5 APORTES de La PATRÍSTICA

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 21

Curso de Mariología

Selección de textos patrísticos


Año académico 2022
1º Semestre
1. SAN GREGORIO NACIANCENO (330-390)
HOMILÍA SOBRE LA NATIVDAD 38, 13

De muchas formas fue el hombre amonestado a causa de la muchedumbre de pecados


que, por diversos motivos y circunstancias, tomaron raíz del mal. Fue advertido por la
palabra de Dios, por los profetas, con beneficios, con amenazas, con desgracias,
inundaciones, incendios, guerras, victorias, derrotas, con señales procedentes del cielo,
con señales procedentes del aire, de la tierra, del mar, de los hombres, de las guerras, con
inesperadas mudanzas de pueblos. Lo que por medio de todo esto se pretendía era
destruir el mal. Finalmente, tuvo el hombre necesidad de un remedio más eficaz, pues
sus enfermedades se hicieron más graves, esto es, homicidios, adulterios, perjurios e
idolatría, que es el primero y el peor de todos los males pues traslada a las criaturas la
adoración debida al Creador. Como tales cosas requerían un remedio mayor, mayor
lo recibieron. Tal remedio fue el mismo Hijo de Dios, que es eterno, invisible,
insondable, incorpóreo, principio que proviene del principio, luz que de la luz proviene,
fuente de la vida y de la inmortalidad, expresión del prototipo de belleza, sello inmóvil,
imagen inmutable, fin y palabra del Padre. Este se inclina a quien es imagen suya,
toma sobre Sí carne a causa de mi carne, a causa de mi alma se une a un alma
inteligente, para purificar lo semejante por medio de lo semejante. Se hizo hombre en
todos los aspectos, menos en el pecado. Nació de la Virgen, purificada primero en alma
y cuerpo por el Espíritu —pues era necesario que fuera honrada la generación humana
y aún más la virginidad. Siendo Dios se presentó con una naturaleza humana, un solo ser
formado de dos naturalezas contrarias, carne y espíritu, de las que una era divina y la
otra estaba divinizada. ¡Oh, inaudita mezcla! ¡Oh, extraña unión!

El que es, nace; se hace creado quien no lo es; el infinito se hace extenso merced al alma
racional que hace de mediadora entre la divinidad y la gravedad de la carne. El que
enriquece mendiga. Se empobrece tomando mi carne para que yo me enriquezca con su
naturaleza divina. Se vacía quien está repleto de todas las cosas, pues, verdaderamente,
durante un breve tiempo se vació de su gloria para que yo participara de su plenitud.

HOMILÍA SOBRE LA NATIVDAD 40, 45

Cree que el Hijo de Dios, el Logos anterior al tiempo, que procede del Padre fuera del
tiempo y del cuerpo, al final de los tiempos nació por ti como hijo del hombre. Que
proviene de la Virgen María de forma misteriosa y sin mancilla, pues no es posible que
haya mancha alguna en donde habita Dios y en el cauce a través del cual actúa la
salvación. Es hombre perfecto y perfecto Dios aquél que sufrió por ti para ganarte una
perfecta salvación, para disolver toda condena de pecado. Impasible en su naturaleza
divina, padeció en la humanidad adquirida. Por ti se hizo hombre tanto cuanto tú por El
llegarás a ser Dios. Por las injusticias es conducido a la muerte, crucificado y sepultado,
tanto cuanto es capaz de gustar la muerte. Resucitó al tercer día, subió a los cielos para
llevarte con El a ti que permaneces en la tierra. Retornará con una venida gloriosa
para juzgar a vivos y muertos. Entonces no será carne ni incorpóreo, sino, según dijo con
palabras cuyo sentido El conoce, tendrá un cuerpo divinizado, para que puedan mirarle
quienes le traspasaron y permanezca Dios sin el espesor de la carne. Admite, además de
lo anterior, la resurrección, el juicio y la retribución, acorde con las justas balanzas de

2
Dios. Esta recompensa es luz para quienes han purificado su mente, es decir, Dios verá y
conocerá la medida de su pureza y les retribuirá con lo que llamamos Reino de los
cielos. Habrá oscuridad, en cambio, para aquellos cuyo principio conductor esté ciego,
para quienes sean extraños a Dios, y ello estará en proporción con su ceguera en la tierra.
El décimo punto es: sobre la base de estas doctrinas, haz el bien, porque «la fe sin obras
está muerta», al igual que los hechos sin fe. He ahí lo que del misterio puede darse a
conocer, lo que no es misterio para los oídos de muchos. El resto lo aprenderás cuando
estés dentro, pues te lo concederá la Trinidad y tú lo ocultarás dentro de ti, velado por el
sello.

2. SAN JERÓNIMO (347-430)


LA PERPETUA VIRGINIDAD DE MARÍA (CONTRA HELVIDIO) 17-22

Ahora yo pregunto, a que clase considera que los hermanos del Señor deben ser
asignados. Estos son hermanos por naturaleza, dice usted. Pero la Escritura no dice esto;
no los llama ni hijos de María, ni de José. ¿Deberíamos decir que son hermanos por
raza? Pero es absurdo suponer que unos pocos judíos eran llamados Sus hermanos
cuando todos los judíos de la época podrían haber llevado este título. ¿Eran hermanos
por virtud de una intimidad muy cercana y la unión de corazón y mente? Si así fuera,
¿quienes eran verdaderamente más hermanos que los apóstoles que recibieron Su
instrucción privada y fueron llamados por Él “mi madre y hermanos”? Nuevamente, si
todos los hombres, como tales, son Sus hermanos, sería tonto entregar un mensaje
especial “Te buscan tus hermanos,” ya que todos los hombres por igual merecen ese
título. La única alternativa es adoptar la explicación previa y entender que eran llamados
hermanos por virtud del lazo de parentesco, no de amor y simpatía, no por prerrogativa
de raza, menos aún por naturaleza.

Justo como Lot fue llamado hermano de Abraham, y Jacob de Labán, justo como las
hijas de Zelofead recibieron mucho de entre sus hermanos, justo como el mismo
Abraham tuvo que casarse con Sarah su esposa, ya que él dice, “Y a la verdad también
es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y tómela por mujer. " [Gen.
20:11]. De otra manera ¿que hemos de decir de Abraham, un hombre justo, tomando
como esposa a la hija de su propio padre? La Escritura, al relatar la historia de los
hombres de los primeros tiempos, no nos escandaliza al hablar de la enormidad en
términos expresos, pero prefiere que sea inferido por el lector, y Dios después da a la
prohibición la sanción de la ley, y amenaza: “No tendrás relaciones con tu hermana, hija
de tu padre o de tu madre, nacida en casa o fuera de ella” [Levítico 18:9].

Hay ciertas cosas que usted, en su extrema ignorancia, jamás ha leído, y por lo tanto
descuida el completo alcance de la Escritura y emplea su locura en ultrajar a la Virgen,
como el hombre de la historia que, siendo desconocido para todos y percatándose de que
no podía inventar alguna buena obra para ganar renombre, quemó el templo de Diana, y
cuando nadie descubrió el acto sacrílego, se dice que él mismo fue de arriba a abajo
proclamando que él había sido quien inició el fuego. Los gobernantes de Efeso tuvieron
curiosidad de su motivo para hacer esta cosa, a lo que respondió que si no podía tener
fama por sus buenas obras, todos los hombres deberían darle crédito por las malas.

3
La historia griega relata el incidente. Pero usted lo hace peor. ¡Usted ha prendido fuego
al Templo de cuerpo del Señor! Usted ha deshonrado al santuario de Espíritu Santo del
cuál usted esta determinado a hacer venir a un equipo de cuatro hermanos y un montón
de hermanas! En una palabra, uniéndose al coro de los judíos, usted dice, “¿Acaso no es
el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos santiago, José,
Simón y Judas? ¿Y sus hermanas, no están todas con nosotros? “[Mateo 13:55, Marcos
6:3]. La palabra todas no se utilizaría si no fueran muchas de ellas.

