Andinismo Enclaves Nazcas
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Resumen
Las investigaciones iniciadas en el año 2014 en el Cerro San Bernardo (ACO3; 2000 metros sobre el nivel del mar) y
Challaca (CH1; 2015 metros sobre el nivel del mar) nos han permitido hallar los primeros sitios Nasca (260 a.C a 640
d.C.) en la ecozona yunga de la cuenca alta del río Ica. Los dos sitios también registran la posibilidad de una ocupación
aún más temprana que se remonta al Horizonte Temprano (840 a 260 a.C.). Estos dos sitios se ubican sobre cerros peque-
ños, que están conformados principalmente por granito, y que se localizan al norte y sur sobre los márgenes de la cuenca
alta del río Ica. Desde estos sitios, se puede divisar una extensa área de cultivo que se extiende desde los cerros al este,
hasta el oeste y el límite del cañón de Challaca-Tiraxi, la cual podría estar bajo su control. Geográficamente, el cañón
divide la sierra de Ica del área costera, a partir de lo cual le brinda una ubicación geopolítica importante. Es posible que
la localización estratégica de este enclave Nasca en la sierra de Ica haya sido para controlar el acceso desde las sociedades
costeras a los sectores de la sierra, mientras se nutría de los recursos de esta rica zona alta. Probablemente, la ocupación
de este punto estratégico se inició durante el Horizonte Temprano (840 a 260 a.C.), lo cual significaría una presencia
larga por parte de los grupos costeños en la sierra. Ante este contexto, el objetivo del presente trabajo es indagar sobre los
patrones de control, interacción y el tipo de frontera entre los Nasca y los grupos culturales serranos, vecinos, sincrónicos,
aportando nuevas evidencias sobre la presencia Nasca en la cuenca alta del río Ica.
Palabras clave: sierra de Ica, Nasca, Horizonte Temprano, Periodo Intermedio Temprano, frontera, enclave
Abstract
OF ENCLAVES AND FRONTIERS: THE NASCA PRESENCE IN THE ICA HIGHLANDS (260 B.C. – A.D. 640)
During 2014, research undertaken at the sites of Cerro San Bernardo (ACO3; 2,000 m above sea level) and Challaca
(CH1; 2,015 m above sea level) revealed the first documented Nasca sites (260 B.C – A.D. 640) in the yunga ecozone
of the upper drainage of the Ica River. Both sites also demonstrated evidence of an even earlier, Early Horizon occu-
pation (840 – 260 B.C.). These two sites are located on small, mainly granite, knolls situated on the Northern and
a
CONICET - Instituto de Arqueología, FFyL, Universidad de Buenos Aires
Correo electrónico: [email protected]
b
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Correo electrónico: [email protected]
c
Universidad de Buenos Aires, FFyL, IDECU (Instituto de las Culturas – UBA / CONICET)
Correo electrónico: [email protected]
d
University of Cambridge, McDonald Institute for Archaeological Research
Correo electrónico: [email protected]
e
University of Cambridge, McDonald Institute for Archaeological Research
Correo electrónico: [email protected]
f
University of Cambridge, McDonald Institute for Archaeological Research
Correo electrónico: [email protected]
https://doi.org/10.18800/boletindearqueologiapucp.201701.005
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Southern banks of the upper drainage of the Ica River. From these sites, it is possible to oversee an extensive area of cul-
tivation that extends from the mountains to the East down to the Western boundary of the Challaca-Tiraxi Canyon. An
area, which these sites could well have controlled. Geographically, the canyon divides the Ica Highlands from the coastal
area, giving this juncture geopolitical importance. It is possible that the strategic location of this Nasca enclave in the
Ica Highlands was aimed at controlling access between coastal polities and highland sectors, while exploiting this zones
rich, high-altitude resources. Probably, occupation of this strategic sector commenced during the Early Horizon (840 –
260 B.C.), pointing to a long presence by coastal groups in the highlands. The aim of this article then, is to tease-out
patterns of control, interaction, and the type of frontier in existence between the Nasca and coeval, neighboring, high-
land cultural groups, thereby providing new evidence concerning Nasca presence in the upper drainage of the Ica River.
