Seduciendo Al ALFA - Lena Relish-1

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SEDUCIENDO

AL ALFA

 
Lena Relish
 

 
 
Copyright © 2023 Lena Relish

Todos los derechos reservados.

ISBN:
 
 
ÍNDICE:
 

 
  Capítulo 1 N.º pág. 1

  Capítulo 2 N.º pág. 16

  Capítulo 3 N.º pág. 33

  Capítulo 4 N.º pág. 53

  Capítulo 5 N.º pág. 69

  Capítulo 6 N.º pág. 87

  Capítulo 7 N.º pág. 107

  Capítulo 8 N.º pág. 125

  Capítulo 9 N.º pág. 143

  Capítulo 10 N.º pág. 159

  Capítulo 11 N.º pág. 179

  Capítulo 12 N.º pág. 193

  Capítulo 13 N.º pág. 213

  Capítulo 14 N.º pág. 227

  Capítulo 15 N.º pág. 246

  Capítulo 16 N.º pág. 262

  Capítulo 17 N.º pág. 277

  Capítulo 18 N.º pág. 298

  Capítulo 19 N.º pág. 315


 

 
CAPÍTULO 1
 

PAVEL
 
La noche había caído hacía unas cuantas horas y las calles estaban desiertas.

Solo el tintineo de algunas farolas iluminaba por dónde pasábamos, aunque

en realidad no necesitábamos demasiado para ver con claridad debido a

nuestros sentidos lobunos.

– ¿Qué buscamos exactamente? –interrogó Jared, un guerrero valioso de mi

manada pero algo impaciente.

–Una bruja, se te ha comunicado como a todos. –exclamó poniendo los ojos

en blanco mi hermana Gina.

Ellos no tenían una muy buena relación pese a la cantidad de años que

llevaban en el mismo grupo.

–Solo tenemos que comprobar que es una “bruja falsa” y marcharnos. –

recalcó Will, el más sereno de todos.

Era bastante común que ante el deseo de los humanos de saber el futuro y

tener buena suerte nacieran “emprendedores”, mejor llamados oportunistas,


que aseguraban poder leer cartas, profecías y remedios absolutamente para

todo.

¿Qué nos importaba eso a los hombres lobo?

Nada.

El problema era que de cada cien mil, una era una bruja de verdad infiltrada

que solía coger fama por su acierto. Y eso era peligroso porque ellas

exponían a la comunidad mágica al mundo.

–Se supone que su “consulta” es esta. –dijo Gina torciendo el morro.

–Eso denota que es una de verdad, atentos. –ordené rápido.

¿Por qué iba a tener una consulta cerrada en horario supuestamente abierto

repentinamente? Nos había visto venir.

–A lo mejor simplemente quería una café o una copa. –soltó Jared

aparentemente cansado de estar en misión.

–Podrías haberte quedado en la mansión si no querías venir. –acusó Gina.

–Es que cuando vienes tú es aburrido porque mi única misión es vigilarte. –

rebatió éste.

–Silencio. –exigí con un gruñido bajo autoritario.


–Son como niños. –aseguró Tom, otro de mis amigos más cercanos y un

guerrero, algo frustrado con la constante pelea entre ellos.

– ¿Me buscáis para algo en especial? –interrogó una voz femenina a nuestra

espalda. –No he hecho nada en contra de los lobos. –añadió.

Si su voz sonaba fuerte, había duda en su tono; Solo aparentaba.

Me giré esperando encontrar una bruja anciana, con suficiente poder como
para habernos visto llegar sin estar mirando, pero hallé a una chica joven,

de pelo anaranjado y grandes ojos azules, sentada en el tejado justo superior

a la calle en la que estábamos.

–Vete lejos, cierra la consulta, y no vuelvas a usar tu magia para decirle

cosas correctas a los humanos. –dijo Tom con sus fauces asomando para

amenazarla.

–No puedo hacerlo, pero no tengo ninguna intención de descubriros ante el

ojo humano. –respondió ella levantándose para correr.

–No lo hagas. –exigí. –No me apetece tener que seguirte y te aseguro que te

alcanzaré. –añadí.

La mujer resopló suficiente alto como para que todos la oyésemos y se puso
a bajar por la escalera de incendios. En cuanto la vi mejor, con finas pecas

adornando su rostro, supe que teníamos más de un problema.


–Pavel. –murmuró demostrando que sabía mi nombre. –He visto que no me

harás daño, de lo contrario, me habría ido corriendo en lugar de quedarme

por pura curiosidad. –Hizo una pausa. –Os vi llegar a todos sin intentarlo,

pero no conseguí ver por qué. –afirmó encogiéndose de hombros.

– ¿Y te quedaste por curiosidad? Parece bastante estúpido. –soltó Jared

poco paciente.

–Vi lo que me esperaba si me iba. –murmuró mordiéndose el labio.

– ¡Tú, bruja! –exclamó la voz de un hombre inundando la calle. –Te vienes

con nosotros. –afirmó en el mismo tono. – ¡Lobos, qué sorpresa! ¿Habéis

terminado ya de hostigar a la chica para que no sea adivina de humanos? –

cuestionó riéndose el susodicho vampiro de ojos negros y pelo blanco. –

Tranquilos, nos la llevamos así que no volverá a hacer esos trabajos

ridículos que os preocupan. –concluyó.

–Problema resuelto. –afirmó Jared echándose un poco hacia atrás para

interponerse entre el grupo de vampiros que salía del callejón y mi hermana

Gina, ése era su cometido.

–Genial, estamos de acuerdo. –declaró el vampiro.

La chica abrió los ojos desmesuradamente, asustada y quieta; Si como bruja

tenía algún plan, no me lo pareció.


–No, no lo estamos. –rebatí consiguiendo que mi equipo me mirase con

alerta. –Resulta que la chica se viene con nosotros. –expliqué.

Era algo irracional porque  era innecesariamente peligroso pero la sola idea

de que esos vampiros se la llevasen había conseguido erizar a mi lobo


interior.

– ¿Qué estamos haciendo? –cuestionó Tom sorprendido.

–Nos la llevamos. –declaré como una orden.

Era el alfa así que, aunque luego llegase el aluvión de preguntas al respecto,
obedecieron poniéndose en posición de transformación.

–Son ganas de complicarse a lo tonto, solo es una bruja más, nada que ver
con vuestras mierdas lobunas. –afirmó el vampiro paseándose de un lado a

otro, algo nervioso.

–Necesitamos a la bruja para fines propios. –aseguré callándome solo para


mí mis motivos. – ¿Para qué la queréis? –pregunté comprobando que los

tejados cercanos estaban cada vez más concurridos, aunque fuese de uno en
uno, de vampiros.

–Nos rodean. –murmuró Jared sin perder la calma acercándose más hacia
Gina.

En esa ocasión, ella no protestó.


–Somos mandados, no queremos problemas pero nos la tenemos que llevar
así que, hasta aquí el teatro. –dijo de malos modos el vampiro al mando

acercándose a la bruja.

Ella dio un pequeño salto colocándose, en un abrir y cerrar de ojos, a mi


lado. Aspiré su fragancia, con ese toque dulce tan característico de las

brujas, pero consiguió reafirmarme en mis creces de llevármela.

Aullé dando la orden de atacar solo lo necesario para poder huir, nos
superaban en número y no quería, ni podía permitirme, ninguna baja.

Will y Tom se abalanzaron hacia delante mientras que Jared cogía a Gina

para retroceder. Lancé a la bruja de cabello centelleante contra él con una


orden clara.

–Protégela. –exigí abriendo línea de conexión lobuna para después


cerrarla sin dar tiempo a respuesta.

Me lancé hacia delante transformado en el gran lobo blanco que era, el


único de esas dimensiones, y el alfa por puro derroche de poder.

Conseguí deshacerme de dos antes de pestañear y sin preocuparme para


nada dónde cayesen los cuerpos. Al comprobar que la bruja había

desaparecido de la escena, el que estaba al mando de esa horda levantó el


puño cerrado para pedir el alto.
–Nos vamos. –afirmó con los incisivos fuera por completo.

Gruñí en una advertencia baja.

–Fuera, ya. –exigí antes de volver a lanzar dentelladas al aire.

Volví a mi forma humana con desconfianza. No había sido muy difícil pero

mi instinto, que pocas veces estaba equivocado, me advertía que podían


volver a por ella; Había visto la decisión en los ojos de ese chupasangre,

como si necesitase llevársela.

Llegué, seguido tanto de Will como de Tom, hasta nuestro punto de partida
en el inicio del bosque hacia nuestras montañas para hallar a Jared

farfullando algo de mal humor y a Gina hablando sorprendentemente


tranquila.

¿Pero a qué le hablaban que miraban hacia arriba?

Encontré a la bruja subida a lo alto de un árbol con el rostro algo

desencajado por el miedo y con la duda reflejada en su mirada de una forma


demasiado evidente.

No me caracterizaba precisamente por mi paciencia así que me toqué con


dos dedos el puente de la nariz para contener mis ganas de gritarle por estar

haciendo idioteces en un momento en el que su vida podría estar colgando


de un hilo.
¿Quién, por la divinidad de la luna, le había enseñado algo sobre

supervivencia?

–Baja. –ordené en un murmullo contundente, mirándola directamente a los


ojos.

Lo hizo cayendo con sus manos sobre mí. La cogí al vuelo para después

dejarla en el suelo. Se colocó el pelo anaranjado hacia un lado y nos


contempló uno  a uno.

– ¿Si te lo dice él sí? –preguntó chasqueando la lengua Jared.

–Es que tú eres estúpido. –afirmó Gina aprovechando la ocasión para


pincharla.

–No vais a empezar una discusión de esas ahora. –indiqué con un gesto. –Y
tú, síguenos y no hagas nada suicida, podrían seguir buscándote. –añadí

señalando a la bruja.

–Podría, simplemente, decidir no seguiros. –aseguró colocando los brazos

en jarras de una forma que, en otro momento, podría haberme resultado


hasta gracioso.

–Sí, puedes decidir darte la vuelta y morir. –rebatí sin girarme siquiera.

– ¿Ahora eres brujo? –preguntó mordaz.

–No necesito ser brujo para saber eso. –sentencié.


 
CAPÍTULO 2

DEVA
 
Los había visto venir, en especial a él, al alfa, pero no con tanta claridad

como lo estaba viendo en aquel instante mientras caminaba justo detrás de


él.

Tampoco había conseguido ver qué me deparaba el futuro si iba con ellos,
solo que si salía corriendo esos vampiros me habrían llevado a un lugar

lúgubre y poco tentador.

– ¿Se puede saber a qué viene llevarse a la bruja? –preguntó en un tono

bajito, pensando que no le oía, Jared.

Era alto, menos que Pavel, y su pelo marrón junto a esos ojos negros lo
hacían bastante temible.

–Ya hablaremos de eso. –respondió Pavel, serio, enigmático, todo lo que

parecía ser.
–O podemos hablar ahora. –intervine sorprendiéndolos a ambos. –En

realidad, yo debería irme ya, tengo que pasar consulta mañana por la

mañana. –afirmé con una sonrisa forzada.

–No vas a volver a pasar consulta porque descubrirás la comunidad mágica

al ojo humano. Además, te querían llevar los vampiros, no sé si lo has


olvidado. –retó Pavel girándose en mi dirección.

–A lo mejor solo querían una bruja al azar y yo estaba en su camino. –

repliqué.

Era una posibilidad, sin duda, pero el engreído alfa podía llevar razón y

tampoco tenía dónde esconderme.

– ¿Cuántos años tienes? –interrogó Gina, la hermana pequeña del alfa. –


Digo, pareces joven. ¿Y tu madrina? –cuestionó refiriéndose a esa bruja

mayor que, en teoría, debía estar conmigo enseñándome todo lo que pudiera

necesitar saber.

Cómo a no estar con la mirada fija en la bola observando a hombres lobo de

buen ver mientras que unos vampiros me daban caza.

–No tengo. –confesé encogiéndome de hombros.

–Que alguien busque a Paul y lo traiga. –exigió Pavel con un gruñido.

–No tienes paciencia ninguna. –murmuré en su dirección.


–No lo sabes tú bien. –contestó sonriéndome solo un poco.

Un escalofrío recorrió mi piel de arriba a abajo. Fue una sensación extraña


porque sentí su mirada incluso en el mismo centro de mi ser.

¿Cómo era posible que aquel hombre lobo, engreído y altivo, produjese un

efecto tan cálido en mí?

Lo peor era que me transmitía confianza cuando a mí, que siempre había

estado sola, nada me la transmitía.

Nos detuvimos frente a una gran verja negra recubierta de ópalos y ónices;
Ópalos para impedir la magia dentro y los ónices para debilitar a cualquier

vampiro que tuviese la terrible idea de meterse en territorio de lobos.

¿Por qué no cruzábamos entonces?

–Alfa. –saludó un chico pelirrojo, con un cuerpo atlético pero no robusto. –

Una bruja. –murmuró mirándome.

–Un híbrido. –respondí sorprendida.

No había llegado hasta mis oídos ni la dichosa bola había querido

mostrármelo, ningún caso de clanes que aceptasen híbridos. Los brujos y

brujas éramos una especie muy utilizada pero también muy perseguida. Sin

gremios fijos ni lealtades; Tan solo tu familia y tu madrina, pero yo no tenía

ni una cosa ni la otra.


–Léela. –solicitó Pavel cruzándose de brazos al lado mía. –Con cuidado. –

añadió.

Dudé lo suficiente como para apartar las manos de golpe cuando intentó

cogérmelas.

–No te resistas, Deva, es más fácil así. –dijo Paul con cierta culpabilidad en

la mirada.

Me resistí, porque no estaba en mi personalidad ser tan colaborativa, pero le

dejé ver lo que suponía que estaba buscando.

–Y fuera. –sentencié cuando estuve convencida de haberle mostrado lo que

él quería ver.

Separé nuestras manos de forma violenta.

–Tiene veinticuatro años reales, no tiene familia ni madrina. No planeó


venir hasta aquí. No sabe por qué la buscan. –explicó Paul.

–Podría haber bloqueado toda esa información, al igual que os la podría

haber dado si hubieseis tenido el detalle de preguntar, pero ya veo como el

alfa decide tratar a sus invitados. –señalé retando a Pavel con los labios

fruncidos.

– ¿Invitada, tú? –cuestionó Jared escandalizado detrás de mí.

Para ser un macho adulto se horrorizaba con cierta ridícula frecuencia.


– ¿Prisionera? –pregunté enarcando una ceja.

Mis ojos clavados en los de Pavel, tan verdes como el Amazonas. Sus cejas,

de un color rubia ceniza al igual que su cabello, se elevaron un poco.

Hubiera dicho que le sorprendía mi actitud pero no era capaz de leerlo.

–Dejémoslo en invitada provisional. –afirmó Pavel resoplando. –Gina,

búscale una habitación con llave. –añadió.

–Eso se parece bastante a ser prisionera. –repliqué chasqueando la lengua.

–Tengo celdas y te estoy metiendo en una habitación, deja de contradecirme

en todo lo que digo si quieres que nos llevemos bien. –amenazó

mostrándome un poco sus fauces de lobo.

– ¿Y tú quieres que nos llevemos bien? –inquirí consiguiendo que su

expresión cambiase a una de confusión.

No contestó.

Nada más cruzar la verja me percaté de cómo ese zumbido que siempre

estaba presente a mi alrededor desaparecía. No hubiera podido decir si me

gustó o me aterró esa idea.

– ¿Cómo es que estás sola? –preguntó Gina en cuanto los demás se

dispersaron.
–Siempre ha sido así. –respondí con cierta sinceridad. – ¿Cómo es tenerlo

de hermano? ¿Insufrible? –pregunté con descaro.

Ella se quedó observándome por unos segundos para después desviar la

vista hacia Pavel. Después, soltó una carcajada.

–No es buena idea. –afirmó tranquila, sonriente, con una cara casi amiga.

– ¿El qué? –interrogué pícara.

Había sentido una atracción inmediata hacia el lobo, por eso me había

podido la curiosidad de quedarme y precisamente por ese motivo le había

acompañado cuando estaba convencida de poder haber encontrado alguna

alternativa.

¿Bruja suicida?

Probablemente, pero nunca había tenido más que mi instinto para

sobrevivir.

–He visto esa mirada en muchas lobas anhelantes pero en una bruja… Vaya,

mi hermano se supera como Casanova. Creo que es parte de su halo de alfa

que provoque tanto revuelo. A mí, como su hermana, me da bastante

repelús verlo como ese macho que lo veis. –confesó bastante sincera.

– ¿Está emparejado? –inquirí siguiendo con mi fijación.


– ¿Mi hermano? No. –contestó animada. –Dormirás en el mismo piso que

nosotros porque, básicamente, no podemos fiarnos de ti. –añadió.

– ¿Siempre dices lo que piensas? –pregunté ladeando un poco la cabeza.

–Me has caído bien. –respondió encogiéndose de hombros. –No hagas

ninguna estupidez. –recomendó antes de cerrar la puerta.

Al quedarme sola, lejos de sentirme encerrada, pude fijarme en el pedazo

cuarto que me habían asignado. Si era una cárcel, era una muy cómoda;

Mucho más que los cochambrosos cuartos que iba pagando allí y allá con el
dinero de leerle el futuro a los humanos, que eran demasiado curiosos y no

entendían que las lecturas eran solo orientativas.

Me duché envolviéndome en una cómoda toalla color azul marino que


estaba cuidadosamente doblada. Después pensé en ponerme de nuevo mi

ropa pero, sonriendo, se me ocurrió algo mucho mejor.

Entreabrí la puerta para comprobar, tal y como había oído al irse Gina, que
no habían echado la llave. Posiblemente nadie era tan estúpido para
intentarse fugar cuando acababa de salir el sol y todos los lobos de la

manada estaban en pleno uso de sus facultades. Pero yo no me iba a fugar.

Seguí mi instinto esperando que el apagón de mi magia no hubiese influido

en eso y abrí una puerta en concreto. Al entrar, el aroma inundó todos mis
sentidos. Una mezcla a menta fresca, fuego, sal y jabón. Rebusqué en los
cajones hasta dar con una camiseta que, tal y como había imaginado al

deslizarla por mi cabeza, me quedaba hasta las rodillas. Con la tela negra
cubriéndome por completo, me lancé en la cama de Pavel para

abandonarme al sueño mientras se decidía a llegar.

¿Me había vuelto loca?

Un hilo invisible me tiraba a querer acercarme a él, a imaginarme cómo


serían sus manos recorriendo mi cuerpo, o a qué sabrían sus labios.

De todas formas, había sido él quien había decidido llevarme hasta su hogar

por motivos que desconocía.

–Deva. –exclamó en un gruñido bajo mientras yo prácticamente me estaba

abandonando al sueño.

Abrí los ojos desmesuradamente cuando sentí su peso sobre el colchón.

Se había tumbado sobre su costado apoyando la cabeza en su mano


izquierda. Con la derecha, tocó su camiseta puesta en mi cuerpo.

Tenía la mandíbula apretada, tanto que parecía que iba a rompérsela en

cualquier momento. Le vi ensanchar sus orificios nasales rastreando el aire


y tuve que preguntarme qué sería capaz de percibir de mi cuerpo.
–Pavel, creo que me he equivocado de cuarto. –afirmé en un murmullo bajo
su intimidante mirada.

–No soy ningún caballero, Deva. Si te metes en mi cama no esperes que te


eche sin darte lo que has venido a buscar pero yo no vuelvo a llamar, ni

cambia que estás aquí para que averigüe qué querían los vampiros de ti. –
Subió un poco mi camiseta dejando mis piernas a la vista parando justo

antes de poder ver algo íntimo. –Pero por ser la primera vez, y puesto que
no estabas advertida, puedes irte. –concluyó levantándose de pronto para

abrir la puerta de su habitación.

– ¿Me voy? –inquirí asombrada y disgustada a partes iguales.

–No quieres hacer esto. –afirmó tranquilo levantando más su barbilla altivo.
–Y ve directa a tu habitación. –ordenó dejándome en el pasillo.
 
CAPÍTULO 3

PAVEL
 

¿Qué mierda había sido eso?

Apreté más los puños a cada lado de mi cuerpo intentando contener al lobo
que me gritaba si era idiota por dejar ir a Deva cuando la había tenido

medio desnuda en mi cama.

Ni siquiera yo era consciente de tener tanta contención. Era un alfa, cogía lo

que quería y nadie me lo reprochaba. Además, había sido su perfecta idea…

Me deshice de mi ropa para meterme en la ducha con el agua helada


intentando calmar el deseo que recorría todavía mi piel con una especie de

cosquilleo.

Ella oía a vainilla y con un toque extremadamente dulce por su excitación.

Apoyé la cabeza en el azulejo mientras me agarraba el miembro, que se


negaba a bajar sin ser aliviado, y me hallé a mí mismo pensando en esa
cascada de pelo anaranjado entre mis manos mientras me enterraba en ella

hasta que me corrí.

Tras vestirme ya sereno me recordé a mí mismo que no era una buena idea

dado que era una bruja supuestamente sin familia ni madrina a la que los

vampiros habían estado a punto de llevarse. Tenía que haber algo más en
ese embrollo e iba a tener que descubrirlo para dejar que se fuera.

¿Quería que se fuera?

Negué lentamente con la cabeza intentando deshacerme de los

pensamientos intrusivos que inundaban mi cabeza. Habría dicho que era

cosa de magia pero el ópalo restringía cualquier intento de hechizo o

conjuro.

Silbé para juntar a los cuatro de más confianza, que eran los que me habían

acompañado en la misión.

–Alguien tiene que quedarse vigilando constantemente a la bruja. –ordené.

–No creo que tenga pensado escaparse. –contestó Will sereno. –Parece

bastante cómoda. –añadió.

–Tom, tú vas a averiguar si han vuelto a su consulta o algo. –repartí. –Gina,

a transformaciones. Jared, conmigo. –concluí.


Fui directo al círculo de combates donde entrenábamos la habilidad cuerpo

a cuerpo, tanto hembras como machos, ya que si podíamos luchar contra

vampiros también entre nosotros.

Vi a Ingrid retar a Finn, un guerrero bastante alto y hábil para su edad real,

de hecho, había contemplado incorporarlo a las filas más altas en breve

aunque le faltaba perfeccionar la transformación.

–Va a ganar tu chica. –bromeó Jared disfrutando de aquel espectáculo.

–No es mi chica. –repliqué sin molestarme en alterar mi tono ni un ápice.

Ingrid era una loba fuerte que había conseguido destacar entre los demás

pero, no contenta con eso, se molestaba en exhibirlo para llamar mi

atención.

Un olor a vainilla llegó a mí por un instante.

La pelea comenzó en forma humana con una secuencia de golpes, tanto

puños como patadas. Le siguieron movimientos esquivos perfectos, y  Finn

consiguió atestarle una buena llave que llevó a Ingrid al suelo. No se lo

tomó demasiado bien porque se transformó mandando a Finn a la otra punta

del círculo. Duro golpe. Finn se transformó e intentó defenderse con unas

dentelladas al aire pero la gran loba gris le empujó hasta dejarle tumbado en
el suelo. Él mordió una de sus patas para librarse de un golpe de garras que

iba directo a la cara pero que acabó enterrándose en el costado. Finn aulló.

–Suficiente. –dijo Jared con los brazos cruzados al lado mía.

Yo no había querido intervenir porque si el chico no había querido rendirse

era cosa suya.

Ambos volvieron a su forma humana ante mí. Finn bajó la vista algo

avergonzado aunque no tenía de qué; En las peleas, uno ganaba y otro

perdía, así era siempre incluso en los combates contra el alfa aunque, si el

alfa perdía, dejaba de ser el alfa.

–Buen trabajo Ingrid, se nota que has estado practicando. –dije ante su

ansiada espera mirándome.

–Ha sido innecesariamente cruel, de hecho, el chico ya había salido en una

ocasión del círculo. Ella lo ha visto y ha preferido transformarse para

rematarlo. –dijo la voz de Deva llegando desde arriba.

Todos miramos hacia el árbol que había sobre mi cabeza. Deva estaba

sentada ahí, tranquila, observando el círculo. Imaginé, por su comentario,

que había estado desde el principio de la pelea.

– ¿Se puede saber quién te ha dado vela en este entierro, bruja? –preguntó

Ingrid de malas formas.


–Solo opinaba. –contestó encogiéndose de hombros Deva.

–Pues no opines de lo que no entiendes. –replicó la loba agresiva.

– ¿Te crees superior por algo en particular? Solo eres una ridícula loba

intentando pavonearse ante el alfa cuando está claro que pasa de ti. –

contestó Deva.

–Te voy a matar. –afirmó Ingrid lanzándose hacia delante con intención
avanzar hacia ella.

Deva saltó del árbol colocándose detrás de mí.

–Basta. No estamos en un patio de cachorros. –solté parándola en seco. –

Vete con Gina, Deva. –ordené sin mirarla siquiera.

Pude percibir el olor a vainilla alejándose de forma calmada, casi como si

no se diese cuenta de que andaba en tierra de lobos y no todos los

integrantes de la manada estaban alegres con su presencia.

– ¿Qué hace esa bruja aquí? –preguntó Ingrid acercándose a mí con los

colmillos prácticamente fuera pero guardando la potencia de su voz.

–Es por la seguridad de la manada. –respondí echándole un vistazo a Jared,

quien sonreía estúpidamente detrás de mí. –Quédate tú supervisando el

círculo restante, voy a comprobar cómo va el resto. –añadí queriendo salir

de allí por primera vez.


Me gustaban las peleas del círculo pero que Deva anduviese por ahí sola no

me hacía demasiada gracia. Sin darme cuenta, acabé en mitad del territorio,

a la entrada de la biblioteca, sin ser consciente de lo que estaba buscando.

–Se ha ido por allí. –señaló Will, sereno como siempre.

