Alfa No Soy Tuya Iraide Walsh

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 92

ALFA, NO SOY TUYA

IRAIDE WALSH
Copyright © 2022 Iraide Walsh
Todos los derechos reservados.
ISBN:

ÍNDICE:

Capítulo 1 N.º pág. 1


Capítulo 2 N.º pág. 12
Capítulo 3 N.º pág. 27
Capítulo 4 N.º pág. 41
Capítulo 5 N.º pág. 56
Capítulo 6 N.º pág. 71
Capítulo 7 N.º pág. 85
Capítulo 8 N.º pág. 99
Capítulo 9 N.º pág.
113
Capítulo N.º pág.
10 129
Capítulo N.º pág.
11 142
Capítulo N.º pág.
12 155
CAPÍTULO 1

ADARA

–No quiero ir. –Tres palabras que mi madre no pareció querer oír ninguna de

las mil veces que lo había repetido.

–Estás siendo muy pesada, Adara. –afirmó mi hermano Terry haciendo un

sonoro chasquido con la lengua.

–Es que yo, allí, no pinto nada. –expliqué bastante frustrada con la situación.

Acaba de cumplir los veinticinco años y eso significaba según nuestra


estúpida ley lobuna que, si se había nacido fuera de las tierras de la manad y
tu vida no te había llevado hasta allí antes de esa edad, tenías que ir
obligatoriamente a que tu alfa te conociese.

¿No era la mayor estupidez del mundo?

–No estaremos muchos tiempo, al menos vosotros dos. –contestó mi madre,


Georgina, cansada de mis constantes quejas.

Era cierto que ella tampoco había hecho las leyes pero la que más sufría con
esa regla era yo. Tenía que dejar mi vida en la ciudad, con los humanos, para
ir a comprobar si a los hombres lobo les parecía bien reconocerme como
parte de la manada.
Sí, al fallecer mi padre, mi madre sufría lo suficiente como para coger sus
cosas, embarazada de mí, y hacer a mi hermano mayor, con sus ciento y pico
de años pero con apariencia y actitud de un chico de treinta, seguirla a vivir
con gente que no podía conocer la existencia de nuestra raza.

No le reprochaba su decisión porque yo había sido feliz hasta ese momento.

– ¿Cuántos días son “poco tiempo”? –pregunté dejando que el aire contenido
saliese por mi boca.

No tenía más remedio que ir sino quería que el alfa se ofendiese y nos
echase a todos de su manada. Desde mi punto de vista, podíamos haber
hecho una videollamada y listo, pero por el horror del rostro de mi madre
cuando se lo había sugerido, no era viable.

–Si nos transformamos, quizá dos horas, pero como te empeñas en ir en


coche… –respondió mi hermano con tonito de echarme la culpa de todo.

–Pues ir yendo vosotros. –repliqué enfadada.

No me gustaba convertirme en mujer lobo y aunque mi familia me aseguraba


que eso era porque había crecido demasiado lejos del clan para verlo como
algo natural, yo creía que si no usaba esa parte de mí, simplemente, se iría
apagando.

A las siete de la mañana, puesto que habíamos salido de madrugada, el


camino de la montaña se puso suficiente difícil como para que no hubiera
otra opción que seguir a pie o a patas; Fui la única en quedarme atrás.

Las palabras de mi madre comenzaron a resonar con fuerza en mi cabeza


mientras andaba.

“Al llegar allí tienes que ser amigable, todo el mundo lo será contigo de
todas formas.”
“Cuando conozcas a alfa, sé más respetuosa de lo que lo eres en tu vida
normal. Tiene trescientos años.”

“Si haces algo indebido, habrá consecuencias que no te puedes imaginar.”

Desde mi punto de vista, si tanto le importaba lo que los que íbamos a ver
pensasen, no deberíamos haber estado veinticinco años fuera.

Supe que había llegado al lugar correcto cuando mis sentidos empezaron a
notar a otros hombres lobo por el territorio. No me paré y seguí andando.

¿Dónde se suponía que estaba mi casa? Mi madre me había dicho que aunque
hiciese mucho tiempo, la casa que era de ellos, seguiría intacta. Qué
civilizados para ser animales.

Un grupo de chicos pasó corriendo y, sin pretenderlo, me quedé admirando


sus cuerpos fibrosos. A lo mejor no estaba tan mal revolotear por allí unos
días sin compromiso.

–Adara. –Mi madre me llamó desde un terreno haciendo aspavientos con la


mano. Me acerqué. –Puedes ir a desayunar si quieres, hay un gran comedor
allí. –Señaló una especie de edificio enorme. –Tu hermano ha ido a saludar a
sus viejos amigos. –explicó.

Genial. Terry podía haber tenido el detalle de llevarme con él para que no
anduviese como una perdida de un lado a otro.

Estaba buscándolo girando constantemente la cabeza, casi como en un


partido de tenis, cuando choqué con un amplio pecho que por poco me
noquea.

– ¡Pero ten cuidado, hombre! –grité comprobando con mis dedos que no me
había roto nada en la nariz.
–Adara. –dijo Terry que, por lo visto, estaba con él. Sus ojos evidenciaban
que quería que me callase.

– ¿Qué? ¡No he dicho nada! –grité. –Es él quien por poco me derriba. –acusé
señalando al susodicho.

El tío medía prácticamente dos metros por lo que incluso con mi metro
setenta y cinco, parecía pequeña a su lado. Tenía los ojos verdes clavados
en mí y enarcaba una ceja.

–No puedes hablarle así. –regañó mi hermano tirándome un poco del brazo.

–O sea que él me agrede y tú me culpas a mí, que chupaculos sois los


hombres lobo. –vociferé hacia mi hermano.

Terry se llevó una mano a la cabeza como si no se creyese que hubiese dicho
eso. ¿Qué le pasaba? Yo siempre le hablaba así cuando consideraba que
estaba siendo injusto.

–Adara si me dejaras hablar más de dos minutos seguidos. –reprochó mi


hermano. –Te presento a Asher, es el alfa. –añadió señalándome a míster
músculos.

Noté la mirada curiosa de una chica de pelo rubio agazapada detrás de un


árbol.

– ¿Y por ser el alfa no tiene que disculparse por ser un cafre que no sabe por
dónde camina? –cuestioné haciendo gestos para evidenciar que llevaba
razón.

–Perdona su reacción, es la primera vez que pisa tierra de una manada y…


Viene humanizada. –dijo mi hermano a modo de estar pidiendo perdón.

–Así que esta es tu hermana… –murmuró el tal Asher sin quitar su mirada de
mí.
–Por desgracia para ambos. –recalqué.

–Ella ya se iba a que alguien le explique cómo va esto. –dijo Terry.

–No, no me voy. –aseguré consiguiendo que los dos me mirasen de nuevo. –


Estoy esperando. –afirmé cruzándome de brazos.

– ¿Esperando a qué? –cuestionó mi hermano casi con el grito en el cielo.

–A que te disculpes. –sentencié directamente mirando a Asher.

El aludido esbozó una media sonrisa que consiguió que mi cuerpo, por algún
motivo, sintiese electricidad corriendo por la espina dorsal.

–No va a hacer tal cosa, Adara, vuelve a casa. –ordenó mi hermano.

–Nos vemos, Adara. –dijo a modo de despedida el idiota incapaz de pedir


perdón.

Salí echa una furia hacia la dichosa casa. Los días allí iban a ser muy largos
por lo visto si todo el mundo era así.

– ¿Qué has hecho qué? –preguntó mi madre escandalizada cuando Terry le


relató el encuentro.

–Toda la vida educándome sobre lo importante que es ser educada para


cuando exijo que los demás lo sean, se convierta en un maldito problema. –
contesté dejando clara mi posición de encerrarme en la casa yéndome a mi
cuarto.

Unos golpecitos tocaron mi ventana para encontrarme con la chica que se


había agazapado mientras yo me peleaba con ese tío. Le abrí.

– ¿Cuántos años tienes? –preguntó con una espléndida sonrisa.


–Lo normal es preguntar el nombre. –respondí mirándola con curiosidad. –
Veinticinco, reales. –Lo último lo había añadido porque sabía que allí todo
el mundo podía tener mucho más de lo que aparentaba.

–Casi como yo. –exclamó colándose en mi cuarto de un salto. –Salgamos, me


aburro mucho. –añadió emocionada.

– ¿Y tú eres? –pregunté.

–Tú eres Adara, la hermana pequeña de Terry y yo soy Katia, la hermana


pequeña de uno de sus amigos. –contestó feliz. –Mi hermano me pone tantas
pegas a lo que hago como he visto que lo hace el tuyo contigo. He pensado
que sería agradable tener a alguien que me comprendiese, y comprenderte
claro. –soltó convencida de lo que decía.

–Está bien. –accedí.

Tampoco veía qué mal me podía hacer tener una amiga para los días que
íbamos a pasar por aquellos desagradables lares que otros llamaban hogar.
CAPÍTULO 2

ADARA

Había una especie de taberna dentro de aquel territorio que, por lo poco que
me había contado mi nueva amiga Katia, a la que todo el mundo miraba con
cierto respeto, era como un pub en el mundillo humano.

– ¿Cuánto tiempo te quedarás? –preguntó Katia tranquila pidiendo una copa.

–Hasta que mi madre esté tranquila porque el alfa haya dado el visto bueno a
que yo exista. ¿Sabes? Me parece una cosa sin sentido. –respondí

encogiéndome de hombros.

– ¿Siempre que te encuentro tienes que estar diciendo algo completamente


indebido? –cuestionó una voz masculina y gutural a mi espalda.

Sin necesidad de girarme supe que se trataba de Asher pero, eso, lejos de
conseguir que quisiese que me tragase la tierra, me alentó a darme la vuelta

con todo el orgullo del que era capaz.

–Si escuchas conversaciones ajenas es porque eres un cotilla, yo no tengo la

culpa de eso. –afirmé cruzándome de brazos.


Todo el que había alrededor se quedó mirando la escena y no estaba segura

de si era por su mera presencia o por lo que yo estaba diciendo.

– ¿Eligiendo buenas amigas, hermana? –preguntó el susodicho desviando su


mirada hacia Katia.

– ¿Qué quieres que te diga? Alguien que te odie tanto como yo cuando te
pones en esa actitud, es una buena aliada. –respondió ésta encogiéndose de

hombros.

Así que era su hermana…

–La diferencia es que tú eres de mi familia y ella ni siquiera tiene aún mi

aceptación como miembro de la manda. –recalcó el alfa.

–Pues no me aceptes, que ninguna falta me hace. –reté cabreada para irme de

allí sin probar ni un solo trago.

–Tú tampoco deberías estar aquí, Katia. –dijo Asher a su hermana cuando yo

ya me iba.

Claro, parecía un sitio divertido, seguro que lo tenía prohibidísimo; ¿Por qué

me recordaba tanto a mi hermano?

– ¿De dónde vienes exactamente? –cuestionó Terry apareciendo de la nada

justo cuando estaba pensando en él.


–Oh, santo dios, no te pongas en esa actitud. –murmuré sin querer volver a

tener aquella conversación.

–Sé que te lo he intentado explicar muchas veces, pero los hombres lobos

cogen lo que quieren por deseo y lo sueltan. Solo con alguien que sea su

mate se quedan. –advirtió dándome una pereza terrible.

–Todos los hombres cogen lo que quieren y después se van. Es problema

mío decidir si lo quiero así o no. –corregí dejándolo ahí plantado.

El tema sexual era algo que preocupaba en exceso a mi hermano incluso con

humanos. Siempre veía peligro y posibilidad de que me hiciesen daño como

si no pudiera probar y salir ilesa con mi corazón intacto.

– ¿Cuánto tiempo queda para irnos? –pregunté entrando en la casa.

Mi madre estaba ocupada leyendo un libro de a saber cuántos años y me

miró con ojos aguileños. Me estaba juzgando y no era algo de lo que tuviese

ganas por lo que coloqué las manos en las caderas para instarla a hablar.

Unos golpes fuertes en la puerta nos sacaron a ambas de la conversación.

Percibí el fuerte olor a fragua, menta y almíbar, reconociéndolo al instante

como la fragancia que me había envuelto cuando había chocado con Asher.

¿Y ése que quería?


Abrí de par en par la puerta con pocos modales. No pareció sorprendido de

que fuese yo quien abriese, casi como si lo supiese. Imaginé que, de alguna

forma, también él podía haberme percibido a mí. Ese pensamiento me hizo

sentirme inusualmente inquieta.

–Estábamos hablando. –aseguró en un tono bajo, casi amenazante pero

embaucador.