Por favor dígame, ¿quien, antes de que usted apareciera, conocía esta blasfemia? ¿Quien
daría el valor de un centavo a la teoría? Usted ha logrado su deseo, y se ha vuelto notorio
por el crimen. En cuanto a mi, que soy su oponente, a pesar de que vivimos en la misma
ciudad [Roma], no se, como dice el refrán, si usted es blanco o negro. Ignoro las faltas
de dicción que abundan en cada libro que usted escribe. No diré ni una sola palabra
acerca de su absurda introducción. ¡Dios del cielo! Yo no pido elocuencia, ya que, sin
usted tenerla, a pedido a su hermano Caterio que se la suministre. Yo no pido gracia o
estilo; yo busco la pureza de alma: porque con los cristianos es el mayor de los
solecismos y de vicios de estilo el introducir lo que sea basado ya sea en palabra o
acción.

He llegado a la conclusión de mi argumento. Trataré con usted como si aún no hubiera


vencido en nada, y se encontrará en los cuernos de un dilema. Es claro que los hermanos
de nuestro Señor llevaban el nombre en la misma manera de que José era llamado su
padre: “He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con dolor.” [Lucas 2:48]. Era Su madre
quien decía esto, no los Judíos. El mismo Evangelista relata que Su padre y Su madre se
maravillaban de las cosas que se decían respecto a Él, y hay pasajes similares que ya han
sido citados en los cuales José y María son llamados sus padres.

Viendo que a sido lo suficientemente tonto para persuadirse a si mismo de que los
manuscritos griegos están corruptos, quizás usted se defenderá con la diversidad de
versiones. Yo por lo tanto voy al Evangelio de San Juan, y allí esta escrito claramente:
“Felipe halló a Natanael, y dísele: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la
ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret " [Juan 1:45]. Usted ciertamente
encontrará esto en su manuscrito.

Ahora dígame, ¿Cómo puede ser Jesús hijo de José cuando es claro que fue engendrado
por el Espíritu Santo? ¿Es José Su verdadero padre? Aburrido como usted es, no se
atreverá a decir eso. ¿Era su padre por atribución? Si era así, deje que la misma regla se
aplique a los que son llamados sus hermanos, la que usted aplica a José cuando él es
llamado padre.

Ahora que he salido de las rocas y arrecifes, debo soltar la vela e ir a toda velocidad a
alcanzar a su epílogo. Sintiendo que él mismo es alguien muy superficial, aquí saca a
relucir a Tertuliano como testigo y cita las palabras de Victorio, obispo de Petavium. De
Tertuliano solo digo que él no pertenecía a la Iglesia. Pero acerca de Victorino, yo
aseguro lo que ya ha sido probado desde el Evangelio – que él hablaba de los hermanos
del Señor no como hijos de María, sino como hermanos en el sentido que he explicado,
es decir, hermanos por parentesco y no por naturaleza. Estamos, sin embargo, gastando
nuestras fuerzas en naderías, y, dejando a la fuente de la verdad, estamos siguiendo a los
pequeños riachuelos de la opinión.

4
¿Acaso no puedo formar en su contra toda la serie de antiguos escritores? Ignacio,
Policarpo, Ireneo, Justino Mártir, y muchos otros hombres apostólicos y elocuentes,
quienes en contra de Ebio, Teodoto de Bizancio, y Valentino, mantenían estos mismos
puntos de vista, y escribieron volúmenes repletos de sabiduría. Si acaso alguna vez ha
leído lo que ellos escribieron, usted sería un hombre más sabio. Pero pienso que es mejor
contestar brevemente a cada punto que entretenerse más y extender mi libro demasiado.

Ahora dirijo el ataque contra el pasaje en el cual, deseando mostrar su astucia, usted
instituye una comparación entre virginidad y matrimonio. No pude contener una sonrisa,
y pensar en el dicho, “¿Han visto a un camello bailar?”

“¿Son la vírgenes mejores,” usted pregunta, “que Abraham, Isaac, y Jacob, que eran
hombres casados? Y si es así, ¿porque nos sonrojamos con el pensamiento de María
teniendo un esposo después de que dio a luz? Si ellos encuentran una desgracia en esto,
¿no deberían creer consistentemente que Dios no fue nacido de la Virgen por parto
natural? Ya que de acuerdo a ellos hay más deshonor en una virgen dando a luz a Dios
por los órganos de generación, que en una virgen unida a su propio esposo después de
haber dado a luz”.

Añada, si usted gusta, Elvidio, las otras humillaciones de la naturaleza, la matriz


creciendo durante nueve meses, los vómitos, el parto, la sangre, los pañales. Imagínese
al infante en las membranas envolventes [el saco amniótico]. Meta en su imagen el duro
pesebre, el llanto del infante, la circuncisión en el octavo día, el tiempo de la
purificación, para que el pudiera probar no se impuro. No nos sonrojamos, no nos
callamos. Mientras mayor halla sido la humillación que Él soportó por mi, más le debo
yo. Y cuando usted ha dado cada detalle, usted no será capaz de producir nada más
vergonzoso que la cruz, que nosotros confesamos, en la que creemos, y por la que
nosotros triunfamos sobre los enemigos.

Pero como nosotros no negamos lo que esta escrito, también rechazamos lo que no esta
escrito. Creemos que Dios nació de la Virgen, porque lo leemos. Que María estuvo
casada [carnalmente] después del parto, no lo creemos, porque no lo leemos. Tampoco
decimos esto para condenar el matrimonio, ya que la misma virginidad es el fruto del
matrimonio; sino porque cuando tratamos acerca de los santos no debemos juzgar
precipitadamente.

Si nosotros adoptamos a la posibilidad como el estándar de juicio, podríamos decir que


José tuvo muchas esposas porque Abraham las tuvo, y también Jacob, y que los
hermanos del Señor eran los hijos de esas esposas, una invención que algunos tienen con
una precipitación que viene de la audacia y no de la piedad.

Usted dice que María no continuó siendo virgen. Yo digo aún más, que el mismo José
era virgen por María, que de un matrimonio virginal nació un hijo virgen. Porque si
como hombre santo no cae bajo las acusaciones de fornicación, y en ningún lugar está
escrito que él tenía otra esposa, pero era el guardián de María con quien debía casarse en
lugar de su esposo, la conclusión es que aquel quien se consideró digno de ser llamado el
padre del Señor, permaneció virgen.

Y ahora que estoy a punto de instituir una comparación entre la virginidad y el


matrimonio, suplico a mis lectores que no supongan que al alabar la virginidad he de
5
alguna manera menospreciado el matrimonio, y separado a los santos del Viejo
Testamente de aquellos del nuevo, es decir, aquellos que tuvieron esposas y los que se
abstuvieron de los abrazos de las mujeres. Yo más bien pienso que de acuerdo con las
diferencias en tiempo y circunstancia una sola regla se aplica a los primeros, otra a
nosotros a quienes nos ha venido el fin del mundo.

Mientras estuvo vigente la ley, “Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra," [Gen.


1:28]; y “No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra [cf. Ex. 23:26], todas se
casaban y eran dados en matrimonio, dejaban a padre y madre, y se convertían en una
sola carne.

Pero una vez los fueron escuchadas las palabras como sonidos de trueno “Esto empero
digo, hermanos, que el tiempo es corto: lo que resta es, que los que tienen mujeres sean
como los que no las tienen” [1 Cor. 7:29], al unirnos al Señor, somos hechos un solo
espíritu con Él. ¿Y porqué? Porque “El soltero tiene cuidado de las cosas que son del
Señor, cómo ha de agradar al Señor: Empero el que se casó tiene cuidado de las cosas
que son del mundo, cómo ha de agradar a su mujer. Hay asimismo diferencia entre la
casada y la doncella: la doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así
en el cuerpo como en el espíritu: mas la casada tiene cuidado de las cosas del mundo,
cómo ha de agradar a su marido" [1 Cor. 7:32-33].

¿Por que cavilas? ¿Porqué resistes? La vasija elegida dice esto; nos dice que hay una
diferencia entre la esposa y la virgen.

Observe que la felicidad de ese estado debe ser aquella donde incluso la distinción de
sexo se pierde. La virgen ya no es llamada mujer. “la doncella tiene cuidado de las cosas
del Señor, para ser santa así en el cuerpo como en el espíritu" [1 Cor. 7:34]. Una virgen
se define como aquella que es “santa en cuerpo y espíritu,” y de nada sirve tener una
carne virgen si la mujer esta casada en su mente. “mas la casada tiene cuidado de las
cosas del mundo, cómo ha de agradar a su marido.”