– ¿Quién? –pregunté confundido.

–La bruja, alfa, la bruja. –contestó negando lentamente con la cabeza.

–Pero por allí no está Gina. –murmuré.

–Habría ido detrás pero te he sentido llegar. –contestó siguiendo con su

parsimonia.

Si en algún momento su paz me había parecido una buena herramienta para

tenerlo en mi equipo de confianza, en aquel instante me sonó burlón y


sabelotodo.

Anduve siguiendo su rastro, que se hizo tan potente que era imposible de

obviar hasta visualizar la verja. Ahí me puse nervioso, el bosque no era un

lugar seguro.

Sin embargo, antes de comenzar mi transformación, la hallé sentada en una

roca nada más cruzar la línea, donde ya no era mi territorio.

– ¿No había rocas para sentarse dentro de mi territorio? –cuestioné

enarcando una ceja.


–No en los que sintiese mi magia así que… Solo he venido un rato, ya iba a

buscar a Gina. –contestó restándole importancia.

– ¿La has echado de menos para enfrentarte a Ingrid? –pregunté

entrecerrando los ojos.

Tenía cierta curiosidad por saber sus motivos para haber intervenido de

aquella manera.

– ¿A esa loba contoneante? –inquirió chasqueando la lengua. – ¿Será tu

pareja? –añadió clavando sus ojos azules en mí.

– ¿Por qué la pregunta? –cuestioné sentándome junto a ella en la roca.

– ¿Sabes ya para qué me buscaban los vampiros? ¿Me puedo ir? –interrogó
cambiando totalmente de tema.

Se levantó y se alejó de mí unos pasos.

–Creía que querías estar cerca de mí. Eso me ha parecido cuando te has
metido en mi cama. –afirmé reteniéndola del antebrazo.

–Me gusta saber en qué situación me encuentro. –respondió sonriendo


desconcertantemente.

Su actitud me confundía y sentí mi miembro ponerse duro con sus ojos


clavándose en mí de forma inoportuna.
–No juegues conmigo, Deva, soy un alfa no un cachorro. –reté
conteniéndome.

– ¿Te está prohibido tener sexo con las que no son de tu especie? –interrogó
volviendo a curvar sus labios.

–A mí no me está prohibido nada. –sentencié.

Gina llegó por detrás justo a tiempo. Y fue en el momento preciso porque
mi lobo interior me había exigido ir hasta Deva, arrancarle la ropa, y

hacerla mía una y otra vez.

–Will me dijo que venías conmigo a ver las transformaciones. Como hemos

terminado y no te he visto… –aseguró mirando a “nuestra invitada”.

Tom se sorprendió de hallarnos a tantos fuera de nuestro territorio pero no

dijo nada, solo inclinó la cabeza hacia un lado indicándome que teníamos
que hablar.

–Entrad dentro. –exigí haciendo hincapié en la orden hacia mi hermana ya


que tenía bastante claro que Deva no iba a hacerme el menor caso por algún

motivo que desconocía.

Una vez apartados, Tom empezó a arrastrar los pies en la tierra dudando por
lo que deduje que la información no era agradable.
–No ha sido sencillo pero parece ser que no es a la primera bruja que se
llevan. –comunicó nervioso.

– ¿Qué se supone que ocurre? –inquirí algo cansado de tanta vuelta.

–Técnicamente no hay ningún motivo, o no evidente, para pensar que vayan

de forma exclusiva a por Deva. Y en el caso desafortunado de que acaben


llevándosela, no hay indicios de que eso suponga un problema para

nosotros como licántropos. –expresó con una mueca.

Quizá éramos suficiente amigos para que supiese que no eran suficiente

concretos los datos recabados.

–Sigue investigando por otros lugares frecuentados por brujas y brujos,


paga si es necesario. –ordené.

– ¿La bruja seguirá aquí mientras tanto? –preguntó extrañado.

Yo nunca arriesgaba la seguridad de la manada sin un buen motivo por lo

que me repetí algunas cosas a mí mismo: Lo primero, que tener allí a Deva
no suponía ningún problema porque no disgustaba a ningún enemigo, dado

que no parecía tener ni familia ni madrina; Lo segundo, que algo más que
una utilización temporal estaba llevando a vampiros a la caza de brujas. 

No pasó desapercibido para mí el comentario de Deva el día que nos había


visto venir: "Y lo que me esperaba si me iba".
Dejé que se fuera para encaminar mis pasos hacia la mansión.

La fragancia a vainilla, cuya esencia empezaba a resultarme tortuosamente

familiar, inundó mis fosas nasales.

– ¿Por qué me sigues? –interrogué sin girarme siquiera.

– ¿Cuándo me voy a ir? –preguntó saltando desde un árbol.

Vaya costumbre la suya, ni que fuese un mono.

– ¿Cuál es la prisa? Si lo cuestionas por segunda vez en un mismo día


entiendo que sí hay un interés. –señalé.

–Se me ocurrió algo. –afirmó acercándose.

–Estoy convencido de que no será una buena idea. –repliqué resoplando.

Te lo contaré esta noche si vienes a mi habitación. –respondió consiguiendo


que la mirase con intensidad.

– ¿Y por qué no ahora? –inquirí intrigado haciendo un ejercicio de


contención.

Si iba a su cuarto y me recibía de una forma aunque fuese lejanamente

familiar a como lo había hecho ese día en mi habitación, no iba a poder


controlarme.
–Porque ahora tenemos compañía y debemos estar solos. –murmuró en tono

confidente.

¿Compañía?

Localicé a Jared esperándome junto a la puerta de la mansión aunque no


había reparado en su presencia.

¿Cómo había acaparado mi atención Deva de un modo tan exclusivo solo


con decir unas palabras prometedoras?

 
 

CAPÍTULO 4
 

DEVA
 

Sabía que no era buena idea pero lo cierto era que mi cuerpo estaba
encendido desde el primer momento en el que había visto a Pavel a través

de mi bola de cristal, artilugio que echaba mucho de menos.

En cuanto a si me era posible ver el futuro sin ella, más o menos. Todo una
nefasta consecuencia de no haber tenido ningún tipo de maestro para

utilizar mi brujería.

Por la noche, tras cenar junto a Gina, quien fue la única interesada en estar

conmigo, porque al parecer le llamaba mucho la atención verme rondando

por el territorio en lugar de estar encerrada en una celda o algo por el estilo,
me despedí de ella convencida de estar en “mi cuarto” cuando Pavel fuese a

verme, porque tenía la certeza de que iría.

La curiosidad mató al gato era un dicho muy bueno pero, en lugar de al

gato, cazaría al lobo.


– ¿Sabes? Creo que tiene que haber algo más. Pavel no es de los que se

preocupan por agentes exteriores a la manda. –afirmó Gina en su despedida.

– ¿Y eso a qué viene? –pregunté con la licencia de confianza que yo misma

me había tomado y que ella tampoco había frenado.

–A que tengo un presentimiento negativo y prefiero decirte que mi hermano

es una persona muy responsable con su puesto de alfa que después


arrepentirme de no habértelo dicho. –respondió.

–Quedo enterada. –afirmé tranquila, sonriéndole, antes de subir las

escaleras.

Elegí ponerme la camiseta que le había robado de la habitación al

mismísimo Pavel para provocarle. Por lo que tenía entendido, no había otra
cosa que volviera más loco a un lobo que su propio olor en una “hembra”.

Pavel entró sin llamar, como si hubiese podido rastrearme desde fuera y

estar convencido de que estaba dentro, esperándole.

– ¿Qué querías? –cuestionó de mal humor, con los labios apretados y

expresión de pocos amigos en el rostro.

– ¿Qué pasa? ¿Estás enfadado? –pregunté con tono suave acercándome un

poco más a él.


Pasé mi mano por su camiseta negra de algodón pero la paró en seco

cogiéndome sin acritud de la muñeca. Nuestros ojos quedaron retándose en

un intenso momento pendido en el aire.

–No es una buena idea. –dijo con un tono muy similar a un gruñido.

–Soy una bruja. –murmuré consiguiendo que me soltase sin perder la

sonrisa. –Deduzco de eso que no piensas mantenerme aquí más tiempo del

que sea necesario para que te asegures de que mi “liberación” no supondrá


ningún peligro para tu manada. –añadí.

–Es exactamente así. –dijo sin moverse ni un solo centímetro en su

posición.

Su cuerpo era tan imponente como sus hombros anchos, su cuerpo

musculoso, su barbilla apretada, o su perfecta nariz.

–Seamos amantes entonces hasta que me pueda ir. –solté haciéndole


partícipe de mi idea sin ningún tipo de restricción.

Pude ver la grieta que se abrió en su seguridad porque abrió la boca y la

cerró un segundo después. Se acercó a mí de dos grandes zancadas y cogió

mi cintura con sus manos.

– ¿Por qué quieres hacer esto? –interrogó negando lentamente con la

cabeza. –No eres una loba, no tienes por qué sentir esa atracción por mí
porque sea el alfa. –añadió gruñendo muy cerca de mis labios.

–Y no es porque seas el alfa. –aseguré en un murmullo sintiendo seca la

garganta. –Ni siquiera sé porque es. –confesé un poco más bajito si era

posible.

Él debió oírlo suficiente claro porque utilizó su fuerza para ponerme a

horcajadas sobre él. Mis manos volaron rodeando su cuello mientras sus

labios se posaban en los míos. Noté su experta lengua recorriendo cada

hueco de mi boca al mismo tiempo que un calor recorría mi espina dorsal.

Me dejó sobre la cama con naturalidad quitándose la camiseta para dejarme

admirar sus perfectos músculos. Observé desde sus marcados pectorales

hasta la forma de uve que se perdía donde todavía cubría el pantalón.

Su camiseta, la que yo llevaba puesta, se había levantado un poco dejando a


su vista que no me había molestado en ponerme ropa interior, la que me

habían llevado era suficiente horrorosa como para no querer utilizarla

aquella noche. Eso, pareció encenderle porque comenzó a acariciar mis

piernas desde los tobillos hasta el interior de los muslos en un recorrido

peligrosamente excitante.

Se paró de pronto, dejando salir una bocanada grande de aire y levantó la

vista para mirarme.


–No hay marcha atrás, Deva, aunque quiera no seré capaz de parar cuando

esto pase. –advirtió dándome la oportunidad de echarme para atrás.

Quizá hubiera sido inteligente hacerlo pero mi sexo ardía desde dentro

pidiéndome que aquello sucediese; La sola idea de que oliese mi excitación

hizo que mis mejillas se inundasen de un color rojizo; Y luego estaba ese
hormigueo por todo mi cuerpo con la sola idea de llegar a la penetración.

– ¿Y quién te ha dicho que voy a querer parar? –pregunté mordiéndome el

labio.

Siempre había sido directa y valiente pero, en aquella ocasión, sentí una

presión en los pulmones para no quedarme callada.

–Solo será sexo mientras estés aquí, no hay ningún compromiso detrás de

esto. –murmuró mientras un dedo comenzaba a deslizarse en mi interior con

una lentitud deliciosa.

Me incorporé un poco para tirar juguetonamente del elástico de su pantalón.

Y ese fue el clic que mandó al traste cualquier contención que estuviese

teniendo.

Sacó su dedo para introducir dos mientras se dejaba caer sobre mi cuerpo

con la lengua preparada para morder el lóbulo de mi oreja; Bajó por la


clavícula y besó cada uno de mis pechos hasta coger entre sus labios un

pezón para tirar suavemente.

Gemí.

Noté el calor que desprendía mientras movía sus dedos dentro de mí

consiguiendo que un remolino de sensaciones me llevasen al borde del

abismo. Su ritmo no hizo más que crecer de una forma experta, dentro y

fuera, hasta que contraje las piernas evitando irme.

–Déjate ir. –exigió con sus labios pegados a los míos, para devorarlos sin

ningún tipo de piedad.

Y lo hice ante lo sensual de su tono.

Hubo un silencio que llenó la habitación por unos segundos en los que él

permaneció con la mirada apartada de la mía. Me mordí el labio, enrojecido

por nuestros agresivos besos, a la espera. Toda la seguridad que había

tenido para iniciar, en aquel instante, se desmoronó un poco.

Pavel recorrió con su mano mi cintura entonces colocándome de costado.

Mi espalda tocaba con su torso desnudo de modo que no podía verle pero sí

sentir su miembro, desnudo, contra mi cadera.

No hubo duda cuando sus dedos se volvieron a introducir con conocimiento

decidido en mi interior hasta que mi pierna pasó por encima de la suya


exponiéndome más de lo que hubiera querido. Su miembro entró entonces

en mí desde esa posición mientras que sus manos balanceaban nuestros

cuerpos como si yo no pesase nada en sus brazos y supiese qué debía hacer

exactamente para hacerme disfrutar.

Si intenté contener los gemidos, no pude. Su miembro, erecto y fuerte,

entraba y salía de mí con maestría, sin piedad, aprovechando la lubricación

que sus dedos habían conseguido anteriormente.

Busqué con mi boca la suya girando el cuello y me respondió con avidez


sin dejar su incesante movimiento.

Cuando la vibración junto a la contracción apretó su miembro haciéndole


partícipe de mi orgasmo, subió la tensión hasta terminar con un bombeo

final y quedar apoyado sobre mi espalda.

Cerré los ojos con mi cuerpo aún temblando cuando su polla abandonó mi
interior procurando volver a respirar con normalidad mientras las ganas de

dormir me arrastraban con una fuerza sobrenatural.

Su mano reposaba todavía sobre mi cadera cuando cerré los ojos pero, eso,

no consiguió que no notase que fueron unos segundos lo que tardó en


levantarse, vestirse, y abandonar mi habitación.

¿No era eso lo que sabía que iba a pasar?


Aún así tuve que taparme con una manta para paliar el frío que sentí en
contraste con el volcán que había tenido lugar en aquella cama.

Dejé que mis dudas sobre si de verdad había sido una buena idea dejar que
mis ganas, irracionales por otra parte, me hubieran llevado a practicar sexo
con el hombre lobo que tenía que decidir cuándo dejarme marchar.

Callé a la voz interior que me gritaba que, por algún motivo, dudaba de

volver a disfrutar con el sexo casual que había tenido hasta ese momento
con hombres humanos.

Corrí por el bosque todo lo rápido que mis piernas me dejaron, sin

importar si mi vestido se rompía o no en el proceso.

–Nunca debiste haber venido aquí. –dijo Ingrid cogiéndome del brazo para

impedirme llegar hasta Jared, que debía estar en peligro por algún lugar. –
No después de que él te echase. –añadió.

Me desperté sudorosa, con el corazón a mil por hora y unas inexplicables


ganas de llorar.

¿Qué cojones había sido esa visión si no había intentado verlo y tampoco
tenía ningún artilugio potenciador cerca de mí?

Estúpidamente recordé el ópalo que estaba por toda la tierra de Pavel…

¿No se suponía que debía anular los efectos de cualquier tipo de magia?
 
CAPÍTULO 5

PAVEL
 

Estaba inmerso en realizar dominadas en la rama fuerte de un árbol cuando

unos pasos detrás me hicieron bajar.

Will y Jared me observaron sin decir nada para después ponerse también a

entrenar como si no tuvieran algo qué decir.

– ¿Qué? –interrogué cansado de esperar.

–No tienes buena cara. –respondió Jared con confianza.

–La de siempre. –ataqué con pocas ganas de hablar. – ¿Y Gina? –cuestioné

desconfiado de que hubiese decidido hacer una de sus incursiones


prohibidas.

–Entretenida con Deva. –respondió encogiéndose de hombros. – ¿No

podemos quedarnos a la bruja? –cuestionó soltando una carcajada.

Enfadado caminé dos pasos hacia él.


– ¿Por qué íbamos a quedárnosla? –interrogué agresivo.

–Pavel. –dijo Will sereno colocando una mano en mi hombro. –Se refería a

que con ella aquí tu hermana parece estar más tranquila. Era una broma. –

aclaró algo sorprendido.

Respiré hondo separándome de ellos solo por un segundo para recobrar la

compostura.

–No estoy para bromas. –afirmé aun no teniendo necesidad de justificarme

por el exabrupto siendo el alfa.

– ¿Ocurre algo con ella? ¿Es un problema? –interrogó Will utilizando su

habitual cautela.

–Un maldito enorme problema. –murmuré enfadado.

–Tom. –exclamó Jared al visualizar a nuestro amigo común regresar.

Justo al lobo que necesitaba ver para obtener las respuestas sobre cuándo

mandarla a casa.

El maldito olor a vainilla lo inundó todo.

–Vete, no es el momento. –dije alto sin girarme sorprendiendo al resto que

alzó la vista para hallar a Deva.

Yo, simplemente, sabía que estaba ahí.


–Sigue avanzando. –murmuró Jared haciendo una mueca.

Ya lo sabía, joder, era evidente cada uno de sus movimientos para mí.

– ¿Estás sorda? –inquirí fijando mis ojos en ella, que ya estaba a la altura

del grupo.

–Pasa algo en tu grieta de seguridad pero, si te da igual, puedes irte a la real

mierda. –contestó apretando sus labios con fuerza mientras su pelo naranja

parecía puro fuego ondeando al viento. –Alfa. –añadió con una mueca de

disgusto.

– ¿Quién ha hecho la ronda esta mañana? –cuestioné hacia el grupo, que

permanecía en expectante silencio.

–Yo. –respondió Will escuetamente.

– ¿Y? –pregunté forzándolo un poco.

–No he visto nada fuera de lo común. –contestó para después carraspear.

– ¿Lo has oído?  Nada ocurre en mi seguridad y, ahora, estaba a punto de

tener una conversación. –afirmé cruzándome de brazos.

Deva me estudió mirándome de arriba a abajo antes de encogerse de

hombros y girarse para irse. Como no podía simplemente marcharse,

levantó un dedo haciéndome una peineta mientras andaba.


Froté con dos dedos el puente de mi nariz en un intento, bastante inútil de

calmarme.

– ¿Qué habrá querido decir? –inquirió en un murmullo Jared.

Preferí ignorarlo.

–Dime que me traes información útil. –dije hacia Tom.

Mi amigo se removió incómodo, lo que no era buena señal. Se rascó la

barbilla y echó un vistazo hacia el alrededor.

–Información es, útil o no… –contestó dubitativo. –Hay algunas brujas que

parece que se han ido con vampiros para trabajar en algo, no sé si más

voluntariamente o más forzadas. Pero nada nuevo, por lo que parece,

aumentar su poder es el objetivo, como siempre. –continuó. Sí, los

vampiros intentaban, desde hacía suficientes años como para ser aburrido,

potenciar sus capacidades de salir al sol y cosas por el estilo, para lo que

usaban a las brujas. –Lo que sí tengo más claro, indagando mucho es que…

Deva mintió. –soltó haciendo una pausa.

Era como si todos ellos supieran lo delicado que era aquello aunque ni

siquiera sabía por qué. A lo mejor la rareza de habérnosla llevado ya era

suficiente para ponerlos en sobreaviso sobre que era un tema a tratar

diferente.
– ¿En qué? –pregunté tomando una bocanada de aire.

–Bueno, no es una mentira, quizá una omisión. –respondió dudando

demasiado. –Dijo que no tenía ni familia ni madrina, omitió decir que ella

los mató. –concluyó.

Sentí una punzada en el estómago.

– ¿Cómo los mató? –interrogué siendo lo más neutro posible.

–No lo sé, el motivo tampoco. –respondió ronco.

Todos debían estar pensando lo mismo que yo en aquel momento.

¿Y si la cara angelical nos había confundido? ¿Y si habíamos metido a una

bruja mala dentro de nuestro territorio? ¿Y qué pasaba si además la había

metido en mi cama?

–Alfa. –llamó una voz a nuestra espalda. Paul. –Siento interrumpir pero me

parece importarte informar… –avanzó tímido.

– ¿Deva? –cuestionó Jared dando un paso al frente.

No había estado de acuerdo en ningún momento con llevarla con nosotros

arriesgando pellejos de los nuestros al haber podido tener algún accidente

con los vampiros.

–Sí, justo eso. –murmuró desconcertado.


– ¿Dónde está? –cuestionó Jared alterado.

–Ahí, con Gina. –contestó con expresión de no entender nada.

–Aléjalas pero no le hagas daño. –ordené siguiendo el hilo de sus

pensamientos.

Si su misión era siempre, por orden mía, proteger a Gina, y Deva se había

convertido inesperadamente en una posible amenaza, era lógico que fuese a

evitar el contacto entre ellas.

Jared salió disparado en forma de lobo, cosa que me preocupó.

–Dice que hay una brecha en la seguridad del territorio. –dijo Paul. ¿Para

decirme eso había interrumpido y Jared se había asustado? ¿Cómo le habría

convencido Deva para que fuese hasta mí? –Y debe ser verdad porque ha

conseguido usar su magia dentro del territorio. –sentenció llamando,

entonces sí, la atención de todos.

– ¿Qué tipo de magia? –interrogué conteniendo la paciencia que me

quedaba, que era realmente poca.

–Una visión. –contestó Paul mirándose los pies.

– ¿Y por qué ha ido a hablar contigo? –pregunté sintiéndome molesto de

pronto con ese hecho.


–Pues… Esto… No sé si porque soy el único híbrido, lo más parecido a su

raza. –respondió, con la confusión reflejada en su mirada, Paul, hijo de un

buen guerrero lobo cuyo desliz en una ciudad le había traído al mundo.

–Tú eres un hombre lobo. –intervino Will chasqueando la lengua de esa


forma que tan poco me gustaba porque solía ir acompañando a un reproche.

–Seguramente solo es porque tú le has sacado los colmillos cuando ha

intentado explicártelo a ti. –recalcó.

No había sido muy amable, eso era cierto pero era porque no había
pretendido serlo. Claro que no había previsto que justo fuese a darme una

información crucial.

Ante la espera de mi reacción, repasé mentalmente la situación: Tenía en

mis tierras a una bruja, quien supuestamente había matado a sus parientes
más cercanos sin motivo conocido, cuyo cuerpo me confundía en exceso,

pudiendo ser una amenaza activa y consiguiendo hacer magia pese a estar
entre ópalos.

Genial, sencilla y desastrosamente genial.

– ¿Qué hay de ti? –pregunté hacia Paul recuperando un poco el sentido


común.

– ¿Perdón? –tartamudeó.
– ¿Has sentido que puedas hacer magia de alguna forma? –inquirí
refiriéndome a esa parte de brujo que nunca utilizaba.

–No. –contestó contundente. –Tampoco lo he intentado. –añadió.

–Oye, tú. –espetó de malos modos Deva apareciendo, prácticamente

corriendo, al mismo tiempo que Jared arrastraba prácticamente a mi


hermana con él. – ¿De qué vas? ¿Es alguna clase de tortura lobuna quitarme

a la única con la que me entretenía hablar? –inquirió colocando los brazos


en jarras.

– ¿Qué viste en la visión? –pregunté sin andarme por las ramas.

Su rostro cambió a una tonalidad más blanca, casi las pecas abandonan su
cara de la impresión. No tenía pinta de ser una visión feliz.

–Eso no te incumbe. –afirmó con tono de enfado. – ¿Por qué no puede estar
Gina conmigo a partir de ahora? –interrogó.

–Mis decisiones no te incumben. –contesté utilizando su misma frase para


que viera que, en esos términos, no íbamos a entendernos.

–Yo no he hecho nada malo. –aseguró Deva respirando hondo, como si

tuviese que contenerse para no explotar. –Os acompañé sin decir nada; No
he intentado huir; He sido incluso simpática con Gina; Y os he advertido
del fallo de vuestra seguridad. –recitó. – ¿Esto es lo que obtengo a cambio?
–inquirió entrecerrando los ojos.

–Has hecho lo que tenías que hacer para no acabar en una celda oscura y
mugrienta, no es algo digno de una medalla. –espetó Jared.

– ¿Por qué te caigo tan mal? ¿Algún trauma infantil? –retó ella al
susodicho.

–Vamos, Pavel, que solo estábamos hablando. –intervino quejicosa


zafándose Gina del agarre de Jared.

– ¿Cómo es posible que hagas magia? –pregunté cuadrando la mandíbula.

Necesitaba respuestas y las necesitaba ya porque, si nunca se había

entendido mi decisión de llevarla, menos se iba a entender que la dejase


deambular suelta pudiendo hacer magia.

–No lo sé. –afirmó con rotundidad. – ¡Digo la verdad, solo fue soñando! –

exclamó frustrada.

–Intenta hacer magia entonces. –sugirió Will sin alterarse ni un ápice por la

situación.

–No puedo. –afirmó Deva.

Un rayo de dolor cruzó su semblante de forma notable.


– ¡No quiere colaborar y seguimos tratándola mejor que a una mera

delincuente!

–Creía que habíamos quedado que no era una amenaza para nosotros fuera
de aquí. –recalcó Tom.

Mi informante no parecía muy a gusto con el cariz que estaban tomando las

cosas.

– ¡Pues mandadla de una patada a su casa! –reiteró Jared.

–Yo encantada. –murmuró Deva.

–Necesito saber el alcance de la brecha en la seguridad. –dije remarcando


cada palabra mientras clavaba mis ojos en los suyos. –Si quieres irte, haz

toda la magia que puedas para que lo compruebe. –expliqué.

No se movió ni un milímetro.

–Yo no sé hacer magia sin un potenciador cerca, e incluso entonces, hago


hechizos básicos. –soltó para dejarnos a todos, incluso a mí que creía
haberlo visto todo, desconcertado.
 
CAPÍTULO 6

DEVA
 

Acababa de confesar el motivo crucial, pese a que  la atracción hubiera

tenido mucho que ver, por la que había decidido acompañar a los
licántropos.

¿Qué se suponía que iba a hacer contra los vampiros?

Mi fuerte era leer el futuro insulso de los humanos con ayuda de una bola

de cristal o las cartas, y ni siquiera planteaban cosas difíciles.