Mi madre se quedó observándonos ahí, enfrentados, prácticamente nariz con


nariz, sin decir absolutamente nada.

–En realidad, no. –aseguré convencida de lo que decía. –Tú estabas


metiéndote donde nadie te había llamado y yo he decidido irme. –añadí.

– ¡Adara! –exclamó mi madre casi como si hubiera matado a alguien. –


Perdónala, no sabe lo que dice. –dijo a modo de disculpa llegando hasta
nosotros.

–No estoy convencido, Georgina, de que tu hija esté preparada para ser parte

de la manada. –soltó Asher dejando a mi madre cuadrada en el sitio.

– ¿Y eso por qué? Soy una mujer lobo capaz de transformarme, eso es todo

lo que tengo que ser. –repliqué sin bajar mi carácter por un minuto.

–Precisamente esa frase confirma lo que estoy diciendo. ¿Dónde está tu


educación lobuna? ¿Te sabes las leyes o simplemente la jerarquía? –
preguntó como quien estudiaba un bicho raro.

– ¿Todas esas memeces sobre que tú mandas hasta sobre quien me acuesto?

No, gracias. –contesté furibunda.

– ¡Adara, vete a tu cuarto! –chilló mi madre como no lo había hecho nunca.

Le miré con todo el odio del que fui capaz y me marché. Yo, aunque podía

parecerlo, no era ninguna niña malcriada; Solo no creía en el sistema tan


antiguo que se estilaba entre los hombres lobo. Me había criado entre
humanos que remarcaban que ningún hombre te podía decir lo que tenías que

hacer y llegaba allí para ponerme en bandeja a los deseos de un solo tío que
mandaba sobre todo.

Caí en que ese tío tenía trescientos años pero, desde luego, no lo parecía.
Me ruboricé con mi propio pensamiento: Era indebidamente atractivo con su
altura, su barba incipiente, sus ojos verdes y su pelo azabache.

Mi madre tocó con los nudillos la puerta tras un rato y estuve segura de que

el bestia se había ido. Entró sin ser invitada, por supuesto. Yo quería ser una
mujer independiente y las malditas leyes no me permitían siquiera quedarme

en la ciudad ahorrándome ese estúpido viaje.

–Recoge tus cosas. –ordenó mi madre con la voz cargada de alguna emoción

que no solía usar conmigo.


– ¿Nos volvemos a casa? –pregunté entusiasmada.

–Te mudas a la mansión del alfa. –comunicó dejándome totalmente fuera de

onda.

No moví ni un solo músculo de mi cara esperando ansiosa a que me dijese


que se trataba de una broma.

– ¿Y qué se supone que voy a hacer yo allí? –cuestioné recalcando que era
una locura.

–No he hecho las cosas bien contigo y ahora no me queda más que

aceptarlo… –murmuró convenciéndose a sí misma.

– ¿Cómo que Adara va a pasar por un alistamiento? –cuestionó Terry


entrando de ninguna parte en particular. –Si apenas se transforma. –añadió.

¿Un alistamiento?

–Asher quiere asegurarse de que es una mujer lobo con todo lo que conlleva.

–explicó mirando a mi hermano. –Dijo que no correrá peligro, solo tiene que
mudarse a la mansión y obedecer al alfa hasta que él vea que sabe cuál es su
lugar. –añadió.

– ¿Cuál es mi lugar? –interrogué sintiendo furia. –Cualquier sitio en el que

no se encuentre ese idiota engreído que se cree que tiene algún tipo de poder
sobre mí. –chillé.
–Es que lo tiene. –aseguró mi madre.

–Vamos a calmarnos. –solicitó Terry poniendo una mano sobre mi hombro.

– ¡No, Terry! Esto es también tu culpa, por permitirle ser una chica normal

que se cree humana. –dijo Georgina enfadada como nunca la había visto.

–Te acompañaré. –concluyó Terry respirando hondo.

Hicimos parte del camino en absoluto silencio mientras lo observaba estar

pensativo.

–No quería causarte ningún problema con mamá. –murmuré encogiéndome

de hombros.

–Tiene en parte razón, pero es que no me gusta este sistema, no para ti. –

confesó. –No quiero que vivas de esta manera si no quieres. Hay cosas que

nos hacen sufrir de ser como somos que tú has evitado hasta ahora. –añadió.

No tenía ni idea de a qué se refería.

–Aquí estás… –dijo Asher esperándome apoyado en una columna de la

puerta principal.

–Oye, tío… ¿Podemos hablar? –cuestionó mi hermano con una confianza que
me sorprendió.
Solo entonces caí en que ellos ya estaban juntos la primera vez que nos

habíamos cruzado. Asher asintió.

–Escoge cualquier cuarto que esté vació de la segunda planta. Los vacíos se

pueden abrir, los otros llevan llave. –ordenó sin mirarme siquiera el alfa.

Subí a la segunda planta haciendo lo que me había exigido mientras intentaba


realizar un acto de contención digno de admiración porque quería darme la

vuelta y patearle la cara.

El pasillo era largo y, sin explicación, me quedé mirando la puerta del


fondo. Sí, comprobaría si estaba vacía. El pomo giró sin que hubiese llave

por lo que, tras sentir una calidez extraña, entré para tumbarme en la cama

segura de que aquello no había hecho más que empezar.

La cama enorme estaba envuelta en sábanas de seda azul marino que olían a
almíbar y a hierro fundido. Había cómodos cojines por toda la habitación y

una chimenea crepitaba en la esquina.

Desde luego, de todos los lugares a los que podían haberme mandado, ese no
era ni de lejos el peor. El sueño me llamó y, yo, me dejé llevar.
CAPÍTULO 3

ASHER

–Ha sido criada al margen de todo esto, no le tengas muy en cuenta lo que
diga o haga hasta que se acostumbre. –pidió mi amigo Terry haciendo una
mueca de estar preocupado.

Terry había sido mi amigo desde que había cumplido dieciocho años y había
demostrado ser un buen guerrero, que hacía pocas preguntas, y confiaba en
mi dirección. Había sentido mucho la pérdida de su padre, un excelente

miembro, y que decidiesen irse aún embaraza Georgina.

–Espera a que nazca. –sugerí mirando a la mujer cuya pena en su mirada


era real por el duelo de su marido recientemente fallecido en una batalla

contra los vampiros.

–Necesito alejarme un tiempo de aquí, alfa. Espero que esté de acuerdo. –


dijo con todo el respeto del que fue capaz.

–Pero si al menos nace aquí, ya será un miembro aceptado. –insistí.

–La traeré. –aseguró entonces.


Asentí concediéndole que me parecía bien.

–Ni siquiera quiere ser parte de la manada. –afirmé cabreado más que con él

con el propio hecho en sí.

–Aprenderá. –respondió con poco convencimiento en su mirada.

Tenía la impresión de que sería más fácil domar a un vampiro, nuestro


enemigo natural, que a ella.

–Pasará por el alistamiento y eso le hará comprender todo lo que le falta. –

sentencié respirando hondo.

Terry me tendió la mano y la estreché; Era una petición silenciosa de que


tuviese en cuenta nuestra amistad.

Mañana empezaría su entrenamiento y disciplina, era tarde y lo único que

necesitaba era dormir. Subí a mi cuarto, ubicado en la primera planta, al

fondo y, antes de llegar, percibí una fragancia a jazmín. Sabía que no era la

primera vez que me cruzaba con ese rastro, lo había notado al chocarme con
la pequeña de la familia O´Neill, Adara, pero no entendía por qué, conforme

me acercaba a mi cuarto, más intenso se hacía.

Abrí para encontrarme con un cuerpo semidesnudo envuelto entre mis

sábanas. Adara dormía plácidamente dejando que sus piernas quedaran

totalmente expuestas. Su melena caoba caía cual una cortina perfectamente


ondulada sobre mi almohada y su rostro estaba relajado evitando que viese

sus pupilas de color azul.

¿Qué hacía ella allí?

De repente, y sin previo aviso, o al menos sin una señal que yo hubiera

detectado perdido en mis propios pensamientos. Se levantó de un salto

poniéndose sobre la cama mientras me miraba acusatoriamente.

– ¿Qué se supone que pretendes? –cuestionó con la guardia en alto.

Estaba preparada para atacarme y, sin embargo, no vi ni un ápice de

intención de transformarse como hubiese sido lo normal si se sentía atacada.

– ¿Qué pretendo yo? –cuestioné de vuelta. –Eso debería estar

preguntándotelo yo a ti. –añadí molesto por sus evidentes pensamientos.

–No sé qué rollo lleváis aquí pero te aseguro que si forma parte de tus

estúpidas reglas que haya que acostarse contigo, no va a pasar. –afirmó

contundente.

Inevitablemente, me reí consiguiendo que su cara fuese un poema.

–Yo no quiero nada parecido a lo que insinúas contigo. –contesté cruzando


los brazos sobre el pecho.

– ¿Y qué haces aquí? –interrogó molesta.


¿Molesta exactamente por qué si era ella la que no paraba de hacer cosas

incorrectas?

–Esta es mi habitación. –contesté sin dejar de observarla.

Dormía con una camiseta de tirantes gris y un pantalón corto que le llegaba
solo hasta medio muslo. Algo parecido al deseo cruzó por mi cuerpo pero lo
deseché tan rápido como llegó.

–Tú dijiste que de la segunda planta cualquier habitación que hubiese abierta
se podía escoger. –recordó echándome, de nuevo, la culpa.

–Esta es la primera planta. –expliqué consiguiendo que abriese mucho los


ojos y algo de color inundase sus mejillas. –Contamos la planta de abajo

como “planta baja”. –añadí.

Podía entender la confusión y, aún así, de todos los cuartos de esa planta, se
había tenido que ir a meter en el mío.

Una duda llegó hasta mí acompañada de una certeza sin sentido: Prefería que

hubiera acabado en mi cama que en la de cualquier otro hombre lobo.

–Pues, como tú comprenderás, siendo la hora que es, no pienso recoger

todas mis cosas para irme a otra habitación. –soltó consiguiendo volver a
sorprenderme.
No moví ni un solo músculo mientras la observaba tumbarse de nuevo girada
hacia la ventana como si pretendiese ignorarme.

– ¿A ti te han enseñado algo sobre jerarquía lobuna o siquiera cómo no ser


una temeraria? –cuestioné sin poder evitar sentirme frustrado y fascinado al
mismo tiempo.

Nadie me había retado así nunca.

– ¿Sabes tú algo de que a las tres de la mañana no se despierta a nadie para


cambiarlo de habitación? Mañana cojo mis cosas y me subo a otra, cierra al

salir. –concluyó enterrándose bajo mis sábanas.

Sopese mis opciones y, de todas las que podría haber escogido, acabé por

cerrar accediendo a ser yo quien pasase la noche en otro lugar. Subí hasta la
segunda planta y escogí la del fondo, la que estaba justo encima de la mía
para tumbarme en la cama estándar que, por supuesto, no se parecía nada a

la comodidad de la que yo tenía

Me levanté sin haber descansado. Esas habitaciones estaban ahí para

invitados temporales durante alguna visita diplomática o momento puntual,


no para que yo, con mis casi dos metros me metiese en una cama individual.
Estuve seguro, aunque no quise pararme a analizar por qué pensaba en ello,
que el cuerpo fibroso pero pequeño de Adara cabría perfectamente.

Bajé las escaleras hasta la primera planta y me detuve. Podía esperar hasta
después del desayuno para entrar a mi habitación sin problema, pero preferí

pasar a ducharme y cambiarme antes de entrenar.

Al entrar, hallé la cama vacía y perfectamente hecha. Olía a jazmín de forma


potente por toda la habitación; ¿Cómo era posible que sintiese tan
intensamente su rastro?

Me quité la camiseta y los pantalones antes de entrar al baño privado para


meterme directamente en la ducha dejando que el agua fría corriese por cada

espacio de mi piel. Era un momento único en el que me permitía,


simplemente, no pensar en nada.

Un gritillo ahogado me hizo abrir los ojos para encontrarme a Adara desnuda
mirándome todo el cuerpo. Nunca había sido pudoroso, pero corrí la cortina
de la ducha rápido.

– ¿Qué haces aquí? –interrogué mientras buscaba la bendita toalla.

–No. ¿Qué haces tú aquí? –cuestionó de vuelta.

Salí envuelto en la toalla para mirar directamente sus ojos azules retándola.
–No pienso volver a tener esta conversación, es mi habitación. No deberías
estar aquí. –recalqué saliendo procurando no rozarla, ya que ella sostenía

una camiseta contra el pecho como única cosa para cubrirse, hacia el centro
del cuarto.