¿Acaso usted piensa que no hay diferencia entre aquella que pasa su tiempo en oración y
ayuno, y una que debe, cuando se acerca su esposo, maquillar su cara, caminar con un
andar picante, y aparentar un espectáculo de cariño?

El fin de la virgen es verse menos atractiva, ella se agraviará a si misma para ocultar sus
atractivos naturales. La mujer casada tiene el maquillaje frente al espejo, y, agraviando a
su Creador, busca adquirir algo más que su belleza natural.

Luego viene el parloteo de los infantes, la casa ruidosa, niños vigilando sus palabras y
esperando su beso, el lidiar con los gastos, la preparación para cumplir con los
desembolsos.

Por un lado verá una compañía de cocineras, ceñidas para la embestida y atacando a la
carne. Allí puede escuchar el murmullo de una multitud de tejedoras. Mientras tanto se
entrega el mensaje de que el esposo y sus amigos han llegado. La esposa, como una
golondrina, vuela por toda la casa. Ella tiene que supervisar todo. “¿Esta suave el sofá?
¿Barrieron el piso? ¿Están llenos los floreros? ¿Está lista la cena?” Dígame, por favor,
¿donde en medio de todo esto hay espacio para pensar en Dios? ¿Son estos hogares
felices? Donde está el sonar de los tambores, el ruido y estruendo de la pipa y el laúd
6
¿Se puede encontrar el temor a Dios? El parásito es desairado y se siente orgulloso de
ese honor.

Vienen luego las victimas semidesnudas de las pasiones, una imagen para cada ojo
libidinoso. La esposa infeliz debe o aprender a gustar de estas, y perecer, o disgustarse y
provocar a su marido. De aquí surge la discordia, la semilla del divorcio. O suponga que
encuentra una casa donde estas cosas son desconocidas, ¡lo cual es verdaderamente una
rara avis! Incluso allí la misma administración de la casa, la educación de los niños, las
necesidades del marido, la corrección de los sirvientes, no pueden fallar en distraer a la
mente de Dios.

“a Sara había cesado ya la costumbre de las mujeres" [Gen. 18:11], así dice la Escritura,
y después Abraham recibió la orden, “en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, " [Gen.
21:12].

Aquella que no está sujeta a la ansiedad y dolor de engendrar hijos y ha pasado el


cambio de vida ha cesado de tener las funciones de una mujer, es liberada de la
maldición de Dios: no es su deseo para su esposo, pero al contrario, su esposo se sujeta a
ella, y la voz del Señor le ordena, “en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, " Así
empieza su tiempo para la oración. Ya que durante todo el tiempo que se paga la deuda
del matrimonio, la oración en serio se descuida.

Yo no niego que se encuentran mujeres santas tanto entre las viudas y las que tienen
esposo, pero son aquellas que han dejado de ser esposas o como tales, incluso en el
cercano vínculo del matrimonio, imitan la castidad virginal.

El apóstol, a través de quien habla Cristo, brevemente dio testimonio de esto cuando
dijo,

“la doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en el cuerpo como en
el espíritu" [1 Cor. 7:34].

Él nos deja la libertad de nuestro razonamiento en el tema. No le impone una necesidad


ni lleva a nadie a una trampa, él solo dice que es apropiado cuando desea que todos los
hombres sean como si mismo. Él no tenía, es cierto, un mandamiento de Dios respecto a
la virginidad, por que esa gracia sobrepasa al poder sin ayuda del hombre, y habría
creado un aire de inmodestia forzar a los hombres a ignorar a la naturaleza, y decirles en
otras palabras, “Yo quiero que sean como los ángeles son”.

Es esta pureza angelical que asegura a la virginidad su mayor recompensa, y puede


parecer que el apóstol desprecia un curso de vida que no involucra culpa. Sin embargo
en el contexto inmediato añade,

“Empero de las vírgenes no tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer, como
quien ha alcanzado misericordia del Señor para ser fiel: Tengo, pues, esto por bueno a
causa de la necesidad que apremia, que bueno es al hombre estarse así. " [1 Cor. 7:25].

¿Que significa la necesidad que apremia? “Mas ¡ay de las preñadas, y de las que crían
en aquellos días!" [Mateo 24:19, Marcos 13:17].

7
La razón por la que los árboles crecen es para que puedan ser cortados. El campo es
plantado para poder ser cosechado. El mundo ya esta lleno, y la población es muy
grande para el suelo. Cada día estamos siendo cortados por la guerra, llevados por la
enfermedad, tragados por naufragios, aunque cumplimos la ley con los otros acerca de
las cercas de nuestras propiedades.

Es solo una adición a la regla general que se hizo por aquellos que siguen al Cordero, y
que no han deshonrado sus vestimentas, por que han continuado en su estado virginal.
Nótese el significado de deshonrar. No trataré de explicarlo, por miedo a que Elvidio
pueda ser abusivo.

Estoy de acuerdo con usted cuando dice que algunas vírgenes no son más que mujeres
de taberna. Digo más aún, que incluso se pueden encontrar adúlteras entre ellas, y, sin
duda se sorprenderá de oír, que algunos del clero son posaderos y algunos monjes no son
castos. ¿Quién no entiende inmediatamente que una mujer de taberna no puede ser una
virgen, ni un adúltero un monje, ni un clérigo un posadero? ¿Acaso debemos culpar a la
virginidad si su imitación esta errada? Por mi parte, al pasar sobre esas personas y llegar
al virgen, yo mantengo que aquella que esta involucrada en cosas de buhoneras, aunque
por lo que yo pueda saber tenga un cuerpo virgen, ya no lo es en espíritu.