Keywords: Ica Highlands, Nasca, Early Horizon, Early Intermediate Period, frontier, enclave
1. Introducción
Tradicionalmente, los estudios sobre la extensión geográfica de la cultura Nasca se han centrado en
la costa sur-central (Silverman y Proulx 2002), aunque se ha propuesto que su influencia cultural se
extendió tanto hacia el norte y el sur de la costa como hacia el este hasta las tierras altas de Ayacucho
(Proulx 2008: 564). A pesar de las actuales interpretaciones acertadas en el énfasis de la naturaleza
costero y ribereña de la cultura política Nasca (Beresford-Jones 2011), nuevas investigaciones han
dado luz sobre la penetración nasca en las áreas de yunga y kichwa en las tierras altas en el valle
Palpa (Reindel 2012; Reindel et al. 2013; Reindel et al. 2015). Estudios recientes en las tierras
altas de Ica están demostrando un similar patrón de ocupación nasca, al menos, en la ecozona
yunga, que, posiblemente, generan un desplazamiento o absorción de un asentamiento temprano
Paracas anterior. En este artículo, describimos la presencia Nasca en las tierras altas de Ica, desta-
cando la naturaleza física de dicha presencia y la posible función detrás de su existencia (Fig. 1).
Precisamente, nuestro objetivo es indagar sobre los patrones de control, interacción y la naturaleza
de la frontera entre los Nasca y los grupos culturales colindantes.
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Figura 1. Mapa del área de estudio (One River Project - Proyecto de Investigación Arqueológica Cuenca de Ica -
ORP-PIACI 2014).
Si bien la cuenca baja del valle Ica ha sido, al menos, parcialmente estudiada (v.g. Engel 1957;
Cook 1991; Massey 1991; Beresford-Jones 2011; Bachir Bacha y Llanos 2013; Beresford-Jones
et al. 2016), la cuenca alta nunca ha sido objeto de investigaciones arqueológicas previas. En ese
sentido, nuestro estudio ha sido uno de los primeros en esta región y, hasta el momento, ha permi-
tido relevar 56 sitios nuevos a lo largo de dos ríos tributarios laterales al río Ica: los ríos Olaya y
Santiago. Esto nos ha permitido generar una plena confianza en que futuros trabajos de campo en
otros afluentes revelarán aún más sitios. De los 56 sitios registrados hasta el momento, solo tres
muestran evidencias indiscutibles de ocupación con cronologías pertenecientes previas al Período
Intermedio Tardío o al primer período de la Colonia española (1000-1615 d.C.).
La razón de esta insuficiencia de datos sobre sitios más tempranos es atribuibles diversos factores
que van desde la conservación preeminente de los sitios tardíos las destrucciones o sustituciones de
estos a causas naturales o por la acción humana. Incluso, existe hasta un posible sesgo de análisis
que genera que los sitios más deslumbrantes visualmente y cronológicamente tardíos se descubran
y registren en detrimento de los sitios con cronologías más tempranas y características más efímeras.
De los tres sitios con ocupaciones tempranas, dos –CH1 y ACO3– son objeto de estudio en el
presente artículo, mientras que el tercero —Huinchocruz (SAN4)— es un posible sitio ritual que
se ubica sobre una imponente cima localizada sobre el río Olaya en los sectores bajos de la cuenca
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de Ica a 4070 metros sobre el nivel del mar. Este sitio está conformado por tres componentes
culturales principales: una plataforma subcircular o ushnu; un complejo huanca, compuesto por
una huanca ubicada dentro de una estructura de pirca circular; y un calvario cristiano. Tanto la
cerámica como los restos materiales arqueológicos del sitio SAN4 indican que el sitio fue usado
desde el Período del Horizonte Temprano (840-260 a.C.) hasta el presente. Es probable que haya
representado la ubicación de una importante huaca local prehispánica, antes de la subsecuente
evangelización cristiana y su transformación como el centro de adoración durante la Fiesta de las
Cruces celebrada durante el mes de mayo.