–Te fuiste anoche. Imaginé que serías suficiente listo como para entender que
bajaría a desayunar, subiría a ducharme y entonces movería mis cosas hacia
otra habitación. –contestó colocando sus manos en las caderas.

No debió meditar el movimiento porque, al hacerlo, su camiseta cayó de

nuevo al suelo dejando su cuerpo otra vez desnudo ante mí. Bufó algo

incomprensible, por lo menos para mí en aquel momento, y se metió al baño


como si no entendiese o no quisiera hacer ni el menor de los casos a mis

órdenes.

Me vestí rápido seguro de que nadie debía pillarnos en una situación que,

desde luego, no era lo que podía parecer. Salí y me crucé de frente con
Terry.

– ¿Has visto a mi hermana? –cuestionó haciendo un leve movimiento de

cabeza para saludarme.

Sí, está en mi ducha.


–No, pero debería llegar al entrenamiento que empieza en media hora. Si la

ves, se lo dices. –contesté procurando olvidar dónde estaba de verdad y con


la certeza de que no era buena idea cruzármela antes del entrenamiento.

Me había acostado con muchas mujeres y, por lo tanto, había visto cuerpos

desnudos, pero lo que me dejaba fuera de lugar era su manera insumisa de

hablarme; Que no siguiese la jerarquía; O que creyese que podía hacer lo


que le diese la real gana.

Y, aún con todo, sentí cierta agitación cuando la vi llegar al entrenamiento.


CAPÍTULO 4

ADARA

Bajé vestida con unos pantalones de yoga gris y una camiseta de algodón
blanca del cuarto de Asher y bajé a la planta que, al parecer, era la “baja”,
que se hubiera explicado mejor.

–Oh, genial, ya sabes que tienes entrenamiento. –soltó Terry en cuanto me


vio.

¿Entrenamiento? ¿Qué entrenamiento?

–Sí… ¿Dónde es? –cuestioné sin querer seguir dándole quebraderos de


cabeza a mi familia.

Yo me había criado totalmente al margen de todo eso, simplemente no

entendía por qué habíamos tenido que volver aunque fuese por un periodo
corto de tiempo. Oye, que yo no me había opuesto en ningún momento a que

ellos viajaran; Pero a mí bien podrían haberme dejado en la ciudad, con mis
amigos, mi trabajo a media jornada, y mi rutinaria vida donde no había que

obedecer a nadie que no se lo mereciese, ni tener cuidado con la propia

naturaleza de lo que te rodeaba.


–Te llevo. –concedió casi como si no se fiase de mi palabra.

Quizá me conocía muy bien y me había notado la mentira.

Supe que habíamos llegado cuando localicé a Asher frente a un grupo de

chicos y chicas que parecían jóvenes, aunque claro allí todos aparentábamos

tener más o menos la misma edad. Terry me hizo un movimiento,


empujándome, para indicarme que, desde ahí, debía seguir sola mi camino.

Estuve a punto de darme la vuelta y echar a correr cuando localicé a Katia,

un poco detrás del resto, sola.

–Katia. –saludé en cuanto llegué sin poder ocultar mi alegría.

Si ella participaba, por lo menos no estaría completamente sola.

Todos se giraron para mirarme como si me hubiese vuelto loca y yo tenía

ganas de gritarles que los locos eran ellos. Un chico cercano, se arrimó más

en actitud protectora.

–Hola Adara, qué bien que hayas venido. –contestó ella sonriendo de oreja a
oreja.

–Parece que soy eres la única que se alegra. –repliqué bajando

sensiblemente la voz.

–Oh, no. Es que como soy la hermana del alfa, todo el mundo tiene cierto

miedo a hacerme daño o decirme algo que me moleste. –contestó haciendo


una mueca.

–Pues debes tener una vida algo aburrida. –señalé soltando lo primero que

llegaba a mi mente, como hacía siempre. – ¿Y quién es el espía? –cuestioné

provocando que el que se había acercado, un chico de metro ochenta con el

pelo rubio dorado y ojos marrones, se sonrojase para mirarnos sin disimular

ya.

–Soy Igor, el otro hermano de Katia. –dijo a modo de presentación.

–Y tú eres otro de los motivos de su vida aburrida. –aventuré con una

sonrisa.

–Supongo que así es. –contestó rascándose la nuca. –Aunque no es como si

la tuviéramos encerrada en una celda, está aquí como el resto. –añadió tras

pensarlo.

–Déjame adivinar, tienes miedo a que se vaya a la cama con el hombre lobo

equivocado. –solté dejándolo totalmente con la cara colorada por la

impresión.

–Hemos venido a entrenar, no a hablar de con quién se acuesta mi hermana

que, por otra parte, no se acuesta con nadie. –aseguró la voz seria y ya

reconocible para mí de Asher.


–Ya, bueno. ¿Qué tengo que hacer? –pregunté dándome la vuelta para

enfrentar esos ojos verdes.

No podía quitarme de la cabeza cómo le había visto desnudo cuando había

entrado al baño de su habitación. La verdad era, por mucho que me hiciese


la dura, que no había previsto que él estuviese dentro y solo quería ducharme

por si en mi cuarto real no había baño privado.

–Correr. –contestó escuetamente. ¿Tanto dramatismo para correr? –Haremos


un calentamiento, diez kilómetros y después empezamos el pilla pilla. –

añadió parándose en mí un momento más del que me pareció necesario.

– ¿Qué quiere decir? –pregunté volviéndome hacia Igor, quien, se sorprendió

de que le hablase pero era el que se había quedado más cerca.

–Cuando llegamos a los diez kilómetros, reconocible porque hay una línea
roja, quien sea que llegue el primero, se convierte en cazador. Los demás se

dan la vuelta para intentar llegar otra vez a la salida. –explicó en un susurro.

¿Eso era lo que tan importante veía mi madre que aprendiera de los hombres
lobo? ¿Juegos populares?

Negué con la cabeza lentamente mientras estiraba un poco. Lo mejor para mí


era no ponerme cabezota con no querer hacer las cosas que el alfa iba a

mandar para poder terminar lo que fuese que querían hacer conmigo y
volverme a la ciudad. De todas formas, tampoco creía que pasase de dos
semanas que era el tiempo que yo había pedido de vacaciones en mi trabajo.

El grupo comenzó a correr de forma homogénea y yo con ellos. Llevaban un


ritmo considerable pero no me fue difícil mantener el nivel.

–Adara. –Igor murmuró mi nombre mientras trotaba a mi derecha. –Asher

siempre llega el primero. –dijo a modo de advertencia amistosa.

Al final iban ser majos todos los hermanos menos el dichoso alfa.
Efectivamente, para cuando llegamos a la línea roja, no sabía muy bien

cómo, Asher ya estaba allí; Debía de haber pegado un sprint final suficiente
rápido como para dejarnos a todos atrás. Me alegré entonces de no haber

gastado todas mis fuerzas. Toqué la línea antes de salir corriendo, esa vez sí
con toda mi potencia, en dirección contraria.

Mis pies prácticamente volaban, uno detrás de otro sin perder ni una

milésima de segundo. Había perdido de vista a todo el mundo, incluyendo a


Igor quien sospechaba que corría rápido pero no me había adelantado.

Quería mirar hacia atrás, ver a cuántos había pillado, pero era consciente

que, de pararme, me alcanzaría. Era una extraña certeza saber que estaba de
verdad cerca, acompasando su respiración que parecía intacta aún

corriendo, con una superioridad que conseguía empezar a hacerme entender


por qué era el alfa. Cuando ya veía a unos cuantos pasos la meta, oí el
sonido gutural de un animal antes de caer al suelo rodando.

Asher quedó encima de mí de una manera imponente pero que consiguió


dejarme confundida y perdida en sus ojos verdes como dos esmeraldas.

–Si te sirve de consuelo, eres la que más lejos ha llegado. –murmuró estando

tan cerca que aspiré de lleno su fragancia, la misma que había percibido
cuando había entrado en esa cama grande y cómoda sin saber que era suya.

–Pues no, no me sirve. –dije justo antes de darle un empujón para que se

levantase.

Estaba enfadada, me había pillado y yo estaba prácticamente segura de que

iba a llegar. Me separé de él para unirme de nuevo al grupo.

–Adara, eso ha sido impresionante. –concedió Igor quien me empezaba a


caer bien. –Cuando me dijeron que te habías criado en la ciudad sin lobos a

tu alrededor, pensé que serías bastante floja comparada con los que nos
habíamos criado aquí. –añadió con una sinceridad que no esperaba.

–A Asher también le ha sorprendido. –soltó Katia y, aunque no debía, me

giré porque su frase había llamado mi atención. –Suele pillarnos a todos


para darnos un baño de humildad a los jóvenes y le ha costado alcanzarte. –

explicó.
Algo de satisfacción se removió dentro de mí y, sin pensarlo, sonreí.

–Vamos a seguir entrenando. No seréis buenos guerreros por un par de

carreras matutinas. –aseguró Asher quien estaba bastante serio.

– ¿En esto consiste el alistamiento? –interrogué procurando que solo Katia


me oyese.

–Entrenar hasta acabar agotada día tras día hasta que Asher considere que

estás lista para ser parte de la manada en plenas facultades, que es lo mismo
que decir que estás preparada para ir a una guerra si se necesitase. –

respondió a una velocidad de hablar de infarto.

–A luchar unos contra otros, práctica del cuerpo a cuerpo. –ordenó.

Enseguida todos cogieron a su pareja, como si la tuvieran elegida desde

mucho antes de que lo pidiera. Supuse que era un ejercicio que hacían a

menudo pero, precisamente por eso, me descolocó comprobar que Katia


estaba ahí plantada sola. Llegué a la conclusión de que habían sido siempre

impares y nadie quería tocar a la hermana pequeña del alfa.

¿Tenía yo que ponerme con ella?

– ¿Nos ponemos juntas? –cuestionó Katia abriendo los ojos.

Parecía emocionada, quizá la trataban como a una muñeca de porcelana en

exceso.
Todos habían comenzado a pegarse y Katia estaba esperando con una postura

de defensa bastante ineficiente.

–No voy a pegarme con ella. –declaré en alto.

El parón fue absoluto y el silencio sepulcral. No había un solo ojo que no

estuviera sobre mí en aquel momento.

–Tienes que hacerlo, es una orden. –recalcó Igor quien tragaba saliva.

–No me parece correcto que sin comprobar mi nivel me pongas a pegar a

diestro y siniestro. –expliqué mirando directamente a Asher.

–Vamos a verlo entonces, pégame. –exigió poniéndose, tras quitarse la

camiseta, frente a mí.


CAPÍTULO 5

ASHER

Adara estaba tranquilamente frente a mí como si fuese normal que le hubiese


pedido que me pegase mientras que todos los demás, incluyendo a mis dos
hermanos, esperaban a ver qué ocurría.

– ¿Te golpeo así sin más? –cuestionó despreocupada.

–Usa puños, pies, o lo que quieras. Solo quiero comprobar que, como es
evidente, pegas más o menos igual de fuerte que Katia, para que podáis

hacer el ejercicio. –contesté intentando quitarle importancia.

La duda pasó por el rostro de la joven chica y, más rápido de lo que había
contemplado, su pierna alcanzó justo mi nariz para conseguir que me echase

solo un poco para atrás realmente sorprendido.

–Podrías haberte cubierto. –dijo acusatoriamente.

Hubo un murmullo a nuestro alrededor.

–Supongo que sí. –contesté.


Podría haberlo hecho, pero no me había esperado para nada que una loba de

veintitrés años criada en la ciudad y sin ninguna intención de estar en la

manada, pegase con semejante fuerza y contundencia.

– ¿Y? –preguntó esperando algo aunque no estaba seguro bien de qué.

Miré a Katia entonces y caí en la cuenta. Posiblemente si se peleaban, mi


hermana acabaría en el suelo más pronto que tarde.

–Saltaros el ejercicio. –accedí dejando aún más comentarios bajitos entre el

grupo.

Genial. Tenía que llegar Adara y ser la voz de la discordia en un grupo que

ya era difícil de mantener centrado por lo jóvenes que eran.

–Tienes una facilidad para dejarme boquiabierta… –murmuró mi hermana

hacia Adara suficiente alto como para que yo la oyese.

– ¿Sabes qué hay que demostrar exactamente para que te den por buena? –

cuestionó entonces la susodicha en el mismo tono.

–Oh, bueno, en realidad lo decide Asher según él lo vea. –respondió casi

disculpándose.

Yo les daba por aptos cuando lo eran, ni más ni menos. Eso sí, no llegaba a

entender a Adara por lo que iba a ser imprescindible tener una conversación
con Terry sobre su dulce y pequeña hermanita. Oí en mi mente mi ironía y me

reí.

