Ensayo de Teoría Del Arte

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ENSAYO

El tema que tiene en común el capítulo "El desnudo femenino" de la serie televisiva Modos de
ver, creada por John Berger para la BBC, y el texto, asociado a este capítulo, Desnudez de Giorgio
Agamben es, como claramente se puede observar en ambos títulos, el desnudo. Ambos autores
tratan este desnudo desde la perspectiva de Occidente y realizan una reflexión sobre como este está
influido por diferentes parámetros, entre ellos la religión.

Por una parte, en el capítulo "El desnudo femenino" de la serie de John Berger se nos presenta
una reflexión sobre el desnudo y, más concretamente, sobre el desnudo femenino, la cual se
enmarca en la historia del arte del mundo occidental. En este capítulo, John Berger expone que "en
los desnudos femeninos de la pintura europea, podemos descubrir algunos de los criterios y
convenciones por los que se juzgaban a las mujeres. Podemos ver cómo eran vistas las mujeres".
Esto, comienza explicando, se muestra desde tiempos inmemorables, pues ya en las
representaciones del relato de Adán y Eva, como se narraba en el Génesis, se mostraba la desnudez
como algo pecaminoso, producto de la mordida al fruto prohibido del Edén. En este relato tan
antiguo, según señala Berger: "hay dos cosas llamativas: (...) el segundo hecho llamativo es que la
mujer es culpada y se la castiga haciéndosela subordinada al hombre". A partir de este momento, el
desnudo es visto como algo impuro, algo indigno, y esta visión se aplica, en especial, en el desnudo
femenino. Además, a lo largo de la historia, la pintura de nuestra cultura occidental ha hecho que
este desnudo femenino, el cual está mal visto y es erróneo si es por decisión propia, sea un un
espectáculo para el hombre; es decir, que el desnudo de la mujer no es porque esta quiera y le guste
su propia desnudez, sino que es para complacer a la vista masculina. Así lo expresa el propio John
Berger, poniendo como referencia una obra pictórica basada en la temática de Susana y los
ancianos: "A veces, la mujer, Susana, se mira así misma en un espejo, representándose a sí misma
cómo la ven los hombres. Se ve a sí misma como un espectáculo, lo que significa: un espectáculo
para los hombres". Eso nos lleva a la propia reflexión que nuestro crítico del arte realiza en este
capítulo: "El desnudo implica saberse visto por el espectador. No están desnudas tal y como son,
están desnudas como tú las ves". Es decir, el desnudo femenino no es una representación de estas
mujeres y su forma de verse a sí mismas desnudas y orgullosas de su desnudez, sino que esta
representación del desnudo femenino es una desnudez que posee la finalidad de satisfacer la vista y
el gusto masculino, algo que, tanto en el arte como en la vida cotidiana, se repite como si de un
bucle infinito se tratase. Esto mismo, también lo menciona y denuncia Berger: "La mayoría de los
desnudos en nuestra pintura, han sido alienados por sus pintores para el placer del espectador
masculino". Esto nos lleva a la conclusión de que nunca en la historia del arte, y también en la
historia en general, ha habido un interés real por representar a la mujer y a su desnudez por ellas,
sino por ellos. Siempre, a lo largo de los miles de años de arte, se ha reproducido la figura femenina
con la intención de obedecer a los deseos masculinos, dejando a la propia mujer doblegada a su
imagen, sin otra finalidad. Esto ha provocado que, durante toda la historia, las mujeres hayamos
basado nuestra vida y nuestros deseos en el objetivo de satisfacer los gustos del hombre,
provocando una subordinación constante por nuestra parte a estos mismos. Para las mujeres, en el
arte occidental, "su desnudez es otra forma de vestido, están condenadas a no estar desnudas
jamás", según John Berger. Esto implica que nuestra desnudez, destinada a la vista y placer
masculino, no es una desnudez, sino una especie de disfraz que no nos podemos quitar. Pues es una
desnudez específica que nos muestra la manera que la sociedad quiere que seamos: sumisas, sexis,