–Eres una bruja, puedo percibirlo y tú misma lo has reconocido. Los


poderes son intrínsecos a tu persona. –señaló Pavel frotándose el puente de

la nariz.

Notaba como todos a su alrededor me observaban con desconfianza y me

pregunté si no habría sido mucho mejor callarme lo de mi visión en sueños


para mostrarle al alfa su estúpida grieta cuando creía tener una seguridad

intachable.
– ¿La acompaño a la salida? –interrogó Jared, observándome con cara de

pocos amigos.

– ¡Pero los vampiros pueden ir a por ella! –exclamó Gina disgustada.

Agradecía su entusiasmo pero estaba acostumbrada, desde que tenía

memoria, a estar completamente sola en la resolución de mis problemas.

–Ese no es nuestro problema. –contestó Jared agarrando del brazo a Gina.

–Si hubiese una brecha, Paul debería poder percibirla. –afirmó Will dejando

salir un suspirito.

–A lo mejor solo fue un sueño y no una visión. –intervino torpemente Paul.

– ¿Qué posibilidad hay de que sea así? –interrogó clavando sus tremendos

ojos azules Pavel en mí.

Mi piel, aunque fuese un mal momento, recordó sus movimientos expertos

sobre mi cuerpo y cómo habría querido tenerlo nariz con nariz mientras me

penetraba en lugar de esa postura, tan impersonal como placentera.

–Ninguna. –contesté tajante.

– ¿Ni siquiera se te ha ocurrido mentir? Habría sido inteligente. –bufó Paul

poniendo los ojos en blanco.


– ¿Por qué iba a hacerlo? –interrogué encogiéndome de hombros. –Tienes

una brecha, sé que la visión era real pero no puedo decirte nada más porque

yo no soy una bruja poderosa ni nada por el estilo. –solté en mi retahíla. –

Necesitaría por lo menos un talismán para intentarlo. –añadí

arrepintiéndome al instante.

–Un talismán. ¿Dónde? –inquirió Pavel.

–Esto… ¿Podré irme cuando os diga dónde está la brecha? –cuestioné


queriendo usar a todos de testigo.

–Sí. –contestó.

Le hubiera creído por completo si no hubiera desviado su mirada hacia otra

parte tras contestarme.

–En mi antigua consulta tenía un poco de todo. –murmuré pensativa.

–Will, Tom, Jared. –llamó haciendo el grupo que pensaba llevarse. No

quería ninguna sorpresa desagradable. Dudó un poco. –Paul, tú te vienes

también. –añadió.

–Yo voy a ir. –afirmó Gina con un chillido. Negué con la cabeza. –Que vaya

detrás sin control es mucho más peligroso. –retó.

El bufido debió ser una concesión porque Gina aplaudió infantilmente.

Ojalá tener esa clase de problemas como la sobreprotección.


Era muy extraño volver a la ciudad seguida de toda esa gente. Eso sí, era

una noche oscura y solitaria como aquella en la que me habían llevado con

ellos.

Un mal presentimiento erizó mi piel mientras andábamos lentamente por las

calles.

La persiana y la puerta del local donde practicaba mis lecturas estaban rotas

y abiertas por lo que corrí hacia allí separándome del grupo.

Todas las estanterías estaban en el suelo impregnando el suelo de distintos

aromas derramados de los frascos de pócimas rotas.

Los libros morían esparcidos y por todas partes existían cristales.

Busqué mi bola de cristal pero no la hallé. Removí los cajones para sacar

todas las cartas del tarot que vi pero, alguien, se había tomado la molestia

de pintarrajear encima de cada carta y así no se podía leer nada.

– ¿Esto significa que no hay ningún potenciador aquí? –interrogó Jared

enfadado.

Seguramente su tiempo valía, para él, mucho más que mis pocas

pertenencias.

–Esto significa que alguien se ha tomado la molestia de venir aquí a destruir

cosas que cualquier bruja tiene en su puñetera casa. –respondí encendida.


– ¿Quién sabe que no puedes hacer magia sin un potenciador? –interrogó

Pavel.

No le miré ni por un segundo.

–Nadie. –contesté resoplando.

Anduve hasta la tabla del suelo indicado; Me agaché y la forcé. Ahí estaba

el único recuerdo de mi madre envuelto en una bolsa de tela azul marino, su


tarot. También el colgante de mi padre, una orgonita potenciadora.

Pavel carraspeó hasta que me giré hacia él.

– ¿Con eso podrás decirnos el alcance de la brecha? –cuestionó al mismo

tiempo que estudiaba detalladamente el lugar.

–Sí, eso creo. Quizá incluso sin salir de aquí. –respondí dudando.

Busqué el interruptor de la luz para encenderlo tras mucho trastear y

extendí las cartas del tarot sobre la mesa.

– ¿Crees que el alfa se va a prestar a una lectura de cartas? –cuestionó

Jared.

–Estás muy pesado. –dijo Gina diciendo en alto lo que yo misma pensaba.

–Solo piensa en que es lo de la brecha lo que quieres saber y  corta. –

solicité sentándome.
Era curioso como las puntas de mis dedos cosquilleaban de una forma muy

distinta a como lo hacía cuando iba a hacer una lectura común. La

diferencia, suponía, era que lo que los humanos querían conocer no me

importaba un pimiento.

–Ya. –dijo conforme cortó el mazo.

Abrí las cartas hallando respuestas que no esperaba.

– ¿Qué has preguntado? –cuestioné levantándome prácticamente histérica.

–Deberías poder verlo. –contestó apretando la mandíbula.

–Yo…Voy a morir hoy. –respondí haciéndole partícipe de lo que las cartas

habían relevado.

No sabía qué había preguntado sobre mí pero las cartas eran claras: Si nada
cambiaba en el rumbo del destino desde que había mirado, estaría muerta

antes de que saliese el sol.

– ¡En formación! –gritó Pavel como si hubiese sido capaz de detectar algo,

tan peligroso y aterrador, pero invisible todavía para mí.

–Pregunta lo de la brecha. –exigí con una preocupación real. –Ahora. –

añadí volviendo a ofrecerle el mazo.

Si iba a morir, por lo menos, podía hacer eso útil por ellos. Me dije que era

por Gina, quien me había caído bien desde el principio y no se había


atrevido a juzgarme; Pero también era por Pavel, sexual o no nuestra

conexión era real.

Lo hizo tras clavar una expresión que no comprendí en mí.

–Es por alguien de la manada… Está quitando los ópalos. –dije sorprendida

de leer aquello.

– ¿Quién? –preguntó Pavel con notable contrariedad.

Algo entró por la puerta del local consiguiendo que todo el ambiente se

llenase de humo impidiéndome, por lo menos a mí, ver con claridad.

Justo después, oí gruñidos de distintos tipos: Allí no había solo los lobos

que habían ido conmigo, también había vampiros.

¿Casualidad?

No lo creía posible.

Como si eso me fuese a dar alguna fuerza, recogí la baraja de tarot para
meterla entre mis ropas y apreté aún más el amuleto de mi padre.

Hice un sencillo truco para evaporar el humo y tener visibilidad pero estuve
tentada a revertirlo cuando comprobé que eran seis contra doce.

–Me alegro de volver a veros. –dijo el vampiro que reconocí como el que
había intentado llevarme aquella fatídica noche.
–Creía que nadie buscaba a la chica. –murmuró Pavel buscando a Tom con
la mirada.

–Y así era. –replicó éste.

–Nos encargamos muy bien de no hacer preguntas indebidas ni dejar

rastros, pero tenía la sensación de que volveríais en algún momento a este


cochambroso antro.

– ¿Para qué me buscáis? ¿Cuál es la finalidad de matarme? –pregunté

cayendo en que si moría ese día tenía que ser en sus manos.

– ¿Matarte? –inquirió el vampiro. –Me llamo Wals y no tengo intención

alguna de matarte, solo llevarte conmigo. –aseguró.

– ¿Para qué? –cuestionó Pavel con la voz ronca.

–Los tratos que hagamos los vampiros y las brujas nada os conciernen,
perros. –exclamó en un exabrupto otro vampiro presente.

¿Tratos o raptos?

– ¿Y si la matamos? –preguntó Tom cogiéndome de pronto atrayéndome

hacia él.

–Tom. –dijo Pavel bajo pero claro.


– ¿Para qué os la ibais a llevar si quisierais matarla? –cuestionó el tal Wals.
–De todas formas, tal y como yo lo veo, solo hay una opción beneficiosa

para todos: Nos la llevamos y os largáis sin heridos.

–O la mato y os quedáis sin el plan que tuvieseis. No es una de los nuestros.

–afirmó Tom apretando un poco más mi cuello.

Sentí la fragilidad en aquel momento.

– ¡No la toques! –exclamó el vampiro arrogante, ese de rastas que se


escondía tras el del pelo blanco.

–Así que sí hay un motivo, no es una bruja más al azar. –murmuró Tom

desde atrás, sin soltarme.

–Estás haciendo esto excesivamente complicado, alfa. No sabía que las


manadas se rigieran ahora por votaciones. La pregunta es si vas a dejar que

mueran aquí algunas de tus personas más cercanas por proteger a una bruja
que ni te va ni te viene –señaló Wals.

Y ahí estaba la sentencia que había visto en las cartas: Iba a morir.

–Pavel. –instó Jared a que tomase una decisión ya que el tiempo se agotaba.

Demasiados vampiros.

Pavel hizo un gesto casi imperceptible asintiendo con la cabeza y Tom me


soltó.
–Bien, Deva, anda hacia mí. –solicitó el individuo al mando.

Nadie me retenía pero mis pies estaban anclados al suelo por el miedo.

¿Qué me pasaba?

Siempre había sido capaz de huir por lo menos por mi cuenta pero, en aquel

momento, estaba ridículamente esperando a que alguien me ayudase.

¿Qué le iba a importar a esos licántropos si moría o no?

Anduve lentamente sintiendo un cosquilleo subir por mi espina dorsal. El


tintineo del collar con la orgonita de mi padre en mi cuello me recordó que,

por lo menos, sabía hacer ciertos hechizos simples.

Me llevé rápidamente la mano al colgante para apretar la piedra y murmurar

un conjuro para crear una cortina de humo y salir corriendo.

Oí gruñidos y rugidos detrás de mí de ambas criaturas. Si debió darme igual

ya que ellos me habían vendido, no lo hizo.

Esperé a estar segura de que nadie me seguía, por lo menos no suficiente

cerca, y subí hasta un tejado para comprobar lo que estaba ocurriendo.

Todo el grupo se había transformado en hombres lobos esperando la pelea


contra los múltiples vampiros.
Hice algo demasiado imprudente y tiré mi chaqueta desde el tejado para que

me buscasen. Corrí sin esperar a ver si lo hacían, tampoco quería morir por
mucho que estuviese escrito.

¿Habrían previsto las cartas, ante la pregunta de Pavel, que haría eso?

 
 

CAPÍTULO 7
 

PAVEL
 

– ¿Dónde está Deva? –cuestioné tras deshacerme de otro vampiro.

Con los que habían eliminado los demás, deberían quedar ocho pero

contaba nuevamente doce.

–Son más, hay que irse. –exclamó Jared interponiéndose entre una

vampiresa de colmillos largos y mi hermana Gina.

Di la orden de retirarnos una vez que borrásemos a los que nos siguieran
pero, tras llegar a la esquina, ninguno lo hacía.

Aproveché el impasse para pegar con mi antebrazo a Tom hasta colocarlo

con el cuello contra el muro ante la mirada atónita del grupo.

–No tenías derecho a amenazar con matarla. –gruñí apretando.

–Solo quería comprobar si tenía algo de especial para ellos. No pensaba

hacerle daño. –aseguró balbuceando.

Le solté.
–Tú te llevas a Gina, ahora. –exigí hacia Jared.

– ¿Puedes encontrarla? –pregunté fijándome en Paul.

Para ser un híbrido joven, se había mantenido firme en la pelea.

–Supongo que sí. –contestó dudando.

–Hazlo. –ordené.

Abrí línea de conexión lobuna con Tom y Will.

–No vamos a irnos sin ella. –indiqué firme.

Asintieron antes de dividirse corriendo uno hacia una calle. Podían estar de

acuerdo o no pero las órdenes del alfa no se cuestionaban, mucho menos

una tan alta y clara.

Corrí hacia el centro de las calles. Los vampiros correteaban por todas
partes buscando a la bruja y eso sumaba preocupación a mi instinto porque

significaba que no era azar.

Cuando Deva me había pedido que pensase la pregunta antes de cortar el

mazo, no había sido capaz de evitar que en mi cabeza se formase la cuestión

de qué pasaría si dejaba a la pequeña bruja donde la habíamos encontrado;


De alguna forma había entendido que la necesitaba fuera de la manada.

Pero las malditas cartas habían hablado y, con el curso del rumbo actual, iba

a morir.
Sentí la petición de abrir línea mental y acepté.

–Está en el tejado de la iglesia. –señaló Will.

Fui hasta allí en mi forma humana para escalar por la pared utilizando cada

hueco. En el tejado, no encontré a nadie pero el olor a vainilla estaba

presente con intensidad.

De repente, sentí una mano en mi hombro que se sintió estúpidamente

familiar.

–Deva. –murmuré viéndola cuando dejó de estar invisible. 

Iba a preguntarle cómo había hecho ese hechizo cuando se suponía que no

era capaz de hacer más que algunos simples.

¿Me había mentido deliberadamente?

Hubiera preguntado pero me percaté de cómo se sujetaba el costado. Había

sangre en ella.

–Me muero. –susurró con el dolor relajado en su rostro como si aceptase el

destino leído.

Tres vampiros aterrizaron en el alféizar y era cuestión de tiempo que

llegasen todos los que hubiese destinados a la caza de la bruja porque la

sangre atraía a esos seres en cuestión de minutos.


–No te vas a morir. –aseguré convencido mientras aullaba para llamar a

ambos lobos.

Al verlos aparecer, cogí a Deva en brazos para llevármela.

–No había oído nunca de un alfa que dejase a sus secuaces para irse el

primero. –retó el vampiro más anciano.

–Esto es una caza de brujas y pienso averiguar por qué. –contesté en forma

de amenaza antes de saltar hacia abajo.

Normalmente esas palabras hubieran sido suficientes para conseguir que

diese media vuelta pero la sangre del costado era cuantiosa y necesitaba

alejarme para poder comprobar el origen.

– Custodite corpus meum, sentio industria. Vivus. –murmuró casi

inconsciente en lengua de bruja.

Por suerte para mí, llevaba suficientes años vivo para haber aprendido algo

de eso.

“Protejo mi cuerpo, siento la energía. Vivo.”

¿Era un hechizo?

Llegué a toda velocidad hasta mis tierras parándome al atravesar mis verjas

de protección.

– ¿Qué hace ella de vuelta aquí? –interrogó Jared.


– ¿Dónde está Paul? –cuestioné ignorando su reproche.

– ¿Me estás escuchando? Luego me pedirás que mantenga a salvo a Gina

pero traes hasta aquí a la amenaza. –bufó desesperado.

–Will tiene un mordisco. –anunció Tom ayudando al susodicho a sentarse al

lado del cuerpo de Deva. –Quizá Jared tiene razón. –sugirió.

– ¿Cuándo se ha vuelto esto una democracia? –gruñí bien fuerte. – ¿Dónde

ha quedado Paul? –inquirí.

–No lo sé. –contestó Tom desviando la mirada.

Sabía perfectamente cómo estaba hecha la jerarquía lobuna y que, producto

de eso, Paul no estaba bien considerado del todo; lo que consiguiese

siempre había quien lo veía como resultado de su naturaleza híbrida.

–Paul, aquí, ya. –ordené en vía lobuna.

–Estoy aquí, alfa. –dijo a los pocos minutos haciendo un esfuerzo por llegar

hasta nosotros.

Su aspecto desaliñado no dejaba lugar a dudas sobre haber gastado energía

para huir. Probablemente querían seguirlo para hallar a Deva.

–Cúralos. –dije señalando a ambos.

Sabía que no estaba bien como alfa estar deseando, por extraño que

pareciese, que mirase primero a Deva, pero así era.


–Necesito hierbas y... Yo no soy curandero. –contestó nervioso.

–No compartiremos esto con la curandera, y es una orden. –decidí tomando

decisiones impulsivas pese a la importancia.

Esperé apartándome del grupo un poco hasta que Gina apareció con la lista

que le recité por la conexión, que eran los elementos solicitados por Paul

quién examinaba un cuerpo y otro.

Will estaba consciente y sereno como siempre; Presionaba su mordisco

abierto con un trozo de camiseta.

Paul apretó un pañuelo contra el costado de Deva mientras que con la mano

libre, y con ayuda de Gina, mezclaba en un cuenco la preparación de un

ungüento.

Se lo tendió a Will quien se lo extendió solo.

–Estoy bien. –afirmó tranquilo rompiendo el silencio.

– ¿Y bien, alfa, cuál es el plan? –interrogó Jared aceptando que yo decidía.

– ¿Qué tiene? –pregunté hacia Paul.

–Es el corte de una daga pero, por la cantidad de sangre, diría que estaba

impregnada con algo mágico. –respondió.

–Dijo algo de camino: Custodite corpus meum, sentio industria. Vivus.


–Mmm no lo conozco. Nunca he utilizado conocimientos de brujo, me rijo

por las habilidades de hombre lobo. Sólo sé cosas básicas. –respondió a

modo de disculpa terminando en una leve referencia con la cabeza.

–Otro con "conocimientos básicos" –exclamó irónico de mal humor Tom.

– ¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Paul levantándose de su posición a

cuclillas y avanzando bastante.

–Qué por algo somos distintas razas y que nada va bien con brujos o brujas

cerca. No sabéis nada hasta que os conviene. –retó sacando un poco los
dientes Tom.

– ¿Se puede saber qué estás haciendo? –inquirí en tono neutro procurando

tener paciencia aunque no era mi fuerte.

Podía llegar a entender que no era una situación habitual pero eso y pasarse

de la raya eran cosas bien distintas.

–No me gustan, creo que estás tomando una decisión errónea dejándola
aquí. –contestó severo.

–Tom. –advirtió Will desde el suelo.

– ¿Crees que es un buen momento para retarme? Lo acepto si es así. –dije

disgustado.
Cada uno de los miembros de mi círculo de confianza, restando a mi
hermana por razones obvias, se había ganado ese puesto, pero jamás había

visto esa desaprobación en su rostro y no me gustaba.

–No te estoy retando, solo es una opinión; Siempre las has aceptado. –Hubo

una tensa pausa. –Ella dijo que había una brecha en la seguridad. ¿Y si no
es tan inocente? ¿Y si ha aprovechado esa brecha para embrujarte o algo

por el estilo? –sugirió algo histérico para ser de mi agrado.

– ¿Para qué iba a advertir de algo que estuviese utilizando? –intervino Paul
con el gesto contraído por las palabras de Tom. –El ungüento hace efecto

pero no está reaccionando, es como si estuviese en un sueño. –añadió.

– ¿Will, estás bien? –pregunté cuando le vi ponerse en pie.

–Me recuperaré. –respondió asintiendo.

–Ve a descansar y avísame cuando te sientas al cien otra vez; Tom, descansa

también. –ordené. Esperé a conciencia que ambos estuviesen fuera del


alcance auditivo. –Lo que voy a decir ahora es estrictamente confidencial,

sin excepción. –advertí. –Paul y yo vamos a hacer un recado en la ciudad. –


anuncié consiguiendo sorprender al híbrido. –Gina, tú te encargarás de

mantener contigo a Deva; Y tú Jared... –comencé a decir.

–Las vigilo. –afirmó poniendo los ojos en blanco.


–No. Tú vas a intentar averiguar quién está intentando traicionar a la
manada abriendo una brecha de seguridad. –solté.

No esperé a que hiciesen preguntas y empecé a andar sabiendo que Paul me

seguiría.

–Yo... –murmuró Paul al rato. –Sé que Tom es un miembro con un


escalafón más alto pero... Nunca he hecho nada en contra de la manada por
ser híbrido y me ha molestado su insinuación. –añadió débil.

–No voy a reprenderte por eso si es lo que estás pensando. De hecho, voy a

tener que pedirte algo fuerte. –Dudé. –Iremos a ver a tu madre, Paul. No
querrá hablar conmigo pero quizá contigo sí. –expliqué.

Paul se paró de pronto. Sabía que no había tenido contacto con ella nunca

pero, aún así, ella le reconocería.

– ¿Tú sabes quién es? –interrogó dejándome totalmente fuera de lugar.

– ¿Me estás diciendo que tú padre nunca te dijo quién era tu madre? –

cuestioné respirando hondo 

No estaba en mis planes meterme en un asunto tan peliagudo, solo un poco.

–Me dijo que no sabía quién era. –aseguró tragando saliva.

– ¿Quieres algo de tiempo para asimilarlo? –inquirí consciente de lo fuerte

que podía ser esa información.


¿Pero qué le pasaba a Deva que no despertaba? ¿Influiría el tiempo que

tardase en averiguarlo?

–Estoy preparado, vamos allá. –accedió.


 

CAPÍTULO 8
 

PAVEL
 

Encontrar a Rita Weritey fue relativamente sencillo ya que no se había


movido de su lugar habitual en la taberna donde ejercía su actividad como

cantante.

Estaba sobre el escenario, su pelo cortado por la línea de las orejas negro

como el azabache remarcaba lo tersa que era su piel pese a la edad; Usaba
su magia para conservar una imagen impecable.

Nos localizó en cuanto entramos y fijó su mirada en Paul reconociéndolo al


instante, lo supe por cómo borró su sonrisa antes de terminar la canción.

–Y ahora, aprovechad está pausa para brindar con los amigos. –instó desde

detrás del micrófono ganando el aplauso del entregado público. Rita fue
directa hasta una mesa alejada, decorada por la oscuridad de la distancia,

para sentarse mientras encendía un largo cigarrillo. Empecé a andar

consciente de que Paul me seguiría. –Bonito reencuentro familiar pero tú


estúpido amigo podría haber tenido la decencia de traerlo él mismo. –

espetó.

–Mi padre murió. –intervino Paul con las palabras a medias en la garganta.

Si se sorprendió lo único que hizo fue dar una última calada antes de apagar

el cigarro.

–Diría que lo lamento pero hace veinticinco años que terminó lo nuestro y

no tuvo la decencia en vida de traerte ni para que te conociera. –confesó. –


¿Qué quieres, Pavel? –interrogó con una mueca.

–Necesito saber qué significan unas palabras, estoy convencido de que es

un conjuro. –inicié. –También cómo es que estás en una ciudad donde se

han llevado a múltiples brujas y tú sigues intacta. –continué.

– ¿Y te ha parecido un buen plan traer a mi hijo? ¿Para que responda por

amor maternal? –inquirió chasqueando la lengua.

–Solo necesitaba un acompañante. –mentí.

– ¿Quién ha atacado a uno de tus lobos? ¿Qué brujo se ha atrevido a ir

contra un alfa? –cuestionó entrecerrando los ojos.

–No es un lobo sino una bruja. –dijo Paul. –Está en una especie de trance. –

argumentó.

– ¿Qué hace una bruja con vosotros? –inquirió con el rictus serio.
– Custodite corpus meum, sentio industria. Vivus.

–Sé lo que significa pero no conozco ninguna bruja ni brujo capaz de hacer

ese conjuro; Tampoco de deshacerlo. –afirmó quitándose los largos guantes

blancos que le cubrían hasta el codo.

– ¿Qué hace el conjuro? –cuestionó Paul.

–Protege el cuerpo y la mente de alguien para que nadie pueda herirlo, ni

vampiro ni hombre lobo llevándose temporalmente la capacidad de estar

vivo. Ofrecería un tiempo valioso para curar una herida mortal o algo así. –

Pareció volver en sí de pronto. –Pero te repito que no conozco a nadie


capaz. –concluyó.

–Deva es capaz. –replicó Paul. –Y tienes que ayudarla a despertar. –exigió.

Agradecí su entusiasmo.

–Tom preguntó por ella en exceso cuando estuvo por la ciudad, aunque no

se atrevió a hablar conmigo. Sé que asesinó a sus padres y a su madrina, no

veo por qué nadie va a querer ayudarla; Son cosas sagradas para una bruja.

–explicó.

– ¿Yo tengo una madrina entonces? –cuestionó Paul.

A lo mejor no había previsto que al chico le surgieran tantas preguntas.

–La tenías, murió. –afirmó Rita.


–Vámonos. –dije cansado de tanta vuelta. –No va a ayudarnos. –aseguré.

–No quiero hacerlo pero tampoco podría. Si ella es la que ha hecho el

conjuro, cosa que sería sorprendente, lo deshará sola; Y si alguien lo ha

hecho por ella, es a esa persona a quién debéis pedirle ayuda. –señaló.

¿Quién podía haber hecho ese conjuro? ¿Cuándo? ¿En el tejado? 

Y, ante todo... ¿Por qué?

–Danos una pista. Soy tu hijo. –exigió Paul.

–Me toca cantar de nuevo; Y he tenido la gracia de contestar a algo por ese

motivo, pero no me jugaré la cabeza. –concluyó.

Salí pensativo.

– ¿Nos vamos? –cuestionó Paul sorprendido.

–Sé que sabe más de lo que dice pero no voy a intimidar a tu madre. –

respondí. –Además, ha dicho algo relevante sin pretenderlo. –añadí.

– ¿El qué? –Su pregunta terminó en un tono de absoluta frustración.

–Tienes que aprender a ser más perceptivo. –Hice una pausa con una

especie de carcajada. –Y paciente, cachorro. –añadí antes de ponerme serio.

–Dijo que no se jugaría la cabeza. Eso quiere decir que sí sabe que la

buscan a ella y que alguien le ha puesto precio a su cabeza. –expliqué.