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Figura 2. Mapa de ubicación de los sitios CH1 y ACO3, mostrando limite de la yunga y el cañón Challaca-Tiraxi
(ORP-PIACI 2014).
terrazas se encuentran principalmente localizadas hacia el norte; y, en ACO3, hacia el este. Sobre la
base de su tamaño relativo, la falta de registro que indique la existencia de redes de canales de riego
y la presencia de posibles pisos de ocupación enterrados (descubiertos durante las excavaciones
en CH1, ver más abajo), interpretamos que estos tuvieron una función habitacional en lugar de
terrazas productivas. Sin embargo, se necesitan más estudios para corroborar por completo esta
funcionalidad. Por otro lado, aparte de la ubicación elevada de CH1 y de ACO3, no hay caracterís-
ticas defensivas fácilmente identificables. Hasta el momento, de los dos sitios, solo Challaca (CH1)
fue excavado y se registró una ocupación sólida nasca, que está estratigráficamente ubicada por
arriba de una ocupación más efímera del Horizonte Temprano.
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metros de diámetro), en la que se puede observar solamente una hilera. Hacia el este y oeste de
esta cima, y de la estructura circular, se identificaron otras estructuras más chicas en forma de «D».
Posiblemente, la construcción de estas estructuras significó la nivelación artificial de los sectores del
sitio, al igual que la construcción de las terrazas.
La plataforma superior presentó muy poca estratigrafía arqueológica, dado que principalmente
estaba compuesta por un depósito limoso de poca profundidad sobre la roca madre. Además, no
se halló ningún horizonte de ocupación evidente, puesto que la superficie estaba muy bioturbada
al igual que disturbada por procesos posdepositacionales de ente humana. Por otro lado, hubo una
mayor acumulación de material sobre la ladera norte del sitio (v.g. TP 3 y 5 – ver abajo), debido a
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la existencia de terrazas en esta área y su subsecuente colapso. En total, se excavaron seis sondeos
de prueba de diferentes tamaños a lo largo del sitio. A continuación, se detalla brevemente las dife-
rentes unidades de excavación.
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Esto indica que la zona fue edificada como un lugar de carácter «especial». Además, esta inferencia
es congruente con el registro de concentraciones de cenizas —posibles restos de quemas asociadas
con la consagración del lugar— y la colocación de una vasija completa debajo del muro curvo.
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asociado a dos primeras vértebras que se encontraban cerca del orificio occipital. Rodeando al
cráneo y en la cúpula se registró ceniza, la cual podría ser resultado de alguna quema efectuada antes
de depositar el cráneo y rellenar el anillo circular.
Debajo de la base interior del muro de contención, y cubierto por relleno constructivo, se
halló un segundo anillo circular también relleno con tierra y huesos humanos. Este anillo no fue
excavado en su totalidad y se proyecta al interior del perfil oeste del TP 5, por lo que solo cuatro
bloques que miden 20 centímetros por 20 centímetros fueron expuestos. Al igual que el primer
anillo, las piedras fueron asentadas directamente sobre el estéril. Durante la excavación, se observó
que la tierra que rellenaba este segundo anillo era de color marrón con una tonalidad media a
oscura. También, se observó grava pequeña y angulosa abundante en la parte superior del anillo.
La cerámica asociada a los dos anillos circulares corresponde a tiestos de ollas de color gris, sin cuello
y decorado con líneas incisas en forma de triángulos o círculos con puntos al centro —cerámica
indudablemente del Horizonte Temprano (Ocucaje 8, Fig. 6)—.