Oí el crujir de una hoja, lo suficiente claro y silencioso como para saber que

alguien nos observaba. Aullé justo al mismo tiempo en el que tres vampiros,

que no debían ser muy antiguos, salieron para atacarnos. Fui directa hacia mi

hermana, para protegerla ya que los vampiros iban a por el grupo donde
todos intentaban hacerse los valientes pero pude identificar miradas de

terror, en todos menos en una: Adara.

En el tiempo en el cogí a uno y lo lancé por los aires, Adara hizo varias

piruetas con sorprendente facilidad, aun en su forma humana, y sacando una

daga de alguna parte, rebanó el cuello de los dos restantes.

¿De dónde había salido la pequeña ninja?

Era evidente que su nivel, por mucho, era mejor que el de los que estaban
mirándola con cara de haber descubierto la luna por primera vez.

– ¿Puedo ir a mi habitación a cambiarme? –cuestionó acercándose a mí lo


suficiente para interponer sus grandes ojos azules en mi camino.

Solo entonces me fijé en cómo la sangre manchaba sus manos y su ropa.

Terry llegó en aquel momento sin ninguna prisa, como si estuviese

convencido de que a su hermana no le había pasado nada. Los familiares de


las demás chicas y chicos, sin embargo, llegaron a preguntar si se

encontraban bien tras ese repentino y bastante suicida ataque.

¿Qué hacían los inexpertos vampiros colándose en territorio de licántropos?

–Tenemos que hablar. –aseguré dándole una palmada en la espalda a Terry


para que me acompañase.

Él hizo un simple movimiento de cabeza en dirección a su hermana, quien

hizo lo mismo. Al parecer eso era todo lo que iba a hacer para preguntarle si
estaba bien.

– ¿Qué pasa? –cuestionó cuando ya estuvimos suficiente lejos como para que
nadie nos oyese.

– ¿Por qué tu hermana es una ninja luchando? Creí entender que se había

“humanizado”. –dije señalando las palabras que tanto él como su madre


habían utilizado para justificar la actitud altiva de Adara.

–Bueno, lo cierto es que a mi hermana le encanta el deporte. Mi madre la ha

llevado a clases intensivas de todas las técnicas de combate que existen a su


petición. –respondió restándole importancia.

– ¿Y si ya es una buena guerrera por qué no sabe de jerarquía y esas cosas?


–pregunté sin querer incidir en todos los enfrentamientos que habíamos
tenido ella y yo en tan poco tiempo.
–Tiene cierta… Reticencia a esas cosas. Simplemente, no le gusta nuestra
comunidad. Es por haberse criado fuera pero no quiere estar aquí, mi madre

la ha obligado. –contestó haciendo una mueca de estar incómodo.

– ¿Quieres que la acepte para que podáis iros? Que demuestre que es tan
buena peleando como loba como lo es en su forma humana y la aceptaré para

que os vayáis. –sugerí.

Sí, lo mejor era mandar a esa chica de pelo caoba y ojos azules, que era muy
joven si la comparaba con mi edad real, otra vez a la ciudad.

–Pues eso sería lo ideal, pero no va a ser posible. –contestó chasqueando la


lengua para empezar a dar vueltas como si no quisiese estar parado.

¿Por qué tanto nervio?

– ¿Tan mala es peleando con su aspecto lobuno? –cuestioné con verdadera


curiosidad.

No solía ser habitual que fuese muy dispar la habilidad de una forma a la

otra pero quizá no se había podido transformar en loba demasiado si vivía


en un sitio con poca soledad o espacio.

–Mi hermana odia transformarse, nunca lo hace y desde los dieciséis creo
que no lo ha vuelto a hacer. –confesó rascándose la nuca.

¿Qué?
–Vamos, Terry… ¿Cómo has permitido eso? –pregunté sintiendo que eso me
ponía en una situación difícil. –Es que solo tengo dos opciones, rechazarla

en la manada u obligar a que os quedéis hasta que demuestre que vale


también en esa forma. –expliqué aun sabiendo que él ya era consciente de

eso.

–Va a montar en cólera cuando se entere de que nos quedamos a vivir. –


aseguró casi como si le doliese tener que decírselo.

¿No era lo lógico que ella supiera que, tarde o temprano, iban a volver a

vivir al territorio de la manada porque el irse solo había sido para facilitar
el duelo que estaba pasando su madre por el fallecimiento de su padre?

La fragancia a jazmín era intensa a mi espalda. Me giré sabiendo que


encontraría a Adara.

–No nos vamos a quedar aquí. –afirmó la chica con los ojos brillando en
exceso abiertos. –A mí se me acaban las vacaciones en menos de dos
semanas y además tengo mi vida allí. –añadió visiblemente cabreada.

– ¿En qué trabajas? –inquirí incapaz de quedarme al margen de esa discusión

con índole familiar.

–A ti qué te importa. –respondió dedicándome una mirada cargada de

desprecio.
–No puedes hablarle así. –recalcó Terry llamándole la atención.

–Era entrenadora personal en un gimnasio. –contestó frustrada por tener que

darme explicaciones.

–Terry, déjanos solos. –solicité sin apartar mi vista de ella. –Ya tendréis
tiempo de lavar los trapos sucios familiares en casa. –añadí.

–Cobarde. –gritó a su hermano que ya se iba.

–No es cobarde, entiende la jerarquía lobuna y sabe que si le pido que se


vaya, tiene que hacerlo. –aclaré.

– ¿Y eso por qué? ¿Qué pasa si no se va? –cuestionó poco dispuesta a


colaborar.

–Que entendería que me está retando, ambos nos tendríamos que convertir a

nuestra forma lobuna y luchar hasta que uno muriese o se rindiese. –expliqué

ante su curiosa atención. –Y un hombre lobo no se rinde. –añadí por si


quedaba alguna duda.

– ¿Así que eres una especie de matón que, como eres el más fuerte, cuando

no se hace lo que tú quieres, te enfadas lo suficiente como para matar a


alguien? –preguntó haciendo un ridículo e inexacto resumen de lo que le

había dicho.

–Eres imposible Adara. –murmuré frustrado.


– ¿Y con una mujer lobo es lo mismo? –cuestionó de pronto.

La miré sin poder evitarlo repasando desde su largo cabello hasta la forma
fibrosa y sensual de su cuerpo bien entrenado pero generoso en el busto.

–Lo es, pero estoy teniendo consideración contigo cuando algunos aseguran

que no tengo de eso. –confesé.

–Pues qué suerte tengo. –ironizó antes de irme dejándome plantado.

¿Otro desplante? ¿Y por qué simplemente no me trasformaba y obligaba al

hilo conductor que tenía como alfa a que se sometiese?

Era, desde luego, una buena pregunta.


CAPÍTULO 6

ADARA

El sol ya estaba saliendo cuando alguien abrió tímidamente la puerta de mi


habitación que, ni de lejos, era tan cómoda como la de Asher. Podía percibir
que estaba en el cuarto de abajo y eso, por algún motivo, me había

mantenido despierta e inquieta.

–Estás levantada… –murmuró Katia sonriendo tímidamente. –Vengo a


pedirte algo. –explicó.

Por lo menos no se andaba por las ramas y era directa. Lo agradecía


tremendamente. A lo mejor si mi familia hubiera sido así no estaría
pasándolo mal.

– ¿Qué necesitas? –pregunté con la sensación de que tampoco podría hacer

nada por ella porque yo no era nadie.

–Quiero que me enseñes a pelear como lo haces tú. –contestó ilusionada.

–Seguro que hay gente por aquí, incluyendo a tus dos hermanos, que pelean

bien y que podrían enseñarte. –repliqué rascándome nerviosa el interior de


la muñeca.

–Pero el problema es que, como te dije, todo el mundo se niega a pelear

conmigo. Mi madre me puso el nombre de Katia, que significa pura, eso no


hace más que acrecentar que todos piensen que debería estar en un pedestal

hasta que hubiera un buen hombre dispuesto a casarse conmigo y con

suficiente fuerza como para protegerme y además conseguir que Asher le


diera la bendición. –argumentó en un retahíla que me pareció eterna.

– ¿Y crees que yo no tendré reparos? –cuestioné leyendo por dónde iban sus
pensamientos.

–Sé que no los tendrás. Bueno, no digo que vayas a tirarme por los suelos sin

piedad, pero creo que serías capaz de hacer cualquier cosa por molestar a
mi hermano. –Hizo una pausa riéndose. –Además, que lo necesito. No puedo
seguir siendo una muñeca de porcelana de por vida. Sigo entrenando con los

nuevos cuando tengo ciento cincuenta años. –soltó consiguiendo que me

echase para atrás prácticamente cayéndome de la cama.

– ¿Cuántos? ¿Cuándo nos conocimos no dijiste que éramos prácticamente de

la misma edad? Porque yo tengo veinticinco, reales. –recalqué pidiéndole

explicaciones.

–Ay, no te enfades. Quería tener una amiga y no me parecía buena idea

empezar con que nos separaban tantos años de existencia. De todas formas,
cuando no le dejan a una vivir como una adulta, nunca se hace mayor. –

contestó pidiéndome perdón.

–Está bien. Tampoco tengo yo el mercado de amigas como para ponerme

exquisita. –reconocí en alto. Ella sonrió más; Quizá era porque la había

reconocido como amiga. – ¿Y cuándo quieres que empecemos a entrenar? –

pregunté ya poniéndome en pie.

–Pues… Si pudiera ser cuanto antes… –murmuró no queriendo agobiarme.

–Me cambio y bajamos. –acepté metiéndome al baño.

Esa parte del cuarto, también era diferente a la de Asher. Él habría

remodelado seguramente y por eso lo tenía todo tan cómodo, pero ya podía

extender sus lujos al resto de las estancias de la mansión.

¿Cómo tendrían sus cuartos Katia e Igor?

– ¿Lo haces por molestar a mi hermano? –preguntó cuando ya nos

encontrábamos en el medio del bosque, entre profundas ramas y hojarasca

seca en la tierra.

–Primera lección. –Barrí sus pies con una de mis piernas haciéndola caer al

suelo. –Nunca te entretengas mientras estás combatiendo. –dije seria.

Era cierto que se trataba de una lección valiosa pero eso no borraba el hecho

de que no había querido contestar a su pregunta.


Katia resultó aprender muy rápido. Entendía cómo se ejecutaba una

maniobra con verla una sola vez y aunque que me pillase para ejecutarla no

resultaba sencillo, hasta el punto que me tenía que acabar dejando, estaba

muy orgullosa de lo fácil que era enseñarla.

– ¿Qué creéis que estáis haciendo? –preguntó Igor llegando consiguiendo

que Katia, como había intentado evitar que hiciese con la primera lección,
girase la cabeza hacia él dejándose expuesta hacia el puñetazo que yo ya

había lanzado para que lo parase con una sencilla defensa. – ¡Katia! –chilló
antes de acercarse corriendo.

– ¿Estás bien? –pregunté ayudándola a levantarse mientras examinaba la

sangre que caía de su nariz pero que estaba a punto de curarse mediante la
curación acelerada que teníamos los hombres y mujeres lobo.

– ¿Cómo se te ocurre ponerte a pelear con ella? Ella es frágil, ella es… –

murmuró Igor.

– ¡No soy ninguna chica de porcelana! Yo le he pedido que me entrene y ella

haya aceptado. –comunicó Katia colocando las manos en jarras.

–Ella no puede aceptar tal cosa sin consultarme mi opinión. –dijo el gran
grano en el culo que me empezaba a parecer Asher.
–En vez de molestar en todo lo que intento hacer aquí, ya que no me puedo ir,
podrías preocuparte de poner las habitaciones de invitados la mitad de bien

de lo que tienes la tuya. –recriminé cruzándome de brazos.

El ambiente cambió sensiblemente y sus dos hermanos pasaron la vista de él


a mí unas cuantas veces. Solo entonces me di cuenta de que, al decir eso,

había reconocido que sabía cómo tenía Asher su habitación; ¿Qué estarían
pensando?

–No puedes entrenar a Katia, ella seguirá entrenando con el grupo para ir

cogiendo fondo. –repitió el alfa poniendo la voz aún más grave.

Algo se removía en mí cuando sonaba tan gutural, tan animal que era

imposible no caer de alguna forma en voz, pero lo que me decía me daban


tantas ganas de pelearme con él…

–Nadie ha dicho que deje faltar a los entrenamientos comunes. –repliqué

omitiendo que, en ellos, ella no hacía nada básicamente porque no la


dejaban. –Sino que incorporemos los individuales. –Conseguí que se

quedase parado mirándome sin darme un “no” rotundo. –No sufrirá daño
alguno. –añadí intentando forzar el “sí”.