perfectas, etc. Además de esto, somos juzgadas por nuestra belleza: "Aquellas que nos son juzgadas
como bellas, no son bellas. Aquellas que sí, reciben el premio. El premio es ser poseídas; es decir,
estar disponibles". Esto nos lleva a la conclusión de que, a parte de que se nos juzga según lo que se
considera bello o no, ser bella implica que se nos pueda poseer, como si de un objeto nos
tratáramos. Esto se repite en muchos otros ámbitos, como en la actual publicidad, pues se nos ve
como un objeto que poseer y exhibir y esto se refleja en la sociedad. Es de esta específica forma
como aparecen representadas las mujeres en los cuadros de arte europeo occidental. Esta
representación de objeto sexual y de sumisión, se ve también en otros ejemplos pictóricos como en
el cuadro que muestra a la amante de Carlos II, "Su desnudez (...) es sólo un signo de sumisión a su
exigencia"; o en la pintura enviada como regalo del Gran Duque de Florencia al Rey de Francia, "El
cuadro está hecho para ser atractivo a la sexualidad de él". En todos estos ejemplos, y en muchos
otros no mencionados, se repite el mensaje, destinado a las mujeres, de que debemos ser sumisas,
bellas y de que nuestro único papel en el arte y en la vida es ser un objeto sexual que debe estar bajo
el mando de un hombre. Asimismo, se reitera el mensaje, dedicado a los hombres, de que tienen
derecho a poseernos y a controlarnos, dándole el poder de mandar sobre nosotras.

Por otro lado, en el texto Desnudez de Giorgio Agamben, ligado al capítulo "El desnudo
femenino" de la serie televisiva de John Berger, se nos presenta una reflexión sobre el desnudo,
aunque esta vez no se trata, específicamente, el desnudo femenino, sino que se realiza una reflexión
sobre el desnudo en general. Esta reflexión se realiza, en especial, desde una perspectiva teológica
cristiana, pues "La desnudez, en nuestra cultura, es inseparable de una signatura teológica", como
bien indica Agamben. Nuestro autor, al igual que Berger, comienza su reflexión mencionando el
relato de Adán y Eva, narrado en el Génesis. Desde este relato, ambos coinciden en que el desnudo
se relaciona con el pecado y posee una connotación negativa por esta razón. Erik Peterson, cita
Giorgio Agamben, también realiza esta conexión entre desnudez y pecado y expone que "La
percepción de la desnudez está ligada a ese acto espiritual que la Sagrada Escritura define como
'apertura de ojos'". Este acto se debe a que, antes del pecado, ambos (Adán y Eva), no estaban
desnudos, pues estaban vestidos con la gracia, lo que lleva a nuestro autor a señalar el hecho de que,
en realidad, nunca han estado desnudos. Pues, antes del pecado, estaban cubiertos por el vestido de
gracia y, después del pecado, pasan a estar cubiertos por los vestidos que les ofrece Dios. Se lleva a
cabo, además, una relación entre desnudez y vestido que coincide con la relación entre naturaleza y
gracia: "Así como el vestido presupone el cuerpo que debe cubrir - escribe Peterson -, así la gracia
presupone la naturaleza (...)". Es decir, que según la teología cristiana, la gracia es vista como una
especie de vestido que nos debe cubrir y la naturaleza es la desnudez, la cual debe de ser rechazada
porque se halla ligada al pecado. Agamben llega a la conclusión de que "la desnudez no es un
estado, sino un acontecimiento". Esto significa que la desnudez no es desnudez en sí, sino un
desnudamiento; es decir, la acción de quitarse la ropa. Al igual que manifiesta John Berger, en
relación al desnudo de la mujer: "su desnudez es otra forma de vestido, están condenadas a no estar
desnudas jamás", Giorgio Agamben también expone, poniendo como referencia la performance de
Vanessa Beecroft en el Neue Nationalgalerie de Berlín y otras performances del estilo, "las mujeres
nunca hubieran estado completamente desnudas", pues siempre presentan alguna huella de vestido,
como unos zapatos o un collant. Es por ello, que concluye con que "la desnudez es (...) infinita,