A partir de lo descrito anteriormente, se puede confirmar que en la ladera norte solo tuvo
un momento de construcción. Por otro lado, la presencia de cerámica monocroma, propia del
Horizonte Temprano, permite estimar que la construcción de las terrazas sucedió durante ese
período o poco tiempo después. Además, los depósitos encontrados dentro de las estructuras circu-
lares podrían ser interpretados como ofrendas dedicadas a la construcción de estas estructuras habi-
taciones sobre terrazas.
En TP5, no se pudo ubicar un piso de ocupación arqueológico dado el grado de bioturbación
de los rellenos y depósitos en ella. De todas formas, el material mixto hallado en los rellenos del
Horizonte Temprano e Intermedio Temprano nos sugiere que, al igual que TP3, estas terrazas
fueron ocupadas por lo menos en estos dos períodos.
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5. Discusión
Nuestras prospecciones iniciales han confirmado que Challaca (CH1) y Cerro San Bernardo
(ACO3) tienen evidencias de ocupaciones con cronologías ubicadas durante el Horizonte
Temprano y del Período Intermedio Temprano. Sobre todo, las excavaciones en CH1 nos permi-
tieron evaluar la intensidad de estas ocupaciones. Por otro lado, el hecho de que el asentamiento
Nasca había subsumido al Paracas/Ocucaje 8 sugiere que podría haber existido una continuidad en
la ocupación del sitio que conecta estos dos períodos. Las posibles ofrendas halladas en CH1/TP3
hacen hincapié en una fase inicial Paracas/Ocucaje 8 en el sitio. Sin embargo, todavía no es posible
delimitar claramente las características de esta ocupación del Horizonte Temprano en el sitio, dada
la escasez de los restos materiales de este período. Por lo tanto, nuevas excavaciones serán necesarias
para desentrañar el entramado de esta ocupación temprana, y sus vínculos —si es existieran— con
la ocupación del período Nasca Tardío.
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El asentamiento nasca en CH1, a pesar de los altos impactos generados por los procesos posde-
positacionales, brinda una información suficientemente clara para formular importantes interpre-
taciones preliminares sobre el sitio y su contexto, especialmente, cuando se combina con los datos
provenientes del Cerro San Bernardo (ACO3). Más allá de la localización de estos sitios, en la
parte superior de los montículos, estos dos asentamientos nasca no presentan ninguna estructura
discernible de protección o semejantes. No obstante, esto no excluye la naturaleza defensiva de
estos asentamientos, especialmente, teniendo en cuenta que el final del Horizonte Temprano y del
Período Intermedio Temprano ha sido considerado como un momento con abundante conflicto,
especialmente, entre las culturas del Intermedio Temprano (Arkush y Tung 2013).
Por otro lado, la importancia defensiva de estos sitios está más enfatizada por el aislamiento
relativo de estos con respecto a la costa central del valle de Ica, por lo que para la región esta
área habría tenido un valor atípico o de alguna funcionalidad de colonia. Si bien se acepta que
durante Nasca 7 fue el momento en el cual se produjo la mayor interacción nasca en las tierras
altas (Silverman 2002: 178; Whalen 2014), especialmente con Huarpa del área circum-Ayacucho
(Knobloch 2000; Leoni 2006), la naturaleza de estos contactos todavía no ha sido definida. Aparte
de eso, la presencia de cerámica Nasca 3 y 4 (Figs. 6A y C; c. 80 a.C. a 440 d.C.) nos sugiere que
estos contactos con la sierra se remontan a períodos aún más tempranos también. En los sectores
bajos, yunga, de las tierras altas del valle de Ica, estas relaciones parecen haber estado circunscritas
con un propósito por parte de los Nasca para mantener su presencia en la región.
De esta forma, los sitios de Challaca (CH1) y Cerro San Bernardo (ACO3) dominan el este
del área que se trata de un rico bolsón productivo ubicado en el cañón de Challaca-Tiraxi (Fig. 7).