3. SAN GERMÁN DE CONSTANTINOPLA (640-730)


EN LA FIESTA DE LA ANUNCIACIÓN

Hoy el patriarca Jacob exulta de gozo y, con espíritu profético nos presenta aquella
mística y bienaventurada escalera, que se apoya sobre la tierra y llega hasta el cielo (Gen
28,12). Hoy el vetusto Moisés, profeta y guía del pueblo de Israel, nos habla claramente
de aquella zarza situada sobre el monte Horeb (Ex 3,15). Hoy el antiguo Zacarías,
célebre como profeta, alza su voz diciendo: He aquí que yo he visto un candelabro todo
de oro, con una lámpara encima. (Za 4, 2). Hoy el gran heraldo Isaías, maravilloso entre
todos los profetas, a grandes voces profetiza, diciendo: Saldrá un retoño de la raíz de
Jesé y de él brotará una flor. (Is 11, 1). Hoy el admirable Ezequiel exclama: He aquí que
la puerta estará cerrada y nadie entrará por ella, más que el Señor Dios, y la puerta
permanecerá cerrada. (Ez. 44, 2). Hoy el admirable Daniel proclama cosas futuras, como
si ya estuvieran presentes: La piedra se desprendió del monte, sin intervención de mano
alguna. (Dn. 2, 45), es decir: sin la acción de ningún hombre. Hoy David, acompañando
a la Esposa y entonando cánticos que se refieren a la Virgen, bajo la figura de una
ciudad, levanta la voz diciendo: Cosas gloriosas se han dicho de ti, oh ciudad del gran
Rey. (Sal 87, 3). Hoy Gabriel, caudillo de la milicia celestial, después de recorrer el arco
del cielo, el Señor es contigo. (Lc. 1,28)”. Ella es el atrio sagrado de la incorruptibilidad,
el templo santificado de Dios, el altar de oro de los holocaustos (Ex 30, 28), el perfume
divino del incienso (Ex. 31, 11), el óleo santo de la unción (Ex 30, 31; 31, 11), el
preciosísimo vaso de alabastro que contiene el ungüento del místico nardo (Ct 1, 12), el
efod sacerdotal (Ex. 28, 6ss), la lámpara de oro sostenida por el candelabro de siete
brazos (Ex. 25, 31-39); ella es así mismo el arca sagrada material y espiritual, recubierta
de oro por dentro y por fuera, en la que se hallan el incensario de oro, la vasija del maná
y las demás cosas ya mencionadas (Hb 9, 4; Ex 16, 1 y Nm 17, 25); ella es la becerra
primogénita y que no conoce yugo (Nm 19, 1ss), cuyas cenizas, o sea, el cuerpo del
8
Señor formado y nacido de ella, purifican de la contaminación a los que participan de
sus dones; ella es la puerta que mira al Oriente y que pertenece cerrada, desde la entrada
y salida del Señor; ella es el libro de la Nueva Alianza, por la que el poder de los
demonios fue al punto quebrantando entregándosele los hombres que estaban en prisión
(Ef. 4, 8. Sal. 68, 19); ella, representa los tres géneros de la humanidad -griegos,
bárbaros y judíos- y en ella la inefable sabiduría de Dios encubrió la levadura de su
propia bondad (1 Corintios 5, 8, referencia a Mt 13, 33); ella es el tesoro de la alabanza
espiritual (Ef. 1, 3) y también la que transporta desde Tarsis (Ct 5, 14) la incorruptible
riqueza real, haciendo que en los países gentiles se establezca la Jerusalén celestial; es la
bella esposa de los Cantares que se reviste con la antigua túnica, enjuga los pies
terrenales y, con reverente veneración, acoge al esposo inmortal en la cámara del alma;
es el nuevo carro de los fieles, que ha llevado el arca viviente del designio salvador de
Dios y se dirige por el camino recto de la salvación, arrastrado por las dos terneras
primerizas (1S 6, 7); ella es la tienda del testimonio (Ex 26, 1ss, 27, 21, etc.), de la cual,
a los nueve meses después de la concepción, inesperadamente ha salido el verdadero
Jesús. Ella es la cestilla recubierta por dentro y por fuera, adornada de prudencia y
piedad, en la que el espiritual Moisés está a salvo de las insidias del Faraón de la ley,
mientras que la Iglesia de los gentiles, criada entre los brazos virginales, recibe la
promesa del premio de la vida eterna (Ex 2, 5); ella es el quinto pozo del juramento de la
alianza, del que brotó el agua de la inmortalidad a través de la encarnación y de la
presencia del Señor, en el cumplimiento de la quinta alianza, pues la primera fue
establecida en los tiempos de Adán, la segunda en tiempos de Noé, la tercera en tiempos
de Abraham, la cuarta en tiempos de Moisés y la quinta en tiempos del Señor, del mismo
modo que cinco veces salió a recompensar a los piadosos operarios de la viña de la
justicia (Mt 20, 1ss) a la hora primera, a la tercera, a la sexta, a la nona y a la undécima.
Ella es el vellón incontaminado (Jc 6, 36ss) puesto sobre la era terrenal, sobre el cual
bajó la lluvia del cielo que, con bienes copiosos generosamente concedidos, fecundó
toda la tierra reseca por la abundancia del mal y, por otra parte, eliminó la humedad de
las pasiones, que se infiltraba en la carne. Ella es el fecundo olivo, plantado en la casa de
Dios, del cual el Espíritu Santo tomó una ramita material (Gn 8, 11) y llevó a la
naturaleza humana, combatida por las tempestades, el don de la paz, gozosamente
anunciado desde lo alto; ella es el jardín siempre verde e inmarcesible, en el cual fue
plantado el árbol de la vida (Gn 2, 9) que proporciona a todos liberalmente el fruto de la
inmortalidad; ella es el fruto de la nueva creación, del que rebosa el agua de la vida; ella
es la exultación de las vírgenes, el apoyo de los fieles, la diadema de la Iglesia, la marca
de la ortodoxia (Ap 13, 16s) Por contraposición la marca de la bestia), la auténtica
medida de la verdad, el vestido de la continencia, el manto recamado de la virtud, la
fortaleza de la justicia, la glorificación de la Santa Trinidad, de acuerdo con lo que dice
la narración evangélica: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cobijará con su sombra y el que ha de nacer será santo y se llamará Hijo de Dios. (Lc 1,
35). Oh Señora mía, tú eres para mí el consuelo que dimana de Dios, el divino rocío que
me refresca en el ardor, la gota de agua que el Señor hace correr sobre mi corazón
reseco, la lámpara luminosa que disipa las tinieblas de mi alma, la guía de mi
inexperiencia, la fuerza de mi debilidad, el recubrimiento de mi desnudez, el
enriquecimiento de mi pobreza, el remedio de mis heridas incurables, la extinción de mis
lágrimas, el fin de mis gemidos, la transformación de mis desdichas, el alivio de mis
dolores, la liberación de mis cadenas, la esperanza de mi salvación. Ea, pues, escucha
mis plegarias, ten compasión de mis gemidos, acoge mi llanto, conmuévate mis lágrimas
y ten piedad de mí.

9
4. SAN ANDRÉS DE CRETA (660-740)
HOMILIA I PANEGÍRICO DEL NACIMIENTO DE LA SANTÍSIMA
MADRE DE DIOS

Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en


las alturas y las nubes esparzan la justicia. Destilen los montes dulzura de miel y júbilo
las colinas, porque el Señor ha tenido misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un
poderoso Salvador en la casa de David su siervo, es decir, en esta inmaculadísima y
purísima Virgen por quien llega la salud y la expectación de los pueblos.

Que las almas buenas y agradecidas entonen un cántico de alegría; que la naturaleza
convoque a todas las criaturas para anunciarles la buena nueva de su renovación y el
inicio de su reforma (...). Salten de alegría las madres, pues la que carecía de
descendencia [Santa Ana] ha engendrado una Madre virgen e inmaculada. Alégrense las
vírgenes, pues una tierra no sembrada por el hombre traerá como fruto a Aquél que
procede del Padre sin separación, según un modo más admirable de cuanto puede
decirse. Aplaudan las mujeres, pues si en otros tiempos una mujer fue ocasión
imprudente del pecado, también ahora una mujer nos trae las primicias de la salvación; y
la que antes fue rea, se manifiesta ahora aprobada por el juicio divino: Madre que no
conoce varón, elegida por su Creador, restauradora del género humano.

Que todas las cosas creadas canten y dancen de alegría, y contribuyan adecuadamente a
este día gozoso. Que hoy sea una y común la celebración del cielo y de la tierra, y que
cuanto hay en este mundo y en el otro hagan fiesta de común acuerdo. Porque
hoy ha sido creado y erigido el santuario purísimo del Creador de todas las cosas, y la
criatura ha preparado a su Autor un hospedaje nuevo y apropiado.

Hoy la naturaleza, antiguamente desterrada del paraíso, recibe la divinidad y corre con
paso alegre hacia la cima suprema de la gloria.

Hoy Adán ofrece María a Dios en nuestro nombre, como las primicias de nuestra
naturaleza; y estas primicias, que no han sido puestas con el resto de la masa, son
transformadas en pan para la reparación del género humano.

Hoy se pone de manifiesto la riqueza de la virginidad, y la Iglesia, como para las bodas,
se embellece con la perla inviolada de la verdadera pureza.

Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su


primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza. Las
vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y los encantos de la
naturaleza humana; pero nace la Madre del Hermoso por excelencia, y esta naturaleza
recobra en Ella sus antiguos privilegios y es modelada siguiendo un modelo perfecto y
verdaderamente digno de Dios. Y esta formación es una perfecta restauración; y esta
restauración una divinización; y ésta, una asimilación al estado primitivo (...).

10
Hoy ha aparecido el brillo de la púrpura divina, y la miserable naturaleza humana se ha
revestido de la dignidad real.

Hoy, según la profecía, ha florecido el cetro de David, la rama siempre verde de Aarón,
que para nosotros ha producido Cristo, rama de la fuerza.

Hoy, de Judá y de David ha salido una joven virgen, llevando la marca del reino y del
sacerdocio de Aquél que, según el orden de Melquisedec recibió el sacerdocio de Aarón.

Hoy la gracia, purificando el efod místico del divino sacerdocio, ha tejido—a manera de
símbolo—el vestido de la simiente levítica, y Dios ha teñido con púrpura real la sangre
de David.

Por decirlo todo en una palabra: hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el
mundo envejecido, sometido ahora a una transformación totalmente divina, recibe las
primicias de la segunda creación.

HOMILIA VIII EN LA DORMICIÓN DE NUESTRA SEÑORA

Aproxímese al santuario de la Virgen y experimentará que ha encontrado todo cuanto su


espíritu anhelaba.

Aquí se ofrece a todos la reconciliación, venid, pues, y reconciliaos con Dios. Aquí está
la fuente inexhausta de la inmortalidad, venid y saciaos cuantos estáis destinados a la
muerte. Aquí se hallan los perennes ríos de la vida, acercaos y obtendréis la vida
perdurable. Oh hija de Adán y madre de Dios! Oh creatura del mismo que ha nacido de
ti en el tiempo, sin dejar de ser eterno! Tú fuiste aclamada por todos los que eran
impulsados por el Espíritu de Dios.