–Tiene que salvarse. –dijo con los puños apretados a cada lado de su

cuerpo.

– ¿Sientes algo por ella? –pregunté de pronto, ante su vehemencia, con un

ligero picor en el cuello que me advertía que su respuesta ya podía


complacerme.

–Es extraño pero siento como si estuviésemos vinculados de alguna forma,

quiero que viva. –confesó dejando soltar un suspiro.

Genial…

–Pues vamos entonces a hacer algo de poca ética. –informé señalando a su

madre desplazarse hacia un callejón.

Asintió y ambos nos dejamos caer cerrando la calle por la que pretendía

salir.

–Oh, vamos, ya os he dicho suficiente. –exclamó quejicosa.

–No suficiente si no nos sirve para salvarla. –replicó Paul, quien estaba

siendo sorprendentemente útil.

–No quiero hacerte daño, Paul, pero lo haré si es necesario. –retó Rita.

–No puedes. –soltó éste. –El hechizo rebotaría, no es natural dañar a la

familia. –añadió.

Así que, después de todo, sabía algo sobre la magia y su herencia familiar.
–Puede hacerse por mucho que no sea natural aunque no sin consecuencias.

De lo contrario, la idiota de Deva no habría podido matar a los suyos. –

espetó. Vi la furia pasar por su mirada. – ¿Qué queréis saber? No sé para

qué la buscan los vampiros, solo sé que mató a tu madrina, Paul, porque es

tu prima. –aclaró crispada. –Aléjate de ella si no quieres acabar como todo

el que se ha dignado a quererla. –concluyó antes de meter su mano en el

bolsillo, tirar algo al suelo y desaparecer.

–El alfa que se llevó a la bruja. –Una voz salió de la nada y el vampiro del

pelo blanco se presentó ante nosotros. –Fue una mala elección… Pero estás

a tiempo de solucionarlo. Danos a la bruja antes de la próxima luna llena y

no iremos a iniciar una guerra con todo hombre o mujer lobo de tu maldita

manada. –amenazó.

– ¿Cuál es el interés? –pregunté conteniendo mis ganas de golpearle hasta

dejarle sin sentido.

–Los asuntos de los vampiros no son de los lobos, no hagas esto un aliciente

para que nuestra guerra natural sea más sangrienta. –contestó sin

responderme a la pregunta en realidad.

– ¿Qué te hace pensar que vamos a dártela? –inquirió Paul, quien aún

parecía estar en shock con la noticia de su parentesco.


De una forma poco lógica me había aliviado que su “conexión” fuese por

temas familiares y no de otra índole; ¿Pero en qué estaba pensando?

–No la conocéis, quizá, si lo hicierais, veríais que está más cerca de ser
como nosotros que como vosotros. –afirmó sonriendo. –Hasta la próxima

luna llena, alfa. –concluyó.

Sentí una opresión en el pecho al comprobar que, ir a por respuestas, solo

había conseguido sumar presión al hecho de tenerla en el territorio.

–No diremos nada de este ultimátum. –dije a modo de orden.

Paul asintió igual de serio que yo.

Sentí conexión lobuna muy lejana y accedí.

–Ha despertado. –anunció mi hermana con felicidad en su tono.

–Ten cuidado con ella, no te fíes. –solicité aunque no quería hacerlo.

Conforme nos acercábamos de vuelta a nuestro hogar las dudas aumentaron

sensiblemente. Me crucé con guerreros valiosos, mujeres infalibles, niños


en proceso de transformación…

¿Qué derecho tenía yo a ponerlos en peligro si de verdad que se llevasen a

Deva los vampiros no repercutía en absoluto a mi manada?

Una explosión en la mansión me hizo transformarme para llegar más rápido

hasta allí. Mi corazón latía a toda velocidad: Gina.


Llegué hasta la casa adoptando mi forma humana al mismo tiempo que el
resto de mis miembros de mi confianza. Jared tenía el rostro desencajado

quitando tantas piedras como yo para llegar al cuarto derrumbado.

– ¿Qué ha pasado? –preguntó Gina desde atrás aterrorizada. –Ingrid estaba

con ella. –añadió.

Seguimos quitando escombros hasta llegar al cuerpo lleno de heridas de


Ingrid.

–Pavel. –murmuró con los ojos prácticamente cerrados. –Ha sido ella. –

señaló hacia Deva.

Deva estaba intacta, despierta y con un escudo ámbar a su alrededor.

–Yo solo me he defendido. –dijo tragando saliva Deva.

– ¿De qué? ¿De mi vigilancia? –preguntó chillando con las fuerzas que le

quedaban Ingrid. –Pavel, quiere hacerle daño a la manada, no sé con qué


propósito. –dijo agarrando mi camiseta.

–Yo no… –empezó a decir Deva.

–Basta. –ordené frunciendo los labios en una fina línea.

Podría haberme roto la mandíbula de tanto apretar.

–Pavel yo no… –intentó decir de nuevo.

¿No debía simplemente matarla?


–Vete, Deva. –exigí mirando sus grandes ojos verdes sorprenderse.

– ¡No es justo! –exclamó mientras su pelo anaranjado se agitaba sin


necesidad de una corriente de viento.

Me puse delante de los míos con la mano abierta preparado para atacarla si

intentaba hacer otro hechizo.

–Está claro que me has mentido, sabes hacer magia perfectamente y no

hechizos básicos. –Respiré hondo. –Estoy teniendo la buena fe, que no


debería, y dejándote ir. –No movió ni un músculo. –Contaré hasta diez,

Deva. Si para entonces no estás fuera de mi territorio, te daré caza para


entregarte a los vampiros. –aseguré.

Algo cruzó su semblante pero no reaccionó.

Fue Paul quien se movió rápido desde de atrás para ir hasta ella.

–Vamos, Deva, corre. –dijo cogiéndola de la mano.

Si debió aliviarme verlos salir corriendo, no lo hizo.


 

CAPÍTULO 9
 

DEVA
 

No dejé de correr hasta que Paul se detuvo.

– ¿Puedes seguir corriendo? –interrogó mirándome de arriba a abajo.

– ¿Dónde vamos? –cuestioné confusa.

–Donde ni los vampiros, ni Pavel aunque cambiase de opinión, puedan


encontrarte. –respondió empezando la marcha por delante de mí.

– ¿Qué estás haciendo Paul? Eres híbrido pero eso no te obliga a ayudarme.

–señalé mientras me abrazaba con mis propias manos.

Había sido impactante para mí ver a Pavel en mi contra de ese modo,

contando hacia atrás para ir a pillarme.

– ¿Qué ha pasado con Ingrid? –interrogó sin contestar a mi cuestionó.

A lo mejor me estaba llevando con los vampiros y solo había sido una

forma muy creativa de que no opusiera resistencia, pero me daba igual.


Estaba cansada y dolida.
–Todos pensáis que la he atacado sin ningún motivo. –contesté

encogiéndome de hombros. – ¿Por qué iba a hacerlo? –añadí.

– ¿Entonces no la atacaste primero? –inquirió parándose para mirarme.

No me había fijado hasta entonces de lo mucho que se parecían nuestras

pupilas. Era extraño como, sin conocerle, tenía la sensación de poder

confiar en él.

Quizá tenía que ver con haber estado siempre sola en cuanto a brujos se
refería.

–La ataqué primero, en un hechizo pequeño. –confesé. –Pero ella se

revolvió y tenía motivos. –añadí.

Negó lentamente con la cabeza.

–Dijiste que no sabías hacer magia. –indicó mientras llegábamos a una

cabaña en mitad de la nada.

Tocó la puerta con el interior de su mano y se abrió pese a no haber nadie.

Un hechizo de reconocimiento…

– ¿Tu casa? –pregunté entrando tras él.

–El lugar donde me concibieron más bien. –respondió encogiéndose de

hombros.
–Yo… Nunca he podido realizar hechizos grandes pese a saberlos. Mi

magia no respondía. –confesé. –Pero cuando desperté, sentí la electricidad

en mis dedos y supe que podría hacerlo. No sé si mi castigo por lo que hice

habrá pasado ya para los poderes de la naturaleza. –murmuré.

– ¿Matar a tu familia? –inquirió consiguiendo que el aire abandonaba mis

pulmones. –No quería ser brusco. –añadió bajando la mirada hacia el suelo.

–Veo que habéis tenido tiempo de investigar sobre mí. –dije con una risa

sarcástica. Claro que no se habrían molestado en intentar preguntarse por

qué, así parecía más sencillo. – ¿Y sabes, por lo menos, por qué me buscan?

–interrogué chasqueando la lengua.

–No, pero lo hacen con mucho ahínco para ser algo pasajero. –respondió

desviando su mirada hacia la ventana. – ¿Qué pasó? –preguntó entonces.

– ¿Por qué quieres saberlo? ¿En qué te afecta a ti que yo matase a mi


familia? Sé que dicen que todos los brujos y brujas nos tocamos algo, pero

no es cierto. Por algo estoy sola. –ataqué.

–Porque tu madre era la hermana de la mía además de mi madrina. Creo

que tengo derecho a saberlo. –replicó dejándome paralizada.

– ¿Somos primos? –cuestioné sin terminas de creérmelo.

Si lo meditaba, aunque fuera un instante, tenía cierto sentido porque, pese a

no sentir ninguna atracción hacia él ni haberlo visto en alguna visión, sentía


algo de confianza.

–Así es. –dejó salir un gran suspiro.

–Si tanto te pesa nuestro parentesco podrías haberme dejado morir. No creo

que mis piernas hubiesen reaccionado si tú no me hubieses guiado. –espeté

molesta.

–La manada es una gran familia. –murmuró con la mirada perdida. –Pero

cuando eres un híbrido hay muchos que se creen mejor que tú. Mi padre,

además, se odió siempre por “haber caído en el hechizo de una bruja” por lo

que se ocupó de mí solo lo estrictamente necesario. Mi madre… No la he

conocido en veinticinco años. Siempre he estado solo. –Hizo una pausa. –

Sé lo que se siente, por eso he venido contigo. –concluyó.

– ¿Y el plan es huir de la ciudad? Hay otros sitios donde la afluencia de

vampiros es menor. –sugerí inquieta.

– ¿Por qué no me cuentas algo de ti, Deva? Creo que merezco reciprocidad,

sino por completo, algo. –solicitó.

Me encontré mirando esos ojos tan parecidos a los míos con expectación.

¿Le debía algo?

No estaba segura pero estaba tan cansada de huir de todo lo que tenía que

ver conmigo misma.


–Acércate a escuchar esta triste historia de la bruja solitaria. –ironicé. –El

día que nací supongo que todo fue felicidad, mis recuerdos de la época,

buscados por las bolas de cristal y los juegos de cartas del tarot, así lo

indican. Pero al cumplir los quince años, el cielo se levantó enfadado, con

una tormenta casi sobrenatural. –Hice una pausa dolorosa. –Mi madre me

regaló su baraja de tarot y mi padre su orgonita. Me recordaron que

albergaba dentro de mí un poder extraordinario que lo cambiaría todo. –Me

reí amargamente. –No sabían lo ciertas que eran sus palabras. Tuve un

pastel con velas, como todos los años. Cerré los ojos para pedir un deseo

y… Ahí acabó todo. –Un suspiro salió de mí sin pretenderlo, casi quejicoso.
–Cuando me desperté más tarde no tenía ni idea de lo que había pasado

pero mis dedos ardían y ya no cosquilleaban por la magia. Mis padres y mi

madrina estaban en el suelo tirados, muertos, como si una explosión les

hubiese reventado sin poder hacer nada. Luego otros brujos llegaron a la

escena para comprobar qué había pasado: Todos indicaron que yo había

hecho el hechizo y matado a aquellos quienes me querían. Me largué. Fin

de la historia. –concluí con el dolor amenazando mi pecho.

–Pero no fue a propósito… –murmuró Paul realmente sorprendido. – ¿Por

qué nadie se planteó la posibilidad de que fuese un accidente? Ni siquiera lo

recuerdas, eras feliz… ¿Qué motivos…? –Se calló de golpe.


–Ya… Quizá hubiera estado bien que estuviese por allí para decirlo. Tu

madre fue de las primeras en despreciarme, era de la familia pero… Cuando

fui a la taberna donde cantaba para que me ayudase, me pidió que me

alejase tanto como pudiese y olvidase que por nuestras venas corría la

misma sangre. –expliqué.

–Tiene tendencia a hacer eso. –dijo cabizbajo.

Coloqué mi mano en su hombro consolándolo aunque no era mi modo

normal de actuar.

– ¿Vas a preguntarme ahora qué pasó con Ingrid? –interrogué cansada.

–No. –soltó con una media sonrisa. –De todas formas habrías tenido que

salir de la manada tarde o temprano. Pavel no pondrá a todos los que están a

su cargo en jaque por ti, y no significa que no le simpatices. Si sigues viva,

bueno, es que sí. –comunicó.

Estúpidamente dada la situación, sentí satisfacción al oírle. Había durado

tan poco mi oportunidad de disfrutar del placer que Pavel podía darme sin

complicaciones pero… Aún podía notar sus labios sobre los míos y su piel

caliente tocando mi cuerpo.

–No deberías abandonar a la manada. Puedo irme sola, donde no me

encuentren. –aseguré. –Además, sabía que Pavel iba a echarme, lo vi de

forma indirecta en la visión que me indicó la brecha. –expliqué.


–El traidor… –murmuró seguramente recordando en ese preciso momento

lo que las cartas habían dicho en mi tienda cuando los vampiros

aparecieron. – ¿Quién es? –interrogó con necesidad.

–Es Ingrid. –confesé encogiéndome de hombros.

– ¿Qué? –chilló desquiciado. –Tendrías que haberlo dicho, tú… –Le hice un

gesto y se calló de pronto.

–Yo intenté decir más de dos palabras seguidas y no pude. Nadie quiso

escucharme; Pavel no quiso escucharme. –señalé mortificada.

– ¿Cómo supiste que era ella? –interrogó apoyando la cabeza contra la


pared.

–Creo que lo supe en el primer momento que la vi incluso sin saber lo que
estaba buscando. Tenía algo oscuro dentro de ella, exhibiéndose, queriendo

ganar poder: Quería que Pavel la hiciese suya para ocupar el escalafón más
alto. –expliqué. Obvié decir los irracionales celos que eso me provocó. –

Pero luego, ocurrió algo. Ella ya no fue más a por Pavel, como si tuviese
claro de pronto que no iba a ser para ella y, sin embargo, seguía clavando su

mirada en mí como si me odiase; ¿Por qué? Yo no le había hecho nada.


Sospeché que porque era una amenaza, pero si no era como mujer… ¿Cómo

qué? –Dejé que sus pensamientos alcanzasen los míos. –Como bruja. –
añadí.
– ¿Con qué objetivo quita los ópalos? Ella es una loba desde siempre, no
tiene poder alguno. –señaló.

–No me dio tiempo a averiguarlo. Ella me atacó y mi cuerpo respondió


solo, atacándola de vuelta. –argumenté encogiéndome de hombros.

–Tenemos que avisar a Pavel. –dijo decidido.

–Tenemos que irnos lejos, él ya ha hecho su elección. Él no se arriesgará

por mí y yo no lo haré por él. Sea lo que sea lo que Ingrid quiere, no entra
una bruja en sus planes y si yo quisiera quitarme de en medio a mí misma,

lo primero que haría sería darle mi ubicación a los vampiros. –razoné.

–Pero él sí se arriesgó por ti, desde el primer día habría sido más sencillo

darte a los vampiros. No había ninguna evidencia, por mucho que la


buscamos, de que tu posible secuestro fuese a afectar a la manada y aún así

no te entregó. –replicó removiendo algo mis sentimientos. –Además… –Se


calló de pronto.

– ¿Además qué? –pregunté.

–Nada. Descansa, hablaremos por la mañana. –afirmó dejándose caer en un

montón de mantas para dejarme la única cama.

 
CAPÍTULO 10
 

DEVA
 

Mis sueños estaban inquietos por lo que, cuando desperté sudorosa en la

cama de la cabaña, decidí quedarme con los ojos abiertos.

Paul dormía profundamente en una esquina y tuve que preguntarme cómo


podía confiar en mí para no tener miedo cuando le había confesado que ni

siquiera sabía cómo me había deshecho de todos aquellos a los que quería.

Me acerqué a la ventana para mirar la luna, al día siguiente estaría llena.

Decidí sentarme en un hueco que había de madera para estar más cerca del
cristal y toqué las pequeñas motas que empezaron a caer en el vidrio:

Estaba empezando a llover y odiaba las tormentas.

La reminiscencia de mi visión empezó a inquietarme: Si Ingrid me decía

“No tenías que haber vuelto” era porque pensaba volver. Me obligué a
recordar que las visiones eran como las lecturas, cambiaban de rumbo si

tomabas decisiones distintas a las que habías previsto.

Que yo no fuese hasta ese lugar, sin embargo, no tenía por qué acabar con el

peligro que correría Pavel en ese instante según lo que había visto.

Me llevé las manos a la frente, enterrando mi cabeza en las rodillas.


– ¿Decisiones complicadas? –cuestionó Paul desperezándose.

– ¿Puedo saber en qué piensas? –interrogó Paul rebuscando en los armarios

hasta colocar una cafetera metálica sobre la hornilla.

–Sabía que él iba a echarme. –dije. –Pero también que supuestamente


volveré. –añadí.

Había sopesado la idea de no decírselo pero me costaba tomar una decisión

en solitario, sobre todo cuando tenía la sensación de estar jugando con las
vidas de otros.

Pavel no había querido escucharme pero no podía evitar preguntarme si no


se lo habría dicho de todas formas de no haberme sentido tan dolida.

¿No podía pensar, simplemente, que era lógico que pusiese la palabra de
una de los suyos antes que la de un polvo cualquiera?

– ¿Y qué viste que pasaría cuando volvieses? –preguntó ofreciéndome una


taza con el brebaje caliente dentro, humeante.

–No lo sé. –Qué Ingrid me bloquease el paso solo era un detalle. –Pero tuve

la sensación de que el alfa estaría en peligro. –añadí evitando decir su


nombre.

Su nombre, dolía.

Paul jugueteó con sus manos un poco tras beber.


–Deva, creo que deberíamos huir; Investigar el alcance de tu poder que

acaba de regresar; También tu conocimiento porque ese conjuro, por lo que


dijo mi madre, era muy extraño que alguien lo supiese. –Hizo una pausa

rascándose la nuca incómodo.

– ¿No piensas volver? La manada siempre ha sido tu casa. –afirmé aunque

una parte de mí no quería volver a estar sola.

–Tú eres mi familia y hasta que no me des un motivo para lo contrario haré

lo que tengo que hacer. –Sé calló como si con eso yo entendiese a qué se
refería pero no era así. ¿Que se suponía que era su deber hacer? –Confiar en

ti; Protegerte; Ponerte por delante. –explicó.

¿Eso era una familia? 

Parecía realmente agradable tener una.

–No sé lo que es eso. –aseguré.

–Pero eso no es posible, Deva. Tú viviste con tu familia hasta el incidente...

¿No eras feliz hasta entonces? ¿No te querían y te protegían? –cuestionó


como si no entendiese nada.

Era lógico.

–No tengo prácticamente recuerdos de entonces. Cuando sucedió "el

incidente" –Porque decir "cuando maté a todos mis seres queridos en un


ataque mágico" sonaba demasiado fuerte. –No era capaz de decir algo
distinto a "No ha sido a propósito " y "Yo ni he sido”. Si intentaba recordar

algo más, era imposible. Poco a poco fui restableciendo algunas cosas pero
sin sentimientos, como si solo fuese capaz de ordenar cronológicamente mi
vida. –expliqué.

No era algo agradable de recordar porque seguía provocando mucha


confusión en mí. Sabía que les había querido muchísimo y, sin embargo, no

podía reconstruir ni un solo momento entero de felicidad que hubiésemos


tenido en familia.

–Es tan extraño... –murmuró.

Ese comentario no me hizo sentir mejor pero no sé lo eché en cara.

–Y, por cierto, no pienses que soy una bruja con muchos conocimientos de
conjuros ni nada por el estilo porque no siquiera sé cómo hice para no

morirme cuando ese vampiro me clavó la daga envenenada. –Sentí dolor y


cerré los ojos reviviendo ese momento. –Fue como si unas voces familiares
pero sin identificar me hablasen despacio, diciéndome exactamente las

palabras de ese conjuro. –aclaré.

–Alguien quiso salvarte aunque no he oído nunca sobre que los que ya no
están puedan meterse de ninguna forma que no sea a través de una médium

en la cabeza de alguien. –aseguró.


¿Médium? 

No estaba entre mis cualidades que yo supiese aunque, si era sincera

conmigo misma, no me conocía a mí misma tanto como quería creer. Era


todo una coraza de seguridad y pasotismo.

Vi a Paul apretar la mandíbula un poco. Se levantó del sillón en el que había


estado tomándose el café para dar un par de vueltas por la estancia.

– ¿Qué pasa? –interrogué. –Sí yo comparto cosas contigo espero que tú


hagas lo mismo. –acusé.

Estaba poco dispuesta a volver a meterme en un berenjenal de ceguera

como había hecho con Pavel por mucho que Paul fuese mi familia; Al fin y
al cabo tampoco lo conocía.

–Los vampiros te buscan. No quiero ser yo quien te lo recuerde pero es así.


–afirmó. –Sí quieres podemos huir. Se me había ocurrido algo estúpido pero
huir es una buena opción. –añadió.

– ¿Y cuál era esa estupidez? –Me miró. –Lo digo porque yo tengo otra en
mente. –dije con una risa sarcástica y cruda.

–A lo mejor es cosa de familia. –Movió los pies dubitativo. –Te contaré la


mía si tú me cuentas la tuya. Después tendremos la oportunidad de decidir

si alguna es viable. –sugirió.


–Está bien, pero empiezas tú. –accedí.

Puso los ojos en blanco. Absurdamente eso me hizo pensar que si nos
parecíamos.

–Quizá podemos ir a ver a mi madre en busca de respuestas, aunque te


advierto que no es muy colaborativa. –anunció.

–La tuya quizá sirva de algo. La mía era capturar a un vampiro que me
busque para saber más de la situación. –expliqué.

– ¿Y bien? –cuestionó buscando mi reflexión sobre ambas.

–Empezaremos por llevar a cabo la tuya, suena menos suicida. –concedí.

Asintió algo satisfecho con mi respuesta y empezó a prepararse para irnos.


Me fijé entonces en lo sucia que estaba mi ropa tras los acontecimientos del

día anterior.

–Esto es lo único que mi madre dejó aquí. –dijo sacando un vestido negro
del armario.

Tan delicado y hermoso como tétrico. 

Una vez que me puse el vestido, mientras llegábamos a la taberna, me repetí


mentalmente en más de una ocasión que no era el look perfecto para pasar
desapercibida. Pero Paul estaba convencido exactamente de lo contrario
alegando que estarían tan convencidos de buscarme escondida que pasaba
desapercibida así de expuesta. 

De todas formas quedaba como mucho una hora para que se apareciese el
sol y los vampiros tuvieran que huir para esconderse de nuevo hasta la

noche; Era un descanso ese defecto suyo porque, de lo contrario,


dominarían absolutamente todo.

–Céntrate Deva porque creo haberte dicho que tú tía no es muy amable. –
recriminó Paul.

Fue poner un pie dentro del establecimiento y una mujer, de buen aspecto y

mejores curvas para la edad que debía de tener, se acercó a grandes


zancadas, pese a los largos tacones, hacia nosotros.

Un recuerdo me inundó entonces, sin preverlo.

K Estábamos en la casa familiar. Mis padres charlaban animadamente con

Rita y Fiora, mi madrina, mientras yo jugaba con otro niño en el centro de


la sala. 

Rita, pese a su elegancia extrema, me miraba con cierto cariño. Eso sí, en la
distancia.

– ¿Qué hacéis aquí? ¿Y qué haces con ella Paul? No es una decisión muy
inteligente. –señaló su madre a la que, repentinamente, recordaba.
–Me mirabas con cierto cariño, entonces con siete años, desde la esquina

detrás de tus largas uñas color rojo y tú cigarro. Imagino que eso ha
cambiado. –reté cruzándome de brazos.

–Veo que has recuperado algo de tu memoria, o a lo mejor nunca la perdiste

y solo fue una forma de intentar justificar ese hecho atroz. –recriminó y, sin
poder evitarlo, dolió. –Te repito Paul que con los lobos estabas bien, a
salvo, no dejes que lo que sea que pase te arrastre consigo. –añadió con voz
de estar cansada.

–A la familia no se la abandona. Posiblemente no sepas nada de eso, pero es


como debe ser: Mentalidad precisamente de lobo. –acusó Paul.

Estaba dolido con su madre. Podía notarlo, casi palparlo, pero eso no estaba
convencida de que fuese a ayudar. 

– ¿Qué venís a buscar? –inquirió chasqueando la lengua.

– ¿Quién puede haber puesto en la cabeza de Deva el conjuro que la salvó?


–preguntó adelantándose Paul.

Rita entrecerró los ojos guardando silencio.

–Los muertos, por muy poderosos que fuesen, no pueden comunicarse sin

un objeto y una intención; Y yo estaba inconsciente y herida

 –remarqué.
–Pudo ser cualquier brujo o bruja que percibirse tu petición de ayuda, sin

más. –dijo restándole importancia.

– ¿Por qué la buscan los vampiros? –cuestionó Paul con los puños

apretados, como si intentase controlar un gran desencadenante. 

–No lo sé ni tengo intención de saberlo, llevo huyendo de mi destino 11

años, estoy cansada. –soltó de pronto.

Y, de todo lo que podía haber dicho, aquello era exactamente lo que no


esperaba oír.

– ¿Once años? ¿Desde el incidente? –pregunté con un nudo en la garganta,


con dificultad para articular cada maldita palabra.