Probablemente, esta «colonia» Nasca fue un intento por parte de esta cultura de extender su control
hacia la sierra y así tener acceso directo a los productos del área —maíz, coca, frutales— al igual que
servir como punto de partida para intercambiar productos con las poblaciones del kichwa y puna,
tal como fibra de camélidos y la papa.
También, es posible que esta zona haya funcionado como nexo para el desarrollo de un pastoreo
incipiente de camélidos para la sociedad Nasca. El proyecto alemán Palpa-Nasca, liderado por
Marcus Reindel, ha demostrado cómo los sitios en estas altitudes podrían haber funcionado dentro
de una red de interacción entre las tierras bajas costeras con el pastoralismo de llama de las tierras
altas (Renneberg et al. 2009). Este pastoreo de llamas bien podría haberse beneficiado con la explo-
tación de las cuatro zonas ecológicas disponibles para los momentos finales de Nasca —las riberas
de los fondos del valle, la zona litoral costera, las lomas y yungas de las zonas más bajas de las tierras
altas—; de este modo, se habría cubierto un área que abarcaría desde las zonas con altitud a nivel
del mar hasta zonas con mayores altitudes ejemplo, 2300 metros. De hecho, habríamos tenido un
tipo de archipiélago vertical compacto de acopio de diferentes productos a través de estas cuatro
zonas ecológicas (Murra 1975 [1972]; sensu Oberem 1976).
En este sistema, los camélidos podrían haber sido alimentados con maíz o tallos de maíz después
de su pastoreo, con las pasturas existentes entre los meses de abril y agosto (sensu Miller y Burger
1995); esta dieta puede haber sido complementada con vainas de huarango (Prosopis limensis) y
«uñas de gato» (Parkinsonia aculeate), además de otras plantas. Al mismo tiempo, el guano de los
camélidos habría sido un fertilizante natural para los campos de cultivos que estaban en período de
barbecho. A su vez, estos oasis de ribera habrían conformado corredores de tránsito hacia zonas del
litoral para el consumo por parte del rebaño del seagrass propio de la zona costera. Entre los meses
de agosto y diciembre, los rebaños se habrían movido a través de estos corredores conectando las
yungas de la tierra alta, antes de bajar a las lomas para el período comprendido entre diciembre y
abril. Este patrón de trashumancia yunga-lomas-fondo de valle-litoral costero es una reminiscencia
de la sugerida para los Moche (Dufour et al. 2014). Hasta hace poco, dicha trashumancia fue reali-
zada por los pastores de cabras y ovejas en el valle de Ica (Whaley et al. 2010: 619-620), y sectores
más al norte, como Piura (Perevolotsky 1985).
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Figura 7. Panorámica moderno del enclave Nasca, mostrando los sitios de ACO3 y CH1 (ORP-PIACI 2014).
De este modo, estas «colonias» Nasca de Challaca (CH1) y Cerro San Bernardo (ACO3), loca-
lizadas a aproximadamente 2000 metros sobre el nivel del mar, en la cuenca alta de Ica, podrían
bien haber provisto una frontera logística para el control Nasca en la región yunga costera y en las
tierras altas medias, sin dejar de proveer el medio necesario para el intercambio y el contacto con
los sectores superiores de las tierras altas. De hecho, la ubicación de estos sitios en los límites de las
ecozonas yunga y kichwa nos sugiere la posibilidad de que CH1 y ACO3 hayan sido sitios de avance
con control de acceso directo a la zona central de los Nasca en la Ica central. La ubicación sobre
espolones rocosos en ambos lados del mismo río posiblemente conformaba parte de una frontera
geopolítica fluida, pero al mismo tiempo estable de la cultura Nasca vis-à-vis los pueblos de la sierra.
La ausencia de material del Horizonte Medio nos podría indicar el abandono de estos sitios antes de
la aparición de los Wari, posiblemente asociado a cambios sociopolíticos y económicos en la zona
costera (Beresford-Jones 2011).
