltiples preguntas y respuestas. Poner en
diálogo a la filosofía hermenéutica con el género es abrirle posibilidades de comprensión
y visibilización.

En definitiva, el género no binario es una manera deconstruida de interpretar el


mundo ya que supone la deconstrucción del lenguaje, del ser, hacer y estar en el mundo.
Estamos sumergidos en el lenguaje, por esta razón abordé el problema también desde una
óptica del lenguaje, se debe deconstruir el lenguaje porque este “ofrece un horizonte de
interpretaciones que, desde el balbuceo infantil, manifiesta, de alguna forma, el espacio
social que nos sostiene” (Lledó 2018 19). Solo si entendemos la razón por la cual el
lenguaje inclusivo debe formar parte de nuestra realidad, entonces comprenderemos que
en el mundo existen personas no binarias.

Tener toda una manera de interpretar el mundo es una tarea compleja, pero se vuelve
más compleja si los seres con los que somos-en-el-mundo no están dispuestos al
reconocimiento de la diversidad. Esto último, no es solamente afirmar que hay personas
con género no binario y otras identidades disidentes, sino que supone el reconocimiento
lingüístico, en el cual el proyecto deconstructivo tiene efecto. El lenguaje humaniza, “el
lenguaje es la casa del ser” (Heidegger 6). Allí habitamos, y al excluir a través de las
normas lingüísticas a personas, le estamos negando su manera de ser el mundo, porque
somos con los otros en la medida en que podemos enunciarnos. Sí y solo sí reconocemos
la diversidad lingüística podemos reconocer la diversidad de identidades. El género no es
un hecho, es una interpretación y reconocerlo como tal es el primer paso para la
deconstrucción. Es momento de empezar a deconstruir el mundo desde una óptica crítica
e integra que contemple a todas las identidades sexuales, géneros, razas, etnias, clases
porque todos, todas y todes compartimos el arrojo en la existencia.

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Said Josue Medina Altamiranda
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