–Exacto, Deva. Estaba escrito que aquel día yo también moriría pero decidí
no asistir, por primera vez en dieciséis años a tu cumpleaños. –explicó con

un suspiro. –Cada maldito día después de aquel he buscado respuestas en


las cartas, en las bolas de cristal, y en cualquier otro objeto que se
encontrase a mi disposición, pero el destino sigue ahí marcado a fuego:
Acercarse a ti es acabar siendo una bruja muerta. –añadió.

–Tú pusiste el conjuro en mi cabeza, tú me salvaste. –señalé


sorprendiéndome de entender eso.
–No sé cómo o por qué lo hiciste. –murmuró como si estuviese

tremendamente cansada de huir de esa conversación. –Ni por qué querrías


matarme a mí si también te quería, pero cuando llamaste pidiendo ayuda,
supe que tus padres querían que te ayudase. Así que lo hice, pero le
equivoqué porque ahora estás aquí y eso significa que algo terrible va a

ocurrir. –afirmó con pesadumbre.

¿Qué se suponía que iba a hacerle yo a mi tía y madre de Paul? ¿Y por qué?

–Yo lo siento. –susurré de pronto. Me miró sin comprenderme al igual que


Paul. –Siento si acabo siendo la causante de vuestras muertes, no era lo que

quería hacer con mi familia, tampoco con vosotros. No soy consciente de


tener tal poder y mucho menos de querer utilizarlo en vuestra contra, pero
aún así, lo siento. –concluí antes de girarme.

Por muy doloroso que hubiese sido el encuentro con mi tía, no me había
dado exactamente las respuestas que buscaba por lo que no nos iba a quedar
más remedio, porque Paul me seguía incluso cuando lo lógico hubiera sido
marcharse, que pasar al plan de secuestrar a un vampiro y hacerle cantar.

 
 

CAPÍTULO 11
 

DEVA
 

Paul había decidido seguirme sumido en el más absoluto silencio posible


pero, tras repetirle más de diez veces que no tenía por qué acompañarme, no

veía qué otra cosa podía hacer para que no se jugase la vida tontamente. Al

fin y al cabo, éramos familia pero nos conocíamos desde hacía escasos días.

Fuimos adentrándonos en el bosque cuando un sentimiento me embargó.


Caí hacia delante violentamente mientras mis sienes apretaban desde dentro

hacia fuera.

¿Qué estaba pasando?

–No sé dónde está pero tampoco os lo diría de saberlo. –afirmó Pavel

mientras dos vampiros lo intentaban apuñalar.

El pánico me invadió mientras perdía la imagen que había llegado hasta mí.

–Lo he visto. –exclamé. –A Pavel, como si pudiese acceder a su

circunstancia actual. –añadí esperando que Paul supiese decirme algo al


respecto.

–Esa magia es muy extraña de encontrar pero no sé decirte nada más. –

contestó con cara de estar abrumado por las circunstancias.

Estaba convencida de que no había sido una alucinación ni nada por el

estilo. Yo sabía que había conseguido acceder a él pero mi conocimiento

sobre magia, aunque no fuese muy amplio, era suficiente para ser

consciente de que no era algo fácil; También de cómo una mente como la de

Pavel no era accesible si él mismo no te dejaba entrar de alguna forma

Entendiendo eso, eché a correr.

O Pavel me había dejado verle; O estaba suficiente débil; O nuestra

conexión era mucho más fuerte que el haber compartido una noche de

pasión.

Entré en su territorio para sentir vértigo en cuanto crucé la línea. No debían

quedar muchos ópalos pero tenían que haber ido sustituido por alguna clase

de piedra distinta cuyos efectos desconocía.

Hallé a Gina dentro de la mansión principal, encerrada en su cuarto.

– ¿Dónde está mi hermano? ¿Dónde está Jared? –preguntó fuera de sí


pasando a zarandearme.

–No lo sé. –dije abriendo mucho los ojos.


–Pavel me encerró porque sabía que iba a pasar algo hoy. ¿Qué está

pasando, Deva? –interrogó mientras corría siguiéndome al interior donde no

había ni un alma.

– ¿Dónde está la manada? –cuestionó Paul.

Su desconcierto era evidente en su cara por lo que no nos detuvimos a


hacerle más preguntas.

Los dos hablaban mientras continuábamos nuestro paso en el intento de dar

con alguien que pudiera decirnos tanto qué había ocurrido como dónde

estaba el alfa al que todos parecíamos estar buscando. Su conclusión era


que Pavel era suficiente inteligente como para haber puesto toda la manada

a salvo antes de que los vampiros llegasen pero no entendía para qué se iba

a quedar entonces en ese territorio.

–Mi hermano no es precisamente de los que huye, es un alfa. –dijo Gina


con la preocupación saliendo por cada poro de su piel.

¡Pues maldita fuese su condición de alfa!

Oí un gruñido fuerte y fiero reconociéndolo al instante, tanto que me dolían

los huesos. Corrí dejando a los otros atrás. Si ellos eran lobos y yo una

simple bruja, quizá debían haberme alcanzado pero era como si pudiese

hacer un hechizo que no conocía para ir más rápido, tanto que solo cuando

choqué con alguien que hincó sus uñas en mí me detuve.


–No deberías haber vuelto. –dijo Ingrid tal y como había visto en mi visión

aquel día. –No después de que él te echara. –recalcó.

La certeza de cómo había conseguido traicionar a los suyos se hizo evidente

para mí. Intentó apuñalarme pero conseguí lanzar la daga con un hechizo

protector lejos de mi cuerpo.

Quizá, hubieran hecho lo que hubieran hecho los vampiros que permitía que

mi magia funcionase, afectaba a la capacidad de los hombres lobo de sacar

su fuerza interior; Eso tenía cierto sentido.

Un conjuro se formó en mi mente mientras recordaba, sorprendentemente,

cómo mi madre me lo había enseñado para que me defendiese.

¿Ese no era el primer recuerdo que había conseguido más o menos feliz?

¿Qué estaba pasando?

Era como si un gran velo, que me había tenido ciega, fuese cayendo

lentamente sin saber qué lo provocaba.

Aproveché el momento que tuvo de sorpresa ante mi defensa para

empujarla de una patada a cualquier lugar en el que hubiese caído y salir

corriendo.

Llegué exactamente al punto exacto donde estaba Pavel pero también lo

acompañaban Jared y Tom. Los tres permanecían en el centro de un corrillo


de vampiros que miraban hacia mí, como si estuviesen seguros de que iba a

llegar.

–Por un momento he llegado a pensar que no llegarías, pero aquí estás. –

dijo el vampiro que había hablado el primer día que me habían buscado.

–Veo que habíais iniciado la fiesta sin mí. –ironicé. –Lo que no sé es que

pintáis en territorio de lobos, yo soy una bruja y vosotros vampiros. –reté

haciéndome la indiferente.

–Bonito teatro pero sospecho que si no estuviéramos aquí no habríamos

tenido el placer de tu compañía. –aseguró.

–Simplemente me he cansado de huir. –dije encogiéndome de hombros.

Desvié la vista por un instante a Jared quien permanecía tranquilo, pese a

cómo le sangraba el hombro con un mordisco, clavando sus ojos azules en

mí. Casi me pareció leer un “Lo siento” en su expresión pero quizá solo

intuía lo que quería que pasase y no iba a ocurrir.

¿Quitaba el hecho de no haberme querido entregar que Pavel me hubiera

echado sin escuchar mi versión de los hechos cuando había ocurrido “el

incidente” con Ingrid?

Probablemente no pero era un atenuante importante; Eso sumado al hecho

de cómo mi cuerpo anhelaba el suyo sin sentido ni explicación…


– ¿Qué queréis? –inquirí fingiendo estar cansada, aunque no era del todo

mentira.

Era agotador saber que todo el mundo parecía esperar algo de ti cuando yo

no tenía ni idea de qué o por qué.

–Simplemente tú vienes con nosotros, haces un hechizo que… –Una pausa.

–Un amigo necesita que hagas y te dejamos ir sin un rasguño. –aseguró.

Era difícil, por no decir imposible, creerle.

–No habéis venido de muy buenas maneras a hablar conmigo por lo que

permítete si dudo de vuestras buenas intenciones. –replique. – ¿Por qué no

me das algunas respuestas para que pueda ver que es verdad? –inquirí.

No era que fuese a creer lo que me dijese pero tampoco tenía otro plan, ni

aliados, ni nada…

– ¿Qué quieres saber? –cuestionó dudando.

– ¿Por qué me quiere a mí? Sé que ha secuestrado a otras brujas. –respondí.

–Las otras han servido para otros cometidos, como leer el futuro para llegar

hasta este momento o a encontrarte. No se le ha hecho daño a ninguna de

ellas, solo están esperando a que tú accedas a venir para ser liberadas. –Se

calló de golpe y ladeó la cabeza. –Aunque algunas dudan de tu

colaboración, por tus antecedentes y eso… –añadió.


Así que las brujas me echaban en cara lo que sabían de mí. Bueno, si Rita

siendo mi tía lo hacía, era lógico que el resto también.

–Quiero un hechizo vinculante. –dije de pronto. Los había estudiado aunque


nunca había hecho uno. –Si accedo a ir y hago el hechizo que me solicite,

tanto yo como el resto de brujas seremos liberadas. –añadí.

– ¿Harás tú el hechizo vinculante? –cuestionó accediendo de alguna forma.

–No, pero sé quién lo hará. –aseguré.

–Deva, no. –dijo vehemente Pavel desde atrás.

–Nos vamos de aquí, ahora. –exigí de pronto.

El vampiro al mando se acercó a mí; Me examinó por entero antes de

volverse y asentir hacia el resto.

Cogió mi muñeca para movernos a toda velocidad. Señalé hacia la taberna y

mencioné a Rita; También que no le hicieran ningún daño.

Mi tía me miró cuando salió acompañada de los vampiros sin entender qué
estaba pasando.

 
CAPÍTULO 12

 
PAVEL
Me quedé sentado en el suelo incluso muchos minutos después de que el
resto se levantasen.

No notaba prácticamente el dolor, pese a ser intenso, de la mordedura de

vampiro y casi no me importaba la flaqueza que sentía por lo que hubiesen


sustituido por el ópalo para hacernos débiles y evitar resistencia; Lo que me

preocupaba era que finalmente Deva había vuelto y se había ido con ellos.

Paul y Gina aparecieron de la nada un buen rato después. Jared examinó a

mi hermana de arriba a abajo e incluso pude ver cómo de mal miraba al


pobre Paul.

– ¿Dónde estabas? –exigí saber hacia Paul. –Creía que si habías decidido
irte con ella en lugar de quedarte con la manada era porque, al ser tu

familia, querías protegerla. –dije consiguiendo que el resto nos mirasen sin

entender.

Claro, nadie sabía  que ellos eran familia, hasta que yo había abierto la

boca; pero ya poco importaba.


–Es mi prima. –confirmó Paul como si supiera que todos querían saberlo. –

E Ingrid la traidora. –añadió aunque eso ya lo habíamos descubierto por las

malas.

El día que había surgido aquella explosión en la que Ingrid había acabado
casi sepultada y Deva intacta, sabía que algo no cuadraba pero mi deber de

alfa me había estado dando tantos quebraderos de cabeza que… Solo pensé

que nadie se sentiría a salvo con un alfa que dejaba que atacase a una

inocente una bruja solo por un tema sentimental.

Pero ese sentimiento era tan fuerte que quemaba dentro de mi pecho.

– ¿Dudabas de mí? –inquirió Tom con gesto contrariado.

–Tu rebeldía me sorprendió, solo eso. –contesté. Si, se me había pasado por

la cabeza por su reacción exagerada.

– ¿Y qué hay de él? ¿Por qué no dudar de él si estaba también totalmente en

contra de traer aquí a la bruja y de acuerdo en que se fuese? Nunca he sido

desleal. –recordó enfadado.

–Jared se rige por otro tipo de código –dije convencido de que Jared y mi

hermana eran almas gemelas por mucho que se negasen a aceptarlo.

–Aún así, Pavel, creo que desde que me uní a tu círculo más cercano me he

ganado mi lugar. –rebatió.


–Puedo equivocarme, evidente es que lo he hecho porque nosotros estamos

discutiendo cuando te he confiado las misiones más complicadas; Mi

hermana me está mirando como si me fuese a morir; Y Paul me recrimina

en silencio que no haya conseguido evitar que Deva se vaya. –bufé.

–Lo he encontrado. –exclamó Jared llegando con algo en la mano. –Esta

piedra, sea cual sea, es la que cambiaron por los muros de ópalo. –afirmó.

–Es lupa ámbar, una piedra poco común. –explicó Paul. –Difícil de

encontrar. Sin duda no es un ataque imprevisto; Deben haber tardado años

en recaudar suficiente como para neutralizar el territorio de la manada. –

añadió.

– ¿Debilita a los hombres lobo? –cuestioné hacia el híbrido que parecía

tener algún conocimiento al respecto.

–No lo sé, salía en un libro de gemas preciosas que estudié hace años pero
no ponía que tuviese ninguna habilidad especial. –contestó con una mueca.

Probablemente porque sabía que su aportación no había servido de mucho.

–Si fuese así, al haber sacado prácticamente a toda la manada del territorio,

sería mucha fuerza ejercida solo para unos pocos lobos. Tendría sentido

porque, tú, aún siendo el alfa, te ha costado transformarte mientras que

nosotros ni siquiera hemos podido. –reflexionó Jared.


Había decidido quedarme en el territorio tras sacar a todos los míos con la

única intención de conocer los motivos que llevaban a los vampiros a

perseguir a Deva. No había sido una elección demasiado inteligente pero,


en mi plan original, en el que desconocía la piedra puesta en el muro para

debilitarme, solo me sacrificaba yo.

Si moría, el lobo más fuerte en la escala, Tom o Jared, ocuparían mi lugar;

Pero los dos habían decidido por su cuenta desobedecer mi orden directa de

alfa y quedarse conmigo para ayudarme.

Y entonces los vampiros habían llegado para exigir que entregásemos a


Deva pero, al ver que no estaba, sencillamente decidieron esperar; Era

como si estuviesen convencidos de que llegaría sí o sí.

–Una bruja leyó el futuro asegurando que ella estaría aquí en ese momento.

–deduje en alto.

– ¿Qué hacemos con la manada? –preguntó Tom, quien seguía algo molesto

con mi sospecha.

–Que se mantengan al margen a excepción de algunos pocos, elígelos tú

para que vengan a retirar todas las piedras de lupa ámbar. –Me quedé

pensando. –Y que sean guardadas en un lugar seguro. –añadí.

– ¿Y ahora? –preguntó Jared.


A lo mejor no se daba cuenta pero no entendía cómo era posible ya que su

mirada estaba constantemente en mi hermana.

–Ahora vamos a salvar a Deva. –afirmó Gina.

–No. –contestó contundente Jared.

Solo lo hacía por protegerla y eso estaba bien pero…

–Sí y tú si tienes miedo puedes irte a donde quieras. –replicó ella.

– ¿A qué se debe tanto amor a la bruja? –cuestionó Tom. –Sé que son

precisamente estos comentarios lo que te llevó a desconfiar, alfa, pero no es

deslealtad. Solo no entiendo por qué hay que darle tanta importancia a una

criatura que no pertenece a uno de los nuestros. –argumentó.

“Porque la necesito” era la respuesta que pululaba por mi cabeza.

–Porque es mi amiga, mi única amiga. –respondió Gina salvándome de

tener que contestar. –Además, siempre ha estado de parte de la manada. –

afirmó.

– ¿De parte de la manada? –inquirió Tom dispuesto a llamarla mentirosa.

–No hizo nada para evitar que la trajésemos con nosotros; Nunca atacó a

nadie; No intentó huir; Avisó de la brecha en la seguridad incluso cuando

era delatar sus poderes; Y ha vuelto cuando estaba a salvo. –recitó

indignada con la actitud de los demás.


Todo eso era cierto por lo que consiguió que mi corazón se hinchase aún

más.

Algo latía dentro de mí diciéndome que algo la hacía acercarse a mí una y

otra vez pese a lo que pasase. Era ese hilo invisible que solo las almas

gemelas compartían; Daba igual lo diferente que fuésemos, lo mucho que

supiéramos que podríamos estar más seguros sin el otro; No importaba ni

siquiera el sentido del deber…

¿Y cómo la luna ponía en mi destino que mi mate fuese una bruja?

Demasiado caprichoso…

–Iremos a salvarla. –declaré sin importarme lo que pudiesen opinar los

demás. –Pero no obligaré a nadie a venir. –anuncié tomando la decisión más

sensata como alfa. –Como líder entiendo que la manada estaría más segura

sin ella y, por tanto, la dejo al margen; Como hombre lobo, tomo lo que el

destino ha dispuesto para mí. –dije sintiendo el aire salir de mis pulmones.

–Iremos contigo. –aseguró Gina.

–Yo también voy. –intervino Jared, como era predecible desde que mi

hermana había dicho en alto su intención.

–Pues yo sigo pensando que es una mala idea, pero no quiero tu puesto

Pavel, siempre he querido tu confianza y respeto. Si en algún momento lo

he perdido, imagino que es el momento de recuperarlo. –afirmó Tom.


Cuatro licántropos no era un gran  ejército pero, a veces, no hacía falta. Lo

que necesitábamos era un buen plan.

–Vayamos a ver a mi madre, ella puede rastrear a Deva si quiere. –intervino


Paul.

–Rita no nos ayudará. –Me toqué el puente de la nariz nervioso.

–Lo hará. En el fondo siente algo familiar hacia ella, fue ella quien hizo el
conjuro que la protegió. –informó Paul sorprendiéndome incluso a mí.

Rita no era de las que se encariñaba ni actuaba por nadie. De hecho, en

veinticinco años, no había intentado ponerse en contacto siquiera con su


hijo.

–En marcha. –ordené.

Entramos a la ciudad en pleno día por lo que no esperábamos hallar  ningún

vampiro pero nada impedía que hubieran brujos de esos que “colaboraban”
con ellos que nos diesen caza. No podía creerme que fuese tan sencillo ni
tampoco tenía intención de ser tan iluso como para pensar que no le harían

daño.

En la taberna, la música no estaba sonando y eso no había pasado en


ninguno de los tantos años que llevábamos visitando ese pueblo. Más

espeluznante aún fue la contestación obtenida al preguntar por ella al


encargado del lugar.
–No ha dado razón, salió de aquí al terminar el show de anoche y no ha
vuelto para la tanda de la mañana. –contestó el tabernero.

– ¿Con quién salió? –preguntó Paul, acercándose a la barra con intensidad.

–Un hombre alto, con el pelo blanco, y una mujer bonita, joven, con un
vestido negro. –respondió restándole importancia. –Si la veis decidle que

esperamos no haberla ofendido de ningún modo y que pueda retomar su


espectáculo a la mayor brevedad de tiempo posible. –añadió antes de

desplazarse para servir una cerveza bien fría.

A pesar de las horas, la taberna estaba llena con gente y criaturas bebiendo
por igual.

Salimos a la calle sin saber bien dónde ir, nos separamos en dos grupos para
ir más rápido.

Como todo lo que tenía que ver con Deva llamaba mi atención, miré hacia

su tienda. Me sorprendió ver una luz tintineante azul dentro así que hice un
gesto con la mano para que me siguiesen.

Conforme entramos, visualizamos a Rita sentada en un rincón con la mirada

perdida en la entrada y con sus dedos crepitando una pequeña luz azul, la
cual había detectado.

– ¿Estás herida? –preguntó Paul agachándose a su lado.


Era extraño verla quieta, sin el glamur que la caracterizaba, y con esa
expresión de encontrarse confundida.

–No. –afirmó levantándose  por fin para después mirarnos tanto a su hijo,

como a Gina como a mí.

Había mandado a Paul y a Jared juntos pese a la reticencia de éste último a


separarse.

– ¿Qué ha pasado? –preguntó Gina con toda la suavidad de la que solo ella
era capaz.

–Esa estúpida cree que puede venir aquí, pedirme que haga un hechizo

vinculante y marcharse sin más. –dijo realmente enfadada pero sin subir ni
media la voz. –Antes de irse cogió mi mano y me dijo que sabía lo mucho

que quería a su madre, a mi hermana. –añadió con la voz casi en un susurro.


–Y la vi un reflejo de ella. Tanto así que… –Hizo una pausa. –Ella no pudo
hacer el hechizo que mató a sus padres, o quizá sí pero no de forma

consciente. La magia la abandonó y yo le di la espalda. Y ahora que le hago


caso... –Chasqueó la lengua. –Los vampiros no mantienen su palabra. –

concluyó.

–No sabía que tuvieras corazón. –dije sorprendiendo a Paul, quien me miró
con desaprobación, pero no a Rita.
–Tuve uno hace muchos años, Pavel, pero los corazones sufren. De hecho,

me permití sentir de nuevo hace veinticinco años y solo sirvió para tener un
hijo con un hombre que me despreció por ser bruja. Después seguí con

medio corazón digamos… ¿Para qué? Dieciséis años después volví a sufrir
cuando aquello pasó. Me quedé sin mi hermana, sin mi sobrina, y sin mi

mejor amiga que era su madrina. –Dejó salir un gran suspiro.

– ¿Por qué volver a abrir tu corazón, si tanto duele, por tu sobrina y no por

tu hijo? –cuestionó Paul, como si le molestas en cierta medida lo que su


madre había dicho

–Te veo y le veo a él, a tu padre. Nunca quiso salir con una bruja y lo que

eso haría en su estatus. Siempre hice que no me importaba, pero me dolió.


No soporto a los lobos, ni a su jerarquía, ni su orgullo. –contestó tranquila.

–Pero Deva es una bruja, es lo que yo siempre he sido; También lo que su


madre y su madrina fueron… Y de nuevo es otra raza la que parte a una
bruja. –concluyó suspirando.

–Voy a salvarla. –declaré apretando los puños a cada lado de mi mano. –

Con o sin tu ayuda, pero si quieres ayudarme, estaré encantado. –añadí. –Yo
no soy él y la quiero a mi lado, sea de la raza que sea. –concluí declarando

mis sentimientos en alto. 


 
 

CAPÍTULO 13
 

DEVA

 
Desde que había llegado al supuesto epicentro del lugar en el que me
esperaba el susodicho vampiro, no había ocurrido absolutamente nada más

allá de ver a brujas sorprendidas, quienes no parecían secuestradas.

– ¿Era un complot? –pregunté directamente al vampiro con el que había ido

hasta allí. –No veo que las tengan atadas ni nada por el estilo. –señalé.

–No son idiotas y no quieren morir. Además, se van ya. Las van a ir

dejando progresivamente. –explicó con duda en su rostro.

A lo mejor no estaba seguro de qué información tenía que darme. Me hizo

sentir estúpidamente bien pensar siquiera que era tan peón en aquello como
yo.

– ¿Por qué no puedo hacer el conjuro mientras ellas están aquí? Digo, pese

a lo que queráis pensar o la información errónea que tenga el individuo


principal, yo no tengo prácticamente conocimientos de magia y, encima,

acabo de recuperar mis poderes. –expliqué.

No era que me apeteciese estar confesándome con él pero, en aquel caso

concreto, podía ser precisamente lo que necesitaba.

–Así que aquí estás después de todo. –dijo una voz con cierto sarcasmo y

mucha sabiduría.

Me giré para encontrarme mirando a un vampiro cuyo aspecto, no más de


cuarenta y pocos años, no casaba con la imagen que me había podido hacer

al escucharle.

–Te conservas bien. –solté aunque probablemente no era muy prudente.

–Me gusta que pienses que soy viejo porque eso es que me muevo, actúo y
pienso como crees que lo haría un antiguo. –contestó antes de medio

sonreírme. A diferencia de la sonrisa de Pavel, tan cargada de decisión pero

llena de bondad; Solo veía sombras y maldad. –Tengo treinta y siete años

por si te lo preguntas, reales. Soy hijo de vampiro con humana por lo que a

los cuarenta dejaré de envejecer. –explicó.

–Me encanta esta charla pero si querías tomar un café y que

compartiéramos historias, podrías simplemente haber aparecido tú mismo

por la tienda, sin amenazas y todo eso. –rebatí para que supiera que mi

paciencia tenía un límite.


No me gustaba aquella incógnita, fuese cual fuese el juego al que pretendía

jugar, no contaba con mi estimable participación.

–Creía que te habían informado de la necesidad de que hicieses un hechizo.

–aseguró levantando de una forma muy ceñida una de sus cejas negras. Eso,

no hizo más que acentuar su pelo del mismo color del azabache cortado por

debajo de sus orejas dejando una especie de peluca. Casi me recordó al pelo

de mi tía Rita, pero le sentaba bastante peor. –Pero veo que no entiendes

nada y tengo a bien explicártelo básicamente porque necesito que lo hagas.

–añadió.

–Pues ilumina mi poca sapiencia. –dije cruzándome de brazos.

–Tenía diez años cuando mi madre, quien seguía envejeciendo porque era

humana me explicó, a plena luz del día, que en cuanto cumpliese los

cuarenta y dejase de envejecer, dejaría de tolerar la luz del sol pasando a ser

un ser nocturno. –comenzó a decir. –Todos los demás que conozco optan

por aceptar ese hecho que nos condena a una vida bastante oscura. –Se rió

de su propia gracia. –Pero yo no. –añadió.

– ¿Y qué? ¿Te enfadaste con tu naturaleza y te quieres volver un brujo? –

cuestioné negándome a tomarme todo aquello enserio.

Yo tenía una actitud algo suicida teniendo en cuenta que me encontraba en

mitad de muchos vampiros pero él seguía emperrado en que me necesitaba


para algo y encima me contaba su existencia. Era una situación ridícula

mirase por donde se mirase.