–Tú entrenarás en el grupo común y conmigo por las tardes. Si aún así sacas

tiempo y ella no sufre daño, tenéis mi permiso. –concedió yéndose tras


resoplar.
Era una victoria solo a medias porque no contaba con tener que hacer
entrenamientos individuales con él por las tardes también, pero, por

supuesto, no iba a reconocerle que era demasiado. Podía aguantarlo.

–Has conseguido que cambie de opinión. No sabes lo raro que es eso. –

afirmó victoriosa sin dejar de mirarme. –Por cierto… ¿En qué momento has
estado tú en el cuarto de mi hermano? –preguntó dejando claro que no había
pasado por alto ese pequeño detalle.

–Es una buena pregunta. –afirmó Igor quien era tan silencioso que no había

notado que seguía allí. –Él nunca deja que entre allí nadie. –añadió
entrecerrando sus ojos para examinarme.

–El entrenamiento grupal va a empezar y si no llegamos, olvídate de lo de


que yo te ayude así que… Muévete. –ordené ignorando contestar a alguno de

los dos.

Asher esperó en la línea de salida hasta que estuvimos todos y por cómo se
colocaban, supe antes de llegar que era la maldita carrera hasta la línea roja.

En los ojos verdes del alfa centelleó algo cuando se cruzaron con los míos.
Ese iba a ir a por mí para pillarme mucho antes, dejar claro que era más

rápido que yo.

Así que lo decidí.


Conforme dio el pistoletazo de salida, en vez de quedarme al lado de Katia,
adelanté puestos hasta ponerme a la altura de Asher, quien me miró de reojo

y esbozó una medio sonrisa.

Sabía que él podía correr más rápido pero también me fijé en cómo dejaba

que todos llegasen más o menos poco después que él para no llevarle una
ventaja excesiva a ninguno. Escogí mi oportunidad en una de las muchas
miradas que echaba hacia atrás para comprobar cómo iba el grupo y me puse
a correr en un sprint para llegar la primera a la línea roja: Si era la

cazadora, no podía ser cazada.

Él se dio cuenta enseguida pero ya no pudo adelantarme y se quedó


respirando con todo su cuerpo delante de mí al cruzar por detrás de mí.

–Parece que hay nueva cazadora. –murmuré sintiéndome orgullosa.

El grupo estaba sorprendido y precisamente por eso, tras salir hacia el lado

inverso, pillé a todos sin necesidad de esforzarme mucho. Al que más me


costó fue a Igor, que tardé un poco y pareció muy asombrado al ver que lo

conseguía. Por delante de mí, solo quedaba el maldito Asher y quería

cogerle a cualquier precio.


CAPÍTULO 7

ASHER

Noté un cambio en la intensidad de Adara antes de que echase a correr pero,


si la seguía sin más, dejaríamos al grupo muy por detrás. Esos segundos en
los que dudé, sirvieron de suficiente ventaja para que, cuando corrí con

todas mis ganas detrás de ella, no llegase a alcanzarla.

Crucé la línea para encontrar en su rostro una risita de estar orgullosa y unos
ojos que brillaban como dos zafiros de color azul.

–Parece que hay nueva cazadora. –dijo mientras remojaba sus labios con la
lengua de una forma que me hizo difícil callar a mi parte animal.

Vi la determinación que había en su mirada y tuve claro que iba a venir a por

mí tanto como había pensado ir yo a por ella por lo que, a la carrera hacia el

lugar de salida. Corrí de verdad, pensando dejarla tan atrás que viese de
nuevo la furia en su mirada.

Casi a punto de llegar, me di la vuelta para comprobar por dónde iba y, al

ver que no estaba, me quedé quieto. En ese mismo instante olí a jazmín para,

un segundo después, encontrarme en el suelo con ella encima.


–Eres tan engreído y prepotente que sabía que te girarías a mirar. He dado un

poco más de vuelta pero te he sorprendido por el lateral. –anunció triunfal.

Así, teniéndola a horcajadas sobre mí, poco podía pensar en que era la
primera vez que alguien me ganaba en ese juego de entrenamiento. Empecé a

oír otros pasos y ella debió de haberlo oído también porque se levantó

lentamente evitando mi mirada a toda costa.

–Buen punto el que ha utilizado a Adara, tener presente que el factor

sorpresa, en una guerra, siempre es clave. –dije para romper la curiosidad


del resto. –Vamos a nadar. –añadí echando a andar hacia el río.

Era un ejercicio que ayudaba a trabajar todo el cuerpo al mismo tiempo.

Mucho más si, al llegar a las aguas turbias, les hacía nadar a contracorriente.

–Nadas sorprendentemente bien. –halagó Adara a Dylan.

¿Por qué me molestó escuchar que lo primero bueno que decía Adara era

hacia otro macho?

No me sorprendía de todas formas porque Dylan precisamente significaba

hombre del mar, lo llevaba en la sangre y en su destino. Era uno de los

mejores guerreros para cualquier pelea que conllevase llegar por mar.

–Tu carrera ha sido impresionante, parecías el propio viento. Se nota que

has entrenado mucho. –contestó él con una voz demasiado sensual.


Sabía reconocer un hombre a la conquista solo por su voz y el olor a

feromonas que desprendía por lo que me di la vuelta llevado por una

imperiosa necesidad de verlo con mis propios ojos. Los otros hombres del

grupo también se habían acercado peligrosamente a Adara. Su bañador

dejaba bien clara su figura que invitaba al deseo y allí acababan de darse

muchos cuenta de la hembra que acababa de llegar a la manada.

–A cambiarse y al comedor. –ordené con la sangre hirviendo sin motivo

aparente dentro de mí. –Adara, ven. –añadí consiguiendo que se acercase a

mí y, sobre todo, que se apartase de ellos.

El agua caía a chorreones por su cuerpo todavía y se escurría el pelo

mientras se paraba en frente de mí.

– ¿Para qué soy buena, alfa? –preguntó con la mejor de sus sonrisas, falsas

por supuesto.

Tanta disposición era inusual y me escamaba. Estaba jugando conmigo de

alguna forma desde que había empezado el día y se había puesto a entrenar a

mi hermana pero parecía que eso solo había sido el inicio.

–Nos vemos justo después de comer, empezaremos las sesiones de

entrenamiento individual. –anuncié preparado para que hubiese cambiado de

opinión.
–Vale. –contestó encogiéndose de hombros.

–Alfa, con todo el respeto. –intervino Haimi, quien, desde que había

empezado su entrenamiento no paraba de tirarme indirectas sensuales. Su

nombre significaba “mujer que busca”, pero estaba buscando en el lugar


equivocado. –No sabía que se podían pedir sesiones particulares. –dijo

batiendo sus pestañas hacia mí.

–Si aquí la señorita quiere ocupar mi lugar… –soltó Adara.

Sabía que no quería entrenar conmigo.

–No, eso no va a ser posible. –intervine cuando vi por dónde iban a llevar la
conversación. –Haimi, tu desempeño siempre ha sido impecable y, hacerte ir

a una sesión particular sería inapropiado, bajaría la alta imagen que tengo
sobre ti. –dije sabiendo que eso sería suficiente.

–Oh, bueno… –Parpadeó exageradamente de nuevo. –Entonces, alfa, estaré


disponible para lo que me necesites. –concluyó antes de alejarse.

Adara se descojonó en cuanto ella se alejó y yo no pude más que mirarla,


divertida y aún mojada, con cierta confusión.

–Está deseando meterse en tu cama. –soltó consiguiendo que la sola mención


de un lecho en sus labios sonase a una propuesta.
–La única que se ha metido en mi cama por el momento eres tú. –aseguré
para que ella se quedase totalmente callada.

Me acerqué un paso a ella y el jazmín inundó mis fosas nasales. Tragó saliva
y se apartó el pelo de la cara nerviosa.

¿Qué pasaba si la besaba?

No pude comprobarlo porque Enzo, mi primo, estaba allí inesperadamente


buscándome.

Dejé que Adara se fuera. Por alguna razón, que no iba pararme a analizar, no

quería que Enzo la viese; A lo mejor tenía algo que ver que como su nombre
significaba “príncipe de sus tierras” cogiese todo lo que le gustaba como si

fuese suyo.

– ¿La chica? –preguntó haciéndome saber que había tenido tiempo de fijarse.
– ¿Es tuya? –cuestionó refiriéndose a si yo quería algo con ella, carnal por
supuesto.

–Sí. –contesté por primera vez en todas las veces que me lo había
preguntado.

Asintió.

–Bueno, yo venía a contarte que ha habido una actividad inusual en la línea


de tus tierras. –dijo cambiando radicalmente de tema. –Vampiros jóvenes,
van y vienen. –añadió.

–Habrá otro reclutamiento este año. –contesté considerándolo.

El reclutamiento tanto de hombres lobo como de vampiros duraba años hasta

que el líder consideraba que estaban listos. Normalmente, era algo uniforme
en nivel y, por tanto, solía crecer el número de unos y otros que engrosaban

las filas. El problema era que nuestro entrenamiento no incluía ir a buscar


pelea con ellos, el suyo sí.

–Dupliquemos los hombres por guardia para una mayor seguridad y ya está.

Si ves algo raro, me informas. –exigí.

Normalmente yo estaba al frente de todas las operaciones, por pequeñas que

fuesen, pero con todo el grupo nuevo a punto de terminar el reclutamiento;


Mi hermana a la que pensaba dejar otro año más sin “graduarse” del

entrenamiento; Y la incorporación de última hora de Adara, tenía


demasiadas cosas de las que ocuparme.

– ¿Interrumpo tus pensamientos? –preguntó Igor, mi hermano pequeño,


llegando hasta mí cuando yo ya había empezado a comer en el gran comedor.

–Como siempre, Igor. –aclaré.

–Quiero que vayas pensando qué excusa te vas a inventar para dejar a Katia

en el mismo sitio un año más. –dijo mientras se echaba una primera


cucharada de comida a la boca.

–Pues lo mismo de siempre: Que no tiene el nivel de habilidad suficiente,

que no podría defenderse sola en una pelea. Vamos, la verdad. –respondí sin
ganas de hablar de eso.

Al morir nuestros padres, aunque fuese hacía tanto tiempo, yo me había

quedado encargado de mi hermana junto a mi hermano; Ella tenía tres años y

era tan frágil… Nos encargamos de que nadie se atreviese a mirarla


siquiera.

–Pero es que este año no va a ser verdad, Asher. –aseguró. Le miré

enarcando una ceja. –He visto el nivel físico de Adara, si ella la entrena día
por día, acabará por ser buena. –sentenció.

–No les dará tiempo, solo quedan dos semanas para el fin del año de

reclutamiento: Ni Katia será una buena guerrera física y

armamentísticamente hablando; Ni Adara habrá conseguido ser hábil con su


trasformación. –concluí.

Eso último pareció dejarle pensativo. Claro, había sido Terry el que me
había comunicado a mí lo de Adara; Que hacía nueve años que no se

transformaba, antinatural.
Le dejé allí reflexionando ya que tenía algo mejor que hacer. Reunirme con

Adara para la sesión individual. Una duda entonces pasó por mi mente:
¿Dónde se habría metido a la hora de la comida?

Tenía la absoluta certeza, y no solo porque fuese el alfa, sobre que, si

hubiese estado en el comedor, la habría percibido de manera clara e

inequívoca.
CAPÍTULO 8

ADARA

Llegué sin ningunas ganas a un lugar concreto el bosque, el sitio donde había
entrenado en su primera sesión a Katia y donde nos había pillado Asher
obligándome a aceptar tener las sesiones individuales si quería seguir

entrenando a mi amiga. No me había dicho que fuese allí, pero como no me


había indicado ningún otro sitio, tenía que ser, por lógica allí.

Aspiré su fragancia a fuego ardiendo, sal y menta, justo antes de su llegada.

–Aquí estás… –murmuró como si hubiera esperado que no acudiese.

– ¿Tenía otra opción? –pregunté picándole.

Sabía que no debía hablarle así y, aun así, me era imposible no hacerlo. Su

mandíbula se cuadraba, su pecho se hinchaba, algo latía en mi interior…

–No, pero soy un tipo sincero así que voy a decirte por qué te he propuesto

estas sesiones. –“Propuesto” era una forma muy delicada de decir obligado.
–No pasarás como graduada en el reclutamiento si no puedes demostrar tus

habilidades como mujer lobo. –Hizo una pausa aunque mi corazón ya iba a
toda velocidad. –Y hacerlo pasa por convertirse en loba, en llevar a cabo tu

transformación y pelear en esa forma. –concluyó.