jamás termina de acontecer". Nuestro filósofo, asimismo, muestra la oposición entre Pelagio y
Agustín, en cuanto a la relación entre naturaleza y gracia. Para Pelagio la naturaleza humana y la
gracia eran exactamente lo mismo, por lo que, para él, "la naturaleza humana le pertenece (...) la
posibilidad de no pecar". Pelagio no niega la existencia de la gracia, sino que este la identifica con
la naturaleza edénica y explica que el pecado de Adán y Eva fue un pecado voluntario, por lo que
este no acarrea la pérdida de gracia, y que, aunque el hombre haya pecado y siga haciéndolo, este
tiene la posibilidad de elegir no pecar. Por el contrario, Agustín efectúa una separación entre
naturaleza y gracia. Para él, como Adán y Eva fueron creados en un cuerpo no espiritual, la gracia
los había revestido posteriormente y era debido a esta gracia que no conocían ni la muerte ni el
libido, la excitación de las partes íntimas. Para Agustín el libido es "el término técnico (...) que
define la consecuencia del pecado". Basándose en un pasaje de Pablo, se expone que, antes del
pecado, tanto Adán como Eva estaban desnudos y no sentían vergüenza por ello, y esto no de debía
a que no veían su desnudez, sino a que esta desnudez no era indecente porque todavía no estaba
presente la libido. Una vez que pierden esa gracia; es decir, una vez que 'abren los ojos' y son
conscientes de su desnudez, "para castigar su desobediencia, (...) surgió (...) una nueva impudicia
por la cual su desnudez se hizo indecente". Es así como la desnudez pasa a ser algo impuro y a estar
mal vista a ojos de la sociedad, una visión que se ha traslado a nuestra actualidad a lo largo de los
años, y que todavía persiste. Giorgio Agamben especifica que "la transgresión de la orden divina
implica el paso de una desnudez sin vergüenza a una desnudez que debe cubrirse" y esta desnudez
sin vergüenza era permitida, en la comunidad cristiana, en el momento del bautismo (en la época en
la que el rito bautismal se llevaba a cabo con adultos, no con recién nacidos). Esta misma desnudez
sin vergüenza se relaciona con la desnudez infantil, pues, antes de la caída, Adán y Eva no eran
conscientes de su desnudez, como les ocurre a los niños. Agamben también cita a Sartre, el cual "se
ocupa de la desnudez a propósito de la obscenidad y el sadismo". Es así como este mismo llega a la
conclusión de que "el dispositivo sádico es (...) el equivalente profano del pecado que, según los
teólogos, remueve el vestido de gracia y libera bruscamente en el cuerpo la ausencia de gracia que
define la 'corporeidad desnuda'". Pues lo que el sádico quiere es el molde vacío de la gracia; es
decir, el cuerpo desnudo de la otra persona. Precisamente por eso, según Sartre "el deseo del sádico
(...) está destinado al fracaso". Otro de los autores citados por nuestro filósofo italiano fue
Benjamin, el cual relaciona la belleza con el velo y velado. En la belleza, la envoltura (velo) y su
objeto (velado) están unidos, por ello "Bello es (...) ese objeto al que le es esencial el velo" y "la
belleza es, en su esencia, indevelable". Sin embargo, para Benjamin "en el cuerpo humano (...) la
belleza sólo puede ser aparente". Asimismo, Benjamin, tras vincularse con un grupo de tres amigas
muy atractivas, llegó a la conclusión de que "el código de honor de las mujeres es decirlo todo y
prueba cuán profunda es la obligación que ellas sienten con respecto a la apariencia". En este
momento, encontramos otro paralelismo con John Berger. Este planteaba la belleza como una forma
de juzgar a la mujer y como esta belleza las condicionaba en cuanto a su actitud con otras mujeres y
en la sociedad; mientras que Giorgio Agamben, citando a Benjamin, plantea la belleza como una
mera apariencia. No obstante, ambos coinciden en que esta apariencia y esta belleza influyen en la
actitud de las mujeres en su entorno. Es por esta razón que existe cierta competencia entre las
mujeres, una competencia que se lleva arrastrando desde cientos de años y que se sigue recreando
en la actualidad, aunque en menor medida.