–Pues no te alejas mucho de lo que pasó. –Eso llamó mi atención. –

Precisamente comentarios como ese me confirman que eres tú, pero sigo. –

Miro a su alrededor. –Que alguien le traiga una silla. –ordenó.

–Qué detalle. –ironicé.

–El caso es que pensé en las otras criaturas cuya naturaleza le permitía estar

a la luz del sol. De todas ellas, solo los hombres lobo y las brujas estaban a

nuestro alcance relativamente. Los lobos son nuestros enemigos naturales

así que me centré en el estudio de las brujas. Divagué aprovechando mi

supuesta inocencia de niño por allí y por allá averiguando muchas cosas. –

Se calló mientras una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro. –Y di con

brujas que leían el futuro con distintos métodos. También con profetas y

con antiguas hechiceras. –recitó. –Entre todas estaba tu madre, muy

orgullosa de haber tenido una hija y del poder que derrochabas cuando solo

estabas en la cuna. –añadió consiguiendo que clavase mi atención por

completo en él. –Lo sentí el día que estuve en su tienda, que luego pasó a

ser tuya.

– ¿Y qué me quieres decir con eso? ¿Qué cómo me conociste cuando estaba

en la cuna quieres que sea yo la que haga un hechizo? Estás dando muchas
vueltas cuando ya he accedido a dar mi brazo a torcer, si es que está en mi

mano, a cambio de no sufrir daño en el proceso y mi libertad. –recordé.

–Oh, claro, claro. Veo que la paciencia no está entre tus virtudes. –Se rió. –

Seguí indagando sobre ti en concreto, llamaste mi atención. Como fuese, ya


que no quieres detalles, vi que tu familia moriría a manos de un gran

hechizo y que después absorberías todo el poder de los que murieron allí. –

¿Qué? –Por lo que tu poder, ahora, es el de cuatro brujos juntos. Por eso

tienes que ser tú quien haga el hechizo que necesito, y si no te lo sabes, no

te preocupes, que yo te lo enseño. Puedes practicarlo tantas veces como

quieras porque, hasta que no obtengas resultados, de todas formas, no tengo

obligación de dejarte marchar. –indicó.

–Como quieras, pero si vas a pedirme algo turbio como que te haga brujo,

no es posible. La naturaleza de uno mismo no puede cambiar, es algo básico

que deberías saber. No solo a las brujas nos lo enseñan, cualquier ser

mágico sabe que nace y muere como es. –repliqué.

–Es una premisa errónea que nos han hecho creer. –dijo perdiendo cualquier

atisbo de estar divertido.

– ¿Quieres volverte brujo? –cuestioné arrastrando cada palabra.

–No, pero sí cambiar mi naturaleza. –respondió confundiéndome aún más.

– ¿Puedo saber por lo menos con quién estoy hablando? –inquirí.


–Soy Blassir, he intentado contar mi historia pero si no quieres escucharla

luego no puedes estar preguntando cosas sueltas. –afirmó volviendo al rol

primario que había escogido de simpático.

Pero yo había visto la oscuridad en él con sus sonrisas y su frase sobre la

naturaleza. La maldad acababa  tiñéndose de negro por mucho que le

pusieses una capa blanca encima.

–Bien, Blassir, soy toda oídos, pero si pudieras centrarte en qué quieres que

haga yo para poder irme, te lo agradecería porque tengo una vida que vivir.
–afirmé dejando caer mi espalda en el respaldo y rodando los ojos.

–Vivirás esa vida con la seguridad de ser una bruja poderosa y, además, con

la certeza de ser la única que haya conseguido una hazaña como la que tú

vas a hacer. –advirtió. Me quedé esperando, expectante. –Volverás a los

vampiros seres diurnos, Deva. No volveremos a escondernos con la salida

del sol. –concluyó dejándome totalmente petrificada.

¿Qué yo iba a hacer qué?

Si eso ni siquiera era posible.

¿O sí?

Sabía que no debía caer en hacer preguntas sobre lo que descubriera en el

pasado porque todo podía ser mentira; Tampoco tenía que preguntar sobre

si había tenido algún episodio en su infancia que implicase a mi familia o a


mí; Y por supuesto no era recomendable pensar en que había hecho un

hechizo vinculante hasta que le diese lo que pidiera para salir ilesa pero no

en que pidiera algo como eso que podía cambiar el curso natural del

equilibrio entre razas.

Pero, era inevitable, todo eso más el recuerdo de Pavel, se marcaban una y

otra vez en mi cabeza no dejándome estar en paz.

 
 

CAPÍTULO 14
 

DEVA

 
Fui testigo de cómo poco a poco las brujas fueron abandonando el lugar
donde habían estado esperando mi llegada. Cuando por fin estuve sola,

Blassir solicitó a los demás que nos dejasen completamente solos.

Por un absurdo momento contemplé la posibilidad de que intentase

propasarse conmigo de una forma carnal, pero no leí en él ese tipo de


intención sino una mucho más oscura.

–Veo que no confías en nadie. –aventuré cansada del silencio que había

estado latente entre nosotros durante horas de espera.

–La confianza no es mi fuerte. Probablemente por eso he llegado siendo


joven a este punto tan álgido en el que voy a hacer historia como el vampiro

que liberó a sus congéneres de la nocturnidad. –anunció satisfecho de su

respuesta.
– ¿Y cómo es que nadie ha intentado anteriormente ese hechizo? No dudo

de tu valía, básicamente porque no te conozco, pero se me hace extraño que

ningún otro vampiro, a lo largo de la larga humanidad, no haya procurado

que otra bruja o brujo consignase el hechizo. –rebatí.

–Buena pregunta, excelente cuestión. –exclamó divertido.

Notaba cómo jugaba conmigo pero tanto mi carácter mordaz como mi

curiosidad me impedían quedarme callada, sobre todo porque nada había

ocurrido durante las horas que había decidido hacerlo.

– ¿Sabes? Podríamos pasar al momento en el que intentas que yo haga el

hechizo y ves que soy una fracasada que lleva diez años sin poder utilizar

su magia. La teoría de haberme quedado con la energía mágica de cuatro

brujos no es más que una invención. Quizá te has engañado a ti mismo por
la necesidad de creer que algún día podríais huir de la oscuridad. –analicé.

– ¡No son imaginaciones mías! –exclamó iracundo. –Sé perfectamente lo


que digo así que no intentes disuadir mi plan porque solo tu estricta

participación en él te conserva intacta. No quiero tener que recordarte,

porque sería estropear nuestra novedosa y bonita amistad, que tu seguridad

está supeditada a tu colaboración en un hechizo que sea exitoso. –recalcó

pasando a señalarme con un dedo.


Blassir no era de los que aceptaba un “no” o una derrota, se le notaba en su

forma de blasfemar en cuanto algo no salía como lo hubiese planeado.

–De acuerdo, si tú lo crees así. –accedí encogiéndome de hombros.

Mi movimiento lo sacó más aún de quicio.

–Vas a invocar el hechizo para lo que tendrás que estar convencida de los

efectos. –Rebuscó algo en un baúl para dejar caer un pesado libro negro en

mi regazo. –Léelo. –ordenó.

– ¿Lectura ligera? –ironicé al ver el pedazo tomo. – ¿No puedes indicarme

el hechizo y ya? –cuestioné poniéndome a pasar unas cuantas páginas.

–No conozco el hechizo, pero se encuentra entre esas líneas. Encuéntralo. –

exigió. –Cuando lo hagas, te dejaré practicarlo. –Se acercó a mí para

cogerme de forma firme pero sin apretar de la muñeca.

No me resistí en seguirle; Con los locos no se podía razonar.

Me hizo entrar en una habitación  y cerró con llave. Una vez en soledad,

estudié el espacio encontrando una austera habitación muy parecida a una

celda. Más allá de un retrete, una cama y un lavabo, solo había un escueto
escritorio con una bombilla ridícula.

Había tenido pensado desde el principio dejarme allí cautiva hasta que diese

con lo que él creía que existía aunque por lo que yo sabía no era así.
¿Me habría vinculado a una misión imposible llevándome así todas las

posibilidades de huir de allí con vida?

Pensé en no hacer nada durante lo que me pareció una eternidad. Con ese

mismo propósito me había tumbado en la cama mirando hacia el techo pero,

enseguida, caí en la cuenta de que cómo había escogido aquella habitación,

sin una mera ventana para entretenerse, forzándome a no tener nada mejor

que leerme el dichoso libro.

Genial…

Las primeras líneas no llamaron para nada mi atención ya que solo hacían

referencia al antiguo brujo que había escrito lo que se iba a poder leer a

continuación, pero cuando empezó la letra cursiva, algo cambió en mi

interés. Aquello no era más que una narrativa fantástica… ¿Cómo esperaba

que de ahí sacase un conjuro?

Savannah Ligrud era una bruja inquieta cuyos conjuros poco éticos la

habían llevado a más broncas con su familia de las que deseaba aceptar

pero, lejos de convencerla de dejarlo, la llevó a decidir exiliarse en cuanto

cumplió los dieciséis y todo su poder terminó de estar disponible.


Cualquier brujo hubiera  dicho que eso de que a los dieciséis se

desbloqueaba su fuerza interior no era más que una fábula pero ella estaba

convencida de que no era así, lo había sentido.


Con ayuda de los conjuros aprendidos, que no eran pocos ya que se había

pasado toda la parte de su vida consciente leyendo, consiguió erigir una

casa en mitad del bosque donde utilizó hechizos protectores para hacerla

invisible. Así, ni cuando sus familiares, preocupados por las sospechosas

posibles intenciones de Savannah, fueron a buscarla, dieron con ella.

Conforme el tiempo fue pasando, su nombre fue olvidado y aprovechó para

sumergirse en una espiral de robos cuya autoría fue adjudicada a distintos

vándalos.

¿Qué robó?

Libros, por supuesto.

De cada biblioteca, tienda, o casa de brujas, fueron desapareciendo los

libros de más dudosas prácticas. Incluso consiguió algunos que debían

estar custodiados por vitrinas.

¿Para qué?

Como autor de este libro puedo decir sin miedo a equivocarme que su sed

de poder era demasiado grande, tanto que acabaría devorándola a sí

misma.

Probó todos aquellos conjuros, hechizos o pócimas que le resultaron

interesantes o difíciles y, a cada éxito la “gloria” de sentirse la mejor bruja


le fue sabiendo a poco.
No estoy seguro de en qué momento exacto se le quedó corto lo de

considerarse bruja pero, de repente, criaturas de otras especies empezaron

a desaparecer en circunstancias extrañas.

¿Cómo sé lo que les pasó a esas criaturas?

Savannah estaba tan convencida de haber desaparecido para todo el

mundo que le resultó suficiente tirar los cuerpos más allá de su barrera

protectora. Sin esconder lo que les había hecho, sin borrar su rastro.

¿Conocía yo el rastro de su magia?

Perfectamente.

El caso es que a todas las criaturas se les presentaba el mismo tipo de


marcas: Habían sido expuestas a su mayor debilidad antes de ser

desangradas, hechizadas, y asesinadas de forma brutal.

Detecté que lo próximo fue la desaparición de más vampiros y hombres

lobo, pero no así otras criaturas por lo que analicé cada detalle de los

próximos cuerpos que encontré.

Savannah se había vuelto completamente loca porque, por lo que yo mismo,

el autor de este libro, vio, intentó juntar la fuerza de un hombre lobo y su

transformación con la de los vampiros y su capacidad para adquirir el

poder de la sangre.
Paré de leer convencida de que había tenido que pasar bastante tiempo ya

que había hecho pausas en los dibujos que ilustraban la historia, tan bonitos

como temerarios.

¿Quién sería ese Marcus Travis que había escrito la historia?

¿Estaría muerto? De lo contrario estaba convencida de que sería mucho

mejor brujo que yo, además de un narrador de fantasía perfecto, y que

sabría sacar lo que fuese que quería Blassir.

Bufé.

Estaba segura que el tal Marcus le habría dicho a Blassir que solo era un

cuento para niños algo tenebroso y que podía meterse su locura por donde
le cupiera.

Un chasquido en la puerta me hizo fijarme en ese punto para ver una mano,

que no era la de Blassir, dejarme una bandeja de comida bastante generosa.

El muy estúpido debía creer que de verdad yo podía hacer lo que él

necesitaba y no quería que estuviese débil a la hora de hacer el hechizo.


Qué decepción se iba a llevar.

Tras comer sin nada mejor que hacer que contemplar las paredes grises y

vacías, seguí leyendo por si conseguía algo útil. A lo mejor conseguía un


detalle que me ayudase a engañarle. Al fin y al cabo, si hacía el conjuro
bien según como mi tía Rita hubiese hecho el hechizo vinculante, podría
entenderse que había hecho mi parte.

Seguí investigando los cuerpos sucesivos, nunca suficientes para llamar la


atención de cualquiera que no se estuviera fijando. En un mundo donde las

criaturas tenían enemigos potenciales no era extraño encontrarse más de


un ajuste de cuentas.

Savannah se marchó en algún momento porque los cuerpos dejaron de

aparecer. La decepción inundó a este humilde escritor y vehemente


investigador por lo que me recluí seguro de haber perdido demasiada parte

de mi vida intentando recuperar algo sobre ella.

¿Qué iba a hacer si no era eso?

En parte todo lo que había ocurrido era mi culpa, yo era el gran Marcus

Travis y le di parte de mi poder el día que concibió su magia y sus padres


me nombraron su padrino.

Quizá no habíamos sabido inculcarle lo bueno de lo magia, que la familia

siempre se protegía porque para una bruja debía ser sagrado el vínculo de
sangre. A lo mejor no habíamos sido capaces de hacerle saber el peligro

que era alterar el orden de la naturaleza y por qué existían cada una de las
razas por muy molestas que pudieran llegar a parecernos en ciertos
momentos…
Me quedé por un momento quieta preguntándome si no era exactamente el
mismo sentimiento que había inundado a Rita al saber el accidente que

mató a mis padres, el que no era capaz de recordar más allá del destello.

Pero incluso cuando me recluí la oscuridad de la vergüenza por haber


creado una bruja con demasiado poder sin saber controlarla me persiguió.

Fui a ver a sus padres, como siempre, y los hallé muertos en el salón.

Su padre tenía una mordida de vampiro y su madre un desgarro propio de

un hombre lobo.

Posiblemente todo el que me pueda leer, si es que lo hace alguien ya que


esto se trata de mi diario, pensará que estoy loco, pero me llena una

terrorífica certeza: Fuese como fuese, Savannah consiguió adquirir las


capacidades de ambas razas para sí misma concluyendo la atrocidad con el

asesinato de los suyos para acceder al poder del vínculo de sangre.

Puede que la idea de tener el poder de tres brujos no sea suficiente y venga

a por mí para tener la energía completa así que, si muero a sus manos, no
habrá bruja más poderosa, ni nadie que pueda esconderse en el mundo, de

la bruja que tenga la energía de aquellos que crearon su poder: Sus padres
y su padrino de magia.

Vi que el tomo, todo lo grande que era, solo contenía a partir de ahí páginas

con fechas y un tímido “Sigo vivo” en cada una de ellas. El último día cayó
en un martes trece pero esas dos palabras no lo acompañaban.

¿Le mataría finalmente Savannah?

Supuse que nunca lo sabría.

Suspiré cerrando los ojos por un instante antes de levantarme y aporrear la


puerta para llamar a Blassir.

 
CAPÍTULO 15

 
DEVA

 
– ¿Te has vuelto loco? –pregunté sin cortarme un pelo cuando Blassir se

posicionó frente a mí con rostro expectante. Eso pareció sorprenderle y no

precisamente para bien. –Yo no soy esa tal Savannah, la historia no está
basada en mí. –discutí vehemente.

–Sé que no eres ella, conocí a la de verdad. –dijo dejándome helada.

– ¿Qué? –cuestioné arrastrando la palabra. –Es un cuento. –añadí dudando.

–No, no lo es. –aseguró poniendo gesto de desesperación. –Sé que no eres


ella pero tus… Circunstancias personales te han llevado a adquirir la

energía de cuatro brujos, por eso sé que tienes que ser tú quien lleve a cabo

el hechizo. –explicó comenzando a pasearse lentamente por la sala.

– ¿Por qué no hizo el hechizo para ti Savannah si tuviste la oportunidad de

conocerla? –cuestioné porque intentar rebatirle esa premisa sabía que era

iniciar una discusión que no iba a llevarme a ninguna parte.


–Es una buena pregunta así que pasaré por alto la insolencia que brilla en

tus ojos. –afirmó levantando un dedo en mi dirección para que supiera que

seguía bajo su poder y si bien debía mantenerme con vida, nada le obligaba

a dejarme ilesa. –Lo intenté pero esa perra quiere ser la más poderosa de

todos los tiempos, no admite competencia. –aseguró con la rabia cruzando


por su rostro sin disimulo alguno.

–Aunque pudieras caminar por el día. –comencé intentando ser prudente. –

Eso no te haría brujo. –añadí.

–Cierto, pero aún así mis conocimientos sobre manipulación de brujas le

asustó. –afirmó con orgullo.

Genial, reconocía abiertamente ser un manipulador de brujas. Muy sencillo

confiar en cualquier cosa que dijera después de eso.

–Vale. –Respiré hondo. –Digamos que tengo ese poder porque la historia es

cierta. –Que ya era mucho admitir sin ningún tipo de prueba. –En ese
cuento, relato, o lo que sea, no pone cómo lo hizo. Además, tú no has

mencionado nada de convertirte en hombre lobo. –Hice una pausa para que

dijese algo pero él me observaba como si esperaba alguna clase de

información extra. –Blassir, no sé cómo hacer lo que quieres. Los únicos

híbridos que existen son de brujas y hombres lobo; O de brujas y vampiros.


En ninguno de los dos casos dejan de afectarles sus debilidades. –dije

siendo, en ese instante, completamente sincera.

– ¿Esperas que yo te dé la respuesta? Si la tuviera no estarías aquí, te

aseguro que ya habrías hecho el hechizo por las buenas o por las malas. –

afirmó con una carcajada seca que consiguió erizar los vellos de mi nuca de

un escalofrío. –Vas a averiguarlo porque así ambos podremos seguir con

nuestras vidas: Yo con mi grandeza y tú con lo que quiera que te mantenga

sin querer perderte en el abismo. –añadió algo cruel.

–Creía que éramos algo así como nuevos amigos. –ironicé teatralmente

refiriéndome a sus viejas palabras para que supiera que veía su verdadera

cara maligna a la perfección.

Era transparente.

–Eres inteligente e ingeniosa, Deva, por no hablar de cómo estás llena de


poder. Si a eso sumamos tu asesinato atroz a los tuyos, no somos tan

diferentes. Quizá por eso no me caes del todo mal. –aseguró enseñándome

una malévola sonrisa. –A lo mejor creo que puedes hacerlo porque no eres

tan distinta a Savannah, algo tuvo que llevarte a matar a los tuyos; Puede

que incluso ansiases más poder en tu adolescencia aunque lo niegues. –

aventuró.
Aquella afirmación me encendió por lo que tuve que clavar mis uñas en las

palmas de mi mano para procurar no tirarme hacia él en un intento suicida

de hacerle daño.

–No sé qué hacer. –dije de nuevo por si no me entendía tan cegado por su

ansia.

– ¡Pues piénsalo! –exigió en un grito. Luego suavizó sensiblemente su

gesto. –Esta celda es demasiado aburrida y oscura para pasar aquí la

eternidad. –añadió antes de volver a cerrar la puerta.

Estúpidamente le di un fuerte golpe con el puño a la puerta recién

bloqueada de la furia contenida.

¡No iba a conseguir una mierda de lo que quería teniéndome allí!

Ni soltándome tampoco porque no era algo factible, simplemente. De


hecho, no podía existir Savannah Ligrud.

Esa certeza se fue disipando conforme pasaron las horas. No había un

maldito hueco por el que mirar en aquella habitación pero por el silencio y

la ausencia de la visita de Blassir deduje que tenía que ser de día.

Momento perfecto para escapar si hubiera habido alguna oportunidad de

hacerlo, pero no la había.


Apoyé la espalda en la pared sentada en la cama dejando caer la cabeza un

poco hacia atrás como si por pegarme pequeños coscorrones fuese a tener

una idea genial con la que complacer a ese loco o salir de allí.

Noté entonces algo que, hasta entonces, había pasado completamente


desapercibido por lo reciente que era la incorporación de mi magia; No

sentía  ese cosquilleo en los dedos. Allí debía haber recubrimiento de ópalo

para evitar mi magia.

Iba a ir hasta la puerta, mucho rato después, cuando ésta se abrió.

–Avisa a Blassir. –dije sin saber quién había detrás con mi bandeja diaria. –

Necesito contemplar con él algunas posibilidades. –añadí.

Quien fuese no contestó pero el aludido no terminó en presentarse.

–Me alegra ver que has hecho avances. –aseguró.

–He tenido una idea, pero quiero pasear mientras hablamos. No soporto

estar encerrada. –señalé.

Sabía que, en cierto modo, quería que estuviese de su parte así que decidí

que no perdía nada por intentarlo.

–Está bien, pero no hagas ninguna tontería. –advirtió cauteloso.

El frío de la noche me sentó de maravilla, tanto que abrí los brazos como si

con eso pudiese llenar más mis pulmones.


–Aquí hay ópalo. –remarqué. Asintió sin molestarse en ocultarlo. – ¿Hay

piedras parecidas para un hombre lobo? –cuestioné haciéndole partícipe de

mi deducción; De no ser así, no habrían podido contener a Pavel, quien

ocupaba un porcentaje considerable de mis pensamientos.

–Mmm –Se quedó pensativo. –La hay. –admitió poco convencido

rascándose la barbilla.

– ¿Y para un vampiro? –cuestioné enarcando una ceja.

–Existió en algún momento pero los vampiros, mucho más antiguos que yo,

solicitaron a las brujas que se deshicieran de ella. –respondió. – ¿En qué

estás pensando? –preguntó con verdadero interés.

–Las piedras preciosas tienen poderes propios y nadie sabe el origen de que

se inclinen por debilitar a una raza. Imagino que por puro equilibrio natural.

–Omití decir que él estaba suficiente loco como para alterarlo. –Así que, si

tuviese las dos que conciernen al hombre lobo y al vampiro… Quizá… –

Dejé de hablar sin saber bien qué estaba diciendo.

–Llegaste a la misma conclusión que yo, pequeña. El equilibrio no permitirá

que haya dos criaturas que deambulen a todas horas: Para que los vampiros

adquieran la luz, los licántropos deberán anclarse a la noche. –soltó.

Y llegando a ese argumento, tal y como había hecho hoy, mi estomago se

retorció sin medida al mismo tiempo que mi corazón.


Si conseguía hacer lo que Blassir quería, condenaría a Pavel y a los suyos a

la noche eterna.

¿Y qué harían con los licántropos?

–Aún así, si no existen ejemplares de esa piedra, habrá que pensar en otra

cosa. –adelanté encogiéndome de hombros.

–Qué curioso que sea tan fácil para ti renunciar a la única idea que has
tenido para llevar a cabo lo que te sacará de aquí. –dijo entrecerrando los

ojos. –Sé que has hecho amistad con algunos lobos, pero puedes hacer
muchos amigos más permaneciendo viva. Además, confiar en las personas

solo provoca que tengan la oportunidad de decepcionarte. –aseguró


quedándose quieto, mirando algo en la lejanía.

– ¿Eso te pasó a ti? ¿Alguien te decepcionó? –cuestioné.

Mi pregunta le llamó suficiente la atención para volver a mirarme aunque,


en el proceso, me había parecido ver una pequeña luz tintineando un poco

antes de desaparecer.

–Puede ser. –dijo encogiéndose de hombros. –Pero nada de eso importa


porque hace suficiente que no confío en nadie. –añadió con los colmillos

sobresaliendo un poco.

–Seguiré pensando qué hacer. –dije dando por concluido el paseo.


Al fin y al cabo, sus palabras me habían recordado que estaba sola. Y
tampoco deseaba que Paul, la única persona que parecía seguirme, lo

hiciera; No podía con otra muerte sobre mi conciencia.

¿Y Pavel? ¿Estaría bien? ¿Pensaría en mí una mínima parte de lo que yo lo

hacía en él?

–Sé dónde hallar esa piedra, la última que queda. –dijo serio. –La tiene ella.
–añadió.

Justo después empezaron a haber gritos derivados de muchos puntos al

mismo tiempo.

Lo primero que fui a Pavel llegar hasta nosotros convertido en un fuerte e

imponente lobo; Lo segundo a Paul quitando del medio a un vampiro; Lo


tercero a Gina entregada a la causa de rescatarme. Pero, sin duda, fue ver

allí a mi tía Rita lo que no esperaba.

Ella había ido también a salvarme.

–Acabaré encontrándote para que lo hagas y, cuando lo haga, no seré tan


bueno contigo Deva. –amenazó Blassir antes de irse todo lo rápido que

pudo.

– ¿Estás bien? –cuestionó Pavel volviendo a su forma humana frente a mí

para después abrazarme sin preguntar.


Sentí la calidez que desprendía y el latir rápido de su corazón. Tuve que
sonreírme al darme cuenta de que, el poderoso alfa, había pasado el mismo

miedo que yo. Cosas de almas gemelas y su estúpido hilo invisible de


unión.

 
CAPÍTULO 16

 
PAVEL
Había sido sencillo rescatar a Deva pero, mientras nos alejábamos del
territorio vampírico, era incapaz de soltarla de la mano. La razón era que

me aterrorizaba perderla de nuevo porque las noches en las que habíamos


estado afincados, esperando el momento concreto para que el rescate fuese

exitoso, sol podía pensar en lo que estuviera sintiendo ella allí dentro.

Para mi alivio, al verla pasear junto a ese desconocido, cuya identidad


desconocía, conseguimos que fuese el momento idóneo para abalanzarnos

sobre ellos.