Moisés en primer lugar, contemplándote en la zarza, exclamó: Iré a ver esta gran visión
(Ex 3, 3). Acerca de ti, oh Madre de Dios, David, antepasado del Señor, suplicaba a
Cristo, diciendo: Levántate, Señor, tú y el arca de tu santidad - Sal 132 (131), 8. En
relación a ti también y prediciendo tu tránsito, dijo en los Salmos: Ante tu rostro se
postrarán los notables del pueblo -Sal 45 (44),13- e igualmente: Toda la gloria de la hija
del rey está en su interior, ella se halla revestida con un atavío bordado de oro (ibid, v.
14). El sagrado libro de los Cantares, de un modo un tanto encubierto, hace algunas
predicciones acerca de ti, diciendo: Quién es ésta que sube del desierto como columna
de humo formada de perfumes de mirra y de incienso y de toda especie de aromas? (Ct
3, 6). Y en el mismo libro leemos: Contemplad la litera de Salomón. Sus columnas son
de plata, su respaldo de oro, sus gradas de púrpura adornada con pedrería, obra del amor
de las hijas de Jerusalén (ibid, v. 7-10), y también: Salid, hijas de Sión, a ver al rey
Salomón con la diadema con que le coronó su madre el día de sus desposorios, el día de
la alegría de su corazón (ibid v. 11), y además: Miradla, hijas de Sión, y colmadla de
alabanzas, reinas y mujeres de la corte, ensalzadla, porque la fragancia de sus vestiduras
supera todos los aromas (ibid, 6,8; 4,10).

Contemplándote proféticamente Isaías, inspirado por Dios exclamó: He aquí que una
virgen concebirá (Is 7,14), Será la raíz de Jesé y Dichosa la raíz de Jesé (ibid 11,10), y
además: Brotará un retoño del tronco de Jesé y una flor se elevará de su raíz (ibid 11,1).
11
Fue también acerca de ti que el gran Ezequiel proclamó este anuncio: He aquí una puerta
hacia el Oriente. Y la puerta estará cerrada y nadie pasará por ella. Sólo el Señor Dios
entrará y saldrá y la puerta estará cerrada (Ez 44,1-2). Monte te llamó proféticamente el
Varón de deseos, diciendo: Una piedra no lanzada por mano de hombre (Dn 2,34) de ti
se desprendió, sin ser arrancada, fue separada, no estirpada. Se refería al misterio de la
Encarnación. Tú eres el grande y sagrado misterio de salvación, que los ángeles desean
contemplar (1Pe 1,12), tú el hermosísimo albergue de la divinidad, al descender hacia
nosotros, tú la tierra verdaderamente deseable, deseó, en efecto, el Rey la gloria de tu
hermosura (Sab 8,2) y amó las riquezas de tu virginidad. Habitó Él dentro de ti y acampó
entre nosotros (Jn 1,14) y, por medio de ti, nos reconcilió con Dios Padre.

Tú eres el tesoro del misterio escondido desde el origen de los siglos (Ef 3,9), tú el libro
en verdad viviente, escrito no con vocablos humanos, sino con la Palabra espiritual, por
medio del cálamo vivo del Espíritu Santo. Tú sola eres aquel volumen del testamento
nuevo, que Dios ha escrito y transmitido a los hombres. Tú eres el carro de Dios
acompañado de muchas decenas de millares -Sal 68 (67), 18- es decir de la multitud de
aquellos que, por la Encarnación, han sido salvados. Tú eres el monte Sión, monte
fecundo, monte cuajado, monte umbroso (Hab 3,3), donde Dios se complació en fijar su
morada (ibid, v. 16-17), pues de ti nació, al tomar carne y alma humana, aquel que está
por encima de toda sustancia.

Tú eres en verdad hermosa y no hay mancha en ti (Ct 4,7). Te corresponde también, de


alguna manera, lo que dice el excelso Salomón: Eres bella como Jerusalén y la fragancia
de tus vestidos es como el perfume del incienso (ibid v. 11; 6,4). Tú eres la nueva e
inexhausta vasija de aromas, tú el júbilo del óleo de unción, Sal 45, (44), 8.

5. SAN JUAN DAMASCENO (675-749)


HOMILIA I DE LA NATIVIDAD DE MARÍA 1-2.6

¡Venid todas las naciones! ¡Venid hombres de todas las razas, de toda edad, de toda
condición! ¡Festejemos con júbilo la Natividad del regocijo del mundo entero! Si los
griegos destacaban con toda clase de honras —con los dones que cada uno podía
ofrecer— la festividad de divinidades que obnubilaban la mente con mitos engañosos,
oscurecedores de la verdad, y de reyes, aún cuando habían sido el flagelo de la
humanidad, entonces qué no deberíamos hacer nosotros para honrar el aniversario de la
Madre de Dios, por quien la raza de los mortales toda entera fue transformada, por quien
la pena de Eva, nuestra primera madre, fue convertida en alegría. Por cierto, una escuchó
la sentencia divina: "Parirás con dolor tus hijos"; la otra: "¡Salve, llena de gracia!"; la
primera: "Estarás sometida a tu marido"; la segunda: "El Señor está contigo". ¿Qué
homenaje ofreceremos, pues, a la Madre del Verbo, sino nuestra palabra? ¡Que la
creación entera esté de fiesta y cante de una santa mujer el santo alumbramiento! Porque
ella ha alumbrado para el mundo un tesoro imperecedero de beneficios. Por ella, el
Creador ha transmutado toda naturaleza a un estado mejor mediante la naturaleza
humana. Porque si el hombre que es intermediario entre el espíritu y la materia, es
vínculo de toda la creación visible e invisible, el Verbo creador de Dios, uniéndose a la
naturaleza humana, se ha unido por ella a la creación entera. Por esto, festejemos la

12
desaparición de la esterilidad humana, ya que fue limpiado lo que impedía la posesión de
los bienes.

¿Pero por qué la Virgen nació de una mujer estéril? Para lo único que es bueno bajo el
sol, para la coronación de las maravillas, las vías debían estar preparadas por maravillas
y, lamentablemente las realidades más bajas debía elevarse a las más altas. Y he aquí
otra razón más alta, y más divina. La naturaleza ha cedido el paso a la gracia y al
detenerse temblando, no ha querido ser la primera: como la Virgen Madre de Dios debía
nacer de Ana, la naturaleza no se atrevió a preparar el fruto de la gracia, sino que
permaneció sin fruto hasta que la gracia hizo crecer el suyo. Era necesario que fuera
primogénita la que debía alumbrar al Primogénito de toda la Creación, en quien "todo
subsiste" (Col. 1, 15-17). ¡Oh, Joaquín y Ana, pareja feliz! Toda la creación os es
deudora; por vosotros ella ofreció al Creador el don, el mejor de todos los dones, una
madre venerable, solamente digna de Aquel que la ha creado! ¡Oh, dichosos flancos de
Joaquín, de donde salió el germen más inmaculado! ¡Oh, admirable seno de Ana, donde
se desarrolló lentamente, donde se formó y donde nació la niña más santa! ¡Oh, entrañas
que habéis llevado un cielo viviente, más vasto que la inmensidad de los cielos! ¡Oh, era
donde fue reunido el trigo vivificante, como el mismo Cristo lo declaró: "Si el grano de
trigo no cae en la tierra y muere, quedará solo" (Jn. 12, 24). ¡Oh, pecho que alimentas a
la que nutre al nutridor del mundo! ¡Oh, maravilla de las maravillas y paradoja de las
paradojas! Sí, la inefable y condescendiente encarnación de Dios debía ir precedida por
estas maravillas. Pero, ¿cómo proseguir? Mi espíritu está fuera de sí, dividido como
estoy entre el temor y el amor. Mi corazón se agita y mi lengua se estremece: no puedo
soportar el gozo, las maravillas me abruman, la vehemencia apasionada me arrebata en
transporte divino. Que el amor lo domine, que el temor termine y que cante la cítara del
Espíritu: "¡Alégrense los cielos y regocíjese la tierra!" (Sal. 96, 11).