Me quedé callada, quieta, y conteniendo la respiración.

– ¿Qué te ha dicho Terry? –pregunté cuando fui capaz de hablar.

–Que no has practicado mucho esa parte de tu entrenamiento. –No era


mentira del todo pero parecía estar callándose información.

– ¿Y qué pasa si no paso aprobada el reclutamiento? –cuestioné cruzando los

brazos sobre el busto intentando contenerme.

Si fuera un simple humano sería tan fácil irme de allí y darle una patada en
sus partes si intentaba seguirme… Como lo complicaba todo lo de ser

licántropos.

–Tendrás que repetir el año entero que empezará después de un mes de

finalizar este. –contestó sin una maldita expresión reconocible en su rostro.

–No pienso quedarme aquí un año entero. –chillé sin importarme si era el
alfa o el dueño del mundo. – ¡Yo tengo una vida fuera de aquí! –añadí en el

mismo tono.

Asher gruñó bajo advirtiéndome que recobrara la compostura pero, a esas

alturas, prefería que me machacase corporalmente hasta hacerme callas que

callarme voluntariamente.
–Has tenido una vida fuera de aquí, pero tu deber es para con la manada. –

afirmó serio.

– ¿Qué deber? –pregunté irritada pero sin chillar. –Mi madre estuvo fuera de

aquí veinticinco años, que son los que yo tengo. –aclaré intentando hacerme

la educada para no reventar con mi impaciencia. –Se suponía que veníamos

aquí, tú me conocías porque tienes que conocer a todos los hijos de tus
miembros para que a su vez se conviertan en miembros, y seguíamos con

nuestras normales vidas. ¿Cuál es el problema? –interrogué ya elevando el

tono de nuevo en la última frase.

–El problema, Adara. –Su voz era firme, tranquila pero impositiva. –Es que

no entiendes cómo funcionan las cosas. No eres una humana, por mucho que

hayas vivido entre ellos. Y los lobos, siempre tenemos una manada. –Hizo

una pausa en la que quise decirle de todo. –Para que ésta sea la tuya tengo
que aprobarlo yo y no meteré en mis filas, sabiendo que eso conlleva que

cualquier cosa que te pase tendré que defenderla con todos los miembros, si

tú misma no demuestras ser digna de ello. –sentenció.

– ¿A tu hermana si puedes tenerla siendo una inepta en el combate físico

pero a mí no sin transformarme? Juegas con armas de doble filo, según te

convenga. –acusé.
–En cuanto pases el reclutamiento, dejaré que te vayas a la ciudad si es lo

que quieres. –aseguró tocándose el puente de la nariz con dos dedos.

–No me quedaré aquí un año. –dije pronunciando con énfasis cada palabra.

–Pues dejemos esta conversación y transfórmate. –solicitó cruzándose de


brazos mientras se echaba hacia atrás para apoyarse en un árbol cercano a
esperar.

–Yo no me transformo. –aseguré respirando hasta tres veces.

–Eres una loba, lo huelo en ti. Además Terry dijo que hacía tiempo que no lo

hacías pero sé que tienes la capacidad de hacerlo. –replicó rodando los


ojos.

–Yo no quiero ser una loba. –dije sintiendo cierta cada palabra.

–No es algo que elijas, es algo que eres. –señaló con las fosas nasales algo
dilatadas, se estaba enfadando.

–Pero si no me transformo, puedo ser normal. –rectifiqué sabiendo que no

iba a llegar a buen puerto aquella conversación.

– ¿Qué tiene de malo pertenecer a la comunidad de lobos? –cuestionó


levantándose para ponerse frente a mí.

Estaba muy cerca y la diferencia de altura era notable. Miré hacia arriba
para sentirme atrapada en sus ojos verdes.
–Yo quiero ser libre para amar. –contesté consiguiendo que se apartase casi
como si le hubiera dado una bofetada.

– ¿Y por qué no eres libre? –preguntó mientras su pecho subía y bajaba a


toda velocidad.

–Sé suficiente, aunque no lo parezca, sobre lo que somos. De repente llegará

un momento mágico en el que alguien sea lo único que me importe y deje sin
sentido mi vida si no está conmigo o si le pasa algo. –recité recordando el
momento exacto en el que quise olvidarme de transformarme.

–Los mate son difíciles de encontrar, yo llevo trescientos años vivo. –


murmuró sin acritud. –Además, en el caso de que eso exista, que tengo mis

dudas… ¿Qué tiene que ver eso con transformarte? ¿Y por qué sería malo un
amor infinito y eterno como lo pintan? –preguntó con verdadera curiosidad.

–Pongamos que el amor es infinito y eterno, porque todo lo que me pasa se

basa en la certeza de eso existe; En el mejor de los casos sería todo idílico.
–aseguré. Él levantó una ceja como si esperase la parte mala. –Pero… ¿Qué

pasa cuando alguien de los dos falta? Mi madre jamás volvió a ser la misma
y cuando me explicó que su duelo no pasaría, ni en mil años… Yo no quiero

eso. –concluí negando con la cabeza.

– ¿Y cuál es el peor de los casos? –cuestionó.


Le miré sonriendo un poco, había estado atento a que eso solo era una parte
y, como parecía increíblemente dispuesto a escuchar mis razones, me sentía

bien para contárselas.

–Que el amor de mate no sea correspondido. –contesté torciendo el morro. –

¿Habrá algo peor que ver como tu alma gemela se revuelca con otra por toda
la eternidad? Lo dudo. –sentencié.

–Casi te entiendo. –dijo aunque había una parte de él, esa altiva de alfa, que
me decía que no le iban a valer mis explicaciones. De pronto, abrió los ojos

como si comprendiese algo y me miró con las pupilas mucho más brillantes.
–Ya lo entiendo… Como solo puedes enlazar con tu mate en forma de lobo,

no quieres convertirte para no encontrarlo. –soltó negando lentamente con la


cabeza.

–Es algo inteligente, sumamente inteligente diría yo. –señalé indignada con
su negación.

–En realidad, creo que vivir fuera te ha distorsionado la perspectiva de las

cosas que crees saber. –replicó frustrado. –Cuando conoces a tu mate,


aunque sea en tu forma humana, sientes una atracción inexplicable; Algo que

te lleva a estar siempre juntos de una forma u otra. Lo que pasa es que la
gente se suele ver rápido en forma lobuna. –explicó.

– ¿Lo sabes por experiencia propia? –pregunté sabiendo que estaba solo.
–Conozco a mucha gente, de esta y de otras manadas. –respondió tajante.

–Bueno, es mi decisión y es inamovible. –determiné dando por concluida la

conversación.

Asher miró a un lado y a otro buscando algo aunque no tenía ni idea de qué,
para después irse sin decir nada. Ante la duda, le seguí para verle tirarse al

río.

¿Qué diantres hacía? ¿Y por qué no podía parar de observar cómo se le


marcaban los definidos abdominales y demás músculos con todo mojado?

No me había fijado, adrede, durante el ejercicio colectivo en el agua, pero

en ese instante… Era como si mi cuerpo ardiese con una inexplicable


necesidad.

– ¿Qué hacemos en el río? –pregunté colocando las manos en las caderas sin

dejar de mirarle.

Sus ojos verdes brillaban como dos esmeraldas clavados en mí con una fina

línea que le hizo parecer un cazador.

–Adara, vete. –ordenó con una voz gutural.

No me lo pensé y, por primera vez, le hice caso.

Corrí de vuelta a mi habitación.


CAPÍTULO 9

ASHER

Salí del agua tras más tiempo del que pensaba que necesitaría. Algo muy
animal se había apoderado de mí durante la discusión, como si fuese una
necesidad imperiosa explicarle a Adara que no era malo encontrar a un alma

gemela.

Tuve que reírme un poco de forma irónica porque yo, precisamente yo,
siempre había abanderado que no era necesario nadie para estar completo.

Había estado convencido incluso de que no existía ese tipo de conexión, al


menos para mí.

No la vi durante la hora de la cena y me pregunté dónde diantres era dónde

comía pero, como tampoco estaba Katia, imaginé que estarían en el mismo

lugar. Igor llegó sentándose a mi mesa con esa cara de querer decir algo pero
no saber si yo estaba de buen humor para escucharlo.

– ¿Vamos a ver entrenar a Katia? –preguntó con impaciencia.

¿Ir a espiar a mi hermana y Adara?


–Vamos. –contesté sabiendo que yo nunca había hecho algo así.

Nos subimos a un árbol suficiente lejos como para que el rastro, al menos

ellas teniendo forma humana, no fuese evidente. Intenté agudizar todos mis
sentidos porque, por alguna razón, no quería perderme ni una sola palabra.

Katia llegó descansada e ilusionada mientras que Adara lo primero que hizo
fue hacer crujir varias veces su cuello como si se encontrase con sueño.

–Si estás cansada… Podemos dejarlo. –sugirió Katia.

– ¿Dejarlo? No, claro que no. –contestó contundente. –El idiota de tu


hermano no te dejará pasar este año tampoco. –añadió.

Igor clavó sus ojos en mí preguntándome en silencio qué era lo que yo le

había dicho a la individua y por qué.

–Oh, eso… Ya lo sabía. –respondió Katia con pena. –No voy a machacarte

catorce días para no pasar igual. –añadió frotándose las manos.

Decisión inteligente.

–Voy a hacer de ti una guerrera tan formidable que no va a poder decir que
no así que déjate de lamentaciones. –ordenó Adara con una autoridad que me

volvió a despertar el instinto animal de ir hasta ella y poseer su boca con la

mía.

No iba a pasar.
Fui incapaz de despegar la mirada de ellas durante las cuatro duras horas de

entrenamiento. Adara se movía con una habilidad que era mejor que

prácticamente toda mi manada tanto en el cuerpo a cuerpo como con armas

de corto alcance. Katia, sin quedarse atrás, aprendía rápido y no se daba por

vencida.

¿Había subestimado a mi hermana pequeña toda la vida?

Nunca me lo había planteado, solo había querido protegerla.

– ¿Y ahora al entrenamiento normal? –exclamó horrorizada Katia al

comprobar la hora.

–Cuando se quiere algo, hay que estar dispuesta a hacer sacrificios. –

contestó encogiéndose de hombros Adara antes de meterse en el río con ropa

para salir totalmente empapada.

Contuve la respiración ante su imagen.

–Voy a cambiarme entonces. –declaró mi hermana.

–Espera. –solicitó tan urgente Adara que, aunque mi hermano y yo ya nos

íbamos, nos paramos a escuchar de nuevo. – ¿Puedo hacerte una pregunta? –

cuestionó mientras se escurría la gran melena caoba.

–Claro, no hace falta que te pongas tan seria. –respondió Katia riéndose para

prestarle atención.
–Para enlazarse con un lobo hay que verlo en su forma lobuna. –dijo

llamando terriblemente mi atención. – ¿Pero qué pasa si me transformo no

habiendo nadie a mi alrededor? –cuestionó con el rostro ensombrecido por

la duda.

–Bueno, en principio, nada. Es una pregunta bastante extraña porque no es

como si tú pudieras evitar transformarte delante de cualquier hombre para


escapar del enlace con tu alma gemela, de estar en el mismo sitio que ella,

que es bastante improbable. –respondió para después quedarse callada. Yo


no respiraba. – ¿Tú no te transformas? –cuestionó en un gritito ahogado.

–Tu hermano dice que no pasaré el reclutamiento sin hacerlo. –señaló con

una mueca de disgusto.

–Oh, es que… Nunca pasa que alguien no quiera hacerlo. –reafirmó Katia.

Sin previo aviso, mi cuerpo se tensó de una manera que jamás lo había

hecho. Adara empezó a cambiar ante mis ojos para convertirse en una gran
loba blanca cuya ferocidad no se podía poner en duda.

– ¿Pasaré? –preguntó Adara.

No pude despegar mis ojos pese a la insistencia de mi hermano Igor de que


debíamos irnos. Él no podía entenderlo, mi cuerpo cambió a lobo con la

certeza inundándome de que sentía una atracción fuera de lo normal.


–Depende tu habilidad para luchar en esa forma, pero tu potencial es
envidiable. –comentó mi hermana.

Adara volvió a su forma humana rápido y miró a un lado y al otro justo


cuando llegábamos a donde estábamos.

–Sabía que estabas ahí. –acusó Adara señalándome con el dedo.

Mis hermanos cruzaron una mirada de no entenderme.

–No sabía que tenía zonas prohibidas en mis propias tierras. –comentó
sabiendo que se empezaría a cabrear.

Me miró cansada, no debía haber dormido prácticamente nada y estaba a

punto de empezar otro entrenamiento con el grupo.