Rita había rastreado sin problema a su sobrina y había decidido

acompañarnos al rescate pese a no tener poderes dentro del territorio lleno

de ópalo. Tanto los hombres lobo como los vampiros lo usábamos para
protegernos; Si bien las brujas y brujos podían parecer la más inofensiva de

las razas, podían llegar a ser los más letales.

–Rita. –llamó Deva soltándose por un instante de mi mano. – ¿Sabes qué

piedra preciosa es la que puede aplacar el poder de los vampiros? –

cuestionó.
Ese dato llamó mi atención por lo que me desvié de lo que estaba haciendo,

hablar por medio de la conexión lobuna con Will para que hiciese un

reporte de cómo se encontraba la manada lejos del territorio.

–Existió pero es si cabe menos común que la lupa ámbar que utilizaron para
mantener a raya a los lobos. –contestó.

– ¿Qué hicisteis con las piedras? –cuestionó algo alterada.

Coloqué una de mis manos en su hombro para que me mirase y tratar de


tranquilizarla.

– ¿Qué pasa? –pregunté serio, notando como su corazón latía a toda

velocidad.

–Blassir es un vampiro relativamente joven pero está más loco que


cualquier otro que hayáis podido conocer. Quiere dejar atrás su ancla a la

nocturnidad. –respondió cogiendo mi mano con fuerza.

–Eso ha sido así siempre, pero no es posible. –intervino Jared, quien le

limpiaba una herida a Gina comprobando una y otra vez que no había en

ella ningún tipo de veneno de vampiro.

– ¿Y si sí lo es? –interrogó consiguiendo que absolutamente todos


clavásemos nuestras miradas en ella.
– ¿A qué te refieres? –pregunté poniendo mi cuerpo de barrera entre todos

los demás y ella para que intentase concentrarse ya que tenía la mirada algo

perdida.

–Creo que hay una forma pero no estoy segura. –murmuró.

–Siento interrumpir. –dijo Rita apartándome un poco para coger la mano de


Deva. –Niña, nosotras somos brujas pero para ellos es muy distinto lo que

estás diciendo. De ser así, los hombres lobo acabarían extinguiéndose a

mano de los vampiros. –reflexionó en alto.

Quizá se había atrevido a decir lo que ningún licántropo había conseguido


articular.

–Blassir tiene un libro, algo así como un cuento mágico, donde se habla de

una bruja que mató a su familia y adquirió consigo el poder de todos ellos.

Después buscó una forma de adquirir el poder de hombres lobo y vampiros


para ella misma. –Hizo una pausa suspirando como si tuviese que

reorganizar   sus ideas. –Él cree que si es posible que hiciese eso también lo

es reconvertir la naturaleza de los vampiros, pero supongo que el equilibrio

de la naturaleza  no lo permitiría así que… La única forma es invertir los

roles de ambos. Creo que se podrían utilizar las piedras para hacerlo. Él

también lo cree y no dejará de buscar la única piedra que queda de las de

debilidad de los vampiros. –añadió.


– ¿Cree que tú puedes hacerlo? –pregunté frunciendo los labios hasta que

fueron una fina línea recta.

– ¿Y puedes? –intervino Paul.

– ¿Qué? –cuestionó Deva  mirando a su primo.

– ¿Tú sientes tu magia fuerte? Sabes hacer hechizos que no deberías y, en

cierta manera, si hubieses adquirido los poderes tanto de tus padres como de

tu madrina, tendría sentido. –explicó.

Busqué la respuesta en Rita de si lo que decía su hijo podía ser así pero ella

parecía tan reticente a aceptarlo como su familia así como sí había hecho

con su sobrina que era un tanto incómodo pedirle opinión sobre algo que

hubiese salido de su boca.

–A los dieciséis cualquier brujo obtiene por completo su poder, con el que
la naturaleza lo crease; Se dice que influye quiénes sean sus progenitores y

la magia de su padrino o madrina. Pero de ahí a que si los matase se

adquiriese el poder… No lo he oído y tengo muchos años. –argumentó con

una mueca.

Si bien me creía que no lo hubiese escuchado, su rictus serio era de

preocupación por lo que estaba convencida, tanto como lo estaba yo, de que

si el tal Blassir creía que Deva era capaz de eso, no pararía de intentar dar

con ella.
–Deberíais destruir todas las piedras de lupa ámbar. Sin ellas no podría

hacerlo ni aunque fuese factible. –sugirió Deva.

–Nada nos garantiza que gastase todas en preparar el terreno para poder

llevarte. –dije apretando la mandíbula.

–Creo que deberíamos separar nuestros caminos. –soltó Rita de pronto. –Yo

me llevaré a Deva a un lugar seguro, conmigo, y los hombres lobos saldréis

de esta ecuación. Me encargaré de que no la encuentre ese loco y, mientras

tanto, si os lo cruzáis, lo matáis. –planteó.

¿Llevarse a Deva? ¿Se había vuelto loca?

–La manada estaría más segura así, y ella misma también. –intervino Tom.

–Vamos a descansar, todos aquí. Mañana decidiremos qué hacer y quién. –

ordené contundente.

Me quedé  sentado admirando la luna hasta que prácticamente estaba a

punto de desaparecer; Tenía la sensación de que con el desarrollo de los

acontecimientos era más seguro permanecer con los ojos abiertos durante la

noche.

– ¿No puedes dormir? –cuestionó Deva, a la que había presentido por su

extraordinaria fragancia a vainilla.

Llegó hasta mí y se quedó mirándome desde arriba.


Se había duchado y había escogido, de nuevo, colocarse una de mis

camisetas, sin permiso, que le cubría hasta las rodillas.

–No vas a irte. –declaré levantándome para cogerla en brazos colocándola a

horcajadas.

–Pavel… –murmuró dispuesta a discutir.

Devoré su boca con la mía sin ningún tipo de piedad. Necesitaba sus manos

recorriendo mi espalda con urgencia; El vaivén de su pecho contra mi torso;

El movimiento prohibido de sus caderas alzándose para buscar mi miembro

erecto.

–Pavel, creo que sé lo que tengo que hacer. –dijo en mi oído mientras yo

mordía cuidadosamente su garganta.

–Ahora solo tienes que dejarte llevar, Deva. Nada más importa. –aseguré

introduciendo mis dedo en su ser para conseguir que se retorciese de placer

conforme su estrechez fue aceptando mi invasión.

Estábamos en mitad del bosque, tumbados sobre la hojarasca, pero no había


ningún lobo que no fuese capaz de percibir la cantidad de feromonas que

debía estar soltando en aquel momento y en cuanto cualquier otro, me daba

exactamente igual. Deva tenía que arquear su espalda  para pedirme que lo

hiciese de nuevo, más rápido, más lento. Más imposiblemente placentero e

indescifrable en el tiempo.
Deva era el principio, Deva era el fin. Nosotros lo éramos todo en aquella

burbuja llena de suspiros y gemidos por igual.

Estuve sobre ella y ella sobre mí. Dominé sus muñecas; Mordí sus
hombros; Dejé que besase mis labios hasta que los noté hinchados; Y dejé

que clavase sus uñas allí donde lo desease hasta que un último grito de su

parte y  un gruñido de la mía dieron por finalizada la cacofonía de amor

más escandalosa que se hubiera oído en mi territorio alguna vez.

Descansé mi brazo por encima de su cadera aun desnuda mientras besaba su

nuca desde atrás.

–Hay que encontrar la única piedra que queda para debilitar vampiros, sé
quién la tiene. –dijo de pronto en un murmullo.

–Tú solo tienes que quedarte, aquí, conmigo. Nos uniremos y la manada te

protegerá si algo llega a pasar. –aseguré cerrando los ojos sabiendo, por
anticipado, su respuesta.

–No dejaré que ningún inocente muera por mi culpa. Él piensa que yo
puedo hacerlo por lo que entiendo que pensáis que matando a Blassir esto

termina pero, por algún motivo, creo que es mi cometido acabar con la
posibilidad de que cualquier otra bruja o brujo sufra a manos de un vampiro

en el futuro para intentar invertir los papeles de hombres lobo y vampiros. –


respondió.
– ¿Por qué iba a ser tu cometido? –pregunté enfadado.

¿No podía simplemente aceptar que nos habíamos encontrado porque era
parte de nuestro destino y que podríamos ir pasando las amenazas conforme
fuesen llegando, juntos?

–Porque tengo que creer que si de verdad con aquel accidente, que causé sin

saber cómo, llegué a tener el poder de la energía mágica de cuatro brujos


fue para poder combatir con Savannah Ligrud y arrebatarle el poder que

nunca debió adquirir con su atroz asesinato. –afirmó respirando hondo antes
de girarse hacia mí para clavar sus ojos verde en mí mientras sus mechones

naranjas caían despreocupadamente enmarcando su bonito rostro. –Llegará


nuestro momento… –susurró tocando mi cara con la yema de sus dedos.

–Nuestro momento ha llegado ahora, Deva, y si tú crees que es tu cometido,


será el nuestro a partir de ahora. –accedí rozando mi nariz con la suya.

–Da caza a Blassir y yo encontraré la piedra. –pidió levantándose.

 
CAPÍTULO 17
 

DEVA
Alejarme de Pavel dolió como si me pegasen una puñalada en el pecho pero
entendí que era necesario si quería que, cuando volviésemos a estar juntos

fuese para siempre.

Rita y Paul iban conmigo en busca de alguna pista que no pudiese llevar
hasta Savannah aunque no iba a ser tarea fácil si teníamos en cuenta que

había estado escondida desde hacía más años de los que yo tenía.

Si tan solo hubiera podido sacarle algo más de información a Blassir antes

de mi rescate…

–Alguien tiene que saber  algo. –dijo Paul frustrado mientras Rita rebuscaba
en su apartamento utensilios que, según ella, podíamos necesitar.

–Eres tan impaciente como lo era tu padre. –soltó Rita.

–Sé que no quieres que esté aquí pero lo siento por ti, lo estoy. –acusó Paul.

–Es que tu sitio está con los lobos. –señaló Rita.

–Basta, los dos. –exigí sin querer oír de nuevo aquella discusión, que se
repetía una y otra vez desde que habíamos salido del territorio de Pavel.

–Solo quiero saber por qué me odia, no es tanto pedir si tenemos en cuenta

que es mi madre. –dijo Paul recriminándome mi actitud.

Supuse entonces que, después de todo, podíamos sacar algunos minutos

extra para arreglar los trapos sucios de la familia.


–Rita, creo que es el momento de que te expliques porque, aunque

agradezco tu apoyo, no entiendo por qué si has cambiado conmigo no lo has


hecho con él. –dije sentándome en un banquillo de madera dentro de su

apartamento.

Rita paró de dejar de meter cosas en su mochila y dejó salir un improperio

antes de encenderse un largo cigarro mientras ponía en marcha la cafetera.


Quizá había tenido la lucidez de pensar que no íbamos a encontrar a

Savannah de la noche a la mañana y que no hacíamos nada malo en tomar


algo antes de salir de “misión”.

–No te odio, Paul, pero me recuerdas demasiado a tu padre. Además creo

que eres igual de cabezota que él. –Suspiró de nuevo. –Simplemente soy de
la  vieja escuela y creo que cada raza debe estar con los suyos; Por algo

tenemos distintos códigos por los que nos regimos. Además, la vida me ha
enseñado, cada vez que he intentado acercarme a otras razas, que era una
nefasta idea. –argumentó calmada.

– ¿Entonces eso es lo que puedo esperar de ti? ¿Qué me toleres? –inquirió

Paul.

–A lo mejor solo es cuestión de esperar. –dije comprendiendo en parte a


Rita.
Era tan difícil confiar cuando una siempre estaba sola… –En lugar de

pedirle que crea que no eres como tu padre, porque al fin y al cabo no
buscaste que te diese información sobre ella, solo demuéstralo con el

tiempo. –Paul me miró sin comprenderme y entendía su confusión. –Tú,


Paul, me demostraste que eras mi familia y yo te creo. Sé que no te importa

si somos brujas o búhos, pero no le exijas. –solicité acercándome a él para


darle un abrazo.

–Dejemos ahora a un lado la sensiblería y vayamos a buscar a la tal

Savannah si es que existe. –espetó Rita con las palabras atascadas en la


garganta.

Paul asintió y salió del apartamento.

–Espero tener la ocasión algún día de escuchar tu historia, Rita. –murmuré


al pasar por su lado para salir también.

–Vamos a ir a la ciudad de los brujos, allí alguien tiene que saber si es una
leyenda. –afirmó sin desmentir ni asegurar que algún día la escucharía.

Aproveché el camino para contarles exactamente lo que ponía en el libro

por si mi mente había pasado algo importante por alto con lo que se hizo un
viaje algo más ameno.

Skunder City era un lugar lleno de casas lujosas de las que salían luces de

distintos colores. Por la calle había niños haciendo magia para jugar y
portaban en sus rostros sonrisas tan anchas como sinceras.

– ¿Alguna idea de por dónde empezar? –preguntó Paul, quien si estaba tan

sorprendido como yo no hizo nada para demostrarlo.

– ¿Por qué vivir en nuestro pueblo y no aquí? –interrogué algo molesta.

Si hubiera vivido allí seguramente la comunidad mágica de mi alrededor no


habría sido tan cerrada con lo del accidente en el que yo no quise matar a

mi familia y podría haber tenido por lo menos amigo. Por no hablar de que
si ese loco de Blassir hubiera tenido ocasión de pasearse por allí
probablemente no me habría escogido a mí como bruja porque habría visto

lo poderosos que podían ser otros.

Yo había pagado mi factura de la luz siempre en lugar de trucarla.

–No todo lo que brilla es oro, Deva. –recriminó Rita. –Además, nuestro
pueblo estaba bien: Alejado, cauto, encantador. Se malogró con el tiempo

después de muchos infortunios. –añadió bajando la cabeza.

– ¿Tú has estado aquí antes? –inquirí con verdadero interés.

–Claro que sí. Soy una bruja bastante vieja, niña, y este lugar es tan

libertino con la magia que cualquier bruja joven ha disfrutado con venir
aquí. –Hizo una pausa. –Incluyendo a tu madre. –añadió asintiendo

levemente con la cabeza. Después me fijé en que miraba a Paul de reojo. –


Ahora vamos a lo importante: Hay una biblioteca muy antigua en esta
ciudad y quien la dirige es mucho más viejo que yo así que… Si hay algo
en libros, debe saberlo. –afirmó.

La seguimos hasta una biblioteca cuyos muros grises eran enormes y sus

escaleras blancas aún más. Casi tengo que utilizar un conjuro para no
quedarme sin aire antes de llegar a la entrada pero me contuve.

–Mis ojos deben estar engañándome. –afirmó una voz masculina y cansada.
– ¿Rita? –interrogó dejándose ver.

El brujo en cuestión debía haber escogido dejar de envejecer por medio de

la magia a los cincuenta años: Tenía el pelo plateado, una mirada gris que
hubiese conseguido dejar a cualquiera de piedra; Y una buena planta.

–Marlos, me alegro de verte. –contestó Rita visiblemente incómoda. –


Vengo a preguntarte sobre una leyenda y su veracidad. –añadió.

–Soy experto en esas cosas. –aseguró éste sin despegar la vista de ella. –

Pero, venid, no os quedéis ahí fuera. –solicitó.

La biblioteca por dentro era incluso más majestuosa que por fuera. Estaba

convencida de que un grito allí, con esa bóveda gigante, se quedaría


resonando durante horas; Era una suerte entonces que en las bibliotecas se
debiera estar en completo silencio.

–Bonito trabajo esto de estar aquí solo. –intervino Paul de pronto tras
analizar varios pasillos comprobando que no había nadie.
–Oh, hay días mejores que otros. Lo que no sé es si los buenos son los que
no acude absolutamente nadie o cuando se llena. –contestó amable e

ingenioso el brujo.

– ¿Sabes si existió una bruja llamada Savannah cuyo poder aumentó tras
asesinar a su familia y que consiguió, de alguna forma, adquirir poderes de
licántropos y vampiros? –pregunté de pronto.

Rita me recriminó con la mirada que no hubiera esperado siquiera a que nos
sentásemos en la mesa que ya se podía ver.

– ¿Té o café? –preguntó Marlos.

–Respuestas. –dijo con énfasis Paul.

–Sé quién eres, te pareces tanto a él. –aseguró en un murmullo hacia mi

primo. Así que mi tía y Marlos se debían conocer desde mucho tiempo
atrás, mínimo veinticinco años. –Tranquilo, pienso contestar a la pregunta
de la joven dama, pero no es algo escueto y yo, personalmente, voy a
tomarme un té. –afirmó.

Esperamos pacientemente hasta que dejó dos tazas de té y otras dos de café
en la mesa.

–Ha pasado mucho tiempo, gracias por recibirme. –dijo Rita rompiendo el

silencio.
Ellos se miraron y a mí me hubiera gustado poder saber qué pensaba cada
uno de ellos.

–Siempre serás bienvenida, Rita. –aseguró él. –Bien, a lo que veníais, antes
de que el joven lobo decida transformarse. –Esa puya era algo cierta. –
Savannah Ligrud es por quien preguntas y sí, existió y debe existir todavía.

–soltó llamando por completo con ello mi atención.

– ¿De qué la conoces? –inquirió Rita con un tono muy semejante al


reproche.

–Hace muchos años hubo un rumor sobre ella, que el poder la consumía,
que nunca tenía bastante; Pero eran solo rumores ya que nadie la había visto
a excepción de quien aseguraba haber sido su vecino o el panadero de la
esquina. –Se calló para pensar. –Pero una noche, alguien tocó a la puerta de

mi biblioteca. Podría haber dicho que estaba cerrada pero la vida de un


brujo de biblioteca no es muy emocionante ni concurrida así que… Abrí.
Hallé a una chica, bruja sin duda, cuya belleza era incluso peligrosa. Parecía
desvalida y, de pronto, con voz lastimera me pidió si podía pasar la noche
en la biblioteca ya que no tenía dónde quedarse. –narró. –Me apiadé de su

situación y le di también una buena cena. –Algo brilló en sus ojos. –Pero un
brujo siente ciertas cosas y, tras anunciar que me iba a dormir, la observé
desde la planta de arriba. Se levantó rauda, sin ningún rastro de la debilidad
que había fingido y recorrió los pasillos de la biblioteca hasta dar con uno.

La vi sonreír ante de encaminarse hacia la puerta. Bajé rápido pero se


marchó. –indicó.

–Eso no garantiza que fuese Savannah Ligrud. –acusó rodando los ojos
Paul.

–Por supuesto que no, ni que yo fuese un viejo decrépito cuentacuentos. –


respondió enfadado Marlos. –Al haber bajado tan rápido debió asustarse
porque dejó un bolso que trajo colgado consigo. –Se levantó para ir hasta

un armario y sacó un cuaderno viejo. –Esto estaba dentro, y lleva su


nombre. –anunció sonriendo satisfecho.

El silencio lo inundó todo. Quizá en nuestro interior habíamos albergado la


esperanza de que no fuese cierto en una pequeña medida.

– ¿Sabes qué libro se llevó? –inquirí intentando poner rumbo a la misión.

–Oh, claro que sí. Conozco esta biblioteca como la palma de mi mano, así
como todo lo que contiene. –respondió de nuevo orgulloso. –Fue el

grimorio de piedras mágicas y cómo utilizarlas. –señaló.

– ¿Pone ahí como afecta una piedra mágica a los vampiros? –cuestioné.

–Ponía la existencia del lapislázuli pero Savannah no fue la única que


consultó el grimorio. Muchos vampiros lo intentaron utilizar además de
acabar con su existencia para evitar ataques de brujos pero ninguno tuvo
éxito que yo sepa. Para cuando Savannah se llevó ese grimorio, la

existencia de lapislázuli era cero. –respondió sereno.

–Veo que incluso los más mayores se equivocan. –intervino de forma borde
Paul, quien a saber por qué se comportaba así con el amable brujo. –

Savannah tiene un lapislázuli así que de algún lugar tuvo que sacarlo. –
atacó.

Marlos abrió mucho los ojos sorprendido y cruzó una mirada significativa
con mi tía Rita quien asintió.

–Quizá mi hija pueda ayudaros a encontrar respuestas entonces, es una gran


apasionada de buscar piedras. Lo sabe todo: Sus orígenes, recorridos, y la
marca que van dejando a lo largo de su traslado. –afirmó con orgullo.

–Así que finalmente te casaste y tuviste hijos. –murmuró Rita.

–Te lloré mucho tiempo, Rita, quizá aún lo sigo haciendo, pero tenía que
seguir con mi vida. –respondió Marlos.

Insté agarrando fuerte del brazo a Paul a salir primero. Tenía la sensación de
que ellos necesitaban un momento para hablar sobre lo que fuera que se
conocieran.

– ¿Por qué te ha caído mal nada más conocerlo? –pregunté en el exterior.


–Me ha mirado mal. Si le recuerdo a mi padre por cualquier movida que

tuviesen, no es mi problema. Debería haber tenido la mente más abierta. –


graznó justificándose.

–No la pagues también con la hija. –exigí segura de que era donde iríamos

entonces.

Rita salió a los pocos minutos sin un mero gesto que delatase que pensaba
pero, como se puso a andar con decisión, la seguimos.

–Dice que vive aquí, se llama Zafiro. –comunicó Rita.

–Qué nombre más ridículo incluso para una bruja. –ironizó Paul poco
dispuesto a tener la fiesta en paz.

Si solo se comportase como había hecho conmigo desde el principio...

 
 

CAPÍTULO 18
 

PAUL
Su nombre cobró sentido en el mismo momento en el que salió de la casa.

Tenía el pelo azul zafiro ondeando brillante al viento. Sus ojos eran de color

miel y reflejaban un estado de confusión.

–Mi padre dijo que vendríais, no mencionó a un hombre lobo. –dijo a modo
de saludo.

– ¿El odio a los hombres lobo es hereditario? –pregunté frustrado

chasqueando la lengua.

–Oh, no te odio, solo lo comentaba. –rectificó encogiéndose de hombros. –

Es raro que mi padre me mande a colaborar con alguien porque ni siquiera

sabía que tenía amigos o amigas, siempre está solo en la biblioteca. –añadió

sonriendo.

–Pues… Verás, me llamo Deva. Ella es mi tía Rita y él mi primo Paul. –

explicó Deva. –Venimos porque buscamos una piedra que, supuestamente,

desapareció hace tiempo pero de la que tiene que quedar, mínimo, un

ejemplar. –añadió.
–Pasad. –solicitó muy animada. –El lapislázuli es mi cuenta pendiente así

que estaré encantada de ayudaros a encontrarla.

–Con que nos des la información que sepas sobre ella para saber por dónde

empezar, es suficiente. Con dos brujas en nuestras filas, tenemos completo


ese cupo. –aseguré.

Por alguna razón, que no me iba a poner a descifrar, no quería tenerla cerca.

Y no se debía a la rabia que su padre parecía tener contra mí ni nada por el

estilo. Más bien era algo físico de contención, si la tenía cerca, quizá dejase
salir esos sentimientos confusos que se habían instalado dentro de mí al

verla.

–Mmm –Se llevó una mano a la barbilla para después dedicarme una ancha

sonrisa espléndida. –Me alegro entonces de que no tengas el poder de


decisión, percibo alto y claro que Deva decide. –aseguró.

–Así es. –intervino Deva para terminar de hundirme la moral. –Pero tengo
que advertirte que es una misión peligrosa. Nos busca un vampiro rabioso,

y puede que la bruja que tiene la piedra sea aún más letal. Nada impide que

mueras sin conseguir la información que buscas en el proceso. –explicó con

crudeza Deva.

La sola idea de ver morir a Zafiro, pese a acabar de conocerla, consiguió

que una punzada se instalase dentro de mi pecho. Aquello, sin duda alguna,
no era una buena señal.

¿Qué significaba?

Quizá la había visto tan buena e inocente como a Deva y la ternura propia

de un familiar me había invadido.

¿Por qué mi cabeza se reía de mí de esa forma?

No era nada más, no era que me pareciera hermosa de todas las formas

posibles. Yo no era mi padre, yo no me enamoraba de una bruja.

–Estoy dispuesta, tampoco es que tenga nada mejor que hacer. Mi padre
está siempre   encerrado todo el día en la biblioteca; Mi madre se fue hace

mucho tiempo por razones que no vienen a cuento; Y el estudio de las

piedras es precioso pero bastante solitario. –sentenció.

– ¿Alguna idea de por dónde empezar? –preguntó Deva. –Savannah estuvo


aproximadamente hace muchos años en la biblioteca de tu padre, pero se

largó de allí enseguida. Digamos que el último rastro es nuestro propio

pueblo, el bosque para ser exactos, donde debió tener por lógica su casa

escondida. Después de eso, en algún momento debió cruzar su camino con

el de Blassir porque él dijo que la había conocido y que por eso sabía que

era real. –recitó para ponerla en situación.

–Podemos ir al bosque en busca de la casa, si damos con ella quizá

podemos quitar el escudo y estudiarla. A lo mejor si volvió en algún


momento con el lapislázuli allí dejó una estela de energía de la que poder

tirar. –sugirió entusiasmada.

Zafiro dio incluso unas palmaditas en el aire.

–Hagamos eso, no tenemos otro punto de partida. –accedió mi queridísima

madre.

Si con tal de ir en contra de lo que yo pensase todos parecían ponerse de

acuerdo.

–Quita esa cara de perro mojado, no te sienta bien. –murmuró Zafiro al

pasar por mi lado.

Me fijé en el grupo que habíamos conformado. No íbamos a pasar

precisamente desapercibidos entre el pelo naranja de una y el azul de la

otra.