Personalmente, creo que el tema del desnudo, tanto en el arte como en la sociedad, es un tema
algo complejo, en especial si se trata del desnudo femenino. Existen demasiados estigmas sociales
en cuanto al desnudo que nos hacen verlo como algo incorrecto, algo malo. Todos los estigmas
sociales y prejuicios que rodean esta cuestión provienen del mismo punto de inicio, miles de años
atrás. Como bien se menciona en el capítulo de la serie Modos de ver de John Berger y en el texto
Desnudez de Giorgio Agamben, el punto de partida del gran estigma del desnudo es el relato de
Adán y Eva, narrado en el Génesis. A mi parecer, fue de esta forma como se empezó a considerar
algo malicioso, ya que se relaciona directamente con el pecado. A partir de este mismo relato,
además de comenzar a entender la desnudez como algo erróneo, se condenó, especialmente, a la
desnudez femenina, utilizando como excusa el hecho de que Eva fuera la primera en caer en la
tentación. De esta forma, el cristianismo no sólo condenó al desnudo femenino, sino además a la
mujer. Es por ello que, a lo largo de los miles de años durante los cuales la sociedad fue
interiorizando y perpetuando la idea de que el desnudo femenino era erróneo y pecaminoso, toda
aquella mujer que mostrase su cuerpo desnudo por placer y voluntad propia era castigada de alguna
forma, ya fuese socialmente o institucionalmente. A lo largo de la historia se ha perpetuado esta idea
y se ha castigado a la mujer de miles de formas distintas. Sin embargo, el tema del rechazo del
desnudo femenino es curioso, a mi parecer, por el hecho de que molesta sólo cuando no es
agradable a la vista de los hombres. Es decir, si ella quiere mostrar su cuerpo desnudo por decisión
propia, enorgulleciéndose de su propio cuerpo sin ningún tipo de vergüenza, la sociedad la culpa, la
critica, la juzga; pero si su desnudez va dirigida a complacer la mirada y gusto del hombre, es
completamente aceptada y validada. Lo podemos observar, actualmente, en el hecho de que cuando
una mujer cuelga una foto semidesnuda o desnuda en redes sociales recibe críticas y se la rechaza y
juzga por haber subido esa fotografía; por no hablar de la serie de comentarios misóginos y lascivos
que recibe por parte del género masculino. No obstante, cuando las mujeres son forzadas a
mostrarse desnudas, como puede ser en el caso de la prostitución y pornografía, no se las critica
tanto. El caso es que en la primera situación, la mujer se desnuda porque quiere y se lo enseña al
mundo porque le apetece; mas en el segundo caso, la mujer se desnuda para complacer al hombre y
a sus placeres. Por otro lado, está la cuestión de que hay desnudos aceptables y desnudos no
aceptables, todo esto basado en la idea de la belleza. Por lo tanto, aunque tu desnudez vaya dirigida
a satisfacer la vista masculina, si tu belleza no es aceptada socialmente, no será permitida; al
contrario, será juzgada y rechazada. Es de esta forma, y de otras muchas, como la mujer y su cuerpo
siempre se ven aprisionados bajo la mirada masculina (y de la sociedad) y parece sorprendente que
esto haya nacido a partir de un relato religioso, miles de años atrás. Lo más curioso, e incluso
deplorable, es que esta visión de la mujer siga presente actualmente y se siga perpetuando con tanta
normalidad y facilidad, cuando, en realidad, deberíamos de acabar con estos estigmas y prejuicios
que rodean al desnudo, y especialmente al desnudo femenino, y a la mujer.

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