– ¿No tienes a nadie más a quien torturar? –preguntó chasqueando la lengua.

–Nadie más que tú se toma mi presencia de ese modo. –aseguré haciéndole


un gesto a mis dos hermanos para que se fuesen de allí.

–Siempre haces eso. –recriminó poniendo los ojos en blanco para después

echar a andar.

– ¿Qué es lo que se supone que hago? –interrogué cruzándome de brazos.

–Actuar como si todo fuese tuyo. –contestó con el tono de estar enfadada.
–Es que todo es mío. –repliqué haciéndole ver la incoherencia de lo que
decía.

–Con todos mis respetos, alfa: Yo no soy tuya. –sentenció con el rostro muy
serio.

La alcancé de dos pasos colocando mis manos en su cintura y tomé sus

labios con furia.

Había esperado que se apartase por lo que profundicé aún más en devorar su
boca sintiendo que cada fibra de mi cuerpo despertaba para poseerla.

–Tenemos que ir a entrenar. –murmuró separándose solo lo justo.

–Te aseguro que absolutamente todo puede esperar. –concluí volviendo a la


carga.

La necesitaba de una forma imperiosa que jamás había tenido. No tuve


tiempo de pensar mientras que nuestra ropa volaba a algún lugar en mitad del

bosque. La alcé sobre mí para meternos a ambos en el lago.

–Esto no cambia lo que te acabo de decir. –dijo sin despegar su pecho


desnudo de mi torso mientras mordía mi cuello.

–Todo tu cuerpo es para mí. –susurré besando su lóbulo para bajar por la

clavícula y detenerme en su hombro.


Sus jadeos se acrecentaron y podía rastrear su excitación pero sabía que
debía prepararla, conseguir que pudiese acogerme dentro.

–Asher… –dijo pidiéndome que lo hiciese.

–Tengo todo el tiempo del mundo. –murmuré dejando que olvidase las
prisas.

Era cierto que la pasión de un hombre lobo era animal y lo había

experimentado muchas veces, pero nunca, en toda mi eternidad, había tenido


esa necesidad de conseguir el bien de la persona con la que estaba sin

importar si eso conseguía que tuviéramos que estar allí hasta el anochecer.

–Asher, alguien puede vernos. –susurró sin dejar de jadear.

–Nadie vendrá. –aseguré tapando sus dudas con mis besos.

Y aunque ella no lo entendiera en aquel momento, se estaba entregando por

primera vez a mí y yo, lejos de sentirme culpable, me sentí satisfecho.

Ella era mía.

Mucho tiempo después, nos vestimos aceleradamente. Me sentía pleno y


sabía que ella lo estaba también pero, de pronto, se quedó seria, con la

mirada perdida en alguna parte.


– ¿Estás bien? –cuestioné elevando su barbilla con mis dedos.

–Tengo que irme. –anunció para salir literalmente corriendo.

Eso, desde luego, no era una reacción normal.

Eché a andar hacia la mansión con intención de reasignar el entrenamiento

matutino para el día siguiente. Sabía que los jóvenes a punto de graduarse no
iban a poner ningún problema por tomarse un día libre. Sin esperarlo, una

mano cayó sobre mi hombro.

Terry.

– ¿Podemos hablar? –cuestionó entornando los ojos.

Me acababa de acostar con su hermano y, por su pétreo rostro, él lo sabía.

–Tú dirás. –dije escuetamente.

Podía despacharlo y además recordarle que no le debía ninguna explicación

pero además de que Adara era su hermana, él era mi amigo.

–No tendrías que haberlo hecho. –comunicó pasándose ambas manos por el
pelo.

–No es como si hubiera tenido elección. –contesté tocándome el puente de la

nariz.

–Ella no querrá quedarse aquí. –dijo a modo de advertencia.


–Eso, ya lo veremos. –sentencié procurando tranquilizar el latido irregular
de mi corazón pensando en qué pasaría si Adara no cambiaba de opinión

sobre lo de irse.
CAPÍTULO 10

ADARA

Me duché sin que eso eliminase ni un poco todo el rastro de Asher sobre mí.
Era imposible no recordar cada lugar exacto en el que me había tocado,
besado o mordido con suavidad.

¿Qué había hecho?

Sentía el pecho hinchado e irregular y no tenía ni idea de qué me había


llevado a abandonarme esa pasión sin pensar en nada más. Todas las

palabras de Terry sobre no acostarse con ningún hombre lobo que no fuese
mi mate cayeron haciéndome sentir cierta culpabilidad. Pero Asher estaba
tan caliente y tan feroz cuando me había cogido para llevarme al lago, que no

me imaginé ni por un segundo en un lugar que no fuera entre sus brazos.

Pero ya sola en mi habitación, todas las dudas me asaltaron.

Yo siempre había tenido claro que no quería ninguna conexión con nadie. Un
recuerdo doloroso inundó mi mente.
Mi madre estaba sentada en la mesa de la cocina, como siempre, con una

taza de té en la mano.

–Voy a ir al centro, deberías venir. –dije con la esperanza de que quisiese


acompañarme.

–Hoy no. –contestó taciturna.

–Tengo compañeras en el instituto cuyas madres también están viudas. –

dije con mis dieciséis años impulsando cada una de mis palabras. –Y sus

madres rehacen su vida, viven. –afirmé intentando que reaccionase.

–Hoy hace dieciséis años que murió tu padre. –informó como si con eso

concluyese la conversación.

–Siempre dices que nuestra raza es prácticamente inmortal… ¿Qué

piensas hacer el resto de tu existencia? –cuestioné enfadada.

–Esperaré a que crezcas lo suficiente como para valerte por ti misma y

cortaré, por voluntad propia, con la hechicera de la manada, mi no


envejecimiento. Desde entonces me quedará una vida estándar, iré

envejeciendo, y moriré para reunirme con tu padre. –contestó.

Aquello dolió como dos mil puñales.

¿Mi madre sin que le pasase nada se iba a ir voluntariamente? ¿Vivir con

sus hijos y sus futuros nietos no le parecía suficiente?


–Cambiarás de opinión, con el tiempo. –refunfuñé ya sin ganas de bajar al

centro.

–No, Adara, solo que tú serás capaz de entenderme. Cuando un hombre o

mujer lobo encuentra a su mate, en ese momento en el que ambos se ven en

su forma lobuna, ya nada más te sostiene vivo más que esa persona. –Hizo

una pausa como si recordase tiempos vividos junto a mi padre. –Os quiero,
pero me iré tranquila cuando os haya visto encontrar a vuestro mate, tanto

a ti como a tu hermano Terry. –concluyó acercándose para darme un

abrazo.

Lloré.

Quería a mi madre por lo que decidí en ese mismo instante que jamás

encontraría a mi mate, si no pasaba, basándome en que mi madre era una

mujer de palabra, ella no haría el proceso para empezar a envejecer hasta


que fuera su hora de morir.

Alguien llamó a la puerta sacándome de mis pensamientos. Terry asomó la

cabeza para después pasar por completo.

– ¿Se puede? –interrogó aunque ya estaba dentro. –Quería hablar contigo

porque creo que has cambiado de opinión sobre lo de irnos y quería decirte
que por mama y por mí está bien quedarnos aquí. Es bueno volver al hogar. –

soltó paseando nervioso su mirada por la habitación.

– ¿Hogar? No he cambiado de opinión, en cuanto termine el reclutamiento,

nos volvemos a la ciudad. Y si vosotros queréis quedaros… Es cosa vuestra,


yo puedo mantenerme por mi cuenta. –solté sintiendo que las cosas estaban

pasando demasiado rápido para asimilarlas.

–Es algo incómodo pero… Puedo saber lo que ha pasado con Asher o
intuirlo por cómo han cambiado tus feromonas. –dijo sin parar sus ojos en

los míos.

No era nada fácil hablar de algo tan íntimo con un hermano. Me puse roja

como un tomate.

–Eso no cambia que me quiera ir. –dije encogiéndome de hombros.

Con esa afirmación sí que había conseguido que me mirase y, por su


sorpresa, hubiera dicho que no me entendía.

–De todas formas, no pasarás tu reclutamiento si no te conviertes en loba y


haces un par de luchas. –señaló entonces.

Sí, era algo que había podido saber por medio de Katia, pero había
formulado una solución en mi cabeza.

–Lo haré entonces. –dije para que se extrañase del todo.


– ¿Tú te convertirás en loba y harás un par de combates para enseñar tus
habilidades? –preguntó como si necesitase confirmación de haberme oído

bien.

–Lo haré. De hecho, tengo que ir a hablar con Asher por ese tema. –dije
saltando de pronto de mi sitio para ir hacia la puerta.

– ¿Entonces no te quedarás, Adara? –cuestionó cuando yo ya estaba en el


pasillo.

–En trece días exactos, me iré a la ciudad. –afirmé antes de irme.

Conforme me iba acercando a la habitación de Asher, mi seguridad iba


decreciendo. Sabía que estaba dentro porque percibía su rastro, dulce y

caliente, a hoguera y a sal, dentro.

Podía imaginármelo medio desnudo, tumbado en su cómoda cama entre


sedas con la chimenea crepitando en la esquina.

¿Y si entraba ahí y me quedaba muda?

Estaba a punto de darme la vuelta cuando la puerta se abrió de par en par y


el torso desnudo de Asher era todo lo que tenía en mi campo de visión.

– ¿Vas a entrar o a seguir deambulando en mi puerta? –cuestionó clavando

sus ojos verdes en mí.


–Yo… –Me quedé muda intentando tranquilizar mi propio pulso. –Quería
hablar contigo. –comuniqué procurando dejar salir la respiración contenida.

–Eso ya lo imagino si has venido hasta aquí. –murmuró observándome de


arriba a abajo.

–Quería preguntarte si existe alguien, además de ti, que tenga autoridad para

decir si alguien es un lobo apto o no en el reclutamiento. –dije soltando la


premisa de mi idea.

Asher entrecerró los ojos y me hizo un gesto para que pasase al interior de la

habitación. No debía hacerlo si quería tener mis sentimientos a salvo, pero


tampoco podía obligarle a tener una conversación en el pasillo. En cuanto

puse un pie dentro dejando que cerrase la puerta tras de mí, supe que había
sido un error. Toda la estancia tenía su fragancia, envolviéndome,

invitándome a mirar hacia la cama con un deseo irrefrenable.

El se dio cuenta perfectamente de lo que estaba mirando y sus ojos


centellearon en respuesta.

–Existen otras personas en cuyo criterio creo. –contestó pese a que yo casi

había olvidado mi pregunta inicial.

–Quiero que otra persona evalúe mi condición de loba; Que tú no estés

presente. –dije sabiendo que, seguramente, estaba diciéndole algo indebido


al alfa. –Me pondré nerviosa. –añadí.

No era completamente mentira que me pondría de los nervios con sus ojos

color verde clavados en mí, pero no era ese el motivo de mi petición.

– ¿Qué pasa si me niego? –cuestionó colocando una de sus manos en mi


cadera.

–Que me iré enfadada de aquí, maldiciendo la jerarquía lobuna y con la

creencia de que eres un intransigente. –contesté tragando saliva y


mordiéndome el labio para contener las ganas que tenia de abalanzarme

sobre él.

Estábamos tan cerca. Era tan fácil olvidar todo lo que no importaba y
rendirme al placer…

– ¿Y si accedo? –preguntó con una sonrisa torcida que me enloqueció al

mismo tiempo que colocaba la otra mano en mi cuerpo.

No hizo falta decir nada más. Nuestros labios se juntaron; Él asintió

accediendo a mi petición; Y yo solo quise dejarme llevar.


CAPÍTULO 11

ASHER

Habían pasado doce días desde que Adara había entrado a mi cuarto para
hacerme una petición totalmente en contra de mi posición de alfa; Debía ser
yo quien decidiese si iba a ser yo mismo quien le diera el visto bueno a los

reclutados en su forma de lobo o no, pero no pude resistirme a la invitación


de su cuerpo si le daba lo que me había pedido y, de todas formas, no veía
qué mal podía hacerme.

La rutina había cambiado sensiblemente desde entonces. Seguíamos


entrenando cada mañana en grupo pero nos peleábamos con distintas
artimañas para ver quién sería el cazador y el cazado en la carrera matutina

ignorando a todos los demás; Sospechaba que el resto del grupo se había

dado cuenta, incluyendo a mis hermanos, pero tarde o temprano, se tenían


que enterar.

No iba a pasar precisamente rápido lo que había iniciado con Adara.

Por la tarde, había escogido dejar que Adara entrenase con ahínco a mi
hermana, quien mejoraba con sorprendente facilidad. La razón para ese
cambio era sencilla: Así Adara acudía cada noche a pasar las horas entre

mis sábanas. Nos era imposible dejar las manos uno lejos del otro.