Volvimos al pueblo original con cautela en cada esquina, pese a ser de día,

con el interés que había manifestado Blassir en encontrar la piedra y que

Deva hiciese el hechizo, podía haberse molestado en comprar o extorsionar

a suficientes brujos como para que fuese un premio de primera categoría


llevarse a mi prima.

El bosque estaba silencioso, como siempre, pero que Rita se diese la vuelta

cada cinco minutos, casi intuyendo que algo nos perseguía, no ayudaba a

estar tranquilo.
Conforme fui capaz de oír los pasos de varios individuos en el bosque, me

puse en alerta de más. Una explosión lo llenó todo y yo salté protegiendo a

Zafiro con mi cuerpo de lobo.

–Alguien se nos ha adelantado. –afirmó Rita procediendo a concentrarse y


colocar sus manos en el suelo.

–La tierra no habla. –recordé mientras me retiraba del cuerpo de Zafiro

evitando hablar con ella.

¿Era lógico que la protegiese, no? Si estábamos en el mismo bando…

–Pero la magia deja rastro, es para eso precisamente para lo que hemos

venido aquí. –rectificó mirándome con desaprobación. ¿Se suponía que

tenía alguna autoridad sobre mí por ser mi madre? –Aunque no va a servir

de mucho si tenemos en cuenta que se nos han adelantado. –añadió.

– ¿La explosión ha sido cosa de un brujo? –cuestionó Zafiro sorprendida.

–Sí, era predecible que Blassir estaría pagando gente pero no que serían tan

rápidos. –contestó mi madre. –Deva, ayúdame a hacer el hechizo de ruptura

de anteriores. –añadió.

–Mmm… ¿Cuál? –preguntó Deva enarcando una ceja.

–No es posible que pensaseis que nadie ha intentado encontrarlo antes. De

hecho ni habría aceptado intentarlo sino tuvieses esa supuesta misma


energía que tuvo Savannah para hacer el conjuro original. –explicó. –

Aunque hubiese lo que hubiese tras el escudo de invisibilidad de la cabaña,

quedará poco; Han lanzado suficientes conjuros aquí como para haberlo

reducido todo a cenizas. –afirmó.

Trasteó un poco hasta escribir un conjuro en un papel y se lo tendió a mi

prima, quien se puso a murmurar leyendo una y otra vez sin efecto alguno.

–No funciona. –dijo quejicosa.

–Inténtalo creyendo que puedes hacerlo. –exigió Rita.

–A lo mejor no vale un conjuro común. –intervino Zafiro. –Con mi padre he

aprendido que hay cientos de hechizos para una misma cosa. –añadió.

–Yo creo que es más una cuestión de actitud que de aptitud. –dije.

Todos giraron sus cabezas hacia mí.

– ¿Qué le pasa a mi actitud? –preguntó Deva señalándome.

–Peor que la suya no puede ser. –murmuró Zafiro refiriéndose a mí.

¿Pero yo no acababa de sacarla ilesa de la explosión?

–Me refiero a que Savannah sabía que al matar a sus familiares adquiriría

un poder mayor por lo que utilizó el conjuro con esa actitud mientras que tú

ni siquiera te termines de creer que tengas esa fuente de energía. –

argumenté.
–Tiene cierto sentido, intenta creer que puedes Deva. Si fuese cuestión de

conocimiento ya lo haría yo. –intervino dándome la razón mi madre por

primera vez.

–Oh, pues nada, echadme a mí todos la culpa. –exclamó Deva.

–Vuelca tu frustración en el conjuro. Al fin y al cabo es un sentimiento y

éstos intensifican lo que somos por naturaleza. –sugirió Zafiro.

Miré a la última interlocutora trenzarse su cabello azul con parsimonia.

Tenía una sonrisilla puesta en el rostro mientras esperaba a que Deva


consiguiese hacer lo que Rita le pedía. Todo aquello parecía divertirle y me

pregunté si de verdad no tenía amigos o gente con la que salir de normal.

¿Y a mí qué me importaba?

– ¿Vas a dejar de mirarme en algún momento? –cuestionó Zafiro

acercándose a mí.

–No te estoy mirando, estás en el medio de mi campo de visión que es


intentar ver si Deva consigue quitar el velo de invisibilidad o lo que sea. –

contesté justificándome de más.

– ¿Te gusto? ¿Se ha despertado tu lobo interior? –preguntó en un susurro


que solo yo oí.

Podría haberme caído de la impresión.


–Claro que no, solo me da curiosidad saber qué hace una bruja, niña de
papá, en una misión que podría matarla. –respondí.

–Diría que no te caigo bien aunque te guste. –soltó atacándome.

–No me gustas. –repliqué a punto de desbocarse mi pulso. –Y no es que no


me caigas bien, es que te comportas como si esto fuese algo divertido desde

el principio; Te observo como la inconsciente que creo que eres. –expliqué.

Fue a responderme pero algo en la visión del bosque cambió dejando a la


vista una cabaña medio derruida y quemada.

Nos acercamos para mirar siendo yo el que entré. Los hombres lobos
tolerábamos bastante bien el calor de los resquicios del fuego.

Desde fuera, todas me miraban esperando a que dijese algo o encontrase

una pista, pero lo que había allí estaba quemado y además no llamó nada en
especial mi atención por lo que salí.

–Como he dicho, un lobo no está en condiciones de encontrar nada útil para

el caso. –dijo Rita.

Genial, otra vez ese desdén.

–Yo he estado de acuerdo. –murmuró Zafiro.

Ambas se agacharon a tocar alguna ceniza pero, una vez que se levantaron,

legaron al mismo tiempo con la cabeza.


–Vamos entonces. –ordenó Rita.

–Creía que aquí encontraríamos la primera pista. –murmuró con una mueca
Deva antes de acercarse a la ceniza como si quisiera despedirse del lugar.

Fue tocar un trozo de madera carbonizado y cayó al suelo en una especie de

trance.

 
CAPÍTULO 19

 
DEVA
Antes de irme de ese lugar reducido a cenizas, que parecía ser un inicio
absurdo para nuestra investigación, sentí una especie de voz llamándome.

Nunca me había pasado nada similar por lo que presté atención hasta darme
cuenta que se trataba de mi magia hablándome, si era posible.

Mis dedos crepitaron por la necesidad de tocar una madera quemada y yo

solo los acerqué a su destino.

En cuanto lo toqué, caí al suelo mientras mi mente volaba muy lejos de allí,

a un tiempo pasado donde podía ver a una chica, cuyo pelo negro azabache
y pose de absoluto poder me revelaron que era Savannah.

–Si ese loco intenta rastrearte. –habló hacia una piedra preciosa que debía
ser el lapislázuli. –Iremos al lugar donde ningún vampiro ira jamás cuando

caiga la noche. –Su sonrisa era espeluznante, era como ver a la locura a

los ojos.

– ¿Deva, estás bien? –preguntó Paul agachado a mi lado mientras me daba

la mano.
–He visto algo, la he visto a ella; Como si pudiera acceder a sus recuerdos

por este trozo quemado. –expliqué mientras lo volvía a tocar una y otra vez

intentando acceder de nuevo.

Pero nada.

–Es increíble. –murmuró mi tía.

–La lectura de recuerdos de las cosas es un don muy poco común. A lo

mejor sí adquiriste la energía de los tuyos esa noche; Al fin y al cabo has
conseguido hacer todos los hechizos pese a acabar de recuperar tu magia y

sabes  cosas que estoy convencida de que nadie te ha enseñado. Tu madrina

podía leer objetos. –argumentó.

Sus palabras no me tranquilizaron en absoluto porque, cuanto más poder

tuviera yo confirmado según ellos, más sentía yo el peso de la

responsabilidad sobre mis hombros. Yo no podía ser la heroína de aquel

cuento cuando sentía que era la que menos sabía de todos.

–El lugar donde los vampiros nunca podrían ir… –reflexionó Zafiro

emocionada en cuanto conté lo que había visto intentando adivinar el

significado del acertijo.

–Los vampiros, siempre que sea de noche, pueden ir a cualquier parte. –dijo

Paul enfadado.
–Pues habrá alguna parte donde no puedan ir si ella se ha escondido ahí. –

comenté para que el equipo no decayese.

–O es un lugar lleno de hombres lobo o es un sitio donde siempre sea de

día. –señaló Zafiro.

No llevábamos mucho tiempo colaborando pero me caía bien.

– ¿Existe un lugar donde no se vaya el sol? –inquirí sorprendida.

–Yuma, Arizona puede llegar a tener trece horas de sol al día. –informó Rita

tras pensarlo.

–Irse hasta allí basándonos en eso es… Una locura. –exclamó Paul.

– ¿Tanto miedo te da vivir una aventura? –preguntó Zafiro en la dirección

de mi primo.

Presentía que entre ellos había pasado algo, tan rápido como una estrella

fugaz, marcando su destino.

–Además, a los vampiros les da tiempo en las nueve horas restantes a

buscarla; Tiene que haber algo más. –aseguró rascándose la nuca.

–Tiene que ser una cueva, larga y profunda, quizá una garganta rocosa. –

soltó mi tía de pronto, dándole la razón. –Si solo tiene una piedra pero se

mete en el lugar correcto, puede amplificar el lapislázuli suficiente como

para estar segura de que Blassir no puede acceder a ella. –reflexionó.


– ¿Cuál es la garganta rocosa más grande de Arizona? –inquirí señalando

que eso exactamente era lo que íbamos a hacer.

–Es Firerock. –afirmó Paul demostrando que había leído suficientes libros

en toda su vida como para poder dar información valiosa.

Si Zafiro se sorprendió con eso, no lo demostró. Probablemente algo tenía

que ver con que su padre fuese un experto de biblioteca con muchísimos

años de experiencia.

Si solo ellos dos pudieran verse como yo los veía… Tan evidente se hacía

esa conexión entre ellos.

¿Se nos vería a Pavel y a mí también de ese modo?

Desterré los pensamientos para dar paso a la discusión en asamblea de

cómo ir hasta Arizona y si iríamos todos. Como no podía ser de otro modo,
absolutamente todos se negaron a quedarse al margen y como lo de hacerme

la valiente por encima de lo que era lógico no iba conmigo, me sentí

aliviada: Si Savannah era suficiente lista como para haber hecho lo que ese

diario relataba y peligrosa como para que Blassir no hubiera directamente a

por la piedra sabiendo que estaba en su poder… Quién sabía lo que

podíamos encontrarnos.

 
Después de horas interminables de camino en tren, porque la idea de Paul

de transformarse en lobo y llevarnos en su lomo no había salido adelante,

llegamos a Arizona donde alquilamos un cuatro por cuatro que,

amablemente y sonriendo como una niña pequeña, Zafiro se ofreció a

conducir.

¡Si tenía carnet sabía disimularlo porque incluso temí por mi vida!

Al visualizar la gran garganta de piedras rojas donde el sol se proyectaba de

una forma espectacular, dejamos atrás el vehículo de cuatro ruedas para 

intentar ser más sigilosos.

Sin duda, ella huiría. De lo contrario, no estaría escondida allí.

Hice un gesto para que nos dividiésemos con intención de buscarla pero,

contra todo pronóstico, vi una silueta de pelo negro salir desde dentro de

una cueva quedando a plena vista.

Savannah, porque no había ninguna duda de que era ella, nos observaba en

silencio mientras nosotros hacíamos lo mismo. Tenía el pelo revuelto; La

boca manchada de sangre; Las garras fuera llenas de tierra; Pero lo que más

me llamó la atención fueron sus ojos: Prácticamente grises sin importar de

qué color hubieran sido antes; Carecían de vida como no había visto que

pasase ni siquiera en los vampiros.

–Eres tú. –dijo Savannah señalándome.


Me sentí muy conmovida cuando el grupo se interpuso entre la mirada de

ella y mi cuerpo, como si temiesen que pudiera lanzarse a por mí.

– ¿Sabes quién soy? –interrogué.

Probablemente lo más inteligente en esas circunstancias habría sido

inmovilizarla y luego preguntar pero la veía tan lánguida que no podía

apreciar ningunas ganas de pelear por su parte.

¿No había dicho Blassir que no querría dejar de ser la criatura más poderosa

y que no lo pondría fácil?

–Eres esa chica, la de los planes de Blassir. Quiere que utilices tus poderes

para sacarlo a la luz del sol. –dijo demostrando que, pese a la distancia,

estaba bien informada.

–Oh, sí, pero no tengo intención de hacerlo. Solo quiero destruir la piedra. –

expliqué. Quizá, si quería seguir siendo la más poderosa bastaba con que

asegurásemos eliminar a la competencia.

– ¡No puedes hacer eso! –chilló fuera de sí.

Por un momento, creí que los ojos iban a salir de sus órbitas.

–Has salido en lugar de huir… ¿Por qué? –preguntó Zafiro, quien estaba tan

entusiasmada que parecía no ser consciente de que estábamos en una

situación complicada.
–Él intentó utilizarme. –dijo con la mirada borrosa. –Yo incluso le creí

cuando me dijo que no temía lo que yo era, que podíamos querernos de

todas formas. –continuó. ¿Se refería a Blassir? ¿Él había intentado llegar a

ella a través de algo tan endemoniado como enamorarla? –Pero vi su

maldad tras explicarle que había comprobado en propias carnes como el

equilibrio no debe alterarse. –añadió convirtiendo sus labios en una fina

línea fruncida.

– ¿Y entonces huiste para esconder la piedra de él? –pregunté. – ¿Por qué

entonces no quieres que la destruya? ¿Miedo a que vaya a por ti por haberla
entregado? Un equipo le está dando caza. –argumenté.

Era darle mucha información pero no sabía por dónde atacarla o si de


intentarlo no volveríamos a verla nunca.

–No eres una casualidad, Deva, eres una creación. –dijo.

–Está loca. –murmuró Paul.

– ¡No lo estoy! ¿Crees que asesinaste a tu familia por accidente? –Él entró
para provocarte un estimulo de amenaza justo cuando recibieses la energía

sin saber utilizarla. Te defendiste y ese fue el resultado. –soltó dejándome


helada.

– ¿Por qué? –interrogué casi sin aliento.


–Porque necesitaba a otra como yo, pero quizá nadie estaba tan desesperada
por el poder. Esa energía es única, la de matar tanto a tus padres como a

madrina o padrino, pero nadie la hace; Lógico, supongo. –murmuró.

– ¿Por qué me cuentas eso? –cuestioné sin saber bien cómo actuar.

–Porque lo que Blassir no había previsto era que no llegases sola a este

momento. De haberlo hecho, habría encontrado como manipularte: Siendo


el único que no te juzgaba y te ofrecía una solución. Tus amigos no estaban

en sus planes. –contestó.

–Sigo sin saber por qué me lo cuentas. ¿Es alguna clase de estrategia para
darle tiempo a Blassir a venir? ¿Quieres jugar con nosotros? –pregunté sin
entenderla empezando a desesperarme.

–Te lo cuento porque no es cierto que solo existiera una piedra lapislázulis

cuando hice lo que hice para convertirme en lo que soy. –afirmó. –


Quedaban dos; La que utilicé se destruyó con la confirmación del hechizo.

–añadió.

–Sigue quedando una piedra, que es lo que nos ha traído hasta aquí, y
podemos destruirla ya. –intervino Rita.

– ¡No! ¡No podéis destruirla! –exclamó de nuevo alterada. –Deva, tú… –

Clavó sus ojos en mí. –Tienes que hacer el hechizo para revertir lo que soy.
Eso me devolverá a ser solo una bruja y destruirá la última piedra al mismo
tiempo. –pidió haciéndome partícipe por fin de sus pensamientos.

¿Así que todo lo que había ansiado siempre ser la había destruido de algún

modo?

– ¿Por qué? –pregunté sin más explicación.

–Soy un monstruo, pero me di cuenta demasiado tarde. –contestó.

–Mi pareja de brujas favorita. –intervino la voz conocida de Blassir desde lo

alto de una roca.

–Es de día. –dijo Savannah horrorizada.

–Un brujo me ha concedido un tiempo limitado bajo el sol, pero después de


que hagáis lo que teníais que haber hecho, cualquiera de las dos, sin montar

tanto jaleo, no volveré a esconderme de un solo rayo de luz

–amenazó.

Sentí a Pavel antes de verle saltar encima del susodicho convertido en el

gran lobo que era como alfa.

–Me alegro de verte. –dijo en mi dirección volviéndose humano.

Sonreí al ver a todos aquellos que me habían ayudado detrás de él porque

eso significaba que nadie había muerto por mí.

–Destruye la piedra. –dijo Pavel en mi dirección.


Noté el cariño tras la orden exigente de su voz.

–Ah, idiotas. –gritó Blassir bien sujeto. –Esa piedra no puede romperse ni
nada por el estilo, solo desaparece tras utilizarla en un hechizo. –explicó

contento. – ¿Y bien, qué vas a hacer? –preguntó.

– ¿Crees que voy a creer algo de lo que digas? –interrogué mirando a


Blassir con desprecio.

– ¿Y sí de lo que te diga ella? ¿Quién te va a dar el conjuro para revertir lo

que hizo supuestamente? –inquirió consiguiendo que la duda calase en mí.


–Ah, eso pensaba… Ella. Te está engañando. –acusó levantando la cabeza
todo lo que podía estando sujeto.
 
CAPÍTULO FINAL

DEVA
 
Todas las miradas seguían posadas en mí después de unos minutos

esperando a que hiciese algo pero no tenía ni idea de qué hacer.

–Puedes utilizar la piedra como potenciador de un hechizo común. –


intervino Rita, quien se había quedado pensativa desde el momento en el

que habían empezado a hablar unos y otros.

– ¡No! –gritaron al unísono.

–No puedes fiarte de ninguno de ellos. –dijo Paul.

–Lo que sea pero rápido, este tiene más esbirros que vendrán cuando caiga

el sol. –dijo Pavel mirándome bien a los ojos.

–Por favor. –murmuró Savannah.

Ese “Por favor” en lugar de decantar la balanza al “No” porque bien podía

de tratarse de algún tipo de engaño para que hiciese lo que ella quería, me
recordó a mí misma, años atrás, tratando de conseguir que alguien me

creyese cuando decía que no había hecho a propósito el “accidente”, que

ahora sabía que no había sido tal, que había acabado con mis padres.

–No vas a hacer algo tan estúpido como creer a alguien que fue capaz de
asesinar a sangre fría a os suyos. –exaltó Blassir prácticamente escupiendo.

–Por lo menos nunca ha intentado mentirme, yo la creo. Si no hubiera

confiado en nadie que no conociese, de todas formas, no habría llegado

hasta aquí. –contesté tomando una decisión.

–Espera, Deva. –dijo Pavel preocupado. – ¿Por qué no puede hacer ella

misma el hechizo? –interrogó observándola.

– ¡Te dije que mentía! –exclamó Blassir.

Los ojos de Savannah se llenaron de dolor y la entendí a la perfección.

–El equilibrio le arrebató su magia, eso hace cuando siente que se le ha


hecho una ofensa. –murmuré. –Dame el hechizo. –solicité acercándome a

ella.

Savannah escribió en la tierra el hechizo para después, mirándome con una

súplica, entregarme la última piedra lapislázuli y, con ello, su última


esperanza.
Noté la mirada de todos en mí y en mi actuación. Sabía perfectamente

quiénes no estaban de acuerdo con el hechizo que iba a hacer, y no solo

porque me pudiera engañar, sino porque algunos consideraban que ella no

se merecía esa segunda oportunidad de vivir.

–Gracias. –murmuró Savannah dejando caer una lágrima rebelde por su

mejilla cuando empecé a leer.

–Cuando suceda, Savannah, te podrás ir de aquí. –dije procurando que

todos me oyesen. –Tendrás la oportunidad de empezar una nueva vida,

hicieses lo que hicieses. –La miré. –Ya has pagado el precio de eso… Todos

merecemos una segunda oportunidad cuando nos equivocamos. –concluí.

Murmuré creyendo que podía hacerlo. Mis dedos comenzaron a moverse

llevados por un cosquilleo a soltar un humo violeta que bien podría haber

sido la luz de la aura boreal.

Vi con los ojos bien abiertos como Savannah comenzaba a cambiar cayendo

al suelo de rodillas. Paul y Zafiro la soltaron; El instinto de protección de

mi primo el híbrido le llevó a apartar a la entusiasta bruja de la

transformación de la que estábamos siendo partícipes.

Savannah gritó cuando las garras comenzaron a retraerse hasta desaparecer;

El rostro prácticamente se le desencajó del dolor que debía estar sufriendo

por la misma ruta de sus colmillos.


Blassir, quien seguía sujeto por Pavel, no quitaba el ojo de Savannah

pasando a tener la rabia evidente en su mirada.

Supe que el hechizo se había consumado cuando el lapislázuli desapareció

por completo de mis manos.

Me acerqué corriendo a Savannah al ver que se había quedado inmóvil en el

suelo; ¿La habría matado?

Pavel saltó hacia mí dejando a Blassir en manos de Tom y Will para no

dejarme sola tan cerca de una posible amenaza.

–Está viva, oigo sus latidos. –dijo Pavel.

– ¿Me oyes Savannah? –inquirí despacio.

Savannah abrió los ojos cuyo color había cambiado completamente a un

tono violáceo poco común. Movió sus dedos lentamente como si pudiese

captar la magia; Parecía que la naturaleza había recompensado la

restauración del equilibrio con celeridad.

–Gracias Deva. –murmuró con sinceridad cogiendo mi mano.

–Aprovecha tu segunda oportunidad. –pedí observándola con cierta lástima.

Se fue antes de poder decir nada más y, aunque la había visto muy poco

tiempo, supe que no olvidaría ese momento.


– ¿Y yo no tengo derecho a una segunda oportunidad? –preguntó

maliciosamente Blassir.

–Ella no le ha hecho daño a Deva secuestrándola. –retó Pavel gruñendo un

poco.

–Pero le ha hecho daño a mucha otra gente. –replicó. –No es un delito

poder caminar de día sin quemarme. –añadió.

Respiré hondo esperando sentir algo que me hiciese poder elegir. Fui hasta

Pavel y le di la mano. Él me miró y besó mi frente.

–Dejemos que se vaya, por esta vez. –aventuré ganando gestos de sorpresa

entre el grupo. –Ya no hay piedras, quizá no vuelva a hacer nada tan

estúpido como esto. –continué.

Blassir sonrió.

Paul se movió sumamente rápido para llegar hasta el vampiro, colocar sus

piernas alrededor de su cuello y decapitarlo.

Todos nos quedamos paralizados observándole.

–Siempre habría sido una amenaza, para la manada y para las brujas, pero te

he ahorrado el tener que culparte de esa muerte. –explicó.

Casi me pareció que el asentimiento que hizo Pavel hacia él fue de

agradecimiento.
No sentí pena, eso era cierto, pero no porque no lo mereciese sino porque

no era capaz de aguantar una muerte más a mi espalda.

–No sé si me gusta esa faceta tuya. –dijo Zafiro risueña hacia Paul.

– ¿Y a mí qué? –interrogó él molesto.

–A ti te da mucho mi opinión. –afirmó tocándole con dos dedos el perfil del

rostro.

A esos dos le quedaba mucho camino para ponerse de acuerdo y yo sonreí

por eso.

–Deva. –La voz de mi tía llamó mi atención por lo que abandoné mi lugar

junto al alfa para ir hasta ella. –Gracias por todo y siento no haberte creído
en su momento, debí hacerlo. –Suspiró. –He visto en ti que es posible tener

una segunda oportunidad, quizá lo tenga en cuenta. –dijo mirando a su hijo

desde lejos. –De todas formas parece que le encanta corretear junto a

brujas. –añadió burlonamente viendo lo mismo que yo.

–Nos vamos a casa. –anunció Pavel cogiendo mi mano.

–No soy lo que la manada esperaría de la compañera del alfa. –murmuré

con cierta vergüenza y preocupación por la reacción.

–Pero eres exactamente lo que el alfa necesita. –aseguró dándome un beso

en los labios.
–De todas formas mataré a quien se atreva a decir lo contrario, con lo que

me ha costado tener una amiga. –intervino Gina.

–Y yo mataré a quien te discuta a ti. –añadió Jared por detrás casi en un


murmullo. Gina clavó sus bonitos ojos en él. –Por orden de tu hermano. –

aclaró en un intento absurdo de seguir ocultando lo inevitable.

– ¿Y a vosotros dos qué os pasa? –exigió saber Pavel hacia Tom y Will.

–Iremos a vigilar a la bruja un tiempo, es lo mejor. –contestaron con un

misterio que no entendí.

Los vimos irse.

–Mierda. –masculló Pavel.

– ¿Qué ocurre? –pregunté buscando respuesta a esa actitud tan rara.

–Ambos han encontrado a su compañera ideal. –respondió taciturno.

– ¿Entre ellos? Eso sería genial. –contestó Zafiro emocionada.

¿No se daba cuenta de cómo la miraba Paul para fijarse en los demás?

–Ojalá, pero no. Los dos han sentido lo mismo por Savannah en cuanto a
vuelto a su estado natural. –respondió negando lentamente con la cabeza.

– ¿Y cómo van a resolver eso? –inquirí con curiosidad.


–Eso, pequeña, es una historia para la que tendremos para esperar. –aseguró
tranquilo.

– ¿Y para qué no tendremos que esperar? –interrogué mordiéndome el labio


al pensar que ya no teníamos ninguna amenaza por la que preocuparnos y

que, por tanto, podíamos volver a la cama de la que no deberíamos haber


salido.

–Para amarnos, eso comienza ahora y no acaba nunca. –declaró.

FIN
¿Te ha gustado este libro? ¿Quieres saber lo que pasó con Will y Tom
conectando con la misma bruja? ¿Deseas conocer si Savannah aprovechó su

segunda oportunidad? ¿Te agradaría ver si consiguieron compatibilizar sus


caracteres Paul y Zafiro? ¿Y Jared con Gina?

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Fecha aproximada del próximo libro: 15 Marzo.

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