Al mismo tiempo, el material recuperado de las excavaciones en Challaca (CH1) nos muestra
que esta penetración costeña podría tener una antigüedad aún mayor, lo cual indica una posible
ocupación del área desde el Horizonte Temprano (840 a 260 a.C) en adelante. El hecho de la
existencia de estructuras similares, aunque de mayor envergadura, descubiertas en el Alto Palpa nos
muestra que esta posible expansión costeña hacia la sierra no fue necesariamente la excepción, sino
parte de un patrón más amplio macrorregional (Reindel et al. 2015; Sossna 2016).
El posterior establecimiento de sitios del Intermedio Tardío (ACO1, 2, 4, 5; CH2, CH3, CH5,
CH10-13; RUR1) en las laderas ubicadas encima de los sitios de Challaca (CH1) y Cerro San
Bernardo (ACO3) nos proporciona evidencia sobre la recurrente importancia de esta zona fértil
para las poblaciones del área. No obstante, a diferencia de Challaca (CH1) y Cerro San Bernardo
(ACO3), la cultura material de estos otros sitios nos indica que, para estos momentos, no era la
costa la que ejercía hegemonía, sino más bien los pobladores de la sierra, en este caso, los Chocorvos
(Rowe 1946: 188).
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6. Conclusiones
En esencia, la presencia de material del Horizonte Temprano costero —Paracas— y la del Período
Intermedio Temprano —Nasca— en estos dos sitios da cuenta de la posibilidad de algún tipo de
límite geopolítico entre los Nasca y las entidades políticas contemporáneas de las tierras altas, como
los Huarpa (Schreiber 2000). Mientras que Paracas costera encuentra una contraparte no muy
diferente en la sierra (Ochatoma Paravicino 1998), el Intermedio Temprano está marcado por dife-
rentes estilos de cerámica que denotan entidades políticas separadas. Posiblemente, en esta etapa, la
naturaleza de estos sitios entra al frente, dentro de un área que sirve como lugar de una «geografía
difusa» (Haughton y Allmendinger 2013: 218) entre la costa y los sectores superiores de las tierras
altas, donde el intercambio y las interacciones ocurren tanto de forma violenta como pacíficas.
Teniendo en cuenta, como se ha mencionado anteriormente, que la distribución interna de la
arquitectura de los sitios comparte similitudes con los sitios identificados contemporáneos en el
valle superior de Palpa (Reindel 2012; Reindel et al. 2013; Sossna 2016), se plantea la posibilidad
de que este tipo de interacción costera basada en la ocupación real de los sectores de las tierras
altas fuera replicada a lo largo de varios valles costeros. De hecho, estas dinámicas de asentamiento
reflejan los diversos factores políticos, sociales, económicos y ecológicos que subyacen el flore-
cimiento, el declive (o colapso) y la regeneración de las sociedades (Schwartz y Nichols 2006).
Por esta razón, el presente estudio ha puesto de manifiesto la profundidad de la ocupación y la
historicidad de uso humano de esta zona.
Agradecimientos
Extendemos nuestros agradecimientos a las comunidades de Santiago de Chocorvos, San José de
Challaca y Santa Rosa de Acora. También, agradecemos el trabajo de traducción y edición de
Lorena Grana; el trabajo final hubiera sido mucho más pobre sin su ayuda. Agradecemos profun-
damente a todos los participantes del proyecto. Finalmente, queremos agradecer también a Jalh
Dulanto y Aïcha Bachir Bacha por su paciencia. Todos los errores permanecen de los autores.
El financiamiento para este proyecto fue proporcionado por la Leverhulme Foundation y Don
Alberto Benavides. El proyecto se llevó a cabo bajo el auspicio del Ministerio de Cultura del Perú y
las resoluciones 061-2013-DGPA-VMPCIC/M y 428-2014-DGPA-VMPCIC/MC.
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