Lo único malo, a mi parecer, aunque ella insistía en que era necesario,


estaba en su hora de irse. Todos los días de madrugada cogía sus cosas y se

iba al encuentro de Katia de nuevo, pero para que ella la ayudase con su

transformación.

Mil veces había tenido ganas de presentarme delante de ella, en forma de

lobo, para acabar con las dudas que pudiera tener al respecto. Yo sabía lo
que sentía y que no se parecía a nada que hubiese sentido antes, pero tenía

algo de miedo a que, cuando me viese, lejos de lo que yo pensaba que iba a

pasar, no sucediese absolutamente nada.

Deseché esa idea mientras esperaba a que Adara apareciese en el comedor a


la hora de la cena. Quería aspirar su fragancia a jazmín en la distancia,

comprobar que el entrenamiento de la tarde había ido bien y que solo

quedaba la hora de la cena para estar juntos de nuevo en mi habitación que

se había convertido en la nuestra.

Por fin apareció, pero lejos de alegrarme, me quedé serio al verla tan

acompañada. Casi todo el grupo del reclutamiento iba junto y mi


incomodidad pasaba por querer arrancarle la cabeza a cada hombre que

estaba cerca de ella.


En vez de hacer eso, manteniendo la calma, agudicé el oído para comprobar

qué era tan divertido.

–Es una pena que te vayas mañana. –aseguró Dylan.

–Ella pasará sin problema todas las pruebas finales. –aseguró Katia, quien

parecía mucho más integrada en el grupo de lo que lo había estado alguna

vez.

Quizá no le había permitido simplemente vivir como lo hacíamos todos; Me


arrepentía en cierta medida de eso y estaba comenzando a corregirlo.

–Sí, bueno… Ha sido un placer conoceros a todos. –dijo Adara

consiguiendo que con solo oírla se hinchase mi pecho. –Mañana me vuelvo a

la ciudad pero, quizá, de vez en cuando, venga a veros como ha hecho

siempre Terry. –comunico.

Escuchar de sus propios labios que iba a irse, despertó en mí todas las

alarmas. Dejé el plato de comida y me moví hacia la salida.

Antes de salir, crucé una mirada significativa con Adara. Sus ojos azules
centellearon y se mordió el labio.

Pensaba esperarla en mi habitación y, por suerte, no se hizo de rogar.

–No me mires así en público que me sonrojo. –solicitó ya colocándose a

horcajadas directamente sobre mí en la cama al entrar.


–He oído que mañana te vas. –dije parando sus manos que volaban por mi

cuerpo. –No me has dicho nada de eso. –añadió.

–Claro que te lo dije. Estábamos en el bosque y yo te aseguré que no me

quedaría aquí un año. Nunca he dicho que hubiese cambiado de opinión. –


aseguró empezando a hablar muy rápido, como cada vez que algo la ponía

nerviosa.

Como seguía a horcajadas sobre mí, acaricié con mis dedos sus muslos hasta
subir por su ombligo, rozar el contorno de sus pechos y detenerme al tocar su

boca entreabierta.

– ¿Qué crees que va a pasar mañana? –cuestioné respirando hondo.

Quería hacerla mía otra vez pero no podía evitar sentir que algo iba mal, que
ella no quería darse cuenta de lo que estaba pasando.

–Me dirás que soy apta porque lo contrario sería absurdo. –Hizo una pausa
cerrando los ojos para después, al abrirlos, tener determinación en ellos. –A

continuación cogeré mis cosas y me iré. –concluyó.

–Sabes perfectamente que las cosas han cambiado desde que llegaste. No

haré que repitas el reclutamiento si eres apta pero eso no significa que
quiera que te vayas. –murmuré.
Ni quería, ni podía vivir pensando en no encontrarla en mi día a día durante
toda la eternidad.

–Yo no voy a quedarme aquí porque esto. –Me señaló para después
señalarse a sí misma. –Es como un idilio de verano, pasadas las vacaciones,
quedará en un recuerdo. –dijo seria.

–Que así sea entonces. –contesté bajándola de encima de mí para levantarme


de la cama y vestirme.

– ¿Dónde vas? –preguntó con un grito ahogado.

–Por ahí. –respondí sin querer contestar a su pregunta.

– ¿Por ahí? Es mi última noche aquí, creía que íbamos a… –Se quedó
callada, como si no quisiese decirlo en alto. –Pasarla juntos. –concluyó.

–Y yo creía que ibas a quedarte. –recriminé sin querer entrar en eso.

Tenía la necesidad de convertirme en lobo, de correr, de alejarme de esa


habitación que me atosigaba gritándome en silencio que si se iba no podría

volver a dormir allí.

El alba me recibió sentado en una roca junto al lago. Percibí su rastro antes
de que hiciera cualquier ruido.

–Quería saber si vas a mantener tu palabra y otro se ocupará de evaluar la


parte de loba. –dijo en un tono neutral Adara a mi espalda.
–Así es. –contesté sin girarme.

– ¿No vas a mirarme? ¿No podemos, simplemente, tener las últimas horas

que me quedan aquí de manera cordial? –preguntó notablemente disgustada


con mi actitud.

Era yo el que debía estar enfadado.

– ¿Por qué no te transformas aquí y ahora, delante de mí? –cuestioné


levantándome por fin. – ¿Crees que no sé por qué quieres que sea otro el que
evalúe esa parte? ¿Me tomas por tonto? –pregunté notando la ira.

–Lo sabes. –murmuró abriendo mucho los ojos.

–No funciona así, Adara, no puedes huir de lo que somos. –reté frustrado con
su comportamiento.

–De lo que tú crees que somos. –replicó con los brazos en jarras.

–De lo que tú sabes que somos. –señalé.

–Tengo que irme, va a empezar la evaluación final. –susurró antes de huir.

Tenía claro que ella sabía tan bien como yo que éramos mate pero, por algún
motivo que no conseguía entender, se negaba a convertirse en lobo y dejar
que nuestra propia naturaleza hiciese el resto al mirarnos.
¿Y si creía que nuestra atracción se debía a otra cosa? ¿Y si pensaba que se
acabaría nuestra magia al convertirnos y no sentiríamos nada?

¿Eso era siquiera posible tal y como yo sentía mi corazón latir?

–No lo intentes. –dijo una voz a mi espalda. Terry llegó con cara de estar
sufriendo también. –Si la obligas a mirarte y resulta que si eres su mate, no

te perdonará que eso la encadene. No lo hagas si no es lo que quiere. –

advirtió colocando su mano en mi hombro demostrando que de verdad era mi


amigo.

¿Entonces quererla era dejarla marchar?


CAPÍTULO 12

ADARA

Todos los del grupo habíamos luchado cuerpo a cuerpo entre nosotros y
también habíamos utilizado distintas armas para demostrar lo buenos que
podíamos ser como guerreros. En todo ese tiempo, pude notar electricidad

en mi espina dorsal como una señal inequívoca, por lo menos para mí, de
que Asher me estaba observando.

–Toca convertirse en loba. –dijo Katia, quien estaba emocionada por no

haber quedado, ni un poquito por detrás de los demás.

Nuestros entrenamientos, sin duda, habían dado sus frutos. Katia era otra de
las cosas que me iba a costar dejar allí, por si mi hermano y mi madre no

eran suficientes, ya que estaba segura de que no se volverían conmigo. Por

no hablar de Asher…

–Dile a tu hermano que se vaya. –dije mirando a Igor, que estaba cerca de

nosotras. –Me lo prometió. –añadí esperando que cumpliese su palabra.

Noté el momento exacto en el que se fue por lo que me convertí con la

certeza absoluta de que ninguno de los que pelearía conmigo en forma de


lobo era mi mate.

Terminamos la demostración y me felicitaron. Igor, a quien Asher había

dejado encargado de evaluarnos, me hizo un asentimiento de cabeza.

Lejos de alegrarme de manera desmedida, me quedé quieta en el sitio

mientras Katia daba saltitos por ella también.

Así que era cierto… Había terminado apta y nadie me pediría que me

quedase allí otro año para repetir con el tiempo necesario el reclutamiento.

Busqué con la mirada a Asher, sabía que alguien le habría avisado de la


finalización de la prueba, pero no lo hallé.

¿No pensaba si quiera despedirse?

Apreté los puños con fuerza dirigiéndome directamente a mi casa para hacer

la maleta.

–Sabes que deberías quedarte aquí conmigo. –declaró Asher apareciendo de

la nada.

Había una especie de conexión entre nosotros, podía notarlo, pero no


entendía cómo era posible si yo no le había visto en su forma lobuna. Incluso

si él me hubiera visto a mí…

–No soy tuya. –tartamudeé perdida en la intensidad de sus ojos verdes.


–Sí, sí lo eres. Pero precisamente por eso, si quieres irte, dejaré que te

vayas. –declaró consiguiendo que mi corazón bombease sin control.

– ¿Por qué? –cuestioné con un fino hilo de voz.

–Porque puedo esperar toda la eternidad a que vuelvas, cuando estés

preparada. –declaró hinchando mi corazón.

–Yo… Solo quiero que mi madre no decida irse. –confesé queriendo

contarle todo lo que me había guardado hasta ese momento. Enarcó una ceja.
–Cuando Terry y yo encontremos a nuestras almas gemelas, se dejará

envejecer. –expliqué.

Asher asintió tan comprensivo que quise olvidarme de mis miedos,

entregarme al amor que me ofrecía.

–Cuando Terry lo haga, lo haré. –declaró mi madre saliendo de la casa de

pronto.

– ¿Qué? –cuestioné en un grito. – ¡Tú dijiste que solo cuando los dos

tuviéramos a alguien con quien compartir nuestra existencia! –Estaba


histérica, no podía cambiar así las reglas del juego.

¿No era una mujer de palabra?

–Dije que cuando la encontraseis, no que me fuese a prestar a

manipulaciones. Si quieres aceptar o no que Asher es tu mate bien, sino


encontrar, ya lo has encontrado. –sentenció volviéndose a meter dentro para

cerrar la puerta de la casa.

Cerrar por dentro, como acababa de oír que había hecho, solo era una forma

poco subliminal de decirme que debía hablar con Asher.

– ¿Y si te equivocas? –pregunté con miedo.

Era un miedo real. Sentía electricidad en cada poro de mi piel cuando estaba

cerca de Asher. Entregarme a él cada noche solo hizo aumentar mi necesidad


constante de comprobar que me deseaba, que de alguna forma me amaba.

–Si es así, que no lo va a ser, es mejor darse cuenta cuanto antes. –respondió
intentando sonar seguro.

A mí, por como subía y bajaba su pecho, me daba la impresión de estar ante

alguien más bien preocupado. Él tenía el mismo miedo que yo.

–Dame una noche más. –solicité sin poder evitarlo, mordiéndome el labio.

No se disgustó por mi petición como pensaba que haría sino que me cogió

por la cintura para elevarme hasta su boca colocando cada una de mis
piernas a un lado de su cadera. Sabía dónde íbamos exactamente sin

necesidad de que me lo dijera.

El lago, como en nuestra primera vez.


Me hizo suya con voracidad tanto como yo lo hice mío. Sentí el orgasmo
consumiéndome mientras acrecentaba todos mis miedos.

¿Y si no era él?

¿Por qué sentía que si Asher no era mi mate no iba a encontrarlo jamás?

–Hagámoslo ahora. –dijo autoritario pero dulce al mismo tiempo tocando mi

rostro.

Sabía que se refería a transformarnos y mirarnos pero yo solo quería que me


diera más tiempo. Más tiempo para sentir que él era mi hogar o irme con la

certeza de que lo era pero yo no quería verlo.

Todo menos convertirnos y que no fuese, o que fuese mi mate pero yo no el


suyo.

–Podemos esperar… –susurré desviando la mirada.

–No quiero esperar, Adara. Sé que eres tú. –declaró con una fuerza en la
irada que tuve que creerle.

Me transformé permaneciendo con los ojos cerrados.

–Aún estamos a tiempo de volver a nuestras formas humanas. –dije notando


que él también era un lobo. Podía percibir su cambio, su rastro, su imponente

figura aun sin verle. –Vivamos un romance humano, sin necesidad de enlaces
o no. –añadí temblorosa.
Su pelaje tocó el mío. Se había acercado lo suficiente como para que su
hocico me rozase.

–Abre los ojos Adara. –pidió con la voz más dulce que hubiera oído en mi
vida.

El temor me bloqueó pero mis sentimientos no podían ser un error.

Abrí los ojos y lo vi… Éramos mate.

También podría gustarte