Hoy, las puertas de la esterilidad se abren y una puerta virginal y divina se adelanta: a
partir de ella, por ella, Dios que está más allá de todos los seres, debe "habitar en el
mundo" (Heb. 1, 6) "corporalmente" (Col. 2, 9), según San Pablo, oyente de secretos
inefables (II Cor. 12, 4). Hoy, de la raíz de Jesé ha salido un tallo, de donde brotará para
el mundo una flor substancialmente unida a la divinidad (Is. 11, 1).

Hoy, a partir de la naturaleza terrestre, un cielo ha sido formado sobre la tierra por Aquel
que en un tiempo la hizo sólida separándola de las aguas y elevando en las alturas el
firmamento. Cielo en verdad más divino y maravilloso que el primero. Porque Aquel
que en el primero creó el sol, se ha elevado El mismo, en este nuevo cielo, como Sol de
Justicia. ¡Sí, hay en El dos naturalezas, pese a la locura de los acéfalos; una sola persona,
cualquiera sea la cólera de los nestorianos! La luz eterna nacida antes de todos los siglos
de la luz eterna, el ser inmaterial e incorpóreo, toma un cuerpo de esta mujer, y como un
esposo se adelanta fuera de la alcoba nupcial, siendo Dios, y llegando a ser enseguida
hijo de la raza terrestre. Como un gigante se alegrará de recorrer el camino (Sal. 19, 6)
de nuestra naturaleza, de encaminarse por sus sufrimientos hacia la muerte, de sujetar al
hombre fuerte y de arrancarle su bien (Mat. 12, 29), es decir, nuestra naturaleza, y de
hacer volver hacia la tierra celestial la oveja perdida (Mt. 18, 12).
6. ¡Oh, Joaquín y Ana, pareja castísima, "par de tórtolas" en sentido místico (Lev. 12, 8
y Lc. 2, 24). Observando la ley de la naturaleza, la castidad, habéis merecido los dones
que sobrepasan la naturaleza: habéis alumbrado para el mundo una Madre de Dios sin
esposo. Después de una existencia piadosa y santa en la naturaleza humana, habéis
engendrado una hija superior a los ángeles y que ahora reina sobre los ángeles. ¡Oh, hija
13
hermosísima y dulcísima, lirio nacido entre las espinas (Cant. 2, 1-2), de la raíz
nobilísima y real de David! Por ti la realeza se enriqueció con el sacerdocio. Por ti fue
cumplido "el cambio de la Ley" (Hebr. 7, 12) y fue revelado el espíritu oculto bajo la
letra, puesto que la dignidad sacerdotal pasó de la tribu de Leví a la de David. ¡Rosa
surgida de las espinas del judaismo, cuyo perfume divino colmó el universo! ¡Hija de
Adán y Madre de Dios! ¡Dichosos los flancos y el seno de los que tú has brotado!
¡Dichosos los brazos que te han llevado y los labios que han gustado tus castos besos,
los labios de tus padres únicamente para que toda tú fueses siempre Virgen!

Hoy comienza para el mundo la vía de salvación. "¡Aclamad al Señor toda la tierra,
cantad, exultad, tocad los instrumentos!" (Sal. 98, 4). "Elevad vuestra voz, hacedla oír
sin temor!" (Is. 40, 9). Pues en la Santa Probática la Madre de Dios nos ha nacido, de
quien ha querido nacer el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo.

¡Saltad de gozo, montañas, naturalezas racionales, que os eleváis hacia la cima de la


contemplación espiritual!: la montaña del Señor, que se manifiesta, traspasa y trasciende
toda colina y toda montaña, más elevada que los ángeles y que los hombres; de ella,
mano inmaterial separó el Cristo, la piedra angular, la Hipóstasis (Persona) única, que
aproxima lo que es distante: lo divino y lo humano, los ángeles y los hombres, y reúne a
los paganos y al Israel según la carne en un solo Israel espiritual. "¡Montaña de Dios,
montaña de abundancia! ¡Montaña opulenta, montaña de abundancia, la que Dios ha
querido escoger como morada!" (Sal. 68, 17). "Los carros de Dios son miríadas" (Sal.
68, 18), con seres florecientes de la gracia divina, Querubines y Serafines. Cima más
santa que el Sinaí, que no cubren ni vapores ni tinieblas, ni tempestades ni fuego
temible, sino el resplandor esclarecedor del sagrado Espíritu. Allá, el Verbo de Dios
grabó la Ley sobre las piedras por el Espíritu, ese dedo divino: aquí, por la acción del
Espíritu Santo y por la sangre de María, el Verbo mismo se encarnó y se dio a nuestra
naturaleza como un remedio de salvación más eficaz. Allá era el maná: aquí quien da el
maná y su dulzura.
Que la morada famosa que Moisés construyó en el desierto con materiales preciosos de
toda especie, y antes que ella la morada de nuestro padre Abraham, se borren ante la
morada de Dios, viviente y espiritual. Esta fue la morada, no de la sola energía divina,
sino de la persona del Hijo, que es Dios, presente substancialmente. Que el arca
completamente recubierta de oro reconozca que no tiene nada comparable con ella,
como tampoco la urna de oro del maná, el candelabro, la mesa, y tocios los objetos del
culto antiguo: fueron honrados porque la prefiguraban, como sombras del verdadero
prototipo.

6. EPIFANIO, EL MONJE (siglo VIII)


VIDA DE MARÍA

Había en el templo del Señor, cerca del pórtico, en la parte del altar, un lugar reservado.

Allí solo habitaban las vírgenes y, al dejar esta convivencia, todas regresaban a sus
casas, pero María permaneció en el Santuario y en el Templo, sirviendo en distintas
tareas. Su figura y conducta era así: respetable en todo, hablaba poco, obedecía con
prontitud, era afable y muy modesta con los varones, seria y sosegada, fervorosa en la

14
oración, reverente, cortés y respetuosa con los hombres, de tal manera que todos
admiraban su inteligencia y sus palabras.

Era de mediana estatura, pero algunos dicen que de algo más que mediana. Era de color
trigueño, de cabellos rubios, de ojos claros y mirada suave, con cejas oscuras y nariz fina
y proporcionada. Era también fina en sus manos y dedos, rostro alargado, llena de
lozanía y de gracia divina. Sin ningún orgullo, opuesta a la fastuosidad y a la molicie.

Poseía una extraordinaria humildad y, por eso, Dios puso en Ella sus ojos, como dijo
Ella misma glorificando al Señor. Prefería llevar vestidos sin teñir, como lo atestigua su
sagrado velo.

Hilaba lana, de la que se destinaba para el templo del Señor, en el que Ella se sustentaba,
siendo constante en las plegarias, la lectura, el ayuno., el trabajo manual y todas las
virtudes, de modo que María, realmente santa, vino a ser maestra de muchas mujeres,
por su estado de vida y variedad de labores.

Cuando tuvo doce años, sucedió cierto día que, rezando una noche a las puertas del
Santuario, a la media noche, resplandeció una luz más viva que el sol y, desde el
Propiciatorio, se le dirigió una voz, diciendo: “Tú serás la madre de mi Hijo”.

7. SAN BERNARDO (1090-1153)


HOMILIA SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN 4, 8-9

Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de
varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el Ángel aguarda tu respuesta,
porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los
condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta
palabra de misericordia.
Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si
consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso
morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados
de nuevo a la vida.
Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su
miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores
tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide
el mundo todo, postrado a tus pies.
Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el
consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los
condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
Da pronto tu respuesta. Responde presto al Ángel, o, por mejor decir, al Señor por
medio del Ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu
palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra
eterna.

15
¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de
audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez
virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la
presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es
ahora la piedad en las palabras.
Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas
entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta.
Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al
amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción,
abre por el consentimiento.

SERMÓN DEL ACUEDUCTO 10,11

El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra
del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne,
de manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá
afirmar igualmente: Yo salí de Dios, y aquí estoy.
En el principio –dice el Evangelio– ya existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero
hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la Palabra
estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz inaccesible; y el Señor decía desde el
principio: Mis designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios están
escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque ¿quién había penetrado la
mente del Señor?, o ¿quién había sido su consejero?
Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de paz:
La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado, ciertamente,
por la fe en nuestros corazones, ha acampado nuestra memoria, ha acampado en
nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de
Dios hubiera podido antes formarse el hombre que no fuese un ídolo fabricado por su
corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento
humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra
inteligencia.
¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo
virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiente de
la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y dominando sobre el poder
de la muerte, como también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles la
marca de los clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de
ellos, hasta lo más íntimo de los cielos.
¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa meditación?
Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a través
de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la llamo sabiduría, y para mí la
prudencia consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la vara sacerdotal
infundió tan abundantemente en estos frutos, dulzura de la que María disfruta con
toda plenitud en el cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros.

SERMÓN DE LA CASA DE LA DIVINA SABIDURIA 1-4

16
Como hay varias sabidurías, debemos buscar qué sabiduría edificó para sí la casa.
Hay una sabiduría de la carne, que es enemiga de Dios, y una sabiduría de este
mundo, que es insensatez ante Dios. Estas dos, según el apóstol Santiago, son
terrenas, animales y diabólicas. Según estas sabidurías, se llaman sabios los que
hacen el mal y no saben hacer el bien, los cuales se pierden y se condenan en su
misma sabiduría, como está escrito: Cogeré a los sabios en su astucia; Perderé la
sabiduría de los sabios y reprobaré la prudencia de los prudentes. Y, ciertamente, me
parece que a tales sabios se adapta digna y competentemente el dicho de Salomón: Vi
una malicia debajo del sol: el hombre que se cree ante sí ser sabio. Ninguna de estas
sabidurías, ya sea la de la carne, ya la del mundo, edifica, más bien destruyen
cualquiera casa en que habiten. Pero hay otra sabiduría que viene de arriba; la cual
primero es pudorosa, después pacífica. Es Cristo, Virtud y Sabiduría de Dios, de
quien dice el Apóstol: Al cual nos ha dado Dios como sabiduría y justicia,
santificación y redención.
Así, pues, esta sabiduría, que era de Dios, vino a nosotros del seno del Padre y edificó
para sí una casa, es a saber, a María virgen, su madre, en la que talló siete columnas.
¿Qué significa tallar en ella siete columnas sino hacer de ella una digna morada con la
fe y las buenas obras? Ciertamente, el número ternario pertenece a la fe en la santa
Trinidad, y el cuaternario, a las cuatro principales virtudes. Que estuvo la Santísima
Trinidad en María (me refiero a la presencia de la majestad), en la que sólo el Hijo
estaba por la asunción de la humanidad, lo atestigua el mensajero celestial, quien,
abriendo los misterios ocultos, dice: "Dios, te salve, llena de gracia, el Señor es
contigo"; y en seguida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te
cubrirá con su sombra". He ahí que tienes al Señor, que tienes la virtud del Altísimo,
que tienes al Espíritu Santo, que tienes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Ni puede
estar el Padre sin el Hijo o el Hijo sin el Padre o sin los dos el que procede de ambos,
el Espíritu Santo, según lo dice el mismo Hijo: "Yo estoy en el Padre y el Padre está
en mí". Y otra vez: "El Padre, que permanece en mí, ése hace los milagros" . Es claro,
pues, que en el corazón de la Virgen estuvo la fe en la Santísima Trinidad.
Que poseyó las cuatro principales virtudes como cuatro columnas, debemos
investigarlo. Primero veamos si tuvo la fortaleza. ¿Cómo pudo estar lejos esta virtud
de aquella que, relegadas las pompas seculares y despreciados los deleites de la carne,
se propuso vivir sólo para Dios virginalmente? Si no me engaño, ésta es la virgen de
la que se lee en Salomón: ¿Quién encontrará a la mujer fuerte? Ciertamente, su precio
es de los últimos confines. La cual fue tan valerosa, que aplastó la cabeza de aquella
serpiente a la que dijo el Señor: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, tu
descendencia y su descendencia; ella aplastará tu cabeza" Que fue templada,
prudente y justa, lo comprobamos con luz más clara en la alocución del ángel y en la
respuesta de ella. Habiendo saludado tan honrosamente el ángel diciéndole: "Dios te
salve, llena de gracia", no se ensoberbeció por ser bendita con un singular privilegio
de la gracia, sino que calló y pensó dentro de sí qué sería este insólito saludo. ¿Qué
otra cosa brilla en esto sino la templanza? Mas cuando el mismo ángel la ilustraba
sobre los misterios celestiales, preguntó diligentemente cómo concebiría y daría a luz
la que no conocía varón; y en esto, sin duda ninguna, fue prudente. Da una señal de
justicia cuando se confiesa esclava del Señor. Que la confesión es de los justos, lo
atestigua el que dice: Con todo eso, los Justos confesarán tu nombre y los rectos

17
habitarán en tu presencia. Y en otra parte se dice de los mismos: Y diréis en la
confesión: Todas las obras del Señor son muy buenas .
Fue, pues, la bienaventurada Virgen María fuerte en el propósito, templada en el
silencio, prudente en la interrogación, justa en la confesión. Por tanto, con estas
cuatro columnas y las tres predichas de la fe construyó en ella la Sabiduría celestial
una casa para sí. La cual Sabiduría de tal modo llenó la mente, que de su Plenitud se
fecundó la carne, y con ella cubrió la Virgen, mediante una gracia singular, a la
misma sabiduría, que antes había concebido en la mente pura. También nosotros, si
queremos ser hechos casa de esta sabiduría, debemos tallar en nosotros las mismas
siete columnas, esto es, nos debemos preparar para ella con la fe y las costumbres.
Por lo que se refiere a las costumbres, pienso que basta la justicia, mas rodeada de las
demás virtudes. Así, pues, para que el error no engañe a la ignorancia, haya una
previa prudencia; haya también templanza y fortaleza para que no caiga ladeándose a
la derecha o a la izquierda.

LAS GRANDEZAS DE MARÍA

"Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, sino conozco varón? Y respondiendo el
ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del
Altísimo y por eso lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que
Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, porque no hay cosa
alguna imposible para Dios. Y dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra."
"Y dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, si no conozco varón?" Primero, sin
duda, María calló como prudente, cuando todavía dudosa pensaba entre sí, qué
salutación sería ésta, queriendo más por su humildad no responder que
temerariamente hablar lo que no. sabía. Pero ya confortada, y habiéndolo premeditado
bien, hablándole en lo exterior el ángel, pero persuadiéndola interiormente Dios -que
estaba con ella según lo que dice el ángel: "El Señor es contigo"-, expeliendo sin duda
la fe al temor, la alegría al empacho, dijo al ángel: "¿cómo puede ser esto, si no
conozco varón?"
No duda del hecho, sino que pregunta acerca del modo y del orden, no pregunta si se
hará esto, sino cómo se hará. Al modo que si dijera: sabiendo mi Señor que su esclava
tiene hecho voto de virginidad, ¿con qué disposición, con qué orden le agradará que
se haga esto? Si Su Majestad ordena otra cosa, si dispensa este voto para tener tal
Hijo, alégrome del Hijo que me da, pero me duele la dispensa del voto; sin embargo,
hágase su voluntad en todo; pero si he de concebir virgen y virgen también he de
alumbrar, lo cual ciertamente no es imposible, entonces ciertamente conoceré que
miró la humildad de su esclava.
"¿Cómo pues se hará esto, ángel del Señor, si no conozco varón?" Y respondiendo el
ángel le dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud
del Altísimo". Había dicho antes que estaba llena de gracia; pues ¿cómo dice ahora
"el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?"
¿Por ventura podría estar llena de gracia y no tener todavía al Espíritu Santo, siendo
Él el dador de todas las gracias? Y si el Espíritu Santo estaba en ella, ¿cómo se le
vuelve a prometer que vendrá sobre ella nuevamente? Por esto sin duda no se dijo
vendrá "a ti", sino que vendrá "sobre ti", porque aunque a la verdad primero estuvo

18
con María por su copiosa gracia, ahora se le anuncia que vendrá sobre ella por la más
abundante plenitud de la gracia que en ella ha de derramar.
Pero estando ya llena, ¿cómo podría caber en ella algo más? Y si todavía puede caber
más en ella, ¿cómo se ha de entender que antes estaba ya llena de gracia? La primera
gracia había llenado solamente su alma y la siguiente había de llenar también su seno
a fin de que la plenitud de la Divinidad, que ya habitaba en ella antes espiritualmente
como en muchos de los Santos, comenzase también a habitar corporalmente corno en
ninguno de los mismos.
Dice "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del
Altísimo"-. Y ¿qué quiere decir "y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?"
El que pueda entender, que entienda. Porque exceptuada acaso la que sola mereció
experimentar en sí esto felicísimamente, ¿quién podrá percibir con el entendimiento y
discernir con la razón de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se
infundió en las virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible se
acercase a ella, de la partecia del mismo cuerpo a la cual se unió Él mismo, hiciera
sombra a todo lo demás? Quizá por esto principalmente se dijo: "Te cubrirá con su
sombra", pues sin duda este hecho era un misterio, y lo que la Trinidad sola por sí
misma en sola y con sola la Virgen quiso obrar, sólo se concedió saberlo a quien sólo
se concedió experimentarlo. Dígase "el Espíritu Santo vendrá sobre ti", el cual con su
poder te hará fecunda, "y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo", esto es,
aquel modo con que concebirás del Espíritu Santo a Cristo, virtud y sabiduría de
Dios, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo consejo haciendo sombra, de suerte
que sólo será conocido de Él y de ti.
Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿por qué me preguntas a mí lo que
experimentarás en ti dentro de poco? Lo sabrás, lo sabrás y felicísimamente lo sabrás,
siendo tu Doctor el mismo que es el Autor. Yo he sido enviado a anunciar la
concepción virginal, no a crearla. Ni puede ser enseñada sino por quien la da, ni
puede ser aprendida sino por quien la recibe. "Y por eso también lo santo que nacerá
de ti será llamado Hijo de Dios", esto es, no sólo el que viniendo del seno del Padre a
ti te cubrirá con su sombra, sino también lo que de tu sustancia unirá en sí, desde
aquel instante, se llamará Hijo de Dios, y el que es engendrado por el Padre antes de
todos los siglos, se reputará desde ahora Hijo tuyo. De tal suerte lo que nació del
mismo Padre será tuyo y lo que nacerá de ti será suyo, que no serán dos hijos, sino
uno solo. Y aunque ciertamente una cosa es de ti y otra cosa es de Él, sin embargo, ya
no será de cada uno lo suyo, sino que un solo Hijo será de los dos.
"Por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios". Atiende, oh
hombre, con cuánta reverencia dijo el ángel: "lo santo que nacerá de ti". Dice lo santo
absolutamente sin añadir otra cosa, y esto sin duda porque no encontraba palabras con
que nombrar propia y dignamente aquello tan singular, aquello tan magnífico, aquello
tan venerable, que formado de la purísima carne de la Virgen, se había de unir con su
alma al único del Padre. Si dijera carne santa u hombre santo, o cualquiera cosa
semejante, le parecería poco. Por eso dijo "santo" indefinidamente, porque cualquiera
cosa que sea lo que la Virgen engendró, es santo sin duda y singularmente santo, así
por la santificación del Espíritu como por la asunción del Verbo.
"Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su vejez". ¿Qué necesidad
había de anunciar a la Virgen la concepción de esta estéril? ¿Por ventura por estar
dudosa todavía e incrédula la quiso asegurar el ángel con este prodigio? Nada de eso.
Leemos que la incredulidad de Zacarías fue castigada por este mismo ángel, pero no
19
leemos que María fuese reprendida en cosa alguna, antes bien, reconocemos alabada
su fe en lo profetizado por Isabel: "Bienaventurada eres por haber creído, porque todo
lo que te ha sido dicho de parte del Señor será cumplido en ti." Se participa a la
Virgen la concepción de su prima para que añadiéndose un milagro a otro milagro se
aumente su gozo con otro gozo. Ciertamente era preciso fuese inflamada
anticipadamente con un no pequeño incendio de amor y. alegría, la que había de
concebir luego al Hijo del amor paterno en el gozo del Espíritu Santo. Ni podía caber
si en un devotísimo y alegrísimo corazón tanta afluencia de dulzura y de gozo.
O tal vez se notifica esto a María porque era razón que un prodigio que se debía
divulgar después por todas partes, lo supiera la Virgen por el ángel antes que lo oyese
de los hombres, para que no pareciese que la Madre de Dios estaba apartada de los
consejos de su Hijo, si permanecía ignorante en las cosas que tanto le interesaban.
O bien para que siendo instruida, así de la venida del Salvador corno de la venida del
Precursor, y fijando en la memoria el tiempo y el orden de las cosas, refiera después
mejor la verdad a los Escritores y Predicadores del Evangelio, como quien ha sido
informada desde el principio por noticias que el cielo le ha comunicado de todos los
misterios.
O quizá para que oyendo hablar de una parienta suya anciana y estado avanzado,
piense ella que es joven en obsequiarla, y dándose prisa a visitarla, se dé de este modo
lugar y ocasión al niño Profeta de ofrecer las primicias de su servicio a su Señor, y
fomentándose mutuamente la devoción de ambas madres, excitada por uno y otro
infante, se haga más admirable un milagro con otro milagro.
Pero mira cristiano, estas cosas tan magníficas que escuchas anunciadas por el ángel,
no las esperes cumplidas por él. Y si preguntas por quién, oye al mismo tiempo que te
dice: "para Dios nada es imposible". Como si dijera: Esto que tan firmemente
prometo, lo presumo en el poder de quien me envió, no en el mío, "porque para Dios
nada es imposible." ¿Qué será imposible para aquel Señor que hizo todas las cosas
con el poder de su palabra? Y fíjate que llaman la atención las palabras, el no decir
expresamente "porque no será imposible para Dios" todo hecho sino "toda palabra"
["quia non est impossibile apud Deum omne verbum" = "para Dios nada es
imposible"]. Tal vez se dijo "toda palabra" porque así como pueden hablar los
hombres tan fácilmente lo que quieren, aún aquello que de ningún modo pueden
hacer, así también y aún sin comparación con mayor facilidad puede Dios cumplir
con la obra todo lo que ellos pueden explicar con las palabras. Lo diré más
claramente: si fuera tan fácil a los hombres hacer como decir lo que quieren, tampoco
para ellos sería imposible toda palabra. Más porque como dice el proverbio, del dicho
al hecho hay un gran trecho, no respecto de Dios sino respecto de los hombres, para
solo Dios, en quien es lo mismo hacer que hablar y lo mismo hablar que querer, no
será imposible toda palabra.
Pudieron prever y predecir los Profetas que la Virgen o la estéril habían de concebir y
alumbrar, ¿pero pudieron hacer por ventura que concibiese y alumbrase? Mas Dios
les dio a ellos el poder de predecirlo, con la facilidad con que entonces pudo
predecirlo por medio de ellos, pudo ahora, cuando quiso, cumplir por sí mismo lo que
había prometido. Porque en Dios ni la palabra se diferencia de la intención porque es
Verdad, ni el hecho de la palabra, porque es Poder, ni el modo del hecho, porque es
Sabiduría, y por eso no será imposible para Dios toda palabra.

20
Oísteis, oh Virgen, el hecho, oísteis también el modo. Lo uno y lo otro es cosa
maravillosa, lo uno y lo otro es cosa agradable. Gozáos, pues, hija de Sión, alegraos,
hija de Jerusalén. Ya que ha dado el Señor a vuestros oídos gozo y alegría, oigamos
de vuestra boca la respuesta que deseamos, para que con ella entre la alegría y gozo
en nuestros huesos afligidos y humillados. Oísteis, vuelvo a decir, el hecho y lo
creísteis: creed lo que oísteis también acerca del modo. Oísteis que concebiréis y
daréis a luz un hijo; oísteis que no será por obra de varón sino por obra del Espíritu
Santo. Mirad que el ángel aguarda vuestra respuesta, porque ya es tiempo que se
vuelva al Señor que lo envió.
Esperamos también nosotros, Señora, esta palabra de misericordia, a los cuales tiene
condenado a muerte la divina sentencia, de la que seremos librados por vuestra
palabra. Ved que se pone en vuestras manos el precio de nuestra salud, al punto
seremos librados si consentís. Por la palabra eterna de Dios fuimos todos creados y
con todo eso morimos, pero por vuestra breve respuesta seremos ahora restablecidos
para no volver a morir. Os suplica esto, oh piadosa Virgen, el triste Adán desterrado
del paraíso con toda su miserable posteridad. Abraham y David con todos los otros
Santos Padres, los cuales están detenidos en la región de la sombra de la muerte. Esto
mismo os pide el mundo todo postrado a vuestros pies.

21

También podría gustarte